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MANUSCRITOS ECONOMICOS Y FILOSOFICOS DE 1844 Carlos Marx Escrito: Entre abril y agosto de 1844. ÍNDICE Primer Manuscrito Salario Beneficio del capital Renta de la tierra [El trabajo enajenado] Segundo Manuscrito [Antítesis del capital y el trabajo. Propiedad privada y capital.] Tercer Manuscrito [Propiedad privada y trabajo. Economía política como producto del movimiento de la propiedad privada.] [Propiedad privada y comunismo] [Requisitos humanos y división del trabajo bajo el dominio de la propiedad privada] [El poder del dinero] [Crítica de la dialéctica hegeliana y de la filosofía de Hegel en general]

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MANUSCRITOS ECONOMICOSY FILOSOFICOS DE 1844Carlos Marx

Escrito: Entre abril y agosto de 1844.

ÍNDICE

Primer Manuscrito Salario Beneficio del capital Renta de la tierra [El trabajo enajenado]

Segundo Manuscrito [Antítesis del capital y el trabajo. Propiedad privada y capital.]

Tercer Manuscrito [Propiedad privada y trabajo. Economía política como producto del movimiento de la

propiedad privada.] [Propiedad privada y comunismo] [Requisitos humanos y división del trabajo bajo el dominio de la propiedad privada] [El poder del dinero]

[Crítica de la dialéctica hegeliana y de la filosofía de Hegel en general]

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PRIMER MANUSCRITO

SALARIO

(I) El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero. Necesariamente triunfa el capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que éste sin el capitalista. La unión entre los capitalistas es habitual y eficaz; la de los obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos. Además el terrateniente y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es tan grande la competencia entre los obreros. Luego sólo para el obrero es la separación entre capital, tierra y trabajo una separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo del obrero.Para el obrero es, pues, mortal la separación de capital, renta de la tierra y trabajo.El nivel mínimo de salario, y el único necesario, es lo requerido para mantener al obrero durante el trabajo. y para que él pueda alimentar una familia y no se extinga la raza de los obreros. El salario habitual es, según Smith, el mínimo compatible con la simple humanité, es decir, con una existencia animal.La demanda de hombres regula necesariamente la producción de hombres, como ocurre con cualquier otra mercancía. Si la oferta es mucho mayor que la demanda, una parte de los obreros se hunde en la mendicidad o muere por inanición. La existencia del obrero está reducida, pues, a la condición de existencia de cualquier otra mercancía. El obrero se ha convertido en una mercancía y para él es una suerte poder llegar hasta el comprador. La demanda de la que depende la vida del obrero, depende a su vez del humor de los ricos y capitalistas. Si la oferta supera a la demanda entonces una de las partes constitutivas del precio, beneficio, renta de la tierra o salario, es pagada por debajo del precio; una parte de estas prestaciones se sustrae, pues, a este empleo y el precio del mercado gravita hacia el precio natural como su centro. Pero, 1.) cuando existe una gran división del trabajo le es sumamente difícil al obrero dar al suyo otra dirección; 2) el perjuicio le afecta a él en primer lugar a causa de su relación de subordinación respecto del capitalista.Con la gravitación del precio de mercado hacia el precio natural es así el obrero el que más pierde y el que necesariamente pierde. Y justamente la capacidad del capitalista para dar a su capital otra dilección es la que, o priva del pan al obrero, limitado a una rama determinada de trabajo, o le obliga a someterse a todas las exigencias de ese capitalista.(II) Las ocasionales y súbitas fluctuaciones del precio de mercado afectan menos a la renta de la tierra que a aquellas partes del precio que se resuelven en beneficios y salarios, pero afectan también memos al beneficio que al salario. Por cada salario que sube hay, por lo general, uno que se mantiene estacionario y uno que baja.El obrero no tiene necesariamente que ganar con la ganancia del capitalista, pero necesariamente pierde con él. Así el obrero no gana cuando el capitalista mantiene el precio del mercado por encima del natural por obra de secretos industriales o comerciales, del monopolio o del favorable emplazamiento de su terreno.Además: los precios del trabajo son mucho más constantes que los precios de los víveres. Frecuentemente se encuentran en proporción inversa. En un año de carestía el salario disminuye a causa de la disminución de la demanda y se eleva a causa del alza de los víveres. Queda, pues, equilibrado. En todo caso, una parte de los obreros queda sin pan. En años de abundancia, el salario se eleva merced al aumento de la demanda, disminuye merced a los precios de los víveres. Queda, pues, equilibrado.Otra desventaja del obrero:Los precios del trabajo de los distintos tipos de obreros difieren mucho más que las ganancias en las distintas ramas en las que el capital se coloca. En el trabajo toda la diversidad natural, espiritual y social de la actividad individual se manifiesta y es inversamente retribuida, en tanto que el capital muerto va siempre al mismo paso y es indiferente a la real actividad individual. En general hay que observar que allí en donde tanto el obrero como el capitalista sufren, el obrero sufren en su existencia y el capitalismo en la ganancia de su inerte Mammón.

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El obrero ha de luchar no sólo por su subsistencia física, sino también por lograr trabajo, es decir, por la posibilidad, por lo medios, de poder realizar su actividad. Tomemos las tres situaciones básicas en que puede encontrarse la sociedad y observemos la situación del obrero en ellas.l) Si la riqueza de la sociedad está en descenso, el obrero sufre más que nadie, pues aunque la clase obrera no puede ganar tanto como la de los propietarios en una situación social próspera, aucune ne souffre aussi cruellement de son déclin que la classe des ouvriers. (Ninguna sufre tanto con su decadencia como la clase obrera, Smith, II, 162).III), 2) Tomemos ahora una sociedad en la que la riqueza aumenta. Esta situación es la única propicia para el obrero. Aquí aparece la competencia entre capitalistas la demanda de obreros excede a la oferta, pero:En primer lugar, el alza de los salarios conduce a un exceso de trabajo de los obreros. Cuanto más quieren ganar, tanto más de su tiempo deben sacrificar y, enajenándose de toda libertad, han de realizar, en aras de la codicia, un trabajo de esclavos. Con ello acortan su vida. Este acortamiento en la duración de su vida es una circunstancia favorable para la clase obrera en su conjunto, porque con él se hace necesaria una nueva oferta. Esta clase ha de sacrificar continuamente a una parte de si misma para no perecer por completo.Además, ¿cuándo se encuentra una sociedad en vías de enriquecimiento progresivo? Con el aumento de los capitales y las rentas de un país. Esto, sin embargo, sólo es posible: a) porque se ha acumulado mucho trabajo, pues el capital es trabajo acumulado; es decir, porque se ha ido arrebatando al obrero una cantidad creciente de su producto, porque su propio trabajo se le enfrenta en medida creciente como propiedad ajena, y los medios de su existencia y de su actividad se concentran cada vez más en mano del capitalista; b) la acumulación del capital aumenta la división del trabajo y la división del trabajo el número de obreros; y viceversa, el número de obreros aumenta la división del trabajo, así como la división del trabajo aumenta la acumulación de capitales. Con esta división del trabajo, de una parte, y con la acumulación de capitales, de la otra, el obrero se hace cada vez más dependiente exclusivamente del trabajo, y de un trabajo muy determinado, unilateral y maquinal. Y así, del mismo modo que se ve rebajado en lo espiritual y en lo corporal a la condición de máquina, y de hombre queda reducido a una actividad abstracta y un vientre. Se va haciendo cada vez más dependiente de todas las fluctuaciones del precio de mercado, del empleo de los capitales y del humor de los ricos. Igualmente, el crecimiento de la clase de hombres que no tienen (IV) más que su trabajo agudiza la competencia entre los obreros, por tanto, rebaja su precio. En el sistema fabril esta situación de los obreros alcanza su punto culminante.c) En una sociedad cuya prosperidad crece, sólo los más ricos pueden aún vivir del interés del dinero. Todos los demás están obligados, o bien a emprender un negocio con su capital, o bien a lanzarlo al comercio. Con esto se hace también mayor la competencia entre los capitales. La concentración de capitales se hace mayor, los capitalistas grandes arruinan a los pequeños y una fracción de los antiguos capitalistas se hunde en la clase de los obreros, que por obra de esta aportación padece de nuevo la depresión del salario y cae en una dependencia aún mayor de los pocos grandes capitalistas; al disminuir el número de capitalistas, desaparece casi su competencia respecto de los obreros, y como el número de éstos se ha multiplicado, la competencia entre ellos se hace tanto mayor, más antinatural y más violenta. Una parte de la clase obrera cae con ello en la mendicidad o la inanición tan necesariamente como una parte de los capitalistas medios cae en la clase obrera.Así, pues, incluso en la situación social más favorable para el obrero la consecuencia necesaria para éste es exceso de trabajo y muerte prematura, degradación a la condición de máquina, de esclavo del capital que se acumula peligrosamente frente a él, renovada competencia, muerte por inanición o mendicidad de una parte de los obreros.(V) El alza de salarios despierta en el obrero el ansia de enriquecimiento propia del capitalista que él, sin embargo, sólo mediante el sacrificio de su cuerpo y de su espíritu puede saciar. El alza de salarios presupone la acumulación de capital y la acarrea; enfrenta, pues, el producto del trabajo y el obrero, haciéndolos cada vez más extraños el uno al otro. Del mismo modo, la división del trabajo hace al obrero cada vez más unilateral y más dependiente, pues acarrea consigo la competencia no sólo de los hombres, sino también de las máquinas. Como el obrero ha sido degradado a la condición de máquina, la máquina puede oponérsele como competidor. Finalmente, como la acumulación de capitales aumenta la cantidad de industria, es decir, de obreros, mediante esta acumulación la misma cantidad de industria trae consigo una mayor cantidad de obra hecha que se convierte en superproducción y termina, o bien por dejar sin trabajo a una gran parte de

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los trabajadores, o bien por reducir su salario al más lamentable mínimo. Estas son las consecuencias de una situación social que es la más favorable para el obrero, la de la riqueza creciente y progresiva.Por último, sin embargo, esta situación ascendente ha de alcanzar alguna vez su punto culminante. ¿Cuál es entonces la situación del obrero?3) «Los salarios y los beneficios del capital serán probablemente muy bajos en un país que haya alcanzado el último grado posible de su riqueza. La competencia entre los obreros para conseguir ocupación seria tan grande que los salarios quedarían reducidos a lo necesario para el mantenimiento del mismo número de obreros y si el país estuviese ya suficientemente poblado este número no podrá aumentarse». El exceso debería morir.Luego, en una situación declinante de la sociedad, miseria progresiva; en una situación floreciente, miseria complicada, y en una situación en plenitud, miseria estacionaria.Y como quiera que, según Smith, no es feliz una sociedad en donde la mayoría sufre, que el más próspero estado de la sociedad conduce a este sufrimiento de la mayoría, y como la Economía Política (en general la Sociedad del interés privado) conduce a este estado de suma prosperidad, la finalidad de la Economía Política es, evidentemente, la infelicidad de la sociedad.En lo que respecta a la relación entre obreros y capitalistas, hay que observar todavía que el alza de salarios está más que compensada para el capitalista por la disminución en la cantidad del tiempo de trabajo, y que el alza de salarios y el alza en el interés del capital obran sobre el precio de la mercancía como el interés simple y el interés compuesto, respectivamente.Coloquémonos ahora totalmente en el punto de vista del, economista, y comparemos, de acuerdo con él, las pretensiones teóricas y prácticas de los obreros.Nos dice que, originariamente y de acuerdo con su concepto mismo todo el producto del trabajo pertenece al obrero. Pero al mismo tiempo nos dice que en realidad revierte al obrero la parte más pequeña e imprescindible del producto; sólo aquella que es necesaria para que é1 exista no como hombre, sino como obrero, para que perpetúe no la humanidad, sino la clase esclava de los obreros.El economista nos dice que todo se compra con trabajo y que el capital no es otra osa que trabajo acumulado, pero al mismo tiempo nos dice que el obrero, muy lejos de poder comprarlo todo, tiene que venderse a sí mismo y a su humanidad.En tanto que las rentas del perezoso terrateniente ascienden por lo general a la tercera parte del producto de la tierra, y el beneficio del atareado capitalista llega incluso al doble del interés del dinero, lo que el obrero gana es, en el mejor de los casos, lo necesario para que, de cuatro hijos, dos se le mueran de desnutrición (VII). En tanto que, según el economista, el trabajo es lo único con lo que el hombre aumenta el valor de los productos naturales, su propiedad activa, según la misma Economía Política, el terrateniente y el capitalista, que como terrateniente y capitalista son simplemente dioses privilegiados y ociosos, están en todas partes por encima del obrero y le dictan leyes.En tanto que, según el economista el trabajo es el único precio invariable de las cosas, no hay nada más azaroso que el precio del trabajo, nada está sometido a mayores fluctuaciones.En tanto que la división del trabajo eleva la fuerza productiva del trabajo, la riqueza y el refinamiento de la sociedad, empobrece al obrero hasta reducirlo a máquina. En tanto que el trabajo suscita la acumulación de capitales y con ello el creciente bienestar de la sociedad, hace al obrero cada vez más dependiente del capitalista, le lleva a una mayor competencia, lo empuja al ritmo desenfrenado de la superproducción, a la que sigue un marasmo igualmente profundo.En tanto que, según los economistas, el interés del obrero no se opone nunca al interés de la sociedad, el interés de la sociedad está siempre y necesariamente en oposición al interés del obrero.Según los economistas, el interés del obrero no está nunca en oposición al de la sociedad, 1) porque el alza del salario está más que compensada por la disminución en la cantidad del tiempo de trabajo, además de las restantes consecuencias antes desarrolladas, y 2) porque, en relación con la sociedad, el producto bruto total es producto neto y sólo en relación al particular tiene el neto significadoPero que el trabajo mismo no sólo en las condiciones actuales, sino en general, en cuanto su finalidad, es simplemente el incremento de la riqueza; que el trabajo mismo, digo, es nocivo y funesto, es cosa que se deduce, sin que el economista lo sepa, de sus propias exposiciones.

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De acuerdo con su concepto, la renta de la tierra y el beneficio del capital son deducciones que el salario padece. En realidad, sin embargo, el salario es una deducción que el capital y la tierra dejan llegar al obrero, una concesión del producto del trabajo de los trabajadores al trabajo.El obrero sufre más que nunca en su estado de declinación social. Tiene que agradecer la dureza específica de su opresión a su situación de obrero, pero la opresión en general a la situación de la sociedad.Pero en el estado ascendente de la sociedad, la decadencia y el empobrecimiento del obrero son producto de su trabajo y de la riqueza por él producida. La miseria brota, pues, de la esencia del trabajo actual.El estado de máxima prosperidad social, un ideal, pero que puede ser alcanzado aproximadamente y que, en todo caso, constituye la finalidad, tanto de la Economía Política como de la sociedad civil, es, para el obrero, miseria estacionaria.Se comprende fácilmente que en la Economía Política el proletario es decir, aquel que, desprovisto de capital y de rentas de la tierra, vive sólo de su trabajo, de un trabajo unilateral y abstracto, es considerado únicamente como obrero. Por esto puede la Economía asentar la tesis de que aquél, como un caballo cualquiera, debe ganar lo suficiente para poder trabajar. No lo considera en sus momentos de descanso como hombre, sino que deja este cuidado a la justicia, a los médicos, a la religión, a los cuadros estadísticos, a la policía y al alguacil de pobres.Elevémonos ahora sobre el nivel de la Economía Política y, a partir de la exposición hasta ahora hecha, casi con las mismas palabras de la Economía Política, tratemos de responder a dos cuestiones.1) ¿Qué sentido tiene, en el desarrollo de la humanidad, esta reducción de la mayor parte de la humanidad al trabajo abstracto?2) ¿Qué falta cometen los reformadores en détail que, o bien pretenden elevar los salarios y mejorar con ello la situación de la clase obrera, o bien (como Proudhon) consideran la igualdad de salarios como finalidad de la revolución social?El trabajo se presenta en la Economía Política únicamente bajo el aspecto de actividad lucrativa.(VIII) Puede afirmarse que aquellas ocupaciones que requieren dotes especificas o una mayor preparación se han hecho, en conjunto, más lucrativas; en tanto que el salario medio para la actividad mecánica uniforme, en la que cualquiera puede ser fácil y rápidamente instruido, a causa de la creciente competencia ha descendido y tenia que descender, y precisamente este tipo de trabajo es, en el actual estado de organización de éste, el más abundante con mucha diferencia. Por tanto, si un obrero de primera categoría gana actualmente siete veces más que hace cincuenta años y otro de la segunda lo mismo, los dos ganan, ciertamente, por término medio, cuatro veces más que antes. Sólo que si en un país la primera categoría de trabajo ocupa únicamente 1.000 hombres y la segunda a un millón, 999.000 no están mejor que hace cincuenta años y están peor si, al mismo tiempo, han subido los precios de los artículos de primera necesidad. Y con estos superficiales cálculos de término medio se pretende engañar sobre la clase más numerosa de la población. Además, la cuantía del salario es sólo un factor en la apreciación del ingreso del obrero, pues para mesurar este último es también esencia tomar en consideración la duración asegurada del trabajo, de la que no puede hablarse en la anarquía de la llamada libre competencia, con sus siempre repetidas fluctuaciones e interrupciones. Por último, hay que tomar en cuenta la jornada de trabajo habitual antes y ahora. Esta ha sido elevada para los obreros ingleses en la manufactura algodonera, desde hace veinticinco años, esto es, exactamente desde el momento en que se introdujeron las máquinas para ahorrar trabajo, a doce o dieciséis horas diarias por obra de la codicia empresarial (IX), y la elevación en un país y en una rama de la industria tuvo que extenderse más o menos a otras partes, dado el derecho, aún generalmente reconocido, a una explotación incondicionada de los pobres por los ricos (Schulz, Bewegung del Produktion, pág.. 65).Pero incluso si fuera tan cierto, como realmente es falso, que se hubiese incrementado el ingreso medio de todas las clases de la sociedad, podrían haberse hecho mayores las diferencias y los intervalos relativos entre los ingresos, y aparecer así más agudamente los contrastes de riqueza y pobreza. Pues justamente porque la producción total crece, y en la misma medida en que esto sucede, se aumentan también las necesidades, deseos y pretensiones, y la pobreza relativa puede crecer en tanto que se aminora la absoluta. El samoyedo, reducido a su aceite de pescado y a sus pescados rancios, no es pobre porque en su cerrada sociedad todos tienen las mismas necesidades. Pero en un estado que va hacia adelante que, por ejemplo en un decenio ha aumentado su producción total en relación a la sociedad en un tercio, el obrero que gana ahora lo mismo que

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hace diez años no esta ni siquiera tan acomodado como antes, sino que se ha empobrecido en una tercera parte (ibid., págs. 65—66).Pero la Economía Política sólo conoce al obrero en cuanto animal de trabajo, como una bestia reducida a las más estrictas necesidades vitales.Para cultivarse espiritualmente con mayor libertad, un pueblo necesita estar exento de la esclavitud de sus propias necesidades corporales, no ser ya siervo del cuerpo. Se necesita, pues, que ante todo le quede tiempo para poder crear y gozar espiritualmente. Los progresos en el organismo del trabajo ganan este tiempo. ¿No ejecuta frecuentemente, en la actualidad, un solo obrero en las fábricas algodoneras, gracias a nuevas fuerzas motrices y a máquinas perfeccionadas, el trabajo de 250 a 350 de los antiguos obreros? Consecuencias semejantes en todas las ramas de la producción, pues energías naturales exteriores son obligadas, cada vez en mayor medida, a participar (X) en el trabajo humano. Si antes para cubrir una determinada cantidad de necesidades materiales se requería gasto de tiempo y energía humana que más tarde se ha reducido a la mitad, se ha ampliado en esta misma medida el ámbito para la creación y el goce espiritual sin ningún atentado contra el bienestar material. Pero incluso sobre el reparto del botín que ganamos al viejo Cronos en su propio terreno decide aún el juego de dados del azar ciego e injusto. Se ha calculado en Francia que, dado el actual nivel de producción, una jornada media de trabajo de cinco horas para todos los capaces de trabajar bastaría a la satisfacción de todos los intereses materiales de la sociedad... Sin tomar en cuenta los ahorros gracias a la perfección de la maquinaria, la duración del trabajo esclavo en las fábricas no ha hecho sino aumentar para una numerosa población (ibid., 67—68).El tránsito del trabajo manual complejo al sistema fabril presupone una descomposición del mismo en operaciones simples. Pero por ahora sólo una parte de las operaciones uniformemente repetidas le corresponde de momento a las máquinas, otra parte le corresponde a los hombres. De acuerdo con la naturaleza de las cosas, y de acuerdo con experiencias concordantes, una tal actividad continuamente uniforme es tan perjudicial para el espíritu como pata el cuerpo; y así, pues, en esta unión del maquinismo con la simple división del trabajo entre más numerosas manos humanas tenían también que hacerse patentes todos los inconvenientes de esta última. Estos inconvenientes se muestran, entre otras cosas, en la mayor mortalidad de los obreros (XI) fabriles... Esta gran diferencia de que los hombres trabajen mediante máquinas o como máquinas no ha sido... observada (ibid., Pág. 69).Para el futuro de la vida de los pueblos, las fuerzas naturales brutas que obran en las máquinas serán, sin embargo, nuestros siervos y esclavos (ibid., pág.. 74).En las hilaturas inglesas están actualmente ocupados sólo 158.818 hombres y 196.818 mujeres. Por cada 100 obreros hay 103 obreras en las fábricas de algodón del condado de Lancaster y hasta 209 en Escocia. En las fábricas inglesas de lino, en Leeds, se contaban 147 obreras por cada 100 obreros; en Druden y en la costa oriental de Escocia, hasta 280. En las fábricas inglesas de seda... muchas obreras; en las fábricas de lana, que exigen mayor fuerza de trabajo más hombres... También las fábricas de algodón norteamericanas ocupaban, en 1833, junto a 18.593 hombres, no menos de 38.927 mujeres. Mediante las transformaciones en el organismo del trabajo le ha correspondido, pues, al sexo femenino, un círculo más amplio de actividad lucrativa..., las mujeres una posición económica más independiente.,,, los dos sexos más aproximados en sus relaciones sociales (ibid., págs. 71—72).«En las hilaturas inglesas movidas por vapor y agua trabajaban en el año 1835 20.558 niños entre ocho y doce años, 35.867 entre doce y trece años y, por último, 108.208 entre trece y dieciocho años... Ciertamente que los ulteriores progresos de la mecánica, al arrancar de manos de los hombres, cada vez en mayor medida, todas las ocupaciones uniformes, actúan en el sentido de una paulatina eliminación (XII) de la anomalía. Sólo que en el camino de este mismo rápido progreso está precisamente el detalle de que los capitalistas pueden apropiarse, del modo más simple y barato, de las fuerzas de las clases inferiores, hasta en la infancia, para usar y abusar de ellas en lugar los medios auxiliares de la mecánica» (Schulz: Bew. d. Podukt., págs. 70—71).«Llamamiento de lord Broughan a los obreros: ¡Haceos capitalistas! ...esto... lo malo es que millones sólo logran ganar su modesto vivir gracias a un fatigoso trabajo que los arruina corporalmente y los deforma mental y moralmente; que incluso tienen que considerar como una suerte la desgracia de haber encontrado tal trabajo» (ibid., pág.. 60).

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«Pour vivre donc, les non—propiétaires sont obligés de se mettre, directement ou indirectement, au service des propiétaires, c'est—à—dire sous leur dépendance.» Pecqueur: Théorie nouvelle d'économie sociale, etc. (página 409).Domestiques—gages, ouvviers—salaires; employés—traitéments ou émoluments (ibid., págs.. 409—410). «Louer son travail», «prêter son travail à l'intérêt», «travailler à la place d'autrui».«Louer la matière du travail», «prêter la matière du travail à l'intéret», «faire travailler autrui à sa place» (ibid., págs. 411—12).(XIII) «Cette constitution économique condamne les hommes à des metiers tellement abjects, à une dégradation tellement désolante el amère, que la sauvagerie apparaît, en comparaison, comme une royale condition» (l. c., pág.., 417—18). «La prostitution de la classe non propriétaire sous toutes les formes» (págs. 421 Y sig). Traperos.Ch. Loudon, en su trabajo Solution du problème de la population, etc., París 1842, dice que en Inglaterra existen entre 60.000 y 70.000 prostitutas. El número de femmes d'une vertu douteuse es del mismo (Página 228).«La moyenne vie de ces infortunées créatures sur le pavé, après qu'elles sont entrées dans la carrière du vice, est d'environ ,six ou sept ans. De manière ,que pour mantenir le nombre de 60 a 70.000 prostituées,il doit y avoir, dalns les 3 royaumes, au moins 8 à 9.000 femmes qui se vouent à cet infame métier chaque anné, ou environ vingt—quatre nouvelles victimes par jour, ce qui est la moyenne d'une par heure; et conséquemment, si la même proportion a lieu sur toute la surface du globe, il doit y avoir constament un million et demi de ces malheureuses» (ibid., pág.. 229).La population des misérables croît avec leur misère, el c'est à la limite extrême du déneument que les êtres humains se pressent en plus grand nombre pour se disputer le droit de souffrir... En 1821, la population de l'Irlande était de 6.801.827. En 1831, elle s'était élevée à 7.764.010; c'est 14% d'augmentation en dix ans. Dans le Leinster, province où il y a le plus d'aisance, la population n'a augmenté que de 8%, tandis que, dans le Connaught, province la plus misérable, l'augmentation s'est élevée à 21%. (Extrait des Enquêtes publiées en Angleterre sur l'Irlande. Vienne, 1840) Buret, De la misère, etc., t. I, pág.. [36]—37.La Economía Política considera el trabajo abstractamente, como una cosa; le travail est une marchandise; si el precio es alto, es que la mercancía es muy demanda; si es bajo, es que es muy ofrecida; comme marchandise, le travail doit de plus en plus baisser de prix; en parte la competencia entre capitalista y obrero, en parte la competencia entre obreros, obligan a ello. «La popullation ouvrière, marchande de travail, est forcément réduite à la plus faible part du produit... la theorie du travail marchandise est—elle aultre chose qu'une theorie de servitude déguisée?» (1. c., pág.. 43).«Pourquoi donc n'avoir vu dans le travail qu'une valeur d'échange?» (ibid., pág.. 44). Los grandes talleres compran :preferentemente ,el trabajo de mujeres y niños porque éste cuesta menos que el de los hombres (1. c.). «Le travailleur n'est point vis à vis de celui qui t'emploie dans la position d'un libre vendeur... le capitalisme est toujours libre d'employer le travail, el l'ouvrier est toujours forcé de le vendre. La vateur du travail est complétement détruite, s'il n'est pas vendu à chaque instant. Le travail n'est susceptibte, ni d'accumulation ni même d'épargne, à la différence des véritabtes [marchandises]. (XIV) Le travail c´est la vie, et si la vie ne s'échange pas chaque jour contre les aliments, elle souffre el périt bientôt. Pour que la vie de l'homme soit une marchandise, il faut donc admettre l'esclavage» (páginas 49, 50, 1. c.). Si el trabajo es, pues, una mercancía, es una mercancía con las más tristes propiedades. Pero no lo es, incluso de acuerdo a los fundamentos de la Economía Política, porque no (es) le libre resultat d'un libre marché. El régimen económico actual baja, a la vez el precio y la remuneración del trabajo, il perfectionne I'ouvrier et dégrade l'homme (1. c., págs. 52—3). L'industrie est devenue une guerre et le commerce un jeu (1. c., pág.. 62).Les machines à travailler le coton (en Inglaterra) representan ellas solas 84.000.000 de artesanos. La industria se encontró hasta el presente en la situación de la guerra de conquista «elle a prodigé la vie des hommes qui composaient son armée avec autant d'indifference que les grands conquérants. Son but était la possesion de la richesse, el non le bonheur des hommes» (Buret, 1. c., pág.. 20). «Ces intérêts (sc. économiques), librement abandonés à eux—memmes... doivent nécessairement entrer en conficte; ils n'ont d'autre arbitre que la guerre el les décisions de la guerre donnent aux una la défaite el la mort, pour donner aux autres la victoire... c´est dans le conflit des forces opposées que la science cherche l'ordre et l'équlibre:

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la guerre perpétuelle est selon elle le seule moyen d'obtenir la paix, cette guerre s'appelle la concurrence» (l. c., pág.. 23)."Para ser conducida con éxito, la guerra industrial exige a ejércitos numerosos que pueda acumular en un mismo punto y diezmar generosamente. Y ni por devoción ni por obligación soportan los soldados de este ejército las fatigas que se les impone; sólo por escapar a la dura necesidad del hambre. No tienen ni fidelidad ni gratitud para con sus jefes; éstos no están unidos con sus subordinados por ningún sentimiento de benevolencia; no los conocen como hombres, sino instrumentos de la producción que deben aportar lo más posible y costar lo menos posible. Estas masas de obreros, cada vez más apremiadas, ni siquiera tienen la tranquilidad de estar siempre empleadas; la industria que las ha convocado sólo las hace vivir cuando las necesita, y tan pronto como puede pasarse sin ellas las abandona sin el menor remordimiento; y los trabajadores... están obligados a ofrecer su persona y su fuerza por el precio que quiera concedérseles. Cuanto más largo, penoso y desagradable sea el trabajo que se les asigna tanto menos se les paga; se ven algunos que con un trabajo de dieciséis horas diarias de continua fatiga apenas pueden comprar el derecho de no morir." (l. c., págs. 66, 69).(XV) «Nous avons la conviction... partagée... par les commissaires chargés de l'enquête sur la condition des tisserands à la main, que les grandes villes industrielles perdraient, en peu de temps, leur population de travailleurs, si elles ne recevaient, à chaque instant, des campagnes voisine des recrues continuelles d'hommes sains, de sang nouveau» (l. c., pág.. 362).

BENEFICIO DEL CAPITAL 1. El capital ||I, 2| ¿En qué se apoya el capital, es decir, la propiedad privada sobre los productos del trabajo ajeno? «Cuando el capital mismo no es simplemente robo o malversación, requiere aún el concurso de la legislación para santificar la herencia» (Say, t. I, pág.. 136).¿Cómo se llega a ser propietario de fondos productivos? ¿Cómo se llega a ser propietario de los productos creados mediante esos fondos? Mediante el derecho positivo (Say, t. II, Pág. 4).¿Qué se adquiere con el capital, con la herencia de un gran patrimonio, por ejemplo? Uno que, por ejemplo, hereda un gran patrimonio, no adquiere en verdad con ello inmediatamente poder político. La clase de poder que esta posesión le transfiere inmediata y directamente es el poder de comprar; éste es un poder de mando sobre todo el trabajo de otros o sobre todo producto de este trabajo que se encuentre de momento en el mercado (Smith, t. I, pág.. 61).El Capital es, pues, el poder de Gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista posee este poder no merced a sus propiedades personales o humanas, sino en tanto en cuanto es propietario del capital. El poder adquisitivo de su capital, que nada puede contradecir, es su poder.Veremos más tarde, primero, cómo el capitalista por medio del capital ejerce su poder de gobierno sobre el trabajo, y después el poder de gobierno del capital sobre el capitalista mismo. ¿Qué es el capital?«Une certaine quantité de travail amassé et mis en réserve» (Smith, t. II, pág.. 312).El capital es trabajo acumulado. 2) Fondo, stock, es toda acumulación de productos de la tierra y de productos manufacturados. El stock sólo se llama capital cuando reporta a su propietario una renta o ganancia (Smith, t, II pág.. 191).

2. El beneficio del capitalEl beneficio o ganancia del capital es totalmente distinto del salario. Esta diversidad se muestra de un doble modo: en primer lugar, las ganancias del capital se regulan totalmente de acuerdo con el valor del capital empleado, aunque, el trabajo de dirección e inspección puede ser mismo para diferentes capitales. A esto se añade que todo este trabajo está confiado a un empleado principal, el salario del cual no guarda ninguna relación con el capital (II) cuyo funcionamiento vigila. Aunque así el trabajo del propietario se reduce casi a nada, reclama, sin embargo, beneficios en relación a su capital (Smith,: t. I, 97—99). ¿Por qué reclama el capitalista esta proporción entre ganancia y capital?

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No tendría ningún interés en emplear a los obreros si no esperase de la venta de su obra más de lo necesario para reponer los fondos adelantados como salario, y no tendría ningún interés en emplear más bien una suma grande que una pequeña si su beneficio no estuviese en relación con la Cuantía del capital empleado (t. I, páginas 96—97).El capitalista extrae, pues, una ganancia, primero de los salarios y después de las materias primas adelantadas. ¿Qué relación tiene la ganancia con el capital?Si ya es difícil determinar la tasa media habitual de los salarios en un tiempo y lugar determinados, aún más difícil es determinar la ganancia de los capitales. Cambios en el precio de las mercancías con que el capital opera, buena o mala fortuna de sus rivales y clientes,traen un cambio de los beneficios de día en día y casi de hora en hora (Smith, t, I, págs. 179—80). Ahora bien, aunque sea imposible determinar con precisión las ganancias del capital, podemos representárnoslas de acuerdo con el interés del dinero. Si se pueden hacer muchas ganancias con el dinero, se da mucho por la posibilidad de servirse de él, si por medio de él se gana poco, se da poco (Smith, t. I, pág.. 181). La proporción que ha de guardar la tasa habitual de interés con la tasa de ganancia neta varía necesariamente con la elevación o descensode la ganancia. En la Gran Bretaña se calcula como el doble del interés lo que los comerciantes llaman un profit honnête, modéré, raisonable, expresiones que no quieren decir otra cosa que un beneficio habitual y acostumbrado (Smith, t. 4, pág.. 198).¿Cuál es la tasa más baja de la ganancia? ¿Cuál la más alta?La tasa más baja de la ganancia habitual del capital debe ser siempre algo más de lo que es necesario para compensar las eventuales perdidas a que está sujeto todo empleo del capital. Este exceso es propiamente la ganancia o le bénéfice net. Lo mismo sucede con la tasa más baja del interés (Smith, t. I, pág.. 196).(III) La tasa más elevada a que pueden ascender las ganancias habituales es aquella que, en la mayor parte de las mercancías, absorbe la totalidad de las rentas de la tierra y reduce el salario de las mercancías suministradas al precio mínimo, a la simple subsistencia delobrero mientras dura el trabajo. De una u otra forma, el obrero ha de ser siempre alimentado en tanto que es empleado en una tarea; las rentas de la tierra pueden ser totalmente suprimidas. Ejemplo, las gentes de la Compañía de las Indias de Bengala (Smith, t. I, pág..198). Aparte de todas las ventajas de una competencia reducida, que el capitalista puede explotar en este caso, le es posible también mantener, de modo honesto, el precio de mercado por encima del precio natural.En primer lugar, mediante el secreto comercial, cuando el mercado está muy alejado de sus proveedores, es decir, manteniendo en secreto el cambio de precio, su alza por encima del nivel natural. Este secreto logra que otros capitalistas no arrojen igualmente su capital enesta rama.En segundo lugar, mediante el secreto de fábrica, cuando el capitalista con menores costos de producción suministra sus mercancías a un precio igual o incluso menor que el de sus competidores, pero con mayor beneficio. (¿No es inmoral el engaño mediante el secreto? Comercio bursátil.) Además, cuando la producción está ligada a una determinada localidad (por ej., vinos de calidad) y la demanda efectiva no puede ser nunca satisfecha. Finalmente, mediante el monopolio de individuos y compañías. El precio de monopolio es tan alto como sea posible (Smith t. I, págs. 120—124).Otras causas ocasionales que pueden elevar la ganancia del capital la adquisición de nuevos territorios o de nuevas ramas comerciales multiplica frecuentemente, incluso en un país rico, las ganancias del capital, pues sustraen a las antiguas ramas comerciales una parte de los capitales, aminoran la competencia, abastecen el mercado con menos mercancías, cuyo precio entonces se eleva; los comerciantes de estos ramos pueden entonces pagar el dinero prestado con un interés mayor (Smith, t. I, página 190).Cuanto más elaborada, más manufacturada es una mercancía, tanto más elevada es la parte del precio que se resuelve en salario y beneficio en proporción a aquella otra parte que se resuelve en renta. En el progreso que el trabajo manual hace sobre esta otra mercancía, no sólo se multiplica el número de las ganancias, sino que cada ganancia es mayor que las precedentes porque el capital de que brota (IV) es necesariamente mayor. El capital que hace trabajar el tejedor es siempre y necesariamente mayor que el que utiliza el hilandero, porque no sólo repone este capital con sus beneficios, sino que además paga los salarios de los tejedores y es necesario que las ganancias se hallen siempre en una cierta proporción con el capital (t. I, págs. 102—3).

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El progreso que el trabajo humano hace sobre el producto natural, transformándolo en el producto natural elaborado, no multiplica por tanto el salario, sino, en parte, el número de capitales gananciosos, y en parte la proporción de cada capital nuevo sobre los precedentes.Sobre la ganancia que el capitalista extrae de la división del trabajo se hablará más tarde.El gana doblemente, primero con la división del trabajo, en segundo lugar, y en general, con la modificación que el trabajo humano hace del producto natural. Cuanto mayor es la participación humana en una mercancía, tanto mayor la ganancia del capital muerto.En una y la misma sociedad está la tasa media de los beneficios del capital mucho más cerca del mismo nivel y que el salario de los diferentes tipos de trabajo (t. I, pagina 228). En los diversos empleos del capital, la tasa de la ganancia varía de acuerdo con la mayor o menor certidumbre del reembolso del capital. «La tasa de la ganancia se eleva con el riesgo, aunque no en proporción exacta» (ibid., págs. 226—227),Se comprende fácilmente que las ganancias del capital se elevan también mediante la facilidad o el menor costo de los medios de circulación (por ejemplo, papel dinero).

3. La dominación del capital sobre el trabajo y los motivos del capitalistaEl único motivo que determina al poseedor de un capital a utilizarlo, de preferencia en la agricultura, o en la manufactura o en un ramo específico del comercio al por mayor o por menor es la consideración de su propio beneficio. Jamás se le viene a las mientes calcular cuánto trabajo productivo pone en actividad cada uno de estos modos de empleo (V) qué valor añadirá al producto anual de las tierras y del trabajo de su país (Smith, t. II, páginas 400—401).Para el capitalista, el empleo más útil del capital es aquel que, con la misma seguridad, le rinde mayor ganancia. Este empleo no es siempre el más útil para la sociedad; el mas útil es aquel que se emplea para sacar provecho de las fuerzas productivas de la naturaleza (Say, t. II, pág.. 131).Las operaciones más importantes del trabajo están reguladas y dirigidas de acuerdo con los planes y las especulaciones de aquellos que emplean los capitales; y la finalidad que éstos se proponen en todos los planes y operaciones es el beneficio. Así, pues, la tasa del beneficio no sube, como las rentas de la tierra y los salarios, con el bienestar de la sociedad, ni desciende como aquellos, con la baja de éste. Por el contrario, esta tasa es naturalmente, baja en los países ricos y alta en los países pobres; y nunca es tan alta como en aquellos países que con la mayor celeridad se precipitan a su ruina. El interés de esta clase no está pues ligado, como el de las otras dos, con el interés general de la sociedad... El interés especial de quienes ejercen un determinado ramo del comercio o de la industria es siempre, en cierto sentido, distinto del interés del público y con frecuencia abiertamente opuesto a él. El interés del comerciante es siempre agrandar el mercado y limitar la competencia de los vendedores... Es esta una clase de gente cuyos intereses nunca serán exactamente los mismos que los de la sociedad, que en general tiene interés en engañar y estafar al público (Smith, t. II, págs. 163—1615).

4. La acumulación de capitales y la competencia entre capitalistasEl aumento de capitales, que eleva los salarios, tiende a disminuir la ganancia de los capitalistas en virtud de la competencia entre ellos (Smith, op. cit., t. I, pág. 78 [Garnier, t. I, p. 179].)Si, por ejemplo, el capital necesario al comercio de víveres de una ciudad se encuentra dividido entre dos tenderos distintos, la competencia hará que cada uno de ellos venda más barato que si el capital se encontrase en manos de uno solo; y si está dividido entre 20 (VI), la competencia será tanto mas activa y tanto menor será la posibilidad de que puedan entenderse entre sí para elevar el precio de sus mercancías (Smith, op. cit., t. I, pág. 322 [Garnier, t. II, páginas 372—3].)Como ya sabemos que los precios de monopolio son tan altos como sea posible y que el interés de los capitalistas, incluso desde el punto de vista de la Economía Política común, se opone abiertamente al de la sociedad, puesto que el alza en los beneficios del capital obra como el interés compuesto sobre el precio de las mercancías (Smith, t. I, págs. 199—201), la única protección frente a los capitalistas es la competencia, la cual, según la Economía Política, obra tan benéficamente sobre la elevación del salario como sobre el abaratamiento de las mercancías en favor del público consumidor.La competencia, sin embargo, sólo es posible mediante la multiplicación de capitales, y esto en muchas manos. El surgimiento de muchos capitalistas sólo es posible mediante una acumulación multilateral, pues el

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capital, en general, sólo mediante la acumulación surge, y la acumulación multilateral se transforma necesariamente en acumulación unilateral. La acumulación, que bajo el dominio de la propiedad privada es concentración del capital en pocas manos, es una consecuencia necesaria cuando se deja a los capitales seguir su curso natural, y mediante la competencia no hace sino abrirse libre camino esta determinación natural del capital.Hemos oído que la ganancia del capital está en proporción a su magnitud. Por de pronto, prescindiendo de la competencia intencionada, un gran capital se acumula, pues; proporcionalmente a su magnitud, más rápidamente que uno pequeño.||VIII, 2| Según esto, y prescindiendo totalmente de la competencia, la acumulación del gran capital es mucho mas rápida que la del pequeño;. Pero sigamos adelante este proceso. Con la multiplicación de los capitales disminuyen, por obra de la competencia, los beneficios del capital. Luego padece, en primer lugar, el pequeño capitalista.El aumento de los capitales y un gran número de capitales presuponen, además, una progresiva riqueza del país.«En un país que haya llegado a un alto grado de riqueza, la tasa habitual del beneficio es tan pequeña que el interés que este beneficio permite pagar es tan bajo que sólo los sumamente ricos pueden vivir de los réditos del dinero. Todas las personas de patrimonios medianos tienen, pues, que emplear su capital, emprender algún negocio o interesarse en algún ramo del comercio» (Smith, op. cit, t. I, pág. 86 [Garnier, tomo I, págs. 196—197].)Esta situación es la preferida de la Economía Política.«La relación existente entre la suma de capitales y las rentas determina por todas partes la proporción en que se encuentran la industria y la ociosidad; donde prevalecen los capitales, reina la industria; donde las rentas, la ociosidad» (Smith, op. cit, t. I, pág.301 [Garnier, tomo II, págs. 325].)¿Qué hay del empleo de los capitales en esta incrementada competencia? «Con el aumento de los capitales debe hacerse cada vez mayor la cantidad de los fonds à prêter à interêt; con el incremento de estos fondos se hace menor el interés, 1) porque baja el precio de mercado de todas las cosas cuanto más aumenta su cantidad, 2) porque con el aumento de capitales en un país se hace más difícil colocar un nuevo capital de manera ventajosa. Se suscita una competencia entre los distintos capitalistas, al hacer el poseedor de un capital todos los esfuerzos posibles para apoderarse del negocio que encuentra ocupado por otro capital. Pero la mayor parte de las veces no puede esperar arrojar de su puesto a este otro capital si no es mediante el ofrecimiento de mejores condiciones. No sólo ha de vender la cosa a mejor precio, sino que también con frecuencia ha de comprar más caro para tener ocasión de vender. Cuantos más fondos se destinan a mantenimiento del trabajo productivo, tanto mayor es la demanda de trabajo: los obreros encuentran fácilmente ocupación (IX), pero los capitalistas tienen dificultades para encontrar obreros. La competencia entre capitalistas hace subir los salarios y bajar los beneficios» (Smith, op. cit, t. I, pág. 316 [Garnier, tomo II, págs. 358-59].).El pequeño capitalista tiene, pues, la opción: 1) o de comerse su capital, puesto que él no puede vivir ya de réditos, y, por tanto, dejar de ser capitalista; o 2) emprender é1 mismo un negocio, vender sus mercancías más baratas y comprar más caro que los capitalistas más ricos, pagar salarios elevados y, por tanto, como quiera que el precio de mercado, por obra de la fuerte competencia que presuponemos, está ya muy bajo, arruinarse. Si, por el contrario, el gran capitalista quiere desplazar al pequeño, tiene frente a él todas las ventajas que el capitalista en cuanto capitalista tiene frente al obrero. La mayor cantidad de su capital le compensa de los menores beneficios e incluso puede soportar perdidas momentáneas hasta que el pequeño capitalista se arruina, y él se ve libre de esta competencia. Así acumula los beneficios del pequeño capitalista.Además, el gran capitalista compra siempre más barato que el pequeño porque compra en masa. Por tanto puede sin daño vender mas barato.Así, si bien la baja del interés transforma a los capitalistas medianos de rentistas en hombres de negocios, produce, por el contrario, el aumento de los capitales de negocio y el menor beneficio que es su consecuencia, la baja del interés.«Al disminuir el beneficio que puede extraerse del uso de un capital, disminuye necesariamente el precio que por su utilización puede pagarse» (Adam Smith, loc. cit, t. I, pág. 316 [Garnier, tomo II, pág. 359].)

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«Cuanto más se acrecienta la riqueza, la industria, la población, tanto más disminuye el interés del dinero, es decir, el beneficio de los capitalistas; pero los capitales mismos no dejan de aumentar y aún más rápidamente que antes, pese a la disminución de los beneficios... Un gran capital, aunque sea con pequeños beneficios, se acrecienta en general mucho más rápidamente que un capital pequeño con grandes beneficios. El dinero hace dinero, dice el refrán» (op. cit, t. I, pág. 83 [Garnier, tomo I, pág. 189].)Por tanto, si a este gran capital se enfrentan únicamente pequeños capitales con pequeños beneficios, como sucede en la situación, que presuponemos, de fuerte competencia, los aplasta por completo.La consecuencia necesaria de esta competencia es entonces el empeoramiento general de las mercancías, la falsificación, la adulteración, el envenenamiento general, tal como se muestra en las grandes ciudades.||X, 2| Una circunstancia importante en la competencia entre capitales grandes y pequeños es, además, la relación entre capital fixe y capital circulant.Capital circulant es un capital empleado en la producción de víveres, en la manufactura, o el comercio. El capital así empleado no rinde a su dueño beneficio ni ingreso mientras permanezca en su poder o se mantenga en la misma forma. Continuamente, sale de sus manos en una forma para retornar en otra, y sólo mediante esta transformación o circulación y cambio continuo rinde beneficios. Capital fixe es el capital empleado en la mejora de la tierra, en la adquisición de máquinas, instrumentos, útiles de trabajo y cosas semejantes (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 243-44 [Garnier, tomo II, pág. 197-98].).Todo ahorro en el mantenimiento del capital fijo es un incremento de la ganancia neta. El capital total de cualquier empresario de trabajo se divide necesariamente en capital fijo y capital circulante. Dada la igualdad de la suma, será una parte tanto menor cuanto mayor sea la otra. El capital circulante le proporciona la materia y los salarios del trabajo y pone en movimiento la industria. Así, toda economía en el capital fijo que no disminuya la fuerza productiva del trabajo aumenta el fondo (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 257 [Garnier, tomo II, pág. 226].)Se ve, desde el comienzo, que la relación entre capital fijo y capital circulante es mucho más favorable para el gran capitalista que para el pequeño. Un banquero muy fuerte sólo necesita una insignificante cantidad de capital fijo más que uno muy pequeño. Su capital fijo se reduce a su oficina. Los instrumentos de un gran terrateniente no aumentan en proporción a la magnitud de su latifundio. Igualmente, el crédito que posee el gran capitalista y no el pequeño es un ahorro tanto mayor en el capital fijo, es decir, en el dinero que habrá de tener siempre dispuesto. Se comprende, por último, que allí en donde el trabajo industrial ha alcanzado un alto grado de desarrollo y casi todo el trabajo a mano se ha convertido en trabajo fabril, todo su capital no le alcanza al pequeño capitalista para poseer ni siquiera el capital fijo necesario. On sait que les travaux de la grande culture n'occupent habituellement qu'un petit nombre de bras.En general, en la acumulación de grandes capitales se produce también una concentración y una simplificación relativas del capital fijo en relación a los capitalistas más pequeños. El gran capitalista introduce para sí una especie (XI) de organización de los instrumentos de trabajo.«Igualmente, en el terreno de la industria, es ya cada manufactura y cada fábrica una amplia unión de un gran patrimonio material con numerosas y diversas capacidades intelectuales y habilidades técnicas para un fin común de producción... Allí en donde la legislación mantiene la propiedad de la tierra en grandes masas, el exceso de una población creciente se precipita hacia las industrias y, como sucede en la Gran Bretaña, es así en el campo de la industria en donde se amontona principalmente la gran masa de proletarios. Allí, sin embargo, en donde la legislación permite la progresiva división del suelo, se acrecienta, como en Francia, el número de propietarios pequeños y endeudados que mediante el progresivo fraccionamiento de la tierra son arrojados a la clase de los menesterosos y descontentos. Si, por último, se lleva este fraccionamiento a un alto grado, la gran propiedad devora nuevamente a la pequeña, así como la gran industria aniquila a la pequeña; y como a partir de este momento se constituyen nuevamente grandes fincas, la masa de los trabajadores desposeídos, que ya no es necesaria para el cultivo del suelo, es de nuevo impulsada hacia la industria» (Schulz, Bewegung del Produktion, páginas 58, 59).«La calidad de mercancías de un mismo tipo cambia mediante las transformaciones en el modo de producción y especialmente mediante el empleo de maquinaria. Sólo mediante la exclusión de la fuerza humana se ha hecho posible hilar, a partir de una libra de algodón, que vale 3 chelines y 8 peniques, 350 madejas con una longitud total de 167 millas inglesas (36 millas alemanas) y de un valor comercial de 25 guineas» (op cit., pág. 62).

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«Por término medio, los precios de los artículos de algodón han disminuido en Inglaterra desde hace 45 años en 11/12 y, según los cálculos de Marshall, la cantidad de producto fabricado por la que todavía en el año 1814 se pagaban 16 chelines es suministrada hoy por un chelín y 10 peniques. La mayor baratura de la producción industrial aumentó el consumo tanto en el interior como en el mercado exterior; ya esto está conectado el hecho de que, tras la introducción de las máquinas, el número de obreros en el algodón no sólo no ha disminuido en Gran Bretaña, sino que ha subido de 40.000 a 1'5 millones. ||XII, 2| Por lo que toca a la ganancia de los empresarios y obreros industriales, a causa de la creciente competencia entre los fabricantes sus ganancias han disminuido forzosamente en relación con la cantidad de mercancías suministradas. De los años 1820 a 1833, la ganancia bruta de los fabricantes de Manchester por una pieza de percal bajó de 4 chelines con 1 1/3 peniques a 1 chelín 9 peniques. Pero para compensar esta pérdida, el conjunto de la producción ha sido ampliado. La consecuencia de esto es que en algunas ramas de la industria aparece en parte una superproducción; que surgen frecuentes quiebras, con lo cual se produce dentro de la clase de los capitalistas y dueños de trabajo un inquietante bambolearse y agitarse de la propiedad, que arroja al proletariado a una parte de los económicamente arruinados; que con frecuencia y súbitamente se hacen necesarias una detención o una disminución del trabajo, cuyos inconvenientes siempre percibe amargamente la clase de los obreros asalariados» (ibid., pág.. 63).«Louer son travail, c'est commencer son esclavage; louer la matière du travail, c'est constituer sa liberté... Le travail c'est l'homme, la matière au contrare n'est rien de l'homme» (Pecqueur, Théorie sociale, etc., páginas 411—412).«L'élément matière, qui ne peut rien pour la crêation de la richesse sans l'autre élément travail, reçoit la vertu magique d'etre fécond pour eux comme s'ils y avaient mis de leur propre fait, cet indispensable élément» (ibid., 1. c.). «En supposant que le travail quotidien d'un ouvrier lui apporte en moyenne 400 fr. par an, el que cette somme suffise à chaque adulte pour vivre d'une vie grossière, tout propriétaire de 2.000 fr. de rente, de fermage, de loyer, etc., force donc indirectement 5 hommes à travailler pour lui 100.000 fr. de rente représente le travail de 250 hommes, et 1.000.000 le travail de 2.500 individus» (luego, 300 millones [Louis Philippe] el trabajo de 750.000 obreros) (ibid., págs. 412—413).«Les propriétaires ont reçu de la loi des hommes le droit d'user et d'abuser, c'est—à—dire de faire ce qu'ils veulent de la matière de tout travail... ils sont nullement oblgés par la loi de fournir à propos et toujours du travail aux non proprietaires, ni de leur payer un salaire toujours suffisant, etc. (pág. 413, 1. c.). Liberté entiètre quant à la nature, à la quantité, à la qualité, à l'opportunité de la production à l'usage, à la consommation des richesses, à la disposition de la matière de tout travail. Chacun est libre d'échanger sa chose comme il entend, sans autre considération que son propre intéret d'individu» (p. 413, 1. c.).«La concurrence n'exprime pas autre chose que l'échange facultatif, qui lui—même est la conséquence prochaine et logique du droit individuel d'user el d'abuser des instruments de toute production, Ces trois moments économiques, lesquels n'en font qu'un: le droit d'user et d'abuser, la liberté d'échanges et la concurrence arbitraire, entraînent les conséquences suivantes: chacun produit ce qu'il veut, comme il veut, quand il veut, où il veut, produit bien ou produit mal, trop ou pas assez, trop tôt ou trop tard, trop cher ou à trop bas prix; chacun ignore s'il vendra, quand il vendra, comment il vendra, où il vendra, à qui il vendra: et il en est de même quant aux achats. (XIII, 2) Le producteur ignore les besoins et les ressources, les demandes et les offres. Il vend quand il veut, quand il peut, où il veut, à qui il veut, au prix qu'il veut. Et il achète de même. En tout cela, Il est toujour le jouet du hasard, l'esclave de la loi du plus fort, du moins pressé du pluls riche... Tandis que sur un point il y a disette d'une richesse, sur l'autre il y a trop plein et gaspillage. Tandis qu'un producteur vend beaucoup ou très cher, et bénéfice énorme, l'autre ne vend rien ou vend à perte... L'offre ignore la demande, et la demande ignore l'offre. Vous produisez sur la foi d'un goût d'une mode qui se manifeste dans te public des consommateurs; mais déjà, lorsque vous êtes prêts à livrer votre marchandise, la fantaisie a passé et s'est fixée sur un autre genre de produit... conséquences infaillibles, la permanence et l'universalisation des banqueroutes; les mécomptes, les ruines subites el les fortunes improvisées; les crises commerciales, les chômages, les encombrements ou les disettes périodiques; l'instabilité et I'avilissement des salaires et des profits; la déperdition ou le gaspillage énorme de richesses, de temps et d'efforts dans l'arène d'une concurrence acharnée» (páginas 414—416, 1. c.).Ricardo en su libro (renta de la tierra): Las naciones son sólo talleres de producción, el hombre es una máquina de consumir y producir la vida humana un capital; las leyes económicas rigen ciegamente al mundo.

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Para Ricardo los hombres no son nada, el producto todo. En el título 26 de la traducción francesa se dice (65): «Il serait tout—à—fait indifférent pour une persone qui sur un capital de 20.000£ ferait 2.900£ par an de profit, que son capital employât cent hommes ou mille... L'intéret reel d'une nation n'est—il pas le même? Pourvu que son revenu net et réel, et que ser fermages et profits soient les mêmes, qu'importe qu'elle se compose de dix ou de douze millions d'individus?» (t. II, págs. 194—195). «En vérité, dit M. de Sismondi (t. II, pág.. 331), il ne reste plus qu'à désirer que le roi, demeuré tout seul dans l'île, en tournant constamment une manivelle, fasse accomplir, par des automates, tout l'ouvrage de l'Angleterre» «Le maître qui achète le travail de l'ouvrier, à un prix si bas qu'il suffit à peine aux besoins les plus pressants, n'est responsable ni de l'insuffisance des salaires, ni de la trop longue durée du travail: il subit lui—même la loi qu'il impose... ce n'est pas tant des hommes que vient la misère, que de la puissance des choses» (Buret, 1. c., 82).«En Inglaterra hay muchos lugares cuyos habitantes carecen de capitales parca un cultivo completo de la tierra. La lana de las provincias orientales, de Escocia, en gran parte, ha de hacer un largo camino por tierra, por malos caminos, para ser elaborada en el condado de York, porque en el lugar de su producción faltan capitales para la manufactura. Hay en Inglaterra muchas ciudades industriales pequeñas, a cuyos habitantes les falta capital suficiente para el transporte de su producción industrial a mercados alejados en donde ésta encuentra consumidores y demanda. Los comerciantes allí son (XIV) sólo agentes de otros comerciantes más ricos que viven el algunas ciudades comerciales» (Adam Smith,La riqueza de las naciones, t. I, pág.326-27 [Garnier, tomo II, pág. 382].) «Pour augmenter la valeur du produit annuel de la terre et du travail, il n'y a pas d'autres moyens que d'augmenter, quant au nombre, les ouvriers productifs, ou d'augmenter, quant à la puirsance, la faculté productive des ouvriers précédemment employés. Dans l'un et dans l'autre cas il faut presque toujours un surcroît de capital» (Adam Smith, op. cit., t. I, pág.306-07 [Garnier, tomo II, pág. 338].)Así como la acumulación del capital, según el orden natural de las cosas, debe preceder a la división del trabajo, de la misma manera la subdivisión de éste sólo puede progresar en la medida en que el capital baya ido acumulándose previamente. La cantidad de materiales que el mismo número de personas se encuentra en condiciones de manufacturar aumenta en la misma medida en que el trabajo se subdivide cada vez más, y como la tarea de cada tejedor va haciéndose gradualmente más sencilla, se inventa un conjunto de nuevas máquinas para facilitar y abreviar aquellas operaciones. Así, cuanto más adelanta la división del trabajo, para proporcionar un empleo constante al mismo número de operarios ha de acumularse previamente igual provisión de víveres y una cantidad de materiales, instrumentos y herramientas mucho mayor del que era menester en una situación memos avanzada. El número de obreros en cada una de las ramas del trabajo aumenta generalmente con la división del trabajo en ese sector, o más bien, es ese aumento de número el que la pone en situación de clasificar a los obreros de esta forma (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 241-42 [Garnier, tomo II, pág. 193-94].)«Así como el trabajo no puede alcanzar esta gran extensión de las fuerzas productivas sin una previa acumulación de capitales, de igual suerte dicha acumulación trae consigo tales adelantos. El capitalista desea naturalmente colocarlo de tal modo que éste produzca la mayor cantidad de obra posible. Procura, por tanto, que la distribución de operaciones entre sus obreros sea la mas conveniente, y les provee, al mismo tiempo, de las mejores máquinas que pueda inventar o le sea posible adquirir. Sus medios para triunfar en ambos campos (XV) guardan proporción con la magnitud de su capital o con el número de personas a quienes pueden dar trabajo. Por consiguiente, no sólo aumenta el volumen de actividad en los países con el crecimiento del capital que en ella se emplea, sino que, como consecuencia de este aumento, un mismo volumen industrial produce mucha mayor cantidad de obra» (Adam Smith, op. cit, t. I, pág. 242 [Garnier, tomo II, pág. 194-95].)Así, la sobre-producción. «Combinaciones más amplias de las fuerzas productivas... en la industria y el comercio mediante la unificación de fuerzas humanas y naturales más abundantes y diversas para empresas en mayor escala. También aquí y allá unión más estrecha de las principales ramas de la producción entre sí. Así, grandes fabricantes tratarán de conseguir grandes fincas para no tener que adquirir de terceras manos al menos una parte de las materias primas necesarias a su industria; o unirán con sus empresas industriales un comercio no sólo para ocuparse de sus propias manufacturas sino también para la compra de productos de otro tipo y para

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su venta a sus obreros. En Inglaterra, en donde dueños individuales de fábricas están a veces a la cabeza de 10 6 12.000 obreros... no son ya raras tales uniones de distintas ramas de la producción bajo una inteligencia directora, de tales pequeños Estados o provincias en un Estado. Así, en época reciente; los propietarios de minas de Birmingham asumen todo el proceso de fabricación del hierro que antes estaba dividido entre diferentes empresarios y propietarios. Véase El distrito minero de Birmingham' (DeutscheViertejahrsschift, 3, 1838). Por último, vemos en las grandes empresas por acciones, que tan abundantes se han hecho amplias combinaciones del poder monetario de muchos participantes con los conocimientos y habilidades científicas y técnicas de otros, a los que está confiaba la ejecución del trabajo. De esta forma les es posible a los capitalistas emplear sus ahorros de forma más diversificada e incluso emplearlos simultáneamente en la producción agrícola, industrial y comercial, con lo cual su interés se hace al mismo tiempo más variado (XVI, 2 ), se suavizan y se amalgaman las oposiciones entre los intereses de la agricultura, la industria y el comercio. Pero incluso, esta más fácil posibilidad de hacer provechosos el capital de las más diversas formas ha de aumentar la oposición entre las clases pudientes y no pudientes» (Schulz, 1 cl. págs. 40—41).Increíble beneficio que obtienen los arrendadores de viviendas de la miseria. El alquiler está en proporción inversa de la miseria industrial.Igualmente, ganancias extraídas de los vicios de los proletarios arruinados (prostitución, embriaguez, prêteur sur gages). La acumulación de capitales crece y la competencia entre ellos disminuye al reunirse en una sola mano el capital y la propiedad de la tierra, igualmente al hacerse el capital, por su magnitud, capaz de combinar distintas ramas de la producción.La diferencia frente a los hombres. Los 20 billetes de Lotería de Smith. Revenu net et brut de Say. |XVI||

RENTA DE LA TIERRA

(I) El derecho de los terratenientes tiene su origen en el robo (Say t. I, pág.. 136, nota). Los terratenientes, como todos los hombres, gustan de cosechar donde no han sembrado y piden una renta incluso por el producto natural de la tierra (Smith, t. I, pág.. 99). «Podría imaginarse que la renta de la tierra no es otra cosa sino el beneficio del capital que el propietario empleó en mejorar el suelo. Hay casos en que la renta de la tierra puede, en parte, ser esto... pero el propietario exige 1) una renta aun por la tierra que no ha experimentado mejoras, lo que puede considerarse como interés o beneficio de los costos de mejora es, por lo general, sólo una adición a esta renta originaria. 2) Por otra parte esas mejoras no siempre se hacen con el capital del dueño, sino que, en ocasiones, proceden del capital de colono, pese a lo cual, cuando se trata de renovar el arrendamiento, el propietario pide ordinariamente un aumento de la renta, como si todas estas mejoras se hubieran hecho por su cuenta. 3) A veces también exige una renta por terrenos que no son susceptibles de mejorar por la mano del hombre» (Smith, t. I, págs. 300—301).Smith cita como ejemplo del último caso el salicor, un tipo de alga que, al quemarse, da una sal alcalina con la que puede hacerse jabón, cristal, etc. Crece en la Gran Bretaña, especialmente en Escocia, en distintos lugares, pero sólo en rocas que están situadas bajo la marea alta y son cubiertas dos veces al día por las olas, y cuyo producto, por tanto, no ha sido jamás aumentado por la industria humana. Sin embargo, el propietario de los terrenos en donde crece este tipo de plantas exige una renta igual que si fuesen tierras cultivables. En las proximidades de la isla de Shetland es el mar extraordinariamente rico. Una gran parte de sus habitantes vive (II) de la pesca. Pero para extraer un beneficio de los productos del mar hay que tener una vivienda en la tierra vecina.«La renta de la tierra está en proporción no de lo que el arrendatario puede hacer con la tierra, sino de lo que puede hacer juntamente con la tierra y el mar» (Smith, Lomo I, págs. 301—302).«La renta de la tierra puede considerarse como producto de la fuerza natural cuyo aprovechamiento arrienda el propietario al arrendatario. Este producto es mayor o menor según sea mayor o menor el volumen de esta fuerza, o en otros términos, según el volumen de la fertilidad natural o artificial de la tierra. Es la obra de la naturaleza la que resta después de haber deducido o compensado todo cuanto puede considerarse como obra del hombre» (Smith, t. II, págs. 377—378).

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«En consecuencia, la renta de la tierra, considerada como un precio que se paga por su uso, es naturalmente un precio de monopolio. No guarda proporción con las mejoras que el propietario pudiera haber hecho en ella o con aquello que ha de tomar para no perder, sino más bien con lo que el arrendatario puede, de alguna forma, dar sin perder» (Smith, t. I, pág.. 302).«De las tres clases productivas la de los terratenientes es la única a la que su renta no cuesta trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera por así decir espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto al respecto» (Smith, t. II, pág.. 161).Se nos ha dicho ya que la cuantía de la renta de la tierra depende de la fertilidad proporcional del suelo. Otro factor de su determinación es la situación.«La renta varía de acuerdo con la fertilidad de la tierra, cualquiera que sea su producto, y de acuerdo con la localización, sea cualquiera la fertilidad» (Smith, t, I, página 306).«Cuando las tierras, minas y pesquerías son de igual fertilidad, su producto será proporcional al montante de los capitales en ellas empleados y a la forma (III) más o menos habilidosa de este empleo. Cuando los capitales son iguales e igualmente bien aplicados, el producto es proporcionado a la fecundidad natural de las tierras y pesquerías» (t. II, pág.. 210).Estas frases de Smith son importantes porque, dados iguales costos de producción e igual volumen, reducen las rentas de la tierra a la mayor o menor fertilidad de la misma. Luego prueban claramente la equivocación de los conceptos en la Economía Política, que transforma la fertilidad de la tierra en una propiedad del terrateniente.Pero observemos ahora la renta de la tierra, tal como se configura en el tráfico real.La renta de la tierra es establecida mediante la lucha entre arrendatario y terrateniente. En la Economía Política constantemente nos encontramos como fundamento de la organización social la hostil oposición de intereses; la lucha, la guerra. Veamos ahora como se sitúan, el uno respecto al otro, terrateniente y arrendatario.«Al estipularse las cláusulas del arrendamiento, el propietario trata de no dejar al colono sino aquello que es necesario para mantener el capital que proporciona la simiente, paga el trabajo, compra y mantiene el ganado, conjuntamente con los otros instrumentos de labor, y además, los beneficios ordinarios del capital destinado a la labranza en la región. Manifiestamente esto es lo menos con lo que puede contentarse un colono para no perder; el propietario, por su parte, raras veces piensa en entregarle algo más. Todo lo que resta del producto o de su precio, por encima de esa porción, cualquiera que sea su naturaleza, procura reservárselo el propietario como renta de su tierra, y es evidentemente la renta más elevada que el colono se halla en condiciones de pagar, habida cuenta de las condiciones de la tierra (IV). Ese remanente es lo que se puede considerar siempre como renta natural de la tierra, o la renta a que naturalmente se suelen arrendar la mayor parte de las tierras» (Smith, tomo I, págs. 299—300).«Los terratenientes —dice Say— ejercen una especie de monopolio frente a los colonos. La demanda de su mercancía, la tierra y el Suelo, puede extenderse incesantemente; pero la cantidad de su mercancía sólo se extiende hasta un cierto punto... El trato que se concluye entre terratenientes y colonos es siempre lo más ventajoso posible para los primeros... además de la ventaja que saca de la naturaleza de las cosas, consigue otra de su posición, su mayor patrimonio, crédito, consideración; ya sólo el primero lo capacita para ser el único en beneficiarse de las circunstancias de la tierra y el suelo. La apertura de un canal, de un camino, el progreso de la población y del bienestar de un distrito, elevan siempre el precio de los arrendamientos. Es cierto que el colono mismo puede mejorar el terreno a sus expensas, pero él sólo se aprovecha de este capital durante la duración de su arrendamiento, a cuya conclusión pasa al propietario; a partir de ese momento es éste quien obtiene los intereses, sin haber hecho los adelantos, pues la renta se eleva entonces proporcionalmente» (Say, t. II, páginas 142—143).«La renta, considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es, naturalmente, el precio más elevado que el colono se halla en condiciones de pagar en las circunstancias en que la tierra se encuentra» (Smith, t. I, pág.. 299).«La renta de un predio situado en la superficie monta generalmente a un tercio del producto total, y es, por lo común, una renta fija e independiente de las variaciones (V) accidentales de la cosecha» (Smith, t. 1, pág. 351). «Rara vez es menor esta renta a la cuarta parte del producto total» (ibid., t. II, pág. 378).

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No por todas las mercancías puede pagarse venta. Por ejemplo, en ciertas regiones no se paga por las piedras renta alguna.«En términos generales, únicamente se pueden llevar al mercado aquellas partes del producto de la tierra cuyo precio corriente alcanza para reponer el capital necesario para el transporte de los bienes, juntamente con sus beneficios ordinarios. Si el precio corriente sobrepasa ese nivel, el excedente irá a parar naturalmente a la tierra. Si no ocurre así, aun cuando el produce pueda ser llevado al mercado, no rendirá una renta al propietario. Depende de la demanda que el precio alcance o no» (Smith, t. I, págs. 302—303).«La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera totalmente diferente a la de los salarios o los beneficios. Los salarios o beneficios altos o bajos son la causa de los precios elevados o módicos; la renta alta o baja es la consecuencia del precio» (Smith, t. I, pág.. 303).Entre los productos que siempre proporcionan una renta están los alimentos.«Como el hombre, a semejanza de todas las demás especies animales, se multiplica en proporción a los medios de subsistencia, siempre existe demanda, mayor o menor, de productos alimenticios. En toda circunstancia los alimentos pueden comprar o disponer de una cantidad mayor o menor de trabajo (VI) y nunca faltarán personas dispuestas a hacer lo necesario para conseguirlos. La cantidad de trabajo que se puede comprar con los alimentos no es siempre igual a la cantidad de trabajadores que con ellos podrían subsistir si se distribuyesen de la manera más económica; esta desigualdad deriva de los salarios elevados que a veces es preciso pagar a los trabajadores. En todo caso, pueden siempre comprar tanta cantidad de trabajo como puedan sostener, según la tasa que comúnmente perciba esta especie de trabajo en la comarca. La tierra, en casi todas las circunstancias, produce la mayor cantidad de alimentos de la necesaria para mantener el trabajo que se requiere para poner dichos alimentos en el mercado. El sobrante es siempre más de lo que sería necesario para reponer el capital que emplea este trabajo, además de sus beneficios. De tal suerte, queda siempre algo en concepto de renta para el propietario» (Smith, t. I, págs. 305—306). «No solamente es el alimento el origen primero de la renta, sino que si otra porción del producto de la tierra viniera, en lo sucesivo a producir una renta, este incremento de valor de la renta derivaría del acrecentamiento de capacidad para producir alimentos que ha alcanzado el trabajo mediante el cultivo y las mejoras hechas en las tierras» (Smith, t. I, pág. 345). «El alimento de los hombres alcanza siempre para el pago de la renta» (t. I, pág. 337). «Los países se pueblan no de una manera proporcional al número de habitantes que pueden vestir y alojar con sus producciones, sino en proporción al número de los que puedan alimentar» (Smith, t, I, pág.. 342).«Después del alimento, las dos (sic) mayores necesidades del hombre son el vestido, la vivienda y la calefacción. Producen casi siempre una renta, pero no necesariamente» (ibid., t. I, pág.. 338).(VIII) Veamos ahora cómo explota el terrateniente todas las ventajas de la sociedad.1) La renta se incrementa con la población (Smith, tomo I, 335).2) Hemos escuchado ya de Say cómo se eleva la renta con los ferrocarriles, etc., con la mejora, seguridad y multiplicación de las comunicaciones.3) Toda mejoría en el estado de la sociedad tiende, de una manera directa e indirecta, a elevar la renta de la tierra, a incrementar la riqueza real del propietario o, lo que es lo mismo, su capacidad para comprar el trabajo de otra persona o el producto de su esfuerzo... La extensión del cultivo y las mejoras ejecutadas contribuyen a ese aumento de una manera directa, puesto que la participación del terrateniente en el producto aumenta necesariamente cuando éste crece... El alza en el precio real de aquellas especies de productos primarios, por ejemplo el alza en el precio del ganado, tiende también directamente a aumentar la renta de la tierra y en una proporción todavía más alta. Con el valor real del producto no sólo aumenta innecesariamente el valor real de la parte correspondiente al propietario, es decir, el poder real que esta parte le confiere sobre el trabajo ajeno, sino que con dicho valor aumenta también la proporción de esta parte en relación al producto total. Este producto, después de haber aumentado al precio real, no requiere para su obtención mayor trabajo que antes. Y tampoco será necesario un mayor trabajo para reponer el capital empleado en ese trabajo conjuntamente con los beneficios ordinarios del mismo. Por consiguiente, en relación al producto total ha de ser ahora mucho mayor que antes la proporción que le corresponderá al dueño de la tierra (Smith, tomo II, págs. 157—159).(IX) La mayor demanda de materias primas y, con ella, el alza del valor, puede proceder parcialmente del incremento de la población y del incremento de sus necesidades. Pero cada nuevo incremento, cada nueva

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aplicación que la manufactura hace de la materia prima hasta entonces poco o nada utilizada, aumenta la renta. Así, por ejemplo, la renta de las mines de carbón se ha elevado enormemente con los ferrocarriles, buques de vapor, etcétera.Además de esta ventaja que el terrateniente extrae de la manufactura, de los descubrimientos, del trabajo, vamos ha ver en seguida otra.4) «Todos cuantos adelantos se registran en la fuerza productiva del trabajo, que tienden directamente a reducir el precio real de la manufactura, tienden a elevar de modo indirecto la renta real de la tierra. El propietario cambia la parte del producto primario que sobrepasa su propio consumo —o, lo que es lo mismo, el precio correspondiente a esa parte— por el producto ya manufacturado pero todo lo que reduzca el precio real de éste eleva el de aquél. Una cantidad igual del primero llegará a convertirse en una mayor proporción del último, y el señor de la tierra se encontrará en condiciones de comprar una mayor cantidad de las cosas que desea y que contribuyen a su mayor comodidad, ornato o lujo» (Smith, t. II, pág.. 159).En este momento, a partir del hecho de que el terrateniente explota todas las ventajas de la sociedad (X), Smith concluye (t. II, pág.. 151) que el interés del terrateniente es siempre idéntico al interés de la sociedad, lo cual es una estupidez. En la Economía Política, bajo el dominio de la propiedad privada, el interés que cada uno tiene en la sociedad está justamente en proporción inversa del interés que la sociedad tiene en el, del mismo modo que el interés del usurero en el derrochador no es, en modo alguno, idéntico al interés del derrochador.Citemos sólo de pasada la codicia monopolista del terrateniente frente a la tierra de países extranjeros, de donde proceden, por ejemplo, las Leyes sobre el trigo. Pasamos por alto aquí, igualmente, la servidumbre medieval, la esclavitud en las colonias, la miseria de campesinos y jornaleros en la Gran Bretaña. Atengámonos a los pronunciamientos de la Economía Política misma.1) Que el terrateniente esté interesado en el bien de la sociedad quiere decir, según los fundamentos de la Economía Política, que esta interesado en su creciente población y producción artificial, en el aumento de sus necesidades en una palabra, en el crecimiento de la riqueza; y según las consideraciones que hasta ahora hemos hecho, este crecimiento es idéntico con el crecimiento de la miseria y de la esclavitud. La relación creciente de los alquileres con la miseria es un ejemplo del interés del terrateniente en la sociedad, pues con el alquiler aumenta la renta de la tierra, el interés del suelo sobre el que la casa se levanta.2) Según los economistas mismos, el interés del terrateniente es el término opuesto hostil al del arrendatario, es decir, al de una parte importante de la sociedad. (XI), 3) Puesto que el terrateniente puede exigir del arrendatario una renta tanto mayor cuanto menos salarios éste pague, y como el colono rebaja tanto más el salario cuanto más renta exige el propietario, el interés del terrateniente es tan hostil al de los mozos de labranza como el del patrono manufacturero al de sus obreros. Empuja el salario hacia un mínimo, en la misma forma que aquél.4) Puesto que la baja real en el precio de los productos manufacturados eleva las rentas, el terrateniente tiene un interés directo en la reducción del salario de los obreros manufactureros, en la competencia entre los capitalistas, en la superproducción, en la miseria total de la manufactura.5) Si por tanto, el interés del terrateniente, lejos de idéntico al interés de la sociedad, está en oposición hostil con el interés de los mozos de labranza, de los obreros manufactureros y de los capitalistas, ni siquiera el interés de un terrateniente en particular es idéntico al de otro a causa de la competencia, que consideraremos ahora.Ya, en general, la gran propiedad guarda con la pequeña la misma, relación que el gran capital con el pequeño. Se dan, sin embargo, circunstancias especiales que acarrean necesariamente la acumulación de la gran propiedad territorial y la absorción por ella de la pequeña.(XII) En ningún sitio disminuye tanto con la magnitud de los fondos el número relativa de obreros e instrumentos como en la propiedad territorial. Igualmente, en ningún sitio aumenta tanto como en la propiedad territorial, con la magnitud de los fondos, la posibilidad de explotación total, de ahorro en los costos de producción y de adecuada división del trabajo. Por pequeño que un campo de labranza sea, los aperos que hace necesarios, tales como arado, hoz, etc., alcanzan Un cierto límite más allá del cual no pueden aminorarse, en tanto que la pequeñez de la propiedad puede ir mucho más allá de estos límites.

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2) El gran latifundio acumula a su favor los réditos que el capital del arrendatario ha empleado en la mejora del suelo. La pequeña propiedad territorial ha de emplear su propio capital. Se le escapa, pues, toda esta ganancia.3) En tanto que toda mejora social aprovecha al gran latifundio, perjudica a la pequeña propiedad territorial, al hacer necesaria para ella cada vez mayor cantidad de dinero contante.4) Hay que tener en cuenta todavía dos leyes importantes de esta competencia: a) la renta de las tierras cultivadas para la producción de alimentos humanos regula la renta de la mayor parte de las otras tierras dedicadas al cultivo (Smith, t. I, pág.. 331).Alimentos tales como el ganado, etc., sólo puede producirlos, en último termino, el gran latifundio. Este regula, pues, la renta de las demás tierras y puede reducirlas a un mínimo.El pequeño propietario territorial que trabaja por sí mismo se encuentra, respecto del gran terrateniente, en la misma relación que un artesano que posee un instrumento propio respecto del fabricante. La pequeña propiedad territorial se ha convertido en simple instrumento de trabajo (XVI). La renta de la tierra desaparece para el pequeño terrateniente; sólo le queda, a lo sumo, el interés de su capital y su salario, pues la renta de la tierra puede ser llevada por la competencia hasta no ser más que el interés del capital no invertido por el propietario mismo.6) Sabemos ya, por lo demás, que a igual fertilidad y a explotación igualmente adecuada de los campos, minas y pesquerías, el producto está en proporción de la magnitud de los capitales. Por consiguiente, triunfo del gran latifundista. Del mismo modo, a igualdad de capitales, en proporción a la fertilidad. Por consiguiente, a capitales iguales, triunfo del propietario del terreno más fértil.b) «Puede decirse que una mina de cualquier especie es estéril o rica según la cantidad de mineral que se pueda extraer de ella con una cierta cantidad de trabajo sea mayor o menor que la que se podría extraer, con la misma cantidad de trabajo, de la mayor parte de las otras minas de igual clase» (Smith, t. I, págs.. 345—346). El precio de la mina más rica regula el precio del carbón de todas las otras de los alrededores. Tanto el propietario como el empresario consideran, el uno, que puede obtener una renta mayor, y el otro, un beneficio más alto, vendiendo a un precio un poco inferior al que veden sus vecinos. Estos se ven muy pronto obligados a vender al mismo precio, aunque pocos estén en condiciones de hacerlo, y aun cuando el continuar bajando el precio les prive de toda su renta y de todos sus beneficios. Algunas minas se abandonan por completo, y otras, al no suministrar renta, únicamente pueden ser explotadas por el propietario (Smith, t. I, pág.. 350). «Las minas de plata de Europa se abandonaron en su mayor parte después que fueron descubiertas las del Perú. ...Esto mismo sucedió a las minas de Cuba y Santo Domingo, y aun a las más antiguas del Perú, desde el descubrimiento de las del Potosí» (t. I, pág.. 353j. Exactamente lo mismo que Smith dice aquí es válido, en mayor o menor medida, de la propiedad territorial en general.5) «Hay que notar que el precio ordinario de la tierra depende siempre de la tasa corriente de interés... Si la renta de la tierra descendiera muy por debajo del interés del dinero nadie compraría más fincas rústicas y éstas registrarían muy pronto un descenso en su precio corriente. Por el contrario, si la renta de la tierra excediese con mucho de la tasa del interés, todo el mundo compraría fincas y esto restauraría igualmente con rapidez su precio corriente» (t. II, págs. 367—368). De esta relación de la renta de la tierra con el interés del dinero se desprende que las rentas han de descender cada vez más, de forma que, por último, sólo los más ricos puedan vivir de ellas. Por consiguiente, competencia cada vez mayor entre los terratenientes que no arrienden sus tierras. Ruina de una parte de ellos, reiterada acumulación del gran latifundio.(XVII) Esta competencia tiene, además, como consecuencia que una gran parte de la propiedad territorial cae en manos de los capitalistas y éstos se convierten así, al mismo tiempo, en terratenientes del mismo modo que los pequeños terratenientes no son ya más que capitalistas. Igualmente una parte del gran latifundio se convierte en propiedad industrial.La consecuencia última es, pues, la disolución de la diferencia entre capitalista y terrateniente, de manera tal que, en conjunto, no hay en lo sucesivo más que dos clases de población, la clase obrera y la clase capitalista. Esta comercialización de la propiedad territorial, la transformación de la propiedad de la tierra en una mercancía, es el derrocamiento definitivo de la vieja aristocracia y la definitiva instauración de la aristocracia del dinero.1) No compartimos las sentimentales lágrimas que los románticos vierten por esto. Estos confunden siempre la abominación que la comercialización de la tierra implica, con la consecuencia, totalmente racional,

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necesaria dentro del sistema de la propiedad privada y deseable, que va contenida en la comercialización de la propiedad privada de la tierra. En primer lugar, la propiedad de la tierra de tipo feudal es ya, esencialmente, la tierra comercializada, la tierra extrañada para el hombre y que por eso se le enfrenta bajo la figura de unos pocos grandes señores. Ya en la propiedad territorial feudal está implícita la dominación de la tierra como un poder extraño sobre los hombres. El siervo de la gleba es un accidente de la tierra. Igualmente, a la tierra pertenece el mayorazgo, el hijo primogénito. La tierra lo hereda. En general, la dominación de la propiedad privada comienza con la propiedad territorial, esta es su base. Pero en la propiedad territorial del feudalismo el señor aparece, al menos, como rey del dominio territorial. Igualmente existe aún la apariencia de una relación entre el poseedor y la tierra mas íntima que la de la pura riqueza material. La finca se individualiza con su señor, tiene su rango, es, con él, baronía o condado, tiene sus privilegios, su jurisdicción, sus relaciones políticas, etc. Aparece como cuerpo inorgánico de su señor. De aquí el aforismo: Nulle terre sans maître en el que se expresa la conexión del señorío y la propiedad territorial. Del mismo modo, la dominación de la propiedad territorial no aparece inmediatamente como dominación del capital puro. La relación en que sus súbditos están con ella es más la relación con la propia patria. Es un estrecho modo de nacionalidad.(XVIII) Así también, la propiedad territorial feudal da nombre a su señor como un reino a su rey. Su historia familiar, la historia de su casa, etc., todo esto individualiza para él la propiedad territorial y la convierte formalmente en su casa, en una persona. De igual modo los cultivadores de la propiedad territorial no están con ella en relación de jornaleros, sino que, o bien son ellos mismos su propiedad, como los siervos de la gleba, o bien están con ella en una relación de respeto, sometimiento y deber. La posición del señor para con ellos es inmediatamente política y tiene igualmente una faceta afectiva. Costumbres, carácter, etc., varían de una finca a otra y parecen identificarse con la parcela, en tanto que más tarde es sólo la bolsa del hombre y no su carácter, su individualidad, lo que lo relaciona con la finca. Por último, el señor no busca extraer de su propiedad el mayor beneficio posible. Por el contrario consume lo que allí hay y abandona tranquilamente el cuidado de la producción a los siervos y colonos. Esta es la condición aristocrática de la propiedad territorial que arroja sobre su Señor una romántica gloria.Es necesario que sea superada esta apariencia, que la territorial, raíz de la propiedad privada, sea arrebatada al movimiento de ésta y convertida en mercancía, que la dominación del propietario, desprovista de todo matiz político, aparezca como dominación pura de la propiedad privada, del capital, desprovista de todo tinte político; que la relación entre propietario y obrero sea reducida a la relación económica de explotador y explotado, que cese toda relación personal del propietario en su propiedad y la misma se reduzca a la riqueza simplemente material, de cosas; que en lugar del matrimonio de honor con la tierra se celebre con ella el matrimonio de conveniencia, y que la tierra, como el hombre, descienda a valor de tráfico. Es necesario que aquello que es la raíz de la propiedad territorial, el sucio egoísmo, aparezca también en su cínica figura. Es necesario que el monopolio reposado se cambie en el monopolio movido e intranquilo, en competencia; que se cambie el inactivo disfrute del sudor y de la sangre ajenos en el ajetreado comercio de ellos. Es necesario, por último, que en esta competencia la propiedad de la tierra, bajo la figura del capital, muestre su dominación tanto sobre la clase obrera como sobre los propietarios mismos, en cuanto que las leyes del movimiento del capital los arruinan o los elevan. Con esto, en lugar del aforismo medieval nulle terre sans seigneur aparece otro refrán: l'argent n'a pas de Maître, en el que se expresa la dominación total de la materia muerta sobre los hombres.La división de la propiedad territorial niega el gran monopolio de la propiedad territorial, supera, pero sólo por cuanto generaliza este monopolio. No supera el fundamento del monopolio, la propiedad privada. Ataca la existencia del monopolio, pero no su esencia. La consecuencia de ello es que cae víctima de las leyes de la propiedad privada. La división de la propiedad territorial corresponde, en efecto, al movimiento de la competencia en el dominio industrial. Aparte de las desventajas, económicas de esta división de aperos y de este aislamiento del trabajo de unos y otros (que hay que distinguir evidentemente de la división del trabajo: el trabajo no está dividido entre muchos, sino que cada uno lleva a cabo para sí el mismo trabajo; es una multiplicación del mismo trabajo), esta división, como aquella competencia, se cambia necesariamente de nuevo en acumulación.Allí, pues, en donde tiene lugar la división de la propiedad territorial, no queda otra salida sino retornar al monopolio de forma aún más odiosa, o negar, superar, la división de la misma propiedad territorial. Pero esto

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no es el retorno a la propiedad feudal, sino la superación de la propiedad privada de la tierra y el suelo en general. La primera superación del monopolio es siempre su generalización, la ampliación de su existencia. La superación del monopolio que ha alcanzado su existencia más amplia y comprensiva posible es su aniquilación plena. La asociación aplicada a la tierra y el suelo participa de las ventajas del latifundio desde el punto de vista económico y realiza, por primera vez, la tendencia originaria de la división, es decir, la igualdad, al tiempo que establece la relación afectiva del hombre con la tierra de una manera racional y no mediada por la servidumbre de la gleba, la dominación y una estúpida mística de la propiedad, al dejar de ser la tierra un objeto de tráfico y convertirse de nuevo, mediante el trabajo libre y el libre goce, en una verdadera y personal propiedad del hombre. Una gran ventaja de la división es que su masa, que no puede ya resolverse a caer en la servidumbre, perece ante la propiedad de manera distinta que la de la industria.Por lo que toca al gran latifundio, sus defensores han identificado de manera sofística las ventajas económicas que la agricultura en gran escala ofrece con el gran latifundio, como sino fuese sólo mediante la superación de la propiedad como estas ventajas alcanzan justamente (XX) su mayor extensión posible, de una parte, y su utilidad social, de la otra. Han atacado, igualmente, el espíritu mercantil de la pequeña propiedad territorial, como si el gran latifundio en su forma feudal no contuviese ya el tráfico de modo latente. Por no decir nada de la forma inglesa moderna, en la que van ligados el feudalismo del propietario de la tierra y el tráfico y la industria del arrendatario.Así como el gran latifundio puede devolver el reproche de monopolio que la división de la propiedad territorial le hace, pues también la división se basa en el monopolio de la propiedad privada, así también puede la división de la propiedad territorial devolver al latifundio el reproche de la división pues también en el latifundio reina la división, sólo que en forma rígida y anquilosada. En general, la propiedad privada se apoya siempre sobre la división. Por lo demás, así como la división de la propiedad territorial reconduce al latifundio como riqueza—capital, así también la propiedad territorial feudal tiene que marchar necesariamente hacia la división, o al menos caer en manos de los capitalistas, haga lo que haga.Pues el latifundio, como sucede en Inglaterra, echa a la inmensa mayoría de la población en brazos de la industria y reduce a sus propios obreros a una miseria total. Engendra y aumenta, pues, el poder de su enemigo, del capital, de la industria, al arrojar al otro lado brazos y toda una actividad del país. Hace a la mayoría del país industrial, esto es, adversaria del latifundio. Así que la industria ha alcanzado un gran poder, como ahora en Inglaterra, arranca poco a poco al latifundio su monopolio frente al extranjero y lo arroja a la competencia con la propiedad territorial extranjera. Bajo el dominio de la industria, el latifundio sólo podría asegurar su magnitud feudal mediante el monopolio frente al extranjero, para protegerse de las leyes generales del comercio, que contradicen su esencia feudal. Una vez arrojado a la competencia, sigue sus leyes como cualquier otra mercancía a ella arrojada. Va fluctuando, creciendo y disminuyendo, volando de unas manos a otras y ninguna ley puede mantenerlo ya en unas pocas manos predestinadas.(XXI) La consecuencia inmediata es el fraccionamiento en muchas manos, en todo caso caída en el poder de los capitalistas industriales.Finalmente, el latifundio que de esta forma ha sido mantenido por la fuerza y ha engendrado junto a sí una temible industria, conduce a la crisis aún más rápidamente que la división de la propiedad territorial, junto a la cual el poder de la industria está siempre en segundo rango.El latifundio, como vemos en Inglaterra, ha perdido ya su carácter feudal y tomado carácter industrial cuando quiere hacer tanto dinero como sea posible. Da al propietario la mayor renta posible, al arrendatario el beneficio del capital más elevado que sea posible. Los trabajadores del campo están así ya reducidos al mínimo y la clase de los arrendatarios representa ya dentro de la propiedad territorial el poder de la industria y del capital. Mediante la competencia con el extranjero, la mayor parte de la renta de la tierra deja de poder constituir un ingreso independiente. Una gran parte de los propietarios debe ocupar el puesto de los arrendatarios, que de este modo se hunden parcialmente en el proletariado. Por otra parte, muchos arrendatarios se apoderan de la propiedad territorial, pues los grandes propietarios, merced a sus cómodos ingresos, se han dedicado en su mayoría a la disipación y son, en la mayor parte de los casos, también incapaces para dirigir la agricultura en gran escala; no poseen ni capital ni capacidad para explotar la tierra y el suelo. Así, pues, una parte de éstos se arruina completamente. Finalmente, el salario reducido al mínimo debe ser aún más reducido para resistir la nueva competencia. Esto conduce entonces necesariamente a la revolución.

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La propiedad territorial tenia que desarrollarse en cada una de estas dos formas para vivir en una y otra su necesaria decadencia, del mismo modo que la industria tenía que arruinarse en la forma del monopolio y en la forma de la competencia para aprender a creer en el hombre.

EL TRABAJO ENAJENADO

(XXII) Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos.La Economía Política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta el proceso material de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con fórmulas abstractas y generales a las que luego presta valor de ley. No comprende estas leyes, es decir, no prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada. La Economía Política no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la división de trabajo y capital, de capital y tierra. Cuando determina, por ejemplo, la relación entre beneficio del capital y salario, acepta como fundamento último el interés del capitalista, en otras palabras, parte de aquello que debería explicar. Otro tanto ocurre con la competencia, explicada siempre por circunstancias externas. En qué medida estas circunstancias externas y aparentemente casuales son sólo expresión de un desarrollo necesario, es algo sobre lo que la Economía Política nada nos dice. Hemos visto cómo para ella hasta el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional. Las únicas ruedas que la Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos, la competencia.Justamente porque la Economía Política no comprende la coherencia del movimiento pudo, por ejemplo, oponer la teoría de la competencia a la del monopolio, la de la libre empresa a la de la corporación, la de la división de la tierra a la del gran latifundio, pues competencia, libertad de empresa y división de la tierra fueron comprendidas y estudiadas sólo como consecuencias casuales, deliberadas e impuestas por la fuerza del monopolio, la corporación y la propiedad feudal, y no como sus resultados necesarios, inevitables y naturales. Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.No nos coloquemos, como el economista cuando quiere explicar algo, en una imaginaria situación primitiva. Tal situación primitiva no explica nada, simplemente traslada la cuestión a uña lejanía nebulosa y grisácea. Supone como hecho, como acontecimiento lo que debería deducir, esto es, la relación necesaria entre dos cosas, Por ejemplo, entre división del trabajo e intercambio. Así es también como la teología explica el origen del mal por el pecado original dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que debe explicar. Nosotros partimos de un hecho económico, actual.El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que

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se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador, que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objetivación aparece hasta tal punto como perdida del objeto que el trabajador se ve privado de los objetos más necesarios no sólo para la vida, sino incluso para el trabajo. Es más, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las más extraordinarias interrupciones. La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto mas sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital.Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuánto mas se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto mas pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de si mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto memos guarda en si mismo. El trabajador pone su vida en el objeto pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a é; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil. (XXIII) Consideraremos ahora mas de cerca la objetivación, la producción del trabajador, y en ella el extrañamiento, la pérdida del objeto, de su producto.El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce.Pero así como la naturaleza ofrece al trabajo medios de vida, en el sentido de que el trabajo no puede vivir sin objetos sobre los que ejercerse, así, de otro lado, ofrece también víveres en sentido estricto, es decir, medios para la subsistencia del trabajador mismo. En consecuencia, cuanto más se apropia el trabajador el mundo exterior, la naturaleza sensible, por medio de su trabajo, tanto más se priva de víveres en este doble sentido; en primer lugar, porque el mundo exterior sensible cesa de ser, en creciente medida, un objeto perteneciente a su trabajo, un medio de vida de su trabajo; en segundo término, porque este mismo mundo deja de representar, cada vez más pronunciadamente, víveres en sentido inmediato, medios para la subsistencia física del trabajador.El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer termino porque puede existir como trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador.(La enajenación del trabajador en su objeto se expresa, según las leyes económicas, de la siguiente forma: cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir; cuanto más valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador; cuanto mis rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador.)La Economía Política oculta la enajenación esencial del trabajo porque no considera la relación inmediata entre el trabajador (el trabajo) y la producción.Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.

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La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el objeto de su producción . La relación del acaudalado con el objeto de la producción y con la producción misma es sólo una consecuencia de esta primera relación y la confirma. Consideraremos más tarde este otro aspecto.Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo, preguntamos por la relación entre el trabajador y la producción.Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabajador, sólo en un aspecto, concretamente en su relación con el producto de su trabajo. Pero el extrañamiento no se muestra sólo en el resultado, sino en el acto de la producción, dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo podría el trabajador enfrentarse con el producto de su actividad como con algo extraño si en el acto mismo de la producción no se hiciese ya ajeno a sí mismo? El producto no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por tanto, si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma ha de ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la enajenación. En el extrañamiento del producto del trabajo no hace más que resumirse el extrañamiento, la enajenación en la actividad del trabajo mismo.¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a si mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.Comer, beber y engendrar, etc., son realmente también auténticas funciones humanas. Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana y las convierte en un único y último son animales. Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo, en dos aspectos: 1) la relación del trabajador con el producto del trabajo como con un objeto ajeno y que lo domina. Esta relación es, al mismo tiempo, la relación con el mundo exterior sensible, con los objetos naturales, como con un mundo extraño para él y que se le enfrenta con hostilidad; 2) la relación del trabajo con el acto de la producción dentro del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como con una actividad extraña, que no le pertenece, la acción como pasión, la fuerza como impotencia, la generación como castración, la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal (pues qué es la vida sino actividad) como una actividad que no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. La enajenación respecto de si mismo como, en el primer caso, la enajenación respecto de la cosa.(XXIV) Aún hemos de extraer de las dos anteriores una tercera determinación del trabajo enajenado.El hombre es un ser genérico no sólo porque en la teoría y en la practica toma como objeto suyo el género, tanto el suyo propio como el de las demás cosas, sino también, y esto no es más que otra expresión para lo mismo, porque se relaciona consigo mismo como el género actual, viviente, porque se relaciona consigo mismo como un ser universal y por eso libre.La vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, en primer lugar, en que el hombre (como el animal) vive de la naturaleza inorgánica, y cuanto más universal es el hombre que el animal, tanto más universal es el ámbito de la naturaleza inorgánica de la que vive. Así como las plantas, los animales, las piedras, el aire, la luz, etc., constituyen teóricamente una parte de la conciencia humana, en

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parte como objetos de la ciencia natural, en parte como objetos del arte (su naturaleza inorgánica espiritual, los medios de subsistencia espiritual que él ha de preparar para el goce y asimilación), así también constituyen prácticamente una parte de la vida y de la actividad humano. Físicamente el hombre vive sólo de estos productos naturales, aparezcan en forma de alimentación, calefacción, vestido, vivienda, etc. La universalidad del hombre aparece en la práctica justamente en la universalidad que hace de la naturaleza toda su cuerpo inorgánico, tanto por ser (l) un medio de subsistencia inmediato, romo por ser (2) la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida genérica y la vida individual, en segundo termino convierte a la primera, en abstracta, en fin de la última, igualmente en su forma extrañada y abstracta.Pues, en primer termino, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida. El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre. El trabajo enajenado invierte la relación, de manera que el hombre, precisamente por ser un ser consciente hace de su actividad vital, de su esencia, un simple medio para su existencia.La producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza inorgánica, es la afirmación del hombre como un ser genérico consciente, es decir, la afirmación de un ser que se relaciona con el género como con su propia esencia o que se relaciona consigo mismo como ser genérico. Es cierto que también el animal produce. Se construye un nido, viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc. Pero produce únicamente lo que necesita inmediatamente para sí o para su prole; produce unilateralmente, mientras que el hombre produce universalmente; produce únicamente por mandato de la necesidad física inmediata, mientras que el hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo produce realmente liberado de ella; el animal se produce sólo a sí mismo, mientras que el hombre reproduce la naturaleza entera; el producto del animal pertenece inmediatamente a su cuerpo físico, mientras que el hombre se enfrenta libremente a su producto. El animal forma únicamente según la necesidad y la medida de la especie a la que pertenece, mientras que el hombre sabe producir según la medida de cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida que le es inherente; por ello el hombre crea también según las leyes de la belleza.Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a si mismo en un mundo creado Por él. Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degradar la actividad propia, la actividad libre, a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la vida genérica del hombre en medio para su existencia física.

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Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en simple medio.El trabajo enajenado, por tanto:3) Hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana. 4) Una consecuencia inmediata del hecho de estar enajenado el hombre del producto de su trabajo, de su actividad vital, de su ser genérico, es la enajenación del hombre respecto del hombre. Si el hombre se enfrenta consigo mismo, se enfrenta también al otro. Lo que es válido respecto de la relación del hombre con su trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo, vale también para la relación del hombre con el otro y con trabajo y el producto del trabajo del otro.En general, la afirmación de que el hombre está enajenado de su ser genérico quiere decir que un hombre esta enajenado del otro, como cada uno de ellos está enajenado de la esencia humana.La enajenación del hombre y, en general, toda relación del hombre consigo mismo, sólo encuentra realización y expresión verdaderas en la relación en que el hombre está con el otro.En la relación del trabajo enajenado, cada hombre considera, pues, a los demás según la medida y la relación en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.(XXV) Hemos partido de un hecho económico, el extrañamiento entre el trabajador y su producción. Hemos expuesto el concepto de este hecho: el trabajo enajenado, extrañado. Hemos analizado este concepto, es decir, hemos analizado simplemente un hecho económico.Veamos ahora cómo ha de exponerse y representarse en la realidad el concepto del trabajo enajenado, extrañado.Si el producto del trabajo me es ajeno, se me enfrenta como un poder extraño, entonces ¿a quién pertenece? Si mi propia actividad no me pertenece; si es una actividad ajena, forzada, ¿a quién pertenece entonces? A un ser otro que yo. ¿Quién es ese ser?¿Los dioses? Cierto que en los primeros tiempos la producción principal, por ejemplo, la construcción de templos, etc., en Egipto, India, Méjico, aparece al servicio de los dioses, como también a los dioses pertenece el producto Pero los dioses por si solos no fueron nunca los dueños del trabajo. Aún menos de la naturaleza. Qué contradictorio sería que cuando más subyuga el hombre a la naturaleza mediante su trabajo, cuando más superfluos vienen a resultar los milagros de los dioses en razón de los milagros de la industria, tuviese que renunciar el hombre, por amor de estos poderes, a la alegría de la producción y al goce del producto.El ser extraño al que pertenecen a trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio está aquél y para cuyo placer sirve éste, solamente puede ser el hombre mismoSi el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente él un poder extraño, esto sólo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres.Recuérdese la afirmación antes hecha de que la relación del hombre consigo mismo únicamente es para él objetiva y real a través de su relación con los otros hombres. Si él, pues, se relaciona con el producto de su trabajo, con su trabajo objetivado, como con un objeto poderoso, independiente de él, hostil, extraño, se esta relacionando con él de forma que otro hombre independiente de él, poderoso, hostil, extraño a él, es el dueño de este objeto; Si él se relaciona con su actividad como con una actividad no libre, se está relacionando con ella como con la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes, la compulsión y el yugo de otro.Toda enajenación del hombre respecto de sí mismo y de la naturaleza aparece en la relación que él presume entre él, la naturaleza y los otros hombres distintos de él, Por eso la autoenajenación religiosa aparece necesariamente en la relación del laico con el sacerdote, o también, puesto que aquí se trata del mundo intelectual, con un mediador, etc. En el mundo práctico, real, el extrañamiento de si sólo puede manifestarse mediante la relación práctica, real, con los otros hombres. El medio mismo por el que el extrañamiento se opera es un medio práctico. En consecuencia mediante el trabajo enajenado no sólo produce el hombre su relación con el objeto y con el acto de la propia producción como con poderes que le son extraños y hostiles, sino también la relación en la que los otros hombres se encuentran con su producto y la relación en la que él

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está con estos otros hombres. De la misma manera que hace de su propia producción su desrealización, su castigo; de su propio producto su pérdida, un producto que no le pertenece, y así también crea el dominio de quien no produce sobre la producción y el producto. Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que no le es propia.Hasta ahora hemos considerado la relación sólo desde el lado del trabajador; la consideraremos más tarde también desde el lado del no trabajador.Así, pues, mediante el trabajo enajenado crea el trabajador la relación de este trabajo con un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño. La relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de éste con el del capitalista o como quiera llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo.Partiendo de la Economía Política hemos llegado, ciertamente, al concepto del trabajo enajenado (de la vida enajenada) como resultado del movimiento de la propiedad privada. Pero el análisis de este concepto muestra que aunque la propiedad privada aparece como fundamento, como causa del trabajo enajenado, es más bien una consecuencia del mismo, del mismo modo que los dioses no son originariamente la causa, sino el efecto de la confusión del entendimiento humano. Esta relación se transforma después en una interacción recíproca.Sólo en el último punto culminante de su desarrollo descubre la propiedad privada de nuevo su secreto, es decir, en primer lugar que es el producto del trabajo enajenado, y en segundo término que es el medio por el cual el trabajo se enajena, la realización de esta enajenación.Este desarrollo ilumina al mismo tiempo diversas colisiones no resueltas hasta ahora. 1) La Economía Política parte del trabajo como del alma verdadera de la producción y, sin embargo, no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Partiendo de esta contradicción ha fallado Proudhon en favor del trabajo y contra la Propiedad privaba. Nosotros, sin embargo, comprendemos, que esta aparente contradicción es la contradicción del trabajo enajenado consigo mismo y que la Economía Política simplemente ha expresado las leyes de este trabajo enajenado.Comprendemos también por esto que salario y propiedad privada son idénticos, pues el salario que paga el producto, el objeto del trabajo, el trabajo mismo, es sólo una consecuencia necesaria de la enajenación del trabajo; en el salario el trabajo no aparece como un fin en si, sino como un servidor del salario. Detallaremos esto más tarde. Limitándonos a extraer ahora algunas consecuencias (XXVI).Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, sólo mediante la fuerza podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su dignidad humanas.Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon no hace más que transformar la relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.El salario es una consecuencia inmediata del trabajo enajenado y el trabajo enajenado es la causa inmediata de la propiedad privada. Al desaparecer un termino debe también, por esto, desaparecer el otro.2) De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se sigue, además, que la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la servidumbre, se expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores, no como si se tratase sólo de la emancipación de éstos, sino porque su emancipación entraña la emancipación humana general; y esto es así porque toda la servidumbre humana está encerrada en la relación de trabajador con la producción, y todas las relaciones serviles son sólo modificaciones y consecuencias de esta relación.Así como mediante el análisis hemos encontrado el concepto de propiedad privada partiendo del concepto de trabajo enajenado, extrañado, así también podrán desarrollarse con ayuda de estos dos factores todas las categorías económicas y encontraremos en cada una de estas categorías, por ejemplo, el tráfico, la competencia, el capital, el dinero, solamente una expresión determinada, desarrollada, de aquellos primeros fundamentos.Antes de considerar esta estructuración, sin embargo, tratemos de resolver dos cuestiones.1) Determinar la esencia general de la propiedad privada, evidenciada como resultado del trabajo enajenado, en su relación con la propiedad verdaderamente humana y social.2) Hemos aceptado el extrañamiento del trabajo, su enajenación, como un hecho y hemos realizado este hecho. Ahora nos preguntamos ¿cómo llega el hombre a enajenar, a extrañar su trabajo? ¿Cómo se

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fundamenta este extrañamiento en la esencia de la evolución humana? Tenemos ya mucho ganado para la solución de este problema al haber transformado la cuestión del origen de la propiedad privada en la cuestión de la relación del trabajo enajenado con el proceso evolutivo de la humanidad. Pues cuando se habla de propiedad privada se cree tener que habérselas con una cosa fuera del hombre. Cuando se habla de trabajo nos las tenemos que haber inmediatamente con el hombre mismo. Esta nueva formulación de la pregunta es ya incluso su solución.ad. 1) Esencia general de la propiedad privada y su relación con la propiedad verdaderamente humana.El trabajo enajenado se nos ha resuelto en dos componentes que se condicionan recíprocamente o que son sólo dos expresiones distintas de una misma relación. La apropiación aparece como extrañamiento, como enajenación y la enajenación como apropiación, el extrañamiento como la verdadera naturalización.Hemos considerado un aspecto, el trabajo enajenado en relación al trabajador mismo, es decir, la relación del trabajo enajenado consigo mismo. Como producto, como resultado necesario de esta relación hemos encontrado la relación de propiedad del no—trabajador con el trabajador y con el trabajo. La propiedad privada como expresión resumida, material, del trabajo enajenado abarca ambas relaciones, la relación del trabajador con el trabajo, con el producto de su trabajo y con el no trabajador, y la relación del no trabajador con el trabajador y con el producto de su trabajo.Si hemos visto, pues, que respecto del trabajador, que mediante el trabajo se apropia de la naturaleza, la apropiación aparece como enajenación, la actividad propia como actividad para otro y de otro, la vitalidad como holocausto de la vida, la producción del objeto como pérdida del objeto en favor de un poder extraño, consideremos ahora la relación de este hombre extraño al trabajo y al trabajador con el trabajador, el trabajo y su objeto.Por de pronto hay que observar que todo lo que en el trabajador aparece como actividad de la enajenación, aparece en el no trabajador como estado de la enajenación, del extrañamiento.En segundo término, que el comportamiento práctico, real, del trabajador en la producción y respecto del producto (en cuanto estado de ánimo) aparece en el no trabajador a él enfrentado como comportamiento teórico.(XXVII) Tercero. El no trabajador hace contra el trabajador todo lo que este hace contra si mismo, pero no hace contra sí lo que hace contra el trabajador.Consideremos más detenidamente estas tres relaciones.|XXVII||

SEGUNDO MANUSCRITO

ANTITESIS DEL CAPITAL Y EL TRABAJO. PROPIEDAD PRIVADA Y CAPITAL

[...] ||XL| Constituye los intereses de su capital. En el trabajador se da, pues, subjetivamente, el hecho de que el capital es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo, de la misma forma que en el capital se da, objetivamente, el hecho de que el trabajador es el hombre que se ha perdido totalmente a si mismo. El trabajador tiene, sin embargo, la desgracia de ser un capital viviente y, por tanto, menesteroso, que en el momento en que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia. Como capital, el valor del trabajo aumenta según la oferta y la demanda, e incluido físicamente su existencia, su vida ha sido y es entendida como una oferta de mercancía igual a cualquier otra. El trabajador produce el capital, el capital lo produce a él; se produce, pues, a sí mismo y el hombre, en cuanto trabajador en cuanto mercancía, es el resultado de todo el movimiento, Para el hombre que no es más que trabajador, y en cuanto trabajador, sus propiedades humanas sólo existen en la medida en que existen para el capital que le es extraño. Pero como ambos son extraños el uno para el otro y se encuentran en una relación indiferente, exterior y casual, esta situación de extrañamiento reciproco ha de aparecer también como real. Tan pronto, pues, como al capital se le ocurre —ocurrencia arbitraria o necesaria— dejar de existir para el trabajador, deja éste de existir para sí; no tiene ningún trabajo, por tanto, ningún salario, y dado que él no tiene existencia como hombre, sino como trabajador, puede hacerse sepultar, dejarse morir de hambre, etc. El trabajador sólo existe como trabajador en la medida en que existe para sí como capital, y sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del capital es su existencia, su vida; el capital determina el contenido de su vida en

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forma para él indiferente. En consecuencia la Economía Política no conoce al trabajador parado, al hombre de trabajo, en la medida en que se encuentra fuera de esta relación laboral. El pícaro, el sinvergüenza, el pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delincuente son figuras que no existen para ella, sino solamente para otros ojos; para los ojos de medico, del juez, del sepulturero, del alguacil de pobres, etc.; son fantasmas que quedan fuera de su reino. Por eso para ella las necesidades del trabajador se reducen solamente a la necesidad de mantenerlo durante el trabajo de manera que no se extinga la raza de los trabajadores. El salario tiene, por tanto, el mismo sentido que el mantenimiento, la conservación de cualquier otro instrumento productivo. El mismo sentido que el consumo de capital en general, que éste requiere para reproducirse con intereses, como el aceite que las ruedas necesitan para mantenerse en movimiento. El salario del trabajador pertenece así a los costos necesarios del capital y del capitalista, y no puede sobrepasar las exigencias de esta necesidad. Es, por tanto, perfectamente lógico que ante el Amendment Bill de 1834 los fabricantes ingleses detrajeran del salario del trabajador, como parte integrante del mismo, las limosnas públicas que éste recibe por medio del impuesto de pobres.La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia y actividad propias..., la mercancía humana. Gran progreso de Ricardo, Mill, etc., frente a Smith y Say, al declarar la existencia del hombre —la mayor o menor productividad humana de la mercancía— como indiferente e incluso nociva. La verdadera finalidad de la producción no estará en cuántos hombres puede mantener un capital, sino en cuántos intereses reporta, en la cuantía de las economías anuales. Igualmente fue un grande y consecuente progreso de la reciente (XLI) Economía Política inglesa el explicar con plena claridad (al mismo tiempo que eleva el trabajo a principio único de la Economía Política) la relación inversa existente entre el salario y el interés del capital y que el capitalista, por lo regular, sólo con la reducción del salario puede ganar y viceversa. La relación normal no sería la explotación del consumidor sino la explotación reciproca de capitalista y trabajador. La relación de la propiedad privada contiene latente en si la relación de la propiedad privada como trabajo, así como la relación de la misma como capital y la conexión de estas dos expresiones entre sí. Es, de una parte, la producción de la actividad humana como trabajo, es decir, como una actividad totalmente extraña a sí misma, extraña al hombre y a la naturaleza y por ello totalmente extraña a la conciencia y a la manifestación vital; la existencia abstracta del hombre como un puro hombre de trabajo, que por eso puede diariamente precipitarse de su plena nada en la nada absoluta, en su inexistencia social que es su real inexistencia. Es, por otra parte, la producción del objeto de la actividad humana como capital, en el que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece el mismo en los más diversos modos de existencia natural y social, y es perfectamente indiferente respecto de su contenido real. Esta oposición, llevada a su culminación, es necesariamente la culminación, la cúspide y la decadencia de la relación toda. Por eso es también una gran hazaña de la reciente Economía Política inglesa haber denunciado la renta de la tierra como la diferencia entre los intereses del peor suelo dedicado a la agricultura y el mejor suelo cultivado, haber aclarado las ilusiones románticas del terrateniente (su presunta importancia social y la identidad de sus intereses con los de la sociedad, que todavía afirma Adam Smith, siguiendo a los fisiócratas) y haber anticipado y preparado el movimiento real que transformará al terrateniente en un capitalista totalmente ordinario y prosaico, simplificará y agudizará la contradicción y acelerara así su solución. La tierra como tierra, la renta de la tierra como renta de la tierra, han perdido allí su diferencia estamental y se han convertido en capital e interés que nada significan o, más exactamente, que sólo dinero significan. La diferencia entre capital y tierra, entre ganancia y renta de la tierra, así como la de ambas con el salario; la diferencia entre industria y agricultura, propiedad privada mueble e inmueble, es una diferencia histórica no fundaba en la esencia de las cosas; la fijación de un momento de la formación y el nacimiento de la oposición entre capital y trabajo. En la industria, etcétera, en oposición a la propiedad inmobiliaria, sólo se expresa el modo de nacimiento y la oposición en que se ha formado la industria con relación a la agricultura. Esta diferencia sólo subsiste como un tipo especial de trabajo, como una diferencia esencial, importante, vital, mientras la industria (la vida urbana) se forma frente a la propiedad rural (la vida aristocrática feudal) y lleva aún en si misma el carácter feudal de su contrario en la forma del monopolio, el

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gremio, la corporación, etc., dentro de cuyas determinaciones el trabajo tiene aún una aparente significación social, tiene aún el significado de la comunidad real, no ha progresado aún hasta la indiferencia respecto del propio contenido, hasta el pleno ser para sí mismo, es decir, hasta la abstracción de todo otro ser y por ello no llegado aún a capital liberado.(XLII) Pero el desarrollo necesario del trabajo es la industria liberada, constituida como tal para si, y el capital liberado. El poder de la industria sobre su contrario se muestra en seguida en el surgimiento de la agricultura como una verdadera industria, en tanto que antes ella dejaba el principal trabajo al suelo y a los esclavos de este suelo, mediante los cuales éste se cultivaba a sí mismo. Con la transformación del esclavo en un trabajador libre, esto es, en un asalariado se ha transformado el terrateniente en sí en un patrono industrial, en un capitalista; transformación que ocurre, en primer lugar, por intermedio del arrendatario. Pero el arrendatario es el representante, el revelado secreto del terrateniente; sólo mediante él existe económicamente, como propietario privado, pues las rentas de sus tierras sólo existen por la competencia entre los arrendatarios. Esencialmente el terrateniente se ha convertido, por tanto, ya en el arrendatario, en un capitalista ordinario. Y esto tiene aún que consumarse en la realidad: el capitalista que se dedica a la agricultura, el arrendatario, ha de convertirse en terrateniente o viceversa. El tráfico industrial del arrendatario es el del terrateniente, pues el ser del primero pone al del segundo.Como acordándose de su supuesto nacimiento, de su origen, el terrateniente ve en el capitalista a su petulante, liberado y enriquecido esclavo de ayer, y se ve a si mismo en cuanto capitalista, amenazado por él. El capitalista ve en el terrateniente al inútil, cruel y egoísta señor de ayer, sabe que le estorba en cuanto capitalista; que, sin embargo, le debe a la industria toda su actual importancia social; ve en él una oposición a la industria libre y al libre capital, independiente de toda determinación natural. Este antagonismo es sumamente amargo y se dice recíprocamente la verdad. Basta con leer los ataques de la propiedad inmueble a la mueble y viceversa para forjarse una gráfica imagen de su recíproca indignidad. El terrateniente hace valer el origen noble de su propiedad, los recuerdos feudales, las reminiscencias, la poesía del recuerdo, su entusiástica naturaleza, su importancia política, etc., y cuando habla en economista dice que sólo la agricultura es productiva. Pinta al mismo tiempo a su adversario como un canalla adinerado, astuto, venal, mezquino, tramposo, codicioso, capaz de venderlo todo, rebelde, sin corazón y sin espíritu, extraño al ser común que tranquilamente vende por dinero, usurero, alcahuete, servil, intruso, adulador, timador, que engendra, nutre y mima la competencia y con ella el pauperismo, el crimen, la disolución de todos los lazos sociales, sin honor, sin principios, sin poesía, sin nada. (Véase entre otros, al fisiócrata Bergasse, a quien ya fustiga Camille Desmoulins en su periódico Revolutions de France et de Brabant; véase v. Vincke, Lancizolle, Haller, Leo, Kosegarten, y véase también Sismondi). La propiedad mueble, por su parte, señala las maravillas de la industria y del movimiento; ella es el fruto de la época moderna y su legítimo hijo unigénito Compadece a su adversario como a un mentecato no ilustrado sobre su propio ser (y esto es perfectamente cierto), que quisiera colocar en lugar del moral capital y del trabajo libre, la inmoral fuerza bruta y la servidumbre; lo pinta como un Don Quijote que bajo la apariencia de la rectitud, la honorabilidad, el interés general, la estabilidad, oculta la incapacidad de movimiento, la codiciosa búsqueda de placeres, el egoísmo, el interés particular, el torcido propósito; lo denuncia como un taimado monopolista; ensombrece sus reminiscencias, su poesía y sus ilusiones en una enumeración histórica y sarcástica de la bajeza, la crueldad, el envilecimiento, la prostitución, la infamia, la anarquía y la rebeldía que tuvieron como talleres los románticos castillos.(XLIII) La propiedad mobiliaria habría dado al pueblo la libertad política, desatado las trabas de la sociedad civil, unido entre sí los mundos, establecido el humanitario comercio, la moral pura, la amable cultura; en lugar de sus necesidades primarias habría dado al pueblo necesidades civilizadas y los medios de satisfacerlas, en tanto que el terrateniente (ese ocioso y molesto acaparador de trigo) encarece para el pueblo los víveres más elementales y obliga así al capitalista a elevar el salario sin poder elevar la fuerza productiva; con ello estorba la renta anual de la nación, la acumulación de capitales, esto es, la posibilidad de poder proporcionar trabajo al pueblo y riqueza al país. Finalmente la anula totalmente, acarrea una decadencia general y explota avaramente todas las ventajas de la civilización moderna, sin hacer lo más mínimo por ella e incluso sin despojarse de sus prejuicios feudales. Basta, por último, con que mire a su arrendatario (él, para quien la agricultura y la tierra misma sólo existen como una fuente de dinero que se la ha regalado) y diga si él no es un canalla honrado, fanático y astuto que en corazón y en realidad hace tiempo que pertenece

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a la libre industria y al dulce comercio por mas que se oponga a ellos y por más que charle de recuerdos históricos y de finalidades morales o políticas. Todo lo que realmente alega en su favor sólo es cierto respecto del cultivador de la tierra (del capitalista y de los mozos de labranza), cuyo enemigo es más bien el terrateniente; testimonia, pues, contra sí mismo. Sin capital, la propiedad territorial sería materia muerta y sin valor. Su civilizado triunfo es precisamente haber descubierto y situado el trabajo humano en lugar de la cosa inanimada como fuente de la riqueza. (Véase Paul Louis Courier, St. Simon, Canilh, Ricardo, Mill, Mac Culloch, Destutt de Tracy y Michel Chevalier.)Del curso real del proceso de desarrollo (intercalar aquí) se deduce el triunfo necesario del capitalismo, es decir, de la propiedad privada ilustrada sobre la no ilustrada, bastarda, sobre el terrateniente, de la misma forma que, en general, ha de vencer el movimiento a la inmovilidad, la vileza abierta y consciente de sí misma a la escondida e inconsciente, la codicia a la avidez de placeres, el egoísmo declarado, incansable y experimentado de la ilustración, al egoísmo local, simple, perezoso y fantástico de la superstición; como el dinero ha de vencer a todas las otras formas de la propiedad privada.Los Estados, que sospechan algo del peligro de la industria plenamente libre, de la moral plenamente libre y del comercio humanitario, tratan de detener (aunque totalmente en vano) la capitalización de la propiedad de la tierra.La propiedad de la tierra, en su diferencia respecto del capital, es la propiedad privada, el capital, preso aún de los prejuicios locales y políticos, que no ha vuelto aún a si mismo de su vinculación con el mundo, el capital aún incompleto. Ha de llegar, en el curso de su configuración mundial, a su forma abstracta, es decir, pura.La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos. El movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente:Primeramente: Unidad inmediata y mediata de ambos.Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados, extrañados; pero exigiéndose y aumentándose recíprocamente como condiciones positivas.Oposición de ambos, se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista es la negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su existencia al otro.Oposición de cada uno de ellos consigo mismo, Capital = trabajo acumulado = trabajo. Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su vez se descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la clase obrera así como el obrero —aunque sólo excepcionalmente— se hace capitalista. Trabajo como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital.Trabajo se descompone en si mismo y el salario. El trabajador mismo un capital, una mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas.

TERCER MANUSCRITO

PROPIEDAD PRIVADA Y TRABAJO. ECONOMÍA POLÍTICA COMO PRODUCTO DEL MOVIMIENTO DE LA PROPIEDAD PRIVADA.

||I| Re la pág. XXXVI. La esencia subjetiva de la propiedad privada, la propiedad privada como actividad para sí, como sujeto, como persona, es el trabajo. Se comprende, pues, que sólo la Economía Política que reconoció como su principio al trabajo —Adam Smith—, que no vio ya en la propiedad privada solamente una situación exterior al hombre, ha de ser considerada tanto como un producto de la energía y movimientos reales de la propiedad privada, cuanto como un producto de la industria moderna; de la misma forma que la Economía Política, de otra parte, ha acelerado y enaltecido la energía y el desarrollo de esta industria y ha hecho de ella un poder de la conciencia. Ante esta Economía Política ilustrada, que ha descubierto la esencia subjetiva la riqueza —dentro de la propiedad privada—, aparecen como adoradores de ídolos, como

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católicos, los partidarios del sistema dinerario y mercantilista, que sólo ven la propiedad privada como una esencia objetiva para el hombre. Por eso Engels ha llamado con razón a Adam Smith el Lutero de la Economía. Así como Lutero reconoció en la religión, en la fe, la esencia del mundo real y se opuso por ello al paganismo católico; así como él superó la religiosidad externa, al hacer de la religiosidad la esencia íntima del hombre; así como él negó el sacerdote exterior al laico; así también es superada la riqueza que se encuentra fuera del hombre y es independiente de él —que ha de ser, pues, afirmada y mantenida sólo de un modo exterior—, es decir, es superada ésta su objetividad exterior y sin pensamiento, al incorporarse la propiedad privada al hombre mismo y reconocerse el hombre mismo como su esencia así, sin embargo, queda el hombre determinado por la propiedad privada, como en Lutero queda determinado por la Religión. Bajo la apariencia de un reconocimiento del hombre, la Economía Política, cuyo principio es el trabajo, es más bien la consecuente realización de la negación del hombre al no encontrarse ya él mismo en una tensión exterior con la esencia exterior de la propiedad privada, sino haberse convertido el mismo en la tensa esencia de la propiedad privada. Lo que antes era ser fuera de sí, enajenación real del hombre, se ha convertido ahora en el acto de la enajenación, en enajenación de sí. Si esa Economía Política comienza, pues, con un reconocimiento aparente del hombre, de su independencia, de su libre actividad, etcétera, al trasladar a la esencia misma del hombre la propiedad privada, no puede ya ser condicionada por las determinaciones locales, nacionales, etc., de la propiedad privada como un ser que exista fuera de ella, es decir, si esa Economía Política desarrolla una energía cosmopolita general, que derriba todo límite y toda atadura, para situarse a si misma en su lugar como la única política la única generalidad, el límite único, la única atadura, así también ha de arrojar ella en su posterior desarrollo esta hipocresía y ha de aparecer en su total cinismo. Y esto lo hace (despreocupada de todas las contradicciones en que la enreda esta doctrina) al revelar de forma más unilateral y por esto más aguda y más consecuente, que el trabajo es la esencia única de la riqueza, probar la inhumanidad de las consecuencias de esta doctrina, en oposición a aquella concepción originaria, y dar por último, el golpe de gracia a aquella última forma de existencia individual, natural, independiente del trabajo, de la propiedad privada y fuente de riqueza: la renta de la tierra, esta expresión de la propiedad feudal ya totalmente economificada e incapaz por eso de rebeldía contra la Economía Política (Escuela de Ricardo). No sólo aumenta el cinismo de la Economía Política relativamente partir de Smith, pasando por Say, hasta Ricardo, Mill, etc., en la medida en que a estos últimos se les ponen ante los ojos, de manera más desarrollada y llena de contradicciones, las consecuencias de la Industria; también positivamente van conscientemente cada vez más lejos que sus predecesores en el extrañamiento respecto del hombre, y esto únicamente porque su ciencia se desarrolla de forma más verdadera y consecuente. Al hacer de la propiedad privada en su forma activa sujeto, esto es, al hacer simultáneamente del hombre una esencia, y de hombre como no ser un ser, la contradicción de la realidad se corresponde plenamente con el ser contradictorio que han reconocido como principio. La desgarrada (II) realidad de la industria confirma su principio desgarrado en si mismo lejos de refutarlo. Su principio es justamente el principio de este desgarramiento.La teoría fisiocrática del Dr. Quesnay representa el tránsito del mercantilismo a Adam Smith. La fisiocracia es, de forma directa, la disolución económico—política de la propiedad feudal, pero por esto, de manera igualmente directa, la transformación económico—política, la reposición de la misma, con la sola diferencia de que su lenguaje no es ya feudal, sino económico. Toda riqueza se resuelve en tierra y agricultura. La tierra no es aún capital, es todavía una especial forma de existencia del mismo que debe valer en su naturalidad, especialidad, y a causa de ella; pero la tierra es, sin embargo, un elemento natural general, en tanto que el sistema mercantilista no conocía otra existencia de la riqueza que el metal noble. El objeto de la riqueza, su materia, ha recibido pues al mismo tiempo, la mayor generalidad dentro de los limites de la naturaleza en la medida en que, como naturaleza, es también inmediatamente riqueza objetiva. Y la tierra solamente, es para el hombre mediante el trabajo, mediante la agricultura. La esencia subjetiva de la riqueza se traslada, por tanto, al trabajo. Al mismo tiempo, no obstante, la agricultura es el único trabajo productivo. Todavía el trabajo no es entendido en su generalidad y abstracción; está ligado aún como a su materia, a un elemento natural especial; sólo es conocido todavía en una especial forma de existencia naturalmente determinada. Por eso no es todavía más que una enajenación del hombre determinada, especial, lo mismo que su producto es comprendido aún como una riqueza determinada, mas dependiente de la naturaleza del trabajo mismo. La tierra se reconoce aquí todavía como una existencia natural, independiente del hombre, y

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no como capital, es decir, no como un momento del trabajo mismo. Más bien aparece el trabajo como momento suyo. Sin embargo, al reducirse el fetichismo de la antigua riqueza exterior, que existía sólo como un objeto, a un elemento natural muy simple, y reconocerse su esencia, aunque sea sólo parcialmente, en su existencia subjetiva bajo una forma especial, está ya iniciado necesariamente el siguiente paso de reconocer la esencia general de la riqueza y elevar por ello a principio el trabajo en su forma más absoluta, es decir, abstracta. Se le probaría a la fisiocracia que desde el punto de vista económico el único justificado, la agricultura no es distinta de cualquier otra industria, que la esencia de la riqueza no es, pues, un trabajo determinado, un trabajo ligado a un elemento especial, una determinada exteriorización del trabajo, sino el trabajo en general.La fisiocracia niega la riqueza especial, exterior, puramente objetiva, al declarar que su esencia es el trabajo. Pero de momento el trabajo es para ella únicamente la esencia subjetiva de la propiedad territorial (parte del tipo de propiedad que históricamente aparece como dominante y reconocida); solamente a la propiedad territorial le permite convertirse en hombre enajenado. Supera su carácter feudal al declarar como su esencia la industria (agricultura); pero se comporta negativamente con el mundo de la industria, reconoce la esencia feudal, al declarar que la agricultura es la única industria.Se comprende que tan pronto como se capta la esencia subjetiva de la industria que se constituye en oposición a la propiedad territorial, es decir, como industria, esta esencia incluye en sí a aquel su contrario. Pues así como la industria abarca a la propiedad territorial superada, así también su esencia subjetiva abarca, al mismo tiempo, a la esencia subjetiva de ésta.Del mismo modo que la propiedad territorial es la primera forma de la propiedad privada, del mismo modo que históricamente la industria se le opone inicialmente sólo como una forma especial de propiedad (o, más bien, es el esclavo librado de la propiedad territorial), así también se repite este proceso en la comprensión científica de la esencia subjetiva de la propiedad privada, en la comprensión científica del trabajo; el trabajo aparece primero únicamente como trabajo agrícola, para hacerse después valer como trabajo en general. (III) Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, en riqueza del trabajo, y la industria es el trabajo concluido y pleno del mismo modo que el sistema fabril es la esencia perfeccionada de la industria, es decir, del trabajo, y el capital industrial es la forma objetiva conclusa de la propiedad privada.Vemos cómo sólo ahora puede perfeccionar la propiedad privada su dominio sobre el hombre y convertirse, en su forma más general, en un poder histórico-universal.

PROPIEDAD PRIVADA Y COMUNISMO

Re la pág. XXXIX. Pero la oposición entre carencia de propiedad y propiedad es una oposición todavía indiferente, no captada aún en su relación activa, en su conexión interna, no captada aún como contradicción, mientras no se la comprenda como la oposición de trabajo y capital. Incluso sin el progresivo movimiento de la propiedad privada que se da, por ejemplo: en la antigua Roma, en Turquía, etc. puede expresarse esta oposición en la primera forma. Así no aparece aún como puesta por la propiedad privada misma. Pero el trabajo, la esencia subjetiva de la propiedad privada como exclusión de la propiedad, y el capital, el trabajo objetivo como exclusión del trabajo, son la propiedad privada como una relación desarrollada basta la contradicción y por ello una relación enérgica que impulsa a la disolución. ad. ibídem. La superación del extrañamiento de si mismo sigue el mismo camino que éste. En primer lugar la propiedad privada es contemplada sólo en su aspecto objetivo, pero considerando el trabajo como su esencia. Su forma de existencia es por ello el capital que ha de ser superado «en cuanto tal» (Proudhon). O se toma una forma especial de trabajo (el trabajo nivelado, parcelado y, en consecuencia, no libre) como fuente de la nocividad de la propiedad privada y de su existencia extraña al hombre (Fourier, quien, de acuerdo con los fisiócratas, considera de nuevo el trabajo agrícola como el trabajo por excelencia; Saint Simon, por el contrario, declara que el trabajo industrial, como tal, es la esencia y aspira al dominio exclusivo de los industriales y al mejoramiento de la situación de los obreros). El comunismo, finalmente, es la expresión positiva de la propiedad privada superada; es, en primer lugar, la propiedad privada general. Al tomar esta relación en su generalidad, el comunismo es: 1º) En su primera forma solamente una

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generalización y conclusión de la misma; como tal se muestra en una doble forma: de una parte el dominio de la propiedad material es tan grande frente a el, que el quiere aniquilar todo lo que no es susceptible de serposeído por todos como propiedad privada; quiere prescindir de forma violenta del talento, etc. La posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida y de la existencia; el destine del obrero no es superado, sino extendido a todos los hombres; la relación de la propiedad privada continúa siendo la relación de la comunidad con el mundo de las cosas; finalmente se expresa este movimiento de oponer a la propiedad privada la propiedad general en la forma animal que quiere oponer al matrimonio (que por lo demás es una forma de la propiedad privada exclusiva) la comunidad de las mujeres, en que la mujer se convierte en propiedad comunal y común. Puede decirse que esta idea de la comunidad de mujeres es el secreto a voces de este comunismo todavía totalmente grosero e irreflexivo. Así como la mujer sale del matrimonio para entrar en la prostitución general, así también el mundo todo de la riqueza es decir, de la esencia objetiva del hombre, sale de la relación del matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la relación de la prostitución universal con la comunidad. Este comunismo, al negar por completo la personalidad del hombre, es justamente la expresión lógica de la propiedad privada, que es esta negación. La envidia general y constituida en poder no es sino la forma escondida en que la codicia se establece y, simplemente, se satisface de otra manera. La idea de toda propiedad privada en cuanto tal se vuelve, por lo menos contra la propiedad privada más rica como envidia deseo de nivelación, de manera que al estas pasiones las que integran el ser de la competencia. El comunismo grosero no es más que el remate de esta codicia y de esta nivelación a partir del mínimo representado. Tiene una medida determinada y limitada. Lo poco que esta superación de la propiedad privada tiene de verdadera apropiación lo prueba justamente la negación abstracta de todo el mundo de la educación y de la civilización, el regreso a la antinatural (IV) simplicidad del hombre pobre y sin necesidades, que no sólo no ha superado la propiedad privada, sino que ni siquiera ha llegado hasta ella.La comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de la igualdad del salario que paga el capital común: la comunidad como capitalista general. Ambos términos de la relación son elevados a una generalidad imaginaria: el trabajo como la determinación en que todos se encuentran situados, el capital como la generalidad y el poder reconocidos de la comunidad.En la relación con la mujer, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa la infinita degradación en la que el hombre existe para si mismo, pues el secreto de esta relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifiesta, revelada, en la relación del hombre con la mujer y en la forma de concebirla inmediata y natural relación genérica. La relación inmediata, natural y necesaria del hombre con el hombre, es la relación del hombre con la mujer. En esta relación natural de los géneros, la relación del hombre con la naturaleza es inmediatamente su relación con el hombre, del mismo modo que la relación con el hombre es inmediatamente su relación con la naturaleza, su propia determinación natural. En esta relación se evidencia, pues, de manera sensible, reducida a un hecho visible, en qué medida la esencia humana se ha convertido para el hombre en naturaleza o en qué medida la naturaleza se ha convertido en esencia humana del hombre. Con esta relación se puede juzgar él grado de cultura del hombre en su totalidad. Del carácter de esta relación se deduce la medida en que el hombre se ha convertido en ser genérico, en hombre, y se ha comprendido como tal; la relación del hombre con la mujer es la relación más natural del hombre con el hombre. En ella se muestra en qué medida la conducta natural del hombre se ha hecho humana o en qué medida su naturaleza humana se ha hecho para él naturaleza. Se muestra también en esta relación la extensión en que la necesidad del hombre se ha hecho necesidad humana, en qué extensión el otro hombre en cuanto hombre se ha convertido para él en necesidad; en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser colectivo.La primera superación positiva de la propiedad privada, el comunismo grosero, no es por tanto más que una forma de mostrarse la vileza de la propiedad privada que se quiere instaurar como comunidad positiva.2º) El comunismo a) Aún de naturaleza política, democrática; b) Con su superación del Estado, pero al mismo tiempo aún con esencia incompleta y afectada por la propiedad privada, es decir, por la enajenación del hombre. En ambas formas el comunismo se conoce ya como reintegración o vuelta a sí del hombre, como superación del extrañamiento de si del hombre, pero como no ha captado todavía la esencia positiva de la propiedad privada, y memos aún ha comprendido la naturaleza humana de la necesidad, está aún prisionero e infectado por ella. Ha comprendido su concepto, pero aún no su esencia.

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3º) El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución.(V) El movimiento entero de la historia es, por ello, tanto su generación real —el nacimiento de su existencia empírica— como, para su conciencia pensante, el movimiento comprendido y conocido de su devenir. Mientras tanto, aquel comunismo aún incompleto busca en las figuras históricas opuestas a la propiedad privada, en lo existente, una prueba en su favor, arrancando momentos particulares del movimiento (Cabet, Villegardelle, etcétera, cabalgan especialmente sobre este caballo) y presentándolos como pruebas de su florecimiento histórico pleno, con lo que demuestra que la parte inmensamente mayor de este movimiento contradice sus afirmaciones y que, si ha sido ya una vez, su ser pasado contradice precisamente su pretensión a la esencia.Es fácil ver la necesidad de que todo el movimiento revolucionario encuentre su base, tanto empírica como teórica, en el movimiento de la propiedad privada, en la Economía.Esta propiedad privada material, inmediatamente sensible, es la expresión material y sensible de la vida humana enajenada. Su movimiento —la producción y el consumo— es la manifestación sensible del movimiento de toda la producción pasada, es decir, de la realización o realidad del hombre. Religión, familia, Estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc., no son más que formas especiales de la producción y caen bajo su ley general. La superación positiva de la propiedad privada como apropiación de la vida humana es por ello la superación positiva de toda enajenación, esto es, la vuelta del hombre desde la Religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, es decir, social. La enajenación religiosa, como tal, transcurre sólo en el dominio de la conciencia, del fuero interno del hombre, pero la enajenación económica pertenece a la vida real; su superación abarca por ello ambos aspectos. Se comprende que el movimiento tome su primer comienzo en los distintos pueblos en distinta forma, según que la verdadera vida reconocida del pueblo transcurra más en la conciencia o en el mundo exterior, sea más la vida ideal o la vida material. El comunismo empieza en seguida con el ateísmo (Owen), el ateísmo inicialmente está aún muy lejos de ser comunismo, porque aquel ateísmo es aún más bien una abstracción ...La filantropía del ateísmo es, por esto, en primer lugar, solamente una filantropía filosófica abstracta, la del comunismo es inmediatamente real y directamente tendida hacia la acción.Hemos vista cómo, dado el supuesto de la superación positiva de la propiedad privada el hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre; cómo el objeto, que es la realización inmediata de su individualidad, es al mismo tiempo su propia existencia para el otro hombre, la existencia de éste y la existencia de éste para él. Pero, igualmente, tanto el material del trabajo como el hombre en cuanto sujeto son, al mismo tiempo, resultado y punto de partida del movimiento (en el hecho de que ha de ser este punto de partida reside justamente la necesidad histórica de la propiedad privada). El carácter social es, pues, el carácter general de todo el movimiento; así como es la sociedad misma la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por él. La actividad y el goce son también sociales, tanto en su modo de existencia como en su contenido; actividad social y goce social. La esencia humana de la naturaleza no existe más que para el hombre social, pues sólo así existe para él como vínculo con el hombre, como existencia suya para el otro y existencia del otro para él, como elemento vital de la realidad humana; sólo así existe como fundamento de su propia existencia humana. Sólo entonces se convierte para él su existencia natural en su existencia humana, la naturaleza en hombre. La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.(VI) La actividad social y el goce social no existen, ni mucho menos, en la forma única de una actividad inmediatamente comunitaria y de un goce inmediatamente comunitario, aunque la actividad comunitaria y el goce comunitario es decir, la actividad y el goce que se exteriorizan y afirman inmediatamente en real

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sociedad con otros hombres, se realizarán dondequiera que aquella expresión inmediata de la sociabilidad se funde en la esencia de su ser y se adecue a su naturaleza.Pero incluso cuando yo sólo actúo científicamente, etc., en una actividad que yo mismo no puedo llevar a cabo en comunidad inmediata con otros, también soy social, porque actúo en cuanto hombre. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, merced al que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia existencia es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de ser un ente social.Mi conciencia general es sólo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la comunidad real, el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que la actividad de mi conciencia general, como tal, es mi existencia teórica como ser social.Hay que evitar ante todo el hacer de nuevo de la «sociedad» una abstracción frente al individuo. El individuo es el ser social. Su exteriorización vital (aunque no aparezca en la forma inmediata de una exteriorización vital comunitaria, cumplida en unión de otros) es así una exteriorización y afirmación de la vida social. La vida individual y la vida genérica del hombre no son distintas, por más que, necesariamente, el modo de existencia de la vida individual sea un modo más particular o más general de la vida genérica, o sea la vida genérica una vida individual más particular o general.Como consecuencia genérica afirma el hombre su real vida social y no hace más que repetir en el pensamiento su existencia real, así como, a la inversa, el ser genérico se afirma en la conciencia genérica y es para si, en su generalidad, como ser pensante.El hombre así, por más que sea un individuo particular (y justamente es su particularidad la que hace de él un individuo y un ser social individual real), es, en la misma medida, la totalidad, la totalidad ideal, la existencia subjetiva de la sociedad pensada y sentida para sí, del mismo modo que también en la realidad existe como intuición y goce de la existencia social y como una totalidad de exteriorización vital humana.Pensar y ser están, pues, diferenciados y, al mismo tiempo, en unidad el uno con el otro.La muerte parece ser una dura victoria del género sobre el individuo y contradecir la unidad de ambos; pero el individuo determinado es sólo un ser genérico determinado y, en cuanto tal, mortal.4) Comoquiera que la propiedad privada es sólo la expresión sensible del hecho de que el hombre se hace objetivo para si y, al mismo tiempo, se convierte más bien en un objeto extraño e inhumano, del hecho de que su exteriorización vital es su enajenación vital y su realización su desrealizacion, una realidad extraña, la superación positiva de la propiedad privada, es decir, la apropiación sensible por y para el hombre de la esencia y de la vida humanas, de las obras humanas no ha de ser concebida sólo en el sentido del goce inmediato, exclusivo, en el sentido de la posesión, del tener. El hombre se apropia su esencia universal de forma universal, es decir, como hombre total. Cada una de sus relaciones humanas con el mundo (ver, oír, oler, gustar, sentir, pensar, observar percibir, desear, actuar, amar), en resumen, todos los órganos de su individualidad, como los órganos que son inmediatamente comunitarios en su forma (VII), son, en su comportamiento objetivo, en su comportamiento hacia el objeto, la apropiación de éste. La apropiación de la realidad humana, su comportamiento hacia el objeto, es la afirmación de la realidad humana; es, por esto, tan polifacética como múltiples son las determinaciones esenciales y las actividades del hombre; es la eficacia humana y el sufrimiento del hombre, pues el sufrimiento, humanamente entendido, es un goce propio del hombre.La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros. Aunque la propiedad privada concibe, a su vez, todas esas realizaciones inmediatas de la posesión sólo como medios de vida y la vida a la que sirven como medios es la vida de la propiedad, el trabajo y la capitalización.En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple enajenación de todos estos sentidos, el sentido del tener. El ser humano tenía que ser reducido a esta absoluta pobreza para que pudiera alumbrar su riqueza interior (sobre la categoría del tener, véase Hess, en los Einnundzwanzig Bogen).La superación de la propiedad privada es por ello, la emancipación plena de todos los sentidos y cualidades humanos; pero es esta emancipación precisamente porque todos estos sentidos y cualidades se han hecho humanos, tanto en sentido objetivo como subjetivo. El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto se

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ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el hombre. Los sentidos se han hecho así inmediatamente teóricos en su práctica. Se relacionan con la cosa por amor de la cosa, pero la cosa misma es una relación humana objetiva para sí y para el hombre y viceversa. Necesidad y goce han perdido con ello su naturaleza egoísta y la naturaleza ha perdido su pura utilidad, al convertirse la utilidad en utilidad humana.Igualmente, los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen así órganos sociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de mi manifestación vital y en modo de apropiación de la vida humana.Es evidente que el ojo humano goza de modo distinto que el ojo bruto, no humano, que el oído humano: goza de manera distinta que el bruto, etc.Como hemos visto, únicamente cuando el objeto es para el hombre objeto humano u hombre objetivo deja de perderse el hombre en su objeto, Esto sólo es posible cuando el objeto se convierte para él en objeto social y él mismo se convierte en ser social y la sociedad, a través de este objeto, se convierte para él en ser.Así, al hacerse para el hombre en sociedad la realidad objetiva realidad de las fuerzas humanas esenciales, realidad humana y, por ello, realidad de sus propias fuerzas esenciales se hacen para él todos los objetos objetivación de si mismo, objetos que afirman y realizan su individualidad, objetos suyos, esto es, él mismo se hace objeto. El modo en que se hagan suyos depende de la naturaleza del objeto y de la naturaleza de la fuerza esencial a ella correspondiente, pues justamente la certeza de esta relación configura el modo determinado real, de la afirmación. Un objeto es distinto para el ojo que para el oído y el objeto del ojo es distinto que el del oído. La peculiaridad de cada fuerza esencial es precisamente su ser peculiar, luego también el modo peculiar de su objetivación de su ser objetivo real, de su ser vivo. Por esto el hombre se afirma en el mundo objetivo no sólo en pensamiento (VIII), sino con todos los sentidos.De otro modo, y subjetivamente considerado, así como sólo la música despierta el sentido musical del hombre, así como la más bella música no tiene sentido alguno para el oído no musical, no es objeto, porque mi objeto sólo puede ser la afirmación de una de mis fuerzas esenciales, es decir, sólo es para mí en la medida en que mi fuerza es para él como capacidad subjetiva, porque el sentido del objeto para mí (solamente tiene un sentido a él correspondiente) llega justamente hasta donde llega mi sentido, así también son los sentidos del hombre social distintos de los del no social. Sólo a través de la riqueza objetivamente desarrollada del ser humano es, en parte cultivada, en parte creada, la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva, un oído musical, un ojo para la belleza de la forma. En resumen, sólo así se cultivan o se crean sentidos capaces de goces humanos, sentidos que se afirman como fuerzas esenciales humanas. Pues no sólo los cinco sentidos, sino también los llamados sentidos espirituales, los sentidos prácticos (voluntad, amor, etc.), en una palabra, el sentido humano, la humanidad de los sentidos, se constituyen únicamente mediante la existencia de su objeto, mediante la naturaleza humanizada. La formación de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta nuestros días. El sentido que es presa de la grosera necesidad práctica tiene sólo un sentido limitado. Para el hombre que muere de hambre no existe la forma humana de la comida, sino únicamente su existencia abstracta de comida; ésta bien podría presentarse en su forma más grosera, y seria imposible decir entonces en qué se distingue esta actividad para alimentarse de la actividad animal para alimentarse. El hombre necesitado, cargado de preocupaciones, no tiene sentido para el más bello espectáculo. El traficante en minerales no ve más que su valor comercial, no su belleza o la naturaleza peculiar del mineral, no tiene sentido mineralógico. La objetivación de la esencia humana, tanto en sentido teórico como en sentido práctico, es, pues, necesaria tanto para hacer humano el sentido del hombre como para crear el sentido humano correspondiente a la riqueza plena de la esencia humana y natural.Así como la sociedad en formación encuentra a través del movimiento de la propiedad privada, de su riqueza y su miseria —o de su riqueza y su miseria espiritual y material— todo el material para esta formación, así la sociedad constituida produce, como su realidad durable, al hombre en esta plena riqueza de su ser, al hombre rica y profundamente dotado de todos los sentidos.Se ve, pues, cómo solamente en el estado social subjetivismo y objetivismo, espiritualismo y materialismo, actividad y pasividad, dejan de ser contrarios y pierden con ello su existencia como tales contrarios; se ve cómo la solución de las mismas oposiciones teóricas sólo es posible de modo práctico sólo es posible mediante la energía práctica del hombre y que, por ello, esta solución no es, en modo alguno, tarea exclusiva

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del conocimiento, sino una verdadera tarea vital que la Filosofía no pudo resolver precisamente porque la entendía únicamente como tarea teórica.Se ve cómo la historia de la industria y la existencia, que se ha hecho objetiva, de la industria, son el libro abierto de las fuerzas humanas esenciales, la psicología humana abierta a los sentidos, que no había sido concebida hasta ahora en su conexión con la esencia del hombre, sino sólo en una relación externa de utilidad, porque, moviéndose dentro del extrañamiento, sólo se sabia captar como realidad de las fuerzas humanas esenciales y como acción humana genérica la existencia general del hombre, la Religión o la Historia en su esencia general y abstracta, como Política, Arte, Literatura, etc. (IX). En la industria material ordinaria (que puede concebirse cómo parte de aquel movimiento general, del mismo modo que puede concebirse a éste como una parte especial de la industria, pues hasta ahora toda actividad humana era trabajo, es decir, industria, actividad extrañada de al misma) tenemos ante nosotros, bajo la forma de objetos sensibles, extraños y útiles, bajo la forma de la enajenación, las fuerzas esenciales objetivadas del hombre. Una psicología para la que permanece cerrado este libro, es decir, justamente la parte más sensiblemente actual y accesible de la Historia, no puede convertirse en una ciencia real con verdadero contenido. ¿Qué puede pensarse de una ciencia que orgullosamente hace abstracción de esta gran parte del trabajo humano y no se siente inadecuada en tanto que este extenso caudal del obrar humano no le dice otra cosa que lo que puede, si acaso, decirse en una sola palabra: «necesidad», «vulgar necesidad»?Las ciencias naturales han desarrollado una enorme actividad y se han adueñado de un material que aumenta sin cesar. La filosofía, sin embargo, ha permanecido tan extraña para ellas como ellas para la filosofía. La momentánea unión fue sólo una fantástica ilusión. Existía la voluntad, pero faltaban los medios. La misma historiografía sólo de pasada se ocupa de las ciencias naturales en cuanto factor de ilustración, de utilidad, de grandes descubrimientos particulares. Pero en la medida en que, mediante la industria, la Ciencia natural se ha introducido prácticamente en la vida humana, la ha transformado y ha preparado la emancipación humana, tenia que completar inmediatamente la deshumanización, La industria es la relación histórica real de la naturaleza (y, por ello, de la Ciencia natural) con el hombre; por eso, al concebirla como develación esotérica de las fuerzas humanas esenciales, se comprende también la esencia humana de la naturaleza o la esencia natural del hombre; con ello pierde la Ciencia natural su orientación abstracta, material, o mejor idealista, y se convierte en base de la ciencia humana, del mismo modo que se ha convertido ya (aunque en forma enajenada) en base de la vida humana real. Dar una base a la vida y otra a la ciencia es, pues, de antemano, una mentira. La naturaleza que se desarrolla en la historia humana (en el acto de nacimiento de la sociedad humana) es la verdadera naturaleza del hombre; de ahí que la naturaleza, tal como, aunque en forma enajenada, se desarrolla en la industria, sea la verdadera naturaleza antropológica.La sensibilidad (véase Feuerbach) debe ser la base de toda ciencia. Sólo cuando parte de ella en la doble forma de conciencia sensible y de necesidad sensible, es decir, sólo cuando parte de la naturaleza, es la ciencia verdadera ciencia. La Historia toda es la historia preparatoria de la conversión del «hombre» en objeto de la conciencia sensible y de la necesidad del «hombre en cuanto hombre» en necesidad. La Historia misma es una parte real de la Historia Natural, de la conversión de la naturaleza en hombre. Algún día la Ciencia natural se incorporará la Ciencia del hombre, del mismo modo que la Ciencia del hombre se incorporará la Ciencia natural; habrá una sola Ciencia.(X) El hombre es el objeto inmediato de la Ciencia natural pues la naturaleza sensible inmediata para el hombre es inmediatamente la sensibilidad humana (una expresión idéntica) en la forma del otro hombre sensiblemente presente para él; pues su propia sensibilidad sólo; a través del otro existe para él como sensibilidad humana. Pero la naturaleza es el objeto inmediato de la Ciencia del hombre. El primer objeto del hombre —el hombre— es naturaleza, sensibilidad, y las especiales fuerzas esenciales sensibles del ser humano sólo en la Ciencia del mundo natural pueden encontrar su autoconocimiento, del mismo modo que sólo en los objetos naturales pueden encontrar su realización objetiva. El elemento del pensar mismo, el elemento de la exteriorización vital del pensamiento, el lenguaje, es naturaleza sensible. La realidad social de la naturaleza y la Ciencia natural humana o Ciencia natural del hombre son expresiones idénticas.Se ve como en lugar de la riqueza y la miseria de la Economía Política aparece el hombre rico y la rica necesidad humana. El hombre rico es, al mismo tiempo, el hombre necesitado de una totalidad de exteriorización vital humana. El hombre en el que su propia realización existe como necesidad interna, como urgencia. No sólo la riqueza, también la pobreza del hombre, recibe igualmente en una perspectiva socialista

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un significado humano y, por eso, social. La pobreza es el vinculo pasivo que hace sentir al hombre como necesidad la mayor riqueza, el otro hombre. La dominación en mi del ser objetivo, la explosión sensible de mi actividad esencial, es la pasión que, con ello, se convierte aquí en la actividad de mi ser.5) Un ser sólo se considera independiente en cuanto es dueño de sí y sólo es dueño de sí en cuanto se debe a sí mismo su existencia. Un hombre que vive por gracia de otro se considera a si mismo un ser dependiente. Vivo, sin embargo, totalmente por gracia de otro cuando le debo no sólo el mantenimiento de mi vida, sino que él además ha creado mi vida, es la fuente de mi vida; y mi vida tiene necesariamente fuera de ella el fundamento cuando no es mi propia creación. La creación es, por ello, una representación muy difícilmente eliminable de la conciencia del pueblo. El ser por sí mismo de la naturaleza y del hombre le resulta inconcebible porque contradice todos los hechos tangibles de la vida práctica.La creación de la tierra ha recibido un potente golpe por parte de la Geognosia, es decir, de la ciencia que explica la constitución de la tierra, su desarrollo, como un proceso, como autogénesis. La generatio aequivoca es la única refutación práctica de la teoría de la creación.Ahora bien, es realmente fácil decirle al individuo aislado lo que ya Aristóteles dice: Has sido engendrado por tu padre y tu madre, es decir, ha sido el coito de dos seres humanos, un acto genérico de los hombres, lo que en ti ha producido al hombre. Ves, pues, que incluso físicamente el hombre debe al hombre su existencia. Por esto no debes fijarte tan sólo en un aspecto, el progreso infinito; y preguntar sucesivamente: ¿Quién engendró a mi padre? ¿Quién engendró a su abuelo?, etc. Debes fijarte también en el movimiento circular, sensiblemente visible en aquel progreso, en el cual el hombre se repite a si mismo en la procreación, es decir, el hombre se mantiene siempre como sujeto. Tú contestarás, sin embargo: le concedo este movimiento circular, concédeme tú el progreso que me empuja cada vez más lejos, hasta que pregunto, ¿quien ha engendrado el primer hombre y la naturaleza en general? Sólo puedo responder: tu pregunta misma es un producto de la abstracción. Pregúntate cómo has llegado a esa pregunta: pregúntate si tu pregunta no proviene de un punto de vista al que no puedo responder porque es absurdo. Pregúntate si ese progreso existe cómo tal para un pensamiento racional. Cuando preguntas por la creación del hombre y de la naturaleza haces abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supones como no existentes y quieres que te los pruebe como existentes. Ahora te digo, prescinde de tu abstracción y así prescindirás de tu pregunta, o si quieres aferrarte a tu abstracción, sé consecuente, y si aunque pensando al hombre y a la naturaleza como no existente (IX) piensas, piénsate a ti mismo como no existente, pues tú también eres naturaleza y hombre. No pienses, no me preguntes, pues en cuanto piensas y preguntas pierde todo sentido tu abstracción del ser de la naturaleza y el hombre. ¿O eres tan egoísta que supones todo como nada y quieres ser sólo tú?Puedes replicarme: no supongo la nada de la naturaleza, etc.: te pregunto por su acto de nacimiento, como pregunto al anatomista por la formación de los huesos, etc.Sin embargo, como para el hombre socialista toda la llamada historia universal no es otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano, el devenir de la naturaleza para el hombre tiene así la prueba evidente, irrefutable, de su nacimiento de sí mismo, de su proceso de originación. Al haberse hecho evidente de una manera practica y sensible la esencialidad del hombre en la naturaleza; al haberse evidenciado, práctica y sensiblemente, el hombre para el hombre como existencia de la naturaleza y la naturaleza para el hombre como existencia del hombre, se ha hecho prácticamente imposible la pregunta por un ser extraño, por un ser situado por encima de la naturaleza y del hombre (una pregunta que encierra el reconocimiento de la no esencialidad de la naturaleza y del hombre). El ateísmo, en cuanto negación de esta carencia de esencialidad, carece ya totalmente de sentido, pues el ateísmo es una negación de Dios y afirma, mediante esta negación, la existencia del hombre; pero el socialismo, en cuanto socialismo, no necesita ya de tal mediación; él comienza con la conciencia sensible, teórica y práctica, del hombre y la naturaleza como esencia. Es autoconciencia positiva del hombre, no mediada ya por la superación de la Religión, del mismo modo que la vida real es la realidad positiva del hombre, no mediada ya por la superación de la propiedad privada, el comunismo. El comunismo es la posición como negación de la negación, y por eso el momento real necesario, en la evolución histórica inmediata, de la emancipación y recuperación humana. El comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del próximo futuro, pero el comunismo en si no es la finalidad del desarrollo humano, la forma de la sociedad humana. |XI||

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REQUISITOS HUMANOS Y DIVISIÓN DEL TRABAJO BAJO EL DOMINIO DE LA PROPIEDAD PRIVADA

||XIV| (7) Hemos visto que significación tiene, en el supuesto del socialismo, la riqueza de las necesidades humanas, y por ello también un nuevo modo de producción y un nuevo objeto de la misma. Nueva afirmación de la fuerza esencial humana y nuevo enriquecimiento de la esencia humana. Dentro de la propiedad privada el significado inverso. Cada individuo especula sobre el modo de crear en el otro una nueva necesidad para obligarlo a un nuevo sacrificio, para sumirlo en una nueva dependencia, para desviarlo hacia una nueva forma del placer y con ello de la ruina económica. Cada cual trata de crear una fuerza esencial extraña sobre el otro, para encontrar así satisfacción a su propia necesidad egoísta. Con la masa de objetos crece, pues, el reino de los seres ajenos a los que el hombre está sometido y cada nuevo producto es una nueva potencia del reciproco engaño y la reciproca explotación. El hombre, en cuanto hombre, se hace más pobre, necesita más del dinero para adueñarse del ser enemigo, y el poder de su dinero disminuye en relación inversa a la masa de la producción, es decir; su menesterosidad crece cuando el poder del dinero aumenta. La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía Política y la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida.Incluso subjetivamente esto se muestra, en parte, en el hecho de que el aumento de la producción y de las necesidades se convierte en el esclavo ingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados, antinaturales, e imaginarios. La propiedad privada no sabe hacer de la necesidad bruta necesidad humana; su idealismo es la fantasía, la arbitrariedad, el antojo. Ningún eunuco adula más bajamente a su déspota o trata con más infames medios de estimular su agotada capacidad de placer para granjearse más monedas, para hacer salir las aves de oro del bolsillo de sus prójimos cristianamente amados. (Cada producto es un reclamo con el que se quiere ganar el ser de los otros, su dinero; toda necesidad real o posible es una debilidad que arrastrará las moscas a la miel, la explotación general de la esencia comunitaria del hombre. Así como toda imperfección del hombre es un vinculo con los cielos, un flanco por el que su corazón es accesible al sacerdote, todo apuro es una ocasión para aparecer del modo más amable ante el prójimo y decirle: querido amigó, te doy lo que necesitas, pero ya conoces la conditio sine qua non, ya sabes con que tinta te me tienes que obligar; te despojo al tiempo que te proporciono un placer.) El productor se aviene a los más abyectos caprichos del hombre, hace de celestina entre él y su necesidad, le despierta apetitos morbosos y acecha toda debilidad para exigirle después la propina por estos buenos oficios.Esta enajenación se muestra parcialmente al producir el refinamiento de las necesidades y de sus medios de una parte, mientras produce bestial salvajismo, plena, brutal y abstracta simplicidad de las necesidades de la otra; o mejor, simplemente se hace renacer en un sentido opuesto. Incluso la necesidad del aire libre deja de ser en el obrero una necesidad; el hombre retorna a la caverna, envenenada ahora por la mefítica pestilencia de la civilización y que habita sólo en precario, como un poder ajeno que puede escapársele cualquier día, del que puede ser arrojado cualquier día si no paga (XV). Tiene que pagar por esta casa mortuoria. La luminosa morada que Prometeo señala, según Esquilo, como uno de los grandes regalos con los que convierte a las fieras en hombres, deja de existir para el obrero. La luz, el aire, etcétera, la más simple limpieza animal, deja de ser una necesidad para el hombre. La basura, esta corrupción y podredumbre del hombre, la cloaca de la civilización (esto hay que entenderlo literalmente) se convierte para el en un elemento vital. La dejadez totalmente antinatural, la naturaleza podrida, se convierten en su elemento vital. Ninguno de sus sentidos continúa existiendo, no ya en su forma humana, pero ni siquiera en forma inhumana, ni siquiera en forma animal. Retornan las más burdas formas (e instrumentos) del trabajo humano como la calandria de los esclavos romanos, convertida en modo de producción y de existencia de muchos obreros ingleses. No sólo no tiene el hombre ninguna necesidad humana, es que incluso las necesidades animales desaparecen. El irlandés no conoce ya otra necesidad que la de comer, y para ser exactos; la de comer patatas, y para ser más exactos aún sólo la de comer patatas enmohecidas, las de peor calidad. Pero Inglaterra y Francia tienen en cada ciudad industrial una pequeña Irlanda. El salvaje, el animal, tienen la necesidad de la caza, del movimiento, etc., de la compañía. La simplificación de la máquina, del trabajo, se aprovecha para convertir en obrero al hombre que está aún formándose, al hombre aún no formado, al niño,

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así como se ha convertido al obrero en un niño totalmente abandonado. La maquina se acomoda a la debilidad del hombre para convertir al hombre débil en máquina.El economista (y el capitalista; en general hablamos siempre de los hombres de negocio empíricos cuando nos referimos a los economistas, que son su manifestación y existencia científicas) prueba cómo la multiplicación de las necesidades y de los medios engendra la carencia de necesidades y de medios: 1º) Al reducir la necesidad del obrero al más miserable e imprescindible mantenimiento de la vida física y su actividad al más abstracto movimiento mecánico, el economista afirma que el hombre no tiene ninguna otra necesidad, ni respecto de la actividad, ni respecto del placer, pues también proclama esta vida como vida y existencia humanas: 2º) Al emplear la más mezquina existencia como medida (como medida general, porque es valida para la masa de los hombres), hace del obrero un ser sin sentidos y sin necesidades, del mismo modo que hace de su actividad una pura abstracción de toda actividad. Por esto todo lujo del obrero le resulta censurable y todo lo que excede de la más abstracta necesidad (sea como goce pasivo o como exteriorización vital) le parece un lujo. La Economía Política, esa ciencia de la riqueza, es así también al mismo tiempo la ciencia de la renuncia, de la privación, del ahorro y llega realmente a ahorrar al hombre la necesidad del aire puro o del movimiento físico. Esta ciencia de la industria maravillosa es al mismo tiempo la ciencia del ascetismo y su verdadero ideal es el avaro ascético, pero usurero, y el esclavo ascético, pero productivo. Su ideal moral es el obrero que lleva a la caja de ahorro una parte de su salario e incluso ha encontrado un arte servil para ésta su idea favorita. Se ha llevado esto al teatro en forma sentimental. Por esto la Economía, pese a su mundana y placentera apariencia, es una verdadera ciencia moral, la más moral de las ciencias. La autorrenuncia, la renuncia a la vida y a toda humana necesidad es su dogma fundamental. Cuanto memos comas y bebas, cuantos menos licores compres, cuanto menos vayas al teatro, al baile, a la taberna, cuanto menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, esgrimas, etc., tanto más ahorras, tanto mayor se hace tu tesoro al que ni polillas ni herrumbre devoran, tu capital. Cuanto menos eres, cuanto menos. exteriorizas tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más almacenas de tu esencia... Todo (XVI) lo que el economista te quita en vida y en humanidad te lo restituyen en dinero y riqueza, y todo lo que no puedes lo puede tu dinero. El puede comer y beber, ir al teatro y al baile; conoce el arte, la sabiduría, las rarezas históricas, el poder político; puede viajar; puede hacerte dueño de todo esto, puede comprar todo esto, es la verdadera opulencia. Pero siendo todo esto, el dinero no puede más que crearse a sí mismo, comprarse a si mismo, pues todo lo demás es siervo suyo y cuando se tiene al señor se tiene al siervo y no se le necesita. Todas las pasiones y toda actividad deben, pues, disolverse en la avaricia. El obrero sólo debe tener lo suficiente para querer vivir y sólo debe querer vivir para tener.Verdad es que en el campo de la Economía Política surge ahora una controversia. Un sector (Lauderdale, Malthus, etc.) recomienda el lujo y execra el ahorro; el otro (Say, Ricardo, etc.) recomienda el ahorro y execra el lujo. Pero el primero confiesa que quiere el lujo para producir el trabajo, es decir, el ahorro absoluto, y el segundo confiesa que recomienda el ahorro para producir la riqueza, es decir, el lujo. El primer grupo tiene la romántica ilusión de que la avaricia sola no debe determinar el consumo de los ricos y contradice sus propias leyes al presentar el despilfarro inmediatamente como un medio de enriquecimiento. Por esto el grupo opuesto le demuestra de modo muy serio y circunstanciado que mediante el despilfarro disminuyó y no aumentó mi caudal. Este segundo grupo cae en la hipocresía de no confesar que precisamente el capricho y el humor determinan la producción; olvida la «necesidad refinada»; olvida que sin consumo no se producirá; olvida que mediante la competencia la producción sólo ha de hacerse más universal, más lujosa; olvida que para él el uso determina el valor de la cosa y que la moda determina el uso; desea ver producido sólo «lo útil», pero olvida que la producción de demasiadas cosas útiles produce demasiada población inútil. Ambos grupos olvidan que despilfarro y ahorro, lujo y abstinencia, riqueza y pobreza son iguales.Y no sólo debes privarte en tus sentidos inmediatos, como comer, etc.; también la participación en intereses generales (compasión, confianza, etc.), todo esto debes ahorrártelo si quieres ser económico y no quieres morir de ilusiones.Todo lo tuyo tienes que hacerlo venal, es decir, útil. Si pregunto al economista. ¿obedezco a las leyes económicas si consigo dinero de la entrega, de la prostitución de mi cuerpo al placer ajeno? (Los obreros fabriles en Francia llaman a la prostitución de sus hijas y esposas la enésima hora de trabajo, lo cual es literalmente cierto.) ¿No actúo de modo económico al vender a mi amigo a los marroquíes? (y el tráfico de

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seres humanos como comercio de conscriptos, etc., tiene lugar en todos los países civilizados), el economista me contestará: no operas en contra de mis leyes, pero mira lo que dicen la señora Moral y la señora Religión; mi Moral y mi Religión económica no tienen nada que reprocharte. Pero ¿a quién tengo que creer ahora, a la Economía Política o a la moral? La moral de la Economía Política es el lucro, el trabajo y el ahorro, la sobriedad; pero la Economía Política me promete satisfacer mis necesidades. La Economía Política de la moral es la riqueza con buena conciencia, con virtud, etc. Pero ¿cómo puedo ser virtuoso si no soy? ¿Cómo puedo tener buena conciencia si no tengo conciencia de nada? El hecho de que cada esfera me mida con una medida distinta y opuesta a las demás, con una medida la moral, con otra distinta la Economía Política, se basa en la esencia de la enajenación, porque cada una de estas esferas es una determinada enajenación del hombre y (XVII) contempla un determinado circulo de la actividad esencial enajenada; cada una de ellas se relaciona de forma enajenada con la otra enajenación. El señor Michel Chevalier reprocha así a Ricardo que hace abstracción de la moral. Ricardo, sin embargo, deja a la Economía Política hablar su propio lenguaje; si esta no habla moralmente, la culpa no es de Ricardo. M. Chevalier hace abstracción de la Economía Política en cuanto moraliza, pero real y necesariamente hace abstracción de la moral en cuanto cultiva la Economía Política. La relación de la Economía Política con la moral cuando no es arbitraria, ocasional, y por ello trivial y acientífica, cuan: do no es una apariencia engañosa, cuando se la considera como esencial, no puede ser sino la relación de las leyes económicas con la moral. ¿Qué puede hacer Ricardo si esta relación no existe o si lo que existe es más bien lo contrario? Por lo demás, también la oposición entre Economía Política y moral es sólo una apariencia y no tal oposición. La Economía Política se limita a expresar a su manera las leyes morales.La ausencia de necesidades como principio de la Economía Política resplandece sobre todo en su teoría de la población. Hay demasiados hombres. Incluso la existencia de los hombres es un puro lujo y si el obrero es «moral» (Mill propone alabanzas públicas para aquellos que se muestren continentes en las relaciones sexuales y una pública reprimenda para quienes pequen contra esta esterilidad del matrimonio. ¿No es esta doctrina ética del ascetismo?) será ahorrativo en la fecundación. La producción del hombre aparece como calamidad pública.El sentido que la producción tiene en lo que respecta a los ricos se muestra abiertamente en el sentido que para los pobres tiene; hacia arriba, su exteriorización es siempre refinada, encubierta, ambigua, apariencia; hacia abajo, grosera, directa, franca, esencial. La grosera necesidad del trabajador es una fuente de lucro mayor que la necesidad refinada del rico. Las viviendas subterráneas de Londres le rinden a sus arrendadores más que los palacios, es decir, en lo que a ellos concierne son una mayor riqueza; hablando en términos de Economía Política son, pues, una mayor riqueza social.Y así como la industria especula sobre el refinamiento de las necesidades. así también especula sobre su tosquedad, sobre su artificialmente producida tosquedad, cuyo verdadero goce es el autoaturdimiento, esta aparente satisfacción de las necesidades esta civilización dentro de la grosera barbarie de la necesidad; las tascas inglesas son por eso representaciones simbólicas de la propiedad privada. Su lujo muestra la verdadera relación del lujo y la riqueza industriales con el hombre. Por esto son, con razón, los únicos esparcimientos dominicales del pueblo que la policía inglesa trata al menos con suavidad.Hemos visto ya cómo el economista establece de diversas formas la unidad de trabajo y capital. 1º) El capital es trabajo acumulado. 2º) La determinación del capital dentro de la producción, en parte la reproducción del capital con beneficio, en parte el capital como materia prima (materia del trabajo), en parte como instrumento que trabaja por sí mismo —la máquina es el capital establecido inmediatamente como idéntico al obrero— es el trabajo productivo. 3º) El obrero es un capital. 4º) El salario forma parte de los costos del capital. 5º) En lo que al obrero respecta, el trabajo es la reproducción de su capital vital. 6º) En lo que al capitalista toca, es un factor de la actividad de su capital.Finalmente, 7º) el economista supone la unidad original de ambos como unidad del capitalista y el obrero, ésta es la paradisiaca situación originaria. El que estos dos momentos se arrojen el uno contra el otro como dos personas es, para el economista, un acontecimiento casual y que por eso sólo externamente puede explicarse (véase Mill).Las naciones que están aún cegadas por el brillo de los metales preciosos, y por ello adoran todavía el fetiche del dinero metálico, no son aún las naciones dinerarias perfectas. Oposición de Francia e Inglaterra. En el fetichismo, por ejemplo, se muestra hasta qué punto es la solución de los enigmas teóricos una tarea de la

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practica, una tarea mediada por la practica, hasta qué punto la verdadera práctica es la condición de una teoría positiva y real. La conciencia sensible del fetichista es distinta de la del griego porque su existencia sensible también es distinta. La enemistad abstracta entre sensibilidad y espíritu es necesaria en tanto que el sentido humano para la naturaleza, el sentido humano de la naturaleza y, por tanto, también el sentido natural del hombre, no ha sido todavía producido por el propio trabajo del hombre.La igualdad no es otra cosa que la traducción francesa, es decir, política, del alemán yo = yo. La igualdad como fundamento del comunismo es su fundamentación política y es lo mismo que cuando el alemán lo funda en la concepción del hombre como autoconciencia universal. Se comprende que la superación de la enajenación parte siempre de la forma de enajenación que constituye la potencia dominante: en Alemania, la autoconciencia; en Francia, la igualdad a causa de la política; en Inglaterra, la necesidad práctica, material, real que sólo se mide a si misma. Desde este punto de vista hay que criticar y apreciar a Proudhon.Si caracterizamos aún el comunismo mismo (porque es negación de la negación, apropiación de la esencia humana que se media a sí misma a través de la negación de la propiedad privada, por ello todavía no como la posición verdadera, que parte de si misma, sino mas bien como la posición que parte de la propiedad privada).....(extrañamiento de la vida humana permanece y continúa siendo tanto mayor extrañamiento cuanto más conciencia de el como tal se tiene) puede ser realizado, así sólo mediante el comunismo puesto en práctica puede realizarse. Para superar la propiedad privada basta el comunismo pensado, para superar la propiedad privada real se requiere una acción comunista real. La historia la aportará y aquel movimiento, que ya conocemos en pensamiento como un movimiento que se supera a si mismo, atravesará en la realidad un proceso muy duro y muy extenso. Debemos considerar, sin embargo, como un verdadero y real progreso el que nosotros hayamos conseguido de antemano conciencia tanto de la limitación como de la finalidad del movimiento histórico; y una conciencia que lo sobrepasa.Cuando los obreros comunistas se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la propaganda, etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede contemplar este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la asociación, la charla, que a su vez tienen la sociedad como fin, les bastan. Entre ellos la fraternidad de los hombres no es una frase, sino una verdad, y la nobleza hombre brilla en los rostros endurecidos por el trabajo.(XX) Cuando la Economía Política afirma que la demanda y la oferta se equilibran mutuamente, está al mismo tiempo olvidando que, según su propia afirmación, la oferta de hombres (teoría de la población) excede siempre de la demanda, que, por tanto, en el resultado esencial de toda la producción (la existencia del hombre) encuentra su más decisiva expresión la desproporción entre oferta y demanda. En qué medida es el dinero, que aparece como medio, el verdadero poder y el único fin; en que medida el medio en general, que me hace ser, que hace mío el ser objetivo ajeno, es un fin en sí..., es cosa que puede verse en el hecho de cómo la propiedad de la tierra (allí donde la tierra es la fuente de la vida), el caballo y la espada (en donde ellos son el verdadero medio de vida) son reconocidos como los verdaderos poderes políticos de la vida. En la Edad Media se emancipa un estamento tan pronto como tiene derecho a portar la espada. Entre los pueblos nómadas es el caballo el que hace libre, participe el la comunidad.Hemos dicho antes que el hombre retorna a la caverna, etc., pero en una forma enajenada, hostil. El salvaje en su caverna (este elemento natural que se le ofrece espontáneamente para su goce y protección) no se siente extraño, o, mejor dicho, se siente tan a gusto como un pez en el agua. Pero la cueva del pobre es una vivienda hostil que «se resiste como una potencia extraña, que no se le entrega hasta que él no le entrega a ella su sangre y su sudor», que él no puede considerar como un hogar en donde, finalmente, pudiera decir: aquí estoy en casa, en donde él se encuentra más bien en una casa extraña, en la casa de otro que continuamente lo acecha y que lo expulsa si no paga el alquiler. Igualmente, desde el punto de vista de la calidad, ve su casa como lo opuesto a la vivienda humana situada en el más allá, en el cielo de la riqueza,La enajenación aparece tanto en el hecho de que mi medio de vida es de otro; que mi deseo es la posesión inaccesible de otro; como en el hecho de que cada cosa es otra que ella misma, que mi actividad es otra cosa, que, por ultimo (y esto es válido también para el capitalista), domina en general el poder inhumano. La determinación de la riqueza derrochadora, inactiva y entregada sólo al goce, cuyo beneficiario actúa, de una

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parte como un individuo solamente efímero, vano, travieso, que considera el trabajo de esclavo ajeno, el sudor y la sangre de los hombres, como presa de sus apetitos y que por ello considera al hombre mismo (también a si mismo) como un ser sacrificado y nulo (el desprecio del hombre aparece así, en parte como arrogancia, en parte como la infame ilusión de que su desenfrenada prodigalidad y su incesante e improductivo consumo condicionan el trabajo y, por ello, la subsistencia de los demás), conoce la realización de las fuerzas humanas esenciales sólo como realización de su desorden, de sus humores de sus caprichos arbitrarios y bizarros. Sin embargo, esta riqueza que, por otra parte, se considera a sí misma como un puro medio, una cosa digna sólo de aniquilación, que es al mismo tiempo esclavo y señor, generosa y mezquina, caprichosa, vanidosa, petulante, refinada, culta e ingeniosa, esta riqueza no ha experimentado aún en sí misma la riqueza como un poder totalmente extraño; no ve en ella todavía más que su propio poder, y no la riqueza, sino el placer.(XXI) ...y a la brillante ilusión sobre la esencia de la riqueza cegada por la apariencia sensible, se enfrenta el industrial trabajador, sobrio, económico, prosaico, bienilustrado sobre la esencia de la riqueza que al crear a su [del derrochador F. R.] ansia de placeres un campo más ancho, al cantarle alabanzas con su producción (sus productos son justamente abyectos cumplidos a los apetitos del derrochador) sabe apropiarse de la única manera útil del poder que a aquél se le escapa. Si inicialmente la riqueza industrial parece resultado de la riqueza fantástica, derrochadora, su dinámica propia desplaza también de una manera activa a esta última. La baja del interés del dinero es, en efecto, resultado y necesaria consecuencia de movimiento industrial. Los medios del rentista derrochador disminuyen, en consecuencia, diariamente, en proporción inversa del aumento de los medios y los ardides del placer. Está obligado así, o bien a devorar su capital, es decir, a perecer, o bien a convertirse el mismo en capitalista industrial... Por otra parte, la renta de la tierra sube, ciertamente, de modo continuo merced a la marcha del movimiento industrial, pero, como ya hemos visto, llega necesariamente un momento en el que la propiedad de la tierra debe caer, como cualquier otra propiedad, en la categoría del capital que se reproduce con beneficio, y esto es, sin duda, el resultado del mismo movimiento industrial. El terrateniente derrochador debe así, o bien devorar su capital, es decir, perecer, o bien convertirse en arrendatario de su propia tierra, en industrial agricultor.La disminución del interés del dinero (que Proudhon considera como la supresión del capital y como tendencia hacia la socialización del capital) es por ello más bien solamente un síntoma del triunfo del capital trabajador sobre la riqueza derrochadora, es decir, de la transformación de toda propiedad privada en capital industrial; el triunfo absoluto de la propiedad privada sobre todas las cualidades aparentemente humanas de la misma y la subyugación plena del propietario privado a la esencia de la propiedad privada, al trabajo. Por lo demás, también el capitalista industrial goza. El no retorna en modo alguno a la antinatural simplicidad de la necesidad, pero su placer es sólo cosa secundaria, desahogo, placer subordinado a la producción y, por ello, calculado, incluso económico, pues el capitalista carga su placer a los costos del capital y por esto aquél debe costarle sólo una cantidad tal que sea restituida por la reproducción del capital con el beneficio. El placer queda subordinado al capital y el individuo que goza subordinado al que capitaliza, en tanto que antes sucedía lo contrario. La disminución de los intereses no es así un síntoma de la supresión del capital sino en la medida en que es un síntoma de su dominación plena, de su enajenación que se esta planificando y, por ello, apresurando su superación. Esta es, en general, la única forma en que lo existente afirma a su contrario.La querella de los economistas en torno al lujo y el ahorro no es, por tanto, sino la querella de aquella parte de la Economía Política que ha penetrado la esencia de la riqueza con aquella otra que está aún lastrada de recuerdos románticos y antiindustriales. Ninguna de las dos partes sabe, sin embargo, reducir el objeto de la disputa a su sencilla expresión y, en consecuencia, nunca acabará la una con la otra.La renta de la tierra ha sido, además, demolida como renta de la tierra, pues en oposición al argumento de los fisiócratas de que el terrateniente es el único productor verdadero, la Economía Política moderna ha demostrado que el terrateniente, en cuanto tal, es más bien el único rentista totalmente improductivo. La agricultura sería asunto del capitalista, que daría este uso a su capital cuando pudiese esperar de ella el beneficio acostumbrado. La argumentación de los fisiócratas (que la propiedad de la tierra como sola propiedad productiva es la única que tiene que pagar impuestos al Estado y, por tanto, también la única que tiene que acordarlos y que tomar parte en la gestión del Estado) se muda así en la afirmación inversa de que el impuesto sobre la renta de la tierra es el único impuesto sobre un ingreso improductivo y por esto el único

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impuesto que no es nocivo para la producción nacional. Se comprende que, así entendido, el privilegio político del terrateniente no se deduce ya de su carácter de principal fuente impositiva. Todo lo que Proudhon capta como movimiento del trabajo contra el capital no es más que el movimiento del trabajo en su determinación de capital, de capital industrial, contra el capital que no se consume como capital, es decir, industrialmente. Y este movimiento sigue su victorioso camino, es decir, el camino de la victoria del capital industrial. Se ve también que sólo cuando se capta el trabajo como esencia de la propiedad privada puede penetrarse el movimiento económico como tal en su determinación real.La sociedad, como aparece para los economistas, es la sociedad civil, en la que cada individuo es un conjunto de necesidades y sólo existe para el otro (XXXV), como el otro sólo existe para él, en la medida en que se convierten en medio el uno para el otro. El economista (del mismo modo que la política en sus Derechos del Hombre) reduce todo al hombre, es decir al individuo del que borra toda determinación para esquematizarlo como capitalista o como obrero.La división del trabajo es la expresión económica del carácter social del trabajo dentro de la enajenación. O bien, puesto que el trabajo no es sino una expresión de la actividad humana dentro de la enajenación, de la exteriorización vital como enajenación vital. Así también la división del trabajo no es otra cosa que el establecimiento extrañado; enajenado, de la actividad humana como una actividad genérica real o como actividad del hombre en cuanto ser genérico.Sobre la esencia de la división del trabajo (que naturalmente tenia que ser considerada como un motor fundamental en la producción de riqueza en cuanto se reconocía el trabajo como la esencia de la propiedad privada), es decir, sobre esta forma enajenada y extrañada de la actividad humana como actividad genérica, son los economistas muy oscuros y contradictorios.Adam Smith: «La división del trabajo no debe su origen a la humana sabiduría. Es la consecuencia necesaria, lenta y gradual de la propensión al intercambio y a la negociación de unos productos por otros. Esta tendencia al intercambio es verosimilmente una consecuencia necesaria del uso de la razón y de la palabra. Es común a todos los hombres y no se da en ningún animal. En cuanto se hace adulto, el animal vive de su propio esfuerzo. El hombre necesita constantemente del apoyo de los demás, que sería vano esperar de su simple benevolencia. Es mucho más seguro dirigirse a su interés personal y convencerlos de que les beneficia a ellos mismos hacer lo que de ellos se espera. Cuando nos dirigimos a los demás no lo hacemos a su humanidad, sino a su egoísmo; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de su conveniencia. Como quiera que es a través del cambio, el comercio, la negociación, como recibimos la mayor parte de los buenos servicios que recíprocamente necesitamos, es esta propensión a la negociación la que ha dado origen a la división del trabajo. Así, por ejemplo, en una tribu de cazadores o pastores hay alguno que hace arcos y flechas con más rapidez y habilidad que los demás. Frecuentemente cambia a sus compañeros ganado y caza por los instrumentos que él construye, y rápidamente se da cuenta de que por este medio consigue más cantidad de esos productos que cuando es él mismo el que va a cazar. Con un cálculo interesado, hace, en consecuencia, de la fabricación de arcos, etc., su ocupación principal. La diferencia de talentos naturales entre los individuos no es tanto la causa como el efecto de la división del trabajo.»... Sin la disposición de los hombres al comercio y el intercambio cada cual se vería obligado a satisfacer por si mismo todas las necesidades y comodidades de la vida. Cada cual hubiese tenido que realizar la misma tarea y no se hubiese producido esa gran diferencia de ocupaciones que es la única que puede engendrar la gran diferencia de talentos. Y así como es esa propensión al intercambio la que engendra la diversidad de talentos entre los hombres, es también esa propensión la que hace útil tal diversidad. Muchas razas animales, aun siendo todas de la misma especie, han recibido de la naturaleza una diversidad de caracteres mucho más grande y más evidente que la que puede encontrarse entre los hombres no civilizados. Por naturaleza no existe entre un filósofo y un cargador ni la mitad de la diferencia que hay entre un mastín y un galgo, entre un galgo y un podenco o entre cualquiera de éstos y un perro pastor. Pese a ello, estas distintas razas, aun perteneciendo todas a la misma especie, apenas tienen utilidad las unas para las otras. El mastín no puede aprovechar la ventaja de su fuerza para servirse de la ligereza del galgo, etc. Los efectos de estos distintos talentos o grados de inteligencia no pueden ser puestos en común porque falta la capacidad o la propensión al cambio, y no pueden, por tanto, aportar nada a la ventaja o comodidad común de la especie... Cada animal debe alimentarse y protegerse a si mismo, con absoluta independencia de los demás; no puede obtener la más mínima ventaja de la diversidad de talentos que la naturaleza ha distribuido entre sus semejantes. Por el

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contrario, entre los hombres los más diversos talentos se resultan útiles unos a otros porque, mediante esa propensión general al comercio y el intercambio, los distintos productos de los diversos tipos de actividad pueden ser puestos, por así decir, en una masa común a la que cada cual puede ir a comprar una parte de la industria de los demás de acuerdo con sus necesidades. Como es esa propensión al intercambio la que da su origen a la división del trabajo la extensión de esta división estará siempre limitada por la extensión de la capacidad de intercambiar o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado. Si el mercado es muy pequeño, nadie se animará a dedicarse por entero a una sola ocupación ante el temor de no poder intercambiar aquella parte de su producción que excede de sus necesidades por el excedente de la producción de otro que él desearía adquirir...» En una situación de mayor progreso: «Todo hombre vive del cambio y se convierte en una especie de comerciante y la sociedad misma es realmente una sociedad mercantil. (Véase Destutt de Tracy: La sociedad es una serie de intercambios recíprocos, en el comercio está la esencia toda de la sociedad...) La acumulación de capitales crece con la división del trabajo y viceversa.» Hasta aquí Adam Smith.«Si cada familia produjera la totalidad de los objetos de su consumo, podría la sociedad marchar así aunque no se hiciese intercambio alguno; sin ser fundamental, el intercambio es indispensable en el avanzado estadio de nuestra sociedad; la división del trabajo es un hábil empleo de las fuerzas del hombre que acrece, en consecuencia, los productos de la sociedad, su poder y sus placeres, pero reduce, aminora la capacidad de cada hombre tomado individualmente. La producción no puede tener lugar sin intercambio.» Así habla J. B. Say. «Las fuerzas inherentes al hombre son su inteligencia y su aptitud física para el trabajo; las que se derivan del estado social consisten en la capacidad de dividir el trabajo y de repartir entre los distintos hombres los diversos trabajos y en la facultad de intercambiar los servicios recíprocos y los productos que constituyen este medio. El motivo por el que: un hombre consagra a otro Sus servicios es el egoísmo, el hombre exige una recompensa por los servicios prestados a otro. La existencia del derecho exclusivo de propiedad es, pues, indispensable para que pueda establecerse el intercambio entre los hombres. Influencia recíproca de la división de la industria sobre el intercambio y del intercambio sobre esta división. Intercambio y división del trabajo se condicionan recíprocamente.» Así Sharbek. Mill expone el intercambio desarrollado, el comercio, como consecuencia de la división del trabajo.«La actividad del hombre puede reducirse a elementos muy simples. El no puede en efecto, hacer otra cosa que producir movimiento; puede mover las cosas para alejarlas (XXXVII) o aproximarlas entre si; las propiedades de la materia hacen el resto. En el empleo del trabajo y de las máquinas ocurre con frecuencia que se pueden aumentar los efectos mediante una oportuna división de las operaciones que se oponen y la unificación de todas aquellas que, de algún modo, pueden favorecerse recíprocamente. Como, en general, los hombres no pueden ejecutar muchas operaciones distintas con la misma habilidad y velocidad, como la costumbre les da esa capacidad para la realización de un pequeño número, siempre es ventajoso limitar en lo posible el número de operaciones encomendadas a cada individuo. Para la división del trabajo y la repartición de la fuerza de los hombres de la manera más ventajosa es necesario operar en una multitud de casos en gran escala o, en otros términos; producir las riquezas en masa. Esta ventaja es el motivo que origina las grandes manufacturas, un pequeño número de las cuales, establecidas en condicione ventajosas, aprovisionan frecuentemente con los objetos por ellas producidos no uno solo, sino varios países en las cantidades que ellos requieren.» Así Mill.Toda la Economía Política moderna está de acuerdo, sin embargo, en que división del trabajo y riqueza de la producción, división del trabajo y acumulación del capital se condicionan recíprocamente, así como en el hecho de que sólo la propiedad privada liberada, entregada a si misma, puede producir la más útil y más amplia división del trabajo.La exposición de Adam Smith se puede resumir así: la división del trabajo da a éste una infinita capacidad de producción. Se origina en la propensión al intercambio y al comercio una propensión específicamente humana que verosimilmente no es casual, sino que está condicionada por el uso de la razón y del lenguaje. El motivo del que cambia no es la humanidad, sino el egoísmo. La diversidad de los talentos humanos es más el efecto que la causa de la división del trabajo, es decir, del intercambio. También es sólo este último el que hace útil aquella diversidad. Las propiedades particulares de las distintas razas de una especie animal son por naturaleza más distintas que la diversidad de dones y actividades humanas. Pero como los animales no pueden intercambiar, no le aprovecha a ningún individuo animal la diferente propiedad de un animal de la

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misma especie, pero de distinta raza. Los animales no pueden adicionar las diversas propiedades de su especie; no pueden aportar nada al provecho y al bienestar común de su especie. Otra cosa sucede con el hombre, en el cual los más dispares talentos y formas de actividad se benefician recíprocamente porque pueden reunir sus diversos productos en una masa común de la que todos pueden comprar. Como la división del trabajo brota de la propensión al intercambio, crece y esta limitada por la extensión del intercambio, del mercado. En el estado avanzado todo hombre es comerciante, la sociedad es una sociedad mercantil. Say considera el intercambio como casual y no fundamental. La sociedad podría subsistir sin él. Se hace indispensable en el estado avanzado de la sociedad. No obstante, sin él no puede tener lugar la producción. La división del trabajo es un cómodo y útil medio, un hábil empleo de las fuerzas humanas para el desarrollo de la sociedad, pero disminuye la capacidad de cada hombre individualmente considerado. La última observación es un progreso de Say.Skarbek distingue las fuerzas individuales, inherentes al hombre (inteligencia y disposición física para el trabajo), de las fuerzas derivadas de la sociedad (intercambio y división del trabajo) que se condicionan mutuamente. Pero el presupuesto necesario del intercambio es la propiedad privada. Skarbek expresa aquí en forma objetiva lo mismo que Smith, Say, Ricardo, etc., dicen cuando señalan el egoísmo, el interés privado, como fundamento del intercambio, o el comercio como la forma esencial y adecuada del intercambio.Mill presenta el comercio como consecuencia de la división del trabajo. La actividad humana se reduce para él a un movimiento mecánico. División del trabajo y empleo de máquinas fomentan la riqueza de la producción. Se debe confiar a cada hombre un conjunto de actividades tan pequeño como sea posible. Por su parte, división de trabajo y empleo de máquinas condicionan la producción de la riqueza en masa y, por tanto, del producto. Este es el fundamento de las grandes manufacturas.(XXXVIII) El examen de la división del trabajo y del intercambio es del mayor interés porque son las expresiones manifiestamente enajenadas de la actividad y la fuerza esencial humana en cuanto actividad y fuerza esencial adecuadas al género.Decir que la división del trabajo y el intercambio descansan sobre la propiedad privada no es sino afirmar que el trabajo es la esencia de la propiedad privada; una afirmación que el economista no puede probar y que nosotros vamos a probar por él. Justamente aquí en el hecho de que división del trabajo e intercambio son configuraciones de la propiedad privada, reside la doble prueba, tanto de que, por una parte, la vida humana necesitaba de la propiedad privada para su realización, como de que, de otra parte, ahora necesita la supresión y superación de la propiedad privada.División del trabajo e intercambio son los dos fenómenos que hacen que el economista presuma del carácter social de su ciencia y, al mismo tiempo, exprese inconscientemente la contradicción de esta ciencia: la fundamentación de la sociedad mediante el interés particular antisocial.Los momentos que tenemos que considerar son: en primer lugar, la propensión al intercambio (cuyo fundamento se encuentra en el egoísmo) es considerada como fundamento o efecto recíproco de la división del trabajo. Say considera el intercambio como no fundamental para la esencia de la sociedad. La riqueza, la producción, se explican por la división del trabajo y el intercambio. Se concede el empobrecimiento y la degradación de la actividad individual por obra de la división del trabajo. Se reconoce que la división del trabajo y el intercambio son productores de la gran diversidad de los talentos humanos, una diversidad que, a su vez, se hace útil gracias a aquéllos. Skarbek divide las fuerzas de producción o fuerzas productivas del hombre en dos partes: 1) Las individuales e inherentes a él, su inteligencia y su especial disposición o capacidad de trabajo; 2) las derivadas de la sociedad (no del individuo real), la división del trabajo y el intercambio. Además, la división del trabajo está limitada por el mercado. El trabajo humano es simple movimiento mecánico; lo principal lo hacen las propiedades materiales de los objetos.Má aún la división del trabajo es limitada por el mercado. El trabajo humano es simple movimiento mecánico: el trabajo principal es realizado por las cualidades materiales de los objetos. A un individuo se le debe atribuir la menor cantidad posible de funciones. Fraccionamiento del trabajo y concentración del capital, la inanidad de la producción individual y la producción de la riqueza en masas. Concepción de la propiedad privada libre en la división del trabajo.

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EL PODER DEL DINERO

(XLI) Si las sensaciones, pasiones, etc., del hombre son no sólo determinaciones antropológicas en sentido estricto, sino verdaderamente afirmaciones ontológicas del ser (naturaleza) y si sólo se afirman realmente por el hecho de que su objeto es sensible para ellas, entonces es claro:1) Que el modo de su afirmación no es en absoluto uno. y el mismo, sino que, más bien, el diverso modo de la afirmación constituye la peculiaridad de su existencia, de su vida; el modo en que el objeto es para ellas el modo peculiar de su goce. 2) Allí en donde la afirmación sensible es supresión directa del objeto en su forma independiente (comer, beber, elaborar el objeto, etc.), es ésta la afirmación del objeto. 3) En cuanto el hombre es humano, en cuanto es humana su sensación, etc., la afirmación del objeto por otro es igualmente su propio goce. 4) Sólo mediante la industria desarrollada, esto es, por la mediación de la propiedad privada, se constituye la esencia ontológica de la pasión humana, tanto en su totalidad como en su humanidad; la misma ciencia del hombre es, pues, un producto de la autoafirmación práctica del hombre. 5) El sentido de la propiedad privada —desembarazada de su enajenación— es la existencia de los objetos esenciales para el hombre, tanto como objeto de goce cuanto como objeto de actividad.El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Pero lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve de mediador también para la existencia de los otros hombres para mi. Eso es para mi el otro hombre.

¡Qué diablo! ¡Claro que manos y pies,Y cabeza y trasero son tuyos!Pero todo esto que yo tranquilamente gozo, ¿es por eso memos mío?               Si puedo pagar seis potros,              ¿No son sus fuerzas mías?              Los conduzco y soy todo un señor              Como si tuviese veinticuatro patas.

(Goethe: Fausto).

Shakespeare, en el Timón de Atenas:«¡Oro!, ¡oro maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! (Simples raíces, oh cielos purísimos!) Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo; noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente ¡oh dioses! ¿Por qué?Esto va arrancar de vuestro lado a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes; va a retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este amarillo esclavo va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos, hacer adorable la lepra blanca, dar plaza a los ladrones y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas; él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella que revolveríael estómago al hospital y a las mismas úlceras. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar según tu naturaleza.»

Y después:«¡Oh, tú, dulce regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro lecho de himeneo! ¡Marte valiente!

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¡Galán siempre joven, fresco, amado y delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrariasy las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas||XLII| Para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los corazones,piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan,a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo...!»

Shakespeare pinta muy acertadamente la esencia del dinero. Para entenderlo, comencemos primero con la explicación del pasaje goethiano.Lo que mediante el dinero es para mi, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son mis —de su poseedor— cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano ansia, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?Si el dinero es el vinculo que me liga a la vida humana, que liga a la sociedad, que me liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el dinero el vínculo de todos los vínculos? ¿No puede él atar y desatar todas las ataduras? ¿No es también por esto el medio general de separación? Es la verdadera moneda divisoria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza galvanoquímica de la sociedad.Shakespeare destaca especialmente dos propiedades en el dinero:1º) Es la divinidad visible, la transmutación de todas las propiedades humanas y naturales en su contrario, la confusión e inversión universal de todas las cosas; hermana las imposibilidades;2º) Es la puta universal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos.La inversión y confusión de todas las cualidades humanes y naturales, la conjugación de las imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad.Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas individuales, lo puedo mediante el dinero. El dinero convierte así cada una de estas fuerzas esenciales en lo que en sí no son, es decir, en su contrario. Si ansío un manjar o quiero tomar la posta porque no soy suficientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me procura el manjar y la posta, es decir, transustancia mis deseos, que son meras representaciones; los traduce de su existencia pensada, representada, querida; a su existencia sensible, real; de la representación a la vida, del ser representado al ser real. El dinero es, al hacer esta mediación, la verdadera fuerza creadora.Es cierto que la demanda existe también para aquel que no tiene dinero alguno, pero su demanda es un puro ente de ficción que no tiene sobre mí, sobre un tercero, sobre los otros (XLIII), ningún efecto, ninguna existencia; que, por tanto, sigue siendo para mi mismo irreal sin objeto. La diferencia entre la demanda efectiva basada en el dinero y la demanda sin efecto basada en mi necesidad, mi pasión, mi deseo, etc., es la diferencia entre el ser y el pensar, entre la pura representación que existe en mí y la representación tal como es para mí en tanto que objeto real fuera de mí. Si no tengo dinero alguno para viajar, no tengo ninguna necesidad (esto es, ninguna necesidad real y realizable) de viajar. Si tengo vocación para estudiar, pero no dinero para ello, no tengo ninguna vocación (esto es, ninguna vocación efectiva, verdadera) para estudiar. Por el contrario, si realmente no tengo vocación alguna para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero, tengo para ello una efectiva vocación. El dinero en cuanto medio y poder del universales (exteriores, no

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derivados del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad humana en cuanto sociedad) para hacer de la representación realidad y de la realidad una pura representación, transforma igualmente las reales; fuerzas esenciales humanas y naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real. Según esta determinación, es el dinero la inversión universal de las individualidades, que transforma en su contrario, y a cuyas propiedades agrega propiedades contradictorias.Como tal potencia inversora, el dinero actúa también contra el individuo y contra los vínculos sociales, etc., que se dicen esenciales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el señor en siervo, la estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez.Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y el trueque universal de todo, es decir, el mundo invertido, la confusión y el trueque de todas las cualidades naturales y humanas.Aunque sea. cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una cosa o una fuerza esencial humana determinadas, sino por la totalidad del mundo objetivo natural y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra propiedad y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios. Es la fraternización de las imposibilidades; obliga a besarse a aquello que se contradice.Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e incitante. Cada una de las relaciones con el hombre —y con la naturaleza— ha de ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia. ||XLIII|

CRÍTICA DE LA DIALÉCTICA HEGELIANA Y DE LA FILOSOFÍA DE HEGEL EN GENERAL

(VI) Este punto es quizá el lugar donde, para entendimiento y justificación de lo dicho, conviene hacer algunas indicaciones; tanto sobre la dialéctica hegeliana en general como especialmente sobre su exposición en la Fenomenología y en la Lógica y, finalmente, sobre la relación con Hegel del moderno movimiento crítico.La preocupación de la moderna crítica alemana por el contenido del viejo mundo era tan fuerte, estaba tan absorta en su asunto, que mantuvo una actitud totalmente acrítica respecto del método de criticar y una plena inconsciencia respecto de la siguiente cuestión parcialmente formal, pero realmente esencial: ¿en qué situación nos encontramos ahora frente a la dialéctica hegeliana? La inconsciencia sobre la relación de la crítica moderna con la filosofía hegeliana en general y con la dialéctica en particular era tan grande, que críticos como Strauss y Bruno Bauer (el primero completamente, el segundo en sus Sinópticos, en los que, frente a Strauss, coloca la «autoconciencia» del hombre abstracto en lugar de la sustancia de la «naturaleza abstracta» e incluso en el Cristianismo descubierto) están, al memos en potencia, totalmente presos de la lógica hegeliana. Así, por ejemplo, se dice en el Cristianismo descubierto: «Como si la autoconciencia, al poner el mundo, la diferencia, no se produjera a sí misma al producir su objeto, pues ella suprime de nuevo la diferencia de lo producido con ella misma, pues ella sólo en la producción y el movimiento es ella misma; como si no tuviera en este movimiento su finalidad», etc., o bien: «Ellos (los materialistas franceses) no han podido ver aún que el movimiento del universo sólo como movimiento de la autoconciencia se ha hecho real para sí y ha llegado a la unidad consigo mismo». Expresiones que ni siquiera en la terminología muestran una diferencia respecto de la concepción hegeliana, sino que más bien la repiten literalmente.

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(XII) Hasta que punto era escasa en el acto de la critica (Bauer, Los sinópticos) la conciencia de su relación con la dialéctica hegeliana, hasta qué punto esta conciencia no aumentó incluso después del acto de la crítica material es cosa que prueba Bauer cuando en su Buena causa de la libertad rechaza la indiscreta pregunta del señor Gruppe: «¿Qué hay de la lógica?)», remitiéndola a los críticos futuros.Pero incluso ahora, después de que Feuerbach (tanto en Sus «Tesis de los Anekdota» como, detalladamente, en la Filosofía del futuro) ha demolido el núcleo de la vieja dialéctica y la vieja filosofía; después de que, por el contrario, aquella critica que no había sido capaz de realizar el hecho, lo vio consumado y se proclamó crítica pura, decisivo, absoluta, llegada a claridad consigo misma; después de que, en su orgullo espiritualista, redujo el movimiento histórico todo a la relación del mundo (que frente a ella cae bajo la categoría de «masa») con ella misma y ha disuelto todas las contradicciones dogmáticas en la única contradicción dogmática de su propia agudeza con la estupidez del mundo, del Cristo crítico con la Humanidad como el «montón», después de haber probado, día tras día y hora tras hora, su propia excelencia frente a la estupidez de la masa; después de que, por último, ha anunciado el juicio final crítico, proclamando que se acerca el día en que toda la decadente humanidad se agrupará ante ella y será por, ella dividida en grupos, recibiendo cada montón su testimonium paupertatis; después de haber hecho imprimir su superioridad sobre los sentimientos humanos y sobre el mundo, sobre el cual, tronando en su orgullosa soledad, sólo deja caer, de tiempo en tiempo, la risa de los dioses olímpicos desde sus sarcásticos labios; después de todas estas divertidas carantoñas del idealismo (del neohegalianismo) que expira en la forma de la crítica, éste no ha expresado ni siquiera la sospecha de tener que explicarse críticamente con su madre, la dialéctica hegeliana, así como tampoco ha sabido dar una indicación crítica sobre la dialéctica de Feuerbach. Una actitud totalmente acrítica para consigo mismo.Feuerbach es el único que tiene respecto de la dialéctica hegeliana una actitud seria, crítica, y el único que ha hecho verdaderos descubrimientos en este terreno. En general es el verdadero vencedor de la vieja filosofía. Lo grande de la aportación y la discreta sencillez con que Feuerbach la da al mundo están en sorprendente contraste con el comportamiento contrario. La gran hazaña de Feuerbach es: 1) La prueba de que la Filosofía no es sino la Religión puesta en ideas y desarrollada discursivamente; que es, por tanto, tan condenable como aquélla y no representa sino otra forma, otro modo de existencia de la enajenación del ser humano.2) La fundación del verdadero materialismo y de la ciencia real, en cuanto que Feuerbach hace igualmente de la relación social «del hombre al hombre» el principio fundamental de la teoría'.3) En cuanto contrapuso a la negación de la negación que afirma ser lo positivo absoluto lo positivo que descansa sobre él mismo y se fundamenta positivamente a si mismo.Feuerbach explica la dialéctica hegeliana (fundamentando con ello el punto de partida de lo positivo, de sensiblemente cierto) del siguiente modo:Hegel parte de la enajenación (lógicamente de lo infinito, de lo universal abstracto) de la sustancia, de la abstracción absoluta y fijada; esto es, dicho en términos populares, parte de la Religión y de la Teología.Segundo. Supera lo infinito, pone lo verdadero, lo sensible, lo real, lo finito, lo particular (Filosofía, superación de la Religión y de la Teología),Tercero. Supera de nuevo lo positivo, restablece nuevamente la abstracción, lo infinito; restablecimiento de la religión y de la Teología.Feuerbach concibe la negación de la negación sólo como contradicción de la Filosofía consigo misma; como la Filosofía que afirma la Teología (trascendencia, etc.) después de haberla negado; que la afirma en oposición a sí misma. La posición o autoafirmación y autoconfirmación que está implícita en la negación de la negación es concebida como una posición no segura aún de sí misma, lastrada por ello de su contrario, dudosa de si misma y por ello necesitada de prueba, que no se prueba, pues, a si misma mediante su existencia; como una posición inconfesada (XIII) y a la que, por ello, se le contrapone, directa e inmediatamente, la posición sensorialmente cierta, fundamentada en si misma.Pero en cuanto que Hegel ha concebido la negación de la negación, de acuerdo con el aspecto positivo en ella implícito, como lo verdadero y único positivo y, de acuerdo con el aspecto negativo también implícito, como el único acto verdadero y acto de autoafirmación de todo ser, sólo ha encontrado la expresión

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abstracta, lógica, especulativa para el movimiento de la Historia, que no es aún historia real del hombre como sujeto presupuesto, sino sólo acto genérico del hombre, historia del nacimiento del hombre. Explicaremos tanto la forma abstracta como la diferencia que este movimiento tiene el Hegel en oposición a la moderna crítica del mismo proceso en La Esencia del Cristianismo, de Feuerbach; o más bien, explicaremos la forma crítica de este movimiento que en Hegel es aún acrítico.Una ojeada al sistema hegeliano. Hay que comenzar con la Fenomenología hegeliana, fuente verdadera y secreto de la Filosofía hegeliana. FENOMENOLOGÍA

A) La autoconcienciaI. Conciencia…; II. Autoconciencia...; III. Razón.

B) El espíritu

C) La Religión

D) El saber absolutoCómo la Enciclopedia de Hegel comienza con la lógica, con el pensamiento especulativo puro, y termina con el saber absoluto, con el espíritu autoconsciente, que se capta a sí mismo, filosófico, absoluto, es decir, con el espíritu sobrehumano abstracto, la Enciclopedia toda no es más que la esencia desplegada del espíritu filosófico, su autoobjetivación. El espíritu filosófico no es a su vez sino el enajenado espíritu del mundo que piensa dentro de su autoenajenación, es decir, que se capta a sí mismo en forma abstracta. La lógica es el dinero del espíritu, el valor pensado; especulativo, del hombre y de la naturaleza; su esencia que se ha hecho totalmente indiferente a toda determinación real y es, por tanto, irreal; es el pensamiento enajenado que por ello hace abstracción de la naturaleza y del hombre real; el pensamiento abstracto. La exterioridad de este pensamiento abstracto... La naturaleza tal como es para este pensamiento abstracto; ella es exterior a él, la pérdida de sí mismo; y él la capta también externamente, como pensamiento abstracto, pero como pensamiento abstracto enajenado; finalmente, el espíritu, este pensamiento que retorna a su propia cuna, que como espíritu antropológico, fenomenológico, psicológico, moral, artístico—religioso, todavía no vale para al mismo hasta que, por último, como saber absoluto, se encuentra y relaciona consigo mismo en el espíritu ahora absoluto, es decir, abstracto, y recibe su existencia consciente, la existencia que le corresponde, pues su existencia real es la abstracción.

Un doble error en Hegel.El primero emerge de la manera más clara en la Fenomenología, como cuna de la Filosofía hegeliana. cuando él concibe, por ejemplo, la riqueza, el poder estatal, etcétera, como esencias enajenadas para el ser humano, esto sólo se produce en forma especulativa... Son entidades ideales y por ello simplemente un extrañamiento del pensamiento filosófico puro; es decir, abstracto. Todo el movimiento termina así con el saber absoluto. Es justamente del pensamiento abstracto de donde estos objetos están extrañados y es justamente al pensamiento abstracto al que se enfrentan con su pretensión de realidad. El filósofo (una forma abstracta, pues, del hombre enajenado) se erige en medida del mundo enajenado. Toda la historia de la enajenación y toda la revocación de la enajenación no es así sino la historia de la producción del pensamiento abstracto, es decir, absoluto (Vid. página XIII) (XVII), del pensamiento lógico especulativo. El extrañamiento, que constituye, por tanto, el verdadero interés de esta enajenación y de la supresión de esta enajenación, es la oposición de en si y para si, de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto, es decir, la oposición, dentro del pensamiento mismo, del pensamiento abstracto y la realidad sensible o lo sensible real. Todas las demás oposiciones y movimientos de estas oposiciones son sólo la apariencia, la envoltura, la forma esotérica de estas oposiciones, las únicas interesantes, que constituyen el sentido de las restantes profanas oposiciones. Lo que pasa por esencia establecida del extrañamiento y lo que hay que superar no es

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el hecho de que el ser humano se objetive de forma humana, en oposición a si mismo, sino el que se objetive a diferencia de y en oposición al pensamiento abstracto.(XVIII) La apropiación de las fuerzas esenciales humanas, convertidas en objeto, en objeto enajenado, es pues, en primer lugar, una apropiación que se opera sólo en la conciencia, en el pensamiento puro, es decir, en la abstracción, la apropiación de objetos como pensamientos y movimientos del pensamiento, por esto, ya en la Fenomenología (pese a su aspecto totalmente negativo y crítico, y pese a la crítica real en ella contenida, que con frecuencia se adelanta mucho al desarrollo posterior) está latente como germen, como potencia, está presente como un misterio, el positivismo acrítico y el igualmente acrítico idealismo de las obras posteriores de Hegel, esa disolución y restauración filosóficas de la empiria existente. En segundo lugar. La reivindicación del mundo objetivo para el hombre (por ejemplo, el conocimiento de la conciencia sensible no es una conciencia sensible abstracta, sino una conciencia sensible humana; el conocimiento de que la Religión, la riqueza, etc., son sólo la realidad enajenada de la objetivación humana, del as fuerzas esenciales humanas nacidas para la acción y, por ello, sólo el camino hacia la verdadera realidad humana), esta apropiación o la inteligencia de este proceso se presenta así en Hegel de tal modo que la sensibilidad, la Religión, el poder del Estado, etc., son esencias espirituales, pues sólo el espíritu, es la verdadera esencia del hombre, y la verdadera forma del espíritu es el espíritu pensante, el espíritu lógico, especulativo. La humanidad de la naturaleza y de la naturaleza producida por la historia, de los productos del hombre, se manifiesta en que ellos son productos del espíritu abstracto y, por tanto y en esa misma medida, momentos espirituales, esencias pensadas. La Fenomenología es la crítica oculta, oscura aun para si misma y mistificadora; pero en cuanto retiene el extrañamiento del hombre (aunque el hombre aparece sólo en la forma del espíritu) se encuentran ocultos en ella todos los elementos de la crítica y con frecuencia preparados y elaborados de un modo que supera ampliamente el punto de vista hegeliano. La «conciencia desventurada», la «conciencia honrada», la lucha de la «conciencia noble y la conciencia vil», etc., estas secciones sueltas contienen (pero en forma enajenada) los elementos críticos de esferas enteras como la Religión, el Estado, la; Pida civil, etc. Así como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como conciencia abstracta, el hombre sólo como autoconciencia; la diversas formas del extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la conciencia y de la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en si (el objeto es concebido como tal) es simplemente un momento, de diferenciación de la autoconciencia, así también surge como resultado del movimiento la identidad de la autoconciencia con la conciencia, el saber absoluto, el movimiento del pensamiento abstracto que no va ya hacia fuera, sino sólo dentro de si mismo; es decir, el resultado es la dialéctica del pensamiento puro. (XXIII) Lo grandiosa de la Fenomenología hegeliana y de su resultado final (la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador) es, pues, en primer lugar, que Hegel concibe la autogeneración del hombre como un proceso, la objetivación como desobjetivación: como enajenación y como supresión de esta enajenación; que capta la esencia del trabajo y concibe el hombre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo. La relación real, activa, del hombre consigo mismo como ser genérico, o su manifestación de sí como un ser genérico general, es decir, como ser humano, sólo es posible merced a que el realmente exterioriza todas sus fuerzas genéricas (lo cual, a su vez, sólo es posible por la cooperación de los hombres, como resultado de la historia) y se comporta frente a ellas como frente a objetos (lo que, a su vez, sólo es posible de entrada en la forma del extrañamiento).Expondremos ahora detalladamente la unilateralidad los límites de Hegel a la luz del capítulo final de la Fenomenología, el saber absoluto: un capítulo que contiene tanto el espíritu condensado de la Fenomenología, su relación con la dialéctica especulativa, como la conciencia de Hegel sobre ambos y sobre su relación recíproca.De momento, anticiparemos sólo esto: Hegel se coloca en el punto de vista de la Economía Política moderna. Concibe el trabajo como la esencia del hombre, que se prueba a si misma; él sólo ve el aspecto positivo del trabajo, no su aspecto negativo. El trabajo es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o como hombre enajenado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstracto espiritual. Lo que, en general, constituye la esencia de la Filosofía, la enajenación del hombre que se conoce, o la ciencia enajenada que se piensa, lo capta Hegel como esencia del trabajo y por eso puede, frente a la filosofía precedente, reunir sus diversos momentos, presentar su Filosofía como la Filosofía. Lo que los otros

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filósofos hicieron (captar momentos aislados de la naturaleza y de la vida humana con momentos de la autoconciencia o, para ser precisos, de la autoconciencia abstracta) lo sabe Hegel como el hacer de la Filosofía, por eso su ciencia es absoluta.Pasemos ahora a nuestro tema.

El saber absoluto. Capítulo final de la FenomenologíaLa cuestión fundamental es que el objeto de la conciencia no es otra cosa que la autoconciencia, o que el objeto no es sino la autoconciencia objetivada, la autoconciencia como objeto (poner al hombre = autoconciencia).Importa, pues, superar el objeto de la conciencia. La objetividad como tal es una relación enajenada del hombre, una relación que no corresponde a la esencia humana, a la autoconciencia. La reapropiación de la esencia objetiva del hombre, generada como extraña bajo la determinación del extrañamiento, no tiene, pues, solamente la. significación de suprimir el extrañamiento, sino también la objetividad; es decir, el hombre pasa por ser no objetivo, espiritualista.El movimiento de la superación del objeto de la conciencia lo describe Hegel del siguiente modo:El objeto no se muestra únicamente (esta es, según Hegel, la concepción unilateral —que capta una sola cara— de aquel movimiento) como retornando al si mismo. El hombre es puesto como igual al si mismo. Pero el si mismo no es sino el hombre abstractamente concebido y generado mediante la abstracción. El hombre es mismeidad. Su ojo, su oído, etc., son mismeidad; cada una de sus fuerzas esenciales tiene en él la propiedad de la mismeidad. Pero por eso es completamente falso decir: la autoconciencia tiene ojos, oídos, fuerzas esenciales. La autoconciencia es más bien una cualidad de la naturaleza humana, del ojo humano, etc., no la naturaleza humana de la (XXIV) autoconciencia.El si mismo abstraído y fijado para sí es el hombre como egoísta abstracto, el egoísmo en su pura abstracción elevado hasta el pensamiento (volveremos más tarde sobre esto).La esencia humana, el hombre, equivale para Hegel a autoconciencia. Todo extrañamiento de la esencia humana no es nada más que extrañamiento de la autoconciencia. El extrañamiento de la conciencia no es considerado como expresión (expresión que se refleja en el saber y el pensar) del extrañamiento real de la humana esencia. El extrañamiento verdadero, que se manifiesta como real, no es, por el contrario, según su más íntima y escondida esencia (que sólo la Filosofía saca a la luz) otra cosa que el fenómeno del extrañamiento de la esencia humana real, de la autoconciencia. Por eso la ciencia que comprende esto se llama Fenomenología. Toda reapropiación de la esencia objetiva enajenada aparece así como una incorporación en la autoconciencia; el hombre que se apodera de su esencia real no es sino la autoconciencia que se apodera de la esencia objetiva; el retorno del objeto al si mismo es, por tanto, la reapropiación del objeto. Expresada de forma universal, la superación del objeto de la autoconciencia es:1) Que el objeto en cuanto tal se presenta a la conciencia como evanescente; 2) Que es la enajenación de la autoconciencia la que pone la coseidad; 3) Que esta enajenación no sólo tiene significado positivo, sino también negativo, 4) Que no lo tiene sólo para nosotros o en sí, sino también para ella; 5) Para ella [la autoconciencia] lo negativo del objeto o su autosupresión tiene significado positivo, o lo que es lo mismo, ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena así misma, pues en esta enajenación ella se pone como objeto o pone al objeto como si misma en virtud de la inseparable unidad del ser para sí 6) De otra parte, está igualmente presente este otro momento, a saber: que ella [la autoconciencia] ha superado y retomado en sí misma esta enajenación y esta objetividad, es decir, en su ser otro como tal está junto a sí; 7) Este es el movimiento de la conciencia y ésta es, por ella, la totalidad de sus momentos; 8) Ella [la autoconciencia] tiene que comportarse con el objeto según la totalidad de sus determinaciones tiene que haberlo captado, así, según cada una de ellas. Esta totalidad de sus determinaciones lo hace en sí esencia espiritual y para la conciencia se hace esto verdad por la aprehensión de cada una de ellas [las determinaciones] en particular como el al mismo o por el antes mencionado comportamiento espiritual hacia ellas.Ad. 1) El que el objeto como tal se presente ante la conciencia como evanescente es el antes mencionado retorno del objeto al si mismo.

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Ad. 2) La enajenación de la autoconciencia pone la coseidad. Puesto que el hombre = autoconciencia, su esencia objetiva enajenada, o la coseidad (lo que para él es objeto, y solo es verdaderamente objeto para él aquello que le es objeto esencial, es decir, aquello que es su esencia objetiva. Ahora bien, puesto que no se hace sujeto al hombre real como tal y, por tanto, tampoco a la naturaleza —el hombre es la naturaleza humana— sino sólo a la abstracción del hombre, a la autoconciencia, la coseidad sólo puede ser la autoconciencia enajenada), equivale a la autoconciencia enajenada y la coseidad es puesta por esta enajenación. Es completamente natural que un ser vivo, natural, dotado y provisto de fuerzas esenciales objetivas, es decir, materiales, tenga objetos reales, naturales, de su ser, así como que su autoenajenación sea el establecimiento de un mundo real, objetivo, pero bajo la forma de la exterioridad, es decir, no perteneciente a su ser y dominándolo. No hay nada inconcebible o misterioso en ello. Mas bien seria misterioso lo contrario. Pero igualmente claro es que una autoconciencia, es decir, su enajenación, sólo puede poner la coseidad, es decir, una cosa abstracta, una cosa de la abstracción y no una cosa real. Es además (XXVI) también claro que la coseidad, por tanto, no es nada independiente, esencial, frente a la autoconciencia, sino una simple creación, algo puesto por ella, y lo puesto, en lugar de afirmarse a sí mismo, es sólo una afirmación del acto de poner, que por un momento fija su energía como el producto y, en apariencia —pero sólo por un momento— le asigna un ser independiente, real.Cuando el hombre real, corpóreo, en pie sobre la tierra firme y aspirando y exhalando todas las fuerzas naturales, pone sus fuerzas esenciales reales y objetivas como objetos extraños mediante su enajenación, el acto de poner no es el sujeto; es la subjetividad de fuerzas esenciales objetivas cuya acción, por ello, ha de ser también objetiva. El ser objetivo actúa objetivamente y no actuaría objetivamente si lo objetivo no estuviese implícito en su determinación esencial. Sólo crea, sólo pone objetos porque él [el ser objetivo] esta puesto por objetos, porque es de por sí naturaleza. En el acto del poner no cae, pues, de su «actividad pura» en una creación del objeto, sino que su producto objetivo confirma simplemente su objetiva actividad, su actividad como actividad de un ser natural y objetivo.Vemos aquí cómo el naturalismo realizado, o humanismo, se distingue tanto del idealismo como del materialismo y es, al mismo tiempo, la verdad unificadora de ambos. Vemos, también, cómo sólo el naturalismo es capaz de comprender el acto de la historia universal. El hombre es inmediatamente ser natural. Como ser natural, y como ser natural vivo, está, de una parte dotado de fuerzas naturales, de fuerzas vitales, es un ser natural activo; estas fuerzas existen en él como talentos y capacidades, como impulsos; de otra parte, como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo es, como el animal y la planta, un ser paciente, condicionado y limitado; esto es, los objetos de sus impulsos existen fuera de él. en cuanto objetos independientes de él, pero estos objetos los son objetos de su necesidad, indispensables y esenciales para el ejercicio y afirmación de sus fuerzas esenciales. El que el hombre sea un ser corpóreo con fuerzas naturales, vivo, real, sensible, objetivo, significa que tiene como objeto de su ser, de su exteriorización vital objetos reales, sensibles, o que sólo en objetos reales sensibles, puede exteriorizar su vida. Ser objetivo natural sensible, es lo mismo que tener fuera de si objeto, naturaleza, sentido, o que ser para un tercero objeto; naturaleza, sentido. El hambre es una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de si, un objeto fuera de si, para satisfacerse, para calmarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo tiene de un objeto que está fuera de él y es indispensable para su integración y exteriorización esencial. El sol es el objeto de la planta, un objeto indispensable para ella, confirmador de su vida, así como la planta es objeto del sol, como exteriorización de la fuerza vivificadora del sol, de la fuerza esencial objetiva del so. Un ser que no tiene su naturaleza fuera de sí no es un ser natural, no participa del ser de la naturaleza. Un ser que no tiene ningún objeto fuera de si no es un ser objetivo. Un ser que no es, a su vez, objeto para un tercer ser no tiene ningún ser como objeto suyo, es decir, no se comporta objetivamente, su ser no es objetivo. (XXVII) Un ser no objetivo es un no ser, un absurdo.Suponed un ser que ni es él mismo objeto ni tiene un objeto. Tal ser seria, en primer lugar, el único ser, no existiría ningún ser fuera de él, existiría único y solo. Pues tan pronto hay objetos fuera de mí, tan pronto no estoy solo, soy un otro, otra realidad que el objeto fuera de mi. Para este tercer objeto yo soy, pues, otra realidad que él, es decir, soy su objeto. Un ser que no es objeto de otro ser supone, pues, que no existe ningún ser objetivo. Tan pronto como yo tengo un objeto, este objeto me tiene a mi como objeto. Pero un ser no objetivo es un ser irracional, no sensible, sólo pensado, es decir, solo imaginado, un ente de abstracción.

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Ser sensible, es decir, ser real, es ser objeto de los sentidos, ser objeto sensible, en consecuencia, tener objetos sensibles fuera de sí, tener objetos de su sensibilidad. Ser sensible es ser paciente.El hombre como ser objetivo sensible es por eso un ser paciente, y por ser un ser que siente su pasión un ser apasionado. La pasión es la fuerza esencial del hombre que tiende enérgicamente hacia su objeto.El hombre, sin embargo, no es sólo ser natural, sino ser natural humano, es decir, un ser que es para si, que por ello es ser genérico, que en cuanto tal tiene que afirmarse: y confirmarse tanto en su ser como en su saber. Ni los objetos humanos son, pues, los objetos naturales tal como se ofrecen inmediatamente, ni el sentido humano, tal como inmediatamente es, tal como es objetivamente, es sensibilidad humana, objetividad humana. Ni objetiva ni subjetivamente existe la naturaleza inmediatamente ante el ser humano en forma adecuada; y como todo lo natural tiene que nacer, también el hombre tiene su acto de nacimiento, la historia, que, sin embargo, es para él una historia sabida y que, por tanto, como acto de nacimiento con conciencia, es acto de nacimiento que se supera a si mismo. La historia es la verdadera Historia Natural del hombre (a esto hay que volver).En tercer lugar, por ser este mismo acto de poner la coseidad sólo una apariencia, un acto que contradice la' esencia de la pura actividad, ha de ser a su vez superado y negada la coseidad.Ad. 3, 4, 5, 6: 3º) Esta enajenación de la conciencia no tiene solamente significado negativo, sino también positivo y, 4º, este significado positivo no sólo para nosotros o en sí, sino para ella, para la conciencia misma. 5) Para ella lo negativo del objeto o la autosuperación de éste tiene un significado positivo o, en otros términos, ella conoce esta negatividad del mismo porque ella se enajena a si misma, pues en esta enajenación ella se conoce como objeto o conoce al objeto, merced a la inseparable unidad del ser —para— sí, como sí misma. 6) De otra parte, está aquí implícito simultáneamente el otro momento: que ella, igualmente, ha superado y retomado en si esta enajenación y objetividad, y que así en su ser otro como tal está junto a sí.Hemos ya visto que la apropiación del ser objetivo enajenado o la superación de la objetividad bajo la determinación de la enajenación (que ha de progresar desde la extrañeza indiferente hasta el real extrañamiento hostil) tiene para Hegel igualmente, o incluso principalmente, el significado de superar la objetividad, porque en el extrañamiento lo chocante para la autoconciencia no es el carácter determinado del objeto, sino su carácter objetivo. El objeto es por eso un negativo, algo que se supera a sí mismo, una negatividad. Esta negatividad del mismo no tiene para la conciencia un significado negativo sino positivo, pues esa negatividad del objeto es precisamente la autoconfirmación de la no—objetividad, de la abstracción (XXVIII) de él mismo. Para la conciencia misma, la negatividad del objeto tiene un significado positivo porque ella conoce esta negatividad, el ser objetivo, como su autoenajenación; porque sabe que sólo es mediante su autoenajenación...El modo en que la conciencia es y en que algo es para ella es el saber. El saber es su único acto. Por esto algo es para ella en la medida en que ella sabe este algo. Saber es su único comportamiento objetivo. Ahora bien, la autoconciencia sabe la negatividad del objeto, es decir, el no—ser—diferente del objeto respecto de ella, el no—ser del objeto para ella, porque sabe al objeto como su autoenajenación, es decir, ella se sabe (el saber como objeto) porque el objeto es sólo la apariencia de un objeto, una fantasmagoría mentirosa, pero en su ser no es otra cosa que el saber mismo que se ha opuesto a al mismo y por eso se ha opuesto una negatividad, algo que no tiene ninguna objetividad fuera del saber; o, dicho de otra forma, el saber sabe que al relacionarse con un objeto, simplemente está fuera de sí, que se enajena, que él mismo sólo aparece ante sí como objeto, o que aquello que se le aparece como objeto sólo es él mismo. De otra parte, dice Hegel, aquí está implícito, al mismo tiempo, este otro momento: que la conciencia ha superado y retomado en si esta enajenación y esta objetividad y, en consecuencia, en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí.En esta disquisición tenemos juntas todas las ilusiones de la especulación.En primer lugar: La conciencia, la autoconciencia, está en su ser—otro, en cuanto tal, junto a si. Por esto la autoconciencia (o si hacemos abstracción aquí de la abstracción hegeliana y ponemos la autoconciencia del hombre en lugar de la autoconciencia) en su ser—otro en cuanto tal está junto a sí. Esto implica, primeramente, que la conciencia (el saber en cuanto saber, el pensar en cuanto pensar) pretende ser lo otro que ella misma, pretende ser sensibilidad, realidad, vida: el pensamiento que se sobrepasa en el pensamiento

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(Feuerbach). Este aspecto está contenido aquí en la medida en que la conciencia, sólo como conciencia, no se siente repelida por la objetividad extrañada, sino por la objetividad como tal.En segundo lugar, esto implica que el hombre autoconsciente, que ha reconocido y superado como autoenajenación el mundo espiritual (o la existencia espiritual universal de su mundo), lo confirma, sin embargo, nuevamente en esta forma enajenada y la presenta como su verdadera existencia, la restaura, pretende estar junto a si en su ser—otro en cuanto tal. Es decir, tras la superación, por ejemplo, de la Religión, tras haber reconocido la Religión como un producto de la autoenajenación, se encuentra, no obstante, confirmado en la Religión en cuanto Religión. Aquí está la raíz del falso positivismo de Hegel o de su solo aparente criticismo; lo que Feuerbach llama poner, negar y restaurar la Religión o la Teología, pero que hay que concebir de modo más general. La razón está, pues, junto a sí en la sinrazón como sinrazón. El hombre que ha reconocido que en el Derecho, la Política, etc. lleva una vida enajenada, lleva en esta vida enajenada, en cuanto tal, su verdadera vida humana. La autoafirmación, la autoconfirmación en contradicción consigo mismo, tanto con el saber como con el ser del objeto, es el verdadero saber y la vida verdadera.Así, no puede hablarse más que de una acomodación de Hegel a la Religión, al Estado, etc., pues esta mentira es la mentira de su principio.(XXIX) Si yo sé que la Religión es la autoconciencia enajenada del hombre, sé confirmada en ella no mi autoconciencia, sino mi autoconciencia enajenada. Sé, por consiguiente, que mi yo mismo, la autoconciencia correspondiente a mi esencia, no se confirma en la Religión, sino más bien en la Religión superada, aniquilada.Así en Hegel la negación de la negación no es la confirmación de la esencia verdadera mediante la negación del ser aparente, sino la confirmación del ser aparente o del ser extrañado de sí en su negación; o la negación de este ser aparente como un ser objetivo que mora fuera del hombre y es independiente de él, y su transformación en sujeto.Un papel peculiar juega en ello el superar, en el que están anuladas la negación y la preservación, la afirmación.Así, por ejemplo, en la Filosofía del Derecho de Hegel, el Derecho Privado superado es igual a Moral, la moral superada igual a familia, la familia superada igual a Sociedad civil, la sociedad civil superada igual a Estado, el Estado superado igual a Historia Universal. En la realidad siguen en pie Derecho privado, moral, familia, sociedad civil, Estado, etc., sólo que se han convertido en momentos, en existencias y modos de existir del hombre que carecen de validez aislados, que se disuelven y se engendra recíprocamente, etc. Momentos del Movimiento.En su existencia real, esta su esencia móvil está oculta. Sólo en el pensar, en la Filosofía, se hace patente, se revela, y por eso mi verdadera existencia religiosa es mi existencia filosófica—religiosa, mi verdadera existencia política es mi existencia filosófico—jurídica, mi verdadera existencia natural es mi existencia filosófico—natural, mi verdadera existencia artística la existencia filosófico—artística, mi verdadera existencia humana es mi existencia filosófica. Del mismo modo, la verdadera existencia de la Religión, el Estado, la naturaleza, el arte, es la Filosofía de la Religión, de la naturaleza, del Estado, del arte. Pero si para mí la verdadera existencia de la Religión, etcétera, es únicamente la Filosofía de la Religión, sólo soy verdaderamente religioso como Filósofo de la Religión y niego así la religiosidad real y el hombre realmente religioso. No obstante, al mismo tiempo los confirmo, en parte, dentro de mi propia existencia o de la existencia ajena que les opongo, pues ésta es simplemente la expresión filosófica de aquéllos, y en parte en su peculiar forma originaria, pues ellos valen para mi como el meramente aparente ser otro, como alegorías, como formas, ocultas bajo envolturas sensibles, de su verdadera existencia, es decir, de mi existencia filosófica.Del mismo modo, la cualidad superada es igual a cantidad, la cantidad superada igual a medida, la medida superada igual a esencia, la esencia superada igual a fenómeno, el fenómeno superado igual a realidad, la realidad superada igual a concepto, el concepto superado igual a objetividad, la objetividad superada igual a idea absoluta, la idea absoluta superada igual a naturaleza, la naturaleza superada igual a espíritu subjetivo, el espíritu subjetivo superado igual a espíritu objetivo, ético, el espíritu ético superado igual a arte, el arte superado igual a Religión, la Religión superada igual a saber absoluto.

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De un lado, este superar es un superar del ser pensado, y así la propiedad privada pensada se supera en la idea de la moral. Y como el pensamiento imagina ser inmediatamente lo otro que sí mismo, realidad sensible y como, en consecuencia, también su acción vale para él como acción real sensible, este superar pensante, que deja intacto su objeto en la realidad, cree haberlo sobrepasado realmente. De otro lado, como el objeto es ahora para él momento de pensamiento, también en su realidad vale para él como confirmación de él mismo, de la autoconciencia, de la abstracción.(XXX) Por tanto, de una parte, las existencias que Hegel supera en la Filosofía no son la Religión, el Estado o la Naturaleza reales, sino la Religión misma ya como objeto del saber, es decir, la dogmática, y así también la jurisprudencia, la ciencia del Estado, la ciencia natural. De una parte, pues, está en oposición tanto al ser real como a la ciencia inmediata, no filosófica o al concepto no filosófico de este ser. Contradice, por tanto, los conceptos usuales de estas ciencias.De otra parte el hombre religioso, etc., puede encontrar en Hegel su confirmación final.

Hay que resumir ahora los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro de la determinación del extrañamiento.a) El superar como movimiento objetivo que retoma en sí la enajenación. Es esta la visión, expresada dentro del extrañamiento, de la apropiación de la esencia objetiva mediante la superación de su extrañamiento, la visión enajenada de la objetivación real del hombre, de la apropiación real de su esencia objetiva mediante la aniquilación de la determinación enajenada del mundo objetivo, mediante su superación de su existencia enajenada. Del mismo modo que el ateísmo, en cuanto superación de Dios, es el devenir del humanismo teórico, el comunismo, en cuanto superación de la propiedad privada, es la reivindicación de la vida humana real como propiedad de sí misma, es el devenir del humanismo práctico, o dicho de otra forma, el ateísmo es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de la Religión; el comunismo es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de la propiedad privada. Sólo mediante la superación de esta mediación (que es, sin embargo, un presupuesto necesario) se llega al humanismo que comienza positivamente a partir de sí mismo, al humanismo positivo.Pero ateísmo y comunismo no son ninguna huida, ninguna abstracción, ninguna perdida del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas esenciales nacidas para la objetividad; no son una indigencia que retorna a la simplicidad antinatural no desarrollada. Son, por el contrario y por primera vez, el devenir real, la realización, hecha real para el hombre, de su esencia, y de su esencia como algo real.Al captar el sentido positivo de la negación referida a sí misma (aunque de nuevo lo haga en forma enajenada) Hegel entiende el extrañamiento, respecto de si mismo, la enajenación esencial, la desobjetivación y desrealización del hombre, como un ganarse a si mismo, como manifestación esencial, como objetivación, como realización. En resumen, aprehende (dentro de la abstracción) el trabajo como acto autogenerador del hombre, el relacionarse consigo mismo como un ser extraño, y su manifestarse como un ser extraño, como conciencia genérica y vida genérica en devenir.b) En Hegel (a pesar del absurdo ya señalado, o más bien a consecuencia de él) este acto aparece, sin embargo, en primer lugar, como acto puramente formal porque abstracto, porque el ser humano mismo sólo tiene valor como ser abstracto pensante, como autoconciencia; en segundo lugar, como la aprehensión es formal y abstracta, la superación de la enajenación se convierte en una confirmación de la enajenación o, dicho de otra forma, para Hegel ese movimiento de autogeneración, de autoobjetivación como autoenajenación y autoextrañamiento, es la manifestación absoluta de la vida humana y por eso la definitiva, la que constituye su propia meta y se satisface en si, la que toca a su esencia.En su forma abstracta (XXXI), como dialéctica, este movimiento pasa así por la vida verdaderamente humana pero como esta verdadera vida humana es una abstracción, un extrañamiento de la vida humana, esa vida es considerada como proceso divino, pero como el proceso divino del hombre; un proceso que recorre la esencia misma del hombre distinta de él, abstracta, pura, absoluta.En tercer lugar: Este proceso ha de tener un portador, un sujeto; pero el sujeto sólo aparece en cuanto resultado; este resultado, el sujeto que se conoce como autoconciencia absoluta, es por tanto el Dios, el espíritu absoluto, la idea que se conoce y se afirma. El hombre real y la naturaleza real se convierten simplemente en predicados, en símbolos de este irreal hombre escondido y de esta naturaleza irreal. Sujeto y predicado tienen así el uno con el otro una relación de inversión absoluta sujeto—objeto místico o

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subjetividad que trasciende del objeto, el sujeto absoluto como un proceso, como sujeto que se enajena y vuelve a sí de la enajenación, pero que, al mismo tiempo, la retoma en sí; el sujeto como este proceso; el puro, incesante girar dentro de sí.Primero. Concepción formal y abstracta del acto de autogeneración o autoobjetivación del hombre.El objeto enajenado, la realidad esencial enajenada del hombre no son nada más (puesto que Hegel identifica entre y autoconciencia) que conciencia, simplemente la idea del extrañamiento, su expresión abstracta y por ello irreal y carente de contenido, la negación. Igualmente, la superación de la enajenación no es por tanto nada más que una superación abstracta y carente de contenido de esa vacía abstracción, la negación de la negación. La actividad plena de contenido viva, sensible y concreta de la autoobjetivación se convierte así en su pura abstracción, en negatividad absoluta; una abstracción que, a su vez, es fijada como tal y pensada como una actividad independiente, como la actividad por antonomasia. Como esta llamada negatividad no es otra cosa que la forma abstracta, carente de contenido, de aquel acto vivo, real, su contenido sólo puede ser un contenido formal, generado por la abstracción de todo contenido. Se trata, pues, de las formas generales y abstractas de la abstracción, propias de todo contenido y, en consecuencia, indiferentes respecto de cualquier contenido y válidas para cualesquiera de ellos; son las formas de pensar, las categorías lógicas desgarradas del espíritu real y de la real naturaleza. (Más adelante desarrollaremos el contenido lógico de la negatividad absoluta.)Lo positivo, lo que Hegel ha aportado aquí (en su lógica especulativa) es que, al ser los conceptos determinados las formas fijas y generales del pensar, en su independencia frente a la naturaleza y el espíritu, un resultado necesario del extrañamiento universal del ser humano y, por tanto, del pensamiento humano, Hegel las ha expuesto y resumido como momentos del proceso de abstracción. Por ejemplo, el ser superado es esencia, la esencia superada concepto, el concepto superado... idea absoluta. ¿Pero qué es la idea absoluta? Ella se supera, a su vez, a sí misma si no quiere recorrer de nuevo y desde el principio todo acto de la abstracción y no quiere contentarse con ser una totalidad de abstracciones o la abstracción que se aprehende a al misma. Pero la abstracción que se aprehende como abstracción se conoce como nada; tiene que abandonarse a si misma, a la abstracción, y llega así junto a un ser que es justamente su contrario, junto a la naturaleza. La lógica toda es la prueba de que el pensamiento abstracto no es nada para si, de que la idea absoluta de por sí no es nada, que únicamente la naturaleza es algo. (XXXII) La idea absoluta, la idea abstracta, que «considerada en su unidad consigo es contemplación» (Hegel, Enciclopedia 3ª de., pág. 222), que «en la absoluta verdad de sí misma se resuelve a dejar salir libremente de sí el momento de su particularidad o de la primera determinación y ser—otro, la idea inmediata como reflejo suyo; que se resuelve a hacerse salir de si misma como Naturaleza» (I. c.), toda esta idea que se comporta de forma tan extraña y barroca y ha ocasionado a los hegelianos increíbles dolores de cabeza, no es, a fin de cuentas, sino la abstracción, es decir, el pensador abstracto. Es la abstracción que, aleccionada por la experiencia e ilustrada sobre su verdad, se resuelve, bajo ciertas condiciones (falsas y todavía también abstractas) a abandonarse y a poner su ser—otro, lo particular, lo determinado, en lugar de su ser—junto—a—sí, de su no ser, de su generalidad y su indeterminación. Se resuelve a dejar salir libremente fuera de sí la Naturaleza, que escondía en si solo como abstracción, como cosa de pensamiento. Es decir, se resuelve a abandonar la abstracción y a contemplar por fin la naturaleza liberada de ella. La idea abstracta, que se convierte inmediatamente en contemplación, no es en realidad otra cosa que el pensamiento abstracto que renuncia a sí mismo y se resuelve a la contemplación. Todo este tránsito de la Lógica a la Filosofía de la Naturaleza no es sino el tránsito (de tan difícil realización para el pensador abstracto, que por eso lo describe en forma tan extravagante) de la abstracción a la contemplación. El sentido místico que lleva al filósofo del pensar abstracto al contemplar es el aburrimiento, la nostalgia de un contenido.(El hombre extrañado de si mismo es también el pensador extrañado de su esencia, es decir, de la esencia natural y humana. Sus pensamientos son, por ello, espíritus que viven fuera de la Naturaleza y del hombre. En su Lógica, Hegel ha encerrado juntos todos estos espíritus y ha comprendido a cada uno de ellos, en primer lugar, como negación, es decir, como enajenación del pensar humano, después como negación de la negación, es decir, como superación de esta enajenación, como verdadera exteriorización del pensar humano; pero, presa ella misma aun en el extrañamiento, esta negación de la negación es, en parte, la restauración de estos espíritus en el extrañamiento, en parte la fijación en el último acto, el relacionarse—consigo—mismos en la enajenación como existencia verdadera de estos espíritus. (Es decir, Hegel coloca en

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lugar de aquella abstracción fija el acto de la abstracción que gira en torno a sí mismo; con esto tiene ya el mérito de haber mostrado la fuente de todos esos conceptos impertinentes, que de acuerdo con el momento de su origen pertenecen a distintas filosofías; de haberlos reunido y de haber creado como objeto de la crítica en lugar de una abstracción determinada, la abstracción consumada en toda su extensión,) (Más tarde veremos por qué Hegel separa el pensamiento del sujeto; desde ahora está ya claro, sin embargo, que cuando el hombre no es, tampoco su exteriorización vital puede ser humana y, por tanto, tampoco podía concebirse el pensamiento como exteriorización esencial del hombre como un sujeto humano y natural, con oídos, ojos, etcétera, que vive en la sociedad, en el mundo y en la naturaleza), en parte, y en la medida en que esta abstracción se comprende a si misma y se aburre infinitamente de sí misma, el abandono del pensamiento abstracto que se mueve sólo en el pensamiento y no tiene ni ojos, ni dientes, ni orejas, ni nada, aparece en Hegel como la decisión de reconocer a la naturaleza como esencia y dedicarse a la contemplación.(XXXIII). Pero también la Naturaleza tomada en abstracto para sí, fijada en la separación respecto del hombre, no es nada para el hombre. Es fácil entender que el pensador abstracto que se ha decidido a la contemplación la contempla abstractamente. Como la naturaleza yacía encerrada por el pensador en la figura, para él mismo escondida y misteriosa, de idea absoluta, de cosa pensada, cuando la ha puesto en libertad sólo ha liberado verdaderamente de sí esta naturaleza abstracta (pero ahora con el significado de que ella es el ser—otro del pensamiento, la naturaleza real, contemplada, distinta del pensamiento), sólo ha liberado la naturaleza en cuanto cosa pensada. O para hablar un lenguaje humano, el pensador abstracto, en su contemplación de la naturaleza, aprende que los seres que él quería crear de la nada, de la pura abstracción, de la divina dialéctica, como productos puros del trabajo del pensamiento que se mece en sí mismo y no se asoma jamás a la realidad, no son otra cosa que abstracciones de determinaciones naturales. La naturaleza toda le repite, pues, en forma exterior, sensible, las abstracciones lógicas. El analiza de nuevo unas y otras abstracciones. Su contemplación de la naturaleza es únicamente el acto confirmatorio de su abstracción de la contemplación de la naturaleza, el acto genético, conscientemente repetido por él, de su abstracción. Así es, por ejemplo: el tiempo igual a la negatividad que se relaciona consigo misma (pág. 238, 1. c.) Al devenir superado como existencia corresponde —forma natural— el movimiento superado como materia. La luz es la forma natural de la reflexión en sí. El cuerpo como Luna y cometa es la forma natural de la oposición que, según la Lógica, es, de una parte, lo positivo que descansa sobre si mismo, de la otra, lo negativo que descansa sobre sí mismo. La tierra es la forma natural del fundamento lógico como unidad negativa de los opuestos, etc.La Naturaleza como Naturaleza, es decir, en cuanto se distingue aun sensiblemente de aquel sentido secreto oculto en ella, la naturaleza separada, distinta de estas abstracciones, es nada, una nada que se confirma como nada, carece de sentido o tiene sólo el sentido de una exterioridad que ha sido superada.«En el punto de vista teleológico—finito se encuentra el justo supuesto de que la Naturaleza no tiene en sí misma el en absoluto» (pág. 225).Su fin es la confirmación de la abstracción. «La Naturaleza se ha revelado como la idea en la forma del ser otro. Puesto que la idea es, así, lo negativo de sí misma o exterior a sí misma, la naturaleza no es exterior sólo frente a esta idea, sino que la exterioridad constituye la determinación en la cual ella es en cuanto naturaleza» (página 227)No hay que entender aquí la exterioridad como sensibilidad que se exterioriza, abierta a la luz y al hombre sensible. Esta exterioridad hay que tomarla aquí en el sentido de la enajenación, de una falta, de una imperfección que no debía ser. Pues lo verdadero es siempre la idea. La naturaleza es únicamente la forma de su ser—otro. Y como quiera que el pensamiento abstracto es la esencia, lo que le es exterior es, de acuerdo con su esencia, simplemente un exterior. El pensador abstracto reconoce, al mismo tiempo, que la esencia de la Naturaleza es la sensibilidad, la exterioridad en oposición al pensamiento que se mece en sí mismo. Pero, simultáneamente, expresa esta oposición de tal forma que esta exterioridad de la naturaleza, su oposición al pensamiento, es su defecto; que en la medida en que la naturaleza se distingue de la abstracción es una esencia defectuosa (XXXIV). Una esencia que es defectuosa no sólo para mi, ante mis ojos, una esencia que es defectuosa en al misma, que tiene fuera de sí algo de lo que ella carece. Es decir, su esencia es algo otro que ella misma. Para el pensador abstracto la naturaleza, por tanto, tiene que superarse a sí misma, pues ya ha sido puesta por él como una esencia potencialmente superada.

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«El espíritu tiene para nosotros, como presupuesto, la naturaleza de la cual es la verdad y, por ello, lo absoluto primero. En esta verdad ha desaparecido la naturaleza y el Espíritu se ha revelado como la Idea llegada a su ser—para sí, de la cual es el concepto tanto objeto como sujeto. Esta identidad es absoluta negatividad, porque en la naturaleza tiene el concepto su plena objetividad exterior, pero esta enajenación suya ha sido superada y el concepto se ha hecho en ella idéntico consigo mismo. Así él es esta identidad sólo como retorno de la naturaleza» (pág. 392).«La revelación, que como idea abstracta es tránsito inmediato, devenir de la naturaleza, es, como revelación del espíritu, que es libre, establecimiento de la naturaleza como mundo suyo; un establecimiento que como reflexión es al mismo tiempo presuposición del mudo como naturaleza independiente. La revelación en el concepto es creación de la naturaleza como ser del espíritu, en la cual él se da la afirmación y verdad de su libertad... Lo absoluto es el espíritu; esta es la definición suprema de lo Absoluto».

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TESIS SOBRE FEUERBACHCarlos Marx

Escrito en alemán por Carlos Marx en la primavera de 1845. Fue publicado por primera vez por Federico Engels en 1888 como apéndice a la edición aparte de su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

[I] El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y fija la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actuación "revolucionaria", "práctico-crítica".

[II] El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.

[III] La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Robert Owen). La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.

[IV] Feuerbach arranca de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido consiste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No advierte que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto, el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base terrenal consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de descubrir, v. gr., en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla.

[V] Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplación sensorial; pero no concibe la sensoriedad como una actividad sensorial humana práctica.

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[VI] Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no se ocupa de la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto, obligado: A hacer abstracción de la trayectoria histórica, enfocando para sí el sentimiento religioso (Gemüt) y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado.En él, la esencia humana sólo puede concebirse como "género", como una generalidad interna, muda, que se limita a unir naturalmente los muchos individuos.

[VII] Feuerbach no ve, por tanto, que el "sentimiento religioso" es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.

[VIII] La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.

[IX] A lo que más llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la "sociedad civil".

[X] El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad "civil; el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada.

[XI] Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

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LA IDEOLOGIA ALEMANA (1846)F. Engels y C. Marx

FEUERBACH. Oposición entre las concepciones materialista e idealista

I

Según anuncian los ideólogos alemanes, Alemania ha pasado en estos últimos años por una revolución sin igual. El proceso de descomposición del sistema hegeliano, que comenzó con Strauss [2], se ha desarrollado hasta convertirse en una fermentación universal, que ha arrastrado consigo a todas las «potencias del pasado». En medio del caos general, han surgido poderosos reinos, para derrumbarse de nuevo en seguida, han brillado momentáneamente héroes, sepultados nuevamente en las tinieblas por otros rivales más audaces y más poderosos. Fue ésta una revolución junto a la cual la francesa [3] es un juego de chicos, una lucha ecuménica al lado de la cual palidecen y resultan ridículas las luchas de los diádocos [4]. Los principios se desplazaban, los héroes del pensamiento se derribaban los unos a los otros con inaudita celeridad, y en los tres años que transcurrieron de 1842 a 1845 se removió el suelo de Alemania más que antes en tres siglos.Y todo esto ocurrió, según dicen, en los dominios del pensamiento puro.Trátase, sin duda, de un acontecimiento interesante: del proceso de putrefacción del espíritu absoluto. Al apagarse la última chispa de vida, las diversas partes de este caput mortuum [i] entraron en descomposición, dieron paso a nuevas combinaciones y formaron nuevas sustancias. Los industriales de la filosofía, que hasta aquí habían vivido de la explotación del espíritu absoluto, arrojáronse ahora sobre las nuevas combinaciones. Cada uno se dedicó afanosamente a explotar el negocio de la parcela que le había tocado en suerte. No podía por menos de surgir la competencia. Al principio, ésta tenía un carácter bastante serio, propio de buenos burgueses. Más tarde, cuando ya el mercado alemán se hallaba abarrotado y la mercancía, a pesar de todos los esfuerzos, no encontraba salida en el mercado mundial, los negocios empezaron a echarse a perder a la manera alemana acostumbrada, mediante la producción fabril y adulterada, el empeoramiento de la calidad de los productos y la adulteración de la materia prima, la falsificación de los rótulos, las compras simuladas, los cheques girados en descubierto y un sistema de crédito carente de toda base real. Y la competencia se convirtió en una enconada lucha, que hoy se nos ensalza y presenta como un viraje de la historia universal, origen de los resultados y conquistas más formidables.Para apreciar en sus debidos términos toda esta charlatanería de tenderos filosóficos que despierta un saludable sentimiento nacional hasta en el pecho del honrado burgués alemán; para poner plásticamente de relieve la mezquindad, la pequeñez provinciana de todo este movimiento joven hegeliano y, sobre todo, el contraste tragicómico entre las verdaderas hazañas de estos héroes y las ilusiones suscitadas en torno a ellas, necesitamos contemplar siquiera una vez todo el espectáculo desde un punto de vista situado fuera de los ámbitos de Alemania [ii]. 

1. LA IDEOLOGÍA EN GENERAL, Y LA IDEOLOGÍA ALEMANA EN PARTICULARLa crítica alemana no se ha salido, hasta en estos esfuerzos suyos de última hora, del terreno de la filosofía. Y, muy lejos de entrar a investigar sus premisas filosóficas generales, todos sus problemas brotan, incluso sobre el terreno de un determinado sistema filosófico, del sistema hegeliano. No sólo sus respuestas, sino también las preguntas mismas, entrañan un engaño. La dependencia respecto de Hegel es la razón de por qué ninguno de estos modernos críticos ha intentado siquiera una crítica omnímoda del sistema hegeliano, por mucho que cada uno de ellos afirme haberse remontado sobre Hegel. Su polémica contra Hegel y la de los

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unos contra los otros se limita a que cada uno de ellos destaque un aspecto del sistema hegeliano, tratando de enfrentarlo, a la par, contra el sistema en su conjunto y contra los aspectos destacados por los demás. Al principio, tomábanse ciertas categorías hegelianas puras y auténticas, tales como las de sustancia y autoconciencia [iii], para profanarlas más tarde con nombres más vulgares, como los de Género, el Unico, el Hombre [iv], etc.Toda la crítica filosófica alemana desde Strauss hasta Stirner se limita a la crítica de las ideas religiosas [v]. Se partía de la religión real y de la verdadera teología. Se determinaba de distinto modo en el curso ulterior qué era la conciencia religiosa, la idea religiosa. El progreso consistía en incluir las ideas metafísicas, políticas, jurídicas, morales y de otros tipos, supuestamente imperantes, en la esfera de las ideas religiosas o teológicas, explicando asimismo la conciencia política, jurídica o moral como conciencia religiosa o teológica y presentando al hombre político,  jurídico o moral y, en última instancia, «al hombre», como el hombre religioso. Tomábase como premisa el imperio de la religión. Poco a poco, toda relación dominante se explicaba como una relación religiosa y se convertía en culto: el culto del derecho, el culto del Estado, etc. Por todos partes se veían dogmas, nada más que dogmas, y la fe en ellos. El mundo era canonizado en proporciones cada vez mayores, hasta que, por último, el venerable San Max [vi] pudo santificarlo en bloque y darlo por liquidado de una vez por todas.Los viejos hegelianos lo comprendían todo una vez que lo reducían a una de las categorías lógicas de Hegel. Los jóvenes hegelianos lo criticaban todo sin más que deslizar debajo de ello ideas religiosas o declararlo como algo teológico. Los jóvenes hegelianos coincidían con los viejos hegelianos en la fe en el imperio de la religión, de los conceptos, de lo general, dentro del mundo existente. La única diferencia era que los unos combatían como usurpación ese imperio que los otros reconocían y aclamaban como legítimo.Y, como para estos jóvenes hegelianos las representaciones, los pensamientos, los conceptos y, en general, los productos de la conciencia por ellos sustantivada eran considerados como las verdaderas ataduras del hombre, exactamente lo mismo que los viejos hegelianos veían en ellos los auténticos nexos de la sociedad humana, era lógico que también los jóvenes hegelianos lucharan y se creyeran obligados a luchar solamente contra estas ilusiones de la conciencia. En vista de que, según su fantasía, las relaciones entre los hombres, todos sus actos y su modo de conducirse, sus trabas y sus barreras, son otros tantos productos de su conciencia, los jóvenes hegelianos formulan consecuentemente ante ellos el postulado moral de que deben trocar su conciencia actual por la conciencia humana, crítica o egoísta [vii], derribando con ello sus barreras. Este postulado de cambiar de conciencia viene a ser lo mismo que el de interpretar de otro modo lo existente, es decir, de reconocerlo por medio de otro interpretación. Pese a su fraseología que supuestamente «hace estremecer el mundo», los jóvenes hegelianos son, en realidad, los mayores conservadores. Los más jóvenes entre ellos han descubierto la expresión adecuada para designar su actividad cuando afirman que sólo luchan contra «frases» [5]. Pero se olvidan de añadir que a estas frases por ellos combatidas no saben oponer más que otras frases y que, al combatir solamente las frases de este mundo, no combaten en modo alguno el mundo real existente. Los únicos resultados a que podía llegar esta crítica filosófica fueron algunos esclarecimientos en el campo de la historia de la religión, harto unilaterales por lo demás, sobre el cristianismo; todas sus demás afirmaciones se reducen a otras tantas maneras de adornar su pretensión de entregarnos, con estos esclarecimientos insignificantes, descubrimientos de alcance histórico-mundial.A ninguno de estos filósofos se le ha ocurrido siquiera preguntar por el entronque de la filosofía alemana con la realidad de Alemania, por el entronque de su crítica con el propio mundo material que la rodea [viii].

2. PREMISAS DE LAS QUE ARRANCA LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA [IX].Las premisas de que partimos no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado ya hechas, como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica.La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes [x]. El primer estado que cabe constatar es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello, su relación con el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí,

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naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los hombres se encuentran: las geológicas, las oro-hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo [xi]. Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.Podemos distinguir ios hombres de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la diferencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.El modo de producir los medios de vida de los hombres depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que hay que reproducir.Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un trato [Verkehr] [6] entre los individuos. La forma de esté intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción [xii].

3. PRODUCCIÓN Y TRATO. DIVISIÓN DEL TRABAJO Y FORMAS DE PROPIEDAD: TRIBAL, ANTIGUA Y FEUDALLas relaciones entre unas naciones y otras dependen del grado en que cada una de ellas haya desarrollado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el trato interior. Es éste un hecho generalmente reconocido. Pero, no sólo las relaciones entre una nación y otra, sino también toda la estructura interna de cada nación depende del grado de desarrollo de su producción y de su trato interior y exterior. Hasta qué punto se han desarrollado las fuerzas productivas de una nación lo indica del modo más palpable el grado hasta el que se ha desarrollado en ella la división del trabajo. Toda nueva fuerza productiva, cuando no se trata de una simple extensión cuantitativa de fuerzas productivas ya conocidas con anterioridad (como ocurre, por ejemplo, con la roturación de tierras) trae como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo.La división del trabajo dentro de una nación se traduce, ante todo, en la separación del trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y, con ello, en la separación de la ciudad y el campo y en la oposición de sus intereses. Su desarrollo ulterior conduce a que el trabajo comercial se separe del industrial. Al mismo tiempo, la división del trabajo dentro de estas diferentes ramas acarrea, a su vez, la formación de diversos sectores entre los individuos que cooperan en determinados trabajos. La posición que ocupan entre sí estos diferentes sectores se halla condicionada por el modo de aplicar el trabajo agrícola, industrial y comercial (patriarcalismo, esclavitud, estamentos, clases). Y las mismas relaciones se revelan, al desarrollarse el trato, en las relaciones entre diferentes naciones.Las diferentes fases de desarrollo de la división del trabajo son otras tantas formas distintas de la propiedad; o, dicho en otros términos, cada etapa de la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el producto del trabajo.La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu [7]. Esta forma de propiedad corresponde a la fase incipiente de la producción en que un pueblo vive de la caza y la pesca, de la ganadería o, a lo sumo, de la agricultura. En este último caso, la propiedad tribal presupone la existencia de una gran masa de tierras sin cultivar. En esta fase, la división del trabajo se halla todavía muy poco desarrollado y no es más que la extensión de la división natural de trabajo existente en el seno de la familia. La estructura social, en esta etapa, se reduce también, por tanto, a una ampliación de la familia: a la cabeza de la tribu se hallan sus patriarcas, luego los miembros de la tribu y, finalmente, los esclavos. La esclavitud latente en la familia va desarrollándose poco a poco al crecer la población y las necesidades, al extenderse el intercambio exterior y al aumentar las guerras y el comercio de trueque.La segunda forma está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, mediante acuerdo voluntario o por conquista, y en la que

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sigue existiendo la esclavitud. Junto a la propiedad comunal, va desarrollándose ya la propiedad privada mobiliaria, y más tarde la inmobiliaria, pero como forma anormal, supeditada a aquélla. Los ciudadanos del Estado sólo en cuanto comunidad pueden ejercer su poder sobre los esclavos que trabajan para ellos, lo que ya de por sí los vincula a la forma de la propiedad comunal. Es la propiedad privada comunal de los ciudadanos activos del Estado, obligados con respecto a los esclavos a permanecer unidos en este tipo natural de asociación. Esto explica por qué toda la estructura de la sociedad asentada sobre estas bases, y con ella el poder del pueblo, decaen a medida que va desarrollándose la propiedad privada inmobiliaria. La división del trabajo aparece aquí más desarrollada. Nos encontramos ya con la oposición entre la ciudad y el campo y, más tarde, con la oposición entre Estados que representan, de una parte, los intereses de la vida urbana y, de otra, los de la vida rural; dentro de las mismas ciudades, con la oposición entre la industria y el comercio marítimo. Las relaciones de clases entre ciudadanos y esclavos han adquirido ya su pleno desarrollo.Con el desarrollo de la propiedad privada surgen aquí las mismas relaciones con que nos encontraremos en la propiedad privada de los tiempos modernos, aunque en proporciones más extensas. De una parte, aparece la concentración de la propiedad privada, que en Roma comienza desde muy pronto (una prueba de ello la tenemos en la ley agraria licinia [8]) y que, desde las guerras civiles, sobre todo bajo los emperadores, avanza muy rápidamente; de otra parte, y en relación con esto, la transformación de los pequeños campesinos plebeyos en proletariado que, sin embargo, dada su posición intermedia entre los ciudadanos poseedores y los esclavos, no llega a adquirir un desarrollo independiente.La tercera forma es la propiedad feudal o por estamentos. Del mismo modo que la Antigüedad partía de la ciudad y de su pequeña comarca, la Edad Media tenía como punto de partida el campo. Este cambio de punto de arranque hallábase condicionado por la población con que se encontró la Edad Media: una población escasa, diseminada en grandes áreas y a la que los conquistadores no aportaron gran incremento. De aquí que, al contrario de lo que había ocurrido en Grecia y en Roma, el desarrollo feudal se iniciara en un terreno mucho más extenso, preparado por las conquistas romanas y por la difusión de la agricultura, al comienzo relacionada con ellas. Los últimos siglos del Imperio romano decadente y su conquista por los propios bárbaros destruyeron una gran cantidad de fuerzas productivas; la agricultura veíase postrada, la industria languideció por la falta de mercados, el comercio cayó en el sopor o se vio violentamente interrumpido y la población rural y urbana decreció. Estos factores preexistentes y el modo de organización de la conquista par ellas condicionado hicieron que se desarrollara, bajo la influencia de la estructura del ejército germánico, la propiedad feudal. También ésta se basa, como la propiedad de la tribu y la comunal, en una comunidad [Gemeinwesen], pero frente a ésta no se hallan ahora, en cuanto clase directamente productora, los esclavos, como ocurría en la sociedad antigua, sino los pequeños campesinos siervos de la gleba. Y, a la par con el desarrollo completo del feudalismo, aparece el antagonismo del campo con respecto a la ciudad. La estructura jerárquica de la propiedad territorial y, en relación con ello, las mesnadas armadas, daban a la nobleza el poder sobre los siervos. Esta estructura feudal era, lo mismo que lo había sido la propiedad comunal antigua, una asociación frente a la clase productora dominada; lo que variaba era la forma de la asociación y la relación con los productores directos, ya que las condiciones de producción eran distintas.A esta estructura feudal de la posesión de tierras correspondía en las ciudades la propiedad corporativa, la organización feudal de la artesanía. Aquí, la propiedad estribaba [f. 4], fundamentalmente, en el trabajo individual de cada uno. La necesidad de asociarse para hacer frente a la nobleza rapaz asociada; la necesidad de disponer de locales en el mercado comunes en una época en que el industrial era, al propio tiempo, comerciante; la creciente competencia de los siervos que huían de la gleba y afluían en tropel a las ciudades prósperas y florecientes, y la estructura feudal de todo el país hicieron surgir los gremios; los pequeños capitales de los artesanos individuales, reunidos poco a poco por el ahorro, y la estabilidad del número de éstos en medio de una creciente población, hicieron que se desarrollara el sistema de oficiales y aprendices, engendrando en las ciudades una jerarquía semejante a la que imperaba en el campo.Por tanto, durante la época feudal, la forma fundamental de la propiedad era la propiedad territorial con el trabajo de los siervos a ella vinculados, de una parte y, de otra, el trabajo propio con un pequeño capital que dominaba sobre el trabajo de los oficiales de los gremios. La estructura de ambas formas hallábase determinada por las condiciones limitadas de la producción, por el escaso y rudimentario cultivo de la tierra y por la industria artesana. La división del trabajo se desarrolló muy poco, en el período floreciente del feudalismo. Todo país llevaba en su entraña la oposición entre la ciudad y el campo; es cierto que la

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estructura de los estamentos se hallaba muy ramificada y acusada, pero fuera de la separación entre príncipes, nobleza, clero y campesinos, en el campo, y maestros, oficiales y aprendices, y muy pronto la plebe de los jornaleros, en la ciudad, no encontramos otra división importante. En la agricultura, la división del trabajo veíase entorpecida por el cultivo parcelado, junto al que surgió después la industria a domicilio de los propios campesinos; en la industria, no existía división del trabajo dentro de cada oficio, y muy poca  entre unos oficios y otros. La división entre la industria y el comercio se encontró ya establecida de antes en las viejas ciudades, mientras que en las nuevas sólo se desarrolló más tarde, al entablarse entre las ciudades contactos y relaciones.La agrupación de territorios importantes más extensos para formar reinos feudales era una necesidad, tanto para la nobleza propietaria de tierras como para las ciudades. De aquí que a la cabeza de la organización de la clase dominante, de la nobleza, figurara en todas partes un monarca [xiii].

4. ESENCIA DE LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA. EL SER SOCIAL Y LA CONCIENCIA SOCIALNos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que se dedican de un determinado modo a la producción [xiv], contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas. La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y especulación, la relación existente entre la estructura social y política y la producción. La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad [xv].La producción de las ideas, las representaciones y la conciencia aparece, al principio, directamente entrelazada con la actividad material y el trato material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. La formación de las ideas, el pensamiento, el trato espiritual de los hombres se presentan aquí todavía como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero se trata de hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el trato que a él corresponde, hasta llegar a sus formas más lejanas [xvi]. La conciencia [das Bewusstsein] jamás puede ser otra cosa que el ser consciente [das bewusste Sein], y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de su proceso de vida directamente físico.Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso ampíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellos correspondan pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como si fuera un individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia.

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Y este modo de considerar las cosas posee sus premisas. Parte de las condicionas reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus premisas son los hombres, pero no tomados en un aislamiento y rigidez fantástica, sino en su proceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de determinadas condiciones. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas.Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desarrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocupar su sitio el saber real. La filosofía independiente pierde, con la exposición de la realidad, el medio en que puede existir. En lugar de ella, puede aparecer, a lo sumo, un compendio de los resultados más generales, abstraídos de la consideración del desarrollo histórico de los hombres. Estas abstracciones de por sí, separadas de la historia real, carecen de todo valor. Sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, receta o patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas. Por el contrario, la dificultad comienza allí donde se aborda la consideración y ordenación del material, sea de una época pasada o del presente, la exposición real de las cosas. La eliminación de estas dificultades hállase condicionada por premisas que en modo alguno pueden darse aquí, pues se derivan siempre del estudio del proceso de vida real y de la acción de los individuos en cada época. Destacaremos aquí algunas de estas abstracciones, para oponerlas a la ideología, ilustrándolas con algunos ejemplos históricos [xvii].

NOTAS [i] Literalmente, cabeza muerta, aquí, restos mortales. (N. de la Edit.)[ii] Luego, en la primera variante de la copia en limpio viene el siguiente texto tachado:«[p. 2] Anteponemos por eso a la crítica especial de los representantes individuales de este movimiento ciertas observaciones generales que elucidan las premisas ideológicas comunes a todos ellos. Estas observaciones serán suficientes para caracterizar el punto de vista de nuestra crítica en la medida en que esto es necesario para comprender y argumentar unas u otras críticas sucesivas. Dirigimos estas observaciones [p. 3] precisamente a Feuerbach porque es el único que ha dado, aunque sólo sea en cierta medida, un paso adelante y cuyos trabajos pueden examinarse de bonne foi [de buena fe].1. La ideología en general, y la ideología alemana en particularA. Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. Se puede enfocar la historia desde dos ángulos, se puede dividirla en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, las dos son inseparables: mientras existan los hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan mutuamente. La historia de la naturaleza, las llamadas ciencias naturales, no nos interesa aquí, en cambio tenemos que examinar la historia de los hombres, puesto que casi toda la ideología se reduce ya bien a la interpretación tergiversada de esta historia, ya bien a la abstracción completa de la misma. La propia ideología no es más que uno de tantos aspectos de esta historia».A continuación, en la primera variante de la copia en limpio sigue un texto no tachado acerca de las premisas para la concepción materialista de la historia. En la presente edición, este texto se inserta más adelante, como § 2, en la variante fundamental (segunda) de la copia en limpio (véase págs. 15-16) (N. de la Edit.)[iii] Las categorías fundamentales de F. Strauss y de B. Bauer. (N. de la Edit.)[iv] Las categorías fundamentalos de L. Feuerbach y M. Stirner. (N. de la Edit.)[v] Luego viene tachado en el manuscrito: «que se ha presentado pretendiendo asumir el papel de salvadora absoluta del mundo en la lucha contra todos los males. La religión se ha interpretado y examinado siempre como la causa última de todas las relaciones contrarias a estos filósofos, como el enemigo principal». (N. de la Edit.)[vi] Max Stirner. (N. de la Edit.)[vii] Trátase de L. Feuerbach, B. Bauer y M. Stirner. (N. de la Edit.)[viii] En el manuscrito de la variante fundamental de la copia en limpio, el resto de la página está en blanco. Luego, en la siguiente comienza el texto que en la presente edición se reproduce como § 3. (N. de la Edit.)[ix] El texto de este párrafo ha sido tomado de la primera variante de la copia en limpio. (N. de la Edit.)[x] Luego sigue en el manuscrito un texto tachado: «El primer acto histórico de estos individuos, merced al que se distinguen de los animales, no consiste en que piensan, sino en que comienzan a producir los indispensables medios de subsistencia». (N. de la Edit.)[xi] Luego sigue en el manuscrito un texto tachado: «Ahora bien, estas condiciones no determinan sólo la organización corporal inicial, espontánea, de los hombres, sobre todo las diferencias raciales entre ellos, sino también su desarrollo sucesivo —o la falta de desarrollo— hasta nuestros días» (N. de la Edit.)[xii] Aquí termina la primera variante de la copia en limpio. Lo que sigue en la presente edición es texto de la variante fundamental de la copia en limpio. (N. de la Edit.)

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[xiii] En el manuscrito, la parte restante de la página está en blanco. Luego en la página siguiente comienza el resumen de la esencia de la concepción materialista de la historia. La cuarta forma (burguesa) de propiedad se examina más adelante, en la parte IV del capítulo, §§ 2-4. (N. de la Edit.)[xiv] En la variante inicial se dice: «determinados individuos, guardando determinadas relaciones de producción». (N. de la Edit.)[xv] Luego viene tachado en el manuscrito: «Las ideas que se forman estos individuos son ya bien ideas de su relación con la naturaleza, ya bien de sus relaciones entre sí, ya bien ideas acerca de lo que son ellos mismos. Es claro que en todos estos casos dichas ideas son una expresión consciente —efectiva o ilusoria— de sus verdaderas relaciones y actividad, de su producción, de sus contactos, de su organización social y política. Admitir lo contrario sólo es posible en el caso de que, cuando además del espíritu de los individuos efectivos y materialmente condicionados, se presupone algún espíritu especial más. Si la expresión consciente de las verdaderas relaciones de estos individuos es ilusoria, si estos últimos ponen de cabeza su realidad en sus ideas, es también consecuencia de la limitación del modo de su actividad material y de sus relaciones sociales, que se desprenden de ello». (N. de la Edit.)[xvi] La variante inicial dice: «Los hombres son los productores de sus representaciones, ideas, etc., precisamente los hombres, condicionados por el modo da producción de su vida material, por su trato material y por el continuo desarrollo de éste en la estructura social y política». (N. de la Edit.)[xvii] Aquí termina la variante fundamental (segunda) de la copia en limpio. En la presente edición siguen tres partes del manuscrito original. (N. de la Edit.)

[1] "La Idelogía Alemana". Crítica de la novísima filosofía alemana, representada por Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán representado por sus diversos profetas" es una obra conjunta de Carlos Marx y Federico Engels, escrita en Bruselas entre 1845 y 1846. En ella desplegaron por primera vez en todos los aspectos la concepción materialista de la historia.El manuscrito de "La Ideología Alemana" de Marx y Engels constaba de dos tomos, el primero de los cuales contenía la crítica de la filosofía posthegeliana, y el segundo, la crítica del «socialismo verdadero».En el primer capítulo del primer tomo se expone el contenido positivo fundamental de toda la obra. Por eso el primer capítulo es el más importante de todos y tiene significado independiente.El manuscrito del primer capítulo consta de tres partes en borrador y dos, pasadas en limpio, del comienzo del mismo. De acuerdo con ello, el texto del capítulo se divide en cuatro partes.La primera parte del mismo es la segunda variante de la copia en limpio con la adición de la primera variante de lo que no se utilizó en la segunda, la segunda parte es el núcleo primordial de toda la obra. La tercera y cuarta partes son digresiones teóricas pasadas del capítulo sobre Stirner (tercer capítulo del primer tomo). En esta edición, el orden de los textos va según el folleto ruso: C. Marx y F. Engels. "Feuerbach. La oposición de las concepciones materialista e idealista". (Nueva publicación del primer capítulo de "La Ideología Alemana"). Moscú, 1966. Todos los encabezamientos y adiciones necesarias de la editorial van entre corchetes, así como también los números de las páginas del manuscrito. Los folios de la segunda copia en limpio, que es la fundamental, están numerados por Marx y Engels y señalados con la letra «f» y una cifra: [f. 1], etc. Las páginas de la primera copia en limpio no tienen numeración del autor y están indicadas con la letra «p» y una cifra [p. 1], etc. Las páginas de las tres partes del borrador, numeradas por Marx, se indican con una simple cifra [1], etc.[2] Se refiere a la obra fundamental de D. F. Strauss "Das Leben Jesu" ("La vida de Jesús"), Bd. 1-2, Tübingen, 1835-1836, que puso comienzo a la crítica filosófica de la religión y a la división de la escuela hegeliana en viejos hegelianos y jóvenes hegelianos.[3] Se alude a la revolución burguesa de fines del siglo XVIII en Francia.[4] Diadocos: generales de Alejandro Magno que se enzarzaron al fallecer éste, en enconada lucha por el poder. A lo largo de esta lucha (fines del siglo IV y comienzos del siglo III a. de n. e.), la monarquía de Alejandro, que era, en sí, una agrupación administrativo-militar efímera, se dividió en varios Estados.[5] "Pensamientos que hacen estremecer el mundo", expresión de un artículo anónimo de la revista "Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, t. IV, pág. 327."Wigand's Vierteljahrsschrift" (Revista trimestral de Wigand), publicación filosófica de los jóvenes hegelianos; la editaba O. Wigand en Leipzig de 1844 a 1845. Colaboraban en ella B. Bauer, Max Stirner, L. Feuerbach y otros.[6] El término de «Verkehr» (trato) en "La Ideología Alemana" tiene un contenido muy amplio. Incluye la comunicación material y espiritual de individuos, grupos sociales y países enteros. Marx y Engels muestran en su obra que el trato material entre las personas, sobre todo en el proceso de producción, es la base de todo otro trato. En los términos Verkehrsform, Verkehrsweise, Verkehrsverhältnisse, Produktions- und Verkehrsverhältnisse («forma de trato», «modo de trato», «relaciones de trato», «relaciones de producción y trato»), que se usan en la "Ideología Alemana", encontró expresión el concepto de relaciones de producción que, por entonces, Marx y Engels tenían en proceso de formación.[7] El término «Stamm», que se traduce en "La Ideología Alemana» por «tribu», tenía en la ciencia de los años 40 del siglo XIX un significado más amplio que en la actualidad. Implicaba conjunto de personas que procedían de un mismo antecesor y abarcaba los conceptos modernos de «gens» y «tribu». La definición exacta y la distinción de estos conceptos se dio por primera vez en el libro de L. Morgan "La sociedad antigua" (1877). Al sintetizar los resultados de las investigaciones de Morgan, Engels desplegó en todos los aspectos el contenido de los conceptos «gens» y «tribu» en su obra "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado" (1884) (véase la presente edición, t. 3).[8] La ley agraria de los tribunos populares romanos Licinio y Sexto, adoptada en el año 367 a. de n. e., prohibía a los ciudadanos romanos poseer más de 500 yugadas (unas 125 ha) de tierra de fondo público (ager publicus).

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II

1. CONDICIONES DE LA LIBERACIÓN REAL DE LOS HOMBRES

Como es lógico, no tomaremos el trabajo de ilustrar a nuestros sabios filósofos acerca de que la «liberación» del «hombre» no ha avanzado todavía un paso siquiera si han disuelto la filosofía, la teología, la sustancia y toda la demás porquería en la «autoconciencia», si han liberado al «hombre» de la dominación de estas frases, a las que jamás ha estado sometido [i]; acerca de que la liberación real no es posible si no es en el mundo real y con medios reales, que no se puede abolir la esclavitud sin la máquina de vapor y la mule jenny, que no se puede abolir el régimen de la servidumbre sin una agricultura mejorada, que, en general, no se puede liberar a los hombres mientras no estén en condiciones de asegurarse plenamente comida, bebida, vivienda y ropa de adecuada calidad y en suficiente cantidad. La «liberación» es un acto histórico y no mental, y conducirán a ella las relaciones históricas, el estado de la industria, del comercio, de la agricultura, de las relaciones...[ii] [2] luego, además, en consonancia con los distintos grados de su desarrollo, el absurdo de la sustancia, el sujeto, la autoconciencia y la crítica pura, exactamente de la misma manera que el absurdo religioso y teológico, y después de eso volverán a suprimirla cuando hayan avanzado bastante en su desarrollo [iii]. Desde luego, en un país como Alemania, donde el desarrollo histórico sólo se produce de la forma más trivial, estos movimientos en la esfera del pensamiento puro, esta trivialidad glorificada e inactiva compensan la insuficiencia de movimientos históricos, arraigan y hay que combatirlos. Pero, esta lucha es de importancia local [iv].

2. CRÍTICA DEL MATERIALISMO CONTEMPLATIVO E INCONSECUENTE DE FEUERBACH

... [v] de lo que se trata en realidad y para el materialista práctico, es decir, para el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer cambiar las cosas con que nos encontramos. Allí donde encontramos en Feuerbach semejantes concepciones, no pasan nunca de intuiciones sueltas, que influyen demasiado poco en su modo general de concebir para que podamos considerarlas más que como simples gérmenes, susceptibles de desarrollo. La «concepción» feuerbachiana del mundo sensorial se limita, de una parte, a su mera contemplación y, de otra parte, a la mera sensación: dice «el hombre» en vez de los «hombres históricos reales». «El hombre como tal» es, en realiter [vi], el «alemán». En el primer caso, en la contemplación del mundo sensorial, tropieza necesariamente con cosas que contradicen a su conciencia y a su sentimiento, que trastornan la armonía por él presupuesta de todas las partes del mundo sensorial y, principalmente, del hombre y la naturaleza [vii] . Para eliminar esta contradicción, Feuerbach se ve obligado a recurrir a una doble contemplación, oscilando entre una concepción profana, que sólo ve «lo que está a mano», y otra superior, filosófica, que contempla la «verdadera esencia» de las cosas. No ve que el mundo sensorial que le rodea no es algo directamente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo, sino el producto de la industria y del estado social, en sentido en que es un producto histórico, el resultado de la actividad de toda una serie de generaciones, cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su industria y su intercambio y modifica su organización social con arreglo a las nuevas necesidades. Hasta los objetos de la «certeza sensorial» más simple le vienen dados solamente por el desarrollo social, la industria y el intercambio comercial. Así es sabido que el cerezo, como casi todos los árboles frutales, fue transplantado a nuestra zona hace pocos siglos por obra del comercio y, por medio de esta acción de una determinada sociedad y de una determinada época, fue entregado a la «certeza sensorial» de Feuerbach.Por lo demás, en esta concepción de las cosas tal y como realmente son y han acaecido, todo profundo problema filosófico, como se mostrará más claramente en lo sucesivo, se reduce a un hecho empírico puro y simple. Así, por ejemplo, el importante problema de la actitud del hombre hacia la naturaleza (o, incluso, como dice Bruno (pág.110) [9], «antítesis de la naturaleza y la historia», como si se tratase de dos «cosas» distintas y el hombre no tuviera siempre ante sí una naturaleza histórica y una historia natural), del que han

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brotado todas las «obras inescrutablemente altas» [viii] sobre la «sustancia» y la «autoconciencia», desaparece por sí mismo ante la convicción de que la famosísima «unidad del hombre con la naturaleza» ha consistido siempre en la industria, siendo de uno u otro modo según el mayor o menor desarrollo de la industria en cada época, lo mismo que la «lucha» del hombre con la naturaleza, hasta el desarrollo de sus fuerzas productivas sobre la base correspondiente. La industria y el comercio, la producción y el intercambio de los medios de vida condicionan, por su parte, y se hallan, a su vez, condicionados en cuanto al modo de funcionar por la distribución, por la estructura de las diversas clases sociales; y así se explica por qué Feuerbach, en Mánchester, por ejemplo, sólo encuentra fábricas y máquinas, donde hace unos cien años no había más que tornos de hilar y telares movidos a mano, o que en la Campagna di Roma, donde en la época de Augusto no habría encontrado más que viñedos y villas de capitalistas romanos, sólo haya hoy pastizales y pantanos. Feuerbach habla especialmente de la contemplación de la naturaleza por la ciencia, cita misterios que sólo se revelan a los ojos del físico y del químico, pero ¿qué sería de las ciencias naturales, a no ser por la industria y el comercio? Incluso estas ciencias naturales «poras» sólo adquieren su fin como su material solamente gracias al comercio y a la induatria, gracias a la actividad sensorial de los hombres. Y hasta tal punto es esta actividad, este continuo laborar y crear sensorios, esta producción, la base de todo el mundo sensorio tal y como ahora existe, que si se interrumpiera aunque sólo fuese durante un año, Feuerbach no sólo se encontraría con enormes cambios en el mundo natural, sino que pronto echaría de menos todo el mundo humano y su propia capacidad de contemplación y hasta su propia existencia. Es cierto que queda en pie, en ello, la prioridad de la naturaleza exterior y que todo esto no es aplicable al hombre originario, creado por generatio aequivoca [ix], pero esta diferencia sólo tiene sentido siempre y cuando se considere al hombre como algo distinto de la naturaleza. Por demás, esta naturaleza anterior a la historia humana no es la naturaleza en que vive Feuerbach, sino una naturaleza que, fuera tal vez de unas cuantas islas coralíferas australianas de reciente formación, no existe ya hoy en parte alguna, ni existe tampoco, por tanto, para Feuerbach.Es cierto que Feuerbach [10] les lleva a los materialistas «puros» la gran ventaja de que estima que también el hombre es un «objeto sensorio»; pero, aun aparte de que sólo lo ve como «objeto sensorio» y no como «actividad sensoria», manteniéndose también en esto dentro de la teoría, sin concebir los hombres dentro de su conexión social dada, bajo las condiciones de vida existentes que han hecho de ellos lo que son, no llega nunca, por ello mismo, hasta el hombre realmente existente, hasta el hombre activo, sino que se detiene en el concepto abstracto «el hombre», y sólo consigue reconocer en la sensación el «hombre real, individual, corpóreo»; es decir, no conoce más «relaciones humanas» «entre el hombre y el hombre» que las del amor y la amistad, y además, idealizadas. No nos ofrece crítica alguna de las condiciones de vida actuales. No consigue nunca, por tanto, concebir el mundo sensorial como la actividad sensoria y viva total de los individuos que lo forman, razón por la cual se ve obligado, al ver, por ejemplo, en vez de hombres sanos, un tropel de seres hambrientos, escrofulosos, agotados por la fatiga y tuberculosis, a recurrir a una «contemplación más alta» y a la ideal «compensación dentro del género»; es decir, a reincidir en el idealismo precisamente allí donde el materialista comunista ve la necesidad y, al mismo tiempo, la condición de una transformación radical tanto de la industria como del régimen social.En la medida en que Feuerbach es materialista, se mantiene al margen de la historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista. Materialismo e historia aparecen completamente divorciados en él, cosa que, por lo demás, se explica por lo que dejamos expuesto [xi].

3. RELACIONES HISTÓRICAS PRIMARIAS, O ASPECTOS BÁSICOS DE LA ACTIVIDAD SOCIAL: PRODUCCIÓN DE MEDIOS DE SUBSISTENCIA, CREACIÓN DE NUEVAS NECESIDADES, REPRODUCCIÓN DEL HOMBRE (LA FAMILIA), RELACIÓN SOCIAL, CONCIENCIA

[xii] Tratándose de los alemanes, situados al margen de toda premisa, debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia» [xiii], en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más [xiv] [10]. El primer hecho histórico es, por

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consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres. Y aun cuando la vida de los sentidos se reduzca al mínimum, a lo más elemental —a un palo— [11], como en San Bruno, este mínimo presupondrá siempre, necesariamente, la producción de dicho palo. Por consiguiente, lo primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho fundamental en toda su significación y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le corresponde. Cosa que los alemanes, como es sabido, no han hecho nunca, razón por la cual jamás han tenido una base terrenal para la historia ni, consiguientemente, un historiador. Los franceses y los ingleses, aun cuando concibieron de un modo extraordinariamente unilateral el entronque de este hecho con la llamada historia, sobre todo los que se vieron prisioneros de la ideología política, hicieron, sin embargo, los primeros intentos encaminados a dar a la historiografía una base material, al escribir las primeras historias de la sociedad civil, del comercio y de la industria.Lo segundo es que [12] la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico. Y ello demuestra inmediatamente de quién es hija espiritual la gran sabiduría histórica de los alemanes que, cuando les falta el material positivo y no se trata de necedades políticas, teológicas ni literarias, no nos ofrecen ninguna clase de historia, sino que hacen desfilar ante nosotros los «tiempos prehistóricos», pero sin detenerse a explicarnos cómo se pasa de este absurdo de la «prehistoria» a la historia en sentido propio, aunque es evidente, por otra parte, que sus especulaciones históricas se lanzan con especial fruición a esta «prehistoria» porque en ese terreno creen hallarse a salvo de la ingerencia de los «toscos hechos» y, al mismo tiempo, porque aquí pueden dar rienda suelta a sus impulsos especulativos y proponer y echar por tierra miles de hipótesis.El tercer factor que aquí interviene desde un principio en el desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre marido y mujer, entre padres e hijos, la familia. Esta familia, que al principio constituye la única relación social, más tarde, cuando las necesidades, al multiplicarse, crean nuevas relaciones sociales y, a su vez, al aumentar el censo humano, brotan nuevas necesidades, pasa a ser (salvo en Alemania) una relación secundaria y tiene, por tanto, que tratarse y desarrollarse con arreglo a los datos empíricos existentes, y no ajustándose al «concepto de la familia» misma, como se suele hacer en Alemania.Por lo demás, estos tres aspectos de la actividad social no deben considerarse como tres peldaños distintos, sino sencillamente como eso, como tres aspectos o, para decirlo de modo más comprensible a los alemanes, como tres «momentos» que han coexistido desde el principio de la historia y desde el primer hombre y que todavía hoy siguen rigiendo en la historia.La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble [13] relación —de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social—; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o un determinado peldaño social, modo de cooperación que es a su vez, una «fuerza productiva»; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio. Pero, asimismo es evidente que en Alemania no se puede escribir este tipo de historia, ya que los alemanes carecen, no sólo de la capacidad de concepción y del material necesarios, sino también de la «certeza» adquirida a través de los sentidos, y de que del otro lado del Rin no es posible reunir experiencias, por la sencilla razón de que allí no ocurre ya historia alguna. Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los hombres mismos; conexión que adopta constantemente nuevas formas y que ofrece, por consiguiente, una «historia», aún sin que exista cualquier absurdo político o religioso que mantenga, además, unidos a los hombres.Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro aspectos de las relaciones originarias históricas, caemos en la cuenta de que el hombre tiene también «conciencia» [xv]. Pero, tampoco

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ésta es desde un principio una conciencia «pura». El «espíritu» hace ya tratado [14] con la maldición de estar «preñado» de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios de relación con los demás hombres [xvi]. Donde existe una actitud, existe para mí, pues el animal no tiene «actitud» ante nada ni, en general, podemos decir que tenga «actitud» alguna. Para el animal, sus relaciones con otros no existen como tales relaciones. La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras existan seres humanos. La conciencia es, en principio, naturalmente, conciencia del mundo inmediato y sensorio que nos rodea y conciencia de los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo; y es, al mismo tiempo, conciencia de la naturaleza, que al principio se enfrenta al hombre como un poder absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante el que la actitud de los hombres es puramente animal y al que se someten como el ganado; es, por tanto, una conciencia puramente animal de la naturaleza (religión natural).Inmediatamente, vemos aquí que esta religión natural o esta determinada actitud hacia la naturaleza se halla determinada por la forma social, y a la inversa. En este caso, como en todos, la identidad entre la naturaleza y el hombre se manifiesta también de tal modo que la actitud limitada de los hombres hacia la naturaleza condiciona la limitada actitud de unos hombres para con otros, y ésta, a su vez, determina su actitud limitada hacia la naturaleza, precisamente porque la naturaleza apenas ha sufrido aún modificación histórica alguna. Y, de otra parte, la conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los individuos circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en general, dentro de una sociedad. Este comienzo es algo tan animal como la propia vida social, en esta fase; es, simplemente, una conciencia gregaria, y, en este punto, el hombre sólo se distingue del cordero por cuanto que su conciencia sustituye al instinto o es el suyo un instinto consciente. Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y se perfecciona después, al aumentar la productividad, al incrementarse las necesidades y al multiplicarse la población [15], que es el factor sobre que descansan los dos anteriores. A la par con ello se desarrolla la división del trabajo, que originariamente no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual y, más tarde, de una división del trabajo espontáneo o introducida de un modo «natural» en atención a las dotes físicas (por ejemplo, la fuerza corporal), a las necesidades, a las coincidencias fortuitas, etc., etc. La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo material y el mental [xvii]. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría «pura», de la teología «pura», la filosofía «pura», la moral «pura», etc. Pero, aun cuando esta teoría, esta teología, esta filosofía, esta moral, etc., se hallen en contradicción con las relaciones existentes, esto sólo podrá explicarse por que las relaciones sociales existentes se hallan, a su vez, en contradicción con la fuerza productiva dominante; cosa que, por lo demás, dentro de un determinado círculo nacional de relaciones, podrá suceder también por que la contradicción no se da en el seno de esta órbita nacional, sino entre esta conciencia nacional y la práctica de otras naciones [xviii]; es decir, entre la conciencia nacional y la conciencia general de una nación (como ocurre actualmente en Alemania); pero, dado que esta contradicción se presenta como contradicción existente sólo dentro del cuadro de la conciencia nacional, a tal nación le parece que también la lucha se circunscribe a dicha escoria nacional.Por lo demás, es de todo punto indiferente lo que la conciencia por sí sola haga o emprenda, pues de toda esta escoria sólo obtendremos un resultado, a saber: que estos tres momentos, la fuerza productiva, el estado social y la conciencia, pueden y deben necesariamente entrar en contradicción entre sí, ya que, con la división del trabajo, se da la posibilidad, más aún, la realidad de que las actividades espirituales y materiales [xix], el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignen a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo. Por lo demás, de suyo se comprende que los «espectros», los «nexos», los «seres superiores», los «conceptos», los «reparos», no son más que la expresión espiritual puramente idealista, la idea del individuo imaginariamente aislado, la representación de trabas y limitaciones muy empíricas dentro de las cuales se mueve el modo de producción de la vida y la forma de relación congruente con él.

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4. LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO Y SUS CONSECUENCIAS: LA PROPIEDAD PRIVADA, EL ESTADO, LA «ENAJENACIÓN» DE LA ACTIVIDAD SOCIAL

Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias opuestas, se da, al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad, [17] cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros. Por lo demás, división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe, ciertamente, tan sólo en la idea, como algo «general», sino que se presenta en la realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo.Precisamente por virtud de esta contradicción entre el interés particular y el interés común, cobra este último, en cuanto Estado una forma propia e independiente, separada de los reales intereses particulares y colectivos y, al mismo tiempo, una forma de comunidad ilusoria, pero siempre sobre la base real de los vínculos existentes, dentro de cada conglomerado familiar y tribal, tales como la carne y la sangre, la lengua, la división del trabajo en mayor escala y otros intereses y, sobre todo, como más tarde habremos de desarrollar, a base de los intereses de las clases, ya condicionadas por la división del trabajo, que se forman y diferencian en cada uno de estos conglomerados humanos y entre las cuales hay siempre una que domina sobre todas las demás. De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases (de lo que los teóricos alemanes no tienen ni la más remota idea, a pesar de habérseles facilitado las orientaciones necesarias acerca de ello en los "Deutsche-Französische Jahrbücher" [12] y en "La Sagrada Familia"). Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar, a su vez, su interés como interés general, cosa que en el primer momento se ve obligada a hacer.Precisamente porque los individuos sólo buscan su interés particular, que para ellos no coincide con su interés común, y porque lo general es siempre la forma ilusoria de la comunidad, se hace valer esto ante su representación como algo «ajeno» a ellos [18] e «independiente» de ellos, como un interés «general» a su vez especial y peculiar, o ellos mismos tienen necesariamente que moverse en esta escisión, como en la democracia. Por otra parte, la lucha práctica de estos intereses particulares que constantemente y de un modo real se oponen a los intereses comunes o que ilusoriamente se creen tales, impone como algo necesario la interposición práctica y el refrenamiento por el interés «general» ilusorio bajo la forma del Estado [xx].Finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de que, mientras los hombres viven en una sociedad formada espontáneamente, mientras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo espontáneo, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que le sojuzga, en vez de ser él quien lo domine. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le viene impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace

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cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos.Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de nuestro propio producto en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestra expectativa y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el desarrollo histórico anterior. El poder social, es decir, la fuerza de producción multiplicada, que nace por obra de la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, se les aparece a estos individuos, por no tratarse de una cooperación voluntaria, sino espontánea, no como un poder propio, asociado, sino como un poder ajeno, situado al margen de ellos, que no saben de dónde procede ni a dónde se dirige y que, por tanto, no pueden ya dominar, sino que recorre, por el contrario, una serie de fases y etapas de desarrollo peculiar e independiente de la voluntad y los actos de los hombres y que incluso dirige esta voluntad y estos actos [xxi]. ¿Cómo, si no, podría la propiedad, por ejemplo, tener una historia, revestir diferentes formas y la propiedad territorial, supongamos, según las diferentes premisas existentes, desarrollarse en Francia para pasar de la parcelación a la centralización en pocas manos y en Inglaterra, a la inversa, de la concentración en pocas manos a la parcelación, como hoy realmente estamos viendo? ¿O cómo explicarse que el comercio, que no es sino el intercambio de los productos de diversos individuos y países, llegue a dominar el mundo entero mediante la relación entre la oferta y la demanda —relación que, como dice un economista inglés, gravita sobre la tierra como el destino de los antiguos, repartiendo con mano invisible la felicidad y la desgracia entre los hombres, creando y destruyendo imperios, alumbrando pueblos y [19] haciéndolos desaparecer—, mientras que, con la destrucción de la base, de la propiedad privada, con la regulación comunista de la producción y la abolición de la enajenación que los hombres sienten ante sus propios productos, el poder de la relación de la oferta y la demanda se reduce a la nada y los hombres vuelven a hacerse dueños del intercambio, de la producción y del modo de sus relaciones mutuas?

5. DESARROLLO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS COMO PREMISA MATERIAL DEL COMUNISMO

Con esta «enajenación», para expresarnos en términos comprensibles para los filósofos, sólo puede acabarse partiendo de dos premisas prácticas. Para que se convierta en un poder «insoportable», es decir, en un poder contra el que hay que hacer la revolución, es necesario que engendre a una masa de la humanidad como absolutamente «desposeída» y, a la par con ello, en contradiceión con un mundo de riquezas y de educación, lo que presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo; y, de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya, al misma tiempo, una existencia empírica dada en un plano histórico-universal, y no en la existencia puramente local de los hombres) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la porquería anterior; y, además, porque sólo este desarrollo universal de las fuerzas productivas lleva consigo un intercambio universal de los hombres, en virtud de lo cual, por una parte, el fenómeno de la masa «desposeída» se produce simultáneamente en todos los pueblos (competencia general), haciendo que cada uno de ellos dependa de las conmociones de los otros y, por último, instituye a individuos histórico-universales, empíricamente universales, en vez de individuos locales. Sin esto, 1) el comunismo sólo llegaría a existir como fenómeno local, 2) las mismas potencias de relación no podrían desarrollarse como potencias universales y, por tanto, insoportables, sino que seguirían siendo simples «circunstancias» supersticiosas de puertas adentro, y 3) toda ampliación de la relación acabaría con el comunismo local. El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción «coincidente» o simultánea [13] de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado [xxii].Por lo demás, la masa de los simples obreros —de la mano de obra excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción de sus necesidades, por limitada que sea— y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el

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mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal.Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente [xxiii].* * *La forma de trato condicionada por las fuerzas productivas existentes en todas las fases históricas anteriores y que, a su vez, las condiciona es la sociedad civil, que, como se desprende de lo anteriormente expuesto, tiene como premisa y como fundamento la familia simple y la familia compuesta, lo que suele llamarse la tribu, y cuya definición queda precisada en páginas anteriores. Ya ello revela que esta sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia y cuán absurda resulta la concepción histórica anterior que, haciendo caso omiso de las relaciones reales, sólo mira, con su limitación, a las resonantes acciones y a los actos del Estado.Hasta ahora no hemos examinado más que un solo aspecto de la actividad humana: la transformación de la naturaleza por los hombres. El otro aspecto es la transformación de los hombres por los hombres. [xxiv]Origen del Estado y relación entre el Estado y la sociedad civil [xxv].

6. CONCLUSIONES DE LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA: CONTINUIDAD DEL PROCESO HISTÓRICO, TRANSFORMACIÓN DE LA HISTORIA EN HISTORIA UNIVERSAL, NECESIDAD DE LA REVOLUCIÓN COMUNISTA

La historia no es sino la sucesión de las diferentes generaciones, cada una de las cuales explota los materiales, capitales y fuerzas de producción transmitidas por cuantas la han precedido; es decir, que, de una parte, prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente, mientras que, de otra parte, modifica las circunstancias anteriores mediante una actividad totalmente diversa, lo que podría tergiversarse especulativamente, diciendo que la historia posterior es la finalidad de la que la precede, como si dijésemos, por ejemplo, que el descubrimiento de América tuvo como finalidad ayudar a que se expandiera la revolución francesa, mediante cuya interpretación la historia adquiere sus fines propios e independientes y se convierte en una «persona junto a otras personas» (junto a la «Autoconciencia», la «Crítica», el «Unico», etc.), mientras que lo que designamos con las palabras «determinación», «fin», «germen», «idea», de la historia anterior no es otra cosa que una abstracción de la historia posterior, de la influencia activa que la anterior ejerce sobre ésta.Cuanto más se extienden, en el curso de esta evolución, los círculos concretos que influyen los unos en los otros, cuanto más se destruye el primitivo encerramiento de las diferentes nacionalidades por el desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo que ello hace surgir por vía espontánea entre las diversas naciones, tanto más la historia se convierte en historia universal, y así vemos que cuando, por ejemplo, se inventa hoy una máquina en Inglaterra, son lanzados a la calle incontables obreros en la India y en China y se estremece toda la forma de existencia de estos Estados, lo que quiere decir que aquella invención constituye un hecho histórico-universal; y vemos también cómo el azúcar y el café demuestran en el siglo XIX su significación histórico-universal por cuanto que la escasez de estos productos, provocada por el sistema continental napoleónico [14], incitó a los alemanes [21] a sublevarse contra Napoleón, estableciéndose con ello la base real para las gloriosas guerras de independencia de 1813. De donde se desprende que esta transformación de la historia en historia universal no constituye, ni mucho menos, un simple hecho abstracto de la «autoconciencia», del espíritu universal o de cualquier otro espectro metafísico, sino un hecho perfectamente material y empíricamente comprobable, del que puede ofrecernos una prueba cualquier individuo, tal y como es, como anda y se detiene, come, bebe y se viste.En la historia anterior es, evidentemente, un hecho empírico el que los individuos concretos, al extenderse sus actividades hasta un plano histórico-universal, se ven cada vez más sojuzgados bajo un poder extraño a ellos (cuya opresión llegan luego a considerar como una perfidia del llamado espíritu universal, etc.), poder

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que adquiere un carácter cada vez más de masa y se revela en última instancia como el mercado mundial. Pero, asimismo, se demuestra empíricamente que, con el derrocamiento del orden social existente por obra de la revolución comunista (de lo que hablaremos más adelante) y la abolición de la propiedad privada, idéntica a dicha revolución, se disuelve ese poder tan misterioso para los teóricos alemanes y, entonces, la liberación de cada individuo se impone en la misma medida en que la historia se convierte totalmente en una historia universal [xxvi]. Es evidente, por lo que dejamos expuesto más arriba, que la verdadera riqueza espiritual del individuo depende totalmente de la riqueza de sus relaciones reales. Sólo así se liberan los individuos concretos de las diferentes trabas nacionales y locales, se ponen en contacto práctico con la producción (incluyendo la espiritual) del mundo entero y se colocan en condiciones de adquirir la capacidad necesaria para poder disfrutar de esta multiforme y completa producción de toda la tierra (las creaciones de los hombres). La dependencia omnímoda, forma plasmada espontáneamente de la cooperación histórico-universal de los individuos, se convierte, [22] gracias a esta revolución comunista, en el control y la dominación consciente sobre estos poderes, que, nacidos de la acción de unos hombres sobre otros, hasta ahora han venido imponiéndose a ellos, aterrándolos y dominándolos, como potencias absolutamente extrañas. Ahora bien, esta concepción puede interpretarse, a su vez, de un modo especulativo-idealista, es decir, fantástico, como la «autocreación del género» (la «sociedad como sujeto»), representándose la serie sucesiva de los individuos relacionados entre sí como un solo individuo que realiza el misterio de engendrarse a sí mismo. Aquí, habremos de ver cómo los individuos se hacen los unos a los otros, tanto física como espiritualmente, pero no se hacen a sí mismos, ni en la disparatada concepción de San Bruno ni en el sentido del «Unico», del hombre «hecho».Resumiendo, obtenemos de la concepción de la historia que dejamos expuesta los siguientes resultados: 1) En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas sino más bien fuerzas destructivas (maquinaria y dinero); y, a la vez, surge una clase condenada a soportar todos los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, que se ve expulsada de la sociedad [23] y obligada a colocarse en la más resuelta contradicción con todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se halla colocada ésta; 2) que las condiciones en que pueden emplearse determinadas fuerzas productivas son las condiciones de la dominación de una determinada clase de la sociedad, cuyo poder social, emanado de su riqueza, encuentra su expresión idealista-práctica en la forma de Estado imperante en cada caso, razón por la cual toda lucha revolucionaria va necesariamente dirigida contra una clase, la que ha dominado hasta ahora [xxvii]; 3) que todas las anteriores revoluciones dejaban intacto el modo de actividad y sólo trataban de lograr otra distribución de ésta, una nueva distribución del trabajo entre otras personas, al paso que la revolución comunista va dirigida contra el carácter anterior de actividad, elimina el trabajo [xxviii] y suprime la dominación de todas las clases, al acabar con las clases mismas, ya que esta revolución es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases, nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad, y 4) que, tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que sólo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por consiguiente, la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases [xxix] [15] 

7. RESUMEN DE LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA

Esta concepción de la historia consiste, pues, en exponer el proceso real de producción, partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata, y en concebir la forma de intercambio correspondiente a este modo de producción y engendrada por él, es decir, la sociedad civil en sus diferentes fases como el

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fundamento de toda la historia, presentándola en su acción en cuanto Estado y explicando a base de él todos los diversos productos teóricos y formas de la conciencia, la religión, la filosofía, la moral, etc., así como estudiando a partir de esas premisas su proceso de nacimiento, lo que, naturalmente, permitirá exponer las cosas en su totalidad (y también, por ello mismo, la interdependencia entre estos diversos aspectos). Esta concepción, a diferencia de la idealista, no busca una categoría en cada período, sino que se mantiene siempre sobre el terreno histórico real, no explica la práctica partiendo de la idea, sino explica las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material, por lo cual llega, consecuentemente, a la conclusión de que todas las formas y todos los productos de la conciencia no pueden ser destruidos por obra de la crítica espiritual, mediante la reducción a la «autoconciencia» o la transformación en «fantasmas», «espectros», «visiones» [16], etc, sino que sólo pueden disolverse por el derrocamiento práctico de las relaciones sociales reales, de las que emanan estas quimeras idealistas; de que la fuerza propulsora de la historia, incluso la de la religión, la filosofía, y toda teoría, no es la crítica, sino la revolución. Esta concepción revela que la historia no termina disolviéndose en la «autoconciencia», como el «espíritu del espíritu» [xxx], sino que en cada una de sus fases se encuentra un resultado material, una suma de fuerzas productivas, una actitud históricamente creada de los hombres hacia la naturaleza y de los unos hacia los otros, que cada generación transfiere a la que le sigue, una masa de fuerzas productivas, capitales y circunstancias, que, aunque de una parte sean modificados por la nueva generación, dictan a ésta, de otra parte, sus propias condiciones de vida y le imprimen un determinado desarrollo, un carácter especial; de que, por tanto, las circunstancias hacen al hombre en la misma medida [25] en que éste hace a las circunstancias.Esta suma de fuerzas productivas, capitales y formas de relación social con que cada individuo y cada generación se encuentran como con algo dado es el fundamento real de lo que los filósofos se representan como la «sustancia» y la «esencia del hombre», elevándolo a la apoteosis y combatiéndolo; un fundamento real que no se ve menoscabado en lo más mínimo en cuanto a su acción y a sus influencias sobre el desarrollo de los hombres por el hecho de que estos filósofos se rebelen contra él como «autoconciencia» y como el «Unico». Y estas condiciones de vida con que las diferentes generaciones se encuentran al nacer deciden también si las conmociones revolucionarias que periódicamente se repiten en la historia serán o no lo suficientemente fuertes para derrocar la base de todo lo existente. Y si no se dan estos elementos materiales de una conmoción total, o sea, de una parte, las fuerzas productivas existentes y, de otra, la formación de una masa revolucionaria que se levante, no sólo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma «producción de la vida» vigente hasta ahora, contra la «actividad de conjunto» sobre que descansa, en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha práctica de las cosas el que la idea de esta conmoción haya sido proclamada ya una o cien veces, como lo demuestra la historia del comunismo.

8. INCONSISTENCIA DE TODA LA CONCEPCIÓN ANTERIOR, IDEALISTA DE LA HISTORIA, SOBRE TODO DE LA FILOSOFÍA ALEMANA POSTHEGELIANA

Toda la concepción histórica, hasta ahora, ha hecho caso omiso de esta base real de la historia, o la ha considerado simplemente como algo accesorio, que nada tiene que ver con el desarrollo histórico. Esto hace que la historia se escriba siempre con arreglo a una pauta situada fuera de ella; la producción real de la vida se revela como algo prehistórico, mientras que lo histórico se manifiesta como algo separado de la vida usual, como algo extra y supraterrenal. De este modo, se excluye de la historia la actitud de los hombres hacia la naturaleza, lo que engendra la oposición entre la naturaleza y la historia. Por eso, esta concepción sólo acierta a ver en la historia los grandes actos políticos y las acciones del Estado, las luchas religiosas y las luchas teóricas en general, y se ve obligada a compartir, especialmente, en cada época histórica, las ilusiones de esta época. Por ejemplo, si una época se imagina que se mueve por motivos puramente «políticos» o «religiosos», a pesar de que la «religión» o la «política» son simplemente las formas de sus motivos reales, el historiador de la época de que se trata acepta sin más tales opiniones. Lo que estos determinados hombres se «figuran», se «imaginan» acerca de su práctica real se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres. Y así, cuando la forma tosca con que se presenta la división del trabajo entre los hindúes y los egipcios provoca en estos pueblos el

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régimen de castas propio de su Estado y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas [26] fue la fuerza que engendró aquella tosca forma social.Y, mientras que los franceses y los ingleses se aferran, por lo menos, a la ilusión política, que es, ciertamente, la más cercana a la realidad, los alemanes se mueven en la esfera del «espíritu puro» y hacen de la ilusión religiosa la fuerza motriz de la historia. La filosofía hegeliana de la historia es la última consecuencia, llevada a su «expresión más pura» de toda esta historiografía alemana, que no gira en torno a los intereses reales, ni siquiera a los intereses políticos, sino en torno a pensamientos puros, que más tarde San Bruno se representará necesariamente como una serie de «pensamientos» que se devoran los unos a los otros, hasta que, por último, en este entredevorarse, perece la «autoconciencia» [xxxi], y por este mismo camino marcha de un modo todavía más consecuente San Max Stirner, quien, volviéndose totalmente de espalda a la historia real, tiene necesariamente que presentar todo el proceso histórico como una simple historia de «caballeros», bandidos y espectros, de cuyas visiones sólo acierta a salvarse él, naturalmente, por lo «antisagrado». Esta concepción es realmente religiosa: presenta el hombre religioso como el protohombre de quien arranca toda la historia y, dejándose llevar de su imaginación, suplanta la producción real de los medios de vida y de la vida misma con la producción de quimeras religiosas.Toda esta concepción de la historia, unida a su disolución y a las dudas y reflexiones nacidas de ella, es una incumbencia puramente nacional de los alemanes y sólo tiene un interés local para Alemania, como por ejemplo la importante cuestión, repetidas veces planteada en estos últimos tiempos, de cómo puede llegarse, en rigor, «del reino de Dios al reino del hombre», como si este «reino de Dios» hubiera existido nunca más que en la imaginación y los eruditos señores no hubieran vivido siempre, sin saberlo, en el «reino del hombre», hacia el que ahora buscan los caminos, y como si el entretenimiento científico, pues no es otra cosa, de explicar lo que hay de curioso en esta formación teórica perdida en las nubes no residiese cabalmente, por el contrario, en demostrar cómo nacen de las relaciones reales sobre la tierra. Para estos alemanes, se trata siempre, en general, de explicar los absurdos con que nos encontramos [27] por cualesquiera otras quimeras; es decir, de presuponer que todos estos absurdos tienen un sentido propio, el que sea, que es necesario desentrañar, cuando de lo que se trata es, simplemente, de explicar estas frases teóricas a base de las relaciones reales existentes. Como ya hemos dicho, la disolución real y práctica de estas frases, la eliminación de estas ideas de la conciencia de los hombres, es obra del cambio de las circunstancias, y no de las deducciones teóricas. Para la masa de los hombres, es decir, para el proletariado, estas ideas teóricas no existen y no necesitan, por tanto, ser eliminadas, y aunque esta masa haya podido profesar alguna vez ideas teóricas de algún tipo, por ejemplo ideas religiosas, hace ya mucho tiempo que las circunstancias se han encargado de eliminarlas.El carácter puramente nacional de tales problemas y sus soluciones se revela, además, en el hecho de que estos teóricos crean seriamente que fantasmas cerebrales como los del «Hombre-Dios», el «Hombre», etc., han presidido en verdad determinadas épocas de la historia. San Bruno llega, incluso, a afirmar que sólo «la crítica y los críticos han hecho la historia» [17] y, cuando se aventuran por sí mismos a las construcciones históricas, saltan con la mayor premura sobre todo lo anterior y del «mongolismo» [18] pasan inmediatamente a la historia verdaderamente «plena de sentido», es decir, a la historia de los "Hallische" y los "Deutsche Jahrbücher" [19] y a la disolución de la escuela hegeliana en una gresca general. Se relegan al olvido todos las demás naciones y todos los aconteciinientos reales, y el theatrum mundi [xxxii]se limita a la Feria del Libro de Leipzig y a las disputas entre la «Crítica», el «Hombre» y el «Unico» [xxxiii]. Y cuando la teoría se decide siquiera por una vez a tratar temas realmente históricos, por ejemplo, el siglo XVIII, se limita a ofrecernos la historia de las ideas, desconectada de los hechos y los desarrollos prácticos que les sirven de base, y también en esto la mueve el exclusivo propósito de presentar esta época como el preámbulo imperfecto, como el antecesor todavía incipiente de la verdadera época histórica, es decir, del período de la lucha entre filósofos alemanes (1840-44). A esta finalidad de escribir una historia anterior para hacer que brille con mayores destellos la fama de una persona no histórica y de sus fantasías responde el que se pasen por alto todos los acontecimientos realmente históricos, incluso las ingerencias realmente históricas de la política en la historia, ofreciendo a cambio de ello un relato no basado precisamente en estudios, sino en construcciones y en chismes literarios, como hubo de hacer San Bruno en su "Historia del Siglo XVIII" [20], de la que ya no se acuerda nadie. Estos arrogantes y grandilocuentes tenderos de ideas, que se consideran tan infinitamente por encima de todos los prejuicios nacionales, son, pues, en realidad, mucho más nacionales

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que esos filisteos de las cervecerías que sueñan con la unidad de Alemania. No reconocen como históricos los hechos de los demás pueblos, viven en Alemania, con Alemania [28] y para Alemania, convierten el canto del Rin [21] en un canto litúrgico y conquistan la Alsacia-Lorena despojando a la filosofía francesa en vez de despojar al Estado francés, germanizando, en vez de las provincias de Francia, las ideas francesas. El señor Venedey es todo un cosmopolita al lado de San Bruno y San Max, quienes proclaman en la hegemonía universal de la teoría la hegemonía universal de Alemania.

9. CRÍTICA SUPLEMENTARIA DE FEUERBACH Y DE SU CONCEPCIÓN IDEALISTA DE LA HISTORIA

De estas consideraciones se desprende, asimismo, cuán equivocado está Feuerbach cuando (en la "Wigand's Vierteljahrsschrift", 1845, vol. 2) se declara comunista [22] al calificarse como «hombre común», convirtiendo esta cualidad en un predicado «del Hombre» y creyendo, por tanto, reducir de nuevo a una mera categoría la palabra «comunista», que en el mundo existente designa a los secuaces de un determinado partido revolucionario. Toda la deducción de Feuerbach en lo tocante a las relaciones entre los hombres tiende simplemente a demostrar que los hombres se necesitan los unos a los otros y siempre se han necesitado. Quiere establecer la conciencia, en torno a este hecho; aspira, pues, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que lo que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe. Reconocemos plenamente, por lo demás, que Feuerbach, al esforzarse por crear precisamente la conciencia de este hecho, llega todo lo lejos a que puede llegar un teórico sin dejar de ser un teórico y un filósofo. Es característico, sin embargo, que San Bruno y San Max coloquen inmediatamente la idea que Feuerbach se forma del comunista en lugar del comunista real, lo que hacen, en parte, para que también ellos puedan, como adversarios iguales en rango, combatir al comunismo como «espíritu del espíritu», como una categoría filosófica; y, por parte de San Bruno, respondiendo, además, a intereses de carácter pragmático.Como ejemplo del reconocimiento, y a la vez desconocimiento, de lo existente, que Feuerbach sigue compartiendo con nuestros adversarios, recordemos el pasaje de su "Filosofía del Futuro" en que sostiene y desarrolla que el ser de una cosa o del hombre es, al mismo tiempo, su esencia [23], que las determinadas relaciones que forman la existencia, el modo de vida y la actividad de un individuo animal o humano constituye aquello en que su «esencia» se siente satisfecha. Toda excepción se considera aquí, expresamente, como un accidente, como una anomalía que no puede hacerse cambiar. Por tanto, cuando millones de proletarios no se sienten satisfechos, ni mucho menos, con sus condiciones de vida, cuando su «ser» [29] no corresponde ni de lejos a su «esencia», trátase, con arreglo al mencionado pasaje, de una desgracia inevitable que, según se pretende, hay que soportar tranquilamente. Pero, estos millones de proletarios o comunistas razonan de manera muy distinta y lo probarán cuando llegue la hora, cuando de modo práctico, mediante la revolución, pongan su «ser» en correspondencia con su «esencia». En semejantes casos, Feuerbach jamás habla, por eso, del mundo del hombre, sino que busca refugio en la esfera de la naturaleza exterior y, además, una naturaleza que todavía no se halla sometida a la dominación de los hombres. Pero, con cada nuevo invento, con cada nuevo paso de la industria, se arranca un nuevo trozo de esta esfera, y el suelo en que crecen los ejemplos para semejante tesis de Feuerbach se reduce cada vez más. Limitémonos a una tesis: la «esencia» del pez es su «ser», el agua. La «esencia» del pez de río es el agua de río. Pero esta agua deja de ser su «esencia», se convierte ya en medio inadecuado para su existencia tan pronto como el río se ve sometido por la industria, tan pronto como se ve contaminado por los colorantes y otros desechos, como comienzan a surcarlo buques, como sus aguas se desvían por un canal, en el que se podrá privar al pez de su medio ambiente, interceptando el paso del agua. El calificar de anomalía inevitable todas las contradicciones de análogo género no se distingue, en esencia, del consuelo con que se dirige San Max Stirner a los que no estén satisfechos, diciéndoles que la contradicción es una contradicción propia de ellos, que esa mala situación es una mala situación propia de ellos y que ellos pueden resignarse a eso o quedarse con su descontento para sus adentros, o bien sublevarse de algún modo fantástico contra esa situación. Es igualmente poca la diferencia entre esta concepción de Feuerbach y el reproche de San Bruno: estas desafortunadas circunstancias, dice, se deben a que las víctimas de las mismas se han atascado en la basura

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de las «sustancias», no han llegado a la «autoconciencia absoluta» y no han comprendido que estas malas relaciones son espíritu de su espíritu.

NOTAS [i] Glosas marginales de Marx: «Liberación filosófica y real». «El hombre en general. El único. El individuo». «Condiciones geológicas hidrográficas, etc. El cuerpo humano. La necesidad y el trabajo». (N. de la Edit.)[ii] El manuscrito está deteriorada: falta la parte inferior de la hoja y una línea del texto. (N. de la Edit.)[iii] Glosa marginal de Marx: «Frases y movimiento real. Significación de las frases para Alemania». (N. de la Edit.)[iv] Glosa marginal de Marx: «El lenguaje es la lengua de la realidad». (N. de la Edit.)[v] Aquí faltan cinco páginas del manuscrito. (N. de la Edit.)[vi] En realidad. (N. de la Edit.)[vii] NB. El error de Fenerbach no consiste en subordinar lo que está a mano, la apariencia sensorial a la realidad sensorial, comprobada mediante la indagación más exacta de los hechos percibidos por los sentidos, sino en que no acierte a enjuiciar en última instancia los datos de los sentidos sin verlos con los «ojos», es decir, a través de las «gafas», del filósofo.[9] Se refiere al artículo de B. Bauer "Característica de Ludwig Feuerbach", inserto en la revista "Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, t. III, págs. 86-146.[viii] Goethe. "Fausto, Prólogo en los cielos". (N. de la Edit.)[ix] Generación espontánea. (N. de la Edit.)[xi] Luego sigue un texto tachado: «El que nos detengamos aquí, no obstante, en la historia más detalladamente, es porque los alemanes están acostumbrados a figurarse, al oír las palabras «historia» e «histórico», todo lo que se quiera menos la realidad, de lo cual ofrece un brillante ejemplo la «oratoría sagrada» de San Bruno». (N. de la Edit.)[xii] Glosa marginal de Marx: «Historia». (N. de la Edit.)[xiii] Cfr. el presente tomo, pág. 42. (N. de la Edit.)[xiv] Glosa marginal de Marx: «Hegel. Condiciones geológicas, hidrográficas, etc. Cuerpos humauos. Necesidad, trabajo». (N. de la Edit.)[10] Véase Hegel, "Filosofía de la Historia, Introducción, Base geográfica de la Historia Universal".[11] Se alude a una expresión que B. Bauer hace en su "Característica de Ludwig Feuerbach" ("Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, t. III, pág. 130).[xv] Glosa marginal de Marx: «Los hombres tienen historia porque se ven obligados a producir su vida y deben, además, producirla de un determinado modo: esta necesidad viene impuesta por su organización física, y otro tanto ocurre con su conciencia». (N. de la Edit.)[xvi] Luego, en el manuscrito sigue tachado: «Mi actitud hacia mi medio ambiente es mi conciencia» (N. de la Edit.)[xvii] Glosa marginal de Marx: «Coincide con ello la primera forma de ideólogos, los curas». (N. de la Edit.)[xviii] Glosa marginal de Marx: «Religión. Los alemanes con la ideología como tal». (N. de la Edit.)[xix] Glosa marginal tachada de Marx: «actividad y pensamiento, es decir, la actividad carente de pensamiento y el pensamiento carente de actividad». (N. de la Edit.)[12] "Deutsch-Französische Jahrbücher" ("Anales alemano-franceses") se publicaban en París bajo la dirección de C. Marx y A. Ruge en alemán. Salió sólo el primer número, doble, en febrero de 1844. Insertaba las obras de C. Marx "Contribución al problema hebreo" y "Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción", así como las de F. Engels "Esbozos para la crítica de la economía política" y "La situación de Inglaterra. Tomás Carlyle. Lo pasado y lo presente". Estos trabajos implicaban el paso definitivo de Marx y Engels al materialismo y el comunismo. La causa principal de que esta revista dejara de aparecer fueron las discrepancias esenciales entre Marx y el radical burgués Ruge.— 32, 517[xx] Estos dos párrafos están escritos con la mano de Engels al margen. (N. de la Edit.)[xxi] A este lugar, Marx añadió, al margen, un texto que en la presente edición se reproduce a continuación del párrafo, constituyendo los dos párrafos siguientes. (N. de la Edit.)[13] Esta deducción sobre la posibilidad de la victoria de la revolución proletaria sólo en el caso de que se hiciera simultáneamente en los países capitalistas adelantados y, por consiguiente, de la imposibilidad del triunfo de la revolución en un solo país, y que obtuvo la forma más acabada en el trabajo de Engels "Principios del comunismo" (1847) (véase el presente tomo, pág. 82) era acertada para el período del capitalismo premonopolista. Lenin, partiendo de la ley, que él descubrió, del desarrollo económico y político desigual del capitalismo en la época del imperialismo, llegó a la nueva conclusión de que era posible la victoria de la revolución socialista primero en varios países o incluso en uno solo, tomado por separado, y de que era imposible la victoria simultánea de la revolución en todos los países o en la mayoría de ellos. La fórmula de esta nueva deducción se dio por vez primera en el artículo de Lenin "La consigna de los Estados Unidos de Europa" (1915).— 34, 93, 277.[xxii] Encima de la continuación de este texto, que comienza en la página siguiente del manuscrito, figura una glosa de Marx: «Comunismo». (N. de la Edit.)[xxiii] En el manuscrito este párrafo viene introducido por Marx antes del primer párrafo de dicho apartado. (N. de la Edit.)[xxiv] Glosa marginal de Marx: «El intercambio y la fuerza productiva». (N. de la Edit.)[xxv] El final de la página del manuscrito está en blanco. Luego, en la página siguiente comienza la exposición de las conclusiones que se desprenden de la concepción materialista de la historia. (N. de la Edit.)[14] El sistema continental, o bloqueo continental: prohibición, declarada en 1806 por Napoleón I para los países del continente europeo de comerciar con Inglaterra. El bloqueo continental cayó después de la derrota de Napoleón en Rusia.[xxvi] Glosa marginal de Marx: «La producción de la conciencia». (N. de la Edit.)

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[xxvii] Glosa marginal de Marx: «Estos hombres están interesados en mantener el estado actual de la producción». (N. de la Edit.)[xxviii] Luego sigue un texto tachado: «una forma de actividad, en la que la dominación...» (N. de la Edit.)[xxix] Luego viene en el manuscrito un texto tachado: «Mientras todos los comunistas de Francia, lo mismo que de Inglaterra y Alemania, están de acuerdo desde hace mucho tiempo en cuanto a la necesidad de la revolución, San Bruno sigue soñando tranquilamente y considerando que el «humanismo real», es decir, el comunismo, se pone «en el lugar del espiritualismo» (que no ocupa lugar alguno) sólo para ganarse respeto. Y entonces, sigue en sus ensueños, «llegará, finalmente, la salvación, la tierra se trocará en cielo y el cielo, en tierra». (El teólogo no consigue olvidarse del cielo). «La alegría y la bienaventuranza sonarán como armonía celestial en la eternidad. (pág. 140) [Nota final 10]. El santo padre de la Iglesia quedará bastante sorprendido al sobrevenir inopinadamente para él el día del juicio final, en el que se realizará todo eso, el día caya aurora será el resplandor de las ciudades en llamas, cuando en medio de estas «armonías celestiales» sonará la melodía de "La Marsellesa" y la "Carmañola" acompañada inevitablemente del rugido de los cañones, marcando el tacto la guillotina, cuando la «masa» vil grite ça ira, ça ira y suprima la «autoconciencia» con la ayuda de los faroles [Nota final 16]. San Bruno no tiene el menor motivo para imaginarse el edificante cuadro de la «alegría y la bienaventuranza en la eternidad». Nos abstenemos de la satisfacción de delinear a priori la conducta de San Bruno el día del juicio final. Es difícil también decidir si cabe entender a los proletarios en revolución como «sustancia», como «masa» que quiere derrocar la crítica o como «emanación» del espíritu que todavía no posee la suficiente consistencia para digerir las ideas de Bauer». (N. de la Edit.)[15] "La Marsellesa", "La Carmagnola", "Ça ira": canciones revolucionarias del período de la revolución burguesa de fines del siglo XVIII en Francia. La última canción tenía el estribillo: «Ah! ça ira, ça ira. Les aristocrates à la lanterne!». («¡La cosa irá, la cosa irá. Los aristócratas, a la farola!»).[16] 17. Expresiones del libro de M. Stirner "El único y su propiedad" (M. Stirner. "Der Einzige und sein Eigenthum". Leipzig, 1845).[xxx] Expresión de B. Bauer. (N. de la Edit.)[xxxi] Glosa marginal de Marx: «La llamada historiografía objetiva consistía, precisamente, en concebir las relaciones históricas como algo aparte de la actividad. Carácter reaccionario». (N. de la Edit.)[17] Esta expresión es del artículo de B. Bauer "Características de Ludwig Feuerbach" (véase la revista "Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, t. III, pág. 139).[18] Expresión del libro de M. Stirner "El único y su propiedad".[19] "Hallische Jahrbücher" y "Deutsche Jahrbücher", título abreviado de la revista literario-filosófica de los jóvenes hegelianos que se publicaba en forma de hojas diarias en Leipzig desde enero de 1838 hasta junio de 1841. El título completo era "Hallische Jahrbücher für deutsche Wissenschaft und Kunst" (Anuario de Halle sobre problemas de la ciencia y el arte alemanes) y desde julio de 1841 hasta enero de 1843 con el título de "Deutsche Jahrbücher für Wissenschaft und Kunst" (Anuario alemán sobre problemas de la ciencia y el arte). En enero de 1843 fue suspendida por el gobierno.[xxxii] La palestra mundial. (N. de la Edit.)[xxxiii] Es decir, B. Bauer, L. Feuerbach y M. Stirner. (N. de la Edit.)[20] B. Bauer. "Geschichte der Politik, Cultur und Aufklärung der achtzehnten Jahrhunderts". Bd. 1-2, Charlottenburg, 1843-1845 (B. Bauer. "Historia de la política, la cultura y la instrucción del siglo dieciocho". Tomos 1-2, Charlottenburgo, 1843-1845).[21] "Canción del Rin": de la poesía "El Rin alemán" del poeta pequeñoburgués alemán N. Bekker, muy utilizada por los nacionalistas. Fue escrita en 1840 y desde entonces se le ha puesto muchas veces música.[22] Se alude al artículo de L. Feuerbach "Sobre la esencia del cristianismo", motivado por "El único y su propiedad", que se publicó en la revista "Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, t. II, págs. 193-205. El artículo termina así: «Por consiguiente, a F[euerbach] no se le puede llamar ni materialista, ni idealista, ni filósofo de la identidad. ¿Qué es, pues? Lo mismo en el pensamiento que en la realidad, así en el espíritu como en la carne, en su esencia sensorial: es una persona o, mejor dicho, ya que la esencia del hombre F. la supone sólo en la sociedad, es una persona social, un comunista».[23] L. Feuerbach. "Grundsätze der Philosophie der Zukunft". Zurich und Wintherthur, 1843, S. 47 (L. Feuerbach. "Tesis fundamentales de la filosofía del futuro". Zurich y Wintherthur, 1843, pág. 47).En sus notas, tituladas "Feuerbach" y destinadas, probablemente, para el primer capítulo del primer tomo de "La Ideología Alemana", Engels cita y comenta el lugar indicado del libro de Feuerbach:«El ser no es un concepto universal que se puede separar de las cosas. Forma un todo con lo existente... El ser es la posición de la esencia. Mi esencia es lo mismo que mi ser. El pez existe en el agua, pero de ese ser no se separa su esencia. La lengua identifica ya el ser y la esencia. Sólo en la vida de la humanidad, y aun así únicamente en los casos anormales, desdichados, el ser se separa de la esencia; aquí ocurre que la esencia del hombre no se halla allí donde él existe, sino debido precisamente a esta división, ya no se halla con su alma en el verdadero sentido allí donde se encuentra realmente su cuerpo. Tú estás sólo allí donde está Tu corazón. Pero todas las cosas, salvo los casos antinaturales, se hallan de buen grado allí donde se encuentran y son a gusto lo que son» (pág. 47).Excelente apología de lo existente. A excepción de los casos antinaturales y de algunos anormales. Tú te colocas de buen grado, en el séptimo año de vida, de guarda en una mina de hulla, pasas catorce horas al día solo en la oscuridad y ya que Tu ser es ése, ésa es también Tu esencia. Lo mismo ocurre al operario de la selfactina. Tu «esencia» es tal que debes someterte a alguna rama determinada del trabajo».

III

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1. LA CLASE DOMINANTE Y LA CONCIENCIA DOMINANTE. CÓMO SE HA FORMADO LA CONCEPCIÓN HEGELIANA DE LA DOMINACIÓN DEL ESPÍRITU EN LA HISTORIA

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, en una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como «ley eterna».La división del trabajo, con que nos encontrábamos ya más arriba (págs. [15-18]) [i] como una de las potencias fundamentales de la historia anterior, se manifiesta también en el seno de la clase dominante como división del trabajo espiritual y [31] material, de tal modo que una parte de esta clase se revela como la que da sus pensadores (los ideólogos conceptivos activos de dicha clase, que hacen del crear la ilusión de esta clase acerca de sí mismo su rama de alimentación fundamental), mientras que los demás adoptan ante estas ideas e ilusiones una actitud más bien pasiva y receptiva, ya que son en realidad los miembros activos de esta clase y disponen de poco tiempo para formarse ilusiones e ideas acerca de sí mismos. Puede incluso ocurrir que, en el seno de esta [[46]] clase, el desdoblamiento a que nos referimos llegue a desarrollarse en términos de cierta hostilidad y de cierto encono entre ambas partes, pero esta hostilidad desaparece por sí misma tan pronto como surge cualquier colisión práctica susceptible de poner en peligro a la clase misma, ocasión en que desaparece, asimismo, la apariencia de que las ideas dominantes no son las de la clase dominante, sino que están dotadas de un poder propio, distinto de esta clase. La existencia de ideas revolucionarias en una determinada época presupone ya la existencia de una clase revolucionaria, acerca de cuyas premisas ya hemos dicho más arriba (págs. [18-19, 22-23]) [ii] lo necesario.Ahora bien, si, en la concepción del proceso histórico, se separan las ideas de la clase dominante de esta clase misma; si se las convierte en algo aparte e independiente; si nos limitamos a afirmar que en una época han dominado tales o cuales ideas, sin preocuparnos en lo más mínimo de las condiciones de producción ni de los productores de estas ideas; si, por tanto, damos de lado a los individuos y a las situaciones universales que sirven de base a las ideas, podemos afirmar, por ejemplo, que en la época en que dominó la aristocracia imperaron las ideas del honor, la lealtad, etc., mientras que la dominación de la burguesía representó el imperio de las ideas de la libertad, la igualdad, etc. Así se imagina las cosas, por regla general, la propia clase dominante. Esta concepción de la historia, que prevalece entre todos los historiadores desde el siglo XVIII, tropezará necesariamente con el [32] caso de que imperan ideas cada vez más abstractas, es decir, que se revisten cada vez más de la forma de lo general. En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresando esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de la universalidad, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta. La clase revolucionaria aparece en un principio, ya por el solo hecho de contraponerse a una clase, no como clase, sino como representante de toda la sociedad, como toda la masa de la sociedad, frente a la clase única, a la clase dominante. [iii] Y puede hacerlo así, porque en los comienzos su interés se armoniza realmente todavía más o menos con el interés común de todas las demás clases no dominantes y, bajo la opresión de las relaciones existentes, no ha podido desarrollarse aún como el interés específico de una clase especial. Su triunfo aprovecha también, por tanto, a muchos

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individuos de las demás clases que no llegan a dominar, pero sólo en la medida en que estos individuos se hallen ahora en condiciones de elevarse hasta la clase dominante. Cuando la burguesía francesa derrocó el poder de la aristocracia, hizo posible con ello que muchos proletarios se elevasen por encima del proletariado, pero sólo los que pudieron llegar a convertirse en burgueses. Por eso, cada nueva clase instaura su dominación siempre sobre una base más extensa que la dominante con anterioridad a ella, lo que, a su vez, hace que, más tarde, se ahonde y agudice todavía más la oposición entre la clase no dominante y la dominante ahora. Y ambos factores hacen que la lucha que ha de librarse contra esta nueva clase dominante tienda, a su vez, a una negación más resuelta, más radical de los estados sociales anteriores [33] de la que pudieron expresar todas las clases que anteriormente habían aspirado al poder.Toda esta apariencia de que la dominación de una determinada clase no es más que la dominación de ciertas ideas, se esfuma, naturalmente, de por sí, tan pronto como la dominación de clases en general deja de ser la forma de organización de la sociedad; tan pronto como, por consiguiente, ya no es necesario presentar un interés particular como general o hacer ver que es «lo general», lo dominante.Una vez que las ideas dominantes se desglosan de los individuos dominantes y, sobre todo, de las relaciones que brotan de una fase dada del modo de producción, lo que da como resultado el que el factor dominante en la historia son siempre las ideas, resulta ya muy fácil abstraer de estas diferentes ideas el pensamiento, «la idea», etc., como lo que impera en la historia, presentando así todos estos conceptos e ideas concretos como «autodeterminaciones» del Concepto que se desarrolla por sí mismo en la historia. Así consideradas las cosas, es perfectamente natural también que todas las relaciones existentes entre los hombres se deriven del concepto del hombre, del hombre imaginario, de la esencia del hombre, del «Hombre». Así lo ha hecho, en efecto, la filosofía especulativa. El propio Hegel confiesa, al final de su "Filosofía de la Historia", que «sólo considera el desarrollo ulterior del concepto» y que ve y expone en la historia la «verdadera teodicea» (pág. 446). Pero, cabe remontarse, a su vez, a los productores del «concepto», a los teóricos, ideólogos y filósofos, y se llegará entonces a la conclusión de que los filósofos, los pensadores como tales, han dominado siempre en la historia; conclusión que, en efecto, según veremos, ha sido proclamada ya por Hegel [24].Por tanto, todo el truco que consiste en demostrar el alto imperio del espíritu en la historia (de la jerarquía, en Stirner) se reduce a los tres esfuerzos siguientes:Nº 1. Desglosar las ideas de los individuos dominantes, que dominan por razones empíricas, bajo condiciones empíricas y como individuos materiales, de estos individuos dominantes, reconociendo con ello el imperio de las ideas o las ilusiones en la historia.Nº 2. Introducir en este imperio de las ideas un orden, demostrar la existencia de una conexión mística entre las ideas sucesivamente dominantes, lo que se logra concibiéndolas como «autodeterminaciones del concepto» (lo que es posible porque estas ideas, por medio del fundamento empírico sobre que descansan, forman realmente una conexión y porque, concebidas como meras ideas, se convierten en autodistinciones, en distinciones establecidas por el propio pensamiento).Nº 3. Para eliminar la apariencia mística de este «concepto que se determina a si mismo», se lo convierte en una persona, «Autoconciencia» o, si se quiere aparecer como muy materialista, en una serie de personas representantes del «concepto» en la historia, en los «pensadores», los «filósofos», los ideólogos, concebidos a su vez como los productores de la historia, como el «Consejo de los Guardianes», como los dominantes [iv]. Con lo cual habremos eliminado de la historia todos los elementos materialistas y podremos soltar tranquilamente las riendas al potro especulativo.Este método histórico, que en Alemania ha llegado a imperar, y la causa de su dominio en este país, preferentemente, deben ser explicados en relación con las ilusiones de los ideólogos, en general, por ejemplo, con las ilusiones de los juristas y los políticos (incluyendo entre éstos a los estadistas prácticos), en relación con los dogmáticos ensueños y tergiversaciones de estos individuos. Estas ilusiones, ensueños e ideas tergiversadas se explican de un modo muy sencillo por la posición práctica de los mismos en la vida, por los negocios y por la división del trabajo existente.[35] Mientras que en la vida vulgar y corriente todo shopkeeper [v] sabe distinguir perfectamente entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser.

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NOTAS[i] Véase el presente tomo, págs. 29-33. (N. de la Edit.)[ii] Véase el presente tomo, págs. 34-35, 37-38. (N. de la Edit.)[iii] Glosa marginal de Marx «(La generalidad corresponde: 1) a la c]ase contra el estamento; 2) a la competencia, al intercambio mundial, etc.; 3) al gran contingente númerico de la clase dominante; 4) a la ilusión de los intereses comunes, en un principio, la ilusión es verdadera; 5) a la ilusión de los propios ideólogos y a la división del trabajo)». (N. de la Edit.)[iv] Glosa marginal de Marx: «El hombre como tal= al «espíritu humano pensador». (N. de la Edit.)[v] Tendero. (N. de la Edit.)[24] Marx y Engels se refieren al tercer capítulo del primer tomo de "La Ideología Alemana". Esta parte del capítulo sobre Feuerbach entraba en un principio en este tercer capítulo y seguía directamente al texto aludido aquí por Marx y Engels. En el citado lugar del tercer capítulo Marx y Engels citan la obra de Hegel "Filosofía de la Historia" y otras.

IV

1. INSTRUMENTOS DE PRODUCCIÓN Y FORMAS DE PROPIEDAD

[i]...De lo primero se desprende la premisa de una división del trabajo desarrollada y de un comercio extenso; de lo segundo, la localidad. En el primer caso, es necesario reunir a los individuos; en el segundo, se los encuentra ya como instrumentos de producción, junto al instrumento de producción mismo.Se manifiesta aquí, por tanto, la diferencia entre los instrumentos de producción naturales y los creados por la civilización. El campo (lo mismo que el agua, etc.) puede considerarse como instrumento natural de producción. En el primer caso, cuando se trata de un instrumento natural de producción, los individuos se ven subordinados a la naturaleza; en el segundo caso, a un producto del trabajo. Por eso, en el primer caso, la propiedad (propiedad territorial) aparece también como un poder directo y surgido de la naturaleza, y en el segundo caso como poder del trabajo, especialmente del trabajo acumulado, del capital. El primer caso presupone que los individuos aparezcan agrupados por cualquier vínculo, ya sea el de la familia, el de la tribu, el de la tierra, etc.; en el segundo caso, en cambio, se los supone independientes los unos de los otros y relacionados solamente por medio del intercambio. En el primer caso, el intercambio es, fundamentalmente, un intercambio entre los hombres y la naturaleza, en el que se trueca el trabajo de los primeros por los productos de la última; en el segundo caso trátase, más que nada, de intercambio entre los hombres. En el primer caso basta el sentido común y corriente, la actividad física no se ha separado aún del todo de la intelectual; en el segundo caso, tiene que haberse ya llevado prácticamente a cabo la división entre el trabajo físico y el intelectual. En el primer caso, el poder del propietario sobre quienes no lo son puede descansar en relaciones personales, en una especie de comunidad [Gemeinwesen]; en el segundo caso, tiene necesariamente que haber cobrado forma material en un tercer objeto, en el dinero. En el primer caso, existe la pequeña industria, pero subordinada al empleo del instrumento natural de producción y, por tanto, sin distribución del trabajo entre diferentes individuos; en el segundo caso, la industria se basa en la división del trabajo y sólo se realiza por medio de ésta.Hemos partido, hasta ahora, de los instrumentos de producción y ya aquí se nos ha revelado la necesidad de la propiedad privada para ciertas fases industriales. En la industrie extractive la propiedad privada coincide todavía con el trabajo; en la pequeña industria y en toda la agricultura hasta hoy día, la propiedad es consecuencia necesaria de los instramentos de producción existentes; sólo en la gran industria, la contradicción entre el instrumento de producción y la propiedad privada es un producto de la industria, y hace falta que, para poder engendrarlo, la gran industria se halle ya bastante desarrollada. Por tanto, sólo con ella surge la posibilidad de la abolición de la propiedad privada.

2. LA DIVISIÓN DEL TRABAJO MATERIAL Y MENTAL. LA SEPARACIÓN ENTRE LA CIUDAD Y EL CAMPO. EL SISTEMA GREMIAL

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La más importante división del trabajo físico e intelectual es la separación entre la ciudad y el campo. La oposición entre el campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribal al Estado, de la localidad a la nación, y se mantiene a lo largo de toda la historia de la civilización hasta llegar a nuestros días (anticorn-law-league [25]).Con la ciudad aparece la necesidad de la administración, de la policía, de los impuestos, etc., en una palabra, de la organización política comunal [des Gemeindwesens] y, por tanto, de la política en general. Se manifiesta aquí por vez primera la separación de la población en dos grandes clases, basada directamente en la división del trabajo y en los instrumentos de producción. La ciudad es ya obra de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital, del disfrute y de las necesidades, al paso que el campo sirve de exponente cabalmente al hecho contrario, al aislamiento y la soledad. La oposición entre la ciudad y el campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada. Es la expresión más palmaria del sometimiento del individuo a la división del trabajo, a una determinada actividad que le viene impuesta, sometimiento que convierte a unos en limitados animales urbanos y a otros en limitados animales rústicos, reproduciendo diariamente esta oposición de intereses. El trabajo vuelve a ser aquí lo fundamental, el poder sobre los individuos, y mientras exista este poder, tiene que existir necesariamente la propiedad privada. La abolición de la antítesis entre la ciudad y el campo es una de las primeras condiciones para la comunidad, condición que depende, a su vez, de una masa de premisas materiales, que no es posible alcanzar por obra de la simple voluntad, como cualquiera puede percibir a primera vista. (Estas condiciones habrán de ser examinadas más adelante). La separación entre la ciudad y el campo puede concebirse también como la separación entre el capital y la propiedad sobre la tierra, como el comienzo de una existencia y de un desarrollo del capital independientes de la propiedad territorial, es decir, de una propiedad basada solamente en el trabajo y en el intercambio.En las ciudades, que la Edad Media no heredó ya acabadas de la historia anterior, sino que surgieron como formaciones nuevas a base de los siervos de la gleba convertidos en hombres libres, el trabajo especial de cada uno de éstos era la única propiedad con que contaba, fuera del pequeño capital aportado por él y que no era otra cosa casi exclusivamente que las herramientas más necesarias. La competencia de los siervos fugitivos que constantemente afluían a la ciudad, la guerra continua del campo contra los centros urbanos y, como consecuencia de ello, la necesidad de un poder militar organizado por parte de las ciudades, el nexo de la propiedad en común sobre determinado trabajo, la necesidad de disponer de lonjas comunes para vender las mercaderías, en una época en que los artesanos eran al mismo tiempo commerçants, y la consiguiente exclusión de estas lonjas de los individuos que no pertenecían a la profesión, el antagonismo de intereses entre unos y otros oficios, la necesidad de proteger un trabajo aprendido con mucho esfuerzo y la organización feudal de todo el país: tales fueron las causas que movieron a los trabajadores de cada oficio a agruparse en gremios. No tenemos por qué entrar aquí en las múltiples modificaciones del régimen gremial, producto de la trayectoria histórica ulterior. La huida de los siervos de la gleba a las ciudades tuvo lugar durante toda la Edad Media. Estos siervos, perseguidos en el campo por sus señores, presentábanse individualmente en las ciudades, donde se encontraban con agrupaciones organizadas contra las que eran impotentes y en las que tenían que resignarse a ocupar el lugar que les asignaran la demanda de su trabajo y el interés de sus competidores urbanos, ya agremiados. Estos trabajadores, que afluían a la ciudad cada cual por su cuenta, no podían llegar a ser nunca una fuerza, ya que, si su trabajo era un trabajo gremial que tuviera que aprenderse, los maestros de los gremios se apoderaban de ellos y los organizaban con arreglo a sus intereses, y en los casos en que el trabajo no tuviera que aprenderse y no se hallara, por tanto, encuadrado en ningún gremio, sino que fuese simple trabajo de jornaleros, quienes lo ejercían no llegaban a formar ninguna organización y seguían siendo para siempre una muchedumbre desorganizada. Fue la necesidad del trabajo de los jornaleros en las ciudades la que creó esta plebe.Estas ciudades eran verdaderas «asociaciones» [26] creadas por la necesidad inmediata, por la preocupación de defender la propiedad y de multiplicar los medios de producción y los medios de defensa de los diferentes vecinos. La plebe de estas ciudades hallábase privada de todo poder, ya que se hallaba formada por un tropel de individuos extraños los unos a los otros y venidos allí cada uno por su cuenta, frente a los cuales se encontraba un poder organizado, militarmente pertrechado, que los miraba con malos ojos y los vigilaba celosamente. Los oficiales y aprendices de coda oficio se hallaban organizados como mejor cuadraba al interés de los maestros; la relación patriarcal que les unía a los maestros de los gremios dotaba a éstos de un

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doble poder, de una parte mediante su influencia directa sobre la vida toda de los oficiales y, de otra parte, porque para los oficiales que trabajaban con el mismo maestro éste constituía un nexo real de unión que los mantenía en cohesión frente a los oficiales de los demás maestros y los separaba de éstos; por último, los oficiales se hallaban vinculados a la organización existente por su interés en llegar a ser un día maestros. Esto explica por qué, mientras la plebe se lanzaba, por lo menos, de vez en cuando, a sublevaciones y revueltas contra toda esta organización urbana, las cuales, sin embargo, no surtían efecto alguno, por la impotencia de quienes las sostenían, los oficiales, por su parte, sólo se dejaran arrastrar a pequeños actos de resistencia y de protesta dentro de cada gremio, actos que son, en realidad, parte integrante de la existencia del propio régimen gremial. Las grandes insurrecciones de la Edad Media partieron todas del campo, pero, igualmente resultaron fallidas, debido precisamente a su dispersión y a la tosquedad inherente a la población campesina.El capital, en estas ciudades, era un capital natural, formado por la vivienda, las herramientas del oficio y la clientela tradicional y hereditaria; capital irrealizable por razón del incipiente intercambio y de la escasa circulación, y que se heredaba de padres a hijos. No era, como en los tiempos modernos, un capital tasable en dinero, en el que tanto da que se invierta en tales o en cuales cosas, sino un capital directamente entrelazado con el trabajo determinado y concreto de su poseedor e inseparable de él; era, por tanto, en este sentido, un capital de estamento.La división del trabajo entre los distintos gremios, en las ciudades, era todavía [completamente primitiva] [ii], y en los gremios mismos no existía para nada entre los diferentes trabajadores. Cada uno de éstos tenía que hallarse versado en toda una serie de trabajos y hacer cuanto sus herramientas le permitieran; el limitado intercambio y las escasas relaciones de unas ciudades con otras, la escasez de población y la limitación de las necesidades no permitían que la división del trabajo se desarrollara, razón por la cual quien quisiera llegar a ser maestro necesitaba dominar todo el oficio. De aquí que todavía encontremos en los artesanos  medievales cierto interés por su trabajo especial y por su destreza para ejercerlo, destreza que puede, incluso, llegar hasta un sentido artístico limitado. Pero a esto se debe también el que los artesanos medievales viviesen totalmente consagrados a su trabajo, mantuviesen una resignada actitud de vasallaje con respecto a él y se viesen enteramente absorbidos por sus ocupaciones, mucho más que el obrero moderno, a quien su trabajo le es indiferente.

3. PROSIGUE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO. EL COMERCIO SE SEPARA DE LA INDUSTRIA. DIVISIÓN DEL TRABAJO ENTRE LAS DISTINTAS CIUDADES. LA MANUFACTURA

El paso siguiente, en el desarrollo de la división del trabajo, fue la separación entre la producción y el trato, la formación de una clase especial de comerciantes, separación que en las ciudades tradicionales (en las que, entre otras cosas, existían judíos) se había heredado del pasado y que en las ciudades recién fundadas no tardó en aparecer. Se establecía con ello la posibilidad de relaciones comerciales que fuesen más allá de los ámbitos inmediatos, posibilidad cuya realización dependía de los medios de comunicación existentes, del estado de seguridad pública logrado en el país y condicionado por las circunstancias políticas (sabido es que en toda la Edad Media los mercaderes hacían sus recorridos en caravanas armadas) y de las necesidades más primitivas o más desarrolladas de las zonas asequibles al comercio, con arreglo a su correspondiente grado de cultura.Al centrarse el trato en manos de una clase especial y al extenderse el comercio, por medio de los mercaderes, hasta más allá de la periferia inmediata a la ciudad, se opera inmediatamente una relación de interdependencia entre la producción y el trato. Las ciudades se relacionan unas con otras, se llevan de una ciudad a otra nuevos instrumentos de trabajo, y la separación entre la producción y el intercambio no tarda en provocar una nueva división de la producción entre las distintas ciudades, y pronto vemos que cada una de ellas tiende a explotar, predominantemente, una rama industrial. La limitación inicial a una determinada localidad comienza a desaparecer poco a poco.El que las fuerzas productivas obtenidas en una localidad, y principalmente los inventos, se pierdan o no para el desarrollo ulterior, dependerá exclusivamente de la extensión del trato. Cuando aún no existe un

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intercambio que trascienda más allá de la vecindad más inmediata, cada invento tiene que hacerse en cada localidad, y bastan los simples accidentes fortuitos, tales como las irrupciones de los pueblos bárbaros e incluso las guerras habituales, para reducir las fuerzas productivas y las necesidades de un país a un punto en que se vea obligado a comenzar todo de nuevo. En los inicios de la historia, todos los inventos tenían que hacerse diariamente de nuevo y en cada localidad, con independencia de las otras. Cuán poco seguras se hallaban de una destrucción total las fuerzas productivas pobremente desarrolladas, aun en casos en que el comercio había logrado una relativa extensión, lo muestran los fenicios [iii], cuyas invenciones desaparecieron en su mayoría por largo tiempo al ser desplazada esta nación del comercio, avasallada por Alejandro y al sobrevenir la consiguiente decadencia. Y lo mismo ocurrió en la Edad Media, por ejemplo, con la industria del cristal policromado. La conservación de las fuerzas productivas obtenidas sólo se garantiza al adquirir carácter universal el intercambio, al tener como base la gran industria y al incorporarse todas las naciones a la lucha de la competencia.La división del trabajo entre las diferentes ciudades trajo como consecuencia inmediata el nacimiento de las manufacturas, como ramas de producción que se salían ya de los marcos del régimen gremial. El primer florecimiento de las manufacturas —en Italia, y más tarde en Flandes— tuvo como premisa histórica el intercambio con naciones extranjeras. En otros países —en Inglaterra y Francia, por ejemplo—, las manufacturas comenzaron limitándose al mercado interior. Aparte de las premisas ya indicadas, las manufacturas presuponen una concentración ya bastante avanzada de la población —sobre todo en el campo— y del capital, que conienza a reunirse en pocas manos, ya en los gremios, a despecho de las ordenanzas gremiales, ya entre los comerciantes.El trabajo que desde el primer momento presuponía el funcionamiento de una máquina, siquiera fuese la más rudimentaria, no tardó en revelarse como el más susceptible de desarrollo. El primer trabajo que se vio impulsado y adquirió nuevo desarrollo mediante la extensión del intercambio fue la tejeduría, que hasta entonces venían ejerciendo los campesinos como actividad accesoria, para procurarse las necesarias prendas de vestir. La tejeduría fue la primera y siguió siendo luego la más importante de todas. La demanda de telas para vestir, que crecía a medida que aumentaba la población, la incipiente acumulación y movilización del capital natural por efecto de la circulación acelerada y la necesidad de cierto lujo, provocada por todos estos factores y propiciada por la gradual expansión del intercambio, imprimieron al arte textil un impulso cuantitativo y cualitativo que lo obligó a salirse del marco de la forma de producción tradicional.   Junto a los campesinos que tejían para atender a sus propias necesidades, los cuales siguieron existiendo y existen todavía hoy, apareció en las ciudades una nueva clase de tejedores que destinaban todos sus productos al mercado interior y, muchas veces, incluso a los mercados de fuera.La tejeduría, que en la mayoría de los casos requería poca destreza y que no tardó en desdoblarse en una serie infinita de ramas, se resistía por su propia naturaleza a soportar las trabas del régimen gremial. Esto explica por qué los tejedores trabajaban casi siempre en aldeas y en zonas de mercado sin organización gremial, que poco a poco fueron convirtiéndose en ciudades y que no tardaron en figurar, además, entre las más florecientes de cada país.Con la manufactura exenta de las trabas gremiales cambiaron también las relaciones de propiedad. El primer paso para superar el capital natural de estamento se había dado al aparecer los comerciantes, cuyo capital fue desde el primer momento un capital móvil, es decir, un capital en el sentido moderno de la palabra, en la medida en que ello era posible en las circunstancias de aquel entonces. El segundo paso de avance lo dio la manufactura, que a su vez movilizó una masa del capital natural e incrementó en general la masa del capital móvil frente a la de aquél.Y la manufactura se convirtió, al mismo tiempo, en el refugio de los campesinos contra los gremios a que ellos no tenían acceso o que les pagaban mal, lo mismo que en su tiempo las ciudades dominadas por los gremios habían brindado a la población campesina refugio contra [la nobleza rural que la oprimía] [iv].El comienzo de las manufacturas trajo consigo, además, un período de vagabundaje, provocado por la supresión de las mesnadas feudales, por el licenciamiento de los ejércitos que habían servido a los reyes contra los vasallos, por los progresos de la agricultura y la transformación de grandes extensiones de tierras de labor en pasturas. Ya esto sólo demuestra que la aparición de este vagabundaje coincide exactamente con la desintegración del feudalismo. En el siglo XIII nos encontramos ya con determinados períodos de este tipo, aunque el vagabundaje sólo se generaliza y se convierte en un fenómeno permanente a fines del XV y

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comienzos del XVI. Tan numerosos eran estos vagabundos, que Enrique VIII de Inglaterra, para no citar más que a este monarca, mandó ahorcar a 72.000. Hubo que vencer enormes dificultades y una larguísiina resistencia hasta lograr que estas grandes masas de gentes llevadas a la miseria extrema se decidieran a trabajar. El rápido florecimiento de las manufacturas, sobre todo en Inglaterra, fue absorbiéndolas, poco a poco.La manufactura lanzó a las diversas naciones al terreno de la competencia, a la lucha comercial, ventilada en forma de guerras, aranceles proteccionistas y prohibiciones, al paso que antes las naciones, cuando se hallaban en contacto, mantenían entre sí un inofensivo intercambio comercial. A partir de ahora, el comercio adquiere una significación política.La manufactura trajo consigo, al mismo tiempo, una actitud distinta del trabajador ante el patrono. En los gremios persistía la vieja relación patriarcal entre oficiales y maestros; en la manufactura esta relación fue suplantada por la relación monetaria entre el trabajador y el capitalista; en el campo y en las pequeñas ciudades, esta relación seguía teniendo un color patriarcal, pero en las grandes ciudades, en las ciudades manufactureras por excelencia, perdió en seguida, casi en absoluto, ese matiz.La manufactura y, en general, el movimiento de la producción experimentaron un auge enorme gracias a la expansión del trato como consecuencia del descubrimiento de América y de la ruta marítima hacia las Indias orientales. Los nuevos productos importados de estas tierras, y principalmente las masas de oro y plata lanzadas a la circulación, hicieron cambiar totalmente la posición de unas clases con respecto a otras y asestaron un rudo golpe a la propiedad feudal de la tierra y a los trabajadores, al paso que las expediciones de aventureros, la colonización y, sobre todo, la expansión de los mercados hacia el mercado mundial, que ahora se hacía posible y se iba realizando día tras día, daban comienzo a una nueva fase del desarrollo histórico, en la que en general no hemos de detenernos aquí. La colonización de los países recién descubiertos sirvió de nuevo incentivo a la lucha comercial entre las naciones y le dio, por tanto, mayor extensión y mayor encono.La expansión del comercio y de la manufactura sirvió para acelerar la acumulación del capital móvil, mientras en los gremios, en los que nada estimulaba la ampliación de la producción, el capital natural permanecía estable o incluso decrecía. El comercio y la manufactura crearon la gran burguesía, al paso que en los gremios se concentraba la pequeña burguesía, que ahora ya no seguía dominando, como antes, en las ciudades, sino que tenía que inclinarse bajo la dominación de los grandes comerciantes y manufactureros [v]. De ahí la decadencia de los gremios en cuanto entraban en contacto con la manufactura.Durante la época de que hablamos, las relaciones entre las naciones adquieren dos formas distintas. Al principio, la escasa cantidad de oro y plata circulantes condicionaba la prohibición de exportar estos metales, y la industria, generalmente importada del extranjero e impuesta por la necesidad de dar ocupación a la creciente población urbana, no podía desenvolverse sin un régimen de protección, que, naturalmente, no iba dirigido solamente contra la competencia interior, sino también, y fundamentalmente, contra la competencia de fuera. El privilegio local de los gremios hacíase extensivo, en estas prohibiciones primitivas, a toda la nación. Los aranceles aduaneros surgieron de los tributos que los feudales cobraban a los comerciantes que atravesaban sus dominios, redimiéndose de ese modo del saqueo, tributos que más tarde cobraban también las ciudades y que, al surgir los Estados modernos, han sido el recurso más al alcance de la mano del fisco para obtener dinero.La aparición del oro y la plata de América en los mercados europeos, el desarrollo gradual de la industria, el rápido auge del comercio y, como consecuencia de ello, el florecimiento de la burguesía no gremial y la propagación del dinero, dieron a todas estas medidas una significación distinta. El Estado, que cada día podía prescindir menos del dinero, mantuvo ahora, por razones de orden fiscal, la prohibición de exportar oro y plata; los burgueses, que veían su gran objetivo de acaparación en estas masas de dinero lanzadas ahora nuevamente sobre el mercado, sentíanse plenamente satisfechos con ello; los anteriores privilegios, vendidos por dinero, convirtiéronse en fuente de ingresos para el gobierno; surgieron en la legislación aduanera los aranceles de exportación que, interponiendo un obstáculo en el camino de la industria, perseguían fines puramente fiscales.El segundo período comenzó a mediados del siglo XVII y duró casi hasta finales del XVIII. El comercio y la navegación habíanse desarrollado más rápidamente que la manufactura, la cual desempeñaba un papel secundario; las colonias comenzaron a convertirse en importantes consumidores y las diferentes naciones

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fueron tomando posiciones, mediante largas luchas, en el mercado mundial que se abría. Este período comienza con las leyes de navegación y los monopolios coloniales. La competencia entre unas y otras naciones era eliminada, dentro de lo posible, por medio de aranceles, prohibiciones y tratados; en última apelación, la lucha de competencia se libraba y decidía por medio de la guerra (principalmente, de la guerra marítima). La nación más poderosa en el mar, Inglaterra, mantenía su supremacía en el comercio y en la manufactura. Vemos ya aquí la concentración en un solo país.La manufactura había disfrutado de una constante protección, por medio de aranceles proteccionistas en el mercado interior, mediante monopolios en el mercado colonial y, en el mercado exterior, llevando hasta el máximo las tarifas aduaneras diferenciales. Se favorecía la elaboración de las materias primas producidas en el propio país (lana y lino en Inglaterra, seda en Francia), prohibiéndose su exportación (la de la lana, en Inglaterra), a la par que se descuidaba o se perseguía la exportación de la materia prima importada (así, en Inglaterra, del algodón). Como es natural, la nación predominante en el comercio marítimo y como potencia colonial procuró asegurarse también la mayor extensión cuantitativa y cualitativa de la manufactura. Esta no podía en modo alguno prescindir de un régimen de protección, ya que fácilmente podía perder su mercado y verse arruinada por los más pequeños cambios producidos en otros países; era fácil introducirla en un país de condiciones hasta cierto punto favorables, pero esto mismo hacía que fuese también fácil destruirla. Pero, al mismo tiempo, merced a los métodos de funcionamiento en el país, principalmente en el siglo XVIII, la manufactura se entrelazaba de tal modo con las relaciones de vida de una gran masa de individuos, que ningún país podía aventurarse a poner en juego su existencia abriendo el paso a la libre competencia. Dependía, enteramente, por tanto, en cuanto se la llevaba hasta la exportación, de la expansión o la restricción del comercio y ejercía sobre éste un efecto relativamente muy pequeño. De aquí su significación secundaria y de aquí también la influencia de los comerciantes en el siglo XVIII. Eran los comerciantes, y sobre todo los armadores de buques; los que por encima de los demás acuciaban para conseguir protección del Estado y monopolios; y aunque también los manufactureros, es cierto, demandaban y conseguían medidas proteccionistas, marchaban constantemente, en cuanto a importancia política, a la zaga de los comerciantes. Las ciudades comerciales, y principalmente las ciudades marítimas, convirtiéronse en cierto modo en centros civilizados y de la gran burguesía, al paso que en las ciudades fabriles persistía la pequeña burguesía. Cfr. Aikin, etc. [27]. El siglo XVIII fue el siglo del comercio. Así lo dice expresamente Pinto: «Le commerce fait la marotte du siècle» [vi] y «Depuis quelque temps il n'est plus question que de commerce, de navigation et de marine» [vii] [28].Sin embargo, el movimiento del capital, aunque notablemente acelerado, siguió manteniéndose relativamente lento. El desperdigamiento del mercado mundial en diferentes partes, cada una de ellas explotada por una nación distinta, la eliminación de la competencia entre las naciones, el desmaño de la misma produeción y el régimen monetario, que apenas comenzaba a salir de sus primeras fases, entorpecían bastante la circulación. Consecuencia de ello era aquel sucio y mezquino espíritu de tendero que permanecía adherido todavía a todos los comerciantes y al modo y al estilo de la vida comercial en su conjunto. Comparados con los manufactureros, y sobre todo con los artesanos, estos mercaderes eran, indudablemente, burgueses y grandes burgueses pero en comparación con los comerciantes e industriales del período siguiente, no pasaban de pequeños burgueses. Cfr. A. Smith [29].Este período se caracteriza también por el cese de las prohibiciones de exportación de oro y plata, por el nacimiento del comercio de dinero, la aparición de los bancos, de la deuda pública, del papel-moneda, de las especulaciones con acciones y valores, del agiotaje en toda clase de artículos y del desarrollo del dinero en general. El capital vuelve a perder ahora gran parte del carácter natural que todavía le queda.

4. LA MÁS EXTENSA DIVISIÓN DEL TRABAJO. LA GRAN INDUSTRIA

La concentración del comercio y de la manufactura en un país —Inglaterra— mantenida y desarrollada incesantemente a lo largo del siglo XVII, fue creando para este país poco a poco un relativo mercado mundial y, con ello, una demanda para los productos manufactureros de este mismo país, que las anteriores fuerzas productivas de la industria no alcanzaban ya a satisfacer. Y esta demanda, que rebasaba la capacidad de las fuerzas productivas, fue la fuerza propulsora que dio nacimiento al tercer período de la propiedad

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privada desde la Edad Media, creando la gran industria y, con ella, la aplicación de las fuerzas naturales a la producción industrial, la maquinaria y la más extensa división del trabajo. Las restantes condiciones de esta nueva fase —la libertad de competencia dentro del país, el desarrollo de la mecánica teórica (la mecánica llevada a su apogeo por Newton había sido la ciencia más popular de Francia e Inglaterra, en el siglo XVIII), etc.— existían ya en Inglaterra. (La libre concurrencia en el seno del país hubo de ser conquistada en todas partes por una revolución: en 1640 y 1688 en Inglaterra, en 1789 en Francia.)La competencia obligó en seguida a todo país deseoso de conservar su papel histórico a proteger sus manufacturas por medio de nuevas medidas arancelarias (ya que los viejos aranceles resultaban insuficientes frente a la gran industria), y poco después a introducir la gran industria al amparo de arancelas proteccionistas.  Pese a estos recursos protectores, la gran industria universalizó la competencia (la gran industria es la libertad práctica de comercio, y los aranceles proteccionistas no pasan de ser, en ella, un paliativo, un dique defensivo dentro de la libertad comercial), creó los medios de comunicación y el moderno mercado mundial, sometió a su férula el comercio, convirtió todo el capital en capital industrial y engendró, con ello, la rápida circulación (el desarrollo del sistema monetario) y la centralización de los capitales. Por medio de la competencia universal obligó a todos los individuos a poner en tensión sus energías hasta el máximo. Destruyó donde le fue posible la ideología, la religión, la moral, etc., y, donde no pudo hacerlo, las convirtió en una mentira palpable. Creó por vez primera la historia universal, haciendo que toda nación civilizada y todo individuo, dentro de ella, dependiera del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades y acabando con el exclusivismo natural y primitivo de naciones aisladas, que hasta ahora existía. Colocó la ciencia de la naturaleza bajo la férula del capital y arrancó a la división del trabajo la última apariencia de un régimen natural. Acabo, en términos generales, con todas las relaciones naturales, en la medida en que era posible hacerlo dentro del trabajo, y redujo todas las relaciones naturales a relaciones basadas en el dinero. Creo, en vez de las ciudades formadas naturalmente, las grandes ciudades industriales modernas, que surgían de la noche a la mañana. Destruyó, donde quiera que penetrase, la artesanía y todas las fases anteriores de la industria. Puso cima al triunfo de la ciudad comercial sobre el campo. Su [primera premisa] [viii] era el sistema automático. [Su desarrollo] [ix] engendró una masa de fuerzas productivas que encontraban en la propiedad privada una traba entorpecedora, como los gremios lo habían sido para la manufactura y la pequeña explotación agrícola para los avances de la artesanía. Estas fuerzas productivas, bajo el régimen de la propiedad privada, sólo experimentaban un desarrollo unilateral, se convertían para la mayoría en fuerzas destructivas y gran cantidad de ellas ni siquiera podían llegar a aplicarse con la propiedad privada. La gran industria creaba por doquier, en general, las mismas relaciones entre las clases de la sociedad, destruyendo con ello el carácter propio y peculiar de las distintas nacionalidades. Finalmente, mientras la burguesía de cada nación seguía manteniendo sus intereses nacionales aparte, la gran industria creaba una clase que en todas las naciones se movía por el mismo interés y en la que quedaba ya destruida toda nacionalidad; una clase que se desentendía realmente de todo el viejo mundo y que, al mismo tiempo, se le enfrentaba. La gran industria hacía  insoportable al obrero no sólo la relación con el capitalista, sino incluso el mismo trabajo.Huelga decir que la gran industria no alcanza el mismo nivel de desarrollo en todas y cada una de las localidades de un país. Sin embargo, esto no detiene el movimiento de clase del proletariado, ya que los proletarios engendrados por la gran industria se ponen a la cabeza de este movimiento y arrastran consigo a toda la masa, y puesto que los obreros eliminados por la gran industria se ven empujados por ésta a una situación de vida aún peor que la de los obreros de la gran industria misma. Y, del mismo modo, los países en que se ha desarrollado una gran industria influyen sobre los países plus ou moins [x] no industriales, en la medida en que éstos se ven impulsados por el intercambio mundial a la lucha universal de competencia.* * *Estas diferentes formas [de producción] son otras tantas formas de la organización del trabajo y, por tanto, de la propiedad. En todo período se ha dado una agrupación de las fuerzas productivas existentes, siempre y cuando que así lo exigieran e impusieran las necesidades.——————

5. LA CONTRADICCIÓN ENTRE LA FUERZAS PRODUCTIVAS Y LA FORMA DE RELACIÓN, COMO BASE DE LA REVOLUCIÓN SOCIAL

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La contradicción entre las fuerzas productivas y la forma de relación que, como veíamos, se ha producido ya repetidas veces en la historia anterior, pero sin llegar a poner en peligro la base de la misma, tenía que traducirse necesariamente, cada vez que eso ocurría, en una revolución, pero adoptando al mismo tiempo diversas formas accesorias, como totalidad de colisiones, colisiones entre diversas clases, contradicción de las conciencias, lucha de ideas, etc., lucha política, etc. Desde un punto de vista limitado, cabe destacar una de estas formas accesorias y considerarla como la base de estas revoluciones, cosa tanto más fácil cuanto que los mismos individuos que sirven de punto de partida a las revoluciones se hacen ilusiones acerca de su propia actividad, con arreglo a su grado de cultura y a la fase del desarrollo histórico de que se trata.———————Todas las colisiones de la historia nacen, pues, según nuestra concepción, de la contradicción entre las fuerzas productivas y la forma de relación. Por lo demás, no es necesario que esta contradicción, para provocar colisiones en un país, se agudice precisamente en este país mismo. La competencia con países industrialmente más desarrollados, provocada por un mayor intercambio internacional, basta para engendrar también una contradicción semejante en países de industria menos desarrollada (así, por ejemplo, el proletariado latente en Alemania se ha puesto de manifiesto por la competencia de la industria inglesa).

6. LA COMPETENCIA DE LOS INDIVIDUOS Y LA FORMACIÓN DE LAS CLASES. EL DESARROLLO DE LA OPOSICIÓN ENTRE LOS INDIVIDUOS Y LAS CONDICIONES DE SU VIDA. LA COMUNIDAD ILUSORIA DE LOS INDIVIDUOS EN LA SOCIEDAD BURGUESA Y LA UNIDAD EFECTIVA DE LOS INDIVIDUOS EN LA SOCIEDAD COMUNISTA. EL SOMETIMIENTO DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA SOCIEDAD AL PODER DE LOS INDIVIDUOS UNIDOS

La competencia aísla a los individuos, no sólo a los burgueses, sino aún más a los proletarios, enfrentándolos los unos con los otros, a pesar de que los aglutine. De aquí que tenga que pasar largo tiempo antes de que estos individuos puedan agruparse, aparte de que para dicha agrupación —si ésta no ha de ser puramente local— tiene que empezar cuando la gran industria ofrezca los medios necesarios, las grandes ciudades industriales y los medios de comunicación baratos y rápidos, razón por la cual sólo es posible vencer tras largas luchas a cualquier poder organizado que se enfrente a estos individuos aislados, que viven en condiciones que reproducen diariamente su aislamiento. Pedir lo contrario sería tanto como pedir que la competencia no existiera en esta determinada época histórica o que los individuos se quitaran de la cabeza las relaciones sobre las que, como individuos aislados, no tienen el menor control.———————-La construcción de viviendas. De suyo se entiende que entre los salvajes cada familia tiene su cueva o cabaña propia, lo mismo que los nómadas poseen su tienda. Esta economía doméstica individual se hace todavía más necesaria en virtud del ulterior desarrollo de la propiedad privada. Entre los pueblos agrícolas, la economía doméstica en común es tan imposible como el cultivo de la tierra en común. Un gran paso adelante ha sido la construcción de las ciudades. No obstante, en todos los períodos anteriores, la abolición de la economía individual, inseparable de la supresión de la propiedad privada, era imposible ya por la sencilla razón de que no existían para ello las condiciones materiales. La organización de la economía doméstica en común implica el desarrollo de la maquinaria, la utilización de las fuerzas naturales y de muchas otras fuerzas productivas, como, por ejemplo, el agua corriente en las casas, el alumbrado de gas, la calefacción de vapor, etc., la supresión de la [oposición] entre la ciudad y el campo. Sin estas condiciones, la economía común no llegará, a su vez, a ser una nueva fuerza productiva, estará privada de toda base material, se asentará en una base puramente teórica, es decir, será un mero capricho y no conducirá más que a una economía de monasterio. No ha sido posible más que la concentración en las ciudades y la construcción de edificios comunales para varios fines concretos (cárceles, cuarteles, etc.). Por supuesto, la supresión de la economía individual es inseparable de la supresión [Aufhebung] de la familia.———————-

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(La tesis que con tanta frecuencia encontramos en San Max y según la cual todo lo que cada uno es lo es por medio del Estado, es en el fondo la misma que la que sostiene que el burgués no es más que un ejemplar del género burgués, tesis en la que se presupone que la clase burguesa existía ya antes que los individuos que la integran [xi].)En la Edad Media, los vecinos de cada ciudad veíanse obligados a agruparse en contra de la nobleza rural, para defender su pellejo; la expansión del comercio y el desarrollo de las comunicaciones empujaron a cada ciudad a conocer a otras, que habían hecho valer los mismos intereses, en lucha contra el mismo adversario. De las muchas vecindades locales de las diferentes ciudades fue surgiendo así, paulatinamente, la clase de vecinos de la ciudad, del burgo, o burgueses. Las condiciones de vida de los diferentes burgueses o vecinos de los burgos o ciudades, empujadas por su oposición a las relaciones existentes o por el tipo de trabajo que ello imponía, convertíanse al mismo tiempo en condiciones comunes a todos ellos e independientes de cada individuo. Los vecinos de las ciudades fueron creando estas condiciones al separarse de las agrupaciones feudales, a la vez que fueron creados por ellas, por cuanto que se hallaban condicionados por su oposición al feudalismo, con el que se habían encontrado. Al entrar en contacto unas ciudades con otras, estas condiciones comunes se desarrollaron hasta convertirse en condiciones de clase. Idénticas condiciones, idénticas antítesis e idénticos intereses tenían necesariamente que provocar en todas partes, muy a grandes rasgos, idénticas costumbres. La burguesía misma comienza a desarrollarse poco a poco con sus condiciones, se escinde luego, bajo la acción de la división del trabajo, en diferentes fracciones y, por último, absorbe todas las clases [xii] poseedoras con que se había encontrado al nacer (al paso que hace que la mayoría de la clase desposeída con que se encuentra y una parte de la clase poseedora anterior se desarrollen para formar una nueva clase, el proletariado), en la medida en que toda la propiedad anterior se convierte en capital industrial o comercial.Los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase, pues de otro modo ellos mismos se enfrentan los unos con los otros, hostilmente, en el plano de la competencia. Y, de otra parte, la clase se sustantiva, a su vez, frente a los individuos que la forman, de tal modo que éstos se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas; se encuentran con que la clase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella. Es el mismo fenómeno que el sometimiento de los diferentes individuos a la división del trabajo, y para eliminarlo no hay otro camino que la abolición de la propiedad privada y del trabajo mismo [xiii]. Ya hemos indicado varias veces cómo este sometimiento de los individuos a la clase se desarrolla hasta convertirse, al mismo tiempo, en un sometimiento a diversas ideas, etc.Si consideramos filosóficamente este desarrollo de los individuos en las condiciones comunes de existencia de los estamentos y las clases que se suceden históricamente y con arreglo a las ideas generales que de este modo se les han impuesto, llegamos fácilmente a imaginarnos que en estos individuos se ha desarrollado el Género o el Hombre o que ellos han desarrollado al Hombre; un modo de imaginarse éste que se da de bofetadas con la historia. Luego, podemos concebir estos diferentes estamentos y clases como especificaciones del concepto general, como variedad del Género, como fases de desarrollo del Hombre.Esta inclusión de los individuos en determinadas clases no podrá superarse, en efecto, hasta que se forme una clase que no tenga ya por qué oponer ningún interés especial de clase a la clase dominante.——————La transformación de las fuerzas (relaciones) personales en materiales por obra de la división del trabajo no puede revocarse quitándose de la cabeza la idea general acerca de ella, sino haciendo que los individuos sometan de nuevo a su mando estos poderes materiales y supriman la división del trabajo [xiv]. Y esto no es posible hacerlo sin la comunidad. Solamente dentro de la comunidad tiene todo individuo los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal. En los sustitutivos de la comunidad que hasta ahora han existido, en el Estado, etc., la libertad personal sólo existía para los individuos desarrollados dentro de las relaciones de la clase dominante y sólo tratándose de individuos de esta clase. La aparente comunidad en que se han asociado hasta ahora los individuos ha cobrado siempre una existencia propia e independiente frente a ellos y, por tratarse de la asociación de una clase en contra de otra, no sólo era, al mismo tiempo, una comunidad puramente ilusoria para la clase dominada, sino también una nueva traba. Dentro de la comunidad real, los individuos adquieren, al mismo tiempo, su libertad al asociarse y por medio de la asociación.

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Los individuos han partido siempre de sí mismos, aunque naturalmente, dentro de sus condiciones y relaciones históricas dadas, y no del individuo «puro», en el sentido de los ideólogos. Pero, en el curso del desarrollo histórico, y precisamente por medio de la sustantivación de las relaciones sociales que es inevitable dentro de la división del trabajo, se acusa una diferencia entre la vida de cada individuo, en cuanto se trata de su vida personal, y esa misma vida supeditada a una determinada rama del trabajo y a las correspondientes condiciones. (Lo que no debe entenderse en el sentido de que, por ejemplo, el rentista, el capitalista, etc., dejen de ser personas, sino en el de que su personalidad se halla condicionada y determinada por relaciones de clase muy concretas, y la diferencia sólo se pone de manifiesto en contraposición con otra clase y, con respecto a ellas mismas, solamente cuando se presenta la bancarrota). En el estamento (y más todavía en la tribu) esto aparece aún velado; y así, por ejemplo, un noble sigue siendo un noble y un plebeyo un plebeyo, independientemente de sus otras relaciones, por ser aquélla una cualidad inseparable de su personalidad. La diferencia del individuo personal con respecto al individuo de clase, el carácter fortuito de las condiciones de vida para el individuo, sólo se manifiestan con la aparición de la clase, que es, a su vez, un producto de la burguesía. La competencia y la lucha de unos individuos con otros es la que engendra y desarrolla este carácter fortuito en cuanto tal. Por eso en la imaginación, los individuos, bajo el poder de la burguesía, son más libres que antes, porque sus condiciones de vida son, para ellos, algo puramente fortuito; pero, en la realidad, son, naturalmente, menos libres, ya que se hallan más supeditados a un poder material. La diferencia del estamento se manifiesta, concretamente, en la antítesis de burguesía y proletariado. Al aparecer el estamento de los vecinos de las ciudades, las corporaciones, etc., frente a la nobleza rural, sus condiciones de existencia, la propiedad mobiliaria y el trabajo artesanal, que existían ya de un modo latente antes de su separación de la asociación feudal, aparecieron como algo positivo, que se hacían valer frente a la propiedad inmueble feudal, y ésta era la razón de que volvieran a revestir en su modo, primeramente, la forma feudal. Es cierto que los siervos de la gleba fugitivos consideraban a su servidumbre anterior como algo fortuito en su personalidad. Pero, con ello no hacían sino lo mismo que hace toda clase que se libera de una traba, aparte de que ellos, al obrar de este modo, no se liberaban como clase, sino aisladamente. Además, no se salían del marco del régimen de los estamentos, sino que formaban un estamento nuevo y retenían en su nueva situación su modo de trabajo anterior, y hasta lo desarrollaban, al liberarlo de trabas que ya no correspondían al desarrollo que había alcanzado.Tratándose de los proletarios, por el contrario, su propia condición de vida, el trabajo, y con ella todas las condiciones de existencia de la sociedad actual, se han convertido para ellos en algo fortuito, sobre lo que cada proletario de por sí no tiene el menor control y sobre lo que no puede darle tampoco el control ninguna organización social, y la contradicción entre la personalidad del proletario individual y su condición de vida, tal como le viene impuesta, es decir, el trabajo, se revela ante él mismo, sobre todo porque se ve sacrificado ya desde su infancia y porque no tiene la menor probabilidad de llegar a obtener, dentro de su clase, las condiciones que le coloquen en otra situación, NB. No debe olvidarse que la misma necesidad de los siervos de existir y la imposibilidad de las grandes haciendas, que trajo consigo la distribución de los allotments [xv] entre los siervos, no tardaron en reducir las obligaciones de los siervos para con su señor feudal a un promedio de prestaciones en especie y en trabajo que hacía posible al siervo la acumulación de propiedad mobiliaria, facilitándole con ello la posibilidad de huir de las tierras de su señor y permitiéndole subsistir como vecino de una ciudad, lo que contribuyó, al mismo tiempo, a crear gradaciones entre los siervos, y así, vemos que los siervos fugitivos son ya, a medias, vecinos de las ciudades. Y fácil es comprender que los campesinos siervos conocedores de un oficio eran los que más probabilidades tenían de adquirir propiedades mobiliarias.Así, pues, mientras que los siervos fugitivos sólo querían desarrollar libremente y hacer valer sus condiciones de vida ya existentes, razón por la cual sólo llegaron, en fin de cuentas, al trabajo libre, los proletarios, para hacerse valer personalmente, necesitan acabar con su propia condición de existencia anterior, que es al mismo tiempo la de toda la anterior sociedad, es decir, acabar con el trabajo. Se hallan también, por tanto, en contraposición directa con la forma en que los individuos componentes de la sociedad se manifestaban hasta ahora en conjunto con el Estado, y necesitan derrocar al Estado, para imponer su personalidad.————————

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De toda la exposición anterior se desprende que la relación de comunidad en que entran los individuos de una clase, relación condicionada por sus intereses comunes frente a un tercero, era siempre una comunidad a la que pertenecían estos individuos solamente como individuos medios, solamente en cuanto vivían dentro de las condiciones de existencia de su clase; es decir, una relación que no los unía en cuanto tales inividuos, sino en cuanto miembros de una clase. En cambio, con la comunidad de los proletarios revolucionarios, que toman bajo su control sus condiciones de existencia y las de todos los miembros de la sociedad, sucede cabalmente lo contrario: en ella toman parte los individuos en cuanto tales individuos. Esta comunidad no es otra cosa, precisamente, que la asociación de los individuos (partiendo, naturalmente, de la premisa de las fuerzas productivas tal y cómo ahora se han desarrollado), que entrega a su control las condiciones de libre desarrollo y movimiento de los individuos, condiciones que hasta ahora se hallaban a merced del azar y habían cobrado existencia propia e independiente frente a los diferentes individuos precisamente por la separación de éstos como individuos y que luego, con su necesaria asociación merced a la división del trabajo era sencillamente una asociación (de ningún modo arbitraria, a la manera de la que se nos pinta, por ejemplo, en el «Contrat social» [30], sino necesaria) (cfr., por ejemplo la formación del Estado norteamericano y las repúblicas sudamericanas) acerca de estas condiciones, dentro de las cuales lograban luego los individuos el disfrute de la casualidad. A este derecho a disfrutar libremente, dentro de ciertas condiciones, de lo que ofreciera el azar se le llamaba, hasta ahora, libertad personal. Estas condiciones de existencia sólo son, naturalmente, las fuerzas productivas y las formas de relación existentes en cada caso.———————-El comunismo se distingue de todos los movimientos anteriores en que echa por tierra la base de todas las relaciones de producción y de trato que hasta ahora han existido y por primera vez aborda de un modo consciente todas las premisas naturales como creación de los hombres anteriores, despojándolas de su carácter natural y sometiéndolas al poder de los individuos asociados. Su institución es, por tanto, esencialmente económica, la de las condiciones materiales de esta asociación; hace de las condiciones existentes condiciones para la asociación. Lo existente, lo que crea el comunismo, es precisamente la base real para hacer imposible cuanto existe independientemente de los individuos, en cuanto este algo existente no es, sin embargo, otra cosa que un producto de la relación anterior de los individuos mismos. Los comunistas tratan, por tanto, prácticamente, las condiciones creadas por la producción y la relación anteriores como condiciones inorgánicas, sin llegar siquiera a imaginarse que las generaciones anteriores se propusieran o pensaran suministrarles materiales y sin creer que estas condiciones fuesen inorgánicas para los individuos que las creaban.

7. LA CONTRADICCIÓN ENTRE LOS INDIVIDUOS Y LAS CONDICIONES DE SU VIDA, COMO CONTRADICCIÓN ENTRE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS Y LA FORMA DE RELACIÓN. EL PROGRESO DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS Y LA SUSTITUCIÓN DE LAS FORMAS DE RELACIÓN

La diferencia entre el individuo personal y el individuo contingente no es una diferencia de concepto, sino un hecho histórico. Y esta diferencia tiene diferente sentido según las diferentes épocas, como ocurre, por ejemplo, con el estamento, algo casual para el individuo en el siglo XVIII, y también, plus ou moins [xvi], la familia. No es una diferencia que nosotros tengamos que establecer  para todos los tiempos, sino que cada tiempo de por sí la establece entre los diferentes elementos con que se encuentra, y no ciertamente en cuanto al concepto, sino obligado por las colisiones materiales de la vida.Lo que a la época posterior le parece casual en contraposición a la anterior y también, por tanto, entre los elementos que de la anterior han pasado a ella, es una forma de relación que correspondía a un determinado desarrollo de las fuerzas productivas. La relación entre las fuerzas productivas y la forma de trato es la que media entre ésta y la actividad u ocupación de los individuos. (La forma fundamental de esta ocupación es, naturalmente, la forma material, de la que dependen todas las demás: la espiritual, la política, la religiosa, etc.) La diversa organización de la vida material depende en cada caso, naturalmente, de las necesidades ya desarrolladas, y tanto la creación como la satisfacción de estas necesidades es de suyo un proceso histórico, que no encontraremos en ninguna oveja ni en ningún perro (recalcitrante argumento fundamental de Stirner

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[31] adversus hominem [xvii], a pesar de que las ovejas y los perros, bajo su forma actual, son también, ciertamente, aunque malgré eux [xviii], productos de un proceso histórico). Las condiciones bajo las cuales se relacionan los individuos, antes de que se interponga la contradicción [entre aquellas y éstos], son condiciones inherentes a su individualidad y no algo externo a ellos, condiciones en las cuales estos determinados individuos existentes bajo determinadas relaciones pueden únicamente producir su vida material y lo relacionado con ella; son, por tanto, las condiciones de su propio modo de ocupación, y este mismo modo de ocupación las produce [xix]. La determinada condición bajo la que proceden corresponde, pues, mientras no se interpone la contradicción [señalada], a su condicionalidad real, a su existencia unilateral, cuya unilateralidad sólo se revela al interponerse la contradicción y que, por consiguiente, sólo existe para los que vienen después. Luego, esta condición aparece como una traba casual, y entonces se desliza también para la época anterior la conciencia de que es una traba.Estas diferentes condiciones, que primeramente aparecen como condiciones del propio modo de actividad propia y más tarde como trabas de él, forman a lo largo de todo el desarrollo histórico una serie coherente de formas de relación, cuya cohesión consiste en que la forma anterior de relación, convertida en una traba, es sustituida por otra nueva, más a tono con las fuerzas productivas desarrolladas y, por tanto, con un modo más progresivo de la propia actividad de los individuos, que à son tour [xx] se convierte de nuevo en una traba y es sustituida, a su vez, por otra. Y, como estas condiciones corresponden en cada fase al desarrollo simultáneo de las fuerzas productivas, tenemos que su historia es, al propio tiempo, la historia de las fuerzas productivas en desarrollo y heredadas por cada nueva generación y, por tanto, la historia del desarrollo de las fuerzas de los mismos individuos.Y, como este desarrollo se opera de un modo espontáneo, es decir, no se halla subordinado a un plan de conjunto de individuos libremente asociados, parte de diferentes localidades, tribus, naciones, ramas de trabajo, etc., cada una de las cuales se desarrolla con independencia de las otras y sólo paulatinamente entra en relación con ellas. Este proceso se desarrolla, además, muy lentamente; las diferentes fases y los diversos intereses no se superan nunca del todo, sino que sólo se subordinan al interés victorioso y van arrastrándose siglo tras siglo al lado de éste. De donde se sigue que, incluso dentro de una nación, los individuos, aun independientemente de sus condiciones patrimoniales, siguen líneas de desarrollo completamente distintas y que un interés anterior cuya forma peculiar de relación se ve ya desplazada por otra correspondiente a un interés posterior, puede mantenerse durante largo tiempo en posesión de un poder tradicional en la aparente comunidad sustantivada frente a los individuos (en el Estado y en el derecho), poder al que en última instancia sólo podrá poner fin una revolución. Y así se explica también por qué, con respecto a ciertos puntos concretos susceptibles de una síntesis más general, la conciencia puede, a veces, parecer que se halla más avanzada que las relaciones empíricas contemporáneas, razón por la cual vemos cómo, muchas voces, a la vista de las luchas de una época posterior se invocan como autoridades las doctrinas de teóricos anteriores.En cambio, en países como Norteamérica, que comienzan desde el principio en una época histórica ya muy avanzada, el proceso de desarrollo marcha muy rápidamente. Estos países no tienen más premisas naturales que los individuos que allí se instalan como colonos, movidos a ello por las formas de relación de los viejos países, que no corresponden ya a sus necesidades. Comienzan, pues, con los individuos más progresivos de los viejos países y, por tanto, con la forma de relación más desarrollada, correspondiente a esos individuos, antes ya de que esta forma de relación haya podido imponerse en los países viejos. Tal es lo que ocurre con todas las colonias, cuando no se trata de simples estaciones militares o factorías comerciales. Ejemplos de ello los tenemos en Cartago, las colonias griegas y la Islandia de los siglos XI y XII. Y una situación parecida se da también en caso de conquista, cuando se trasplanta directamente al país conquistado la forma de relación desarrollada sobre otro suelo; mientras que en su país de origen esta forma se hallaba aún impregnada de intereses y relaciones procedentes de épocas anteriores, aquí, en cambio, puede y debe imponerse totalmente y sin el menor obstáculo, entre otras razones para asegurar de un modo estable el poder de los conquistadores. (Inglaterra y Nápoles después de la conquista por los normandos [32], que llevó a uno y otro sitio la forma más acabada de la organización feudal).

8. EL PAPEL DE LA VIOLENCIA (LA CONQUISTA) EN LA HISTORIA

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A toda esta concepción de la historia parece contradecir el hecho de la conquista. Hasta ahora, venía considerándose la violencia, la guerra, el saqueo, el asesinato para robar, etc., como la fuerza propulsora de la historia. Aquí, tenemos que limitarnos necesariamente a los puntos capitales, razón por la cual tomaremos el ejemplo más palmario de la destrucción de una vieja civilización por obra de un pueblo bárbaro y, como consecuencia de ello, la creación de una nueva estructura de la sociedad, volviendo a comenzar desde el principio. (Roma y los bárbaros, el feudalismo y las Galias, el Imperio Romano de Oriente y los turcos [33]).En cuanto al pueblo bárbaro conquistador, la guerra sigue siendo, como ya apuntábamos más arriba, una forma normal de relación, explotada tanto más celosamente cuanto que, dentro del tosco modo de producción tradicional y único posible para estos pueblos, el incremento de la población crea más apremiantemente la necesidad de nuevos medios de producción. En Italia, por el contrario, por virtud de la concentración de la propiedad territorial (determinada, además de la compra de tierras y el recargo de deudas de sus cultivadores, por la herencia, ya que, a consecuencia de la gran ociosidad y de la escasez de matrimonios, los viejos linajes iban extinguiéndose poco a poco y sus bienes quedaban reunidos en pocas manos) y de la transformación de las tierras de labor en terrenos de pastos (provocada, aparte de las causas económicas normales todavía en la actualidad vigentes, por la importación de cereales robados y arrancados en concepto de tributos y de la consiguiente escasez de consumidores para el grano de Italia), casi desapareció la población libre y los mismos esclavos morían en masa por inanición, y tenían que ser reemplazados constantemente por otros nuevos. La esclavitud seguía siendo la base de toda la producción. Los plebeyos, que ocupaban una posición intermedia entre los libres y los esclavos, no llegaron a ser nunca más que una especie de lumpemproletariado. Por otra parte y en general, Roma nunca fue más que una ciudad, que mantenía con las provincias una relación casi exclusivamente política, la cual, como es natural, podía verse rota o quebrantada de nuevo por acontecimientos de orden político.————————Nada más usual que la idea de que en la historia, hasta ahora, todo se ha reducido a la conquista. Los bárbaros se apoderaron del Imperio romano, y con esta conquista se explica el paso del mundo antiguo al feudalismo. Pero, en la conquista por los bárbaros, se trata de saber si la nación sojuzgada por ellos llegó a desarrollar fuerzas productivas industriales como ocurre en los pueblos modernos, o si sus fuerzas productivas descansaban, en lo fundamental, simplemente sobre su unión y sobre la comunidad [Gemeinwesen]. El acto de apoderarse se halla, además, condicionado por el objeto de que se apodera. La fortuna de un banquero, consistente en papeles, no puede en modo alguno ser tomada sin que quien la toma se someta a las condiciones de producción y de relación del país ocupado. Y lo mismo ocurre con todo el capital industrial de un país industrial moderno. Finalmente, la acción de apoderarse se termina siempre muy pronto, y cuando ya no hay nada que tomar necesariamente hay que empezar a producir. Y de esta necesidad de producir, muy pronto declarada, se sigue [64] que la forma de la comunidad [Gemeinwesen] adoptada por los conquistadores instalados en el país tiene necesariamente que corresponder a la fase de desarrollo de las fuerzas productivas con que allí se encuentran o, cuando no es ése el caso, modificarse a tono con las fuerzas productivas. Y esto explica también el hecho que se creyó observar por todas partes en la época posterior a la transmigración de los pueblos, a saber: que los vasallos se convirtieron en señores y los conquistadores adoptaron muy pronto la lengua, la cultura y las costumbres de los conquistados. El feudalismo no salió ni mucho menos, ya listo y organizado, de Alemania, sino que tuvo su origen, por parte de los conquistadores, en la organización guerrera que los ejércitos fueron adquiriendo durante la propia conquista y se desarrolló hasta convertirse en el verdadero feudalismo después de ella, gracias a la acción de las fuerzas productivas encontradas en los países conquistados. Hasta qué punto se hallaba condicionada esta forma por las fuerzas productivas lo revelan los intentos frustrados que se hicieron para imponer otras formas nacidas de viejas reminiscencias romanas (Carlomagno, etc.).Continuarla.——————

9. EL DESARROLLO DE LA CONTRADICCIÓN ENTRE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS Y LA FORMA DE RELACIÓN EN LAS CONDICIONES CREADAS POR LA GRAN INDUSTRIA Y LA LIBRE COMPETENCIA. EL ANTAGONISMO ENTRE EL TRABAJO Y EL CAPITAL

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La gran industria y la competencia funden todas las condiciones de existencia, condicionalidades y unilateralidades de los individuos bajo las dos formas más simples: la propiedad privada y el trabajo. Con el dinero, se establece como algo fortuito para los individuos toda forma de relación y la propia relación. Ya en el dinero va implícito, por tanto, el que toda relación anterior sólo era relación de los individuos en determinadas condiciones, y no de los individuos en cuanto tales individuos. Y estas condiciones se reducen a dos: trabajo acumulado, es decir, propiedad privada, y trabajo real. Al desaparecer estas dos condiciones o una sola de ellas, se paraliza la relación. Los propios economistas modernos, como por ejemplo Sismondi, Cherbuliez, etc., contraponen la association des individus a la asociation des capitaux. De otra parte, los individuos mismos quedan completamente sujetos a la división del trabajo y reducidos, con ello, a la más completa dependencia de los unos con respecto a los otros. La propiedad privada, en la medida en que se enfrenta al trabajo, dentro de éste, se desarrolla partiendo de la necesidad de la acumulación y, aunque en sus comienzos presente cada vez más marcada la forma de la comunidad [Gemeinwesen], va acercándose más y más, en su desarrollo ulterior, a la moderna forma de la propiedad privada. La división del trabajo sienta ya de antemano las premisas para la división de las condiciones de trabajo, las herramientas y los materiales y, con ello, para la diseminación del capital acumulado entre diferentes propietarios y, por consiguiente, también para su disyunción, entre el capital y el trabajo y para las diferentes formas de la misma propiedad. Cuanto más se desarrolle la división del trabajo [65] y crezca la acumulación, más se agudizará también esa disyunción. El trabajo mismo sólo podrá existir bajo el supuesto de ella.———————(Energía personal de los individuos de determinadas naciones —alemanes y americanos— energía lograda ya mediante el cruzamiento de razas — de ahí los alemanes cretinos; en Francia, Inglaterra, etc., transplantación de pueblos extranjeros en el suelo ya desarrollado, en América en un suelo totalmente nuevo, en Alemania la población natural tranquilamente aferrada a su sitio.)———————Nos encontramos, pues, aquí ante dos hechos [xxi]. En primer lugar, vemos que las fuerzas productivas aparecen como fuerzas totalmente independientes y separadas de los individuos, como un mundo propio al lado de éstos, lo que tiene su razón de ser en el hecho de que los individuos, cuyas fuerzas son aquellas, existen diseminados los unos frente a los otros, al paso que estas fuerzas sólo son fuerzas reales y verdaderas en la relación y la interconexión de estos individuos. Por tanto, de una parte, una totalidad de fuerzas productivas que adoptan, en cierto modo, una forma material y que para los mismos individuos no son ya sus propias fuerzas, sino las de la propiedad privada y, por tanto, sólo son las de los individuos en cuanto propietarios privados. En ningún otro período anterior habían llegado las fuerzas productivas a revestir esta forma indiferente para la relación de los individuos como tales individuos, porque su relación era todavía limitada. De otra parte, a estas fuerzas productivas se enfrenta la mayoría de los individuos, de los que estas fuerzas se han desgarrado y que, por tanto, despojados de todo contenido real de vida, se han convertido en individuos abstractos y, por ello mismo, se ven puestos en condiciones de relacionarse los unos con los otros como individuos.La única relación que aún mantienen los individuos con las fuerzas productivas y con su propia existencia, el trabajo, ha perdido en ellos toda apariencia de actividad propia y sólo conserva [66] su vida empequeñeciéndola. Mientras que en los períodos anteriores la actividad propia y la producción de la vida material aparecían separadas por el hecho de atribuirse a personas distintas, y la producción de la vida material, por la limitación de los individuos mismos, se consideraba como una modalidad subordinada de la actividad propia, ahora estos dos aspectos se desdoblan de tal modo, que la vida material pasa a ser considerada como la meta, y la producción de esta vida material, el trabajo (ahora, la única forma posible, pero forma negativa, como veremos, de la actividad propia), se revela como medio.

10. LA NECESIDAD, LAS CONDICIONES Y LOS RESULTADOS DE LA SUPRESIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA

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Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas existentes, no sólo para poder ejercer su propia actividad, sino, en general, para asegurar su propia existencia.Esta apropiación se halla condicionada, ante todo, por el objeto que se trata de apropiar, es decir, por las fuerzas productivas, desarrolladas ahora hasta convertirse en una totalidad y que sólo existen dentro de una relación universal. Por tanto, esta apropiación deberá necesariamente tener, ya desde este punto de vista, un carácter universal en consonancia con las fuerzas productivas y la relación. La apropiación de estas fuerzas no es, de suyo, otra cosa que el desarrollo de las capacidades individuales correspondientes a los instrumentos materiales de producción. La apropiación de una totalidad de instrumentos de producción es ya de por sí, consiguientemente, el desarrollo de una totalidad de capacidades en los individuos mismos.Esta apropiación se halla, además, condicionada por los individuos apropiantes. Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad, se hallan en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades. Todas las anteriores apropiaciones revolucionarias habían tenido un carácter limitado; individuos cuya propia actividad se veía restringida por un instrumento de producción y un intercambio limitados, se apropiaban este instrumento limitado de producción y, con ello, no hacían más que limitarlo nuevamente. Su instrumento de producción pasaba a ser propiedad suya, pero ellos mismos seguían sujetos a la división del trabajo y a su propio instrumento de producción. En todas las apropiaciones pasadas una masa de individuos quedaba subordinada a algún instrumento de producción; en la apropiación proletaria, la de instrumentos de producción tenía necesariamente que verse subordinada a cada individuo y la propiedad sobre ellos, a todos. El moderno intercambio universal sólo puede verse subordinado a los individuos siempre y cuando que se vea subordinado por todos.La apropiación se halla, además, condicionada por el modo de llevarse a cabo. En efecto, sólo puede llevarse a cabo mediante una asociación que, dado el carácter del proletariado mismo, no puede ser tampoco más que una asociación universal, y por obra de una revolución en la que, de una parte, se derroque el poder del modo de producción y de relación anterior y la organización social correspondiente y en la que, de otra parte, se desarrollan el carácter universal y la energía de que el proletariado necesita para llevar a cabo la apropiación, a la par que el mismo proletariado, por su parte, se despoja de cuanto pueda quedar en él de la posición que ocupaba en la anterior sociedad.Solamente al llegar a esta fase coincide la actividad propia con la vida material, lo que corresponde al desarrollo de los individuos como individuos totales y a la superación de cuanto hay en ellos de espontáneo; y a ello corresponde la transformación del trabajo en actividad propia y la relación anterior condicionada en relación entre los individuos en cuanto tales. Con la apropiación de la totalidad de las fuerzas productivas por los individuos asociados termina la propiedad privada. Mientras que en la historia anterior se manifestaba siempre como fortuita una condición especial, ahora pasa a ser fortuito el aislamiento de los individuos mismos, la adquisición privada particular de cada uno.Los filósofos se han representado como un ideal, al que llaman el «Hombre», a los individuos que no se ven ya subordinados a la división del trabajo, concibiendo todo este proceso que nosotros acabamos de exponer como el proceso de desarrollo del «Hombre», para lo que en lugar de los individuos que hasta ahora hemos visto actuar en cada fase histórica se desliza el concepto del «Hombre», presentándolo como la fuerza propulsora de la historia. De este modo, se concibe todo este proceso como el proceso de autoenajenación del «Hombre» [xxii], y la razón principal de ello está en que constantemente se atribuye por debajo de cuerda el individuo medio de la fase posterior a la anterior y la conciencia posterior a los individuos anteriores. Y esta inversión, que de antemano hace caso omiso de las condiciones reales, es lo que permite convertir toda la historia en un proceso de desarrollo de la conciencia.* * *La sociedad civil abarca toda la relación material de los individuos en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, transciende de los límites del Estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad y, vista hacia el interior, como Estado. El término «sociedad civil» [xxiii] apareció en el siglo XVIII, cuando ya las relaciones de propiedad se habían desprendido del marco de la

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comunidad antigua y medieval [Gemeinwesen]. La sociedad civil en cuanto tal sólo se desarrolla con la burguesía; sin embargo, la organización social que se desarrolla directamente a base de la producción y la relación, y que forma en todas las épocas la base del Estado y de toda otra superestructura idealista [xxiv], se ha designado siempre, invariablemente, con el mismo nombre.———————-

11. LA ACTITUD DEL ESTADO Y DEL DERECHO HACIA LA PROPIEDAD

La primera forma de la propiedad es, tanto en el mundo antiguo como en la Edad Media, la propiedad tribal, condicionada entre los romanos, principalmente, por la guerra, y entre los germanos, por la ganadería. Entre los pueblos antiguos, teniendo en cuenta que en una misma ciudad convivían diversas tribus, la propiedad tribal aparece como propiedad del Estado y el derecho del individuo a disfrutarla, como simple possessio, la cual, sin embargo, se limita, como la propiedad tribal en todos los casos, a la propiedad sobre la tierra. La verdadera propiedad privada, entre los antiguos, al igual que entre los pueblos modernos, comienza con la propiedad mobiliaria. (La esclavitud y la comunidad [Gemeinwesen]) (el dominium ex jure Quiritum) [xxv]. En los pueblos surgidos de la Edad Media, la propiedad tribal se desarrolla pasando por varias etapas —propiedad feudal de la tierra, propiedad mobiliaria corporativa, capital manufacturero— hasta llegar al capital moderno, condicionado por la gran industria y la competencia universal, a la propiedad privada pura, que se ha despojado ya de toda apariencia de comunidad [Gemeinwesen] y ha eliminado toda influencia del Estado sobre el desarrollo de la propiedad. A esta propiedad privada moderna corresponde el Estado moderno, paulatinamente comprado, mediante el sistema de impuestos en rigor, por los propietarios privados, entregado completamente a éstos merced a la deuda pública y cuya existencia, como revela el alza y la baja de los valores del Estado en la Bolsa, depende enteramente del crédito comercial que le concedan los propietarios privados, los burgueses. La burguesía, por ser ya una clase, y no un simple estamento, se halla obligada a organizarse en un plano nacional y no ya solamente en un plano local y a dar a sus intereses comunes una forma general. Mediante la emancipación de la propiedad privada con respecto a la comunidad [Gemeinwesen], el Estado cobra una existencia propia junto a la sociedad civil y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización a que necesariamente se someten los burgueses, tanto en lo interior como en lo exterior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses. La independencia del Estado sólo se da, hoy día, en aquellos países en que los estamentos aún no se han desarrollado totalmente hasta convertirse en clases, donde aun desempeñan cierto papel los estamentos, eliminados ya en los países más avanzados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la población puede llegar a dominar sobre las demás. Es esto, en efecto, lo que ocurre en Alemania. El ejemplo más acabado del Estado moderno lo tenemos en Norteamérica. Los modernos escritores franceses, ingleses y norteamericanos se manifiestan todos en el sentido de que el Estado sólo existe en función de la propiedad privada, lo que, a fuerza de repetirse, se ha incorporado ya a la conciencia habitual.Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de la clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de la época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes se objetivan a través del Estado y adquieren a través de él la forma política. De ahí la ilusión de que la ley se basa en la voluntad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el derecho, a su vez, a la ley.El derecho privado se desarrolla conjuntamente con la propiedad privada a partir de la desintegración de la comunidad [Gemeinwegen] natural. Entre los romanos, el desarrollo de la propiedad privada y el derecho privado no acarreó más consecuencias industriales y comerciales porque el modo de producción de Roma siguió siendo enteramente el mismo que antes [xxvi]. En los pueblos modernos, donde la comunidad [Gemeinwesen] feudal fue disuelta por la industria y el comercio, el nacimiento de la propiedad privada y el derecho privado abrió una nueva fase, susceptible de un desarrollo ulterior. La primera ciudad que en la Edad Media mantenía un comercio extenso por mar, Amalfi, fue también la primera en que se desarrolló un derecho marítimo [34]. Y tan pronto como, primero en Italia y más tarde en otros países, la industria y el comercio se encargaron de seguir desarrollando la propiedad privada, se acogió de nuevo el derecho romano desarrollado y se le dio autoridad. Y cuando, más tarde, la burguesía era ya lo suficientemente fuerte para que los príncipes tomaran bajo su protección sus intereses, con la mira de derrocar a la nobleza feudal por

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medio de la burguesía, comenzó en todos los países —como en Francia, en el siglo XVI— el verdadero desarrollo del derecho, que en todos ellos, exceptuando a Inglaterra, tomó como base el derecho romano. Pero también en Inglaterra se utilizaron, para el desarrollo ulterior del derecho privado, algunos principios jurídicos romanos (principalmente, en lo tocante a la propiedad mobiliaria). (No se olvide que el derecho carece de historia propia, como carece también de ella la religión).El derecho privado proclama las relacionas de propiedad existentes como el resultado de la voluntad general. El mismo jus utendi et abutendi [xxvii] expresa, de una parte, el hecho de que la propiedad privada ya no depende en absoluto de la comunidad [Gemeinwesen] y, de otra parte, la ilusión de que la misma propiedad privada descansa sobre la mera voluntad privada, como el derecho a disponer arbitrariamente de la cosa. En la práctica, el abuti [xxviii] tropieza con limitaciones económicas muy determinadas y concretas para el propietario privado, si no quiere que su propiedad, y con ella su jus abutendi [xix], pasen a otras manos, puesto que la cosa no es tal cosa simplemente en relación con su voluntad, sino que solamente se convierte en verdadera propiedad en el comercio e independientemente del derecho a una cosa (solamente allí se convierte en una relación, en lo que los filósofos llaman una idea) [xxx]. Esta ilusión jurídica, que reduce el derecho a la mera voluntad, conduce, necesariamente, en el desarrollo ulterior de las relaciones de propiedad, a que una persona puede tener un derecho jurídico a una cosa sin llegar a poseerla realmente. Así, por ejemplo, si la competencia suprime la renta de una finca, el propietario conservará, sin duda alguna el título jurídico de propiedad, y con él el correspondiente jus utendi et abutendi. Pero, nada podrá hacer con ese derecho ni poseerá nada en cuanto propietario de la tierra, a menos que disponga del capital, suficiente para poder cultivar su finca. Y por la misma ilusión de los juristas se explica el que para ellos y para todos los códigos en general sea algo fortuito el que los individuos entablen relaciones entre sí, celebrando, por ejemplo, contratos, considerando estas relaciones como nexos que se pueden o no contraer, según se quiera, y cuyo contenido descansa íntegramente sobre el capricho individual de los contratantes.Tan pronto como el desarrollo de la industria y del comercio hace surgir nuevas formas de intercambio, por ejemplo, las compañías de seguros, etc., el derecho se ve obligado, en cada caso, a dar entrada a estas formas entre los modos de adquirir la propiedad [xxxi]. […]

NOTAS

[i] Aquí faltan cuatro páginas del manuscrito. (N. de la Edit.).[ii] El manuscrito está deteriorado. (N. de la Edit.)[iii] Glosa marginal de Marx: «y la pintura en cristal en la Edad Media». (N. de la Edit.)[iv] El manuscrito está deteriorado. (N. de la Edit.)[v] Glosa marginal de Marx: «Pequeña burguesía, estado medio, gran burguesía». (N. de la Edit.)[vi] El comercio es la manía del siglo. (N. de la Edit.)[vii] Desde hace algún tiempo, sólo se habla de comercio, de navegación y de marina. (N. de la Edit.)[viii] El manuscrito está deteriorado. (N. de la Edit.)[ix] El manuscrito está deteriorado. (N. de la Edit.)[x] Más o menos. (N. de la Edit.)[xi] Glosa marginal de Marx: «Preexistencia de las clases en las obras de los filósofos». (N. de la Edit.)[xii] Glosa marginal de Marx: «Absorbe primero las ramas de trabajo pertenecientes directamente al Estado y, luego, ± [más o menos] todos los estamentos ideológicos». (N. de la Edit.)[xiii] Para entender lo que significan aquí las palabras «supresión del trabajo» (Aufhebung der Arbeit) véase el presente tomo, págs. 37-38, 66-67, 73-76. (N. de la Edit.)[xiv] Glosa marginal de Engels: «(Feuerbach: ser y esencia)». Cfr. el presente tomo, págs. 43-44 (N. de la Edit.)[xv] minúsculas porciones de tierra. (N. de la Edit.)[xvi] Más o menos. (N. de la Edit.)[xvii] Contra el hombre. (N. de la Edit.)[xviii] A pesar de ellos. (N. de la Edit.)[xix] Glosa marginal de Marx: «Producción de la forma misma de relación». (N. de la Edit.) [xx] A su vez. (N. de la Edit.)[xxi] Glosa marginal de Engels: «Sismondi». (N. de la Edit.)[xxii] Glosa marginal de Marx: «Autoenajenación». (N. de la Edit.)[xxiii] El término «bürgerliche Gesellschaft» significa «sociedad civil» y «sociedad burguesa». (N. de la Edit.)[xxiv] es decir, ideal, ideológica. (N. de la Edit.)

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[xxv] Propiedad de derecho quiritario, o sea, la propiedad del ciudadano romano. (N. de la Edit.)[xxvi] Glosa marginal de Engels: «(¡Usura!)». (N. de la Edit.)[xxvii] derecho de usar y de abusar, o sea, disponer de una cosa al arbitrio de uno. (N. de la Edit.)[xxviii] abusar. (N. de la Edit.)[xxix] derecho de abusar. (N. de la Edit.)[xxx] Glosa marginal de Marx: «La relación, para los filósolos, significa idea. No conocen más que la relación del «Hombre» consigo mismo, por cuya razón todas las relaciones reales se truecan, para ellos, en ideas». (N. de la Edit.)[xxxi] Más adelante, al final del manuscrito, siguen unas notas de Marx para ser elaboradas ulteriormente. (N. de la Edit.)[xxxii] Glosa marginal de Marx: «A la comunidad [dem Gemeinweisen] en la forma en que se manifiesta en el Estado antiguo, en el régimen feudal y la monarquía absoluta, a esa conexión le corresponden sobre todo las ideas-religiosas». (N. de la Edit.)[xxxiii] Esta última página del manuscrito no lleva número. Contiene notas referentes al comienzo de la exposición de la concepción materialista de la historia. Las ideas anotadas aquí se desarrollan luego en la parte I del capítulo, en el § 3. (N. de la Edit.) [25] "La liga contra las leyes cerealistas": organización de la burguesía industrial inglesa, fundada en 1838 por los fabricantes Cobden y Bright. Las denominadas leyes cerealistas, promulgadas para limitar o prohibir la importación de trigo del extranjero, se implantaron en Inglaterra en beneficio de los grandes terratenientes. Al exigir la libertad completa de comercio, la Liga pretendía abolir dichas leyes con el fin de disminuir los salarios de los obreros y debilitar las posiciones económicas y políticas de la aristocracia terrateniente. El resultado de esta lucha fue que en 1846 se derogaron dichas leyes, lo cual significaba un triunfo de la burguesía industrial sobre la aristocracia agraria.-[26] "La Unión" ("Verein"), según Stirner, agrupación voluntaria de egoístas.[27] J. Aikin. "A Description of the Country from thirty to forty Miles round Manchester". London, 1795 (J. Aikin. "Descripción de los alrededores de Manchester en un radio de treinta a cuarenta millas". Londres, 1795).[28] La cita es de la "Lettre sur la Jalousie du Commerce" ("Carta sobre la competencia en el comercio"), del libro de J. Pinto "Traité de la Circulation et du Crédit". Amsterdam, 1771 ("Tratado de la circulación y el crédito". Amsterdam, 1771), págs. 234, 283.[29] A. Smith. "An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations". London, 1776 (A. Smith. "Encuesta sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de los pueblos". Londres, 1776).[30] Véase el libro de J. J. Rousseau "Du Contract social; ou, Principes du droit politique" ("Sobre el contrato social, o principios del Derecho político") aparecido en Amsterdam en 1762.[31] Se alude a los razonamientos que M. Stirner hace en su artículo "Los reseñadores de Stirner", publicado en el tercer tomo de la revista "Wigand's Vierteljahrsschrift" de 1845, pág. 187.[32] Inglaterra fue conquistada por los normandos en 1066; Nápoles, en 1130.[33] Imperio Romano de Oriente, Estado que se separó en el año 395 del Imperio romano esclavista con centro en Constantinopla; posteriormente se denominó Bizancio; existió hasta 1453, en que fue conquistado por Turquía.[34] La ciudad italiana de Amalfi fue un próspero centro comercial en los siglos X y XI. El derecho marítimo de la ciudad ("Tabula Amalphitana") tenía vigencia en toda Italia y estaba muy extendido en los países mediterráneos.

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CARTA A JOSEPH WEYDEMEYERC. Marx

Londres, 5 de marzo de 1852

...Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar:

1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...

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¡Proletarios de todos los países, uníos!

CONTRIBUCIÓN

A LA CRÍTICA

DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

Carlos Marx

Traducido por Marat Kuznetsov

Editorial Progreso, 1989

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PRÓLOGO

Examino el sistema de la economía burguesa en el orden siguiente: capital, propiedad agraria, trabajo asalariado, Estado, comercio exterior, mercado mundial. Bajo las tres primeras rúbricas estudio las condiciones económicas de vida de las tres grandes clases en que se divide la sociedad burguesa moderna; la interconexión de las tres restantes salta a la vista. La primera sección del libro primero, que trata del capital, se compone de los capítulos siguientes: 1) la mercancía; 2) el dinero o la circulación simple; 3) el capital en general. Los dos primeros capítulos forman el contenido del presente fascículo. Tengo ante mis ojos todos los materiales en forma de monografías escritas con largos intervalos para mi propio esclarecimiento y no para su publicación; la elaboración sistemática de las mismas conforme al plan indicado dependerá de circunstancias externas.Prescindo de una introducción general1 que había esbozado, porque, bien pensada la cosa, me parece que el anticipar los resultados que todavía han de demostrarse podría ser un estorbo, y el lector que quiera realmente seguirme deberá estar dispuesto a remontarse de lo singular a lo general. Sin embargo, me parece oportuno dar aquí algunas indicaciones sobre la trayectoria de mis propios estudios de Economía política.Aunque el objeto de mis estudios especializados fue la jurisprudencia, la consideraba sólo como una disciplina subordinada al lado de la filosofía y la historia. En 1842-1843, siendo director de la Rheinische Zeitung2, me vi por primera vez en la embarazosa obligación de pronunciarme sobre lo que se llama intereses materiales. Las deliberaciones del Landtag renano sobre la tala furtiva y el fraccionamiento de la propiedad agraria, la polémica oficial sostenida entre el señor von Schaper, entonces gobernador de la provincia renana, y la Rheinische Zeitung acerca de la situación de los campesinos de la Mosela, y, finalmente, los debates sobre el librecambio y las tarifas proteccionistas me dieron los primeros impulsos para ocuparme de cuestiones económicas3.Por otra parte, en esa época, cuando las buenas intenciones de "adelantarse" superaban con mucho el conocimiento de la materia, la Rheinische Zeitung dejaba traslucir un eco, ligeramente teñido de filosofía, del socialismo y el comunismo franceses. Me pronuncié contra ese diletantismo, pero al propio tiempo confesé francamente, en una controversia con la Allgemeine Augsbürger Zeitung4, que mis estudios hasta entonces no me permitían arriesgarme a expresar juicio alguno sobre el tenor mismo de las tendencias francesas. Aproveché con apresuramiento la ilusión de los dirigentes de la Rheinische Zeitung, quienes esperaban que suavizando la posición del periódico iban a conseguir la anulación de la sentencia de muerte pronunciada contra él, para abandonar el escenario público y retirarme a mi cuarto de estudio.El primer trabajo que emprendí para resolver las dudas que me asaltaban fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del Derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los Deutsch-Französische Jahrbücher5, publicados en París. Mis indagaciones me hicieron concluir que tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden ser comprendidas por sí mismas ni por la pretendida evolución general del espíritu humano, sino que, al contrario, tienen sus raíces en las condiciones materiales de vida, cuyo

1 Trátase de la Introducción inacabada que Marx escribió para un libro voluminoso sobre economía (véasela presente edición, pp.178-208).-52 Rheinische Zeitung für Politik, Handel und Gewerbe (Periódico del Rin sobre política, comercio e industria): diario fundado por representantes de la burguesía renana opuesta al absolutismo prusiano y publicado en Colonia del 1 de enero de 1842 al 31 de marzo de 1843. Marx colaboró en este periódico a partir de abril de 1842, y desde octubre del mismo año fue uno de sus redactores. La Rheinische Zeitung publicó también varios artículos de Engels. Redactado por Marx, el periódico fue cobrando un carácter democrático y revolucionario cada vez más pronunciado. El Gobierno lo sometió a una censura severa y lo clausuró después.-53 Se suponen los artículos de Marx Debates del sexto Landtag renano (artículo tercero). Debates sobre la Ley de la tala furtiva y Justificación del corresponsal de Mosela.-64 Allgemeine Zeitung (Gaceta General): diario reaccionario alemán fundado en 1789; de 1810 a 1882 apareció en Augsburgo. En 1843 publicó una falsificación de las ideas del comunismo y el socialismo utópicos.-65 Deutsch-Franzósische lahrbücher (Anales germano-franceses) se publicaron en París bajo la dirección de C. Marx y A. Ruge en alemán. Salió sólo el primer fascículo, doble, en febrero de 1844. Insertaba las obras de Marx Contribución al problema hebreo y Contribución a la crítica de la Filosofía hegeliana del Derecho. Introducción, así como las de Engels Esbozos para la crítica de la Economía política y La situación de Inglaterra. Tomás Carlyle. "Lo pasado y lo presente". Estos trabajos marcaban el paso definitivo de Marx y Engels de la democracia revolucionaria al materialismo y el comunismo. La causa principal de que esta revista dejara de aparecer fueron las discrepancias esenciales entre Marx y Ruge.- 6

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conjunto Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo XVIII, abarca con el nombre de "sociedad civil", y que la anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la Economía política. Comencé el estudio de esta última en París y lo proseguí en Bruselas, adonde me trasladé en virtud de una orden de expulsión dictada por el señor Guizot. El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de guía a mis estudios puede formularse brevemente como sigue:

En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la superestructura inmensa. Cuando se examinan tales transformaciones, es preciso siempre distinguir entre la transformación material -que se puede hacer constar con la exactitud propia de las ciencias naturales- de las condiciones de producción económicas y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en breve, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que piensa de sí mismo, tampoco se puede juzgar a semejante época de transformación por su conciencia; es preciso, al contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de producción nuevas y superiores antes de que hayan madurado, en el seno de la propia sociedad antigua, las condiciones materiales para su existencia. Por eso la humanidad se plantea siempre únicamente los problemas que puede resolver, pues un examen más detenido muestra siempre que el propio problema no surge sino cuando las condiciones materiales para resolverlo ya existen o, por lo menos, están en vías de formación. A grandes rasgos, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno pueden designarse como épocas de progreso en la formación social económica.Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso social de producción, antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que emana de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver dicho antagonismo. Con esta formación social se cierra, pues, la prehistoria de la sociedad humana.Federico Engels, con quien mantuve un constante intercambio escrito de ideas desde la publicación de su genial esbozo sobre la crítica de las categorías económicas6 (en los Deutsch-Französische Jahrbücher), había llegado por una vía distinta (cf. su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra) al mismo resultado que yo, y cuando, en la primavera de 1845, se instaló asimismo en Bruselas, acordamos formular nuestra concepción como antítesis de la concepción ideológica de la filosofía alemana, en realidad saldar las cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior. Este propósito se realizó bajo la forma de una crítica de la filosofía posthegeliana. El manuscrito, dos gruesos volúmenes en octavo7, se encontraba hacía ya mucho tiempo en manos del editor en Westfalia, cuando nos enteramos de que algunas circunstancias nuevas impedían su publicación.Abandonamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones con tanto mayor gusto por cuanto habíamos alcanzado nuestra meta principal: dilucidar nuestras propias ideas. De los trabajos sueltos en que

6 Se refiere al primer trabajo sobre economía de Engels titulado Esbozos para la crítica de la Economía política.-87 Se trata del trabajo de Marx y Engels La ideología alemana.-8

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presentamos por aquel entonces al público uno u otro aspecto de nuestros puntos de vista, mencionaré solamente el Manifiesto del Partido Comunista, que Engels y yo escribimos en común, y el Discurso sobre el librecambio, publicado por mí. Los puntos decisivos de nuestra concepción fueron delineados por primera vez científicamente, si bien bajo una forma polémica, en mi trabajo Miseria de la filosofía, publicado en 1847 y dirigido contra Proudhon. La revolución de febrero y, como consecuencia, mi traslado forzoso de Bélgica interrumpieron la publicación de un ensayo sobre el Trabajo asalariado8, en el que recogía las conferencias que había dado sobre este particular en la Asociación Obrera Alemana de Bruselas9. La publicación de la Neue Rheinische Zeitung10, (1848-1849) y los sucesos posteriores interrumpieron mis estudios económicos, que sólo pude reanudar en 1850 en Londres. La prodigiosa documentación sobre la historia de la Economía política acumulada en el Museo Británico, el puesto tan cómodo que Londres ofrece para la observación de la sociedad burguesa y, por último, la nueva fase de desarrollo en que parecía entrar ésta con el descubrimiento del oro de California y Australia, me indujeron a volver a empezar desde el principio, estudiando a fondo, con un espíritu crítico, los nuevos materiales. Esos estudios me condujeron, en parte por sí mismos, a cuestiones aparentemente alejadas de mi tema y en las que debí detenerme durante un tiempo más o menos prolongado.Pero lo que sobre todo mermaba el tiempo de que disponía era la imperiosa necesidad de ganar mi sustento. Mi colaboración desde hace ya ocho años en el primer periódico angloamericano, el New York Daily Tribune11, implicó una fragmentación extraordinaria de mis estudios, ya que me dedico a escribir para la prensa correspondencias propiamente dichas sólo a título de excepción. Sin embargo, los artículos sobre los acontecimientos económicos descollantes en Inglaterra y el continente formaban una parte tan considerable de mi colaboración que me veía constreñido a familiarizarme con detalles prácticos no pertenecientes al dominio de la propia ciencia de la Economía política. Este bosquejo sobre el curso de mis estudios en el terreno de la Economía política sólo tiende a mostrar que mis puntos de vista, júzguese de ellos como se juzgue y por poco que sean conformes a los prejuicios interesados de las clases dominantes, son el fruto de largos años y de concienzuda investigación. Y en el umbral de la ciencia, como en la entrada del infierno, debiera exponerse esta consigna:

"Qui si convien lasciare ogni sospetto;Ogni viltá convien che qui sia morta"12.

Carlos MarxLondres, enero de 1859

8 Se supone la obra de Marx Trabajo asalariado y capital.-89 La Asociación Obrera Alemana de Bruselas fue fundada por Marx y Engels a fines de agosto de 1847 para dar instrucción política a los obreros alemanes residentes en Bélgica y propagar entre ellos las ideas del comunismo científico. Las actividades de la Asociación cesaron poco después de la revolución burguesa de febrero de 1848 en Francia, sus miembros fueron detenidos y expulsados por la policía belga.-810 La Neue Rheinische Zeitung. Organ der Demokratie (Nueva Gaceta del Rin. Órgano de la Democracia) salió todos los días en Colonia del 1 de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849 bajo la dirección de Marx. La actitud enérgica e intransigente del periódico, su internacionalismo combativo y sus denuncias políticas dirigidas contra el Gobierno prusiano y las autoridades de Colonia lo expusieron desde los primeros meses de su existencia a las persecuciones del Gobierno e hicieron al fin y al cabo que dejara de publicarse.- 811 New York Daily Tribune (Tribuna Diaria de Nueva York): periódico norteamericano que apareció de 1841 a 1924. En las décadas del 40 y 50 del siglo XIX sostuvo posiciones progresistas y se manifestó contra la esclavitud. Marx colaboró en él desde agosto de 1851 hasta marzo de 1862; Engels escribió a su petición muchos artículos para este periódico.-912* "Déjese aquí cuanto sea recelo, Mátese aquí cuanto sea vileza". (Dante. La divina comedia).-Ed.

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LIBRO PRIMERO

ACERCA DEL CAPITAL

Sección primeraEL CAPITAL EN GENERAL

Capítulo primeroLA MERCANCÍA

A primera vista, la riqueza burguesa aparece como una inmensa acumulación de mercancías, y la mercancía tomada aisladamente, como el modo de ser elemental de dicha riqueza. Pero cada mercancía se presenta en el doble aspecto de valor de uso y de valor de cambio13.La mercancía es ante todo, como dicen los economistas ingleses, "una cosa cualquiera, necesaria, útil o agradable en la vida", objeto de necesidades humanas, un medio de subsistencia en el sentido más lato del término. Este modo de existencia de la mercancía en tanto que valor de uso coincide con su modo de existencia físico tangible. El trigo, por ejemplo, es un valor de uso particular, que se distingue de los valores de uso que son el algodón, el vidrio, el papel, etc. Un valor de uso sólo tiene valor para el uso y sólo se realiza en el proceso de consumo. Uno y el mismo valor de uso puede utilizarse de maneras diferentes. Pero la extensión de sus posibles aplicaciones útiles está limitada por ser un objeto con propiedades determinadas. Además, el valor de uso no está determinado únicamente en el aspecto cualitativo, sino también en el plano cuantitativo. De conformidad con sus particularidades naturales, los diferentes valores de uso tienen medidas diferentes: por ejemplo, un celemín de trigo, una mano de papel, una vara de lienzo, etc.Sea cual fuere la forma social de la riqueza, los valores de uso constituyen siempre su contenido el cual es al principio indiferente a dicha forma. Por el gusto del trigo no se puede decir quién lo ha producido: un siervo ruso, un campesino pequeño francés o un capitalista inglés. El valor de uso, bien que es objeto de necesidades sociales y, por tanto, está ligado al conjunto social, no expresa ninguna relación social de producción. Tomemos, por ejemplo, un diamante, como mercancía en tanto que valor de uso. Al ver el diamante no podemos decir que es una mercancía. Utilizado como valor de uso, con fines estéticos o técnicos, en el cuello de una cortesana o en la mano de un vidriero, es diamante y no mercancía. Parece que, para la mercancía, ser valor de uso es una condición necesaria, pero al valor de uso le es lo mismo ser o no ser mercancía. El valor de uso indiferente a toda determinación económica formal, o sea, tomado como valor de uso, está fuera de la esfera de investigación de la Economía política14. Pertenece a esta esfera únicamente cuando constituye él mismo una determinación formal. El valor de uso es la base material sobre la cual se expresa de manera inmediata una relación económica determinada, el valor de cambio.El valor de cambio aparece ante todo como una relación cuantitativa, la proporción en que cambian unos por otros los valores de uso. Ellos representan en esta relación magnitudes cambiables iguales. Así, un volumen de Propercio y ocho onzas de polvo de rapé pueden tener el mismo valor de cambio, pese al carácter desigual de los valores de uso del rapé y la elegía. En su calidad de valor de cambio, un valor de uso cuesta

13 Aristóteles. De Republica. L. 1, C. 9 (edit. I. Bekkeri, Oxonii, 1837). "Todo objeto que poseemos tiene dos usos... uno es su uso propio y el otro es su uso impropio; por ejemplo, un zapato puede servir de calzado y también ser objeto de cambio. El zapato es en ambos casos objeto de uso, pues el que lo cambia por lo que le falta -v. gr., por dinero o alimentos se sirve asimismo del zapato. Pero este no es su uso natural. Porque el zapato no ha sido hecho para ser objeto de cambio. Lo mismo puede decirse acerca de todas las posesiones."14 Esta es precisamente la razón de que los compiladores alemanes traten con amore del valor de uso, calificándolo de "bien". Véase, por ejemplo, L. Stein. System der Staalsivissenschaften, Bd. I, den Abschnitt von den "Gütern" (Sistema de ciencias políticas, t. I, sección concerniente a los "bienes"). Información sobre los "bienes" puede encontrarse en "manuales que tratan de la mercancía".

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exactamente tanto como un otro, a condición de que sea adecuada la proporción. El valor de un palacio puede expresarse en una cantidad determinada de botes de betún para el calzado.Y viceversa, los fabricantes de betún londinenses han expresado en palacios el valor de cambio de sus múltiples botes. Totalmente indiferentes, pues, a su modo de existencia natural y sin consideración de la naturaleza específica de las necesidades que ellas satisfacen en tanto que valores de uso, las mercancías, tomadas en cantidades determinadas, se equilibran, se sustituyen unas a otras en el cambio, son calificadas de equivalentes y, de este modo, pese al carácter abigarrado de sus apariencias, tienen un denominador común.Los valores de uso son directamente medios de subsistencia. Mas, por otra parte, esos medios de subsistencia son ellos mismos productos de la vida social, el resultado de la fuerza vital humana gastada, trabajo materializado. En tanto que materialización del trabajo social, todas las mercancías son una cristalización de la misma unidad. El carácter determinado de esta unidad, o sea, del trabajo, que se manifiesta en e1 valor de cambio, es lo que deberemos examinar ahora.Supongamos que una onza de oro, una tonelada de hierro, un quarter de trigo y 20 varas de seda son valores de cambio de igual magnitud. En tanto que equivalentes, en los que la diferencia cualitativa de sus valores de uso está eliminada, esos productos representan un volumen igual del mismo trabajo. El trabajo materializado en cantidades iguales en esos productos diversos debe ser él mismo un trabajo uniforme, indiferenciado, simple; si éste se manifiesta en el oro, el hierro, el trigo o la seda importa tan poco como al oxígeno le importa si se encuentra en la herrumbre, la atmósfera, el jugo de uva o la sangre humana. Pero extraer oro, sacar hierro de la mina, cultivar el trigo y tejer la seda son tipos de trabajo cualitativamente diferentes. En efecto, lo que aparece objetivamente como diversidad de valores de uso, se manifiesta, examinado en su dinámica, bajo la forma de diversidad de las actividades que originan los valores de uso. Siendo indiferente a la sustancia particular de los valores de uso, el trabajo originario de valores de cambio es asimismo indiferente a la forma particular del trabajo mismo. Además, los diferentes valores de uso son productos de la actividad de individuos diferentes y, por tanto, el resultado de trabajos diferenciados por su carácter individual. Pero en tanto que valores de cambio, ellos representan un trabajo igual no diferenciado, o sea, un trabajo en que la individualidad de los trabajadores aparece borrada. Por ello el trabajo que crea un valor de cambio es trabajo general abstracto.Si una onza de oro, una tonelada de hierro, un quarter de trigo y 20 varas de seda son valores de cambio de magnitud igual, o equivalentes, una onza de oro, media tonelada de hierro, 3 bushels de trigo y 5 varas de seda son valores de cambio totalmente diferentes, y esta diferencia cuantitativa es la única que ellos implican, en general, en cuanto valores de cambio. En su calidad de valores de cambio de diversa magnitud representan algo más o menos, cantidades mayores o menores de ese trabajo simple, uniforme, general abstracto, que constituye la sustancia del valor de cambio. Cabe preguntar: ¿cómo se pueden medir estas cantidades? O más bien: ¿cuál es el modo de existencia cuantitativa de este trabajo mismo, habida cuenta de que las diferencias cuantitativas de las mercancías como valores de cambio son meramente las del trabajo materializado en ellas? De la misma manera como el modo de existencia cuantitativo del movimiento es el tiempo, el modo de existencia cuantitativo del trabajo es el tiempo de trabajo. Si se supone dada la calidad del trabajo, su propia duración es lo único que puede diferenciarlo. Como tiempo de trabajo, se mide por unidades naturales del tiempo: horas, días, semanas, etc. El tiempo de trabajo es la existencia viviente del trabajo, sin relación alguna con su forma, su contenido e individualidad; es la existencia viviente del trabajo en su forma cuantitativa, así como su medida inmanente. El tiempo de trabajo materializado en los valores de uso de las mercancías es a la vez la sustancia que hace de ellas valores de cambio y, por tanto, mercancías, así como mide la magnitud precisa de su valor. Las cantidades correlativas de diferentes valores de uso en que se materializa el mismo tiempo de trabajo son equivalentes, es decir, todos los valores de uso son equivalentes en las proporciones en que contienen el mismo tiempo de trabajo gastado, materializado. En cuanto valores de cambio, todas las mercancías son meramente cantidades determinadas de tiempo de trabajo congelado.Para comprender cómo el valor de cambio está determinado por el tiempo de trabajo, es necesario atenerse a las siguientes ideas básicas: reducción del trabajo al trabajo simple, por decir así, desprovisto de calidad; el modo específico de conversión del trabajo creador del valor de cambio y, por tanto, productor de mercancías, en trabajo social; y por último, la distinción entre el trabajo cuyo resultado lo representan valores de uso y el que tiene por resultado valores de cambio.

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Para medir los valores de cambio de las mercancías por el tiempo de trabajo que ellas contienen es preciso reducir los diferentes tipos de trabajo a un trabajo no diferenciado, homogéneo, simple; en breve, a un trabajo cualitativamente uniforme, cuya única diferencia sea por tanto la cantidad.Esta reducción parece ser una abstracción, pero ella tiene lugar todos los días en el proceso de producción social. La conversión de todas las mercancías en tiempo de trabajo no es una abstracción mayor ni al mismo tiempo menos real que la resolución en aire de todos los cuerpos orgánicos. En realidad, el trabajo que se mide así por el tiempo no se presenta como trabajo de individuos diferentes, sino que los diferentes individuos trabajadores parecen ser más bien meros órganos de dicho trabajo. En otras palabras, el trabajo encarnado en los valores de cambio podría calificarse de trabajo humano general. Esta abstracción del trabajo humano general existe en el trabajo medio que puede realizar todo individuo medio de una sociedad dada, es un gasto productivo determinado de músculos, nervios, cerebro, etc., humanos. Es el trabajo simple15, para el cual puede ser adiestrado todo individuo medio y que éste debe cumplir en una u otra forma. El carácter de ese trabajo medio difiere según los países y las épocas de la civilización, pero en toda sociedad existente aparece como algo dado. El trabajo simple forma la mayor parte de todo el trabajo en la sociedad burguesa, de lo que es posible convencerse consultando una estadística cualquiera. Que A trabaje seis horas produciendo hierro y seis horas produciendo lienzo, y que B trabaje igualmente seis horas produciendo hierro y seis horas produciendo lienzo, o bien A produzca hierro durante doce horas y B produzca lienzo, durante doce horas también, esto sólo representa desde todo punto de vista una aplicación diferente del mismo tiempo de trabajo. Pero ¿qué tal con el trabajo complejo, que se eleva por encima del nivel medio siendo un trabajo de intensidad mayor, de peso específico superior? Este tipo de trabajo se reduce a una suma de trabajo simple, a un trabajo simple elevado a una potencia superior de modo que, por ejemplo, un día de trabajo complejo equivale a tres días de trabajo simple. No ha llegado todavía el momento apropiado para estudiar las leyes que rigen esta reducción del trabajo complejo al trabajo simple. Pero ella tiene lugar evidentemente, porque, en tanto que valor de cambio, el producto del trabajo más complejo es equivalente, en proporciones determinadas, al producto del trabajo medio simple y se equipara, pues, a una cantidad determinada de ese trabajo simple.La determinación del valor de cambio por el tiempo de trabajo supone, además, que en una mercancía dada -una tonelada de hierro, por ejemplo- se halla materializada una cantidad igual de trabajo, no importa si se trata del trabajo de A o de B, o que individuos diferentes emplean tiempo de trabajo igual para producir el mismo valor de uso cualitativa y cuantitativamente determinado. Dicho de otro modo, se supone que el tiempo de trabajo contenido en una mercancía es el tiempo de trabajo necesario para su producción, o sea, el tiempo de trabajo requerido para producir un nuevo ejemplar de la misma mercancía en las condiciones generales de producción dadas.Como se infiere del análisis del valor de cambio, las condiciones del trabajo creador del mismo son determinaciones sociales del trabajo o determinaciones del trabajo social, pero social no en su sentido general, sino en un sentido particular. Es una forma específica de relaciones sociales. En primer lugar, la simplicidad no diferenciada del trabajo implica la igualdad de los trabajos de individuos diferentes, significa que se puede comparar sus trabajos los unos con los otros como si se tratara de un trabajo idéntico, precisamente por reducir de hecho todos los tipos de trabajo a un trabajo homogéneo.El trabajo de cada individuo, en tanto que se manifiesta en valores de cambio, posee ese carácter social de igualdad, y no se manifiesta en valores de cambio sino en la medida en que está equiparado con el trabajo de todos los otros individuos.Además, en el valor de cambio, el tiempo de trabajo del individuo aislado aparece de modo inmediato como tiempo de trabajo general, y este carácter general del trabajo individual, como carácter social de este último. El tiempo de trabajo representado en el valor de cambio es el tiempo de trabajo de un individuo, pero sin que se haga distinción entre éste y los demás; es el tiempo de trabajo de todos los individuos, siempre y cuando efectúen un trabajo igual; por consiguiente, el tiempo de trabajo que uno necesita para producir una mercancía determinada es el tiempo de trabajo necesario, que emplearía cualquier otro para producir la misma mercancía. Es el tiempo de trabajo de un individuo, su tiempo de trabajo, pero únicamente en tanto que tiempo de trabajo común a todos; no tiene importancia, pues, saber de qué individuo es el tiempo de trabajo. Como tiempo de trabajo universal, encuentra su expresión en un producto universal, un equivalente

15 Los economistas ingleses lo llaman "unskilled labour" (trabajo no calificado).

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universal, una cantidad determinada de tiempo de trabajo materializado, que, siendo indiferente a la forma determinada de valor de uso en la que aparece de modo inmediato como producto de un individuo, puede ser convertida a voluntad en cualquier otra forma de valor de uso bajo la cual se presenta como producto de todo otro individuo. Sólo en tanto que magnitud social es como representa una magnitud universal. El trabajo de un individuo puede producir un valor de cambio únicamente si produce un equivalente universal, es decir, si el tiempo de trabajo del individuo representa el tiempo de trabajo universal, o bien si el tiempo de trabajo universal representa el tiempo de trabajo del individuo. Es lo mismo que si los diferentes individuos hubieran amalgamado su tiempo de trabajo y hubieran dado la forma de valores de uso diferentes a las diferentes cantidades de tiempo de trabajo de que ellos disponían colectivamente. El tiempo de trabajo del individuo aislado es por tanto, de hecho, el requerido por la sociedad para producir un valor de uso determinado, o sea, para satisfacer una determinada necesidad. Pero aquí se trata sólo de la forma específica en que el trabajo adquiere un carácter social. Cierta cantidad de tiempo de trabajo de un hilador se materializa, por ejemplo, en 100 libras de hilo de lino. Supongamos que 100 varas de tela, producto de un tejedor, representan la misma cantidad de tiempo de trabajo. Por cuanto estos dos productos representan una cantidad igual de tiempo de trabajo universal, y, en consecuencia, son equivalentes de todo valor de uso que contenga la cantidad análoga de tiempo de trabajo, por la misma razón uno es equivalente del otro. Únicamente porque el tiempo de trabajo del hilador y el del tejedor se presentan como tiempo de trabajo universal, y sus productos aparecen por tanto como equivalentes universales, el trabajo del tejedor para el hilador y el del hilador para el tejedor pasa a ser aquí el trabajo de uno para el otro, es decir, su trabajo adquiere la existencia social para ambos. En la industria patriarcal rural, por el contrario, donde el hilador y el tejedor habitaban bajo el mismo techo -las mujeres de la familia hilando y los hombres tejiendo, digamos, para las necesidades de la propia familia-, el hilo y el lienzo eran productos sociales, el hilar y el tejer eran trabajos sociales sin rebasar el marco de la familia. Pero su carácter social no se debió a que el hilo como equivalente universal se trocaba por el lienzo como equivalente universal, ni a que ambos se trocaban mutuamente en tanto que expresiones equivalentes e igualmente valoradas de uno y el mismo tiempo de trabajo universal. Al contrario, el cuadro familiar con su división del trabajo desarrollada por vía natural, marcaba su impronta social particular sobre el producto del trabajo. O bien, tomemos la renta en trabajo o en especie o dinero de la Edad Media. Los trabajos determinados de los individuos en su forma de prestaciones en especie, los rasgos particulares y no el aspecto universal del trabajo fueron allí lo que constituía el nexo social. O bien, por último, tomemos el trabajo comunitario en su forma primitiva, tal como lo encontramos en el umbral de la historia de todos los pueblos civilizados16. En este caso, el carácter social del trabajo no proviene manifiestamente de que el del individuo toma la forma abstracta de universalidad, ni de que su producto toma la forma de un equivalente universal. La comunidad (Gemeinwesen), premisa de la producción, impide que el trabajo del individuo sea un trabajo privado, y su producto sea un producto privado; al contrario, hace que el trabajo individual se presente directamente como función de un miembro del organismo social. El trabajo representado en el valor de cambio es hipotéticamente el trabajo del individuo aislado. Para convertirse en trabajo social debe tomar la forma de su contrario inmediato, la forma de la universalidad abstracta. El trabajo creador del valor de cambio se caracteriza finalmente por el hecho de que las relaciones sociales entre las personas se presentan, por decir así, como invertidas, como una relación entre las cosas. El trabajo de diversas personas es equiparado y se considera como universal únicamente cuando un valor de uso se pone en relación con otro en su calidad de valor de cambio. De suerte que si es justo decir que el valor de cambio es una relación entre las personas17, se debe agregar: una relación disimulada bajo la envoltura de

16 En estos últimos tiempos se ha difundido un prejuicio ridículo según el cual la propiedad comunal primitiva es una forma de propiedad específicamente eslava, o incluso exclusivamente rusa. Es la forma primitiva cuya presencia puede observarse entre los romanos, los germanos y los celtas; todo un abanico de sus especímenes variados, aunque destruidos en parte existen todavía en la India. Un estudio minucioso de las formas de propiedad comunal asiáticas, particularmente indias, mostraría que la desintegración de las diferentes formas de propiedad comunal primitiva da origen a diversas formas de propiedad. Por ejemplo, varios tipos originales de propiedad privada romana y germana pueden deducirse de diferentes formas de propiedad comunal de la India.17 "La riqueza es una relación entre dos personas." (Galiani. Della Moneta, p. 221, vol. III de la recopilación de Custodi de Scrittori classici italiani di economía politica Parle moderna, Milan, 1803).

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cosas. Del mismo modo que una libra de hierro y una libra de oro representan, pese a la diferencia de sus propiedades, el mismo peso, así los valores de uso de dos mercancías, iguales por el tiempo de trabajo contenido representan el mismo valor de cambio. El valor de cambio aparece, pues, como determinación social de valores de uso, una determinación que les es propia a éstas como objetos y gracias a la cual, en el proceso de cambio, ellos se sustituyen unos a otros en proporciones cuantitativas determinadas y forman equivalentes del mismo modo como los cuerpos químicos simples se combinan en ciertas proporciones cuantitativas y forman equivalentes químicos. Sólo el hábito de la vida cotidiana hace considerar como banal y dado por sobrentendido que una relación social de producción asuma la forma de un objeto, dando a la relación entre las personas en su trabajo el aspecto de una relación entre las cosas y entre éstas y las personas. En la mercancía, esta mistificación es aún muy simple. Todo el mundo tiene una idea más o menos clara de que, en realidad, la relación entre las mercancías como valores de cambio es una relación entre las personas en su actividad productiva recíproca.Esta apariencia de simplicidad se desvanece en las relaciones de producción de un nivel más alto. Todas las ilusiones del sistema monetario se deben a la ignorancia de que el dinero, bajo la forma de un objeto natural con propiedades determinadas, representa una relación social de producción Entre los economistas modernos, que tienen una sonrisa sarcástica para las ilusiones del sistema monetario, se revela la misma ilusión tan pronto como se ocupan de categorías económicas superiores, por ejemplo, del capital. Ella emerge claramente en la confesión de su asombro ingenuo, cuando lo que acaban de definir burdamente como objeto se les presenta de súbito en calidad de relación social y, momentos después, habiendo sido catalogado en la categoría de relaciones sociales, vuelve a burlarse de ellos en la forma de objeto.Puesto que, en realidad, el valor de cambio no es sino la relación mutua del trabajo de individuos, considerado como un trabajo igual y universal, nada más que la expresión objetiva de una forma de trabajo específicamente social, sería una tautología decir que el trabajo es la única fuente del valor de cambio y, por consiguiente, de la riqueza en tanto que esta consiste en valores de cambio. Es igualmente una tautología decir que la materia en su estado natural no tiene valor de cambio18, porque no encierra trabajo, y que el valor de cambio como tal no encierra materia en su estado natural. Pero William Petty llama "al trabajo padre, y a la tierra, madre de la riqueza"19; cuando el obispo Berkeley pregunta:"Si los cuatro elementos y el trabajo humano aplicado a ellos no son la verdadera fuente de la riqueza" 20, o, también, cuando el norteamericano Th. Cooper explica en una forma popular:"Quítese a una hogaza de pan el trabajo que ella ha costado, el trabajo del panadero, del molinero, del granjero, etc., ¿qué quedará entonces? Unos cuantos granos de hierba silvestre inútil para el uso humano, cualquiera que sea". (Th.Cooper, Lectures on the Elements of Political Economy, London, 1831)En todos estos modos de ver no se trata del trabajo abstracto, fuente de valor de cambio, sino del trabajo concreto en tanto que fuente de la riqueza material; en breve, del trabajo productor de los valores de uso. Puesto que se postula el valor de uso de la mercancía, se postula también la utilidad particular, el determinado carácter racional del trabajo invertido en el mismo; pero, desde el punto de vista de la mercancía, con estas consideraciones se agota todo interés por dicho trabajo en cuanto trabajo útil. Nos interesan en el pan como valor de uso sus propiedades alimentarias y no, en modo alguno, los trabajos del granjero, del molinero, del panadero, etc. Si un invento redujera en el 95 por ciento esos trabajos, la utilidad de una hogaza de pan quedaría la misma. Si la hogaza cayera ya preparadita del cielo, no se perdería por ello un solo átomo de su valor de uso. Mientras que el trabajo creador del valor de cambio se realiza en la igualdad de las mercancías en cuanto equivalentes universales, el trabajo como actividad productiva racional se realiza por su parte en la infinita variedad de valores de uso. Mientras que el trabajo creador del valor de cambio es un trabajo universal abstracto e igual, el trabajo creador del valor de uso es por su parte un trabajo

18 "En su estado natural la materia siempre está desprovista de valor. McCulloch. Discours sur l'origine de l'economie politique, etc., traduit par Prévost. Genève, 1825, p. 57. Esto muestra que incluso un McCulloch está muy por encima del fetichismo de "pensadores" alemanes según los cuales la "materia" y media docena de otras cosas, que no tienen nada de común con el valor, son elementos de este último. Véase, por ejemplo, L. Stein, op. cit., t. 1, p.19 Marx cita el libro de W. Petty que se publicó anónimamente con el título de A Treatise of Taxes and Contributions (Tratado sobre las tasas y las contribuciones). London, 1667.-22 (12)20 Berkeley. The Querist, London,1750; "Whether the four elements and man's labour therein, be not the true source of wealth?

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concreto y particular, que, con arreglo a la forma y a la materia, se divide en variedad infinita de tipos de trabajo. Es inexacto decir que el trabajo creador de valores de uso es la única fuente de la riqueza por él producida, o sea, de la riqueza material. Siendo una actividad que adapta la materia a tal o cual objetivo, ese trabajo presupone necesariamente la materia. La relación entre el trabajo y la materia natural varía mucho según que sean los valores de uso, pero el valor de uso comprende siempre un sustrato natural. Como una actividad racional encaminada a la apropiación de factores naturales en una u otra forma, el trabajo es una condición natural de la existencia humana, una condición -independiente de toda forma social- del cambio de sustancias entre el hombre y la naturaleza. A1 contrario, el trabajo creador del valor de cambio es una forma de trabajo específicamente social. Por ejemplo, el trabajo del sastre en su determinación material de actividad productiva particular produce el vestido y no su valor de cambio. No produce este último en calidad de trabajo de sastre, sino en tanto que trabajo universal abstracto, el cual pertenece a un conjunto social que no ha sido diseñado por el sastre. En la industria doméstica antigua, por ejemplo, las mujeres producían vestidos sin producir el valor de cambio de los mismos. El legislador Moisés conoció el trabajo como fuente de la riqueza material no menos que el empleado de aduanas Adam Smith21.Examinemos ahora algunas determinaciones más precisas que dimanan de la reducción del valor de cambio al tiempo de trabajo.La mercancía en cuanto valor de uso ejerce una acción causal. El trigo, verbigracia, actúa como alimento. Una máquina reemplaza al trabajo en proporciones determinadas. Esta acción de la mercancía, la única que hace de ella un valor de cambio, un objeto de consumo, puede llamarse servicio de la mercancía, servicio que ésta presta como valor de uso. Pero la mercancía en calidad de valor de cambio es considerada siempre desde el punto de vista del resultado. En este caso no se trata del servicio que ella presta, sino del servicio22 prestado a ella misma en el proceso de su producción. Por consiguiente, el valor de cambio de una máquina, por ejemplo, no lo determina la cantidad de tiempo de trabajo que ella reemplaza, sino la cantidad de tiempo de trabajo invertida para construirla y, por tanto, requerida para producir una nueva máquina de la misma especie.Así pues, si la cantidad de trabajo requerida para la producción de mercancías permaneciera constante, su valor de cambio sería invariable. Pero la facilidad y dificultad de la producción varían continuamente. Cuando la fuerza productiva del trabajo aumenta, el mismo valor de uso se produce en un tiempo más corto. Si la fuerza productiva del trabajo disminuye, la producción del mismo valor de uso exigirá más tiempo. El volumen del tiempo de trabajo contenido en una mercancía -y, en consecuencia, su valor de cambio- es por tanto una cantidad variable, que aumenta o disminuye en razón inversa al aumento o a la disminución de la fuerza productiva del trabajo. El nivel de la productividad del trabajo, predeterminado en la industria manufacturera, depende también, en la industria extractora y la agricultura, de las condiciones naturales incontrolables. El mismo trabajo permitirá extraer una cantidad mayor o menor de diferentes metales según que sea la penuria o la abundancia relativa de esos metales en la corteza terrestre. El mismo trabajo podrá materializarse, si la temporada es propicia, en dos bushels de trigo, o tal vez en uno solo, si la temporada es desfavorable. La penuria o la abundancia en tanto que condiciones naturales parecen determinar aquí el valor de cambio, porque determinan la fuerza productiva, ligada a las condiciones naturales, de un trabajo específico concreto.Valores de uso diferentes encierran en volúmenes desiguales el mismo tiempo de trabajo o el mismo valor de cambio. Cuanto menor sea, en comparación con otros valores de uso, el volumen del valor de uso en que se contiene determinada cantidad de tiempo de trabajo, mayor será su valor de cambio específico. Si hacemos constar que en épocas diferentes de la civilización, muy distantes las unas de las otras, ciertos valores de uso -por ejemplo, el oro, la plata, el cobre, el hierro o el trigo, el centeno, la cebada, la avena- forman una serie de valores de cambio específicos, entre los cuales subsiste, si no exactamente la misma correlación numérica,

21 F. List, quien no pudo nunca comprender la diferencia entre el trabajo productor de algo útil, de un valor de uso, y el trabajo creador de una forma social determinada de la riqueza, de un valor de cambio — pues lo de comprender fue, en general, cosa extraña a su inteligencia práctica y utilitaria—,sólo vio en los economistas ingleses modernos a meros plagiarios del Moisés de Egipto.22 Es fácil ver qué “servicio” debe la categoría "servicio" prestar a economistas del tipo de J.-B. Say y F. Bastiat, cuyo razonamiento astucioso, como ha señalado ya a justo título Malthus, hace invariablemente abstracción de la forma específica determinada de las relaciones económicas.

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por lo menos la correlación general de orden ascendiente o descendiente, esto prueba tan sólo que los progresos en el desarrollo de las fuerzas productivas sociales influyen de una manera uniforme, o más o menos uniforme, sobre el tiempo de trabajo requerido para la producción de esas mercancías diferentes.El valor de cambio de una mercancía no se manifiesta en su valor de uso propio. Sin embargo, siendo el valor de uso de una mercancía la materialización del tiempo de trabajo social universal, existen ciertas relaciones entre su valor de uso y los de otras mercancías. Así pues, el valor de cambio de una mercancía se manifiesta en los valores de uso de otras. El equivalente es, de hecho, el valor de cambio de una mercancía expresado en el valor de uso de otra. Cuando se dice, por ejemplo, que una vara de lienzo cuesta dos libras de café, el valor de cambio del lienzo está expresado en el valor de uso del café, y además en una cantidad determinada de este valor de uso. Una vez dada la proporción, se puede expresar en café el valor de cualquier cantidad de lienzo. Está claro que el valor de cambio de una mercancía -el lienzo, por ejemplo- no encuentra su expresión exhaustiva en la proporción en que otra mercancía particular -el café, por ejemploforma su equivalente. La cantidad de tiempo de trabajo universal representado en una vara de lienzo se realiza simultáneamente en la infinita variedad de volúmenes de los valores de uso de todas las demás mercancías. El valor de uso de cualquier otra mercancía tomado en la proporción que representa la misma cantidad de tiempo de trabajo constituye un equivalente de la vara de lienzo. Por lo tanto, el valor de cambio de esta mercancía particular no encuentra su expresión exhaustiva sino en la infinidad de ecuaciones en las que los valores de uso de todas las demás mercancías forman su equivalente. Sólo en la suma de esas ecuaciones, o en la totalidad de las diferentes proporciones en que una mercancía puede trocarse por cualquier otra, es donde ella encuentra su expresión exhaustiva de equivalente universal. Por ejemplo, a la serie de ecuaciones:

1 vara de lienzo = 1/2 libra de té,1 vara de lienzo = 2 libras de café,1 vara de lienzo = 8 libras de pan,1 vara de lienzo = 6 varas de percal,

se le puede dar la forma siguiente:1 vara de lienzo = 1/8 libra de té + ½ libra de café + 2 libras de pan + 1/2 varas de percal.Entonces, si tuviéramos ante nosotros la totalidad de las ecuaciones en que el valor de uso de una libra de lienzo encuentra su expresión exhaustiva, podríamos representar su valor de cambio en forma de una serie. Esta serie es de hecho infinita, porque el conjunto de mercancías no se circunscribe definitivamente nunca, sino que se amplía de continuo. Pero si una mercancía encuentra así la medida de su valor de cambio en los valores de uso de todas las demás mercancías, entonces, viceversa, los valores de cambio de todas las demás mercancías se miden por el valor de uso de esta mercancía particular que encuentra en ellas su medida23. Si el valor de cambio de una vara de lienzo se expresa en 1 /2 libra de té, 2 libras de café, 6 varas de percal y 8 libras de pan, etc., se infiere de ello que el café, el té, el percal, el pan, etc., son iguales entre sí mismos en la medida en que son iguales a una tercera mercancía, el lienzo, y que el lienzo sirve por tanto de medida común de sus valores de cambio.Cada mercancía en cuanto tiempo de trabajo universal materializado, es decir, como determinada cantidad de tiempo de trabajo universal, expresa su valor de cambio sucesivamente en cantidades determinadas de valores de uso de todas las demás mercancías, y, viceversa, los valores de cambio de todas las demás mercancías se miden por el valor de uso de esta mercancía exclusiva. Pero cada mercancía en tanto que valor de cambio es a la vez la mercancía exclusiva que sirve de medida común para los valores de cambio de todas las demás mercancías y, por otra parte, tan sólo una de las numerosas mercancías en la serie total de las cuales cada una de otras mercancías representa directamente su valor de cambio.La cuantía del valor de una mercancía no depende de si son pocas o muchas las mercancías de otros tipos. Pero la serie de ecuaciones en las que se realiza su valor de cambio es más larga o más corta según que sea mayor o menor la variedad de otras mercancías. La serie de ecuaciones que representa, por ejemplo, el valor del café expresa la esfera de su cambiabilidad, los límites de su funcionamiento en calidad de valor de

23 "Otra particularidad de la medida consiste en que su relación con el objeto mensurado es tal que la cosa mensurada deviene en cierto modo la medida de la cosa que sirve para medir." Montanari. Della Moneta, p. 41, en la recopilación de Custodi, vol. 111, Parte antica.

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cambio. A1 valor de cambio de una mercancía, en cuanto materialización del tiempo de trabajo social universal, le corresponde la expresión de su equivalencia en una variedad infinita de valores de uso.Hemos visto que el valor de cambio de una mercancía varía con la cantidad de tiempo de trabajo directamente incorporado a la misma. Su valor de cambio realizado, es decir, expresado en los valores de uso de otras mercancías, debe depender igualmente de la proporción en que varía el tiempo de trabajo invertido en la producción de todas las demás mercancías. Si, por ejemplo, el tiempo de trabajo necesario para la producción de un celemín de trigo quedara el mismo, mientras el tiempo de trabajo requerido para producir todas las demás mercancías se duplicara, el valor de cambio de un celemín de trigo expresado en sus equivalentes se reduciría a la mitad. El resultado sería prácticamente el mismo si el tiempo de trabajo requerido para la producción de un celemín de trigo hubiera disminuido en la mitad y el tiempo de trabajo necesario para la producción de todas las demás mercancías hubiera quedado invariable. El valor de las mercancías lo determina la proporción en que se puede producirlas durante el mismo tiempo de trabajo. Para ver cuáles son las variaciones posibles de esta proporción tomemos dos mercancías: A y B.Primer caso. Supongamos que el tiempo de trabajo necesario para la producción de B queda el mismo. Entonces, el valor de cambio expresado en B baja o se eleva en razón directa al decremento o incremento del tiempo de trabajo requerido por la producción de A.Segundo caso. Supongamos que el tiempo de trabajo necesario para la producción de A queda el mismo. El valor de cambio de A, expresado en B, baja o se eleva en razón inversa al decremento o incremento del tiempo de trabajo que se exige para la producción de B.Tercer caso. Supongamos que el tiempo de trabajo necesario para la producción de A y B decrece o se incrementa en la misma proporción. Entonces, la expresión de la equivalencia de la mercancía A en la mercancía B queda invariable. Si por efecto de alguna circunstancia la fuerza productiva de todos los tipos de trabajo disminuyera en un grado igual, de modo que para la producción de todas las mercancías se exigiera más tiempo de trabajo, y fuera la misma la proporción del aumento, el valor de todas las mercancías aumentaría, quedando invariable la expresión real de su valor de cambio, y la riqueza efectiva de la sociedad disminuiría porque le haría falta más tiempo de trabajo para crear la misma masa de valores de uso.Cuarto caso. El tiempo de trabajo necesario para la producción de A y de B se incrementa o decrece para la una y la otra, pero en un grado desigual; o bien el tiempo de trabajo requerido por A aumenta, mientras que el requerido por B disminuye, o viceversa. Todos estos casos pueden reducirse simplemente a lo siguiente: el tiempo de trabajo que exige la producción de una mercancía queda invariable, mientras que el necesario para producir la otra aumenta o disminuye.El valor de cambio de cada mercancía se expresa en el valor de uso de cualquier otra, sea en magnitudes enteras o en fracciones del mismo valor de uso. En tanto que valor de cambio, toda mercancía es divisible como lo es también el trabajo materializado en ella. La equivalencia de las mercancías es independiente de la divisibilidad física de sus valores de uso tanto como la suma de valores de cambio de las mercancías es indiferente a las variaciones de forma reales que pueden experimentar los valores de uso de esas mercancías en caso de su transformación en una sola mercancía nueva.Hasta ahora hemos examinado la mercancía desde un doble punto de vista: como valor de uso y como valor de cambio, y de una manera unilateral en ambos casos. Pero la mercancía como tal es la unidad directa del valor de uso y el valor de cambio; al mismo tiempo, ella no es mercancía sino en relación con otras mercancías. La relación real entre las mercancías es su proceso de cambio. Se trata de un proceso social al que se incorporan los individuos independientes unos de otros, pero sólo participan en él como poseedores de mercancías; su existencia mutua, la de los unos para los otros, es la existencia de sus mercancías, de modo que, en sustancia, ellos se presentan sólo como portadores conscientes del proceso de cambio.La mercancía es valor de uso -trigo, lienzo, diamante, máquina, etc-, pero al mismo tiempo, en tanto que mercancía, no es valor de uso. Si fuera valor de uso para su poseedor, o sea, un medio inmediato de satisfacción de sus propias necesidades, no sería mercancía. Para su poseedor no es valor de uso, sino más bien, meramente, el depositario material del valor de cambio o simple medio de cambio; como portador activo del valor de cambio, el valor de uso se transforma en medio de cambio.

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La mercancía es un valor de uso para su poseedor únicamente en su calidad de valor de cambio 24. Por consiguiente, la mercancía aún tiene que convertirse en valor de uso, ante todo para otros. Por cuanto ella no es valor de uso para su poseedor, por la misma razón debe serlo para el poseedor de otras mercancías. Si esto no ocurre, el trabajo de su poseedor ha sido un trabajo inútil y, congruentemente, su resultado no es una mercancía. Por otra parte, la mercancía debe adquirir un valor de uso para él mismo, porque sus propios medios de vida existen fuera de ella, en los valores de uso de mercancías de otras personas. Para devenir un valor de uso, la mercancía debe encontrar la necesidad particular que ella pueda satisfacer. Por consiguiente, los valores de uso de las mercancías devienen valores de uso cuando cambian universalmente de lugares, pasando de las manos en que son medio de cambio a las de quienes se sirven de ellos como de objetos de uso. Sólo en virtud de esta alienación universal de las mercancías, el trabajo que ellas encierran pasa a ser un trabajo útil. En este proceso de correlación de las mercancías como valores de uso, ellas no adquieren ninguna forma económica determinada nueva. Al contrario, desaparece la forma determinada que las caracterizaba en cuanto mercancías. El pan, por ejemplo, al pasar de las manos del panadero a las de su consumidor no cambia de modo de existencia en tanto que pan. Viceversa, el consumidor es el único quien trata el pan como valor de uso, como alimento determinado, mientras que en las manos del panadero, el pan era portador de una relación económica, una cosa concreta y a la vez abstracta. El único cambio de forma experimentado por las mercancías al convertirse en valores de uso es, por, consiguiente, el cese de su existencia formal en que eran valores sin uso para su poseedor y valores de uso para quienes no las poseían.Para convertirse en valores de uso, las mercancías deben ser alienadas universalmente, entrar en el proceso de cambio, pero su existencia para el cambio es su existencia en calidad de valores de cambio. Por eso, ellas no se realizan como valores de uso sino realizándose como valores de cambio.Desde el punto de vista del valor de uso, la mercancía individual aparecía originariamente como objeto independiente, mas como valor de cambio, por el contrario, ella fue considerada desde el mismo principio en todas las demás mercancías. Sin embargo, su relación con esta relación no pasaba de ser una asociación teórica, un fruto del pensamiento.Sólo llega a realizarse en el proceso de cambio. De otro lado, la mercancía es un valor de cambio por cuanto encierra determinada cantidad de tiempo de trabajo gastado para producirla, y por la misma razón es un tiempo de trabajo materializado. Pero tal como aparece en forma inmediata, es únicamente el tiempo de trabajo individual materializado de contenido específico y no el tiempo de trabajo universal. Por lo tanto, la mercancía no es inmediatamente un valor de cambio, sino que aún debe llegar a serlo.En primer lugar, puede ser materialización del tiempo de trabajo universal únicamente cuando representa el tiempo de trabajo aplicado a un objetivo útil concreto, o sea, contenido en un valor de uso. Es esta una condición material imprescindible para que el tiempo de trabajo encerrado en las mercancías sea considerado como universal, social. De este modo, la mercancía no puede llegar a ser un valor de uso sino realizándose como valor de cambio, más por otra parte no puede realizarse como valor de cambio sin manifestarse como valor de uso en su alienación. Una mercancía en tanto que valor de uso sólo puede ser alienada en provecho del que la considere como valor de uso, es decir, como objeto de una necesidad particular. Por otra parte, no es alienada sino a cambio de otra mercancía, o bien, si examinamos el asunto desde el punto de vista del poseedor de la otra mercancía, este último no puede tampoco alienar -es decir, realizar- su mercancía sino poniéndola en contacto con la necesidad particular de que ella es el objeto. En su alienación universal, en tanto que valores de uso, las mercancías se relacionan mutuamente con arreglo a su diferencia material de objetos particulares, satisfaciendo por sus propiedades específicas necesidades particulares. Pero en calidad de simples valores de uso son cosas indiferentes las unas a las otras, e incluso sin conexión alguna entre sí. Como valores de uso sólo pueden trocarse en relación con necesidades particulares.Pero no son cambiables sino como equivalentes, y no son equivalentes sino como cantidades iguales de tiempo de trabajo materializado, por lo cual sus cualidades naturales de valores de uso y, por consiguiente, la relación de las mercancías con las necesidades particulares, son completamente desatendidas. En calidad de

24 Aristóteles concibe el valor de cambio precisamente en esta forma determinada (véase el pasaje citado en la parte inicial de este capítulo).

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valor de cambio, por el contrario, una mercancía se realiza reemplazando como equivalente a una cantidad determinada de cualquier otra mercancía, no importa si la primera es o no es valor de uso para el poseedor de la otra mercancía. Mas para el poseedor de esta última aquélla pasa a ser una mercancía sólo en la medida en que es valor de uso para él, y para su propio poseedor deviene un valor de cambio sólo en la medida en que es mercancía para el otro. Así pues, una y la misma relación debe ser simultáneamente una relación de mercancías esencialmente iguales que sólo difieran en magnitud; una relación que exprese la igualdad de las mismas como materializaciones del tiempo de trabajo universal, y al propio tiempo debe ser una relación de mercancías en tanto que objetos cualitativamente diferentes, valores de uso particulares capaces de satisfacer necesidades particulares, o, en breve, una relación que distinga las mercancías como valores de uso reales. Pero esta ecuación y esta diferenciación se excluyen mutuamente. Así se revela no sólo un círculo vicioso, puesto que la solución de uno de los problemas supone que el otro ha sido resuelto ya, sino también un conjunto de exigencias contradictorias, estando la realización de una de la condiciones ligada directamente a la realización de la contraria. El proceso de cambio de las mercancías debe ser a la vez el desenvolvimiento y la solución de dichas contradicciones que, empero, no pueden manifestarse en el mismo bajo una forma tan simple. Sólo hemos visto cómo las mercancías mismas se relacionan mutuamente en cuanto valores de uso, o sea, cómo las mercancías aparecen en calidad de valores de uso dentro del proceso de cambio. Por el contrario, el valor de cambio, tal como lo hemos examinado hasta ahora, existía sólo como nuestra abstracción o, si se quiere, en la forma abstracta que le da el poseedor de mercancías individual, quien tiene la mercancía, en cuanto valor de uso, en su almacén, y en cuanto valor de cambie, sobre su conciencia. Pero dentro del proceso de cambio, las mercancías deben existir las unas para las otras no sólo como valores de uso, sino también como valores de cambio, y este modo de existencia suyo debe aparecer como su propia relación mutua.La dificultad con que hemos tropezado en primer lugar es la siguiente: la mercancía, para presentarse como valor de cambio, como tiempo de trabajo universal materializado, debe previamente ser alienada, encontrar a quien la adquiera, mientras que su alienación como valor de uso supone, inversamente, su existencia como valor de cambio. Pero admitamos que esta dificultad ha sido resuelta. Supongamos que la mercancía se haya sacudido su valor de uso particular y, mediante la alienación de este último, haya cumplido la condición material de ser trabajo socialmente útil y no trabajo particular del individuo para sí mismo. En el proceso de cambio, la mercancía deberá ser entonces, para las demás mercancías, un equivalente universal, un tiempo de trabajo universal materializado y de este modo adquirir no ya la eficacia limitada de un valor de uso particular sino la facultad de expresarse directamente en todos los valores de uso como equivalentes suyos. Cada mercancía es empero la mercancía que debe, mediante la alienación de su valor de uso particular, aparecer como materialización directa del tiempo de trabajo universal. Mas, por otra parte, en el proceso de cambio sólo se enfrentan mercancías particulares, los trabajos de individuos privados materializados en valores de uso particulares.El tiempo de trabajo universal es él mismo una abstracción, que como tal no existe para las mercancías.Examinemos en su conjunto las ecuaciones en que el valor de cambio de una mercancía encuentra su expresión concreta, por ejemplo:

1 vara de lienzo = 2 libras de café,1 vara de lienzo = 1/2 libra de té,1 vara de lienzo = 8 libras de pan, etc.

Estas ecuaciones sólo indican que en una vara de lienzo, 2 libras de café, 1/2 libra de té, etc., está materializada una misma cantidad de tiempo de trabajo social universal. Pero, en realidad, los trabajos individuales representados en esos valores de uso particulares pasan a ser un trabajo universal —y bajo esta forma, trabajo social— sólo cuando dichos valores de uso son cambiados, en efecto, unos por otros proporcionalmente a la duración del trabajo que ellos contienen. El tiempo de trabajo universal existe en esas mercancías en un estado latente, por decirlo así, y sólo se revela en el curso de su intercambio. El punto de partida no es el trabajo de los individuos considerado como trabajo social, sino, por el contrario, el trabajo particular de personas privadas, trabajo que sólo en el proceso de cambio demuestra ser trabajo social universal perdiendo su carácter primitivo.

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El trabajo social universal no es por tanto una premisa ya lista, sino un resultado emergente. De este modo, surge una nueva dificultad: por una parte, las mercancías deben entrar en el proceso de cambio como tiempo de trabajo universal materializado, mas de otro lado, la materialización del tiempo de trabajo de los individuos como tiempo de trabajo universal no es, a su vez, sino el resultado del proceso de cambio. Cada mercancía debe, mediante la alienación de su valor de uso -es decir, de su modo de existencia primitivo-, adquirir su modo de existencia adecuado de valor de cambio. La mercancía debe por tanto tener en el proceso de cambio un modo de existencia doble. De otro lado, su segundo modo de existencia en calidad de valor de cambio sólo puede ser otra mercancía, porque en el proceso de cambio sólo se enfrentan mercancías. ¿Cómo es posible representar directamente una mercancía particular en calidad de tiempo de trabajo universal materializado? O bien, lo que es lo mismo, ¿cómo puede el tiempo de trabajo individual materializado en una mercancía particular asumir el carácter de la universalidad? La expresión concreta del valor de cambio de una mercancía –o sea, de cada mercancía en tanto que equivalente universal- aparece en una suma ilimitada de ecuaciones como:

1 vara de lienzo = 2 libras de café,1 vara de lienzo = 1/2 libra de té,1 vara de lienzo = 8 libras de pan,1 vara de lienzo = 6 varas de percal,1 vara de lienzo = etc.

Esta representación es teórica mientras la mercancía se concibe únicamente como una cantidad determinada de tiempo de trabajo universal materializado. Para que el modo de existencia de una mercancía particular en cuanto equivalente universal se convierta, de pura abstracción en resultado social del propio proceso de cambio, basta con invertir los términos de la serie de ecuaciones arriba indicada. Por ejemplo:

2 libras de café = 1 vara de lienzo,1/2 libra de té = 1 vara de lienzo,8 libras de pan = 1 vara de lienzo,6 varas de percal = 1 vara de lienzo.

Mientras que el café, el té, el pan, el percal, en fin, todas las mercancías expresan en lienzo el tiempo de trabajo que ellas mismas contienen, el valor de cambio del lienzo, a la inversa, se revela en todas las demás mercancías, consideradas como sus equivalentes, y el tiempo de trabajo materializado en el lienzo deviene de modo inmediato el tiempo de trabajo universal, que se encarna igualmente en diferentes volúmenes de todas las demás mercancías. El lienzo llega a ser aquí el equivalente universal como consecuencia de la acción universal ejercida sobre él por todas las demás mercancías. En tanto que valor de cambio, cada mercancía ha llegado a ser una medida de los valores de todas las otras mercancías. Aquí, inversamente, puesto que todas las mercancías miden su valor de cambio en una mercancía particular, la mercancía excluida deviene el modo de existencia adecuado del valor de cambio, su modo de existencia en calidad de equivalente universal. Por otra parte, la serie infinita, o bien el número infinito, de ecuaciones por las cuales se representaba el valor de cambio de cada mercancía se reduce a una sola ecuación de dos términos solamente. La ecuación 2 libras de café = 1 vara de lienzo es ahora una expresión exhaustiva del valor de cambio del café, porque este valor aparece aquí directamente como equivalente de una cantidad determinada de toda otra mercancía. Así pues, dentro del proceso de cambio, las mercancías existen ahora las unas para las otras, o bien aparecen unas para otras como valores de cambio en forma de lienzo. Todas las mercancías en tanto que valores de cambio se hallan relacionadas entre sí simplemente como cantidades diferentes de tiempo de trabajo universal materializado; esto se manifiesta ahora así: todas las mercancías en cuanto valores de cambio representan solamente cantidades diferentes del mismo objeto, el lienzo. El tiempo de trabajo universal, a su vez, se presenta por ello como una cosa particular, como una mercancía existente al lado y fuera de todas las demás mercancías. Pero al mismo tiempo, la ecuación en que una mercancía se presenta para otra distinta como valor de cambio –por ejemplo, 2 libras de café = 1 vara de lienzo- es una igualdad que aún está por realizarse. Únicamente siendo alienada como valor de uso -una alienación que depende de si demuestra ser en el proceso de cambio un objeto capaz de satisfacer una necesidad- la mercancía pasa realmente de su modo de

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existencia de café a su modo de existencia de lienzo, toma así la forma de equivalente universal y deviene efectivamente un valor de cambio para todas las demás mercancías. Y viceversa, en virtud de que todas las mercancías, por su alienación en calidad de valor de uso, se convierten en tela, resulta que el lienzo deviene la forma convertida de todas las demás mercancías, y únicamente como resultado de dicha conversión de todas las demás mercancías en lienzo, éste pasa a ser directamente la materialización directa del tiempo de trabajo universal, o sea, producto de la alienación universal, eliminación de los trabajos individuales. Si, a fin de aparecer las unas para las otras como valores de cambio, las mercancías adquieren de este modo un doble modo de existencia, la mercancía excluida en tanto que equivalente universal adquiere un doble valor de uso. A más de su valor de uso particular en cuanto mercancía particular, cobra un valor de uso universal. Este último valor de uso es él mismo una forma determinada, o sea, proviene del papel específico que desempeña la mercancía dada en el proceso de cambio por efecto de la acción universal que ejercen sobre ella las demás mercancías. El valor de uso de cada mercancía como objeto que satisface una necesidad particular tiene un valor diferente en manos diferentes; por ejemplo, tiene un valor para quien la aliena y otro distinto para quien se apropia de ella. La mercancía excluida como equivalente universal es ahora objeto de una necesidad universal engendrada por el propio proceso de cambio y tiene para todos el mismo valor de uso, el de ser portadora del valor de cambio, medio de cambio universal. Así pues, en esta sola mercancía se resuelve la contradicción encerrada en la mercancía como tal, es decir, ser un valor de uso particular y simultáneamente equivalente universal y, por lo tanto, un valor de uso para cada uno o valor de uso universal. Por consiguiente, mientras que todas las demás mercancías encuentran ahora la representación de su valor de cambio en una ecuación ideal con la mercancía puesta aparte, ecuación que aún está por realizar, el valor de uso de esta última mercancía, si bien existe realmente, aparece en el proceso mismo como un modo de existencia puramente formal, que para ser realidad deberá transformarse en valores de uso reales. A1 principio, la mercancía se presentaba como mercancía en general, como tiempo de trabajo universal materializado en un valor de uso particular. En el proceso de cambio, todas las mercancías se relacionan con la mercancía excluida considerada como mercancía en general, la mercancía, el modo de existencia del tiempo de trabajo universal en un valor de uso particular. En tanto que mercancías particulares ellas se oponen por esto a una mercancía particular considerada como mercancía universal25. Así, el hecho de que los poseedores de mercancías tratan recíprocamente sus trabajos como trabajo social universal reviste la forma de tratar sus mercancías como valores de cambio; la relación mutua de las mercancías en cuanto valores de cambio aparece en el proceso de cambio como su relación universal con una mercancía particular considerada como expresión adecuada del valor de cambio de aquéllas; dicha relación, a su vez, aparece inversamente bajo la forma de la relación específica de esta mercancía particular con todas las demás mercancías y, por ello, del carácter determinado, social, como si fuera fruto de la evolución natural, de una cosa. La mercancía particular que representa así el modo de existencia adecuado del valor de cambio de todas las mercancías, o bien el valor de cambio de las mercancías bajo la forma de una mercancía particular, excluida, constituye precisamente el dinero. Este es una cristalización del valor de cambio de las mercancías, a la que ellas dan lugar en el mismo proceso de cambio. Así pues, mientras que las mercancías devienen en el proceso de cambio valores de uso las unas para las otras, por sacudirse toda determinación formal y relacionarse mutuamente en su aspecto material inmediato, les es necesario, a fin de aparecer las unas para las otras como valores de cambio, asumir una nueva forma determinada, llegar a ser dinero. El dinero no es un símbolo, como tampoco lo es la existencia de un valor de uso en forma de mercancía. Una relación social de producción aparece como algo existente fuera de los individuos, y las relaciones determinadas en que ellos entran en el curso de la producción de su vida social aparecen como propiedades específicas de un objeto: esta apariencia pervertida, esta mistificación prosaicamente real, nada imaginaria, es lo que caracteriza todas las formas sociales del trabajo creador del valor de cambio. En el dinero, ella se manifiesta solamente de una manera más chocante que en la mercancía.Las propiedades físicas necesarias de la mercancía particular en que debe cristalizar el modo de existencia monetario de todas las mercancías son, por cuanto dimanan directamente de la naturaleza del valor de cambio, divisibilidad ilimitada, homogeneidad de las partes e identidad de todos los ejemplares de dicha mercancía. En tanto que materialización del tiempo de trabajo universal, ella debe ser homogénea y capaz de representar sólo diferencias cuantitativas. Otra propiedad necesaria es el carácter durable de su valor de uso,

25 Marx anotó en su propio ejemplar del libro: "La misma expresión es usada por Genovesi. —. Ed.

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ya que éste no debe dejar de subsistir en el proceso de cambio. Los metales preciosos poseen estas propiedades en un grado extraordinario. Por cuanto el dinero no es producto de la deliberación ni del acuerdo, sino que se ha constituido instintivamente en el proceso de cambio, por la misma razón mercancías muy diversas, más o menos impropias, ejercieron una tras otra la función de dinero. Cuando el cambio alcanza cierta fase de desarrollo, surge la necesidad de polarizar las funciones de valor de cambio y valor de uso entre las mercancías variadas, de modo que una mercancía, por ejemplo, figura como medio de cambio, mientras que otra es alienada como valor de uso; esto tiene por resultado que, en todas partes, una o varias mercancías cuyo valor de uso tiene el carácter más general desempeñan al principio, por casualidad, el papel de dinero. Incluso si estas mercancías no son objeto de una necesidad inmediata, el hecho de ser materialmente el elemento más importante de la riqueza les asegura a ellas un carácter más general que a los demás valores de uso.El trueque directo, forma primitiva del proceso de cambio, representa la transformación de valores de uso en mercancías en su fase inicial antes que la de mercancías en dinero. El valor de cambio no adquiere ninguna forma independiente, pues está directamente ligado aún al valor de uso. Esto se manifiesta de dos modos. La producción misma, en toda su estructura, no se orienta hacia el valor de cambio sino de uso; congruentemente, los valores de uso sobrantes dejan de ser aquí valor de uso y se convierten en medio de cambio o mercancías sólo cuando se ha producido una cantidad superior a la requerida para el consumo. Por otra parte, ellos devienen mercancías únicamente dentro de los límites establecidos por el valor de uso inmediato, incluso cuando esta función está polarizada de manera que las mercancías intercambiadas por sus poseedores deben ser valores de uso para ambos, pero cada una para el que no la posee. En realidad, el proceso del cambio de mercancías no surge inicialmente dentro de las comunidades primitivas26, sino en sus márgenes, en sus fronteras, en los raros puntos donde ellas entran en contacto con otras comunidades. Es allí donde comienza el trueque y de donde penetra luego en el interior de la comunidad, ejerciendo una influencia desintegradora sobre ella. De ahí que los valores de uso particulares, que en el proceso de trueque entre diversas comunidades devienen mercancías -v. gr., esclavos, ganado, metales-, constituyan en la mayoría de los casos el primer dinero dentro de la propia comunidad. Hemos visto que el valor de cambio de una mercancía se manifiesta como valor de cambio en un grado tanto más alto cuanto más larga sea la serie de sus equivalentes, o bien mayor la esfera de intercambio para esa mercancía. La extensión gradual del trueque, el aumento del número de transacciones de cambio y la variedad creciente de mercancías trocadas desarrollan, por consiguiente, la mercancía como valor de cambio, estimulan la formación del dinero y ejercen así una influencia desintegradora sobre el trueque directo. Los economistas suelen hacer derivar el dinero de las dificultades exteriores con que choca el trueque extendido, pero olvidan que dichas dificultades tienen su origen en el desarrollo del valor de cambio y, por tanto, del trabajo social como trabajo universal. Por ejemplo, las mercancías como valores de uso no son divisibles a voluntad, pero deben poseer esta propiedad como valores de cambio. O bien, la mercancía de A puede ser valor de uso para B, mientras que la mercancía de B no es valor de uso para A. O bien, asimismo, los poseedores de mercancías pueden necesitar en proporciones de valor desiguales las mercancías destinadas para el intercambio y no divisibles. En otros términos, con el pretexto de investigar el trueque simple los economistas se representan ciertos aspectos de la contradicción encerrada en el modo de existencia de la mercancía como unidad inmediata del valor de uso y del valor de cambio. Por otra parte, ellos consideran persistentemente después que el trueque es la forma adecuada del proceso de cambio de las mercancías, la cual sólo presenta algunos inconvenientes técnicos, y el dinero es un invento astuto destinado a superarlos. Partiendo de este punto de vista completamente superficial, un economista inglés ingenioso sustentó con razón que el dinero es tan sólo un instrumento material, como un buque o una máquina de vapor, que no representa relación de producción social alguna y, por tanto, no es una categoría económica.Así pues, según él, se trata del estudio abusivo del dinero en Economía política, la cual no tiene efectivamente nada de común con la tecnología27.

26 Aristóteles advierte lo mismo respecto a la familia privada considerada como comunidad primitiva.Pero la forma primitiva de la familia es la misma familia tribal, cuya disolución histórica da lugar a la familia privada. "En la primera comunidad (que es la familia) no existió evidentemente ninguna necesidad de éste (de cambio)." Aristóteles. La política, libro 1, capítulo 9, ed. Bekkeri, Oxford, 1837, p. 14).

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El mundo de las mercancías presupone una división desarrollada del trabajo, la cual se manifiesta más bien de modo inmediato en la diversidad de los valores de uso que se enfrentan como mercancías particulares y encierran la misma diversidad de tipos de trabajo. La división del trabajo en tanto que conjunto de todos los tipos particulares de actividad productiva constituye la totalidad de los aspectos materiales del trabajo social considerado como trabajo creador de los valores de uso. Pero ella existe como tal —por lo que respecta a las mercancías y al proceso de cambio— sólo en su resultado, en el carácter particular de las propias mercancías.El cambio de mercancías es el proceso en que el metabolismo social, o sea, el cambio de productos particulares de individuos privados, es al mismo tiempo la creación de determinadas relaciones de producción sociales en las que entran los individuos en el curso de ese metabolismo. Las relaciones mutuas de las mercancías, a medida que se desarrollan, cristalizan como determinaciones distintas propias del equivalente universal, y de este modo el proceso de cambio es al mismo tiempo el proceso de formación del dinero. Este proceso en su conjunto, manifestado como desenvolvimiento de procesos diferentes, es la circulación.

[…]

Escrito en agosto de 1858-enero de 1859El original está en alemán

27 "El dinero no es, en realidad, sino el instrumento para efectuar la compra y la venta" (pero diga por favor, ¿qué entiende por compra y venta?) "y su estudio no incumbe a la ciencia de la Economía política más que el estudio de los buques, las máquinas de vapor o no importa que otro instrumento utilizado para facilitar la producción y la distribución de la riqueza" (Th. Hodgskin. Popular Political Economy, etc., London, 1827, pp. 178-179).

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ANEXO

INTRODUCCION28

I. PRODUCCION, CONSUMO, DISTRIBUCION, CAMBIO (CIRCULACION)Individuos autónomos. Ideas del siglo XVIII

a) El objeto a considerar es en primer término la producción material.

Individuos que producen en sociedad, o sea la producción de los individuos socialmente determinada: éste es naturalmente el punto de partida. El cazador o el pescador solos y aislados, con los que comienzan Smith1 y Ricardo2, pertenecen a las imaginaciones desprovistas de fantasía que produjeron las robinsonadas dieciochescas, las cuales a diferencia de lo que creen los historiadores de la civilización, en modo alguno expresan una simple reacción contra un exceso de refinamiento y un retorno a una malentendida vida natural.El contrato social de Rousseau3, que pone en relación y conexión a través del contrato a sujetos por naturaleza independientes, tampoco reposa sobre semejante naturalismo. Este es sólo la apariencia, y la apariencia puramente estética, de las grandes y pequeñas robinsonadas. En realidad, se trata más bien de una anticipación de la “sociedad civil”4 que se preparaba desde el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos de gigantes hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia cada individuo aparece como desprendido de los lazos naturales, etc., que en las épocas históricas precedentes hacen de él una parte integrante de un conglomerado determinado y circunscrito. A los profetas del siglo XVIII, sobre cuyos hombros aún se apoyan totalmente Smith y Ricardo, este individuo del siglo XVIII – que es el producto, por un lado, de la disolución de las formas de sociedad feudales, y por el otro, de las nuevas fuerzas productivas desarrolladas a partir del siglo XVI – se les aparece como un ideal cuya existencia habría pertenecido al pasado. No como un resultado histórico, sino como punto de partida de la historia. Según la concepción que tenían de la naturaleza humana, el individuo aparecía como conforme a la naturaleza en cuanto puesto por la naturaleza y no en cuanto producto de la historia. Hasta hoy, esta ilusión ha sido propia de toda época nueva.Steuart, que desde muchos puntos de vista se opone al siglo XVIII y que como aristócrata se mantiene más en el terreno histórico, supo evitar esta simpleza.Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo – como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus5. Solamente al llegar al siglo XVIII, con la “sociedad civil”, y las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un ξώον πoλιτικόν6 no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad. La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad – hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje – no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí. No hay que detenerse más tiempo en esto. Ni siquiera habría que rozar el punto si esta tontería, que tenía un sentido y una razón entre los hombres del siglo XVIII, no hubiera sido introducida

28 La Introducción fue escrita por Marx a fines de agosto de 1857. Aunque no es un texto acabado ni definitivo, tiene una importancia extraordinaria, porque Marx expone allí de una manera más circunstanciada que en ninguna otra parte sus ideas relativas al objeto y método de la Economía política y varias consideraciones importantísimas sobre la correlación existente entre la base material de la sociedad y su superestructura ideológica. La Introducción se publicó por primera vez en 1903, en la revista Die Neue Zeit.-178

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seriamente en plena economía moderna por Bastiat, Carey, Proudhon, etc7. A Proudhon, entre otros, le resulta naturalmente cómodo explicar el origen de una relación económica cuya génesis histórica desconoce, en términos de filosofía de la historia, mitologizando que a Adán y a Prometeo se les ocurrió de repente la idea y entonces fue introducida, etc. Nada hay más insulso que el locus communis puesto a fantasear.

Eternización de relaciones de producción históricas. Producción y distribución en general. PropiedadPor eso, cuando se habla de producción, se está hablando siempre de producción en un estadio determinado del desarrollo social, de la producción de individuos en sociedad. Podría parecer por ello que para hablar de la producción a secas [7] debiéramos o bien seguir el proceso de desarrollo histórico en sus diferentes fases, o bien declarar desde el comienzo que estamos ante una determinada época histórica, por ejemplo, de la moderna producción burguesa, la cual es en realidad nuestro tema específico. Pero todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos en común, ciertas determinaciones comunes. La producción en general es una abstracción, pero una abstracción que tiene un sentido, en tanto pone realmente de relieve lo común, lo fija y nos ahorra así una repetición. Sin embargo, lo general o lo común, extraído por comparación, es a su vez algo completamente articulado y que se despliega en distintas determinaciones. Algunas de éstas pertenecen a todas las épocas; otras son comunes sólo a algunas. [Ciertas] determinaciones serán comunes a la época más moderna y a la más antigua. Sin ellas no podría concebirse ninguna producción, pues si los idiomas más evolucionados tienen leyes y determinaciones que son comunes a los menos desarrollados, lo que constituye su desarrollo esa precisamente aquello que los diferencia de estos elementos generales y comunes. Las determinaciones que valen para la producción en general son precisamente las que deben ser separadas, a fin de que no se olvide la diferencia esencial por atender sólo a la unidad, la cual se desprende ya del hecho de que el sujeto, la humanidad, y el objeto, la naturaleza, son los mismos. En este olvido reside, por ejemplo, toda la sabiduría de los economistas modernos que demuestran la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes. Un ejemplo. Ninguna producción es posible sin un instrumento de producción, aunque este instrumento sea sólo la mano. Ninguna es posible sin trabajo pasado, acumulado, aunque este trabajo sea solamente la destreza que el ejercicio repetido ha desarrollado y concentrado en la mano del salvaje. En capital, entre otras cosas, es también un instrumento de producción, es también trabajo pasado objetivado. De tal modo, el capital es una relación natural, universal y eterna; pero lo es si dejo de lado lo específico, lo que hace de un “instrumento de producción”, del “trabajo acumulado”, un capital. Así, toda la historia de las relaciones de producción aparece, por ejemplo en Carey, como una falsificación organizada malignamente por los gobiernos.Si no existe producción en general, tampoco existe una producción general. La producción es siempre una rama particular de la producción – vg., la agricultura, la cría del ganado, la manufactura, etc. –, o bien es una totalidad. Pero la economía política no es la tecnología. Desarrollar en otro lado más [8] adelante la relación de las determinaciones generales de la producción, en un estadio social dado, con las formas particulares de producción. Finalmente, la producción tampoco es sólo particular. Por el contrario, es siempre un organismo social determinado, un sujeto social que actúa en un conjunto más o menos grande, más o menos pobre, de ramas de producción. Tampoco corresponde aquí examinar la relación entre la representación científica y el movimiento real. Producción en general. Ramas particulares de la producción. Totalidad de la producción.Está de moda incluir como capítulo previo a la economía una parte general, que es precisamente la que figura bajo el título de “Producción” (véase, por ejemplo, J. St. Mill)8, y en la que se trata de las condiciones generales de toda producción. Esta parte general incluye o debe incluir:

1) las condiciones sin las cuales no es posible la producción. Es decir, que se limita solamente a indicar los momentos esenciales de toda producción. Se limita, en efecto, como veremos, a cierto número de determinaciones muy simples, estiradas bajo la forma de vulgares tautologías; 2) Las condiciones que hacen avanzar en mayor o en menor medida a la producción, tales como por ejemplo, el estado progresivo o de estancamiento de Adam Smith9.

Para dar un significado científico a esta consideración, que en él tiene un valor como aperçu, habría que realizar investigaciones sobre los grados de la productividad en diferentes períodos, en el desarrollo de los pueblos dados, investigaciones que excederían de los límites propios de los temas pero que, en la medida en que caen dentro de él, deberán ser encaradas cuando se trate del desarrollo de la concurrencia, de la

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acumulación, etc. Formulada de una manera general, la respuesta conduce a la idea de que un pueblo industrial llega al apogeo de su producción en el momento mismo en que alcanza su apogeo histórico. In Fact. Un pueblo está en su apogeo industrial cuando lo principal para él no es la ganancia, sino el ganar. En esto, los yankees están por encima de los ingleses. O también: que ciertas predisposiciones racialesa, climas, condiciones naturales, como la proximidad del mar, la fertilidad del suelo, etc., son más favorables que otras para la producción. Pero esto conduce nuevamente a la tautología de que la riqueza se crea tanto más fácilmente cuanto mayor sea el grado en que existan objetiva y subjetivamente los elementos que la crean.Pero no esto lo único que realmente interesa a los economistas en esta parte general. Se trata más bien – véase por ej. El caso de Mill10 - de presentar a la producción, a diferencia de la distribución, etc., como regidas por leyes eternas de la naturaleza, independientes de la historia, ocasión ésta que sirve para introducir subrepticiamente las relaciones burguesas como leyes naturales inmutables de la sociedad in abstracto. Esta es la finalidad más o menos consciente de todo el procedimiento. En la distribución, por el contrario, los hombres se habrían permitido de hecho toda clase de arbitrariedades. Prescindiendo de la separación brutal de producción y distribución y haciendo abstracción de su relación real, es de entrada evidente que por diversificada que pueda estar la distribución en los diferentes estadios de la sociedad, debe ser posible también para ella, tal como se hizo para la producción, extraer los caracteres comunes, así como es posible confundir o liquidar todas las diferencias históricas formulando leyes humanas universales. Por ejemplo, el esclavo, el siervo, el trabajador asalariado reciben todos una cierta cantidad de alimentos que les permite existir como esclavo, siervo o asalariado. El conquistador que vive del tributo, el funcionario que vive del impuesto, el propietario de la tierra que vive de la renta, el monje que vive de la limosna o el levita que vive del diezmo, obtienen todos una cuota de la producción social que está determinada sobre la base de leyes distintas que rigen para el esclavo, etc. Los dos puntos principales que todos los economistas clasifican bajo esta rúbrica son: 1) propiedad; 2) su protección por medio de la justicia, la policía, etc. A esto se ha de responder muy brevemente así:

ad 1. Toda producción es apropiación por parte del individuo en el seno y por medio de una forma de sociedad determinada. En este sentido, es una tautología decir que la propiedad (la apropiación) es una condición de la producción. Pero es ridículo saltar de ahí a una forma determinada de la propiedad, por ejemplo, la propiedad privada. (Lo cual implica además, como condición, una forma contrapuesta: la no-propiedad). La historia nos muestra más bien que la forma primigenia es la propiedad común (por ejemplo, entre los hindúes, los eslavos, los antiguos celtas, etc.), forma que, como propiedad comunal, desempeña un largo tiempo un papel importante. No está en cuestión todavía en este punto el problema de si la riqueza se desarrolla mejor bajo esta o aquella forma de propiedad, es una tautología. Una apropiación que no se apropia nada es una contradictio in subjecto.Ad 2. Protección de lo adquirido, etc. Cuando se reducen estas trivialidades a su contenido real, éstas expresan más de lo que saben sus predicadores. A saber, toda forma de producción engendra sus propias instituciones jurídicas, su propia forma de [10] gobierno, etc. La rusticidad e incomprensión consisten precisamente en no relacionar sino fortuitamente fenómenos que constituyen un todo orgánico, en ligarlos a través de un nexo meramente reflexivo. A los economistas burgueses les parece que con la policía moderna la producción funciona mejor que, p. ej., aplicando el derecho del más fuerte. Olvidan solamente que el derecho del más fuerte se perpetúa bajo otra forma en su “estado de derecho”.Cuando las condiciones sociales que corresponden a un estadio determinado de la producción está apenas surgiendo o, cuando está a punto de desaparecer, se manifiestan naturalmente perturbaciones en la producción, aunque en distintos grados y con efectos diferentes.Para asumir: todos los estadios de la producción tienen caracteres comunes que el pensamiento fija como determinaciones generales, pero las llamadas condiciones generales de toda producción no son más que esos momentos abstractos que no permiten comprender ningún nivel histórico concreto de la producción.

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2) LA RELACION GENERAL DE LA PRODUCCION CON LA DISTRIBUCION, EL CAMBIO Y EL CONSUMO

Antes de seguir adelante con el análisis de la producción, es necesario examinar los diferentes rubros con que los economistas la asocian.La primera idea que se presenta de inmediato es la siguiente: en la producción los miembros de la sociedad hacen que los productos de la naturaleza resulten apropiados a las necesidades humanas (los elaboran, los conforman); la distribución determina la proporción en que el individuo participa de estos productos; el cambio le aporta los productos particulares por los que él desea cambiar la cuota que le ha correspondido a través de la distribución; finalmente, en el consumo de productosa, se convierten en objetos de disfrute, de apropiación individual. La producción crea los objetos que responden a las necesidades; la distribución los reparte según leyes sociales; el cambio reparte lo ya repartido según las necesidades individuales; finalmente, en el consumo el producto abandona este movimiento social, se convierte directamente en servidor y objeto de la necesidad individual, a la que satisface en el acto de su disfrute. La producción aparece así como el punto de partida, el consumo como el punto Terminal, la distribución y el cambio como el término medio que a su vez es doble ya que la distribución está determinada como momento que parte de la sociedad, y el cambio, como momento que parte de los individuos. En la producción, la persona es objetiva, en el consumo la cosa se subjetiva. En la distribución, la sociedad asume la mediación entre la producción y el consumo por medio de determinaciones generales y rectoras; en el cambio la mediación se opera a través del fortuito carácter determinado del individuo. La distribución determina la proporción (el cuanto) en que los productos corresponden al individuo; el cambio determina la producción, de la cual el individuo desea obtener la parte que la distribución le asigna.Producción, distribución, cambio y consumo forman así un silogismo con todas las reglas: la producción es el término universal; la distribución y el cambio son el término particular; y el consumo es el término singular con el cual el todo se completa. En esto hay sin duda un encadenamiento, pero no es superficial. La producción está determinada por leyes generales de la naturaleza; la distribución resulta de la contingencia social y por ello puede ejercer sobre la producción una acción más o menos estimulante; el cambio se sitúa entre las dos como un movimiento formalmente social, y el acto final del consumo, que es concebido no solamente como término, sino también como objetivo final, se sitúa a decir verdad fuera de la economía, salvo cuando a su vez reacciona sobre el punto de partida e inaugura nuevamente un proceso11.Los adversarios de quienes cultivan la economía política – provengan aquellos del interior o del exterior de su ámbito –, que les reprochan disociar groseramente las conexiones, se colocan en su mismo terreno, o bien por debajo de éstos. Nada más común que la acusación de que los cultores de la economía política consideran a la producción demasiado exclusivamente como un fin en sí. La distribución tendría una importancia similar. Esta [11] acusación está basada precisamente en la idea de los economistas según la cual la distribución está situada al lado de la producción, como una esfera autónoma, independiente. O los momentos no serían concebidos en su unidad. Como si esta disociación hubiera pasado no de la realidad a los libros de texto, sino de los libros de texto a la realidad, ¡como si aquí se tratara de una combinación dialéctica de los conceptos y no de la comprensión de relaciones reales!

Consumo y producciónLa producción es también inmediatamente consumo. Doble consumo, subjetivo y objetivo: el individuo que al producir desarrolla sus capacidades, las gasta también, las consume [12] en el acto de la producción, exactamente como la reproducción natural es un consumo de fuerzas vitales. En segundo lugar: consumo de los medios de producción que se emplean y se usan, y que se disuelven en parte (como, por ej., en la combustión) en los elementos generales. Consumo, igualmente de la materia prima que no conserva su forma ni su constitución natural, sino que más aun se consume. Por lo tanto, el acto mismo de producción, es también en todos sus momentos un acto de consumo. Pero los economistas aceptan eso. Llaman consumo productivo a la producción que se identifica directamente con el consumo, y al consumo que coincide inmediatamente con la producción. Esta identidad de la producción y del consumo remite a la proposición de Spinoza: determinatio est negatio.

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Pero esta determinación del consumo productivo ha sido establecida sólo para separar el consumo identificado con la producción del consumo propiamente dicho, concebido, por el contrario, como el opuesto aniquilador de la producción. Consideremos, pues, el consumo propiamente dicho. Igualmente, el consumo es de manera inmediata producción, del mismo modo que en la naturaleza el consumo de los elementos y de las sustancias químicas es producción de plantas. Es claro que en la nutrición, por ej., que es una forma de consumo, el hombre produce su propio cuerpo. Pero esto es igualmente cierto en cualquier otra clase de consumo que, en cierto modo, produce el hombre. Producción consumidora. Sólo que arguye, la economía, esta producción idéntica al consumo es una segunda producción, surgida del aniquilamiento del primer producto. En la primera, el productor se objetivaba; en la segunda, la cosa creada por él se personificaba. Por consiguiente, esta producción consumidora – aún cuando sea una unidad inmediata de producción y consumo – es esencialmente diferente de la producción propiamente dicha. La unidad inmediata, en la que la producción coincide con el consumo y el consumo con la producción, deja subsistir su dualidad inmediata.En consecuencia, la producción es inmediatamente consumo, el consumo es inmediatamente producción. Cada uno es inmediatamente su opuesto. Pero al mismo tiempo tiene lugar un movimiento mediador entre los dos. La producción es mediadora del consumo, cuyos materiales crea y sin los cuales a éste le faltaría el objeto. Pero el consumo es también mediador de la producción, en cuanto crea para los productos el sujeto para el cual ellos son productos. El producto alcanza su finisha final sólo en el consumo. Una vía férrea no transitada, que no se usa y que por lo tanto no se consume, es solamente una vía férrea δυνάμειb y no en la realidad. Sin producción no hay consumo [13] pero sin consumo tampoco hay producción ya que en ese caso la producción no tendría objeto. El consumo produce la producción de dos maneras: 1) en cuanto el producto se hace realmente producto sólo en el consumo. Un vestido, p. ej., se convierte realmente en vestido a través del acto de llevarlo puesto; una casa deshabitada no es en realidad una verdadera casa; a diferencia del simple objeto natural, el producto se afirma como producto, se convierte en producto, sólo en el consumo. Disolviendo el producto, el consumo le da el finishing strokec; pues el [resultado] de la producciónd es producto no es cuanto actividad objetivada, sino sólo como objeto para el sujeto actuante; 2) en cuanto el consumo crea la necesidad de una nueva producción, y por lo tanto el móvil ideal de la producción, su impulso interno que es su supuesto. El consumo crea el impulso de la producción y crea igualmente el objeto que actúa en la producción como determinante de la finalidad de ésta. Si resulta claro que la producción ofrece el objeto del consumo en su aspecto manifiesto, no es menos claro que el consumo pone idealmente el objeto de la producción, como imagen interior, como necesidad, como impulso y como finalidad. Ella crea los objetos de la producción bajo una forma que es todavía subjetiva. Sin necesidades no hay producción.Pero el consumo reproduce las necesidades. Por el lado de la producción a esto corresponde:

1) que ella proporciona al consumo su material, su objeto. Un consumo sin objeto no es consumo; en consecuencia, en este aspecto, la producción crea, produce el consumo. 2) Pero no es solamente el objeto lo que la producción crea para el consumo. Ella da también al consumo su carácter determinado, su finish. Del mismo modo que el consumo daba al producto su finish como producto, la producción da su finish al consumo. En suma, el objeto no es un objeto en general, sino un objeto determinado, que debe ser consumido de una manera determinada, que a su vez debe ser mediada por la producción misma. El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne guisada, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta del que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes. No es únicamente el objeto del consumo, sino también el modo de consumo, lo que la producción produce no sólo objetiva sino también subjetivamente. La producción crea, pues, el consumidor. 3) La producción no solamente provee un material a la necesidad, sino también una necesidad al material. [14] Cuando el consumo emerge de su primera inmediatez y de su tosquedad natural – y el hecho de retrasarse en esta fase sería el resultado de una producción que no ha superado la tosquedad natural – es mediado como impulso por el objeto. La necesidad de éste último sentida por el consumo es creada por la percepción del objeto. El objeto de arte – de igual modo que cualquier otro producto – crea un público sensible al arte, capaz de goce estético. De modo que la producción no solamente produce un objeto para

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el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. La producción produce, pues, el consumo, 1) creando el material de éste; 2) determinando el modo de consumo; 3) provocando en el consumidor la necesidad de productos que ella ha creado originariamente como objetos. En consecuencia, el objeto del consumo, el modo de consumo y el impulso al consumo. Del mismo modo, el consumo produce la disposición del productor, solicitándolo como necesidad que determina la finalidad de la producción.

Las identidades entre el consumo y la producción aparecen por lo tanto bajo un triple aspecto: 1) Identidad inmediata: la producción es consumo; el consumo es producción. Producción consumidora. Consumo productivo. Los economistas llaman a ambos consumo productivo. Pero establecen no obstante una diferencia. La primera figura como reproducción, el segundo, como consumo productivo. Todas las investigaciones sobre la primera se refieren al trabajo productivo y al trabajo improductivo; las que tratan del segundo tienen por objeto el consumo productivo o no productivo.2) Cada uno de los dos aparece como medio del otro y es mediado por él: ello se expresa como dependencia recíproca, como un movimiento a través del cual se relacionan el uno con el otro y aparecen como recíprocamente indispensables, aunque permaneciendo sin embargo externos entre sí. La producción crea el material del consumo en tanto que objeto exterior; el consumo crea la necesidad en tanto que objeto interno, como finalidad de la producción. Sin producción no hay consumo, sin consumo no hay producción. [[Esto]] figura en la economía en muchas formas.3) La producción no es sólo inmediatamente consumo, ni el consumo inmediatamente producción; ni tampoco es la producción únicamente medio para el consumo y el consumo fina para la producción, vale decir, que no es el caso que cada término sólo suministre al otro su objeto: la producción, el objeto externo del consumo; el consumo el objeto representado de la producción. Cada uno de los términos no se limita a ser el otro, sino que, realizándose, crea al otro y se crea en cuanto otro. Sólo con el consumo llega a su realización el acto de la producción, haciendo alcanzar al producto su consumación como producto, [15] en tanto lo disuelve, consume su forma de cosa, su forma autónoma; en cuanto convierte en habilidad, por la necesidad de la repetición, la disposición desarrollada en el primer acto de la producción. El consumo no es, únicamente el acto final gracias al cual el producto se convierte en producto, sin también el acto en virtud del cual el productor se hace producto. Por otra parte, la producción engendra el consumo, creando el modo determinado de consumo, creando luego el atractivo del consumo y a través de éste la capacidad misma de consumo convertida en necesidad. Esta última identidad mencionada en el apartado 3) es interpretada de muy diversos modos en la economía a propósito de la relación entre la oferta y la demanda, los objetos y las necesidades, las necesidades creadas por la sociedad y las necesidades naturales. Nada más simple, entonces, para un hegeliano que identificar producción y consumo. Y esto ocurrió no sólo en el caso de los ensayistas socialista, sino también en el de los economistas prosaicos como Say, p. ej., que piensan que si se considera a un pueblo su producción sería su consumo. O también a la humanidad in abstracto. Storch demostró el error de Say haciendo notar que un pueblo, p. ej., no consume simplemente su producción, sino que también crea medios de producción, etc., capital fijo, etc.12 Además considerar a la sociedad como un sujeto único es considerarla de un modo falso, especulativo. En un sujeto, producción y consumo aparecen como momentos de un acto. Lo que aquí más importa es hacer resaltar que si se consideran la producción y el consumo como actividades de un sujeto o de muchos individuos, ambas aparecen en cada caso como momentos de un proceso en el que la producción es el verdadero punto de partida y por ello también el momento predominante. El consumo como necesidad es el mismo momento interno de la actividad productiva. Pero esta última es el punto de partida de la realización y, por lo tanto, su factor predominante, el acto en el que todo el proceso vuelve a repetirse. El individuo produce un objeto y, consumiéndolo, retorna a sí mismo, pero como individuo productivo y que se reproduce a sí mismo. De este modo, el consumo aparece como un momento de la producción.En la sociedad, en cambio, la relación entre el productor y el producto, una vez terminado este último, es exterior y el retorno del objeto al sujeto depende de las relaciones de éste con los otros individuos. No se apodera de él inmediatamente. Además, la aprobación inmediata del producto no es la finalidad del sujeto cuando produce en la sociedad. Entre el productor y los productos se interpone la distribución, que determina, mediante leyes sociales, la parte que le corresponde del mundo de los productos, interponiéndose por lo tanto entre la producción y el consumo.

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Ahora bien, ¿la distribución existe como una esfera autónoma junto a la producción y fuera de ella?

Distribución y producciónCuando se examinan los tratados corrientes de economía lo primero que sorprende es el hecho de que en ellos se presentan todas las categorías de dos maneras. Por ejemplo, en la distribución figuran la renta territorial, el salario, el interés y la ganancia, mientras que en la producción. La tierra, el trabajo, el capital figuran como agentes de la producción. En lo que concierne al capital, es vidente que aparece bajo dos formas: 1) como agente de producción; 2) como fuente de ingresos, como determinante de determinadas formas de distribución. Es por ello que el interés y la ganancia figuran también como tales en la producción, en cuanto son formas en que el capital se incrementa, crece, y por eso, son momentos de su producción misma. En tanto formas de distribución, el interés y la ganancia presuponen el capital como agente de producción. Son modos de distribución cuya premisa es el capital como agente de producción. Sin igualmente modos de reproducción del capital.Del mismo modo el salario es el trabajo asalariado considerado bajo otro título: el carácter determinado que tiene aquí el trabajo como agente de producción aparece allí como determinación de la distribución. Si el trabajo no estuviese determinado como trabajo asalariado, su modo de participar en los productos no aparecería bajo la forma de salario, tal como, p. ej., en la esclavitud. Finalmente, la renta del suelo, y con esto tomamos justamente la forma más desarrollada de la distribución en la que la propiedad de la tierra participa de los productos, presupone la gran propiedad de la tierra (más exactamente, la agricultura en gran escala) como agente de producción, y no la tierra pura y simple, así como el salario no presupone el puro y simple trabajo. En consecuencia, los modos y relaciones de distribución aparecen sólo como el reverso de los agentes de producción. Un individuo que participa en la producción bajo la forma de trabajo asalariado, participa bajo la forma de salario en los productos, en los resultados de la producción. La organización de la distribución está totalmente determinada por la organización de la producción. La distribución es ella misma un producto de la producción, no sólo en lo que se refiere al objeto – solamente pueden distribuirse los resultados de la producción –, sino también en lo que se refiere a la forma, ya que el modo determinado de participación en la producción determina las formas particulares de la distribución, el modo bajo el cual se participa en la distribución. Es del todo ilusorio [17] ubicar la tierra en la producción, la renta del suelo en la distribución, etcétera. Economistas como Ricardo13, a quienes se les reprocha con frecuencia no tener presente sino la distribución, han definido como el objeto exclusivo de la economía a la distribución, precisamente porque concebían instintivamente las formas de la distribución como la expresión más definida en que se fijan los agentes de la producción en una sociedad dada.Frente al individuo aislado, la distribución aparece naturalmente como una ley social que condiciona su posición en el seno de la producción, dentro de la cual él produce, y que precede por lo tanto a la producción. En su origen el individuo no posee ni capital ni propiedad territorial. Desde que nace está destinado al trabajo asalariado en virtud de la distribución social. Pero el hecho mismo de estar destinado es resultado del hecho de que el capital y la propiedad territorial existen como agentes autónomos de la producción. Si se considera sociedades globales, la distribución parece desde cierto punto de vista preceder y hasta determinar la producción: aparece en cierto modo como un facta preeconómico. Un pueblo conquistador divide al país entre los conquistadores e impone así una determinada repartición y forma de propiedad territorial; determina, por consiguiente, la producción. O bien reduce los conquistados a la esclavitud y convierte así el trabajo esclavo en la base de la producción. O bien un pueblo, mediante la revolución, fragmenta la gran propiedad territorial y da un carácter nuevo a la producción por medio de esta nueva distribución. O bien la legislación perpetúa la propiedad del suelo en ciertas familias o reparte el trabajo [como] privilegio hereditario para fijarlo así en un régimen de castas. En todos estos casos – y todos ellos son históricos – la distribución no parece estar determinada por la producción, sino, por el contrario, es la producción la que parece estar organizada y determinada por la distribución.Según la concepción más superficial, la distribución aparece como distribución de los productos y de tal modo como más alejada de la producción y casi independiente de ella. Pero antes de ser distribución de los

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productos, ella es: 1) distribución de los instrumentos de producción; 2) distribución de los miembros de la sociedad entre las distintas ramas de la producción – lo cual es una definición más amplia de la misma relación – (Subsunción de los individuos en determinadas relaciones de producción). La distribución de los productos es manifiestamente sólo un resultado de esta distribución que se halla incluida en el proceso mismo de producción y determina la organización de la producción. Considerar a la producción prescindiendo de esta distribución que ella encierra es evidentemente una abstracción huera, mientras que, por el contrario, la distribución de los productos ya está dada de por sí junto con esta distribución, que constituye originariamente un momento [18] de la producción. Ricardo, que se ha esforzado por concebir a la producción moderna en su organización social determinada y que es el economista de la producción par excellenceb, declara precisamente por esa razón que no es la producción, sino la distribución, el verdadero tema de la economía moderna. Una vez más se evidencia el absurdo de los economistas, que presentan a la producción como una verdad eterna y relegan la historia al campo de la distribución.Qué relación tiene esta distribución determinante de la producción con la producción misma es sin duda un problema que cae de por sí dentro del marco de ésta. Se podría decir que ya que la producción debe partir de una cierta distribución de los instrumentos de producción, por lo menos la distribución así entendida precede a la producción y constituye su premisa. Y será preciso responder entonces que efectivamente la producción tiene sus propias condiciones y sus supuestos, que constituyen sus propios momentos. En un comienzo estos supuestos pueden aparecer como hechos naturales. El mismo proceso de producción los transforma de naturales en históricos; si para un período aparecen como supuesto natural de la producción, para otro período, en cambio, constituyen el resultado histórico. Ellos se modifican incesantemente en el interior de la producción misma. El uso de la maquinaria, por ejemplo, ha modificado tanto la distribución de los instrumentos de producción como la de los productos. La gran propiedad moderna de la tierra el resultado al mismo tiempo del comercio y de la industria moderna, y de la aplicación de esta última a la agricultura.Las cuestiones planteadas se reducen todas, en última instancia, a una sola: ¿cómo inciden las condiciones históricas generales en la producción y cuál es la relación que mantienen con el movimiento histórico en general? Esta cuestión ocupa un lugar evidentemente en la discusión y desarrollo del tema de la producción misma.Sin embargo, en la forma trivial en que acaban de ser planteadas, pueden ser liquidadas rápidamente. Todas las conquistas suponen tres posibilidades: el pueblo conquistador somete al pueblo conquistado a su propio modo de producción (p. ej., los ingleses en este siglo en Irlanda y, en parte, en la India); o bien deja subsistir el antiguo y se satisface con un tributo (p. ej., los turcos y los romanos); o bien se produce una acción recíproca de la que nace una forma nueva, una síntesis (en parte, en las conquistas germánicas). En todos los casos, el modo de producción – sea el del pueblo conquistador, sea el del pueblo sometido, o el que resulta de la fusión de los dos – es determinante para la nueva distribución que se establece. Aunque esta parezca como un supuesto para el nuevo período [19] de producción, ella misma es a su vez producto de la producción, no solamente de la producción histórica en general, sino de la producción histórica determinada. Los mongoles, p. ej., devastando a Rusia, actuaban de conformidad con su producción que no exigía más que pasturas, para las cuales las grandes extensiones inhabitadas eran una condición fundamental. Los bárbaros germanos, para quienes la producción consistía en agricultura practicada con siervos y en una vida aislada en el campo, pudieron someter tanto más fácilmente las provincias romanas a estas condiciones, por cuanto la concentración de la propiedad de la tierra que se había operado en ellas había transformado por completo las antiguas condiciones agrarias.Es una noción tradicional la de que en ciertos períodos se ha vivido únicamente del pillaje. Pero para poder saquear es necesario de que haya algo que saquear, es necesaria una producción. Y el tipo de pillaje está determinado también por el modo de producción. Una stock-jobbing nation, p. ej., no puede ser saqueada de la misma manera que una nación de vaqueros. Cuando se roba el esclavo se roba directamente el instrumento de producción. Pero también es preciso que la producción del país para el cual se ha robado esté organizada de manera que admita el trabajo de los esclavos, o bien (como en América del Sur, etc.) debe crearse un modo de producción que corresponda a la esclavitud.Las leyes pueden perpetuar entre ciertas familias un instrumento de producción, p. ej., la tierra. Estas leyes adquieren un significado económico únicamente allí donde la gran propiedad del suela está en armonía con la producción social, como en Inglaterra, p. ej. En Francia el pequeño cultivo se practicaba a

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pesar de la gran propiedad del suelo, por ello esta última fase fue destruida por la Revolución. Pero, ¿y la perpetuación por medio de leyes del parcelamiento de las tierras p. ej.? A pesar de estas leyes la propiedad se concentra de nuevo. Determinar más en particular la influencia de las leyes sobre la conservación de las relaciones de distribución y, por consiguiente, su efecto sobre la producción.

3. FINALMENTE, CAMBIO Y CIRCULACIÓN

Cambio y producciónLa circulación misma no es más que un momento determinado del cambio, o también es el cambio considerado en su totalidad. En tanto el cambio es sólo un momento mediador entre la producción y la distribución que ella determina, por un lado, y [20] el consumo por el otro, y en cuanto al propio consumo aparece también como un momento de la producción, es evidente que el cambio está incluido en la producción como uno de sus momentos.En primer lugar, resulta claro que el cambio de actividades y de capacidades, que se opera en la propia producción, pertenece a la producción directamente y es algo constitutivo de esta. Esto es válido también, en segundo lugar, respecto del cambio de los productos, en la medida en que éste es un medio para suministrar el producto acabado, preparado para el consumo inmediato. En lo visto hasta ahora el cambio es un acto incluido en la producción. En tercer lugar, el llamado exchangeaentre dealersb y dealers14 en razón misma de su organización está completamente determinado por la producción como actividad también productiva. El cambio sólo aparece como independiente junto a la producción e indiferente con respecto a ella en el último estadio, en el cual el producto se cambia directamente para ser consumido. Pero, 1) no existe cambio sin división de trabajo, sea ésta natural o constituya un resultado histórico; 2) el cambio privado presupone la producción privada; 3) la intensidad del cambio, lo mismo que su extensión y su índole están determinados por el desarrollo y la organización de la producción. Por ejemplo. Cambio entra la ciudad y el campo, cambio en el campo, en la ciudad, etc. El cambio aparece así, en todos sus momentos, como directamente incluido en la producción o determinado por ella.El resultado al que llegamos no es que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo sean idénticos, sino que constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciaciones dentro de una unidad. La producción trasciende tanto más allá de sí misma en la determinación opuesta de la producción, como más allá de los otros momentos. A partir de ella, el proceso comienza nuevamente. Se comprende que el intercambio y el consumo no puedan ser lo trascendente. Y lo mismo puede decirse de la distribución en cuanto distribución de los productos. Pero como distribución de los agentes de la producción, constituye un momento de la producción. Una producción determinada, por lo tanto, determina un consumo, una distribución, un intercambio determinados y relaciones recíprocas determinadas de estos diferentes momentos. A decir verdad, también la producción, bajo su forma unilateral, está a su vez determinada por los otros momentos. Por ejemplo, cuando el mercado, o sea la esfera de cambio, se extiende, la producción amplía su ámbito y se subdivide más en profundidad. Al darse transformaciones de la distribución se dan cambios en la producción en el caso, p. ej., de la concentración del capital o de una distinta distribución de la población en la ciudad y en el campo, etc. Finalmente, las necesidades del [21] consumo determinan la producción. Entre los diferentes momentos tiene lugar una acción recíproca. Esto ocurre siempre en todos los conjuntos orgánicos.

El método de la economía política [24]Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico-político comenzamos con su población, con su distribución en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, exportación e importación, producción mercancías, etc. Parece correcto empezar por lo real y concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo, en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de producción social. Sin embargo, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone. Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan. Por ejemplo, trabajo asalariado, capital, etc. Éstos presuponen cambio, división del trabajo, precios, etc. El

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capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precio, etc. Si comenzara, por lo tanto, con la población, esto sería una representación caótica de la totalidad y mediante una determinación más precisa llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta alcanzar las determinaciones más simples. A partir de aquí habría que emprender de nuevo el viaje a la inversa, hasta llegar finalmente de nuevo ala población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones. El primer camino es el que tomó históricamente la economía en sus comienzos. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre con la totalidad viva, con la población, con la nación, con el estado, con varios estados, etc.;pero siempre acaban descubriendo mediante el análisis algunas relaciones generales abstractas determinantes, como división del trabajo, dinero, valor, etc. Tan pronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es evidentemente el método científicamente correcto. Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, porque es, por lo tanto, unidad de lo múltiple. En el pensamiento lo concreto aparece, consiguientemente, como proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de que es el punto de partida real y, en consecuencia, [25] también el punto de partida de la intuición y la representación. En el primer camino la representación completa se volatiliza en una determinación abstracta; en el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. De ahí que Hegel cayera en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento que se concentra en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve a partir de sí mismo, mientras que el método de elevarse de lo abstracto a lo concreto sólo es la manera que tiene el pensamiento de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero en modo alguno se trata del proceso de génesis de lo concreto mismo. Por ejemplo, la categoría económica más simple, como, por ejemplo, el valor de cambio, presupone la población, y la población que produce dentro de determinadas relaciones; presupone también un cierto tipo de sistema familiar, o comunitario o político, etc. El valor de cambio no puede existir más que como relación abstracta y unilateral de un todo vivo, concreto, ya dado. Por el contrario, en cuanto categoría el valor de cambio tiene una existencia antediluviana. Para la conciencia, por lo tanto -y la conciencia filosófica está determinada de esta forma-, para la cual el pensamiento pensante es el hombre real y, en consecuencia, sólo es real el mundo pensado en cuanto tal -el movimiento de las categorías se presenta como el auténtico acto de producción-, el cual desgraciadamente sólo recibe un impulso desde fuera cuyo resultado es el mundo; y esto sólo es correcto -pero es a su vez una tautología la medida en que la totalidad concreta, en cuanto totalidad de pensamiento, es en realidad un producto del pensamiento, de la concepción; pero, en modo alguno, es el producto del concepto que se piensa y se engendra a sí mismo al margen de y por encima de la intuición y de la representación, sino el producto de la elaboración de la intuición y de la representación en conceptos. La totalidad, tal como se presenta en la mente como una totalidad de pensamiento, es un producto de la mente que piensa, que se apropia del mundo de la única forma que le es posible, una forma que es diferente de la apropiación artística, religiosa, práctico-espiritual del mundo. El sujeto real continúa manteniendo antes como después su autonomía fuera de la mente; al menos, en tanto la mente se comporta exclusivamente de forma especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teórico el sujeto, la sociedad, tiene que estar siempre presente como presupuesto de la representación. Pero estas categorías simples, ¿no tienen también una existencia histórica [26] o natural anterior a la de las categorías más concretas? Ça depend. Por ejemplo, Hegel (23) comienza de forma correcta la Filosofía del Derecho con la posesión, en cuanto la relación jurídica más simple del sujeto. Pero no existe ninguna posesión antes de la familia, o antes de las relaciones de dominación y servidumbre, que son relaciones mucho más concretas. Por el contrario, sería correcto decir que existen familias y tribus, que sólo poseen, pero que no tienen propiedad. La categoría más simple se presenta, por lo tanto, como relación de simples comunidades familiares o tribales respecto de la propiedad. En la sociedad de un nivel superior se presenta como la relación más simple de una organización desarrollada. Pero el sustrato más concreto, cuya relación es la posesión, está siempre presupuesto. Uno puede representarse a un salvaje aislado que posee. Pero entonces la posesión no es ninguna relación jurídica. Es incorrecto que la posesión se desarrolla históricamente hasta la familia. (24) Ella presupone más bien y siempre esta «categoría jurídica más concreta». Sin embargo, permanece siempre el hecho de que las

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categorías simples son expresiones de relaciones, en las cuales puede haberse realizado lo concreto menos desarrollado, sin que haya sido producida todavía la relación o conexión multilateral que está expresada espiritualmente en la categoría más concreta; mientras que lo concreto más desarrollado conserva a estas mismas categorías en cuanto relación subordinada. El dinero puede existir y ha existido históricamente, antes de que existiera el capital, antes de que existieran los bancos, antes de que existiera el trabajo asalariado, etc. Desde este punto de vista puede decirse, por lo tanto, que las categorías más simples pueden expresar relaciones dominantes de un todo menos desarrollado, o relaciones subordinadas de un todo más desarrollado, las cuales ya tenían existencia histórica, antes de que el todo se desarrollara en el sentido expresado en una categoría más concreta. En este sentido, el camino del pensamiento abstracto, que se eleva de lo más simple a lo complejo, correspondería al proceso histórico real. Por otra parte, se puede decir que existen formas de sociedad muy desarrolladas y, sin embargo, históricamente inmaduras, en las cuales tienen lugar las formas más elevadas de la economía, como por ejemplo, la cooperación, una división del trabajo desarrollada, etc., sin que exista dinero alguno, por ejemplo, Perú. (25) También entre las comunidades eslavas [27] el dinero y el cambio que lo condiciona no aparece en absoluto, o sólo en escasa medida, dentro de cada comunidad, sino en sus fronteras, en el tráfico con otras comunidades; así pues, es en general falso colocar el cambio en el centro de la comunidad, como si fuera el elemento constitutivo originario. Al principio, aparece más bien antes en la relación de las diferentes comunidades entre sí, que para los miembros de una única y misma comunidad. Más aún: a pesar de que el dinero desempeña un papel desde muy pronto y en todos los sentidos, sin embargo, en la antigüedad como elemento dominante pertenece exclusivamente a naciones determinadas unilateralmente, a las naciones comerciales. E incluso en la antigüedad más desarrollada, entre los griegos y los romanos, su pleno desarrollo, que está presupuesto en la moderna sociedad burguesa, sólo aparece en el período de su disolución. Por lo tanto, esta categoría completamente simple no se presenta históricamente en su intensidad más que en las condiciones más desarrolladas de la sociedad. Pero sin permear, en modo alguno, todas las relaciones económicas. Por ejemplo, en el Imperio Romano, en su máximo desarrollo, los impuestos en especie y las prestaciones en especie continuaron siendo el fundamento del mismo. El sistema monetario propiamente dicho sólo se desarrolla allí por completo en el ejército. No llegó nunca a alcanzar a la totalidad del trabajo. Así, a pesar de que la categoría más simple puede haber existido históricamente antes que la más concreta, en su pleno desarrollo intensivo y extensivo, sin embargo puede pertenecer precisamente a una forma de sociedad compleja, mientras que la categoría más concreta estaba ya plenamente desarrollada en una forma de sociedad menos desarrollada. El trabajo parece una categoría completamente simple. También la representación del mismo en esta generalidad -como trabajo en general- es antiquísima. Sin embargo, considerado en esta simplicidad, desde el punto de vista económico, el «trabajo» es una categoría tan moderna como las relaciones que engendran esta abstracción simple. El monetarismo, por ejemplo, pone la riqueza de forma totalmente objetivada, como cosa fuera de sí mismo, en el dinero. Frente a este punto de vista fue un gran progreso, cuando el sistema manufacturero o comercial trasladó la fuente de la riqueza del objeto a la actividad subjetiva –el trabajo comercial o manufacturero-, si bien concibió siempre esta actividad en el aspecto limitado de creadora de dinero. Frente a este sistema, también constituyó un gran progreso el sistema fisiocrático, que considera una forma determinada del trabajo -la agricultura- como la creadora de riqueza, y no considera al objeto mismo [28] en el disfraz del dinero, sino al producto en general, como resultado general del trabajo. Este producto, de acuerdo con el carácter limitado de la actividad, es considerado todavía como un producto determinado naturalmente -como producto de la agricultura, como producto de la tierra par excellence.Fue un inmenso progreso el de Adam Smith al rechazar todo carácter determinado de la actividad creadora de riqueza, y considerarla como trabajo a secas; ni como trabajo manufacturero, ni como trabajo comercial, ni como trabajo agrícola, sino tanto el uno como el otro. Con la generalidad abstracta de la actividad creadora de riqueza se presenta ahora también la generalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en general o como trabajo en general, pero como trabajo pasado, como trabajo objetivado. La dificultad y magnitud de esta transición se pone de manifiesto en el hecho de cómo el mismo Adam Smith recae a veces de nuevo en el sistema fisiocrático. Ahora podría parecer que de esta forma se habría encontrado la expresión más abstracta para la relación más antigua y más simple, en la que los hombres

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aparecen como productores, cualquiera que sea la forma de sociedad. Esto es correcto desde un punto de vista. Pero no lo es desde otro. La indiferencia frente a una determinada clase de trabajo presupone una totalidad muy desarrollada de trabajos reales, ninguno de los cuales domina a todos los demás. Así, las abstracciones más generales sólo surgen en general con el desarrollo concreto más rico, donde un elemento se presenta como lo común a muchos, como lo común a todos. Entonces deja de poder ser pensado exclusivamente en una forma particular. Por otra parte, esta abstracción del trabajo en general no es sólo el resultado ideal de una totalidad concreta de trabajos. La indiferencia frente al trabajo determinado corresponde a una forma de sociedad, en la que los individuos pasan con facilidad de un trabajo a otro y en la que el género determinado del trabajo es para ellos casual y, por lo tanto, indiferente. El trabajo se ha convertido aquí no sólo en cuanto categoría, sino en la realidad en el instrumento para la creación de la riqueza en general, y como determinación ha dejado de formar una unidad con los individuos como una particularidad suya. Una tal situación está más desarrollada que en ningún lado en la forma de existencia más moderna de las sociedades burguesas, en los Estados Unidos. Sólo aquí, por lo tanto, la abstracción de la categoría «trabajo», «trabajo en general», «trabajo sans phrase», que es el punto de partida de la economía moderna, deviene verdadera en la práctica. Por lo tanto, la abstracción más simple que la economía moderna coloca en la [29] cúspide, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las formas de sociedad, se presenta, sin embargo, en esta abstracción, como verdadera en la práctica sólo en cuanto categoría de la sociedad más moderna. Se podría decir que lo que en los Estados Unidos se presenta como un producto histórico -esta indiferencia frente a un trabajo determinado- se presenta entre los rusos, por ejemplo, como una disposición natural. Sólo que en primer lugar existe una endiablada diferencia entre bárbaros con disposición para ser utilizados para todo, y civilizados que se dedican a todo. Y además entre los rusos a esta indiferencia frente al carácter determinado del trabajo corresponde la sujeción tradicional a un trabajo completamente determinado, del cual sólo son expulsados mediante influencias externas. Este ejemplo del trabajo muestra de manera evidente cómo las mismas categorías más abstractas, a pesar de su validez -precisamente a causa de su abstracción- para todas las épocas, sin embargo, en la determinación de esta abstracción misma son producto de relaciones históricas y sólo poseen plena validez para y dentro de estas relaciones. La sociedad burguesa es la organización histórica de la producción más desarrollada y compleja. Las categorías que expresan sus relaciones, la comprensión de su organización, permiten comprender al mismo tiempo la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas, con cuyas ruinas y elementos ella ha sido edificada, de los cuales ella continúa arrastrando en parte consigo restos todavía no superados, mientras que meros indicios han desarrollado en ella todo su significado. En la anatomía del hombre está la clave para la anatomía del mono. Los indicios de las formas superiores en las especies animales inferiores sólo pueden ser comprendidos cuando la forma superior misma ya es conocida. La economía burguesa suministra, por lo tanto, la clave de la economía antigua, etc. Pero, en modo alguno, de la forma en que proceden los economistas, que cancelan todas las diferencias históricas y ven en todas las formas de sociedad la forma burguesa. Se puede comprender el tributo, el diezmo, etc., cuando se conoce la renta de la tierra. Pero hay que no identificarlas. Puesto que además la misma sociedad burguesa no es más que una forma antagónica del desarrollo, determinadas circunstancias de formas anteriores se presentan en ella con frecuencia sólo de manera totalmente atrofiada o completamente caricaturizada. Por ejemplo, la propiedad comunal. En consecuencia, si es verdad que las categorías de la economía burguesa poseen una cierta validez para todas las demás formas de sociedad, esto ha de ser aceptado cum grano salis. Ellas pueden contener dichas [30] formas de un modo desarrollado, atrofiado, caricaturizado, etc., pero la diferencia será siempre esencial. El llamado desarrollo histórico descansa en general en el hecho de que la última forma considera a las formas pasadas como estadios que conducen a ella misma; y, puesto que ella rara vez y sólo en condiciones completamente determinadas es capaz de criticarse a sí misma -aquí no se habla en absoluto de aquellos períodos históricos que se presentan a sí mismos como la época de decadencia-, las concibe siempre de forma unilateral. La religión cristiana sólo fue capaz de contribuir a la comprensión objetiva de las mitologías anteriores cuando estuvo dispuesta, dunamei, por así decirlo, a realizar su autocrítica hasta un cierto punto.

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Así también, la economía burguesa sólo llegó a la comprensión de la sociedad feudal, antigua, oriental, cuando comenzó la autocrítica de la sociedad burguesa. En la medida en que la economía burguesa no se identifica pura y simplemente de forma mitológica con el pasado, su crítica de formas de sociedad anteriores, por ejemplo, de la feudal, con la que todavía tuvo que luchar directamente, se asemeja a la crítica que el cristianismo realizó al paganismo, o también el protestantismo al catolicismo. Como en general en toda ciencia histórica, social, en el desarrollo de las categorías económicas hay que tener siempre presente que, como en la realidad, así también en la mente, el sujeto -aquí la moderna sociedad burguesa- está ya dado, y que las categorías sólo expresan, en consecuencia, formas de ser, determinaciones existenciales, a menudo sólo aspectos particulares de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que, por lo tanto, incluso desde un punto de vista científico ella no empieza en modo alguno en el momento en que se empieza a hablar de ella en cuanto tal. Esto hay que tenerlo presente porque ofrece elementos decisivos para la división de nuestro estudio. Por ejemplo, nada parece más natural que empezar con la renta de la tierra, con la propiedad de la tierra, ya que está ligada a la tierra, que es la fuente de toda producción y de toda existencia, así como a la primera forma de producción de todas las sociedades consolidadas en cierta medida, a la agricultura. Y sin embargo, nada sería más erróneo. En todas las formas de sociedad hay una producción determinada que asigna a todas las demás su rango e influencia, y cuyas circunstancias, por lo tanto, asigna también a todas las demás circunstancias su rango e influencia. Es una iluminación general en la que se sumergen todos los demás colores y que los modifica en su particularidad. Es un éter particular que determina el peso específico de todas las formas de existencia que destacan en él. Por ejemplo, entro- los pueblos pastores (los pueblos simplemente [31] cazadores o pescadores están fuera del punto en el que empieza el desarrollo real). Entre éstos aparece cierta forma de agricultura esporádica. La propiedad de la tierra está determinada por este hecho. La propiedad es común y conserva esta forma más o menos, según que estos pueblos se mantengan más o menos firmes en sus tradiciones, por ejemplo, la propiedad común entre los eslavos. En los pueblos de agricultura sedentaria -y esta sedentariedad es ya un gran nivel-, en los que la agricultura domina, como entre los antiguos o en la sociedad feudal, la industria misma y su organización y las formas de propiedad que le corresponden tienen en mayor o menor medida el carácter de propiedad de la tierra; o bien dependen por completo de la propiedad de la tierra, como entre los antiguos romanos, o bien, como en la Edad Media, reproducen en la ciudad la organización del campo y sus relaciones. El capital mismo en la Edad Media -en la medida en que no es un puro capital dinerario- como instrumento artesanal tradicional, etc., tiene este carácter de propiedad de la tierra. En la sociedad burguesa es a la inversa. La agricultura deviene cada vez más una mera rama de la industria, y está totalmente dominada por el capital. Lo mismo la renta de la tierra. En todas las formas en las que la propiedad de la tierra domina, la relación con la naturaleza es la dominante. En aquellas en las que domina el capital, el elemento social, producido históricamente, es el dominante. La renta de la tierra no puede ser comprendida sin el capital. El capital, sin embargo, puede ser comprendido sin la renta de la tierra. El capital es el poder económico de la sociedad burguesa que lo domina todo. Tiene que constituir tanto el punto de partida como el punto de llegada y tiene que ser desarrollado antes que la propiedad de la tierra. Después de haber sido considerados ambos en particular, habrá que considerar su relación recíproca. Sería, por lo tanto, impracticable y erróneo presentar la sucesión de las categorías económicas en el orden en que fueron históricamente determinantes. Su orden de sucesión está más bien determinado por la relación que tienen entre sí en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el inverso de aquel que se presenta como natural o que corresponde al orden del desarrollo histórico. No se trata de la disposición que adoptan históricamente las relaciones económicas en la sucesión de las diferentes formas de sociedad. Aún menos de su sucesión "en la idea" (Proudhon) (una representación nebulosa del movimiento histórico). Sino de su articulación dentro de la sociedad burguesa moderna. La pureza (la determinación abstracta) en la que se presentan los [32] pueblos comerciantes -fenicios, cartagineses- en el mundo antiguo, está dada precisamente por el predominio de los pueblos agrícolas. El capital comercial o el capital monetario se presenta, precisamente en esta abstracción, allí donde el capital no es todavía el elemento dominante de las sociedades. Los judíos, los lombardos, asumen esta posición frente a las sociedades medievales que practican la agricultura. Como un ejemplo más de la posición diferente que asumen las mismas categorías en los diferentes estadios de la sociedad, una de las últimas formas de la sociedad burguesa: joint-stock-companies <sociedades por acciones>. Sin embargo, aparecen también en sus comienzos en las grandes compañías comerciales

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privilegiadas y gozando de una situación de monopolio. El concepto mismo de riqueza nacional se insinúa entre los economistas del siglo XVII -una representación que en parte continúa entre los del XVIII- de una forma tal que la riqueza parece creada exclusivamente para el Estado, mientras que su poder parece ser proporcional a esta riqueza. (26) Ésta era una forma todavía inconscientemente hipócrita en la que la riqueza misma y la producción de la riqueza se anunciaba como la finalidad de los estados modernos, los cuales eran considerados exclusivamente en cuanto instrumento para la producción de la riqueza.La división de la materia ha de ser efectuada evidentemente de forma tal que se estudie: 1) las determinaciones abstractas generales que corresponden, por lo tanto, en mayor o menor medida, a todas las formas de sociedad, pero en el sentido antes indicado. 2) Las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa y sobre las que descansan las clases fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad de la tierra. Su relación recíproca. Ciudad y campo. Las tres grandes clases sociales. Cambio entre ellas. Circulación. Crédito (privado). 3) Resumen de la sociedad burguesa en la forma de Estado. Considerado en relación consigo mismo. Las clases «no productivas». Impuestos. Deuda pública. La población. Las colonias. Emigración. 4) Relaciones internacionales de la producción. División internacional del trabajo. Cambio internacional. Exportación e importación. Cotización en el cambio. 5) El mercado mundial y las crisis. (27)

4) PRODUCCION, MEDIOS DE PRODUCCION Y RELACIONES DE PRODUCCION. RELACIONES DE PRODUCCION Y RELACIONES DE TRÁFICO. FORMAS DEL ESTADO Y DE LA CONCIENCIA EN RELACIÓN CON LAS RELACIONES DE PRODUCCION Y DE TRÁFICO. RELACIONES JURIDICAS. RELACIONES FAMILIARES

Nota bene acerca de puntos que han de mencionarse aquí y que no deben se olvidados.1) La guerra se ha desarrollado antes que la paz: mostrar la manera en que ciertas relaciones económicas tales como el trabajo asalariado, el maquinismo, etc., han sido desarrolladas por la guerra y en los ejércitos antes que en el interior de la sociedad burguesa. Del mismo modo, la relación entre fuerzas productivas y relaciones de tráfico, particularmente visibles en el ejército.2) Relación de la historiografía ideal, tal como ella se ha desarrollado hasta ahora, con la historiografía real. En particular, de las llamadas historias de la civilización, que son todas historias de la religión y de los estados.) Con esta ocasión decir algunas palabras sobre los distintos géneros de historiografía practicados hasta ahora. El género llamado objetivo. El subjetivo (moral, entre otros). El filosófico)3) Relaciones de producción derivadas en general, relaciones transmitidas, no originarias, secundarias y terciarias. Aquí entran en juego las relaciones internacionales. 4) Objeciones sobre el materialismo de esta concepción. Relación con el materialismo naturalista.5) Dialéctica de los conceptos fuerza productiva (medios de producción) y relaciones de producción, una dialéctica cuyos límites habrá que definir y que no suprime la diferencia real.6) La desigual relación entre el desarrollo de la producción material y el desarrollo, p. ej., artístico. En general, el concepto de progreso no debe ser concebido de la manera abstracta habitual. Con respecto al arte, etc.a, esta desproporción no es aún [30] tan importante ni tan difícil de apreciar como en el interior de las relaciones prácticosociales mismas. P. ej., de la cultura. Relación de los United States con Europa. Pero el punto verdaderamente difícil que aquí ha de ser discutido es el de saber cómo las relaciones de producción, bajo el aspecto de relaciones jurídicas, tienen un desarrollo desigual. Así, p. ej., la relación del derecho privado romano (esto es menos válido para el derecho penal y el derecho público) con la producción moderna. 7) Esta concepción se presenta como un desarrollo necesario. Pero justificación del azar. Cómo. (Entre otras cosas también la libertad). Influencia de los medios de comunicación. La historia universal no siempre existió; la historia como historia universal es un resultado.)8) El punto de partida está dado naturalmente por las determinaciones naturales; subjetiva y objetivamente. Tribus, razas, etc.

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[El arte griego y la sociedad moderna]1) En lo concerniente al arte, ya se sabe que ciertas épocas de florecimiento artístico no están de ninguna manera en relación con el desarrollo general de la sociedad, ni, por consiguiente, con la base materia, con el esqueleto, por así decirlo, de su organización. Por ejemplo, los griegos comparados con los modernos, o también Shakespeare. Respecto de ciertas formas del arte, la épica por ejemplo, se reconoce directamente que, una vez que hace su aparición la producción artística como tal, ellas no pueden producirse nunca en su forma clásica, en la forma que hace época mundialmente; se admite así que en la propia esfera del arte, algunas de sus creaciones insignes son posibles son posibles solamente en un estadio poco desarrollado del desarrollo artístico. Si esto es verdad en el caso de la relación entre los distintos géneros artísticos en el ámbito del propio arte, es menos sorprendente que lo mismo ocurra en la relación entre el dominio total del arte y el desarrollo general de la sociedad. La dificultad consiste tan solo en formular una concepción general de estas contradicciones. No bien se las específica, resultan esclarecidas.Tomemos, p. ej., la relación del arte griego y luego, del de Shakespeare, con la actualidad. Es sabido que la mitología griega fue no solamente el arsenal del arte griego, sino también su tierra nutricia. La idea de la naturaleza y de las relaciones sociales que está en la base de la fantasía griega, y, por lo tanto, del [arteb] griego, ¿es posible con los self-actors, las locomotoras y el telégrafo eléctrico? ¿A qué queda reducido Vulcano al lado de Roberts et Co., Júpiter al lado del pararrayos y Hermes frente al Crédit mobilier? Toda mitología somete, domina, moldea las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación y desaparece por lo tanto cuando esas fuerzas resultan realmente dominadas. ¿En qué se [31] convierte Fama frente a Printinghouse square? El arte griego tiene como supuesto la mitología griega, es decir, la naturaleza y las formas sociales ya modeladas a través de la fantasía popular de una manera inconscientemente artística. Esos son sus materiales. No una mitología cualquiera, es decir, no cualquier transformación inconscientemente artística de la naturaleza (aquí la palabra naturaleza designa todo lo que es objetivo, comprendida la sociedad). La mitología egipcia no hubiese podido jamás ser el seno materno del arte griego. Pero de todos modos era necesaria una mitología. Incompatible con el desarrollo de una sociedad que excluye toda relación mitológica con la naturaleza, toda referencia mitologizante a ella, y que requiera por tanto del artista una fantasía independiente de la mitología.Por otra parte, ¿sería posible Aquiles con la pólvora y las balas? ¿O, en general, la Ilíada con la prensa o directamente con la impresora? Los cantos y las leyendas, las Musas, ¿no desaparecen necesariamente ante la regleta del tipógrafo y no se desvanecen de igual modo las condiciones necesarias para la poesía épica?Pero la dificultad no consiste en comprender que el arte griego y la epopeya estén ligadas a ciertas formas del desarrollo social. La dificultad consiste en comprender que puedan aún proporcionarnos goces artísticos y valgan, en ciertos aspectos, como una norma y un modelo inalcanzables.Un hombre no puede volver a ser niño sin volverse infantil. Pero, ¿no disfruta acaso de la ingenuidad de la infancia, y no debe aspirar a reproducir, en un nivel más elevado, su verdad? ¿No revive en la naturaleza infantil el carácter propio de cada época en su verdad natural? ¿Por qué la infancia histórica de la humanidad, en el momento más bello de su desarrollo, no debería ejercer un encanto eterno, como una fase que no volverá jamás? Hay niños mal educados y niños precoces. Muchos pueblos antiguos pertenecen a esta categoría. Los griegos eran niños normales. El encanto que encontramos en su arte no está en contradicción con el débil desarrollo de la sociedad en la que maduró. Es más bien su resultado; en verdad está ligado indisolublemente al hecho de que las condiciones sociales inmaduras en que ese arte surgió, y que eran las únicas en que podía surgir, no pueden volver jamás.

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CARTA A JOSE BLOCHF. Engels

Londres, 21- [22] de setiembre de 1890.

....Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas-- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres. También el Estado prusiano ha nacido y se ha desarrollado por causas históricas, que son, en última instancia, causas económicas. Pero apenas podrá afirmarse, sin incurrir en pedantería, que de los muchos pequeños Estados del Norte de Alemania fuese precisamente Brandeburgo, por imperio de la necesidad económica, y no por la intervención de otros factores (y principalmente su complicación, mediante la posesión de Prusia, en los asuntos de Polonia, y a través de esto, en las relaciones políticas internacionales, que fueron también decisivas en la formación de la potencia dinástica austríaca), el destinado a convertirse en la gran potencia en que tomaron cuerpo las diferencias económicas,  lingüísticas, y desde la Reforma también las religiosas, entre el Norte y el Sur. Es difícil que se consiga explicar económicamente, sin caer en el ridículo, la existencia de cada pequeño Estado alemán del pasado y del presente o los orígenes de las permutaciones de consonantes en el alto alemán, que convierten en una línea de ruptura que corre a lo largo de Alemania la muralla geográfica formada por las montañas que se extienden de los Sudetes al Tauno.En segundo lugar, la historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante --el acontecimiento histórico--, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales --cada una de las cuales apatece aquello a que le impulsa su constitución física y una serie de circunstancias externas, que son, en última instancia, circunstancias económicas (o las suyas propias personales o las generales de la sociedad)-- no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una media total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean = 0. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por tanto, incluidas en ella.Además, me permito rogarle que estudie usted esta teoría en las fuentes originales y no en obras de segunda mano; es, verdaderamente, mucho más fácil. Marx apenas ha escrito nada en que esta teoría no desempeñe su

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papel. Especialmente, "El 18 Brumario de Luis Bonaparte"[*] es un magnífico ejemplo de aplicación de ella. También en El Capital se encuentran muchas referencias. En segundo término, me permito remitirle también a mis obras La subversión de la ciencia por el señor E. Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana[**], en las que se contiene, a mi modo de ver, la exposición más detallada que existe del materialismo histórico.El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado....

_____________________[*] Véase la presente edición, t. 1, págs. 408-498. (N. de la Edit.)[**] Véase el presente tomo, págs. 353-395. (N. de la Edit.)

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CARTA A W. BORGIUSF. Engels

Londres, 25 de enero de 1894

Muy señor mío[2]:He aquí la respuesta a sus preguntas:1. Por relaciones económicas, en las que nosotros vemos la base determinante de la historia de la sociedad, entendemos el modo cómo los hombres de una determina sociedad producen el sustento para su vida y cambian entre sí los productos (en la medida en que rige la división del trabajo). Por tanto, toda la técnica de la producción y del transporte va incluida aquí. Esta técnica determina también, según nuestro modo de ver, el régimen de cambio, así como la distribución de los productos, y por tanto, después de la disolución de la sociedad gentilicia, la división en clases también, y por consiguiente, las relaciones de dominación y sojuzgamiento, y con ello, el Estado, la Política, el Derecho, etc. Además, entre las relaciones económicas se incluye también la base geográfica sobre la que aquéllas se desarrollan y los vestigios efectivamente legados por anteriores fases económicas de desarrollo que se han mantenido en pie, muchas veces sólo por la tradición o la vis inertiae[3], y también, naturalmente, el medio ambiente que rodea a esta forma de sociedad.Si es cierto que la técnica, como usted dice, depende en parte considerable del estado de la ciencia, aún más depende ésta del estado y las necesidades de la técnica. El hecho de que la sociedad sienta una necesidad técnica, estimula más a la ciencia que diez universidades. Toda la hidrostática (Torricelli, etc.) surgió de la necesidad de regular el curso de los ríos de las montañas de Italia, en los siglos XVI y XVII. Acerca de la electricidad, hemos comenzado a saber algo racional desde que se descubrió la posibilidad de su aplicación técnica. Pero, por desgracia, en Alemania la gente se ha acostumbrado a escribir la historia de las ciencias como si éstas hubiesen caído del cielo.2. Nosotros vemos en las condiciones económicas lo que condiciona en última instancia el desarrollo histórico. Pero la raza es, de suyo, un factor económico. Ahora bien; hay aquí dos puntos que no deben pasarse por alto:a) El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia. El Estado, por ejemplo, actúa por medio de los aranceles protectores, el librecambio, el buen o mal régimen fiscal; y hasta la mortal agonía y la impotencia del filisteo alemán por efecto de la mísera situación económica de Alemania desde 1648 hasta 1830, y que se revelaron primero en el pietismo y luego en el sentimentalismo y en la sumisión servil a los príncipes y a la nobleza, no dejaron de surtir su efecto económico. Fue éste uno de los principales obstáculos para el renacimiento del país, que sólo pudo ser sacudido cuando las guerras revolucionarias y napoleónicas vinieron a agudizar la miseria crónica. No es, pues, como de vez en cuando, por razones de comodidad, se quiere imaginar, que la situación económica ejerza un efecto automático; no, son los mismos hombres los que hacen la historia, aunque dentro de un medio dado que los condiciona, y a base de las relaciones efectivas con que se encuentran, entre las cuales las decisivas, en última instancia, y las que nos dan el único hilo de engarce que puede servirnos para entender los acontecimientos son las económicas, por mucho que en ellas puedan influir, a su vez, las demás, las políticas e ideológicas.b) Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero hasta ahora no con una voluntad colectiva y con arreglo a un plan colectivo, ni siquiera dentro de una sociedad dada y circunscrita. Sus aspiraciones se entrecruzan; por eso en todas estas sociedades impera la necesidad, cuyo complemento y forma de manifestarse es la casualidad. La necesidad que aquí se impone a través de la casualidad es también, en última instancia, la económica. Y aquí es donde debemos hablar de los llamados grandes hombres. El hecho de que surja uno de éstos, precisamente éste y en un momento y un país determinados, es, naturalmente, una pura casualidad. Pero si lo suprimimos, se planteará la necesidad de remplazarlo, y aparecerá un sustituto, más o menos

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bueno, pero a la larga aparecerá. Que fuese Napoleón, precisamente este corso, el dictador militar que exigía la República Francesa, agotada por su propia guerra, fue una casualidad; pero que si no hubiese habido un Napoleón habría venido otro a ocupar su puesto, lo demuestra el hecho de que siempre que ha sido necesario un hombre: César, Augusto, Cromwell, etc., este hombre ha surgido. Marx descubrió la concepción materialista de la historia, pero Thierry, Mignet, Guizot y todos los historiadores ingleses hasta 1850 demuestran que ya se tendía a ello; y el descubrimiento de la misma concepción por Morgan prueba que se daban ya todas las condiciones para que se descubriese, y necesariamente tenía que ser descubierta.Otro tanto acontece con las demás casualidades y aparentes casualidades de la historia. Y cuanto mas alejado esté de lo económico el campo concreto que investigamos y más se acerque a lo ideológico puramente abstracto, más casualidades advertiremos en su desarrollo, más zigzagueos presentará la curva. Pero si traza usted el eje medio de la curva, verá, que cuanto más largo sea el período en cuestión y más extenso el campo que se estudia, más paralelamente discurre este eje al eje del desarrollo económico.El mayor obstáculo que en Alemania se opone a la comprensión exacta es el desdén imperdonable que se advierte en la literatura hacia la historia económica. Resulta muy difícil desacostumbrarse de las ideas históricas que le meten a uno en la cabeza en la escuela, pero es todavía más difícil acarrear los materiales necesarios para ello. ¿Quién, por ejemplo, se ha molestado en leer siquiera al viejo G. von Gülich, en cuya árida colección de materiales [4] se contiene, sin embargo, tanta materia para explicar incontables hechos políticos?Por lo demás, creo que el hermoso ejemplo que nos ha legado Marx con "El Dieciocho Brumario" podrá orientarle a usted bastante bien acerca de sus problemas, por tratarse, precisamente, de un ejemplo práctico. También creo haber tocado yo la mayoría de los puntos en el "Anti-Dühring", I, caps. 9-11, y II, 2-4, y también en el III, cap. 1º en la Introducción, así como en el último capítulo del "Feuerbach".Le ruego que no tome al pie de la letra cada una de mis palabras, sino que se fije en el sentido general, pues desgraciadamente no disponía de tiempo para exponerlo todo con la precisión y la claridad que exigiría un material destinado a la publicación....

_________________[1] Nombre actual: Wroclaw. (N. de la Edit.)[2] Esta carta fue publicada por primera vez sin indicación del destinatario en la revista "Der Sozialistische Akademiker" («El académico socialista»), Nº 20, 1895, por su redactor H. Starkenburg. Por eso, en las ediciones precedentes se mencionaba sin razón a Starkenburg como destinatario.[3] La fuerza de la inercia. (N. de la Edit.)[4] Se trata de la obra de G. von Gülich titulada "Geschichtliche Darstellung des Handels, der Gewerbe und des Ackerbaus der bedeutendsten handeltreibenden Staaten unserer Zeit" («Descripción histórica del comercio, la industria y la agricultura de los más importantes Estados comerciales de nuestra época») publicada en varios tomos en Jena de 1830 a 1845.

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INICIACIÓN A LA ECONOMIA MARXISTAErnest Mandel

I. LA TEORÍA DEL VALOR Y DE LA PLUS-VALÍA

En último análisis, todos los progresos de la civilización vienen determinados por el aumento de la productividad en el trabajo. Mientras la labor de un grupo humano sólo alcanza, a duras penas, a mantener la vida o subsistencia de los trabajadores, mientras no existe algún excedente o sobrante por encima de este producto indispensable, resultan imposibles la división del trabajo, la aparición del artesanado, las condiciones imprescindibles para la existencia y la actividad de los artistas y de los científicos. Por consiguiente, y con mucha más razón, no hay, mientras dure tal circunstancia, ninguna posibilidad de desarrollo de las técnicas que exigen aquellas especializaciones.

El excedente socialMientras el rendimiento del trabajo sea tan bajo que el producto del trabajo de un hombre sólo baste para su propio sustento, no hay ni puede haber tampoco división social, diferenciación en el interior de la sociedad. Todos los individuos son, en este caso, productores; todos se encuentran en idéntico estado y nivel de privación y de incapacidad. Todo aumento de la productividad del trabajo que supera aquel nivel mínimo, crea la posibilidad de un pequeño excedente, y desde el momento que existe un sobrante de productos, que dos brazos rinden más de lo que requiere su propia manutención, aparece la posibilidad de lucha por la distribución de este superávit.A partir de entonces, el conjunto de la labor de una colectividad ya no está forzosamente destinado al mantenimiento de los productos. Una porción de este trabajo puede ser destinada a liberar a otro sector de la comunidad de la necesidad de dedicarse tan sólo a su propio mantenimiento.Cuando surge esta posibilidad, una parte de la sociedad puede erigirse en clase dominante, caracterizándose, principalmente, por el hecho de verse emancipada de la necesidad de trabajar para poder subsistir.En tal circunstancia, el trabajo de los obreros se descompone en dos partes. Una parte sigue efectuándose para proveer el sostén de los propios productores; lo denominaremos trabajo necesario. Otra parte sirve para mantener a la clase dominante; lo llamaremos el trabajo sobrante.Citemos un ejemplo evidente demostrativo: los esclavos en las plantaciones, ya sea en determinadas zonas y épocas del Imperio romano, ya sea también en las grandes plantaciones, a partir del siglo XVII, en las Indias occidentales o en las islas africanas, bajo el poder colonial portugués. Generalmente, en las regiones tropicales, el dueño no proporciona ni el alimento del esclavo; es éste mismo quien lo ha de producir, los domingos, cultivando un exiguo espacio de tierra. Seis días por semana, el esclavo trabaja en la plantación; es un trabajo cuyo fruto no le pertenece, crea un excedente social que abandona desde el instante de su producción, que pertenece en exclusiva a los señores de los esclavos.La semana laboral, de 7 jornadas en este caso, se divide en dos partes: el trabajo de un día, el domingo, es un trabajo necesario, para sostener al esclavo y a su familia; el trabajo de los otros 6 días de la semana es lo que constituye el trabajo sobrante, cuyo producto revierte en exclusivo beneficio de los amos, sirve para su subsistencia y, además, para su enriquecimiento.Otra muestra histórica: las grandes propiedades en la alta Edad Media. Las tierras de estos dominios están distribuidas en tres facciones: los terrenos comunales o de propiedad colectiva, esto es, los bosques, las praderas, los pantanos, etc; la tierra que los siervos cultivan para mantenerse ellos y sus familias; finalmente,

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las tierras que han de trabajar para sostener a sus señores feudales. Ordinariamente, en este caso, la semana laboral es de 6 días y ya no de 7. Se divide en dos partes iguales: durante tres jornadas cada semana, el siervo de la gleba se ocupa en producir lo que necesita; otras tres jornadas semanales las destina a tierras de su señor, sin ninguna remuneración. El vasallo efectúa un trabajo gratuito a favor de la clase privilegiada, del grupo en el poder. Podemos definir el producto de estos dos tipos de trabajo tan diferentes con términos también distintos. Cuando el productor realiza el trabajo necesario, crea el producto necesario. Cuando, en cambio, realiza un trabajo sobrante, entonces crea excedente de producto social.El excedente de producto social es la parte de la producción social de que, aún siendo realizada por la clase de los productores, se apropia de la clase dominante, cualesquiera que sean el modo o el medio que emplee para retenerla en su poder: ya sea en forma de productos naturales, ya sea en forma de mercancías destinadas a ser vendidas, ya sea en forma de dinero.La plus-valía no es, por tanto, nada más que la forma monetaria del producto de excedente social. Cuando es exclusivamente en forma de dinero que la clase dominante se apropia de la parte de producción anterio rmente denominada excedente de “producto”, entonces ya no se utiliza esta expresión para calificarla, sino la de “plusvalía”.Por otra parte, esto no es más que un primer esbozo de la definición de la plus-valía que examinaremos más adelante. ¿Cuál es el origen del excedente del producto social? El excedente del producto social se presenta como el resultado de la expropiación gratutita –sin la compensación o el intercambio de alguna contrapartida en valor- de una parte de la labor de la clase productora, efectuada por el estamento en el poder. Cuando el esclavo trabaja dos días cada semana en la plantación del dueño de los esclavos y todo el fruto de este esfuerzo es acaparado por este propietario, sin ninguna remuneración a cambio, el factor causal de este excedente de producto social es el trabajo gratuito, no pagado, realizado por el esclavo en beneficio de su amo. Cuando el siervo trabaja tres días por semana en la tierra del señor feudal, el origen de esta renta, de este excedente de producto social, es también la labor no remunerada, gratuita, prestada por el siervo. Comprobaremos seguidamente que el origen de la plus-valía capitalista, es decir, de la renta o beneficio de la clase burguesa en la sociedad de tipo capitalista, es exactamente el mismo: se trata de un trabajo no remunerado, gratuito, proporcionado al capitalista por el proletario, por el asalariado, sin que perciba ningún valor a cambio de su tarea.

Mercancías, valor de uso y valor de cambioHe ahí, por consiguiente, algunas definiciones básicas que emplearemos como instrumentos de trabajo a lo largo de los tres temas que expondremos en el presente curso. Todavía tenemos que añadir algunas más:Todo producto del trabajo humano ha de rendir normalmente una utilidad, ha de poder satisfacer alguna necesidad del hombre. Puede afirmarse, en efecto que todo producto del trabajo posee un valor de uso. Emplearemos este término según dos interpretaciones diferentes. Hablaremos del valor de uso de una mercancía y, también, de los valores de uso. Mostraremos cómo en determinadas sociedades sólo son producidos valores de uso, productos destinados al consumo directo de quienes se apropian de ellos (productores o clase dirigente).Pero, al lado de este valor de uso, el producto del trabajo humano puede estar asociado con otro tipo de valor, un valor de cambio. Puede ser producido no para ser consumido inmediatamente por los proletarios o por el grupo de los privilegiados que monopolizan la riqueza, sino para ser intercambiado en el mercado, para ser vendido. La masa de los productos destinados a la venta ya no constituye una producción exclusiva de valores de uso, sino una producción de mercancías.Así pues, la mercancía es un producto que no ha sido creado para ser consumido directamente, sino que su finalidad consiste en ser cambiado en el mercado. Por lo tanto toda mercancía ha de contener simultáneamente un valor de uso y un valor de cambio. Ha de poseer un valor de cambio, porque, de lo contrario, nadie la adquiriría. Sólo se compra con la intención final de consumir, de satisfacer una necesidad. Si una mercancía no presenta ningún valor de uso resulta invendible, inútil, no tiene valor de cambio, precisamente porque carece de valor de uso.

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Sin embargo, todo producto que posee un valor de uso no siempre tiene un valor de cambio. Este valor de cambio le vendrá, principalmente, del hecho y en la medida de ser producido por una sociedad fundamentada en el intercambio, una sociedad que practica generalmente el intercambio.¿Existen sociedades donde los productos no comporten un valor de uso? En el fondo del valor de cambio y, con mayor motivo aún, en la base del comercio y de la práctica de mercado, se halla un grado determinado de división del trabajo. Para que unos productos no sean inmediatamente consumidos por sus propios productores, es preciso que no todos los individuos elaboren un único e idéntico género o artículo. Si en una comunidad concreta no existe una división del trabajo o ésta aparece en estado rudimentario, es evidente que no hay razón para que surja el intercambio. Normalmente, un productor de trigo no tendrá nada que pueda ser objeto de permuta con otro productor del mismo cereal. Pero, desde el momento que hay división del trabajo, cuando se establece contacto entre grupos sociales que elaboran materias con un valor de uso diferente, el ejercicio del cambio puede manifestarse inicialmente, en circunstancias esporádicas con la posibilidad de una ulterior generalización. Desde aquel instante, aparecen paulatinamente junto a los productos destinados al mero consumo, otros productos creados para ser intercambiados, las mercancías. La producción mercantil y la producción de valores de cambio han conocido su más amplia expansión en la sociedad capitalista. Es la primera sociedad histórica donde la mayor parte de la producción está compuesta de mercancías. Aunque no todo el trabajo, dentro del sistema capitalista, está proyectado con una finalidad comercial. Dos categorías de productos continúan siendo valores tan sólo para el uso. En primer lugar, todo cuando producen los campesinos para su autoconsumo en el área de las haciendas y casas rurales. Esta producción para el abastecimiento de los propios agricultores y granjeros se encuentra hasta en los países capitalistas más avanzados, como p.e., en los Estados Unidos; pero constituye una ínfima porción de la actividad agrícola total. En general, cuanto más retrasada está la agricultura de un país mayor es la fracción de la producción agrícola reservada al autoconsumo, lo que dificulta en gran manera el cálculo exacto de la renta nacional.Una segunda categoría de productos que siguen siendo valores sólo de uso y no mercancías en un régimen capitalista son los frutos de las labores domésticas. Aunque supone y exige un gran acopio y desgaste de energías humanas, este trabajo en el hogar produce valores de uso y no mercancías. Preparar una sopa, barrer la casa, coser un botón son actividades productivas, pero no pretenden la comercialización o el lucro. La aparición, luego la regulación y la posterior generalización de la producción de mercancías, ha transformado radicalmente la forma de trabajar y el modo de organización de la sociedad humana.

La teoría marxista de la alineaciónTodos, más o menos, tenéis referencias sobre la teoría marxista de la alineación. La aparición, la regularización, la generalización de la producción mercantil están íntimamente vinculadas con la difusión de este fenómeno de la alineación. No podemos analizar extensamente ahora este aspecto de la cuestión. Pero es extraordinariamente importante conocer y comprender este hecho, porque la sociedad mercantil no abarca solamente la época del capitalismo. Contiene asimismo la pequeña producción mercantil que estudiaremos más adelante. Hay también una sociedad mercantil postcapitalista, la sociedad de transición actual, que permanece aún ampliamente fundamentada y establecida sobre la producción de los valores de cambio. Cuando de descubren y entienden algunas de las características esenciales de la sociedad mercantil, se puede también comprender el motivo de la imposible superación de algunos fenómenos alienadores mientras dura el período de transición entre el capitalismo y el socialismo, como es el caso de la URSS contemporánea.En cambio, este hecho de la alineación no se da, lógicamente, por lo menos de esta manera, en una sociedad que desconoce la producción mercantil, donde hay una unidad entre la vida individual y una actividad social completamente elemental. El hombre trabaja y, ordinariamente, no trabaja solo sino en conexión con una colectividad más o menos orgánica. Este trabajo consiste en transformar directamente cosas materiales. Es decir, que la actividad del trabajo, de la producción, del consumo y de las relaciones entre el individuo y la sociedad, están regulados por un cierto equilibrio más o menos permanente.

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Realmente no está justificado embellecer la sociedad primitiva, sujeta a presiones y catástrofes periódicas a causa de su extrema escasez de recursos. Constantemente el equilibrio está amenazado por el peligro de ser destruido por la miseria, por los cataclismos y desastres naturales, etc. Pero entre una y otra catástrofe, principalmente a partir de un cierto grado de desarrollo de la agricultura y de unas condiciones climatológicas favorables, es factible una cierta unidad y armonía, un cierto equilibrio entre prácticamente todas las actividades humanas.En la sociedad primitiva no existen las calamitosas consecuencias de la división del trabajo, tales como el divorcio total entre la tarea estética, la inspiración y el impulso artísticos, la ambición creadora y las actividades productivas, puramente mecánicas, reiterativas, monótonas. Bien al contrario, la mayoría de las artes, tanto la música y la escultura como la pintura y la danza se encuentran radicalmente ligadas con el trabajo. El deseo de proporcionar una forma agradable, hermosa, a los productos que eran comidos por el mismo individuo, por la familia, por el grupo más amplio de parentesco, por la tribu, etc., se integraba normalmente, armónicamente, orgánicamente en el trabaja cotidiano.El trabajo no era considerado ni experimentado como una obligación o una carga impuestas desde el exterior, sobre todo porque resultaba una operación mucho menos tensa y agotadora de lo que es en el sistema capitalista actual, porque respetaba y se adaptaba a los ritmos intrínsecos y característicos del cuerpo humano y de la naturaleza. El número de jornadas laborales casi nunca excedía de 150 a 200 cada año, mientras que en la sociedad capitalista se aproxima peligrosamente a 300 y lo sobrepasa en algunas ocasiones. Después, porque subsistía una concordia entre el productor, el producto y su consumo, porque el trabajador producía para subvenir a sus personales necesidades o a las de su familia y su tarea conservaba un aspecto directamente funcional. La alineación moderna nace principalmente de la rotura y separación entre el obrero y el fruto de su actividad, efecto simultáneo de la división del trabajo y de la producción de mercancías destinadas a un mercado y a un consumidor, desconocidos y no al beneficio del mismo trabajador.El reverso de la medalla muestra que una sociedad que sólo produce valores de uso, bienes para el consumo inmediato de los mismos productores, siempre fue, en el pasado, una sociedad sujeta a un grave estado de inteligencia. Se trata, por lo tanto, de una sociedad que no solamente se ve sometida al azar y al despotismo de las fuerzas naturales, sino que también limita hasta el extremo las necesidades humanas, en la misma medida que carece de lo imprescindible, no disponiendo más que de una gama limitada de productos. Las necesidades humanas sólo muy parcialmente son innatas. Es constante la interacción entre producción y necesidades, entre desarrollo de las fuerzas productoras y la eclosión de las necesidades. Únicamente dentro de una sociedad que hace avanzar al máximo la productividad del trabajo, que procura hacer progresar una gama inmensa de productos, puede el hombre experimentar un desarrollo continuo de sus necesidades, de sus potencialidades inagotables, de su humanidad integral.

La ley del valorUna de las consecuencias de la aparición y de la generalización, progresivas de la producción de mercancías es que el mismo trabajo empieza a convertirse en algo regular, medido, deja de estar en sintonía con el ritmo de la naturaleza y el ritmo fisiológico del hombre.Hasta el siglo XIX y quizás hasta el siglo XX, en algunas regiones de Europa occidental, la gente del campo no trabaja de un modo regulara, no trabaja con idéntica intensidad cada mes del año. Durante algunos períodos del año laboral, realizará una labor sumamente vigorosa. Pero también aparecen dilatados espacios de inactividad, especialmente a lo largo de la estación invernal. Cuando ha crecido la sociedad capitalista, ésta ha encontrado en las zonas agrícolas más retrasadas, dentro de la misma sociedad capitalista, una reserva de mano de obra particularmente interesante, que acudía a trabajar a la fábrica 4 ó 6 meses cada año, aceptando salarios mucho más bajos, puesto que una parte de su subsistencia podía ser atendida gracias a la explotación agrícola que permanecía.Cuando se observan granjas más desarrolladas y prósperas, por ejemplo en la proximidad de las grandes ciudades, es decir, granjas que han entrado en un proceso de industrialización, se halla en ellas un trabajo

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mucho más regular, un rendimiento y dedicación laborales superiores, sostenidos durante todo el curso del año, eliminando paulatinamente los tiempos muertos. Esto no ocurre solamente en nuestra época, ya se puede constatar en la Edad Media, desde el siglo XII. A mayor cercanía de las ciudades y de sus mercados, mayor orientación de la agricultura hacia el comercio, hacia la producción de mercancías, más alto nivel de regularización del trabajo, con una dedicación más o menos permanente, como si se tratara del trabajo dentro de una empresa industrial.En otros términos: cuanto más se generaliza la producción de mercancías, tanto más se regulariza el trabajo y la organización de la sociedad se concentra alrededor de una contabilidad fundada en el trabajo.Si se examina la división del trabajo, ya bastante avanzada en una población rural, en los inicios del desarrollo comercial y artesanal medievales; si se estudian las colectividades propias de las civilizaciones bizantina, árabe, india, china y japonesa, se descubre, con sorpresa, el hecho común a todas ellas de una integración muy adelantada entre la labor en el campo y las diversas técnicas artesanales, de una regularización del trabajo tanto en las zonas agrarias como en los núcleos urbanos, factores que erigen la contabilidad en el trabajo y en el horario laboral en motor normativo de toda la actividad y de la misma estructuración de la convivencia social. En el capítulo referente a la ley del valor del “Tratado de economía marxista”, he presentado una larga serie de ejemplos de esta contabilidad en horas de trabajo. En ciertas aldeas de la India, una casta determinada monopoliza el oficio de herrero, pero continúa, al mismo tiempo, cultivando la tierra para subvenir por su propia alimentación. Han promulgado la siguiente regla: cuando el herrero fabrica una herramienta o un arma para una casa de campo, ésta ha de proporcionar la materia prima y, durante el tiempo que dedica a trabajar la materia prima para hacer aquellos instrumentos, el campesino para quien realiza su tarea artesana cuidará de la tierra del herrero. Existe, por tanto, una equivalencia en horas de trabajo que rige los intercambios de una manera totalmente diáfana.En las aldeas japonesas medievales, en el seno de la comunidad rural, se lleva una contabilidad precisa de las horas de trabajo. El contable de la población posee una especie de gran libro en el que anota y registra las horas de trabajo prestadas por cada campesino en las tierras recíprocas, porque la producción agrícola se basa aún, en gran medida, en la cooperación en el trabajo. Generalmente la cosecha, la construcción de casas, la cría de ganado se efectúan colectivamente. Es calculado con rigurosa exactitud el número de horas de trabajo que los miembros de una familia prestan a otra familia. A fin de año ha de haberse establecido un equilibrio, es decir, el hogar A y el hogar B se han de haber prestado, al cabo del año, mutuamente idéntica cantidad de horas laborales. Los japoneses han llegado hasta el punto de detallar -¡hace de ello cerca de 1000 años!- que una hora de trabajo realizada por un niño sólo “vale” una media hora de tarea hecha por un adulto. Se trata de un caso de estricta contabilidad del trabajo. Otro ejemplo que nos permite descubrir de forma inmediata la generalización de esta contabilidad centrada en la economía del tiempo dedicado al trabajo: la reconversión de la renta feudal. En una sociedad feudal, el excedente de la producción agrícola puede adoptar tres modalidades diferentes: la de renta en trabajo obligatorio y gratuito, la de renta en especie o en género producido y la de renta en dinero.Cuando se da el paso de la prestación forzada y sin gratificación a la renta en especie, se registra un proceso de reconversión. En lugar de proporcionar tres días de trabajo por semana al señor feudal, el siervo le entrega, cada estación agrícola, una determinada cantidad de trigo o de ganado vivo, etc. Se produce otra reconversión cuando la renta en especie se muda en renta en dinero.Estas dos conversiones se han de fundar sobre una contabilidad bastante rigurosa de las horas laborales, si una de las dos partes no quiere ni tolera ser perjudicada por este tipo de operación. Si al hacer la primera reconversión, en lugar de entregar al señor feudal 150 jornadas de trabajo por año, el campesino le da una cantidad de trigo que le ha costado 75 días de labor, esta reconversión de la renta-trabajo en renta en especie provocaría como resultante un brusco empobrecimiento del señor y un rápido enriquecimiento del siervo.Los propietarios de los bienes raíces -¡dignos, claro está, de toda confianza!- vigilaban con mucha atención el proceso de reconversión para que hubiera una paridad estricta entre las diferentes formas de renta. Esta reconversión podía en definitiva resultar un detrimento de una de las dos clases agentes de la operación, por ejemplo contra el dueño feudal cuando se produjo un súbito aumento del precio de los frutos del campo

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después de la transformación de la renta en dinero, pero se trata de la consecuencia de una evolución histórica y no del efecto de la misma reconversión.El origen de esta economía fundada sobre la contabilidad en tiempo de trabajo se evidencia en el caso de la división del trabajo entre los artesanos y los campesinos en el interior de la misma comunidad rural. Durante un largo período de tiempo, esta división del trabajo se mantiene en un estado bastante rudimentario. Una parte de los agricultores continúa produciendo una porción de su vestimenta por un espacio de tiempo muy dilatado que, en la Europa occidental, se extiende desde el origen de las ciudades medievales hasta el siglo XIX, cerca, por lo tanto, de un millar de años, con el resultado final de que la técnica de confección de la ropa y de los trajes propios no ofrezca secreto ni dificultad para los agricultores.Cuando se establecen intercambios regulares entre los campesinos y los confeccionadores de productos textiles, surgen unas equivalencias normales entre ellos, por ejemplo, puede ser permutada una vara de pieza textil por 10 libras de manteca, no precisamente por 100 libras. Ciertamente los campesinos conocen por experiencia el tiempo aproximado de trabajo necesario para producir una concreta cantidad de género textil. De no existir una equivalencia más o menos aproximada entre la duración del trabajo necesario para producir la cantidad de ropa entregada a cambio de una convenida cantidad de manteca, la división del trabajo sería necesariamente inmediatamente modificada. Si resultara más provechoso para ellos producir ropa en lugar de manteca, cambiarían de producción, siendo así que aún nos hallamos en los umbrales de una división radical del trabajo y son todavía imprecisas las fronteras que distinguen las diferentes técnicas y el tránsito de una actividad económica a otra es factible y hasta fácil, principalmente si está brinda sugestivas ventajas materiales.En el mismo seno de las ciudades medievales hay un equilibrio, calculado con gran lucidez, entre los diferentes oficios, inscrito en las tábulas gremiales, precisando hasta el minuto el tiempo de trabajo destinado a la elaboración de los diferentes productos. En tales condiciones, sería inconcebible que el zapatero o el herrero llegasen a obtener la misma suma de dinero por el producto de la mitad de tiempo de trabajo que requeriría un tejedor o a otro artesano para conseguir la misma cantidad de dinero a cambio de sus productos.En la citada circunstancia podemos descubrir el mecanismo de aquella contabilidad en horas de trabajo, el modo de funcionar de aquella sociedad fundamentada en una economía en horas de trabajo, que es característica general de toda aquella fase denominada pequeña producción mercantil, que se intercala entre una economía simplemente natural que sólo produce valores de uso y la sociedad capitalista que crea una ilimitada expansión de la elaboración de mercancías.

Determinación del valor de uso de las mercancías.Después de precisar que la producción e intercambio de mercancías se regularizan y se generalizan en el interior de una sociedad fundada sobre una economía en tiempo de trabajo, sobre una contabilización de las horas laborales, podemos comprender porque, por sus orígenes y por su propia naturaleza, el intercambio de mercancías se establece sobre esta misma contabilidad en horas de trabajo y que la regla común que se instituye es la siguiente: el valor de cambio de una mercancía está determinada por la cantidad de trabajo necesario para producirla, y esta cantidad de trabajo es medida según la duración del trabajo requerido para la producción de dicha mercancía.Conviene añadir algunas precisiones a esta definición que constituye la teoría del valor-trabajo, base simultánea de la clásica economía política burguesa, desde el siglo XVII y comienzos del XIX, desde William Pessy hasta Ricardo, y de la teoría economía marxista, que asumió y perfeccionó esta misma teoría del valor-trabajo.Primera precisión: los hombres no poseen la misma capacidad de trabajo, la misma energía, el mismo dominio de su oficio. Si el valor de cambio de las mercancías dependiera de la sola cantidad de trabajo efectuado individualmente, realmente prestado por cada individuo para producir una mercancía, se llegaría a una situación absurda: cuanto más holgazán e inepto fuera un obrero, tanto mayor sería el número de horas empleado para confeccionar un traje o un par de zapatos, por ejemplo, y consiguientemente mayor sería el valor del traje o de los zapatos. Es lógicamente imposible, porque el valor de cambio no constituye una recompensa moral para quien ha tenido la buena voluntad de trabajar; sino que constituye un vehículo

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establecido entre productores independientes, para instaurar la igualdad entre los oficios, en una sociedad fundada a la vez en la división del trabajo y en la economía del tiempo de trabajo. En este tipo de sociedad, el despilfarro en el trabajo es algo que no merece premio, bien al contrario, es penalizado automáticamente. Quienquiera gasta, para producir un par de zapatos, una cantidad en horas superior a la medida necesaria –esta media imprescindible ya está determinada por la productividad media del trabajo y figura inscrita en la Carta de los Oficios- ha dilapidado el trabajo humano, ha sido inefectivo, ha perdido su tiempo y por estas horas malgastadas no merece ni recibe recompensa alguna.Formulado de otra manera: El valor de cambio de una mercancía está determinado no por la cantidad de trabajo dedicado para la producción de esta mercancía por parte de cada productor individualmente considerado, sino por la cantidad de trabajo socialmente necesario para confeccionarla o elaborarla. La fórmula “socialmente necesario” significa: la cantidad de trabajo necesario en las condiciones medias de productividad del trabajo que existen en una época y en un país determinados. Esta precisión ofrece importantes aplicaciones cuando se analiza con mayor detenimiento el funcionamiento de la sociedad capitalista. Se impone, sin embargo, una segunda precisión. ¿Qué significación exacta tiene la fórmula “cantidad de trabajo”? Hay cualificaciones diferentes entre los trabajadores. ¿Existe una paridad total entre una hora de trabajo prestada por diferentes obreros, prescindiendo de dicha cualificación profesional y personal? Repetimos, no se trata de una cuestión moral sino de un caso de lógica interna, de una sociedad fundada en la igualdad de los oficios, la igualdad en el mercado, para la cual admitir condiciones de desigualdad implicaría y provocaría una pronta ruptura del equilibrio social.¿Qué pasaría, por ejemplo, si una hora de trabajo de un peón no produjese menos valor que una hora de un obrero cualificado, que ha necesitado y ha empleado de 4 a 6 años de aprendizaje para alcanzar su destreza técnica? Nadie desearía conseguir una cualificación profesional. Las horas de trabajo destinadas a lograr su dominio del oficio resultarían un derroche inútil de energía, el aprendiz que alcanzara un grado de maestría en el oficio no hallaría ninguna compensación.Para que haya jóvenes que deseen e intenten cualificarse dentro de un sistema económico fundado sobre la contabilidad de horas laborales, es necesario que el tiempo que han dedicado a la adquisición del dominio del oficio sea remunerado y reciban un valor compensatorio de este tiempo de instrucción y adiestramiento. Completaremosnuestra definición del valor de cambio de una mercancía: “Una hora de trabajo de un obrero cualificado ha de ser considerada como un tiempo de trabajo complejo, como un múltiplo de la hora de trabajo de un peón, y este coeficiente de multiplicación no es arbitrario sino que tiene como fundamento los gastos y el costo exigidos por la cualificación”. Sea dicho de paso, en la Unión Soviética, durante el período staliniano, apareció indefectiblemente un pequeño equívoco o vaguedad en la explicación del trabajo compuesto, error o imprecisión que aún subsiste allí. Se continúa afirmando que la remuneración del trabajo ha de hacerse en función de la cantidad y de la calidad del trabajo realizado, pero la noción de calidad no es interpretada, a la luz del análisis marxista, como una calidad mensurable cuantitativamente por un coeficiente preciso de multiplicación. Por el contrario, es interpretada y empleada según la ideología burguesa, pretendiendo determinar la calidad del trabajo según la medida de su utilidad social, y de esta manera se justifican los ingresos de un mariscal, de una bailarina o de un director de “trust”, diez veces superiores a los de un obrero manual no cualificado. Se trata en realidad de una teoría apologética para explicar y apoyar las grandes diferencias de remuneración que se registraban durante la época staliniana y que todavía siguen existiendo actualmente, en la URSS, aunque en proporciones más reducidas.El valor de cambio de una mercancía está determinada, por consiguiente, por la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producirla. El trabajo cualificado es considerado como un múltiplo del trabajo simple, multiplicado por un coeficiente más o menos mensurable.Este es el núcleo central de la teoría marxista sobre el valor, que, a su vez, es la base de toda la teoría económica marxista. De la misma manera, la teoría sobre el excedente del producto social y del trabajo excedente, que ha sido expuesta en las primeras páginas del presente estudio, constituye el fundamento de toda la sociología marxista y el punto que realiza la conexión del análisis sociológico e histórico de Marx, de

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su teoría de las clases y de la evolución de la sociedad en general con la teoría económica marxista, y, más exactamente, con el análisis de la sociedad de mercaderes: precapitalista, capitalista y postcapitalista.

¿Qué es el trabajo socialmente necesario?He indicado hace poco que la definición particular de la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía tenía una aplicación singular y sumamente importante dentro del análisis de la sociedad capitalista. Considero que es mejor, más útil, examinarla ahora, aunque lógicamente su lugar más apropiado estaría en la siguiente exposición sobre el capital y el capitalismo.El conjunto de todas las mercancías producidas en un país y en una época determinadas, tiene como objeto satisfacer las necesidades de aquella colectividad concreta. Porque una mercancía que no sirviese para solucionar los problemas y necesidades de nadie, que no tuviese valor de uso para alguien, sería –desde el principio y por definición invendible, no presentaría ningún valor de cambio, no sería en realidad una mercancía, sino simplemente el resultado del capricho, del juego desinteresado de un productor.Por otra parte, la totalidad del poder de compra que exista en aquella sociedad concreta en un momento preciso de su historia y que va destinado a ser gastado en el mercado, y no a ser guardado como un tesoro o una cuenta de ahorro, tendría que ser aplicada a la adquisición del conjunto de las mercancías producidas, si se pretende que haya un equilibrio económico. Este equilibrio implica que la suma global de la producción social, de las fuerzas creadoras de bienes para la sociedad, de las horas de trabajo disponibles haya sido distribuida entre los diferentes sectores industriales, guardando proporción con la manera según la cual los consumidores dividen su poder adquisitivo entre sus diferentes necesidades capaces de ser solventadas. Cuando la distribución de las fuerzas productivas ya no corresponde a esta distribución de las necesidades se quiebra el equilibrio económico y aparecen conjuntamente el exceso y el déficit de producción.Citemos un ejemplo algo banal: a finales del siglo XIX y comienzos del siglo actual, en París, existía una industria de carrocería y de las diferentes mercancías relacionadas con el transporte por tracción animal que empleaba a muchos millares de obreros. Surgió la industria del automóvil, al principio dentro de proporciones muy modestas, pero ya con decenas de fabricantes y contratando los servicios de miles de trabajadores. ¿Qué sucede durante este período? El número de vehículos tirados por caballerías va disminuyendo, el número de coches a motor empieza a aumentar. Tenemos, de una parte, la producción de carros y carrozas que tiende a superar las necesidades y demandas sociales, la manera de distribuir su capacidad adquisitiva por parte de los parisinos; por otra parte, existe una producción de automóviles que permanece inferior a las necesidades socia les; la naciente industria del automóvil se mueve dentro de un medio ambiente de penuria hasta que no aplica el sistema de fabricación en serie. Había un desequilibrio entre la oferta y la demanda, el número de automóviles disponibles para su venta en el mercado era inferior a los pedidos por la clientela. ¿Cómo expresar este tipo de fenómenos utilizando los términos de la teoría del valor-trabajo? Puede afirmarse que en los sectores de la industria de carrocerías se trabaja más de lo que es socialmente necesario, para una porción del trabajo aportado por el conjunto de este tipo de empresas resulta socialmente malgastado, no encuentra equivalencia en el mercado, produce una mercancía invendible. Cuando unas mercancías resultan invendibles en la sociedad capitalista esto significa que se ha invertido en una rama determinada de la industria un trabajo humano que se muestra como trabajo socialmente innecesario, es decir, que como contrapartida del mismo no aparece un poder de compra en el mercado. El trabajo que no es necesario socialmente es trabajo perdido, improductivo, sin valor. Comprobamos así que la noción de trabajo socialmente innecesario contiene una gama importante de fenómenos.Para la industria de la carrocería, la oferta es mayor que la demanda, los precios caen en picado y la mercancía no es comprada, es rechazada. Por el contrario, en la industria automovilística, la demanda supera a la oferta, por cuyo motivo aumentan los precios y hay escasez o falta de producción. Pero contentarse con estas superficialidades sobre la oferta y la demanda es detenerse en el aspecto psicológico e individual del problema. Si se profundiza, en cambio, su faceta colectiva y social se descubre la realidad escondida detrás de estas apariencias, en una sociedad organizada a partir de la economía del tiempo laboral.

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Cuando la oferta supera a la demanda ello quiere decir que la producción capitalista, que es una producción anárquica, una producción no planificada, no organizada, ha invertido de forma anárquica, y ha gastado en una determinada rama industrial más horas de trabajo de lo que socialmente era necesario, quiere decir que ha desperdiciado una serie horas de trabajo, y que este trabajo humano desperdiciado no será recompensado por la sociedad. Por el contrario, una rama industrial en la que la demanda sea superior a la oferta, es, si se quiere, una rama industrial que, con respecto a las necesidades sociales, está todavía subdesarrollada, y es, pues, una rama industrial que ha gastado menos horas de trabajo de lo que socialmente es necesario, y que, debido a ello, recibe una prima por parte de la sociedad para aumentar su producción y llevarla a un punto de equilibrio con respecto a las necesidades sociales. Este es un aspecto del problema del trabajo socialmente necesario en régimen capitalista. El otro aspecto de este problema está vinculado al movimiento de la productividad del trabajo. Se trata de lo mismo, aunque haciendo abstracción ahora de las necesidades sociales, del aspecto “valor de uso” de la producción.En régimen capitalista, hay una producción del trabajo que está en constante movimiento. A grandes rasgos, se dan siempre tres tipos de empresas (o de ramas industriales): las que, tecnológicamente, están a la misma altura de la medida social; las que se han quedado retrasadas, desfasadas, en un grado inferior de evolución, y son inferiores a la media social; y las que, tecnológicamente, están en vanguardia, y son superiores a la productividad media.¿Qué quiere decir todo esto? ¿Qué quiere decir que una rama o una empresa está tecnológicamente atrasada, que tiene una productividad del trabajo inferior a la productividad media del trabajo? Puede considerarse a esta rama o a esta empresa a través del símil del zapatero perezoso que hemos visto más arriba; es decir, se trata de una rama o de una empresa que, en lugar de poder producir una determinada cantidad de mercancías en tres horas de trabajo, tal como lo exige la media social de la productividad en ese momento dado, exige cinco horas de trabajo para producir la misma cantidad. Las dos horas de trabajo suplementarias se han trabajado sin necesidad alguna; se ha desperdiciado trabajo social, una fracción del trabajo total disponible para la sociedad, y, a cambio de este trabajo desperdiciado, la empresa no recibirá ningún equivalente de la sociedad. Esto quiere decir, por tanto, que el precio de venta de esta industria o de esta empresa que trabaja por debajo de la media de la productividad se aproxima a su precio de coste, o que, incluso, puede ser inferior a este mismo precio de coste, es decir, que dicha empresa con una tasa de beneficio muy pequeña o, incluso, que trabaja con pérdidas.Por el contrario, una empresa o una rama industrial cuyo nivel de productividad se sitúe por encima de la media (caso parecido al del zapatero que puede producir tres pares de zapatos en tres horas mientras que la media social es de un par cada tres horas) economiza gastos de trabajo social, y debido a ello, recibirá un sobrebeneficio, lo cual quiere decir que la diferencia entre el precio de venta y su precio de coste será superior al beneficio medio.Desde luego, la búsqueda de tal sobrebeneficio es el motor de toda la economía capitalista. Toda empresa capitalista se ve empujada por la competencia a intentar obtener más beneficios, ya que éste es el único medio de que pueda mejorar constantemente su tecnología, su productividad del trabajo. Todas las firmas, pues, se encuentran dentro de esta vía lo cual implica que lo que en principio era una productividad por encima de la media termina convertiéndose en una productividad media. En cuyo caso, el sobrebeneficio desaparece. Toda la estrategia de la industria capitalista se resume en este hecho, en el deseo que toda empresa tiene de conquistar en un país determinado una productividad superior a la media, a fin de obtener un sobrebeneficio, lo cual provoca un movimiento que hace desaparecer el sobrebeneficio debido a la tendencia a la elevación constante de la media de la productividad del trabajo. Así es cómo se llega a la perecuación tendencial de la tasa de beneficio.

Origen y naturaleza de la plusvalía¿En qué se convierte, pues, la plusvalía? Considerada desde el punto de vista de la teoría marxista del valor, podemos ya responder a esta pregunta. La plusvalía no es más que la forma monetaria del sobreproducto social, es decir, la forma monetaria de la parte de la producción del proletariado que se abandona al propietario de los medios de producción sin contrapartida.

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¿Cómo se produce prácticamente tal abandono en la sociedad capitalista? Se produce a través del intercambio, al igual que todas las operaciones importantes de la sociedad capitalista, que siempre son relaciones de intercambio. El capitalismo compra la fuerza de trabajo del obrero y, a cambio del salario, se apropia todo el producto fabricado por el obrero, todo el valor nuevamente producido que se incorpora al valor de ese producto. A partir de aquí, podemos decir que la plusvalía es la diferencia entre el valor producido por el obrero y el valor de su propia fuerza de trabajo ¿Qué es el valor de la fuerza de trabajo? Esta fuerza de trabajo es una mercancía en la sociedad capitalista, y, al igual que el valor de cualquier otra mercancía, su valor es la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producirla y reproducirla, es decir, los gastos de mantenimiento del obrero en el sentido amplio de la palabra. La noción del salario mínimo vital, la noción de salario medio, no son nociones fisiológicamente rígidas, sino que incorporan necesidades que se modifican con los progresos de la productividad del trabajo, y que, en general, tienden a aumentar con los progresos de la técnica y no son exactamente comparables en el tiempo. No se puede comparar cuantitativamente el salario mínimo vital del año 1830 con el de 1960, y esto lo han aprendido los teóricos del PCF a su propia costa. No se puede comparar válidamente el precio de una motocicleta en 1960 con el precio de cierto número de kilos de carne en 1830, para terminar concluyendo que la primera “vale” menos que los kilos de carne. Dicho esto, repetimos que los gastos de mantenimiento de la fuerza de trabajo constituyen, pues, el valor de la fuerza de trabajo, y que la plusvalía es la diferencia entre el valor producido por la fuerza de trabajo y sus propios gastos de mantenimiento. El valor producido por la fuerza de trabajo se mide simplemente por la duración del trabajo. Si un obrero trabaja diez horas, produce un valor de diez horas de trabajo. Si los gastos de mantenimiento del obrero, es decir, el equivalente de su trabajo, no habría entonces plusvalía. Lo cual no es más que un caso particular de una regla más general: cuando el conjunto del producto del trabajo es igual al producto necesario para alimentar y mantener al productor, no existe sobreproducto social. Pero, en régimen capitalista, el grado de productividad del trabajo es tal que los gastos de mantenimiento del trabajador son inferiores siempre a la cantidad de valor nuevamente producida de nuevo. Es decir, que un obrero que trabaje diez horas no necesita el equivalente de diez horas de trabajo para satisfacer sus necesidades vitales en función de las necesidades medias de la época en que vive. El equivalente del salario no representa nunca más que una fracción de la jornada de trabajo; y cuanto esté más allá de dicha fracción, constituye la plusvalía, el trabajo gratuito que proporciona el obrero y que el capitalista se apropia sin que exista ningún equivalente. Por otra parte, si tal diferencia no existiera, ningún patrón contrataría a ningún obrero ya que la compra de la fuerza de trabajo no le procuraría ningún beneficio.

Validez de la teoría del valor-trabajoPara concluir, he aquí tres pruebas tradicionales de la teoría del valor-trabajo. Una primera prueba es la prueba analítica, o, si se quiere, la descomposición del precio de cada mercancía en sus elementos constituyentes, demostrando que si se retrocede lo suficientemente lejos, se termina encontrando nada más que trabajo.El precio de todas las mercancías puede reducirse a un cierto número de elementos: la amortización de las máquinas y de las instalaciones, que es lo que llamamos la reconstitución del capital fijo; el precio de las materias primas y de los productos auxiliares el salario; y, finalmente, todo lo que es plusvalía: beneficio, intereses, alquileres, impuestos, etc. Por lo que respecta a estos dos últimos elementos, el salario y la plusvalía, ya sabemos que se trata de trabajo y sólo de trabajo. En lo relativo a las materias primas, la mayor parte de sus precios se reduce a trabajo; por ejemplo, más del 60% del precio de coste del carbón está constituido por salarios. Si, en un principio, descomponemos los precios de costes medios de la mercancías en 40% de salarios, 20% de plusvalía, 30% de materias primas y 10% de capital fijo, y si suponemos que el 60% del precio de coste de las materias primas se reduce a trabajo, tenemos que el 78% del total de los precios de coste corresponden al trabajo. El resto de precio de coste de las materias primas se descompone en precio de otras materias primas –que, a su

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vez, son reductibles al 60% de trabajo- y en precio de amortización de las máquinas. En gran parte, el precio de las máquinas comportan un porcentaje de trabajo (por ejemplo, un 40%) y materias primas (40% también por ejemplo). Así, el porcentaje de trabajo en el precio medio de todas las mercancías pasa sucesivamente al 83%, al 87%, al 89’5%, etc. Es evidente que cuanto más prosigamos con esta descomposición tanto más tenderá el precio a reducirse a trabajo, y sólo a trabajo.La segunda prueba es la prueba lógica; que es la que se encuentra en el principio de El Capital de Marx, y que ha desconcertado a bastante lectores porque, ciertamente, no constituye la manera pedagógica más simple para abordar el problema. Marx plantea la cuestión siguiente: existe un gran número de mercancías. Estas mercancías son intercambiables, lo cual quiere decir que deben tener una cualidad en común, ya que todo lo que es intercambiable es comparable, y todo lo que es comparable debe tener, por lo menos, una cualidad en común. Las cosas que no tienen ninguna cualidad en común son incomparables por definición. Consideramos cada una de estas mercancías. ¿Cuáles son sus cualidades? En primer lugar, tienen una serie infinita de cualidades naturales, tales como peso, longitud, densidad, color, anchura, naturaleza molecular; en resumen, todas sus cualidades naturales, físicas, químicas, etc. ¿Es posible que alguna de estas cualidades físicas puede constituir la base de su comparabilidad en tanto que mercancías, que puede ser la medida común de su valor de cambio? ¿Puede serlo el peso? Indudablemente, no, porque un kilo de mantequilla no tiene el mismo valor que un kilo de oro. ¿Puede serlo el volumen? ¿La longitud? Los ejemplos demostrarán inmediatamente que la cosa no va por ahí. En resumen, todo lo que sea cualidad natural de una mercancía, todo lo que sea cualidad física, o química, de dicha mercancía, determina el valor de uso, su utilidad relativa, pero no su valor de cambio. El valor de cambio debe hacer abstracción de cuanto sea cualidad natural, física, de la mercancía.En todas estas mercancías debe encontrarse una cualidad común que no sea física. Marx concluye que la única cualidad común de estas mercancías, cualidad que no sea física, es la de ser todas ellas productos del trabajo humano, del trabajo humano considerado en el sentido abstracto de la palabra.Al trabajo humano se le puede considerar de dos maneras diferentes. Se le puede considerar como trabajo concreto, específico: tal el trabajo del panadero, el trabajo del carnicero, el trabajo del zapatero, el trabajo del tejedor, el trabajo del herrero, etc. Pero en tanto en cuanto se le considere como trabajo específico, concreto, se le considera precisamente como trabajo que únicamente produce valores de uso.Entonces, se toman precisamente todas las cualidades que son físicas y que no son comparables entre las distintas mercancías. Desde el punto de vista de su valor de cambio, la única cosa que las mercancías tienen de comparable entre sí es que todas ellas son producidas por el trabajo humano abstracto, es decir, son producidas por productores vinculados entre sí por relaciones de equivalencia basadas en el hecho de que todos ellos producen mercancías para intercambiarlas. Por tanto, el hecho de ser el producto del trabajo humano abstracto es lo que constituye la cualidad común de las mercancías, lo que proporciona la medida de su valor de cambio, de su posibilidad de ser intercambiadas. Es, pues, la cualidad de trabajo socialmente necesario para producirlas lo que determina el valor de cambio de esta mercancías. Apresurémonos a añadir que este razonamiento de Marx es abstracto y bastante difícil a la vez, y que, en todo caso, desemboca en un punto de interrogación que innumerables críticos del marxismo han intentado utilizar sin que les haya acompañado la suerte.¿El hecho de ser producto del trabajo humano abstracto constituye verdaderamente la única cualidad común de todas las mercancías, independientemente de sus cualidades naturales?Bastantes autores han creído descubrir otras que, en general, se pueden reducir, a pesar de todo, ya sea a cualidades físicas, ya sea al hecho de ser producto del trabajo abstracto.Una tercera, y última, prueba de la validez de la teoría del valor-trabajo es la prueba por el absurdo que es, además, la más elegante y la más “moderna”. Imaginemos por un momento una sociedad en la que el trabajo humano viviente hubiera desaparecido por completo, es decir, en que toda la producción estuviese automatizada en un 100%. Claro está que, mientras nos encontremos en la fase intermedia –que es la que conocemos actualmente-, en la cual ya existe trabajo completamente automatizado, es decir, en la cual existen fábricas que ya no emplean obreros, mientras que

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existen otras en las que el trabajo humano sigue siendo utilizado, no aparece ningún problema teórico particular sino simplemente un problema de transferencia de plusvalía de una empresa a otra. Se trata aquí de una ilustración de la ley de perecuación de la tasa de beneficio, ley que examinaremos más adelante.Pero imaginemos este movimiento en su conclusión última. El trabajo humano queda totalmente eliminado de todas las formas de la producción, de todas las formas de servicio. En tales condiciones ¿puede subsistir el valor? ¿Qué sería de una sociedad en la que ya no hubiese nadie que tuviera rentas y en la que las mercancías continuaran teniendo un valor, y continuaran vendiéndose? Tal situación sería manifiestamente absurda. Se produciría una masa inmensa de productos cuya producción no crearía renta alguna, puesto que ninguna persona humana intervendría en su producción. Pero se intentaría “vender” dichos productos, que, sin embargo, ya no tendrían comprador. Es evidente que en una sociedad tal la distribución de los productos ya no se haría en forma de venta de las mercancías, venta que, por otra parte, sería totalmente absurda debido a la abundancia producida por la automatización general. En otras palabras, la sociedad en la cual quedara totalmente eliminado el trabajo humano de la producción, en el sentido más general de la palabra, incluyendo los servicios, sería una sociedad en la cual el valor de cambio habría desaparecido igualmente. Lo cual prueba la validez de la teoría, puesto que en el momento en que el trabajo humano desaparece de la producción, el valor desaparece igualmente.

II. EL CAPITAL Y EL CAPITALISMO

El capital en la sociedad precapitalistaEntre la sociedad primitiva –todavía basada en una economía natural, en la que no se produce más que valores de uso destinados a ser consumidos por los mismos productores-, y la sociedad capitalista, se intercala un largo período de la historia de la humanidad que, en el fondo, abarca a todas las civilizaciones humanas que se han detenido al borde del capitalismo. El marxismo define dicho período como el de la sociedad de la pequeña producción mercantil. Se trata, pues, de una sociedad que ya conoce la producción de mercancías, de bienes, no ya destinados al consumo directo de los productores sino a ser intercambiados en el mercado, pero en el cual dicha producción mercantil todavía no se ha generalizado tanto como en la sociedad capitalista.En una sociedad basada en la pequeña producción mercantil se efectúan dos clases de operaciones económicas. Los campesinos y los artesanos que acuden al mercado con los productos de su trabajo quieren vender sus mercancías –cuyo valor de uso no pueden utilizar directamente- a fin de obtener dinero, medios de intercambio para adquirir otras mercancías, de cuyo valor de uso carecen, o que, para ellos, es más importante que el valor de uso de las mercancías de que son propietarios.El campesino acude al mercado con trigo; vende este trigo a cambio de dinero, y con este dinero compra tela, por ejemplo. El artesano llega al mercado con tela, vende su tela a cambio de dinero, y con este dinero compra trigo, por ejemplo. Se trata de la operación vender para comprar, Mercancías-Dinero-Mercancías, M-D-M, que se caracteriza por un hecho esencial: el de que, en esta fórmula, el valor de los dos extremos es, por definición, exactamente idéntico.Pero, al lado del artesano y del pequeño campesino, en la pequeña producción mercantil aparece otro personaje que realiza una operación económica diferente. En lugar de vender para comprar, va a comprar para vender. Es un hombre que acude al mercado sin llevar ninguna mercancía en las manos, acude como propietario de dinero. El dinero no se puede vender; pero se le puede utilizar para comprar, y es lo que este personaje hace: compra para vender, a fin de volver a vender: D-M-D’.Entre esta segunda operación y la primera existe una diferencia fundamental. La diferencia consiste en que esta segunda operación no tiene sentido si al cabo de ella nos encontramos exactamente con el mismo valor que al principio. Nadie compra una mercancía para volver a venderla exactamente al mismo precio que la compró. La operación “comprar para vender” sólo tiene sentido si la venta proporciona un suplemento de

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valor, una plusvalía. Por ello es lo que decimos aquí que, por definición, D’ es mayor que D, y que está compuesto de D + d, siendo d la plusvalía, el incremento del valor de D.Definamos ahora el capital como un valor que se incrementa con una plusvalía, ya sea en la circulación de mercancías tal como se expresa en el ejemplo que acabamos de escoger, ya sea en la producción, como sucede en el régimen capitalista. Por consiguiente, el capital es cualquier valor que se incrementa con una plusvalía; dicho capital no sólo existe en la sociedad capitalista, sino también en la sociedad fundada en la pequeña producción mercantil. Hay, pues, que distinguir muy nítidamente entre la existencia del capital y del modo de producción capitalista y la existencia de la sociedad capitalista. El capital es mucho más antiguo que el modo de producción capitalista. Probablemente exista el capital desde hace cerca de 3000 años, mientras que el modo de producción capitalista apenas tiene 200 años.¿Cuál es la forma del capital en la sociedad precapitalista? Esencialmente, el de un capital usuario y un capital mercantil o comercial. El paso de sociedad precapitalista a la sociedad capitalista se produce con la penetración del capital en la esfera de la producción. El modo de producción capitalista es el primer modo de producción, la primera forma de organización social en que el capital ya no desempeña sólo el papel de intermediario y de explotador de formas de producción no capitalistas –que siguen estando fundadas en la pequeña producción mercantil –sino en que el capital se ha apropiado de los medios de producción y ha penetrado en la producción propiamente dicha.

Los orígenes del modo de producción capitalista¿Cuáles son los orígenes del modo de producción capitalista? ¿Cuáles son los orígenes de la sociedad capitalista tal como ésta se desarrolla desde hace 200 años? Su origen radica, en primer lugar, en la separación de los productores de sus medios de producción. A continuación, en la constitución de estos medios de producción como monopolio en manos de una sola clase social, la clase burguesa. Y, en fin, la aparición de otra clase social que, al quedar separada de sus medios de producción, no tiene más recursos para subsistir que la venta de su fuerza de trabajo a la clase que ha monopolizado los medios de producción.Consideremos cada uno de estos orígenes del modo de producción capitalista que son, al mismo tiempo, las características fundamentales del propio régimen capitalista. La primera característica es la separación del producto de los medios de producción.Esta es la condición de existencia fundamental en el régimen capitalista, y la menos comprendida. Tomemos un ejemplo que puede parecer paradójico, el de la sociedad de la Alta Edad Media, caracterizada por la existencia de siervos de la gleba.Sabemos que en esta sociedad, la masa de los productores-campesinos son siervos sujetos a la gleba. Pero cuando se dice que el siervo está sujeto a la gleba, se implica en ello que la gleba está también sujeta al siervo; estamos en presencia de una clase social que ha tenido siempre una base para satisfacer sus necesidades, ya que el siervo disponía de una extensión de terreno suficiente para que el trabajo de dos brazos pudiera satisfacer las necesidades de un hogar, aunque fuera con los instrumentos más rudimentarios. No se trata aquí de gente condenada a morir de hambre si no venden su fuerza de trabajo. En una sociedad tal no existe obligación económica de ir a ofrecer los propios brazos, de ir a vender la propia fuerza de trabajo a un capitalista.En otras palabras, en una sociedad de este tipo, el régimen capitalista no puede desarrollarse. Por otra parte, existe una aplicación moderna de esta verdad general, y es la manera cómo los colonialistas introdujeron el capitalismo en los países de África en el siglo XIX y a principios de XX.¿Cuáles eran las condiciones de existencia de los habitantes de todos los países africanos? Practicaban la crianza de los animales, el cultivo del suelo, rudimentario o no según la región, pero caracterizado, en todo caso, por la abundancia de tierras. No había escasez de tierras en África, sino, por el contrario, una población que, con respecto a la extensión de tierra, disponía de reservas prácticamente ilimitadas. Desde luego, al contar en estas tierras con unos métodos de cultivo muy primitivos, las cosechas son mediocres, el nivel de vida extremadamente bajo, etc. Sin embargo, no hay fuerza material que empujara a esta población a ir a trabajar a las minas, en las granjas o en las fábricas de ningún colono blanco. En otras palabras, si no se

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cambiaba el régimen de propiedad de suelo en África ecuatorial, en África negra, no había posibilidad alguna de introducir allí el modo de producción capitalista. Para poder introducir este modo de producción se tuvo que separar radical y brutalmente a la masa de población negra de sus medios de subsistencia normales, mediante presiones extraeconómicas. Es decir, se tuvo que transformar de un día para otro una gran parte de las tierras en tierras de dominio público, propiedad del estado colonizador, o en propiedad privada de las sociedades capitalistas, se tuvo que arrinconar a la población negra en reservas – como se las ha llamado cínicamente- con una superficie de tierra insuficiente para alimentar a todos sus habitantes. Y aún se tuvo que crear un impuesto en dinero por habitante, siendo así que la agricultura primitiva no originaba rentas monetarias.A través de estas diferentes presiones extraeconómicas se le creó al africano la obligación de ir a trabajar como asalariado, aunque sólo fuera dos o tres meses por año, para, a cambio de su trabajo, percibir un salario que le permitiera pagar el impuesto y comprar el pequeño suplemento de alimento sin el que la subsistencia ya no era posible, dada la insuficiencia de tierras que quedaron a su disposición.En países como África del Sur, como las Rhodesias, como el Congo ex -belga, en los que el modo de producción capitalista se introdujo en una amplísima escala, tales métodos fueron aplicados a la misma escala y desarraigaron, expulsaron, arrancaron de su modo de trabajo y de vida tradicionales a una gran parte de la población negra.Mencionemos de paso la hipocresía ideológica que acompañó a este movimiento, las quejas de las sociedades capitalistas y de los administradores blancos para los cuales los negros serían unos perezosos ya que no querían trabajar, e incluso aunque se les diera la posibilidad de ganar diez veces más en la mina o en la fábrica de lo que ganaban tradicionalmente en sus tierras. Estas mismas quejas ya se les había oído a propósito de los obreros indios, chinos o árabes, 50 ó 60 años antes. Las mismas quejas se han expresado –y ello prueba la igualdad fundamental de todas las razas humanas- con respecto a los obreros europeos, franceses, belgas, ingleses, alemanes, a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Se trata simplemente de una constante, y es ésta: debido a su constitución física y nerviosa, a ningún hombre le gusta normalmente estar encerrado 8, 9 ó 12 horas por día en una fábrica, en una manufactura o en una mina; en realidad, hace falta una fuerza, una presión comple tamente anormales y excepcionales para coger a un hombre que no esté habituado a este trabajo de galeotes y obligarlo a realizarlo.Segundo origen, segunda característica del modo de producción capitalista: la concentración de los medios de producción, en forma de monopolio, en las manos de una sola clase social, la clase burguesa. Esta concentración es prácticamente imposible si no se produce una revolución constante de los medios de producción, si éstos no se hacen cada vez más complejos y más caros, por lo menos cuando se trata de los medios de producción indispensables para poder comenzar una gran empresa (gastos de primer establecimiento).En las corporaciones y en los oficios de la Edad Media, había una gran estabilidad de los medios de producción; los telares eran transmitidos de padre a hijo, de generación en generación. El valor de estos telares era relativamente reducido, es decir, que cualquier agremiado podía esperar adquirir el contravalor de estos telares después de un determinado número de años de trabajo. La posibilidad de constituir un monopolio se presentó con la revolución industrial, que desencadenó un desarrollo ininterrumpido, cada vez más complejo, del maquinismo, lo cual implicaba que hicieran faltas capitales, cada vez más importantes, para poder comenzar una nueva empresa.A partir de ese momento, puede decirse que el acceso a la propiedad de los medios de producción se hace imposible a la inmensa mayoría de los asalariados, y que la propiedad de los medios de producción se ha convertido en un monopolio en manos de una clase social, de la que dispone de los capitales, de las reservas de capitales y que, por la única razón de que ya los posee, puede acumular nuevos capitales. La clase que no posee capitales queda condenada, por este mismo hecho, a permanecer siempre en el mismo estado de despojo, en la misma obligación de trabajar por cuenta ajena. Tercer origen, tercera característica del capitalismo: la aparición de una clase social que, al no tener más bienes que sus propios brazos, no tiene más medios de satisfacer sus necesidades, que la venta de su fuerza

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de trabajo, y que, al mismo tiempo, es libre de venderla y, por tanto, la vende a los capitalistas propietarios de los medios de producción. Es la aparición del proletariado moderno.Tenemos aquí tres elementos que se combinan. El proletariado es el trabajador libre; significa a la vez, un paso adelante, y un paso hacia atrás con respecto a los siervos de la edad media: un paso hacia delante porque el siervo no era libre (por su parte, el siervo era un paso hacia delante con respecto al esclavo) y no podía desplazarse libremente; y un paso hacia atrás porque, al contrario del siervo, el proletariado es igualmente “libre”, es decir, está privado de todo acceso a los medios de producción.

Orígenes y definición del proletariado moderno.Entre los antecedentes directos del proletariado moderno hay que mencionar a la población desarraigada de la Edad Media, es decir, a la población que ya no estaba ligada a la tierra ni incorporada en los oficios, corporaciones y gremios de los municipios, que, por tanto, era una población errante, sin raíces, y que empezó a alquilar sus brazos por jornadas e incluso horas. Hubo bastantes ciudades de la Edad Media, sobre todo Florencia, Venecia y Brujas, en las que, a partir del siglo XII, del XIV, o del XV, aparece un “mercado de trabajo” donde, cada mañana, se reúne la gente pobre que no forma parte de un oficio, que no pertenece a ningún gremio, que no tienen medios de subsistencia, y que esperan que algunos mercaderes o empresarios arrienden sus servicios por una hora, por medio día, por una jornada, etc.Otro origen del proletariado moderno, más cercano a nosotros, es lo que se ha dado en llamar la disolución de las secuelas feudales, y entre ellas la larga y lenta decadencia de la nobleza feudal que comienza a partir de los siglos XIII y XIV y que se termina con la revolución burguesa que, en Francia, se sitúa hacia finales del siglo XIII. A lo largo de la alta Edad Media, alrededor de 50, 60 ó 100 hogares, e incluso más, viven directamente del señor feudal. El número de estos servidores individuales empieza a reducirse sobre todo durante el siglo XVI, siglo muy marcado por una elevación de precios, y, por consiguiente, por un muy acentuado empobrecimiento de todas las clases sociales que tienen rentas monetarias fijas, y, por lo mismo, también de la nobleza feudal en Europa occidental que, por lo general, había convertido la renta en especies en renta dineraria. Uno de los resultados de dicho empobrecimiento fue la liquidación masiva de los recuentos feudales. Así hubo millares de antiguos mayordomos, de antiguos servidores, de antiguos amanuenses de nobles que erraban en los caminos, que se hacían mendigos, etc.Un tercer origen del proletariado moderno lo constituye la expulsión de los antiguos campesinos de sus tierras a consecuencia de la transformación de las tierras de labor en prados. El gran socialista utópico inglés Tomás Moro escribió ya en el siglo XVI esta magnífica fórmula: “los corderos se han comido a los hombres”.Lo cual quiere decir que la transformación de los campos en prados para la cría de corderos junto con el desarrollo de la industria lanera expulsó a millares de campesinos ingleses de sus tierras y los condenó al hambre.Hay también un cuarto origen del proletariado moderno, que ha desempeñado un papel menos importante en Europa occidental, pero ha tenido una enorme importancia en Europa central y en la Europa oriental, así como en Asia, en América latina y en el norte de África; y es la destrucción de los antiguos artesanos en la lucha de competencia entre este artesanado y la industria moderna que va abriéndose camino desde el exterior hacia estos países subdesarrollados.Resumiendo, el modo de producción capitalista es un régimen en el que los medios de producción se han convertido en un monopolio en manos de una clase social, en el que los productores, separados de dichos medios de producción, son libres, pero están desprovistos de todo medio de subsistencia, y, por consiguiente, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción para poder subsistir.Lo que caracteriza al proletario, pues, no es tanto el nivel, bajo o elevado, de su salario, sino más bien el hecho de que está separado de sus medios de producción, o de que no dispone de rentas suficientes para poder trabajar por su propia cuenta. Para saber si la condición proletaria está en vías de desaparición o, por el contrario, en vías de expansión, lo que hay que tener en cuenta no es tanto el salario medio del obrero o el sueldo medio del empleado sino la

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comparación entre el salario y su consumo medio, en otras palabras, sus posibilidades de ahorro comparado con los gastos de primer establecimiento de una industria independiente. Si se verificara que cada obrero, cada empleado, ha conseguido ahorrar después de diez años, una cantidad de, digamos, diez millones, veinte millones, o treinta millones, lo cual le permitiría comprar una tienda o un pequeño taller, podría decirse entonces que la condición proletaria está en regresión, y que vivimos en una sociedad en la que la propiedad de los medios de producción se está extendiendo y generalizando. Si, por el contrario, se verificara que la inmensa mayoría de los trabajadores, empleados, obreros y funcionarios, siguen siendo tan “pelanas” como antes después de toda una vida de trabajo, es decir, sin haber podido ahorrar prácticamente nada, sin capitales suficientes para adquirir medios de producción, podría concluirse que, lejos de reabsorberse, la condición proletaria se ha generalizado, y que, actualmente, está mucho más extendida que hace 50 años. Cuando, a título de ejemplo, se toman las estadísticas de la estructura social de los Estados Unidos, se constata, que desde hace 60 años, y cada cinco años, y sin interrupción alguna, disminuye el porcentaje de la población activa norteamericana que trabaja por cuenta propia y que está clasificada como empresario o como ayuda familiar del empresario, mientras que, de cinco en cinco años, aumenta el porcentaje de esta misma población que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo.Si, por otra parte, se examinan las estadísticas de reparto de la fortuna privada, se verifica que la inmensa mayoría de los obreros, podría decirse el 95%, que una gran mayoría de los empleados (el 80 o el 85%) no consiguen ni siquiera constituir pequeñas fortunas, ni un pequeño capital, es decir, gastan todas sus rentas, y que, en realidad, las fortunas se concentran en una fracción muy pequeña de la población. En la mayoría de los países capitalistas, el 1%, o el 2, o el 2,5, 3,5 o el 5% de la población poseen el 40, 50 ó 60% de la fortuna privada del país, quedando el resto en manos del 20 ó el 25% de esta misma población. La primera categoría de poseedores la constituye la gran burguesía; la segunda categoría es la de la burguesía media o pequeña. Y todos cuantos quedan fuera de estas categorías no poseen prácticamente nada más que bienes de consumo (en los que a veces se incluye una vivienda).Cuando las estadísticas de derechos de sucesión, de impuestos sobre la herencia, están confeccionadas honradamente, se muestran muy reveladoras al respecto. Un detallado estudio realizado por la Brookings Institution (una fuente que está por encima de cualquier sospecha de marxismo) por encargo de la Bolsa de Nueva York revela que, en los EUA, sólo hay un 1 ó 2 % de obreros que posean acciones y esta “propiedad” se eleva, como promedio, a 1000 dólares.Casi la totalidad del capital, pues, está en manos de la burguesía, y esto nos desvela el sistema de auto reproducción del sistema capitalista: aquellos que detentan los capitales pueden acumularlos cada vez más; y aquellos que no detentan capitales apenas pueden adquirirlos. Así se perpetúa la división de la sociedad en una clase poseedora y una clase obligada a vender su fuerza de trabajo. El precio de esta fuerza de trabajo, el salario, se consume prácticamente por completo, mientras que la clase poseedora tiene un capital que constantemente se incrementa con una plusvalía. El enriquecimiento de la sociedad en capitales se efectúa, por así decirlo, en beneficio exclusivo de una sola clase de la sociedad, a saber, de la clase capitalista.

Mecanismo fundamental de la economía capitalista.¿Cuál es, pues, el funcionamiento fundamental de esta sociedad capitalista?Si uno llega cierto día a la bolsa del algodón estampado, uno no sabe exactamente si hay suficiente, si hay muy poco, o bien demasiado, con respecto a las necesidades que, en ese momento existen en el país. Uno no verificará la cosa sino después de cierto tiempo; es decir, cuando haya sobreproducción, una parte de la producción quedará invendible y los precios bajarán y, cuando, por el contrario, haya penuria, los precios aumentarán. El movimiento de los precios es el termómetro que nos indica si hay penuria, o bien plétora. Y como sólo se puede constatar a posteriori que toda la cantidad de trabajo gastada en una rama industrial ha sido gastada de manera socialmente necesaria o bien que ha sido desperdiciada en parte, sólo se podrá determinar a posteriori el valor exacto de una mercancía. Este valor es, pues, si se quiere, una noción abstracta, una constante en torno de la cual fluctúan los precios.

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¿Qué es lo que hace fluctuar estos precios y, pues, a más largo plazo, fluctuar estos valores, esta productividad del trabajo, esta producción, y esta vida económica en conjunto?¿Qué es lo que hace moverse a Sammy? ¿Qué es lo que hace moverse a la sociedad capitalista? La competencia. Sin competencia no hay sociedad capitalista. Una sociedad en la que la competencia quede total, radical y enteramente eliminada, es una sociedad que ya no sería capitalista en la medida en que ya no existiría el móvil económico fundamental para acumular capital, ni, por consiguiente, para efectuar las nueves décimas partes de las operaciones económicas que efectúan los capitalistas. Y ¿qué es lo que constituye la base de la competencia? En la base de la competencia hay dos nociones que no se abarcan una a otra necesariamente. En primer lugar, hay la noción de mercado ilimitado, de mercado no circunscrito, no exactamente delimitado. Seguidamente, hay la noción de multiplicidad de los centros de decisión, sobre todo en materia de inversión y de producción. Si se produce una concentración total de toda la producción de un sector industrial en manos de una sola firma capitalista, no existe todavía eliminación de la competencia, ya que sigue subsistiendo un mercado ilimitado y, por consiguiente, siempre habrá una lucha de competencia entre este sector industrial y otros sectores para acaparar una parte del mercado, más o menos grande. También existe siempre la posibilidad de que reaparezca en este mismo sector un nuevo competidor que se introduzca desde el exterior.La inversa es igualmente cierta. Si se pudiera concebir un mercado que fuera total y completamente limitado, pero en el que, al mismo tiempo, hubiese un gran número de empresas que lucharan por acaparar una parte de dicho mercado limitado, subsistiría la competencia evidentemente.Por consiguiente, sólo en el caso de que los dos fenómenos sean suprimidos simultáneamente, es decir, que no haya más que un solo productor para todas las mercancías y que el mercado se haga absolutamente estable, rígido y sin capacidad de expansión, es cuando la competencia puede desaparecer totalmente.La aparición del mercado ilimitado adquiere toda su significación mediante su comparación con la época de la pequeña producción mercantil. Por lo general, una corporación de la Edad Media trabajaba para un mercado limitado a la ciudad y su entorno inmediato, y según una técnica de trabajo rígida y bien determinada. El paso histórico del mercado limitado al mercado ilimitado queda ilustrado por el ejemplo de la “nueva pañería” en el campo que, en el siglo XV sustituye, a la antigua “pañería” de la ciudad. Hay ahora manufacturas de tejidos, sin reglas corporativas, sin limitación en su producción y, por consiguiente, sin limitación de mercados, que intentan infiltrarse, que intentan buscar clientes en cualquier sitio, y ya no sólo en el entorno inmediato de sus centros de producción, sino que incluso intentan organizar la exportación hacia países muy lejanos. Por otra parte, la gran revolución comercial en el siglo XVI provoca una reducción relativa de los precios de toda una serie de productos que, durante la Edad Media, eran considerados como productos de un gran lujo y que sólo podía comprar una pequeña parte de la población. Estos productos se convierten ahora, bruscamente, en productos mucho menos caros e incluso en productos al alcance de una parte importante de la población. El ejemplo más evidente es el del azúcar que, actualmente, es un producto de uso corriente del que no se priva ni un solo hogar obrero en Francia o en Europa, pero que, en el siglo XV, todavía era un producto de gran lujo. Los apologistas del capitalismo han citado siempre como una ventaja derivada de este sistema la reducción de los precios y la ampliación del mercado, en el caso de toda una serie de productos. Y éste es un argumento justo. Es uno de los aspectos de lo que Marx llama la “misión civilizadora del Capital”. Desde luego, se trata de un fenómeno dialéctico pero real, que ha hecho que, aunque el valor de la fuerza de trabajo tenga tendencia a bajar porque la industria capitalista produce cada vez más rápidamente las mercancías que son el equivalente del salario, por el contrario, también tienden a aumentar, porque dicho valor abarca progresivamente el valor de toda una serie de mercancías que se han convertido en mercancías de gran consumo de masas, mientras que, antes, eran mercancías de consumo para una muy pequeña parte de la población. En el fondo, toda la historia del comercio entre los siglos XVI y XX es la historia de la transformación progresiva del comercio de masas, en comercio de bienes para una parte de la población cada vez más

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amplia. Sólo con el desarrollo de los ferrocarriles, de los medios de navegación rápida, del telégrafo, fue cómo el conjunto del mundo pudo convertirse en un verdadero mercado potencial para cada gran productor capitalista. La noción de mercado ilimitado, pues, no implica sólo la expansión geográfica sino también la expansión económica, el poder de compra disponible. Cojamos un ejemplo reciente, el del formidable desarrollo de la producción de bienes de consumo duraderos en la producción capitalista mundial durante los últimos 15 años; tal desarrollo no se ha debido en absoluto a una expansión geográfica del mercado capitalista; por el contrario, ha venido acompañada de una reducción geográfica del mercado capitalista ya que toda una serie de países se le han escapado a lo largo de este período. Hay muy pocos –si no ninguno- coches franceses, italianos, alemanes, británicos, japoneses, norteamericanos, que se exporten hacia la Unión Soviética, hacia China, hacia Vietnam del Norte, hacia Cuba, hacia Corea del Norte, hacia los países de la Europa oriental. Sin embargo, dicha expansión se ha producido a pesar de todo porque una fracción mucho mayor del poder de compra disponible, que, por otra parte, también se ha incrementado, ha sido utilizada en la compra de estos bienes de consumo duraderos. No es casual el que dicha expansión haya venido acompañada por una crisis agrícola más o menos permanente en los países capitalistas industrialmente avanzados, en los que el consumo de toda una serie de productos agrícolas no sólo aumenta en términos relativos sino que incluso empieza a disminuir en términos absolutos, tal es el caso, por ejemplo, del consumo del pan, de las patatas, de frutas como las manzanas y las peras corrientes, etc.La producción para un mercado ilimitado, en condiciones de competencia, tiene como efecto el aumento de la producción, puesto que el aumento de la producción permite la reducción del predio de coste, y, por consiguiente, permite vencer al competidor que vende por debajo de dicho precio.Es indudable que, si se considera la evolución a largo plazo del valor de todas las mercancías producidas a gran escala en el mundo capitalista, hay un descenso del valor considerable. Un traje, un cuchillo, un par de zapatos, un cuaderno escolar, tienen actualmente un valor en horas y en minutos de trabajo mucho más reducido que hace 50 ó 100 años. Evidentemente, hay que comparar el valor real con la producción y no con los precios de venta que engloban, ya sea enormes gastos de distribución y de venta, ya sea sobrebeneficios monopolísticos exagerados. Consideremos el ejemplo del petróleo, sobre todo del petróleo que utilizamos en Europa, del petróleo que nos viene de Oriente Medio. Los gastos de producción son muy bajos, apenas se elevan al 10% del precio de venta.Por consiguiente, es indudable en cualquier caso que esta caída de valor se ha producido realmente. El aumento de la productividad del trabajo significa reducción del valor de las mercancías, ya que éstas se fabrican en un tiempo de trabajo cada vez más reducido. Este es el instrumento práctico del que dispone el capitalismo para ampliar los mercados y vencer en la competencia.¿De qué manera práctica puede el capitalista reducir mucho el precio de coste y, a la vez, aumentar mucho la producción? Gracias al desarrollo del maquinismo, gracias al desarrollo de los medios de producción y, por tanto, de los instrumentos de trabajo mecánicos, cada vez más complicados, movidos en un principio por la fuerza del vapor, después por el petróleo o la gasolina y, en fin, por la electricidad.

El aumento de la composición orgánica del capitalToda la producción capitalista puede representarse en su valor mediante la fórmula C + V + PL.El valor de cualquier mercancía se descompone en dos partes: una parte que constituye un valor conservado, y una parte que es un valor nuevamente producido. La fuerza de trabajo tiene una doble función, un doble valor de uso: el de conservar todos los valores existentes de los instrumentos de trabajo, de las máquinas, de las instalaciones, al incorporar una fracción de este valor en la producción corriente; la función de crear un nuevo valor, que incluye la plusvalía, el beneficio, constituye otra parte. Una parte de este nuevo valor va el obrero, y es el contravalor de su salario. La otra parte, la plusvalía, es acaparada por el capitalista sin contravalor alguno.

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Llamamos V, es decir, capital variable, el equivalente de los salarios. ¿Por qué hay capital? Porque, efectivamente, el capitalista adelanta este valor, constituye, por consiguiente, una parte de su capital, gastado antes de que se realice el valor de las mercancías producidas por los obreros en cuestión.Se llama capital constante C a toda la parte del capital que se transforma en máquinas, en instalaciones, en materias primas, etc., cuya producción no aumenta el valor sino que solamente lo conserva. Se llama capital variable V a la parte del capital con que el capitalista compra la fuerza de trabajo, porque es la única parte del capital que le permite aumentar el capital con una plusvalía.Entonces, ¿cuál es la lógica económica de la competencia, del impulso hacia el aumento de la productividad, del impulso hacia el incremento de los medios mecánicos, del trabajo de las máquinas? La lógica de este impulso, es decir, la tendencia fundamental del régimen capitalista consiste en incrementar la importancia de C, la importancia del capital constante con relación al conjunto del capital. En la fracción C /C + V, C tiende a aumentar, es decir, la parte del capital total que está constituida por máquinas y materias primas y no por salarios, tiende a aumentar en la medida en que el maquinismo progresa cada vez más, y en que la competencia obliga al capitalismo a aumentar cada vez más la productividad del trabajo.A esta fracción C /C + V la llamamos composición orgánica del capital: es, pues, la relación entre el capital constante y el conjunto del capital, y decimos que, en régimen capitalista, esta composición orgánica tiende a aumentar. ¿Cómo puede el capitalista adquirir nuevas máquinas? ¿Qué quiere decir que el capital constante aumenta cada vez más?La operación fundamental de la economía capitalista es la producción de la plusvalía. Pero mientras la plusvalía no esté más que producida, permanece encerrada en las mercancías, y el capitalista apenas puede utilizarla; no se puede transformar zapatos invendidos en nuevas máquinas, en productividad mayor. Para poder comprar nuevas máquinas, el industrial que posee zapatos debe venderlos, y una parte del producto de esta venta le servirá para la compra de nuevas máquinas, de un capital constante suplementario.En otros términos, la realización de la plusvalía es la condición de la acumulación del capital, que no es sino la capitalización de la plusvalía.La realización de la plusvalía es la venta de mercancías; pero la venta de las mercancías en condiciones tales que la plusvalía contenida en dichas mercancías sea efectivamente realizada en el mercado. Todas las empresas que trabajan al mismo promedio de la productividad de la sociedad –de la que el conjunto de la producción corresponde, por tanto, a trabajo socialmente necesario- se considera que realiza, a través de la venta de sus mercancías, el conjunto del valor y de la plusvalía producida en sus fábricas, ni más ni menos. Ya sabemos que las empresas que tienen una productividad por encima de la media acaparan una parte de la plusvalía producida en otras empresas, mientras que las empresas que trabajan por debajo de la productividad media no realizan parte de la plusvalía que es producida en sus fábricas, sino que la ceden a otras fábricas que, tecnológicamente, están en vanguardia. La realización de la plusvalía, pues, es la venta de las mercancías en condiciones tales que el conjunto de la plusvalía producido por los obreros de la fábrica que producen dichas mercancías es pagada en efecto por sus compradores.En el momento en que se vende el conjunto de las mercancías producidas durante un período determinado, el capitalista se ve en posesión de una cantidad de dinero que constituye el contravalor del capital constante que ha gastado para producir, es decir, tanto materias primas para producir esta producción como la fracción del valor de las máquinas y de las instalaciones que queda amortizada por esta producción. Igualmente, se ve en posesión del contravalor de los salarios que había adelantado para hacer posible esta producción. Y, por otra parte, se ve en posesión de la plusvalía que sus obreros habían producido.¿Qué sucede con esta plusvalía? Parte de ella es consumida improductivamente por el capitalista, porque el pobre hombre tiene que vivir, tiene que mantener su hogar, y a cuantos están alrededor de él; y cuanto gasta para estos fines se retira por completo del proceso de producción.Una segunda parte de la plusvalía se acumula, se utiliza para ser transformada en capital; la plusvalía acumulada, pues, es toda la parte de la plusvalía que no se ha consumido improductivamente para las necesidades privadas de la clase dominante, y que se transforma en capital, ya sea en capital constante

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suplementario, es decir, en una cantidad (más exactamente, un valor) suplementaria de materias primas; de máquinas, de instalaciones, ya sea en capital variable suplementario, es decir, en medios para contratar más obreros.Ahora comprendemos por qué la acumulación del capital es la capitalización de la plusvalía, es decir, la transformación de gran parte de la plusvalía en capital suplementario. E, igualmente, comprendemos cómo el proceso de aumento de la composición orgánica del capital representa una secuencia ininterrumpida de proceso de capitalización, es decir, de producción de plusvalía por los obreros, y su transformación por parte de los capitalistas en instalaciones, máquinas, materias primas y obreros suplementarios.Por consiguiente, no es exacto afirmar que es el capitalista quien crea el empleo, puesto que es el obrero quien ha producido la plusvalía, y esta plusvalía producida por el obrero es capitalizada por el capitalista y utilizada sobre todo para contratar a obreros suplementarios. En realidad, toda la masa de las riquezas fijas que se ven en el mundo, toda la masa de las fábricas, de las máquinas y de las carreteras, de los ferrocarriles, de los puertos, de los hangares, etc.,etc., toda esta masa inmensa de riquezas no es sino la materialización de una masa de plusvalía creada por los obreros, de trabajo que no se les ha retribuido y que se ha transformado en propiedad privada, en capital para los capitalistas, es decir, toda esta masa es una prueba colosal de la explotación permanente sufrida por la clase obrera desde el origen de la sociedad capitalista. ¿Aumentan progresivamente todos los capitalistas sus máquinas, su capital constante y la composición orgánica de su capital? No. El aumento de la composición orgánica del capital se efectúa de manera antagónica, a través de una lucha de competencia dirigida por una ley ilustrada por un grabado de un gran pintor de mi país, Pierre Brueghel: el pez grande se come el chicho.La lucha de competencia va acompañada, pues, de una concentración constante del capital, de la sustitución de un gran número de empresarios por un número más pequeño de empresarios, y de la transformación de un determinado número de empresarios independientes en técnicos, gerentes, mandos intermedios, cuando no en simples empleados y obreros dependientes.

La competencia lleva a la concentración y a los monopoliosLa concentración del capital es otra ley permanente de la sociedad capitalista, y va acompañada de la proletarización de una parte de la clase burguesa, de la expropiación de un cierto número de burgueses por un número más pequeño de burgueses. Por ello es por lo que el Manifiesto Comunista de Marx y Engels insiste en el hecho de que el capitalismo, que pretende defender la propiedad privada, es, en realidad, destructor de esta propiedad privada, y efectúa una expropiación constante, permanente, de un gran número relativamente reducido de propietarios. Hay algunas ramas industriales en las que dicha concentración es particularmente evidente, como las minas de carbón que, en el siglo XIX, pertenecían a centenares de sociedades en un país como Francia (en Bélgica había cerca de 200); así también la industria del automóvil, a principios de este siglo, contaba con 100 firmas o más, en países como los Estados Unidos e Inglaterra, mientras que actualmente ha quedado reducida a 4, 5 ó 6 firmas como máximo. Desde luego, existen industrias en las que esta concentración ha sido menor, como, por ejemplo, la industria textil, la industria de productos alimenticios, etc. De manera general, cuanto mayor es la composición orgánica del capital en una rama industrial más fuerte es la concentración; y cuanto menor es la composición orgánica del capital tanto menor es la concentración del capital. ¿Por qué? Porque cuanto menos fuerte es la composición orgánica del capital, menos capitales hacen falta, en un principio, para penetrar en esta rama y constituir una nueva empresa dentro de ella. Es mucho más fácil reunir los 50 ó 100 millones de pesetas precisos para construir una nueva fábrica textil que disponer de los diez o veinte mil millones necesarios para construir una acería, aunque sea relativamente pequeña. El capitalismo nació de la libre competencia, el capitalismo es inconcebible sin competencia. Pero la libre competencia produce la concentración, y la concentración produce lo contrario de la libre competencia, a saber, el monopolio. Allí donde haya pocos productores, éstos podrán fácilmente concertarse a expensas de

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los consumidores, poniéndose de acuerdo para repartirse el mercado o para impedir cualquier baja de los precios.A lo largo de un siglo, parece que toda la dinámica capitalista haya cambiado de naturaleza. En primer lugar, tenemos un movimiento orientado a la baja constante de los precios mediante el aumento constante de la producción, mediante la multiplicación constante del número de empresas. La intensificación de la competencia provoca, a partir de un determinado momento, la concentración de las empresas, una reducción del número de empresas que, a partir de entonces, pueden concertarse entre sí para no reducir ya los precios, y sólo pueden respectar acuerdos de este tipo limitando la producción. De esta forma, la era del capitalismo de los monopolios sucede a la era del capitalismo de libre competencia a partir del último cuarto del siglo XIX.Desde luego, cuando se habla del capitalismo de los monopolios no hay que pensar en absoluto en un capitalismo que haya eliminado la competencia por completo. Eso no existe. Simplemente, eso quiere decir que el capitalismo ha adoptado un comportamiento fundamental que se ha hecho distinto, es decir, que ya no va encaminado a una disminución de los precios gracias a un aumento constante de la producción, que utiliza la técnica del reparto del mercado, de la estabilización de las partes alícuotas del mercado. Pero este proceso lleva a una paradoja. ¿Por qué los capitalistas, que en un principio se hacían la competencia, empiezan a concertarse a fin de limitar dicha competencia así como también la producción? Porque, para ellos, es un medio de aumentar sus beneficios. No lo hacen más que en el caso de que ello les reporte más. ¿La limitación de la producción, al permitir aumentar los precios, reporta más beneficios, y, por tanto, permite acumular más capitales? Ya no se les puede invertir en la misma rama. Porque invertir capitales significa precisamente incrementar la capacidad de producción, y por tanto, aumentar la producción, y por tanto, hacer bajar los precios. El capitalismo se pilló los dedos en esa contradicción a partir del último cuarto del siglo XIX. Entonces adquirió bruscamente una cualidad que Marx fue el único en advertir y que quedó incomprendida para economistas como Ricardo o Adam Smith: de repente, el modo de producción capitalista empezó a hacer proselitismo, empezó a extenderse por el mundo entero por el bies de las exportaciones de capitales, que permitieron establecer empresas capitalistas en países o en sectores en los que los monopolios no existan todavía.La consecuencia de la monopolización de ciertas ramas y de la extensión del capitalismo de los monopolios a ciertos países es la reproducción del modo de producción capitalista en ramas no monopolizadas aún, en países no capitalistas aún. Así es como, a principios del siglo XX, el colonialismo y todos sus aspectos se extendieron como un reguero de pólvora en el espacio de algunas docenas de años a partir de una pequeña parte del globo, a la que antes había quedado limitado el modo de producción capitalista, hasta el conjunto del mundo. Así, cada país del mundo quedaba transformado en esfera de influencia y en campo de inversión del Capital.

Caída tendencial de la tasa media de beneficioHemos vimos antes que la plusvalía producida por los obreros de cada fábrica queda “encerrada” en las mercancías producidas, y que el problema de saber si esta plusvalía será, o no, realizada por el capitalista propietario de dicha fábrica quedará resuelto por las condiciones del mercado, es decir, por la posibilidad que esa fábrica tenga de vender sus mercancías a un precio que permita realizar toda esta plusvalía. Al aplicar la ley del valor de que ya hemos hablado esta mañana, se puede establecer la regla siguiente: todas las empresas que produzcan al nivel medio de productividad realizarán grosso modo la plusvalía producida por sus obreros, es decir, venderán sus mercancías a un precio igual al valor de dichas mercancías.Pero no será éste el caso de dos categorías de empresas: ni el de las empresas que trabajen por debajo, ni el de las empresas que trabajen por encima del nivel medio de productividad.¿Qué quiere decir la categoría de las empresas que trabajan por debajo del nivel medio de productividad? No se trata más que de una generalización del caso de nuestro zapatero perezoso de esta mañana. Es el caso, por ejemplo, de una acería que, frente a la media nacional de quinientas mil toneladas de acero producidas en dos millones de horas de trabajo/hombres, produce esa misma cantidad en dos millones doscientas mil horas, o en dos millones y medio, o en tres millones. Por tanto, desperdicia horas de trabajo social. La plusvalía

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producida por los obreros de esta fábrica no será realizada por completo por los propietarios de la misma; la fábrica trabajará con un beneficio que se situará por debajo de la media del beneficio de todas las empresas del país.Pero la masa total de la plusvalía producida en la sociedad es una masa fija que, en último análisis, depende del número total de horas de trabajo proporcionadas por el conjunto de obreros enrolados en la producción. Lo cual quiere decir que, si hay un cierto número de empresas que, por el hecho de trabajar por debajo del nivel medio de productividad y de desperdiciar tiempo del trabajo social, no realizan el conjunto de la plusvalía producida por sus obreros, queda un resto disponible que será acaparado por las fábricas que trabajan por encima del nivel medio de productividad, que, por consiguiente, han economizado tiempo de trabajo social y, por ello, son recompensadas por la sociedad. Esta explicación teórica no hace sino desmontar los mecanismos que determinan el movimiento de los precios en la sociedad capitalista. ¿Cómo operan tales mecanismos en la práctica?Cuando se deja de contemplar varias ramas industriales para no considerar más que una sola, el mecanismo se hace muy simple y transparente. Digamos, por ejemplo, que el precio de venta medio de una locomotora se eleva a cincuenta millones de pesetas. ¿Cuál será, entonces, la diferencia entre una fábrica que trabaje por debajo de la productividad media del trabajo y una empresa que trabaje por encima de la productividad media del trabajo? Para producir una locomotora, la primera habrá gastado cuarenta y nueve millones, es decir, que sólo tendrá un millón de beneficios. Por el contrario, la empresa que trabaje por encima de la productividad media del trabajo producirá la misma locomotora con un gasto de treinta y ocho millones, por ejemplo. Por tanto, conseguirá doce millones de beneficios, o sea, un treinta y dos por ciento sobre esta producción corriente, mientras que la tasa media de beneficio es del 10%, ya que las empresas trabajan a nivel de la media de la productividad social del trabajo han producido locomotoras con un precio de coste de cuarenta y cinco millones y medio y, por tanto, no han tenido más que cuatro millones y medio de beneficio, o sea, el 10% de beneficio. 29 En otras palabras, la competencia capitalista actúa a favor de las empresas que tecnológicamente están en vanguardia; tales empresas realizan sobrebeneficios con respecto al beneficio medio. En el fondo, el beneficio medio es una noción abstracta, exactamente como el valor. Es una media en torno a la cual oscilan las tasas de beneficios reales de las diversas ramas y empresas. Los capitales afluyen hacia las ramas en las que hay sobrebeneficios, y se retiran de las ramas en las que los beneficios están por debajo de la media. Mediante este flujo y reflujo de los capitales de una rama hacia otra es cómo las tasas de beneficio tienden a acercarse a dicha media, sin que nunca la alcancen totalmente de manera absoluta y mecánica.He aquí, pues, cómo se efectúa la perecuación de la tasa de beneficios. Existe un medio muy simple para determinar la tasa media de beneficio en abstracto, que consiste en tomar la masa total de la plusvalía producida por todos los obreros, a lo largo de un año, por ejemplo, en un país determinado, y relacionarla con la masa total del capital invertido en ese mismo país.¿Cuál es la fórmula de la tasa de beneficios? Es la relación entre la plusvalía y el conjunto del capital.Es, pues, pl/ C + V. Igualmente, hay que tomar en consideración otra fórmula: pl/V, que es la tasa de la plusvalía, o también la tasa de explotación de la clase obrera. Esta tasa determina la manera en que el valor nuevamente producido queda repartido entre obreros y capitalistas. Si, por ejemplo: pl/V es igual al 100%, ello quiere decir que el valor nuevamente producido se reparte en dos partes iguales, la primera de las cuales corresponde a los trabajadores en forma de salarios, y la otra parte al conjunto de la clase burguesa en forma de beneficios, intereses, renta, etc.Cuando la tasa de explotación de la clase obrera es del 100%, la jornada de trabajo de ocho horas, se descompone, pues, en dos partes iguales: en cuatro horas de trabajo durante las cuales los obreros producen el contravalor de sus salarios, y en otras cuatro horas durante las cuales proporcionan trabajo gratuito, trabajo no remunerado por los capitalistas, y cuyo producto se lo apropian éstos.

29 En realidad, los capitalistas no calculan su tasa de beneficio según la producción corriente ( flujo), sino con relación al capital invertido (stock); para no complicar los cálculos, puede suponerse (ficticiamente) que todo el capital ha sido absorbido por la producción de una locomotora.

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A primera vista, si aumenta la fracción pl/ C + V mientras que la composición orgánica del capital aumenta igualmente, y que C se hace cada vez más grande en relación con V, dicha fracción tenderá a disminuir y, por tanto, habrá disminución de la tasa media de beneficio a consecuencia del aumento de la composición orgánica del capital, puesto que pl ya no es producido por V sino por C. Pero hay un valor que puede neutralizar el efecto de aumento de la composición orgánica del capital, y es precisamente el aumento de la tasa de la plusvalía.Si pl/ V, si la tasa de plusvalía aumenta, ello quiere decir que en la fracción pl / C + V el numerador y el denominador aumentan, y, en este caso, el conjunto de esta fracción puede conservar su valor a condición de que ambos aumentos de produzcan en una proporción determinada.En otras palabras, el incremento de la tasa de la plusvalía puede neutralizar los efectos del aumento de la composición orgánica del capital. Supongamos que el valor de la producción C + V + pase de 100 C + 100 V + 100 pl a 200 C + 100 V + 100 pl. La composición orgánica de capital, ha pasado, pues, del 50 al 66%, y la tasa de beneficio ha descendido del 50 al 33%. Pero si, al mismo tiempo, la plusvalía pasa de 100 a 150, es decir, si la tasa de la plusvalía pasa de 100 a 150%, entonces la tasa de beneficio 150/300 es del 50%: el aumento de la tasa de plusvalía ha neutralizado el efecto del aumento de la composición orgánica del capital.¿Pueden proseguir estos dos movimientos exactamente en la proporción necesaria para que se neutralicen mutuamente? Aquí encontramos la debilidad fundamental, el talón de Aquiles del régimen capitalista. Estos dos movimientos no pueden proseguir a la larga en la misma proporción. No existe límite alguno al aume nto de la composición orgánica del capital. En el límite, V puede incluso reducirse a 0 cuando se llega a la automatización total. ¿Pero puede pl/V aumentar igualmente de manera ilimitada, sin límite alguno? No, porque para que haya plusvalía producida es preciso que haya obreros que trabajen y, en tales condiciones, la fracción de la jornada de trabajo durante la cual el obrero reproduce su propio salario no puede quedar reducida a 0. Se la puede reducir de 8 a 7 horas, de 7 a 6 horas, de 6 a 5 horas, de 5 a 4 horas, de 4 a 3 horas, de 3 a 2 horas, de 2 a 1 hora, de 1hora a 50 minutos. Pero nunca podrá reproducir el contravalor de su salario en 0 minutos, 0 segundos. He aquí un residuo que la explotación capitalista nunca podrá suprimir. Ello significa que, a la larga, la caída de la tasa media de beneficio es inevitable y, personalmente, y en contra de bastantes teóricos marxistas creo que esta caída se puede demostrar en cifras, es decir, que actualmente las tasas medias de beneficio son mucho más bajas que hace 50, 100 ó 150 años. Desde luego, cuando se examinan períodos más cortos se producen movimientos en sentido inverso; hay muchos factores en juego (hablaremos de ellos mañana cuando tratemos del neocapitalismo). Pero, para períodos más largos el movimiento es muy claro tanto en lo que respecta a la tasa de interés como a la tasa de beneficio. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en todas las tendencias de evolución del capitalismo fue ésta la mejor detectada por los mismos teóricos del capitalismo. Ricardo habla de ella; John Stuart Mills insiste; Keynes es extremadamente sensible. En Inglaterra, hubo una especie de refrán popular que decía que el capitalismo puede soportarlo todo, salvo una caída de la tasa media de interés hasta el 2%, porque entonces se suprimiría la incitación a invertir. Este refrán contiene evidentemente un cierto error de razonamiento. Los cálculos de los porcentajes, de las tasas de beneficio, tienen un valor real, aunque un valor relativo, en definitiva, para un capitalista. Lo que le interesa no es sólo el porcentaje que gana respecto de su capital, sino también, y a pesar de todo, la cantidad total que gana. Y si el 2% se aplica, no a 100 000, sino a 100 millones, dicho porcentaje representará entonces 2 millones, y el capitalista se lo pensará dos veces antes de decir que prefiere dejar que se enmohezca su capital antes que contentarse con ese beneficio, a todas luces detestable, que no es sino de 2 millones por año.Así, pues, nunca se ha visto en la práctica que se produjera una paralización total de la actividad inversora como consecuencia de la tasa de beneficio y de interés, sino más bien una desaceleración producida a medida que la tasa de beneficio desciende en una rama de industria. Por el contrario, en las ramas industriales o en las épocas en que hay una expansión muy rápida y en que la tasa de beneficio tiende a aumentar, la actividad inversora se hace mucho más rápida y, entonces, este movimiento parece autoalimentarse, y esta expansión parece que no tenga límites hasta que la tendencia cobra signo contrario.

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La contradicción fundamental del régimen capitalista y las crisis periódicas de sobreproducciónEl capitalismo tiende a extender la producción de manera ilimitada, a extender su radio de acción al mundo entero, a considerar a todos los seres humanos como clientes potenciales (entre paréntesis, cabe subrayar una graciosa contradicción de la que ya habló Marx, y es que cada capitalista querría siempre que los otros capitalistas aumentaran los salarios de sus obreros, porque los salarios de estos obreros serían poder adquisitivo mayor para comprar las mercancías del capitalista en cuestión pero no admitiría que aumentara los salarios de sus propios obreros, porque así se reduciría, evidentemente, su propio beneficio. Hay, pues, una extraordinaria estructuración del mundo que se convierte en una unidad económica con una interdependencia extremadamente sensible entre sus diferentes partes. Todo el mundo conoce una serie de frases hechas sobre el particular: si la bolsa de Nueva York estornuda, Europa coge una pulmonía.El capitalismo produce una extraordinaria interdependencia de las rentas y la unificación de los gustos de todos los hombres; el hombre se vuelve bruscamente consciente de toda la riqueza de las posibilidades humanas, mientras que, en la sociedad precapitalista, permanecía encerrado dentro de las escasas posibilidades naturales de una sola región. Durante la Edad Media, no se comía piña tropical en Europa, sino únicamente frutas locales. Ahora se come frutas que, prácticamente, han sido producidas en el mundo entero, e incluso se consumen frutas de China, de la India, que apenas se conocían antes de la segunda guerra mundial.Existen, pues, una serie de lazos recíprocos que se establecen entre todos los productos y todos los hombres. En otras palabras, hay una socialización progresiva de toda la vida económica que se convierte en un conjunto único, en un tejido único. Pero, simplemente, todo este movimiento de interdependencia está centrado de manera demencial en el interés privado, en la apropiación privada, de un pequeño número de capitalistas cuyos intereses privados entran cada vez más en contradicción con los intereses de los miles de millones de seres humanos incluidos dentro de este conjunto. Es en las crisis económicas donde estalla de manera más extraordinaria la contradicción entre la socialización progresiva de la producción y la apropiación privada que le sirve de motor y de soporte. Ya que las crisis económicas capitalistas son fenómenos inverosímiles, como nunca se había visto hasta entonces. No son crisis de penuria, como lo eran todas las crisis precapitalistas, sino crisis de sobreproducción. Si los parados se mueren de hambre no es porque haya muy poco que comer, sino porque hay relativamente demasiados productos alimenticios.A primera vista esto parece incomprensible. ¿Cómo puede uno morirse de hambre a causa de que haya demasiados alimenticios, de que haya demasiadas mercancías? Sin embargo, el mecanismo del régimen capitalista hace comprender esta paradoja aparente. Las mercancías que no encuentran compradores, no sólo no realizan su plusvalía, sino que ni siquiera reconstituyen el capital invertido. La venta a pérdida, pues, obliga a los empresarios, a cerrar sus empresas. Y, por tanto, se ven obligados a despedir a sus trabajadores. Y como estos trabajadores despedidos no disponen de reservas, ya que sólo pueden subsistir si venden su fuerza de trabajo, el paro les condena evidentemente a la más negra miseria, precisamente porque la abundancia relativa de las mercancías provocó la venta a pérdida.El hecho de que las crisis económicas periódicas es inherente al régimen capitalista y constituye para él una realidad que no puede superar. Ya veremos más adelante que esto es igualmente cierto para el régimen neocapitalista en que vivimos actualmente, aunque en este caso se llame “recesiones” a las crisis. Las crisis son la manifestación más clara de las contradicción fundamental del régimen, y un periódico recordatorio de que está condenado a morir antes o después. Pero nunca morirá de modo automático. Siempre será necesario darle un pequeño empujón consciente para condenarlo definitivamente, y ese empujón somos nosotros quienes debemos dárselo, el movimiento obrero.

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III. EL NEOCAPITALISMO

Orígenes del neocapitalismoLa gran crisis económica de 1929 modificó fundamentalmente, en primer lugar, la actitud de la burguesía y de sus ideólogos con respecto al Estado; a continuación, modificó la actitud de esta misma burguesía con relación al futuro de su propio régimen. Hace algunos años, tuvo lugar en los Estados Unidos un proceso que provocó un gran escándalo, el proceso de Alger Hiss, que, durante la guerra, fue suplente del ministro de Asuntos Exteriores de los Estados Unidos. En este proceso, un periodista de la Maison Luce llamado Chambers, uno de los amigos más íntimos de Alger Hiss, había sido el testigo de cargo clave contra Hiss en la acusación imputada a éste de ser comunista, de haber robado documentos del Departamento de Estado y de haberlos puesto en manos de los soviéticos. Este Chambers, que fue un hombre un tanto neurótico, y que, después de haber sido comunista durante los primeros diez años de su vida adulta, terminó su carrera como redactor de la página religiosa del semanario Time, escribió un grueso libro titulado Witness (Testigo). En este libro, hay un párrafo que dice aproximadamente lo siguiente a propósito del período de 1929-1939: “En Europa, los obreros son socialistas y los burgueses conservadores; en Norteamérica, las clases medias son conservadoras, los obreros son demócratas, y los burgueses, comunistas”. Evidentemente, es absurdo presentar las cosas de esta manera tan dislocada. Pero no hay la menor duda de que el año 1929 y el período que siguió a la gran crisis de 1929-1932 fue una experiencia traumatizante para la burguesía norteamericana, burguesía que, dentro de toda la clase capitalista mundial, era la única que sentía una confianza total, ciega, en el porvenir del régimen de la “libre empresa”. Durante esta crisis de 1929-1932, sufrió un terrible choque que, en verdad, para la sociedad americana constituyó la toma de conciencia de la cuestión social y el inicio del proceso de régimen capitalista, que, a grandes rasgos, corresponde a lo que se había vivido en Europa durante el nacimiento del movimiento obrero socialista, en el período de 1865-1890 del siglo pasado.Esta revisión del régimen por parte de la burguesía adoptó diversas formas a escala mundial. Tomó la forma de tentativa para consolidar el capitalismo por medio del fascismo y de las diferentes experiencias autoritarias en ciertos países de Europa occidental, central y meridional. Tomó una forma violenta en Estados Unidos, y fue esta sociedad americana de los años 1932-1940 la que prefiguró lo que hoy se llama neocapitalismo.¿Cuál es la razón de que no se haya extendido y generalizado la experiencia fascista, y sí más bien la experiencia de un “relajamiento idílico” de las tensiones sociales que dio su característica fundamental al neocapitalismo? El régimen fascista era un régimen de crisis social, económica y política extrema, de tensión extrema de las relaciones entre las clases, determinada en último término por un largo período de estancamiento de la economía en el que el margen de discusión, de negociación, entre la clase obrera y la burguesía se había reducido casi hasta cero. El régimen capitalista se había hecho incompatible con la supervivencia de un movimiento obrero más o menos independiente.En la historia del capitalismo, al lado de las crisis periódicas que se producen cada 5, 7 ó 10 años, distinguimos ciclos a más largo plazo, de los que ha hablado por primera vez el economista ruso Kondratief, y que se pueden llamar ondas de largo plazo de 25 a 30 años. A una onda de largo plazo, caracterizada por tasas de crecimiento elevadas, le sucede a menudo una onda de largo plazo caracterizada por una tasa de crecimiento más reducida. Me parece evidente que el período de 1913 a 1940 fue una de esas ondas de largo plazo de estancamiento de la producción capitalista, en la que todos los ciclos que se sucedieron desde la crisis de 1938, fueron marcadas por depresiones particularmente duras, debido a que la tendencia a largo plazo era una tendencia al estancamiento. La onda de largo plazo que comenzó con la segunda guerra mundial y en la que estamos todavía -digamos el ciclo 1940-1945 o 1940-1970- se caracterizó por el contrario, por la expansión, y debido a esta expansión, el margen de negociación, de discusión entre la burguesía y la clase obrera se vio ampliada. Así se creó la posibilidad de consolidar el régimen sobre la base de concesiones hechas a los trabajadores, política practicada a escala internacional en Europa occidental y en América del Norte, y que quizás también lo sea pronto en varios países de Europa meridional, política

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neocapitalista basada en una colaboración bastante estrecha entre la burguesía expansiva y las fuerzas conservadoras del movimiento obrero, y fundada en una elevación tendencial del nivel de vida de los trabajadores.Sin embargo, el trasfondo de toda esta evolución es el inicio del rechazo del régimen, la duda sobre el futuro del régimen capitalista; en este plano, ya no hay discusión posible. En todas las capas decisivas de la burguesía reina ahora la convicción profunda de que el automatismo de la propia economía, de que los “mecanismos del mercado” son incapaces de asegurar la supervivencia del régimen, de que ya no se puede remitir al funcionamiento interno, automático, de la economía capitalista, y que hace falta una intervención consciente cada vez más amplia, cada vez más regular, cada vez más sistemática, para salvar a este régimen.En la medida en que la propia burguesía ya no confía en el mecanismo automático de la economía capitalista para mantener su régimen, se hace precisa la intervención de otra fuerza para salvarlo a largo plazo, y esa otra fuerza es el Estado. El neocapitalismo es un capitalismo caracterizado ante todo por una intervención creciente de los poderes públicos en la vida económica. Por otra parte, desde este punto de vista es cómo se considera que la experiencia neocapitalista actual de Europa occidental no es más que la prolongación de la experiencia de Roosevelt en los Estados Unidos.Para comprender los orígenes del actual neocapitalismo, hay que tener en cuenta, sin embargo, un segundo factor que explica la intervención creciente del Estado en la vida económica, a saber la guerra fría, o más generalmente el desafío que el conjunto de las fuerzas anticapitalistas lanzó al capitalismo mundial. Este clima de desafío hace que, para el capitalismo, se haga absolutamente insoportable la perspectiva de una nueva crisis económica grave tal como la de 1929-1933. Imagínese lo que sucedería en Alemania, si en la República Federal Alemana, para darse cuenta de los razones de tal imposibilidad desde el punto de vista político. Por ello es por lo que la intervención de los poderes públicos en la vida económica de los países capitalistas es anticíclica, ante todo, o, si se quiere, anticrisis.

Una revolución tecnológica permanenteDetengámonos un momento en este fenómeno sin el cual no es comprensible el neocapitalismo concreto que conocemos desde hace quince años en Europa occidental, a saber, el fenómeno de expansión a largo plazo.Para comprender este fenómeno, para comprender las causas de este ciclo a largo plazo que comienza en los Estados Unidos con la segunda guerra mundial, hay que tener en cuenta que en la mayoría de los otros ciclos expansivos que hemos conocido en la historia del capitalismo, encontramos todavía y siempre una misma constante, a saber, las revoluciones tecnológicas. No es casual el que hubiera un ciclo de expansión del mismo género que el que precedió al período de estancamiento y de crisis de 1913-1940. Es un período extremadamente pacífico en la historia del capitalismo de finales del siglo XIX, durante el que no hubo guerra, o casi no la hubo, fuera de las guerras coloniales, y en el que se empezaron a aplicar toda una serie de investigaciones, de descubrimientos tecnológicos que se habían iniciado durante la fase precedente. En el período de expansión que conocemos actualmente, asistimos incluso a un proceso de aceleración del proceso técnico, de verdadera revolución tecnológica, para la cual incluso el término exactamente el adecuado. En realidad, nos encontramos ante una transformación casi ininterrumpida de las técnicas de producción, y este fenómeno es más bien un subproducto de la carrera de armamentos permanentes, de la guerra fría en que estamos instalados desde la segunda guerra mundial... En efecto, si se examina atentamente el origen del 99% de las transformaciones de las técnicas aplicadas a la producción, se verá que su origen es militar, que se trata de subproductos de las nuevas técnicas que se han aplicado, en primer lugar, en el campo militar y que, a continuación, a más o menos largo plazo, tienen aplicación en el campo productivo, en la medida en que entran a formar parte del dominio público. Este hecho es tan cierto que, actualmente, en Francia, lo utilizan como un argumento principal los partidarios de la force de la frappe francesa, que explican que si no se le desarrolla no se llegaría a conocer la técnica de aquí a 15 ó 20 años determinará una parte importante de los procedimientos productivos industriales, todos los subproductos de las técnicas nucleares y técnicas conjuntas en el campo industrial.

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No quiero polemizar aquí con esta tesis que, por otra parte, considero inaceptable; simplemente, quiero subrayar que incluso confirma de una manera completamente “extremista” el hecho de que la mayoría de las revoluciones tecnológicas que continuamos viviendo en el campo de la industria y de la técnica en general son subproductos de las revoluciones técnicas en el campo militar. En la medida en que estamos instalados en una guerra fría permanente, que se caracteriza por una búsqueda permanente de una transformación técnica en el terreno de los armamentos, existe ahí un factor nuevo, una fuente extraeconómica, por decirlo así, que alimenta las transformaciones constantes de la técnica productiva. En el pasado, cuando no existía esta autonomía de la investigación tecnológica, cuando la investigación tecnológica correspondía esencialmente a las firmas industriales, había una razón preponderante para determinar un ritmo cíclico de esta investigación. Se decía que había que reducir ahora las innovaciones porque tenemos instalaciones extremadamente costosas y lo primero que hay que hacer es amortizarlas. Es preciso que esas instalaciones se hagan rentables, que se cubran sus gastos de instalación antes de lanzarse a una nueva fase de transformación tecnológica. Esto es cierto hasta tal punto que economistas como, por ejemplo, Schumpeter llegaron a adoptar este ritmo cíclico de las revoluciones técnicas como elemento de explicación básica para la sucesión de los ciclos a largo plazo expansivos o de los ciclos a largo plazo de estancamiento.Actualmente, este móvil económico ya no actúa de la misma manera. En el plano militar no hay motivos válidos para detener la búsqueda de nuevas armas. Por el contrario, existe siempre el peligro de que el adversario encuentre una nueva arma antes de la que descubra uno mismo. Hay, por tanto, una verdadera estimación para una búsqueda permanente, sin interrupción, y prácticamente sin consideración económica (por lo menos, para los Estados Unidos), lo que hace que, ahora, la corriente no se detenga. Ello quiere decir que vivimos una verdadera época de transformación tecnológica ininterrumpida en el campo de la producción. Uno no tiene más que recordar todo loque se ha producido a lo largo de los 10-15 últimos años, a partir de la liberación de la energía nuclear, a través de la automatización, del desarrollo de las máquinas de calcular electrónicas, de la miniaturización, del láser, y de toda una serie de otros fenómenos, para verificar esta transformación, esta revolución tecnológica ininterrumpida.Pero, quien dice revolución tecnológica ininterrumpida dice acortamiento, reducción del período de renovación del capital fijo. Lo cual explica, a la vez, tanto la expansión a escala mundial que, como toda expansión a largo plazo en el régimen capitalista, está determinada esencialmente por la dimensión de las inversiones fijas, como la reducción de la duración del ciclo económico de base, duración que está determinada por la longevidad del capital fijo. En la medida en que este capital fijo se renueve ahora a un ritmo más rápido, la duración del ciclo se acortará también; ya no tenemos crisis cada 7 ó 10 años, sino recesiones cada 4-5 años, es decir, hemos entrado en una sucesión de ciclos mucho más rápidos y mucho más breves que los ciclos del período anterior a la segunda guerra mundial.Finalmente, para determinar este examen de las condiciones en que se desarrolla el neocapitalismo de hoy, hay una transformación bastante importante que se ha producido a escala mundial de las condiciones en que existe y se desarrolla el capitalismo.Por una parte, hay la extensión del campo llamado socialista, y, por otra, hay la revolución colonial. Y, aunque el balance del refuerzo del campo llamado socialista sea efectivamente un balance de pérdidas desde el punto de vista del capitalismo mundial – se puede decir pérdidas de materias primas, pérdida de campo de inversión de capitales, pérdida de mercado, pérdida en todos los planos-, el balance de la revolución colonial, por paradójico que pueda parecer, todavía no ha tenido como resultado una pérdida de sustancia para el mundo capitalista. Por el contrario, uno de los factores concomitantes que explican la amplitud de la expansión económica de los países imperialistas que hemos conocido en esta fase, es el hecho de que, en la medida en que la revolución colonial permanece encuadrada en el mercado mundial capitalista (salvo en el caso en que da lugar al nacimiento de otros estados llamados socialistas), estimula la producción y la exportación de bienes de equipo, de los productos de la industria pesada de los países imperialistas. Es decir, la industrialización de los países subdesarrollados, el neocolonialismo, el desarrollo de una nueva burguesía en los países coloniales, constituyen juntamente con la revolución tecnológica, otro soporte de la tendencia

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expansiva a largo plazo en los países capitalistas avanzados, puesto que, en el fondo, tiene los mismos efectos, conduce también al incremento de producción de las industrias pesadas y de las industrias de construcción mecánica, de las industrias de fabricación de maquinaria. Parte de estas máquinas sirven para la renovación acelerada del capital fijo de los países capitalistas avanzados; otra parte de estas máquinas sirve para la industrialización, para el equipamiento de los países coloniales recientemente independizados.De esta manera, podemos comprender el trasfondo de esta experiencia neocapitalista que estamos viviendo, trasfondo que es, pues, el de un período de expansión a largo plazo del capitalismo, período que, en mi opinión, está limitado en el tiempo al igual que los períodos análogos del pasado (no creo en absoluto que este período de expansión vaya a durar eternamente ni que el capitalismo haya encontrado ahora la piedra filosofal que le permitiría evitar no sólo las crisis sino también la sucesión de ciclos a largo plazo de expansión y de estancamiento relativo), pero que por el momento, enfrenta al movimiento obrero de Europa occidental con los problemas particulares de esta expansión.¿Cuáles son, ahora, las características fundamentales de esta intervención de los poderes públicos en la economía capitalista?

La importancia de los gastos de armamentoEl primer fenómeno objetivo que facilita enormemente una intervención creciente de los poderes públicos en la vida económica de los países capitalistas es precisamente esta permanencia de la guerra fría y esta permanencia de la carrera de armamentos. Ya que quien dice permanencia de la guerra fría, permanencia de la carrera de armamentos, permanencia de un presupuesto militar extremadamente elevado, dice también control por el Estado de una importante fracción de la renta nacional. Si se compara la economía de todos los grandes países capitalistas de antes de la primera guerra mundial, se aprecia de inmediato el cambio estructural extremadamente importante que se ha producido, y que es independiente de toda consideración teórica y de toda investigación teórica. Es el resultado de la amplificación de este presupuesto militar en el presupuesto de los Estados que, antes de 1914, absorbía el 5%, 6%, 4%,7% de la renta nacional, mientras que el presupuesto de los estados capitalistas de hoy representa el 15%, el 20%, el 25%, o incluso el 30%, en algunos casos, de la renta nacional. Ya desde un principio, e independientemente de cualquier consideración en el plano del intervencionismo, y gracias al hecho de la amplificación de estos gastos de armamento permanentes, el Estado, pues, controla una parte importante de la renta nacional. He dicho que esta guerra fría sería permanente durante un largo período. Personalmente estoy convencido de ello. Es permanente porque permanente es la contradicción de clase entre los dos campos en presencia a escala mundial, porque no existe ninguna razón lógica que permita prever a corto o medio plazo, ya sea un desarme voluntario de la burguesía internacional ante los adversarios con los que se encuentra enfrentada a escala mundial, ya sea un acuerdo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos que permitiera reducir bruscamente esos gastos de armamento a la mitad, a un tercio, a un cuarto.Partimos, pues, de esto: los gastos militares permanentes tienden a elevarse en volumen y en importante con respecto a la renta nacional o, por lo menos, a estabilizarse, es decir, a aumentar en la medida en que la renta nacional esté en extensión constante en esta fase. Y por el mismo hecho de esta extensión de los gastos militares se deduce el lugar importante que los poderes públicos ocupan en la vida económica. Quizás conozcan ustedes el artículo que Pierre Naville publicó en la Nouvelle Revue Marxiste hace algunos años. En él reproducía una serie de cifras dadas por el ponente del presupuesto en 1956, que marcaban la importancia práctica de los gastos militares para toda una serie de rama industrial. Existen numerosas ramas industriales entre las más importantes, entre las que están en punta del proceso tecnológico, que trabajan esencialmente con pedidos del Estado, y que se verían condenadas a una muerte rápida si tales pedidos del Estado desaparecieran: Tal es el caso de la aeronáutica, de la electrónica, de la construcción naval, de las telecomunicaciones e incluso de las obras públicas, sin olvidar la industria nuclear. En los Estados Unidos existe una situación análoga; pero, en la medida en que estas ramas de punta están allí más desarrolladas y en que la economía norteamericanas es más vasta, la economía de regiones enteras se basa en estas ramas. Puede decirse que California, que es el estado de la Unión con una mayor expansión, vive en gran parte del

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presupuesto militar de los Estados Unidos. Si este país tuviera que desarmarse y seguir siendo capitalista, se produciría una catástrofe para el Estado de California donde están localizadas la industria de los cohetes, la industria de la aviación militar, la industria electrónica. No hace falta dar muchos detalles para explicar las consecuencias de esta situación particular sobre la actitud de los políticos burgueses de California: no se les encontrará en cabeza en la lucha por el desarme.El segundo fenómeno, que, a primera vista, parece contradecir al primero, es la extensión de lo que se podría llamar los gastos sociales de todo lo que, de cerca o de lejos, está ligado a los seguros sociales que ocupan un lugar en alza constante en los presupuestos públicos, en general, y sobre todo en la renta nacional en cuanto tal, desde hace 25-30 años.

Cómo las crisis son “amortiguadas” en la recesiónEste aumento de los seguros sociales resulta de varios fenómenos concomitantes.En primer lugar, existe la presión del movimiento obrero que desde siempre intenta atenuar una de las características más significativas de la condición proletaria; la inseguridad de la existencia. Puesto que el valor de la fuerza de trabajo no cubre, por lo general, más que las necesidades de su constitución corriente, cualquier interrupción de la venta de esta fuerza de trabajo –es decir, cualquier accidente que impida al obrero trabajar normalmente: paro, enfermedad, invalidez, vejez- arroja al proletario a un abismo de miseria. En los inicios del régimen capitalista no hubo más que la “caridad”, la beneficencia privada o pública, a las que podía dirigirse el obrero sin trabajo en su indigencia, con resultados materiales insignificantes pero al precio de terribles heridas para su dignidad de hombre. Poco a poco, el movimiento obrero impuso el principio de seguros sociales, voluntarios primero, y obligatorios después, contra estos accidentes del destino: seguro de enfermedad, seguro de paro, seguro de vejez. Finalmente, esta lucha desembocó en el principio de seguridad social que, en teoría, debería cubrir al asalariado contra cualquier pérdida de salario corriente.Está, después, un cierto interés del Estado. Las Cajas que reciben las importantes sumas que sirven para financiar esta seguridad social, disponen, a menudo, de capitales líquidos importantes. Pueden colocar esos capitales en fondos del Estado, es decir, prestarlos al Estado (en principio, a corto plazo). El régimen nazi había aplicado esta técnica que, después, se ha extendido a la mayoría de los países capitalistas. El aumento, cada vez más importante, de estos fondos de seguridad social llegó, por otra parte, a una situación particular que plantea un problema teórico y práctico al movimiento obrero. Éste considera, con razón, que el conjunto de las cantidades entregadas a las Cajas de seguridad social –ya sea por los patronos, ya por el Estado, ya por retención de los salarios de los mismos obreros- constituye simplemente una parte del salario, un “salario indirecto” o “salario diferido”. Es el único punto de vista razonable que, además, concuerda con la teoría marxista del valor, puesto que, efectivamente, hay que considerar como precio de la fuerza de trabajo al conjunto de la retribución que el obrero percibe a cambio de ella, sin que importe que le sea entregada directamente (salario directo) o más tarde (salario diferido). Por esta razón, la gestión “paritaria” (Sindicatos-patronos o sindicatos-Estado) de las Cajas de seguridad social debe ser considerad como una violación de un derecho de los trabajadores. Puesto que los fondos de estas Cajas sólo pertenecen a los obreros, es de rechazar cualquier injerencia en su gestión por parte de otras fuerzas sociales distintas a los sindicatos. Del mismo modo que los capitalistas no admiten la “gestión paritaria” de sus cuentas bancarias, los obreros tampoco deben admitir la “gestión paritaria” de sus salarios... Pero el aumento de las cantidades entregadas a la seguridad social ha podido crear una cierta “tensión” entre el salario directo y el salario diferido, ya que este último se eleva a veces hasta el 40% del salario total. Numerosos medios sindicales se oponen a nuevos aumentos de los “salarios diferidos” y querrían concentrar cualquier ventaja nueva en el sueldo directamente percibido por el obrero. Hay que comprender, sin embargo, que por debajo del “salario diferido” y de la seguridad social, subyace el principio de solidaridad de clases. En efecto, las Cajas del seguro de enfermedad, de accidentes, no están basadas en el principio dela “recuperación individual” (cada cual recibe, a fin de cuentas, lo que ha entregado o lo que el patrón o el Estado ha entregado por él), sino sobre el principio del seguro, es decir, de la media matemática de los riesgos, es decir, de la solidaridad: los que no sufren accidentes pagan para que los accidentados puedan quedar completamente cubiertos. El

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principio que subyace en esta práctica es el de la solidaridad de clases, es decir, el del interés de los trabajadores por evitar la constitución de un subproletariado que no sólo disminuiría la combatividad de la masa trabajadora (al temer cada individuo el caer, tarde o temprano, en ese subproletariado) sino que también podría hacerle competencia e influiría en los salarios. En estas condiciones y más que quejarnos de la importancia “excesiva” del salario diferido, deberíamos poner de manifiesto su escandalosa insuficiencia que hace que la mayoría de los trabajadores viejos sufra un deterioro terrible de su nivel de vida, incluso en los países capitalistas más prósperos.La respuesta eficaz al problema de la “tensión” entre el salario directo y salario indirecto consiste en reclamar la sustitución del principio de solidaridad limitada solamente a la clase laboriosa por el principio de la solidaridad ampliada a todos los ciudadanos, es decir, la transformación de la seguridad social en servicios nacionales (de la Salud, del Pleno Empleo, de la Vejez) financiados por el impuesto progresivo sobre las rentas. Únicamente de esta forma podrá el sistema del “salario diferido” desembocar en un verdadero reajuste importante de los salarios, en una verdadera redistribución de la renta nacional a favor de los asalariados.Hay que reconocer que, hasta ahora, esto no se ha realizado nunca a gran escala en el régimen capitalista, e incluso habría que plantearse la cuestión de saber si esta realización sería posible sin provocar una reacción capitalista tal que rápidamente se llegara a un período de crisis revolucionaria. Es cierto que las experiencias más importantes de Seguridad Social, como la realizada en Francia antes de 1944 o, sobre todo, el Servicio Nacional de la Salud en Gran Bretaña después de 1945, fueron financiadas mucho más por una imposición sobre los mismos trabajadores (sobre todo por el crecimiento de los impuestos indirectos y por el aumento de la fiscalidad directa que incluso afectó a los salarios modestos, tal como ocurrió, por ejemplo, en Bélgica) que por la imposición sobre la burguesía. Por ello es por lo que en el régimen capitalista no se ha producido nunca una verdadera y radical distribución de la renta nacional mediante el impuesto, uno de los grandes “mitos” del reformismo. Hay todavía otro aspecto de la importancia creciente del “salario diferido”, de los seguros sociales, en la renta nacional de los países capitalistas industrializados, y es precisamente su carácter anticíclico. Aquí encontramos otra razón de que el Estado burgués, el neocapitalismo, tenga interés en amplificar el volumen de este “salario diferido”. Y es que actúa a modo de muelle que impide una caída demasiado brusca y demasiado fuerte de la renta nacional en caso de crisis. Antes, cuando un obrero perdía su empleo, veía su renta disminuir hasta cero. Cuando un cuarto de la mano de obra de un país quedaba en paro, las rentas de los asalariados bajaban automáticamente en una cuarta parte. Se han descrito a menudo las consecuencias terribles de este descenso de rentas, de este descenso de la “demanda global” para el conjunto de la economía capitalista. Le daba a la crisis capitalista el aspecto de una reacción en cadena que progresaba con una lógica y una fatalidad terroríficas.Supongamos que la crisis estalla en el sector que fabrica bienes de equipo, y que este sector se vea obligado a cerrar empresas y a despedir a sus trabajadores. La pérdida de rentas que éstos sufren reduce radicalmente sus compras de bienes de consumo. Debido a ello, rápidamente hay sobreproducción en el sector que fabrica bienes de consumo, sector que, a su vez, se ve obligado a cerrar empresas y a despedir a su personal. Así, las ventas de bienes de consumo bajarán una vez más, y se acumularán los stocks. Al mismo tiempo, las fábricas que producen bienes de consumo, al verse seriamente afectadas, reducirán, o suprimirán, sus pedidos de bienes de equipo, lo cual provocará el cierre de nuevas empresas de la industria pesada, y, por tanto, el despido de un grupo suplementario de trabajadores y, por tanto, un nue vo descenso del poder de compra de bienes de consumo, y, por tanto, una nueva agravación de la crisis en el sector de la industria ligera que, a su vez, provocará nuevos despidos, etc.Pero a partir del momento en que se pone a punto un sistema de seguro de paro eficaz, esos efectos acumulativos de la crisis quedan amortiguados: y cuanto más elevado sea el subsidio de paro más fuerte será la amortización de la crisis.Veamos de nuevo la descripción del principio de la crisis. El sector que fabrica bienes de equipo tiene sobreproducción y se ve obligado a despedir a parte del personal. Pero, si el subsidio de paro se eleva –digamos a 60% del salario-, el despido ya no significa la supresión de todas las rentas de esos parados sino

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tan sólo la reducción de sus rentas en un 40%. El que hay un 10% de parados en un país ya no significa entonces un descenso de la demanda global de un 10%, sino tan sólo de un 4%; un 25% de parados ya no suponen más que un 10% de reducción en las rentas. Y el efecto acumulativo que provoca esta reducción (que en la ciencia económica académica, se calcula aplicando un multiplicador a esta reducción de la demanda) quedará reducido considerablemente. Las ventas de bienes de consumo, por consiguiente, se verán mucho menos reducidas; la crisis no se extenderá de una manera tan acusada al sector de los bienes de consumo; este sector, pues, despedirá a mucho menos personal; y podrá mantener una parte de sus pedidos de bienes de equipo, etc. En resumen, la crisis deja de ampliarse en forma de espiral; se ha detenido a medio camino. Lo que hoy se llama “recesión” no es más que una crisis capitalista clásica “amortiguada” por efecto, principalmente, de los seguros sociales.En mi Tratado de Economía marxista cito una serie de datos relativos a las últimas recesiones norteamericanas que confirman empíricamente este análisis teórico. En realidad, según tales cifras, parece que el principio de las recesiones de 1953 y de 1957 fue fulgurante y de una amplitud comparable en todos los aspectos a la de la crisis capitalistas más graves del pasado (1929 y 1938). Pero, al contrario de estas crisis de antes de la segunda guerra mundial, la recesión de 1953 y 1957 dejó de amplificarse después de un cierto número de meses y, por tanto, se detuvo a medio camino, para empezar a reabsorberse después. Ahora comprendemos una de las causas fundamentales de esta transformación de la crisis en recesiones.Desde el punto de vista de la distribución de la renta nacional entre Capital y Trabajo, el hinchamiento del presupuesto militar tiene un efecto opuesto al del hinchamiento del “salario diferido” ya que, en todo caso, parte de este salario proviene siempre de desembolsos suplementarios de la burguesía. Pero, desde el punto de vista de sus efectos anticíclicos el hincha miento del presupuesto militar (de los gastos públicos en general) y el hinchamiento de los seguros sociales desempeñan un papel idéntico para “amortiguar” la violencia de las crisis y dar al neocapitalismo uno de sus aspectos particulares.La demanda global puede dividirse en dos categorías: demanda de bienes de consumo y demanda de bienes de producción (bienes de equipo). El hinchamiento de los fondos de seguros sociales permite evitar una caída total de los gastos (de la demanda) en bienes de consumo después del inicio de la crisis. El hinchamiento de los gastos públicos (sobre todo de los gastos militares) permite evitar una caída total de los gastos (de la demanda) en bienes de equipo. Así, en los dos sectores, estos rasgos distintos del neocapitalismo operan, no para suprimir las contradicciones del capitalismo –las crisis estallan como antes, el capitalismo no ha encontrado el medio de procurarse un crecimiento ininterrumpido, más o menos armonioso- sino para reducir (al menos, temporalmente, en el marco de un período a largo plazo de crecimiento acelerado y al precio de una inflación permanente) su amplitud y gravedad.

La tendencia a la inflación permanenteUna de las consecuencias de todos los fenómenos de que acabamos de hablar, cada uno de los cuales tiene efectos anticíclicos, es lo que podría llamarse la tendencia a la inflación permanente que, desde 1940, desde el inicio o en vísperas de la segunda guerra mundial, se manifiesta de manera evidente en el mundo capitalista.La causa fundamental de esa inflación permanente es la importancia del sector militar, del sector armamento, en la economía de la mayoría de los grandes países capitalistas. Ya que la producción de armamentos tiene la característica particular de ser creadora de un poder adquisitivo, exactamente de la misma manera que la producción de bienes de consumo o la producción de bienes de producción –en las fábricas donde se construyen tanques o cohetes se pagan salarios igual que en las fábricas donde se construyen máquinas o productos textiles, y los capitalistas propietarios de estas fábricas se embolsan un beneficio exactamente igual como lo hacen los capitalistas propietarios de las fábricas metalúrgicas o de las textiles –pero, a cambio de este poder suplementario de compra, no hay mercancías suplementarias que se lleven al mercado. Paralelamente a la creación de poder adquisitivo en los dos sectores de base de la economía clásica, el sector de los bienes de consumo y el sector de los bienes de producción, se produce también la aparición en el mercado de una masa de mercancías que pueden reabsorber dicho pode adquisitivo. Por el contrario, la creación de poder adquisitivo en el sector de

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armamentos no viene compensado por el aumento de la masa de las mercancías, ya sea de bienes de consumo, ya sea de bienes de producción, cuya venta podría reabsorber el poder adquisitivo así creado.La única situación en la cual los gastos militares no crearían inflación sería aquella en la cual dichos gastos fuesen íntegramente pagados por el impuesto, y ello en proporciones que permitieran subsistir exactamente las proporciones entre el poder adquisitivo de los obreros y los capitalistas por una parte, y, por otra, entre el valor de los bienes de consumo y el de bienes de producción30. Esta situación no existe en ningún país, ni siquiera en los países donde la fiscalidad es mayor. Sobre todo, en los Estados Unidos el conjunto de los gastos militares no queda cubierto en modo alguno por la fiscalidad, por la reducción del poder de compra suplementario, y, debido a ello, existe una tendencia a la inflación permanente.Hay, igualmente, un fenómeno de naturaleza estructural en la economía capitalista de la era de los monopolios que produce el mismo efecto, a saber, la rigidez de los precios orientados a la baja.El hecho de que los grandes trusts monopolísticos ejerzan un control elevado, si no total, sobre toda una serie de mercados, principalmente sobre los mercados de bienes de producción y de los bienes de consumo duraderos, se traduce en la ausencia de competencia en los precios en el sentido clásico de la palabra. Cada vez que la oferta permanece inferior a la demanda aumentan los precios, mientras que cada vez que la oferta supera a la demanda, los precios permanecen estables, en lugar de bajar, o bien bajan únicamente de modo imperceptible. Este es un fenómeno que se observa en la industria pesada y en la industria de bienes de consumo duraderos desde hace cerca de 25 años. Por otra parte, es un fenómeno ligado tendencialmente a esta fase de extensión a largo plazo de que hablábamos más arriba, ya que hay que reconocerlo honradamente, no podemos predecir la evolución de los precios de los bienes de consumo duraderos cuando este período de expansión a largo llegue a su fin.No se debe excluir el que, cuando en la industria del automóvil, se amplifique la capacidad de producción excedentaria, ello desemboque en una nueva lucha de competencia entre los precios y en bajas espectaculares. Podría defenderse la tesis de que la famosa crisis del automóvil, que se espera en la segunda mitad de los años 60 (1965, 1966, 1967), podría quedar reabsorbida en Europa occidental con una relativa facilidad si el precio de venta de los coches pequeños descendiera a la mitad, es decir, el día en que un 4 CV o un 2 CV se vendiera a dos mil francos o a dos mil quinientos francos. Se produciría entonces una extensión tal que la demanda que, verosímilmente, la capacidad excedentaria desaparecía normalmente. En el marco de los acuerdos actuales, ello no parece posible; en la industria del automóvil en Europa, tal eventualidad no hay que descartarla. Añadamos también que hay una eventualidad más probable, y es la de la capacidad de producción excedentaria suprimida por el cierre y desaparición de toda una serie de firmas, y que la desaparición de esta capacidad excedentaria impedirá entonces que se produzca ninguna baja importante de los precios. Esta es la reacción normal ante una situación parecida en el régimen capitalista de los monopolios. No hay que excluir totalmente la otra reacción, pero, por el momento, no la hemos visto en ningún aspecto; por ejemplo, el petróleo, existe un fenómeno de sobreproducción potencial que dura desde hace seis años, pero las bajas de precio consentidas por los grandes trust, que obtienen tasas de beneficios del 100% y del 150%, son totalmente insignificantes; son bajas de precio del 5 ó 6%, mientras que, si lo consideran, podrían reducir el precio de la gasolina a la mitad.

La “programación económica”El otro reverso de la medalla del neocapitalismo es el conjunto de los fenómenos que, sumariamente, se ha resumido bajo la etiqueta de “economía concertada”, “programación económica”, o también “planificación indicativa”. Es ésta otra forma de intervención consciente en la economía, contraria al espíritu clásico del capitalismo, pero es una intervención que se caracteriza por el hecho de que ya no es esencialmente resultado de la acción de los poderes públicos sino más bien de una colaboración, de una integración entre los poderes públicos, por una parte y los grupos capitalistas, por otra.

30 La fórmula no es completamente exacta. Para simplificar, no tendremos en cuenta la fracción del poder adquisitivo de los capitalistas destinada a: 1º al propio consumo de los capitalistas; 2º al consumo de los obreros suplementarios contratados gracias a las inversiones capitalistas.

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¿Cómo explicar esta tendencia general a la “planificación indicativa”, a la “programación económica”, o a la “economía concertada”?Hay que partir de una necesidad real del gran capital, necesidad que deriva precisamente del fenómeno que hemos descrito en la primera parte de este trabajo. Hemos hablado allí de la aceleración del ritmo de renovación de las instalaciones mecánicas a consecuencia de una revolución tecnológica más o menos permanente. Pero quien dice aceleración del ritmo de renovación del capital fijo dice también necesidad de amortizar los gastos de inversión cada vez mayores en un lapso de tiempo cada vez más corto. Es verdad que esta amortización debe ser planificada, calculada de una manera tan exacta como sea posible, a fin de preservar a la economía contra las fluctuaciones a corto plazo que pudiesen crear una gran confusión en los conjuntos que trabajan con miles de millones. En este hecho fundamental reside la causa de la programación económica capitalista, de la corriente hacia la economía concertada. El capitalismo de los grandes monopolios de hoy reúne decenas de miles de millones en inversiones que deben ser amortizadas rápidamente. Ya no puede permitirse el lujo de asumir el riesgo de amplias fluctuaciones periódicas. Aparece, pues, la necesidad de garantizar la reabsorción de tales gastos de amortización, de estar seguro de estas rentas al menos durante esos períodos del medio plazo que corresponde más o menos a la duración de amortización del capital fijo, es decir, durante períodos que actualmente se extienden a lo largo de 4 ó 5 años.El fenómeno, por otra parte, se ha producido en el mismo interior de la empresa capitalista, donde la complejidad cada vez mayor del proceso de producción implica trabajos de planning más y más precisos para que el conjunto pueda funcionar. En último análisis, la programación capitalista no es más que la extensión, o más exactamente, la coordinación, a escala de la nación, de lo que ya se hacía antes a escala de la gran capitalista, o del grupo capitalista, del trust, del cártel, que implicaban a toda una serie de empresas.¿Cuál es la característica fundamental de esta planificación indicativa? Al contrario que en la planificación socialista, que tiene una naturaleza esencialmente diferente, no se trata tanto de fijar una serie de objetivos en cifras de producción ni de asegurar que tales objetivos se alcancen efectivamente, como de coordinar los planes de inversión ya elaborados por las empresas privadas, y efectuar esta coordinación necesaria todo lo más algunos objetivos considerados prioritarios a escala de los poderes públicos, es decir, que correspondan al interés global de la clase burguesa. En un país como Bélgica o como la Gran Bretaña, la operación se ha llevado a cabo de una forma asaz basta; en Francia, donde todo sucede a un nivel intelectual mucho más refinado, y donde se practica mucho el camuflaje, la naturaleza de clase del mecanismo es menos aparente. Pero no es menos idéntica a la de la programación económica de los otros países capitalistas. En lo esencial, la actividad de las “comisiones del Plan”, de las “Planbureau”, de las “Oficinas de Programación”, consiste en consultar a los representantes de los distintos grupos de patronos, en compulsar sus proyectos de inversiones y previsiones sobre el estado del mercado y en poner en marcha estas previsiones, unas con otras, por sectores, intentando evitar los cuellos de botella y los dobles empleos.Sobre este punto, Gilbert Mathieu publicó tres buenos artículos en Le Monde (2, 3 y 6 de marzo de 1962) en los que indica que, por 280 sindicalistas que participaron en los trabajos de las distintas comisiones y subcomisiones del Plan, hubo 1280 empresarios o representantes de los sindicatos patronales. “Prácticamente, estima François Perroux, el Plan francés se ha confeccionado a menudo y puesto en acción bajo la influencia preponderante de las grandes empresas y de los grandes organismos financieros”. Y Le Brun, que es sin embargo uno de los dirigentes sind icales más moderados, afirma que la planificación francesa “está esencialmente concertada entre los grandes servidores del capital y los grandes servidores del Estado, teniendo normalmente los primeros mucho más peso que los segundos”. Esta confrontación y coordinación de las decisiones de las empresas, por otra parte, es extremadamente útil para los empresarios capitalistas; constituye una especie de sondeo del mercado a escala nacional, concertado a largo plazo, cosa muy difícilmente factible con la técnica corriente. Pero la base de todos los estudios, de todos los cálculos, la constituyen, a pesar de todo, las cifras adelantadas como previsiones por los patrones. Hay, pues, dos aspectos fundamentales características de este género de programación o de planificación indicativa.

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Por una parte, permanece muy centrada en los intereses de los patronos que constituyen el elemento de partida de cálculo. Y cuando se dice patronos no se trata de todos los patrones como de las capas dominantes de la clase burguesa, es decir, de los monopolios, de los trusts. En la medida en que pueda producirse, a veces, un conflicto de intereses entre monopolios muy potentes (recuérdese el conflicto que, el año pasado, opuso en América a los trusts productores y los trusts consumidores de acero a propósito del precio del acero), hay un cierto papel de arbitraje desempeñado por los poderes públicos a favor de tal o cual grupo capitalista. En cierta forma, actúan a modo de consejo de administración de la clase burguesa para el conjunto de los miembros de la clase burguesa, en interés del grupo dominante y no en interés de la democracia y del gran número.Por otra parte, hay la incertidumbre de permanecer en la base de todos estos cálculos, incertidumbre que resulta del carácter purame nte previsional de la programación, así como del hecho de que no haya instrumento de realización en manos de los poderes públicos ni por otra parte, en manos de los intereses privados para poder realizar efectivamente lo que se había previsto.En 1956-1960, tanto los “programadores” de la CECA como los del Ministerio Belga de Asuntos Económicos fallaron estrepitosamente en dos ocasiones en sus previsiones sobre el consumo de carbón en Europa occidental, y en particular en Bélgica. La primera vez, en vísperas y durante la crisis de aprovisionamiento provocada por la crisis de Suez, habían previsto para 1960 un fuerte incremento del consumo y, por tanto, de la producción del carbón, de forma que la producción belga debía pasar de 30 millones de toneladas de carbón por año a cerca de 40 millones de toneladas. En realidad, sin embargo, la producción descendió en 1960 de 30 a 20 millones de toneladas; los “programadores” habían cometido un error, lo cual no es poco. Pero en el momento en que se registró dicho error cometieron otro, pero esta vez en sentido inverso. Una vez puesto en marcha el movimiento a la baja del consumo del carbón, predijeron que proseguiría y afirmaron que sería necesario continuar con los cierres de las minas de carbón. Sin embargo, lo que se produjo entre 1960 y 1963 fue todo lo contrario: el consumo belga de carbón pasó de 20 a 25 millones de toneladas anuales, lo que explica que después de haber suprimido una tercera parte de la capacidad de producción de carbón hubo penuria aguda de carbón, sobre todo en el invierno de 1962-1963, hasta el punto de que se hizo necesario importar carbón, incluso del Vietnam. Este ejemplo nos permite captar en vivo la técnica que los “programadores” se ven obligados a utilizar nueve veces de cada diez en sus cálculos por sectores; se trata de una simple proyección hacia el futuro de la tendencia actual de evolución, corregida todo lo más por un coeficiente de elasticidad de la demanda que tiene en cuenta las previsiones de tasa general de expansión.

La garantía estatal de beneficioOtro aspecto de esta “economía concentrada”, que subraya su carácter peligroso para el movimiento obrero, es que la idea de “programación social” o de “política de rentas” está implícitamente contenida en la idea de la “programación económica”. Es imposible poder asegurar a los trusts la estabilidad de sus gastos y de sus rentas durante un período de cinco años, hasta que todas las nuevas instalaciones hayan quedado amortizadas, sin que igualmente se asegure la estabilidad de los gastos salariales. No se puede “planificar los costes” sí no se “planifica” al mismo tiempo los “costes de mano de obra”, es decir, si no se prevén tasas fijas de aumentos de salarios y se intenta respetarlas de modo rígido.Tanto los patronos como los gobiernos han intentado imponer esta tendencia a los sindicatos en todos los países de Europa occidental, y sus esfuerzos se traducen, principalmente, en la prolongación de la duración de los contratos, en la legislación que hace cada vez más difíciles las huelgas por sorpresa o que prohíbe las huelgas salvajes, en toda una campaña de propaganda a favor de una “política de rentas”, que aparentemente constituye la única “garantía” contra las “amenazas de inflación”. La idea de que hay que orientarse hacia esta “política de rentas”, de que se puede calcular exactamente las tasas de aumento de los salarios y de que, así, se pueden evitar los gastos de las huelgas “que no benefician a nadie, ni a los obreros ni a la nación”, esta idea, repetimos, empieza también a extenderse cada vez más en Francia, e implica la idea de integración profunda del sindicalismo en el régimen capitalista. En el fondo, y desde esta óptica, el sindicalismo deja de ser un instrumento de combate de los trabajadores para conseguir

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modificar el reparto de la renta nacional, y se convierte en avalista de la “paz social”, en un avalista, cara a los patronos, de la estabilidad del proceso continuo e interrumpido del trabajo y de la reproducción del capital, en un avalista de la amortización del capital fijo durante todo el período de renovación de éste. Claro está que esto es una trampa para los trabajadores y para el movimiento obrero por muchas razones en las que no puedo detenerme ahora pero, si que se debe a una razón que deriva de la misma naturaleza de la economía, capitalista, de la economía de mercado en general, y que Massé, actual comisario del Plan francés, admitió en una conferencia que pronunció recientemente en Bruselas.En régimen capitalista, el salario es el precio de la fuerza de trabajo. Este precio oscila en torno al valor de esta fuerza de trabajo. Este precio oscila en torno al valor de esta fuerza de trabajo según las leyes de la oferta y de la demanda. Pero ¿cuál es normalmente la evolución de las relaciones de fuerza en el juego de la oferta y de la demanda de mano de obra, a lo largo del ciclo, en la economía capitalista? Durante el período de recesión y de recuperación, existe un paro que incide sobre los salarios, de forma que los trabajadores tienen grandes dificultades para conseguir aumentos considerables de salario.¿Cuál es la fase del ciclo más favorable para la lucha por el aumento de los salarios? Evidentemente, la fase durante la que hay pleno empleo, e incluso penuria de mano de obra, es decir, durante la fase última del boom, de la alta coyuntura “recalentada”.En esta fase es cuando la huelga por el aumento de los salarios es más fácil y cuando los patronos tienen más tendencia a conceder aumentos de salarios, e incluso sin que haya huelgas, bajo la presión de la penuria de mano de obra. Pero cualquier técnico capitalista de la coyuntura dirá que, precisamente, durante esta fase, es, desde el punto de vista de la “estabilidad” y siempre que no se ponga en discusión la tasa de beneficio capitalista (puesto que esto se sobreentiende siempre en este tipo de razonamientos) cuando se hace más “peligroso” desencadenar huelgas y hacer aumentar los salarios; ya que si se aumenta la demanda global cuando hay pleno empleo de todos los “factores de producción”, la demanda suple mentaria se convierte automáticamente en inflacionaria. En otras palabras, toda la lógica de la economía concertada consiste precisamente en intentar evitar las huelgas y los movimientos reivindicativos durante la única fase del ciclo en que las relaciones de fuerza entre las clases juegan a favor de la clase obrera, es decir, durante la única fase en que la demanda de la mano de obra supera ampliamente a la oferta, durante la única fase del ciclo en que los salarios podrían dar un salto arriba y en que la tendencia a la deterioración del reparto de la renta nacional entre salarios y beneficios a expensas de los asalariados podría quedar modificada. Lo cual quiere decir que se concierta para impedir los aumentos llamados inflacionarios de los salarios, a lo largo de esta fase precisa del ciclo, y que simplemente se llega a reducir la tasa global de aumento de los salarios con respecto al conjunto del ciclo, es decir, se llega a un ciclo en el que la parte relativa de los asalariados en la renta nacional tenderá a bajar en permanencia. Ya tiene tendencia a bajar a lo largo del período de recuperación económica, porque éste es, por definición, un período de alza de la tasa de beneficio (si no, no habría recuperación); y si, a lo largo del período de alta coyuntura y de pleno empleo se impide que los obreros corrijan esta tendencia, ello quiere decir que se perpetúa la tendencia a la deterioración del reparto de la renta nacional.Hay, por otra parte, una demostración práctica de las consecuencias de una política de rentas completamente rígida y controlada por el Estado con la colaboración de los sindicatos; esta política fue practicada en Holanda desde 1945 y los resultados ahí están: un deterioro indiscutible de la parte relativa de los salarios en la renta nacional que no tiene equivalente en toda Europa, ni siquiera en Alemania occidental.En un plano puramente “teórico”, hay por otra parte dos argumentos perentorios que oponer a los partidarios de la “política de rentas”: 1-. Si, por razones “coyunturales”, se reclama que los aumentos de salarios no superen el aumento de la productividad en el período de pleno empleo, ¿por qué no reclamar aumentos de salarios más elevados en período de paro? Coyunturalmente, tales aumentos se justificarían en ese momento, puesto que impulsarían de nuevo la economía al aumentar la demanda global...2-. ¿Cómo puede practicarse una “política de rentas”, por poco eficaz que sea, si lo único que en realidad se conoce son las rentas de los asalariados? ¿No exige cualquier “política de rentas” como dato previo el

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control obrero de la producción, la apertura de los libros de contabilidad, y la abolición del secreto bancario, aunque sólo fuera para determinar las rentas exactas de los capitalistas y el aumento exacto de la productividad?Por otra parte, esto no significa en absoluto que debamos aceptar la argumentación técnica de los economistas burgueses; ya que es absolutamente falso decir que el aumento de los salarios superior al incremento de la productividad es automáticamente inflacionario en período de pleno empleo. No lo es más que en la medida en que se deje intacta y estable la tasa de beneficio. Si, como dice el manifiesto comunista, se quiere reducir la tasa de beneficio mediante una intervención tiránica contra la propiedad privada, no se produce inflación en absoluto; simplemente, se les quita un poder adquisitivo a los capitalistas para dárselo a los trabajadores. La única objeción que se puede hacer es que con ello se corre el riesgo de espaciar las inversiones. Pero se puede resolver la técnica capitalista contra sus propios autores diciéndoles que no es mal asunto reducir las inversiones cuando hay un período de pleno empleo y de “recalentamiento”; que, por el contrario, esta reducción de las inversiones empieza a producirse en ese mismo momento y que, desde el punto de vista de la política anticíclica es más inteligente reducir los beneficios y aumentar los salarios, permitiendo que la demanda de los asalariados, de los consumidores, releve a las inversiones para mantener la alta coyuntura, amenazada por la tendencia inevitable de las inversiones productivas al caer a partir de un determinado momento.De todo esto podemos sacar la conclusión siguiente: la intervención de los poderes públicos en la vida económica, la economía concertada, la programación económica, la planificación indicativa, no son en absoluto neutras desde el punto de vista social. Son instrumentos de intervención en la economía en manos de la clase burguesa o de los grupos dominantes de la clase burguesa, y, desde luego, no los árbitros entre la burguesía y el proletariado. El único arbitraje real que efectúan los poderes públicos capitalistas es un arbitraje entre diversos grupos capitalistas en el seno de la clase capitalista.La naturaleza real del capitalismo, de la intervención creciente de los poderes públicos en la vida económica puede resumirse en esta fórmula: en un sistema capitalista que, abandonado a su propio automatismo económico corre el riesgo de perderse definitivamente, el Estado debe convertirse en el avalista del beneficio capitalista cada vez más, en el avalista del beneficio en las capas monopolísticas dominantes de la burguesía. Lo garantiza en la medida en que reduce la amplitud de las fluctuaciones cíclicas. Lo garantiza a través de los pedidos de Estado, ya sean militares o paramilitares, que cada día son más importantes. Lo garantiza también mediante técnicas ad hoc que precisamente aparecen en el marco de la economía concertada, tales como los “cuasi contratos” en Francia que, de una manera explícita, son garantías de beneficio para corregir ciertos desequilibrios de desarrollo, ya sea desequilibrio regional, ya sea desequilibrio entre las ramas. El Estado les dice a los capitalistas: “si ustedes invierten sus capitales en tal o cual región, o en tal o cual rama, se les garantizará un 6 ó 7% sobre su capital, ocurra lo que ocurra, incluso si lo que ustedes fabrican no se vende, incluso si ustedes se ven abocados al fracaso”. Esta es la forma suprema y más clara de la garantía estatal del beneficio monopolístico que, por otra parte, no fue inventada por los técnicos franceses, puesto que MM. Schacht, Funk y Goering ya la habían aplicado en el marco de la economía de armamento y del Plan cuadrienal de rearmamento.Al igual que todas las técnicas anticíclicas verdaderamente eficaces en régimen capitalista, esta garantía estatal del beneficio representa, en último análisis, una redistribución de la renta nacional a favor de los beneficios de los grupos monopolísticos dirigentes por el biés del Estado, por la distribución de subsidios, por la reducción de impuestos, por la concesión de créditos a interés reducido, técnicas todas que, en último análisis, conducen a un alza de la tasa de beneficios, lo cual, en el marco de una economía capitalista que funcione normalmente, sobre todo en una fase de expansión a largo plazo, evidentemente estimula las inversiones y actúa en el sentido previsto por los autores de estos proyectos.O bien si se sitúa uno de una manera completamente lógica y coherente en el marco del régimen capitalista y, entonces, hay que reconocer efectivamente que no hay más que un único medio de asegurar un aumento constante de las inversiones, un relanzamiento industrial basado en el aumento de las inversiones privadas y esto es el aumento de la tasa de beneficio.

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O bien, en tanto que socialista, uno se niega a actuar en el sentido del aumento de la tasa de beneficio, y entonces no hay más que un único medio de salir del paso, es decir, el desarrollo de un potente sector público en la industria al lado del sector privado, es decir, salir en la práctica del marco capitalista y de la lógica del capitalismo y pasar a lo que entre nosotros se llama reformas de estructuras anticapitalistas.En la historia del movimiento obrero belga de los últimos años hemos vivido este conflicto de orientación que, en Francia, les espera a ustedes en los próximos años, en cuanto se produzca la primera oleada de paro.Algunos dirigentes socialistas, cuya honradez personal no quiero poner en duda, han llegado a decir de manera tan brutal y cínica como acabo de decirlo hace un momento: “si ustedes quieren absorber el paro a corto plazo en el marco del régimen existente, no tienen más solución que aumentar la tasa de beneficio”. No añadieron, pero es evidente, que eso implica una redistribución de la renta nacional a expensas de los asalariados. Es decir que, sin engañar a la gente, no se puede pregonar al mismo tiempo una expansión económica más rápida, que en régimen capitalista significa un alza de las inversiones privadas, y una redistribución de la renta nacional en beneficio de los asalariados. En el marco del régimen capitalista, ambos objetivos son absolutamente incompatibles, por lo menos a corto y medio plazo.El movimiento obrero, por tanto, se encuentra ante la opción fundamental entre una política de reforma de estructuras neocapitalistas, que implica la integración de los sindicatos en el régimen capitalista y su transformación para mantener la paz social a lo largo de la fase de amortización del capital fijo, y una política radicalmente anticapitalista, que implica el desarrollo de un programa de reformas de estructuras anticapitalistas a medio plazo, cuyo objetivo esencial consiste en arrebatar las palancas de mando de la economía los grupos financieros, a los trusts y a los monopolios, para ponerlas en manos de la nación, de crear un sector público que tenga un peso decisivo en el crédito, en la industria y en los transportes, y de basar el conjunto de estas medidas en el control obrero, es decir, en la aparición de una dualidad de poder en la empresa y en la economía en su conjunto, lo cual desembocará rápidamente en una dualidad de poder político.