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Rey Desnudo

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  • Ao II, No. 3, Primavera 2013 ISSN: 2314-1204

    Artculo

    Recuerdos conjuradores de la incertidumbre. Elgolpe militar de 1943 en las memorias polticas y lasautobiografas.

    Andrs Bisso

    Universidad Nacional de La Plata / CONICET

    [email protected]

    n texto previo al que aqu figura fue presentado en forma oral, con el mismo

    ttulo, el 21 de agosto de 2013, en las XIII Jornadas del Departamento de Histo-

    ria de la Universidad Torcuato Di Tella. Su inclusin en la presente revista, de

    aliento bibliogrfico, se fundamenta en una concepcin que sostiene que los relatos memorsticos

    y autobiogrficos son tambin libros de historia, sometidos a preguntas similares acerca del pasado,

    ms all de su inters por establecer estrategias dilucidatorias y dar respuestas no siempre del

    todo homologables con las pretendidas por la prctica acadmica. La mencin de obras realizada

    no ha pretendido, por otra parte, privilegiar la exhaustividad acerca de la totalidad de referencias

    hechas sobre el golpe de 1943, sino que ms bien ha dado preeminencia en su seleccin a una

    lnea argumentativa, alimentada al calor de las lecturas recopiladas a partir de otras investigacio-

    nes hechas sobre el perodo.

    U

    199

  • 200 Artculos

    Este texto, inspirndose en otro,1 pretende referir al doble carcter del verbo conjurar. Por

    un lado, la idea de volver a hacer presente algo, de invocarlo, y por el otro lado, la de exorcizarlo.

    Pretenderemos mostrar cmo en los textos que hemos recorrido funcionan ambas tnicas y bus-

    caremos mencionar la forma en que este pndulo afecta tambin la visin historiogrfica del su-

    ceso y del perodo.

    Muy pocos das despus de producido el golpe de junio de 1943, un profesor escriba en el

    prlogo de un folleto2 que publicara dos meses despus, que la importancia de la historia argenti-

    na poda resaltarse con cuatro fechas claves: la del 25 de mayo de 1810, la del 9 de julio de 1816, la

    del 3 de febrero de 1852 y, vaya urgencia, la del 4 de junio de 1943. Es cierto que la idea de conside-

    rar histrico un acontecimiento a poco de haber ocurrido no es nada novedosa (a pesar de lo que a

    veces cierto boom de la historiografa reciente puede hacer suponer); ya en 1938 Manuel Fresco

    poda justificar slo 8 aos despus de ocurrido el hecho conmemorado el feriado provincial

    del 6 de septiembre, en vistas de su importancia histrica () que aumenta a medida que pasa el

    tiempo, con la sancin definitiva que la Nacin otorga a los episodios beneficiosos y trascendenta-

    les para su incesante engrandecimiento.3

    Lo llamativo es la seguridad y presteza de este profesor, Bentez, en considerar de tal mane-

    ra pica a un suceso del que ni siquiera sus principales protagonistas se atrevan a extraer tales

    consecuencias, y del que un diario britnico, como The Spectator, sealaba a una semana de ocurri-

    do: Londres y Washington estn esperando, como corresponde, que el panorama se presente ms

    claro.4 Sin embargo, el mismo diario aseveraba que el gobierno uruguayo tomaba una mirada es-

    peranzada de las futuras perspectivas.5 Recordemos que precisamente el gobierno de de Amza-

    ga haba surgido de la constitucin del 42 propiciada a partir del llamado Golpe Bueno de Alfre-

    do Baldomir. Una homologacin de la situacin era lo que poda hacerlos optimistas.

    Pensemos, tambin, que los hermanos Francisco y Blas Lomuto recin esperaran al aniver-

    1 Derrida, Jacques: Conjurar El marxismo, en Espectros de Marx, Madrid, Trotta, 1995, pp. 63-89.2 Bentez, Juan J., La Revolucin del 4 de junio y los partidos polticos, s/e, La Plata, 1943.3 El Da, 6 de septiembre de 1938.4 The Spectator: 10 de junio de 1943. Mi traduccin.5 bid.

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  • Andrs Bisso 201sario de la revolucin para definirla en una marcha, nada menos que como olmpica jornada de la

    historia. Uno podra entender lo de olmpica en Francisco Lomuto, por haber sido el composi-

    tor musical de la Marcha del Deporte en 1933; lo que si puede llamar la atencin (slo a los que es-

    cinden de manera tajante el compromiso poltico de la frivolidad), es que Lomuto tambin fuera el

    compositor, en 1934, de un tango no tan pico que contiene versos que dicen as:

    Churrasca!...Mi churrasquita!...Yo no encuentro otra palabra que mejor la puerta me abra para

    expresarte mi amor.

    De cualquier manera, aunque sin la identificacin con la forma de gesta, es cierto que no

    slo el gobierno uruguayo, sino tambin gran parte del espectro poltico argentino haba tenido

    una mirada en principio esperanzada, aunque cauta, de lo que deparara el golpe de Estado. El de -

    mcrata progresista Juan Jos Daz Arana llegara incluso, veinte das despus de producida la de-

    posicin de Castillo, a escribir que el Ejrcito haba sido el brazo armado y ejecutor de la volun-

    tad y los designios de la Nacin Argentina.6

    As, y frente a la tentadora cautela, siempre se expresaba la posibilidad de poner el acento

    en alguna de las frases de la proclama militar para asegurarse la tranquilidad en lo correcto del

    apoyo otorgado a los golpistas. Sin ir ms lejos, la agrupacin antifascista Accin Argentina, que

    poco despus de un mes sera inhibida por las propias autoridades castrenses, haba redactado un

    Manifiesto a la Nacin, un da despus de producida la asonada, con la esperanza en el cumpli-

    miento de lo mencionado en el Manifiesto de la Revolucin, cuando se sealaba: sostenemos

    nuestras instituciones y nuestras leyes persuadidos de que no son ellas sino los hombres, quienes

    han delinquido en su aplicacin.7

    Pensemos que ese grupo antifascista, ya en 1940, por boca de uno de sus lderes juveniles,

    Jorge Manzano, haba sealado una cosa similar al decir que no se trata de que la democracia

    est en decadencia como sistema, sino de que su fracaso corresponde a los hombres que no fueron

    leales y abnegados.8

    6 Daz Arana, Juan Jos: Ante la situacin creada, Argentina Libre, 24 de junio de 1943, p. 2. 7 Citado en Mechita: 24 de junio de 1943.8 La Prensa: 13 de julio de 1940.

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  • 202 Artculos

    En esa lgica, le daba un guio a las autoridades militares, quizs pensando que hablaban de

    democracia, cuando se referan a las instituciones y leyes argentinas. Un da despus, el general

    Pedro Pablo Ramrez no dudaba en sealar, frente a cualquier ansiedad, que la revolucin acababa

    de empezar y que los partidos polticos no podran intervenir en la vida y la conduccin del Esta -

    do hasta que no se hubieran depurado los malos elementos.9

    Vemos, en efecto, que la ambigedad distingui los primeros pasos de la revolucin de ju-

    nio. Ambigedad explotada de manera notable por Ramrez, quien al ser preguntado en una con-

    ferencia de prensa acerca de si l era demcrata sealara: Qu es la Argentina? Eso soy yo. 10

    Nadie puede dudar de la picarda del general, que saba que seguramente nadie podra a pesar

    de toda la literatura sobre el ser nacional existente precisarle qu era la Argentina, y si esta era

    democrtica o no.

    Sin embargo, con relativa rapidez, la ambigedad fue desapareciendo y la definicin del go-

    bierno, al menos en lo que resultaba importante para sus contemporneos, no tard en llegar. La

    marginacin del general Montes y la conmemoracin del 6 de septiembre como feriado termina-

    ran por desilusionar a la mayora de los radicales. Los comunistas ya desde antes tendran esa

    certeza, con la prohibicin de sus actividades desde ese mismo mes. Lo mismo para los socialistas,

    tanto que luego, con la revolucin del 55, Amrico Ghioldi, de quien nadie puede dudar efusividad

    con respecto al 16 de septiembre, deca a los pocos meses de cado Pern y sobre dicho golpe, que:

    dentro de algunos aos sabremos autnticamente si puede comparrsela a Mayo o a Caseros, o

    simplemente al 4 de junio de 1943 o al 6 de septiembre de 1930. Los hechos lo dirn. 11 En suma, la

    ambigedad del momento junio no ser recordada en trminos metafricos, por algunas memo-

    rias: No hemos visto todava la enagua de la mujer extica que se esconde debajo del vestido azul

    y blanco.12 A diferencia de esta mirada, esa ambigedad sera negada en las memorias de Carlos

    Ibarguren, quien identifica tajantemente que la Revolucin proclam como bandera, el mismo da

    del estallido, los mismos anhelos nacionalistas que l habra adelantado en una carta de mayo de

    9 Citado en Bentez, 1943, p. 61.10 bid., p. 49.11 Ghioldi, Amrico: De la tirana a la democracia social, Buenos Aires, Gure, 1956, p. 110.12 Galndez, Bartolom: Apuntes de tres revoluciones, Buenos Aires, s/e, 1956, p. 33

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  • Andrs Bisso 2031943 al candidato conservador, Robustiano Patrn Costas.13

    La certeza y desilusin final para los demcratas, segn recuerda Halperin Donghi, la dara

    un hecho en principio tambin ambiguo, como es aquella entrevista que Ramrez dara a persona-

    lidades pblicas, instndolos a que redactaran el manifiesto conocido como Democracia efectiva y

    solidaridad americana en tanto forma de presionar a los sectores duros del ejrcito; siendo luego el

    propio Ramrez el encargado de firmar el decreto exonerando de la universidad a aquellos que ha-

    ban firmado el documento inducido.14

    En todo caso, tal como recuerda Emilio Perina, todas las iniciales expresiones de apoyo al

    golpe que se dieron en la Plaza de Mayo luego de producido; la de los radicales, comunistas, nacio-

    nalistas, estaban dominadas por un comn denominador de incertidumbre que explica [ba una]

    actitud contenida y sorprendentemente pacfica: todos recelaban, todos desconfiaban. Y conse-

    cuentemente a todos les faltaba verdadera conviccin en sus vaticinios.15

    Pero, aqu comienza el pndulo del que hablamos entre la certificacin de la incertidumbre

    y su intento de resolucin. Pasado el efecto de incerteza, y en su conducta de oscilacin, las me -

    morias polticas saben comenzar a buscar signos que les permitan explicar los desarrollos poste-

    riores, y dejan de manejarse en esa ambigedad del momento en que ocurren las cosas, en las que

    se espera que el futuro sea como se desea, para pasar a una certificacin sobre el pasado, en las

    que se explica por qu las cosas debieron ser como luego fueron.

    As ocurre con respecto de la nica accin violenta (aparte, del enfrentamiento militar en la

    Escuela de Mecnica de la Armada) que les es dable recordar para el golpe de 1943. En ese sentido,

    tanto el comunista Ernesto Gidici como el radical Manuel Gondra, recordarn la quema de doce

    colectivos de la Corporacin de Transportes (empresa mixta creada en 1942). Indicio para el pri-

    mero de la impugnacin clara de los que estaban all a la penetracin imperalista,16 le servira para

    encontrar en el golpe, ese algo popular indefinido como todo lo que todava no es, pero que va

    13 Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido, Buenos Aires, Sudamericana, 1999 [1955], p. 531.14 Halperin Donghi, Tulio: Son memorias, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 121.15 Perina, Emilio: 4 de junio: comn denominador de incertidumbres, recelos y desconfianzas, Todo es historia, No.

    193, junio de 1983, p. 42.16 Gidici, Ernesto: "El surgimiento de una nueva realidad social", en Todo es Historia, N. 193, junio de 1983, p. 49.

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    siendo algo distinto.17 Para el segundo, la quema sera la muestra del instinto popular generali-

    zado que vea en esos colectivos, un signo del rgimen cado,18 incluso suponiendo que tal vez hu-

    biera sido, ms especficamente, la mano de algn colectivero expropiado () la que alcanz el

    fuego.19

    En este sealamiento podemos encontrar un primer punto recurrente de varias de las me-

    morias que nos fue dable consultar. En algunas, la prediccin de lo que significa profundamente el

    hecho, es ms bien general, como la del luego coronel retirado del Ejrcito, Roque Lans, quien re-

    cordara lacnicamente: desde el primer momento tuve los ms alarmantes presagios sobre el

    destino del pas.20 O del lado laudatorio al golpe, la de Benjamn Bambill, que lo consideraron

    como providencial, ya que no pudo ser simplemente un hecho episdico, un cuartelazo intras-

    cendente, ya que lo que reinaba antes de ese hecho era un rgimen antijurdico de inmoralidad

    poltica21.

    Pero en otros, mayormente, sucede como en las hagiografas (aunque sin necesariamente su

    sentido positivo) en las que se produce una traduccin de una ancdota o un hecho puntual, de

    manera de asignarles una caracterstica preanunciadora de los tiempos que vendran. Como

    dice De Certeau, los hechos son ms bien significantes al servicio de una verdad que construye

    su organizacin, edificando su manifestacin () Parece como si de la historia se desprendiera la

    funcin didctica y epifnica.22

    Una frase en una cena, en una conversacin cualquiera, del momento, se llena de sentido

    posteriormente para las memorias. Y a menudo, resultan particularmente convenientes para el

    momento en que aquellas son producidas. En las memorias del radical Manuel Goldstraj, surge

    esta cuestin con respecto del general Rawson. En una cena, el 7 de junio de 1943, una vez que

    quedara apartado de la presidencia, el general dira, en medio de un clima afable y segn Goldstraj

    17 bid, p. 55.18 Gondra, Manuel Augusto A.: Declinacin del radicalismo y poltica del futuro, Buenos Aires, El mirador, 1957, p. 36.19 bid.20 Lans, Roque: Al servicio del ejrcito, Buenos Aires, s/e, 1946, p. 29.21 Bambill, Benjamn: Hacia la realizacin de una democracia responsable, Buenos Aires, Kraft, 1953, pp. 31-32.22 De Certeau, Michel: La escritura de la historia, Mxico DF, Universidad Iberoamericana, 2006, p. 257.

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  • Andrs Bisso 205casi inesperadamente, que el Ejrcito estar permanentemente atento a las necesidades del

    pueblo y dispuesto a salir a las calles de nuevo, cuando lo exija la salud de la patria. 23 Aunque

    Rawson luego tratara de suavizar sus palabras, Goldstraj recuerda la impresin que esta frase le

    caus y cmo tomaba otra dimensin en noviembre de 1956, poco despus de un ya tercer golpe

    militar, segn Goldstraj como definicin o anticipo de una poltica, no podan servir para tran-

    quilizar el nimo del pueblo ni el mo.24 Vemos aqu tambin la importancia de las temporalida-

    des y los sentidos, ya que aquel general Rawson que desde enero de 1944, cuando renuncie a la

    Embajada en Brasil, se convertira en la referencia de la resistencia democrtica; ya para 1956 que-

    daba incorporado de manera indiferenciada, al menos por Goldstraj, dentro de la mentalidad mili-

    tar golpista.

    Si esto es posible para Rawson, cabe imaginar cmo funciona el efecto de predictibilidad

    en Pern, la figura incierta por naturaleza del rgimen militar. Inicialmente, se conjura, se invoca

    su antiguo anonimato, mostrando la confusin en que su nombre estaba sumido: Perina hablar

    de que al principio, pensaban que el coronel era Juan de Pern (no de Domingo, sino como patro-

    nmico del apellido), y Gidici dir que hablaban de un tal coronel Bern.25 Todos estos guios

    tienden a mostrar que aconteca algo detrs de bambalinas y que esa persona se volvera impor-

    tante. Quizs una de las muestras ms notables en ese sentido, sean las memorias de Mara Rosa

    Oliver, que llaman la atencin porque segn ellas, nada menos que Norman Armour, el embajador

    norteamericano, le preguntara a ella por Pern, definindolo como un poltico joven, dinmico

    con afn de hacer cosas y ella le respondera: es la primera vez que lo oigo nombrar.26

    Pero es Mario Amadeo en su Ayer, hoy y maana, quien lleva la tcnica del indicio hagiogr-

    fico (en ese caso ms bien demonolgico) a su punto culminante, al comentar ciertos rasgos y ges -

    tos casi imperceptibles que le habran llevado a darse cuenta que Pern no era confiable. Indicios

    que a su vez lo hacen aparecer como testigo y narrador, en un lugar de percepcin superior al

    resto de sus contemporneos. Amadeo, a pesar de mostrarse atrado por el plan de Pern de crear

    23 Golsdtraj, Manuel: Aos y errores, Buenos Aires, Sophos, 1957, p. 303.24 bid.25 Perina, 1983, pp. 42-43; Gidici, 1983, p. 46.26 Oliver, Mara Rosa: Mi fe es el hombre, Buneos Aires, Carlos Lohl, 1981, p. 181.

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  • 206 Artculos

    una fuerza poltica que continuara los postulados del 4 de junio, escribir:

    Una sola cosa me turb, y as se lo dije a mi amigo a la salida () fue el tono spero de su voz y laexpresin torva de su mirada, cuando refirindose a un ministro que no era de su gusto, dijo: A fulanoel da menos pensado lo vamos a tirar de un sexto piso. [Luego] no tardamos en advertir que laambicin personal y la voluntad de poder ocupaban en su nimo un lugar mucho ms importante quelos ideales que por un momento lo consideramos expresin y smbolo. Personalmente tuve de esapreferencia una impresin directa casi intuitiva, al trmino de una reunin nocturna, [cuando al servivado Pern por algunas personas durante dicha reunin,] se dibuj () en su rostro esa ancha sonrisaque tantas veces hemos visto registrada despus, reflejo de la voluptuosa satisfaccin que parecaembargarlo.27

    Las memorias resaltan, a menudo, acontecimientos que difcilmente tenan esa magnitud

    en el momento en que fueron vivenciados. La idea de germen est presente en ellas. Por ejemplo

    en Juan Jos Giraldes, que en un tono profundamente antiperonista todava en 1983 (que lo lleva

    a reivindicar los golpes de 1955 y 1976 porque fueron la resistencia a la opresin),28 sin embargo

    concede recordar el golpe de 1943 (al que no le encuentra demasiada justificacin histrica), 29

    en tanto inicio del peronismo. La metfora, nuevamente, viene en ayuda de la resignificacin his-

    trica y Giraldes explica: El peronismo nace el 4 de junio, es decirel trigo cuando nace? El tri -

    go nace en Octubre, pero se siembra en Julio. El peronismo tambin nacer despus, pero se siem -

    bra entonces.30

    La magnificacin de ciertos hechos logra que actores absolutamente marginales puedan

    reclamar cierto protagonismo, a partir de su insercin fortuita en alguno de los acontecimientos.

    As se piensan las memorias de Mariano Babich, tituladas 4 de junio de 1943. La carta que apresur la

    Revolucin,31 en las que mediante la sobrevaloracin de una carta que el autor haba entregado a

    un coronel, Mascar, y que este haba comentado al general balos, se permite justificar las me-

    morias de un jubilado de 74 aos que se ve tentado a introducir en ellas estadsticas sobre el lati -

    fundio, reflexiones sobre su experiencia ballenera en las Islas Georgia y disquisiciones sobre la pe-

    netracin de la CIA en Amrica Latina.

    27 Amadeo, Mario: Ayer, hoy y maana, Buenos Aires, Gure, 1956, pp. 19-21. 28 Giraldes, 1983, p. 64.29 Ibid, p. 65.30 bid.31 Babich, Mariano: 4 de junio de 1943. La carta que apresur la Revolucin, Buenos Aires, DIRPLE, 1997.

    Rey Desnudo, Ao II, No. 3, Primavera 2013. ISSN: 2314-1204 http://www.reydesnudo.com.ar

  • Andrs Bisso 207En todo caso, la posibilidad de esa legitimacin, en vez de explicarse por ser la autobiogra-

    fa de una persona que vivi una vida, sin ms, nos muestra el poder que llega a tener la referencia

    a los detalles como propiciatorios, develadores o predictivos de una historia posterior. Esto hace

    de alguna manera a la historia cmplice de cierta teleologa.

    Poco ms de un lustro despus de la revolucin de junio, en 1950, a varios miles de kilme-

    tros del suceso, en Londres, el todava no Premio Nobel de Literatura, el blgaro Elas Canetti, es-

    criba en sus apuntes, una furibunda imprecacin contra la escritura de la historia:

    La Historia lo expone todo como si no hubiera podido acontecer de otra manera. Sin embargo, hubierapodido acontecer de cientos de maneras. La Historia se pone del lado de lo ocurrido y lo separa de lono-ocurrido mediante un contexto slidamente imbricado. Entre todas las posibilidades se apoya enuna, la que ha sobrevivido. Y as, la historia da siempre la impresin de estar a favor de lo ms fuerte, esdecir de lo efectivamente ocurrido: no hubiera podido no ocurrir, tena que ocurrir () Loshistoriadores que no veneran el poder no pueden escribir una historia poltica coherente.32

    Inicialmente pudimos tomar una mirada algo condescendiente a estas memorias conjura-

    doras, situndonos por sobre ellas, pretendiendo demostrar sus tentaciones tautolgicas, predicti-

    vas, casi adivinatorias post facto. Sin embargo, hasta qu punto la historiografa, como dice Cane-

    tti, no est constantemente tentada tambin a normalizar los sucesos para darles precisamente

    coherencia y, por eso mismo, cerca de este tipo de material que hemos analizado.

    Al terminar de escribir esta presentacin, pensamos que a Canetti quizs le hubiera intere-

    sado leer (de no haber muerto cuatro aos antes de su publicacin) el texto de Juan Carlos Torre,

    Qu hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17 de octubre?,33 como una posible va (sin duda

    hay muchas otras ms) por las que se ha intentado resolver ese malestar frente a la Historia con

    maysculas. Como ejercicio podra pensarse en un golpe frustrado del 4 de junio o en una evolu-

    cin diferente de los acontecimientos. Sin embargo, esto tambin pudo producir desde las memo-

    rias polticas una idea de historia contrafctica tan cerrada como la rankeana, como demuestra la

    frase de Bartolom Galndez, ex miembro de la Academia Nacional de la Historia, cuando asegura-

    ba que Pern, gobernando Rawson, no hubiese pasado ms de la secretara de Guerra, si

    pasaba.34

    32 Canetti, Elas: Apuntes, Barcelona, Debolsillo, 2008, pp. 198-199.33 Torre, Juan Carlos: La Argentina sin el peronismo. Qu hubiese ocurrido si hubiese fracasado el 17 de octubre

    (1998), en Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, pp. 189-231.34 Galndez, 1956, p. 33.

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    Por eso, sobre todo, ms all de los ejercicios intelectuales posibles, lo que deberamos te-

    ner presente es la idea de intentar entrar en la historia con los ojos ms abiertos y sin llevar en la

    mochila la idea de que hay leyes que se cumplen, que hay tendencias ineluctables, que hay razo-

    nes histricas, cuando lo que siempre hay son alternativas y dilemas.35 Otra frase del profesor To-

    rre dicha hace poco, que creo que tambin hubiera convencido a Canetti.

    A despecho de lo pensado por aquel profesor Bentez, el 4 de junio no forma parte del top

    five de las efemrides argentinas, y creemos que ni siquiera de las del peronismo. Sin embargo, si-

    gue ponindonos en aprietos cuando organizamos los programas de historia argentina del siglo

    XX; pidindonos que al menos lo privilegiemos como parteaguas de un perodo, frente a sus otros

    contrincantes de fuste, el 17 de Octubre y el 24 de Febrero.

    35 Entrevista a Juan Carlos Torre, aparecida en el diario La Nacin del 2 de septiembre de 2012. En: http://www.lanacion.com.ar/1504349-juan-carlos-torre-se-insinua-una-vocacion-de-dirigir-la-economia-desde-un-tablero-centralizado Consultado el 19 de agosto de 2013.

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