02. viajes a america

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Michel Antochiw 27 ViAjes A AMéricA de nicolás cArdonA Primera misa en América. Pharamond Blanchard. Musée de Beaux Arts. Dijon.

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Michel Antochiw 27

II. Del Caribe al Golfo de México

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Primera misa en América. Pharamond Blanchard. Musée de Beaux Arts. Dijon.

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En el Caribe

Los documentos relacionados con Nicolás Cardona y su viaje que hemos localizado y que utilizamos en el presente texto, son fun-damentalmente los tres siguientes:

n Descripciones Geográphicas e Hidrográphicas…, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, que llamaremos “Códice” (C) por los planos y vistas que contiene, iniciada su elaboración en 1628 y concluida el 24 de junio de 1632.

n El Memorial, conservado también en la Biblioteca Nacional de Madrid que, aunque sin fecha, es un poco posterior a 1632 y que llamaremos “Memorial” (M).

n El Testimonio, o Relación de Méritos redactado en 1647 por Juan Díez de la Calle, conservado en el Ar-chivo Histórico Nacional de Madrid, que llamaremos “Testimonio” (T).

El viaje al que nos referimos, se inició en junio de 161320 desde Sanlúcar de Barameda (M) (Plano 1) donde los seis ba-jeles, equipados y abastecidos, esperaron la salida de la Flota de Nueva España al mando del general Antonio de Oquendo. En conserva con la flota, navegaron también las naos que, al mando del capitán Juan de Monasterio, se dirigían a Honduras.21 Los seis bajeles de la pequeña flota, al mando de Francis-co Basilio y como segundo Nicolás Cardona, se apartaron de la flota principal durante una tempestad que los sorprendió en el Golfo de las Yeguas “que es navegación desde España a las Islas Canarias” (C) por lo que Cardona en la almiranta y otros dos bajeles, se dirigieron al Golfo de las Damas (Plano 2) “para ir a

20 El Códice dice erróneamente que el viaje se inició en 1614.21 La inseguridad en los mares, debido a la presencia constante de piratas y

corsarios, hizo que la corona tomara varias medidas como la que, por real cédula de 16 de julio de 1561, obligaba a los barcos a formar flotas que cruzaban el Atlántico cada año, en un sentido y en el otro, en fechas pre-establecidas.

buscar la isla de la Fonseca... y dejándome ir la vuelta del oeste, di con otra isla grande que llaman el Barbado”. 22 (Plano 3). La ruta seguida por la flota de Cardona parece haber sido la siguiente: desde Cádiz llegó a las Canarias y siguió hacia el sur, hasta las islas del Cabo Verde, pertenecientes a Portugal. Después de rodear estas islas hasta ubicarse en los 12 y medio grados de latitud norte, tomó rumbo al oeste para alcanzar la isla de Barbados “poco tratada de los navegantes españoles” (C). Aunque ésta era la ruta habitual de las flotas, España, a pesar de haber tomado posesión de las islas antillanas, no las había po-blado con excepción de las mayores: Puerto Rico, la Dominicana y Cuba. Las menores seguían ocupadas por “caribes “, temidos por los europeos quienes sólo iniciaron su poblamiento formal a partir de la tercera década del siglo XVII, después de que fran-ceses, ingleses y holandeses fueran expulsados en 1629-1630 de San Cristóbal por los españoles. La flotilla ancló frente a una bahía, del lado sur de la isla de Barbados para protegerse del viento, cerca de donde se ubi-ca actualmente la ciudad de Bridgetown. Como la mayoría de las islas de Barlovento, conocidas actualmente como las Antillas Menores, Barbados estaba deshabitada por los españoles. En esta época, la isla estaba cubierta de bosques donde predomi-naban los cedros y abundaba el ganado de cerda abandonado por los primeros españoles que un día trataron de colonizarla. Ya desde entonces se perfilaba la presencia de las potencias eu-ropeas, y las islas servían de refugio esporádico a los “piratas” quienes conseguían de los caribes los bastimentos que requerían y aprovechaban las caletas para descansar, carenar sus barcos y para sorprender a las naves españolas aisladas.

“En esta isla hallé muchos caracoles de la mar23 colgados de los árboles con papeles de holandeses y franceses, que sirve

22 El Golfo de las Damas es el Atlántico central donde a veces el mar es tan calmado que hasta “las damas pueden navegar los barcos”.

23 Strombus.

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de abrigo y surgidero para ellos, porque allí van a dar carena a sus navíos y rehacerse de agua, carne y leña, por no ser descu-biertos de otras islas por estar apartada de todas las demás islas de la cordillera de Norte Sur. Aquí se guardan los corsarios los unos a los otros para cuyos efectos dejan señales y papeles de aviso para que sean hallados. Inviernan en ella aguardando a salir a sazonados tiempos a hacer males y daños en los navíos y fragatas sueltas24 con escala... (C). Ignoramos el itinerario seguido desde Barbados. En el Memorial dice que:

“fondeó todas las islas de Barlovento que están en cordillera de Norte Sur... y así mismo la Tierra Firme desde la Punta de la Esmeralda, la Margarita, Cu-maná, y su costa hasta Portobelo y bojeó las islas de Puerto Rico, Santo Domingo, Jamaica, las Víboras, el Caimán grande y chico…”

Esta enumeración no indica un itinerario ni una sucesión cronológica de los hechos. Según el códice, la siguiente isla que describe es la de Guadalupe:

“muy frecuentada de las flotas y navíos sueltos que van a las Indias por su agua, leña y refresco, aunque los indios no son nada dóciles, que saben gozar de la ocasión…” 25 (C) (plano 4)

A esta isla sin embargo, “… se aventuran las naos mucho en ella en dar fondo que con la travesía de los vientos se suelen zozobrar, dar en tierra y perderse como sucedió a la capitana del Marqués de Montes Claros cuando iba por Virrey a México el año de mil seiscientos y tres26 y a las naos la Pandorga, la Rosa de Cádiz y otras, y así parecería acertado que las Armadas y flotas tomasen puerto en

24 Que no navegan en flota.25 Fue ocupada por los franceses en 1635 quienes vivían en paz con los nativos.

Richelieu mandó una misión de frailes dominicos para evangelizarlos. Sin embargo, los colonos franceses atacaron a los nativos para apoderarse de sus alimentos. Algunos holandeses expulsados de Brasill en 1654, pidieron quedarse en la Martinica pero fueron acusados de judaizantes y heréticos por los jesuitas. Fueron aceptados en la Guadalupe. La isla fue ocupada durante cuatro años por los ingleses antes de quedar definitivamente en poder de los franceses.

26 El general de la Flota de Nueva España en la cual venía don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montes Claros, era Juan Pérez de Porta. El almirante era Miguel de Valdés.

Cazar indios con mastines y más tarde a negros cimarrones fue una práctica que se conservó en Jamaica por ejemplo, hasta fines del siglo XVIII. Grabado de Teodoro de Bry.

la isla de la Dominica, por su bahía y seguridad, que también tiene agua, leña y refrescos y que se fortifi-case por estar a barlovento de todas las poblaciones de españoles, y asistiesen en ella algunas naos de la Armada que con ellas se asegurase el paso de todas las Indias…” (C).

Desde la Guadalupe, que al parecer fue la segunda escala después de Barbados, Cardona se dirigió directamente a Puerto Rico…

“… de sanísimo temple. Está su puerto por la banda del norte. Su entrada es segura como por la demos-tración de la planta parece.” (Plano 5).

Aunque no menciona el nombre de este puerto, se trata de San Juan, fundado en 1508 por Juan Ponce de León. La isla de Puerto Rico, llamada Boriquen por los nativos, fue visitada por Colón durante su segundo viaje en 1493. El almirante reco-rrió sus costas por la banda del sur. Cardona menciona que:

“… en Cabo Rojo hay salinas y su Puerto francés a la banda del sur. Dos leguas de él está la Villa de

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Colón llevó a España indígenas para mostrarlos a los Reyes Católicos. R. Balaca. 1874. Museo Nacional de Historia. Buenos Aires.

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Indígenas fabricando una canoa. Grabado de Teodoro de Bry

Guadianilla [Guayanilla], la primera población de españoles que hubo en aquella isla.” (C).

La calidad del puerto de San Juan consolidó el poblamien-to iniciado por Ponce de León en 1609, a pesar de que en el sur “la tierra es mucho mejor que por la del norte por sus lanadas, carnes y mantenimiento.” (C). La presencia de los piratas27 ya había motivado desde el siglo XVI, la construcción de diversas defensas señaladas en el Plano 5 de Cardona, a saber la Fuerza Vieja que protegía la en-trada del puerto, el Morro al lado de la anterior, un Castillo sobre la ensenada y otro castillo que guarda el paso que conduce al puerto.

Olvidada por la monarquía, asolada por los piratas, y li-brada a sus propias fuerzas como muchas otras provincias de América en el siglo XVII, la precaria situación de San Juan atrae la atención de Cardona…

“… por la mucha necesidad que aquel año de 614 hubo de mantenimiento y que los soldados del Presi-

27 Francis Drake tomó y quemó San Juan en 1595.

dio de V.M. padecían. El dicho capitán [Cardona]

despachaba cada semana, dos tartanas de las que lle-

vaba a cargar de tortugas y las hacía repartir así a

los soldados del Morro como a las religiones y vecinos

y a los pobres…” (M). En San Juan, Cardona recibió órdenes del gobernador de

recorrer todas las islas (Plano 6)…“… para efecto de sacar de poder de los Indios Ca-ribes, los cristianos cautivos de algunos navíos que se perdieron en ellas, como lo hice, que saqué entre hombres y mujeres y niños y Indios de la Doctrina de Paria, veinte y ocho de ellos con más cinco Indios Caribes que voluntariamente se quisieron pasar a tierras de cristianos.” (C y M).Es probable que este recorrido desde Puerto Rico hasta

las Antillas Menores, repitiendo lo que ya había navegado desde la Guadalupe hasta Puerto Rico, lo hiciera con la intención de llegar hasta la isla Margarita, el mayor centro de producción de perlas en esta época. Es de creer por lo tanto que nunca recibió órdenes del gobernador de Puerto Rico de rescatar cautivos sino

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que, por el hecho de navegar a lo largo de la islas de las Antillas, el gobernador le sugirió, en la medida de lo posible, procediera a dichos rescates.

Según Cardona, estaban despobladas entonces las Islas Vírgenes, la de Santa Cruz28 y la Anegada (Anageda en el có-dice). También lo estaban El Sombrero y La Anguila así como San Martín,29 San Bartolomé,30 La Barbada (Barbuda), Saba, Estación (Statia), San Cristóbal31 (St Kitts), Nieves32 (Nevis), Montserrat,33 La Antigua,34 los Testigos, Deseada35 y Barbudos (Barbados). Sin embargo, la palabra “despoblada” no parece aplicarse siempre con propiedad, ya que los caribes, navegantes expertos, recorrían las islas de las Antillas Menores y llegaban hasta las mayores, tanto en expediciones guerreras como comer-ciales, estableciendo asentamientos temporales en diversos lu-gares. Podría ser el caso de Montserrat donde Cardona informa de la presencia de “algunos indios”.

28 La ocupaban algunos holandeses a los que se agregaron unos pocos france-ses e ingleses, conviviendo todos hasta 1645. Los holandeses quisieron expulsar a los ingleses, quienes pidieron ayuda a los de San Cristóbal y sa-caron a los franceses y a los holandeses quienes se fueron a la Guadalupe. Posteriormente la ocuparon los españoles pero en 1651, los franceses los expulsaron y se dedicaron a la agricultura antes de emigrar a la Española. Francia vendió la isla a Dinamarca en 1733.

29 Existía un pequeño asentamiento francés de la Compañía de Indias. La isla fue vendida en 1651 a la Orden de Malta. La segunda Compañía francesa la volvió a comprar en 1665. Fue ocupada por los ingleses de 1781 a 1783 y recuperada por Francia en 1794. Cambió varias veces de dueños y actual-mente está dividida entre Francia y Holanda.

30 Fue vendida en 1651 por los franceses a la Orden de Malta. Los europeos fueron masacrados por los Caribes con quienes firmaron la paz en 1659. Pasó a Francia, junto con la Guadalupe en 1674. Francia la cedió a Suecia en 1785 antes de anexarla definitivamente.

31 Llegó a ser en los años 1660 la mayor colonia francesa, además de los colo-nos ingleses y holandeses. Fue ocupada en 1625 o 1627 por franceses e ingleses que se la habían dividido y masacraron a los caribes. En 1629, los españoles trataron con cierto éxito de expulsarlos. Por el tratado de Utrecht, Francia la cedió a Inglaterra en 1713.

32 Después de la expulsión de San Cristóbal, los ingleses la ocuparon en 1630.33 Fue ocupada por irlandeses venidos de San Cristóbal.34 Fue ocupada por franceses venidos de San Cristóbal y posteriormente por

ingleses que cavaron pozos y cisternas para el cultivo del tabaco.35 Ocupada por franceses a mediados del siglo XVII.

Los pobladores nativos de las islas caribeñas 36

Cuando Colón llegó a las islas fue para él una violenta de-cepción: en lugar de ricos palacios y abundantes productos que había soñado cuando llegara a la India, sólo encontró nativos desnudos que vivían en chozas. Estos “indios” sin embargo, eran sanos, fuertes y dóciles, una excelente mano de obra para conse-guir las riquezas que se requerían para financiar otros viajes. La esclavitud y aniquilamiento de los tainos había empezado. En 1494, mandó a España 500 esclavos tainos de Santo Domingo a sus protectores. Isabel prohíbe este comercio y Colón promueve la esclavitud local para buscar oro, diez por ciento del cual le corresponde. Una profunda enemistad se genera entre Colón, que disfrutaba el monopolio, y los otros españoles, mientras los abusos contra los nativos aumentaban de tono. El fracaso de Colón para conseguir las riquezas que había prometido a los re-yes católicos y el descontento de sus compañeros ante su admi-nistración, no tardaron en provocar en Fernando y en el obispo Fonseca un cambio de actitud que permitió apartar al almirante de los negocios de las Indias. Esta medida se tomó el 21 de mayo de 1499, al destituirlo de su cargo de gobernador y nombrar a Francisco de Bobadilla gobernador y juez de las islas y tierra fir-me. Éste autorizó a los colonos a buscar oro, que empezó a fluir en grandes cantidades. Ya en 1501 se calcula una producción de 276 kilos de ese metal, repartidos entre la corona y los vecinos de la Española. A pesar de que por cédula real de 20 de junio de 1500 se declaró a los nativos vasallos libres de la corona, los es-pañoles dedicados a la minería no liberaban a sus encomendados y a medida que aumentaba la producción del metal, disminuía la

36 El poblamiento de las islas parece iniciarse durante el sexto milenio antes de nuestra era cuando grupos humanos, conocidos como Ciboney prove-nientes del actual Venezuela, aparecen en la región. Alrededor de 2500 antes de nuestra era, ocupaban ya las Antillas mayores. Al inicio de la era cristiana, una primera ola arawak de agricultores sedentarios, empa-rentada con las culturas continentales, penetra en las islas, seguida en el cuarto siglo por otra ola influenciada por culturas centroamericanas. Fue en el noveno siglo cuando una oleada de guerreros caribes originarios de Guyanas, ocupa las Antillas Menores, obligando a los arawaks y ciboney a concentrarse en Puerto Rico, la Dominicana, Jamaica y Cuba, formando el pueblo taino.

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población indígena.37 Nicolás de Ovando sustituye a Bobadilla en 1502 y reparte los tainos entre tres mil españoles recién llega-dos. Fray Jerónimo de Mendieta describe, en relación al maltra-to dado a los nativos, los procedimientos utilizados por Bobadilla quien aprovechaba cualquier circunstancia para

“…seguir a banderas desplegadas, el intento de su codicia y temporal aprovechamiento, sin advertir ni hacer caso del daño que de allí puede venir a sus pró-jimos, por grave que sea, ni al de sus almas…” Más adelante comenta:“deshizo y despobló todos los pueblos grandes y prin-cipales, repartió entre los españoles todos los indios como si fueran cabezas de ganado o manadas de bestias…y de niños y viejos, mujeres preñadas y pa-ridas y hombres principales, y a los mismos señores naturales de la tierra, de manera que todos, chicos y grandes, niños y viejos, cuantos se pudiesen tener sobre las piernas,…trabajaban y servían hasta que echaban el alma…”Por el excesivo maltrato recibido…“viendo los desventurados indios que debajo del cielo no tenían remedio, comenzaron a tomar por costum-bre ellos mismos matarse con zumo de yerbas ponzo-ñosas o ahorcarse… Más para este tiempo (que era el año de diez y seis) habían quedado pocos en respecto de los muertos, porque en el tiempo que gobernó el primer fundador de aquella carnicería, que fueron nueve años, destruyó de diez partes de la gente, las nueve…y por el mesmo rumbo llevaron a los mora-dores de la isla de Cuba… y en las islas de Jamaica y Puerto Rico, y las de las Lucayas…” 38

Fue Antón de Montecinos quien, ante Diego Colón, gober-nador entonces, pronunció en 1511 sus famosos discursos de-nunciando la crueldad y la avaricia de los españoles.

37 Difícil es definir cifras relativas al volumen de la población indígena a la lle-gada de los españoles, S.F. Cook y W. Borah la sitúan entre 2.5 y 5 millones. Otros autores la sitúan entre 600,000 y un millón. Aceptando la cifra de Las Casas de 60,000 en 1508, los primeros calculan que en 1518 sólo quedaban 15,000 o menos. Jerónimo de Mendieta afirma que en 1541 falleció el últi-mo sobreviviente del pueblo taino.

38 Jerónimo de Mendieta. Historia Eclesiástica Indiana. México. 1870: 65-71.

Los últimos indígenas de la Española iniciaron movimien-tos de resistencia dando cabida a la llamada Guerra Justa, que fue pretexto para masacres y capturas durante la llamada guerra del Higüey que acabó con la sublevación en la Dominicana y don-de destacaron por su crueldad Juan de Esquivel y Juan Ponce de León. El primero arrasó más tarde Jamaica en compañía de Narváez y Ponce de León pereció al tratar de repetir la haza-ña en Florida. Hechos similares se repitieron en San Juan y en las Antillas Menores. En el Darién, Juan de la Cosa encontró la muerte en una operación similar. El mismo rey Fernando, que pocos años antes exigía que se tratara a los indios como súbditos, aceptó que a los indios capturados se les tratara como esclavos. En la Concepción, puerto de la Dominicana, se formó un grupo de socios que recibió autorización real el 14 de agosto de 1509 para capturar indios en las Lucayas y repartir las presas: una cuarta parte para los socios y tres cuartas para la corona. Tanto Las Casas como Pedro Mártir de Anglería, describen los estragos cometidos por los esclavistas. Entre 1509 y 1512, el precio de cada esclavo subió de cinco a ciento cincuenta pesos. Las Baha-mas quedaron completamente despobladas antes de 1513: cabe recordar que el 30 de noviembre de 1503, Isabel había autorizado la captura de “caníbales”, categoría en la cual habían sido clasi-ficados todos los indios de las islas y tierra firme.

Indígena asando pescados. Grabado de Teodoro de Bry.

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Indígenas elaborando bebidas embriagantes. Grabado de Teodoro de Bry.

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La conquista de Cuba empezó en 1511 y terminó ese mis-mo año a cargo de Diego Velázquez, quien había participado ac-tivamente en la “pacificación” de la Dominicana y contaba con la cooperación de Narváez, uno de los responsables del exterminio de los indígenas de Jamaica. Después de ver la forma en que se realizó dicha conquista, Las Casas dedicó su existencia a la protección de los naturales.

Aniquilada la población de las Antillas y de las Bahamas, los españoles, que habían fracasado en su intento de esclavizar a los caribes que se escondían en las islas menores para resistir mejor, prefirieron orientar sus embestidas hacia la tierra firme.

Como ejemplo de los procedimientos de la conquista po-demos citar el caso, entre otros, de Alonso Pérez de Tolosa cuan-do realizó su marcha de Venezuela a Nueva Granada:

“… fueron atacadas por sorpresa cada una de las aldeas indias… Los hombres… fueron todos pasa-dos a cuchillo o esclavizados, las mujeres violadas, y ellas y los niños arrastrados como esclavos detrás de la tropa… las aldeas fueron concienzudamente sa-queadas, obligándose a los antiguos propietarios de los bienes a transportar el botín sobre sus espaldas, como esclavos de sus nuevos señores…” 39

Los asaltos a poblados en tierra firme continuaron des-pués de la conquista de los territorios, esclavizando a los indios de las encomiendas para venderlos en la Dominicana o en Cuba. En el Darién, Pedrarías Dávila, gobernador de Castilla del Oro en 1514, permitió la exportación de nativos esclavizados a las Antillas. Balboa protestó ante el rey en 1515 contra la extracción de los indígenas de su territorio. Dávila lo asesinaría más tarde en 1517.

Con la conquista de México en 1519 y del Perú a partir de 1531, procedimientos similares se volvieron a presentar. Los asesinatos cometidos por Pedro de Alvarado y la captura de más de 4,000 indígenas en Pánuco, que Nuño de Guzmán man-dó herrar, o sea marcar con hierros calientes incluyendo niños de pecho para venderlos como esclavos, no son más que algunos ejemplos.40 Las hazañas de Pizarro y sus socios en Perú son de

39 Friederici, G. El carácter del descubrimiento y la conquista de América. F.C.E. México. 1987.

40 Silvio Zavala. Los esclavos indios en Nueva España. El Colegio Nacional. México. 1968.

sobra conocidas. Fue sin embargo, la conquista del continente la que alejó de las islas a numerosos aventureros y redujo la pre-sión sobre los últimos nativos. En pocos años, la mayor parte de las Antillas Menores quedaron despobladas… tanto de indígenas como de españoles.

Según Cardona, las islas pobladas eran la Guadalupe, don-de se detuvo a la ida para abastecerse y de la que aporta una bre-ve descripción, Marigalante, Dominica, Matalino (Martinica)41 y las tres islas a las que dedica una descripción y planos: Santa Lucía, San Vicente y la Granada, pobladas por caribes. Las islas siguientes de Tabaco42 (Tobago), la Trinidad,43 la Margarita y otras, llamadas islas de Sotavento, estaban pobladas por españo-les y por nativos.

Si bien Cardona sólo enumera la mayoría de las islas anti-llanas, se detiene con interés en las tres islas mayormente pobla-das por caribes con el propósito de cumplir con los deseos expre-sados por el gobernador de Puerto Rico de rescatar prisioneros. Estas islas se encontraban en la ruta que Cardona seguía para llegar a la isla de Margarita, el gran centro productor de perlas. La primera que visita es Santa Lucía:

“… es alta, montuosa y tiene muchos ríos de agua dulce, muchas maderas. Hacen los indios sus semen-teras de maíz, caña dulce y yuca, patatas, piñas, plátanos, calabazas y otras frutas, crían gallinas y todo esto es para resgatar 44 con los navíos que allí llegan, como lo hacen los de la isla de Guadalupe y Dominica. Son amigos de hachas, machetes, cuchi-llos, anzuelos y otros géneros de los que se llevan de

41 Ocupada por los franceses después del ataque español a San Cristóbal, vio florecer la fortuna de los jesuitas. El enfrentamiento entre grupos de colo-nos obligó a la Compañía de las Indias a vender sus activos a particulares en 1648.

42 Tobago había sido poblada por caribes que atacados por los arawaks del con-tinente, se refugiaron en San Vicente. Holandeses de Flesinga trataron de establecerse en la isla pero fueron expulsados por los caribes, aliados de los españoles de Trinidad. Los holandeses regresaron en 1664. Inglaterra la ocupó en 1666 y la devolvió el año siguiente a Holanda que la ocupó con Francia. Fue devuelta a Inglaterra en 1763. Regresó a Francia en 1781 y fue tomada de nuevo por los ingleses en 1792 quienes la devolvieron a Francia en 1802. Fue cedida definitivamente a Inglaterra en 1814.

43 Ocupada por españoles, recibió refugiados franceses a raíz de la sublevación de Haití. En 1797, la ocupó Inglaterra.

44 Resgatar o rescatar equivalía a cambiar o hacer trueque.

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España, beben de buena gana vino, tienen sus ran-cherías apartadas las unas de las otras, a las bocas de los ríos. Sus embarcaciones son piraguas y canoas de una pieza sola de árboles de cedro con las cua-les salen a hacer males y daños en la tierra firme y otras partes. No tienen población la tierra adentro sino cual y cual canuco que son como huertas donde siembran sus semillas. Andan embijados de colorado y se ponen feos, mujeres y hombres andan desnudos. Es gente valiente y belicosa, sus armas son arcos y flechas y macanas hechas de palo pesado y bien la-brado…” (C)La descripción de las características de los indios caribes

prosigue al mismo tiempo que la de las islas. Así, en Granada (Plano 7) los califica de:

“grandes ladrones, traen guerras continuas con los indios cristianos de la Doctrina de Paria y costa de Tierra Firme 45 y algunas veces han llegado a la isla de Margarita, matando y cautivando los cristianos, que ellos llaman “cacona” que quiere decir esclavos y rápanles los cabellos y los engordan y a ciertos tiem-pos de fiestas y borracheras que hacen, los matan, y el modo con que los asan y comen es que hacen unas barbacoas altas del suelo que son como lechos de palos delgados y encima ponen el cuerpo huma-no limpio y destripado y lavado y debajo encienden gran cantidad de leña, y después de asado se juntan muchos de ellos en una cacería grande a donde lo comen y se embriagan. Esto mismo hacen con los cristianos que matan, son belicosísimos, sus armas son las mismas que ya he dicho.46 (C).Tanto en Granada como en la isla de San Vicente, (Plano

9), Cardona y sus compañeros tuvieron que tratar con los caribes ya que en la última, dice Cardona:

“… vinieron a bordo de los navíos muchos indios de paz a traer gallinas y fruta y cautelosamente con-certaron conmigo dos cristianos que tenían cautivos en una ranchería, que enviase por ellos y habiendo

45 Resgatar o rescatar equivalía a cambiar o hacer trueque.46 Se refiere a la isla de Santa Lucía, por lo que el orden de las páginas ha sido

alterado en el Códice.

Convivencia entre indígenas. Grabado de Teodoro de Bry.

metido en las barcas el rescate y enviado por los cris-tianos, les salieron al camino muchas piraguas ar-madas para tomarlas. Diéronles caza flechándolas pero quiso Dios que no matasen hombre ninguno, solamente al piloto mayor que iba gobernando uno de los barcos, le clavaron con una flecha los calzones y la camisa con el timón, sin recibir otro daño.” (C).La práctica de rescatar cautivos parece haber sido común,

ya que los prisioneros que hacían los caribes cuando naufragaban barcos o asaltaban aldeas de indios cristianos y en algunos casos, barcos europeos, les servían tanto para sus supuestos deleites

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Combate naval nocturno entre naves españolas y holandesas. J. v. Spilbergen. Leyden. 1619.

gastronómicos como para sus trueques por productos europeos.47 Hablando de Granada, dice Cardona que…

“… de esta isla saqué dos negras que tenían cautivas y estaban sin orejas y horadadas las narices en señal de que eran esclavas y dos criaturas, hijos de holan-deses o franceses, habidos en mujeres caribas y un indio cristiano, hermano de otro de la doctrina de Paria, que habían comido ocho días había, y a éste por flaco lo dejaron para otra fiesta.” (C).En el Memorial, se agrega que de estas islas sacó:“… cinco indios caribes que voluntariamente se pa-saron con él a tierra de cristianos donde recibieron el agua del Santo Bautismo y mediante el buen tra-tamiento y afabilidad que tuvo con los dichos indios, los redujo de paz, como lo están hoy, lo cual ha sido gran servicio a Dios y de Vuestra majestad.” (M).

Este tono que se observa a lo largo de los documentos, tra-ta de mostrar la imagen de un Cardona pacificador, sacrificando su hacienda, sus esfuerzos y arriesgando su vida para servir a Dios y al rey. Los caribes nunca fueron pacificados por los espa-ñoles y sólo lograron un entendimiento temporal con los france-ses y los ingleses…

“… en ésta [de Santa Lucía] y en todas las demás islas llegan los piratas a tomar refresco y son reci-bidos de ellos [los caribes] de buena gana, rescatan tabaco, cañafístula y algún palo de tinte.” (C).Cuando los caribes, ya reducidos en número y mezclados

con la raza negra,48 se sometieron definitivamente, los ingleses los trasladaron en 1797 desde su último refugio en la isla de San Vicente hasta la de Roatán, en el golfo de Honduras, desde donde ocuparon sitios en las costas de Honduras, Nicaragua, Guatema-la y Belice.49

47 Según testimonio de Boyer-Peyreleau, galos, ingleses y holandeses compra-ban a los caribes prisioneros que capturaban entre sus enemigos arawaks. M. Izard. 113.

48 Esta mezcla de caribes y negros africanos formaba los garinagus, de lengua garifuna.

49 No fueron admitidos en la comunidad británica sino hasta el 19 de noviem-bre de 1832, día considerado por los garifunas de Belice como de fiesta nacional.

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¿Quienes fueron los caribes?

Este grupo emblemático solo perdura en el nombre de las islas que habitaba y en el mar que sus canoas surcaban. Sin embargo, poco sabemos de su cultura e historia por las fuentes españolas, ya que por su desesperada resistencia a los embates de los cazadores de esclavos, fueron perseguidos y exterminados, considerados como “salvajes y caníbales”.50

Los primeros viajeros que sin hostilizarlos, tuvieron tratos con los caribes, conservaron de ellos una imagen muy diferente a la de “salvajes” que imperaba en el mundo hispano. El pensador francés Michel de Montaigne,51 funcionario del puerto de Bur-deos, recogió testimonios de los marinos que viajaban al Caribe, a las costas de Guyana y del Brasil. En un escrito dice:

“paréceme que las naciones a que me refiero son aún bárbaras porque han recibido poco amaneramiento del espíritu y se hallan muy próximas a su candi-dez original. Todavía obedecen a las leyes naturales, muy poco bastardeadas por las nuestras y tal es su pureza que mucho deploro que semejantes naciones no fueran conocidas antes para que pudiesen ser me-jor juzgadas.”Estas afirmaciones inspiraron más tarde a J.J. Rousseau

quien elaboró su teoría de la bondad primitiva del hombre que la sociedad va corrompiendo.

El abate Delaporte52 comenta que: “estos hombres simples no han multiplicado como nosotros, los objetos de felicidad y en consecuencia

50 Aunque fueron considerados antropófagos por los españoles que así justi-ficaban su captura y esclavización, y por otros europeos que más tarde mantuvieron esta imagen, algunos cronistas que los conocieron, lo niegan. Pelleprat, Pierre. S.J. Relation des missions des pères de la Compagnie de Jésus dans les îles et dans les terres de l´Amérique Méridionale. Pa-ris. 1655. Labat. Jean-Baptiste. Nouveau voyage aux îles de l´Amérique… Paris. 1722. 6 vols. Para una discusión relativa a este tema: Salas. J.C. Los Indios Caribes. Estudio sobre el origen del mito de la antropofagia. Madrid. Editorial América. 1920.

51 Montaigne. Ensayos completos. Editorial Porrúa. México. 1999: 156.52 Delaporte, M. Le voyageur françois ou la connaissance de l´ancien et du

nouveau monde. Paris. 1775. Citado por Miquel Izard. El rechazo a la civi-lización. Ediciones Península. Barcelona. 2000.

los obstáculos para alcanzarlos. Sus deseos son limi-tados, pocas sus necesidades y fáciles de satisfacer.”Un texto anónimo resume este desprendimiento hacia las

cosas materiales diciendo que:“…no se inquietan por nada y la previsión no es su virtud, venden la cama después de dormir.” 53 Gautier, otro viajero que los conoció bien, relata que:“no hay humanos más contentos y felices y menos vi-ciosos, menos contrahechos o víctimas de enfermeda-des y más sociables. Son como la naturaleza los creó, de una gran sencillez e ingenuidad, todos iguales sin superioridad o servidumbre de ningún tipo y recono-ciendo apenas alguna forma de respeto.” 54

Montaigne precisa (158):“…toda su ciencia ética se reduce a dos artículos: valor en la guerra y amor a sus mujeres.”Gautier prosigue:“…ninguno es más rico ni pobre que sus compañeros y todos limitan sus deseos a lo que les es útil y en ver-dad necesario, menosprecian lo superfluo y lo tienen por indigno de ser poseído… viven todos a su aire, beben y comen cuando tienen sed o hambre, traba-jan y descansan cuando les provoca, no se inquietan por nada, ni por el mañana, ya ni siquiera por el desayuno, solo pescan o cazan lo preciso y necesa-rio para la próxima comida, sin preocuparse de la siguiente…”Gautier añade que:“…le maravillaron sus cuerpos y salud, llegaban a los 120 años sin achaques ni arrugas en la frente…”Montaigne (157) asimismo comenta que:“viven además esos pueblos en un país de clima grato y muy templado, al punto de que, según los testigos, es raro ver un enfermo. También aseguran los viaje-ros no haber encontrado a ningún indígena temblón, legañoso, desdentado o encorvado por la edad…”

53 Anónimo. Notes sur la Guadeloupe. 176554 Gautier. Journal de la campagne des isles de l´Amérique…Troyes. 1709. Ci-

tado por M. Izard.

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Combate naval entre un buque francés y otro portugués.

Grabado de Teodoro de Bry.

Los peces voladores formaban parte dela alimentación de los marinos. Grabado de Teodoro de Bry.

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Michel Antochiw 4�

La libertad e independencia en que viven, hacía que, se-gún Hennepin:

“…no obedecen ni a sus padres y éste no manda al hijo. No tienen política ni civilidad, cada uno hace lo que se le parece.” 55

El jesuita Pelleprat añadía:“… pues jamás los castigaban, pero conseguían que les atendieran con suavidad y amor más que por te-mor, sin embargo les acataban y respetaban de ma-nera como no lo he visto en parte alguna.”Esta libertad individual que todos los viajeros notan, la

evoca el dominico Labat observando que: “…se burlan de los franceses por respetar y obede-cer a sus autoridades y que les tenían por esclavos de aquellos a quienes acataban ya que se permiten mandarles y que los citados franceses eran cobardes por cumplir sus órdenes. Entre los aborígenes solo se manda a las mujeres, si bien de una forma dulce y cortés.”Labat también observaba que:“son indolentes y veleidosos en extremo y no toleran ser mandados. Solo hacen lo que les apetece, cuando quieren y como quieren, de manera que ocurre con frecuencia que cuando son necesarios no quieren ac-tuar y que cuando queremos que vayan a cazar a ellos les apetece pescar.”Rochefort56 opinaba que:“eran tan contrarios a la severidad que si alguien los utiliza como esclavos (así los ingleses que con astucia han hurtado muchos) y usan con ellos rigor, fácil-mente mueren de pena.”Todos coinciden en afirmar que trataban bien a sus prisio-

neros que vivían libres entre ellos, sobre todo las mujeres y los niños. Pero no sólo en las relaciones con sus semejantes disfru-taban de libertad y autonomía al punto de negar toda autoridad,

55 Hennepin & de la Borde. Voyages curieux et nouveaux…avec une relation cu-rieuse des Caraïbes sauvages des isles Antilles de l´Amérique. Amsterdam. 1711. Citado por M. Izard.

56 Rochefort. C. de. Histoire naturelle et morale des isles Antilles de l´Amérique. Roterdam. 1658. Citado por M.Izard.

sino que no admitían ser mandados si quiera por autoridad divi-na alguna. Gran parte de los relatos sobre los caribes fueron es-critos por religiosos y misioneros y todos concuerdan que, como dice el dominico Bretón, eran agnósticos y que en su lengua, no había palabra para religión, ni rezaban, ni tenían templos o ado-raciones. Hennepin decía que tras veinte años de predicación, no le hacían caso alguno. El cura Delaporte remataba pregun-tando:

“¿Cómo hacerles comprender a gente tan tosca la existencia de un Dios?”Finalmente Gautier afirma que:“su forma de vida era, a mi juicio, de las más feli-ces del mundo antes de conocer a los europeos, pues no se inquietaban para nada; la tierra y el mar les proporcionaban cuantos víveres necesitaban y solo desde que tienen algún comercio con los franceses, han comenzado a trabajar para conseguir aguar-diente que los enloquece; asisten a la doctrina porque les dan licor…”El trato sufrido por los nativos de las islas a mano de los

colonizadores hispanos, provocó distintas reacciones según los grupos étnicos. Mientras que los tainos, después de aguantar la presión hasta el límite optaron por la resistencia armada en-frentando el exterminio -en el que las nuevas enfermedades no jugaron la menor parte- los caribes optaron preferentemente por la huida. Hábiles navegantes, se deslizaron en sus canoas ha-cia las islas más pequeñas, sin interés para los españoles. Los sobrevivientes de la Dominicana, Puerto Rico y Cuba se refugia-ron principalmente en las islas de Guadalupe y la Dominica. Sin embargo, Guadalupe, situada sobre la ruta de las flotas, volvió a ser ocupada por los españoles, quienes masacraron a los caribes de la isla antes de dirigirse al Perú, vía Cartagena. Lo mismo ocurrió con los que vivían en San Eustaquio y estuvo a punto de suceder en San Cristóbal. Poco a poco, los últimos sobrevivien-tes huyeron hacia las islas más cercanas a América del Sur, o se refugiaron en tierra firme, donde fueron cazados a veces por sus tradicionales enemigos arawaks.

Pasada la fiebre del oro en las Antillas y atraídos los es-pañoles por las riquezas de la Nueva España y del Perú, las islas sufrieron su segundo proceso de despoblamiento. Después de la desaparición de los nativos, emigraban ahora los colonos españo-

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les. Fue en este periodo cuando Nicolás Cardona llegó a las An-tillas y nos ofrece su larga lista de islas despobladas, señalando todavía la presencia de algunos caribes en Montserrat, Antigua y Barbuda (plano 6). Se mencionaban todavía incursiones caribes en Puerto Rico hasta 1630.

Textos franceses informan sin embargo, que los caribes tenían miedo del regreso de los españoles y preferían tolerar en sus islas la presencia de los que ellos sabían eran enemigos de éstos. Los últimos caribes de la Dominica tenían pánico de ser sorprendidos por europeos y como medida de precaución, ha-bían establecido en la costa pequeñas vigías para que, en caso de avistar enemigos, les diera tiempo de organizar su huida o su defensa.

Guillaume Coppier57 observó que los de Montserrat iban a Antigua a cazar iguanas, pescar langostinos y cultivar mandioca. Otros viajeros afirman que los de Dominica sembraban en Marie Galante y los de San Vicente iban a Bieque para pescar y cultivar. Su presencia era esporádica en muchas islas que visitaban con frecuencia, multiplicando los encuentros con europeos a quie-nes vendían provisiones a cambio de objetos de uso práctico o de alcohol.

Sin embargo, cuando estos europeos, en su mayoría fran-ceses, ingleses y holandeses empezaron a asentarse en las islas y a dedicarse a la agricultura, empezaron los problemas. Como les españoles, ellos también buscaban mano de obra barata y, por la dificultad a la que se enfrentaron, creció el racismo y la discriminación. Así, cuando se crearon las primeras colonias francesas en la Guadalupe, los nativos huyeron a la Dominica, desconfiando de los colonos. Algo similar ocurrió en Marie Ga-lante, después de que una partida de franceses fue masacrada por los caribes. Los sublevados intentaron sublevar a todos los nativos para expulsar a los extranjeros de sus islas y atacaron Granada y Martinica, donde mataron a algunos hombres y se lle-varon a las mujeres.

Un grupo de holandeses de Zelanda trató de asentarse en Tobago, pero fueron expulsados por los caribes. En la Martinica, convivieron algún tiempo galos y nativos pero finalmente la gue-rra estalló entre ambos bandos.

Los de San Vicente y de Dominica intentaron aliarse con los refugiados de tierra firme y llegaron a parlamentar con sus antiguos enemigos, los arawaks: el intento fracasó. Perseguidos por franceses en Granada, varios caribes se suicidaron, aventán-dose desde los acantilados.58 El enfrentamiento se dio con la misma violencia en las islas ocupadas por los ingleses, como An-tigua, Montserrat, Nieves y Barbados. Los holandeses cazaban a los de San Eustaquio, siendo…

“tan buen negocio como los negros, pero de los que no había que esperar ni su lealtad, ni su servicio”. 59

En 1659, España y Francia firmaron la Paz de los Pirineos, con amplias concesiones territoriales a esta última y el año si-guiente, Francia, Inglaterra, España y los Caribes firmaron un tratado en el cual estos últimos cedían todas las islas a los ven-cedores, con excepción de Dominica y San Vicente. En 1719, los franceses desembarcaron en San Vicente bajo el pretexto de que ahí se asilaban esclavos fugitivos. Aunque la empresa fracasó, los caribes fueron a la Martinica ofreciendo su isla a cambio de que los dejaran en paz como lo habían estado desde 1660. Era costumbre sin embargo, capturar nativos para esclavizarlos has-ta que, por decreto de 2 de marzo de 1739, Francia prohibió este comercio y declaró libres a todos aquellos que llegaran a las co-lonias francesas. Quedaban entonces sólo unos 6000 nativos. En 1732, vivían todavía en San Vicente 938 caribes y en 1778, treinta familias. Su extinción era inminente.

A pesar del tratado, Inglaterra invadió Dominica y San Vi-cente, legitimándose este acto en el Tratado de Paris en 1763. Los caribes declararon la guerra a los ingleses. En 1779 tomaron las armas a favor de Francia que devolvió la isla a los británicos en 1783.

La visión que Cardona tiene de los caribes es la que los españoles le transmitieron entonces. Es en cierta medida, la que los viajeros europeos de cualquier nacionalidad transmitían des-de el último tercio del siglo XVII, cuando sus relaciones con los nativos se habían deteriorado debido al maltrato. Distan mucho ya de las idílicas descripciones de Montaigne y de las teorías del

57 Coppier, Guillaume. Histoire et voyage des Indes Occidentales…Lyon. 1646. Citado por M. Izard.

58 Bourgeois. (Atribuido a) Voyage intéressant dans différentes colonies françai-ses, espagnoles, anglaises…Londres. 1788.

59 Mavrile de S. Michel, F. Voyage des isles comarcanes en l´Amérique qui sont partie des Indes Occidentales… Le Mans. 1652. Citado por M. Izard.

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“buen salvaje” de Rousseau. Cardona era español y como todos los españoles, era considerado enemigo por los caribes quienes, aunque aprovechaban la oportunidad de hacer algún trueque, no descartaban tampoco la posibilidad de obtener algún benefi-cio suplementario. El relato de Cardona es por lo tanto, un vivo testimonio de las relaciones de los caribes con los españoles a principios del siglo XVII.

Los esclavos Africanos

Aunque mejor conocida que la de los indígenas del Caribe, la historia de la esclavitud y el poblamiento africano de Améri-ca sigue y seguirá despertando el interés de muchos investiga-dores interesados tanto en reconstruir los aspectos de la trata, como del subsiguiente poblamiento del continente. No existe de hecho, país en América cuya población pueda pretender estar ajena a la presencia o influencia africana y en algunos casos, la supervivencia de los rasgos culturales originales es más evidente y acentuada que en los mismos países de donde proviene esta

Mercado de esclavos. Biblioteca Municipal

de Sao Paulo.

población. Desde Alaska hasta la tierra de Fuego, se nota esta influencia que en muchos lugares ha sustituido a la indígena y ha logrado inclusive imponerse a la europea.

La presencia negra en América es casi simultánea a la europea, por lo que puede decirse que fue de hecho compañera en la conquista. En efecto, en 1501, al nombrar los Reyes Cató-licos a Nicolás de Ovando gobernador de la Española, le reco-mendaron, en lugar de esclavos moros, estimular la importación de esclavos negros, nacidos en país católico. La recomendación real tuvo ciertamente oídos, ya que dos años más tarde, el mismo Ovando solicitaba al rey restringir la libre importación de negros porque huían y se juntaban con los indios sublevados. El propio rey Fernando envió en 1505, 17 negros para sus minas.60

Por ser la introducción libre hasta 1513, el volumen del comercio de esclavos atrajo la atención real y a partir del 22 de julio de ese año, fue necesaria la obtención de una licencia que

60 Para mayor documentación; Fernando Ortiz. Los negros esclavos. La Haba-na.1996.

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costaba dos ducados por cabeza, además de los siete reales del almojarifazgo, o derecho de exportación.

Aunque el Cardenal Cisneros prohibió el envío de negros a América por temor a una sublevación, Carlos V, antes de ceñir la corona de España, ya había concedido a sus favoritos flamencos licencias para este comercio. Poco a poco, la trata se volvía par-te del sistema colonial. En 1518, Carlos V otorgaba gratuitamen-te licencia al gobernador de Breda para introducir 4000 negros esclavos, con permiso para ir a buscarlos “a las islas de Guinea y demás lugares de donde es costumbre traerlos.”61 El flamenco vendió su licencia a unos genoveses y éstos a un tal Juan Fernán-dez de Castro quien, en 1519, mandó a América el último cuarto de la cantidad autorizada.

La minería fue la causa de la drástica disminución de la mano de obra y de la población indígena de las islas, sin embargo, la agricultura tropical -el tabaco y la caña de azúcar- vino pronto a sustituirla, requiriendo una mano de obra más numerosa toda-vía. La única fuente de abasto era África, dando paso al mayor tráfico de seres humanos jamás registrado en la historia.62

Las demandas de los colonos eran constantes y urgentes, exigiendo mayores cuotas de importación, limitadas por las me-didas de Cisneros. Carlos V, además de las licencias, otorgó el primer asiento de negros63 el 12 de febrero de 1528, a sus amigos alemanes Eyneger y Sayller, provocando con este monopolio un mayor descontento de los colonos.

A pesar de los obstáculos, la producción de azúcar siguió incrementándose en la Española y en Cuba, donde en 1534, Her-nando de Castro solicitaba el permiso para establecer en Santia-go el primer ingenio e introducir 50 esclavos negros. La escasez

Esclavos lavando minerales auríferos. Biblioteca Municipal de Sao Paulo.

61 Idem.p.48. 62 Aunque se acusó a fray Bartolomé de las Casas de fomentar el comercio de es-

clavos negros, éste existía desde antes de su sugerencia y la iniciativa pare-ce haber sido de la Orden de Predicadores, en 1511. Los frailes Jerónimos también participaron de la idea. Sin embargo Las Casas creyó haber sido el causante de este desastre. Ver: Fray Bartolomé de las Casas “Disputa o controversia entre el Obispo D… y el Doctor Ginés de Sepúlveda…”

63 La Licencia era un permiso para llevar un número determinado de negros a América, mientras que el Asiento era “un contrato…por el cual un particu-lar se obligaba con el gobierno a sustituirse en el lugar de éste en la admi-nistración del comercio de los esclavos negros en las Indias o en una región de ésta. En el fondo fue siempre el asiento la concesión de un monopolio fiscal, si bien algunos asientos se aproximaron más bien a un arrendamien-to de impuestos o a la concesión de un servicio público.” Ortiz, F.:48.

64 Ortiz. F.:54.65 Ortiz. F.:54.

hacía subir el precio del esclavo a tal punto, que una cédula real de 6 de junio de 1556 fijó un precio máximo que en Cuba era de cien ducados por pieza, con excepción de los de Guinea que, considerados superiores, tenían un sobreprecio de veinte duca-dos.64 El comercio de esclavos era más lucrativo que el azúcar, como decían los procuradores de Cuba al emperador: “Aquí, la principal finca son los negros”.65

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Siendo un negocio tan lucrativo y la demanda insacia-ble, no pudo reprimirse desde luego, el contrabando de esclavos introducidos clandestinamente. A principios del siglo XVII, el gobierno cobraba treinta ducados por cada esclavo además del precio de la concesión del asiento. El precio en el “mercado li-bre” era mucho menor y la tolerancia de los gobernadores cada vez mayor, en beneficio de los contrabandistas tanto españoles como extranjeros, y piratas como John Hawkins, quienes de este modo colaboran con el aumento de la producción en las islas y el enriquecimiento de todos, incluyendo a la corona. Sin embargo, el rey no lo entendía así y por cédula de 28 de junio de 1683, dis-puso medidas de rigor para impedir la trata clandestina.66

Otra causa del aumento del “ébano” fue la inagotable de-manda de mano de obra en las provincias del continente donde los indígenas habían sido diezmados por los primeros “conquis-tadores” que se dedicaron a la captura de esclavos para proveer a las islas. Tal fue el caso de gran parte de la América Central y de la región costera del norte de América del Sur. Cuando poco después los colonizadores se apoderaron de estas tierras, los indígenas sobrevivientes huyeron frecuentemente fuera de su alcance, creando un vacío que solo podía llenarse con esclavos negros.67 Hernán Cortés llevó negros de Cuba en la conquista de México para el arrastre de la artillería. Pánfilo de Narváez llevó negros en su desastrosa expedición a la Florida; uno de ellos, esclavo de Dorantes de Carranza, sobrevivió con su amo después de vagar varios años por los desiertos y las sierras del sur de los Estados Unidos y del norte de México. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, otro de los sobrevivientes, relató las aventuras y la historia de Estebanico quien, más tarde, fue obligado a retornar a los desiertos en busca de las “ciudades de oro” donde fue muerto por los indígenas en Nuevo México.

66 Ortiz. F.:55. 67 ¿La agresividad y resistencia maya en Yucatán podría explicarse por el doloro-

so contacto de los nativos con algunos cazadores de esclavos que visitaron sus costas antes de la llegada de Hernández de Córdoba en 1517? Este navegante capturó a su vez a varios indígenas mayas que llevó a Cuba. Las Casas comenta que en Cuba “…juntamente tres dellos, llamados Francis-co Hernández de Córdoba, harto amigo mío, Cristóbal de Morante y Lope Ochoa de Caicedo y trataron con Diego Velásquez que les diese licencia para ir a saltear indios dondequiera que los hallasen…” Las Casas. Histo-ria…Cap. XCVI.

Así, el esclavo negro fue el producto de mayor demanda en América y su venta clandestina, un excelente negocio tanto para los tratantes como para los colonos. El negocio era tan lucrativo que hasta los caribes participaron activamente de él. Francia, el 23 de septiembre de 1683, prohibió comprar negros a los cari-bes que los extraían de las colonias inglesas. Los europeos que ocuparon las islas abandonadas por los españoles, formaron los primeros asentamientos permanentes y al dedicarse a la agri-cultura requirieron de mano de obra numerosa y barata. Los nativos no eran útiles y el negro fue la solución. Los tratantes tenían pues, un vasto mercado para sus mercancías. Resulta di-fícil hacer cálculos del volumen de negros vendidos en América. Así por ejemplo, en las islas del Caribe, los viajeros y misioneros informan, de modo parcial y aproximado, la existencia de pobla-dores y esclavos negros como sigue:

Isla Fecha Esclavos Esclavos blancos negros

Antigua 1758 8,000 23,000

Barbados 1676 50,000 80,000

1700 15,000 60,000

1758 emigran a 80,000 Carolina y Pensilvania

Jamaica 1750 60,000 110,000

1818 31,700 324,172 y

16,430 libres

Montserrat 4,500 7,000

Nevis 1648 3,500 --- 1689 10,000 20,000 1758 3,000 12,000 San Cristóbal 1713 7,000 17,000

El barón Alejandro de Humboldt, en su Ensayo Político sobre la Isla de Cuba dice:

“Las Antillas inglesas han recibido en los ciento y seis años que precedieron al de 1786, más de 2´130,000 negros arrancados de las costas de África. En la épo-

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Esclavos cosechando café. Biblioteca Municipal de Sao Paulo.

ca de la revolución francesa, el comercio de esclavos suministraba 74,000 por año, los 38,000 para las co-lonias inglesas y los 20,000 para las francesas. Fácil sería probar que en todo el archipiélago de las Anti-llas, en el cual apenas hay 2´400,000 negros y mula-tos (libres y esclavos) han entrado desde 1670 a 1825 cerca de 5´000,000 de africanos (negros bozales). En estos cálculos chocantes acerca del consumo de la es-pecie humana, no ha entrado en cuenta el número de desgraciados esclavos que han muerto en la tra-vesía o han sido echados al mar como mercancías averiadas…Una triste experiencia ha probado cuan funestos han sido para la humanidad los tratados de 15 de julio de 1814 y de 22 de enero de 1815 por los cuales la España y el Portugal se reservaban todavía

el goce del tráfico de negros durante un cierto núme-ro de años.” 68

Al padre Labat le asombraba que en Barbados los ingleses mantuvieran a 60,000 negros famélicos por lo barato que cos-taban. Las muertes eran innumerables, pero las pérdidas eran compensadas por las ganancias en las reventas. El trato dado al “ébano” era a veces absolutamente inhumano a tal punto, que preferían suicidarse…

“pues temen la muerte infinitamente menos que la esclavitud de América. Hay que andar con mucho tiento y privarles de los medios de quitarse la vida. Así, los capitanes de navíos franceses no les dejan ni una pieza estrecha de tela, temiendo se estrangulen, lo que sucedió más de una vez”.69 Otro autor francés relata que los Ibo se ahorcaban en gru-

po en un mismo árbol, creyendo que volverían juntos a África y exclama indignado que esta actitud “…puede arruinar a un colono”.70

Pero el comportamiento normal de aquellos que no acep-taban su estado ,era la sublevación o la huida. Así por ejemplo, en Jamaica estallaron entre 1659 y 1690, siete motines importan-tes. Los ingleses trajeron perros entrenados de Cuba para acosar a los esclavos.71 En 1695 y 1696, trajeron más perros de Cuba para reprimir otra sublevación. En Barbados, la revuelta de 1675 fue rápidamente controlada, seis cabecillas fueron quemados vi-vos y once decapitados. La única sublevación de esclavos que al-canzó el éxito fue la de Haití contra los colonos franceses. Fue la

68 Humboldt, Alejandro. Ensayo político sobre la Isla de Cuba. Paris. 1827: 275-276. El 31 de mayo de 1789 se publicó en Real Cédula de su Majestad sobre la Educación, trato y ocupaciones de los esclavos en todos sus dominios de Indias e Islas Filipinas. Esta cédula se reimprimió en México en 1810, año en que Miguel Hidalgo, el 6 de diciembre, decretó la abolición de la esclavitud ratificada poco después por J.M. Morelos. El 15 de septiembre de 1829, Vicente Guerrero ratifica la disposición que queda registrada en la Constitución de 1857. España prohibió en 1817, la trata de negros pero solo abolió la esclavitud el 8 de marzo de 1880. El último Reglamento de Cimarrones fue reformado por Real Cédula de 7 de febrero de 1820 y Real Orden de 22 de abril de 1822. En 1860, existían 4´500,000 esclavos en los Estados Unidos de una población total de 30 millones.

69 Isert, Paul Erdman. Voyages en Guinée et dans les îles Caraïbes en Amérique. Paris, 1793. Citado por M. Izard.

70 Romanet, J. Voyage a la Martinique. Paris. 1805. Citado por M. Izard.71 Los perros entrenados en Cuba para este propósito eran renombrados. Ver

Humboldt, op. cit. Pág. 278.

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primera república, después de Estados Unidos, producto de una rebelión en contra de una potencia colonial. Haití se proclamó independiente en 1804.

Para la mayoría, la huida era la mejor solución. Refugia-dos en regiones inaccesibles o inhóspitas, los cimarrones forma-ban pequeñas comunidades a veces pacíficas, otras veces agre-sivas. Las comunidades cimarronas existieron ahí donde había esclavos. En México por ejemplo, fue famoso el caso de Yanga, quien formó una cimarronería en las faldas del Pico de Orizaba que perduró más de treinta años.72

El mal ejemplo dado por los cimarrones, a los que frecuen-temente se unían indios, mestizos y a veces blancos, provocó una cacería y castigos espeluznantes. Delaporte73 enumera las penas impuestas a los fugitivos capturados; la primera vez les cortaban las orejas y les herraban la Flor de Lis en la espalda. Si reinci-dían, les cercenaban la corva y a la tercera, los ahorcaban.74

72 Para México, ver: Gonzalo Aguirre Beltrán. La población negra de México. México. 1946. México fue escenario de numerosas sublevaciones de negros cuyo número, incluyendo los mulatos, alcanzó el 10% de la población total en 1810.

73 Delaporte, M. Abate. Le voyageur françois ou la connaissance de l´Ancien et du Nouveau Monde. Paris. 1775. Citado por M. Izard

74 Todas las naciones estimulaban la huida de los esclavos de los países ene-migos y les otorgaban la libertad cuando alcanzaban su territorio. Este comportamiento fue causa de disputas y reclamaciones diplomáticas al otorgar, por ejemplo, los españoles en Yucatán, el asilo y la libertad a los esclavos huidos de las concesiones inglesas de Belice.

La última cédula real española relativa a esclavos. Reimpresa en México en 1810.

Anuncio de un periódico en Charleston. 1776.Fernando Ortiz. Los negros esclavos.

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Los pobladores blancos de las Antillas

La piratería en los mares era común y muy antigua en el Viejo Mundo. El avance turco en el oriente mediterráneo, con la caída de Bizancio en 1543 y en el otro extremo, la toma de Gra-nada por los Reyes Católicos con la consiguiente expulsión de los moros de España, polarizó las dos grandes potencias y exacerbó el antagonismo entre el mundo cristiano y el musulmán.75

Encabezando a los berberiscos, el famoso Barbarroja, cu-yas naves trasladaron a los moros de España a África del norte, extendió sus dominios desde Túnez hasta Argel de donde expul-só a los españoles en 1516. Sus piratas, junto con musulmanes expulsados de España y corsarios turcos, asolaban las costas del sur de España, Mallorca, Cerdeña y Almería y abastecían el nor-te de África con esclavos cristianos. A pesar de la derrota tur-ca en Lepanto, en 1571, los piratas berberiscos extendieron sus correrías a los mares del norte de Europa y entre 1569 y 1616, capturaron entre otros, 466 barcos ingleses cuyas tripulaciones fueron vendidas como esclavos. Aliados a los berberiscos, había muchos cristianos europeos, como el holandés Jan Jansz, que capturaban barcos de todas las nacionalidades y enarbolaban el estandarte de la Orden de Orange al asaltar naves españolas.76

75 Este antagonismo queda plasmado en el texto de un embajador de Solimán en Madrid: “Nosotros nos dejamos crecer la barba y nos afeitamos la ca-beza; ellos se dejan la melena y se afeitan la barba, nosotros escribimos de derecha a izquierda; ellos escriben de izquierda a derecha, nosotros ponemos las alfombras encima de las mesas y ellos las ponen debajo. Re-sumiendo, ponga su Majestad a un otomano cabeza abajo y pies arriba y obtendrá un español.” La mentalidad musulmana queda plasmada en este antiguo poema turco:

Las mezquitas son nuestros cuarteles,Sus cúpulas, nuestros cascos,Sus alminares, nuestras picasY los creyentes, nuestros soldados.76 Los españoles no eran ajenos a estos actos ya que Vicente Yañez Pinzón, com-

pañero de Cristóbal Colón, había pirateado frente a las costas catalanas. En la colección Venetian State Papers, publicada por Rawdon Brown, se menciona que piratas griegos, llamados “colombos”, asaltaban tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, entre 1468 y 1485. Sus naves llegaban hasta Flandes, ofreciendo sus servicios al mejor postor. Algunos autores han sugerido que Cristóbal Colón era uno de ellos.

Ante la inseguridad que reinaba en los mares, cada nación armaba sus propias naves y atacaba, bajo cualquier pretexto ci-vil o religioso, los barcos de sus vecinos. En la costa sureste de Inglaterra se formó la Liga de los Cinco Puertos -a los que más tarde se unieron dos más- con el propósito de proteger la región. La Liga fue reconocida por la corona británica que le concedió el privilegio de atacar a las naves de otras naciones que estuvieran a su alcance. La piratería con protección real fue así un produc-to típicamente “made in England.”

Ya desde principios del siglo XVI, naves de diversas nacio-nalidades se aventuraban en las aguas del trópico americano. El conflicto entre Francia y España durante los reinados de Carlos V y de Francisco I, propició una avalancha de corsarios franceses en el Caribe. El tesoro de Moctezuma que Cortés mandó a Carlos V, llegó a manos de su enemigo Francisco I por intermediación del pirata Jean Fleury, en 1521. Francois Le Clerc, Pie de Palo, saqueó Santo Domingo y Puerto Rico en 1533 y poco después Jac-ques de Sores, con el navarro Juan de Plano y el piloto portugués Braz, tomó Santa Marta y saqueó la Habana. Sin embargo, fue

Un bucanero. Exquemelin. Edición francesa.

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La conquista de Yucatán por Francisco de Montejo. Grabado de Teodoro de Bry.

a partir de la llegada al trono de Inglaterra de Isabel I, en 1558 -protestante que sostenía la oposición flamenca en contra del católico Felipe II- que la guerra no declarada entre ambas na-ciones se generalizó. La subasta pública en Dover, de caballeros castellanos capturados en un galeón, hirió la honra y el orgullo de España desencadenando un largo conflicto en el que destaca-ron los terribles “halcones del mar” como John Hawkins, Walter Raleigh, Francis Drake, Thomas Cavendish y tantos otros que penetraron y asolaron lo más íntimo de las posesiones españolas de América.

La historia de la piratería es de sobra conocida, pero lo es menos la del poblamiento por colonos europeos de aquellos te-rritorios que los españoles consideraban suyos, aunque inútiles para ellos.

Las Bulas Alejandrinas de 1493 fueron de hecho, el primer reparto del mundo entre dos naciones católicas: España y Portu-gal. Los españoles, provistos de este mandato papal, considera-ban una ofensa no sólo a sus intereses sino también al catolicis-mo, la presencia de cualquier extranjero en lo que era para ellos, su propiedad y sus dominios. Los protestantes,77 que no recono-cían la autoridad papal, consideraban arbitraria e ilegítima esta atribución, reclamando el derecho de participar también de los beneficios. El papa Clemente VII declaró en 1533, que las Bulas Alejandrinas eran válidas solo para los territorios descubiertos

77 En los textos españoles se les llama, a veces indiferentemente, “hugonotes, calvinistas o luteranos”, todos con el sentido de enemigos, como lo eran también los judíos o judaizantes y cualquier extranjero.

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en el momento de su promulgación, autorizando así la participa-ción de otras naciones en el nuevo reparto.

Los viajes de los piratas al Caribe sirvieron a Inglaterra, Francia y Holanda para reconocer y explorar esta vasta región, como lo demuestra la abundancia de mapas producidos en estos países desde la segunda mitad del siglo XVI, pero sobre todo a partir del siglo XVII. Este conocimiento fue fundamental para la ocupación y poblamiento de América.

Si bien la piratería isabelina buscaba humillar el orgu-llo español, la razón profunda de estas empresas era sin duda la búsqueda de beneficios. Para ello, todo era válido, desde el asalto a los puertos, hasta el apresamiento de los barcos pero so-bre todo, el contrabando. La trata de negros, a precios sin com-petencia debido a la ausencia de cargas fiscales, constituía el renglón principal de su comercio, contando con la complicidad de los colonos españoles y posteriormente con la protección de las leyes españolas. Los asientos de negros, mencionados an-teriormente, favorecieron inicialmente a alemanes y genoveses, posteriormente a portugueses y holandeses y, finalmente, a los ingleses.

Pero estos piratas de la era isabelina no eran más que mo-lestias pasajeras que sólo iban y venían entre Inglaterra y Améri-ca, abriendo sin duda, rutas para otros viajeros.

Los protestantes franceses del partido de Gaspard de Co-ligny, acosados por los católicos, buscaron su salvación en Amé-rica y organizaron en 1555, una expedición para establecer una colonia en las costas del Brasil. Al mando de Durand de Villegag-non, caballero de Malta, desembarcaron en la Bahía de Ganaba-ra (Río de Janeiro) y construyeron un fuerte -fuerte Coligny- que los portugueses se apresuraron a destruir.

Catalina de Médici, reina de Francia, aprovechando la va-cancia al trono de Portugal, convenció en 1581 a su primo Filippo Strozzi de ocupar el Brasil. En las Azores, la flota de Felipe II puso fin al proyecto de Catalina. Una colonia holandesa se asen-tó en Sao Tomé, en 1624. Otro grupo de protestantes franceses, bajo el mando de Jean Ribaud, desembarcó en 1562 en la Florida y aguas arriba del actual río Saint John y el Satilla, edificaron una aldea. El intento de colonización fracasó y dos años más tarde, René de Laudonniere inició la construcción de un fuerte en la desembocadura del río Saint John, al que llamó Fort Ca-roline. Sin embargo, Pedro Menéndez de Avilés, quien se había

establecido en San Agustín, atacó y degolló a todos los franceses. Dos años más tarde, en represalia, el corsario francés De Gour-gues tomó el fuerte, lo destruyó y ejecutó a todos los españoles.78 San Agustín fue sistemáticamente destruida poco después por Francis Drake.

La “leyenda negra” contra España, basada en La destruc-ción de las Indias de Bartolomé de las Casas y enriquecida con la obra de Jerónimo Benzoni, contiene un capítulo dedicado a la matanza de los franceses de Florida. España trató de poner un término a la amenaza externa y organizó la Armada Invencible contra Inglaterra. En el desastroso intento perdió a sus mejores marinos y tuvo que adoptar desde entonces, una actitud defensi-va, dejando la soberanía de los mares a Inglaterra.

En el Caribe, la presencia extranjera se intensifica a par-tir del segundo cuarto del siglo XVII. Las islas de las Antillas Menores fueron abandonadas por los españoles a pesar de que las naves de la flota de Nueva España, después de larga travesía, llegaban a islas como la Guadalupe o la Dominica para abaste-cerse, antes de dirigirse a Puerto Rico, la Española, Cuba y el Golfo de México, mientras que la Flota de Tierra Firme se dirigía a Cartagena.

El odio exacerbado entre los contendientes marcará la historia de América durante todo el siglo XVII. Junto a las grandes empresas piráticas mencionadas anteriormente, una multitud de pequeñas embarcaciones que acudieron al Caribe buscando la oportunidad de sacar algún provecho, generaron una gran inseguridad tanto en los mares como en los puertos que empezaron a fortificarse.79 Sin embargo, no todos los “aven-tureros” eran asaltantes. En Europa existían miles de margina-dos perseguidos por ser gitanos, judíos, moriscos, heterodoxos, condenados por brujería, acusados de sodomitas, que morían en gran número en las mazmorras inquisitoriales o asesinados por ser seguidores del papa. Muchos escaparon y llegaron a América donde buscaron la paz y el olvido.

78 Al lado de los cuerpos de sus víctimas, Menéndez de Avilés dejó una pancarta que decía “No por franceses sino por herejes.” De Gourgues, al lado de los cuerpos de los españoles dejó otra que decía “No por españoles, sino por traidores, ladrones y asesinos.”

79 Ya mencionamos antes la obligación de navegar en flotas a partir de 1561.

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Batalla naval frente a Campeche. Grabado en Olfert Dapper: Die unbekante neve welt. Ámsterdam. 1673.

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La isla de San Juan de Ulúa frente a las ventas de Buitrón. Los barcos están amarrados al muro de las argollas. BRAH. Madrid. Colección Muñoz. No. 94. Fol. 54.

Una disposición real de 1º de noviembre de 1607, ame-nazaba de destitución a generales y almirantes de las flotas y condenaba a la pena de muerte a capitanes, pilotos y contra-maestres que transportaran extranjeros a las Indias. Poca infor-mación subsiste en los archivos de la Casa de Contratación que permita una visión objetiva de este asunto. Según Quintero80 el gobernador de Puerto Rico escribe al rey en 1579 que:

“había y hay en esta tierra, mucha gente; mestizos, mulatos, indios grifos y vagabundos y mujeres de la misma suerte…”Varias referencias a esta inmigración clandestina perdu-

ran en las crónicas de los viajeros europeos.En San Cristóbal, Guadalupe y Guayana había “embosca-

dos, gente tan blanca como los francos y con larga barba.” 81 En la Tortuga, unos 225 galos independientes intercambiaban carne y cueros con los españoles de Santo Domingo. El capuchino Pa-cifique82 opinaba que:

80 Quintero Rivera, Ángel G.(Edit). Vírgenes, Magos y Escapularios. Imaginería. Etnicidad y religiosidad popular en Puerto Rico. San Juan. 1998.

81 Breton, Raymond. Relation de l´île de la Guadeloupe. Basse Terre. 1978. 2 vols.

82 Pacifique de Provins, F. Brieve relation du voyage des isles de l´Amérique. Paris. 1646. Citado por M. Izard.

“si la tierra de esta isla no es buena, los habitantes no son mucho mejores en lo que concierne a la religión, pues gobernador y habitantes son casi todos herejes que, contraviniendo Reales Órdenes impedían a los pocos católicos ejercer su fe, llegando a expulsar a un cura.”El mismo viajero refiere que en Antigua:“ingleses, hartos como los franceses de las guerras de sus países, habían buscado refugio para poder vivir sin zozobra con lo que la tierra les rindiera por tra-bajarla.”En la Guadalupe, fugitivos franceses vivían con los nati-

vos. En San Cristóbal, Esnambuc halló a otros 25 o 30 franceses que convivían con los “salvajes.”

Delaporte83 decía que:“en Anguila, vivían sin curas, magistrados ni gobier-no y no se conocía otra colonia más dichosa y en San Vicente muchas familias inglesas y galas preferían la vida libre de los nativos bárbaros.”Bellin relata que en Anguila: “algunas familias inglesas se dedicaban a la agricul-tura y la ganadería. Unas 800 o 900 personas vivían a su aire, sin depender de nadie, sin gobierno, magis-trados ni ministros”. 84

Se sabe que antes de que fueran británicas en 1612, ya vivían en las Bermudas refugiados ingleses. La misma situación se observa en casi todas las islas donde blancos de distintas na-cionalidades y credos conviven con nativos y negros cimarrones, compartiendo tierra, alimentos y libertad. En la costa de Hon-duras un grupo de cortadores de palo de tinte llevaba una exis-tencia casi cimarrona, parecida a la de los bucaneros de Santo Domingo. Era una vida dura pero libre y se menospreciaba la “civilización”. En Curazao, las tres cuartas partes de los blancos eran judíos.

El mal gobierno de Olivares durante el reinado de Feli-pe IV desencadenó la guerra contra los demás países europeos. Los ingleses atacan Cádiz en 1635 y los holandeses derrotan a la

83 Op. Cit. Pág. 119. M.Izard.84 Citado por M.Izard.:119.

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armada española. Más tarde, los ingleses ocupan la Jamaica en 1655. Internamente, Cataluña se subleva y se proclama indepen-diente en 1640. España no puede sostener sus compromisos y vive al borde de la bancarrota. En el Caribe, Carlos I de Inglate-rra otorga patente en 1625 a Thomas Warner para colonizar parte de la isla de San Cristóbal y los franceses al mando de Esnambuc, ocupan la otra parte. Poco a poco los colonos traídos de Europa extienden su presencia a las islas vecinas, desocupadas por los españoles: los ingleses ocupan Nevis y Montserrat y los franceses la Guadalupe y la Martinica. En Europa, se crean “Compañías de las Indias Occidentales” y variantes, que obtienen el control casi absoluto de todas las actividades, incluyendo el reparto de la tierra y el acarreo de la mano de obra. Había nacido una nue-va región territorial llamada “West Indies.”

España reaccionó violentamente atacando la isla de San Cristóbal para expulsar a los intrusos, quienes se dispersaron en las demás islas.

“Fabrique de Toledo y Osorio, Marqués de Villanueva de Valdibuena, y general de la Armada del Océano, salió para las costas de las Indias por el mes de agosto de 1629, en compañía de los galeones del cargo de Martín de Vallecilla, con tropas de tierra mandadas por el maestre de campo, general Dn. Francisco de Medina, del orden de Santiago, con designio de des-alojar los enemigos que se hallasen fortificados en aquellas tierras y los que navegasen por aquellos mares. En efecto, cumplió con todo el objeto de su comisión, desalojando a los ingleses de la isla de las Nieves y a los franceses de la isla de San Cristóbal y pasando a Cartagena, salió para España en conser-va de la misma armada de Vallecilla, uniéndose en la Habana con la flota de Nueva España…” 85

Acciones similares se realizaron en 1633, cuando el Mar-qués de Cadereyta estuvo al mando de una flota para desalojar a los holandeses de la Isla de San Martín, apoyado por la flota de Nicolás de Masibradi que además “desalojó a los enemigos de San Bartolomé”.

85 Tabla Cronológica de los generales que fueron a Indias… AGI. México. MP. Libros manuscritos. 80

Estos ataques acrecentaron el odio de estas comunidades hacia los españoles, sin solucionar el problema de los asenta-mientos en las islas ya que, después del ataque, los españoles se retiraban dejando libre el camino para el regreso de los enemi-gos como ocurrió también en El Carmen, la costa de Zacatán o Belice y otras partes.

Los cazadores de ganado silvestre que cultivaban vegeta-les en el norte de Santo Domingo y comerciaban con los colonos españoles, fueron violentamente desalojados y se refugiaron en la isla de la Tortuga. Los bucaneros, que subsistían de su tra-bajo, se volvieron filibusteros como todos los demás refugiados asentados en las islas. Ahora, los corsarios venidos de Europa tenían émulos entre los antiguos refugiados que hasta entonces habían vivido en paz. Había nacido la temible “cofradía de los Hermanos de la Costa.” Para ellos no había nacionalidad ni reli-gión, no había propiedad privada más que el botín obtenido con el peligro de la vida. No había jefe más que el electo por todos para el ataque o la defensa; no podían admitir un tirano cuando todos habían huido de alguno. A todos los unía un único enemi-go: el español.

Los representantes de las compañías encargadas de colo-nizar las islas carecían de la mano de obra necesaria y la primera solución provino de sus propios países. Miles de “voluntarios”

El muro de las argollas en San Juan de Ulúa. Archivo de Simancas.

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fueron reclutados para trabajar en las islas. Estos “engagés” o enganchados, debían trabajar varios años para los colonos para pagar sus pasajes desde Europa.86

El cronista Gautier decía que cuando escaseaban los africanos, ninguna nave podía salir de Francia sin cargar jóve-nes para trabajar en las islas, según él, “como negros”.87 Oliver Cromwell, al extender el poder inglés sobre Irlanda y Escocia, vendió más de 30,000 irlandeses y escoceses a los colonos de Jamaica y Barbados. Todavía por orden real francesa de 30 de septiembre de 1686, el número de sirvientes franceses debía igualar al de negros. En esta época, los franceses habían manda-do más deportados a las islas que al Canadá. Debido al maltrato, muchos se acimarroneaban y se juntaban con nativos y negros para escapar de los abusos de sus amos. Eran, según Boyer- Peyreleau,88 los “servidores-esclavos” y recibían a veces el mismo trato que éstos. Otros huían con los españoles donde su suerte a veces no era mejor, ya que acababan en las galeras del rey.

86 Una descripción de las condiciones de vida de estos “engagés” esta amplia-mente expuesta en la obra de Alexandre Exquemelin: Bucaneros de Amé-rica. El autor fue engagé antes de participar en la piratería. Los engagés ingleses eran más maltratados que los franceses y debían trabajar siete años en lugar de tres para liberarse.

87 Citado por M. Izard.88 Boyer-Peyreleau. E. E. Colonel. Les Antilles françaises, particulièrement la

Guadeloupe. Paris. 1825. 3 tomos. Citado por M. Izard.

Proyecto de fortificación de Veracruz. s. XVI. Archivo de Simancas.

Tanto entre franceses como entre ingleses, se cometían abusos y engaños con los enganchados. Se les contrataba para trabajar en la agricultura naciente en San Cristóbal, pero los revendían en Tortuga por el doble del precio. Ahí tenían que servir a los filibusteros, “así caen pobres ovejas entre los lobos”. Moreau de Saint-Mery escribía que:

“se verá sin duda con ternura, hombres desconocidos por su Patria, no vengarse de los desprecios y de los males que ella les causó, sino ofreciéndole un vasto dominio que ella deberá mirar un día como su más preciosa propiedad en América”. 89

Los hombres son a veces más generosos que las patrias que les dieron la luz. Los holandeses asentados en Sao Tomé fueron expulsados del Brasil por los portugueses y trataron de establecerse en la Martinica, de donde fueron también expulsa-dos acusados de herejes por los jesuitas. Encontraron asilo en la Guadalupe en 1654. Toda esta población heteróclita, perse-guida por todos y luchando contra todos, encontró refugio en la filibustería que tanto desconcierto causó durante el siglo XVII. Durante las guerras eran corsarios, con las paz se volvían pesca-dores y cazadores, pero siempre enemigos del español; “su vida fue una mezcla de las más heroicas virtudes guerreras y atroz delincuencia” decía Boyer-Peyreleau. No debe olvidarse tampo-co que entre los filibusteros había también numerosos españoles y portugueses. Un mulato habanero se unió a los filibusteros y logró imponerse entre ellos. Acabó comandando una fragata ho-landesa; se le conoció como “Dieguillo.”

La cuestión judía era también evocada. En 1664, el co-merciante judío Benjamín de Acosta fue expulsado de la Gua-dalupe y sus bienes obviamente encautados, por presión de la Compañía.

España, acosada tanto en Europa como en América, firmó con Francia la Paz de los Pirineos en 1659 y con Holanda la Paz de La Haya en 1661, haciendo en cada caso vastas concesiones territoriales en ambos continentes. Inglaterra se había apodera-do de Jamaica en 1655 y fue por el Tratado de Madrid, firmado

89 Moreau de Saint-Mery. M.L. Descripción de la parte española de Santo Do-mingo. Filadelfia. 1796.

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el 18 de julio de 167090 y ratificado por el de Utrecht en 1697, que las naciones europeas adquirían la posesión legal y definiti-va de sus territorios del Caribe. Los expatriados, prófugos, exi-liados, condenados y perseguidos, enganchados y vendidos, que durante tanto tiempo pelearon para sobrevivir en un ambiente hostil, eran ahora los que daban a sus respectivas naciones la posesión de los territorios adquiridos con su sangre. Nadie sabe para quién trabaja.

La posesión reconocida de estos territorios e islas modi-ficó radicalmente la situación caribeña. La agricultura tropical debía satisfacer ahora las necesidades del viejo mundo en azú-car, tabaco, alcohol y otros productos para lo cual era necesaria una abundante mano de obra barata. El comercio de esclavos negros se disparó a partir de los años 1680. La proporción de enganchados blancos se fue reduciendo y un ordenamiento del 21 de octubre de 1713, obligaba todavía a los colonos a tener un “engagé” por cada veinte africanos. En las islas francesas una cédula real de 23 de mayo de 1671, daba los mismos derechos a los judíos que a los colonos, sin embargo esta disposición fue revocada el 30 de septiembre de 1683.

Si recordamos que en la Capitulación firmada con Tomás Cardona, se precisaba que cualquier transacción con extran-jeros se haría “so pena de la vida y del perdimiento de todos sus bienes…”, se comprenderá la razón por la que los españoles presentaban ante los extranjeros una doble cara, por lo que con frecuencia se les tildaba de traicioneros: por un lado, la política de exclusión que les impedía todo contacto con los extranjeros y por el otro, la conveniencia y a veces la necesidad de entablar y sostener una relación prohibida. “Obedézcase, pero no se cum-pla.” Esta situación propiciaba la corrupción de ciertas autori-dades que se beneficiaban del contrabando que en algunos casos se practicaba casi abiertamente, pero que en otros momentos se veían obligadas a actuar con una violencia extrema para dar la impresión de estar cumpliendo con sus obligaciones.

Estos giros causaban muchos desconciertos y rencores sobre todo entre las poblaciones pacíficas, de por sí víctimas de injusticias y agravios de sus propios países de origen.

90 El artículo 7º de este tratado precisa que la Gran Bretaña tendrá y poseerá “todas las tierras, provincias, islas, colonias y dominios situados en la India Occidental…que el dicho Rey de la Gran Bretaña y sus súbditos tienen y poseen al presente…”

El reconocimiento por España de las posesiones extranje-ras ocasionó reacomodos que tampoco beneficiarían mucho a los antiguos bucaneros, filibusteros y expatriados. La toma de pose-sión de los territorios por las administraciones reales francesas, inglesas y holandesas, obligó a todos sus ocupantes a aceptar las reglas que desde tiempo atrás habían dejado. La piratería bajo todas sus formas, por ser un acto privado, fue perseguida y cas-tigada. Más de uno que peleó contra los que eran enemigos su-yos y de su nación, acabó colgado de una cuerda por sus propios conciudadanos. Henry Morgan, uno de los piratas más temidos y sanguinarios, fue ennoblecido y Sir Henry fue nombrado go-bernador de Jamaica, Teniente-general, Vice-almirante, Coronel comandante del Regimiento de Port Royal, Juez de la Corte del Almirantazgo y fue, desde entonces, uno de los mas severos per-seguidores de la piratería y servidor de la ley.

Ahora las reglas del juego cambiaban, pero los actores se-guían siendo los mismos. Los continuos conflictos entre las na-ciones europeas resonaban directamente en el Caribe donde el antiguo filibustero, ahora provisto de una nacionalidad, se volvía corsario. Su vida, decía un escritor anónimo del siglo XVIII, “es la novela de la marina francesa, novela mezclada de horrores sangrientos y heroísmos maravillosos.”

El Caribe, con sus paisajes paradisíacos fue, desde que el primer europeo pisó la arena de sus playas, el escenario ame-ricano donde el ser humano hizo evidente el alto precio que la codicia y la avaricia cobran a sus semejantes. Nadie escapó a la sanguinaria crueldad: ni nativos, ni blancos, ni negros. Todos se veían sometidos a la más humillante servidumbre en la que la vileza de los viles los envileció en una vorágine roja de vino, fuego y sangre que todavía ni se apaga, ni se olvida.

De Venezuela a Veracruz

Después de recorrer las islas de Santa Lucía, (Plano 8) de San Vicente y de Granada, Cardona llegó a la isla Margarita (plano 10), una de las más importantes para los propósitos de su viaje. En efecto, esta isla y sobre todo las dos pequeñas isli-tas de Cubagua y Coché,91 situadas entre la Margarita y la costa

91 Cocha, en el códice.

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de Venezuela, fueron renombradas por la riqueza de sus ostiales perlíferos, aunque ya en el siglo XVII estaban casi agotados.92 Todavía estaban en producción los ostiales de la punta sureste de la isla. Cardona menciona una fortaleza en un altillo, en el puerto de Mompatar o Pompatar 93 “… y de allí a la ciudad, hay dos leguas de camino…” Junto a la ciudad había “un cas-tillo que fabricó el gobernador don Bernardo de Vargas.” 94 La ciudad era Asunción, capital de la isla.

Cerca del puerto, en Pompatar, se encontraba el fuerte de San Carlos y no lejos de éste, edificado sobre un cerro que dominaba Asunción, otro fuerte similar llamado Santa Rosa. La Margarita, que los españoles llamaban Santa Margarita de las Caracas, estaba a unos 38 km de la península de Araya, sobre la costa de la Nueva Andalucía o provincia de Cumaná. Su pobreza impidió que se poblara y era considerada como puerto abastece-dor del comercio de la Capitanía general de Caracas.

Fue en la isla Margarita donde Cardona, que había estado separado del resto de su flotilla desde su salida de España, volvió a juntarse con ella, quedando bajo el mando del “cabo de navíos” Francisco Basilio. Poco sabemos de los acuerdos existentes en-tre Tomás Cardona y los otros socios, representados por Sancho de Merás. El hecho de que Francisco Basilio fuera nombrado “cabo de navíos” podría indicar que Tomás, aunque socio impor-tante de esta empresa, no era mayoritario y que Nicolas por lo tanto, estaba supeditado a Francisco Basilio. Por instrucción del gobernador de la isla, Cardona fue enviado a la costa de Tierra Firme, situada según el Códice, a seis leguas…

92 La existencia de perlas no había disminuido sino que su florecimiento se debía sobre todo al contrabando que la Compañía Guipuzcoana de Caracas redujo al punto de que el negocio ya no era redituable.

93 El actual puerto de Porlamar.94 La isla de Margarita fue visitada por primera vez el 15 de agosto de 1498 por

Colón. En 1499, Alonso de Ojeda y Américo Vespucci recorrieron sus cos-tas. Parte de Venezuela fue concedida el 27 de marzo de 1528 por Carlos V, a los alemanes de la casa comercial Welser y Ambrosio Alfinger fue el pri-mer gobernador de la colonia. En el oriente del territorio Diego de Ordaz, Jerónimo Ortal y Antonio Sedeño se enfrentaron a la resistencia indígena. Aunque Juan de Carvajal asesinó al último gobernador alemán en 1546, fue Juan de Villegas quien inició el proceso de colonización. El territorio estaba dividido en el siglo XVII en varias gobernaciones independientes que dependían de la Audiencia de Santo Domingo.

“… con doce mosqueteros y entró la tierra adentro y reconoció que eran ranchos de negros cimarro-nes que les habían dado fuego, pasándose a otras partes.”Tampoco parece verdad que “por instrucción del gober-

nador” Cardona haya ido a tierra firme a buscar ranchos de ci-marrones. Esta afirmación, como otras, contradice lo estipulado en la capitulación. La captura de esclavos fugitivos siempre fue recompensada y es de creer que Cardona quiso aprovechar la oportunidad de ganar alguna recompensa haciendo el papel de cazador de esclavos cimarrones.

El recorrido por el Caribe prosigue. Desde Margarita, donde Cardona no pudo establecer una “pesquería de perlas” de-bido a que la capitulación le impedía hacerlo sino a determinada distancia de las existentes, Cardona se dirige a Santo Domingo.

En el mapa de Santo Domingo (plano 11), solo pinta tres naves como en todos los mapas anteriores con excepción del de Margarita donde representó a toda la flotilla compuesta de seis fragatas y de un barco de menor tamaño. Si la observación es correcta, Cardona sólo tenía a su cargo dos fragatas y la nave me-nor, mientras que Basilio disponía de las cuatro fragatas restan-

Cortés en Chalchiuhcuecan. Veracruz. Detalle de un cuadro enconchado del Musede América. Madrid.

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tes, confirmando lo dicho anteriormente sobre las partes de cada socio. Prosiguiendo separadamente la navegación desde Marga-rita, Basilio parece dirigirse directamente a Veracruz mientras que Cardona lo hace a Santo Domingo.

En el mapa de la isla, vemos representado en la desembo-cadura del río Ozama, el “cubo o fuerte de la Ciudad”, así como una larga muralla a lo largo del río. Del otro lado de la desem-bocadura del río, una “torrecilla que sirve de guía para entrar en el puerto.” La representación de la ciudad parece bastante esquematizada pero las “güertas o milpas” situadas en los al-rededores, muestran un establecimiento urbano organizado y hasta cierto punto, próspero. La ausencia de comentarios indica que la estancia en Santo Domingo fue breve y que Cardona, por no encontrar lugar para establecer sus pesquerías, prosiguió su navegación rumbo a Jamaica. El plano de esta isla es bastante aproximado (plano 12), y describe con mayor énfasis la parte ocupada por los españoles, o sea la costa sureste. La ciudad ca-

Vista de Veracruz y de San Juan de UlúaDaniel Thomas Egerton.

pital se encuentra “dos leguas la tierra adentro”, ocupando el sitio de la actual Spanish Town. La isla no disponía entonces de fortificación alguna si no fuera de…

“una torre en medio de un cerro de donde vigilan la mar y en la boca del Callejón Principal de la Ciudad, hay cuatro piecesuelas de hierro y respeto de su espesura de monte, está guardada del enemigo la Ciudad”. (C)Jamaica tributaba a los duques de Veragua, descendien-

tes de Cristóbal Colón quien la llamó Santiago de Yamaya, y es una isla...

“fértil y abunda de ríos y maderas de todos géne-ros, tiene minerales de oro aunque no se trabaja en ellos, mucha cantidad de hierba de añil y no se labra, estancias de ganado vacuno y otros buenos astilleros para fábricas de naos por la abundancia y buena calidad de sus maderas.” (C)

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Los astilleros a los que Cardona se refiere estaban situa-dos en una ensenada, al poniente de la bahía de Kingston, llama-da actualmente Portland Bight.

Es importante la indicación de la presencia de extraños en el extremo poniente de la isla, en un lugar llamado Punta de Negrillo –actualmente Negril, al sur de Long Bay, “donde se abriga el enemigo”. La presencia inglesa se verá incrementada a raíz del ataque español, en 1622, a los bucaneros establecidos en el norte de la Española y posteriormente en la Tortuga y en San Cristóbal. En Inglaterra, la caída de Carlos I y la llegada al poder de Oliver Cromwell marcaron el inicio de una campaña sistemática contra las posesiones españolas de América. Una flota a cargo del almirante William Penn, padre del fundador de la colonia inglesa que dio su nombre al estado de Pensilvania, y un ejército al mando del general Venables, atacaron sin éxito la isla de Santo Domingo en 1654. Para compensar este fracaso, los ingleses se dirigieron a Jamaica que ocuparon al año siguiente. Los españoles con sus esclavos negros, tuvieron que refugiarse en Cuba y en la Española. Otros, que no aceptaban la presen-cia inglesa, formaron grupos de resistencia armada dirigidos al principio por Francisco Procura y después por Cristóbal Arnaldo Isasi, quien luchó solo hasta el 9 de mayo de 1660. Inglaterra ganaba entonces una isla estratégicamente ubicada para sus ac-tividades bélicas y el contrabando. Su posesión fue reconocida por España en 1670, en el Tratado de Madrid.

En el Códice, el orden del itinerario no parece haber sido respetado y es necesario brincar hasta el Mapa 15 para cubrir la ruta que desde Jamaica lleva a Cardona al puerto de Veracruz. Hizo escala en Caimán Grande y Chico antes de tocar la penín-sula de Yucatán, el año de 1615 según el Códice, 1614, según el Memorial, en la llamada Costa de Bacalar. Visitó Cozumel, pasó por Cabo Catoche, contornó Yucatán y se detuvo en Campeche (M) donde dibujó un mapa (mapa 15), posiblemente el más an-tiguo que conozcamos del conjunto de la ciudad y del puerto. Informa que:

“esta población…que será de quinientos vecinos, tiene un muy buen surgidero por ser de arena blanda.” 95

95 Cuando dice “quinientos vecinos” debería decir “quinientos habitantes” ya que por vecino entendemos a un español jefe de familia. La cifra correcta debería ser unos “cien vecinos”

Como en todos los casos, el dibujo del conjunto urbano no pretende ser un plano exacto, sin embargo la posición del “fuer-te” en relación al asentamiento es real.

Este fuerte es la Fuerza de San Benito, mandada edificar por el gobernador Carlos de Luna y Arellano en 1608.96 En la misma época, se estaban edificando otros edificios amurallados en la plaza de Campeche, alrededor de la “Iglesia mayor” en la Plaza de Armas. No se sabe a qué iglesia mayor se refiere Car-dona, ya que en la plaza existía una iglesia “vieja”, la primera que se edificó en la villa. Sin embargo, el gobernador Luna y el obispo de Yucatán, Diego Vázquez de Mercado, iniciaron en 1609 la construcción de una “Iglesia mayor” de tres naves cuya obra fue detenida unos años después, por instrucción real.

La estancia en Campeche fue de corta duración ya que le informaron que en la Laguna de Términos “se hallan…muchas ostras con granos de perlas.” La tartana, el más pequeño de los tres barcos de Cardona, fue el único, debido a la poca profundi-dad del agua, que entró por la barra de Puerto Escondido hasta el estero de Sabancuy, casi frente al poblado indígena de Tixchel (plano 16). La barra se encuentra entre el extremo de la porción de tierra firme de Campeche y la punta norte de la Isla de la Aguada. De hecho, no sabemos si Cardona llegó hasta la Laguna de Términos, ocupada entonces por los cortadores ingleses de palo de tinte. Su visita parece haberse limitado al pueblo de Tix-chel, ocupado por los indígenas maya-chontales reunidos en este lugar por los franciscanos. Provenían originalmente de la región del Usumacinta, desde donde se trasladaron a Acalán donde los visitó Hernán Cortés en 1535, cuando se dirigía a las Higueras. El difícil acceso a Acalán motivó a Fray Lorenzo de Bienvenida a formular, en 1548, un proyecto para trasladar a sus pobladores a un lugar accesible cerca de la costa.97 Fue Fray Diego de Pes-quera quien se encargó del traslado de los pobladores de Acalán al nuevo poblado de Tixchel en 1557. El año anterior a la visita de Cardona a Tixchel en 1615, había fallecido el “último de los señores de Acalán”, don Pablo Paxbolón, y se iniciaba ya la de-cadencia del poblado que, debido probablemente a la presencia

96 El plano de este edificio parece indicar que estaba ya construido en 1609.97 France V. Scholes y Ralph L. Roys. Los Chontales de Acalán-Tixchel. UNAM.

México. 1996. Primera edición en inglés, 1948.

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de los piratas en la Laguna, fue abandonado a mediados del siglo XVII.98

Es probable que Cardona haya obtenido alguna recomen-dación del encomendero o de los franciscanos para visitar Tix-chel, donde permaneció el tiempo suficiente como para darse cuenta de que los indígenas…

“cultivan tunales de grana que es cochinilla, crían ganado, cogen miel y algodón…y en la laguna pescan tortugas para sacar aceite y ostras de comer y aunque saqué muchas no hallé grano de perlas.” (C)Decepcionado una vez más por no encontrar en ningún lu-

gar ostiales que pudieran resarcirle de sus elevados gastos, Car-dona prosiguió su navegación hasta Veracruz, para de ahí pasar a la ciudad de México y a Acapulco.

No tenemos la fecha de su llegada a Veracruz, pero por la referencia que hace a los “nortes”, suponemos que llegó alre-dedor de septiembre de 1614 ya que los nortes comenzaban en septiembre y concluían en marzo, periodo que corresponde a la temporada de vientos y lluvias que con violencia azotan el Golfo de México. En el Memorial dice, hablando de su estancia en el Caribe:

“que se ocupó más de un año de tiempo, pasando en estas peregrinaciones grandes riesgos e incomodida-des, y en particular en las dichas islas de los Caribes (Santa Lucía, San Vicente y Granada) donde estuvo dos meses.”Salió de España en junio de 1613, llegó a Veracruz a fina-

les de 1614, desde donde se trasladó a la ciudad de México donde permaneció muy poco tiempo.

Explica así “el gran riesgo a que se expone [la flota] cuan-do sale tarde de España porque estando dentro la ensenada si le da el viento Norte, pocas naves y gente escapan.” (C). Las flotas salían generalmente de España en mayo para llegar a Vera-cruz a finales de julio o en agosto, donde permanecían anclados los navíos durante siete meses. Si por alguna razón su llegada se atrasaba, existía el peligro de que las naves, como frecuen-temente ocurría, se destrozaran sobre los arrecifes. Lo mismo

98 En 1615, Tixchel era encomienda de Mateo de Aguilar, residente en Cam-peche.

ocurría a la salida de Veracruz, como lo indica el oficio dirigido a Nicolás Cardona (padre del cronista?) el año de 1564, en que se le ordena, en el caso de que “algún castigo” le impidiera salir de San Juan de Ulúa antes de septiembre, no hacerlo antes del mes de marzo del año siguiente. De hecho, San Juan de Ulúa era el puerto, mientras que Veracruz sólo disponía de un pequeño muelle de madera y de una reducida bahía donde anclaban los botes. La Veracruz que conoció Cardona era la cuarta, fundada por disposición real en 1599 y ejecutada el 7 de marzo de 1601, con el nombre de Nueva Veracruz.99

El mapa de Veracruz dibujado por Cardona (plano 17) nos muestra la disposición de la villa. Era en esta época un poblado incipiente, con casas de madera obtenida a menudo de los restos de los barcos naufragados. Frente a Veracruz está la isla de San Juan de Ulúa y las islitas de Sacrificios y Verde. Entre Ulúa y Sa-crificios está el canal Gallego y entre la costa y la isla, el canal del Norte por donde llega la flota. La Nueva Veracruz disponía de un muelle donde pueden descargar los navíos y de un pequeño edificio que sirve como aduana. Cuando los barcos descargaban en Ulúa, los botes trasladaban las mercancías hasta el muelle y, cumplidos los requisitos aduanales, unos carros jalados por mulas las transportaban hasta la Ciudad de México.

La isla de San Juan de Ulúa (plano 18) se presenta como una media luna, con una caleta del otro lado del arrecife forti-ficado. Cuando los nortes arreciaban, los barcos amarrados de las argollas de bronce estaban protegidos por el muro. Cardona explica que:

“la primera [nao] que llega coge la argolla y se ama-rra con cinco y seis cables que a tanto obliga la fuerza de los Nortes. Las que llegan después…se acomodan con las primeras naos como adelante se verá y mu-chas veces se van a perder a la costa…”(C).

99 La primera Veracruz fue fundada el 22 de abril de 1519, en las playas de Chalchihuecan. El mismo Cortés, por lo malsano del lugar, ordenó su tras-lado ocho leguas al norte, a un lugar conocido como Quiahuixtlán, llamado posteriormente Archidona. Ante las dificultades para el desembarco de mercaderías, se trasladó a un lugar conocido como La Antigua, en la des-embocadura del río Huitzilapan o de las Canoas. Finalmente, a solicitud del virrey, conde de Monterrey, Felipe II ordenó el traslado frente a la isla de San Juan de Ulúa, en las Ventas de Buitrón, iniciándose las labores el 7 de marzo de 1601.

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Un dato importante aporta Cardona cuando dice:“Tiene la entrada su canal señales o boyas que las barcas del castillo están sobre ellas y otras que están en la tierra firme para que por ellas puedan seguir su entrada. Esto se hace a causa que por la parte de la tierra hay poco fondo y por la de la mar es el arre-cife de la isla que con las crecientes del mar se suele cubrir de agua mucha parte de ella.” (C)Fue en 1605, cuando el general Alonso de Chávez Galindo

propuso al rey la erección de: “dos torrecillas de madera en la tierra firme para que sirvieran de marcas de entrada en el canal del norte. La derrota así señalada serviría para pene-trar en el puerto hasta la fortaleza de la isla, pasada la cual las proas de las naves enfilarían otras torreci-llas situadas en la propia isla.” 100 Parece que el rey aprobó este proyecto con la condición

de que las torres fueran de madera para derribarse fácilmente en caso de arribo de piratas.

En la parte norte de la isla, con suelo arenoso, resultaba difícil -si no imposible- construir, y las únicas casas a orillas del mar, levantadas para los trabajadores de las fortificaciones así como la pequeña iglesia, eran simples palafitos de madera.

La primera fortificación que se levantó en San Juan de Ulúa por Antonio de Mendoza, virrey de la Nueva España, no era más que una simple torre que requería, según sus propias reco-mendaciones, de:

“un rebellín donde poner la artillería y alzarle lo que conviene para que en lo alto jueguen algunas piezas”Algunas otras adecuaciones se siguieron realizando tanto

para facilitar las maniobras de carga y descarga, como para la seguridad de las naves ancladas. Sin embargo, fue el paso del huracán en septiembre de 1552, lo que aceleró las obras. Se pro-puso sobre el arrecife, la construcción de un muro con argollas metálicas:

“desde el torreoncillo existente, por todo el trecho en que iba la albarrada…donde surgían las naos.” 101

100 Calderón Quijano. José Antonio. Historia de las fortificaciones en Nueva España. Madrid. 1984

101 Calderón Quijano. Op. Cit.

La toma de San Juan de Ulúa por John Hawkins el 15 de septiembre de 1568, sorprendido a su vez por la flota en que lle-gaba el virrey Martín Enríquez de Almansa, aceleró las medidas de protección y defensa. Juan de Ubilla, almirante de la flota, recomendó al rey la terminación del muro de las argollas y del torreoncillo, conocido con el nombre de Torre Vieja, que forma-ría más tarde la base del baluarte de San Pedro. Sugería además la construcción de “otra torre a la parte del este” que después constituiría el baluarte de San Crispín.

La obra inicial estuvo a cargo del general Cristóbal de Eraso, según el proyecto publicado el 8 de junio de 1570 por el virrey Martín Enríquez. Además de las especificaciones de cada elemento de la fortificación y del tiempo destinado para su rea-lización que en total estaba fijada en siete años, se entregarían para las labores “ochenta negros, oficiales canteros y peones, los más jóvenes y de los mejores, y veinticuatro negras para el ser-vicio.”

Sin embargo, las obras existentes sufrían ya los embates del tiempo y de las olas y la deteriorada situación prevaleciente en el Caribe y el Golfo de México debido al incremento de la piratería, requería de medidas efectivas. La corona comisionó al ingeniero italiano Bautista Antonelli para que elaborara un pro-grama general de defensa y trazara las plantas de las fortalezas que proponía. El ingeniero presentó en marzo de 1590, un pro-yecto de reparación y ampliación de las defensas que consistía principalmente en la construcción de dos baluartes para refor-zar los que ya existían en cada extremo del muro de las argollas. Llevarían los nombres de Santiago y San Felipe. Fue posible-mente lo único que se realizó de lo que proyectó Antonelli. Éste además, sugería la construcción de una cortina desde la Torre Nueva hasta la Isla de los Hebreos o de Gavias, proyecto que fue rechazado posteriormente varias veces por inoperante.102

Otro de los problemas que aquejaba la descarga en la isla de Ulúa era el de los almacenes. La distancia entre la isla y el puerto de la Villa Rica de la Veracruz era de cinco leguas y obligaba a múltiples maniobras con el consecuente aumento de costo y pérdida de tiempo. Aunque en un inicio se pensó cons-truir un almacén en la isla de Ulúa, Antonelli sugirió trasladar

102 Un proyecto similar había sido propuesto por Diego Gomedel el 5 de septiem-bre de 1552. Ver: Calderón Quijano. Op. Cit. Nota 20.

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la ciudad a las Ventas de Buitrón, frente a ésta. De este modo las mercancías se descargarían directamente en el puerto y la fortificación cumpliría su función de ahuyentar a los enemigos y proteger a las naves ancladas en el puerto. Los recursos necesa-rios para pagar a los “negros de Guinea” así como a los canteros españoles requeridos para enseñarles el oficio, debían provenir de la recaudación de la avería.

Para facilitar la descarga de los navíos, la Nueva Veracruz tendría un muelle así como un pequeño fuerte para una defensa combinada con Ulúa. Durante la Junta de Guerra de 1600, se hicieron interesantes propuestas para prolongar el muro o cor-tina tras la cual se protegían los navíos de los nortes. En lugar de construirlo hasta la Isla de las Gavias, se recomendó hacerlo desde la Torre Vieja hacia el norte. El traslado de Veracruz a las Ventas de Buitrón era lento y la carencia de piedra de construc-ción, traída desde Campeche para edificar casas, almacenes y la fortaleza para almacenar los metales preciosos y las mercancías, demoraba las operaciones del puerto.

103 Citado por Calderón Quijano. Op. Cit. Pág.35.

En 1608, el castellano Arias, conde de Lozada, sorpren-dido por el estado de abandono en que se encontraba Ulúa y la deficiencia de su guarnición, escribía al rey:

“es aventurar mucho querer guardar este reino con veinticinco soldados, pues como a V.M. le es noto-rio, en todo él no hay otro presidio ni puerto donde puedan surgir las flotas sino éste, y si lo que Dios no permita, el enemigo se apoderase de él, se perderían estas costas irremisiblemente”.103 Arias, al repasar los proyectos presentados hasta enton-

ces, destaca la pugna permanente entre los generales de las flo-tas, cuya mayor preocupación era la protección de los barcos y los soldados encargados de defender el puerto. Todavía en 1616, Arias se queja de que la defensa de la cortina del lado que mira a la isla “es un parapeto de tablones a prueba de mosquete” y que solo veinticinco soldados siguen teniendo a su cargo la protec-ción de la isla y del puerto.

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