12 naredo; nueva cultura del agua

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    LA NUEVA CULTURA DEL AGUA: NUEVOS AGENTES, NUEVAS PRIORIDADES

    Jos Manuel Naredo1

    Las imgenes de satlite en poca estival resaltan la enorme diferencia climtica que se observaentre Espaa y los otros pases europeos. Esta imagen denota que la aridez estival predominanteen la mayor parte del territorio espaol lo asemeja ms al norte de frica que, no ya a los pases

    centroeuropeos, sino incluso a los otros pases ribereos del norte del mediterrneo (Francia,Italia o la pennsula de los Balcanes) que muestran un perfil menos rido. El subsistema deCuentas en Cantidad de Las Cuentas del Agua en Espaa2, al aplicar una metodologacomparable con la aplicada en Francia, permite apreciar una serie de hechos muy relevantes. Laprecipitacin por unidad de superficie es en Espaa por trmino medio un 64 % menor que lafrancesa y el stock de agua subterrnea un 70 % menor y, sobre todo, se encuentra a unaprofundidad mucho mayor (no olvidemos que la altitud media de La Meseta alcanza los 500metros sobre el nivel del mar, con lo que las aguas subterrneas pueden encontrarse a cientos demetros de profundidad, lo que resulta por completo inusual en los pases centroeuropeos).Tambin se observa que el volumen de agua anual por unidad de superficie contenida en caucesregulares y en lagos naturales es solo el 4 y el 15 % de la que contienen los cauces y lagosfranceses. A la menor disponibilidad y mayor profundidad de nuestras aguas subterrneas seaade as el reducido tamao de nuestros ros y lagos, lo que dificulta enormemente lascaptaciones, agrava su impacto ambiental y, sobre todo, limita la capacidad de dilucin devertidos del hidrosistema, que se reduce todava ms en poca de estiaje. Hay que advertirtambin que, como registra el subsistema de Cuentas del Agua en Calidad de Las Cuentas delAgua en Espaa, la mala calidad natural del agua suele acompaar y agravar la escasez encantidad de agua propia de las zonas ridas3, como precisamos ms adelante.

    Tambin se observa la marcada diferencia entre la Espaa hmeda del norte y el oeste y laEspaa seca del sur y el este, que pasamos a comentar seguidamente. El gran defecto del climallamado xrico o mediterrneo, predominante en Espaa, no es tanto que el suelo recibaanualmente en l menos agua de lo que sera capaz de gastar si estuviera cubierto de vegetacin,

    como la mala distribucin anual de las lluvias. Este clima, relativamente poco extendido en elmundo, no facilita el encuentro fructfero entre el agua y el calor para hacer que se desarrolle lavegetacin, como ocurre, por ejemplo, en los climas monznicos o en los hmedos, tantotemplados como tropicales. De ah que los cultivos, como las plantas en general, hayan tenidoque adaptarse a la sequa estival propia del clima mediterrneo, sacando el mayor partidoposible de los perodos en los que la humedad y la temperatura les permita prosperar. Pero a lairregularidad estacional de las lluvias se suma otra interanual no menos grave: es corriente quese sucedan perodos de aos buenos, es decir con precipitacin abundante, con perodos deaos malos. Ambas irregularidades hacen de la sequa (y, en ocasiones, de la lluvia torrencial)el azote tpico de las zonas de clima mediterrneo. Se estima que unos 40 millones de hectreasestn sometidos a este clima en nuestro pas o a otro todava ms seco (el clima desrticodominante en zonas el sureste, parte del valle del Ebro y reas menores de la submeseta norte).

    Como contraste, existen tambin en l cerca de 8 millones de hectreas de clima hmedo (en lacornisa cantbrica, Galicia, el Pirineo y altas montaas del interior) y cerca de 2 con clima detransicin entre el hmedo y el mediterrneo4.

    1 El presente texto forma parte del libro de J.M. Naredo y A. Estevan Ideas y propuestas para una nueva

    poltica del agua, de prxima aparicin en la Editorial Bakeaz.2 Vase Naredo, J.M. (1997) Spanish water accounts (sumary report), en San Juan, C. y Montalvo, A. (eds.)Environmental economics in the European Union, Mundi-Prensa y Universidad Carlos III, Madrid, pp.369-443. En lanota 9 se hace referencia a otras versiones y documentos de estas Cuentas.3 Vase Gasc, J.M. (1997) La calidad en la economa del agua en Naredo, J.M. (ed.) La economa delagua en Espaa, Madrid, Fund. Argentaria y Visor Distrib. Coleccin Economa y Naturaleza, pp. 69-

    77.4 Sobre la situacin climtica y las vocaciones del territorio peninsular vase Gasc, J.M., K. Hontoria yF. Parra (2002) Medio fsico. Evaluacin diferencial de los recursos naturales espaoles en Naredo,

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    La situacin climtica esbozada en el prrafo anterior se traduce en que en el conjunto de lascuencas hidrogrficas del norte y de Galicia acostumbra a llover anualmente el doble de lo quesera capaz de gastar en ellas la vegetacin. Sin embargo, en todas las otras cuencas, laprecipitacin media anual no permitira abastecer el gasto de una vegetacin permanente quecubriera todo su territorio, siendo as todas ellas deficitarias, aunque unas lo sean ms que otras.

    Como es sabido, las cuencas del sureste son las ms deficitarias: si se cubrieran de vegetacinpermanente, las plantas gastaran anualmente en evapotranspiracin el doble del agua que serecibe por precipitacin.

    Al mencionado desequilibrio en cantidad que separa la Espaa hmeda de la seca, se aade otrono menos importante en la calidad natural del agua disponible. Porque la mala calidad de lasaguas suele acompaar a la poca cantidad, observndose un gradiente de deterioro de la calidadnatural del agua a medida que su cantidad disminuye desde el norte hmedo hacia el suresterido y desde el invierno lluvioso hasta el verano seco. Por ejemplo, mientras que en los ros delnorte de la Pennsula el agua sale a los mares con cerca de cien miligramos de sales por litro,siendo por lo tanto prepotable, en las cuencas del sureste sale con miles de miligramos/litro,siendo ya inadecuada para beber e incluso para regar. De ah que en las zonas de clima rido omediterrneo los regados murieran tradicionalmente por salinizacin de los suelos. El graninvento de la civilizacin rabe fue controlar el balance de sales mediante el drenaje con losazarbes para asegurar un regado estable. La gestin de las sales aparece as inevitablementevinculada a la gestin razonable del agua y de sus distintos usos en esas zonas climticas, lo queno ocurre en las de clima hmedo, solo preocupadas por la contaminacin de origen antrpico.Como ocurre con la normativa comunitaria, que cierra los ojos a la mala calidad natural de lasaguas y a la posibilidad de que se contaminen los suelos acumulando sales o metales pesados enlos suelos arcillosos propios del clima mediterrneo, pero no con los muy lavados de climahmedo; o con la preocupacin por las lluvias cidas, que pueden causar estragos en los sueloscidos propios de las zonas de clima hmedo, pero no en los predominantemente calizos de lasreas mediterrneas.

    Evidentemente la irregularidad estacional e interanual agrava esta situacin hacindola msinequvoca. Todas las cuencas hidrogrficas presentan un dficit natural de agua de calidad, conla excepcin de las del Norte y Galicia: en ninguna de ellas puede decirse que sobre agua, yaque para que pueda sobrar hay que dejar sin vegetacin parte del territorio. O, dicho de otramanera, el que haya o no excedentes de agua de calidad depende de la poltica de cultivos yrepoblaciones forestales, amen de evitar en ellas otros gastos cuantiosos (p.e.: campos de golf)o usos contaminantes.

    En suma, que en las nicas cuencas en las que puede decirse de verdad que sobra agua porrazones climticas, son las del Norte y de Galicia 5. Pero corregir con cargo a ellas eldesequilibrio hidrolgico de Espaa es prcticamente inviable, debido a las dificultades que

    plantea una orografa poco propicia y al hecho de que el agua se distribuye en muchas cuencascortas y pendientes, que desaguan enseguida en el mar. De ah que siempre que se habla detrasvases se piense en el resto de las cuencas que, como hemos visto, son todas deficitariasdesde el punto de vista climtico: en todas ellas el agua es un factor limitante (no sobrante) parael desarrollo de la vegetacin y las actividades humanas. Y de ah quea la hora de trasvasaragua no se pueda tomar de donde verdaderamente sobra, sino de cuencas (del Duero, Ebro yTajo) que son naturalmente deficitarias y cuyas aportaciones van, para colmo, disminuyendo amedida que aumentan en ellas los usos consuntivos del agua (p.e.: el aumento de los regados en

    J.M. y F. Parra (eds.) Situacin diferencial de los recursos naturales espaoles, Lanzarote, Fund. CsarManrique, pp.19-48.5

    Hemos dicho que, tambin al norte, la cordillera pirenaica alberga clima hmedo, pero en este caso elagua que sobra contribuye a nutrir la cuenca del Ebro o se queda, sobre todo, en Catalua, donde esaprovechada por una importante aglomeracin de poblacin y actividades.

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    amplias zonas de La Meseta). No cabe, pues, corregir con soluciones tcnicas el desequilibrioentre la Espaa hmeda y la Espaa seca, sino redistribuir la escasez de agua generalizada. Elproblema se desplaza as desde el campo tcnico hacia el socioeconmico: se trata de gestionary repartir la escasez, no la abundancia de agua.

    A la peculiar diversidad de climas, suelos, ambientes y ecosistemas, propia de la Pennsula, le

    ha correspondido desde pocas inmemoriales una gran variedad de aprovechamientos y paisajesagrarios, adems de contribuir al aprovechamiento de terrenos complementarios mediante unaextensa red de vas pecuarias que facilitaba el desplazamiento de los rebaos en busca dealimento, como hacen muchas especies en su medio natural. De Norte a Sur cabe mencionar, unNorte hmedo ms pecuario y forestal que agrcola, ya que el rgimen de humedad y lastemperaturas relativamente suaves favorecen, en las zonas de monte, el bosque de frondosas, yen los valles, la cobertura vegetal continua que requiere el ganado, admitiendo comocomplemento cultivos propios de zonas hmedas (como el maz, la patata, las judas o losnabos). En las ms amplias zonas de clima mediterrneo, el trigo y otros cereales de inviernose presentaron como ejemplo de cultivos idneos para aprovechar el agua disponible: seapresuran a madurar, terminando su ciclo de vida activa antes de que llegue la sequa delverano. Avanzando hacia el Sur y el Este de la Meseta, a medida que la humedad disminuye y latemperatura aumenta, cobran importancia una gama de cultivos leosos cada vez menosexigentes en agua (viedo, olivar, almendro, algarrobo) cuyo marco de plantacin se ahueca amedida que se empobrece la reserva del suelo en agua y nutrientes. Y, cuando se hace difcilcultivar, en zonas marginales, se extiende el complejo agro-silvo-pastoril y cinegtico del montemediterrneo ms o menos adehesado, donde la caza y las razas ganaderas autctonasaprovechan la hierba de los pastos y los brotes tiernos del matorral xeroftico, adems de laalgarroba, la acebuchina y la bellota. Junto a esta adaptacin generalizada de losaprovechamientos agrarios a las disponibilidades de agua de los suelos, el regado se difunditempranamente en zonas de clima mediterrneo y semirido de Sureste, en las que el salto entrelos rendimientos de secano y los de regado eran mayores. Estos regados aprovechaban enmuchos casos los cauces que se nutran de las aguas subterrneas de la Meseta que afloraban a

    medida que la topografa iba descendiendo hacia la costa. Pero su extensin qued limitada porel manejo del agua por gravedad, o por la escasa capacidad impulsora de las norias, y ademstena en muchos casos un carcter irregular, adaptado a las oscilaciones climticas.

    Pero esta cultura que permiti convivir secularmente a la poblacin con las disponibilidadeslocales de agua y gestionarlas convenientemente, se acab viendo desbaratada por una polticade obras hidrulicas que se desarroll a lo largo de todo el siglo XX, con nimo de paliar ycorregir mediante obras de regulacin, captacin y trasvase, la escasez estival de agua propia delclima mediterrneo. Hace ms de un siglo, cuando la dotacin de obras hidrulicas era muyescasa y estaban todava por regular las grandes cuencas de un pas con una hidrologa tanirregular como el nuestro, pareca generalmente justificado acordar a las obras de regulacinpromovidas por el Estado una clara funcin pblica. Y cuando estaban la mayora de las vegas

    por regar, el potencial hidroelctrico por aprovechar y las viviendas por abastecer, parecalgico estimar tambin de utilidad pblica fomentar la ampliacin de dichos aprovechamientosy, muy particularmente, del regado. A la vez que la parquedad del consumo de agua permitaver enormes excedentes en los principales ros a su paso por la Meseta e idealizar las ventajas depromover su trasvase hacia el Sureste ms templado y rido.

    Sin embargo, cada vez tiene menos sentido este proceder que se ha venido arrastrando porinercia. Cuando nuestro pas tiene ya una espectacular dotacin de infraestructuras hidrulicas,alcanzando el record mundial en el porcentaje de superficie geogrfica ocupada por embalses,no solo decae la eficiencia y se dispara el coste econmico y ecolgico de las nuevas obrashidrulicas, sino que se aprecia que esta poltica genera efectos perversos. Cuando tras un siglode grandes obras hidrulicas promovidas por el Estado no se han conseguido satisfacer las

    exigencias de agua de la poblacin, ni erradicar los efectos nocivos de la sequa, pero sdeteriorar gravemente los ecosistemas acuticos y la hidrologa superficial y subterrnea del

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    pas, deberamos reflexionar sobre los efectos colaterales perversos que conlleva el camino degestin adoptado, a fin de corregirlos en vez de persistir en ellos. El continuado empeo enresolver situaciones de carencia a golpe de obras (de oferta), contribuy a expandir la escasezsocialmente provocada, originando una espiral de insatisfaccin y deterioro que todava seencuentra en expansin. En efecto, al alimentar con cargo al presupuesto del Estado una polticade obras hidrulicas de oferta de agua a bajo precio, se promovieron implcitamente prcticas de

    gestin y usos del agua muy dispendiosos, sin que las administraciones responsables de sugestin trataran de ponerles coto, ya que, dando por buenos estilos de vida y actividades cadavez ms exigentes en agua, se generaban nuevas escaseces que justificaban a su vez nuevasinversiones, obras y negocios en su rea de competencias.

    Y a la poltica de promocin de obras hidrulicas de oferta, se sum la espontnea expansinprivada del regado y los abastecimientos urbano-industriales que posibilit el uso incontroladode las modernas tcnicas de bombeo e intubacin. De manera que junto al milln de hectreasde los regados histricos o tradicionales y al milln de hectreas puestas en riego a partir de lasinfraestructuras promovidas por el Estado, surgi otro milln largo de hectreas de regadosprivados que se encuentra en franca expansin. En ocasiones la superficie de estos ltimos habasuperado con creces a la prevista en los planes del Estado originando problemas desobrexplotacin de acuferos y dficits muy superiores a los que esos planes pretendan atenderinicialmente. A su vez el boom inmobiliario y turstico del litoral mediterrneo presiontambin con fuertes exigencias de agua que, para colmo, se concentraban en el perodo estival,acentuando la ya problemtica estacionalidad contraria a las disponibilidades que observaba elregado.

    Se agudizaron as los conflictos, al transmutar la cultura tradicional que ayudaba a la poblacina convivir con la escasez e irregularidad de las aguas propias del clima mediterrneo, enexpectativas de abundancia sin lmite y en la despreocupacin por la eficiencia en el uso delagua y por el coste de los proyectos, que solo tarda y parcialmente se empez a repercutir entrelos usuarios. Este proceder irresponsable ha convertido a los planes hidrolgicos en un

    instrumento para que los usuarios potenciales de cada cuencapidan al Estado que haga las obrasnecesarias para concederles nuevos caudales, sin el necesario freno de especificar sucompromiso de pagar los costes de realizacin y de preocuparse por los daos sociales oambientales que pudieran ocasionar. Esto ocurri con el proyecto de Plan Hidrolgico Nacional(PNH) propuesto en 1993 y ha seguido ocurriendo con el PHN 2000. Los planes de cuencatendieron a inflar en ambos casos los horizontes de demanda y dficits consiguientes queresultan de dar rienda suelta a los deseos emitidos por polticos y dems representantes de losbeneficiarios locales, entrando en una negociacin viciada desde el origen, en la que se mezclanconfusamente lmites presupuestarios, con consideraciones tcnicas y forcejeos polticos. En vezde iniciar su razonamiento tratando de adaptar los usos a las disponibilidades de agua quepodran desviarse del ciclo hidrolgico sin ocasionar graves deterioros ecolgicos y costeseconmicos, laplanificacin hidrulica ha venido razonando a partir de unas demandas cada

    vez ms infladas, para proyectar despus las inversiones necesarias para abastecerlas, sin repararen costes ni consecuencias.

    Como resultado de lo anterior la agricultura es hoy, en razn de los condicionantes climticos yamencionados, la principal y ms insaciable demandante de agua que absorbe ya el 80 % de losusos consuntivos del pas y exige nuevos trasvases y abastecimientos. En efecto, los potentesmedios actuales de perforacin, bombeo y conduccin de agua a presin, unidos a la capacidadde la moderna maquinaria para la realizacin de grandes obras hidrulicas promovidas por elEstado, expandieron el regado por todo el pas, dando al traste con la adaptacin secular de lossistemas agrarios a las vocaciones de los territorios y generando unas exigencias sinprecedentes, cuya obtencin lleva a la sobrexplotacin y el deterioro ecolgico ms all inclusode los propios territorios demandantes. Cuando vemos cultivos propios de clima hmedo, como

    el maz o la alfalfa, extenderse durante el verano por las trridas llanuras manchegas, o rbolestan vidos de agua como el eucaliptus y el chopo ocupar montes y vegas en Andaluca y

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    Extremadura, nos damos cuenta de que se ha perdido el Norte. Y la mayor disponibilidad apagar que ofrecen los usos urbano-industriales explica con mayor razn el manejo prdigo delagua que se observa en este campo. Al ignorar las vocaciones de los territorios se multiplican,as, usos del agua tan descontextualizados que, no solo resultan ineficientes, sino tambin aveces extravagantes e incluso surrealistas (quin no ha visto emerger como hongos campos degolf y urbanizaciones en zonas desrticas del Sureste?). Al haber ampliado la escasez y avidez

    de agua socialmente provocada, se han agravado los conflictos por su reparto tanto entreregiones, como entre usuarios locales (recordemos las guerras de pozos que acompaan a lasobrexplotacin de las aguas subterrneas ). A la vista de lo anterior, el principal problemaactual no reside ya en promover nuevas obras de oferta con las que seguir alimentado usosinadecuados y despilfarradores del agua, como en deshacer buena parte del caminoerrneamente andado, recreando una cultura que ayude a aceptar el agua verdaderamentedisponible en nuestro territorio y a gestionarla en rgimen de escasez apoyada ahora, no tanto enlimitaciones fsicas, como en consideraciones econmicas, sociales y ecolgicas.

    En suma, que:

    1) Tradicionalmente las disponibilidades de agua en el territorio organizaron y dimensionaronlos muy diversos aprovechamientos agrarios y los asentamientos poblacionales que se fueroninstalando sobre el mismo. As, aun siendo el agua la principal materia prima en tonelaje querequiere la fotosntesis, cabe recordar que la agricultura tradicional utilizaba mayoritariamenteel agua en los secanos, apoyada por tareas (nivelacin, aterrazamiento, etc.) y labores tendentesa evitar la escorrenta. El regado disperso e irregular existente no alteraba este panorama, salvoen zonas ms fcilmente regables por gravedad con el agua disponible en la misma cuenca.

    2) Las mejores tcnicas de construccin, y medios de financiacin, permitieron acometer en lasegunda mitad del siglo XX grandes obras pblicas de regulacin y transporte en todas lasgrandes cuencas del pas. Estas obras aadieron al milln de hectreas de los regadostradicionales otro milln largo de regados abastecidos desde las infraestructuras del Estado. El

    nuevo abastecimiento de agua subvencionada empez a divorciar los usos agrarios y, conmayor razn, los usos urbano-industriales mucho menos importantes de las disponibilidades yvocaciones del territorio, y a expandir usos muy exigentes y poco eficientes en el manejo delagua.

    3) Las nuevas tcnicas de bombeo e intubacin del agua a presin, abrieron posibilidades sinprecedentes a la extraccin, impulsin y manejo del agua, que aadieron otro milln largo dehectreas regadas por iniciativa privada y distanciaron todava ms los usos de las vocaciones delos territorios. Todo esto alter la geografa tradicional de los regados y los asentamientospoblacionales multiplicando los usos y la sobreexplotacin de unas aguas del subsuelo antesinaccesibles. Las reservas hdricas de la Meseta misma, que contribuan a abastecer los regadostradicionales cuando afloraban en su descenso hacia el litoral, se vieron esquilmadas a medida

    que se extendan tambin en ella los regados, as como en las grandes depresiones del Ebro y elGuadalquivir, multiplicando la presin sobre los ajustados recursos disponibles.

    4) La mejora y abaratamiento de las tcnicas de desalacin abren hoy nuevas y masimportantes alteraciones en la geografa y economa del agua en nuestro pas. Esta nueva tcnicarompe el monopolio del que venan gozando las tcnicas de almacenamiento, transporte ybombeo del agua dulce preexistente para paliar la escasez fsica de agua de calidad: ahora cabetambin desalarla a uncoste que ya es plenamente asumible por los usuarios ms solventes, queson precisamente los que siguen generando nuevas demandas de agua. Bsicamente, estosusuarios son la agricultura mediterrnea intensiva y los abastecimientos urbanos y tursticos. Lagestin de las sales asociada desde siempre a la gestin del agua para usos urbanos y agrarios enzonas de clima rido o mediterrneo, aparece ahora reforzada por este cambio tecnolgico y

    econmico, que aleja la escasez fsica antes determinante, para razonar en trminos de escasez y

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    costes econmicos y ecolgicos y, por ende, de usos razonablemente adaptados a las vocacionesde los territorios.

    La nueva situacin pide a gritos, ms que nunca, pasar de la poltica tradicional de promocinde obras hidrulicas de oferta ahora an ms potenciable con la desalacin a promover laeconoma y la ecologa del agua en el marco de una nueva cultura hdrica y una nueva cultura

    territorial, que estn ntimamente asociadas. La acumulacin de desequilibrios y tensionesecolgicas y territoriales derivada de la persistencia de la poltica hidrulica como nicotratamiento de los problemas del agua, ha llegado ya a una situacin de bloqueo: lastradicionales soluciones hidrulicas se muestran cada vez ms inviables e imposibles de llevar ala prctica, pero al mismo tiempo cierran el paso a las soluciones de gestin, optimizacin ycontrol de lo existente, que son las que realmente se necesitan.

    En efecto, la poltica de promocin de obras hidrulicas que ha venido imperando en nuestropas desde hace ya un siglo, ha generado un sin nmero de proyectos de embalses y trasvasesque se fueron acumulando en los archivos de la antigua Direccin General de ObrasHidrulicas, al quedar su realizacin frustrada por los siempre escasos medios de financiacindisponibles. Pues el coste marginal de las obras proyectadas aumentaba, y su eficienciadisminua, a medida que las cuencas se iban cargando de cemento. La propuesta de realizacinde estos proyectos culmin con el proyecto de Plan Hidrolgico Nacional de 1993 (PHN 1993),que prevea un aquelarre de embalses y trasvases cuya construccin alcanzaba hasta el horizonte20126. Se trataba de configurar una gigantesca red de embalses y conducciones que,trascendiendo la natural separacin en cuencas, permitiera gestionar el agua del pas como unsistema unificado. Este sistema fue calificado con nombre y siglas propias como el SistemaIntegrado de Equilibrio Hidrulico Nacional (SIEHNA). Este Plan puede considerarsecerteramente la culminacin del legado regeneracionista del siglo XIX, que buscaba equilibrarEspaa con el apoyo de las obras hidrulicas, para redimir a sus habitantes de lasdeformidades geogrficas caractersticas de su territorio. Por si quedara alguna duda alrespecto como nos recuerda A. Gil Olcina7 los redactores de la Memoria de este Plan se

    recrearon en rememorar y remedar la canturria imaginaria que Costa puso en boca del ro sera,y lo hicieron en los siguientes trminos: la prxima ley da solucin a problemas pendientes,y esto en vsperas del comienzo de un nuevo siglo, en el cual el viejo sueo de Costa se har,por fin realidad, . numerosos seras recorrern la piel de Espaa y sus aguas lmpidas sern,recordando el estilo potico de Costa, su sangre, su oro, el camino de la liberacin y de laopulencia colectivas.

    Pero, como es sabido, el PHN 1993 no lleg a aprobarse, ya que qued varado en la arena de lascrticas y de las dificultades presupuestarias que surgieron a raz de la crisis econmicaproducida tras los festejos de 1992. El nuevo PHN 2000 fue as un pobre y desequilibradosustituto del anterior, que marca el declive en la tradicional poltica de promocin de obrashidrulicas. El volumen de agua a trasvasar en el PHN 2000 era ya solo un tercio del previsto en

    el PHN 1993: la constelacin de trasvases proyectada en 1993 qued bsicamente reducida algran trasvase del Ebro y a algunos otros de menor importancia y generalmente vinculados aaqul, como es el del Jcar-Vinalop. Lo cual plante ya serios desequilibrios e incoherencias,que se agravan todava ms con la derogacin del trasvase del Ebro, en la panoplia de obrasproyectadas tanto en las zonas tericamente receptoras, como en las cuencas que debannutrirlas. Pues el pretendido Sistema Integrado de Equilibrio Hidrulico Nacional (SIEHNA)

    6 El PHN 93 prevea aumentar el agua regulada en embalses en ms de 7 mil hectmetros cbicos y elagua trasvasada entre cuencas en ms de 3 mil, que trataban de configurar un sistema unificado. Alrepasar la documentacin del PHN 1993, llama la atencin cuanto ha envejecido en solo una dcada:

    algunas de sus propuestas, ilustradas con sendos diagramas, adquieren hoy tintes surrealistas.7 Gil Olcina, A. (2004) Perduracin de los Planes Hidrulicos en Espaa,Habitat, Boletn n 27(sept.2004), direccin electrnica: habitat.aq.upm.es_boletin_n27_aagil.html.

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    proyectado en el PHN 1993, se vio desbaratado por los acontecimientos y da en su cada larazn de ser de muchos de los proyectos de obras que ahora se tratan de mantener en solitario.

    Hoy el problema estriba en que los mismos intereses empresariales y corporativos de siempre,mantienen un peso determinante en la administracin del agua y siguen, bajo cualquier pretexto,tratando de sacar del cajn de los proyectos, obras que resultan inadecuadas a las circunstancias

    actuales. Pues estos enfoques y proyectos permanecen, en el fondo, inmunes a los cambios quese han ido produciendo tanto en la propia hidrologa cada vez ms intervenida del pas, como enel marco tcnico, institucional, y mental en el que se desenvuelve.

    En lo que concierne al panorama hdrico del pas, hay que subrayar que, no solo la expansin delas infraestructuras y equipos de regulacin, bombeo y transporte favoreci el aumento de losusos consuntivos del agua en todo el territorio, sino que adems estos usos han aumentadotambin en los secanos, favorecidos por nivelaciones, aterrazamientos y labores cada vez msprofundas orientadas a retener el agua en los suelos, as como por las repoblaciones forestalescon especies de crecimiento rpido muy consumidoras de agua. Estos cambios han reducidodrsticamente las aportaciones de la cuencas8 al mar y a Portugal y, por ende, sus hipotticosexcedentes a retener o a trasvasar, por la poltica tradicional de obras hidrulicas. Esto ocurriya con el emblemtico trasvase Tajo-Segura, que tard muchos aos en realizarse desde que seide en el siglo XIX para corregir la Espaa deforme. Dimensionado el canal para trasvasaranualmente 1.000 hectmetros cbicos, slo se llegaron a autorizar 600, y en la prctica apenasse ha conseguido trasvasar como media la mitad de este caudal. Slo en los mejores aos se hallegado a transportar los 600 hectmetros autorizados. La sobredimensin de la obra ya habasido denunciada en su momento por personas bien informadas que sealaban la imposibilidadde detraer del Tajo la cantidad prevista y, ms an, de hacerlo sin causar un gravsimo deterioroen la cuenca, al reducir la cantidad y empeorar sensiblemente las calidad9. Pero el trasvasesigui adelante contra viento y marea: una vez tomada la decisin poltica de hacerlo, laAdministracin de obras pblicas forz su realizacin sin revisar la dimensin de la obra, niafinar su punto de toma 10, atendiendo a la calidad y cantidad del agua realmente disponible y,

    menos an, su viabilidad econmica e incidencia ecolgica. Los fiascos de exceso de costes yfalta de agua a trasvasar vinieron despus. Estos culminaron en 1995, ao excepcionalmentemalo, en el que tuvo que reunirse el Consejo de Ministros para acordar la reduccin del caudalecolgico del Tajo y decretar, en contra del gobierno regional, el envo 50 hectmetroscbicos, es decir, solo el 5 % de la capacidad para la que haba sido dimensionado el canal. Eseao tuvo que suprimirse, en las fiestas de Aranjuez, el tradicional paseo en barca de la imagende la patrona, habida cuenta lo reducido y pestilente del cauce de ese ro tericamenteexcedentario.

    Por otra parte, la incontrolada expansin de los regados manchegos origin unos consumos deagua muy superiores a los de recarga de los acuferos, de los que mayoritariamente se nutran,

    8Las cuentas del agua Espaa antes citadas incluyen un estudio en largo perodo sobre las aportacionesde las cuencas al mar y a Portugal que seala una fuerte cada de tales aportaciones cuya intensidaddepende de la expansin de los usos consuntivos observada en cada cuenca. Cabe estimar en unos 50kilmetros cbicos el crecimiento del consumo de agua de los cultivos de secano y las repoblacionesobservado en los ltimos veinticinco aos, que coincide con la reduccin en esa misma cantidad de lasaportaciones de nuestras cuencas al mar y a otros territorios, contabilizada en las Cuentas del agua a

    partir de la informacin de la red de aforos: mientras los documentos oficiales venan estimando en tornoa los 100 kilmetros cbicos las salidas de agua al mar y a Portugal, la informacin de la red de aforosrecortaba esta salida a menos de la mitad.9 Vid. Roquero, C. y J.M. Gasc (1976)La calidad de las aguas en la cuenca media del Tajo , Toledo,Cmara Oficial Sindical Agraria de Toledo. Se prevea que la mayor salinidad del agua erradicara, entreotras cosas, la tpica fresa de Aranjuez, y as ha sido.10 No se tuvo en cuanta la distinta calidad del agua de los embalses de Entrepeas y Buenda que nutren el

    trasvase: debera de haberse tomado el agua de Entrepeas (con salinidad en torno a los 400 s/cm) y node Buenda (con cerca de 900) (Cfr. Ref. nota anterior).

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    ocasionando su sobreexplotacin y deterioro, e induciendo a mirar con avidez las aguas deltrasvase Tajo-Segura que atravesaban ese territorio. Valga ahora esta referencia para advertirque la expansin de los regados mesetarios u otros usos consuntivos es capaz de enjugarcualquier hipottico excedente, dando al traste con el axioma fundamental de la polticatradicional de obras hidrulicas: llevar agua desde donde sobra hacia donde falta. Pues si sedesata la expansin de usos consuntivos por todo el territorio los excedentes se desinflan en

    cantidad y calidad y los trasvases pierden su antiguo sentido.

    Esto ocurri tambin con el caudaloso Ebro. Con el agravante de que no solo planteabaproblemas de cantidad para trasvasar anualmente los 1050 hectmetros cbicos previstos en elPHN 2000, sino que tambin la calidad se haba derrumbado en la cuenca baja, donde pretendatomar aguas el trasvase. Si a esto se aade que el punto de toma del mismo se sita casi al niveldel mar, lo que exige mover el agua a fuerza de bombeos para conseguir que llegue a los puntosde destino, nos encontramos con que la triple limitacin en cantidad, calidad y cota del aguadisponible despoja de sentido el empeo de realizar una obra de ese porte 11. El fiasco tcnico-econmico-ecolgico de este proyecto se agrava mucho ms por el enorme abaratamientoobservado en el coste energtico y monetario de la desalacin, que se revela as unprocedimiento mucho ms econmico para abastecer las zonas prximas al litoral. Se observaas que el trasvase del Ebro se ha ido haciendo cada vez ms inviable con el paso del tiempo. Seplante por primera vez en las primeras dcadas del pasado siglo, cuando bajaba el doble deagua12 por el Ebro y tena mejor calidad y menor salinidad que ahora, y adems, cuando ladesalacin del agua del mar era impensable como medio de abastecimiento. Ahora, laconfirmacin de los grandes depsitos de contaminacin presentes en el lecho del bajo Ebro, yel empecinamiento de los gobiernos vasco, navarro, aragons y cataln en la promocin delregado continental subvencionado en sus respectivas comunidades, pronostican un futuro muypoco prometedor para el que fuera en su da el principal ro de la Pennsula Ibrica, con la quecomparte incluso el nombre. As, como concluimos en otra ocasin, a la vista de estasincoherencias el proyecto estrella del PHN 2000 aparece como un proyecto crepuscular, en elque la melancola de otros tiempos se une a la presin de los intereses en juego, para prolongar

    la inercia de una poltica de obras hidrulicas que se revela cada vez ms insostenible y ajena alos problemas y posibilidades que brinda realmente la gestin del agua en nuestro territorio 13.

    Insistamos en que la continuada poltica de promocin de obras hidrulicas de ofertatericamente orientada a combatir la escasez, ha contribuido a la postre a acrecentarla, alincentivar usos y estilos de vida muy exigentes en agua, desatando una espiral de obras ydemandas14 que se revela permanentemente desequilibrada. El empeo de apagar la sed denuestro territorio es tan inviable como el de corregir su clima mayoritariamente mediterrneocon distintos grados de aridez. El agua adicional necesaria para desarrollar todos los regadospotenciales del pas supera ampliamente los cien kilmetros cbicos15, convirtiendo en un juego

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    En efecto, la cantidadno es la nica condici n necesar iapara justificar un trasvase: hace falta quehaya calidadasociada a la cantidad de agua disponible. Los dos conceptos que permiten cuantificaruniversalmente, en unidades energticas, la calidadnatural del agua son su potencia hidrulica ,relacionada con su posicin en altitud, y su potencia osmtica o capacidad de dilucin, relacionada consu contenido en sales y su conductividad (Temas estos desarrollados y cuantificados en el trabajo sobre

    Las Cuentas del agua en Espaa anteriormente citado). Lapotencia hidrulica asociada al agua es la quepermite moverla por gravedad y la potencia osmtica hacerla til para abastecimientos y riegos. Enambos aspectos la calidad del agua del bajo Ebro no justificaba el empeo de llevar ese agua hastaMurcia, Almera, e incluso Barcelona.12 Ibez, C., N. Pratt, A. Canicio y A. Curc (1999)El delta del Ebro, un sistema amenazado, Bilbao,Bakeaz.13 Naredo, J.M. (2003) La encrucijada de la gestin del agua en Espaa,Archipilago, n. 57, p. 31.14 Sobre todo cuando entre esas hipotticas demandas incluyen dotaciones para riego abastecidas con

    concesiones de agua a precios muy subvencionados.15 Un kilmetro cbico equivale a mil hectmetros cbicos y a mil millones de metros cbicos. Es decir,que: 1 km3 = 103 Hm3=109 m3

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    de nios los planes de obras hidrulicas antes mencionados y revelando, as, su incapacidad pararesolver en gran escala la escasez fsica de un territorio fruto de sus condiciones climticas.

    A los cambios esbozados en la hidrologa del pas, se suman aquellos otros relativos al contextogeneral. Ya hemos indicado que se han producido cambios tcnicos muy significativos, entre losque destacan el abaratamiento de los costes de desalacin, que plantean la obligada revisin de

    los antiguos enfoques de obras hidrulicas de oferta: ya no se justifican trasvases de agua agrandes distancias o que exijan importantes operaciones de bombeo, hacia zonas prximas almar, ya que su coste econmico y energtico se sita con facilidad por encima del coste dedesalacin, que a su vez suele superar al coste de conseguir ahorros y mejoras de eficiencia en elagua que est siendo utilizada en las zonas hacia las que podran dirigirse los trasvases. Por otraparte el avance en las tcnicas de potabilizacin del agua abre nuevas perspectivas a la gestinde la calidad del agua localmente disponible, posibilitando tambin reutilizaciones y usossucesivos del agua que antes ni si quiera se contemplaban. Todo ello ha reducido notablementelos casos en los que los trasvases pueden seguirse presentando como la mejor tecnologa deabastecimiento disponible.

    Otro cambio de primer orden en el contexto viene dado por la necesidad de que Espaa seadapte a la normativa de la Unin Europea. La nueva Directiva Marco del Agua propone,ciertamente, un contexto bien diferente del que haba venido alimentado la poltica depromocin de obras hidrulicas en Espaa. Ya hicimos amplia referencia a esta directiva encaptulos anteriores indicando cuales son sus planteamientos y exigencias. Valga recordar queesta directiva actualmente en curso de transposicin rompe con los enfoques meramentetcnicos o ingenieriles de la visin del agua al imponer la evaluacin de proyectos considerandosus dimensiones econmicas, ecolgicas y sociales. Dentro de este marco plantea criterios dedecisin tan claros como los de la exigencia de recuperacin de los costes de las inversiones yde mantener la autosuficiencia financiera de las entidades de prestacin de serviciosrelacionados con el agua, que van claramente en contra de la tradicional promocin de obrassubvencionadas desde un paternalismo hidrulico estatal que prestaba poca atencin a estos

    temas. La Directiva fuerza as la reconversin todava pendiente en nuestro pas desde latradicional poltica de promocin de obras hidrulicas hasta otra que promueva la gestinrazonable del propio recurso agua atendiendo a los criterios antes apuntados.

    Para lo cual no basta ahora con ir aadiendo normativa si no cambian tambin los antiguoscriterios de decisin y los ncleos de poder que los impulsan y se benefician de ellos. Pues estanormativa puede forzarse para mantener los viejos enfoques e instrumentos con imgenes yetiquetas nuevas. Es lo que ocurre con el empeo en identificar los antiguosPlanes hidrolgicosde cuenca con los Planes de gestin de cuenca previstos en la Directiva, cuando aquellos eranplanes de infraestructuras y no de gestin. Por mucho que se sigan revistiendo ahora derentabilidad econmica e inters ambiental las viejas instituciones y proyectos de obrashidrulicas, las tragaderas de Bruselas no han demostrado ser tan grandes como para darlos por

    buenos y acordes con la normativa en vigor. As lo atestigua, por ejemplo, el caso del trasvasedel Ebro, que qued desahuciado por Bruselas al denegarle la financiacin a pesar de laspotentsimas presiones polticas del gobierno del PP. El nuevo gobierno del PSOE ha afirmadodesde el principio su decisin de derogarlo. Pero la potente Administracin hidrulica espaola,mientras no sea profundamente reconvertida, adaptar a los nuevos tiempos su cantinela desiempre, interpretando a su manera la normativa comunitaria para seguir promoviendo obras eignorando u obstaculizando otras alternativas ms simples, baratas y razonables en las que labuena gestin, apoyada en otras actuaciones, sustituye o reduce la necesidad de ese tipo deobras.

    Aunque la Administracin hidrulica permanece incluida en un Ministerio de Medio Ambiente,est bien lejos de haberse reconvertido con los criterios enunciados en esa directiva. Es ms, en

    su empeo de sacar adelante, caiga quien caiga, el catlogo de obras del PHN 2000, el anteriorgobierno de Aznar haba endurecido posiciones presionando fuertemente al tradicionalmente

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    reconocido como muy cualificado y competente cuerpo de funcionarios con responsabilidadessobre el agua. Pues los tcnicos de la Administracin del agua se vieron cada vez ms obligadosa colaborar en tareas de ocultacin y manipulacin de datos, moral y tcnicamente pocorecomendables, para justificar la viabilidad de determinados proyectos de obras y desautorizarotras opciones. Se reforz as el predominio de enfoques unidimensionales y corporativos quecerraban la puerta a cualquier solucin que no fuera la deseada por la los nuevos seores del

    agua. Se alentaba o consenta el desgobierno en la conservacin y el manejo del dominiohidrulico, para forzar la puesta en marcha de los proyectos cuya realizacin se trataba dedefender. Se quera ofrecer agua, pero solo por el camino de obras propuesto, ejerciendo unaespecie de chantaje para sacar adelante los proyectos deseados, como ejemplifican los dos casosque a continuacin se presentan. Se podrn reconvertir al fin las funciones y la organizacindel cuerpo de funcionarios y tcnicos altamente cualificados que ha venido sirviendo largotiempo a un Estado promotor de obras, en otro cuerpo igualmente competente que se ocupe delas tareas de gestin y controldel agua que el nuevo Estado necesita? Dejarn alguna vez deempearse las cpulas de este colectivo profesional en sacar del cajn y promover unosproyectos que se revelan cada vez ms inadecuadas al nuevo contexto? Sin duda acabarhacindolo. Estimamos que el tiempo y la razn juegan a favor de los cambios, y que algunaforma de nueva cultura del agua se acabar imponiendo. Pero el problema actual estriba enevitar que se prolongue una situacin perjudicial tanto para la poblacin como para lospolticos responsables en la que lo antiguo se degrada sin que lo nuevo llegue a consolidarse.