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4. RUBÉN ARDILA Y LA HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA HELIO CARPINTERO Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Madrid 1. INTRODUCCIÓN Estamos ante un caso singular: un investigado! con vocación experi- mental, en que aparece, unida a aquella, una clara conciencia histórica. Y un sentido histórico, además, que como veremos posee un valor funcional dentro de la economía del pensamiento de su autor, no una mera posición de adorno y complemento de cultura. En ciencias sociales, en psicología, se ha tendido con frecuencia a tomar por separado esas dos lineas de interés intelectual. Los estudios experi- mentales han solido orientarse hacia un entramado naturalista de variables como horizonte de resolución de las cuestiones comportamentales. Ha sido, en cambio, el intetés por los determinantes de grupo, y entre otros, por los supuestos 'caracteres nacionales', lo que hecho prestar atención a variables sociohistóricas, a los valores, y sobre todo, a aquellas determina- ciones históricas que se muestran activas sobre los sucesivos presentes. No es el caso de nuestro autor. Hay en su obra testimonios notorios de su preocupación por la condición histórica de la psicología y del quehacer psicológico como tal. Hay, incluso, declaraciones de satisfacción petsonal en el cultivo de esos temas; pero hay, además, muestras palmarias de aprovechamiento de esa historia en beneficio de la construcción de su propia obra intelectual. A mi juicio, creo que cabe diferenciar entre esos dos usos o utilizaciones distintas, aunque complementarias, del saber de la historia: uno se sirve de

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4. RUBÉN ARDILA Y LA HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA

HELIO CARPINTERO

Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Madrid

1. INTRODUCCIÓN

Estamos ante un caso singular: un investigado! con vocación experi­mental, en que aparece, unida a aquella, una clara conciencia histórica. Y un sentido histórico, además, que como veremos posee un valor funcional dentro de la economía del pensamiento de su autor, no una mera posición de adorno y complemento de cultura.

En ciencias sociales, en psicología, se ha tendido con frecuencia a tomar por separado esas dos lineas de interés intelectual. Los estudios experi­mentales han solido orientarse hacia un entramado naturalista de variables como horizonte de resolución de las cuestiones comportamentales. Ha sido, en cambio, el intetés por los determinantes de grupo, y entre otros, por los supuestos 'caracteres nacionales', lo que hecho prestar atención a variables sociohistóricas, a los valores, y sobre todo, a aquellas determina­ciones históricas que se muestran activas sobre los sucesivos presentes.

No es el caso de nuestro autor. Hay en su obra testimonios notorios de su preocupación por la condición histórica de la psicología y del quehacer psicológico como tal. Hay, incluso, declaraciones de satisfacción petsonal en el cultivo de esos temas; pero hay, además, muestras palmarias de aprovechamiento de esa historia en beneficio de la construcción de su propia obra intelectual.

A mi juicio, creo que cabe diferenciar entre esos dos usos o utilizaciones distintas, aunque complementarias, del saber de la historia: uno se sirve de

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la historia como instrumento de ubicación personal; el otro, como método de justificación intelectual. Ambos se muestran presentes en ésta ya muy vasta obia. Veámoslo.

2. UBICACIÓN EN EL PRESENTE

Siempre se teoriza desde un cierto lugar intelectual, desde una tradición de cuestiones y soluciones. La doctrina de Kuhn sobre paradigmas en ciencia representa, entre otras cosas, la afirmación decidida de que se piensa desde una ttadición, que es siempre tradición de verdades y soluciones, y también de cuestiones abiertas y de problemas e incertidumbres.

Pero uno no comienza por situarse inicialmente en la vanguatdia del paradigma dominante, sin ottas consideraciones previas. En el caso del psicólogo, que se siente atraído hacia el conocimiento de la conducta, no puede evitar hacer frente como objeto de consideración a aquella conducta que directamente le afecta, la de su grupo social, la de su comunidad vital. J. eso, *̂ e mo^iO smgUiar, cuando se i.rai.a \xe un psicoiogo latinoamericano, nacido hace ahora sesenta años. Porque en ese caso, orientarse en su mundo no era una tarea fácil, y el hacerlo en psicología, todavía menos.

Hay un texto sumamente interesante suyo, la "Autobiografía de un psicólogo latinoamericano" (Ardila, 1994), donde se leen unas palabras reveladoras: "aunque parezca extraño, yo nunca he tenido maestros, en el verdadero sentido de la palabra ... He buscado mi propio camino y lo he encontrado, con muchas dificultades y con cantidad de sufrimientos inútiles. He tenido muchos alumnos pero ningún maestro" (Ardila, 1994, p.27). Estas palabras definen, precisamente, la falta de una tradición. Y no por omisiones personales, sino por déficir estructural de la sociedad latinoameri-cana —en este caso, el déficit que respecro a la psicología padecía la sociedad colombiana medio siglo atrás.

No sólo Colombia: la psicología latinoamericana, que ha despegado en esre tiempo, encontró un poderosísimo refuerzo en la instalación en aquellos países de investigadores, muchos procedentes de Europa, sobre todo en tiempos de la II Guerra Mundial. Un dato lo evidencia. La formación de asociaciones de psicología en los países latinoamericanos ha tenido lugar a partir de 1945, con la excepción notoria del caso de Argentina, en donde hubo una primera sociedad en 1908, luego desvanecida, sin continuidad con el tiempo reciente (Ardila, 1986, p.53).

Porque en realidad se ha tratado de esto: de construir una tradición en un campo donde no la había, pero que sin embargo lo demandaba la socie-

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dad, no tanto por pretensiones culturales, sino sobre todo pot exigencia de los problemas mismos que tequerían planteamientos y abordajes psicológicos. El mundo latinoamericano está dominado por un inmenso problema social. Su situación en la historia no nace de sus condiciona­mientos físicos, de sus recursos económicos ni de sus posibilidades naturales, sino de su realidad social, y del modo como el hombre asume todos aquellos recursos y medios.

A mi ver, Ardila ha sido muy pronto sensible a la realidad admirable pero dramática de Latinoamérica -"Yo siempre sentí en el fondo de los huesos (o en el fondo del alma...) las tremendas angustias de Latinoamérica, mi patria glande" (Ardila, 1994, p.44). Su respuesta ha consistido, al menos en parte, en adoptar ante tales problemas una actitud espiritual de intelección basada en la ciencia, tras un primer ensayo de comprensión desde una cosmovisión religiosa (ídem, p.25). Fruto de tal actitud es, entre otros, su libro Walden Tres: "una muestra de mi fe en la ciencia pero al mismo tiempo de mis temores acerca de las limitaciones humanas y de la importancia de los parámetros políticos y sociales" (ídem, p.44); un libro que sitúa la utopia en Panamá, y pone un psicólogo al servicio de los ideales de un presidente que no es sino Martin Luthet King...

Su camino hacia la ciencia, después de algunas vacilaciones, terminó por orientatse hacia la psicología. Ante los grandes problemas de las socie­dades del siglo XX, se ha ido levantando el conjunto de saberes de los psicólogos. Lo que era "una ciencia de laboratorio", dice Ardila, ".. .se con­virtió de repente en una alternativa pata solucionar los problemas más importantes de nuestra época" (Ardila, 1997, p.498). El alcance de esta ciencia va mucho más allá de sus logros teóricos y de su capacidad para aclarar los secretos de la mente humana; llega a los planos de las cons­trucciones históricas y sociales, aboida las cuestiones que preocupan a la humanidad, incluidas las más graves que inquietan al hombre de hoy, como son las de la paz y la guerra.

Abordarlas significa comenzar por estar situado ante la realidad, desde un punto de vista, desde una cierta corriente de ¡deas; y no de cualquier índole, sino de tal modo que en ellas se recurra al saber racional, empírica­mente fundado, presto a ser puesto a ptueba y a set falsado o validado, y que aborde la realidad del hombre mismo en busca de las leyes que rigen su comportamiento, tratando de alcanzar un modelo teórico que permita comprenderlo (Ardila, 1988, p 24).

Se trata, por otro lado, de ser un "psicólogo latinoamericano". Hay que comenzar por ver dónde se halla la psicología en ese mundo latinoamericano.

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Psicología: de la Biología a la Cultura.

3- LA PSICOLOGÍA LATINOAMERICANA

Hay toda una serie de trabajos centrados en este tema, que se suceden a lo largo del tiempo, y que son muestra de un interés permanente de su autor por estas cuestiones. Y una y otra vez surge el problema de delimita! esa realidad de la psicología latinoamericana.

Las fórmulas didácticas no son por fuerza las más rigurosas. La unidad del mundo latinoamericano no es la de una nación, ni la de una culrura, pero sí la de un conjunto de naciones con ciertos rasgos más o menos comunes (Ardila, 1982, p. 104). Su origen último, inevitablemente, gtavita sobre su realidad presente.

Sobre una primera estructura de pueblos indígenas sumamente varios y con niveles muy distintos de desarrollo técnico y social, el descubrimiento, conquista y colonización, primero por los españoles, enseguida también en ciertas zonas por portugueses y después, puntualmente, por algunas otras naciones europeas -Francia, Holanda, Gran Bretaña—, ha dado pie a la constitución de unas sociedades donde se ha producido la inserción de la cultura occidental en unas previas estructuras indígenas, dando origen a formas y creaciones diversas. El filósofo J. Marías ha llamado a dicha inserción el "injerto" de occidente en las culturas americanas aborígenes (Marías, 1992). En su opinión, los pueblos ibéricos, España y Portugal, habrían introducido en el elemento vivo de las culturas aborígenes otro elemento vivo, la cultura de occidente, mediante un mestizaje fecundo del que ha resulto la realidad iberoamericana; algo bien distinto, en su opinión, al 'trasplante' de sociedades europeas a la América del Norte, donde aquellas se habrían trasladado sin integración ni síntesis de los varios grupos humanos.

Las interacciones del sustrato inicial con las varias realidades coloniales dieron unas similitudes de analogía entre unos países y otros, al tiempo que una pluralidad profunda en las varias identidades, algo que ha dado la enorme riqueza social y antropológica de ese mundo iberoamericano: "América Latina es un continente muy variado, heterogéneo y con muchos elementos en oposición", donde, no obstante, alienta el deseo "de encontrar metas comunes y trabajar como un solo pueblo" (Ardila, 1989, p.353).

Todo ello hace que no haya 'una' psicología latinoamericana; hay, eso sí, psicología en los países latinoamericanos. No hay un conjunto con unidad teórica conceptual; hay, en cambio, presencia en muchas de aquellas sociedades de la psicología como conocimiento y como profesión. Ello ocurre hasta tal punto que no ha habido estudios de conjunto sobre aquella hasta fecha muy reciente, y creo que ha sido, precisamente, Ardila uno de

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los primeros que ha tenido esa mitada "sinóptica" sobre el tema, y ha comenzado a pergeñar las líneas generales de su intelección.

El ptimer trabajo suyo en que se contempla la psicología en esa dimensión continental parece haber sido el que publicó en 1968 en American Psychologist, y en el que reactualizaba una visión anterior sobre el tema (Beebe Cerner y McFarland, 1941). Todavía en 1980, él mismo hace notar la existencia de trabajos de alcance nacional, y de estudios particulares de algunas tendencias desatiolladas en estos países, junto a la carencia de una base suficiente de estudios nacionales, que permitiera ofrecer una visión historiográfica completa (Ardila, 1980, p. 116).

Repárese en el hecho de que haya hecho falta llegar a la segunda mitad del siglo XX —a 1968, en concreto—, para estudiar como entidad inteligible la realidad de la psicología iberoamericana. Ardila, en su primer trabajo, hacía constar que ésta última habría adquirido verdadera consistencia después de la guerra mundial (Ardila, 1968, p.567). En todo caso, la fragmentación ha sido uno de sus rasgos característicos, y ha hecho falta dar pasos enérgicos en la dirección unificadora para que comenzara a variar el modo de abordar aquella. Convendrá, pues, fijar los rasgos con que Ardila ha procurado su comprensión.

4. LA PSICOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA

Ya he dicho que el estudio del tema lo inició con una presentación del mismo al mundo norteamericano. Fue su artículo ya mencionado en American Psychologist (luego reproducido en español en la Revista de Psicología General y Aplicada, en 1971) el primero que dibujó las líneas generales.

La primera nota a tener en cuenta es, a juicio de Ardila, la ausencia de una singularidad conceptual o temática que permita distinguir y contraponer la psicología latinoamericana a la desarrollada en otras latitudes. "Segura­mente no existe una psicología latinoamericana": por eso de lo que se trata es de ver la realidad que esta ciencia psicológica ha cobrado en Latinoamérica, lo que es ya una cosa distinta (Ardila, 1989, p.354).

Hay también otros caracteres que no pueden ser ignotados. Uno, evidente, es su procedencia de fuentes occidentales, en gran medida europeas (muy singularmente francesas) y también norteamericanas. Los elementos propios de una visión antropológica de raíces aborígenes puede ser una cuestión a desatrollar, y de muy alto interés; no obstante, es una cuestión ajena al desarrollo de una psicología científica, que es el tema que ahora nos ocupa.

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Dentro de ese grupo mencionado de raíces europeas hay algunas que evidencian su primera naturaleza filosófica. Son aquellas que se refieren al pasado colonial. España y Portugal han llevado, con la colonización, unos saberes científicos, técnicos y filosóficos de consideración. Pero para el asunto que nos ocupa, tampoco esto ha tenido particulares consecuencias (aunque convenga no olvidar algunos nombres clásicos: Luis Vives, Fr. Bernardino de Sahagún, el P. Joaquín Millas o José I. Bartolache [Ardila, 1982, pp.106-107]).

El surgimiento del interés por una psicología científica va ligado con la expansión por muchas naciones americanas de una concepción positivista, a fines del siglo XIX, que encontró resonancias entre los grupos de profesionales, médicos y educadores de aquellos países (Ardila, 1989, p.355). La psicología, pues, habría venido a satisfacer una necesidad generada por la filosofía positivista: la de tener una comprensión científica de lo real. Semejante anhelo no podía surgir sino a través de un proceso de distancia-miento de la 'cosmovisión' llevada por la colonización de los países ibéricos, una colonización de raíces religiosas cristianas. En muchos casos, esa previa tradición de ideas existente —un cierto 'idealismo'— ha obstaculizado en vario grado la incorporación del nuevo saber científico sobre el hombre (Ardila, 1982, p.105).

El positivismo latinoamericano generó algunas figuras singulares, que Ardila considera 'pioneros'. ¿Cuál es su nota dominante? A mi vet, está: que son figuras señeras, aisladas, que se esfuerzan por incorporar la psicología —una psicología tomada de fuera— a su entorno dominante. Los pioneros han sido, además, importadores —aunque en algún caso no hayan carecido de originalidad. Lo notable es, además, que han aparecido a distintas alturas del tiempo histórico; con ottas palabras, que el surgimiento de la psicología en los países latinoamericanos ha sido un proceso no sincronizado, sino sometido a las diversas exigencias de los grupos sociales que se han ido incorporando aquel saber.

En efecto, Ardila ha percibido con nitidez que los primeros pioneros han sido los argentinos: Horacio Pinero, José Ingenieros, Enrique Mouchet; seguidos luego por los mexicanos: Ezequiel Chávez, José Mesa, Enrique C. Aragón, y, más tarde, por emigrados como Waclaw Radecki y Emilio Mira en Brasil, o Walter Blumenfeld en Perú o Bela Szekely en Argentina; pero lo decisivo es que se trata de figuras "aisladas", esto es, carentes de un tejido social en torno suyo, donde su saber cobrara dimensiones propiamente colectivas e institucionales.

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En relación con esta condición suya 'señeta no cabe ignorar una cierta nota crítica referida a la amplia y tenue sociedad latinoamericana: "la ciencia no es un valor cultural entre nosotros" (Ardila, 1986, p.27). Este es otro rasgo común. "El latinoamericano es más propenso a sentir el universo que a comprenderlo " (Ibid., p. 28). De ahí que la incorporación de una psicología como ciencia haya sido un proceso de largo radio, donde ha jugado un papel relevante la significación técnica y social de la psicología. Y por ello, esta ciencia ha encontrado su vía de acceso a través de una facilitación nacida de los intereses técnicos de tres grupos distintos de profesionales: los de la medicina, la educación y la filosofía. Todos ellos han encontrado en el saber sobre la mente un campo de conocimiento que complementa el suyo propio; los trastornos mentales, la formación de la mente del estudiante o el conocimiento empírico de la mente del hombre, respectivamente.

No deja de tener interés el esquema de adquisición de la psicología que Ardila ha diseñado en alguna ocasión, y que tiene a su base un fuerte contraste empírico. En su opinión, ese proceso ha comenzado en muchos lugares por la creación de un laboratorio, surgido por imitación más o menos directa del modelo del de Wundt en Leipzig, y destinado a complementa! aquellas ties disciplinas mencionadas (filosofía, educación y medicina). Este laboiatotio ha sido usualmente obra de alguno de los pioneros ya mentados.

Tras el laboratorio, ha surgido un Instituto, destinado normalmente a investigación, y sobre todo a investigación aplicada e intervención. El instituto, en muchos casos, ha tratado de facilitar a la sociedad las ventajas que la intervención técnica del psicólogo (o psico-tecnia) puede propor­cionar en relación con una larga lista de intereses y necesidades sociales. Al cabo, se ha producido la creación de un programa deformación de psicólogos, esto es, un paso capital que ha hecho posible la aparición del profesional de la psicología (psicología como profesión), "esta ha sido la pauta: primero un laboratorio, basado en el de Leipzig; luego un Instituto de Psicología, y luego un Departamento de psicología con fines formativos" (Ardila, 1982, p.109).

Semejante proceso deja bien a las claras la orientación técnico-profesional que ha guiado ese desarrollo entre los distintos grupos en las naciones latinoamericanas. La meta profesional ha sido particularmente relevante y deter­minante: "Los psicólogos latinoamericanos son más profesionales que cientí­ficos. Cuando una persona decide estudiar psicología, lo hace con miras a una carrera como profesional liberal, independiente, a la manera de la medicina o el derecho. No como una forma de investigar los principios del comportamiento humano utilizando el método científico" (Atdila, 1984, p.45).

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Los programas han surgido ante afanes prácticos de estudiantes atraídos por la praxis del psicólogo. Y ello ha ocurrido después de que la psicología mostrara de forma general su enorme capacidad de resolución de problemas sociales, con ocasión de la II Guerra Mundial. De ahí que esos programas han comenzado a aparecer en 1947 (en Colombia, y por obra de una exiliada española) y luego se han ido multiplicando en las décadas siguientes (Atdila,1986, p.66).

En relación con esa índole predominantemente profesional señala dos rasgos más: "el enfarizar los aspectos prácticos y las aplicaciones a la realidad social del país" y su "estrecha relación con ottas disciplinas, principalmente educación y medicina" (Ardila, 1982, p. 110).

Al propio tiempo se han dado algunas circunstancias que han contribuido a estrechar las conexiones entre unos países y otros en relación a la psicología. Uno ha sido la amplia difusión de lo que Ardila llama el modelo latinoa­mericano de entrenamiento de psicólogos; el otro, la creación de vínculos institucionales de carácter supranacional. Estos son factores que han acor­tado distancias entre los distintos grupos de investigación y de trabajo, y han facilitado el intercambio de ideas y de personas, incrementando la densidad de interacciones sociales.

El modelo de formación aludido, aun sin haber sido asumido de forma explícita por los distintos colectivos dedicados a esa tarea, viene a subrayar algunos rasgos que parecen haberse impuesto en los programas de los estudios de psicología: la mucha atención prestada a la condición dual de la psicología —ciencia y profesión—, el interés por combinar la formación profesional con una actitud científica desde la cual abordar la intervención , y el mantenimiento de elementos formales que respeten los requerimientos conceptuales (requisito de una tesis de grado) (Ardila, 1978, pp.26-27)

Por lo que se refiere al desarrollo institucional, es preciso hacer referencia a dos logros de distinta naturaleza pero de consecuencias en cierto modo convergentes: uno ha sido la creación de una sociedad científica supranacio­nal, el orro la aparición de algunas publicaciones también internacionales.

Aquella es la "Sociedad Intetamericana de Psicología" (SIP), fundada en 1951 en México, y abierta a la participación de los psicólogos latinoamerica­nos, estaounidenses y canadienses —nuestro autor ha sido y sigue siendo un miembro suyo muy activo. Ha resultado ser un vínculo creciente de in­tegración del continente en cuanto a la psicología se refiere, y hay que notar que, crecientemente, se han ¡do incorporando a sus reuniones y con­gresos periódicos los colegas iberoamericanos de procedencia europea.

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Rubén Ardila y la Historia de la Psicología / Carpintero

Además, la SIP, ha contribuido a estrechar lazos mediante la revista que viene editando desde 1967, la Revista Interamericana de Psicología. A ella pronto se unió otra publicación de índole internacional, la Revista Latinoamericana de Psicología, fundada precisamente por Ardila dos años después (1969). En sus páginas autobiográficas (Ardila, 1994) se hallará una curiosa nota personal de lo que para su autor representó la creación de aquella publicación.

A la vista de todos estos datos, algunas conclusiones se imponen. La primera, que se ha ido realmente constituyendo, gracias a un tiempo a la reflexión y también a la intervención activa de algunos espíritus activos como el de Ardila, una realidad colectiva, con creciente peso y capacidad de influencia, a la que cabe llamar 'psicología latinoamericana. Aunque ésta no sea una 'escuela' teórica, es crecientemente una realidad social, que ha ido poniendo en comunicación a innumerables profesionales de la psicología operantes en los países de ese entorno sociocultural, ha configu­rado un grupo de líderes con influencia efectiva intelectual y social sobre el conjunto, y ha supetado las condiciones iniciales de aislamiento e insolidaridad, hasta hacer posible intervenciones colectivas de presencia y participación en organizaciones internacionales a nivel mundial.

La segunda conclusión es igualmente clara: en este terreno, la labot de Rubén Ardila ha sido extraordinariamente eficaz y positiva, y ha tenido como consecuencia generar un 'espacio' dentro del que ha ido dando sentido a su propia obra de investigador y profesional. Con otras palabras, su historia de la ciencia psicológica en el mundo iberoamericano ha permitido dibujar al menos las grandes lineas de una tradición desde la que viene operando a partir del último tercio del siglo XX. Su esfuerzo no ha sido baldío: ha hecho visibles, hacia dentro y hacia fuera de su comunidad cultural latinoamericana, el perfil de la psicología dentro de dicha cultura.

5. LA HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA Y SU CONSTRUCCIÓN PERSONAL

Ya indiqué que la Historia de la Psicología había venido a cumplir un papel esencial en el conjunto de la obra científica de Ardila, no tanto por contribuir a crear un espacio colectivo donde situarse —al que acabo de referirme en el apartado anterior— sino por permitirle posicionarse de modo personal y creativo en el conjunto intelectual que representa la psi­cología de nuestro tiempo. Pero hay además una segunda función, que podría definir como la creación del camino del autot hacia su propio pensamiento, hacia sí mismo.

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La obra de nuestro autor es amplísima y variada. Ha tocado numerosos temas e incluso especialidades, ha empleado distintas metodologías, apenas hay aspecto de la psicología que pueda decirse que le resulte ajeno. Y sin embargo, si vamos derechos al núcleo de su pensamiento, estimo que habrá que admitit que su concepción más personal es lo que él mismo ha llamado la "Síntesis Experimental del Comportamiento" (Ardila, 1988), una cons­trucción que cobra pleno sentido cuando se la contempla precisamente desde el ángulo de la historia.

Es un lugar común la falta de un paradigma admitido generalmente por los psicólogos de hoy dia. No hay unidad, sino diversidad (Staats, 1983; Yela, 1989; Mayor, 1989; Carpintero, 1996). Hay, no obstante, aspiración hacia esa unidad, en cuanto representa la aceptación general de un modelo común interpretativo ante lo que solemos caracterizar como fenómenos psíquicos. El saber de la ciencia siempre ha tenido voluntad de universalidad.

Es el caso que la psicología, desde su constitución como saber científico, no ha conocido tal unidad. Las siete psicologías de que trató Edna Heid­breder (1933), las escuelas múltiples recogidas en los libros de Murchison {Psychologies of 1925; Psychologies of 1930 ), y en general, la pluralidad de escuelas y sistemas ofrecidos por todas las historias de la disciplina, evidencian el hecho.

Ardila pertenece a la estirpe de los investigadores decididos a luchar contra la dispersión y la carencia de paradigma. Cuenta a su favor con una formación amplia en diversos campos teóricos y aplicados, entre los que se cuenta el aprendizaje, los estudios sobre experiencias tempranas y los orígenes de la conducta, la psicología social aplicada a los problemas sociopolíticos, las técnicas educativas, el análisis experimental del comporta­miento, entre otros. Además, ha adquirido una amplísima experiencia internacional en relación con el mundo de los psicólogos y de sus realizaciones en los más varios países. Se halla, pues, bien preparado para el inrento.

Su propuesta unificadora, ya lo he dicho, es esa "síntesis expetimental del comportamiento". No me ocuparé de su examen aquí, no es ese mi tema. Lo que en todo caso sí nos atañe es el que a tal síntesis le haya conducido, al menos en cierta dimensión, una reflexión de índole histórica.

Esa reflexión parte, a mi juicio, de una cierta situación fáctica: no hay unidad de paradigma, las escuelas clásicas —estructuralismo, funcionalismo, psicoanálisis, reflexología, conductismo, topología, psicología de la Gestalt, psicología existencial (Ardila, 1988, p.30)— representan opciones teóricas

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excluyentes en alto gtado, y además, hoy muchas de esas escuelas han dejado de tener plena vigencia. A esto se añade un último convencimiento: el de la inadecuación de cualquiet forma de eclecticismo; "la ciencia no es ecléctica, debe ser coherente y no ttatar de unit elementos conceptualmente contradictorios" (Ardila, 1988, p.32). Admite nuestro autot, sin embargo, que sigue viva y operante la disparidad de perspectivas intelectuales, y "aunque no existen escuelas, hay cuatro enfoques que son: el neo-conductismo, el neo-psicoanálisis, la psicología humanista y la psicología materialista-dialéctica" (Ardila, 1983, p.9; 1988, p.33). La historia, pues, vendría a mosttar, junto a la existencia de una creciente convergencia de los investigadores, la presencia de limitaciones muy fuertes a esa tendencia unificante.

Nuestro autor hace una propuesta concreta para avanzar en esa misma dirección. Esta supone, en principio, asumir el análisis experimental del comportamiento —de claro origen skinneriano—, "como base a la síntesis" (Ardila, 1983, p.9); implica igualmente admitir que el nivel de explicación de los procesos se habrá de buscar en el nivel de los comportamientos, que se empleará el método experimental propio de la ciencia natural, y, en fin, que se concederá amplio espacio al aprendizaje, a la modificación de con­ducta y a las tecnologías derivadas de esos principios (ídem). Pero, al mismo tiempo, aspita a integrar en esa construcción conceptual los procesos cognitivos y emocionales, los comportamientos sociales, y, más ampliamente aún, todo lo que constituye la esfera propia de las psicologías humanistas —la propositividad, la libertad moral, los valores—, lo que conduce directamente a un esfuerzo por lograr un abordaje eficaz de los problemas sociales de nuestra época: lo que llama un 'humanismo comportamental' (Ardila, 1988, p.125). En la construcción de tal sistema, su autor considera necesario incorporar resultados obtenidos con metodologías plurales, que van desde la experimental a la correlacional, y de las cuantitativas a las cualitativas.

Evidentemente, la formulación de esta "síntesis" deja bien clara su raíz histórica. La historia, en este caso el conocimiento del pasado reciente, cumple en la obra de Ardila una función estrictamente metódica: hacer posible el avance en dirección a una integración final, tras haber mostrado los hallazgos positivos y los logros parciales de cada sistema, así como las limitaciones puestas de relieve por las demás alternativas conceptuales. Aristóteles, en un lugar de su Tratado sobre el alma, se refiere a un movimiento —el pensar— cuyo sentido es, precisamente no pasar 'hacia otra cosa' sino progresar hacia uno mismo {DeAn. 417 b 6-7); pues bien, en nuestro caso, la historia de la psicología viene a ser justamente el instrumento que permite

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Psicología: de la Biología a la Cultura.

a Ardila 'progresar hacia sí mismo'. Con otras palabras, la apropiación del devenir del pensamiento psicológico y de su interna dialéctica, junto con el reconocimiento de las porciones de verdad que residen en las diferentes escuelas y doctrinas y la demanda perentoria de integración final, le han llevado todo ello a formular la propuesta integradora que es, a no dudar, expresión de sus más hondas convicciones y exigencias. Y en este sentido, la historia de la psicología tiene un valor insrrumental, funcional, respecto de su construcción conceptual.

6. UNA PALABRA FINAL

He tratado de mostrar que la historia de la psicología parece cumplir un papel metodológico importante en el conjunto de esta vasta y compleja obra. En efecto, por un lado, ha permitido dibujar con nitidez un espacio ideal en que hacer radicar una tradición naciente, desde la que seguir investigando. Es la propia de un intelectual que aspira a definirse como "psicólogo latinoamericano", y que pretende hacer frente a los problemas intelectuales y sociales desde aquella misma condición.

Además, y en segundo lugar, aquella historia le ha planteado la exigencia de construcción de un paradigma, al que tal vez cupiera llamar, de modo paralelo a como hizo Descartes con su moral —"moral provisional", un 'paradigma provisional' a levantar sobre las ruinas del inmediato pasado.

Una consideración 'arquitectónica' de la síntesis ofrecida por nuestro autor como vía resolutiva del pluralismo de opiniones que todavía hoy domina la psicología no puede dejar de advertir la estrecha interrelación que enlaza ambas dimensiones, la de construir una tradición y la de establecer un paradigma. No es sólo la semejanza formal de dos construcciones conceptuales que habrían de ser levantadas, sino, de modo más tadical, el hecho de que el sistema, lo que he llamado el 'paradigma provisional', ha sido pensado de modo que resulte ser esencialmente 'latinoamericano'. ¿Por qué?

Recuérdese el comienzo de nuestras reflexiones. Ardila ha dibujado, como verdadero pionero, las lineas básicas de una forma de hacer psicología que habría tenido expresión variada, pero convergente, en los distintos grupos sociales que forman el entramado vivo, activo, plural, enriquecedor del mundo latinoamericano. Ha hecho notar que en Latinoamérica, la ciencia ocupa un escalón segundo frente al valor cimero que allí ocupan el arre y el sentimiento. Pero por eso mismo, la construcción de una tradición latinoamericana habrá de significar el proceso de una más o menos lograda

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integración, de un más o menos hábil injerto, que introduzca en la realidad antropológica latinoamericana —dominada por lo humano cualitativo y existencial (Ardila, 1986, p.28)— ese otro modo de conocimiento acerca del ser humano que es el propio de la ciencia sobre el comportamiento. "Amética Latina ha introyectado la cosmovisión litetaria y artística, dejando a un lado casi por completo la cosmovisión científica" (Ibid. p.28); pues bien, se trata precisamente de incorporar a aquella ese saber básico y a la vez práctico que es hoy la psicología.

Esta integtación enriquece la cultura latinoamericana con el conjunto de actitudes espirituales que configuran el mundo del espíritu científico; peto ttansforman y ensanchan éste último al imponer el otro extremo a intcgraise, lo que podemos llamar el 'humanismo' latinoamericano, una preocupación por la relevancia social de los problemas y temas que hayan de ser planteados. "Muchos psicólogos de nuestra América creen, como Marx, que nos hemos dedicado demasiado tiempo a estudiar el mundo y que llegó el momento de cambiarlo. Una de las alternativas reside en convertirse en activista político. Otra consiste en trabajar sobre cuestiones socialmente relevantes..." (Ardila, 1986, p. 184); y cuando se opta por esta segunda opción, entonces se advierte que esas cuestiones "de hecho contienen numerosos parámetros de naturaleza psicológica". Y nuestro autor concluye: "De ahí la importante contribución que los psicólogos pueden hacer a su comprensión y solución" (Id., p.185).

La integración "ciencia-relevancia social" corre así paralela a aquella otra pareja de conceptos que reúne "componzmiento-humanismo comporta-mental y que hemos hallado como ingrediente básico de su "síntesis experimental". Aquí advettimos que al haber asumido las exigencias propias de su circuntancia historico-social, la América Latina de la segunda mitad del siglo XX, nuestro autor ha tratado de dar una cumplida respuesta intelectual al reto, aceptando aquel conjunto de requerimientos que mejor resuelven la tensión del primer par de exigencias. Me parece que esos requerimientos Ardila los expresa con máxima claridad cuando enuncia lo que entiende que será la psicología del nuevo milenio: " 1. Mayor énfasis en la ciencia...; 2. Mayor énfasis en la relevancia social...;3. Utilización de modelos matemáticos...; 4. Trabajos sobre problemas complejos...; 5. Mayor profesionalización...; 6. integración de la psicología y desaparición de las 'escuelas'" (Ardila, 1997, pp.499-500). La integración de esos elementos define, con toda precisión, las aspiraciones más básicas a que él mismo ha tratado de responder con su obra entera.

Precisamente por ello, se aparece esta obra como esencialmente arraigada en su lugar y su tiempo, en su aquí y su ahora. El haber asumido en ella, a

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la vez, las exigencias y retos del mundo latinoamericano, junto con las posibilidades, recursos y limitaciones de la ciencia psicológica de hoy, es lo que le da pleno sentido y valor singular a la misma. Se podrá, como ante toda obra científica, cuestionar sus resultados, discrepar de tales o cuales análisis, demandar una prolongación de sus líneas de trabajo. Pero en todo caso, se habrá de admitir que, como construcción intelectual, su autor ha asumido en ella las demandas de su mundo y ha sabido, de ese modo, estar a la altura de su tiempo. Que es la primera condición a cumplir por cualquier teoría que aspire a cumplir su fin más propio: hacer posible al hombre dar razón de las cosas y vivir en la verdad.

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