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“Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz ; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo está en oscuridad”. Mt 6, 22

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“Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus

ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz ; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo

está en oscuridad”. Mt 6, 22

¿De dónde saca éste toda esa sabiduría? Así se preguntaban los que le escuchaban. Y muchos especialistas van buscando en el Antiguo Testamento las fuentes de inspiración de Jesús … Está muy bien, pero hay un secreto – a voces – que lo explica mejor. La fuente de las parábolas de Jesús está … en sus ojos.

Jesús era un gran contemplativo. No un “contemplativo” de esos que duermen, que se van del mundo. Tenía ojos de contemplativo, habitual, constante, profundo, humano.

Los ojos de Jesús miraban el mundo, miraban las cosas, y leían y comprendían las cosas. Una nueva manera de mirar: las leía por dentro; y en las cosas, Jesús veía cómo es su Dios, cómo es la vida. Por eso podía hablar de su Dios y de la vida, contando lo que veían sus ojos. Desde pequeño, desde su casa, desde su madre, desde la cocina y el taller …

Jesús fue dueño de un fantástico poder de observación. Veía las cosas que todos los demás apenas miraban y las

devolvía en forma de parábolas.

Transformaba los hechos simples en inolvidables creaciones. Siempre con humor sano, completamente exento de

agresividad.

También nosotros debemos observar bien y devolver esto en narraciones, historietas, chistes, cuentos, novelas, obras

teatrales, frases …

La casa de José estaba apoyaba, un poco perforada, en la roca: Y Jesús se sentía bien en la seguridad de la casa sobre roca, y lo interpretaba así:

“El que escucha mis palabras es como un hombre prudente que construyó su

casa sobre roca. Cayó la lluvia, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa,

pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.

Luc. 6, 47 - 48

La puerta de la casa era estrecha, baja, para dejar pasar a una persona, sin que se colase fácilmente el calor ni el viento …

“Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino

que lleva a la perdición, y son muchos los que caminan por el”.

Mt 7,13

Al atardecer, cuando ya no entraba luz por la puerta estrecha, José encendía la pequeña lámpara de aceite. Las cosas, antes ocultas y confusas, volvían a su lugar: todos los de la casa se arropaban en la bendición de la luz que brotaba de la pequeña mecha ardiente.

“No se enciende la lámpara para ponerla debajo de una mesa, sino encima del

candelabro, para que ilumine a todos los de la casa: que brille así vuestra luz ante

los hombres, para que al ver vuestras buenas obras reconozcan a vuestro Padre

de los cielos”. Mt 5, 15

“La lámpara de tu vida es tu intención. Si tu intención es generosa, toda tu vida será generosa: si tus miras son tacañas, todo en ti será tenebroso ”.

Mt 6,22

Y cuando se agotaba el aceite, cuando de noche se apagaba por casualidad la lámpara … Jesús se llenaba de angustia entendiendo otra oscuridad mucho más terrible:

“Y si tu fuente de luz, está a oscuras, ¡qué terrible oscuridad”.

Mt 6,22

Jesús vio cocinar a su madre toda su vida y seguramente le ayudaba un poco. Y se maravilló del milagro de la sal, tan callada, tan sencilla, tan cara, tan mágica. El milagro de la sal que hace que todo tenga su propio sabor, y que sólo se nota si falta o si sobra:

“Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal pierde el sabor, ¿con qué se lo devolveremos? Ya no sirve

para nada más que para tirarla y que todos la pisen …”. Mt 5, 13

María amasaba el pan como todas las mujeres. Y en la masa, una pizca de levadura: generalmente la levadura era un poco de la masa fermentada de la hornada anterior … Y ese poquito de masa vieja hacía que toda la masa nueva, pastosa y compacta, se inflara y se hiciese esponja …

“El Reino de los cielos se parece a la levadura: La toma una mujer y mezcla un poco en tres medidas de masa, hasta que todo fermenta”.

Mt 13, 33

Pero los ojos de Jesús miraban también con nostalgia la masa nueva, limpia, sin contaminar: si la cocían así, se harían panes ázimos, secos y sosos, pero puros, sin resto de lo anterior …

“¡Cuidado! Apartaos de la levadura de los fariseos y los saduceos …”.

Mt 13, 33

“Dad, y así también os darán. Os darán una medida apretada, repleta y rebosante. Os medirán con la misma medida con la que midáis. Luc 6, 38

Alguna vez fue con su madre al mercado, a comprar grano. Y María, buena ama de casa, le pedía al comerciante que agitase la medida, para que se asentase el grano, y que la pusiera bien llena, hasta el borde. Y Jesús entendía lo bueno que es ser justo y generoso, y lo justo que es su Dios:

Entre todas las cosas cotidianas, el milagro continuo del pan. Grano sembrado para morir en el invierno, para brotar en espiga, para ser molido, amasado, para ser comido, para dar vida. Jesús acaba entendiéndose a sí mismo como grano de trigo, como pan:

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda estéril. Pero si muere, da mucho fruto”.

Luc 12, 24

“Yo soy un pan para dar vida. El que come de este pan tiene vida, vida plena”. Luc 6, 51

José tenía en casa un baúl para guardar la ropa. De allí salía la túnica de trabajar, la de todos los días. De allí salían los sábados las sandalias nuevas y la túnica de fiesta …

“Todo doctor entendido en el Reino de los cielos va sacando de su baúl cosas nuevas y viejas”.

“Nadie echa un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el

vestido y hace un rasgón peor”. Mt. 9, 16

Pero la ropa se desgastaba . María remendaba sin duda muy bien, como han hecho todas nuestras madres y abuelas, conservando una prenda hasta que no vale más que para hacer trapos. Pero no se podía poner un remiendo de paño nuevo y duro sobre el viejo paño gastado. Y Jesús veía su sociedad como un paño muy, muy gastado, que no iba a aguantarle a Él, el paño nuevo:

Algo parecido le pasó al vinatero de la plaza, que echó vino nuevo en sus viejas tinajas … y se reventaron:

“No se echa vino nuevo en tinajas viejas, porque las tinajas se revientan, se derrama el vino y se

echan a perder el vino y las tinajas. El vino nuevo, hay que echarlo en tinajas nuevas”. Mt. 9, 17

¡Y eran tan viejas las tinajas de la Ley, las de los sacerdotes, las de la pureza legal! Jesús siente que no cabe en esas tinajas.

¡La pureza legal! Me gusta ver a Jesús pensando en el milagro del cuerpo cuando come … y hasta en el baño.

“Escuchad y atended bien: a las personas no las hace malas delante de Dios lo que entra por la boca, sino lo que sale por la boca: eso es lo que nos hace buenos o

malos: ¿No entendéis? ¿No veis que lo que entra por la boca va al vientre y se expulsa en el sanitario? En cambio, lo que sale por

la boca brota del corazón, y del corazón salen los

pensamientos malvados, los robos, los perjurios, los

adulterios, las blasfemias… Eso si que nos hace buenos o malos, pero

¡comer sin lavarse las manos no hace buenas o malas a las personas! ”. Mt. 15,10

– 11, 16 -20¿Cómo es tan libre este hombre, cómo puede volar tan alto su pensamiento desde las cosas más sencillas?.

Alguna vez, sin duda, su cuerpo funcionó mal, como el de todos. Unas fiebres, una gripe, una mala digestión. Entonces venía el médico. Y Jesús leyó en el médico una maravilla: El que acude a todos simplemente porque lo necesitan. Cuando le acusaron de juntarse con gente de mal vivir, explicó ese fondo de su alma:

Y dedicaba la mayor parte de su tiempo a curar, a aliviar el sufrimiento de las personas, de cualquier persona: ricos, pobres, leprosos, hijos de jefes … cualquiera: Sólo y simplemente porque necesitaban ayuda.

“No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos”.

Lc. 5,31

“Mirad las flores del campo, que no hilan, que no tejen; y Dios las viste de manera que ni Salomón en todo su

esplendor estuvo nunca tan bien vestido”. Lc. 12, 27

Y fuera de casa, la naturaleza. Los ojos de Jesús sabían leerla así.

Al borde del camino y por los campos, las flores:

Y los pájaros, los humildes gorriones familiares, insignificantes:

“Mirad los pájaros que no siembran ni siegan ni tienen graneros, y vuestro Padre de los cielos los alimenta.

No valéis vosotros más que ellos”. Mt 6,26

Naturalmente, todos los campos de Nazareth están llenos de frutales: higueras, almendros, olivos, las zarzas de moras sabrosas, los espinos estériles … Como la vida de las personas.

“No se cosechan higos de las zarza, ni se cosechan uvas de los espinos. Un árbol bueno da buenos frutos. Un árbol malo, da malos frutos. Por sus frutos

los conoceréis”. Mt 7, 16-17

Pero la admiración de Jesús es por la vida vegetal, por la semilla, el grano, la espiga, la cosecha … Se le ve contemplando embobado la minúscula semilla de la mostaza, capaz no sólo de ser un buen arbusto sino de invadir un campo entero:

“El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza sembrado en un campo: es la más pequeña de todas las semillas, pero se hace un hermoso

arbusto, y hasta se posan en él los pájaros del cielo”. Mt 13, 11-12.

Y la siembra, el cereal, el campo, el pequeño verdor invernal, la explosión de la primavera, la mies dorada, las espigas junto al camino pedregoso, las malas hierbas. Seguro que Jesús ayudó a limpiar, a sembrar, a recoger. Y pensaba en la vida de la gente, en su manera de recibir y responder a la Palabra, en lo que influyen las circunstancias y el modo de ser de cada uno:

“Salió un sembrador a sembrar su semilla. Y unos granos cayeron junto al camino y se los

comieron los pájaros. Otros cayeron en terreno pedregoso y

brotaron enseguida, pero, al salir el sol, se abrasaron y, como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron

entre espinas, y las espinas al crecer los ahogaron. Otros cayeron

en tierra buena y dieron fruto: unos el treinta otros el sesenta, otros

el cien por ciento. Y el que tenga oídos, que oiga”. Mt 13, 3-9.

“El Reino de los cielos es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin

que él sepa cómo . La tierra por sí misma produce fruto: primero, el tallo, después la espiga, después la espiga bien llena de trigo … y en cuanto el

grano madura, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”. Mc. 4, 26-29

Me gusta pensar en Jesús de noche, saliendo de su casa a rezar; al borde, el trigal, antes de amanecer: La brisa suave de la noche hace murmurar las olas de las espigas. En el pueblo brilla suavemente el parpadeo de alguna lámpara nocturna; el dueño de este trigal está dormido

“El Reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Mientras la gente dormía, fue su enemigo y sembró cizaña en medio del

trigo. Cuando el tallo brotó y empezó a echar espigas, apareció la cizaña. Los siervos se lo contaron al dueño y le dijeron si quería que arrancasen la cizaña, pero

el dueño les dijo:

- Mejor que esperemos a la siega: si la arrancamos ahora, quizás arranquemos también el trigo. Cuando llegue la siega les diré a los segadores que

recojan primero la cizaña, la aten en gavillas y la echen al fuego. Luego meteremos el trigo en el granero”. Mt. 13, 24-30

Pero los labradores temen a las malas hierbas. La cizaña, la temida cizaña capaz de arruinar una cosecha entera. Y algunas veces, personas mezquinas y vengativas la sembraban de noche en el campo del vecino … ¡Hay que tener paciencia hasta la cosecha y cosechar luego con mil cuidados! Hasta en eso ve Jesús una imagen de la paciencia de su Dios:

Al final, la siembra, la cosecha. La mies está dorada. Cuadrillas de segadores se desparraman por los campos: hay trabajo para todos, escasea la mano de obra:

“Mirad los campos cómo amarillean por la siega: es mucha la mies, y son pocos los segadores. Rogad al Señor de la Mies que mande segadores a su mies”

Mt. 13, 24-30

“Si alguno tiene sed, que venga y que beba el que cree en mí. Como dice la Escritura: de sus entrañas brotarán ríos de agua viva”. Jn 7, 37

“El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él

en fuente de agua viva , que mana hasta la vida eterna”. Jn 4, 13-14

Y todo eso era posible gracias al milagro del agua. Nazareth no tiene río, está en una colina un tanto escarpada. Así que la agricultura depende de las lluvias – escasas y estacionales – y lo poco que se pueda sacar de los pozos. Pero el agua es la vida. Y Jesús llega a presentarse así mismo como agua, agua viva, que mana del fondo de la tierra, fresca y limpia.

Las cosas buenas que los hombres tienen, no son más que la sombra de lo bueno que es su Dios:

“Si vuestro hijo os pide pan, ¿le vais a dar una piedra? Y si os pide un pez, ¿le dais

una culebra? Pues si vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está

en los cielos!”. Mt. 7, 9-11

“Si uno de vosotros tiene un amigo, y a medianoche le despierta diciéndoles: ‘préstame

tres panes, que tengo un huésped y no hay nada de cenar en casa’ … Aunque le conteste que no, que

es tarde, que están todos acostados, que no son horas, os aseguro que, si no se levanta a dárselo por ser su

amigo, lo hará para que le deje en paz” Luc. 11, 5-8

Y también las cosas malas de las personas nos sirven... Una noche, ya muy tarde, todo el pueblo se alborotó en gritos …

“El juez se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, esta viuda me está causando molestias: Así que

le voy a hacer justicia, para que no está continuamente importunándome”… Así que, si hasta un juez impío es capaz de

hacer justicia, ¿no creéis que Dios hará también justicia a los suyos? Luc. 11, 5-8

Y por todo Nazareth se hablaba de una pobre viuda, y un juez muy sinvergüenza que no quería hacerle justicia hasta que al final:

“Dejadlos; son ciegos, y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en cualquier hoyo. Mt

15,14.

Yo he venido para un juicio: para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos. Algunos fariseos que estaban con Él oyeron esto y le dijeron: ‘¿es

que nosotros también estamos ciegos?’. Jesús les dijo: ‘Si fuerais ciegos, no tendríais

pecado, pero como decís que veis, sois

verdaderamente culpables” Jn 9, 39-41

Todas las personas pueden mostrar algo importante de la vida y Dios. Los ciegos, por ejemplo. Había muchos ciegos en aquella tierra, Jesús curó a muchos ciegos, pero la limpieza es poca. Jesús curó a muchos ciegos, pero veía en la ceguera el ejemplo de algo peor, de una ceguera mucho más terrible, sobre todo cuando una fila entera de ciegos, agarrados uno a otro, iba penosamente por la calle y el primero tropezaba … Y veía así a los escribas, a los doctores de poca sabiduría:

La misión de Jesús era precisamente curar la ceguera. Cura ciegos por todas partes, pero, más aún que una curación, es todo un símbolo. Cuando unos discípulos mandados por Juan Bautista le preguntan si es Él el que ha de venir, Jesús responde:

“Id y contadle a Juan lo que habéis visto; los ciegos ven, los

cojos andan, los leprosos quedan limpios … y se anuncia la Buena Noticia a los más humildes”

Luc 7, 22

Pero la vida cotidiana está llena de personas y situaciones “normales”, que a Jesús le hablan de cómo es la vida y cómo es su Dios.

Los amos, los criados, los mayordomos …

“Nadie puede estar al servicio a dos señores, porque o amará a uno y odiará al otro o apreciará a uno y

despreciará al otro: no podéis estar al servicio de Dios y del dinero” Luc 16, 13

“Conocéis bien a esos criados fieles y prudentes, a los que el amo les encarga repartir la comida a los empleados. Dichoso el criado al que el amo le encuentre actuando así: hasta le confiará sus

propiedades …” Mt. 24, 45-47

¿Y las deudas? ¡Cuántas historias, a veces muy tristes, de deudas y préstamos, en las zonas rurales llenas de arrendatarios, de acreedores …!

Y todo el mundo entendió muy bien que, ya que todos somos deudores ante Dios, no tenemos más modo de vivir que perdonar a nuestros hermanos.

“Se parece el Reino de los cielos a un gran señor, que quiso ajustar deudas con sus deudores. Llamó a uno que le adeudaba diez millones de monedas de oro …”

Mt 18, 23-14.

Ni el mundo de la economía se libra de la mirada de Jesús. Los banqueros, los intereses, el rico que se va lejos y deja su dinero invertido para que rente. Como Dios, que parece que no está, como nuestras cualidades, que parece que son simplemente “nuestras”, pero son “Inversiones de Dios en nosotros”:

Y todo el mundo entendió muy bien que la vida es una cosa muy seria y que nos la ha dado el Señor para que le saquemos todo su fruto.

“Es como un hombre que se marchaba al extranjero: llamó a sus criados y les

encomendó sus posesiones. A uno, cinco millones, a otro, tres, a otro, uno, a cada

cual según su incapacidad, y se marchó …” Mt 25, 14 - 31

Hay dos contemplaciones de Jesús que superan a todas las demás

En Nazareth había rebaños, rebaños de ovejas. Y había rediles y pastores. Y allí si que Jesús vio como era su Dios, y vio cómo quería ser El mismo.

La gente, toda la gente es como un rebaño, necesita que alguien les cuide…

“Al ver a la muchedumbre, sintió compasión , porque estaban abatidos, como

unas ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas …” Mc 6,34

No es fácil ser pastor: Jesús vio muchas tardes al pastor del pueblo encerrar a las ovejas y contarlas al entrar en el redil …

Noventa y ocho, noventa y nueve … ¡falta una! Y le vio, cada vez que le pasaba algo así, echar la tranca al redil, silbar al perro, y volverse al monte por la que faltaba. Lo vio y entendió que su Dios es así:

“¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas, si se le pierde una de ellas , no deja en un lugar

seguro a las noventa y nueve y se va a buscar la que se la ha perdido? Y,

cuando la encuentra, se la pone, feliz y contento, sobre los hombros, y al

llegar a casa alborota a los vecinos y a los amigos y les grita: ¡Alegraos

conmigo, pues he encontrado la oveja que había

perdido! Lc 15, 3-6

“El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas es un ladrón, un salteador. El pastor

de las ovejas entra por la puerta. El portero le abre, y las ovejas le escuchan. Él las llama

por su nombre, una por una, y las saca fuera, y va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no le

siguen, porque no conocen la voz de los extraños.

Yo soy un buen pastor. Conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen. Un buen pastor

hasta da su vida por sus ovejas. Un asalariado, no, porque non le importan las ovejas. Pero yo soy un buen pastor, conozco a mis ovejas, y mis ovejas me

conocen, y doy mi vida por mis ovejas: nadie me la quita, soy yo el que la doy”

Jn 10, 1-15

El Pastor entra al redil por la puerta. Sólo los ladrones saltan la cerca. El verdadero pastor … los ladrones, los falsos maestros que vienen a

estropear el rebaño …

Jesús de niño, soñó con ser médico y pastor. Por la misma razón, porque los dos viven para los enfermos, para el rebaño, hasta ser capaces de dar la

vida por ellos.

Jesús de niño, soñó con ser médico y pastor. Por la misma razón, porque los dos viven para los enfermos, para el rebaño, hasta ser

capaces de dar la vida por ellos.

Lo central de las contemplaciones de Jesús es algo que se nos suele pasar desapercibido: Sus padres. Jesús los contempló

durante años. Lo fueron todo para Él, se lo enseñaron todo, toda la bondad, toda la honradez, toda la entrega … Y a la hora de hablar de su

Dios, ninguna otra imagen de este mundo fue mejor que sus padres. Así como sus padres, es su Dios:

“Vuestro Padre, que está en los cielos. Así seréis como vuestro Padre de los cielos. Padre

Nuestro que estás en los cielos ”

Y ésa será, precisamente ésa, su última palabra antes de morir. Aunque estaba hundido y desolado, volvió a gritar a su Dios con la dulce palabra, con

la dulce imagen de su infancia:

“Padre , en tus manos encomiendo mi Espíritu” Luc. 23, 46

¡Los ojos de Jesús, quién tuviera los ojos de Jesús! Para sentir todas las cosas como las “siente” Nuestro Dios.

Para sentir a Nuestro Dios en cada viento, en cada hierba, en cada persona; en cada una de todas las cosas …

Tus ojos, Jesús, los mejores contemplativos de la historia de la humanidad. Si nos dieras, Señor, tus ojos …

Alguno puede pensar que en este capítulo falta algo: el Templo, la contemplación de Dios en su esplendor, en el culto, en el oro, en las

columnas y en el incienso. Pues no, no falta en este capítulo: Falta en los Evangelios. Parece como si Jesús contemplase a su Dios en todas partes, en todas absolutamente en todas

menos – quizá – en el Templo.