1984 def

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Econmico desde la guerra continua. Para permitirnos pensar la base econmica que subyace a 1984, o mejor dicho, a la doble relacin especular que supone su lectura desde la periferia de la periferia, debemos ante todo saber que cualquier intento de aproximacin a dicho aspecto, debe tambalearse en los lmites difusos de la economa material y la economa simblica. El Ministerio de la Abundancia, ente que se encarga de tensionar an ms estos lmites, tiene como funcin racionar no slo aquella materialidad desgastada que el Partido, por una orden trascendente e inmutable, pretende poseer y legitimar en cuanto poseida; sino tambin mediante el sostenimiento de que cada uno de quienes viven dentro de los encadenamientos de la autarqua, no pueda ms que pensarse a s mismo como inexorablemente destinado a una autogestin ingestionable. No obstante, nada de esto tiene sentido si no hablamos situados desde el mundo del doblepensamiento, donde la patologa crnica acumulativa consiste, en palabras de una mente inserta dentro de estos movimientos de resignificacin, en inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se haba realizado un acto de autosugestin. Esta forma de reconocimiento, que por una parte oculta y por otra parte sobre-evidencia una particular arista de la dimensin de los sujetos en su encadenamiento material y simblico, supone el desgaste de su misma gnesis: la potencia del Ingsoc reside en el aparataje ideolgico que acuerpa y resignifica un conjunto de representaciones discursivas que se desprenden de prcticas materiales, pero que, en cuanto materialidad, son mutables y perecederas, precarias. De esta misma precariedad de la prctica econmica, del racionamiento de bienes que haban sido producidos, pero no distribuidos, es de donde se entiende que lo econmico deba funcionar mediante la comprensin de su propio funcionamiento, esto es, que la esfera econmica logre verse en el reflejo de los cuerpos que la componen, de la mano de obra que la sostiene, no slo como el conjunto de procesos anudados que tramitan los productos del intercambio de la energa de los cuerpos con la fuerza aplicada a otros cuerpos, sino como una red de interdependencias afectivas que finalmente terminan por subjetivar la posicin de estos cuerpos en relacin con sus pares, todos insertos en las dinmicas de un mundo simblico que se articula en un subuniverso social. En este caso, los horizontes de lo social estn delimitados por la mirada que mira y es mirada, el Gran Hermano, aquel rastro de lo invisible y olvidado de un cuerpo social abandonado por un Dios que peca constantemente de ubicuidad, quien ahora reaparece como la totalizacin de lo visible, exacerbando con su enunciacin, con su insercin en la discursividad aprehensible, una memoria culposa irresuelta del cuerpo social, el que ahora, como castigo, debe ser vigilado omnicomprensivamente hasta expiar toda la culpa de su extralimitacin pasada. Nada podra generar ms culpa que la guerra, puesto que es la vehiculizacin absoluta de toda dualidad operacional y existencial: sujecin y agencia, amor-odio, miedo y esperanza. Es por este motivo, que es posible desprender la comprensin de los lmites de lo econmico en la sociedad de 1984 a partir de su estado de guerra continua, o puesto en otros trminos, de su estado de vida absoluta.Retomando que en la sociedad de 1984 hay un excedente de la produccin que sin embargo no es distribuido puesto que si la riqueza llega a generalizarse, no servira para distinguir a nadie, se perfila que lo econmico, supeditado al estado de guerra continua, supone que Oceana, quien reenva la significacin de la disputa entre Eurasia y Asia Oriental, haciendo que sus antagonistas posibles oscilen en el vrtice del enemigo, solo pueda pensarse a s misma como una potencia en disputa continua que debe ser defendida, pero que, adems de ser atacada con constancia, sigue otorgando a todos los sujetos de manera inequvoca de algn grado de continuidad existencial, amparados bajo un orden trascendente que vigila para cuidar, y que cuida para castigar por la desobediencia al mandato de ser constantemente mirado. El estado general de escasez aumenta la importancia de los pequeos privilegios y hace que la distincin entre un grupo y otro resulte ms evidente. De ah que no slo no puedan conquistarse mutuamente los tres superestados, sino que no tendran ventaja alguna si lo consiguieran. Por el contrario, se ayudan mutuamente mantenindose en pugna. Es por este motivo que el estado de guerra continua constituye una manera de pulverizar o de hundir en el fondo del mar los materiales que en la paz constante podran emplearse para que las masas gozaran de excesiva comodidad y, con ello, se hicieran a la larga demasiado inteligentes.. Es aqu donde se expresan los lmites entre lo material significable y el lenguaje significante, entre la economa de la carne del mundo y la economa del espritu de esa carne. El Partido encarnado dice: controlamos la materia porque controlamos la mente, economizamos en el mantenimiento de las vidas que producimos porque su reproduccin es econmicamente necesaria, aunque slo en ciertas circunstancias, que son obnubiladas y refrendadas en su mismo movimiento contradictorio de constitucin. Las circunstancias estn dadas porque una paz permanente es igual a una guerra permanente: la guerra es la paz. Y cuando la guerra y la paz se articulan en dos polos antagnicos indisolubles, que mantienen, mediante el sustrato afectivo de los procesos que regulan, la cohesin de un cuerpo social que se cae a pedazos, es posible entender que la realidad aparezca como maleable, aunque slo mediante un acto de violencia contra la distribucin de energas en disputa, para intentar rescatarlas de y encausarlos hacia una totalidad no-representable. Es por este motivo que, en trminos del antagonista frreo del Ingsoc creado para s mismo, las dos finalidades del Partido son conquistar toda la superficie de la Tierra y extinguir de una vez para siempre la posibilidad de toda libertad del pensamiento.Lo afectivo desde el Gran Hermano

Nadie ha visto nunca al Gran Hermano. Es un rostro omnipresente que se construye a partir de la destruccin de la mirada sobre s misma. Inmortal, eterno, punto nodal que permite encontrar una mirada en la cual depositar todo anhelo, pero especialmente, toda culpa: el Gran Hermano es una muralla flotante y vaca, que por su cualidad de ser y no ser en el mismo acto, de ser el castigo autoimpuesto por permitirse ser mirado y a su vez, la nica va para el castigo de los otros a quien se desea que sean mirados en la infraccin, pretende someter, con la violencia del acto de sealamiento, el producto de la culpa primigenia a sus designios. Nadie ha visto nunca al Gran Hermano. Pero slo mediante la reconciliacin de las contradicciones es posible retener el mando indefinidamente. Entonces en qu consiste el acto de amar al Gran Hermano?En el Minimor, Ministerio del Amor, ente encargado de aplicar torturas, no hay ventanas. No hay manera de distinguir entre da y noche. Pero adems de la imposibilidad de mirar algo ms all de la mirada de los otros, tampoco existe la posibilidad de ver la mirada volverse sobre s misma excepto una ocasin: slo hay un espejo. Cuando Winston es arrojado al Minimor, en los lmites de la verosimilitud, se perfila su rostro en un espejo, donde toda la debilidad y precariedad de su cuerpo se enuncia. Sin embargo, una vez trastocado el orden del cuerpo mutilado, una vez olvidado el reflejo del nico sobro de humanidad contenido en aquella penosa representacin posibilitada por la luz, Winston no es Winston, es Winston desde Winston. En esta nueva acepcin de un hroe sin reflejo, se articula la huella ms desgastante del recuerdo. En la carencia de reflejos es donde se enuncia la dimensin ms innegable de la debilidad: el reflejo permite controlar, de una u otra manera, cmo se intenta creer que miran los otros. Pero en su ausencia, son los otros quienes deciden cmo se articula la dimensin imaginativa de la mirada sobre el s-mismo, sobre un yo en todo momento debilitado y articulado por la imagen propia. Es por este motivo que la mirada, la mirada del Gran Hermano, es un recuerdo del reflejo, aquello que mantiene vivo un resto desahuciado en los confines de la frivolidad contenida en el mundo: el Gran Hermano, cuando mira al sujeto, le recuerda a ste cmo se mir; el sujeto, en su torpeza constitutiva, recuerda una imagen borrosa de su rostro, pero recuerda, adems, lo imperfecto que se torna segn la luz, segn el ngulo desde el que se mire. Pero como todo recuerdo, es incompleto, carente, es en esa carencia que completa con cualquier objeto donde la mirada se encarna, y desde donde flagela. Cuando Winston recuerda el estado deplorable del sobrante de la condicin humana, recuerda que queda un slo espacio que no ha sido desmembrado por los miembros del Partido: no haba traicionado a Julia, no haba dejado de amarla. Amar es la traicin que propicia el acto de amar al Gran Hermano: Winston ha penetrado en su mirada.El Gran Hermano no es el rostro del Partido, es tambin el rostro que mira al Partido. En toda la dimensin constitutiva posible que se le pueda asignar al trmino rostro, el rostro del Gran Hermano es a su vez el rostro de la culpa. El rostro de todo movimiento fallido en una humanidad que pretendi el abandono de Dios para arraigarse ms en l sin calcular el excedente de un conjunto de procesos civilizatorios que slo apuntaban al poder en s mismo. El Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo, pero el poder es poder sobre seres humanos, sobre el cuerpo, pero especialmente sobre el espritu. No hay fuerza ms grande en el espritu que el odio, puesto que slo mediante la destruccin imaginada del otro, se consigue desplegar toda la potencia de la significacin social: el otro es necesario no en cuanto sujeto potencialmente destruible, sino en cuanto idea materialmente indestructible, que le recuerda a quien odia que eventualmente podra ser ms odiado si no odia algo. Por tanto, la sociedad de 1984 se funda sobre el odio, donde la pretensin es que no haya ms emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento.Sin embargo, el odio por el odio es insuficiente: la negatividad absoluta en s misma se agota. Es que no comprendemos que la muerte del individuo no es la muerte? En este movimiento de aniquilar mediante la continuidad del no-aniquilamiento, es donde surge el punto afectivo medular de 1984: Winston es arrojado a su miedo ms profundo: que su rostro sea devorado, que su huella sea devuelta a la intemporalidad de un mundo disuelto donde no es ms que una partcula invisble. El resto del cuerpo nunca se encuentra tan oculto como aquel lugar que carga con los ojos, aquel lugar que los hunde en un espacio siempre oculto, y que por tanto, si es devorado, se devora en el acto mismo de intentar borrarse. Es en ese abismo al que nos arroja la falta de nombre, de ser llamado e interpelado, distinguido y particularizado, donde sucede la traicin: el deseo colrico de que quien deje de reconocerse sea el otro prximo, que quien pierda su cualidad de ser enunciado sea un otro tan cercano que permita al mismo tiempo reconocer la carencia que representa el no ser mirado: Julia ha sido traicionada. Pero la tracicin no es completa hasta que se condensa y se convierte en un reflejo del carcter repreglado de quien comete la traicin. Winston, tienes que amar al Gran Hermano. No basta que le obedezcas; tienes que amarlo. El acto de amar al Gran Hermano es el acto de odiar al espejo que sostiene, el acto de constituirse desde el abandono. Julia, acaso no ves que ardo?

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