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30 MAYO 2015 Entrevista HIBER CONTERIS Hiber Conteris es un prolífico novelista y dramaturgo, recordado por ser el autor de una obra emblemática de la década del sesenta, “Malcom X” o, más cerca en el tiempo, “Onetti en el Espejo”, por mencionar alguna de sus obras. Pero también su agitada y rica peripe- cia de vida lo llevó a estudiar sociología y semiología en Europa con Maurice Duverger y Roland Barthes, a estar ocho años encarcelado por la dictadura cívico-militar (desde donde comenzó a escribir novelas policiales), para luego emigrar a los Estados Unidos. Allí ejerció la docencia durante veinte años: dictó cátedra de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Madison, Wisconsin; más tarde lo hizo en Alfred University de Nueva York, y finalmente en la Universidad de Arizona. Entre el teatro y la novela negra Gerardo Mantero - Luis Vidal Giorgi

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30 MAYO 2015

EntrevistaHIBER CONTERIS

Hiber Conteris es un prolífico novelista y dramaturgo, recordado por ser el autor de una obra emblemática de la década del sesenta, “Malcom X” o, más cerca en el tiempo, “Onetti en el Espejo”, por mencionar alguna de sus obras. Pero también su agitada y rica peripe-cia de vida lo llevó a estudiar sociología y semiología en Europa con Maurice Duverger y Roland Barthes, a estar ocho años encarcelado por la dictadura cívico-militar (desde donde comenzó a escribir novelas policiales), para luego emigrar a los Estados Unidos. Allí ejerció la docencia durante veinte años: dictó cátedra de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Madison, Wisconsin; más tarde lo hizo en Alfred University de Nueva York, y finalmente en la Universidad de Arizona.

Entre el teatro y la novela negra

Gerardo Mantero - Luis Vidal Giorgi

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-En una entrevista - homenaje que se le hizo a Gloria Demasi ella recordaba que su primer acercamiento al teatro fue un curso de Literatura contigo, allá por el año 70.-No, fue un curso de teatro en rea-lidad, porque empezamos leyendo la obra “Yerma”, de Federico García Lorca, y después la íbamos a repre-sentar, pero poco antes yo me tuve que ir a Francia por un beca y enton-ces dejé las cosas en manos de Jorge Bustos, no sé si ustedes lo conocie-ron.

-¿El novelista?-El novelista sí, pero hacía teatro en El Galpón, dirigió obras de acá. Él finalmente se quedó con ese cur-so, pero creo que el proyecto nunca maduró. Antes de irme, puse en con-tacto a Gloria con Federico Wolf que dirigía Teatro Circular y él la llamó para integrar el coro de “El asesinato de Marat Sade”. Cuando volví, lue-go de dos años, ella ya estaba en el Teatro Circular, todavía no había in-gresado en la comedia, había pasado del Universal al Circular. Gran actriz llegó a ser.

-Desde esa época temprana (estamos hablando de los años 60) mantuviste una relación con la literatura y el teatro.-En realidad empezó antes y sigue hasta el día de hoy. Es decir, mi producción oscila entre lo teatral, la dramaturgia y la narrativa, y como verán ahora incluso está por salir un ensayo sobre la narrativa de Mario Benedetti en la editorial Fin de Siglo. Mi vinculación viene con mi forma-ción, justamente con mi entrada a la Escuela Municipal de Arte Dramáti-co. La comisión de Teatros Munici-pales que existía en ese entonces or-ganizaba un concurso todos los años y en una oportunidad premió una de mis obras. Fue mi primera obra representada en La Máscara, con dirección de Nelly Weissel. En ella apareció quien después sería uno de los grandes actores Uruguayos, Armando Halty; fue su primer papel protagónico. -¿La obra se titulaba “El Soca-vón”?-No, se llamaba “Enterrar a los Muertos”; “El Socavón” la dio la Co-media Nacional, en un espectáculo de dos obras en un acto: “El Soca-

vón” y “El Desvío”.

-Por esos tiempos una obra tuya que causó gran impacto fue “El Asesinato de Malcom X” justamente en El Galpón. Era una obra política pero contemporánea…-Altamente politizada y muy con-temporánea, porque la gente la aso-ció con lo que estaba pasando en Uruguay. El discurso, por ejemplo, de Malcom X llevaba a una revolu-ción que él llamaba violenta, pero lo que se traducía tras eso era revolu-ción por las armas porque era la épo-ca del Movimiento Tupamaro. La gente asociaba una cosa con la otra.

-¿Cómo se fue gestando la obra? -Escribí la obra cuando estaba en Francia en uso de una beca que te-nía que ver con el teatro y con los es-tudios académicos en general, pero también con el teatro. Me habían dado un pase para ir a las represen-taciones teatrales con descuento y cosas así, y así conocí a un director marroquí que estaba en París es-tudiando teatro y que quería hacer algo. Él estaba muy interesado en América Latina porque era un mo-mento muy revolucionario el de los años 60. Me propuso hacer algo juntos y yo acababa de leer la auto-biografía de Malcom X, me interesó enormemente eso y se lo propuse, y a él le interesó más todavía porque él era negro. Así que escribí la obra un poco en consulta con él todo el tiem-po y la mandé al concurso Casa de las Américas en Cuba, en La Haba-na, y ahí recibió una Mención Espe-cial, algo que el concurso de Casa de

las Américas nunca otorgaba; daba premios por géneros simplemente. Pero resulta que la obra que salió premiada, que se llamaba “¡Hip…Hip…Ufa!”, no sólo no gustó a Casa de las Américas, sino que había pro-blemas porque el autor de la obra era parte del jurado pero no en el género Teatro, en el género Novela y parece que manipuló un poco las cosas. Era un argentino. -Dalmiro Sáenz-Dalmiro Sáenz, exactamente, no lo quería nombrar… que yo sepa esa obra nunca se representó. Cuando Casa de las Américas leyó las obras dijo que el premio tenía que haber sido mío, entonces me dieron una mención especial. La obra la publicó la revista Conjunto y cuando la leye-ron acá, especialmente Júver Salce-do -que fue el director de “El Asesi-nato de Malcom X”- inmediatamen-te se contactó conmigo. Blas Braidot estaba muy interesado en la pieza y así marchó. Se estrenó simultánea-mente aquí, en Chile -en Santiago la hizo el Teatro Ictus- y en Cuba, don-de la hizo el Teatro del Tercer Mundo y se mantuvo dos o tres temporadas. Después se dio en Checoslovaquia, en Polonia, y siguió en otros países… pero creo que la mejor puesta que vi fue la de El Galpón, fue excepcional. Había por momentos 30 actores en escena: el teatro negro independien-te que dirigía Castillos colaboró con El Galpón, entonces teníamos ne-gros auténticos en la pieza, y además fue la primera vez que Ruben Rada se subió a un escenario de teatro y, simultáneamente, Federico García Vigil -ex director de la Filarmónica, pero es un gran contrabajista y le in-

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teresaba mucho el jazz- formó un quinteto de jazz de modo que tocaban en vivo durante la función. Fue un espectáculo muy completo.

-He oído comentarios del famoso disparo que salía desde la platea.-Yo venía a todas las funcio-nes y me subía a la cabina de donde se proyectaba el sonido y las luces para ver el final. En la platea habíamos puesto a tres actores que eran los ase-sinos y estaban vestidos como actores, así que el público los identificaba, pero en la última fila sentábamos a una pare-ja, a dos actores, que estaban vestidos normalmente, nadie sabía que eran actores. Enton-ces Malcom X daba un discur-so, su último discurso, que es cuando lo matan en realidad. Entonces los asesinos lo pro-vocaban y lo insultaban y el público seguía eso, pero estos dos chicos de El Galpón iniciaban en el fondo una pelea; uno decía: “Sáqueme la mano del bolsillo” y el otro respondía: “No, yo no le puse la mano en el bolsillo”, y se paraban y se empezaban a pelear. Entonces el público se daba vuelta y algunos agarraban a su esposa y se querían ir porque pensaban que se armaba lío. Cuando todo el público había salido de la hipnosis teatral, mo-mento que en la pieza se llamaba happening justamente -algo que sucede fuera del teatro- los asesi-nos disparaban diecisiete disparos reales con armas de fuego. Aquello era impresionante, medio público parado, de pie o saliendo del teatro de pronto se daba cuenta que el tea-tro seguía y vuelve a sentarse. Cae Malcom X, entra Ruben Rada, se inclina, agarra sus lentes y empieza un lamento improvisado, una cosa espectacular para la voz y las capa-cidades que tiene el negro Rada, y entonces entraba la orquesta, el quinteto de jazz con el tema final. Fue memorable.

-Tu obra más reciente fue la adaptación que hiciste de Onetti, “Onetti en el espejo”, basada en las entrevistas que le hizo María Esther Gilio a lo largo de 27 años a Onetti:

empezaron acá y terminaron en España, cuando Onetti ya estaba establecido allá.-Sí, pero en el medio hubo repre-sentaciones. Yo viví 21 años en Es-tados Unidos, enseñaba allí en una Universidad y monté dos de mis piezas… -¿Y en Montevideo no?-En Montevideo hubo sí, una que dio Teatro Uno cuando estaba allá en la Casa del Teatro, que se llama “Quédese a cenar” y que yo había hecho en Estados Unidos también con estudiantes… Hubo otra, “El intruso”, que después volví a hacer aquí en el Centro Cultural de Es-paña. Ellos organizaban concursos para un actor, para dos actores y esa fue premiada por Álvaro Ahun-chain para dos actores y la hicieron Carlos Frasca y Carlos Rodríguez, pero fue una sola función. Pensé en traerla a El Galpón, pero como estaba entre Estados Unidos y Uru-guay, un poco acá un poco allá, fue difícil. En Estados Unidos esa pieza se hizo, no sólo la hice para la Uni-versidad sino que un grupo de Nue-va York la llevó y la hizo fuera de Broadway, porque eran piezas para dos actores.

-De cualquier manera, la repercusión que tuvo la de

Onetti fue muy buena. ¿Cómo fue el acerca-miento al mundo de un escritor tan singular como Onetti?-Yo siempre fui un lector y admirador de Onetti.

- ¿Lo conocías perso-nalmente?-Sí, lo conocí personalmen-te pero nunca tuve una re-lación muy estrecha. Una vez lo entrevistamos para una revista que sacamos con un grupo, que se lla-maba Prólogo… pero sobre todo lo admiraba desde el punto de vista del lector. Al año o a los dos años de su muerte, no me acuerdo exactamente, se hizo un encuentro dedicado a One-tti auspiciado tanto por la Unesco como por la Emba-jada de Uruguay en Francia, y naturalmente invitaron a todos aquellos que querían

presentar un trabajo sobre Onetti. Yo me decidí, no tanto por comen-tar la obra de Onetti sino para co-mentar la vida de Onetti como tal, la vida y cómo la vida estuvo mar-cada por su producción literaria. Entonces ahí me encontré con el libro en donde están todas las en-trevistas que le hizo María Esther Gilio y Carlos María Domínguez con una biografía: “Construcción de la noche” se llamaba… Lo que me impresionó realmente fueron las entrevistas porque aparecía un Onetti muy vivo en ellas, y yo dije “acá hay una pieza teatral en poten-cia”. Así que una vez terminado ese coloquio sobre Onetti en París, vol-ví y me puse a escribir; la llamé in-mediatamente a María Esther Gilio y le dije: “Mirá, tengo este proyecto, ¿qué te parece? Ella dijo: “Sí, sí Hi-ber, seguí adelante”. Cuando vino a Montevideo y le mostré la pieza me dijo: “Pero esto no va a funcionar teatralmente, son sólo dos persona-jes -porque eran Onetti y la entre-vistadora- es muy conversado, no va a funcionar; y yo le dije: “Bueno, vos sos muy amiga de Taco Larreta, mostrásela a Taco”. Se la mostró a Taco y él dijo “yo quiero ser Onet-ti”. Yo le dije: “A mí me parece que estás un poco mejor como director, no te veo como Onetti”, y simultá-

Sigo pensando que para nues-tro país el teatro ocupa un lugar privilegiado porque es compa-rable a lo que se produce en los mejores ambientes teatrales del mundo; por ejemplo, no podemos comparar la cantidad de teatros que existe acá con Buenos Aires, ni con París… pero dentro de lo que somos -como pasa en el fút-bol- entre los “tres milloncitos” que somos, hemos cumplido una carrera muy aceptable y el teatro es muy respetado. El Teatro Inde-pendiente uruguayo, la Comedia Nacional también, han llegado a tener un buen reconocimiento in-ternacional. Emprenden giras y les va muy bien, con éxito.

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neamente le había pasado a Roger Mirza un libreto y él se lo pasó al Circular, lo leyó Patricia Yosi, la esposa de Walter -la viuda de Wal-ter… Ella me llamó inmediatamen-te y me dijo: “Yo lo quiero hacer”, y ahí le di carta libre.

- ¿Qué aspectos rescatarías de esos años fermentales de los 60 en el teatro?-Creo que eso renovó, porque si bien la Comedia Nacional era el único teatro realmente profesio-nal que teníamos acá, había estado en manos de Margarita Xirgú que había formado a una generación de actores y actrices fundamental-mente, pero era el teatro muy clási-co, basado fundamentalmente en el teatro español, y con obras que yo decía ya tenían una sanción desde el punto de vista cultural en el sen-tido que estaban impuestas. Creo que se necesitó del Teatro Indepen-diente, que empezó con Teatro Uni-versitario, Teatro del Pueblo, para lograr un acercamiento a textos que de otra manera no se hubieran co-nocido en Uruguay; y también po-sibilitó una interpretación mucho menos engolada que la que había propuesto Margarita Xirgú a tra-vés de la Comedia Nacional, más allá que eran estupendos actores y estupendas actrices como Estela Medina. Pero se necesitaba de una confrontación con el Teatro Inde-pendiente para que la Comedia en-contrara su mejor rumbo, su rum-bo definitivo, porque de otro modo se hubiera quedado encasillada en ese tipo de producciones.

-Viendo, justamente, la evolución y en perspec-tiva, ¿cómo encontrás al teatro uruguayo ac-tual?, ¿qué elemento destacarías?-Sigo pensando que para nuestro país el teatro ocupa un lugar privilegiado porque es comparable a lo que se produce en los mejores am-bientes teatrales del mundo; por ejemplo, no podemos comparar la cantidad de teatros que existe acá con Buenos Aires, ni con París… pero dentro de lo que somos -como pasa en el fútbol- en-tre los “tres milloncitos” que

somos, hemos cumplido una carre-ra muy aceptable y el teatro es muy respetado. El Teatro Independien-te uruguayo, la Comedia Nacional también, han llegado a tener un buen reconocimiento internacio-nal. Emprenden giras y les va muy bien, con éxito. Pero creo que fun-damentalmente es el Teatro Inde-pendiente el que promueve obras que están fuera del canon, que ex-perimenta con ellas y además don-de los actores se juegan por entero, porque al no ser profesionales tie-nen que compartir su actividad ar-tística con un trabajo remunerado, y entonces hay detrás de eso una verdadera vocación teatral, una en-trega que se hace con sangre, sudor y lágrimas como suele decirse.

-¿Sos un prolífico escritor de novela negra?-Mirá, siempre me atrajo la nove-la policial, considero que lo esen-

cial de la ficción está en la novela policial porque siempre empieza con un acontecimiento que vos te-nés que descifrar y seguir hasta el final. Pero naturalmente mis pri-meras novelas publicadas no iban por ese lado; pero en un libro que premió Casa de las Américas, “La cifra anónima, cuatro relatos de prisión”, de cuatro relatos -que fue-ron escritos en prisión- el cuarto es una novela policial a pesar de que no tiene la extensión de una nove-la. Es una nouvelle, entre cuento y novela en cuanto a extensión. pero me dijo uno de los jurados que fue ese cuento el que le decidió a darme el premio. Eso fue en 1988 y, ade-más, inmediatamente se publicó ese cuento aparte, cuya extensión era aproximada a la novela, en una revista mexicana llamada Enigma que estaba dedicada al género poli-cial. La revista la dirigía, y fue quien la publicó, Paco Ignacio Taibo II,

un gran novelista, amante del género. Él organizaba, hasta hace poco, lo que se llamaba la Semana Negra de Gijón en España. En el año 2011 fui in-vitado, y una de mis novelas, “El séptimo año”, fue finalista del premio Dashiell Hamme-tt, finalmente ganó una nove-la de Piglia, pero la mía estu-vo entre las seis finalistas.

-El uruguayo que vive en Cuba, Chavarría, tam-bién estuvo nominado.-De los Latinoamericanos es el mejor escritor de novelas policiales y negras, tiene una producción fantástica. Yo tengo un largo trabajo sobre

Yo creo que la narrativa de Mario Benedetti es una con-tribución única de la litera-tura de nuestro país, pero podrá haber reparos frente a obras puntuales. Simplemen-te una novela como “La Tre-gua”, que está traducida a 42 lenguas y tiene 140 ediciones en el mundo -¡qué te parece!-, y sus cuentos, que me parecen geniales…

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él, sobre su novelística. Para mí sigue siendo el mejor. Sus novelas tienen una mezcla con lo político. Hay una de ellas que es todo un complot para infestar una produc-ción de cítricos que era uno de los proyectos cubanos para salir un poco del azúcar. Se llama “Joy”, como la palabra inglesa “gozo”, pero en realidad era una sigla de los tipos que estaban financiados por la CIA y querían infestar con un germen toda la producción cítrica… esa novela me pareció formidable, fantástica… no diría que es la mejor suya, pero está entre los grandes puntos…

-Cómo se desarrolla tu proce-so creativo: ¿a partir de una situación, de una imagen…?-¿Te referís al teatro, al drama?

-En el teatro, en la narrativa.-Les puedo hablar de mi última no-vela, “El rastro de la serpiente”… Yo estaba en prisión, estuve ocho años, así que tenía 24 horas para escribir, o pensar por lo menos. Entonces, en uno de los tantos li-bros que había en la biblioteca de la prisión -me refiero a la del penal de Libertad, que se había constitui-do con los libros que los familia-res traían a los presos y que éstos después donaban a una biblioteca central para el acceso de todos-, allí leí acerca de una civilización pre-histórica selvática que existía en los Estados Unidos y que presentaba similitudes desde el punto de vista de sus ritos, de sus rituales, de sus monumentos, con todo lo que ha-bía ocurrido en Centroamérica con

los Aztecas, con los Mayas. De ahí surge el tema de la serpiente. Si-multáneamente encontré una cita que me pareció muy inspiradora, es un proverbio atribuido a Salo-món aunque no creo que haya sido de él originalmente, que dice: “Hay tres cosas difíciles de conocer y una cuarta imposible”, ese frase apare-ce como epígrafe en la novela. Las tres cosas difíciles de conocer son el vuelo de un pájaro en el aire, el ras-tro de un navío en el mar y el rastro de una serpiente sobre la piedra, y la imposible de conocer es el paso de un hombre por una mujer… tres difícil y una imposible. Con eso me pareció que tenía todo lo necesario para escribir la novela. Por un lado el rastro de la serpiente es lo que pone el contacto a dos antropólo-gos -uno mexicano y otro urugua-yo/ argentino, no es definido pero sí es del Río de la Plata- para iniciar una investigación con esas culturas que existían en Ohio, Estados Uni-dos, las culturas selváticas que ado-raban a las serpientes también. Hay un gran monumento que yo visité allí más tarde, después de haber escrito la novela, de casi trescientos metros de largo que representa a una serpiente que se enrosca sobre sí misma. Lo que estos antropólo-gos querían probar era la conexión existente en algún momento pre-histórico, anterior a Colón por lo menos, entre esas culturas del valle del Ohio y las culturas mexicanas. Y estando en medio de esa investi-gación se produce un crimen, desa-parece una mujer con la que uno de los dos antropólogos había tenido un vínculo, entonces ambos resul-

tan sospechosos para la Justicia. A esa altura la novela negra se mez-cla con todo el ambiente. Pero ése es uno de los posibles comienzos, a veces simplemente vas en un óm-nibus y te viene un pensamiento a la cabeza y eso es un cuento o una novela.

-¿En la cárcel pudiste escri-bir?-En la cárcel… escribía porque, como yo había sido profesor, asis-tente del ciclo básico de la Facul-tad de Derecho, ellos pensaron que tenía alguna relación… que podía ser abogado o algo así. Entonces, junto a un compañero escribano, nos pusieron a los dos en una celda a llevar el estado de todos los pri-sioneros políticos cada vez que uno iba al supremo tribunal militar, por ejemplo: qué pena le habían dado, etcétera… Entonces pasábamos buena parte del día, de la maña-na, de la tarde, en esa celda donde nadie nos molestaba y había una máquina de escribir. Yo empezaba a trabajar en mi celda en forma ma-nuscrita, pero cuando tenía un rato en ese horario la empezaba a utili-zar. Después, como teníamos papel y carbónico, sacaba copias y la dis-tribuía entre dos o tres amigos por-que de vez en cuando hacían una requisa en la celda y desaparecía todo lo que tenía por allí, y así fue que conseguí sacar, fijate, no sola-mente esta novela sino otra que es mi novela más exitosa, “El diez por ciento de vida”, que está traducida al inglés, alemán, francés, italiano y japonés, cosa que jamás se me pasó por la cabeza, y que marca mi inicio en la novela negra realmente, ésa la escribí también en prisión. -Además eso, sin duda, ayu-daba a sobrellevar la situa-ción que atravesabas.-Por supuesto, la escritura, y no sólo la escritura también la imagi-nación, era un modo de sobreviven-cia. Antes de que me trasladaran al penal de Libertad yo pasé tres años en cuarteles, en el 4o, en el 6o y el 9o

de Caballería, repartidos así. En el 4o de Caballería yo salí directamen-te de lo que llamaban el Infierno grande, que era donde te tortura-ban y firmaban tu confesión, y don-de había seis calabozos en un co-rredor pero no teníamos contacto

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unos con otros. Estábamos solos en confinamiento y nos sacaban dos veces al día al baño y ahí nos daban unas palizas sin ninguna razón, unas palizas tremendas porque ya habíamos firmado la confesión. Después se supo que muchos cuan-do eran llevados ante el juez decla-raban que habían confesado bajo tortura, entonces lo hacían para amilanarnos y que no hiciéramos ese tipo de declaración. Uno llega-ba próximo a la locura realmente, porque no tenías defensa frente a eso y lo único que sabías que iba a pasar era que te sacaban al baño y te mataban a golpes, a patadas… ya no podías, por ejemplo, orinar, porque cuando te disponías a ori-nar venían y te daban una patada atrás en la cintura, entonces eso te cortaba el orín y aun cuando no te la dieran estabas pensando en que iban a venir y te la iban a dar. Aho-ra, como yo había sido profesor de Literatura en 4o año de liceo y ense-ñaba Homero -la Ilíada, la Odisea- recordaba un pasaje de la Ilíada, el canto X o lo que se llama Dolonía, en el que el personaje central es Dolón. En el pasaje Héctor, el jefe del ejército troyano, necesita un espía para mandar al campamento de los aqueos que están acampando cerca del mar, entonces es-pera un voluntario y espera que sea uno de sus grandes soldados, pero el único que se propone es Dolón, un po-brecito desconocido, pero como es el único voluntario lo envían en esa misión y si-multáneamente los aqueos, los griegos que están acam-pando, elijen a dos de sus mejores soldados -que son Ulises y Diomedes- para ha-cer también una misión de espionaje entre los Troyanos que saben van a recibir ayu-da de tropas extranjeras… Resulta que Dolón, yendo hacia los aqueos, se cruza con Ulises y Diomedes, és-tos lo ven venir, se tienden al suelo y cuando Dolón pasa cerca lo aprisionan, lo hacen confesar todo, lo obligan, y le cortan la cabeza. Yo contaba este pasaje como la primera historia de espionaje de la literatura occidental en mis clases de Literatura. Pero

estando en el medio del calabozo, en esa situación que les describí, en confinamiento y recibiendo dos palizas diarias, todo eso me vino a la cabeza por asociación, porque yo también había pasado por la tor-tura, por la confesión, porque tuve que firmar una confesión, y enton-ces empecé a componer una poe-sía, un largo poema que terminó teniendo 268 estrofas, todo de me-moria… y lo compuse en estrofas de cuatro versos endecasílabos, y así como yo enseñaba en mis clases de Literatura que el verso griego es un recurso mnemotécnico, porque los poetas tenían que recitar de memo-

ria y solamente gracias a la rítmica y la métrica conseguían recordar, me di cuenta que para mí también el verso se constituyó en un recurso mnemotécnico porque todo lo tenía que hacer mentalmente, ahí no te-nía lápiz, ni papel, ni nada por el es-tilo, pero llegué a recordar creo que 168 estrofas de memoria. Después, cuando me trasladaron al penal ahí recién las pude escribir y agregué texto porque el poema estaba. Pero lo que logré en el 4o de Caballería mientras recitaba, me recitaba el poema y componía esas estrofas, fue salvarme de la locura.

-Anteriormente a esa época estuviste vincula-do a la Iglesia Metodis-ta… tenés una formación cristiana… -Digamos que ya me había desvinculado en la época que caí preso, mi vinculación con la Iglesia Metodista fue a par-tir de mi crianza en el Cerro, donde había un templo meto-dista que se llamaba Casa de la Amistad. Era un nombre muy extraño porque los tem-plos siempre tienen un nom-bre religioso, pero los meto-distas son muy especiales, era un lugar donde además de los servicios religiosos había una actividad de entretenimiento. Había un salón que se abría todas las tardes de lunes a viernes, de seis a ocho, e íbamos a jugar ajedrez, ping pong,… ahí aprendí a jugar el ajedrez, que es una de mis pasiones hasta el día de hoy. Había un club de básquet-bol que funcionaba allí que

En la cárcel… escribía porque, como yo había sido profesor, asis-tente del ciclo básico de la Facultad de Derecho, ellos pensaron que te-nía alguna relación… que podía ser abogado o algo así. Entonces, junto a un compañero escribano, nos pu-sieron a los dos en una celda a lle-var el estado de todos los prisione-ros políticos cada vez que uno iba al supremo tribunal militar, por ejemplo: qué pena le habían dado, etcétera… Entonces pasábamos buena parte del día, de la maña-na, de la tarde, en esa celda donde nadie nos molestaba y había una máquina de escribir. Yo empeza-ba a trabajar en mi celda en forma manuscrita, pero cuando tenía un rato en ese horario la empezaba a utilizar.

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se llamaba Barcelona y fui atraído fundamentalmente por toda esa ac-tividad de entretenimiento, lúdica, pero también me vinculé al aspecto religioso sobre todo por la influen-cia del pastor, que era un misionero norteamericano pero era uno de los hombres más admirables que yo he conocido por el compromiso social que tenía. Por ejemplo, prestaba el templo para los sindicatos de la carne, que creo era el más numero-sos del Uruguay porque eran tres los frigoríficos que funcionaban allí. Cuando había una huelga salía-mos a recorrer las casas -mi padre también era empleado del frigo-rífico- a entregar alimento, porque a veces una huelga duraba 15, 20 días o un mes y no había nada que comer en los hogares; y no sola-mente eso, a veces subíamos a la periferia del Cerro, que es un barrio obrero, porque en la falda del cerro mismo vivía gente miserable, había un asentamiento donde no tenían nada para comer, y repartíamos comida. Eso fue para mí una sensibilización social y la verdad es que lle-gó un momento en mi vida, estando en el liceo, en tercer año, en el que ya los estudios no me atraían, faltaba mu-chísimo y estaba jugando en la división inferior de Ram-pla Jr. Como Rampla parecía ver que tenía posibilidades para el fútbol me pasaron a la tercera división, en la que

en aquella época ya estabas en un estatus semiprofesional y me ofre-cieron conseguirme un empleo en un banco. Me dijeron: lo que tenés que hacer es estudiar contabilidad, inglés, máquina de escribir y te po-nemos en un banco. De esa manera ellos compensaban a los jugadores. Pero mi hermana, que había deja-do de estudiar para que yo pudiera hacerlo porque nuestros padres no nos podían mantener a los dos, se opuso firmemente a que yo dejara de estudiar y habló con el pastor de la iglesia, quien me convenció que el fútbol no tenía futuro para mí y tampoco tenía el futuro que ha te-

nido para Suárez y para Cavani. Te das cuenta, en aquella época un ju-gador de Rampla sufría de hambre, ahora más o menos también… pero me convenció -cuando yo le expli-qué la situación de que en casa no podíamos seguir los estudios los dos, mi hermana y yo- y me ofreció enviarme a un colegio en Buenos Aires que era de la Iglesia Metodis-ta, algo así como el Instituto Cran-don acá, sólo que ese instituto tenía un internado de varones y además era un colegio con catorce hectá-reas en las afueras de Buenos Aires, en Ramos Mejía, fuera de la Capital Federal. Usufructuando una beca terminé mis estudios secundarios allí y también inicié la Facultad de Filosofía y Letras en Buenos Aires, y eso me siguió haciendo depen-diente de la Iglesia Metodista por-que ellos me financiaban en cierto modo la beca. Cuando regresé de Buenos Aires a Montevideo empecé a dar clases en el Instituto Crandon y también en la Iglesia Metodista Central, en Constituyente y Méda-nos, como ayudante del pastor en la clase de Educación Cristiana y cosas por el estilo, hasta que en un momento nos propusieron un gru-po en el que estaba el pastor Emilio Castro, que era pastor de la Iglesia Central. A Julio de Santana, que también trabajaba para la Iglesia Metodista, y a mí nos propusie-ron vincularnos a un proyecto que

tenía el Consejo Mundial de Iglesias protestantes en Ginebra, que era un estu-dio de los cambios sociales que estaban ocurriendo en América Latina; ellos ya te-nían uno en África y otro en Asia, se hablaba de área de rápidos cambios sociales, y se nos indicó que nos me-tiéramos en el tema para ver de qué manera eso afectaba a las iglesias protestantes, a las iglesias cristianas en ge-neral, porque también tra-bajábamos con gente de la Iglesia Católica y se organi-zaban consultas regionales. Invitábamos a economistas, políticos, sociólogos para que describieran la situación que estaba viviendo América Latina en diferentes regio-nes. Era un trabajo bien re-munerado, porque como era

... un proverbio atribuido a Sa-lomón aunque no creo que haya sido de él originalmente, que dice: “Hay tres cosas difíciles de conocer y una cuarta imposible”, ese frase aparece como epígrafe en la novela. Las tres cosas difíci-les de conocer son el vuelo de un pájaro en el aire, el rastro de un navío en el mar y el rastro de una serpiente sobre la piedra, y la im-posible de conocer es el paso de un hombre por una mujer… tres difícil y una imposible. Con eso me pareció que tenía todo lo ne-cesario para escribir la novela.

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Cuando salí en libertad me ofre-cieron ir a dar una conferencia; gracias al gobernador de Wiscon-sin conseguí la visa porque de otro modo no me lo hubieran dado… di la conferencia y como era un caso muy único, era muy extraño para una Universidad tener en su plantel a un preso político, y había caído muy bien mi conferencia, me ofre-cieron un profesorado, como pro-fesor visitante por un semestre. El resultado fue que quedé cinco años ahí en esa Universidad, pero otra Universidad en el Estado de Nueva York me ofreció un puesto mejor a cargo de toda la sección de lenguas modernas y ahí estuve seis años; después, los diez últimos estuve en la Universidad de Arizona.

internacional nos pagaban en dó-lares, de modo que yo seguí vincu-lado durante bastantes años a esa actividad, pero llegó un momento en que ciertas personas de la Igle-sia, debido a que ahí teníamos re-uniones con el Partido Comunista, hablábamos del contacto entre el Marxismo y el Cristianismo, ya nos empezaron a mirar como comu-nistas potenciales que queríamos afectar la Iglesia; eso provocó, por lo menos, mi separación. En esos años me vinculo al MLN, así que la ruptura fue total.

-Cuando recobraste la liber-tad te fuiste a vivir a Estados Unidos, donde das clases du-rante muchos años.-Me fui de Estados Unidos después del período de prisión… porque cuando salí ni siquiera sabía dón-de iba a dormir esa noche. Cuando me apresaron, en 1976, tenía una relación de pareja que a los cuatro años dejó de existir, todas mis co-sas quedaron con ella: cuando yo salí ya estaba casada con otra per-sona, de modo que no tenía absolu-tamente nada, pero lo que sí tenía era una hermana que trabajaba en Estados Unidos con el gobernador del Estado de Wisconsin, que en ese momento era un estado muy liberal, tanto que este gobernador lo había declara-do Estado Santuario, donde los inmigrantes ilegales que llegaban a Estados Unidos para conseguir trabajo se po-dían quedar allí y no podían ser repatriados por la Justi-cia. Mi hermana trabajaba con ese grupo de gente, los inmigrantes que venían de Guatemala, de México, todos ilegales, entonces el gober-nador -que apreciaba mucho a mi hermana- se interesó por mi situación como preso político. La Universidad de Wisconsin también se inte-resó por mi caso e incluso consiguieron mis libros, re-presentaron algunas de mis obras. Cuando salí en liber-tad me ofrecieron ir a dar una conferencia; gracias al gober-nador de Wisconsin conseguí la visa porque de otro modo no me lo hubieran dado… di la conferencia y como era un

caso muy único, era muy extraño para una Universidad tener en su plantel a un preso político, y había caído muy bien mi conferencia, me ofrecieron un profesorado, como profesor visitante por un semestre. El resultado fue que quedé cinco años ahí en esa Universidad, pero otra Universidad en el Estado de Nueva York me ofreció un puesto mejor a cargo de toda la sección de lenguas modernas y ahí estuve seis años; después, los diez últimos es-tuve en la Universidad de Arizona.

-¿Vas a sacar un libro sobre Benedetti?-Exactamente, ya está impresa, porque corregí las páginas y todo lo relacionado. El libro es un ensayo que escribí debido a un concurso que organizó la Fundación Mario Benedetti en 2010, tuvo una men-ción honorífica y hasta ahora per-maneció sin ser publicado, pero lo está sacando Fin de Siglo. Yo creo que la narrativa de Mario Bene-detti es una contribución única de la literatura de nuestro país, pero podrá haber reparos frente a obras

puntuales. Simplemente una novela como “La Tregua”, que está traducida a 42 len-guas y tiene 140 ediciones en el mundo -¡qué te parece!-, y sus cuentos, que me parecen geniales… así que yo encaré este estudio desde el punto de vista de lo que se llama la narratología, que es una for-ma de acercamiento teórico a la narrativa, así que tiene un par de capítulos donde introduzco y presento toda la metodología a ampliar en el estudio y me sirvo de los críticos más actualizados en el campo de la narrativa, aunque no hayan tratado a Benedetti. Va a ser una con-tribución bastante original a todo lo que hay escrito con respecto a Benedetti hasta el momento.