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El humo del local ya comenzaba a resultarlemolesto a Dani, un chaval de 16 años queesperaba a alguien, alguien a quien hace
mucho tiempo que no veía, alguien a quien ape-nas recordaba, alguien sin quien ahora no esta-ría ahí sentado, en un bar, con unos ojos que yacomenzaban a llorar.
—Es el humo, no estoy llorando —se repetía.Pero no era cierto, era la música. La canción “ElDorado” de Revólver siempre le emocionaba porla preocupación de esos padres. Sí, seguro, pe-ro nunca lo admitiría.
Esperaba a alguien especial, esperaba a sumadre... Hacía más de una hora que estabaaguardando cuando se acercó a la barra y pagó.Al darse la vuelta, vio a una mujer de unos trein-ta y pico años que miraba buscando a alguiencon una foto en su mano izquierda. La mujer, quehabía entrado ya en el bar, pasó la mirada por Da-ni, miró la foto, volvió a mirarle, y se acercó.
—Es ella. Después de tantos años vuelvo averla —pensó Dani mientras la mujer continuabaacercándose.
—Dani, ¿eres tú? —preguntó al estar frente a él.
—Sí, soy yo y tú debes ser...—Tu madre —terminó la mujer, sin dejar que
acabara la frase-. Vayamos a hablar fuera, esta-remos más tranquilos.
La mujer, que tenía 33 años y unos ojos ver-des que 18 años atrás habían enamorado a quiencon el paso del tiempo se convirtió en el padrede su hijo, esa mujer salió del bar acompañadade su hijo. Andaban por la calle del Río sin me-diar palabra, de repente María quiso romper elhielo.
—Dani... hijo, yo... quería decirte que eres muyimportante para mí... Eres mi hijo, ¿no? —dijocolocando la mano en el hombro de Dani.—Yo no lo juraría —respondió Dani quitándo-
se la mano.
—¿A qué te refieres, hij... Dani? —preguntóMaría mirando su mano despreciada.
—¿¡Que a qué me refiero!? —gritó Dani —¡Temarchaste cuando no tenía ni un año! Hiciste quepapá —al recordar a su padre, una lágrima reco-rrió su mejilla izquierda— trabajara más de docehoras diarias para poder sacarme adelante. ¡Noestabas cuando tenía que hacer un regalo parael día de la madre y lo peor fue que no estuvisteel día que más te necesitaba, no estuviste cuan-do murió papá!—. Ahí los sentimientos traiciona-ron a Dani, la solitaria lágrima del instante ante-rior se vio acompañada por multitud de cristalinashermanas. —¡No estuviste en ningún momentode mi vida!
María que había escuchado todo esto en si-lencio no pudo aguantar más.
—¿Y yo?, ¿cómo crees que me sentía al aban-donar a mi hijo? Mira Dani, no espero que me en-tiendas, pero al menos escúchame —dijo, pre-parándose para un monólogo más largo—.Cuando tú naciste, tenía 17 años, no tenía traba-jo, y tus abuelos me habían echado de casa.¿Crees que estaba en condiciones de cuidarte?¡Dios! Si no podía cuidar ni de mí misma, y tam-poco que ría ser una carga para tu padre, así quetomé el camino más difícil, o el más fácil, comoprefieras, abandoné a las dos personas más im-portantes de mi vida...
—¿Sabes qué es lo peor de esto? —preguntóDani a su madre.
—No, ¿qué? -respondió ésta.—Que en todo este tiempo papá no permitió
que dejara de quererte... y lo logró, mamá.—¡Hijo!Ambos se fundieron en un abrazo de 16 años
de ausencia. Y en el cielo, una estrella fugaz pa-só, cumpliendo un deseo formulado muchos añosatrás...
Christian David Gómez-Calcerrada
EL DORADO
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CURSO 1997-1998
“LOS PELIGROS: …EL MUNDO,EL DEMONIO, LA CARNE…”
“LOS PELIGROS: …EL MUNDO,EL DEMONIO, LA CARNE…”
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Ella se levantó aquella mañana, que creyó como cual-quier otra, y desayunó con la misma indiferencia detodos los días; sin embargo, esa mañana no fue igual
que las demás, aquel domingo de octubre cambió su vida...Ella era una chica alegre, extrovertida y vivaracha; vivía
en un barrio pobre, pequeño y feo, pero acogedor, y con uncierto aire a pueblo. Era un sitio pequeño donde conocía atodo el mundo. Tenía 17 años y llevaba una vida feliz; vivíaen una casa grande y se llevaba bien con su familia; teníapocos pero buenos amigos, y, sobre todo, en ese barrio es-taba lo que llenaba su vida, el chico que era dueño de sucorazón.
Llevaba trece años viviendo en ese barrio, en esa ca-sa, viendo cada día el mismo jardín y cada tarde el mis-mo ocaso, sin embargo, esa mañana sus padres le quita-ron todo aquello que conocía; se iban a vivir a otro sitio.Cuando escuchó esas palabras se quedó paralizada sinsaber qué hacer o qué decir; y, cuando finalmente pudoreaccionar, se levantó, se encerró en su habitación y sepuso a mirar por la ventana. Por primera vez reparó enese paisaje que veía a diario y en el que nunca se fijaba,en la farola que jamás funcionaba y en el sauce llorón quele pareció una llamada a lo que debía hacer: llorar… Nosabía por qué, pero las lágrimas empezaron a rodar porsus mejillas. No es que separarse de su barrio fuera muydifícil, pero sí lo era separarse de la única vida que habíaconocido. Aún mirando por la ventana, empezó a recordarlo que le había costado conseguir unos amigos en quie-nes poder confiar y un novio a quien poder amar, pensóen lo difícil que sería encontrarse en un sitio nuevo, concalles extrañas y caras que no conocía. De repente se lehizo muy duro separarse de un lugar tan pequeño, tan le-jano al centro y tan sucio.
En su casa todos estaban entusiasmados, y se pasabanel día entero pensando en la nueva casa, la nueva vida y lagente nueva. Todos le enseñaban los planos de su nuevopiso que les habían dado en la inmobiliaria, ella los miraba,y por más que lo intentaba no sacaba nada bueno a aque-llas hojas de papel que iban a cambiar su vida. Tan agobia-da por la alegría de su familia, se pasaba el día en su habi-tación, observando cada detalle de ésta, que hasta entonceshabía pasado por alto; pensaba, irónicamente, en que sólouna semana antes había decidido redecorar su habitación,sin embargo ahora eso ya no tenía importancia porque pron-to se encontraría lejos de aquellas cuatro paredes entre lasque había reído, llorado, hablado, estudiado... aquellas pa-
redes que habían sido testigode sus buenos momentos, yhabían pagado caros sus ata-ques de furia, cuando ella lespegaba patadas o les tiraba to-do aquello que tuviera a mano.
Cuando andaba por la ca-lle, iba recordando las cosasque le habían pasado en ca-da bar, en cada calle o cadaesquina, los sitios donde solíacomprar habitualmente y elcolegio donde había pasadotan buenos y malos tiempos. Sin quererlo, iba por la callemirando al suelo porque cada vez que pasaba por un lugarque le traía buenos recuerdos, se echaba a llorar.
Tanto su familia, como sus amigos y su novio notaronsu cambio de actitud; seguía siendo la chica alegre que sereía de cualquier cosa, pero había un matiz de tristeza nue-vo en sus ojos, y se fijaba en cosas insignificantes, algo queno había hecho nunca, pero como ella no decía nada, to-dos pensaron que estaría cansada.
Los días iban pasando rápidamente y ella estaba cadavez más triste porque veía cada vez más cerca el día de supartida. Se pasaba las horas muertas mirando por la ven-tana y pensando que ese podía ser el último otoño que vie-ra desde aquella ventana. Se fijaba en cada hoja de árbolque caía y en cada brizna de hierba que se secaba y, sinpoder evitarlo, lloraba cada vez más a menudo. Sólo estarcon la persona que amaba le animaba un poco, ya que élle decía que no importaba que se fuera al fin del mundo por-que él iría a buscarla.
El tiempo pasaba cada vez más rápido y ella desea-ba cada noche que el tiempo se parara, que dejara de co-rrer y le dejara disfrutar de los suyos. No sabía qué ha-cer para que su vida allí transcurriera lo más lentamenteposible. En su casa, su familia, procuraban disimular sualegría, pero ella les oía hablar de cómo iba a cambiar suvida y de lo felices que iban a ser en su nuevo barrio dericos.
Por más que lo intentaba no era capaz de hacerles com-prender a sus padres cómo se sentía, no era capaz de ex-plicarles esa tristeza que aumentaba cada día y que le es-taba ahogando, porque sentía que no sería nadie en unlugar donde era una desconocida para todos; sabía que ladistancia que le separaba de su nueva casa no era tan gran-
HASTA PRONTOHASTA PRONTO
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de como ella sentía, pero cada vez que la convencían pa-ra ir a ver la nueva casa, el trayecto se le hacía eterno ycontaba cada segundo de lo que hasta entonces había si-do su vida.
Para no pensar en la cuestión, se dedicó completamentea sus estudios, pero no podía evitar, de vez en cuando, elasomarse a su ventana, que se había convertido en el mi-rador que le mostraba lo que había sido su vida hasta elmomento.
El tiempo pasó y con la llegada del verano llegó tam-bién la partida y el adiós. Las semanas anteriores habí-an sido las peores de su vida. Se pasaba lashoras recorriendo su barrio con su novio. Porsu mente pasaban infinidad de anécdotas, dediscusiones y risas, de lugares donde habíapasado su adolescencia… y es que fue enese barrio donde pasó de niña a mujer, don-de conoció a sus amigos, donde creyó ena-morarse por primera vez y donde realmenteconoció al hombre con el que podía pasar elresto de su vida; se sentía tan vacía y habíaderramado tantas lágrimas, que ya no le que-daba nada que decir ni nada más que hacer.Quizá su vida en la nueva casa no fuera tandistinta de la que había conocido, pero teníamiedo de volver a empezar.
La mañana de la partida, cuando ya todas sus cosasestaban embaladas y metidas en el camión de la mudan-za, ella salió la última de su casa. Estaba ahora vacía ysolitaria, y parecía tan desnuda sin muebles que no la re-
conocía como el hogar donde había vivido tantos años.Recorrió cada rincón recordando historias y cosas que allíhabían pasado, descubrió esquinas en las que nunca sehabía fijado y lloró, lloró como nunca lo había hecho, conamargura y en silencio, sentada en medio del salón vacíoque le devolvía el eco de sus sollozos. Su madre, desdela puerta, vio la escena y, sin decir nada, se dio la vueltay salió de la casa para no volver a entrar nunca más enella…
Cuando dejó de llorar, y antes de salir de allí, fue a suhabitación y se asomó a esa ventana que le había mostra-
do tantas cosas: por última vez miró la farola que nunca fun-cionaba y el sauce llorón; y, haciendo acopio de valor, sedio la vuelta y, dándole la espalda a su ventana, salió di-ciendo: “Hasta pronto”…
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PROBLEMAS DE UN CHICOCUALQUIERA
PROBLEMAS DE UN CHICOCUALQUIERA
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NO ME DIGASQUE FUE UN SUEÑO
NO ME DIGASQUE FUE UN SUEÑO
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CURSO 1998-1999
LA LEYENDA CONTINÚALA LEYENDA CONTINÚA
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DECLARACION UNIVERSALDE LOS DERECHOS HUMANOS
DECLARACION UNIVERSALDE LOS DERECHOS HUMANOS
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JUNTOS HACIENDO EL CAMINO,PEREGRINOS
JUNTOS HACIENDO EL CAMINO,PEREGRINOS
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