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La Física Antes De Los Griegos Al inicio de los tiempos comenzaron los fenómenos naturales, que moldearon y dieron lugar al universo y a todo lo que existe en el. El ser humano al observar estos fenómenos comenzó a hacerse preguntas sobre el porqué de los mismos. Al ser curioso por naturaleza, el ser humano empezó a formular explicaciones para poder entender estos sucesos: El día, la noche, la lluvia, las erupciones volcánicas, los eclipses, etc. A estas interrogantes muchas veces las respuestas eran atribuidas a divinidades. Más tarde estos pensamientos dieron el origen a la filosofía de la naturaleza o la filosofía de la física. Estos pensadores se enfocaron en las observaciones de la naturaleza, los cuerpos y el ser siendo solo basado en consideraciones filosóficas y no en verificaciones experimentales la mayoría de estos pensamientos fueron erróneos aunque pasaron cientos de años para que se pudieran desechar. Estas falsas interpretaciones fueron la base de la física actual. Entre las primeras cavilaciones que aportaron conocimientos a la física destacan los chinos, babilonios, egipcios y mayas, que alcanzaron éxitos notables en la ciencia empírica de los movimientos estelares (incluso crearon sus propios calendarios) y las matemáticas aplica. También alcanzaron alto nivel en tecnología que usaron en la metalurgia y construcción de herramientas y edificaciones. Emplearon maquinas simples. Durante los griegos

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La Física Antes De Los Griegos

Al inicio de los tiempos comenzaron los fenómenos naturales, que moldearon y dieron lugar al universo y a todo lo que existe en el.

El ser humano al observar estos fenómenos comenzó a hacerse preguntas sobre el porqué de los mismos.

Al ser curioso por naturaleza, el ser humano empezó a formular explicaciones para poder entender estos sucesos: El día, la noche, la lluvia, las erupciones volcánicas, los eclipses, etc.

A estas interrogantes muchas veces las respuestas eran atribuidas a divinidades.

Más tarde estos pensamientos dieron el origen a la filosofía de la naturaleza o la filosofía de la física.

Estos pensadores se enfocaron en las observaciones de la naturaleza, los cuerpos y el ser siendo solo basado en consideraciones filosóficas y no en verificaciones experimentales la mayoría de estos pensamientos fueron erróneos aunque pasaron cientos de años para que se pudieran desechar.

Estas falsas interpretaciones fueron la base de la física actual.

Entre las primeras cavilaciones que aportaron conocimientos a la física destacan los chinos, babilonios, egipcios y mayas, que alcanzaron éxitos notables en la ciencia empírica de los movimientos estelares (incluso crearon sus propios calendarios) y las matemáticas aplica.

También alcanzaron alto nivel en tecnología que usaron en la metalurgia y construcción de herramientas y edificaciones. Emplearon maquinas simples.

Durante los griegos

Las antiguas civilizaciones orientales realizaron algunos avances en el dominio de la física y llegaron a conocer intuitivamente las leyes mecánicas sobre la cuña, el plano inclinado, etc. El punto inicial lo marcó Aristóteles ya que, fueron los griegos quienes establecieron sus primeras bases científicas. Veamos algunas aportaciones griegas:

Demócrito (480-361 a. C.): dio un gran avance teórico en relación a la constitución del átomo.

Arquímedes (287-212 a. C.): estableció las leyes de la palanca y dio origen a la hidrostática con su famoso principio, relativo a la acción del agua sobre los cuerpos sumergidos en ella.

Heron (284-221 a. C.): se ocupó de la mecánica, construyó un aparato llamado eolípila, un antecedente de la máquina de vapor.

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Durante los griegos.

• A los griegos se les atribuye la invención de la filosofía natural.

• Muchos filósofos se encuentran en el desarrollo primigenio de la física, como Aristóteles, tales de Mileto entre otros.

• Sin duda un bosquejo de la ciencia se inicio en Grecia con los primeros grandes pensadores griegos.

• Sus explicaciones eran divinas

ARQUIMEDES

Fue el más importante de esta época, escribió importantes obras sobre geometría plana y des espacio, aritmética y mecánica, definió la ley de la palanca, y se le reconoce como el inventor de la polea compuesta, invento el tornillo sin fin, descubrió la ley de la hidrostática: dicho principio establece que todo cuerpo se encuentra dentro de un fluido experimenta a un empuje vertical hacia arriba, que es igual al peso del fluido desalojado por dicho cuerpo. Su famosa frase es “dame un punto de apoyo y moveré la tierra”

TALES DE MILETO

Primer filosofo griego que intento dar una explicación física del universo

• La tierra para él era un disco plano cubierto por la semiesfera celesta flotando en un océano infinito.

• Para el todo nacía del agua, la cual era el elemento básico del que estaban hechas todas las cosas

ARISTOTELES

Aristóteles tenía la falsa creencia de que todos los cuerpos caían en tiempos distintos debido al peso que tenían. Aristóteles era muy respetado por sus contemporáneos. Escribió un libro de óptica geométrica.

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La Física Durante Los Griegos

La Fisica En La Edad Media

La Física en la Edad Media y los siglos XV, XVI y XVI

El vector posición de cualquier planeta respecto del Sol, barre áreas iguales de la elipse en tiempos iguales. Dicho de otra manera, los planetas avanzan más rápidamente cuanto más cerca se encuentren del sol.

Para cualquier planeta, el cuadrado de su período orbital es directamente proporcional al cubo de la distancia media con el Sol. Lo que en lenguaje de a pie quiere decir que cuanto más lejos está el planeta del Sol más tiempo tarda en dar una vuelta –el planeta Tierra tarda un año; Plutón, el más alejado, tarda unos 248 años y medio-, y además la relación entre esa distancia y el tiempo es proporcional.

En 1609, Galileo Galilei, observando a través de un telescopio las fases del planeta Venus, pudo confirmar el sistema heliocéntrico. La otra gran hazaña de Galileo fue demostrar que, en contra de los postulados de Aristóteles, todos los objetos tardan lo mismo en caer, y que su velocidad al hacerlo aumenta de forma uniforme. Éste concepto puede resultar extraño. Podemos preguntarnos en un ejemplo extremo ¿Tardarían lo mismo en caer desde lo alto de la torre de pisa una esfera de plomo y otra de goma espuma? La respuesta es rotundamente sí, incluso un piano y una mandolina tardarían lo mismo en caer. La diferencia en la naturaleza la marca el rozamiento del aire, que frena las caídas de todos los objetos dentro de la atmósfera, de éste modo los paracaidistas no se estrellan contra el suelo. La tierra atrae con igual fuerza a la esfera de plomo y a la pluma, pero el rozamiento del aire hace que la pluma caiga más lentamente. Galileo murió en una villa de Florencia, habiendo sido obligado por la inquisición a renunciar a sus ideas por considerarlas heréticas.

La Historia de la Física está llena de grandes científicos como Galileo, Newton o Einstein, cuyas contribuciones han sido decisivas.

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LA FÍSICA GRIEGA COMO LA BÚSQUEDA DEL ORDEN ÉTICO

Índice

1. Introducción

2. Empédocles: la física entre el mito y la ciencia

3. Aristóteles: la física del orden

4. Epicuro: la física del individualismo

5. Conclusión

6. Bibliografía

1. Introducción

La Física, si nos atenemos al estricto sentido etimológico del término, fue concebida por los griegos como una manera de conocer la fu,sij (phýsis), es decir, la Naturaleza. No es nuestra intención en el presente trabajo explayarnos acerca de todo lo que el concepto de fu,sij representaba para la mentalidad helénica; nuestro interés radica en exponer cuál fue el propósito con el cual los grandes sabios griegos encararon su estudio. Dicho propósito se manifiesta en que, aunque cada pensador propuso teorías o concepciones de la Naturaleza distintas y a veces contrapuestas a las antecedentes, todos sin excepción abordaron el estudio de la Física como la búsqueda de un orden, de un principio inherente al universo que hace que éste sea un ko,smoj (cosmos), un todo ordenado en vez de un ca,oj (caos), una falta de sentido. Búsqueda tempranamente comenzada por aquellos filósofos-poetas como Hesíodo, quien recurre al mito para intentar una explicación del origen del universo como obra del designio ordenador de los dioses.

Sin embargo, esta búsqueda de un principio ordenador no reconocía en la Antigüedad los mismos motivos y objetivos que los que pudiéramos atribuirle hoy a la física moderna. Tal distinción es recalcada por Miguel Hernández González, para quien

“La reducción del caos de las experiencias al orden, en el que todo ocurre según leyes universales, es producido, en el mundo moderno, utilizando como instrumento el principio de causalidad. Este concepto de causa es clave en el proceso de ordenación de lo informe, pero el significado que tiene dentro del pensamiento primitivo es profundamente distinto que el que tiene en nuestro sistema explicativo. La causalidad no es para la mentalidad antigua algo impersonal, no es una respuesta a un ¿cómo? sino a un ¿quién? o a un ¿por qué?”[1]

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De la aclaración anterior se desprende una característica fundamental acerca del verdadero fin de la Física por parte de los griegos: encontrar en la Naturaleza principios de orden universales, aplicables no sólo al terreno de la materia sino principalmente a la ética. Tal asociación, que hoy puede parecernos extraña, heterogénea y forzada, era para ellos completamente razonable. En efecto, existiendo en todos los elementos y procesos de la Naturaleza una tendencia universal al orden, era lógico suponer que dichos principios se aplicaran también al hombre y sus relaciones.

Teniendo en cuenta lo anterior, nuestro trabajo intentará mostrar cómo las diversas concepciones e interpretaciones físicas de los pensadores griegos estuvieron condicionadas por - y a la vez influyeron decisivamente en - las conformaciones socio-históricas propias de su época, incidiendo a su vez en el terreno ético. Como ejemplos paradigmáticos de este proceso analizaremos las ideas físicas de tres pensadores que vivieron en diferentes momentos de la evolución intelectual del mundo helénico: las obras del presocrático Empédocles, Acerca de la Naturaleza[2] y Purificaciones[3], la Física[4] y De Caelo[5] de Aristóteles y dos de las obras más importantes de Epicuro, la Carta a Herodoto[6] y las Máximas Capitales[7], buscando en ellas los argumentos físicos de los cuales infirieron sus principios éticos.

2. Empédocles: la física entre el mito y la ciencia

El origen de la física griega puede situarse entre los siglos VII a.C. y VI a.C. Respecto al por qué surgió en esta época en particular los historiadores lo atribuyen a la renovación que provocó la caída de la realeza y su sustitución por la aristocracia o la democracia, abriendo el camino a nuevas estructuras sociales y políticas y a un cambio en el pensamiento y en las relaciones entre individuo y sociedad. Este cambio se evidencia en el protagonismo que adquirieron las poleis. Las ciudades, a través de su consolidación en el plano económico, militar y político, se afirmaron como lugares de actuación de los que se hallaban en disposición de disfrutar de la politeia, de los derechos de ciudadanía. Así, el siglo VII a.C. puede ser caracterizado como el punto de inflexión entre la época arcaica griega y la nueva conformación sociopolítica plasmada en la polis.

Esta nueva estructura - la polis - donde se desarrolla la faceta social y política distintiva del ser humano, está vinculada de manera inseparable a la evolución del pensamiento griego en todos sus aspectos. Tanto la filosofía como la ciencia helénicas de la época - cuyos límites y competencias no reconocían aún una separación clara[8] - se verán profundamente influidas por esta concepción, y la ética será un punto central en las consideraciones de los filósofos-físicos. Esta idea es expresada por el helenista francés Jean Pierre Vernant, para quien “el nuevo modelo del mundo… es solidario de las formas institucionales y de las estructuras mentales propias a las polis”[9]. Nicola Abbagnano destaca esta íntima vinculación entre los aspectos sociales e intelectuales del mundo helénico al señalar:

“Este carácter de la filosofía griega no es accidental. La investigación filosófica no encerraba, según los griegos, al individuo en sí mismo; exigía más bien una confluencia de esfuerzos, una comunicación incesante entre los hombres que hacían de ella el fin

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fundamental de su vida y determinaba así una solidaridad firme y efectiva entre aquellos que se dedicaban a ella.

De aquí procede el interés constante de los filósofos griegos por la política, o sea, por la vida social. La tradición nos ha transmitido la noticia de este interés incluso respecto a aquellos de cuya vida no nos proporciona más que escasos datos. Tales, Anaximandro y Pitágoras fueron políticos. Se cuenta que Parménides dio leyes a su ciudad y de Zenón que pereció víctima del intento de librar a sus conciudadanos de un tirano. Empédocles restauró la democracia en Agrigento; Arquitas fue jefe de estado y Meliso almirante. La inquietud política ejerció después… una función predominante en la especulación de Platón.”[10]

Frederick Copleston profundiza este análisis y considera que

“el primer filosofar helénico, aunque obra naturalmente de individuos, fue también un producto de la ciudad y reflejaba hasta cierto punto el imperio y la concepción de la ley, que los presocráticos, en sus cosmologías, extendieron sistemáticamente a todo el universo… Una vez estabilizada la vida social, pudieron los hombres darse a la reflexión teórica, y durante la infancia de la filosofía lo que primero les ocupó la atención fue la Naturaleza en su conjunto.”[11]

Entre los físicos griegos, Empédocles (484 a.C. - 424 a.C.?) fue el primero en considerar a la Naturaleza de esta manera, es decir, en su conjunto. Cabe aclarar que la relevancia de Empédocles no pasa por la creación de una nueva física, ya que en este aspecto sostuvo el principio de unidad e inmutabilidad del Ser tal como lo había postulado anteriormente Parménides; su tarea consistió más bien en conciliar las ideas de su antecesor con un principio a todas luces evidente: el cambio, el devenir de todos los elementos contenidos en este conjunto denominado Naturaleza.

La convicción de la unidad e inmutabilidad del Ser tal como la concibió el eléata fue reflejada por Empédocles en sus obras Purificaciones y Acerca de la Naturaleza, ambas escritas bajo la forma de poemas didácticos a semejanza de las obras de Hesíodo y Parménides; en ellas expresa vehementemente:

“¡Insensatos! Pues sus preocupaciones son pensamientos alicortos. ¡Ellos que se creen que en verdad puede llegar a ser lo que antes no era o que algo muere y perece eternamente!”[12]

“Pues de lo que no es, es imposible que algo nazca, y de que lo que es perezca, irrealizable e inaudito, ya que siempre e hallará, allí donde uno quiera apoyarse.”[13]

Sin embargo, como dijimos anteriormente, la evidencia del cambio lo obligó a buscar una interpretación de la Naturaleza coherente con la realidad observable. Sin transigir en el concepto parmenídeo de la inmutabilidad del Ser, postuló que todas las cosas existentes en el universo, en cuanto “son”, son una unidad compuesta de una mezcla de partículas materiales elementales que en sí mismas son inmutables, y su unión o disolución es lo que el común de los mortales considera como generación o destrucción de dicha cosa:

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“Y otra cosa te diré: no hay nacimiento en absoluto de ninguno de los seres mortales, ni tampoco consumación de la funesta muerte, sino tan sólo mezcla y disociación de lo mezclado es lo que hay, y ‘nacimiento’(() es un nombre que los hombres le dan.”[14]

De esta manera mantuvo en esencia el ideal de Parménides y estableció el concepto de la unidad de lo múltiple y la multiplicidad de lo uno:

“De esta forma, en la medida en que lo uno está habituado a nacer de lo múltiple y en la medida en que a su vez, al disociarse lo uno, lo múltiple resulta, en ese sentido nacen y no es perdurable su existencia. Mas en la medida en que esos cambios incesantes jamás llegan a su fin, en ese sentido son por siempre inmutables en su ciclo.[15]

Ahora bien, aquellas partículas que se unían o separaban para formar las cosas ¿de qué se componían? Empédocles formuló su teoría de los cuatro elementos para responder a esta cuestión. Con poéticas palabras comenta a poco de iniciada Acerca de la Naturaleza que todas las cosas del universo están formadas por una combinación de estos cuatro elementos, dándole sus particulares propiedades la diversa proporción de éstos en su composición:

“Las cuatro raíces de las cosas todas escucha primero cuáles son: Zeus resplandeciente, Hera dispensadora de vida, así como Aidoneo y Nestis, que con sus lágrimas empapa el mortal hontanar.”[16]

Pocos versos más adelante dejará este lenguaje esotérico y aclarará a qué elementos se corresponden estas cuatro divinidades en su esquema físico:

“Como ya dije antes, al declarar los lindes del relato, doble es la historia que voy a contarte. Pues unas veces creció para ser uno, de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que era se disoció para ser múltiple: fuego, agua, tierra y la enorme altura del aire…”[17]

Empédocles dio un paso importante en la Física al proponer esta teoría de los cuatro elementos ya que el juego de interacciones entre ellos permitía explicar - con mayor o menor satisfacción - una variable que incluso para los físicos de siglos posteriores era motivo de discusión: el cambio. De una forma simple, el cambio de cualquier ente, desde un árbol hasta una montaña, podía ser entendido como una alteración en la proporción de alguno de estos cuatro elementos presentes en su composición. Sin embargo, planteada esta respuesta, se abrió un nuevo interrogante. ¿Qué o quién determinaba las reglas de este eterno juego de intercambios elementales? Dicho de otra manera ¿dónde estaba el principio de orden en el sistema cosmológico del agrigentino? Puesto que el azar era una idea inconcebible para la mentalidad griega Empédocles estableció como principio de orden a dos fuerzas antagónicas, el Amor y el Odio, que tienen como función actuar sobre los cuatro elementos que componen el universo uniéndolos en armonía, en el caso del Amor, o separándolos en el caso del Odio. Cabe aclarar que aunque Empédocles denominó a estas dos fuerzas con nombres que aluden a pasiones o emociones esto no significa que le hubiera atribuido a la fu,sij, al mundo físico, una personalidad que le permitiera actuar de forma intencionada o conciente, como hará Plotino en pleno auge del neoplatonismo.

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Según Empédocles, estas dos fuerzas operan de manera cíclica. Al comienzo de un ciclo existe una mezcolanza indeterminada de los cuatro elementos reunidos en una forma perfecta, la esfera - idea que acusa la influencia parmenídea - gobernada por el Amor. El Odio rondaría en torno de esta esfera, tratando de introducirse en esta unión, y cuando lo logra comienza la fase de desintegración de las cosas constituidas por los elementos. En algún momento, esta fase llegará a su fin con el triunfo absoluto del Odio: cada partícula se reunirá con sus semejantes y la separación de cada elemento por su lado destruirá al universo tal como lo conocemos. Sin embargo, en este punto el Amor recomienza su tarea integradora y el proceso se revierte hasta volver a la perfecta unidad y armonía primeras. Estos ciclos sucesivos no han tenido un comienzo ni tendrán un final.

Hemos dicho anteriormente que las obras de Empédocles están escritas en el mismo tenor que las obras de Hesíodo y Parménides. Suponen la concepción del universo en base religiosa, acusando la influencia del pitagorismo, al cual adscribía. Tanto Acerca de la Naturaleza como Purificaciones pueden ser vistos como obras separadas, pero la característica unidad conceptual del pensamiento griego obliga a considerarlas en conjunto, lo cual otorga una ventaja importante: permite apreciar cuál fue la postura ética de este pensador, derivada de su concepción de la Física. Así, el propósito de la primera obra pretende ofrecer una explicación acerca del origen, composición y funcionamiento del universo, da cuenta de su orden, de su sentido cósmico aludiendo precisamente a la noción de ko,smoj como orden; la segunda ve en el universo una armonía que debe ser interpretada en clave religiosa, la cual implica una respuesta ética del hombre como parte de este orden. La teoría de los cuatro elementos que han de estar en armonía tendrá amplia repercusión en la filosofía griega posterior. Utilizando otros términos Empédocles considera al hombre un microcosmos, concebido como resumen completo del universo o macrocosmos, una suerte de mundo microscópico, dado que contiene los mismos elementos.

Entender esto es fundamental para comprender cabalmente cuál fue el propósito principal del estudio de la Física por parte de los grandes pensadores griegos. Su intención no era responder a una simple curiosidad acerca del cómo, tal como explicamos en la introducción, sino inferir a partir de la observación de la Naturaleza el por qué y el para qué y extender esta finalidad a la conducta humana como parte de este orden cósmico. Este objetivo - la contemplación de las causas naturales como referentes de los principios éticos - es mostrado por Empédocles al final de Acerca de la Naturaleza:

“Pues si las fijas bajo tus densos pensamientos y benévolamente las observas con solicitud inmaculada, todas ellas te asistirán la vida entera y otras muchas obtendrás gracias a ellas, pues hacen crecer a cada una en el carácter, según la hechura de cada una. Mas si tú anhelas otras cosas de las que entre los hombres hay a millares, vilezas que embotan las meditaciones, ten a seguro que a prisa te abandonarán con el curso del tiempo…”[18]

Esta atenta observación de los principios naturales tiene, como se ha dicho, un propósito ético. Su finalidad es lograr que el intelecto humano capte la noción de orden, que en el dualismo cosmológico de Empédocles se manifiesta como el equilibrio entre los contrarios. En un estilo similar al que utiliza Parménides cuando narra su viaje místico hacia la Diosa, describe su visión de los opuestos cósmicos personificados en “la encarnizada Lucha y

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Armonía, la de mirada augusta, Hermosura y Fealdad, Rapidez y Tardanza, la amable Seguridad y Confusión de negra cabellera. Crecimiento y Consunción, Descanso y Despertar, Movimiento y Reposo y la bien conocida Majestad, así como Vileza, Silencio y Expresión.”[19] Este equilibrio, esta necesidad natural de restaurar el orden de aquello que ha sido alterado, es trasladado por el agrigentino al terreno ético al afirmar que

“Hay un decreto de Necesidad, de antiguo refrendado por los dioses, eterno, sellado por prolijos juramentos: “Cuando alguno, por errores de su mente, contamina sus miembros y viola por tal yerro el juramento que prestara… ha de vagar por tiempos tres veces incontables, lejos de los Felices, en la hechura de formas mortales, variadas en el tiempo, mientras que va alternando los procelosos rumbos de la vida…

Que yo ya he sido antes un joven y una joven, un matorral y un pájaro y mudo pez del mar.”[20]

Se destaca en el párrafo anterior un elemento pitagórico como es la teoría de la metempsicosis o transmigración de las almas. Según esta, las almas de todos los seres pasan por diferentes estadios de existencia reencarnando en cuerpos más o menos nobles según sus méritos. Esta idea implica un componente ético que se expresa en el respeto a cada ser vivo y la búsqueda de la armonía entre los hombres:

“…intentaban propiciársela con devotas ofrendas (…) pero el altar no era regado con nefandas carnicerías de toros, sino que era abominación entre los hombres, la mayor, la de arrancarles la vida para devorar sus nobles cuartos.”[21]

“¿No pondréis fin a esta matanza disonante? ¿No estáis viendo que os devoráis unos a otros por la incuria de vuestra inteligencia? Y por ello, desesperados como estáis por acerbas desdichas, nunca de los míseros duelos recobraréis vuestro ánimo.”[22]

Tal fue la relación que el sabio de Agrigento estableció entre la Física y la ética, entendiéndola como una constante búsqueda del equilibrio y la armonía en la vida del hombre con sus semejantes y con el universo.

3. Aristóteles: la física del orden

Con Aristóteles de Estágira (384 a.C. - 322 a.C.) la Física griega alcanza el status epistemológico de ciencia. Pensador de singular capacidad, fue el preceptor del joven Alejandro de Macedonia, quien luego fuera el amo del imperio más grande de la historia. Sin lugar a dudas las doctrinas tanto filosóficas como políticas de Aristóteles tuvieron una fuerte influencia en la manera en que Alejandro concibió su misión imperialista: llevar a los pueblos bárbaros el orden que sólo se da en una sociedad organizada - cuyo paradigma de perfección es la polis griega -, donde cada uno de sus elementos ocupa un lugar y cumple una función determinada. Estas ideas reconocen un componente platónico evidente, pero a su vez están reforzadas por las propias del sabio de Estágira: la teoría de los “lugares naturales”, según la cual cada elemento tiende por naturaleza a ocupar un lugar determinado en el cosmos, tiene su

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paralelo sociológico en la conformación social característica de la ciudad griega. Así lo expresa el mismo Aristóteles en una de sus obras:

“La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo.”[23]

El estagirita se trasladó en su juventud a Atenas, ciudad que a pesar de haber sido sometida a la dominación macedónica en el 338 a.C. continuó siendo el centro cultural e intelectual del gran conglomerado de poleis griegas. Allí estudió en la Academia de Platón durante veinte años, en los cuales se nutrió de las ideas de su maestro para luego establecer su propia escuela, el Liceo, y enseñar sus propias doctrinas filosóficas. Sin embargo la impronta platónica se refleja nítidamente en sus ideas, particularmente en relación a la Física. En la Academia asumió dos ideas que constituyen los pilares de su sistema físico: el universo es un todo ordenado y racional, y todo lo que en él existe y sucede tiene una causa y una finalidad. Para Aristóteles la naturaleza es, primordialmente, causa de orden.

Este orden del universo es una respuesta terminante a los físicos anteriores, quienes no habían introducido este factor en sus cosmologías, haciendo del mismo un lugar azaroso, imprevisible y falto de regularidad. El cosmos aristotélico es, por el contrario, un sistema rígidamente dispuesto en esferas concéntricas cuyo centro es la Tierra y su límite las estrellas fijas. Entre ellas se ubican las esferas en las que giran, insertos, los cinco planetas entonces conocidos, el Sol y la Luna. La especulación del filósofo concibió a estas esferas hechas de una sustancia noble llamada éter, inmutable e incorruptible, tal como debía ser el soporte de un universo considerado perfecto: “Digamos ahora, exponiendo primeramente las dificultades que encierra, que no sólo es único el mundo, sino que es imposible que se formen varios, además de que es eterno, por ser indestructible e ingenerable”.[24] Pero la inmutable perfección celeste contrastaba claramente con la evidente imperfección y alteración que sufre todo lo que existe en nuestro mundo terrenal, por lo que Aristóteles trazó una subdivisión en su esquema: lo que está por encima de la esfera de la Luna - el mundo supralunar, con el Sol, los planetas y las estrellas fijas - ostenta la inmutabilidad y la regularidad de lo perfecto; por debajo de la Luna, en el espacio aéreo que rodea a la Tierra y en todo lo que se desarrolla sobre la superficie de ésta, existe el cambio y el movimiento debido a la imperfección de sus elementos constituyentes. Estos no son otros que los cuatro elementos postulados por Empédocles - agua, aire, tierra y fuego. Esta fue la empresa encarada por Aristóteles: explicar el por qué de los cambios en un universo perfecto e invariable.

Al principio de la Física Aristóteles define por dónde debe comenzar la investigación que apunte a explicar lo anterior:

“Puesto que el saber en general y, más precisamente, el saber científico resulta, en todas las disciplinas de las que hay principios, causas o elementos, del conocimiento de estos - ya que creemos conocer cada cosa sólo cuando conocemos sus causas y principios primeros

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e incluso sus elementos -, es evidente que también en la ciencia de la naturaleza hay que intentar, en primer término, delimitar lo concerniente a sus principios.”[25]

Para conocer y explicar el cambio en la Naturaleza resulta fundamental pues llegar a conocer las causas del mismo. Con precisión y minuciosidad distingue cuatro tipos de causas en todo proceso de cambio: material, formal, eficiente y final. Esta última causa es la que en definitiva sustenta todo el sistema físico del filósofo por su cualidad teleológica. En el libro II de la Física Aristóteles intenta demostrar que el concepto de causa final conlleva, como su nombre lo indica, la idea de te,loj (télos), de un propósito que implica necesariamente la noción de orden.[26] Tal causa apunta a definir “el término al que se dirige espontáneamente la naturaleza para producir el orden y perfección que la caracterizan. Es la causa fundamental en la economía del cosmos, pues, por ejemplo, guía el desarrollo de los animales hacia su forma acabada y dirige la ordenación de los materiales en nuestro mundo elemental, pues la gravedad o ligereza no son sino la resistencia a abandonar el orden o la tendencia a restaurarlo cuando se rompe.”[27] Aunque el hincapié de Aristóteles en el concepto de causa final está fuertemente influido por sus investigaciones biológicas, la justificación teleológica encuentra cabida también en el campo de la ética y la política:

“En su descripción de los diferentes estadios constituidos por las formas más primitivas de asociación socio-política, desde la unión instintiva entre macho y hembra hasta la más compleja y perfecta forma de organización social (el Estado, pólis), el concepto de télos tiene una importancia muy grande. En efecto, la finalidad es el concepto clave para explicar y fundamentar lo que Aristóteles cree ha sido, planteado hipotéticamente, el desarrollo de las primitivas formas de comunidad hasta llegar a conformar el único medio posible de desarrollo integral humano, la pólis. Toda pólis, en efecto, es el fin o meta de las demás formas de comunidad.”[28]

Al respecto Miguel Hernández González opina que la perspectiva teleológica de la Física aristotélica, “como heredera de lo más articulado de la tradición del pensamiento griego - el mundo como Cosmos -, es la más lógica pues, no en vano, resulta difícil creer que la armonía del universo surgiera por sí misma o por la acción de un principio físico ciego y no por la acción de una ley inteligente dispositiva, que tienda a la perfección.”[29]

4. Epicuro: la física del individualismo

Epicuro de Samos (341 a.C. - 270 a.C.) es el fundador de la corriente filosófica que lleva su nombre, el epicureísmo. Las fechas entre las que transcurre su vida son significativas en la consideración del desarrollo de su doctrina, puesto que entre estos años Grecia, y en particular Atenas, experimentarán cambios trascendentales en todos los órdenes. Poco después del nacimiento de Epicuro Macedonia extendió su dominio sobre la mayor parte de la Hélade,

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mientras Aristóteles educaba al joven Alejandro. Posteriormente este joven se convirtió en el monarca más poderoso de su tiempo, llevando la influencia de la cultura y el pensamiento griegos hasta límites inimaginables para la época. No nos extenderemos acerca de la significación del helenismo para el mundo antiguo sino sólo recalcaremos su ideal de universalidad, de comunidad, propugnando una especie de “globalización” en un mundo compartimentado en diferentes razas, lenguas y culturas. Dicho proceso afectó a bárbaros y griegos por igual. Al respecto Carlos García Gual expone claramente su impacto:

“La eclosión del helenismo trajo consigo una nueva sensación de convivir en un espacio ilimitado, donde las relaciones eran mucho más laxas que en el marco concreto de la ciudad nativa. Las ciudades subsistieron durante todo el período helenístico, como núcleos administrativos y civilizadores de los nuevos reinos… Sin embargo, lo que desapareció pronto fue el sentimiento ciudadano de pertenecer a una comunidad autosuficiente y libre que gracias a la colaboración activa y ferviente de todos sus miembros subsiste y progresa, y con ello el ideal del hombre libre que se ocupa ante todo de la política patria y es responsable ante su ciudad de su conducta. La ciudad había perdido su autosuficiencia, su autárkeia, tanto desde el punto de vista económico como político…”[30]

Sin embargo, el golpe más duro para el pueblo griego llegó con la muerte de Alejandro Magno. Esta provocó sangrientos enfrentamientos entre sus generales por los vastos dominios de su imperio, llevando el caos y la miseria por doquier. La precaria sensación de seguridad que proporcionara la polis, ya erosionada por el helenismo, desapareció ante las atrocidades de la guerra. Se sentía que

“el destino de los ciudadanos no estaba ya en sus propias manos, sino en las del monarca correspondiente, y, acaso, por encima de él, en las de la Tyche, la Fortuna o el Azar… Desapareció la solidaridad entre los miembros de la comunidad cívica… Junto a este paulatino sentimiento de disociación de los antiguos vínculos cívicos surge una notoria sensación de inseguridad frente a un mundo que ha dejado de ser claro, limitado y preciso. Y como respuesta se desarrolla un creciente individualismo… Los filósofos de la época helenística ya no se dirigirán a los ciudadanos - como hacía Sócrates -, sino a los individuos como personas aisladas en un universo desastrado.”[31]

En este contexto de extrema inseguridad e inestabilidad elaboró Epicuro su pensamiento, en el cual ocupa un lugar destacado su doctrina física. Epicuro no se caracterizó por su originalidad en construir un nuevo sistema cosmológico o en mejorar los de sus predecesores para obtener una explicación más coherente con la realidad observable. A diferencia de Aristóteles, su interés no radica en explicar las causas de los fenómenos o del cambio a fin de satisfacer una curiosidad científica. Ni siquiera pretende alcanzar la verdad; su propósito primordial es abordar el estudio de la Física a fin de obtener la avtaraxi,a (ataraxía), la tranquilidad de ánimo, verdadero bien en un mundo que se presenta inquietante e impredecible. Tal fin es admitido por el filósofo cuando aconseja al destinatario de la Carta a Herodoto que debe pensar que “es tarea propia de la ciencia física el investigar con precisión la causa de los fenómenos más importantes, y que precisamente de eso depende nuestra felicidad.”[32] Esta intención es manifestada también en sus Máximas Capitales, donde física y ética se entrelazan estrechamente:

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“11. Si nada nos perturbaran los recelos ante los fenómenos celestes y el temor de que la muerte sea algo para nosotros de algún modo, y el desconocer además los límites de los dolores y de los deseos, no tendríamos necesidad de la ciencia natural.

12. No era posible disolver el temor ante las más importantes cuestiones sin conocer a fondo cuál es la naturaleza del todo, recelando con temor algo de lo que nos cuentan los mitos. De modo que sin la investigación de la naturaleza no era posible obtener placeres sin tacha.

13. Ninguna sería la ganancia de procurarse la seguridad entre los hombres si uno se angustia por las cosas de más arriba y por las de debajo de la tierra y, en una palabra, las del infinito.”[33]

Es perceptible en las palabras de Epicuro el supremo valor atribuido a la seguridad, la felicidad y la serenidad en momentos en que el mundo conocido por los griegos amenazaba con desaparecer. Consecuente con este contexto crítico, la filosofía epicúrea representó una involución de las ideas físicas desarrolladas hasta entonces. Concibió un universo que, en algunos aspectos, mantiene el fondo común del pensamiento griego aceptando por ejemplo su eternidad, pero se aleja del ideal cosmológico aristotélico prevaleciente al imaginarlo carente de límite, orden y finalidad.

La física epicúrea se aproxima notablemente a las ideas de Empédocles. Al igual que éste, admite la constitución atómica del universo, la existencia del vacío y la posibilidad infinita de combinaciones de los átomos, dando lugar a infinitos universos. Pero a diferencia de Empédocles, el universo de Epicuro es azaroso y rígidamente materialista: no alberga las fuerzas ordenadoras del Amor y el Odio, ni siquiera contiene en sí a los dioses los cuales, si es que existen, no se preocupan por los hombres. Esta actitud escéptica e indiferente ante las creencias y la religión populares, las cuales achacaban a los dioses ciertos fenómenos celestes, quedó brevemente expresada por Epicuro cuando escribió:

“En cuanto a los fenómenos celestes… hay que pensar que no suceden por obra de algún ser que los distribuya, o los ordene ahora o vaya a ordenarlos, y que a la vez posea la beatitud perfecta unida a la inmortalidad. Porque ocupaciones, preocupaciones, cóleras y agradecimientos no armonizan con la beatitud, sino que se originan en la debilidad, el temor, y la necesidad […] la mayor perturbación de las almas humanas se origina en la creencia de que ésos (cuerpos celestes) son seres felices e inmortales, y que, al mismo tiempo, tienen deseos, ocupaciones y motivaciones contrarios a esa creencia.”[34]

La orientación del pensamiento de Epicuro, sus consejos acerca del modo de obtener la tan preciada serenidad de ánimo y su constante preocupación por alcanzar la verdadera felicidad revelan cómo este filósofo vivió e interpretó la aguda crisis política, social y personal de su tiempo. Con las instituciones de la polis en decadencia, la inseguridad ante el incierto porvenir y el dudoso interés de los dioses en el bienestar de sus fieles, la única seguridad podía encontrarse solamente en el individuo. De aquí que el pensamiento epicúreo - y el de todos los sistemas filosóficos contemporáneos, como el cinismo y el estoicismo - cambie la perspectiva y apunte a encontrar el orden en la conducta del hombre individual. El universo como parámetro de orden aplicable al ser humano y sus relaciones quedó opacado

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por la crisis del helenismo. Con Epicuro la Física adquirirá un carácter instrumental, buscando en la Naturaleza el conocimiento que proporcione al hombre las bases éticas para lograr la tan deseada seguridad.

5. Conclusión

Desde que el hombre comenzó a observar los fenómenos naturales buscó en ellos indicios que le permitieran explicarlos. La primera interpretación de los pueblos primitivos - entre ellos el griego - llegó por vía religiosa, concibiendo el accionar de las fuerzas de la naturaleza como productos de una razón superior, quien las disponía según sus caprichos. En el caso griego esta perspectiva, si bien no totalmente abandonada, fue desplazada por los factores que hemos enumerado al principio del presente trabajo. La evolución registrada en el pensamiento helénico a partir de los siglos VII a.C. y VI a.C. se evidencia en la elaboración de una Física que ya no necesita recurrir al mito para ofrecer una explicación de aquello que asombra y atemoriza al hombre. Tal fue el camino iniciado por los filósofos-físicos presocráticos, donde el interés principal de sus especulaciones radicará en encontrar la clave maestra que permita explicar al universo como una unidad armónica y ordenada.

Sin embargo, este interés no perseguía la satisfacción de una mera curiosidad científica. Al contrario, la Física griega de todas las épocas se preocupó por aplicar los principios aprehendidos mediante la observación de la Naturaleza a la esfera de actividades humanas: religiosa, filosófica, política y fundamentalmente ética. El hombre, al cual ya Protágoras había colocado en el centro del universo al constituirlo en medida de todas las cosas, debe actuar en armonía con el cosmos mediante la adecuación de su conducta a las reglas de orden universales. Las razones de este imperativo fueron expresadas por varios pensadores, entre ellos Empédocles, para quien el hombre está interrelacionado con cada parte del universo; Aristóteles, que veía en la organización sociopolítica de la polis el reflejo del orden celeste; y Epicuro, quien aunque renegó del ideal cósmico propuesto en épocas más benignas siguió considerando que el ser humano es un microcosmos, el cual debe buscar su serenidad interior mediante la indagación de la Naturaleza.

De esta manera, nuestra conclusión se pronuncia por el definido carácter ético que tuvo el estudio de la Física entre los griegos, la cual influyó en - y a su vez estuvo condicionada por - las circunstancias sociopolíticas que marcaron la historia de Grecia.

6. Bibliografía

Fuentes primarias

o ARISTÓTELES, Física, trad. del griego de Marcelo Boeri, Buenos Aires, Biblos, 1993.

o EMPÉDOCLES

- Acerca de la Naturaleza, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988.

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- Purificaciones, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988.

o EPICURO

- Carta a Herodoto, en García Gual, Carlos, Madrid, Alianza, 1981.

- Máximas Capitales, en García Gual, Carlos, Madrid, Alianza, 1981.

Bibliografía secundaria.

o ABBAGNANO, Nicola, Historia de la filosofía, Barcelona, Hora, 1994, tomo I.

o BERNABÉ, Alberto, Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988.

o COPLESTON, Frederick, Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, 2000, tomo I.

o GARCÍA GUAL, Carlos, Epicuro, Madrid, Alianza, 1981.

o SOLÍS, Carlos y SELLÉS, Manuel, Historia de la Ciencia, Madrid, Espasa Calpe, 2005.

o VERNANT, Jean Pierre, Los orígenes del pensamiento griego, Buenos Aires, Paidós, 2007.

Artículos de Internet

o ARISTÓTELES

- De Caelo, antología publicada en Internet en www.bibliotheka.org y extraída el 27/03/08.

- Política, texto publicado en Internet y extraído el 27/03/08.

o HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Miguel, Aristóteles y la Física, artículo publicado en Internet en www.bibliotheka.org y extraído el 26/03/08.

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[1] HERNÁNDEZ GONZÁLES, Miguel, Aristóteles y la Física, pág. 222, artículo publicado en Internet en www.bibliotheka.org y extraído el 26/03/08.

[2] EMPÉDOCLES, Acerca de la Naturaleza, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988.

[3] EMPÉDOCLES, Purificaciones, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988.

[4] ARISTÓTELES, Física, trad. del griego de Marcelo Boeri, Buenos Aires, Biblos, 1993.

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[5] ARISTÓTELES, De Caelo, antología publicada en Internet en www.biblioteca.org y extraída el 27/03/08

[6] EPICURO, Carta a Herodoto, en García Gual, Carlos, Epicuro, Madrid, Alianza, 1981.

[7] EPICURO, Máximas Capitales, en García Gual, Carlos, Epicuro, Madrid, Alianza, 1981.

[8] Cf. COPLESTON, Frederick, Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, 2000, tomo I, pág. 72.

[9] VERNANT, Jean Pierre, Los orígenes del pensamiento griego, Buenos Aires, Paidós, 2007, pág. 38.

[10] ABBAGNANO, Nicola, Historia de la filosofía, Barcelona, Hora, 1994, tomo I, pág. 17.

[11] COPLESTON, Frederick, op. cit., pág. 15.

[12] EMPÉDOCLES, Purificaciones, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988, pág. 235.

[13] EMPÉDOCLES, Acerca de la Naturaleza, trad. del griego de Alberto Bernabé en Filósofos presocráticos, Madrid, Alianza, 1988, pág. 214.

(() En griego nacimiento es una de las acepciones que tiene la palabra fu,sij, además de las más conocidas naturaleza y crecimiento. Empédocles estaría indicando entonces que este juego de uniones y disociaciones y su dinámica es lo que los hombres conocen como Naturaleza.

[14] EMPÉDOCLES, Acerca de la Naturaleza, pág. 213.

[15] Idem anterior.

[16] Idem anterior.

[17]EMPÉDOCLES, Acerca de la Naturaleza, pág. 213.

[18] EMPÉDOCLES, Acerca de la Naturaleza, pág. 234.

[19] EMPÉDOCLES, Purificaciones, pág. 237.

[20] Ibidem, pág. 236.

[21] Ibidem, pág. 238.

[22] EMPÉDOCLES, Purificaciones, pág. 238.

[23] ARISTÓTELES, Política, 1252ª, texto publicado en Internet en www.bibliotheka.org y extraído el 27/03/08.

[24] ARISTÓTELES, De Caelo, antología publicada en Internet en www.biblioteca.org y extraída el 27/03/08.

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[25] ARISTÓTELES, Física, I, 1:184a, 11-15, trad. del griego de Marcelo Boeri, Buenos Aires, Biblos, 1993, pág. 43.

[26] Cf. ARISTÓTELES, Física, II, 3:194b, 15-195b, 30, págs. 80-84.

[27] SOLÍS, Carlos y SELLÉS, Manuel, Historia de la Ciencia, Madrid, Espasa Calpe, 2005, pág. 99.

[28] BOERI, Marcelo en Aristóteles. Física, op. cit. págs. 32-33.

[29] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Miguel, op. cit., pág. 242.

[30] GARCÍA GUAL, Carlos, Epicuro, Madrid, Alianza, 1981, pág. 20.

[31] Íbidem, pág. 21.

[32] EPICURO, Carta a Herodoto, 78, en García Gual, Carlos, op. cit., pág. 107.

[33] EPICURO, Máximas Capitales, 11-13, en García Gual, Carlos, op. cit., pág. 140.

[34] EPICURO, Carta a Herodoto, 76-77, 81, en García Gual, Carlos, op. cit., págs. 106, 108.