01 serie-iniciacion 1 meditaciones iniciales edición 01

104

Upload: juan-d-vinales

Post on 21-Dec-2015

30 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Meditaciones Iniciales

TRANSCRIPT

Colección JUVENTUD FUERTE

Serie INICIACIÓN

MEDITACIONES

INICIALES

Colección JUVENTUD FUERTE

Serie INICIACIÓN

Jorge Miguel Martínez, Pbro.

MEDITACIONES

INICIALES

Adaptación de los textos de

"Introducción a la vida devota"

de San Francisco de Sales

Libro de texto de

formación católica

para jóvenes.

Ciudad del Este - Paraguay

A.D. 2014

Nihil obstat

Mons. Dr. Dominic Carey, SL.D.

Vicario General

Imprimatur

S.E.R. Mons. Dr. Rogelio Livieres

Obispo diocesano de Ciudad del Este

Título: Meditaciones iniciales.

Autor: Jorge Miguel Martínez

Serie: Iniciación.

Colección: Juventud Fuerte.

1ra. Edición - 300 ejemplares.

Mayo de 2014

Tapa: La Ascensión, de Giotto (Detalle).

Diseño de Tapa

Marcelo Aguinagalde.

Corrección

Cristian Alfonso

Revisión Pre-Prensa

Abog. Juan Guillermo Thorne Bachet

Gráfica Boreal S.A. – Editora Teléfono y fax: [+595] (61) 584 202 / 304 – [+595] (973) 417 577

[email protected]

Printed in Paraguay – South América

Pedidos a: [email protected]

Teléf.: [+595] (985) 254 924

© Asociación STELLA MARIS Paraguay esq. Jamaica, Barrio Las Américas.

HERNANDARIAS - Paraguay

Teléf.: [+595] (985) 254 924

[email protected]

3

Índice

PREÁMBULO 7 Presentación : La Colección “Juventud fuerte” ................................. 7 Estructura de la colección ................................................................... 8

PRESENTACIÓN DE ESTE LIBRO 9 MODO DE USAR ESTE MATERIAL 11

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS ENCUENTROS 14

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS ENCUENTROS 15

CAPÍTULO 1. LA PURIFICACIÓN DEL ALMA 17

CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN 25

CAPÍTULO 3. EL FIN PARA EL CUAL FUIMOS CREADOS 31

CAPÍTULO 4. LOS BENEFICIOS DE DIOS 37

CAPÍTULO 5. LOS PECADOS 43

CAPÍTULO 6. LA MUERTE 49

CAPÍTULO 7. EL JUICIO 55

CAPÍTULO 8. EL INFIERNO 61

CAPÍTULO 9. EL PARAÍSO 69

CAPÍTULO 10. ELEGIR EL PARAÍSO 75

CAPÍTULO 11. ELEGIR LA VIDA VIRTUOSA 81

PROMESA DE VIDA VIRTUOSA 87

APÉNDICE 89 Examen de conciencia para la confesión frecuente ......................... 89 Examen de conciencia para la confesión general ............................ 92 Oraciones para comenzar el día ....................................................... 99 Oraciones para terminar el día ...................................................... 100

4

5

A mis padres,

que con su fe y paciencia

han sabido forjar en

esta pobre alma

el deseo de

altas virtudes.

6

7

Preámbulo

PRESENTACIÓN : LA COLECCIÓN “JUVENTUD FUERTE”

Si no alcanzo la salvación, entonces no he cumplido mi fin y me he

quedado en este mundo que pasa; yo mismo he pasado con el

mundo. Por eso, una formación de la juventud que se precie de ser

católica –o sea, de predicar la verdad– no puede jamás apartarse de

los contenidos primordiales de la fe, pues únicamente en la fe

podemos encontrar la salvación, que es la vida eterna.

Con esta colección de libros de formación de jóvenes queremos

poner a disposición de los grupos de estudio y formación juvenil un

material que tiene dos características en apariencia

irreconciliables: es, al mismo tiempo, moderno y tradicional. Es

moderno, porque responde a las necesidades actuales de formación

de los jóvenes, que en general tienen poco conocimiento de la

doctrina, desconociendo muchas veces incluso lo más elemental;

también es moderno en cuanto a la metodología, poco sistemática,

a veces, y más orgánica, como más “espontanea”. Por otra parte,

como dijimos, es tradicional, en el sentido de la búsqueda de la

salvación por la fe, que es asentimiento a las verdades reveladas

por Dios; no tenemos pues el objeto de formar ni lideres, ni jefes, ni

personalidades a la manera humana, lo único que pretendemos es

formar santos que unidos a Dios, sean capaces de ser instrumentos

dóciles en las manos de la providencia Divina.

Al inicio hemos querido colocar a esta colección el nombre de

“Juventud virtuosa”, justamente por el significado original de la

palabra “virtud” que es el de fuerza, por derivar de la palabra

latina vir, viris que significa “varón”. Las virtudes son

disposiciones permanentes para realizar el bien, son “fuerzas” de la

voluntad y la inteligencia (de ahí su nombre relacionado con la

fuerza varonil) que capacitan para la acción buena. Pero hemos

decidido cambiar el nombre, puesto que actualmente el término

“virtud” ha sido utilizado muchas veces como sinónimo de

religiosidad romanticona y melosa. Nada más alejado de la virtud.

Pero, dejamos constancia que la intención final del nombre de la

8

colección es la de referirnos no simplemente a la virtud de la

fortaleza, sino a todas las virtudes humanas y cristianas que hacen

al buen combatiente de la fe.

ESTRUCTURA DE LA COLECCIÓN

La Colección “Juventud fuerte” contiene series de libros

agrupados por temas.

La SERIE se refiere a un gran tema que se desarrollará en varios

libros (ej.: Serie “Iniciación”; Serie “Catecismo”). Se pueden

distinguir los libros de cada serie por sus colores propios.

Cada libro de la serie desarrolla un TEMA CENTRAL en varios

capítulos. El tema central puede ser un tema amplio que requiera

de mayor cantidad de capítulos para su desarrollo (ej.: El Credo;

Los mandamientos); o un tema breve que pueda desarrollarse en

pocas unidades (ej.: La música sagrada; La virtud de la castidad).

Cada libro está dividido en CAPÍTULOS. Cada capítulo contiene

un esquema para desarrollarlo en un grupo de jóvenes, comunidad

juvenil, clase de catequesis juvenil, círculo de formación o

cualquier organización o reunión de movimiento juvenil. El

esquema del capítulo está pensado para desarrollarlo íntegramente

en una reunión. Cada serie tiene un esquema especial. Las series

de iniciación tienen esquemas más sencillos, en cambio las series

de estudios tiene esquemas más exigentes.

9

Presentación de este libro

Estas “MEDITACIONES INICIALES” están pensadas para

jóvenes que comienzan su vida espiritual. Son –según el autor en el

que se inspiran– “ejercicios que se requieren para conducir al alma,

desde su primer deseo de la vida devota, hasta una entera

resolución de abrazarla”. El objetivo es pues el de indicar un

camino que ayude al alma a desapegarse del pecado y a adentrarse

en la vida espiritual. Porque no hay vida espiritual verdadera si no

existe una firme intención de abandonar el pecado, principal

problema del hombre y causa de su falta de sentido. Estas

meditaciones pueden llevar al que las ejercita a ver el mundo con

una mirada más realista, con los pies en la tierra y los ojos en el

cielo.

Los esquemas de “Meditaciones iniciales” han sido tomados de las

meditaciones para la purificación de los afectos al pecado de San

Francisco de Sales en su libro “Introducción a la vida devota”, más

conocido como “La Filotea”. Hemos procurado seguir lo mejor

posible la intención del autor original, pero desarrollando, según su

esquema, los contenidos de estas meditaciones y simplificando sus

expresiones.

10

11

Modo de usar este material

El libro de “Meditaciones iniciales”, por

contener justamente “meditaciones” es

necesario que sea utilizado de acuerdo a

su naturaleza. Sin embargo, sabemos que

muchas veces no es posible una verdadera

meditación si no existe un ambiente de

silencio y recogimiento. De todas

maneras, hemos de hacer lo que podamos,

lo mejor que podamos.

De ser posible, sería bueno que se busque

un momento en el que los participantes

del grupo no estén muy cansados, o hayan

venido directamente de una actividad

física intensa (actividades deportivas,

recreación al aire libre, etc.). Si fuera así,

sería mejor que descansen y tengan

alguna breve introducción que les prepare para la meditación (p.e.

El rezo del Santo Rosario, la Adoración eucarística, la audición de

una música). También el lugar debería tenerse en cuenta, de tal

modo que tenga la menor incidencia posible de ruidos; si fuera

posible, debería ser dentro de una sala y no al aire libre.

Sería ideal que se tenga alguna bella imagen de Nuestro Señor

Jesucristo o de la Santísima Virgen y alguna vela encendida.

Una vez reunido el grupo, se procede de la siguiente manera.

1. ORACIÓN INICIAL: En ella se pedirá a Dios la gracia especial

de la meditación que estará indicada en cada capítulo. Se pedirá

también a Dios la gracia de poder escuchar con atención la lectura

y luego poder profundizar con agudeza en la oración personal.

Siempre se comienza con una oración tradicional, indicada en el

esquema, y que tendrá, habitualmente, su original en latín.

12

Al final de la oración inicial se hace la petición de la gracia especial

que se quiere alcanzar con la meditación: está indicada al inicio de

cada capítulo.

2. LEO SOBRE LA REALIDAD: Es un texto sobre una verdad

espiritual fundada en la doctrina. Se leerá muy pausadamente el

texto de la meditación, procurando pronunciar bien las palabras y

repitiendo si es posible la lectura, al menos una vez. Puede leerse

el texto una segunda vez para que cale más hondo en los oyentes.

Si los participantes del grupo tienen el texto a la vista, tanto mejor.

3. PIENSO Y MEDITO: Es propiamente el momento más

importante de este método. Una vez terminada la lectura, se dejará

unos 5 o 10 minutos de tiempo en silencio para pensar acerca del

texto escuchado. Este tiempo puede también hacerse en el templo

o delante del Sagrario, pero no es obligatorio. Cada uno se podrá a

pensar en lo que escuchó, hablar con el Señor o con la Santísima

Virgen o escribir lo que le parezca; en fin, se tendrá un coloquio o

conversación con Dios.

4. HABLO CON DIOS. Se propone una oración que resume y

profundiza todo el texto. Esta tomada del mismo escrito de San

Francisco de Sales en su Introducción a la Vida Devota. Este texto

debe ser leído también en voz alta, o si todos tienen el texto –tanto

mejor– puede cada uno leerlo en voz alta. Es altamente aconsejable

que también esta parte se pueda hacer delante del sagrario, o ante

una imagen –crucifijo o imagen de la Santísima Virgen–.

5. ME PROPONGO HACER EL BIEN: Es la parte práctica de la

meditación: el propósito. Una meditación no necesariamente exige

un propósito. Sin embargo, en estas meditaciones que proponen el

cambio de vida, la conversión, el propósito se hace indispensable.

Los participantes deben hacer el esfuerzo de colocarse siempre un

propósito fijo para la semana con el cual puedan afirmar lo que han

descubierto en la lectura y meditación. En este apartado se

propone algunos propósitos, que sin embargo no son obligatorios.

Advertimos por otra parte que apartarse mucho de los propósitos

que sugerimos puede derivar en un aprovechamiento superficial

del tema. El propósito puede ser anotado en un cuadernito

personal que ayude a recordarlo periódicamente. Una vez que

13

todos los participantes hayan hecho el propósito personal, se reza

un Avemaría y se continúa la reunión.

6. APRENDO EL CATECISMO: Sigue el texto del catecismo

para iluminar nuestra inteligencia respecto de la verdad. Uno de

los participantes puede leer las preguntas en voz alta mientras

otros responden. Se puede explicar y comprender mejor estos

puntos con el libro del Catecismo de la Iglesia o con la explicación

del moderador de la reunión que puede ir comentando los textos.

7. ORACIÓN FINAL: Al final se propone una oración final,

habitualmente tomada de la tradición católica, que ayude a

incorporar la meditación que se trató en el capítulo.

14

Oración inicial para todos los encuentros

Ven, Espíritu Santo, llena los

corazones de tus fieles y

enciende en ellos el fuego de tu

amor.

V. Envía, Señor, tu Espíritu y

todo será creado.

R. Y se renovará la faz de la

tierra.

Oremos. Oh Dios, que

enseñaste a los corazones de

tus fieles con la luz del Espíritu

Santo, concédenos por ese

mismo Espíritu saborear la

rectitud y gozar siempre de Su

consuelo. Por Cristo nuestro

Señor. Amén.

Veni, Sancte Spíritus, reple

tuórum corda fidélium, et tui

amóris in eis ignem accénde.

V. Emítte Spíritum tuum et

creabúntur;

R. Et renovábis fáciem terræ.

Orémus. Deus, qui corda

fidélium Sancti Spíritus

illustratióne docuísti : da nobis

in eódem Spíritu recta sápere,

et de ejus semper consolatióne

gaudére. Per Christum

Dóminum nostrum. Amen.

Indulgencia parcial cada vez que se reza.

Luego se hace la petición, que está indicada al inicio de cada capítulo.

15

Oración final para todos los encuentros

Todos volteados hacia la imagen de la Santísima Virgen:

Salve, Reina y Madre de

misericordia, vida, dulzura y

esperanza nuestra, salve. A ti

clamamos los desterrados hijos

de Eva. A ti suspiramos

gimiendo y llorando en este

valle de lágrimas. Ea, pues,

abogada nuestra, vuelve a

nosotros esos tus ojos

misericordiosos. Y después de

este destierro muéstranos a

Jesús, fruto bendito de tu

vientre.

Oh clemente, oh piadosa, oh

dulce Virgen María.

V. Ruega por nosotros, santa

Madre de Dios,

R. para que seamos dignos de

alcanzar las promesas de

Cristo.

Salve, Regina, Mater

misericordiae, vita dulcedo, et

spes nostra, salve. Ad te

clamamus, exsules filii Hevae,

ad te suspiramus, gementes et

flentes, in hac lacrimarum

valle. Eia, ergo, advocata

nostra, illos tuos misericordes

oculos ad nos converte; et

Iesum, benedictum fructum

ventris tui, nobis post hoc

exilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis

Virgo Maria.

V. Ora pro nobis Sancta Dei

Genitrix.

R. Ut digni efficiamur

promissionibus Christi.

Indulgencia parcial cada vez que se reza.

16

17

Capítulo 1. La purificación del alma

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor, te pido la virtud de la Humildad para darme cuenta de mis

debilidades y para reconocer que debo contar con tu gracia.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Por influjo de la gracia de Dios hemos querido comenzar un camino

de conversión a Él. Dicho de otra manera, fue Dios quien colocó

en nuestro corazón la buena intención de ser mejores, de

dejar el pecado y cambiar de vida. Es muy posible que tu alma se

encuentre llena de buenos deseos e intenciones. Todo eso es bueno

y habrá de agradecer a Dios.

18

Ahora bien, apenas reconozcas que aparecieron los buenos deseos,

es necesario poner mano a la azada para cortar y arrancar de tu

conciencia todas las obras muertas e innecesarias, todo lo que

pueda arrastrarte nuevamente al pecado y a la condenación.

En el Antiguo Testamento, las señoritas extranjeras, para casarse

con un israelita, tenían que quitarse los vestidos de esclavitud,

cortarse las uñas y afeitarse la cabeza: así también el alma que

aspira al honor de unirse profundamente con Jesucristo, de ser su

amigo íntimo, debe despojarse1 del hombre viejo y revestirse

del hombre nuevo dejando el pecado, cortando de raíz toda

clase de estorbos, que apartan del amor de Dios.

El comienzo de nuestra santidad consiste en limpiarnos de

las malas inclinaciones que nos llevan al pecado. Sin esta

limpieza, es muy probable, que al poco tiempo de comenzar la vida

espiritual, el alma vuelva a caer en los mismos vicios de antes. ¿Te

imaginas volver a los mismos pecados de antes? ¿Volver al mismo

charco de dónde has salido o estás tratando de salir?

Otro problema que puede presentarse, si no se realiza como

corresponde esta purificación, es que el alma, al poco de comenzar

su vida espiritual con oraciones, sacramentos y obras de caridad

(participando en grupos, retiros o actividades afines), comience a

mezclar con estas cosas buenas sus propios defectos,

desviando sus buenas intenciones y utilizando sus buenas obras

para hacer el mal. ¿Cuántos hay que estando a años en el servicio

del Señor y aún colaborando en obras apostólicas en la Iglesia

suelen igual pecar de soberbia o impiedad (que consiste en poca o

mala oración)? ¿No suelen ser a veces malos administradores de su

propia vida o simplemente se acercan poco al sacramento de la

reconciliación o incluso faltan a misa dominical? Los pecados, si

no se procuran extirpar2 desde el comienzo, luego crean

raíces y se hace difícil arrancarlos después.

Es cierto que hay muchos santos que fueron purificados de manera

instantánea sin necesidad de ninguna lucha ascética o espiritual:

1 Desvestirse, arrancarse algo. 2 Suprimir, eliminar.

19

San Pablo, Santa Catalina de Génova, Santa Magdalena y algunos

otros santos. Pero esta clase de purificación o conversión –

instantánea– es absolutamente milagrosa y extraordinaria.

Es como la resurrección de los muertos, pero en cuanto al alma.

Por tanto, si no podemos pretender de Dios la resurrección –antes

de tiempo– de nuestros familiares, tampoco debemos pretender que

tengamos nosotros una conversión inmediata y extraordinaria.

La purificación y la curación, normalmente, así del cuerpo como del

alma, se da poco a poco, paso a paso, por grados, de adelanto en

adelanto, con dificultades y con tiempo. A veces mucho tiempo. El

alma que sube desde el estado de pecado hacia la santidad es

comparada a la aurora o “nacer del sol”: cuando aparece el sol, no

disipa3 en un instante la oscuridad, sino lentamente. Cuanto

menos apresurada sea la curación tanto más segura y mejor

será: las enfermedades del corazón, como las del cuerpo, vienen a

caballo y al galope –rápida e inesperadamente–, pero se van a pie y

al paso –muy lentamente–.

Conviene, pues, que tengas mucho ánimo y paciencia en este

dificultoso trabajo. Hay que distinguir dos tentaciones que

pueden darse respecto a este tema, y evitarlas con toda energía:

1. Apurarse y ser impaciente; y viendo que al cabo de cierto

tiempo todavía tenemos pecados, pensar que nunca lograremos

vencer nada. Entonces llega el desaliento y uno piensa que

debe dejarlo todo: -Hace tanto tiempo que estoy en la vida

espiritual, rezando, confesándome cada quince días… ¡y no he

cambiado nada! Creo que esto no es para mí.

2. Caer en la soberbia y pensar que uno ya esté totalmente

purificado al primer día de la vida espiritual y crea poder volar

sin que las alas le hayan crecido todavía. No hay que

levantarse antes que llegue la luz, porque es fácil tropezar.

Esto de la purificación del alma no acabará sino con la

propia vida, esto es, al momento de la muerte. No hay que

preocuparse por nuestras imperfecciones, porque nuestra

3 Eliminar, dispersar.

20

perfección o santidad consiste precisamente en combatir esos

defectos. Nuestra victoria no consiste en no sentir las

imperfecciones y defectos, sino en no consentir en ellas, en no

aceptarlas. Y habrá que aclarar que consentir no significa ser

atacado por la tentación, sino aceptarla y conversar con ella.

Es muy útil que, para aumentar en humildad, algunas veces

seamos heridos en el combate espiritual; sin embargo, nunca

somos vencidos, sino sólo cuando perdemos la vida y la valentía.

Ahora bien, las imperfecciones y los pecados no pueden robarnos la

vida espiritual, pues ésta sólo se pierde por el pecado grave o

mortal; importa, pues, que no nos desalienten. Algo que nos anima

mucho saber es que en esta guerra siempre seremos vencedores

con tal que queramos combatir y perseveremos hasta el final.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. ¿Me doy cuenta de que necesito purificarme de mis pecados y

malas inclinaciones?

2. ¿Qué cosas debo purificar en mi vida para que pueda servir a

Dios con un corazón limpio? Es buen momento para hacer un

examen de conciencia. (Hay un examen de conciencia en el

apéndice del libro).

3. ¿Me veo como el que se apresura pensando que ya se ha

purificado de todo? ¿Por qué?

4. ¿O me veo más bien como aquel que es impaciente y se

desanima al ver que es difícil purificarse de las obras muertas,

esto es, del pecado y las malas costumbres? ¿Por qué?

5. ¿Estoy dispuesto a luchar toda mi vida para lograr la completa

purificación del alma, o sea, la santidad?

21

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

Señor mío, he comenzado a caminar por tus caminos, he iniciado

este largo viaje de la vida donde espero caminar contigo, a tu lado,

de tu mano; así como los discípulos de Emaús, a quienes

acompañaste hasta el momento en que lograron verte en el partir

del pan, deseo poder llegar a verte también, al partir el Pan.

Hoy, mirando mi historia personal, veo que he pecado mucho y que

he vivo apartado de tu voluntad. ¡Cuántas veces he seguido

simplemente mis caprichos sin siquiera preocuparme de lo que a Ti

te parecía mejor¡ Soy verdaderamente un caprichoso, un alma llena

de orgullo por haber estado con muy pocas disposiciones para

obedecerte. Reconozco mis miserias. ¡Y pensar que me creía lo

mejor, el más listo, el más inteligente! Que mentira más grande y

que gran engaño! Ahora veo, y cada vez más, que lo que más tengo

son pecados.

Y mirando todavía más, mi alma, con la que realizo las operaciones

propiamente humanas: el pensar y el querer; mi alma con la que

soy elevado a las realidades espirituales, con la que estaba llamado

a amarte por toda la eternidad; mi alma está manchada a causa de

mis pecados, manchada por las obras muertas de la soberbia

humana, de mí propia soberbia, aquella que abracé cuando decidí

apartarme de tu voluntad y hacer la mía. Mi alma está manchada

y no hay modo de limpiarla con los medios que tengo: ¿Quién puede

pagar el precio de su vida? Nadie. Somos incapaces de reparar en

algo los males que hemos hecho contra Dios y contra nuestros

hermanos.

Pero, ¡amado Dios mío!, me has redimido con la sangre de tu Hijo

Jesucristo, y por su boca me has llamado a purificarme de mis

pecados

Pero, ¡oh Creador mío!, en lugar de unirme a Ti por el amor y

servirte, me he rebelado con mis amores desordenados y me he

separado y alejado de Ti para juntarme con el pecado, dejando de

honrarte, como si no fueses mi Creador.

22

«Has de saber, alma mía, que el Señor es tu Dios; Él es quien te ha

hecho» dice el Salmista. ¡Oh Dios mío!, soy obra de tus manos.

No quiero, en adelante, complacerme más en mí mismo, ya que, por

mi parte, nada soy. ¿De qué me enorgullezco, si no soy más que

polvo y ceniza? O mejor dicho, ¿de qué me ensalzo, si soy verdadera

nada?

Quiero humillarme delante de ti, Oh Dios. Deseo cambiar de vida,

seguirte, en adelante, pues eres mi Creador; y hacer lo que

corresponde al ser que Dios me ha dado, empleándolo todo en

obedecer a tu voluntad, por los medios que la Iglesia me indique.

«Bendice alma mía a tu Dios y que todas mis entrañas alaben su

santo Nombre», porque su bondad me ha sacado de la nada y su

misericordia me ha creado.

¡Oh Dios mío!, te ofrezco el ser que me has dado, con todo mi

corazón; te lo dedico y te lo consagro.

¡Oh Dios mío!, robustéceme en estos deseos y en estos propósitos.

¡Oh Virgen Santísima!, recomiéndalas a la misericordia de tu Hijo,

con todos aquellos por quienes tengo obligación de rogar. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Para purificarme del pecado, evitaré las

malas amistades. Evitaré también las siguientes

ocasiones de pecado: 1…… 2……..

Procura comenzar con firmeza y decisión este camino de

purificación del alma de todo lo que sea próximo al pecado. Pero

eso no es tarea de un solo día. Los propósitos ayudan entonces a

comenzar el trabajo con firmeza y decisión. En este caso,

proponemos evitar las ocasiones de pecado, que son las que

23

normalmente nos llevan a caer en ellos. Las malas amistades

también son determinantes: es mejor perder un amigo, que el

alma.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Qué es la penitencia interior? Compendio 300 – Catecismo 1430-1433 y 1490

La penitencia interior es el dinamismo del «corazón contrito» (Sal

51, 19), movido por la gracia divina a responder al amor

misericordioso de Dios. Implica el dolor y el rechazo de los pecados

cometidos, el firme propósito de no pecar más, y la confianza en la

ayuda de Dios. Se alimenta de la esperanza en la misericordia

divina.

2. ¿De qué modos se expresa la penitencia en la vida cristiana? Compendio 301 – Catecismo 1434-1439

La penitencia puede tener expresiones muy variadas,

especialmente el ayuno, la oración y la limosna. Estas y otras

muchas formas de penitencia pueden ser practicadas en la vida

cotidiana del cristiano, en particular en tiempo de Cuaresma y el

viernes, día penitencial.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

24

25

Capítulo 2.

La creación

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor concédeme tu gracia para que pueda obtener:

- Sabiduría para comprender tus designios sobre mí.

- Humildad para reconocer que soy poca cosa ante Ti y que

dependo totalmente de Tí.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Comienza este camino haciendo unas consideraciones sobre tu

propia existencia.

26

Hace algunos años ni siquiera estabas en el mundo, ni

siquiera existías. Tu ser era una verdadera nada. El mundo ya

existía hace muchísimo tiempo; las estrellas ya fueron creadas y

colocadas en su lugar, el mundo ya estaba habitado y las

civilizaciones humanas ya han hecho mucha historia.

Tu alma tampoco existía, pues esta ha sido creada en el momento

de tu concepción en el vientre de tu madre. Tu existencia entonces

era realmente nula. Piensa en toda la creación, toda su belleza y

esplendor, todos sus colores y su inmensa armonía: todo ello no

depende en absoluto de tu presencia. ¿Todavía te crees algo? Nada

depende de ti y todo existiría tranquilamente sin ti.

Dios mismo, que es eterno, no te necesita en absoluto, sino que se

basta a sí mismo. En Él tiene toda su felicidad y nada le falta.

Es infinitamente feliz.

Y sin embargo, un día Dios te sacó de la nada. Te hizo salir de la

nada para hacer de ti lo que eres hoy. ¡Acto tremendo y grandioso

de su poder! Creó tu alma inmortal con la que puedes pensar

y querer, y te concedió que seas el rey de toda la creación.

Pues así es: el hombre, por su superioridad espiritual, porque

puede pensar y querer, conocer y amar, es el ser más elevado de la

creación. ¿Piensas que mereces algo para que Dios hiciera todo esto

por ti? ¿Piensas que Dios lo hizo por necesidad, porque le faltase

algo? No en absoluto. Ningún mérito tienes para que Dios te

regale la existencia. La única explicación posible es que Dios te

creó por pura bondad de su parte. Dios es amor. Nada te

mereces y Dios sin embargo te lo dio todo, en primer lugar la

existencia.

Y ¿cómo es este ser que Dios te ha dado en el momento de tu

concepción? Es un ser capaz de vivir eternamente. Tu alma no

se extingue ni desaparece con tu muerte. ¿Por qué? Porque tu alma

es espiritual; y como no dejará de existir, está destinada a unirse a

Dios por el amor. Tu alma no reposará sino únicamente en Dios.

Si Dios no te hubiese sacado de la nada ¿qué harías en esta nada?

Nada produce nada; de la nada, nada se puede sacar. Si Dios se

hubiera olvidado de ti no hubieras existido por toda la eternidad. Y

más, si Dios se olvidará de ti ahora mismo, de igual manera

27

dejarías de existir, porque el mismo que te creó y te dio la

existencia es el que te mantiene en esa misma existencia.

Es necesario entonces que te humilles delante de Dios

reconociendo que Él es tu hacedor, tu creador. ¿Seguirías

creyendo que eres algo después de todo esto? ¿Seguirías creyendo

que eres dueño de tu vida luego de entender que todo lo has

recibido por pura bondad divina?

Dale gracias entonces a Dios por todo. Es de bien nacidos ser

agradecidos. La gratitud debe ser en ti una respuesta de amor a

Dios. ¡Gracias Dios mío por haberme creado! Agradece entonces

a Dios por toda la creación, por haberte puesto como la

cumbre de todo lo que existe y por haberte dado toda la creación

para que la administres correctamente.

Sin embargo, con todo, has de reconocer, que en vez de servir a

Dios, te has rebelado contra Él. En vez de amarlo por haberte

creado, le has rechazado. Y cuando ni los animales jamás se

rebelan contra una sola orden de su Creador, tú, la criatura más

excelsa, te has negado a obedecerle. ¡Misterio de la libertad

humana! Dios te da todo, y tú vives como si Dios no

existiera. Recordarás cuántas veces te has alejado de Dios

únicamente para unirte al pecado. ¿Te das cuenta que ingrato

eres?

Por eso, reconoce que el Señor es tu Dios. No desees más darte

los gustos ni servirte a ti mismo porque nada eres. Eres polvo y

ceniza, como se nos recuerda cada año al inicio de la cuaresma;

recuerda que eres polvo y al polvo volverás. Por eso, dedícate a

cambiar de vida, a seguir de ahora en más a Dios y a honrarle,

empleando todos los medios que la Iglesia te aconseje para tal

efecto.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

28

1. ¿Qué hubiera pasado del mundo si yo no existiese? ¿Qué

hubiera pasado del mundo si Dios no existiese?

2. ¿Qué cosas buenas hiciste hasta el día de hoy para merecer la

existencia?

3. ¿Has cuidado tu alma, la única que tienes?

4. ¿Has agradecido alguna vez a Dios por tu existencia? Puedes

hacerlo ahora.

5. ¿En qué circunstancias has rechazado al creador y has hecho

nada más que tus caprichos?

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

¡Oh Señor!, soy una verdadera nada delante de Ti. Y, ¿cómo te has

acordado de mí para crearme? Mi alma estaba sumergida en el

abismo de esta antigua nada, y todavía estaría allí, si Dios no me

hubiese sacado de ella; y ¿qué haría en esta nada?

¡Oh mi grande y buen Creador, cuánto te debo, pues me has sacado

de la nada, para hacer de mí lo que soy por tu misericordia! ¿Qué

podré hacer jamás para bendecir tu santo Nombre y agradecer tus

inmensas bondades?

Pero, ¡oh Creador mío!, en lugar de unirme a Ti por el amor y

sirviéndote, me he rebelado con mis amores desordenados y me he

separado y alejado de Ti para juntarme con el pecado, dejando de

honrar a tu bondad, como si no fueses mi Creador.

«Has de saber, alma mía, que el Señor es tu Dios; Él es quien te ha

hecho» dice el Salmista. ¡Oh Dios mío!, soy obra de tus manos.

No quiero, en adelante, complacerme más en mí mismo, ya que, por

mi parte, nada soy. ¿De qué me enorgullezco, si no soy más que

polvo y ceniza? O mejor dicho, ¿de qué me ensalzo, si soy verdadera

nada?

29

Quiero humillarme delante de ti, Oh Dios. Deseo cambiar de vida,

seguirte, en adelante, pues eres mi Creador; y hacer lo que

corresponde al ser que Dios me ha dado, empleándolo todo en

obedecer a tu voluntad, por los medios que la Iglesia me indique.

«Bendice, ¡oh alma mía!, a tu Dios y que todas mis entrañas alaben

su santo Nombre», porque su bondad me ha sacado de la nada y su

misericordia me ha creado.

¡Oh Dios mío!, te ofrezco el ser que me has dado, con todo mi

corazón; te lo dedico y te lo consagro.

¡Oh Dios mío!, robustéceme en estos deseos y en estos propósitos.

¡Oh Virgen Santísima!, recomiéndalas a la misericordia de tu Hijo,

con todos aquellos por quienes tengo obligación de rogar. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Para humillarme me propongo…

Procura proponerte un acto de humillación que te ayude a

incorporar mejor esa humildad necesaria para la conversión. Puede

servir como opciones: obedecer prontamente a los padres, limpiar

un poco más la casa, arreglar el propio dormitorio y el de los

hermanos, callar ante las correcciones injustas, pedir perdón

aunque uno no sea el culpable.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

30

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Quién ha creado el mundo? Compendio 52 - Catecismo 290-292 y 316

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e

indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye

especialmente a Dios Padre.

2. ¿Para qué ha sido creado el mundo? Compendio 53 – Catecismo 293-294 y 319

El mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido

manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último

de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser «todo en todos» (1

Co 15, 28), para gloria suya y para nuestra felicidad.

3. ¿Cómo ha creado Dios el universo? Compendio 54 – Catecismo 295-301 y 317-320

Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El

mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del

azar. Dios crea «de la nada» (–ex nihilo–: 2M 7, 28) un mundo

ordenado y bueno, que Él transciende de modo infinito. Dios

conserva en el ser el mundo que ha creado y lo sostiene, dándole la

capacidad de actuar y llevándolo a su realización, por medio de su

Hijo y del Espíritu Santo.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

31

Capítulo 3.

El fin para el cual fuimos creados

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor concédeme tu gracia para que pueda conocer y aceptar el

fin de mi existencia y para que pueda encaminar todas mis

acciones a lograr ese fin.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Dios, siendo todopoderoso y eterno, no necesita al hombre. Esta

verdad, bien dura para muchos oídos, es necesaria recordarla,

principalmente para comprender lo infinito del amor del que nos

creó. Así pues, Dios no te ha puesto en el mundo porque necesite de

ti. Entonces, ¿le soy útil a Dios en sentido absoluto? Pues no; Dios

puede existir perfectamente sin nosotros. Si te creó es para

32

poder amarte; eso es todo. Así, entonces, te ha dado inteligencia

para conocerle, la memoria para que acuerdes de Él, la voluntad

para amarle, la imaginación para representar mentalmente sus

beneficios, los ojos para admirar las maravillas de sus obras, la

lengua para alabarle, y así todas las demás facultades.

Así pues, como resumen y para que puedas memorizar, podemos

decir que fuimos creados para CONOCER, AMAR Y SERVIR A

DIOS. Esto en primer lugar. Vamos a explicar brevemente cada

una de estas palabras:

CONOCER: Nuestra inteligencia es la facultad más noble que

tenemos, pues nos hace semejantes a Dios. Únicamente los

hombres podemos pensar y conocer. Pues bien, nuestra

inteligencia está inclinada naturalmente a conocer las

cosas más bellas y perfectas. Dios es lo más bello y perfecto, y

nuestra inteligencia no debe descansar hasta que alcance este

sumo conocimiento de Dios.

AMAR: Nuestra voluntad, por otra parte, busca los bienes

mayores. Cuando amamos algo, esto es, cuando queremos, lo

queremos porque nos apetece, o dicho de otro modo, porque nos

parece que es un bien. Dios es el bien mayor, porque es

perfectísimo. Nuestra voluntad así solo puede satisfacerse amando

a Dios, que es el bien absoluto sin mezcla de mal alguno.

SERVIR: Conociendo y amando a Dios, es obvio que habremos de

servirle, esto es, dedicarle todas nuestras acciones, todo lo

que somos. Eso es servir a Dios.

Entonces, piensa una vez más: habiendo sido creado y puesto en

este mundo con esta intención, todas las acciones, todo

pensamiento, todo querer que se contradiga con este fin debe

ser rechazado y evitado. ¿Cuántas cosas hacemos en contra de

nuestro fin? Innumerables. ¿Y qué pensar de aquellas cosas que

son indiferentes y no sirven para este fin? Pues han de ser

despreciadas como vanas y superfluas; como cosas sin importancia.

Esta doctrina parece muy dura para nuestros tiempos; tan

mezquinos y vanidosos. Pero nosotros que pretendemos las cosas

de lo alto, las cosas que no se acaban, hemos de pensar en esto

33

una y mil veces, hasta que nuestra vida condiga con nuestro fin

último.

Considera, finalmente, la desdicha del mundo, que no piensa en

esto, sino que vive como si creyese que no ha sido creado para

otra cosa que para edificar casas, plantar árboles, atesorar

riquezas y bromear. Muchos de tus amigos y conocidos andan en

este camino, y piensan que pueden ser felices. Hoy ríen, pero su

fin, no podrán alcanzar.

¿En qué pensaba cuando no pensaba en Dios? ¿De qué me

acordaba, cuando me olvidaba de Él? ¿Qué amaba cuando no le

amaba a mi Padre que está los cielos? Tenía que alimentarme

de la verdad y me llenaba con las vanidades de este mundo,

y era esclavizado por el mundo; sin embargo, fui hecho para servir

a Dios.

Es necesario entonces que renuncies a tu vida pasada.

Pensamientos vanos, preocupaciones inútiles, renuncia a todo eso:

recuerdos detestables y frívolos, amistades infieles y desleales,

servicios perdidos y miserables, desecha todo eso.

Conviértete a Dios. Que Él sea en adelante el único objeto de tus

pensamientos y proponte jamás volver a aplicar tus

pensamientos a cosas que le desagraden a Él. Procura de

ahora en más rechazar aquellas diversiones y naderías a las que te

entregabas, a las cosas vanas que poseían tu corazón.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. Cuando haces las cosas, o las planificas ¿qué fin te propones?

¿Recuerdas a Dios en todo?

2. Tus estudios, tu trabajo, tu familia, tus amistades ¿los tienes y

eliges porque te gustan o porque te acercan más a Dios?

3. ¿Cómo podrías escribir, con tus propias palabras, el fin para el

cual fuiste creado? Escribe en dos o tres líneas.

34

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

Señor mío, te agradezco inmensamente porque me has creado para

un fin excelente. No me dejaste abandonado a la nada, sino que mi

vida tiene sentido, porque su fin está en Ti ¿Qué más podría pedir?

¿Podría imaginarme un fin más alto, un fin mejor, que me haga

más feliz? De ninguna manera. Me has hecho para ti y para que

llegue a ser eternamente feliz en tu gloria. ¿Cuándo llegaré a ser

digno de ello y cuándo te bendeciré como es debido?

Pero miro, Señor, la inmensidad de mi miseria e ignorancia:

muchas veces elegí un fin distinto, un fin miserable. Muchas veces

elegí satisfacer mis pasiones, llenarme de placeres, o simplemente

sentirme bien. Muchas veces he olvidado el cielo. ¡Oh, Señor! He

merecido tu castigo justo.

Y sin embargo, todavía tengo tiempo de reordenar mi vida y de

alcanzar la felicidad verdadera que solo se logra conociéndote a Ti

y cumpliendo tu voluntad.

Te ofrezco, ¡oh mi amado Creador!, todos estos mismos afectos y

resoluciones, con toda mi alma y con todo mi corazón.

Te ruego, Dios mío, que te sean agradables mis anhelos y mis

propósitos, y que concedas tu santa bendición a mi alma, para que

pueda cumplirlos, por los méritos de la sangre de tu Hijo,

derramada en la Cruz. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Leer los 4 primeros capítulos del libro

del Génesis.

35

Como propósito, te esforzarás por conocer mejor el fin para el cual

has sido creado. Para eso, leerás los cuatro primeros capítulos del

libro del Génesis.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿En qué sentido el hombre es creado “a imagen de Dios?” Compendio 66 – Catecismo 355-357

El hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es

capaz de conocer y amar libremente a su propio Creador. Es la

única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a

la que llama a compartir su vida divina, en el conocimiento y en el

amor.

El hombre, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de

persona: no es solamente algo, sino alguien capaz de conocerse, de

darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras

personas.

2. ¿Para qué fin ha creado Dios al hombre? Compendio 67 – Catecismo 358-359

Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado

para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo

toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la

vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo

encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre,

predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho

hombre, que es la perfecta “imagen de Dios invisible” (Col 1, 15).

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

36

37

Capítulo 4.

Los beneficios de Dios

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor, dame tu luz para reconocer en mi vida, en el mundo y en la

Iglesia todos los dones que me concediste por tu inmensa

bondad.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Nunca llegaremos a comprender todas las gracias y dones que Dios

nos ha concedido; pero podemos hacer el esfuerzo de abarcar

brevemente algo de esos dones.

Considera en primer lugar las gracias corporales que Dios

te ha concedido: este cuerpo que tienes, y que lo tienes vivo en

este momento; estas posibilidades para sostener tu cuerpo

(alimento, descanso, deportes), esta salud, estas diversiones lícitas

38

y sanas con las que puedes disfrutar con los demás, estos amigos,

estas ayudas para innumerables cosas. Pero considera esto,

comparándote con tantas otras personas que valen más que tú, las

cuales se ven privadas de estos beneficios: unas pueden tener

dificultades de salud o estar impedidas de moverse o hacer otras

cosas por alguna deficiencia; otras son objeto de desprecios y de

deshonra; otras están abatidas por la pobreza; y Dios no ha querido

que tú fueses tan desgraciado.

Considera ahora los dones del espíritu: cuantas personas hay,

en el mundo, tontas, escazas de razón o insensatas; ¿y por qué no

eres tú una de tantas? Porque Dios te ha favorecido. ¡Cuántos han

sido formados sin mayores oportunidades y en la mayor ignorancia,

y la Providencia divina ha hecho que tú fueses educado con

urbanidad y con mucho cuidado.

Considera, finalmente, las gracias espirituales: ¡Querido

hermano! tú eres hijo de la Iglesia; Dios te ha enseñado a

conocerle, desde tu juventud. ¿Cuántas veces tu madre, la Iglesia,

te ha dado sus sacramentos? ¿Cuántas veces te ha ayudado, con

inspiraciones, luces interiores y reprensiones, para que te corrijas?

¿Cuántas veces te ha perdonado tus faltas a través del sacerdote?

¿Cuántas veces te ha librado de las ocasiones de perderte, a que te

habías expuesto? Y estos años ¿no te ha ofrecido la Iglesia una

oportunidad y una facilidad para avanzar en el bien de tu alma?

Examina entonces, hasta en los detalles, cuán suave y generoso ha

sido Dios contigo.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. Enumero los beneficios corporales y materiales que Dios me ha

dado (vida corporal, salud, riquezas, casa, familia, etc.)

2. Enumero los beneficios espirituales que puedo identificar en mi

vida. (inteligencia, cualidades, talentos, etc.)

39

3. Enumero los dones de gracia (fe, gracias particulares,

sacramentos, retiros, predicaciones, grupos y movimientos

laicales, oportunidades de formación, etc.)

4. ¿He sido agradecido con estos bienes? ¿Cómo he agradecido

hasta hoy?

5. ¿Qué puedo hacer para pagar en algo el bien que Dios me ha

hecho?

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

¡Qué bueno es Dios para conmigo! Me admiro de tanta bondad.

Apenas voy meditando en sus obras voy encontrando más motivos

para agradecerle. ¡Y qué rico en misericordia!

Señor, que bueno es tu sagrado Corazón, que siempre nos llena de

innumerables bendiciones. Te cantaré eternamente, y alabaré por

siempre tus misericordias.

Pero, ¿quién soy yo, Señor, para que hayas pensado en mí? Porque

mirando tu gran bondad, no me queda más que reconocer mi

inmensa ingratitud. Muchas veces, con mis pecados e indiferencias,

he pisoteado tus beneficios, he deshonrado tus gracias. Basta

pensar las veces que pudiendo ir, no fui a Misa. Todo lo demás, por

debajo de esta enorme ingratitud. Porque esa es mi verdad: soy un

ingrato; y he convertido tus gracias en objeto de abuso y

menosprecio; he opuesto al abismo de mi ingratitud el abismo de tu

gracia y tus favores.

Por eso, no queriendo dejar pasar este momento de gracia, quiero

levantar mi corazón en alto para que deje su infidelidad. Mirando

tus beneficios, quiero agradecerte Señor, pero no simplemente con

palabras, que las lleva el viento, sino con mi servicio a partir de

hoy. De tal modo que pueda servirte cada vez con mayor intensidad

y devoción.

40

Por eso, también, quiero apartar hoy mi corazón de aquellos

placeres que me separan de tu inmenso amor; y procuraré sujetarlo

a tu servicio. También, Señor, quisiera dedicar mi alma a conocerte

y reconocerte cada vez más, a conocer tus beneficios cada vez con

mayor claridad y a aprovechar las ayudas que la Iglesia me

conceda para eso. Me esforzaré para frecuentar la oración, los

sacramentos y la lectura de las Escrituras. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Frecuentar más la oración personal.

Confeccionar un breve programa de oración de la

mañana para cumplirlo todos los días.

Es importante que vayas adquiriendo hábitos de oración. La

oración de la mañana es fundamental para comenzar el día

ofreciendo a Dios las primicias, y no simplemente lo que sobra.

Procura entonces, tener un programita breve de oración de la

mañana que no lleve más de 10 minutos. Estas oraciones las

puedes encontrar en un devocionario; también te proponemos unas

oraciones para la mañana en el apéndice de este libro.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿En qué consiste la Providencia divina? Compendio 55 – Catecismo 302-306; 321

41

La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios

conduce a sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo

las ha llamado. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para

realizarlo se sirve también de la cooperación de sus criaturas,

otorgando al mismo tiempo a éstas la dignidad de obrar por sí

mismas, de ser causa unas de otras.

2. ¿Cómo colabora el hombre con la Providencia divina? Compendio 56 – Catecismo 307-308; 323

Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore

con la Providencia mediante sus acciones, sus oraciones, pero

también con sus sufrimientos, suscitando en el hombre “el querer y

el obrar según sus misericordiosos designios” (Flp 2, 13).

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

42

43

Capítulo 5. Los pecados

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor, concédeme tu luz para que pueda conocer mi miseria y

reconocer tu grandeza. Dame humildad para que logre aceptar

mis pecados y pedirte perdón de todo corazón.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

¿Hace cuánto comenzaste a pecar? ¿Recuerdas tu primer pecado?

Quizá este esfuerzo sea demasiado grande, considerando

principalmente los muchos pecados siguientes que casi sepultan al

primero. Desde aquel primer momento en que tuviste uso de razón

los pecados no han hecho otra cosa que multiplicarse.

¿Podrás decir que eres inocente, que tienes las manos limpias?

Podrás acaso esconderte del justo juez? Cuántos pecados en tu

44

haber: pecados en el corazón, pecados de acción, pecados contra

Dios, contra el prójimo, contra ti mismo; pecados de obra, palabras,

deseos o pensamientos. Pecados de omisión. Ningún rincón quizá

se haya salvado.

Considera también tus malas inclinaciones y las muchas veces que

has ido por ellas. Es cierto, a veces las inclinaciones han dominado

en tu vida, pero ¿qué hiciste para retomar el dominio? Si tus malas

inclinaciones vencieron es porque no les pusiste resistencia. No

luchaste y fuiste derrotado como un cobarde.

¿Y qué podemos pensar? Que el número de nuestros pecados

es mayor que el de los cabellos de la cabeza; tan grande como

el de las arenas del mar.

Finalmente, y como si todo lo anterior fuera poco, es necesario

considerar el pecado de ingratitud para con Dios. Esta

ingratitud en general abarca todos los demás. Y además, los hace

infinitamente más enormes.

Mira cuántos beneficios te ha hecho Dios y cómo has

abusado de todos ellos: tu familia, trabajo, estudios, amigos y

conocidos, profesores y superiores; sencillamente nada se ha

salvado; piensa además, cuántas buenas inspiraciones

despreciadas, cuántos buenos deseos de conversión anulados,

cuantos llamados interiores desoídos. Y más aún, ¿cuántas veces

has recibido los sacramentos y los has aprovechado poco? ¿Qué se

ha hecho con las comuniones eucarísticas? ¿Y las confesiones?

¿Cuántas misas asistidas con distracción y desgana? ¿Qué se han

hecho de estas preciosas joyas? Todo ha quedado sepultado bajo tus

pecados e inmundicias. ¿Con qué preparación has recibido los

regalos de Dios en los sacramentos? Piensa en esta ingratitud:

Dios ha corrido tanto detrás de ti para salvarte, y tú

siempre has huido de Él para perderte.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno. EN EL

CASO DEL EXAMEN DE CONICENCIA SE DEBERÁ EMPLEAR MÁS TIEMPO.

45

1. Hago un examen de conciencia general. Esto es, un examen de

conciencia de toda mi vida, desde que tengo conciencia. Luego,

pido a un sacerdote que me tome la CONFESIÓN GENERAL.

2. Hago una lista de todas las ocasiones de pecar que más me

hace caer en ofensas a Dios: personas, lugares, cosas.

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

¡Dios mío!, ¿cómo me atrevo a presentarme delante de tus ojos? Yo

no soy más que miseria y pecados. Miro mi historia y no encuentro

otra cosa más que interminables ofensas a tu bondad. ¿Es posible

que yo haya sido tan desleal, tan malo, tan pecador? ¿Es posible

que no haya dejado de manchar uno sólo de mis sentidos, una sola

de las potencias de mi alma? ¿Es posible que no haya pasado un

solo día sin haberte ofendido? ¿Así quise corresponder al amor

infinito de mi creador? ¿Así quise pagar la sangre de mi Redentor?

Sigo pensando en mis pecados y no puedo llegar a comprender lo

tonto que he sido las veces que he cambiado el Bien Sumo por las

cosas insignificantes de este mundo. He despreciado al Creador y

me he quedado con lo más bajo de las creaturas. ¡Y todavía me creo

superior e inteligente! Pero no he pasado de ser un insensato.

¡Perdóname, Señor! Reconozco, como el Hijo Pródigo, que no

merezco ser llamado siquiera hijo tuyo, y temiendo tu justicia, te

ruego me trates al menos como uno de tus servidores. Como una

Magdalena; como una esposa que ha profanado el lecho nupcial con

toda clase de adulterios. Ten misericordia de mí, Señor, porque soy

un pecador. Tú, que eres la fuente misma de la compasión y la

misericordia, ¡ten compasión y misericordia de mí!

Por todo esto, me propongo, ayudado de tu divina gracia, no volver

a pecar. Me propongo principalmente evitar las ocasiones próximas

de pecado, aquellas ocasiones que conozco bien y me llevan

necesariamente a ofenderte. Propongo también poner todos los

medios necesarios para fortalecer mi voluntad y evitar el pecado, y

46

prometo utilizar los medios que me ofrezca la Iglesia y mi confesor

para caminar por el camino del bien.

Gracias, Señor, por no haberme llamado al juicio antes de haberme

convertido.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Hacer un buen examen de conciencia

antes de cada confesión…

Es necesario que conozcas claramente el estado de tu alma, de

forma que puedas saber qué camino tomar. Si vives en pecado, y no

lo sabes, difícilmente podrás convertirte de verdad. Por eso, un

buen examen de conciencia siempre es necesario y muy útil.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1 ¿Cómo se perdonan los pecados? Compendio 200 – Catecismo 976-980; 984-985

El primero y principal sacramento para el perdón de los pecados es

el Bautismo. Para los pecados cometidos después del Bautismo,

Cristo instituyó el sacramento de la Reconciliación o Penitencia,

47

por medio del cual el bautizado se reconcilia con Dios y con la

Iglesia.

2. ¿Por qué la Iglesia tiene el poder de perdonar los pecados? Compendio 201 – Catecismo 981-983; 986-987

La Iglesia tiene la misión y el poder de perdonar los pecados

porque el mismo Cristo se lo ha dado: “Recibid el Espíritu Santo, a

quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se

los retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20, 22-23).

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

48

49

Capítulo 6. La muerte

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Dame, Señor, estar preparado para el día del encuentro

contigo. Que la muerte no me sorprenda sino que yo esté listo

para cuando Tú me la quieras enviar.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Considera la incertidumbre del día de tu muerte. ¿Sabes qué día

morirás? Y sin embargo, muchos viven como si tuviesen con

seguridad la posesión de muchos años de vida. Querido

amigo, un día saldrás de este cuerpo. ¿Cuándo será? ¿En verano, o

invierno? ¿De repente o dándote cuenta de ello? ¿Una enfermedad

50

o un accidente? ¿Habiéndote confesado o no? Serás asistido por el

sacerdote o quedarás abandonado? Ninguna de estas preguntas las

podemos responder. Lo único cierto que tenemos, es que

habremos de morir, y siempre mucho antes de lo que

creemos.

Y cuando llegue la muerte, el mundo se acabará para ti y dejarás

de existir en ese momento. Y todo lo que querías se trastornará

delante de tus ojos: todos los placeres, las vanidades y gozos

mundanos, todos los afectos vanos no parecerán sino niebla: todo

quedará disipado. Es el momento en que uno piensa: ¡por tal o cual

cosa he ofendido a Dios! Entonces verás que has dejado a Dios

por la nada. Al contrario, las oraciones, las virtudes, los esfuerzos

y sacrificios que hagas hoy, en ese momento te parecerán tu mayor

tesoro. En el momento de la muerte, los pecados más pequeños

parecerán grandes como una montaña, y la devoción más fervorosa

parecerá insignificante.

Considera las angustias que tendrás al despedirte de este

mundo en el momento de tu muerte: dirás adiós a las riquezas,

a las vanidades, a toda aquella belleza que tanto querías preservar

y aumentar; también a las vanas compañías, a los placeres, a los

pasatiempos, a los amigos y vecinos,; también a los padres, a los

hijos, al marido, a la mujer; en una palabra, a todas las criaturas; y

finalmente a tu cuerpo, al que dejarás pálido, desfigurado,

descompuesto y mal oliente.

Y mira con qué apuro sacarán fuera el cuerpo y lo sepultarán, y

que, una vez hecho esto, el mundo ya no pensará más en ti, ni se

acordará más, ni de las cosas que hayas hecho. Tus parientes más

cercanos quizá pensarán en ti durante un tiempo más, pero luego

ya se acostumbrarán: habrás pasado como muchos. Y para que

comprendas que es cierto, piensa que tú mismo ya te has olvidado

de muchos que han muerto antes que tú. "Dios le dé el descanso

eterno", dirán, y aquí se acabará todo. ¡Oh muerte, cuán digna eres

de meditación; cuán implacable eres!

Finalmente, al salir del cuerpo, el alma emprende su camino,

hacia la derecha o hacia la izquierda. ¿Hacia dónde irá la

tuya? ¿Qué camino emprenderá? No otro que el que haya

comenzado a seguir en este mundo.

51

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. Escribo el discurso del día de mi muerte, que leerán mis

amigos. Medito sobre lo que quiero que digan de mí, y luego

procuro enderezar mi vida de acuerdo a eso que quiero que

digan de mí.

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

Señor mío, la mayor parte de los hombres cree que jamás morirá;

que la muerte sólo a ellos no les alcanzará. Yo también era parte de

ese número inmenso de insensatos. Pero ahora pienso en aquel día

terrible y me pregunto sobre el estado de mi alma. Si me llamaras

en este instante ¿qué sería de mí?

¡Ah, Señor!, recíbeme bajo tu protección, en aquel día espantoso;

haz que esa hora sea para mí dichosa y favorable. Haz que no

tenga miedo a la muerte, sino por el contrario, que me prepare

desde ahora para que esté sereno en ese momento.

Y puesto que no sé la hora en que tendré que dejar este mundo, ya

no quiero vivir preocupado por él. ¡qué mucho me he preocupado de

este mundo y nada de él podré llevar luego de la muerte! Ya no

quiero entristecerme por este mundo que pasa. Permíteme, Señor,

que ame a mis amigos y compañeros con una amistad santa que

pueda durar eternamente

Quiero prepararme para esa hora y tomar las necesarias

precauciones para dar felizmente ese paso; quiero asegurar el

estado de mi conciencia, haciendo todo lo que esté a mi alcance, y

quiero poner remedio los defectos que tengo.

Gracias, Señor, por estos propósitos que me has inspirado; ofrezco

todo a tu Divina Majestad; y te ruego que me concedas una muerte

feliz por los méritos de tu Santa Cruz.

52

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Rezar cada noche 3 Avemarías

pidiendo la pureza y una buena muerte…

Es prenda de salvación eterna rezar cada noche, antes de

acostarnos, 3 Avemarías, pidiendo a nuestra Señora que interceda

por nosotros. Nunca te acuestes sin ofrecer tus oraciones.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1 - ¿Qué sucede con la muerte a nuestro cuerpo y a nuestra alma? Compendio 205 – Catecismo 992-1004; 1016-1018

Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en

la corrupción, mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro

del juicio de Dios y espera volverse a unir al cuerpo, cuando éste

resurja transformado en la segunda venida del Señor.

Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la

posibilidad de nuestra imaginación y entendimiento.

2 - ¿Qué significa morir en Cristo Jesús? Compendio 206 – Catecismo 1005-1014; 1019

53

Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado

mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede

transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor

al Padre. “Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él,

también viviremos con Él” (2 Tm 2, 11).

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

54

55

Capítulo 7. El juicio

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Dame, Señor, temer santamente tus justos juicios, para que

confiando en tu misericordia, procure vivir según tu voluntad.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

56

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Tu vida algún día acabará, eso ya lo tenemos muy claro. Pero

también este mundo se acabará. Una vez terminados los días

concedidos por Dios para la duración de este mundo y

después de una serie de señales y presagios horribles, que

harán temblar a los hombres de espanto y de terror, el fuego, que

caerá como un diluvio, abrasará y reducirá a cenizas toda la faz de

la tierra, sin que ninguna de las cosas que vemos sobre ella

llegue a escapar.

Después de este diluvio de llamas y rayos, todos los hombres

saldrán del seno de la tierra, excepción hecha de los que ya

hubieren resucitado, y, a la voz del Arcángel, comparecerán en el

valle de Josafat, en Jerusalén. ¡Mas, ay, con qué diferencia!

Porque los unos estarán allí con sus cuerpos gloriosos y

resplandecientes y los otros con los cuerpos feos y

espantosos.

Y allí estará el soberano Juez, que aparecerá rodeado de todos

los ángeles y santos, teniendo delante su cruz, más reluciente

que el sol, estandarte de gracia para los buenos y de rigor para los

malos.

Este soberano Juez, por terrible mandato suyo, que será enseguida

ejecutado, separará a los buenos de los malos, poniendo a los

unos a su derecha y a los otros a su izquierda; separación

eterna, después de la cual los dos bandos no se encontrarán jamás.

Hecha la separación y abiertos los libros de las conciencias,

quedará puesta de manifiesto, con toda claridad, la malicia de los

malos y el desprecio de que habrán hecho objeto a Dios; y,

por otra parte, la penitencia de los buenos y los efectos de

la gracia de Dios que, en vida, habrán recibido y nada quedará

oculto. ¡Oh Dios, qué confusión para los unos y qué consuelo para

los otros!

Considera la última sentencia de los malos. «Id malditos al fuego

eterno, preparado para el diablo y sus compañeros». Pondera estas

palabras tan graves. «Id», les dice. Es una palabra de abandono

eterno, con que Dios deja a estos desgraciados y los aleja para

57

siempre de su presencia. Les llama «malditos». ¡Oh alma mía, qué

maldición! Maldición general, que abarca todos los males;

maldición irrevocable, que comprende todos los tiempos y toda la

eternidad. Y añade «al fuego eterno». Mira, ¡oh corazón mío! esta

gran eternidad. ¡Oh eterna eternidad de las penas, qué espantosa

eres!

Sí, muchos se condenarán aquel día, muchos que hoy se

despreocupan de hacer el bien y viven únicamente para las

apetencias de la carne. Muchos inclusive que hoy parecen servir a

Dios, porque no han dejado el pecado, también serán arrojados al

«al fuego eterno».

Considera por otra parte la sentencia contraria de los buenos:

«Venid», dice el Juez. ¡Ah!, es la agradable palabra de

salvación, por la que Dios nos atrae hacia sí y nos recibe en el

seno de su bondad; «benditos de mi Padre»: ¡oh hermosa bendición,

que encierra todas las bendiciones! «tomad posesión del reino que

tenéis preparado desde la creación del mundo». ¡Oh, Dios mío, qué

gracia, porque este reino jamás tendrá fin!

Y aquel día terrible será así, para unos, causa de una gran

desesperación; pero para otros, será fuente de indecible

gozo y gratitud.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. ¿Has pensado en el juicio final donde se expondrán todas las

cosas a la luz de todo el mundo?

2. ¿Tienes vergüenza de cometer tus pecados a la luz de todo el

mundo? ¿Cómo será aquel día cuando todos sabrán todo lo que

has hecho?

3. Si hoy fuera el día del juicio ¿Cuál crees que sería la sentencia

del Supremo Juez para ti?

58

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

Pienso en esta terrible verdad, que pocas veces escucho en la

Iglesia; y que hubiera sido tan provechosa para tantas almas

frágiles. ¡Cuántos pecadores se arrepentirían! ¡Cuántos mediocres

se fortalecerían! Y sin embargo, escuchamos poco o nada sobre tu

día final, y por eso menos lo consideramos.

¿Quién podrá darme seguridad aquel día, en el cual templarán las

columnas del cielo, se conmoverán los astros inmensos?

¿Qué me queda? Detestar y rechazar mis pecados. A la luz de tan

terrible y justísimo día, no me queda más que reconocer la

repugnancia de todos mis pecados, incluso aquellos más pequeños.

Y pensar que ¡por uno sólo podría condenarme!, y sin embargo, la

lista de mis faltas es inconmensurable.

¡Dios mío! Quiero juzgarme a mí mismo ahora, para no ser juzgado

después. Hoy quiero examinar mi conciencia y condenarme,

acusarme y corregirme, para que el Juez no me condene en aquel

día terrible: me confesaré y haré caso de los avisos necesarios,

procuraré hacer penitencias y principalmente dejar la ocasión de

pecado que me arrastra a estar lejos de Dios.

Pero, con todo lo que estas verdades pueden espantarme, te

agradezco Señor, por haber concedido la oportunidad en esta vida

de conocer mis miserias y de corregirme según tu voluntad.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Cada noche hacer examen de

conciencia y pedir a Dios perdón por las faltas del día.

59

Nunca dejes de hacer diariamente examen de conciencia del día

que has vivido. Este examen es sumamente necesario para

alcanzar una verdadera conversión y penitencia. Los pecados se

nos olvidan, y si se nos olvidan difícilmente podríamos

enmendarnos de ellos. Por eso, la memoria diaria de los pecados

hará con que crezcas en la humildad y adquieras una mayor

confianza en la misericordia de Dios. Recuerda que Dios no quiere

que el pecador muera, sino que se arrepienta y viva.

Puedes utilizar las oraciones de la noche que se encuentran en el

apéndice.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Qué es la vida eterna? Compendio 207 – Catecismo 1020; 1051

La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la

muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno por

un juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos, y

será ratificada en el juicio final.

2. ¿Qué es el juicio particular? Compendio 208 – Catecismo 1021-1022; 1051

Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la

muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación

con su fe y sus obras. Esta retribución consiste en el acceso a la

felicidad del cielo, inmediatamente o después de una adecuada

purificación, o bien de la condenación eterna al infierno.

60

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

61

Capítulo 8. El infierno

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Dios mío, que pueda comprender, por la fe, la realidad terrible

del infierno, y que creyendo en tus palabras pueda alejarme de

los pecados que me conducen a él.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Ciertamente, la meditación sobre el infierno no es muy agradable.

Pero no se trata aquí de hacer una meditación agradable para los

sentidos, sino más bien, ver con claridad aquellas verdades más

importantes de la doctrina cristiana. Entre ellas el infierno.

62

Nuestro Señor Jesucristo, como ejemplo para nosotros, ha

hablado mucho más del infierno que del paraíso, sabiendo de

nuestra debilidad y conociendo que muchas veces nos es más útil la

meditación de estas verdades terribles, logremos comprender la

fealdad de los pecados.

Pues bien, introduzcamos nuestra imaginación e inteligencia en

este abismo insondable de dolor, para que nos decidamos a

nuca hacer nada que nos lleve a él.

Los condenados están dentro del abismo infernal como en una

prisión, una desgraciada cárcel, en la cual padecen todo tipo de

tormentos en todos sus sentidos y miembros. ¿De qué modo?

Principalmente son atormentados en aquellos sentidos o

miembros con los que pecaron y ofendieron a Dios: Así, por

ejemplo, los ojos, en castigo de sus pecaminosas y lascivas miradas,

tendrán que soportar la horrible visión de los demonios y del

infierno; los oídos, por haberse complacido en malas

conversaciones, no oirán sino llantos, lamentos de desesperación; el

sentido del tacto, por haberse complacido en cosas lujuriosas y

livianas, en pecados de impureza, tendrán que soportar todo tipo

de dolor y de azotes interminables; y así todos los demás sentidos.

Además de todos estos tormentos, todavía hay otro mayor, que es

la privación y la pérdida de la gloria de Dios, que jamás

podrán contemplar. Si a Absalón, la privación de la amable faz de

su padre le pareció más intolerable que el mismo destierro, ¡oh

Dios mío, qué pesar, el verse privado para siempre de la visión de

tu dulce y suave rostro! Este tormento no lo podemos comprender

en este mundo de modo pleno, pero puede servirnos pensar que en

esta vida, si bien no vemos a Dios todavía, podemos ver seres que

tienen algo de la belleza de Dios: nos agrada el amanecer, una

amistad verdadera, los hijos, el amor de nuestros padres, los éxitos

humanos, la belleza de la naturaleza, la música y el arte, etc.; todo

esto nos hace ver algo de Dios. Pero en el infierno, no veremos ni

podremos gozar ninguna de estas cosas que nos recuerda

aquí en la tierra a Dios. El infierno es la totalidad de los males

sin mezcla de bien alguno. Y además de todo, y principalmente, no

veremos a Dios. Y además sabremos que nunca jamás podremos

volver a tener esa oportunidad.

63

Has de considerar, finalmente, la eternidad de las llamas, que,

por sí sola hace intolerable el infierno. ¡Dios mío!, si un

mosquito en la oreja, si el calor de una ligera fiebre es causa de que

nos parezca larga y pesada una noche corta, ¡cuán espantosa será

la noche de la eternidad, en medio de tantos tormentos! De esta

eternidad nace la desesperación eterna, las blasfemias y la rabia

infinita.

¿Y quiénes están en el infierno? Pues todos aquellos que en esta

vida parecían tan felices y satisfechos. Todos los que se

complacían en sus pecados y se aferraban a la lujuria y al

placer. Todos los que reían, en el infierno gritan de dolor

incesantemente. Lo terrible del infierno es que existe y a él van los

que no creen en él, los que pensando que no existe se entregaban a

todo tipo de placeres que ofenden a Dios.

De seguro alguno se preguntará: ¿Dónde queda la misericordia

de Dios si existe el infierno? Pues podemos ver la misericordia

de Dios de dos maneras: en primer lugar en que nos advierta de la

existencia de esta realidad; si Dios nos habla del infierno es

porque quiere que lo evitemos, porque nos ama. En segundo

lugar, se debe saber que los condenados, si bien no eligieron

directamente el infierno, tampoco han elegido el cielo, pues de lo

contrario no hubieran pecado; el pecado es la elección del infierno,

aunque de modo indirecto, y además nos incapacita para estar

delante de Dios: el pecador sería incapaz de soportar la santidad de

Dios; entonces, Dios, en vez de aniquilar al alma, lo cual iría

en contra de su justicia, la deja existiendo en el infierno,

lejos de su presencia. Dios no quiere forzar a nadie a estar con

Él. Esa realidad, lejana a Dios, es el tormento eterno.

Se guarda unos minutos de silencio meditando estas verdades.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. ¿Cuáles pecados son los que podrían hoy llevarte al infierno?

64

2. Si fueras condenado ¿puedes imaginar los castigos que tendrías

por los pecados que has cometido?

3. ¿Ves qué misericordioso es Dios, que te avisa de todas estas

cosas, y te insiste en la necesidad de una vida santa y virtuosa

para poder alcanzar la felicidad eterna y no la muerte eterna?

4. ¿Qué esfuerzos haré para evitar de ahora en más los pecados

mortales que podrían llevarme al infierno?

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

«Ah, alma mía, ¿podrías vivir eternamente en estos ardores eternos

y en este fuego devorador?» Son las palabras del justo Job. ¿Quiero

dejar a Dios para siempre? ¿Quiero dejar de ver todo lo bello para

quedarme con todo lo malo y repugnante? ¿Quiero seguir en la

podredumbre del pecado para terminar en la desgracia del

infierno? ¿Quiero terminar en la desesperación total sin una pisca

de esperanza y de posibilidad de alegría alguna por toda la

eternidad?

Todavía en este mundo, a veces tengo algo de alegría en medio de

las tribulaciones más terribles. Pero en el infierno, no se me será

dada ni una sola gota de agua que refresque mi lengua.

Dios mío, Jesucristo, confieso que lo he merecido; he merecido el

infierno, muchísimas veces. Con mis pecados que son numerosos.

Pero más por mis pecados graves, que son los que me llevan al

infierno sin esperanza alguna, a no ser que me arrepienta de ellos.

¡Cuántos pecados y que grandes, y las llamas del infierno que me

esperan implacables!

Te doy gracias, Dios mío, por haberme mostrado tan tremenda

verdad, que me mueve a comprender la gravedad y el número de

mis pecados, para que pueda ver lo que realmente significan.

¿Quién puede ver sus pecados sino quien ve el castigo que

merecerá por ellos? Por eso, en esta verdad del infierno eterno

65

encuentro una dignación de tu misericordia, que quiere evitarme

semejante castigo y llevarme al cielo.

Quiero de ahora en más recorrer el camino contrario. ¿Por qué he

de descender a este abismo? ¿Por qué he de recorrer el mismo

camino que el de aquellos que se condenan? Yo, por el contrario,

veo que tú me llamas a una vida santa y de acuerdo a tu voluntad.

Y yo ya no debo seguir por este camino de perdición y desgracia.

Haré entonces todos los esfuerzos para evitar el pecado grave,

principalmente. Porque ¿qué otra cosa puede llevarme al infierno?

Solo los pecados, que cometo voluntariamente. Por eso, Señor,

dame tu gracia para evitarlos de ahora en más. Y ayúdame para

cumplir mis propósitos.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Cada vez que caiga en un pecado

habitual que tengo, rezaré una oración (p.e. Avemaría).

No debes dejar de hacer alguna penitencia por los pecados que

cometas. Cada penitencia o acto contrario al pecado que realices

reafirmará tu fe y la determinación de evitar el pecado. Lo

contrario es siempre muy perjudicial: pecar y no hacer nada en

contra.

Cuánto más pecamos, más debemos rezar y hacer penitencia, para

que prontamente se pueda vencer a la mala inclinación.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

66

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Qué es la caída de los ángeles? Compendio 74 – Catecismo 391-395; 414

Con la expresión “la caída de los ángeles” se indica que Satanás y

los otros demonios, de los que hablan la Sagrada Escritura y la

Tradición de la Iglesia, eran inicialmente ángeles creados buenos

por Dios, que se transformaron en malvados porque rechazaron a

Dios y a su Reino, mediante una libre e irrevocable elección, dando

así origen al infierno. Los demonios intentan asociar al hombre a

su rebelión contra Dios, pero Dios afirma en Cristo su segura

victoria sobre el Maligno.

2. ¿Qué es el juicio particular? Compendio 208 - 1021-1022; 1051

Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la

muerte, cada uno recibe de Dios en su alma inmortal, en relación

con su fe y sus obras. Esta retribución consiste en el acceso a la

felicidad del cielo, inmediatamente o después de una adecuada

purificación, o bien de la condenación eterna al infierno.

3. ¿En qué consiste el infierno? Compendio 212 – Catecismo 1033-1035; 1056-1057

Consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren,

por libre elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno

consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente

encuentra el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido

creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta realidad con

las palabras “Alejaos de mí, malditos al fuego eterno” (Mt 25, 41).

67

4. ¿Cómo se concilia la existencia del infierno con la infinita

bondad de Dios? Compendio 213 – Catecismo 1036- 1037

Dios quiere que “todos lleguen a la conversión” (2Pe 3, 9), pero,

habiendo creado al hombre libre y responsable, respeta sus

decisiones. Por tanto, es el hombre mismo quien, con plena

autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios si,

en el momento de la propia muerte, persiste en el pecado mortal,

rechazando el amor misericordioso de Dios.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

68

69

Capítulo 9. El paraíso

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Te ruego, Rey eterno, que me des un deseo mayor de estar

contigo en el paraíso, para ser feliz totalmente contigo en la

eternidad.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

70

Ahora es necesario que meditemos sobre el cielo; el paraíso a

donde Dios quiere llevar a sus hijos muy amados, a aquellos

que quisieron estar con Él.

Para eso, imagina una hermosa noche muy serena, y piensa cuán

agradable es ver el cielo salpicado de esa multitud de estrellas.

Mira la luna y siente la brisa serena. Ahora añade esta belleza a la

de un día espléndido, de suerte que la claridad del sol no impida la

clara visión de la luna y de las estrellas. Esta belleza y

hermosura, esta satisfacción interior y espiritual de ver

tanta maravilla junta nada es, comparada con la excelencia

del cielo. ¡Qué deseable y amable es este lugar y qué preciosa esta

ciudad!

En esa ciudad celestial no existe ningún mal. Ni enfermedad, ni

traiciones, ni mentiras, ni deslealtad. No hay errores ni ignorancia.

No está presente la muerte, que quedó atrás. En esta ciudad sólo

se encuentran cosas bellas y buenas, sólo santidad y orden:

paz.

Mira ahora la nobleza, la distinción y la multitud de los

ciudadanos y habitantes de esta feliz mansión; millones y

millones de ángeles, de querubines y de serafines, un gran ejército

de mártires, de confesores de la fe, de vírgenes, de santas mujeres;

una multitud innumerable de hombres y mujeres fieles a Dios. Sólo

gente buena que hizo en la tierra el bien, que como Jesucristo,

"pasó su vida haciendo el bien".

¡Qué dichosa es esta compañía! ¡Qué feliz compañía! Si en este

mundo la compañía de una sola persona buena nos hace tanto bien,

¿qué será en el cielo con una multitud de hombres y

mujeres perfeccionados por la gracia? El gozo sería indecible.

Y pensar, aún más, que el menor de todos, el menos santo, el

menos perfecto, es más bello que todo el mundo y que todo el

universo conocido hoy por nosotros, ¿qué será verlos a todos

juntos? Más aún: ¡Dios mío, qué felices son! cantan, sin cesar, el

dulce himno del amor eterno; siempre gozan de una perpetua

alegría; se comunican, los unos a los otros consuelos indecibles y

viven en el contento de una dichosa e indisoluble compañía.

71

Piensa, finalmente, la suerte que tienen de gozar de Dios, que les

recompensa eternamente con su amable mirada, con la que infunde

en sus corazones un abismo de delicias. Un solo instante en ese

lugar es igual a todas las alegrías juntas en nuestra vida

terrena ¿qué un año entero, o mil años o toda la eternidad? ¡Qué

dicha estar siempre unido a Dios, fuente de todo bien!

Aquellos hombres y mujeres en el cielo son como aves felices,

que andan volando y cantan eternamente por los aires de la

divinidad, que las envuelven por todas partes con goces indecibles;

allí, todos, cada cual mejor, y sin envidias, cantan las alabanzas del

Creador: "Seas para siempre bendito, ¡oh dulce y soberano Creador

y Salvador nuestro!, porque eres tan bueno y porque nos

comunicas tan generosamente tu gloria." Y, a su vez, Dios

bendice, con bendiciones perpetuas, a todos los santos: «Sed para

siempre benditas, les dice, mis amadas criaturas, porque me habéis

servido y me alabáis eternamente con tan grande amor y valentía».

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. Trato de recordar el momento más feliz de mi vida: la felicidad

del cielo será indeciblemente mayor que ese momento… y por

toda la eternidad.

2. ¿Qué cosas me acercan más al cielo? Hago un acto interno para

abrazarlas y hacerlas con más intensidad (oración,

sacramentos, estudio, virtudes, etc.)

3. ¿Qué cosas me alejan del cielo? Hago un acto interior para

rechazarlas.

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

72

¡Oh! ¡Qué hermosa eres, mi amada Jerusalén del cielo, mi amada

patria celestial, y qué dichosos son tus adoradores! Alabo y admiro

tu belleza.

Y yo, sin embargo, que poca valentía he tenido hasta ahora para

poder luchar por este tan gran bien que es el paraíso. Corazón mío,

¡que miserable eres para haber seguido a las cosas vacías y pobres

del mundo! ¡Qué tonto eres para haberte desviado de esta mansión

gloriosa! ¿Por qué me he alejado tanto de mi suprema felicidad?

¡Ah, miserable de mí! Por estos placeres tan amargos y vacíos, he

renunciado mil veces a esas eternas e infinitas delicias. ¿Qué

espíritu me ha inducido a despreciar bienes tan deseables, a

trueque de unos deseos tan vanos y despreciables?

¡Oh, mi bueno y soberano Señor puesto que te has complacido en

enderezar mis pasos por tus caminos, jamás volveré atrás.

Vayamos, mi querida alma, hacia este reposo infinito, caminemos

hacia esta bendita tierra que nos ha sido prometida. ¿Qué hacemos

en este Egipto?

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Me privaré de las cosas que me

apartan o retrasan en este camino: tal cosa… y tal

cosa….

Es necesario procurar semana tras semana desarraigar los malos

hábitos y evitar las ocasiones de pecado, pues de lo contrario es

imposible la verdadera conversión. Por eso, en los propósitos de

esta semana ponemos más énfasis en dejar lo que nos aleja de

Dios.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

73

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Qué se entiende por cielo? Compendio 209 – Catecismo 1023-1026; 1053

Por cielo se entiende el estado de felicidad suprema y definitiva.

Todos aquellos que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad

de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a

los ángeles y a los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde

ven a Dios “cara a cara” (1 Co 13, 12), viven en comunión de amor

con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

74

75

Capítulo 10. Elegir el paraíso

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Dame, Señor, la fuerza para rechazar con determinación

todo lo que me conduce al infierno, y suficiente amor para

elegir con firmeza el paraíso, donde reside tu majestad.

76

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

Utiliza ahora tu imaginación, y procura hacer en tu mente la

imagen siguiente: estás en un campo abierto, sólo con tu ángel, sin

ninguna otra compañía. Entonces tu ángel te hace ver arriba

el cielo, con todos los gozos y alegrías que meditaste en el

tema anterior; en seguida te muestra el infierno, con todos

los tormentos descritos en la correspondiente meditación. Ahora,

arrodíllate delante de tu ángel:

Es una gran verdad que te encuentres entre el cielo y el

infierno. Ambos están abiertos para ti y tú eliges a donde deseas

terminar. Ninguno forzará tu voluntad, ninguno será capaz de

hacerte violencia para que lo elijas; a lo sumo podrán seducirte: el

cielo con sus goces eternos y verdaderos, y el infierno con bienes

aparentes y efímeros. Recuerda que el infierno nunca jamás

te mostrará sus tormentos, sino que tratará de ocultártelos para

que elijas lo que conduce a él. El cielo en cambio te mostrará lo que

tendrás que sufrir para alcanzarlo, pero antes te mostrará lo que

podrás ganar, y entonces todo sacrificio te parecerá pequeño e

insignificante.

Ahora bien, considera también que la elección del cielo o

del infierno es una elección eterna. Aunque durante esta vida

podrás siempre arrepentirte, a medida que la vida pasa se hace

más difícil enderezar la vida. Y una vez terminada las luchas de

este mundo, con la muerte, la elección queda definitivamente

inclinada hacia lo que más predominó en la vida: el pecador al

infierno, y el justo y penitente al cielo. Luego de esta vida ya no

será posible volver a elegir uno u otro.

Y aunque ambos están abiertos para recibirte, según la elección

que hicieres, es cierto que Dios, que está presto a darte o el uno por

su misericordia o el otro por su justicia, desea, empero, con deseo

no igualado, que elijas el paraíso; y tu ángel bueno te empuja a

ello, con todo su poder, ofreciéndote, de parte de Dios, mil gracias y

mil auxilios, para ayudarte a subir.

77

¿Qué ayudas tienes de Dios para poder alcanzar el cielo? Todas

las que te puedes imaginar y aún aquellos auxilios que ni

siquiera logras advertir: la Iglesia, la oración, los sacramentos,

los buenos amigos cristianos, tus padres, las imágenes religiosas,

las buenas lecturas, el ejemplo de los religiosos, y mucho más.

Jesucristo, desde lo alto del cielo, te mira con bondad y te

invita amorosamente: «Ven, ¡oh alma querida!, al descanso

eterno: entre los brazos de mi bondad, que te ha preparado delicias

inmortales, en la abundancia de su amor». Contempla, con los ojos

del alma, a la Santísima Virgen, que te llama maternalmente:

«Ánimo, hijo mía, no desprecies los deseos de mi Hijo, ni tantos

suspiros que yo hago por ti, anhelando con Él, tu salvación eterna».

Mira los santos que te exhortan y un millón de almas que te

invitan suavemente, y que no desean otra cosa que ver tu corazón

unido al de ellos, para alabar a Dios eternamente, y que te

aseguran que el camino del cielo no es tan difícil como el mundo lo

presenta: «Se esforzado, querido amigo, te dicen ellas; el que

considere bien el camino de la vida cristiana, por el cual nosotros

hemos subido, verá que hemos alcanzado estas delicias mediante

otras delicias incomparablemente más suaves que las del mundo».

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

1. Pienso en las cosas que todavía me atan a la tierra y a la

mundanidad. Hago propósito de dejarlas cuánto antes.

2. ¿Qué me está pidiendo Dios para que me acerque más a Él?

Hago una lista de las cosas que veo Dios me pide para

acercarme más a Él y le pido la gracia de abrazarlas.

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

78

Quiero, Señor, en esta oración rechazar todo lo que me conduce al

infierno y abrazar todo lo que me lleva al paraíso, en presencia de

tus ángeles.

¡Oh infierno!, te detesto ahora y eternamente; detesto tus

tormentos y tus penas; detesto tu infortunada y desdichada

eternidad, y, sobre todo, las eternas blasfemias y maldiciones que

vomitas continuamente contra Dios. Detesto y renuncio por eso

también, a todo aquello que me lleva a ti, a todo lo que me ofreces

como gozo y felicidad aparente. ¡Cuántas mentiras me has dicho!

Ya no te prestaré oídos pues quiero girar mi corazón hacia otra

dirección totalmente opuesta a ti.

¡Oh hermoso paraíso, oh gloria eterna, felicidad perdurable!, elige

irrevocablemente y para siempre mi morada y mi estancia dentro

de tus bellas y sagradas mansiones, y en tus santos y deseables

tabernáculos. Bendigo, ¡oh Dios mío!, tu misericordia y acepto el

ofrecimiento que de ella te plazca hacerme. ¡Oh Jesús, Salvador

mío!, acepto tu amor eterno y la adquisición, que para mí has

hecho, de un lugar en esta bienaventurada Jerusalén, más que

para otra cosa, para amarte y bendecirte eternamente.

Te elijo paraíso eterno, y elijo todo lo que me conduzca con mayor

seguridad a ti. Elijo la oración, la Iglesia, los sacrificios y todo lo

que quiera Dios que yo abrace para poder tenerte, para poder

llegar hasta ti.

Acepto también los favores y auxilios que me hacen la Virgen y los

santos: sus oraciones, méritos e intercesiones. Les prometo que a

partir de ahora me encaminaré hacia ustedes con todo mi corazón.

También quiero dar la mano a mi buen ángel, para que me

conduzca y me lleve al paraíso por el camino que más me convenga.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

79

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Procuraré rezar alguna oración más

prolongada todos los días: (p.e. el Santo Rosario o la

Lectio Divina, u otra cosa que se sepa hacer.)

Sin oración es sencillamente imposible hacer la voluntad de Dios y

conseguir la vida eterna. En cambio, el que reza se salva, según un

conocido adagio de San Agustín. Por eso, es importantísimo

ponerse propósitos de hacer oración seria e incesante para servir

cada día a Dios con más intensidad.

Escribe en un cuaderno tu propósito y procura leerlo diariamente

para no olvidarlo. Procura también recordar tu propósito de la

semana en la oración al levantarte, y también antes de acostarte.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Qué es la libertad? Compendio 363 – Catecismo 1730-1733; 1743-1744

La libertad es el poder dado por Dios al hombre de obrar o no

obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar de este modo por sí

mismo acciones deliberadas. La libertad es la característica de los

actos propiamente humanos. Cuanto más se hace el bien, más libre

se va haciendo también el hombre. La libertad alcanza su

perfección cuando está ordenada a Dios, Bien supremo y

Bienaventuranza nuestra. La libertad implica también la

posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La elección del mal es

un abuso de la libertad, que conduce a la esclavitud del pecado.

2. ¿Qué relación hay entre libertad y responsabilidad? Compendio 364 – Catecismo 1734-1737; 1745-1746

80

La libertad hace al hombre responsable de sus actos, en la medida

en que éstos son voluntarios; aunque tanto la imputabilidad como

la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o

incluso anuladas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la

violencia soportada, el miedo, los afectos desordenados y los

hábitos.

3. ¿Por qué todo hombre tiene derecho al ejercicio de su libertad? Compendio 365 - Catecismo 1738; 1747

El derecho al ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, en

cuanto resulta inseparable de su dignidad de persona humana.

Este derecho ha de ser siempre respetado, especialmente en el

campo moral y religioso, y debe ser civilmente reconocido y

tutelado, dentro de los límites del bien común y del justo orden

público.

4. ¿Dónde se sitúa la libertad humana en el orden de la

salvación? Compendio 366 – Catecismo 1739-1742; 1748

Nuestra libertad se halla debilitada a causa del pecado original. El

debilitamiento se agrava aún más por los pecados sucesivos. Pero

Cristo “nos liberó para ser libres” (Ga 5, 1). El Espíritu Santo nos

conduce con su gracia a la libertad espiritual, para hacernos libres

colaboradores suyos en la Iglesia y en el mundo.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

81

Capítulo 11. Elegir la vida virtuosa

I. ORACIÓN INICIAL Y PETICIÓN

Ven, Espíritu Santo… (Página 14)

Se puede hacer un momento de silencio, haciendo a Dios la siguiente petición:

Señor, no dejes que tu siervo se acobarde. Dame tu gracia para

poder elegirte a ti, bien supremo, fuera del cual nada es

verdadero.

II. LEO SOBRE LA REALIDAD

El moderador del grupo, o uno de los integrantes –el que mejor capacidad de

lectura tenga– lee el siguiente texto en voz alta y de forma muy pausada. Si es

necesario puede leerse el texto dos veces. Todos guardan silencio y escuchan

atentamente.

82

Vuelve a utilizar tu imaginación y regresa a aquel campo abierto

donde estuviste en la meditación anterior. Estarás nuevamente

sólo con tu ángel bueno.

Mira al lado izquierdo y verás al diablo sentado sobre su

trono, muy alto y soberbio, rodeado de muchos demonios y de una

gran multitud de mundanos que le sirven; ¿de qué manera? Le

sirven con los pecados que comenten: unos por un pecado y

otros por otro. Mira esa multitud de mundanos, de gente

desdichada y triste por servir a tan asqueroso rey, y verás como

unos están llenos de rabia y odio, otros de envidia, otros se matan

mutuamente, otros andan llenos de angustia, en busca de riquezas,

otros entregados a la vanidad, ocupándose de su porte externo y del

qué dirán de los demás; otros convertidos en bestias llevados por

sus pasiones carnales desenfrenadas. Considera cómo todos ellos

viven sin reposo ni paz, sin orden, sin continencia, cómo se

desprecian unos a otros y cómo se fingen amarse. Finalmente, mira

este desdichado pueblo, esclavizado por aquel maldito rey que no

quiere sino hacerlos sufrir. ¿No sientes compasión y pena por ellos?

Sin embargo, a la derecha contemplarás a Cristo crucificado,

que con su gran amor, ruega por estos pobres esclavos de

Satanás, para que salgan de esta tiranía. Los llama con suaves

palabras. Y junto a Él se encuentra una multitud de devotos, de

gente virtuosa, de hombres y mujeres de Dios que también claman

por esa multitud de mundanos esclavizados en el mal. Y alrededor

de ellos, una muchedumbre de ángeles que claman lo mismo.

¡Qué hermoso es ver este cortejo de hombres y mujeres más

blancos que los lirios! Mira a esos mártires, que por un poco de

dolor, conquistaron la palma de la Gloria; mira a esas vírgenes que

se han consagrado plenamente a Cristo y tienen el cuerpo y el alma

sin mancha; y esas viudas cristianas que se ofrecen en santa

mortificación y humildad; mira a esa hilera de personas casadas

que viven tan dulcemente unidas en un mutuo respeto que no es

posible sino por el mutuo amor que se tienen. Mira también a esos

cristianos que saben equilibrar sus actos de piedad externos con

sus deberes de estado: su profesión, familia y estudios. Míralos, son

millares y están en todas partes, y siempre los verás con un porte

santo, dulce, amable, escuchando a Nuestro Señor. Se alegran,

pero con una alegría bien ordenada, según Dios; se aman, pero con

83

un amor sagrado y enteramente puro. Y si alguno, en este pueblo

de gente buena, se encuentra afligido o sufriendo, no se atormenta

excesivamente y no pierde la paz. En una palabra, mira como el

mismo Jesucristo consuela a estos hombres y mujeres y

mira como todo ellos desean estar con Él.

Hasta ahora has dejado a Satanás, con su triste y desgraciado

ejército, gracias a los propósitos que has concebido; pero, a pesar de

ello, todavía no has llegado al Rey Jesús, ni te has juntado del todo

a la compañía de los santos y virtuosos porque estuviste dubitativo

entre uno y otro bando. Anduviste, más bien, vacilando entre

Cristo y el mundo, entre la santidad y el pecado, entre el bien y

el mal. Y no en vano todavía no lograste alcanzar aquella alegría

que encuentran los buenos.

La Santísima Virgen, con San José y otros miles de santos, que

forman el escuadrón de los que han vivido en medio del mundo y

se han santificado, te invitan y te alientan a seguir su mismo

camino: ¡Ven! No tengas miedo ni pienses que algo perderás. Al

contrario, muy por el contrario, ganarás todo, ganarás la vida

eterna, la alegría eterna. Ninguno de los males que puedas sufrir,

aparentemente, por ser buen cristiano, son comparables con los

gozos que Cristo tiene para ti. Nosotros hemos seguido a Cristo en

medio del mundo y no nos arrepentimos, sino que hemos sido

premiados por encima de nuestras esperanzas. Ven tú también.

Pero no solamente te llaman los santos; también te llama el Rey

Crucificado. ¡Y te llama por tu nombre!: Ven, que quiero

coronarte, con la corona de los valientes que me siguen. Quiero

darte mis dolores para con ellos darte mi gloria. En este mundo

sufrirás mucho, pero al mismo tiempo tendrás mucha alegría, la de

saber que haces el bien. Y en la vida eterna estarás conmigo. Ven y

responde a mi amor, ven a estar conmigo.

III. PIENSO Y MEDITO

Terminada la lectura, se leen las siguientes preguntas para la meditación

personal. Entre pregunta y pregunta se debe dejar unos 2 minutos de silencio

para poder meditarlas. Se pueden anotar las respuestas en un cuaderno.

84

1. ¿Puedo identificar las veces que Cristo me ha llamado y no le

he prestado oídos? Enumero algunas.

2. ¿Qué me impide todavía seguir a Cristo?

3. ¿Estoy dispuesto a dejar las alegrías aparentes y superficiales

del mundo para abrazar las alegrías eternas?

IV. HABLO CON DIOS

Puede ser leída por uno y los demás escuchan. También pueden distribuirse los

párrafos entre los integrantes del grupo o puede leerse en silencio.

Pienso ahora en ese pueblo abominable que sirve al diablo, con sus

pecados y maldades. Pueblo desgraciado e infeliz. Y sin embargo,

con mis pecados y vicios muchas veces estuve con ellos. ¡Qué

ejército oscuro y lleno de odio! Yo sé que con sus seducciones el

demonio quiere llevarme a su ejército, bajo su bandera; pero no;

jamás me verás bajo su bandera; por siempre jamás dejaré sus

locuras y sus vanidades. Rey de orgullo, rey de desdicha, espíritu

infernal, renuncio a ti y a tus vanas seducciones y te detesto con

todas tus obras.

Y, al convertirme a Ti, dulce Jesús mío, Rey de bienaventuranza y

de gloria eterna, te abrazo, con todas las fuerzas de mi alma, te

adoro con todo mi corazón, te elijo, ahora y para siempre por mi

Rey; y, con inviolable fidelidad, te rindo homenaje; me someto a la

obediencia de tus santas leyes y mandamientos, y estoy dispuesto a

obedecerte siempre desde ahora.

¡Virgen santísima, amada Señora mía!, te elijo por mi guía, me

pongo bajo tu estandarte, te ofrezco un particular respeto y una

reverencia especial. ¡Mi santo ángel!, preséntame a esta sagrada

asamblea; no me dejes hasta que llegue a esta dichosa compañía,

con la cual digo y diré, por siempre jamás, en testimonio de mi

elección: «Viva Jesús, viva Cristo Rey».

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Unos minutos de silencio.

85

V. ME PROPONGO HACER EL BIEN

PROPÓSITO: Haré una confesión general de toda mi

vida, desde que tengo memoria.

La confesión general consiste en confesar todos los pecados de que

uno tiene memoria, desde el momento en que hayamos comenzado

a tener uso de razón. La razón para hacer eso es muy sencilla:

cuando comenzamos la vida espiritual es necesario hacer una

revisión completa de nuestra vida, de modo tal que no tengamos

cuentas pendientes con nuestra conciencia. La confesión general

entonces viene a nuestro auxilio limpiando la casa de toda pequeña

suciedad que haya podido quedar. También sucede que muchas

veces nuestras confesiones pasadas han sido hechas con

superficialidad o sin el suficiente examen: la confesión general

ayuda a resolver ese problema. Finalmente, un efecto

importantísimo de la confesión general es la adquisición de la

humildad, la cual es fruto de la confesión de pecados pasados que

hubiéramos querido dejar ocultos, y que al confesarlos nuevamente

nos dan la oportunidad de ejercitarnos en la humillación

voluntaria.

En esta confesión no es necesario decir al sacerdote los pecados con

todos los detalles. Basta con decir el nombre del pecado, algún

pequeño detalle que pueda agravarlo y el número aproximado de

veces que lo hemos cometido.

En el apéndice de este libro podrás encontrar un examen de

conciencia para preparar esta confesión.

VI. APRENDO EL CATECISMO

Se puede leer y comentar de forma sencilla. Una buena opción será distribuir

estos textos una semana antes para que cada persona o grupo lo estudie mejor y

luego exponga a los demás participantes lo que aprendió sobre la pregunta.

Entre paréntesis se encuentra el número correspondiente del Catecismo de la

Iglesia Católica al que se refiere la pregunta.

1. ¿Cuáles son los actos propios del penitente?

86

Compendio 303 – Catecismo 1450-1460 y 1487-1492

Los actos propios del penitente son los siguientes: un diligente

examen de conciencia; la contrición (o arrepentimiento), que es

perfecta cuando está motivada por el amor a Dios, imperfecta

cuando se funda en otros motivos, e incluye el propósito de no

volver a pecar; la confesión, que consiste en la acusación de los

pecados hecha delante del sacerdote; la satisfacción, es decir, el

cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor

impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.

VII. ORACIÓN FINAL

Como en la página 15.

87

Promesa de vida virtuosa

PROMESA PARA GRABAR EN EL ALMA LA DECISIÓN DE

SERVIR A DIOS

Esta promesa puede copiarse en una hoja separada y leerse delante del sagrario o

delante de un sacerdote. Es una promesa privada y que está dirigida a

comprometer más nuestra voluntad a servir a Dios y evitar el pecado. No es un

voto propiamente, y por tanto su falta de cumplimiento no es propiamente un

pecado, a no ser en aquellas materias que se corresponden con los mandamientos.

Yo, …………………………., puesto en la presencia de Dios eterno,

de la Santísima Virgen María, y todos los santos y santas del cielo,

después de haber considerado la inmensa misericordia Dios para

conmigo, pobre y miserable pecador; conservado, sostenido y

librado de tantos peligros y enriquecido con tantas gracias, y

después de haber considerado que el mismo Dios clemente de mi

parte ha soportado con incomparable clemencia tantos pecados e

infidelidades, invitándome a la conversión y esperándome hasta el

día de hoy, a pesar de todas mis ingratitudes con que fui atrasando

mi enmienda y conversión; recordando que en el día de mi santo

bautismo fui consagrado y dedicado a Dios, como hijo suyo, y que,

contra la profesión de fe que entonces se hizo en mi nombre, tantas

y tantas veces, de una manera detestable, he profanado mi alma;

volviendo ahora en mí, postrado de corazón ante el trono de Dios y

del Cordero me reconozco, acuso y confieso por culpable de la

muerte y pasión de Jesucristo, a causa de los pecados que he

cometido, por los cuales Él murió y sufrió el tormento de la cruz,

por lo que merezco ser eternamente condenado.

Más, volviéndome hacia el trono de la misericordia infinita de este

mismo Dios eterno, después de haber renunciado con todo mi

corazón y con todas mis fuerzas a las maldades de mi vida pasada,

pido y suplico humildemente la gracia, el perdón de mis pecados, la

misericordia y la completa absolución de mis crímenes, en virtud

de la pasión de este mismo Señor y Redentor de mi alma.

88

Confieso y renuevo la sagrada profesión de fidelidad hecha a Dios,

en el Bautismo, y renuncio al demonio, al mundo y a la carne,

detesto sus perversas seducciones, vanidades y concupiscencias,

por todo el tiempo de mi vida presente y por toda la eternidad.

Y me convierto a Dios, bondadoso y compasivo; deseo y resuelvo,

sin dar paso atrás, servirle y amarle, ahora y siempre,

consagrándole, para este fin, mi espíritu con todas sus facultades,

mi alma con todas sus potencias, mi corazón con todos sus afectos,

mi cuerpo con todos sus sentidos; prometo no abusar jamás de

ninguna parte de mi ser contra la divina voluntad; en adelante,

siempre le seré a Dios, leal, obediente y fiel criatura, sin

retractarme ni arrepentirme jamás de ello.

Pero, si por desgracia llegase a retroceder por cualquier tentación o

fragilidad humana, prometo desde ahora, confiado en la gracia del

Espíritu Santo, levantarme en cuanto me dé cuenta de ello, y

convertirme de nuevo, si retraso ni cobardía.

Esta es mi voluntad, mi intención y mi resolución irrevocable, la

cual confieso y confirmo sin reserva ni excepción, en la misma

sagrada presencia de Dios.

Que sea de tu agrado, Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu

Santo, fortalecer en mí esta determinación y aceptar este mi

sacrificio de corazón e interior; y así como quisiste concederme la

inspiración y la voluntad para realizar este propósito, dame

también la fuerza y la gracia para llevarlo a término.

¡Oh, Dios mío!, tú eres mi Dios, Dios de mi corazón, Dios de mi

alma, Dios de mi espíritu; así te reconozco y adoro ahora y por toda

la eternidad. Viva Jesús, Viva Cristo Rey.

Lugar, fecha y firma.

89

Apéndice

EXAMEN DE CONCIENCIA PARA LA CONFESIÓN FRECUENTE

I, II y III mandamientos

Amarás al Señor tu Dios,

con todo tu corazón

y con toda tu mente

y con todas tus fuerzas.

1. ¿Quiero de verdad al Señor? ¿Me acuerdo con frecuencia de Él y

le pido cosas?

2. ¿Rezo todas las noches? ¿Procuro rezar también por las

mañanas? ¿Le pido a Dios perdón por las cosas que he hecho mal?

3. ¿He dicho palabras que ofenden a Dios, a la Virgen o a los

santos? ¿Permito que otros las digan sin corregirles? ¿Rezo por los

que ofenden a Dios, para que el Señor les perdone?

4. ¿He hecho juramentos sin necesidad? ¿Eran mentira?

5. ¿He practicado el espiritismo, la superstición, etc.?

6. ¿He faltado a Misa –sin motivo grave- los domingos y días de

precepto? ¿Me he distraído en la Iglesia o he distraído a los demás?

7. ¿He comulgado con pecado grave? ¿He guardado el ayuno

eucarístico? ¿Doy gracias a Dios después de haberle recibido en la

Eucaristía?

8. ¿Me confieso con frecuencia? ¿Digo todos los pecados graves?

¿Me he callado alguno por vergüenza?

90

IV a X mandamientos

Amarás al prójimo

como a ti mismo.

9. ¿Obedezco y respeto a mis padres? ¿Me porto bien con mis

hermanos?

10. ¿Trato con respeto a los profesores y a las personas mayores?

11. ¿He faltado al amor al prójimo: riéndome de sus defectos,

deseando que les pasen cosas malas, etc.?

12. ¿Me he peleado con mis amigos o compañeros? ¿Les he

insultado? ¿Me enfado con frecuencia? ¿Hago pronto las paces?

¿Guardo rencores?

13. ¿He puesto en peligro mi vida o mi salud: desobedeciendo las

normas de tráfico (guardias, semáforos, señales,...), no comiendo lo

necesario o excediéndome con bebidas alcohólicas, etc.?

14. ¿He hablado de cosas impuras? ¿He mirado cosas indecentes en

televisión, revistas, ordenador, etc? ¿He consentido malos

pensamientos?

15. ¿He cometido actos impuros? ¿He sido causa de que otros

pecasen por mi modo de vestir o por mi comportamiento?

16. ¿Me dejo llevar por la pereza al levantarme o al cumplir mis

deberes?

17. ¿Estudio lo que debo? ¿Atiendo en clase? ¿Ofrezco a Dios mis

deberes?

18. ¿He dicho mentiras? ¿He copiado en algún examen?

19. ¿He criticado, hablando mal de los amigos a sus espaldas?

¿Pienso mal de ellos?

20. ¿He robado? ¿He cogido cosas que no son mías sin permiso de

su dueño? ¿Las he devuelto?

21. ¿He gastado el dinero en caprichos? ¿He dado limosna?

91

22. ¿He sido soberbio, orgulloso, vanidoso, terco, mandón, etc...?

¿Me considero superior a los demás, despreciando a la gente?

23. ¿Reconozco mis faltas o las excuso? ¿Me enfado cuando me

corrigen?

24. ¿Tengo envidia?

92

EXAMEN DE CONCIENCIA PARA LA CONFESIÓN GENERAL

A. Siguiendo los mandamientos de la ley de Dios

1. ¿Cuánto tiempo hace que no me confieso?

2. ¿Callé algún pecado grave por vergüenza o me confesé sin el

debido arrepentimiento?

3. ¿Cumplí las penitencias anteriores?

Primer mandamiento

1. ¿He dudado de Dios? ¿He negado a Dios?

2. ¿He dudado de las verdades reveladas?

3. ¿Me he preocupado en acrecentar mi formación moral y

religiosa?

4. ¿He disipado las dudas con quien tiene autoridad?

5. ¿He leído libros anticristianos aprobándolos?

6. ¿Me avergüenzo de mi religión ante los que se burlan de ella?

7. ¿Me dejo llevar de ideas y consejos de personas inmorales o sin

religión?

8. ¿He abusado de la misericordia divina?

9. ¿Me he quejado de Dios en las adversidades?

10. ¿He sido negligente en el servicio de Dios?

11. ¿He dejado de cumplir las promesas o votos?

12. ¿He creído en supersticiones?

13. ¿He acudido a diversos modos de adivinación o de magia?

Segundo mandamiento

14. ¿He dicho palabras ofensivas o burlas contra Dios, la Virgen,

los santos o las cosas sagradas?

15. ¿He jurado falsamente o sin necesidad en nombre de Dios?

Tercer mandamiento

16. ¿Falto a Misa los domingos o fiestas de precepto pudiendo

asistir?

17. ¿Participo de la Misa con indiferencia?

93

18. ¿Santifico el día del Señor absteniéndome de las obras que

impiden la oración, las buenas obras y el debido descanso del

cuerpo?

19. ¿He hecho ayuno y abstinencia en los días indicados por la

Iglesia.

Cuarto mandamiento

20. ¿He faltado a la obediencia a mis padres, superiores o

maestros?

21. ¿Les he faltado al respeto o les he causado disgustos?¿Me he

ocupado de las necesidades materiales y espirituales de mis

padres?

22. ¿Tengo buena relación con mis hermanos?

23. ¿He sido injusto con mis hijos, empleados o subalternos?

24. ¿He sido respetuoso y justo con mi cónyuge?

25. ¿He cumplido mis deberes para con la patria?

26. Quinto mandamiento

27. ¿He causado algún mal físico a otra persona?

28. ¿He aconsejado, colaborado o realizado un aborto?

29. ¿He descuidado mi salud o arriesgado la vida sin necesidad?

30. ¿Me he embriagado o consumido drogas?

31. ¿He deseado algún mal físico o moral a otra persona?

32. ¿Guardo odio, rencor o antipatía a alguien?

33. ¿He alimentado deseos de venganza?

34. ¿He dañado la buena fama de otros?

35. ¿He comentado defectos ajenos sin necesidad o con mala

intención?

36. ¿He sido causa de que otros pecaran con consejos o malos

ejemplos?

37. ¿He escandalizado con mi conducta individual, familiar o

profesional?

38. Sexto y Noveno mandamiento

39. ¿Me he entretenido con pensamientos y deseos impuros?

94

40. ¿Me he puesto en ocasión de pecado con miradas, revistas,

películas o espectáculos deshonestos?

41. ¿Tengo malas conversaciones y amistades?

42. ¿Llevo con castidad el noviazgo o soy para el otro causa de

pecado?

43. ¿He cometido actos impuros solo o con otra persona?

44. ¿casado o soltero, del mismo sexo o pariente?

45. ¿He faltado a la fidelidad conyugal de pensamiento u obra?

46. ¿He regulado la natalidad por egoísmo?

47. ¿He impedido la fecundidad por medios antinaturales que la

enseñanza de la Iglesia reprueba?

Séptimo y Décimo mandamientos

48. ¿He robado o he colaborado a un robo?

49. ¿He dañado la propiedad o el trabajo de otro?

50. ¿He hecho dinero por medios ilícitos?

51. ¿He restituido lo ajeno o reparado el daño?

52. ¿He deseado con envidia los bienes ajenos?

53. ¿He contribuido al sostenimiento de la Iglesia?

Octavo mandamiento

54. ¿He mentido; aun para hacer un bien o evitar un mal?

55. ¿He calumniado?

56. ¿He hecho juicios temerarios?

B. Siguiendo los vicios capitales

1. ¿Soy orgulloso?

2. ¿Centro todo en mí mismo?

3. ¿Tengo desordenado apego a mi propia voluntad y mi propia

opinión?

4. ¿No reconozco mis errores y defectos?

95

5. ¿Busco o me complazco en el reconocimiento de los hombres por

lo que tengo o soy?

6. ¿Tengo codicia de dinero o de poseer cada vez más?

7. ¿Tengo ambición de fama o poder?

8. ¿He perjudicado a mi familia o a otros por codicia o ambición?

9. ¿Tengo poca confianza en la Providencia y excesiva solicitud

por el futuro?

10. ¿Me dejo llevar por la lujuria en pensamientos, palabras y

obras?

11. ¿Me aparto de las ocasiones de pecado y pongo los remedios

adecuados?

12. ¿Soy irascible, rencoroso o vengativo?

13. ¿He cometido ofensas o injusticias por ira?

14. ¿He buscado negligentemente a Dios en la oración, las buenas

obras o los sacramentos?

15. ¿Me he apartado de la vida cristiana porque me resultaba

árida o difícil?

16. ¿Me excedo en el comer o en el beber?

17. ¿Me he entristecido del bien de otro?

18. ¿Me he alegrado del mal de otro?

C. Siguiendo las virtudes de la perfección evangélica

Sobre la vida de oración

1. ¿He rezado cotidianamente mis oraciones?

2. ¿Me he esforzado en participar con fervor en los actos de culto?

3. ¿Mantengo alguna buena lectura espiritual o formativa?

4. ¿Ofrezco a Dios todas las actividades del día?

Sobre las virtudes teologales

Fe

96

5. ¿He dudado de Dios, de Cristo, o de lo que enseña la Iglesia

Católica?

6. ¿Me he preocupado el resolver las dudas y acrecentar la

formación?

7. ¿He puesto en peligro la fe leyendo malos libros o revistas,

viendo programas de TV o manteniendo conversaciones

peligrosas?

8. ¿He velado por la formación y vida de fe de los que me están

encomendados?

9. ¿Intento que todos mis problemas se resuelvan a la luz de la fe?

10. ¿Me he rebelado contra Dios en las adversidades?

Esperanza

11. ¿Oriento todas las acciones de mi vida hacia la vida eterna?

12. ¿Tengo excesivo apego a esta vida?

13. ¿Tengo poca confianza en la Providencia?¿Me he desesperado

de la salvación o he dudado del auxilio divino?

14. ¿He abusado de la confianza en Dios no poniendo los medios de

las buenas obras, la oración y los sacramentos?

Caridad

15. ¿He tenido odio o rebeldía contra Dios?

16. ¿He tenido odio y rencor a alguien?

17. ¿He dejado de ayudar material o espiritualmente a quien lo

necesitaba?

18. ¿He sembrado discordia entre las personas?

19. He discutido o altercado con espíritu de contradicción?

20. ¿He promovido peleas o disensiones en la sociedad o la Iglesia?

21. ¿He dado escándalo?

22. ¿He intentado ordenar la vida según la voluntad de Dios con

todo el corazón y con todas las fuerzas?

97

Sobre las virtudes cardinales

Prudencia

23. ¿He obrado con precipitación y poco juicio?

24. ¿He demorado decisiones importantes de la vida?

25. ¿No he pedido consejo a quien corresponde en decisiones

importantes?

26. ¿Obro con doblez, astucia o engaño?

27. ¿Soy consciente de los obstáculos que hay en mi vida para la

santidad?

28. ¿He confundido prudencia con mediocridad o cobardía?

Justicia

29. ¿He hecho acepción de personas en la familia, los amigos o en

otros ambientes?

30. ¿He quitado la vida, la salud o los bienes a otro?

31. ¿Le he hecho perder la fama o el honor?

32. ¿He faltado a la obediencia debida a los superiores?

33. ¿He sido agradecido?

34. ¿He castigado con exceso o defecto?

35. ¿He sido simulador, hipócrita o mentiroso?

36. ¿He sido adulador?

37. ¿He sido poco generoso con mis bienes o cualidades?

38. ¿He gastado con imprudencia?

Fortaleza

39. ¿He sido cobarde o pusilánime?

40. ¿He sido inconstante en las buenas obras?

41. ¿He sido impaciente con los demás o en la adversidad?

Templanza

42. ¿He comido o bebido en exceso?

43. ¿He consentido en deseos, palabras u obras impuras?

98

44. ¿Me he dejado llevar por la ira o la crueldad?

45. ¿Me dejo llevar por la soberbia?

46. ¿Por curiosidad he investigado vidas o secretos ajenos?

47. ¿Me he preocupado inmoderadamente por la moda?

48. ¿Soy superficial en mis diversiones?

99

ORACIONES PARA COMENZAR EL DÍA

Al despertarte, no demores en la cama, sino levántate prontamente y sin perder

tiempo. Siéntate al borde de tu cama o ponte de rodillas y ofrécele a Dios el día

que comienza.

Puedes rezar todas las oraciones que siguen o elegir algunas de ellas, la que te

guste más.

Ofrecimiento de obras

Todos mis pensamientos (+), todas mis palabras (+), y las obras

todas de este día (+), te las ofrezco, Señor (+), y mi vida entera por

Amor.

Al Sagrado Corazón de Jesús

Sagrado Corazón de Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de

María, me consagro a ti, y contigo, por obra del Espíritu Santo, me

ofrezco en el Santo Sacrificio del altar, con todos mis trabajos,

oraciones, sufrimiento y alegrías de hoy, en reparación de mis

pecados y para que venga a nosotros tu reino. Amén.

A la Virgen Santísima

¡Oh Señora mía, oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti; y

en prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis

oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que

soy todo tuyo, Madre de bondad, guárdame y protégeme como cosa

y posesión tuya. Amén.

Al Ángel Custodio

Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de

noche ni de día; no me dejes solo que me perdería.

Señor, Dios todopoderoso

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de

este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en

ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y

acciones sigan el camino de tus mandamientos. Por Jesucristo,

nuestro Señor. Amén.

Indulgencia parcial

100

ORACIONES PARA TERMINAR EL DÍA

Así como nuestro primer pensamiento del día debe ser para Dios, también debe

serlo el último. No se te pase nunca por alto la oración de la noche, antes de

acostarte.

Por la señal, etc.

Ponte en presencia de Dios y pídele luces al Espíritu Santo. Luego haz un examen

de conciencia.

1. ¿Cómo me he portado Contigo hoy, Señor? (repasa

mentalmente los tres primeros Mandamientos).

2. ¿Cómo me he portado con los demás? (repasa

mentalmente los otros siete Mandamientos).

3. ¿Cómo he cumplido mis deberes? (trabajo, clases, estudio,

aprovechamiento del tiempo,...).

Pide perdón a Dios de todo corazón y di con dolor:

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y

Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te

amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de heberte

ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas

del infierno.

Ayudado de tu Divina Gracia, propongo firmemente nunca más

pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

Propósito: Mañana, con tu ayuda Señor, procuraré mejorar en... (haz

un propósito concreto y fácil, por Amor a Dios y con deseo de agradarle)

Visita, Señor, esta habitación y ahuyenta de ella todas las

asechanzas del enemigo. Estén aquí tus santos Ángeles, que nos

guarden en paz, y Tú danos tu Santa Bendición, por los méritos de

Cristo Nuestro Señor. Amén.

Indulgencia parcial.

Tres Avemarías (sentado, o de rodillas y fuera de la cama).

101

Se terminó de imprimir este volumen de las

Meditaciones Iniciales de la Colección

Juventud Fuerte en los talleres de la Gráfica

Boreal S.A. – Editora, el día 24 de mayo de

2014, Fiesta de María Auxilio de los

Cristianos.

VE + LM

Ad omnia semper paratum