01 La creación del mundoDios creó la Tierra y el cielo, también creó el día y la noche, el mar y las montañas, los campos y los ríos, los animales y las aves... Entonces vio que todo lo que había creado era bonito, y decidió crear al hombre a su imagen y semejanza—No es bueno que el hombre esté solo —pensó Dios, y por eso creó a la mujer. Los llamó Adán y Eva, y los dejó vivir en el Jardín del Edén. Allí Adán y Eva le pusieron el nom-bre a todos los animales y fueron muy felices.

«Todo lo que existe es creación de Dios, por eso debemos cuidarlo.»

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02 El arca de NoéUn día, el Señor le dijo a Noé, el carpintero:—Noé, construye un barco muy grande, y lleva a su interior una pareja de cada especie de anima-les.Noé hizo lo que el Señor le había pedido. Entonces llovió durante cuarenta días. El agua cubrió toda la Tierra, pero como Noé y los animales estaban en el arca de madera, no les sucedió nada.Entonces el Señor hizo salir de nuevo el Sol, que secó toda la Tierra, y Noé y los animales pudie-ron vivir de nuevo felices.

«Con el Señor junto a nosotros nuestros problemas se arreglarán.»

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03 La promesa a AbrahamÉrase una vez un hombre llamado Abraham que vivía en una tierra yerma, en la que no crecía su-ficiente comida para todo su pueblo. Rezó a Dios para que les enviase más comida, pero el Señor le contestó:—No os enviaré más comida, pero te prometo que si partes hacia una nueva tierra, allí encontra-réis agua y prados en los que hacer crecer la comida.Mucha gente no quiso creer aquella promesa hecha a Abraham, y se quedaron. Abraham, su esposa Sara y su sobrino Lot salieron en busca de la Tierra Prometida y la encontraron.

«Si pedimos al Señor lo que necesitamos, él nos proveerá con ello.»

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04 Los sueños del FaraónEl Faraón de Egipto tuvo un sueño muy extraño: vio en la orilla del río Nilo siete vacas muy gordas que pacían en la hierba. Después, vio que del río salían siete vacas muy delgadas que en lugar de comer hierba... ¡se comieron a las siete vacas gordas! Cuando preguntó que significaba ese sueño, sólo el joven José, descendientde de Abraham, supo responderle:—El Señor os advierte que vendrán siete años de bonanza, seguidos por siete años de sequía. Guardad durante los años de bonanza comida suficiente para los siguientes años.

«En los tiempos de bonanza, hay que ahorrar para los tiempos de pobreza.»

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05 Salvado de las aguasPara salvar a su hijo, la madre de Moisés tuvo que abandonarlo en las aguas del río Nilo, rezando porque el Señor lo acompañase siempre. El pequeño descendió por la corriente del largo río, esquivó enormes rocas, sorteó las quijadas hambrientas de los cocodrilos y siguió navegando hasta llegar junto al palacio del Faraón de Egipto. Allí lo encontró la hija del Faraón, que vio que Moisés era un niño tan hermoso que lo adoptó y lo crió como si fuese su propio hijo. Y Moisés fue muy feliz en aquella casa.

«Si confiamos en las manos del Señor, siempre estaremos a salvo.»

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06 El mar partido en dosCuando Moisés fue mayor, el Señor le comunicó que lo había escogido para que liberase al pue-blo judío de la esclavitud de Egipto. Como el Faraón no quiso liberar a sus esclavos, Moisés los reunió a todos y se escaparon. Cuando llegaron al Mar Rojo, vieron que no tenían ningún sitio al que ir... ¡y los soldados egipcios los perseguían para capturarlos de nuevo! Entonces Moisés clavó su bastón en el suelo, y el agua del mar se partió en dos, dejando a la vista un caminito por el que podían cruzar y escapar.

«Cuando tenemos fe somos capaces de las mayores maravillas.»

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07 Las murallas de JericóLos judíos, tras escapar de Egipto, caminaron por el desierto durante cuarenta años, hasta que llegaron a la Tierra Prometida de Abraham. Allí, el juez Josué, el gobernante de los judíos, se pre-paró para conquistar la ciudad de Jericó... ¡pero tenía unas murallas tan altas que nunca podrían vencer a sus enemigos!Aquella misma noche, el Señor le comunicó a Josué que tocase las trompetas de batalla al lado de las murallas, y Él haría que las murallas se derribasen. Josué hizo lo que el Señor le había indica-do, y enseguida vieron como las murallas quedaban reducidas a escombros.

«El Señor está a nuestro lado hasta en las tareas más difíciles.»

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08 Sansón, el forzudoUno de los jueces de Israel se llamaba Sansón, y era tan fuerte que podía vencer a un león con sus propias manos. Se enamoró de una mujer malvada llamada Dalila, que descubrió que el secreto de su fuerza estaba en su pelo. Una noche, mientras Sansón dormía, Dalila le cortó el pelo, y San-són quedó completamente débil. Los enemigos de Sansón lo capturaron y lo hicieron su esclavo. Meses después, llevaron a Sansón al templo para burlarse de él; nadie se dio cuenta de que el cabello le había vuelto a crecer y volvía a tener fuerza. Sansón empujó las columnas del templo e hizo que cayesen las paredes para castigar a sus enemigos.

«Podemos encontrar nuestra fuerza interior en el Señor.»

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09 El pequeño DavidUn gigante llamado Goliat aterrorizaba a los habitantes de Jerusalén. Era tan fuerte que todos los soldados se asustaban y huían .Un pastorcillo llamado David dijo que él podía vencer a Goliat, porque tenía al Señor a su lado. Todo el mundo se rió de él.Cuando David salió al campo de batalla, Goliat se rió de él. David cogió una piedra del río y la lanzó con ayuda de su honda. La piedra hirió al gigante en la frente, y Goliat escapó llorando de la ciudad, y nunca más volvió.Todo el mundo celebró la victoria de David, y lo coronaron rey de Jerusalén.

«Lograrás realizar grandes hazañas si tienes al Señor a tu lado.»

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10 La lira del rey DavidEl rey David, cuando era pastor, tocaba siempre la lira para llamar a las ovejas. Los animales lo rodeaban y escuchaban las bellas notas que brotaban de sus dedos. Lo mismo sucedía en la corte de Israel: cuando alguien se enfadaba mucho con otra persona e iban a la corte del rey David para que los juzgase, el rey David tocaba la lira y eso les ayudaba a calmarse. De esta forma, David se hizo tan famoso por su capacidad para luchar y vencer a los enemigos como por la oportunidad que daba siempre a la paz tocando una hermosa canción.

«El Señor nos enseña que no hay que pelearse, sino que hay que buscar siempre una solución pacífica.»

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11 Salomón y la reina de SabaEl rey Salomón, el hijo del rey David, le pidió a Dios que, por encima de una gran fuerza, como Sansón, le diese mucha sabiduría para gobernar con rectitud y justicia al pueblo de Israel. Tan famosa fue su sabiduría, que venía gente de todas partes del mundo para comprobar si Salomón era tan listo como se decía. Un día , llegó a su corte la reina de Saba, que era muy rica y poderosa. Le hizo mil preguntas, y Salomón supo contestar a todas y cada una de ellas.—Como habéis contestado tan bien, os daré todo este oro —ofreció la reina de Saba.—No, señora —respondió Salomón—. La sabiduría del Señor es recompensa suficiente.

«No debemos dar demasiada importancia a las cosas materiales.»

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12 Jonás y la ballenaUn día, el Señor le dijo al profeta Jonás que debía viajar a la ciudad de Nínive y advertirles que debían portarse bien, pues si no los castigaría. Jonás tenía miedo de ir a Nínive, por lo que deci-dió escapar de la vigilancia del Señor y se embarcó para ir a una costa lejana.Una terrible tormenta lanzó grandes olas contra el barco. Una de las olasbarrió a Jonás de la cu-bierta y lo lanzó al agua. Mientras intentaba nadar, una ballena abrió la boca y se lo tragó.—Señor —rezó el profeta Jonás—, si logró salir de aquí con vida iré a Nínive.Entonces el Señor permitió que Jonás saliese de la ballena con vida, y éste fue a Nínive.

«No debemos olvidar ni querer escapar de nuestras obligaciones.»

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13 La paciencia de JobHabía una vez un hombre muy bueno llamado Job. El diablo estaba celoso de Job, porque Dios lo quería mucho, y decidió fastidiarle... para que Job renunciase al Señor. Dicho y hecho: el diablo hizo que la casa de Job se derrumbase, que perdiese el trabajo y que sufriese una grave enferme-dad.Job no pudo hacer nada más que quedarse en una esquina, ante las ruinas de su casa, pidiendo li-mosna. Pero la gente que pasaba por allí no le daba dinero, sino que se reía de él. A pesar de todo, Job tenía mucha paciencia y no renunció al Señor, sino que su fe le daba fuerzas. Dios descubrió el plan del diablo, y decidió premiar la paciencia de Job curándolo y devolviéndole sus riquezas.

«La fe nos ayuda a superar los momentos más difíciles.»

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14 Daniel y los leonesDaniel era un profeta del Señor. Era un esclavo del rey Nabucodonosor. Un día, el rey Nabucodo-nosor se enfadó con él y mandó que lo echaran al foso de los leones.Al caer entre los animales, Daniel oyó los rugidos de los enormes felinos... pero no sintió miedo, sino que se arrodilló y rezó al Señor que lo ayudase en aquella hora de necesidad. El Señor oyó la súplica de su profeta, e hizo que los leones no devorasen a Daniel, sino que jugasen con él como gatitos, durmiesen apoyados en su regazo y ronroneasen cuando Daniel los acariciara. ¡Qué sorpresa se llevó el rey al día siguiente, cuando vio a Daniel vivito y coleando!

«En los momentos difíciles, hay que desterrar el miedo del corazón.»

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15 La AnunciaciónVivía en la ciudad de Nazaret una muchacha llamada María. Iba a casarse con un carpintero llamado José. Un día, se le apareció un ángel del Señor, que le dijo:—Dios te salve, María. Yo te anuncio que serás la madre de Jesús, el hijo de Dios.María quedó maravillada ante aquellas palabras, pues aquel era un gran honor. Se puso muy con-tenta y le dio las gracias al ángel.—Soy la sirvienta de mi Señor —dijo la Virgen María, y empezó a contar los días que faltaban para que tener a aquel hermoso niño.

«La fe en el Señor nos prepara para grandes maravillas.»

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16 La adoración de los ReyesTres sabios de Oriente vieron una gran estrella que brillaba en el firmamento y que les anunciaba el nacimiento del Niño Dios.Los tres Reyes Magos se pusieron en marcha sobre sus camellos para llevarle al Niño Jesús sus regalos. Melchor le llevaba oro, Gaspar llevaba incienso y Baltasar llevaba mirra.Cuando llegaron a Belén, se sorprendieron mucho de que la estrella les indicase un pequeño establo. Miraron dentro y vieron a la Virgen María, que acunaba entre sus brazos al Niño Dios.Los tres reyes se pusieron entonces muy contentos, se arrodillaron y le entregaron sus regalos.

«Dios se encuentra en todos los lugares, por humildes que parezcan.»

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17 Los doce amigosCuando Jesús fue mayor, fue por todos los pueblos de Galilea predicando la palabra de Dios. Mucha gente lo seguía, y para poder predicarlos ante todos, montó en una barca de pescadores. Cuando acabó de hablar, le dijo a los pescadores que echaran las redes al mar.—Señor, no pescaremos nada —dijo uno de los pescadores, llamado Pedro. —Sí, tened fe en mí y veréis cómo se llenan las redes —respondió Jesús.Entonces Pedro y once amigos más lanzaron las redes y salieron tan llenas de pescado que no tenían suficiente fuerza para llevárselo todo. Los doce amigos empezaron a seguir a Jesús.

«Los milagros de Jesús son tales que nuestro corazón lo sigue.»

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18 Jesús y los niñosTras mucho caminar por Galilea, Jesús y sus doce amigos, los apóstoles, se detuvieron a descan-sar. Cerca de allí había gente que quería hablar con Jesús, pero los apóstoles no les dejaban pasar a ver a Jesús.Unos cuantos niños lograron escabullirse y acercarse a Jesús. Al verlo, los apóstoles los detuvie-ron y los regañaron.—No —los detuvo Jesús—. Dejad que los niños se acerquen a mí.Y Jesús se puso a jugar con los niños, pues su corazón era inocente y puro.

«Dios nos quiere a todos por igual, pequeños y mayores.»

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19 El milagro de los panes y los pecesTanta gente se había reunido alrededor de Jesús para escuchar predicar la palabra del Señor que los apóstoles se dieron cuenta de que no habría comida para todos. Cuando le explicaron aquel problema a Jesús, éste les dijo:—¿Qué tenemos?—Sólo cinco panes y tres peces.Entonces Jesús les ordenó que los repartiesen entre la gente. Y a medida que los repartían, vieron que ni los panes ni los peces se acababan, y más de cuatro mil personas pudieron comer.

«Si compartimos con los que amamos, nos parecerá que tenemos más.»

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20 El hijo pródigoUn campesino tenía dos hijos. El hijo menor le pidió dinero a su padre y se fue de casa. El hijo se gastó todo el dinero que tenía en pasarlo bien, y no ahorró nada para el día de mañana. Cuando vio que se le había acabado el dinero, se arrepintió mucho por no haber ahorrado nada. Como no encontraba trabajo, decidió volver a casa de su padre y pedirle disculpas por haber gastado tanto. Al llegar, el padre lo abrazó. El hijo mayor, al verlo, se sintió celoso, y le preguntó a su padre porque prefería al hijo menor, si éste había gastado todo su dinero.—Me importa más que tu hermano esté aquí que el dinero gastado —respondió el padre.

«Aprendamos a perdonar a la gente que nos pide perdón.»

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21 El hombre de la piscina de BetsedaLa gente de Jerusalén iba a curarse a una piscina en el barrio de Betseda. Allí, estaba siempre un hombre que no podía andar, y que no conocía a nadie que lo ayudase a llegar hasta el agua para curarse. Cuando Jesús llegó a la piscina y vio a aquel hombre, le preguntó que le sucedía.—Nadie me puede llevar hasta el agua, por lo que no puedo curarme —dijo el hombre.—Levántate y anda, pues ya estás curado —le dijo Jesús.Y aquel hombre pudo andar por primera vez en su vida, pues su fe en Jesús lo había curado.

«Teniendo fe podemos llegar a superar nuestros límites.»

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22 La resurrecciónDespués de que Jesús muriese por perdonar todos los pecados del mundo, lo enterraron en una tumba que cerraron con una gran piedra. Una mujer llamada María Magdalena, que quería mucho a Jesús, fue a la mañana siguiente a llevar flores a la tumba. Se preguntaba cómo lograría mover la piedra para dejar las flores dentro... ¡pero cuando llegó la piedra ya estaba desplazada! Encima de ella estaba sentado un ángel, que le preguntó a quién buscaba.—Busco a Jesús, mi Señor —respondió María Magdalena.—Alégrate, porque Jesús ha resucitado —dijo el ángel.

«El sacrificio de Jesús sirvió para perdonar los pecados del mundo.»

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23 La ascensión a los cielosLos apóstoles se alegraron mucho al saber que Jesús había resucitado, y se reunieron con él. Jesús estuvo junto a sus amigos, los apóstoles, durante cuarenta días más. Uno de los apóstoles, Tomás, no se creía que Jesús había resucitado, y le pidió poder tocar las heridas que había dejado la cruz en Jesús. Éste le dejó ver las heridas, y le dijo que con verdadera fe no hacía falta ver, sólo creer.Pasados los cuarenta días, Jesús se despidió de sus amigos, y fue hasta un prado. Entonces empe-zó a ascender hacia los cielos, donde se sentaría a la derecha de Dios durante toda la eternidad.

«Si tenemos verdadera fe, no nos hace falta ver para creer.»

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