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La Dra. Ortiz, realiza un breve resumen sobre la importancia del encuadre en psicoterapia y su aplicación

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EL ENCUADREDra. Dorys Ortiz

Cualquiera que sea el contexto en el cual vamos a trabajar, y ya sea que vamos a realizar una psicoterapia, una consulta, una supervisión, un taller; un paso necesario para empezar este tipo de actividades, es el establecimiento del encuadre, el cual delimita el espacio y determina el tipo de contexto en el cual vamos a desenvolvernos, lo que llamamos como el marco terapéutico o de intervención.

El MarcoPara entender mejor esto, nos ayuda Edmond Gilliéron (Gillieron, 1990), cuando menciona que por marco terapéutico se entiende al conjunto de factores que comprenden desde las determinantes socioculturales del tratamiento hasta ciertos parámetros más o menos fijos como el lugar, la frecuencia y la duración de las consultas. Según él lo expresa, se trata de una noción compleja, que marca una frontera que separa el espacio terapéutico/de intervención o de cualquier otro tipo, del espacio social y delimita una zona privilegiada, donde los actos que se realizan y las palabras que se intercambian tienen un valor terapéutico.

Entonces, la relación terapéutica se inscribe en este marco, el mismo que ocupa una posición jerárquicamente superior, ya que se impone a los dos miembros del sistema de intervención. Hay una relación dinámica entre el marco y la relación, ya que el marco define un campo de fuerza al cual se someten tanto el terapeuta como el paciente (ver figura 3).

Fig. 3. Marco de la relación terapéutica.

PACIENTE TERAPEUTA

CAMPO TERAPEUTICO

CAMPO SOCIOCULTURAL

Funciones del marco terapéuticoEl marco tiene una doble función: dinámica y tópica, de las cuales hablaremos a continuación, siempre siguiendo a Edmond Gilliéron (Gillieron,1990).

Función tópica.

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Entendemos por ‘tópico’, los parámetros espacio temporales fijos de un proceso terapéutico o de intervención, entre los cuales, podemos mencionar: la neutralidad y constancia de lugares, frecuencia de consultas, horarios, duración, posición de las sillas, etc.

Estos parámetros son los más constantes y casi ‘inmutables’ una vez que el proceso comienza, en la medida en que no son cuestionados y ni siquiera son mencionados. Constituyen el soporte material del proceso, cuya importancia solo se la percibe cuando se los modifica, lo cual puede suceder por diferentes situaciones, como por ejemplo que el terapeuta no pueda recibir al consultante a la misma hora, si no a otra, porque la anterior está ya tomada. Pese a esto, el cambio puede darse en varios niveles:

Modificación del lugar: cambio de un lugar a otro, lo cual ocurre raras veces, la mayoría de ellas, debido a que el terapeuta se muda de un lugar a otro, o por ejemplo, cuando el paciente no puede ir a la consulta, y es el terapeuta que se desplaza al domicilio del consultante.

Modificación del número: cambio del número de consultantes, como por ejemplo: pasar del individuo a la familia.

Modificación del tiempo: cambio en la frecuencia de las consultas, o en su duración. Según Gilliéron (Gillieron, 1990), diferentes estudios comparativos muestran que: a menudo, los procesos terapéuticos cuya duración está limitada desde el inicio llegan hasta el final, a diferencia de los procesos cuya duración no está limitada.

Generalmente, el hecho de poner un límite a un proceso revela muchos temores, pero algunas veces los temores son más frecuentes en los profesionales que en los clientes. El hecho de poner un término a un proceso moviliza, en todos nosotros, todas las angustias de separación y todos los temores de heridas narcisistas (‘no haber podido’, ‘no haber sido suficientemente bueno’, ‘no haber sabido’, etc).

El límite temporal, al recordarnos la realidad de la separación, restablece la diferencia de función, recordándonos a cada uno de nosotros el conflicto con la impotencia, con el hecho de que no podemos satisfacer todas las necesidades, ni todas las expectativas de nuestros consultantes.

De la misma manera, el aumento en la frecuencia o en la duración del proceso terapéutico puede favorecer la dependencia del cliente, pero esto también puede ser necesario para que el paciente encuentre su independencia. Sin embargo, nuestra actitud juega un rol preponderante, permitiendo que haya un justo balance entre satisfacción de necesidades y ausencia y despedida.

Cualquiera de estas modificaciones genera un cambio de contexto, por lo que requieren que en la nueva situación, se vuelva a plantear el encuadre y se realice otra redefinición de la relación en el nuevo contexto. Por ejemplo cuando vienen más miembros de la familia a consulta es necesario plantearles a ellos nuevamente el encuadre, para mantener un criterio compartido entre todos. Estos cambios, es necesario señalarlo, tiene influencia sobre los dos participantes. Desconocer este fenómeno puede generar una serie de malentendidos, dando lugar a los deslizamientos de contexto.

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Debido a todas las consideraciones anteriores, vemos que la función tópica del marco terapéutico señala algunos elementos que nos ayudan a mantener y definir el contexto como terapéutico. Sin embargo, creo que la función más importante del marco, se refiere al aspecto dinámico, que implica la relación que establecemos con los consultantes.

Función dinámica.Esta función es indisociable de la función tópica, ya que el campo terapéutico se ve delimitado como tal en relación con el campo sociocultural. El marco determina un ‘adentro’ y un ‘afuera’. Lo de ‘adentro’ es el campo terapéutico, lo de ‘afuera’ es el campo sociocultural. Esta delimitación se hace en primer lugar por un cuestionamiento de las reglas sociales, morales y otras que imperan en la cultura, establece así una discriminación entre ciertas reglas que valen en el campo terapéutico y las reglas que valen en el campo sociocultural. Gilliéron (Gillieron, 1990) sostiene que estos campos están unidos por un vínculo dinámico.

El marco tiene una vertiente terapéutica y una social, en donde la una se define en relación a la otra, ya que si bien es cierto el marco delimita un lugar (un espacio geográfico), también se caracteriza por el conjunto de reglas fijas que definen la relación terapéutica en sí misma: en toda situación terapéutica existen ciertos tabúes que se levantan, mientras que ciertas prohibiciones son más marcadas. Por ejemplo, el paciente tiene derecho a decir todo, pero existe la prohibición de actuar (pasar al acto), esta prohibición también es válida para el terapeuta, pero él debe comprometerse a escuchar todo.

Estas reglas dan a cada persona un rol muy diferente y crea una asimetría considerable, en donde el uno pide ayuda (el paciente) mientras que el otro la ofrece (el terapeuta). En este sentido, esquemáticamente podemos decir, que el marco, con su conjunto de reglas, crea una situación donde se reproduce simbólicamente la relación padres – hijos. Pero se trata de una relación filial muy particular porque el ‘niño’ paga por la atención que recibe, tiene el derecho de expresar todo (incluso que odia al terapeuta), pero no tiene derecho a hacerlo todo. Esto muestra que el marco crea un espacio intermediario (Tilmans, 1991), a través de la instauración de nuevas reglas que están en contradicción con las leyes sociales, lo que crea así un límite abstracto entre la terapia y la vida real.

El encuadre, que marca el establecimiento del marco terapéutico o de intervención, generalmente se lo plantea al inicio del primer encuentro y se lo vuelve a plantear cuando existen cambios en los elementos del marco terapéutico, como cuando ingresan más miembros de la familia. Contiene algunos elementos:

a. Presentación de todos los presentes, empezando por el terapeuta o interviniente.

b. Planteamiento del encuadre: lugar, si hay cámara de Gessell, si hay equipos para grabar, el objetivo de la reunión, un pequeño resumen de cómo llegaron al momento actual.

c. Variaciones de acuerdo al objetivo: formación, supervisión, etc.

ReferenciasGillieron, E. (1990). Les psychotherapies bréves. Paris: Presses Universitaires.

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Tilmans, E. (1991). El análisis de lo que está en juego en la demanda en lugar del análisis de la queja. Therapie Familiale, 35-50.