02 usos de suelo y territorio dr ignacio kunz bolaños

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Usos del Suelo y Territorio Tipos y lógicas de localización en la Ciudad de México Ignacio Kunz B. Seminario de Reestructuración Urbana y Mercado Inmobiliario Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura Universidad Nacional Autónoma de México 1

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Usos del Suelo y Territorio

Tipos y lógicas de localización en la

Ciudad de México

Ignacio Kunz B.

Seminario de Reestructuración Urbana y Mercado Inmobiliario

Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura

Universidad Nacional Autónoma de México

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Usos del Suelo y Territorio

INTRODUCCIÓN

Los usos del suelo en una ciudad representan mucho más que un agregado de áreas de actividades homogéneas. Son en primera instancia la materialización de la economía y de las condiciones sociales. En la estructura de usos del suelo se refleja la base económica de la localidad y según sea la naturaleza, eficiencia y modernidad de ésta se darán ciertos arreglos territoriales. Así, una vieja economía industrial que ha perdido competitividad puede dar lugar a una estructura con distritos industriales antiguos y centrales, con naves abandonadas, espacios disponibles y bajos valores del suelo industrial; en cambio, una ciudad con una base económica de servicios dinámica y moderna dará lugar a subcentros o corredores de actividad terciaria con una fuerte dinámica de construcción y altos valores inmobiliarios.

Por su parte, la estructura social de una ciudad también se plasmará en un tipo de estructura social territorial particular. De esta manera, en ciudades que registran una fuerte polarización social se encontrarán espacios muy segregados, por un lado una amplia ocupación de colonias populares y en el mejor de los casos, unidades habitacionales de origen público, mientras en el otro extremo se podrán encontrar desarrollos residenciales de alto nivel, generalmente segregados y de carácter exclusivo, para la población de mayores recursos; por su parte, en una ciudad con una presencia importante de clase media y sin grandes desigualdades socioeconómicas los niveles de segregación social del territorio también serán menores.

En fin, las características económicas y tecnológicas, las socio culturales y las de organización administrativa que se presentan en la sociedad urbana, de una u otro forma se manifestarán en su estructuración territorial, en muy distintas modalidades resultado de las también muy diversas posibles combinaciones. Además diferentes procesos se pueden presentar en una misma ciudad y con seguridad, esos mismos procesos de reestructuración territorial irán adoptando modalidades distintas para cada uno de los diferentes contextos históricos de la ciudad.

Lo anterior da como resultado complejas estructuras territoriales, casi únicas y no generalizables en cuanto a su forma resultante, sino exclusivamente con relación a las lógicas que les dan origen. En otras palabras, cada ciudad tendrá una estructura de usos del suelo diferente como consecuencia de la sucesión de contextos históricos en los que se combinaron diferentes procesos económicos, sociales, culturales y políticos. Sin embargo,

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si se pueden reconocer lógicas de estructuración territorial más o menos comunes para cada uno de los contextos históricos en que se ubican.

El planteamiento anterior pone en la mesa de discusión o mejor dicho, toma una posición respecto a lo que es general y explicable y lo que es coyuntural y único. De aquí se desprende un fuerte cuestionamiento a las pretensiones de los planificadores en México de querer tratar a todas las ciudades con los mismos criterios, independientemente de su diversa naturaleza y contexto de desarrollo.

No todas las ciudades son iguales en sus lógicas de estructuración de usos del suelo y por tanto, no todas las ciudades deben ser planeadas bajo los mismos criterios y estándares.

La planeación urbana en nuestro país no sólo ha impuesto un esquema general para todo tipo de ciudades sino que ha girado alrededor de la zonificación del uso del suelo; ésta ha sido el instrumento fundamental y se podría decir único. No obstante, el gran peso de este instrumento, las propuestas de zonificación son débiles y no responden a las necesidades de localización de las actividades. Se ha concebido o reducido “el orden” urbano a un asunto de acomodo de espacios sin importar las necesidades de integración funcional de estos espacios en el aparato urbano, ni los requerimientos de espacio e integración al interior de los mismos. Lo anterior ha resultado en zonificaciones que van en contra de muchos de los procesos “naturales” de estructuración y reestructuración provocando una enorme pérdida de eficiencia económica, es decir, generando un modelo urbano costoso, pero además, dichas zonificaciones han sido incapaces de superar las desventajas ambientales, sociales, y aún de deseconomías que esos mismos procesos “naturales” llegan a provocar. En otras palabras, la actual concepción planificadora basada en la idea de un “orden” a través del establecimiento de rígidas zonificaciones, ha llevado a perder la eficiencia económica y ha acentuado muchos de los efectos ambientales y sociales no deseados.

De las ideas anteriores se desprende la necesidad de entender los procesos de estructuración de los usos del suelo urbanos en el contexto actual para nuestro país. Esto con una doble intención, la primera, es la de coadyuvar en el entendimiento del fenómeno urbano mexicano, la segunda, es ofrecer elementos a los planificadores y a los responsables de las decisiones sobre aspectos urbanos para que las propuestas se realicen sobre una base del entendimiento del fenómeno y de sus implicaciones económicas, sociales y ambientales.

El presente libro se inserta en este planteamiento, su objetivo es dar a conocer las lógicas de comportamiento espacial de los 4 grupos más importantes de uso del suelo en una ciudad: el comercio, los servicios, la industria y la residencia. La lógica de localización o de comportamiento espacial incluye el reconocimiento de los factores económicos, socioculturales, político administrativos o de cualquier índole que influyen o condicionan las decisiones de establecerse en un lugar determinado. Sin embargo, en la medida que dichas lógicas no son comunes a los grupos de uso del suelo mencionados arriba fue necesario identificar tipos y subtipos de actividades de acuerdo a sus lógicas de localización, teniendo como referencia lo sucedido en la Ciudad de México. El resultado fue una tipología de usos del suelo construida de acuerdo a su racionalidad territorial.

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El trabajo es uno de los productos del Seminario sobre Reestructuración Urbana y Mercado Inmobiliario cuya misión es realizar investigación y formar personal especializado en los procesos de reestructuración urbana. El mercado inmobiliario es visto como el mecanismo a través de cual operan en la práctica la mayoría de dichos procesos, lo que significa que un proceso de sustitución de usos, o de incorporación de suelo urbano o de redesarrollo, de alguna u otra manera involucra operaciones de mercado.

En el contexto de los trabajos de investigación del seminario surgió la necesidad de revisar los planteamientos sobre las lógicas de localización de las actividades, haciendo una particular reflexión para el caso de la Ciudad de México. Aunque existía un buen conocimiento sobre el tema por parte de algunos miembros del seminario, había dos deficiencias que subsanar, la primera era contar con una base teórica, sino común en el sentido de que todos la aceptaran, sí compartida en el sentido de reconocer los planteamientos, su alcance y significado; por el otro lado, era necesario reflexionar sobre congruencia de muchos de los planteamientos teóricos con la realidad mexicana, ya que la mayoría de ellos han sido construidos bajo circunstancias sociales e históricas distintas. En este sentido se asumió una posición de revisión y contrastación que llevó a desechar algunas proposiciones, a reinterpretar otras y a reconocer que algunas más aplican de manera bastante consistente.

Así mientras el objetivo original de este trabajo era simplemente construir un referente teórico y un lenguaje común para los miembros del seminario, durante el proceso fue surgiendo la relevancia del tema, tanto por su contribución a la comprensión de la estructura urbana en las ciudades mexicanas, como, derivada de ésta, por el soporte que puede ofrecer a la planeación urbana lo que llevó a la publicación de esta obra.

Desde el punto de vista metodológico se utilizaron tres tipos de soportes: el propio seminario en donde semanalmente se discutían lecturas relacionadas a la localización de las actividades y las propuestas y borradores que los miembros del seminario iban presentando para cada grupo de usos del suelo.

El segundo soporte fue la revisión bibliográfica en detalle y el análisis realizado por los autores de cada uno de los grupos de actividades y que fue mucho más lejos de las lecturas discutidas en el seminario. Aquí debe destacarse la ausencia de materiales para el caso mexicano y aún para el latinoamericano, por lo que la reflexión sobre la pertinencia de los planteamientos para el caso de la Ciudad de México y su congruencia con el contexto socioeconómico fue una constante en todos los apartados.

Finalmente, el tercer soporte fue la validación empírica, que no fue exhaustiva ni existió un diseño de contrastación propiamente dicho. En la medida que la identificación de las lógicas de localización y la construcción de la tipología fueron de naturaleza fundamentalmente deductiva, es decir, apoyada en formulaciones teóricas, el apoyo empírico se obtuvo a través de la búsqueda de ejemplos para cada tipo, de la confirmación de que no quedaran casos sin un referente tipológico y en general de un análisis de la congruencia de la formulación con el caso de la Ciudad de México.

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Se tiene la certidumbre de que esta estrategia deductiva apoyada en la reflexión teórica ofreció una aproximación mucho más sólida que una de naturaleza empírica e inductiva, en la cual se hubiera supuesto la construcción de una tipología a partir de la clasificación de casos. Esto por dos razones, en primer lugar por la dificultad y costo de caracterizar los casos de una ciudad como México para después ser clasificados, en segundo lugar, porque la caracterización de dichos casos hubiese requerido de cualquier manera la identificación de las variables relevantes y esto supondría, de cualquier manera, un análisis de naturaleza teórica. Hubiera sido imposible o al menos inconsistente la construcción de una tipología de usos de acuerdo a sus lógicas de localización sin conocer previamente con detalle esas lógicas de localización y las variables relevantes.

Por lo anterior este es un trabajo teórico que no incluye la descripción de la estructura territorial de los usos del suelo en la Ciudad de México, aunque debe decirse que este objetivo forma parte del Seminario sobre Reestructuración Urbana y Mercado Inmobiliario y que se tiene un avance significativo al respecto.

Cada uno de los principales tipos de uso del suelo, comercio, servicios, industria y residencia, fue tratado por un grupo de académicos del seminario. Debe decirse que no tuvieron total independencia, sino que se establecieron una serie de lineamientos de interpretación y metodológicos que ofrecieran un mínimo de comparabilidad y congruencia entre usos. No hubiera sido correcto dar libertad a los autores porque seguramente se hubiese llegado a análisis muy desiguales y con fundamentos y lógicas diversas que no hubiesen permitido una interpretación de conjunto para la ciudad. Los puntos a revisar, las estrategias para al construcción de las tipologías, el manejo de criterios y hasta la estructura de redacción de cada capítulo fueron análogos, no obstante, las propias especificidades impuestas por cada grupo de uso del suelo llevó ciertas diferencias sobre todo en la inclusión de subtemas y en su presentación, pero se cumple con una congruencia en la construcción de cada tipología plenamente satisfactoria.

En todos los capítulos se ofrece un esquema similar. En la primera parte se trata la definición y función de la actividad, en algunos casos como en servicios e industria, se requirió de un tratamiento más profundo como consecuencias de la diversidad de los primeros y de la transformación de la última a raíz de la etapa postfordista. La mayor parte de los capítulos también incluyen una revisión breve de antecedentes en estudios de localización del uso que se trata. Posteriormente aparecen los factores determinantes de la localización, se trata de un apartado muy importante porque es la base teórica de la que se obtienen las variables para la construcción de la tipología. Este apartado puede asumir diferentes modalidades, mientras en comercio e industria hay una revisión de factor a factor, en servicios, por su gran diversidad, se analizan los factores de acuerdo a los subgrupos en que se pueden clasificar estas actividades, en cambio, para el uso del suelo residencial el análisis se apoya fuertemente en la naturaleza de los procesos de producción de las viviendas. Finalmente se presenta la lógica con que se construyeron las diferentes tipologías así como un cuadro resumen de éstas.

Se trata de un trabajo que va dirigido a distintos grupos. En la medida de que el tema de los usos del suelo se ha popularizado y se ha integrado a la discusión de no especialistas como organizaciones no gubernamentales, vecinales, políticos, etc. se podría decir que puede ser

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de interés de todo público, pero como en realidad la obra surge como una necesidad de conocer y comprender las mecánicas de decisión locacional de las actividades urbanas y se argumenta que el conocimiento y compresión de éstas son necesarios para lograr una mayor racionalidad de las decisiones, sobre todo de planeación, y porque los autores están en contra de la trivialización que se ha hecho del tema, entonces está dirigidos cuatros grupos principales:

A los planificadores urbanos que pueden encontrar un soporte para la comprensión de las lógicas y necesidades de localización de las actividades, lo que sería conveniente incorporar en las zonificaciones. También pueden obtener elementos para construir definiciones de usos más adecuadas para la planificación territorial. Hasta ahora se clasifican industrias, servicio y comercios, habitación, áreas verdes como si tuvieran requerimientos de localización independientes entre ellos y comunes hacia su interior, cuando estos dos presupuestos son falsos, muchas veces diferentes usos comparten las mismas lógicas y necesidades territoriales, y al mismo tiempo, para cada uso hay diversos tipos de actividades con exigencias particulares. De lo anterior se deduce que deberían clasificarse las actividades no de acuerdo a su definición sectorial, como actualmente se hace, sino por su significado en la estructura urbana territorial y por sus requerimientos locacionales.

En un sentido muy semejante al anterior esta obra puede ser útil también para los funcionarios públicos relacionados con la toma de decisiones sobre aspectos urbanos, el estímulo a actividades o cuestiones de impacto urbano. También como para el caso de los planificadores el estudio no juega un papel de recetario o un manual de “hágalo usted mismo”, sino que está enfocada a la comprensión e interpretación del fenómeno locacional de las actividades para que sea una herramienta de reflexión y decisión.

También puede ser de gran utilidad para los estudiantes de urbanismo, arquitectura, geografía, interesados sobre temas urbanos. La escasa producción y publicación de temas urbanos en México ha sido resultado, casi en su totalidad, de los hallazgos de investigaciones académicas, lo cual contribuye a la comprensión de los fenómenos en México pero casi siempre se caracterizan por su especialización y por su acotamiento. Son muy pocas las obras generales y de naturaleza teórica sobre aspectos urbanos en México, por lo que los estudiantes tienen que recurrir a textos concebidos en realidades distintas y a menudo distantes.

La obra no está pensada para especialistas e investigadores en temas urbanos para los que podría resultar de naturaleza general como consecuencia de su especialización en ciertos temas, sin embargo, puede ser un referente para ciertas soluciones prácticas en la investigación, como de hecho lo fue para el equipo que la elaboró: el objetivo primario que no primordial, era construir una tipología de usos del suelo que sirviera de base al estudio de los procesos de reestructuración urbana en la Ciudad de México.

Como se afirmó antes, este trabajo se desarrollo en el seno del Seminario sobre Reestructuración Urbana y Mercado Inmobiliario que ha contado con apoyo y financiamiento de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico. El seminario está vinculado tanto al Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura como al Programa de Posgrado en Urbanismo de la Universidad Nacional

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Autónoma de México. En dicho seminario participan académicos del propio CIEP, del Instituto de Geografía, de la facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Morelos, estudiantes del Programa de Posgrado en Urbanismo y estudiantes del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras estos últimos de la UNAM.

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COMERCIO

Ignacio Kunz B.1

Introducción

El comercio es una actividad muy dinámica afectada por múltiples factores, no sólo de carácter económico sino sociocultural. Así el comercio se ve obligado a responder rápidamente a los cambios en las preferencias y en la localización de los consumidores, también requiere adaptarse a la gran diversidad de la demanda por un lado, y de los productos, por el otro; todo lo cual se realiza a través de una gran variedad de estrategias de venta y de promoción, dando como resultado esquemas comerciales muy complejos.

A lo largo de la historia la actividad comercial se ha ido diversificando, dando lugar a múltiples formas de organización y de presentación. Una de las distinciones más reconocidas se da entre las formas tradicionales y modernas de comercio, se trata de un dualismo comercial producto de “la supervivencia del comercio tradicional autóctono y la irrupción de espúreas formas capitalistas de distribución dependientes del exterior. Cada tipo cumple con funciones diferentes, tienen estructuras distintas y sirven a consumidores y territorios determinados” (Moreno y Escolano 1992: 171).

Se debe reconocer este primer componente de diversidad entre el comercio tradicional y el moderno, sin embargo, las formas de penetración y organización de éste último, están teniendo una fuerte presencia y arraigo y están muy lejos de ser espúreas y de distinguirse

1 Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Con la colaboración del Arq. Carlos Ayala de la Universidad de San Carlos, Guatemala y de la Lic. Beatriz López Figueroa.

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del comercio tradicional como lo sugiere Moreno y Escolano, al contrario, se forma una compleja articulación y sobre posición entre ambos, la cual es muy difícil de discernir.

Además, a este primer dualismo se deben agregar otros como el que se da entre el comercio formal y el informal, cada vez más significativo en las sociedades latinoamericanas y en particular en México; se tienen también la diferencias en el comercio por niveles socioeconómico; la tradicional distinción por localización central y periférica; la diferencia entre aglomeraciones comerciales planeadas y no planeadas; la distinción entre comercio para todo público y el comercio especializado sólo para sectores específicos de demanda; las diferencias entre productos por los niveles de frecuencia en el consumo; se tiene en conclusión una larga lista de factores de diferenciación de la actividad comercial, que además, pueden tomar muy diversos matices de acuerdo al momento y la sociedad de que se trate, y se pueden combinar de diferentes maneras, resultado estructuras comerciales muy complejas y diversificadas, por lo que, hoy por hoy, no se cuenta con clasificaciones y tipologías definitivas de la actividad comercial, y quizá nunca se tendrán.

Se han realizado muchos intentos para construir clasificaciones de lugares comerciales, muchos de ellos se han apoyado en la fecunda Teoría de los Lugares Centrales (infra), pero indudablemente se pecó por optimismo cuando se trataron de explicar las configuraciones territoriales del comercio, en particular a nivel intraurbano. Parece que se requiere de construcciones a nivel local (Carter 1995: 63), que consideren, por un lado, la realidad sociocultural y económica de la sociedad a la que se aplican y, por el otro, la lógica de los factores de localización a escala intraurbana.

En este capítulo se pretende elaborar una tipología de la actividad comercial para la Ciudad de México apoyada en criterios de comportamiento locacional. Este trabajo se refiere principalmente a la actividad al detalle por su importancia en la estructura interna de la ciudad, sin embrago, en la tipología se da cabida al comercio al mayoreo, reconociendo que su comportamiento en el territorio tiene una lógica particular.

En el apartado que sigue a esta introducción se definirá el concepto y el papel de la actividad comercial en la ciudad; en el tercero se revisarán los antecedentes del estudio de sobre localización comercial y algunas tipologías propuestas; en el cuarto y quinto apartado se revisarán con cierto detalle los conceptos de jerarquía y de área de influencia por su importancia para la construcción de una tipología sobre usos del suelo comerciales; en el sexto subcapítulo se analizan con detenimiento los factores determinantes de la localización comercial, con el objeto de reconocer los principales componentes de la diferenciación por tipos; en el séptimo apartado se hace una reflexión sobre la especificidad de algunos factores en el contexto de la Ciudad de México; finalmente se presenta la tipología de actividades comerciales para la Ciudad de México y se ofrecen conclusiones generales.

Definición y función del comercio

El comercio es producto de la división entre producción y consumo, se trata de la actividad que los pone en contacto, también denominada distribución, así las “ofertas de los productores se ponen en contacto con las demandas de los consumidores” (Berry 1971: 1).

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Para Moreno y Escolano la “función de distribución se compone del conjunto de operaciones cuya misión es asegurar la circulación de bienes y servicios2 entre la producción y el consumo” (1998: 101). De Juan Vigaray agrega a lo anterior que se pone el producto a disposición del consumidor “en la cantidad demandada, en el momento que lo necesita y en el lugar donde desea adquirirlo, creando así para el consumidor utilidad de tiempo, lugar y posesión... (1998: 16).

La definición de la actividad comercial lleva implícita una función de naturaleza territorial que consiste, de una u otra forma, en superar la distancia entre la localización de los productores y la de los consumidores. De aquí se desprenden varias fases, el intercambio o compra de productos a los productores, su traslado a los mercados que puede implicar varios intercambios y movimientos, y el intercambio final en el cual, en un mercado se ofrecen los bienes a los consumidores finales.

De esta manera la función de distribución agrega valor al producto a través de las “utilidades del comercio” que para Moreno y Escolano (1992: 102 y 103) son:

Utilidad del lugar: poner los productos en el lugar óptimo para el consumidor.

Utilidad de tiempo: ofrecer los productos en el momento adecuado.

Utilidad de forma: presentar los productos en la condición idónea para el consumo (preparación, envasado, etiquetado, armado) que no suelen alterar la naturaleza de la mercancía.

Utilidad de posesión: traspasar los productos entre diversos agentes hasta llegar al consumidor.

A las utilidades anteriores podría añadirse otra, que si bien no siempre está presente, si es común y representa un atractivo para el demandante:

Utilidad de creación de surtido: ofrecer diversidad de productos para que el consumidor tenga mayores posibilidades de elección.

Este trabajo se orienta principalmente al análisis de la localización de los mercados de intercambio final, que son por mucho, los más importantes desde el punto de vista cuantitativo así como por su papel en la estructura de la ciudad. Pero también se consideran los mercados intermedios o mayoristas cuando existan territorialmente, es decir, como localizaciones en donde se realizan intercambios entre productores e intermediarios o simplemente entre intermediarios. A partir del análisis anterior se propone una tipología de comercios para la Ciudad de México de acuerdo a las lógicas de localización.

2 En este trabajo limitaremos la idea de comercio a la distribución de bienes, por lo que el intercambio y distribución de intangibles, realizados por otras actividades de servicios, serán analizadas en el capítulo respectivo.

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Antecedentes

Los estudios sobre localización de las actividades comerciales y de servicios se remontan al menos al siglo XIX, entonces los planteamientos eran de carácter regional, es decir, se buscaba explicar la distribución territorial de los asentamientos como centros prestadores de servicios. Los antecedentes más remoto son los de León Lalanne (1863), Galpin (1915), Kolb (1923), Kolb y Polson (1933), Christaller (1933), Lösch (1939), Kolb y Brunner (1946) (Berry, 1971: 76; Beavon, 1981: 45). Los trabajos de Christaller y Lösch sobresaldrían entre todos ellos por su resonancia en la agenda de investigación hasta los años 80s.

A nivel intraurbano los análisis fueron más tardíos y sobresale en 1929 el estudio de Rolph sobre Baltimore en el que ya se proponen cinco tipos de zonas comerciales: zona central, subcentros minoristas, calles de ordenación lineal, grupos vecinales de servicios y empresas no concentradas. Proudfoot en 1937 convalida los resultados de Rolph con el análisis de 9 ciudades americanas y más tarde los trabajos de Canoyer (1946) y Ratcliff (1949) confirmarían la distinción entre las zonas comerciales aglomeradas y las de ordenación lineal o en banda, además de que al igual que Rolph reconocen implícitamente un arreglo jerárquico (Beavon 1981: 36).

No obstante, a nivel intraurbano hay dos autores que sobresalen por sus planteamientos e influencia Berry que entre 1958 y 1967 realizó varios estudios apoyado principalmente en la Teoría de los Lugares Centrales de Christaller y propuso la Teoría de las Actividades Terciarias, y K. Beavon, que después de revisar a Christaller y Lösch producirían varios trabajos en la primera mitad de la década de los 70s y a la postre ofrecería un teoría alternativa para explicar la estructura de la actividad terciaria en la ciudad (Beavon 1981).

El trabajo de Walter Christaller (1933) tiene como objetivo explicar el número, tamaño y distribución de los centros de servicios o lugares centrales. Partiendo del supuesto de sistema de transporte uniforme propone un modelo en que se garantiza la minimización de la distancia entre los consumidores y los lugares centrales.

Se trata de un modelo jerárquico en el que, en un extremo, se tienen los lugares centrales de orden inferior y de corto alcance (región complementaria limitada), esto es, ofrecen bienes y servicios básicos y de consumo frecuente para los que se esta dispuesto a recorrer sólo pequeñas distancias, mientras que en el otro extremo, se tienen los lugares centrales de orden superior y de gran alcance (región complementaria amplia), que ofrecen bienes y servicios especializados y la población está dispuesta a recorrer mayores distancias e invertir más tiempo para obtenerlos.

El límite inferior o umbral de alcance de las mercancías, es decir, el área mínima de mercado necesaria para que su oferta sea viable, es la clave para explicar la distancia entre los centros y por tanto, su número. Así los lugares centrales de orden inferior con áreas mínimas de mercado pequeñas y menor alcance (región complementaria) tendrán que estar más cercanos unos de otros, por lo que habrá más en un territorio determinado, mientras los de orden superior, al ofrecer bienes y servicios más especializados requieren de un área

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mínima de mercado mayor, y por tanto, tienden a servir superficies mayores y están más separados. Entre estos dos extremos pueden identificarse lugares centrales de diversos órdenes dando lugar a una jerarquía escalonada.

El planteamiento anterior del modelo está regulado por un principio de mercado, en el cual, se asegura la minimización de las distancia entre consumidores y los diversos niveles de lugares centrales; Christaller propuso dos variantes al modelo denominadas principio de transporte y principio administrativo, que aseguran respectivamente: que las vías de comunicación conecten a los lugares centrales de mayor jerarquía y que las regiones complementarias de un nivel jerárquico dado incluya íntegramente a las regiones complementarias de los niveles inferiores.

Las distintas variantes propuestas por Christaller sugieren tres factores determinantes de la localización comercial: el acceso al mercado, las facilidades de transporte, y los determinantes administrativos, o más ampliamente, los mercados cautivos que son aquellos que tienen que acudir a un lugar central determinado y no tienen posibilidad de una selección diferente.

Además el mismo Christaller, reconocía que el alcance de las mercancías estaba determinado por muchos factores interdependientes agregando a los anteriores, entre otros, la distribución de los ingresos, las diferentes concentraciones de población y la subjetividad, de lo que deduce que cada mercancía o cada servicio tiene un alcance espacial propio y que podía variar según la dirección desde el lugar central por lo que las formas de las áreas complementarias o de influencia son irregulares (Beavon 1981: 48).

Quizá la nacionalidad alemana de Christaller y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial no favorecieron su revisión, ya que las respuestas a su propuesta llegarían muy tardíamente. De hecho, uno de los desarrollos más importantes y relativamente oportuno, fue el del también alemán August Lösch (Die Räunmliche Ordnung Wirtschaft, 1939 –citado en Beavon 1981: 13) que probablemente por las mismas razones se publicó en inglés 15 años después (Economics of Location 1954). En este trabajo se propone un modelo de lugares centrales, también jerárquico, pero continuo, que parece responder mejor a la realidad pero que, al mismo tiempo, resultó mucho más complejo.

A pesar de que parecía un modelo con mayor capacidad de explicación y de que contenía las ideas clave para comprender la localización de las actividades terciarias intraurbanas, fue ignorado, entre otros por Berry y Garrison, al trasladar en 1958 la teoría de los Lugares Centrales de Christaller a escala intraurbana y proponer la teoría de las Actividades Terciarias, insistiendo en una jerarquía escalonada (Beavon 1981: 13).

Los modelos de Christaller y Lösch contienen muchos puntos de contacto, en primer lugar la idea de que los hexágonos representaban la forma óptima –en términos de competencia y equilibrio- de las zonas complementarias o áreas de mercado para la distribución servicios y mercancías, bajo el supuesto de cierta homogeneidad de la demanda y de las facilidades de transporte. En cambio la forma de construcción de los sistemas de lugares centrales difería, mientras el modelo de Christaller determina una serie de niveles jerárquicos originados en ciertos grupos de bienes y servicios de cierto alcance, el modelo de Lösch

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parte de la sobreposición de múltiples redes con un centro en común y luego las rota para buscar el máximo de coincidencias de lo que resulta un continuo de centros de menor a mayor jerarquía y una división del área de la región complementaria entre 6 sectores “urbanamente ricos” y 6 sectores “urbanamente pobres”.

En interpretación de Beavon la “riqueza” o ”pobreza de los sectores de Lösch se refiere al número de coincidencias de los centros, así un área urbanamente rica será aquella que esté servida por más centros que a su vez, son coincidencias de centros producto de la rotación (Beavon 1981: 151) lo cual parece muy razonable en función de la capacidad de sostenimiento de la demanda en zonas ricas o pobres.

En conclusión, a pesar de la relativamente poca atención que ha recibido el modelo de Lösch con relación al de Christaller –quizá por su mayor complejidad-, parece aceptarse la idea de que el primero se aproxima más a la realidad al producir un sistema jerárquico continuo, con centros cuya importancia es resultado de complejas combinaciones de otros centros (léase actividades) por lo que no resultan equivalentes. Como se verá más adelante en el análisis de las jerarquías intraurbanas actuales para la Ciudad de México este planteamiento resultará muy útil. De hecho Stolper (1955), Dacey (1956), Yeates y Garner (1971) y Parr (1973) coinciden en que el modelo de Lösch debería ampliarse a nivel intrametropolitano (Beavon 1981: 19).

En una línea de pensamiento más práctica se debe resaltar el trabajo de Nelson (1958 citado por Berry 1971: 169-171;) que analiza los efectos de la localización sobre la actividad comercial, la selección de localizaciones, las técnicas de valoración de cifras comerciales, la jerarquía de centros comerciales –vecinal, local y regional, y las nuevas tendencias de los estudios económicos de localización. Pero quizá una de las aportaciones más importantes es el reconocimiento de dos tipos de mercancías, la de uso cotidiano y las de uso anómalo, cuyas empresas de venta tienen lógicas distintas en la escala de operación y en las tendencias de localización, por lo general, las primeras sirven en pequeños establecimientos que tienden a los clientes, mientras que la otras dependerán de la atracción que generen empresas mayores (Beavon 1981: 163-167).

Otros de los grandes antecedentes de estudios de la localización de las actividades comerciales y de servicios es la Teoría de las Actividades Terciarias de Berry y Garrison que entre 1957 y 1967 publicaron varios trabajos sobre la revisión y ampliación de la Teoría de los Lugares Centrales de Christaller, que afirman, es más aplicable al nivel intraurbano que al interurbano, para la que se concibió originalmente. Además, reconocen dos componentes en la teoría, el estructural, relacionado con la jerarquía escalonada, y el funcional, relacionado con las áreas complementarias hexagonales. La nueva Teoría sobre las Actividades terciarias coincidía con los planteamientos de Christaller en el componente estructural, es decir, la jerarquía escalonada, la cual, durante mucho tiempo fue la única aceptada en la explicación del comercio al interior de la ciudad. Sin embargo, posteriores estudios del comportamiento de los consumidores han puesto en duda los aspectos funcionales propuestos por Berry y Garrison (ibid.: 20-21).

Hay dos aportes que debemos reconocer a Berry, por un lado, advirtió las variaciones de tamaño y función de los diferentes distritos comerciales, así como los fuertes vínculos entre

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el ingreso del área y la cantidad y tipo de comercios, lo que de una u otra forma aproxima a la complejidad del fenómeno (Simmons 1994: 5).

Por el otro lado, propone tres formas de presentación del comercio: la distribución jerárquica de centros, ordenación lineal en autopistas y avenidas y las áreas con funciones especializadas. (Berry 1962 citado por Carter 1995: p. 67). A su vez, los centros se clasifican en 4 niveles: los que ofrecen bienes de uso frecuente y se encuentran a la vuelta de la esquina; los centros vecinales o de barrio; los centros comerciales locales y los centros comerciales regionales.

En los siguientes años aparecieron una serie de cuestionamientos sobre la racionalidad de las decisiones de los consumidores, sobre todo en el sentido de que estos irían siempre al centro comercial más cercano para minimizar los costos, como estaba implícito en la Teoría de los Lugares Centrales.

A finales de los 60s, tres autores sobresalen entre los que proponen que los consumidores no siempre acuden a comercio más cercano: Clark, Johnson y Rushton. Se comprobó que los consumidores pueden asistir a un centro más lejano por iguales mercancías (Clark 1968 citado por Beavon 1981: 42-43). Dos años más tarde Clark y Rushton afirmaron que los consumidores comparan las ventajas del tamaño del centro con las desventajas de la distancia que es necesario recorrer, con lo que se acercan a los planteamientos de los modelos gravitacionales y los de probabilidad (Beavon 1981: 43).

Rushton en 1971 intento una revisión de la Teoría de las Actividades Terciarias basada en normas de conducta, utilizando funciones de preferencia espacial. Este enfoque funcional produjo un sistema de lugares centrales que difería del sistema clásico de Christaller y, consecuentemente, de la Teoría de las Actividades Terciarias, en un punto importante: las actividades de los centros se presentaban en tandas de composición variable para centros a un mismo nivel de jerarquía. En consecuencia, se sugirió que debería abandonarse el concepto de una clase de centros perteneciente a uno de los niveles de las categorías escalonadas de la jerarquías. Sin embrago, no se intentó revisar el componente estructural de la Teorías de las Actividades Terciarias de manera acorde (Beavon 1981: 43).

Como se verá más adelante, el planteamiento de Rushton es clave para entender muchas de las inconsistencias de la idea de la jerarquía urbana y para plantear una solución mucho más allá del continuo, quizá deba tener presente la idea derivada de los trabajos de Lösch de que los centros formados por la sobreposición de otros centros no son comparables entre sí por ser producto de distintas combinaciones de centros, o en otras palabras, de distintas combinaciones de tandas de actividades que pueden generar no sólo mayor o menor atracción sobre los consumidores, sino diversas modalidades de atracción.

En la sociedad actual, el consumidor forma preferencias sobre los establecimientos dependiendo de servicios complementarios y comodidades -y de acuerdo a lo antes planteado también de la particular combinación de bienes y servicios ofrecidos- que le suponen mayor comodidad y disfrute a la hora de realizar sus compras (De Juan Vigaray 1998: 15).

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Hacia finales de los años 70s Keith Beavon publicó una serie de trabajos que replantarían la idea de la lógica espacial de las actividades comerciales y de servicios en la ciudades. Después de un minuciosa revisión de los trabajos de Christaller, Lösch y de Berry y Garrison, y animado por el cúmulo de inconsistencias derivadas de la idea de una jerarquía escalonada al interior de la ciudad, trabajó el desarrollo de una teoría alternativa –fuertemente arraigada en los planteamientos de August Lösch- para apoyar la idea de una jerarquía continua de lugares centrales a nivel intrametropiltano

Beavon descarta la idea de que los lugares centrales de un determinado orden contengan las actividades de orden inferior, con lo que establece la posibilidad de combinaciones distintas de actividades, que si bien, en conjunto dan lugar a una mayor o menor jerarquía, pueden ser de naturaleza única como resultado de la particular combinación.

Propone una medida geotaxonómica de la semejanza como técnica para determinar la jerarquía a partir de datos de la composición interna de los lugares centrales (Beavon 1981: 105).

En los últimos 20 años la preocupación por los modelos generales de localización comercial han sido sustituidos por una gran cantidad de análisis en dos grandes vertientes: en la primera, las investigaciones están encaminadas a la construcción de modelos más formales –a veces con un fuerte componente matemático-, que buscan explicar aspectos como la formación de preferencias por parte de los consumidores y la definición de áreas de atracción, que incluso, han dado lugar a revistas especializadas como: International Journal of Retailing, Applied Marketing Research, Journal of Marketing Research, Marketing Research, Internacional Journal of Research in Marketing y muchas más revistas especializadas y libros, dentro de este grupo pueden identificarse estudios de interés práctico (Wrigley, N. 1988); en la segunda vertiente se tienen trabajos más cualitativos que pueden ir desde las revisiones más amplias y generales sobre la actividad comercial en las ciudades de la actualidad, como el trabajo de Moreno y Escolano (1995), hasta los que hacen énfasis en algún aspecto como las diferencias en las lógicas comerciales entre países con distintos niveles de desarrollo y distinta cultura (Findlay, A.M. et. al. 1990); los cambios recientes en las estrategias comerciales (Laulajainen, R. 1987; Cásares, L., et. al. 1987).; o el papel de la cuestión cultural en las lógicas comerciales (De Juan Vigaray, 1998).

En términos de tipologías hay tres modalidades significativas el ya citado de B. Berry, la tipología de la Commission des Activités Commerciales (Francia) y la clasificación de la OCDE.

Brian Berry (1971: 59-69) propone cuatro grandes divisiones:

Una jerarquía de centros comerciales en donde se ubican actividades diversas desde comercios de artículos varios hasta los grandes almacenes de departamentos. Son aglomeraciones de comercios porque los consumidores tienden a visitar varios de ellos en el mismo viaje. Van desde el centro de la ciudad (central business district) que ofrece los bienes más especializados a toda la metrópoli, le siguen los centros regionales que sirven a amplios sectores de la ciudad, luego los centros locales o comunales (community centers),

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los centros vecinales (neigborhood centers)d y los de conveniencia, que ofrecen los bienes más comunes y se ubican a la vuelta de la esquina.

Colonias comerciales orientadas hacia carreteras. Satisfacen las demandas derivadas del tráfico de carreteras y están formadas por estaciones de servicio, restaurantes y hoteles.

Sectores comerciales de las arterias urbanas. Son actividades que requieren de centralidad pero por sus necesidades de espacio y los patrones de compra por parte de los consumidores, en el sentido de que son viajes especiales para adquirir un determinado bien, les resulta más conveniente ubicarse en las arterias urbanas. Aquí se encuentran las mueblerías, electrodomésticos y talleres de reparación de automóviles.

Áreas funcionales especializadas. Se caracterizan por la presencia de varios tipos de establecimientos relacionados entre sí y buscan la accesibilidad hacia cierto mercado de la ciudad. Por ejemplo, zonas especializadas en servicios médicos y al comercio de automóviles.

Beavon (1981: 41) cita una serie de estudios que al analizar las estructura comercial de ciudades fuera de Estados Unidos encontraron diferencias respecto a los planteamientos de Berry, por ejemplo, por la forma de organización del comercio no central, más lineal en Nueva Zelandia y en Sudáfrica que aglomerada como en Estados Unidos. Pero también reconoce algunas coincidencias con las jerarquías propuestas con la Teoría de las Actividades Terciarias.

Monnet (1990: p. 44) cita la clasificación de la Commission des Activités Commerciales que se apoya en la naturaleza del artículo vendido:

1. Equipamiento de persona: vestido, calzado y accesorios.

2. Equipamiento de la casa: mobiliario, decoración y acondicionamiento de la casa.

3. Equipamiento de la profesión: para los equipos técnicos y materiales útiles para el ejercicio de un oficio.

4. Alimentación: tiendas de productos alimenticios.

Monnet propone la anterior clasificación para el análisis de las calles del centro, para lo cual puede resultar más o menos justificable, pero se trata de una tipología muy general y con un mínimo grado de articulación con las lógicas de localización en el interior de la ciudad, es decir, no existe un patrón de localización para cada uno de estos tipos de comercio.

Finalmente se menciona la clasificación de la OCDE que, a diferencia de las dos anteriores, se apoya en los tipos de establecimiento comercial (Moreno y Escolano 1992: 120-130).

1. Autoservico: establecimiento minorista entre 40 y 120 m2. Si tiene entre 120 y 400 m2 se considera “Superservicio”.

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2. Supermercado: también es un autoservicio que va de los 400 a los 2,500 m2.

3. Duty Free Shop: básicamente ofrecen productos de lujo –de importación- y se caracterizan por estar libre de impuestos.

4. Cash & Carry: establecimiento de comercio al por mayor o detallista –o para clientes institucionales- en régimen de autoservicio.

5. Hipermercado: tienen una superficie mayor a 2,500 m2, generalmente se ubica en la periferia de los grandes núcleos de población con facilidades de acceso y amplio espacio de estacionamiento al aire libre, de una sola planta, funcional y sin lujos que frecuentemente asocia una galería de comercios independientes.

6. Gran almacén: edificio de varias plantas con construcción superior a los 10,000 m2, con estacionamiento, muchas veces en sótanos, ninguna sección o departamento supone más del 50% del total de venta (tienda de departamentos).

7. Almacén Popular: venta minorista de productos de consumo habitual, de alimentación, limpieza y aseo personal, regalos, vestido y hogar. Son surtidos limitados en gama y precios, en un local de 3,000 a 4,000 m2. Generalmente tienen supermercado de alimentos y no disponen de estacionamiento.

8. Centro comercial: conjunto de establecimientos minoristas integrados en un edificio. Se subdividen:

A. Centros temáticos especializados: cuando la mayoría de las tiendas tienen la misma dedicación.

B. Centros de barrio: atienden a una clientela próxima.

C. Centros urbanos y regionales: para servir a la población de una ciudad entera y a su área de influencia.

Los centros comerciales pueden ser resultado de una concentración espontánea de comercios en el tejido urbano o bien, son aglomeraciones de comercios independientes ubicados en una unidad espacial (inmueble) con administración centralizada. Generalmente ubican uno o varios almacenes que sirven de motor de atracción para el conjunto de establecimientos, se pone gran atención al diseño, al confort y a la imagen.

Los mismos autores plantean otra clasificación por las formas de asociación del comercio (ibid., :132-134) que sin embargo, se aleja mucho de los propósitos del presente trabajo.

De las anteriores tipologías, sólo de la Berry se aproxima al planteamiento que aquí se persigue que es el reconocimiento de los diferentes tipos de localización comercial. La clasificación de la Commission des Activités Commerciales es demasiado genérica y sus tipos independientes de la lógica espacial. Finalmente, la tipología propuesta por la OCDE resulta sobre todo inconsistente, pues parece apoyarse en diversos criterio de clasificación la mayoría de los casos por el tipo y tamaño del inmueble que ocupa, pero otros, el criterio

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parece ser el tipo de productos o el área a la cual sirve. De cualquier manera tampoco resulta útil como punto de partida de la tipología que se va a construir aquí, aunque sí para ilustrar algunos criterios.

La propuesta de Berry tiene tres limitaciones para su traslado a la interpretación de caso de la Ciudad de México, en primer lugar, su antigüedad, se trata de una clasificación de fines de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando muchas de las estrategias comerciales y de los soportes tecnológicos con que se cuenta ahora eran inimaginables, aspecto que limita la capacidad de explicación de este planteamiento, incluso para la sociedad norteamericana del presente; en segundo lugar se tiene el contexto social, cultural y económico en el que fue elaborada, es decir, en una sociedad con cultura y con capacidad de consumo, con un extendido uso del automóvil que ha condicionado fuertemente la naturaleza del acceso al comercio, y en donde el sector moderno y formal representa la norma en lo que a formas comerciales se refiere; y finalmente, las insuficiencias del trabajo, algunas de las cuales han sido expuestas por otros autores.

En este contexto de ideas, se propone como alternativa metodológica para construir una tipología de comercio según sus lógicas de localización para la Ciudad de México, en primer lugar, retomar las críticas de Beavon a los trabajos de Christaller y de Berry en el sentido del componente estructural; posteriormente, analizar los avances que se han logrado en el componente funcional, y finalmente reconocer la especificidad del caso mexicano -diferencias socioeconómicas, cultura y la “dualidad” comercial (infra)- para cada uno de los factores determinantes de la localización como clave de la reinterpretación teórica para la construcción de la tipología.

El componente estructural de la localización comercial intraurbana.

El componente estructural se refiere al arreglo jerárquico del sistema de lugares centrales o de centros comerciales de una región o ciudad. Dicha jerarquía no necesariamente significa la formación de niveles o escalones, puede darse también en forma de continuo. En este apartado se hará una reflexión del componente en el ámbito intraurbano, aunque algunas de las conclusiones, por su propia naturaleza teórica, pueden alcanzar el ámbito regional.

El componente estructural del sistema comercial estaba implícito en la Teoría de los Lugares Centrales. Beavon reconoce una doble regularidad: vertical y horizontal. La primera estaría relacionada con la composición interna y el papel específico de cada lugar central, mientras que la segunda, se manifiesta en términos de la distancia entre lugares de órdenes distintos, así como en la localización relativa de los mismos (1981: 75 y 77). Ambas regularidades son de naturaleza estructural, no obstante, la vertical es la más significativa y discutida en el desarrollo teórico ya que se relaciona con la ordenación jerárquica de los centros.

Para entender el origen de la jerarquía se debe partir de las diferencias en el alcance de los bienes y servicios. En el extremo inferior se tienen los bienes y servicios básicos, en el sentido de ser una necesidad permanente, estos son requeridos por toda la población de una manera frecuente; en cambio, en el extremo superior, se encuentran los bienes y servicios

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más especializados, que son demandados sólo eventualmente por ciertos sectores de la población.

Los bienes y servicios de orden inferior satisfacen más fácilmente - en el sentido territorial- sus exigencias mínimas de mercado o “umbral”, es decir, en una extensión limitada obtienen la demanda suficiente para ser una oferta viable; en cambio, los bienes y servicios de orden superior, al tener un mercado de consumidores más estrecho requieren de un umbral o área mínima de mercado muy amplia, para poder captar a los consumidores suficientes para que la oferta sea viable. Entre estos dos extremos se encontrarán distintos niveles de centros dependiendo de la naturaleza de los bienes y servicios ofrecidos y del umbral mínimo de estos. Los de orden inferior, en la parte baja de la jerarquía, estarán más cercanos unos de otros, y conforme aumente el nivel jerárquico aumentará la distancia entre los centros. Los principios anteriores dan lugar a un sistema espacial de orden jerárquico que ha sido un paradigma en el desarrollo de la teoría sobre la localización de las actividades terciarias.

Hasta los años 60s, a pesar de la obra de Lösch, parecía predominar la idea -Christaller y Berry y Garrison- de que había grupos de actividades y bienes que mostraban una cierta coincidencia en sus umbrales, lo que daba lugar a una jerarquía escalonada; es hasta los setentas que autores como Beavon se inclinaron por la idea de un continuo, lo que hoy en día parece imponerse, sobretodo en el ámbito intraurbano.

Desde la década de los 50s, en el seno de la “revolución cuantitativa” las ideas de Christaller fueron adoptadas con tal clamor, que se “demarcaban jerarquías incluso por quienes afirmaban que sus datos evidenciaban continuos. Fue simplemente un caso de reconocer el único hallazgo que tenía una justificación teórica” (Beavon 1981: 104-105). Poco después, Dacey (1962) en un estudio del suroeste de Wisconsin reconoció una jerarquía poco definida y que no respondía a la formulación de la Teoría de los Lugares Centrales (citado por Carter 1995: 62). Varias décadas tuvieron que pasar para que se aceptara ampliamente la idea de que las jerarquías estaban lejos del esquema Christalleriano en el sentido de su escalonamiento y regularidad; como afirman Moreno y Escolano “a determinadas escalas, las jerarquías comerciales aparecen tan distorsionadas que son inservibles como conceptos explicativos, y ayudan mucho más otras reglas y enfoques exploratorios de la percepción y del comportamiento” (1992: 105). Hoy en día, casi todos los estudiosos del tema reconocen perturbaciones a los principios que sustentaban el arreglo jerárquico espacial, y por tanto, se ha puesto en duda la vigencia, no solo del escalonamiento, sino incluso de la idea de la jerarquía3.

El cuestionamiento a la jerarquía representa un avance en el desarrollo teórico, pero al mismo tiempo, se enfrenta a una enorme complejidad, respecto a la cual no se tienen aún soluciones definitivas. Indudablemente debe redefinirse la idea de que la jerarquía es una función del alcance y frecuencia de los bienes y servicios y agregar a éstos una larga lista

3 Incluso B. Berry reconoce que la idea de jerarquía escalonada de Christaller se “viene abajo” en las regiones metropolitanas con bajas concentraciones en las que se pierde el límite entre los urbano y lo rural, y en donde el aumento de la movilidad y de la renta han eliminado el papel de la distancia favoreciendo la especialización de los centros comerciales (Berry 1971: 164-165).

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de factores determinantes del arreglo estructural de los centros y aglomeraciones comerciales.

Se reconocen muchas causas de perturbación de las jerarquías, la primera es que no toda la oferta de bienes y servicios basa su lógica de localización en patrones de frecuencia y alcance desde las zonas de residencia, es decir, en áreas de mercado, que son la base de los patrones de ordenación jerárquica; en segundo lugar, existen actividades que aprovechan el tránsito de la demanda potencial orientándose a las carreteras, grandes avenidas o en general, a los corredores urbanos de circulación, lo cual no tiene relación con el arreglo por áreas de mercado y jerarquía; en tercer lugar, hay comercios que se localizan por complementariedad aprovechándose de la atracción generada por terceros, en este caso, cuando estos terceros son actividades comerciales que se localizan por áreas de mercado, las actividades que se adhieren formarán parte de la aglomeración y de la lógica de mercado y jerarquía, pero cuando la actividad que genera la atracción es independiente de esa lógica también lo será el comercio por complementariedad; y finalmente, el comercio especializado puede generar, por su propia naturaleza, áreas de mercado particulares y lejanas a la organización jerárquica, aunque otras veces, pueden insertarse y beneficiarse de los flujos originados por ésta.

Las variaciones de ingresos a lo largo de la ciudad también contribuyen a la alteración del complejo sistema de distribución comercial y de servicios, al crear desiguales condiciones de densidad de demanda y provocar la presencia o ausencia de comercios y servicios, lo que a su vez puede estimular o inhibir ciertos niveles de la jerarquía, de hecho, como se verá en el siguiente apartado, parece ser la variable más importante en la explicación de la organización territorial en países con fuerte desigualdad social; otros factores que puede perturbar la jerarquía son aspectos culturales y del comportamiento de los individuos y grupos, lo que está fuertemente asociado a la permanente innovación y cambio de características de la oferta comercial y de servicios.

De hecho, algunos grupos de demanda han sustituido al centro de la ciudad por los centros “super regionales” como principal destino comercial y en esto van involucrados los niveles de ingreso, las facilidades de transporte -en particular por el uso masivo del automóvil- y la cultura y el comportamiento, por el lado de la demanda; y por el lado de la oferta, la concepción y el desarrollo de grandes centros comerciales de una sola parada que “se han convertido en una virtual parada cultural, proveyendo de una gran cantidad de productos agrupados en una ecología de comunidad, entretenimiento e identidad social” (Kowinsky citado por Carter 1995: 73).

Para Beavon sólo se podría esperar que los centros [de un mismo nivel] ofrecieran exactamente el mismo surtido de mercancías y obtuviera la misma gama de actividades centrales si todas las zonas tuvieran el mismo poder adquisitivo (1981: 34). El mismo autor señala que entre mayor sea la aglomeración de actividades menor será la probabilidad de que dos centros sean idénticos, tanto por lo que respecta al número como a los tipos de actividades, por lo que un continuo será más característico de una gran ciudad metropolitana con muchos centros comerciales (ibid. 217).

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En fin, parece claro y es ampliamente aceptado que al interior de las ciudades existe una arreglo territorial de los sistemas de distribución que muy difícilmente se puede interpretar a través de los esquemas clásicos de la Teoría de los Lugares Centrales y la Teoría de las Actividades Terciarias, que son muchos los factores determinantes de dicho arreglo, y que además, pueden variar por grupos o a través del espacio (Fotheringham 1991: 102) y también a lo largo del tiempo como producto de la evolución social y del consumo, lo que ocasiona modificaciones en la definición de lo que son bienes cotidianos y lo que son bienes excepcionales (Moreno y Escolano 1992: 153-155).

El reconocimiento de la complejidad y de los diversos factores que complementan a los viejos determinantes de alcance y frecuencia de las mercancías, no significa que estos deban ser borrados de los nuevos planteamientos. Tienen razón Jones y Simmons al afirmar que al menos para Toronto la jerarquía intraurbana explica una relativamente pequeña proporción del sistema de comercio al detalle, y también Johnson cuando establece que se deben encontrar nuevos conceptos diferentes a la jerarquía para explicar cómo encajan las partes del rompecabezas del comercio minorista en sentido espacial (citados por Carter 1995: 75-76).

Pero también tiene razón Carter al decir que “todos esos cambios han minado la idea de una reflexión del amplio sistema de lugar central dentro de la ciudad. Pero se puede argumentar que la jerarquía intraurbana aún existe...” (1995: p.71). Hoy por hoy los comportamientos de la demanda y las localizaciones comerciales no dejan de estar influidos por los viejos determinantes de alcance y frecuencia. Estos son la base de los patrones uniformes de distribución de los centros comerciales y de servicios -componente regular-, es decir, el sistema de lugares centrales, pero sobre este componente se sobrepone otro de naturaleza aleatoria, que perturba al primero provocando desorden, lo que puede ser definido como entropía (Medvedkov 1976; Semple y College 1970; citados por Carter 1995: p.62). Lo que sucede es que en los actuales sistemas de distribución comercial intraurbana existe una notable y cada vez mayor entropía.

Así, a manera de conclusión se puede afirmar que:

Sólo una parte del comercio intraurbano está asociado al esquema jerárquico derivado del alcance y frecuencia de demanda de las mercancías, el cual, se tiende a presentar como un continuo, en particular, en la parte baja de la jerarquía.

Otros comercios y servicios tienen una lógica de localización fundada en otros principios como el aprovechamiento de los corredores de circulación urbana, la complementariedad, e incluso, en la atracción generada en valores culturales o sociales.

Los esquemas de organización de comercio y servicios en las ciudades son producto de innumerables determinantes lo que resulta en esquemas complejos, particulares y cambiantes.

En países subdesarrollados la estructura comercial está fuertemente vinculada a la estructura socioeconómica como consecuencias de las profundas diferencias en la capacidad real de demanda.

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El componente funcional de la localización comercial intraurbana

En 1966 Garner introdujo la idea de un componente funcional (Beavon 1981: 32-33) y se refiere a los servicios (comercio) que ofrecen los diversos centros dando lugar a una atracción o área de influencia, es decir, a cada centro corresponde la función de servir a la demanda de un área. El componente funcional está fuertemente relacionado a la dimensión horizontal del componente estructural.

El área de atracción o área de mercado o área de influencia está delimitada por la distancia máxima que un comprador está dispuesto a recorrer para obtener una mercancía o servicio, también llamado, alcance máximo de una mercancía central.

Para Applebaum y Cohen (1961) el área de mercado contiene un foco que es el establecimiento o lugar central; una morfología que se refiere a su tamaño y forma; los establecimientos de competencia; los componentes internos como casas, bloques de pisos, barrios, o grandes áreas urbanas; y los límites externos (citado por De Juan Vigaray 1998: 38).

En esta definición esta subsumida una concepción que rompe con la idea de área de influencia Christalleriana que era concebida con carácter monopólico; del planteamiento de Applebaum y Cohen se deduce que aceptan la idea de áreas de mercado sobrepuestas y compartidas derivadas de la competencia entre centros de comercio o servicios.

Huff (1964) ofrece una definición de tipo probabilístico se establece que se trata de “una región geográfica que contiene clientes potenciales, para quienes existe una probabilidad superior a cero de que puedan realizar las compras de una determinada clase de productos o servicios que son ofrecidos...” (citado por De Juan Vigaray 1998: 39). También se puede deducir que la probabilidad menor a uno puede ser producto de la distancia y de la posibilidad de acceder a centros alternativos, y por tanto, de competencia.

Por su parte, la Asociación Americana de Marketing propone una definición del lado de la oferta: “como una zona cuyo tamaño está determinado por los límites dentro de los cuales es rentable para un establecimiento o grupo de establecimientos vender o entregar un producto o servicio. Esta definición implica que un área comercial no comprende toda la región dentro de la cual existe la demanda potencial, sino sólo esa porción que una empresa encuentra rentable para vender o servir un producto o servicio.” (De Juan Vigaray 1998: 40).

En la perspectiva de la distinción entre la lógica del comprador y la del vendedor Stern y El Ansary (1992) señalan que “el área comercial comprende la región geográfica dentro de la cual el comprador puede esperar, razonablemente, encontrar bienes y servicios a precios competitivos”; mientras que desde el punto de vista del vendedor el tamaño de esta área estará “generalmente determinado por los límites dentro de los cuales es económicamente rentable, en términos de volumen de ventas y coste para una empresa, comerciar y distribuir bienes o servicos” (ibid.).

En realidad, la diferencia planteada entre oferta y demanda en las definiciones es sutil y dependerá de quién soporte los gastos de distribución, el vendedor o el comprador; pero en

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todas ellas está presente el hecho de que es una extensión hasta la cual es viable, pero no es necesario, hacer una transacción comercial y de servicios, y en varias de las definiciones se desprende que dicha área no es exclusiva, sino que puede estar compartida.

A pesar de la sencillez que parece derivarse de la afirmación anterior, la conformación y lógica de las áreas de mercado están, como la jerarquía, influidas por una gran cantidad de factores determinantes que introducen elementos de aleatoriedad y complejidad4.

Antes de analizar los factores de “aleatoriedad” se plantean a continuación los principios de la Teoría de los Lugares Centrales que se suponía, daban lugar a la parte “regular” del componente funcional. En primer lugar está la característica monopólica de las áreas de mercado, lo que significa que cada área esta servida por un solo centro de cada nivel jerárquico. Las siguientes 4 características las identificó Beavon (1981: 32-33) del trabajo de Garner de 1966:

Los centros de actividad de orden inferior ofrecen únicamente mercancías de orden inferior y sirven zonas tributarias definidas por la mercancía jerárquica marginal de menor alcance. Las mercancías de orden inferior son generalmente productos de primeras necesidad que por consiguiente, son adquiridos con frecuencia...

Los centros de actividad de orden superior, además de administrar mercancías de orden superior (o de uso anómalo) que exigen niveles de umbral elevados, ofrecen todas las mercancías de orden inferior... El consumidor está dispuesto a recorrer mayores distancias, aunque con menor frecuencia, a fin de adquirir las mercancías que necesita.

Un centro de actividad, cualquiera que sea su nivel de jerarquía, ofrecerá más mercancías, poseerá más empresas y actividades, servirá mayores áreas tributarias y mayores poblaciones tributarias y tendrá un volumen total de ventas más elevado que cualquier otro centro de actividad de nivel inferior.

De las relaciones anteriores resulta una compleja disposición de áreas comerciales encajadas una dentro de otra, en donde el consumidor es servido con la mayor eficiencia por el centro de actividad que ofrece la mercancía que necesita más cercano y más accesible.

En la actualidad es ampliamente aceptado que ninguna de las características anteriores es plenamente sostenible a nivel empírico.

Uno de los factores de “aleatoriedad” más importantes es la estructura territorial de la competencia que, cuando es densa, como los sistemas comerciales en el ámbito intraurbano de ingresos medios o altos, puede llevar a la sobreposición de áreas, dándose una competencia por el mercado no en términos de territorio sino de penetración, esto significa que un área de mercado puede estar servido por diversos centros alternativos y la captura de los clientes se basa más en mecanismos publicitarios, de servicio, de precios, de facilidades

4 Existen numerosas clasificaciones de áreas de mercado que no se describen aquí por no ser relevantes a este trabajo pero un buen resumen puede verse en De Juan Vigaray 1998: 40-47.

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y menos en la distancia. Las áreas de mercado así definidas se miden por la proporción de clientes capturados, así un área primaria de mercado incluye más del 60% de la demanda y un área secundaria el siguiente 25% (Jones y Simmons 1987: 307)5. En realidad es poco probable que en el interior de la ciudad se den condiciones de monopolio.

En cambio, en las áreas más pobres puede darse una demanda efectiva baja que no permite el establecimiento de centros de cierto nivel con lo que la población que desea adquirir algunos bienes o servicios de ese nivel tiene que recorrer grandes distancias para obtenerlos.

La sobreposición de áreas de mercado será mayor entre más cercanos estén los centros competidores y viceversa; y, es más común que se de sobreposición de áreas cuando se trata de productos que sean buscados por razones de precio o calidad (De Juan Vigaray 1998:43), lo que generalmente sucede en los productos de uso anómalo de la parte alta de la jerarquía.

La competencia no lleva sólo a la sobreposición sino a la definición de los límites de las áreas de mercado, que ya desde los trabajos de Berry se reconocían las dificultades de definición en particular para las regiones metropolitanas -nivel intraurbano- para las que reconoce un comportamiento probabilístico de la demanda al poder elegir entre varios centros (Berry 1971: 53-54; 70; 173).

Con los planteamientos anteriores parece evidente el rechazo a las áreas de mercado monopólicas en el interior de las ciudades de las grandes ciudades frente a la aceptación de esquemas de fuerte competencia en donde un área puede estar servida por distintos centros que buscan apropiarse de la mayor parte posible del mercado (penetrar el mercado) aproximándose lo más posible al perfil de sus clientes potenciales en términos de tipos y combinación de productos y servicios, imagen y facilidades, calidad y precios, atención y servicio, publicidad, y uno muy importante, la especialización. De lo que resulta que el área de mercado da cada centro puede ser muy irregular e incluso discontinua con variaciones respecto a la proporción de demanda capturada, en donde la distancia sólo es un componente más en la decisión de elección del consumidor.

Los monopolios espaciales pueden subsistir como casos especiales, pero es más probable encontrarlos en los extremos del continuo jerárquico, en la parte de arriba con productos o servicios altamente especializados o únicos al menos para ciertos sectores de la ciudad; también se pueden encontrar áreas de mercado monopólicas en la parte más baja de la jerarquía, básicamente en el comercio de conveniencia en donde los productos están estandarizados y la distancia y la atención pueden ser los determinantes más importantes.

5 Aparentemente Jones y Simmons se refieren a la proporción del área, en cambio. Applebaum (1966 citado por De Juan Vigaray 1998: 41-42) plantea la proporción respecto a las ventas del establecimiento, es decir, el área comercial primaria capta entre el 60 y 65% de las ventas del establecimiento, la secundaria entre el 15 y 20% y se encuentra más alejada, y el resto proviene del área comercial terciaria aún más lejana. En nuestra opinión es más acertado y aplicable a nivel intraurbano el enfoque de Jones y Simmons, porque en el planteamiento de Applebaum el área primaria aparece como monopólica.

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Jones y Simmons reconocen, junto al monopolio espacial y a la penetración de mercado, un tercer tipo de área de carácter irregular y disperso originada por comercios selectivos o especializados y que se extiende por toda la ciudad (1987: 301), puede suponerse que se trata de comercios no monopólicos que compite por una demanda muy particular que se puede encontrar a lo largo y ancho del área urbana, se trata de una penetración de mercado muy discontinua desde el punto de vista espacial.

Por otro lado, un mismo centro puede tener muchas áreas de mercado, de acuerdo a la combinación de bienes o servicios que ofrezca, así para ciertos bienes puede haber una configuración y para otros puede haber otra distinta. Además esas áreas pueden modificarse en el tiempo, desde el corto plazo, por ejemplo, el alcance puede ser diferente entre semana que en fin de semana, o a mayor plazo, como resultados de los cambios en la competencia, en la población o en el sistema de vías de comunicación (Rust 1991: 119-120).

En el apartado anterior se habló que para la jerarquía se podía reconocer una regularidad basada en los principios de alcance y frecuencia de las mercancías y que sobre ella aparecía la aleatoriedad provocada por otros determinantes; en el caso del componente funcional sucede algo similar, existe una regularidad basada en el principio de distancia sobre la cual se imponen el desorden generado por otros determinantes, pero en este caso el grado de entropía es muy alto, a un nivel tal, que la regularidad es mínima y casi irrelevante.

Factores determinantes de la localización comercial

Existe una gran cantidad de elementos que intervienen en la decisión de localización de los centros comerciales y de servicios. Es común que se dividan entre los que se relacionan con la demanda y los que se vinculan con la oferta, aunque algunos de ellos, como el transporte o la aglomeración, influyen sobre ambas dimensiones.

Del lado de la demanda, un comprador potencial tiene que considerar numerosos aspectos para construir una decisión de compra, la cual contiene dos componentes fundamentales, la selección del producto que a su vez incluye la valoración de muchos aspectos, y la selección del lugar, que también supone una gran variedad de considerándoos.

La decisión busca optimizar lo que De Juan Vigaray llama optimización calidad – costo; la calidad la define como la capacidad de los productos adquiridos para satisfacer las necesidades o deseos del consumidor, mientras el costo como el conjunto de esfuerzos que se realizan para adquirir los bienes además del precio pagado por ellos (1998: 18, 46).

Por su parte, la oferta debe considerar su rentabilidad que estará en función del acceso al mercado, lo cual implica una diversidad de aspectos que se analizarán más adelante, además de la normatividad urbana y la competencia. “El equipamiento minorista se agrupa

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en las localizaciones de mayor potencial de demanda relativa, que ejercen atracción comercial sobre su entorno...” (ibid.: 37)

Así se tienen dos complejos básicos de factores para la construcción de las decisiones que, a pesar de que se plantean de manera independiente, establecen en la realidad una estrecha interacción a través de una relación dialéctica, las consideraciones del lado de la oferta para localizarse en cierto lugar se fundan en las características de la demanda; al mismo tiempo que la valoración de la demanda para elegir el lugar de compra se basa en los atributos de la oferta. En la medida que ambos complejos de factores logran una articulación satisfactoria o un punto de unión, se tendrá la localización de un centro comercial o de servicios eficiente y viable.

Los factores más importantes para la oferta son: el mercado mínimo, que a su vez es una función del tamaño de la población, su composición y su capacidad de compra, incluso de la cultura de consumo y el comportamiento de la demanda; el transporte y la vialidad; la competencia y la complementariedad; y la normatividad urbana y de construcción.

Los factores que determinan la lógica de la demanda operan en dos niveles: el primero en cuanto a la selección de los atributos, es decir, qué aspectos considera la demanda para decidir asistir a un centro comercial; y el segundo, es el comportamiento que conduce a la elección del centro una vez que los atributos han sido identificados, es decir, como se valoran esos atributos (Fotheringham 1991: 114).

En las últimas décadas se han dado importantes avances en el reconocimiento de los factores del primer nivel, en cambio, la investigación sobre el comportamiento es más reciente y sus resultados más limitados. De cualquier manera, el conocimiento de la lógica de la demanda influye profundamente en las decisiones sobre la localización y la naturaleza de los centros comerciales en un afán de satisfacer las expectativas de los consumidores.

Entre los factores del primer nivel de la demanda se tienen: la calidad, precio y servicio; la accesibilidad; la combinación de actividades y la diversidad de productos; la imagen y la publicidad; y las alternativas o competencia. En cambio, en el segundo grupo aparecen aspectos como las metas y actitudes del consumidor; su percepción; sus preferencias; sus estrategias de búsqueda de comercios, marcas y precios y la inercia y hábitos.

Existen algunos otros factores que pueden intervenir y modificar la mecánica de cualquiera de los anteriores y no son factores que puedan identificarse con la oferta o la demanda. Entre ellos se tienen a los cambios en las tecnologías y en la cultura, y las modificaciones del espacio urbano que afectan las condiciones y por tanto, las decisiones, de la oferta y de la demanda.

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Factores de la oferta

El mercado

Se trata de la variable más conocida en la determinación de la localización de un comercio a partir de una relación muy simple, el comercio puede localizarse y ser viable si cuenta con el mercado mínimo necesario para ser rentable.

Este principio se formuló explícitamente en la Teoría de las Actividades Terciarias a través del concepto de umbral, que se refiere al mínimo de mercado por debajo del cual un lugar central será incapaz de suministrar una mercancía central (Beavon 1981: 169-170).

La relación es evidente y sólida pero se ve modificada por muchos otros elementos, entre ellos está la densidad de población que incide sobre todo en la delimitación del umbral y del alcance de las mercancías centrales. Si las densidades son bajas se requerirá de una mayor área para obtener el mínimo de mercado o umbral, y si son altas, el umbral se obtendrá en menor extensión, de lo que se deriva que en áreas con alta densidad los centros podrán estar más cercanos unos de otros.

Si se tiene en cuanta que la densidad no es homogénea, sino que tiende a reducirse del centro a la periferia, las áreas de mercado tienen que ampliarse en proporción directa al descenso de la densidad –zonas rurales-, y los consumidores tienen que estar dispuestos a recorrer una mayor distancia, lo cual puede derivar en un área amplia con un mercado proporcionalmente menor, por lo que tiene que ajustar –limitar- sus funciones. Por el contrario, en altas densidades –zonas urbanas- , se atraerán a más consumidores, lo que le permite al centro contar con funciones más complejas (Berry 1971: 43).

Por otro lado, el umbral también se relaciona estrechamente con la naturaleza del producto o servicio, cuando estos son de uso cotidiano, o sea, que la mayor parte de la población los demanda de manera frecuente los umbrales se cumplen fácilmente y cuando son de uso anómalo, se requieren áreas más amplias para satisfacer el umbral (véase El Componente Estructural)

Los cambios de la densidad en el tiempo también tienen una influencia en la configuración territorial de los lugares comerciales y de servicios, cuando la densidad aumenta rápidamente es muy poco probable que aparezcan nuevos centros en las rupturas de las áreas de mercado, a pesar de las disminuciones del umbral, lo más probable es que se favorezca la aglomeración de las actividades en los centros existentes; en cambio, si la densidad disminuye y el umbral aumenta y ya no se cuenta con el mínimo de mercado para mantener a las empresas existentes, el efecto más plausible es que algunas de ellas desaparezcan. (Beavon 1981: 200).

Cuando no se obtienen los umbrales mínimos por la baja densidad y no es viable una oferta comercial la solución más común es la conformación de mercados periódicos, que “son las primeras formas de comercio en aparecer, tanto en las zonas rurales como en las urbanas” (Bromley 1998; 1312).

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Los mercados periódicos se basan en dos principios, reducir costos a través del uso de estructuras simples y de carácter temporal, a veces utilizando espacios públicos y evitando cargas fiscales, y la segunda y más importante, completando su mínimo de mercado por medio de la movilidad, así en cada localización obtienen una parte del mercado, que no sería suficiente para establecerse de manera permanente pero que contribuye a la viabilidad del comercio. De hecho, es probable que la suma del mercado de las diferentes localidades sobrepase la demanda mínima necesaria, con lo que se lograrían beneficios extraordinarios.

Ingreso y nivel socioeconómico de la población

El ingreso es otra variable que acompaña al mercado y que por su importancia merece un tratamiento particular. Su importancia ha sido reconocida desde los primeros estudios, en el trabajo de Lösch se habla de áreas urbanamente pobres y áreas urbanamente ricas; Berry asocia cada comunidad según sus ingresos y estilo de vida con las formas de comercio que les sirven (1971: 61), en fin, se trata de una variable evidente en la conformación de la estructura territorial del comercio, que convierte a la imprecisa variable mercado en el sentido de población en un fino indicador de demanda efectiva.

La capacidad de demanda derivada del ingreso se articula de una manera muy compleja con el efecto de la densidad que se describía en el apartado anterior. De hecho, los efectos que provocan las diferencias de densidad que se explicaron arriba suponen un ingreso constante, pero al incluir la variación de éste se puede tener una diversidad de efectos.

Una densidad alta puede llevar a obtener en una pequeña extensión los umbrales de los bienes y servicios que la población ahí establecida tenga capacidad de demandar, pero cuando se sobrepasa cierto nivel de especialización, el umbral tendría que ampliarse hasta conseguir la demanda efectiva sin importar la cantidad de población presente, o bien, no existiría la oferta. Esto es lo que sucede en zonas pobres, en donde existe una fuerte presencia de comercio básico pero vacío de oferta de bienes o servicios de mediana o alta jerarquía.

En cambio, en zonas de altos ingresos con densidades bajas los umbrales de los bienes de baja jerarquía pueden ser relativamente amplios con relación a los umbrales de bienes de mayor jerarquía, y esto se debe a que la población tendrá una necesidad más o menos fija de productos y servicios básicos que pueden resultar en una red semejante en densidad a la que se encuentra en zonas pobres, y en el otro extremo, tendrá la capacidad real de demanda de productos más especializados con lo que sus umbrales serán, a pesar de la baja densidad de la población, menores que los de zonas pobres con mayor densidad.

Los aumentos en el ingreso también tendrán cambios diferenciales, en las áreas de nivel bajo es más probable que se traduzcan en un incremento en la demanda de los bienes y servicios básicos que no se hubiesen satisfecho plenamente; en cambio, el aumento en una zona rica puede provocar la aparición de nuevas tiendas más especializadas, o bien, de nuevas mercancías en las existentes.

El efecto del ingreso no se limita a las modificaciones de los umbrales sino que afecta otros aspectos del comportamiento comercial. De Juan Vigaray establece que los

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desplazamientos que se están dispuesto a realizar con fines comerciales aumentan en la medida que aumentan los ingresos de la población (1998: 49). También afecta a través del acceso a otros satisfactores, por ejemplo, el automóvil que se asocia a patrones de comportamiento comercial particulares que permiten mayores desplazamientos y mayores volúmenes de compra y acceso a comercios diseñados y ubicados para sectores de población con automóvil. El uso de refrigeradores y congeladores, que si bien, en la actualidad tiende a desaparecer como una de las variables que afectan los patrones de comercio, fue muy significativa y se asociaba a la capacidad de acumulación de bienes perecederos cuya frecuencia de compra se ha ido ampliando significativamente con el uso de estas tecnologías, y por tanto, se ha aumentado también la distancia que se está dispuesto a recorrer. El uso de computadoras personales y de la “internet”, también asociados a ciertos sectores de ingresos, han modificado los patrones de comportamiento comercial.

De esta manera, la oferta responde a los efectos de las diferencias en los ingresos, los centros que abastecen a población de mayores ingresos se caracterizan por ofrecer una mayor variedad de artículos y servicios, tanto en el sentido vertical, es decir, mayor amplitud en la diversidad jerárquica, como en el sentido horizontal, es decir, mayor variedad marcas y productos del mismo giro, además de que pueden estar proporcionalmente más lejanos que los centros que abastecen población de menores ingresos.

Los efectos del ingreso son tan significativos en la conformación de las lógicas comerciales que se puede afirmar que, junto con otros factores, contribuyen a la formación de culturas del consumo que varían en montos, en estrategias de desplazamiento, en el conjunto de propósitos del viaje comercial y hasta en la valoración de la propia actividad comercial.

Lo anterior da lugar a una “dualidad” de la demanda que vuelve aún más compleja la estructura de los comercios y servicios en las ciudades. Esta dualidad se deriva, en principio, de las desigualdades en los ingresos, pero sus efectos van más allá del reconocimiento de mercados con capacidad de demanda y la conformación de umbrales. De hecho, las diferencias socioeconómicas implican arreglos estructurales y lógicas de funcionamiento distintos. Esto significa que junto a las diferencias en la naturaleza y volumen de los bienes y servicios demandados se dan también, estrategias de compra distintas -frecuencia, disposición a recorrer distancias, propósitos del viaje, etc.- y esquemas de ofertas también diferentes –facilidades ofrecidas, ambiente, localizaciones, crédito, ofertas y precios- etc-.

Otras dos dualidades se dan entre el comercio tradicional y el comercio moderno, y entre el comercio formal y el informal, sin embargo, a diferencia de la primera, la socioeconómica, que es una característica de la demanda que se convierte en un factor de localización de la oferta, éstas dos últimas son condiciones de la oferta que se traducen como factores de decisión de la demanda por lo que su análisis se verá a continuación.

Las dualidades de la oferta comercial

Se debe aclarar que estas dualidades a las que se hace referencia son una forma simplificada de reconocer algunas dimensiones de diversidad. En otras palabras, se trata de

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aspectos que dan lugar a una diversidad de situaciones que afectan a la actividad comercial, aquí se ha preferido considerar sólo dos situaciones para cada dimensión, se ha optado por la división más general. Ciertamente, podrían considerarse más grupos o situaciones socioeconómicas, también comercios que se ubican entre lo tradicional y lo moderno, o entre lo formal y lo informal. No obstante, hay dos razones para no haber planteado una mayor diferenciación de tales dimensiones, en primer lugar, por la pureza conceptual, ya que resulta más sencillo y consistente considerar dos grandes grupos de características bien definidas que varios grupos de características menos definidas; en segundo lugar, porque el uso de más grupos lleva a multiplicar innecesariamente los tipos de la clasificación que se construye, perdiendo con ellos la generalidad. Estas dos razones se justifican plenamente en un ejercicio como este, en donde se propone una primera aproximación a la clasificación de actividades comerciales de la Ciudad de México, quizá a partir de lo que aquí resulte convenga una mayor diferenciación.

Después de la dualidad socioeconómica explicada arriba, aparece la dualidad entre el comercio tradicional y el comercio moderno. Se trata de dos sistemas de distribución comercial que parten de principios, medios y fines diferentes. En el primero la actividad comercial es una forma de vida que tiene como objetivo la subsistencia en el sistema social, en cambio, en el sistema moderno tiene como objetivo el desarrollo de una actividad económica con fines lucrativos, para lo cual recurre a relaciones laborales formales, a servicios de financiamiento, puede o no formar parte de grandes corporaciones pero hay una fuerte tendencia a que éstas se impongan, el mercado se penetra con apoyo en la publicidad y en mercadotecnia; en cambio, en el comercio tradicional las relaciones laborales tienden a ser familiares o no cuentan con una base jurídica, generalmente se trata de pequeños capitales sin apoyo de crédito y cuyos beneficios representan rendimientos mínimos y se consiguen con base en una sobre utilización de la mano de obra familiar, y finalmente, su acceso al mercado se sustenta en la relación personal y el prestigio.

Cada una de estas formas6, además, lleva implícita una profunda connotación cultural, que los hace aún más distintas y casi adversarias, a pesar de que en la realidad tienen ambas, complejas formas de articulación con la sociedad. Esto quiere decir, que no se debe asociar el comercio moderno con los sectores de mayores ingresos y el tradicional con los de menores, aunque exista cierta relación en este sentido. Como lo señala Bromley (1998: 1325) el comercio tradicional sirve a todos los grupos socioeconómicos; pero también, a diferencia de lo que plantea la misma autora de que “las tiendas modernas sirven a un estrecho segmento del mercado de alto estatus” (ibid.: 1313), los sectores pobres de la población acceden también al comercio moderno, sobretodo al de autoservicio. De hecho, hay comercio moderno concebido y dirigido a cubrir estratos socioeconómicos bajos.

La tercera dualidad se refiere al comercio formal e informal, que erróneamente se llega a identificar con el moderno y tradicional respectivamente. Aunque hay algunos elementos de simetría que acercan a la actividad formal con la modernidad y a la informal con lo tradicional, no son equivalentes. Lo que distingue a esta tercer dualidad es la situación

6 El planteamiento que se hace aquí sobre el comercio es semejante a la idea de los dos circuitos de actividad que desarrollo M. Santos (1979) en The Shared Space. Methuen, London.

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jurídica, el comercio formal es el que se apega al marco jurídico mientras que el informal no lo cumple.

Por supuesto, como en las otras dos dualidades existen situaciones intermedias. Por el amplio espectro de disposiciones que regulan la operación de las actividades comerciales y de servicios, como las fiscales, laborales, sanitarias, mercantiles y de consumo entre otras, es posible encontrar actividades que cumplen parcialmente tales normas, dándose una situación de “semi formalidad”. No obstante, se debe insistir que ninguna de dichas condiciones establece una relación necesaria con la modernidad o tradicionalidad de la actividad. Hay comercio tradicional formal, y por el contrario, hay comercio moderno, que puede contener elementos de informalidad al no contemplar algunas de las disposiciones jurídicas de su marco regulatorio.

De lo anterior se deriva, que el comercio callejero o ambulante, cuando se apropia de espacios públicos de manera irregular, está incorporando un elemento de informalidad, además de que es común que asocie otros, sin embrago, la condición de comercio o servicio establecido no implica necesariamente formalidad, ya que puede violar muchas otras disposiciones de su marco legal, como las fiscales, sanitaria y laborales, lo que no es poco común en ciudades mexicanas.

El transporte y la vialidad

Otro factor determinante de la lógica de localización de la oferta comercial y de servicios son las condiciones de transporte, las vialidades, e incluso, las comunicaciones. Se trata de uno de los determinantes mejor reconocido en la literatura sobre el tema. Los comercios y los servicios buscarán localizarse en lugares donde se tengan buenas facilidades de transporte y vialidad para potenciar su acceso al mercado.

Una decisión de localización comercial por el lado de la oferta será acertada en términos de transporte y vialidad, en la medida que tenga la sensibilidad de reconocer las facilidades y preferencias de movilidad de sus mercados potenciales. En otras palabras, la oferta buscará localizarse cerca de las facilidades de acceso que su demanda potencial reconozca como tal.

Así para cierto tipo de productos y servicios el acceso peatonal a la demanda es fundamental, en otros tipos, las facilidades de vialidad y estacionamiento para automóviles puede ser la clave del acceso, mientras que habrá otros, como los más especializados y de consumo eventual, que se verán menos afectados por este factor.

La competencia, complementariedad y atracción acumulativa.

Se trata de tres conceptos íntimamente relacionados y muy significativos en la decisión de localización. Se debe considerar el nivel de competencia en una posible localización con relación a la disponibilidad de demanda. De hecho, el planteamiento sobre la competencia no se deriva de la existencia o no de actividades competidoras, sino en la existencia de una demanda mínima o umbral que permita la presencia de más actividades con beneficios normales.

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Así, la competencia se da cuando se presentan dos condiciones: primero, la existencia de actividades similares dirigidas al mismo segmento de mercado; y segundo, cuando la demanda a la que esperan acceder dichas actividades es limitada y no les permite obtener los compradores suficientes para conseguir beneficios normales, poniéndose en riesgo la viabilidad del comercio o servicio.

La complementariedad es el factor de localización más significativo para muchas actividades que tienen una baja capacidad de atracción y se benefician de la atracción que generan otras actividades. Generalmente las actividades generadoras son de gran escala, o actividades de alto umbral como les llama Beavon (1981: 207) y las actividades que se benefician son pequeñas y dan algún tipo de soporte o servicio a la población que acude a la primera.

También es común que los comercios o servicios se agrupen para potenciar su capacidad de atracción a lo que se llama atracción acumulativa. Estas actividades pueden ser del mismo giro y estar destinadas al mismo segmento, y sin embargo, no se compiten sino que se benefician de su proximidad porque así logran adherirse un mercado que no obtendrían si se encontraran aisladas.

Por supuesto, en las áreas donde hay una mayor densidad de demanda, que es una función de la población y los ingresos, habrá más posibilidad de que se evite la competencia por la coincidencia de actividades y mayor posibilidad de que se den aglomeraciones con fines de atracción acumulativa; de lo que se desprende que las áreas ricas tienen mayor diversidad de productos comparables, mayores alternativas de compra y probablemente, mejores oportunidades en precios y ofertas, por la aparente competencia.

La aglomeración de actividades no sólo se da por razones de atracción acumulativa, también juega un papel importante la incertidumbre en la toma de decisiones de localización, que

se preocupan únicamente de seleccionar una alternativa satisfactoria. Sólo en casos excepcionales se consideran alternativas óptimas. Desde el punto de vista de los beneficios, la consideración más importante durante largos periodos de tiempo, en condiciones de incertidumbre, es que la empresa siga funcionando. Las empresas se dan cuenta de que sus beneficios dependen, en parte, de la localización de vendedores y consumidores posteriores, y tratan de asegurar localizaciones que sean razonablemente buenas. Por este motivo, las empresas tienden a escoger localizaciones que les permitan mantenerse funcionando independientemente de lo que decidan otras empresas, y tienden por ello, a seleccionar localizaciones en centros comerciales existentes, ya que, entre otras cosas, estas localizaciones aumentan la facilidad con las que las empresas competitivas pueden darse cuenta de la necesidad de efectuar ajustes en los precios y en el surtido de existencias... (ibid.: 198).

La normatividad urbana

Las decisiones de localización de los comercios y servicios están condicionadas de manera importante por diversos tipos de legislación. El efecto depende del país y la ciudad, en

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algunos casos este tipo de condicionantes apareció hace algunas décadas, en otros, apenas se están conformando las regulaciones. Si bien, las leyes en materia mercantil y sanitaria pueden influir sobre la forma en que se ofrecen los comercios y servicios, es la normatividad urbana la que mayores efectos tienen sobre la distribución del comercio en las ciudades.

En la medida que se zonifica o se califican los usos del suelo permitidos se limita la libertad de elegir localización por parte de comercio y servicios, pudiendo afectar la articulación espacial entre oferta y demanda. Entre los efectos que se pueden dar como consecuencia de una férrea normatividad está la concentración de las actividades comerciales, lo que a su vez tiene varias consecuencias como una sobre demanda de los espacios comerciales en las zonas permitidas con elevación de los valores inmobiliarios, la pérdida del concepto de “tienda de conveniencia”7, y finalmente, la creación de monopolio espaciales en áreas en las que quedó prohibida la actividad comercial pero se reconocieron los derechos de los establecimientos existentes.

Otros factores para la oferta

En realidad la cantidad de aspectos que deben considerarse para decidir la localización de un establecimiento comercial o de servicios es mucho mayor que los descritos arriba. Es cierto que algunos factores no responden a las condiciones del mercado pero indudablemente se articulan con los que si responden para dar lugar a una determinada localización. Bodson (et. al. 1996: 108) utiliza algunos de ellos para construir un índice de satisfacción de localización de establecimientos, entre los no analizados hasta ahora están: aspecto físico del lugar ocupado, proximidad a los servicios de almacenamiento y reparación, cercanía a los servicios contables, jurídicos y comerciales, renta del local, nivel de impuestos locales, la calidad de los servicios públicos, la seguridad y disponibilidad de mano de obra calificada y no calificada. Todos ellos serán más o menos significativos o de acuerdo al tipo de actividad de que se trate y la forma de influencia se explica por sí misma.

Los factores de la demanda

La accesibilidad

La accesibilidad es un concepto amplio y complejo de la idea simple de distancia que, durante muchos años fue la variable central de los estudios de localización. El problema de la localización de los distintos tipos de comercio se ha visto como una cuestión de acceso entre oferta y demanda, y el acceso como un asunto de distancia.

En 1965 Devetoglou (citado por Berry 1971: 112-113) estableció que en un territorio llano uniforme con densidades iguales, costos de transporte que aumentan linealmente con la

7 Es muchas ciudades este tipo de comercio se permite en zonas residenciales por lo que no se tiene el efecto descrito.

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distancia, idénticos consumidores y donde solo existen dos empresas idénticas que venden al mismo precio, los consumidores optarán por la empresa que se encuentre a una menor distancia, excepto en un área, a la que llama de superposición, en que las diferencias de distancia son irrelevantes para el consumidor y no revelan preferencia espacial, quedando entonces sujetos a un efecto de moda, siendo mayor la probabilidad de una imitación masiva. También demuestra que entre más cerca estén los establecimientos mayor será el área de indiferencia y entre más alejados mayor será la probabilidad de que cada una obtenga la mitad del mercado. Ahora bien, una mayor separación y por tanto, un aumento de distancia a la zona intermedia puede provocar una caída en la demanda -porque los clientes no están dispuestos a realizar un mayor recorrido- y puede facilitar la entrada de un consumidor, así la decisión de localización de las empresas ponderará tres variables: el área de certeza, la distancia media recorrida por los consumidores y la posibilidad de una nueva empresa, lo que da como resultado una lógica muy próxima al modelo de Lösch.

Lo que interesa aquí no es tanto la influencia de la distancia, que es un hecho conocido, sino la no influencia, es decir, las situaciones en que la distancia es remplazada por otros factores determinantes de la localización comercial, muchas de ellas muy comunes en las ciudades.

En el espacio urbano las facilidades de acceso están poco relacionadas con la distancia, dependen mucho más de las formas y facilidades de transporte; los costos no tienden a aumentar con la distancia o lo hacen de manera poco significativa, las densidades de demanda son lo suficientemente amplias para sostener más de una oferta comercial o de servicios, todo lo cual da como resultado que la distancia no sea una variable significativa, en términos de Devetoglu se podría decir que hay una gran área de sobreposición.

Como se afirmó arriba, las facilidades de transportes son uno de los principales modificadores del papel de la distancia. En un sentido más amplio se podría afirmar que a mayor movilidad mayor capacidad de acceso. Si el transporte mejora la movilidad depende menos de la cercanía a la oferta de comercio y servicios, lo que afecta más a la parte baja de la jerarquía. Skinner (citado por Berry 1971: 152-153) en un estudio sobre China encontró que con la mejora del transporte los centros superiores sirvieron zonas más extensas, se redujeron los precios y se incrementó la variedad de bienes ofrecidos, todo lo que colocó a los centros inferiores en desventaja competitiva y los llevó eventualmente a la desaparición. Lo mismo ha sucedido en ciudades, como las de Estados Unidos, en donde se da un uso masivo del automóvil, en donde “la unidad básica de los establecimientos comerciales dejó de ser la tienda o el almacén individual que fueron sustituidos por la plaza comercial...” (Berry 1971: 69-70).

No obstante, también se debe reconocer una fuerza en contra del proceso de debilitamiento de la parte baja de la estructura jerárquica, a veces originada en la dualidad socioeconómica (supra), a veces producto de una reacción cultural. En el primer caso, no desaparece el comercio comunitario o de baja jerarquía porque ofrece una forma de sobrevivencia a las comunidades urbanas pobres. Por el lado de la oferta se trata de una modalidad de autoempleo, que puede dar cabida a varios miembros de la familia, que si bien no es mercantilmente competitivo y eficiente, si es socialmente útil; por el lado de la demanda satisface las necesidades de abasto de población que no cuenta con las facilidades de

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transporte para acceder a centros comerciales de mayor orden y obtener mayores volúmenes de consumo, y que tampoco cuenta con la liquidez para afrontar compras semanales o de mayor rango. El segundo caso se refiere a la revaloración de la sociedad de volver a habitar las zonas centrales y de restablecer la vida de barrio, incluida las compras cotidianas, como respuesta a la cultura suburbana.

Para Fotheringham (1991: 102) la distancia también actúa como un factor de “impedancia” en la transmisión de la información, lo que provoca que los individuos tengan menos información sobre las oportunidades que están más lejos, por lo que es menos probable que consideren esas alternativas.

Esto provoca que la accesibilidad tenga un fuerte componente de subjetividad, no hay una sola medida de accesibilidad, el mismo Fotheringham en su estudio sobre las decisión espacial afirma que se pueden generar errores en la colocación de límites discretos ya que el espacio, que es el factor discriminatorio entre alternativas, es continuo y sugiere que los límites son difusos (“fuzzy”) ya que los individuos perciben de manera distinta los agrupamientos espaciales (ibid.: 98-99).

Es un hecho ampliamente aceptado que la accesibilidad implica mucho más que distancia e incluso que tiempos de desplazamiento y de espera, así como de costos. La accesibilidad sigue siendo una variable central para entender la lógica territorial de la actividad comercial y de servicios, pero se ha modificado tan profundamente que queda poco de aquellos viejos análisis del papel de la distancia. Ahora es necesario incorporar las tecnologías de comunicación como la televisión y el internet como formas de llegar a los clientes, así como las tecnologías de envasado, refrigeración, conservación y la masificación de la distribución para repensar los modelos de localización comercial.

La combinación de actividades y la diversidad de productos

Varios de los factores y procesos antes descritos, como el aumento de la movilidad o la normatividad urbana, han favorecido la concentración espacial de las actividades comerciales con lo que se ha abierto la posibilidad de que los viajes de compras satisfagan propósitos múltiples, tanto en términos comerciales como de servicios, es decir, un mismo viaje pude utilizarse para obtener productos de distintos rangos, desde básicos hasta de uso anómalo, así como diversos servicios personales .

Lo anterior ha dado como resultado que la diversidad y la combinación de actividades sea un importante factor de atracción de consumidores, sin embargo, estas combinaciones están influidas por el nivel de ingresos de la demanda potencial, así en zonas de mayor estatus socioeconómico los centros comerciales tendrán una mayor concentración relativa de productos y servicios de alto rango -shopping goods- mientras que en zonas de menor estatus la proporción de bienes y servicios de alto rango disminuye y aumenta la de productos y servicios básicos -convenience goods- (Berry 1971: 116-118).

Los viajes multipropósito han contribuido al desarrollo de la idea de ir de compras como una forma de ocio y recreación, por lo que los centros comerciales se han visto complementados con actividades recreativas y de ocio en el sentido estricto de la palabra,

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así como por otras de soporte, como los restaurantes de todo tipo, incluso, se da el caso de centros en los que dominan las actividades recreativas sobre las comerciales. De esta manera, el componente recreativo de estos viajes ya no es cultural en el sentido de la satisfacción que ofrece el consumismo, sino una función real, por lo que una adecuada combinación de diversión y ocio con compras y otros servicios puede ser un factor de atracción relevante.

Las alternativas comerciales y el comportamiento del consumidor

Es evidente que los consumidores, junto a la variedad de productos y servicios, van a considerar aspectos intrínsecos al bien o servicio como su calidad y su precio, y otros atributos que se refieren al establecimiento, como la amabilidad del personal, la facilidades de devolución, la velocidad de la atención o las facilidades de estacionamiento y otros servicios.

Para Fotheringham (1991: 96) existen tres tipos de atributos que se consideran en la decisión de elección de una alternativa comercial: los atributos de sitio, que describen las características no locacionales de cada alternativa; los atributos de situación que se derivan de la localización con respecto a otras alternativas; y atributos de separación, que se refieren a la separación entre el consumidor y la alternativa. Como se podrá ver, no aparecen en este conjunto de atributos los que se refieren a los productos, todos se relacionan, de una u otra manera con los establecimientos.

Lo anterior parece estar convalidado por Darden, Erdem y Darden (citado por De Juan Vigaray 1998: 21-22) quienes consideran que primero se escogen los establecimientos y después se lleva a cabo la selección de marcas dentro del establecimiento elegido.

Toda esta lógica está considerada en el comportamiento del consumidor respecto al cual deben de diferenciarse tres conceptos: la preferencia, la elección “detallista” y el “patronage”. La primera se refiere a la “un estado de influencia positiva de un consumidor respecto a una tienda dada, que puede resultar o no en la elección de la misma”; la elección detallista por su parte, “es la respuesta del comportamiento del cliente de naturaleza binaria... el consumidor decide comprar en una tienda o no comprar, después de una operación de búsqueda de información y evaluación de tiendas que representan diversas opciones...”, mientras que el patronage es el “patrón o norma de comportamiento de compra seguido por el consumidor a lo largo del proceso de adquisición de los productos que desea, generalmente, se define en términos de frecuencia de visita y, por tanto, se traduce en un porcentaje y no en un resultado binario...” (Spiggle y Sewall citado por De Juan Vigaray 1998: 22).

Los autores afirman que los tres procesos están influidos por estados psicológicos del consumidor (actitudes, percepciones e imágenes), sus características (demográficas, estilos de vida) y las características del punto de venta (distancia, surtido). Dependiendo de esas características el consumidor desarrollará un estado psicológico que lo invitará a elegir, preferir y acudir a unos establecimientos u otros (ibid. 23).

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Como se podrá ver, la construcción de las decisiones para acudir a alguna alternativa comercial está determinada por una gran cantidad de factores de muy diversa naturaleza, en realidad, no debería verse, en sentido estricto, al comportamiento como un factor determinante de la localización comercial, sino como un factor que interviene en la acción de otros factores.

En este contexto, en donde los aspectos más tangibles como la distancia y el costo van perdiendo importancia a favor de aspectos más subjetivos, la construcción de una imagen, la publicidad e incluso el desarrollo de una cultura del consumo se vuelven variables fundamentales en la atracción de clientes y por tanto, tienen influencia en la conformación de las lógicas espaciales del comercio.

La imagen, publicidad y cultura

Para generar atracción de clientes hacia un centro se requiere construir una imagen y luego difundirla a través de alguna forma de publicidad. La imagen crea una atracción que reduce el efecto de desaliento que puede provocar la distancia o algún otro factor; la publicidad por su parte, es una forma de reducir la pérdida de información que se puede dar con la distancia. Incluso la imagen puede estar sobrestimada y generar un efecto de atracción desproporcionadamente mayor.

Los principales elementos que ayudan a construir la imagen son para De Juan Vigaray aspectos como la variedad y cantidad del surtido, el ambiente o aspecto exterior, el acceso y la comodidad de los transportes, las facilidades de pago y las facilidades de estacionamiento (1998: 49).

Por su parte Downs (citado por Carter 1995: 82) establece que la imagen de un centro se compone de 8 categorías: calidad del servicio, precio, estructura y diseño, horario, movimiento peatonal interno, rango de compras y calidad, aspectos visuales y condiciones de tráfico.

La coincidencia entre autores sobre el reconocimiento de la imagen como factor de atracción y la inconsistencia con relación a los componentes que la constituye resulta útil para ejemplificar lo subjetivo del concepto. En realidad se debe suponer que detrás de la imagen existen al menos dos tipos de influencia, del lado de la demanda, la cultura de los individuos que les permite reconocer ciertos atributos como deseables, y del lado de la oferta, la cultura del consumo que trata de introducir una serie de nuevos valores en los esquemas axiológicos de los clientes con la intención de reforzar ciertos patrones de consumo.

Así la dialéctica que se da entre la cultura original y la cultura del consumo juega un papel significativo en la conformación de la estructura comercial. A final de cuentas la cultura aparece como el esquema axiológico que da soporte a la decisión de preferir, acudir y seleccionar ciertos establecimientos o productos.

No obstante, en la medida que en la sociedad occidental actual el consumo se dirige desde la lógica de la producción y del comercio, se van imponiendo estándares de valores que llevan a la conformación de hábitos de consumo que, paradójicamente, reducen la

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aleatoriedad de la subjetividad en la valoración de atributos -como si se estableciera con anticipación para todos qué se debe y cómo se debe comprar- y resultan en la permanencia de lógicas generales de la actividad comercial.

La actividad comercial se está convirtiendo en una actividad cultural global (Crewe y Lowe 1995; Gardner y Sheppard 1989; Goss 1992 citados por Bromley 1998: 1314).

Refiriéndose al papel de las tiendas departamentales y de los centros comerciales como formas de representación urbana, Rodríguez Kuri (1999: 100-101) afirma lo siguiente:

los escenarios de consumo... se plantean como representaciones sociales de la modernidad inscritas en un sistema simbólico y conceptual. Estas sedes que concentran actividades comerciales y de servicios, han actuado como lugares en donde se activa lo social internalizado en los individuos y grupos sociales. Las tiendas departamentales al igual que los grandes centros comerciales han jugado un papel relevante en el sistema de representaciones urbanas. Lo han hecho al responder a los intereses tanto de los grupos sociales que los impulsan y promueven como de aquellos que acceden de manera diferenciada a la oferta comercial y quienes al usarlos e identificarse con ellos, los legitiman socialmente.

De forma semejante Muller afirma: “estas estructuras meticulosamente planeadas han tomado el concepto de compras de una sola parada... y se han convertido en una parada cultural virtual, proveyendo una gran cantidad de productos agrupados ecológicamente en comunidad, incluyendo entretenimiento e identidad social” (citado por Carter 1995: 73).

Los factores de localización y tendencias futuras

No sería posible describir todos los factores que intervienen en las decisiones de localización del comercio en las ciudades, se han revisado los más relevantes y en este pequeño apartado se va a reflexionar sobre cómo el devenir actual de la sociedad está afectando a estos factores y a la lógica de localización.

Los cambios en el entorno urbano afectan de manera profunda la localización de la actividad comercial. Las diferentes áreas de la ciudad no son estables sino que se van transformando a lo largo del tiempo, en particular, hay dos aspectos de esta evolución que influyen en la ubicación del comercio: la densidad de demanda y las condiciones de la accesibilidad.

Los cambios en las densidades de demanda operan, en lo general, a partir de tres tipos de procesos interrelacionados: la declinación física, que puede llevar a la desvalorización y al cambio social en la zona, ya sea en términos socioeconómicos, ya en términos de grupos de edad; los cambios en la localización relativa en el contexto de la ciudad que puede favorecer su revalorización, o bien, pueden profundizar la desvalorización, ambos con consecuencias sobre el tipo y número de ocupantes de la zona, y por tanto, sobre las densidades de demanda; y finalmente, las inversiones, que también llevan a cambios en los

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valores y en la capacidad funcional de área, con la consecuente transformación de usuarios y densidades de demanda.

Por su parte los cambios en la accesibilidad se dan por dos razones principales, la primera, por el reacomodo relativo de la estructura urbana derivado del crecimiento físico y la evolución de los barrios; y la segunda, por el juego entre el desarrollo de nueva infraestructura de transporte y comunicación y la obsolescencia de la existente.

Todos estos cambios en las densidades de demanda y condiciones de accesibilidad pueden exigir cambios graduales en la oferta comercial, la desaparición de establecimientos o la introducción de otros. Esta es la razón de la decadencia de los centros de algunas de las grandes ciudades, que en la medida que éstas crecen y se extienden, sus centros pierden su cualidad de acceso respecto a las zonas más periféricas, y muchas veces también respecto a las de más altos ingresos, por lo que abren la posibilidad a centros comerciales alternativos en la periferia urbana.

También hay cambios en periodos cortos de tiempo, uno de los más típicos se da entre días laborables de la semana y días de fin de semana respecto a las zonas centrales y periféricas, en estas últimas será mayor el consumo en fin de semana y al final de los días entre semana porque hay una concentración relativa de población, en cambio, durante los días laborables las compras pueden reducirse de manera significativa. Incluso pueden darse diferencias en los tipos de productos que se consumen, con lo que un centro está ofreciendo bienes de un determinando nivel jerárquico en unos momentos y de otro nivel en otros.

Las innovaciones tecnológicas y la cultura del consumo son elementos que llevan a una constante modificación de los patrones. Así por ejemplo, por un lado continúa la idea de ofrecer el entorno óptimo a los consumidores para realizar sus compras, de tal manera que no estén sujetos a los efectos del medio y minimicen la percepción del correr del tiempo; no obstante, al mismo tiempo se incorpora la idea del retorno a las compras al estilo mercado tradicional, en espacios abiertos, con pequeños locales comerciales que ofrecen productos especializados, trato personalizado y sobre todo, que ofrecen proximidad. Estas propuestas que parecen tener en común la búsqueda de un mayor mercado han llevado, a muchas y muy diversas formas de presentación, agrupación y localización, llegando en algunos casos a síntesis inimaginables, como la construcción de centros comerciales perfectamente acondicionados en términos de facilidades y control del ambiente pero en donde se simulan, con verdaderas escenografías, las plazas o callejuelas comerciales tradicionales.

Se están multiplicando los medios de venta, mucho de los cuales implican una liberación de varias de los condicionantes de localización: como las ventas por catalogo, televisión o internet todos ellos con entrega en domicilio. Así, un buen sistema de distribución, que es una forma de movilidad, rompe con la dependencia de la cercanía de la oferta respecto a la demanda.

Se están dando cambios en la naturaleza de los bienes que se producen y en las proporciones en que estos se consumen, como afirman Moreno y Escolano (1995: 153-155), “la evolución social y del consumo ocasiona modificaciones constantes de la cotidianeidad y excepcionalidad” así algunos productos que antes se consumían de manera

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regular y masiva, ahora pueden consumirse en esquemas más sofisticados y con compras más esporádicas, como los alimentos, en cambio, productos antes especializados, ahora se han vuelto comunes, como sucede con ciertos tipos de electrónicos. Esta evolución incide sobre la idea de especialización de los productos, las distancias que se está dispuesto a recorrer y la frecuencia de su compra, por lo que se alteran las propuestas regulares de los componentes estructural y funcional que subyacen a la mayoría de los estudios de localización.

Los cambios demográficos, cambios en la producción, cambios en las modas de consumo, cambios en el entorno urbano, cambios en la movilidad, y muchos más, están llevando a consecuentes modificaciones en los patrones de localización, pero los caminos no parecen únicos y no están ni siquiera claros; o se está asistiendo a una fase de redefinición de las actividades comerciales en su ámbito espacial, o de ahora en adelante su evolución conservará los mismos niveles de dinámica.

Cualquiera que sea la respuesta se debe tener presentes dos componentes, la dinámica en la redefinición de los factores de localización lleva necesariamente a aceptar que los determinantes dejarán de ser como son y aparecerán constantemente unos nuevos y modalidades de los existentes, con lo que las propuestas establecidas, sobre todo de carácter tipológico, siempre serán relativas. No obstante, se puede argumentar como lo hace Harold Carter, que “la jerarquía urbana aún existe” (1995: 71). Hay cambios en el arreglo estructural y en las funciones de sus componentes, pero hay un principio que sigue vigente y se refiere a la necesidad de superar la distancia entre la oferta y la demanda.

Hasta aquí se han planteado algunos de los determinantes actuales de la localización comercial intraurbana, algunos de ellos favorecen la predicción de ciertos patrones de localización, motivo de los primeros estudios, otros en cambio, incorporan principios de aleatoriedad y por tanto, sugieren que es posible describir las lógicas de localización y la forma en que se construyen, pero no proponer patrones generales.

En realidad en este trabajo se asume una posición intermedia, en el sentido de que se reconoce la aleatoriedad derivada de la cultura, de la subjetividad, de la falta de información de muchas de las decisiones de localización o selección de los lugares de compra, según sea el caso, y de la dinámica del cambio de los propios factores, pero también se reconoce que siguen vigentes principios fundamentales de la localización de las actividades terciarias, lo que ofrece la oportunidad de establecer o de repensar sobre los patrones generales.

El caso de México

Así como hay una variación en el tiempo del papel de los factores determinantes de la localización comercial y de los servicios, también hay una variación de carácter territorial,

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determinada por la naturaleza particular de cada sociedad en distintos niveles desde el regional supranacional al urbano, pasando por el nacional y regional.

Las principales especificidades para México, y para todo Latinoamérica, se derivan de la desigualdad que a su vez da lugar a, lo que aquí se ha llamado, las “dualidades” y que se explicaron antes: la socioeconómica, la tradicional – moderno, y la informal – formal.

Dualidad socioeconómica

La sociedad mexicana es profundamente desigual en sus niveles de vida y por tanto, en su capacidad de consumo. Simmons (1994: 5) afirma que la noción de “promedio familiar en la Ciudad de México es irrelevante: la mayoría de las familias son muy pobres y una pocas muy ricas. Por lo tanto el mercado debe ser desagregado con el objeto de enfocarse sobre el conjunto de familias que pueden solventar las compras...”. La posición de este autor lleva dos implicaciones, en primer lugar la gran desigualdad y su efecto sobre la actividad comercial, lo que es un hecho irreducible; en segundo lugar, analizar sólo la parte de la demanda con capacidad de compra, lo que puede ser correcto en ciertas perspectivas, cuyo principal interés puede ser la evaluación de la importancia económica, pero no es conveniente para una completa interpretación del significado social y urbano de la estructura comercial. El mismo Simmons afirma más adelante que “en las partes más pobres de la ciudad se despliega un vigoroso complejo de actividades comerciales y de servicios” (ibid.: 6). De aquí se desprende que la dicotomía debe reconocerse como tal, es decir, como dos sistemas, más o menos articulados, de distribución comercial, y que deben estudiarse ambos componentes, no importando el poco significado económico del sistema que sirve a las familias más pobres.

En grandes números, el grupo de familias pobres de la Ciudad de México gasta el 69% de su ingresos en tiendas (comercio), el 52% de su dinero se usa directamente para alimentos (ibid.: 9), de lo que se desprende que sólo el 17% de su ya reducido ingreso se utiliza en otras especialidades comerciales. De aquí se deduce que la capacidad de demanda de productos de mayor jerarquía es mínima, y como se argumentará más adelante, no permite sostener una oferta permanente de comercios de mayor umbral en las áreas pobres de la ciudad.

Del lado de la oferta se da también una fuerte concentración, el 81.4% de las ventas se realizan en el 13.7% de las tiendas más grandes (ibid.: 13). El panorama es una sociedad con un pequeño grupo con capacidad de demanda que sostiene a una estructura comercial moderna pero estrecha conviviendo con un amplio grupo que realiza la mayoría de sus compras en alimentos en una amplia red de pequeños establecimientos.

Por otro lado, desde el punto de vista territorial, el centro concentra el 23% de las ventas (ibid.: 14) una proporción muy alta para un área casi nunca visitada por los grupos sociales de mayor capacidad de pago. Junto a los planteamientos anteriores se puede configurar la siguiente hipótesis: el centro ofrece los bienes no vecinales, al conjunto de la población pobre de la ciudad que no logran conformar la densidad de demanda suficiente para lograr sostener centros comerciales de alcance regional, mientras que los grupos de mayor ingreso

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si generan la densidad de demanda suficiente para sostener centros regionales, de aquí que el centro se ha convertido en el abastecedor de bienes no vecinales de los amplios grupos pobres de la ciudad.

En los años 80s, un periodo de crisis económica para el país, el número de tiendas y sobre todo de empleados crecieron por arriba del crecimiento demográfico, y sin embargo, las ventas no aumentaron, y en el caso de los servicios incluso decayeron; además la zona más afectada fue el centro en donde sí hubo una reducción de 4000 tiendas. Esto se explica como una retracción económica que dio lugar a una transferencia en las ventas comerciales hacia los alimentos (baja jerarquía) y los principales perdedores fueron los comercios de bienes duraderos del centro (ibid.: 16). Por su parte, la población más afectada por la crisis fue la de menores recursos que tuvo que reducir su consumo de bienes no alimenticios, lo cual, refuerza la hipótesis planteada arriba.

También se debe reconocer que el centro además, por razones de accesibilidad al conjunto de la ciudad, sigue ofreciendo los productos especializados para cierto público que puede estar disperso por toda la ciudad.

Así se tienen los elementos para concluir que las diferencias socioeconómicas son lo suficientemente amplias para dar lugar a lógicas espaciales distintas, la de los grupos pobres con una concentración de su demanda en el comercio de alimentos y por tanto de carácter vecinal, soportados por una amplia red de pequeñas tiendas, y como se verá más adelante, más ligados a los sectores tradicionales y a los informales; su presencia se reconoce más en la parte oriente de la ciudad y sus demandas de bienes duraderos se realizan en el centro; por el otro lado, la población de mayores recursos, con una mayor capacidad y diversificación de sus demandas, se encuentran, en lo general, más asociados al comercio “moderno” de las grandes cadenas de supermercados y de tiendas de departamentos que sirven de manera satisfactoria las áreas en donde se ubica esta población con una estructura jerárquica reconocible.

La dualidad tradicional – moderno

El comercio tradicional se caracteriza por el pequeño tamaño de sus establecimientos lo que impide lograr niveles óptimos de variedad y de existencias. Son débiles en lo financiero y en sus técnicas de gestión y administración. Tienen bajos niveles de integración y asociación. En sentido estricto no son rentables pero sobreviven gracias a la mano de obra familiar. (Moreno y Escolano 1992: 123).

El comercio tradicional según Bromley puede encontrarse en edificios de mercado, plazas abiertas o en calles (1998: 1315), y no necesariamente es comercio informal. A estos tres tipos debe agregarse el comercio en pequeños locales, a veces construidos con fines específicos, otras veces como adaptaciones de la vivienda que se ocupa. Además pueden encontrarse una gran diversidad de presentaciones al interior de cada una de estas grandes categorías.

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A pesar de su ineficacia y de la falta de competitividad que muchas veces ha llevado a pronosticar su desaparición a manos de las grandes cadenas, el comercio tradicional sobrevive en parte por la desigualdad socioeconómica, ofreciendo una forma de autoempleo –y de vida- a amplios sectores de la población (Carrión 1994 citado por Bromley 1998: 231) y una forma de obtener satisfactores para los sectores más pobres, que si bien puede ser más costosa que en el comercio moderno, es más flexible y adecuada a la idiosincrasia de estos grupos, como los pagos diferidos sin necesidad de autorización de crédito.

También, en la base de la sobre vivencia del comercio tradicional está la ya comentada reacción sociocultural en contra de las formas mecanizadas de obtención de satisfactores. En la búsqueda, más o menos contestataria, de lo natural y de lo humano que está emergiendo en las sociedades occidentales, el comercio tradicional, aparece como una opción viable; está más cercano en lo espacial y no requiere del uso del automóvil, ofrece formas más “humanas” de compra a través de relaciones interpersonales, se pueden obtener productos no estandarizados, en fin, posiblemente se trate de una faceta de un juego cultural pero ha servido para revalorar estas formas de comercialización.

Y además, el comercio tradicional no se ha mantenido como “participante pasivo en las transformaciones urbanas y comerciales. Hay una fuerte evidencia de adaptación a las cambiantes circunstancias y de la considerable influencia de las políticas de gobierno e inversión...” sobre su desarrollo y evolución (Bromley 1998: 1326).

Es importante establecer que si bien, el comercio tradicional está más ligado al abasto de los sectores de menores recursos, no es exclusivo de éstos; el comercio tradicional también sirve a los sectores de ingresos medio y altos, de hecho, la búsqueda contestataria o quizás simplemente “snob” de estas formas de comercio se da, en muchos de los casos, a partir de dichos sectores.

Por la baja jerarquía de sus productos, la forma de ocupación del espacio -muchas veces al interior del ámbito residencial- y por su baja capacidad de competencia es común encontrarlo disperso en las zonas pobres de la ciudad, pero también se les puede encontrar en zonas de gentrificación (clase medias y altas) en áreas muy internas de la urbe, en parte, por la época en que éstas fueron desarrolladas -cuando no se diseñaron para albergar los grandes espacios del comercio moderno-, y en parte, por el tipo de población que más comúnmente da lugar a estos procesos, que son los “singles urbanos” y minorías, más propensos a la búsqueda de alternativas a los sistemas establecidos y a la repuesta “contestataria”.

La contraparte es el comercio “moderno”, está concebido y desarrollado para la obtención de beneficios; al menos es de escala mediana, pero se imponen cada día más los grandes consorcios comerciales que pueden tener un manejo eficiente de inventarios, imponen condiciones de negociación a proveedores, utilizan tecnologías de punta y tienen, casi siempre, un importante apoyo de la publicidad y del manejo de la imagen. Todo lo anterior a llevado en el ámbito global a una concentración de empresas comerciales por absorción, tanto en el rubro de las tiendas de autoservicio como de las tiendas departamentales.

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De igual manera, el comercio moderno no es exclusivo de las clases medias y altas, en ciertas modalidades, en particular la de tiendas de autoservicio, ha manifestado una gran capacidad de penetración de la demanda de menores ingresos, gracias a su fortaleza competitiva, no obstante, en el ámbito territorial no se establece en las zonas más pobres de la ciudad, sino que, desde zonas de clases medias o altas, atrae a la población pobre cercana.

La dualidad formal – informal

Esta dualidad también esta parcialmente asociada a la desigualdad socioeconómica, pero como en el caso del comercio tradicional, sería una equivocación relacionar mecánicamente el comercio informal a los sectores más pobres.

El comercio informal frecuentemente está asociado al autoempleo, y en este caso la irregularidad jurídica es una consecuencia; no obstante, no es poco común que la irregularidad jurídica sea la causa, es decir, se busca la situación irregular de la actividad para introducir productos robados, productos prohibidos o productos de contrabando, o también para evadir al fisco; se trata de una forma de dar salida a este tipo de mercancías de una manera por demás eficiente, pues supone ahorros fiscales, administrativos y por el uso de espacios públicos. Por supuesto, también lleva asociadas buenas dosis de corrupción y de tolerancia por parte de los gobiernos.

Bodson en un estudio del comercio informal en la ciudad de Puebla establece como el principal rasgo de la informalidad la ausencia de control contable y la escasez de capital, también que el comercio informal ocupa, en lo general, un reducido número de empleados y tienden a servir a la población de los alrededores... (1996: 94-107). No obstante, estas características citadas por Bodson ni son las más significativas, ni necesariamente se presentan. En algunos sectores del comercio informal se manejan grandes capitales, como en la distribución de importaciones ilegales de Corea y China, y hay control contable, pero la actividad no está sujeta a la legislación fiscal, ni a la laboral, ni a la mercantil, ni a la urbana, que son los atributos que definen la informalidad. Tampoco es cierto que tienda a servir a la población de los alrededores, en el comercio informal se presenta una diversidad de productos análoga a la del comercio formal, así es posible encontrar oferta de productos de primera necesidad para los alrededores en la cual se sobrepone lo tradicional y lo informal, pero también es posible encontrar oferta de productos especializados, como electrónicos que pueden servir a toda la ciudad, o bien, asociarse a complejos sistemas de distribución.

Quizá uno de los hallazgos más significativos señalados por Bodson sea el papel de la localización, que puede influir, cuando es exitosa, en la formalización del establecimiento.

El comercio informal ofrece muchas perspectivas interesantes de análisis, pero desde el punto de vista del presente estudio es significativo por su búsqueda de –y facilidad de obtener- localizaciones cercanas al cliente, ya sea hacia las áreas residenciales, ya hacia las zonas de tránsito, o bien, como actividad complementaria al comercio formal. Parte de la

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garantía de sobrevivencia o de eficiencia, según sea el caso, de los comercios informales es su libertad de localización, su movilidad y sus costos nulos de uso del espacio.

Tipología de actividades comerciales según su lógica de localización

Hacer una tipología de actividades comerciales para la Ciudad de México se justifica porque ayuda a comprender su naturaleza y a evaluar su función social, pero además, ofrece posibilidades de extrapolación en la medida que la diversidad de comercios de la Ciudad de México es muy amplia, Simmons afirma que “incluye un extraordinario rango de formas y actividades; desde mercados abiertos y vendedores en la calle, calles de tiendas idénticas vendiendo los mismos bienes hasta centros comerciales del siglo XXI” (1994: 5).

El comercio al mayoreo

El primer nivel de clasificación de esta tipología no ha sido siquiera sugerido a lo largo de todo el texto y se trata de la diferenciación entre comercio mayorista y comercio al menudeo. Se ha hecho una revisión de los antecedentes de estudio y de los determinantes de las lógicas de localización de los comercios al menudeo y no se ha hablado hasta ahora de los determinantes de la localización del comercio mayorista. Son dos las razones de esta aparente omisión, en primer lugar, porque en este trabajo el interés está en las actividades al menudeo, por su presencia en la estructura territorial, su significado social y su participación en los procesos de reestructuración urbana; en segundo lugar, porque las factores de localización del comercio al mayoreo obedecen a lógicas muy distintas no comparables, ni cercanas, a los planteamientos aquí desarrollados.

Factores determinantes de la localización mayorista

El comercio al mayoreo está muy vinculado territorialmente a los sistemas de almacenamiento, de hecho, en muchos casos no hay una diferencia en la localización física entre ambas actividades, es decir, el intercambio de gran escala se da desde los lugares de almacenamiento.

La accesibilidad es el primer factor determinante de la localización mayorista, y actúa a través de dos tipos de presiones: por un lado, se requiere accesibilidad a las áreas de confluencia de productos, que pueden venir del exterior de la ciudad o de las zonas industriales, y por el otro lado, se procura la cercanía a los clientes, que en este caso, pueden ser distribuidores o comerciantes al detalle.

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Los centros de mayoreo responderán más a una u otra de estas presiones en función, sobre todo, de las características de sus productos. En un extremo están los mayoristas cuyos productos representan grandes volúmenes, dificultades de transportación y provienen del exterior de la ciudad, por lo que es común que tiendan a localizarse en zonas periféricas. Una variante en este extremo, es la del mayoreo cuyos productos se obtienen del sistema industrial local, en cuyo caso se pueden ubicar cercanos a éste. En ambas situaciones, otro factor que influye en las decisiones de localización es el costo del suelo, ya que se manejan grandes volúmenes y se requiere también de grandes espacios, y por tanto, de suelo barato.

En el otro extremo, se tienen productos de alto valor con relación a su volumen, que no representan grandes problemas de transportación ni grandes requerimientos de espacio, estos pueden tender hacia localizaciones más centrales, en busca de la cercanía con el comercio al detalle y con los distribuidores, pueden incluso encontrarse en áreas centrales desvalorizadas cuando el tipo de transporte que se utiliza para su traslado y su capacidad de pago del suelo se lo permiten.

Se puede reconocer otro factor que influye en la localización del comercio mayorista y que puede actuar de manera independiente e incluso sobreponerse a las influencias descritas antes. Se trata de la incompatibilidad por el manejo de productos peligrosos o que provocan un impacto ambiental significativo. Es común que a este tipo de actividades se los segregue a localizaciones específicas, ya sean muy periféricas o en áreas industriales, lo que generalmente se opera a través de normas urbanas o ambientales. Como ejemplo se pueden citar el almacenamiento y comercialización de productos cárnicos y de pescados y mariscos.

El comercio al mayoreo de alimentos es un caso particular ya que está sujeto a presiones de localización particulares, por un lado, necesita localizaciones estratégicas, casi centrales, para una fácil conexión con los centros de distribución de menor rango o directamente a los detallistas, para de aquí alcanzar al conjunto de los consumidores. Por otro lado, gran parte de los productos provienen del exterior de las ciudades y una proporción de ellos son perecederos, por lo que están sujetos a condiciones especiales de transportación y de almacenaje. Y finalmente, por la naturaleza perecedera de muchos de los bienes que maneja tiene efectos sobre el medio, como la generación de olores y producción de insectos y roedores. Por esto, en la actualidad hay una clara tendencia a construir inmuebles especiales, denominados centrales de abasto en el caso mexicano, que por sus características extensivas y limitaciones de financiamiento tienden a suelos baratos en las periferias bien comunicadas.

Los tipos de comercio mayorista

Las condiciones de central - no central, alimenticio – no alimenticio y planeado - no planeado son conceptos clave para tipificar las distintas actividades de comercio mayorista. Entendiendo por cada uno de ellos lo siguientes:

La condición de central o no central puede ser muy ambigua si se interpreta como una cuestión de distancias o límites físicos. En esta tipología el comercio mayorista central es aquel que tiende hacia el centro, o mejor dicho hacia el interior de la ciudad, en la medida

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de que la normatividad, la disponibilidad de espacios adecuados y su capacidad de pago del suelo se lo permitan. Es posible encontrarlos a cierta distancia del centro, pero se benefician de la cercanía con los centros de venta final.

Entre este tipo de actividades están la distribución mayorista de productos de consumo final, de valores medios y altos, y de dimensiones pequeñas.

Los comercios mayoristas no centrales son los que se ven atraídos hacia la periferia urbana por razones funcionales, de normatividad o de costos, a diferencia de los anteriores no les resulta tan atractiva una localización central, ya sea porque no dependen de un sistema de distribución ágil e intensivo o porque son grandes consumidores de espacio. Pueden estar relacionados a la producción, o bien, pueden depender del abasto del exterior, sus clientes pueden ser pocos y ubicarse en la periferia o pueden ser impactantes en el ambiente, y también pueden formar parte de los sistemas de distribución de las grandes corporaciones.

En este grupo se tienen los productos industriales intermedios; algunos productos de consumo final que requieren de grandes espacios y que no se mueven en grandes cantidades, como los automóviles; y los productos impactantes como carne y derivados.

En el comercio mayorista de alimentos se reconocen dos modelos de comercialización, la primera se caracteriza por la aglomeración de actividades y apertura del mercado8, se trata básicamente de la venta de alimentos perecederos que generalmente incluye a otros alimentos no perecederos, que pueden o no ser producto de la industrialización y estar o no empacados; también asocia a otros productos no alimenticios pero que tradicionalmente se han comercializado en los mismos espacios como productos de baño, de limpieza, del hogar, etcétera. La segunda modalidad es una comercialización más cerrada, más asociada al sistema de distribución de algunas empresas que tienen sus propios centros de venta mayorista, casi siempre se trata de alimentos procesados y empacados y no forman parte de aglomeraciones comerciales. Todo el comercio mayorista que no involucra venta de alimentos en cualquiera de estas modalidades se considera del otro grupo, es decir, comercio mayorista de productos no alimenticios.

Y finalmente la condición de planeado o no planeado se refiere a la existencia de una preconcepción del espacio y de las estructuras utilizadas con fines de comercio mayorista; cuando esta preconcepción no se da, lo que significa que la actividad se dio de manera espontánea y se fue adaptando a las estructuras inmobiliarias locales, se trataría de un comercio no planeado.

La condición de tradicional y moderno, que existe en el ámbito mayorista, no se utiliza en esta tipología por dos razones, en primer lugar tiene una connotación particular y diferente a la del comercio al detalle; y en segundo lugar, es de muy difícil distinción y no tiene implicaciones espaciales importantes.

8 En el sentido de que cualquiera en cualquier momento puede solicitar una compra y generalmente se presenta en centros de comercialización y aglomeraciones comerciales.

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Por ejemplo, el comercio mayorista por su propia naturaleza no es pequeño y difícilmente se podría apoyar exclusivamente en mano de obra familiar, como en el comercio minorista; la diferencia se daría más en aspectos como las tecnologías de administración, los sistemas contables, el manejo de inventarios, los sistemas de almacenaje y otros, lo cual no tiene significado territorial y en cambio sí, cierto nivel de concomitancia con su condición de planeado o no planeado.

Algo similar sucede con la condición de formalidad e informalidad. Por los montos que se manejan en esta actividad se esperaría que se tratara de una actividad cien por ciento formal, sin embargo, pueden darse varios ingredientes de informalidad, en muchos productos de origen agrícola todo el proceso de comercialización, desde el productor hasta el consumidor final, se maneja con altos niveles de informalidad en lo fiscal, laboral y sanitario, aunque no necesariamente en el aspecto de la apropiación de los espacios, lo que es fundamental para una tipología de naturaleza locacional como la presente.

La informalidad también puede emanar de la ilegalidad de algunos productos o ser un componente complementario de transacciones formales con la intención de evasión fiscal.

Tradicional – moderno y formal – informal son también atributos del comercio mayorista, pero no se incorporan en esta tipología por su pobre significado en las lógicas de localización y su dificultad de interpretación empírica. Pero se reconocen como áreas de futuros problemas de investigación.

De la combinación de los 3 grupos de dicotomías se obtienen 8 posibles uniones:

En la actualidad el comercio mayorista alimenticio central planeado no existe, de hecho hay una tendencia a trasladar a estos comercios hacia centros planeados en áreas más periféricas. Por su parte, el comercio de alimentos no planeado queda como una reminiscencia de ésta actividad, como ejemplos, parte de las actividades de la Merced, parte del mercado de Jamaica y hasta hace relativamente poco el mercado de Pescados y Mariscos de la Viga.9

El comercio mayorista de alimentos no central no planeado se refiere principalmente a alimentos empacados o procesados y se encuentra en bodegas con mostrador distribuidas por diferentes áreas de la ciudad; mientras que los mejores ejemplos de los desarrollos no centrales planeados son las centrales de abasto, como la de Ciudad de México en Iztapalapa y las de Ecatepec de Morelos y Tultitlán todos ellos grandes desarrollos inmobiliarios que integran locales y bodegas así como facilidades de transporte pesado, en donde se da una comercialización abierta.

9 El caso de la Merced, Jamaica y el mercado de La Viga son muy particulares, ciertamente los mercados fueron planeados, pero no así toda las concentración mayoristas que se generaron a sus alrededores en las que la ocupación de espacios inmobiliarios adaptados para bodegas y locales y su funcionamiento rebasó por mucho lo que originalmente se había concebido en su planeación.

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En lo que respecta al comercio mayorista no alimenticio central casi siempre combina venta al menudeo con venta al mayoreo. Como ejemplos del no planeado se tiene mucha de la actividad que permanece en la merced: telas, ropa, etc.; la ropa en las calles de Izazaga, 20 de Noviembre y Pino Suárez; productos de contrabando que se comercializan en Tepito.

En cuanto al comercio central planeado se puede afirmar que en sentido estricto no existe, por dos razones, la primera es que generalmente se combinan actividades de menudeo con mayoreo, la segunda es que la dinámica y ocupación no planeadas supera y antecede a los componentes planeados. Por ejemplo, los centros Joyeros de la calle Madero en el centro de la Ciudad de México son inmuebles adaptados (podría pensarse que planeados) que se dan como consecuencia de un fenómeno de concentración de la actividad de comercio de joyas que ya existía. En esencia fue una aglomeración espontánea que eventualmente dio origen a desarrollos inmobiliarios planeados; además de que incluyen por igual actividad mayorista y al menudeo.

También sucede que en algunos mercados, que originalmente fueron “planeados”, no lo fueron para la actividad que desarrollan en la actualidad y también combinan mayoreo y menudeo, por ejemplo el Mercado de Granaditas (zapatería). En este sentido no puede pensarse, o no hay ejemplos, de desarrollos mayoristas en el centro de la ciudad.

Finalmente entre los comercios mayorista no alimenticios no centrales no planeados en la Ciudad de México se tiene como ejemplo el mercado de plantas de Nativitas en Xochimilco, aunque en esta categoría puede encontrarse una gran variedad de ejemplos distribuidos por toda la ciudad en grandes locales y bodegas con mostrador.

En cambio, el mayoreo no alimenticio, no central planeado no es muy común. Un ejemplo es el mercado de flores y plantas del Parque Ecológio de Xochimilco en Periférico Sur. También en estos casos se combinan las actividades mayorista y al por menor.

A pesar de los tipos y ejemplos citados arriba, debe mencionarse que no existen muchos centros comerciales mayoristas, sobre todo planeados, ya que es común que el mayoreo se lleve a cabo en operaciones directas entre productores y distribuidores. También, aunque no se trata precisamente de comercio mayorista, se debe recordar la existencia de centros de distribución, que no son más que desarrollos inmobiliarios planeados consistentes en bodegas con facilidades de acceso y descarga de transportes pesados. Por su naturaleza extensiva y sus necesidades de accesibilidad dichos centros tienden a ubicarse en las periferias urbanas cercanos a las principales carreteras de acceso; pueden ser ocupados por una sola empresa, o bien, por varias.

El comercio al detalle

En el comercio al menudeo o al detalle, la primera y más significativa diferencia se da entre el comercio que sirve para todo público, tanto de uso cotidiano como de uso anómalo, y el comercio especializado, que se dirige a satisfacer demandas de grupos particulares quizá de manera frecuente y que es poco probable que el conjunto de la población los demande o lo haría de forma muy eventual.

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Tal diferencia en los mercados tiene profundas implicaciones en las lógicas de localización, por un lado, el comercio para todos debe procurar cubrir la demanda del total de la población de la ciudad atendiendo a dos consideraciones, la jerarquía o frecuencia de demanda del producto y la densidad de demanda (población – ingresos) de tal manera que cada aglomeración asegure sus umbrales o mínimos de demanda, todo lo cual, lleva a un esquema jerárquico similar pero deformado, como ya se explicó, al propuesto por Berry en su Teoría de las Actividades Terciarias (véase el apartado de Antecedentes). Por su parte, el comercio especializado tiene que servir a una población particular en dos posibles esquemas: distribuida de manera aleatoria, situación en la cual una estrategia es concentrarse para crear fuerza de atracción; y el otro, una demanda asociada a ciertos tipos de actividad con una distribución no aleatoria, caso en el cual, la estrategia es optar por la complementariedad.

Comercio para todo público

Para el comercio para todo público, se adopta en principio la jerarquía propuesta por Berry, más como una base de aproximación que como una versión definitiva. Para este autor el centro (CBD) representaba el orden superior, en donde se podían obtener los bienes de uso menos frecuente además de bienes especializados. En las últimas décadas, en muchas de las ciudades de Estados Unidos el centro ha ido perdiendo su carácter comercial como consecuencia de la salida de esta actividad hacia las zonas suburbanas y ha mantenido la actividad de lo que Castells (1982: 274) llama la gestión y comercio especializado, dejando el nivel jerárquico superior a lo que llamó centros de carácter o alcance regional10.

Estos cambios no han sido ajenos a la Ciudad de México, en donde también se ha dado una emigración del comercio en la búsqueda de los mercados de las periferias urbanas, dando lugar a la aparición de los grandes centros comerciales de alcance regional; sin embargo, esta salida sólo se puede dar hacia las periferias que ofrecen suficiente densidad de demanda, las periferias pobres del norte y oriente de la ciudad, que ocupan más de la mitad del espacio, no son capaces de sostener un centro de esta naturaleza a escala regional, por lo que el centro de la ciudad sigue siendo la alternativa viable; de hecho aquí se satisface la demanda de las periferias pobres y de la ciudad interior a través de múltiples establecimientos independientes, algunos de naturaleza tradicional otros ligados a los sectores comerciales modernos, lo que ha dando como resultado que el centro de la Ciudad de México no haya perdido su carácter comercial de alta jerarquía (regional), aunque sí se debe reconocer un proceso de proletarización de su comercio.

En el centro de la ciudad, junto a este comercio de alcance regional se encuentran otros tres grandes tipos de actividades comerciales al menudeo: el comercio especializado que tradicionalmente se ha ubicado en el centro (infra); el comercio en vía pública de naturaleza informal que se apoya en la atracción del centro y representa una fenómeno comercial significativo, ofreciendo productos de mediana y alta jerarquía; y finalmente, el comercio

10 El concepto de alcance regional para estos centros se refiere al interior de la ciudad, es decir, que sirven a una parte o región de la ciudad, no obstante, en la medida que han sustituido al comercio central también satisfacen demandas extra urbanas.

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por complementariedad, que es aquel que no genera viajes hacia el centro, es decir, nadie va en busca de sus productos al centro, sino que está dirigido a satisfacer demandas espontáneas de los asistentes al centro de la ciudad.

Las grandes tiendas de departamentos11 como El Palacio de Hierro, Liverpool y Sears son buenos indicadores del siguiente nivel jerárquico: el alcance regional. Ofrecen desde productos de demanda intermedia como ropa y zapatos hasta productos de demanda anómala como herramienta especializada, muebles de todo tipo, cristalería, electrónicos, productos para decoración y otros, cuándo este tipo de tiendas aparece en una plaza comercial o en una aglomeración se puede asegurar que es un centro de orden regional. Como ejemplos de desarrollos planeados se tienen: Plaza Satélite, Plaza Universidad - Plaza Coyoacán, Perisur, y Centro Comercial Santa Fe, y como ejemplos de aglomeraciones no planeadas con presencia de grandes tiendas de departamentos: la zona de Félix Cuevas e Insurgentes Sur, y la zona de Mariano Escobedo y Mazarik en Polaco entre otros.

No obstante, aunque no es muy común, pueden darse otras aglomeraciones comerciales de nivel regional no planeadas y de ordenación lineal sin presencia de este tipo de tiendas de departamentos, pero que ofrecen una combinación de bienes comparable, quizá en proporciones distintas entre los diferentes niveles jerárquicos, por lo que también deben ser considerados de alcance u orden regional. Como ejemplos se pueden citar: la sección de avenida Universidad entre Miguel Ángel de Quevedo y Copilco; y de Miramontes –antes de la construcción de la plaza Galerías Coapa-, entre Acoxpa y Calzada de las Bombas e incluso más al norte. Quizá también podría considerarse subcentros como Tlalnepantla, o combinaciones lineales y de subcentro como en Tacubaya y Tacuba, que aglutinan comercios con productos de alta jerarquía y una diversidad significativa, no importando las diferencias en la calidad de los productos. En otras palabras, la calidad del comercio no es un criterio de definición jerárquica.

Indudablemente hay un alto nivel de ambigüedad en la definición de éste y de los demás niveles jerárquicos, por ejemplo, para Simmons y Kamikihara (1994: 14) en la Ciudad de México existían sólo 9 centros regionales, 6 de ellos son “malls” y los otros tres: Metro Insurgentes, que se explicaría sólo incluyendo toda la actividad comercial desde el Metro Insurgentes hasta el Sears de avenida Insurgentes hacia el sur; Polanco, que en realidad incluye varias aglomeraciones y avenidas comerciales y que podría entenderse como regional si se incluyen las tiendas de departamentos como el Liverpool, Palacio de Hierro y Sears, sin embargo, la extensión sería excesiva y casi discontinua; e Insurgentes Sur, que también es impreciso pero podría incluir al Liverpool Insurgentes, y en la actualidad, a Galerías Insurgentes (en la misma localización) y al Mall del World Trade Center que

11 Algunos autores llaman a las tiendas de autoservicio, tiendas de departamentos. En este trabajo se prefiere reservar el concepto tienda de departamentos al tipo que se asocia a la jerarquía regional, y que de manera muy general se caracteriza por no vender alimentos o solo una gama muy limitada de alimentos no perecederos, muchas veces de importación y que no son de consumo cotidiano; no se usan “carritos”; y las cajas de cobro están distribuidas por la tienda y a veces asociadas a los diferentes departamentos.

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también tiene tiendas de departamentos. En realidad las dos últimas aglomeraciones de Simmons pueden descomponerse al menos en dos centros de alcance regional cada uno.

Hay dos caminos frente a esta ambigüedad, proponer la construcción de indicadores más finos, quizá con base en la presencia / ausencia de productos, que seguramente estaría plagado de excepciones e inconsistencias empíricas, o bien, reconocer que la definición de los niveles jerárquicos - porque lo mismo sucederá en todos-, es una aproximación a la lógica de la estructura de distribución y funcionamiento del comercio, y que lo que importa es reconocer la naturaleza y las implicaciones del fenómeno quizá renunciando, hasta cierto límite, a la definición precisa y quizá inexistente de los niveles.

El siguiente nivel jerárquico es, en términos de Berry, de alcance local. Las demandas de naturaleza local se realizan con mayor frecuencia y pueden incluir alimentos en compras semanales o quincenales, algunos servicios personales, servicios bancarios, ropa y calzado convencional, algunos electrónicos y muebles individuales entre otros.

Este nivel de comercio también esta diferenciado por sectores según el ingreso pero existe una línea divisoria poco clara entre ellos. Los sectores de ingresos altos y medios satisfacen sus demandas de este nivel principalmente en los grandes supermercados o tiendas de autoservicio12 de las también grandes cadenas como Aurrerá – Wall Mart, Comercial Mexicana - Costco, Gigante, Carrefour, Auchán y otros, los cuales están fuertemente dirigidos al uso del automóvil y generalmente aglomeran comercios y servicios en sus alrededores. No están concebidos necesariamente para servir a su alrededor inmediato, por su disposición hacia el automovilista pueden atraer demanda de zonas relativamente lejanas, o bien funcionar como centros de compras de paso entre el trabajo y el hogar, y dependiendo de la localización y de las facilidades de transporte público, estos centros también pueden ser utilizados por población de menores recursos e incluso, aunque no es muy común, algunos sirven zonas de ingresos relativamente bajos.

Otra forma de oferta en este nivel la constituyen los mercados públicos (planeados) que junto con las aglomeraciones a que dan lugar (no planeadas) pueden ofrecer una diversidad de bienes comparable a las de los supermercados y sus propias aglomeraciones. De hecho, eran la forma de oferta dominante en este nivel jerárquico antes de la introducción de los supermercados. Se trata de un comercio tradicional en espacios públicos destinados específicamente para esta actividad, y en este sentido es planeado, pero no así la aglomeración que producen. A diferencia de los anteriores, no están concebidos para el uso del automóvil, por lo que dependen de altas densidades de demanda en un radio de influencia relativamente pequeño.

El comercio de los mercados públicos son una actividad comercial sui géneris en términos de formalidad, por un lado, los espacios utilizados son de naturaleza comercial por los que se paga un derecho de piso, aunque a veces llegan a ocuparse espacios públicos de

12 Aquí se incluyen las tiendas en donde se utilizan “carritos”, la venta de alimentos representa una parte importante de su capacidad de atracción y de la proporción de ventas, ya que incluye alimentos de consumo cotidiano, y las cajas de cobro regularmente se ubican en hilera hacia la salida de la tienda.

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circulación, pero por el otro lado, las relaciones laborales cuando no son familiares son casi siempre informales, lo que también puede darse en lo fiscal. Por su parte, la aglomeración que se da en sus alrededores pude incluir desde comercios formales ubicados en locales comerciales hasta comercios totalmente informales, estos sí, asentados en la vía pública. Ejemplos para la Ciudad de México son los mercados de Coyoacán, de La Bola en la colonia Ajusco, Medellín en la colonia Roma, Martínez de la Torre en la colonia Guerrero, y el mercado de la Villa.

En el nivel local se pueden dar también aglomeraciones totalmente espontáneas o no planeadas de actividad comercial que, en conjunto, alcanzan la combinación y especialización de bienes que caracterizan a este nivel y se pueden encontrar en diferentes partes de la ciudad como subcentros o en ordenación lineal.

Como último grupo del comercio local, se tiene los mercados en la vía pública, son grandes aglomeraciones, casi siempre de carácter periódico, por supuesto no planeadas y tradicionales, que sirven preferentemente zonas de escasos recursos, pero pueden encontrarse en zonas de ingresos medio y altos, y que son informales en sentido estricto pero son reconocidos plenamente por las autoridades locales. Estas aglomeraciones de comercio ambulante casi siempre se han generado a partir de la venta de alimentos, pero llegan a crecer de tal manera que pueden ofrecer ropa convencional, alimentos preparados, algunos electrodomésticos, bienes de consumo como discos, audiocasettes, herramientas, bienes de segunda mano y más. Ejemplos significativos de ellos están en Av. del Imán en Coyoacán, en el Eje 10 Sur, en Boulevard Adolfo López Mateos en Atizapán de Zaragoza e incluso en Polanco.

El nivel vecinal es muy similar en su estructura al anterior, y los límites con el comercio de alcance local son tan difusos como los límites entre todos los niveles. Como su nombre lo indica el vecinal tiene un alcance limitado por lo que ofrece productos básicos de alta frecuencia de compra, por su naturaleza se podría pensar que están siempre dirigidos al acceso peatonal, sin embargo, pueden llegar a ofrecer facilidades para los automovilistas. La mayor parte de la oferta está constituida por alimentos y se puede complementar con otros bienes de consumo regular como productos de baño, artículos de limpieza, papelería y algunos servicios como los bancarios y otros de naturaleza personal como tintorería y estéticas.

El primer tipo de oferta de alcance vecinal es la dirigida a los sectores de mayores ingresos, se trata de un comercio planeado, moderno y formal, muchas veces ligado a grandes cadenas comerciales como Superama, Oxxo, y Seven Eleven.

También se tienen las versiones tradicionales en tres formas:

El mercado público planeado y formal en los mismos términos que se explicaron para los mercados públicos de alcance local. La diferencia en este caso es que el mercado vecinal generalmente es de menor tamaño que el local, pero sobre todo la diversidad de los productos ofrecidos es mucho menor, y no da lugar a grandes aglomeraciones hacia su exterior.

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El comercio vecinal no planeado, es decir, la aglomeración comercial espontánea ubicada en locales comerciales y que ofrece bienes básicos a sus alrededores.

Y la versión no planeada e informal, también en los términos descritos antes, del mercado en vía pública, pero de igual manera sin ofrecer gran diversidad de productos.

El menor nivel de la jerarquía es el de conveniencia. Sus características están estrechamente vinculadas con el nivel socioeconómico de las distintas zonas de la ciudad. De hecho, en los fraccionamientos de altos ingresos es virtualmente inexistente, en los de ingresos medios aparece y es muy común en los de ingresos bajos. Es un tipo de comercio que busca satisfacer las demandas espontáneas ofreciendo productos de dulcería, cigarros, refrescos y otras bebidas, aunque también puede satisfacer demandas de algunos productos alimenticios básicos como pan empacado, enlatados y quizá productos de cremería y salchichonería.

Casi siempre son establecimientos únicos que no forman parte de ninguna aglomeración y se encuentran ampliamente distribuidos en las zonas residenciales, su fortaleza comercial reside en su cercanía. Son siempre tradicionales y ocupan locales comerciales, muchas veces construidos o adaptados en el propio espacio residencial y pueden incluir una buena dosis de informalidad.

Como ya se afirmó antes, la jerarquía de Berry sirve como aproximación a la construcción tipológica, lo que tiene dos implicaciones, primero, aún conserva fuerza explicativa, indudablemente existe una jerarquía de la actividad comercial, y segundo, no es suficiente para explicar la estructura comercial de la ciudad contemporánea, y mucho menos, de una ciudad en particular.

La primera consideración que se debe de hacer es la asimilación del que para Berry era el primer nivel, el CBD, al nivel regional; la segunda, son las variantes en cada orden de la jerarquía que se pueden dar como consecuencia de las diferencias socioeconómicas, de modernidad y de formalidad.

Pero quizá el aspecto más importante por reconocer con relación a la jerarquía es su naturaleza cualitativa, que obliga a reconocer ciertos niveles de ambigüedad en los límites y de falta de comparabilidad entre centros del mismo nivel jerárquico. Pero estos problemas no son resolubles, es parte de la propia naturaleza de la actividad comercial. No existe “el” parámetro ideal para la definición jerárquica, no pueden ser los productos porque representan una grado tal de diversidad y de significados para el comprador que no ofrecen una base sólida de clasificación; no puede ser el alcance, ya que como se ha visto a lo largo de este trabajo el alcance de las mercancías tiene connotaciones distintas para los distintos grupos de edad, de nivel socioeconómico, culturales, etc.; mucho menos pueden utilizarse indicadores como el número de empleados o la superficie que pueden ser totalmente independientes de los principios que dan lugar al orden jerárquico.

Cada aglomeración comercial puede incluir una combinación única de productos de cualquier orden jerárquico y el juego de sus alcances –porque son muchos, dependiendo de los productos- puede resultar también único. A veces podemos apoyarnos en el conjunto de los productos más especializados y de mayor alcance para sugerir el nivel jerárquico de una

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aglomeración, pero puede suceder que en dicha aglomeración dominen la oferta de productos de otro nivel jerárquico. En fin, es un problema cuyas características obligan a construir soluciones ad hoc para cada situación.

Comercio especializado

Como se explicó anteriormente, el comercio especializado satisface las demandas de grupos de consumidores particulares13. Desde el punto de vista territorial busca la accesibilidad a los clientes dispersos por la ciudad a través de una jerarquía análoga a la del “comercio para todos” pero sólo en dos niveles, es decir, habrá productos especializados que requieran de amplios umbrales y de una localización central para satisfacerlos y, habrá otros productos especializados de umbral regional que pueden encontrase en diversos sectores de la ciudad. En algunos casos la complementariedad puede presentarse como la fuerza dominante en la localización de estos comercios, pero lo más común es que aparezca como un segundo factor.

El comercio especializado del centro busca la accesibilidad a todos los niveles socioeconómicos y a veces la complementariedad con las actividades del área. Es un conjunto no planeado de locales, a veces organizados por calles, que puede estar asociados tanto al circuito moderno como al tradicional, pero casi siempre son formales. Como ejemplos se puede citar: cómputo, electrónicos especializados, sistemas de sonido profesional y libros usados.

El comercio especializado regional puede presentarse en dos formas principales: una ligada al sector moderno, muchas veces producto de la salida de éstos comercios del centro de la ciudad y suele presentarse como tienda de autoservicio. Estas sirven a todos los niveles socioeconómicos y una alta proporción de sus productos son para todo público, en sentido estricto su especialización emana más de una demanda anómala de sus productos que del nicho de mercado a que se dirige. Es un sector totalmente moderno y formal que se ha desarrollado en las áreas de la construcción y decoración y de la papelería y equipos de oficina. Se ubican, como el resto de los autoservicios, en grandes estructuras con cubiertas ligeras. Como ejemplos se puede citar a Home Mart, Home Depot, Office Depot, Office Max y Compu Price

La otra forma de comercio especializado regional tiene un origen remoto, sirven preferentemente a los sectores de bajos ingresos y se reconocen como “barrios especializados”, su presencia puede explicarse no sólo por la accesibilidad al mercado de ciertas áreas de la ciudad sino también por complementariedad con otras actividades. Son

13 Aquí habría que reconocer que hay un límite muy poco claro entre productos para ciertos sectores de población, es decir, aquellos que sólo son consumidos por algunos, y productos que pueden ser consumidos por todos en alguna ocasión, es decir, de compra extraordinaria. Sin embargo, hay un punto de contacto entre ambos, el de aquel comercio especializado que eventualmente puede ser usado por un público más amplio, por ejemplo, el de los materiales de construcción. Se podría pensar que los materiales de construcción sirven a un sector de actividad específico, pero también existe la posibilidad que cualquier individuo los obtenga, o al menos tramite para un tercero que le presta un servicio de construcción, sus compras ahí. Este tipo de comercios se considera en este trabajo dentro del grupo de los especializados.

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aglomeraciones espontáneas que pueden combinar comercio moderno con tradicional y formal con informal. En la Ciudad de México uno de los principales representantes de este tipo de comercios son los barrios de refacciones usadas de automóviles (la colonia Buenos Aires, La Ronda) aunque hay otros como los de artesanías, arte y antigüedades (La Lagunilla, el Bazar Sábado en San Jacinto-El carmen), etcétera.

Las avenidas y las calles comerciales son una variedad de presentación del comercio especializado, estas, como los barrios, generalmente son de alcance regional. Las avenidas y calles comerciales sirven a todo público, o bien, pueden estar dirigidas a un nivel socioeconómico particular, pero se pueden encontrar vialidades de cierto giro comercial sirviendo a mercados de niveles medios y altos, y otras, del mismo giro, enfocadas a mercados de ingresos medios y bajos. Surgen de manera espontánea y pueden aglutinar a comercios de los sectores moderno y tradicional pero casi siempre formales. Se ubican en locales comerciales y cuando el proceso de especialización se ha acentuado dan lugar a la modificación y redesarrollo de inmuebles para el establecimiento de nuevas empresas del giro. Como ejemplos se tienen los azulejos y muebles y accesorios pata baños y cocinas en División del Norte y en Av. Tulyehualco y refacciones para autos en la calle de Bulgaria en la colonia Portales.

Finalmente se tienen los mercados, tanto los de carácter permanente en estructura fijas desarrolladas por el gobierno local, como los mercados periódicos en vía pública. En el primer caso, los mercados son planeados pero no fueron concebidos originalmente para dedicarlos a un giro o grupo de giros en particular, sino que la especialización se fue dando con el tiempo, como el mercado de la colonia Juárez (Zona Rosa), que de ser un mercado de productos básicos se fue transformando en un mercado de artesanías. Generalmente son de carácter tradicional y el componente de formalidad informalidad es semejante al que se ha explicado para el caso de los demás mercados. Otros ejemplos son el mercado Hidalgo en la colonia Doctores especializado en herramientas, material de plomería y eléctrico, el mercado de muebles de madera del Crea en Tlalpan y el mercado de artesanías de La Ciudadela.

Conclusión

Después de haber realizado una extensa revisión de los antecedentes internacionales y de las características del comercio en la Ciudad de México se llega a la conclusión de que no puede construirse una tipología de las actividades comerciales que no tenga por lo menos los siguientes adjetivos: limitada porque nunca podrá explicar plenamente la enorme diversidad de actividades comerciales que se dan en la actualidad a nivel urbano; inconsistente, porque siempre habrá casos que puedan participar de uno o varios de los tipos que se concibieron, o bien, de ninguno de ellos; provisional en el sentido de que la propia dinámica de la actividad comercial la superará rápidamente, en fin, como en toda

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clasificación y caracterización tipológica habrá una pérdida de detalle en busca de la generalidad, quizá en el caso de la actividad comercial el balance no sea muy bueno.

No obstante, no se debe renunciar al ejercicio, son aproximaciones que siempre llevarán a buenos hallazgos y, de una forma u otra, a entender mejor el fenómeno y a reconocer su complejidad.

Se debe ver a la tipología como un medio de aproximación a un fenómeno muy complejo y casi hostil, pero no se debe creer que se trata de una solución perdurable, la dinámica de la actividad comercial condiciona temporalmente todo intento de clasificación.

Para el caso del comercio es muy importante el reconocimiento de los factores de diferenciación o dualidades que se originan en el contexto socioeconómico mexicano y que dan la posibilidad de reconocer y explicar casos para los que la teoría de los países desarrollados es insuficiente.

Desde el punto de vista metodológico será conveniente contrastar los tipos propuestos teóricamente aquí con las características reales de los centros comerciales evaluando el nivel de especialización del centro y su jerarquía a través del reconocimiento de la naturaleza y diversidad de los productos ofrecidos y de su alcance de mercado. Se trata de análisis posibles pero costosos por lo que no era viable una evaluación de todos los casos de la Ciudad de México para después construir la tipología, pero si sería conveniente seleccionar algunos con el objeto de poner a prueba la propuesta.

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Tipología de actividades comerciales en la Ciudad de México

Comercio mayorista

Localización Concepción Tipo de Inmueble

Central No planeado Locales independientes y mercados tradicionales

Planeado Centrales de abasto diseñadas ex profeso o bodegas independientes

Comercio de productos alimenticios

No central

No planeado Locales independientes y mercados tradicionales

Planeado Central

No planeado Bodegas, muchas veces convertidas de espacios residenciales o comerciales

Planeado Sistemas de bodegas con oficinas

Comercio de productos No alimenticios

No central

No planeado Bodegas

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Comercio minorista

Para todo público Alcance Nivel

socioeconómico Concepción Tradicional /

moderno Formal / informal

Tipo de aglomeración e inmueble

Alto Planeado Moderno Formal Plaza comercial tipo “mall”

Alto No planeado Moderno Formal Aglomeraciones comerciales de ordenación lineal

Regional

Bajo No planeado Moderno y tradicional

Formal con informal

Locales en el centro de la ciudad

Alto Planeado Moderno Formal Autoservicios con o sin aglomeración comercial

Planeado y no planeado

Tradicional Formal einformal

Mercado público grande

No planeado Tradicional Formal e informal

Aglomeración espontánea de comercios en locales

Local

Bajo

No planeado Tradicional Informal* Mercados semanales en vía pública

Alto Planeado Moderno Formal Autoservicio pequeño

Planeado Tradicional Formal einformal

Mercado público pequeño

No planeado Tradicional Formal e informal

Aglomeración espontánea de comercios en locales

Vecinal

Bajo

No planeado Tradicional Informal* Mercados en vía pública

Conveniencia Bajo No planeado Tradicional Formalinformal

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Especializado para sectores particulares de demanda **

Comercios especializados en:

Nivel socioeconómico

Lógica Concepción Tradicional /moderno

Formal / informal

Tipo de aglomeración e inmueble

Centro Todos Accesibilidad No planeado Moderno Formal Locales en el centro, a veces en calles especializadas

Tienda de autoservicio

Todos Accesibilidad Planeado Tiendas con cubiertas ligeras

Barrios Predominantementebajo

Complementariedad / accesibilidad

No planeado Moderno y tradicional

Formal c/ informal

Locales y comercio en vía publica

Avenidas y calles

Todos Complementariedad/ accesibilidad

No planeado Moderno y tradicional

Formal Locales en avenidas y calles

Mercados Todos Complementariedad/ accesibilidad

Planeado*** y no planeadas

Tradicional Formal einformal

Mercados públicos fijos y en vía pública

* Se considera informal en el sentido de que utiliza espacios públicos, no tiene compromisos fiscales, se mantiene al margen de la normatividad laboral, y en parte de la sanitaria, sin embargo, está plenamente reconocido administrativamente.

** Puede incluir ciertos productos que eventualmente pueden ser demandados por un público más abierto. Véase nota de pie número 13.

*** Son planeados cuando se concibieron originalmente como mercados especializados y no planeados cuando la especialización se da de manera espontánea aunque se de sobre una estructura inmobiliaria planeada.

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SERVICIOS

Dulce María Barrios * Ignacio Kunz **

Jorge González ***

Introducción

En la segunda mitad del siglo veinte comenzó la modificación de la estructura de las actividades económicas, en este lapso la industria ha cedido su predominio al sector terciario, más precisamente a los servicios. Este proceso de reestructuración se manifestó primero en los países desarrollados pero ha ido alcanzando a la mayoría de las economías. Los servicios se han diversificado e incrementado como consecuencia de las transformaciones sucedidas al paradigma socioeconómico, ideológico y político que prevaleció hasta los años sesentas.

Las nuevas realidades socioeconómicas que inciden en el desarrollo de las actividades económicas en general y de los servicios en particular son: la automatización de la producción, la eliminación de limitaciones espaciales al intercambio de mercancías e información, la urbanización de la población; el alto grado de monetarización del proceso del trabajo y el consumismo basado en la innovación.

Estas modificaciones se manifiestan a través del incremento y amplia distribución del uso de suelo destinado a servicios, conformando nuevos patrones económico-espaciales al interior de

* Profesora Investigadora de Sistema de Estudios de Posgrado e Investigación, Facultad de Arquitectura UAEM y Profesora del Centro de Estudios de Posgrado e Investigación, Facultad de Arquitectura, UNAM

** Investigador del Centro de Investigación y Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, UNAM

*** Técnico Académico del Instituto de Geografía, UNAM.

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la ciudad, donde las lógicas locacionales, están variando paralelamente al desarrollo de los servicios.

Ese capítulo esta dirigido a la concepción de una tipología del uso de suelo destinado a servicios, basada en su lógica locacional, tomando como caso la Ciudad de México. Para llevar a cabo esta tipología fue necesario en primer lugar establecer qué actividades deben ser consideradas como servicios. El creciente incremento y diversificación de éstos dificultó su definición y también la identificación de los factores que han incidido en su desarrollo, sustitución o inclusive, desaparición.

Otro problema para la elaboración de este capítulo fue, que a pesar de la basta bibliografía acerca de la importancia que han adquirido los servicios en el contexto de la nueva economía, casi no existe la referente a las nuevas lógicas de localización, ni tampoco a la situación actual de esta actividad en países latinoamericanos o en México.

Aunque es común el análisis conjunto de las actividades terciarias, es decir, comercio y servicios, aquí se decidió destinar un capítulo para cada tema con fundamento en las diferencias de sus lógicas de localización. En este capítulo sólo se tratarán los aspectos teóricos que conciernen particularmente a los servicios, ya que los comunes están ya expresados en el capítulo de actividades comerciales; desde luego hay fenómenos que involucran a ambos y en este caso, se enfatizará el contenido relativo a los servicios.

La heterogeneidad de los servicios es resultado de aspectos tales como su tipo y función, el objetivo de su prestación, el tipo de oferentes, y la naturaleza y escala del mercado entre otros aspectos. Aspectos que fueron considerados para identificar las variables útiles para explicar la lógica de localización de los servicios en la Ciudad de México, así como para establecer la estructura del presente trabajo

En primer término, se presentan distintas definiciones de servicios con el fin de discriminar y ponderar ideas que lleven a una definición de servicios que sirva de base al análisis de su ubicación dentro del espacio urbano. En este mismo subcapítulo se revisan los factores que han propiciado el desarrollo y multiplicación de los servicios, incluyendo una alusión a la modificación del papel de los servicios en las sociedades actuales.

En el siguiente aparatado se analizan los servicios a partir de tres formas de distinguirlos: públicos y privados; finales e intermedios; y, según su naturaleza; para cada tipo se hace una revisión de sus características, se identifican los subtipos y se establecen las lógicas de localización para cada uno de ellos. Este subcapítulo contiene los referentes teóricos que servirán de base para la construcción de la tipología en el último apartado.

Para elaboración de la tipología espacial de los servicios se exponen los criterios seleccionados para establecer los distintos tipos de servicios de acuerdo a sus lógicas de localización y se describe cada uno de ellos. Como complemento se proporciona un cuadro síntesis de la tipología.

Al final ofrecen algunas conclusiones sobre los hallazgos y limitaciones del presente estudio.

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Debe decirse que este capítulo no incluye el análisis de todos los servicios, pero se trataron de incluir lo más posibles y los más representativos en el espacio urbano.

Hacia una definición de los servicios

La primera aproximación para establecer las características peculiares de los servicios se apoya en el análisis de sus orígenes y de las causas que los motivaron. Los servicios son producto de la dificultad del ser humano para resolver por sí mismo todas sus necesidades, tanto las elementales como aquellas que han hecho posible el desarrollo de diferentes civilizaciones y culturas. La división del trabajo es el hecho que condujo a la vida comunitaria dando lugar a la especialización de tareas u oficios, algunas de las cuales estaban encaminadas a satisfacer necesidades individuales o de pequeños núcleos, mientras que otras se dirigían a organizar y a preservar la estructura social.

De lo anterior se pueden inferir dos primeros conceptos básicos de los servicios: 1) El servicio es una tarea realizada por otras personas, en beneficio de un individuo o de un grupo, lo que establece dos actores: un productor y un consumidor. 2) El tipo de relación que existe entre el productor y el consumidor puede ser de dos tipos: a) cuando el servicios se genera por la demanda de un grupo de individuos que los consume y retribuye directamente al productor; y b), cuando el servicio se produce para beneficio de la comunidad por las autoridades, sin que exista una relación o pago directo entre el productor y el consumidor.

Existen afinidades de estos conceptos con algunos de la actividad comercial, que también pone en contacto a los productores y a los consumidores, sin embargo en el comercio el intercambio es de bienes por dinero y en casos especiales por otro bien equivalente; y en los servicios el producto es intangible, lo que marca una primera diferencia esencial entre ambas actividades.

La complejidad conceptual de los servicios crece en razón directa a la evolución de las sociedades, teniendo como consecuencia el incremento y la diversificación de los servicios, dificultando la elaboración de una definición capaz de comprender a todas las actividades que actualmente se denominan servicios con connotaciones geográficas, económicas y sociales absolutamente distintas.

A continuación se realiza una revisión de conceptos y definiciones de servicios que hacen evidente una evolución del conocimiento de estas actividades ya que paulatinamente se añaden elementos que van puliendo la definición de servicios.

Algunas definiciones de servicios

En la teoría clásica más que definiciones se encuentran algunas reflexiones acerca de los servicios; así los fisiocrátas las consideraron actividades improductivos, N. Badeau les llamo

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actividades estériles, Adam Smith no los consideró importantes y para Malthus sólo tenían valor económico cuando se asumían en la producción de bienes materiales, como el almacenamiento y el transporte. Say los consideró bienes inmateriales y Marx expresó: "todo valor de uso que satisfaga una necesidad, brote ésta del estómago o de la fantasía, es una mercancía y el trabajo que lo crea, si valoriza capital, tiene carácter de productivo. Un maestro de escuela, un obrero es productivo si, además de moldear la cabeza de los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer al patrono (Marx,1973: 4 26).

Este enfoque tradicional, exclusivamente económico, es aceptado hasta mediados del siglo veinte, reúne diversas opiniones que tienen en común el criterio sectorial para distinguir a los servicios como actividades económicas distintas a las que corresponden a los sectores agrícola e industrial, integrándolas en un sector diferente al que se denomina terciario. Esta simple segregación incluye también al comercio. Autores que corresponden a esta tendencia son: Clark (1940), Funch (1968), y Sabolo (1975), citados por Moreno y Escolano (1992:13).

Una definición sectorial más completa es la expresada por Walker (1989: 48) que dice: "bien es un objeto material producido por trabajo humano, es tangible y móvil, un trabajo servicio es trabajo que no toma la forma de un producto material y entraña una única transacción entre el productor y el consumidor. En esta definición sólo se agrega el factor de inmaterialidad al producto servicio.

Por otra parte, autores como Billy y Mallat (1989: 41) afirman que la definición sectorial ha reducido su capacidad explicativa porque resulta limitada e inconveniente para comprender las nuevas tendencias ocasionadas por los cambios en los sistemas socioeconómicos, donde las actividades catalogadas como servicios han cobrado una mayor importancia, tanto para los consumidores directos, como para las empresas que cada vez dependen más de la actualización que el desarrollo tecnológico y organizacional que los servicios les proporcionan.

En el planteamiento anterior ya se reconoce que existen servicios que se consumen directamente y servicios que se utilizan como insumos dentro de los procesos productivos de empresas que generan bienes u otros servicios, lo cual conduce a una distinción entre los tipos de consumidor, lo que como se verá más adelante, influye en la clasificación.

Gershuny (1989: 46) se percata de la complejidad existente para definir a las actividades denominadas servicios y propone tres rubros diferentes para agruparlas de acuerdo con la función que tienen en el contexto económico.

Los servicios como ocupaciones. Comprende a las actividades, que realizan las personas dentro de las empresas o industrias, que no implican la manipulación o trasformación de materiales en productos.

Los servicios como rama de actividad: son las empresas o personas que se dedican a actividades diferentes a la producción de bienes materiales o agroganaderas.

Los servicios como acto de consumo de intangibles. Servicios consumidos directamente a la vez que se producen en un tiempo y un lugar determinado.

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A pesar de que el planteamiento de Gershuny reconoce la complejidad del concepto y la diversidad de perspectivas para abordarlo, está todavía muy lejos de una definición consistente y exhaustiva, de hecho, según lo establecido en los puntos 1 y 2, el comercio quedaría incluido en la definición, mientras que el punto tres, distingue al comercio pero no logra resolver el problema de la diversidad, que por otra parte, quizá no tenga solución a nivel de definición.

En este contexto parecería conveniente fusionar las tres perspectivas del planteamiento de Gershuny, para considerar a los servicios como actividades en las que los ocupados no transforman materiales en productos, actividades diferentes a las de producción de bienes, a las agroganaderas y de extracción y que suponen actos de consumo de intangibles. También se debe reconocer que esto supone una gran cantidad y diversidad de actividades que pueden ser diferenciadas y subclasificadas desde diversos enfoques, algunos de los cuales ya han sido sugeridos por las definiciones revisadas.

Criterios de delimitación de los servicios

A continuación, con base en los autores revisados se exponen una serie de criterios sobre la naturaleza de los servicios y que ayudan a distinguirlos del resto de las actividades, sin embargo, como se verá en la discusión de cada punto, abundan las excepciones y limitaciones:

Uno de los principales criterios para delimitar a los servicios es su intangibilidad o inmaterialidad, lo que se vende como servicio es trabajo en el sentido de que el prestador de servicios realiza actividades especializadas o que proporcionan bienestar, conocimiento o adiestramiento al consumidor.

El segundo criterio, que también sirve para distinguir a los servicios del comercio, es la no necesidad de almacenamiento en los servicios, lo cual es determinante para las dimensiones de sus establecimientos. Se esperaría que estos fueran pequeños y no tuvieran grandes requerimientos en cuanto espacio, tipo de inmueble o instalaciones especiales, no obstante, esta situación no es válida para todos los servicios, ya que algunos de ellos como los recreativos, educativos, de salud y de transporte pueden requerir de instalaciones especiales o de grandes espacios. En el caso de edificios para oficinas éstos pueden albergar a una sola empresa o contener a varios tipos de servicios.

El tercero se refiere al diferente tipo relación entre los prestadores y consumidores de servicios y la relación existente entre el vendedor y consumidor de bienes, mientras que para el comercio existe comúnmente una relación directa, aunque sea a distancia y sin necesidad de la presencia física de los actores, como en el comercio por internet o por catálogo y teléfono, el tipo de relación entre el prestador consumidor de servicios es diversa, es decir, que existen distintas formas de vinculación definidas por la naturaleza del prestador o del consumidor de servicios. Existen en un extremo consumidores directos e inmediatos que requieren de presencia física, como muchos de los servicios personales, mientras que en el otro extremo, están las relaciones indirectas y mediatas, como los servicios de comunicación: teléfono, internet, televisión, o bien, algunos servicios públicos, como los de seguridad, los cuales no requieren de una relación directa y cuyo consumo es eventual de acuerdo a los deseos o necesidades de consumidor.

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Esta distinción en las formas relación en los servicios entre oferta y demanda, no sólo ayuda a distinguirlos del comercio, sino que tiene importantes implicaciones en las lógicas espaciales. Para el consumo inmediato se depende del acceso físico al mercado, mientras que en consumo de servicios indirectos los que se buscan son localizaciones estratégicas –lo que puede significar cualquier cosa- para prestar el servicio.

El cuarto no es exclusivo pero sí frecuente en las empresas prestadoras de servicios, se refiere a la composición por sexo y calificación del personal ocupado. En los servicios hay relativamente una mayor proporción de mano de obra femenina y una mejor calificación laboral de los empleados.

El quinto criterio se relaciona al fenómeno de innovación y diversificación de los servicios, que es mucho mayor que en la agricultura, la industria e incluso, que en el comercio.

Los anteriores criterios pueden ser útiles para entender la naturaleza de los servicios y sus diferencias con otras actividades, sin embargo, otra vez parece evidente la dificultad contar de una definición simple, por el contrario, se deduce que la complejidad y diversidad están condicionados por la estructura social y económica que los contiene.

Por lo pronto, se asume para los propósitos de este análisis que los servicios son las actividades económicas relacionadas con la producción e intercambio de intangibles que sirven para la organización y preservación de una comunidad social, o para el bienestar de los individuos, o para la eficiente producción de bienes o funcionamiento de otras actividades.

En esta definición, se reconoce a los servicios como actividades económicas, lo que implica que existen costos y precios, un mercado y una relación con la economía donde se producen y/o se consumen. El estudio de estos elementos es básico para entender su lógica locacional y función dentro de las ciudades.

La definición establecida reúne diversos conceptos, no obstante para la elaboración de la tipología es necesario todavía agregar los factores que recientemente han auspiciado el acelerado desarrollo de los servicios a continuación se hace una síntesis de los más relevantes.

El desarrollo y expansión de los servicios en la sociedad contemporánea

En un principio, los servicios estuvieron vinculados con la satisfacción de las necesidades más elementales y frecuentes de los habitantes, cuando las comunidades y sus actividades económicas se hacen más complejas, los servicios se diversifican y especializan para atender: a) las necesidades de la sociedad en su conjunto; b) las necesidades de los individuos que constituyen dicha sociedad; y c), las demás actividades económicas. En el primer caso, están las actividades que la administración realiza en beneficio de la vida en común y que son designadas como servicios públicos; en el segundo se tienen los servicios finales que al igual que el comercio, sigue a los consumidores dando lugar a complejos sistemas de distribución espacial, jerarquizados de acuerdo a la naturaleza y grado de especialización de los servicios;

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finalmente, se tienen las actividades de servicio que se convierten en una parte del proceso productivo y su ubicación depende de la relación que exista entre ellas y el resto del proceso.

Así el grado de diversificación, las formas de distribución y número de los servicios resulta de las características de la estructura económica social y cultural de la sociedad que habita una determinada ciudad, a lo que se agrega el tipo de vínculos que esta ciudad tenga con otras ciudades, por el papel de lugar central que desempeñan las ciudades.

Consecuentemente, los servicios que se producen en una ciudad como México, centro económico administrativo y cultural de nuestro país, son sumamente numerosos y diversos como los son también sus lógicas de localización.

A continuación se revisa el contexto económico contemporáneo, que permite reconocer la complejidad e importancia de los servicios en las sociedades urbanas actuales, donde tanto los individuos como las empresas e instituciones sustentan en estas actividades buena parte de su bienestar o funcionamiento. Además hay que considerar que algunos de ellos como el transporte, la distribución, la información y los financieros se han constituido como una parte esencial de la economía actuando como los conectores que hacen posible la sinergia entre la economía y la estructura social.

Aunque la sociedad siempre ha estado en procesos de transformación hacia esquemas más complejos, a partir de la segunda mitad del siglo XX se consolida un cambio estructural en la concepción del mundo14 que genera nuevos modelos económicos, políticos, sociales y culturales en los países occidentales que transforman radicalmente la forma de vida y el significado de los servicios. Para una mejor comprensión de este nuevo esquema se recurre al análisis de los principales factores separándoles en: económico-políticos y socioculturales.

Factores Económico –Políticos

Durante las primeras décadas del siglo XX se estableció el predominio del modelo de producción fordista, basado la teoría Keynesiana del proteccionismo estatal, adoptado por los países capitalistas para dirigir el crecimiento económico15, fundamentalmente basado en el desarrollo y eficiencia de la industria, la que su vez se sustentaba en la premisa: producir el mayor número de bienes al menor costo y en el menor tiempo, la estandarización hizo posible la eficiencia de este proceso, por lo que los servicios requeridos en este modelo eran menores tanto en cantidad como en diversidad.

Desde la década que inicia en 1960 se gesta en el mundo un nuevo orden político-económico, resultado de la emergencia de economías hegemónicas en Europa y Asia, (Wallestein, 1991) que planteó una fuerte competitividad por los mercados y la necesidad de mecanismos que permitieran acaparar los mercados, lo que se ha logrado a través de una oferta diversificada y

14 Para ampliar el conocimiento y comprensión del cambio en el pensamiento y contexto socioeconómico al que se alude se recomienda la lectura de los siguientes autores Adorno (1973), Castells (1999), Habermas (1985), Lyotard (1993) y Wallestein (1992 y 1995). 15 Para abundar en los conceptos de proteccionismo estatal y economía del crecimiento consultar a Gómez Granillo(1993) y Sen (1979) respectivamente.

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flexible apoyada en la innovación y el desarrollo tecnológico, que a su vez requieren de una mano de obra calificada y versátil que les permiten hacer eficientes al máximo los recursos de la producción, elevar la calidad y conseguir la satisfacción del consumidor. A este nuevo modelo se llamó flexible o postfordista.

Es sencillo notar que los sistemas de organización, el avance tecnológico y la mano de obra calificada son producto de dos servicios indispensables: la investigación y la educación que hacen posible la generación de conocimiento nuevo. Además en el contexto del nuevo sistema, los servicios se convierten en elemento fundamental para el desarrollo de la innovación, de la producción flexible, del acercamiento a los mercados y de la satisfacción de los consumidores. Es decir, en el actual modelo económico cuentan tanto las características propias del producto como la eficiencia en su producción y comercialización, como la atención posterior al cliente, todas acciones dependientes de las actividades de servicios, que van desde la investigación y el desarrollo tecnológico hasta el seguimiento y la evaluación de la satisfacción, pasando por asuntos tan comunes con la atención y entrega a en el lugar y momento que el cliente lo decida.

Este nuevo esquema económico en su búsqueda de nuevos mercados lleva implícito otro fenómeno: la globalización que implica la desaparición de barreras arancelarias que restringen el comercio internacional y la eliminación de políticas estatales que intencionalmente discriminan a los productos y empresas extranjeras.

En síntesis el crecimiento y diversidad de los servicios en las sociedades actuales se debe en gran parte, a que el modelo posfordista, adoptado por numerosas economías del mundo, requiere de un gran número de servicios.

Factores socio – culturales

Como consecuencia del cambio en las formas de pensar y en el esquema político y económico, las características y distribución de la población se han modificado también. La creciente urbanización de la población a nivel mundial ha alterado los patrones culturales y de estructura social en las ciudades donde se perciben hechos tales como la disminución en la tasa de natalidad, un fuerte incremento de la participación la mujer en la fuerza laboral y una cultura consumista, pero uno de los hechos sociales más relevantes es la fuerte polarización social, dando lugar a más grupos en la pobreza y extrema pobreza y a minoría en escala de riqueza sin precedentes. Todo este nievo contexto social ha promovido el desarrollo de los servicios.

Para Moreno y Escolano (1992: 184-185) hay 4 factores socioculturales que influyen en la expansión de los servicios: La polarización socioeconómica que lleva a diferencias en los tipos y cantidad de consumo entre los grupos sociales, lo que lleva a una necesaria diversificación de los servicios; el desarrollo de la mujer, su creciente participación laboral y su emergencia como un nuevo segmento de mercado; el avance tecnológico y la automatización que han permitido la reducción de las jornadas laborales, liberando un tiempo que las personas ocupan para la recreación, el deporte, la educación, o el turismo que son servicios en sí mismos; y el paradigma consumista, para algunos sectores sociales el consumo de servicios como los de recreación se convierte en cuestión de estatus lo cual incrementa su demanda. Además la adquisición de bienes de alto costo como casas, autos o algunos electrodomésticos ha impulsado la proliferación de servicios tales como reparación mantenimiento seguros y financiamiento.

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Se puede agregar que como parte del paradigma consumista aparece la idea de la libertad de elección, la cual se basa en preferencias individuales de acuerdo a la subjetividad y valores, lo que lleva a que la naturaleza, diversidad y calidad de los servicios aparezcan con variables de a considerar en la toma de decisiones que afectan los viejos esquemas basados exclusivamente en la accesibilidad.

En la Ciudad de México se encuentran todos los factores antes expresados, la polarización social ha contribuido a la distribución de la población en colonias o sectores donde se segregan los distintos niveles sociales, que demandan distintos servicios, o los mismos pero con distintas características, por lo que la distribución de los servicios también está influida por este hecho independientemente de otras variables como la especialización.

La matrícula femenina en las escuelas de nivel superior se ha incrementando notablemente en las instituciones capitalinas, aunque no es un hecho privativo de esta ciudad. También la incorporación de las mujeres al trabajo ha aumentado considerablemente en las últimas décadas.

Hay también una creciente demanda de servicios recreativos por parte de los habitantes de la cuidad de México y finalmente, es indudable que el paradigma consumista ha penetrado todos los ámbitos socioeconómicos de la ciudad.

Después de haber delimitado los servicios y analizado los principales factores que promueven su desarrollo y diversidad se procede a revisar los criterios para su diferenciación interna.

La diferenciación de los servicios y los factores determinantes de su localización

Se parte de tres principales dimensiones para distinguir a los servicios: primero por la naturaleza del prestador - público o privado- los primeros a su vez se diferencian por su forma de relación con los usuarios; la segunda dimensión se refiere exclusivamente a los servicios privados y está dada por la finalidad del servicio, si este es de consumo final o forma parte de un encadenamiento económico, en el primer caso, es decir el del consumo final, se diferencian además por la especialidad del servicio y la frecuencia de demanda lo que da lugar a una distinción por jerarquía igual a la del comercio; finalmente, como tercer criterio de diferenciación y clasificación de los servicios está su propia naturaleza o uso del servicio.

Se considerarán también algunas distinciones accesorias que en algunos casos pueden significar una diferenciación relevante. Se debe reconocer sin embargo, que este planteamiento no puede ser categórico porque existen casos y combinaciones que hacen muy compleja la discriminación de los servicios.

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Diferenciación desde la perspectiva de la oferta: públicos o privados

La primera forma de distinguir a los servicios es según el agente que ofrece el servicio, que puede ser el Estado a los que se conocen como servicios públicos o bien pueden ser ofrecidos por particulares también denominados servicios privados. Esta distinción supone diferencias en los intereses existentes detrás de la oferta y en algunos casos en las lógicas de localización, además de que cada uno de los dos grupos iniciales se puede desagregar en diferentes arreglos de subgrupos de servicios.

Los servicios públicos

Se denomina servicios públicos a aquellas actividades realizadas por el gobierno para beneficio de la comunidad. No obstante, estas actividades son un universo en sí mismo, los servicios públicos pueden tomar muy diversas formas con muy distintas connotaciones territoriales.

Los servicios públicos para la comunidad como los del agua, drenaje, seguridad, abasto, energía, comunicaciones, etc. son el referente más común cuando la gente habla de servicios públicos, sin embargo, deben hacerse dos importantes aclaraciones: primero, lo que se reconoce y acepta como servicios públicos comunitarios no necesariamente son públicos, algunos de estos servicios, y cada vez con mayor frecuencias, son prestados por particulares dando lugar a servicios comunitarios privados; en segundo lugar, los servicios públicos incluyen una mayor diversidad que los reconocidos normalmente por el común de la gente.

Los servicios públicos pueden dividirse de muchas maneras, por ejemplo, entre servicios divisibles –cuando se puede identificar al beneficiario- y no divisibles –cuando no es posible hacerlo como en el caso de seguridad pública o de alumbrado, distinción que tiene implicaciones impositivas y de cobro; pueden clasificarse también por el tipo de servicio, educativos, municipales, de salud, etc., no obstante, para esta tipología se hará una distinción en tres grupos que responden a lógicas espaciales distintas: servicios públicos sin oferta, servicios públicos de oferta indirecta en términos de la territorialidad y servicios públicos de oferta directa.

Los servicios públicas de oferta indirecta tienen una territorialidad particularidad, que se desprende de la diferencia entre el ámbito espacial en el que se ofrece el servicio llamada también cobertura, hecho de indudable interés social, y el ámbito espacial de las estructuras inmobiliarias o equipamientos que se usan de apoyo para prestar estos servicios, hecho que interesa a la estructura urbana y la localización de las actividades. Así indirectamente, los servicios que recibe una persona están determinados por la coincidencia entre la cobertura y la ubicación de la persona.

Preciat hace algunas precisiones sobre la naturaleza de los servicios públicos comunitarios que ayudan a entender su territorialidad. Al respecto escribe (1996:195):

En la literatura convencional sobre urbanismo, desarrollo urbano y planificación se utiliza frecuentemente el término “Infraestructura, equipamiento y servicios urbanos” el cual es un trinomio totalmente ambiguo y sin sustento teórico alguno…

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Más adelante, Preciat (1996: 214) define al equipo16 como

la provisión, bagaje o suministro de elementos construidos presentes en el territorio los cuales, junto a éste, sirven de soporte material o medio ambiente construido para el despliegue de las manifestaciones de la vida social o como condición para permitir la satisfacción de las distintas necesidades inherentes a la misma

y propone la siguiente distinción entre servicios y equipamiento e infraestructura: “los servicios públicos, constituyen el valor de uso, el efecto útil de la infraestructura y del equipamiento, la forma de ponerlos efectivamente en el mercado, de ofrecer su disponibilidad real a la población” (ibid: 221).

Con lo anterior parece claro que el servicio público de oferta indirecta como tal se extiende por un territorio amplio para beneficio de la comunidad, y que su lógica locacional puede tener exclusivamente una connotación socio-política, en el sentido de a quién se le ofrece y a quién no se le ofrece, o en qué condiciones se ofrece este servicio. La teoría diría que una sociedad democrática debería ser equitativa y que el Estado debería proveer por igual a todos los miembros de esa comunidad. Esta espacialidad es sin duda muy interesante pero escapa al presente análisis que se limita a tipificar locacionalmente a las actividades que prestan servicios.

Como afirma Preciat, dichos servicios se realizan con apoyo en infraestructura y equipo, como soporte material para su prestación, parte de esta infraestructura y equipo está sujeto a la misma territorialidad, por ejemplo las líneas de conducción de agua o de drenaje y alcantarillado, pero otra se apoya en edificios que sirven como centros de logística para la prestación del servicios, como las estaciones de bomberos y de policía, los centros de transferencia de residuos sólidos, las subestaciones eléctricas, transporte, etc. En estos casos se tiene una localización que responde a lógicas explicables, a veces en términos de la conveniencia logística, a veces en términos de las facilidades o disponibilidad de inmuebles para su ubicación.

En síntesis, una primera subdivisión de los servicios públicos son los de oferta indirecta que serán de interés de esta tipología en la medida que se apoyen en un equipamiento cuya localización sea identificable y explicable.

Por su parte los servicios públicos de oferta directa son aquellos en los que la comunidad asiste a una localización determinada para obtenerlos, lo que sucede en los servicios de educación, salud, recreación, etc. cada uno con sus propias lógicas de acuerdo en parte al tipo de servicio y al nivel de su especialización como se verá más adelante. Así, la localización de servicios como una escuela, una clínica o un parque es de interés de de esta tipología y se distinguen de los anteriores porque en este caso están sujetos más a factores de acceso a los demandantes, de manera muy similar a las actividades guiadas por el mercado, y menos, como en el caso de la oferta indirecta, por razones de funcionamiento y logística.

16 El autor prefiere usar el término “equipo” en lugar del “equipamiento” por ser éste un neologismo, no obstante, en este trabajo utilizamos el de equipamiento sólo por ser el término convencional en el medio.

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Por su parte, los servicios sin oferta son aquellos de naturaleza puramente administrativa, son servicios sin “atención al cliente”, se trata de oficinas de gobierno cuyas lógicas de localización están más relacionadas con la simbólica urbana (Castells 1976: 256) y con factores de funcionalidad al interior de la ciudad que con aspectos de logística y cobertura o de mercado, como en el caso de las anteriores.

Es importante señalar que tanto algunos de los servicios públicos de oferta indirecta como algunos de los de oferta directa, pueden estar apoyados por actividades administrativas, cuya localización no responde a la logística para ofrecer los servicios o a la búsqueda de esquemas de aproximación a los mercados, sino que coinciden con las lógicas de los servicios administrativos y se consideran dentro de este grupo. Por ejemplo, los servicios públicos de salud son de oferta directa: hospitales, clínicas y centros de salud, pero la sede administrativa de estas instituciones, ya sea la Secretaría de Salud o el Instituto Mexicano del Seguro Social, deben considerarse como servicios públicos administrativos; lo mismo sucede con los de oferta indirecta, como la Seguridad Pública que puede tener una determinada cobertura apoyada en estaciones y cuarteles de policía, que deben ser considerados como parte del equipamiento de los servicios de oferta indirecta, pero los centros de dirección y administración de los propios servicios de seguridad pública deben ser considerados como servicios administrativos sin oferta.

El esquema propuesto, aunque más simple es consistente con el planteamiento de Pinch (1985: 11), quien bajo criterios diferentes propone un continuo entre los servicios públicos y privados.

Este continuo entre servicios públicos y privados se conforma por cuatro categorías que van desde los servicios públicos puros constituidos, en su mayoría, por la administración en su nivel más abstracto, y corresponden a los servicios públicos sin oferta de la presente tipología, por ejemplo, la administración en general ya sea federal, estatal o municipal, las políticas monetarias y políticas sociales entre otras.

Le siguen en el continuo de Pinch, los servicios públicos locales puros, los cuales deben ubicarse en un determinado lugar para ejercer el servicio, pero que no dependen de una lógica locacional de mercado y corresponden a los servicios públicos de oferta indirecta como lo suministro de agua y drenaje, de energía eléctrica, transporte y comunicaciones, etc.

La tercera categoría la integran los servicios públicos impuros, aquellos que requieren de la presencia del consumidor, y por lo tanto se vinculan ya a factores de localización por mercado como la accesibilidad, el nivel de especialización del servicio y frecuencia de uso, estos servicios pueden ser proporcionados también por prestadores privados, ya sea porque existe algún esquema de concesión, por subcontratación por parte del gobierno o autorización particular, ya sea porque existe plena libertad de comercializar con estos servicios, corresponden en lo general a los servicios públicos de oferta directa, por ejemplo, escuelas, asilos de ancianos, hospitales y clínicas, guarderías, parques y centros deportivos, bibliotecas, centros culturales, museos.

Finalmente, la cuarta categoría corresponde a los servicios privados puros, que no tienen un correspondiente en este apartado de la tipología precisamente por referirse a servicios públicos en contraposición de los privados. Estos serán analizados posteriormente.

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La consistencia entre la clasificación propuesta y los planteamientos de Pinch sirve como un elemento de convalidación. De esta manera se tiene tres grupos de servicios públicos cada uno con una particular naturaleza territorial.

Servicios públicos sin oferta: la administración Se trata fundamentalmente de las oficinas de gobierno que sirven a la comunidad de una forma abstracta. Resulta paradójico que desempeñando estas actividades las funciones de administración y gobierno de una sociedad, no exista o sea mínima la relación con la población. Incluye la dirección política, económica, social, cultural y de inversión tecnológica del país, en el caso de México es la Presidencia de la República, las Secretarías de Estado, El Banco de México, el Consejo Nacional de Cultura, etc.

En este grupo se incluyen las actividades de dirección y administración de servicios que perteneciendo al segundo y tercer grupo de esta subclasificación que están relacionados con servicios prestados al público. Esto se debe a que dichas actividades de administración y dirección no tienen una localización regida por la lógica de distribución del servicio, sino que comparten los determinantes del presente grupo.

Este tipo de actividades pueden tener dos tipos de determinantes, uno de carácter funcional y otro de naturaleza simbólica. El primero se refiere a la necesidad de una localización que le permita satisfacer requerimientos de interacción con otras entidades de gobierno, lo que gracias a los avances tecnológicos en comunicaciones ahora se puede llevar a cabo con mayor libertad locacional pero aún existen los gobiernos la necesidad de los acuerdos personales que se realizan en contactos cara a cara. En el contexto de esta mayor liberación del espacio es posible encontrar a estas actividades en un amplio rango de ubicaciones en la ciudad, pero sería muy difícil que se diera en otras ciudades, como se ha sugerido como mecanismo desconcentrados del Área Metropolitana de la Ciudad de México.

También por razones funcionales la ubicación debe permitir el acceso a los trabajadores que si bien, son de niveles sociales variados, dominan los medios e influyen mucho los superiores.

El segundo factor determinante es muy significativo para las entidades de gobierno de nivel alto. Se trata de la simbólica urbana (Castells 1976: 256). Estas actividades, a fin de cuentas actividades de poder, requieren ocupar espacios centrales en el imaginario social, estos espacios a su vez, coinciden con edificios históricos y simbólicos, que comúnmente se encuentran en la parte antigua y central de la ciudad. Además, el gobierno muchas veces es propietario de este tipo de edificios, lo que también presiona hacia su aprovechamiento. No obstante, los mismos edificios antiguos y la naturaleza del viejo centro pueden representar un obstáculo a la funcionalidad interna y dificultar la adaptación de la actividad a los inmuebles.

De esta manera, aunque la funcionalidad hacia el exterior y la necesidad simbólica sugieren una localización central, la naturaleza de los inmuebles y del centro puede presionar hacia estructuras más modernas en localizaciones menos centrales. Por ejemplo, hablando del gobierno federal, en la Ciudad de México sólo han permanecido en el centro la Secretaría de Educación Pública en un edificio de indudable valor histórico –aunque el Secretario trabaja la mayor parte de la semana en un inmueble y en una localización más funcionales en el sur de la ciudad; la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que tiene un edificio relativamente

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moderno y una localización en la periferia más funcional del centro –Av. Hidalgo, y la Secretaría de Gobernación cuyas características de ubicación son semejantes a las de la Secretaría de Educación Pública –en Bucareli.

A final de cuentas, la localización de estas actividades responderá en mayor o menor medida a estos determinantes de acuerdo a su particular naturaleza.

Los servicios públicos con oferta indirecta. Ya se mencionó que el principal factor determinante de la localización de estas actividades se relaciona con las necesidades de logística que permitan operar y ofrecer los servicios a la comunidad, es decir, el equipamiento. Esto significa un arreglo jerarquizado de acuerdo a la función particular, desde un centro de dirección y control hasta ubicaciones operativas repartidas en el territorio. Esto sucede con la seguridad pública, donde existe una oficina de dirección (Secretaría de Seguridad Pública) y estaciones de policía repartidas en el territorio para optimizar la cobertura. Otros ejemplos son el servicio de correos o el servicio de agua potable, en donde hay por un lado, centros de dirección y administración que no intervienen directamente en la dotación del servicio, y por el otro, instalaciones y oficinas repartidas en el territorio y cuya función principal es apoyar la distribución del servicio.

Como se afirmó arriba, el caso de las oficinas administrativas y de dirección de estos servicios deben clasificarse dentro del primer grupo, es decir, como servicios públicos sin oferta, ya que su lógica de localización está sujeta a los condicionantes descritos para estos y no se relaciona con la distribución territorial del servicio.

Los servicios públicos con acceso al mercado. Este grupo de actividades, como el anterior, también combina actividades puramente administrativas y de dirección con las que tratan básicamente de la atención al público. Los determinantes de las primeras son los ya mencionados para las actividades administrativas, y por tanto, dichas ubicaciones deben considerarse dentro de ese rubro. Por su parte, las funciones directamente relacionadas con la prestación del servicio, que en este caso supone el acceso del público beneficiario a la localización, como en los servicios de salud y educación, comparten muchos de los determinantes del comercio (véase capítulo sobre Comercio) y de los servicios privados finales (infra) en el sentido de procurar un máximo acceso a la demanda, o en otras palabras disminuir la fricción del espacio, teniendo en cuenta la especialización del servicio, su umbral o demanda mínima de acuerdo a la frecuencia de demanda y por supuesto la distancia.

No obstante, en el caso del servicio público con acceso directo a la demanda existen algunas condiciones que perturban el esquema teórico. La primera es que no están sujetos a la competencia, ni a mínimos de solvencia financiera para ser viables, por lo que puede existir una cierta, e incluso, notable condición de ineficiencia locacional y aún seguir existiendo. Se trata de mercados cautivos que necesariamente tienen que acudir a la localización del servicio sin opción a alternativas.

Lo anterior aplica desde los sistemas de referencia del sector salud o de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en los cuales se asignan las clínicas u hospitales, o bien, las oficinas de la Administración Local Tributaria a la población sin que esta tenga opción de

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elegir una localización alternativa, hasta la propia estructura jurídica administrativa (Pinch 1985: 8-9) que establece sistemas administrativos de referencia independientes de las distancias y facilidades de acceso.

Ciertamente existe cierta racionalidad en busca de la mayor facilidad de acceso. La lógica de los servicios públicos con acceso directo al mercado no se contrapone a la de los servicios privados finales, pero tampoco está sujeta a las exigencias de eficiencia de éstas.

Existen otras posibles influencias que se asocian a la toma de decisiones de localización, desde las deseables consideraciones de justicia social y de desarrollo regional (Garrocho 1992: 16-22) que pueden estar contenidas en los planeación que involucra la determinación de lugares para el equipamiento y la oferta de servicios, hasta las simples presiones o facilidades de disponer de algún edificio público.

La justicia social para Garrocho en el contexto de la localización de los servicios implica que estos deberían localizarse de acuerdo con las necesidades de los distintos grupos de población, ya que de su distribución dependen las facilidades de acceso de la población a ellos, el autor propone un trato preferencial para los grupos que enfrentan mayores desventajas para disfrutar de niveles accesibilidad más justos. Por su parte, el desarrollo regional puede ser favorecido por la estructura territorial de los servicios (Ibid.), lo que también debería considerarse en la planeación, sin embargo, no son consideraciones reales en la planeación mexicana, más por la incapacidad técnica de los planificadores que por la falta de interés de los gobiernos. En el caso de que se introdujeran este tipo de consideraciones se convertirían en factores de localización.

Los servicios privados y su diferenciación desde la perspectiva del usuario: final o intermedio

Se puede clasificar a los servicios privados, es decir, los que son ofrecidos por particulares, en finales e intermedios, siendo los primeros aquellos en los que hay un contacto directo con la demanda como escuelas, deportivos hospitales; e intermedios los que sirven a otras actividades económicas y generalmente forman parte de las actividades de administración como lo son los servicios contables, jurídicos, de informática, de limpieza, etc.

Servicios finales Como se había mencionado anteriormente, los servicios finales son aquellas actividades económicas que proporcionan bienestar a los individuos, al realizar tareas que éstos necesitan para su desarrollo o confort físico, crecimiento intelectual, esparcimiento, seguridad personal o de sus bienes, mantenimiento de sus pertenencias y otras por las cuales se paga directamente al prestador, aún cuando sea mediante facilidades financieras.

Las lógicas locacionales de estos servicios están influidas por el comportamiento de oferta y la demanda, es decir, sus localizaciones tienen que garantizar un mínimo de mercado para ser viables. De hecho comparten con el comercio (véase capítulo sobre Comercio) muchos de sus determinantes de localización. Intervienen la accesibilidad, la frecuencia de uso, la especialización del servicio, el tipo de demanda, la capacidad de pago, etc. los mismos determinantes que para el comercio, por lo que no tiene sentido desarrollarlos nuevamente.

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Cabría, por el contrario, recordar las principales diferencias que afectan el comportamiento locacional de comercios y servicios. Mientras en el primero no existe una necesidad de contacto directo entre el consumidor y el vendedor, lo que ha posibilitado una infinidad de mecanismos alternativos de comercialización, en la mayor parte de los servicios todavía es importante el contacto directo entre prestador y usuario, por lo que este grupo de actividades está mucho más sujeto a las presiones de accesibilidad, en estos términos, responde más a los viejos esquemas Christallerianos (véase el capítulo sobre Comercio).

Una segunda diferencia con el comercio se refiere a la libertad de elección del consumidor con relación a la calidad del servicio dentro de cada actividad. Mientras en el comercio el principal objetivo es la obtención del bien, que además puede ser el mismo independientemente de la localización, en el caso de los servicios el componente de servicio puede ser fundamental, y así modificar sensiblemente el esquema Christalleriano. De esta manera es más probable que un compra de un bien se realice en el lugar más accesible y menos probable que la obtención de un servicio, como puede ser la salud o la educación, se realice en el lugar más accesible.

A pesar de las diferencias anteriores domina una fuerte coincidencia en las estrategias de localización del comercio y los servicios privados finales, pero no sólo eso, como se estableció en el capítulo de comercio, se está dando cada vez más una asociación entre estas actividades en las plazas comerciales, que han modificado el concepto original de sus inmuebles ampliando sus instalaciones para albergar a servicios de acuerdo al orden jerárquico de unos y otros, así en las aglomeraciones comerciales de nivel vecinal aparecen servicios vecinales, en las plazas comerciales locales se encuentran los servicios locales y en las regionales los servicios de este nivel. Se llega al caso en que las plazas pueden tener una mayor presencia de servicios que de comercio.

En este contexto, es posible aplicar la clasificación jerárquica del comercio a los servicios finales, es decir, de acuerdo a la necesidad de proximidad al consumidor, que a su vez es consecuencia de la frecuencia de uso, especialización y naturaleza del servicio. Estas categorías son: vecinales, locales, regionales y metropolitanos.

Los servicios vecinales son de alta frecuencia de uso y atienden a los habitantes de un barrio o sección de colonias, tales como: sucursales bancarias, guarderías, lavanderías, tintorerías, loncherías y cafés; talleres de reparación automotriz o de aparatos eléctricos, electrónicos, de inmuebles o de artículos personales; los salones de belleza, peluquerías, escuelas de nivel preescolar, iglesias, y parques públicos.

Los servicios locales son más especializados, se requieren con menor frecuencia y por lo mismo se está dispuesto a viajar más para obtenerlos. Como ejemplo de ellos se encuentran estudios fotográficos, agencias de viajes, algunos servicios profesionales, servicios administrativos a nivel delegacional, montepíos, casas de cambio, restaurantes de comida rápida, alquiler de ropa, laboratorios clínicos, modistas y sastres y escuelas de nivel medio.

Los servicios regionales a escala de ciudad son aquellos cuyo radio de influencia abarca un sector o área extensa de la ciudad, a los que se asiste ocasionalmente ya sea por su función específica, el estilo peculiar del servicio que se presta. Como ejemplos de este tipo se encuentran los restaurantes de primera clase, los asilos para ancianos o discapacitados, casas de cuna, orfanatorios, salas de velación y funerarias, servicios profesionales especializados,

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servicios técnicos especializados, y servicios administrativos con este mismo radio de influencia, como las oficinas recaudadoras de Hacienda, algunos teatros y museos, escuelas de nivel medio superior y cementerios

Los servicios metropolitanos son servicios altamente especializados, únicos o casi únicos en la ciudad, los que por su función dependen de una accesibilidad de escala metropolitana y del exterior de la ciudad, lo que puede suponer grandes desplazamientos para su obtención, ya que las personas acudirán sin importar su localización y generalmente sólo un limitado número de la población los solicita en raras ocasiones. Como ejemplo se tiene a las embajadas, las oficinas de diversas agrupaciones políticas o sociales, hoteles de alto nivel, restaurantes de lujo, los parques de diversión, universidades y estudios de posgrado, las salas de conciertos o teatro nacional En algunos de los casos la lógica locacional se vincula con la imagen del lugar y de los inmuebles, así como con el sector socioeconómico al que sirve.

Como en el caso del comercio, junto a la accesibilidad física determinada por la distancia y las facilidades para superarlas (transporte, vialidades y comunicación) aparece lo que Garrocho (1992: 26) denomina accesibilidad social, que genera una distancia social originada por elementos como la clase social, el nivel de interés, el poder adquisitivo, la educación y los valores culturales, estos elementos son más difíciles de estimar pero igualmente separan a la población del servicio. El concepto de accesibilidad social es muy conveniente para integrarlo como un factor de decisión en el consumo de los servicios finales.

Incluso se puede establecer una diferenciación de los servicios finales entre abiertos y restringidos, los primeros son aquellos que pueden ser disfrutados por toda la población, siempre y cuando puedan acceder a ellos territorialmente y espacialmente. Por su parte, los restringidos son exclusivos de un grupo de población por algún tipo de afiliación ya sea ideológica, cultural o por pago.

De hecho, existe cierta sobreposición entre las accesibilidades territorial y social y los servicios restringidos. En otras palabras, los servicios pueden estar restringidos por localización, o bien, pueden estar además restringidos socialmente, como afirma Garrocho por cuestiones de clase, cultura poder adquisitivo, etc. La restricción es sólo una materialización de la naturaleza de la accesibilidad social.

Los servicios intermedios Los servicios intermedios son aquellos dirigidos a contribuir al proceso de producción de bienes o de otros servicios (por lo cual se les designa como intermedios); también son ofertados por productores privados, sin embargo, la diferencia con los servicios finales es el tipo de consumidor que en este caso no es un individuo consumidor final, sino una empresa, para la cual es servicio es un insumo en su proceso productivo.

Los servicios intermedios también conocidos como servicios a las empresas son considerados por algunos autores como elementos indirectos del proceso productivo de bienes. En la misma línea de pensamiento Moreno y Escolano (1992: 11) establecen que los servicios intermedios son “instantes dentro de un proceso productivo único, que no difieren en nada con las demás fases, por lo que deben ser considerados como elementos indirectos de la producción más que como servicios”.

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No obstante las opiniones anteriores existen dos consideraciones que llevan a la inclusión de estas actividades en esta tipología, primero, por que son servicios, que indudablemente contribuyen al proceso productivo, pero siguen siendo servicios, y la mayor parte de las veces son prestados por empresas diferentes a la empresa consumidora; la segunda razón, es que tienen una lógica de localización particular que no necesariamente comparten con la empresa a la cual sirven.

Además requieren de un apartado especial porque la distribución espacial de los servicios prestados a las empresas es diferente que la lógica locacional de los servicios dirigidos a la población Allen (1988: 64).

Según la forma de relación entre el prestador y el consumidor, los servicios intermedios pueden separarse en dos grupos: 1) Internos son aquellas actividades que no forman parte directa del proceso productivo, como lo son la administración o la contabilidad, pero que son indispensables para el funcionamiento de la empresa y que se ubican físicamente dentro de sus instalaciones, y generalmente pertenecen a la misma empresa o corporación; evidentemente en este caso, la lógica locacional de estos servicios está supeditada a la lógica locacional de la compañía. 2) Los externos son aquellos que se ubican fuera de las instalaciones de la fábrica o sitio donde se producen los bienes u otros servicios y su lógica locacional depende de otras variables tales como las necesidades de acceso, la frecuencia de uso o la especialización. Estos pueden pertenecer a la misma corporación, o bien, ser una empresa independiente.

A su vez los servicios externos se pueden dividir de acuerdo al tipo de comportamiento locacional en dos grupos: los que siguen a la empresa servida y los que tienen sus propias lógicas de localización.

Los servicios que siguen la localización de la empresa servida, puede ser por tres causas: primero, por tratarse de servicios poco especializados que se utilizan con alta frecuencia, tales como el mantenimiento, limpieza de oficinas o lavandería para hoteles y hospitales, estos requieren de cierta proximidad a los consumidores porque aún dependen de los factores weberianos de localización: tales como la relación distancia y costo de transportación; segundo, cuando los servicios externos son exclusivos para una empresa que establece la mayor parte de sus necesidades de localización; y tercero, cuando los servicios intermedios sirven a varias empresas y buscan aprovechar las aglomeraciones de éstas.

Los servicios intermedios externos de localización independiente, es decir, con poca necesidad de cercanía a la o las empresas usuarias, se trata de contactos poco frecuentes o que se realizan por otros medios. Generalmente son servicios más especializados, con lógicas de localización determinadas por otros factores y no sólo por las empresas a las que sirven. Tienen sus propios requerimientos de ubicación, como el ambiente de negocios y la necesidad de una ubicación simbólica. Muchas veces se encuentran en los centros o subcentros de negocios, o a lo largo de corredores urbanos en donde se aglutinan grandes corporaciones. Su presencia ahí se explica más por las necesidades propias de localización que por la búsqueda o seguimiento de sus clientes entre las actividades corporativas del centro o corredor, caso en el cual serían clasificados en el otro grupo. Ejemplos de servicios intermedios no integrados espacialmente son: empresas de servicios profesionales de alto rango, la dirección general y los corporativos, centros de investigación y desarrollo, centros de información, centros administrativos y financieros.

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Por otra parte, los servicios externos a las empresas también pueden subdividirse de acuerdo Valeyre (citado por Moreno y Escolano 1992a: 32-38) en tres niveles jerárquicos: a) de escala nacional donde, en general, los empleos de servicios a las empresas, se concentran en las grandes ciudades, principalmente en la capital nacional, b) de nivel intraregional, se ubican en áreas metropolitanas, se trata de servicios como publicidad, asesoría, estudios de mercados y contabilidad; y c), de nivel intraurbano, que sirven a espacio menores.

Al relacionar el esquema anterior con la clasificación propuesta arriba, resulta que los servicios intermedios externos de que siguen a sus usuarios son servicios de nivel intraurbano, mientras que los servicios intermedios externos de localización independiente tienden a coincidir con los de escalas intraregional y nacional.

En síntesis la clasificación de los servicios intermedios esta determinada básicamente por la relación entre el consumidor y el prestador que conduce a una primera división: internos y externos. Y en segundo término, los servicios intermedios externos se pueden diferenciar entre los que dependen del acceso a la empresa servida y los que responden a otros factores.

Diferenciación de acuerdo a la naturaleza o tipo de servicio

La tercera forma de distinguir a los servicios es considerando la clase o tipo de actividad que desarrollan, es decir, se pueden clasificar dependiendo de la naturaleza de sus actividades en: financieros, educativos, recreativos, de salud, profesionales, personales, etc.

En este apartado se hace énfasis en la naturaleza de las actividades que desarrollan los servicios, por lo que una misma categoría puede abarcar desde servicios poco especializados y de uso frecuente, hasta los más especializados y de uso ocasional, tales como los educativos, los de salud o los profesionales. Sin embargo es conveniente identificar el tipo de actividades que se presentan en la ciudad, de manera independiente a su frecuencia de uso y especialización.

Son tan diversas las categorías en las que se subdivide este apartado que al analizar sus lógicas locacionales es necesario tomar en cuenta múltiples factores que las afectan, tales como los ingresos de la población servida, su estrato social, su cultura, sus expectativas y visión del mundo, además de la especialización, frecuencia de uso o quién es el agente que esta brindando el servicio.

El geógrafo francés Rochefort (citado por Moreno y Escolano 1992b: 60) postuló que las diferentes actividades de servicios tienen comportamientos distinto en relación con el territorio, con base en este criterio distingue ocho grupos de servicios con características propias en su funcionamiento espacial: 1) administrativos, 2) banca, 3) comerciales, 4) de instrucción, 5) de salud, 6) de cultura, 7) de ocio y 8) de asesoría.

Este autor también propuso considerar otras dos variables para subdividir las categorías anteriores: a) el carácter publico o privado del prestador del servicio, lo que ya ha sido considerado en este análisis; y b) el tipo de vinculo con el consumidor, entre las que pueden

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seguir a los usuarios porque son independientes al lugar de producción y las que dependen de éste.

Para este trabajo se ha establecido una clasificación propia, en parte tomando como antecedente la Clasificación Mexicana de Actividades y Productos (INEGI, 1999) pero en algunos casos, agregando grupos que se identificaron como omisiones, y en otros, fusionando grupos de servicios; cualquiera que hubiera sido la modificación el principal criterio fue el reconocimiento de lógicas espaciales particulares o lógicas espaciales comunes según sea el caso.

A continuación se presentan las categorías que se definieron en esta tipología, cada una de ellas va acompañada de ejemplos, lo que permite mayor claridad para identificarlas. Ciertamente no se agotan todos los servicios de acuerdo a su naturaleza pero se tratan los más significativos.

Servicios administrativos.

Son las actividades que organizan a otras actividades; en primera instancia se clasifican en administración pública o privada, en lo referente a la administración pública sus determinantes locacionales se expusieron anteriormente (supra).

En la administración privada se encuentran desde los grandes edificios corporativos de empresas internacionales, hasta los despachos que administran negocios, que por su reducida dimensión no pueden soportar una administración propia.

Servicios de agrupaciones.

Las agrupaciones, de acuerdo a su naturaleza, otorgan diversos servicios a sus agremiados, su lógica locacional en ocasiones es relevante en concordancia con le servicio que se presta, pero en la mayoría de los casos, ésta es independiente. Ejemplos: Cámaras y asociaciones de empresarios (CONCANACO, CONCAMIN, COPARMEX, CMIC, CANACINTRA, etc.); sindicatos y agrupaciones de trabajadores (CTM, CNC, CROC, Sindicato de electricistas, de telefonistas etc.); colegios y asociaciones de profesionales (Colegio de Ingenieros, Barra de Abogados, la Academia de Arquitectura etc.); asociaciones, ligas y federaciones deportivas (Comité Olímpico, Federación Nacional de Tenis etc.); organizaciones religiosas (conventos, altruistas, evangelizadoras etc.); Organizaciones Políticas (Partidos, comités, etc.); organizaciones civiles (ONG, Club de leones, voluntariados, círculos de lectura etc.) Este tipo de servicios es un ejemplo de servicios restringidos, exclusivos para sus agremiados.

Servicios de alimentación.

Actividades destinadas a ofrecer alimentos preparados y bebidas, tales como bares, restaurantes, cafés y proveedores móviles de alimentos.

Los restaurantes se pueden agrupar en dos categorías básicas, dependiendo de la frecuencia de su uso, los cotidianos y los ocasionales; los primeros se refieren a aquellos donde la gente acude frecuentemente, por lo que tienden a ubicarse cerca de los centros de trabajo y estarían en la parte baja de la jerarquía; en cambio a los ocasionales se acude cuando hay un motivo

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especial, éstos restaurantes son generalmente caros y su ubicación responde más al estilo y oferta especial de cada uno por lo que se ubican en la parte alta de la jerarquía.

Algunas veces los servicios alimenticios en su modalidad de comida rápida tienden a asociarse con el comercio, por lo que se pueden encontrar en centros comerciales.

Servicios de asistencia social.

Son los destinados a otorgar ayuda gratuita a quienes por enfermedad, indigencia, discapacidad, orfandad o catástrofe así lo requieran.

Los servicios asistenciales se pueden clasificar de acuerdo a su fuente de financiamiento: públicos o privados, posteriormente por su carácter transitorio o permanente respecto al usuario, ya que éstos pueden ser residenciales, periódicos u ocasionales.

Ejemplos: a) permanentes: orfanatorios, casas de cuna, asilos para ancianos y para discapacitados, albergues; b) temporales: asistencia social de ayuda mutua (alcohólicos anónimos, neuróticos anónimos, etc.), asistencia social para jóvenes y niños, guarderías, comedores para indigentes y asistencia social ante catástrofes. La lógica locacional de los servicios asistenciales permanentes, generalmente, es indiferente, no así los de carácter transitorio que requieren ubicarse cerca de las personas a las que auxilian, no obstante, por la naturaleza de estos servicios es común que requieran adaptarse a los inmuebles y localizaciones que les resulten disponibles.

Servicios educativos.

Se refieren a todas aquellas actividades relacionadas con la educación en todos los niveles. Para definir la lógica locacional de este tipo de servicios se deben considerar dos aspectos: i) quién es el prestador del servicio, si es un agente público asumen la lógica descrita para los servicios públicos de oferta directa; si se trata de servicios privados toman en cuenta principalmente el sector de mercado al que se dirige, tal como se ha explicado en los servicios finales; ii) el nivel de especialización, en este caso el nivel escolar; en los niveles básicos es mayor la exigencia de proximidad, mientras que los umbrales de los ciclos superiores son más grandes por lo que responden claramente a un arreglo jerárquico equivalente al de comercio (véase capítulo sobre Comercio). También existen escuelas especiales que están dirigidas a sectores especiales de la población, como los minusválidos, en estos casos su lógica locacional puede responder a consideraciones también especiales.

Servicios financieros.

Son actividades vinculadas con activos intangibles y con la sesión temporal de derechos de propiedad de bienes de capital fijo, también realizan intercambio de símbolos de valor (dinero, acciones, valores y pólizas, entre otras). Las actividades más frecuentes son las crediticias, el mercado bursátil y los seguros y fianzas, si como las actividades de la Banca Central.

Los servicios financieros abarcan dos tipos de funciones básicas; en primer lugar, están los servicios de atención al público a través de ventanillas, que en general son funciones de la banca múltiple o comercial. En este caso su lógica locacional depende de la accesibilidad al

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usuario y recientemente también de la seguridad; estas dos variables determinan el número y ubicación de las sucursales bancarias.

En segundo lugar, se encuentran las funciones financieras que no tienen contacto directo con el público o este no es sustancial, como en el caso de la casa de bolsa, la banca central o las entidades encargadas de la administración de las instituciones financieras. En este caso su lógica locacional es independiente de la accesibilidad y está influida por otros factores como la imagen y el status del sitio o barrio.

La localización de los servicios financieros está influida por múltiples determinantes, dependiendo del tipo de prestador (si es privado o público), el tipo de consumidor (individuo o empresa), la especialización y frecuencia de uso. Estas particularidades no permiten establecer una lógica locacional común a todos los servicios financieros sino que sería preciso desglosarlos, reconocer su naturaleza y subtipo al que corresponden para identificar los factores que determinan su localización.

Para esta tipología sólo se consideran como edificios financieros las sucursales bancarias con atención al público; mientras que las oficinas sin atención al público y cuya función principal es administrar los recursos financieros se definieron como servicios administrativos, dado que tienen la misma lógica locacional.

Ejemplos. Instituciones bancarias y crediticias: a) banca múltiple o banca comercial que proporcionan servicio de ventanilla; b) casas de cambio, instituciones dedicadas al la compra y venta de divisas extranjeras; c) auto financiamientos, instituciones que conforman fondos de financiamiento entre sus integrantes para la adquisición de bienes duraderos; d) montepíos, instituciones auxiliares de crédito que concede préstamos prendarios; e) fondos y fideicomisos para el desarrollo, instituciones privadas que colocan recursos para un fin determinado. Estos ejemplos son los que se toman en cuenta como servicios financieros con una lógica locacional peculiar.

Los servicios financieros con funciones meramente administrativas son las siguientes instituciones: el mercado bursátil (bolsa de valores); seguros y fianzas, básicamente compañías de seguro (del sector público, social, privado y mutualistas); e instituciones relacionadas con la transacción de bienes raíces.

Servicios de hospedaje.

Se refiere al alojamiento temporal a través del alquiler de habitaciones, lo que incluye el servicio de limpieza y ropa de cama y en ocasiones la alimentación de los huéspedes. Estos servicios engloban una amplia variedad de modalidades, dependiendo de su función y del sector del mercado al que esta enfocado, aspectos que determinan su clase y que influyen en sus lógicas locacionales.

Por ejemplo los hoteles tipo ‘resort’ se ubican donde existe un atractivo turístico de importancia, ya sea por su paisaje o por sus valores culturales; los hoteles de lujo urbanos generalmente son utilizados por ejecutivos o para eventos sociales, por lo cual se ubican en las principales avenidas o concentraciones de actividad. En los hoteles de menor categoría se hospeda el turismo nacional y se complementan con el alquiler de corto tiempo, estos suelen

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estar cerca de terminales de autobuses o en el centro de las ciudades. Los moteles tienden a ubicaciones periféricas y a lo largo de las principales vialidades. Las casas de huéspedes y las residencias de estudiantes no impactan en la estructura urbana puesto que son similares a las casas habitación.

Servicios personales.

Son actividades dedicadas a proporcionar confort o bienestar a los individuos en sus actividades cotidianas. Su lógica de localización responde mucho a las condiciones de mercado que operan para las actividades comerciales y es posible reconocer un arreglo jerárquico paralelo, de hecho, existe una fuerte asociación entre comercio y servicios personales.

Ejemplos: salones de belleza, peluquerías y estéticas, salas de masaje y gimnasios, baños públicos, estudios fotográficos, copiadoras, renta de equipo de cómputo, servicio de velación y funerarias, agencias de viajes, mantenimiento y reparación de aparatos eléctricos (lavadoras, refrigeradores, secadoras etc.) reparación de electrodomésticos (licuadoras televisores , equipos de sonido etc.) reparación de artículos personales (calzado, ropa, joyas, juguetes, instrumentos musicales etc.) mantenimiento y reparación de autos; lavanderías y tintorerías, fumigación, servicio de almacenaje y mudanzas modistas, empacado y mensajería y sastres, alquiler ropa.

Servicios profesionales.

Son actividades desarrolladas por profesionistas que trabajan de forma independiente, ya sea de manera individual o en asociación con otros profesionistas; estos servicios cubren una amplia gama de funciones, desde consultorías y asesorías hasta el desempeño integral de actividades terciarias, también incluyen a los artistas profesionales como pintores escultores y músicos.

Algunos ejemplos de este tipo de servicios son: consultores en todas las ramas profesionales, notarios públicos, todos los despachos y bufetes profesionales, las agencias de publicidad, laboratorios clínicos.

También en esta categoría se ha hecho evidente un cambio notable dentro de su lógica de localización a escala urbana en los últimos años; desde el esquema centralizado en el que se rentaban oficinas en los edificios de más prestigio en las calles del centro histórico, hasta los esquemas de subcentros de actividad por razones de complementariedad y de aglomeraciones especializadas buscando la atracción acumulativa.

Servicios recreativos.

Son actividades que están destinadas a proporcionar diversión o recreación a sus usuarios; existe una amplia variedad de servicios recreativos, engloban desde un atractivo paisajístico, natural o cultural, hasta un pequeño local en un centro comercial, pasando por estadios y auditorios

La lógica locacional depende de la naturaleza de la actividad y del tipo de instalaciones que requieran; una primera distinción se presenta entre las actividades que dependen de un atractivo fijo al que estará supeditada su localización, como por ejemplo un museo de sitio o un parque cuyo origen se da por algún recurso natural, y las actividades que buscan el mercado, en

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un esquema jerárquico según los umbrales de demanda que requieran, como ya se ha explicado.

También puede influir en su localización los requerimientos de grandes espacios como en el caso de parques recreativos, clubs deportivos, clubs de golf, etc. que estarán condicionados por los costos y la disponibilidad del suelo; de igual manera afecta el tipo de instalaciones cuyas características pueden ser sujetas de normatividad urbana y de construcción y por tanto, limitadas a ciertas áreas de la ciudad.

En cambio, para otras actividades recreativas como museos, teatros, cines, salas de concierto, discotecas, clubes sociales o salones de fiestas, la lógica locacional depende de tres aspectos: 1) cuando el prestador del servicio es el Estado, se puede asociar a otras instalaciones administrativas donde se dispone del terreno, como los teatros del Seguro Social, varios Museos de Chapultepec, y también se pueden asociar a edificios históricos propiedad de la nación como el Museo Nacional de Artes o el Museo de las Intervenciones; 2) la ubicación de los servicios recreativos privados está más influida por la accesibilidad al mercado, en lo que interviene la especialización del servicio y su alcance territorial; y 3), los servicios de recreación son tal vez los mas condicionados por la subjetividad del usuario, ya que de sus preferencias personales depende la elección y la frecuencia de uso del servicio.

Servicios de salud.

En este grupo se concentran no solo hospitales o clínicas, sino también incluye una amplia diversidad de actividades desde los pequeños consultorios y laboratorios de análisis clínicos hasta institutos nacionales de investigación y atención médica.

La lógica locacional depende principalmente de la accesibilidad de los usuarios, llámese cobertura (aunque se reconoce que este término no sólo se refiere a una cuestión territorial sino que implica también el nivel de satisfacción de necesidades) en el caso de los públicos, llámese mercado en el caso de los privados.

Los servicios públicos de salud incluyen los prestados por el gobierno (Secretaría de Salud, Servicios de Salud del Gobierno del Distrito Federal, y los de las entidades; y a las instituciones de salud como el Instituto de Servicios y Seguridad Social para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Dentro de los privados se tiene a los privados propiamente dichos que están dirigidos a la obtención de beneficios y que están muy condicionados por el mercado y a las instituciones de beneficencia, que siendo privados, al no tener objetivos comerciales pueden tener localizaciones casi fortuitas, muchas veces determinadas por las posibilidades de acceder al suelo.

Los servicios de salud también tienen un arreglo jerárquico de acuerdo al nivel de especialización, que se conocen en los sistemas de salud pública y de seguridad social como niveles de atención a la salud.

En un extremo se tienen los servicios de salud de baja jerarquía o primer nivel de atención, en donde se atienden padecimientos sencillos y frecuentes, que se resuelven en consulta externa,

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en consultorios independientes o clínicas de primer contacto o unidades de medicina familiar. Este nivel no considera hospitalización y tendrá un área de influencia limitada.

En el otro extremo están centros muy especializados que incluyen cirugías complejas y hospitalización e incluso investigación, denominados, para el caso del ISSSTE y del IMSS, Centros Médicos Nacionales y cuentan con diversas especialidades, y para el caso de la Secretaría de salud, Institutos de Especialidades, como el Instituto Nacional de Cardiología, Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y el Instituto Nacional de Nutricios entre otros. Para todos ellos, las áreas de mercado o cobertura son muy amplias, incluso de nivel nacional.

Entre estos dos extremos existen diferentes niveles de acuerdo a la especialización y complejidad de los servicios prestados cuyos nombres pueden diferir dependiendo de la institución. Se tienen por ejemplo, en el que podría considerarse el segundo nivel de atención a los Hospitales Generales de Zona y a los Hospitales de Especialidades para el caso del IMSS y los Hospitales Generales y las Clínicas de Especialidades para el caso del ISSSTE, y en un siguiente nivel pueden reconocerse Hospitales de Alta Especialidad, Hospitales Regionales de Especialidades, y otros nombres dependiendo de la institución. En cada nivel se ofrecen servicios de diferente nivel de especialización y frecuencia de demanda, lo que los asocia a distintos alcances territoriales.

Los servicios privados también responden a una lógica jerárquica cuya estructura es más simple y menos reconocible que en los servicios públicos.

Servicios Técnicos.

Son las actividades que realizan personas que tienen un oficio, con capacitación empírica o tecnológica, para ofrecer servicios cuya ejecución requiere de este conocimiento. Ejemplos: preparación de documentos, reparación de equipo cibernético, reparación de monta cargas, reparación de grúas, bombas y calderas, servicios especializados de limpieza y mantenimiento de inmuebles, mantenimiento y reparación de inmuebles (herrería, carpintería, instalaciones hidráulicas, sanitarias, eléctricas, gas y especiales, pintura y albañilería en acabados, jardinería, vidriería, cerrajería etc.).

En general la lógica locacional de este tipo de servicios depende del tipo de consumidor al que se dirige y de la naturaleza del servicio, ya que muchos de ellos pueden ser intermedios externos, con clientes fijos, o pueden proporcionar servicios que requieren proximidad, tales como los de mantenimiento o limpieza, en cuyo caso su ubicación está vinculada a la localización de sus clientes. Por otra parte, algunos servicios de mediana especialización pueden permitirse una ubicación relativamente independiente, dado que su umbral es lo suficientemente grande para atraer clientes, como la reparación de equipo especializado, cafés–internet o laboratorios dentales. Otro tipo de servicios técnicos es aquel que se proporciona a domicilio y es poco frecuente, como la reparación de elevadores, calderas, instalaciones eléctricas y sanitarias, pintura de inmuebles, etc.; en este caso su lógica locacional es poco relevante porque el prestador es el que asiste al lugar que se le solicita.

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Tipología espacial de los servicios

Criterios y variables para la elaboración de esta tipología

Para clasificar a los servicios dependiendo de su lógica locacional se utilizan 4 criterios de discriminación: 1) según el agente que ofrece el servicio; 2) según el tipo de relación con el usuario; 3) de acuerdo al área de influencia o umbral al que sirven; 4) por el tipo o naturaleza del servicio. No todos los grupos en los que se distinga a partir de un criterio pueden combinarse con los grupos que resulten de otro criterios, por ejemplo, la clasificación de acuerdo al alcance o área de influencia solo se refiere a los servicios públicos de oferta directa y a los servicios privados finales. La tipología resultante también se puede enriquecer con consideraciones sobre el tipo de inmueble que ocupan, sobre lo cual se ofrecerán algunas reflexiones. A continuación se describen estos criterios:

Desde la perspectiva de la oferta, es necesario identificar quién es el agente prestador del servicio, esta cualidad separa a los servicios en públicos y privados. A su vez los servicios públicos se distinguen dependiendo del tipo de usuario (2° criterio) en servicios sin oferta, de oferta indirecta o de oferta directa.

Por su parte, el 2° criterio discrimina a los servicios privados en finales o intermedios, a su vez éstos últimos pueden diferenciarse en internos, externos que siguen a la(s) empresa(s) y externos con localización independiente.

Los servicios privados finales y los servicios públicos con oferta directa requieren de un mínimo de mercado en sus alrededores, por lo cual en sus lógicas locacionales influyen aspectos como la accesibilidad al usuario, la frecuencia de uso y la especialización, lo que da lugar a una diferenciación jerárquica: vecinales, locales, regionales y metropolitanos (o extraurbanos).

Los servicios intermedios internos no tienen una lógica locacional propia, en los intermedios externos su lógica está influida por los factores que determinan su ubicación, así se tienen lo que dependen de la cercanía al usuarios y los que tienen una lógica independiente de éstos.

Los servicios también se pueden diferenciar dependiendo del tipo o naturaleza de las actividades que desarrolla; en este caso se establecieron 12 categorías en donde se insertan la mayoría de las actividades de servicios, sin embargo se reconoce que existen muchas otras.

Como complemento puede considerarse el tipo de local o inmueble en el que se ubican los distintos servicios, éstos son: local independiente, local en casa habitación o casa adaptada, local en centro comercial, edificio exprofeso, edificio mixto y edificio histórico.

Al respeto se pueden hacer algunos comentarios y establecer algunas relaciones generales entre los tipos de inmuebles y los servicios en la Ciudad de México:

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Los servicios finales, de alta o mediana frecuencia, de poca especialización, que requieren espacios amplios pueden encontrarse en instalaciones exprofeso tales como los talleres de reparación de automóviles. Si tienen poco requerimiento de espacio, como peluquerías, reparación de calzado y ropa su comportamiento depende del nivel de mercado al que se dirigen: en sectores de bajos ingresos suelen localizarse en accesorias o antiguos garajes de casas habitación; mientras que en sectores de mayores ingresos pueden establecerse en locales comerciales independientes o de centros comerciales.

Los servicios intermedios y profesionales finales pueden ubicarse en casas habitación en colonias que están viviendo procesos de cambio de uso del suelo de residencial a servicios y comercio, y pos supuesto, en edificios de oficinas. Algunos ejemplos son: notarías, consultorios, agencias de publicidad, despachos de contadores, despachos de abogados, etc.

El gran crecimiento de algunas empresas ha motivado la construcción de grandes edificios y complejos corporativos, ya sean compartidos o propiedad de una sola firma; un ejemplo de esto es el desarrollo urbano de Santa Fe.

La asociación entre comercios y servicios ha motivado la localización de múltiples servicios dentro de centros comerciales.

Una peculiaridad que se presenta en nuestro país y particularmente en Ciudad de México, es que existe un elevado número de edificios históricos que actualmente se destinan a actividades diferentes a las que originalmente se desarrollaban en ellos. Desde finales del siglo XIX, mediante la secularización de los bienes de la Iglesia, numerosos conventos e iglesias se convirtieron en oficinas públicas, escuelas o bibliotecas; casos notables son: el edificio de la Santa Inquisición convertido en la antigua Escuela de Medicina, el convento de San Agustín que se trasformó en la Biblioteca Nacional y el Convento de San Diego que alberga a la Pinacoteca Virreinal

En el cuadro se presenta una síntesis con los atributos de discriminación que se establecen en esta tipología para agrupar a los servicios. Así, para clasificar un servicio es necesario tomar en cuenta cada uno de los aspectos antes mencionados, la combinación de las cuatro variables (o cinco si se considera el tipo de local) permite manejar un amplio espectro de posibilidades, tantas como las que requiere la enorme y heterogénea gama de actividades consideradas servicios.

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Tipología de actividades de servicios en la Ciudad de México Prestador del servicio

Relación con el usuario

Alcance del servicio

Naturaleza del servicio

Públicos

Sin oferta Administración pública

Con oferta indirecta Servicio de limpia

Seguridad pública

Con oferta directa Educación Pública

Salud Pública

Privados

Finales Metropolitanos y extraurbanos

Servicios médicos de alta especialidad

Servicios educativos el alto nivel (posgrado)

Regionales Servicios médicos especializados (Hospital General)

Locales Servicios educativos básicos (primaria y secundaria)

Financieros (bancos)

Vecinales Personales (peluquería, lavandería, etc)

Intermedios

Internos Profesionales (administración, contabilidad, etc.)

Externos que siguen a las empresas

Profesionales (administración, contabilidad, jurídicos, etc.)

Externos de localización independiente

Administración de la corporación

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CONCLUSIONES

Los grandes cambios en el contexto socioeconómico, político, ideológico, tecnológico y cultural sucedidos en la segunda mitad del siglo XX modificaron no sólo la geografía política de nuestro planeta, sino también la distribución de la población, del poder económico y de los capitales; esos cambios han generado la sustitución de la industria por el comercio y los servicios como las actividades económicas preponderantes.

Estos hechos tienen efectos notables tanto en la economía regional como en la intraurbana, provocando alteraciones no sólo en los sistemas de ciudades, sino también en la estructura interna de las urbes.

México ha sufrido cambios radicales en un breve lapso, que en el orden espacial pueden sintetizarse en: la descentralización de la industria del principal polo económico del país, la Ciudad de México, la metropolización e industrialización de varias ciudades, ubicadas en distintas regiones del país y la emergencia de numerosas ciudades con actividad económica importante. La comprensión de estos cambios a escala nacional es la base para entender el proceso de cambio interno en la Ciudad de México.

Actualmente, la principal actividad económica en la Ciudad de México son los servicios, que ya supera al comercio en su contribución al PIB nacional. Algunos de los factores que han originado este hecho son: la concentración de la administración pública; la gran demanda de servicios personales de la población, que aún conserva su primacía numérica y económica; la centralización de los servicios financieros y de educación, de los que dependen las tecnologías de punta, como las comunicaciones y la producción del conocimiento y el manejo de la información.

De acuerdo con la definición de servicios que se estableció en este trabajo, se infirió que existe una enorme gama de actividades que corresponden a este rubro y que además tienen atributos y funciones sumamente diferentes, esto genera una gran complejidad al intentar definir grupos con características precisas para clasificarlos.

El recurso utilizado para elaborar una tipología con enfoque espacial fue reconocer la diferenciación de los servicios, tales como definir quién es el agente que brinda el servicios, establecer el tipo de demanda o usuario, así como su área de influencia, el tipo o naturaleza del servicio y el tipo de inmueble donde se ubica el servicio, todo esto desde una perspectiva de localización. En otras palabras, se diferenciaban tipos que tuvieran lógicas de localización comunes.

El enfoque espacial de esta tipología está dirigido a llenar un vacío de conocimiento respecto a las lógicas locacionales de los servicios y su distribución intraurbana, hecho que trasciende el análisis de la morfología urbana, centrado en el estudio escenográfico de los edificios como obras independientes, que omite las relaciones funcionales de la ciudad.

Uno de los hallazgos de este trabajo fue establecer la imposibilidad de realizar una clasificación de los servicios bajo la consideración de un solo aspecto, dada la creciente

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diversidad y complejidad de estas actividades; así mismo, este estudio denota que no existe una lógica locacional general para todos los servicios y que es necesario primero tipificarlos para poder explicar su lógica locacional propia.

En el caso específico de la Ciudad de México su evolución histórica y su papel central y centralista dentro de la política, economía y cultura nacional, han auspiciado el cambio en el predominio de sus actividades económicas hacia la supremacía de los servicios, hecho que ha incidido notablemente en su proceso de reestructuración urbana, lo que ha hecho evidente la sustitución e incremento de usos de suelo para servicios.

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Usos del Suelo y Territorio

INDUSTRIA

Carmen Valverde * Ignacio Kunz B. *

Juan Arellanes A. **

Introducción

Son varias las razones que justifican el análisis de las lógicas de localización de las industrias al interior de la ciudad. La primera de ellas es el vacío en el conocimiento de estas lógicas, mientras que su comportamiento locacional en la armazón nacional y regional está ampliamente estudiado y han dado lugar a una prolífica discusión teórica, se conoce poco de lo que sucede en el espacio interior de la ciudad, sobretodo en la urbanización subdesarrollada. La segunda razón, se relaciona con el significado práctico de dicho conocimiento. El entendimiento cabal de las necesidades y efectos de la industria en el territorio urbano permitiría una mejor planeación de la estructura de usos del suelo. Finalmente, se tiene la razón particular de esta obra, que es la construcción de tipologías de los principales usos del suelo de acuerdo a su localización, con el objeto de servir de base al análisis de la estructuración y reestructuración urbana en la Ciudad de México.

El presente análisis sobre el comportamiento espacial del uso del suelo industrial en la Ciudad de México y la tipología que se deriva de él, se ofrece una introducción, 7 subcapítulos y las conclusiones. El primero, denominado la actividad industrial, es de carácter introductorio, persigue la construcción de un marco de referencia sobre la importancia de la actividad industrial en la historia de la humanidad, haciendo énfasis en

* Investigadores del Centro de Investigaciones en Arquitectura y Urbanismo, Facultad de Arquitectura, UNAM.

** Estudiante del Programa de Posgrado en Urbanismo de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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las fases del desarrollado de la actividad industrial en el tiempo, es decir desde la Revolución Industrial, pasando por el Fordismo y concluyendo en el Posfordismo. Para cada etapa se rescatan los principales determinantes de la localización industrial, sin olvidar la aseveración hecha por Precedo y Villarino (1992: 17) en el sentido de la dificultad de lograr una explicación precisa de los factores de localización que tuvieron una mayor influencia para cada una de esas etapas.

En el segundo apartado se define la actividad industrial, se anotan los distintos tipos de industria considerados en diversas clasificaciones. Se clarifican algunos conceptos utilizados por los estudiosos de la actividad industrial; además, se particulariza en la estructura y estrategias de las empresas como unidades básicas de producción. Al igual que en el primer apartado se procura hacer énfasis en el contexto territorial o locacional de la actividad industrial.

Por su parte, el tercer apartado denominado Fundamentación Locacional, contempla el marco teórico a partir del cual se hacen consideraciones para la construcción de la tipología aquí propuesta. Se divide a su vez en dos partes, la primera pretende justificar la importancia del estudio locacional de la industria dentro de las ciudades. En la segunda se exponen los aportes teóricos que explican la localización industrial.

Los factores de localización de la industria son tratados en el cuarto apartado. En él se señalan los distintos factores que influyen en la ubicación de la empresa industrial, se hace hincapié en la participación de cada uno de ellos hacia el interior de la ciudad, aunque también es de señalar que se hace mención de aquellos factores que si bien tienen implicaciones en el contexto tanto nacional como regional, de alguna manera, pueden tener significado o validez para el ámbito intraurbano.

Igualmente, en este apartado se anota que los factores locacionales de la actividad industrial no siempre han desempeñado el mismo papel, éste ha variado a lo largo de la historia, así por ejemplo durante la Revolución Industrial la cercanía a las materias primas era fundamental, en cambio en el Fordismo las economías de aglomeración fueron la clave para optimizar los beneficios, y durante el Posfordismo el desarrollo tecnológico en el transporte y las comunicaciones han favorecido la dispersión de la industria.

Por su parte, en el quinto apartado se han considerado algunas tipologías del uso del suelo industrial que se fundamentan básicamente en aspectos locacionales.

El sexto apartado considera una breve reseña histórica de la actividad industrial en México, con ello se construye un marco de referencia que liga los aspectos tratados en los apartados anteriores, se pone atención en ciertas particularidades registradas en el desarrollo industrial de nuestro país. Ello con el fin de establecer un marco de referencia histórica a la tipología de la actividad industrial para la Ciudad de México propuesta.

En el séptimo apartado, resultado de los argumentos teóricos considerados, se expone la tipología para el estudio locacional del uso del suelo industrial, en donde, como ya se mencionó, se hace hincapié en el elemento locacional en un nivel intraurbano, en cada tipo de industria se hace una reflexión teórica y se argumenta la coincidencia o no de otras tipologías consideras aquí.

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Finalmente se elaboran las conclusiones, que pretenden destacar los aspectos teóricos relevantes en la construcción de la tipología aquí propuesta, así como las bondades y limitaciones de la misma, ya que se propone como base de aplicación para otras ciudades del país, indudablemente sin olvidar que se deben llevar acabo los ajustes correspondientes para cada caso. Por último, se dejan planteadas algunas interrogantes que sobre la localización industrial nos han surgido y que esperamos sean resueltas en futuras investigaciones.

La actividad industrial.

Importancia de la actividad industrial

Desde la segunda mitad del siglo XVIII la actividad industrial desempeña un cometido de gran relevancia en la vida económica de países, regiones y ciudades, en virtud de su alta capacidad de originar un incremento en la productividad, en el volumen de empleo y en el nivel de ingresos. Su presencia también ha repercutido en la configuración del territorio, toda vez que ha sido una promotora importante del proceso de concentración de la población y del crecimiento económico de las áreas urbanas, así como en la estructuración y recomposición interna de la ciudad.

Nadie puede negar que la actividad industrial ha jugado un papel revolucionario en la historia de la humanidad, siendo todavía más sorprendente porque su presencia es bastante reciente, sólo le ha ocupado un poco más de dos siglos para adquirir la relevancia que tiene actualmente en la vida de naciones y ciudades. Por otra parte la industria se ha caracterizado por ser altamente transformadora hacia el interior de la propia actividad y hacia el entorno en que se ubica. La actividad industrial de hoy en día presenta características totalmente distintas a la industria de finales del siglo XVIII, en términos de los procesos productivos, y en los patrones de distribución que ella presenta en los distintos ámbitos: internacional, nacional, regional y local.

Fases de la actividad industrial

La actividad industrial es un producto social, lo que significa que va evolucionando y transformándose en sus lógicas productiva, económica y territorial como consecuencia de los cambios en las estructuras económicas, sociales, políticas e institucionales, y tecnológicas de la sociedad, dando lugar a verdaderas rupturas con relación al modelo que le antecedió. Son evidentes tres momentos históricos: i) Revolución Industrial, ii) Modelo

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de producción fordista y iii), Modelo de producción flexible (Méndez y Caravaca, 1996: 101), caracterizándose cada uno de esos momentos de la manera siguiente:

Revolución Industrial (de finales del siglo XVIII y principios del siglo XX).

El desarrollo tecnológico que la caracterizó propició, por un lado, el empleo de la máquina de vapor y el uso generalizado del carbón mineral, y por el otro una revolución en los medios de transportes: barco de vapor y ferrocarril, lo que trajo una mejora notable en las condiciones de accesibilidad y con ello, que la industria dependiera menos de la cercanía a los recursos, tuviera un más amplio alcance de los mercados y la posibilidad de lograr mejores economías de escala. Por tanto, la industria tuvo su propia lógica locacional, ya que los lugares con fuentes importantes de materias primas (hierro) o de energía básica (carbón mineral) fueron una atracción para la industria básica (siderurgia y metalurgia). Igualmente los mercados de consumo fueron focos de atracción, ubicándose en su entorno industrias productoras de bienes finales como materiales de construcción, bebidas, textiles y papel (Méndez y Caravaca, 1996: 106).

Modelo de producción fordista (desde finales del siglo XIX y principios del XX).

Las innovaciones tecnológicas trajeron consigo una sustancial transformación en la tecnología empleada hasta ese momento por la industria que, de acuerdo con Lewis Mumford, (en Méndez y Caravaca: 107) supuso el paso de la era paleotécnica a la neotécnica. Lo anterior estuvo asociado con nuevas fuentes energéticas (hidrocarburos y electricidad), ello propició contar con más facilidades para localizarse, modificándose la lógica espacial anterior.

En otra dirección, la aplicación de los principios fordistas a la empresa industrial (formas de organizar la producción en serie de grandes volúmenes de productos) demandó una mayor mecanización y estandarización de tareas, asimismo el empleo de cadenas de montaje. Con ello se requirió de un incremento en el tamaño de las fábricas y una mayor interrelación entre plantas industriales, propiciando eslabonamientos múltiples y una aumento en la integración de las empresas en sentido vertical y horizontal, originando grandes complejos industriales cuya localización demandó suelo barato y grandes lotes que, además, tuvieran una buena accesibilidad, por lo que se ubicaban preferentemente en la periferia de las grandes ciudades (Méndez y Caravaca, 196: 107).

A lo anterior se puede agregar lo dicho por Esser y Hirsh (1997: 79) en cuanto a que la ciudad fordista presenta una imagen con una fuerte tendencia a la aglomeración y a la estandarización; a otra escala, se da una nuclearización de la familia; en el largo plazo se tiende a la desintegración social que provocaría una erosión sociocultural. Pero espacialmente esta ciudad, al contar con el uso masivo del automóvil, se caracteriza por generar una diferenciación socio espacial marcada, con fuertes procesos de suburbanización, así como por el despoblamiento de sus zonas centrales.

Modelo de producción flexible (últimas décadas del siglo XX).

Como producto de las limitaciones en el funcionamiento del modelo fordista y de los avances en las tecnologías de producción y comunicación, las grandes empresas desarrollan

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nuevas estrategias. Castells y Borja (1997: 22-23) consideran que este modelo de producción representa un nuevo paradigma centrado en las tecnologías de información (microelectrónica, informática y telecomunicaciones) y la ingeniería genética, todas ellas íntimamente vinculadas con la actividad industrial actual.

Igualmente Esser y Hirsh (1997: 79-80) anotan que actualmente el mundo se caracteriza por una internacionalización de la producción, la cual es llevada a cabo básicamente por empresas multinacionales. De esta manera los procesos de producción, tanto en su dirección como en su funcionamiento, se pueden volver altamente fragmentados, con base en: los nuevos esquemas de producción, la informática y los avances en comunicaciones y transporte, con lo que se ha logrado una gran flexibilidad tanto en la propia producción como en la localización de las empresas, dando como resultado una reorganización territorial de la industria en el mundo, con una desindustrialización de las viejas regiones y áreas metropolitanas manufactureras.

Estos mismos autores agregan que las nuevas formas de producción basada en una revolución microelectrónica han traído como consecuencia una heterogenización y flexibilización de las condiciones de trabajo, además ha proliferado una multitud de formas de trabajo periférico en centros urbanos (Esser y Hirsh, 1997: 80).

Lo anterior se ha traducido en un arreglo territorial diferente caracterizado por una descentralización selectiva, difundiéndose la industria hacia espacios periféricos: países y regiones sin industrializar, áreas periurbanas, ciudades medias y áreas rurales (Méndez y Caravaca, 1996: 118). La industria del modelo de producción flexible busca nuevas localizaciones y es menos exigente en cuanto a la selección del lugar en donde se instalará. Por otra parte "…las nuevas tecnologías de transporte y comunicación favorecen también la dispersión, al romper las rigideces locacionales, dotando el espacio de mayor ubicuidad potencial." (Precedo y Villarino, 1992:185).

Paralelamente las regiones y los factores de localización de la industria tradicional son amenazados, en el caso de las primeras por el estancamiento y el declive, y los segundos por su obsolescencia (Esser y Hirsh, 1997: 80). Ahora, la localización no es ya el resultado de la minimización de los costos, aparecen nuevas consideraciones más relacionadas con la seguridad y eficiencia, como la calificación de la mano de obra, el sindicalismo, los servicios disponibles, la generación de tecnología y conocimiento, y por supuesto, una política favorable al capital.

Pero no por todo ello la ciudad ha dejado de ser un lugar atractivo para la industria, ella sigue ofreciendo una serie de ventajas: economías de aglomeración, infraestructura y mano de obra calificada, por mencionar algunas; además no debemos olvidar que la propia inercia de la actividad industrial hace que la ciudad siga siendo un importante asiento de dicha actividad. Retomando lo dicho por Esser y Hirsh, (1997: 80), la ciudad metropolitana posfordista es cada día menos un producto de condiciones naturales de localización, ahora depende más de estrategias económicas.

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Función de la actividad industrial

Definición de la actividad industrial

La actividad industrial implica las tareas que se llevan a cabo en la fábrica, mediante las cuales se procesan o transforman materiales, por medios mecánicos o químicos, dando como resultados productos apreciados por la sociedad (Hamilton and Linge, 1979: 2). Por tanto dicha actividad de transformación se lleva a cabo a través de la empresa industrial, la cual se define "…como la unidad básica de producción, con personalidad jurídica propia, que lleva a cabo una actividad de transformación a partir de la combinación de diversos factores productivos (materias primas, trabajo, capital), mediante el uso de una tecnología, para la obtención de unos determinados bienes conocidos genéricamente como manufacturas, destinados al mercado.” (Méndez y Caravaca, 1996: 35).

Además, cabe señalar lo expuesto por Hayter (1998: 12) al decir que la parte medular del significado de la actividad industrial está en el proceso de transformación que registra la materia prima (madera, hierro, petróleo) o bien de productos ya elaborados (por ejemplo los textiles que serán la base para obtener ropa) para obtener otros que tendrán características distintas. Dicho proceso se da mediante medios mecánicos, eléctricos o químicos, y como resultado se obtendrán productos valiosos para la sociedad. Además este autor menciona que el proceso incluye o implica numerosas actividades: tejer, cortar, martillar, atornillar, prensar, fundir, soldar, sopletear, cortar, calentar, chapear, moldear, fusionar, maquilar, secar y empacar, entre otras muchas.

Debe señalarse que las tareas que se llevan a cabo en la producción industrial han ido en aumento a lo largo de la historia de la propia actividad, además muchas de ellas han registrado substanciales transformaciones e incluso algunas de ellas son en la actualidad altamente sofisticadas y especializadas gracias a las innovaciones tecnológicas.

Otro aspecto importante es que la actividad industrial además tiene que ver con otras actividades no industriales que le permiten lograr un mejor desempeño, así la investigación, el diseño, el financiamiento, el control de calidad, la verificación, y otras más que tienen que ver con la adquisición de insumos, la venta de productos elaborados y la distribución de los mismos. Aquí lo importante es que todas estas actividades, las propias manufactureras y las de apoyo (servicios) de una manera u otra agregan valor al producto original, es decir que la actividad industrial es un proceso de valor agregado (Hayter, 1998: 12).

El concepto de actividad industrial

Por otra parte, al estudiar la actividad industrial hay que tener cuidado en definir claramente los conceptos que se deberán tratar, a fin de no caer en ambigüedades y por tanto en un

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error de interpretación. Así por un lado Hamilton y Linge (1976: 2) hacen ver que el término industria es empleado en muchas ocasiones de manera laxa, de tal suerte que sirve para calificar aspectos muy diversos, como es el caso de que a la simple ordeña de leche se le puede considerar como industria lechera, o bien a la industria turística como tal, a pesar de que engloba una amplia gama de actividades que tienen que ver con la organización, transporte y alojamiento del turista (todas ellas consideradas como servicios). Ello ha llevado a que científicos sociales prefieran utilizar el término de industria manufacturera como sinónimo de industria.

Por otro lado Hayter (1998: 12) señala que en la literatura geográfica editada en idioma inglés los términos de industria (industry) y fabricar (manufacturing) se usan comúnmente como sinónimos. Igualmente coincide con Hamilton y Linge al decir que el vocablo industria es bastante ambiguo y puede ser utilizado para indicar distintas actividades (industria hotelera, industria minera, industria del transporte, industria del comercio) que no tienen nada que ver con el proceso de transformación de productos antes mencionado.

Además Hamilton y Linge (1979: 2) consideran que no sólo hay confusión en la utilización del vocablo industria, sino que también hay problemas de definición en cuanto a lo que debe comprenderse dentro de la actividad industrial. Ellos toman en consideración el cuestionamiento sobre si se debe o no incluir a los talleres de escala pequeña en el análisis de los sistemas industriales avanzados. El pequeño establecimiento industrial puede ser numéricamente considerable en ciertos sectores y pueden constituir una parte importante en las cadenas de producción. Además, en ocasiones forman parte del ciclo de vida de la empresa industrial, hay casos de grandes corporaciones que tuvieron orígenes modestos.

Para los países subdesarrollados la exclusión de los pequeños talleres de la esfera de la producción podría llevar a una imagen muy limitada y sesgada del la actividad manufacturera. En lo que no parece haber duda es en el hecho de que no incluirlos en un estudio de la industria intraurbana en el tercer mundo sería un grave error, no sólo por la importancia económica que puedan tener, sino por su sello en la conformación de ciertos espacios urbanos. En la realidad mexicana los talleres de escala pequeña, además, son importantes social y culturalmente.

Factores de diversidad de la actividad industrial

Existen muchos factores que hacen a la industria una actividad muy amplia y diversa y por lo tanto, no fácil de delimitar y definir. Los diferentes sectores de la actividad industrial tienen sus propias lógicas y necesidades, que incluso pueden especificarse aún más a nivel de empresas como resultado de sus economías de escala, su funcionamiento interno, su evolución, el uso de tecnologías, su composición laboral, la estructura de sus mercados y otras.

Según esas especificidades pueden ser heredadas de: a) la economía global, cada vez más influyente en las lógicas de producción, las tecnologías disponibles y el marco te competencia; b) del sistema productivo nacional y regional, resultado del arreglo de empresas y que ofrece escenarios múltiples; c) del sector industrial en que se ubican las

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empresas; y d), del contexto territorial que incluye desde la disponibilidad de los recursos hasta el marco de relaciones sociales e institucionales, pasando por el acceso al mercado (Méndez y Caravaca 1996: 37).

De esta manera, los factores que intervienen en la localización de las industrias pueden ser muy diversos y responder de una manera desigual a los determinantes de esta compleja diversidad.

También hay discusión respecto a la escala de análisis. ¿Cuál debe ser la unidad de observación?, la planta, como parecía sugerirlo la Teoría de la Localización Industrial, o la empresas, para las cuales sus estrategia corporativas y las relaciones entre sus plantas y entidades pueden ser importantes elementos en la decisión de ubicación. Por ahora parece haber dominado el primer enfoque, pero también es cada vez más evidente la importancia de las lógicas corporativas y los sistemas industriales (plantas, servicios de apoyos, oficinas corporativas, laboratorios y centros de desarrollo tecnológico, etc.) para entender los principios de localización industrial.

En este contexto, no se puede más que reconocer la complejidad de la actividad y las limitaciones que este hecho impone a la intención de construir una tipología de la actividad industrial de acuerdo a principios de localización intraurbana.

Algunas clasificaciones por tipo de industria

La actividad industrial se ha clasificado en una gran variedad de formas, son diversos los criterios que se han tomado en cuenta para catalogar a la actividad industrial, así, por ejemplo, se considera el destino final del producto, o bien el tipo de producción, también se toma en cuenta el tamaño de la empresa, o se clasifica en atención al mercado al que se destina la producción.

En primer lugar se puede partir de la existencia de dos tipos de empresas, el primero incorpora a las que elaboran productos acabados, es decir, aquellos que son de consumo final, tal es el caso de la industria del vestido, alimenticia, o automotriz. Las segundas están destinadas a fabricar productos semielaborados que serán utilizados por otras industrias para que a su vez sean transformados para obtener productos finales. Se debe señalar que de este tipo de clasificación por si solo no se puede hacer deducciones locacionales, ya que no indica tamaño de la planta, ni tipo de mercado al cual destinan su producción, ni sí es contaminante o no.

También es usual la clasificación de la industria en pesada (refinería, fundidora, química) y ligera (alimenticia, del vestido, refresquera), esta clasificación tiene ciertas implicaciones locacionales, generalmente la pesada por requerir de mayores espacios para desarrollarse y por ser altamente contaminante tenderá a localizaciones periféricas. En cambio la ligera, aunque en algunas ocasiones demanda lotes de una superficie más o menos considerable (laboratorios farmacéuticos) es en general, menos exigente para localizarse e incluso lo puede hacer en inmuebles adaptados en sitios del interior de la ciudad. Esta clasificación se

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puede ligar a la anterior, la industria pesada generalmente produce bienes intermedios, mientras la ligera se encamina a la elaboración de bienes finales.

Por su parte los economistas acuden frecuentemente a la clasificación de la industria de acuerdo a la escala productiva, para ello se toma en cuenta el número de trabajadores empleados en las empresas industriales, así Suárez y Rivera (1994: 27-28) anotan la siguiente clasificación: microempresa (hasta 10 trabajadores), pequeñas empresas (entre 11 y 50 trabajadores), industria mediana (entre 51 y 100 trabajadores) y las grandes (más de 101 trabajadores).

A su vez Rozga distingue a la industria moderna de la industria tradicional, para ello define a la primera a partir de lo considerado en la literatura anglosajona, es decir como una industria basada en altas tecnologías, sin embargo él ahonda en la definición al decir que las industrias modernas "…introducen el cambio estructural en el ambiente industrial existente. El típico caso de los cambios estructurales es la aparición de un nuevo sector industrial, que proviene del desarrollo tecnológico…" (Rozga, 1996: 17-18)

Chinitz (citado en Pred, 1964: 173) hace otra consideración y propone tres tipos de industrias de acuerdo al mercado que estas abastecen, a saber: 1) industrias que sirven a mercados locales, 2) industrias que proveen a mercados nacionales, y 3) industrias localizadas en función de economías internacionales (“plants localized by external economies”), y que no quedan incluidas en las dos primeras. Cada uno de ellos exige localizaciones distintas, pues ellas presentan requerimientos distintos de transporte, y tienen diferentes grados de absorción de los gastos de este factor, así para las primeras es importante estar cerca de los consumidores, por tanto su localización ideal será el interior de la ciudad.

En cambio, para la industria vinculada a un mercado nacional, una ubicación central pierde peso, en virtud de que lo importante para ella es estar en lugares con buena accesibilidad que le permitan distribuir sus productos con rapidez y eficiencia, una localización en la periferia de grandes ciudades le concede cubrir esos requerimientos de accesibilidad, además contar con ciertas ventajas de infraestructura, de suelo barato, de economías de aglomeración y contar con un mercado amplio de consumidores.

Por último, la lógica locacional de las industrias cuya producción está ligada a economías internacionales, es aquella que le proporcione una facilidad de acceso a fronteras o a puertos marítimos, por tanto una localización en ciudades de un rango de población importante es absolutamente irrelevante, así se puede localizar en cualquier sitio accesible.

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Fundamentación locacional

Antecedentes teóricos

Smith (1981: 2) al igual que Precedo y Villarino (1992: 17), afirman que han sido geógrafos y economistas los especialistas más preocupados por entender los aspectos referentes a la localización industrial, los primeros desde su concepción tradicional de estudiar empíricamente la realidad con la finalidad de hacer generalizaciones a partir de estudios de caso. Los segundos han encausado sus esfuerzos a la construcción teórica con un alto grado de abstracción.

Ambos grupos de especialistas mantienen una preocupación explícita por el elemento espacial en el análisis de la actividad industrial, como bien lo señala Sobrino (1999: 14) al decir que existe una estrecha interrelación entre economía y territorio, así en la localización de una planta industrial se considera la relación entre la fuente de los insumos y el mercado de la producción, por tanto son los factores de la producción los determinantes primarios para elegir la ubicación de una planta.

Para Smith (1981: 4) tiene gran relevancia el estudio locacional de la industria, en virtud de que cada establecimiento industrial ocupa un lugar en la superficie de la tierra, lo que le permite tener una serie de relaciones espaciales con otras fábricas y con otros elementos del espacio geográfico. El establecimiento de una determinada industria es producto de decisiones específicas, dando lugar a un patrón de distribución determinado. Este autor define el análisis locacional de la industria como el estudio del arreglo espacial de la actividad industrial, el cual debe ir más allá de la localización de la planta industrial y de los patrones de distribución, hay que analizar las variaciones areales en la estructura de la industria, así como las distintas formas espaciales que surgen de actividades diferentes.

Smith (1981) es uno de los que mejor sintetiza la relevancia del estudio locacional de la industria al hacer ver que la ubicación de una planta industrial es producto de la toma de decisiones de manera libre considerando una serie de factores. Así, para definir la ubicación de una planta industrial, el empresario toma en cuenta tres grupos de consideraciones:

• la escala de operaciones que incluye cuánto se va a producir y qué precio tendrá;

• la técnica que involucra la combinación de los factores de producción (suelo, capital, materias primas, trabajo); y

• el lugar, es decir el sitio donde se ubicara la fábrica (Smith, 1981: 23).

La localización de la fábrica, principal interés del presente estudio, no se puede considerar de manera aislada, existe una estrecha relación entre escala, técnica y ubicación. Escalas de operación diferentes pueden exigir localizaciones también distintas, con el fin de acceder a mercados de distintos tamaños. Algo semejante ocurre con la técnica, pues el empleo de

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técnicas diferentes favorecerá ubicaciones distintas en virtud de que los factores de producción presentan una distribución heterogénea en el territorio (Smith, 1981: 23-24).

Varios autores coinciden en afirmar que el primer aporte teórico sobre la localización industrial fue desarrollado por Alfred Weber a principios del siglo XX (Massey en Hamilton, I., and G. Linge, 1979; Smith, 1981; Sobrino, 1999), haciendo hincapié en el papel que desempeña el proceso productivo en la localización industrial. Propuso un modelo orientado a la oferta, en el que la localización industrial gravita en función del costo mínimo de producción. En esta minimización de costos es en gran parte una función de la minimización de los costos de transporte, los cuales son directamente proporcionales a la distancia recorrida y al peso del producto transportado (Sobrino 1999: 14).

Precedo y Villarino (1992: 19) consideran, además de la de Weber, otras tres construcciones teóricas: i) las teorías del área de mercado cuyo principal representante es Augusto Lösch, ii) la teoría de la interdependencia locacional de Hotelling, y iii) los modelos integrados de D. Smith, Isard y Greenhut.

Básicamente estos estudiosos de la actividad industrial, si bien hacen hincapié en aspectos locacionales de la industria, se refieren al ámbito regional. Como se verá más tarde algunas de sus propuestas son incorporadas para fundamentar la tipología que se propone para el ámbito intraurbano, es decir el contexto que interesa en el presente trabajo.

La localización intraurbana de la industria

Como se acaba de establecer, gran parte de los estudios y modelos de localización industrial se han realizado a escala regional, es decir, explican el porqué las plantas industriales se ubican en una localidad o en otra, sin embargo, existen mucho menos recursos teóricos para comprender el porqué se localizan en ciertos puntos al interior de esa localidad. Por lo que en este apartado se realizan una primera revisión en este sentido.

Actualmente la actividad industrial, como ya se ha mencionado, es menos exigente para ubicarse en un determinado lugar, pero también es cierto que desde la Revolución Industrial las zonas urbanas han sido y siguen siendo las más atractivas para albergar a dicha actividad, en virtud de que ellas cuentan con fuerza de trabajo, capital, mercados de consumo, concentración de infraestructura y servicios.

Durante un largo periodo el interior de la ciudad fue un importante receptáculo de la actividad industrial, sin embargo, desde hace un tiempo ha existido un proceso de descentralización de la industria debido, entre otras cosas, de la saturación y el encarecimiento del suelo en las partes centrales. Con ello se ha favorecido la segregación socio-funcional del espacio y el desplazamiento de ciertas actividades, entre ellas la industria, hacia las periferias metropolitanas. (Méndez y Caravaca, 1996: 111).

Así, la ciudad o sus proximidades proporciona una serie de ventajas que favorecen el desarrollo de la industria. De acuerdo con Zárate (1991: 127) dentro de estas ventajas están: la presencia de mercado urbano, la concentración de transporte, el desarrollo de

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economías de aglomeración, en muchas ocasiones en ella se dan las innovaciones tecnológicas (en los centros de investigación y universidades). Incluso en la actualidad, bajo esquemas de producción flexible, una buena parte de la industria permanece asociada a la infraestructura de las áreas metropolitanas, pues ello le facilita disponer de eslabones especializados dentro de una economía sofisticada, así como de una fuerza de trabajo altamente calificada (Kivell, 1993: 182).

Para Wood (1974: 130) la mayoría de los textos de geografía urbana consideran la importancia de la industria manufacturera en relación al crecimiento de la ciudad moderna, y hacen un esfuerzo por rastrear la estructura locacional de dicha actividad, así como por construir modelos de localización en un contexto intraurbano y entre ciudades.

Dado el objetivo del presente trabajo, es decir construir una tipología que haga énfasis en el aspecto locacional intraurbano, se hará hincapié a la explicación de la ubicación que ella presenta. De acuerdo con Goodal (1977: 197) la localización de la industria puede ser abordada tanto procesualmente como de manera sistémica, desde este último punto de vista, la atención se centra en el emplazamiento, y adquieren relevancia las fuerzas que intervienen en la definición de dicha ubicación. Asimismo agrega que dentro de este enfoque es típico una teoría de la utilización del suelo urbano.

Vista procesualmente la ubicación de la industria se estudia en términos de lo que es mejor para la empresa, es decir se analiza la actividad y el comportamiento de la unidad.

Antecedentes teóricos de la localización intraurbana de la industria

Desde la revolución industrial, históricamente, la ciudad se ha caracterizado por ser asiento de una buena parte de la actividad industrial, es decir que la industrialización se visualiza estrechamente con la urbanización. Hayter (1998) nos dice al respecto que desde 1900 un cinturón industrial fue establecido por aquellas ciudades que estaban creciendo rápidamente, producto de una concentración de la inversión en industrias en esas mismas ciudades. Incluso muchas de las teorías propuestas enfatizan la importancia de la ciudad como un factor de atracción para la industria, siendo las economías de aglomeración y la infraestructura unas de las piezas claves de esta situación. Lo anterior sin olvidar que la industria ha ido variando sus requerimientos locacionales y cada día es menos exigente para localizarse en un sitio específico, sin embargo la ciudad le sigue otorgando grandes ventajas locacionales que le permite complementarse con otras industrias, o bien favorece un rápido abastecimiento de insumos, y también, en términos generales, una expedita distribución del producto terminado.

Se debe destacar que en 1956 Walter Isard en su trabajo Location and space economy (Citado por Carter, 1981: 447) trató de representar un diagrama con los patrones de suelo urbano. En dicho diagrama considera dos tipos de localización industrial de acuerdo con el tipo de materia prima utilizada: aquella que se ubica en lugares específicos, porque la misma materia prima así lo demanda (refinería), y aquella en que la materia prima es transportada hasta la planta industrial, y por tanto en este último caso, la industria se puede encontrar en cualquier lugar.

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De esta manera las industrias que utilizan este último tipo de materia prima pueden hallarse en cualquier parte de la ciudad. Agrega que se encuentran vinculadas ya sea al área central o al resto de las áreas industriales, dado que sus exigencias locacionales son menos estrictas. El resto de industrias, es decir las que utilizan el primer tipo de materias primas señalado, se caracterizan por presentar ciertas asociaciones industriales.

Años más tarde Pred (1964) también manifiesta su interés en conocer lo que él llama “regularidades espaciales de la industria intrametropolitana”. Se plantea dos interrogantes, en las que se hace evidente su inquietud por querer clarificar la cuestión locacional intraurbana de la industria. La primera está referida a las industrias que conservan su localización original (central) de tal suerte que el se pregunta: ¿qué tipo de industria permanece en o cerca de las zonas centrales? En cambio, en la segunda le preocupan las industrias que se reubican: ¿qué patrones de localización siguen aquellas industrias que se descentralizan?

El trabajo de Pred considera la situación de la actividad industrial a nivel intraurbano hasta mediados del siglo XX para ello estudia varias ciudades norteamericanas haciendo énfasis en la de San Francisco. Él describe la localización de la actividad industrial desde el momento en que ésta básicamente estaba confinada a la vivienda, también anota que con la revolución industrial las fábricas se instalaban preferentemente cerca del centro de la ciudad, con excepción de aquellas industrias ligadas fuertemente a fuentes de energía (agua) o a materias primas, (Pred, 1964: 165-166). Los factores actuantes en dicho patrón de localización durante las fases más tempranas de la industrialización tienen que ver grandemente con el pobre desarrollo de medios de transporte que limitaban la movilidad física de insumos, productos elaborados y trabajadores, por tanto era importante estar cerca de la mano de obra y del mercado, es decir, del centro de la ciudad.

Este mismo autor señala que con el desarrollo y uso más intenso del ferrocarril se reforzó la importancia de la industria en aquellas áreas que actualmente son centrales en la ciudad. Además, el valor de suelo en las zonas adyacentes a las áreas centrales no era excesivamente caro; conjuntamente otra serie de ventajas estaban presentes, tal es el caso de la asociación con otras actividades (comerciales principalmente) y de las facilidades que generaban las terminales ferroviarias ubicadas en esas mismas zonas en cuanto a movimiento de mercancías, trabajadores y consumidores.

Aunque se debe señalar que desde finales del siglo XIX había indicios de que la centralización de la industria era de carácter temporal, dado el paulatino pero constante encarecimiento y escasez del suelo, a lo que hay que agregar impuestos, legislaciones y molestias que generaba el intenso tránsito propio de esas zonas, y que dan por resultado la existencia de obstáculos que impiden o limitan la permanencia de la industria en las zonas centrales de las ciudades (Pred, 1964:166-167).

Este mismo autor reconoce para el siglo XX un proceso lento pero persistente de localización de la industria en los suburbios, dadas las nuevas tecnologías y formas de producción (con necesidades de mayores espacios físicos) que demandaban nuevas localizaciones, aunado al desarrollo del transporte que facilitaba la transportación de insumos y mercancías, así como de trabajadores, en este último aspecto es de destacar el

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papel tan relevante que han jugado el camión, las autopistas y el uso de contenedores para transporte de mercancías Pred (1964: 169).

En relación con la primera pregunta que hace Pred (supra) referente al tipo de industrias que permanecen en zonas centrales, indica que a pesar de la existencia del proceso de descentralización, no toda la industria ha salido de las áreas centrales, han permanecido aquellas capaces de minimizar los costos de dicha localización.

Weber (citado en Pred, 1964: 170) dice al respecto que las mismas reglas (minimización de costos) que imperan en el contexto regional deben prevalecer en un contexto intraurbano. En cambio, otros autores consideran que si bien para una empresa se minimizan los costos de transporte con una ubicación central, también es cierto que no todas las empresas industriales se pueden ubicar en el centro, pues se trata de un espacio limitado, algunas si lo lograrán, pero otras tendrán localizaciones menos accesibles. Además, en un mercado realista las condiciones de competitividad hacen que la tesis de minimización de costos no tenga la misma validez (Pred, 1964: 170).

Pred concluye que algunas industrias requieren ciertas localizaciones centrales que les permiten participar de economías de aglomeración pues con ello ganan cohesión, en cambio otras industrias son incapaces de pagar rentas altas en sitios más deseables. Además agrega que unas permanecen ahí porque se complementan con otros usos, básicamente comercial y de servicios; en cambio, otras lo hacen por estar íntimamente ligadas a un mercado de carácter local, y otras más por la propia inercia de la actividad industrial.

Precedo y Villarino (1992: 170) y Carter (1995: 197) consideran que Pred pudo dar respuesta a la primera pregunta aportando conclusiones interesantes que se pueden generalizar a otras ciudades. En cambio opinan que para la segunda, referente al patrón que siguen las industrias que se descentralizan, sólo ofreció indicios.

Sin embargo, Carter (1995: 197) arguye que se debe tomar con cautela la afirmación de que dichas industrias salen de las zonas centrales para dar lugar a un proceso de suburbanización de la industria, en virtud de que no se trata de un simple traslado de la industria del interior de la ciudad hacia su periferia, el proceso más bien tiene que ver con el cambio estructural que ha registrado la actividad industrial en las últimas décadas del siglo XX, en el sentido del cierre de las viejas industrias en el centro que ya no resultaban redituables y la apertura de otras, con nuevas demandas de localización, en la periferia.

Loewenstein (Citado en Carter. 1981: 449) llega a la conclusión de que la industria manufacturera tiende a dispersarse, básicamente por el intenso tránsito de las zonas centrales y por los altos costos del suelo que se dan en ellas. Además agrega que este tipo de industria se aleja del centro con un patrón de localización a lo largo de las vías de transporte. A lo anterior incorpora la consideración de cuatro factores de localización, a saber:

• Orientación hacia la mano de obra o hacia el mercado.

• La presencia de vías de transporte.

• Demanda de gran cantidad de suelo.

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• Búsqueda de suelo más barato.

De lo anterior, Carter (1981: 451) concluye que la industria actualmente no se confina a una determinada área de la ciudad sino más bien se puede localizar a lo largo y ancho de la misma, ya que los distintos tipos de industria requieren diferentes atributos locacionales. Esta afirmación en términos generales es cierta, sin embargo hay que tener presente que existen otros aspectos macroeconómicos, de normatividad, e incluso de amenidad, que favorecen o no la presencia del uso del suelo industrial, tal es el caso de la incompatibilidad de usos del suelo entre el residencial de lujo y el industrial.

A lo anterior también hay que agregar lo anotado por Kivell (1993: 182) en el sentido de que los niveles de desarrollo tecnológico se ven reflejados en la forma, estructura y patrones de uso del suelo de las ciudades, de tal suerte que el desarrollo tecnológico actual está teniendo un impacto en casi todas las facetas de la vida urbana: cambios en centros de poder, en procesos industriales, en nuevas necesidades de transporte, en el tipo de fuerza de trabajo requerida, y también en nuevas localizaciones de las empresas. Las fábricas son ahora más pequeñas, pero con encadenamientos y eslabones productivos altamente sofisticados, como resultado se tiene una mayor flexibilidad en buscar sitios más baratos, sobre todo en cuanto a suelo, ello principalmente en los suburbios.

Aquí es importante insistir en el papel, cada día mayor, que juega las legislaciones ambiental y urbana en la descentralización de industria, un ejemplo de ello fue el cierre de la Refinería 18 de Marzo, también ubicada muy cerca de zonas centrales de la Ciudad de México, y que por cierto tampoco se reubicó.

Todo lo anterior se debe a que la naturaleza de la actividad industrial está cambiando, es decir no se trata de las mismas industrias que buscan ubicaciones distintas, sino más bien de nuevas industrias que exigen nuevas localizaciones (Carter, 1995: 197), con ello se hace evidente lo mencionado en los primeros apartados en el sentido de que los factores locacionales de la actividad industrial han ido cambiando de acuerdo con las nuevas necesidades que la propia industria va creando.

De lo anterior se puede concluir que se presentan serias dificultades para poder llegar a plantear una generalización del comportamiento locacional de la industria a nivel intraurbano, siendo importante aquí la consideración de Murphy (citado por Wood, 1974: 130) que resume estas dificultades con la pregunta siguiente: ¿la ciudad puede presentar una estructura industrial como la que se presenta para el comercio al menudeo? El nos dice que esto difícilmente ocurrirá, básicamente porque el comercio al menudeo en una ciudad es predominantemente local pues se beneficia de la proximidad de los clientes; la demanda debe producir respuestas similares para ajustar las distintas ubicaciones del comercio a lo largo de la ciudad. En cambio la manufactura sólo podría producir desarrollos repetitivos de este tipo probablemente si fuera completamente para el consumo local, pero por supuesto las cosas no son así, la industria no responde exclusivamente a un mercado local, como ya se ha mencionado.

Sin embargo, hay algunos aspectos relevantes y repetitivos en la estructuración locacional de la industria en un contexto intraurbano, por tanto existe la posibilidad de generalizar, ello permitirá contar con una primera plataforma teórica, sin olvidar la consideración hecha

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por Berry y Horton al decir que "la complejidad de los eventos (históricos) y su impacto en la distribución espacial de la industria dentro de las ciudades hacen difícil el establecimiento de una base teórica para entender la dinámica locacional de la industrial intraurbana" (citado por Wood, 1974: 130) por otro lado no podemos dejar a un lado que cada ciudad tiene sus particularidades físicas, sociales, políticas, culturales e históricas, las cuales también podrán dejar huella en la configuración de la estructura espacial de la actividad industrial.

Bajo la anterior reflexión histórica, es cierto que la actividad industrial en un poco más de dos siglos ha registrado una progresiva y constante transformación en todos los órdenes: organizativo, productivo, distributivo y en términos de localización, dejando indicios de su presencia en la organización territorial tanto en el contexto regional como en el intraurbano, y en ello han participado ciertos factores, que en la literatura especializada se les conoce como factores locacionales, los cuales serán tratados en el siguiente apartado.

Factores de locación de la actividad industrial

Dentro de las contribuciones teóricas hechas por geógrafos al análisis de la actividad industrial, tal vez una de las más importantes ha sido la identificación de factores locacionales, ellos se han estudiado en los niveles regional y local, en el primer nivel han sido importantes las consideraciones hechas por Smith (1981: 45), Watts (1987: 76) y Hayter (1998: 79). En ellas se parte de la idea de que muchas industrias, a lo largo de la historia, han contado con atributos específicos que las obligan a una determinada ubicación. En conclusión estos autores consideran una serie factores de localización, entre ellos: suelo y sus atributos; capital: financiamiento y equipamiento; insumos y energía; fuerza de trabajo; transporte; economías externas de aglomeración; políticas públicas y planeación.

Se debe insistir que en la literatura casi siempre se tratan los factores en un contexto regional, sin embargo, las razones por las que se decide localizar a una industria en un país, región o ciudad son diferentes a las que se toman en cuenta para localizarla dentro de una ciudad.

Por los objetivos del presente trabajo se han examinado cada uno de los factores de localización industrial y se han identificado aquellos que tienen implicaciones intraurbanas, lo que se ha enriquecido con aportaciones de diversos autores.

Se analizan los factores más relevantes en la determinación de las localizaciones industriales al interior de la ciudad sin existir una relación entre el lugar en que se anotan y su importancia como factor de localización. De hecho, no existen unos más relevantes que otros, ya que en ciertos casos alguno de ellos tendrá una mayor influencia y en otros, podrá ser otro o bien, la actuación simultanea de varios factores los que den lugar a una específica localización.

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La naturaleza de la producción y el mercado al que se destina la producción

Principalmente en las sociedades subdesarrolladas, una de las distinciones más significativas es la que se da entre la producción moderna (fordista y posfordista), en la que predominan las relaciones formales tanto en lo laboral como en lo financiero y lo fiscal, y es de naturaleza masiva, por lo que depende del acceso a amplios mercados, y la producción tradicional de naturaleza artesanal, en donde pueden aparecer relaciones no formales y cuya producción es de pequeña escala y muchas veces de productos únicos.

En el primer caso, no hay una relación con los mercados locales por lo que este factor no es decisivo en la localización intraurbana, ya que se trata de mercados regionales e incluso internacionales, la localización podría estar en función de un acceso rápido a transporte y rutas de circulación que generalmente se localizan en los suburbios industriales, en cambio, en el segundo caso, generalmente se trata de mercados locales, para los que resulta básico la cercanía y contacto directo con los clientes. Aquí toca destacar la presencia de gran número de industrias (pequeños talleres) que se presentan en colonias populares de ciudades de países subdesarrollados, es decir, cerca de un mercado local pero que además, muchas veces tienen la particularidad de estar asociadas a la habitación del pequeño empresario.

Atributos, disponibilidad y costo del suelo.

Los diferentes tipos de industria tienen muy diversas necesidades o restricciones en cuanto a espacio y los atributos de éste, y al mismo tiempo, diferente capacidad para pagarlo. Hay industrias intensivas que no requieren de mucho espacio y que pueden adaptarse a una gran amplitud de inmuebles. Aunque los pocos requerimientos de espacio y la facilidades de adaptación conceden una gran flexibilidad, algunas pueden verse presionadas por otros factores, así hay industrias que pueden requerir pagar una localización costosa en áreas céntricas de la ciudad por razones de mercado o de complementariedad, mientras que otras además de no tener presiones de cantidad ni de tipo de suelo, pueden aprovechar espacios baratos, sobre todo en colonias populares.

Por otro lado están las industrias con requerimientos específicos de suelo. El más común es la naturaleza plana y el gran tamaño de los predios, demanda relacionada con la naturaleza fordista del proceso de producción, de tal manera que se puedan establecer las líneas de producción (principalmente de ensamblajes) y se disponga de suficiente espacio para almacenar los materiales y los productos. Este tipo de industrias tienden a las periferias, en donde pueden encontrar los predios de gran extensión a precios relativamente bajos.

Con el nuevo modelo de la producción flexible han disminuido las demandas de los grandes espacios industriales, en parte por la tendencia a la desaparición de las grandes líneas de ensamblaje, y en parte, por la significativa reducción en las necesidades de almacenamiento de materiales y productos, gracias a la planeación precisa de los procesos que permiten

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recibir los materiales en el momento exigido para su incorporación al proceso productivo y de mover los productos terminados de manera inmediata hacia los centros de distribución o al mercado (“just in time”). Con lo anterior, se han reducido las presiones por los grandes espacios periféricos y el suelo barato, sin que esto signifique una tendencia a localizaciones interiores en la ciudad, sino solo la posibilidad para algunos tipos de empresas.

La disponibilidad futura del suelo es otro elemento a considerar. Hayter (1998: 95) afirma que la falta de espacio para la expansión física constituyó un problema grave para muchas empresas británicas localizadas en áreas urbanas grandes en los años setenta, es decir, que en una determinada situación pueden volverse un serio limitante para las plantas industriales. No obstante, este factor es una variación de la disponibilidad del suelo que se analizó antes, por lo que también está perdiendo importancia en los esquemas de producción flexible.

De cualquier manera, debe reconocerse que el costo del suelo no es un factor muy importante, es un componente significativo entre las inversiones iniciales, pero en el largo plazo puede volverse casi irrelevante para muchas industrias. Las tendencias de localización hacia la periferia pueden deberse más a la disponibilidad de suelo y a otros factores que al costo. Smith (1981: 47) señala que una empresa en el momento de establecerse no será particularmente sensible a variaciones substanciales en el costo de lugares comparables, sobre todo si el sitio más caro presenta ventajas para el desarrollo de la propia industria como seria contar con un mejor acceso.

Aquellas industrias que requieren localizaciones centrales pueden compartir con otras actividades los altos costos de estas zonas través de compartir inmuebles con otros usos del suelo, siempre y cuando la naturaleza de la actividad lo permita como en las industrias de la confección de ropa, las imprentas y los algunos tipos de talleres se ubican en las plantas altas de inmuebles ubicados en zonas centrales, aunque se debe aclarar que por lo general no se instalan en las zonas de mayor valor de esa parte de la ciudad.

La infraestructura

La infraestructura es una forma de capital fijo casi siempre suministrada por el Estado y es requerida por toda actividad industrial, desde carreteras, vías férreas o facilidades portuarias, hasta líneas de conducción de agua, electricidad y drenaje adecuadas a la actividad. No se puede soslayar que la infraestructura es cara, y su ausencia puede representar una restricción de ubicación para la industria, mientras su presencia puede significar un factor de inercia para la actividad industrial (Hayter, 1998: 93).

Los gobiernos (nacional, estatal y local) utilizan la dotación de infraestructura para atraer la inversión industrial a su jurisdicción respectiva, un ejemplo de ello ha sido la creación de parques industriales, puestos en marcha en México a partir de la década de los años setenta del siglo XX.

Indudablemente al ser la ciudad la unidad espacial mejor dotada de infraestructura también ha sido uno de los principales receptáculos de la actividad industrial y las variaciones de

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disponibilidad de infraestructura industrial en la ciudad se convierten en un factor determinante para la localización de estas actividades.

Transporte y Accesibilidad.

Es frecuente la consideración de que el transporte es el factor más importante para definir la ubicación de una planta industrial, Smith nos señala que esto actualmente no es tan cierto como lo fue en el pasado, pero el transporte todavía es un factor relevante al elegir la situación de algunas industrias (Hayter, 1998: 57).

No se puede generalizar la importancia del transporte pues el total de carga transportada tanto de insumos como del producto terminado varía de industria a industria, pero tampoco se puede olvidar la relevancia que tiene el transporte, sobre todo por que “…en general, tanto los productos como los factores de la producción son móviles, desde el punto de vista espacial y sustituibles. El orientarse hacia la mano de obra, hacia la energía o en otros sentidos análogos, ha sido algo que se ha considerado como una desviación de la localización óptima determinada por el transporte [que debería ser más o menos intermedia]. Los costos de producción y los ingresos procedentes de las ventas varían de una localización a otra dependiendo de las posibilidades de acceso a costos competitivos, a los mercados del producto y a las fuentes de los factores productivos.” (Goodall, 1977: 200).

Por tanto la ubicación del uso del suelo industrial tenderá a orientarse hacia las materias primas o hacia el mercado, o hacia algún otro factor dependiendo de la atracción que más intervenga por la minimización de costos. En la localización de la industria manufacturera es factible que predominen las localizaciones “…de maximización del beneficio en los puntos de origen de los materiales cuando éstos pierden en el proceso productivo una parte considerable de su peso o volumen, cuando son más perecederos que el producto resultante o cuando, por otras razones, su transporte resulta más caro que el de los productos terminados.” (Goodall, 1977: 202). En cambio se presentarán otras localizaciones dirigidas al mercado en los supuestos contrarios. Ciertamente en la actualidad las ideas minimización de costos o maximización de beneficios han ido perdiendo relevancia a favor de la eficiencia, la seguridad, y la funcionalidad entre plantas, pero es indiscutible es que en todos los casos el transporte continúa jugando un papel relevante.

Como puede verse el transporte es un factor de peso en la localización industrial en un contexto regional en virtud de que la industria siempre requerirá facilidades en la transportación de insumos y de productos terminados. Pero también, esta exigencia es válida a nivel intraurbano, aunque más en términos funcionales que de costo, así la industria localizada en una ciudad siempre buscará localizaciones con un mínimo de facilidades de movimiento.

Las necesidades de transporte y accesibilidad dependerán del tipo de industria y la naturaleza de sus productos y mercados. Las industrias que responden a mercados nacionales e internacionales y que se instalan en los suburbios, lo hacen en lugares con accesibilidad buena, la cual es proporcionada por la presencia de rutas de transporte. Este

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factor ha tenido tal peso que incluso, como ya se mencionó anteriormente, una buena parte de la estructura industrial de una ciudad se explica por la presencia de rutas y terminales del ferrocarril.

Economías externas de aglomeración

Para Hayter (1998: 91) las economías externas de aglomeración son pensadas convencionalmente como dicotomizadas ya sea considerando la dimensión de lo urbano, o bien de lo meramente locacional, es decir, en el primer caso en la decisión que se toma para establecer una industria en un determinado lugar se hace un razonamiento tomando en cuenta las ventajas o desventajas de localizarla ya sea en una ciudad pequeña o en una grande, y en el segundo se hace un juicio semejante viendo las ventajas o desventajas de ubicarla en una concentración de empresas o bien en otro lugar. Este mismo autor señala que durante mucho tiempo se ha pensado que las economías externas representan una condición crítica de localización, y que ellas comprenden un conjunto de características no tangibles que se resumen en externalidades positivas o bien negativas.

Así la concentración de la actividad industrial proporciona muy frecuentemente beneficios para las empresas industriales allí ubicadas y que no disfrutarían en una situación aislada. Dichos beneficios constituyen las economías externas positivas. Otro ejemplo de externalidad positiva se da con los beneficios que obtienen las empresas al localizarse en una ciudad grande y con ello conseguir ventajas que le permite contar con un acceso a un transporte más diversificado, viable y más barato, e incluso acceder a una mayor cantidad de servicios comerciales y de amenidad. (Hayter, 1998: 91-92). Pero a su vez una ciudad grande puede representar deseconomías de escala (externalidades negativas) por lo congestionado del tránsito; por los costos del suelo, de la mano de obra y de los impuestos; por la contaminación; y hasta por los niveles de criminalidad más altos.

Para el sector industrial, las economías de aglomeración evolucionan con el tiempo y se hacen presentes en los llamados distritos industriales al ofrecer externalidades positivas a las empresas a través de costos más bajos de producción, ya sea por el ahorro en el transporte, ya sea, por las facilidades de obtención de las funciones de apoyo para todas las empresas allí ubicadas. Además las empresas pueden compartir información sobre mercados y tecnología auxiliándose entre si. Pero también en esos distritos industriales se pueden generar externalidades negativas al darse una competencia desleal y privar la ganancia pecuniaria (Hayter, 1998: 92).

Políticas Públicas y Planeación.

Las políticas públicas representan una parte importante para la buena marcha de la operatividad industrial, a través de una política adecuada puede promoverse la instalación una determinada industria o de complejo industrial en un lugar específico.

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Sobrino define a la política industrial “…como un conjunto de medidas destinadas a facilitar el proceso de ajuste de la industria a la evolución del patrón de ventajas comparativas. Dichas medidas son de carácter eminentemente sectorial, pero su impacto es espacial, por lo que las acciones que se toman en materia de fomento y promoción industrial contienen un efecto espacio-sectorial.” (1997, :265). Puede agregarse que ello en los distintos ámbitos: nacional, regional y local.

Además este mismo autor señala que la política industrial se ha dado en dos orientaciones del pensamiento, por una lado keynesiana e intervencionista, y por el otro neoclásica o de libre mercado. La primera concibe y formula la política industrial de manera implícita, con el fin de incidir en ciertas industrias para obtener resultados que el Estado concibe como competentes para la economía en general. En cambio la segunda parte de la idea de que "el mercado es el mecanismo más eficiente para asignar y distribuir recursos y factores, tanto a nivel de ramas de actividad como en el espacio." (Sobrino, 1997: 266-267). El Estado aquí juega sólo el papel de asegurar un ambiente favorable en el ámbito económico a través de la inversión.

Las políticas industriales pueden incluir medidas de ambas corrientes, y para lograr los objetivos trazados se ponen en marcha una serie de instrumentos de carácter horizontal, entre ellos: políticas macroecómicas, mediante la legislación, estableciendo condiciones generales de producción y a través del establecimiento de distritos o parques industriales y de ciudades especializadas en dicha actividad (Sobrino, 1997: 268), estas dos ultimas "… contienen un importante referente territorial, por lo que se convierten en factores para la localización industrial" (Sobrino, 1997: 268), que se manifiestan en los distintos ámbitos, desde el regional hasta el local.

No se puede negar que la política industrial que se ha seguido en nuestro país ha sido un factor locacional muy relevante, en virtud de que fortaleció la concentración industrial en la Ciudad de México, e incluso con las medidas tomadas para crear parques industriales, reforzó la importancia industrial de la zona centro del país donde la Zona Metropolitana de la Ciudad de México juega un papel trascendental, con lo que propició lo que algunos autores consideran la formación de la Megalópolis de la Ciudad de México.

Normatividad.

Se trata de otro instrumento de política urbana que de acuerdo con Kivell (1993: 133) es un herramienta del Estado que por lo general llevan a cabo gobiernos locales a través de planes locales que indican en dónde se debe permitir el desarrollo de los distintos usos del suelo y en qué forma se debe dar. La normatividad señala los usos aprobados, designan los espacios adecuados para todas las actividades en situaciones convenientes y evitan usos incompatibles. También establece lineamientos y restricciones para las formas de ocupación y los niveles de densidad.

El impacto de la normatividad en la estructuración del espacio intraurbano se ha dado recientemente y de manera particular, ha influido en la relocalización de la industria contaminante dado que una parte de ella está comprometida con el cuidado del ambiente,

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con preocupaciones centradas sobre todo en la contaminación de aire y agua. En las áreas urbanas la preocupación medioambiental se ha traducido en el diseño de políticas para descentralizar la industria contaminante, asimismo se ha restringido o limitado el establecimiento de la industria dentro de la ciudad interior.

Inercia de la actividad industrial.

Por la expansión física de la ciudad, una industria establecida en su periferia en el pasado puede tener hoy una localización bastante central o en el interior, de tal suerte que los factores locacionales iniciales para esa industria fueron válidos en aquel momento, pero difícilmente lo son para el momento actual.

Un cambio de localización representaría costos que no se recuperan porque forman parte de la inversión fija, dichos costos irrecuperables superan las ventajas de una nueva localización, por ello algunas industrias prefieren seguir manteniendo una localización en el interior de la ciudad, ello a pesar de algunas deseconomías en cuanto al tránsito, falta de espacios, y presiones de los vecinos o de la propia normatividad, este fenómeno es conocido como inercia de la localización industrial.

Por lo anterior, es posible encontrar plantas manufactureras en localizaciones difíciles de explicar, que en realidad se encuentran ahí por la inercia de la localización industrial pero no por otros factores del momento.

Capital financiero

Este más que un factor parece una condición para la localización de la industria. De hecho, las políticas de desarrollo industrial tienen entre sus objetivos iniciales atraer capitales al sector tanto a nivel internacional como regional y de localidades, no obstante, es un factor poco significativo a nivel intraurbano, excepto en áreas metropolitanas en donde los gobiernos locales que las integran pueden competir por atraer capitales. Sin embargo, en tal caso el factor determinante de la localización es más la política de desarrollo industrial que el propio capital.

El capital es requerido antes que cualquier cosa, incluso antes que el propio suelo por lo que se decía que es más una condición de existencia de la industria que un factor de localización.

Gracias a la gran movilidad del capital, las grandes corporaciones no dependen de los financiamientos locales y en general de la disponibilidad de capital local, por lo que estos ejercen una débil influencia en la decisión de ubicarse en un determinado lugar. Pero para la empresa mediana y pequeña la falta de capital puede representar un obstáculo para su establecimiento. Dicha disponibilidad varía de localidad a otra, y en muchas ocasiones el poder conseguirlo dependerá de los contactos previos que tenga el empresario en el lugar

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que pretende establecerse, pero con todo y esto la facilidad con que se puede transferir el capital financiero hace que no sea un factor locacional determinante (Smith, 1981: 8).

Insumos y energía.

Insumos.

Toda actividad industrial requiere de insumos para llevar a cabo el proceso de producción de bienes, los insumos pueden variar desde aquellos que tienen una naturaleza eminentemente extractiva (petróleo, hierro, madera), a los que se constituyen a partir de la fabricación de otros bienes (productos intermedios). Por su parte, las industrias pueden ir desde las que requiere pocos insumos (fundición de metales) hasta los que requieren una gran cantidad de ellos (industria automotriz).

Es importante señalar que los insumos varían enormemente en volumen, peso y en lo perecedero del producto, todo ello implica necesidades específicas de transporte y almacenamiento. Lo anterior representa costos y puede significar un factor a considerar en la localización de la fábrica.

No sólo influye la posibilidad de acceder a las fuentes de insumos y el costo de dicha accesibilidad, sino las condiciones de seguridad, eficiencia y confiabilidad con que se pueden obtener

Energía.

Las fuentes de energía también ejercen una marcada influencia en la localización de una planta fabril. Hay muy poca maquinaria moderna que no sea impulsada por algún tipo de energía. La cantidad y el tipo de energía varía de industria a industria, y de empresa a empresa, ello dependerá de la propia actividad y de la tecnología empleada (Smith 1981: 50).

A través de los años el tipo de energía empleado por la industria ha ido variando, es por ello que también como factor locacional su importancia ha disminuido, en la actualidad se ha dado una homogenización del espacio en términos de disponibilidad de energía, principalmente la eléctrica, que es por mucho la más demandada. Lo anterior significa que esta forma de energía está disponible casi en cualquier lugar de la ciudad y de las zonas habitadas de un país.

Fuerza de trabajo

La fuerza de trabajo es necesaria para operar cualquier planta industrial, sin embargo hay fuertes variaciones entre empresas al considerara el tipo y la cantidad de fuerza de trabajo empleada. Hay industrias que emplean una gran cantidad de mano de obra, en cambio hay

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otras que sólo requieren unos pocos trabajadores. Por otro lado en algunas empresas se requiere una alta especialización y otras pueden operar con mano de obra poco calificada.

De esta manera la fuerza de trabajo como factor de localización opera a través de diversas dimensiones o consideraciones, una de las reconocidas desde los planteamientos weberianos es el costo de dicha mano de obra. Para aquellas industrias en el que dicho costo representa una proporción importante de la estructura total de costos puede darse una tendencia hacia los lugares en donde la fuerza laboral es barata, no obstante, el mayor diferencial de esta dimensión se da entre países y en menor medida entre regiones pero a nivel local, y por tanto al intraurbano es irrelevante.

Una segunda dimensión es la calificación de la mano de obra. En la medida que las empresas dependen menos de una gran cantidad de trabajadores y más del uso de tecnologías avanzadas se sujeta también más a una mano de obra calificada, lo que si influye significativamente en el tipo de localización de la industria, ya que debe optar por aquellas ubicaciones que sean accesibles para este tipo de trabajadores; la idea de accesibilidad aquí va más allá de la distancia tiempo, implica localidades que sean atractivas por su equipamiento y calidad de vida para los trabajadores calificados, lo cual puede incluso afectar la decisión a nivel intraurbano.

Se pueden presentar condiciones de especialización de la mano de obra a nivel de localidad o región cuando las empresas en la búsqueda de habilidades específicas tienden a localidades con empresas semejantes.

También relacionada con la naturaleza de la mano de obra está la búsqueda de mano de obra femenina particularmente atractiva para industrias que requieren ensamblajes u operaciones que demanden habilidad manual, como en la industria electrónica o de la confección; en cambio, otras veces las empresas buscan evitar localidades o regiones con antecedentes en movimientos laborales o con una fuerte cultura sindical.

* * *

En conclusión son numerosos los factores que de alguna manera inciden en la localización de la actividad industrial, el peso específico de uno o de un conjunto de factores varía de acuerdo con la naturaleza de la industria, en algunos casos la cercanía a las materias primas será el de mayor peso, en otros el costo de transporte toma relevancia, en cambio para algunas industrias será relevante la presencia de otros factores.

Sin embargo, se debe reconocer que las decisiones de localización industrial operan para diferentes ámbitos, ¿en qué región del mundo? ¿en qué país? ¿en qué ciudad? y ¿en qué lugar dentro de la ciudad? y se debe reconocer también que para cada uno de estos niveles operan diferentes combinaciones y formas de valorar los factores de localización.

Hacia el interior de la ciudad la industria es más sensible a: la naturaleza y escala de los mercados; la disponibilidad de suelo, su costo y su adecuación en términos de infraestructura, así como la normatividad y las políticas urbanas e industriales que afecten estos aspectos; las condiciones de accesibilidad y las rutas de transporte; economías

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externas de aglomeración; la efecto de la inercia de la localización industrial; y en cierto sentido, a la mano de obra.

No obstante, se debe insistir que aún hablando del ámbito intraurbano las empresas pueden responder más a unos u otros de estos factores y considerar condiciones específicas, incluso, el mismo tipo de industria puede tener lógicas diferentes de acuerdo a sus estrategias corporativas o de desarrollo.

Algunas tipologías propuestas

La revisión de la literatura llevó a identificar varias tipologías de localización industrial, pero sobresale el trabajo hecho por Carter (1981) en el que identifica algunas de las más relevantes.

La primera es la elaborada por Loewenstein (citado en Carter, 1981: 449) quien concibe cuatro tipos de localización:

• Las industrias orientadas hacia el mercado o hacia la mano de obra por lo general tienden hacia áreas centrales, para las primeras esa localización les permite un ahorro en costos de transporte, en virtud de que éste resulta más fácil distribuir a partir del centro. En el caso de las segundas la localización central les posibilita el acceso de una amplia gama de profesiones y fuerza laboral de diversa naturaleza.

• La industria integradas (industrias de montaje) con ubicación a lo largo de las vías de transporte, tanto carreteras como vías férreas, ello permite la asociación con otras industrias.

• La gran industria básica de transformación (refinerías o siderúrgicas), dadas sus demandas de gran cantidad de suelo y por su impacto en la contaminación de aire, agua y ruido se ubican en la periferia, alejadas del uso residencial con mayores posibilidades económicas, en cambio se da una relativa cercanía a las áreas habitacionales destinadas a obreros.

• La industria nueva o de reciente construcción tiende a localizarse en áreas suburbanas, donde el suelo es más barato.

A su vez Hamilton (citado en Carter, 1981: 452) identifica cuatro tipos de industrias a partir de un estudio de Londres:

• Industrias cuya localización es central, se trata de aquellas industrias que requieren de un fácil acceso tanto a una mano de obra especializada, como a un mercado urbano.

• Industria con localizaciones portuarias

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• Industrias que se localizan a lo largo de vías de circulación radiales o de circunvalación. Para Hamilton se trata de industrias que tienen exigencias en cuanto a grandes extensiones de suelo para instalarse y de localizaciones que les permitan una buena distribución de los productos por ellas elaboradas.

• Industrias con localizaciones suburbanas, es decir industrias que demandan grandes extensiones de superficie para el buen funcionamiento de las cadenas de producción y para el almacenamiento de insumos y productos terminados.

Otra tipología propuesta es la de Chinitz (citado en Pred, 1964: 173) cuyas ideas ya fueron anotadas anteriormente en este trabajo, quien hace la consideración de tres tipos de industrias de acuerdo al mercado que estas abastecen:

• Industrias que sirven a mercados locales,

• Industrias que proveen a mercados nacionales, y

• Industrias localizadas en función de economías externas (plants localized by external economies).

Asimismo, se anota la tipología de la actividad industrial construida por Pred (1964: 454-55) quien señala siete tipos de industrias, a saber:

• Industrias "ubicuas" localizadas cerca del centro de negocios de la ciudad, su mercado corresponde a toda la ciudad. Además se complementan con actividades comerciales y de servicios que se presentan en la zona.

• Industrias "de economía en la comunicación" y que también tienen una localización central, la ubicación de estas industrias está definida por economías externas que se generan por la necesidad de contar con una inmediata accesibilidad al comprador y a la propia manufactura (trabajos de imprenta).

• Industrias para el mercado local, cuyas materias primas se obtienen en la propia ciudad o bien pueden obtenerse en cualquier parte (fabricas de hielo).

• Industrias para un mercado no local, con productos de un valor elevado, es decir se trata de empresas cuyo mercado va más allá de la ciudad donde se ubican y pueden encontrase en cualquier lugar de ésta.

• Industrias de "economía en la comunicación". Carter dice "…que se trata de industrias muy tecnificadas que necesitan agruparse para mantenerse al día y bien informadas de cualquier innovación que les interese, pero que se orientan hacia el ámbito nacional…" (1981: 455), localizándose principalmente a lo largo de las principales arterias que dan acceso a la ciudad.

• Industrias para un mercado no local, localizadas en puertos y muelles.

• Industrias orientadas hacia el mercado nacional.

Por su parte Carter (1981: 456) retomando los resultados de Loewenstein, Hamilton y Pred ofrece la clasificación siguiente:

• Industrias localizadas centralmente:

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Usos del Suelo y Territorio

° Orientadas hacia la mano de obra. ° Orientadas hacia el mercado, aquí se incluyen dos categorías propuestas por Pred: ° Industrias ubicuas. ° Industrias de mercado local.

• Dirigidas hacia el CCN17, incluye la industria en la comunicación de Pred.

• Industrias para un mercado no local, con productos de valor elevado.

• Grandes industrias básicas de transformación. Aquellas que están dirigidas al mercado nacional buscan localizaciones suburbanas, generalmente son impactantes y requieren grandes espacios.

• Industrias portuarias.

• Industrias integradas a lo largo de las vías de comunicación, se refiere a las industrias que se aglomeran en localizaciones no centrales para obtener economías de comunicación. Se trata de industrial altamente tecnificadas que requieren de la aglomeración para beneficiarse de una información al día en cuanto a las innovaciones que le competen.

• Industrias suburbanas producto de la descentralización.

Tal como los señala Carter “esta enumeración dista mucho de ser plenamente convincente… sin embargo, viene a subrayar que la industria puede encontrarse en cualquier zona y sector de la ciudad, desde el CCN hasta el suburbio más alejado del centro.” (1981: 457).

Es necesario matizar esta afirmación de Carter, ya que la industria no puede encontrarse en cualquier zona, es mejor aceptar limitaciones a las tipologías propuestas, incluida la que se ofrece en este trabajo, como consecuencia de la gran cantidad de tipos de industrias cada una con una particular combinación de los múltiples factores determinantes que en conjunción con el complejo arreglo de estos factores en el espacio urbano dan como resultado una amplia gama de condiciones y comportamientos espaciales que difícilmente se pueden agotar en una tipología.

Estos ya diversos patrones de localización se han complicado aún más en las últimas décadas con el arribo del modelo de producción flexible (o modelo Posfordista) que ha ido liberando a la actividad industrial de muchos determinantes siendo cada día menos exigente para su localización.

Con todo lo anterior se quiere dejar asentado el reto del estudio de la localización del uso del suelo industrial a nivel intraurbano, sobre todo si se pretende particularizar en una determinada ciudad, como en el caso de la Ciudad de México. Por tanto se propone una tipología que considere los distintos tipos de industria de acuerdo a sus lógicas de localización en la Ciudad de México, y que eventualmente podría generalizarse a resto de las ciudades mexicanas y, quizás, para la

17 CCN corresponde al CBD, pero con sus siglas en español, Centro Comercial y de Negocios

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Usos del Suelo y Territorio

La industria en México

Antes de argumentar la tipología del uso del suelo industrial para la Ciudad de México se ha creído oportuno hacer una breve descripción del proceso de industrialización que ha registrado México y en particular su ciudad capital, en virtud de que ello permitirá contar con un marco referencial de la actividad industrial que nos permita comprender la tipología de usos del suelo resultante.

El proceso de industrialización en el país

El crecimiento industrial del país no es ajeno a lo ocurrido en otros países del llamado Tercer Mundo, en muchos de ellos independencia política estuvo asociada con el deseo de una autonomía económica, pensando que la mejor manera de hacerlo era transitar a través del mismo camino que siguieron los países industrializados de occidente, es decir mediante la industrialización (Potter y Lloyd-Evans, 1998).

La fase temprana de industrialización en estos países estuvo asociada con la política de sustitución de importaciones, este tipo de industrialización permitió un abastecimiento de sus propios mercados a partir de aquellos productos que tradicionalmente habían importado. De esta manera los sectores industriales que se desarrollaron fueron aquellos que eran relativamente simples, es decir: alimenticio, de bebidas, del tabaco, de confección de ropa y el textil (Potter y Lloyd-Evans, 1998: 62-63), y dado que tenían una clara tendencia a satisfacer el mercado interno, la industria se localizó preferentemente en las principales ciudades.

Dickenson (en Potter y Lloyd-Evans, 1998: 63) hace ver que algunos países del Tercer Mundo han progresado más allá del esquema de sustitución de importaciones, logrando el desarrollo de una industria pesada (química, petroquímica y acero), tal es el caso de México.

A mediados del siglo XX se inicia el proceso de instalación de la armazón de infraestructura que serán la base para promover la actividad industrial en el país, "el objetivo central era reiniciar la industrialización surgida a finales del siglo XIX e interrumpida por la Revolución…para ello se diseñaron una serie de acciones sectoriales con implicaciones territoriales: leyes estatales de exención fiscal para la industria (desde 1940); Ley de Industrias Nuevas y Necesarias (1941y 1955); créditos a la pequeña y mediana industria (desde 1953); parques y ciudades industriales (desde 1953)." (Garza, 1999: 285).

Durante todo ese tiempo la Ciudad de México juega un papel preponderante en este proceso de industrialización del país, pues ella da cabida a la mayor parte de esa naciente industria que se instala en el territorio nacional, ello a pesar de que una buena parte de las políticas a

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Usos del Suelo y Territorio

nivel nacional pretendían propiciar la descentralización de la Ciudad de México, pero al contrario fortalecieron el papel concentrador de la ciudad capital (Garza, 1999: 285).

Pero se debe decir que es hasta 1930 cuando se dan las bases para el desarrollo industrial de nuestro país, incentivado por la sustitución de manufacturas livianas; la actividad económica durante la segunda mitad de los años treinta registra una etapa de rápido crecimiento, con ello se da una expansión acelerada de la actividad manufacturera, particularmente en el sector de bienes intermedios no básicos, además se manifiesta una mayor diversificación y una acentuada participación del Estado (Gracida, 1994: 25-26).

Rivera caracteriza el proceso de industrialización al decir que “...implicó la importación e imitación de procesos ya experimentados y seguros. Las dos consecuencias de lo anterior fueron la linealidad del proceso, es decir el centrarse en la producción de un tipo de bienes, y como resultado, una desconexión con la industria de bienes de capital” (Rivera, 1999: 26).

La industrialización sustitutiva dejó una planta productiva importante respecto a su magnitud, pero a la vez grandes desigualdades y fallas estructurales, se trata de una industria que funcionaba con costos elevados en comparación con sus competidores internacionales, aunque la diferencia en los precios de los productos no era tan alta debido al subsidio estatal (Rivera, 1999: 28), así como a las medidas proteccionistas que caracterizaron esta etapa de industrialización.

Este modelo de industrialización quedo reflejado territorialmente mediante una elevada concentración en muy pocos lugares (Sobrino, 1997: 250) y fue la Ciudad de México la que ocupó el primer lugar en concentración de industrias, aunque para finales de la década de los años cincuenta hay otras ciudades que van destacando en este sector de la economía. Sobrino también señala que los grupos industriales más destacados por su producción fueron el textil y el de alimentos, en virtud de que su localización, como se vio en el marco teórico, responde principalmente al mercado (1997: 250-251).

De acuerdo con Potter y Lloyd-Evans (1998 :63) a partir de la década de los años sesenta varios países subdesarrollados se embarcaron en una nueva forma de industrialización ligera, mediante el ofrecimiento de incentivos fiscales a empresas extranjeras. Esta forma de industrialización es conocida con el nombre de industrialización por invitación.

A lo anterior se debe agregar lo anotado por Rivera (1999) y Gracida, (1994) al decir que para esos mismos años (sesenta del siglo XX) se dan nuevas condiciones mundiales motivadas por la dinamización de la actividad comercial, inversión y desarrollo tecnológico. Lo anterior estuvo acompañado de un restablecimiento de flujos de capital hacia los países subdesarrollados, así como de una importante transferencia mundial de tecnología, con todo ello se eleva la inversión de capital en la industria que junto con la importación de maquinaria y equipo y los convenios de licencia van a permitir una destacada modernización industrial (Rivera, 1999: 29).

Los años sesenta se caracterizan por una tendencia marcada al crecimiento industrial, pero continúa e incluso se acentúa la concentración industrial, Sobrino (1997: 251) calcula que

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Usos del Suelo y Territorio

el Distrito Federal y el Estado de México18 concentraban el 54.7% del empleo en industria de todo el país.

A estas nuevas oportunidades México respondió tardíamente (comienzo de los años setenta) mediante reformas para reincorporarse al mercado mundial, hay que dejar claro que esta nueva estrategia no significó un abandono de la sustitución de importaciones (Rivera, 1999: 33).

Por otra parte, en las últimas décadas del siglo XX, después de una fuerte tendencia a la importación y a la creciente necesidad de exportar, el proceso de industrialización de México se ha caracterizado por una mayor apertura en su economía, paralelo a ello se da un descenso en el porcentaje de participación en el sector industrial y un aumento en el correspondiente a servicios, particularmente financieros y de comunicaciones y transporte. (Sobrino, 1997: 40).

Durante esta etapa la industria ha sufrido una intensa transformación, dejando a un lado el ensamble manual por otro altamente tecnificado, ello empieza a tener un reflejo en el territorio, por un lado surgen poblados pequeños con plantas industriales (básicamente maquiladoras), en regiones que habían tenido hasta ahora un desarrollo industrial incipiente. Por el otro lado, las ciudades grandes después de sufrir una crisis en su actividad industrial, que se manifestó con el cierre de industrias y con un descenso considerable del empleo en ésta actividad, nuevamente están adecuándose a las nuevas condiciones, a través de una terciarización de su economía (Ciudad de México) o bien ajustándose a la nueva industria (Monterrey).

Lo mencionado por Garza (1999: 282) profundiza en lo anterior "…La inserción de México en el proceso de globalización económica en la última década produjo rápidos cambios en la estructura de la economía nacional, en la centralización del capital y en la propiedad de las empresas que se transforman aceleradamente en extranjeras…El impacto de esta metamorfosis económica no modifica de manera notable el patrón concentrador prevaleciente…". Así la Ciudad de México sigue siendo la principal concentración de la actividad industrial del país, aunque en las últimas décadas registra un franco proceso de terciarización de su economía, a expensas del sector secundario, viéndose disminuido el empleo y las unidades de producción en este sector.

A continuación se hace una breve descripción del proceso de industrialización de la Ciudad de México, tratándose de hacer hincapié en los patrones de localización que ha seguido dicha actividad en el tiempo y por supuesto en el espacio intraurbano.

18 Se pude afirmar que ese porcentaje corresponde a la zona industrial de los municipios del Estado de México pertenecientes al Área Metropolitana de la Ciudad de México para esas fechas, en virtud de que hasta finales de la década de los años sesenta la ciudad de Toluca inicia su desarrollo industrial.

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La actividad industrial en la Ciudad de México

Se cuenta con descripciones que establecen que desde el siglo XVII ya se reportaba en censos trabajos que implicaban una transformación de la materia prima. De la Maza (1985: 17-18) dice que en el censo de 1689 se registran 13 panaderías, 2 sastres y 3 tejedores de seda.

Por su parte González Angulo (1983: 11) igualmente describe la importancia de la producción industrial en la Ciudad de México durante el siglo XVIII. De esta manera da a conocer que "en 1794 existían 1,520 establecimientos dedicados a la manufactura y 5,211 trabajadores fijos en esos establecimientos. El producto de esta actividad no solo tenía como destino el mercado local, sino que también daba respuesta a un creciente mercado interno, resultado de la expansión de la actividad minera (González Angulo, 1983: 22).

Otro aspecto que se destaca de la actividad durante el siglo XVIII es el espacial, ya que "la producción artesanal mantenía con el espacio de la ciudad una estrecha y necesaria relación…Uno de los principios básicos que sostenían a los gremios, la unidad de producción y venta, implicaba que los espacios donde se producían y vendían los artesanos fueran uno solo, y que los pequeños talleres-tienda de los artesanos se localizaron cerca de los consumidores, es decir, en los espacios de residencia de los pobladores de la ciudad." (González Angulo, 1983: 68-69).

De lo anterior resultan dos cosas interesantes, en primer lugar, la actividad manufacturera se extendió a lo largo y ancho de la ciudad, debido a su asociación con el uso del suelo habitacional; y en segundo lugar, la reglamentación que obligaba que la casa y el taller se dieran en el mismo espacio (González Angulo, 1983: 71). Curiosamente esta asociación se repite actualmente en colonias populares, es decir se comparte un mismo espacio para la vivienda y el pequeño taller.

La actividad industrial en la Ciudad de México y en general en todo el país se ve afectada, al igual que otras actividades económicas, durante los primeros años del México independiente, sin embargo hacia finales del siglo XIX se dan indicios de un resurgimiento de esta actividad, pero como ya se mencionó, ella se caracterizó por elaborar básicamente bienes de consumo.

La Ciudad de México es el receptáculo principal para la naciente actividad industrial en el porfirismo, ella se dispone muy cerca de la actual zona central, aprovechando las ventajas que le ofrece las terminales y las vías del ferrocarril, es así que se ubica al oriente de dicha zona en las cercanías a la terminal San Lázaro, también se instala al norte en la zona de Nonoalco-Tlaltelolco y Vallejo. Esta ubicación marcó la tendencia de localización industrial en los siguientes años.

Pero se dieron otros focos de actividad industrial en áreas cercanas a la ciudad, tal es el caso de las empresas dedicadas a la producción de papel: Loreto en la actual Delegación de Álvaro Obregón, Peña Pobre en Tlalpan así como la Fábrica de Celulosa el Pilar y la Fábrica de Papel Coyoacán, ambas ubicadas muy próximas al centro de la Delegación de Coyoacán, su presencia en esos lugares obedece a la abundancia de los recursos hídrico y

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forestal, indispensables para ese tipo de industria. Cabe señalar que actualmente esas cuatro empresas ya no funcionan, en el caso de las dos primeras sus instalaciones fueron adaptadas y actualmente funcionan como centros comerciales; en el caso de la tercera el espacio que ocupaba actualmente es un espacio público (jardín) y la cuarta se encuentra cerrada por problemas laborales.

Ya bajo un esquema de industrialización a través de sustitución de importaciones se tiene que la actividad manufacturera sigue prefiriendo instalarse en la Ciudad de México.

Durante el periodo 1930-1940, Espinosa (1991) afirma que dado el crecimiento económico generado en la administración de Lázaro Cárdenas se incrementaron los procesos de concentración y centralización en la capital del país. Conjuntamente dicha administración se abocó a la construcción de obras de infraestructura (colectores de aguas servidas, tendido de tuberías, pavimentación, etc.) para atraer la inversión en industrias. También nos hace saber que en el censo llevado a cabo en 1930 se reportan 3,476 establecimientos industriales en el Distrito Federal, los cuales se distribuyen de manera dispersa en todo el territorio de la ciudad, pero con una tendencia de localización hacia el norte de la ciudad (Espinosa, 1991: 170).

Indudablemente que la Segunda Guerra Mundial trajo consecuencias para todo el mundo, en el caso de nuestro país, junto con otros, permitió una industrialización hasta esa fecha nunca antes vista, "a partir de 1940 y durante dos sexenios, se observó una política de protección a toda industria nueva, cuyas inversiones se vieron aseguradas y protegidas por el gobierno al llevar a cabo una serie de fuertes inversiones en el sector petrolero, el eléctrico y el sistema ferroviario…" (Espinosa, 1991: 186). Ello se ve reflejado en las cifras del censo industrial levantado en 1945, el cual reporta para el Distrito Federal, 9,974 establecimientos dedicados a la industria de la transformación. De acuerdo con este mismo autor (1991: 186) hay un incremento del 230.5% con respecto al censo de 1940.

El 4 de febrero de 1941 se publica en el Diario Oficial el reglamento de zonas industriales, que considera un total de once (véase tabla 1)19. Se trata de la primera reglamentación de la localización industrial, señalándose que el norte y oriente se destinará para distintos tipos de industrias, señalando algunas de las hoy conocidas como contaminantes.

De la tabla se desprende una asociación entre actividad industrial y el aprovechamiento in situ de materia prima, tal es el caso de las cementeras en el occidente de la ciudad usando las minas de arena de la zona, o bien, de las tabiqueras en zonas de barrancas, que explotaban las arcillas de los lechos de ríos y arroyos de la misma área.

Igualmente interesante resulta el hecho de que no se le asigna ninguna actividad industrial al sur de la ciudad, a pesar de que para esas fechas, en dicha zona operaba la industria papelera. Sin embargo en años futuros el sur se caracterizará por albergar industria considerada como no contaminante, principalmente laboratorios farmacéuticos y embotelladoras.

19 La presente tabla se construyó con la información presentada por Espinosa.

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Tabla 1. Zonas industriales consideradas en el Reglamento de Zonificación Industrial. Zona Industrial

Industria permitida Ubicación

I Industria en general, con excepción de la que generaba olores persistentes, emanaciones gaseosas y líquidos nocivos.

Santa María Insurgentes, Atlampa, San Simón y Tolnáhuac (todas en el norte de la ciudad)

II Industria de transformación de productos animales. Felipe Angeles y Nicolás Bravo (Delegación Venustiano Carranza)

III Industria que no requería predios de gran superficie así como de servicios de ferrocarril

Oriente de la ciudad

IV Industria que no tuviera emanaciones de olores molestos y gaseosas, ruidos sensibles al exterior de sus locales, asó como desechos líquidos nocivos

Granada, Ampliación Popo, Ahuehuetes y Anahuac (Delegación Miguel Hidalgo)

V Industrias afines a las del cemento Abraham González, Carola, 8 de Agosto y Lomas Becerra (poniente de la ciudad)

VI Industria de transformación de productos animales. Observatorio, y Bellavista (poniente de la ciudad)

VII Talleres mecánicos, plantas de montaje de automóviles y laboratorios

Guadalupe Tepeyac y 7 de Noviembre (Delegación Gustavo A. Madero)

VIII Industrias que producían emanaciones gaseosas y desechos sólidos nocivos

San Juan de Aragón, Santa Coleta, Granjas Modernas, Ampliación, D.M. Nacional y Héroes de Chapultepec (Delegación Gustavo A. Madero)

IX Industria en general, con excepción de la que generaba olores persistentes, emanaciones gaseosas y líquidos nocivos.

Al oriente de la terminal de Pantaco, en Azcapotzalco

X Explotación del tabique En zonas adyacentes a barrancas del oeste de la ciudad

XI Explotación de minas de arena Tacubaya y Mixcoac Fuente: Espinosa (1991: 186)

Para los años posteriores continua incrementándose la actividad industrial en el Distrito Federal, el censo industrial de 1955 reporta un total de 24,946 establecimientos dedicados a dicha actividad (Espinosa, 1991: 209). Pero lo más destacado durante los siguientes años es la expansión de la actividad industrial que se da en municipios del Estado de México limítrofes con el Distrito Federal, principalmente en Tlalnepantla y Naucalpan, producto de los incentivos que ofreció las autoridades del Estado de México. Posteriormente se incorporarán otros municipios, todos ellos se caracterizan por contener, en buena medida, una industria pesada y contaminante que requiere grandes extensiones de terreno para desarrollarse.

Para los años setenta Espinosa (1991: 229) señala que el Distrito Federal contaba con 44 zonas industriales, las cuales eran catalogadas de acuerdo a las formas de uso del suelo

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presentes, de esta manera se tenia 3 tipos, a saber: 1. Zonas industriales incluyendo subzonas habitacionales completas, 2. Zonas industriales mezcladas con viviendas, y 3. Zonas con uso industrial exclusivamente.

Este mismo autor enlista esos tres tipos de uso del suelo industrial por colonia20 y la delegación política correspondiente, lamentablemente con esa información sólo sabemos la localización pero no el tipo de industria existentes en ese momento. Del estudio de Espinoza se puede deducir una zonificación de la actividad industrial que concuerda con la tendencia antes señalada, así están las delegaciones ubicadas en el norte y oriente del Distrito Federal; Se anexa la Miguel Hidalgo ya que su porción norte se destina a la industria, zona que es limítrofe con Azcapotzalco; Álvaro Obregón se incluye por la explotación de minas de arena y las industrias del cemento existentes todavía hasta esas fechas.

Profundizando en lo anterior, Espinosa (1991: 256) describe que para fines de la década de los setenta la industria metalúrgica se ubica al norte del Distrito Federal, específicamente en Azcapotzalco, Tlalnepantla y Naucalpan; la textil y la del calzado contaba para esas fechas con distribución más dispersa, se encontraba en Azcapotzalco, Álvaro Obregón, Gustavo A Madero, igualmente en el interior de la ciudad y a lo largo de la carretera federal México-Puebla.

Lo que Espinosa denomina pequeña industria (trabajo de madera, imprenta, cuero, y oficios semiartesanales) se disponían en el centro de la ciudad. La industria alimenticia en Azcapotzalco. La industria química en Álvaro Obregón, Azcapotzalco y en el municipio de Ecatepec. En cambio en la zona sur de la ciudad (Coyoacán y Tlalpan principalmente) estaba instalada la industria no contaminante (1991: 256). En términos generales el patrón antes señalado se ha mantenido hasta la actualidad, con ciertos cambios, producto básicamente del cierre de industrias ya sea por obsolescencia de sus sistemas de producción, ya por las crisis económicas de la economía nacional, o bien, por la presión de la normatividad urbana y ambiental. Por otro lado, hay una tendencia clara a la expansión de esa gran zona industrial ubicada en el norte, llegando actualmente a municipios como Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli, Tepozotlán, y Tultitlán en el noroeste de la zona metropolitana de la Ciudad de México, y Tecamac al noroeste.

El patrón distribución de la actividad industrial de la Ciudad de México se ha ido configurando paulatinamente, producto de un proceso que ha ido dejando huella en el territorio de la ciudad, e incluso al estudiar la distribución actual de la industria en las últimas décadas del siglo XX, Icazurriaga (1992: 84) señala que "al interior de la zona metropolitana podemos delimitar la zona industrial en tanto unidad territorial continua, que concentra el mayor número de industrias, aporta el mayor volumen de producción y donde el sector industrial es el que absorbe el mayor número de la PEA. Esta zona, de vocación predominantemente industrial, está integrada por la delegación Azcapotzalco y los

20 Dada la gran cantidad de colonias enlistadas por Espinosa sólo se anotan aquellas que hemos considerado más representativas por delegación política, ello nos permite tener idea de la tendencia de localización señalada.

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municipios Tlalnepantla, Atizapán, Naucalpan, Ecatepec, Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli y Tultitlán." Además de esta gran zona hay otras más pequeñas en las delegaciones de Gustavo A Madero, Iztacalco, e Iztapalapa y en el sur de la ciudad.

Rozga también propone una delimitación de la industria en el Área Metropolitana de la Ciudad de México. El autor señala que se presenta una primera zona de desarrollo industrial que está determinado por los municipios conurbados a la Ciudad de México y que representan una continuación territorial del desarrollo industrial del Distrito Federal. Para la década de los años 60s, son los municipios de Naucalpan y Tlalnepantla los primeros en recibir la actividad industrial, posteriormente otros municipios (Tultitlán, Cuautitlán, Ecatepec, por mencionar algunos) continúan el proceso (1996: 66-67).

Hay además, una segunda zona que está representada por municipios externos al área metropolitana, como Toluca y Lerma, que inician su industrialización en los años setenta del siglo XX, y que pueden ser considerados producto, en parte, de la desconcentración industrial de la primera zona. Dichos municipios mantienen vínculos muy estrechos con la Ciudad de México, e incluso autores como Iracheta (1996) y Garza (1999), consideran que forman parte de la primera megalópolis que se presenta en nuestro país, es decir, la de la Ciudad de México.

Tipología del Uso del Suelo Industrial

Generalidades

La tipología propone un arreglo de tipos de industrias considerando como principal aspecto el locacional, en virtud de que el objetivo central de su construcción es que sirva como herramienta para el estudio de los usos del suelo de la Ciudad de México, es decir que lo que aquí interesa son las consideraciones de ubicación de la empresa industrial dentro de la ciudad más que la actividad industrial en si, aunque hay que tener presente, como se anotó, que no son del todo independientes.

Como se hizo notar en la conceptualización teórica, en la literatura correspondiente se ha dado más énfasis al reconocimiento de los factores locacionales que siguen las industrias a mayor escala: mundial, nacional o regional. Sin embargo se tienen pocos referentes teóricos relativos a lo local. Las razones de ello son diversas, por un lado la gran diversidad de industrias y la gran variedad de ubicaciones la ciudad complica cualquier generalización.

Por otro lado hay que considerar que el patrón de distribución de la actividad industrial es producto de un proceso histórico, en donde las decisiones tomadas en un determinado momento respondieron a las necesidades y circunstancias de localización de ese momento,

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pero en el presente, lo más probable es que la ubicación de esa industria tenga otras necesidades y se den otras circunstancias en el contexto intraurbano.

A lo anterior hay que agregar lo dicho por Garza (1980: 34) en el sentido de que los factores de localización han sido estudiados “... de una manera muy general, ya que en cada tiempo, lugar y caso los factores locacionales se manifiestan de manera distinta.”. Por tanto reiteramos que el lograr generalizar se complica enormemente.

Sin embargo en el apartado teórico se hizo un intento de generalización definiendo a los siguientes factores como los de mayor peso o influencia en la decisión de localizar a la actividad industrial: mercado al que se destina la producción, valor del suelo, transporte y accesibilidad, normatividad, e inercia de la actividad industrial.

Se puede empezar la tipología considerando cuatro tipos de industria: Central, Local. Interior y Periférica, partiendo básicamente de la localización que ellas guardan dentro de la Ciudad de México. Si estos tipos se comparan con las clasificaciones mencionadas en la parte de antecedentes teóricos se aprecian pocas diferencias, sin embargo es de destacar que en la presente hemos considerado para cada tipo una combinación o síntesis de variables y no una sola. Así por ejemplo, en la definición del tipo de industria central, no sólo se considero su ubicación, sino también la combinación de otros aspectos: proceso histórico, complementariedad de usos, políticas urbanas, por mencionar algunos.

Con ello se deja asentado que la construcción de una tipología de la actividad industrial no es una tarea fácil, en virtud de que ella debe ser concebida bajo la premisa de que ella debe estar en función de una síntesis de variables.

Por otro lado hay que tomar en cuenta que todavía la Ciudad de México no cuenta con algunas industrias altamente sofisticadas, en cambio otras de tamaño medio y pequeño tienen una gran relevancia en ciertos espacios de la propia ciudad, tal es el caso de los pequeños talleres (de aluminio, herrerías, madererías) que en colonias populares se presentan de manera prolífica, y que en la presente tipología han quedado agrupados como industria local.

Recapitulando, en la tipología que proponemos (véase tabla 2) se ha considerado importante indicar para cada tipo de industria (primera columna de la tabla) las cuatro consideraciones siguientes:

La lógica de su localización (segunda columna), aquí interesa dejar asentado, a manera de conjetura, aquellas variables locacionales que se consideran relevantes para cada tipo. Como ya mencionamos la tipología es producto de la conjunción de variables.

Con el fin de caracterizar los distintos tipos de industria hemos considerado importante especificar el tipo de producto que se manufactura (final o intermedio), hasta ahora el trabajo realizado, no nos permite afirmar si hay correlación entre esta consideración y la ubicación de la empresa dentro de la ciudad. Por tanto el estudio de la estructura interna de la ciudad nos permitirá, en el futuro, contar con elementos que nos permitan identificar si hay o no una asociación entre esta consideración y la localización de la industria. Cabe anotar que este rubro es difícil de identificar en campo, sin embargo se cuenta con otras

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fuentes de información (base de datos de CANACINTRA y de SECOFI) que nos permitirán recabarlo.

Se debe señalar que esta consideración se anota en la misma segunda columna de la tabla, tratando de hacer una asociación a manera de hipótesis.

Criterios que deben tomarse en cuenta para identificar la industria en trabajo de campo (tercera columna), el definir este tipo de criterios es básico en el levantamiento de los usos del suelo, para ello se hace énfasis en el tipo de inmueble. Si bien la industria presenta pocas dificultades para ello, hay que tener presente que existen ciertas especificidades en la mediana y pequeña industria, no todas se ubican en instalaciones construidas exprofesso es decir, aquellas que comúnmente se identifican a través de naves industriales. Hay casos en que se dan en espacios adaptados.

Ejemplos representativos de la Ciudad de México. Finalmente, en la cuarta columna se señalan distintos ejemplos para cada tipo de industria anotándose algunas especificaciones si el caso lo amerita.

Tipología de la actividad industrial para la Ciudad de México

Industria central

Este tipo de industrias, como su nombre lo señala, tiene una localización central dentro de la ciudad, en virtud de que se beneficia de esa localización al requerir complementarse con los usos del suelo comercial y de oficinas para poder ser rentable, pero sobretodo por que su producción es demandada por el mercado que genera la actividad comercial y de servicios presente en dicha área. Se trata de industrias que producen básicamente bienes finales. Asimismo para ellas es importante con mano de obra, su localización central facilita el acceso de ella. No menos relevantes, para algunas de estas industrias es la presencia de lo que se denomina economías en comunicación.

Habitualmente se ubican en inmuebles adaptados para el uso industrial, en edificios, ellas por lo general ocupan los pisos superiores junto con servicios, mientras que el comercio la planta baja.

Para poder identificar a este tipo de industria se hace necesario detectar los distintos usos a los que se destina cada uno de los pisos que constituyen el edificio, en virtud de que el propio inmueble no permite una identificación fácil de la industria desde el exterior, pues como ya se dijo se ubican en inmuebles no ad hoc (no industrial) es decir, en inmuebles adaptados.

De acuerdo con lo visto en el marco teórico de este trabajo, la industria Central correspondería a la industria ligera, tradicional (según Rozga), constituida por pequeñas empresas (según Suárez y Rivera) y que sirve al mercado local (según Chinitz). Es una industria orientada hacia el mercado o hacia la mano de obra, según la tipología de Loewenstein, ubicua (joyerías) y de economía en comunicación (imprenta) según la

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tipología de Pred. Evidentemente se trata de la industria localizada centralmente de la tipología de Carter, pero dentro de los subtipos de ésta, se trata de la orientada hacia la mano de obra (industria del vestido) y de la dirigida al CCN (imprentas).

En el caso de la zona central de la Ciudad de México resulta un ejemplo representativo de este tipo de industria la de confección de ropa, talleres de joyería e imprentas ubicadas en la zona central de la Ciudad de México, asociada con comercios y servicios.

La confección de ropa puede agruparse en tres subtipos. El primero corresponde a la confección masiva, de este tipo hay una cantidad considerable de talleres de confección de ropa en avenidas importantes (ubicados en los pisos superiores de los inmuebles), asociados a la zona comercial especializada en la venta de ropa.

El segundo está constituido por talleres que también producen ropa, pero ellos se distinguen de los anteriores ya que la confección se hace por encargo, es decir no se produce en serie como en el caso anterior, ejemplo de ellos son sastrerías. En el tercer subtipo se consideró a las casas de diseñadores21. Ambos subtipos se encuentran ubicados de manera dispersa en la zona central.

Los talleres de joyería igualmente se ubican en los pisos superiores de los inmuebles cuya planta baja es ocupada por joyerías, las cuales proliferan en los portales ubicados en el poniente de la Plaza de la Constitución (Zócalo), también son frecuentes en Avenida Madero.

Los talleres de óptica de igual forma se instalan en los pisos superiores e igualmente se asocian con los establecimientos dedicados a la venta de anteojos y que se ubican en la Avenida Madero.

Asimismo, están las imprentas que editan los principales diarios del país (Universal, Excélsior) que también se ubican en esta zona central de la ciudad, ubicación que obedeció en un pasado a las economías en comunicación, es de anotarse que fuera de esta zona se han establecido otras imprentas de diarios importantes del país, tal es el caso de periódico Reforma, sin embargo conservan ubicaciones bastante centrales.

Igualmente en la zona central se ubican numerosas imprentas que responden al mercado que origina la actividad de comercio y servicios de la zona al demandar papelería diversa, originándose una complementariedad de funciones.

Ejemplos de industrias centrales:

• Confección de ropa diversa, con tres subtipos: ° Confección masiva de ropa ° Sastrerías, básicamente manteniendo una producción de carácter artesanal y

localizaciones centrales por tradición.

21 Aquí se consideró a los diseñadores de ropa, en virtud de que no solo diseñan sino también confeccionan

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Usos del Suelo y Territorio

° Casas de diseñadores de ropa, aquí se dan dos actividades íntimamente ligadas el diseño y la confección.

• Imprentas y edición de periódicos y revistas

• Talleres de joyerías

• Otros talleres básicamente con una producción de carácter artesanal. Elaboración de juguetes y artesanías; confección de zapatos, etcétera.

Los factores predominantes que otorgan la ventaja comparativa y definen la localización de este tipo de industria, son el acceso al mercado y a la mano de obra y el ambiente de complementariedad del área central.

Cabe aquí señalar que algunos de estos talleres, principalmente sastrerías, casas de diseñadores e imprentas las podemos encontrar en otros rumbos de la ciudad. Así hay sastrerías asociadas a zonas habitacionales, generalmente se ubican en la parte central de las mismas, un buen ejemplo de ello es el Centro de Coyoacán en donde existen varias de ellas. Los diseñadores de ropa también se localizan en zonas exclusivas de la ciudad como Polanco, Zona Rosa y Condesa. Con ello se puede apreciar la reproducción del centro de la ciudad en ámbitos locales en distintos rumbos de la ciudad, generalmente en aquellos lugares que fueron asentamientos independientes y que actualmente se encuentran asimilados a la mancha urbana.

Las imprentas además las podemos observar en concentraciones comerciales ubicadas en zonas habitacionales, ellas se asocian al comercio y servicios ahí instalados.

Industria local

Se trata de una industria ligera, ligada a un mercado local (Chinitz), generalmente se da en sociedad al uso del suelo habitacional en donde se genera su demanda, o bien está asociada con otras actividades como el comercio y los servicios. Se trata por lo general de pequeños talleres, que como ya se mencionó representan una importancia en la vida económica de los países subdesarrollados como el nuestro. Es por ello que aquí los estamos tomando en cuenta dentro de la tipología del uso del suelo industrial, y de alguna manera su inclusión contesta la pregunta hecha por Hamilton y Linge (1979: 2) sobre si se debe o no incluir a los pequeños talleres en un análisis de la actividad industrial, en el caso de la realidad subdesarrollada, indudablemente que sí.

Su localización responde a la presencia de mercado y de mano de obra, por ello se ubican en concentraciones, o bien a lo largo de los ejes de circulación. Se benefician de una buena accesibilidad ya que ello permite que el consumidor acceda fácilmente a ellas. De acuerdo con la tipología de Carter sería industria localizada centralmente del subtipo ubicua (panificadoras y tortillerías) y de mercado local (herrerías, carpinterías). No hay correspondencia directa con las tipologías de Hamilton y Loewenstein.

En el caso de la Ciudad de México identificamos dos grandes subtipos, el primero está constituido por aquellos talleres relacionados con la construcción y mejora de inmuebles. Asimismo el segundo se compone por industrias que transforman alimentos.

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Usos del Suelo y Territorio

La industria local generalmente se desarrolla en talleres, ocasionalmente en naves pequeñas en inmuebles construidos ex profeso, pero también se pueden encontrar en accesorias cuyo destino era el uso comercial, prácticamente esto dependerá del propio subtipo de industria, en el caso de las panificadoras y tortillerías, que requieren de instalaciones específicas (horno, chimenea, ventilación) serán más exigentes para contar con establecimientos adecuados, pero habrá otros subtipos que no tendrá requerimientos tan exigentes, tal es el caso de los talleres de aluminio o carpinterías.

Este tipo de industrias básicamente consideradas como micro-empresas (Suárez y Rivera) está presente en colonias para clases medias y populares, muchas veces asociadas con servicios y comercios complementarios, es decir se encuentran estrechamente asociadas con el cliente. Si bien este subtipo de industria está íntimamente relacionada con el consumidor, el patrón de distribución resultante dependerá en cual de estos dos tipos de colonias se presente.

En colonias populares se distribuyen de manera prolifera a lo largo y ancho de ellas, existen numerosas colonias populares de la Ciudad de México que evidencian esta situación.

A manera de conjetura cabe pensar que los talleres más ligados con la construcción y mejora de inmuebles son más abundantes cuando la colonia está en proceso de consolidación, pero cuando ésta se consolida o bien se mediatiza, dichos talleres van perdiendo peso paulatinamente, para dar lugar a otros talleres (panificadoras, tortillerías) o bien a comercio y servicios, ejemplo de ello son colonias como la Isidro Fabela al sur de la ciudad en donde ahora prolifera el comercio y los servicios. Se pueden mencionar otras más: Miguel Hidalgo y Ejidos de Huipulco.

En colonias de mayores ingresos (clases medias y altas) se agrupan en concentraciones comerciales y de servicios que se disponen generalmente en las intersecciones de calles importantes, también es común observarlas en pequeñas plazas comerciales. En colonias para clases medias es común que se instalen sobre las avenidas comerciales generalmente asociadas pero también se pueden presentar de manera aislada. En cambio en colonias de mayores ingresos, es frecuente encantarlas en asociaciones ubicadas en su periferia, nunca en el interior.

Así, es frecuente observar la asociación de comercio y servicios que igualmente satisfacen a un mercado local con panificadoras, molinos de nixtamal, tortillerías por un lado, carpinterías, cerrajerías y en menor medida con imprentas. Esta asociación generalmente tiene una lógica locacional, presentándose una reunión de talleres que por lo general se complementan, así las herrerías comúnmente se ubican junto a carpinterías, cerrajerías, y talleres de aluminio y vidrio, completándose con comercios y servicios como madererías, ferreterías y talleres de reparación de artículos diversos. En cambio las relacionadas con transformación de alimentos forman otros conjuntos, igualmente se asocian con comercio y servicios, tal es el caso de misceláneas, salones de belleza, carnicerías, por mencionar algunos.

Ejemplos:

• Industrias relacionadas con construcción y arreglos de inmuebles:

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° Herrerías ° Carpinterías ° Aluminio y vidrio

• Transformación de alimentos: ° Panificadoras ° Molinos de nixtamal y tortillerías ° Molinos de chiles.

En ambos subtipos de industria local, los factores determinantes de su localización son el mercado y la mano de obra. En el caso de los talleres que se ubican en colonias populares, también juega un papel importante la asociación taller-vivienda como una forma de ahorro en los costos del suelo.

Industria interior

Se trata de un tipo de industria que como su nombre lo indica se sitúan hacia el interior de la ciudad. Se trata de industrias medianas y hasta grandes (Suárez y Rivera), que, no necesariamente están orientadas a un mercado nacional (Chinitz), pero de ninguna manera su producción se destina a un mercado local (Pred), al menos sería coextensivo a la ciudad.

Los factores de localización más importantes serían el mercado, la infraestructura, y las economías de aglomeración. Pero para algunas el factor decisivo puede ser la facilidad de acceso para una mano de obra calificada que probablemente no estaría dispuesta a acudir a localizaciones periféricas.

En general se trata de industria no contaminante, son conocidas como "industrias limpias", por lo general se localizan en lugares con buena accesibilidad e incluso en barrios habitacionales de buena calidad. Los laboratorios farmacéuticos ubicados en el sur de la ciudad son un buen ejemplo de este tipo de industria. En términos amplios gozan de una buena accesibilidad al ubicarse en avenidas importantes.

La industria embotelladora también tiene una muy buena localización en el sur de la ciudad, las dos grandes refresqueras (Coca Cola y Pepsi Cola) que operan en México cuentan con varias plantas de operación en esta parte de la ciudad.

Asimismo, la industria editorial22, y algunas alimenticias muestran una localización al interior en distintos rumbos de la ciudad. Editoriales como Limusa, S.A. con una localización bastante central en las calles de Balderas, también está el caso de Herrero e Iberoamérica ubicadas en la Colonia Cuauhtémoc.

22 Aquí estamos considerando a las empresas que editan libros diversos y escolares.

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Por su parte la industria alimenticia la podemos encontrar en Industrial San Antonio, limítrofe a la ex refinería de Azcapotzalco, y en la zona industrial de Iztapalapa en Santa Isabel Industrial.

Este tipo de industria emplea naves y edificios ad hoc y ocasionalmente se instala en talleres. Cuando se presenta la nave industrial su identificación no se dificulta, pero debe tenerse cuidado de no confundirlo con bodegas cuya presencia es frecuente en estas zonas industriales. Generalmente ocupan espacios grandes23, como es el caso de la industria alimenticia, farmacéutica, cervecera o editorial. Pero cuando se instala en inmuebles tipo taller la superficie es considerablemente menor, tal es el caso de la industria textil o la de fabricación de muebles.

Ejemplos de industria interna:

• Alimentos

• Tabacos

• Textil (producción de telas)

• Fabricación de muebles

• Editorial

• Farmacéutica y cosméticos

• Ensamblado de equipo electrónico

Industria periférica

Es una industria que por sus grandes dimensiones y por su necesidad de espacio para el almacenamiento de insumos y productos elige emplazamientos en la periferia de la ciudad en busca básicamente de suelo barato y de lotes grandes. Muchas de ellas son industrias que manufacturan productos intermedios, o bien se trata de industrias que ensamblan los productos de este tipo de industria para obtener bienes finales, caso en el cual requieren las ventajas de las economías de aglomeración y de facilidades en el transporte.

También pueden tender a la periferia por su naturaleza impactante sobre el ambiente o por sus repercusiones en el medio urbano. Por estas razones están sujetas a controles normativos que las obligan a localizarse en espacios específicos en las periferias de la ciudad.

Cuando este tipo de industrias han sido alcanzadas por la expansión de la ciudad pueden llegar a migrar hacia zonas más periféricas como producto de las presiones de la normatividad, o de grupos sociales y organizaciones o por la necesidad de mayores espacios y de un mejor funcionamiento o un cambio en las estrategias, sin embargo, es un

23 Aunque nunca tan grandes como es el caso de la industria periférica.

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fenómeno que a menudo se ve detenido por el efecto de la inercia de la localización industrial dando lugar a un tipo locacional distinto (infra).

La identificación no representa gran dificultad, en virtud de que la propia instalación y sus dimensiones permiten reconocerla.

Se trata de industrias grandes (Suárez y Rivera), orientadas al mercado nacional y, a veces, externo (Chinitz). Correspondería al menos a dos tipos de la propuesta tipológica de Loewenstein: básica de transformación (refinerías)

En la tipología de Hamilton corresponde a la industria de localización suburbana (con requerimiento de grandes extensiones de suelo), y la gran industria básica de transformación dirigida al mercado nacional, en la tipología de Carter.

Los factores que definen la localización de este tipo de industria son el suelo en términos de disponibilidad y bajo costo, la infraestructura de naturaleza industrial, las economías de aglomeración, las políticas públicas y la planeación que puede favorecer su presencia en ciertas ciudades o regiones, la normatividad que la puede restringir a ciertas localizaciones, los insumos y la energía, así como las facilidades de transporte ya sea ferroviario, ya sea carretero.

En el caso de la Ciudad de México se presenta en una segmento se extiende hacia el noreste y norte, como ya se dijo, y que es una extensión de la zona industrial de Vallejo. Generalmente se ubica en complejos o zonas industriales entre las cuales están: Parque Industrial la Luz, Corredor Industrial Cuautitlán Izcalli, Complejo Industrial Cuamatla, Zona Industrial Xhala, Parque Industrial Cuautitlán y Parque Industrial Cartajena.

Ejemplos de industria periférica son:

• Industria del Azucar

• Química pesada

• Refinación de petróleo

• Siderúrgica

• Automotriz

Industrias periféricas atrapadas por el crecimiento urbano

Se trata de industrias de naturaleza periférica y originalmente con localización periférica que han quedado “atrapadas” en el interior de la ciudad como consecuencia del crecimiento urbano, para las que se ha presentado el fenómeno de la inercia de la localización industrial y que al mismo tiempo han adquirido una serie de derechos que las hacen relativamente inmunes a la normatividad. Además de que se benefician de economías de aglomeración implantadas durante años y de una funcionalidad también probada durante mucho tiempo y que ha logrado sobrevivir a la urbanización del área.

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La reubicación hacia la periferia urbana o a parques industriales idóneos a su naturaleza es muy difícil por los altos costos que se pierden en las inversiones fijas (edificios especiales, instalaciones, ciertos tipos de maquinaria, algunas veces infraestructura de transporte como los escapes de ferrocarril, etc.). Como se explico antes al tratar el tema de la inercia de la localización industrial, cuando las industrias están sujetas a este fenómeno es difícil que se muevan, lo probable es que permanezca hasta la amortización total de la inversión fija o hasta que la tecnología y los procedimientos usados son obsoletos, y entonces, no se muevan, simplemente desaparecen y reaparecen en otra localización como una planta distinta.

Son numerosas las industrias en la Ciudad de México que tienen esta condición de atrapadas, y en ello, como ya se dijo, ha jugado un papel relevante el acelerado crecimiento espacial de la propia ciudad, ejemplo de ello son las industrias ubicadas en zonas industriales de Azcapotzalco y Tlalnepantla principalmente, y que aproximadamente hace 50 0 40 años se ubicaban en la periferia de la ciudad, y ahora se encuentran englobadas por la mancha urbana.

Se tienen como ejemplo la producción de abrasivos a la empresa Implementos Industriales de México, S.A. ubicada en Azcapotzalco; de aceites combustibles a Bardhal de México, S.A. en Iztapalapa; o bien de adhesivos a Hysol Indall de México, S.A. también en Iztapalapa, pero el ejemplo por excelencia en Ciudad de México fue la refinería 18 de marzo en Azcapotzalco.

Los ejemplos para este grupo son los mismos que la industria periférica, ya que en realidad se refiere a industrias de la misma naturaleza y que en origen tienen los mismos requerimientos espaciales, sin embargo, cuando es el caso de que han estado localizadas en espacios sujetos a la expansión de la ciudad se convierten en atrapadas.

Industrias suburbanas

Las industrias suburbanas fueron descritas en la tipología de Carter (supra), se trata de industrias ligeras -que en esta tipología serían clasificadas como interiores, pero que como consecuencia de la liberación locacional producto de los avances tecnológicos y las mejoras del transporte, pueden localizarse en zonas suburbanas. En cierto sentido es el fenómeno contrario al tipo anterior.

En el caso de la Ciudad de México no tienen una presencia significativa, y estrictamente no forman parte de la tipología, que se refiere a la Ciudad de México. Quizá pueda encontrarse algún ejemplo sobre las carreteras a Querétaro y a Puebla, sin embargo, se requerirían de una análisis más detallado para precisar si su lógica se explica por la liberación del espacio, o bien, si está respondiendo otro tipo de factores.

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Tipología de actividad industrial en la Ciudad de México

Tipo de localización

Central

Local

Interior

Periférica

Periférica atrapada

Conclusiones

Del trabajo realizado se pueden deducir tres conclusiones centrales:

Se logró una revisión de los aportes a la localización industrial tanto para el ámbito regional como para el intraurbano del que se recataron una serie de factores que se consideraron relevantes para entender y explicar el patrón de distribución de la industria en la Ciudad de México.

Del análisis de los factores locacionales se concluye que los que tienen un mayor peso o influencia en la decisión de localizar a la actividad industrial en el ámbito intraurbano son: el mercado al que se destina la producción, el costo y la oferta de suelo, la disponibilidad de infraestructura, transporte y accesibilidad, la normatividad urbana y la inercia de la actividad industrial.

A partir de la consideración de este conjunto de factores de carácter locacional se construyó la tipología que plantea cinco tipos de industria: Central, Local. Interior, Periférica y Periférica Atrapada. Si estos tipos se comparan con las clasificaciones mencionadas en la parte de antecedentes teóricos se aprecian notables coincidencias, las cuales se señalan en la explicación de cada tipo, sin embargo, existe al mismo tiempo una especificidad de la Ciudad de México derivada de la forma y momentos en que se dio el proceso de industrialización y de la estructura socioeconómica de la ciudad.

En primer lugar, hay una presencia incipiente de la fase de producción flexible, el traslado del modelo fordista hacia el flexible está acompañado de una migración de la industria desde la Ciudad de México hacia otras regiones del país; en segundo lugar, el sector industrial tradicional (talleres y pequeñas manufacturas) que se asocia fundamentalmente a la actividad tipo “Local” tiene una gran relevancia por su presencia en ciertos espacios de la ciudad y en la satisfacción de algunas demandas de grupos populares, aunque seguramente

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no tienen importancia económica; finalmente, en la medida que el proceso de industrialización de la ciudad fue tardío en comparación con el desarrollo urbano, las viejas zonas de manufactura en donde se puede presentar el fenómeno de la inercia, están menos centralizadas con relación a las ciudades de los países desarrollados.

Por otra parte, la tipología aquí propuesta tiene la bondad de ofrecer un esquema sencillo de grupos industriales de acuerdo a sus lógicas de localización, se trata de una derivación fundamentalmente teórica y aunque soportada en ciertos elementos empíricos, será necesario llevarla a una contrastación rigurosa que le otorgue una mayor solvencia. Otra limitación se refiere a su dominio, está construida para la Ciudad de México por lo que su aplicación para otras ciudades del país obliga a una reflexión sobre la pertinencia del traslado.

Por último, este estudio ha sugerido una serie de interrogantes, interesa identificar cómo ha ido variando el patrón de localización de la actividad industrial a lo largo de la historia, ¿qué ocurre con la industria vieja?, ¿en qué medida permanece en zonas centrales o se reubica en la periferia?, ¿qué usos del suelo substituyen a la industria cuando ésta desaparece?, ¿qué tan importante es la inercia de la actividad industrial como retenedora de la industria en el interior de la ciudad?

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USO RESIDENCIAL

Jorge González Sánchez* Ignacio Kunz B.**

Dulce María Barrios***

Introducción

Aunque las diferencias habitacionales al interior de las ciudades han sido abordadas por diversas disciplinas, como la economía, la sociología, la historia, la geografía, la psicología, la arquitectura o la antropología; es notable que, para las ciudades de países subdesarrollados, existan pocas referencias a las lógicas territoriales que sigue la población al elegir su lugar de residencia.

Si bien es cierto que en la bibliografía de la investigación urbana en nuestro país han sido constantes varios aspectos relacionados con la vivienda, también es cierto que buena parte de esos trabajos se han enfocado a analizar un grupo más o menos estrecho de temáticas sobre la materia.

La escasa atención que ha recibido la diferenciación residencial, desde una perspectiva espacial, se debe en parte a la complejidad de la estructura urbana de la Ciudad de México, no sólo por su tamaño sino también por la diversidad de procesos que han intervenido en su conformación; al poco énfasis que ha hecho la geografía urbana mexicana en este tipo de

* Técnico académico del Instituto de Geografía de la. Universidad Nacional Autónoma de México. ** Investigador del Centro de Investigación y Posgrado de la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM. *** Profesor investigador del Sistema de Estudios de Posgrado e Investigación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Morelos.

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temas; y al predominio que ha mantenido la economía política en los estudios urbanos, que presta poca atención a los aspectos espaciales en su interpretación de las problemáticas de la ciudad, entre otras razones.

Por un lado, es posible identificar un sector de la población que, desde el punto de vista residencial, esta ligado a las lógicas del mercado inmobiliario habitacional que opera en la ciudad y que atiende las necesidades de los distintos segmentos de su mercado; para estos sectores, después de realizar una revisión crítica de algunos trabajos, es posible identificar algunos de los factores locacionales que se han establecido en la bibliografía internacional; sin embargo, hay que reconocer que los temas relacionados con la actuación del mercado inmobiliario en ciudades mexicanas han sido poco abordados por los investigadores.

En cambio, gran parte de la población de bajos ingresos de la Ciudad de México, ha obtenido una vivienda a través de procesos que están fuera del mercado habitacional formal, por lo que sus características han sido abordadas sólo por los interesados en las dinámicas urbanas de los países subdesarrollados; además, los procesos informales de acceso a la vivienda se han modificado con el tiempo, así como ha variado la manera en que el Estado tolera, facilita o promueve la ocupación urbana por medio de esos procesos.

Estas características de la ciudad y de la investigación urbana en nuestro país, dificultan identificar los factores locacionales que intervienen en la diferenciación residencial de la Ciudad de México, ya que sobre la decisión de elección de localización habitacional se imponen muy diversas lógicas.

En este trabajo se establece una tipología del uso del suelo residencial para la Ciudad de México, que se deriva de la identificación de los grandes procesos habitacionales que se han desarrollado en el área urbana y que considera los distintos niveles socioeconómicos de la población como los principales factores de diferenciación habitacional, además del tipo de inmueble y del grado de mantenimiento o conservación del mismo, ya que están relacionados con la condición de la vivienda.

De lo anterior se desprende una particularidad del uso del suelo residencial, mientras en las demás actividades la definición del uso y su comportamiento en el territorio emergen directamente de las características del usuario, en el caso de la vivienda, aunque la lógica de localización también se deriva del usuario, precisamente de la condición socioeconómica de estos, su definición difícilmente se deduce del usuario, por lo que es necesario recurrir a los atributos de la vivienda como medio de inferencia de las características socioeconómicas de sus ocupantes. Por esto, en el caso del uso residencial, lo que se clasifica es el tipo y condición del inmueble vivienda mientras que en los otros casos se identifica directamente al uso.

Otro aspecto a destacar es que una parte medular de este capítulo se dedica a establecer las lógicas locacionales de la diferenciación residencial, además de los factores que las determinan y los criterios de identificación de cada uno de los tipos de la clasificación. No obstante, estos temas han sido poco desarrollados en los trabajos de investigación urbana en México y en la literatura anglosajona hay pocos elementos que se pueden aplicar para ciudades como la nuestra.

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Este capítulo inicia con los aspectos más generales sobre el uso del suelo residencial y la estructura urbana, incluye su definición y señala la función e importancia de este uso del suelo dentro de la ciudad. En segundo lugar se indican los factores que, de acuerdo a la literatura anglosajona, determinan la diferenciación habitacional; enseguida se discute sobre los factores de localización residencial que actúan en Ciudad de México, explicando por qué no es posible retomar mecánicamente los modelos que funcionan en otros países y se proponen los determinantes de la localización residencial de acuerdo a las características específicas de la Ciudad de México. Finalmente se presenta la propuesta tipológica del uso del suelo residencial en sus tres dimensiones: nivel socioeconómico, tipo de inmueble y grado de conservación; se ofrecen algunos antecedentes sobre clasificaciones habitacionales que han planteado otros autores, para después establecer los criterios de identificación y sugerir las lógicas espaciales presentes en los diferentes tipos de vivienda que se identificaron.

El uso de suelo residencial y la estructura urbana

La vivienda y el uso residencial

Una definición de la vivienda no debe limitarse a considerarla sólo como una estructura construida donde las familias se alojan y desarrollan sus funciones básicas –descansar, reproducirse, comer, cocinar, etc.-, sino también debe abarcar otros aspectos, tales como su papel dentro de la sociedad y su importancia para la ciudad; es decir, se trata del uso dominante en la ciudad, que genera ganancias para los agentes inmobiliarios y constructores implicados en la producción y distribución, y donde el Estado se involucra a través de sus políticas, la planeación y la producción.

La vivienda como una estructura material se define como “…un lugar comúnmente delimitado por paredes y techos en donde una o más personas viven normalmente…” (INEGI, 1992:XXV), que además debe cubrir sus necesidades básicas, tales como: protección, privacidad e identidad familiar.

Lo habitacional también se puede definir desde una perspectiva social; en este sentido se trata de un bien de primera necesidad, útil para el desarrollo de la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad (Naciones Unidas, 1977); donde se realiza la integración de las diferentes actividades del ser humano, lo que incluye la educación, la salud, la recreación, etc.

La vivienda como hecho socialmente producido es resultado de un conjunto de procesos, como el diseño, la producción, distribución y uso, que interactúan con las expectativas y los comportamientos de sus habitantes, por lo que también puede ser un espacio subjetivo con

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significados muy especiales para cada familia, los habitantes por medio de arreglar, acomodar o modificar su vivienda, cambian los usos previstos y atribuyen nuevos significados a su espacio (Villavicencio, et.al., 2000:18-19).

Es posible considerar a la vivienda como una estructura construida, que incluye un paquete multidimensional de bienes y servicios cuyo diseño refleja, e influye, en el estilo de vida de las personas que la habitan; o como una configuración espacial y un uso del suelo, o incluso se puede resaltar lo habitacional como fenómeno social o desde el punto de vista de la planeación o en relación con la políticas estatales (Ball, 1987:85). Esta diversidad de enfoques permite establecer que no puede haber una manera única de abordar a la vivienda, por lo tanto tampoco puede haber una teoría unitaria para explicar algo denominado vivienda, ni algo llamado la cuestión de la vivienda y que el concepto de vivienda debe ser entendido como integral (Ibid:85; Schteingart, 1994:2).

Desde el punto de vista espacial, la vivienda posee una serie de características que la distinguen de otros bienes, las cuales tienen implicaciones territoriales que influyen en las decisiones de invertir o de adquirir una vivienda; enseguida se enlistas estos rasgos especiales:

1. Desde el punto de vista territorial, la principal peculiaridad de la vivienda es que tiene una localización fija, por lo que no se puede trasladar de un lugar a otro a voluntad (como si se puede hace con otras mercancías) y dentro del espacio físico no existen dos emplazamientos iguales (Harvey, 1979:164); esto genera que la localización sea una atributo fundamental para determinar la calidad de la vivienda y su valor, y del cual dependen otros aspectos como el acceso a los servicios urbanos, a las vías de comunicación y al transporte o el estatus social (Rothenberg, et. al.1991).

2. Se trata de una mercancía que ninguna persona puede prescindir, lo que genera importantes condicionamientos sobre la elección del consumidor (Harvey, 1979:164).

3. En general, cambia de propietario con poca frecuencia y su uso puede abarcar un tiempo relativamente largo (Ibid:164-165); además, a diferencia de otras mercancías, la vida útil de la vivienda es prolongada y se puede modificar, tanto en su estructura física (superficie construida y acabados), como en su tenencia (Rothenberg, et. al.1991).

4. El costo de la vivienda es elevado, por que representa un activo de capital importante y puede representar una parte considerable del patrimonio familiar, lo que provoca que su acceso dependa, en la mayoría de los casos, de crédito hipotecario, sobre todo para ciertos sectores de la población, lo que a su vez lo convierte en un sector vulnerable a las fluctuaciones de los mercados de capital (Ibid).

5. La vivienda tiene diferentes usos, no excluyentes, para el usuario; tiene un valor de cambio (social y monetario) y un valor de uso (personal y subjetivo); estos usos en conjunto determinan el valor que la vivienda tiene para sus ocupantes, el cual no es el mismo para otros ocupantes (aún considerando zonas similares), ni permanece constante en el tiempo (aún para el mismo propietario); por lo que el valor de uso de la vivienda lo determina cada individuo y cada grupo, es el reflejo de una mezcla de

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necesidades y exigencias sociales , idiosincrasia, hábitos culturales o estilos de vida (Harvey, 1979: 165-166).

Como se ha visto, establecer una definición del uso del suelo residencial es más complejo de lo que aparenta, ya que debe incluir el concepto de vivienda y sus diversos niveles de análisis. En este trabajo la vivienda se define como una estructura material construida y como un uso del suelo; además para sus ocupantes representa un paquete de múltiples bienes y servicios importantes para su desenvolvimiento, donde las características físicas del inmueble reflejan algunas cualidades de sus residentes tales como su nivel socioeconómico.

Función e importancia del uso del suelo residencial

Como uso del suelo, lo residencial cumple una de las principales funciones de la ciudad, que es la de proporcionar alojamiento a sus habitantes.

Por otra parte, a nivel general, y a lo largo del tiempo, lo habitacional en las localidades urbanas ha estado ligado en diversas modalidades a todo tipo de funciones urbanas, desde comerciales, industriales, de defensa, educativas o religiosas, hasta aquellas que consideran a las ciudades como puntos de distribución y expansión de servicios, ideas o innovaciones tecnológicas. En este sentido hay una simbiosis necesaria entre la función urbana y lo residencial como soporte, donde cada parte influye y se determinan mutuamente.

Desde otra perspectiva, la importancia del uso de suelo residencial radica en que se trata del uso del suelo más abundante dentro de las ciudades; aunque no existen datos exactos de la distribución de los usos del suelo urbano, se considera que lo habitacional puede abarcar entre 75 y 50 por ciento de la superficie urbana. Esta característica permite que el uso residencial pueda influir en el establecimiento de algunos usos del suelo vecinos y en algunas ocasiones determina que otros usos, o actividades, se sitúen lejos de las áreas habitacionales.

Lo habitacional también influye en la construcción del espacio social urbano, es decir en la manera en que los distintos grupos socioeconómicos estructuran el espacio y producen directamente la ciudad, la distribución y forma de los usos residenciales son la manifestación material de la conformación del espacio social.

Otro aspecto relevante es que la vivienda también es un activador de la economía, ya que su producción se ha convertido en parte fundamental de la estructura económica contemporánea, por lo que es capaz de influir en los indicadores económicos básicos de un país. En este sentido, concretamente en el caso de México, se ha afirmado que a mediados de los años ochentas el Estado promovió la construcción habitacional como una manera de asegurar la sobrevivencia de la industria de la construcción y así contrarrestar el impacto de la crisis sobre el empleo, al mismo tiempo que buscaba otros beneficios políticos (Coulomb, 1991:28).

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Finalmente, en otro nivel de análisis, para algunos sectores sociales decidir el lugar de residencia, y el hecho de vivir en determinado barrio, también representa una manera de promover ciertas normas sociales, que buscan proteger su posición social y económica (Johnston, 1984:11 y 16), ya que el hecho de residir en una parte de la ciudad o en otra, continua influyendo en muchos comportamientos y biografías (Timms, 1976:427)

Fundamentación locacional del uso residencial

Factores de localización del uso del suelo residencial

El estudio de los patrones espaciales de uso residencial urbano no es reciente, estos trabajos parten de la idea de que los distintos rasgos habitacionales al interior de la ciudad muestran cierta regularidad, la cual es consistente de una ciudad a otra; que esa diferenciación espacial no ocurre de manera fortuita, sino que es el resultado de una combinación de decisiones colectivas e individuales, que implícitamente son el reflejo de fuerzas económicas y sociales; es decir, la diferenciación residencial urbana es un aspecto dentro de un proceso más amplio de diferenciación social (Timms, 1976, Johnston, 1984, Knox, 1995).

El estudio de las diferencias residenciales en la ciudad implica el concepto de segregación urbana, mismo que se puede considerar como una característica primordial de la ciudad, el cual ha estado presente en sus distintas etapas, desde la preindustrial, la industrial, la planificada, la capitalista, la socialista (Timms, 1976:16) y en la actualidad se podría agregar la global. Cada una de ellas combina un conjunto de fuerzas económicas, sociales, políticas y culturales que dan como resultado una formación social particular, con una articulación determinada que se manifiesta en la segregación y distribución territorial de las distintas clases, por lo que se puede decir que la diferenciación residencial esta vinculada a la evolución de la formación social y de la ciudad misma.

Los intentos de explicar la diferenciación residencial urbana se han concentrado en cuatro factores básicos: a) el nivel socioeconómico, b) el estatus familiar o ciclo de vida (atributos demográficos) c) el estatus étnico y d) el acceso al lugar de trabajo (Carter, 1996, Knox, 1995, Johnston, 1984, Godall, 1978, Timms, 1976); además de otros elementos que varían dependiendo del autor que los propone, pero que actúan como complemento de esos factores básicos:

1. Nivel socioeconómico. Este es el factor más significativo para la diferenciación residencial en la ciudad, implica a la población no sólo con similar nivel de ingresos, sino también como un reflejo de similares niveles educativos u ocupacionales. El planteamiento central es que el nivel de ingresos determina la proporción que se puede

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gastar en vivienda, de tal forma que a mayor ingreso mayor será el gasto en vivienda y mayores las posibilidades de elección del tipo de vivienda y de localización; mientras que los grupos con menores ingresos tienen un estrecho margen de elección, ya que tienen que optar por las viviendas más baratas, que pueden ser las más antiguas, las más deterioradas o las más reducidas entre las viviendas disponibles (Goodall, 1978:262-266).

En la literatura de habla inglesa se ha establecido que el nivel de ingresos es inverso a la centralidad, de tal forma que la población de escasos recursos tiende a ubicarse en zonas centrales, debido a que la ocupación plurifamiliar y el ahorro en el transporte les permite enfrentar los costos del suelo; en cambio la población de mayores recursos tiende a las periferias, donde pueden ocupar mayores espacios por que el suelo es más barato, además de que los costos del transporte no les afectan. Sin embargo, el planteamiento es muy limitado para el caso mexicano, ciertamente se ha dado un proceso de periferización de algunos grupos de altos ingresos, en el sentido señalado arriba, pero también se ha dado este fenómeno en grupos de ingresos muy limitados. Al respecto, en este trabajo se reconoce que los ingresos son un factor determinante muy importante en la explicación de comportamiento espacial de los distintos grupos, pero no se acepta la reducción de la explicación centro periferia.

También se han sugerido dos condicionantes para que este factor socioeconómico actúe de manera efectiva en la diferenciación residencial: a) que en la sociedad haya un sistema efectivo de clases, donde los grupos de población se diferencian de acuerdo al estatus o al prestigio; y b) que el sistema de clases se refleja en correspondientes subdivisiones del mercado inmobiliario (Abu-Lughold, 1969, citado en Knox, 1995: 52). Complementariamente se reconoce que en las ciudades no existe una distribución lineal entre los distintos niveles del estatus socioeconómico y que existen diferencias notables entre grupos que pertenecen al mismo estrato.

Espacialmente este factor tiende a definir una distribución sectorial, partiendo del centro de la ciudad.

2. Estatus familiar o ciclo de vida. Se trata del tamaño y estructura de la familia, en donde las diferencias residenciales están marcadas tanto por la edad promedio de sus habitantes, el número de hijos por familia, el estado civil o la edad promedio de los hijos; estas características generan áreas de la ciudad con diferentes densidades poblacionales y habitacionales (los suburbios, las áreas centrales y las áreas intermedias). Partiendo del supuesto general de que una familia con hijos prefiere una vivienda unifamiliar en zonas periféricas de baja densidad localizadas en barrios agradables con buenas escuelas; mientras que las parejas sin hijos prefieren una localización central, con buen acceso a lugares de esparcimiento urbano (Godall, 1978:272).

Para que este factor se manifieste se requiere, además de que las familias tengan distintas necesidades residenciales, el que la naturaleza y arreglo espacial del stock de vivienda sea capaz de satisfacer esas demandas (Abu-Lughold, 1969, citado en Knox, 1995: 54).

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Recientemente se ha intentado sustituir la denominación de este factor por el concepto de estilo de vida, por considerar que es más amplio y se adapta mejor a los cambios recientes en la forma de vida urbana (Carter, 1996:231-232). Este factor tiende a articularse espacialmente en una distribución concéntrica, al igual que el factor anterior.

3. Estatus étnico, incluye también al religioso. La inclusión de este factor es básico para entender la diferenciación residencial en ciudades de países que tuvieron, o han tenido, una alta proporción de inmigrantes, como Estados Unidos e Inglaterra, donde existen grandes diferencias entre los barrios donde predomina la población blanca o las minorías nacionales (negros, orientales o latinos); varios trabajos han demostrado que es un factor de mucho peso al momento de elegir un lugar de residencia; sin embargo, en otros países donde no hay una presencia significativa de minorías nacionales, étnicas o religiosas, es un factor de localización de poco peso, o sin ninguna injerencia. Espacialmente este factor tiende a formar agrupamientos, los cuales pueden sobreponerse sobre la estructura creada por la combinación de los patrones sectoriales y concéntricos.

4. Acceso al lugar de trabajo, debido a que los gastos en transporte que realiza el jefe de familia al desplazarse a trabajar son constantes y pueden alterar los ingresos familiares, ubicarse cerca o lejos del lugar de trabajo puede convertirse en un determinante de localización residencial; de manera general este factor determina que los empleados y obreros tiendan a vivir en el anillo urbano donde se encuentran sus puestos de trabajo o en el inmediato superior, o en su defecto en áreas centrales de alta accesibilidad, mientras que los trabajadores de mayor jerarquía (ejecutivos, empresarios, profesionistas) cuentan con mayor libertad de elección debido a que sus ingresos son mayores (Godall, 1978:267-271) y tienen mayor facilidad de transporte.

También se han propuesto otros elementos que pueden influir en los patrones residenciales y que se asocian a los cuatro factores básicos, los cuales están frecuentemente relacionados a condiciones locales particulares, tales como prestigio del vecindario, la calidad de los servicios, la amenidad del entorno, la seguridad, tranquilidad y privacidad, o bien estatus migratorio, vivienda deteriorada en áreas centrales, estatus prefamiliar, familas establecidas tardíamente, tenencia (la vivienda pública, usualmente asociada con características del ciclo de vida familiar) y áreas (franjas) urbanas en transición; cada uno de estos elementos puede manifestar patrones espaciales diferentes (Davis, 1984 citado en Knox, 1995:51).

Estos factores no sólo interactúan para definir la elección del lugar de residencia, sino también son considerados por los fraccionadores y por los constructores de la ciudad para realizar sus edificaciones habitacionales. Los patrones espaciales de los factores básicos no es una simple sobreposición sobre la morfología de la ciudad, sino que es el resultado de detalladas interacciones (Knox, 1995:50). Además, se recalca que el estudio de los factores de localización es complejo y que debe abarcar distintos niveles de análisis, al menos requiere incluir elementos macrosociológicos, para considerar la estructura global de la sociedad, y de psicología social, para comprender la toma de decisiones de las unidades familiares (Timms, 1976:428).

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También se enfatiza que las diferencias residenciales urbanas son el resultado de la expresión de las preferencias en un mercado libre, a través de las decisiones de sus habitantes, aunque también se hace notar que esto puede ser válido solamente para los sectores económicamente más poderosos, mientras que otros grupos no tienen, o tienen poca libertad de decisión (Johnston, 1984:6).

Finalmente, es necesario comentar que los trabajos donde se han identificado los factores que influyen en la diferenciación residencial, han sido elaborados para explicar lo que ocurre en ciudades de países desarrollados, particularmente de Estados Unidos e Inglaterra. Por lo tanto, se trata de espacios urbanos que se han desarrollado bajo circunstancias diferentes a las que existen en otros países, lo que implica que no es posible hacer un traslado literal de estos factores para explicar la realidad de las ciudades de países subdesarrollados. En el siguiente apartado se discute esta problemática.

Factores de localización del uso del suelo residencial en la Ciudad de México

En México no han sido abundantes los estudios urbanos que aborden los factores que influyen en la diferenciación residencial urbana, lo cual indica, entre otras cosas, que existe un vacío importante sobre esta temática; bajo este esquema este trabajo intentará contribuir a su discusión.

Como se comentó anteriormente, no es posible trasladar mecánicamente los factores de localización del uso del suelo residencial que se han establecido en otros contextos urbanos, fundamentalmente debido a las enormes diferencias estructurales que subsisten no sólo entre los espacios urbanos, sino en todos los ámbitos económicos, sociales o históricos.

Para explicar las grandes diferencias estructurales entre las ciudades de países desarrollados y subdesarrollados, se hará referencia a los planteamientos de Castells (1986) y Harvey (1979) sobre lo que ellos denominan el “problema de la vivienda” (Castells, 1986:179), porque permiten establecer un marco general para identificarlas. Si bien, se reconocen algunas de las críticas que han recibido esos planteamientos, sobre todo la de sugerir que la problemática habitacional se concentra en el consumo, en su escasez física, en sus altos costos y en su relación con las políticas estatales (Ball, 1987, Azuela, 1989); éstas no invalidan los planteamientos generales, sino que tienden a ampliar la perspectiva, para concentrarse en las funciones que cumple el aprovisionamiento de la vivienda en las sociedades capitalistas, en sus articulaciones económicas, las políticas estatales, las distintas formas de tenencia, o sus costos y consecuencias para los hogares (Ball, 1987:84).

Entre las particularidades que obligan a considerar otros aspectos dentro de los factores que influyen en lo habitacional, resalta el que los países subdesarrollados se caracterizan por la existencia de un amplio sector de la población que no tiene la capacidad económica, ni el acceso a los mecanismos de crédito para obtener una vivienda en los mercados formales, por lo que desde el punto de vista de la demanda, existe un déficit habitacional permanente y acumulativo, en donde las necesidades rebasan a la producción y al abastecimiento de

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viviendas; y que se trata de una crisis que no sólo afecta a sectores de menores ingresos, sino también a sectores medios.

De manera muy general, ese déficit en parte se explica debido a que en una economía de mercado, los agentes involucrados en la producción habitacional construyen viviendas para obtener ganancias, por lo que solo les interesa la demanda solvente, lo que provoca que amplios sectores sociales queden fuera de la oferta disponible (Harvey, 1979:172). Esta situación se ha mantenido a lo largo del tiempo y ha originado el desfase entre la cada vez mayor demanda de vivienda y su escasa oferta.

Ante la limitada capacidad de la iniciativa privada para satisfacer las necesidades mínimas de vivienda, se hace necesaria la intervención permanente del Estado para tratar de establecer un equilibrio y reducir los riesgos sociales que implica dejar fuera del mercado a una importante porción de la demanda.

La intervención del Estado en materia habitacional puede ser de manera directa, al establecer instituciones para construir y distribuir viviendas (mayoritariamente dirigidas a la burocracia o a sectores sujetos de crédito), lo que amplia la oferta; o indirecta, apoyando a instituciones financieras y constructoras por medio de reducción de impuestos, instalación de servicios, equipamiento urbano y vías de acceso, o a través de imponer restricciones al funcionamiento del mercado y controles en la planificación de los usos del suelo (Ibid:172-173); sin embargo estas acciones también se concentran en el mercado formal de la vivienda, si bien tienden a ampliar el umbral de acceso y atienden otro pequeño segmento de la demanda, se trata al final de cuentas de población solvente y con cierta capacidad financiera, o bien, los sectores de beneficiarios de programas gubernamentales.

En este contexto, en las sociedades donde el Estado no interviene en la problemática de la vivienda o no logra resolver el déficit de esos sectores que han quedado al margen del crédito y de cualquier esquema de acceso formal a la vivienda, no queda otra alternativa que el acceso informal a la propiedad, ya sea por la vía de la invasión, ya por la compra de terrenos en fraccionamientos ilegales.

Es necesario reconocer que el planteamiento anterior solo establece un marco general que permite identificar otros procesos, otra forma de articulación de los agentes involucrados en lo habitacional y otra manera de combinación de los factores; pero se debe destacar que, bajo este esquema, adquieren un mayor peso los elementos propios y específicos de cada sociedad para determinar la forma y la naturaleza de su urbanización.

De esta forma, el proceso de urbanización de la Ciudad de México presenta características propias, únicas, que sólo pueden entenderse al considerar la articulación particular de los distintos elementos que han actuado en el proceso. Por ejemplo, en el caso de México, es necesario considerar la acción del Estado en materia habitacional, en particular sus motivaciones respecto a la urbanización ilegal; para dar idea de la importancia de comprenderlo, se ha calculado que la urbanización irregular ha sido el origen del 60 por ciento de las viviendas del Área Urbana de la Ciudad de México, mientras que la acción directa del Estado abarca cerca del 9 por ciento (González, 1996:253).

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Por lo tanto, en primera instancia se debe destacar que en las ciudades mexicanas la urbanización popular es, y ha sido, una modalidad más de producción social de la ciudad (Duhau, 1998:9), que se convirtió en la solución habitacional masiva que desarrollaron los sectores de bajos ingresos; se caracteriza por el acceso al suelo a través de procesos de urbanización irregular y la autoproducción de la vivienda, principalmente en los márgenes del área urbana y a través del fraccionamiento ilegal y la compraventa irregular del suelo.

De esta manera, cualquier intento por discutir lo habitacional debe partir de identificar dos grandes procesos de producción de la ciudad, los formales y los informales; donde cada uno, además de mostrar características propias al interior, tiene diferentes dinámicas, determinantes y articulaciones entre los agentes sociales. Al mismo tiempo, es necesario incluir la acción del Estado, en sus amplias y diversas formas de interactuar en la producción y administración de la ciudad.

Otro aspecto que dificulta la identificación de los factores que influyen en la diferenciación residencial urbana en México es que los procesos de acceso a la vivienda han variado en el tiempo, principalmente por los cambios en las lógicas de participación del Estado, así como las modificaciones en las estrategias de los agentes capitalistas y los agentes sociales que intervienen en la producción de vivienda; además, la evolución de los espacios construidos que fueron resultado de una misma forma de ocupación del suelo y de modalidades de producción semejantes, actualmente pueden mostrar una diversidad considerable al interior, en cuanto a grado de consolidación, mantenimiento y conservación de los inmuebles, en concepciones y estilos arquitectónicos, materiales de construcción, etc., hasta pueden mostrar distintas tendencias de cambio y sustitución de usos del suelo; todo esto muestra una enorme complejidad para establecer criterios únicos y validos para todos los sectores de la población y que representen todas las posibles situaciones habitacionales de la ciudad.

A pesar de lo anterior se asume que el principal factor de diferenciación residencial en México y particularmente en la Ciudad de México es la naturaleza del proceso de ocupación producción de los espacios y las viviendas. Una primera distinción debe ser hecha entre la producción formal y la informal y dentro de la primera, entre la formal pública y la formal privada.

Un segundo factor de diferenciación es el nivel de ingresos de sus residentes, el cual es válido para todos los sectores, no sólo refuerza y está asociado al tipo de producción habitacional, sino que contribuye a su diferenciación interna, por su influencia en la calidad de la localización residencial y en las características de la vivienda.

Así para la producción formal privada, más identificada con los grupos solventes financieramente, habrá una clara diferenciación de la calidad de las viviendas y de las ventajas de sus localizaciones como consecuencia de la capacidad de pago de sus ocupantes. En el caso de los procesos informales que en general se asocian a los grupos más pobres, también hay una diferenciación resultado de sus posibilidades de consolidación de la vivienda, que será resultado del tiempo y de las posibilidades de la familia par poder destinar parte de sus ingresos a su producción. Y finalmente, la producción formal pública, ligada a políticas sociales y financieras para facilitar el acceso a la vivienda tenderá asociarse a grupos de trabajadores que, a final de cuentas, tienen capacidad de respuesta a

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los esquemas financieros propuestos, además de ciertas ventajas que se pueden derivar de sus condiciones laborales, pero en general se relacionan con ciertos estratos socioeconómicos, y a su interior, existen obvias diferencias entre las capacidades financieras y la naturaleza de la vivienda de interés social a la que pueden acceder, sobre todo hace un par de décadas en donde las desigualdades entre los tipos de vivienda de este sector eran más amplias.

Ciertamente hay excepciones a las anteriores asociaciones entre nivel socioeconómico y procesos de producción de las viviendas. Por ejemplo, se han identificado algunos espacios urbanos donde se asienta población de altos ingresos, en los que el acceso al suelo fue irregular, así como existen amplios sectores de la ciudad con población de ingresos medios, donde la propiedad del suelo no esta totalmente regularizada.

Sin duda existen otros condicionantes de la localización residencial, pero con una influencia particular sobre ciertos sectores sociales y que tienden a mostrar una expresión espacial puntual a lo largo de la mancha urbana. Entre estos resalta el que para amplios sectores de la población la posibilidad de acceder a una vivienda “propia” es una fuerte motivación para cambiar de lugar de residencia, sin importar que sea en asentamientos irregulares, con pocos o sin ninguno de los servicios básicos (Juárez, 1994). Esto esta directamente ligado con la expansión de los procesos de urbanización irregular, que implican obtención de suelo barato.

También dentro de este grupo de determinantes se pueden mencionar ciertos rasgos culturales de la sociedad mexicana como el apego familiar. Dentro del sector de población que está fuera de los procesos formales de adquisición de vivienda, existe una fuerte tendencia a establecerse en la casa paterna, aumentando cuartos a la vivienda original y generando hogares polinucleares; cuando esto no es posible, o bien existen condiciones para acceder a otra vivienda, esta tiende a localizarse próxima a la casa familiar, probablemente debido a que se tiene mayor información de la oferta habitacional disponible en esta zona que en el resto de la ciudad; por ejemplo se ha demostrado que gran parte de los habitantes de la reciente urbanización de Valle de Chalco-Solidaridad son los hijos de los fundadores de Nezahualcoyotl, hay que recordar que Chalco es la continuación, a lo largo del autopista a Puebla y la carretera federal a Puebla, de Ciudad Nezahualcoyotl (Bazant, 2001:358; Vega, 1991, Olivera, 1991).

Del mismo modo, durante periodos de crisis económica, para muchas familias de reciente formación, sin capacidad de comprar o rentar una vivienda, su única opción es compartir una casa con amigos o parientes (Gilbert, 1997: 121). En otras ocasiones, para algunas familias esta modalidad de vivienda compartida es una decisión deliberada, al menos durante cierto tiempo, en esta opción destacan las ventajas que representa compartir una vivienda con algún familiar, tales como no pagar renta, el que en ocasiones hay más espacio disponible en casa de los padres que en un cuarto rentado, o el que vivir con los padres proporciona un servicio integrado de cuidado de los bebés y proporciona seguridad a los nietos (Ibid:122).

Finalmente, en el uso residencial el tipo de inmueble es un factor importante de diferenciación, que ciertamente está muy condicionada a los momentos en que se dio la

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producción de las viviendas. No obstante, una distinción general y válida a lo largo del tiempo se da entre las soluciones unifamiliares y las plurifamiliares, distinción que es particularmente importante en aspectos de uso del suelo, no sólo por las diferencias en el desarrollo urbano en términos de costos e impactos así como de modelo de desarrollo urbano, sino por el significado económico del acceso a la vivienda. Así la solución plurifamiliar a través de la amortización del costo del suelo entre los ocupantes facilita el acceso a una mejor vivienda, o bien, facilita el acceso a mejores localizaciones. En otras palabras, lo plurifamiliar tiene una connotación locacional al permitir acceder a suelo más costoso mientras lo contrario aplica a lo unifamiliar.

Al interior de la solución plurifamiliar está la distinción entre edificio, unidades habitacionales y vecindades, que también tienen connotaciones locacionales, y en cierta medida de temporalidad. Los primeros, en la medida que son más intensivos pueden enfrentar mejor los costos del suelo, por lo que es más probable encontrarlos hacia la ciudad interior, en cambio, las unidades habitacionales a pesar de ser mayoritariamente plurifamiliares, suponen grandes extensiones de espacio, por lo que se pueden esperar en suelos baratos, ya sea por su localización periférica, ya sea por el sector de la ciudad en el que se encuentran; en cambio las vecindades obtienen su lógica locacional de una situación histórica, esto es, fueron una solución común y formal en varios sentidos desde el siglo XIX y durante toda la primera mitad del XX, por lo que se pueden encontrar en lo que eran las zonas desvalorizadas de lo que ahora es la ciudad interior. Sin embargo, debe reconocerse que en la producción infomal actual, en zonas periféricas de la ciudad se encuentran también desarrollos tipo vecindad.

Por último, muy condicionadas temporalmente están las modalidades de privadas y condominios horizontales, así mientras las primeras fueron una estrategia común de las clases medias de los años 30s a los 50s, los segundos son una modalidad que se desarrolla fuertemente desde los años 70s, por lo que es más probable que las privadas estén mucho más centralizadas que los condominios horizontales.

Tipología del uso residencial

Antecedentes

Como ya se mencionó, los estudios urbanos que consideran la problemática habitacional de la Ciudad de México han sido relativamente abundantes, aunque no se han desarrollado, ni analizado, propuestas para clasificar e identificar las principales características del uso del suelo residencial y sus implicaciones territoriales, más bien han sido temas que se han abordado de manera indirecta o secundaria.

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Si bien existen varias propuestas de clasificación de la vivienda en los estudios enfocados en lo habitacional, muchas veces de manera implícita, la mayor parte de esas propuestas dependen directamente de los objetivos particulares de los trabajos, por lo que no consideran toda la variedad habitacional que se presenta en la ciudad y en otras ocasiones estuvieron limitadas por las fuentes de información disponibles. Es decir, actualmente no existe una propuesta de clasificación habitacional que pueda retomarse para identificar las variantes del uso del suelo residencial en la Ciudad de México.

A continuación se resumen algunas de las propuestas tipológicas de la vivienda.

En los años sesentas Turner y Brown ofrecen una primera distinción habitacional de la Ciudad de México, considerando a sus ocupantes, diferenciaron la vivienda de los sectores de altos ingresos y de sectores populares, estos últimos eran el motivo del estudio (Villavicencio y Durán, 1997:179).

Años más tarde Sundra, al estudiar la vivienda de los sectores de bajos ingresos, consideró aspectos físicos, equipamiento, tenencia y localización al interior de la ciudad para elaborar una clasificación habitacional de esos sectores: a) vivienda en renta (vecindad, departamentos, cuartos y ciudades perdidas), b) paquete de uso sin renta (arrimados, cuidadores, empleados); c) paquete de propiedad (de autoconstrucción) y d) paquete de propiedad y renta (del sector público) (Ibid).

Otra propuesta de para identificar los tipos de vivienda de la ciudad fue elaborada por Stolarski, quien preparó una clasificación en 12 tipos, tratando de abarcar tanto aspectos físicos, socioeconómicos, legales y estructurales; algunos de los tipos de esta propuesta son: a) vivienda autónoma popular, b) vivienda de interés social, c) fraccionamiento clandestino, d) condominio horizontal, e) vivienda pública terminada, entre otros (Ibid:180-181). Como se podrá ver, los diferentes grupos pueden ser resultado de diferentes factores, se consideran tantos aspectos de morfología, como de tipo de producción.

En los años noventas Coulomb presentó dos propuestas para distingir los tipos de vivienda en el centro de la ciudad y la vivienda en renta; en primer lugar desarrollo, junto con Connoly y Duhau, una propuesta para la vivienda del centro de la ciudad, quienes identificaron: a) edificio colonial transformado en vivienda multifamiliar para renta, b) vecindad clásica, c) vecindad nueva, d) casa habitación, e) edificio departamento, f) ciudades perdidas, g) cuartos de azotea, y h) vivienda de interés social. La segunda propuesta la desarrolló Coulomb y se centra en la vivienda de alquiler para los sectores de bajos ingresos: a) vivienda de interés social en propiedad, b) de autoconstrucción en propiedad y c) de alquiler popular (Ibid:181-182).

También en los años noventa otros autores se enfocaron a distinguir los tipos habitacionales de la Ciudad de México en épocas anteriores a este siglo, destaca el trabajo de Lau Jaiven (1997) donde se presenta una tipología de la vivienda en los pueblos que rodeaban a la Ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX, donde se reconocen: casas de campo, ranchos, haciendas, fincas, casas con comercio y jacales (Ibid:126); en cambio Ayala (1996) estudió la evolución y las transformaciones habitacionales en la Ciudad de México

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desde la época prehispánica hasta nuestros días, por lo que su distinción tipológica es variada y abundante.

También el gobierno, a través de la SEDUE, elaboró una clasificación habitacional, esta propuesta maneja varias posibilidades de asignación, así a) si se consideran costos, superficie y beneficiarios, se puede identificar vivienda de interés popular, de interés social o residencial; b) de acuerdo al agente que produce y gestiona, la vivienda puede ser pública, privada y social; c) por el régimen de propiedad, es propia y en renta; d) por localización es céntrica, intermedia o periférica; y e) por densidad, es unifamiliar o plurifamiliar (Ibid: 181).

Las propuestas que podemos considerar más consistentes con los objetivos de nuestro trabajo son las siguientes. En los años setentas Connolly y Romero distinguieron la vivienda en tres grupos, de acuerdo a las características del mercado: a) vivienda del sector privado, b) del sector público y c) del sector popular o no controlado (Ibid: 179-180). Esta última propuesta es una de las más generalizadas y más aplicadas actualmente (Ibid).

En los ochentas Schteingart desarrolló una adaptación de una propuesta para Colombia, la cual incluye 4 tipos: a) vivienda de autoconstrucción, b) de producción por encargo, c) de producción promocional privada y d) de producción promocional del Estado (Ibid: 180).

Otra propuesta de clasificación de la vivienda en los últimos años han sido las que generó el Instituto de Información e Investigación Geográfica, Estadística y Catastral de la Secretaria de Finanzas y Planeación del Gobierno del Estado de México, la cual busca instrumentar un modelo de valuación catastral, por lo que estableció criterios de clasificación de inmuebles y terrenos; respecto a lo habitacional presenta 6 diferentes clases habitacionales: a) precaria, b) económica, c) interés social, d) regular, e)buena y f) muy buena; a su vez, cada tipo esta desagregado en otras tres categorías: baja, media y alta. Cabe mencionar que esta propuesta esta acompañada por una abundante tabla de especificaciones, donde se detallan los criterios que permiten diferenciar cada categoría y clase habitacional (IIGECEM, 1996).

Finalmente, González (1996) desarrolló una propuesta de clasificación de la vivienda para toda el Área Urbana de la Ciudad de México, considerando las principales formas de producción y partiendo de la información estadística del INEGI desagregada a nivel de Area Geoestadística Básica (AGEB), donde se consideró tanto el tipo de inmueble predominante (unifamiliar o plurifamiliar), la tenencia, la dotación de servicios, los materiales de construcción, el tamaño de la vivienda, la densidad de ocupación y el nivel de ingresos de los residentes. Los resultados de esta clasificación abarcaron en un primer nivel, la definición de 39 tipos habitacionales, que fueron reagrupados en 7 regiones de acuerdo con los grandes procesos de producción habitacional en la Ciudad de México: 1) vivienda para población con ingresos altos, 2) vivienda para población con ingresos medios altos, 3) vivienda en renta, 4) vivienda producida por el Estado, 5) vivienda para población con ingresos medios bajos, 6) vivienda consolidada y 7) vivienda autoconstruida en proceso de consolidación; en otro nivel éstas regiones pueden desagregarse en 21 subregiones, dependiendo de las características de las viviendas respecto a la dotación de los servicios urbanos básicos, el tamaño y los materiales de construcción predominantes.

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La tipología del uso residencial

Debido a que los principales factores de localización residencial para la Ciudad de México son la forma de producción y el nivel socioeconómico de la población o su capacidad de consolidación de su vivienda para el caso del sector informal, se decidió que la tipología habitacional debería iniciar por reconocerlos. De esta forma la primera dimensión de la tipología se denominó tipo de producción y nivel, ya que para escoger el proceso de producción habitacional que eligen los diferentes sectores sociales, respecto a los dos grandes sistemas de promoción inmobiliaria que se identifican en la ciudad: el formal y el informal, los ingresos son fundamentales.

Otra categoría que se incluye en esta dimensión de la tipología es la promoción antigua, dentro de la cuál se reconocen otras formas de producción habitacional, distintas a las que predominan actualmente en la ciudad y se distingue la evolución residencial de las áreas centrales, no sólo de la Ciudad de México, sino también de los antiguos pueblos conurbados a la mancha urbana, como San Ángel, Tlalpan o Coyoacán; en esta categoría se agrupan los inmuebles cuya principal característica es su antigüedad. Al igual que en las formas de producción identificadas inicialmente, se propone que al interior de este rango una diferenciación basada en el nivel de ingresos de sus actuales residentes.

Como también es necesario incluir otras características básicas sobre la vivienda se propone, en tercer lugar, considerar el tipo de inmueble que ocupa la vivienda, ya que permite integrar a la tipología un indicador sobre la intensidad del uso habitacional (si es unifamiliar, plurifamiliar o alguna otra modalidad), además de que permite reconocer otras formas de ocupación al interior de las categorías que se establecieron en la primera dimensión.

Finalmente, por la naturaleza duradera de la vivienda era necesario tener en cuenta su condición actual, por lo que se incluyó un criterio sobre el grado de conservación del inmueble, debido a sus implicaciones en su vida económica y por tanto, sobre su valor.

A continuación se presenta la propuesta de tipología del uso del suelo residencial para la Ciudad de México, en sus cuatro dimensiones: tipo de producción de la vivienda, nivel de ingresos de los usuarios, tipo de inmueble donde se asienta la vivienda y grado de conservación del inmueble habitacional; cada una de estas dimensiones esta dividida en distintas categorías, en el análisis se detallan los criterios de identificación de cada categoría, se dan ejemplos de ubicación y se asocian a procesos urbanos más generales. Al final del subcapítulo se presenta un cuadro donde se resume la propuesta tipológica.

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Nivel de ingresos y tipo de producción

Producción Informal En este nivel se agrupan los inmuebles que fueron producidos durante largos periodos de tiempo a través de mecanismos informales conocidos como autoconstrucción, o autoproducción o autoayuda. En la mayoría de los casos el proceso de producción involucró algún tipo de irregularidad en la apropiación y ocupación del suelo urbano, ya sea a través de las distintas formas de invasión o las diferentes modalidades de compra-venta irregular. Por la naturaleza individualizada y de largo plazo de su producción pueden mostrar gran heterogeneidad en los materiales, acabados e instalaciones.

Su aparición en Ciudad de México se remonta hacia finales del los años treintas, originalmente agruparon núcleos obreros de un sindicato o un centro de trabajo en particular y ocuparon áreas sin infraestructura urbana, por lo que se conocieron como “colonias proletarias”; se formaron por invasión de terrenos particulares o baldíos de propiedad federal o fraccionando ilegalmente áreas de antiguos usos agrícolas (Perló, 1981:49-60), la mayor parte en terrenos ejidales y comunales. Una parte importante del éxito y rápida proliferación de estas prácticas fue la abierta tolerancia de las autoridades hacia estas áreas habitacionales durante el gobierno cardenista, ya que las “colonias populares” fueron una excusa ideológicamente válida para dar lugar al crecimiento urbano sobre la propiedad ejidal.

De acuerdo con Gilbert (1997:106-107) los factores que explicar la expansión de la vivienda autoconstruida en los años treintas fueron:

A. El desarrollo de transporte público masivo; antes con un transporte deficiente la gente estaba obligada a vivir cerca de sus trabajos, al mejorar las comunicaciones y al ser más accesible el costo del transporte, también cambiaron los patrones de localización residencial.

B. Una actitud complaciente del Estado hacia la expansión de los procesos informales de obtención de la vivienda; aunque se trataba de métodos de ocupación prohibidos en los reglamentos de construcción, en la práctica los gobiernos permitieron a familias pobres invadir terrenos de propiedad federal y obtener una vivienda, debido a que esta solución implicaba costos muy bajos para el Estado.

C. La creciente capacidad del gobierno para proporcionar servicios e infraestructura; en parte debido a los adelantos tecnológicos en esa época proporcionó los medios para generar y distribuir el agua y la electricidad, así como la expansión de los sistemas educativos y de salud.

A los argumentos anteriores se debe agregar, incluso como factores iniciales, al incremento en el crecimiento demográfico de la década de los 40s, asociado por un lado a la industrialización y por el otro al abatimiento de la mortalidad; y también la contracción de la oferta de vivienda de alquiler como consecuencia de la política de congelación de rentas, lo que en conjunto dio lugar a una enorme demanda de viviendas, que se resolvió a través de colonias populares.

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Este tipo de asentamientos se convirtieron rápidamente en una alternativa exitosa para obtener vivienda en propiedad para la población de bajos ingresos, aunque esta forma de ocupación en sus primeras etapas implica un descenso importante de la calidad de la vivienda y la carencia de los servicios urbanos básicos.

Así las primeras colonias proletarias fueron ocupadas por inmigrantes que desde los años cuarentas arribaron a la capital en busca de empleos en el sector industrial; esta situación ha cambiado notablemente, ya que estudios recientes han determinados que en los años noventas la mayoría de los ocupantes de los nuevos asentamientos informales son principalmente familias provenientes del área urbana de la Ciudad de México (Tomas, 1997:20)

Como se afirmó antes, esta forma de ocupación se vio fuertemente impulsada por la abierta tolerancia del Estado (Ibid), el que básicamente por motivos electorales (asegurar votos para el partido político en el poder, el PRI), intervenía para conciliar conflictos entre fraccionadores y colonos, o mantenía una actitud condescendiente frente a invasiones de tierras ejidales, o expropió y repartió lotes en algunas colonias; hacia 1940 todas estas prácticas se generalizaron, aunque no se institucionalizaron (Azuela y Cruz, 1989).

Este tipo de producción habitacional ha generado una urbanización masiva, actualmente abarca entre 50 y 60 % de la vivienda urbana de la Ciudad de México y entre 9 y 10 millones de habitantes (González, 1996; y Duhau, 1991, Tomas, 1997:19), lo que se ha traducido en una mayor demanda de servicios, infraestructura y equipamiento urbano, la mayoría de las veces no resueltos por la incapacidad de los gobiernos de atender esas demandas satisfactoriamente.

Hacia los años ochentas el Estado estableció nuevas condiciones para legitimar la urbanización popular, en un nuevo esquema la regularización de la tenencia pasó a ser fundamental dentro de la política urbana oficial; para el Estado se trata de un proceso que no se limita a otorgar títulos de propiedad, sino también constituye una manera de ejercer mayor control sobre la planeación y la construcción, además puede ser una forma de mediación y control político a través de las negociaciones que genera (Ward, 1991:237); ahora, de alguna manera, se asume la irregularidad como una de las modalidades básicas del crecimiento urbano (Tomas, 1997:38); al mismo tiempo ha logrado una mayor eficiencia para impedir procesos urbanos irregulares, lo que ha reducido su proliferación (Duhau, 1991:148).

Territorialmente, los asentamientos que han resultado de esta forma de producción se extienden principalmente hacia el oriente de la Ciudad y hacia la periferia de la mancha urbana, generalmente son áreas de bajo valor del suelo o que implican algún tipo de riesgo (zonas de fácil inundación, barrancas, pedregales, de difícil acceso, áreas que fueron minas y no han sido rellenadas o áreas vecinas a usos del suelo incompatibles) (Villavicencio, et.al, 2000: 43,49).

Las categorías de vivienda de la producción informal de acuerdo a su proceso de consolidación son:

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Vivienda de Autoproducción Precaria.

Se trata de inmuebles construidos con materiales no permanentes, sin un proyecto arquitectónico definido, a través de procesos de autoconstrucción. Una de las características fundamentales que identifican la amplia gama de inmuebles que pueden agruparse en este nivel, es que el material en el techo de la vivienda no es de losa, puede ser de lámina de cartón, de asbesto u otro tipo de materia. En general se trata de inmuebles ubicados en espacios de reciente incorporación urbana, identifican las primeras etapas del proceso de ocupación y casi siempre se asocian con algún tipo de irregularidad en la ocupación o en la compra-venta, y pueden no contar con uno, o más, servicios urbanos básicos (agua, drenaje, electricidad, etc.). A lo largo del proceso de consolidación y de regularización de este tipo de predios, no todos los inmuebles evolucionan al mismo tiempo, por lo que también es común que se localicen en colonias consolidadas o en distintos grado de consolidación; su presencia es abundante en la periferia de las ciudades, en Ciudad de México es abundante en los municipios conurbados, como Valle de Chalco Solidaridad, Chicoloapan, Ixtapaluca, Ecatepec y en el Distrito Federal en Iztapalapa, algunos sectores de Álvaro Obregón, Tláhuac o Xochimilco, entre otros.

Vivienda de Autoproducción Consolidada.

Son inmuebles que no cuentan con un proyecto arquitectónico o, si lo tienen, esta parcialmente definido; los materiales empleados en su construcción son económicos y la ejecución es de baja calidad (los muros son de tabique o tabicón con cadenas y castillos de concreto, cuando existe recubrimiento exterior es de mezcla –mortero cemento-); los claros en general son menores de 3.5 metros (IIIGECEM 1996); son viviendas autoconstruidas y autofinanciadas en largos periodos de tiempo, en este sentido representa la evolución de inmuebles identificados en el nivel anterior, es decir generalmente las viviendas consolidadas se incorporaron al suelo urbano como precarias. La principal característica para diferenciar este nivel del anterior es que el material en el techo es de losa, esto señala, además del mejoramiento de la vivienda, el que el propietario tiene mayor seguridad sobre la tenencia del predio, por lo que puede realizar mayores inversiones en el inmueble. Por otra parte, las áreas donde se ubican generalmente cuentan con todos o la mayoría de los servicios urbanos básicos; se localizan originalmente hacia las periferias baratas de la ciudad, aunque dependiendo del momento en que se incorporaron al suelo urbano, su localización puede ser más central que el anterior, también incluye antiguos pueblos o barrios que han sido absorbidos por la extensión de la mancha urbana; algunos de los municipios donde es abundante su presencia es en Nezahualcoyotl, Atizapan de Zaragoza, Naucalpan, Tlalnepantla y en el Distrito Federal en algunos sectores de Iztapalapa, Álvaro Obregón, Coyoacán, Gustavo A Madero, Tlalpan y Azcapotzalco.

Promoción Pública Se refiere a los espacios habitacionales que fueron promovidos directamente por el Estado a través de sus distintos organismos o a través de financiamientos de interés social; las primeras acciones en la materia produjeron viviendas en renta, pero a partir de los años sesentas sólo ha generado viviendas propias, tanto en modalidad unifamiliar como

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plurifamiliar; su distribución territorial abarca casi toda la mancha urbana de la Ciudad de México, de manera irregular y con mayor tendencia hacia la periferia, principalmente al norte y occidente. Abarcan aproximadamente 260 mil viviendas del área urbana (González, 1996: 258).

Entre las acciones gubernamentales que inciden de manera directa sobre la vivienda se encuentra una amplia gama de actividades que el Estado ha desarrollado a partir de los años veintes en la Ciudad de México, tales como promover la construcción de viviendas para los trabajadores del sector público, otorgar créditos para adquirir viviendas, establecer organismos públicos para atender las demandas de otros sectores de la población, definir un marco legal para regular las acciones de los agentes involucrados en la producción habitacional, incluso fomentar la autoconstrucción y la institucionalización de acciones de reconocimiento y regulación de los asentamientos ilegales.

Estas acciones del Estado en materia habitacional se han modificado a lo largo del tiempo, a continuación se enumeran los cambios más importantes:

Hasta los años setentas los principales beneficiarios de los programas habitacionales fueron funcionarios públicos y trabajadores del Estado, y en menor medida trabajadores beneficiarios del Instituto Mexicano del Seguro Social. Fue hasta 1969 con la creación del INFONAVIT, dirigido a la población asalariada, cuando otros sectores pudieron beneficiarse de las acciones del Estado, debido al sistema de financiamiento que incluía la participación del sector privado, el gobierno federal y de créditos externos de organismos internacionales, lo que permitió otorgar créditos con tasas de interés muy bajas (Aldrete-Haas, 1991; Villavicencio, et.al, 2000:55).

Hacia finales del los años sesentas cambio el tipo de vivienda que construyó el Estado, originalmente se basaron en un modelo europeo, de grandes unidades multifamiliares, el diseño de estas áreas habitacionales estaban fuertemente influidas por los modelos europeos en boga para estos conjuntos, como los edificios construidos por Mario Pani, como la unidad Presidente Miguel Alemán. Posteriormente comenzaron a aparecer otro tipo de vivienda, más influidas por un modelo estadounidense (Aldrete-Haas, 1991); las áreas residenciales promovidas por el Estado fueron diseñadas y construidas por arquitectos como Teodoro González de León, Enrique Landa o Abraham Zabludowsky, como La Patera y la Unidad Plateros, donde crearon espacios habitacionales complementados con áreas verdes y servicios; después de la creación del INFONAVIT la producción de vivienda por organismos gubernamentales se realiza mediante modelos y reglas cada vez más tendientes a la reducción de costos; en años recientes no sólo se han reducido los promedios de las superficies de este tipo de vivienda, sino también los acabados (Coulomb, 1991).

Los primeros conjuntos habitacionales que produjo el Estado fueron asignados en régimen de arrendamiento (como la Unidad Habitacional Presidente Alemán en la colonia Del Valle, Presidente Juárez en la colonia Roma, Unidad Independencia en San Jerónimo y Unidad Santa Fe en Observatorio); a partir de los años sesentas las viviendas producidas por el Estado son asignadas en propiedad. Inicialmente las acciones públicas eran exclusivamente en vivienda terminada, hacia los años ochentas se diversifican los programas habitacionales, de tal manera que ahora se incluyen apoyos para remozamiento,

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lotes y servicios, adquisición a terceros, vivienda básica, créditos para terrenos y materiales de construcción (SEDUE, s/f).

En los años ochentas las instituciones gubernamentales reorientaron sus acciones para atender las demandas del interior del país, debido al carácter federal de estas dependencias (Duhau, et.al.,1992:60), cuando años antes sus acciones se habían concentrado en la Ciudad de México.

Desde los años ochentas destacan dos organismos gubernamentales, el Fondo Nacional de Habitaciones Populares (FONHAPO) creado en 1981 para atender a población no asalariada, que no puede aspirar a créditos en otras instituciones (SEDUE, s/f: 109) y el Fideicomiso de la Vivienda y Desarrollo Urbano del Departamento del Distrito Federal (FIVIDESU); aunque su producción ha sido más bien limitada, resalta por su participación en los programas de reconstrucción en el área central de la Ciudad de México después de los sismos de 1985, y sobre todo por el impacto sobre la refuncionalización del centro de la ciudad (Coulomb, 1991). A partir de 1992 estos organismos han cambiado el perfil socioeconómico de los beneficiarios, hacia población con ingresos relativamente mayores (Villavicencio, et. al, 2000: 64-71)

Territorialmente no existe un patrón claro de ubicación, si bien algunas de las primeras acciones del Estado en materia habitacional mantienen una localización relativamente central, en los últimos años tienden ha situarse en la periferia, sobre todo en los municipios conurbados del estado de México, debido a que en esos lugares el suelo es más barato y existe una mayor oferta, mientras que en el Distrito Federal las reservas públicas de suelo han disminuido notablemente (Villavicencio, et. al, 2000: 55).

Recientemente se ha documentado que en los años 90’s se han reducido notablemente las acciones de los organismos gubernamentales en materia de vivienda, sobre todo las que se dirigían a los sectores de menores ingresos, debido en gran parte a problemas de recuperación de las inversiones y a las recurrentes crisis económicas que afectan al país, por lo que esta ocurriendo “… la progresiva transformación de la mayor parte de los organismos únicamente en intermediarios entre la demanda de quienes cumplen con un cierto perfil económico…y un financiamiento proveniente del sector privado” (Villavicencio, et. al, 2000: 62).

Aunque técnicamente es posible realizar una diferenciación por categorías al interior de la promoción pública, por la naturaleza extensiva de este trabajo que alcanza todos los usos del suelo, no se consideró conveniente y también, porque las diferencias que se pueden identificar siendo muy importantes desde varios puntos de vista, no lo son en cuanto a sus lógicas locacionales.

De esta manera hay una sola categoría de promoción pública para esta tipología que se asocia en lo general a los niveles medios bajos:

Vivienda de Interés Social

Cuentan con un proyecto arquitectónico típico definido, con materiales económicos, con ejecución de media calidad (incluye muros de tabique común o vidriado, los recubrimientos

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interiores son casi siempre aparentes y los exteriores pueden ser aparente con pintura o bien incluir algún aplanado afinado, la herrería es de perfiles económicos de aluminio blanco o tubular de fierro); construcción en serie a corto plazo por empresas particulares u oficiales, incluye financiamiento estatal o bancario (IIIGECEM 1996). Una de las características fundamentales de identificación es que frecuentemente forman condominios y se agrupan en unidades habitacionales de tamaño variable (en muchas ocasiones el nombre de la unidad habitacional incluye el organismo gubernamental que promovió su desarrollo: IMSS, FOVISSTE, DDF, INFONAVIT, CTM, etc.).

Promoción Privada Abarca las distintas modalidades de acciones del sector inmobiliario, o por encargo, principalmente en fraccionamientos privados.

A principios del siglo XX la expansión espacial de la Ciudad de México se debió principalmente a la acción del sector inmobiliario, quienes atendían a casi todos los sectores sociales de la ciudad; por un lado por medio de la construcción de vecindades y edificios en renta, pero por el otro lado, lo que incidió notablemente en esta expansión, a través de fraccionamientos privados crearon un gran negocio, muchas veces especulativo, sin la urbanización adecuada, ni la autorización correspondiente. Hacia 1930 no sólo habían surgido colonias como Lomas de Chapultepec, Del Valle, San Angel Inn, Roma, Condesa, sino también Peralvillo, Portales y Algarín.

Con la generalización de los procesos de producción informal y de promoción pública los agentes privados se concentraron en los sectores de mayores ingresos, reconociéndose en la actualidad tres categorías principales fuertemente asociadas a la capacidad de pago de los usuarios:

Vivienda de Nivel Medio.

Se trata de inmuebles que cuentan con un proyecto arquitectónico definido y funcional, los materiales empleados en la construcción son de media o de buena calidad, en este caso los claros promedio pueden ser de 4 metros, en la mayoría de los casos la superficie de construcción es mayor a 150 m2 (IIIGECEM 1996); en su promoción pueden intervenir empresas constructoras, o también puede ser por encargo, supervisado por un profesionista; generalmente son realizados con financiamiento bancario o estatal, autofinanciamiento.

Vivienda de Nivel Alto.

Cuentan con proyectos arquitectónicos funcionales y de calidad; los materiales empleados en la construcción son de buena calidad; la distancia promedio de los claros es de 6 metros o más (IIIGECEM 1996); son inmuebles autofinanciados, y en su construcción participan empresas constructoras.

Vivienda Exclusiva.

Ocupan grandes extensiones de terreno, su proyecto arquitectónico es de buena calidad e incluye detalles especiales; los materiales utilizados son de buena calidad, controlados y de

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lujo, algunos de estos pueden ser importados (detalles en canteras en los muros exteriores, el portón, rejas y protecciones de hierro forjado, puede tener claros grandes), en general los acabados son de excelente calidad (IIIGECEM 1996); en la mayoría de los casos la construcción es realizada por encargo, pero también puede ser producida por empresas constructoras con especialistas; generalmente son autofinanciadas.

Vivienda de Promoción Antigua

Debido a que existen actualmente en la Ciudad de México grandes áreas donde persisten múltiples construcciones antiguas, tanto en el área central como en varios de los pueblos que antiguamente rodeaban a la ciudad y que actualmente se han integrado físicamente a la mancha urbana, fue necesario incorporar un apartado en la tipología que incluyera otros criterios para clasificar los edificios habitacionales cuya principal característica es su antigüedad.

Como se ha visto, esta tipología inicia con la identificación de los distintos modos de producción de la vivienda; sin embargo estas formas de producción habitacional no han sido constantes a lo largo de la historia de la ciudad, sino que son el resultado de la evolución tanto de los métodos de construcción y de los materiales utilizados, como de los modelos de uso residencial, de los patrones de localización de los distintos grupos sociales; de la concepción de los espacios urbanos; y también son producto de la manera en que los agentes que intervienen en los procesos productivos de la vivienda (la iniciativa privada, el Estado y los usuarios) han evolucionado, en suma son el resultado de la evolución de la ciudad y de sus habitantes. Por lo tanto no era posible identificar los inmuebles con amplia historia urbana, con procesos de promoción habitacional que ni siquiera existían cuando se construyeron.

Por otro lado, en términos operativos era necesario establecer un límite temporal a lo que debe reconocerse como vivienda antigua, ya que esto permitirá una adecuada clasificación de los inmuebles. Por lo tanto se determinó establecer el año de 1930 como el límite aproximado para definir a la vivienda antigua de la que no lo es, debido a las siguientes razones:

La dinámica de la ciudad. Hacia 1930 la Ciudad de México inicia el proceso de expansión fuera de los límites tradicionales, es decir fuera de los XII cuarteles que hasta entonces habían contenido el crecimiento de toda la ciudad; también consolidó su tendencia a mantener un crecimiento, económico y demográfico, más estable y mayor que el resto del país, lo que convirtió a la capital en el centro territorial de México (Garza y Damian, 1991:24-25).

La generalización de “nuevos” materiales, técnicas constructivas y estilos. En las primeras décadas del siglo XX los elementos de construcción básicos en la ciudad eran la piedra, el adobe y las mamposterías en las cimentaciones; posteriormente se expandió el uso del tabique de dimensiones estandarizadas y el cemento reforzado, lo que permitió optimizar costos y aumentar la rapidez de las edificaciones; al mismo tiempo se extendió el uso del hierro, lo que facilitó la construcción de edificios y de algunas estructuras en viviendas para los sectores de mayores ingresos; al mismo tiempo también se difundió la instalación de

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redes internas de agua y electricidad en las viviendas (Álvarez, 1997:114; Ayala, 1996: 89-91, 96). Aunque algunas de estas innovaciones aparecieron hacia principios del siglo, fue hasta los años treintas, que existieron condiciones políticas y económicas estables, que favorecieron la generalización de su uso en la construcción de viviendas de todos los sectores sociales de la ciudad.

La intervención Estatal. Hasta los años treintas la intervención del Estado en materia habitacional era bastante limitada, solamente mantenía una aparente control sobre la autorización de nuevas urbanizaciones y sobre la dotación de los servicios básicos. En 1930 se dictó la primera ley de planificación a nivel federal y en 1933 se publicó la ley correspondiente del Distrito Federal, aunque se reconoce que esos hechos no influyeron sobre la dinámica de la ciudad y que esa legislación no tuvo repercusión, más allá de su emisión (Sánchez, 1999:17-43). Por otro lado, esta fecha marca el inició de la intervención directa del Estado en la problemática habitacional de la Ciudad de México, en 1932 y 1934 el DDF realizó tres conjuntos habitacionales para obreros (Ibid: 76 y Ayala, 1996:104), si bien unos años antes, en 1924, la Dirección de Pensiones Civiles, el antecedente más antiguo del FOVISSTE, había otorgado créditos a funcionarios públicos para comprar casas. Posteriormente la participación del Estado en materia habitacional fue fundamental para definir los espacios habitacionales de grandes sectores de la Ciudad de México, no solo por su activa participación en la contrucción directa de viviendas, sino sobre todo por la actitud hacia la urbanización popular.

Nuevas modalidades de acceso a la vivienda. Hacia los años treintas los sectores de bajos ingresos sólo podían acceder a una vivienda en renta, principalmente en el sistema de vecindades, y muchas veces en muy malas condiciones de habitación. A finales de esta década surge una alternativa de acceso a la vivienda por parte de estos sectores de la población, a través de la ocupacción irregular de suelo urbano y de viviendas autoconstruidas en colonias de invasión o fraccionamientos ilegales, originalmente se les denominó como “colonias populares” o “proletarias” (Perló, 1981:49-60).

Industrialización y transporte. También es una fecha previa al inicio de los dos grandes procesos que transformaron a la ciudad, la expansión de la industria en toda la mancha urbana y la llegada de grandes flujos de inmigrantes. Además de la existencia de un sistema de transporte efectivo que favoreció la movilidad de la población, tranvías eléctricos, trolebuses, automóviles y camiones.

El hecho de que se haya establecido un año para definir la promoción antigua no significa que sólo el año de construcción del inmueble determine la categoría del los inmuebles, tampoco se debe aplicar de manera determinista, sino que es necesario valorar si el inmueble se produjo bajo una lógica anterior a las que actualmente dominan la promoción habitacional.

Finalmente es muy importante establecer que las categorías por nivel que se presentan a continuación están determinadas por el uso y los usuarios actuales y no por los originales que pudiera haber albergado el inmueble.

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Vivienda de Nivel Bajo Antigua

Hacia finales del siglo XIX se presentó un auge en la edificación de vecindades con diferentes características, de acuerdo a las posibilidades de los usuarios: a) casas compuestas de una sola habitación precedida de una azotehuela, b) casas iguales que las anteriores pero que contaban con un tapanco para duplicar el área de la vivienda (generalmente la altura del interior era de cinco metros lo que permitía la división) y c) casas de dos, tres o más habitaciones (Ayala, 1996:92); en todos estos casos los servicios sanitarios eran comunes.

Aunque la vecindades pueden tener sus antecedentes más remotos en la ciudad del siglo XVII, presentan diferencias notables, los patios se redujeron a pasillos, con pocos servicios disponibles, las letrinas, lavaderos y depósitos de agua eran necesariamente compartidos (Ibid:93).

Otra versión de vecindades fueron las que se originan por el abandono de los propietarios de antiguas casas coloniales, muchas eran grandes mansiones que se subdividieron y se utilizaron como vecindades, en donde cada habitación se convirtió en una sola vivienda (Ibid:93)

Vivienda de Nivel Medio Antigua

Al igual que la categoría anterior, algunas de las viviendas fueron ocupadas originalmente por los sectores de más altos ingresos, que las abandonaron por otras viviendas, por lo que muchas residencias del siglo XIX o anteriores fueron alquiladas o vendidas a familias de clase media (González, 1997:219)

Vivienda de Nivel Alto Antigua.

Algunas casas hacia finales del siglo XIX se retrajeron de los frentes y de las colindancias, para lograr un mejor lucimiento de las arquitecturas, desaparecieron el patio central y los espacios descubiertos se ubicaban hacia el perímetro del predio, al interior del inmueble los salones de recepción pasaron a ser fundamentales en la estructuración de la casa y las escaleras adquirieron proporciones monumentales de ostentación (Ayala, 1996:87-89). Existen muchas variantes a la descripción de Ayala pero no son pocas las viviendas de esta categoría en la Ciudad de México, que es más común encontrarlas en los antiguos pueblos hoy absorbidos por la ciudad, como Coyoacán, Tlalpan y San Angel que en la zona centro.

Tipo de Inmueble

Casa Se refiere a la idea clásica de habitación, a partir de la presencia de este tipo de inmuebles se reconoce el uso unifamiliar del espacio residencial; las casas se asocian con todos los grupos económicos y sociales, sin importar su nivel de ingresos y también con todas las formas de producción habitacional. Entre las características más destacadas que definen a este tipo de inmueble es que las edificaciones no comparten muros con las casas vecinas,

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aunque algunas veces pueden estar adyacentes. Se trata del tipo de vivienda más extendida en la Ciudad de México.

Edificios y vivienda múltiple Se trata de viviendas plurifamiliares y representa una mayor intensidad del uso habitacional; tampoco es posible asociar este tipo de inmueble con distintos grupos económicos y sociales, no es exclusivo de las promociones privada o estatales, aunque es muy limitado en las promociones informales, sobre todo en el nivel precario, por las dificultades estructurales que representa su construcción; su presencia en áreas de producción informal es indicador del grado de consolidación de esos lugares.

Otra posibilidad, muy común en la vivienda informal consolidada, es la de una casa originalmente unifamiliar, que se ha extendido para dar cabida o otras familias cercanas a los residentes y que actualmente tiene características de vivienda plurifamiliar, incluso pueden compartir muros y hasta servicios; también se debe reconocer que esta es una modalidad de vivienda múltiple, pero por sus propias características, no siempre se puede identificar.

Unidad Habitacional Se refiere a un conjunto de edificios o casas unifamiliares o duplex, que se distingue bien de su alrededor urbano tanto por su morfología como por sus estilos, además de que en la mayoría de los casos están bien delimitados; tienen las características de ser desarrollos masivos, cuyos edificios o casas fueron construidas en serie y son repetitivas, casi siempre bajo esquemas de promoción públicas pero también pueden ser producto de promociones privadas de nivel medio; generalmente tienen espacios mínimos y la calidad de sus estructuras también es mínima o regular, y los espacios exteriores integran áreas verdes y espacios para equipamientos.

Condominios Horizontales Surgieron como una alternativa a los fraccionamientos en el Distrito Federal que fueron desestimulados desde los años 50s pero que también responden a la idea de privacidad y seguridad. Se trata de desarrollos que integran vivienda unifamiliar sobre lotes privativos y espacios comunes generalmente de circulación y áreas ajardinadas, en ocasiones pueden también compartir otros servicios como salones de fiestas, gimnasios o casas club. Las casas individuales pueden tener un diseño propio o bien, pueden compartir uno o varios diseños. Se dirigen a sectores medios altos y altos y son promovidas por algún agente inmobiliario o por los futuros ocupantes mediante préstamos bancarios individuales. Finalmente, son desarrollos bien delimitados por bardas y pueden contar con seguridad privada. Algunos de estos desarrollos se pueden construir en antiguos lotes de casas unifamiliares en la ciudad interior.

Privadas Esta modalidad habitacional fue originalmente un tipo de vivienda en arrendamiento, construida ex profeso para sectores medios y medios bajos; estos inmuebles se construyeron a partir de los años veintes y se dejaron de edificar después de la crisis del

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arrendamiento de los años cuarentas; este tipo de inmueble se puede definir de la manera siguiente “…se conforman por una serie de pequeñas casitas alineadas a ambos lados de una calle de tránsito restringido, constituyen una modalidad que recuerda de cierta manera a la vecindad, sólo que dotada de un nivel mucho más alto de habitabilidad” (Ayala 1996: 104) en donde no se comparten los servicios.

Estado de mantenimiento y conservación de los inmuebles

La calidad del mantenimiento y el estado de conservación de los inmuebles es una variable que sirve de referente a otra muy importante: la edad del inmueble. Se ha visto a lo largo de este capítulo que las lógicas de localización de las viviendas están estrechamente ligadas a la capacidad de pago de los usuarios, y por lo tanto, al valor de aquéllas. Una construcción no progresiva generalmente registra su máximo valor cuando es nuevo y de ahí en adelante se someterá al efecto de la depreciación, la cual se puede acelerar o retrasar en función de la inversión que reciba dicho inmueble. Si el inmueble tiene un buen mantenimiento y se encuentra en buen estado entonces valdrá más y será accesible para ciertos sectores de población, pero ese mismo inmueble en la medida que vea disminuido su mantenimiento y registre un mayor deterioro, valdrá menos y será accesible a otro grupo de usuarios.

Como el fenómeno descrito arriba no es puntual, sino que es común que afecte de manera similar a los barrios, dará como resultado procesos de deterioro en ciertas áreas de la ciudad que permiten el filtrado de población de menores recursos como consecuencia de la desvalorización, o por el contrario, lugares en donde las construcciones mantienen su calidad y valores y son sujetos de procesos de revalorización e incluso, de cambio de uso del suelo.

Para esta tipología se adoptan los tres estados generales de conservación que se utilizan convencionalmente en cuestiones urbanas y de valuación:

Inmuebles bien conservados. Se refiere a la situación de mantenimiento normal, puede mostrar el deterioro causado por el uso cotidiano en acabados e instalaciones; algunos de los rasgos que pueden identifican esta condición es la presencia de humedad en las paredes, o bien la necesidad de pintura, entre otros, aunque no necesariamente deben presentarse estas características.

Inmuebles deteriorados. En este caso se trata de inmuebles que necesitan de reparaciones mayores. Entre las características que identifican este estado de conservación se encuentran: herrería corroída, aplanados deteriorados o caídos, en los muros se puede observar pequeños agrietamientos, puede darse una proporción significativa de losetas o lambrines desprendidos, las instalaciones pueden tener defectos relevantes.

Inmuebles dañados. Son inmuebles que no están en condiciones habitables debido a que presenta grandes niveles de deterioro en la estructura, las instalaciones y los acabados; la condición básica

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para que un inmueble sea clasificado aquí es el daño o debilidad estructural lo que implica que su corrección sería muy costosa y cierto riesgo en su ocupación.

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TIPOLOGÍA DEL USO DEL SUELO RESIDENCIAL Tipo de producción y nivel Tipo de inmueble Grado de

conservación

Unifamiliar Plurifamiliar Otro

Producción Informal:

1. Precario Casa Vecindad

2. Consolidado Casa Edificio Vecindad

Promoción Pública:

3. Medio-Bajo Casa Edificio

Unidad Habitacional

Duplex o similar

Promoción Privada:

4. Medio Casa Edifico

Unidad Habitacional

Condominio horizontal

5. Alto Casa Edificio Condominio horizontal

6. Exclusivo Casa Edificio Condominio horizontal

Promoción Antigua:

7. Antiguo Bajo Casa Vecindad

8.Antiguo Medio Casa Edificio Privada

9. Antiguo Alto Casa

Buen estado de conservación

Deteriorado

Dañado

Conclusiones

Analizar las lógicas territoriales de la diferenciación residencial de una ciudad como la nuestra no es tarea sencilla, es mucho más difícil de lo que aparenta, no sólo por ser un tema complicado y relativamente “nuevo”, sino también por tratarse de una ciudad de gran tamaño y de enorme complejidad en su funcionamiento y en su estructuración.

En este sentido, vale la pena destacar dos factores que influyen de manera directa en la diferenciación del uso residencial en Ciudad de México, ya que permiteron cubrir parte de los objetivos de este trabajo y facilitaron elaborar una propuesta de clasificación habitacional basada en las lógicas territoriales de sus residentes.

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Usos del Suelo y Territorio

El primero de estos factores es el tipo de producción habitacional, que puede desagregarse en tres grandes grupos: formal privado, formal público e informal; de manera general, cada uno de estos puede determinar una ubicación al interior de la ciudad, así como puede influir en algunas características físicas del inmueble (tamaños, acabados, etc.); además, desde el punto de vista de su influencia en la diferenciación residencial, es un factor que no esta reportado en la literatura anglosajona sobre el tema, en gran medida por que en otras ciudades la producción informal de vivienda es mínima o no existe, en cambio en Ciudad de México ha sido la principal forma de producción habitacional.

El segundo factor destacado es el nivel de ingreso de los usuarios de las viviendas, su relevancia no es sólo respecto a las lógicas territoriales, sino que engloba la mayor parte de los rasgos de la vivienda y se trata de un determinante bien identificado en otros trabajos sobre el tema. Cabe aclarar que también se plantearon otros factores que influyen en las decisiones de localización residencial, aunque con repercusiones más limitadas a ciertos sectores de la población o en áreas específicas de la ciudad.

Considerando estos dos determinantes de la diferenciación residencial, este trabajo propone clasificar el uso del suelo residencial en nueve tipos habitacionales básicos. Aunque puede no ser una división adecuada, ya que en Ciudad de México la variedad residencial es muy amplia, por lo que es tan justificable establecer una clasificación de 10, 50 o 400 situaciones habitacionales diferentes y cualquiera de estas posibilidades puede ser correcta y al mismo tiempo puede no serlo. Sin embargo, considerando las intenciones de este trabajo, nuestra propuesta parecen ser apropiada, aunque reconocemos la dificultad que representa reducir la producción informal en sólo dos grupos, cuando seguramente la variedad residencial de esas áreas es mayor, aunque desde el punto de vista de sus lógicas territoriales parece conveniente; además esta propuesta puede ampliarse o reducirse dependiendo de su contrastación con la realidad.

El hecho de centrar el análisis en las lógicas territoriales del uso del suelo residencial tiene importantes implicaciones para conocer como se estructura la ciudad en su interior; por lo que estudiar los determinantes de la diferenciación habitacional es necesario para entender su funcionamiento. Obviamente el tema no se agota en este trabajo, pero si espera contribuir a su difusión y ampliar su discusión.

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