20130423223633la crisis argentina el experimento populista de los kirchner

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Carlos Pagni es periodista del diario La Nación. JULIO / SEPTIEMBRE 2012 97 LA CRISIS ARGENTINA El experimento populista de los Kirchner P ara la Argentina, 2001 es el año más largo de la historia. Si se ob- serva la política, ha durado ya una década. A fines de 2001 el país asistió a un estallido social que devoró tres Gobiernos –el de Fer- nando De la Rúa, el de Adolfo Rodríguez Saá y el de Eduardo Duhalde–, un régimen económico –el de la convertibilidad del peso con el dólar–, y un sistema político configurado por el contrapunto de dos fuerzas princi- pales, el peronismo y el radicalismo, capaces de alternarse en el poder. Al cabo de diez años, los argentinos repusieron el Gobierno y la eco- nomía se benefició con un ciclo de bonanza; pero el sistema político no fue reconstruido. Esa incapacidad se manifestó en el resultado de las últimas elecciones presidenciales, celebradas el 23 de octubre del año pasado. En ellas, Cristina Kirchner consiguió la reelección con el 54% de los votos. El candidato que la secundó, Hermes Binner, obtuvo el 17%. Esa brecha de 37 puntos entre quien gobierna y la principal fuerza de la oposición delata que en este país la vida pública se sigue desarrollando en medio de los es- combros de aquel colapso. La crisis que se abrió a comienzos de siglo se mantiene abierta, y adquiere rasgos de cronicidad. CARLOS PAGNI

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  • Carlos Pagni es periodista del diario La Nacin.

    JULIO / SEPTIEMBRE 2012 97

    LA CRISIS ARGENTINAEl experimento populista de los Kirchner

    Para la Argentina, 2001 es el ao ms largo de la historia. Si se ob-serva la poltica, ha durado ya una dcada. A fines de 2001 el pasasisti a un estallido social que devor tres Gobiernos el de Fer-nando De la Ra, el de Adolfo Rodrguez Sa y el de Eduardo Duhalde,un rgimen econmico el de la convertibilidad del peso con el dlar, yun sistema poltico configurado por el contrapunto de dos fuerzas princi-pales, el peronismo y el radicalismo, capaces de alternarse en el poder.

    Al cabo de diez aos, los argentinos repusieron el Gobierno y la eco-noma se benefici con un ciclo de bonanza; pero el sistema poltico no fuereconstruido. Esa incapacidad se manifest en el resultado de las ltimaselecciones presidenciales, celebradas el 23 de octubre del ao pasado. Enellas, Cristina Kirchner consigui la reeleccin con el 54% de los votos. Elcandidato que la secund, Hermes Binner, obtuvo el 17%. Esa brecha de 37puntos entre quien gobierna y la principal fuerza de la oposicin delataque en este pas la vida pblica se sigue desarrollando en medio de los es-combros de aquel colapso. La crisis que se abri a comienzos de siglo semantiene abierta, y adquiere rasgos de cronicidad.

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    El kirchnerismo, que es el rostro que ofrece el peronismo en estos aos,se nutre de esa deformacin. Es imposible explicar su ascenso y su conso-lidacin en el poder sin recordar la tormenta que le sirvi de antecedente.

    Le economa entr a mediados de 1998 en la recesin ms larga de lahistoria nacional. En noviembre de 2001 la tasa de desempleo haba al-canzado un 18,3% de la poblacin activa. La deuda pblica super los101.000 millones de euros. Los indicadores previos al desenlace de la cri-sis eran devastadores: la construccin tuvo una cada del 18,1%, y la in-dustria automotriz una del 27,5%. El riesgo crediticio escal hasta los 5.000puntos bsicos. El dficit fiscal exagerado y la disminucin de los flujos fi-nancieros hacia los pases emergentes haban hecho temer un cese en elpago de la abultada deuda externa. La perspectiva de que ya no sera po-sible convertir a dlares los ahorros en pesos provoc una temible fuga dedepsitos bancarios.

    El Gobierno radical de De la Ra decret un corralito. Es decir, blo-que el retiro de dinero en efectivo de las cuentas de los bancos desatandola furia de la clase media. Las familias comenzaron a manifestarse en losbalcones de sus casas, y ms tarde en las calles, golpeando cacerolas. En lasgrandes ciudades se constituyeron asambleas informales alrededor de laconsigna que se vayan todos.

    Entre los ms pobres, el enojo tuvo otras formas de expresin. Pique-tes de desocupados interrumpieron avenidas y carreteras. Entraba en es-cena de ese modo el movimiento de los piqueteros.

    La represin policial de la protesta en la histrica Plaza de Mayo dejun saldo de veinte muertos. As, el 20 de diciembre de 2001, se derrumbel Gobierno de Fernando De la Ra y, con l, un orden poltico fundadoen el ao 1983, cuando el pas se reencontr con el sistema democrtico,al cabo de una larga dictadura.

    A De la Ra le sigui la fugaz Administracin de Adolfo RodrguezSa, que declar la cesacin de pagos de la deuda pblica. Fue el mayordefault de la historia financiera moderna: 100.000 millones de euros. Le

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    sigui Eduardo Duhalde, quien resolvi una devaluacin de la monedadel 300%.

    El malestar social se proyect sobre la poltica con una agitacin per-manente de las capas medias. Ese entramado es el que siempre expresa demanera ms dramtica el descontento ante el ajuste. Los sectores ms mar-ginados estaban tan mal que al Estado no le result muy costoso reponer-los a la psima situacin en la que estaban antes de la crisis. Los msacomodados suelen contar con recursos intelectuales propios o contra-tados para prever la proximidad del desastre y ponerse a salvo. En cam-bio las clases medias tienen lo suficiente como para que no les alcance laasistencia estatal, pero no tanto como para adelantarse al tsunami. Son lasque ms protestan ante las trampas de la historia.

    La dirigencia poltica, impugnada en su legitimidad, reaccion a esaefervescencia pblica con un miedo que no es la preocupacin virtual dequien lee las cifras del desencanto en un sondeo de opinin; es el temor f-sico de quien conduce un barco amotinado. A partir de diciembre de 2001,y por un periodo muy largo, los polticos argentinos dejaron de concurrira los restaurantes habituales. Era ms frecuente verlos cenar en los hote-les, rodeados de extranjeros incapaces de identificarlos. Las escenas de vio-lencia contra ellos eran habituales.

    El miedo de los dirigentes a los dirigidos est en el corazn de la largacrisis argentina. Los representantes comenzaron a ver a la sociedad comoun animal impredecible y peligroso. La reaccin de la direccin del pasante esa perturbacin amenazante fue un reflejo demaggico. Las grandesconvulsiones econmicas corroen la autoridad de la poltica. Los ldereseluden, porque no pueden o no quieren, pagar costos. Quedan impotentes,en consecuencia, para el ejercicio de su misin ms importante: la de sermediadores entre el presente y el futuro. El populismo, en cuya esenciaest el sacrificio de ese futuro en aras del presente, se alimenta de la de-gradacin de la poltica. No debe llamar la atencin, entonces, que reg-menes como el de Hugo Chvez, Evo Morales o Rafael Correa, hayanemergido del naufragio del sistema de partidos en Venezuela, Bolivia yEcuador. Una diferencia crucial con otras modulaciones de la izquierda la-

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    tinoamericana, como la del PT brasileo o la del Frente Amplio uruguayo,que introdujeron un cambio dentro del orden preexistente.

    Nstor Kirchner lleg al poder el 25 de mayo de 2003, de la mano deDuhalde, quien abandon la Presidencia antes de tiempo, aterrorizado porlas eventuales consecuencias de la muerte de dos jvenes piqueteros por lasbalas de la polica.

    Si la escena a la que se incorporaba ya era bastante estimulante para unexperimento demaggico, l cargaba con un estigma que reforzaba esaorientacin. En las elecciones de 2003 haba obtenido solo el 22% de losvotos. Pero fue presidente porque Menem, el vencedor de la primera vuelta,se retir de la contienda. Kirchner lleg a la Presidencia por descarte. Sufigura era casi desconocida. Ese fue su primer activo; ese desconocimientopermita el simulacro de una renovacin.

    Ansioso por compensar la falta de votos con popularidad, Kirchnerse propuso ser el vocero de la Argentina cacerolera. Como si la hu-biera ledo, sigui aquella recomendacin de Maquiavelo al Consejo deFlorencia sobre cmo ocupar un territorio ajeno: Se debe halagar a laplebe, y mostrarse despiadado con aquellos a los que la plebe adjudicasu infortunio.

    Kirchner puso en el banquillo de los acusados a los bancos, que habancapturado los depsitos del pblico; a las empresas de servicios, muchas deellas espaolas, que pretendan una actualizacin de sus tarifas acorde a ladevaluacin de la moneda; a los empresarios, sealados como responsablesde la ola de desocupacin que acompa la decadencia de la convertibili-dad; a los acreedores externos, que exigan el pago de sus ttulos; a la cor-poracin poltica corrupta; y al aparato judicial, que tiene en la Argentina,por infinitas razones, un desprestigio crnico.

    Esta interpretacin de los males nacionales, para la cual el infierno sonlos otros, condicionara la gestin de la poltica internacional del kirch-nerismo desde entonces hasta ahora; cualquier relacin externa deberasubordinarse a la satisfaccin de urgencias e imperativos domsticos. Cual-

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    quier inters es accesorio frente a la necesidad de llegar al fin del da sin quese produzca una pueblada*.

    La economa ayudara a Kirchner para alcanzar ese objetivo. En el pri-mer trimestre de 2003, coincidiendo con su ascenso al poder, comenz lasalida de una contraccin de cinco aos. La gran devaluacin de la mo-neda, heredada de Duhalde, se convirti en una membrana protectora parala produccin local. La sustitucin de importaciones estimul la creacinde empleo y aceler la expansin.

    La poltica econmica no se bas en metas de inflacin sino de creci-miento. Kirchner encontr un aparato productivo con una capacidad del 50%.La expansin de la demanda tardara mucho en presionar sobre los precios.De esta peculiaridad estaran exceptuados, sin embargo, dos sectores: el ener-gtico y el alimentario. El tipo de cambio alto alineara esos dos mercados conlos altos precios internacionales. El Gobierno se propuso aislarlos congelandolos precios. El boom en el precio de las commodities, sobre todo de la soja, quecomienza en 2003, permiti suponer que esa estrategia era viable.

    La Argentina se define en los ltimos veinte aos por tres novedades:la incorporacin al consumo de las muchedumbres asiticas, sobre todode India y China; la aplicacin de nuevas tcnicas de trabajo de la tierra,como la siembra directa; y la produccin de especies ms resistentes a cli-mas adversos como resultado de alteraciones genticas.

    La combinacin de estos factores expandi la frontera agraria, un pro-ceso denominado sojizacin del campo. La tonelada de soja, que en2000-2001 llegaba a los 125 euros, cotiz en los ltimos tiempos alrededorde 385 euros. La participacin de esa oleaginosa en el total de lo sembrado,que era del 39,65% en 2000-2001, es ahora superior al 60%.

    El tesoro nacional se asoci a esta riqueza a travs de las retenciones alprecio de las commodities. Desde 2002, cada vez con mayor intensidad, elEstado se queda con una parte de los ingresos de los exportadores. En no-

    * Nota del editor: Revolucin

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    viembre de 2007, el kirchnerismo llev las retenciones a la soja del 27% al35%. El poder ejecutivo est autorizado a modificar esa alcuota sin inter-vencin del Congreso de la Nacin. El precio de las commodities, sobre todode la soja, tuvo un incremento tan formidable que hoy el Tesoro percibeen concepto de retenciones el equivalente al valor total de las exportacio-nes de soja del ao 2003.

    Por primera vez en muchas dcadas, la Argentina conoci un Estado rico.La novedad tuvo consecuencias cruciales para la poltica. En principio, con-cedi al sector pblico un nivel de autonoma financiera que reforz la ten-dencia del kirchnerismo al aislamiento internacional. El sector pblico podrafinanciarse sustrayndose al monitoreo de los mercados internacionales.

    Las retenciones se convirtieron tambin, en manos de Kirchner, en uninstrumento para disciplinar al resto de la dirigencia poltica. Este impuestono se coparticipa con las provincias. La recaudacin queda en manos delpoder central. Los gobernadores de provincia, que constituyen la estructuracentral del peronismo, se allanaron a la celebracin de un pacto de vasallajecon la Presidencia de la Nacin, gracias al cual conseguiran recursos ex-traordinarios para realizar obras pblicas, a cambio de una rgida obedien-cia al liderazgo kirchnerista. El federalismo, que est consagrado en laConstitucin Nacional como una de las caractersticas de la forma de go-bierno, tuvo en estos aos un enorme retroceso en el pas, gracias al cualNstor y Cristina Kirchner constituyeron un unicato* territorial de hierro.

    La concentracin fiscal fuerza el vasallaje de los gobernadores con elpoder central. Dos o tres veces por semana los jefes provinciales debentrasladarse a la capital del pas para aplaudir anuncios de la presidenta. Esaobediencia tiene expresiones ms graves. Para facilitar el avance estatalsobre los activos de Repsol en YPF, los gobernadores de distritos con re-cursos petroleros revocaron concesiones realizadas por ellos mismos des-pus de una llamada telefnica de la Casa Rosada.

    * Nota del editor: En Argentina, sistema de influencias polticas que, desde el poder, rene en lafigura institucional del presidente de la Repblica la jefatura nica e indiscutible del partido go-bernante.

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  • El valor poltico que el kirchnerismo concedi a esas retenciones, sobretodo a las del sector agropecuario, tuvo una manifestacin dramtica enmarzo de 2008, cuatro meses despus de que Kirchner fuera sustituido porsu esposa en la Presidencia. En aquel momento el precio internacional dela soja haba llegado a los 440 dlares por tonelada, registrando una subidatrimestral del 27%, y una anual del 86%. El ministro de Economa de aquelentonces, Martn Lousteau, ide un mecanismo por el cual la alcuota queel Estado aplicara a la retencin acompaara los movimientos ascenden-tes o descendentes del precio de manera proporcional.

    Durante tres meses, los productores agropecuarios cortaron las rutasdel pas enfureciendo al matrimonio, que interpret la reaccin como ungolpe de Estado encubierto. Los sectores medios urbanos se plegaron almalestar de los chacareros* con manifestaciones en las principales ciuda-des del pas. Se reprodujo, de ese modo, el clima cacerolero del ao 2001,en lo que tena de protesta, pero tambin de representacin ausente. ElGobierno respondi ordenando la prisin de varios dirigentes rurales ylanzando fuerzas de choque a golpear a los que protestaban en las plazas.

    Acorralado por el malhumor social, la presidenta se resign a someter suresolucin al Congreso. Consigui que la Cmara de Diputados la aprobara,pero en el Senado las fuerzas quedaron empatadas, por lo que debi votar elvicepresidente, Julio Cobos, un radical cooptado por el kirchnerismo. Lo hizoen contra de las retenciones. La presidenta estuvo a punto de renunciar.

    El conflicto con los sectores rurales remodel al kirchnerismo. Produjouna parlisis econmica que se acentuara con la crisis internacional. En 2009el PIB cay un 2,5%. Adems, se consolid la imagen de un Gobierno ne-gado al dilogo, con inclinaciones autoritarias. Esos factores estn detrs dela derrota electoral de Nstor Kirchner, quien se present como candidatoa diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en junio de 2009.

    El enfrentamiento con los productores rurales tambin influy en laorientacin poltica de Kirchner y su esposa. Recostados sobre una imagen

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    * Nota del editor: Dueo de una chacra o granja.

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    de la economa agropecuaria muy tradicional en la izquierda argentina,vieron en el campo a una oligarqua que pona resistencia a la distribu-cin ms equitativa de los ingresos que ellos buscaban con las retenciones.Este argumento se monta sobre una visin conspirativa, segn la cual elGobierno es un agente democrtico desafiado por poderes fcticos que seresisten a abandonar sus privilegios y que tienen como obedientes porta-voces a los medios de comunicacin. La contradiccin de 2008 represen-taba, segn las explicaciones de Cristina Kirchner, una reedicin del lock outque en 1976 realizaron los empresarios contra otra Administracin pero-nista, la de Mara Estela Martnez de Pern, Isabelita, abriendo las puer-tas a la sanguinaria dictadura militar posterior.

    El conflicto agropecuario fue la matriz de un discurso que el Gobierno yanunca abandonara. La premisa mayor de ese discurso es que en la Argentinaexiste una contradiccin ltima entre la democracia, representada por el kirch-nerismo, y distintas expresiones reaccionarias, que son la metamorfosis de laltima dictadura. Esta narracin, que acompaa desde hace cinco aos la ra-dicalizacin oficial, supone que entre la dictadura militar y los Gobiernos quela sucedieron, todos elegidos por el voto democrtico, no hubo diferencia al-guna de calidad. Ni siquiera con el de Carlos Menem, al que se adhirieron losKirchner. La geometra de esta presentacin es variable, ya que el disfraz dela dictadura puede vestir a actores diversos, segn cul sea la contradiccinque perturbe al Gobierno en cada momento.

    La reversin del ciclo recesivo, a partir de 2003, y la extraordinaria per-formance de los precios de las commodities, no alcanzan a explicar la ex-pansin del producto que se verific en la economa argentina de losltimos aos. El Gobierno estimul, como vector principal de ese pro-ceso, el consumo.

    Varios instrumentos estuvieron al servicio de ese estmulo. Entre ellosestuvo una poltica monetaria expansiva. La estrategia financiera, que man-tiene la tasa de inters real con signo negativo, reforz esa tendencia. Losbancos remuneran los depsitos a plazo fijo con una tasa de inters infe-rior a la tasa de inflacin. As se premia el gasto y se castiga el ahorro.

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    El gasto pblico no dej de crecer. Lo hizo a tasas superiores al 30%anual. El Gobierno, cerrado al mercado de capitales, busc financiamientono convencional para esa expansin. Durante los primeros aos, recurria prstamos de Hugo Chvez, hasta que el emir caribeo fij en un 15% latasa de uno de sus bonos, un mes antes de la cada de Lehman Brothers.Los Kirchner resolvieron entonces la estatizacin del sistema de previsinde pensiones, una alcanca que en aquel momento suministr al Tesoro23.000 millones de euros para financiar el dficit fiscal.

    Al mismo tiempo, los Kirchner favorecieron negociaciones laboralescon aumentos de salarios tambin superiores a la inflacin. En cambio, larelacin del peso con las dems monedas, sobre todo con el dlar, fuemucho ms estable. La tasa de devaluacin estuvo en estos aos muy re-zagada respecto a la carrera de los precios domsticos. La combinacinde estas variables deriv en una subida sistemtica del salario real, con unaumento del poder adquisitivo en dlares.

    El estmulo al consumo se sostuvo tambin gracias a una poltica ener-gtica propensa a ofrecer gas y electricidad a bajsimo precio. Mientras elprecio internacional del barril de petrleo rond los 100 dlares, los pro-ductores radicados en la Argentina deban convalidar un precio de 42 d-lares, como consecuencia de las retenciones a las exportaciones. Con elgas la diferencia fue ms notoria. El sistema de generacin y distribucinelctrica le reconoce al productor local un precio de 1,5 euros por millnde BTU, cuando el mismo gas, extrado en Bolivia, se vende a 8 euros pormilln de BTU*.

    Las familias de Buenos Aires han venido pagando una factura de gas ode electricidad seis veces menor que la de un consumidor equivalente deSan Pablo o Santiago de Chile. Esta estrategia provoc una expansin irra-cional de la demanda y una retraccin de la oferta. Las inversiones fuerondesalentadas porque los precios impedan su recuperacin. Muchas em-presas, sobre todo las de distribucin de gas y electricidad, fueron empu-

    * Nota del editor: Unidades Trmicas Britnicas.

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    jadas al desastre. Tambin se deterioraron muchsimo los servicios de trans-porte, en los que el subsidio estatal no alcanza a compensar la tarifa redu-cida. Esa decadencia se materializ en una catstrofe en febrero de esteao: un tren suburbano, en psimo estado, choc contra el andn de unaterminal provocando 51 muertes.

    Para alinear a las compaas con los imperativos de corto plazo que rigenesta gestin de la economa, el kirchnerismo foment la captura de paquetesaccionarios privados por parte de empresarios amigos. Ese crony capitalismtuvo una expresin arquetpica en la familia Eskenazi, incorporada en 2008por presin de Nstor Kirchner a la empresa YPF, controlada por Repsol.

    Los nmeros que arroj el experimento populista fueron los siguientes:desde el ao 2003, el PIB de la Argentina creci un 66%, el salario real au-ment un 35%, pero la inflacin acumulada fue del 200%.

    Para comprender la naturaleza del kirchnerismo conviene observar estaorganizacin de la economa a la luz de la poltica. El boom de consumo es-tuvo orientado, sobre todo, a los bienes duraderos: electrnicos y auto-mviles fabricados con insumos importados. Pero la inestabilidad de lamoneda no alcanz para formar un mercado de crdito hipotecario.

    La economa argentina de estos aos expresa, como cualquier ensayodemaggico, un intento de maximizar el presente sacrificando la perspec-tiva del futuro. La penalizacin del ahorro y de la inversin, y el estmulocon consumo y el gasto son la expresin material de esa axiologa. Por de-bajo de ella palpita una poltica que no pudo recuperar la autoridad desdela hecatombe del ao 2001 y que, por lo tanto, se siente incapaz de con-vocar a la sociedad hacia objetivos de largo plazo.

    En octubre de 2010 muri Nstor Kirchner como consecuencia de uninfarto. En la relacin de la sociedad con su esposa se introdujeron nuevoscomponentes emocionales. Adems, el oficialismo se liber de una figuracuya carga negativa se haba convertido en un activo txico. Pero es indu-dable que la percepcin de bienestar que provoc la poltica econmicaest entre las razones ms poderosas del triunfo electoral del 23 de octu-

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  • bre pasado, cuando la presidenta consigui su reeleccin. Sobre todo por-que esa percepcin tomaba como referencia el decaimiento de 2009.

    Esos comicios son una radiografa del desequilibrio de poder que aquejaa la vida pblica argentina. Cristina Kirchner obtuvo el 54% de los votos.Su competidor ms cercano, el 17%. Esa distribucin del respaldo electo-ral determina una forma de funcionamiento del pas.

    En esas elecciones qued consagrado un monopolio. El kirchnerismoretuvo el poder ejecutivo, controlaba las dos cmaras del legislativo y ejer-ca el mando a travs de gobernadores propios o aliados en 23 de los 24distritos del pas.

    Como sucede en toda situacin monopolista, la calidad de los productostiende a degradarse. En este caso el producto es la Administracin. La so-ciedad argentina depende muchsimo de que la presidenta tenga capacidadautocrtica, de que observe los problemas desde distintos ngulos y de quesus asesores sean competentes; tambin depende de su equilibrio emocional.A falta de un juego de fuerzas equivalentes, el pas est a merced de la vo-luntad del que manda. Es mejor que esa voluntad est iluminada.

    En el caso de Cristina Kirchner esta necesidad es ms aguda, ya que laconcentracin de poder revierte sobre el propio Gobierno. La toma de de-cisiones obedece a un estilo absorbente, fronterizo con el despotismo. Muypocos funcionarios acceden a la presidenta, la mayora pertenece al segundoescaln del rea econmica. Los que se le aproximan suelen reforzar su in-terpretacin de la realidad. El secretario Legal y Tcnico de la Presidencia,Carlos Zannini, el colaborador ms cercano de la seora de Kirchner, ha im-puesto una instruccin: A Cristina no se le habla, se la escucha.

    El Gobierno carece de macroeconomistas y se maneja con un secreta-rio de Comercio, otro de Hacienda y un recaudador impositivo. Adems,Cristina Kirchner margin al equipo de trabajo de su esposo. Ella se rodeade una organizacin de personas de 30 a 40 aos, denominada La Cm-pora, en homenaje a un presidente de los aos 70 idealizado por la iz-quierda. Esos jvenes son los ojos y odos de la presidenta dentro de su

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  • gabinete, para inquietud de ministros y secretarios de Estado, que ejercensus funciones con temor.

    El desequilibrio de poder envilece, adems, a la sociedad civil. Le quitaautonoma, la vuelve cortesana; sobre todo al empresariado. Los hombresde negocios se sienten sometidos a reguladores carentes de control, capa-ces de asignarles o quitarles su porcin en el mercado. Ante ese riesgo, lamayora prefiere obedecer y complacer al gobernante. Esa dinmica apagael espritu de asociacin y, en muchos casos, favorece la corrupcin. Las or-ganizaciones empresariales se han aletargado en la Argentina. Este ano-nadamiento refuerza el aislamiento del gobernante, que no recibe de lasociedad una visin independiente de cmo desarrolla su tarea.

    Otra peculiaridad de las configuraciones de poder tan asimtricas es queel Gobierno tiende a abrir un conflicto con la prensa. El periodismo inde-pendiente es visto como el nico lmite al poder. Adems, el triunfo con-tundente y, sobre todo, la derrota humillante del adversario, induce a unaconfusin de dos rdenes que la civilizacin occidental ha mantenido se-parados: el de la verdad y el de la validez. En las sociedades abiertas, elpoder corresponde a quien tiene ms votos, no a quien se supone deposi-tario de una verdad. Pero en los regmenes en los que el que manda carecede adversarios competitivos, las crticas son recibidas como muestras de in-solencia de quienes no se resignaron al resultado electoral. No es por ca-sualidad que en Amrica Latina las denuncias por ataques a la prensaflorezcan en pases que carecen de equilibrio de poder. O, dicho de otromodo, aquellos en los que el sistema de partidos colaps y en los que uncaudillo se ufana de hablar en nombre del pueblo: Venezuela, Cuba, Ecua-dor, Bolivia.

    La disputa con los medios de comunicacin es el eje central de la pol-tica oficial en la Argentina. El kirchnerismo promovi una ley de desmo-nopolizacin para suspender licencias de radio y televisin violentandoderechos adquiridos. El Estado tambin avanz sobre el mercado del papelpara los diarios, y a los editores de los grandes diarios se les han imputadoviolaciones a los derechos humanos durante la dcada del 70, para tener-los sometidos a una persecucin penal.

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  • Hay otro rasgo relevante de la escena que se ha configurado en la Argen-tina. Las tensiones que aparecen en el seno del oficialismo son ms relevan-tes que la dialctica Gobierno-oposicin. Esta excentricidad se debe, enprincipio, a que la poltica econmica est poniendo en tela de juicio el con-senso kirchnerista en su propia base. La poltica econmica toc el lmite;por tercera vez en la historia, el peronismo organiz una fiesta de consumopor la que es premiado en las urnas, en el mismo momento en que la fiestaha terminado. Sucedi con Juan Pern en 1951 y con Carlos Menem en 1995.

    Con Pern, los trminos de intercambio con la Europa de posguerracomenzaron a ser desfavorables y comenzaron a faltar dlares. ConMenem, el flujo de capitales procedente de las economas avanzadas co-menz a sufrir infartos: efecto Tequila, crisis del sudeste asitico, default dela deuda rusa, devaluacin brasilea. La convertibilidad se comenz a que-dar sin dlares.

    Qu sucede hoy? A Cristina Kirchner le faltan dlares. La inflacin ga-lopante devor la ventaja comparativa del tipo de cambio alto. Con cos-tos salariales en dlares que aumentan un 20% cada ao, las empresaspierden competitividad. El boom de consumo se sostiene cada vez ms conlas importaciones.

    Ante la prdida del valor de la moneda, los ahorristas huyen hacia eldlar; buscan ponerse a salvo de una devaluacin. El Gobierno hace lomismo, aunque por otras razones: la reduccin de la oferta energticaobliga a importar combustibles por montos que la economa nacional yano puede soportar. Las compras de gas y fueloil en el mercado interna-cional, que fueron de 3.500 millones de euros en 2010, saltaron a 7.700 mi-llones en 2011 y sern este ao de 9.600 millones de euros.

    Mientras tanto, otros factores que determinan la inflacin siguen acti-vos: el gasto pblico y la emisin monetaria estn desbocados. El ciclo ex-pansivo ha llegado a su ltima frontera; a una estrategia que durante aossolo prest atencin al presente le ha alcanzado el futuro. El kirchnerismodebe comandar un ajuste econmico.

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  • El modo en que lo est haciendo aumenta las dificultades. En principio,teme recurrir al mercado de deuda por las condiciones que le pondra esemercado. Entre otras, sincerar la contabilidad. Nstor Kirchner y su esposademolieron el Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INDEC).Cuando las oficinas provinciales consignan niveles de inflacin de 21 o22%, el INDEC informa de un 9%. El Gobierno tampoco quiere devaluarpor temor a que aumente la inflacin. Adems, los populismos son reva-luatorios por su fobia a ajustar los salarios.

    Por lo tanto, para conseguir los dlares que le faltan, Cristina Kirchnerdecidi cerrar la economa. Las importaciones cayeron en abril un 15%interanual. Cuarenta y un pases protestaron en la OMC por la arbitrarie-dad de ese bloqueo. La Argentina se convirti en uno de los pases de laregin con menor tasa de inversin extranjera directa en relacin con el vo-lumen de su economa, despus de Bolivia y Venezuela.

    De ese encapsulamiento deben salir los dlares para pagar la factura delas importaciones energticas. En este marco debe interpretarse la estati-zacin de casi todo el paquete accionario de Repsol en YPF; la medida seadopt ante la resistencia de los dueos de la empresa a absorber a prdidael costo de las compras de gas, gasoil y fueloil. Los Eskenazi escucharonesa exigencia de parte de la presidenta a fines de diciembre. Se negaron, es-cudndose en la reticencia de los accionistas espaoles. La seora de Kirch-ner se indign; ella entenda que esa familia estaba en YPF para representaral Gobierno, pero estos socios locales tampoco adelantaron el conflicto alos directivos de Repsol, por miedo a desnudar que ya no eran tiles comointermediarios con el poder. La lgica del crony capitalism se quebr. YPFpas al control del oficialismo, que asumi ms responsabilidades en la cri-sis energtica derivada de su poltica econmica.

    Las consecuencias de toda la estrategia son previsibles: la industria seva quedando sin insumos y en los comercios faltan artculos de todo tipo,incluso medicamentos. El costo de la receta es altsimo. La economa co-menz a enfriarse. Los clculos ms realistas afirman que este ao el pro-ducto no crecer ms del 1%, pero la inflacin rondar el 26%.

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  • Estas novedades se proyectan sobre los intereses de actores muy liga-dos al Gobierno. Los sindicalistas, entre los cuales destaca el lder de los ca-mioneros, Hugo Moyano, toman distancia de la presidenta ante lainminencia de que, por primera vez desde 2003, se les fuerce a acompaaruna cada en el salario real.

    Los gobernadores de provincia, que constituyen la otra viga maestradel edificio peronista, comienzan a sufrir los efectos de la recesin. La re-caudacin cae por el enfriamiento econmico y genera tensiones, sobretodo con los trabajadores del Estado. Daniel Scioli, que est al frente de laprovincia de Buenos Aires, comenz a expresar su desencanto. Acaba depostularse como candidato a presidente en un proyecto de poder alterna-tivo al de Cristina Kirchner.

    Los conflictos de la sociedad se escenifican, una vez ms, en el seno delperonismo. Convertido en fuerza hegemnica, ese partido es capaz de fun-cionar como un nico sistema: puede ser Gobierno y oposicin al mismotiempo.

    No es indiferente a la calidad de la vida pblica que la discusin de los pro-blemas se tramite por la disidencia de sectores del propio oficialismo. Los par-tidos de la oposicin deban cumplir la funcin principal e irrenunciable deofrecer una visin alternativa de las cosas, sealando los errores con toda cla-ridad. Las sociedades que carecen de ellos, y asignan esa funcin a los disi-dentes del oficialismo, pagan un costo altsimo. Esos disidentes expresan sumalestar ahora que las llamas del incendio se han vuelto abrasadoras.

    La extravagancia de que el peronismo sea Gobierno y oposicin a la vezderiva de otra caracterstica de la poltica argentina: el Frente Amplio Pro-gresista, que sali segundo en el octubre pasado, y el radicalismo, que obtuvoel tercer puesto con el 16% de los votos, piensan, en general, igual que elkirchnerismo. Es decir, el Gobierno consigui el 54% de respaldo en el elec-torado, pero obtuvo ms de 80% de consenso en el seno de la clase poltica.

    Esta complicidad en el populismo bloquea hoy en la Argentina cual-quier discurso de ruptura. Es la razn principal de la imposibilidad de re-

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  • construir una alternativa al peronismo. La emergencia de los Kirchner y sudecisivo liderazgo impide ver que acaso la consecuencia ms importantede la tormenta de comienzos de siglo ha sido el hundimiento del radica-lismo. Durante ms de cien aos ese partido haba sido el instrumento deintervencin de los sectores medios en la esfera pblica.

    La reconstruccin de un contrapunto que equilibre y centre el sistemade poder es el inmenso desafo que tiene la sociedad argentina frente a s.Si no realiza esa tarea, el riesgo poltico espantar la inversin, con conse-cuencias cada vez ms dolorosas para la calidad de vida de los ciudadanos,sobre todo de los ms desamparados. El establecimiento de un mercadopoltico, en el cual varias fuerzas compitan entre s garantizando la rotacinen el poder, reinstalara un debate. Vaciada de contenido intelectual, la po-ltica ha perdido su dimensin programtica. Esa reanimacin de la discu-sin conceptual de los problemas es la nica posibilidad de que laArgentina vuelva a fijarse un horizonte de largo plazo. La razn es muysencilla: el pasado y el presente son objetos de experiencia; el futuro soloes susceptible de ser pensado.

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    PALABRAS CLAVEAmrica LatinaArgentinaCrisis econmicaPopulismoFormas actuales de pen-samiento antiliberal

    RESUMENLas elecciones argentinas de octubre delao pasado, diez aos despus de la crisisdel corralito del 2001, evidenciaron losproblemas del sistema poltico argentino.Despus de una poca de bonanza econ-mica, el kirchnerismo se ve ahora incapazde afrontar con garantas la situacin actualy plantea serias dudas sobre el futuro acorto plazo de no llevar a cabo la recons-truccin que el pas necesita.

    ABSTRACTArgentina's elections, held in October lastyear, ten years after the corralito crisis of2001, provided evidence of the problemsof the Argentinean political system. Aftera time of prosperity, kirchnerism seemsnow incapable of facing the currentsituation with sufficient guarantees andposes serious doubts about its shortterm future if the country is notreconstructed as it sorely needs.

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