40 años del cefyt: 1975-2015€¦ · cuando hacia fines de 1974 acordamos con el p. provincial,...
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40 años del CEFyT: 1975-2015
“Soy esta tierra,
soy esta gente,
soy mi memoria
y soy esta historia.
Vamos desandando este camino,
vamos resistiendo en este olvido,
somos trashumantes de la historia,
somos artesanos de memoria”
Raly Barrionuevo
Compartimos con ustedes dieciocho Cartas que hemos recibido con
motivo de los 40 años del CEFyT. Ellas contienen parte de la memoria
vivenciada y entretejida por todas las personas que durante estas cuatro
décadas hemos compartido la vida y el Evangelio de Jesús en este Centro de
formación-estudios filosóficos y teológicos.
Las dieciocho Cartas de estudiantes y profesores/as ofrecen el
testimonio de lo que significó en sus historias el paso por el CEFyT. Traen al
corazón algunos nombres-rostros-cuerpos-palabras de quienes construimos
esta memoria inter-generacional en las aulas, los pasillos, la matera, debajo
del ceibo, en la biblioteca, salas y espacios de encuentro. Al leerlas podremos
contemplar la raíz carismática en sus orígenes y rasgos de la identidad
elaborada como sujetos en estos 40 años, los elementos de continuidad,
ruptura, conflictos, desafíos, búsquedas, motivaciones, resignificaciones e
interrogantes… Al leerlas evocaremos otros nombres, vivencias, alegrías,
aprendizajes, anécdotas, diálogos con el corazón abierto y libre…
Evocar los 40 años bíblicamente nos remite al tiempo de una
generación, el tiempo en que el Pueblo de Dios caminó en el desierto luego
de la liberación-éxodo de la esclavitud en Egipto… El desierto es lugar de
experiencia de Dios y de construcción de proyectos alternativos: espacio de
apertura a la Alianza de Dios con su pueblo… Es lugar de configuración de
una identidad y una misión contextualizada, de encuentro con Dios y
también con los demonios, de tentaciones y confrontación de proyectos…
Las Cartas nos inspiran a tener una memoria agradecida al Dios de la
Vida por tantas vidas compartidas y abrir los oídos a lo que el Espíritu hoy
nos comunica (Ap. 2,1- 3,22) como CEFyT desde el seno del pueblo, al
interior de las congregaciones, las iglesias, las organizaciones populares y
espacios socio-culturales y políticos donde participamos.
Miguel Ángel Armada svd
Departamento de Extensión del CEFyT
ÍNDICE de las CARTAS
1. Domingo Grillía
2. Alejandro Dausá
3. Mabel Vekic
4. Javier Fernández
5. Antonio Fidalgo
6. José Luis Corral
7. Juan F. Gómez
8. Eugenio Rubiolo
9. Ivana Rué
10. Francisco Murray
11. Nélida Inés Crivelli
12. Carlos Saracini
13. Roberto Duarte
14. Osvaldo Silva
15. Carlos Verga
16. Oscar Pablo Pacheco
17. Carlos Asselborn
18. María Belén Elía
Hace 40 años... Domingo Grillía cmf.
Cerré los ojos y allá me fui... me senté bajo la sombra acogedora del ceibo... dejé libre
la memoria y, sobre todo, el corazón... lo sentí latir fuerte, creí que era fruto de los
bypass recién estrenados, pero no... era la fuerza de los sentimientos, cuando después
de 40 años te reencontrás con alguien, con algo, entrañablemente querido... el
CEFYT... el Negro Cisterna (†) ... Johnny (†)... Leopoldo, Raúl, Gustavo...
Cuando hacia fines de 1974 acordamos con el P. Provincial, Gustavo Alonso, que al
año siguiente recomenzaría mis estudios de Teología, me adelantó que en el 75 -por
falta de alumnos- no se tendría primer año de Teología en el seminario Diocesano de
Córdoba, así que debería cursar las materias del Ciclo Teológico. La noticia me
sobresaltó, no me sentía en condiciones de ser alumno del Ciclo, necesitaba comenzar
la Teología “desde el principio”... Le manifesté, con insistencia, que prefería cursar
un primer año en casa, con nuestros profesores de Villa Claret, y pasar al Ciclo
Teológico en el 76... Por suerte para mí, al poco tiempo le comunican al P. Provincial
que otros tres Estudiantes claretianos se incorporarían a Villa Claret a inicios del 75,
para comenzar sus estudios de la Teología: Johnny Velasco H. de Bolivia y Arturo
Hilario J. y Waldo Pérez M. de Perú. Bendito sea Dios!!!, ya no estaba solo, éramos
cuatro, así que la petición del primer año en casa tomó cuerpo y la cosa comenzó a
marchar... Sí, iba a tener la suerte de comenzar la Teología “desde el principio”, pero
de un principio que ninguno de nosotros imaginaba... el principio del CEFYT!!!
El Cefyt no nació porque se tenía la intención de crear un nuevo Centro de Estudios.
Nació, desde nuestra engañosa mirada humana, porque distintas circunstancias
personales e institucionales confluyeron solicitando una respuesta, que un grupo de
gente se dispuso a dar. Pero en el andar histórico, es el Espíritu el que actúa y va
sembrando sus dones como pequeñas semillas de levadura que requieren la acogida
de un terreno fértil para que fructifiquen al ciento por uno. Este es el auténtico origen
del CEFYT: un “don” del Espíritu más allá de todo cálculo humano, que sin embargo
encontró un grupo de gente, encabezado por Eduardo “el Negro” Cisterna, que se
dispusieron -como terreno fértil- a acogerlo y darse a la “tarea” de dar vida a esa
criatura que se les dio, sin que ellos mismos la esperaran. El CEFYT, como todo
aquello que tiene su origen en el Espíritu, es “don” y “tarea”. Sólo hacía falta el seno
de una comunidad fecunda -como el seno de María- para que fuese adquiriendo
forma y surgiese la “vida nueva” que se nos ofrecía...
Tal vez puede sonar pedante, pero sinceramente creo que ese primer grupo de
profesores y alumnos que pusimos en marcha ese primer año de Teología, nos
convertimos en vientre fértil que fue descubriendo al pasar de las semanas y los
meses, la hermosura y el valor del “don” recibido; por eso nos dispusimos a la
“tarea” de hacer que ese “primer año” no se agotara en sí mismo, sino que fuese “el
principio” de algo “nuevo”. Fuimos comprendiendo que en nuestras manos se había
desplegado un espacio donde hacer realidad todos aquellos sueños y deseos de
renovación eclesial que con tanta fuerza había generado el Concilio, y que después
habían sido desafiantemente asumidos por la Conferencia Episcopal
Latinoamericana en su Asamblea de Medellín (1968) y posteriormente en la de
Puebla (1979), y por la Congregación en sus Capítulos Generales de 1968 (de
renovación conciliar) y de 1973.
Entonces nos volcamos a sumar voluntades: superiores, formadores, profesores,
estudiantes de distintas congregaciones... Después de unos meses de iniciado el
curso, se sumó como alumno Fray Leopoldo Bóscaro OFM Conv., quien
comprometió sus fluídas relaciones con varias congregaciones para entusiasmarlas
con la novedad que surgía. También en esto estuvo el P. Félix Casá, sabio biblista
redentorista, quien falleció inesperadamente días antes de comenzar sus clases en el
segundo semestre del mismo 75.
Desde el inicio, aún antes de entenderse como un nuevo Centro y contar con sus
Bases Organizativas, en el CEFYT vivimos con muchísima intensidad un espacio de
auténtica participación, generándose un profundo sentido de corresponsabilidad en
el cuidado y aportes al crecimiento de esta criaturita “venida del cielo”. El CEFYT,
desde el principio, ha sido un verdadero ámbito de comunión y participación. Y una
rica experiencia intercongregacional.
Fueron religiosos de distintas congregaciones los que acompañaron e hicieron sus
aportes para dar forma a lo que finalmente sería el CEFYT. Esto, sin embargo, no
llevó a la constitución de un Centro intercongregacional. La experiencia frustrada
que se había tenido en Córdoba con el ‘Studium Theologicum’, hizo coincidir muy
rápidamente en la conveniencia de que sea una sola congregación la que asumiera la
responsabilidad del Centro, pero generando espacios institucionales adecuados de
participación. Todo esto queda reflejado en las primeras “Bases Organizativas” del
CET (Centro de Estudios Teológicos, antes que CEFYT), que en 1976 -después de
muchas consultas- surgen de las manos del Superior Provincial de los Claretianos, P.
Gustavo Alonso.
En la Iglesia, una gran mayoría aplaudió la renovación conciliar, pero no todos
estaban dispuestos a asumir sus exigentes consecuencias; como siempre, y en todas
partes, una cosa es decir y otra realizar... Las bases y presupuestos que
fundamentaron al CEFYT desde sus mismos inicios, no son otros que los documentos
de la Iglesia postconciliar y su particular asimilación en nuestra América Latina a
través de las Asambleas del CELAM, particularmente las de Medellín y Puebla.
Desde el vamos, el CEFYT quiso dar sus pasos pisando fuerte en la eclesiología del
Vaticano II (de comunión y participación en el Pueblo de Dios) asimilada desde
nuestra realidad latinoamericana y asumiendo sus consecuencias. Esto generó “algo
nuevo” que no todos en la misma Iglesia supieron, o quisieron, valorar
adecuadamente. No faltaron al CEFYT acusaciones de diversa índole, algunas
surgidas del desconocimiento, otras malévolas. A pesar de las dificultades que
fueron surgiendo, el CEFYT continuó haciendo su camino, avanzando
contracorriente. El Espíritu, finalmente, puso las cosas en su lugar. Aunque no han
sido los entuertos eclesiásticos, asumidos éstos desde el principio como parte del
camino, los que generaron la crisis importante de crecimiento del CEFYT.
Nuestro Centro nació poco tiempo antes del inicio de la última dictadura militar de
Argentina, y el desarrollo de los hechos que ésta fue provocando, generaron una
crisis no menor en aquella naciente comunidad cefytiana. En el III Cuerpo de Ejército
de Córdoba tenían entre ojos a la Iglesia, o mejor, a algunas de sus comunidades, a
quienes señalaban como los principales ‘subversivos’ de su zona. Y a decir verdad,
no les faltaba razón, si dejamos que sus actitudes nos revelen su forma de entender
las cosas; como aquella de denunciar en el Arzobispado que una comunidad religiosa
cantaba canciones subversivas, presentando como prueba una que se intitulaba
“Magnificat”(¡!). Sí, tenían razón, no hay nada más cuestionador, más subversivo,
que atente más contra el ‘poder arbitrario constituido’ en todas partes y en todos los
tiempos, que el Evangelio de Jesús... Los que vivíamos en Villa Claret, y todos los
días hacíamos nuestra pequeña caminata hasta el Colegio ‘Padre Claret’ de las
Misioneras Claretianas (donde comenzó a funcionar el CEFYT hasta su traslado a
Villa Claret), conocíamos muy bien aquellos coches que en sus parabrisas portaban
unas claves de identificación interna impresas en papel, que los denunciaban como
pertenecientes al aparato represor y que más de una vez nos hicieron arrojar
velozmente a la banquina ya que se nos tiraban encima ‘simulando’ la intención de
atropellarnos, o fuimos amenazados con armas por sus ocupantes, o llegaron a
meterse en nuestra propia casa...
Pero este inicio ‘cuasifolclórico’, fue tomando otro color al poco tiempo con hechos
mucho más graves, que tocaron de cerca a nuestro Centro. El secuestro, a la salida de
clases del CEFYT, del salesiano Julio Barrientos, quien en breve tiempo fue liberado
pero obligado por las circunstancias a dejar el país. El martirio de Fray Carlos de
Dios Murias (junto al Pbro. Gabriel Longueville y antes el del laico Wenceslao
Pedernera, primeras vísperas del martirio de Angelelli), perteneciente a la
comunidad de los Franciscanos Conventuales de Saldán, nuestros compañeros en el
CEFYT. El secuestro de toda la comunidad formativa de los Misioneros de La Salette,
alumnos del Centro y vecinos de casa. Estos hechos, y el clima general de
inseguridad e indefensión en que vivíamos, fue mellando la resistencia y la fortaleza
de no pocos, en particular de los alumnos provenientes de otros países, llevándonos
a plantear institucionalmente si el Centro debía continuar con su tarea... Tengo muy
fresco el recuerdo de aquella Eucaristía presidida por nuestro Superior Provincial
quien, creo yo, iluminado y fortalecido por el Espíritu, reafirmó con todas sus fuerzas
el compromiso histórico del CEFYT, su línea de orientación a la luz de la Palabra y
del magisterio conciliar y latinoamericano y su decisión de no cejar en el camino
emprendido, pero comprendiendo las circunstancias y dando libertad a que cada
uno eligiera qué hacer conforme a su situación personal... Ninguno ‘se bajó del
caballo’, y el CEFYT superó holgadamente sus crisis de madurez con renovada
fortaleza y decisión de fidelidad al proyecto de servicio eclesial en el que estábamos
embarcados.
Son tantas las cosas vividas en el nacimiento y primer desarrollo del CEFYT que
interiormente me conmueven!!!... Si hasta algunas ‘pequeñeces’ que recuerdo pegan
en mis sentimientos: cuántas vueltas hemos dado con el Negro Cisterna -cuando
trasladamos el Centro a Villa Claret- buscando los actuales bancos para las aulas,
hasta que llegamos a Serrano, en Alta Córdoba!!!... qué bronca me siguen dando
aquellas últimas veinte sillas de las que están en el ‘Aula Magna’, que pagamos con
los pocos centavitos que teníamos, y que no nos llegó a entregar la pequeña fábrica
familiar -cercana a la Parroquia de San Fermín- que las hacía, porque se fundió en
una de las recurrentes crisis económicas argentinas!!!... que sonrisa me surge cuando
recuerdo aquellas tareas ‘institucionales’ que me tocó desempeñar desde mis propias
limitaciones... primer delegado de los alumnos al Consejo Directivo, administrador,
profesor y hasta Coordinador de Estudios ‘suplente’ durante un año en que su
‘titular’ debió ocupar el Rectorado!!. Sí, también de estas ‘pequeñas’ cosas está hecha
nuestra vida, de anécdotas que dan su toque de color y sabor a las cosas
‘importantes’ en las que empeñamos nuestra razón, pero sobretodo nuestro
corazón...
Seguramente no es la misma empatía la que se logra tener con alguien que se conoció
de adulto, que con alguien al que se vio nacer... Pero Jesús le dijo a Nicodemo que
debía nacer de nuevo... del Espíritu... que es el único que puede “hacer nuevas todas
las cosas” y “renovar la faz de la tierra”. Por eso confío que, siendo el CEFYT obra
del Espíritu, Él seguirá iluminando y fortaleciendo a todos los que -desde distintos
ámbitos y responsabilidades- conforman la actual “comunidad cefytiana”, para que
continúen la ‘tarea’ de desarrollar/renovar el ‘don’ recibido, en este tiempo que les
toca.
Así ‘nuestro’ CEFYT continuará formando evangelizadores al servicio del Pueblo de
Dios, capaces de iluminar con la Palabra su camino por la historia.
Del CEFyT al D-2…
Alejandro Dausá
Tres de agosto de 1976. Clima gélido. En una de las aulas donde funciona el CEFyT
comienza un seminario con Manuel Gonzalo Casas. Estoy animado por la posibilidad
de escuchar los planteos de este filósofo original y comprometido. Entre otras ideas,
indica que sólo comprendió la cultura norteamericana cuando descubrió la palabra
exit colocada en muchas puertas de salida de aquel país. Promete explicar eso al día
siguiente. Nunca supe cuál era su hipótesis; esa misma noche fui secuestrado junto a
cuatro compañeros y nuestro formador. Esposado, vendados los ojos, golpeado y
amenazado de muerte, mi primer pensamiento fue imaginar el asombro de los
docentes claretianos en Los Peregrinos cuando leyeran en el periódico que nos
habían asesinado ahí, a menos de cinco cuadras de distancia. Después recé.
Fue el inicio del no-exit; un entrampamiento que duró casi tres meses en los que pasé
por dos cárceles y dos centros clandestinos de detención, incluyendo La Perla. “El
paso por el fuego”, para utilizar el inquietante símil paulino…
Como es natural, mis estudios teológicos quedaron truncos. Al regreso del exilio
completé en el propio CEFyT lo que me faltaba. Allí había estudiantes de varias
regiones del país y América Latina, se promovían ambientes de diálogo, ecumenía
vivencial y, sobre todo, propuestas de encarnación en una Argentina golpeada y
vacilante. Una suerte de sutil destello en medio de demasiadas oscuridades.
Imagino que muchos y variados han de ser los testimonios que se cosechen en este 40
aniversario. El que comparto pretende enfatizar una faceta probablemente poco
conocida: la de haber contado entre sus estudiantes a varios detenidos-
desaparecidos. Y esto no como accidente desafortunado, sino como marca de época y
resultado de un tipo de opción evangélica de la cual el CEFyT también fue parte.
Nota: Nuestro secuestro se menciona en varios libros sobre la represión contra cierto
sector de la iglesia católica. Un jesuita y sociólogo cordobés realizó y publicó
recientemente su minuciosa investigación sobre el caso de La Salette (Dónde estaba
Dios –Católicos y terrorismo de Estado en la Argentina de los Setentas-, Gustavo Morello
s.j., Ediciones B, 2014).
Recomendaciones para hacer memoria…
Mabel Vekic
Hacer memoria, esfuerzo ambiguo si lo hay
a lo mejor nos tienta partir de la “memoria y balance”
la que funciona desde lo preciso
desde los documentos y los registros
y se realiza con sólo consignar fechas, nombres, números.
Pero…
¿Qué pueden decirnos las cifras y los datos
los “hace tantos años”
que hubieron o hay tantos alumnos y alumnas
profesores y profesoras
que participaron o participan tantas congregaciones
formadores y directivos…?
¿Qué hay
más allá de lo que puede ser común a instituciones parecidas?
Hacer memoria tiene un más allá
que hace a lo importante
a los sentimientos de las personas involucradas
a los sueños que se persiguen
a las propuestas que se pretenden hacer realidad
y para este hacer no hacen falta días especiales.
Porque esa memoria, se hace todos los días
al cumplimentar el ritual de cruzar el umbral,
con la decisión que nos lleva a seguir
esta cotidiana, maravillosa y exigente tarea
de enseñar - aprender
que nos compromete a vivir una experiencia de Iglesia
de comunicación y encuentro
en la búsqueda de inventar entre todos los caminos
que nos lleven a la construcción de un mundo mejor
por más humano y más equitativo.
Hacer memoria es quizás hacer presentes momentos
que están más allá de las clases y los exámenes
será evocar
ese día de agosto del 76, en que estando en clase
nos llegó la noticia de la muerte de Angelelli
sin que nadie dudara de que era un asesinato
o también la del secuestro de la comunidad
del formador y estudiantes de La Salette
hechos, momentos que marcaron el Cefyt como un lugar
particular de ser Iglesia.
Hacer memoria es hacer presentes los momentos
en los inicios, de búsqueda, de dudas y de certezas
de aquello que debería ser el Cefyt
las reuniones de la Biblioteca
cada tanto, con los delegados de alumnos
con profesores y profesoras
con los formadores
con los directivos
para ir generando un colectivo
de lo que debía ser la institución.
Una búsqueda participativa, abierta y generosa
aunque quedaba claro que la voluntad de creación
y la conducción era de la congregación Claretiana
sin embargo se abría el juego
porque todos y todas, teníamos algo que decir
que aportar, que cuestionar, que proponer
Hacer memoria
es encontrar los hitos relevantes del Cefyt
la preocupación constante de buscar en profundidad
el conocimiento
el contacto permanente o por ciclos
con pensadores latinoamericanos
a través de las clases, las “semanas de estudio”
o el enriquecimiento de la Biblioteca
acercándonos a un pensamiento plural, diverso.
Hacer memoria
es la realidad que nos reúne en este presente
sin descuidar el recuerdo de las personas que dieron
lo mejor de sí para que pudiéramos llegar a este momento
pero también hacer memoria
es proseguir caminando
con la certeza que todavía queda mucho por hacer
no fueron todavía dadas las últimas palabras
acerca del pensamiento que nos acerque
la posibilidad de ser mejores personas
de ser mejores testigos de la presencia de Jesús
en medio de esta historia que nos toca vivir.
Hacer memoria es reconocer que todavía
no hemos estado abiertos a la acción del Espíritu
lo suficiente
para poder proclamar con certeza
que estamos en camino de los nuevos cielos
y la nueva tierra…
Espero que el Cefyt cada día
sea memorial
de una historia que siempre va a ser nueva
que siempre será exigencia
que siempre deberá buscar más allá de lo académico
una manera de vivir la Iglesia
desde el saber, por el encuentro…
40 AÑOS DEL CEFYT… Javier Fernández cmf
He acompañado los primeros 30 años de vida del Cefyt, a veces solo como profesor,
otras también como coordinador de estudios, rector, bibliotecario, ecónomo o varios
de esos servicios combinados. Desde el año 2005 tengo una relación menor con el
Centro de Estudios, aunque lo visité varias veces como superior provincial claretiano
en los años 2005-2011.
Respondo en orden los puntos que sugieren:
º En 30 años la interpretación de los hechos externos al Cefyt fue variando. Creo que
la principal diferencia estuvo marcada por el año 1983, por el regreso a la
democracia. También el 1989 tuvo lo suyo, con la caída del muro de Berlín. Otro
factor de importancia fue la figura y características del pontificado de Juan Pablo IIº.
En general se fue formando una mentalidad de identificación con el camino de la
Iglesia latinoamericana (Medellín, Puebla) con el trasfondo del Vaticano IIº. También
con el caminar de la CLAR y la vida religiosa latinoamericana. Todo esto no estuvo
exento de ciertas polémicas intra y extra Cefyt.
Simplificando las cosas creo que hasta mitad de los 80 había un sentido bastante
militante de la vida de la Iglesia y la vida religiosa. Pasado ese tiempo, en pleno
pontificado de Juan Pablo IIº, fue creciendo cierto escepticismo en algunos, pero no
en todos. La posterior implementación de los profesorados, la entrada de más laicos
como alumnos y de numerosos profesores de pedagogía fueron diluyendo de a poco
la impronta bíblico-teológica más militante de los primeros años.
º No viví un impacto por conocer yo el Cefyt desde que se forjó. Comprendí su
camino dentro del que venía haciendo nuestra Congregación después del Concilio.
Recuerdo en torno a los años 90 un Centro de Estudios más numeroso y bullicioso
que hoy, con mucha vida nueva, pero también numerosos problemas. Se planteaba
más de una vez el tema de la selección vocacional en las reuniones de formadores de
las que participé durante años. No todo era color de rosa. Hubo problemas, algunos
muy serios, normales dentro de las nuevas búsquedas.
Claramente se promovía un ambiente de fraternidad que destacaban todos los
venidos de fuera. A la vez había un interés explícito de hacer de los estudios (sobre
todo los teológicos) algo relacionado con la vida pastoral.
º Entre las búsquedas de las Congregaciones destaco: el interés por una adecuada
selección vocacional y formación, el tema de la formación en la inserción, la
inquietud por acompañar de modo adecuado la formación apostólica en armonía con
los compromisos de estudios…
º Como rupturas y conflictos puedo citar la diversidad de corrientes de pensamiento.
Por ej, la línea predominante latinoamericana con otra que acentuaba la seriedad del
estudio según el modelo europeo. O las inquietudes por una mayor apertura eclesial
y pastoral versus la ortodoxia promovida con fuerza desde Roma.
º La vinculación con la Iglesia local de Córdoba tuvo sus más y sus menos. En los
primeros 25 años su figura excluyente fue el Cardenal Primatesta, que miraba con
cierta cautela esta experiencia del Cefyt. Él dejaba hacer, pero a veces daba a
entender algunas observaciones que le parecían pertinentes. Su sucesor y actual
arzobispo, Carlos Ñañez, ha tenido una relación de mayor cercanía y positividad con
el Cefyt en el contexto de un trabajo de conjunto en la Iglesia de Córdoba.
º De las actividades especiales realizadas creo que las que más marcaron fueron
algunas semanas de estudio, por la persona especialmente invitada (Mons. Samuel
Ruiz, Pérez Esquivel, etc). También tuvieron su importancia algunas convivencias
generales y visitas destacadas al Centro, que implicaban suspensión de clases para
escuchar y compartir su testimonio y enseñanzas.
º El Cefyt es hoy el mismo, pero los rasgos de su identidad han ido variando con el
paso de los años. Primero comenzó siendo una obra de pocos y para pocos. Se fueron
sumando Congregaciones, alumnos, diversas iniciativas. Una cierta “época de oro”
podría ubicarse entre los años 80 e inicio de los 90, incluso en lo referido a número de
alumnos que cursaban todas las materias (más de 150). Un rasgo muy marcado en
esos años fue la veta latinoamericana ya nombrada, con especial sensibilidad hacia
los más pobres y los caminos de la vida religiosa por estas tierras. Otro rasgo que
aquí recuerdo es el de la búsqueda de fraternidad entre docentes, de estos con los
alumnos, de los formadores de Congregaciones entre sí. Se trataba de brindar una
formación integral, que uniera lo académico a otros aspectos de la vida.
Vale la pena destacar un tercer rasgo muy típico del Cefyt. Siendo un Centro
propiedad de una Congregación, sin embargo siempre ha habido consulta a las otras
Congregaciones para ir tomando así decisiones lo más consensuadas que sea posible.
A la vez, al interno del Cefyt, siempre se cuidó que los alumnos tuvieran su
representación en los diversos Consejos a través de sus delegados.
º En este segundo decenio del siglo XXI los desafíos van variando con creciente
velocidad. La mentalidad de los actuales alumnos ha variado, influida por muchos
factores, incluidas las nuevas tecnologías. En esto parece un acierto haber iniciado la
parte virtual del Cefyt, lo cual le ha dado una trascendencia fuera de fronteras que
antes no podía tener. La parte virtual ha crecido, mientras que la presencial ha
bajado, al menos en lo numérico.
En síntesis, formativamente los desafíos hoy van en la línea de pocas vocaciones en
todos los Institutos, cambios rápidos que a veces pueden desorientar en lo formativo,
un ambiente social que se va secularizando de modo acelerado, una cierta pérdida de
una actitud “militante” propia de décadas anteriores, con riesgo de un cierto
aburguesamiento en algunas franjas. Algunos Institutos muestran los rasgos propios
de muchos años con pocas vocaciones, y de muchos miembros con elevada edad. Es
más difícil mirar con esperanza el futuro con este fuerte “achicamiento”, al menos
desde el punto de vista humano.
De todos modos hemos de confiar en los nuevos tiempos que simboliza nuestro Papa
Francisco. Dios tiene la fuerza de hacer nacer la vida incluso de quienes parecieran
estar al final de ella, mostrando que el Espíritu es siempre fuente de vida donde ella
parece ser escasa o estarse apagando.
Antonio Fidalgo CSsR.
CEFyT, tus 40 años me suscitan una memoria agradecida, sea como estudiante que
como profesor. Etapas diversas y distantes en el tiempo. Coordenadas sociales y
eclesiales bastantes disímiles. He cursado los estudios desde el año 1983 hasta 1990 y
he sido profesor desde el 2005 al 2013.
De mi tiempo de estudiante, recuerdos hermosos resuenan en un concierto de rostros
y experiencias de congregaciones y geografías distintas. En ese contexto, el CEFyT,
como comunidad educadora, me enseñó a vivir la fraternidad variopinta, a bucear en
el misterio humano desde la hondura de las mediaciones socio-analíticas, de las
filosofías y de las teologías. Con una clave bíblico-pastoral, llena de sabiduría, de
espíritu crítico y de cercanía con la realidad del pueblo. Recibimos contenidos,
“muchos y a través de muchas materias”. Pero, por sobre todo, recibimos una
metodología para saber reflexionar y aprender a transformar nuestras vidas y la
misma historia. Todo ello vivido y celebrado desde la experiencia de fe cristiana,
compartida como Iglesia peregrina en este mundo, y en modo particular en y desde
Latinoamérica y el Caribe.
Muchos momentos de aquellos años serían para recordar. Pero, en este momento
deseo solo traer la experiencia de estudio en jornadas intensivas, donde buscamos
integrar la vida con la adquisición de conocimientos. Jornadas enteras compartidas,
sea en el mismo centro de estudios como en alguna casa religiosa. En esta línea
también estaba lo que dimos en llamar estudio des-escolarizado. Fue una dinámica
interesante y altamente calificadora. Aquí vale acordarse de algunos de los
profesores que nos apoyaron y acompañaron, como el negro Cisterna y Pedro
Suárez. Debo reconocer que como profesor no me ha sido fácil llevar este tipo de
sistema por dónde he enseñado, pero sigo convencido que es mejor que cualquier
sistema escolar clásico. Hoy por hoy, en no pocos centros educativos, sistemas
símiles se llevan adelante con las nuevas generaciones.
Desde mi servicio como profesor, el primer sentimiento que me surge es el de haber
podido devolver algo de todo lo recibido con mis pequeños aportes. Fue una alegría
regresar al CEFyT, sentí una honda emoción. Fue muy significativo reencontrarme
con el patio y su ceibo, las aulas, la biblioteca, la capilla; así como con algunos rostros
de profesores, de ayer y de hoy; con empleados que seguían dándole al centro esa
fisonomía típica de familia y a la vez de lugar teológico cargado de vida, de historias.
Lamentablemente, por el modo de mi presencia, intensiva y puntual, no me fue
posible tomar contacto más directo con la comunidad. No obstante, estoy muy
agradecido.
El CEFyT, en mi camino de entrega misionera, ha sido un sueño de una Iglesia
nueva, pobre, comunional, servidora y liberadora, y una apuesta por alternativas de
vida; ha sido un modo de encender desde la fe en Jesucristo, Señor de la vida y de la
historia, una esperanza que no defrauda junto a los más pobres; ha sido un tiempo de
conocimientos, de ensayos y de caminada animada por la fraternidad.
Con corazón agradecido, deseo a toda la comunidad cefytiana que siga andando en
su servicio evangelizador intercongregacional, intervocacional e intercultural, con el
espíritu de siempre y la pasión por la liberación puesta al día.
Parafraseando libremente al hermano-maestro Casaldáliga, quisiera decirte querido
CEFyT que me enseñaste «a encontrarme siempre con un libro enfrente, con
hombres y mujeres dolientes, con algún paisaje y con la corriente, con el sol rusiente,
y el sueño, por fin, clemente… con la vida y sus clamores… y un Dios
persistentemente presente...». Muchas gracias y ¡Muy feliz 40 años! Abrazo, cariños
y bendiciones.
José Luis Corral svd
La totalidad de mi formación filosófica-teológica la cursé en el CEFyT
(1987-1995) allí obtuve el título de Profesor de Filosofía y Ciencias Sagradas.
Legué con 18 años bien dispuesto para los estudios y al conectarme con este espacio
formativo me encontré con un ambiente amigable, entusiasta e inquieto.
Paulatinamente me fui identificando con la propuesta ofrecida y me sentí
incorporado a esta comunidad. Se percibía un ambiente de mucha familiaridad, entre
alumnos y profesores, se observaba mucha inquietud por acompañar la reflexión de
los temas sociales y eclesiales coyunturales.
Se nos insistía en la perspectiva pastoral de la formación académica, en la dimensión
transformadora y recreadora de los estudios, en la incidencia ética-política de la
filosofía-teología y en el compromiso afín. Este período estuvo marcado por
acontecimientos a nivel mundial-nacional y eclesial que iban impactando en nuestras
realidades y reflexiones.
Con los escasos parámetros que poseía entonces podía descubrir la apertura del
pensamiento que se cultivaba en las aulas y en el ambiente formativo; se daba mucho
lugar al pluralismo, al debate, a la reflexión crítica, la metodología de taller y
seminarios. Esto a veces le traía aparejado que se etiquetara al CEFYT como
vanguardista y actualizado, y otras se le impusiera miradas prejuiciosas de poco
ortodoxo y con tendencias “liberacionistas”. Hoy agradezco el habernos ayudado a
una formación integral, a pensar interdisciplinarmente, a conectar las humanidades
con las ciencias sociales, la Palabra con la Vida.
Resalto que en la medida de lo posible, se intentaba construir y diseñar el proyecto
educativo con la participación y consenso de todos los actores. A veces se vivían
tensiones entre Congregaciones, líneas y corrientes, entre dirección y alumnado; pero
ello contribuía a avivar los mecanismos de búsqueda conjunta y de ajustes continuos
para adaptar a las necesidades y reclamos de todos.
Tengo impreso en la memoria mucho compañerismo, estudio y trabajo en equipo,
una rica vivencia intercongregacional y multicarismática, lo que seguramente ha
forjado mi identidad de religioso junto a lo que mi Congregación me ofrecía.
En aquellos años, aún se mantenía un buen número de alumnado, la mayoría
religiosos, principalmente varones, poco a poco se fueron incorporando más
religiosas y laicos/as. Pero no era muy significativa su participación.
Me tocó ser testigos de la transformación del Centro en Profesorado, las nuevas
exigencias que se imponían, las nuevas materias que aparecían y las tensiones y
dilemas que se planteaban entre las generaciones que habían mamado el espíritu
fundacional y las nuevas. La demanda por una mayor cualificación certificada y
respaldada por algún título se hacía sentir con fuerza. Fui de la primera promoción
de profesores egresados, por opción personal, ya que ninguno de mis cohermanos lo
eligió, pero consideraba que la pedagogía y la didáctica me ayudarían mucho y así lo
fue.
Soy consciente que le costó al CEFYT adecuarse a estas exigencias, no le fue simple la
síntesis entre la familiaridad y la pastoralidad que le marcaban con lo académico y
formal que se le requería. Entre pasillos se evaluaban a profesores como bien
preparados, exigentes, que trasmitían su gusto por las materias como a otros “flojos”
y “chantas” que no se preparaban mucho y repetían lo de siempre o mandaban a
preparar clases y exposiciones con lo que se pasaba el semestre. Una buena
herramienta eran las evaluaciones de materias entre alumnos y profesores, los
delegados podían manifestar esto en el Consejo ampliado y en algunas ocasiones se
revirtió alguna situación dificultosa.
Con la Iglesia local de Córdoba se mantenía más bien una relación formal, eran años
pastoreados por el Cardenal Primatesta, y se dejaba transparentar tolerancia pero no
mucha concordancia entre el seminario diocesano y el centro de formación de
religiosos. Esto también nos daba la sensación de una formación y vivencia eclesial
alternativa y profética. Pero no hubo mayor conflictividad, al menos percibida, desde
mi estado de alumno.
En las Congregaciones comenzamos a vivir en las comunidades insertas en medios
populares, se participaba vivamente en CRIMPO, nos entusiasmaba la Semana de
Angelelli (incluida marcha y peña), las Semanas de Estudios donde venían “grandes
personajes” de la teología latinoamericana. Las asambleas de Alumnos y los Consejos
Directivos eran de mucho intercambio, debate y propuestas. Las convivencias ad
intra y con otros (salesianos, clero, etc.) ayudaban a la comunión y al conocimiento
más allá de los muros cefytianos.
Me parece bueno que últimamente se haya buscado coordinar y articular con otros
(UCC, Profesorados, U.P. Lateranense) que se adecue al perfil de una Facultad de
Filosofía y Teología sin perder su interés por la pastoral y la reflexión
latinoamericana. Hay que crear más ambiente de contacto con otras disciplinas,
laicos, profesionales, sacar del claustro seminarístico la formación y exponerse a un
debate e interacción más amplio, diverso, plural, secular.
Hoy constato en el nuevo contexto generacional que es difícil trasmitir
“carismáticamente” las motivaciones de los orígenes y ayudar a adherir al proyecto
institucional. También la conducción y dirección del Centro junto a los que
participan de este espacio deben continuar replanteándose su enfoque, oferta y
proyección hacia el futuro.
Nuevamente expreso mi gratitud por lo recibido en este espacio, lugar de
crecimiento donde maduré mi vocación y que hoy valoro a la distancia como una
gracia-bendición para compartir done la vida y la misión me lleven. Fraternalmente,
José Luis.
Juan Francisco Gómez
Haber tenido la oportunidad providencial de trabajar en el CEFyT fue muy
gratificante, por varios motivos.
En mis años de juventud conocí Villa Claret. En esos años (71-74) era aún la
casa de formación de la familia de los Misioneros Claretianos. Recorrí esas
galerías con ocasión de estudiar un profesorado de Filosofía en Córdoba, y
tener como compañeros de estudio a varios de quienes se formaban allí entre
ellos: Mario Rossa (hoy amigo laico), Mons. Chaparro, Konrad Pucher (Koni),
Nemesio Yacuzzi (hoy laico amigo) y otros. Nos juntábamos en esos dos
patios internos, en el parque exterior o en el chalet aledaño para estudiar y
preparar materias. Volver años más tarde siendo docente en el CEFyT, me
llenó de alegría y recuerdos.
Fue muy enriquecedor y me abrió siempre la mente y el corazón, esas aulas
pobladas por alumnos de tan diverso origen con sus costumbres regionales.
La mayoría eran estudiantes de familias religiosas que tenían su casa de
formación en Argüello, Villa Allende, Villa Rivera Indarte, Saldan. Verdaderas
Villas Levíticas.
Trabajar en un espacio donde los docentes eran de muy alta calidad
académica y muy comprometidos en plasmar en los jóvenes la Iglesia
del Concilio Ecuménico Vaticano II y en sus comienzos la actualización de
dicho Concilio en estos lares, por obra de la Conferencia de Obispos
Latinoamericanos de Medellín.
Si bien el CEFyT siguió respondiendo a los desafíos que tenía la Iglesia en los
años siguientes, en especial el de un nuevo milenio, NUNCA abandonó el
espíritu que le dio origen. Me sentí identificado y desafiado con esas
búsquedas desde mi humilde perfil de docente laico que vivió la docencia
como una militancia.
Finalmente, un agradecimiento al personal de la Biblioteca, un espacio vital en
la vida de la institución, por la profesionalidad y la calidez humana que le
siguen imprimiendo a la biblioteca.
Transité allí mis últimos años de docencia, en el rol de tareas pasivas, pero que
los viví intensamente.
Tuve la oportunidad de conocer muchísimas personas que marcaron mi
personalidad y mi Fe. Por todo ello, MUCHAS GRACIAS. Y que no se pierda
nunca el espíritu que animó a los fundadores de este lugar emblemático para
la vida de la Iglesia latinoamericana. Perdón si no respondí sistemáticamente a
los ítems señalados como guía para hacer este aporte. Creo que igualmente
responde a muchos de ellos de manera informal
El CEFyT diez años después… Eugenio Rubiolo
La sociedad actual ha profundizado y radicalizado las notas que ya estaban vigentes
diez años atrás. Más que un cambio de rumbo, se observa una acentuación de los
rasgos que caracterizaban la sociedad en ese entonces. Desde ya que no es posible
pretender homogeneizar el mundo actual. Se observan diferentes estadios de
desarrollo tecnológico, científico, económico, político, como en las costumbres, etc.
Pero es obvio que algunas notas se están universalizando provocadas
particularmente por los avances tecnológicos.
Muchas de estas notas son altamente beneficiosas. Las posibilidades casi ilimitadas
de comunicación , el acceso inmediato al conocimiento de todo tipo de eventos, el
aumento en la producción de bienes y la posibilidad de atender a las demandas de la
creciente población mundial, los avances científicos y tecnológicos que están
cambiando la visión del mundo y la posibilidad de actuar sobre él como atenuar sus
influencias perjudiciales. Pero de entre estas notas sobresalen la persistencia de la
pobreza en todos los continentes, la violación de los derechos de mujeres y hombres
en casi todas las naciones, la trata creciente, sobre todo de niños y mujeres, el negocio
con las poblaciones hambrientas del norte de África que se exponen a una muerte
casi segura pretendiendo alcanzar el sur de Europa en pateras inseguras en las que
viajan apretujados como si fueran animales. El recrudecimiento de la violencia en
muchas ciudades de muchos continentes y las guerras sin límites entre naciones y
entre facciones de naciones del Medio Oriente y de diversas regiones de África.
En nuestro contexto más cercano, observamos varios de estos rasgos pero
agudizados por una creciente intolerancia, por una crisis del “pacto de convivencia
que está sostenido por el deseo de querer vivir juntos como una comunidad
histórica” que constituye el país, según lo dice Ricoeur en Sí mismo como otro.
Consecuencia de esto es la estigmatización recíproca entre grupos rivales y el
crecimiento de la enemistad social. En ese contexto, lejos de revisar las propias
posiciones, con tal de defender la propia visión de la realidad, se niegan sin ningún
escrúpulo aspectos y datos que es imposible no ver, salvo en posiciones cercanas a lo
patológico.
¿Qué relación podemos establecer entre esta breve reseña de la situación actual y el
diagnóstico y la proyección que hacíamos en 2005?
Que por un lado, subsisten agravadas, las circunstancias que describíamos entonces
y por otro que la Iglesia parece haberse alejado nuevamente del mundo y haberse
retrotraído sobre sí misma. El impacto que produjo, por lo menos en ciertos países y
regiones, la elección del Papa Francisco pareciera sugerir un cambio en la sociedad y
la Iglesia consistente en un nuevo acercamiento y una mayor confianza recíproca. No
obstante, es todavía prematuro sacar conclusiones. Es poco el tiempo que ha
transcurrido, muy complejos los problemas a enfrentar, existiendo también dudas
respecto a la coherencia de la visión de la Iglesia de su misión en el mundo que el
mismo Papa sostiene pues como decíamos en otro trabajo, él también tiene una
formación preconciliar.
Todos estos rasgos complican una situación de crisis de vasto alcance cuyos
indicadores más significativos son: la disminución alarmante de vocaciones
sacerdotales y religiosas, salvo quizá en grupos fundamentalistas que van a acentuar
el proceso de enclaustramiento y sectarización de la Iglesia universal; el alejamiento
de la Iglesia, por parte de muchos cristianos que la abandonan decepcionados y
escandalizados por frecuentes hechos que además, se pretendieron ocultar. Las
acusaciones o por lo menos sospechas que existen respecto a los manejos financieros
del IOR.
Entre los creyentes sinceros y que aman a la Iglesia cunde una sensación de
desánimo y en otros, de aburrimiento porque desde el discurso hasta las acciones
concretas, todo parece vacío de sentido.
Esta visión marcadamente negativa, no desconoce los muchos intentos realizados
por grupos, instituciones, que se esfuerzan y trabajan con entusiasmo por continuar y
actualizar la renovación conciliar. El CEFyT ha sido y debe seguir siendo uno de esos
ámbitos, tanto a nivel académico como al de los intentos de experiencias
comunitarias e iniciativas pastorales.
Como decíamos en la memoria de los 30 años del CEFyT, el principal rasgo que
caracterizó siempre a este Centro fue el de mantener vivo el espíritu del Concilio y la
apertura a la lectura lúcida de los “signos de los tiempos”. Y en este sentido el Centro
debe involucrarse en una reflexión urgente sobre la nueva situación de la Iglesia, en
una sociedad cuyas categorías más importantes son las de la ganancia, el provecho
individualista, es decir, el de una racionalidad puramente instrumental y utilitarista.
Poseer todo y poseerlo inmediatamente, es la consigna tácita o explícita que dirige
hoy las acciones humanas. Por ello, un discurso basado en la solidaridad, el
compartir, la justicia, no sólo suena fuera de moda, sino inviable e ilusorio. Por eso,
consagrar la vida al servicio generoso de los otros parece poco atractivo pero además,
hasta insensato y absurdo.
Contrarrestar este ambiente, contra argumentar respecto a los criterios de sentido
hoy vigentes, puede parecer una tarea ciertamente difícil pero aún hasta imposible
porque el valor de la palabra está en crisis. En efecto, no tienen sentido la discusión,
el debate, la argumentación, porque los interlocutores simplemente no están
interesados en participar en ella pues parece que no hay nada que decir; sólo hay que
vivir lo mejor que se pueda y como sea.
Entonces, ¿dónde y cómo actuar? ¿qué rescatar de la tradición del CEFyT?
Dijimos ya que a pesar de las dificultades ciertas que existen para encontrar
interlocutores es a nivel de la palabra y del discurso, donde se demuestra la falacia
de una ideología que aunque niegue serlo reduce todo a valor de cambio. Hay que
demostrar que tal lógica conducirá a la sociedad y hasta al mismo planeta a la
autodestrucción. Para ser convincentes hay que argumentar con suma lucidez y en
ese sentido, el CEFyT debe seguir siendo un Centro de tal nivel intelectual que
estimule a los estudiantes a la lectura y a la investigación. Por algo señalábamos en la
memoria de los 30 años que uno de sus rasgos más importantes fue y sigue siendo su
importante biblioteca siempre actualizada fundamentalmente en Teología, Filosofía y
Humanidades.
Pero por el tenor de lo dicho anteriormente concluimos que la argumentación y la
palabra son necesarias, pero no suficientes. Es urgente captar la profundidad de la
crisis actual, ver como se derrumban nuestras certezas y referencias para darnos
cuenta, que tenemos que imaginar primero y experimentar después nuevas formas
de ser creyentes, de ser Iglesia en diálogo e intercambio con otras religiones aún las
no cristianas, sobre todo las del Extremo y Medio Oriente como el Budismo, el
Sintoísmo, el Confucionismo, el Hinduísmo, etc. Este acercamiento que
proféticamente anticipó Juan Pablo II en el encuentro de Asís, nos debe mostrar que
los caminos hacia el único Dios son muchos pero todos conducen al centro de la
esfera donde está ese único Dios. Esto no es sincretismo como enseguida se va a
escuchar decir y menos relativismo; son caminos que conducen a la única fuente de
sentido que es Dios. Esta reflexión debe conducirnos a tomar más en cuenta durante
la formación, el conocimiento de los principales textos sagrados de las grandes
religiones y de ser posible, el trabajo conjunto con ellos, en las más urgentes causas
humanitarias. Ahondar y promover el diálogo con los no cristianos y aún con los
ateos y agnósticos de buena voluntad debe ser pues una preocupación del Centro.
Para eso, mucho pueden aportar los varios misioneros, incluso exalumnos del CEFyT
que están en países que predominan religiones no cristianas. Su experiencia nos
puede conectar con formas de religiosidad y espiritualidad que reavivarían nuestra
espiritualidad en crisis. Por eso debe también reactualizarse el tema del Ecumenismo,
importante en el Concilio y en el inmediato post concilio, pero poco a poco opacado
por temores y prejuicios. También este debiera ser un tema central en la formación
del CEFyT.
El tema de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es una cuestión que el CEFyT no
puede de ninguna manera soslayar. Pensamos además que no debiera cerrarse
definitivamente la discusión en torno al sacerdocio de las mujeres y, si esto no fuera
posible, repensar su presencia y su tarea. Su papel no puede reducirse a ser
secretarias o catequistas, debieran asumir un rol más protagónico aún en las
estructuras de gobierno de la Iglesia, de la reflexión teológica, como ya lo hacen, de la
conducción de las comunidades. Debemos superar una visión preponderantemente
machista de la Iglesia que hemos naturalizado desde hace siglos.
Surge entonces con claridad que el CEFyT debe seguir actualizándose e insistiendo
en la línea de la formación crítica en consonancia con el espíritu conciliar. Pocos
Centros tuvieron, aún en épocas de mucho riesgo y ahora en este momento de
Occidente, época marcada por el postcristianismo y la postcreencia la lucidez y el
compromiso con la Iglesia que mantuvo y mantiene el CEFyT sin, con esto, pretender
negar las contradicciones e incoherencias que están presentes como en toda
Institución.
Ivana Rué
Aun recuerdo el primer contacto con el CEFyT, en el año 2004, pues me impactó
positivamente desde el primer día, cuando me acerque a conocer las opciones
académicas que ofrecían.
En ese momento me encontraba indecisa por la Carrera a seguir, además de ello ya
estaba al frente de la educación de una hija de 3 años, una familia y un viaje a
Córdoba todos los días debido a que vivía en la localidad de Bialet Massé, temas que
generaban complicaciones a la hora de entablar una carrera. Corrían tiempos
económicos complicados y todo lo que pudiera hacer era fruto de un enorme
sacrificio, que lógicamente, no hubiera logrado sin el acompañamiento del CEFyT en
su conjunto.
Pero continúo, ya me he adelantado un poco en la historia, la primera sensación al
llegar fue la de “Estar en casa” me recibió en ese momento Fernando Kuhn, quien
llevaba adelante el Rectorado de Estudios, rápidamente me llevo a conocer los
espacios del CEFyT y con ello la mitad de mi decisión estaba tomada, sólo faltaba la
cuestión académica que debía conocer y profundizar para definir si era lo que
realmente quería hacer de allí en adelante.
La realidad es que paso el tiempo y comenzaron los cursillos y por problemas
económicos no pude comenzar, en ese momento recibí el llamado de Fernando que
me instó a comenzar y después veríamos el modo de arreglar las cuentas, es que
como me sucedió luego con otros docentes, él logro ver en mi más allá de lo que yo
estaba viendo.
Allí comienza mi historia de vida dentro del CEFyT y porque no la historia que hizo
que mi vida entera cambie para siempre, conocí docentes maravillosos, compañeros
que me acompañaron y me facilitaron materiales de estudios, los amigos de la
Biblioteca mis queridos Ángel y Mariza, amigos entrañables con quienes tengo aún
una hermosa amistad.
Uno de los acontecimientos que particularmente marcaron un antes y un después en
mi carrera, pero fundamentalmente en mi vida, fue la publicación de una recensión
en la Revista Anatéllei que me propusiera realizar el Profesor Gustavo Cruz, ese fue
el puntapié inicial para publicar luego un trabajo realizado para la cátedra
Antropología Filosófica, luego de ello realicé una nueva publicación de un trabajo
final presentado en la materia Estética, hechos que cambiaron mi perspectiva de
vida, si bien ya había empezado a vivir la Filosofía, estos acontecimientos me
hicieron vivirla de una manera más profunda y enraizada en la realidad contextual.
Por ello sin más vueltas, la palabra que define al CEFyT en mi caso es
“Agradecimiento” por la confianza, por el apoyo, por los amigos que coseche a lo
largo de estos años y por supuesto por esta propuesta de escribir acerca de la
hermosa experiencia que allí me toco vivir.
Francisco Murray, cp.
Fui partícipe de este espacio de Reino en dos períodos distintos. Como estudiante
(79-81, el trienio teológico) en tiempos de dictadura; y como profesor (87-95) en
tiempos de democracia.
. Fue un espacio de apertura teológica, de búsqueda-reflexión de las nuevas miradas
teológicas con libertad de espíritu y de mente. Eso se plasmaba a través de lo que
enseñaban varios de los profesores y las Semanas de Estudio. No puedo decir que
todos los profesores estaban en la misma línea de búsqueda y pensamiento. Había
una variedad pero, sobre todo, existía la libertad de enseñanza y eso fue un valor
fundamental del Cefyt. Yo venía de una experiencia de estudio (parte de la filosofía)
en Devoto (diócesis de Buenos Aires). Allí, era marcante el enfoque “diocesano”, y
uniforme. Además, las noticias sobre el asesinato de los Palotinos, Los curas del
Chamical, Angelelli, los desaparecidos y demás atrocidades del gobierno militar eran
silenciadas o tergiversadas. No fue la experiencia del Cefyt, donde se planteaban con
claridad las realidades que estábamos viviendo en ese tiempo. Tanto entre
compañeros, como con algunos profesores. Además, algunos de nuestros
compañeros (Por ejemplo los de La Sallette) habían vivido en carne propia el terror
de la dictadura.
. Un espacio donde se respiraba “lationamericanidad”, no sólo por tener estudiantes
de otros países, sino por la libertad para que resuene el pensamiento latinoamericano
y las voces de los profetas y mártires de aquellos tiempos, ninguneados por sectores
políticos y eclesiales.
. Como estudiante recuerdo mucho una Semana de Estudios sobre el documento de
Puebla en la cual participamos dando las charlas los mismos estudiantes. Pero las
semanas de estudio fueron experiencias muy interesantes para abrir la mente, gracias
al aporte de profesores de primera línea.
. Un lugar de participación en tiempos donde tanto en la política como en la vida
eclesial estaban restringidas la diversidad de voces. Por ejemplo: la organización del
Centro con un Consejo formado por el rector, el encargado de estudios, dos
profesores y un alumno quien era el delegado general de los estudiantes. Participé de
ese Consejo como delegado general de los alumnos y como profesor. Además, el
Consejo Consultivo en el que participaban los profesores y formadores. En tiempos
de dictadura era algo totalmente novedoso. Pero también lo era en tiempos de
democracia en los que dentro de la iglesia se acentuaba una uniformidad eclesial y
había poco espacio para el disenso. Recuerdo las palabras de Primatesta: “tienes que
obedecer a Pedro, aunque seas Pablo”…
. Esa experiencia de los dos consejos me dejó muy marcado en mi vida la conciencia
de que en las organizaciones hay que abrir el juego a la participación a todos los
niveles.
. Una experiencia de comunión de la Vida Religiosa, en el encuentro entre hermanos-
as de varias congregaciones y las reuniones de formadores.
. Un centro donde resonaban las búsquedas de las congregaciones religiosas, como
por ejemplo recuerdo muy bien, la inserción. Sobre todo en tiempos de democracia,
varias congregaciones iniciamos fundaciones de casas de formación en lugares
pobres y, de esa búsqueda, que era parte de la opción por los pobres, el Cefyt se
hacía eco.
. Un año, inspirados por este espíritu de comunión entre las congregaciones que nos
aportaba el Cefyt, organizamos una misión inter-congregacional a una capilla de la
parroquia de Chepes-Ulapes, en La Rioja. Fuimos varios (había Pasionistas,
Conventuales, Redentoristas, Claretianos…y otros). Al menos, que yo recuerde se
repitió otro año la misma experiencia. En la que yo estuve, participamos de una
novena a San Nicolás. Fue una experiencia extraordinaria.
. Personalmente, - como estudiante - fue un muy buen complemento de la línea
formativa que recibía en los Pasionistas. No había ruptura. Todo lo contrario.
Y –como profesor- me dio el espacio necesario para poder respirar, compartir mis
búsquedas, crecer, transmitir con libertad, ayudar a abrir horizontes en la mente y el
corazón y aprender mucho de los maestros biblistas que había allí: Cisterna,
Gorosito, Lona...
Estoy profundamente agradecido con ustedes… Un abrazo!
Hna Nélida Inés Crivelli
Soy Nélida Inés Crivelli, hermana Dorotea de Cemmo… Lo que ha significado para
mí pasar por el CEFyT como estudiante, como preceptora y como profesora:
Primeros impactos... Vivencia... Perspectivas...
Mi primer contacto profundo con el CEFyT ha sido como estudiante a fines del año
2006. Nunca antes había vivido en Córdoba, pero ya había pasado por el CEFyT y
había escuchado hablar (entre mis hermanas y fuera de la Congregación). Escuchaba
decir que era un ambiente abierto, con espíritu crítico, con un acento particularmente
Latinoamericano, donde participan religios@s, sobre todo con carisma educativo y
misionero, laic@s, en línea con la Opción por los pobres...
En esos momentos tenía responsabilidad en la formación (noviciado), pero venía de
una experiencia misionera en Brasil de 11 años. Elegí el CEFyT para cursar algunas
materias que me pudieran ayudar a profundizar nuestras raíces y a comprender
mejor algunos temas desafiantes para quien está inserto en la realidad de la periferia
de una grande ciudad. Cursé: Literatura Latinoamericana, Misionología, Bioética y
participé de algunos Seminarios...
Me sentí en casa. En el CEFyT encontré siempre el respiro de la Iglesia que quiero
vivir. Buenísima la relación con los profesores (religios@s, sacerdotes diocesanos,
laic@s), con todo el personal (bibliotecari@s, secretaria, preceptor, coordinador de
estudios, rector, ecónoma...), con l@s compañer@s... Se podía hablar de todo, escuchar
opiniones diferentes y respetarse. La organización interna, que ofrece espacios de
protagonismo a los alumnos y tanto diálogo, ha ayudado mucho a resolver
problemas, a llevar adelante iniciativas, a trabajar juntos para la animación pastoral y
educativa del CEFyT... Sea durante las clases como en los “corredores” o en la
biblioteca, algunos temas preocupantes, sobre la situación social, política o eclesial, se
podían hablar con respeto y libertad. Había también iniciativas que ayudaban a
crecer en el sentido de pertenencia: coro, momentos celebrativos, mateadas,
preparación de los seminarios...
El CEFyT ha siempre dado a conocer y ha promovido iniciativas de la Iglesia
Diocesana, de otras entidades (Universidad Católica, Lumen, Universidad Nacional)
y propuestas formativas con distintas orientaciones filosóficas, bíblicas, teológicas,
pastorales...
Búsquedas significativas al interior de las Congregaciones y laic@s...
En el CEFyT tuve la oportunidad de conocer otr@s formador@s con quienes pude
hacer amistad, intercambiar búsquedas y experiencias. Estos contactos, a su vez, me
ayudaron a insertarme en el camino de la vida religiosa de Córdoba. Los mismos
responsables: rector, coordinador, provocaban estos encuentros entre formador@s
para escuchar la preocupaciones, necesidades, nuevas búsquedas. He encontrado
siempre un espíritu de grande colaboración.
En las propuestas se pone mucha atención a la necesidad de los laicos ofreciendo
posibilidades formativas de cualidad. El nacimiento de la Educación a Distancia del
CEFyT es una expresión concreta de este aspecto.
Relaciones...
Cuando trabajé como preceptora tuve la posibilidad de intensificar la relación con
“todos los alumnos” y con mis compañeros de trabajo: secretaria, bibliotecari@s,
hermanos claretianos con responsabilidad específica (rector, coordinador, ecónomo),
administradora, profesores. Tuvieron paciencia conmigo (que fui aprendiendo de a
poco lo específico de mi función y abriéndome cada vez más a la colaboración). En
esta oportunidad me di cuenta que había hecho “alianza con el CEFyT y con los
claretianos” porque en el perfil que el CEFyT promueve sentí que podía vivir a pleno
el carisma de hermana dorotea, promoviendo la amistad evangélica en cada relación
y suscitando vida a mi alrededor. Aprendí muchísimo! En esta oportunidad me
involucré más aún en las propuestas del CEFyT. A nivel de relaciones, sobre todo
con algún profesor/a o responsable, hubo también alguna dificultad de comprensión,
mas se superaba siempre a través del diálogo y del encuentro.
Como profesora (Curso de ingreso, Teología Pastoral, Planificación Pastoral) la
experiencia fue fantástica, aunque no faltaron momentos dolorosos que me
provocaron cambios (conversión), justamente por el clima de diálogo que se
promueve entre docentes y alumnos; siempre con la ayuda del coordinador de
estudios... Pude prepararme para ofrecer a los alumnos una propuesta de estudio y
de experiencia que los pudiera “apasionar de Jesús, del Reino, del Pueblo”, que los
ayudase a “desarrollar un sentido crítico”; a meterse en la realidad y a ir en
profundidad... Mi trabajo se extendió porque me acerqué a sus propias realidades.
Uno de mis defectos ha sido el de “preparar demás”, de no calcular bien los
tiempos... Pero creo que los objetivos que nos propusimos, en líneas generales, los
alcanzamos. Y hubo muchos “frutos”... En el camino me sentí siempre acompañada,
muy respetada, en sintonía con el ideal que promueve el CEFyT. El coordinador de
estudios y otros compañeros me han ayudado mucho, con sus consejos y
profesionalidad, a mejorar mi tarea.
Rasgos más acentuados de la identidad del CEFyT
Se vive un verdadero “clima de familia”: entre laic@s, religios@s, sacerdotes.
Aunque se promueve una reflexión filosófica-bíblica-teológica-pastoral sobre todo
latinoamericana, se respira la “universalidad” y la “misionaridad”.
Se promueve una “metodología formativa atenta al discernimiento” (revisión de
vida: ver, juzgar, actuar, celebrar) atenta a la realidad actual, bíblica, profética,
encarnada...
Se revisa en continuación. Está siempre en movimiento de conversión, buscando
continuamente seguir los “signos de los tiempos”. Tiende a crecer cualitativamente...
“Estoy tan agradecido al CEFyT…” Carlos Saracini cp
Tuve el privilegio de vivir siete años seguidos en el Cefyt, desde 1984 a 1990, en
pleno comienzo de la democracia, con 20 años… recién salido del noviciado.
El entusiasmo social, político y cultural que vivíamos en Córdoba era muy grande.
Nosotros los Misioneros Pasionistas en Colonia Caroya estábamos intentando ser
una Iglesia cercana, fraterna y solidaria. Con una liturgia más cordial, participativa y
circular. Alentábamos una pastoral juvenil que ayude a despertar la conciencia social
y el compromiso con los más empobrecidos, desde un Jesús libre y liberador. En esos
años, por ejemplo, cerraba la fábrica AESA (de aceros especiales) y… ahí estuvimos
junto a los obreros peleando para que no se cierre esa fuente de trabajo y otras luchas
sociales.
Todo esto que estoy contando, lo confirmábamos y profundizábamos en el Cefyt, en
las materias, en los diálogos con los compañeros/as, en las semanas de estudio, en las
charlas y discusiones con los profesores.
Recuerdo que estuvimos preparándonos para ir juntos, llenamos un micro, para los
10 años del martirio de Mons. Enrique Angelelli, agosto de 1986. Fuimos leyendo en
horas de clase y fuera de ellas, sus homilías, poesías, sus gestos proféticos y… con
todo eso fuimos a La Rioja, a Punta de los Llanos; el lugar donde derramó su sangre.
Viví con mucha pasión y entusiasmo esos siete años… aprendimos a hacer análisis de
la realidad, nos sentíamos en total sintonía con el camino marcado por el documento
de Puebla (1979) y todo lo que venía de la CLAR.
Nos encantaba poder estudiar la teología clásica, la teología europea más renovada y
nuestra teología de la liberación. Estoy feliz de haber estudiado “Gracia” con el
Negro Cisterna (un grande) de la mano de González Faus: “Proyecto Hermano”; o
Eclesiología con “Eclesiogénesis de Leonardo Boff” o Cristología con Kasper, Boff y
Jon Sobrino. Me alegra la filosofía de la liberación que fuimos descubriendo de la
mano de Dussel y tantos otros/as. Todas las materias que nos ayudaban a
comprender el misterio del ser humano y el drama de vivir en libertad.
Y… podría seguir nombrando a tantos/as.
Celebro que el Cefyt desde su comienzo siguió esta corriente, como en muchos
lugares de A.L. de “Devolverle la Palabra de Dios al Pueblo”. Todo lo Bíblico me ha
dado una base muy importante para seguir profundizando.
También agradezco todo el proceso participativo que vivimos… nos sentíamos “arte
y parte” de nuestro proceso educativo, siendo delegado del curso, participando en la
preparación de las semanas de estudio, en la forma de ir recreando las formas de
estudiar, de realizar los exámenes. Recuerdo junto a Pedro Suarez, historiador, las
materias intensivas y significativas, que vivimos en nuestra casa de Colonia Caroya.
Eso lo fuimos construyendo nosotros.
El Cefyt ha sido un lugar donde nos fuimos haciendo hermanos… nos fuimos
haciendo compañeros y también cosechamos algunos amigos. Es muy lindo 25 años
después, reencontrarnos con varios que hemos transitado esos años del Cefyt y poder
ser testigo de la fecundidad de sus vidas.
Agradezco a cada una de las congregaciones que compartimos esos años tan llenos
de vida: Claretianos, Redentoristas, Carmelitas, Franciscanos, Verbitas, Paulinos, La
Salette, Hermanos de La Salle y otros.
Hace más de 30 años que sigo aprendiendo a ser discípulo de Jesús, viviendo mi
consagración desde la espiritualidad pasionista. Estoy muy feliz de lo que estoy
viviendo. Sé que esos siete años en el CEFyT han nutrido y fortalecido mi vida. Por
eso digo: “¡Estoy tan agradecido al CEFyT!”. Los abrazo! Carlos.
Memoria del camino… Hno Roberto Duarte svd.
Mi memoria y corazón agradecidos al Cefyt, instancia de encuentro y gestación de
vida evangélica de varias generaciones y para mí, desde hace treinta y un años.
He ingresado al Cefyt, en el año 1984, tiempo de la primavera democrática para los
argentinos y consecuentemente de un “destape” social, ético, político y eclesial que
nos animaba a salir de nosotros mismos y recrear sueños maltratados y postergados
por las fuerzas dictatoriales.
Un tiempo de clamor por una verdadera democracia y por justicia y reparación ante
los desaparecidos y los causantes de tamaña tragedia.
Estos años fueron marcados por importantes avances en la construcción de la
Teología de la Liberación, sus implicaciones vitales para las comunidades cristianas y
también su sojuzgamiento e intentos de paralización desde la curia vaticana. Desde
ésta instancia, en el año 85 se produjo el silenciamiento de Leonardo Boff.
Este contexto daba oxígeno al movimiento del Cefyt. Se lo respiraba en todos los
ámbitos: en el aula, en la biblioteca, en los recesos, en la liturgia, en la
mateada…Personalmente he sufrido varios choques que me desafiaban a ubicarme y
tomar postura. Proveniente de una experiencia eclesial con tintes conservadores y
clericales, las nuevas perspectivas académicas y pastorales con las que me
encontraba, me llevaron a replantear mi ser cristiano y mi vocación de seguimiento
de Jesús. Me llenaba interiormente este ambiente afectivo, diverso y fraternal, pero
consideraba demasiados nutrientes para mi proceso e incoherencias dentro de lo que
se iba constituyendo como una opción de vida. Esto significó un retiro temporal de la
comunidad con el propósito de digerir experiencias y contenidos y asentar
convicciones. Mi decisión tenía como eje primordial, un mayor acercamiento a la
realidad de los pobres, de los cuales mucho se dialogaba y debatía en el Cefyt. Puedo
decir, que mi comunidad formativa y el Cefyt, han despertado en mí, la conciencia de
una vida evangélica compartida a la par con los pobres y excluidos del mundo.
Esta conciencia y deseo misionero sintonizaba con las búsquedas de mi propia
congregación y la de muchas. Búsquedas de vida evangélica sencilla, descomplicada,
en las periferias junto a los obreros, mujeres, estudiantes, movimientos, sindicatos…
con quienes nos unía una fe popular movilizada por la simbología de resistencia y
por la vida de quienes nos precedieron en el camino. Cabe destacar la centralidad de
la figura de Enrique Angelelli, su memoria recuperada en la Semana de formación
organizada por Tiempo Latinoamericano. Este espacio constituyó en esos años un
referente de la lucha y la esperanza de un pueblo y una iglesia caminantes. Las
Semanas de Estudios del Cefyt, resumían nuestras búsquedas y experiencias y nos
lanzaban a caminos alternativos de presencia y acompañamiento a nuevos sujetos
sociales y eclesiales que iban surgiendo, especialmente cuando en los años 90 el
esquema político neoliberal cobraba su fuerza con sus consabidas consecuencias.
Cuando en el año 91, regresé de mi experiencia junto a los zapotecos del sur de
México, Juan Carlos Gorosito y Esther Rocha, me confirmaron con su afirmación:
“A vos, los aborígenes te han cambiado y te han entrado hasta lo profundo”. Los
profesores como parte fundamental de un itinerario personal, es una riqueza no fácil
de hallar.
Rasgos centrales de la identidad del Cefyt:
a- Un centro académico con identidad latinoamericana con dimensión universal.
El Cefyt nos ha enseñado a acoger y amar nuestras culturas, sus raíces y su
dinamismo creativo. Desde el año 94, cuando he concluido mis estudios en el
Cefyt, he vivido y acompañando diferentes procesos eclesiales y comunitarios
tanto en América Latina, como en otras partes del mundo y en todos ellos, la
visión y el sentir solidarios de una iglesia que brota desde los valores de una
identidad acogida, me acompañan hasta el presente. “Cuando estás en paz
con tu cultura, cualquier lugar es tu hogar”.
b- Una pedagogía desescolarizada conectada al movimiento de la vida.
Valoro el proceso de aprendizaje a través de talleres multidisciplinares que se
ha impulsado especialmente desde los años 90´. Pedro Suárez es una figura
emblemática en este sentido. Los trabajos en las diferentes materias nos han
llevado al encuentro de grupos humanos, a veces marginados de los cuadros
pastorales: personas prostituidas, diferentes situaciones de adicción,
comunidades aborígenes urbanas… no solamente como destinatarios de una u
otra investigación, sino como fuentes de esperanza y gritos donde se va
fraguando la vida.
c- La justicia sí, pero también la misericordia.
El Cefyt, no sólo es un espacio de estudios académicos de marcado rostro
latinoamericano, para que éstos lleguen a su mayor plenitud acoge la
diversidad de manifestaciones humanas, entre ellas, el arte. Recordemos el
club de poetas, allá por el año 92. El fortalecimiento de relaciones
interpersonales sanas, justas y fraternas es un sello del Cefyt, que nos sostiene
a través del tiempo.
d- Un espacio formativo incluyente, diverso e inter…
Como Hermano religioso, puedo decir, que mis años en el Cefyt, han definido
mi vida como Hermano junto a otros hermanos y hermanas. La formación no
clerical y la compañía de laicas y laicos, el acento y direccionalidad de las
materias, fueron conformando una identidad eclesial y misionera de rostro
propio, abierto a los cambios, rupturas y nuevos rostros que nos invitan a
generar la espiritualidad de lo inter: congregacional, cultural, generacional,
pueblos…Y esto lo hemos bebido en el acontecimiento Cefyt.
Un abrazo de comunión agradecido!
“Shemá Israel…” Osvaldo Silva
La memoria no es sólo recuerdo de acontecimientos y personas, es
fundamentalmente un acto por el cual afirmamos y expresamos aquello que creemos
que ha sido y sigue siendo en nosotros lo significativo, aquello que nos ha
movilizado. Es el “espíritu” que nos motivó en determinadas circunstancias con las
que vamos construyendo historias… Hacer memoria de lo vivido en el CEFyT es
poder ver en el ayer el espíritu que nos alentó en esas circunstancias que nos tocó
vivir.
Comencé el CEFyT en 1985 y terminé el séptimo año en 1993, con la
interrupción de dos años de experiencia pastoral en Nicaragua. La imagen del
“ceibo” en el patio y de cientos de compañeras y compañeros de esos años
rodeándolo, tomando mates y charlando, discutiendo sobre los más variados temas
personales, sociales y de la vida religiosa se dieron en ese lugar y seguramente se
siguen dando. Las historias allí contadas y vividas han hecho de ese lugar del CEFyT
uno de los espacios “sagrados”… Si pudiéramos escuchar lo que ese árbol tiene para
contarnos, seguramente haríamos la biblioteca de la vida del CEFyT…
En el año 1985 nuestra democracia recuperada era muy joven, muchos de nosotr@s
teníamos alguna experiencia en el campo social o político, otros provenían de
seminarios menores, algunos de una vida pastoral en su período adolescente, una
pequeña presencia de laic@s interesados en una formación teológica diferente…
Muchas historias diversas y algo que nos animaba y desafiaba a participar. Era como
si comenzásemos a vivir…
En la joven y recuperada democracia surgía con fuerza el temas de los derechos
humanos, comenzaba el juicio a las Juntas militares; un año antes la “Comisión
Sábato” entregaba el Informe “Nunca Más”; se ponía en marcha el plan económico
de Juan Vital Sourrouille, el Austral (denominación de la moneda), que iniciaba con
una paridad cambiaria con el dólar (sueño recurrente en nuestra historia argentina).
“Con la democracia se come, se cura, se educa…” fue una brillante frase del presidente
Alfonsín que resonaba en el ánimos de la sociedad, que esperaba con ansias que se
cumpliese lo más pronto posible… Mientras tanto en las aulas del CEFyT un amplio
abanico de opiniones en boca de los distintos profesores iba alimentando lo que
después serían los comentarios alrededor del ceibo. Por un lado uno podía escuchar
a un magnífico catedrático como Osvaldo Ardiles hablando de su interpretación de
Carlos Marx, mientras que en otra nos encontraba con las clases de filosofía del
Profesor Morón Alcaín, un ex juez en la provincia de Córdoba… Las boinas de los
Pasionistas, los ponchos de los Redentoristas, los termos de los Verbitas, las guitarras
de los Claretianos, las sandalias Franciscanas hacían el colorido atuendo y accesorio
que pintaban el trasfondo histórico que estábamos viviendo… Y surgían temas como
la Inserción de la Vida Religiosa en medios populares, el Proyecto Palabra-Vida de la
CLAR, las Semanas de Estudio con temáticas desafiantes, la participación en la
Semana de Angelelli, la Comisión de Justicia y Paz inter-congregacional y laical, la
elección de delegados de estudiantes y del delegado general, el Plan de estudios… Y
todo marcado con una consigna: “participación”: ser parte, hacernos parte de… ese
fue el Espíritu que nos motivaba por entonces. El CEFyT éramos tod@s haciéndonos
parte, participando, implicándonos…
Los finales de los ochenta y comienzos de los noventa… Las sublevaciones militares
contra Alfonsín, las leyes de punto final y obediencia debida, la hiperinflación y la
llegada en los noventa del neoliberalismo de la mano de…. (mejor no lo nombro),
minaron en muchos las ganas de participar, en especial en los más jóvenes, se
hablaba de posmodernidad y pasotismo. En el campo eclesial el conservadurismo del
papa polaco minó la iglesia aliada con una espiritualidad dualista y desencarnada, y
tantas veces represiva y silenciadora. Basta recordar el fin del Proyecto Palabra Vida
o los silencios a que fueron condenados Leonardo Boff o Ivonne Guevara…
El CEFyT siguió siendo un espacio para la participación y el disenso. La lucidez del
Negro Cisterna y Pedro Suarez, plantearon y pusieron en práctica un tema como la
desescolarización de los estudios o una metodología de formación alternativa.
Animarse a modificar el método era algo más que sacar la formación del aula, fue el
planteo de la construcción colectiva del conocimiento. Fue una de las formas como el
espíritu del CEFyT nos iba animando en esos momentos. Luego nacería el tema
siempre pendiente del reconocimiento académico, el título, que hoy es una realidad.
El Goro comenzaba sus clases recordando al Jesús calentándose en el pórtico de
Salomón con el poncho de los pobres. El Negro Cisterna abría un año lectivo
recitando de memoria fragmentos de “Cien Años de Soledad”. El gringo Miani nos
dividía entre los que leíamos los “libritos verdes” de Sal Terrae y los que seguían
fielmente a Kasper. Eugenio nos hablaba de su pasión ricoeuriana. Esther nos
entusiasmaba con la literatura y su defensa incondicional a Sábato (que pienso
discutirle hasta que me muera... ja ja). La hermosa Carmincha nos hacía parir con
latín. Mabel y Víctor, con sus experiencias de la catequesis nos mostraban un método
que luego muchos aplicamos a otros órdenes de la vida… y en la biblioteca el bueno
de Ángel y mi exuberante amiga Mariza hacían la dupla perfecta de ese rincón que
fue y seguramente sigue siendo orgullo de la casa. Con todos ellos y tantos otros,
compañeras y compañeros, laicos y religiosos/as construimos y vivimos en esos años
el espíritu de la participación, haciéndonos CEFyT.
Seguramente hoy muchos y muchas, en este momento histórico que les toca vivir
siguen buscando como construir, alrededor del ceibo, en la biblioteca, en las aulas y
en la vida cotidiana ese mismo Espíritu que los hace parte del CEFyT, con la propia
impronta de la nueva generación. Ojalá así sea.
Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca pide que tu camino sea largo…
Hno Charli Verga, cmf
Finalicé mi formación inicial en el CEFyT en el año 1998. Con la gente de mi
promoción fuimos la primera generación de profesores de filosofía y ciencias
sagradas salidos del Centro de Estudios. Habíamos estrenado la propuesta
académica de los ’90 con todas sus consecuencias. Cuando por esas cosas de la vida
el P. Juanjo Chaparro, entonces Superior Mayor de la ex Provincia Claretiana de
Argentina-Uruguay, me envió a estudiar Biblia a Roma (2001-2005), Ester Rocha y
Mariana Torres fueron a despedirme a Bahía Blanca. Ester había sido mi profe de
literatura latinoamericana y para ese entonces el vínculo que nos une había superado
con creces los límites del aula. Fotocopiada en una hoja de papel amarillo
autografiado, fiel a su estilo, me regaló un poema de Konstantinos Kavafis que lleva
por nombre Ítaca. Esos versos llegaron a ser en aquellos años una parábola de mi
estancia en el Viejo Mundo y de alguna manera también una preparación para el
regreso.
En el Instituto Bíblico terminé por meterme del todo en el mundo de la Biblia. En el
atolladero cotidiano del estudio propedéutico del griego y del hebreo, las claves
aprendidas en las clases de Juan Carlos Gorosito, Francisco Murray, Eduardo
Cisterna y Horacio Lona seguían marcando el horizonte y el modo. Las visitas del
Negro Cisterna a Roma con sus prevenciones acerca de la inconveniencia de elegir
una pátah furtiva como punto de apoyo para el suicidio durante las interminables
horas de estudio, la presencia de los amigos que la vida te acerca a uno y otro lado
del Atlántico, o el corazón puesto en las noticias de piquetes, comedores infantiles y
asambleas barriales, el club del trueque u otras estrategias bien argentas para
levantarnos como país de la lona donde estábamos tirados a causa de la fiesta
neoliberal de los ’90, las recetas del FMI y los traidores de la Patria, fueron el conjuro
contra los lestrigones y los cíclopes del alma.
Volví a la Argentina el 10 de noviembre de 2005. El 24 de marzo del año anterior, 28
años después del golpe, Néstor Kirchner había ordenado retirar los cuadros de los
dictadores del Colegio Militar de la Nación; se consolidaba un nuevo país. Tomé la
posta en la coordinación de estudios del CEFyT desde enero del 2006 hasta fines del
2012 y también comencé a dar clases de Biblia. Había regresado a Ítaca.
En estos años han existido variados intentos de mejoras y múltiples propuestas de
cambio alentados desde los distintos estamentos de la comunidad educativa. Hemos
tenido algunos sueños modestos y otros de dimensiones más considerables. De todos
los emprendimientos llevados a cabo, considero que lo más significativo ha sido el
hecho de reescribir comunitariamente las Bases de Inspiración y el Ideario del Centro
de Estudios a partir de la elaboración de un diagnóstico de la realidad en sus
diversas facetas.
El proceso iniciado nos devolvió la mirada que el Centro de Estudios tenía de sí
mismo en ese momento a la vez que nos permitió contemplar nuevamente los
acontecimientos sociales y eclesiales que le dieron origen. Pudimos comparar,
discernir, sondear el núcleo más propio de la identidad institucional y hacer
memoria del camino andado con el corazón agradecido. Paradójicamente, el hecho
de repensarnos y redefinirnos como CEFyT en la coyuntura ha pasado más bien
desapercibido en la vorágine de las transformaciones educativas de los últimos
tiempos y el pragmatismo de los cambios congregacionales de las distintas familias
religiosas que componen la comunidad educativa. Con todo, estos logros encuentran
su actual correlato en las búsquedas que tensionan la reflexión institucional acerca de
la dimensión profética del Centro de Estudios como parte de una iglesia en éxodo.
Ítaca
(1911)
Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A lestrigones y cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas.
No hallarás tales seres en tu ruta
si tu pensamiento es elevado y limpia
la emoción de tu alma y tu cuerpo.
A lestrigones y cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo,
que sean numerosas las mañanas de verano
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Detente en los mercados de Fenicia,
y adquiere hermosas mercancías:
madreperlas, coral, ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos;
cuando puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes.
Acude a muchas ciudades del Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en la memoria:
llegar allí es tu meta.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Aunque pobre la encuentres, Ítaca no te ha engañado.
Rico en saber y en experiencia como has vuelto,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
Konstantinos Kavafis
Oscar Pablo Pacheco
Mi relación con el Cefyt pasa por dos estados, el de estudiante en la década de los 90
y el de docente desde el 2001 hasta la actualidad. Para el aporte elijo la etapa de
estudiante.
Los noventa significaron la avanzada neoliberal que tuvo diversas
expresiones: políticas, económicas, culturales y eclesiales. Todas ellas
impactaron el en Cefyt y fueron procesadas de diferentes maneras. A nivel
político en Argentina se desarrollaba el proceso menemista con su re-elección
en 1995, por tanto el clima político estaba subsumido por el acceso al consumo
por efecto del dólar barato. Las voces de resistencia provenían, a nivel de
América Latina por el levantamiento zapatista en México y por los
movimientos piqueteros y el movimiento de trabajadores desocupados. La
Iglesia sólo se movilizó en masa cuando el gobernador Mestre amagó con
quitar los subsidios a los colegios católicos.
A nivel económico no había perspectiva distinta al capitalismo financiero y la
entrada al primer mundo, después del derrumbe del Muro en 1989. Esto se
reflejaba culturalmente con el discurso de la posmodernidad, la
sobreestimación del fragmento y de los pequeños relatos. A nivel eclesial la
iglesia de Córdoba vivía su sueño de cristiandad bajo la férrea conducción del
Cardenal Primatesta.
Las vivencias sobre el Cefyt estaban marcadas por la tensión “construcción
eclesial-fraternidad vs estudio”. En 1995 se celebraron los 20 años del cefyt y
hubo una marcada reflexión y discusión acerca de la identidad del cefyt. Los
espacios de la semana de estudios, las asambleas de alumnos, las convivencias
eran momentos intensos de discusión, compartir momentos de juego y
diversión y acalorada reflexión. La votación del delegado general era un
momento de fuerte participación que a fines de los noventa fue decayendo.
Las perspectivas sobre el estudio estaban signadas por tres áreas: bíblica-
filosófica-pastoral/teológica; la pedagogía aún no existía o era mínima su
expresión (por cierto muy resistida). En teología se discutía le pertinencia de la
teología de la liberación tal cual se había desarrollada en los 70 y 80. En
filosofía la crítica a la modernidad y la emergencia de nuevos paradigmas
como el feminista.
Las congregaciones sostenían la inserción en medios populares, pero el clima
social no acompañaba y en las mismas, así como los laicos, se percibía una
sensibilidad afín a los aires de la iglesia universal de Juan Pablo II
La relación con la iglesia local era tensa. Se esperaba el encuentro anual del 30
de septiembre con los seminaristas del clero para marcar la diferencia: el Cefyt
era una alternativa al seminario por la filosofía, la teología y la exégesis
bíblica.
Los docentes que han dejado una huella significativa en mi propio proceso son
varios y de diversa índole. En Biblia recuerdo tres: Juan Carlos Gorosito, Félix
Cisterna y Francisco Murray, el programa de la desmitologización, las
metodologías científicas y populares para la hermenéutica bíblica. En filosofía
el Dr Cernotto y el filósofo y plomero Juan Gómez, la base filosófica dada por
Cernotto sin ceder sentido a lo teológico y el coraje de Juan. En teología la
vuelta a las fuentes de Miani con sus clases mínimas y estéticas y un recién
llegado Fernando que acompañaba nuestras búsquedas. No quiero olvidarme
de Chiche y su presencia servicial.
Con respecto a tres rasgos diría lo siguiente:
1. El Cefyt nace como un lugar eclesial siguiendo los impulsos del Vaticano
II-Medellín-Puebla para la formación de seguidores del evangelio
alternativo a los existentes.
2. Lo alternativo está dado por la pluralidad de familias espirituales, lugares
y culturas de los estudiantes y profesores desde una opción definida: los
pobres y su liberación
3. Desde esta pluralidad y opción, se buscan aquellas líneas filosóficas,
teológicas y bíblicas que fundamenten y ofrezcan líneas de acción para su
eficacia.
El CEFYT: En defensa de una experiencia ruptural … Carlos Asselborn
Preguntas y variaciones en torno a la nostalgia
Dicen los especialistas en “interioridad” que la nostalgia alude a un recuerdo de un
pasado idealizado. Para dichos aprestos teóricos, la nostalgia sería una extraña
enfermedad que consistiría en un malestar espiritual causado por ese anhelo acosado
por un pretérito absolutamente perfecto e inexistente. “No hay peor nostalgia de
aquello que nunca ocurrió” repetía un compañero franciscano de nuestro curso en
1997. (Aquel año, junto a otros/as compañeros/as fuimos en el Cefyt, la primera
promoción de profesores/as en filosofía y ciencias sagradas. El CEFyT se convertía en
profesorado).
Dicho de otra forma, la nostalgia sería una especie de patología en la psiquis
memoriosa, que goza con un pasado que no fue y al cual se agarra con pasión
desenfrenada. Esta conmoción enfermiza es denunciada en algunos encuentros
institucionales: allí la nostalgia es siempre negativa, incorregiblemente conservadora,
incapaz de dialogar con “los desafíos del presente”, presa de palabras que ya no dicen
nada a las nuevas generaciones, bocanadas de suspiros melancólicos que han
perdido toda referencialidad. Entonces, el lenguaje del diagnóstico roba conceptos al
psicoanálisis o las psicologías generales, haciendo de este supuesto “problema” un
problema individual de ciertos personajes. A éstos los adjetivos le sobran:
dogmáticos, setentistas, románticos, reduccionistas, interesados, sin vocación de
diálogo, soberbios, “poca onda”, teóricos solitarios, intelectualizantes reduccionistas,
indiferentes, fríos, estructurados…en fin,…la lógica del diagnóstico siempre indica…
“pecadores”.
Sin embargo la nostalgia devela, de modo enfermizo o no, algo oculto –vivido como
sueño o realidad- que se resiste al olvido. En este sentido es conservadora y también
idealista. Expresa una experiencia fuerte, por lo que podría ligársela además con la
melancolía. Sospechamos, sin ser psicólogos y sin querer reducir la reflexión a su
expresión psicologizante, que tanto la nostalgia y la melancolía son instancias de
crítica ante “lo presente” establecido. Claro está que el trabajo de distinción entre el
sueño idealizado y lo que “realmente pasó” supone someterse a la crítica, supone
interpretación, implica asumir la “historia efectual” y la “distancia histórica” como
“terapias” siempre colectivas.
Hay algo de inconformismo en el nostálgico y el melancólico. Pero las cabriolas de
una advenediza razón pretendidamente crítica, reducen al inconformista en un
enfermizo nostálgico sin rumbo. ¿Nostálgicos o inconformistas?, ¿qué nombre dar
entonces a los recuerdos del CEFyT?
¿Era nostálgica y melancólica la crítica de los profetas veterotestamentarios? La
nostalgia y la melancolía ¿son siempre producto de la impotencia política y la
ineptitud para leer lo “nuevo”?, o también, ¿es el profetismo hijo de la impotencia
política?
Lo sabemos: en ciertas ocasiones el “impotente” necesita inventar a su “nostálgico”
para esconder su pasado miserable y su presente devenido fragmento.
¿Fue una institución el CEFyT?, ¿es hoy una institución? Antes que eso, el CEFyT fue
para quien esto escribe, una experiencia de ruptura. No hay que elucubrar mucho
para enterarnos que las más de las veces la institución le gana a la experiencia. No es
el ombligo de la institución el problema, es decir, su identidad, su misión o su
visión…las instituciones siempre reclaman identidad, misión y visión. Sin embargo,
las experiencias se resisten a dejarse administrar por las instituciones, por sus
misiones, sus visiones, sus hagiografías y sus construcciones historiográficas. Es
inevitable que las experiencias nazcan dentro de las instituciones, pero luego las
instituciones tienen serios problemas para contenerlas. Entonces hay experiencias
que se fugan que, en el mejor de lo casos, son alojadas y administradas por otras
instituciones o, las más de las veces, quedan en la intemperie.
El diagnóstico epocal emitió su juicio alguna vez: el CEFyT “ya no es profeta”. El
problema no es que el CEFyT “dejó de ser profeta” o “perdió su profetismo”, eso es
endilgarle más de la cuenta a la institución y su lógica. Debe contarse con mucho tino
para no quedar entrampado en una discusión en torno a la institución perdida o la
revitalización de lo viejo institucional y, encima, sin capacidad para leer los nuevos e
interesantes signos de los tiempos. La lógica de las instituciones es su inevitable
fetichización, inversión que anula a los sujetos que la habitan y traspasan. Una
institución que no se fetichiza sólo es posible cuando hay sujetos rebeldes,
iconoclastas o, en lenguaje más correcto, “críticos” que ponen frenos a esa lógica “de
los hechos compulsivos”. Pero entonces, ¿hubo sujetos críticos en el pasado del
CEFyT?, ¿los hay en su “comunidad”?, ¿lo somos en el presente? Y si los hubo y
ahora no los hay, ¿es esto nostalgia?, ¿inconformismo? ¿resignación? El pasado ¿fue
lo que pensamos que fue? Y el presente ¿es lo que también fue?
Experiencia ruptural: pensamiento situado y opción por los pobres
Más que una institución, el Cefyt fue, en ciertas ocasiones, una experiencia ruptural.
Hoy no veo esas experiencias rupturales dentro de la Institución. Sí fuera de ella.
Fuera del CEFyT hay experiencias históricas presentes en nuestro país y en otros
países latinoamericanos. Experiencias cargadas de ambigüedad y contradicciones.
Experiencias que han inaugurado nuevas rupturas con un pasado habitado por la
impotencia política, el desencanto y el aburrimiento propio de existencias sumidas en
formas y estilos burgueses.
El CEFyT fue una experiencia de ruptura no sólo por propia voluntad. Lo fue
también porque estuvo rodeado de otras experiencias, dentro y fuera de la Iglesia,
dentro y fuera de la vida religiosa. Experiencias que, las más de las veces fueron
reprimidas por la Ley y la Institución: freno a experiencias históricas de concreción
del Concilio Vaticano II – concreciones mucho más profundas que en otras partes del
mundo-; las diversas, plurales y ambiguas praxis de liberación de cristianos y no
cristianos cercanos a los discursos liberacionistas (con sus mártires “éticos” y
militantes “políticos”); la Teología de la Liberación (¿Qué teología contemporánea
tuvo el privilegio de contar con el escarmiento de dos instrucciones papales?) y la
exigencia de revisión de sus presupuestos, lanzada por representantes de una
teología del siglo XIII que todavía seguía enseñándose y se enseña aun en algunos
claustros eclesiales; la CLAR también reprimida y perseguida por gobiernos
autoritarios, incluido el Vaticano; los teólogos silenciados; las Semanas de Angelelli
(donde pasaron muchos referentes de la teología de la liberación, entre ellos: Julio de
Santa Ana, Leonardo Boff, Samuel Ruiz, Pedro Casaldáliga, Sandro Gallazzi, Otto
Maduro, José Comblin – que por otra parte, cuando visitó al CEFyT y ante la
pregunta por el futuro del ecumenismo respondió: “el Ecumenismo es la reunión de
los perdedores”- Enrique Dussel, Helio Gallardo entre otros). Ni que hablar de las
Semanas de Estudio dentro del CEFyT. Me acuerdo cuando estuvieron Víctor Codina
y Pedro Trigo.
Desde mi punto de vista, todas estas experiencias fueron profundas dado que en su
seno bullía la clausura de “algo” (¿el discurso liberacionista?) ante la dictadura de lo
mismo: más dominación, más explotación, más exclusión. Digo lo mismo, porque el
neoliberalismo de los noventa fue “más de lo mismo” y lo “peor de lo mismo”, al
menos para la historia de los dominados. Pero en los noventa lo “mismo” se
presentaba con “nuevos rostros”.
Dos improntas cefytianas, o de lo que yo suponía que se nos transmitía, han quedado
grabadas en el corazón y la conciencia: i) el pensar siempre es un pensar situado,
alejado de los esencialismos moralizantes y ii) la clave para leer la historia es la
opción por los pobres, que no es una certeza sino una apuesta. Seguramente existen
hoy muchas traducciones que actualizarían estas improntas, pero me quedo con esta
versión, tal vez, por la ley del menor esfuerzo o quizá porque no hay novedades con
suficiente peso específico para convertirse en reflexión apasionada y ruptural con lo
establecido, ¿será la nostalgia?
Lo anterior fue posibilitado también por personas concretas, significativas para mí
durante aquellos años de formación –estuve en el Verbo Divino durante los años
1991, 1993 y 1995-1997.
El Padre Juan Carlos Gorosito, biblista y de vocación iconoclasta. En una de sus
clases, en primer año, nos contó que le había pedido a Gladys Motta que le dijera a la
Virgen de San Nicolás que leyera el Concilio Vaticano II. Para Gorosito los mensajes
de la Virgen eran absolutamente preconciliares. Las ironías sobre los obispos T y P
las guardo en mi memoria.
El Negro Cisterna, biblista de la liberación, fumador, claretiano y contador de chistes
antes del timbre de inicio de clase, en la fría sala de alumnos. Exégeta, políglota,
poeta y autor de una de las tantas oraciones a la virgen Desatanudos. Con él nos
introdujimos en el análisis estructural de los textos y ante nuestra consulta, nos
mandaba a la Biblioteca…por supuesto: íbamos. En una clase recitó unos poemas de
Mario Benedetti, uno se titulaba “Lo dice Fukuyama” y nos trajo un texto en
portugués de Rubem Alves, teólogo brasileño quien había escrito el opúsculo La
teología como juego.
Francisco Murray, pasionista y biblista de la liberación. Con él aprendimos a analizar
textos con un método popular de lectura de la Biblia: P-L-A, personajes, lugares y
acciones. En sus clases se daba la conjunción de risas, ironías y lectura de “sagrados
textos”.
Eugenio Rubiolo, hermeneuta y psicólogo. De él escuchamos unas críticas a la
Teología de la Liberación, especialmente sobre algunas afirmaciones de Leonardo
Boff (si mal no recuerdo de su obra Iglesia, carisma y poder). Hago memoria de tres
frases ricoeurianas que resonaron en sus clases: la función de la ideología como
patología del todo o nada, una vida no interpretada es una vida meramente biológica
y el famoso “flatus vocis”. Ni que hablar de la crítica a la ontoteología.
El Chiche, portero, fotocopiador y gran humanizador de relaciones. El cafetero de los
profesores cuando éstos tomaban sus exámenes.
Cernotto. Aquí no sé qué poner primero: filósofo, hegeliano, claretiano o cura. De sus
clases aprendimos mucho y también, paradójicamente, de su criticada metodología:
“El profesor lee, el alumno interpreta”. Me quedó grabado un consejo ante un trabajo
que debíamos presentar junto a otros compañeros ante un público un tanto tomista:
“el problema no está allá arriba, sino acá abajo”.
Fernando Kuhn, teólogo y religioso claretiano. Por él conocí a Juan Luis Segundo,
para mí uno de los más brillantes teólogos de la liberación y el más marginal de
todos. Segundo nos llegó por medio de Fernando y quedamos conmovidos cuando
leímos:
“Durante veinte siglos, diferentes encuentros de fe tuvieron lugar entre los
hombres y la fuente objetiva de la verdad absoluta. Todos esos encuentros
fueron históricos y cada uno de ellos fue, por ende, relativo, ligado a un
contexto preciso y cambiante. Lo que se conoce cada vez, en cada encuentro, es
una ideología. Pero lo que se aprende no es una ideología. A través del proceso
se aprende a aprender con las ideologías. Este aprendizaje de segundo grado
tiene su propio contenido, y cuando digo que Jesús tenía dos naturalezas, una
divina y una humana, estoy diciendo algo del contenido de ese aprendizaje.
Pero esos contenidos no pueden traducirse en tal o cual ideología, porque
pertenecen al segundo grado o a la segunda potencia del conocer: son
esencialmente símbolos metodológicos. Por una parte, no tienen traducción
ideológica inmediata, por otra parte, no tienen otra función que la de ser
traducidos en ideologías” (“Condicionamientos actuales de la reflexión
teológica en Latinoamérica” en: Varios Autores. Liberación y Cautiverio, 1975, p.
124)
Y además:
“Hasta que la ortopraxis se vuelva realidad, no importa cuán efímera y
contingente sea, el cristiano no sabe todavía la verdad” (El dogma que libera, p.
369)
Y sobre la opción por los pobres de Jesús de Nazaret, leímos del teólogo uruguayo:
“El Reino que viene es “de ellos” (Segundo está hablando de los pobres). Y no
es ninguna virtud o mérito lo que les da este privilegio: es una prioridad
política. Antes de saber si un hombre es virtuoso, el “gobierno” de Dios se
preocupará de que sea, en efecto, un hombre” (La historia perdida y recuperada
de Jesús de Nazaret, p. 158) …Las disposiciones interiores no tienen nada que ver con
la elección de Jesús: éste se dirige a los pequeños, marginados sociales, a los
enfermos, a los desfavorecidos, a la pobre gente víctima de la injusticia… A
ellos les anuncia que Dios los ama. Esta opción y proclamación no tienen nada que
ver con el valor moral, espiritual o religioso de esa gente. Están exclusivamente
basadas en el horror que el Dios que Jesús conoce siente por el estado actual
del mundo. Jesús revela a Dios, no la vida espiritual de sus oyentes (La historia
perdida y recuperada de Jesús de Nazaret, pp. 161-162).
Leónidas Miani, profesor de cristología y patrología, claretiano y cura. No se borrará
la clase sobre la resurrección con la sinfonía musical de Mahler. Para algunos no era
un obstáculo epistemológico el recorte europeo de su teología. Sí nos atrapaba su
versión estética de la teología y de la cristología en particular.
Esther Rocha nos enseñó trazas de literatura latinoamericana. Recuerdo su consejo
ante mi pregunta por no entender la narrativa del realismo mágico latinoamericano
en algunas novelas: “seguí leyendo” me dijo con una marcada sonrisa. Y seguí
leyendo. Hijo de Hombre de Roa Bastos, Gringo Viejo de Carlos Fuentes, Pedro Páramo
de Juan Rulfo, Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato, Boquitas pintadas de Manuel
Puig, fueron algunas de las novelas que leímos durante un año. Un compañero de
curso leía Onetti, no incluido en la propuesta de la asignatura. Algunos lo seguimos.
Imperdibles sus cuentos, especialmente “Los amigos” donde uno de los personajes
da su versión sobre el amor.
Por supuesto que hubieron otras personas en este trayecto y con las cuales aprendí
mucho: compañeros y compañeras de curso, otras profesoras y otros profesores que
también dejaron su impronta. No quiero olvidarme de las discusiones, algunas
acaloradas, con compañeros y profesores.
Es cierto: los noventa arrasaron con los sentidos fuertes y muchos (estudiantes,
profesores, formadores) estaban perplejos, no sabían qué hacer o no supieron qué
decir. Algunos nos refugiamos en la narrativa, el humor triste, la poesía, la estética;
por eso fuimos bautizados como posmodernos. Y, para los mismos posmodernos,
éramos todavía muy modernos porque nos resistíamos a abandonar ciertas apuestas
del paradigma liberacionista. En esos años el adjetivo preferido de ciertos
protagonistas era “posmoderno”: filosofía posmoderna, teología, pastoral (¿?),
espiritualidad, evangelización, iglesia, sacramentos, vocación y demás yerbas….en o
para un mundo “posmoderno”… solo faltó anunciar la inminente llegada del reino
de Dios posmoderno.
Dicho en lenguaje tomado de Juan Luis Segundo, el CEFyT es la ideología y la
experiencia el contenido que se conoce: “Lo que se conoce cada vez, en cada
encuentro, es una ideología. Pero lo que se aprende no es una ideología” (Segundo,
1975, 124).
¿Es todo esto nostalgia de una Institución que ya no es o nostalgia de experiencias
que tomaron otros rumbos, y dejaron la casa deshabitada?, ¿qué extraña sensibilidad
epocal ha invadido la casa-CEFyT?... viene a mi memoria el cuento “Casa tomada”
de Cortázar:
“-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las
hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían
quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.1
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi
dormitorio. Ya era tarde ahora. Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran
las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella
estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré
bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre
diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.
Y en ese hiato quejumbroso solíamos habitar, reír, discutir, ironizar…en fin,
sobrevivir, sospechando que algo andaba mal, acompañados de algunos poemas,
entre ellos los de Ernesto Cardenal. Transcribo uno que me gustó incluirlo en un
trabajo de Liturgia cuyo profesor era Carlitos Trovarelli. En recuerdo de las
experiencias, en los 40 años de la Institución CEFyT:
A media luz
(el convite es clandestino)
muchachas risueñas circulan entre las mesitas
trayendo las aceitunas, las sardinas
Irene sirve el vino
somos pocos
una copa para todas las bocas
un gran pan
para todos
un canto en todas las copas
el mismo canto y la misma copa
nos besamos los hombres, se besan las mujeres
1 Las cursivas son nuestras.
está el esclavo con nosotros, está Erasto
el tesorero de la ciudad, el ex-rabino Crispo
está Ticio Justo el multimillonario
trigos esparcidos en los campos
juntados en un pan
desparramados en la noria, el cuartel, la tienda
nos reunimos sábado en la tarde
uvas separadas juntadas en un vino
Irene va y viene
platicamos arrecostados
hasta la medianoche, bajo las antorchas anaranjadas
qué digo hasta amanecer domingo.
Hay uno que no vemos, el que preside
el Ajusticiado, coronado de pámpanos
sí, cenamos alrededor de un muerto
este es banquete funerario. El
lo celebró así antes de morir, para
reunirnos cuando él faltara
(“coman así en memoria mía”)
Amanece. Las luces de la fiesta empalidecen
Adiós Irene
y en las calles con niebla nos dispersamos
pero vamos unidos.
(E. Cardenal, 1969).
40 años: Ventana a la triple dimensión de la fiesta… María Belén Elía
El ser humano es tierra que camina, tierra que piensa,
tierra que puede exaltar, tierra que tiene corazón…
eso somos los varones y mujeres… caminantes
(Adaptación de palabras de Atahualpa Yupanqui)
La memoria es fiesta, grito, anuncio de evocación, convocación y provocación
que atraviesa los tiempos de la acción sin ser habitante de ninguno de ellos. Como
nómade transita un futuro que fue pasado y se hace presente en el hacer cotidiano,
rompe la lógica lineal dibujando en su andar diversos recovecos y líneas caprichosas
como nacidas del pincel del mejor artista que, expresan en cada pincelada diversos
contextos; políticos, sociales, religiosos, económicos.
Hablando de fiesta hablamos de 40 años de pura creación, creación que no es
fija ni fragmentada, es construcción colectiva que buscaba y busca en el pensamiento
latinoamericano la pluralidad y diversidad de la que se alimentó y alimenta. Pero si
quisiéramos apresarla para poder hablar de ella situaríamos una fecha, el punto de
inicio, 1975, el inicio de lo que hoy podemos leer y seguir leyendo en el tiempo.
No puede ser sólo la voz de una quien pueda expresar con tanta verosimilitud
lo que sus principales actores describen a su paso, soy solo una emisaria que “juega”
entre los presentes y los ausentes, para hacer llegar “más allá de lo académico” las
palabras que resuenan en el palacio del tiempo. Aquellos que ya no están y los que
siguen se hacen presentes en los intersticios de signos gramaticales. Palabras, comas,
puntos, todos ellos bailarines que danzan en una coreografía donde dicen. Dicen lo
que fue, dicen lo que pasó, denuncian lo que fue, claman, lloran, ríen, desnudan,
desean, imprimen sus sentimientos más hondos y así también los que no pueden
nombrar, nominar.
Soy hija de ese inicio; soy producto de vientres ansiosos por parir la idea de
una sociedad y de una Iglesia, comunión y participación, impulsada por la
convulsión que el mundo vivía, la caída del binarismo, el nacimiento de otra forma
de pensamiento. Hija de las tres dimensiones de la fiesta, estoy hecha de esa
construcción de la que me enseñó que para el hacer no hace falta un día en el
calendario, hace falta más bien saber que el presente histórico se juega hoy. Soy hija
expulsada de un vientre de amor, hija que lleva más allá de las fronteras el eco de los
sonidos que me inquietaron y que aprendí.
Evocar, re-cordar es la tarea para la que fui invitada, volver a pasar por el
corazón es el viaje que inicié por las múltiples narraciones a las que fueron
convocados muchos rostros.
Este viaje se desplegó ante un circuito que se fue bifurcando a medida que los
años transcurrían, ya no solo me vienen las frases escritas que leí sino que las
palabras estallan en más de un significado y referente, se materializan, se hacen
cuerpo en las luchas, resistencias, apuestas, opciones e incansables búsquedas
porque,
apuesta a una propuesta académica inserta en una lectura enhebrada en
prácticas y acciones siempre humanizantes.
su “ser y hacer” abre movimientos sísmicos que favorece la circulación de
diferentes intensidades que nos desafían a la permanente desinstalación y nos
provoca a revisar de manera permanente la acción pedagógica-social-pastoral.
es una permanente “zona de transgresión” (Marcos 7) sobre los discursos
naturalizados y sobre la mirada de los sujetos.
reconoce que la construcción de identidad se hace desde el presente que
habitamos, revisando el pasado y animándonos a re-narrar provocados por los
signos de los tiempos.
es esta fascinante manera de comprendernos en el camino, esta búsqueda
respetuosa de la verdad atesorada, es la que dará singularidad a continuar en
camino.
…
Dar paso a la memoria que nos dice quiénes somos, qué hacemos y hacia dónde
vamos permite transitar por cartografías que no nos permiten permanecer neutrales,
y nos instala en las cornisas de la sospecha. Cornisas que expone al Centro de
Estudios entre las oscuridades y las tenues claridades del presente y del futuro. No
pudiendo dejar de explicitar que la cartografía del Cefyt se encuentra acompañada e
interpelada por los susurros del Espíritu que clama de manera apasionado la
necesidad de que nos sostengamos en este presente desde la urgencia de mantener
los ojos abiertos y expectantes a la realidad que nos espera y atraviesa.