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    ARCHIVO DEPREHISTORIALEVANTINAVol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 367-402

    Trinidad PASES OVIEDO (a)

    Reflexiones sobre los problemasde la conservacin arqueolgica

    en el territorio valenciano

    RESUMEN: Arqueologa y conservacin son dos conceptos que a lo largo de la historia no siempre sehan podido compaginar de la mejor manera posible. Los problemas que afectan a la conservacin de loshallazgos arqueolgicos son numerosos, desde el instante del descubrimiento, cuando se rompe el equi-librio en el que las estructuras y los objetos han permanecido durante siglos, al momento de su conser-vacin a largo plazo, donde la prevencin se convierte en un requisito prioritario para la pervivenciafutura de las obras, expuestas a nuevas condiciones ambientales y a situaciones de riesgo. Por desgra-cia el ser humano, principal responsable de su perdurabilidad, a menudo se convierte paradjicamenteen una de las principales causas de degradacin de los restos arqueolgicos.PALABRAS CLAVE: Conservacin arqueolgica, restauracin, criterios, prevencin.

    Rflexions concernant les problmes de conservation archologiqueen territoire valencien

    RSUM : Larchologie et la conservation sont deux concepts qui, tout au long de lhistoire, nont puse concilier de la meilleure des faons. Les problmes qui affectent la conservation des vestigesarchologiques sont nombreux, depuis le moment de la dcouverte, quand se rompt lquilibre danslequel les structures et les objets sont rests pendant des sicles, jusquau moment de sa conservation long terme, o la prvention devient une condition primordiale pour la survie future des oeuvres,exposes de nouvelles conditions environnementales et des situations risque. Malheureusementlhomme, pourtant principal responsable de sa durabilit, devient souvent et paradoxalement une desprincipales causes de dgradation des restes archologiques.MOTS CLS : Conservation archologique, restauration, critres, prvention.

    a Laboratorio de Restauracin del Museo de Prehistoria de Valencia. C/ Corona 36; 46003 Valencia. ([email protected])

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    Nada es imposible cuando hay inters en conservar las reliquias del pasado (Monz, 1976: 24)

    El concepto de conservacin ha existido siempre a lo largo de la historia, si lo entendemos como unpreocupacin de la sociedad por hacer perdurable aquello que se considera valioso, ya sea por motivos sociales, polticos o religiosos. Desde la antigedad el inters en la conservacin ha sido algo natural; en prmer lugar se conserva cuando se pretende devolver la funcionalidad a los objetos de uso comn (fig. 1)Igualmente el hombre expresa un deseo de conservacin en el momento de la eleccin del material, del mtodo de ejecucin y de las medidas para alargar la vida de las obras que crea. En el mundo clsico, por ejemplo, eran habituales las operaciones de limpieza, reconstruccin, proteccin y mantenimiento de una gradiversidad de obras (Martnez, Snchez-Mesa y Snchez-Mesa, 2008: 56-68).1

    Ese mismo deseo se incrementa con la actividad del coleccionismo de arte, que recobra especial relevancia a partir del periodo renacentista gracias a la figura del mecenas. Sin embargo, en el lado opuestohemos sido tambin testigos de actitudes en contra de la conservacin, como el expolio, las destruccioney reutilizaciones de monumentos, las falsificaciones o el trfico ilegal de arte.

    Fueron muchos los siglos en los que el significado de conservar se asociaba nicamente con el de reparar o reconstruir, es decir, devolver a las obras en la medida de lo posible su apariencia original. As pueel trmino conservacin, unido ineludiblemente al de restauracin, ha tenido diferentes significados seglas pocas. Durante mucho tiempo era el propio artista creador el que se dedicaba a reparar sus propias piezas cuando as lo requeran, obviamente de forma mimtica y con las mismas tcnicas y materiales empleados para su fabricacin, por lo que era impensable una profesin de restaurador separada de la del propiartista. Poco a poco, con la desaparicin de los oficios y las tcnicas artesanas tradicionales, la restauraciempez a considerarse como una actividad cada vez ms autnoma, especialmente desde el pasado sigloaunque en un principio no respondiese todava a una profesin reglada, sino ms bien a una habilidad arte

    sanal que se desempeaba de forma autodidacta, con los escasos medios materiales, tcnicos y humanos dlos que se dispona.Para aprender de los errores cometidos el primer paso es reconocerlos. Y en la historia de la conser

    vacin arqueolgica hemos sido testigos de lamentables acontecimientos, sobre cuyas causas tenemos qureflexionar. En las ltimas dcadas han sido varios los trabajos dedicados a la historiografa de la arqueologa valenciana, aunque sin abordar el asunto desde el punto de vista del conservador-restaurador. Centrndonos en las experiencias acontecidas en nuestro territorio, en este artculo pretendemos establecer unolazos comunes entre estos dos conceptos, arqueologa y conservacin, aportando algunos documentos quhan quedado reflejados en nuestra memoria histrica. A travs del testimonio de nuestros antecesores, podremos reconocer la problemtica que implicaba la puesta en prctica del concepto de conservacin arqueolgica y valorar en qu medida ste ha evolucionado hasta nuestros das.

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    1 No slo encontramos en los textos clsicos recetas de las tcnicas empleadas para los tratamientos de restauracin, sino tambirecomendaciones para el correcto mantenimiento de algunas obras, como es el caso de los pavimentos, en palabras de Vitrubio: Lpavimentos que vayan a quedar al aire libre deben adaptarse a tal finalidad, pues al hincharse por la humedad los entramados, o disminuir su volumen debido a la sequedad, o bien al combarse, sufren variaciones que ocasionan serios problemas en los pavmentos () Para que el mortero que va entre las junturas no sufra daos provocados por las heladas, se cubrir cada ao con hecde aceite, antes del invierno, y as se evitar que penetren las escarchas. (Vitrubio,De architectura, r. 2006: 262).

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    ARQUEOLOGA Y CONSERVACIN

    Para hablar de un autntico nacimiento de la arqueologa y de los estudios dedicados de forma es-pecfica a este tema tendramos que remontarnos a la segunda mitad del siglo XVIII, gracias al inters qudesde el Renacimiento haba despertado ya el mundo clsico, en una sociedad europea en continuo procesde renovacin artstica, avivada por los recientes descubrimientos en Herculano (1738) (fig. 2) y Pompey(1748) y por las expediciones llevadas a cabo en Egipto hacia 1798 durante el periodo napolenico. Aunque ya en el Renacimiento se forman las primeras colecciones numismticas, sern los ilustrados del siglXVIII los verdaderos precursores de la arqueologa valenciana y es precisamente en este periodo cuando screan algunos de los ms importantes gabinetes de antigedades, interesados en recuperar y coleccionamateriales de procedencia arqueolgica. La gran diversidad de materiales que se iban descubriendo, hizo quhistoriadores y arquelogos complementaran sus estudios con las aportaciones de otras disciplinas cientfcas, como la geologa, botnica, qumica, etc. Esto supondra el inicio de una colaboracin interdisciplinaria que hoy en da se considera prioritaria para el desarrollo de cualquier proyecto de conservacin.

    Precisamente el ideal enciclopedista que impuls el movimiento de la Ilustracin francesa a partir desiglo XVIII, entre otros factores, inspiraron en nuestro pas a numerosos eruditos de la poca que relatabalas riquezas arqueolgicas de diferentes localidades y, entre ellas, muchas ubicadas en territorio valencianoPodemos destacar la figura del Conde de Lumiares, Antonio de Valcrcel Po de Saboya, que con su obrInscripciones y Antigedades del Reino de Valencia (1852) da comienzo a un nuevo periodo en la arqueo-loga valenciana. Pero a lo largo de la historia han sido numerosos los eruditos que nos han legado importantes manuscritos y documentos, llenos de evocador romanticismo, muchos de los cuales siguen siendactualmente referencia obligada: Gaspar Escolano, Antonio Jos Cavanilles, Aureliano Ibarra, Roque Chabs, Nicolau Primitiu Gmez Serrano y un largo etctera. En todos ellos se trasluce la humanidad de uno

    Fig. 1. Cazuela de cermica itlica de cocina del siglo II-I a.C., procedente de la regin deCampania, con antiguo laado de plomo, reparacin realizada durante el periodo de uso

    de la pieza. Archivo grfico MARQ.

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    estudiosos, amantes de nuestras antigedades, que a menudo se convierten en la nica referencia que quedde numerosas piezas ya perdidas. De hecho, aunque la disciplina de la conservacin-restauracin de nuestros bienes arqueolgicos, tal y como la entendemos hoy en da, es muy reciente, sta no hubiera sido posble sin la participacin entusiasta de muchas instituciones y personalidades que, con sus actividades yestudios, se preocuparon por dicho patrimonio y manifestaron la evidente necesidad de salvaguardia de unobienes que se hallaban desprotegidos. Muchos proclamaron adems una crtica inflexible contra aquellas actitudes que perjudicaban a los hallazgos arqueolgicos, convirtindose a travs de sus escritos en las primeravoces que manifestaban al menos una actitud de denuncia, que sin duda ha servido para concienciar a lageneraciones futuras sobre la importancia de la conservacin.

    Sera injusto olvidarnos adems de aquellos hombres que, desde un cierto anonimato, trabajaron parla conservacin de nuestro patrimonio, precisamente en una poca en la que la preocupacin por nuestro legado histrico no era algo habitual, sino ms bien extraordinario. Nos referimos a algunos labradores o propietarios de terrenos y fincas que en cierto momento, sin que les fuera exigido y nicamente por un respethacia nuestro pasado arqueolgico del que no todos hacan gala, fueron capaces de dar aviso y testimonide sus hallazgos a instituciones de mayor competencia para que se pudieran salvar los restos.2

    Quede como ejemplo simblico la figura de Jos Antonio Morand, vecino de Denia, responsable dedescubrimiento en 1878 del conocido mosaico de Severina, hoy en da conservado en el Museo de Bellas ArtSan Po V de Valencia. De las circunstancias del hallazgo y de las medidas tomadas para su conservacin estamos informados gracias a los artculos que Roque Chabs escribiera en su revista El Archivo (fig. 3). La

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    Fig. 2. Yacimiento arqueolgico de Herculano (Npoles, Italia).

    2 En el ao 1905 Eugenio Albertini, (), por indicacin de Pedro Ibarra Ruiz, procedi a descubrir un gran mosaico que Ibarra saque estaba all, porque el labrador, al hacer el hoyo para plantar una higuera, lo vio y se lo comunic (Ramos Folqus, 1975: 69El texto hace referencia al hallazgo del mosaico de la baslica de La Alcudia de Elche.

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    noticias son bastante explcitas; el 16 de diciembre de 1878, cuando se estaban realizando unas obras en lparcela del citado Jos Morand, propietario de esas tierras, se descubri a un metro y medio de la superficuna sepultura cubierta con mosaico teselado. Fue el propio seor Morand el que dio avis en seguida sobrla naturaleza de dicho hallazgo y, tras verificarlo, decidi hacer algo para poder conservarlo. Como dira epropio Chabs, suerte grande ha sido que una tan rara preciosidad del arte cristiano cayera en manos dquien ha sabido conservarla (Chabs, 1886: 20).

    Bien cierta era aquella afirmacin, si reparamos en que el cruel destino de muchos materiales y es-tructuras arqueolgicas en esos tiempos era precisamente el de ser arrancados de su ubicacin original par

    Fig. 3. Portada de la revista literaria semanalEl Archivo . Ao 1886.Artculo sobre el hallazgo del sepulcro de Severina en Denia.

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    ser reempleados con otro fin. Obviamente las ruinas eran presas fciles que se utilizaron para la realizacide nuevas construcciones; un material ptreo ya manufacturado y cortado, formando parte de muros o de pvimentos que, despojados de cualquier inters arqueolgico, se convertan en una autntica cantera a baj

    coste a la cual recurrir con facilidad.3

    Es bien sabido que el propio Teatro romano de Sagunto, que desde 1896 gozaba de especial protec-cin al ser declarado Monumento Nacional, sirvi durante mucho tiempo de cantera a los habitantes de estlocalidad para restaurar las casas y algunas zonas de la muralla. De hecho, hablando del teatro y de los monumentos saguntinos, es muy ilustrativa la reflexin que en 1830 hiciera Prospero Mrime en la carta qudesde Valencia, enviara al director de laRevue de Paris: Las antigedades, sobre todo las antigedades ro-manas, me conmueven poco. No se cmo me dej convencer para ir a Murviedro y ver lo que queda de Sagunto. Me fatigu mucho, hice malas comidas y no vi absolutamente nada (Aranegui, 1988: 110). Frasecomo sta ponen de manifiesto tristemente el mal estado de conservacin en el que se encontraba nuestrlegado histrico.

    Bien conocidos son tambin los ejemplos de inscripciones empleadas como elementos de construccin y encajadas en las paredes de muchas casas o iglesias, ya sea por una mera cuestin funcional de reaprovechamiento, por un deseo de conservacin o quiz por un cierto simbolismo otorgado a este tipo drestos antiguos (Moreno y Roig, 2006: 25-26).4

    La piedra no slo se reutilizaba para obras de construccin, sino para otros usos, como el caso de unrelieve escultrico convertido en lastre de un pesquero (Tramoyeres y Fita, 1917: 40) o el dolo ibrico qula hornera de Chulilla empleaba en sustitucin de una pesa de libra para despachar el pan sus parroquianos (Martnez Aloy, 1913: 265). Adems, se suceda en aquellos tiempos lo que podramos denominar como una recogida selectiva de materiales, es decir, el rescate de los restos de cierta relevancia, mejoestado de conservacin y mayor calidad artstica, despreciando gran cantidad de piezas y de estructuras arqueolgicas que no merecan el mismo trato y quedaban relegadas al olvido.

    Eran pocas en las que no abundaban las oportunidades de conservacin de nuestros bienes arqueolgicos, a consecuencia de actitudes activas o pasivas, es decir, por aquello que se haca mal o por aquell

    que no se haca.5

    3 Gaspar Escolano ya en el siglo XVII pone en evidencia las habituales prcticas de reutilizacin de materiales a la que estaban smetidos desde antiguo los yacimientos arqueolgicos: En el ao mil quinientos cuarenta y tres, cavando los de Villajoyosa en estruinas por llevar las piedras para la cerca de la villa que despus se hizo en el sitio que agora la vemos un poco apartado del viejodescubrieron junto a dicha torre de Josa unos muy grandes y suntuosos sepulcros, de los cuales como de una oficina de cantero scaron la que hubieron menester cortada ya y labrada (Escolano, 1611, r.1879: 41). De esta situacin referida en la localidad de Vllajoyosa nos informa siglos ms tarde Jos Belda, relatndonos cmo una gran cantidad de elementos constructivos, consideradtiles, haban desaparecido mientras que trozos de estucos y mosaicos que no podan ser reutilizados se desechaban y por esa cause haban podido conservar: De las paredes y pisos de algunas de dichas estancias deben proceder los elementos decorativos antcitados que el Medievo y la Edad Moderna, al reputarlos como algo intil, los desecharon, a no tratarse de figuras o llamativos trzos de artstico revocado, habindose salvado, por esta causa, tantos estucos y trozos de mosaico. En cambio, muchas piedras y sllarejos desaparecieron al ser aprovechados como materiales de edificacin en mrgenes, torres y viviendas de aquella partida(Belda, 1948: 173).Testimonios similares son los que nos ofrecen otros autores, como Aureliano Ibarra, haciendo referencia a los hallazgos de La Acudia de Elche: Puede decirse con toda propiedad, que aquel sitio ha servido cual si fuera una inmensa cantera, los habitantesde Elche y es indudable que las casas de las inmediaciones en la mayor parte del trmino, que cae hacia el medio dia del pueblsin contar con otras que podramos sealar, construidas en nuestros das, en el interior de Elche, se han levantado a expensas daquellas construcciones antiqusimas que elevra un da el artfice romano. (Ibarra, 1879: 133-134).

    4 En el ao 1802 descubri un vecino de Quartell una piedra con letras en la cumbre del monte de la Frontera, y poco despus hcindola rodar hasta el pie de su cuesta, la carg en un mulo, y la conduxo su pueblo. Colocose poco despus en un pilar de Casa que la sazn construa D. Joseph Bonet, y con este motivo qued libre de las injurias del tiempo. Ribelles, s. XIX. Varia325x220. 868 pg. (Inventario 1936, 40) Enc. perg., papel.

    5 Y cerramos este prrafo () con la mencin de una gran catstrofe: el hundimiento del castillo de Buol. Este era uno de los pocejemplares tpicos que se conservaban en nuestro antiguo reino; pero la incuria espaola lo tena en tal abandono, que se ha drrumbado, al fin, trgicamente, como si quisiera vengar en la humanidad su propia desgracia (Martnez Aloy, 1912: 221)

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    Reflexionando sobre los problemas que implicaba la puesta en prctica del concepto de conservaciarqueolgica, en los siglos en los que no existan todava profesionales especializados, instituciones dedcadas expresamente a la proteccin del patrimonio ni, por supuesto, una normativa legislativa severa, l

    pregunta que podemos hacernos es la siguiente: cul era la alternativa de conservacin de los hallazgos aqueolgicos, cuando no eran recogidos para formar parte de las colecciones privadas? Pues lo cierto es questas colecciones, ante la falta de museos donde albergar los restos procedentes de las excavaciones, eranmenudo la nica alternativa para la conservacin de muchos objetos antiguos, como fue el caso de la coleccin de la familia Ibarra en Elche.6

    Por otra parte, el hecho de asociar el coleccionismo de antigedades con el reconocimiento del podesocial, llamaba tambin la atencin de prestigiosas personalidades de la nobleza, que gustaban de adornasus palacios con los ms preciados materiales. Significativos, por ejemplo en la provincia de Alicante, lanoticias de Gaspar Escolano referentes a hallazgos arqueolgicos en Calpe: En la misma orilla se muestrun edificio de pea tajada, que llaman los baos de la Reina, (). Sobre la cueva haba aposentos labradoen la pea viva, y taraceados los suelos de piedrezuelas de varios y diferentes colores, de obra mosica, hechura de dados que por ser de labor tan vistosa, se enviaron la magestad del rey Felipe segundo, par

    un jardn que mandaba hacer. (Escolano, 1611, r.1879: 45), o en Denia: Las estatuas que nos refiere Palauparece que se las llev el marqus de Denia a Madrid para su jardn; lo dems casi todo ha desaparecidotanto el mosaico como las mil y mil antigedades que se han sacado de dicho sitio (Escolano, 1611, r1879: 51).

    De todas formas, la sistemtica extraccin de materiales procedentes de excavaciones arqueolgicano aseguraba tampoco su total proteccin, ya que en muchos casos los hallazgos sufrieron otros avatares quhan afectado muy negativamente a su conservacin, ms all de la inevitable descontextualizacin del objeto arqueolgico. La falta de espacios debidamente acondicionados, el acelerado proceso de degradacide unos materiales que, de forma traumtica, vean quebrantada su situacin de equilibrio medioambientay no disponan de manos expertas para favorecer su correcta readaptacin, son slo algunas de las causaque han ocasionado que la situacin actual de gran parte de los objetos recuperados sea muy deficiente (fig4). Por desgracia, de muchos hallazgos slo nos quedan los dibujos, las noticias o las fotografas como nictestimonio de su existencia. Pero tambin es importante el legado que ha podido salvarse, al que podemodevolver su dignidad y del que somos actualmente responsables.

    El inters que despertaban los materiales arqueolgicos y la preocupacin por su conservacin, fuesin duda la clave para que comenzaran a crearse los principales museos arqueolgicos. Lo cierto es que lcrnica de estos primeros museos comienza precisamente con los ya citados gabinetes de antigedades quse repartan por todo nuestro territorio. Una de las primeras instituciones fundada en Valencia fue la coleccin que en el ao 1761 se creara en el Palacio Arzobispal, gracias al inters que mostraron los preladovalencianos D. Andrs Mayoral y D. Francisco Fabin y Fuero, ya citado por A. de Laborde en suVoyagepittoresque de lEspagne . Gran parte de los materiales recogidos, por ejemplo, en las excavaciones del Puigrealizadas en 1745, 1765 y 1777, sirvieron para incrementar el tesoro artstico que se guardaba en el palacio arzobispal de la capital valenciana. Desgraciadamente la coleccin fue dispersada o destruida en 1812cuando un bombardeo de las tropas francesas provoc el incendio y consecuente saqueo del Palacio (Barber, 1923: 8-13). Con la desaparicin del citado museo de antigedades ya no exista en Valencia ningunentidad oficial que se hiciera cargo de la recogida de piezas arqueolgicas, a excepcin del Museo de Be

    6 En un artculo de la revista El Archivo, su director Roque Chabs escribe unas palabras muy ilustrativas en homenaje a AureliaIbarra, comentando que la coleccin de antigedades que ha reunido el Sr. Ibarra, todas ellas descubiertas por l en Elche, es munotable. Reproducido queda en su inmortalIlici . Fragmentos de mosaicos, estatuas de mrmol () todo ello ordenado y clasifi-cado en sendas vitrinas. Lstima que toda esta riqueza no vaya al Museo Arqueolgico, mejor, que se formara con ella y con lque de la regin se recogiese un museo provincial, lo que honrara mucho a Alicante (Chabs, 1890: 283).

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    llas Artes, ya en funcionamiento desde 1839, que se convirti en el depositario de la importante colecciartstica que la Academia de Bellas Artes de San Carlos logr reunir desde su creacin por el monarca Calos III en 1768. El Museo, ubicado en aquellos tiempos en la antigua sede del Convento del Carmen, reunsobre todo pinturas, esculturas, grabados o dibujos, pero admiti tambin el depsito de algunos materialearqueolgicos, especialmente epigrficos (Benito y Cataln, 1999: 17-28).

    Quizs debido a esta catica situacin, una de las pocas entidades que ofreca ciertas garantas parala conservacin de piezas relevantes era el Museo Arqueolgico Nacional de Madrid que, desde su creacien 1867, se convirti en un centro bsico de referencia, no slo como coleccin artstica, sino como modelde muchas intervenciones de restauracin. Al no existir en esa poca museos de cierta entidad que velase

    por los numerosos restos arqueolgicos que se iban hallando en todo el territorio espaol, es lgico que ede la capital de la nacin fuera el principal centro de recogida de materiales. Por ejemplo, la coleccin descubierta en Elche por Aureliano Ibarra fue vendida por su hija Asuncin a esta institucin en 1891 por 7.50pesetas (Ramos Fernndez, 2003: 41-42) (fig. 5)7 y el famoso mosaico de los trabajos de Hrcules de Liria

    Fig. 4. Detalle del avanzado deterioro de un plomo ibrico escrito de la necrpolis de Orley(Vall dUix), perteneciente a la coleccin del Museo Arqueolgico de Burriana.Actualmente la pieza est en proceso de estudio para establecer su diagnstico y

    las medidas preventivas para su conservacin.

    7 Cuando en 1897 se produce el hallazgo fortuito de la Dama de Elche, la familia Ibarra vende la pieza por 4.000 francos (unas 5.2pesetas) al arquelogo francs M. Pierre Paris para el Museo del Louvre, aunque aos ms tarde, en 1941, se logra recuperar mediante un intercambio de piezas que se realiza a travs del Museo del Prado, pasando en 1971 a ser depositada en el Museo Arqueolgico Nacional (Ramos Fernndez, 2003: 41-126).

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    fue adquirido en 1941, por la cantidad de 25.000 pesetas (Fernndez de Avils, 1944: 95-96; 1947: 113-115Mart Ferrando, 1986: 380).En el siglo XIX comienzan a aparecer tambin algunas relevantes instituciones dedicadas al estudio

    y la proteccin del patrimonio (Hernndez Prez y Enguix, 2006: 17-32). Las Comisiones Provinciales dMonumentos Histricos y Artsticos, en su seccin de arqueologa y arquitectura, creadas en 1844, tieneentre sus finalidades la conservacin y restauracin de los monumentos histricos y la direccin de las excavaciones arqueolgicas en las distintas provincias. Encontramos por aquellas fechas las primeras leyes decretos dictados por distintos ministerios en los que se establece un especial nivel de proteccin para loconsiderados Monumentos Nacionales.

    En 1871 se crea en nuestro territorio la Sociedad Arqueolgica Valenciana que, organizada en co-misiones, realizaba no slo estudios, excursiones y visitas a los principales yacimientos, sino que mostrigualmente un loable inters por la formacin de profesionales durante numerosos coloquios y conferenciallegando incluso a recopilar cierta cantidad de materiales en un pequeo museo.8 Desde esta institucin sealentaba a la propia sociedad valenciana para que continuara oponindose al vandalismo que todo lo destruye y conservando con veneracin y respeto, ya las obras antiguas del ingnio humano, ya los monumentos en piedra, bronce, simples escritos en pergamino, que determinen un hecho, confirmen una tradicinrecuerden cualquier episodio glorioso espresen alguna verdad cientfica (Sociedad Arqueolgica Valenciana, 1877: 36).

    Pero el camino no fue fcil y las dificultades que haba que salvar eran numerosas, por lo que sus actividades cesaron unos aos despus, entre 1883 y 1886, tras la publicacin de su ltima Memoria (Gobern1981: 20). El relevo fue tomado por la Sociedad Lo Rat Penat, entidad fundada en 1878 cuyo objetivo prmordial era la exaltacin de la lengua y la cultura valenciana, para lo cual se serva de las actividades organizadas por sus distintas secciones, entre ellas una de arqueologa. Reseable tambin la labor de algunapublicaciones valencianas, como El Archivo, publicada entre 1886 y 1893 o el insigne diario Las Provincia

    8 Los objetivos de esta Sociedad eran claros: Fuerza es confesar que desde principios mediados del presente siglo, las antigeddes estuvieron algun tanto olvidadas en nuestra patria; siendo ello la causa de que se hayan perdido un sinnmero de preciosos mnumentos que enriquecen hoy los museos estranjeros, y de que sean por desgracia tan escasos los que hemos logrado sustraer rapacidad de los franceses, durante la lucha con ellos sostenida en ese tiempo (). Los hallazgos que aqu ocurren a menudo dricos monumentos, que atestiguan la presencia de los griegos, romanos, godos y rabes, exigan la creacin de una Sociedad en qumancomunados los esfuerzos de los amantes de la arqueologa, recogieran tan preciosos restos, sustrayndolos al poder brutal dla ignorancia, y salvndolos de una destruccin casi segura. (Sociedad Arqueolgica, 1872: 4).

    Fig. 5. Dibujo de Aureliano Ibarra del mosaico de Galatea aparecido en 1861 en la villa de Algors de Elche(Ibarra, 1879: lm. XIV). El fragmento que representa el busto de Galatea fue vendido junto a otras piezas

    de la coleccin al Museo Arqueolgico Nacional de Madrid.

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    que cada ao publicaba un Almanaque en donde, a partir de 1894, incluir una breve seccin especialmentdedicada a la arqueologa valenciana, como reaccin ante el vaco dejado por otras instituciones.9

    Hasta 1914 este peridico continu publicando este resumen anual de los principales descubrimientos arqueolgicos. Pero el desaliento por lo que algunos consideraron un sermn perdido fue la consecuencia de su desaparicin hasta 1923, cuando Jos Luis Almunia lo vuelve a retomar (Almunia, 1923269).10

    La importancia cada vez mayor que adquiran los bienes arqueolgicos en el contexto internacionalllev a que los poderes polticos espaoles tomaran cartas en el asunto. Sin duda, el patente inters que manifestaron muchas instituciones y publicaciones se vio reforzado a partir de la creacin, en 1915, de la JuntSuperior de Excavaciones y Antigedades, surgida al amparo de la Ley de Antigedades y su Reglament(1911-1912), que regulaba los trabajos arqueolgicos realizados en territorio espaol y cuyo espritu ercrear una infraestructura provincial que se apoyara en estas mismas instituciones. Paralelamente continalas investigaciones que impulsan la creacin, en 1915, del Centro de Cultura Valenciana, importante promotor, entre otros, de estudios relacionados con hallazgos de prehistoria y antropologa (Tortosa, 2009: 194195).

    Todos estos movimientos partieron del inters por los temas arqueolgicos y a ellos debemos granparte de las investigaciones realizadas hasta nuestras fechas. Inters y preocupacin, porque sin duda todaestas iniciativas surgieron no slo por un mero sentimiento de amor hacia las antigedades, sino tambin puna responsable actitud de denuncia ante los innumerables desastres y prdidas que continuamente se producan a consecuencia de la escasa conciencia social en temas referentes a los bienes arqueolgicos. Estproblemtica qued manifiesta en una de las conferencias realizadas en el Centro de Cultura Valenciana poN.P. Gmez Serrano: Y antes de terminar esta poco enjundiosa conferencia nuestra, nos hemos de permitir dirigirnos a nuestros queridos codirectores en este Centro de Cultura y a todos cuantos nos oyen, para rgarles encarecidamente, aunque muchos de ellos sin incentivo de ninguna especie ya lo hacen, que procureinfundir entre la gente del pueblo y aun entre aquellos, doctos por muchos conceptos, pero nada aficionados a esta clase de estudios o simplemente indiferentes, si no es amor, cuando menos el respeto a los venerados restos de las pasadas civilizaciones de nuestra patria, para que, cuando el azar les ponga ante hallazgopor ellos incomprendidos, ya sea el mutilado mrmol esculpido, la lpida de extraa lengua, la monedque no pasa, la pared que impide el nivelamiento del campo o el ms humilde trozo de cacharro, en vede hacerlo desaparecer, hagan partcipes del hallazgo a cualquiera persona entendida que pueda por s estudiarlo o participarlo a su vez a nuestro Centro o a otra entidad cultural que se encargue de hacerlo, en biedel progreso histrico general y especial de nuestra amada regin. (Gmez Serrano, 1927: 10).

    9 Disuelta la Sociedad Arqueolgica valenciana, inactiva la Comisin de Monumentos, y sin dar seales de vida las secciones aqueolgicas del Ateneo y de Lo Rat Penat, no hay centro alguno en Valencia encargado de fomentar el estudio y conservacin dnuestras antigedades. Tan slo una importante revista de ciencias histricas, titulada El Archivo, alimenta el amor a lo pasado entun nmero cada vez ms exiguo de curiosos investigadores. (Almanaque, 1894: 17).

    10 Sobre este sentimiento de desesperacin contenida nos pueden servir de muestra las palabras de Tramoyeres: Parece que en el curde las trabajos de excavacin practicados en el solar antes descrito, han aparecido nuevos restos romanos, pero ni su nmero ni claha llegado a nuestro conocimiento. De otros hallazgos en casas inmediatas a la del Sr. Trenor hemos tenido informes, aunque stollegaron siempre tarde y cuando no era ya posible su estudio conservacin. Muchos de los objetos descubiertos aguardan en lcimentacin de los nuevos edificios de la calle de la Paz una mano amiga que los salve en lo venidero de la esclavitud que furon condenados por la ignorancia el srdido egosmo del propietario. (Tramoyeres, 1901: 211-213). El comentario del autor hareferencia a los restos de una domus romana hallada en las manzanas comprendidas entre la calle la Paz, Cruz, Pollo y Beato Juade Rivera de Valencia.

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    En esas primeras dcadas del siglo XX el coleccionismo de antigedades segua siendo muy fre-cuente y en nuestra Comunidad son numerosas las referencias escritas sobre esta actividad en diversas localidades.11 Gran parte de estos hallazgos eran ciertamente motivo de inters comercial, lo que nos lleva a

    enlazar con el tema del trfico de arte. El expolio de yacimientos arqueolgicos y la venta de cualquier objeto antiguo, que sola reportar nutridos beneficios, era ya desde siglos anteriores una prctica ms habitude lo que hubiramos deseado.12

    Basta recordar los saqueos de pinturas rupestres en territorio valenciano o aquellos ocasionados poel empleo del temible detector de metales. En la actualidad el problema se plantea cuando indagamos sobrel paradero de dichas colecciones, que muy a menudo pertenecan a propietarios privados o simples aficionados a la arqueologa orgullosos de reunir autnticos tesoros. Es entonces cuando caemos en la cuenta dla enorme dispersin de estos hallazgos; multitud de objetos que se encuentran diseminados, desaparecidoo quizs ya perdidos.

    Y hablamos habitualmente de objetos, considerando en esta categora los bienes muebles, porqueobviamente los inmuebles no disfrutaban del mismo trato, en una poca donde no exista el moderno concepto de conservacinin situ ni la importancia que hoy en da damos a la proteccin y el mantenimiento delos restos arqueolgicos. As, incluso los pavimentos y revestimientos de preciados mrmoles que ornabalas distintas estancias y que forman parte indisoluble de la arquitectura, eran considerados como objetomuebles, extrados y descontextualizados de su ubicacin original (fig. 6). Extensa sera, por ejemplo, la lisde mosaicos romanos que a lo largo de los aos se han ido arrancando de su contexto arquitectnico orignal, considerndolos nicamente como bellos tapices de piedra totalmente desvinculados de sus estratopreparatorios (Pases, 2005: 169-198). Un caso de entre los muchos que podramos citar para ilustrar el problema de la descontextualizacin y dispersin de los restos arqueolgicos es el de los pavimentosopus sec-tile saguntinos, hallados en 1956 y 1959. La extraccin y posterior subdivisin de los mosaicos en piezasobre cemento de pequeo tamao y fcil manejo ha permitido que algunos de estos mdulos independientes se conserven actualmente en otras colecciones. Precisamente de uno de estos mosaicos existe una loseexpuesta en el Museo de Prehistoria de Valencia, donacin hecha por D. Salvador Reges (Fletcher y Pla1977: 160) que no pudo ser incluida junto al resto del conjunto conservado en el Museo Arqueolgico dSagunto y restaurado en 1998 (Pases, 2003: 21-36) (fig. 7). Una situacin como sta slo hace que desvituar en gran medida no slo la apariencia, sino el significado y destino de la obra original.

    11 Fuera de la capital, la villa de Turs es la que ha tenido el privilegio de llamar la atencin de los arquelogos valencianos. En trmino se han encontrado indicios de antigua poblacin, (); todos estos testimonios y algunos otros, que quiz ignoramos, anddispersos en manos de particulares, escondidos algunos, y sin que hasta el presente se haya hecho un esfuerzo para reunirlos o iventariarlos cuando menos. (Almanaque, 1901: 172).En trmino de Sollana, cerca ya de Almusafes, han salido a flor de tierra trozos de mosaicos, barros saguntinos y grandes bronces de Marco Aurelio, Nerva, Faustina, Adriano, etc. que son objeto de sigilosa especulacin () ricas joyas del arte que marchamisteriosamente al extranjero, sin dejar huella en el punto de origen. (Martnez Aloy, 1914: 289).

    12 El comercio de antigedades, especialmente la venta de objetos a pases extranjeros, era una actividad no slo conocida, sino cticada por muchas instituciones y personalidades valencianas en diferentes pocas. Ya en el siglo XIX Roque Chabs alertaba sobesta prctica en uno de los textos de El Archivo: Ha salido de Barcelona un regular campamento de objetos de arte, antiguos y mdernos, recogidos en Catalua y destinado a los Estados Unidos donde se forman colecciones artsticas con obras adquiridas en antiguo continente. Bueno ser recordar en Catalua, y en todas partes, lo poco patritico de aquellos que por unos cuartos se deprenden de objetos que deben conservar como recuerdo de sus antepasados y joyas del arte (Chabs, 1889: 192). Con mayor idignacin si cabe, en el siglo XX ser Jos Martnez Aloy quien nos advierta: preciso es confesarlo: no ya los particulares vendecon desenfado a los marchantes extranjeros las joyas artsticas, sino tambin aquellas entidades que hasta hoy se haban considrado como meras depositarias de las piadosas ofrendas (). Dcese que somos pobres, que no tenemos bastante fortuna para conservar los blasones y preseas que nos legaron nuestros mayores. Somos pobres, s, muy pobres! Pobres de espritu! (MartneAloy, 1912: 222-223).

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    Fig. 6. Proceso de extraccin de uno de los pavimentosen opus sectile de Sagunto aparecido en 1956.Archivo SIP.

    Fig. 7. Mdulo sobre cemento perteneciente a uno de los mosaicosopus sectile saguntino conservadoen el Museo de Prehistoria de Valencia. Archivo SIP.

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    Retomando el recorrido histrico nos detendremos a continuacin en una de las dcadas ms fructferas para la arqueologa valenciana. A partir de los aos veinte se aprecia una reactivacin de las investigaciones sobre arqueologa y prehistoria. Hacia esas fechas se crea el Laboratorio de Arqueologa de laUniversidad de Valencia, ya en plena dinmica desde 1924, que compaginaba los estudios arqueolgicos cola docencia, aunque la falta de medios limit enormemente el avance de la investigacin (Abad, 1985: 338Aura, 2006: 33-46). En 1927 se crea el Servicio de Investigacin Prehistrica (SIP) y su Museo de Prehitoria (fig. 8) con el fin de estudiar y proteger el patrimonio arqueolgico valenciano (Bonet et al., 2006Desde sus inicios publica monografas (Serie de Trabajos Varios, 1937), una revista (Archivo de Prehistoria Levantina APL, 1929) y memorias anuales de sus actividades (La labor del SIP y su Museo, 1928).

    Tambin en 1927 se inaugura el Museo de la Ciudad o Museo Histrico Municipal, que inclua entresus fondos materiales arqueolgicos, aparte de otros de indudable valor histrico-artstico. Sin embargo, epropio Ayuntamiento de Valencia del que dependa no le sirvi de una adecuada dotacin y las graves deficiencias que acus le daaron negativamente, hasta el punto que se lleg a considerar como un punto dreferencia puramente nominal o administrativa (Catal, 1988). Una dcada ms tarde, en 1937 se crea eInstitut dEstudis Valencians, que pretende servir de canal para la actividad cultural valenciana pero que tuvuna existencia breve, condicionada por el estallido y las consecuencias de la guerra civil.

    En Alicante, en los aos treinta, la Comisin Provincial de Monumentos, fundada en 1844 para velapor el rico patrimonio histrico-artstico de esta provincia, inicia excavaciones de forma sistemtica, comlas del Tossal de Manises en la propia ciudad (Lafuente, 1954; 1955). Estos trabajos supusieron un gran empuje para que, en 1932, se inaugurase el Museo Arqueolgico Provincial de Alicante, cuyo precedente haque buscarlo en la coleccin arqueolgica que los Padres Jesuitas crearon en 1908 y que se exhiba en Orhuela (fig. 9). En 1939 se crea el Museo Arqueolgico Municipal de Elche, vinculado al yacimiento ar

    Fig. 8. Instalaciones del Museo de Prehistoria en la Sala Daurada del Palau de la Generalitat.1946. Archivo Diputacin de Valencia. ADPV (n 1033).

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    queolgico de La Alcudia, fruto de los trabajos y desvelos de D. Alejandro Ramos Folqus, fundador de undinasta de propietarios-investigadores. El Museo de Alcoy se crea en 1945, el Museo Arqueolgico JosM. Soler de Villena en 1957 y, a partir de entonces, otros muchos en diversas localidades alicantinas.13

    En la provincia de Castelln se publicaba desde 1920 el Boletn de la Sociedad Castellonense deCultura, smbolo de la actividad cultural en dicha provincia. En Castelln antes de la guerra civil abundalos museos locales;14 algunos de carcter pblico, como el Museo Arqueolgico de las Escuelas Pas de Bu-rriana (1930) o el Provincial de Bellas Artes de la capital, cuya creacin se remonta a 1845, siendo su primera sede el antiguo Convento de Santa Clara15 (fig. 10).

    Sin embargo, a pesar de que la creacin de todas estas entidades supona ya un avance en la pervi-vencia de los hallazgos arqueolgicos, los problemas para gestionar y proteger dichos bienes seguan siend

    Fig. 9. El restaurador Flix Rebollo junto al Padre Belda en el Laboratorio de Restauracin delMuseo Arqueolgico Provincial de Alicante, ubicado en una de las torres del Palacio de

    la Diputacin. Archivo grfico MARQ.

    13 Sobre la historia de los distintos museos arqueolgicos de Alicante: Belda, 1944: 161-169; 1945: 159-162; Lafuente, 1959; RamFernndez, 1991; 1995; Azuar, 2000: 9-24; Soler, 2000: 35-46; Olcina, 2000: 47-54.

    14 Citaremos brevemente la existencia de importantes colecciones privadas, en manos de eruditos destacados de la sociedad local, comJoaqun Peris, Vicente Forner, Vicente Esteve, Pascual Meneu, Leandro Alloza, Joan Porcar, etc. Slo una parte de estas coleccionfue a parar a instituciones musesticas.

    15 En la provincia de Castelln habr que esperar a los aos sesenta para que empiecen a cristalizar colecciones arqueolgicas o mseos como el de Burriana, Segorbe, Onda, Vilavella, La Vall dUix, etc. En 1975 se funda el Servicio de investigaciones arqueolgicas y prehistricas de la Diputacin y en 1990 el Laboratorio de Arqueologa y Prehistoria de la Universidad Jaume I (Melcho1997: 497-506).

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    numerosos. Las iniciativas o las ayudas por parte del poder poltico para el desarrollo de actividades arqueolgicas eran muy deficientes, y algunos autores manifiestan enrgicamente sus quejas a las autoridades municipales a causa de la falta de previsin, las insuficientes subvenciones o la escasez de la plantillde contratados dentro de los propios museos (Gmez Serrano, 1932: 6; 1934: 345; De Pedro, 2006: 61-66No fueron menos criticados los continuos destrozos ocasionados a consecuencia de las transformacioneurbansticas y mejoras de las redes de alcantarillado o de la red telefnica subterrnea realizadas en ciudades como Valencia.

    Por otra parte, los repetidos cambios de ubicacin que se sucedan de forma habitual en las distintainstituciones musesticas afectaban a la conservacin de las piezas, sometidas en continuadas ocasiones ariesgo que supone su manipulacin, embalaje y transporte, con los rudimentarios medios de los que se dis

    pona, evocando el dicho de que als museus dos trasllats equivalen a un incendi (Mart Oliver, 2000: 30El mal estado general de las instalaciones, ocupando muchas veces edificios reaprovechados que no

    fueron proyectados para albergar colecciones histricas, la falta de espacios para el almacenaje, unido a lapobres condiciones de los existentes, as como los escasos recursos humanos y econmicos disponibles, soslo algunas de las caractersticas que ya hemos repetido y que podemos considerar comunes a los diferentes museos que, o bien ya existan o comenzaron a crearse en todo el territorio valenciano.

    Posiblemente la historia del Museo Arqueolgico de Sagunto nos puede servir para ilustrar una problemtica que aconteca de forma similar en diversas localidades. La primera coleccin de antigedades co

    Fig. 10. Vista general del Museo Arqueolgico de Burriana en 1967. Archivo del propio Museo.

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    nocida en Sagunto fue creada a finales del siglo XVIII por Enrique Palos y Navarro, alcalde de la ciudad dSagunto en poca de Carlos IV, que lo nombr Conservador de las Antigedades de Murviedro.16

    Dicha coleccin se ubic en una sala de la Casa de la Vila, el denominado cuarto de les pedres.Por desgracia, estos restos se perdieron en gran parte con los saqueos de las tropas francesas durante la gurra de la independencia. A consecuencia de esta prdida, tanto lo que pudo salvarse como aquello que continuaba descubrindose se iba almacenando en varias dependencias del desmantelado Castillo y del Teatr(G.A.V., 1976: 18).17

    Esta situacin se prolong hasta que en 1925, gracias a las excavaciones que a partir de 1921 realizara Gonzlez Simancas en el recinto fortificado, se crea el Museo Histrico Militar, tambin conocidcomo Museo del Castillo que, aunque de reducidas dimensiones, permita al menos exhibir parte de la coleccin arqueolgica. Mientras tanto, el Teatro continuaba atesorando gran parte del material epigrfico yescultrico, lo que provoc un conflicto de intereses sobre las adjudicaciones de los distintos objetos. Graparte de dicha coleccin fue trasladada a Valencia durante la guerra civil y recuperada en 1943 por el Ayuntamiento de Sagunto. Tras la contienda, Po Beltrn Villagrasa, nombrado comisario local de excavaciones arqueolgicas fue el encargado de retomar la actividad del museo, de adecentar las instalaciones y dorganizar, clasificar e incluso restaurar muchos de los fondos. Su trabajo y todos los problemas a los qutuvo que enfrentarse han quedado bien reflejados en las Memorias de los Museos Arqueolgicos Provinciales y en el Noticiario Arqueolgico Hispnico (Beltrn Villagrasa 1945: 216-219; 1953:122-1301956:131-168). Sin embargo, el propio Beltrn Villagrasa siempre consider este Museo del Castillo commeramente provisional, poco digno y con numerosas e insalvables deficiencias. Este hecho, as como la idede poder finalmente reunir los materiales all guardados junto a los que se conservaban en el Teatro, lleval Ayuntamiento a construir una nueva sede junto al Teatro, que fue inaugurada en 1952 y que reuna loobjetos ms interesantes de toda la coleccin, aunque ya desde el principio se qued pequeo para albergar todos los materiales. En 1962 fue declarado Monumento Histrico-Artstico (G.A.V., 1976: 21) perodesafortunadamente, sufri un grave derrumbe en 1990 que provoc su desaparicin y, de nuevo, la dispersin de la coleccin durante un largo periodo de tiempo.18

    Desgraciadamente un punto de inflexin que marc un antes y un despus en la conservacin denuestros bienes culturales fueron los acontecimientos acaecidos a partir de 1936. Las consecuencias qupara el patrimonio valenciano tuvo la guerra civil fueron devastadoras y seran incontables los atentados qucontra el legado arqueolgico se produjeron en numerosas localidades. Demoledoras son las imgenes qu

    16 El Dr. Enrique Palos fue considerado el primer restaurador del Teatro romano de Sagunto, realizando en las postrimeras del sigXVIII y principios del XIX trabajos de limpieza, consolidacin y refuerzo de algunas estructuras, cuyos gastos a menudo l mismsufragaba, aunque lamentndose de no disponer de rentas suficientes para realizar las obras de su cuenta, vindose precisaa buscar algunas ayudas con las que acudir a reparar aquella parte donde amenaza mayor ruina (Fletcher, 1964-1965: 14-15)

    17 El renombrado Teatro romano de Sagunto ha sido en los ltimos aos desgraciadamente conocido por sus conflictos ante los Tbunales de Justicia, a consecuencia de la intervencin de restauracin y rehabilitacin arquitectnica llevada a cabo sobre sus runas por los arquitectos M. Portaceli y G. Grassi. Este caso se ha convertido en un claro testimonio de la aplicacin de los criteriolegales de intervencin (Martnez, Snchez-Mesa y Snchez-Mesa, 2008: 425-437).

    18 Muchsimas son las referencias que nos alertan sobre la precaria situacin de conservacin que el patrimonio saguntino ha sufridurante dcadas. Abundantes son, como ya hemos advertido, las dedicadas al Teatro romano que, como nos sealaba Fletcher, hsido ms daado por la rapia humana que por las inclemencias del tiempo (Fletcher, 1964-1965: 14). Ms antiguos los comentarios, entre otros muchos, de Antonio Ponz, que en su Viaje por Espaa se entristeca al ver convertidos los vetustos monumentos saguntinos en corrales de estircol (Ponz, 1774: 227). La alarmante falta de un museo era, sin duda, una de las asignaturpendientes que acuciaba desde hace aos al legado saguntino, hasta que finalmente, se decidi la rehabilitacin de la Casa del Metre Pea para la nueva ubicacin del Museo Arqueolgico, inaugurado en 2007. Algunas referencias bibliogrficas sobre la histria del Museo Arqueolgico de Sagunto y sus colecciones: Gonzlez Simancas, s/a: 36-39; 1927: 22-31; 1929: 20-21; 1940; Chabr1964: 12-13; Bru, 1983: 27-28; Llueca, 1984: 428-447; Blnquez, 1982: 301-306.

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    conserva elUfficio Storico di Roma del Ministero della Difesa , que tuvimos la oportunidad de consultar hacealgunos aos, en las que se observa la vista area de los bombardeos del ejrcito italiano teniendo como objetivo el Teatro y el Castillo de Sagunto, donde se ubicaba una batera defensiva y era considerada como zonestratgica de observatorio (Melchor, 2007: 244-260) (fig. 11).

    Como ya hemos insinuado al relatar la historia saguntina, una de las medidas que se tom por partede muchas instituciones para la proteccin de los materiales durante la guerra eran los traslados de las colecciones, en este caso no por un cambio de ubicacin de tipo administrativo, sino por el temor ante el halde destruccin de la contienda civil. Existe constancia, por ejemplo, de que las piezas ms valiosas que haban sido recogidas en las excavaciones del Tossal de Sant Miquel de Llria (fig. 12) y que el Servicio dInvestigacin Prehistrica guardaba dentro de cajas de madera en esa misma localidad en la casa de Porcafueron trasladadas en 1936 como medida de prevencin al Museo de Prehistoria de Valencia, conocindosaos ms tarde que las cajas que se haban quedado en Llria, con los materiales de la ltima campaa dexcavacin, haban sido utilizadas por las tropas para encender fuego, lo que sin duda provoc no solo l

    dispersin, sino la destruccin de muchas piezas (Bonet, 2006: 74). Pero ya pudimos advertir que el traslado de las obras no siempre era sinnimo de garanta de seguridad, sino todo lo contrario, por los graveriesgos que entraaba el movimiento y manipulacin de las obras, muchas de ellas de gran fragilidad. Cuanden 1938 se producen los bombardeos sobre Valencia, la Junta Delgada de Incautacin, Proteccin y Conservacin del Tesoro Artstico Nacional de la ciudad fue la encargada de establecer las medidas oportunapara garantizar la seguridad de las principales colecciones, entre ellas las del propio Museo de Prehistorirecomendando su traslado a los depsitos que dicha Junta tena en la ciudad de Valencia (Ballester, 194221-22). Sin embargo, el director del Servicio en aquellos aos, Isidro Ballester, temiendo por la integridade piezas tan delicadas como las cermicas, propuso que se acondicionara el stano de la torre del Palaci

    Fig. 11. Fotografa area del bombardeo sobre el Castillo de Sagunto en 1938.Ministero della Difesa. Ufficio Storico di Roma.

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    de la Generalitat, sede en aquel periodo del Museo de Prehistoria, y se opuso de forma tajante a transportarlas a ningn otro lugar, argumentando que ni deben ni pueden sacarse de l si no se quiere correr elriesgo de que vuelvan a transformarse de nuevo en un montn de cascos rotos (De Pedro, 2006: 64-65). Nera infundada la preocupacin de Ballester si tenemos en cuenta que, en aquellos aos, era impensable asegurar la integridad de las piezas sin contar con los recursos, la especializacin profesional ni la mentalidade prevencin que rige cualquier movimiento de obras en nuestros das.

    Tras los sucesos de la contienda nacional, que provocaron sin duda la prdida de una gran cantidadde materiales, la situacin tiende a mejorar. En la ciudad de Valencia, por ejemplo, los cambios fueron significativos; el Servicio de Investigacin Prehistrica contina con sus excavaciones y diversas institucionemusesticas reanudan la compra de colecciones particulares valencianas, no slo con el fin de aumentar su

    fondos, sino porque esa era considerada la mejor alternativa para evitar la dispersin o incluso la desaparcin de muchos materiales arqueolgicos.El Museo Histrico Municipal, por ejemplo, se centra en la realizacin de prospecciones arqueol

    gicas en la ciudad y en la adquisicin de colecciones privadas. En 1951 se consigue adquirir la coleccin ddon Miguel Mart Esteve, que junto a numerosas obras de inters artstico contena una importante seccide arqueologa (Bru y Catal, 1986: 70). Desde mediados de la dcada de los 40 los cambios urbansticoen la capital fueron tambin espectaculares, con obras como la apertura de la nueva avenida del Oeste. Precisamente los hallazgos descubiertos en esta gran avenida fueron el desencadenante de la creacin del SIAM

    Fig. 12. Excavacin del Tossal de Sant Miquel de Llria bajo la direccin de Llus Pericot.1934. Servicio de Investigacin Prehistrica. Archivo SIP.

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    (Servicio de Investigacin Arqueolgica Municipal) en 1948, a partir de los trabajos de excavacin realzados en la conocida como necrpolis de la Boatella. Es tambin a partir de esta poca cuando se impulsalos primeros congresos arqueolgicos que sirvieron para revalorizar aspectos como el intercambio de co

    nocimientos y la cooperacin con otros profesionales fuera del territorio valenciano, claro antecedente duno de los criterios que actualmente gua la mentalidad del conservador, la colaboracin interdisciplinariaPero a pesar de los avances, los obstculos que muchas instituciones dedicadas a la salvaguardia de

    nuestro patrimonio tuvieron que superar fueron numerosos, tal y como advirtieron algunos autores (Riber1983: 17-21; 1984: 12-15; Fernndez Izquierdo, 1989: 693-709). Un problema aadido que siempre harrastrado la investigacin arqueolgica ha sido, como ya avanzamos, la falta de espacios donde almacenala enorme cantidad de materiales que, campaa tras campaa, se van recuperando de las excavaciones. Durante muchas dcadas los numerosos materiales a menudo se iban abandonando o bien amontonando deforma incontrolada en diversas dependencias, con un futuro que a largo plazo se adivinaba trgico. Y no slhablamos en general de falta de espacios, sino de falta de espacios en condiciones adecuadas para favorecer la correcta conservacin de los objetos, que difcilmente superarn sin daos el trauma que significromper la estabilidad en la que se han mantenido durante siglos, para intentar acomodarse a una nueva si

    tuacin donde se suceden cambios ambientales excesivamente bruscos.En la mayora de los casos estos almacenajes improvisados se realizaban sin las adecuadas medida

    de proteccin y sin llevar a cabo sobre las piezas especficos trabajos de consolidacin o estabilizacin, colo que las expectativas de una buena conservacin de los objetos, especialmente los ms delicados como mtales, vidrios o materiales orgnicos, eran bastante escasas. En la ciudad de Valencia las Torres de Quart, lLonja o los bajos del Ayuntamiento son algunos ejemplos de estos almacenes que no reunan las condiciones idneas de conservacin, ni obviamente estaban dotados de sistemas de seguridad contra emergenciacomo podan ser las inundaciones. La terrible riada que tuvo lugar en 1957 ocasion prdidas irreparabley graves deterioros en los materiales almacenados en los stanos del edificio de la Lonja, donde se ubicabtambin el Laboratorio de Arqueologa. El expediente n 22 de 1959 del Ayuntamiento de Valencia (Seccin de Archivo; Negociado de Monumentos) comenta esta noticia, indicando la destruccin del mobiliario, el deterioro provocado en muchas piezas y la mezcla de numerosos fragmentos. Las aguas anegaroigualmente la planta baja del Museo de Bellas Artes en el Colegio Seminario San Po V, afectando a las colecciones de arqueologa y escultura, que sufrieron importantes daos (Benito y Cataln, 1999: 33-34).

    Pero como ya sabemos, no slo las catstrofes naturales han sido las causantes de la prdida de muchos de nuestros bienes arqueolgicos. Acciones vandlicas premeditadas o actos destructivos inconscientes se han venido sucediendo asiduamente a lo largo de los siglos. Las devastadoras consecuencias que lotrabajos agrcolas y el temido arado han ocasionado sobre nuestro patrimonio, han dejado secuelas imborrables sobre numerosos yacimientos arqueolgicos ubicados en zonas de cultivo. Disponemos de diversotestimonios que nos informan sobre esta terrible realidad, no slo derivada de los problemas que ocasionabla continuada labor agrcola de los terrenos, sino por la mutilacin intencionada ante la realizacin de obraDestacaremos el estremecedor documento de J.M. Doate que, en una de sus experiencias en la localidade Betx, nos narra como en una ocasin, (), estuvimos lo que se dice lidiando a un monstruoso Caterpillar, cuando efectuaba unas pasadas de nivelacin, arrancndole de entre las cadenas y durante la marcha fragmentos de lucerna o deterra sigillata . (Doate, 1969: 223).19

    19 En referencia a Villajoyosa En las inmediaciones de este sitio hasta la orilla del mar descubri y descubre todava el arado los cmientos y escombros de una considerable poblacin, que se puede creer fuese la misma ciudad de Idera, de gran extensin. Se decubrieron parte de un acueducto, (), y lpidas con inscripciones, de las cuales unas se rompieron y otras se colocaron eVillajoyosa... (Cen, 1832, fasc. 2003: 125).En referencia a El Cabeolet (Sagunto): El 6 de marzo, con el delegado de Zona, se visit este lugar, ocupado por una necrpolromana, destrozada por los tractores (Fletcher, 1964: 379). En referencia a Burriana: hacia 1940 pude saber de la existencia d

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    A estos problemas se suman las dificultades que para la investigacin y la conservacin arqueolgicha supuesto el ritmo vertiginoso de la construccin, especialmente dentro de un rea urbana, as como el consecuente empleo de mquinas para los trabajos de cimentacin. En la capital valenciana hasta 1951 no exis

    ta ninguna normativa que prohibiese el empleo de mquinas para realizar la cimentacin de los nuevoedificios que se construan en la ciudad. El 13 de octubre de 1951, debido probablemente a las terribles pdidas patrimoniales que acontecan de forma habitual, el Ayuntamiento redacta una mocin que prohbe eempleo del arado en el desfonde de los solares obligando a que la eliminacin de tierras se realice de formmanual, a brazo y supervisado por el Servicio de Investigacin Arqueolgica. Asimismo, en la norma n4 advierte que todo hallazgo de elemento arqueolgico ser objeto de riguroso respeto por cuantos en lobras intervengan (propietario, arquitecto, tcnicos, contratistas y obreros) y que toda actividad que pongen riesgo su entidad o conservacin ser responsabilizada con las sanciones oportunas.20 An as, la legis-lacin no se debi ejecutar de forma tajante, porque encontramos nuevamente documentacin del propiSIAM que, aos ms tarde, advierte del incumplimiento de esta normativa.21

    Precisamente a finales de los aos cincuenta se crea otra destacada institucin valenciana, el CentroArqueolgico Saguntino, que se constituye el 17 de marzo de 1957 y sus funciones quedan establecidas e

    el primer nmero de su boletn Arse, publicado en agosto del mismo ao (Llopis, 1957: 8-11) (fig. 13)Bajo el lema necesitamos ser conocidos la asociacin se presenta a su sociedad a travs de mltiples actividades, (excavaciones, excursiones, restauraciones, biblioteca, conferencias, etc.), siguiendo la estela dotras muchas agrupaciones valencianas que les haban precedido. Aunque actualmente se pueda argumentar que su criterio de actuacin en aquellos aos era poco cientfico, limitndose en muchas ocasiones a lsimple recogida de materiales, es innegable que el Centro ha sido durante dcadas una de las pocas entidades preocupada por el patrimonio saguntino y quin sabe si muchas de las piezas halladas en su territorio shubieran perdido o quiz emigrado de no existir esta institucin, tal y como sucedi en tantas otras poblaciones. Tambin dieron muestras fehacientes de sus desvelos por la conservacin de los restos arqueolgicos, no slo formando a profesionales que se dedicaban a las labores de restauracin, dentro de los medioy posibilidades de la poca, sino incluso adoctrinando a la sociedad para que se respetasen los antiguos materiales.22

    Aunque tambin en aquella poca las dificultades seguan siendo muchas, al menos era manifiestala preocupacin de los amantes de la arqueologa por la conservacin de los objetos hallados y as lo atestiguan algunas denuncias vertidas ante los numerosos atropellos que se producan en todas las provinciaEl breve pero crtico artculo que en 1976 escribe Enrique Monz sobre la conservacin de restos arqueolgicos es buena muestra de ello, citando casos como las termas aparecidas en Liria, el Circo romano de Sagunto o los irreparables atentados sufridos por nuestras incomparables pinturas rupestres, que en suemplazamientos originales haban resistido el paso de los milenios, y que hoy son arrancadas, mutiladas raspadas, perdindose para siempre (Monz 1976: 23).

    Evidentemente, al margen de los trabajos llevados a cabo por aquellas instituciones ya mencionadaque atesoraban una gran experiencia profesional, todava en aquel periodo numerosas excavaciones se rea

    un mosaico romano recin exhumado por los jornaleros que trabajaban en el terrer de una antigua fbrica de hacer ladrilloscuando me interes por l, se destruy a conciencia por temor a que les parasen la extraccin de arcillas (Rufino, 1991: 65, citana F. Esteve).

    20 Expediente n 28 del Ayuntamiento de Valencia, ao 1951, Seccin de Archivo; Negociado de Monumentos.21 Expediente n 16 del Ayuntamiento de Valencia, ao 1953, Seccin de Archivo; Negociado de Monumentos.22 Una de las continuas labores de los encargados de la seccin de Recuperacin de este Centro, es la de rogar a propietarios, alb

    iles, etc., y a todos aquellos cuyos trabajos estn relacionados con remover el subsuelo, para que, si algo encontraran con tufila viejo, a bien tengan no destruirlo y entregarlo a este Centro o al M. I. Ayuntamiento, para as ir engrosando el tesoro arqueolgico de nuestro Museo. (Arse, 1959: 18).

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    lizaban con escaso mtodo arqueolgico, por lo que muchos descubrimientos, como ha quedado atestiguaden varias ocasiones, eran fruto de la providencia ms que del rigor. No nos resistimos a citar un breve textde Hiplito Navarro Villaplana, que hace referencia al hallazgo fortuito de un mosaico descubierto en la localidad de Petrer en 1975 y que confirma como, a menudo, la suerte se converta en el mejor aliado de lobienes arqueolgicos y en una autntica tabla de salvacin para muchas piezas: Siempre he tenido la sensacin de que el hallazgo fue prodigioso o, si se quiere, debido a una serie de connotaciones difciles de explicar. No es maravilloso que se abriera una calle, hoy de la Constitucin y que la excavadora ahondara hasdejar dos centmetros de tierra salvndose el mosaico? Que lloviese durante dos das de manera casi torrencial, evitando la continuacin de los trabajos y que el agua descarnara, limara la tierra dejando apenaun trozo visible; y que al pasar por la maana Andrs Vicedo por all, le llamara la atencin una cosanada corriente y diera cuenta al Ayuntamiento y ste a Enrique Amat? En fin, una serie de casualidades quyo llam providenciales. (Navarro, 1988).

    El cambio que en las ltimas dcadas del siglo XX se produce en la metodologa de excavacin favorecer no slo la investigacin arqueolgica, sino consecuentemente la conservacin de los hallazgos; lsustitucin del sistema ya obsoleto de pequeas catas con testigos intermedios por un mtodo de excavacisecuencial, donde se identifican las distintas unidades estratigrficas o capas naturales del terreno, repercutir por tanto en la mejora de la conservacin arqueolgica.

    Otro detalle que no podemos dejar de mencionar es la situacin ventajosa en la que se ha encontradodurante mucho tiempo la investigacin sobre ciertos periodos histricos como, por ejemplo, el caso de lodescubrimientos prehistricos. La arqueologa como ciencia tena en sus orgenes una importantsima filiacin hacia la geologa ya que sta, a su vez, fue la primera en tratar los restos fsiles paleontolgicos y dlos primeros homnidos. Con la evolucin de la investigacin prehistrica hacia un nacionalismo, que pretenda ahondar en sus orgenes, crece en Espaa el inters por el conocimiento de los pueblos primitivos prehistricos, que en nuestro caso incluira a los iberos. El hecho de que los estudios referentes al mundprehistrico hayan ocupado un lugar de relevancia dentro de la investigacin arqueolgica valenciana, h

    Fig. 13. Constitucin del Centro Arqueolgico Saguntino reunido sobre las ruinas delTeatro romano. Vista general de los asistentes al acto (Llopis, 1957: 9).

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    podido repercutir en la conservacin del resto de hallazgos de otras culturas menos privilegiadas. Algunoautores llegaron a comentar la situacin de penuria que durante aos haba sufrido, por ejemplo, el mundromano y toda su cultura material, haciendo responsable de este abandono no slo a la escasez de medio

    sino al propio inters que despertaban en los principales investigadores pocas como la Prehistoria o la cutura ibrica, ignorando los testigos romanos por considerarlos como una simple recopilacin de obras de arpara museos o como un estudio agotado que poco se poda ampliar (Abad, 1985: 337-339). Lo cierto es qula falta de investigacin especfica sobre algunos periodos histricos ha afectado negativamente a la conservacin de unos hallazgos a los cuales, por desconocimiento, se les restaba importancia. Beltrn Lpezcronista de Benifay, nos comenta cmo tristemente gran cantidad de restos arqueolgicos haban sido durante siglos destruidos intencionadamente por los propietarios de los terrenos o por los propios labradoremuchos de los cuales no saban valorar su importancia al atribuirlos als temps dels moros (Beltrn Lpe1983: 36). Igualmente otros autores nos han advertido acerca de estas negligencias producidas cuando elabrador, (), suele encontrar trozos de piedras, recias cimentaciones y alguna que otra moneda romana(). Estos hallazgos no trascienden de la familia agrcola, quedando ignorados por carencia de inters ela divulgacin de semejantes restos, casi siempre atribuidos por los labradores valencianos al tiempo de lorabes, obra de moros, conforme al comn sentir de la gente popular. (Tramoyeres y Fita, 1917: 41).

    Por ltimo, un problema que repercuta directamente en la perdurabilidad de los descubrimientos arqueolgicos y que en alguna ocasin hemos ya insinuado, era la falta de profesionales especializados en conservacin y restauracin. De hecho, aunque con el paso del tiempo el listado de museos arqueolgicos ibcreciendo, no as el nmero de laboratorios de restauracin que, dentro de estas instituciones, trabajaban dforma paralela a los estudios e investigaciones sobre un gran nmero de materiales que ao tras ao se ibaacumulando en sus dependencias. El principal problema, no era ya slo la falta de recursos humanos o econmicos, sino el hecho de que no hubiera realmente profesionales expertos en conservacin y restauracinal no existir todava una titulacin especfica. Los trabajos se confiaban entonces, como nica alternativa,personas con formacin autodidacta, por lo que numerosos hallazgos han llegado a nuestros das con diversalteraciones y sin que conozcamos en la mayora de los casos cul ha sido el tratamiento aplicado, ya qulos materiales empleados dependan de los recursos y prcticas del momento y no era habitual la documentacin exhaustiva de las intervenciones realizadas.

    Pocos eran los museos o las instituciones que disponan de personal contratado para realizar estas labores. Profesionalmente eran denominados en muchos casos reconstructores, en referencia obviamentesu principal trabajo de recomposicin de piezas. El Museo de Prehistoria, por ejemplo, cont desde sus prmeros aos con un Laboratorio y, posteriormente, con varias generaciones de restauradores (figs. 14 y 15El primero de ellos fue Salvador Esp, capataz-reconstructor que, aparte de ser ayudante en los trabajos dexcavacin, se dedicaba de forma artesanal a la restauracin de gran cantidad de objetos arqueolgicos (Pases y Peir, 2006: 171-1). Como empleado de la Diputacin de Alicante figuraba Flix Rebollo Casanov(Belda, 1945: 161-162), que se ocup durante aos de la restauracin de muchos materiales y cuyas funciones, a partir de 1976, fueron realizadas por Vicente Bernabeu, que consigue la plaza de restaurador darqueologa para el Museo Arqueolgico Provincial de Alicante (Soler, 2000: 40, 45). Sagunto tena su propia escuela de reconstructores, donde aficionados a la arqueologa y miembros fundadores del Centro A

    queolgico Saguntino, como Facundo Roca (fig. 16) o Miguel Hernndez, entre otros, dedicaron muchoaos y esfuerzos a la restauracin del patrimonio saguntino, siendo adems reconocidos especialistas en etratamiento de mosaicos y requeridos para realizar intervenciones en otras ciudades como Zaragoza, Castelln, Teruel o Tarragona (Arse, 1964: 22-23; Llueca, 1996-1997: 9-11), dedicndose tambin a la divulgacin de sus actividades en el BoletnArse e incluso en Congresos Nacionales de Restauracin (Hernndez,1980: 217-222; 1982: 307-311; 1991: 361-369; Roca, 1978). La constante preocupacin de nuestros antecesores por la conservacin del patrimonio valenciano ha estado siempre patente y, gracias a ellos, se ha logrado salvar un impresionante conjunto de materiales que quiz, en otras condiciones, hubiera corrido peo

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    Fig. 14. Trabajos de restauracin de Salvador Esp (sentado a la derecha) y Jos M.Montaana (de pie a la izquierda) en el Laboratorio de Restauracin del Museo

    de Prehistoria de Valencia. Aos 40. Archivo SIP.

    Fig. 15. El restaurador del Museo de Prehistoria de Valencia,Inocencio Sarrin, desenrollando uno de los plomos ibricos del

    Castellet de Bernab de Llria. Ao 1995. Archivo SIP.

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    Sin embargo, de nuevo nos hemos referido bsicamente a la intervencin en laboratorio de los ma-teriales arqueolgicos ya extrados, sin considerar apenas los tratamientos de conservacinin situ . Si ya eradifcil lograr la pervivencia de los objetos dentro de las instituciones, ms aun lo era para los restos de es

    tructuras arqueolgicas, que rara vez disfrutaban de medidas de proteccin a largo plazo y operaciones dmantenimiento peridico. Las labores de limpieza, consolidacin o extraccin de muchos restos arqueolgicos eran realizadas a menudo por simples obreros dirigidos por estudiosos o cronistas de la poca, que pnan su voluntad y sus esfuerzos en la defensa de estos bienes. Constatados han quedado los golpes cozapapico sobre algunas piezas (Bonet, 2006: 81), tal y como anecdticamente nos describen por ejemplo lodiarios de excavacin en el Tossal de Sant Miquel de Llria.24 A pesar de estas desafortunadas circunstan-cias la actitud habitual era la de extremar el cuidado durante el desenterramiento de los restos.

    Pero el problema ya no era slo el proceso de excavacin, sino los efectos posteriores a su inmediatodescubrimiento. Obviamente, no abundaban los profesionales que, dentro de la propia dinmica de una excavacin arqueolgica, se preocuparan y se ocuparan de aminorar las alteraciones que, sin la menor dudaun drstico desenterramiento produca en los distintos materiales, as como de asegurar las mejores condciones de embalaje y traslado de materiales. A pesar de los avances, seguan existiendo serias deficiencia

    en lo que a actuaciones de prevencin y proyectos de conservacinin situ de zonas arqueolgicas se trata.Y no nos referimos, obviamente, a las sencillas obras de consolidacin que se podan realizar puntualmentsobre algunas estructuras una vez finalizada la excavacin y que tenan la consideracin de definitivas, sinal desarrollo de proyectos integrales de proteccin programada y mantenimiento a largo plazo que garantzasen la perdurabilidad de los restos. ste es, fundamentalmente, el testigo que los profesionales de la conservacin y restauracin arqueolgica hemos recogido en la actualidad y el compromiso que hemos adquiridpara dignificar unos restos que son el reflejo de nuestra historia cultural.

    CONSERVAR PARA LAS FUTURAS GENERACIONES

    Para frenar toda esta problemtica que hemos venido argumentando, era necesario un cambio dementalidad en la sociedad, que aprendiera a considerar al legado arqueolgico como responsabilidad propia y a valorar la importancia de su conservacin para el futuro. Como integrantes de una sociedad que htomado conciencia del valor de los bienes culturales, el primer gran logro ha sido precisamente el hecho dmentalizarnos de que todos somos responsables de la conservacin de nuestro patrimonio arqueolgico y dque este legado histrico se transmita a las generaciones futuras en las mejores condiciones posibles, respetando al mximo su significado y materia original y las caractersticas estticas, histricas y funcionalede la propia obra, que siempre es nica e irrepetible.

    En los ltimos aos hemos asistido a un gran avance en la disciplina de la conservacin y restauracin. Como recordaremos el Instituto de Conservacin de Obras y Objetos de Arte y Arqueologa de Madrid (ICROA) se crea en 1961, siguiendo la estela de otras importantes instituciones internacionales, comel Istituto Centrale del Restauro de Roma (1938), impulsado por Cesare Brandi. Por otra parte, en Espaa

    24 Sobre las 5 de la tarde, cavando Esp, halla, en la 2 capa compuesta de tierras an de arrastre, (), una lmina de plomo de formalgo elipsoidal y bordes irregulares, doblada por el centro sobre s misma, que al recibir un golpe de zapapico en uno de los nglos del doblez, se rompe un poco y deja ver dentro, aprisionada, otra mas pequea y delgada laminilla de plomo doblada varias vecapretadamente sobre s misma. La lmina exterior se ha podido abrir sin deterioro (salvo el dicho); pero la pequea est tan prietes tan delgadita () que no lo intentamos siquiera (Tossal de Sant Miquel, 1940, Diario 43: 10-11).

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    los centros docentes especficos en dichas materias son muy recientes. La primera Escuela Superior de Conservacin y Restauracin a nivel nacional es la de Madrid y su creacin se remonta a los aos sesenta, vinculada al propio ICROA. En la Comunidad Valenciana, sin embargo, los estudios sobre estas materias so

    bastante posteriores y se sitan en el mbito universitario; el rea propia del Departamento de Conservaciy Restauracin dentro de la Facultad de Bellas de la Universidad Politcnica de Valencia fue concedida poel Ministerio de Cultura, Educacin y Ciencia en 1991. De ah que, hasta hace pocos aos, la falta de unformacin especializada repercuta negativamente en la correcta conservacin e intervencin de los hallazgos arqueolgicos, sobre los que habitualmente se actuaba con ms voluntad que criterio. Hoy en da, sinembargo, el referente es la actual figura del conservador-restaurador, considerada ya como una especializacin profesional que se ocupa de la pervivencia de los bienes culturales, actuando con un estricto respetal original conservado.

    Aunque hoy tengamos claros estos conceptos, se trata de una terminologa muy moderna, con criterios que empezaron a establecerse en el siglo XX, gracias a publicaciones como laTeoria del Restauro deCesare Brandi (1963).25 Documentos como la Carta de Atenas de 1931 o la Carta de Venecia de 1964 fue-ron bsicos para el establecimiento de los principales criterios de actuacin, redactando una serie de ins

    trucciones u orientaciones para la restauracin de monumentos, entre los cuales se encuentran los restoarqueolgicos. Un avance significativo fue la aparicin de la italianaCarta del Restauro de 1972,26 dondese abordan recomendaciones que afectan a las intervenciones sobre diversas tipologas de bienes y, entrellas, la disciplina arqueolgica, incluyendo unas Instrucciones para la salvaguardia y restauracin de Antigedades, donde ya se citan unos sencillos criterios de actuacin aplicables a objetos cermicos, vidriometales o mosaicos, entre otros, aparte de algunas referencias sobre el tratamiento de los hallazgos subacuticos. No es de extraar que todos estos documentos se siten cronolgicamente entre la primera mitadel siglo XX y hasta despus de la segunda guerra mundial, momento en el cual se toma conciencia del grapoder destructivo de la civilizacin moderna. Sentaron las bases de los que actualmente consideramos crterios y actitudes fundamentales en la intervencin sobre patrimonio, como la interdisciplinariedad, el repeto al original, el reconocimiento de los aadidos, la reversibilidad de los tratamientos, la compatibilidade los materiales, el apoyo de las tcnicas cientficas de anlisis, la mnima intervencin o la importancide la prevencin y de la documentacin (fig. 17).

    Evidentemente, gran parte de estos logros no se hubieran podido afianzar sin el desarrollo real de unlegislacin especfica para la proteccin de nuestros bienes culturales. En Espaa esta legislacin oficiatuvo que esperar muchos aos y no ser hasta el siglo XX cuando empiezan a redactarse las principaleleyes oficiales,27 con algunos precedentes de disposiciones puntuales que podemos situar en el siglo ante-rior, aunque de poca eficacia. Tras los aos nada fciles de la guerra civil y el periodo de posguerra, la preocupacin por la conservacin del patrimonio cultural en las ltimas dcadas del siglo XX queda reflejad

    25 La primera edicin de esta obra aparece en Roma en 1963. La versin espaola es de 1988, de la editorial Alianza, Madrid.26 Revisada aos ms tarde en la conocida como Carta de 1987 de la conservacin y restauracin de los objetos de arte y cultura.27 Ante la falta de eficacia de las anteriores normativas decretadas en el siglo XIX, son diversos los documentos legislativos que su

    gen en este nuevo periodo, encaminados en su mayor parte a paliar el problema e la exportacin ilcita y a establecer medidas pala proteccin, conservacin y acrecentamiento de la riqueza artstica de Espaa (Garca, 2009: 105-164; Sanz, 1996: 261-272). Lya citada Ley de Excavaciones y Antigedades de 7 de julio de 1911, reglamentada por el Real Decreto de 1 de marzo de 191(Yez, 1997: 423-429), regula las actividades arqueolgicas y la supervisin de las mismas por el Estado, prohibindose en asoluto los deterioros intencionados (Art. 3) y exigiendo siempre que las condiciones en que los objetos se conserven permitacumplir los fines de cultura a que se destinan (Art. 8). La Ley de Monumentos Arquitectnicos-Artsticos de marzo de 1915, quinsta a la catalogacin de los monumentos arquitectnicos. El Decreto Ley de 9 de agosto de 1926, que intenta establecer unas myores medidas de proteccin del tesoro artstico-histrico. La Constitucin de 1931, por su parte, establece en el Art. 45 que todla riqueza artstica e histrica del pas, sea quien fuere su dueo, constituye tesoro cultural de la Nacin y estar bajo la salvaguadia del Estado, que podr prohibir su exportacin y enajenacin y decretar las expropiaciones legales que estimare oportunas par

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    su defensa. El Estado organizar un registro de la riqueza artstica e histrica, asegurar su celosa custodia y atender a su perfecconservacin. La conocida como Ley del Tesoro Artstico de 13 de mayo de 1933 (modificada por la de 22 de diciembre de 195supondr la culminacin de los esfuerzos realizados durante el periodo de la Segunda Repblica en lo que a medidas de protecciconservacin y acrecentamiento del patrimonio se refiere. En dicha Ley se establecen las oportunas inspecciones por parte del Inpector General de Monumentos, cargo que deber recaer en un profesional cualificado de la arqueologa y que depender de la JunSuperior del Tesoro Artstico. La Ley, en su artculo 19, es rotunda tambin en lo que se refiere al cumplimiento de algunos critrios modernos de restauracin, indicando que se proscribe todo intento de reconstruccin de los monumentos, procurndose ptodos los medios de la tcnica su conservacin y consolidacin, limitndose a restaurar lo que fuera absolutamente indispensably dejando siempre reconocibles las adiciones.

    Fig. 17. Proceso de limpieza de una fbula de bronce bajo la lupabinocular. Laboratorio del Museo de Prehistoria de Valencia.

    Ao 2009. Archivo SIP.

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    en diferentes textos, desde la Constitucin Espaola de 197828 a la Ley 16/1985 de Patrimonio Histrico Es-paol,29 que establecen la responsabilidad de los poderes pblicos para garantizar su conservacin. Por otrolado, tambin algunos artculos del Cdigo Civil y el Cdigo Penal regulan cuestiones referentes a la pro

    piedad y sancionan diversos delitos contra el patrimonio (robo, expolio, estafa, contrabando, etc.). A estanormativas nacionales se le han ido sumando en los ltimos aos las diferentes Leyes de Patrimonio Histrico de las Comunidades Autnomas y, entre ellas, la ley 4/1998 de Patrimonio Cultural Valenciano (ltimmodificacin realizada en 2007). La ley valenciana supone un significativo avance legal para regular muchas de las actividades que perjudicaban seriamente a los bienes patrimoniales de nuestro territorio, incluyendo en uno de sus apartados aspectos referidos a las actuaciones arqueolgicas y paleontolgicas. En lconcerniente precisamente a este tipo de intervenciones, se publicaba en 1987 la Orden que regula la realzacin de actividades arqueolgicas en la Comunidad Valenciana, inspirada en el propsito de garantizartcnicamente, la proteccin de aquel patrimonio y de permitir, al mismo tiempo, el mejor rendimiento cientfico de la investigacin (Prembulo).

    De todas formas, aunque la validez de estos textos es indiscutible como punto de partida, no profundizan en muchos de los problemas con los que nos enfrentamos en materia de conservacin y restauraci

    de los bienes arqueolgicos. Complementando la legislacin nacional, han ido surgiendo diferentes documentos internacionales que intentan abrir nuevas perspectivas de actuacin en lo relativo a la arqueologaalgunos con carcter de obligatoriedad, como el Convenio europeo para la proteccin y la gestin del patrmonio arqueolgico (Londres 1969, ratificado en la Convencin de Malta de 199230) y otros slo orientati-vos, como la Recomendacin que define los principios internacionales que debern aplicarse en lasexcavaciones arqueolgicas (Nueva Delhi 1956), la Recomendacin para la conservacin integrada del patrimonio histrico relativa a la proteccin y puesta en valor del patrimonio arqueolgico en el contexto dlas operaciones urbansticas de mbito urbano y rural (1989) o la Carta para la proteccin y la gestin depatrimonio arqueolgico (Lausana 1990) (Querol y Martnez, 1996: 295-306; Marin, 1996: 273-282; Macarrn, 2008: 180-211). En sta ltima, se tratan de forma especial algunos aspectos que consideramos denorme importancia para garantizar la correcta conservacin de los restos arqueolgicos y que fueron posteriormente tenidos en cuenta en la Convencin de Malta de 1992; en el Prembulo se advierte de la necesidad de una colaboracin efectiva entre especialistas de mltiples y diversas disciplinas, exigiendotambin la cooperacin de las instancias de la Administracin, de investigadores, de empresas privadas del gran pblico, as como el requisito de profesionalidad y del dominio de numerosas disciplinas en ualto grado acadmico y cientfico (Art. 8). Se corrobora por tanto el hecho de que la conservacin es unobligacin moral de todo ser humano y que la cooperacin internacional resulta esencial para hacer respetar los criterios de gestin de este patrimonio (Art. 9). Nos indica tambin la importancia de las polticade proteccin de los bienes arqueolgicos dentro de los planes de utilizacin del suelo y ordenacin del territorio, ya sea rural o urbano, as como la provisin de fondos para llevar a cabo dichos programas de proteccin (Art. 2 y 3), prohibiendo la destruccin, degradacin o alteracin por modificacin de cualquiemonumento o conjunto arqueolgico, o de su entorno (Art. 3). Y adems, establece como objetivo fundamental la conservacinin situ , subrayando la necesidad de una especial proteccin del patrimonio arqueo-lgico, que no debe estar expuesto a los riesgos y consecuencias de la excavacin, ni abandonado despude la misma sin una garanta previa de financiacin que asegure su adecuado mantenimiento y conservacin

    28 Los poderes pblicos procurarn garantizar la conservacin y promovern el enriquecimiento del patrimonio histrico, culturaartstico de los pueblos de Espaa y de los bienes que lo integran (Art. 46 de la Constitucin Espaola de 1978).

    29 Los poderes pblicos procurarn por todos los medios de la tcnica la conservacin, consolidacin y mejora de los Bienes decrados de Inters Cultural, as como los bienes muebles incluidos en el inventario general (Art. 39.1 de la Ley 16/1985 de Patrmonio Histrico Espaol).

    30 Espaa se adhiere al Convenio Europeo de Londres en 1975, cuyo principal objetivos era controlar el expolio y el consiguiente tfico ilegal de los bienes arqueolgicos.

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    REFLEXIONES SOBRE LOS PROBLEMAS DE LA CONSERVACIN ARQUEOLGICA EN EL TERRITORIO VALENCIANO395

    APL XXVIII, 2010

    (Art. 6). Estas palabras son de gran importancia porque manifiestan cmo los hallazgos arqueolgicos merecen ser conservados no nicamente como fuente de investigacin, sino como un valor cultural en s mismos, evidenciando entonces la preocupacin por su conservacin incluso despus de la excavacin (fig. 18

    Por otra parte, aunque en este artculo nos hemos centrado en aquellos aspectos que afectan bsicamente la conservacin de los bienes procedentes de excavaciones terrestres, es obvio que un tema aparte sera ede la proteccin del patrimonio subacutico, con una problemtica muy especfica y compleja que, sin lugaa dudas, requerira un anlisis en profundidad, amparado en las ltimas normativas internacionales.31

    Con el fin de intentar esclarecer los criterios con los que abordar la intervencin en patrimonio y definir la profesin del conservador-restaurador son varios los documentos sin carcter legislativo que hansurgido bajo el amparo de diversas instituciones. Por citar slo algunos recordamos que en 1984 se redactla Carta de Copenhague, patrocinada por el ICCROM, donde se define nuestra profesin como una disciplina autnoma independiente de la labor del artista o artesano. En 1997 se presenta el Documento de Pavdonde diferentes expertos europeos debaten sobre las competencias profesionale