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MEDITACIÓN CRISTIANA

Hoy inicio el camino

Puede ser que estés buscando una respuesta para tu vida o simplemente quieras saber qué es la Meditación Cristiana. Si deseas encontrar el significado real de tu vida, conocerte mejor, aceptar a los demás y además tienes el fuerte deseo de integrar la presencia de Dios en tu vida - entonces llegaste a la página web correcta.

Ahora, si llegaste aquí por accidente y estás todavia leyendo esta sección, puedes entonces estar seguro de que no es coinicidencia. Has sido llamado para iniciar un nuevo camino en tu vida. Pero este camino es diferente, pues no es externo - no se te ha llamado para que viajes por el mundo, ni para que te adhieras a un club, o para que cambies radicalmente tu estilo de vida, ni que abandones a tus niños. Has sido llamado para que hagas un peregrinaje al centro de tu corazón, desde donde te encuentres ahora.

Este es un camino diferente que te llevará al Reino de Dios, que es en tu corazón. Necesitas 3 cosas para seguir este camino...

De la palabra

SILENCIO: Necesitas hacer silencio para poder apreciar la presencia de Dios en tu vida. Solo haciendo a un lado el mundo del ruido, el de las distracciones, el de las palabras, el de las imágenes, el de las preocupaciones, el de los sueños y de las fantasías, es posible entrar al silencio de tu corazón, donde Dios se manifiesta en su Palabra y a través de la Palabra.

QUIETUD: Necesitas estar quieto tanto física como mentalmente. La mente es como un mono que brinca de rama en rama. Al dedicar tiempo en tu vida para sentarte y estar quieto, podrás aprender la disciplina de aquietar también tu mente. Esto es un proceso determinante para poder entrar al reino de Dios en tu corazón.

ATENCIÓN: Necesitas estar atento a la Palabra de Dios en tu vida y al darle toda tu atención estarás comprendiendo que el Amor es ser y estar atento hacia el Otro. Al estar atento aprenderás a vivir en el hoy, en el presente, y por lo tanto podrás ser parte de la única realidad que existe, que es la realidad de Dios.

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Al Silencio

¿Qué palabra puedo usar para meditar?

Los momentos más significativos de una relación de amor son aquellos que se manifiestan en el silencio.

La Palabra en tu vida, tiene tal poder que cualquier otra palabra queda corta o incompleta. Cuando integras la Palabra y esta se arraiga en tu alma, no hay marco más importante para honrarla que en el silencio, en el sagrado silencio de tu corazón.

Cuando medites, repite tu palabra sagrada durante todo el tiempo de tu meditación. Hazlo interna y silenciosamente. Repítela pausadamente, resuénala en tu corazón. No pienses en nada, permite que la palabra se arraige en tu corazón.

Si llegan pensamientos, imagenes, distracciones, recuerdos, planes, preocupaciones, ideas triviales, o lo que sea - ignóralas y regresa - retorna y siempre repite tu palabra.

Meditar no es una técnica que se desecha una vez que se aprende. Meditar es una disciplina, que debe practicarse dos veces al día por 30 minutos, durante toda tu vida.

Meditar es integrarte a tu Creador, en el sagrado silencio de una Palabra .

Maranatha

Maranatha es una palabra aramea (el idioma que Jesús hablaba) que significa “Ven, Señor.” Se encuentra en las Escrituras y es una de las primeras oraciones de la tradición Cristiana.

Integra esta palabra sagrada en tu vida, en todos tus actos y deja que ella te conduzca al Señor, a estar cara a cara con El, a ser en su presencia. Todo lo demás se te dará por añadidura.

La escencia y el arte de la Meditación Cristiana está en simplemente aprender a decir la palabra, recitarla, resonarla, repetirla, desde el principio hasta el fín. Es muy sencillo: ¨Ma-ra-na-tha¨, cuatro sílabas igualmente acentuadas. Y esto es todo lo que necesitas para aprender a meditar. Tienes tu palabra sagrada, repite tu palabra y permanece quieto. Medita todos los días de tu vida, 30 minutos en la mañana y 30 minutos en la noche.

El propósito de la Meditación Cristiana es llegar a tu centro. En muchas tradiciones, la meditación se define como una peregrinación, a tu centro, a tu corazón. Es ahí donde aprendes a permanecer despierto, alerta y tranquilo. Lo que aprenderás al meditar es que al estar en tu centro, estás con Dios.

Tiempo

Podemos evaluar la importancia que le damos a algo por el tiempo que estamos dispuestos a dedicarle. Cuánto más tiempo le dedicamos a algo, más evidente resulta la relevancia y el valor que

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tiene para nosotros.

El tiempo es el regalo más preciado que tenemos porque es limitado. Podemos producir más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar. El mejor regalo que le puedes dar a alguien es tu tiempo.

El mejor regalo es dar tu concentración, tu atención total. La postergación es aceptable para lo trivial, pero no para entrar a la presencia de Dios. La mejor expresion del amor es el tiempo. El mejor momento para amar es hoy.

Medita 30 minutos dos veces al día - todos los días de tu vida. Repite tu palabra sagrada - Maranatha - durante esos 30 minutos. Si llegan pensamientos, gentil y suavemente, regresa de nuevo a repetir tu palabra. Dila intensa y amorosamente, pero no pienses en su significado. La Palabra se arragiará en tu mente, en tu corazón y en todo tu ser. ¿Cómo meditar?

Busca un lugar silencioso. Escucha unos minutos de música suave para relajarte, si gustas. Siéntate con tu espalda derecha, permanece quieto. Cierre tus ojos suavemente y empieza a recitar tu palabra, oración, o mantra, silenciosamente, interiormente y amorosamente durante todo el tiempo de tu meditación: Repite la palabra “Ma-ra-na-tha.” Dílo con 4 sílabas con igual énfasis y con fervor.

No pienses en el significado de la palabra. Presta total atención a su sonido durante todo el tiempo de tu meditación, desde el principio al final. Si surge una distracción, simplemente regresa a tu mantra. Medita por 30 minutos cada mañana y cada noche, cada día de tu vida. Solo repite la palabra.

La meditación es la forma de oración pura marcada por el silencio, la quietud y la simplicidad.

----------------http://meditacioncristianagrupos.blogspot.com/

Las Enseñanzas Simples de la Meditación Cristiana

¿Qué es la oración?

Una muy antigua definición de la oración la describe como “la elevación del corazón y la mente a Dios”. La mente es la que piensa, cuestiona, planea, es el órgano del conocimiento, de la razón. El corazón es el órgano del amor. La conciencia mental debe correrse para dar lugar a la forma más plena de conocer: la conciencia del corazón. El amor es completo y verdadero conocimiento.La mayoría de nuestro entrenamiento en la oración, no obstante, está limitado a la mente. Cuando éramos niños nos enseñaron a decir nuestras oraciones, a pedirle a Dios lo que necesitábamos. Pero ésta es sólo una parte del misterio de la oración.La otra parte es la oración del corazón, en donde simplemente somos y estamos con Dios, quien vive en nuestro interior, en el Espíritu Santo que nos ha entregado Jesús.

La Meditación Cristiana

La meditación, también conocida como oración contemplativa es la oración del corazón que nos

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une a Jesús en el Espíritu. La meditación no es algo nuevo en la experiencia cristiana, por el contrario, está arraigada profundamente en nuestra tradición.Meditar es vivir en la presencia de Dios.Para ello, es importante que busquemos:

Silencio: Dejando a un lado el mundo del ruido, de las distracciones, de las palabras, de las imágenes, de las preocupaciones, de los sueños y fantasías y, así, poder entrar al silencio de tu corazón, que es donde Dios semanifiesta.Quietud: Física y mental. Como dice el salmo: “Permanece quieto y sabrás que soy Dios”.Atención: Necesitas estar atento a la Palabra de Dios en tu vida y, al darle toda tu atención, estarás comprendiendo que el Amor es ser y estar atento al Otro. También aprenderás a vivir en el presente y, por lo tanto, podrás ser parte de la única realidad que existe, que es la realidad de Dios.Para llegar al silencio, a la quietud y a la atención, necesitamos utilizar una palabra sagrada, también llamada, mantra.

Cómo meditar

Busca un lugar silencioso. Siéntate con tu espalda derecha, permanece quieto. Cierra tus ojos suavemente y empieza a recitar tu palabra, oración o mantra, silenciosa, interior y amorosamente durante todo el tiempo de la meditación. Recomendamos la palabra “Ma-ra-na-tha”. Dila en 4 sílabas con igual énfasis y fervor. Esta es una palabra en idioma arameo, el que hablaba Jesús. Significa "Ven, Señor Jesús" o "Oh, Señor, ven". San Pablo termina su primera carta a los corintios con esta palabra (I Cor. 16,22b) y es también casi la última palabra del libro del Apocalipsis (Ap. 22:20).No pienses en el significado de la palabra. Presta total atención a su sonido durante todo el tiempo de tu meditación, desde el principio al final. Si surge una distracción, simplemente regresa a tu mantra. Medita por 30 minutos cada mañana y cada noche, cada día de tu vida. No evalúes los resultados. Persevera en la práctica humilde y amorosamente.

A continuación daremos algunas preguntas que pueden aparecer con relación a la meditación cristiana con su respectiva respuesta:

- ¿Es cristiana la meditación?

La meditación es una disciplina espiritual universal, que existe en muchas otras religiones, especialmente las que son más antiguas que la Cristiana. Pero el camino de la oración silenciosa está fuertemente enraizado en la tradición cristiana, histórica, teológica y bíblica.

- ¿Qué hace que nuestra meditación sea cristiana?

Es nuestra fe lo que hace que la meditación sea cristiana.

Como dice San Pablo en Rom 8, 26, el Espíritu intercede por nosotros (en nuestro centro interior, más allá de las palabras, más allá de los pensamientos, más allá de las imágenes) con suspiros profundos que no se pueden expresar. El Espíritu está con nosotros en nuestra oración, rezando dentro de nosotros y como dice John Main, en La palabra que viene del silencio: “la oración es, entonces, la vida del Espíritu de Jesús dentro de nuestro corazón humano…”.

Atención y receptividad son las cualidades que nos permiten permanecer más incorporados con la Palabra dentro de nosotros, que es el Hijo, hablando por el Padre, y retornando al Padre.

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- ¿La meditación es lo mismo que la contemplación?

Muchas veces encontramos estas palabras con significado diferente. Mientras, notamos que en la introducción general de La palabra que viene del silencio, John Main elige el uso del término meditación como sinónimo de contemplación, oración contemplativa, oración meditativa, y así en adelante. Luego agrega: “El contexto esencial de la meditación puede ser encontrado en las relaciones fundamentales de nuestra vida, la relación que tenemos como criaturas con Dios, nuestro Creador”.

Se puede decir que la meditación es el trabajo que hacemos con fe y amor para recibir o entrar plenamente en el don del estado de contemplación, que ya está presente en nosotros por la inhabitación del Espíritu Santo.

- ¿La iglesia aprueba la meditación?

Sí. En documentos del Concilio Vaticano II queda claro que los cristianos son llamados no sólo a orar con otros, sino a entrar “en sus aposentos para orar al Padre en secreto” (Mt 6, 6); y también, cita a San Pablo y su exhortación para que los cristianos oren sin cesar (1 Tes 5,17). La práctica de la meditación cristiana, fiel a la tradición de la iglesia, es la manera de atender a la vocación cristiana de oración. El Concilio alienta a profundizar la oración en la contemplación y documentos posteriores enfatizan la importancia de recuperar las tradiciones cristianas perdidas o abandonadas.

El Papa Juan Pablo II en noviembre de 1992, predicó que “cualquier método de oración es válido si es inspirado por Cristo y lleva a Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida”. Quien medita entra en la corriente de la oración de Jesús que siempre fluye hacia el Padre con el poder y el amor del Espíritu Santo.

- ¿La meditación cristiana está de acuerdo con la enseñanza general de la Iglesia?

Ciertamente. La oración es siempre vista por la iglesia como fuente de sabiduría y compasión en la vida cristiana.

Es una peregrinación con fe para estar totalmente atento, en la presencia de Dios.

Involucra dejar atrás el ego, yendo más allá de nosotros mismos hacia Dios, que está siempre más allá de nosotros, pero al mismo tiempo, más cerca de lo que nosotros estamos de nosotros mismos.

Se trata de una oración que es siempre un don de Dios, y no de una técnica.Conduce a los que meditan a buscar los frutos de la oración en el amor: “la oración contemplativa cristiana conduce al amor al prójimo, a la acción y a la aceptación de los desafíos, y precisamente por causa de esto nos aproxima a Dios”.

– (Extraído de la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre Algunos Aspectos de la Meditación Cristiana, 1989, pág. 18).

P. ¿Por qué usamos un mantra? ¿Cuál es el papel del mantra y cómo elijo uno?

R. El propósito del mantra tiene tres aspectos:

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· Primero, ayuda a lidiar con las distracciones. La mente necesita focalizarse en un punto, en algo en que quede absorbida para que las distracciones puedan ser ignoradas.· Segundo, lleva a una actitud de simplicidad.· Tercero, y el más importante para nosotros que meditamos como cristianos, repetir el mantra es expresión de fe en Cristo que vive en nuestros corazones.

El mantra recomendado por John Main es la palabra MARANATHA. Es una palabra aramea, lengua hablada por Jesús. Significa “Ven, Señor Jesús” o “Oh Señor, ven”. Como es una palabra que no existe en nuestra lengua, no tiene pensamientos asociados y no nos estimula a pensar. Es una palabra de ritmo equilibrado, con un sonido largo de “a”. Encaja bien con el ritmo de la respiración y es una de las oraciones cristianas más antiguas. Abba o el nombre de Jesús o la oración de Jesús o parte de ella, o cualquier frase corta de la Escritura, puede ser usada como mantra.

La “fórmula” que Juan Casiano recomendó es la frase “Oh Dios, ven en mi auxilio. Oh Dios, apresúrate a ayudarme”. Elegir tu palabra es importante. Una vez elegida, es importante, de acuerdo con la tradición, permanecer siempre con la misma palabra. Así ella queda enraizada en el corazón y se vuelve una forma de oración continua.Citas del Cardenal Kasper durante el Seminario John Main 2008:

“Lleva nuestra entera devoción conocer a Cristo como verdad”.

“La meditación es el camino al centro de la vida, la fuente de toda vida".

“Hoy estamos en un kairos (ocasión, oportunidad) de interioridad pero, como siempre, la iglesia fácilmente se vuelve demasiado ocupada, demasiado intelectual, demasiado exterior”.

“Necesitamos un nuevo ímpetu hoy. Comunidades como las vuestras, redes contemplativas que nos lleven a esta gran unidad”.

“Sin una dimensión espiritual, el diálogo ecuménico no puede progresar”.

“Ecuménico significa entrar en la plegaria de Jesús y darse cuenta de su plegaria por la unidad”.

“El falso ecumenismo niega los sufrimientos de la división. Suprime el sufrimiento pero no trabaja para la curación”.

“Como Cristianos, nuestra meditación significa que no estamos nunca solos, porque nos damos cuenta de nuestra pertenencia a la comunidad del Espíritu Santo”.

“Los signos del Espíritu Santo pueden ser reconocidos fuera del Cristianismo. El centro de la realidad cristiana es la Encarnación”.

“Podemos aprender de otras religiones, pero debemos recordar la gran sabiduría contemplativa de la nuestra”.

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“Cada Cristiano es libre de elegir su propia espiritualidad, pero todos los Cristianos son llevados por la gran Comunión de los Santos".

“La gente joven de la iglesia de hoy no tiene que cargar con el peso que tuvimos que llevar las viejas generaciones. Ellos ven rápidamente la libertad y la alegría del Evangelio”.

“La oración es una energía cósmica que une a Dios, al cosmos y a la humanidad en una unidad de amor”.

“Quien ora es como un explorador en búsqueda de la unidad escatológica”.

“Tenemos siempre más en común que lo que nos separa”.

Practicar la Meditación Cristiana nos lleva a leer las Escrituras con mayor fruto, así como a sensibilizarnos a la sabiduría de las otras tradiciones religiosas.

John Main consideró muy significativos algunos pasajes del Nuevo Testamento. Te invitamos a leerlos en distintos momentos, lentamente, prestando atención, con corazón meditativo:

Evangelio de San Mateo Cap. 6, versículos 7-14; 19-21; Cap. 10, vers. 7-8; Cap. 13, vers. 24-26; Cap. 24, 42

Evangelio de San Marcos Cap. 8, vers. 34-36; Cap. 10, 15

Evangelio de San Lucas Cap. 3, vers. 1-6; Cap. 5, 16; Cap. 6, 12; Cap. 9, 23-24; Cap. 12, 27-31; Cap. 13, 18-19; Cap. 14, 15-24

Evangelio de San Juan Cap. 1, vers. 14; 29-34; Cap. 3, vers. 3-8; 13-17; Cap. 4, vers. 13-14; 23-24; Cap. 5, vers. 19-26; 39; Cap. 6, vers. 29; 40; 63; 69; Cap. 7, vers. 16-18; 28; Cap. 8, vers. 12; 24; 29-30; 31; 35-36; Cap. 10, vers. 10; Cap. 12, vers. 24-26; Cap. 13, vers. 34-35; Cap. 14, vers. 2-6; 15-21; Cap. 15, vers. 5-17; Cap. 16, vers. 12-14; 33; Cap. 17, vers. 20-26

Hechos de los Apóstoles Cap. 2, vers. 32-34; Cap. 15, vers. 8-9; Cap. 17, vers. 24-31

Carta de San Pablo a los Romanos Cap. 3, vers. 21-26; Cap. 5, vers. 1-5; Cap. 6, vers. 1-11; 13-14; 23; Cap. 7, vers. 14; Cap. 8, vers. 4; 9-11; 14-17; 26-30; 38-39; Cap. 10, vers. 4-10; 11; 14; 17; 20-21; Cap. 11, vers. 6; 18; Cap. 12, vers. 1-2; Cap. 14, vers. 7-12; Cap. 15, vers, 13

Primera carta de San Pablo a los Corintios Cap. 1, vers. 4-9; 17; Cap. 2, vers. 1-16; Cap. 3, vers. 11; 16; 18; Cap. 4, vers. 20-21; Cap. 6, vers. 18-20; Cap. 10, vers. 4-5; 11; 14-17; Cap. 13, vers. 1-13; Cap. 15, vers. 20-28; 44-49; 58

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Segunda carta de San Pablo a los Corintios Cap. 1, vers. 19-22; Cap. 3, vers. 15-18 ; Cap. 4, vers. 4-6; 16 ; Cap. 5, vers. 14-16; 18; Cap. 9, vers. 6; Cap. 13, vers. 4-5

Carta de San Pablo a los Gálatas Cap. 2, vers. 20; Cap. 3, vers. 26-29; Cap. 4, vers. 6-7; Cap. 5, vers. 6; 18; 22-25

Carta de San Pablo a los Efesios Cap. 1, vers. 1; 3-10; 17-23; Cap. 2, vers. 6-7; 12-14; 17-22; Cap. 3, vers. 4-9; 12-13; 14-21; Cap. 4, vers. 6-7; 13-14; Cap. 5, vers. 15-18; 25-33

Carta de San Pablo a los Filipenses Cap. 1 vers. 9-10; 20-21; Cap. 2, vers. 5; Cap. 3, vers. 9; 11-16; 20-21; Cap. 4, vers. 1-7

Carta de San Pablo a los Colosenses Cap. 1, vers. 11-20; 26-27; Cap. 2, vers. 1-5; 6-7; 9-10; 20; Cap. 3, vers. 4; 9-11; Cap. 4, vers. 2-3

Primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses Cap. 4, vers. 1

Segunda carta de San Pablo a los Tesalonicenses Cap. 2, vers. 13-17

Primera carta de San Pablo a Timoteo Cap. 4, vers. 9-10; Cap. 6, vers. 6-7; 15-16

Segunda carta de San Pablo a Timoteo Cap. 1, vers. 7-10; Cap. 2, vers. 1; Cap. 3, vers. 7

Carta de San Pablo a los Hebreos Cap. 6, vers. 1-6; Cap. 9, vers. 11-14; Cap. 10, vers. 19-20; Cap. 12, vers. 28-29

Carta de Santiago Cap. 3, vers. 13; Cap. 5, vers. 13-16

Primera carta de Pedro Cap. 1, vers. 1-4; 13-16; Cap. 2, vers. 1-10; 24; Cap. 3, 4; 13-16; Cap. 4, 6; 8

Primera carta de San Juan Cap. 2, vers. 24-25; 28-29; Cap. 3, vers. 14-16; 18; 23-24; Cap. 4, vers 7-10; Cap. 5, vers. 11-12

(Referencias tomadas de Meditación cristiana. Nuestra práctica diaria, del P. Laurence Freeman O.S.B., publicado por Ed. Bonum, Buenos Aires)

------------------------Silencio y oración

Si nos dejamos guiar por el libro más antiguo de oración, los Salmos bíblicos, encontraremos en ellos dos formas principales de la oración. Por un lado, la lamentación y la llamada de auxilio, y por otra el agradecimiento y la alabanza. De un modo más escondido, existe un tercer tipo de oración, sin súplica ni alabanza explícita. El Salmo 131, por ejemplo, no es más que calma y confianza:

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«Mantengo mi alma en paz y en silencio… Pon tu esperanza en el Señor, ahora y por siempre.» A veces la oración calla, pues una comunión apacible con Dios puede prescindir de palabras. «Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.» Como un niño privado de su madre que ha dejado de llorar, así puede ser «mi alma en mí» en presencia de Dios. La oración entonces no necesita palabras, quizás ni reflexiones. ¿Cómo llegar al silencio interior? A veces permanecemos en silencio, pero en nuestro interior discutimos fuertemente, confrontándonos con nuestros interlocutores imaginario o luchando con nosotros mismos. Mantener nuestra alma en paz supone una cierta sencillez: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad.» Hacer silencio es reconocer que mis preocupaciones no pueden mucho. Hacer silencio es dejar a Dios lo que está fuera de mi alcance y de mis capacidades. Un momento de silencio, incluso muy breve, es como un descanso sabático, una santa parada, una tregua respecto a las preocupaciones. La agitación de nuestros pensamientos se puede comparar a la tempestad que sacudió la barca de los discípulos en el mar de Galilea cuando Jesús dormía. También a nosotros nos ocurre estar perdidos, angustiados, incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos. Pero también Cristo es capaz de venir en nuestra ayuda. Así como amenazó el viento y el mar y «sobrevino una gran calma», él puede también calmar nuestro corazón cuando éste se encuentra agitado por el miedo y las preocupaciones (Marcos 4). Al hacer silencio, ponemos nuestra esperanza en Dios. Un salmo sugiere que el silencio es también una forma de alabanza. Leemos habitualmente el primer versículo del salmo 65: «Oh Dios, tú mereces un himno». Esta traducción sigue la versión griega, pero el hebreo lee en la mayor parte de las Biblias: «Para ti, oh Dios, el silencio es alabanza.» Cuando cesan las palabras y los pensamientos, Dios es alabado en el asombro silencioso y la admiración.

La Palabra de Dios: trueno y silencio

En el Sinaí, Dios habla a Moisés y a los israelitas. Truenos, relámpagos y un sonido te trompeta cada vez más fuerte precedía y acompañaba la Palabra de Dios(Éxodo 19). Siglos más tarde, el profeta Elías regresa a la misma montaña de Dios. Allí vuelve a vivir la experiencia de sus ancestros: huracán, terremoto y fuego, y se encuentra listo para escuchar a Dios en el trueno. Pero el Señor no se encuentra en los fenómenos tradicionales de su poder. Cuando cesa el ruido, Elías oye «un susurro silencioso», y es entonces cuando Dios le habla. (1 Reyes 19). ¿Habla Dios con voz fuerte o en un soplo de silencio? ¿Tomaremos como modelo al pueblo reunido al pie del Sinaí? Probablemente sea una falsa alternativa. Los fenómenos terribles que acompañan la entrega de los diez mandamientos subrayan su importancia. Guardar los mandamientos o rechazarlos es una cuestión de vida o muerte. Quien ve a un niño correr hacia un coche que está pasando tiene razón de gritar lo fuerte que pueda. En situaciones análogas, han habido profetas que han anunciado la palabra de Dios de modo que resuene fuertemente a nuestros oídos. Palabras que se dicen con voz fuerte se hacen oír, impresionan. Pero sabemos bien que éstas no tocan casi los corazones. En lugar de una acogida, éstas encuentran resistencia. La experiencia de Elías muestra que Dios no quiere impresionarnos, sino ser comprendido y acogido. Dios ha escogido «una voz de fino silencio» para hablar. Es una paradoja:

Dios es silencioso, y sin embargo habla

Cuando la palabra de Dios se hace «voz de fino silencio», es más eficaz que nunca para cambiar nuestros corazones. El huracán del monte Sinaí resquebrajaba las rocas, pero la palabra silenciosa de Dios es capaz de romper los corazones de piedra. Para el propio Elías, el súbito silencio era probablemente más temible que el huracán y el trueno. Las manifestaciones poderosas de Dios le eran, en cierto sentido, familiares. Es el silencio de Dios lo que le desconcierta, pues resulta tan diferente a todo lo que Elías conocía hasta entonces. El silencio nos prepara a un nuevo encuentro con Dios. En el silencio, la palabra de Dios puede alcanzar los rincones más ocultos de nuestro

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corazón. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu.» (Hébreos 4,12). Al hacer silencio, dejamos de escondernos ante Dios, y la luz de Cristo puede alcanzar y curar y transformar incluso aquello de lo que tenemos vergüenza.

Silencio y amor

Cristo dice: «Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 15,12). Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados e inquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado y con facilidad. Pero cuando mantenemos «nuestra alma en paz y en silencio», estas razones se desvanecen. Quizás evitamos a veces el silencio, prefiriendo en vez cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.

(Texto tomado del website de la Comunidad de Taizé: www.taize.fr )