01. cuento popular andino perú

Upload: azucena-salazar

Post on 11-Jul-2015

6.309 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

Per, Cuento Popular

1

Per, Cuento Popular

PER

MURO DE CONTENCIN DE UNA CALLE DEL CUZCO. LA MAYORA DE SUS HABITANTES CONSERVAN SUS COSTUMBRES Y VESTIMENTAS TRADICIONALES

IADAP: SEDE NACIONAL LIMA - PER3

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Ediciones Instituto Andino de Artes Populares del Convenio Andrs Bello Casilla 9184 - Sucursal 7 QUITO - ECUADOR

PERUIntrduccin, Seleccin y Notas Mario Razzeto

Portada: Sacha - runa Fiesta de Cotopaxi - Ecuador

4

Per, Cuento Popular

NDICEEL RELATO ORAL ANDINO 1. LOS GORRIONES 2. EL PUMA Y EL ZORRO 3. EL ZORRO Y EL SAPO 4. LA QARACHUPA Y EL UTUSHCURO 5. LA MARIPOSA NOCTURNA 6. LA WACHWA Y LA ZORRA 7. EL ASESINO Y EL PASTOR 8. EL HERMANO CODICIOSO 9. EL ZORRO, EL CNDOR Y EL CERNCALO 10. LA WACHWA Y EL ZORRO 11. LA CUCUL AGRADECIDA 12. LA LORA Y LA ZORRA 13. EL CNDOR Y EL ZORRO 14. EL PUMA Y LA ZORRA 15. EL CONDENADO 16. UKUMARI 17. EL HERMANO RICO Y EL HERMANO POBRE 18. LA AMANTE DE LA CULEBRA 19. EL NEGOCIANTE DE HARINAS 20. EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE 21. 22. 23. 24. 25. EL JOVEN QUE SUBI AL CIELO EL LAGARTO EL SUEO DEL PONGO ISSICHA PUYTU TUTUPAKA LLAKTA o EL MANCEBO QUE VENCI AL DIABLO

PAG.7 13 13 13 14 15 16 16 17 18 20 23 25 26 27 28 29 30 31 37 39 42 49 53 57 65 109 110

NOTAS EXPLICATIVAS BIBLIOGRAFA COMPLEMENTARIA

5

Per, Cuento Popular

El RELATO ORAL ANDINO DEL PER 1. Aventurarse a presentar una muestra del relato andino del Per comporta varios riesgos: en primer lugar, privilegiar reas geogrficas ms estudiadas y documentadas, no necesariamente ms productivas que otras, en segundo trmino, validar mediante la prestigiada letra impresa versiones dudosas, teidas de cierto espritu romntico; por ltimo, difundir una suerte de visin de los vencidos con criterio reivindicativo, pero desvinculada de un anlisis filolgico (puesto que se trata, evidentemente, de textos). Sin embarco, la oportunidad que implica la publicacin de una antologa del relato popular andino puede servir para subrayar algunas consideraciones recientes en torno a la problemtica del estudio de la tradicin oral en el Per. De hecho, este breve espacio slo permite una rpida aproximacin a dicha problemtica. No se debe obviar que fueron los primeros cronistas que arribaron al territorio andino en el siglo XVI quienes iniciaron con criterio discriminador, por cierto el registro de la memoria de la sociedad dominada por los Incas. Se sabe que los primeros observadores aprendieron con presteza la lengua de los vencidos, el quechua, y que, andando el tiempo, el virrey Toledo dispuso en 1.577 que la Universidad de San Marcos contase con una ctedra de lengua general de los indios. As fue posible, desde los inicios de la colonizacin, la intermediacin7

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

cultural y, por lo tanto, la criba de textos presuntamente peligrosos o sustentadores de una otra identidad. Casi todos los cronistas registraron canciones, mitos, relatos y leyendas a los que aplicaron una lectura fatalmente etnocentrista. Por otro lado, casi simultneamente, el Inca Garcilaso de la Vega y Guamn Poma de Ayala recogieron mediante la nostalgia de una Arcadia perdida, el uno, y golpeado, el otro por el horror textos que mostraban la riqueza potica, el deslumbrado regocijo y la potencia creadora de un mundo ahora aplastado por la desestructuracin social y econmica. Adems, fueron estudiosos espaoles quienes vertieron en el cdigo escrito las primeras gramticas y lexicones (Fray Domingo de Santo Toms ya publicada, en 1.560, en Valladolid, dos obras de esta naturaleza). De all en adelante, las lenguas vernculas del Per se convirtieron en focos de atencin permanente. No obstante, la puesta en valor de la tradicin oral sustentada en el quechua se encontraba muy lejos de establecerse. Singularmente (valga como ancdota), el primer libro impreso en el pas y en Amrica del Sur fue una Doctrina cristiana para instruccin de los indios traducida en las dos lenguas generales destos reynos quichua y aymara, gracias a la prensa que trajo desde Mxico el italiano Antonio Ricardo.2.

En 1.966, el Museo Nacional de Historia y el Instituto de Estudios Peruanos aportaron lo que, para muchos estudiosos, constituye un documento valiossimo: la edicin de una narracin quechua recopilada por un clrigo doctrinero nacido en el Cusco en 1.573, Francisco de Avila, con el ttulo de Dioses y hombres de Huarochir. La traduccin al castellano fue asumida por Jos Mara Arguedas, infatigable expositor de la cultura andina, lo que nos permiti asomarnos al universo de un pequeo valle interandino. Es probable que la visin catlica del autor del relato haya contaminado el texto original. Pero lo importante es que se trata de un registro vivaz, en la lengua de los informantes, de los mitos de Huarochir, que justificara la extirpacin de idolatras en8

Per, Cuento Popular

la regin. A partir de entonces, la atencin hacia la tradicin oral se reforz palmariamente, dejando tras de s, como ensayos aproximativos y asistemticos, los trabajos de Adolfo Vienrich y de los folkloristas de los cuarenta primeros aos del siglo. Sin embargo, la tarea de stos no ha sido, en modo alguno, menor. Antes bien, se impuso como una suerte de consigna indigenista, permeada en ocasiones de cierto herosmo. Jorge A. Lira, Efran Morote Best, Arturo Jimnez Borja y el propio Arguedas indagaron, entre otros, en las abruptas serranas, con utensilios elementales solicitando informantes, documentando dificultosamente algunos textos. Inclusive un eminente historiador como Jorge Basadre public en Pars, en 1.938, un volumen titulado Literatura inca que recoga canciones, narraciones y obras teatrales que indudablemente motivaron a nuevas generaciones de estudiosos a atender esa urdimbre cultural. Hoy en da, historiadores, antroplogos, socilogos, lingistas y fillogos registran, con un instrumental ms sofisticado, textos de la tradicin oral andina. No obstante, an est por realizarse un estudio sistemtico de dicha tradicin, si bien ya existen indicios aproximativos en los trabajos de Enrique Bailn Aguirre, Hermis Campodnico, Hugo Neira, Ricardo Valderrama y Carmen Escalante, Rosaliml Gow y Bernab Condori. En algunos de estos trabajos se entrecruzan la visin cientfica y el testimonio in situ, la codificacin y el desmontaje analtico que ya anuncian a la par que los estudios de textos en otras lenguas difundidas en el territorio peruano la formulacin de una filologa andina. 3. Por lo general, existe una mayor documentacin de canciones y poemas que de relatos. Es probable que la razn estribe en que la recopilacin de relatos exija una dedicacin ms acuciosa (y ms detenida) por parte del investigador. Dado que los textos poticos se in sertan, en su gran mayora, en rituales mgicoreligiosos y acompaados por la msica, el registro ocasional se facilita gracias a la grabadora magnetofnica, decodificado posteriormente en el laboratorio. Pero, todo indica que en la actualidad existe una ferviente avidez por el trabajo9

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

de campo en busca de relatos, mitos y leyendas, habindose extendido el inters hacia otras reas, como lo demuestra, por ejemplo, la joven investigadora Cecilia Blondet, quien desarrolla un proyecto en la zona del Alto Piura en donde su equipo est registrando la historia (oral) de los pobladores. Adems, en la dcada reciente ha arreciado la atencin hacia la tradicin oral debido a la pujante actividad de instituciones como el Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolom de las Casas, en el rea del Cusco, que ya ha divulgado textos fundamentales, a la par de la tarea sostenida del Instituto de Estudios Peruanos, a los que se suma, a partir de este ao, el Instituto Andino de Artes Populares. 4. En definitiva (y en pocas palabras), se trata de testimoniar los elementos de una identidad cultural. El proceso es lento, incipiente, y an est desbrozando sus primeras fases en una perspectiva de rigor cientfico. Documentar textos en las condiciones actuales implica la utilizacin de recursos restringidos, incluidos los que algunas universidades destinan a la investigacin. As, pues, la problemtica reside en que no habr posibilidad de definir con solidez los rasgos de la cultura andina si no se cuenta con una pormenorizada codificacin de los textos que, a pesar del sistema de dominacin existente, se transmiten en el mbito oral. No obstante la indetenible desestructuracin inherente a dicho sistema, el hombre andino ha defendido, gracias a su densidad histrica, su cultura. En medio de la occidentalizacin progresiva de su entorno, amenazados por la contaminacin de otros discursos, los textos que perviven hacen posible reconocer un entramado culturalmente consistente. Por otro lado, el estudioso de hoy deber enfrentarse a diversos requerimientos: en primer lugar, dominar el quechua (conocimiento indispensable) a fin de realizar un registro detallado. En segundo tr mino, intentar el rastreo, mediante sistemas comparativos, de las for mas originarias. Luego, detectar las contaminaciones y los prstamos. Posteriormente, definir en lo posible lmites equivalentes a las isoglosas con el objeto de detectar el grado de irradiacin de determinados tpicos, as como los conflictos propios de su difusin. Adems, aplicar una metodologa que permita precisar las funciones de los relatos (si10

Per, Cuento Popular

se parte de Propp) o formular nuevas aproximaciones (como las de la semitica actual), a fin de decodificar su discurso. Finalmente, promover la publicacin de textos en ediciones bilinges que, eventualmente, ayuden a consolidar la historia (y la imagen real) del mundo andino. 5. Los relatos que integran esta seleccin son, bsicamente, fbulas y cuentos. En las versiones de todos ellos se advierte si se efecta una lectura atenta diversas formas de castellano. Esto se debe a que los transcriptores han utilizado la norma culta operante en diversas pocas, que abarcan desde 1.906 hasta nuestros das. Por esa razn he revisado cuidadosamente los referidos textos y he impuesto algunos cambios, pero slo en el plano de la puntuacin, a fin de no afectar su frescura original. Salvo en los textos que me transmiti don Joaqun Lpez Antay, en todos los dems, documentados en libros, existe una serie de problemas. Por un lado, en algunos casos la traduccin ha permitido al recopilador introducir matices innecesarios y, a falta de los textos originales en quechua, no he podido comprobar el ajuste de las traducciones. Por esa razn, he reformulado ligeramente algunas oraciones o frases con vistas a facilitar la lectura, evitando alterar su sentido. Valgan verdades, en los textos recopilados y traducidos por Jos Mara Arguedas sorprende la transcripcin de la atmsfera (o el calor) del quechua, debido probablemente a su excepcional experiencia bilinge y a su articulacin (conflictuada) de dos mundos. No he querido detenerme en un anlisis que, dadas las limitaciones del espacio sealado por los editores, habra restado pginas a los propios relatos. A pesar de ello, la seleccin puede parecer breve. En todo caso, pienso que se trata de una muestra representativa. Fundamentalmente, los textos proceden de la sierra central y sur del Per, sin que esto signifique que all radique lo mejor o lo ms puro. Difcilmente se puede hablar en el Per de hoy de espacios no afectados por la occidentalizacin. En ese sentido, inclusive estos textos reflejan el grado de penetracin de formas, cdigos, maneras y conductas occidentales. No obstante, en su dimensin ms ntima, todos los textos revelan el proceso que11

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

ha atravesado el hombre andino, pleno y vital a pesar de su agnica resistencia. Finalmente, he aadido una breve bibliografa que agrupa algunos de los trabajos ms tiles para los lectores de los pases que integran el Pacto Andino a quienes se dirige, bsicamente, este volumen, a fin de que puedan complementar, con obras de diverso signo y orientacin, la imagen que emerja de la lectura de estos relatos quechuas.Mario Razzeto Lima, noviembre de 1.982

12

Per, Cuento Popular

1. LOS GORRIONES Un muchacho travieso trep a un aliso y cogi un nido de gorriones. La madre de los pjaros que lo ve, da voces al macho avisndole: Oye!, mira a nuestros hijos an desnuditos se los lleva ocultndolos bajo el poncho! Ay hijo! Hijo mo! Qu importa! Deja que se los lleve. Todava hay semilla! Ah, qu pena! iNo digas eso!, porque darlos a luz cuesta trabajo y dolor As son todos ustedes, los hombres!

2. EL PUMA Y EL ZORRO Atrap una hermosa llama un puma, y despus de hartarse enterr el resto para su cena. Un zorro que lo estaba acechando, no bien lo vio partir, descubre el tapado e hizo un opparo desayuno con la reserva del puma. Este, que regresa cuando el Sol daba sus ltimos chisporroteos, se pone rabioso al encontrarse con que haba desaparecido su comida, y vase en pos del ladrn. Vagando sin rumbo, dio con un zorro profundamente dormido. El bufn puma, a fin de interrogarle por el hurtador, quiso despertarlo. Form un manojo de pajas, con el cual se puso a cosquillarle el hocico. El zorro, en la creencia de que se trataba de moscas, las ahuyentaba con el rabo, prorrumpiendo socarronamente: Afuera moscas, que acabo de arrebatar su presa al len!. As se descubre al puma, que cogindole por el cuello castig su osada, estrangulndolo. El jactancioso hablador por su boca se condena

3.EL ZORRO Y EL SAPO Como yo nadie corre: acaban de perseguirme cinco rangalidos perros y me veo aqu como si tal cosa hubiera acaecido! Qu sera de ti en un percance anlogo al que acabo de pasar? decale el zorro a un sapo. Seor zorro, es preciso no ser tan jactancioso ni alabarse tanto, que, acaso, me atrevera a apostarle una carrerita.

13

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Desgraciado! T no haces otra cosa que saltar en el mismo sitio y no avanzas. Se burlaran de m al verme disputando a correr contigo. Pero voy a darte gusto quitndote de la cabeza tan descabellada pretensin, a fin de que te infles menos cuando gritas. Ah seor orgulloso! Yo grito en verdad, pero vos ladris. Qu diferencia existe en nuestra voz! A m me conocen y no me huyen; pero quin no se ahuyenta, cuando car... car! vaga Ud. por lomas y quebradas? Ah demonio de carcaria alabancioso! Djate de insultos que entre personas decentes se arreglan las diferencias con buenas palabras. Ests dispuesto, seor volador, a portarte? Si es as, hasta maana. Al da siguiente se present el sapo con un hermoso perro llamado Yanajaracha como juez y el zorro suplic a un Agroi* le sirviera de testigo. Dada la voz de partida, el zorro sali a todo escape por sobre las yerbas y malezas; pero no bien haba recorrido un corto trayecto cuando oye que gritan huac! Se me ha adelantado el sapo, murmuraba el zorro y apura; mas un nuevo huac! y otro y otro ms, y segua el huac! huac! del sapo, hasta que sin alientos lleg a la meta, donde le repeta: huac! Avergonzado el zorro confes la partida, excusndose con que se le haba enredado las piernas en las yerbas; pero que era otra cosa tratndose de correr cerro arriba. Cmo sucedi eso? El astuto sapo haba apostado en toda la travesa de trecho en trecho a manera de chasquis a sus compaeros ocultos bajo la yerba, con la consigna de dar la voz a medida que notaran se iba aproximando el zorro. Para un zorro sabiondo hay un sapo malicioso

4.LA QARACHUPA Y EL UTUSHCURO Caminaba distrada una qarachupa, cuando repar en un utushcuro, triste y abatido, que presa de hambre iba jadeante, arrastrndose penosamente por entre las malezas de un matorral. * Ave de rapia que no se alimenta sino de sapos y culebras; por otros nombres conocido, como dominico, alluy.

14

Per, Cuento Popular

Oruguita, a dnde vas? preguntle la muca. A roer la raz de las yerbas respondi con voz apagada y trmula. Pas el invierno con sus hielos y sequas, sus inclemencias y rigores; vino la primavera con sus lluvias y rocos, sus flores y sus frutos. Volvironse nuevamente a encontrar los camaradas, y ya con la cabeza erguida e inflado de orgullo, el irascible gusano deslizbase infatuado por entre las caas y mazorcas de un tupido maizal, sin dignarse mirar a la qarachupa, que, sorprendida por ese cambio y extraada de tanta arrogancia, le interroga: Seor gusano, a dnde se est Ud. yendo? Irguindose an ms la enfurecida oruga contest altanera y con mucho nfasis: A comer corazn de choclos negros! Y tanto y tanto se irgui el guapo utushcuro, que alcanz a divisarlo un chiwaku* y se lo devor. As hay hombres que en la adversidad se arrastran humillndose; pero, cuando llegan a poseer algo, se yerguen altivos y soberbios, olvidando lo que fueron. Por eso, nios mos, para no correr la desastrosa suerte del utushcuro, es menester conservarse siempre humildes y modestos.

5. LA MARIPOSA NOCTURNA Viva un matrimonio feliz con el primer fruto de sus amores. El esposo emprenda sus viajes dejando a su mujer anegada en llanto, pasndose las noches en vigilia, hilando. Una noche, desvelado, el nio pregunta a su madre: qu era aquello que revoloteaba a su alrededor y que le hablaba? La madre por toda contestacin le dice: Es mi amante, mi carioso compaero que viene a hacerme compaa. Regres el marido en momentos que haba salido su mujer y se puso a conversar con el hijo e interrogarle por lo que haca la madre durante las noches de su ausencia. El

* Pjaro insectvoro, especie de tordo o zorzal

15

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per chicuelo le refiri que vena su amante todas las noches, que se hallaba despierta hasta muy tarde, hilando, y que hablaba con l. Apenas hubo escuchado se fue a su encuentro, y desbarrancndola le dio muerte. Cierta noche que taciturno con su recuerdo contemplaba absorto la luz encendida, de pronto el muchacho se pone a gritar: All est el amante de mi mam, el que la acompaaba, sealando la mariposa que sola venir cuando su madre velaba. Inmediatamente se dio cuenta del error en que haba incurrido y presa de desesperacin muri de pesar. 6. LA WACHWA* Y LA ZORRA Preguntaba a la wachwa una zorra el por qu sus hijuelos tuvieran las patitas coloradas. Sabrs que yo acostumbro ponerlos sobre las brasas, y el fuego se las enrojece. Hizlo as la zorra, que deseaba para sus hijos patitas encarnadas y los infelices cachorritos sucumbieron, no dejando ms recuerdo que sus cenizas. Encolerizada la zorra, buscaba a la malvada wachwa; pero sta, que lo vio venir, puso a las espaldas sus polluelos y de un vuelo cay al otro lado del ro. As se libr de la zorra poniendo el ro por medio, mientras sta buscaba un paso, en la imposibilidad de vadearlo. Esto nos ensea que debe uno estar satisfecho con aquello que la naturaleza le otorga.

7. EL ASESINO Y EL PASTOR Viajaba de noche un hombre por las punas, sin ms compaa que la de su hermoso perro. Entretvose ste conversando con un acroi, en tanto que aqul, ajeno a todo cuidado prosegua su camino. De pronto sale de una cueva un malhechor y lo detiene para matarlo. Le rog no le hiciera dao; y, finalmente, como se mostrase inflexible a sus splicas, acab por pedirle le concediera la gracia de entonar su cancin de despedida. * Ave parecida al ganso

16

Per, Cuento Popular

Otorgsela, y comenz as en alta voz: Uchucachi, ya no volver a verte Uchucachi, ya no te probar! Uchucachi, no condimentars mi comida! Uchucachi, te extraar mi fiambre! Uchucachi, adis, adis para siempre! Uchucachi, que ste era el nombre del perro, al escuchar la llamada angustiosa de su amo, vol como el viento, librndole de manos del asesino, al que cogi por el cuello y lo estrangul.

8. EL HERMANO CODICIOSO Habitaban la misma casa dos hermanos: un rico y otro pobre, con sus respectivas mujeres e hijos. Un da que el rico con muchos convidados festejaba el cortapelo de uno de sus hijos, se asom el pobre. Lo ve uno de sus invitados y pregunta: No es este tu hermano? Por qu no le haces pasar? Ese es un domstico. Oylo el pobre; lleno de afliccin por el desprecio que de l haca su hermano, decidi abandonarlo y se fue como de costumbre en busca de chicash, nico alimento con el cual sustentaba a su familia. Detvose en la puna a descansar sobre una eminencia, lamentndose de su mala fortuna, cuando oye que sta le hablaba, consolndolo e indicndole siguiera un camino que le conducira a una gran cueva y que llamara. Sigui las indicaciones de la pea hasta la cueva, donde encontr a un anciano venerable, el que le dio una piedra, dicindole que se regresara con ella, sin desprenderse nunca. Caminaba de prisa, pero una noche lbrega le impidi proseguir su marcha. Busc refugio en una cueva, para pasar la noche, con su piedra a las espaldas. Le era imposible conciliar el sueo por el hambre y el pesar; nuevamente quejbase de su fatal destino, cuando dormitando escuch este dilogo entre la pea, la puna y la pampa.

17

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Preguntbale la puna a la pea por qu lloraba ese hombre. El pobre llora porque su hermano rico lo ha despreciado. La pampa interrogaba por su parte: De qu se queja ese infeliz? De su hermano rico que lo tiene muerto de hambre responda la pea. Pues entonces yo le dar mazamorra de maz blanco. Y yo dice la cueva, de maz morado. Y yodice la pea, de maz amarillo. Despierta sobre saltado y se encuentra con tres ollitas, las que devor, procurando sobrar un poco de cada una, para su familia. Y se qued profundamente dormido. Al amanecer, disponase a continuar su marcha, pero le fue imposible levantar el atado por su enorme peso; lo descubre, y no sin sorpresa nota que la mazamorra de maz amarillo se haba convertido en oro; la de maz blanco en plata y la de morado en cobre. Dej enterrada: una parte y marchse contento a su casa, donde refiri a su familia lo que le haba acontecido. El rico, al descubrir que su hermano haba enriquecido bruscamente, le acus de ladrn. Para comprobar su inocencia le cont todo lo que le haba sucedido; relato que no hizo sino despertar su codicia, y esa misma noche se encamin a la cueva donde el anciano, recibi la piedra y quedse dormido. Le dio cuernos la pea, la pampa pelos, y la puna rabo, con los que al despertar qued completamente transformado. Llega a su casa, lo desconoce su mujer, que le echa los perros. Desde entonces, trocado en venado va hudo por las pampas y las punas.

9. EL ZORRO, EL CNDOR Y EL CERNCALO A un zorro oletn, conocido como el perrito de toda boda, le dieron la noticia de que se preparaba una gran festividad en el cielo y, en su porfiado empeo de husmear, se encamin en busca de su amigo el cndor para que lo condujera all. Llegado que hubo a la madriguera de su compaero de rapia, muy corts y reverenciosamente le dice:

18

Per, Cuento Popular Compadre! Plceme saludarlo y a su vez rogarle me lleve al cielo, adonde he sido invitado para tocar la guitarra en la gran fiesta. El cndor, que le deba favores, le contest: Con muchsimo gusto le servir de rocinante: pero usted me remunerar con dos llamitas tiernas, porque tan gordo como est usted debe pesar mucho. No solamente dos, compadre, sern cuatro. Cerrado el convenio, el cndor echse a cuestas a su compadre, recomendndole se abrazase bien y cogiera la vihuela con los dientes. Emprendieron el vuelo dejando abajo rboles y cerros hasta perderse en las nubes. Hendiendo ufanos los aires, llegaron a las puertas del cielo, que se abrieron a los golpes del zorro. Sorpendise el portero al encontrarse con semejantes huspedes en aquellos parajes, y preguntles la causa de su presencia en ese lugar, a lo que repuso el zorro ser un eximio msico y haber venido con el exclusivo objeto de alegrar a los espritus. No dej de hacerle gracia al viejo la peregrina ocurrencia, invitndolos a que pasaran adelante. Conducidos ante el coro de los espritus, el zorro principi a dejar or los preludios de un pasacalle, lo que hizo que los espritus soltasen la risa a caquinos. Como en ninguna parte faltan bromistas, a uno de los tentadores se le ocurri emborrachar al msico. Entusiasmado ste con la buena chicha, la fiesta pas de punto y el zorro, borrachito, comenz a zapatear al son de la guitarra, entonando con voz meliflua la copla siguiente: Arrmate rechinante para que pase el llanque, y tenga ancho campo adonde extender el poncho. Ebrio el zorro, pona odos de mercader a las instancias del cndor para regresar; por lo que, aburrido, ste levant vuelo y se vino a tierra. Al despertar el zorro se vio solo en esa inmensidad, sin su querida vihuela, que le haban hurtado. Acongojado y temeroso comenz a llamar y dar gritos conmovedores; pero en vano. Recorra de arriba abajo y de un lado a otro esas extensas praderas sin ser viviente, en donde slo creca paja. Desesperado, no pensando sino en la muerte y qu muerte! de hambre!, se le ocurre que con la paja podra fabricarse una gran soga y descolgarse por ella.

19

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Dicho y hecho; en poco tiempo torci una soga de inmensa longitud que estim suficiente para alcanzar tierra; at un cabo al cerrojo de la puerta y arroj el resto, comenzando su peligroso descenso, alegre y satisfecho de haber encontrado el medio de salir con vida de ese desierto. A medio camino tropez con un cerncalo muy atrevido que comenz a revolotear a su alrededor rozndole el hocico con las alas y con tono petulante a interrogarle? Y compadre, cmo le ha ido en la mansin celeste? Infatuado el zorro de haber bailado en el cielo, con mucha prosa se le encara: Desde cundo un rangalido como t, un tan feo avechucho, puede ser compadre de un caballero? Amostazado, el cerncalo le respondi a su vez: No son caballeros aqu ni abajo los ladrones de gallinas, hermanos del zorrillo pestfero, Cmo puedes t nunca equiparar al que cruza libre los aires con los que van al cielo a roer huesos?. Gru de rabia el zorro, lanz su imprecacin altamente denigrante para el cerncalo que, lleno de ira, la arremeti con la soga a picotazos, y la cort; mas el fatuo zorro, a pesar de hallarse en peligro, segua insultndolo: Nariz torcida! Nariz de cuerno! Cuidado con cortar la soga!. No bien siente el zorro que la soga se arranca y se haca ms vertiginoso su descenso, comenz a dar voces pidiendo le tuvieran misericordia y le tendieran paja o mantas para recibirlo y evitar se estrellase. Nadie escuch. Y fue tan rpida su cada que antes de que percibieran sus alaridos estaba en tierra hecho aicos. Triste fin el de todos los presuntuosos y palanganas: suben en alas de amistad y mueren aplastados si se les deja a su propia suerte!.

10. LA WACHWA Y EL ZORRO Donde hay uno bueno, hay otro mejor Un zorro muy hermoso, de poblada cola y afiladas uas, con ms astucia que un gaviln hurt quinua y trigo de un tendal, con el que arm una buena trampa, en cuyas redes cayeron innumerables avecillas. Introdujo a todas dentro de un costal de jerga y llevselas vivitas a su prole, para adiestrarla en el arte de la cacera al vuelo.

20

Per, Cuento Popular Caminaba taciturno y encorvado por tanto peso hasta que, no pudiendo ms, a media jornada, resolvi deja la carga en casa de su comadre espiritual, una seora alta y bien parecida, de plumaje blanco y pata colorada, moradora a orillas de una gran laguna. Entablse entonces el siguiente dilogo: Comadre wachwa, te dejo esta carga para que me hagas el favor de guardrmela hasta mi regres; pero sin tocarla; ser un favor que te lo agradecer en el alma. Compadre zorro, no tengo inconveniente en servir a un tan apuesto e inteligente caballero. Dio las gracias el zorro y parti alegre, dejando el saco. Sola la wachwa, curiosa como buena mujer, desata el nudo que aseguraba el saco y zas ...! Oh sorpresa!, empluman un gran frailesco, gaviotas, zorzales y gorriones, y toman las de villadiego. Desaforada la wachwa, a aletazos pretenda impedir la fuga; pero fue en vano, porque ninguna qued. Jams wachwa alguna se vio en trance tan amargo. Daba graznidos y extendiendo sus pesadas alas corra desalentada de un sitio a otro, lamentando su desgracia y pensando a la vez en la venganza que tomara el astuto de su compadre. Pasado su aturdimiento le vino una feliz inspiracin y se decidi a ponerla en prctica, llenando el saco de espinas que cuidadosamente cubri con yerbas y otras malezas. Al crepsculo, cuando el Sol majestuosamente comenzaba su descenso tras las colinas, regres el zorro, y como no estuviera presente la comadre, chase a cuestas su carga, y marcha en direccin a su cueva. Ms siente sumamente pesado el saco y, sobre todo, que le pinchan los lomos; pero soporta impasible los hincones, con la ilusin de que poco le falta para llegar a la casa, donde tomar suculenta cena en unin de la seora y sus cachorritos. Caminaba corcoveando con su carga y exclamando: Ay! cmo me hincan las uas de los pajaritos, Ay cmo me punzan las patas de los pajaritos!. Impacientes por su tardanza, le esperaban en el dintel de la cueva la zorra y sus hijuelos

21

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

que, al verle, locos de contento saltan, brincan, se aparragan, se revuelcan, y la muy seorona muellemente recostada lama y relama llena de satisfaccin a su afilado hocico. El fatigado zorro siempre gruendo exclamaba: Ay, cmo me punzan las patas de los pajaritos!. Lleg a la feliz morada y, cual una avalancha, preciptanse sobre el magnfico presente madre e hijos para aligerar tamaa carga; pero retroceden cariacontecidos al contacto de las uas de los pajaritos. El zorro, ensangrentado y muerto de cansancio, arroja su carga al suelo, ordenando antes se coloquen en acecho en la entrada para evitar la fuga de las palomitas y gorriones, y se abalanzasen a su voz de mando. Vaca el saco y a la voz de orden lnzanse sobre la yerba que lo cubra, pero oh dolor!, qu chasco! no haba tales zorzales ni palomitas, slo enormes matas de espinas llevan prendidas en eI hocico y manos. Quedaron desconcertados y dando aullidos lastimosos y enternecedores. Pasaron la noche, hambrientos, doloridos y heridos, relamindose el hocico, lamentndose de su mala fortuna y de su negra suerte. Caviloso el zorro, pens en vengarse; mas no regresa en el momento, temeroso de no poder dar caza a la comadre para castigar tan inicua broma sino que, pasados los das, se present en las cercanas de la casa de la comadre, jurando interiormente comrsela en unin del ahijado. Pero sta no bien distingue al compadre, de un vuelo se precipita a la laguna, en la que, tal era su miedo, no se crea todava segura y dando zambullidas se internaba hacia adentro. El muy resabido del compadre le deca a gritos que haba regresado con otro encargo para suplicarle se lo guardase y le juraba, por el santo bautismo de su hijo, no le guardaba rencor ni tomara venganza por la broma que le haba jugado. La wachwa, que en ms de una ocasin haba escapado con vida de las caricias apetitosas del compadre , no dio crdito al tono hipcrita de su socarronazo compadre, sino que segua nadando y zambullndose, y cada vez ms adentro. Desconcertado y violento, el zorro propsose desaguar la laguna y dio comienzo a su tarea: con patas y hocico rasguaba el suelo, resuelto a abrir una zanja; pero pronto hubo de renunciar a su temerario empeo porque se le gastaron las uas y lo acometi el cansancio. Piensa en otro medio y, como la clera lo ciega, resuelve beberse toda el agua de la laguna, y bebe; pero bien pronto se convence que el agua se le sala del mismo modo

22

Per, Cuento Popular que entraba, as que se decide a taparse el ano, para lo que coge una coronta y se tapona. Obstrudo el canal de salida, loco de furia, con ms ardor bebe y bebe el agua, sin meditar que esta nueva zorrada le va a ocasionar la muerte, porque inflndosele el vientre revienta como una vejiga llena de aire. En sus agonas prorrumpa en lastimeros ayes y tiernas imprecaciones, que el eco repeta: Wachwa, wachwa de pata colorada!, todava me hincan las uitas de los pajaritos, ay, ayl, me punzan las patas de los pajaritos!.

Hermoso aplogo que nos ensea que nunca debemos ejercitar venganza, y que la clera es muy mala consejera.

11. LA CUCULI AGRADECIDA Dos muchachos de mala ndole, acostumbrados a martirizar a los animales, fugaron del hogar, llevando consigo al menor de sus hermanos con engaos y halagos, en la esperanza de librarse del trabajo de la chacra y de ayudar a sus ancianos padres, viviendo en la vagancia y ociosidad. Viajaban a toda prisa, temerosos de que les dieran alcance, y colricos por no poder alargar las jornadas cortas que hacan a causa del chicuelo siempre retrasado. Fatigronse a su vez; agotadas las provisiones y sin rumbo, muertos de hambre, y extraviados en la puna, se pusieron a descansar. Lanchi, que ste era el nombre del chicuelo, arrepentido de haber cedido a la seduccin, quedse profundamente dormido. Tramaron los perversos la manera de deshacerse de ese estorbo que les consuma el fiambre y los traa mortificados con su llanto y los ruegos para regresar a la casa. Haba llegado la oportunidad de poner en prctica sus designios y concertaron los medios para desembarazarse de l. El ms desalmado opinaba por matarlo porque, deca, as no avisar ni habr quin gue a nuestros perseguidores. El otro, optaba porque mejor sera quitarle los ojos, y comrselos en seguida. Vacilaban en la eleccin, cuando Yahuar, veloz como el rayo, se abalanz y sujetando fuertemente las manos contra el suelo, doblaba la rodilla en el cuello, aseguraba la inmovilidad del chico. Despierta ste desesperado y haciendo esfuerzos intiles pugnaba por desasirse de su hermano que, airado y furioso, le estrechaba ms y ms.

23

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

La pobre criatura con la faz amoratada, vultuosa la cara, crdenos los labios de asfixia, dejaba escapar roncos estertores que partan de un pecho anheloso, pugnando desesperado por rechazar la sofocadora opresin. Aterrorizado, con las ansias del ahogo, las rbitas inyectadas precipitbase de sus cuencas; asegurado como estaba, salta el otro hermano con la mirada torva, crispados los dedos, y as como el buitre que con su corvo pico arranca los mortecinos ojos velados por el temor del agonizante corderito preso entre sus garras, as se Ios coge, los retuerce, los desgarra y se los arranca, feroz, cegndole para siempre. Ms crueles que jaguares, no se conmovieron ante los desgarrados alaridos de su vctima, ni les inquiet a los verdugos la vista del horripilante espectculo; en su frentico delirio de sangre, cual voraces fieras, devoraron los despojos palpitantes todava, como para borrar la imagen de su horrendo crimen impreso en la dilatada pupila del espanto. Mudos, sin remordimiento, presurosos se alejaron los monstruos, perseguidos de sus ttricas sombras. Taciturno ante la magnitud de su sufrimiento, yerto, exnime, yaca el desgraciado huerfanito, teida la piel de sangre que borbotea a travs de las hendiduras de los prpados, contrados por el dolor, como el agua que a borbotones mana del arroyo por entre las grietas de la resquebrajada pea. Rompe el sepulcral silencio, los melodiosos acentos de un corazn tierno a su quebranto, cantando: Urpay. . .cucuy. . . tanran! Urpay. . . cucuy. . . tanran! Se incorpora, ciego y desamparado, vaga, a tientas dirige sus vacilantes pasos hacia donde resuenan esos ecos de simpata a sus ayes de dolor, y tropieza con un queual, de cuya cima parta esa llamada cariosa, esos suspiros a su soledad y abandono. Abraza el rbol con fruicin; trepa el cieguito y coge a la cucul enredada en su nido que, al sentirse prisionera, implora perdn: procura desarmarlo con sus ruegos a fin de que no la sacrificara y sollozante le dice: Qu mal te he causado? Soy acaso como los hombres que entre hermanos se destrozar y se matan? Sultame; te consolar en tu afliccin con mi arrullo: Urpay. . .cucuy. . .tanran! Urpay. . .cucuy. . .tanran! Movido a compasin, dejla en libertad, suplicndole le sirviera de lazarillo hasta poder aplacar el hambre y la sed que le atormentaban. Pasmada la tortolita de haber hallado corazn en un hombre y misericordia en un nio, ofrecile unos polvitos blancos con los que debiera cubrir sus heridas; dos cristalitos

24

Per, Cuento Popular de yeso, redondos, para rellenar las oquedades, y un palito con el que deba azotarlas todos los das. As lo haca, y poco a poco, las tinieblas se le hicieron luz; y vio el Sol!, fanal perpetuo suspendido en lo alto, que ilumina eternamente el mundo. Agradecido por tan inesperado beneficio, de rodillas, levantadas las manos al cielo no saba qu hacer con la cuculicita. Ahora, llvame contigo; no me prives de la libertad, que todos los das cuando la estrella matutina huya a esconderse, te llamar: Urpay.. .cucuy.. .tanran! Urpay. . .cucuy.. .tanran!

12. LA LORA Y LA ZORRA Anhelosa una zorra por conocer la luna, rog a un cndor le colocara una soga por la cual pudiera llegar hasta ella. Trepaba, mirando a todas partes, ufana de poder transportarse hasta la Mama Luna, cuando escuch que alguien se rea: Ja, ja, ja! i ja, ja, jal. Quin ser aquella disforzada que as se burla de m? Cruzaba el espacio, pesadamente, una lora lanzando sus chirridos, a los que los tomaba la zorra por mofa; encolerizada, contesta a su vez; Ociosa lora! lora patituerta! Quin eres t para burlarte de m? Segua iJa, ja, ja! la lora, en tanto la zorra colrica la insultaba: Lora poltrona! ociosa lora!. Rabiosa la lora, al verse ofendida, se abalanz contra la soga y la cort. Desesperada, la zorra caa por entre las nubes pidiendo a gritos la recibieran en mantas; pero como nadie la escuchara, la infeliz se estrell en tierra.

25

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

13. EL CNDOR Y EL ZORRO Discutan acaloradamente un zorro y un cndor sobre sus fuerzas y aptitudes respectivas para desafiar la inclemencia de las punas. Hablas de resistencia decale el cndor al zorro cuando te veo acurrucado y hecho un ovillo los das lluviosos, encerrado en la cueva, t y tu prole, royendo huesos y pereciendo de hambre? Y vos, cofrade, a quien ni se ve, sumido en su escondrijo empollando como una gallina clueca, cree ser ms capaz que yo? Para m replic el cndor con tender un ala y cubrime con la otra me basta, en tanto que t. . . Yo?. . . en mi cola llevo abrigo y proteccin. No pudiendo convencerse con razonamientos, como sucede casi siempre que se disputa, acordaron apelar a los hechos. Pues bien arguy el zorro vamos a quedarnos toda una noche al raso, soportando la intemperie, con una condicin: el que se retira pierde la apuesta y ser pasto del que permanezca en pie. Aceptado! pero tempestuosa ha de ser agreg el cndor. Choca, exclam el otro. Y fijaron plazo. Llegada la estacin de las tormentas, cierto da en que nubes grises se amontonaban como torbellinos de humo, fuese volando el cndor en busca del zorro. Comenz, luego, una furiosa tempestad: los relmpagos difundan destellos iluminando el firmamento, y los rayos, uno tras otro describieron tortuosos zig-zag, rasgaban las nubes y estallaban con fragor sobre las cumbres, cuando el cndor, al resplandor de un relmpago, descubre a su contrincante, erizados los pelos y desprendiendo chispas, aprestndose a huir, pero detinese a la llamada y, quieras que no quieras, hubo de aparejarse para dar cumplimiento a lo pactado. Llova a cntaros, rotas las nubes se precipitaban como cataratas desprendidas de lo alto y torrentes de agua inundaban el campo, cuando ellos fieles al convenio disponanse a pasar la noche de claro en claro, anhelosos de que asomase la aurora.

26

Per, Cuento Popular De pie el cndor sobre un montculo, sin muchos prembulos, extiende l desnudo cuello y levantando el ala, introduce su encorvado pico dentro de l. A su vez, el zorro, aparragado en el humedecido suelo, oculto el hocico entre las patas, arrebujbase como poda, guarecindose bajo su copioso rabo. Mientras el impasible buitre desafiaba la lluvia que chorreaba y resbalaba por su reluciente y apretada plumazn, al desventurado zorro empapbale el ya estropeado pelaje, infiltrndose sin reparo aun por sus punteagudas y rgidas orejas. Remojado su encallecido pellejo, que ha tiempo el fro le tena como carne de gallina, sin rehuir, herido en su amor propio, mantenase firme en la lid. Prorrumpa de vez en cuando en lastimeros aullidos: Alala (Ay que fro!) y con voz ms desfalleciente gema: Alala (me muero de fro!) . . . A. . . la. . la.. .. . .! Huarara, responda jactancioso el cndor y pasada la noche, el alado rey, yrguese, arruga el penacho de su coronado pico y purpreo cuello, sacude su alba cola y renegrido manto, y con paso imponente dirgese adonde haba dejado a su rival, el que, aterido y yerto, yaca sin vida. Triste fin de los presuntuosos obstinados!

14. EL PUMA Y LA ZORRA Haba helado tanto que un pobre puma yaca tiritando de fro al pie de una loma cuando acert a pasar una zorra describiendo piruetas en el aire para entrar en calor. Detinese y le dirige la palabra. Oye compadre!, ya que estamos friolentos, vamos a calentarnos azotndonos mutuamente; pero eso s, antes nos amarraremos los pies a fin de no encolerizarnos y hacernos dao. Dicho y hecho. Tocle primero al puma, que at de pies y manos a la zorra y le arrim unos cuantos zurriagazos hasta hacerla brincar. Llegle su turno a la zorra, la que, a su vez, atrinc al len y lo flagel despiadadamente; dejndolo amarrado, huy, sin dar odos a sus lamentos, pues lo supona irritadsimo, y no sin razn, despus de la manera cruel como lo haba zurrado. El puma, dolorido y maltratado, logr desasirse como pudo, jurando castigar ejemplarmente a la que haba osado burlarse de modo tan inicuo y azotado sin compasin

27

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

al rey de los animales. Caminaba en pos de la desvergonzada zorra cuando a pocos pasos la apercibe profundamente dormida tras unas mantas de paja. Coge un manojo de briznas y se le pone a cosquillar el hocico a la muy taimada, que sacuda su poblada cola, exclamando ufana: Chuspi (moscas), fuera, que estoy durmiendo despus de haber azotado al len! Y repeta: Chuspi, fuera que estoy durmiendo despus de haber zurrado al feroz puma!. Con esto lo encolerizaba ms recordndole su afrenta; as que cogindola por el rabo y sin darle tiempo para encomendar su alma, la avent barranca abajo, donde se hizo polvo. Nunca debe uno ufanarse de haber cometido una felona; que la reparacin no se hace esperar.

15. EL CONDENADO Una pareja haba venido a una fiesta al pueblo. Esto era una quebrada; haba un ro, as como en Huamanga nosotros tenemos el ro Alameda. El hombre y la mujer tenan qu estar de regreso en la tarde. La mujer le deca al marido: Vamos ya, vamos ya. Nuestros hijos: deben estar llorando. Vamos ya. Despus, el marido le dijo a su mujer: Vamos, pues. Haban viajado medio mareados los dos, pero l estaba bien borracho. El hombre iba por el camino su mujer le segua con su hijo amarrado con su qepi, en la espalda. El hombre volte y le dijo a la mujer: No le vas a hacer llorar al hijo. Y la mujer le respondi: En vano ests hablando. Te hara caso si estuvieras en tu juicio. Cuando estaba yendo, ya tarde, de un momento a otro el marido se cay al suelo. La mujer dijo: Mam linda! Levntate, levntate!, y le jalaba los brazos para despertarlo. El marido no se mova pero empez a roncar. El marido roncaba, kjsss, kjsss. La mujer le deca: Despirtate, despirtate!, pero l no se despertaba. La mujer deca: Qu cosa voy a hacer? Y segua jalndolo para que se despertase, pero l no haca caso. Kjsss, kjsss, segua roncando el marido. La mujer dijo: Ya es tarde, me puede suceder cualquier cosa, y segua jalndolo para despertarlo. Ya se vea el chuseq y vena un viento fro. La mujer dijo: Qu voy a hacer? Estar a tu lado, mo ms. Ya es una hora fea. Pero el marido no se mova, no hablaba; slo roncaba. De repente se apareci un alma salvada, toda vestida de blanco. El alma y la mujer empezaron a jalar al hombre que estaba dormido, pero no podan moverlo. El hombre segua roncando, kjsss, kjsss. Ya escuchaban venir al condenado, como a media cuadra ya

28

Per, Cuento Popular vena el condenado, arrastrando su cadena, challan, challan. El alma salvada le dijo a la mujer: T, ponte detrs del camino. Y tu esposo, que se est quieto, no ms. Ya que no podemos moverlo, dejmoslo as. El condenado lleg, arrastrando su cadena, challan, challan. Y se lo llev al hombre, alma y cuerpo, todo. La mujer no vio cmo se lo haba llevado el condenado a su marido porque tena miedo y se haba tapado los ojos. Al amanecer, se estaba yendo ya a su casa, sin su marido. Y miraba a todas partes y no encontraba a su marido. Por el camino de arriba vio, encima de un rbol, slo la ropa de su marido. Y se vea tambin un excremento grande, de hombre. Pero el hombre no estaba. La mujer llor y se fue a su casa. Sola no ms con su hijo regres. Habr avisado despus a la familia, le habrn hecho su misa al quinto da, pues.

16. UKUMARI Dicen que haba un leador que haba ido al cerro a hacer lea. Estaba haciendo lea el hombre. Cuando estaba trabajando, se le apareci Ukumari y le dijo: Oye, hombre. Oye, hombre. Aprate, haz lea. Tengo hambre. El hombre le contest: Cmo, pues, seor? Yo mantengo a mi mujer y a mis hijos. Cmo, pues, me vas a comer? Ukumari le contest: Aprate, aprate, ya me ha cerrado el hambre. Ukumari, entonces, se ech a dormir al suelo, y el hombre sufra haciendo lea. Un zorro que vena de lejos se le apareci al hombre. Cuando se apareci, el hombre le dijo: Seor, este Ukumari est dormido casi junto a m. Me dice Aprate, aprate, que tengo mucha hambre. Y a mis hijos, y a mi mujer, quin los va a mantener?, le contest. As me quiere comer. As le dijo al zorro que lo escuchaba callado. Despus, el zorro hablo: Ven, sto te voy a decir: cuando yo est en el morro, agrrame al padrillo (de las ovejas). Yo te voy a preguntar: No est Ukumari por ah? Bastantes montoneros estamos buscndole, le vamos a cortar la cabeza. As le dijo el zorro al hombre. Despus, se fue al morro y de ah empez a hablar: Oye, hombre, no est Ukumari por ah? Todos los montoneros estamos buscndolo para matarlo, para cortarle la cabeza. Entonces, Ukumari se despert y le dijo al hombre que contestara diciendo que l no estaba. El hombre dijo: No est aqu, seor. El zorro volvi a preguntar: Qu cosa es lo que est echado a tu lado? Ukumari, despacito, le dijo al leador que contestara: Es un tronco que est a mi lado. Entonces, el zorro le dijo al hombre: A ver, tira con tu hacha al tronco. Ukumari le dijo al hombre: Trame suavecito. El hombre, entonces, tir suavecito, con su hacha, una, dos veces, pero a la tercera, le cort el cuello a Ukumari. As lo mat. Entonces el zorro baj. En recompensa al favor que el zorro le haba hecho, el leador agarr un buen carnero y se lo dio. El zorro se lo llev para comer.

29

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

17. EL HERMANO RICO Y EL HERMANO POBRE Haba dos hermanos, uno pobre y otro rico. El hermano pobre iba a la casa del rico a buscar alguna comidita. En la casa del rico hacan cortar la leche para hacer quesillo. Hacan esto los sirvientes del hermano rico. El hermano pobre iba all a tomar el suero, lo que sobraba. Viendo esto, dijo el hermano rico a los sirvientes, delante de su hermano pobre: Este suero sirvan a los perros. El hermano pobre se entristeci. Y dijo: Ah, as todava dice. Formando sentimiento se fue a su casa. Esto ha pasado, le dijo a su mujer. Agarr su hacha, su soga, su qepi y se fue a hacer lea. A su mujer le dijo: Voy a hacer lea. Cuando estaba en el cerro, haciendo lea, anocheci. Qu voy a hacer? Me tendr que quedar esta noche en el cerro a dormir?, dijo el hombre. Al poco rato, escuch conversar a los cerros El, callado no ms, escuchaba a los cerros. Un cerro dijo: Tienes visita y otro le contest: S hay. Entonces, ste le pregunt al primero: T qu cosa le vas a mandar? Y el otro le contest: Yo le voy a mandar paru sara. Este le dijo al otro: Yo le voy a mandar almidun sara. El hombrecito haba escuchado la conversacin de los cerros y dijo: Me regalarn paru sara y almidun sara. Y amaneci. Voy a irme ya, pues, dijo. Se levant y se acerc a su qepi. Junto ; su qepi estaba amontonado el paru sara, el almidun sara. Qu rico esto que me voy a llevar!, dijo, y lo puso todo en su qepi. Junt la lea, la amarr, agarr su qepi y parti. Pero el qepi se iba haciendo ms pesado. Como pesaba tanto, lo abri y vio que solo haba oro y plata. Como no poda llevar todo, ya que era muy pesado, enterr una parte al lado del camino y all lo seal. Cuando regres a su casa, el hombrecito le dijo a su mujer: Esto me ha pasado, mira lo que he trado. Y le entreg su qepi, dicindole: Cuando estuve viniendo, empez a pesar mi qepi y por eso he separado una parte. Despus, el hombrecito regres a donde haba enterrado el oro y la plata y trajo el resto a su casa. El hombrecito empez a comprar cositas, a reparar cositas. Despus, apareci su hermano, el rico, diciendo: Con qu cosa se ha levantado? Con qu cosa se ha vuelto rico?. Con envidia, con rabia, hablaba. Pero el hombrecito le haba contado a otras gentes: Los cerros me han dado esto. Y la gente le haba contado al hermano rico, tal como lo haba dicho su hermano. Le haban dicho de esta manera: Dice que los cerros le han trado oro y plata. El hermano rico dijo: Con eso es, seguramente, rico. Y el que le cont al hermano rico le contest: Con eso se ha vuelto rico. Y el hermano rico dijo: Pues yo tambin voy a ir. Soberbio, con rabia, as dijo.

30

Per, Cuento Popular El rico fue una tarde al cerro, con su qepi. Cuando oscureci, escuch que los cerros conversaban. Un cerro dijo: Tienes visita? Y otro dijo: S hay. El primer cerro pregunt: Qu cosa le voy a mandar? Y el otro le dijo: Yo le voy a mandar lana. Y t?. Y el primer cerro dijo: Yo le voy a mandar cuernos. El hombre escuchaba, callado. Cuando amaneci, el hombre se dio cuenta que tena lana y cuernos: se haba convertido en carnero. Y dijo: A dnde voy a ir ahora? Ya no puedo volver a mi casa as. En el cerro haba una cueva. A esa cueva entr el carnero. De all no ms haba hecho llamar a su mujer, pero a su casa no volvi. Y as, pues, todas sus pertenencias se terminaron porque se qued a vivir en el cerro. Es feo tener envidia

18. LA AMANTE DE LA CULEBRA Era la nica hija de un matrimonio. Todos los das iba a la montaa a cuidar el ganado. El padre y la madre no tenan ms hijos que ella. Y por eso la mandaban da a da a pastar el ganado. La moza era ya casadera, muy desarrollada y hermosa. Cierto da, en la cumbre de un cerro, se le acerc un joven muy fino, muy delgado. S mi amante le dijo. Y sigui hablndole de amor. Vindolo alto y vigoroso, la joven acept. Desde entonces se vean en la montaa; all se amaban. Quiero que me traigas siempre harina flor, tostada dijo el mozo a la pastora. Ella cumpli el encargo de su amante. Y le llevaba harina flor cocida, todos los das. Coman juntos, se servan el uno al otro. As vivieron durante mucho tiempo. El mozo caminaba y corra de bruces, se arrastraba, como si tuviera muchos pies menudos. Es que no era hombre. Era una serpiente. Pero para los ojos de ella semejaba un mozo delgado y alto. La moza qued encinta, y dijo al joven: Estoy embarazada. Cundo lo sepan mis padres me reconvendrn y me preguntarn quin es el padre de mi hijo. Debemos decidir, si vamos a mi casa o a la tuya.

31

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

El mozo contest: Tendremos que ir a tu casa. Y yo no podr entrar libremente, no es posible. Dime si junto al batn de tu casa hay un hueco en la pared. No hay siempre junto a los batanes un hueco que sirve para guardar el estropajo con que se limpia la piedra?. S; junto al batn hay ese hueco. Me llevars all dijo el mozo. Y la joven pregunt: Qu podras hacer en ese hueco? All vivira de da y de noche. No cabras. No es posible; es un hueco muy pequeo. Entrar. Y me servir de vivienda. Ahora quiero saber en qu sitio duermes: en la cocina o en el granero. Yo duermo en la cocina dijo la joven. Duermo con mis padres. Y en qu sitio est el batn? Nuestro batn est en el granero. Cuando yo vaya dormirs en el suelo, junto al batn. Y cmo podr separarme de mis padres? Ellos no querrn que duerma sola. Simulars temer que los ladrones roben el granero. Yo dormir all para cuidar, les dirs. Y t sola entrars a moler en el batn; no permitirs que tus padres lo hagan. Cada vez que muelas harina, arrojars un poco al hueco en que he de habitar. Me alimentar nicamente de eso. No comer otra cosa. Y para que no me vean tapars cuidadosamente el hueco con la mota de limpiar el batn. No puedes presentarte libremente ante mis padres? -pregunt, entonces, la joven. No; no puede contest l. Poco a poco ir apareciendo ante ellos. Y cmo has de habitar en ese hueco? Es muy pequeo, apenas si cabe un trozo de lana. Tendrs que agrandarlo por dentro. Bueno-dijo ella. T sabrs de qu manera te acomodas all. Pero tendrs que llevarme. Y me dejars tras el muro de tu casa. En la noche me conducirs hasta el granero. Bien contest la amante. Esa noche la moza fue sola a su casa; entr al granero furtivamente y agrand el hueco que haba junto al batn. Al da siguiente parti hacia la montaa a pastar el ganado. En el lugar de costumbre encontr a su amante. Ya ensanch el hueco del estropajo, le dijo. Al anochecer se dirigieron juntos a la casa de la amante. Ella dej al mozo en el corral del ganado, tras de la casa. Y vino en la noche por l; lo llev hasta el hueco que haba junto al batn. El mozo se desliz suavemente en el agujero. La joven deca para s, mientras el mozo se diriga al hueco: Imposible! No podr entrar.

32

Per, Cuento Popular Esa misma noche la joven dijo a sus padres: Padre mo, madre ma: es posible que los ladrones nos roben todas las cosas que tenemos en la despensa. Desde ahora voy a dormir en el cuarto donde guardamos los alimentos. Anda, hija ma asintieron los padres. La joven llev su cama a la despensa y la tendi en el suelo, junto al batn. La serpiente se desliz al lecho, y los amantes durmieron juntos. Todas las noches dorman juntos, desde entonces. Cuando haba que moler en el batn la joven no permita que otro lo hiciera; iba ella, y arrojaba puados de harina en el hueco del estropajo. Antes de irse cerraba el hueco con el pellejo que serva para limpiar el batn. De ese modo, ni los padres, ni nadie, pudieron ver lo que haba en ese agujero. Los padres no sospechaban; no se les ocurra destapar el hueco y ver su interior. Slo cuando se dieron cuenta de que su hija estaba embarazada, se inquietaron y decidieron hablar. Parece que nuestra hija est encinta dijeron. Es necesario que le preguntemos quin es el padre. La llamaron y la interrogaron: Ests embarazada. Quin es el padre de tu hijo? Pero ella no contest. Entonces el padre y la madre le preguntaron a solas, ya el uno, ya la otra. Mas ella sigui enmudeciendo. Hasta que sinti los dolores del parto, una noche y otra noche. Los padres la atendan. Y la serpiente no pudo deslizarse durante esas noches al lecho de la joven. La serpiente ya no viva en el hueco. Creci mucho, se hizo enorme, y ya no pudo entrar en el agujero de la pared. Succionando la sangre de la joven haba engordado y estaba henchida y rojiza. Escarb la base del batn, hizo un agujero all, y traslad su vivienda. Era una especie de cueva bajo el batn, un gran nido, la nueva vivienda de la serpiente. Haba engordado en redondo, a lo ancho; estaba pletrica. Pero para los ojos de su amante no era culebra, era un mozo. Un mozo que engordaba reciamente. No podan cubrir ya los amantes la cueva que escarbaron bajo el batn. Por eso la joven doblaba las mantas de su cama y las tenda unas sobre otras en base de la piedra, todas las maanas. As pudieron ocultar el nido de la serpiente de los ojos del padre y de la madre cuando stos entraban al granero.

33

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Ante el silencio irreductible de su hija, los padres decidieron averiguar, preguntaban a las gentes del ayllu: Nuestra hija ha aparecido embarazada de la nada. No la habis visto en algn lugar hablar con alguien? Quiz en los campos donde apacentaba el ganado? Pero todos contestaban: No; no hemos visto nada. Dnde la hacis dormir? preguntaron algunos. Al principio dorma junto con nosotros, en el mismo cuarto. Pero ahora insiste en dormir en la despensa; all tiene su cama, en el suelo, junto al batn. Y slo ella quiere ir a moler; no permite que nadie se acerque al batn. Y por qu causa se opone a que os acerquis al batn? Qu dice? preguntaban. No os acerquis, padres mos, al batn; podris ensuciar mi cama; yo sola voy a moler, dice ella respondieron los padres. Y por qu no quiere que os acerquis al batn? interrogaban. Ha sufrido y a los primeros dolores del parto contestaban los padres. Entonces dijeron: Id donde el adivino. Pedidle que vea y averige. La gente comn no podemos saber lo que ocurre. Qu ser!. El padre y la madre fueron en busca del adivino. Llevaron un atado pequeo de coca. Pidieron que viera el caso de su hija. Mi hija no se siente bien; no sabemos lo que tiene le dijeron. El adivino pregunt: Qu le pasa a vuestra hija? Qu le duele? Ha aparecido embarazada. No sabemos de quin. Hace tiempo que ha empezado a sufrir los dolores, noche tras noche. Y no puede dar a luz. No quiere decirnos quin es el padre dijo la mujer. El adivino consult en las hojas de coca, y dijo: Algo, algo hay bajo el batn de tu casa! Y ese es el padre. Porque el padre no es gente, no es hombre. Y qu puede ser? contestaron temerosos los ancianos. Adivina, pues, todo; adivina bien, te lo rogamos. Entonces el adivino sigui hablando:

34

Per, Cuento Popular All dentro hay una serpiente! No es un hombre! Y qu hemos de hacer? preguntaron los padres. El adivino medit unos instantes, y volvi a hablar, dirigindose al padre: Tu hija se opondr a que matis a la serpiente. Matadme a m primero antes que a mi amante!, os dir. Envala lejos, a cualquier lugar que est a un da de camino. Y aun a esa orden se negar. Dile de este modo, tomando el nombre de algn pueblo: S que en ese pueblo hay un remedio para dar a luz. Ve, compra ese remedio y tremelo. Me dicen que con ese remedio podrs dar a luz. Si no me obedeces esta vez, te apalear; te golpear hasta que mueras le dirs. Slo as conseguirs que vaya. Al mismo tiempo contratars gente armada de palos, de machetes y fuertes garrotes. Luego hars que tu hija salga a cumplir tu mandato. Y cuando ella est ya lejos, entraris todos al granero y empujaris el batn. All, debajo, hay una gran serpiente. La golpearis hasta matarla. Cuidaos de que la culebra salte hacia vosotros, porque si salta, os matar. La degollaris bien; abriris una sepultura y la enterraris. Bien, seor. Cumpliremos tus instrucciones dijo el padre, y sali; su mujer le segua. Inmediatamente fue a buscar gente; hombres fuertes que le ayudaran a matar a la bestia. Contrat diez hombres, bien armados de garrotes y de filudos machetes. Maana, cuando mi hija se haya marchado, vendris a mi casa, caminando sin que nadie os vea les dijo. A la maana siguiente ordenaron a la joven que cocinara su fiambre. La hicieron levantar temprano. Le dieron dinero, para simular el mandato, y le dijeron: Con este dinero comprars el remedio para dar a luz. En Sumakka Marka, en aquel pueblo que est en la otra banda del ro, encontrars el remedio. Pero la moza no quiso obedecer. Yo no puedo ir dijo. No quiero. Entonces los padres la amenazaron: Si no vas, si no traes el remedio, te mataremos a palos. Te golpearemos hasta destrozar el feto que llevas en el vientre. Atemorizada, la joven se ech a andar. La vieron caminar hasta que se perdi de vista. Cuando hubo desaparecido en la lejana, los hombres contratados se dirigieron a la casa del padre. Se reunieron todos en el patio. Se repartieron su racin de coca; masticaron durante un rato, y luego entraron al granero; trasladaron al patio todas las cosas que all haba; finalmente, sacaron la cama de la mujer.

35

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Y se armaron. Con los garrotes al hombro y empuando los machetes entraron al granero; rodearon el batn, y esperaron. Empujaron el batn: una serpiente gruesa estaba tendida all; tena una gran cabeza, semejante a la de un hombre; estaba engordando. Wat akk!, salt la serpiente al verse descubierta, su cuerpo pesado produjo un ruido al erguirse. Los diez hombres la golpearon y la hirieron. La dividieron en varios trozos. Su cabeza fue arrojada fuera, a la pampa. Y all empez a debatirse; saltaba, herva sobre el suelo. Los hombres la seguan y la machucaban, iban donde caan y trataban de abatirla. La golpeaban desde alto; su sangre corra por los suelos, brotaba a chorros del cuerpo mutilado. Pero no poda morir Y cuando estaban golpeando la cabeza de la serpiente, en ese momento, lleg la mujer, la amante. Al ver gente reunida en el patio, corri al granero, hacia el batn. La piedra estaba baada en sangre. El nido de la serpiente estaba vaco. Volvi la cabeza para mirar el patio: varios hombres golpeaban con garrotes la cabeza de su amante. Entonces lanz un grito de muerte: Por qu, por qu destrozis la cabeza de mi amante? Por qu lo matis? exclamo. Este era mi marido! Este era el padre de mi hijo!. Volvi a gritar; su voz colm la casa. Contempl la sangre y sinti espanto. Y por el esfuerzo que hizo para gritar, abort: una multitud de pequeas culebras se retorcieron en el suelo, cubrieron la tierra del patio, saltando y arrastrndose. Mataron, al fin, a la gran culebra. Mataron tambin a las serpientes pequeas. Las persiguieron a todas y las fueron aplastando. Luego, unos hombres cavaron un hoyo en la tierra y los otros barrieron la sangre. Barrieron la sangre de toda la casa, la juntaron cerca del hoyo, y enterraron las serpientes y el barro de sangre. Y llevaron a la joven hasta la habitacin de los padres. All la curaron. Volvieron las cosas del granero a su lugar primitivo. Limpiaron y arreglaron la casa. Cargaron el batn hasta una cascada del ro; colocaron la piedra bajo el chorro y all la dejaron. Y cuando hubo quedado todo en orden, los padres de la joven dieron a cada hombre lo que era justo, por su trabajo. Ellos recibieron su salario y se fueron. Ms tarde, los padres preguntaron a su hija: Cmo, de qu modo pudiste vivir con una serpiente? No era hombre tu marido; era el demonio. Slo entonces la joven confes su historia; hizo el relato de su primer encuentro con la serpiente. Y todo se lleg a saber, y qued aclarado. Los padres curaron a su hija, la cuidaron y la sanaron, de su cuerpo y de su alma. Y luego, mucho despus, la joven se cas con un hombre bueno. Y su vida fue feliz.

36

Per, Cuento Popular

19. EL NEGOCIANTE DE HARINAS Este era un negociante en harinas. Cuando sala de viaje se diriga siempre donde un comprador conocido. Ambos se dieron la palabra, convinieron en que el vendedor no ira a ninguna otra parte a alojarse ni que negociara con gente extraa. Una vez, el negociante de harinas sali en viaje de negocio en compaa de un hombre de Sicuani. Sala despus de mucho tiempo. Haca cerca de medio ao que no iba donde su comprador. Faltando al convenio, haba vendido su harina en pueblos lejanos. Pero esta vez le dijo a su acompaante: Tenemos que ir donde mi comprador. Y llev a su compaero por el camino que iba hacia la casa de su antiguo amigo. Anocheca mientras andaban; cay el sol y era la hora del descanso; entonces dijo el sicuaneo: Parece que est an muy lejos la casa de tu comprador. El negociante le respondi: No. Ya estamos cerca, muy cerca de la casa de mi comprador. Y sigui guiando a su compaero. No quera descansar en ningn otro sitio. Muy lejos, muy lejos, divisaron una casa. Y el negociante dijo: All est; ya se ve la casa de mi comprador. Su acompaante tena una extraa fatiga. Y sin que hubiera motivo empez a sentir miedo. No sigamos. En cualquiera de estos sitios dejemos las cargas y descansemos dijo. Qu? Cmo es posible que pidas descansar en el campo cuando estamos cerca de una casa? No; sigamos. Ya vamos a llegar contest el negociante. Y cuando estaba hablando, una voz de fantasma grit desde la cumbre de un cerro: Oh, mi vendedooor. . . mi vendedor! El comprador haba muerto; y como fue condenado, se haba hundido en el infierno. Ves? Mi comprador me llama. Mi comprador es magnnimo y bueno dijo el negociante.

37

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Pero su compaero sinti espanto. Saba en su corazn que esa voz no era de hombre. El que llam no llam con voz humana. Su grito haba sido nasal. Entonces pregunt al negociante en harinas. Qu clase de hombre es aqul que ha podido subir a un cerro tan alto, a esa cumbre?. Es que mi comprador tiene ganado. Sus bestias se habrn escapado al cerro y l habr ido a buscarlas. Y nuevamente se oy el grito: Oh, mi vendedooor... mi vendedor! El sicuaneo volvi a decir al negociante: No, seor. Imposible; esa voz no es voz de gente. En ese momento ya estaban llegando a la casa del que llamaba. Y el fantasma tambin vena, bajaba del cerro, tropezndose con su mortaja, enredndose, enredndose, a cada instante. Sobrecogido de terror, el acompaante entr a la casa del comprador junto con el negociante en harinas. Apenas llegaron se quitaron los atados que llevaban a la espalda, y bajaron de las bestias los sacos de harina. La casa estaba deshabitada, vaca; todas las puertas permanecan cerradas. El negociante derrumb la pared de piedras que cerraba la entrada de una de las habitaciones, salt al interior, se tendi en el suelo, y se qued dormido. Mientras tanto, el otro hombre, amarr las llamas, aline las cargas en un rincn del patio, y esper, sentado en cuclillas, lleno de espanto. Muy cerca de la casa, volvi a orse el grito: Oh, mi vendedooor! Ya vienes, ya estoy llegando!. . . El hombre mir la montaa, y vio que el fantasma rodaba ya por la base del cerro, enredndose, tropezndose siempre con su mortaja. Entonces corri hacia la habitacin donde su compaero y trat de despertarlo; lo sacudi; pero el negociante sigui dormido; tena un sueo de piedra. Ya viene el Condenado! Despierta! le gritaba. Pero el hombre no oa. Y desde la ladera prxima a la casa, grit nuevamente el fantasma: Oh mi vendedooor! Tenemos que unir nuestras bocas! Y el grito final se alarg en los confines. Como no pudo despertar el negociante, el hombre huy lejos de la casa llevndose sus atados. Pero dej bien cercada la puerta de la habitacin donde dorma su compaero; le

38

Per, Cuento Popular hizo una pared ancha de piedras. Ya en su refugio, amarr sus llamas, prendi una fogata y se sent. El Condenado demor. Muy entrada la noche, cuando iba saliendo la luna, lleg; se escurri en la casa, y empez a desatar el cerco que protega la habitacin aquella; piedra tras piedra desmoron la pared. Apenas entr, agarr al negociante y lo fue devorando. Una sola vez grit la vctima: iUaa! Despus no se oy ms que el ruido de las mandbulas del Condenado, el crujido de los huesos y de la carne que trituraba. El compaero rezaba y fumaba, imploraba; tiritando deca: En seguida vendr a devorarme a m. Al rayar de la aurora todo estaba en silencio. No vino el Condenado. El ruido de sus mandbulas ces. Cuando sali el sol y creci bien el da, corri el hombre hacia la casa. Lo habr devorado el Condenado, o qu ser de l, deca. Muy despacio se acerc a la puerta de la habitacin, mir por una rendija, hacia el interior y vio: en un rincn estaba tendido el Condenado, dorma, roncaba ferozmente; del negociante en harina solo quedaban unos trozos de ropa ensangrentada y unos pedazos de su cuero cabelludo esparcidos en los suelos. Entonces, el hombre, en silencio y con el mayor cuidado, volvi a tapiar la puerta con un cerco muy duro y firme. Y luego, incendi la casa. All hizo arder al Condenado. Despus carg rpidamente sus llamas, y se march hasta Sicuani, a toda carrera. Cuando el Condenado sinti el fuego en su cuerpo, despert, tumb el cerco de la puerta y escap a saltos. Ardiendo, empavesado, huy por la montaa, cerro arriba, hacia la cumbre. Se torno a su lugar de origen, y hasta hoy no ha vuelto.

20. EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE Este era un matrimonio joven. Vivan solos en una comunidad. El hombre tena una vaquita, una sola vaquita. La alimentaban dndole toda clase de comidas; gacha de harina o restos de jora. La criaban en la puerta de la cocina. Nunca la llevaron fuera de la casa y no se cruz con macho alguno. Sin embargo, de repente, apareci preada. Y pari un becerrito color marfil, de piel brillante. Apenas cay al suelo mugi enrgicamente.

39

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

El becerro aprendi a seguir a su dueo; como un perro iba tras l por todas partes. Y ninguno sola caminar solo; ambos estaban juntos siempre. El becerro olvidaba a su madre; slo iba donde ella para mamar. Apenas el hombre sala de la casa el becerro lo segua. Cierto da, el hombre fue a la orilla de un lago a cortar lea. El becerro lo acompa. El hombre se puso a recoger lea en una ladera prxima al lago; hizo una carga, se la ech al hombro y luego se dirigi a su casa. No se acord de llamar al torito. Este se qued en la orilla del lago comiendo la totora que creca en la playa. Cuando estaba arrancando la totora, sali un toro negro, viejo y alto, del fondo del agua. Estaba encantado, era el Demonio que tomaba esa figura. Entre ambos concertaron una pelea. El toro negro dijo al becerro: Ahora mis no tienes que luchar conmigo. Tenemos que saber cul de los dos tiene ms poder. Si t me vences, te salvars; si te venzo yo, te arrastrar al fondo del lago. Hoy mismo no contest el torito. Espera que pida licencia a mi dueo; que me despida de l. Maana lucharemos. Vendr al amanecer. Bien dijo el toro viejo. Saldr al medioda. Si no te encuentro a esa hora, ir a buscarte en una litera de fuego, y te arrastrar a ti y a tu dueo. Est bien. A la salida del sol aparecer por estos montes contest el torito. As fue como se concert la apuesta, solemnemente. Cuando el hombre lleg a su casa, su mujer le pregunto: Dnde est nuestro becerrito? Slo entonces el dueo se dio cuenta que el torito no haba vuelto con l. Y dijo: Dnde estar? Sali de la casa a buscarlo por el camino del lago. Lo encontr en la montaa, vena mugiendo de instante en instante. Qu fue lo que hiciste? Tu duea me ha reprendido por tu culpa! Debiste regresar inmediatamente le dijo el hombre, muy enojado. El torito contest: Ay! Por qu me llevaste, dueo mo? No s qu ha de sucederte! Qu es lo que ha ocurrido? Qu puede sucederme? pregunt el hombre. Hasta hoy no ms hemos caminado juntos, dueo mo. Nuestro camino comn se ha de acabar.

40

Per, Cuento Popular

Por qu? Por qu causa? volvi a preguntar el hombre. Me he encontrado con el Poderoso, con mi gran Seor. Maana tengo que ir a luchar con l. Mis fuerzas no pueden alcanzar a sus fuerzas. Hoy l tiene un gran aliento. Ya no volver! Me ha de hundir en el lago dijo el torito. Al or esto, el hombre llor. Y cuando llegaron a la casa, lloraron ambos, el hombre y la mujer. Ay mi torito! Ay mi criatura! Con qu vida, con qu alma nos has de dejar? Y de tanto llorar se quedaron dormidos. Y as, muy al amanecer, cuando an quedaban sombras, muchas sombras, cuando an no haba luz de la aurora, se levant el torito, y se dirigi hacia la puerta de casa de sus dueos, y les habl as: Ya me voy. Quedos, pues, juntos. No, no! No te vayas! le contestaron llorando. Aunque venga tu Seor, tu Encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos. No podris contest el torito. S; hemos de poder. Espera! Pero el torito sali hacia la montaa. Subirs a la cumbre, y muy a ocultas, me vers desde all dijo. El hombre corri, le dio alcance y se colg de su cuello, lo abraz fuertemente. No puedo, no puedo quedarme! le deca el torito. Iremos juntos! No, mi dueo. Sera peor, me vencera! Quizs yo solo, de algn modo pueda salvarme. Y cmo ha de ser mi vida si t te vas? deca y lloraba el dueo. En ese instante el sol sala, ascenda en el cielo. Juntos viviris, juntos os ayudaris, mi dueo. No me atajes ms, mira que el sol ya est subiendo. Anda a la cumbre, y mrame desde all. Nada ms rog el torito. Entonces y no hay nada que hacer dijo el hombre; y se qued en el camino. El torito se march.

41

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

El dueo subi el cerro y lleg a la cumbre. All se tendi; ocult en la paja mir el lago. El torito Ileg a la ribera; empez a mugir poderosamente; escarbaba el suelo y echaba el polvo al aire. As estuvo largo rato, mugiendo y aventando tierras; solo, muy blanco, en la gran playa. Y el agua del lago empez a moverse; se agitaba de un extremo a otro; hasta que sali de su fondo un toro, un toro negro, grande y alto como las rocas. Escarbando la tierra, aventando poIvo, se acerc hacia el torito blanco. Se encontraron y empez la lucha. Era el medioda y seguan peleando. Ya arriba, ya abajo, ya hacia el cerro, ya hacia el agua, el torito luchaba; su cuerpo blanco se agitaba en la playa. Pero el toro negro lo empujaba, poco a poco, lo empujaba, lo empujaba, hacia el agua. Y, al fin, le hizo llegar hasta el borde del lago, y de un gran astazo lo arrojo al fondo; entonces el toro negro, el Poderoso, dio un salto y se hundi tras de su adversario. Ambos se perdieron en el agua. El hombre llor a gritos; bramando como un toro descendi la montaa; entr a su casa y cay desvnecido. La mujer lloraba sin consuelo. Hombre y mujer criaron a la vaca, a la madre del becerrito blanco, con grandes cuidados, amndola mucho, con la esperanza de que pariera un torito igual al que perdieron. Pero transcurrieron los aos y la vaca permaneci estril. Y as, los dueos pasaron el resto de su vida en la tristeza y el llanto.

21. EL JOVEN QUE SUBI AL CIELO Haba una vez un matrimonio que tena un solo hijo. El hombre sembr la ms hermosa papa en una tierra que estaba lejos de la casa que habitaban. En esas tierras la papa creca lozana. Slo l posea esa excelsa clase de semilla. Empero, todas las noches los ladrones arrancaban las matas de este sembrado, robaban los hermosos frutos. Entonces el padre y la madre llamaron a su joven hijo, y le dijeron: No es posible que teniendo un hijo joven y fuerte como t, los ladrones se lleven todas nuestras papas. Anda a vigilar nuestro campo. Duerme junto a la chacra y ataja a los ladrones. El joven march a cuidar el sembrado. Y transcurrieron tres noches. La primera, el joven la pas despierto, mirando las papas, sin dormir. Slo al rayar la aurora lo venci el sueo y se qued dormido. Fue en ese

42

Per, Cuento Popular instante que los ladrones entraron a la chacra y escarbaron las papas. En vista de su fracaso, el mozo tuvo que ir a la casa de sus padres a contarles lo sucedido. Al or el relato, sus padres le contestaron: Por esta vez te perdonamos. Vuelve y vigila mejor. Regres el joven. Estuvo vigilando el sembrado con los ojos bien abiertos, hasta el amanecer. Y justo, a la media noche, pestae un instante. En ese instante los ladrones ingresaron al campo. Despert el mozo y vigil hasta la maana. No vio a ningn ladrn. Pero al amanecer tuvo que ir donde sus padres a darles cuenta del nuevo robo. Y les dijo: A pesar de que estuve vigilante toda la noche, los ladrones me burlaron tan slo en el instante en que a la media noche cerr los ojos. Al or este relato, los padres le contestaron: Aja? Quin ha de creer que robaron cuando t estabas mirando? Habrs ido a buscar mujeres, te habrs ido a divertir. Diciendo esto lo apalearon y lo insultaron largo rato. As, muy aporreado, al da siguiente, lo enviaron nuevamente a la chacra. Ahora comprenders cmo queremos que vigiles le dijeron. El joven volvi a la tarea. Desde el instante en que lleg a la orilla del sembrado estuvo mirando el campo, inmvil y atento. Esa noche la luna era brillante. Hasta la alborada estuvo contemplando los contornos del papal; as, mientras vea, le temblaron los ojos, y se adormil unos instantes. En esa rfaga de sueo que tuvo, mientras pestaeaba el mozo, una multitud de hermossimas jvenes, princesas y nias blancas, poblaron el sembrado. Sus rostros eran como flores, sus cabellos brillaban como el oro; eran mujeres vestidas de plata. Todas juntas, muy de prisa, se dedicaron a escarbar las papas. Tomando la apariencia de princesas, eran las estrellas que bajaron del altsimo cielo. El joven despert entonces, y al contemplar la chacra exclam: Ohl De qu manera podra yo apoderarme de tan bellsimas nias? Y, cmo es posible que siendo tan hermosas y radiantes puedan dedicarse a tan bajo menester? Pero, mientras; esto deca, su corazn casi estallaba de amor. Y pens para s: No podra, por ventura, reservar para m siquiera una parejita de esas beldades?. Y salt a todo vuelo sobre las hermosas ladronas. Slo en el ltimo instante, y a duras penas, pudo apresar a una de ellas. Las dems se elevaron al cielo, como luces que se mueren.

43

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Y a la estrella que pudo apresar le dijo, enojado: Con que rais vosotras las que robabais los sembrados de mi padre? Dicindole esto, la llev a la choza. Y no le dijo ms acerca del robo. Pero luego agreg: Qudate con migo; sers mi esposa! La joven no acept. Estaba llena de temor; y rog al muchacho: Sultame, sultame! Ten piedad! Mira que mis hermanas le avisarn a mis padres. Yo te devolver todas las papas que te hemos robado. No me obligues a vivir en la tierra. El mozo no dio odos a los ruegos de la hermosa nia. La retuvo en sus manos. Pero decidi no volver a la casa de sus padres. Se qued con la estrella en la choza que haba junto al sembrado. Entretanto, Ios padres pensaban: Le habrn vuelto a robar las papas a ese intil; no pueden haber otros motivos para que no se presente aqu. Y como tardaba, la madre decidi llevarle comida al campo, y averiguar de l. Desde la choza, el muchaco y la nia atisbaban el camino. En cuanto vieron a la madre, la joven dijo al mozo: De ninguna manera puedes mostrarme ni a tu padre ni a tu madre. Entonces el joven corri a dar alcance a su madre, y le grit desde lejos: No mam; no te acerques ms! Esprame atrs, atrs! Y recibieron la comida en aquel lugar, tras la choza, llev los alimentos a la princesa. La madre se volvi apenas hubo entregado el fiambre. Cuando lleg a su casa, cont a su esposo: As es como nuestro hijo ha aprisionado a una ladrona de papas que baj de los cielos. Es as como la cuida en la choza. Y con ella dice que se casar. No permite que nadie se aproxime a su choza. Entretando, eI joven pretenda engaar a la doncella. Y le deca: Ahora que es de noche, vamos a mi casa. Pero la princesa insista: De ninguna manera deben verme tus padres, ni puedo encontrarme con ellos. Sin embargo, el mozo la enga, dicindole: Otra es mi casa. Y durante la noche la llev por el camino.

44

Per, Cuento Popular De este modo, sin que ella quisiera, la hizo entrar al hogar de sus mayores y la mostr a sus padres. Los padres recibieron asombrados a esa criatura, de tal manera luminosa y bella que la palabra no es capaz de describirla. La cuidaron y criaron, tenindola muy bien amada. Sin embargo, no la dejaban salir. Y nadie la conoci ni vio. Y ya haca mucho tiempo que la princesa viva con los padres del joven. Lleg a estar encinta y dio a luz. Mas la criatura muri, sin saberse por qu, misteriosamente. La ropa luminosa de la joven la guardaban encerrada. A ella la vestan de ropas comunes; y as la criaban. Cierto da, el joven fue a trabajar lejos de la casa; y mientras estaba fuera, la nia pudo salir, haciendo cmo que slo iba por ah cerca. Y se volvi a los cielos. El mozo llega a su casa. Pregunta por su mujer. No la encuentra. Y como ve que ella ha desaparecido, suelta el llanto. Cuentan que vag por los montes, llorando con locura, sonmbulo, enajenado, caminando por todas partes. Y en una de las cimas solitarias a donde lleg se encontr con un Cndor divino. Entonces el Cndor le dijo: Joven, por qu causa lloras de esta suerte? Y el mozo le cont su vida. He aqu, seor, que era ma la mujer ms hermosa. Ahora no s por qu caminos ha partido. Estoy extraviado. Temo que haya huido a los cielos de donde vino. Y cuando dijo esto, el Cndor respondi: No llores, joven. Es cierto; ella ha vuelto al alto cielo. Pero, si quisieras y es tanta tu desventura, yo te cargar hasta ese mundo. Slo te pido que me traigas dos llamas. Una para devorarla aqu, la otra para el camino. Muy bien, seor contest el mozo. Yo te traer las dos llamas que me pides. Te ruego esperarme en este mismo sitio. E inmediatamente se dirigi a su casa en busca de las llamas. Luego que lleg, dijo a sus padres: Padre mo, madre ma: voy en busca de mi esposa. He encontrado a quien puede llevarme hasta el lugar donde ella se encuentra. Slo pide dos llamas en pago de tan gran favor: y voy a llevrselas ahora mismo. Y carg las dos llamas para el Cndor. El Cndor devor inmediatamente una, hasta el hueso de los huesos, arrancando las carnes con su propio pico. A la otra la hizo degollar

45

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

con el joven, para comerla en el camino. E hizo que el mozo se echara la res degollada en las espaldas; luego le orden que subiera sobre una roca; carg al joven, y le hizo esta advertencia: Has de cerrar y apretar los prpados; por ninguna causa abrirs los ojos. Y cada vez que yo te diga: Carne!, me pondrs en el pico un trozo de la llama. Luego el Condor levant el vuelo. El hombre obedeci y no abri los ojos en ningn instante; tena los prpados cerrados y duros. Carne!, peda el Mallku, y luego el mozo cortaba grandes trozos de llama y le meta en el pico. Pero en lo ms raudo del viaje, se acab el fiambre. Antes de alzar el vuelo, el Cndor haba advertido al joven: Si cuando diga Carne! no me pones carne en el pico, donde quiera que estemos, te soltar. Ante ese temor, el mozo empez a cortarse trozos de su pantorilla. Cada vez que el Cndor peda carne, le serva pequeas raciones de su propia carne. As, a costa de su sangre, consigui que el Cndor le hiciera llegar hasta el cielo. Y se cuenta que tardaron un ao en elevarse a tan gran altura. Cuando llegaron, el Cndor descans un rato; luego volvi a cargar al joven y vol hasta la orilla de un mar lejano. All le dijo al mozo: Ahora, mi querido, bate en este mar. El joven se ba en seguida. Y tambin el Cndor se ba. Ambos haba llegado al cielo, sucios, negros de barba; viejos. Pero cuando salieron del bao estaban hermosamente rejuvenecidos. Entonces le dijo el Cndor: En la otra orilla de este lago, frente a nosotros, hay un gran santuario. All se ha de celebrar una ceremonia. Anda, y espera en la puerta de ese hermoso templo. A la ceremonia han de asistir las jvenes del cielo; son una multitud, y todas tienen el mismo rostro que tu esposa. Cuando ellas estn desfilando junto a ti, no has de dirigirle la palabra a ninguna. Porque la que es tuya vendr la ltima, y te dar un empujn. Entonces la asirs y por ningn motivo la soltars. El joven obedeci al Cndor. Lleg a la puerta del gran recinto, y esper de pie. Y lleg una infinidad de jvenes de idntico rostro. Entraban, entraban; una tras de otra. Todas miraban impasibles al hombre. El no poda reconocer entre tantas a la que era su mujer. Y cuando estaban ingresando las ltimas, de pronto, una de ellas, le dio un empujn con el brazo; y tambin entr al gran templo. Era el resplandeciente templo del Sol y de la Luna. El Sol y la Luna, padre y madre de todas las estrellas y de todos los luceros. All, en ese templo, se reunan los seres celestiales,

46

Per, Cuento Popular all iban los luceros para adorar al Sol, da a da. Cantaban melodiosamente para el Sol; cual jvenes blancas, las estrellas; como innumerables princesas, los luceros. Cuando termin la ceremonia, las jvenes empezaron a salir. El mozo segua esperando en la puerta. Ellas volvieron a mirarle con igual indiferencia que antes. Y nuevamente le era imposible distinguir entre todas a la que era su esposa. Y como en la primera vez, de pronto, una de las princesas le dio un empujn con el brazo, y luego pretendi huir; pero l entonces la pudo aprisionar. Y no la solt. Ella lo gui a su casa, dicindole: A qu has venido hasta aqu? Yo iba a volver donde ti, de todos modos. Cuando llegaron a la casa, el mozo tena el cuerpo fro a causa del hambre. Vindolo as, ella le dijo: Toma este poco de quinua y cocnalo. Le dio una cuchara escasa de quinua. Entretanto, el joven lo observaba todo, y vio de qu lugar ella sacaba la quinua. Y cuando vio los pocos granos de quinua que tena en las manos, dijo para s: La miseria que me ha dado! Cmo es posible que esto aplaque mi hambre de todo un ao? Y la joven le dijo: Es necesario que vaya un instante donde mis padres. No debes mostrarte ante ellos. Mientras vuelvo, haz una sopa con la quinua que te he dado. Apenas sali ella, el joven se puso de pie, se dirigi al depsito y trajo una buena porcin de quinua y la ech a la olla. De pronto, la sopa rebos, hirviente, y se desbord a chorros. El comi todo lo que pudo, se hart hasta donde ya no era posible ms, y enterr el resto. Pero aun de debajo de la tierra la quinua empez a brotar. Y cuando estaba en ese trance, volvi la princesa y le dijo: No es de esta manera como se debe comer nuestra quinua! Por qu aumentaste la racin que te dej?. Y se dedic a ayudar al mozo a esconder la quinua rebosada para que los padres de ella no lo descubrieran. Entretanto, le advirti: No deben verte mis padres. Slo puedo tenerte escondido. Y as fue. El viva escondido; y la hermosa estrella le llevaba alimentos hasta su refugio. Durante un ao vivi de esta suerte el mozo con su esposa. Y apenas cumplido el ao, ella se olvid de llevarle alimentos. Un da sali, dicindole: Ha llegado la hora en que debes irte; y no volvi a aparecer ms en la casa. Lo abandon.

47

Cuento Popular A ndino. Bolivia, Ecuador, Panam, Per

Entonces, con el rostro lleno de lgrimas, el joven se dirigi nuevamente a la orilla del mar del cielo. Cuando lleg all, vio que desde la lejana surga el Cndor. El joven corri para darle alcance. El Cndor vol hasta posarse junto a l; y as observ que el Mallk divino haba envejecido. El Cndor, a su vez, vio que el mozo estaba avejentado y marchito. Cuando se encontraron, ambos gritaron al mismo tiempo: Qu ha sido de ti? El joven volvi a contarle su vida, y se quej: As, Seor, de este modo triste, mi mujer me ha abandonado. Se ha ido para siempre. El Cndor lament la suerte del mozo. Cmo es posible que haya procedido de este modo? Pobre amigo! le dijo. Y acercndose ms, lo acarici con sus alas, dulcemente. Como en el primer encuentro, le rog el joven: Seor, prstame tus alas. Vulveme a la tierra, a la casa de mis padres. Y el Cndor le respondi: Bien. Te llevar. Pero antes nos baaremos en este mar. Y ambos se baaron; y rejuvenecieron. Y en saliendo del agua, el Cndor le dijo: Tendrs que volverme a dar dos llamas por mi trabajo de cargarte nuevamente. Seor, cuando est en mi casa te entregar las dos llamas. El Cndor acept; se ech al joven sobre sus alas y emprendi el vuelo. Durante un ao estuvieron volando hacia la tierra. Y cuando llegaron, el mozo cumpli, y entreg al Cndor dos llamas. El mozo entr a su casa y encontr a sus padres muy viejos, muy viejos, cubiertos de lgrimas y de pena. El Cndor dijo a los ancianos: He aqu que les devuelvo a vuestro hijo, sano y salvo. Ahora debis criarlo cariosamente. El joven dijo a sus padres: Padre mo, madre ma: ahora ya no es posible que pueda amar a ninguna otra mujer. Ya no es posible encontrar una mujer como la que fue ma. As, slo, vivir, hasta que venga la muerte. Y los ancianos le contestaron: Esta bien. Como t quieras, hijo mo, slo, te criaremos, si no es tu voluntad tomar otra esposa.

48

Per, Cuento Popular

Y de este modo vivi, con una gran agona en el corazn. He aqu este corazn que am tanto a una mujer. He vagado sufriendo todos los dolores. Y he de entregarme ahora al llanto.

22. EL LAGARTO Haba un hombre sumamente rico. Tena incontables ovejas, vacas, tierras. Se cas con una mujer hermossima. Pero no tuvo hijos. Se haba casado pensando en que necesitaba herederos para sus riquezas. Todo lo que tengo lo dejar a mis hijos, haba dicho. Pero se cas y no tuvo hijos. No tuvo descendencia. Su mujer era bellsima; y todos los hombres la contemplaban; pero result siendo estril. Y el hombre tampoco tuvo hijos en otras mujeres. La esposa no pudo concebir por ningn medio. Entonces fue a la iglesia a rogar a Dios. Fueron los dos. Prendieron velas. Tantsimo ganado, tantsimas tierras! A quin hemos de dejarlos?, clamaban. Lloraban a ratos; a ratos no lloraban. Pasaron cinco aos, seis aos, y no tuvieron hijos. Cumplieron diez aos de matrimonio, y no pudieron tener un hijo. Y como les torturaba la idea de que no tenan a quien dejar su fortuna, el hombre dijo: Quiz debiramos adoptar un hijo ajeno?. Pero la mujer se opuso: Cmo hemos de criar un hijo ajeno?. No ser de nuestra sangre. Volvamos donde el Seor a pedirle su gracia; que me conceda su gracia, para que tengamos un hijo. Prendmosle velas en su altar. Y as fue. Paso el tiempo. . . A los quince aos de matrimonio, la mujer concibi, y apareci en cinta. Se llen de alegra; el marido tambin fue dichoso. All est mi hijo. He engendrado!, diciendo, fue a dar la noticia a unos y otros. Bebi con ellos. Expres su felicidad. Se arrodill a los pies del Seor. Ya no era un hombre estril! Un cuerno. Y as, en ese Estado de dicha, pasaron cinco meses, nueve meses. A los diez meses, la mujer pari. Dio a luz en su casa-hacienda, la atendieron cuatro comadronas. Entonces, entonces. . . qu te dir! La mujer pari un lagarto, no un ser humano. Un lagarto! Su rostro era humano; su cuerpo era de saurio, todo, hasta las uas. Slo la cabeza era humana. Su cuerpo era de lagarto. Nadie puede; hacer nada de nada! Resignos. Debe ser Dios quien les ha enviado este lagarto, de tanto que le pedste