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La crisis actual:¿Más severa que la de 1929? (y II). Manfred Nolte Han tenido que ser dos economistas americanos de relieve mundial y expertos destacados en la historiografía de las crisis capitalistas quienes hayan renovado el interés acerca de una de las depresiones más feroces por las que ha discurrido la economía española desde que se dispone de datos estadísticos aceptables. Los rasgos y amplitud de esta época negra de la economía española apenas figuran en la conciencia colectiva. Fuera de algunos reducidos círculos académicos apenas nadie ha hecho hincapié en los acontecimientos económicos registrados a partir de los años 30 del siglo pasado, estableciendo las comparaciones pertinentes entre aquellos y la crisis de la que, en la actualidad, comienza a recuperarse el mundo occidental. En efecto, en un reciente informe de enero de 2014 (http://bit.ly/1icAiAe ) que, asombrosamente ha pasado desapercibido para la práctica totalidad de los medios de comunicación, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han llegado a novedosas conclusiones sobre un tema tan sensible como el 1

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La crisis actual:¿Más severa que la de 1929? (y II).

Manfred Nolte

Han tenido que ser dos economistas americanos de relieve mundial y expertos destacados en la historiografía de las crisis capitalistas quienes hayan renovado el interés acerca de una de las depresiones más feroces por las que ha discurrido la economía española desde que se dispone de datos estadísticos aceptables. Los rasgos y amplitud de esta época negra de la economía española apenas figuran en la conciencia colectiva. Fuera de algunos reducidos círculos académicos apenas nadie ha hecho hincapié en los acontecimientos económicos registrados a partir de los años 30 del siglo pasado, estableciendo las comparaciones pertinentes entre aquellos y la crisis de la que, en la actualidad, comienza a recuperarse el mundo occidental.

En efecto, en un reciente informe de enero de 2014 (http://bit.ly/1icAiAe) que, asombrosamente ha pasado desapercibido para la práctica totalidad de los medios de comunicación, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han llegado a novedosas conclusiones sobre un tema tan sensible como el de las recesiones cíclicas que –ya lo sabemos- son congénitas o endémicas al sistema de economía de mercado. La más espectacular entre las reseñadas en el documento fue citada en esta misma columna la semana pasada al advertir, que al paso que vamos, la gran crisis iniciada en 2007 amenaza con superar en determinados países de la periferia europea la gravedad

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de la ocurrida en 1929 en Estados Unidos con una duración de 10 años y una caída del 28,6 por ciento en su Producción Nacional.

Entre el resto de indagaciones, el estudio de los profesores de la Universidad de Harvard que lleva por título “La recuperación de las crisis financieras: evidencia de 100 episodios”, alcanzaba varias y enjundiosas conclusiones que atañen directamente al ciudadano español. Principalmente el análisis de la crisis registrada en España a partir de 1931, con una caída del PIB del 34,6% y que se arrastró con altibajos durante 26 años hasta su recuperación en los albores del Plan de Estabilización. De las 35 crisis económicas más pertinaces y virulentas acaecidas entre 1857 y 2013, la referida española de 1931, -según el estudio citado- ocupa el segundo lugar solo por detrás de la chilena de 1926 y muy por delante de la desatada en Wall Street en 1929 que, con ser en la apreciación popular el referente de todos los horrores, ocupa un modesto puesto con el número 14.

La labor de cotejo con fuentes actuales de compilación estadística y con otras de la época, en busca de una convergencia con los hallazgos de Reinhart y Rogoff , nos ha conducido a algunos hallazgos interesantes que pasamos a reseñar. El primero se refiere a la viabilidad y fiabilidad de las series estadísticas de seguimiento del Producto Nacional. El concepto del PNB tiene sus antecedentes en la Inglaterra y Francia en el siglo XVII, aunque durante mucho tiempo solamente tuvieron una mera utilidad académica. Solo de forma tardía ha surgido su registro y evaluación rigurosa, hecho sorprendente dada la importancia del PNB no solo como indicador básico, que es del bienestar de una sociedad sino como herramienta crucial para la acción de las políticas económicas a través de sus acepciones –producto, gasto, renta- y sobre todo de sus componentes, que debidamente desagregados permiten la manipulación beneficiosa de la economía. Así por ejemplo el gasto despiezado en consumo, inversión, demanda pública y exportación permite la acción beligerante y discriminada del gobernante sobre cada uno de estos componentes en aras a la maximización del PNB global. En España la Ley de 15 de marzo de 1945 crea la Comisión para el estudio de la Renta Nacional que produce una información estadística aceptable que mas tarde se adaptará a los estándares de la OCDE vigentes hasta nuestros días. En 1945 la Comisión publica su primer informe sobre la Renta Nacional que cubre el periodo 1906-1935, que en 1964 se utiliza para una actualización de la serie a precios constantes de 1953. El informe revela que la renta anual per cápita al final del periodo de 8.367 pesetas sigue estando por debajo de las 9.007 computadas en 1929, 24 años después. El plazo de la crisis definido por el Consejo de economía nacional coincide básicamente con los datos del análisis de Reinhart y Rogoff. Una investigación de 2009 de Jordi Maluquer (http://bit.ly/1jhOqIM) arroja el siguiente resultado: la renta per cápita española de 1929 solamente se recupera en 1956, 27 años después. Coincide el grado

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de profundidad en la caída del indicador de producción de la economía española, que supone un mínimo de 5.789 pesetas/cápita en 1940 representando una amplitud máxima de la crisis del 35,7% según el Consejo de Economía Nacional, frente al dato presentado del 34,6% por los estudiosos americanos.

Muchas y muy variadas son según los estudiosos del tema las razones que activaron y perpetuaron en el tiempo la crisis española de 1931. Baste citar el efecto contagio por el sesgo de las exportaciones de la crisis americana del 29, el inmovilismo autoimpuesto en las política de alineación con el patrón oro y el franco francés durante la República , la guerra civil con sus cuantiosos daños en el capital físico y humano del país y la posterior política de autarquía y proteccionismo. La caída del consumo en los albores de la dictadura franquista, acordes con el gravoso esfuerzo de la recapitalización del país, transita como recordarán aún los mayores por la vía del hambre, el racionamiento, el

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Fuente: Consejo de Economía Nacional(1964)

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estraperlo y el mercado negro. La caída del 50% en las transacciones exteriores en relación a los niveles de la segunda república revelan una disminución tanto de la productividad como del bienestar de los españoles. La caída del bienestar, en términos reales, se vio además acrecentada por las altas y fluctuantes tasas de inflación del período recesivo, salvado el tramo inicial de corte deflacionario. En 1959, España era junto a Portugal, el país más pobre de Europa.

Los números analizados y los hechos descritos pueden conducirnos a la conclusión de que la crisis española de 1929-1956 tuvo un carácter devastador que retardaría la modernización del país y su acceso a la rápida renovación y progreso registrada en otros países europeos.

¿Qué decir de las cifras de paro, y en particular como compararlas –si ello fuera posible- con la crisis española de 2008? Pocos y escasamente fiables son los datos del paro que acompañan a la crisis española de 1929. Los que se citan sugieren que el paro coyuntural no era acuciante y que el estructural y larvado tenía su colchón en una agricultura de subsistencia que vio crecer su participación sectorial en los años posteriores a 1929. Algunos autores cifran en el 13% el nivel del paro coyuntural en España en 1933, con diferencias regionales muy notables.

La fuerte concentración de la mano de obra en la agricultura, que se convierte en fuente de producción y de subsistencia, oscurece la fotografía de la realidad laboral. Por otra parte no será hasta el Plan de Estabilización en 1959 cuando surjan con rasgos consistentes las medidas precursoras de los actuales planes públicos de protección social lo que impide acceder a la luz que los esquemas de rentas compensatorias podrían arrojar sobre este crítico capítulo de la crisis.

Por el contrario, la sociedad española a la que ha estallado en las manos la crisis de 2008 es una colectividad evolucionada, moderna, altamente protegida por la acción pública proveedora de servicios de bienestar social y de heterogénea formación, capacidad productiva y habilidades técnicas competitivas, solapada parcialmente en una entramado difuso de economía sumergida que impide una comparación, por razones obvias, con el escenario español del periodo abierto en 1929.

Pero sin ánimo de fomentar un innecesario pesimismo, la actual crisis presenta su semblante más negativo en el censo de parados que convierten el modelo español en algo insólito y particular. El FMI ya ha adelantado que del 26% de la cifra de desempleo español, un 16% es paro estructural, con las consecuencias de inmovilismo a corto y medio plazo que ello acarrea. Por eso resulta doloroso anticipar algo que ya señala un reciente informe del BBVA: que la

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recuperación del nivel de empleo español puede extenderse tan lejos como hasta el año 1925. Y ello en un escenario heroico en que la productividad por ocupado aumente un 0,6% y el PIB crezca al 2,5% de media. Lo cual anuncia tiempos de sacrificio y continuidad inquebrantable en el proceso reformador que ya comienza a dar sus primeros frutos.

Y una consideración final: la crisis española surgida de 2008, ¿puede resultar a la postre más severa que la de 1929 a 1956?

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