160 villanueva salvador yo estuve en venus

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  • 7/25/2019 160 Villanueva Salvador Yo Estuve en Venus

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    YO ESTUVE EN VENUS

    SALVADOR VILLANUEVA MEDINA

    Del original:

    HABLEMOS DE VENUS

    Salvador Villanueva Medina

    Tercera edicin

    Colombia 1973

    Ofrecido porVenerabilisOpus.org

    Dedicados a preservar el rico patrimonio

    cultural y espiritual de la humanidad.

    http://www.venerabilisopus.org/es/http://www.venerabilisopus.org/es/http://www.venerabilisopus.org/es/http://www.venerabilisopus.org/es/
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    PROLOGO

    Conozco muy bien a Salvador Villanueva Medina, autor del presente libro. Esamigo. En nombre de la verdad debo decir con cierto nfasis que este es un hombre

    totalmente prctico; nada tiene de fantstico; nunca lo hemos visto en ensoacionesde ninguna clase.

    En el pasado se gan la vida como chofer y ahora lo hemos visto dedicado aeso que se llama mecnica de automviles. Es si, un hombre ejemplar, fuera de todaduda. Magnfico esposo, padre honorable de familia, buen amigo, etc.

    El presente libro no le ha dado ms que amarguras. Su obra se hareproducido en muchos idiomas, se conoce en pases como Alemania, Japn,Estados Unidos, etc. etc. etc.

    Salvador Villanueva Medina no ha ganado un centavo con este libro; emperose venden por doquiera millones de ejemplares y eso de por s es asombroso.Salvador ha renunciado a sus derechos de autor por amor a la humanidad doliente.

    Este hombre cuenta sencillamente lo que le sucedi y eso es todo. Consideracomo un deber narrar a sus semejantes lo que le acaeci y nada ms; no andabuscando dinero; dice la verdad y nada ms que la verdad.

    Algunos psiquiatras examinaron a Salvador, llegando despus de muchosanlisis a la conclusin lgica de que este autor es un hombre inteligente, cabal,

    equilibrado.As como a l le sucedi algo notable cual fue el haber sido llevado al planeta

    Venus, a cualquier otra persona le hubiera podido suceder lo mismo. Salvador selimita a relatar el hecho y eso es todo.

    La casa Phillips examin muestras de tierra y plantas extradas del lugar dondeel mencionado autor encontrara la nave que le condujera a Venus; llegaron loscientficos a descubrir un extrao desorden atmico y molecular en dichas muestras.

    La nave dej huellas que los cientficos fotografiaron debidamente: As puesel hecho o hechos narrados por Salvador tiene pruebas irrefutables; bases

    formidables.

    EL MOVIMIENTO GNSTICO CRISTIANO UNIVERSAL est de plcemes coneste gran evento csmico cuyo personaje central fuera Salvador Villanueva Medina,hombre sincero y honrado.

    Siempre hemos dicho que la tierra no es el nico mundo habitado y esto haquedado totalmente demostrado con el caso vivido por Salvador. Varios terrcolas

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    han sido llevados a otros mundos como lo pudo evidenciar Salvador al encontrar enVenus a dos Franceses que de ninguna manera desean volver a la tierra.

    Antes de el cataclismo final que se avecina, sern sacados de este mundo enque vivimos los elementos ms dignos; la flor y nata de nuestra gente terrestre.

    Si Ud. querido lector quiere ser uno de esos elegidos, uno de esos pocos quepuedan ser llevados a otros mundos del espacio infinito, antes de la hora postrera,escrbanos, estudie nuestros libros, ingrese al MOVIMIENTO GNSTICOINTERNACIONAL.

    P Z INVERENCI L

    S M EL UN WEOR

    PARA QUE TODOS SEPAN...

    La experiencia vivida por Don Salvador Villanueva Medina en 1953 ha dadoorigen a este libro, el cual ha sido traducido ya a 6 idiomas; tan solo en Alemania sehan vendido 80 mil ejemplares; el propio Don Salvador Villanueva Medina, harenunciado a todos los derechos literarios para demostrar as que la magnitud de

    esta experiencia no fue para que l lucrara.

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    A MANERA DE PROLOGO

    El mes de agosto ha resultado para m significativo, pues fue en l cuando vila luz primera, aunque de ello a la fecha ha transcurrido cerca de medio siglo.

    Fue tambin en un mes de agosto cuando tuve el privilegio mayor que unindividuo pudiera desear. En ambos casos la aventura ha sido sin mi conocimiento.

    La primera puede acreditarse con mi nacimiento; la segunda resulta difcil deprobar porque ni siquiera haba testigos; pero ha salido esta ltima ms rica enincidentes que la primera.

    De stos, el que ms hondas races ech en mi nimo, se lo debo a un chofer.Fue l la primera persona que se puso a mi alcance cuando terminaba estafantstica aventura. Se me hizo fcil desbordar mi optimismo sin imaginar siquiera

    sus consecuencias que me situaban en el lmite de lo sublime y lo ridculo.

    Pero trat de aprovechar mi experiencia. De ah en adelante, anduve conmayor cuidado, aunque a decir verdad a esta tctica tampoco pude sacarle granprovecho.

    Confieso que, despus del primer descalabro, con suma facilidad hubieraencerrado dentro de mi ser la gloriosa experiencia, aunque a las personas que lapropiciaron les haba prometido hacerla pblica. Durante ao y medio hice casoomiso de esta promesa y me apoyaba, para hacerme fuerte, en que mi preparacin

    intelectual era nula. Estas gentes insistieron asegurndome que se valdran de algnmedio para ayudarme en el trascendental cometido.

    No me pareci raro ver en las primeras planas de los peridicos noticiasacerca de personas que haban tenido experiencias similares a la ma, aunque demenor magnitud.

    De nuevo empez a bullir dentro de mi la curiosidad por saber si me creeran.Me propona contrselo todo a un intelectual y creo que estuve atinado en laeleccin.

    Por aquellos das un periodista que bajo el seudnimo de M. Ge Be escribauna serie de artculos sobre el tema llam ni atencin. Por la seriedad con queactuaba, decid interesarlo mandndole una parte del relato, pues no podadesterrar de m la incertidumbre que provocara el amigo chofer y por lo tanto juzgoque de nuevo comet un error, no contndole a este hombre la experiencia con lujode detalles.

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    Porque ahora era l quien tomaba con recelo mis palabras y, aunque me diooportunidad de justificarme, creo que no la supe aprovechar, ahondando ms ladesconfianza.

    Por esos das estaba en Mxico de vacaciones un matrimonio norteamericano,

    que haba tenido oportunidad de ver una nave espacial a poca altura y lesentusiasm tanto que decidieron documentarse debidamente y dictar algunasconferencias.

    En Mxico se pusieron en contacto con el seor M. Ge Be, quien tuvo lagentileza de invitarme a la primera conferencia dictada por ellos en la capital.

    Concurrieron a sta unas trescientas entusiastas personas, la mayoradocumentadas y algunas con experiencias personales.

    Tambin los periodistas hicieron acto de presencia, por lo que result

    interesante el nuevo incidente que iba a aumentar mi acervo personal.En compaa de mi hijo mayor, ocupamos un rincn del saln, dejando que

    transcurriera el acto. Los nimos se caldearon. Varias personas subieron al estrado arelatar su experiencia, aumentando el inters de los concurrentes.

    De repente, la persona que dictaba la conferencia, en un recurso de oratoria,pregunt si alguno de los presentes haba establecido contacto con los tripulantes delas naves espaciales.

    La pregunta hizo un efecto fulminante en m que, sin saber con certeza el

    alcance de mi repentina decisin y sintiendo que una fuerza extraordinaria meobligaba a ello, levant la mano, siendo invitado al estrado ante la expectativageneral.

    Solo haba caminado unos pasos, cuando ya estaba arrepentido; pero seguadelante. Afortunadamente me trataron con cortesa, y hasta hubo un gran escritor,don Francisco Struk, all presente, que sali en mi defensa, dando crdito a mispalabras, en lo que se calm la efervescencia que haba provocado.

    Los norteamericanos se interesaron en la investigacin de mi relato y, encombinacin con el seor M. Ge Be, me invitaron a que les enseara el lugar en que

    vi y abord la nave.

    En esta ocasin nos acompa un ingeniero militar, profesor de matemticasde nacionalidad norteamericana, y Salvador Gutirrez, joven experimentadofotgrafo de prensa. La excursin fue un xito.

    El ingeniero guiado por m, hizo clculos y no tardamos en localizar el sitioexacto, comprobando las dimensiones del aparato. Esto me hizo recobrar la

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    confianza que me haba hecho perder el amigo chofer, y adquir un nuevoconocimiento: que las naves aludidas dejan donde aterrizan, siempre endespoblado, una huella.

    En el caso que nos ocupa, como aterriz en un lugar cubierto de vegetacin

    que alcanzaba gran altura, sta fue quemada en forma rara, para nosotrosdesconocida y as estaba ao y medio despus.

    Trajimos muestras de tierra, de dentro y fuera de la huella, que fue analizadaen los laboratorios Phillips, y se pudo comprobar que en ambas muestras haba unadiferencia molecular muy marcada. Poco despus vino de California, E.-U., el seorJorge Adamski. Dict tambin una conferencia sobre el tema en el teatroInsurgentes, y asegur que haba tenido numerosos contactos con los tripulantes delas naves.

    Le fui presentado en casa del seor M. Ge. Be. y me limit a contestar suspreguntas; pero sin extenderme.

    Tena entonces la firme conviccin de que ninguna de las personas que habaconocido, gozaran de mayor experiencia que yo, y me pareca que slo buscabanpara su provecho personal mis confesiones.

    Tambin pas por esta capital el escritor ingls Mr. Desmond Leslie y tuveoportunidad de conocerlo y acompaarlo durante da y medio, gracias al inters delacucioso investigador y periodista seor M. Ge. Be. que no se daba punto de reposopara aprovechar cuanta oportunidad se le presentaba para investigar mis

    experiencias.Debo aclarar, como ya dije antes, que tampoco al periodista le haba contado

    la experiencia completa. Como a las dems personas, me limit a relatarle solo unaparte, ya que el resto lo juzgaba inverosmil. Tema que me ridiculizaran, puesentonces ya crea justo que nadie creyera lo que no haba visto con sus propios ojos.

    Sin embargo, segua haciendo estragos en mi mente la promesa que les habahecho a los tripulantes de la nave espacial.

    Y ste es el motivo por el que decid escribir mi relato con amplitud y sin las

    limitaciones que impone el periodismo. Espero que perdonen mi osada.Para las personas versadas en telepata, relato al final de este trabajo algo

    que he tenido el martirio de captar sin poder descifrar enteramente; pero que juzgocomo un apremio cumplir mi palabra empeada.

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    CAPITULO 1

    Corra la segunda decena del mes de agosto de 1953... Cubriendo un turnoen un carro de alquiler, serv a unos norteamericanos, hombre y mujer, que me

    pidieron que les recomendara a un chofer que les ayudara a manejar un coche a losEstados Unidos, por la carretera de Laredo. Contra mi costumbre, me interes eltrabajo y me puse a su servicio, saliendo dos das despus. El auto era un magnficoBuick modelo 52 que avanzaba con facilidad. A la pareja le urga llegar y nosturnbamos manejando el vehculo.

    Llevbamos recorridos menos de 500 kilmetros, 484 para ser exactos,cuando se produjo un ruido en la transmisin del coche. Paramos, temerosos decausar un desperfecto grave.

    Mis acompaantes decidieron regresar en busca de una gra, ya que en plenacarretera y sin herramientas resultaba imposible hacer alguna reparacin.

    Cuando mis improvisados patrones se alejaron, saqu el gato de defensa conobjeto de investigar de dnde provena el ruido. Lo coloqu, levantando una rueda;eche a andar el motor conectado a la transmisin y me deslic por debajo, para orcon mayor claridad.

    Estando en esa posicin o que alguien se acercaba, pues se escuchabanpasos en la arenilla que se acumula en la orilla de la carretera. Alarmado, ya quecuando mis improvisados patrones se fueron y me met debajo del coche no haba

    visto a nadie cerca y el lugar es despoblado, trat de salir lo ms rpidamenteposible.

    No acababa de hacerlo cuando o una voz extraa que en perfecto espaolme preguntaba qu le pasaba al coche. No contest, sino que acab de salir,quedando sentado y recargado en la carrocera.

    Tenia frente a m, como a metro y medio, a un hombre extraamentevestido, de pequea estatura. No media arriba de un 1 metro 20 cms. Se cubra conun uniforme hecho de material parecido a la pana a un tejido de lana.

    No tena ms parte visible que la cabeza y la cara, cuyo color resultabasorprendentemente parecido al marfil. Su pelo, platinado y ligeramente ondulado,le caa un poco ms abajo de los hombros y por detrs de las orejas.

    Estas, las cejas, la nariz y la boca formaban un conjunto maravilloso, quecompletaban un par de ojos verde brillante que recordaban los de una fiera. Llevaba

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    un cinturn grueso redondeado en sus bordes, lleno de pequesimas perforacionesy sin unin aparente.

    Tena un casco parecido a los que se usan para jugar foot ball americano, unpoco deformado en la parte trasera.

    A la altura de la nuca, en dicho casco, haba un abultamiento del tamao deuna cajetilla de cigarros cubierta a su vez de perforaciones desvanecidas en susbordes.

    A la altura de las orejas, se vean dos agujeros redondos como de uncentmetro, de los que salan gran cantidad de alambritos delgados y temblorosos,que aplanados sobre el dorso del casco formaban una circunferencia como de trespulgadas y media.

    Estos alambritos y la protuberancia eran de color azul, igual que el cinturn

    y una cinta al parecer metlica en que remataba el cuello del uniforme.Este y el resto del casco eran de color gris opaco.

    El hombre se llev la mano derecha a la boca para preguntarme si nohablaba.

    Me result alucinante el sonido sonoro musical de su voz, salido de una bocaperfecta que enmarcaba dos hileras de pequeos y blanqusimos dientecillos.

    Haciendo un esfuerzo me levant, dndome un poco de valor al notar misuperioridad fsica.

    El individuo me animaba esbozando una sonrisa llena de dulzura; pero yono sala aun de la rara impresin que me produjo la sbita aparicin de aquel tipotan singular.

    Como no me sintiera obligado a contestar, le pregunt a mi vez si eraaviador.

    Haciendo derroche de amabilidad me contest que si lo era, que su avin,como nosotros le llambamos, estaba a poca distancia.

    Reconfortado con su contestacin, se me ocurri invitarlo a subir al coche.

    Haca un airecillo fro, bastante desagradable, que aumentaba de cuando encuando, al pasar algn vehculo a gran velocidad.

    La oscuridad nos empezaba a cubrir y el hombre, en vez de aceptar o deagradecer la invitacin, procedi a acomodarse el casco cuidadosamente, dejndoseor un ruido muy parecido al que produce un automvil en marcha a gran

    velocidad.

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    En las perforaciones del cinturn comenz a prender y a apagar conprofusin diversas luces, que aumentaban de intensidad.

    El hombre alz el brazo derecho como despidindose, se acerc a unmontculo de tierra, lo alcanz con agilidad y salt al bosque que bordea la

    carretera.Pasado un momento me sub al mismo y trate de buscarlo, localizando a

    cierta distancia la franja luminosa de su cinturn que semejaba un grupo numerosode lucirnagas.

    All estuve hasta perderlo en la oscuridad del bosque.

    Regres al coche, quit el gato, y por consejo de unos motociclistas vigilantesde caminos que pasaban, lo saqu del asfalto, acercndolo al borde en que estabaparado.

    Me acurruqu en el asiento, cavilando sobre aquel extrao ser y pens quequiz fuera en verdad algn aviador que haba sufrido un accidente o percance ytuviera el avin destrozado en el bosque. Por fin me qued dormido.

    Debi haber pasado bastante tiempo, pues estaba profundamente dormidocuando fuertes golpes dados en el vidrio de la puerta delantera derecha medespertaron.

    Como a primera vista descubr a dos personas fuera del coche. Imagin quefueran los dueos del mismo que regresaban.

    Sin pensarlo, abr la puerta, y mi sorpresa fue mayscula al encontrar queera mi conocido, ahora en compaa de otro individuo con su mismo aspecto y

    forrado de igual manera.

    Sin darme cuenta, los invit a subir, cosa que aceptaron de inmediato.

    Fue as cuando, por primera vez, sent la extraa sensacin de que aquellosseres eran algo superior a m.

    Como si fuera una premeditada advertencia, al estirar el brazo derecho sobreellos tratando de ayudarlos a cerrar la portezuela, sent un dolor agudo como el que

    produce un golpe repentino dado en un codo, seguido de un entumecimiento queme paraliz momentneamente el brazo.

    Fue tan fuerte la impresin que, instintivamente, me apret hacia el ladoizquierdo, poniendo espacio por medio.

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    Un momento despus se dej sentir un calorcillo emanado de sus cuerpos de sus uniformes, que por cierto resultaba agradable, ya que en esa poca latemperatura en la regin es fresca.

    Sin presentaciones de ninguna especie, el que antes me haba visitado, que

    quedaba en el centro, me pregunt si haba logrado arreglar el coche.Le contest que no llevaba herramientas suficientes para intentar una

    reparacin en forma y por lo tanto no tena ms remedio que esperar a misacompaantes que haban ido en busca de auxilio.

    Sigui un momento de expectacin, y me di cuenta que trataban deobservarme con cierto entusiasmo.

    Prend las luces interiores del coche y, solo por preguntar algo, les dije sieran europeos. Lo perfecto de sus facciones me hacan comprender que no

    pertenecan a una raza al alcance de mis conocimientos.Sonriendo ligeramente me dijo el que estaba en medio, que era el que

    llevaba la conversacin, que eran de un lugar mucho ms distante de lo que yoconoca o pudiera imaginar.

    Eso del lugar me produca cierta sensacin extraa; pero no se me ocurrapensar en otros planetas, sino en otros pases. Nuestro lugar, dijo, est mucho mshabitado que ste.

    Es difcil encontrar mucho espacio entre gente y gente. Luego el hombre se

    solt a hablar tanto que yo qued perplejo.Hacan contraste, ste con su locuacidad y su acompaante con su mutismo.

    El segundo, que resultaba mas lleno de cara y ms robusto en general, solohaca pequeos movimientos de cabeza, dejando algunas veces al descubierto suspequeos dientes, que se destacaban por su blancura, pero sin pronunciar palabra.

    El bajito sigui diciendo que a su lugar se le poda llamar una ciudadcontinua, que lo cubra todo, pues sus calles se prolongaban sin fin, que stas nuncase cruzaban al mismo nivel, que haba tal cantidad de vehculos y era tanta sudiversidad que fcilmente me quedara asombrado.

    Asegur que dichos vehculos no usaban combustibles minerales, nivegetales, pues los gases de esta clase de combustibles resultan daino a losorganismos.

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    Tambin manifest que la fuerza de propulsin se la proporcionaba lomismo el calor central de su planeta, que el sol, ya que eran fuentes inagotables deenerga.

    Sigui diciendo que, a lo largo de sus banquetas, corran bandas sin fin que

    ahorraban esfuerzos a los transentes y que la gente jams ocupaba el arroyo de lacalle, pues ste era metlico y conductor de la fuerza con que se impulsaban susnumerosos vehculos.

    Estos son totalmente diferentes a los que ustedes usan.

    Vers que con el material y el espacio que ustedes emplean para transportarseis pasajeros, nosotros llevamos veinticinco, en algunos casos hasta cincuenta y esosolo en el primer piso.

    Lo dijo recorriendo con la vista el interior del espacioso automvil que

    ocupbamos.Pero los tenemos hasta de diez pisos.

    Todo esto me estaba amoscando, ya que no sabia de ningn pas en nuestromundo que no usara en parte de sus vehculos alguna clase de combustible.

    Poda ser que los hubiera demasiado poblados, pero hasta ah llegaba la cosaen cuanto a sus ciudades.

    Tampoco saba que las hubiera mecanizadas hasta ese grado. Aquelloshombres me estaban pareciendo un par de bromistas. Pregunt cmo hacan para

    producir legumbres, ya que estaban tan poblados.La pregunta la hice en broma; pero l tranquilamente me contest: Que

    haca mucho tiempo cultivaron legumbres en mucho mayor nmero de las quenosotros conocemos.

    Lo hicieron en perforaciones, empleando las paredes para ese fin, por lo queresultaban hortalizas interiores e subterrneas.

    Algo de esto me pareci lgico. Otras cosas decididamente no. Ahora,tratando de orientarme, pregunt si tenan mar cerca. Me contest, como sin darle

    importancia a la pregunta, que solo tenan uno, pero que era tres veces msprofundo que el nuestro.

    La cosa me pareci burlesca, y le reproch su proceder. Los dos individuosexplotaron en una sonora carcajada que me acab de amoscar; pero llegu a pensarque posiblemente mi ignorancia era mayor de lo que imaginaba, y si he de decir

    verdad no me sent ofendido.

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    Ante mi impasibilidad, el hombre me espet: -- Espero que comprendas quete estamos hablando de otro planeta.

    -- De otro planeta? --pregunt entre indignado y asombrado.

    -- S, hombre, otro mundo como ustedes llaman a este en que vives.

    Creo que sabes que los hay? -- Claro que s lo s -- me apresur a contestar,pues la pregunta me pareci ofensiva.

    -- Hgame el favor! Cmo no voy a saber que existen otros planetas? Ytermin, para demostrar mis conocimientos en astronoma aseverando que, segnnuestros sabios, ningn otro planeta fuera del nuestro puede tener habitantesracionales.

    -- Qu les hace pensar tal cosa? -- me pregunta Acaso los deficientesmedios de que disponen para hacer sus clculos? No les parece demasiada

    pretensin creer que son los nicos seres que pueblan el universo? Aquello estabatomando un cariz ms serio de lo que yo haba pensado.

    De repente me volv a dar cuenta del dolor que todava senta en mi brazo ytambin de la rareza de aquellos tipos con sus uniformes y cinturones, con loscascos, lo raro del color de su piel, el de sus expresivos ojos y su extraa voz, a cuyosonido no poda encontrarle parecido.

    Para mi pobre intelecto, aquellas eran demasiadas pruebas.

    Decid seguir resistiendo y les dije que todo me pareca increble.

    -- Cierto, -- me contest --.

    Resulta increble para la mentalidad de ustedes; pero, dime, por qu resultaincreble?

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    CAPITULO 2

    La pregunta fue tan imprevista que me confundi.

    Al azar le contest que crea saber, por los clculos de nuestros astrnomos ymatemticos, que algunos planetas de los que forman nuestro sistema solar sondemasiado fros y otros demasiado calientes.

    -- Pues, bien.

    Te voy a poner un ejemplo sencillo: ustedes tienen lugares extremadamentefros y sin embargo viven en ellos gentes que, sin artificios ni ayudas mecnicas deninguna naturaleza, logran subsistir, valindose tan solo de sus propios medios.

    Ahora imagnate a esos mismos individuos dotados con los elementosnecesarios, tiles para formar el clima o el ambiente que necesiten.

    Qu les puede importar la distancia a la que estn del sol, si ste les da losmedios necesarios para protegerse y, adems, convertir lo perjudicial enbeneficioso? Ahora, otro pequeo ejemplo.

    Segu escuchndolo.

    -- Te habrs dado cuenta de que un individuo, valindose tan solo de unpequeo tanque en el que almacena lo que necesita para respirar, puede estar fuerade su medio, sin peligro de su estructura orgnica.

    El ejemplo ilumin mi cerebro y, sin perder tiempo, le pregunt: -- Ustedesdeben respirar algo distinto a lo que nuestro organismo est acostumbrado? --Claro, me contest, satisfecho.

    -- Pero yo no veo nada adicional.

    -- No ves nada porque, segn tu mentalidad, debe ser adicional; pero tocaaqu. Me lo dijo invitndome a tocarle lo que deba ser estmago y all se senta unaconsistencia semidura, diferente a cmo lo tenernos nosotros.

    Acto seguido complet la explicacin: -- Nosotros llevamos aqu lo que nosda vida.

    Inyecta directamente los pulmones.

    -- Esto s que es maravilloso - exclam con entusiasmo.

    Pero qu diablo!, me seguan asaltando las dudas.

    El lo advirti, por lo que me dijo que preguntara lo que quisiera, que l mecontestara.

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    Para principiar le dije que si venan de otro mundo, qu clase de vehculousaban? Me contest que ya me haba dicho que su nave estaba a poca distancia yque pronto iba a tener oportunidad de conocerla, si as lo deseaba.

    Revoloteaba en mi mente una pregunta, pero no encontraba la forma de

    hacerla sin ofenderlo.Se me ocurri que, siendo los adultos tan pequeos, cmo seran los nios.

    Y ante mi asombro, como si estuvieran leyendo en mi mente, contest a mipensamiento de la siguiente manera: -- Te voy a explicar lo que quieres saber, o sea,lo relacionado con los nios.

    En nuestro mundo no vemos a los nios en las calles.

    Desde que nacen, quedan bajo el patrocinio de lo que podemos llamargobierno, y ste se encarga de su control hasta que alcanzan la edad adecuada.

    Entonces se los clasifica de acuerdo con sus cualidades fsicas y mentales y seles asigna determinado lugar, donde hacen falta.

    Generalmente se lleva a cabo esta operacin por parejas, hombre y mujer yse me ocurri preguntarle cmo hacan para aclimatar a un individuo de una zonafra a una caliente, o viceversa.

    -- Como vers este problema no lo tenemos.

    Por la sencilla razn de que todo nuestro mundo goza de un solo climauniforme y ste no es natural, sino artificial, creado por nosotros mismos.

    Comprenders ahora que gozamos de un solo clima, benigno, sin tener comoustedes regiones extremas.

    Por lo dems nuestra poblacin no nos permitira ese lujo.

    Aquello, para m, ya iba en vas de un total convencimiento.

    Todo me pareca favorable a lo que l aseguraba y ya me empezaba aparecer lgico.

    De nuevo mi mente dio cabida a otra pregunta.

    Estaba relacionada con su nico mar, y no acababa de formarla cuando lcort el pensamiento: -- Ya te dije que tenemos un mar y ste contiene tanto lquidocomo todos los vuestros juntos.

    De l sacamos todos los materiales, los que usamos para construir nuestrosedificios, para confeccionar nuestra ropa, para fabricar nuestros vehculos y un 60 ms del porcentaje de nuestra alimentacin.

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    Prosigui: -- Nuestros barcos actuales no son como ustedes los conciben yconstruyen. Los nuestros lo mismo estn en el aire que en el agua o en algn otrolugar sin peligro de ninguna especie.

    En dicho mar tienen asiento, a grandes profundidades, descomunales

    fbricas con sistemas diferentes a los que ustedes usan. Estos sistemas atraen a lospobladores del mar. All son seleccionados y aprovechados cientficamente.

    Ante mi asombro, aadi: -- Como comprenders, en nuestro mar no seproducen perturbaciones de ninguna especie, pues lo tenemos para nuestro servicioy bajo nuestro control y por lo tanto quedan eliminadas esas contingencias.

    Aquello ya se haba convertido para m en una incesante preocupacin.Ansiaba saber ms acerca de aquellas gentes. Le pregunt cmo era que hablabantan bien el espaol.

    Me contest que ellos podan en poco tiempo hablar cualquier lenguaje pordifcil que fuera; que, en su mundo, se hablaron, igual que en el nuestro, infinidadde idiomas; que ahora solo empleaban uno formado por las palabras ms fciles yque lo haban logrado en forma sumamente eficaz y sencilla.

    Le pregunt si conocan todo nuestro mundo.

    Me asegur que no solo lo conocan superficialmente, sino tambin sucontextura y todas las costumbres de las diferentes regiones por apartadas que anosotros nos parecieran.

    Que lo primero lo lograban con aparatos apropiados de los que estabandotadas todas sus naves y lo segundo con personas de ellos mismos, seleccionadas,las que ms se asemejaban fsicamente a nosotros.

    Las solan dejar bien provistas cerca del lugar que le interesaba investigar ylas recogan en el momento propicio. Me empezaban a preocupar los fines queperseguan en nuestro mundo.

    As, que, al preguntarlo, me contest, ilustrando la respuesta con algo dehistoria: -- La etapa por la que atraviesan ustedes ahora, la vivimos nosotros hacealgunos miles de aos.

    En nuestro mundo hubo guerras y destruccin, atrasos y adelantos; pero unbuen da lleg la ecuanimidad. Se derrocaron lderes polticos y se eligieron en sulugar sabios y destacados humanistas.

    En lugar de los ensoberbecidos, ambiciosos y egostas, que solo buscaban ellucro en su propio beneficio, que fueron aniquilados como los medradores, fueronpuestos hombres dedicados al mejoramiento colectivo.

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    Despus de una breve pausa: -- Hubo un cambio total en la administracinpblica y, poco a poco, fue desapareciendo la vanidad, que resultaba el mejor aliadode los explotadores, y acab asentndose firmemente la moral en todos susaspectos.

    Ahora nos gobiernan verdaderos sabios que procuran una mejoralimentacin, un mejor vestido, una mejor y uniforme educacin. Se acabaron losprivilegios.

    Ahora, en el mismo lugar, se educa fsica y mentalmente al queprobablemente desciende de ricos y al que desciende de pobres. El que durante esapoca de su vida se destaca, es destinado a donde puede desarrollar sus aptitudeslibremente y sin preocupaciones.

    An dijo ms: -- Desapareci totalmente lo que ustedes llaman Nacin oPatria. Solo somos ciudadanos de nuestro mundo. No usamos bandera, niidentificaciones de ninguna especie.

    Cada nio, al nacer es tatuado en alguna parte de sus pies. Es como unaficha que habla de su origen y facultades. As crece sin complejos, sano ylibremente.

    Las horas haban pasado rpidamente. Empezaba a clarear cuandodescendimos del coche.

    A decir verdad, no saba si era realidad lo que me haba pasado, pero debaserlo pues estaba a un solo centmetro de aquellos dos personajes, dispuesto a

    certificar lo que me haban platicado. Se adelantaron un poco, subiendo al borde detierra.

    Y de repente volvieron la cara, como tratando de sorprenderme en algnmovimiento sospechoso.

    Me di cuenta de que de sus cascos y cinturones salan sonidos intermitentesy en gran escala, subiendo a veces de tono hasta herir los odos.

    La curiosidad me invadi y no tuve ms remedio que preguntarle para qules servan dichos cinturones.

    La pregunta, al parecer, les llen de satisfaccin.

    El bajito fij su vista en el cinturn.

    Su acompaante solo se elev las manos a l, sin dejar de observarme.

    Pero su expresin era tal que daban a entender que, con aquella maravillapuesta, se sentan inmunes a cualquier peligro.

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    O por lo menos eso me pareci.

    Demostraban cario y seguridad sus vivsimos ojos, que fulguraban.

    Por fin, el bajito alz la vista y me dijo: -- Este es un aparato que sirve parainmovilizar cualquier mecanismo o enemigo.

    Ahora dime, prosigui, satisfecha tu curiosidad, tienes deseos de conocer lamquina? Ven con nosotros y rubric la invitacin con amplia y amable sonrisa.

    No me pareci digno desairarles.

    Por lo tanto, me apresur a seguirles.

    El terreno era lodoso.

    Nuestros hombres vadeaban los charcos, buscando lugares ms duros.

    De repente me di cuenta de que en los lugares donde asentaban los pies, el

    lodo se abra sin adherirse a ellos, con el mismo efecto que produce un fierrocaliente.

    Vi mis zapatos.

    Los llevaba totalmente cubiertos de lodo, alcanzando ste a mancharme laspiernas del pantaln.

    El descubrimiento me dio la sensacin de estar caminando tras dosfantasmas, e inconscientemente empec a rezagarme, aumentando la distanciaentre los hombres y yo, pero sin dejar de seguirlos.

    Aquello fue solo el principio de una serie de sorpresas, que se gravaran parasiempre en mi cerebro.

    Algunos metros ms adelante, sorpresivamente, tuve ante mi vista lamajestuosa nave de que me haban hablado.

    Emerga deslumbrante, rodeada de follaje, como gigantesco huevo endescomunal nido.

    Par en seco mis pasos y me puse a contemplar lo que tena delante.

    Una majestuosa esfera achatada se apoyaba en tres boyas que formabantringulo.

    Tena, en la parte superior, un cable ligeramente inclinado hacia dentro,como de un metro de altura, circundado de agujeros que semejaban ojos de bueycomo los que usan en los barcos.

    El conjunto era impresionante y daba la sensacin de una gran fortaleza.

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    Era de un color muy parecido al que se produce en un pedazo de acero alquemarlo contra un esmeril.

    Pero de una transparencia difusa.

    Cuando los hombres estaban como a metro y medio, ambos se llevaron la

    mano derecha hasta apoyarla en el cinturn, y en seguida se empez a dibujar y aagrandar una abertura en la parte inferior de la esfera, convirtindose finalmente enuna escalera.

    A guisa de pasamanos haba dos cables, al parecer elsticos, pues seflexionaban al apoyarse los hombres en ellos.

    Yo me haba quedado como a siete metros de distancia; pero, como la naveestaba en una hondonada, pude darme cuenta de que, efectivamente, los hombresno dejaban en los escalones ni una sola partcula del lodo que pudieran llevar en los

    pies.Pude ver tambin cmo el ms gordito se perda dentro y el otro se paraba a

    media escala y apoyndose en el pasamanos se volteaba para verme invitndome aque me acercase y, aunque algo me jalaba en direccin contraria, hice un esfuerzo ysegu caminando hasta colocarme a un metro de la nave.

    Algo deba haber cambiado dentro de mi ser, pues el miedo o recelo quehasta entonces haba sentido se troc en audacia.

    Empec a imaginarme que lo que tena enfrente no era ninguna nave, y

    hasta le encontr cierto parecido con una casa de exploradores de tipoconvencional.

    Cuando el hombre repiti su invitacin, decididamente avanc y empec asubir tras l.

    Salimos por una especie de claraboya o agujero redondo de poco ms omenos medio metro de circunferencia, a una plataforma horizontal.

    Cuando me di cuenta, el agujero por donde habamos entrado, haba sidosellado en forma inesperada.

    Ciertamente estaba impresionado; pero, a pesar de estar encerrado dentrode aquella cosa, la luz pasaba al travs, y la parte que deba dar sobre la escalerapor donde subimos, pareca de cristal, pues se poda mirar por ella hacia fuera conperfecta claridad.

    Empec a recorrer con la vista lo que tena a mi alrededor.

    Una pared bajaba desde el techo formando ngulo con la plataforma.

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    En esta pared se adivinaba algo que bien pudiera ser un respaldo aunqueresultaba demasiado alto.

    En ngulo con aquel deforme respaldo, pues era otra cosa, estaba lo quedeba ser el asiento, dividido en tres secciones, vistas desde enfrente, con algo que

    parecan tapas de los asientos pero stas haban sido levantadas hacia los lados.Deb parecerles un bobo en un bazar, pues los hombres se limitaban a

    observarme.

    Finalmente, el que hablaba espaol me invit a pasear un poco, pero ahorame pareci que aquello no se iba a levantar ni un centmetro con mi peso, por loque irnicamente le dije que me gustara probar.

    Me sealaron el asiento de en medio, ocupando ellos los de los lados.

    El asiento era mullido, en grado para m desconocido, y eso que llevo por lo

    menos las dos terceras partes de mi vida ocupando asientos de autos, por lo que nopoda negar que, con un asiento de esa naturaleza, me gustara dotar al cochedonde trabajo.

    Pero, esperen, que si el asiento resultaba sorpresivamente blando, elrespaldo resultaba superior, pues bastaba recargar un poco el cuerpo en l yfcilmente me perda en aquella masa agradablemente acogedora.

    Fueron bajadas las tapas e inmediatamente sent una ligera presin sobremis piernas y parte del abdomen.

    Ajustaban con tal presin y firmeza, que me daba la impresin de estarmetido dentro de una paca de hule esponja.

    Lo que estaba sobre mis piernas era nada menos que un tablero deinstrumentos.

    Al igual que cada uno de los lados, estos tableros eran gemelos, y desdecualquiera de ellos se puede operar la mquina.

    Me gustar mucho poder describir uno de estos tableros y voy a tratar dehacerlo.

    Son como una mesita rectangular, ligeramente inclinada hacia m.

    Junto a mi pecho, y resaltando notablemente sobre los dems instrumentos,haba una pantalla, no mayor que un faro de automvil de superficie convexa.

    Se la vea lmpida y luminosa, con asombrosa claridad.

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    Junto a esta pantalla, en los lados de la parte anterior, haba dosprotuberancias redondas, una blanca y la otra negra.

    Debo aclarar que los colores de todos los instrumentos eran luminosos, conms fuerza que la luz fluorescente que conocernos.

    Delante, junto a la mencionada pantalla, haba tres ruedecillas, doscolocadas en forma vertical y una en medio, en formato horizontal.

    Al lado derecho se vea una serie de teclas, la primera ancha y las demsangostas.

    A la mitad de la primera, este teclado empieza en la mayor, de color blanco,y conforme se alejan el color se va ennegreciendo hasta terminar en un negrobrillante.

    Hasta el extremo opuesto y a cada lado, haba al alcance de los dedos

    pulgares de los pequeos hombres, dos diminutos descansos para dichos dedos enforma de ngulo, hacia fuera.

    En el lado izquierdo, en hilera, igual que el teclado, surgan palanquitas enforma de pequeas raquetas o palmetas que se manipulan hacia enfrente.

    Finalmente, delante de la pantalla y aproximadamente al centro del tablero,haba cuatro piezas en forma de media luna, teniendo la parte inferior circular y lasuperficie plana.

    Basculaba por el centro, por lo que se advierten en cada una de ellas solo

    dos movimientos.Estas piezas forman una cruz.

    Se complementan dichos tableros con un cilindro colocado en el extremoposterior.

    Dentro de dicho cilindro, se mueven cinco secciones a diferentesvelocidades, teniendo las lecturas en forma diagonal.

    Convierte el color conforme gira, yendo del blanco al negro.

    As era poco ms o menos el tablero.

    En l se reproducen los movimientos de la mquina a voluntad deltripulante.

    Observando todo esto, no me di cuenta cundo empezamos a subir.

    El ascenso fue suave, lento y en forma vertical.

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    CAPITULO 3

    Pude ver a mis pies el coche abandonado.

    Seguimos subiendo, siempre en forma vertical y siempre teniendo a mis piesel coche como objetivo, vindolo por ltima vez en forma borrosa y no mayor que elauto de un nio.

    Mis acompaantes me instruyeron cmo operar la pantalla.

    Bastaba hacer girar cualquiera de las ruedecillas laterales, para atraer enforma ntida y precisa todo lo que haba fuera de la nave, tanto de la parte superior,como de la derecha, como de la inferior, de la izquierda, sirviendo la del centro queestaba en forma horizontal, para acercar la imagen hasta dar la impresin de queestaba a un metro de nosotros.

    Se me olvidaba mencionar que en el extremo derecho del tablero hay unabola incrustada en una cuenca y termina con una palanca redonda.

    Esta hace mover en toda la extensin de la pantalla un punto negro que sirvede mira cuando hay necesidad de usar diferentes armas, que ms tarde tratar dedescribir.

    Por fin todo qued cubierto de nubes y nosotros seguamos subiendo.

    Los hombres buscaban un claro para que yo pudiera ver nuestro planeta,pues pensaban, y con razn que aquello me iba a impresionar.

    Por mi parte, me senta tranquilo.

    Trat de hallar el motivo de esta tranquilidad, pues no me pareca normal.

    Mi carcter es nervioso por naturaleza y, adems nunca haba subido en unavin, y esto ya me pareca motivo suficiente para estarlo.

    Record que solo momentos antes de abordar la nave sent temor.

    Recordaba haber visto al gordito perderse dentro de la escala y ansiaba enaquel momento que el otro hombre hiciera lo mismo, para regresar volando a la

    carretera y meterme en el automvil, que me brindaba seguridad.Sin embargo, en un momento dado, desapareci aquel miedo, y ahora hasta

    indiferencia senta por la suerte que el coche pudiera correr, abandonado.

    Me empezaba a preocupar que estuviera bajo la influencia de aquelloshombres.

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    Sin embargo, trataba de alejar de mi mente aquellas preocupaciones, y medistraa observando cmo maniobraban en los tableros y mirando hacia fuera atravs de las paredes, comprobando el efecto.

    Hasta senta admiracin por la sencillez y maniobrabilidad de aquella nave,

    que hasta un nio podra manejarla.Cuando entramos en un espacio despejado, me indicaron lo que tenamos a

    nuestros pies.

    Confieso que, por muy resentido que fuera y aunque hubiera estado seguroque haba subido a la nave bajo alguna influencia extraa, me hubiera parecidoperdonable.

    Lo que tena al alcance de mi vista era un espectculo maravilloso, unaesfera ligeramente opaca, algo desdibujada, que por momentos se converta en una

    masa redonda y temblorosa como ensoada gelatina.Podra precisar que volbamos sobre la parte central del continente

    americano, ya que distingua con relativa facilidad, perdindose en un abismo sinfin, lo mismo la parte ancha de la Repblica Mexicana, que la parte ms angosta delcontinente.

    Luego los hombres me indicaron la pequea pantalla, aconsejndomeaccionara la ruedecilla central.

    Y por qu lo haba de negar, pues no tengo ni conozco palabras para

    expresar lo que sent, ni tampoco para describir lo que tena a solo unos metros demis asombrados ojos, que, para darles crdito, tena que apartarlos de la pantalla yvolverlos a travs de la pared de la nave que me pareca ms real, ms verosmil.

    Dentro de aquella pequea y clarsima circunferencia en la que, a micapricho y con solo mover aquel diminuto control, poda traer y reducir todo unmundo, hasta en sus detalles ms insignificantes y ver a nuestro alargadocontinente nadar en una masa lquida que se desvaneca en colores azul y rojo,hasta desaparecer sus contornos en un vaco infinito.

    Aquel increble espectculo se grab de tal manera en mi mente, que muchas

    veces he despertado sobresaltado sintindome en el vaco y atrado por aquellaenorme esfera que una vez contempl quizs sin mi voluntad.

    Cuando los hombres creyeron que era suficiente y lo creyeron porque si mehubieran consultado les habra pedido que me dejaran admirar aquello hastasaciarme; pero para ellos el tiempo contaba y pronto metimos en grandes masas denubes, algunas tan intensas que obscurecan el interior de la nave.

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    Aqu recib otra impresin maravillosa.

    Acabbamos de salir del obscursimo vientre de una negra nube cuando,intempestivamente, inund la nave una luz roja color sangre, vivsima, quecambiaba el aspecto de todo en el interior de la nave.

    Todo cambi de forma, las caras de los hombres se ven huesudas yespectrales y la ma debe haber tomado tambin aspecto terrible porque el pequeohombre se apresur a decirme que no tuviera temor pues era el sol quien nos estabadando ese color; pero a m ms me pareca estar dentro de un potente y rojoreflector.

    De repente ces el movimiento o mejor dicho la sensacin de que bamos avelocidades aterradoras.

    Y quedamos suspendidos en el aire.

    Ahora otra gran sorpresa no menos agradable que la anterior.

    Se trataba de un gigantesco disco color negro, deslumbrante, enceguecedor.Giramos lentamente alrededor de l, como reconocindolo.

    Los rayos del sol rebotaban en su pulida superficie.

    Estaba inmvil, como dejndose husmear por el ahora pequeo aparato queocupbamos.

    Por fin volvimos a quedar inmviles frente al gigantesco disco.

    Vimos cmo se abra en la parte superior una tapa de las mismasdimensiones que nuestra nave y tambin cmo esta se empez a deslizar dentro deaquel monstruo.

    Se senta perfectamente el roce en la parte inferior, a nuestros pies, como sise fuera deslizando en unos rieles.

    Dej de sentirse esta sensacin; se abrieron los tableros, dejndonos denuevo en Libertad; los hombres se pararon indicndome que los siguiera; se abri laclaraboya y por ella abandonamos aquella parte de la nave.

    La puerta de sta estaba abierta y por ella descendimos a una enormebveda en la que no haba ms columnas que las que formaban el aparejo dondequed ajustada nuestra pequea nave.

    Haba dentro una iluminacin intensa, sin quedar al descubierto la fuente.

    Ms pareca que todas las superficies al alcance de nuestra vista produjeranluz.

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    Los hombres se dirigieron ms all del lugar donde haba topado nuestranave, donde una pared cortaba la circunferencia, y yo tras ellos con unaindiferencia que solo al recordarlo me da escalofro.

    Poco antes de llegar a la pared, se desliz suavemente una seccin como de

    metro y medio por lado.Por all seguirnos, encontrndonos ahora en un espacio en forma de media

    luna.

    Ocupaba la parte de enfrente o sea la semicircular una especie de pantallapanormica de cine, solo que intensamente luminosa.

    Al pie de la pantalla una mesa larga y angosta, cubierta materialmente deinstrumentos, entre los que sobresalan gran cantidad de pequeas, peroincreblemente visibles cartulas con diferentes lecturas, destacaban tambin basta

    tres hileras de teclas, que semejaban las de igual nmero de pianos dispuestos paraun concierto y gran cantidad de protuberancias completaban aquel maravillosotablero, de instrumentos.

    Junto a ste, tres voluminosos asientos.

    Estaba tan distrado observando todo aquello, que no me haba dado cuentaque estaba rodeado de gentes, que completaban un total de ocho con mis amigos.

    Les ped perdn por mi indisculpable distraccin.

    Ellos me contestaron que estaban contentos de que dentro de su nave, que

    no era otra cosa el monstruo aquel, hubiera algo que llamara mi atencin.Cuatro de los que estaban all vestan igual que mis amigos.

    Los otros dos, indudablemente eran los jefes, pues su porte y aspecto engeneral denotaban no solo ms edad, sino una mayor personalidad, sin contar conque el uniforme que vestan era de un color marrn brillante que les daba unaspecto distinguido, una mayor jerarqua y, como si esto fuera poco paradiferenciarlos, bastaba observar la reverencia con que los otros los vean.

    Todo lo que me estaba pasando desde la maana en que bajamos del

    automvil me pareca tan irreal que empezaba a sentir una sensacin de vaguedadde la que tema volver de un momento a otro y encontrarme de nuevo en el coche.

    Pero no era as.

    Estaba vivo y bien despierto.

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    Los jefes de aquella nave me invitaron a que permaneciera con ellos algntiempo, pues, segn me dijeron, sentan verdadera satisfaccin en tener a unhombre de mi raza como invitado.

    Al lado derecho y frente a la enorme pantalla haba una hilera de camas,

    pues no creo que alguien de nuestra raza que las viera fuera a pensar que eran otracosa.

    Naturalmente que se diferencian algo de las nuestras; pero solo por susencillez, pues las tales camas se reducan a unos marcos como de metro y medio delargo y uno de ancho y dos pulgadas de grueso.

    El material de relleno era acolchonado, poroso, suave y deba estar sostenidopor alguna malla de material resistente y poco elstico.

    A lo largo de este marco y debidamente espaciados haba dos puos

    amuescados que, hacindolos girar, la cama cobraba posiciones diferentes,pudindose convertir en cmodo silln, sin patas de ninguna especie, pues el marcoaquel estaba empotrado en la pared y por lo tanto, convertido en silln, quedabacolgado o suspendido.

    Cumpliendo el ofrecimiento que me hacan de hacer una demostracin decmo trabajaba aquella maravillosa nave, fueron transformadas las camas, tomandoasiento, mis dos amigos, los jefes y uno ms de los que estaban en la nave.

    Los tres restantes se perdieron en los monstruosos asientos, junto al tablerode instrumentos.

    De repente se empez a or una especie de silbido agudsimo y la pantalla sedividi en tres bandas a todo su largo.

    La banda de en medio comenzaron a recorrerla unas luces rojas, queempezaban en los lugares ms inesperados y moran siempre en un extremo,aumentando de grosor a la mayora de las veces antes de desaparecer.

    Aquello me llam la atencin y pregunt de qu se trataba a uno de los jefes,pues yo ocupaba un lugar en medio de ellos.

    Me explicaron que eran partculas csmicas, que una poderosa fuerza derepulsin que generaba la mquina apartaban de nuestro camino, para que nocausaran dao a la nave.

    Aquello resultaba interesante, pues como se cruzaban en diferentesdirecciones, formaban figuras caprichosas que hubieran bastado para tenermeentretenido varios das sin aburrirme.

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    Es indudable que haba pasado mucho tiempo, pues el estomago me loestaba advirtiendo.

    Inesperadamente, uno de los hombres que nos acompaaba se par ydirigindose al lado izquierdo de cada una de las sillas hal una pieza que formaba

    parte de un largo y articulado brazo; luego se dirigi al rincn del ngulo contrarioal que ocupbamos y regres con dos pequeas charolas, una en cada brazo.

    Las charolas formaban un cuadro como de seis pulgadas y estaban divididasen cinco hondas secciones, cada una repleta de algo consistente, con un sabor tanagradable que me resultaba difcil encontrarle parecido con algo que hubieracomido antes.

    Pero no solo era de agradable sabor, tambin resultaba reconfortante engrado sumo.

    Poco despus de comer estos alimentos, sent una agradable satisfaccin dereconfortante optimismo que borraba de mi mente todos mis problemas y mispreocupaciones.

    Los ojos se me cerraban.

    Naturalmente, esto tena explicacin.

    La noche anterior casi no haba dormido, haba manejado lo menostrescientos kilmetros.

    Luego, las diferentes emociones por las que haba pasado y, si esto fuera

    poco, ahora estaba dentro de una fantstica nave rodeado de gente extraa.Extraa s; pero que haca sentirme el hombre ms importante de la tierra.

    Derrochaban amabilidad y gentileza, como si en verdad se sintieranobligados conmigo.

    Y, por qu haba de negarlo, me hacan sentir abochornado e insignificante.

    Por fin, no lo pude evitar por ms esfuerzos que hice y por ms que meresist, el sueo me venci y no supe ms.

    Cuando me despertaron, yo estaba transformado, aunque no haba cambiadode posicin ni de lugar.

    Todo lo que llevaba encima haba desaparecido.

    Ahora mi cuerpo se cubra con un uniforme parecido al de ellos, solo que sincinturn.

    Faltaba tambin la cinta del cuello, as como los zapatos.

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    Los que tena puestos, eran una especie de chanclas de una sola pieza, quecubra hasta los tobillos.

    Llevaba tambin un pantaln, tan ajustado como el de un torero.

    Lo senta materialmente adherido al cuerpo, pero sin estorbarme lo ms

    mnimo.

    Lo que me cubra de la cintura para arriba semejaba un sweater de los que seponen por el cuello.

    Las mangas llegaban a las muecas y el cuello cerrado y ajustado me llegabaa la manzana.

    No tena ninguna de aquellas prendas, ni cierres, ni botones, ni bolsas, ni seles notaba unin de ninguna especie.

    El material era grueso, pues en algunas partes lo senta por lo menos comode una pulgada.

    De una frescura incomparable, me daba la sensacin de estar desnudo.

    Los hombres, ante mi extraeza, me explicaron que se haban tomado esalibertad por serme absolutamente necesaria para protegerme.

    Haban intentado despertarme, pero no lo haban logrado.

    Y lo que s lograron fue apenarme, porque eso de cambiarme de ropa sinenterarme era el colmo; pero s lo cre, pues record que una vez, siendo nio

    todava, unos amigos me haban bajado de un auto y colocado recargado en unrbol.

    Por qu no creer lo que ellos aseguraban.

    Adems, no tenamos tiempo para perderlo en nimiedades.

    Los hombres me despertaron, para que con mis ojos viera el espectculomaravilloso que poco despus se me iba a ofrecer.

    Me indicaron que no despegara la vista de la pantalla, para que no perdieradetalle alguno.

    Efectivamente, poco despus apareci una bolita del tamao de una canica.

    Se vea completamente diferente a todo lo que cruzaba la pantalla conrapidez vertiginosa.

    Esta no cambiaba de lugar y solo iba aumentando de tamao.

    Ahora era del tamao de una pelota de golf.

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    Pareca maravillosa y vena hacia nosotros, en lnea recta.

    Ms tarde lleg a tener el tamao de una pelota mediana.

    No cambiaba de color y era de un rojo reverberante, como una bola debrasas de carbn.

    Despus del tamao de un baln.

    No haba cambiado de lugar y si la cosa segua como hasta ahora,amenazaba con invadir toda la pantalla.

    Ya casi no cruzaba sta otra cosa.

    Sera que aquella bola me estaba obsesionando y no separaba de ella mivista? Empezaba a sentir temor.

    Todos los que permanecan a bordo tambin lo sentan.

    Se les vea en la cara.

    Tambin estaban atentos y creo que preocupados.

    Nuestro objetivo tena ahora lo menos un metro.

    Trat de pararme.

    Los dos jefes, al mismo tiempo, me indicaron que me estuviera en mi asientoquietecito; pero nadie hacia nada por evitar la terrible colisin.

    Yo los miraba, desesperado; pero no me daban importancia.

    La fantstica bola aquella ya casi cubra la pantalla de en medio.

    Trat de nuevo de pararme y esta vez sent la presin sobre mis piernas dedos pequeos pero poderosos brazos.

    El hombre que tena a mi derecha me dijo que no corramos ningn peligro,que estbamos entrando en otro mundo, al mundo en que ellos vivan y que lo queahora estbamos viendo solo era una capa atmosfrica que los cubra.

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    CAPITULO 4

    Lo inevitable lleg. La bola cubri las tres pantallas. Empec a sentir un calorsofocante; pero solo yo, los dems estaban inmutables y lo atribu a mi estado

    nervioso.

    Habamos logrado superar la peligrosa sensacin de choque. Ahora lapantalla inferior se cubri de cuadros pequeos, divididos por canales profundos yrectos.

    Los cuadros empezaron a crecer, ya se distinguan mejor. Estaban cubiertosde algo que parecan arbustos y sobre los arbustos haba algunas otras cosas.

    Acabbamos de pasar algunos, donde se distinguan naves como la pequeaque llevbamos dentro. Ahora uno donde estaba aquella que cubri todo el cuadro.

    Empezamos a descender en forma vertical. Fuimos derechos a uno de loscuadros, como se ve perfectamente en la pantalla de abajo. Todo el mundo se paray nos disponemos a salir.

    Se abre la puerta de la cabina. A nuestro lado izquierdo hay una columnagruesa, pegada a la pared, que no la haba visto cuando entramos.

    Gira una seccin, quedando al descubierto una escalera de barrotessemicirculares.

    Los jefes se adelantan. Baja uno, luego el otro. Se pierden en la columna

    hueca. Mis amigos indican que los siga.

    Aquella operacin me record el descenso en paracadas. Pongo un pie en unbarrote y, al sujetarme con las manos al que estaba delante de m, empez adescender suavemente como un elevador, y no par hasta el piso, cinco metros msabajo de la pared inferior de la nave.

    Estamos bajo la panza de sta y, efectivamente, es negra y brillante. A mialrededor est lleno de pequeos rboles, todos cubiertos de frutas.

    Se respira fragancia. Entre los rboles hay unos postes gruesos de metal,

    tambin negros.

    En ellos descansa nuestra nave.

    Tambin hay unos pasillos en todas direcciones, que tienen, por lo menos,medio metro sobre el nivel del piso y al pisar suena a hueco.

    Los rboles no miden ms de dos metros de altura; pero son frondosos.

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    Sus ramas pelonas no tienen hojas, ni el piso se ve con hojas tiradas.

    Sus ramas son bastante gruesas y no guardan proporcin con el tronco.

    Estas tienen abundantes frutas cada una.

    Toqu una y me dio la sensacin de tener una cscara sumamente delgada.El fruto era blando, como cuando est maduro.

    Cada rbol estaba sostenido por el tronco, con cuatro brazos que vienendesde el piso, abiertos en ngulo como patas y cerrados en el tronco, pegados a dosmedias canales que abrazan el rbol.

    Examin la tierra pero no tiene parecido con la nuestra.

    Parece polvo de algo como hule molido o arenilla fina.

    Era negra y estaba hmeda, sumamente hmeda; pero no de agua sino de

    un lquido viscoso.

    Mis amigos aseguran que efectivamente no es tierra sino un productoqumico, y que los rboles no se sostienen con las races, sino que stas les sirventan solo para alimentarse.

    Me aseguran tambin que estamos en una azotea y sta es un tanque paracontener todo el material con que alimentan su fruticultura.

    Seguimos por un pasillo hasta el borde, que es un barandal grueso.

    Miro hacia abajo y me doy cuenta de que lo que yo crea que eran canalesresultan calles.

    All abajo se mueven varios vehculos y junto a las paredes hay grancantidad de gente, todos alineados en orden.

    No se encuentran, ni se tropiezan.

    Si levanto la cara encuentro algo verdaderamente asombroso: una bvedaaltsima y continua, que no se ve dnde puede acabar.

    Mis amigos dicen que cubre todo su mundo, pero no es solo eso, sino que

    despide rayos luminosos en todas direcciones.Me siguen explicando que se trata de una capa de nubes espesas, a las cuales

    han mezclado substancias que, al recibir los rayos del sol, absorben el calor y la luz,la pasan multiplicndola y con ella se alumbran.

    Me aseguran que no tienen noches.

    El clima es bochornoso y me empieza a faltar el aire.

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    No es suficiente el que respiro.

    Me siento mal, me estiro el cuello de la camisa aquella y cede.

    Es elstica, pero no logro compensarme.

    La cara me arde.Creo que voy a desmayarme y me apoyo en el barandal.

    Los hombres que me estaban cuidando esperaban esta reaccin y ya venanprevenidos; me ofrecen un trozo como de goma grande del tamao de un habano yme dicen que lo chupe como para fumarlo.

    La reaccin es notable.

    En cada chupada recobro las fuerzas hasta sentirme normal.

    El cuello de la camisa de nuevo me oprime, pero ya no me molesta.

    Bajo aquella monumental bveda se ven infinidad de naves como la quetraemos dentro, muchsimas como la grande y todas negras.

    Se cruzan rpidas a diferentes alturas.

    Noto que, segn la direccin que llevan, es la altura a la que operan.

    No solo hay naves de esta forma.

    Tambin las hay tubulares, de varios tamaos, largas y gruesas; las hayesfricas y tambin stas de diferentes dimensiones. Parecen globos de cristal. Sobre

    nosotros pasa una que semeja una pera o huevo.La tenemos a poca altura y se desplaza con lentitud. Me aseguran que

    tambin es nave transporte. Una cosa llama la atencin: a pesar de la velocidad yprofusin de vehculos, stos no chocan. Frente a nosotros descenda una navegigantesca y, al cruzarse con una pequea, sta se desvi con rapidez asombrosa.

    Creo que los tripulantes no intervinieron. Inquiero, y me explican lfenmeno, todas las mquinas tienen fuerza de repulsin, y la queimprudentemente meten en la ruta de otra, sta la rechaza como una pelota.

    Caminamos por el pasillo junto al barandal, hasta llegar a un ngulo de laazotea. All estn los elevadores dispuestos a todo lo largo de ese lado.

    No son, del tipo cerrado como los que conocemos, sino que tienen tres carascubiertas por una rejilla maciza y rgida.

    En esta rejilla nos recargamos de espaldas.

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    Yo bien sujeto con las manos; pero justamente donde me apoyo estn loscontroles.

    Me pregunta uno de los jefes si tengo hambre y, a fe ma, que no la senta, nisiquiera me acordaba; pero le contest que s.

    Porque da la casualidad que este edificio es un comedor coment rindose.

    Efectivamente, al descender parbamos en cada piso; pero todos estabanllenos de gente.

    Seguimos descendiendo.

    Por fin, en uno descubrimos varios lugares vacos y saltamos al piso.

    Reinaba una gran armona en todos los movimientos de la gente.

    No se estorbaban ni cuchicheaban.

    Cada uno llegaba, coga su alimento, se sentaba, lo terminaba, regresaba lacharola vaca y se retiraba.

    Me di cuenta que la pared frontal a la que ocupbamos al descender,tambin estaba cubierta de elevadores.

    Y las dos restantes convertidas en alacenas circundantes, cubiertas decharolas, iguales a las que usamos en la nave.

    El piso de este local estaba cubierto de pequeas sillas, que se completabancon una plana reversible en la que se colocaba la charola.

    Pero qu barbaridad! Ahora los alimentos me supieron mejor.

    Mis arnigos me ofrecieron una racin doble y com hasta quedar satisfecho.

    Fueron diez sabores distintos, pues todos son diferentes.

    Tambin pude observar que las charolas eran de muy variados colores tantoque me cans de contarlos y los hombres me aseguraron que cada color tiene cincosabores diferentes, lo que da por resultado millares de sabores; pero, eso s, todostienen la misma consistencia.

    Las cucharillas que usan tienen cierto parecido con nuestras palas planas,ligeramente curvas y son muy diminutas.

    Las gentes que vi en este edificio no medan ms de un metro.

    Todos diminutos, pero bien proporcionados.

    Todos llevan ropa igual a la que me haban puesto, de colores diferentes.

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    En este mundo de clima acondicionado hay una continua orga de colores, adonde quiera que uno dirija la vista.

    Hombres y mujeres visten igual y de frente se distinguen solo por las formaspropias de la mujer.

    Al hablar, su voz es reposada.

    No as la de los hombres, que es bronca y hasta cierto punto desagradable alodo.

    Todos tienen el pelo platinado y ondulado y a todos les cae sobre loshombros.

    Tambin es general el color verde de los ojos y el marfileo de su piel.

    Mis amigos me explicaron que la raza es pequea porque as lo quieren ellos,ya que el proceso es cientfico.

    En cuanto al color de su piel, pelo y ojos, se debe al clima que impera en eseplaneta.

    En el comedor habamos quedado mis dos primeros amigos y yo.

    Las dems personas nos haban abandonado, pues tenan que rendir susinformes y reportarse.

    Nosotros nos dedicamos a fisgar libremente.

    Resultaba maravilloso estar entre tantos muecos humanos, a los que yo les

    debo parecer un monstruo.Abandonamos el comedor por el mismo elevador y llegamos a lo que sera el

    entresuelo.

    Este piso est totalmente vaco.

    La gente cruza por ellos.

    De calle a calle no hay puertas.

    Las dos paredes frontales que no tienen elevadores se componen de una

    serie de entradas en forma de arco y al centro hay dos ms espaciosos que el resto.Por all cruzan vehculos, hay muchsima luz, pero no se descubre la fuente.

    Se podra decir que las paredes la producen.

    Caminamos sobre un piso amortiguador, que est pulido como un metal.

    Salimos rumbo a la calle y al llegar al pao nos detenemos.

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    Las banquetas circulan a una velocidad moderada.

    Estn divididas en tres bandas, dos se mueven en direcciones opuestas y lade en medio est muerta.

    La gente cambia con agilidad de una en movimiento a la muerta y de sta a

    la que viene en sentido contrario, o entra en un edificio.

    Las fachadas son lisas, no tienen ventanas de ninguna especie, lisas porcompleto.

    Sus hermosos colores parecen de vidrio o, mejor dicho, espejos, pues laimagen se refleja con nitidez.

    Se nota la unin del material en cada piso; pero solo a todo lo largo.

    Cada edificio es de un solo color.

    As se diferencian.No hay letreros de ninguna especie.

    Los comedores por ejemplo son azules y los encuentra uno cada cuatromanzanas.

    El arroyo de la calle es ancho, se divide al centro por una angosta mediacaa, lo cubre una especie de tiras de metal, una angosta y otra ancha, la angostade color amarillo y la ancha de color marrn oscuro.

    Solo descubro dos tipos de vehculos, de piso, dijramos, ya que no podemos

    decir terrestres.Son un tipo pequeo, individual, para una persona.

    Este va provisto de dos rodillos.

    No coinciden con la idea que nosotros tenemos de la rueda bienproporcionada, pues son chaparros y anchos.

    En ellos va solo una persona, pero los hay que tienen tres rodillos.

    En los primeros hay un asiento con respaldo y sobre la rueda delantera solo

    hay un manguito no mayor que la mano de uno de ellos.Se opera como un manubrio.

    En los segundos el asiento es ancho y tambin lleva respaldo y apoyo paralos pies.

    Al igual que los otros, se opera con el manguito.

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    Este tipo de vehculos los ve uno abandonados en casi todos los edificios, enel entresuelo, y cualquiera los usa y los abandona cuando le da la gana.

    En los de tres rodillos van generalmente parejas, hombres y mujeres.

    Los ve uno circular a buena velocidad y generalmente sobre las franjas

    angostas.

    El otro tipo de vehculo de piso le podamos llamar el colectivo.

    Semejan armazones de edificios pequeos a medio terminar.

    La mayora tiene diez pisos, aunque los hay que tienen menos.

    Este tipo de transportes resulta raro, pues no baja y sube a una persona, sinoque deja y recoge pisos enteros.

    Y como me pareci interesante el sistema voy a tratar de describirlo en todos

    sus detalles pero para eso primero veamos cmo son las calles, para que locomprendamos mejor.

    Estas suben y bajan formando pasos a desnivel en cada esquina, por lo quesiempre pasan los vehculos cada dos cuadras bajo un puente y se usa el hueco deeste para alojar las plataformas que reciben el pasaje.

    Ahora veamos cmo son los vehculos que caminan como a un metro de lasbanquetas y ya que hablamos de ellas, completaremos su descripcin: corre a todosu largo, separndola del arroyo de la calle un barandal rgido y en lo que poda serla guarnicin est abierta la interminable boca de un colector succionador, que se

    encarga de chupar el polvillo que pudiera producir en el piso el continuorodamiento de los vehculos, nico desperdicio admisible en ese mundo, donde seadvierte limpieza absoluta.

    Son, como ya dije, armazones que van sentadas en una plataforma que lessirve de base.

    Esta a su vez descansa en varias hileras de rodillos.

    Generalmente tiene cada hilera cinco fuertes rodillos y completan hasta diezhileras.

    Este es el armazn viajante y, exactamente como l, hay dos en cada parada.

    Estn sin rodillos y formados uno detrs de otro.

    Ahora tratar de describir el complemento, o sea donde se sienta el pasaje.

    Es una caja que tiene hasta diez asientos corridos en los que caben cinco oseis personas.

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    Naturalmente, pequeas.

    Cada caja es todo un mecanismo.

    El vehculo llega a su parada y se ajusta con precisin de milmetros, paralelaa la primera armazn fija.

    Se oye un golpe seco y despide una seccin hacia dicha armazn fija.

    Camina unos metros ms hasta ajustarse con la siguiente seccin y recibeotra caja repleta de pasaje.

    Decan antes que cada una de estas cajas es todo un mecanismo, porque losasientos estn montados sobre una banda que en cuanto est dentro del armaznfijo empieza a girar, poniendo cada asiento al alcance de un tipo de escalera debarrotes, automtico.

    La gente usa tanto las escaleras elevadores, como los asientos, con sumafacilidad. Dichos elevadores conducen a unos pasillos subterrneos y, para abordaruno de estos vehculos, la operacin se hace a la inversa.

    No hay conductores ni motoristas. No usan troley. Tampoco van sobre vas ysin embargo son tan exactos en sus paradas, que pienso que si una inteligencia losmaniobrase, no lograra ms exactitud.

    Va uno detrs de otro, algunas veces en lnea cerrada. En determinadoslugares alcanzan velocidades hasta de setenta o ms km/h. Circulan siempre sobredos de las franjas angostas. La luz en las calles provienen del cielo o capa celeste.

    No es tan viva como la que gozamos nosotros de da; ms bien se parece unpoco a la que reina en nuestro mundo al amanecer y se ve brotar de miles delugares a la vez, como rayos del sol, pasando a travs de nubes blancas y plateadasque forman un infinito reflector.

    Mis amigos me haban dicho que no tenan luz artificial en las calles y quetampoco tenan noches y el hecho de que ningn vehculo traiga medio alguno paraproducir luz pareca comprobar lo que ellos aseguraban.

    Pero dentro de los edificios, es algo sorprendente la intensidad de la que all

    se usa, pareciendo manar de paredes y techos.Salimos a caminar porque, aunque las banquetas se mueven, la gente siente

    placer en usar sus pequeas piernas y nadie se deja llevar.

    Al contrario, parece que algunos se divierten saltando de banqueta enbanqueta; pero yo caminaba torpemente y mi nica preocupacin era no pisar a

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    alguien, que no me lo hubiera perdonado. Es admirable el cambio que se operadentro de mi ser.

    Siento la mente despejada y un gran poder de observacin.

    Asimilo con facilidad lo que ellos me explican y experimento tal grado de

    despreocupacin, que casi olvido que tengo que volver a mi mundo, aunque misamigos ignoran cundo.

    Ni siquiera me haba dado cuenta que ya los dos hablan el espaol y solo mevolv a la realidad al ver mi desproporcin con todos los seres que me rodeaban, nosolo en la estatura, sino tambin en fealdad.

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    CAPITULO 5

    Desde que estuve por primera vez en una de sus azoteas huertos, encontralgo que llamaba poderosamente mi atencin.

    Se trataba de unos edificios que, aunque son similares a los otros, solo es ashasta la altura media y de ah suben en forma circular a una altura quiz dedoscientos metros, terminando en forma de cpula, redonda y lisa.

    Esta prolongacin es de color negro brillante, el mismo de las navescirculares, como la que nos transport a aquel mundo de maravilla.

    Las hay en profusin, pues solo los separan cuatro edificios, para dondequiera que uno cuente, o sea que cada uno de ellos est situado entre un grupo de

    veinticuatro manzanas de edificios.

    Son los nicos que tienen seales o guas, pero estas guas, segn el decir demis amigos, solo marca el nmero de zona que se controla desde l.

    Mis amigos me aseguraron que dichos monstruos eran los edificios msimportantes, pues desde ellos se lleva la administracin del grupo que los rodea,entre los que hay comedores, dormitorios, cinematgrafos, salas de juego, salas desonido, laboratorios para la preparacin de alimentos, central mdica, fbrica deropa y laboratorio de aseo para la misma.

    Controla la distribucin de ropa y alimentos, el clima e iluminacin de su

    grupo, y todo esto en forma automtica.Me aseguraron tambin que desde sus cpulas se mantena comunicacin

    constante con naves y edificios.

    En sus torres se captan sonidos que provienen de todo el universo.

    Se estudian, clasifican y materializan.

    Desde sus cpulas se mantiene la forma y altura de su bveda atmosfrica yse controla el clima fuera de los edificios, se atiende a su conservacin, y, como siesto fuera poco, en cada uno de ellos hay un archivo vivo en el que se puede

    investigar su pasado, ver el presente y la gestacin del futuro.

    Puede uno ver, sin salir de ellos, procesos de construccin de edificios,fabricacin y montaje de toda clase de vehculos areos y terrestres, la preparacindesde un principio de su alimentacin y vestido.

    Se usa un sistema maravilloso de autosonovisin, valga la palabra, ya que sepuede manejar el espectculo a voluntad.

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    Hay en cada una de sus salas, en las paredes, unos visillos que se controlancon manijas situadas a cada lado de la abertura.

    En estas se apoya toda la mano, quedando el dedo pulgar sobre un botn.

    Al igual que las salas de cinematgrafo, da una sensacin de profundidad

    increble, posesionndose de uno la idea de que est viendo realmente hombres,materiales, mquinas y su proceso.

    Con dichas manijas se hace pasar el espectculo a derecha e izquierda, o sedetiene lo mismo que si uno estuviera en un vehculo recorriendo esa zona, y paraello basta apretar dichos botones.

    Como juzgo de inters lo que en] algunas de ellas vi, voy a tratar dedescribir estas interesantes impresiones: Empezaremos por algo que todosconocemos, las llantas de un vehculo cualquiera.

    Esto es cosa de su pasado, pues en la actualidad tienen un piso con la tersurade un espejo y usan un sistema diferente de rodada.

    Pero, como digo, usaron un tipo de llanta muy parecida a la nuestra, aunqueel principio de fabricacin era diferente.

    Nosotros en cuestin de transportes tanto terrestres como areos hemosavanzado en velocidad, pero no en seguridad.

    Lanzamos un automvil a ms de doscientos km/h y dejamos el resultado aexpensas de la suerte, pues vamos montados en cuatro llantas sostenidas por

    ncleos de aire, y sabemos por experiencia que no solo a esa velocidad sino a untercio de la misma si intempestivamente una de esas llantas perdiera el aire que lasostiene, la vida solo depende de la suerte.

    Pues bien, ellos no jugaban con su vida ni la dejaban a la suerte, por lo tantobuscaban la seguridad en algo confiable, la solidez de un material.

    Y sus llantas de todos los tipos estaban construidas bajo ese principio.

    Y como v todo el proceso de fabricacin, estoy en condiciones de describirlo.

    Espero, en este caso, que logren entenderme, pues resulta tan raqutico mi

    vocabulario, que no s si logre expresarme debidamente.

    Empezaremos por el ncleo, o sea lo que en las nuestras representa el aire apresin, que es la base para una llanta confiable.

    Para lograr esto, fijemos en nuestra mente un molde para ese ncleo como sien l quisiramos alojar una de nuestras llantas.

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    Dicho molde est abierto en su parte superior.

    Adems, est dividido en su parte longitudinal, en el centro, formando asdos secciones iguales que se podrn abrir para desalojar el ncleo una vezconstruido.

    Las dos paredes que forman el molde, estn cubiertas de perforaciones entoda su extensin.

    Dicho molde gira en una mquina y en su hueco se enrolla el material que loformar.

    Este material lo vi de tres tipos, a saber: una manguerita o tubo de igualdimetro que un lpiz.

    All era de un plstico especial, pero bien poda ser del hule que conocemos.

    El tipo que le segua, era la misma manguera, ahora reforzada con fibra, porlo que tena mayor resistencia, y le segua otro de un material no hueco perotampoco slido.

    Era un cordel o soga del mismo dimetro que los anteriores.

    Estaba construido de fibras quizs de henequn, lechuguilla, jarcia, ocualquier otro material fibroso, torcido naturalmente y tratado qumicamente, paraque acepte una envoltura, all de plstico, aqu de hule, al igual que las fibras queforman el casco de nuestras llantas.

    Pues bien, una vez lleno el molde con ese material, naturalmente siempre

    con la misma tensin, cantidad y peso, entra con todo y molde al proceso decocimiento, con objeto de lograr una unidad compacta que no se deshaga alretirarla del molde.

    Cuando est terminado el ncleo, ambas secciones giran en sentido inversosin retirarse del material y as es cmo se despegan del ncleo sin deteriorarlo.

    Logrado lo anterior, tenemos ya la base para una buena llanta semislida yconfiable.

    Despus de esta pasamos a la construccin de una malla de metal, que se

    encargar de aumentar su resistencia y conservar su forma.

    Hay una mquina que teje dicha malla de la circunferencia exterior denuestro ncleo y, conforme se teje, van entrando en ella dichos ncleos,acompaado de un espaciador que contiene una ranura en la mitad de su extensin.

    Esta es necesaria porque en su camino pasa por una cortadora circular, quese encarga de dividir en cada ncleo solo el material necesario.

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    Poco despus de cortada la malla, los ncleos se separan de los espaciadores,siguiendo stos un camino y entrando los primeros en unos canales que seprofundizan cada vez ms hasta lograr que dicha malla se adhiera a las paredeslaterales, formando una abertura fija y segura.

    Luego pasan a recubrirse del material que formar el piso, en nuestro casohule; despus a los moldes que les marcar el dibujo de rodamiento.

    Ellos las usaron lisas, pero sigamos con el proceso.

    Una vez terminada nuestra llanta de esta manera, no la podremos montar ennuestro tipo actual de ruedas, que son hechas para usarlas con cascos vacos y ponerpresin despus de ser montadas.

    Pero podemos usar con ventaja el procedimiento que ellos usaron o sea dosdiscos de lmina de buen espesor, troquelados con la forma de la llanta y unidos

    por el centro sobre ella terminada, concluyendo con los agujeros necesarios paracualquier tipo de automvil.

    Podramos reemplazar con unidades completas de este tipo nuestro actual einseguro sistema de rodada.

    Como ven, esos discos se pueden terminar con la mayor belleza, que lo hagadignos del automvil ms fino.

    Tiene este sistema algunas ventajas y la principal es el recambio, desgastadaspor recubiertas.

    En nuestro mundo esto resultara toda una industria.Ellos ahora usan motores en forma de rodillos que trabajan a la inversa de

    los nuestros.

    Nosotros hacemos rodar el centro o masa embobinada.

    Ellos, la cubierta o portacampos, y fijan el eje.

    Como ustedes ven, no es mucha la diferencia en este aspecto.

    Ahora pasemos a sus naves areas.

    Ellos me haban asegurado que el principio que nosotros usamos para volarno es el debido, pues nuestras naves no solo son frgiles e inseguras, sino quedependen de combustible para su propulsin, que adems de aumentar su volumenreduce su radio de accin.

    Que debemos buscar la forma de construir mquinas que usen las fuerzasque nos rodean, que son vastsimas.

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    Que elles, en cada nave, traen pequeas pero poderosas fuentes de energa.

    Que aprovechan el calor al igual que el fro, la luz lo mismo que laoscuridad, lneas magnticas al igual que tormentas elctricas.

    El principio de sus maquinarias, en todas sus naves, es el mismo y solo vara

    su disposicin.

    Tratar de descubrir el proceso de construccin de una nave circularpequea, o sea la que comnmente se la llama en nuestro mundo platillo volador.

    Lo primero que vemos es la base o sea la parte inferior.

    Viene en bruto.

    Se ve la enorme circunferencia hueca: se ven tambin sus tres cavidades,donde recibir las huellas de sustentacin.

    Tambin trae cinco bases que alojarn otras tantas chumaceras selladas,maravillosas por cierto, a las que les inyectan un material lquido, no natural,producto de laboratorio muy parecido al estao.

    Cada chumacera alojar el extremo de un eje vertical.

    En esta habr cinco de ellos y en cada uno rodarn volantes grandes yesbeltos unidos a otros pequeos.

    En tres de estos ejes, estn alojados cinco de los grandes volantes; en los dosrestantes solamente cuatro.

    Dichos volantes grandes terminan en ngulo agudsimo, que se alojar enuna ranura del mismo dimetro en que est convertido el volante pequeo.

    Esa parte aguda de que hablo est cubierta de pequeos crculos, que muybien pueden ser bobinas, pues los pequeos que los alojan estn cubiertos a su vezde barritas, dispuestas en ngulo a su alrededor.

    A esta operacin sigue la colocacin de las fuentes de energa, que serntambin cinco y tienen la forma de un recipiente para asar pavos.

    Todo est debidamente unido.

    Ahora sigue la escala interior en forma tubular.

    Va alojada entre dos series de volantes y ya todo dispuesto de esa manera,colocan la tapa central.

    Llega entre cuatro patas motorizadas que giran, suben o bajan, a voluntad delos operadores.

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    Esta tapa trae a su vez las chumaceras debidamente colocadas y embonaperfectamente en ejes, escala y parte inferior de la nave.

    Ya tenemos el cuarto de mquinas que impulsar esta nave.

    Aunque esta es la parte ms laboriosa, todo se ejecuta con precisin y

    facilidad.

    La misma mquina que traa la tapa central alza ahora todo el conjunto, y asfacilita la colocacin de las boyas de sustentacin.

    Estas tienen que ser fijadas con precisin, pues cuando no son necesariasgiran perdindose en sus cavidades, dejando una superficie continua con el resto deesta parte de la nave.

    Estos aparatos cuentan con dos tipos de escala, la circular que puededescender por abajo de la nave y otra cortada en la parte inferior de sta; pero que

    coincide con la anterior, que es la que lleva a la parte alta de la nave convertida encuarto de controles.

    La parte superior, que tambin llega en una gra de cuatro patasmotorizadas, al igual que la tapa central, trae su cuello o corona, como le queramosllamar.

    Este cuello tiene ventanillas redondas a su alrededor, sube y baja a voluntad,y al bajar deja al igual que las boyas de sustentacin una superficie lisa prolongandola forma de la nave, oblonga si la vemos de perfil.

    Estas ventanillas no son de observacin directa, sino pantallas captadoraspara diferentes usos.

    Y ya est terminada la nave.

    Vemos entrar a los tcnicos que lo pondrn a funcionar todo; pero falta loms importante.

    Aqu la nave se mueve ya a voluntad de sus tripulantes.

    Sube, baja, acciona de diferentes maneras y a diferentes ngulos, pero estinerme.

    A travs de nuestro punto de observacin o mirilla, la seguimos en susmovimientos y la vemos acercarse a otro departamento, donde hay una especie detinacos tubulares de una capacidad de doscientos litros aproximadamente.

    Uno de estos se separa del grupo y va al encuentro de la nave, que se acercaa poca altura hasta quedar sobre dicho cilindro.

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    Todo se ha movido sin la intervencin directa de hombres.

    Desciende lentamente la nave hasta dar la sensacin de haberse tragado elcilindro.

    Cuando de nuevo se levanta, ya lo lleva en su vientre y solo queda en el piso

    la pequea plataforma en que se mova aqul, regresando sta lentamente a sudepartamento.

    Se imaginan qu era este cilindro? Pues nada menos que una arma terribleque puede desintegrar todo, absolutamente todo, a cualquier distancia concebible yproduce adems vibraciones capaces de deshacer edificios en solo unos minutos.

    El grueso de las paredes de la nave, tiene ms de diez pulgadas.

    El material es transparente, teniendo mayor visibilidad la parte inferior en laque, en algunos casos, se ven girar los volantes de sus maquinarias, y son estos

    volantes los que producen luminiscencias que aumentan o disminuyen deintensidad segn la zona en que operan.

    Estos volantes giran a diferentes velocidades y son los inferiores los mslentos.

    Nuestra nave, a la que le hemos seguido los pasos, est semi terminada yahora solo falta pulirse.

    Para este proceso final la vemos flotar suavemente y hacer rumbo a otrodepartamento, hasta llegar y situarse en el centro de una gigantesca mquina,

    provista de una serie de discos que giran a grandes velocidades, movindose entodas direcciones hasta cubrir totalmente Ia nave, hacindola desaparecer denuestra vista.

    Cuando termina esta operacin, nuestra nave est flamante y lista paraentregarse a toda clase de pruebas.

    Sale al espacio libre y se la hace evolucionar de manera increble.

    De acuerdo con nuestra mentalidad, solo viendo estas maravillas las puedeuno creer.

    Las naves tubulares tienen dispuestas dos series de volantes a todo su largo yllegan a tener, segn la longitud, hasta veinte de ellos de cada eje y de grandesdimensiones.

    Una de las caractersticas de esas naves es, segn mis amigos, a los quepregunt si no perdan algunas en sus incursiones a otros planetas, fue que hanperdido algunas, pero que las hacen estallar cuando estn daadas siempre en el

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    mar, despus de recoger a sus tripulantes, con el objeto de evitar que los restoscaigan en manos ambiciosas, y en todas, absolutamente en todas, su maquinaria laforman volantes de diferentes dimetros segn el tamao de la nave.

    Creo que ese ser al fin el principio que nosotros usemos para propulsar

    vehculos independientes; pero hay una cosa notable que puede servir de dato anuestros sabios y es sta: Segn el tamao de la nave es el nmero de volantes eldimetro de estos y el nmero de fuentes de energa.

    Con el antecedente que el tamao de esas es pequeo, como dije antes, nomayor que un recipiente para asar pavos y la parte exterior o tapa est recubierta depequeas perforaciones.

  • 7/25/2019 160 Villanueva Salvador Yo Estuve en Venus

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    CAPITULO 6

    Ahora, siguiendo la narracin, vamos a dar un vistazo al proceso depreparacin de sus alimentos.

    Lo vamos a dividir en dos partes, porque as es, efectivamente, pues resultanindependientes, o sea que una de las materias primas viene del mar, la otra de lasazoteas-huertos; pero derivan al mismo lugar o sea a los laboratorios.

    Empecernos por el mar: son grandes fbricas flotantes y cada una de ellascuenta con corrales formados por mallas que las circundan a gran profundidad;pero hay un lugar del que rara vez se alejan los enormes peces.

    Viene a ser algo as como un abrevadero para las bestias en nuestro mundo,solo que aqu se trata de una zona oxigenadora.

    Y es aqu donde atrapan a los peces para su estudio y alimentacin.

    En esta misma zona les sirven alimentos que se componen de dietasespeciales, que debe darles un magnfico resultado, pues no creo haber duradomenos de una hora observando esa maniobra desde una de las mirillas del edifico yno vi que llevaran al sacrificio a un solo pescado que midiera menos de dos metros ys los vi de ms de cuatro.

    Tampoco los vi de diferentes formas, digamos, ti