3er Concurso Literario

A.P.A. Sagrado Corazón Rosales 2013

Con la colaboración de

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Índice

Presentación 4

Categoría: A (1º a 3º de Primaria) 6

Categoría: B (4º a 6º de Primaria) 11

Categoría: C (ESO) 14

Categoría: D (ESO) 17

Categoría: E (Familiar) 21

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Presentación

Un año más, aprovechamos el Día de Libro para invitar

a los alumnos del colegio y a sus familias a participar en el

III Concurso de Relato Breve APA Sagrado Corazón. Como

parte de la Comunidad Educativa tenemos especial interés en

promover iniciativas que ayuden a mejorar el uso del lenguaje

y fomentar los valores creativos y literarios entre los alumnos.

Hemos contado con la colaboración de los profesores del

Departamento de Lengua y Literatura del colegio que tenían el

reto de animar a los alumnos a escribir empleando su imagi-

nación y creatividad y poniendo su empeño e ilusión. Contamos

también con Pilar Pérez y José Andrés Villota, con amplia

experiencia profesional en literatura infantil y propietarios de

El Dragón Lector que fueron los encargados de seleccionar una

obra finalista de cada categoría.

Los alumnos podían escribir un cuento de forma individual

participando en las categorías A (1º a 3º Ed. Primaria), B (4º

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Presentación

a 6º Ed. Primaria), C (ESO) y D (Bachillerato) o escribir un cuento en familia y

participar en la categoría E (Familiar).

Recibimos un total de 58 obras de gran calidad en cuanto a creatividad y

estilo.

En estas páginas os presentamos las obras que el jurado de El Dragón Lector

ha considerado de mayor calidad siendo, por tanto, las finalistas del III Concurso

Literario APA Sagrado Corazón.

Enhorabuena a todos los participantes de esta tercera edición. Esperamos

contar con vosotros muchos años más.

APA Sagrado Corazón

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Cuento

El tEsoro dE sabEr

Mi colegio está en un pueblo de Castilla y desde las ventanas de las clases de arriba se divisa un castillo abandonado del que se cuentan unas historias increíbles en el pueblo y al que nuestros padres nos tienen prohi-bido acercarnos. dicen que el último en ocuparlo fue un viejo pianista que se volvió loco y cuentan que algunas noches de luna llena, se escucha una melodía siniestra que se repite constantemente hasta el amanecer.

Un día mis amigos y yo, a la salida del colegio, desobedecimos a nuestros padres y fuimos al castillo abandonado. Cuando llegamos a la entrada, nos asomamos por una ventana rota y vimos que dentro todo estaba oscuro y muy destartalado. Entramos con un poco de miedo y vimos tres puertas, una en el centro de la sala, otra a la izquierda y otra a la derecha. Pensamos por qué puerta entrar o si salíamos corriendo de allí. decidimos quedarnos y entrar por la puerta de nuestra izquierda que parecía la más iluminada y descubrimos que la habitación tenía un sillón roto, algunos cuadros en las paredes y un piano viejo en la pared del fondo. Cruzamos la sala con-templando los cuadros que, curiosamente, todos representaban escenas de puestas de sol, hasta llegar al piano. Ninguno se atrevía a tocarlo, pero nos llamó la atención una partitura vieja y descolorida colocada en el atril, cuyo título era “El tesoro del Pirata”. aunque solo llevaba dos años de piano con mi profesora Inés, me pareció una partitura bastante sencilla, con muchos silencios que separaban frases cortas. toqué con un poco de miedo la primera frase. lo que sonó casi nos mata del susto, no fueron notas

Categoría: a (1º a 3º de Ed. Primaria)

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Cuento

musicales sino unas sílabas sin sentido que sonaban a esas palabras que a veces, jugando, pronunciábamos al revés, ord-auc-led-sart-de. No sé cómo no salimos corriendo sin parar hasta la plaza del pueblo, pero lo cierto, es que nos quedamos allí paralizados. Cuando nos repusimos del susto repetí la frase del piano, sabiendo ya que no iban a sonar notas sino esas sílabas que al final, después de oírlas varias veces, decidí tocarlas de atrás hacia el principio y ...ahí estaba la frase clarita, “detrás del cuadro”. Como había varios cuadros nos lanzamos cada uno a mirar detrás de un cuadro, pero no había nada. después de la primera desilusión, mi amigo oscar dijo: “Mi cua-dro tiene por detrás otra pintura, un dibujo de una puerta”. descartando la puerta por la que habíamos entrado, solo había otra puerta en la habitación y parecía de un armario. abrimos la puerta y efectivamente, era un armario vacío, con algunas perchas sin nada colgado y unos cajones a la derecha.

Me volví al piano, dispuesto a escuchar la segunda frase de tan extraña obra. toqué a derechas al principio y volví a tocar inmediatamente de atrás a delan-te. Esta vez la frase resultó más extraña aún: “tira de la manta”. ¿Qué manta, dónde y para qué?. Miramos alrededor y allí no había mantas ni camas ni nada parecido. recordamos los cajones del armario, que no habíamos abierto, y fuimos directamente hacia ellos. En el cajón de más abajo estaba la manta. Intentamos sacarla pero estaba como pegada al fondo. david recordó, “tira de la manta”. tiró con fuerza de la manta hacia arriba, pero no consiguió nada. Nos pusimos de acuerdo y tiramos todos a la vez, con fuerza. la manta salió despedida con tal fuerza que nos caímos de culo. la manta había arrancado la base del cajón dejando al descubierto un agujero que parecía un pozo oscuro.

Cuento

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recurrí de nuevo al piano, esta vez ya directamente tocando las notas al revés y escuché una frase, “bajo el óxido, está el metal”.

Miramos y remiramos el armario, la manta y el agujero y lo único que se veía por el agujero del cajón era una especie de pozo o charco de agua de un tono verde claro que no dejaba ver mucho más de lo que había en el fondo. buscamos un palo largo o algo con lo que llegar al fondo y poder mover o tocar lo que hubiera allí, si había algo. Al final, decidimos unir nuestros cinturones y en un extremo pusimos una percha de las que había en el armario. Con esa herramienta improvisada, comenzamos a tocar el fondo sin saber muy bien qué buscábamos, pero allí había algo, la percha se tropezaba con algo en el fondo. solo faltaba tener suerte y que el gancho de la percha fuera capaz de asomar a la superficie lo que hubiera en el fondo. después de mucho rato y de ir cambiándonos entre nosotros, noté que la percha pesaba más de la cuenta. Pedí ayuda a mis amigos y entre todos y poco a poco fuimos levantando lo que se había enganchado en la percha. Parecía una caja pesada con agarraderas en los lados y precisamente de una de ellas se había enganchado la percha. la subimos hasta arriba y pasó muy justa por el agujero del cajón. su aspecto era de un pequeño cofre oxidado y cubierto de moho verdoso y un poco asqueroso, pero nuestra intriga era tal que buscamos la manera de abrirlo y ver qué contenía. Con par de golpes saltaron las cerraduras y la tapa se abrió de golpe. dentro había, increíblemente seca y limpia una llave grande, como las de las puertas de los corralones del pueblo. ¿Para qué serviría esa llave, qué abriría?. Me fui directo al piano dispuesto a tocar la siguiente frase, pero después de tocarla

Dentro había,

increíblemente

seca y limpia

una llave gran-

de, como las de

las puertas de

los corralones

del pueblo.

¿Para qué ser-

viría esa llave,

qué abriría?

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Cuento

varias veces de derecha y de revés, solo sonaban frases sin sentido que no logramos descifrar. Un poco decepcionado por el resultado, me quedé mirando fijamente la partitura del Pirata, con la mirada perdida y pensando que después de lo que habíamos descubierto no nos podíamos quedar así. de repente lo vi. al principio de la frase había una indicación casi borrada, una octava baja, había que tocar la frase una octava más abajo. toqué con prisa la frase, directamente de atrás a delante y en la octava de abajo y sonó la frase clara y enigmática a la vez: “el tesoro de saber”.

Nos quedamos boquiabiertos, mirándonos unos a otros sin saber qué hacer. Con la llave en la mano empezamos a buscar posibles puertas, arma-rios, cajones, o algo que abrir. Nada. de nuevo repasé la frase del piano y caí en la cuenta, una octava baja, un piso bajo, el piso de abajo del castillo, el sótano. bajamos deprisa las escaleras que conducían al sótano, un poco más oscuro aún que el resto de las habitaciones y encontramos una puerta al final de la escalera. Álvaro, que llevaba la llave en ese momento, la metió rápidamente en la puerta y probó si podía abrir. después de varios intentos la puerta cedió, la empujamos y rechinó como la puerta del castillo de drá-cula, pero lo que vimos dentro nos dejó sin palabras. Una inmensa galería llena de luz, con cientos de estanterías de madera oscura repletas de miles y miles de libros. libros antiguos, modernos, en inglés, en francés, en chino, árabe....

Parecía que todos los libros publicados en el mundo estuvieran recogidos allí. Pasamos varias horas hojeando libros de un lado para otro, hasta que

Cuento

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caímos en la cuenta de que debía ser casi de noche y nuestros padres esta-rían preocupados.

Cerramos con la llave que guardamos dentro del cofre, que a su vez me-timos en el armario y lo tapamos con la manta y regresamos al pueblo. Por el camino hicimos un juramento de guardar nuestro secreto y volver cada tarde un rato a hojear y leer alguno de los libros. teníamos tarea para unos cuantos años.

No sabemos si fue el pianista o algún inquilino anterior del castillo, el en-cargado de reunir todos esos libros, pero ahora entendemos el verdadero valor del tesoro del Pirata, un valor eterno, “El tesoro de saber”.

Pablo de la Cruz Rodríguez,3º Ed. Primaria

Cuento

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MI faMIlIa torEra

Hace muchos años, cuando yo aún no había nacido, mi familia estaba pa-sando unas vacaciones en Hoyo de Manzanares, un pueblo de la sierra famo-so por sus encierros taurinos. En ese año, los toros pasaban por delante de la puerta de nuestra urbanización, que estaba tapada con unas vigas de madera, como toda la calle por la que corrían los toros de camino a la plaza.

Mi abuela se estaba paseando por el jardín, cuando un toro tuvo la idea de levantar con sus cuernos una de las vigas y colarse dentro de la urbanización, y encima la viga volvió a caer en su sitio, con lo que el toro quedó atrapado dentro. El caos fue total, la gente corría hacia todos los lados buscando un lu-gar donde refugiarse, se subían a los coches, a los árboles, a cualquier muro…¡hasta a las farolas!

algunos corrieron a encerrarse a sus casas y cerraron el portal al pasar, sin acordarse de los que venían detrás (¡qué solidarios!), pero la verdad es que en una de las casas en las que no cerraron la puerta para que pudiese refugiarse la gente, el toro subió las escaleras, con sus cuatro patas, y tuvieron que tirarle del rabo desde abajo para que no llegase hasta arriba. también hubo uno que se subió a un poste de cables de alta tensión, pensando que sería una buena idea, pero la cara le cambió cuando al seguir subiendo gente que huía del toro muerta de miedo, se encontró al lado de los cables, y grita-ba.- ¡qué no suba nadie más! Casi se muere y no de una cornada. El toro, no

Categoría: b (4º a 6º de Primaria)

El caos fue total,

la gente corría

hacia todos los

lados buscando

un lugar donde

refugiarse, se

subían a los

coches, a los

árboles, a

cualquier

muro… ¡hasta

a las farolas!

Cuento

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se sabe porqué, decidió ir a por mi abuela, la cual corría y corría desespera-damente. Cuando, de repente, la adelantó una señora que era muy vaga y que siempre se estaba quejando de dolores y diciendo que casi no podía andar. a partir de ese día nunca más pudo volver a decir ni un ay! sin que los demás le recordasen esta carrera, creo que muchas veces habría preferido que le hubiese pillado el toro.

Mi abuela corría calle tras calle sin mirar atrás, y desde una ventana oyó decir a un amigo muy bromista.- ¡Qué te pilla! ¡Corre, corre! ¡Qué te pilla! (para qué tener enemigos teniendo amigos bromistas) pero el toro hacía un rato que ya no la seguía y estaba dando vueltas por otro lado. Cuando mi abuela ya iba por la montaña pensando que el toro la iba a pillar, en la urbani-zación entró un mozo del pueblo, cogió una chaqueta roja y toreando al toro consiguió sacarlo fuera. luego tuvieron que ir en helicóptero hasta lo más alto de la montaña para avisar por megafonía a mi abuela, que seguía corrien-do, de que ya habían sacado al toro de la urbanización y que podía volver. Y lo hizo, y se encontró el jardín de la urbanización lleno de policías que bajaban a la gente de los tejados, coches, etc. Había una anciana que se había subido a un barrote y la policía no sabía cómo bajarla, entonces le preguntaban.- ¿Pero cómo ha subido?, pero ella no lo sabía y decía.-¡Y yo qué sé!

El último día de las fiestas, a ese mozo le dieron una medalla al valor en mitad de la plaza, y por injusticias de la vida, a mi abuela no le dieron ninguna medalla por su carrera.

Cuento

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a partir de ese día todos los del pueblo aprendieron que los toros saben subir escaleras, que es peligroso subir a un poste de cables eléctricos, que si te estás quejando siempre luego tendrás que disimular, y que una anciana asustada puede correr más que un toro, porque al final no se sabe quién tuvo más miedo.

Alejandro de las Alas-Pumariño González-Elipe,5º Ed. Primaria

Cuento

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El HosPItal dE lIbros

Jaime era un niño de once años muy inteligente cuya pasión era leer libros, era capaz de leer siete libros por semana. Era un niño tímido, risueño, alegre, con la mirada perdida en su mundo; un mundo quizá lejano a la rea-lidad.

tenía grandes dudas sobre lo que quería ser de mayor, sobre sus gustos, preferencias…incluso sobre su carácter. Por eso, leer libros era su pasión. Jaime tenía una capacidad muy grande de concentración, una vez que el libro lo atrapaba en su interior ya no lo soltaba, dejándolo volar más allá de su imaginación.

Era un 23 de abril, como todos los años en su colegio se celebraba el “día del libro”. Un día especial dedicado a la lectura; lo cual fascinaba a Jaime. Él y su clase leyeron cuentos a los pequeñitos, incluso escribieron ellos mismos redacciones para leer y competían para ver cuál gustaba más a las clases de primaria.

Había sido un día fantástico, Jaime lo había pasado genial y los libros que había leído le habían encantado pero aún no había encontrado su preferido por encima de todos.

Categoría: C (Eso)

Cuento

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salió del colegio y cogió el atajo que le acercaba más a su casa como siempre. Mientras saltaba y corría por el sendero, le sorprendió la figura de un niño más pequeño que él que lloraba desconsoladamente. se acercó, sus ojos inundados en lágrimas lo entristecieron; Jaime bajó la mirada preten-diendo ocultarla, la cual continuaba entristecida. observó un libro tirado en el suelo, el cual tenía las hojas sueltas.

Comprendió que el motivo por el que el niño lloraba era porque su libro se había roto.

le prometió arreglárselo si se secaba las lágrimas, le sacaba una sonrisa y le decía su nombre.

Consiguió calmarle; Jaime se llevó el libro a su casa, se sentó en su escri-torio y le echó un vistazo. se llamaba “la historia de Ellie”.

Pensó en cómo arreglarlo, las páginas tenían su número y sería fácil.Pero, a medida que pasaba las páginas, la curiosidad de Jaime despertó y se

propuso acabarlo cuanto antes para leerlo y devolverlo al niño.

se encontró inmerso en un mundo de alegría, emociones, fantasías, sue-ños…Un mundo maravilloso tal y como él había soñado.

acabó de leer el libro y millones de ideas, respuestas a sus preguntas y formas de su carácter le vinieron a la cabeza.

Se encontró

inmerso en

un mundo

de alegría,

emociones,

fantasías,

sueños…

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Cuento

decidió convertir su casa en un “Hospital de libros” en el que arreglaría los libros rotos de los niños, a cambio de que éstos sacasen una sonrisa, se secasen las lágrimas y para poder por fin encontrar un libro que le emocio-nase tanto que le ayudase a descubrir quién era.

Marta González García,3º ESO

Cuento

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Categoría: d (Eso)

solo Era rUIdo

Miraba sospechosamente a su alrededor, observaba cada gesto, cada expresión de los presentes en la mesa. Intentaba entender qué era lo que estaban planeando, cuál era su cruel intención, por qué eran de ese modo. les miraba como si se tratase de un grupo de asesinos listos para cometer su próximo crimen, y solo ella sabía lo que iban a hacer, y quería descubrir el porqué. su pupila se movía cada vez más rápida, de derecha a izquierda, iba de lucía, la anciana que se encontraba en la cabecera de la mesa, a burri, el perro que estaba tumbado en la puerta de la cocina. No lograba enten-der qué podía llevar a todas esas personas a ser tan egoístas, tan huecas y tan ciegas. Ni siquiera se habían percatado de que ella llevaba toda la cena observándoles de forma psicótica. Cada carcajada frívola de sus hermanas, cada bostezo vacío y aburrido del abuelo Ernesto, incluso las estúpidas con-versaciones que tenían el bohemio de la familia con su primo el “artista”, conversaciones que intentaban parecer interesantes o surrealistas, no lo sé, pero Nefeli encontraba muy obvio que la intención de esas charlas entre los dos eran meras ganas de aparentar.

observaba el reloj que se encontraba sobre la antigua estantería veneciana con cristales de Murano. El tic tac parecía sucederse de una forma muy lenta.

Ellos no eran más que una familia como otra cualquiera, pero Nefeli es-taba convencida de que todos eran criminales, todos debían ser castigados

¿Por qué todos

sentían la

necesidad de

criticarla, decirle

todo lo que

hacía mal,

de humillarla,

de corregirla?

¿A caso era

necesario todo

eso para

ayudarla a

crecer?

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Cuento

por lo que habían hecho. No podía soportar la forma en la que la gente era capaz de pasar la mirada por su rostro y ni siquiera pararse.

sentía que todos eran sus enemigos, que ella era una pequeña niña inde-fensa que intentaba pedir amor, intentaba chillar que la quisiesen pero, o todos eran sordos, o todos eran cínicos sin sentimientos. ¿Por qué nadie era capaz de mirarla seguidamente sin poner una cara de asco? ¿Por qué todos sentían la necesidad de criticarla, decirle todo lo que hacía mal, de humillarla, de corregirla? ¿a caso era necesario todo eso para ayudarla a crecer? ¿o es que lo hacían para hacerle daño?.

se intentó observar a través del espejo que se encontraba enfrente de ella. Intentaba encontrar algo que fuese tan horrible para que todos la tratasen de ese modo, algo que realmente fuese insoportable de observar, e inevitable de criticar, pero no consiguió encontrar nada, tampoco es que le gustase cómo era, pero no se encontró tan desagradable.

Cuando se dio cuenta de que sus primos pequeños estaban riéndose de ella cuchicheándose cosas al oído, sintió tanto desarme, se sintió tan inde-fensa, tan odiada, tan rota por dentro, que no pudo evitar levantarse antes de que las lágrimas le inundasen las mejillas.

Era alucinante cómo las risitas de dos seres tan pequeños como lo eran sus primos, (que tenían tan solo cinco años), podían destruirla tanto.

Cuento

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decidió dirigirse hacia la cocina, se asomó a la ventana, e intentó distraer-se observando la vida de los demás. Podía estar un buen rato ahí, igualmen-te nadie iba a darse cuenta de su ausencia.

Pudo percatarse de un vagabundo que, totalmente sucio y mal vestido, se paseaba entre las mesas de un bar repleto de personas de la alta sociedad, personas que esa noche iban a gastarse al menos unos doscientos euros en comida y bebida. de repente apareció el camarero bastante enfadado y empezó a chillarle, reprochándole que hubiese tenido el valor de venir a mendigar entre sus ricos clientes. El vagabundo se sentía avergonzado aun-que en el fondo se veía que no lograba entender cómo podía haber gente tan insensible.

Nefeli sabía cómo se sentía él, pequeño, indefenso, rodeado de una socie-dad cruel y egoísta.

Cuando el camarero consiguió echar al vagabundo, la gente prosiguió con sus vacías y frívolas vidas, nadie se había movido mínimamente, todos habían seguido con sus conversaciones, sin importarles mínimamente si ese hombre llevaba una semana sin comer, no sólo no les importó, sino que ni siquiera se dieron cuenta de que había pasado, o quisieron fingirlo.

a Nefeli le parecía increíble que todos ellos pudiesen seguir con sus vidas, que una escena de ese tipo ni siquiera les tocase ni lo más mínimo. Estaba

Cuento

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segura de que ninguno de ellos le había dedicado ni un minuto a pensar en la triste vida de ese hombre.

Nefeli odiaba a la gente, odiaba ser odiada, odiaba no ser nadie, odiaba llorar por ellos, lloraba por su soledad, y por la del hombre, y sentía la transparencia en sus huesos, al igual que sabía que él también la sentía, no eran nada para el mundo que les rodeaba, absolutamente nada, solo ruido, ni siquiera ruido, quizás susurros, o simple aire en movimiento.

Flavia Büngers Musicco,1º Bachillerato

Cuento

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¡PAPÁ, un cuEnto!

Esa noche (como muchas otras noches), la niña le pidió un cuento a su papá:

-Papá, ¿me lees un cuento?Y el papá se lo leyó.Cuando terminó, la niña le pidió otro.-Papá, quiero otro cuento.

Y el papá comenzó a leerle otro….con voz de robot:-É-ra-se-u-na-vez…-¡así no!- dijo la niña.

El papá empezó de nuevo…con voz de pito:-Írasi uni viz…-¡No, como siempre!- protestó la niña.

Y el papá volvió a empezar…con voz veloz:-Éraseunavezqueseera…-¡¡¡Que nooooooo!!!- gritó la niña, ya algo enfadada.Por fin, el papá leyó el cuento bien. Pero la niña quería más:-Papá, otro más.

El papá, que estaba algo cansado de leer, dijo:-¿Y si me cuentas uno tú?-Vaaaaaaale- respondió la niña.la niña juntó las manos, las abrió como si fueran un libro, y comenzó:

Categoría: E (familiar)

Cuento

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-“Había una vez un coche que andaba. Y fin”.-Pero….pero….¿qué clase de cuento es ese?- dijo el papá. -¡Y qué corto!.

Y la niña empezó de nuevo:-“Había una vez un niño que no encontraba el camino. Y fin”.-¡Es igual de corto!- protestó el papá. –Y además no acaba bien.

la niña volvió a empezar:-“Había una vez una luz que lucía. Y fin”.-¡también es corto! ¡Quiero uno más largo y de princesas!- gritó el papá,

poco conforme.

Por fin, la niña contó un cuento largo (y de princesas):-“Había una vez un bebé que era una princesa. Hicieron una fiesta, y la

bruja maldijo a la princesa. El rey y la reina se preocuparon, pero las hadas la cuidaron. Cuando creció, la princesa se pinchó y se desmayó. El príncipe le dio un beso, y se despertó y se casaron. Y vivieron felices. Y fin”- terminó la niña. -¿te ha gustado, papá?.

Pero el papá ya se había dormido.

…..Y fIN

Nieves Gómez Moreno (1º Ed. Infantil)y Bernardo Gómez Álvarez

Había una vez

un bebé

que era una

princesa.

Hicieron una

fiesta, y la bruja

maldijo a la

princesa. El rey

y la reina se

preocuparon,

pero las hadas

la cuidaron.