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    NIGEL GLENDINNING

    HISTORIA DE LA

    LITERATURA ESPAOLA

    EL SIGLO XVIII

    EDICIN AUMENTADA Y PUESTA AL DA

    EDITORIAL ARIEL, S. A,BARCELONA

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    m

    Letras eIdeasColeccin dirigida por

    F r a n c i s c o R i c o

    HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAOLANueva edicin

    1. A. D . DeyermondLA EDAD MEDIA

    2. R. O. Jones

    SIGLO DE ORO: PROSA Y POESIA

    Revisado por Pedro-Manuel Ctedra

    3. Ed w ard M. W i l s o n y Duncan Moia

    SIGLO DE ORO: TEATRO

    4. N igel Glendinning

    EL SIGLO XVIII

    5. D on aid L. Shaw

    EL SIGLO XIX

    6/1. G e r a l d G. Br o w n

    EL SIGLO XX. DEL 98 A LA GUERRA CIVIL

    Revisado por Jos-Carlos Mainer

    6/2. Sa n t o s Sa n z V i l l a n u e v a

    EL SIGLO XX. LA LITERATURA ACTUAL

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    Ttulo original:

    A L IT E R A R Y H I ST O R Y O F S P A I N

    The Eigbteentb Century

    Ernest Benn Ltd., Londres

    Traduccin deLuis A l o n s o L p e z

    1.* edicin: diciembre 2973Edicin al cuidado de

    Jos-Carlos Mainer

    2." edicin: febrero 1975

    3.a edicin (corregida y aumen tada): agosto 1977

    4 ,2 edicin (revisada y puesta al da): mayo 19835-* edicin: abril 1986

    6. edicin: febrero 19937.a edicin: febrero 2000

    1972: Nigel Glendinnng

    Derechos exclusivos de edicin en castellano

    reservados para todo el mundoy propiedad de la traduccin:

    1973 y 2000: Editorial Ariei, S. A.

    Crcega, 270 - 08008 Barcelona

    ISBN: 84-344-8326-2 (obra completa)

    84-344-8355-6 (tomo 4)

    Depsito legal: B. 114 - 2000

    impreso en Espaa

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede ser reproducida,

    almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico,mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

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    ADVERTENCIA PRELIMINAR

    Toda historia es un compromiso entre propsitos difciles y aun imposibles de conciliar. La presente no constituye una ex-

    cepcin. Hemos tratado principalmente de la literatura de crea-cin e imaginacin, procurando relacionarla con la sociedad enla que fue escrita y ala que iba destinada, pero sin subordinar lacrtica a una sociologa de amateur. Por supuesto, no es posibleprestar la misma atencin a todos los textos; y, as, nos hemoscentrado en los autores y en las obras de mayor enjundia arts-tica y superior relevancia para el lector de hoy. La consecuencia

    inevitable es que muchos escritores de inters, mas no de primerrango, se ven reducidos a un mero registro de nombres y fechas;los menores con frecuencia no se mencionan siquiera. Hemosaspirado a ofrecer una obra de consulta y referencia en formamanejable; pero nuestro primer empeo ha sido proporcionarun gua para la comprensin y apreciacin directa de los frutosms valiosos de la literatura espaola.

    Salvo en lo estrictamente necesario, no nos hemos impuestounos criterios uniformes: nuestra historia presenta la mismavariedad de enfoques y opiniones que cabe esperar de un buendepartamento universitario de literatura y confiamos en que esavariedad sea un estmulo para el lector. Todas y cada una delas secciones dedicadas a los diversos perodos toman en cuentay se hacen cargo de los resultados de la investigacin ms re-ciente sobre la materia. Con todo, ello no significa que nos li-mitemos a dejar constancia de un gris panorama de idees regues.Por el contrario, cada colaborador ha elaborado su propia inter-pretacin de las distintas cuestiones, en la medida en que podaapoyarla con buenos argumentos y slida erudicin.

    R.O . J o n e s

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    NDICE

    Advertencia preliminar............................................... 9

    Abreviaturas................................................................. 13

    Prlogo del a u t o r ..................................................... 15

    1. Literatura y sociedad en Espaa durante el siglo xvm . 17

    2. La prosa durante- el siglo x v m ................................... 73

    3. La poesa durante el siglox v m ................................ 117

    4. El teatro durante el siglo x v m ...................................165

    C o d a ......................................................................... 223

    Apndice A. Anlisis de las listas de suscriptores se

    gn las clases sociales...............................................228Apndice B. Precios de libros en el siglo xvm . . 232

    Apndice C. Frecuencia de ediciones durante el siglo x vm ...................................................................234

    Apndice D. Anlisis de las publicaciones durante el

    siglo xvm atendiendo a su materia . . . . 235Apndice E. Libros cientficos publicados en Espaa

    en la primera mitad del siglo xvm . . . . 237

    Bibliografa.................................................................. 239

    Indice alfabtico............................................................ 261

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    ABREVIATURAS

    AHN Archivo Histrico NacionalBAE Biblioteca de Autores EspaolesBBMP Boletn de la Biblioteca Menndez PelayoBH Bulletin HispaniqueBHS Bulletin of Hispanic StudiesBNM Biblioteca Nacional, Madrid

    BRAH Boletn de la Real Academia de la HistoriaCA Cuadernos AmericanosCC Clsicos CastellanosCCa Clsicos CastaliaCCF Cuadernos de la Ctedra Feijoo (Oviedo)FR Filologa RomanzaHR Hispanic ReviewNBAE Nueva Biblioteca de Autores EspaolesNRFH Nueva Revista de Filologa HispnicaPSA Papeles de Son ArmadansRABM Revista de Archivos, Bibliotecas y MuseosRCHL Revista Crtica de Historia y LiteraturaRFE Revista de Filologa EspaolaRH Revue HispaniqueRL Revista de Literatura

    RLC Revue de Littrature CompareRN Romance NotesRO Revista de OccidenteSPh Studies in Philology

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    PRLOGO DEL AUTOR

    El contenido del presente volumen fue originariamente concebido como contribucin a un libro de mayores dimensionesque abarcara el perodo romntico y posromntico. Es obvioque en tan corto espacio resulta imposible abordar adecuadamente las letras hispnicas de ms de un siglo; he preferido, porello, reducir el nmero de los autores tratados, antes que incluirescritores por el mero propsito de citarlos.

    Estos captulos (as lo espero) contribuirn, sin embargo, alconocimiento ms profundo de una parcela seriamente descuidada, pero que de modo creciente se va convirtiendo en objeto deinvestigacin para la crtica en Francia, Estados Unidos, Alemania, Italia y Espaa, as como en Gran Bretaa e Irlanda.

    Cuando me hallaba trabajando sobre las obras publicadas

    por suscripcin en Espaa e investigando acerca de los preciosde los libros, buen nmero de colegas y amigos me prestaron suoportuna ayuda. De modo particular, es grande la deuda quetengo contrada con el profesor Rodrguez-Moino, cuya prdida lamentamos los hispanistas de todo el mundo, y con el profesor Edward M. Wilson, as como tambi con Mrs. Helen F.Grant, el profesor Jos Caso Gonzlez, Mr. Duncan Moir y el

    profesor Russell P. Sebold. Debo asimismo mi reconocimiento amuchos estudiantes de espaol de la universidad de Southamp-ton que me ayudaron a confeccionar las estadsticas, y a las autoridades de dicho centro que financiaron parte de mis investigaciones. Agradezco encarecidamente el permiso del comit delMuseo Britnico y de la Biblioteca Nacional de Madrid parareproducir las citas de los manuscritos de sus colecciones. Debo-

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    16 EL SIGLO XVIII

    expresar, finalmente, mi agradecimiento al editor general de la

    presente serie, el profesor R. O. Jones, por su escrutinio atentode mis originales a mquina, as como por sus valiosas sugerencias. Gracias debo, por ltimo, a mi esposa por haber eliminadode mi redaccin algunos desaciertos, y a mi amigo Philip Dea-con por haber preparado el ndice y haber ayudado en la revisin del texto para la edicin espaola.

    O. N. V. G.

    Dubln, junio de 1972.

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    Captulo 1

    LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAADURANTE EL SIGLO XVIII

    A comienzos del siglo xvm, Espaa se encontraba polticamente escindida. Castilla, en efecto, apoyaba a Felipe V de Bor-bn como candidato al trono; el antiguo reino de Aragn, en

    cambio, era ms bien partidario del Archiduque Carlos. Felipe V, terminada ya la guerra, continu dando a los aragonesesmotivos que los mantenan en su actitud de oposicin al abolirlos fueros de Aragn, Valencia y Mallorca en 1716, aunque lafaccin aragonesa fuera ms adelante una fuerza con la que habra que contar entre 1760 y 1780. Hubo, adems, en estetiempo otros grupos que en Espaa, al igual que en el resto de

    Europa, trataron de modificar las jerarquas de la monarqua yde la Iglesia. Las divisiones no fueron, sin embargo, la nicaconsecuencia de la guerra de Sucesin espaola. Espaa perdipor los tratados de Utrecht y Rastatt sus posesiones en los Pases Bajos, aples y Sicilia en favor de Austria; Gibraltar yMenorca en favor de Inglaterra. La nacin era, as, al decir deVoltaire y de otros escritores de esta centuria, un mero esque

    leto de lo que haba sido en otras pocas.Cuando Fernando VI subi al trono en 1746, el poltico

    Macanaz se sirvi de idntica imagen la de un cadver paradescribir el estado en que se encontraba la nacin. Reprobabapor igual la intervencin de rbitros extranjeros en los asuntosespaoles y en las guerras. Se daba en Espaa una aguda conciencia de decadencia, a pesar de que se notaba claramente un

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    18 EL SIGLO XVIII

    cierto progreso en la economa y de que la poblacin volva acrecer. Posteriores mejoras, en poca ms tarda de este mismo

    siglo, no lograron destruir por completo esta sensacin de decadencia y divisin. En 1768, Pablo de Olavide, en su Plan de es-tudios para la universidad de Sevilla, habla de Espaa como uncuerpo sin vigor ni energa, atribuyendo su estado al espritu departido en la enseanza universitaria, compuesta de miembrosque no se unen entre s; sino que cada uno se separa de los dems, perjudicndoles cuanto puede para exaltarse a s mismo.

    En un principio, las soluciones que el gobierno brind alproblema fueron de ndole econmica: la abolicin de las aduanas interiores, la proteccin dispensada a determinadas industrias la del vidrio, porcelana, construcciones de barcos, la textil, por ejemplo , la repoblacin de Sierra Morena a finales dela dcada de los sesenta y comienzos de la de los setenta, y elapoyo oficial a las sociedades econmicas que surgieron en muchas ciudades tras la fundacin pionera de la Real SociedadVascongada de Amigos del Pas en 1765- La existencia mismade estas sociedades econmicas refleja una ampla preocupacinpor el desarrollo del pas. Por la mayor parte se componan denobles, ricos hacendados, oficiales del ejrcito, burcratas y clrigos, que deseaban mejorar el potencial agrcola y mercantil de

    la nacin, adelantando sobre todo las artes prcticas, de cuyaprofesin no [era] ninguno de sus individuos, segn apuntabacon sarcasmo un crtico de esta poca (El Censor, Discurso 65,Madrid, 1784). A pesar de no ejercer ellos mismos los oficiosmecnicos, muchos socios se preocupaban hondamente por la situacin de los pobres jornaleros y labradores. El poeta y dramaturgo Lpez de Ayala, en su discurso de entrada para la Real

    Sociedad Econmica de Madrid (1777), se refera al dulcemovimiento [en lo interior de nuestros corazones] que nos hacemirar a todos los hombres como hermanos, [lastimndonos] lasmiserias ajenas. Algunos hasta criticaban la jerarqua tradicional de la sociedad, como Tediato por ejemplo, en las Noches l-gubres de Cadalso cuando hablaba de las clases como arbitrarias e intiles (1771?). Muchas veces una simpata hacia los

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    LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAA 19

    pobres se une. a la crtica de la ociosidad de las clases elevadas.Un amigo de Cadalso, Len de Arroyal, escribe una oda en ala

    banza de Juan Fernndez de la Fuente, labrador honrado antecesor del famoso poema de Cienfuegos a un carpintero y otrospor el mismo estilo y alude a los espantajos de la nobleza.Los ataques contra los nobles y ricos intiles se hicieron sobretodo comunes a finales del siglo, influidos.quiz por los cambiosque haban tenido lugar en otras sociedades. La1situacin debera mejorarse creyeron algunos mediante la ruptura de

    aquel vnculo, con el que atadas [las riquezas 1 a ciertas manosy a ciertos cuerpos, son impedidas de correr a unirse, como elhierro con el imn, con la industria, con la aplicacin,,con eltrabajo, con el mrito (El Censor, Discurso 9, Madrid, 1781).En una de sus Odas filosficas de 1770, el poeta y dramaturgoCndido Mara de Trigueros opinaba que las medidas legalesdeban tomarse contra la ociosidad de los ricos, formulando susargumentos en pareados llenos de fuerza persuasiva.

    El morador antiguo del Nilo celebradoEl ocio castigaba como crimen de estado:A los que nada hacan, Soln los desterraba,Dracn con muerte dura severo castigaba,Y espirar los hacan los antiguos Germanos

    Sumidos en el sucio fango de sus pantanos.De todas estas gentes la razn admiradaDetesta nuestros nobles, que no sirven de nada.Entretanto nosotros, con soberbia fierezaEl ocio consagramos a la antigua nobleza.Sus celebrados padres, que tan tiles fueron,Derecho de no serlo por herencia les dieron.

    Intiles estorbos entre los ciudadanosNacieron slo para adorarse as vanos.

    Estas crticas dirigidas contra la inactiva aristocracia, que sefusionaron a veces con las actitudes igualitarias que flotaban enla atmsfera de finales del siglo x v i i i , se hacen plenamente comprensibles en el contexto de la historia espaola. No era elevada

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    la proporcin de los nobles en Espaa, y aun descendi en eltranscurso del siglo hasta un nivel del 4 por ciento entre el totalde una poblacin de diez millones y medio de habitantes en1797. En el censo de 1768 haba 722.794 hidalgos, 480.000en 1787 y 403.000 en 1797. En determinadas regiones, sinembargo, el porcentaje de nobles era mucho ms elevado. Loshabitantes de Guipzcoa se consideraban hidalgos en el cien porcien de los casos; en Vizcaya suceda lo mismo en un 50 porciento, y en Asturias en un 16 por ciento, a finales de siglo. EnAndaluca, adems, y a pesar de que el nmero de nobles percapita era bajo en esta regin, abundaban los hidalgos ricos demodo especial. A lo largo de todo el territorio de la nacin, tomada en su conjunto, gozaban an los nobles de ciertos privilegios. No podan ser presos por deudas, ni podan embargarsesus personas, armas o caballos. Se les daba la preferencia en cier

    tos arrendamientos, ventas y repartimientos; tambin en losoficios pblicos honorficos. A los nobles no se les exiga el daralojamiento a los soldados del ejrcito cuando pasaban por supueblo, a menos que resultaran insuficientes las casas de personas no exentas (y esto slo despus de 1742). Tampoco se taspoda poner pena afrentosa o infamante, ni exponerles al tormento o tortura. An en 1797 el poner esposas o grillos a doa

    Mara Vicenta Mendieta, viuda de don Francisco de Castilla,e implicada en su homicidio, motiv quejas por parte del abogado defensor, que alegaba su exencin por hidalga. En muchaszonas del pas, ciudades enteras, as como pueblos y tierras,pertenecan an a seoros en realidad autnomos, ms bienque a la corona o a la Iglesia. Amplias zonas de la superficiecultivable permanecan baldas a causa del abandono por ab

    sentismo de sus seores y como resultado de la vinculacin, oeran intiles por pertenecer a la Mesta que contaba con derechos de caada sobre las tierras para conducir a lo largo deEspaa los rebaos trashumantes. En el Informe sobre la leyagraria (1795), redactado por Jovellanos (1744-1810) sobre labase de las discusiones y memorias de la Sociedad Econmicade Madrid, se seal como una necesidad urgente la redistribu

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    LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAA 21

    cin de las tierras y la promocin de un derecho de propiedadms extendido. Se discuta abiertamente el problema del a b s e n

    tismo en la Real Academia de Derecho Espaol de Madrid, enalgn debate ante el pblico. En mayo de 1785, don PedroFerrer disertaba sobre si sera conveniente privar de las tierrasa los propietarios que por espacio de algunos aos dejaban decultivarlas. Sin duda el ponente era partidario de la secuestracin de aquellas tierras, ya que tambin preguntaba a quindeberan aplicarse [las tierras secuestradas], a los hacendadosinmediatos, a los consejos o propios de los pueblos, o al rey.No todo el mundo, empero, era partidario de un cambio tanradical, y Bernardo Ward hizo ya en 1750 un proyecto paraque la jerarqua social y Espaa se recuperasen conjuntamentevolviendo a introducir la industria de la seda, de modo que loscampesinos pudiesen dedicarse a la cra de gusanos de seda y ahilar sus productos, as como los propietarios invertir su dineroahorrado en un material que debera proveer de vestido a lanobleza y adornar las paredes de los palacios.

    Las guerras exteriores como sucedi tan frecuentemente alo largo de la historia de Espaa obstaculizaron en buena parte el desarrollo del pas; recurdese que, en esta poca, Espaaanduvo empeada en la anexin de Npoles y del reino de las

    Dos Sclias en 1734; en una costosa campaa en Italia entre1740 y 1746; en la guerra sostenida contra Inglaterra en Portugal en 1762; en una expedicin a las islas Malvinas en 1770;en el desastroso ataque a Argel en 1775; en el asedio de Gibral-tar entre 1779 y 1783; en la reconquista de Menorca en 1782;en las hostilidades contra la nueva repblica francesa en el perodo que va desde 1793 hasta 1795, y ms adelante en la gue

    rra de la Independencia (1808-1814). Todo ese esfuerzo blicorequera hombres y dinero que Espaa, no sin perjuicio, anpoda emplear. En algunos casos, es cierto, el orgullo nacionalentraba en juego, y la guerra contribuy a la unidad. En otrasocasiones, en cambio, la guerra era una simple consecuencia dela alianza con Francia en especial despus del Pacto de Familia de 1761-1762 ; otras veces, el conflicto se converta en cau

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    sa de humillacin, como fue el caso de la desastrosa expedicina Argel, que dio lugar a toda una serie de stiras annimas con

    tra el desgraciado general irlands OReilly, y, partiendo deesto, contra los ministros extranjeros empleados por Carlos IIIque se crean responsables del fracaso. La guerra de la Indepen-dencia escindi y unific a Espaa al mismo tiempo. Los liberales, dudando de si era mejor prestar apoyo a Francia para elinters general de su propio pas, y facilitar as un cambio radical en la sociedad espaola, o bien apoyar a Fernando VII contra los franceses y procurar obtener de este monarca un sistemams democrtico que el que haba proporcionado la monarquaen etapas anteriores, se hallaban escindidos entre s. El fin dela guerra, sin embargo, fue testigo del empobrecimiento de lanacin y de la restauracin de la monarqua absoluta, a pesarde la Constitucin de Cdiz (1812).

    De modo inevitable, las guerras acentuaron la preocupacinde los espaoles por el estado de su pas y mucho se hizo paramejorarlo a lo largo del siglo xvm, a pesar de las hostilidades.La condicin de vida en las ciudades se vio radicalmente modificada mediante el empedrado de las calles, un mejor sistema dedesages y el alumbrado nocturno en la capital, por ejemplo;el nuevo trazado de avenidas y plazas se dej ver por doquier.

    Las mejoras en Madrid fueron especialmente notables, y llevaron aquella ciudad de su primitivo estado maloliente y sucioal de un sitio limpio y agradable entre 1760 y 1768. Aparecieron los suburbios modelo en Barcelona (Barceloneta), y, finalmente, fueron construidos pueblos enteros por simples particulares ilustrados (el de Nuevo Baztn, por ejemplo, debido ala familia Goyeneche), o por el estado (como el caso de La Ca

    rolina y La Carlota, y otros ms en Andaluca). Mejoraron notablemente las comunicaciones a lo largo de la pennsula, y nuevasarterias y canales se construyeron en la segunda mitad de estesiglo, para ayudar la agricultura y la economa del pas a la vez.Otros progresos se promovieron gracias a la educacin. Se procur sobre todo estimular el estudio de las matemticas y de lasciencias, tan provechoso para el fomento de la razn y el destie

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    LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAA 23

    rro de la supersticin. Ya en 1758 se empez a dar clases defsica experimental en el Seminario de Nobles matritense, acargo de los jesutas. Los cursos se anunciaron en la Gaceta deMadrid para que pudieran acudir cuantos se interesaban por losestudios cientficos y los nuevos mtodos. Se intent reformarlas universidades y mejorar la enseanza escolar. Tras una cdula que daba ms categora social a los maestros de primerasletras en junio de 1758, se promulgaron varias reales resolucio

    nes acerca de la instruccin pblica en 1767 y 1771. En 1783se establecieron escuelas gratuitas en todos los barrios de Madrid; y en el Informe sobre la Ley Agraria (1795), Jovellanospidi que se multiplicase en todas partes la enseanza de lasprimeras letras, para que no hubiese individuo por pobre ydesvalido que sea, que no pueda recibir fcil y gratuitamenteesta instruccin. La preocupacin de los ilustrados por la in

    novacin en el sistema pedaggico trasciende en los comentarios que se escribieron acerca de las escuelas de Madrid, despus de una visita general en 1797. Los de la comisin inspectora entre su nmero se contaban dos amigos de LeandroFernndez de Moratn, Juan Antonio Meln y Pedro Estalanotaban en alguna escuela, que todo se enseaba por el mtodo antiguo y muy mal. Cuando en otra el maestro les deca

    que se enseaba el santo temor de Dios, los inspectores lamentaban la escasez de luces del regente.

    Otra preocupacin de los espaoles fue con las condicionesde vida en los dominios sudamericanos. Es interesante ver laopinin de dos cientficos espaoles, Jorge Juan y Antonio deUlloa, acerca de la administracin de las provincias ultramarinas. A juzgar por una memoria que redactaron por los aos de

    1743 para el marqus de Ensenada, les choc la inhumanidadde algunos corregidores y la explotacin de los indios. Vuelve asonar all la nota de humanitarismo tan frecuente en los escritosde los ilustrados espaoles del siglo xvm. Aseveraron que noera posible entrar en el asunto del tratamiento de los indios,sin quedar el nimo movido a compasin, [y] [...] sin dejarde llorar con lstima la miserable, infeliz y desventurada suerte

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    24 EL SIGLO XVIII

    de una nacin que, sin otro delito que el de la simplicidad, nims motivo que el de una ignorancia natural, han venido a ser

    esclavos, y de una esclavitud tan opresiva, que comparadamentepueden llamarse dichosos aquellos africanos, a quienes la fuerzay razn de colonias han condenado a la opresin servil.

    Ningn progreso, sin embargo, se produce sin resistencia ysin discordia. Por lo que se refiere a las reformas que en el siglo xvm se abordaron en el seno de la Iglesia, por ejemplo,puede decirse que fueron particularmente desgarradoras. En

    algunos de sus aspectos, han de considerarse a la luz de la luchapor el poder entre dos potencias rivales, el rey y el Papa. Sediscuta apasionadamente si los inculpados se podan ver libresdel brazo secular refugindose en recintos sagrados, si caa sobre el Papa la autoridad de deponer a los reyes o de dispensara determinos sbditos suyos de sus obligaciones hacia su propiomonarca, si los clrigos tenan derecho a apelar a las autoridades

    civiles contra manifiestos abusos de las autoridades eclesisticasy, finalmente, si competa a la Iglesia el derecho de la publicacin de los edictos papales al margen del permiso real. Los queatacaron el poder de la curia papal fueron acusados por la Iglesia de jansenismo, o bien delatados a la Inquisicin. Los ministros del rey, a su vez, intentaron disminuir el poder del SantoOficio, proscribir ciertos edictos papales y desmembrar, finalmente, aquellas organizaciones cuya razn de existencia tenarelacin con el Papa. La expulsin de los jesutas en 1767 fueconsiderada como el golpe de ms trascendencia en el curso deestas luchas contra la curia romana. El proceso de la Inquisicin contra Olavide, ministro imbuido de ideas ilustradas y responsable del plan de repoblacin de Sierra Morena, pona de

    manifiesto, diez anos ms tarde, que la lucha no haba cesado.Hacia finales de siglo muchas cuestiones se embrollaban comoresultado de estas luchas en torno al poder. As, por ejemplo,un clrigo como lo era Joaqun de Villanueva, que se pronuncicontra el modo en que se deca la misa por parte de ciertoseclesisticos la misa de 25 minutos de duracin era corrientepor esta poca; ciertos clrigos incluso la reducan a un tirn

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    LITERATURA Y SOCIEDAD EN ESPAA 25

    sin respirar de cinco minutos , fue encarcelado por la Inquisicin como si de un ateo se tratara. Nada impidi, por otra parte,

    que la Iglesia, a veces, se pusiese del lado de los demcratas enla lucha contra el poder absoluto de la corona.

    A travs de este siglo, pensadores progresistas de todas lastendencias se encontraron en Espaa con la Inquisicin. La mayora de los inquisidores segua en la creencia de que el sol y lasestrellas giraban en torno a la tierra, y an en 1777, la teoracopernicana era tenida por grave hereja en el proceso contraOlavide, dfe igual modo que la falta de respeto hacia las imgenes religiosas o las ideas de ndole sensualista. El inquisidorgeneral escribi el padre Feijoo por los aos veinte eraamantsimo de la antigualla y est amenazando con el rayo enla mano a todo libro que dice algo de lo infinito que se ignoraen Espaa. Y ms adelante haba un gran contraste entre los

    clrigos que estaban al tanto del desarrollo de las ideas cientficas y los que no lo estaban. En 1785, fray Manuel Gil criticla ignorancia del padre Trujllo, al repasar una carta pastoralde este ltimo: es muy dudoso si los Astrnomos le pasaranel modo con que habla del sistema de Coprnico. Pero seguasiendo imprescindible modificar muchas obras antes de quefueran dadas a la imprenta, para no contravenir las normas de

    la Inquisicin. La prohibicin de un libro poda constituir unincentivo para su lectura en ciertos casos; pero no cabe dudade que los inquisidores intimidaron a los artistas y escritores, yfueron utilizados por el gobierno, despus de 1789, para impedir la difusin de las ideas revolucionarias.

    El descenso progresivo en el nmero de procesos de la Inquisicin, as como de sus castigos a lo largo del siglo xvm, pue

    de seguirse en las cifras que nos presenta J. A. Llrente (1756-1823) en su Memoria histrica (1811), recientemente publicadapor la editorial Ciencia Nueva bajo el ttulo de La Inquisiciny los espaoles. Las estadsticas que Llrente nos ofrece son ligeramente arbitrarias. Dispona de cifras adecuadas para determinados tribunales, pero las multiplic por todos los tribunales existentes en el pas a fin de obtener un diseo global. Las

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    cifras que nos persenta, sin embargo, ofrecen la consistenciasuficiente como para resistir un anlisis estadstico. A partir de

    ellas es posible detectar tres perodos de actividad ms intensapor parte de los inquisidores: se tratara de los aos comprendidos entre 1711-1718, 1742-1745, y finalmente entre 1793-1797. La primera etapa coincide con la guerra de Sucesin y elperodo inmediato; el segundo, con las campaas de Italia, yel tercero, con el perodo de la posrevolucn francesa. Llrenteafronta cifras para el rgimen de cada uno de los inquisidores

    generales; por mi parte, be procurado unir las estadsticas enperodos ms fciles de comparar, a ser posible en dcadas. Inquisidores generales hubo que duraron en su cargo ms de undecenio; y en el caso de que se d una notable diferencia entreel nmero de aos ocupados por un reinado y el prximo, proporciono una figura ajustada entre parntesis, para facilitar lacomparacin con el reinado inmediatamente anterior.

    Aos

    Quemados en personaQuemados en efigiePenitenciados

    16991710 171118

    204? 272102? 136

    1.224? 1.632

    172033

    442221

    2.652

    173340

    238119

    1.428

    T o t a l 1.530? 2.040 (2.958) 3.315 (1.518) 1.785

    Aos 174245 174659 176074 177483Quemados en persona. 136 10 2 2Quemados en efigie 68 5 ____Penitenciados 816 107 10 16

    T o t a l 1.020 (2.346) 122 12 18

    Aos 178492 179397 17981808

    Quemados en persona____

    _Quemados en efigie . 1Penitenciados 14 30 20

    T o t a l 14 30 21

    A partir de 1760, si hemos de creer a Llrente, hubo ms personas que fueron juzgadas en secreto, no sometidas, por consiguiente, a las afrentas pblicas ni a la confiscacin de sus bienes.

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    Se dio, pues, una mayor actividad de este tipo durante la segunda mitad del siglo que la que simplemente se deduce de las

    cifras constatadas.Los censores gubernamentales, adems de los inquisidores,

    velaron por las instituciones estatales y religiosas, preservndolas de libros sediciosos. A veces la decisin resultaba difcil paralos censores. Se quera evitar la influencia de teoras heterodoxas, pero al mismo tiempo fomentar el estudio de las ciencias yla filosofa. El doctor Andrs Piquer, en su Discurso sobre laaplicacin de la filosofa a los asuntos de la religin (Madrid,1757), se refiere al dilema en los trminos siguientes:

    Los descubrimientos que se han hecho de dos siglos a estaparte por la va de la experiencia, se hacen servir a veces pararenovar y apoyar errores torpsimos, como se ve en los materialistas y otros sectarios de nuestros das. Si para embara

    zar la introduccin de estas cosas se negase en general eluso total de ellas, traera grandsimo perjuicio a la sociedadhumana, a quien importa mucho que las ciencias naturalesse cultiven y se perfeccionen.

    Los censores estuvieron alerta de un modo especial despusde los tumultos de 1766 y nuevamente a partir de la Revolucin

    francesa. Por los aos de 1790 incluso se prohibi en Espaa unperidico cientfico, el Diario de Fsica de Pars. Desde entoncesmuchos intelectuales conformistas en Espaa aceptaron la necesidad de callar ciertas cosas. En 1793 un grupo de intelectuales(entre ellos Melndez Valds y Cienfuegos) que quera publicarun peridico llamado El Acadmico, prometi hacerlo as, aseverando que Nada dirn, nada extractarn, en nada se mezcla

    rn que pueda ofender en modo alguno; trabajarn para la utilidad, y respetando, si es lcito decirlo, hasta la misma preocupacin, en ciertas materias, las pasarn por alto en su peridico,y querrn ms bien pasar a los ojos de algunos por menos instruidos que por hombres de opiniones nuevas.

    La censura gubernamental y la Inquisicin bastaron, paraque no se publicasen en Espaa determinados temas de la Ilus

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    tracin europea, sobre todo lo que a las ideas polticas y religiosas se refiere. Pero el hecho de que estas ideas no pudieran di

    fundirse a travs de libros espaoles, no era un estorbo paraque se las discutiese en Espaa, ni para que circularan clandestinamente a veces en libros extranjeros. Por los aos de 1770,por ejemplo, el obispo de Plasencia se quejaba al rey de la facilidad con que l haba procurado ejemplares de los escritos irreligiosos y subversivos de Voltaire. Y ms adelante, segn laHistoria de Carlos IV de Andrs Muriel, hubo visitador general

    en alguna dicesis que daba l mismo a leer las obras de Voltaire y Rousseau a aquellos prrocos que haban adquirido alguna tintura de la lengua francesa, ponderndoles la importanciade tales escritos. S las obras de Voltaire y Rousseau no podan ser publicadas en Espaa, era de todos modos imposibleimpedir su discusin en las tertulias y en los cafs. En 1776,el padre Jos Rodrguez escribi, en efecto, en El Philoteo:

    S con toda certeza, que hay y ha habido tertulias concurridas de militares, seoras y otros personajes, cuya materiade conversacin es la religin a la moda. Se duda sobre elpurgatorio, sobre el castigo eterno, inmortalidad del alma,sobre la revelacin, autoridad soberana, etc., sacando conclusin de todo para la disolucin y libertinaje.

    Despus de la Revolucin francesa, en 1794, un dominico francs refugiado en Madrid not que las teoras revolucionariascirculaban abiertamente en las conversaciones de la Puerta delSol y la calle Montera. Aconsej al gobierno espaol que dierams informacin acerca de la situacin en Francia en vez denegrsela al pueblo, procurando de esta manera reformar la

    opinin pblica.En la alta sociedad espaola del momento apuntan algunos satricos de la poca resultaba imposible introducirse sinunas ciertas nociones acerca de la Ilustracin. Esto constituye,en parte, el resorte de los Eruditos a la violeta de Cadalso (Madrid, 1772) y de un manuscrito annimo que contiene un ataque contra Olavide, llamado El siglo ilustrado. Vida de Don

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    Guindo Cerezo (h. 1776). Estas dos stiras hacen un contraste

    muy sugestivo entre s. La de Cadalso se hace desde dentro: esobra de un autor que comparte las ideas ilustradas y critica lasuperficialidad ms que la ideologa. El enfoque de El sigloilustrado, en cambio, es ms agresivo; la stira, esta vez, sehace desde fuera. Caricaturizando las ideas de la Ilustracin, elannimo autor, quizs el abate de la Gndara, hace que los ilustrados parezcan todos ignorantes, ateos, inmorales, y poco aman

    tes de su patria. Frente a ellos se encuentran los buenos: castellanos viejos, cannigos leales, e individuos de la clase baja llenos de sentido comn y sana moralidad. Es obra en que semanifiestan los roces de las clases, lo mismo que en un sonetosatrico de la misma poca, que se mofa de ios ilustrados y suxito en la poltica de la manera siguiente:

    Yo sigo el catecismo de Voltaire,

    venero al Kauli Kan y al Espin,y formo mi pequea Inquisicin,de Montesquieu, Rousseau y DAlembert.Vocifero que Espaa es el tallerde la Ignorancia y la Supersticin;cito a Nollet, Descartes y Newton,y en todo arrastro al Padre Verulier.

    Digo intriga, detalle, dessert, glass,murmuro de los frailes sin cesar,y alabo cuanto aborta otro pas.Yo no dejo jams de cortejar;a Npoles celebro, y a Pars,pues, qu empleo me pueden hoy negar?

    (Museo Britnico, Add. ms. 10 .237 , f . 309V)1

    I. Algo parecido se expresa en un soneto de Torres Viflarroel escrito unoscuarenta anos antes. All, en la Ciencia de os cortesanos': de este sig lo, seridiculiza el auge de la msica extranjera en la cultura de la' Corte:

    Estar enamorado de s mismo,mazcullar una Arieta en italiano,y bailar en francs tuerto o derecho:con esto, y olvidar el Catecismo,ctate hecho y derecho cortesano,

    mas llevarte el diablo dicho y hecho.

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    Esta pieza satrica va probablemente dirigida contra los ministros extranjeros en Espaa, a quienes eran familiares las ideas

    ilustradas, al igual que contra aquellos espaoles que seguan lasactitudes de moda para aparentar ms progreso. Quiz se encuentran en la misma lnea del ataque de Macanaz formuladocontra los extranjeros influyentes en la corte espaola en fechaanterior de este mismo siglo; ataque que lleg a ser repetido porlos amotinados de 1766 que exigan a Carlos III la deposicindel ministro italiano Esquilache. En aquel momento, como an

    tes, las profundas disensiones y resentimientos de la sociedadespaola afloraron a la superficie. Carlos III y su nuevo ministro el conde de Aranda intentaron unir a la sociedad espaola,y se expuls a los jesutas (a causa de la sospecha en torno a suimplicacin en los motines y su supuesta oposicin al poder delrey). La poltica a seguir consista, en Jo fundamental y lo mismo que a comienzos del siglo, en reforzar la autoridad central.

    En el campo de las bellas artes y de la literatura la tendencia centralizadora se esforz por la creacin de una red de academias. stas, a su vez y desde 1740 en adelante/ garantizaronla aceptacin en las provincias de los estilos arquitectnicos yde las modas artsticas aprobados en la corte. Se trataba principalmente de los estilos griego y romano, as como de los del

    Renacimiento europeo, que por este tiempo eran conocidos bajola denominacin de Neoclasicismo. Las nuevas obras en las iglesias provinciales requeran la aprobacin de Madrid, a partir denoviembre de 1777,3y la Real Academia de San Fernando tenaque intervenir en los planes y proyectos de renovacin. A pesarde que las modas locales no desaparecieron, gozaron inevitable-

    2. El dominio ejercido por la Academia de Madrid por medio de la formacin de los artesanos de las provincias salta a la vista en Los registros de ma-trcula de la Academia de San Femando de 1752 a 1815, Madrid, 1967; preliminar transcripcin y ordenacin por E. Pardo Canas. Resulta evidente, asimismo, en algunas de las reales resoluciones. Vase, por ejemplo, Severo Aguirre,Prontuario alfabtico y cronolgico por orden de materias, de las instrucciones,ordenanzas, reglamentos, pragmticas y dems reales resoluciones no recopiladas,expedidas hasta el ao de 1792 inclusive, Madrid, 1793, pgs. 9-10 (Arquitectos).

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    mente de menos aceptacin que antes por parte de los artistasespaoles.4 Anloga tendencia hacia la uniformidad tuvo lugar

    por lo que a la lengua y a la literatura se refiere. El diccionario,en cuya creacin se vio comprometida la Real Academia muypoco despus de su creacin en 1714, contribuy a este procesode uniformidad, mientras qu los censores nombrados por lasAcademias garantizaron, a su vez, la-pureza del estilo (tanto desde el punto de vista literario como del poltico o religioso) deaquellas obras cuya publicacin estaba reservada a su dictamen.Hay en Espaa, en efecto, abundancia de datos para afirmarque la difusin del Neoclasicismo era debida en parte al influjodel despotismo ilustrado a travs de las academias. Pero lasideas neoclsicas en la literatura fueron fomentadas tambin enlas escuelas por las rdenes docentes, que ensearon a los jvenes las teoras de Horacio y Aristteles.

    A pesar de que se hallaba ms unificada a mediados del siglo xvm, Espaa se encontraba asimismo ms estrechamenteunida a Europa de lo que haba estado en etapas anteriores. Lanueva dinasta borbnica se esforz, naturalmente, por mantenercordiales relaciones con Francia; se establecieron, adems, importantes contactos de ndole poltica con Inglaterra (e Irlanda),as como con Italia, que trajeron consecuencias tanto culturales

    como econmicas. As, por ejemplo, trabajaron al servicio de Felipe V tanto pintores, escultores y jardineros franceses como tejedores flamencos y arquitectos italianos; Fernando VI, a suvez, continu esta misma tradicin; y Carlos III, por su parte,hizo venir a Giambattista Tipolo y al bohemio Mengs a trabajar en los palacios reales y en las iglesias. La fbrica de cermicaque Carlos III haba hecho levantar en Capodimonte, en las

    afueras de aples, a base de artistas italianos, fue trasladadaal Buen Retiro de Madrid, cuando el monarca subi al tronoespaol el ao 1759. El gusto musical se modific tambin a lo

    3. Ibid., pg. 367.4. Una muestra bien clara de este estilo local en supervivencia la constituye

    la obra en estaco del Neobarroco de Pedraxas en Priego (Crdoba), que data de.1770, y se encuentra muy inmersa en la tradicin andaluza.

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    largo de la presente centuria como resultado de los contactos conEuropa.

    La pera Italiana priva, en efecto, en la corte en el perodoque va desde 1720 a 1750. Alessandro Scarlatti estuvo al servicio de los espaoles en aples y su hijo Domenco compusogran parte de sus piezas musicales en Espaa, en donde muri(Madrid, 1757). En 1737 el afamado castrato Cario Broschi(FarinelJi) entr al servicio del rey de Espaa con un sueldoprincipesco de 1.500 guineas inglesas por ao. Habiendo disi

    pado la melancola de Felipe V el rey imitaba a Farinelli,siguindole en sus arias, segn sir Berjamin Keene, embajadorbritnico por entonces , continu Farinelli ejecutando dos enunin de Brbara de Braganza, esposa de Fernando VI, ademsde organizar los espectculos de pera en el Buen Retiro durantela etapa final de su reinado. Carlos III personalmente era menosaficionado a la msica fuese italiana o no , y cuando subi

    al trono, el pas expres sus opiniones en poemas annimos, y,computando los gastos de los reinados anteriores, exiga la reforma por lo que a la msica se refiere, lo mismo que en otroscinco asuntos que comienzan por la letra m\ medicina, ministros, mulos, modas y mujeres. El infante don Luis, hermano delrey Carlos, protegi, sin embargo, tanto a msicos espaolescomo extranjeros, y l mismo ejecutaba duettos al rgano conel padre Soler y tom a Boccherini a su servicio. Una imprentade msicos, que se estableci en Madrid en 1770, public obrasde compositores de relieve internacional tanto espaoles comoextranjeros.5 No ha de pensarse, sin embargo, que todos estoscontactos se verificaban en un nico sentido, por lo que al artey a la msica se refiere. As, Haydn compuso sus Siete ltimas

    palabras de la Cruz para la catedral de Cdiz, y Vicente Martny Soler, msico nacido en Valencia (1754-1806), vio una perasuya representada en Viena en 1786 (de la que Mozart tom untema para su Don Giopanni), y cuando muri era director de lapera italiana en San Petersburgo. Y si, por otra parte, el bohe-

    5. Cf. N. Glendinning, Influencia de la literatura inglesa en Espaa en elsiglo xv m , CCF, 20, 1968, pg. 52.

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    y el duque de Almodvar treinta aos ms tarde, a su vez, pusieron a disposicin del pblico sus impresiones acerca de la

    cultura francesa que haban obtenido durante su estancia enPars; el primero en sus Memorias literarias de Pars: actualestado y mtodo de sus estudios (Madrid, 1751), el ltimo ensu Dcada epistolar sobre el estado de las letras en Francia (Madrid, 1781) publicada con el seudnimo Francisco Mara deSilva. Las estancias en el extranjero, sin embargo, no estabanrestringidas a las altas clases de la sociedad. Ya en el reinado

    de Fernando VI se facilitaban los viajes de estudios fuera deEspaa a hombres de ciencia, y se dispona tambin de pensiones reales y de becas de estudio a favor de los artesanos y artistas espaoles, con el fin de que llevaran a cabo estudios enInglaterra, Francia e Italia. El estudio creciente de idiomas extranjeros en los colegios del pas 8 capacit, a su vez, a un nmero mayor de pblico para la lectura de obras inglesas, francesas e italianas en sus versiones originales y profundiz lasimpresiones que, en ciertos casos, reciban de las traducciones.El influjo de las traducciones, por lo que se refiere a su estiloal igual que a su contenido, no debe infravalorarse. Afirma Cap-many que aqullas transformaron el modo de escribir el castellano en el transcurso de unos veinte aos,9si bien crean mu

    chos el cambio operado fuera perjudicial.Hemos indicado ya anteriormente la relevancia del cambiosocial operado en Espaa. Por razones econmicas, el gobiernomismo demostr su inters en hacer desaparecer algunas de lasbarrpras tradicionales. Campomanes se esforz por fomentar eldesarrollo de los oficios, elevando su rango en la consideracinsocial e intentando borrar la distincin entre los usuarios del

    ttulo de don que practicaban las artes liberales y el simpleJuan Fernndez que trabajaba en un taller de tejer, en las hor

    8. Cf. N. Glendinning, op. cit., pg. 66, y ngel Gonzlez Palencia, Notassobre la enseanza del francs a fines del siglo x v m y principios del xix , enEruditos y libreros del siglo XVIII, Madrid, 1948, pgs. 419-427.

    9. J. Sempere y Guarinos, Ensayo de una biblioteca espaola de los mejo-res escritores del reinado de Carlos III, II, Madrid, 1785, pg. 142,

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    mas o mquinas de modelado. Desde el mes de marzo de 1783,artes como las del curtido, sastrera, zapatera o herrera fueron

    declaradas honorables, y los que practicaban tales menesteresno perdan, por ello, su condicin de hidalgua.10 Apenas desapareci de golpe, sin embargo, la estructura del sistema. El afnde conseguir el ttulo de don era difcil de extirpar y lo queCadalso escribe en 1774 acerca de la Donimana en sus Car-ias marruecas no es una pura ficcin; la distincin que esteautor establece entre don y seor don puede comprobarse,por otra parte, en la lista de suscriptores a las Obras sueltasde Lope de la edicin de Sancha en 1776.11 Ha de tenerse encuenta, adems, que los cambios de ideas en el centro de Espaano alcanzaron siempre a la periferia, segn se deseaba. Todavaen 1784, la Real Academia de San Fernando se lamentaba delas disputas provincianas en torno a la distincin entre artistas

    y artesanos, al propio tiempo que le molestaban las actitudesmonopolsticas adoptadas por los gremios de pintores en Mallorca, Catalua, Zaragoza y Valencia.12

    Fue necesaria, en efecto, la guerra peninsular para que seintrodujera la primera fisura fundamental en el sistema de clases, cuando los que no eran hidalgos llegaron a ser oficiales.Aun as, los diminutos cambios sociales tienen obvias implica

    ciones por lo que a la literatura se refiere y, tomados juntamente con el progreso de las facilidades escolares a lo largo detodo este perodo,13 nos llevan rpidamente a pensar que la capacidad de lectura se increment en el transcurso de este siglo.Resulta fcil, por lo tanto, suponer la aparicin de una nuevaclase media de lectores, y esperar que un nuevo tipo de escritorse desarrolle para este nuevo pblico,

    10. Cf. Severo Aguirre, op. cit., pgs. 11-12.11. Lope de Vega, Obras sueltas, I, Madrid, 1776, Lista de suscriptores.12. Real Academia de San Fernando, Juntas ordinarias, libro II I (1776-

    1785). Junta del 5 de diciembre de 1784. A cualquier artista o arquitecto, fueseespaol o extranjero, le estaba permitido durante este perodo trabajar libremente en Espaa, segn se afirm de nuevo en una real cdula del 1 dede 1785 (cf. Severo Aguirre, op. cit., pg. 10).

    13. La prioridad que durante este perodo el gobierno dispens a la ense-

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    Desdichadamente carecemos de fuentes fidedignas que nosinformen acerca del pblico que exista para los libros impresos

    en Espaa durante el siglo xvm y los comienzos del xix. Sinembargo, las listas de suscriptores de los libros publicados poreste sistema pueden darnos ciertas indicaciones al respecto. Lossuscriptores no eran por fuerza lectores, desde luego, y TorresVillarroel, que se jactaba de que la edicin de sus Obras llevada a cabo en Salamanca en 1752 fuese la primera de lasobras espaolas publicadas por suscripcin, alude a ellos como

    a personas que por su piedad, su devocin o su curiosidad hanconcurrido a subscribirse en estas obras.14 A pesar de ello, enel perodo en cuestin, un anlisis de veintitrs volmenes pu*blicados en Espaa entre 1752 y 1817 refleja, al parecer, undeclive en el nmero de suscriptores por lo que se refiere alestrato ms elevado de la sociedad (cf. ms adelante, apndice A). Este hecho, sin embargo, no seala ningn cambio radi

    cal en la situacin o capacidad de lectura de las clases elevadas,ni significa una disminucin en la proteccin que dispensabana la literatura. Trtase, en efecto, de un cambio gradual, minsculo tal vez, en la categora social de los lectores del siglo xvm, si bien no del todo insignificante. Cabe pensar que setrata de la emergente clase media, y a pesar de que algunosautores de la poca se refieren a las clases del Estado como sno hubiera ms que dos -pobres y ricos, o vasallos y soberanos, como se asegura en un soneto annimo titulado Definicin de las clases hay indicios de que, en efecto, se empezaba a reconocer la existencia de una clase media. Flix de Abreu,

    anza de las primeras letras pue'de verse en la real resolucin del 11 de-julio de 1771. Se haban dado ya normas referentes a los maestros desde 1758,

    y en 1783 se pusieron en marcha escuelas libres en todos los barrios de Madrid.Se esperaba que las capitales de provincia siguieran su ejemplo. Por lo que ala reforma de la educacin universitaria durante este mismo perodo se refiere,vase F. Aguilar Pial, Los comienzos de la crisis universitaria, Madrid, 1967,y del mismo autor, La universidad de Sevilla en el siglo XVIII, Anales de laUniversidad hispalense, serie Filosofa y Letras, I, 1969.

    14. Torres Villarroel, Obras, I, Salamanca, 1752, f. 2r. En el volumen XIVde esta coleccin, alude Torres a los motivos de los suscriptores en los trminos de piedad o diversin, pg. 173.

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    en 1760, por cierto divide a los espaoles en tres clases: Grandes, gente mediana (middling gentry en ingls), y pueblo

    (common people); y Cadalso, en la Carta VII de las Cartasmarruecas, obra que termin en 1774, hace lo mismo cuandose refiere al hombre que nace en la nfima clase de las tres.El norteamericano Jorge Ticknor habla de las clases medias(the middling classes) en plural en Espaa en 1818. Y sepuede suponer que este grupo inclua a los hidalgos que se dedicaban a los menesteres qu^en el siglo xix haban de conside

    rarse como propios de la clase meda: los negocios internacionales, el comercio al por mayor y la banca, as como las profesiones tradicionalmente reservadas a los don, en el ejrcito,la Iglesia, la medicina, las universidades, las leyes y los ministerios (o bien las secretaras de los distintos consejos en el siglo xvm ). Hacia 1820 Leandro Fernndez de Moratn empleaya el trmino clase media. Se alude a ella como el pblico al

    que los comedigrafos deban dirigirse y, significativamente,toma en sus propios dramas como personajes principales a loscomerciantes y sus familias.

    Otra modificacin sensible en el pblico para la literatura sedebe a la creciente importancia de la mujer, sobre todo a finesdel siglo, como lector de poesa y de novelas. He aqu, desdeluego, un fenmeno europeo que refleja sin duda el desarrollode la educacin de la mujer ms que un cambio en su situacinsocial. Se empezaban a crear escuelas femeninas en Espaa enesta poca. En Valencia fund una el arzobispo Andrs Mayoral(1685-1769), Un viajero ingls que la visit en 1803 vio a muchas jvenes en el piso de abajo, que venan todos los das aestudiar, mientras que arriba vivan en pensin nias de una

    clase ms elevada.que pagaban seis reales al da. Parece queel gobierno pens en generalizar la educacin de las mujereshacia 1773, pero es evidente, sin embargo, que las escuelas paranias que se crearon seguidamente no siempre enseaban a leery a escribir. El reglamento para escuelas de nias educandasestablecidas en Segovia por la Real Sociedad Econmica exigala enseanza de la doctrina cristiana para inspirar a las alumnas

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    mximas de bien obrar, de pudor y de recato, y luego habaclases de costura. Muy en ltima instancia se pens en el abe

    cedario. Si alguna de ellas quisiere aprender a leer, se afirmasin mucho entusiasmo, deber igualmente ensearla. Tampoco abrieron tales escuelas sus puertas a todo el mundo, a diferencia de las escuelas para nios. Se prevean entre veinticuatroy treinta alumnas en total en Segovia, y no ms de doce pobres.Slo se aceptaban las alumnas de cinco aos a catorce. A partirde 1760 se imprimen varias obras con destino a las mujeres.

    Hubo discursos sobre la educacin femenina en El pensador deClavijo y Fajardo, y algunos tpicos de este peridico y de lasCartas marruecas de Cadalso, por ejemplo, se dirigan claramente hacia las mujeres. Y la coleccin de Poesas selectas castella-nas desde el tiempo de Juan de Mena hasta nuestros das hechapor Quintana se emprendi en obsequio no slo de los jvenesaficionados masculinos, sino tambin de las mujeres que leen

    versos por distraccin y no por estudio. No se crea, sin embargo, que faltaban escritoras adems de mujeres lectoras. Lasmujeres poetas abundaban. Las hermanas de Torres Villarroely de Jovellanos escriban poesa, y varas damas gaditanasadoptivas de Febo o reinas de las Musas publicaron poemasen honor de Mara del Rosario Cepeda, joven de doce aos, en1768. Autores de dos de las imitaciones de El Pensador o contestaciones a aquella obra fueron tambin seoras: doa Beatriz Cienfuegos, que escribi La pensadora gaditana (Cdiz,1763-1764); y doa Escolstica Hurtado, que empe2 La pen-satriz salmantina (1777). En 1789 se public por suscripcin enMadrid el primer tomo de Obras de una dama de esta corte:poesas varias sagradas, morales} y profanas o amorosas, y sabe

    mos que la autora tradujo la Andrmaca de Racine y la Zadade Voltaire y que Montiano y Luyando admiraba estas versiones. Ya que tiene las iniciales M. H. es posible que se trate deMargarita Hickey y Pellizoni. Es una lstima que no se conozca ejemplar del segundo tomo que iba a incluir la lista desuscriptores. Sera interesante saber el nmero de suscripto-ras femeninas en este caso, ya que el porcentaje de mujeres que

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    se suscriban a publicaciones empezaba a ser significativo porentonces. Casi el quince por ciento de suscriptores a las Obras

    de Vaca de Guzmn (Madrid, 1789-1792) fueron seoras; elcuatro por ciento de los del tercer tomo del Correo de Madrid;el cinco por ciento de los del Teatro de Ramn de la Cruz (1786-1791); el catorce por ciento de los de la traduccin de ClaraHarlowe por Samuel Richardson (Madrid, 1794-1796), y el dieciocho por ciento de los que se suscribieron a la traduccin espaola de la Historia de Amelia Booth de Henry Fielding (Madrid, 1795-1796). A principios del siglo xix aparece una mujerdramaturgo original adems de poeta y traductora: Mara RosaGlvez de Cabrera, que public sus Obras poticas en dos tomosen 1804, y cuyas traducciones se incluyeron en la coleccin deTeatro Nuevo Espaol (1800-1801). En algunas de estas obrassurgen notas que llamaramos feministas en el da de hoy: en

    la Dcima Aconsejando una dama a otra amiga suya que nose case, y otra Definiendo la infeliz constitucin de las mujeres en general, por ejemplo, de la dama de esta corte. Enlas tragedias de la Glvez, no sorprende que las vctimas propiciatorias sean mujeres, maltratadas por los hombres.

    Si el contorno social de la literatura se modificaba, qupuede decirse acerca de las publicaciones mismas? El cambio

    ms notable en este sentido se verifica en la oferta y la demandade las distintas categoras de obras. En su mayor parte, se hallaan por roturar este campo de investigacin en el que todavano disponemos de una obra anloga a la francesa, Livre et socit dans la France du XV IIIe sicle, ed. Furet (2 vols., Mouton,Pars, 1970). Salta a la vsta, con todo, y partiendo de las fuentes de que disponemos, que se elev ligeramente el porcentaje

    de los libros cientficos, mdicos, de economa, 'que fueronpublicados a comienzos del siglo xvm, dejndose notar claramente el impacto causado por la Ilustracin en este campo. Esobvio asimismo que la literatura de creacin asume una proporcin relativamente pequea de publicaciones. En 1815, ajuzgar por los anuncios de libros aparecidos en la Gaceta deMadrid, las obras de ndole religiosa gozaban del ms elevado

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    porcentaje con un 22 por ciento. Aun as, se trata de un nivelmuy inferior al alcanzado ochenta aos antes, en 1730, cuando

    suba a un 52 por ciento. El nmero total de obras impresas secuadruplic en el mismo perodo. Un alza ligera se registr asu vez en las obras de ndole educativa, en historia y geografa,al igual que en las publicaciones de carcter poltico. El porcentaje, por lo que a los peridicos se refiere, cae de un 13 aun 2 por ciento entre 1760 y 1815, y finalmente, las publicaciones de los clsicos latinos y griegos disminuyen de un 4 por

    ciento a un nivel inferior al 1 por ciento (cf. ms adelante,apndice D).Esta alza en el nmero de obras publicadas corre parejas, al

    parecer, con un aumento del nmero de libreros. Por lo que aBarcelona se refiere, las cifras son bastante claras. Hubo enaquella capital un aumento de libreros a partir de 1770, y sobretodo en >la dcada de los ochenta.

    Otro cambio relevante, verificado en el siglo xvm, es el quese refiere a la calidad de impresin de los libros. En a segundamitad de la centuria mejoran a la vez el papel y los tipos empleados. Los impresores, en efecto, aprendieron mucho de Francia y trataron de rivalizar con otros pases europeos en este sentido; algunos tal es el caso de Ibarra y Sancha- hicieron unalabor magnfica que otros compatriotas suyos intentaron emular.

    En etapas anteriores de este mismo siglo, las publicaciones eranfrecuentemente de calidad muy pobre y el estado de las cosasno poda mejorarse mucho, dada la tendencia de los autores aservirse de los impresores locales. Muchas obras que hoy se nospresentan como de importancia decisiva fueron, de hecho, impresas en provincias. La potica de Luzn, por ejemplo, fue editada en un papel de calidad deplorable en Zaragoza en el ao1737 villanamente impreso, al decir del padre Isla ; 15la primera edicin de los Orgenes de la poesa castellana deLuis Jos Velzquez, marqus de Valdeflores, vio la luz con

    15. Cartas inditas del Padre Isla, ed. P. Luis Fernndez, Madrid, 195pg. 134 (carta 134).

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    relativamente buena presentacin en la misma ciudad en quefuera escrito, en Mlaga, en 1754; tambin Mayans y Sisear,

    que vivi en Oliva, prxima a Valencia, se vali a su vez de lasimprentas de su propia ciudad.Los impresores locales parecan sin duda menos caros que

    los de la capital. Sabemos, por ejemplo, que el marqus de Val-deflores hubiera tenido que pagar cincuenta reales el pliego enMadrid en 1753, y que slo le pidi cuarenta Martnez de Agui-lar en Mlaga. Sin embargo, este ltimo le cobr al marqus

    cincuenta y tres reales el pliego al hacer la cuenta definitiva,despus de hecha la edicin, y la aparente ventaja desapareci.

    El problema que particularmente afectaba a los impresoreslocales era que stos hacan poco por favorecer la circulacin delas obras, que dependa as de la iniciativa de los autores. Elpadre Isla, por ejemplo, se vali, para divulgar sus propios libros, del procedimiento de enviar copias supletorias a amigos

    suyos que se encontraban en ciudades en donde una nueva edicin de su obra poda venderse.16 Se crea que la venta de lasobras poda fomentarse mediante ese expediente. En el caso delos Orgenes de la poesa castellana, el marqus de Valdefloresenvi los 500 ejemplares de la edicin a Madrid, para que alllos mercara el librero ngel Corradi. Otro librero, al que ofreci el libro a precio de costo, ni siquiera quiso sufragar losgastos de traslado de la obra a la corte desde Mlaga. El impresor malagueo, por su parte, sali muy bien librado, ya quetir 30 40 ejemplares por cuenta propia, con permiso delmarqus, para venderlos en Mlaga. La divulgacin, sin embargo, solamente pudo garantizarse con frecuencia mediante la reimpresin, no siempre con el permiso del propio autor.

    Un indicio de 1a psima distribucin de los libros espaolesen el siglo xvm lo da la edicin hecha de las Cartas marruecasde Cadalso en Barcelona por Piferrer en 1796, slo tres aosdespus de que Sancha publicara la primera edicin en forma delibro en Madrid. La edicin de Piferrer repite casi a plana y ren

    16. Ibid., pg. 192 {carta 182).

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    gln la de Sancha. De haber estado el comercio de libros bienorganizado, a duras penas hubiera sido necesario recurrir a este

    procedimiento. Las cartas del padre Isla se encuentran, en efecto, plagadas de quejas contra la ineficacia de sus agentes. A finales de siglo, sin embargo, los impresores iniciaron nuevos recursos para impulsar sus propias publicaciones, y ya por estetiempo es frecuente encontrar listas de libros en venta al finalde las obras por ellos publicadas. En 1786 Juan Sellent anuncidoce obras que podan adquirirse en la librera de la viuda de

    Piferrer; otra lista ms extensa de 1790 inclua treinta obrasdistintas.17 Catlogos sueltos de los editores y libreros constituyen otro de los rasgos caractersticos de este perodo. Un anlisis por perodos de cinco aos de los catlogos fechados o almenos fechables que se encuentran en el estudio de Rodrguez-Moino sobre los catlogos de libreros,18nos revela anloga tendencia hacia la publicidad literaria hacia finales del siglo. Con

    tamos con un total de 22 catlogos en los cincuenta y cincoaos que van desde 1725 a 1780 (con momentos cumbre entre1745-1750 y entre 1775-1780); 37 entre 1780 y 1805 (con unaelevacin en 1790); 64 entre 1805 y 1830 (con un perodo demxima altura durante la etapa de 1820-1825) y, finalmente,55 entre 1830 y 1850. El anlisis llevado a cabo sobre reducidas muestras sugiere que el nmero de libros anunciados en cadacatlogo se hallaba en desarrollo creciente durante el mismo perodo. Otro sntoma que nos revela una mayor eficacia en lapromocin y venta de libros es el cambio de estilo en los anuncios insertados en la Gaceta de Madrid. Se anunciaban principalmente, en el siglo xvm, las libreras de Madrid en donde podan adquirirse las obras nuevas. Algunas veces se hace referencia a las libreras de Barcelona, Cdiz, Salamanca, Sevilla, Va

    17. La lista reducida puede encontrarse en la ltima pgina de la edicinde Ocios de mi juventud de Cadalso, con autorizacin del 12 de diciembre de1786, llevada a cabo en Barcelona por la viuda Piferrer. La ptica del cortejo,atribuida a Cadalso y publicada en Barcelona por la misma editorial en 1790,contiene al final a lista ms amplia.

    18. A. Rodrguez-Moino, Historia de los catlogos de librera espaoles (16611840), Madrid, 1966.

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    lencia o Vallado lid, pero esto slo viene a ser frecuente a finalesdel siglo y principios del siglo xix. En 1819, por ejemplo, para

    comprar la famosa coleccin de novelas publicadas por Cabrerizo en Valencia, los seores clientes podan dirigirse a librerosen treinta y cinco pueblos y ciudades de Espaa, e incluso enLa Habana y Puerto Rico. Por la misma poca se comienza ahacer una nueva especie de propaganda, dando una descripcindel estilo o contenido del libro publicado en la Gaceta, ademsdel ttulo, nombre de autor, librera y precio. El 28 de marzo

    de 1786, por ejemplo, hubo un anuncio para ha muerte de Abelde Gessner (poema moral en prosa traducido al espaol porPedro Lejeusne), que dice que el poema abunda en los mssensibles afectos de ternura, y que la inocencia y sencillez delas primitivas costumbres se observan en l pintadas con colores tan vivos y naturales que hacen resaltar admirablemente losatractivos de la virtud y el horror al vicio. En este caso sabemos que la Gaceta de Madrid estimul, en efecto, la venta dela edicin, ya que el librero tuvo que insertar una nota apologtica en la Gaceta del 19 de mayo, disculpndose de la escasezde ejemplares. Otros largos anuncios se encuentran en la Gacetapara el Ensebio de Pedro Montengn en 1786, ha filosofa delas costumbres del padre Isidoro Prez de Celis en 1793, y,

    entre otros muchos, para la versin espaola de Las estacionesdel poeta ingls James Thomson en 1808. El Memorial literarioinstructivo y curioso foment tambin la compra de los librosque reseaba entre 1784 y 1808.

    Otro aspecto del desarrollo del comercio de libros en Espaa que resulta significativo es la importacin de libros extranjeros. Ya en 1742 exista alguna librera francesa en Madrid. Per

    teneca a cierto monsieur Simond, que se ofreca en el Diario delos Literatos de Espaa para facilitar la compra de alguna de lasobras francesas anunciadas en aquella revista. La librera de Simond se encontraba en la Puerta del Sol, frente de los peineros, y es muy posible que sea continuacin de la misma la librera francesa de monsieur Barthlemy, que anunciaba libros franceses en la Gaceta de Madrid entre 1760 y 1762. En diciembre

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    de 1761 haba tambin un agente de la nacin francesa en Madrid, al que deberan de acudir los espaoles que quisieran sus

    cribirse a la Gaceta de Varis, Ms adelante sabemos que algunoslibreros espaoles tambin importaban libros extranjeros. Tenan fama de ello Garca Rico en Salamanca y Antonio Sanchaen Madrid. Este ltimo agenciaba las suscripciones para la Encyclopdie mthodique en 1782 (antes de hacerse la versin espaola), y para la edicin italiana del libro De los progresos ydel estado actual de toda la literatura del ex-jesuta padre Andrs el mismo ao. Seis aos despus se poda comprar a travsde Sancha los Icones plantarum medicinalium de J. J. Plenck,publicado en Viena (1788). Otro librero en la corte que anunciaba libros extranjeros en la Gaceta fue Corradi. En 1773 hacapropaganda de la Biblia Hebraica de Benjamn Kennicott, y en1776 de la edicin londinense de las Obras de Newton,

    De importancia igual para la circulacin de libros, es la tirada de las ediciones. Los datos de que disponemos nos revelanque fue poco el progreso que se oper con respecto a las centurias anteriores durante la mayor parte del siglo xvm. Una edicin de tipo medio durante el siglo xvi alcanzaba, al parecer,una cifra de 1.500 a 1.750 ejemplares; tiradas de idntica cuanta las tenemos asimismo durante el siglo xvm. En 1777,19San

    cha imprimi una edicin del Quijote de 1.500 ejemplares, obraque se hallaba en constante demanda. En 1775, Ibarra imprimi, a su vez, en idntico nmero de copias, el enormementepopular Catn cristiano del padre Jernimo Rosales, aunque sehaca suponer que se trataba de la primera tirada de una edicin de 40.000 ejemplares en total.20 A pesar de que el padreIsla, por su parte, deseaba que se hiciese una tirada de 3.000

    ejemplares de la primera parte de su Fray Gerundio de Camp-las en 1758, su impresor tan slo autoriz 1.500, y las sucesivas ediciones de obras de Isla no parece que superasen esta re-

    19. Cf. A. Rodrguez-Moino, E l Quijote de Don Antonio de Sancha,en Relieves de erudicin, Madrid, 1959, pgs. 277-288, especialmente la pg. 286.

    20. Vase A. Gonzlez Patencia, Joaqun Ibarra y el juzgado de imprentas,en Eruditos y libreros del siglo XVIII, pgs. 330, 324.

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    elucida cifra.21 Se imprimieron 3.000 ejemplares de los tomos 5y 6 del Teatro crtico universal del padre Feijoo, pero parece

    que se trata de una excepcin.22En el libro postumo de AntonioRodrguez-Moino sobre La Imprenta de Don Antonio de San-cha (17711790) (Madrid, 1971) se proporcionan datos sobretiradas de algunas obras, y stas ascienden en algunos casos ados o tres mil ejemplares (sobre todo cuando se trata de librosreligiosos). Rodrguez-Moino cita seis libros de Sancha con tiradas de 1.500 ejemplares, tres con 2,000, cuatro con 3.000 y

    siete cuadernos de rezo que variaban entre un mnimum de2.020 y un mximum de 2.766 ejemplares. Aun las obras deteatro, siempre populares, parecen haberse impreso en cantidades parecidas. En La comedia nueva de Moratn, cuando DonSerapio suea con el xito de El cerco de Viena no piensa quese hayan vendido ms de ochocientos ejemplares,23 con loque se nos sugiere de nuevo una tirada de mil o de dos mil entotal.

    Si una tirada de 1.500 ejemplares constitua probablementeuna edicin de tipo medio, poseemos datos que nos hacen suponer que se hacan ediciones todava menores durante el sigloxvm. Pudieron, en efecto, imprimirse en 1772 1.500 ejemplares de Los eruditos a la violeta de Cadalso, cuando toda la

    edicin (salvo 27 volmenes) se hallaba vendida antes de queel anuncio de su publicacin apareciese en la Gaceta de Madrid?Precisaran, por otra parte, los 141 suscriptores de las Obrassueltas (Madrid, 1774) de Juan de Iriarte de diez ejemplarescada uno para repartirlos entre sus. amigos? No ms de 800ejemplares, al parecer, se hicieron del poema didctico La m-sica, de Toms de Iriarte, cuando fue impreso con una subven

    cin del conde de Floridablanca en 1779.24 Y se sabe que slo21. Cf. Cartas inditas del Padre Isla, ed. cit., pg. 190 (carta 182). Se

    hacen referencias a nuevas ediciones de 1.500 ejemplares en la carta 93, pg. 91.22. Vase BA E, 141, pg. xn , nota 3,23. Vase La comedia nueva, acto II, escena II. Doa Agustina conjetura

    que se deberan de haber vendido unos 500 ejemplares.24. Se le pag a Hiplito Ricarte por cincuenta manos de papel que se

    utilizaran para imprimir seis planchas de esta edicin. Entendiendo por mano

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    se imprimieron 500 ejemplares de los nmeros de El Censor en1784. A principios del siglo xix una tirada de 4.000 ejemplares

    lleg a ser ms corriente, pero incluso por entonces haba ediciones de menos de 1.500, como nos dice Manuel Silvela, elamigo de Leandro Fernndez de Moratn en un epigrama quesubraya la posicin poco halagea del autor:

    Autor; Vendise toda?Librero: Como pan bendito.

    A duro el ejemplar, hacen mil duros.Autor: Loado sea el Seor! Sal de apuros.Librero: Ved aqu de la cuenta un estadito.Impresor: Es un libro profundo y erudito.

    Vuela su fama por los dos coluros.Autor: Con cuntos reales contar seguros?Librero: Alcanzamos a Vd. en un piquito.25

    Naturalmente, el volumen de las ediciones ha de considerarse en relacin con la amplitud del probable pblico lector. Deacuerdo con el censo de 1768, Espaa contaba con un nmerode habitantes comprendido entre los nueve y los diez millones;parece probable, con todo, que cerca del 70 por ciento del mentado nmero era incapaz de leer o de escribir. Tal era, en efecto,el nivel del analfabetismo a finales del siglo xix y no hay, por

    otra parte, razn alguna para creer que el porcentaje fuera inferior durante la centuria anterior. As pues, quizs el probablenmero de lectores en toda Espaa a mediados del siglo xviiise hallaba comprendido entre uno y dos millones. En una ciudadcomo Madrid, por ejemplo, que contaba con una poblacin total de 167.607 habitantes en 1797 no mucho mayor que la

    un cuadernillo de 24 hojas, se tratara de 400 copias, de imprimirse dos placasen cada hoja; si se impriman cuatro, nos dara un total de 800 copias. La ltima cifra parece ser la ms verosmil, puesto que el libro se hala impreso encuarto. (Vase E. Cotarelo y Mori, Triarte y su poca, Madrid, 1897, pg. 203.)

    25. Obras postumas, Madrid, 1845, II, pgs. 327-328. Sobre el nmero deejemplares en las tiradas del siglo xvn, vase J. O. Crosby, The Sources of tbeText of Quevedo's Poltica de Dios, Nueva York, 1959, pg. 5, y la introduccin de Francisco Rico a La novela picaresca espaola, I, Barcelona, 1967,pgs, l x x x i x , xc.

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    vos o impedimentos. Ciertas obras fueron patrocinadas por lasacademias o las sociedades patriticas, publicndose a sus ex

    pensas, adems de lo cual cupo que un autor adinerado pudierasufragar los gastos de impresin de sus propios libros, publicando lo que quisiese. La mayora de los autores, sin embargo,no gozaban de subvenciones y dependan, lo mismo que ahora,de la generosidad de los editores, del caprichoso gusto del pblico y, ocasionalmente, de prestamistas. En la segunda mitaddel siglo, ciertos editores, segn parece, lanzaron algunas obras

    a sus propias expensas. Antonio de Sancha (segn la portada)as lo hizo con los dos tomos de las Obras poticas de VicenteGarca de la Huerta (Madrid, 1778). En 1794, fue tambinSancha quien subvencion la impresin del Informe sobre laley agraria de Jovellanos, cuando la Sociedad Econmica de Madrid, oficialmente responsable, careca de fondos.26 Por otraparte, los autores cuyas publicaciones no eran financiadas por

    un editor o un generoso mecenas parece que confiaron a vecesen anticipos concedidos por los libreros, mientras que otros,por su parte, recibieron en prstamo dinero de los comerciantes;as sucedi, por ejemplo, con el dramaturgo Ignacio Lpez deAyala, que se vio obligado a pagar por sus deudas un intersdel 7 por ciento 27para poder publicar su libro sobre el conciliode Trento.

    Las presiones sobre el escritor del siglo xvm no fueron nadadespreciables, segn Cadalso mismo reconoce cuando define enla carta LXVI de sus Cartas marruecas cinco categoras de escritores europeos. Segn l, unos escriben cuanto les viene ala pluma; otros lo que les mandan escribir; otros todo lo contrario de lo que sienten; otros lo que agrada al pblico con li

    sonja; otros lo que le choca con represin. Pocos escritoresde la primera y de la ltima de las mentadas categoras debieron

    26. Vase la carta de Jos de Guevara Vasconcelos a Jovellanos, fechada el4 de octubre de 1794, BAE, 86, pg. 191.

    27. Ayala recibi a prstamo 18.604 reales de don Pedro de Zubiaga, parafinanciar los gastos editoriales de su traduccin castellana del Concilio de Trento,y se comprometi a reintegro de una cantidad de 20.000 reales en cuotas mensuales de 500 reales.

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    de darse en Espaa, y tan slo los que pertenecieron al segundoy cuarto grupos pudieron haber sacado algn partido de sus

    obras. Hay datos, sin embargo, para afirmar que ciertos autoresingresaron cantidades nada despreciables de dinero. Torres Vi-llarroel, en su Vida, se jacta del producto de sus almanaques yotros escritos. Si hemos de creer al Don Hermgenes de ha co-media nueva, un dramaturgo poda esperar recibir cincuenta,doblones en una representacin teatral en el ao 1790.28 Estasuma constitua, sin duda, una gran cantidad; en el sistema de

    nuestros das sera alrededor de 360 dlares, o incluso ms.Era necesario, con todo, y ms an si se haba de depender

    solamente de la pluma, halagar al pblico con asiduidad; elnico caso documentado al respecto es el de Francisco MarianoNipho (1719-1803). Publicaba Nipho principalmente lo que elpblico le exiga peridicos, traducciones, obras populares,y, sin embargo, solamente despus de haber sacrificado su comida y su vestuario a la imprenta, entre 1760 y 1770, logr unacierta solvencia. Apareci ms tarde, en este mismo siglo, uncatlogo dedicado por entero a sus publicaciones, y ya por entonces pudo pagar a su hijo una plaza de oficial en el ejrcitoy conceder rentas anuales a su hijo e hija.29 El nico autor quese le puede comparar es Torres Villarroel. Describiendo su vidaen Madrid en un soneto, afirma lo siguiente:

    Debo a mis Almanaques mi vestido,y me paga la musa mi techado;cuatro libros me dan gusto crecido.

    28, Vase La comedia nueva, acto I, escena iv. En las dcadas de los aossesenta y setenta, Ramn de la Cruz parece gan 300 reales por un sane

    te ($ 7,99) y 1,500 reales ($ 40) por su pera Briseida y por la pieza dramticaLa toma de Jerusaln {vase E. Cotarelo y Mori, Don Ramn de la Cruz y susobras, Madrid, 1899, pgs. 108, 111 y 121). Su salario anual era el de un oficialtercero, 5.000 reales ($ 133,20), que se elev a medida que se fue promocionan-do. 1,500 reales era, al parecer, lo que se pagaba corrientemente a los autores decomedias. (Vase, pala ms datos, R. Andioc, Sur la querelle du thtre au tempsde Leandro Fernndez de Moratn, Tarbes, 1970, pgs. 602-603.)

    29. Vase Luis Miguel Enciso Recio, Nipho y el periodismo espaol del si-glo XVIII , Valladolid, 1956, passim, pero especialmente las pgs, 8-20.

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    En su Vida, en el Trozo tercero, dice que en veinte aos deescribir he percibido ms de dos mil ducados cada ao (o sea,

    ms de 22.000 reales = 5.500 pesetas); y con las impresionesde su misma Vida sac para ms de un ao, la olla, el vestidoy los zapatos de mi larga familia, cien ducados para su entierro, y aun me sobraron chanflones.

    Dadas estas circunstancias econmicas, era lgico que el nmero de escritores que realmente poda vivir de su pluma en laEspaa del siglo xvm fuera realmente muy exiguo. Igual que

    hoy, el destino normal del escritor era ganar dinero de algunaotra manera, ya fuera en el ejercicio de una profesin, ya porcontar con un protector. El autor de obras teatrales Caizares,por ejemplo, cont con una asignacin entre los protegidos delos duques de Osuna, y aun incluso un dramaturgo tan en bogacomo Ramn de la Cruz, que tambin tuvo un puesto de covachuelista, necesit ser protegido asimismo.30 Garca de laHuerta trabaj en la Biblioteca Real para poder vivir; Me-lndez Valds, por su parte, desempe los cargos de catedrtico y abogado; Toms de Iriarte era un empleado de ministerio; Cadalso, un oficial de caballera; finalmente, Leandro Fernndez de Adoratn fue traductor oficial.

    Algunos crean que no se llegara a producir obras de alta

    categora en Espaa sin libertar a los buenos literatos (y a loscientficos mejor dotados tambin) de la necesidad de ganarse lavida. Fuerte partidario del literato profesional, que tendratiempo para preparar bien y pulir mucho sus escritos, fue Toms de Iriarte. Se aprovech del plan de la Academia de Ciencias y Buenas Letras que se le encarg por los aos de 1779,para lanzar la idea. Sin embargo, aunque sea e-1 ideal de todo

    autor de toda poca poder dedicarse a escribir sin tener otroempleo, no se puede demostrar que los mejores autores hayansido precisamente los que no han tenido que vivir de otra cosa.

    Si, por una parte, la libertad del propio autor se vea constreida por las circunstancias financieras, igual era lo que suce-

    3. Cf. E . Cotarelo y Mori, op. cit., de modo especial los captulos 8, 9 y 12.

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    vendida por 768 maravedes (60 centavos) y la primera partede Fray Gerundio del padre Isla (1758) se cotiz en 336 mara

    vedes (26,5 centavos). El precio fijado para la Enciclopediametdica (1782-1794) ascenda a 200 reales ($ 5,28); Meln-dez Valds valor su ejemplar de L'esprit des lois de Montes-quieu en 127 reales ($ 3,38), y las Oeuvres philosophiques deDiderot en 100 reales ($ 2,66). Si queremos hacernos una ideadel equivalente en nuestros das de tales precios, hemos de multiplicarlos por diez o por quince. Un proceso ms detallado deesta evolucin de los precios la ofrecemos, ms adelante, en elapndice B.

    Por lo que al teatro se refiere, no era desde luego muchoms accesible. Los precios de entrada variaban segn el tipo deobra que se representaba, y se aumentaban los precios en diversas pocas: en 1765, por ejemplo, 1770, y dos veces entre di

    ciembre de 1798 y abril de 1800. La entrada al patio, que costaba 10 12 cuartos (1,18 1,41 reales) en 1763, lleg a2,24 reales en 1800. Encima de esto se pagaban los asientos.Los palcos ascendieron a 30 47 reales (unos 80 centavos). Aduras penas las clases necesitadas podan permitirse el lujo de iral teatro. Parece que el gobierno hasta alz los precios al finaldel siglo para evitar que los obreros entrasen. En El deseo de

    seguidillas, de Ramn de la Cruz, Alonsillo hubiera querido ira ver una representacin; una entrada de patio, sin embargo,vala una peseta (4 reales), suma que poda emplear en uno odos almuerzos. Una peseta, en efecto, constitua la sexta partedel salario mensual de un criado (25 reales), segn vemos enLa pradera de San Isidro de Ramn de la Cruz, y un jornaleroganaba tan slo 6 reales por da.

    A finales del siglo xvm y comienzos del xix encontramos,por fin, nuevos incentivos en favor de los miembros ms pobresdel pblico lector. Los impresores procuraron estimular una mayor afluencia de interesados mediante la oferta de coleccionesde novelas y obras en varios tomos en condiciones ms econmicas de suscripcin; se difunden, al mismo tiempo, las facilidades de prstamos de libros, o de su lectura en bibliotecas o

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    salas de lectura por este mismo perodo. Ya en 1711 se estableci la Biblioteca Real, a la cual, por Real Orden de 1716, los

    impresores tenan que enviar un ejemplar encuadernado de todas sus publicaciones. Ella abunda de los mejores libros espaoles escribi Sempere y Guarinos y su lectura se permitea cualquiera.32 No sorprende que este mismo autor atribuya ala mencionada biblioteca un papel considerable en el desarrolloy conocimiento del gusto literario en Espaa. En el Diario deMadrid del 13 de noviembre de 1786 se anuncia su apertura ylas horas de consulta desde las 9 hasta las 12 de la maana,y por la tarde desde las 3 hasta las 5; y todos los das son tiles para frecuentarla, menos los de precepto y fiestas de Consejo . En las provincias se empezaron a establecer bibliotecaspblicas tambin. La del Palacio Arzobispal de Valencia era pblica; haba una biblioteca pblica en Zaragoza, llamada de San

    Ildefonso; y la biblioteca pblica de la ciudad de Sevilla exista entonces, segn las listas de suscriptores de las Crnicas delos reyes de Castilla (1779) y la Coleccin de obras de Tomsde Iriarte (1787). Las bibliotecas de prstamos que funcionaban estrechamente unidas con las libreras, no parece que seabrieran al pblico hasta despus de la guerra de la Independencia, y la eficacia de su impacto sobre el pblico lector cae

    ya dentro del perodo romntico. Es cierto que, en 1802, unviajero alemn, Chrstian August Fischer, opinaba que no tardara en' establecerse algn gabinete de lectura en Madrid, porque la gente devoraba cuantos libros buenamente pueda: novelas, dramas, libros de viaje, obras originales y traducciones(Gem'lde von Madrid, Berln, 1802, pgs. 226-227). Duranteel reinado de Jos Bonaparte, se formul un proyecto de biblio

    tecas pblicas por parte del gobierno. Pero, despus de la guerra, fueron ms bien los intereses de los libreros los que proporcionaban al pblico la oportunidad para leer libros sin comprar

    32. Vase Reflexiones sobre el buen gusto en las ciencias y en las artes.Traduccin libre de [ . . . ] Muratori, con un discurso sobre el gusto actual de losespaoles en la literatura por don Juan Sempere y Guarinos, Madrid, 1782,pgs. 202-205.

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    los. En Valencia, Faul public un catlogo de libros que se encontraban a la disposicin de suscriptores, alrededor de 1817,

    y. Cabrerizo, por su parte, hizo lo mismo unos diez aos despusen la misma ciudad,13 aunque se haba implantado ya en 1813su gabinete de lectura. Un catlogo de obras disponibles en ungabinete de lectura fue publicado por Joaqun Adrin en 1837en Sevilla; y ya entre 1833 y 1842 aparecen buen nmero degabinetes en los peridicos de Madrid.34 El nmero de lectores de publicaciones fue estimulado, de modo particular, por

    este procedimiento. Dos cuartos parece que costaba la entradaa la sala de lectura para leer un solo peridico y cuatro el conjunto entero. Haba, adems, la alternativa de una suscripcinmensual que ascenda a 8 reales.

    Aunque en la mayora de ciudades de Espaa, durante el siglo xvm, no se conceda ninguna facilidad para el prstamo delibros, si se excepta algn lector afortunado,^! incremento mis

    mo de las publicaciones peridicas durante este perodo hizo viable a ciertos escritores el alcanzar un pblico ms extenso, incluyendo a aquellos sectores que ni siquiera podan hacerse con loslibros de precio ms reducido.35 Ciertas publicaciones, como elDiario de los Literatos de Espaa (1737-1742), constituyeronuna importante contribucin a la discusin de las teoras literarias, y fomentaron el establecimiento en Espaa de los principiosdel Neoclasicismo. La importancia de otros, como El Censor oel Correo de Madrid, radica en haberse constituido en vehculosde las ideas de la Ilustracin ms avanzada. La influencia de losperidicos en los escritores mismos y en el pblico merece, contodo, cierta consideracin.

    Dqs modalidades literarias, estrechamente relacionadas enel siglo xvm con el peridico, son el ensayo reducido infbr-

    33. Cf. A. Rodrguez-Moruno, Historia de los catlogos de librera espaoles,pg. 96.

    34. Ibid., pgs, 92 y sigs.35. Vase Pedro Gmez Aparicio, Historia del periodismo espaol desde

    la Gaceta de Madrid (1661) hasta el destronamiento de Isabel II, Madrid,1967.

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    mativo a veces, otras satrico y la carta. No se trata, sin embargo, tanto de dos formas creadas por la literatura periodstica,

    como fcilmente asimiladas por ella. Otra modalidad previa a laliteratura periodstica, pero que llega