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1.9. Canario Frente a la situación de hace unos años, en los que la desidia y el desinterés hacían que no se conociera a fondo esta variedad, hoy día contamos con valiosos estudios, bibliografías y diccionarios del español de Canarias. Alvar (1996) opina que las hablas de Canarias no son un dialecto, puesto que ni uno sólo de sus rasgos fonéticos es privativamente suyo. Su léxico tampoco se diferencia de los otros hispánicos como para plantearse la independencia idiomática, ni su sintaxis y su morfología son exclusivas. Pertenece pues a las hablas hispánicas meridionales, en las que cabrían el extremeño del sur, el andaluz, el murciano y el español de América. Otras veces se ha hablado de español atlántico para evitar confusiones geográficas. Cuando se ha tratado de caracterizar el español canario se ha insistido en su arcaísmo, incluso se ha llegado a decir que su carácter periférico ha motivado su estancamiento. Sin embargo, Canarias no ha sido nunca una zona periférica, sino centro, eslabón intermedio que unía las periferias peninsular y americana. Por otro lado, lo que se suele llamar arcaísmos no lo son. Son regionalismos, vulgarismos, dialectalismos. El español de Canarias no es un fósil de quinientos años, sino una realidad viva. Igualmente es falso que canario y judeo- español conserven un arcaísmo común. Los judíos se insertan en comunidades lingüísticas vivas y en ellas los serfardíes son minorías que viven al margen, defendiendo su lengua, que no quieren perder. Es decir, quedan aislados, sin contacto con la metrópoli, por lo que el judeo-español se ha ido agotando durante siglos y hoy está exhausto. Por tanto, podemos decir que el español de Canarias es otra más de las variedades regionales de esa entidad universal que se llama español. Alvar recalca la influencia de Sevilla en Canarias, no sólo lingüísticamente, sino también desde el punto de vista social (ciudades, costumbres, legislación). La norma sevillana, opuesta a la de Castilla, irradiará hacia Granada, las Canarias y hacia América. Esta influencia se debe a cierto prestigio cultural, económico y social que permitió trasvasar las innovaciones sevillanas desde su origen local hasta las áreas más dilatadas. En las Islas existe un castellano trasplantado, pero con peculiaridades sevillanas. 1.9.1.Vocalismo -Las vocales acentuadas son extremadamente largas, hecho que

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Page 1: 1ncontrer/docencia/dialec/apuntes dialect.doc · Web viewSu léxico tampoco se diferencia de los otros hispánicos como para plantearse la independencia idiomática, ni su sintaxis

1.9. Canario

Frente a la situación de hace unos años, en los que la desidia y el desinterés hacían que no se conociera a fondo esta variedad, hoy día contamos con valiosos estudios, bibliografías y diccionarios del español de Canarias.

Alvar (1996) opina que las hablas de Canarias no son un dialecto, puesto que ni uno sólo de sus rasgos fonéticos es privativamente suyo. Su léxico tampoco se diferencia de los otros hispánicos como para plantearse la independencia idiomática, ni su sintaxis y su morfología son exclusivas. Pertenece pues a las hablas hispánicas meridionales, en las que cabrían el extremeño del sur, el andaluz, el murciano y el español de América. Otras veces se ha hablado de español atlántico para evitar confusiones geográficas.

Cuando se ha tratado de caracterizar el español canario se ha insistido en su arcaísmo, incluso se ha llegado a decir que su carácter periférico ha motivado su estancamiento. Sin embargo, Canarias no ha sido nunca una zona periférica, sino centro, eslabón intermedio que unía las periferias peninsular y americana. Por otro lado, lo que se suele llamar arcaísmos no lo son. Son regionalismos, vulgarismos, dialectalismos.

El español de Canarias no es un fósil de quinientos años, sino una realidad viva. Igualmente es falso que canario y judeo-español conserven un arcaísmo común. Los judíos se insertan en comunidades lingüísticas vivas y en ellas los serfardíes son minorías que viven al margen, defendiendo su lengua, que no quieren perder. Es decir, quedan aislados, sin contacto con la metrópoli, por lo que el judeo-español se ha ido agotando durante siglos y hoy está exhausto.

Por tanto, podemos decir que el español de Canarias es otra más de las variedades regionales de esa entidad universal que se llama español.

Alvar recalca la influencia de Sevilla en Canarias, no sólo lingüísticamente, sino también desde el punto de vista social (ciudades, costumbres, legislación). La norma sevillana, opuesta a la de Castilla, irradiará hacia Granada, las Canarias y hacia América. Esta influencia se debe a cierto prestigio cultural, económico y social que permitió trasvasar las innovaciones sevillanas desde su origen local hasta las áreas más dilatadas. En las Islas existe un castellano trasplantado, pero con peculiaridades sevillanas.

1.9.1.Vocalismo

-Las vocales acentuadas son extremadamente largas, hecho que afecta a todos los grupos y a todos los niveles sociales: ée ‘el’, see ‘ser’, mujée ‘mujer’, comparáa ‘comparar’, etc. Afecta a la vocal acentuada cualquiera que sea su posición.

Este fenómeno también es conocido en andaluz y en el español americano.-Cierre de la –o de manera casi sistemática: cochinu. Normalmente en hablantes de

niveles sociales inferiores.

1.9.2. Consonantismo

-Pérdida de -d-. Aunque tenemos un tratamiento polimórfico: pérdida o conservación en todas las islas, aunque en las hablas populares predomina la pérdida.

-La /s/ es predorsal, fricativa, sorda, y se aspira como en Andalucía. En posición final puede realizarse como [h] o como [Ø].

Ante palabra empezada por vocal, esta -s puede enlazarse como [h] (/lah ora/) o como [s] (/las ora/). Como en andaluz, la /s/ ante consonante sorda se aspira e incluso se asimila a la consonante siguiente: /eppeho/ ‘espejo’, /deccarso/ ‘descalzo’.

-Situación especial es la de la isla de Hierro, donde se mantiene la s implosiva en posición final absoluta.

-El seseo está generalizado en todas las islas.-En posición final absoluta, la –n puede articularse como velar. No obstante, cuando la

palabra siguiente comienza por vocal recupera su carácter alveolar.

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-En Las Palmas se tiene por peculiares nasalizaciones como /el cafén/ ‘el café’, /lan don/ ‘las dos’, /mitán del año/.

-La distinción ll/y es un fenómeno rural y no urbano. No obstante distinción y no distinción no son fenómenos totalmente deslindados, sino que muchas veces se manifiestan entreverados. Además, la pronunciación de la /y/ es muy abierta y vocalizada.

-La ch, aparte de realizaciones como la castellana, es muy adherente (mantiene tensa su parte oclusiva). Se da también en zonas canarias de América (Puerto Rico, Costa de Venezuela), y es totalmente distinta a la castellana, aunque no forma un fonema nuevo.

-La [h] inicial (aspiración), procedente de una F- latina, presenta casos de polimorfismo en un mismo hablante [hoyo] / [oyo], aunque no siempre la conservación de h-sea propia de un determinado grado de cultura, parece que la conservación puede ser propia en cierto ruralismo.

Igualmente, en posición intervocálica, se aspira la [x] castellana, aunque aquí se realiza como sonora.

-Igualación de -r y -l implosivas.

1.9.3. Morfología

-Cambios de género: el ubre, el costumbre, la puh, la tihne.-En ocasiones se dota de terminación femenina a los sustantivos que tienen este género

gramatical: la chincha, la liendra.-Debido a la repercusión del pronombre le, encontramos losotros por nosotros y los por

nos. Sociológicamente, es rasgo de gentes que tienen escasa cultura. -Como en andaluz occidental y en el español de América, no existe vosotros, sustituido

por ustedes.

1.9.4. Léxico

En el habla viva son muy escasos los guanchismos. Más abundantes son los portuguesismos. Hay, lógicamente, andalucismos y americanismos, y evidentemente, por razones de geografía, la terminología marinera es variada y compleja.

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1.10. Judeoespañol (NO ENTRA EN EL EXAMEN)

Lo que se sabe hoy de la lengua sefardí procede en buena parte de la bibliografía de Wagner (a comienzos del siglo pasado) y Crew (a mediados).

Como en otras comunidades judías hasta la era moderna, entre los hispanojudíos de la España medieval (convencionalmente “Sefarad 1”), el conocimiento activo del hebreo estaba limitado a la minoría que había seguido estudios rabínicos. El resto tenía un conocimiento elemental del hebreo (lo leían para rezar, pero no lo entendían) por lo que la población judía empleaba la lengua del país para comunicarse con los cristianos y también entre sí.

Sin embargo, los textos sefardíes castizos han llegado a nosotros en aljamía, con letras del alfabeto hebreo o alefato. Esto no es extraño, ya que el sistema tradicional de educación judío imponía el conocimiento de la letra escrita.

Esta grafía aljamiada hebraica da a estos textos una apariencia falsa de estar escritos en lengua judía, pero pueden ser descifrados por cualquiera que conozca el valor fonético de los grafemas hebraicos y algunas reglas.

Por lo que se refiere a los acontecimientos históricos, los judíos salieron de España hace entre seis y casi cuatro siglos: desde las primeras emigraciones a raíz de los disturbios antijudíos de 1391, hasta ya entrado el XVII, que salieron los últimos criptojudíos o marranos. La lengua de estos últimos, salidos de España hasta más de un siglo después de la expulsión de 1492, era ya el español moderno, frente a la lengua de los sefardíes salidos de España como judíos, que era el español preclásico en sus distintas modalidades peninsulares.

En la salida siguieron rumbos diferentes: Portugal, sur de Francia, norte de África, noroeste de Europa, América del Norte y Central. La mayoría de los expulsados se dirigió hacia el este. Bajo los sultanes hallaron los sefardíes refugio y una favorable acogida, debido a su condición de occidentales y no cristianos.

Los asentamientos más importantes fueron Constantinopla, Salónica y Esmirna, pero en general se asentaron en las actuales Turquía, Grecia, Albania, Bulgaria, ex-Yugoslavia y sur de Rumanía (zona conocida como “Sefarad 2”).

Para entender el mantenimiento extraterritorial de la lengua hispana por parte de los sefardíes hay que tener en cuenta el carácter descentralizado del poder del Impero otomano en tiempos de su instalación, que permitía el mantenimiento de las señas de identidad de cada comunidad. Eso permitió por ejemplo conservar a los búlgaros su lengua eslava, a los griegos su lengua helénica y a unos y otros su religión cristiana ortodoxa. De este modo, los sefardíes conservaron como seña de identidad su religión judía y su lengua hispana, no como se ha dicho por fidelidad a sus raíces o por amor a la “madrastra” patria España, como se ha dicho, sino por fidelidad a sí mismos o por amor “propio” (prueba de ello son las denominaciones judió o jidió ‘judío’, judesmo ‘judaísmo’, que han dado a su lengua.

Sin embargo, cuando el cambio de las circunstancias históricas hizo necesaria una firme voluntad para mantener su lengua, fue entonces cuando se inició su decadencia.

En el siglo XIX desaparecen las circunstancias político-culturales que habían favorecido la conservación del judeoespañol (reformas políticas, sociales, docentes, independencia de las naciones balcánicas, estado centralista...), con lo que comienza el declive. Podemos decir que el antes cerrado mundo sefardí se abre a la cultura europea en general y a la francesa en particular, de modo que esta cultura va a influir decisivamente en la literatura y lengua sefardí. Se produce una pérdida de consideración de los sefardíes por su propia lengua, al estimar que la lengua de cultura era la que se les enseñaba en las escuelas francesas. De este modo, el judeoespañol queda relegado al nivel doméstico y al uso de las gentes no instruidas. Su desaparición era sólo cuestión de tiempo.

Además, hay que tener en cuenta la continua corriente migratoria que desde finales del siglo pasado va menguando la población sefardí de las antiguas zonas de residencia, con la consiguiente aculturación de los emigrantes en sus nuevos países de Europa y América. Destacan los nuevos núcleos de Estados Unidos e Israel (“Sefarad 3”), en los que a lo sumo, existían redes sociales débiles que tienen la lengua como unión, pero estas redes fueron diluyéndose, disminuyendo el número de hablantes.

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El golpe final fue la deportación y exterminio de sefardíes de Salónica y otras áreas balcánicas durante la ocupación nazi.

Hoy día es casi imposible cuantificar la comunidad sefardófona. Lo único que sabemos es que los hablantes son hoy considerablemente menos que antes de que se produjeran los cambios históricos y sociales mencionados. Quedan algunos ¿miles / cientos? en Estambul, agotado el núcleo de Sofía y Sarajevo, de los antaño numerosos en Estados Unidos e Israel, han pasado al inglés y al hebreo israelí. De los establecidos en España y en Hispanoamérica se han diluido en la lengua común, aunque en su español puedan percibirse algunos rasgos sefardíes.

En general, podemos decir que en varios países de Sefarad 2 y Sefarad 3, y casi en cualquier lugar del mundo, quedan individuos que tuvieron el sefardí como lengua materna. Son en su totalidad mayores de sesenta años.

Hablantes de judeoespañol que no conozcan otra lengua no se sabe si quedará alguno, y poquísimos serán los que tengan la sefardí como lengua primera. No obstante, en los últimos años, han surgido en algunos países (Estados Unidos, Turquía, Francia, Israel) grupos a favor del mantenimiento de la lengua sefardí, en encuentros, talleres, cursos y mediante publicaciones, pero son grupos poco numerosos y con conocimientos limitados de la lengua.

La base histórica del judeoespañol es ciertamente el español preclásico, y su sistema fonológico es bastante similar al de aquel, pero el judeoespañol no es el español preclásico, ya que contra lo que siempre se dice, esta lengua ha evolucionado, es una lengua viva. Su cambio no ha sido menor que el del español, pero diferente. Además, hay que desterrar la idea de que dichos cambios se deben al contacto con otras lenguas.

Los cambios comienzan en una época temprana. Ya Bernardo de Aldrete (1614) percibía las diferencias entre el español de los judíos que se fueron de España. A veces, su evolución sigue la tendencia española.

Según la teoría de Wagner, que es la que ha prevalecido en la bibliografía al uso, las diferencias entre las variedades dialectales del judeoespañol se explicarían por el origen castellano de los sefardíes de la zona sudoriental de la zona turcobalcánica, frente al leonés o aragonés de los de la zona noroccidental. No obstante, más tarde se ha establecido que independientemente del origen de los emigrados, a las pocas décadas ya se había establecido una koiné en la que predominaban los rasgos del castellano meridional, y que las diferencias dialectales son mucho más tardías por desarrollos divergentes y por influencia de las diferentes lenguas de contacto.

Si un solo rasgo hubiera de elegirse como caracterizador del sefardí, y más del tardío, sería su anárquico polimorfismo, en el que no es raro encontrar un fenómeno y su opuesto.

No obstante, hay que señalar que existen toda una serie de cambios (fonéticos, léxicos, morfológica, sintáctica, fraseológica) que aleja la lengua sefardí moderna de los siglos XIX y XX de la clásica de los siglos XVIII y XIX.

Como veremos, en la lengua clásica hay una influencia hebrea subyacente, debida a las traducciones de la Biblia y de otros nexos sagrados hebreos, para las que se usaba un sistema de traducción que buscaba “trasladar” la sacralidad de la fuente mediante la imitación en la lengua de destino de rasgos morfológicos, semánticos, y sobre todo sintácticos de la lengua de origen

Muchos investigadores afirman que esta técnica de traducción produce una “lengua calco”, litúrgica, escolástica y netamente diferenciada de la vernácula (denominada judesmo). A esa lengua litúrgica se le da el nombre de ladino, aunque muy a menudo con este término nos referimos a la totalidad de la lengua sefardí.

1.10.1. Vocalismo

Un ejemplo de esa evolución similar entre judeoespañol y español es el caso del diptongo /ue/: güérfana. En posición inicial encontramos el reforzamiento de la articulación consonántica del diptongo, algo que se produce en español no normativo (güevo, güerta) y que se ha hecho normativo en sefardí.

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Este reforzamiento articulatorio va más allá en su desarrollo y se extiende a inicial de sílaba interior: tugüerto ‘tuerto’, jugüeves ‘jueves’, digüele / dugüele ‘duele’, atcuendo ‘atuendo’.

Esto significa que en el desarrollo fonético interno el sefardí ha llegado a soluciones más avanzadas que el castellano, algo que contradice la idea del sefardí como un dialecto marginal y conservador.

Podemos encontrar una y antihiática en oyido ‘oído’La diptongación ofrece irregularidades como rogo, queres, preto, adientro, pueder.

1.10.2. Consonantismo

Su sistema fonológico ha eliminado, como el andaluz, el canario y el español de América, los fonemas ápico alveolares (s-, -ss-, y –s-, en la grafía del español antiguo), extendiendo en su lugar los dentales procedentes de (c, ç y z en la escritura antigua): deçeo ‘deseo’, no te çierbas ‘no te sirvas’.

La antigüedad de la desaparición de las alveolares está documentada en 1547.Sin embargo, a diferencia del español atlántico, conserva la oposición entre sorda y

sonora, de modo que /s/ (africada) y /s/ (apical) han confluido en una /s/ (africado) predorso-dental sorda como la andaluza, mientras que la /z/ (africada) y /z/ (apical) se han fundido en la correspondiente predorso-dental sonora /z/ (africado).

En los Balcanes y Asia Menor quedan restos de /z/ africada primitiva (/onze/, ant. onze ‘once’; /dozena/, ant. dozena; /pozu/, ant. y mod. pozo) y en algunos lugares se palataliza.

En algunas partes también se palataliza la /s/ implosiva, como en el castellano de los siglos XV y XVI.

Los fonemas /s/ y /z/ fricativos (escritos x y g, j respectivamente en la lengua antigua) mantienen su originaria articulación palatal, que es sorda en /brusa/, /diso/, y sonora en /hizo/, /zugar/. En principio de palabra o tras /n/ se produce en algunos lugares la articulación africada: [gwégu], [gentíl],[ángel], [spónga].

En oriente perdura la distinción entre /b/ oclusiva y /v/ fricativa.La F- vacila entre el mantenimiento (/ferir/), la aspiración (/kehazer/, /hermozu/) y la

pérdida (/izo/, /ermozu/).En los grupos romances subsiste la labial implosiva como en el español del siglo XV:

bivda ‘viuda’, sivdad ‘ciudad’.Se han generalizado rasgos de dialectos españoles, como el grupo /mb/ (palombica) o las

vocales finales /i/, /u/ (árbolis, entonsis, piliscus ‘pellizcos’). En judeo-español también hay innovaciones: ya hemos vistos su tipo especial de seseo,

probablemente iniciado en España. Igual debió de ocurrir con el yeísmo: eya, yevar.Frente a la y antihiática, y como muestra del anárquico polimorfismo que hemos

mencionado, tenemos el “hieísmo” o articulación extremadamente abierta de la y resultante del yeísmo, que puede llegar a desaparecer en casos como maravía, cuchío, kastío, amaría, gaína.

En principio de palabra, la /s/ genera una /f/ o /h/ aspirada ante el diptongo /ué/: suegra, zueco, sueño se convierten en esfuegra o isfuegra, esfueco o isfueco, esfueño o ishueño.

La /n/ inicial tiende a cambiarse en /m/: mosotros, mos, muebo ‘nuevo.

1.10.3. Morfosintaxis

Se regulariza -í- en las primeras personas del del pretérito simple de los verbos en –ar. En plural, formas como quedimos ‘quedamos’ podría considerarse como un estadio más avanzado en la debilitación vocálica que en el castellano aparece ocasionalmente en vulgarismos meridionales como queemos ‘quedamos’.

En los textos del siglo XVI todavía encontramos canté, pero ya en el XVIII se ha generalizado cantí.

Es notable el arcaísmo en las formas gramaticales. Persisten só, estó, vó, dó y las terminaciones querés, sos, amá ‘amad’.

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Se desconocen vuestra merced y usted como forma de tratamiento de respeto. Se usan vos en Marruecos y él, ella, en Oriente.

Por lo que se refiere a la sintaxis, como hemos dicho, debido a la traducción de las obras religiosas hebreas se produce una clara influencia del hebreo en judeoespañol:

-Objeto directo inanimado determinado por artículo introducido con la preposición ‘a’: “creó el Dio alos cielos y ala tierra”

-Verbo copulativo ser con significación existencial de ‘haber’ y frecuentemente omitido: “sea luz y fue luz”. “Y la tierra era vagua y vazía y escuridad ( ) sovre faces de abismo”.

Hay aglutinación del imperativo con el pronombre: quitalde, traílde.

1.10.4. Léxico

Los préstamos de otras lenguas son abundantes: del hebreo en todas las épocas (garón ‘garganta’ de donde garonudo ‘tragón’, mehamad ‘a causa de, puesto que’); en la época clásica del turco y otras lenguas balcánicas en oriente y del árabe marroquí en la zona del Estrecho. En el último siglo y medio es muy importante la influencia del francés, y en las últimas décadas, la del inglés, del hebreo israelí y de nuevo, del español.

En la época moderna, la lengua sefardí sufre una transformación profunda. Palabras hispánicas del fondo tradicional (cumplir, golpe, pertenecer) se sustituyen por su paralelas románicas más o menos “sefardizadas” (acomplir, colpo, apartenir).

No obstante subsisten muchas palabras anticuadas en España: agora, amatar ‘apagar’, güerco ‘diablo’ (ant. huerco), kamareta ‘habitación’, adobar ‘preparar’.

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1.11. Español de América

Es una falacia escindir el español en dos mundos opuestos: España y América. Sólo existe un español, y dentro de él hay una unidad que permite entendernos. No obstante, hay multitud de variantes en cada región sin que se rompa esa unidad. Además de esa unidad lingüística, se está produciendo una unidad cultural de los países hispánicos.

Todas las alteraciones de América son también peninsulares, aunque podamos encontrar aquí y allá rasgos indígenas. No obstante, la tesis de la acción de los sustratos está cada vez más desprestigiada.

Volvemos a encontrarnos con la diferenciación entre lengua, sistema abstracto en el estamos todos, y habla, sistema concreto y preciso que se realiza cuando usamos la abstracción que es la lengua. Y es aquí, en el habla, donde caben todas las diferencias que queramos. La fragmentación no se produce porque por encima de todas estas variedades está ese todo unitario por el que nos entendemos todos.

En cuanto a la necesidad de una norma unificadora, afirma que es la lengua normalizada en la escritura la que mantiene la unidad del sistema, puesto que hay hablantes “correctos” que distinguen ese y zeta, pero no elle y ye o conservarán esas cuatro consonantes, pero perderán la -d- de los participios. Esto significa que en el habla pueden existir varias normas válidas.

¿Qué español es mejor, el de una u otra banda del Atlántico? No hay un español de España y otro de América, sino muchos españoles a ambos lados de la mar. La lengua es propiedad indivisa sobre la que todos tenemos los mismos derechos y los mismos deberes.

La unidad es imprescindible para la universalización. La fragmentación es caminar hacia aislamientos empobrecedores. Hoy la lengua es lo que nos une más allá del color de la piel, de las creencias religiosas, de las estructuras sociales o de los ordenamientos políticos.

1.11.1. Formación del español de América

Montes Giraldo (1987) ofrece diversas teorías sobre la formación del español americano.

I) Tesis cronológica. El español anteclásico. La defiende Wagner (1920). Opina que es la lengua de los siglos XIV y XV, el llamado “español anteclásico”, la base del español americano, al igual que la del judeo-español.

A ésta se opone Amado Alonso (1953) argumentando que conceptos como “clásico” o “anteclásico” son literarios, y no se pueden adaptar a la lengua.

II) Tesis regional-dialectal: el andalucismo dialectal. Sostiene que la base del habla americana en lo esencial es el andaluz. Ha provocado largas polémicas.

III) Tesis sociocultural: nivel de habla predominante. Wagner y Cuervo sostienen que la base de la lengua que llevaron a América tenía un fuerte componente popular y vulgar. Rosenblat (1964) se opone, puesto que hubo en la conquista un relativo predominio de gentes de sectores medios y altos de la Península.

IV) Tesis ecléctica: “koiné” o interdialecto. Es la tesis de Amado Alonso, aunque también la sustuviera Cuervo. Alonso (1953) opina que la verdadera base fue la nivelación realizada por todos los expedicionarios en sus oleadas sucesivas durante todo el siglo XVI.

V) Sumario crítico. Puede aceptarse que cada una de las diversas tesis expuestas tiene algo de verdad.

-Anteclásico debe entenderse en sentido cronológico, y así es cierto que en el habla americana sobrevivieron muchos usos del período clásico y preclásico, olvidados en España.

-De igual modo, los estudios demuestran la supremacía numérica de los primeros colonizadores meridionales, y así, entre los dialectos españoles fue sin duda el andaluz el que prevaleció en la época de formación del español americano.

-Por lo que respecta a la tesis sociocultural, la tesis de Rosenblat no resulta convincente, puesto que sabemos que muchos de los títulos llevados a América fueron comprados, lo que no implica automáticamente una cultura idiomática.

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Sí es cierto que en América se generalizaron y pervivieron en el habla común rasgos que eran vulgares en España en la época de la conquista o que luego se hicieron vulgares allí, pero esto no quiere decir que estos elementos constituyeran la base del español americano.

-Parece que se puede aceptar básicamente la tesis ecléctica o niveladora de Amado Alonso: es indudable que en las islas del Caribe, fundamentalmente en Santo Domingo, se produjo una nivelación relativa del habla de los diversos inmigrantes y se formó así una especie de koiné primitiva. Pero también parece claro que esa koiné tenía, propagó y conservó en América muchos elementos (sobre todo léxicos) de las épocas clásica y preclásica olvidados en España; y está establecido el predominio “meridional” en esa koiné primitiva; del mismo modo parece obvio que, contra la opinión de Rosenblat, al menos en ese primer periodo, se impusieron en la lengua común rasgos que entonces o después fueron vulgares en España

Alvar (1996: 28-38). opina que aunque aún queda mucho terreno por andar, no es poco lo que se ha avanzado en esta dirección en los últimos años.

De los documentos manejados deduce que a los inmensos dominios ultramarinos que los españoles van descubriendo y colonizando se trasplanta una lengua que en su vertiente fonética ya no es la medieval para la inmensa mayoría de ellos. En el plano fonológico se lleva a las Indias una lengua diatópicamente fragmentada por el seseo y el ceceo de andaluces y canarios, afectada por la progresiva difusión del debilitamiento articulatorio de la velar /x/, tendente a su aspiración y que afectaría a territorios aún más amplios que los correspondientes al anterior fenómeno.

Esto significa que el español llevado a América no era una lengua monolíticamente unitaria. La unidad se conjugaba con la diversidad, algo que se manifiesta en otros hechos fonéticos:

-Dos grandes zonas por lo que respecta al tratamiento de F- latina: una mantenía su aspiración /h/, y otra en la que se había llegado a su desaparición.

-Otras variaciones fonéticas en el XV: ge lo/se lo, cogecha/cosecha, tiseras/tijeras. Variantes morfológicas:-Variables en el uso o en la ausencia del artículo. Su anteposición o no al posesivo

precedente al nombre. -Alternancias como do/doy, vos/os como complemento átono, lo/le con el leísmo, e/y, ser

y haber con los valores de estar y tener, respectivamente. Otro tanto cabe afirmar del léxico, que se hallaba a finales del XV y en el XVI tanto o

más diferenciado regionalmente de lo que ahora está. Hubo pues, diversidad regional en el español americano desde el principio, que sería no

tardando mucho objeto de una nivelación propia de la modalidad atlántica, aunque sucesivas nivelaciones de variada intensidad y de distinto alcance territorial pudieran tener lugar después, en determinadas etapas del período colonial. Pero había diferentes normas, y además debemos recordar que a América acudieron todas las sensibilidades culturales de España, desde la más baja a la más alta.

Por todo ello, es preciso conocer lo mejor posible cómo era el español de finales del XV y del siglo y medio siguiente, cuando se forma y adquiere perfiles propios su modalidad americana, básicamente ya a lo largo del quinientos. Y es necesario tener en cuenta la diferenciación regional existente en la época, porque los emigrados como bagaje lingüístico llevaban el que por naturaleza le era a cada uno peculiar.

En América las diferencias se juntan y pronto pierden el carácter regional o dialectal de procedencia. Al haber mezcla de poblaciones se produce la síntesis niveladora: los menos suelen adoptar los usos de la mayoría, o lo que se tiene por señal de prestigio.

1.11.2. El andalucismo del español americano

“Andalucismo dialectal” es la tesis que sostiene que el español de América es fundamentalmente de base andaluza.

Esto se evidencia en una serie de rasgos lingüístico-sistémicos que se aducen como coincidencias entre el andaluz y el español americano.

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Los factores que explican el andalucismo son:-Preponderancia de “meridionales” en las primeras etapas de la conquista y la

colonización (demostrada por los trabajos de Boyd-Bowman).-Los puertos andaluces (Sevilla y Cádiz) monopolizaron por mucho tiempo el transporte

hacia América. Del mismo modo, la marinería era fundamentalmente andaluza., así como que los viajeros de otras regiones hubieran de pasar meses en estos puertos antes de la partida, asimilando los usos lingüísticos allí reinantes.

-El influjo de la primitiva koiné fuertemente andaluzada de Santo Domingo, a donde llegaban inicialmente los inmigrantes y en donde sufrían una primera adaptación antes de pasar al Continente.

El español que fue trasplantado a tierras americanas, en los albores de la conquista, era el español preclásico, y debería tener muy pocas diferencias con el de los sefardíes. La diferencia es que éste último se petrificó y anquilosó, rodeado por lenguas extrañas y sin contacto con la metrópoli. En América, por el contrario, siguieron llegando capas de español hablado, manteniéndose fuertes lazos culturales con la metrópoli. Por lo tanto, allí se produjeron los mismos cambios que en el español peninsular, sobre todo la gran transformación consonántica del XVI y fenómenos que lo acercan más a la lengua del sur que a la de Castilla.

El problema es admitir si estos cambios estaban ya en la lengua transplantada o en su germen y se produjeron allí por paralelismo. Son las dos tendencias.

Esta similitud se intentó explicar suponiendo que andaluces y extremeños fueron mayoría en la colonización. Esta valoración, la del andalucismo americano, ha sido unas veces apoyada y otras combatida. En este sentido Zamora Munné (1988: 185) afirma que “el que conoce Andalucía y sus maneras de hablar y oye a un hispanoamericano, particularmente a un antillano o a un vecino de poblaciones costeras de América, inmediatamente percibe semejanzas, que se hacen más notables por contraste con las hablas del centro y norte de España. Esta reacción puramente impresionística llevó a que desde siempre se afirmara un origen andaluz para las características más salientes del español americano.”

Este “andalucismo” ha sido ampliamente combatido y apoyado. Gregorio Salvador comenta (1988: 77) que muchas veces se ha afrontado este problema desde un punto de vista no muy racional. A cada grupo le interesa presentar sólo lo que más le conviene. Así, los “andalucistas” inciden en las similitudes, mientras que los “americanistas” lo hacen en las discordancias.

Ya en la época colonial aparecen menciones a semejanzas del habla americana con la Andaluza. Igualmente, en la primera etapa científica de la filología hispanoamericana, Cuervo y Lenz hicieron diversos pronunciamientos sobre influjo andaluz en el español americano.

Sin embargo, la polémica propiamente dicha se inicia con Wagner en 1920. Henríquez Ureña, antes de conocer el trabajo de Wagner, en 1921 reacciona contra el andalucismo, presentando la idea del paralelismo en el desarrollo de los fenómenos. Durante algunos años uno y otro autor discuten mediante diversos artículos.

Más tarde interviene Amado Alonso, en general negando la tesis andalucista. Al contrario, Menéndez Pidal, Lapesa y Diego Catalán apoyan la tesis andalucista.

Parece que con los trabajos de Boyd-Bowman sobre el origen de los inmigrantes españoles a América y con los sumarios críticos de Guitarte y Rosenblat la polémica puede considerarse cerrada. Así, como resumen, puede darse por generalmente aceptada en la actualidad un relativo predominio del andaluz (entre las variedades regionales del español) en la primera época de la conquista y colonización.

Sin embargo, debe rechazarse la identificación del español de América en su conjunto con el andaluz. Existe una zona (Caribe insular, costas y tierras bajas) en donde existe gran similitud con el andaluz, mientras que en el resto del continente (tierras altas, regiones interiores), esa similitud se reduce a rasgos como el seseo y el yeísmo (prácticamente comunes a todo el mundo hispanohablante), vosotros reemplazado por ustedes, ausencia de leísmo y loísmo y algunos más.

Henríquez Ureña (1932) demostró que en el siglo XVI los andaluces sólo constituyeron la

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tercera parte de los emigrante. Andaluces, extremeños y murcianos, sumaban el 50%. Todo hacía pensar en evoluciones paralelas y no ligada una a la otra. Además, por aquella fecha no se había registrado caso alguno de ceceo, pronunciación considerada como típica de Andalucía.

Las cosas han cambiado desde ese libro. Ahora se tiene más documentación, y se sabe que el cambio andaluz ya se estaba produciendo en los tiempos de los viejos descubridores y en los de las primeras colonizaciones. Además, se ha demostrado la superioridad numérica de andaluces llegados entre 1493-1508.

Para probar las hipótesis ha habido una verdadera “guerra de cifras” sobre el número de pobladores y de fechas sobre el comienzo de los fenómenos en Andalucía y América. En definitiva podemos decir que existió un sedimento, una base inicial con una gran influencia andaluza (explicada por la mayoría numérica de pobladores de esta región), desarrollada por el contacto posterior con Andalucía. Amado Alonso (1976: 13) sin embargo afirma que tampoco esa supuesta población de América por andaluces está justificada históricamente, ya que los andaluces no fueron muchos más que los castellanos. “La opinión corriente no toma en cuenta que no podían existir en Andalucía andaluces suficientes para poblar todo lo que se les atribuye y además quedarse en Andalucía.” Es por esto por lo que este autor opina que la verdadera base del español de América fue el habla castellana (entendida ésta como general e interregional), ya que “todo el mundo estaba preparado para aceptar su hablar como el mejor, puesto que era más cercano al español, casi idéntico con él.” (1976:45), aunque también admite que los andaluces fueron factores activos y muy importantes en la formación de la base americana, aunque no sólo por lo que de distinto llevaron, sino también por lo común, esto es, por lo español. Esta base americana, en siglos posteriores, sufrió una gran evolución fonética que también se produjo en España.

Todo parece indicar que en las Antillas se formó una lengua de hondo carácter andaluz o andaluzado, que constituyó la base del posterior lenguaje desparramado por todo el continente.

Podemos pues decir que la confusión de sibilantes en América fue anterior y con una vitalidad superior a la que se venía considerando. Igualmente ocurre con la neutralización de l y r implosivas, con la aspiración de –s final y con el yeísmo.

De todos modos es conveniente recordar que estas semejanzas son más evidentes en las tierras bajas, mientras que en las altiplanicies el habla se acerca más a la de Castilla. Esta diferenciación se ha pretendido explicar diciendo que los andaluces se asentarían en las llanuras y en el litoral, y los castellanos en las tierras altas, buscando todos tierras y climas parecidos a los de sus lugares de origen. No obstante, esta hipótesis necesita una confirmación documental. Mientras tanto, parece más acertado decir que estas diferencias se deben al influjo cultural de las ciudades de Méjico y Lima, con gran vida universitaria, espiritual y administrativa durante el virreinato. Por otro lado, en estas zonas de gran población indígena, el español sería la lengua aristocrática y distinguida, con natural tendencia al purismo y a la corrección, frente a la población dispersa de las llanuras, donde el lenguaje fácilmente se apartó de las normas correctas.

Así, se opondría el español de las costas, donde los marineros vendrían de Andalucía y seguirían más la norma sevillana que la castellana, y el de las tierras altas, de acusada vida universitaria, de la administración y de la norma castellana. Es por esto que parece necesario cambiar la denominación de “tierras altas” y “tierras bajas” (explicación climatológica) por español “marinero” y español “de la administración” (hipótesis socio-cultural).

De igual modo, si lo “americano” nace a pocos kilómetros de Madrid, es afortunada la oposición, de Diego Catalán, entre “español castellano” y “español atlántico”. Tradicionalmente se suele utilizar el término español atlántico para denominar la variedad que se habla en Andalucía, Canarias y las tierras bajas de América, frente a español castellano, que sería el del centro y norte peninsular y el de las tierras altas americanas. Esta denominación fue propuesta por Catalán (1958), siendo aceptada desde entonces y manejada abundantemente. Sólo algunos autores como Zamora Munné y Guitart (1982), rechazan este concepto, ya que opinan que la división del español es triple: dos modalidades peninsulares, la centronorteña y la meridional, y una americana.

Gregorio Salvador (1988: 81) prefiere llamarlos español de tendencia evolutiva frente a español de tendencia conservadora, puesto que lo que diferencia esencialmente a ambas

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variedades es el carácter evolutivo de la primera frente al conservadurismo de la segunda. Sin embargo este autor opina que no hay peligro de división futura debido a la inmensa heterogeneidad de la variedad atlántica, regulándose por la norma del español literario. Tampoco existe el problema del aislamiento de ciertas variedades, ya que no coinciden con fronteras nacionales.

Germán de Granada (1991: 16) afirma que sin embargo, y a pesar de la aceptación total de este término, todavía hoy en día diversos aspectos del concepto español atlántico no están totalmente definidos: “Sin embargo el extenso uso, entre los especialistas en español de América, del término de “español atlántico” no ha implicado, por desgracia, una correspondiente y deseable clarificación conceptual de este útil e insustituible concepto teórico, el cual no solamente es utilizado con carácter general de modo, quizá voluntariamente vago e indefinido sino que, con frecuencia, expresa contenidos semánticos equívocos e incluso contradictorios.”

La tesis del español atlántico de D. Catalán abría de nuevo la polémica sobre el andalucismo del español de América.

Para él, dicho andalucismo, que él prefiere denominar sevillanismo, es indudable en el seseo, pero no en el resto de fenómenos (yeísmo, aspiración de –s implosiva, caída de –d- intervocálica y la neutralización de –l y –r implosivas), muchos de ellos en efervescencia aún. Por lo tanto se decanta por la hipótesis poligenética.

Apoyan la teoría andalucista Menéndez Pidal, Lapesa, Lázaro Carreter, mientras que se oponen a ella, o defienden la poligenética Navarro Tomás y G. Salvador.

Se habla de tierras altas y bajas en América, andaluz y castellano en la Península, español de la flota y español de la administración, español atlántico y español castellano. Todas estas denominaciones son válidas para una misma realidad, la posible primera gran división dialectal de nuestra lengua, pero lo que diferencia a ambas variedades es el carácter evolutivo y cambiante de una frente a la estabilidad y fijeza de la otra. Por eso él prefiere hablar de tendencia evolutiva y tendencia conservadora.

Opina que con el nombre de español atlántico lo que se indica es una diversidad, lo que hay que tener muy presente. Analizando uno a uno cada uno de los rasgos, lo que encuentra en esa zona evolutiva son más divergencias que paralelismos, puesto que dichos fenónemos no son ni mucho menos generales en el español atlántico y los podemos encontrar en zonas del español castellano.

Estas discordancias, variabilidad en los resultados del proceso, parecen apoyar su poligénesis. Suponer que se han importado desde Andalucía tiene poca consistencia, puesto que supondría admitir una antigüedad que no resiste el más mínimo análisis.

Además, otros fenómenos fonéticos (extensa diptongación de hiatos en América y en el norte de España, y rechazado en Andalucía) y léxicos (zonas) tampoco se ajustan a la idea de español atlántico.

1.11.3. Principales zonas

A pesar de que se ha hablado de un fondo idiomático común y muy homogéneo, sobre todo en los niveles cultos (hay menos diferencias entre dos regiones cualesquiera de la enorme América, por separadas que se encuentren, que entre dos valles vecinos de Asturias, por ejemplo) no pueden hacerse peligrosas generalizaciones, puesto que dentro del español americano diversas razones obran en sentido diferenciador (clima, geografía, contactos con diversas lenguas indígenas, distintos grados de cultura, el mayor o menor aislamiento o relación con los focos culturales, etc.), lo que ha producido modificaciones en todos los niveles, sobre todo en el léxico.

Henríquez Ureña (1921) dividió la América española en cinco zonas principales:1) El sur y suroeste de los Estados Unidos, Mejico y las repúblicas de América Central.2) Las tres grandes Antillas españolas: Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, la costa y los

llanos de Venezuela y la parte septentrional de Colombia.3) La región andia de Venezuela, el interior y la costa occidental de Colombia, el

Ecuador, el Perú, la mayor parte de Bolivia y el norte de Chile.

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4) La mayor parte de Chile.5) Argentina, Uruguay, Paraguay y parte del sudeste boliviano.

Siguiendo la teoría de Henríquez Ureña, estas cinco zonas están condicionadas por la proximidad geográfica de las comarcas que las componen, los lazos políticos y culturales que las unieron durante el periodo colonial y, en especial, el contacto con una lengua indígena principal (1= náhuatl, 2= arahuaco, 3= quechua, 4= araucano, 5= guaraní).

Como hemos dicho, los elementos diferenciadores son sobre todo léxicos. Fonéticamente, ninguna de estas zonas es uniforme, por lo que dentro de estas zonas podrían establecerse subdivisiones.

Esta es a grandes rasgos la teoría de Henríquez Ureña, basada en los escasos conocimientos que entonces se tenían de los hechos y problemas idiomáticos. Diversos estudios posteriores han puesto de manifiesto la endeblez de esta teoría. Por ejemplo, Rona (1964) rechaza la clasificación anterior, argumentando que no es una teoría lingüística, sino etnográfica. Su propuesta se bas en la distribución de cuatro rasgos fonéticos y morfosintácticos: yeísmo, zeísmo (con signo fricativo en la z), voseo y formas del voseo, de cuya combinación obtiene veintitrés zonas.

Aunque existen otras propuestas (Canfield, Resnick, Cahuzac), su propuesta recoge y formaliza propuestas anteriores de diversos investigadores y que se reduce a plantear una bipartición inicial del diasistema total español, por lo tacante a los dialectos homogéneos o histórico-estructurales, en dos grandes variedades o superdialectos:

i) Superdialecto A o continental-interior. Predomina grosso modo en el centro-norte de España y en las tierras altas y zonas interiores de América. Sus rasgos fundamentales son:

-Mantenimiento de la –s (implosiva).-Mantenimiento de /r/ y /l/ mplosivas.-Algunos otros rasgos.ii) Superdialecto B o andaluzado o costero-insular. En España predomina en la parte

meridional y en las Canarias. En América lo encontramos en las islas del Caribe, costas y en las riberas de algunos ríos. Rasgos principales:

-Tratamiento de la –s implosiva como aspirada [h] o como cero fonético, con una serie de consecuencias fónicas (ensordecimiento de sonoras, geminación, alteración del esquema de plural, etc.).

-Neutralización parcial de /r/ y /l/, etc.

Esta bipartición, como ya hemos visto en el andalucismo americano, es defendida por D. Catalán, R. Lapesa y Fernández-Sevilla.

Los factores o determinantes históricos que condicionan esta bipartición:-Factor cronológico: predominio meridional en la primera época y aumento relativo de la

inmigración centro-norteña en épocas mas tardías.-Factor comercial: el influjo de la flota de las Indias sobre los territorios insulares y

costeras y la poca incidencia de tal influjo en las regiones interiores.-Factor administrativo-cortesano: influjo del lenguaje de los administrativos coloniales

(virreyes, presidentes, oidores, eclesiásticos, etc.) residentes normalmente en las ciudades del interior como Lima, Méjico y Bogotá.

1.11.4. La polémica “unidad o disgregación”

Aunque desde los primeros tiempos de la colonización se advertían peculiaridades americanas, la polémica sobre la posible disgregación del español en lenguas diferentes la inicia Cuervo (1954, II, 521): “estamos en vísperas (que en la vida de los pueblos pueden ser bien largas) de quedar separados, como quedaron las hijas del Imperio Romano”.

Esta hipótesis se basa en el hecho de que la independencia de España produjo una fragmentación política que en cierta medida reproducía la estructura de la época del Imperio Romano. Además, las distintas estructuras de las lenguas nacionales hispanoamericanas siguen su propio desarrollo independiente, que tiende a una diferenciación cada vez mayor respecto a la

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lengua literaria de España.Esto provocó las réplicas de Juan Valera, algunas veces bastante agrias, y las

contrarréplicas de Cuervo. Desde entonces la cuestión se ha venido debatiendo con frecuencia, aunque en la actualidad los hispanistas se inclinan a negar la posibilidad de disgregación del español.

Esta idea se basa en que frente a las fuerzas centrífugas hay fuerzas centrípetas muy importantes:

-Intercambios editoriales -Desarrollo insospechado de los modernos medios de comunicación.-Multiplicación de toda clase de contactos (conferencias, simposios, turismo, etc.).-Establecimiento de una norma común a través de todas las academias.-Esfuerzos hacia la integración económica, política y cultura de Hispanoamérica..-Conciencia creciente de la necesidad de mantener la unidad.

1.11.5. Rasgos generales

Ya han pasado los tiempos en los que importantes intelectuales de Hispanoamérica estaban preocupados por la unidad del español en el continente. Opinaba que al igual que el latín, el español de América se fragmentaría en lenguas diversas, una vez desaparecido el vínculo con la metrópoli.

Hoy día ya no hay motivos de preocupación: el aumento de las comunicaciones nos unen cada vez más. La unidad de la lengua está asegurada, aunque esto no significa que estemos ante una lengua homogénea. Hay fenómenos lingüísticos que distinguen unos dialectos americanos de otros. Recordemos que el español es un gran complejo dialectal, y el noventa por ciento de los hispanohablantes viven en América.

El origen de esas diferencias son los mismos que en otras zonas:-Diverso origen dialectal de los colonizadores.-Diversidad de lenguas aborígenes.-Aislamiento entre los núcleos fundacionales.-Ausencias de políticas lingüísticas niveladoras, etc.

Hispanoamérica es un mosaico dialectal, pero estamos todavía lejos de una descripción pormenorizada de las piezas que lo componen. Existen intentos de deslindar zonas dialectales americanas, pero lo que se ha hecho hasta ahora suele ser poco convincente. El viejo trabajo de Henríquez Ureña, P. (1921): “Observaciones sobre el español de América”, en RFE, 8, pp. 364-379, aunque muy criticado por todos, sigue en pie, aunque sus bases indigenistas no puedan mantenerse.

Los trabajos de los que han intervenido en el tema pueden verse en: Moreno F. (1993). No obstante, los casi siempre endebles planteamientos teóricos, y los insuficientes datos que es posible reunir hoy día terminan por desautorizar estos trabajos.

El esperado Atlas Lingüistico de Hispanoamérica puede ayudar a describir este complejo. A éste habrá que unir los atlas de dominios menores: México, Costa Rica, Ecuador, Uruguay, Argentina. Con todos ellos y los datos que aporten parece seguro que pronto podremos establecer las zonas dialectales de América.

Además, debemos destacar los proyectos lexicográficos en curso: Proyecto de Augsburgo (Haensch y Werner), VARILEX (desde Tokio, aunque éste con un carácter exclusivamente urbano), en este intento de descripción del español de América, y el Gran diccionario de Americanismos, elaborado por la Asociación de Academias de la Lengua española.

Igualmente, se está elaborando el estudio sobre El léxico de la norma culta de las grandes ciudades del mundo hispánico. En esta investigación se presentará el léxico obtenido en entrevistas en grandes ciudades hispanoamericanas y españolas, con múltiples clasificaciones estadísticas y varios estudios.

Como vemos, existe una preeminencia en los estudios léxicos por encima de los fonéticos y los morfosintácticos.

Mientras tanto, podemos decir que, excepto los casos de influencias de lenguas indígenas,

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no hay un solo fenómeno del español americano (con excepción del voseo) que no tenga vida en el español peninsular o insular.

VOCALISMO

-Pérdida de las vocales átonas, fenómeno especialmente vivo en el altiplano mejicano, aunque también se produce en otras zonas (sierras de Ecuador, Perú, Bolivia y Bogotá): orita, oritita ‘ahora, ahorita’, /viejsíto/ ‘viejecito’, /splaticaba/ ‘se platicaba’.

-En el español de México, esta pérdida llega, en muchos casos, a la vocal tónica, aunque sin la frecuencia ni intensidad que en las átonas: /kjénsbeké/ ‘quién sabe qué’. Este fenómeno se produce entre toda clase de hablantes, sin que exista la menor conciencia lingüística contraria.

-Paso de e átona a i: vistido, visino, lisión, siguro, sigún. Se atestiguan desde Nuevo Méjico a la Patagonia.

-El cambio de e en hiato a i, cambio que en muchos lugares alcanza el habla culta: tiatro, pasiar, rial.

-Cambio opuesto al anterior, es decir, i protónica a e: copeo (‘copio’), melitar, cevil, escrebir, vesita.

-Paso de o protónica a u: cuete ‘cohete’, gurrión ‘gorrión’.-Cambio opuesto al anterior, es decir, u protónica a o: josticia, chobasco.-Abertura total de la e en el diptongo /ei/, hasta sonar /ai/: asaite, sais, raina. -El fenómeno opuesto al anterior: /ai/ > /ei/: méiz ‘maiz’, beile ‘baile’.-Diptongación excesiva: priesa, dientista, o falta de diptongación: quebras ‘quiebras’,

apreta ‘aprieta’.-Cambios acentuales: a) acentuación vulgar: cáido, bául, máistro; b) acentuación culta:

austríaco, cardíaco.Todos estos fenómenos fonéticos son conocidos del español popular, vulgar y rural de la

Península, y algunos de ellos han tenido frecuente y digno empleo en la literatura preclásica y clásica.

CONSONANTISMO

-Caida de la -d- intervocálica, que desaparece en casi toda el habla hispana. En América ocurre como en España, pero no es general y lucha con restauraciones escolares. Sobre todo se mantiene en el altiplano mejicano, pero coexiste con la pérdida, muy mitigada. La –d final, desaparecida también en la Península, en el habla popular, ha caído también en América. Esta tendencia ya aparece documentada en el viejo castellano.

-Reducción de los grupos cultos de consonantes: corrución, indino, ilesia ‘iglesia’.-Vocalización del grupo -ct-: aspeito, defeito, doutor.-La ch ha sido registrada como fricativa en Nuevo Méjico, es decir, como la de muchas

regiones andaluzas. Dicha tendencia es muy perceptible en Cuba, y algo menos en Santo Domingo. Sin embargo, lo corriente es la articulación africada española.

-En la altiplanicie mejicana, y algo en Perú, se oye la [h] aspirada procedente de F- latina. Se ha documentado en todo el continente.

-La –r final de grupo o se pierde o se confunde con –l: comé, llegá, caldo-cardo.“Niño: zordao, barcón y mardita sea tu arma ze escriben con ele”. Cuelpo, saltén.-La /s/ es, en general, más parecida a la variante predorsal andaluza que a la apical

cóncava castellana, aunque hay multitud de matices, entre los que parece dominar una s plana, coronal. Dentro de estos tipos de articulación se produce el seseo americano, general en todo el territorio.

-La -s final se aspira en prácticamente toda Hispanoamérica, excepto en la meseta de Méjico, el Perú y algunas regiones andinas.

-Se han registrado casos de ceceo en algunos lugares: Puerto Rico, Colombia, El Salvador, Nicaragua y Argentina, aunque como hemos dicho, lo que predomina es la pronunciación seseante.

-Yeísmo. Confusión entre -ll- y -y-. Muy extendido.

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MORFOSINTAXIS

Como hemos dicho, los estudios morfosintácticos no son tan abundantes. Quizá, uno de los casos de mayor significación sea el del uso de formas verbales como canté/he cantado, que prometen ser de mucho rendimiento. Parece que los estudios indican que existen dos amplias zonas: la que se une a los comportamientos verbales de los dialectos españoles más conservadores (toda la zona andina) y el resto del continente, que a semejanza de Canarias y de Andalucía neutraliza estas oposiciones a favor de las formas simples con suma frecuencia.

Otros fenómenos gramaticales que deben estudiarse a fondo:-Supuesta regresión del ciertos usos de subjuntivo.-Abundancia notable de perífrasis verbales.-El español americano, más que el peninsular, tiende a formar adjetivos o nombres

femeninos que no tienen distinción genérica: huéspeda, parienta, estudianta, o bien al contrario: pianisto, bromisto, hipócrito. Es una tendencia moderna, innovadora.

-Otra tendencia moderna es el uso de adjetivos adverbializados: cantar lindo; almorzar feo.

-Uso de los posesivos. El pospuesto (hijo mío), se suele anteponer: mira, mi hijo; hasta luego, mis amigos. Es frecuente también la sustitución del posesivo por el personal con preposición: es idea de nosotros; es la compañera de él.

-Mayor uso del pretérito indefinido frente al del perfecto, que es más restringido.-Ausencia de leísmo y laísmo. El primero (para masculino singular) es general y

aceptado en todos los niveles en España. El segundo está menos difundido y no es aceptado. Con raras excepciones, ninguno de los dos fenómenos se da en América.

El Voseo

Lo que se conoce como voseo es el uso de vos para la segunda persona del singular. En algunas zonas (p.e. Argentina) tuteo, tutearse, equivale a ‘tratarse de vos’, es decir, ‘no de usted’.

En el habla popular de gran parte de América, aunque con importantes excepciones (más de la tercera parte de la población americana lo ignora) se sustituye el pronombre de segunda persona de singular (tú), olvidado, por el pronombre de segunda persona de plural (vos).

Las clases cultas emplean tú y usted, pero en toda clase de hablantes y en toda América, ustedes es el plural único de tú, vos, usted.

El voseo no es otra cosa que un rígido arcaísmo, ya que la lengua antigua usaba vos como tratamiento de nobleza y distinción. En cambio, tú se usaba para dirigirse a personas de rango inferior. Esta valoración de los pronombres todavía estaba vigente a comienzos del XVI. A lo largo de este siglo se produjo un fuerte desgaste de vos, que descendió de su condición hidalga a una nueva, vulgar. Como compensación, tú pasó a ocupar su lugar, sobre todo en la vida familiar, mientras que en la pública se generalizó vuestra merced, origen de usted. Lo cierto es que tú fue dignificado por la lengua de España después de la conquista y colonización de América. Allí, solamente fue mantenido y propagado en las cortes virreinales, Méjico y Lima, y en las comarcas por ellas influidas.

Por lo que se refiere a la conjugación, aparecen combinaciones de las formas del plural con las del singular, confusiones debidas al uso del tú y a la lucha entre los dos tratamientos.

Las formas verbales del voseo pueden resumirse en este esquema:A. vos cantáis, teméis, reís. Identificación con las normales de plural del castellano

medio.B. Vos cantáis, temís, reís. Sierra de Ecuador, sur del Perú, Chile.C. Vos cantás, temés, reís. Sur de Méjico y Centroamérica, Colombia, Venezuela, costas

de Ecuador, Paraguay, Argentina pampeana y guaraní, Uruguay).D. Vos cantas, temes, ríes. Santiago del Estero.

Este fenómeno hoy día sigue pujante en algunos sitios (en la región rioplatense, tanto en

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las ciudades como en los campos), en otros lucha con el tuteo a la española, y en otros ha desaparecido.

LÉXICO

En este campo, muy estudiado, es en el que más diferencias existen. Como característica principal podemos decir que existe una mayor fidelidad andaluza y americana al vocabulario clásico de nuestra lengua, por lo que abundan los arcaísmos: Acalenturado: febril. Acuerdo: reunión. Alfarnate: desvergonzado. Amargoso: amargo. Bravo: enojado. Catar: mirar. Lindo: bonito. Pararse: ponerse de pie. Pollera: falda de la mujer.

Es importante también la influencia de los indigenismos en la formación del léxico hispanoamericano (canoa, piragua, cacique, tabaco, batata, caníbal, sabana, tiburón, hamaca, maíz, caoba, huracán, cacao, chocolate, tomate). Como vemos, muchas de éstas son palabras que han pasado al español general.

Existe además un gran fondo de voces dialectales del occidente peninsular, debido a la gran cantidad de emigrantes leoneses, extremeños, gallegos y portugueses que llegaron a América hasta finales del siglo XVI: Andancio: epidemia. Carozo: hueso de algunas frutas. Chifle: cuerno. Piquinino: chiquillo. Renco: cojo.

La lexicografía, disciplina encargada de registrar las voces de una lengua, tiene una larga tradición en América. Se remonta al siglo XVI, cuando proliferan los vocabularios de lenguas indígenas, o de éstas y el español. La mayoría de estos diccionarios no trata de incorporar todo el léxico de América ni de una región particular, sino que expresa aspectos especiales de la lengua. Sólo muy recientemente se han empezado a publicar diccionarios generales. También tienen mucho éxito los diccionarios descriptivos que intentan caracterizar el léxico de una región o de toda América: diccionarios de regionalismos y americanismos. Un ejemplo de este tipo de obra: G. Haensch/R. Verner. (dir.) (1993-1994 Nuevo diccionario de americanismos. 3 vol. publicados: I: Nuevo diccionario de colombianismos. II: Nuevo diccionario de argentinismos. III: Nuevo diccionario de uruguayismos.

EL ELEMENTO INDÍGENA

En cuanto al influjo indígena, a veces sustratístico y otras adstratístico, en necesario diferenciar dos fenómenos muy diferenciados:

a) La influencia de la lengua indígena materna en el español de hablantes bilingües, cuyo dominio de la lengua aprendida no alcanza niveles satisfactorios de competencia. Aquí no se puede hablar de influencia indígena en el español americano, ya que dicho influjo se limita a casos de transgresiones gramaticales del español, debido sobre todo a procesos imperfectos de aprendizaje.

b) El influjo de lo indígena en hablantes monolingües de español de las diversas comunidades de habla. Aquí sí que estamos en presencia de una auténtica influencia lingüística de una lengua sobre otra. En estos casos, el continente americano presenta una gradación muy diversa, ya que existen zonas donde la influencia es mucho mayor que en otras.

Los españoles encontraron a su llegada un territorio desconocido, poblado por gentes que hablaban una infinidad de idiomas extraños, en un medio asombroso y también extraño. En un primer momento, esa realidad (plantas, accidentes geográficos, útiles, etc.) fue nombrada con voces españolas que designaban elementos parecidos. No obstante, con el tiempo, las palabras o giros españoles se fueron sustituyendo por las voces nativas.

Estas lenguas (más de 123 familias de idiomas) eran innumerables, pero las que han dejado huella en el español de América son:

-Arahuaco, hoy desaparecido, que se hablaba en las Antillas.-El caribe, hablado en las Antillas del sur, Venezuela y Guayanas.-El náhuatl, la más extendida dentro del imperio mejicano.-El quechua, hablado en el Perú, y propagado por los incas a lo largo de los Andes.-El araucano o mapuche, en el sur de Chile.

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-El guaraní, hablado en en las cuencas del Paraguay y del Paraná, y en Brasil.

La valoración del influjo indígena sobre el español ha tenido muchas interpretaciones: Para algunos, como Rodolfo Lenz, dicha influencia ha sido enorme, sobre todo en la pronunciación. Sin embargo, cuanto más se conoce la variedad dialectal de España y América esta tesis pierde fuerza, y hoy día se considera que el influjo indígena en el español de América es mínimo.

No obstante, en algunas circunstancias y casos, el influjo del sustrato indígena está vivo y palpable, sobre todo en las poblaciones bilingües, pero sin alterar gravemente en ningún caso la estructura del español. Se ha señalado que quizá en las diversas manifestaciones de la entonación sea fácil encontrar huellas de las entonaciones indígenas, además de en las alteraciones del ritmo.

Por lo que se refiere a casos de substrato morfológico y sintáctico, éstos son muy pocos. Lenz, a pesar de su afán indigenista, no pudo señalar ninguno. Cuervo señaló la posposición del posesivo quechua –y a voces españolas con valor afectivo: viday ‘vida mía’. Igualmente el sufijo quechua –la para indicar cariño: vidala. Otros son el sufijo náhuatl –éca (azteca, yucateca, guatemalteco) procedente de –ecatl.

Evidentemente, donde la huella indígena es más importante es en el léxico. La fuente más antigua es el arahuaco de las Antillas, primer territorio con el que se tuvo contacto. La primera voz indígena aceptada y difundida es canoa.

Voces arahuacas: tabaco (designaba no la planta, sino el instrumento donde se fumaba), batata.

Otras voces antillanas: caníbal, sabana (‘llanura’), enaguas, tiburón, yuca, huracán, hamaca, maíz, caoba, guayaba, iguana.

Voces del náhuatl: aguacate, cacao, chocolate, tomate, cacahuete, chicle, hule, petaca, petate, tiza.

Quechua: cóndor, alpaca, vicuña, puma, llama, guano, mate, pampa, papa ‘patata’.Guaraní: tapir, tapioca, ñandú, jaguar, tucán.Mapuche o araucano: gaucho, poncho.