185679453 la narrativa anterior a 1939 pdf

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La narrativa del siglo XX hasta 1939 1. INTRODUCCIÓN En los últimos años del s. XIX, se produce en el mundo occidental una profunda crisis que afecta a los más diversos aspectos de la vida (ciencia, arte y cultura, sociedad, política…). La conoceremos como CRISIS DE FIN DE SIGLO. Hay un cambio de mentalidad, de pensamiento y de valores que lleva a transformaciones en todos los campos. En filosofía, se pierde el racionalismo positivista y ganan terreno las tendencias idealistas e irracionalistas que tienen su asiento en el pensamiento de Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche. Al lado de estos acontecimientos se producen unos avances científicos muy significativos. Fleming descubre la penicilina. La física se desarrolla de forma espectacular (teoría de la relatividad de Einstein, teorías sobre el átomo…) La psicología se convierte en una ciencia experimental (psicoanálisis de Freud, conductismo). En las ciencias sociales alcanzan enorme importancia las teorías marxistas. El mundo occidental asiste a la Segunda Revolución Industrial (expansión del gran capitalismo, auge de la alta burguesía, crecimiento y organización de las masas obreras) y a un fuerte enfrentamiento ideológico entre un liberalismo en crisis y las corrientes socialistas moderadas y extremas. Políticamente, España es un país en plena decadencia y lleno de graves problemas en todos los órdenes: pérdida de las últimas colonias ultramarinas, crisis económica, atraso en la ciencia y la industria, pobreza y desigualdades sociales, revueltas obreras, tensiones político – sociales, etc. En la narrativa del siglo XX aún perviven novelas de corte realista y naturalista, con autores como B. Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez. Pero, ya en 1902, se observa el inicio de una época de cambios en la narrativa. Estos cambios son reflejo de la llamada crisis de fin de siglo (sensación de decadencia, perdida de fe en la ciencia, el progreso y la razón, etc.) y que observaremos en los novelistas de la Generación del 98. En 1914, aparece el Novecentismo o Generación del 14, movimiento cultural de intelectuales universitarios que se opone a todas las anteriores tendencias y que propugna un arte deshumanizado. Alrededor de los años veinte, las Vanguardias, movimientos efímeros, rompedores y experimentales, comienzan a dejar sus frutos en la novela. A partir de los años treinta la narrativa inicia un camino de rehumanización que culminará en la novela social de los años 50, sufriendo el duro impacto que tuvo la Guerra Civil sobre el espacio narrativo. 2. LA NARRARIVA DE LA GENERACIÓN DEL NOVENTAYOCHO La narrativa del grupo del 98 se inaugura en 1902 con la aparición de obras fundamentales como La voluntad de Azorín, Amor y pedagogía de Unamuno y Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle-Inclán. Las novelas de estos autores comparten una serie de características como la crítica de los males de España, el pesimismo ante la situación histórica, la influencia de la filosofía o el subjetivismo (no se persigue la reproducción mimética de la realidad, como en el realismo, sino la expresión de la realidad interior, filtrada por las percepciones, reflexiones y perspectivas de los personajes, que en muchas ocasiones reflejan la mentalidad del propio autor). Por otra parte, la novela se entiende como un género totalizador en el que cabe todo: reflexión filosófica, ensayo, lirismo, etc 1 . 1 El nuevo modo de entender la novela que comparten los autores noventayochistas tiene los siguientes rasgos: pérdida del relieve de la historia (la trama o argumento pierde importancia frente a las inquietudes filosóficas, existenciales, políticas o religiosas); centralización en la problemática del héroe (la historia se centra en el mundo interior del héroe, en su lucha existencial); momentaneidad y fragmentarismo (indeterminación en los hechos narrados, vaguedad, elipsis, saltos temporales; a veces la narración se fragmenta en “estampas” que rompen el orden lineal y cronológico de la novela tradicional)

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Page 1: 185679453 La Narrativa Anterior a 1939 PDF

La narrativa del siglo XX hasta 1939 1. INTRODUCCIÓN En los últimos años del s. XIX, se produce en el mundo occidental una profunda crisis

que afecta a los más diversos aspectos de la vida (ciencia, arte y cultura, sociedad, política…). La conoceremos como CRISIS DE FIN DE SIGLO. Hay un cambio de mentalidad, de pensamiento y de valores que lleva a transformaciones en todos los campos. En filosofía, se pierde el racionalismo positivista y ganan terreno las tendencias idealistas e irracionalistas que tienen su asiento en el pensamiento de Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche.

Al lado de estos acontecimientos se producen unos avances científicos muy significativos.

Fleming descubre la penicilina. La física se desarrolla de forma espectacular (teoría de la relatividad de Einstein, teorías sobre el átomo…) La psicología se convierte en una ciencia experimental (psicoanálisis de Freud, conductismo). En las ciencias sociales alcanzan enorme importancia las teorías marxistas.

El mundo occidental asiste a la Segunda Revolución Industrial (expansión del gran

capitalismo, auge de la alta burguesía, crecimiento y organización de las masas obreras) y a un fuerte enfrentamiento ideológico entre un liberalismo en crisis y las corrientes socialistas moderadas y extremas.

Políticamente, España es un país en plena decadencia y lleno de graves problemas en

todos los órdenes: pérdida de las últimas colonias ultramarinas, crisis económica, atraso en la ciencia y la industria, pobreza y desigualdades sociales, revueltas obreras, tensiones político – sociales, etc.

En la narrativa del siglo XX aún perviven novelas de corte realista y naturalista, con

autores como B. Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez. Pero, ya en 1902, se observa el inicio de una época de cambios en la narrativa. Estos cambios son reflejo de la llamada crisis de fin de siglo (sensación de decadencia, perdida de fe en la ciencia, el progreso y la razón, etc.) y que observaremos en los novelistas de la Generación del 98. En 1914, aparece el Novecentismo o Generación del 14, movimiento cultural de intelectuales universitarios que se opone a todas las anteriores tendencias y que propugna un arte deshumanizado. Alrededor de los años veinte, las Vanguardias, movimientos efímeros, rompedores y experimentales, comienzan a dejar sus frutos en la novela. A partir de los años treinta la narrativa inicia un camino de rehumanización que culminará en la novela social de los años 50, sufriendo el duro impacto que tuvo la Guerra Civil sobre el espacio narrativo.

2. LA NARRARIVA DE LA GENERACIÓN DEL NOVENTAYOCHO La narrativa del grupo del 98 se inaugura en 1902 con la aparición de obras

fundamentales como La voluntad de Azorín, Amor y pedagogía de Unamuno y Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle-Inclán. Las novelas de estos autores comparten una serie de características como la crítica de los males de España, el pesimismo ante la situación histórica, la influencia de la filosofía o el subjetivismo (no se persigue la reproducción mimética de la realidad, como en el realismo, sino la expresión de la realidad interior, filtrada por las percepciones, reflexiones y perspectivas de los personajes, que en muchas ocasiones reflejan la mentalidad del propio autor). Por otra parte, la novela se entiende como un género totalizador en el que cabe todo: reflexión filosófica, ensayo, lirismo, etc1.

1 El nuevo modo de entender la novela que comparten los autores noventayochistas tiene los siguientes rasgos: pérdida del relieve de la historia (la trama o argumento pierde importancia frente a las inquietudes filosóficas, existenciales, políticas o religiosas); centralización en la problemática del héroe (la historia se centra en el mundo interior del héroe, en su lucha existencial); momentaneidad y fragmentarismo (indeterminación en los hechos narrados, vaguedad, elipsis, saltos temporales; a veces la narración se fragmenta en “estampas” que rompen el orden lineal y cronológico de la novela tradicional)

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Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936) proyecta en sus novelas su conflictivo pensamiento existencial. Amor y pedagogía (1902), sátira sobre la educación demasiado racionalista, presenta características que la apartan de la novela tradicional (escasa acción, importancia de las ideas). A partir de Niebla (1914), llamará <<nivolas>> a sus obras narrativas. Niebla plantea de forma directa y original el problema de la existencia humana. El propio Unamuno aparece en la obra como autor al que el personaje, Augusto Pérez, se rebela cuando descubre que morirá en próximos capítulos. Se produce una analogía entre la relación autor-personaje y la relación entre Dios y el hombre. Aparece la concepción unamuniana de la vida como agonía y su angustia frente a la muerte. Abel Sánchez (1917) recupera el tema bíblico de Caín y Abel para hacer una reflexión crítica sobre el cainismo español y en La tía Tula (1921) reflexiona sobre el amor maternal, el amor carnal y la hipocresía social. Al morir su hermana Rosa, Tula pasa a vivir con su cuñado viudo para cuidar así de él y de sus sobrinos. La trama se complica con la aparición de un pretendiente para Tula y la atracción entre esta y Ramiro, su cuñado. San Manuel bueno, mártir, es una novela corta en la que Unamuno explica con asombrosa fluidez su visión de la Religión como agonía, lucha por la fe. Unamuno es, en el fondo, agnóstico, incapaz de creer en Dios, pero al tiempo necesita de la fe para que la vida tenga sentido y se pueda trascender la muerte. Cuenta la historia de un párroco que no cree en Dios, pero que mantiene su ministerio porque se preocupa por la felicidad de sus feligreses. Unamuno crea personajes llenos de contradicciones, angustias, lucha interior, confusión, misterio. Lo importante es su interior, desprecia las descripciones superficiales, corporales, al estilo naturalista, y concede importancia en al diálogo, que caracteriza por dentro a los personajes y permite contemplar sus reflexiones. Muchas de sus historias se localizan en la España provinciana del momento, pero hay una casi total ausencia de descripciones. El escenario de la acción son las interioridades de la conciencia de los personajes. Sólo merecen descripción aquellos rasgos de la naturaleza o la escena que tengan un carácter simbólico.

Pío Baroja (San Sebastián, 1872 – Madrid, 1956) fue un hombre hosco, contrario a casi

todo: antirreligioso, anticlerical, anticristiano, antimilitarista, antiacadémico, antirretórico, antisemita, antimonárquico, antisocialista. Entendía la vida como una lucha individual por obtener beneficios personales y fue dueño de un espíritu pesimista. Estudió Medicina y se doctoró con una tesis sobre el dolor, pero dejó la profesión para regentar un negocio familiar de panadería. Durante la guerra civil fue detenido por el bando nacional y decidió exiliarse en Francia. Regresó a España y fue bien visto por el franquismo, pero, a su muerte, decidió ser enterrado como ateo. De joven se acercó al anarquismo. No creyó en la religión, pero tampoco encontró respuestas suficientes en la ciencia. Fue, ante todo, un gran escéptico. Se aproximó a la filosofía de Schopenhauer, del que hereda un marcado pesimismo, y se deslumbró con las ideas de Nietzche sobre el vitalismo.

Baroja concibe la novela como «un saco donde cabe todo» y su aspiración es «escribir con

sencillez». Sus obras nos presentan el proceso de aprendizaje de la vida de sus protagonistas a través de la experiencia y el diálogo. Crea novelas amenas, con capítulos breves y mucha acción, con cambios de escenario y aparición de numerosos personajes secundarios.

Su extensa producción novelística puede dividirse en las trilogías «La lucha por la vida»

(La busca, Mala hierba, Aurora roja), «Tierra vasca» (Zalacaín el aventurero, La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz) y «La raza» (La dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia).

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José Martínez Ruiz, «Azorín» posee un estilo narrativo impresionista, con fuertes dosis de lirismo, preferencia por la frase corta, y predominio del presente en los tiempos verbales; sus novelas presentan una estructura fragmentada con predominio de lo descriptivo, reduciendo la trama argumental a lo mínimo; se aprecia asimismo un uso abundante del diálogo y una mínima acumulación de detalles. Algunas de sus obras son La voluntad, Las confesiones de un pequeño filósofo, o Doña Inés.

Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, Pontevedra, 1866 – Santiago de

Compostela, 1936) es el gran creador del esperpento, subgénero dramático basado en la burla aparente, la crítica profunda y la animalización de los caracteres. Su trayectoria novelística comienza por una etapa modernista, con una prosa rítmica, refinada y rica en efectos sensoriales (Sonatas); en una segunda etapa escribe novelas históricas como las trilogías Las guerras carlistas o El ruedo ibérico (sobre el reinado de Isabel II). Tirano Banderas (1926) es una sátira esperpéntica de las dictaduras hispanoamericanas.

LA NARRATIVA DEL NOVECENTISMO se caracteriza por su anti-realismo, anti-romanticismo y anti-noventayochismo. Los escritores son cosmopolitas y europeístas. Defienden la pureza formal y estilística de sus obras, que pretenden configurar un arte selectivo y minoritario. Poseen una sólida formación universitaria y un marcado talante liberal. Se decantan por una novela deshumanizada, alejada del sentimiento; pretenden reflexionar sobre la inteligencia creadora del hombre. Destacan Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala.

Gabriel Miró escribe novelas en las que prioriza el cuidado de la forma sobre el contenido

como Las cerezas del cementerio, El obispo leproso, y Nuestro padre San Daniel. Ramón Pérez de Ayala se caracteriza por su intelectualismo, lirismo, reflexión crítica,

estilo retórico y academicista: La pata de la raposa, Troteras y danzaderas, A. M. D. G., Belarmino y Apolonio, Tigre Juan.

En los años veinte surgió una narrativa relacionada con LAS VANGUARDIAS. Su

iniciador fue Ramón Gómez de la Serna. En general, en estas obras influyen las ideas de Ortega y Gasset, y los autores plantean la novela como un juego intelectual, donde la trama se disuelve, la acción es mínima, se desdibujan los personajes, y lo que importa es la originalidad, el humor, la fantasía, el ingenio, el uso de la imagen y la metáfora y la construcción fragmentada. Se trata de una novela “deshumanizada”2.

Las novelas de Ramón Gómez de la Serna se inspiran en su biografía y reflejan el mundo

de su época. Concede relevancia a los temas prohibidos, en especial al sexo, y muestra su constante obsesión con la muerte. En El Novelista trata la historia de un novelista en busca de historias para sus novelas.

Benjamín Jarnés escribe novelas en las que se manifiesta el culto al progreso, con héroes y

heroínas deportistas y desenvueltos, con ambientes urbanos e inclinación hacia el hedonismo y lo lúdico, donde proclama la libertad y el goce de vivir (Locura y muerte de nadie, Lo rojo y lo azul).

Sin embargo, hacia 1930 comienza a rechazarse el arte y la literatura deshumanizados.

Entonces escribirán NOVELAS DE INTENCIÓN SOCIAL, es decir, humanizadas escritores como José Díaz Fernández o Ramón J. Sender, con obras como Imán o Míster Witt en el Cantón.

Durante la guerra civil, se leerán en la zona republicana cuentos, las novelas

comprometidas publicadas en la colección El Cuento Semanal, La Novela Roja o La Novela Ideal, y a autores como Sender, Arconada o Arturo Barea (La forja de un rebelde); en tanto que en la zona nacional, se escogerá a Concha Espina o a Agustín de Foxá (Madrid, de corte a cheka).

2 Las claves del nuevo arte deshumanizado las analizó José Ortega y Gasset en su ensayo La deshumanización del arte.