2sobre cesar davila

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nSAR ORUllA AHORAOf: Uladimiro Riuas lIurralde* TI acido en Cuenca, capital de la ecuatoria- na del Azuay, César Dávila Andrade (1918- 1967) comenzó su vida literaria en Quito luego de una breve estancia en Guayaquil y la desarrolló desde los primeros años de la década del cincuenta en Caracas, en una época de gran auge editorial venezolano. Fue colaborador asiduo de Letras del Ecuador desde 1945, es decir, durante la brillante época de Ben- jamin Carrión como Presidente de la Casa de la Cultura, y de Zona Franca de Caracas desde su fundación . La experiencia del exilio no fue sino reflejo de otro, más profundo, que el poeta ya traía dentro. Se exilió a la vez del tiempo y del espacio: en la épo- ca de los últimos coletazos del realismo soc ial ecuatoriano, Dá- vila Andrade propuso una cosmovisión que contradecía las ex- pectativas cifradas en él. Lejos de seguir, como algunos de s us contemporáneos, cultivando una literatura regional , indigenista y epigonal, se arríesgó a fundar, pese a sus grandes desigualdades, un mundo propio y abierto a la trascendencia. No sabemos qué le indujo a dejar su ciudad natal primero, y la capital de Ecua- dor, después. A lo mejor, como aquel bachiller Asuero de uno de sus cuentos, se ahogaba en los días provincianos de la capital Área de Literatura, Universidad Autónoma Metropolitana--Azcapotzal co. 1\ -

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César Dávila Andrade (Cuenca, 5 de octubre de 1918 - Caracas, 2 de mayo de 1967), escritor y poeta, lejano descendiente del general Jose María Cordova; héroe de la independencia, fue uno de los escritores ecuatorianos más representativos del país, y señalado como el mayor representante del relato breve ecuatoriano.1 Su obra se cataloga en las corrientes literarias neorromántica y surrealista.Proveniente de una familia de bajos recursos, no consiguió acabar en su Ecuador natal sus estudios reglados. Después de un fugaz paso por Guayaquil, se trasladó a Quito en 1951 y allí ensayó diversas ocupaciones hasta que finalmente emigró a Venezuela junto a su esposa Isabel Córdova, radicándose en Caracas, ciudad en la que trabajó de periodista hasta su suicidio.De vida bohemia y aficionado al consumo de bebidas alcohólicas, también era conocido como El Fakir tanto por su aspecto físico como por sus intereses sobre temas místicos.En la obra del autor destacan sus poemas, aunque también escribió novelas cortas, cuentos y numerosos artículos periodísticos.

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  • nSAR ORUllA AHORAOf:

    Uladimiro Riuas lIurralde*

    TI acido en Cuenca, capital de la provin~ia ecuatoria-na del Azuay, Csar Dvila Andrade (1918- 1967) comenz su vida literaria en Quito luego de una

    breve estancia en Guayaquil y la desarroll desde los primeros aos de la dcada del cincuenta en Caracas, en una poca de gran auge editorial venezolano. Fue colaborador asiduo de Letras del Ecuador desde 1945, es decir, durante la brillante poca de Ben-jamin Carrin como Presidente de la Casa de la Cultura, y de Zona Franca de Caracas desde su fundacin . La experiencia del exilio no fue sino reflejo de otro, ms profundo, que el poeta ya traa dentro. Se exili a la vez del tiempo y del espacio: en la po-ca de los ltimos coletazos del realismo soc ial ecuatoriano, D-vila Andrade propuso una cosmovisin que contradeca las ex-pectativas cifradas en l. Lejos de seguir, como algunos de sus contemporneos, cultivando una literatura regional, indigenista y epigonal, se arresg a fundar, pese a sus grandes desigualdades, un mundo propio y abierto a la trascendencia. No sabemos qu le indujo a dejar su ciudad natal primero, y la capital de Ecua-dor, despus. A lo mejor, como aquel bachiller Asuero de uno de sus cuentos, se ahogaba en los das provincianos de la capital

    rea de Literatura, Universidad Autnoma Metropolitana--Azcapotzalco.

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    ecuatoriana. Acab exilindose en Caracas, de donde ya no re-gresara nunca. El 2 de mayo de 1967 se cort la yugular en un cuarto de hotel , poco despus de una insuperable crisis alcoh-lica. En Ecuador, mientras tanto, se escenificaba triunfalmente su poema pico-Iirico "Boletn y elega de las mitas".

    Alcanz a publicar seis libros de poesa: Espacio, me has vencido (Quito, 1946), Consagracin de los instantes (Quito, 1950), Catedral salvaje (Caracas, 1952), Boletn y elega de las mitas (Buenos Aires, 1954), En un lugar no identificado (M-rida, Venezuela, 1960), Conexiones de tierra (Caracas, 1964). Pstuma es su antologa Materia real (Caracas, Monte Avila, 1'970), que incluye algunas series fragmentarias e inconclusas como La corteza embrujada (1952- 1966), y poemas de Mate-ria real y de El gran Todo en polvo. Sus obras completas en verso y prosa se publicaron en Cuenca en dos volmenes (1984), con indispensable esrudio introductorio de su sobrino, el tambin escritor Jorge Dvila Vzquez. Poeta visionario, de una enorme fuerza telrica, a menudo desigual, alcanz en sus mejores momentos una altura que pocos poetas latinoamerica-nos han alcanzado.

    Tres son sus libros de relatos: Abandonados en la tierra (Quito, 1956), Trece relatos (Quito, 1956) y Cabeza de gallo (Caracas, 1966). Estos tres bastaron para convertirlo en uno de los relatistas ecuatorianos ms representativos de su tiempo. Sin embargo, ledos ahora, la mayora de los cuentos del gran poeta de Catedral salvaje nos parecen rsticos y mal escritos, acaso carentes de inventiva - no de irnaginacin-, claridad y lucidez. Por otra parte, su obra como narrador ha sido perjudi-cada por una critica complaciente. Diego Araujo ha sido de los pocos en poner tos lmites: "En sus narraciones importan menos la brillante prosa potica y la tcnica, a veces imperfecta segn las exigencias rigurosas del arte de escribir cuentos, que la

    lema g Daliaciom D

  • descripcin de situaciones humanas y la creacin de persona-jes y ambientes".1 Csar Dvila, en efecto, es muy superior en la mera descripcin naturalista de la degradacin de la carne y en la creacin de atmsferas que en la narracin articulada de acontecimientos. No es un arquitecto, no es un hombre moder-no. Es un alma autocompasiva que se duele del cuerpo, un sen-timental con ojos y odos para ciertas manifestaciones lmites del dolor humano, un escritor interesado en asociar el horror a la misericordia.

    En su ensayo sobre los relatos de Dvila Andrade, Agustin Cueva comienza con un prrafo agudo y defmitorio:

    Con sus relatos, Csar Dvila nos ubica directamente en el corazn de la gangrena. Excepcin tal vez nica en la literatu-ra ecuatoriana de este siglo, la suya parte menos de una expe-riencia social, que de un sentimiento primario, casi animal, de pesadez biolgica. Por eso la tensin dramtica no se anuda horizontalmente entre los protagonistas de sus cuentos, sino ms bien de manera vertical, entre cada hroe y su propia po-dredumbre, entre cada ser y su lote de muerte.2

    Si bien la palabra muerte y todo lo que conlleva es clave en estos relatos, no creo, como piensa Agustn Cueva, que sea la muerte como "amenaza de un crimen de lesa carne, de lesa biologa", la realidad ltima de estos relatos. Se trata, ms bien, en el peor de los casos, del "anuncio de una crueldad metafisi-ca", y en el mejor, de un itinerario de descomposicin de lo

    Diego Arauja Snchez. "Csar Dvila Andrade: el dolor ms antiguo de la tierra", en Agora, No. 8. Quito, enero de 1968, p. 33.

    2 Agustn Cueva. "Dvila Andrade: sus obsesiones y smbolos" .. en Lectu-ras y rupturas. Quito, Planeta, 1986, p. 143.

    Dlajimin Bim lIurralj! 11

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    orgnico en el hombre que se constituye en experiencia libera-dora. liberadora de l alma. El naturalismo de Dvila Andrade es, por ello, trascendental: la muerte - no importa cun srdida-es, ms all de su antesala de enfermedades, gusanos y putre-faccin , una puerta de acceso a la eternidad. De ah que su mirada vuele muy alto en algunas de sus ltimas narraciones, las de Cabeza de gol/o: sus climas, como en Catedral salvaje, sern apocalpticos. y las historias mismas --como en su poesa ltima, inspirada por el budismo zen, el pitagorismo y otras corrientes espiritualistas y esotricas- encerrarn sentidos cifra-dos, hermticos.

    La obra narrativa de Dvila Andrade est atravesada por oscuras misericordias y piedades, por actos compasivos y au-tocompasivos que pueden lindar con lo ridculo y lo cmico. Lo pattico y terrible conviven con un humor craso y spero, a menudo involuntario.

    Examinemos uno por uno estos cuentos. Primero los de Trece relatos, libro central en la obra del escritor:

    En "La batalla", una porquera agoniza mientras afuera de su casa ocurre una escaramuza. Dvila reconstruye lo que ms le importa: la narracin de una batalla simblica, la de cada indivi-duo con su "lote de muerte", y la vida de porquera de la agoni-zante. Ella viva de matar animales y ahora va a morir "de la pura vida", sin que la toquen las balas. Una vez muerta, convive el viudo con un cadver al que no puede dar sepultura por la bata-lla que se libra afuera. La otra batalla, la del hombre vivo contra la muerte real de su mujer pudrindose. Situacin, ms que l-mite, exagerada: la madre- mueca de sebo--muerta pudrindose.

    El cuento revela la vocacin naturalista de Dvila Andrade, un momento de profundo asco por el cuerpo. No slo porque ese cuerpo agoniza, sino porque mientras estaba vivo anticipaba ya esta grasienta muerte. Es un mundo de sangre, de grasa animal,

    Tema ij Uariims 8

  • de alimentos sin purificar ni destilar, un mundo grumoso, espeso, donde nada es transparente ni cristalino. Naturalismo exaltado: el cadver de la mujer: mal olor prematuro, moscas, piojos, mea-dos, pelo seboso, pululante gusanera. El tema del cuento es el cuerpo o, mejor, el asco al cuerpo y, como en casi todos, el miedo, no tanto a la muerte, sino a su antesala de lenta descomposi-cin biolgica.

    Por otra parte, hay un evidente planteamiento necrfilo: la hi-ja se acuesta con el cadver de la madre y reprocha la ausencia del hombre- animal- padrastro que la posea y del hombre- ani-mal-hennano. Y ah muere ella con la madre muerta. Por qu muere? No lo sabemos. Es, como tantas otras en la narrativa de Dvila Andrade, una muerte gratuita, arbitraria, no el desenlace de un lcido plan. Hay por ah , como un relampagueo, algo que nos recuerda las escenas necrfilas de Poe o de Quiroga. Slo que a stas las justifica plenamente la arquitectura del relato.

    Exhumado y ampliado a partir de unos versos de "Catedral salvaje", "El cndor ciego" da un trato antropomrfico al cn-dor. Es decir, se trata de una fbula. Pero toda fbula es, en esen-cia, didctica: pretende ensear algo, dejar una moraleja. En D-vila Andrade no: su intencin es estrictamente potica: describir el ltimo vuelo de un viejo cndor andino que acaba replegando sus alas como un suicida, y lanzndose al mar. Como en otras, en esta pequea obra maestra est presente la obsesin por el destino [mal de la carne: la cada en el planeta. Y evidentemente, hay tambin una prefiguracin del fm del poeta.

    En "Ahogados en los das" el personaje es el bachiller Asuero, un filsofo indigente como Digenes el Cinico. Asuero ha dejado de desear porque "los hombres, todos los hombres, viven aho-gados en los das, en los siglos, en la Eternidad" (p. 41). La eli-minacin del deseo, principio del budismo zen: "As permane-cern ahogados hasta que tenninen de desear la cinaga del

    Ula~imiro liuas lIull3l~e

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    Tiempo. Mire: yo, ya no deseo nada. Nada! Soy algo asi como un hueso de la Nada en el cuerpo de Dios! El viento me lleva como a un gaviln dormido; yo voy, me dejo ir. Obedezco. Por esto, no soy un ahogado ms. He renunciado a mi capacidad de aspi-rar. Yo, vivo en la orillita ... " afmna el filsofo Asuero. Este hom-bre que ha dejado de desear y que "vive en la orillita" es el que se ahogaba al principio del cuento. Ser menester deshacerse, sepa-rarse del cuerpo, matarlo, para recuperar la libertad. Una obser-vacin fmal : es involuntariamente cmica la presentacin del personaje: en una plaza quitea exclama, sbitamente : " Me ahogo! " El grito se justificara si se tratase de una asfIXia corpo-ral , pero se trata de un ahogo filosfico: lo que el bachiller Asuero grita es, literal y ridculamente, "Me ahogo en los das! ", esto es, " Me ahogo en el tiempo y anhelo la eternidad!"

    En "Un cuerpo extrao" un hombre -

  • huye al campo para morir en el regazo de su madre. Muere an-tes de llegar y nadie reconoce el cadver. Como en "La batalla", como en "Un cndor ciego", se trata de otra narracin de ago-na, de descomposicin de un cuerpo vivo. Slo el dolor, la agona y la muerte (aunque sea annima) pueden dar relieve a ese buhonero, un agonista insignificante, una vida simple, de escasas dimensiones econmica y poltica. La descripcin de la sensacin de dolor y asfixia es convincente y viva. Literariamen-te , los personajes de Dvila Andrade estn vivos porque mue-ren. Son, como en Sartre, pero de un modo hiperblico, seres-para-la muerte.

    En "El recin .lIegado", Dvila Andrade pretende explicar ciertas extraas reacciones de los perros por la transmigracin de las almas. En la base de este cuento subyace la idea pitagri-ca y budista zen de la transmigracin del alma de un ser vivo a otro. El alma puede indistintamente alojarse en el cuerpo de un perro o de un hombre. Aqu el mal gusto no slo es esttico, na-rrativo, sino intelectual, conceptual. Un tema de enorme dificul-tad y riesgo aparece despachado con excesiva rapidez y facilis-mo, sin compromiso real con el tema. Adems, la fusin del lenguaje narrativo y el potico es infortunado, de mal gusto: ..... vio pasar volando-azul una gruesa mosca queresera ... "

    El purgatorio terrestre es el tema de "El hombre que limpi su arma", que bien podra llamarse "El hombre que limpi su al-ma". Simn Atara, guardin nocturno, solitario, mata acciden-talmente a un nio, homicidio que da origen a un tortuoso reco-rrido de crcel en crcel, que slo es acicate para que Atara se enfrente a los fantasmas de su conciencia. El viejo tema de Dos-toyevski y de Kafka, pero empequeecido por la confusin de pensamiento, la inseguridad narrativa y la fealdad del estilo. Ms que extraas entrevistas con el juez. inverosmiles: demasiado breves, ste jams pregunta lo que el lector espera debe pregun-

    Ulalimiro ~iuas IIUII311e 11

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    tar realmente al ex- guardin en un caso como el suyo. El inte-rrogatorio es muy subjetivo. demasiado breve y rompe el lmite de la verosimilitud: simplemente ya no le creemos. El cuento no logra enfrentamos al mundo del absurdo que, como lo fants-tico, debe aparecer planteado desde las primeras lneas. No es literatura del absurdo, sino torpeza narrativa, por una parte, e intento de transmisin de lo incomunicable, por otra. Las de D-vila Andrade parecen ser aventuras espirituales, solitarias, casi incomunicables: "Se haba estrellado contra los ' otros"'. Y es-trellarse contra los otros significa una distraccin del espritu, un desvo de la aventura interior, individual: una prueba. Dvi-la Andrade vivi desgarrado por esa doble tensin, una que lo volcaba hacia adentro. otra hacia afuera; una centrfuga y otra centrpeta; una que se resolva en ensimismamiento, otra en compromiso con los otros.

    Haya menudo prrafos imposibles como ste, que acaba siendo oscuro por tanta adjetivacin imprecisa, casi contradic-toria: "Luego les arroj una mirada fma, burlona. Estaban en-tristecidos, emporcados por el error y la confusin. Estaban vacos, desamparados." Uno se pregunta: luego de tal enumera-cin, cmo estaban, al fm?

    "La ltima misa del caballero pobre" es eso: la ltima misa a la que asiste un rico y noble caballero arruinado. Esta misa es un desquite de su Dios, a quien el caballero echa en cara haberlo abandonado. ridiculizado y humillado frente a los dems.

    En "Durante la extremauncin", un agonizante, asistido por un cura que le administra los santos leos, retrocede en el tiempo hasta sus orgenes, hasta el momento de la concepcin. Es uno de los relatos ms nteresantes y logrados de Dvila Andrade.

    Aqu aparece expresada con mayor claridad que nunca en el libro la idea de que el alma humana es inmortal y se encama, es-to es, se encarcela en un cuerpo rodeado de fealdad, de podre-

    Tema ~ ~a[iacione5 ~

  • dumbre, de contingencia. Otra vez, el tema del moribundo, del agonista, del cuerpo en trance de muerte y descomposicin.

    Publicado en 1955, este cuento --

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    injusticia y se arrepiente de rodillas frente al nio, quien luego se va exclamando: "Viejo loco". Aqu, como en otros cuentos, queda flotando en el aire un gran signo de interrogacin, una pregunta nunca contestada y, en el lector, la sensacin de vaco y perplejidad.

    "El ltimo remedio"; otra vez un agonista. La mujer del enfer-mo, tsico probablemente, le busca remedios entre los curan-deros. Consigue una ltima receta: leche de una mujer robusta con un hilillo de sangre. La abnegada esposa le consigue una chola que da de lactar a su hijo, se la lleva a casa para ofrecerle los senos al marido. Narcotiza a la chola y el marido no slo ha-ce de nio lactante sino tambin de hombre. Muere sobre la mu-jer dormida.

    El cuento es humorstico 0 , mejor, cmico, pero de una co-micidad basta y triste. Sin embargo, contiene una declaracin de la intimidad de Dvila Andrade: el hijo-hombre que desea una mujer- madre para seguir viviendo. El marido slo deba mamar esos pechos, como un nio, pero infringe la regla al fornicar con ella, como un hombre. Hay aqu una pugna manifiesta entre dos actitudes: ser nio o ser hombre. La lactancia le dar la salud; el coito, la muerte. Pugna irresuelta entre ser hombre y ser nio, entre la necesidad de madre y la necesidad de mujer.

    Ms que cuento, "El elefante" es ancdota. Un personaje cuyo nombre es una triple A, Antonio Andrade y Argudo, es ascen-dido a Inspector de una Comisara Municipal de Mercados. Su conducta intemperante, su desaforado mal humor se explican por un elefante: una fibra de carne incrustada entre sus dientes. Se trata de un cuento humorstico y triste, anecdtico corno los primeros de Chjov.

    "Lepra": un hombre se descompone, vctima de una repen-tina lepra. Otra vez el tema de la descomposicin de la carne. To-dos huyen de l. Se queda solo en su hacienda. Llega una mujer

  • mayor, una "prima" que lo ayuda mientras se va alleprocomio. Deja el enfermo a la mujer un dinero con el cual monta un pe-queo negocio. El hombre regresa, cinco aos despus, cura-do. Pero, como el Lzaro de Andryev, ya est maldito. La mujer no lo recibe. El se retira como lo que fue, un ser manchado, marginado, un fantasma errante. Qu pueden ofrecer estos in-digentes ante la adversidad sino la desesperanza?

    Dvila Andrade nos escamotea casi siempre las dimensiones histricas, econmicas, polticas. y a veces ticas de sus agonis-tas para ir a lo que le importa: mostrar la mera descomposicin del cuerpo, al que se opone un alma inmortal. En tal sentido, su visin es maniquea: el cuerpo y el tiempo del que depende son el mal, el alma y la muerte que la desatan del cuerpo y del tiempo son el bien. Pero son operaciones que no dependen del indivi-duo: la vida y la muerte son ajenas a l. Son asunto de biologa. Adems, el alma es un concepto y la muerte una negacin. Y slo nos quedamos con ellos como saldo de la lectura: con un mero concepto y una negacin. Sin embargo, en este cuento escribe algo novedoso, desgraciadamente nunca sustentado ni desarro-llado en el texto: "La piel proviene de muy lejos: viene del alma." Es una ms de las tantas intuiciones poticas nunca desarrolla-das narrativamente.

    El naturalismo de Dvila Andrade no pretende revelar la-cras sociales, ni responder a una visin crtica de la sociedad, sino ms bien obedecer a un oscuro principio religioso entre cristiano y budista, a una personal teosofia: todo o casi todo en el mundo es podredumbre y contingencia. Todo es - casi tod()--nauseabundo. El cuerpo y el tiempo son pantanos que atrapan .al alma, y slo la muerte puede liberarla. Se subrayan, entonces, los . detalles naturalistas para revelar dos cosas: la naturaleza COD\ingente, susceptible de corrupcin, del cuerpo, por un lado, y la existencia incontaminada, liberadora y migratoria del alma, por otro.

    ~lajimilD liuas lIurral~! JI

  • El frecuentemente antologado "Vinatera del Pacfico" (de Abandonados en la tierra) tiene, en cambio, como tema fmal, una fonna de la esperanza. Como siempre, el autor describe aqu un mundo de miserias, enfermedad y compasin. El joven protagonsta-narrador de la historia es empleado en un extrao negoco de vinos, cuyos dueilos le encomiendan Uenar doms-ticamente del vino de una tinaja las boteUas que luego sern vendidas al pblico. Pero el muchacho descubre con horror que los dueilos explotan tambin la enorme tinaja para que en eUa sumerjan sus cuerpos desnudos los tsicos que aspiran a sanar-se. Una joven mujer fallece en la tinaja. Es enterrada en secreto. El joven empleado, enterado de que el padre busca seilas de su hja desaparecida, piensa contarle la verdad, pero antes de la en-trevista, decide dejarlo solo con su esperanza, "que su dolor sa-grado se vaya adelgazando en el curso mortal de la esperanza".

    Qu dificil encontrar en la literatura ecuatoriana a un narra-dor completo: con inventiva, vigor, buen gusto, bro, recursos nanativos y algo qu decir. Dvila Andrade, por ejemplo, tena mucho qu decir, pero qu mal escriba. Le falt, ante todo, pa-ciencia Qu atropeUado era, qu desigual. Saber narrar es saber dar a cada escena su tiempo, su duracin, su intensidad. Dvila Andrade careca de este sentido del ritmo. Abreviaba o prolon-gaba innecesariamente ciertas escenas, ciertos momentos, des-vinculndolos, casi, del flujo de la narracin. Cuando queria ser poeta escriba cosas como sta: "En una pajarera, un viejo gua-camayo trepaba por la tela metlica hacia un rayo de sol". Pero dentro del conjunto, la frase potica es rebuscada, es un aa-dido al cuerpo de la narracin, no late con l. O esta poderosa tiniebla: "el palor de las tabes consuntiva", enigma que, tradu-cido, viene a significar lo siguiente: "palidez de la consuncin que coosume~. La forma, en general, no desdice del fondo: la os-curidad del pensamiento se manifiesta en un estilo oscuro, nada

    TIII , IlIiacims I

  • cristalino, una prosa turbia, espesa, imprecisa. El humor involun-tario de estos cuentos reside en la exageracin de los rasgos patticos y en la inverosimilitud.

    Su volumen Cabeza de gallo ofrece, en cambio, algunos de los textos ms cuidados pero desgraciadamente hermticos de este escritor descuidado y visionario. Su respuesta al mundo de mi-serias por l mismo propuesto fue el del hermetismo y la visin.

    En sus ltimas narraciones, Dvila Andrade es sobre todo un ejemplar creador de atmsferas. Arranca al lector de su c-modo y prosaico rincn y lo lleva a mundos fantsticos , alu-cinatorios. Notables son, en las diez narraciones de Cabeza de gallo --

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    no se sabe a ciencia cierta si el inceodio del templo fue la pro-videncial salvacin del gallo, o si por celebrar el rito la poblacin dej la iglesia a merced del fuego -es el resultado, ms que de un lcido plan y una ejecucin eficaz, de la puesta en juego de cier-tas intuiciones e imgenes poticas. Entre los escombros del templo, la poblacin eocontrar la imageo apeoas tocada por el fuego del crucificado, y "su rostro, manchado de ceniza y en-vuelto a medias en un girn de cortinaje prpura que no haba llegado a consumirse, adquira un punzante aspecto de gallo de ria maltratado y sangrante sobre el suelo sucio y descompues-to del combate". Qu secreta correspondencia existe eotre el ga-lio a punto de ser sacrftficado y este otro, el gallo mesinico? Metfora del sacrificio de Cristo, acaso? En general, este ser el tono de las narraciones de Cabeza de gallo: hermtico, como si el escritor fuese un iluminado cronista de milagros.

    "ltimas palabras" ("Primeras palabras" eo Abandonados en la tierra) es eso: la crnica de un milagro, pero con deficiente estructura y arbitrario desenlace. Por ello, el milagro no es est-tico, sino parte de la ancdota. Unos padres atados por la violeo-cia y el odio mutuo veoden por hambre a su hija muda y eo el momeoto del desprendimiento de aqullos, la pequea habla.

    La idea moral de la destruccin del ser viviente y sus implica-ciones -la responsabilidad, la perplejidad del alma- crecen en intensidad y alcance a lo largo del libro. "Atad de cartn" es un cuento atrozmente verosmil sobre una violacin, un nacimiento, un infanticidio, una hemorragia de parto y la muerte consecuente de la madre.

    As como este poeta lleva muy adentro la imagen andina del cndor, lleva tambin muy adentro la imagen del indio esclavi-zado y seculannente tiranizado. "La muerte del dolo oscuro" es un cuento indigenista con el maniquesmo propio de esta tradi-cin, pero superado por su atmsfera alucinante. El "dolo os-

    T!ma q Uariaciones I

  • curo" es un piano, capricho musical del patrn, trasladado por indgenas tiranizados a lo largo de una casi fantstica topografia andina. El asunto de este cuento es el mismo de Los guandos, la novela indigenista que Joaquin Gallegos Lara inici en 1935, dej inconclusa a su muerte en 1947, y Nela Martnez complet y public en 1982.

    En "Pacto con el hombre", Dvila Andrade abrevia la leyenda de Fausto y retoma la ficcin pitagrica de la nocin del cuer-po como tumba del alma. A un diablo le resulta insoportable ha-bitar el cuerpo del hombre. Como en "El recin llegado", en "Pacto con el hombre", el Fakir -

  • bailo solo. Esa languidez progresiva hace tambin necesaria, pa-ra el lector, la muerte del caballo y aun la destruccin del atad.

    Pero "Caballo solo" es el anticlimax de ese formidable miste-rio que es "La ltima cena de este mundo". la ms inquietante y sugerente de las narraciones de la coleccin y, sin duda, de las mejores. Una gran infeccin ha obliterado una extensa rea terrestre y slo ha supervivido una isla situada al sur del pla-neta, cuyos nicos habitantes son los Doce y El, llamado Chris-tian Huck, el Decimotercero. Christian=Cristo, el neocristo, el anticristo. "Los tiempos, como los horizontes, se haban entre-fundido", dice el narrador. Esto significa, para m, que el hom-bre lleg a situarse en el momento imposible en que todos los tiempos se hicieron uno. Como este momento slo podra ser la eternidad, y nada en el cuento indica o sugiere que lo sea, es en realidad una exasperacin potica del instante, una plenitud, una irrealidad concebida por Dvila Andrade. Los Doce se inician en prcticas enseadas por el Maestro, las cuales van a prepararlos para la Cena, rito de la Encarnacin del Verbo. "Nuestra primera Perdicin", advierte el narrador, "habia sido el descubrimiento del 'Otro' frente al Uno mismo. En adelante, despus de la Se-gunda Gran Infeccin, todos seramos Uno contra Todo". En el momento del milagro de la Transubstanciacin, el narrador, que se corresponde con el Judas de la Pasin, huye por temor al fondo de la Isla, desde donde "se opondria para siempre a El". Como en toda metfora, hay aqu un mecanismo de ecuaciones y simbolizaciones. Despejadas las incgnitas, nos vamos a en-contrar con una suerte de parbola, un acto de rebelin contra el anticristo, o quiz, mejor, contra una situacin subalterna del hombre, como anotaba el poeta Juan LiscanoJ

    3 Juan Liscano. "EI solitario de la gran obra", en Zona Franca, No. 45. Ca racas, mayo de 1967, pp. 4-7.

    lema , lariaims i

  • Con este misterio se cierra el libro. Dvila Andrade ha habla-do del hombre con acento desgarrado, con un afn casi deses-perado por definirlo y ajustarlo a la propia medida, es decir, por incluirlo en su personalsimo mundo potico. No hay vocacin de realismo en sus cuentos y tampoco, en rigor. literatura fants-tica. Ha convocado el poeta en sus narraciones signos y smbo-los de muerte: atades, enfermedades, cuotas de sufrimiento, ritos de destruccin. Pero se ha abierto a la trascendencia, esto es, al misterio religioso, a lo sagrado, a la visin. A lo fantstico, no :-al esoterismo. Mientras una de las lineas fundamentales de supe-racin de lo regional en la narrativa hispanoamericana fue la literatura fantstica, Dvila Andrade explor los caminos del esoterismo y el hermetismo. El se movi en los bajos fondos de la ciudad de Quito, donde se perda para beber. De ah extrajo esa galeria de indigentes que puebla su obra; de ah surgi tambin la necesidad imperiosa de superar esas miserias con la bsqueda de la iluminacin. Esa apertura a la trascendencia signific asu-mir el riesgo de poner en tela de juicio, no slo el realismo, sino la verosimilitud de lo narrado - lo cual nos impide a menudo creerle-. Por ello reside ah lo peor y lo mejor de Dvila Andra-de (''El recin llegado" y "Un centinela ve aparecer la vida". respectivamente, por ejemplo). Por otra parte, careca de un real sentido trgico. No hay en l ese estoicismo y esa fusin de grandeza apolnea con la dionisaca que son atributos de lo tr-gico. Hay patetismo, s, que es otra cosa. Como dije ya, se trata de un mundo enlodado por la miseria fsica y espiritual, atravesado por oscuras autocompasiones y misericordias. En otras pala-bras - habr pensado Dvila Andrade-, si el cuerpo del hombre es corruptible, mostremos esa corruptibilidad en toda su ab-yeccin: violencia. miseria, enfennedades. agonas, muerte, po-dredumbre, gusanera. De toda esa contingencia slo puede res-catarnos la ascesis, el esoterismo, el hennetismo, en fm, toda

    Ulaiimin iiuas lIuual/! \ I

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    forma de trascendencia. Pero pocas veces estuvo el poeta a la altura de sus concepciones trascendentales. Le falt en la prosa de ficcin la paciencia que le sobr en su poesa. Tena fama de iluminado y en aras de ese prestigio nos leg Wla cuentstica rica en descripciones pero insuficiente desde el pWlto de vista narra-tivo y artesanal. Y fueron estas caractersticas de su prosa -que a veces coexisten con las de su verso-- las que determinaron la sobrevaloracin de su obra narrativa.

    BIBlIOGRRfR

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