2012 mt1 aprender historia mat-lectura mapas
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Aprender historia a través de las imágenes: mapas, fotos y artes plásticas
Los mapasLos mapasLos mapasLos mapas
IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción
Hoy en día, no se puede concebir la historia de la cartografía
independientemente de una reflexión teórica sobre la naturaleza misma
de su objeto (es decir, el mapa), así como sobre sus componentes
visuales y sus efectos intelectuales. Si no se formula esta interrogación
previa –que fractura y quebranta el “espejo del mundo”, y permite
desmontar la arquitectura, la retórica y las formas de materialización del
mundo–, el historiador se condena a adoptar un punto de vista
conceptual o ideal, que se desliza sobre las imágenes y las encadena en
una serie de sentidos ilusorios, en una cinematografía vertiginosa donde
un mundo toma forma, se moldea y se depura hasta lograr la imagen
estable y familiar que conocemos en nuestros días. Esa imagen es tan
familiar que resulta superfluo interrogar sobre su legitimidad, su
pertinencia y sus presupuestos.
Para abordar la historia de la cartografía, nos hemos apartado
deliberadamente del tranquilo curso de la diacronía, apoyado en las
convicciones de la historia de las ciencias tradicional (sobreentendida,
aunque con matices, como un progreso continuo e irreversible de la
razón humana y sus creaciones). En cambio, hemos optado por un
avance lento, que abriera sobre la superficie de los mapas las
profundidades de sentido, la estratificación de los lenguajes y de los
vectores de la comunicación. Renunciando al sueño de una historia
universal de la cartografía, fuera del alcance para el investigador
individual y aislado, hemos querido privilegiar algunas etapas
significativas y lugares problemáticos en los que el mapa se articula con
lo visible, con lo decible, con lo memorizable, y con las prácticas
imaginarias y didácticas. Frente a la certidumbre de que un mapa es
siempre un mapa, hemos preferido la hipótesis de que un mapa puede
siempre ocultar otro, y que la geografía no es sino uno de los efectos de
sentido suscitados por ese dispositivo (Jacob, 1992).
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
DesarrolloDesarrolloDesarrolloDesarrollo
1. Los mapas
En la actualidad, los lenguajes cartográficos han alcanzado, por un lado,
tal grado de estabilidad que parece que fueran universales: pocas
personas dudarían en asociar la idea de un punto o pequeño círculo
acompañado por un nombre al emplazamiento de una ciudad en una
localización análoga a la que presente el mapa en cuestión.
Por otro lado, algunos mapas recuperan códigos gráficos que funcionan
en diversos dominios de las culturas visuales contemporáneas: así, un
mapa que represente la densidad de población con una gama de
colores que vaya del amarillo al rojo (pasando por los naranjas) nos hará
suponer, incluso antes de leer el cuadro con la leyenda, que las áreas
rojas son las más densamente pobladas porque asumiremos a priori que
la mayor intensidad de color indica mayor intensidad del fenómeno
representado.
Sin embargo, más allá de estos principios básicos, los mapas son
representaciones cuyos mecanismos no son siempre tan evidentes y,
sobre todo, nunca son del todo estables.
No hay una única manera de representar cartográficamente el espacio:
un mismo lugar puede ser objetivado en dos imágenes diferentes, a
veces tan diferentes que resultan difícilmente comparables. Esas
disimilitudes pueden deberse simplemente a que sus autores tienen
habilidades desiguales o a que pertenecen a épocas o culturas
diferentes. En algunos casos, los mapas pueden haber sido readaptados
y reelaborados con el objetivo de hacerlos comprensibles a un público
diferente. Veamos algunos ejemplos.
a. Dos culturas diferentes hacen mapas diferentes del mismo
espacio
Matthew Fontaine Maury (un polifacético marino estadounidense
[1806-1873] que se dedicó a la astronomía, a la oceanografía, a la
geología y a la cartografía) publicó un célebre libro sobre la geografía
física del mar en 1857. En esa obra se incluía un planisferio en el que se
representaban las corrientes marinas clasificadas según su temperatura.
De cierta manera, puede decirse que los sofisticados mapas oceánicos
actuales son versiones más refinadas de los mismos principios que
aparecen en este mapa: líneas para indicar la dirección de las corrientes
y rótulos para señalar si se trata de corrientes cálidas o frías.
Material de lectura: Los mapas
Fuente: Matthew Fontaine Maury, “Sea Drift and
Whales on which the movements of the sea as
indicated by the thermometer as shone”, en The
Physical Geography of the Sea, Nueva York, 1855.
En cambio, aunque motivados por la misma necesidad de poder definir
rutas seguras y confiables de navegación en alta mar, los pobladores de
las islas Marshall fabrican mapas con elementos naturales que recogen
de los ambientes donde viven: ramas, conchillas y piedras. Estos mapas
no solo son útiles para orientar la navegación entre las islas de los
archipiélagos pacíficos, sino que también son resistentes a las
condiciones en que estos isleños navegan. En el mundo occidental,
estos mapas se conservan como curiosidades en los museos.
Mapa realizado por los pobladores de las islas Marshall.
Museum of Fine Arts, Boston.
Los materiales usados en uno y otro caso “hablan” de las condiciones
previstas para sus usos: en el primer caso, en el estudio o gabinete o en
el camarote de un barco; en el segundo caso, en barcazas abiertas, en
plazas y en otros lugares muy húmedos.
b. Dos épocas distintas suelen utilizar técnicas y códigos
diferentes para representar un mismo relieve
En el siglo XIX, cuando se quería señalar la existencia de terrenos
montañosos en los mapas, se dibujaban cadenas de montañas con un
estilo casi pictórico. Así, por ejemplo, aparece la cordillera de los Andes
en el Atlas de la Confederación Argentina que el médico francés Victor
Martin de Moussy publicó en París en 1965 (luego de haber
permanecido casi catorce años en la cuenca del Plata recogiendo
información, subvencionado por distintos gobiernos provinciales y
nacionales de la Argentina).
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
Victor Martin de Moussy, 1866. Carte de la Confédération Argentine (detalle).
(Una versión completa de este mapa en alta definición está disponible en
http://www.davidrumsey.com/maps5111.html).
En las representaciones más sencillas, esos dibujos no indicaban
apariencias reales ni alturas (tal vez con la excepción de la cota de algún
pico). En la cartografía francesa decimonónica, a veces se agregaban
textos o siglas sobre la zona sombreada, y de ese modo se sugería el
tipo de pendiente: D (douce, suave) o F (forte, pronunciada). Sin
embargo, era posible que se apelara a un abanico de dibujos más sutiles
para diferenciar formas (cadenas de montañas alineadas, macizos en
bloque, altiplanos).
Fuente: Erwin Raisz, General Cartography,
1938.
Desde mediados del siglo XX, las alturas del terreno se representan con
curvas de nivel, es decir, líneas que unen puntos de igual cota o altura,
como si el terreno estuviera atravesado por distintos planos paralelos
entre sí allí donde el relieve tiene la misma altura. En su transcripción al
mapa, cada zona de contacto entre ese plano hipotético y la superficie
terrestre se dibuja con una línea conocida como curva de nivel. En
términos relativos, allí donde las curvas aparecen más “apretadas” entre
sí, la pendiente es más pronunciada. Por el contrario, allí donde el
espacio entre las curvas se dilata más, el terreno reduce sus pendientes.
Un ojo entrenado puede reconocer unidades geomorfológicas a simple
vista porque las curvas de nivel proporcionan información bastante
precisa sobre las alturas y las formas del terreno (y no se limitan
solamente a señalar la existencia de montañas).
Material de lectura: Los mapas
Fuente: Erwin Raisz, General Cartography, 1938.
La misma zona representada en la lámina de De Moussy, hoy en día es
cartografiada con curvas de nivel en las hojas topográficas del Instituto
Geográfico Nacional.
Instituto Geográfico Militar, 19, San Carlos de Bariloche.
Es cierto que, en términos generales, podemos considerar que la hoja
topográfica del Instituto Geográfico Nacional incluye información más
precisa acerca del relieve. Sin embargo, sería inapropiado decir que el
mapa de Martin de Moussy es impreciso ya que fue hecho con el mayor
grado de precisión de su época y así fue tomado por quienes lo usaron.
La precisión es también un concepto histórico que no ha tenido siempre
la misma significación ni tampoco la misma (buena) apreciación social.
2. Los mapas y el registro de las exploraciones
A menudo se considera que las exploraciones ultramarinas que los
europeos desarrollaron sistemáticamente desde fines del siglo XV se
tradujeron en la elaboración de mapas más completos y precisos. Se
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
asume que el conocimiento de la geografía de la superficie terrestre ha
progresado tanto por la posibilidad de navegar y constatar la existencia
de continentes e islas como por el perfeccionamiento de los
instrumentos de medición con los que se registraban esos
descubrimientos. Es cierto que, en especial desde la Ilustración en
adelante, se multiplicaron las empresas colectivas de expediciones que
partían a explorar distintas zonas del globo: en la práctica, eso implicaba
la configuración de una red de agentes que participaban de la
recolección de datos, de las redes de intercambio de información, de la
circulación de textos e imágenes impresas –todo ello en un clima que
era tanto de cooperación como de competencia–. En su conjunto, todas
esas expediciones contribuyeron a la empresa colectiva de hacer,
corregir y actualizar el mapa del mundo. Sin embargo, hay que recalcar
suficientemente que no se trató de un proceso lineal en el que los
conocimientos se acumularon positivamente, ni tampoco hubo una
evolución del conocimiento geográfico basado en datos más certeros
que se correspondiera linealmente con la cantidad de viajes realizados.
Veamos cómo, a veces, se encontraron geografías que no existen.
A mediados del siglo XVI, en los planisferios incluidos en las historias
generales, en los tratados de cosmografía y en otros libros de géneros
similares, aparece un gran continente austral que habría de permanecer
allí hasta que el capitán James Cook y su tripulación completaran su
exploración del Pacífico y demostraran su inexistencia. Los artículos y los
libros consagrados a este “monstruo geográfico”, como lo llama el
historiador francés Numa Broc, coinciden en atribuir la persistencia de
un objeto geográfico que nadie había visto al fuerte peso de las teorías
clásicas sobre la cosmografía y sobre la Tierra: con más o menos
consistencia como para formularlo bajo el modo de una teoría general,
a la mayoría de los eruditos renacentistas les parecía sensato que por
debajo del ecuador existiera alguna masa de tierra que balanceara el
ecúmene y que, al mismo tiempo, dotara de armonía y equilibrio a la
creación (Broc, 1980; Vignolo, 2003).
Sin embargo, la existencia del continente austral no se explica
solamente por la influencia innegable de los libros clásicos. Para
entender la aparición de esa gran masa terrestre meridional (y, sobre
todo, para comprender su larga vida), hay que considerar también los
modos en que fue interpretada la evidencia geográfica disponible (esto
es, básicamente, los datos que se recopilaban en las exploraciones).
Porque, es necesario recalcarlo, el continente austral no es una fantasía
ridícula de gente ignorante. Es, por el contrario, un gran esfuerzo de
interpretación y de representación e inscripción de indicios
efectivamente vistos y registrados durante las exploraciones del gran
océano meridional.
Material de lectura: Los mapas
Cuando se atravesó el estrecho de Magallanes, pero aún no se había
confirmado la insularidad de Tierra del Fuego, muchos planisferios
asumieron que las costas fueguinas conocidas podían formar parte de
esa gran masa terrestre austral y no hicieron sino prolongar el trazado
costero hasta hacer aparecer un gran islote.
Fuente: Gastaldi, Giacomo
(1562), La universale descrittione
del mondo. Venecia.
A medida que las expediciones se multiplicaban, otros “puntos”
efectivamente avistados –que eran islas– fueron usados para seguir
interpolando puntos que permitieran dar forma a ese gran continente
esperado y verosímil: los puntos reconocidos en las expediciones no
hacían sino conformar empíricamente la geografía del continente
austral. En su conjunto, esos puntos reconocidos servían de apoyatura
para interpolar otros puntos imaginados y, al unirlos con una línea, dar
forma cartográfica a la geografía que se buscaba encontrar.
Desde que se comprendió que el Nuevo Mundo era la Quarta Pars del
ecúmene, se había vuelto verosímil la idea de que era posible seguir
encontrando otros nuevos mundos conforme avanzaran las
exploraciones. En el siguiente texto, publicado en 1589, se explica esta
progresión posible de descubrimientos geográficos:
Prendendo adunque il nome di Geografia e quello di Cosmografia in uno
stesso significato, dico che la terra si può modernamente dividere con
gran comodità e convenevolezza in sei parti principalissime, per essere
quasi dalla natura stesa à questa manera distribuita. La prima è detta
Libia overo Africa, la seconda Europa, la terza Asia con le provincie e
isole a ciascuna vicine e pertinenti, coasi con quelle che son state
ritrovate & aggiunte novamente da moderni, perche si sa che Tolomeo
(come ben prova il Ruscello) di tuta la superficie ò di tutta la
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circonferenza della terra non hebbe congnitione. La quarta delle Indie
occidentali non conosciuta da gli antichi è detta America. La quinta parte
settentrionalissima scoperta si ma anconra non ben conosciuta, la
possiamo da una sua isola, overo provincia, chiamare Grutlandia. La
sesta parte australlisima scoperta, ma niente conosciuta, è innominata
fino al presente (Garzoni, 1589: 313).
La cuestión del continente austral ilustra de qué modo las expectativas,
las convicciones y las experiencias inciden sobre las prácticas
cartográficas: en este caso, ese horizonte intelectual que se configuró
con la incorporación de América al imaginario europeo hizo posible que
las exploraciones pudieron efectivamente “descubrir” y dar encarnadura
cartográfica a continentes que jamás existieron.
3. Los mapas y los procesos de formación
territorial de los Estados modernos
Tras la ruptura de los lazos coloniales con el reino de España, las elites
locales se involucraron en los procesos de formación de los Estados. Una
parte de esos procesos implicó la definición de sus respectivos
territorios: al mismo tiempo que estadistas, abogados, militares y otros
profesionales diseñaban la burocracia estatal, también trabajaban en la
delimitación de las fronteras exteriores así como en la administración de
los recursos y las poblaciones circunscritas por esos límites.
Los Estados-nación construyen su legitimidad remitiendo a la existencia
de una comunidad identitaria de la cual provendría su poder y a la cual,
en contrapartida, reclaman una lealtad exclusiva: a esto se denomina
“principio de la nacionalidad”. En América Latina, la inexistencia de
tradiciones nacionales agudizó la necesidad de implementar un
conjunto convergente de políticas que promovieran la formación de la
conciencia colectiva en torno a ideas tales como ciudadanía y
nacionalidad.
Una de las estrategias consistió en poner en circulación mapas que
repitieran una silueta territorial fácilmente reconocible. A través de la
enseñanza de la geografía y a través del uso de esa imagen territorial
como un logo reproducible en los más diversos soportes, se lograría
naturalizar un referente territorial que los ciudadanos internalizarían
como el ámbito ideal de pertenencia.
Benedict Anderson, en la segunda edición de su conocido libro
Comunidad imaginada, incorporó un capítulo titulado “El censo, el
mapa y el museo”. Los definía como tres instituciones que sirvieron para
que el Estado moderno imaginara sus dominios (“la naturaleza de los
Material de lectura: Los mapas
seres humanos que gobernaba, la geografía de sus señoríos y la
legitimidad de su linaje” [Anderson, 1991: 229]) y para crear
sentimientos de pertenencia en una comunidad. En el contexto de la
formación de los nacionalismos modernos, las siluetas territoriales
fueron transformadas en mapas-logotipos. En su dinámica social, hablar
de mapa-logotipo implicaba asumir que:
“[…] el mapa entró en una serie infinitamente reproducible, que podía
colocarse en carteles, sellos oficiales, marbetes, cubiertas de revistas y
libros de texto, manteles y paredes de los hoteles. El mapa-logotipo
penetró profundamente en la imaginación popular, formando un
poderoso emblema de los nacionalismos que por entonces nacían.”
(Anderson, 1991: 245).
La repetición en serie de siluetas cartográficas hizo que el mapa nacional
se transformara en una imagen tan visible y omnipresente que
cualquiera podría reconocerla.
Para que esta estrategia funcione adecuadamente, es necesario recurrir
a algunas simplificaciones gráficas. Por un lado, esas siluetas pierden la
complejidad del trazado estrictamente cartográfico (por eso las
podemos llamar siluetas y no, por ejemplo, retratos), pero conservan
algunos elementos claves de la forma del territorio que permiten darle
una identidad específica e incluso verbalizable: en el caso del mapa de la
Argentina, la “patita” de Misiones, el pequeño triángulo de Tierra del
Fuego o la “panza saliente” de Buenos Aires. También admite
simplificaciones aún más radicales, como las formas geométricas: se ha
utilizado, por ejemplo, la figura del triángulo para iconizar el mapa
argentino y la del hexágono para el mapa francés.
Por otro lado, la loguificación del mapa requiere la definición de los
elementos esenciales que constituyen ese territorio. Y ello puede
requerir fuertes intervenciones o “reinterpretaciones” acerca de la
extensión, la disposición y los límites de los “territorios reales”.
El mapa de la Argentina tuvo, al menos, dos momentos de intervención
muy fuerte. El primero de ellos consistió en la incorporación de la
Patagonia a la silueta territorial de la Argentina.
Para organizar la presentación oficial que la República Argentina llevaría
a la Exposición de Filadelfia de 1876, fue convocado Richard Napp, un
publicista alemán que trabajaba en la Universidad Nacional de Córdoba,
para coordinar la elaboración de la obra de geografía en la que
consistiría la presentación oficial. El resultado fue Die Argentinische
Republik, una obra que contaba con veinticinco capítulos temáticos y
seis mapas. Uno de ellos es el Mapa de la República Argentina, realizado
por la Oficina Nacional de Ingenieros en 1875 bajo la responsabilidad de
Arthur von Seelstrang y A. Tourmente. Este mapa es considerado el
primer mapa oficial de la Argentina y se le ha reconocido la
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
particularidad de haber sido la primera obra que incluyó “en forma
explícita y concreta a toda la Patagonia en el mapa del territorio
argentino” (Navarro Floria y McCaskill, 2004: 103).
“Mapa de la República Argentina”, de Arthur von
Seelstrang y A. Tourmente (Buenos Aires, 1975)
Sin embargo, los mapas extranjeros siguieron publicando el mapa de la
Argentina sin la Patagonia (como muestra el mapa que la empresa
norteamericana Rand McNally publicó en la edición de 1897 de su atlas)
y, asimismo, mapas de la Patagonia como una unidad autónoma (como
muestra el mapa de South America-Patagonia del Atlas Popular
publicado en Londres en 1883).
Material de lectura: Los mapas
Fuente: Rand, McNally & Co.’s indexed atlas of the world
containing large scale maps of every country and civil
division upon the face of the globe, together with historical,
descriptive, and statistical matter relative to each...
Accompanied by a new and original compilation forming a
ready reference index... Engraved, printed and published by
Rand, McNally & Company, Chicago and New York, U.S.A.,
1897 (on verso) Copyright, 1894, by Rand, McNally & Co.,
Chicago... (complete in two volumes).
American Geographical Society Library.
Letts’s popular atlas, being a series of maps
delineating the whole surface of the globe,
with many special and original features; and a
copious index of 23,000 names. Complete
edition. Letts, Son & Co. Limited, 33, King
William Street, London Bridge, E.C. Factory
and works at New Cross, S.E. 1883.
El segundo momento de intervención sobre la imagen cartográfica
oficial de la Argentina consistió en la incorporación de la Antártida y las
Islas Malvinas y del Atlántico Sur como parte del territorio argentino
durante la década de los dos primeros gobiernos peronistas. En rigor, no
era solo una política cartográfica aislada, sino que, por el contrario, se
articulaba con otras medidas gubernamentales: por esos años se creaba
el Instituto Antártico y se oficializaba el reclamo de territorios antárticos
ante la comunidad internacional. Mientras que hasta ese momento
había sido posible encontrar libros escolares que se refirieran a las islas
Malvinas como “Malvinas o Falklands” sin que eso significara ninguna
ofensa nacional, desde mediados de siglo XX, esas nuevas geografías
también se introdujeron como contenidos obligatorios en el currículo
escolar: se agregaron mapas especiales y de gran tamaño en los libros
escolares de manera de adoctrinar sobre las “nuevas piezas del
rompecabezas” que acababan de ser añadidas a la por entonces ya
familiar silueta territorial.
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
El sector antártico que reclama el Estado
argentino en los manuales escolares en la
década de 1940
Simultáneamente, se pusieron en circulación mapas de la “Nueva
Argentina” no solo en textos educativos, sino también en publicaciones
destinadas al gran público: se trataba de crear una conciencia territorial
nueva que reforzara la idea de que el territorio de la Argentina tiene
una composición tripartita (continental, insular y antártica), dos
triángulos cuyos vértices están orientados hacia el sur.
En ese clima de intervenciones, se reafirmó la censura de mapas que no
concordaran con esta imagen-logo: aunque se pretenda sostener que la
imagen cartográfica es solo el producto de operaciones geodésicas y
matemáticas, lo cierto es que el mapa de la Argentina es tanto el
producto de la mensura topográfica como el resultado de una serie de
leyes que regulan aquello que se puede inscribir cartográficamente y
aquello que no.
Revista “Argentina”, 1949
Aquí repasamos algunas de las leyes y de los decretos que dieron forma
cartográfica al territorio nacional.
• En 1935, con motivo de la “evidente arbitrariedad imperante en
materia cartográfica con respecto a la representación geográfico-política
del país” (IGM, 1979: 44), se dicta una resolución del Ministerio de
Justicia e Instrucción Pública para que todos los mapas publicados con
fines educativos sean aprobados por la Dirección General del Instituto
Geográfico Militar (IGM).
Material de lectura: Los mapas
• En 1937 el Decreto Nº 114.428 prohíbe publicar mapas que no
representen el territorio nacional en toda su extensión, “lo que
implicaba el reemplazo de todos los mapas de la República Argentina
que estuviesen mutilados por otros que se ajustasen al texto del
decreto” (IGM, 1979: 44).
• En 1940 el Decreto Nº 75.014 determina que toda obra que
incluyera mapas del país y que se presentase al Registro Nacional de la
Propiedad Intelectual, conforme a la Ley Nº 11.723, debería
previamente ser remitida al IGM para comprobar su contenido y si
cumplía los requisitos del decreto citado anteriormente (Decreto
Nº 114.428).
• En 1946 el Decreto N.º 8.944 (compilación de todas las normas ya
enunciadas) prohíbe la publicación de mapas de la República Argentina:
“a) que no representen en toda su extensión la parte insular del
territorio de la Nación; b) que no incluyan el sector Antártico sobre el
que el país mantiene soberanía; y c) que adolezcan de deficiencias o
inexactitudes geográficas, o que falseen en cualquier forma de la
realidad, cualesquiera fueran los fines perseguidos con tales
publicaciones” (Boletín Oficial, 28/11/1946).
En octubre de 2010 se sancionó la Ley Nº 26.651 que establece la
obligatoriedad de utilizar el mapa bicontinental de la República
Argentina en todos los niveles y en todas las modalidades del sistema
educativo, así como también exige su exhibición pública en todos los
organismos nacionales y provinciales.
Esta normativa obliga a eliminar el recuadro lateral que permitía utilizar
una escala menor para representar el sector antártico que la Argentina
reclama y, en cambio, exige que se reduzca considerablemente el
espacio destinado a la representación del sector continental para “hacer
lugar” a la masa antártica sobre la que el Estado argentino reclama
soberanía.
Ese recuadro lateral, que tradicionalmente se ubicaba sobre el Atlántico,
era una solución gráfica que respondía a la necesidad de hacer un mejor
uso del espacio del mapa: en lugar de dedicar medio mapa al contorno
del triángulo antártico, cuya superficie es casi íntegramente un casquete
de tierras congeladas y hielo, se priorizaba dedicar la mayor superficie
cartográfica posible para representar con un grado de detalle apropiado
aquellos territorios en los que viven millones de personas y donde se
realizan las actividades económicas más importantes. Ello no implicaba
en modo alguno la negación del reclamo de soberanía. En rigor, el
“triángulo antártico” también está en esos mapas –ya que, como vimos,
el hecho de incluirlo (o no) no es una prerrogativa individual de cada
cartógrafo o diseñador gráfico, sino que está obligatoriamente prescrito
por ley nacional desde hace ya más de medio siglo–. Así que,
efectivamente, los mapas anteriores también eran bicontinentales. Sin
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Ministerio de Educación de la Nación
duda, la manera de presentar este mapa como la reafirmación del
compromiso de las reivindicaciones territoriales sigue estando en
sintonía con la preocupación por socializar e instalar una determinada
silueta del territorio nacional.
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Material de lectura: Los mapas
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Autor: Carla LoisCarla LoisCarla LoisCarla Lois
Cómo citar este texto:
Lois, Carla (2012), “Material de lectura: Los mapas”, Especialización docente de nivel superior en educación y TIC, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación.