1829, la invasión española otra de las grandes mentiras de nuestra historia de francisco bulnes

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    1829, La Invasin Espaola otra de las GrandesMentiras de Nuestra Historia de Francisco Bulnes

    1904 Las Grandes Mentiras de Nuestra Historia de Francisco Bulnes

    Captulo I (1829, La Invasin Espaola)La tradicin, penetrando en el espritu de muchos nios consagrados al analfabetismo, les

    ensea que el ao de 1829 lleg a las costas de la Repblica un general espaol al frente de

    un ejrcito de reconquista, y que la nacin entonces vivamente indignada, psose en solem-

    ne actitud guerrera las rdenes de un joven Escipin veracruzano, que como un len se

    lanz con sus huestes entusiastas sobre el temerario ejrcito espaol, lo derrot completa-

    mente y lo oblig rendirse.

    La historia reduce las proporciones de la tradicin, como sucede siempre, y en la actuali-

    dad la historia educativa, la que debe ser siempre pura verdad, ensea: que el brigadier

    Barradas con cuatro mil hombres invadi la Repblica, y "que' por su parte, Santa Anna, en

    combinacin con Tern, dio un asalto d Tampico el 10 de Septiembre de 1829, que dur

    doce horas y que hizo que al siguiente da capitularan los espaoles..."

    Yo juzgo del adelanto moral intelectual por el de nuestra historia, especialmente de la

    dedicada beneficiar el espritu de la niez. Se ensean leyendas, fbulas y apologas de

    secta? Me desalienta y preocupa esta historia, forma y fondo del siglo XIII. Se comienza

    ensear la verdad? Convengo entonces en que cierta y afortunadamente vamos entrando en

    un digno y sereno perodo de civilizacin.

    El Sr. Prez Verda, en lo relativo la expedicin espaola contra Mxico mandada por el

    brigadier Barradas, copia casi textualmente lo que respecto de ella dice el Sr. Guillermo Prie-

    to en sus Lecciones de Historia Patria, y como se ha visto, afirma que los generales Santa

    Anna y Tern dieron un asalto la plaza de Tampico que dur doce horas y oblig Barra-

    das capitular al da siguiente. Teniendo Mxico oficiales instruidos, deberan stos revisar

    nuestra historia para corregirla de sus dislates militares.

    Un asalto de doce horas una plaza fuerte? Se comprende que un tiroteo pueda durardoce horas, doce das, doce meses y hasta doce aos; pero un asalto? En los tiempos mo-

    dernos el asalto ms terrible y duradero ha sido el de la clebre torre de Malakoff, en la

    campaa de Crimea, y ha durado desde las doce del da hasta catorce minutos antes de las

    cinco de la tarde; es decir, poco menos de cinco horas. Un asalto de doce horas es sospecho-

    so, casi como una carrera de caballo vientre tierra de sesenta leguas. Desde luego cosqui-

    llea esta historia de un asalto de doce horas; hay ms patriotismo que verdad, y los nios,

    como todos los mexicanos, no se les debe ensear tener patriotismo con la historia; sino

    lo que es ms noble, moral y conveniente: se les debe ensear hacer la historia con el

    patriotismo. Deben procurar ser patriotas, si quieren una luminosa historia, en vez de apelar

    deshonrarse con mentiras para al fin y al cabo aparecer siempre malos patriotas.

    Conforme al texto histrico educativo de que me ocupo, al asalto que dur doce horas se

    agrega que Barradas al da siguiente capitul: luego el asalto lo rechaz Barradas; porque el

    asalto de una plaza que tiene xito, hace imposible la capitulacin. Cuando el asaltante tiene

    por mira tomar la plaza, y lo consigue, no puede tener lugar una capitulacin; menos que

    el asalto no sea dispuesto contra determinado punto, que siendo dispuesto contra la plaza

    slo se obtenga tomar parte de ella; pero en ese caso hay triunfo y fracaso parcial.

    Dudando del libro educativo me propuse estudiar la cuestin profundizndola, y encontr

    como verdad que no es cierto que Santa Anna en combinacin con Tern hubiera asaltado

    Tampico el 10 de Septiembre de 1829; en consecuencia, todo lo relativo dicho asalto es

    falso. Yendo hasta la verdad completa, no es cierto que Santa Anna ni Tern, ni jefe alguno

    mexicano hubiese derrotado Barradas; por el contrario, en cuanto encuentro tuvo Barradas

    con nuestras fuerzas, en todos sali vencedor. Como lo veremos, Barradas fue vencido, pero

    nunca derrotado.

    El objeto de este libro no es servir un partido, ni excitar sentimientos nobles innobles,

    ni empaar pulir glorias nacionales, ni buscar popularidad censura; su objeto es ms

    elevado, y no es otro que llegar la verdad. Las personas que por sus enfermedades, debili-

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    As, pues, ni monarqua, ni democracia, ni aristocracia eran posibles. El presupuesto tena

    que asegurar la guerra, como presa ese vlida disputada por toda la fauna decente carnice-

    ra. Todo ensayo de gobierno tena que fracasar desde el momento en que todo gobierno le

    impona el famelismo de levita muy numeroso el derecho la sopa, con la firmeza con que

    los socialistas trabajan actualmente por imponer los gobiernos el derecho al trabajo.

    La empresa de Barradas, completamente reaccionaria hasta poner las cosas como esta-

    ban el ao de 1640, era una manifestacin de bsica demencia espaola.

    En poltica, las demencias encuentran frecuentemente carta de naturalizacin. No se pue-

    de, pues, negar la realidad de la conspiracin del Padre Arenas, cuyo programa era idntico

    al de Barradas, por su demencia. Se trata de saber si la expedicin de Barradas fu la conti-

    nuacin del complot del Padre Arenas. Zavala cree en la conspiracin; pero cree que la sen-

    tencia de muerte que recay sobre los culpables, y especialmente sobre el general Arana,

    fu defectuosa y di lugar sospechar un asesinato jurdico. Surez Navarro afirma la reali-

    dad de la conspiracin y su conexin con la expedicin de Barradas.' Como he revisado, dice,

    con particular diligencia, los extractos de la mayor parte de esos procesos, y como creo tener

    el conocimiento bastante para calificar ms menos perfecta la instruccin de un proceso

    militar; no vacilar en decir: que los hechos sobre que se versaron las causas, fueron verda-

    deros, y fundados todos los procedimientos. El espritu de partido y aun si se quiere el inte-

    rs individual, pretendieron ofuscar lo cierto y aun contrariaron la accin de la justicia nacio-nal. A esto debemos atribuir las especies vertidas contra Gmez Pedraza y de las que hici-

    mos mencin en la pgina 81. Hubo un inters en extraviar la opinin pblica, negando la

    existencia de la conspiracin de la misma manera que se neg la realidad de la invasin es-

    paola al mando de Barradas."

    Surez Navarro dice ms adelante: "El gobierno mexicano tuvo oportunas noticias de ha-

    ber llegado los Estados Unidos en los primeros das del ao de 1829, el duque de Montene-

    lo, con direccin Mxico, para reorganizar la conspiracin que se frustr por la prisin del

    Padre Arenas. El advenimiento al poder del general Guerrero, ech por tierra los proyectos

    del duque y de un tal Garca de Medina, que figuraba como principal agente en estas tramas.

    Montenelo pas Colombia y en Mxico continuaron los espaoles entendindose con sus

    amigos y corresponsales, excitndolos constantemente traernos la guerra, porque les pare-

    ca muy fcil recuperar el dominio de la Nueva Espaa."Surez Navarro publica tambin gran nmero de fragmentos de cartas interceptadas los

    conspiradores, procedentes de la Habana, y decisivas para probar el acuerdo entre ellos y el

    gobierno espaol. Publica tambin las comunicaciones cambiadas entre el Ministro de Gober-

    nacin y el Gobernador del Distrito Federal, relativas dicha correspondencia, y que no de-

    jan duda de su autenticidad.

    Hay, pues, suficientes datos hasta ahora, para presumir, casi hasta asegurar, que la ex-

    pedicin de Barradas fu la continuacin de la conspiracin del Padre Arenas, que tuvo por

    objeto devolver Mxico Fernando VII, transformado en Nueva Espaa. Un gobierno afecto

    descubrimientos histricos debera preocuparse de resolver, desuna manera evidente, si la

    expedicin de Barradas fu la continuacin de la conspiracin del Padre Arenas, obra de ilu-

    sos ciertamente; pero qu espaol no es iluso? Esta investieacirn rleeiriiraesta otra: fu

    un acto de barbarie incalificable, fu un acto de justicia, severo pero necesario, la expul-sin de los espaoles?

    La verdadera causa de la expedicin de Barradas tiene algo misterioso setenta y tres aos

    despus de haber tenido lugar; lo que prueba que nuestros adelantos en historia son nulos

    imperceptibles. Nuestros nuevos textos histricos, son copias serviles de lo dicho por otros,

    que desconocan eran impotentes para la crtica.

    Conforme informes del Cnsul mexicano en Londres, de dos capitanes de barcos mer-

    cantes que haban tocado en la Habana, uno norteamericano y otro francs, de cartas recibi-

    das por las casas Pasquel y Muoz de Veracruz, y por correspondencia interceptada por el

    gobierno, ste saba de un modo positivo desde fines de Mayo, que deba salir pronto para

    Mjico la expedicin espaola. "Para hacer aun ms crtica su situacin (la del gobierno de

    Guerrero) se tuvieron noticias a fines de Mayo durante el mes de Junio de que en la Habana

    se dispona una expedicin para invadir la Repblica."'

    Este dato es muy importante para valorizar el mrito del gobierno del general Guerrero.

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    Lo primero que en semejante caso debe hacer un gobierno es concentrar su ejrcito efec-

    tivo y aun proceder aumentarlo en relacin con las noticias que se tengan de la fuerza

    enemiga.

    En qu lugar deba verificarse la concentracin del ejrcito mexicano en vista de una in-

    vasin procedente de la Habana? El desembarco no poda tener lugar en puertos cerca de

    ellos como el de Matamoros Coatzacoalcos; colocados gran distancia de los centros de

    poblacin y si se cometa semejante torpeza, el gobierno tendra tiempo sobrado para moversus fuerzas y colocarlas en lugar oportuno estratgico. El desembarco para surtir inmediatos

    y tiles efectos, no poda verificarse conforme elementales principios de estrategia ms

    que cerca de los puertos de Veracruz y Tampico, en el puerto de Tampico. La fortaleza de

    Ula impeda un desembarco en el puerto de Veracruz. La estructura montaosa de nuestro

    pas no permita la concentracin en un solo cuerpo de ejrcito, puesto que haba que cuidar

    dos zonas: la de Tampico y la de Veracruz, de difcil comunicacin militar por tierra. Era pre-

    ciso formar con todo el ejrcito dos cuerpos, y situar uno en Tula de Tamaulipas y otro en

    Jalapa.

    Haba en 1829, sobre las armas:

    Tropa permanente 22.788

    Milicia activa como auxiliar del ejrcito 10.583Se estimaba la fuerza armada de los Estados en 14.500

    47.871

    Tomando 16 000 hombres de la tropa permanente y cuatro de las milicias activas, y de-

    jando por de pronto en su lugar las fuerzas de los Estados, el gobierno del general Guerre-

    ro poda sin facultades extraordinarias, no poner el ejrcito en pie de guerra hasta 60 000

    hombres que era lo decretado; pero s concentrar dos cuerpos de ejrcito de diez mil hom-

    bres cada uno. Para esta concentracin era ms que suficiente, dada la facultad notable de

    movilizacin de nuestro ejrcito sobre malas vas de comunicacin, cincuenta das contados

    desde el 28 de Mayo en que tuvo noticia positiva de la expedicin, hasta el 17 de Julio inme-

    diato. Un batalln mejicano puede andar cmodamente en 50 das, 400 leguas; luego la con-

    centracin era fcil.

    Una vez concentrados y en posicin de observacin, el gobierno deba esperar conocer lafuerza de la expedicin en el punto en que desembarcara, y si sta era capaz de hacer dudo-

    so el triunfo del ejrcito mejicano, debera mantenerlo la defensiva, si era posible, fuera

    de toda operacin activa hasta reforzarlo.

    Para estas operaciones el presidente Guerrero no tuvo necesidad de facultades extraordi-

    narias como ya lo dije, y para hacerla concentracin, bastaba con los recursos naturales del

    presupuesto de guerra y marina. Por la Constitucin de 1874el presidente de la Repblica

    tena la facultad de movilizar libremente al ejrcito dentro del territorio de la Repblica.

    Qu hubiera sucedido si el presidente Guerrero obra como deba hacerlo? El brigadier

    Barradas se embarc en la Habana con destino Cabo Rojo, con un ejrcito de tres mil in-

    fantes, y habiendo ocurrido una tempestad durante la travesa que arroj a las costas de

    Luisiana una embarcacin en que venan 300 hombres, Barradas desembarc el 27 de Julio

    de 1829, con 2700 hombres. Si nuestro cuerpo de ejrcito hubiera estado desde el 17 de

    Julio de 1829 en Tula de Tamaulipas ms abajo, no hubiera dejado Barradas ocupar

    Tampico, y lo hubiera batido inmediatamente.

    Es una gran vergenza para una nacin que posea siete millones de habitantes, que sa-

    ba punto fijo con anticipacin de setenta das, que iba ser atacada, que dispona de

    17000 hombres sobre las armas; dejarse invadir por 2700 hombres, que se apoderaron sin

    resistencia del segundo puerto de la Repblica, con toda su gruesa artillera, y que permane-

    cieron en actitud triunfal cuarenta y seis das en nuestro territorio, debido lo que se llama

    una pura casualidad, pues si la flota espaola hubiera hecho su deber, el general Santa Anna

    no hubiera podido llenar el suyo y el ultraje habra durado mucho tiempo. Espectculo tan

    lamentable deba llenar de angustia nuestras almas y de luto nuestra historia, en vez de

    enorgullecernos y de hacernos creer que poseamos gran potencia militar y pueblo admira-

    blemente patriota.

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    "Era tan fuerte la oposicin que se haca al gobierno de Guerrero por algunas autori-

    dades, no obstante los graves y vitales negocios que entonces se trataban, que el

    Consejo de gobierno reprob la propuesta del Ejecutivo, para la reunin de las Cma-

    ras sesiones extraordinarias; se quera abandonar la administracin sus propias

    fuerzas para atender al cmulo inmenso de las necesidades y peligros que le amena-

    zaban. La negativa del Consejo fu el 22 de Julio y la expedicin espaola haba zar-

    pado de la Habana con direccin nuestras costas el da 15 del mismo."'"Dos escritores de libelos infamatorios llamados Bustamante (D. Carlos Mara) el uno y

    de otro Ibar, negaban que los espaoles hubiesen invadido el pas; aun cuando haban

    ya llegado los partes oficiales de su desembarque en Cabo Rojo..." El segundo llamaba

    gritos la sedicin al ejrcito, diciendo: "que debla primero destruir el gobierno na-

    cional y pasar despus batir al enemigo ".

    "Todos los das se lanzaba una muchas calumnias para quitar la fuerza moral del go-

    bierno y destruir enteramente el crdito de la administracin.Las medidas del minis-

    terio encontraban, no una censura racional ni la juiciosa crtica, ni la acusacin siquiera

    verosmil, ni la stira, ni el sarcasmo que dan lugar los abusos de un gobierno extra-

    viado; sino las calumnias ms groseras, las ms impudentes imposturas, las injurias

    ms indecentes que pueden producir la rabia, el encono, el despecho mismo reunido

    la insolencia, la bajeza y la falta de toda caridad."Desde la Independencia hasta 1903, no hay ejemplo de una oposicin ms encarnizada y

    feroz que la sufrida por el presidente Guerrero. Acaso era un facineroso y el peor de los

    gobernantes que ha tenido la nacin? No; por el contrario, Guerrero fu siempre un hombre

    probo, afable, moderado, enrgico para los grandes deberes patriticos, pero tuvo el candor

    de creer que el pueblo poda gobernarse s mismo, an cuando el pueblo est ausente de la

    poltica y que por su falta de cultura y riqueza no es posible que se halle presente. El general

    Guerrero fu un jacobino honrado, leal con sus ilusiones, amante de sus principios, incorrup-

    tible en todos sentidos. Cuando un pueblo no tiene una clase rica tradicionalista industrial

    que lo gobierne, tiene que oseilar entre la dictadura y la demagogia. No hay trmino medio

    para los gobernantes; tienen que lanzarse con ms o menos xito la dictadura, que ser

    tratados como imbciles. La imbecilidad excita hasta el carnero darse nfulas de pantera.

    No hay cosa peor que el gobierno inspire desprecio, todos le gritan, hasta los mudos; todosle ponen los puos en la nariz, todos se creen libertadores y necesarios. Para dar vuelo la

    dema

    Una vez entregado el pas al mando de la demagogia, la prdida de la nacin su envile-

    cimiento son irremediables. La gran mayora de la nacin, tmida, ignorante, sencilla, se en-

    trega cariosamente los demagogos, que la educan para seducirla, al mismo tiempo que la

    engaan para explotarla y arruinarla. La prensa es la gran fuerza de la demagogia en los

    pases que quieren ser libres sin ser civilizados, prensa de escndalo, de chantaje, de aven-

    tura, de difamacin inaudita, de lenguaje tabernario, de actitud de hravL El vulgo casi anal-

    fabeta, cree que la prueba de una verdad es la indecencia del lenguaje y la fetidez del insul-

    to. La nacin no se llega tampoco calentar hasta el rojocerezo con la prensa; se conmueve

    hasta hablar en voz mediana, hasta tener la intencin de 11n principio de deseo... y nada

    ms.Pero la misma demagogia finge la nacin, la improvisa, la viste y la reviste, le inyecta

    sangre de vbora, ardores, espasmos, cleras, explosiones. El grupo que hace siempre el

    papel de nacin es el muy grande famlico que busea empleos. El hambre implacable exige

    sus periodistas que destruyan inmediatamente al gobierno que no ha satisfecho el derecho

    la sopa de la clase media; la que quisiera que cada palabra obseena de la oposicin produje-

    ra la peste bubnica en los ministros, el efecto de un rayo para el presidente. La prensa

    reservada, fra, elevada, es para esta clase ardiente con la fiebre de la inanicin una burla

    para sus necesidades; slo el libelo sabe esperanzas, y slo la injuria puede ser frase de la

    venganza.

    Zavala cree que la prensa libelista estaba pagada por los espaoles residentes en Mjico,

    que haban trado la invasin. "Si hemos de juzgar por las apariencias, debe creerse que el

    gobierno espaol tena espas repartidos en la repblica; eseritores asalariados; instigadorespara introducir la diseordia y agentes de diferentes ases que provocasen el desorden y la

    guerra civil, mientras sus tropas atacaban por las costas.' La opinin de Zavala no es aventu-

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    rada; la demagogia nunca ha tenido patria, ni decencia, ni altruismo, los eseritores de esa

    marca tan estimada de las ases analfabetas famlicas, reciben igualmente dinero de todas

    las manos y para todos los cultos. Debe entenderse que esa oposicin para que Guerrero no

    atendiera la guerra extranjera, tena por objeto entregar la nacin desarmada al enemi-

    go.

    Es bochornoso para el Congreso infestado por la demagogia que atacaba al presidente

    Guerrero, haber dado ste facultades extraordinarias hasta el 12 de Agosto de 1829, esdecir, quince das despus duque Barradas haba desembarcado en Cabo Rojo. Por supuesto

    que estos mismos hombres que manifiestan pasin porque su pas se arruine sea fcilmen-

    te conquistado con tal que el conquistador derribe al gobierno que odian, son los ms activos

    para llenar de improperios al que dude un momento del admirable patriotismo de los mejica-

    nos, que en su mayora les rendan culto y sumisin mental.

    El presidente Guerrero, como he dicho, pudo, sin facultades extraordinarias, rechazar la

    invasin de 2700 espaoles al mando de Barradas. Es tambin ridculo que un pas de siete

    millones de habitantes, que tena la desgracia de sostener sobre las armas como ejrcito en

    pie de paz, 47000 hombres (33000 federales y el resto de los Estados), tenga necesidad de

    ejrcitos extraordinarios, de ponerse en alarma y de entregarse costosos sacrificios para

    defenderse de 2700 hombres medias destruidos por la fiebre amarilla y las enfermedades

    de tierras clidas mortferas. El gobierno espaol eseogiendo el mes de Julio para el desem-barco de sus tropas, no aimatadas en Cuba, la costa de Tampico, parece haber tenido el

    propsito de castigarlas con pronto exterminio.

    La oposicin Guerrero era general. Todos los partidos, ms bien dicho, todas las fac-

    ciones estaban contra l, por la sencilla razn de que no habla querido gobernar con ninguna

    sino con el pueblo; y como ste polticamente no exista, haba logrado aislarse en sus puros

    sueos democrticos. Los espaoles haban eseogido un buen momento para reconquistar su

    nueva presa.

    Los espaoles desembarcaron como he afirmado en Cabo Rojo el 27 de Julio de 1829,

    distante doce leguas de Pueblo Viejo. Segn Zamacois, "Al brillar la luz primera del da 29 de

    Julio y al toque animado de diana, la divisin espaola se form en tres secciones fijando su

    direccin hacia Tampico."" Segn Surez Navarro, "El primero de Agosto principi sus movi-

    mientos el enemigo."'" El dato de Zamacois es el oficial de Barradas, y no teniendo ste inte-rs para mentir en este asunto, debe aceptarse.

    Despus de dos das de marcha, de 31 de Agosto" "el primer batalln haba pasado por

    enfrente de un sitio mucho ms frondoso que los dems, distante cien pasos de la playa,

    empezaba pasar la cabeza del segundo, cuando se escuch la terrible detonacin de varias

    piezas de artillera, acompaada de mortfera metralla, que tendi en el suelo once soldados.

    Aquella inesperada emboscada y la sorpresa causada con ella, introdujo algn desorden en

    las primeras filas del segundo batalln que sufri la descarga; pero la serenidad y sangre fra

    del comandante D. Juan Falomir, hizo que recobrasen su aplomo, y mand que inmediata-

    mente salieran el Teniente D. Antonio Sanjurjo y el Subteniente D. Eduardo Agusty, con me-

    dia compaa de cazadores , reconocer el sitio de donde haba salido la detonacin y la

    descarga de metralla. La orden fu puesta en ejecucin al momento, y penetrando los espa-

    oles por distintas direcciones la espesura, sorprendieron su vez los que haban hechofuego, asaltando una especie de reducto circular formado de ramaje, donde tenan colocados

    cuatro caones de doce. Los mejicanos se disponan hacer otra desearga, pues tenia uno

    de sus artilleros ya la mecha encima del odo de un can, cuando se vieron acometidos por

    los cazadores espaoles, uno de los cuales mat al que iba dispararle el caonazo sin darle

    tiempo que lo hiciera. La sorpresa que les caus los que defendan el reducto la presencia

    inesperada de la guerrilla expedicionaria, fu grande; y no pasando la fuerza que tenan de

    cincuenta hombres, se vieron precisados rendirse".

    El servicio de cuatro piezas de artillera requiere treinta y dos artilleros, y si slo haba

    cincuenta hombres en el reducto, quiere decir que se haba confiado la defensa de una bate-

    ra mnima 18 soldados de infantera. Esto no puede haber sucedido, y el hecho slo se

    explica por la huda vergonzosa del jefe que con mayor nmero de hombres estaba encarga-

    do de defender el reducto para detener la columna expedicionaria. Quin fu ese hombre?

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    La historia apenas sospecha su nombre, pues como lo veremos adelante, no puede ser otro

    que D. Felipe de la Garza, uno de los principales asesinos de Iturbide.

    Todos los historiadores mejicanos guardan silencio sobre esta cobarda que entreg Ba-

    rradas fcilmente cuatro piezas de artillera de batalla; excepto el mejor informado de todos,

    por ser el defensor y panegirista del general Santa Anna, hroe de la campaa. Dice Surez

    Navarro:

    "Fcil les fu ( los espaoles) apoderarse de las piezas y municiones que hallaron en su

    trnsito, porque no exista guarnicin suficiente para su defensa en ninguno de los puntos de

    la misma ribera del ro.'' Pero cuando no se tiene guarnicin suficiente para defender artille-

    ra y municiones, no se le ponen en las narices al enemigo para que las tome. Las municio-

    nes se hubieran podido inutilizar arrojndolas al ro, lo mismo que las piezas; todava ms:

    bastaba no haber disparado las piezas para salvarlas. No puede haber sucedido ms que de

    jefe que haba dispuesto la resistencia en el reducto, huy con su gente, dejando encargado

    los artilleros que deseargasen las piezas y huyesen cuando el enemigo se les viniera enci-

    ma.

    Respecto la resistencia en los "Corchos" la diseordancia es asombrosa entre los histo-

    riadores mejicanos entre s y con el informe oficial de Barradas.

    Habla Filisola:'' "Entre tanto tuvo lugar la accin llamada de los Corchos..., en la cualcoronel D. Andrs Ruiz Esparza y el ayudante D. Juan Cortina con un corto nmero de

    soldados del batalln de Pueblo Viejo de Tampico, la compaa de cazadores de los

    mismos, otras de milicias cvicas de los pueblos inmediatos, detuvieron por ms de

    cuatro horas un cuerpo de 3500 espaoles, causndoles al mismo tiempo prdidas

    innumerables." Desde luego Filisola, asienta una falsedad: la expedicin al desembar-

    car tena 2700 hombres y en los Corchos poco menos por las bajas ocurridas, con mo-

    tivo del despojo de las cuatro piezas y de las enfermedades.

    Habla Surez Navarro:

    "En los "Corchos" tuvo lugar el primer encuentro con los invasores. El coronel don An-

    drs Ruiz Esparza y don Juan Cortina, con un corto nmero de soldados del batalln de

    Pueblo Viejo de Tampico y algunos milicianos de los pueblos inmediatos, sostuvieron

    por ms de cuatro horas el citado punto, cediendo al fin al nmero centuplicado de loscontrarios.'' Si la relacin era de cien espaoles por cada mexicano, y siendo los espa-

    oles poco menos de 2700, deben haber sido los defensores de los "Corchos" 26 27

    hombres, cifra que no puede constituir ni una compaa que consta de 100 hombres.

    Zavala dice: "...tena algunos heridos (Barradas) de resultas de la pequea accin ocu-

    rrida en su trnsito desde Cabo Rojo, entre su vanguardia y las partidas de patriotas

    que le salan al encuentro sobre los mdanos de arena". Si esta pequea accin no es

    la de los "Corchos" no existi para Zavala, pues no menciona otra, ni habla para nada

    de los "Corchos", lo que es muy notable, porque formaba parte del ministerio del ge-

    neral Guerrero cuando la invasin. Don Miguel Lerdo de Tejada dice que Barradas lleg

    Tampico "sin haber encontrado en su trnsito otro obstculo que la dbil resistencia

    que en el punto llamado los "Corchos", /es opuso un pequeo destacamento de mili-

    cianos cvicos mandado por don Andrs Ruiz Esparza y don Juan Cortina".'' Larenau-

    diere dice: "300 de ellos (los mexicanos) ocultos en una emboscada con dos piezas de

    artillera en las arboladas alturas de los "Corchos", intentaron detener los espaoles.

    Una descarga de fusilera puso la vanguardia en desorden por algunos momentos; pe-

    ro el corto nmero de aquella tropa cedi prontamente la mayor fuerza".'

    Rivera, en su historia de Jalapa, dice exactamente lo que Lerdo de Tejada: la resistencia

    en los "Corchos" fu insignificante.

    La versin de Barradas difiere de las que he citado, y lo ms notable de la discordancia es

    que no coloca la accin de los "Corchos" en su trnsito de Cabo Rojo Tampico, pues Zama-

    cois, que da la versin oficial espaola, dice: "no haba transcurrido una semana desde su

    llegada Tampico' cuando tuvo aviso de que las tropas regulares que cubran el Estado de

    Tamaulipas entre las cuales se contaba el batalln de Pueblo Viejo, as como las milicias,

    bajaban por los "Corchos" para provocarle un combate. Los principales jefes iban la ca-

    beza de estas tropas, eran don Juan Cortina y don Andrs Ruiz Esparza. En el momento que

    Barradas recibi aviso de este movimiento, dispuso el 9 de Agosto la salida de cuatro com-

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    paas del primer batalln, cuatro del segundo y dos del tercero (en todo mil hombres) las

    rdenes del comandante don Juan Falomir cuya fuerza sali con direccin los "Corchos" por

    el rumbo conocido con el nombre de Camino viejo de Victoria". De manera que los historia-

    dores mexicanos colocan los "Corchos" entre Cabo Rojo y Tampico y Barradas lo coloca

    entre Tampico y Victoria.

    Encontrados los mexicanos en los "Corchos" fueron batidos segn Barradas por los mil

    espaoles; habiendo tenido los primeros 97 muertos, 132 heridos y 180 prisioneros. Si lamayor parte eran cvicos, stos, cuando se portan muy bien, casi como hroes aguantan

    perder cinco por ciento de su efectivo: luego segn las bajas deba haber en los "Corchos"

    4000 mexicanos; y si admitimos bajas de 1040, que ya corresponden buena tropa, el n-

    mero de mexicanos deba haber sido.

    No cabe duda que la jactancia espaola hizo que Barradas diera su triunfo de los "Cor-

    chos" una importancia que no pudo haber tenido. Jams! entindase bien: jams un coro-

    nel se le ha confiado en Mxico el mando de 2000 hombres, menos el de 4000. En 1829 un

    coronel mandaba lo ms 400 hombres. Cuando en 1829, haba reunidos 2000 hombres

    haba su frente por lo menos dos generales de brigada. Basta que Barradas confiese que la

    fuerza mexicana estaba mandada por un simple coronel, probablemente de cvicos, para que

    deba considerarse imposible que sta en los "Corchos" pasase de 500 hombres.

    Sin meterse investigar la verdad completa sobre la importancia de los triunfos espao-

    les, s se puede decir, que desde que Barradas desembarc, hasta el da 9 de Agosto, todos

    los historiadores serios mexicanos estn de acuerdo, sin excepcin, en que no fu derrotado,

    y que por el contrario, obtuvo el triunfo en todos los encuentros los cuales dan poca impor-

    tancia.

    "Entre tanto, el general Don Felipe de la Garza, con una divisin respetable, se dirigi ha-

    cia Pueblo Viejo, tratando de reducir la expedicin espaola un estrecho crculo, para lo

    cual haba ya situado diversas fuerzas en distintos puntos. El brigadier Don Isidro Barradas,

    al saber el movimiento emprendido por la Garza, y despus de oir el parecer del entendido

    jefe de Estado Mayor Don Fulgencio Salas, sali de Tampico con una columna de dos mil

    hombres, al encuentro del general mexicano, que, aunque llevaba una fuerza de cinco mil

    hombres, se compona una gran parte de ella de milicias, que, aunque de gente valiente, no

    poda tener la disciplina y la instruccin militar de las tropas de lnea. Cerca an del punto desalida y en el sitio llamado el Bejuco 6 Bejucal, orden Barradas que su fuerza se dividiese

    en dos secciones, una por la extrema derecha en direccin al ro Pnuco, y la otra por el sitio

    de las lomas, marchando por el centro, una compaa de cazadores, extendida en orden de

    guerrilla. Colocada de esta manera la fuerza expedicionaria, rompi al inmediato da el fuego

    la expresada guerrilla, cuyos extremos se hallaban fuera del alcance de vista de las dos sec-

    ciones."

    "Esto hizo creer al general Don Felipe de la Garza, que la fuerza espaola no era ms que

    la que haba entrado en accin y sus tropas se lanzaron paso de carga, pero sin orden mili-

    tar, pues como he dicho eran milicias en su mayor parte. La guerrilla, por movimiento estra-

    tgico, se repleg, haciendo fuego en retirada, hasta que bien calculado el tiempo, di lugar

    que la seccin de la izquierda les presentase la batalla, mientras la de la derecha se cerr

    ocupndoles su retaguardia; cuya operacin se verific en la calle real de Pueblo Viejo. Vin-dose las fuerzas de Garza atacadas por tres puntos diferentes, la voz de: ;Viva el Rey! se

    hallaron sin poder moverse, en medio de la expresada calle Real, entre los dos batallones

    expedicionarios que por uno y otro lado les impedan el paso. Intil hubiera sido todo esfuer-

    zo para resistir en aquellas circunstancias en que se vean cogidos entre dos fuegos. El gene-

    ral Don Felipe de la Garza, que se hallaba la cabeza de sus soldados, deponiendo su actitud

    hostil, pidi hablar con el brigadier Barradas, dndose, lo mismo que su tropa, por prisione-

    ros de guerra. El jefe espaol le recibi con agrado, y en la conferencia que tuvieron, al de

    ararse Garza prisionero, Barradas le contest que poda irse libre, bajo palabra de honor de

    no volver hostilizarle..."

    Nuestros historiadores educativos omiten hablar de este hecho de armas altamente ver-

    gonzoso para Garza y sus fuerzas. La versin de Zamacois que acabo de copiar es la versin

    oficial espaola; y si Barradas miente por qu no lo dicen y lo prueban? Porque ignoran loque oficialmente comunic Barradas su gobierno? Esto fu publicado en la Habana tan lue-

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    go como lleg Barradas esa ciudad y comunicado Mxico, por la va de Nueva Orleans.

    Por qu nadie lo ha desmentido en el curso de setenta y tres aos? Zamacois imprimi su

    volumen x1, en que habla sobre la expedicin de Barradas el ao de 1879, y afirma que di-

    cho jefe con dos mil hombres hizo prisionero al general Garza que tuvo 5000. Por qu nadie

    ha impugnado lo que dijo Zamacois hace veinticuatro aos en Mxico y pblicamente? La

    edicin que poseo de la Historia del Sr. Prez Verdja es de 1900; ha dispuesto este historia-

    dor de la niez, de nueve aos para conocer lo que dice Zamacois y combatirlo. Todo histo-riador est obligado informarse de lo que dicen sobre un hecho notable, como es la expedi-

    cin de Barradas, las dos partes contendientes. Para entender bien la guerra Franco Alemana

    y no ser sorprendido, engaado enseado medias; hay que leer los autores alemanes y

    franceses. Esto es ms necesario en Mxico, donde tristemente se especula con la vanidad

    pblica, ocultando verdades desagradables y sirviendo frecuentemente mentiras halagado-

    ras.

    Yo no me atrevo afirmar que todo lo que oficialmente dice Barradas y sus historiadores

    es exacto; pero tampoco tengo pruebas ni razonamientos para asegurar que toda la versin

    espaola sobre la expedicin de 1829, es falsa. Todo lo contrario, dos historiadores que vi-

    vieron en 1829; Zavala y Surez Navarro, siendo el primero notable hombre pblico, for-

    mando parte del gabinete mexicano que dirigi la defensa contra Barradas; y el segundo, el

    panegirista del general Santa Anna; afirman que la conducta de Garza fu equvoca, y Zava-la le califica con firmeza de cobarde.

    "El general Don Felipe de la Garza quien hemos visto en el tomo primero, levantarse

    contra Iturbide y luego pedir gracia: recibir a ste incauto caudillo en Soto de la Marina y

    conducirlo al suplicio; ese mismo Garza fu encargado por el general Tern de hacer un re-

    conocimiento de las fuerzas del enemigo y sin resistencia con muy poca se puso l mismo

    en manos de los invasores en donde permaneci corto tiempo. Pas despus al campo del

    general Santa Anna y este jefe despojndole de toda autoridad, en lugar de sujetarlo un

    consejo de guerra como deba hacerlo, lo envi a Mxico con comisiones que ni uno ni

    otro convenan. Inform al general presidente contra Garza en su comunicacin oficial, y este

    asunto qued cubierto con el velo del misterio sin poder saber, si Garza fu un traidor, un

    cobarde y vil mexicano."

    Tocaba pues nuestros historiadores haber a arado ese misterio y decirnos lo que real-mente hizo Garza, que debe haber sido muy grave, puesto que Zavala afirma que Santa

    Anna deba consignarlo un consejo de guerra y que lo despoj de toda autoridad. En efec-

    to, Garza era comandante general de los Estados internos de Oriente cuando desembarc

    Barradas y fu removido sustituyndole el general Mier y Tern.

    Surez Navarro, que mereci el aprecio y confianza del genera] Santa Anna, dice respecto

    de Garza: "El comportamiento del general Garza est envuelto bajo el velo de mil conjeturas

    desfavorables. Desempeaba las funciones de comandante general de los Estados internos

    de Oriente, y con tal investidura pudo haber hecho mucho oportunamente: nada hizo. En un

    encuentro con ellos, al hacer un reconocimiento cay prisionero, entr en plticas con los

    enemigos y volvi su campo como si nada hubiera ocurrido. El general Santa Anna no po-

    da tener en sus filas un jefe que as se portaba: le despoj del mando y le envi Mxico

    dando parte de lo ocurrido. La historia no sabe si este militar que condujo al cadalso Itur-bide, era un cobarde un traidor.''"

    Lo que no dicen Zavala ni Surez Navarro, es si Garza cay se di por prisionero, solo

    con una corta fuerza con toda su fuerza. Zavala culpa Garza de haberse entregado pri-

    sionero sin resistencia con poca resistencia; lo que prueba que en su concepto debi Garza

    haber hecho gran resistencia. Pero si estaba solo no poda hacerla, ni la ley militar obliga

    un jefe que solo acompaado de una corta fuerza, hace un reconocimiento, hacer grande

    ni pequea resistencia. En suma, los historiadores Zavala y Surez Navarro afirman que

    hubo algo parecido lo que oficialmente dice Barradas respecto de Garza, no habiendo duda

    de que ste jefe fu prisionero de Barradas durante corto tiempo.

    A la accin en que, como queda referido, fu hecho prisionero el general Don Felipe de la

    Garza, se sigui la del punta llamado el Chocolate, dada por el jefe de Estado Mayor Don

    Fulgencio Salas, con novecientos ochenta soldados expedicionarios, al brigadier mexicanoRojas, que tena una divisin de dos mil hombres, inuso doseientos soldados de caballera del

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