002 la debida observancia del santo sabado

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1 002.- La debida observancia del santo sábado Estamos acercándonos a los momentos finales de nuestra historia. La gran lucha entre la verdad y el error está llegando a su fin. La lucha real pero invisible entre Emanuel, el Hijo de Yahveh nuestro Dios y Satanás, está al borde de su clímax final y el sábado, como cuarto mandamiento de esa ley, santa, justa y buena está siendo pisoteado en su mayoría, por aquellos que decimos que lo guardamos. Esperamos y deseamos, que las citas que estamos compartiendo en esta reflexión, nos ayuden a entender y guardar el único día que de entre los demás,, lleva las credenciales de la santidad de nuestro Creador y como tal, tenemos que aprender a guardarlo aquí en la tierra, haciéndolo santo y al mismo tiempo poder vivir nosotros en esa santidad, sin la cual “nadie verá al Señor” Hb 12:14 . =================================================================== El sábado distingue al verdadero hijo de Yahveh nuestro Dios de los idólatras El sábado fue hecho para beneficio del hombre; y transgredir a sabiendas el santo mandamiento que prohibe trabajar en el séptimo día es, a la vista del cielo, un crimen considerado de tal magnitud bajo la ley mosaica, que exigía la muerte del que lo cometiera. Pero esto no era todo lo que el delincuente había de sufrir, porque Dios no llevará al cielo a un transgresor de su ley. Deberá sufrir la segunda muerte, que es la penalidad plena y final a que se hace acreedor el transgresor de la ley de Dios. . 1JT 174,175 Cuando el Señor liberó a su pueblo Israel de Egipto y le confió su ley, le enseñó que por la observancia del sábado debía distinguirse de los idólatras. Así se crearía una distinción entre los que reconocían la soberanía de Dios y los que se negaban a aceptarle como su Creador y Rey. "Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel," dijo el Señor. "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo." (Ex.31: 17,16.) Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste honra la ley de su Creador. Hace distinción entre los súbditos leales y los transgresores. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico." (Exo. 31: 13.) El sábado que fue dado al mundo como señal de que Dios es el Creador, es también la señal de que es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su semejanza. Para quienes lo santifican, el sábado es una señal de santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe obedeciendo a los principios que son el trasunto de su carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Queda santificado por la obediencia. A nosotros, como a Israel, nos es dado el sábado "por pacto perpetuo." Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá su pacto en su favor. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios, se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa. El sábado contiene el sello de Yahveh De los diez mandamientos, sólo el cuarto contiene el sello del gran Legislador, Creador del cielo y de la tierra. Los que obedecen este mandamiento toman sobre sí su nombre, y son suyas todas las bendiciones que entraña. "Y Jehová habló a Moisés, diciendo: habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde: Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti

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002.- La debida observancia del santo sábado Estamos acercándonos a los momentos finales de nuestra historia. La gran lucha entre la verdad y el error está

llegando a su fin. La lucha real pero invisible entre Emanuel, el Hijo de Yahveh nuestro Dios y Satanás, está

al borde de su clímax final y el sábado, como cuarto mandamiento de esa ley, santa, justa y buena está siendo

pisoteado en su mayoría, por aquellos que decimos que lo guardamos.

Esperamos y deseamos, que las citas que estamos compartiendo en esta reflexión, nos ayuden a entender y

guardar el único día que de entre los demás,, lleva las credenciales de la santidad de nuestro Creador y como

tal, tenemos que aprender a guardarlo aquí en la tierra, haciéndolo santo y al mismo tiempo poder vivir

nosotros en esa santidad, sin la cual “nadie verá al Señor” Hb 12:14 .

===================================================================

El sábado distingue al verdadero hijo de Yahveh nuestro Dios de los idólatras

El sábado fue hecho para beneficio del hombre; y transgredir a sabiendas el santo mandamiento que prohibe

trabajar en el séptimo día es, a la vista del cielo, un crimen considerado de tal magnitud bajo la ley mosaica,

que exigía la muerte del que lo cometiera. Pero esto no era todo lo que el delincuente había de sufrir, porque

Dios no llevará al cielo a un transgresor de su ley. Deberá sufrir la segunda muerte, que es la penalidad plena

y final a que se hace acreedor el transgresor de la ley de Dios. . 1JT 174,175

Cuando el Señor liberó a su pueblo Israel de Egipto y le confió su ley, le enseñó que por la observancia del

sábado debía distinguirse de los idólatras. Así se crearía una distinción entre los que reconocían la soberanía

de Dios y los que se negaban a aceptarle como su Creador y Rey. "Señal es para siempre entre mí y los hijos

de Israel," dijo el Señor. "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus edades por pacto

perpetuo." (Ex.31: 17,16.)

Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán

terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el

reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste

honra la ley de su Creador. Hace distinción entre los súbditos leales y los transgresores.

El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley.

Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados:

porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."

(Exo. 31: 13.) El sábado que fue dado al mundo como señal de que Dios es el Creador, es también la señal de

que es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su

semejanza. Para quienes lo santifican, el sábado es una señal de santificación. La verdadera santificación es

armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe obedeciendo a los principios que son el trasunto de su

carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá

toda la ley. Queda santificado por la obediencia.

A nosotros, como a Israel, nos es dado el sábado "por pacto perpetuo." Para los que reverencian el santo día,

el sábado es una señal de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá

su pacto en su favor. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios, se coloca bajo el pacto divino y

eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa.

El sábado contiene el sello de Yahveh

De los diez mandamientos, sólo el cuarto contiene el sello del gran Legislador, Creador del cielo y de la tierra.

Los que obedecen este mandamiento toman sobre sí su nombre, y son suyas todas las bendiciones que entraña.

"Y Jehová habló a Moisés, diciendo: habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel,

diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde: Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti

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misericordia: Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel,

y yo los bendeciré." (Núm. 6: 22-27) Por medio de Moisés fue dada también la promesa: "Confirmarte ha

Jehová por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y

anduvieras en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre

ti... Y te pondrá Jehová por cabeza y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando

obedecieras a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas."

(Deut. 28:9-13.)

Estas promesas dadas a Israel son también para el pueblo de Dios hoy. Son los mensajes que el sábado nos

trae. . 3 JT

¿Cómo observarlo?

A fin de santificar el sábado, no es necesario que nos encerremos entre paredes, y que nos privemos de las

hermosas escenas de la naturaleza, del aire libre y vigorizador y de la hermosura del cielo. En ningún caso

debemos permitir que las cargas y las transacciones comerciales distraigan nuestra mente en el sábado del

Señor que él ha santificado. No debemos permitir que nuestra mente se espacie siquiera en cosas de carácter

mundanal. Pero la mente no puede ser refrigerada, vivificada y elevada si quedamos encerrados durante casi

todas las horas del sábado entre paredes, escuchando largos sermones y oraciones tediosas y formales. El

sábado del Señor recibe un uso erróneo si se lo celebra así. No se alcanza el objeto para el cual fue instituido.

El sábado fue hecho para el hombre, para beneficiarle al apartar su espíritu de la labor secular a fin de que

contemple la bondad y la gloria de Dios. Es necesario que el pueblo de Dios se reúna para hablar de él, para

intercambiar pensamientos e ideas acerca de las verdades contenidas en su Palabra, y dedicar una parte del

tiempo a la oración apropiada. Pero estos momentos, aún en sábado, no deben ser hechos tediosos por su

dilación y falta de interés.

El libro de la naturaleza

Durante una porción del día, todos debieran tener oportunidad de salir al aire libre. ¿Cómo pueden los niños

recibir un conocimiento más correcto de Dios y una impresión mental mejor, que pasando una parte del

tiempo al aire libre, no jugando, sino en compañía de sus padres? Asóciense sus mentes juveniles con Dios en

los hermosos panoramas de la naturaleza, llámeseles la atención hacia las manifestaciones de su amor por el

hombre en sus obras creadas y se sentirán atraídos e interesados. No correrán el peligro de asociar el carácter

de Dios con todo lo severo y adusto sino que al ver las cosas bellas que creó para la felicidad del hombre,

serán inducidos a considerarle como un Padre tierno y amable. Verán que sus prohibiciones no han sido

hechas simplemente para manifestar su poder y autoridad, sino que busca la felicidad de sus hijos. Y al cobrar

el carácter de Dios el aspecto atrayente del amor, la benevolencia y la belleza, se sentirán inducidos a amarle.

Podéis llamarles la atención a las aves hermosas que llenan el aire de música con sus felices cantos, los tallos

de la hierba y las flores perfectas de llamativos matices que perfuman el aire. Todas estas cosas proclaman el

amor y la habilidad del Artista celestial, y revelan la gloria de Dios.

Padres, ¿por qué no hacéis uso de las lecciones preciosas que Dios nos ha enseñado en el libro de la naturaleza

para dar a nuestros hijos una idea correcta de su carácter? Los que sacrifican la sencillez por la moda, y se

privan de admirar la belleza de la naturaleza, no pueden ser espirituales, no pueden comprender la habilidad y

el poder de Dios según se revelan en sus obras creadas; por lo tanto, sus corazones no palpitan con nuevo

amor e interés, y no se llenan de reverencia al vislumbrar a Dios en la naturaleza.

Todos los que aman a Dios deben hacer lo que puedan para que el sábado sea una delicia, santo y honorable.

No pueden hacer esto buscando sus propios placeres en diversiones pecaminosas y prohibidas. Sin embargo,

pueden hacer mucho para exaltar el sábado en sus familias y hacer de él el día más interesante de la semana.

Debemos dedicar tiempo a interesar a nuestros hijos. Un cambio ejercerá una influencia feliz sobre ellos.

Podemos andar con ellos al aire libre; podemos sentamos con ellos en los huertos y bajo la alegre luz del sol,

y dar a sus mentes inquietas algo en que ocuparse, conversando con ellos de las obras de Dios. Podemos

inspirarles amor y reverencia llamando su atención a los hermosos objetos de la naturaleza.

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El sábado debe resultar tan interesante para nuestras familias que su visita semanal sea saludada con gozo. De

ninguna manera mejor pueden los padres exaltar y honrar el sábado que ideando medios de impartir la debida

instrucción a sus familias, e interesarlas en las cosas espirituales, dándoles una visión correcta del carácter de

Dios, y de lo que él requiere de nosotros a fin de perfeccionar el carácter cristiano y alcanzar la vida eterna.

Padres, haced del sábado una delicia para que vuestros hijos puedan esperarlo con placer y recibirlo con gozo

en su corazón. . 1JT 276,278;

El libro de la naturaleza es un gran libro de texto, que debemos usar conjuntamente con las Escrituras para

enseñar a los demás acerca del carácter de Dios y para guiar a las ovejas perdidas de vuelta al aprisco del

Señor...

Todos necesitan las enseñanzas que se han de sacar de esta fuente. Por sí misma, la hermosura de la

naturaleza lleva al alma lejos del pecado y de las atracciones mundanas y la guía hacia la pureza, la paz y

Dios...

El sábado nos invita a contemplar la gloria del Creador en sus obras creadas. Y a causa de que Jesús quería

que lo hiciéramos, relacionó sus preciosas lecciones con la hermosura de las cosas creadas. En el santo día de

descanso, más especialmente que en todos los demás días, debemos estudiar los mensajes que Dios nos ha

escrito en la naturaleza. Debemos estudiar las parábolas del Salvador allí donde las pronunciara, en los prados

y arboledas, bajo el cielo abierto, entre la hierba y las flores. . PVGM 14,15

Su carácter Sagrado

CUANDO el sábado comienza debemos ponernos en guardia, velar sobre nuestros actos y palabras, no sea

que robemos a Dios, dedicando a nuestro uso el tiempo que pertenece estrictamente al Señor. No debemos

hacer ni permitir que nuestros hijos hagan trabajo alguno para ganarse la vida, ni cosa alguna que podría

haberse hecho durante los seis días hábiles.

El viernes es el día de preparación. Entonces puede dedicarse tiempo a los preparativos necesarios para el

sábado, y a pensar y conversar acerca de ello. Nada de lo que a los ojos del cielo será considerado como

violación del santo sábado debe dejarse para ser dicho o hecho en sábado. Dios requiere no sólo que evitemos

el trabajo físico en sábado, sino que disciplinemos nuestra mente para que se espacie en temas sagrados. Se

infringe virtualmente el cuarto mandamiento al conversar de cosas mundanales, o al dedicarse a una

conversación liviana y trivial. El hablar de cualquier cosa o de todo lo que acude a la mente, es pronunciar

nuestras propias palabras. Toda desviación de lo recto nos pone en servidumbre y condenación.

Los que no son plenamente convertidos a la verdad permiten con frecuencia que sus mentes se espacien

libremente en negocios mundanales, y aunque descansan del trabajo físico en sábado, su lengua expresa lo

que tienen en la mente; de ahí sus palabras acerca de sus ganados, las cosechas y las pérdidas y ganancias.

Todo esto es violar el sábado. Si la mente se espacia en asuntos mundanales, la lengua lo revelará; porque de

la abundancia del corazón habla la boca.

Los ministros deben reprender con amor a los que participan en conversaciones mundanales en sábado.

El ejemplo de los ministros debe ser especialmente circunspecto acerca de esto. El sábado debe dedicarse

concienzudamente a la conversación sobre temas religiosos, a presentar la verdad, el deber, las esperanzas y

temores del cristiano, sus pruebas, conflictos y aflicciones, la victoria final y la recompensa que habrá de

recibir. Los ministros de Jesús deben reprender a los que no se acuerdan del sábado para santificarlo. Deben

reprender bondadosa y solemnemente a los que participan en conversación mundanal en sábado, y al mismo

tiempo aseveran ser observadores del sábado. Deben estimular la devoción a Dios en su santo día.

A los que recuperan el sueño

Nadie debe sentirse libre para pasar el tiempo santificado de una manera que no sea provechosa. Desagrada a

Dios que los observadores del sábado duerman durante gran parte del sábado. Deshonran a su Creador al

hacerlo. Por su ejemplo dicen que los seis días son demasiado preciosos para que ellos los pasen

descansando. Deben ganar dinero, aunque sea privándose del sueño que necesitan, y lo recuperan durmiendo

durante el tiempo santo. Luego se disculpan diciendo: "El sábado fue dado como día de reposo. No me

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privaré del descanso para asistir a la reunión; porque necesito descansar." Los tales hacen un uso erróneo del

día santificado. En este día deben interesar especialmente a sus familias en la observancia del mismo, y

congregarse en la casa de oración con los pocos o con los muchos que asistan, según sea el caso. Deben

dedicar su tiempo y sus energías a los ejercicios espirituales, para que la influencia divina que descansa sobre

el sábado los acompañe durante la semana. De todos los días de la semana, ninguno es tan favorable para los

pensamientos y sentimientos de devoción como el sábado.

Los que santificaban al Señor Dios en su corazón por una actitud estrictamente devocional, y procuraban

aprovechar las horas sagradas observando el sábado lo mejor posible y honrar a Dios llamando delicias al

sábado, eran especialmente bendecidos de los ángeles con luz y salud y recibían fuerza especial. Pero, por

otro lado, los ángeles se apartaban de aquellos que no apreciaban el carácter sagrado del día santificado de

Dios, y les quitaban su luz y su fuerza. Los vi cubiertos de una nube, abatidos y con frecuencia tristes.

Sentían la falta del Espíritu de Dios. 1JT. 287,289

La obediencia parcial no es aceptable

El Señor no acepta una observancia parcial de la ley del sábado, y ella ejerce peor efecto sobre la mente de los

pecadores que si Ud. no profesara observar el sábado. Ellos perciben que su vida contradice su creencia y

pierden la fe en el cristianismo. El Señor quiere decir precisamente lo que expresa, y el hombre no puede

poner impunemente a un lado sus mandamientos. El ejemplo de Adán y Eva en el huerto nos amonesta

suficientemente contra cualquier desobediencia a la ley divina. El pecado que cometieron nuestros primeros

padres al escuchar las engañosas tentaciones del enemigo atrajo la culpa y el pesar sobre el mundo, y obligó al

Hijo de Dios a abandonar las cortes reales del cielo y ocupar un humilde lugar en la tierra. Se sometió a los

insultos, al rechazamiento y a la crucifixión, por parte de aquellos mismos a quienes venía a bendecir. ¡Qué

costo infinito acompañó a aquella desobediencia en el huerto de Edén! La Majestad del cielo fue sacrificada

para salvar al hombre de la penalidad de su crimen.

Dios no pasará por alto ninguna transgresión de su ley, ni la considerará con más ligereza ahora que en el día

en que pronunció el juicio contra Adán. El Salvador del mundo alza su voz y protesta contra aquellos que

consideran los mandamientos divinos indiferentemente y con negligencia. El dice: "Cualquiera que

infringiera uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será

llamado en el reino de los cielos: mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino

de los cielos." (Mat. 5:19.) La enseñanza de nuestra vida se hace sentir completamente en favor de la verdad o

contra ella. Si nuestras obras parecen justificar al transgresor en su pecado, si nuestra influencia resta

importancia a la violación de los mandamientos de Dios, entonces no sólo somos culpables nosotros mismos,

sino que hasta cierto punto somos responsables de los consiguientes errores ajenos. En el mismo principio del

cuarto precepto, Dios dijo: "Acordarte has," sabiendo que el hombre, dada la multitud de sus cuidados y

perplejidades, se vería tentado a excusarse de satisfacer plenamente los requisitos de la ley, o, en el apremio

de los negocios mundanales, se olvidaría de su importancia y santidad. "Seis días trabajarás, y harás toda tu

obra," es decir, los quehaceres usuales de la vida, que persiguen las ganancias mundanales o el placer. Estas

palabras son muy explícitas; no puede haber error.

Dios dio al hombre seis días para que realizara su trabajo y llevara a cabo los quehaceres comunes de la vida;

pero le pide un día, que él puso aparte y santificó. Lo da al hombre como día en el cual pueda descansar de su

trabajo y dedicarse al culto y al mejoramiento de su condición espiritual. ¡Qué flagrante ultraje es de parte del

hombre robar el día santificado de Jehová, y apropiárselo para sus propios propósitos egoístas!

La fe y la obediencia

Escrito está: "¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?" (Sant.

2:14.) Cada vez que Ud. dedica sus manos a trabajar en sábado, niega virtualmente su fe. Las Sagradas

Escrituras nos enseñan que la fe sin obras es muerta, y que el testimonio de la vida de uno proclama al mundo

si uno es fiel o no a la fe que profesa. Su conducta rebaja la ley de Dios en la estima de sus amigos

mundanos. Por ella Ud. les dice: "Vosotros podéis obedecer los mandamientos o no obedecerlos. Yo creo

que la ley de Dios es, en cierto modo, obligatoria para los hombres; pero al fin y al cabo, el Señor no es tan

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escrupuloso como para exigir una observancia estricta de sus preceptos, y una transgresión ocasional no es

castigada con severidad de su parte".

Muchos, al excusarse por violar el sábado, se refieren a su ejemplo. Arguyen que si un hombre tan bueno,

que cree que el séptimo día es el día de reposo, puede dedicarse a empleos mundanales en ese día cuando las

circunstancias parecen requerirlo, seguramente ellos pueden hacer lo mismo sin ser condenados. Muchas

almas se enfrentarán con Ud. en el día del juicio, y presentarán su influencia como argumento para explicar su

desobediencia a la ley de Dios. Aunque esto no disculpará el pecado de ellos, será una terrible cuenta contra

Ud.

Jesús murió no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados

Dios ha hablado, y quiere que el hombre obedezca. No pregunta si le es conveniente hacerlo. El Señor de la

vida y la gloria no consultó su conveniencia o placer cuando dejó su puesto y elevada jerarquía para venir a

ser varón de dolores y experimentado en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al

hombre de las consecuencias de su desobediencia. Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino

de sus pecados. El hombre ha de abandonar el error de sus caminos, seguir el ejemplo de Cristo, tomar su

cruz y seguirlo, negándose a sí mismo y obedeciendo a Dios a todo costo.

Dijo Jesús: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al

uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón, " (Mat. 6: 24) Si somos verdaderos siervos

de Dios, no habrá en nuestra mente duda alguna acerca de si vamos a obedecer sus mandamientos o consultar

nuestros propios intereses temporales. Si los que creen en la verdad no son sostenidos por su fe en estos días

comparativamente apacibles, ¿qué los sostendré cuando venga la gran prueba y sea promulgado el decreto

contra aquellos que no quieran adorar la imagen de la bestia ni recibir su marca en su frente o en su mano?

Ese tiempo solemne no está lejos. En vez de volverse débiles e irresolutos, los hijos de Dios deben cobrar

fuerzas y valor para el tiempo de la tribulación.

Las circunstancias no son una excusa

Las circunstancias no justificarán a nadie que trabaje el sábado por amor a la ganancia mundanal. Si Dios

excusa a un hombre, puede excusarlos a todos. ¿Por qué no habría de trabajar en sábado para ganarse la vida

el Hno. *** que es pobre, cuando al hacerlo podría sostener mejor su familia? ¿Por qué no podrían los otros

hermanos, o todos nosotros, guardar el sábado únicamente cuando fuese conveniente hacerlo? La voz de

Sinaí responde: "Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será reposo para Jehová tu

Dios." (Exo. 20:9,10.)

Las malas acciones perpetradas por los que creen en la verdad, causan gran debilidad a la iglesia. Son piedras

de tropiezo en el camino de los pecadores y les impiden venir a la luz. Hermano, Dios lo llama a ponerse

completamente de su lado y a dejar que sus obras muestren que Ud. respeta sus preceptos y tiene por

inviolable el sábado. El le invita a despertar, reconocer su deber y ser fiel a las responsabilidades que le

incumben. Estas solemnes palabras le son dirigidas: "Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en

mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus

propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras; entonces te deleitarás en Jehová;

y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre: porque la boca

de Jehová lo ha hablado." (Isa. 58: 13, 14)

Como muchos de nuestros hermanos, Ud. se está enredando con los transgresores de la ley de Dios, mirando

los asuntos desde su punto de vista y cayendo en sus errores. Dios visitará con sus juicios a aquellos que

profesan servirle y en realidad sirven a Mammón. Los que desprecian la expresa orden del Señor para obtener

ventajas personales, están acumulando desgracias, futuras sobre sí mismos. La iglesia de *** debe inquirir

detenidamente para ver si no ha hecho del templo de Dios, como los judíos, un lugar de comercio. Cristo dijo:

"Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho." (Mat. 21: 13.) 1 JT

496 …

Su Importancia

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6

Los que ocupan puestos de responsabilidad deben ejercer cuidado para que sus palabras y ejemplo sean tales

que induzcan al pueblo a tener ideas y prácticas correctas. Deben estar seguros de que en nada empequeñecen

los requerimientos de Dios. Debido a que el cuarto mandamiento se desprecia en forma tan general, debemos

ser tanto más sinceros y decididos al procurar honrar este precepto de la santa ley de Dios. El mensaje del

tercer ángel es el que hemos de presentar al mundo. En él Dios tiene una prueba para nosotros, y si estamos a

la altura de la norma, debemos ser un pueblo peculiar.

Quienquiera que obedezca al cuarto mandamiento hallará que se traza una línea de separación entre él y el

mundo. El sábado no es un requerimiento humano, sino una prueba de Dios. Es lo que distinguirá a quienes

sirven a Dios de los que no le sirven; y acerca de este punto se producirá el último gran conflicto de la

controversia entre la verdad y el error.

Entre la generalidad de nuestro pueblo en estos reinos, el sábado no ha ocupado la posición exaltada en que

Dios lo puso. El mundo es el instrumento que zarandea la iglesia, y prueba el carácter genuino de sus

miembros. El mundo ofrece incentivos que, cuando el creyente los acepta, lo colocan donde su vida no está

más en armonía con su profesión de fe.

La prueba de la lealtad

Algunos insistirán en que el Señor no es tan meticuloso en sus requerimientos; que no es su deber observar

estrictamente el sábado con tanta pérdida, ni ponerse en conflicto con las leyes del país. Pero en esto es

precisamente donde viene la prueba, en saber si honraremos la ley de Dios por encima de los requerimientos

de los hombres. Esto es lo que hará distinción entre quienes honran a Dios y quienes le deshonran. En esto es

donde hemos de demostrar nuestra lealtad. La historia del trato de Dios con su pueblo en todas las épocas

demuestra que él exige una obediencia estricta.

Cuando el ángel destructor estaba por recorrer la tierra de Egipto, y herir a los primogénitos de los hombres y

de las bestias, se indicó a los israelitas que tuviesen a sus hijos consigo en casa, y rociasen los dinteles de las

puertas con sangre, que ninguno quedase fuera de la casa; porque todos los que fuesen hallados entre los

egipcios serían destruidos con ellos. Supongamos que un israelita hubiese descuidado de colocar la señal de

la sangre sobre su puerta, diciendo que el ángel de Dios podía distinguir entre los hebreos y los egipcios,

¿habrían custodiado esa morada los centinelas celestiales? Debemos aplicarnos esta lección a nosotros

mismos.

Nuevamente ha de recorrer la tierra el ángel destructor. Se ha de colocar una marca sobre el pueblo de Dios, y

esa marca es la observancia de su santo sábado. No hemos de seguir nuestra propia voluntad y juicio, e

imaginarnos que Dios cumplirá nuestras condiciones. Dios prueba nuestra fe al darnos una parte que

desempeñar en relación con su intervención en nuestro favor. Sus promesas se cumplirán para los que

cumplan las condiciones; pero todos los que se atrevan a desviarse de sus instrucciones, para seguir un camino

de su propia elección, perecerán con los impíos cuando sus juicios caigan sobre la tierra.

Si los padres permiten que sus hijos reciban educación en el mundo y hagan del sábado un día común,

entonces no podrá ser puesto sobre ellos el sello de Dios. Serán destruidos con el mundo; y ¿no recaerá su

sangre sobre los padres? Pero si enseñamos fielmente a nuestros hijos los mandamientos de Dios, los

sometemos a la autoridad paternal y luego por la fe y la oración los confiamos a Dios, él cooperará con

nuestros esfuerzos porque lo ha prometido. Y cuando el azote abrumador recorra la tierra, ellos estarán con

nosotros escondidos en el pabellón secreto del Señor.

La observancia escrupulosa del santo día del Señor

Dios sacó a su pueblo Israel de Egipto para que pudiese guardar su sábado, y les dio indicaciones especiales

acerca de cómo observarlo. Los diez preceptos pronunciados por su voz en el Sinaí y las instrucciones dadas

a Moisés fueron registrados para beneficio de todos los que hubiesen de vivir en la tierra hasta el fin del

tiempo. Dios ha dado al hombre seis días en que trabajar, pero se ha reservado el séptimo y ha pronunciado

una bendición sobre quienes lo santifiquen.

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7

El día anterior al sábado debe ser hecho día de preparación, a fin de que todo esté listo para sus horas

sagradas."Lo que hubierais de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubierais de cocinar, cocinadlo." "Mañana es el

santo sábado, el reposo de Jehová." (Ex. 16: 23.)

La misericordia divina ha indicado que se debe cuidar a los enfermos y dolientes; el trabajo requerido para

que estén cómodos es una obra necesaria, y no una violación del sábado. Debe evitarse todo trabajo

innecesario. Muchos postergan negligentemente hasta el comienzo del sábado (puesta de sol del viernes)

cosas pequeñas que debieran hacerse en el día de preparación. Esto no debe ser. Cualquier trabajo que sea

descuidado hasta el comienzo del tiempo sagrado debe permanecer sin hacerse hasta que haya pasado el

sábado.

Debe velarse sobre las palabras y los pensamientos. Los que hablan de asuntos comerciales y hacen planes en

sábado, son considerados por Dios como si se hubiesen dedicado realmente a efectuar los negocios. Para

santificar el sábado, no debemos permitir siquiera a nuestra mente que se espacie en cosas de carácter

mundano.

Se hace generalmente del domingo un día de banquete y búsqueda de placer; pero el Señor quiere que su

pueblo dé al mundo un ejemplo más elevado y santo. En el sábado debe haber una solemne dedicación de la

familia a Dios. El mandamiento incluye a todos los que están dentro de nuestras puertas; todos los que viven

en la casa deben poner a un lado sus quehaceres mundanos, y dedicar las horas sagradas a la devoción.

Únanse todos en servir alegremente a Dios en ese santo día. 2JT 180-185

La reforma en su observancia

El sábado es un broche de oro que une a Dios y su pueblo. Pero el mandamiento del sábado ha sido violado.

El día santo de Dios ha sido profanado. El sábado ha sido sacado de su lugar por el hombre de pecado, y se

ha ensalzado en su lugar un día de trabajo común. Se ha hecho una brecha en la ley, y esta brecha ha de ser

reparada. El sábado debe ser ensalzado a la posición que merece como día de reposo de Dios. En el capítulo

58 de Isaías, se bosqueja la obra que el pueblo de Dios ha de hacer. Debe ensalzar la ley y hacerla honorable,

edificar en los antiguos desiertos y levantar los fundamentos de muchas generaciones. A los que hagan esta

obra, Dios dice: "Serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del

sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y

lo venerares, no andando en tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus palabras: entonces te

deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu

padre: porque la boca de Jehová lo ha hablado." (Vers. 12-14.)

La cuestión del sábado será el punto culminante del gran conflicto final en el cual todo el mundo tomará parte.

Los hombres han honrado los principios de Satanás por encima de los principios que rigen los cielos. Han

aceptado el falso día de descanso que Satanás ha exaltado como señal de su autoridad. Pero Dios ha puesto su

sello sobre su requerimiento real. Ambos días de reposo llevan el nombre de su autor, una marca imborrable

que demuestra la autoridad de cada uno. Es nuestra obra inducir a la gente a comprender esto. Debemos

mostrarle que es de consecuencia vital llevar la marca del reino de Dios o la marca de la rebelión, porque se

reconocen súbditos del reino cuya marca llevan. Dios nos ha llamado a enarbolar el estandarte de su sábado

pisoteado. ¡Cuán importante es, pues, que nuestro ejemplo sea correcto en la observancia del sábado!

Al establecer nuevas iglesias, los ministros deben dar instrucción cuidadosa en cuanto a la debida observancia

del sábado. Debemos precavernos, no sea que las prácticas flojas que prevalecen entre los observadores del

domingo sean seguidas por aquellos que profesan observar el santo día de reposo de Dios. La línea de

demarcación debe trazarse clara y distinta entre los que llevan la marca del reino de Dios y los que llevan la

señal del reino de la rebelión.

La preparación para recibirlo

El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le atribuyen muchos de los que profesan

observarlo. El Señor ha sido grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado de acuerdo

con el mandamiento, en la letra y en el espíritu. El pide una reforma en la observancia del sábado.

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8

Al mismo principio del cuarto mandamiento, el Señor dijo: "Acordarte has." Sabía que entre la multitud de

cuidados y perplejidades, el hombre se vería tentado a excusarse de satisfacer todo lo requerido por la ley, o se

olvidaría de su importancia sagrada. Por lo tanto dijo: "Acordarte has del día de reposo, para santificarlo."

(Exo. 20: 8.)

Durante toda la semana, debemos recordar el sábado y hacer preparativos para guardarlo según el

mandamiento. No sólo debemos observar el sábado en forma legal. Debemos comprender su importancia

espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida. Todos los que consideren el sábado como una señal entre

ellos y Dios y demuestren que Dios es quien los santifica, representarán los principios de su gobierno.

Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diariamente rogarán que la santificación del sábado

descanse sobre ellos. Cada día tendrán el compañerismo de Cristo y ejemplificarán la perfección de su

carácter. Cada día su luz brillará para los demás en sus buenas obras.

En todo lo que pertenece al éxito de la obra de Dios, las primeras victorias se han de ganar en el hogar. Allí

debe empezar la preparación para el sábado. Recuerden los padres durante toda la semana que su hogar ha de

ser una escuela en la cual sus hijos se prepararán para los atrios celestiales. Sean correctas sus palabras. No

escapen de sus labios expresiones que sus hijos no debieran oír. Mantengan su espíritu libre de irritación.

Padres, vivid durante la semana como a la vista de un Dios santo, que os ha dado hijos para que los preparéis

para él. Educad así la pequeña iglesia que hay en vuestro hogar, a fin de que el sábado todos puedan estar

preparados para adorar en el santuario del Señor. Presentad cada mañana y noche vuestros hijos a Dios como

su heredad comprada con sangre. Enseñadles que es su más alto deber y privilegio amar y servir a Dios.

Los padres deben ser escrupulosos y hacer del culto de Dios una lección objetiva para sus hijos. Deben tener

con frecuencia en los labios pasajes de la Escritura, especialmente los que preparan el corazón para el servicio

religioso. Bien podrían repetirse a menudo las preciosas palabras: "Alma mía, en Dios solamente reposa;

porque de él es mi esperanza." (Sal. 62: 5.)

Cuando el sábado se recuerde así, no se permitirá que lo temporal usurpe lo que pertenece a lo espiritual.

Ningún deber que incumbe a los seis días hábiles será dejado para el sábado. Durante la semana nuestras

energías no se agotarán de tal manera en el trabajo temporal que, en el día en que el Señor descansó y fue

refrigerado, estemos demasiado cansados para dedicarnos a su servicio.

Aunque deben hacerse preparativos para el sábado durante toda la semana, el viernes es un día especial de

preparación. Por medio de Moisés, el Señor dijo a los hijos de Israel: "Mañana es el santo sábado, el reposo

de Jehová: lo que hubierais de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubierais de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os

sobrare, guardadlo para mañana." "Derramábase el pueblo, y recogían [el maná], y molían en molinos, o

majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas." (Exo. 16: 23; Núm. 11: 8.) Había algo que

hacer para preparar el pan enviado por el cielo a los hijos de Israel. El Señor les dijo que esta obra debía

hacerse en viernes, día de preparación. Esto era una prueba para ellos. Dios deseaba ver si querían santificar

el sábado o no.

Estas indicaciones de los labios de Jehová son para nuestra instrucción. La Biblia es una guía perfecta, y si se

estudian sus páginas con oración y corazón dispuesto a comprender, nadie necesita errar acerca de esta

cuestión.

Todos deben tener un traje especial para este día

Muchos necesitan instrucción en cuanto a cómo deben presentarse en la asamblea para adorar en sábado. No

han de entrar en la presencia de Dios con las ropas que llevan comúnmente durante la semana. Todos deben

tener un traje especial para el sábado, para llevarlo cuando asistan al culto en la casa de Dios. Aunque no

debemos conformarnos a las modas mundanales, no debemos ser indiferentes acerca de nuestra apariencia

exterior. Debernos ser aseados y estar bien arreglados, aunque sin adornos. Los hijos de Dios deben ser

limpios en su interior y exterior.

El sábado comienza a la puesta de sol del viernes y debemos estar aseados y vestidos con la ropa del

sábado para recibirlo.

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9

Termínense el viernes los preparativos para el sábado. Cuidad de que toda la ropa esté lista y que se haya

cocinado todo lo que debe cocinarse, que se hayan lustrado los zapatos y tomado los baños. Es posible lograr

esto. Si lo establecéis como regla, podéis hacerlo. El sábado no debe destinarse a reparar ropas, a cocinar

alimentos, a los placeres, o a otra ocupación mundanal. Antes de que se ponga el sol, debe ponerse a un lado

todo trabajo secular, y guardarse fuera de la vista todos los periódicos de ese carácter. Padres, explicad a

vuestros hijos lo que hacéis y os proponéis, y dejadlos participar en vuestra preparación para guardar el

sábado según el mandamiento.

Debiéramos dejar de trabajar el viernes al mediodía para prepararnos para recibir el santo día

Debemos cuidar celosamente las extremidades del sábado. Recordemos que cada momento es tiempo santo y

consagrado. Siempre que se pueda los patrones deben dejar en libertad a sus obreros desde el viernes al medio

día hasta el principio del sábado. Dadles tiempo para la preparación, a fin de que puedan dar la bienvenida al

día del Señor con espíritu tranquilo. Una conducta tal no os infligirá pérdidas, ni aun en las cosas temporales.

Nuestras divergencias entre hermanos o familiares deben ser solucionadas antes de la puesta de sol del

viernes para que el sábado sea santo.

Hay otra obra que debe recibir atención en el día de preparación. En ese día deben ponerse a un lado todas las

divergencias entre hermanos, ora sea en la familia o en la iglesia. Expúlsese del alma toda amargura, ira y

malicia. Con espíritu humilde, "confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para

que seáis sanos." (Sant.5: 16.)

Antes que empiece el sábado, tanto la mente como el cuerpo deben retraerse de los negocios mundanales.

Dios puso el sábado al fin de los seis días de trabajo para que los hombres se detengan y consideren lo que

han ganado en la semana en su preparación para el reino puro que no admitirá transgresor. Debemos hacer

cada sábado un examen de nuestras almas para ver si la semana fenecida trajo ganancia o pérdida espiritual.

Santificar el sábado para el Señor significa salvación eterna. Dios dice: "Yo honraré a los que me honran." (1

Sam. 2: 30.)

Cómo guardarlo en el hogar

Antes de la puesta del sol, congréguense los miembros de la familia para leer la Palabra de Dios y para cantar

y orar. Se necesita una reforma en esto, porque muchos han sido remisos. Necesitamos confesarnos a Dios y

unos a otros. Debemos empezar de nuevo a hacer arreglos especiales para que cada miembro de la familia sea

preparado para honrar el día que Dios ha bendecido y santificado.

No se malgasten en cama las preciosas horas del sábado. El sábado de mañana, la familia debe levantarse

temprano. Si se levantan tarde, hay confusión y apresuramiento en los preparativos para el desayuno y la

escuela sabática. Hay apresuramiento, roces e impaciencia. Así entran en el hogar sentimientos profanos. El

sábado, así profanado, produce cansancio, y en vez de amarse su venida se la teme.

No debemos proveer para el sábado una cantidad o variedad mayor de alimentos que para los otros días. En

vez de esto, los alimentos deben ser más sencillos, y debe comerse menos, a fin de que la mente esté clara y

vigorosa para comprender las cosas espirituales. El comer demasiado anubla la mente. Se pueden oír las

palabras más preciosas sin apreciarlas, debido a que la mente está turbada por un régimen impropio.

Comiendo demasiado el sábado, muchos han deshonrado a Dios más de lo que piensan.

Aunque debe evitarse el cocinar en sábado, no es necesario comer alimentos fríos. En tiempo frío, caliéntese

el alimento preparado el día antes. Y sean las comidas, aunque sencillas, atrayentes y sabrosas. Provéase

algo que sea considerado como un plato especial, algo que la familia no tiene cada día.

Tomen parte los niños en el culto de familia. Traigan todos sus Biblias, y lea cada uno de ellos uno o dos

versículos. Luego cántese algún himno familiar, seguido de oración. Para ésta, Cristo ha dejado un modelo.

El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de

lo que deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. En una simple petición, expresad al

Señor vuestras necesidades, y gratitud por su misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro huésped

bienvenido en el hogar y el corazón. En la familia, las largas oraciones acerca de objetos remotos, no están en

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10

su lugar. Hacen cansadora la hora de la oración, cuando debiera ser considerada como un privilegio y una

bendición. Procurad que ese momento ofrezca interés y gozo.

La escuela sabática y la reunión del culto ocupan sólo una parte del sábado. La parte que queda para la

familia puede abarcar las más sagradas y preciosas horas del sábado. Mucho de este tiempo deben pasarlo los

padres con sus hijos. En muchas familias se deja solos a los niños menores, para que se diviertan lo mejor que

puedan. En tales condiciones, no tardan en volverse inquietos, empiezan a jugar y se dedican a causar

perjuicios. Así el sábado no tiene para ellos significado sagrado. Cuando el tiempo es agradable, paseen los

padres con sus hijos por los campos y huertos. En medio de las cosas hermosas de la naturaleza, explíquenles

por qué fue instituido el sábado. Descríbanles la gran obra creadora de Dios. Díganles que cuando la tierra

salió de su mano era santa y hermosa. Cada flor, cada arbusto, cada árbol, respondía al propósito de su

Creador. Todo lo que veían los ojos era hermoso y llenaba la mente de pensamientos relativos al amor de

Dios. Todo sonido era música en armonía con la voz de Dios. Mostradles que fue el pecado lo que mancilló

la obra perfecta de Dios; que las espinas y los cardos, el pesar y la muerte, son todos resultados de la

desobediencia a Dios. Invitadlos a ver cómo la tierra, aunque mancillada por la maldición del pecado, sigue

revelando la bondad de Dios. Los campos verdes, los altos árboles, la alegre luz del sol, las nubes, el rocío, la

quietud solemne de la noche, la gloria del cielo estrellado y la luna en su belleza, todo da testimonio del

Creador. No cae una gota de lluvia ni un rayo de sol sobre nuestro mundo desagradecido, que no testifique de

la tolerancia y del amor de Dios.

Habladles del camino de la salvación; de cómo "amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para

que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3: 16.) Repítase la dulce historia de

Belén. Preséntese a Jesús a los niños, como niño obediente a sus padres, como joven fiel y laborioso, que

ayudaba a sostener la familia. Así podéis enseñarles que el Salvador conoce las pruebas, perplejidades y

tentaciones, las esperanzas y los goces de los jóvenes, y que puede simpatizar con ellos y ayudarles. De vez

en cuando, leedles las interesantes historias de la Biblia. Interrogadlos acerca de lo que han aprendido en la

escuela sabática y estudiad con ellos la lección del próximo sábado.

La despedida del sábado debe ser también como la bienvenida

Al bajar el sol, señalen la voz de la oración y el himno de alabanza el fin de las horas sagradas, e invitad a

Dios a acompañaros con su presencia en los cuidados de la semana de trabajos.

Así pueden los padres hacer del sábado lo que debe ser: el día más gozoso de la semana. Pueden inducir a sus

hijos a considerarlo como una delicia, el día superior a los demás días, santo de Jehová, honorable.

No es aconsejable viajar en el santo sábado

Si deseamos la bendición prometida a los obedientes, debemos observar el sábado más estrictamente. Temo

que con frecuencia hagamos en ese día viajes que podrían evitarse. De acuerdo con lo que el Señor me ha

comunicado acerca de la observancia del sábado, debemos ser más cuidadosos en cuanto a viajar en los barcos

o coches en ese día. En este asunto, debemos dar el debido ejemplo a nuestros niños y jóvenes. A fin de

alcanzar las iglesias que necesitan nuestra ayuda y darles el mensaje que Dios desea que oigan, puede sernos

necesario viajar en sábado; pero hasta donde podamos debemos conseguir nuestros pasajes y hacer todos los

arreglos necesarios en algún otro día. Cuando emprendemos un viaje, debemos hacer todo esfuerzo para evitar

que nuestra llegada a destino sea en sábado.

Cuando estamos obligados a viajar en sábado, debemos tratar de evitar la compañía de aquellos que desviarían

nuestra atención a los asuntos mundanales. Debemos mantenerla fija en Dios y en comunión con él. Cuando

quiera que se presente la oportunidad, debemos hablar a otros acerca de la verdad. Debemos estar siempre

listos para aliviar los sufrimientos y ayudar a los que están en necesidad. En tales casos, Dios desea que el

conocimiento y la sabiduría que nos ha dado sean aprovechados. Pero no debemos hablar de negocios ni

dedicarnos a conversaciones comunes y mundanas. En todo tiempo y lugar, Dios requiere que le

demostremos nuestra lealtad honrando el sábado.

Las reuniones en sábado

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Cristo dijo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos." (Mat.

18:20.) Dondequiera que haya siquiera dos o tres creyentes, reúnanse en sábado para pedir al Señor el

cumplimiento de su promesa.

Los pequeños grupos reunidos para adorar a Dios en su santo día, tienen derecho a pedir la rica bendición de

Jehová. Deben creer que el Señor Jesús es un huésped honrado en sus asambleas. Cada verdadero adorador

que santifica el sábado debe aferrarse a la promesa: "Para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."

(Exo. 31: 13.)

Generalmente la predicación de nuestras reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a

Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración.

Cuando no hay predicador en la iglesia, alguno debe ser nombrado director de la reunión. Pero no es

necesario que predique un sermón u ocupe gran parte del tiempo de culto. Un estudio corto e interesante de la

Biblia será con frecuencia de mayor beneficio que un sermón. Puede ir seguido de una reunión de oración y

testimonio.

Los que ocupan algún puesto como dirigentes de la iglesia no deben agotar sus fuerzas físicas y mentales

durante la semana al punto de no poder hacer sentir la influencia vivificadora del Evangelio de Cristo en la

reunión del sábado. Reducid vuestros trabajos temporales diarios, pero no robéis a Dios dándole en sábado un

servicio que no puede aceptar. No debéis carecer de vida espiritual. Los hermanos necesitan vuestra ayuda

en sábado. Dadles alimento de la Palabra. Traed vuestros dones más selectos a Dios en su santo día.

Dedicadle la preciosa vida del alma en un servicio consagrado.

Nadie venga al lugar de culto para dormir. Esto no debiera verse en la casa de Dios. No os dormís cuando

estáis empeñados en vuestros quehaceres temporales, porque tenéis interés en vuestro trabajo. ¿Permitiremos

que el servicio que entraña intereses eternos sea puesto en un nivel inferior al de los asuntos temporales de la

vida?

Cuando lo hacemos, perdemos la bendición que el Señor quiere que tengamos. El sábado no ha de ser un día

de ociosidad inútil. Tanto en el hogar como en la iglesia, debe manifestarse un espíritu de servicio. El que nos

dio seis días para nuestro trabajo temporal, bendijo y santificó el séptimo día y lo puso aparte para sí. En ese

día bendecirá de una manera especial a todos los que se consagren a su servicio.

Todo el cielo observa el sábado, pero no de una manera desatenta y ociosa. En ese día, cada energía del alma

debe despertarse; porque ¿no hemos de encontrarnos con Dios y con Cristo nuestro Salvador? Podemos

contemplarle por la fe. El anhela refrescar y bendecir toda alma.

Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para hacer interesantes las reuniones del sábado.

No hemos de reunirnos simplemente por formalismo, sino para un intercambio de pensamientos, para relatar

nuestra experiencia diaria, para expresar agradecimiento y nuestro sincero deseo de ser iluminados

divinamente, para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El platicar juntos acerca de Cristo,

fortalecerá el alma para las pruebas y conflictos de la vida. Nunca pensemos que podemos ser cristianos y

encerrarnos, sin embargo, dentro de nosotros mismos. Cada uno es parte de la gran trama de la humanidad, y

su experiencia será mayormente determinada por la experiencia de sus asociados.

No obtenemos la centésima parte de la bendición que podríamos obtener de nuestras asambleas para adorar a

Dios. Nuestras facultades perceptivas necesitan ser aguzadas. La comunión de unos con otros debe

alegrarnos. Con tal esperanza como la que tenemos, ¿por qué no arde en nuestro corazón el amor a Dios? De-

bemos ir a toda reunión religiosa dominados por una vívida comprensión espiritual de que Dios y sus ángeles

están allí, cooperando con todos los verdaderos adoradores. Al entrar en el lugar de culto, pidamos a Dios que

quite todo mal de nuestro corazón. Traigamos a su casa solamente lo que él puede bendecir. Arrodillémonos

delante de Dios en su templo, y consagrémosle lo suyo, lo que compró con la sangre de Cristo. Oremos por el

predicador o el que dirige la reunión. Roguemos que una gran bendición venga por medio del que ha de

presentar la palabra de Dios. Esforcémonos con fervor por obtener una bendición para nosotros mismos.

Dios bendecirá a todos los que se preparen así para su servicio. Ellos comprenderán lo que significa tener la

seguridad del Espíritu porque recibieron a Cristo por la fe.

El lugar de culto puede ser muy humilde, pero no por eso deja el Señor de reconocerlo. Para los que adoran a

Dios en espíritu y en verdad y en la belleza de la santidad, será como la puerta del cielo. El grupo de creyentes

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puede ser pequeño, pero a la vista de Dios es muy precioso. La verdad los sacó como piedras brutas de la

cantera del mundo, y fueron llevados al taller de Dios para ser tallados y modelados. Pero aun en bruto son

preciosos a la vista de Dios. El hacha, el martillo y el cincel de las pruebas están en las manos de un Artífice

hábil que no los emplea para destruir, sino para labrar la perfección de cada alma. Como piedras preciosas,

pulidas a semejanza de las de un palacio, Dios quiere que hallemos un lugar en el templo celestial.

Lo que Dios nos indica y concede es ilimitado. El trono de la gracia es en sí mismo la atracción más elevada,

porque está ocupado por Uno que nos permite llamarle Padre. Pero Dios no consideró completo el principio

de la salvación mientras sólo estaba investido de su amor. Por su propia voluntad, puso en su altar a un

Abogado revestido de nuestra naturaleza. Como intercesor nuestro, su obra consiste en presentarnos a Dios

como sus hijos e hijas. Cristo intercede en favor de los que le han recibido. En virtud de sus propios méritos,

les da poder para llegar a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su

infinito amor a Cristo, quien pagó nuestro rescate con su sangre, recibiendo y dando la bienvenida a los

amigos de Cristo como amigos suyos. Está satisfecho con la expiación hecha. Ha sido glorificado por la

encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.

Tan pronto como un hijo de Dios se acerca al propiciatorio, llega a ser cliente del gran Abogado. Cuando

pronuncia su primera expresión de penitencia y súplica de perdón, Cristo acepta su caso y lo hace suyo,

presentando la súplica ante su Padre como su propia súplica. A medida que Cristo intercede en nuestro favor,

el Padre abre los tesoros de su gracia para que nos los apropiemos, para que los disfrutemos y los

comuniquemos a otros. Pedid en mi nombre -dice Cristo,- y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros;

pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis. Haced uso de mi nombre. Esto dará eficacia a

vuestras oraciones, y el Padre os dará las riquezas de su gracia; por lo tanto, "pedid, y recibiréis, para que

vuestro gozo sea cumplido." (Juan 16: 24.)

Dios desea que sus hijos obedientes se apropien su bendición y se presenten delante de él con alabanza y

agradecimiento. Dios es la fuente de la vida y el poder. El puede hacer del desierto un campo fructífero para

el pueblo que guarda sus mandamientos, porque ello glorifica su nombre. El ha hecho para su pueblo

escogido lo que debiera inspirar agradecimiento a todo corazón, y le agravia que se le tribute tan poca

alabanza. Desea que su pueblo se exprese con más energía y demuestre saber que tiene motivos para estar

gozoso y alegre.

Debemos relatar cómo Dios nos ha guiado

El trato de Dios con su pueblo debe mencionarse con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato

con el antiguo Israel, los hitos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que

inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos.

Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para conservarlos, a fin de

que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran

recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su

pueblo. Se nos exhorta a traer "a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido

iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones." (Heb. 10: 32.) El Señor ha obrado como un Dios

realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación. Es necesario recordar con frecuencia a los

hermanos y ancianos, la historia pasada de la causa de Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios

y alabarle por sus obras admirables.

Aunque se nos exhorta a no dejar nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro

refrigerio. Debemos sentir mayor celo para impartir el consuelo que hemos recibido. Debemos ser muy

celosos para la gloria de Dios y no atraerle oprobio, ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras

imprudentes, como si los requerimientos de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de pesar,

desengaño y pecado, desea el Señor que estemos alegres y fuertes en su fortaleza. Todo el ser tiene el

privilegio de dar un testimonio decidido en todo respecto. Mediante nuestro semblante, genio, palabras y

carácter, debemos testificar que el servicio de Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es

perfecta, que vuelve el alma." (Sal. 19: 7.)

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La fase alegre y alentadora de nuestra religión será representada por todos los que se consagran diariamente a

Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que parecen gravosas. Todas las

pruebas que se reciban como medios de educarnos producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y

ennoblecedora, fragante de buenas palabras y obras. Agrada al enemigo que las almas estén deprimidas,

abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que así sean precisamente las impresiones que deje el efecto de

nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no se rebaje a un nivel inferior. Desea que cada alma triunfe con el

poder custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de fuertes, dad a Jehová la gloria y la

fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario."

"Glorificarte he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí. Jehová

Dios mío, a ti clamé y me sanaste... Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su

santidad." (Sal. 29: 1, 2; 30: 1-4.)

La iglesia de Dios en la tierra, los santos, es una con la iglesia de Dios en el cielo

La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los seres

del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas

de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el

testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de

este mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los

atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles

beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono y alegran

la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Aun

cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso

vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al

Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada

asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los testimonios, himnos y

oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo

alto.

Por lo tanto, mientras nos reunimos sábado tras sábado, cantemos alabanzas a Aquel que nos llamó de las

tinieblas a su luz admirable. "Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre," rinda

adoración el corazón. Sea el amor de Cristo el tema principal de lo que dice el predicador. Sea lo que se

exprese con sencillo lenguaje en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de Dios nuestras

oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida, atestigüe nuestra sentida respuesta que hemos recibido el

mensaje como mensaje del cielo. Esto es muy anticuado, lo sé, pero es una ofrenda de agradecimiento a Dios

por el pan de vida dado al alma hambrienta. Esta respuesta a la inspiración del Espíritu Santo será una fuerza

en nuestra propia alma y un estímulo para otros. Dará cierta evidencia de que hay en el edificio de Dios

piedras vivas que emiten luz.

¿Por qué no elevar la voz de nuestros cánticos espirituales en nuestras peregrinaciones? ¿Por qué no volver a

nuestra sencillez y fervor? La razón por la cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido

nuestro primer amor. Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado de su

lugar.

El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada a toda iglesia que

ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Tendremos entonces visión

espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y

agradecimientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz

será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos.

Cesarán las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y dificultades. Mientras apliquemos el colirio

áureo, veremos las glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás y veremos a nuestro

Abogado ofreciendo el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es,

como el Señor desea que lo veamos, nos embargará un sentido de la inmensidad y diversidad del amor de

Dios.

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14

Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto

preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le

aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unir sus

voces en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono y al

Cordero para siempre jamás. 3JT 16-34

El sábado como señal de lealtad ante el mundo

Desde la columna de nube Jesús "habló ... a Moisés, diciendo:... En verdad vosotros guardaréis mis días de

reposo ["sábado", nota]; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo

soy Jehová que os santifico" (Exo. 31: 12-13). El sábado es una señal o prenda dada por Dios al hombre: una

señal de la relación que existe entre el Creador y sus seres creados. Los israelitas estaban declarando delante

del mundo su lealtad al único Dios verdadero y viviente, el soberano del universo, al observar el monumento

conmemorativo de la creación del mundo en seis días y del descanso del Creador en el séptimo día, al

observar el sábado como día santo de acuerdo a las instrucciones divinas. Cuando los cristianos observan el

verdadero sábado, deben presentar siempre al mundo un testimonio fiel de su conocimiento del Dios vivo y

verdadero como una distinción con los dioses falsos, pues el Señor del sábado es el Creador de los cielos y la

tierra, el Ser exaltado sobre todos los demás dioses. "Guardaréis el día de reposo ["sábado", nota], porque

santo es a vosotros... Seis días se trabajará, mas el día séptimo es el día de reposo ["sábado", nota] consagrado

a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo ["sábado", nota], ciertamente morirá. Guardarán, pues, el

día de reposo ["sábado", nota] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal

es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el

séptimo día cesó y reposó" (vers. 14-17) (Manuscrito 122, 1901). 3MS 292,293

Consejo en cuanto al sábado y los niños

La casa de Dios es profanada y el sábado es violado por los niños de los creyentes. Corren por el edificio,

juegan, hablan y manifiestan su mal temperamento en las propias reuniones en que los santos se han reunido

para glorificar a Dios y adorarlo en la hermosura de la santidad. El lugar que debe ser sagrado, donde debe

reinar un silencio santo, y donde debe haber un orden, una limpieza y una humildad perfectas, se convierte en

una perfecta Babilonia y un lugar donde reina confusión, desorden y suciedad. Esto es suficiente para hacer

que Dios esté ausente de nuestras asambleas y para que su ira se encienda; suficiente para que a él no le

agrade marchar con los ejércitos de Israel a la batalla contra nuestros enemigos.

Dios no dio la victoria en la reunión que se celebró en... Los enemigos de la fe triunfaron. Se desagradó a

Dios. Su ira se encendió porque su casa se convirtió en una Babilonia...

Por encima de todo, cuidad a vuestros niños durante el sábado. No permitáis que lo violen, porque el permitir

que ellos lo violen, es como violarlo vosotros mismos. Cuando les permitís a vuestros hijos jugar [juegos

comunes], en sábado, Dios os considera a vosotros como violadores de los mandamientos. Vosotros

transgredís sus sábados (Manuscrito 3, 1854). 3MS 293,294

No debe haber ruido tumultuoso y confusión

… No debe permitirse ruido tumultuoso y contención ningún día de la semana; pero el sábado todos deben

observar quietud No deben oírse órdenes dadas con voz fuerte en ningún tiempo; pero en el sábado esto está

completamente fuera de lugar. Este es el día santo de Dios, el día que él ha apartado para conmemorar sus

obras creadoras, un día que él ha santificado y bendecido (Manuscrito 57, 1897). Id

No es un día para buscar el placer, nadar o jugar a la pelota

Digo a los que se llaman adventistas del séptimo día: ¿Podéis reclamar el sello del Dios vivo? ¿Podéis afirmar

que sois santificados por la verdad? Como pueblo, no le hemos dado a la ley de Dios la preeminencia que

debiéramos haberle dado. Estamos en peligro de hacer lo que a nosotros nos agrada en el día del sábado

(Carta 258, 1907). Id

Page 15: 002  la debida observancia del santo sabado

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Dios quiere que todos sus dones sean apreciados. Todos los fragmentos, los ápices y las cosas mínimas deben

atesorarse cuidadosamente, y debemos tratar de conocer con cuidado las necesidades de otro. Todo lo que

tenemos como verdad bíblica no es sólo para nuestro beneficio, sino para impartirlo a las demás almas, y esto

ha de impresionarse en las mentes humanas; y debe usarse toda palabra bondadosa para preparar el camino a

fin de abrir un cauce por el cual la verdad fluya en ricas corrientes hacia otras almas. Todo milagro que Cristo

obró era esencial, y tenía el propósito de revelar al mundo que había una gran obra que hacer en día sábado

para el alivio de la humanidad sufriente, pero que el trabajo común no debía hacerse. La búsqueda del placer,

jugar a la pelota, nadar, no eran una necesidad, sino que constituía un descuido pecaminoso del día sagrado

santificado por Jehová. Cristo no hizo milagros sencillamente para desplegar su poder, sino para hacer frente a

Satanás, que angustiaba a la humanidad que sufría. Cristo vino a nuestro mundo para resolver las necesidades

de los que padecían, a quienes Satanás estaba torturando (Carta 252, 1906). Id.294,295

Los platos no deben lavarse los sábados

Queremos recomendar a todos que no laven los platos el sábado, si es posible que esto se evite. Dios es

deshonrado por todo trabajo innecesario hecho en su día santo. No es inconsecuente, sino apropiado, que los

platos se dejen sin lavar hasta el fin del sábado, si esto puede hacerse (Carta 104, 1901). Id. 295

Los adventistas del séptimo día son observados

Hay personas que están observando a este pueblo para ver cuál es la influencia que la verdad ejerce sobre sus

miembros. "Los hijos de este mundo son más sagaces en su generación que los hijos de la luz". Cuando se

colocan delante de ellos las exigencias del cuarto mandamiento, vigilan para ver cómo lo observan los que

dicen que lo obedecen. Estudian la vida y el carácter de sus defensores para descubrir si están en armonía con

su profesión de fe; y debido a las opiniones que así se forman, muchos son influidos mayormente o para la

aceptación o para el rechazo de la verdad. Si este pueblo conformara su vida con la norma de la Biblia, sería

por cierto una luz en el mundo, una ciudad asentada sobre un monte (Manuscrito 3, 1885). Id. 297

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Ernesto Farga Gadea