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Jueves – 2 semana de Pascua – 2017 Nuestra Señora de Montserrat - Pedro Armengol (1304) Hechos 5, 27-33 / Salmo 33 / Juan 3, 31-36 Oración inicial Te pedimos Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por nuestro Señor. † Lectura del santo Evangelio según san Juan (3,31-36) Preeminencia de Jesús 31 “Quien viene de arriba está por encima de todos. Quien viene de la tierra es terreno y habla de cosas terrenas. Quien viene del cielo [está por encima de todos]. 32 Él atestigua lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio. 33 Quien acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. 34 El enviado de Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida. 35 El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos. 36 Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida, porque lleva encima la ira de Dios”. CLAVES para la LECTURA - La perícopa con que concluye Juan 3 recoge en una síntesis la reflexión del evangelista, expresada con una sucesión de dichos de Jesús muy estimados por la Iglesia joanea. El tema central sigue siendo la figura de Jesús, único revelador del Padre y dador de vida eterna a través del Espíritu. El discípulo está invitado por la Palabra de Dios a comprobar su propia relación con Jesús. Esto se lleva a cabo a la luz del ejemplo del Bautista, que renunció a sí mismo y se abrió con alegría a Cristo. Cristo es “el que viene de lo alto” (v.31a): pertenece al mundo divino y es superior a todos los hombres. El hombre, sin embargo, aun cuando sea un gran profeta como el Bautista, “es terreno” (v.31b) y sigue siendo un ser terreno y limitado. En consecuencia, sólo Jesús puede hablar de Dios al hombre por experiencia directa. Ahora bien, incluso ante estas palabras de vida eterna que revela Jesús, se niegan los hombres a creer. - Con todo, existe un “resto” que vive la fe: son los creyentes que confiesan “que Dios dice la verdad” (v.33). Su fe es la que confirma que el obrar de Jesús forma unidad con el del Padre. Ahora bien, Cristo no es sólo la revelación de la Palabra de Dios: es la Palabra misma, es “Espíritu y vida” (Jn 6,63). Esta realidad profunda del ser de Jesús hace que no sólo sea el que recibe todo del Padre, sino también el que transmite a su vez cuanto posee. Es el canal a través del cual se da el Espíritu. ¿Cómo comunica Jesús este don? A través de su Palabra, cuando se deja que ella penetre en el interior del hombre, es como se da el Espíritu de Dios de una manera sobreabundante. Las palabras de Jesús y el Espíritu de Dios están en perfecta correspondencia. CLAVES para la VIDA - Estas palabras, con las que concluye el diálogo de Jesús con Nicodemo, son el resumen de todo el evangelio de Juan, “el discípulo amado”: Jesús ha venido del cielo; es el enviado de Dios; nos trae sus palabras, que son verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida; son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros. Y por otro lado, el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no la quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida. - Y es que aceptar a Jesús es aceptar a Dios: inmensa confesión del evangelista y de la Comunidad joanea. Aquí radica toda la novedad y el culmen de toda la revelación que se ha ido dando a través de los tiempos; pero ahora se ha dado en plenitud total. De ahí, que acudir a la ESCUELA de JESÚS, dejarse iluminar por sus criterios (esto es, los del mismo Dios), hacer nuestra su escala de valores, mirar a las personas e interpretar los hechos de la historia desde su óptica y visión... ¡he ahí lo que significa “aceptar a Jesús”! Y ésta es la tarea que se nos propone en la Pascua a nosotros, sus seguidores. De ahí que es una inmensa tarea y que supone en nosotros un deseo y una actitud de renovación, de abandonar las actitudes anquilosadas de Nicodemo o del Sanedrín. Es la novedad de Jesús la que nos reclama constantemente a crecer, a superarnos, a acogerle a Él. ¡Ahí está el secreto, hermano/a! ORACIÓN para ESTE DÍA “Señor Jesús, que tenga siempre presente que las palabras dichas en tu nombre son siempre palabras de amor. ¡Hazme testigo de tus palabras!”.

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Jueves – 2 semana de Pascua – 2017 Nuestra Señora de Montserrat - Pedro Armengol (1304)

Hechos 5, 27-33 / Salmo 33 / Juan 3, 31-36 Oración inicial Te pedimos Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por nuestro Señor.

† Lectura del santo Evangelio según san Juan (3,31-36)

Preeminencia de Jesús 31 “Quien viene de arriba está por encima de todos. Quien viene de la tierra es terreno y habla de cosas terrenas. Quien viene del cielo [está por encima de todos]. 32 Él atestigua lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio. 33 Quien acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. 34 El enviado de Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida. 35 El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos. 36 Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida, porque lleva encima la ira de Dios”.

CLAVES para la LECTURA - La perícopa con que concluye Juan 3 recoge en una síntesis la reflexión del evangelista, expresada con una sucesión de dichos de Jesús muy estimados por la Iglesia joanea. El tema central sigue siendo la figura de Jesús, único revelador del Padre y dador de vida eterna a través del Espíritu. El discípulo está invitado por la Palabra de Dios a comprobar su propia relación con Jesús. Esto se lleva a cabo a la luz del ejemplo del Bautista, que renunció a sí mismo y se abrió con alegría a Cristo. Cristo es “el que viene de lo alto” (v.31a): pertenece al mundo divino y es superior a todos los hombres. El hombre, sin embargo, aun cuando sea un gran profeta como el Bautista, “es terreno” (v.31b) y sigue siendo un ser terreno y limitado. En consecuencia, sólo Jesús puede hablar de Dios al hombre por experiencia directa. Ahora bien, incluso ante estas palabras de vida eterna que revela Jesús, se niegan los hombres a creer. - Con todo, existe un “resto” que vive la fe: son los creyentes que confiesan “que Dios dice la verdad” (v.33). Su fe es la que confirma que el obrar de Jesús forma unidad con el del Padre. Ahora bien, Cristo no es sólo la revelación de la Palabra de Dios: es la Palabra misma, es “Espíritu y vida” (Jn 6,63). Esta realidad profunda del ser de Jesús hace que no sólo sea el que recibe todo del Padre, sino también el que transmite a su vez cuanto posee. Es el canal a través del cual se da el Espíritu. ¿Cómo comunica Jesús este don? A través de su Palabra, cuando se deja que ella penetre en el interior del hombre, es como se da el Espíritu de Dios de una manera sobreabundante. Las palabras de Jesús y el Espíritu de Dios están en perfecta correspondencia.

CLAVES para la VIDA - Estas palabras, con las que concluye el diálogo de Jesús con Nicodemo, son el resumen de todo el evangelio de Juan, “el discípulo amado”: Jesús ha venido del cielo; es el enviado de Dios; nos trae sus palabras, que son verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida; son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros. Y por otro lado, el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no la quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida. - Y es que aceptar a Jesús es aceptar a Dios: inmensa confesión del evangelista y de la Comunidad joanea. Aquí radica toda la novedad y el culmen de toda la revelación que se ha ido dando a través de los tiempos; pero ahora se ha dado en plenitud total. De ahí, que acudir a la ESCUELA de JESÚS, dejarse iluminar por sus criterios (esto es, los del mismo Dios), hacer nuestra su escala de valores, mirar a las personas e interpretar los hechos de la historia desde su óptica y visión... ¡he ahí lo que significa “aceptar a Jesús”! Y ésta es la tarea que se nos propone en la Pascua a nosotros, sus seguidores. De ahí que es una inmensa tarea y que supone en nosotros un deseo y una actitud de renovación, de abandonar las actitudes anquilosadas de Nicodemo o del Sanedrín. Es la novedad de Jesús la que nos reclama constantemente a crecer, a superarnos, a acogerle a Él. ¡Ahí está el secreto, hermano/a!

ORACIÓN para ESTE DÍA “Señor Jesús, que tenga siempre presente que las palabras dichas en tu nombre son siempre palabras de amor. ¡Hazme testigo de tus palabras!”.

1. Para comprender este texto, es necesario tener presente que cuando Jesús habla "de la tierra" y "del cielo", se refiere a "lo inmanente" y "lo trascendente". Esto no es separar y (menos aún) contraponer "lo humano" de "lo divino". Como si fueran dos planos separados y contrapuestos: uno (el del cielo) que está sobre el otro (el de la tierra). Esta manera, simplista y engañosa, de entender la "totalidad" de la realidad, es falsa y peligrosa. Seguramente, una de las cosas más peligrosas para las gentes que tienen creencias religiosas. ¿Por qué? Porque "lo divino" se separa y se aleja de "lo humano". Lo cual, si fuera verdad, sería lo mismo que afirmar la necesidad de "alejarse de lo humano" para "acercarse a lo divino". En eso consiste el enorme peligro de muchas teologías y no pocas espiritualidades, que acaban "deshumanizando" a las personas, mediante la estúpida cantinela de que así nos hacemos más "divinos". Lo trascendente no puede ser conocido por lo inmanente. Pero la trascendencia se alcanza perfeccionando nuestra inmanencia. Esto equivale a decir que alcanzamos lo divino haciéndonos más humanos.

2. Dios (lo divino) se manifestó en Jesús (lo humano). Así, lo divino y lo humano quedaron unidos y fundidos. De manera que, al aceptar el testimonio de Jesús, aceptamos a Dios mismo. Y el testimonio de Jesús sabemos en qué consistió. En cosas profundamente humanas: proporcionar vino a los invitados de una boda, dar de comer a un gentío de hambrientos, sanar enfermos, devolver la vida al difunto Lázaro y, sobre todo, amar hasta el extremo a quienes tuvieron la suerte de estar cerca de Él (Jn 13,1). Todo esto es profundamente humano. Y todo eso, tan humano, fue la revelación de la "vida eterna", en la que no cabe "la ira de Dios".

3. Dios ha hecho las cosas de forma que lo humano, cuanto más humano, por eso mismo es lo más divino que podemos llevar a cabo. Y es lo que Dios quiere y espera de los humanos: que seamos tan humanos, que en nosotros no haya lugar para lo inhumano. Y eso, exactamente eso, es lo más celestial y '1o más sagrado, santo y divino que podemos hacer. Esto es "creer en el Hijo" y, por eso mismo," poseer la vida eterna".

José María Castillo - La religión de Jesús Ciclo A – Comentario al Evangelio diario – 2016-2017

Queridos amigos y amigas: El evangelio de este día nos permite reflexionar sobre la centralidad que tiene el testimonio para nuestra

vida cristiana. Nuestra fe nace del testimonio que nos da Jesús del amor del Padre. «Él atestigua lo que ha visto y oído». Por eso, creer en Jesús es acoger su testimonio que viene de lo alto. Apropiarnos del mensaje de Jesús es vivir su experiencia filial, de un Dios Abbá que es cercano con el que sufre, que acoge a publicanos y pecadores, que le importa más la vida de sus hijos, que las normas y prescripciones.

Preguntemos qué imagen de Dios es la que manejamos. Porque muchas veces nuestra idea de Dios no coincide con la de Jesús. Creer en su testimonio es abrirnos a la experiencia de Dios que nos comunica el Evangelio. Por eso, nuestra vivencia creyente está siempre en relación con la escucha, que se traduce en la recepción del testimonio que nos da Jesús, de esa conectamos nuestra experiencia de fe, con la imagen de Dios que se nos revela en las palabras y obras de Jesús.

De tal manera que nuestra vida cristiana se convierta también en testimonio del amor del Padre. Recordemos que el testimonio es la primera palabra evangelizadora de la Iglesia, así lo expresaba Pablo VI: «para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites. "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio"» (Evangelii Nuntiandi 41).

Que el Espíritu que Dios nos da si medida nos permita creer en el testimonio del Hijo en quien el Padre ha puesto todo en sus manos, para ser testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio.

Fraternalmente, Edgardo Guzmán, cmf.

• Jesús nos comunica el Espíritu, sin medida. ¿Has tenido alguna experiencia de esta acción del Espíritu en tu vida?

• Quien cree en Jesús tiene vida eterna. ¿Cómo acontece esto en la vida de las familias y de las comunidades?

"El que Dios envió habla las Palabras de Dios porque no da el espíritu con medida"

(Jn 3, 34)

La fe es un don, pero encuentra acogida en quien está abierto a las sorpresas. Dios se nos da a lo grande.

Jesús nos regala el Espíritu sin medida. En este derroche de gracia descubrimos lo que Dios quiere de nosotros.

Intenta hoy compartir con alguien tu fe. Es una forma de extender la vida.

Orar es saber que el agua del Espíritu vivifica y alienta

toda semilla que ponemos cada día en los surcos del mundo.