10 infancia y soledad

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    Pregunta: Antes de ser investigador, usted ha sido maestro. ¿Cómo influyó aquella experiencia en suactual dedicación a proyectos que toman al niño como parámetro para mejorar la vida de todos en lasciudades?

    Respuesta: Estudié magisterio pero nunca di clases a niños de primaria. Proseguí mi formación y trabajésolamente dos años en la enseñanza media, con escolares entre los 12 y los 14 años. Debo reconocersinceramente que, en aquel período, no comprendía muchas cosas. La universidad daba muchosconocimientos pero ninguno que pudiese ser útil para una relación adecuada y significativa con losalumnos. Mi verdadero aprendizaje llegó después, a través del conocimiento de la obra de Don Milani, miprofunda amistad con Mario Lodi, la militancia en el Movimiento de Cooperación Educativa y elconocimiento directo de la vida de la escuela y del aula en los muchos establecimientos en los quedesarrollé mi actividad como investigador. Debo reconocer que mi sensibilidad educativa y mis ideassobre la educación se formaron en las aulas más que en los libros.

    Pregunta: En 1997 la Fundación publicó La ciudad de los niños, el libro en el que usted recogía laspropuestas del proyecto, que con el mismo nombre, impulsó hace doce años en la ciudad italiana deFano y que después se extendió a otras ciudades de Europa y de América Latina. ¿Qué era entonces lomás importante del proyecto?

    Respuesta: A finales de la década de 1980, estaba estudiando el problema de la soledad infantil, queconsidero una grave enfermedad de los niños que hoy viven en nuestras ciudades ricas. Nuestros hijosestán solos porque suelen ser hijos únicos; están solos porque no pueden salir de casa y encontrarsecon sus amigos; están solos porque no tienen tiempos ni espacios propios. Las soluciones que sugierenuestra sociedad consumista son las de la protección dentro de una casa-fortaleza y un automóvil y la decomprar más (videojuegos, televisión, juguetes). Me parecía claro que esas soluciones no eran lasadecuadas. Los niños no necesitan defensa ni juguetes, sino una ciudad que sepa acogerlos. De ahínace en 1991 el proyecto La ciudad de los niños,  que proponía a los alcaldes una nueva filosofía degobierno de la ciudad, adoptando a los niños como parámetro de valoración, de proyección y de cambiode la ciudad. El desafío que planteábamos a las ciudades era la restitución de los espacios públicos a losniños, la posibilidad de que ellos saliesen y recorriesen su ciudad. Hoy las ciudades que participan en elproyecto son más de cincuenta en Italia, unas veinte en España y las más grandes de Argentina.

    Pregunta: En su nuevo libro Cuando los niños dicen ¡basta! ¿por qué ha optado por dar la palabradirectamente a los niños?

    Respuesta:  Les pedimos a los alcaldes que escuchen a los niños. Me parecía correcto comenzarprecisamente por las ideas, las propuestas y las protestas de los niños para describir la experiencia delas ciudades. Elegí veintiséis frases de niños que se convirtieron en los veintiséis capítulos del libro. Hoycada capítulo tiene un título, que remite a una serie de problemas más generales; la frase del niño; y unaviñeta. Para cada capítulo me planteé dos preguntas: La primera, ¿por qué un niño dice esto? La sumade las respuestas me permitió describir, desde varios puntos de vista, la condición de los niños de hoy ennuestra sociedad. Y la segunda pregunta, ¿qué sucedería si se tuviese en cuenta esta propuesta oprotesta infantil? La suma de las respuestas me permite desarrollar las iniciativas que tomaron lasciudades en estos años después de recoger las demandas infantiles.

    Pregunta: En este libro usted plantea el juego como un derecho y también como un deber de los niños...Respuesta: En la jornada de un niño debería haber siempre un tiempo que él pueda administrarlibremente para hacer lo que prefiere, dónde y con quién lo desee. Hace falta, pues, que los adultos no

    Francesco Tonucci: "Lasoledad es una graveenfermedad de los niños que

    hoy viven en las ciudadesricas"  

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    programen todo su tiempo y que haya sitios a los que pueda ir sin ser acompañado ni vigilado. Ya se hasugerido a los padres que eviten ocupar todas las tardes de sus hijos inscribiéndolos en muchos cursosvespertinos. También hace falta que la escuela reduzca las exigencias que van más allá de los horariosescolares. Eso no significa que los niños no deban hacer nada para la escuela durante las tardes o losfines de semana o en período de vacaciones. Pero deberían dedicarse, mucho mejor si lo hacen sinsentirse obligados, a actividades que puedan controlar sin la asistencia de los adultos, como la lectura de

    un libro que ellos mismos hayan elegido, la descripción escrita o dibujada de alguna experiencia que losha conmovido, de algún problema irresuelto, de algún descubrimiento. Debería sentirse como unprivilegio llevar a la escuela algo personal, que se convertirá en material de trabajo y de debate paratodos. 

    Pregunta: Los niños también tienen algo que decir sobre la ciudad...

    Respuesta: Claro, claro. Se podría hacer todo lo posible para que las ciudades sean lo que los niñosesperan, desean, solicitan, porque sus deseos representan también los "deseos" de la ciudad. Hacer loque los niños piden significa esencialmente defender el propio ser de la ciudad, conservar su naturaleza,su vocación de ser lugares de encuentro y de intercambio para todos los ciudadanos. La ciudad puedeser el lugar donde los deseos pueden hallar forma, donde las personas se pueden encontrar, dondepueden pasar y perder su tiempo, reencontrar los lugares del pasado, preparar el futuro. Donde los niños

    pueden crecer, descubriendo cosas nuevas, observando a los adultos, admirando los monumentos.Pueden aceptar, en cambio, ser arruinadas y borradas por los deseos más bajos de sus habitantes, engeneral de los más poderosos y prepotentes, por sus especulaciones, sus egoísmos, sus automóviles.Entonces las ciudades borran los deseos del anciano que quiere pasear, del niño que quiere jugar, del joven que quiere encontrar reserva e intimidad.

    Pregunta: ¿Qué significa para un niño tener que decir ¡basta!?

    Respuesta:  Decir basta para un niño no significa volverse prepotente, desobediente o soberbio, comopiensan muchos adultos. Al contrario, estos doce años de experiencia nos muestran claramente que losniños que no sólo conocen sus derechos, sino que también poseen instrumentos adecuados paradefenderlos desarrollan un gran sentido de responsabilidad y de civismo. Saben comprender lassituaciones, aunque consideran justo y una obligación rebelarse contra los abusos. Éste es el significado

    del nuevo logotipo de nuestro proyecto internacional La città dei bambini. En él, la niña, que representa atodos los niños, observa su ciudad, convencida de que podrá hacer algo para mejorarla, para salvarla. Eltirachinas que sostiene a su espalda, simboliza sus armas: la palabra, los deseos, las ideas, la protesta.El Coliseo significa que la ciudad de Roma colabora con el CNR (Consejo Nacional de Investigaciones)en el proyecto internacional. Los niños, a los diez o a los once años se sienten ciudadanos, parte de suciudad y responsables del bienestar de todos, especialmente de los más débiles.

    Traducción de Mario Merlino

    Francesco Tonucci

    Cuando los niños dicen ¡basta!

    La publicación de La ciudad de los niños, de Francesco Tonucci, modificó el modo de mirar las ciudadesdesde la óptica de los adultos. Cuando los niños dicen ¡basta! es la continuación y la puesta al día deaquella renovadora obra, en la que Tonucci, que gusta autodefinirse como "niñólogo", prefiere dar lapalabra directamente a los niños. Veintiséis frases que recogen propuestas y también protestas de losniños se convierten en el argumento de los capítulos del libro, donde el autor responde a las preguntas¿por qué un niño dice esto? Y ¿qué podríamos hacer si escuchásemos a los niños? Para que los niñosdeseen expresarse y puedan hacerlo, es necesario que los adultos sepan escucharlos, se pongan de sulado, y estén dispuestos a defender sus posiciones y sus necesidades. En el prólogo, el comisarioeuropeo Romano Prodi alienta a los niños a seguir protestando y a hacer preguntas que contengan susauténticos deseos, para así ayudar a los adultos a buscar otras salidas. Cuando los niños dicen ¡basta! es un libro dirigido a los profesores, a las madres y a los padres, a los urbanistas, a los políticosÝ perotambién a los niños.

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    Nota biográfica

    Francesco Tonucci, investigador del Instituto de Psicología del Consejo Nacional de Investigaciones(CNR) de Roma, ha dedicado su actividad profesional al estudio del pensamiento y del comportamientoinfantiles en el ámbito de la familia, la escuela y la ciudad.En 1991 promovió y dirigió el proyecto "La ciudad de los niños" en el Ayuntamiento de la ciudad italiana

    de Fano y desde 1997 está a cargo del proyecto internacional del CNR que lleva el mismo nombre.Desde 2001 es responsable científico del proyecto "Roma, la ciudad de los niños" del Ayuntamientoromano.Ha publicado, entre otras obras, La ricerca come alternativa all’ insegnamento, Firenze, 1972 (La escuelacomo investigación, Barcelona, 1979); A tre anni si fa ricerca, Firenze, 1976 (A los tres años se investiga,Barcelona, 1988); La valuazione como lettura dell’ esperienza, Bologna, 1978; Guida al giornalino diclasse, Roma-Bari, 1980 (Viaje alrededor de "El Mundo", Barcelona, 1981) y La città dei bambini, Roma-Bari, 2002, 7ª edición (La ciudad de los niños, Madrid, 2001, 4ª ed.).También es dibujante –utiliza el pseudónimo FRATO- y ha publicado, entre otros, Con gli occhi delbambino, Milano, 1981 (Con ojos de niño, Barcelona, 1994); La solitudine del bambino, Firenze, 1995 (Lasoledad del niño, Barcelona, 1994).