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Kumano IV me acogió como su hijo adoptivo, salvador, libertador y otros tantos nombres. En cinco años reconstruimos las ciudades, cosechas, las autopistas enterradas por metros de tierra, ampliamos los espaciopuertos, acabamos con las enfermedades que diezmaban a los niños, levantamos una industria que satisficiera las necesidades básicas de la población. El planeta explotó de vida, y por las calles no dejaba de ver mujeres embarazadas y bandas de niños correteando por las calles. Trabajaba con ellos, desde los campos de arroz y maíz hasta las fábricas, me alegraba cuando una nueva vida me era presentada. La gente me saludaba con afecto y yo con cortesía rechazaba las invitaciones de madres educadas de cenar en sus casas o de aceptar a sus hijas como "sirvientas". ¡Que ladinos eran Masafumi y Amai Koi y que poco me contaron entonces sobre el subterfugio femenino! Fueron años de crecimiento, bellos, pero también de planes. Muchos planes. Del Arlequín no supe nada durante un tiempo, mas su conexión con el Puente Flotante de los Cielos, los Guardianes y la Lanza de los Cielos era más que evidente: era, o sería, uno de ellos. Sobre la identidad de mi acompañante no tenía más información que la que obtenía en mis sueños: alguien envuelto en oscuridad, redentora o verdugo de los seres humanos. Mi tiempo se dividía entre Taisha, visitas ocasionales a las otras ciudades y la montaña. Pasaba mucho tiempo en el Bosque de Cerezos reparando a Izanami, poniendo en pie de guerra las cadenas de montaje. Al sur de la montaña donde mi maestro y yo le encontramos había grandes depósitos de minerales, que fueron explotados intensivamente. Las noches las pasaba en el palacio del Shogun, renombrado por mí, disfrutando de cenas con Masafumi y su familia. Mi familia. No fue un acto oficial, ni siquiera una frase; un día, tras una comida, Amai Koi me besó en la mejilla y eso fue todo. Puede parecer trivial en una historia como esta, pero tener una familia me dio un propósito más allá de los planes de conquista o el bienestar de los seres humanos de ese planeta: me dio un vínculo con ellos tan fuerte que perdura hasta hoy con sus descendientes tantas generaciones después. En cuanto tuvimos varias naves de reconocimiento con capacidad de camuflaje las enviamos a los otros planetas del sistema para conocer su situación. Con Kusunoki y su padre las noticias del exterior eran nulas para todos salvo ellos. Kumano I era un planeta muerto, devastado por un suceso apocalíptico que en ese momento no pude explicar. Kumano II era un planeta casi acuático, cuyos pequeños continentes mantenían a una población muy pequeña pero increíblemente hábil con la minería y que disponían de grandes vetas de minerales raros. Kumano V y sus lunas eran un incipiente Mundo Colmena, alimentado por las cosechas de Kumano VI, un mundo agrícola. Kumano III era un Mundo Forja envuelto en una guerra civil instigada por una de las facciones de la Tecnocracia, proveniente de la Cuenca de Jorlae. Esta iba a ser mi primera operación fuera del planeta, pero las transmisiones desde Kumano V hacían numerosas referencias a mí y mi irrupción en escena. Por lo visto teníamos

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Kumano IV me acogió como su hijo adoptivo, salvador, libertador y otros tantos nombres. En cinco años reconstruimos las ciudades, cosechas, las autopistas enterradas por metros de tierra, ampliamos los espaciopuertos, acabamos con las enfermedades que diezmaban a los niños, levantamos una industria que satisficiera  las necesidades básicas de la población. El planeta explotó de vida, y por las calles no dejaba de ver mujeres embarazadas y bandas de niños correteando por las calles. Trabajaba con ellos, desde los campos de arroz y maíz hasta las fábricas, me alegraba cuando una nueva vida me era presentada. La gente me saludaba con afecto y yo con cortesía rechazaba las invitaciones de madres educadas de cenar en sus casas o de aceptar a sus hijas como "sirvientas". ¡Que ladinos eran Masafumi y Amai Koi y que poco me contaron entonces sobre el subterfugio femenino! Fueron años de crecimiento, bellos, pero también de planes. Muchos planes.

Del Arlequín no supe nada durante un tiempo, mas su conexión con el Puente Flotante de los Cielos, los Guardianes y la Lanza de los Cielos era más que evidente: era, o sería, uno de ellos. Sobre la identidad de mi acompañante no tenía más información que la que obtenía en mis sueños: alguien envuelto en oscuridad, redentora o verdugo de los seres humanos.

Mi tiempo se dividía entre Taisha, visitas ocasionales a las otras ciudades y la montaña. Pasaba mucho tiempo en el Bosque de Cerezos reparando a Izanami, poniendo en pie de guerra las cadenas de montaje. Al sur de la montaña donde mi maestro y yo le encontramos había grandes depósitos de minerales, que fueron explotados intensivamente. Las noches las pasaba en el palacio del Shogun, renombrado por mí, disfrutando de cenas con Masafumi y su familia. Mi familia. No fue un acto oficial, ni siquiera una frase; un día, tras una comida, Amai Koi me besó en la mejilla y eso fue todo. Puede parecer trivial en una historia como esta, pero tener una familia me dio un propósito más allá de los planes de conquista o el bienestar de los seres humanos de ese planeta: me dio un vínculo con ellos tan fuerte que perdura hasta hoy con sus descendientes tantas generaciones después.

En cuanto tuvimos varias naves de reconocimiento con capacidad de camuflaje las enviamos a los otros planetas del sistema para conocer su situación. Con Kusunoki y su padre las noticias del exterior eran nulas para todos salvo ellos. Kumano I era un planeta muerto, devastado por un suceso apocalíptico que en ese momento no pude explicar. Kumano II era un planeta casi acuático, cuyos pequeños continentes mantenían a una población muy pequeña pero increíblemente hábil con la minería y que disponían de grandes vetas de minerales raros. Kumano V y sus lunas eran un incipiente Mundo Colmena, alimentado por las cosechas de Kumano VI, un mundo agrícola. Kumano III era un Mundo Forja envuelto en una guerra civil instigada por una de las facciones de la Tecnocracia, proveniente de la Cuenca de Jorlae. Esta iba a ser mi primera operación fuera del planeta, pero las transmisiones desde Kumano V hacían numerosas referencias a mí y mi irrupción en escena. Por lo visto teníamos espías o informantes tanto de Kumano III como de V. Una alianza/coerción de ese planeta me proporcionaría los trabajadores y soldados para las campañas en los sistemas exteriores. Kumano III necesitaría acciones agresivas, así que tanta más la necesidad. Había otro motivo para ir a Kumano V; un ser conocido como El Peregrino que curaba a la gente de los niveles inferiores, realizando "milagros", con un dominio singular de la medicina. Los clanes del planeta le buscaban para secuestrarle, torturarle o seducirle; otros para matarle. Debía investigarlo.

Mi presencia en Kumano IV tenía que ser mantenida artificialmente si quería ir a V, por eso declaré en Taisha, ante toda la población, que me iría de viaje al sur, a los desiertos que bordeaban el polo sur. Mi "objetivo" era buscar unas instalaciones secundarias; un sistema de defensa y escaneo de largo alcance. La instalación ya había sido encontrada mucho antes y el

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Cuerpo Tecnológico de entonces ya se ocupaba de su acondicionamiento, así como de su gemelo del polo norte. Solucionada la cobertura (cosa que no duraría mucho) me adueñé de una de las que llamábamos Naves Negras y partí. La despedida de los Fuwatari fue especialmente emotiva, sobre todo de Fukutsu No Akage, por entonces una chica de catorce años, aprendiz de su padre y tan bella como su madre. Lloró cuando me abrazó. Partía solo, pero no volvería solo.