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ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR O ¿cómo hacer hoy una buena historia critica? Carlos Antonio Aguirre Rojas Los libros d

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ANTIMANUAL DELMAL HISTORIADOR

O ¿cómo hacer hoy una buena historia critica?

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Los libros d

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Primera edición:Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, febrero de 2002.

Segunda edición:Ediciones Desde Abajo, Bogotá, Colombia, octubre de 2002.

Tercera edición:Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, enero de 2003.

Cuarta edición:Ed. La Vasija, Ciudad de México, México, marzo de 2003.

Quinta edición:Editorial Magna Terra, Ciudad de Guatemala, Guatemala, agosto de 2004.

Sexta edición:Ed. Centro "Juan Marinello", La Habana, Cuba, noviembre de 2004.

Séptima edición:Ed. Contrahistorias, Ciudad de México, México, octubre de 2005.

ISBN 999-3969-22-2

© CARLOS ANTONIO AGUIRRE ROJAS© Contrahistorias. La otra mirada de Clío

Estamos por la difusión más amplia posible de la cultura. Se permite la repro-ducción total o parcial de esta obra por medios electrónicos, mecánicos, quími-cos, ópticos, de grabación o fotocopia, con el simple permiso escrito del editor.

Diseño gráfico y formación: ALFREDO QUIROZ ARANA

Impreso en México / Printed in México

ÍNDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

DE ANTIMANUALES Y ANTIDEFINICIONES

DE LA HISTORIA

CAPÍTULO II

LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALES

DEL MAL HISTORIADOR

CAPITULO til

EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA

CAPÍTULO IV

POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIA

ANTIPOSITIVISTA

, .CAPÍTULO V

LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLE

CONTRAHISTORIA RADICAL

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15

21

35

53

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CAPITULO VI

¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?

UN MODELO PARA (DES)ARMAR 111

BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL DEL BUEN SEGUIDOR

DE ESTE ANTIMANUAL 129

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WALTER BENJAMÍN

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"Sólo tiene derecho a encender en el pasadola chispa de la esperanza aquel historiador

traspasado por la idea de que ni siquiera los muertosestarán a salvo del enemigo si este vence..."

Walter Benjamín, Sobre el concepto de historia,tesis VI, ca. 1940.

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PRÓLOGO

Edeliberto Cifuentes Medina

¿QuÉ HISTORIA HAY QUE CONSTRUIR y enseñar a principios del siglo xxi?.¿Es la historia un ejercicio intelectual y profesional que constituyeuna verdadera necesidad y urgencia para la comprensión, interpre-tación y explicación de un mundo en crisis?. ¿Y es todavía útil eimportante aprender y enseñar historia, en el mundo globalizadode hoy, y dentro del vertiginoso proceso de vaciamiento de lasubjetividad que ahora vivimos?. ¿Tiene sentido que una personadedique su tiempo y su vida a un quehacer que en la mayoría delos casos no requiere, supuestamente, de ninguna formación pro-fesional y/o académica?.

Porque si bien es ampliamente reconocida la función que tienela memoria para el sujeto, y también la importancia que posee elpasado en la sociedad, vale la pena preguntarse, ¿de qué memoriase trata, y qué parte de ese pasado está estructuralmente expre-sado en el presente?. ¿Y qué diferencias o similitudes existen entrela memoria individual y la colectiva, y de otra parte la historia?.Pero también, ¿cuál es el sentido de investigar y escribir historiaen un momento en el que aparecen nuevas interrogantes, e hipóte-sis, y problemas, todos ellos sobre el sentido de la sociedad, sobrelas estructuras del poder y sobre el contenido de lo humano?. Yaún más: ¿cuál es la importancia del trabajo del historiador, en unaépoca de generalizada confusión y de crisis de los paradigmas enlas ciencias sociales, pero también en los tiempos de un supuestocarácter exclusivamente narrativo del discurso historiográfico, pro-vocado por la anacrónica sobrevivencia del positivismo y defen-dido en las delirantes posiciones del discurso posmoderno?.

Y es que, sin duda, ningún historiador que se considereverdaderamente imbuido de su responsabilidad profesional, y

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

comprometido con su propia sociedad, puede dejar de plantearseestas preguntas, y de realizar un serio y profundo análisis de sutrabajo, lo mismo que de la función y de los efectos que el mismopueda tener en el desarrollo social. Y aunque no es frecuente que elhistoriador reflexione sobre su quehacer, y sobre la importancia ytrascendencia del mismo en la percepción, comprensión, interpre-tación y transformación de las complejidades de su sociedad, esono impide que todo trabajo historiográfico cumpla una función, yque tenga por lo tanto una utilidad y un sentido, sea en la línea dela humanización, o por el contrario, en la de la deshumanizaciónde esa misma sociedad.

Es decir que todo trabajo o ensayo sobre la sociedad, sobre lamemoria, o sobre la historia, se enfrenta siempre a un claro dilemaineludible, que es el de, o bien tener impactos perversos sobre laevolución y el desarrollo de la sociedad, o por el contrario, con-vertirse en cambio en una verdadera herramienta para la estruc-turación de subjetividades individuales y colectivas que estén encorrelato con una condición humana plena, y con un conjunto devalores y prácticas diferentes y superiores a las actuales. Por eso,todo posible ensayo de este género, o bien reproduce prácticasautoritarias, o en cambio, se abre hacia la pluralidad de las accio-nes, los procesos y los hechos; o bien se construye como una ver-dadera y rigurosa forma de pensar, o por el contrario, se reduce alsimple ejercicio del recuerdo y la nostalgia.

En suma, todo trabajo historiográfico, desde el más ingenuoy espontáneo hasta el más elaborado y crítico, deja su impronta,impacta y produce efectos en la conformación del sujeto y en lassubjetividades, lo mismo que en el rol que las mismas juegandentro de la existencia y para la transformación de los modelos devida.

Por ello, ningún trabajo historiográfico puede estar al margende los desarrollos filosóficos, de los debates políticos, de los méto-dos y de las reflexiones que otros saberes hacen sobre lo humanoy lo social. Así, no es posible que el trabajo del historiador existaal margen de los aportes, problemas, hipótesis y métodos del resto

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de las ciencias sociales y de las reflexiones filosóficas más impor-tantes. Por ello, el historiador que asuma su función como un tra-bajo creativo y comprometido con su sociedad no podrá atenerse alas viejas fuentes y a las viejas prácticas de recuperación del pasadoconcebidas sólo como un regodeo personal, o como un discursoque sirve para entretener a los ociosos y a los "jubilados", llenandopor ejemplo las secciones de la prensa en los fines de semana, en lasimple lógica de ofrecer una "sana" distracción dominical.

Es decir que para construir una historia nueva y profunda-mente renovada, será necesario ubicar a esos diversos discursoshistoriográficos en su función o de legitimadores, o de superadoresde lo establecido. Caso este último en el que el trabajo del histo-riador por esa historia nueva, será a la vez un análisis y supera-ción de sus fuentes, de sus técnicas, de sus métodos y hasta delestilo de construcción del relato, junto a una inquietud y verdaderoentusiasmo para recuperar y recrear por cuenta propia las nuevasformas de construir la historia, a partir entonces de otras fuentes, ypor ende de toda huella, creación y producción de lo humano.

Es pertinente, en consecuencia, en esta construcción de una his-toria crítica, acotar las particularidades de la historia tradicional yde la historia crítica moderna, y señalar que no solo hay una radicaldiferencia en cuanto a la percepción, comprensión, y explicaciónde los procesos sociales, sino a la vez una diferencia rotunda encuanto a cómo asumir y concebir las relaciones de poder y de vida:porque si la historia tradicional es aburrida y llena de fechas, per-sonajes, protocolos palaciegos, siendo además legitimadora y con-servadora, la historia crítica es en cambio una historia abierta a lavida, a las creaciones y a las resistencias populares, lo mismo que atodos los procesos que le dan centralidad a las expresiones huma-nas más esenciales.

Y es que el oficio de historiar implica tareas y prácticas verda-deramente interesantes, novedosas y a tono con los sueños y crea-ciones de los grupos que resisten y que luchan en los diversoscampos y frentes sociales por una vida mejor. Por eso, hacer estahistoria genuinamente crítica implica superar los modelos que atan

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CARLOS ANTONIO A Í J U I R R K ROJAS

el trabajo del historiador a la simple narración del pasado, y a con-tracorriente de esto, proponer que el trabajo del historiador actualdebe situar su objeto de estudio dentro de inesperadas y siempreheurísticas coordenadas del tiempo, del espacio, del tema y hastade los resultados.

En suma, se trata de recuperar para el trabajo del historiadoraquellas tradiciones críticas forjadas en un previo esfuerzo de teo-rización y de reflexión, pero también de luchas, de debates y deprácticas que recuperan el cambio, el movimiento, y los estilos devida solidarios y sustentados en la pluralidad, la verdad y la justi-cia. Se trata, seriamente, de asumir el trabajo de historiar en todassus complejidades, en su rigor, en su profundo compromiso conla verdad, pero a la vez, con su función altamente ediñcadora ygratificante de saberse militante por la vida, lo mismo que por elverdadero enaltecimiento de la condición humana.

Este libro de Carlos Aguirre Rojas, que ahora se reedita portercera ocasión en México, después de haberse editado ya enColombia, Argentina, Guatemala y Cuba, nos ofrece un expedientedocumentado y riguroso sobre el por qué y cómo escribir esa his-toria crítica antes mencionada, a la vez que nos devela los propósi-tos deshumanizantes que se ocultan en la historia tradicional, enla historia oficial y en la versión más elaborada, pero no por ellomenos perversa de la historia positivista.

Desde indicarnos los deslices simplificadores y de control de lahistoria acartonada tradicional, hasta comentar los siete (y más)pecados capitales del mal historiador, desde hacer una sistemáticay rigurosa exposición de los orígenes de la historia crítica hastaexponer las formas y/o modos de una historia antipositivista, ydesde un señalamiento de los vicios y perversiones de la historiaelaborada desde el poder, hasta la exposición de los nuevos discur-sos historiográñcos que afloran a partir de los movimientos con-trasistémicos de 1968, de emergencia y expresión planetaria, es quese arma el argumento de este libro.

Porque este último es una crítica (en su acepción de examensistemático), de las diversas versiones tradicionales de la historia,

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pero a la vez, una propuesta, para la práctica de un oñ'cio verdade-ramente vital y a tono con los desarrollos actuales más avanzados.Es decir, una propuesta que no solo supera a las corrientes y dis-cursos que reproducen lo formal y lo esquemático, sino que, avan-zando a contracorriente, se apoya también en aquellas versionesque ya han comprobado su poder y su fuerza para acceder hastalas estructuras ocultas, hasta los entornos mas oscuros, en el obje-tivo de iluminar ahora el lado generoso y creativo que practicangrandes sectores de la humanidad.

Así, para un todavía vasto sector de nuestro medio latinoameri-cano, y por ejemplo para Guatemala entera y también aún paraMéxico, la reedición de este Antimanual del mal historiador, O ¿cómohacer hoy una buena historia crítica? representa la existencia de unmaterial de capital utilidad para el debate y para la profesionali-zación de un oñcio que, en todavía amplios espacios de nuestrashistoriografías de América Latina, arrambla los lastres de esa his-toria positivista, desde sus expresiones más vulgares, hasta las am-biguas formas de una supuesta historia cultural, o de una historiapolítica, o también de una sociología completamente inmediatista.

Con la riqueza de una trayectoria intelectual intensa y fructíferade ya largos años, y con experiencias en diversas Universidadesy países de todo el mundo, aunque en pleno gozo de una de susjuventudes; con la ya extensa realización de estudios y publicacio-nes, pero con la reiterada novedad de ofrecernos siempre un tra-bajo que, desde la primera idea hasta la última propuesta crítica, nodeja de provocarnos y de transmitirnos reflexividad, entusiasmoy energía por el ejercicio de una profesión que es y será siempreedificante si se le asume con los afectos, rigores e imaginación queexige la práctica de toda ciencia; y con la ya conocida apabilidad yparticular deferencia hacia todas las naciones de nuestra AméricaLatina, expresadas en las múltiples visitas académicas realizadasen los últimos cuatro lustros, pero siempre con una renovadafrescura de nuevos saberes, Carlos Antonio Aguirre Rojas deja,con esta publicación y con su magisterio, su impronta dentro de laactual historiografía latinoamericana.

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CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROJAS

Corresponde entonces a los seguidores realmente críticos deClío, en este espacio nuestro que llamamos Latinoamérica, con-tinuar rompiendo lanzas por una historia renovada, actualizada,crítica y alimentada en las más añejas tradiciones de resistencia,de lucha y de esperanza. Y ello, con la más profunda convicciónde que nuestro trabajo y nuestros afanes, inscritos en el horizontedel objetivo de alcanzar la existencia de "Un mundo en el quequepan todos los mundos posibles", y con la seguridad de que"Otra América Latina es todavía posible", serán siempre un trabajoy unos afanes profundamente gratificantes y socialmente convo-cantes.

Ciudad de Guatemala,octubre de 2004.

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INTRODUCCIÓN

"Creo en el futuro porque yo mismoparticipo en su construcción"

Jules Michelet

En México, algo muy importante comenzó el primero de enero de1994. Hasta el punto de que podemos añrmar que el "breve sigloxx", que a nivel general comienza con la Primera Guerra Mundialy con la Revolución Rusa de 1917, para cerrarse con la caída delMuro de Berlín, ha comenzado en cambio, en nuestro país, conel estallido de la Revolución Mexicana de 1910, para concluir pre-cisamente en esa fecha simbólica importante que representa lairrupción pública del movimiento neozapatista mexicano. Porquelos siglos verdaderamente históricos se construyen, precisamente, apartir de las diversas duraciones de los fenómenos que dentro deellos se despliegan, dándole temporalidad y sentido a las distintascurvas evolutivas que esos mismos siglos representan. Entonces,cuando se cierra un siglo histórico, distinto del simple siglo cro-nológico, se cierran con él esos mismos procesos fundamentalesque le dieron vigencia y sustancia, cambiando la página de la his-toria, para inaugurar nuevos procesos y nuevas situaciones, igual-mente correspondientes al nuevo siglo y al nuevo ciclo históricoque comienza.

Por eso, entre tantas otras razones, es que se impone tambiénla construcción de un nuevo tipo de historia. Y esto, en el doble sen-tido de participar activamente en la transformación de esa historiareal que los hombres y las sociedades construimos todos los días,pero también en la línea de intentar edificar un nuevo tipo de saberhistórico y de discurso historiográfico, capaz de aprehender y de

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reflejar adecuadamente a esas nuevas realidades de la historia real,pero también capaz de proveernos de algunas de las herramientasintelectuales necesarias para intervenir eficazmente en dicha cons-trucción renovada de esa historia real.

Algo que por lo demás, ha sido también planteado por los indí-genas rebeldes de nuestro país. Pues ellos han insistido constante-mente en que su lucha es también una lucha de la memoria contrael olvido, lo que significa que es también un intento por recuperary por mantener viva la memoria de su propia historia, la memoriade sus luchas y de sus reclamos, tanto como la reivindicación delpasado, del presente y del futuro que ellos, como indígenas, repre-sentan, y que la historia oficial ha borrado e ignorado sistemática-mente durante siglos.

Porque si la historia la escriben siempre los vencedores, y sicada clase que domina reinventa al pasado y a las tradiciones paralegitimar su propia dominación, entonces es claro que el papelque han tenido los indígenas mexicanos, dentro de las múltipleshistorias oficiales escritas durante siglos en nuestro país, ha sidoun papel completamente marginal e irrelevante. Ya que lo mismoen la visión abiertamente racista, que trata al indígena como sihubiese sido una simple "materia prima" de los conquistadores,como presa y punto de apoyo de la sociedad colonial que "lo mes-tiza", que en la visión paternalista y despreciativa que lo quiere"normalizar", "modernizar" e incorporar al "progreso" de nuestramodernidad capitalista, el papel que se le ha asignado a los pueblosindígenas de México, ha sido siempre el de simples objetos pasivosy receptivos de la historia, pero nunca el de sujetos activos, rebeldes,actuantes y poseedores de un proyecto propio y específico de vida,de sobrevivencia, de resistencia y de modernidad alternativas, eincluso de propuestas de caminos diferentes para el desarrollo deciertos procesos en nuestro país.

Así que cuando los neozapatistas reclaman mantener viva laherencia de sus muertos y de sus antepasados, lo que están reivin-dicando es justamente ese pasado que ellos mismos han construi-do, y en el que siempre han sido los sujetos de su propia historia,

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pasado que a través de luchas, insurrecciones, rebeliones y resis-tencias prolongadas y continuas, han logrado preservar y man-tener vivo hasta el día de hoy.

Por eso urge reescribir toda la historia de México, incorporandode manera orgánica y sistemática dentro de su trama, entre variosotros, también a este sujeto indígena y al conjunto de sus acciones,intervenciones, luchas y resistencias específicas. Como tambiénurge comenzar a ver la historia, en general, de un modo nuevo y dife-rente, haciéndola, escribiéndola, investigándola y enseñándola deuna manera radicalmente distinta a como lo hemos hecho hastaahora, una manera diferente que sea realmente acorde con estosnuevos tiempos que han comenzado a vivirse en México despuésde 1994.

Pero es claro que es imposible construir una historia nueva, conlas viejas y desgastadas herramientas que corresponden a los tam-bién ya anacrónicos modos en que se ha practicado hasta hoy eloficio de historiador en nuestro país. Pues son esas viejas concep-ciones de la historia, y esas viejas fuentes y técnicas consagradasdurante tantas décadas, y repetidas durante lustros y lustros en lasaulas, las que han forjado esa historiografía oficial que no sólo haignorado a los indígenas, sino también a las mujeres, e igualmentea los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares, ala vez que se concentraba solamente en el estudio de la vida de lospresidentes y de los políticos mas conocidos, en las pugnas de lospequeños y elitistas grupos o facciones de las clases dominantes,o en el análisis de los discursos y las obras de tal o cual literato,científico, o 'gran personaje' de nuestra historia nacional. Poniendoentonces el énfasis en ese estudio de las guerras, de los tratados, delas acciones del Estado y de la biografía de los supuestos "grandeshéroes" de la nación, la historia oficial e incluso una inmensa ma-yoría de la historia académica, ha hecho hasta el día de hoy casoomiso de las realidades económicas, sociales, culturales y civiliza-torias que, en profundidad y de una manera esencial, han definidolas grandes líneas de la evolución de nuestra historia en general.

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Por eso, hace falta llevar a cabo una doble tarea transformadoradentro del vasto espacio de nuestros estudios históricos actuales:en primer lugar, un trabajo sistemático de crítica permanente deesa historia oficial, positivista y tradicional, trabajo que al mismotiempo que denuncia y demuestra las inconsistencias y la pobrezade los resultados historiográficos producidos por esta historia li-mitada que ha sido dominante en nuestro país hasta el día de hoy,hace evidente también la clara función conservadora del statu C\UQque ha cumplido y que cumple este mismo tipo de historia pere-zosa y complaciente con los actuales grupos y clases dominantes.Pero también y en segundo lugar, es ahora necesario mostrar conclaridad los nuevos rumbos por los que debe transitar la nueva his-toria que urge comenzar a elaborar, explicando con paciencia ydetalle el conjunto de herramientas intelectuales y de puntos deapoyo que habrá que utilizar en la construcción de esa otra histo-ria diferente y crítica, a la vez que avanzamos, audazmente, en lasprimeras aplicaciones y reconstrucciones de los diferentes temas yperíodos que comprende nuestra propia historia nacional.

De este modo, promover e impulsar una historia nueva, actua-lizada, científica y crítica en nuestro país, no es otra cosa que inten-tar asumir, dentro de nuestro propio oficio de historiadores, lasconsecuencias importantes de la situación histórica también nuevaque ahora vivimos. Pero no para renovar y reciclar una vez más,vistiéndola con nuevas ropas, a la vetusta y siempre bien vista his-toria oficial complaciente con el poder y dispuesta eternamente alegitimarlo y a servirlo, sino más bien para volver a conectar a estarenovada ciencia de la historia con sus raíces fundadoras esencia-les, pertenecientes a las mejores tradiciones del pensamiento socialcrítico contemporáneo. Es decir, renovar a la historia para resti-tuirle su dimensión profunda como historia crítica, vinculada a losmovimientos sociales actuales y a las urgencias y demandas prin-cipales del presente, a la vez que dispuesta a contribuir y a colabo-rar, en la medida de lo posible, en la construcción de un futurodiferente, donde se elimine la explotación económica, el despo-tismo político, y la desigualdad y discriminación sociales, y en

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A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR •

donde el porvenir no sea visto, como sucede hoy, con aprehensióny con temor, sino por el contrario, con verdadero optimismo y conprofunda esperanza.

* * *

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MARC BLOCH

CAPÍTULO i

DE ANTIMANUALESY ANTIDEFINICIONES DE LA HISTORIA

"En pocas palabras, podemos decirque (...) un mal Manual solo merece

ser fulminado...".

Marc Bloch, "¿Manuales o Síntesis?",AHES,vol. V, 3933.

¿Por qué escribir y publicar hoy, en los inicios de este tercer mileniocronológico, un Anti-manual y además, un anti-manual del "malhistoriador"?. Porque estamos convencidos de que la mayoría delas instituciones académicas que hoy forman y educan a los futuroshistoriadores de nuestro país, lo que están educando y formandoes a malos historiadores, y no a historiadores críticos, serios, creativosy científicos. Y también porque sabemos que el sentido que tienen,en general, todos los "manuales" es el de simplificar ideas o argu-mentos complicados, con el fin de volverlos asequibles a un públicocada vez más amplio.

Pero nuestro objetivo en este pequeño libro es muy distinto: loque queremos no es hacer simples, ideas que son complejas, sinomás bien combatir y criticar viejas ideas simples, rutinarias y yasuperadas sobre lo que es y sobre lo que debería ser la historia.Ideas que a fuerza de repetirse, desde la educación primaria máselemental hasta el nivel universitario de la licenciatura y de lospostgrados, han terminado por ser aceptadas y reconocidas por lainmensa mayoría, construyendo así la empobrecida y deformadanoción de lo que hoy se llama comúnmente "historia".

Al mismo tiempo, y luego de criticar esa visión anacrónica ylimitada hoy imperante, de lo que es y de lo que debería ser la

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CARLOS ANTONIO A G U T R R E ROJAS

historia, queremos presentar, también de modo accesible a unvasto público, ciertas ideas y propuestas, complejas y elaboradas,de lo que en nuestra opinión debería ser y es en verdad la historiamás actual y más de vanguardia. Pero no convirtiendo a esas pro-puestas e ideas en tesis y nociones simples, sino más bien refor-mulándolas de una manera sencilla, que a la vez que mantiene sucomplejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza conmás detalle, retraduciéndolas a un lenguaje más cercano y ase-quible a ese amplio público.

Porque lejos de esa imagen que nos han impuesto, y que repro-ducen con tenacidad la inmensa mayoría de nuestras escuelas yde nuestras Universidades, imagen que presenta a la historia comoalgo aburrido y memorístico, que sólo se ocupa de cosas viejas y derancios pasados ya muertos y lejanos, la historia más actual y devanguardia es en cambio algo vivo y apasionante, que investiga losmás relevantes problemas del ser humano y de las sociedades con-temporáneas, con una riqueza de instrumentos intelectuales, y demétodos y técnicas, que deslumhran de inmediato a todos aquellosque deciden introducirse seriamente en sus interesantes e intrinca-dos laberintos.

Así, para nosotros, la historia no es una disciplina asociada sola-mente con los archivos, y con los hechos, personajes y sucesos yadesaparecidos y muertos, sino una ciencia también de lo social yde lo vivo, atenta al perpetuo cambio histórico de todas las cosas,y directamente conectada, de mil y una maneras, con nuestro pre-sente más actual, lo mismo que con nuestra vida social mediata einmediata, en todas sus múltiples y variadas manifestaciones.

Además, si el tipo de historiador que hoy se forma en la granmayoría de las escuelas y de los postgrados de historia de nuestropaís, es de manera predominante un mal historiador, poco actua-lizado respecto de las principales corrientes historiográficas másactuales, y poco informado de los trabajos y de las obras de los másimportantes historiadores del siglo xx, entonces el tipo de historiaque también de un modo generalizado se produce y se publicaentre nosotros, es una historia puramente descriptiva, monográ-

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fica, empobrecida y profundamente acrüica. Porque no hay dudade que es inofensivo y hasta conveniente para los actuales poderesy grupos dominantes, que se repitan hasta el cansancio -de losalumnos y hasta de los propios profesores- las "gestas gloriosas"de nuestra Independencia, los cuentos sabidos y archir repetí dosde nuestra historia colonial, las versiones paternalistas y hastaindulgentes de nuestra etapa precolombina o prehispánica, y lassiempre ligeramente preocupadas versiones de nuestro "agitado" y"caótico" siglo xix. Y todo ello, para confortarnos al final con la ideade que hoy, a pesar de todo, estamos mucho mejor que en cualquie-ra de esas épocas del "pasado", y para demostrarnos por enésimaocasión que, a fin de cuentas, "hemos progresado".

Sin embargo, y desde hace ya más de un siglo, la verdadera his-toria científica ha peleado abiertamente para dejar de ser ese simpleinstrumento de legitimación de los poderes estatuidos, tratandode distanciarse tanto de la "historia" oficial -en verdad, más biensimple crónica de las conquistas, de las victorias y de los 'logros' deesos mismos poderes-, como de las distintas versiones de la igual-mente limitada y sometida historia tradicional. Ya que es imposiblehacer una historia seria, de cualquier hecho, fenómeno o proceso,en cualquier momento o etapa del "pasado" o del "presente", queno muestre en su análisis la necesaria finitud y caducidad de loque se estudia, haciendo evidentes el carácter efímero y los límitestemporales de ese problema investigado, y subrayando el obligadocambio histórico al que están sometidos todos esos procesos, fenó-menos y sucesos mencionados.

Pero entonces, si practicamos el análisis histórico desde estaidea de la historia siempre atenta al cambio, y siempre enfocada enesa dialéctica de permanencia y de transformación de todos susobjetos de estudio, desembocamos necesariamente en una histo-ria genuinamente crítica, que junto al "lado bueno" de las cosasobserva y analiza también su "lado malo", desmitificando a loshéroes y normalizando a los personajes y a las situaciones extraor-dinarias y excepcionales, al tiempo que "desglorifica" los orígenesy las gestas fundadoras, e introduce sistemáticamente los fracasos

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CARLOS ANTONIO AGUIRRF. ROJAS

junto a los éxitos, la vida cotidiana al lado de los "grandes momen-tos históricos", los procesos sociales y económicos por debajo de lasgrandes batallas militares o de los resonantes sucesos políticos, ylas creencias colectivas y la cultura popular junto a las brillantesideas y las "obras geniales" de la ciencia, la literatura o el cono-cimiento de lo social, por mencionar sólo algunos de los tantosejemplos posibles.

Una historia crítica, que siendo forzosamente opuesta a las his-torias oficiales y tradicionales hasta hoy dominantes, se desplazasistemáticamente de las explicaciones consagradas y de los lugarescomunes repetidos, para intentar construir nuevas y muy dife-rentes interpretaciones de los hechos y de los problemas históri-cos, para rescatar e incorporar nuevos territorios, dimensioneso elementos hasta ahora ignorados o poco estudiados por loshistoriadores anteriores, y para restituir siempre el carácter diná-mico, contradictorio y múltiple de toda situación o fenómenohistórico posible. Una historia difícil, rica, aguda y crítica, que secultiva muy escasamente en nuestro país, y que es sin embargo laúnica historia realmente valiosa y aceptable, si es que deseamosescribir y enseñar una buena historia, y si es que pretendemos, enesa misma práctica histórica, estar por lo menos a la altura de losdesarrollos y de los progresos más recientes que ha alcanzado hoyel oficio de historiador, en el mundo entero, y en estos inicios deltercer milenio cronológico que ahora comenzamos a vivir.

Si un manual tradicional, que ayuda a formar malos historiadoresoficiales y tradicionales, comienza siempre por ciertas definiciones,entonces un Antimanual como este, que persigue abrir el espacioy coadyuvar a crear las condiciones para formar buenos historia-dores críticos, debería comenzar tal vez con toda una serie deantidefiniciones. Anticonceptos, antinociones y antidefiniciones delo que debemos entender por la historia, de cuál es su específico

• ANTTMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •

objeto de estudio, de sus métodos principales y de sus técnicas fun-damentales, lo mismo que de sus objetivos, sus resultados y susmodelos, teorías, categorías y problemáticas más esenciales.

Entonces, definiendo o estableciendo lo que para nosotros no esla historia y los problemas a los que no debería de limitar su estu-dio, y las técnicas en las que no debería estar confinada, etc., quizásea posible no sólo identificar con más precisión a este tipo dehistoria tradicional y aburrida que todavía hoy padecen nuestrosestudiantes a lo largo de toda su formación, sino también ayudara desbrozar el camino para superar a este tipo de historia, y paraser capaces de proponer y de practicar otra historia, completamentediferente y nueva.

Historia diferente a la que hoy se cultiva mayoritariamenté, queno es "la ciencia que estudia los hechos y situaciones del pasado".Porque, más allá de que es totalmente imposible fijar con rigor ycertidumbre la fecha, o momento, o etapa que hoy divide nuestro"presente" de nuestro "pasado", es claro también que la historiano es esa aburrida y temerosa ciencia del pasado, sino más bien laciencia que se consagra al estudio de "la obra de los hombres en eltiempo", según la acertada definición de Marc Bloch, y por lo tanto,el examen crítico que abarca lo mismo el más pretérito periodo dela mal llamada "prehistoria" humana, que el más actual e inme-diato presente.

Ya que es claro que esta definición de la historia, como cienciaque estudia el pasado, no sólo pretende rehuir el compromisosocial del historiador con su propio presente, sino que tambiénconfunde a nuestro oficio, con la simple y burda tarea del anticua-rio. Porque son el anticuario o el coleccionista de antigüedades,los que se ocupan "sólo del pasado", rompiendo artificialmente unalínea temporal que es esencialmente continua, línea que nos de-muestra permanentemente que cualquier 'presente' -y por ende,también cualquier 'pasado'-, no es más que una compleja articu-lación estratificada de distintos "pasados todavía presentes", esdecir de diversos hechos y fenómenos históricos que remontansu origen y su vigencia a muy diferentes líneas y magnitudes

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

temporales, magnitudes que incluyen desde el estricto ayer deunos días, semanas o meses, hasta los varios pasados de lustros,décadas, siglos o hasta milenios.

Historia entonces que estudia tanto el "pasado" como el másactual y candente "presente", y además sin caer en su falsa y siem-pre artificial separación, que explica que hoy exista, con plenalegitimidad y reconocimiento social, el área de la llamada historiacontemporánea, también nombrada a veces como historia inme-diata, o historia del tiempo presente, historia que tomando comosu objeto de análisis a esos fenómenos actuales del más diversoorden, es capaz de integrarlos y de explicarlos dentro de una visiónque restituye en profundidad toda su carga y toda su densidadhistóricas específicas.

Una historia que no se construye, además, sólo con documentosescritos, ni tampoco sólo con los testimonios depositados en losarchivos históricos. Porque el buen historiador no se forma sólo enlos archivos, sino también, y muy esencialmente, en la observaciónacuciosa y aguda de la vida más actual y de la vida del pasado entodas sus múltiples y variadas manifestaciones. Ya que hace másde siglo y medio que aprendimos que las fuentes del historiador nose reducen sólo a los textos y a los testimonios escritos, sino queabarcan absolutamente a toda huella o trazo humano que nos per-mita descifrar y reconstruir el problema histórico que acometemos.Así, lo mismo la dendrocrenología, que nos permite volver a trazarlas diferencias del clima durante cientos de años, que el análisis delcarbono 14, que hace posible datar la antigüedad de un hueso fósil,e igualmente la fotografía aérea, que nos deja ver las diferentesformas que adquieren los campos de cultivo en las distintas regio-nes de un país, o la iconografía, que nos entrega parte de las acti-tudes y de las prácticas cristianas de un culto religioso, son todasfuentes pertinentes y legítimas del trabajo actual y cotidiano de loshistoriadores. Ya que cuando se trata de comprender, y luego deexplicar un hecho o proceso histórico determinado, el historiadorinteligente está autorizado a recurrir a cualquier elemento o indicioposible que le permita entender o analizar el específico problema

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que aborda. Lo que explica el hecho de que, en la actualidad, lahistoria se haga apoyándose lo mismo en la fotografía o en el cineque recurriendo sistemáticamente a los testimonios orales, e igual-mente interpretando una pintura o un monumento, que constru-yendo una serie económica, demográfica o cultural, entre tantasotras posibles fuentes de las que ahora disponen los historiadoresen el ejercicio de su oficio.

Otra "antidefinición" importante de la historia verdaderamentecientífica es la que afirma que no es posible hacer la historia deMéxico, o de Francia, o de Chile o España, e incluso la historia deEuropa, o de África, o de América Latina, si uno se queda limitadoal análisis de los procesos y de los hechos puramente mexicanos,franceses, chilenos, españoles, europeos, africanos o latinoameri-canos, según los diversos casos respectivos. Porque después delsiglo xvi, y del profundo e irreversible proceso de radical universa-lización histórica que la humanidad ha vivido en los últimos cincosiglos, es cada vez más imposible entender las historias locales,nacionales o regionales, si uno se encierra en el limitado y siempreparcial horizonte local, nacional o regional. Y sin embargo, todavíahoy siguen siendo muy comunes y difundidas, por ejemplo, esashistorias "nacionales" que no van más allá de sus propias fronteras,limitándose en el mejor de los casos a considerar ciertos elemen-tos que desde esta perspectiva, suelen calificarse como los "fac-tores externos" de esos mismos procesos nacionales estudiados-factores externos que, en este caso, son siempre concebidos sola-mente como un simple "complemento" marginal e inesencial, parala explicación del "cuadro total"-, cuando no simplemente ignorantotalmente la existencia misma del resto del mundo, en el peor delos casos.

Pero si Henri Pirenne gustaba de repetir que no había "historiaposible de Bélgica, que no fuese a la vez una historia de Europa",y si tanto March Bloch como Fernand Braudel han retomado estasentencia pirenniana para agregar que, además, no hay historiaposible de Europa que no sea a la vez una historia del mundo,entonces no existe hoy historia científica posible que no rompa

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( \ tm»' , A N I O N I O A I Í U I R R K ROJAS

totalmente con el limitado marco nacional, incorporando y con-siderando el rol siempre esencial que juega la historia universaldentro de cada una de las historias regionales, continentales, nacio-nales y hasta locales de cualquier espacio o rincón de nuestroplaneta. Y esto, no al simple modo secundario de los "factoresexternos", sino como dimensión fundamental subyacente a los pro-cesos más locales, sin la cual es imposible la adecuada comprensiónde los problemas estudiados. Porque, por ejemplo, los movimien-tos y los procesos complejos de las Independencias de México, ode Colombia, o de toda América Latina como conjunto, no puedenentenderse adecuadamente, sin tomar también en cuenta los ele-mentos fundamentales que aporta la existencia de la crisis pro-funda que entonces vive Europa, y que determina el sentido de losprofundos reacomodos internos europeos de esos mismos tiem-pos, que serán factor decisivo para la irrupción de dichas Indepen-dencias. De la misma manera en que el movimiento de 1968 enMéxico, o el proceso del 'Cordobazo' argentino de 1969, resultanincompletos en su explicación, si no los resituamos dentro de uncuadro mucho mas global que permita compararlos y vincularloscon las similares y también simultáneas experiencias de, por ejem-plo, el mayo francés, la primavera de Praga o la gran revolucióncultural china de 1966, entre otros.

Otra antinoción importante, es la que afirma que el historiadorbien formado y capaz de enfrentar los problemas actuales e históri-cos más importantes, no se forma leyendo sólo textos y trabajos deotros historiadores o de otros practicantes del mismo oficio. Porquesi bien es cierto que sin conocer la obra de los principales historia-dores, y de las principales corrientes historiográficas de los últimosciento cincuenta años, es imposible aspirar a ser un verdadero his-toriador, también es claro que el buen historiador se educa y seforma, hoy en día, lo mismo en la lectura de los economistas quede los antropólogos, y lo mismo con los buenos textos clásicosde la sociología, la geografía o la sicología, que leyendo buenasy muchas novelas, junto a los trabajos mas importantes y a lasobras principales de los cientistas políticos, de los etnólogos o delos especialistas del derecho, entre otros.

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

En este punto, alguien podría observar y con razón, que enuna gran parte de nuestras escuelas de historia no se estudia nise lee ni siquiera a los propios historiadores importantes del sigloxx, ni tampoco a las principales obras de historia paradigmáticas yejemplares de las más importantes corrientes historiográficas hoyvigentes en el mundo entero. Pero si esta observación es legítima,sólo señala la doble laguna que debemos aún colmar, leyendo tantoesas obras de historia y a esos historiadores, como también a losautores esenciales de todo el conjunto de las hoy llamadas cien-cias o disciplinas sociales. Porque es obvio que la historia abraza,dentro de sus vastos territorios, a todo el inmenso abanico de losocial-humano en el tiempo, lo que quiere decir que sólo puedeconstruirse adecuadamente, desde un conocimiento sólido e igual-mente amplio de los principales aportes de todas esas ciencias queversan sobre los distintos aspectos que incluye esa dimensión de losocial-humano en su totalidad. Lo que implica, entre tantas otrascosas, que una buena licenciatura en historia, debería de incluir ensu plan de estudios, buenos y sólidos cursos de introducción o denociones básicas de la antropología y de la economía, lo mismo quelos fundamentos de la geografía histórica -o mejor aún, de la geo-historia-, de la sociología, de la ciencia política o de la sicología,por mencionar sólo algunos de los varios ejemplos posibles.

Antidefiniciones de una buena historia crítica, que incluyentambién, necesariamente, la idea de que esta historia científica yrigurosa no puede elaborarse con seriedad, si se rechaza o se vecon desprecio, o incluso si se considera sólo marginal o secunda-riamente, a todas esas dimensiones fundamentales que son las dela filosofía, la teoría, la metodología y la historiografía. Ya que esnecesario reconocer que, en el tipo de historia que hoy se hace yse enseña predominantemente en nuestras escuelas y en nuestrasdivisiones de postgrado, reina una visión de la historia terrible-mente empirista y hasta antiteórica.

Así, toda reflexión que vaya más allá del mero enunciado de lossupuestos "datos duros" y de los "hechos comprobados", y todoesfuerzo por preguntar acerca de los modos en que se organiza

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e interpreta el material historiográfico, o por los modelos que seponen en juego para llevar a cabo la investigación histórica, lomismo que las múltiples preguntas sobre el sentido específico quetiene la elección de un tema de estudio, sobre el cuestionario queorganiza la pesquisa histórica, respecto de las categorías que seutilizan para explicar los fenómenos abordados, o sobre la formaen que habrán de presentarse y de transmitirse los resultados deltrabajo realizado, todo esto es rápidamente descalificado por losactuales promotores de la mala historia oficial, positivista y tradi-cional, que se nos intenta imponer desde las aulas. Descalificaciónque, inmediatamente, presenta a todo este tipo de preguntas y dereflexiones como si fuesen problemas "metafísicos", "filosóficos" enun sentido peyorativo del término, y más en general, como simpley perniciosa "pérdida de tiempo".

Y es que domina todavía terriblemente, entre el gremio de losseguidores de Clío, un antiteoricismo ampliamente difundido, querechaza los debates teóricos fuertes e ignora totalmente los pro-blemas de orden metodológico, mirando desdeñosamente a losfilósofos que se atreven a incursionar en la historia, y abandonandociegamente el fundamental campo o rama de la historia de la histo-riografía. Con lo cual, no existen en nuestras carreras y postgradosde historia, buenos y sólidos cursos de teoría de la historia y demetodología histórica, a la vez que tanto la filosofía de la historiacomo la historiografía, son casi siempre rebajadas a un aburrido yelemental recuento cronológico de autores y de obras, que se enu-meran y resumen de la manera más simplista posible, sin ubicarjamás los contextos historiográfieos, intelectuales, sociales y gene-rales de dichos autores y obras, por no mencionar la ausencia totalde clasificaciones, de periodizaciones razonadas y comprehensi-vas, de estudios serios de filiaciones y de tipologías, a la vez que dereagrupamientos globales, de líneas de tendencia y de itinerariosmás estructurales.

Pero sin teoría no hay buena historia, como no la hay tampocosin el desarrollo de un cierto entrenamiento en el campo de lareflexión filosófica, sin la comprensión y el manejo de sus múltiples

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metodologías, y sin el diagnóstico y balance permanente que re-presenta su propio autoexamen, desarrollado justamente por esarama que constituye dicha historia de la historiografía.

También es importante, para poder escribir y enseñar una his-toria seria y digna de este nombre, afirmar la antinoción de que lahistoria no es una disciplina antiquísima, bien establecida y delimi-tada, con su objeto, sus métodos, sus técnicas y sus conceptos yadefinitivamente constituidos y determinados. Por el contrario, lahistoria concebida como proyecto realmente científico data de hacesólo ciento cincuenta años, siendo una disciplina que se encuentratodavía en sus primeras e iniciales etapas de desarrollo, y por ende,en un intenso y continuo proceso de crecimiento y de enriqueci-miento constante, y aún a la búsqueda de nuevos objetos, paradig-mas, modelos teóricos, conceptos, problemáticas y técnicas aún pordescubrir.

Porque como bien lo ilustra la historia de esa historiografía queen sentido estricto podemos llamar contemporánea -es decir, la quese despliega desde los trabajos y los aportes del proyecto crítico deCarlos Marx desarrollados dentro de este campo y hasta nuestrosdías-, es claro que con cada nueva generación de historiadores,nuestra disciplina se ha ido desarrollando y haciendo más com-pleja, en la medida en que incorpora, todo el tiempo y de modoincesante, a esas nuevas técnicas, nuevos problemas, nuevos mo-delos, teoremas, paradigmas y conceptos que antes hemos mencio-nado. Lo que entonces, y quizá más que en otras ciencias, obliga alhistoriador a estar atento, siempre y con mirada ágil y despierta,a los nuevos desarrollos y a los progresos y avances más recientesde su propia disciplina. Por eso, Fernand Braudel nos ha recordadoque la historia no puede ser más que la "suma de todas las historiasposibles, pasadas, presentes y futuras", es decir sólo el conjuntoarticulado de todos los progresos de una ciencia que se encuentratodavía en su infancia, y a la que aún le falta un largo y ampliocamino por recorrer.

Otra antinoción necesaria es la que nos enseña que la historia noes ni la simple "cronología" o recuento sucesivo de gobernantes y

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batallas, ni tampoco un titánico y siempre aburrido ejercicio de lamemoria de los alumnos y los estudiantes, a los que se quiere obli-gar a repetir y acumular en la cabeza una serie de fechas, lugares,datos, cifras y anécdotas, en su mayoría inútiles e irrelevantes,aún cuando a veces puedan ser pintorescos y hasta emocionantes.Porque todavía hoy, existen en nuestro país eruditas colecciones denuestra historia "contemporánea", cuyo criterio de periodizaciónsigue siendo, asombrosamente, el de los cortes sexenales o cua-trianuales de los sucesivos gobiernos de los presidentes, como siun país entero cambiase totalmente, o incluso cambiase significa-tivamente, con cada unción de un nuevo presidente de nuestrarepública. Y es todavía el día en que se sigue equiparando a la his-toria, con el aprendizaje memorístico de lugares y batallas de nues-tra "ruta de la independencia", o de decretos y leyes emitidas porlos gobernantes liberales o conservadores, lo mismo que por lasdisputas, golpes de estado, rebeliones o consolidaciones de tal ocual Estado, gobierno o régimen político.

Sin embargo, y felizmente para nosotros los historiadores, lahistoria es mucho más que esas solas cronologías políticas de pre-sidentes, gobernantes, facciones políticas y Estados, abarcando ladensidad misma del tejido completo de las sociedades, e incluyen-do entonces dentro de sus territorios a la historia económica y ala historia cultural, a las transformaciones demográficas y a lasgrandes mutaciones sociales, lo mismo que a la evolución reli-giosa, psicológica, artística o de la familia, entre tantos y tantosotros temas que no "ajustan" jamás sus itinerarios evolutivos, alos simples cortes del "gobierno del presidente x", o del "régimenpolítico de Y".

Además, y si es claro que toda historia seria necesita de buenasy sistemáticas cronologías, de mapas y Atlas b'ien proyectados ybien concebidos, de buenas y sólidas series cuantitativas, y deestadísticas pertinentes de hechos, cifras y datos precisos y riguro-sos, también es evidente que todo esto no es otra cosa que el soportefáctico, o la plataforma de los hechos indispensable, sobre la cual seconstruye la verdadera historia, es decir la explicación comprehen-

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siva, la interpretación inteligente, y la reinserción cargada de sen-tido profundo, de todo ese conjunto de hechos y de fenómenos,dentro de los procesos históricos globales específicamente investi-gados.

Finalmente, una última antinoción en contra de la mala histo-ria positivista y oficial, se refiere al hecho de que la historia noestá ni obligada ni condenada fatalmente, a ser sólo el registro y elinstrumento de autolegitimación de las clases dominantes y de lospoderes existentes en turno. Pues aunque siempre han existido, yseguirán existiendo, los historiadores y los profesores de historiaque están dispuestos a rebajar a Clío a la simple y limitada funciónde ser una clara "memoria del poder", que rehace la tradición yreinventa todo el tiempo el pasado, para construir la historia desdeel "punto de vista de los vencedores", también han existido siem-pre los historiadores valientes y críticos, que "pasando el cepilloa contrapelo de la historia" han sido capaces de construir la histo-ria "desde el punto de vista de las víctimas" y de los vencidos, for-jando contrahistorias y contramemorias históricas que rescatan esosmúltiples "pasados vencidos", pero vivos y actuantes, de que hablaWalter Benjamín.

Entonces, rompiendo con los lugares comunes de la historia ofi-cial, y haciendo frente a ese proceso de legitimación de lo existente,que siempre concluye por explicarnos que "vivimos en el mejor delos mundos posibles", y que tal o cual proceso actual puede serbueno, regular o malo, pero que es inevitable e ineludible -como enel caso actual de la mal llamada "globalización"-, rompiendo conestas visiones interesadamente fatalistas del pasado y del presente,el buen historiador genuinamente crítico, nos recuerda siempreque ayer igual que hoy, la historia es un terreno de disputa cons-tante, donde de manera contradictoria y tenaz se enfrentan siemprevarios futuros alternativos posibles, varias líneas abiertas de posi-bles evoluciones diferentes, y en donde la línea o futuro que resultafinalmente vencedor y que se actualiza, se decide justamente desdey dentro de las condiciones concretas de ese espacio de combate.

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Por eso "ni siquiera los muertos están a salvo" sí el enemigo hoyen el poder vuelve a vencer, precisamente recodificando y rein-ventando el pasado en función de sus intereses, y de sus propiosmitos y justificaciones ideológicas específicas. Y frente a ello, sóloes posible encender de nuevo "la chispa de la esperanza", si nosubicamos del lado de los oprimidos y de las víctimas, defendiendoesos pasados que hoy han sido provisionalmente derrotados, peroa los que posiblemente les corresponde la victoria del mañana.

Y por eso también, en lugar de escribir un aburrido manualpara malos historiadores, lleno de definiciones anacrónicas sobreuna historia plana, acomodaticia con el poder, acendradamenteempirista y limitada en sus concepciones, en sus fuentes y en sushorizontes, hemos preferido mejor, intentar esbozar esta suertede Antimanual, con ciertas "antidefiniciones" iniciales, y que tomapartido abiertamente por una historia más densa y más profunda,aunque también más difícil y compleja. Una historia que ubicán-dose claramente dentro de las tradiciones del pensamiento socialcrítico, desarrollado desde hace siglo y medio, está atenta a la teoría,a la filosofía y a la metodología, a la vez que se reivindica comoabierta y vasta en la definición de su objeto, sus fuentes, sus técni-cas, sus modelos y sus paradigmas más esenciales.

Después de haber definido el tipo de historia que no queremoscontinuar haciendo, y que no deseamos que se siga enseñando eimponiendo en nuestras aulas, pasemos a ver ahora los "pecados"recurrentes del mal historiador, pecados que es necesario evitar atoda costa, si es que realmente intentamos construir otro tipo dehistoria, genuinamente científica y genuinamente crítica.

CAPITULO u

LOS SIETE (Y MÁS) PECADOS CAPITALESDEL MAL HISTORIADOR

"...la historia que se nos enseñaba a hacerno era, en realidad, mas que una deificación

del presente con ayuda del pasado. Perorehusaba verlo -y decirlo-".

Lucien Febvre, Combates por la historia, 1953.

La mala historia es mil veces más fácil de hacer y de enseñar que labuena historia, que la historia crítica. Por eso, entre otras razones,ha proliferado tanto y se ha mantenido viva, en nuestro país yen muchas otras partes del mundo, durante tanto y tanto tiempo.Pero si es mucho más fácil y exige mucho menos esfuerzo ser unmal historiador, también es cierto que la medida de esa dificultadreducida y de esos magros esfuerzos, es igualmente la medidade los limitados resultados y de las pobres obras históricas quese obtienen. Porque el fruto directo de esa mala historia hecha yenseñada, son justamente esos libros aburridos y pesados en tantossentidos, que nadie lee y que nadie toma en cuenta, con la excep-ción de los pobres estudiantes a los que se obliga literalmente arevisarlos y a consultarlos, para poder obtener la nota o la califi-cación necesaria correspondiente.

Libros y artículos que duermen en las bodegas de las editoria-les universitarias, o en los anaqueles de las librerías y bibliotecaspúblicas, que sólo se dedican a repetirnos por enésima vez, en rela-tos grises y sin chiste, las "Actividades del Congreso Constituyentedel Estado de x, en el momento de la revolución de Y" o "La bio-grafía del general M, líder del movimiento N, en los años de 18..o 19..", o también "La historia del Virrey B, en el siglo c" o "La

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historia de la inmigración E, y su influencia en nuestro país durantelos años de la Revolución F". Ensayos y libros que, en su mayoría,no contienen ni siquiera investigación empírica nueva de hechoshistóricos relevantes, sino que en el peor de los casos resumen lo yadicho e investigado por otros autores, y en el mejor de los casossólo rescatan el fruto casual de algún trabajo directo de visita acierto Archivo, realizado de manera azarosa y sin sistema, y en elque los datos e informaciones que se recolectan no tienen ningúnorden ni sentido, al carecer de la definición de una problemáticahistórica específica, y de un sólido cuestionario que hiciese posibleorganizar dicha recolección de aquellos datos y hechos históricosque sean realmente los hechos significativos, en torno al problemaconcreto y específico que se quiere resolver. Trabajos pues carac-terísticos de esa mala historia positivista, perezosa y fácil, quegeneralmente terminan por recuperar y poner juntos, de maneraindiscriminada, lo mismo sucesos y datos importantes para losprocesos históricos generales, que acontecimientos e informacio-nes totalmente irrelevantes e inesenciales.

Mala historia, fácil de hacer y aburrida para enseñar, y que seplasma en una gran mayoría de los libros de historia que hoy seescriben y se editan en nuestro país, y que generalmente repro-duce, en mayor o en menor medida, a los siete y a veces más"pecados capitales" del mal historiador, pecados que abordamos acontinuación.

El primer pecado capital de los malos historiadores actuales es eldel positivismo, que degrada a la ciencia de la historia a la simpley limitada actividad de la erudición. Muchos historiadores siguencreyendo hoy en día, en pleno comienzo del tercer milenio cro-nológico, que hacer historia es lo mismo que llevar a cabo el trabajode investigación y de compilación del erudito. Y aunque ha pasadoya más de un siglo, desde la época en que fue escrito el tristemente

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célebre Manual de Ch. V. Langlois y Ch. Seignobos, titulado Intro-ducción a los Estudios Históricos, este libro continúa siendo todavía laBiblia de esos malos historiadores positivistas.

Como si todo el siglo veinte cronológico, y toda la historiografíacontemporánea que arranca con el proyecto crítico de Marx, desdelos años de 1848, no fuese justamente una protesta permanente yuna crítica sistemática de esta versión empobrecida de la historiaque ha sido la historia positivista. Una historia que limitando el tra-bajo del historiador, exclusivamente al trabajo de las fuentes escri-tas y de los documentos, se reduce a las operaciones de la críticainterna y externa de los textos, y luego a su clasificación y orde-namiento, y a su ulterior sistematización dentro de una narraciónque, generalmente, solo nos cuenta en prosa lo que ya estaba dichoen verso en esos mismos documentos.

Historia positivista que se autodefine justamente como la "cien-cia que estudia el pasado", y que autoconcibiéndose a sí mismacomo una disciplina hiperespecializada, ya terminada, precisa ycerrada, es alérgica y reticente frente a la filosofía, la teoría, lametodología, e incluso frente a cualquier forma de interpretaciónaudaz y creativa de los hechos históricos. Teniendo entonces horrorrespecto de toda interpretación que se despegue, aunque solo seaun poco, de la simple descripción de los datos "duros" "compro-bados" y "verificables", esta historia positivista reduce no obstantedicha Verificabilidad' a la simple existencia o referencia de dichosdatos, dentro de un documento escrito de archivo, que sea siempreposible citar, con toda precisión, en el pie de página correspondien-te. Una historia justamente enamorada de los "grandes" hechospolíticos y de las acciones resonantes y espectaculares de los Esta-dos, igual que de las "grandes" batallas militares, que es tambiéngeneralmente acrítica con los poderes y con los grupos dominantesque existen en cada situación.

Y si bien es claro que sin erudición no hay historia posible, tam-bién es una gran lección de toda la historiografía contemporánea,desde Marx y hasta nuestros días, que la verdadera historia solo seconstruye cuando, apoyados en esos resultados del trabajo erudito,

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CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROÍAS

accedemos al nivel de la interpretación histórica, a la explicaciónrazonada y sistemática de los hechos, de los fenómenos y de losprocesos y situaciones históricas que estudiamos. Porque solo tran-sitamos desde esa erudición todavía limitada hasta la verdaderahistoria, si reconocemos la importancia fundamental de este tra-bajo de la interpretación y de la explicación históricas, que construyenmodelos comprehensivos, que ordenan y dan sentido a los hechosy fenómenos históricos, integrando a estos últimos dentro de lasgrandes tendencias evolutivas del desarrollo histórico, y estable-ciendo de modo coherente y sintético, también los porqués y loscornos de los distintos problemas investigados.

Porque ¿de qué nos sirve saber cuándo y dónde acontecieronciertos hechos históricos, si no somos capaces de explicar tambiénlas causas profundas, mediatas e inmediatas, que provocaron ysuscitaron estos hechos, y si no tenemos la habilidad de explicar,igualmente, las razones concretas y el sentido esencial que deter-minan que tal hecho se haya producido en ese momento y no antesni después, en ese lugar y en ninguna otra parte, y además quehaya acontecido del modo concreto en que sucedió y no de otraforma, teniendo por añadidura el peculiar desenlace o resultadoque tuvo y no cualquier otro destino posible?. Y son precisamentetodo ese tipo de preguntas, las que nunca se plantea el historiadorpositivista, ocupado solo de expurgar los documentos de archivo,para fijar únicamente las fechas y los lugares de los "hechos tal ycomo han acontecido".

Marginando entonces a un plano secundario, cuando no igno-rando de plano, este nivel imprescindible de la explicación histórica,y de la genuina reconstrucción del sentido profundo que tienen losproblemas históricos, los malos historiadores positivistas se dedi-can solo a componer esas "colecciones de hechos muertos" que yaMarx ha criticado acertadamente desde sus propios tiempos.

El segundo pecado capital del mal historiador es el del anacro-nismo en historia. Es decir, la falta de sensibilidad hacia el cambiohistórico, que asume consciente o inconscientemente que los hom-

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bres y que las sociedades de hace tres o cinco siglos o de hace másde un milenio, eran iguales a nosotros, y que pensaban, sentían,actuaban y reaccionaban de la misma manera en que lo hacemosnosotros. Es decir, una historia que proyecta al actual individuoegoísta y solitario de nuestras sociedades capitalistas contempo-ráneas, como si fuese el modelo eterno de lo que han sido los indi-viduos, en todo tiempo y lugar, y a lo largo de toda la curva deldesarrollo humano.

Pero con esto, se cancela una de las tareas primordiales de lahistoria, que es justamente la de mostrarnos, primero a los histo-riadores y después a toda la gente, en qué ha consistido precisamenteel cambio histórico, qué cosas se han modificado al paso de los siglosy cuáles se han mantenido, y también cuáles han sido las diversasdirecciones o sentidos de esas múltiples mutaciones históricas.Y no para afirmar, al modo de la mala historia oficial y tradicio-nal, una "necesaria" evolución o progreso ineluctable y fatal de lahumanidad, sino más bien para comprender de manera crítica yautocrítica, el camino que hemos recorrido y los muchos erroresque hemos cometido.

Así, no hay buena historia posible sin la capacidad de "extraña-miento" y de "autoexilio" intelectual de nuestra propia circunstan-cia histórica, y también de nuestros propios valores y modos dever, capacidad que nos prepara, justamente, para percibir y apre-hender realmente otras culturas y oíros modos de funcionamientode la economía, de la sociedad y de la política, y por lo tanto, paracomprender de manera adecuada esas otras etapas y momentos dela historia que son también parte de nuestras preocupaciones.

¿Cuántas biografías "históricas" de personajes del pasado nohemos leído, en donde su sicología y su actitud nos son tan cer-canas como si fuesen nuestros contemporáneos, a pesar de habervivido hace treinta, o cien, o trescientos o más años?. ¿Y cuántashistorias del siglo xix, o de la Independencia, o del periodo colonialno hemos leído, que ignoran por completo que, en el transcursode uno o dos siglos y a veces en periodos aún más cortos, mutancompletamente las técnicas militares, o los hábitos sexuales, o las

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

formas de organización de la familia, o los modos de explotacióneconómica, o las formas de conflicto entre las clases, o las cosmo-visiones culturales, entre tantos y tantos elementos que, sin decirloexplícitamente, se asumen como si fuesen idénticos o casi, en todosestos periodos mencionados?.

Y si todo el mundo comprende que no se piensa igual cuandouno vive en un palacio que cuando uno vive en una cabana, enton-ces también debería de ser claro que la vida y el mundo en su con-junto, no se construyen del mismo modo hoy que en la primeramitad del siglo xx, y mucho menos en el siglo xix o xvi, o vn, oantes. Así, por ejemplo, ¿qué noción del tiempo y de la distanciapuede tener un habitante de Nueva España, cuando las noticias dela Metrópoli tardan alrededor de noventa días en llegar a la Colo-nia y viceversa?, y ¿qué idea del mundo puede tener un campesinofrancés del siglo xm, que puede nacer, vivir y morir sin haber salidojamás en su vida de un radio de solo cien kilómetros, en torno dela pequeña aldea en la que vio la luz por vez primera?, ¿y qué sig-nifican, en cambio, nociones incluso como las de "China" o "Rusia"o "África" para un niño urbano conectado a través del Internet,de cualquier ciudad del mundo hoy?. Estas son preguntas que losmalos historiadores nunca se plantean, lo que los hace ver la his-toria como una misma tela gris, en donde cambian solo los nom-bres, las fechas y los lugares, pero donde todo el resto permanececomo si no existiera el cambio histórico de las sociedades, de lasculturas, de las economías y de las psicologías de los diferentesgrupos humanos.

Un tercer pecado capital de la mala historia, hoy todavía impe-rante, es el de su noción del tiempo, que es la noción tradicionalnewtoniana de la temporalidad física. Una idea del tiempo que loconcibe como una dimensión única y homogénea, que se despliegalinealmente en un solo sentido, y que está compuesto por uni-dades y subunidades perfectamente divididas y siempre idénticas,de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros,décadas, siglos y milenios. Es decir, una idea que asume que el

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tiempo de los relojes y de los calendarios, es también el tiempo dela historia y de los historiadores, y que por lo tanto, cualquier siglohistórico tiene siempre cien años, y cualquier día de la historia esidéntico a cualquier otro, aunque el primero sea el 9 de noviembrede 1989 ó el 1 de enero de 1994, y el segundo sea el 17 ó el 18 ó el 19de junio del año de 2001.

Pero como nos lo han explicado tan brillantemente Marc Bloch,Norbert Elias, Walter Benjamín o Fernand Braudel, entre otros, eltiempo newtoniano de los físicos, medido por calendarios y relojes,no es nunca el verdadero tiempo histórico de las sociedades y de loscultivadores de Clío, que es más bien un tiempo social e histórico,que no es único sino múltiple, y que además es heterogéneo y varia-ble, haciéndose más denso o más laxo, más corto o más amplio, ysiempre diferente, según los acontecimientos, coyunturas o estruc-turas históricas a las que se refiera. Porque para el buen historia-dor cada siglo tiene una temporalidad distinta, lo que le permitehablar lo mismo del "largo siglo xix" que comienza con la Revolu-ción Francesa y termina con la Primera Guerra Mundial, que del"breve siglo xx", iniciado con esa primera guerra y con la Revolu-ción Rusa de 1917, y concluido con la caída del Muro de Berlín en1989. Y si los siglos o las jornadas históricas no son nunca iguales,tampoco son precisas las fechas de múltiples acontecimientos yfenómenos históricos, como por ejemplo la 'revolución cultural de1968' que en algunos casos comienza en 1966 y en otros en 1967,pero también a veces desde 1959, y otras solo hasta 1969 inclusive.

Además, como bien lo saben los historiadores críticos, no soniguales los tiempos en que una sociedad vive una verdadera revo-lución social, que los tiempos de lenta evolución, igual que difierenlas temporalidades para una sociedad que se encuentra en plenoauge y crecimiento, que para otra que vive en cambio su procesode decadencia y eclipsamiento social. Puesto que si cada fenómenohistórico tiene su singular y específica duración que le corresponde,y si la historia no es, en ese sentido, más que la compleja síntesisde todas esas múltiples y diversas duraciones históricas diferencia-das, entonces lo que el historiador tiene que aprender a detectar

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CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROJAS

y establecer, es justamente esas múltiples temporalidades o dura-ciones históricas distintas de todos los fenómenos que investiga,asumiendo las implicaciones complejas que esa misma diversidadtemporal conlleva para sus análisis.

Ya que los presidentes y los gobiernos pasan mientras que lassociedades permanecen, recorriendo estas últimas lo mismo cicloseconómicos expansivos y luego depresivos, que coyunturas cul-turales a veces de florecimiento y ebullición y a veces de aletarga-miento y repliegue, en dinámicas en donde hoy se habla casi lamisma lengua que hace trescientos años, y se comen los mismosalimentos que hace un milenio, pero donde también se han insta-lado formas de urbanización que datan de hace solo unas pocasdécadas, o medios de comunicación que tienen solo unos cuantosaños de existencia. Y son solo estas nociones del tiempo y de laduración, múltiples, variables y flexibles, las que permiten captar lainmensa riqueza y diversidad de la historia, reducida en cambio enlas visiones de la historiografía tradicional, a siglos uniformes y afechas rigurosas, siempre bien ordenadas y siempre bien ubicadasen ese tiempo vacío, homogéneo y lineal de los malos historiadorespositivistas.

El cuarto pecado repetido de la mala historia, en los diversosmanuales tradicionales, es el de su idea limitada del progreso. Lo queestá directamente conectado con el pecado anterior, con la nocióndel tiempo como tiempo físico, único, homogéneo y lineal. Pues siel tiempo histórico es concebido solo como esa acumulación ineluc-table de hechos y sucesos, inscritos progresivamente en la suce-sión de días, meses y años del calendario, la idea del "progreso"que desde esta noción temporal se construye es también la de unaineluctable acumulación de avances y conquistas, determinadasfatalmente por el simple transcurrir temporal.

Una idea del progreso humano en la historia, que parece afir-mar que inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier ayer,y todo mañana será obligatoriamente mejor que cualquier hoy.Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa que avanzar

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y avanzar sin detenerse, puesto que según esta construcción, loúnico que ha hecho hasta hoy es justamente "progresar", avan-zando siempre desde lo más bajo hasta niveles cada vez más altos,en una suerte de "escalera" imaginaria en donde estaría prohibidovolver la vista atrás, salirse del recorrido ya trazado, o desandaraunque solo sea un paso el camino ya avanzado. Y no cambiademasiado la cosa, si esta idea es afirmada por los apologistas ac-tuales del capitalismo, que quieren defender a toda costa la supues-ta "simple superioridad" de este sistema sobre cualquier época del"pasado", o si es afirmada por los marxistas vulgares -que no porlos marxistas realmente críticos-, marxistas vulgares que han pre-tendido enseñarnos que la historia avanza y tiene que avanzar,fatalmente, del comunismo primitivo al esclavismo, del esclavismohasta el feudalismo, y de este último hacia el capitalismo, paraluego desembocar, sin opción posible, en el anhelado socialismo ytal vez después en el comunismo superior. Una visión extremada-mente simplista del progreso y de la historia, que el propio Marxha rechazado, y que ha sido tan brillantemente criticada tambiénpor Walter Benjamín, en sus célebres "Tesis sobre la filosofía de lahistoria".

Pero basta observar con cuidado lo que realmente ha sido la his-toria, para percatarse de que su desarrollo no tiene nada de linealy de simple, y que lejos de esa "escalera imaginaria" de avancesy conquistas ineluctables, sus itinerarios se despliegan más biencomo una especie de complejo "árbol de mil ramas", que a vecesabandona totalmente una línea evolutiva que había seguido porsiglos y hasta milenios, para recomenzar de nuevo desde otro puntode partida, mostrando además en esos múltiples itinerarios, igualavances que retrocesos o largos estancamientos, combinados consaltos dramáticos de un nivel a otro, con rupturas radicales detoda continuidad, pero también con líneas que, efectivamente, pro-gresan y se enriquecen sucesivamente de manera permanente.

Frente a esta idea entonces limitada y demasiado simple del pro-greso, propia de los malos historiadores positivistas, que lo concibecomo una línea recta, siempre ascendente, majestuosa y llena de

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avances y conquistas sin fin, el buen historiador crítico restituye ala noción de progreso un sentido totalmente diferente, mostrandoesa multiplicidad de líneas y de trayectorias diversas que lo inte-gran, en un esquema que nos recuerda un poco al trabajo de loscientíficos, que acometen muchas veces un problema hasta encon-trar su solución, ensayando y equivocándose, avanzando en unsentido y luego dejándolo de lado, consolidando ciertas certezasadquiridas y recuperando en un momento posterior resultados queanteriormente creían poco útiles, y recomenzando la tarea tantasveces como sea necesario, hasta encontrar el buen modo de resolu-ción de dicho problema.

Y es así como "progresa" la humanidad: explorando y avan-zando primero casi a ciegas en su propia evolución, para ir muypoco a poco siendo consciente de lo que ha hecho y de por quélo ha hecho, a la vez que va asumiendo también, lentamente, laresponsabilidad consciente de que es solo ella misma la que debeconstruir la historia, y la que debe elegir de manera también cons-ciente los rumbos de su futuro desarrollo.

Otro pecado capital del mal historiador, el quinto, es el de laactitud profundamente acrítica hacia los hechos del presente y delpasado, y hacia las diferentes versiones que las diversas generacio-nes han ido construyendo de ese mismo pasado/presente. Es decir,la típica actitud pasiva que los historiadores positivistas mantienensiempre frente a los testimonios y a los documentos, lo mismoque frente a los resultados y a los hechos históricos "tal y comohan acontecido". Porque el mal historiador actual, educado en elManual de Langlois y Seignobos, o en el equivalente nacional deeste mismo texto, no sólo es incapaz de leer los documentos con losque trabaja de una manera que no sea su lectura literal, sino quetambién es incapaz de "preguntarle" a esos testimonios escritos,algo distinto a lo que ellos declaran o pretenden decir de maneraexplícita. Es decir, que los malos historiadores ignoran por com-pleto lo que Marc Bloch llamaba la "lectura involuntaria" de lostextos, en donde una memoria autobiográfica puede usarse más

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bien para reconstruir la cultura de las clases dominantes de unaépoca, o en donde un documento de gobierno puede ser utilizadomás bien como fuente para la reconstrucción de las formas deexclusión social de una determinada sociedad.

Con lo cual, esta historia acrítica no solo tiende a ser involun-tariamente ingenua, y también cómplice de las ilusiones que losindividuos se han hecho sobre sí mismos y sobre su mundo encada época dada, sino que también termina por legitimar y hacerpasar como verdaderas, a esas falsas percepciones sociales queexisten siempre en toda sociedad, y que prosperan persistente-mente dentro de la cultura y el imaginario colectivo de los pue-blos y de las sociedades humanas. Además, y en la medida en quecada época histórica rehace siempre el pasado, en función de susintereses y urgencias más importantes, este historiador positivistaacrítico va también haciéndose solidario de esas diferentes visio-nes sesgadas y sesgadoras de los hechos históricos, al recoger demanera solo pasiva y puramente receptiva esas distintas reinter-pretaciones de las historias anteriores, codificadas en cada uno delos momentos ulteriores a su propio desarrollo.

Por eso, es natural que este mal historiador tenga casi horror aluso del razonamiento "contrafactual", y que rechace toda especu-lación acerca de lo que hubiese podido acontecer si el desenlace deldrama histórico hubiese sido distinto al que fue. Pero si la historiala han hecho siempre los propios hombres -de modo más o menosconsciente-, y si los resultados de cada encrucijada histórica hansido siempre el fruto de la confrontación y el combate entre distin-tos proyectos de futuro, igualmente impulsados por clases socialeso por grupos humanos, entonces la historia que hemos vivido yconstruido no era la única posible que podía desarrollarse, y solo seha afirmado sobre la derrota y el sometimiento de las varias histo-rias alternativas, vencidas pero igualmente factibles.

Por lo demás, es claro que esta historia acrítica con los docu-mentos y con las mismas versiones ya rehechas del pasado, estotalmente compatible con el statu quo que existe y que dominaen cada momento. Pues si la historia que fue, era la única que

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podía ser, entonces el último eslabón de esa cadena de necesidadesineludibles es la historia que es hoy, con los grupos y con las clasesque hoy dominan, y con los hombres y personajes que hoy disfru-tan de esa dominación, la que por lógica derivación, es también"necesaria" y es la "única posible". Explicar entonces, de maneracrítica, por qué la historia que aconteció, lo hizo de esa forma yno de otra -una tarea primordial del historiador crítico-, implicaigualmente demostrar las otras diversas formas en que pudo haberacontecido, explicando a su vez las razones por las cuales, final-mente, no se impuso ninguna de esas otras formas, igualmenteposibles pero a fin de cuentas no actualizadas.

Un sexto pecado capital de los historiadores no críticos es el delmito repetido de su búsqueda de una "objetividad" y "neutrali-dad" absoluta frente a su objeto de estudio. O dicho en otros térmi-nos, la pretensión de no tomar partido, no juzgar, no apasionarse yno involucrarse para nada con los personajes o con las situacionesque se investigan. Una idea ampliamente difundida de la posibili-dad de hacer una historia completamente "aséptica", que inclusose utiliza como argumento para negarle al historiador la posibi-lidad de ocuparse, con mirada igualmente histórica, de los can-dentes y comprometidos hechos del "presente". Pero, como lo handemostrado incluso la física y la química contemporáneas, resultaimposible estudiar cualquier fenómeno de manera científica, sinintervenir de manera activa dentro del propio proceso que se estu-dia, y por lo tanto, sin modificar en mayor o en menor medida lascondiciones mismas del objeto que se analiza. Lo que en el caso delas ciencias sociales y de la historia, se complementa además conel hecho de que somos nosotros mismos los que hemos construidonuestra propia historia, a la que luego intentamos explicar y analizar.

Por lo tanto, es imposible una historia que sea realmente neutral,y que sea "objetiva" si por esto último entendemos una historiaen la cual no nos involucremos de ninguna manera, manteniendoun desinterés, una distancia y una indiferencia totales hacia lo queexaminamos. Pero en cambio, si es posible una historia científica-

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mente objetiva, en el sentido de no estar falseada conscientementecon ciertos fines de legitimar tal o cual interés mezquino o particu-lar, o en el sentido de silenciar aquellos hechos o fenómenos queno concuerdan con una interpretación preestablecida, que es lo queen realidad si hacen las historias positivistas, las que sin embargoclaman de manera tan ruidosa por esta falsa 'objetividad' ya men-cionada.

Así, puesto que toda historia es hija de su época y de sus cir-cunstancias, y dado que el historiador es también un individuo quetiene un compromiso específico con su sociedad y con su presente,toda historia reflejará necesariamente las elecciones y el punto devista del propio historiador, los que se proyectan incluso desde laelección de los hechos que son investigados y los que no, hasta elmodo de organizarlos, clasificarlos, interpretarlos y ensamblarlosdentro de un modelo más comprehensivo que les da su sentido ysignificación particulares. Y dado que no existe ni puede existiresa historia desde el punto de vista atemporal, eterno, ahistóricoy fuera del mundo que proclaman los malos historiadores posi-tivistas, que claman por esa imposible neutralidad/objetividad, ypuesto que toda historia lleva entonces la marca de sus propioscreadores, lo más honesto e inteligente por parte del buen historia-dor consiste en hacer explícitas las específicas condiciones que handeterminado su investigación, declarando sin ambages sus tomasde posición determinadas, así como los criterios particulares desus distintas elecciones del material, de los métodos, de los para-digmas y de los modelos historiográficos utilizados.

Renunciando entonces a la falsa objetividad del mal historia-dor, el historiador crítico asume sin conflicto los sesgos de su tra-bajo y de su resultado hisfonográfico, convencido de que la verdadabsoluta no existe ni existirá nunca, y de que el modo más perti-nente de acercarnos a verdades cada vez más científicas aunquesiempre relativas, es justamente este que hace explícitos los límites,las condiciones y los sesgos de su propia actividad en el terreno dela historia.

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El séptimo pecado capital de los historiadores que son seguidoresde los Manuales hoy al uso, es el pecado del postmodernismo enhistoria. Porque haciéndose eco de algunas posturas que se handesarrollado recientemente en las ciencias sociales norteamerica-nas, y también en la historiografía estadounidense, han comenzadoa proliferar en nuestro país algunos historiadores que intentanreducir a la historia a su sola dimensión narrativa o discursiva, eva-cuando por completo el referente esencial de los propios hechoshistóricos reales. Así, siguiendo a autores como Hayden White,Michel de Certau o Paul Veyne, estos defensores recientes del post-modernismo histórico, llegan a afirmar que lo que los historiadoresconocen e investigan no es la historia real, la que muy posiblementenos será desconocida para siempre, sino solamente los discursoshistóricos que se han ido construyendo, sucesivamente y a lo largode las generaciones, sobre tal o cual supuesta realidad histórica,por ejemplo sobre el carácter y los comportamientos del sector dela plebe romana, en las épocas del Bajo Imperio.

Desplazando así la atención del historiador, desde la historiareal hacia los discursos sobre la historia, esta postura de los maloshistoriadores termina por desembocar en posiciones abiertamenterelativistas e incluso agnósticas. Pues si según este punto de vista,cada discurso histórico es siempre diferente, y siempre correspon-diente a la época en que es producido, entonces no es posible esta-blecer jerarquía o comparación entre todos esos discursos, lo quesignifica que no podemos saber si hoy conocemos más o cono-cemos menos de la historia del Imperio Romano que lo que hanconocido los hombres y los autores del siglo xix, o del siglo xvi, odurante el siglo x. Y tampoco podemos decir que nuestra visiónactual es más o es menos "científica" o mas o menos Verdadera'que la que construyeron los historiadores de hace tres o siete otrece siglos.

Incluso, y prolongando hasta el final su argumento, estos autoresposmodernos llegan a descalificar la pretensión misma de cons-truir una ciencia de la historia, afirmando que los historiadores sóloescribimos "relatos con pretensiones de verdad", relativos a distin-

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tos "regímenes de verdad" siempre cambiantes y siempre relativos.Por eso pueden concluir, sin sonrojo alguno, que la escritura de lahistoria se reduce, en última instancia, a la reconstrucción de unahistoria de la escritura, y que las razones para dedicarse a la his-toria no son la búsqueda de una verdad histórica científica, en elfondo imposible e inalcanzable, sino puramente razones de ordenestético.

Pero más allá de estas divagaciones logocéntricas, y de estosdesvarios de claros tintes idealistas, persiste el hecho innegable deque los historiadores hacemos historia con el objetivo de conocer,comprender y luego explicar la historia real, la que constituye sinduda nuestro objeto de estudio principal. Además, hacemos histo-ria convencidos de que somos capaces de establecer, cada vez más,verdades históricas científicas, y además, verdades cada vez másprecisas y más capaces de dar cuenta real de los problemas con-cretos históricos que investigamos. Desde una posición abierta-mente racionalista, y que aspira a ser científica, los historiadorescríticos son también capaces de comparar y de criticar las distintasinterpretaciones que se han hecho de un cierto problema histórico,haciendo evidente como nuestras explicaciones actuales son, engeneral, mucho más sofisticadas y complejas que las anteriores,y en términos generales, más adecuadas para captar los hechoshistóricos y más finas para poder encuadrarlos dentro de modelosglobales que les restituyen, cada vez de manera más precisa, suverdadero sentido profundo. Porque "los hechos son testarudos",y más allá de las sutilezas del lenguaje, continúan desafiándonospara que seamos capaces de explicarlos de un modo racional ycoherente.

Y si bien es obvio, que no existe historia posible que no seexprese a través de una cierta construcción narrativa, también esun abuso ilegítimo querer reducir por ello a la historia a su soladimensión narrativa. Igual entonces que la erudición, que no eshistoria pero si es una de sus condiciones imprescindibles y unode sus elementos importantes, así la narración y el discurso no sontampoco historia, aunque si son también uno de sus componentesfundamentales e ineludibles.

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

Son estos los siete (y más, pues los mismos se manifiestandespués en múltiples maneras) pecados capitales del mal historia-dor. Y si, con un comportamiento virtuoso y con una mirada vigi-lante y crítica, logramos esquivar el caer en todos ellos, podremosintentar hacer y enseñar una historia diferente y muy superior ala que existe hoy en nuestro país. Pero ¿cómo elaboramos esta his-toria distinta y mejor?. Tratando de seguir las lecciones que noshan dado los historiadores realmente críticos, durante los últimosciento cincuenta años, lecciones que pasamos a ver a continuación.

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CAPÍTULO ni

EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA CRÍTICA

'Por primera vez se erigía la historia sobre suverdadera base; el hecho palpable, pero

totalmente desapercibido hasta entonces, deque e! hombre necesita en primer término

comer, beber, tener un techo y vestirse, y porlo tanto, trabajar..."

Federico Engels, "Carlos Marx", 1877.

Si rechazamos abiertamente volver a hacer la historia aburrida,complaciente, cómoda y estéril de los historiadores positivistas, y siqueremos eludir conscientemente el caer en los más de siete peca-dos capitales del mal historiador, debemos entonces intentar cons-truir y elaborar, y luego enseñar, una historia nueva y diferente,que será también sin duda una historia crítica. Y si lo que deseamoses ser capaces de inscribir nuestra labor como historiadores o comocientíficos sociales dentro de este terreno de la historia crítica, loprimero que tenemos que hacer, es volver de nuevo la vista hacialos fundamentos mismos de esta historia crítica contemporánea,hacia aquellas que fueron sus primeras versiones, y que afirmán-dose en tanto que tales, son las que sentaron las bases de toda his-toria crítica posible.

Ya que la historia crítica no es un proyecto reciente, ni una preo-cupación que haya aparecido solo en los últimos tiempos, sinoque es, en las modalidades específicas que hoy presenta, un proyectoque prácticamente acompaña, desde su propio nacimiento, a losdiscursos y a las formas de hacer historia que hoy podemosllamar estrictamente contemporáneas. Formas que habiendo comen-zado su desarrollo singular, desde la segunda mitad del siglo

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CARLOS ANTONIO AGLURRE ROJAS

xix cronológico, se han desarrollado y complejizado de diferentesmaneras, para mantenerse hasta el día de hoy, como las específicasformas vigentes de hacer historia hasta la actualidad.

Porque cuando investigamos con más detalle, acerca de losorígenes históricos de los tipos de historia que hoy son todavíavigentes en el mundo entero, resulta claro que dichos orígenes seencuentran en esa segunda mitad del siglo xix cronológico. Ya quees en estas últimas décadas de ese siglo xix que se afirma, por unlado, el modelo de la historia positivista que antes hemos mencio-nado, y que intenta "copiar" la "exactitud" de las ciencias natu-rales, promoviendo una historia puramente descriptiva, fáctica,empirista, especializada y reducida a "narrar los hechos tal y comohan acontecido", mientras que del otro lado se va configurandoy difundiendo, también progresivamente, la primera versión de lahistoria crítica contemporánea, que es justamente la historia quese encuentra incluida dentro del complejo y más vasto proyectocrítico de Carlos Marx.

Así, es claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamen-tos de la historia crítica, tal y como ahora es posible concebir a estaúltima, y tal y como ella se ha ido desarrollando a lo largo de losúltimos ciento cincuenta años. Ya que no existe duda respecto alhecho de que, después de Marx y apoyándose en mayor o menormedida en el tipo de historia crítica y científica que él ha promo-vido y establecido, se han ido afirmando, a lo largo de todo elsiglo xx y hasta hoy, distintas corrientes, autores y trabajos que,reclamándose abiertamente 'marxistas', han alimentado de maneraconsiderable el acervo de los progresos y de los desarrollos de todala historiografía del siglo xx. Y entonces, lo mismo los autores de laEscuela de Frankfurt que los del llamado austromarxismo, y hastalos autores de la actual historia socialista británica o de la historio-grafía crítica neomarxista del "world-system analysis" (del análisisdel sistema-mundo), y pasando por los trabajos históricos de lasescuelas marxistas polaca, o alemana, o italiana, o latinoamericana,entre muchas otras, son todas distintas manifestaciones y proyec-tos intelectuales que es necesario inscribir, dentro de esa vasta pre-

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sencia global y dentro de esa herencia todavía viva y poderosa, deesa primera versión de la historiografía crítica, que ha sido la his-toria defendida y propuesta por el propio Marx.

Y si bien la caída del Muro de Berlín en 1989, ha significadosin duda la muerte de todos esos proyectos de construir mundos"socialistas" dentro de sociedades esencialmente escasas -es decir,de sociedades que carecían de las condiciones y del grado de desa-rrollo necesarios, en lo económico, en lo social, en lo político, y enlo cultural, para intentar edificar sociedades no capitalistas-, tam-bién es claro que eso no significa, para nada, el fin del discursocrítico y de la historiografía también crítica marxistas, que encuen-tran en cambio su fundamento, no en esas sociedades del socia-lismo realmente existente que hoy están en proceso de cambiosprofundos, sino en las contradicciones esenciales mismas del capi-talismo, hoy mas vivas y apremiantes que nunca, así como en lanecesidad todavía vigente y urgente de la necesaria superaciónhistórica de ese mismo capitalismo.

Puesto que si es claro que, en donde hay explotación habrálucha en contra de esa misma explotación, y si donde hay opre-sión habrá siempre resistencia, y si es una experiencia reiteradade la historia, que la injusticia y la discriminación sociales engen-dran también ineludiblemente la rebeldía y la sublevación contradicha discriminación e injusticia, entonces también es evidenteque mientras exista capitalismo habrá un pensamiento crítico, des-tinado a explicar su naturaleza destructiva y despótica, y a orien-tar la reflexión que ilumine la lucha contra ese capitalismo y labúsqueda de las vías concretas de su superación real. Por eso, y encontra de las visiones simplistas y siempre apresuradas de ciertosperiodistas y de ciertos politólogos actuales, el pensamiento criticosigue más vigente que nunca, junto a la necesidad y posibilidad deuna historia igualmente crítica.

¿Cuáles son, entonces, las lecciones todavía vigentes para unahistoria aún crítica, derivadas de su versión marxista fundadora yoriginaria?. La primera de ellas, en nuestra opinión, se refiere alestatuto mismo de la historia, es decir, a la necesidad de concebir

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

que toda la actividad que desarrollamos, y todos los resultados quevamos concretando, están claramente encaminados hacia la con-solidación de un proyecto de construcción de una ciencia de la his-toria. Una ciencia de la historia que, de acuerdo a la noción delmismo Marx, debería abarcar absolutamente a todos los territoriosque hoy están ocupados por las llamadas "ciencias sociales", y queen la medida en que hacen referencia a los distintos aspectos, acti-vidades, manifestaciones o relaciones sociales construidas por loshombres, en el pasado o en el presente, se engloban igualmentedentro de esa "historia de los hombres" cuyo estudio correspondejustamente a dicha ciencia histórica. Ciencia de la historia queentonces, y concebida en esta vasta dimensión, es para Marx unahistoria necesariamente global, una historia que posee la amplitudmisma de lo social-humano en el tiempo, considerado en todas susexpresiones y manifestaciones posibles.

Estatuto científico de nuestra disciplina, concebida en esta vastay englobante definición, que se hace necesario reiterar ahora denueva cuenta, tanto frente a las minoritarias posiciones postmo-dernas, que quieren reducir a la historia a la condición de simplejuego estético, de arte, o de mero ejercicio discursivo, como tam-bién frente a las posiciones que pretendiendo "defender" una fan-tasmal "identidad" dura de la historia, distinta de las "identidades"de la sociología, la antropología, la economía, la sicología, etc., ter-minan reduciéndola también al simple trabajo del coleccionistade antigüedades y del anticuario, del amante de las "cosas delpasado", erudito y positivista.

Pero si, como Marc Bloch lo ha repetido, la historia es la cienciaque estudia "la obra de los hombres en el tiempo", sólo puedehacerlo dentro de esta declarada vocación de constituirse en undeterminado y claro proyecto científico. Y por lo tanto, asumiendotodo lo que este concepto de "ciencia" implica. Porque una simpledescripción o relato no es todavía ciencia, como no lo es tampococualquier tipo de discurso, o cualquier actividad de mera recolec-ción y clasificación de documentos, de datos y de fechas. Encambio, la idea de ciencia conlleva necesariamente la de la exis-

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tencia de todo un aparato categorial y conceptual específico, orga-nizado de una determinada manera, a través de modelos y deteorías de orden general, y que busca y recolecta dichos hechos yacontecimientos históricos, para ensamblarlos e insertarlos dentrode explicaciones científicas comprehensivas, y dentro de modelosde distinto orden de generalidad, que definen tendencias de com-portamiento de los procesos sociales, y regularidades de las lí-neas evolutivas de las sociedades, a la vez que dotan de sentidoy de significación a esos mismos sucesos y fenómenos históricosparticulares.

Noción fuerte de la historia como verdadera ciencia, que implicaentonces que la historia, como cualquier ciencia, se haya ido con-figurando a partir de diferentes y complejas tradiciones intelec-tuales, estando atravesada por debates teóricos, epistemológicos ymetodológicos, y apoyada en un amplio conjunto de teorías, deparadigmas, de modelos teóricos y de armazones conceptualesdiversas. Lo que desmiente entonces, la repetida frase de que "elbuen historiador se hace en los archivos". Porque nunca será dentrode los archivos, en donde el historiador se pondrá al tanto de esastradiciones, debates y teorías que conforman el verdadero edificiode su ciencia. Y de la misma manera en que el físico va al labo-ratorio, o el biólogo a la práctica de campo, solo después de haberaprendido lo que es, lo que investiga, lo que quiere comprendery resolver la física o la biología, así el buen historiador solo vaal archivo después de que ha asimilado lo que es y lo que debeser la historia, y luego de haber definido con claridad una pro-blemática historiográfica determinada, desde y con las teorías, lametodología y los conceptos y categorías de su propio oficio.

Y también es claro que, aunque la historia incluye sin duda unacierta dimensión artística, y otra dimensión narrativo-discursiva,dimensiones que cuando son conocidas y bien manejadas enrique-cen enormemente el trabajo y los resultados del historiador, sinembargo la historia no se reduce a ninguna de esas dos dimen-siones, las que si bien están siempre presentes, no son nunca elelemento o momento determinante de la disciplina o ciencia de la

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historia en su conjunto. Y si la historia no se reduce ni a arte, nia discurso, ni tampoco a la práctica del erudito en los archivos,entonces el modo de su enseñanza en las aulas debe tambiénajustarse a su condición de verdadera ciencia, remontándose másallá de la mera transmisión de las técnicas de ficheo y elaboraciónde cronologías y de series de datos, y superando su condición desimple crónica de fechas, lugares y sucesos, que es a lo que la hanreducido sistemáticamente muchos de los malos historiadores y delos malos profesores de historia de nuestro país.

Una segunda lección importante de esta historia científica pro-movida por Marx, y que sigue manteniendo toda su vigencia hastael día de hoy, es el de concebir a la historia, en todas sus dimensio-nes, temáticas y problemas abordados, como una historia profun-damente social. Es decir, que además de estudiar a los individuos,a los grandes personajes de todo tipo y a las élites y clases domi-nantes, la historia debe investigar también a los grandes grupossociales, a las masas populares, a las clases sociales mayoritariasy a todo el conjunto de los protagonistas hasta hace muy poco"anónimos", protagonistas y clases y grupos, que sin embargo sonlas verdaderas fuerzas sociales, los verdaderos actores colectivos, quehacen y construyen la mayor parte del entramado de lo que consti-tuye precisamente la historia.

Ya que es justamente a Marx, a quien debemos la incorporaciónsistemática de las clases populares como verdaderos protagonistasde la historia, al habernos ilustrado como han sido los esclavos ylas comunidades arcaicas, lo mismo que los siervos, los obreros, loscampesinos y los grupos sociales explotados y sometidos, los queen gran medida "han hecho la historia". Clases sociales sometidas,que involucradas dentro de un conflicto social o lucha de clasesque atraviesa una gran parte de la historia humana, -y en particu-lar, aquella que ha comenzado luego de los múltiples procesos dedisolución de las muy diversas y variadas formas de la comunidad,que están en el punto de partida de todas las sociedades humanas-,han ido tejiendo con su trabajo cotidiano y con su actividad socialpermanente, pero también con sus luchas y con sus acciones de

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resistencia y de transformación, el específico tejido de lo que en tér-minos concretos ha sido y es justamente la historia humana.

Y es claro que no hay historia científica o crítica posible, queno tome en cuenta, por ejemplo, a las formas de la cultura popu-lar, o a los grandes movimientos sociales, a las expresiones de lalucha de clases o a los grandes intereses económicos colectivos, lomismo que a las grandes corrientes de las creencias colectivas o alos diversos contextos y condicionamientos sociales generales decualquier proceso, fenómeno o hecho histórico analizado.

Lo que no implica, ni mucho menos, que dejemos de estudiara los individuos, a los grandes personajes, o a las élites, pero si encambio modifica de raíz el enfoque tradicional desde el cual hansido, y son aún a veces abordados, estos grupos o clases minorita-rias y estos individuos. Porque todo individuo es fruto de suscondiciones sociales, y son estas últimas las que determinan siem-pre los límites generales de sus acciones diversas. Y si bien supropia acción, es un vector que puede influir en el cambio de estasmismas circunstancias, lo es solo dentro de los márgenes que fijanlas tendencias, una vez más sociales, de la evolución específica quevive esa sociedad determinada en esa época o momento tambiénparticular.

Con lo cual, la historia crítica es social en un doble sentido:en primer lugar en cuanto a que, para la explicación de cualquierhecho o fenómeno histórico, tiene que involucrar y hacer intervenira los grandes actores colectivos que antes eran omitidos e ignora-dos, y que son siempre el entorno inmediato obligado, tanto de laformación como de las acciones de cualquier personaje individual.Y en segundo lugar, en el sentido de que también cualquier sucesoo situación histórica, se desenvuelve dentro de un determinadoy múltiple contexto social general, que lo condiciona y envuelve,fijándole tanto sus límites como sus posibilidades de repercusióndeterminada. Y parece ser claro que, una de las tendencias másmarcadas de prácticamente todas las corrientes historiográficas quese han desarrollado durante el siglo xx, con la única y obvia excep-ción de la tendencia positivista de los malos historiadores, ha sido

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ésta de incorporar a los grandes grupos sociales, a las sensibili-dades colectivas, a las masas populares, a las formas de concien-cia mayoritarias, y a las clases y movimientos sociales en todassus expresiones, dentro de los terrenos y de las perspectivas habi-tuales de la historia. Lo que, necesariamente, ha sido acompañadotambién de esa introducción sistemática de los diversos contextossociales -políticos, intelectuales, económicos, civilízatenos, etc-dentro de las explicaciones históricas cotidianas.

Otra lección importante de la historia que Marx ha construido,la tercera, es su dimensión como historia materialista. Y no en el sen-tido vulgar, aunque muchas veces repetido, de que lo "espiritual"sea un simple "reflejo" directo o dependiente de lo material, sinomás bien en la línea de que, en general, resulta imposible explicaradecuadamente los procesos culturales, las formas de conciencia,los elementos del imaginario social, las figuras de la sensibilidadcolectiva, etc., sin considerar también las condiciones materiales enque se desenvuelven y apoyan todos esos productos, y todas esasmanifestaciones diversas de los fenómenos intelectuales, y de lasensibilidad humana en general.

Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hombresy de los grupos sociales que las producen, y los productos de lacultura, de la conciencia o de la sensibilidad, solo se hacen vigentesen la medida en que se encarnan y "materializan" en determinadasprácticas, en instituciones, en comportamientos y en realidadestotalmente materiales. Lo que, sin embargo, no elimina el hecho deque el tipo de relación específica y concreta que se establece, entreesa dimensión intelectual y sus condiciones materiales de produc-ción y de efectivización, sea un problema abierto y por establecen yque puede abarcar desde la forma de la condensación o la trans-posición sublimada que a veces se expresa en el arte, hasta la formadel "reflejo invertido" que en ocasiones descubrimos en la religión,y pasando por diversas y complejas variantes como la de la "tra-ducción", la negación, la simbolización, la construcción de feticheso las múltiples figuras de una cierta reconstrucción diferente de esemundo material en el nivel cultural.

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Por lo tanto, afirmar que la buena historia crítica debe de sertambién materialista, solo implica que no es posible hacer unahistoria, por ejemplo de las llamadas "mentalidades", sin consi-derar los contextos sociales, políticos, económicos y generales deesas mismas "mentalidades". Es decir, que debemos evitar una his-toria idealista de los fenómenos culturales e intelectuales, comola que ha escrito por ejemplo Philippe Aries. O también una his-toria puramente logocéntrica, y puramente ocupada del plano dis-cursivo o conceptual, como la que proponen Hyden White y losposmodernos.

En cambio, la buena historia debe estar siempre atenta, cuandose ocupa de esos hechos, fenómenos y procesos del llamado"espíritu humano" -y que nosotros llamaríamos más bien fenóme-nos de la conciencia y de la sensibilidad sociales- de las condicio-nes materiales que acompañan y se imbrican con dichos fenómenosintelectuales, conscientes de que el tipo de relación que se estableceentre ambas esferas, la material y la "espiritual", es un problemaabierto y por investigar y redefinir en cada caso concreto, peroseguros a la vez de que sin esas condiciones materiales, no es real-mente comprensible la naturaleza profunda y el sentido esencialde todos esos fenómenos de la mente y de la economía psíquica delos individuos y de las sociedades.

Y es precisamente este error, de ignorar la importancia de esabase material y de ese conjunto de condiciones reales, el que reen-contramos no sólo en muchas de las versiones de la historia delas "mentalidades" antes referida, sino también en múltiples histo-rias de la religión, del arte, de la literatura, de la cultura y de lasideas, que prosperan dentro del gremio de los seguidores de Clío.E incluso, y muy frecuentemente, en muchas de las historias pre-dominantemente políticas que han escrito los historiadores posi-tivistas de nuestro país, historias donde también ese nivel de lopolítico parece "cerrarse sobre sí mismo" y ser totalmente autosufi-ciente, y en donde se ignoran por completo también las condicionessociales reales y las condiciones materiales de esos procesos políti-cos que se estudian.

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La cuarta posible lección derivada de los trabajos de CarlosMarx, para una historia genuinamente crítica, es la relevancia fun-damental que tienen, dentro de los procesos sociales globales, loshechos económicos. Una lección marxista que quizá sea la más vul-garizada y la más mal interpretada de todas, por parte tanto delos historiadores, como incluso de una gran mayoría de los científi-cos sociales. Y ello, debido a la amplia difusión e influencia impor-tante del marxismo vulgar en prácticamente todo el mundo, y a lolargo de casi todo el siglo xx cronológico. Porque esta lección noimplica, ni mucho menos, que todos los fenómenos sociales debende "reducirse" a la base económica, ni que la economía es la "esen-cia" oculta o el "espíritu profundo" escondido de todo lo social,sino simplemente -¡simplemente!- que, en la historia que los hom-bres han recorrido y construido desde su origen como especie yhasta el día de hoy, los hechos y las estructuras económicas han ocu-pado y ocupan todavía un rol que posee una centralidad y unarelevancia fundamentales innegables. Lo que significa que dichosprocesos sociales globales son incomprensibles sin la consideraciónde las evoluciones y la naturaleza determinada de esa dimensióneconómica, pero no significa, en cambio, que debamos buscar cuáles, por ejemplo, "la base económica de la pintura de Picasso", o la"estructura económica en que se apoya esa 'superestructura' que hasido el arte surrealista", lo que es a todas luces una empresa ridiculay sin sentido, a pesar de haber sido alguna vez planteada por losmarxistas vulgares de Francia en la primera mitad del siglo xx.

Reconociendo entonces esta centralidad de lo económico para lainterpretación de los procesos sociales históricos globales, el buenhistoriador crítico sabe también que la relación específica que esosfenómenos económicos pueden tener, o pueden no tener con otroshechos y realidades sociales, es igualmente un problema abierto ypor definir en cada caso concreto, y cuyo abanico de respuestasabarca, lo mismo la opción de que no existe ningún vínculo, o deque no existe un vínculo directo, y por lo tanto la conexión se dasólo a través de complejas e indirectas mediaciones de oíros nivelesy relaciones, hasta la posibilidad de relaciones claras y evidentes de

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determinación directa de ese mismo nivel económico, y pasandonuevamente por vínculos de dependencia, o de condicionamientosólo general, de encuadramiento, de limitación indirecta, o de muydiversos matices de influencias de mayor o de menor peso específico.

Y puesto que ha sido Marx el primero en rescatar de manerasistemática esta centralidad de lo económico dentro del procesohistórico global, es lógico que sea también él, el fundador de la ramade los estudios de historia económica dentro del tronco mayor de lahistoriografía contemporánea. Rama que, desde el autor de El capi-tal y hasta hoy, ha tenido una buena parte de sus más importantesrepresentantes, precisamente dentro de las distintas corrientes yexpresiones de los múltiples "marxismos" que llenan la historia ytambién la historiografía del siglo xx, y que una vez más, abarcandesde las finas y elaboradas versiones del marxismo de Marx y dealgunos de los marxismos críticos posteriores, -como es el casode algunos de los trabajos que, con cierta flexibilidad, podríamoscalificar de obras de "historia económica", escritos por Lenin, porRosa Luxemburgo o por Henry Grossman, entre otros-, hasta lasvariantes simplificadas del marxismo vulgar o del marxismo redu-cido a ideología oficial, en muchos Manuales de la antigua UniónSoviética o de los países del llamado "bloque socialista".

Una quinta lección importante para el buen historiador, es laexigencia de Marx de ser capaces de observar, y luego de explicar,todos los fenómenos investigados "desde el punto de vista de latotalidad". Lo que quiere decir que debemos de cultivar y desa-rrollar la capacidad de detectar y de descubrir, sistemáticamentey en todo examen de los problemas históricos que abordamos, losdiversos vínculos y conexiones que existen entre dicho problemay las sucesivas "totalidades" que lo enmarcan, y que de diferentesmodos lo condicionan y hasta sobredeterminan.

Porque una vez más, no existe problema social o histórico queesté aislado y encerrado entre ciertos muros infranqueables, sinoque, por el contrario, todo problema histórico y social está siem-pre inserto en determinadas coordenadas espaciales, temporales ycontextúales, que influyen sobre él, en distintos grados y medidas,

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pero siempre de modo eficaz y fundamental. Y entonces, al buenhistoriador le corresponde ir reconstruyendo, cuidadosamente yde modo articulado, esa inserción de su tema de estudio dentro delas sucesivas totalidades espaciales, temporales y contextúales quelo envuelven y que lo sobredeterminan. Ya que es siempre una pre-gunta pertinente y esclarecedora, la que plantea porque tal fenó-meno ocurrió en el lugar y en el tiempo específicos en los que hanacontecido y no en ningunos otros, desarrollándose además dentrode las particulares circunstancias en que ha sucedido, y en ningu-nas otras, lo que nos abre justamente al análisis de las diversasinfluencias y de las conexiones específicas que se establecen entreesas dimensiones del espacio, del contexto y de la época sobre elsingular fenómeno del cual tratamos de dar cuenta.

Pues aunque parezca y quizá sea una obviedad, -que frecuen-temente olvidan no obstante los historiadores positivistas-, es claroque no es lo mismo una sociedad capitalista del siglo xx que unadel siglo xvi, o que la sociedad china del siglo xm y la sociedadeuropea de esa misma época, como tampoco es lo mismo un hechohistórico que aconteció en América Latina, que otro que sucede enEuropa, o en Rusia, o en el sur de África, por mencionar solo algu-nos ejemplos posibles.

Y si estas coordenadas o "totalidades" más generales que sonlas del tiempo y el espacio, correspondientes a un cierto hechohistórico cualquiera, son siempre relevantes y fundamentales parasu adecuada comprensión, también lo son las "totalidades" diver-sas que constituyen los diferentes contextos que enmarcan a esehecho histórico. Pues es claro que dichos contextos geográficos,económicos, tecnológicos, étnicos, sociales, políticos, culturales,artísticos, psicológicos, etc., además de especificar y volver másconcretas a esas totalidades o coordenadas espaciales y temporales,-acotando al espacio como área, región, lugar, país o entornogeográfico determinado, y al tiempo como una época, momento,coyuntura, era o periodo igualmente particularizado-, van tambiéna establecer de manera igualmente concreta, todo el nudo de espe-cíficas conexiones que tendrá ese hecho o fenómeno histórico

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investigado con esos diferentes y sucesivos medios contextúales enlos que el se despliega.

Por lo cual, como lo ha explicado Jean-Paul Sartre, se imponesiempre un proceso de "totalización progresiva" del problema queabordamos, proceso que reconstruye esa inserción dada del temaen esas múltiples y diversas totalidades, que son las que le otorgansu significación y su sentido globales. Reconstruyendo así, una his-toria "desde el punto de vista de la totalidad", el buen historiadorse instala entonces dentro del terreno de una historia global o glo-balizante, sobre la que volveremos todavía más adelante.

La lección número seis que es posible extraer del pensamientohistórico de Marx, es la necesidad de enfocar los problemas de lahistoria desde una perspectiva dialéctica. Una perspectiva que loshistoriadores de nuestro país han cultivado muy poco en general,a pesar de las ricas y profundas contribuciones que podría impli-car el desarrollo, el ejercicio sistemático y la aplicación creativa deeste pensamiento y de esta visión dialécticas de la historia. Visióndialéctica que nos invita a dejar de ver los hechos históricos como"cosas", y a la historia misma como un conjunto de realidadesmuertas, terminadas y disecadas, realidades que además, estaríandeterminadas en un sólo sentido, siempre claro y siempre bienestablecido. En lugar de esta última visión, tan extendida entre loshistoriadores positivistas y tradicionales, esta perspectiva dialecti-zante afirma por el contrario que todos los hechos históricos sonrealidades vivas y en devenir, a la vez que elementos de procesos di-námicos y dialécticos en los que el resultado está siempre abierto y enredefinición constante, a partir de las contradicciones inherentes yesenciales que se encuentran, tanto en esos mismos procesos, comoen el conjunto de los hechos antes mencionado.

Así, junto a la positividad de cualquier situación o fenómenode la historia, es necesario también captar su correlativa negativi-dad, mostrando por ejemplo, junto al carácter hoy dominante delcapitalismo, su naturaleza irremediablemente efímera, y junto a lamodernidad burguesa que hoy se enseñorea todavía en el planetaentero, a las múltiples modernidades alternativas que la combaten

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y que se le resisten, negándola permanentemente. Porque para esteenfoque dialéctico, la realidad histórica es como una manzana quesólo existe si lleva adentro el gusano que la corroe, o como un dulceque al chuparlo tuviese también un sabor amargo y agrio. Lo queexplica entonces que, para este punto de vista, todo progreso esal mismo tiempo un cierto retroceso histórico, y todo "documentode cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie", comolo ha afirmado y explicado tan brillantemente Walter Benjamin. Ysi la historia es una ciencia que se interesa de manera especial enel estudio del cambio histórico, no puede captar adecuadamentea este último si no lo "atrapa" y lo percibe desde su misma cuna,desde las contradicciones y tensiones esenciales que caracterizana cualquier sociedad histórica de las que han existido hasta hoy,tensiones y contradicciones que se reproducen y proyectan de dis-tintas maneras en los diferentes hechos, situaciones y aconteci-mientos que se suceden en esas mismas sociedades.

Por eso, en la historia humana que hasta hoy conocemos, loshechos no son nunca de un solo sentido, y entonces es la derrota laque es la madre del triunfo, y es la guerra la que engendra la pazy a la inversa, y es por eso que "el triunfo de una idea crea siem-pre a la institución que habrá de darle muerte", y también es estala razón que explica que las sociedades perecen no por no habertenido éxito, sino mas bien por haberlo tenido en demasía. Por ello,sin ninguna duda, frente a la explotación, la opresión, el despo-tismo y la discriminación, que han estado siempre tan presentesdentro de los procesos de la historia de las sociedades humanas,han existido también, con la misma persistencia y regularidad, larebeldía, la insubordinación, la resistencia y la lucha de las clasesy de los grupos sometidos y explotados, en un acontecer que nosdemuestra, con la fuerza de casi una ley, que los vencedores dehoy son sin fallo los derrotados del mañana. Lo que por lo demás,es una lección importante y también muy útil, para alimentar lasesperanzas de cambio que hoy se afianzan y difunden con tantafuerza en todo el planeta. Porque es solo al más genuino pensa-miento dialéctico al que se le revelan, de manera clara y necesaria,

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la obligada caducidad de todo lo existente y los límites y la natura-leza siempre efímera de cualquier realidad por él analizada.

Finalmente, una séptima lección del marxismo para la historio-grafía contemporánea, es la de la necesidad de construir siempreuna historia profundamente crítica. Una historia que, como ya lohemos señalado antes, se construya "a contrapelo" de los discursosdominantes, a contracorriente de los lugares comunes aceptadosy de las interpretaciones simplistas, interpretaciones consagradassólo a fuerza de repetirse y machacarse tenazmente en todos losniveles de la enseñanza escolar, y por todas las vías de la difusiónde la historia hoy existente.

Una "contrahistoria" y una "contramemoria", como las llamóMichel Foucault, que descolocándose de los emplazamientos habi-tuales de la mala historia y de la historia positivista, rescatetodo el haz de los pasados vencidos y silenciados de la historia,desechando las explicaciones lineales y simplistas, y elaborandouna historia que sea realmente una historia profunda, compleja ysutil. Una perspectiva crítico-histórica, que sea también capaz dedar cuenta de todos esos fenómenos históricos desde explicacionesmulticausales y combinadas, que sumando y articulando los varioselementos y dimensiones de dichos fenómenos, terminen por darcuenta de ellos en toda su específica complejidad.

Historia realmente crítica que, por lo demás, sólo puede cons-truirse desde los criterios que antes hemos enumerado y esbo-zado. Ya que sólo desde una noción fuerte de ciencia de la historiay de sus implicaciones, es que puede constituirse este discursocrítico historiográfico, el que tampoco podrá ser otra cosa que laya referida historia social, en la doble acepción tanto de historia delos fenómenos y procesos colectivos y sociales en sentido estricto,como también de historia siempre contextuada socialmente, aúncuando se ocupe de las élites, los individuos o los personajes sin-gulares. Además, será también, necesariamente, una historia mate-rialista, que reconozca las condiciones materiales de todo fenó-meno intelectual, de conciencia o de la sensibilidad, y a la que noescapará nunca la centralidad general de los hechos económicos

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ICARLOS ANTONIO AGUIRRF, ROJAS

de la historia. Y será por último, también una historia vista desdeel punto de vista de la totalidad, y con perspectiva dialéctica, querecorrerá ágilmente los niveles de la totalización sucesiva del temainvestigado, a la vez que disuelve toda positividad o afirmaciónhistórica en su caducidad negativa y en su "lado malo", para hacersaltar siempre el carácter contradictorio y dialéctico de los pro-blemas que aborda.

Una historia cuyos resultados habrán de oponerse, necesaria-mente, a los de la historia oficial y positivista hoy dominante, his-toria que promovida y divulgada desde el poder, se regodea todoel tiempo coleccionando falsos orígenes gloriosos de las naciones,y construyendo gestas heroicas que son siempre deformadoras yhasta falsificadoras de la verdad histórica, cuando no son de planototalmente mentirosas e inexistentes, a la vez que "normaliza",deforma y elimina todos aquellos hechos históricos difíciles, inex-plicables, o abiertamente subversivos, hechos que por su propianaturaleza van en contra de sus versiones tersas, lineales, siempreascendentes y fatalmente legitimadoras del statu quo actual.

Estos son los rasgos que, descubiertos y teorizados por Marx, cons-tituyen premisas todavía hoy indispensables de toda historia críticaposible, más allá de las deformaciones y de los excesos de losmuchos marxismos vulgares del siglo xx, y más allá de la crisisirreversible de los proyectos del "socialismo real", colapsadosdespués de la caída del Muro de Berlín, y de la reconversión de laUnión Soviética en la angustiada y complicada Rusia de la últimadécada.

Pasemos a ver ahora, las otras lecciones que la historiografía delsiglo xx ha desarrollado, para la elaboración de esta misma historiade naturaleza genuinamente crítica. F E R N A N D B R A U D E L

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CAPÍTULO iv

POR LOS CAMINOS DE LA BUENA HISTORIAANTIPOSITIVISTA

"....todo estopor hacer, o por rehacer, o porrepensar en el plano conceptual y práctico

de la historia."

Fernand Braudel, "Personal Testimony", 1972.

No hay duda de que el hecho intelectual más importante de todoel siglo xix cronológico, fue la aparición y desarrollo del Marxismo.Y su relevancia ha sido tal, que sus ecos e impactos crecen y seprolongan a lo largo de todo el siglo xx cronológico, para llegar,vivos e intensos, hasta nuestros días. Y si en las ciencias socialesen general, esta es la medida real de la presencia del marxismo,en el campo de los estudios históricos, también le corresponde unpapel protagónico esencial, al constituirse como hemos visto, tantoen el punto de partida indispensable de lo que es, hasta hoy, la his-toriografía contemporánea, como también en la versión fundadoray primera de toda historia crítica aún posible.

Pero la historia, que no tiene nada de lineal ni de simple, ha esta-blecido que luego de su nacimiento, en la coyuntura histórica delos años de 1848 a 1870, el marxismo haya permanecido mas bienalejado totalmente de los ambientes académicos y de los ámbitosintelectuales oficiales y profesionales, desarrollándose sobre todoen el seno de los movimientos obreros, socialistas y sindicalesde todo el planeta, y siempre vinculado a las urgencias y a lasdemandas diversas de esos movimientos sociales, lo mismo quede esos partidos y organizaciones políticas. Y no será sino hastadespués de la segunda guerra mundial, cuando el marxismo pe-netre, en términos generales, dentro de la academia y dentro de

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CARLOS ANTONIO A G U T R R E ROJAS

las universidades de todo el mundo, abriendo con ello un nuevo, yen muchos sentidos extraño, capítulo de su propia historia. Debidoentonces a esta peculiar historia de sus itinerarios de desarrolloe influencia en el mundo, es que podemos comprender el muydesigual impacto y la muy desigual presencia de este marxismo,dentro de las distintas historiografías nacionales de todo el orbe, loque entre otros muchos factores, es también un elemento de expli-cación de los caminos singulares que han recorrido los estudioshistóricos mundiales durante todo el siglo xx.

Así, es sabido que después de esa etapa fundacional de la histo-riografía contemporánea, que fueron los años de 1848 a 1870, y quese encuentra totalmente dominada por esa irrupción y desplieguedel proyecto crítico de Marx, se ha desarrollado otra segundaetapa, que va desde 1870 hasta aproximadamente 1929, y en laque la nota dominante de la historiografía mundial será la con-solidación y afirmación del modelo de la historiografía positivista,cuyos rasgos generales hemos evocado ya, y que está en la basede la mala historia, aburrida, oficial, plana y acomodaticia, que esel extremo opuesto de esa verdadera historia crítica. Una historiapositivista que, representando una clara regresión frente a lo quehabía significado el marxismo para los estudios históricos contem-poráneos, ha alimentado sin embargo, a lo largo de todo el siglo xxy hasta hoy, a una gran parte de los historiadores rutinarios, pe-rezosos y tradicionales de las diversas historiografías nacionalesde todo el mundo. Pero no sin importantes movimientos de resis-tencia, ni sin múltiples acciones de rechazo y de búsqueda de alter-nativas, por parte de muy distintos grupos de historiadores, frentea este modelo positivista.

Porque lo mismo las diversas escuelas, o ramas, o autores, delos múltiples "marxismos" del siglo xx, que prácticamente todos losproyectos innovadores historiográficos de los últimos cien años,todos se han definido en oposición crítica y en posiciones con-trapuestas a esa mala y estéril historiografía positivista. Y entreellos, la mal llamada "Escuela de los Annales", que siendo másbien la corriente de historiadores más importante dentro de Fran-

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cia a lo largo de todo el siglo xx, ha ido descubriendo y luego elabo-rando, por su propio camino, otra vertiente de historia igualmentecrítica, que a la vez que coincide en varios puntos esenciales conlos aportes del proyecto marxista antes referidos, desarrolla y pro-fundiza también algunos elementos nuevos de esa misma historiacrítica que aquí estamos tratando de reconstruir.

Entonces, y fundamentalmente durante su primer ciclo de vida,que abarca los años de 1929 hasta 1968, esta corriente francesa delos Annales va a consolidar ese proyecto antipositivista de unahistoria crítica e innovadora, que ha sido la que ha construido,tanto su enorme fama planetaria, como también su implantacióny presencia dentro del mundo entero. Centralidad y presencia quedeterminan, por ejemplo, el hecho de que incluso hoy, la revista delos Annales. Histoire, Sciences Sociales, sea la revista de historia másleída y más ampliamente difundida en todo el mundo occidental,y quizá en todo el mundo en su conjunto.

¿Cuáles son entonces, esos aportes de la corriente de los Annalesde los años de 1929 a 1968, que han logrado que sus autores princi-pales y sus obras más importantes sean hoy conocidos y discutidosen todas las historiografías del planeta?. Pasemos a verlos con másdetalle.

El primer aporte desarrollado por la corriente de los Annales,que abona y enriquece las perspectivas de la historia crítica, esel de la reivindicación e incorporación dentro de la historia delmétodo comparativo. Porque para los 'primeros' Annales, desarro-llados entre 1929 y 1941, no hay historia científica posible que nosea al mismo tiempo una historia comparatista. Así, retomandoen este punto las experiencias de otras ciencias sociales, como lasociología, la etnología, la lingüística o la literatura, que a prin-cipios del siglo xx "aclimatan" y refuncíonalizan dentro de sus dis-tintos espacios a este mismo método comparativo, Marc Bloch va adefinir la comparación histórica en los términos siguientes: "¿Quéos, para comenzar, comparar dentro de nuestro dominio de his-toriadores?: comparar es incontestablemente lo siguiente: elegir,dentro de uno o varios medios sociales diferentes, dos o más

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fenómenos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos cier-tas analogías, describir luego las curvas de su evolución, compro-bar sus similitudes y sus diferencias y, en la medida de lo posible,explicar tanto las unas como las otras". Es decir, que compararimplica eludir tanto la "falsa comparación", en donde se intentaconfrontar fenómenos que no poseen entre sí ninguna analogía osimilitud evidente -lo que implica que no todo es comparable contodo-, como también el simple "razonamiento por analogía", endonde las similitudes brotan de la pertenencia de los dos o másfenómenos comparados al mismo medio social que ambos com-parten -y en donde la comparación es estéril, pues las similitudesobedecen al simple hecho de ser fenómenos que expresan unamisma y única realidad subyacente-.

Entonces, si comparar es establecer ese inventario fundamentaltanto de las similitudes como de las diferencias entre distintos fenó-menos históricos, a la vez que buscar su explicación, es claro queel resultado más global de esta aplicación sistemática del métodocomparativo en historia, es el de delimitar nítidamente los elemen-tos generales, comunes o universales de los hechos, fenómenos yprocesos históricos, distinguiéndolos de sus aspectos más particu-lares, singulares o individuales. Una distinción que, como sabemos,resulta crucial para cualquier historiador, ya que, por ejemplo, deella depende la construcción de modelos y explicaciones generalesdentro de la historia. Y si tanto Henri Berr como Henri Pirenne hanrepetido que "no hay ciencia más que de lo general", es claro quehacer de la historia una empresa científica sólo será posible con elconcurso y apoyo de ese método comparativo.

Pero también, es del fino trabajo de delimitación de esa dialéc-tica entre lo particular y lo general, que parte la solución de esasgrandes cuestiones que se refieren a los temas de si existe o noexiste una cierta causalidad dentro de la historia, o también lacuestión de la búsqueda de regularidades y de recurrencias dentrode los procesos históricos, así como el gran debate sobre los deter-minismos históricos diversos. Pues es sólo a partir de la repeticiónde procesos eficaces y comprobables de causalidad o de determi-

ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR •

nación histórica, que será posible detectar tendencias y postularposibles leyes del acontecer histórico, acotando al mismo tiempo lavigencia de su curva evolutiva general.

Comparar en historia, es entonces proyectar siempre una nuevaluz sobre la realidad histórica estudiada, nueva luz que en muchasocasiones permite detectar como esenciales, fenómenos que antessólo parecían anecdóticos o insignificantes, develando trazos queparecían originales y únicos como trazos comunes y más amplia-mente difundidos, o transfigurando situaciones y hechos que apa-rentaban ser raros y exóticos en cosas perfectamente explicables ylógicas.

Una segunda contribución metodológica de los Annales, quelos conecta directamente con los desarrollos de la historiografíacontenidos en el proyecto de Marx que hemos resumido ante-riormente, es la del horizonte de la historia concebida como his-toria global o total. Historia globalizante o totalizante, que ha sidomuchas veces mal interpretada, como si fuese equivalente a lasimple historia general, o en otra vertiente a la propia historia uni-versal Y ello porque este carácter global o total alude en verdad ados posibles sentidos del término, íntimamente conectados, peroal mismo tiempo no idénticos. Dos sentidos del concepto que, enrealidad, profundizan y detallan algunas tesis ya avanzadas porMarx en esta misma línea.

Ya que la historia de estos Annales es global, en primer lugar,por las dimensiones del objeto de estudio que abarca. Es decir, porincluir dentro de su territorio de análisis al inmenso conjunto detodo aquello que ha sido transformado, resignificado, producido oconcebido por los hombres, desde la más lejana y originaria "pre-historia" hasta el más inmediato y actual presente.

Historia global que nos dice que todo lo humano y todo lo quea eso humano se conecta es objeto pertinente y posible del análisishistórico, y ello en cualquier época en que esto haya acontecido.Lo que, sin embargo, no significa que todo eso humano sea igual-mente relevante, ni igualmente explicativo de los grandes procesosevolutivos de las sociedades y de los hombres. Porque la historia

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CARLOS ANTONIO A G U I R R K ROJAS

global no es idéntica ni a la historia universal -ese término descrip-tivo que engloba normalmente al conjunto de las historias de todoslos pueblos, razas, imperios, naciones y grupos humanos que hanexistido hasta hoy-, ni tampoco a la historia general -ese otro tér-mino, también solo connotativo, que se refiere genéricamente a todoel conjunto de sucesos, hechos y realidades de una época dada, oen otro caso de un actor, fenómeno o realidad histórica cualquie-ra-. La historia global es, más bien, un concepto complejo y muyelaborado que se refiere a esa totalidad articulada, jerarquizada ydotada de sentido que es precisamente esa "obra de los hombres enel tiempo", a la que ha aludido Marc Bloch, y que ya antes hemosmencionado, Y por lo tanto, la apertura de un territorio dondeexisten cosas fundamentales y otras menos importantes, en dondehay elementos determinantes y otros determinados, y en dondecoexisten lo mismo totalidades menores autosuficientes junto aotras realidades que no contienen dentro de sí mismas los propiosprincipios de su autointeligibilidad.

Lo que nos lleva a la segunda significación específica de estahistoria global, es decir, a su derivación epistemológica como exi-gencia de situar, permanentemente, al problema o tema estudiadodentro de las sucesivas totalidades que lo enmarcan. Pues si hacerhistoria global no es hacer la simple y aburrida historia universalacumulativa de los positivistas, recorriendo llanamente todas esasmúltiples historias de todo grupo humano en el tiempo, ni tam-poco es hacer la historia general de los malos historiadores, ago-tando hasta el cansancio y de manera sólo acumulativa y fatigosatodos los hechos o fenómenos presentes dentro de una sociedad, oun nivel, o una época dada, si es en cambio ser capaz de, como hadicho Fernand Braudel, "sobrepasar sistemáticamente los límites"específicos del problema abordado, explicitando sus vínculos ypuentes con las totalidades diversas que le corresponden. Y ello enel sentido que ya antes hemos abordado, de reconstruir la historia'desde el punto de vista de la totalidad' como afirma Marx.

Una perspectiva globalizante, que implica entonces que la cien-cia social no debe ser una ciencia de campos o de espacios dis-

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ciplinares, -tal y como se le concibe hoy, hablando entonces dela ciencia de la economía, o de ciencia política o de la disciplinacientífica de la historia o de la sicología, etc., etc.-, sino una cienciade problemas, tan multidimensionales y polifacéticos, y en conse-cuencia tan "unidisciplinares" y "globalizantes", como lo debe seresa misma única ciencia de lo histórico y de lo social. Porque comolo dirá enfáticamente Fernand Braudel, la realidad social es sólouna, "un sólo paisaje" al que las distintas disciplinas y ciencias delo social se aproximan, parcial y fragmentariamente, desde sus dis-tintos "observatorios" o emplazamientos.

El tercer aporte que será desarrollado por los 'primeros' y los'segundos' Annales es el de la historia interpretativa, y más radical-mente el de una verdadera "historia-problema". Una historia que,al mismo tiempo que recoge la tesis de Henri Pirenne cuandoafirma que el "núcleo" del trabajo del historiador no se encuentraen la erudición, sino justamente en la interpretación, va a radicali-zarla hasta el final, para postular que esa interpretación no es sóloel núcleo o la parte más importante de la práctica histórica, o lacondición del paso de la simple erudición a la verdadera cienciahistórica, sino más bien la esencia general misma y el momento globaldeterminante de toda la actividad misma del oficio de historiador.

Porque si las posturas historiográficas anteriores veían a lainterpretación como un momento siempre ulterior al proceso o tra-bajo de erudición, y en consecuencia como un corolario, remateo incluso como un momento culminante del ejercicio historiográ-fico, los Annales van a invertir de raíz esta tesis, proponiendo encambio que la interpretación es el punto de partida mismo de lainvestigación histórica, haciéndose presente además a todo lo largodel trabajo y actividad del historiador. Y de ahí la denominación de"historia-problema", pues esta tesis implica que la historia "partesiempre de problemas", que intenta resolver para llegar siemprefinalmente a nuevos problemas. Y entonces, será claro que "larealidad sólo habla según se le interroga", y que sólo "se encuen-tra lo que se está buscando", por lo que la erudición misma va adepender, directa y esencialmente, de esa interpretación previa que

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CARLOS ANTONIO A G U I R R E ROJAS

se plasma en las hipótesis, preguntas, interrogaciones y herramien-tas de análisis que el historiador tiene ya dentro de su cabeza, enel momento inicial mismo en que acomete el tratamiento y examende sus fuentes y de sus distintos materiales históricos.

Por eso toda investigación histórica, si quiere tener un sentidocientífico y no recaer en el simple trabajo del erudito positivista,debe de comenzar con la definición de una "encuesta" o de un"cuestionario" determinado, lo que implica ya un criterio esta-blecido frente al tema a investigar, criterio que si bien puede y debeirse transformando en la medida en que avanza el trabajo de inves-tigación, delimita ya de entrada, si bien sea a modo de conjeturasprovisorias pero actuantes, los parámetros que hacen posible dis-criminar lo que es o no significativo, a la vez que proveen labase para ir edificando y apuntalando el cuerpo de las hipótesisa fundamentar o a eliminar, así como la agenda de los puntos yelementos cuya explicación y consideración se intenta encontrar.Cuestionario o encuesta que define, justamente, el "problema" quees objeto de esa indagación historiográfica. Un problema que, paraesta perspectiva annalista, va a decidir entonces el curso mismo deltrabajo erudito, y más adelante los propios resultados de la prác-tica del historiador. Y que, en consecuencia, va a constituirse en laprimera tarea obligada de todos aquellos que intentan hacer unahistoria realmente crítica y científica. Pues si el problema o cues-tionario inicial va a sobredeterminar de manera tan fundamentalal propio momento erudito de la actividad, entonces se hace ne-cesario explicitarlo, con el máximo rigor y detalle, en el comienzomismo del trabajo historiográfico.

Entonces, al hacer explícito este 'problema', se revelará clara-mente tanto la solidez y riqueza de la formación específica de cadahistoriador, como también y sobre todo, el conjunto global de losinevitables "sesgos" particulares que dicho historiador introduce,ineludiblemente, en el tratamiento de su propio material. Porqueen contra de la visión ingenuamente positivista, que pide una neu-tralidad absoluta del historiador frente a su tema de estudio, y quesueña con una objetividad también absoluta de sus resultados, el

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paradigma de la 'historia problema' afirma por el contrario quees el propio historiador "el que da a luz los hechos históricos",construyendo junto a sus procedimientos y técnicas de análisistambién los "objetos" y los "problemas" que va a investigar, paraobtener al final un conjunto de hipótesis, modelos y explicacionesglobales también construidas por él mismo, y por lo tanto igual-mente "sesgadas" por su misma actividad o intervención.

Lo que implica que debemos reconocer que no existe y que nopuede existir esa relación pura, aséptica e incontaminada entre elhistoriador y su "materia prima", por lo que el trabajo históricollevará siempre y necesariamente la marca de los múltiples sesgosde sus constructores. Sesgos que comienzan con la propia determi-nación "epocal" del historiador -lo que Bloch recordará con el céle-bre proverbio de que los hombres son tan hijos de su propio tiempocomo lo son de sus mismos padres-, sesgos que le dictan parte delos criterios de la elección de sus problemas, y que alcanzan hastalas singularidades mismas de su biografía o itinerario personal, yque son los que llevan a unos a interesarse en la cultura o en lapolítica, y a otros en la economía o en el conflicto social, pasan-do sin duda también por los sesgos derivados del origen y de laposición de clase social del historiador, pero también por los sesgosque derivan de los efectos producidos por las coyunturas sociales oculturales, por las situaciones generales o por las experiencias co-lectivas e individuales igualmente vividas.

Con lo cual, otra de las funciones esenciales de ese cuestionario,o encuesta, o problema inicialmente delimitado, será también el dehacer explícitos y conscientemente asumidos a esos sesgos o sobre-determinaciones específicos del historiador. Sesgos o limitacionesque, por lo demás, no conducen a un relativismo absoluto de losresultados historiográfieos, tan caro a los historiadores posmoder-nos, sino más bien al reconocimiento elemental de que toda verdadhistórica -como toda verdad en general- es una verdad relativa, y aque por tanto el progreso del conocimiento histórico -como, por lodemás, todo progreso real- no es un progreso simple, lineal, acu-mulativo e irreversible, sino más bien un progreso complejo, lleno

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de saltos y de retrocesos, de múltiples líneas y ensayos, como lohemos ya planteado anteriormente.

Una cuarta aportación de esta corriente annalista a la buenahistoria crítica, es la de la reivindicación del paradigma de la his-toria abierta o en construcción. Porque si el nuevo tipo de historiaque se esta defendiendo y promoviendo, es esa historia compara-tista, global y problemática que hemos explicado, es claro que elproyecto de la misma sólo remonta a la segunda mitad del siglo xix,a la fecha del nacimiento y desarrollo tanto del marxismo originalcomo de la propia historiografía contemporánea. Y por lo tanto, estetipo nuevo de historia crítica, es también una historia joven, en víasde construcción, y que se encuentra aún a la búsqueda de la defi-nición de sus perfiles más definitivos y fundamentales.

En consecuencia, se trata de una historia que se dedica per-manentemente a descubrir, y luego a explorar y colonizar pro-gresivamente, los múltiples nuevos territorios que cada generaciónsucesiva de historiadores le aporta. Una tarea que, como lo ilustrael entero periplo de la historiografía del siglo xx, se ha cumplidoa lo largo de los últimos cien años, renovando con cada nuevacoyuntura histórica general, los temas y campos de la investigaciónhistórica. E igual que los nuevos territorios, también las técnicas,los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los modelos,conceptos y teorías que utiliza, aplica, construye e incorpora esamisma ciencia de la historia. Pues lo mismo desde la técnica delCarbono 14 hasta la dendrocronología, que desde el método com-parativo hasta el moderno "paradigma indiciario" de los micro-historiadores italianos, y desde los modelos del mundo feudal deHenri Pirenne o de Marc Bloch, hasta los modelos recientes sobreel capitalismo de Fernand Braudel o de Immanuel Wallerstein o losmodelos de historia cultural de Cario Ginzburg o de Roger Char-tier, la historia no ha cesado ni un sólo momento de ensancharse,de redefinirse, de profundizarse y de transformarse incluso radi-calmente, para dar cabida y espacio de desarrollo, a todo ese con-junto vasto y enorme de innovaciones técnicas, metodológicas yepistemológicas diversas.

un

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Carácter sólo inicial y necesariamente inacabado del proyecto deuna ciencia histórica, que no sólo explica esa permanente mutacióny renovación que la historiografía contemporánea ha conocido enla última centuria, sino que permite también pronosticar acerca delfuturo inmediato de la misma: está todavía lejos, como dijo algunavez con un poco de ironía Fernand Braudel, el momento en quehabremos encontrado "la buena ciencia" de la historia, su "formadefinitiva", el espacio por fin abarcado de su inmenso territorio,las "buenas técnicas" y los "buenos métodos" por fin establecidosde sus investigaciones. Por el contrario, si la historia posee el espe-sor mismo de lo humano, a lo largo de todos los tiempos en queesto humano ha existido, su progreso sigue y seguirá avanzandocon los cambios y desarrollos mismos de todas las ciencias sociales,transformaciones y avances cuyo final no se distinguen aún dentrodel horizonte.

Y quizá sea esta, una de las razones por las cuales esta nuevahistoria crítica, no logra vencer todavía definitivamente en el com-bate contra las formas de historia que le han precedido, y con lascuales ha roto sin embargo de manera radical. Pues al no alcanzara consolidar totalmente, dada la magnitud de la empresa, ese ca-rácter científico y crítico que la distingue de las malas historias posi-tivistas y empiristas que la preceden, sigue dejando entonces unespacio historiográfico sin ocupar, espacio en el cual todavía pros-peran y se sobreviven a sí mismas esas historias monográficas ypuramente narrativas, ya anacrónicas y vacías de contenido, perotodavía actuantes y activas, en vastos dominios de las historio-grafías nacionales del mundo entero.

Finalmente, un quinto aporte esencial de los Annales delperíodo 1929 -1968 a los desarrollos de la historia crítica, es el de laperspectiva de análisis derivada de la teoría de los diferentes tiem-pos históricos y de la larga duración en la historia, desarrollada básica-mente por Fernand Braudel. Una teoría que, para fundamentarse,va a comenzar por criticar y desconstruir radicalmente la nociónmoderno-burguesa de la temporalidad, que adoptando sin críticaal concepto newtoniano del tiempo físico, afirma que existe un

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sólo tiempo, homogéneo, vacío y compuesto de fragmentos idénti-cos entre sí, y que avanza de manera independiente e irreversiblefrente a los hechos y procesos humanos, a los que incluso regula,controla y subordina. Frente a ella, la teoría braudeliana va a afir-mar que existen múltiples tiempos, tiempos que no son los del relojo los del calendario, sino que son temporalidades histórico-sociales,tan múltiples, diversas y heterogéneas, como las realidades históri-cas mismas, y en consecuencia, tiempos variables, más o menosdensos y más o menos disímiles, que al hallarse directamente vin-culados a esos acontecimientos, fenómenos y procesos sociales-humanos, van a expresarse como las muchas duraciones históricas ainvestigar y a utilizar por parte de los historiadores.

Tiempos o duraciones diferenciados, que Fernand Braudel va aresumir en su triple tipología del nivel de los acontecimientos ohechos del tiempo corto, el nivel de las coyunturas o fenómenosdel tiempo medio y el plano de las estructuras, de los procesos pro-pios del tiempo largo o de la larga duración histórica. Una descom-posición tripartita de las duraciones que hace posible discriminar,y luego clasificar en distintos órdenes, a los diversos hechos históri-cos, ubicando inicialmente a aquellos hechos inmediatos, nervio-sos e instantáneos, que durando unas pocas horas, días o semanasse han constituido siempre en la materia prima favorita de loshistoriadores tradicionales en general y de los historiadores posi-tivistas en particular. Hechos de muy corta vida, tales como ladevaluación brusca de una moneda, la muerte de un jefe de estado,la irrupción de un terremoto que destruye a una ciudad, o el des-encadenamiento de una guerra que sirve para gastar y enterrarcientos de misiles en el desierto, y que son hechos que tienen aveces un impacto espectacular y que atraen de una manera des-mesurada todas las miradas de quienes los protagonizan o presen-cian, estando en general cortados a la medida del trabajo de losperiodistas y de los puntos de vista de los políticos del día al día.

Hechos de muy corta duración que se distinguen claramentede los fenómenos de coyuntura, de esos datos repetidos y reitera-dos durante años, lustros y hasta décadas, que han sido los datos

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más estudiados por los historiadores económicos, sociales o cul-turales de la última centuria. Hechos de la coyuntura, como unmovimiento cultural o literario de una generación, como una ramadepresiva o ascendente del ciclo Kondratiev, o como los efectosdiversos de un movimiento político o social contestatario, queenmarcan a los acontecimientos del tiempo o de la duración corta,a la vez que se proyectan a la medida de la temporalidad corres-pondiente a las propias vidas de los hombres.

Finalmente, y por debajo de este tiempo medio de las coyuntu-ras, sean estas culturales, sociales, económicas o políticas, están lasestructuras de la larga duración histórica, que corresponden a los pro-cesos seculares y a veces hasta milenarios de las realidades másduraderas, más elementales y más profundas de esa misma vidahistórica de las sociedades. Realidades de largo aliento como losrasgos y perfiles de una civilización, los hábitos alimenticios deun grupo de hombres, los sistemas de construcción y de vigenciade las jerarquías sociales, o las actitudes mentales frente al trabajo,la muerte, la vida o la naturaleza, que al aparecer como coordena-das que persisten y que sobreviven a lo largo de los siglos, tiendena confundirse como hechos obvios y a veces hasta eternos, esca-pando muchas veces a la mirada y al examen, obviamente de losmalos historiadores positivistas, pero incluso también, a veces, dela observación de historiadores mas serios y atentos.

Se trata entonces de proponer, para la historia crítica, una visiónnueva de la temporalidad. Visión radicalmente distinta de los fenó-menos temporales, que frente al tiempo lineal y cronológico que sefragmenta en días, meses, semanas, etc., como en sus puntos cons-titutivos sucesivos, pensándose aún dentro de las arcaicas divisio-nes del pasado, el presente y el futuro, va a proponer en cambiouna idea más compleja de las múltiples duraciones, concebidas másbien como espacios fluidos y densos, como películas siempre enmovimiento, que desde la correlación móvil y flexible de la dialéc-tica del antes y el después, van a construir desde su complicadainterrelación a esa "dialéctica de las duraciones", que ha sido pos-tu lada por Braudel como el corazón del devenir histórico mismo.

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Lo que, de asumirse radicalmente, implicaría que los historiadoresdejáramos de utilizar esas cada vez más paralizantes y estérilesdivisiones del pasado y el presente, y del presente y el futuro, paracomenzar a estudiar los fenómenos históricos dentro de los diver-sos y múltiples flujos, siempre variables pero siempre convergentes,de sus respectivas duraciones históricas.

Idea pues, de tiempos y duraciones diversos, que negando todosy cada uno de los supuestos y de los perfiles del tiempo modernoburgués dominante, es susceptible de recuperación no sólo porparte de la historia sino también por parte de todas las cienciassociales en general, y en consecuencia, una clave metodológica queimplica como una de sus posibilidades centrales, la de constituirun modo radicalmente nuevo de acercarse al estudio de todo losociai-humano, que se ha desplegado dentro de esos mismos tiem-pos o duraciones históricas.

Novedad radical y dificultad conceptual profunda, que tal vezexplican algunas de las incomprensiones mas frecuentes que hasufrido esta propuesta nueva sobre la temporalidad histórica. Así,es común encontrar autores o textos que equiparan a la larga dura-ción con el largo plazo de los economistas, o que creen que bastaque una realidad cualquiera dure más de cien años para calificarlacomo estructura de larga duración. O también, quienes siguenequiparando a la corta duración exclusivamente con los hechospolíticos, al tiempo medio con los fenómenos económicos y socia-les, y a la larga duración con las realidades esencialmente geográ-ficas. Pero, bien comprendida y bien aplicada, lo que no es sin dudatarea fácil, esta teoría de los diferentes tiempos históricos y de lalarga duración histórica, resulta también una herramienta preciosapara la construcción de esa nueva historia crítica que aquí estamosintentando promover y defender.

Estos son, muy brevemente resumidos, los aportes principalesque la célebre corriente de los Annales ha desarrollado, respectodel proceso más global de construcción de una historia genuina-mente crítica, aportes concretados durante su primer ciclo de vida,

que cubre el período de los años de 1929 a 1968, y que hoy consti-tuyen el verdadero legado annalista para todos aquellos que, en laactualidad, intentan todavía elaborar una historia realmente cientí-fica y realmente crítica. Veamos ahora las contribuciones que, eneste mismo sentido, han desarrollado las diversas corrientes histo-nográficas nacidas o consolidadas como resultado de la gran revo-lución cultural de 1968.

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IMMANUEL WALLERSTEIN

CAPÍTULO v

LAS LECCIONES DE 1968 PARA UNA POSIBLECONTRAHISTORIA RADICAL

"...la contrahistoria (...) será el discurso de losque no poseen la gloria o -habiéndola perdido—

se encuentran ahora en la oscuridad]/ en elsilencio.".

Michel Foucault, Genealogía del racismo, 1976.

A más de treinta años de distancia de su saludable irrupción,la revolución cultural planetaria de 1968, parece por fin habermostrado ya a todo el mundo sus verdaderos perfiles profundos yesenciales. Ya que más allá de las derrotas que, en prácticamentetodas partes, sufrieron los movimientos sociales y políticos queprotagonizaron esta revolución de 1968, subsiste el hecho de quetodos ellos, sin excepción y a pesar de haber sido vencidos en lopolítico y en lo inmediato, triunfaron radicalmente al lograr desen-cadenar una transformación profunda e irreversible del conjuntocompleto de las estructuras de la reproducción cultural de todaslas sociedades del orbe.

Lo que se hace evidente, cuando constatamos que las tres insti-tuciones o espacios centrales en donde se genera y se reproduce lacultura contemporánea, que son la familia, la escuela y los mediosde comunicación, han sufrido justamente una mutación de largoalcance, precisamente a raíz de los efectos y del impacto central deesta revolución de 1968. Y es este impacto global del 68, el que seencuentra en la base de tantos y tantos procesos que hoy vivimoscotidianamente, y que abarcan desde la crisis de la familia mo-derna, el aumento espectacular de la tasa de divorcios, o la rupturadel machismo y el patriarcalismo dentro de las células familiares

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CARLOS ANTONMO A G U T R R E ROJAS

de todo el mundo, hasta el papel desmesurado que hoy jueganlos medios de comunicación en todas partes, papel que los vuelvecapaces de influir en la opinión pública hasta el punto de hacervariar el resultado de una elección presidencial, a la vez que desin-forman sistemáticamente sobre una guerra, o sobre un movimientoindígena dignamente en rebeldía. Pero también, cuando denun-cian valientemente las injusticias, o las expoliaciones que se reali-zan a varias generaciones de ciudadanos, por causa de un terribleacuerdo del Estado con los banqueros, o cuando hacen públicas lastransacciones sucias y los acuerdos cupulares de los dirigentes detal o cual partido político que desembocan en el veto a la aproba-ción de una ley digna sobre los derechos indígenas, por ejemplo.Pasando además, por todos los cambios enormes que ha sufridotambién la institución de la escuela moderna, desde la redefini-ción total y la superación de la vieja relación jerárquica maestro-alumno, y su sustitución por las nuevas técnicas pedagógicas,hasta la muerte del fetichismo acrítico frente a la letra impresa, encuyo lugar florece ahora el libre examen crítico de las opiniones, yel debate directo como nuevo método de conocimiento.

Efectos fundamentales de 1968, en todos los renglones de lacultura contemporánea, que también han impactado a todo elentero sistema de los saberes científicos, cuestionando hasta lamisma división de las ciencias en "duras", "sociales" y "humanísti-cas", y replanteando, igualmente, la pertinencia y legitimidad dela división del estudio de lo social, en los tradicionales camposautónomos y separados de las actuales disciplinas de la antro-pología, la historia, la sociología, la economía, la geografía o lasicología, entre otras.

Con lo cual, también la historia y la historiografía se han vistototalmente sacudidas y transformadas de raíz, renovándose unavez más, y dando lugar tanto al nacimiento de nuevas corrienteshistoriográficas, con nuevos paradigmas, métodos y perspectivassobre el oficio de historiador, como también a la transformaciónprofunda e igual renovación de algunas antiguas corrientes o ten-dencias historiográficas ya existentes.

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Corrientes renovadas profundamente, o en otro caso reciente-mente emergentes dentro los estudios históricos mundiales, quecomo herederas directas de la gran ruptura cultural de 1968, vana ser también aquellas que elaboren y propongan los nuevos modosde ejercer y de practicar la historia y la investigación histórica, esta-bleciendo no sólo las principales lecciones historiográficas todavíavigentes de esa revolución de 1968, sino también las formas, losmodelos y los horizontes de la manera en que hoy, en el año de2004, se estudia, se investiga y se enseña la historia, en una buenaparte de todo el planeta.

Lecciones fundamentales de la historiografía de los últimostreinta años, que también son olímpicamente ignoradas por la malahistoria positivista hoy dominante, pero que, junto a los aportes ylas lecciones aún vivas de la historia marxista, y unidas tambiéna las contribuciones desarrolladas por la corriente francesa de losAnnales del periodo de 1929 a 1968, constituyen la plataforma im-prescindible de los elementos formativos esenciales que, en la si-tuación actual, debe poseer todo buen historiador genuinamentecrítico, y que desee verdaderamente estar a la altura de nuestrapropia época. Veamos entonces, brevemente, cuáles son estas lec-ciones de la historiografía de los últimos treinta años, así como lascorrientes nuevas o renovadas que las han impulsado y propuesto.

Una primera lección que es posible derivar de esta historiografíapost-68, está asociada a los desarrollos más recientes de la corrientefrancesa de los Annales, y en especial a lo que podríamos consi-derar su "cuarta generación" o cuarto proyecto intelectual fuerte,desplegado desde 1989 y hasta hoy. Porque es sabido que despuésde 1968, la corriente de los Annales tuvo un viraje radical respectodel tipo de historia que había impulsado entre 1929 y 1968, historiaesta última cuyos perfiles y enseñanzas hemos recogido ya en elcapítulo anterior. Y entonces, entre 1968 y 1989, lo que los Annaleshicieron fue dedicarse a la amorfa, ambigua y poco consistente"historia de las mentalidades", historia que abordó lo mismo pro-blemáticas y temas históricos bastante banales e inesenciales, queunos pocos estudios dedicados a temas más serios y relevantes,

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pero que en conjunto se autodeclaró una historia ecléctica desde elpunto de vista metodológico, y también una historia sin línea direc-triz ni principios teóricos, que aceptaba absolutamente cualquierenfoque histórico posible, con la única condición de que abordaraese indefinido campo de las "mentalidades". Y es claro que, desdeel punto de vista de la historia crítica, muy poco o nada puede serrescatado de esa historia de las mentalidades, desarrollada por latercera generación de la corriente annalista.

En cambio, y es esta la primera lección de esa historiografíafrancesa de los últimos quince años, resulta interesante el nuevomodelo de historia cultural que esta cuarta generación de Annalesha promovido, y que es el modelo de una historia social de lasprácticas culturales, también caracterizado como una nueva histo-ria cultural de lo social. Una historia que, frente al substantivismoauto suficiente de los estudios históricos de las mentalidades, -queen ocasiones ha llegado hasta el idealismo abierto y confeso, comoen la obra de Philippe Aries-, va en cambio a representar un ver-dadero esfuerzo de una historia otra vez materialista, y otra vezprofundamente social de los fenómenos culturales.

Así, y asociada muy de cerca a los trabajos de Roger Chartier,esta historia social de las prácticas culturales nos propone analizartodo producto cultural como "práctica", y por ende, a partir de lascondiciones materiales específicas de su producción, de su forma deexistencia, y luego de su propia difusión y circulación reales. Porejemplo, como en el caso de la historia del libro, que no sólo estudialos contenidos intelectuales y los mensajes culturales del mismo,sino también sus modos de fabricación, los procesos de trabajode los editores, la composición material misma de los textos y suforma de presentación dentro del "objeto libro", igual que las dife-rentes formas de su lectura y de su recepción, por parte de los muydiversos "públicos" que lo consumen y lo utilizan en una épocadada. Es decir, una historia cultural que vista como esa síntesis dediversas "prácticas", es una historia materialista en el mejor sen-tido de lo que antes hemos ya resumido.

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Y también, una historia de la cultura que es profundamentesocial, en la medida en que restituye y reafirma esa condición delos productos y de las prácticas culturales, como resultados siem-pre directos de la propia actividad social. Es decir, que lo mismo unapráctica de lectura determinada que un cierto conjunto de repre-sentaciones asumidas, e igual un cierto comportamiento culturalde una clase o grupo social, que una determinada modalidad deconstrucción del discurso, son todas distintas manifestaciones cul-turales que son siempre producidas, acogidas y reproducidas poruna específica sociedad y en un cierto contexto histórico, lo que nosobliga entonces a partir siempre de ese referente social e histórico,para la explicación de toda práctica o fenómeno cultural posible.Un nuevo modelo de historia cultural, que si bien se encuentratodavía en proceso de construcción, y más precisamente en la víade desprenderse de su matriz originaria que fue esta historia dellibro y de la lectura, para intentar convertirse en un modelo másgeneral de historia cultural, podría eventualmente en el futuro,llegar a producir y a proponer perspectivas interesantes y útilespara los historiadores críticos contemporáneos.

Una segunda lección, mucho más cercanamente vinculada a lahistoriografía de esa cuarta generación de los Annales que hemosreferido, es la de la reivindicación de una historia social diferente,focalizada en particular en reconstruir, de nueva cuenta, la com-pleja dialéctica entre individuo y estructuras, o entre agentes socia-les, sean individuales o colectivos, y los entramados o contextossociales más globales dentro de los cuales ellos despliegan suacción. Así, tratando de ir más allá de las visiones esquemáticasque, durante décadas, redujeron la acción de los individuos y su rolsocial al de simples "marionetas", unilateral mente determinadasen sus posiciones y en sus prácticas por dichas estructuras socia-les, estos cuartos Annales proponen volver a revalorar el papelactivo y constructivo de esos agentes sociales, que no sólo crean ydan cuerpo total a dichos entramados y estructuras sociales comofruto de sus acciones y de sus interrelaciones, sino que tambiéndisfrutan, permanentemente, de ciertos márgenes de libertad en

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su acción cotidiana, eligiendo constantemente entre diversas alter-nativas y modificando con sus propias prácticas, a veces poco y aveces totalmente, a esas mismas estructuras sociales que, sin duda,establecen en cada momento los límites concretos de su acción.

Restituyendo de esta forma, un enfoque mucho más dinámicoy mucho más complejo de los agentes como creadores y reproduc-tores de las estructuras, y de las estructuras como marco envol-vente y cerno límite de la acción de los agentes, que sin embargo seinterrelacionan e interinfluyen recíprocamente todo el tiempo, paratransformarse mutuamente, esos cuartos Annales son capaces demostrar, no sólo el carácter cambiante y móvil de los determinis-mos que las estructuras ejercen sobre los agentes -y que lejos deser omnipresentes, fatales y de un solo sentido claro, son más biendeterminismos generales, tendenciales y en ocasiones de variossentidos posibles-, sino también el papel siempre activo, dinámicoy creador de esos agentes sobre las estructuras, a las que no solohan construido ellos mismos en el origen, sino a las que reprodu-cen todo el tiempo con su acción, y a las que por lo tanto puedentambién modificar, incluso totalmente, en ciertas condiciones y enciertos momentos históricos determinados.

Una otra historia social, que superando tanto la visión de laestructura omnipresente y todopoderosa sobre el agente pasivo ypuramente receptivo, como también la vertiente opuesta del agentecapaz de todo y demiurgo de la estructura y del mundo, que con-cibe a dicha estructura como reducida a mero "telón de fondo"subsidiario y marginal, intenta más bien reconstituir ese complejova y viene, desde el individuo o desde el grupo hacia el contexto,y desde este último hacia los primeros. Restitución de esa complejadialéctica entre los sujetos sociales y las situaciones o medios desu acción, que ha permitido corregir ciertas versiones deformadasde una historia objetivista y estructuralista, que había reducido elpapel de los individuos, o de los agentes, o de los sujetos sociales, alde simples "portadores de su condición de clase", o también al demera expresión de la estructura, historia que prosperó tanto dentrodel marxismo vulgar como fuera de él, antes de la importante

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revolución cultural de 1968. Pero que, al replantearse en términosde esta dialéctica de Ínter influencias recíprocas, permite abonar eldesarrollo de una historia realmente crítica, que puede desarro-llarse dentro de todos los diversos campos de lo histórico, paraaplicarse lo mismo a la historia cultural o a la historia económica,que a la historia demográfica, política o social.

La tercera lección post-68 para una historiografía crítica, seencuentra en cambio asociada a los desarrollos de las varias ten-dencias y subgrupos que han sido genéricamente calificados comola 'historia marxista y socialista británicas contemporáneas'. Y setrata de la propuesta, una vez más, de reivindicación de la historiasocial, pero aquí entendida, en particular, como el proceso múltiplede recuperación del conjunto de las clases populares y de los gruposoprimidos dentro de la historia. Recuperación concebida en muydiferentes líneas y niveles, que en un caso se despliega, espe-cíficamente, en el sentido del rescate de dichas clases y grupospopulares en relación con su verdadera condición de agentes dela dinámica social y del cambio social, mientras que en otro casoavanza, mas bien, como el proyecto de reintegrar la voz y la memo-ria de esos sectores populares en tanto que fuentes esenciales parala construcción del saber histórico. Pero también, en una terceravertiente, respecto de la elección de la situación de estas clasesmayoritarias como observatorio o punto de partida del análisisde la totalidad de lo social, al defender una historia construida tobottom up (desde abajo hacia arriba), en la que el criterio de estossectores que son 'los de abajo', es el que define las formas de per-cepción y de análisis del grado, la intensidad, las formas y el cursoconcreto mismo de la confrontación y de la lucha de clases, en susmúltiples desenlaces y resultados posibles.

De este modo, una primera variante de este proceso multi-facético de recuperación de las clases populares dentro de la his-toria, avanza en el sentido de revalorar profundamente, una vezmás, el verdadero papel que han tenido esas clases populares yesos grupos oprimidos como reales protagonistas y constructores deldrama histórico. Algo que, como habíamos señalado antes, ha sido

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originalmente planteado y desarrollado por Marx, y que estos his-toriadores británicos, justamente marxistas, van a volver a recordary a replantear con fuerza, frente a la historia positivista inglesa a laque ellos combaten e intentan superar. Y entonces, tendremos nue-vamente, y apoyada e inspirada en parte en esta historia socialistainglesa, toda una nueva y vigorosa ola de trabajos concentrados enreconstruir las historias de la clase obrera, los itinerarios y papel delos movimientos campesinos, las experiencias y las luchas de lostrabajadores, los estudios y los análisis de los grupos marginalesmás diversos, igual que la popularización de obras y ensayos sobrela cultura popular y la conciencia obrera, sobre las cosmovisionescampesinas y sobre las formas de ver y de concebir el mundo, ca-racterísticas de esos diversos grupos y sectores sociales marginalesy marginados ya mencionados, entre muchas otras.

Vasto conjunto de perspectivas y de historias de todas las clasessociales, y de los innumerables movimientos sociales, que habien-do cobrado nuevo auge después de 1968, se prolongan hasta el díade hoy como uno de los campos más fértiles para el ulterior desa-rrollo de las historiografías críticas de todo el planeta.

Una segunda variedad importante dentro de estos enfoques dela historia socialista británica, es la que se ha concentrado en pro-poner el rescate directo de la voz y de la memoria de esas clasespopulares, como instrumento y fuente para la construcción mismadel saber histórico. Pues si esta perspectiva afirma que son esasclases populares las que hacen la historia real, entonces lo máslógico es que sean también ellas las que escriban la historia, y lasque elaboren los propios discursos históricos que intentan darcuenta de sus obras, de sus luchas, de sus actividades y de suspapeles y roles específicos, dentro de los procesos sociales históri-cos globales.

Siguiendo entonces la idea de que la ciencia de la historia debede "darle voz" a los oprimidos, y de que debe hacer que todo elmundo escuche dicha voz, al recuperarla sistemáticamente dentrode los elementos del propio saber histórico, esta historia socialistabritánica ha tratado de implementar los mecanismos para rescatar

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y reincorporar a esa memoria de los verdaderos protagonistasesenciales de la historia real, recurriendo para ello a la construc-ción y a la revalorización de las técnicas de la historia oral, a lavez que fundaba los célebres History Workshops o "talleres de histo-ria" en los que, juntos y combinando sus habilidades y sus saberesespecíficos, los propios obreros, o los habitantes de un barrio, o losprotagonistas de un cierto movimiento social, o los campesinos deuna localidad, trabajaban con los historiadores "profesionales" ode oficio, para hacer y escribir, o para rehacer y para reescribir lahistoria, de esa clase, de ese barrio, de ese movimiento o localidadparticulares.

Una historia radical que, en la medida en que está incorporandoa los propios trabajadores y sectores populares como generadores yconstructores del propio saber histórico, se ha abierto entonces, demanera amplia y muy receptiva, al seguimiento, estudio y regis-tro de prácticamente todos los movimientos antisistémicos contem-poráneos, haciéndose eco sin excepción, lo mismo del movimientofeminista que del movimiento obrero, de los movimientos pacifis-tas y antinucleares o de los movimientos estudiantiles, de los mo-vimientos campesinos o de los movimientos antirracistas, igualque de los movimientos indígenas, urbanos, territoriales o localesmás diversos.

Una tercera versión de esta historia, derivada de las dos ante-riores, es la que propone construir toda historia posible como una"historia desde abajo", es decir como una historia que aún cuandose ocupe del análisis de las clases dominantes, o en otro caso dela cultura de las élites, o también del papel del Estado o del mer-cado, o de la nación, lo hará siempre desde este observatorio espe-cífico que es el del emplazamiento y la perspectiva de análisis deesas mismas clases populares, viendo a los líderes desde el punto devista de las masas, o al Estado desde la sociedad civil, a la vez quediagnostica a la cultura dominante desde la cultura popular, y alos explotadores y dominadores desde el punto de vista de sus víc-timas, desentrañando los mecanismos del mercado desde la pro-ducción o construyendo la explicación del fenómeno de la 'nación'desde el punto de vista del ciudadano ordinario y común.

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Proponiendo entonces estudiar todo fenómeno histórico "desdeabajo hacia arriba" (to bottom up), esta historiografía socialistabritánica quiere descentrar sistemáticamente a la tradicional histo-ria positivista también inglesa, siempre estatolátrica o adoradoradel Estado, politicista, concentrada en los héroes y en los grandeshombres, e ignorante de esas clases populares antes mencionadas.Con lo cual, tendremos por primera vez dentro de los estudioshistóricos, una perspectiva historiográfica que intenta construirsedesde el propio punto de vista de las clases populares, desde los modosen que dichas clases sometidas han sentido, vivido y percibido, demanera concreta, todo el conjunto de los hechos y procesos históri-cos, desde los más cotidianos y aparentemente triviales, hasta losmas espectaculares y llamativos.

Lo que, evidentemente, se opone de manera frontal a la anti-gua concepción positivista tradicional, que siempre ha reprodu-cido sin crítica solo el punto de vista de los vencedores y de lasclases dominantes. Mientras que, en esta variante de la historiabritánica socialista, justo de lo que se trata es de reexaminar todoslos hechos, situaciones y procesos de la historia, desde las cosmovi-siones de los campesinos y de los obreros, de los marginados y delos trabajadores, es decir, de todos aquellos sujetos sociales cuyasvisiones y percepciones específicas han sido casi siempre ignora-das y omitidas por los historiadores anteriores.

Por último, una cuarta línea de derivación importante de estaperspectiva historiográñca, es la de la reivindicación del originalconcepto de la "economía moral de la multitud". Concepto esteúltimo que habiendo sido acuñado por el historiador Edward P.Thompson, nos entrega una herramienta muy interesante y muyfecunda para la historia crítica de la lucha de clases y de los mo-vimientos populares. Pues recordándonos que esa lucha de clasesno existe solo en los momentos culminantes o espectaculares deuna revolución, de una revuelta popular o de la Toma de la Bastillao del Palacio de Invierno, sino siempre y permanentemente, este con-cepto se nos ofrece como el esfuerzo de dar cuenta o de captar demodo más preciso el mecanismo o barómetro que, en la sensibili-

dad popular y en el punto de vista de las propias masas popula-res, regula y establece en cada momento lo que es tolerable y loque es intolerable, lo que es justo e injusto, lo que aún puede acep-tarse frente a aquello que en cambio desencadena la ira populary la indignación y la sublevación general, mecanismo que en cadasituación histórica particular se ha construido siempre desde lastradiciones, la historia, las costumbres y los singulares modos dever de cada grupo o clase popular, en cada circunstancia y tiempohistórico específicos.

Una "economía moral" de las clases populares, que solo es cap-tada por sus líderes más auténticos y por sus portavoces más ge-nuinos, pero que debe ser estudiada, analizada y reconstruida concuidado por el buen historiador crítico, si es que este desea real-mente comprender, de manera concreta, fina y detallada, a esalucha de clases y a ese decurso social de la historia que intentaexplicar. Ya que sin esa radiografía cuidadosa de dicha "economíamoral de la multitud", será muy difícil entender por qué un motín,una revuelta, una insurrección, o hasta una revolución, estalla pre-cisamente en el momento en que lo hace y no antes ni después,y además por qué los desenlaces de todas esas manifestacionespopulares y de la lucha de clases, han sido en particular los quehan acontecido y no cualesquiera otros diferentes.

Una cuarta lección metodológica importante, deriva en cambiode las contribuciones y desarrollos de la corriente italiana de lamicrohistoria. Una perspectiva historiográfica nacida directamentede los impactos de la revolución cultural de 1968, que recogiendo ysuperando a la vez a todo el conjunto de las tradiciones de la histo-ria social italiana posterior a 1945, va a irse estructurando durantelos años setenta y ochenta alrededor de la publicación de la hoyconocida revista Quaderni Storici. Así, manteniendo una posiciónclara y definidamente progresista y de izquierda, este grupo dehistoriadores críticos de origen italiano va a elaborar, en primerlugar y como una primera herramienta heurística de la nueva his-toria crítica, el procedimiento metodológico del "cambio de escala", pro-cedimiento que al postular la posibilidad de modificar la "escala"

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específica en que un problema de historia es analizado y resuelto,va en general a desembocar en la reivindicación de la recuperaciónrecurrente de la escala microhistórica, o del universo de dimensioneshistóricas "micro" como el posible nuevo "lugar de experimenta-ción" y de trabajo de los historiadores que, no obstante, continúanempeñados en explicar y en comprender los grandes y siemprefundamentales procesos globales macrohistóricos.

De este modo, y a la vez que critican los límites de los distintosmodelos "macrohistóricos" precedentes, que al haberse afirmadodentro de las ciencias sociales y la historiografía del siglo xx, fueronsimultáneamente vaciándose de contenido, al abandonar su fuentenutricia originaria, que era y ha sido siempre el análisis de loscasos particulares y de las experiencias históricas singulares, losmicrohistoriadores italianos van en cambio a defender este cambiode escala y este retorno sistemático al nivel microhistórico, pero nopara renunciar al nivel de lo general y de la macrohistoria -como sihacen la mayoría de los historiadores locales o regionales tradicio-nales y positivistas-, sino justamente para renovarlo y enriquecerlo,replanteándolo de modo más complejo y elaborado, a partir delos resultados de esa experimentación y de ese trabajo realizadodentro de los universos de la escala microhistórica.

Porque el núcleo de este procedimiento microhistórico y decambio de escala, consiste precisamente en esta recuperación integralde ese círculo de va y viene, que constituye a la dialéctica complejade lo macrohistórico o general con lo microhistórico o particular.Recuperación que avanza tomando una o algunas hipótesis cen-trales de un modelo de explicación general o macrohistórica ya esta-blecido o aceptado, para entonces "hacer descender" esta o estashipótesis a una nueva escala, que es precisamente la escala micro-histórica. Escala o universo micro, en el cual dichas hipótesisgenerales serán puestas a prueba y verificadas, sometiendo sucapacidad explicativa a la prueba del caso singular microhistóricoelegido, el que al servir de "test" o de "lugar de experimentación"de esas mismas hipótesis, va a terminar siempre modificándolas,enriqueciéndolas, complejizándolas, y a veces hasta refutándolas

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totalmente, para reformularlas de una manera muy distinta. Y porlo tanto, abriendo siempre la posibilidad y hasta la necesidad deretornar de nuevo a los niveles macrohistóricos o generales, desdelos resultados del "experimento microhistórico", para reproponerentonces nuevas hipótesis generales y nuevos modelos macrohistóri-cos, más sutiles, más complejos y más capaces de dar cuenta real delas distintas situaciones histórico concretas a las que ellos aluden.

Procedimiento microhistórico del cambio de escala que, enton-ces, no es solo radicalmente diferente de la tradicional y muy fre-cuentada historia local, o también de la propia historia regional -ypor ende, igualmente diverso de la difundida "microhistoria mexi-cana" de Luis González y González-, sino también de cualquierhistoria puramente anecdótica, de las "cosas pequeñas" o de los"espacios" o "problemas reducidos" dentro de la historia. E incluso,es un procedimiento que podría, precisamente, explotarse en elfuturo para tratar de renovar a esas historias locales, regionales, oanecdóticas, que en su inmensa mayoría terminan derivando jus-tamente en la pura descripción puntual, acumulativa y finalmenteintrascendente, de hechos y anécdotas locales o regionales corres-pondientes a esos diversos microu ni versos históricos, los que aquíson considerados solo de manera aislada y en sí mismos, descripcio-nes que son tan comunes y tan utilizadas por parte de la mala his-toria positivista.

Una quinta lección, también asociada a la microhistoria italiana,y directamente conectada con el procedimiento microhistórico queacabamos de explicar, es la de las posibilidades que abre, parael buen historiador, el análisis exhaustivo e intensivo de dicho uni-verso microhistórico. Es decir, que al reducir la escala de análisis,y tomar como objeto de estudio a ese "lugar de experimentación"que es la localidad, o el caso, o el individuo, o la obra o el sectorde clase elegido, se hace posible llevar a cabo un análisis prác-ticamente total, tanto de todos los documentos, las fuentes, lostestimonios y los elementos disponibles dentro de ese microuni-verso, como también de los diversos y múltiples sentidos involu-crados en las acciones, las prácticas, las relaciones y los procesos

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CARLOS ANTONIO AGUIRRIÍ ROJAS • ANTIMANUAL DEL MAL HISTORIADOR

desarrollados por esos personajes, o comunidades, o situacionesmicrohistóricas investigadas.

Pues a diferencia de los estudios puramente macrohistóricos,que necesariamente seleccionan uno o algunos pocos elementos dela totalidad, a los que investigan y analizan a través de casos oejemplos, o de situaciones más o menos ilustrativas y/o represen-tativas de las tendencias generales -lo que es totalmente pertinente,útil y necesario, mientras no se caiga en el vicio ya mencionado de"vaciar" el modelo general de sus referentes empíricos, y de ter-minar imponiéndolo como molde rígido y obligatorio de la expli-cación de las múltiples realidades concretas-, el análisis de un casomicrohistórico permite, en cambio, mantener el horizonte exhaus-tivo de agotar prácticamente todos los niveles de la realidad, y todaslas dimensiones y aristas de una situación, de una comunidad, ode un personaje histórico cualquiera, reconstituyendo por ejemplo,la entera red de relaciones de un individuo a lo largo de toda su vida,o también el mapa de vínculos, alianzas, matrimonios y disputas detodas las familias de un pequeño pueblo, o también las formas devida, los espacios de ocupación, las expectativas familiares y loscomportamientos culturales y políticos de una cierta clase obreradeterminada, o también todos los contextos sociales múltiples dela redacción y de la recepción social de una cierta obra intelectual,etc..

Al mismo tiempo, y acompañando a este estudio que agotatodas las dimensiones de la realidad micro bajo examen, se haceposible también un análisis más intensivo de los testimonios yde las fuentes diversas. Un análisis que ubicándose ahora desdeel punto de vista del sentido de los hechos históricos, intenta tam-bién agotar todos los sentidos imbricados dentro de cada problemahistórico, multiplicando las perspectivas de interrogación de dichoproblema, y los puntos de observación de los mismos, para tratarde construir, también dentro de la historia, lo que el antropólogoClifford Geertz ha llamado "descripciones densas" de los pro-blemas. Es decir, descripciones que sintetizan y combinan en unsolo esquema explicativo, las muy diversas maneras en que la si-

tuación o el problema analizado ha sido visto, percibido, y proce-sado, por todos y cada uno de los actores y agentes sociales en élinvolucrados. Un análisis exhaustivo y al mismo tiempo denso del"lugar microhistórico", que acerca de inmediato a los historiadoreshacia el horizonte de la historia global, y también hacia el punto devista de la totalidad, los que hemos ya mencionado y desarrolladoanteriormente.

La última lección hasta ahora aportada por la microhistoria ita-liana, y que es la sexta lección de la historiografía posterior a 1968,es la de la importancia de reconocer, cultivar y aplicar el paradigmaindiciarlo dentro de la historia. Y ello, en general, pero también ymuy especialmente cuando nuestro objeto de estudio es el con-junto de elementos y de realidades que corresponden a la historiade las clases populares, de los grupos sometidos, de los "derrota-dos" sucesivos en las diferentes batallas históricas, y más en ge-neral de todas esas "víctimas" dentro de los procesos históricos,cuya historia ha sido siempre silenciada, omitida, marginada, re-primida o hasta eliminada y borrada de diferentes maneras.

Porque ha sido precisamente en el intento de reconstruir los ele-mentos que componen a la cultura popular italiana y europea delsiglo xvi, pero no vista y analizada desde el punto de vista de lasclases dominantes, sino viéndola desde el propio punto de vista deesas mismas clases populares, que Cario Ginzburg ha explicitadoese paradigma indiciario. Paradigma basado en el desciframientode ciertos indicios históricos, cuya esencia consiste en que el histo-riador se capacite y entrene para ser capaz de leer e interpretar losmúltiples indicios que, habiendo sobrevivido a los procesos de recodi-ficación, filtro, deformación, conservación sesgada, y reescritura dela historia por parte de las clases dominantes, permiten todavíahoy acceder de manera directa a esos puntos de vista y a esas eos-movisiones de la cultura popular, al modo de huellas, síntomas otrazos que, adecuadamente leídos e interpretados, logran aún reve-larnos esas realidades silenciadas y marginadas sistemáticamenteque conforman a esa misma cultura popular.

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Y es que si partimos del hecho de que las clases populares nosaben leer ni escribir sino hasta fechas muy recientes, entonceses claro que los testimonios y documentos sobre su cultura seanen general escasos, cuando no hasta inexistentes. Y si a ello agre-gamos que la historia la hacen siempre los vencedores, entoncesresulta evidente que lo que ha llegado hasta nosotros, cuando hallegado, sobre esa cultura popular, son sólo y sobre todo las visio-nes de las clases dominantes sobre dicha cultura de las clases queellos mismos han sometido y explotado, visiones que además deno comprender adecuadamente dicha cultura, la banalizan, defor-man, y distorsionan, a través de los ineludibles filtros, interesadosy nada imparciales, de su propia posición de clase hegemónica. Porello, lo único que ha llegado hasta nosotros de esa cultura popular,eminentemente oral y siempre negada y expulsada de la historiaoficial, no son otra cosa que esos pequeños indicios, o rasgos y ele-mentos aparentemente insignificantes para cualquier mirada ordi-naria, pero en verdad profundamente reveladores y esdarecedorespara la mirada aguda y para el olfato especialmente entrenados delhistoriador crítico, que ha cultivado esta búsqueda de los indicios,y esta capacidad de su lectura e interpretación adecuadas.

Por eso, Cario Ginzburg juega, para explicar este paradigmaindiciarlo, con la comparación metafórica entre la actividad delhistoriador, de un lado, y en el otro con toda una serie de activi-dades que incluyen, por ejemplo, el trabajo del detective, o tam-bién la labor del sicoanalista, o la pesquisa de un juez, igual que eldiagnóstico de un buen médico, o la investigación del especialistade arte que es capaz de atribuir acertadamente la autoría de uncuadro supuestamente anónimo, entre otros. Pues en todos estoscasos se trata de saberes indicíanos, que a partir de esos elementossólo aparentemente secundarios o insignificantes, que son losrastros dejados involuntariamente por el culpable, o los actos falli-dos del paciente, o las contradicciones o lagunas presentes en ladeposición de los testigos, o los síntomas diversos de un enfermo,o también los modos recurrentes y totalmente singulares de pintaruna uña, una oreja, una zona del cabello o un pliegue del vestido,

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logran descubrir y establecer esa realidad oculta y de difícil acceso,pero finalmente "atrapable" y descifrable por el buen investigadoro pesquis ador.

Un saber indiciarlo que es, también, uno de los modos permanen-tes y milenarios del saber popular, del saber de esas mismas masas yclases populares, que aprehenden el mundo por la vía de la expe-riencia cotidiana y de la observación atenta del entorno circun-dante. Y por lo tanto, también a partir de esa capacidad de leer losindicios y de interpretarlos adecuadamente, como en el caso delsaber de los cazadores, de los marineros, de los carpinteros o de loscuranderos y médicos populares.

Un saber apoyado en indicios que, bien aprendido y bien apli-cado, es una herramienta preciosa tanto para el rescate de todosesos temas difíciles y que se "resisten" a darse fácilmente al histo-riador, -lo que hace que el mal historiador positivista, simplementelos ignore, y pase de largo olímpicamente frente a ellos-, como,más en general, para el desarrollo más rico y complejo de esa buenahistoria crítica, que recupera esos elementos de la historia popu-lar, pero siempre desde el propio punto de vista de las víctimas.

Una séptima lección importante de la historiografía posterior ala revolución cultural de 1968, está vinculada con el desarrollo dela cada vez más difundida perspectiva del "world-system analy-sis" (del análisis del sistema-mundo). Perspectiva que habiéndosedesarrollado, también a raíz de la ruptura de finales de los añossesenta en Estados Unidos, ha ido difundiéndose y ganando popu-laridad en todo el mundo a lo largo de los últimos cinco lustros.Perspectiva crítica, que se reivindica también como directamenteinspirada en los trabajos de Marx, y cuyo representante principal esImmanuel Wallerstein, que hoy es, entre muchas otras cosas, direc-tor del conocido Fernand Braudel Center de la Universidad de Bing-hamton. Centro Fernand Braudel, al que igualmente podríamosconsiderar como el espacio de concentración más importante parala reproducción e irradiación mundial de este mismo enfoque.

Así, esa séptima lección referida, es la que alude al paradigmaque afirma que la unidad de análisis obligada para el examen y

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explicación de cualquier fenómeno, hecho, o proceso acontecidodurante los últimos cinco siglos, es la unidad planetaria del sistema-mundo capitalista. Es decir, una propuesta metodológica que afirmaque, para poder explicar cualquier fenómeno social de la historiacapitalista del último medio milenio, es imperativo y forzosomostrar sus conexiones y vinculaciones con esa unidad de refe-rencia, siempre presente y siempre esencial e imprescindible entérminos de una explicación adecuada, que es justamente elsistema-mundo capitalista en su totalidad.

Lo que implica entonces que, para esta perspectiva, son siempreinadecuados y hasta encubridores de la realidad, los marcos con-ceptuales que intentan encuadrar y explicar esos mismos fenóme-nos sociales, desde el marco de la "nación", o del "Estado", o dela "sociedad", o de cualquiera de las combinaciones que derivandel acoplamiento de estos términos, como son el Estado-nación, lasociedad nacional o la sociedad estatal. Porque al afirmar que elverdadero marco en el que se desenvuelven iodos los procesos ca-pitalistas, es el marco del sistema-mundo semiplanetario o plane-tario, según las épocas, lo que se reivindica es la existencia de unadinámica global igualmente planetaria, que estaría siempre actuantey siempre presente durante el último medio milenio transcurrido,y que sería la dinámica última y determinante del conjunto de reali-dades, situaciones, sucesos y acontecimientos desplegados dentrode los límites de este mismo sistema-mundo capitalista.

Y entonces, no se trataría simplemente de "sumar" o de"agregar" los "factores externos", o extranacionales, a los "factoresinternos", nacionales o estatales, de una "sociedad" determinada,lo que siempre se hace tomando a dichos factores externos como unmero complemento, marginal y secundario, de esos factores inter-nos, sino más bien de lo que se trata es de invertir y de transformarradicalmente nuestros modos de explicación y de interpretaciónhabituales, reubicando también en el centro de nuestras hipótesisy de nuestros modelos, a esa dinámica supranacíonal de las ten-dencias globales del sistema-mundo, dinámica que, solo en unsegundo momento, va a especificarse y a concretarse en las diver-sas dinámicas regionales, nacionales y locales particulares.

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Reubicación de ese marco global del sistema-mundo, comoreferente más general de nuestras explicaciones, que entonces nosobliga a comenzar por preguntar si el problema o tema investigadose ha desplegado en una zona central, semiperiférica o periféricade ese sistema-mundo, y también si ha acontecido dentro de unafase ascendente o descendente, en primer lugar, del ciclo Kondra-tiev, pero también y en segundo lugar, de los ciclos hegemónicosde las potencias del sistema-mundo, y en tercer lugar, dentro dequé fase, etapa o momento temporal dentro de la curva integralde vida del sistema-mundo en su conjunto. Preguntas que al serrespondidas nos dan ya, según esta perspectiva del análisis delsistema-mundo, las primeras coordenadas esenciales para la expli-cación concreta de ese problema histórico analizado.

Una octava lección, también ligada a esta perspectiva del análi-sis del sistema-mundo, es la que se refiere a la necesidad de repen-sar nuevamente, de manera crítica, la forma de organización delsistema de los saberes humanos en general, y en particular, el epistemehoy vigente dentro del conjunto o universo de las llamadas cienciassociales. Porque recuperando en este punto, la exigencia antes refe-rida de una historia verdaderamente globalizante o totalizante, yproyectándola en particular hacia el problema de la historia de laconstrucción de las diversas disciplinas o ciencias que hoy abor-dan los diferentes renglones de lo social humano en el tiempo, esteparadigma del world-system analysis va a criticar radicalmente laactual configuración disciplinar del estudio de lo social, que sigueencerrando nuestras reflexiones e investigaciones dentro de la yaarcaica división de esas supuestas ciencias autónomas y separadasque son la economía, la antropología, la ciencia política, la histo-ria, la geografía, la sociología, la sicología o la lingüística, entreotras. En contra de esta parcelación del saber sobre lo social, cadavez más paralizante y cada vez mas limitada, esta perspectivava en cambio a pugnar abiertamente por "abrir las ciencias socia-les", para reconstruir una nueva y abarcativa "unidisciplinarie-dad" para el estudio de lo social, que fundada y apoyada en unasola epistemología global, sea capaz de edificar la "ciencia social-

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histórica" que deberá sustituir a esas actuales disciplinas mencio-nadas de la antropología, la economía, la ciencia política, la historiao la sociología, etc..

Revisando y cuestionando entonces de raíz, las específicasdivisiones epistemológicas que fundan este esquema parcelado ycuadriculado de las distintas disciplinas o ciencias sociales con-temporáneas, esta perspectiva desarrollada en parte por Imma-nuel Wallerstein, va a demostrar lo estéril e insostenible de seguirintentando separar el pasado del presente, lo político de lo socialy lo social de lo económico, así como el estudio de las civili-zaciones europeas del de las supuestas culturas o civilizacionesno europeas. Divisiones y separaciones que hoy se revelan comoinsostenibles y como puramente artificiales, y que cada vez resul-tan más paralizantes y restrictivas para la adecuada comprensiónde lo social, siendo sin embargo el verdadero fundamento últimode la justificación de esta configuración disciplinar actualmentevigente. Divisiones que urge entonces criticar y eliminar, para abrirel paso a la construcción de ese nuevo horizonte unidisciplinar enel análisis de lo social, hacia el cual tienden de manera espon-tánea todas las perspectivas y todas las corrientes mas innovadorasdesarrolladas recientemente dentro de esas mismas ciencias socia-les actuales.

Invitándonos entonces a repensar con seriedad estas premisasno explicitadas de nuestro actual sistema de construcción de laciencia sobre lo social, Immanuel Wallerstein explica entonces laactual crisis que vive este episteme todavía dominante, crisis queno se resolverá nunca, ni con la interdisciplinariedad, ni con lamultidisciplinariedad, pero tampoco con la transdisciplinariedado con la pluridisciplinariedad, las que en todos los casos partenfinalmente del dato de respetar, sin criticarlo, ese mismo funda-mento de la división en diferentes disciplinas, al que en el fondoconsideran válido y legítimo, y del cual solo quieren paliar o modi-ficar sus 'malas' consecuencias, pero sin transformar de raíz esemismo fundamento. Mientras que, por el contrario, en la perspec-tiva del análisis del sistema-mundo, de lo que se trata es justamente

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de deslegitimar y de eliminar por completo dicho fundamento dela división disciplinar, reconstruyendo desde la base otro modo oepisteme diferente para ese mismo estudio de lo social, un epistemeprecisamente unidisciplinario para la comprensión y examen de losocial-humano en el tiempo.

Con lo cual, la actual crisis que viven las ciencias sociales actua-les, solo puede ser superada si abolimos completamente dicha par-celación en disciplinas, y si volvemos a esas visiones unitarias yunidisciplinares sobre lo social que existieron, todavía, hasta laprimera mitad del siglo xix, por ejemplo en el propio caso de CarlosMarx. Nueva visión unidisciplinaria en la que, por lo demás, habráque recuperar todo el conjunto de las contribuciones importantesdesarrolladas por estas mismas ciencias sociales parceladas, en susciento cincuenta años de desarrollo en general. Una recuperacióncompleja y sutil, en la que los aportes hasta hoy desarrollados, enparticular por la historia, deberán ocupar un rol central y de pri-mera magnitud, al contribuir a esclarecer los mecanismos tempo-rales de la continuidad y del cambio, y más en general, todas lasimplicaciones y conexiones de esos fenómenos sociales con estadimensión profunda y omnipresente de la temporalidad.

Estas son, brevemente resumidas, las principales lecciones que nosaportan las más importantes corrientes historiográficas hoy vigen-tes dentro del panorama universal de los estudios históricos máscontemporáneos. Lecciones que, obviamente, son en su totalidadtérra incógnita para los malos historiadores oficialistas, tradiciona-les y positivistas, a pesar de que constituyen, sin duda, las herra-mientas más cotidianas y los referentes más usuales de los buenoshistoriadores críticos contemporáneos. Y es claro que resulta abu-sivo, y finalmente hasta mentiroso, autodenominarse "historiador"si uno no conoce y domina, por lo menos, a esta serie de autores,paradigmas y propuestas que, en su conjunto, son el legado más

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CARLOS ANTONIO A C U T R R E ROJAS

reciente, y también las perspectivas todavía vivas y vigentes, co-rrespondientes a los modos más actuales en que se ejerce hoy elapasionante oficio de la historia.

FEDERICO ENGELS

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CAPITULO vi

¿QUÉ HISTORIA DEBEMOS HACER Y ENSEÑAR HOY?UN MODELO PARA (DES)ARMAR

"La burguesía convierte todo en mercancía, y porende también la escritura de la historia. Forma

parte de su ser, de su condición para laexistencia, falsificar todos los bienes: también

falsificó la escritura de la historia. Y lahistoriografía mejor pagada es la mejor falsificada

para los propósitos de la burguesía".

Federico Engels, Notas para la 'Historia deIrlanda', ca. 1870-1871.

Después de haber detectado y señalado las distintas figuras de lamala historia que se hace y que se enseña en nuestro país, y alas que intentamos abiertamente superar, y luego de establecer losmás recurrentes "pecados capitales" que amenazan al historiador,y que lo hacen estar sometido al riesgo permanente de deformary de empobrecer sus propios resultados historiográñ'cos, hemostratado de resumir también todo el conjunto de lecciones y decontribuciones que, desde Marx y hasta la actualidad, han idoponiendo los cimientos necesarios y los elementos indispensablespara el desarrollo de un historia diferente, de una buena historia, almismo tiempo crítica y científica, pero también acorde a las urgen-cias y a las circunstancias más contemporáneas.

Con lo cual, y a partir de todas estas lecciones, y también detodas estas advertencias y prevenciones, quizá sea posible intentarresponder a la importante y acuciante pregunta, respecto a cual esel tipo de historia que debemos de hacer y debemos de enseñaren las aulas, para no continuar reproduciendo a la mala y aburri-da historia que ha sido dominante hasta hoy en nuestro país, y

II

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para desarrollar, por el contrario, una buena historia crítica queeste realmente acorde con los últimos progresos y avances de losestudios históricos mas contemporáneos en todo el mundo. Y pararesponder a esta pregunta, tal vez sea útil repasar, de manerasintética, y sobre la base de todo lo planteado anteriormente, algu-nas de las más recurrentes falsas disyuntivas a las que se enfrentantodavía hoy los historiadores actuales, disyuntivas que desde laslecciones antes resumidas pueden ser realmente sobrepasadas ysuperadas por los buenos historiadores críticos, construyendo masallá de ellas y sobre dicha superación, precisamente los perfiles ylos elementos generales de esa nueva historia diferente que aquíintentamos promover e impulsar abiertamente.

Para poder hacer y enseñar esta nueva historia, que tanto re-claman y necesitan los estudiantes y los Profesores más activos,inteligentes y críticos de nuestro país, es indispensable entonces sercapaces de evitar caer en toda esa serie de falsas disyuntivas ya men-cionadas, que habiéndose planteado en el pasado, e incluso hastael presente, como parte de los "grandes debates" entre los historia-dores, han presionado a estos últimos, constantemente, para queescojan o decidan entre diferentes objetos de estudio, pero tam-bién entre distintos órdenes de fenómenos de la realidad, lo mismoque entre diversas técnicas, o métodos, o paradigmas, o modos deaproximación hacia sus diferentes temas de investigación.

Y entonces, se ha debatido hasta el cansancio si la historia debede ocuparse, sobre todo, de los elementos generales, reiterados yuniversales dentro de la historia, o si por el contrario, su atencióndebe de concentrarse más bien en el carácter único, irrepetible ysingular de los acontecimientos históricos. O también, se ha pro-longado hasta hoy la eterna querella, entre los defensores del tra-bajo empírico y erudito del historiador, y aquellos que deñendenen cambio la filosofía de la historia, y la construcción metafactualy esencialmente discursiva del historiador. Pero sucede lo mismocuando se intentan oponer la microhistoria a la macrohistoria, lahistoria puramente descriptiva a la historia interpretativa, el indi-viduo a las masas, o a cualquier otra forma de "lo colectivo", la

A N T I M A N U A L DEL MAL HISTORIADOR

historia económica, o social, a la historia de las mentalidades o ala historia cultural, la historia de las estructuras y de las inerciasfuertes a la historia de los agentes activos y de las acciones, igualque la historia "objetiva" a la historia "desde el sujeto", o la histo-ria cuantitativa, serial y anónima, a la historia individual, viva yvivida, o la historia de la larga duración a la historia de los acon-tecimientos, la historia "realmente científica" a la historia "ideo-lógica" o "políticamente comprometida", o la historia ecléctica o"sin ortodoxias" a la historia limitada rígidamente a la aplicación yrepetición de un sólo modelo histórico, entre tantos otros ejemplosque podríamos continuar enumerando largamente.

Pero, como es posible deducir de la lectura de los capítulos ante-riores, y de todo el conjunto de lecciones que nos han legado tantoMarx y la corriente de los Annales, como todas las perspectivashistoriográficas críticas posteriores a la revolución cultural de 1968,se trata en todos estos casos sólo de falsas oposiciones y de falsas elec-ciones o disyuntivas, que se disuelven y eliminan de inmediato, encuanto nos acercamos con cuidado a la lectura de los trabajos prin-cipales, de todos los autores y defensores de esta historia críticaque hemos ido mencionando a lo largo de este breve ensayo, ycuyas tesis y aportaciones centrales, hemos tratado de resumir yde plantear muy brevemente. Porque, como lo ha dicho alguna vezFernand Braudel, la ciencia de la historia es la suma de todas las his-torias posibles, pasadas, presentes y futuras, del mismo modo quela historia verdaderamente crítica, implica siempre y en general, laconsideración de todos esos elementos, perspectivas, dimensiones,órdenes, métodos, técnicas y paradigmas que intentan oponer fal-samente los malos historiadores, arguyendo su carácter excluyentey a veces hasta antitético.

Pero es claro que la historia es, en su esencia profunda, ladialéctica compleja y permanente entre una serie de elementos uni-versales, repetidos, comunes y generales, con otros elementos sin-gulares, únicos, excepcionales y particulares, dialéctica que en estadoble vertiente, nos explica a la vez porqué existen ciertas regu-laridades y tendencias claras dentro de la historia, pero al mismo

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tiempo porqué esa historia no se repite nunca. Es decir, porquela historia no es una simple acumulación eternamente variable dehechos, personajes, acontecimientos y procesos siempre diferentes,lo que impediría todo análisis racional y científico de la misma,pero tampoco un mero cambio de formas o de "trajes" para unahistoria que, entonces, sería cíclica y eternamente repetida, ademásde tediosamente previsible.

Por el contrario, y alejada tanto de la posición historicista, queha sucumbido a su enamoramiento respecto de ese carácter únicoy singular de lo histórico, como de la posición stalinista y marxis-ta vulgar, que afirmaba que las leyes de la historia conducían, atodos los pueblos del mundo y de manera fatal e inevitable, haciael "socialismo", la historia crítica reivindica la necesidad perma-nente de recuperar, en todo momento y en cada análisis históricoespecífico, tanto a esos elementos generales, como a los particula-res, restituyendo en cada caso, de manera fina y sutil, su complejaimbricación y dialéctica específicas.

Y lo mismo es posible plantear respecto de la discusión, vueltaa retomar por los defensores del postmodernismo en historia,entre la historia como simple trabajo de erudición y de manejo de"hechos" duros y comprobables, y sujetos a una verificación rigu-rosa, y de otra parte la historia como pura "construcción libre" delhistoriador, como ejercicio casi metafísico de invención de objetos,de problemas, de técnicas y de resultados, que culmina tambiénen la invención de discursos y de pseudoverdades acordes con uncierto "régimen de verdad".

Falsa oposición que se disuelve igualmente, si asumimos que lahistoria es, al mismo tiempo y siempre, tanto trabajo de erudicióncomo de interpretación, interconectados una vez más dentro deuna dialéctica específica, en la que la labor erudita y el estableci-miento riguroso de los hechos, marca solo el punto de partida ytambién los límites de la interpretación, proporcionándole a estaúltima su materia prima y su plataforma de apoyo, y en donde lainterpretación es la que le restituye el verdadero sentido y signifi-cación a esos hechos, desentrañando su esencia profunda, y recons-truyendo de modo coherente su racionalidad y lógica intrínsecas.

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Una oposición ficticia que muestra la esterilidad, tanto de loshistoriadores fanáticamente positivistas, aferrados sólo a la dimen-sión erudita del trabajo del historiador, y temerosos de cualquierinterpretación o explicación que vaya más allá de contar "loshechos tal y como han acontecido", pero también de los historia-dores postmodernos, que sobredimensionando el rol y las posibi-lidades de este nivel interpretativo de la historia, terminan porafirmar absurdamente que todo en la actividad del historiador espura y total construcción libre, desde su problema u objeto a estu-diar, hasta su resultado discursivo, pasando incluso por sus fuen-tes, sus métodos, sus modelos y sus explicaciones específicas. Y siel sabio refrán popular nos enseña que "los extremos terminan portocarse", es obvio que ha sido ese positivismo temeroso y cerradoel que le ha permitido prosperar a dicho postmodernismo en his-toria, al haber negado todo rol a la interpretación, lo que ha dejadoel vacío que ahora explica, que haya quien quiera restituirle todo aesa misma interpretación, hasta el punto de las delirantes posicio-nes postmodernas ya referidas.

Y si ya Hegel nos enseñó que se ve lo mismo en la oscuridadtotal que en medio de la luz absoluta -ambas, como es evidente,completamente enceguece doras-, entonces no será tan extraño elobservar como ciertos historiadores de nuestro país han pasado,sin mediación alguna y en un salto verdaderamente mortal, desdeel positivismo puro y duro, hasta la defensa y promoción de lostrabajos postmodernos de Hayden White, Michel de Certau o PaulVeyne, entre otros.

Igualmente estéril, resulta la falsa alternativa entre dedicarse alestudio de los grandes procesos globales, y los grandes problemashistóricos, en periodos largos de tiempo y tomando unidades espa-ciales de análisis de grandes dimensiones, o por el contrario, con-centrarse en temas acotados y pequeños de la historia, abordandoproblemas muy puntuales, en periodos de corta duración y dentrode límites más bien locales, o regionales, o de reducidas dimensio-nes. Es decir, la falsa oposición entre hacer macrohistoria o historiageneral, o en el otro extremo microhistoria de las cosas menudas yparticulares.

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Pero la filosofía nos había ensenado, hace ya mucho tiempo,que lo general sólo existe y se manifiesta a través de lo particular, altiempo que nos aleccionaba respecto de que ese particular siem-pre es, de manera esencial y entre otras de sus determinacionesimportantes, un modo o una figura específica de desplegarse deesa generalidad o universalidad. Lo que quiere decir que, una vezmás, lo general y lo particular se encuentran siempre imbricadosy entrelazados, y que por lo tanto no es posible tampoco separarla dimensión macrohistórica de la dimensión microhistórica, sinarriesgarse a caer, sea en la pura y simple especulación metafísicade las generalizaciones frágiles y hasta brillantes, pero siempreerróneas, de las diversas filosofías de la historia -ejemplificadasde manera muy clara, en este siglo, en los trabajos de ArnoldToynbee u Oswald Spengler-, sea, en el otro lado, en la puradescripción anecdótica y pintoresca de microhistorias irrelevantesde un pequeño pueblo, una pequeña ciudad, una localidad o unapequeña región cualquiera, descripciones desprovistas de toda lec-ción o enseñanza de orden general para el conjunto de los historia-dores.

Pues, para volver una vez más a las enseñanzas de Marc Bloch,prolongadas ahora por la microhistoria italiana, es necesario recor-dar que la condición primera para que una historia local, o regional,o particular cualquiera "sea de utilidad a toda la corporación delos historiadores", se requiere que aborde siempre, y de maneraexplícita y consciente, "problemas de orden general", los que eneste caso, deberá resolver "desde y con los elementos que le provee"esa localidad, o región, o ejemplo, o situación particular investi-gada. Del mismo modo en que la única manera de evitar esa cons-trucción en el aire, de modelos irreales y fantásticos de la supuestaevolución histórica humana, es la de retrotraerlos a la confron-tación con las historias concretas, menudas, singulares, y con losdiversos casos individuales de esa dimensión microhistórica, resti-tuyendo entonces la permanente interrelación y retroalimentaciónobligada de la macrohistoria con la microhistoria y viceversa.

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Otra falsa elección, que reaparece con frecuencia en las discu-siones de los practicantes del oficio gobernado por Clío, es la quecontrapone la historia de los individuos, o de los falsos o verdade-ros "grandes hombres", e incluso de las élites políticas, o militares,o económicas, o intelectuales, etc., a la historia colectiva y socialde las clases sociales, de los grupos populares, de las masas y delas grandes mayorías, casi siempre ignoradas o poco consideradaspor los historiadores positivistas tradicionales. Pero, si como yahemos explicado, uno de los grandes progresos que ha cumplidola historiografía contemporánea, desde sus inicios coincidentes conel desarrollo del proyecto de Marx y hasta hoy, es justamente elde la incorporación orgánica de estos diversos actores y protago-nistas colectivos y mayoritarios de la sociedad, eso no significa quedebamos abandonar totalmente e ignorar esa misma historia de losindividuos, de los grandes personajes, y de los grupos de élite detodo orden. Por el contrario. Ya que es justamente esta incorpo-ración orgánica de las clases y de los sectores populares dentrode la historia, la que permite recuperar de una nueva forma, másrica y más pertinente, a esas mismas historias individuales y de lospequeños grupos, redimensionándola para darle las justas y equi-tativas proporciones que realmente le corresponden.

Porque, sin duda alguna, la historia la hacen las masas, perotambién los líderes, en una compleja trama que sintetiza y combinaa la vez la participación de las clases sociales con los itinerariosindividuales, al mismo tiempo que entrelaza e imbrica la actividady las acciones de esos múltiples y plur i face ticos grupos mayorita-rios de la población, con las decisiones y los actos de los llamados"grandes hombres". Así, para la verdadera historia crítica, ni lasmasas lo hacen todo y los individuos no importan, ni tampoco lahistoria se reduce a ser el recuento glorioso de las gestas y accio-nes de los "héroes que nos dieron patria", o de los "forjadores dela nación", o de los múltiples "salvadores del país", "adalides dela democracia", o "constructores del futuro para un país nuevo ydiferente", de las que nos hablan todo el tiempo los historiadorespositivistas tradicionales y los discursos de los políticos contem-poráneos.

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Y si para esta historia crítica, son importantes tanto las clasespopulares como también los individuos, es claro que no podráavanzarse en la investigación histórica, sin considerar ambos ele-mentos en sus interrelaciones recíprocas, resolviendo, como loproponía ya Henri Pirenne, la disyuntiva que en su época enfren-taba la historia, entre la sicología que estudiaba al individuo y asus diversas manifestaciones, y la sociología que estudiaba a losgrupos sociales y a las sociedades, en el justo sentido de estudiar, alos individuos en tanto que miembros actuantes de dichos grupossociales, y a los grupos y clases sociales como conglomerados y sín-tesis articuladas de esos mismos individuos concretos, distintos yactuantes.

Falsa contraposición entre individuo y colectividad, que en otravertiente se transforma en la antinomia del individuo en contradel contexto social. Lo que se hace particularmente evidente en elclásico problema de la biografía histórica. Porque aún al abordar, yacomo tema central, este campo del análisis histórico que es el dela biografía, es decir el de la reconstrucción crítica del periplo com-pleto y de las curvas diversas de la vida de un determinado indi-viduo, reaparece nuevamente la falsa disyuntiva de caracterizara ese individuo, o como producto claro y plasmación concreta desu contexto específico -reduciendo su singularidad individual alas condiciones de lo que ha sido su circunstancia, es decir de su"medio" y de su "época"-, o en el otro caso, la de exagerar el rolactivo y la potencia transformadora y engendradora de dicho indi-viduo, reduciendo entonces a ese contexto de su acción y de sus dis-tintas obras y logros históricos, al papel de mero "telón de fondo",más bien inesencial y secundario de dichas obras y acciones.

Oscilando así, entre considerar al individuo una especie desimple "marioneta" de las circunstancias, producto de su medioy de su tiempo, y que fatalmente debería ser "engendrado" enuna coyuntura dada, para "cumplir" con su rol histórico predeter-minado, o en el otro extremo, concebir a esa circunstancia comoun conjunto de condiciones casi aleatorias, que no explican grancosa de la vida singular de ese individuo, y el que más bien habría

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logrado llegar a ser lo que fue, y a hacer lo que hizo, debido asu genialidad excepcional, y a su singular e irrepetible carácterextraordinario, los historiadores tradicionales y positivistas hanreproducido hasta hoy, esta falsa antinomia entre contexto social eindividualidad histórica.

Pero a partir de la lectura de obras como El 18 Brumario de LuisNapoleón Bonaparte de Carlos Marx, o de Mozart, Sociología de ungenio de Norbert Elias, o también de Martín Lulero. Un destino deLucien Febvre, por no mencionar la brillante Crítica de la razóndialéctica de Jean-Paul Sartre, el buen historiador crítico sabe muybien que no tiene sentido separar al individuo del contexto, de estamanera brutal y adialéctica, y que es igualmente absurdo tratarincluso de contraponer ambos términos, forzándonos a escogerentre ellos. Y sabe también que, por el contrario, lo que más bien esnecesario, es partir de investigar siempre al individuo en el contexto,inmerso dentro de él, explicitando de manera concreta como dichocontexto va moldeando al individuo, y formándolo para manifes-tarse a través de él y en él mismo, al mismo tiempo que recons-truimos cómo ese individuo se inserta en dicho contexto, paraproyectar su acción, y para afirmar y desplegar allí sus diversas ini-ciativas, transformando a su vez a dicho contexto desde los impactosmúltiples de sus acciones, y configurando de esta forma a las figu-ras concretas de ese mismo espacio contextual, a través de la com-pleja red de los círculos concéntricos crecientes que constituyentodo su mundo de relaciones diferentes.

Así, acercando contexto e individuo, en lugar de separarlos yoponerlos, el buen historiador recorre completos los varios círcu-los de va y viene que parten, por ejemplo, del individuo hacia sufamilia, de su familia hacia su barrio, de su barrio hacia su ciudad,de su ciudad hacia su entorno regional o nacional, y eventualmentede su entorno nacional hacia el contexto mundial, pero tambiény en un claro movimiento de retorno, desde por ejemplo, la carac-terización epocal del siglo en que ha vivido ese individuo haciael lapso concreto del ciclo temporal que abarca su propia vida, yde dicho ciclo hacia los periodos sucesivos que ha recorrido a lo

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largo de su itinerario, de dichos periodos mayores hacia las diver-sas coyunturas sucesivas que componen cada periodo, y de dichascoyunturas hasta los sucesos que año con año, e incluso mes trasmes y día con día, ha ido recorriendo ese individuo en su específicoperiplo biográfico.

Reconstruyendo así contextos móviles y cambiantes, en lugarde rígidos y ya predeterminados de antemano, y concibiendo tam-bién a individuos que evolucionan, se forman, maduran, eligen yrehacen sus estrategias de vida en función de dichos cambios yreconfiguraciones de sus múltiples contextos, el historiador críticosupera también esta falsa disyuntiva entre individuo y contexto,replanteando en términos nuevos ese tema viejo y muy debatidode la biografía histórica.

Nuevo modo de enfocar la biografía histórica, que disuelve tam-bién la falsa oposición entre historia estructural, o de las estructu-ras e inercias pesadas y limitantes de la historia, e historia delos agentes activos y de los sujetos "creadores" de su propia histo-ria, y transformadores activos del mundo, a través de las revolu-ciones y de los movimientos sociales. Falsa oposición que, si bienno es idéntica a la de individuo y contexto, si se vincula a ella deuna manera muy estrecha, al proyectar dicho contexto como las"estructuras" pesadas de la historia, lentas en constituirse, lentasen durar y en tener vigencia, y lentas en destruirse y transfor-marse, a la vez que pasa desde el individuo hacia los "sujetos" dela historia en general, sean estas clases sociales o movimientos re-volucionarios, lo mismo que pequeños o grandes grupos socialesactivos.

Pero, como bien lo han explicado tanto Marc Bloch como Fer-nand Braudel, la historia es simultáneamente cambio y perma-nencia, y por ende, una vez más, síntesis compleja e interactivade dichas estructuras que, efectivamente, permanecen vigentesdurante largos periodos de la historia, junto a procesos y reali-dades que cambian y se modifican de manera sustancial más omenos rápidamente. Y todo ello, como marco y a la vez comoresultado de todo un abanico diverso y complejo de acciones indi-

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viduales y colectivas, que lo mismo inciden de manera fundamen-tal para cambiar dichos procesos y estructuras, que se pierden aveces en efectos menores o insignificantes, al chocar con la mayoro menor resistencia que esas estructuras y procesos pueden tenerhacia su propia transformación y cambio históricos.

Porque la historia es a la vez revoluciones que triunfan y otrasque fracasan, movimientos que logran hacerse visibles y afirmarsocialmente sus demandas, junto a otros que perecen bajo la repre-sión sin haber logrado difundirse socialmente, ni implantarse só-lidamente en la sociedad, igual que individuos que alcanzan suobjetivo de cambiar su mundo, en mayor o menor medida, al ladode otros que sucumben a las presiones sociales o a las circunstan-cias. Y todo esto, dentro de distintos escenarios históricos en losque hay estructuras que se derrumban frente a nuestros ojos, yotras que resisten y permanecen tenazmente, en un abanico tam-bién múltiple de realidades sociales, a veces más y a veces menossensibles al cambio y al impacto de la acción de los sujetos. Ypuesto que no existen revoluciones capaces de hacer tabla rasaabsoluta del pasado, como tampoco existen estructuras o socie-dades que sean completamente inmunes al paso del tiempo y a laacción de los sujetos, entonces es claro que, para la historia crítica,no existe tampoco esa falsa disyuntiva entre la permanencia delas estructuras y el cambio producido por los agentes, sino másbien, una dinámica compleja de actores sociales que cada día rein-ventan parcialmente el mundo, dentro de un universo de procesosy estructuras que mueren y mueren cada día un poco, hasta quellega el momento final de su desaparición total

Con lo cual, el historiador no tiene que elegir entre hacer unahistoria de las permanencias largas y de las inercias pesadas, deesas estructuras de la larga duración histórica tantas veces defen-didas por Fernand Braudel, o en el otro extremo, una historia de losacontecimientos agitados y cambiantes en cada momento, de lostiempos de revolución o de los conflictos sociales cada día renova-dos, sino más bien una verdadera síntesis que, al modo de una sin-fonía, nos reconstruya en una sola trama, tanto esa historia de los

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acontecimientos, como la de las coyunturas y la de las estructu-ras, imbricando en una sola melodía combinada, todo ese conjuntocomplejo de hechos, fenómenos y procesos de distintas duracioneshistóricas, desplegadas en los muchos registros temporales, de esapartitura global que es la propia historia de las sociedades y de loshombres.

Porque la historia no es, tampoco, ni puramente objetiva nipuramente subjetiva, sino justamente una dialéctica compleja dela relación entre objeto y sujeto, en la que los educadores sin dudaforman a los educandos, pero en donde también "los educadorestienen a su vez que ser educados", y ello muchas veces por partede esos mismos educandos. Porque si los individuos son el frutode las circunstancias, las circunstancias son también creadas porlos individuos, en un movimiento repetido e interminable que esjustamente el de la propia dinámica histórica.

Lo que nos demuestra como carece de sentido reivindicar laconstrucción de una historia "desde el sujeto", como supuesta-mente opuesta y distinta a la historia "objetiva", o "estructural",igual que no tiene ningún sustento el tratar también de sobreesti-mar, exagerando su importancia, a la historia de las mentalidades oa la historia cultural, como más relevante o más "universal", o másabarcativa, que la historia económica, o que la historia política, oque la historia social. Como si no fuese evidente que toda la histo-ria es, siempre y en cualquier caso, al mismo tiempo "subjetiva"y "objetiva", es decir, hecha por los hombres, las clases y los acto-res sociales, pero también condicionada por las estructuras, por lascondiciones objetivas y por las circunstancias materiales. E igual-mente, como si la historia no fuese, como ya hemos explicado antes,una historia siempre total, donde es tan relevante y tan prioritariode estudiar lo cultural que lo social, lo económico que lo político,lo psicológico o lo geográfico, etc.. Y en donde, en vez de caeren el recurrente "fetichismo" del especialista de un campo, o deun espacio problemático determinado, que siempre lo intenta con-cebir como "el más decisivo" el "crucial", el que es "la clave decomprensión de la totalidad", etc., lo que habría que asumir es la

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importancia del vínculo, siempre esencial, de esa historia social, oeconómica, o política, o cultural, etc. con dicha historia global.

E igualmente falso, es oponer la historia cuantitativa, serial, demasa y anónima, supuestamente más científica por cuanto másapoyada en el uso de las matemáticas, a la historia concreta, viva yvivida de los individuos, de las familias o de los pequeños grupossociales, supuestamente más real y más cercana de lo "cotidiano" yde lo "verdadero". Pues la historia es a la vez historia de las masasy de los individuos, y por ende, por ejemplo, lo mismo historia delas curvas de población generales, que de los dramas individualesde cada familia campesina que se colapsa porque su tierra no crece,mientras si crece la descendencia de los hijos que deben heredarla.Así que es claro que es una falsa alternativa, optar por hacer la his-toria de la cosmovisión de un molinero friulano, o de un obrerovidriero itinerante de la Francia del siglo xvm de un lado, o la histo-ria cuantitativa, sea de los precios en Europa entre 1450 y 1750, seadel sentimiento de descristianización en la Prevente del siglo xvm,pues todas ellas son igualmente pertinentes e igualmente posi-bles, estando además directamente conectadas e interrelacionadas,como nos lo han demostrado Cario Ginzburg, Daniel Roche, Fer-nand Braudel o Michel Vovelle, entre muchos otros historiadorescríticos importantes.

Y si es verdad que la cuantificación y la construcción de seriesde todo tipo, son herramientas muy útiles para el desarrollo de lahistoria, lo son al mismo título que la aproximación microhistóricay la reconstrucción biográfica que ya hemos mencionado. Pues losmúltiples rostros diversos de la historia, y las miles de dimen-siones y de realidades que ella alberga, serían muy difíciles deaprehender, si nos limitáramos solo a un cierto tipo de técnica ode método, o a un solo paradigma, o modelo, o campo de inves-tigación historiográfica particular. Lo que no significa, ni muchomenos, reivindicar un "eclecticismo" o un falso "ecumenismo" noatado a ninguna "ortodoxia", ni en el plano metodológico ni en elplano epistemológico, como lo ha hecho por ejemplo Jacques LeGoff, para defender y justificar el proyecto de la llamada Ñouvelle

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Histoire o nueva historia, sino más bien reconocer que, dada laenorme variedad y la extraordinaria complejidad de los hechos yfenómenos que abarca la historia, se irá haciendo necesario recu-perar e integrar, progresivamente, a todas las lecciones, y para-digmas, y modelos, y conceptos, y propuestas, que antes hemosresumido brevemente, en función de los específicos temas y pro-blemas históricos que cada historiador elija abordar y desarrollar,y en función también de las fuentes disponibles, de los objetivosde la encuesta histórica planteada, de las formas de aproximaciónque el propio objeto estudiado permita y haga posibles, y de lasespecíficas dimensiones o realidades que intenta atrapar o captarel propio historiador.

Ya que lejos de ser excluyentes y alternativas, esas lecciones delos distintos autores que, a lo largo de los ciento cincuenta añosque ha recorrido la actual historiografía contemporánea, han idoedificando las bases de una posible historia realmente crítica, tien-den más bien a complementarse y a confluir de manera general, enla medida en que todas ellas representan las herramientas todavíavigentes, y también los referentes todavía imprescindibles, de laconstrucción de esa misma historia crítica.

Puesto que si una de las exigencias de esta historia crítica, esla de "multiplicar las miradas posibles" respecto de un hecho, oproceso, o fenómeno histórico cualquiera, para así hacer más com-pleja su comprensión y su ulterior explicación, entonces esa multi-plicación y complejización solo serán posibles si disolvemos todasestas falsas disyuntivas, y muchas otras similares que aquí nohemos abordado. Disolución y superación que nos permitirá sercapaces de ir más allá de estas estériles antinomias y elecciones,en el camino de tratar de dar cuenta, de una manera adecuada,sutil y complicada, de todo el conjunto de elementos que compo-nen a esas distintas realidades históricas que nosotros pretende-mos explicar científicamente, en toda su también difícil, variada ycompleja diversidad.

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Y es justamente en esta línea que deseamos avanzar, para poderimpulsar y promover de modo mucho más activo, el tipo de histo-ria que hoy deseamos hacer y enseñar en nuestro país.

Al llegar al final de nuestro breve recorrido, se impone una vezmás la pregunta de ¿qué tipo de historia deseamos hacer, y quere-mos enseñar, en la actualidad?. Y la respuesta, después de todo loanterior, parece ahora ser más clara que al comienzo.

Pues no queremos seguir haciendo, enseñando y aprendiendoesa historia positivista, tradicional y oficial que es hoy todavíadominante en nuestro país. Queremos, en cambio, hacer esa histo-ria crítica, científica, global y dialéctica cuyos perfiles hemos tra-tado de esbozar anteriormente. Y no queremos, tampoco, seguirhaciendo microhistorías locales e irrelevantes de pequeños espa-cios, o pueblos, o regiones, que parecen universos aislados y auto-suficientes, y que parecen flotar en el aire sin conexión con lahistoria exterior. Pero en cambio, si queremos hacer microhistoriasal estilo de la italiana, que vinculan lo local con lo general, y queno olvidan nunca, en el estudio del caso, o del personaje, o deltema reducido y acotado, las posibles lecciones de orden generalque provee dicho estudio microhistórico.

Y tampoco queremos seguir haciendo esas historias aburridas,de supuestos o verdaderos grandes individuos, que deben todo asu genio y a su singular figura, ni tampoco esas historias predomi-nantemente políticas centradas en los gobiernos, y en los presiden-tes, y en los líderes de los movimientos, que se olvidan tanto de lasmasas populares y de las clases sociales, como de las dimensioneseconómicas, y sociales, y geográficas, y civilizatorias de la his-toria. Lo que deseamos, por el contrario, es volver a pensar y ahacer la historia en su totalidad, incorporando siempre a los agen-tes colectivos y a los grupos sociales mayoritarios dentro de losprotagonistas centrales y reales del drama histórico, a la vez

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que se consideran también las realidades económicas, los fenóme-nos geográficos, los procesos sociales, las estructuras culturales ylos elementos y las dimensiones civilizatorias de dicha totalidadhistórica.

Queremos entonces estudiar, elaborar y transmitir a los alum-nos un nuevo tipo de historia, diferente a la actual, y simple y sen-cillamente -¡simple y sencillamente!- acorde con los tiempos quevivimos. Porque si la ciencia histórica, como cualquier ciencia engeneral, no tiene felizmente nacionalidad, resulta entonces necesa-rio y urgente que asimilemos y recuperemos globalmente todos losdesarrollos historiográficos hoy vigentes, producidos en los dife-rentes países del mundo, y que por distintas vías y caminos hanido contribuyendo a definir lo que hoy son los estudios históricosen todo el planeta. Recuperación y asimilación del legado hoy vivoy vigente en la historiografía mundial, que a su vez debería deimpulsarnos para tratar de ir más allá de él, desarrollando nues-tra específica contribución al diálogo multicultural planetario quehoy se está construyendo, también, en el seno de esta historiografíamundial.

Proponemos así, tratar de escribir y de enseñar una historiadiferente, que esté acorde con las nuevas realidades que vivenuestro país y el mundo en la actualidad. Una historia que, enton-ces, no puede seguir siendo el relato descriptivo del pasado cons-truido para la glorificación del presente, sino más bien el rescatecrítico de la memoria y de la historia, pasadas y presentes, delas luchas, las resistencias, los olvidos y las marginaciones que hallevado a cabo esa misma historia descriptiva y complaciente quehoy queremos superar.

Porque como Walter Benjamin nos lo ha recordado, "solo tienederecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza, aquelhistoriador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertosestarán a salvo del enemigo, si este vence...". Y es sin duda unatarea urgente e imprescindible, para los historiadores honestos yserios de nuestro país, la de volver a "salvar a nuestros muertos", yla de ayudar a pelear a nuestros vivos, manteniendo todavía encen-

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dida, por algún tiempo, esa "chispa de la esperanza" que, desde losagravios del pasado, y desde los conflictos del presente, mira siem-pre hacia el futuro, en la búsqueda de un posible mejor porvenir.

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Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buenahistoria crítica, se terminó de imprimir en el mes deoctubre de 2005, en los talleres de Jiménez Editorese Impresores, S. A. de C. V., en 2° Callejón de LagoMayor N" 53 Col. Anáhuac. 11320 México, D. F. E-mail:jí[email protected] o jimenezedit@ya hoo.com.mx.Se tiraron 2000 ejemplares, más sobrantes para reposición.

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