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CAÍDA DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA (1808) Y SU INFLUENCIA EN LA AMÉRICA HISPANA El máximo representante del Despotismo Ilustrado de España, el rey Carlos III murió en 1788, asumiendo su hijo Carlos IV, el cual fue reemplazando a los ministros ilustrados reformistas de su padre (Aranda, Floridablanca) por el ministro Manuel Godoy protegido de la reina María Luisa, quien asumió en 1792. Poco querido por la nobleza (por no ser de la alta nobleza y por apartarlos del poder). Tras la ejecución de Luis XVI España declaró la guerra a la Francia revolucionaria junto con otros países europeos (1793). Los resultados militares fueron negativos, por lo que España debió firmar la Paz de Basilea (julio 1795), por la cual España debió ceder otra parte del territorio de la isla de Santo Domingo para lograr el retiro de las tropas francesas del territorio español. El rey premió a Godoy con el título de “Príncipe de la Paz”. España cambió de aliados y firmó un acuerdo con la Francia revolucionaria (para calmar los ánimos reformistas de parte de la nobleza y burguesía española), firmándose el Tratado de San Ildefonso (agosto 1796). La debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por consecuencia, al enfrentamiento con Inglaterra. A raíz de los problemas que le generaba Inglaterra a Napoleón Bonaparte, éste planeó la invasión a la isla contando con el apoyo español. La flota franco – hispana se concentró en Trafalgar (cerca de Cádiz) y hasta ahí llegó la flota inglesa comandada por el almirante Horace Nelson, derrotando a los aliados (octubre de 1805), victoria que le otorgó a los británicos el dominio absoluto de los mares no sólo durante las campañas napoleónicas, sino también durante la práctica totalidad del siglo XIX. Napoleón decidió entonces decretar el bloqueo de la Inglaterra, para lo cual debían cerrarse todos los puertos europeos al comercio con la isla (agosto 1806). Por temor, los países europeos obedecieron, menos Portugal y los Estados Pontificios. A raíz de esto, Napoleón decidió la invasión de Portugal por el Tratado de Fontainebleu (octubre 1807) por el cual un ejército francés entraría en España camino de Portugal, al que seguiría otro español. Pero además las tropas francesas pasan a controlar las principales ciudades españolas, lo cual desató las iras de la población española por ver estas maniobras como una invasión, lo cual hicieron masivamente. Las iras se descargaron contra el ministro Godoy, el cual era odiado por los nobles (por no serlo), por la burguesía (por los impuestos para financiar las guerras), por la Iglesia, que debió ver cómo la monarquía recuperaba territorios de éstas para rematarlas y pagar deudas, y por el pueblo que lo culpaba de entregar España a Napoleón. Además se le acusaba de ser el amante de la reina. La Monarca Carlos IV Manuel Godoy Almirante Horace

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CAÍDA DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA (1808) Y SU INFLUENCIA EN LA AMÉRICA HISPANA

El máximo representante del Despotismo Ilustrado de España, el rey Carlos III murió en 1788, asumiendo su hijo Carlos IV, el cual fue reemplazando a los ministros ilustrados reformistas de su padre (Aranda, Floridablanca) por el ministro Manuel Godoy protegido de la reina María Luisa, quien asumió en 1792. Poco querido por la nobleza (por no ser de la alta nobleza y por apartarlos del poder).Tras la ejecución de Luis XVI España declaró la guerra a la Francia revolucionaria junto con otros países europeos (1793).

Los resultados militares fueron negativos, por lo que España debió firmar la Paz de Basilea (julio 1795), por la cual España debió ceder otra parte del territorio de la isla de Santo Domingo para lograr el retiro de las tropas francesas del territorio español. El rey premió a Godoy con el título de “Príncipe de la Paz”.

España cambió de aliados y firmó un acuerdo con la Francia revolucionaria (para calmar los ánimos reformistas de parte de la nobleza y burguesía española), firmándose el Tratado de San Ildefonso (agosto 1796). La debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y, por consecuencia, al enfrentamiento con Inglaterra.

A raíz de los problemas que le generaba Inglaterra a Napoleón Bonaparte, éste planeó la invasión a la isla contando con el apoyo español. La flota franco – hispana se concentró en Trafalgar (cerca de Cádiz) y hasta ahí llegó la flota inglesa comandada por el almirante Horace Nelson, derrotando a los aliados (octubre de 1805), victoria que le otorgó a los británicos el dominio absoluto de los mares no sólo durante las campañas napoleónicas, sino también durante la práctica totalidad del siglo XIX.

Napoleón decidió entonces decretar el bloqueo de la Inglaterra, para lo cual debían cerrarse todos los puertos europeos al comercio con la isla (agosto 1806). Por temor, los países europeos obedecieron, menos Portugal y los Estados Pontificios. A raíz de esto,

Napoleón decidió la invasión de Portugal por el Tratado de Fontainebleu (octubre 1807) por el cual un ejército francés entraría en España camino de Portugal, al que seguiría otro español. Pero además las tropas francesas pasan a controlar las principales ciudades españolas, lo cual desató las iras de la población española por ver estas maniobras como una invasión, lo cual hicieron masivamente.

Las iras se descargaron contra el ministro Godoy, el cual era odiado por los nobles (por no serlo), por la burguesía (por los impuestos para financiar las guerras), por la Iglesia, que debió ver cómo la monarquía recuperaba territorios de éstas para rematarlas y pagar deudas, y por el pueblo que lo culpaba de entregar España a Napoleón. Además se le acusaba de ser el amante de la reina. La invasión francesa acrecentó hasta lo insostenible su impopularidad, azuzada por el príncipe heredero Fernando, quien quería que su padre abdicara para asumir él el trono. Carlos IV perdió el control de la situación y temiendo lo peor, se refugió en el Palacio de Aranjuez para el caso que hubiese que huir a Sevilla y de ahí a refugiarse en América, como ya había hecho el rey de Portugal.

El pueblo de Madrid, queriendo evitar que el rey huyera se aglutinó en torno al Palacio para evitar que el rey huyera, para que abdicara y para que se le pidiera la renuncia a Godoy. Detrás del motín de Aranjuez se hallaba el heredero, la nobleza y los eclesiásticos. El rey despidió a Godoy para disminuir la presión (17 de marzo 1808). Pero como los amotinados seguían presionando, abdicó y entregó la corona a su hijo Fernando VII (19 de marzo de 1808).

Monarca Carlos IV

Manuel Godoy

Almirante Horace Nelson

Napoleón

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Alarmado ante la posibilidad de perder un aliado, Napoleón convocó a Carlos IV (que creía así poder recuperar la corona) y a Fernando VII (que creía poder consolidar su cargo) a una entrevista en la localidad de Bayona. El 1° de mayo de 1808, Napoleón presiona a Fernando para que devuelva la corona a su padre. Pero el día 5, Carlos IV abdicaba y cedía la corona a Napoleón. El 6 de junio Napoleón entregaba la corona a su hermano José.

En el intertanto, el 2 de mayo de 1808, la población de Madrid quiso evitar que los familiares del rey saliera de la ciudad y rodearon el Palacio. Las tropas francesas hicieron fuego contra la multitud, lo que

desencadenó un levantamiento general en toda la ciudad que significó la muerte de cientos de españoles.

La sublevación contra los franceses se extendió por el resto de España. Para cubrir el vacío de poder, Se forman espontáneamente en diversos lugares, especies de gobiernos locales (o “Juntas de Resistencia”) para combatir a los franceses y así restaurar al considerado rey legítimo, Fernando VII (“el deseado”). Se seguía así la tradición jurídica española (siglo VII, San Isidoro de Sevilla y consolidada en el Código de las Siete Partidas del siglo XIII), en cuanto a que el poder viene de Dios al Pueblo y el Pueblo se lo entrega a uno (rey) el que será obedecido siempre que

respete las leyes y la religión. De producirse la acefalia, el poder vuelve al Pueblo Para coordinar la resistencia contra los franceses, el 25 de septiembre de 1808 se formó la Junta

Central, la que logró que las tropas españolas, con ayuda inglesa, vencieran a los franceses en Bailén (julio 1808). Ello obligó a Napoleón a ingresar personalmente a España y hacer retroceder a los españoles que resistían. La Junta Central se instaló en Sevilla (diciembre 1808), pero ante el avance francés hubo de instalarse en Cádiz (enero 1810).

Para ganarse la lealtad de los criollos americanos, la Junta Central señaló que los americanos españoles tenían los mismos derechos que los súbditos españoles y los

invitó a elegir representantes para el Parlamento de representantes de los peninsulares (las Cortes).

Para los criollos americanos (la aristocracia), era un deseo cumplido: poder participar en los asuntos de gobierno del reino, por lo que pidieron la autorización a virreyes y gobernadores para elegir sus representantes. Pero estos se negaron de plano.

Ante la negativa, los criollos, basándose en el derecho de igualdad que se les reconocían, consideraron que también tenían derecho a crear sus propias Juntas de Gobierno provisoria hasta que regresara el legítimo rey Fernando VII, único dueño de estos territorios. Pero las autoridades americanas se negaron: ellos eran la autoridad, habían sido nombrado por los reyes, sólo ellos debían gobernar hasta que el legítimo rey determinara otra cosa.

Sin embargo la presión de las aristocracias locales fue tal, que no tardaron en aparecer las primeras Juntas: México (sept.1808), La Paz (julio 1809) y Quito (agosto 1809), estas tres de corta vida. Pero en 1810, en la medida que la situación en España parecía irrecuperable surgen Juntas en Caracas (19 de abril), Buenos Aires (25 de mayo), Bogotá (20 de julio) y Santiago (18 de septiembre).

De esta manera, la caída de la Monarquía española fue fundamental para la Independencia, pues se crean gobiernos autónomos, que si bien reconocen al rey, comienzan a gobernar sus respectivos territorios, en el entendido que parecía imposible el regreso de Fernando VII.

Las aristocracias locales toman control del poder, reconociendo nominalmente Fernando VII, pero ya no están dispuestos a devolverlo en las condiciones de antes de 1808, a una monarquía absoluta, sino a una monarquía constitucional respetuosa de la autonomía del país. Pero también esta situación dio espacio para el crecimiento de la ínfima minoría independentista, la cual irá progresivamente ganando terreno. Y ellos recurrirán al argumento de la presunta antipatía de criollos y

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Fernando VII

Entrevista de Bayona

Matanza del 2 de Mayo de 1808

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españoles, aprovecharán los mayores espacios de libertad para divulgar libros e ideas ilustradas y proclamar como ejemplo a seguir la Independencia de los EE.UU.La defensa de los pro - monarquistas fue débil, indecisa, tímida, sin organización. Además ya no

existía esa fuerza moral y doctrinaria que defendiera a la monarquía como lo habían sido los jesuitas, expulsados en 1767, los que habían amortiguado la rivalidad entre criollos y peninsulares.

PRECURSORES DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA

Levantamiento de Tupac Amaru:

José Gabriel Condorcanqui, rico comerciante peruano de sangre indígena, encabezó un levantamiento contra medidas impositivas de la monarquía, pero después se transformó en un movimiento indigenista destinado a expulsar no sólo a los españoles, sino que a todos los blancos (noviembre 1780) y restablecer el Imperio Incaico

Se hizo llamar Tupac Amaru II. Encontró apoyo entre algunas comunidades indígenas. Aplastada la rebelión, Tupac Amaru fue ejecutado (mayo 1781) y su cadáver descuartizado

Rebelión de los Comuneros de Socorro

“Viva el Rey y muera el mal gobierno. No queremos pagar la armada de Barlovento” fue el grito de los habitantes de ciertas ciudades (o comunas) de Nueva Granada (actual Colombia) a raíz de alzas de impuestos de algunos productos importados, dando inicio a la rebelión (marzo 1781). Su máximo cabecilla era Juan Fco. Berbeo, quien al mando de 4.000 hombres avanzó hacia Santa Fé (actual Bogotá).

Durante el camino se agregaron 16.000 hombres más. Las autoridades monárquicas intentaron llegar a un acuerdo, eliminando o rebajando algunos de los impuestos (Capitulaciones de Zapiquirá)

El Virrey Manuel Antonio Flórez desconoció el acuerdo y mandó tropas, ante lo cual se produjo una nueva sublevación, dirigida por José Antonio Galán, la que exigía además el acceso de los criollos locales a los cargos públicos. La rebelión fue aplastada violentamente y Galán ahorcado (enero 1782).

Precursores en Chile: “Conspiración de los tres Antonios” y Juan José Godoy

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José Tupac Amaru

Muerte de Tupac Amaru

Juan Fco Berbeo

José Tupac Amaru

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En Chile se menciona el “Complot de los 3 Antonios”,

La llamada Conspiración de los tres Antonios o motín de los tres Antonios fue una conspiración menor que surgió en la Capitanía General de Chile contra las autoridades españolas en 1780. Fue denominada de dicha forma por sus tres principales involucrados, los franceses Antonio de Berney y Antonio de Gramusset y el criollo José Antonio de Rojas.

La conspiración pretendía derribar al gobierno colonial monárquico y establecer un régimen republicano en el país. Estas ideas estaban influenciadas principalmente por las ideas de la Ilustración, de origen francés, y se vieron impulsadas por hechos como la guerra de independencia estadounidense y la sublevación de Túpac Amaru II en el Virreinato del Perú.

Aunque la conspiración fue detenida y no pasó de un hecho anecdótico en su momento, es vista como una precursora de los movimientos emancipadores en Chile y que tendrían mayor importancia veinte años después, cuando se iniciara definitivamente el proceso de independencia de Chile.

Los involucrados en la conspiración proponían:-Sustitución del régimen monárquico por el republicano.-Gobierno establecido en un cuerpo colegiado: el soberano Senado.-Elección popular (inclusive votarían los indígenas mapuches).-Abolición de la esclavitud y la pena de muerte.-Fin de las jerarquías sociales.-Redistribución de la tierra, repartiéndola entre todos los chilenos en lotes iguales.-Exportación de la revolución al resto del mundo.

Durante un viaje a un pueblo cercano, Gramusset perdió su valija, que contenía los planes detallados de su conspiración. La valija fue devuelta a la policía, pero como no se podía leer al estar en francés fue enviada a la capital con el fin de ser devuelta a su propietario. Sin embargo, al ser traducida permitió a la policía conducir al descubrimiento de los conspiradores y sus secretos, dictando la Real Audiencia de Chile una orden de detención el 1 de enero de 1781. Berney y Gramusset fueron rápidamente enviados a Lima para ser juzgados, mientras que Rojas, a causa de su alta posición social logró evitar la cárcel. Los franceses fueron tratados con la máxima cortesía y después de un año de prisión fueron enviados a España para ser juzgados allí. Sin embargo, el barco que los conducía hasta Cádiz se hundió durante una tormenta frente a las costas de Portugal, falleciendo la mayor parte de sus tripulantes y pasajeros, entre ellos Berney; aunque Gramusset sobrevivió, no logró reponerse y murió tres meses después.

Rojas, después de un corto exilio en España, regresó a Chile. Fue arrestado nuevamente en 1809, en vísperas de iniciarse el proceso independentista, bajo sospechas de complot, esta vez sin ningún tipo de pruebas

Juan José Godoy

Otro chileno fue el ex - jesuita Juan José Godoy (nacido en Mendoza en 1727). Después de la expulsión de los jesuitas (1767), huyó, pero fue capturado y enviado a Italia.

En Italia volvió a huir, esta vez a Inglaterra (1781) desde donde empezó a promover una invasión inglesa para independizar América con apoyo inglés, pero sin éxito. Partió a EE.UU (en 1785, país recién independizado) para intentar lo mismo. Las autoridades españolas, conocedora de sus pasos, le tendieron una trampa haciéndole creer que en Cartagena se preparaba una rebelión. Apenas llegó fue capturado y entregado a la Inquisición, la que lo condenó a prisión en Cádiz, donde murió (1787)En Colombia: Nariño

Antonio Nariño (1758 – 1823): comerciante colombiano. Influido por las ideas ilustradas, por la Independencia de los EE.UU y por la Revolución Francesa publicó de manera clandestina la "Declaración de los Derechos del Hombre", documento que estaba prohibido por la Inquisición. En 1794 fue descubierto y encarcelado. En 1795 fue llevado a España, pero al llegar a Cádiz escapó.

En 1797 volvió a Santa Fé y se entregó voluntariamente confiando en el perdón del Virrey, pero se le mantuvo recluido hasta

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José Antonio de Rojas

Juan José Godoy

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junio de 1810. Desde entonces luchó activamente por la Independencia de Nueva Granada, llegando a ser Comandante General en jefe de las Fuerzas Militares.

En 1814 fue hecho prisionero y llevado a España. En 1821 recuperó su libertad y regresó a su patria y fue acogido por el Libertador Simón Bolívar, quien lo nombró Vicepresidente de la Gran Colombia y le encargó la instalación del Congreso Constituyente de Cúcuta. Falleció en 1823.

Venezuela: Francisco de Miranda

Sin duda el precursor más importante de la Independencia americana fue Francisco de Miranda. Caraqueño, nació en 1750, de familia de comerciantes. Estudió e la Universidad de Caracas. Su familia lo envió a seguir sus estudios en España (1771). Ingresó al Ejército del rey. Participó en campañas en el Marruecos español, pero pese a sus brillantes servicios no recibió ascenso alguno.

En 1781 participó en la guerra contra Inglaterra en el marco del conflicto por la Independencia de EE.UU, en la que España era aliado de los independentistas, siendo ascendido a teniente coronel.

Sin embargo estaba siendo investigado por la Inquisición por la tenencia y lectura de libros prohibidos con las ideas Ilustradas.

Ante la inminencia de su arresto, huyó a los EE.UU donde permaneció hasta 1784 siendo influido por los ideales de la Revolución norteamericana.

De ahí salió hacia Inglaterra y posteriormente viaja a Rusia, donde participará en la Corte de Catalina II la Grande, junto con otros notorios partidarios de la Ilustración. Su pertenencia a la masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo, a través de las logias europeas y americanas.

Ya en 1789 le proponía a William Pitt (el joven), un plan para invadir e independizar América.Cuando estalló la Revolución Francesa, viajó a ese país y se involucró en los acontecimientos,

participando en el bando girondino. Luchó en el ejército revolucionario. Participó en la batalla de Valmy (1792) y después en la campaña de los Países Bajos, con el grado de general (su nombre está inscrito en el Arco de Triunfo).

Durante la época del terror, fue perseguido y detenido varias veces. Ya en libertad se fue a Inglaterra (1798), dedicándose a hacer clases de matemáticas a jóvenes criollos hispano-americanos que estudiaban en ese país Londres (entre ellos el chileno Bernardo Riquelme) y a los cuales comenzó a concientizar sobre la Independencia americana. Con algunos de ellos fundó ese año “la Gran Reunión Americana” (o de “los Caballeros Racionales”), cuyo objetivo era la Independencia de la América Española, y una de cuyas filiales sería la “Logia Lautaro”, fundada en Cádiz en 1807 e instalada en Buenos Aires en 1812.

Si bien el origen el tipo de organización (secta secreta) es masónico y los fundadores de estas Logias son masones, el objetivo tenía fines patrióticos, participando muchos miembros que no lo eran.

A fines de 1798, y comienzos de 1799, Miranda aprovecha el regreso al Nuevo Mundo de varios criollos americanos, para difundir el ideario de la emancipación.

Miranda pretendía formar con los vastísimos territorios del Mississippi a la Patagonia un único Estado hispanoamericano independiente, para el cual había proyectado una Constitución, ideado un nombre (Colombia) e incluso diseñado una bandera, similar a las actuales enseñas de Venezuela, Colombia y Ecuador

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Antonio Nariño

Francisco de Miranda

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En 1805 viaja a EE.UU para tratar de conseguir apoyo del Presidente Thomas Jefferson para invadir América, pero no lo consigue.

Sin embargo consigue el apoyo inglés para armar unos barcos y desembarca en las costas venezolanas. Sin recibir apoyo de la población, diez días después se devuelve a Inglaterra.

Aprovechando la caída de la monarquía en España, envía numerosa propaganda para incitar a los criollos a formar Juntas de Gobierno.

Cuando se forma la Junta de Caracas (abril de 1810) se envío una comisión (S. Bolívar, A. Bello) a buscar a Miranda. Al llegar a su país se le nombró jefe del

Ejército Incitados por Miranda, en Julio de 1811 Venezuela declara la Independencia.Las autoridades españolas logran armar un ejército

de gran parte de la aristocracia local. Miranda es detenido y es conducido a España, donde es encerrado en la prisión de Cádiz, muriendo en 1816 CHILE HACIA 1808

Límites: desde el río Loa hacia el sur, incluidos los territorios patagónicos.Población: 1 millón de hbtes., de los cuales: - 200.000 son blancos, - 600.000 mestizos y - 200.000 son indígenas (al sur del Biobío)Ciudades más importantes:Santiago (30.000 h.), Concepción, Serena y Talca (6.000 h)

Sociedad: Está dividida en tres gruposOligarquía (o Aristocracia). Poco más de 200 familias criollas y españolas. Se consideran nobles. Son familias de origen castellano y vasco. La familia más importante, la de los Larraín (o de “los 800”). El poder material de la aristocracia descansa en la posesión de enormes propiedades agrícolas y en los negocios de Comercio. 12 de estas familias compran títulos y 14 poseen mayorazgos. Los demás aspiran a títulos menores (Ordenes de Caballería) Clase Media: pequeño grupo, principalmente urbano compuesto por criollos y españoles sin fortuna. Viven bien pero al límite (pequeños comerciantes, artesanos, oficiales de baja graduación, pequeños propietarios agrícolas y mineros)Bajo Pueblo: la mayor parte de la población. Se incluye a mestizos, indios, mulatos y negros (libres o esclavos).Pocos extranjeros: 79 en 1809.

La Iglesia: es la institución más importante en el plano espiritual, moral y cultural. Controla la Educación y establece la censura de libros y de las costumbres.Educación: A lo largo del siglo XVIII fue desarrollándose fuertemente (en relación a siglos anteriores). Surge la Universidad de San Felipe, el Convictorio Carolino y la Academia de San Luis Economía: la actividad más importante en volumen de producción y exportación y en ocupación de mano de obra es la actividad agropecuaria, destacando las exportaciones de trigo al Perú. Esta actividad se realiza en forma muy rudimentaria, sin ningún nuevo aporte tecnológico. La minería es la que más riqueza produce. En volumen de producción destaca el cobre (2.000 tn anuales promedio, con ingresos de $250.000). En ingresos, el oro era por lejos el mayor producto de exportación del país ($1.350.000). La plata deja ingresos por $400.000 anuales.

En cuanto al comercio, se comercia algo con España, pero principalmente con Perú y Buenos Aires En lo político - administrativo, el país había vivido una larga seguidilla de buenos gobernadores

durante el siglo XVIII: honestos, eficientes y creadores. Estimularon el progreso material y cultural del país.

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Instalación de Logia Lautaro en B. Aires

Prisión de Miranda en Cádiz

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PRINCIPALES GOBERNADORES DEL SIGLO XVIII

Desde 1798 el país era una capitanía general independiente del Perú. Se encontraba dividido en dos Intendencias (Santiago y Concepción) y subdividido en 22 partidos (o distritos) a cargo de los subdelegados (que reemplazaron a los corregidores)

ÚLTIMOS GOBERNADORES DEL CHILE HISPANO. EL MOVIMIENTO PRO JUNTISTA

En 1802 asumió el oficial de Marina Luis Muñoz de Guzmán. Su gobierno se caracterizó por los adelantos en materia de obras públicas. ordenó empedrar las calles de la ciudad de Santiago, y le correspondió inaugurar varias obras públicas que habían sido iniciadas en mandatos anteriores, tales como el edificio de la Casa de Moneda, el palacio de la Real Audiencia y Cajas Reales.

En el mismo campo ordenó la reiniciación de la construcción en Santiago del Canal de San Carlos, obra que quedó inconclusa en 1804. En materia de salud, bajo su

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Casa de Moneda

Ortiz de RozasManso de Velasco Amat y Junient

A. O’Higgins*Guill y Gonzaga Jáuregui * BenavidesAvilésMuñoz de GuzmánBenavides

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gobierno se empezó a utilizar la vacuna creada por el inglés E. Jenner (en 1796) contra la viruela (1805), enfermedad que en esa época era mortal.

La noticia de los ataques a Buenos Aires por los ingleses en el año 1806 y 1807hizo que Muñoz de Guzmán reclutara contingentes de milicias para prevenir hipotéticos desembarcos de los británicos en Chile y para ir en ayuda de los criollos bonaerenses.

El gobernador Muñoz falleció en Santiago en febrero de 1808. Por Real Cédula de 1806 se había establecido que el sucesor debía ser el militar de mayor graduación, por lo que debía asumir el brigadier español Francisco Antonio García Carrasco (llegado a Chile en 1796), impidiendo que el sucesor provisorio lo nombrase la Real Audiencia (que pretendió imponer a uno de sus miembros, Juan Rodríguez Ballesteros).

Asesorado por su consejero legal, el abogado criollo Juan Martínez de Rozas (ex asesor de Ambrosio O’Higgins en Concepción), y apoyado en el ejército García Carrasco insistió en asumir, a pesar que tanto la aristocracia como muchos funcionarios no veían en García Carrasco a un hombre capaz de gobernar (febrero 1808).

Hombre de escaso roce social, García se rodeó de gente modesta, lo que le ganó la antipatía de la aristocracia. Carecía de experiencia administrativa y capacidad política.

En agosto de 1808 llegan las noticias de la caída del rey Carlos IV y acontecimientos posteriores. La reacción unánime de los criollos

fue el apoyo incondicional al legítimo rey, Fernando VII, para lo cual se realizó una jura solemne de fidelidad al rey cautivo (diciembre 1808).

En septiembre de 1808 el poco querido gobernador se vio involucrado en el Escándalo de la “Scorpion”. Una nave ballenera inglesa (“Scorpion”) comandada por el norteamericano Bunker, arribó clandestinamente a las costas de Topocalma a vender telas de contrabando. El contacto era un norteamericano que vivía en Quillota (Faulkner).

Los criollos que debían recibir la mercadería se confabularon para quedarse con ella. Según se rumoreó en la época, en este suceso estuvieron involucrados tanto García Carrasco como su secretario, Juan Martínez de Rozas los que habrían aportado apoyo de policías disfrazados. Después de desembarcar la carga, Bunker y los diez tripulantes fueron asesinados.

La acción fue presentada como la captura de una nave enemiga, en circunstancia de que ya se sabía en Chile del armisticio entre España e Inglaterra. A los pocos días los involucrados fueron descubiertos. Se generaron disturbios contra la autoridad. Juan Martínez de Rozas debió renunciar. El poco prestigio del gobernador quedó por los suelos.

Por esos días (sept.1808) se conoció la noticia de que la Junta Central de Sevilla (a cargo del gobierno provisional y controlada por elementos liberales) –como forma de asegurar la fidelidad de los americanos- había señalado que los criollos tenían los mismos derechos que los peninsulares, por lo que se les invitaba a elegir representantes para enviar a las Cortes (o parlamento español) que debería reunirse para confeccionar una Constitución y determinar los pasos a seguir mientras durara el cautiverio de Fernando VII

Paralelamente se conoció la noticia que la hermana del rey Fernando VII, Carlota Joaquina de Borbón casada con el rey de Portugal Juan VI, ambos exiliados en Brasil, aspiraba a aprovechar la invasión napoleónica de España para asegurarse un trono para sí misma en América, buscando el reconocimiento de los criollos americanos como legítima reina, en la creencia de que seguramente su hermano no volvería más al trono. A los pocos partidarios de esta moción se les conoció como Carlotinos. Cuando en 1809 llegó un enviado de Carlota, fue rechazada su presencia.

Cuando los representantes de la aristocracia santiaguina (la más importante del país) acudieron donde el gobernador para pedir su autorización para elegir a los dos representantes chilenos a las Cortes, García prohibió cualquier elección y consideró (al igual como lo hicieron las demás autoridades monárquicas españolas en América) que la Junta Central era un peligro para la monarquía y el rey Fernando. Mientras el rey estuviese cautivo, las órdenes las daban los virreyes como legítimos representantes del monarca. Algunos acusaron al gobernador de ser “carlotino”

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Edificio de la Real Audiencia

Francisco A. García Carrasco

Juan Martínez de Rozas

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Molestos, parte de la aristocracia local, amparándose en la igualdad de criollos y peninsulares proclamada por la Junta Central, se creyeron con derecho a exigir la formación de una Junta de Gobierno (tal como lo habían hecho los españoles en la Península cuando formaron las Juntas de Resistencia). Para ellos, el legítimo dueño de estos territorios es el rey y no reconocen el poder que la Junta Central se auto confirió en América. Siguiendo la tradición hispana, si el rey no está, el poder vuelve al pueblo, el que se organizará en cada lugar como lo crean pertinente para así mantenerle el territorio hasta que el monarca vuelva al poder.

Esta idea, defendida por los llamados pro – juntistas, se encarnó en el Cabildo de Santiago, el que se lo exigió al gobernador, quien se opuso. Los partidarios de esta idea temían que García, o reconocía a doña Carlota o reconocía a José I (“Pepe Botella”) como rey legítimo, lo cual significaría la llegada de nuevos personeros que los desplazaría socialmente y se formaría una nueva aristocracia, en cual ellos no tendrían participación ni influencia ni se les reconocería su importancia. Sus líderes: J. Martínez de Rozas, José Antonio de Rojas

Otra fracción de la aristocracia local, a pesar de sus diferencias con el gobernador, prefirieron apoyarlo, pues veían un gran peligro para los derechos del rey detrás de estas Juntas de las cuales desconfían debido a las reformas políticas que se pretendían en España. Esta tendencia tendrá su cabecera en la Real Audiencia. El líder más conocido de los anti - juntistas, el criollo Judas Tadeo Reyes.

Ente medio de ambos grupos quedó un grupo mayoritario de la aristocracia (criollos y españoles) indecisos.

En este ambiente politizado, de abierta discusión, los más activos fueron los pro-juntistas, los cuales además de tratar de ganar apoyo entre los indeciso dieron origen a una serie de manuscritos para apoyar su causa entre los que destacan “Diálogo entre el portero del Cabildo y el portero de la Junta” y “Diálogo entre el español americano europeo ilustrado y el español europeo pata rajada”.

Pero sin duda la más importante fue el “Catecismo Político – Cristiano”, manuscrito anónimo (aunque atribuido a Jaime Zudañez o a B. Vera y Pintado). En este documento (elaborado en forma de Catecismo, con preguntas y respuestas):-se propugna la idea de la soberanía popular en el origen de la monarquía, limitada por una Constitución- en caso de ausencia del rey, el poder debe volver al pueblo, el cual decidirá el tipo de gobierno que se dará - se le reconoce a la Junta Central su legitimidad para gobernar, pero sólo en España. Lo sería en América, si los americanos estuviesen representados proporcionalmente en la Cortes.-Ante la prisión del rey los americanos deben formar sus propias juntas de gobierno, ya que las autoridades anteriores perdieron legitimidad al no existir la monarquía que los eligió.-los españoles han tratado como a esclavos a los americanos y han ahogado en sangre los intentos de formar Juntas en América.-Las actuales autoridades españolas entregarán América a los franceses con tal de conservar su poder. Llama a los chilenos a formar un cabildo que elija una junta de Gobierno, para luego llamar a un Congreso de representantes de toda América para formar un solo gobierno.-El rey Fernando será reconocido como legítimo monarca sólo si viene a reinar desde América, pero limitado por una Constitución.- Los españoles han cometido muchos abusos en la provisión de cargos públicos, en el tráfico comercial, en los impuestos, etc -Con el dominio de los ingleses, franceses o Carlota no será distinto.

El gobernador García Carrasco sin saber qué hacer ante esta división y politización de la aristocracia y por miedo a una revuelta, optó por la fuerza. Hizo detener a los tres líderes más notorios de los pro – juntistas (José Antonio de Rojas, Juan Antonio Ovalle y Bernardo Vera y Pintado) y los envió presos a Valparaíso para ser embarcados al Perú (mayo 1810). Los dos primeros alcanzaron a ser embarcados (en Lima fueron declarados inocentes y liberados).La noticia en Chile produjo un fuerte malestar en toda la aristocracia, lo que amenazó con transformarse en rebeliónAnte este ambiente, y temerosos de que ocurriera lo que había pasado ya en Buenos Aires con la formaciónde una Junta de

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José I, “Pepe Botella”

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Gobierno (25 de mayo), la Real Audiencia le pidió la renuncia a García Carrasco, el cual aceptó (16 de julio de 1810). Para tranquilizar a los criollos se nombró como gobernador provisorio a un criollo, don Mateo de Toro y Zambrano, Conde de la Conquista, un anciano de 83 años, débil de carácter, pero era el militar de más alto rango.

Pero el 31 de julio se supo que el Consejo de Regencia había nombrado a Francisco Javier de Elío como gobernador titular de Chile. Elío, en esos momentos gobernador de Montevideo, se caracterizaba por su celo pro absolutista, lo que alegró a los anti juntistas y preocupó a los pro juntistas, los que se apuraron para tratar de influir en Toro y Zambrano para lograra que convocara a un Cabildo abierto.

En Concepción, esa agitación la encabezaban Martínez de Rozas y B. O’Higgins. El 18 de agosto, los pro – juntistas sufrieron un serio revés, cuando, el cabildo reconoció al Consejo

de Regencia en España.Pese a que los anti juntistas trataron de aislar al gobernador de la influencia de sus contrarios, estos

lograron finalmente convencerlo de convocar a un cabildo abierto al señalarle que era la única manera de dar paz y tranquilidad al país y evitar una inminente guerra civil. Por lo demás , ya se sabía de la formación de Juntas de Gobierno en Caracas (abril), Cartagena y Buenos Aires (mayo), Bogotá (julio)

Esas mismas personas se encargarían de mandar las esquelas de invitación. Estas esquelas fueron repartidas mayoritariamente entre partidarios de formar una Junta. Sólo se enviaron unas pocas a anti juntistas especialmente a aquellos que estaban enfermos o ausentes. En total, unas 450 personas representativas de la alta aristocracia, jefes militares y dignatarios eclesiásticos. La fecha: el martes 18 de septiembre 1810. Lugar: la sala del Tribunal del Consulado (en el actual terreno de la actual Palacio de los Tribunales de Justicia).

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Mateo de Toro y Zambrano

Francisco Javier de Elío

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CATESISMO POLITICO CHRISTIANO DISPUESTO PARA LA INSTRUCCION DE LA JUVENTUD DE LOS PUEBLOS LIBRES DE LA AMERICA MERIDIONAL:SU AUTOR DON JOSE AMOR DE LA PATRIA

“P.-¿Si los Reyes y todos los goviernos tienen su autoridad recivida del Pueblo que los ha instituido, los mismos pueblos podrán deponerlos, variar y alterar la constitucion comun, y no es esta la opinion corriente?R.- Cuando los Pueblos libremente y sin coaccion se formaron un govierno, prefirieron quasi siempre el Republicano, y entonces sus Representantes, y mandatarios tienen del Pueblo toda su autoridad. Si alguna vez, lo que es mui raro, por influjo de los poderosos, o por opiniones y circunstancias particulares prefirieron el Monárquico y se dieron un Rey, el Pueblo que lo elijió,que lo instituyó y nombró, le dió la autoridad para mandar, formó la constitucion y estendió, olimitó sus facultades y prerrogativas, para que despues no abusase de ellas. La Historia de todos los tiempos es el mejor comprobante de esta verdad. Los Reyes tienen pues su autoridad del Pueblo que los hizo reyes, o que consintió en que lo fuesen despues de usurpado el mando.

P.-¿Y disuelto el govierno por la muerte o cautiverio del Rey y de toda su familia, a quién vuelbe la autoridad, y quién puede organisarlo de nuevo?R.-La autoridad vuelve al Pueblo de donde salió, vuelbe a la

fuente pura y primitiva de donde emanó, y el Pueblo es el único que tiene autoridad para nombrar o instituir un nuevo Rey, o para darse la forma de govierno que mejor le acomode para su prosperidad: esta es la Doctrina que, como una verdad incontestable, han enseñado los mismos Españoles en sus proclamas, actas y manifiestos escritos con motibo de la inbacion y perfidia de Bonaparte, y así es que verificado el cautiverio de los Reyes y de toda su familia, las Provincias de España, instituyeron las Juntas provinciales independientes las unas de las otras; y al fin instituyeron la Junta Suprema por la eleccion y votos de todas las Provincias.

P.-¿Segun estos principios la Junta Suprema ha sido legítimamente autorizada para mandar en España?R.-El hecho es indubitable, y su autoridad no podia haber procedido de un orígen mas puro que del voto general de las Provincias.

P.-¿ Y ha tenido autoridad para mandar en América?R.-Los avitantes y Provincias de América solo han jurado fidelidad a los Reyes de España y solo eran vasallos y dependientes de los mismos Reyes, como lo eran y han sido los avitantes y Provincias de la Península. Los avitantes y Provincias de América no han jurado fidelidad ni son vasallos o dependientes de los habitantes y provincias de España: los avitantes y Provincias de España no tienen pues autoridad, jurisdiccion, ni mando sobre los avitantes y Provincias de la América: ellos y ellas no han podido trasladar a la Junta Suprema una autoridad que no tienen: la Junta Suprema no ha podido pues mandar legalmente en América, y su jurisdiccion ha sido usurpada como la habia usurpado la junta provincial de Sevilla.La Junta Suprema solo ha podido mandar en América en el único caso de que sus Reinos y Provincias se hubiesen convenido en nombrar Diputados que los representasen en la misma Junta, y en tener en el otro mundo la caveza del govierno; pero el número de Diputados se debia regular entonces con precisa consideracion a la cuantía de su población, y siendo mayor la de América que la de España, debia ser mayor, sino igual, el número de Diputados.americanos al de Diputados españoles.La Junta Suprema no podia desconocer verdades tan evidentes, y como si nos hiciera una gracia, ha dispuesto que las Américas nombren Diputados para la Junta, cuando, sin tenerlos, se abrogaba ya toda la autoridad como si los tubiese; mas estos Diputados eran en mui corto número, y su Representación habria sido ilusoria para el bien de las Américas en concurso del mayor número de Diputados Españoles.

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Sobre su eleccion se han dado, alterado y repetido Reales Ordenes que la han deferido, retardado o imposibilitado. Entre tanto, los Americanos, como si no fuesen hombres libres, dotados de razon y de sentido, han callado y se han mostrado indiferentes a todos los acontecimientos.

P.-¿Y en el caso propuesto de la disolucion del govierno Monárquico en España por la Prision de los Reyes, qué han devido hazer las Américas?R.-Las Américas forman una parte ecencial o integrante del Imperio Español, o por mejor decir,en sí contienen mucho mas de la mitad de la Poblacion de todo el Imperio; y en estension la España es un punto respecto de las inmensas posesiones de América. La Junta Suprema nos ha hecho el favor de declararlo así: declaracion injuriosa e insultante, que supone el punto de vista con que el govierno Español ha mirado las Américas, el modo y sistema con que las ha tratado. Los americanos son de derecho hombres libres y no esclavos como lo han sido los españoles de Europa. Los americanos han podido y han devido formar sus Juntas Provinciales, como las han formado las Provincias de España, dependientes de la Junta general en que residiesen sus Diputados. Los governadores de América, así como los governadores de España, perdieron su autoridad y jurisdiccion luego que faltó el Principe que les delegó; en este caso la autoridad para nombrarlos, o para formarse el govierno provincial mas adaptado a la felicidad comun, se ha devuelto a los avitantes, a los Pueblos y Provincias de América, como en España a los suyos y a las suyas. Los Americanos han estado mudos, han estado ciegos; se han mostrado estúpidos, y sin razonar, sin discurrir se han dejado regir con el azote y la palmeta como los niños de escuela.

P.-¿El Quito y la Paz establecieron sus Junta Provinciales a imitacion de España; y cómo es que han sido tratados tan mal?R.-Americanos desgraciados vosotros sois tratados como esclavos, la opresion en que habeis vivido, la tiranía y despotismo de vuestros governadores han vorrado o han sofocado hasta las semillas del eroismo y livertad en vuestros corazones. Governadores Europeos tiranos opresores Varbaros inhumanos temblad. Dignos desendientes de los Vándalos, de los Godos y Sarracenos temblad vuelvo a decir, que ya la espada terrible de la venganza cuelga sobre vuestras cavezas. Vosotros crueles usurpadores de la autoridad del Pueblo, habeis derramado en los cadalsos la sangre ilustre e inocente de aquellos dignos ciudadanos que reclamaban la livertad de la patria con una moderacion desconocida entre vosotros; y para añadir el insulto a la tiranía, habeis hecho correr como en triunfo las listas ensangrentadas de aquellas víctimas del Patriotismo; .Soldados defensores de la Patria, vosotros engañados, o violentados haveis ayudado a los Tiranos, y habeis llevado las armas contra vuestros hermanos: Reconoced vuestro error, protejed en adelante a vuestros conciudadanos, y volved vuestras bayonetas contra los opresores comunes; esta es vuestra obligacion, la desunion os perdería con el tiempo.

Dignos avitantes de esta Capital Chilenos generosos, el Déspota inepto que os oprimia y atropellaba habia arrebatado del ceno de sus familias a tres de vuestros mas dignos Ciudadanos por la única razon de que no eran mudos, ni estúpidos, y que no callaban como viles esclavos; acordaros del 11 de julio y acabad de conocer que los opresores nada pueden cuando el Pueblo quiere que nada puedan: ya conoceis el camino: defended con vigor y con energía a vuestros hermanos; pero consumad la obra, y estableced sin perder tiempo, vuestra junta provisional, esta medida ya es urgente, ya no admite demoras: las Provincias de España se hallan en poder de los franceses, y la Junta Suprema se ha disuelto.

P.-¿Y cuál es el partido que deben tomar las Américas en las presentes circunstancias para cimentar su dicha y seguridad?R.-La España misma se halla llena de traidores Españoles que han consultado mas a sus intereses particulares que al bien de la Patria. Los Virreyes, los Presidentes y los Governadores os entregarán vilmente a los franceses, si creen como no lo dudan, que por estos medios infames han de conserbar su autoridad, sus empleos, sus honores y rentas. Con este designio ocultan la verdad de las cosas y sucesos, y quieren que seamos cristianos mudos y estúpidos , a quienes no sea permitido hablar, pensar, ni discurrir. Ya el tiempo urge carisimos hermanos: tomar vuestras medidas antes de que llegue aquel caso, o que seais la víctima de una inbación estrangera a que talves abrirán el paso vuestros mandatarios y governadores: Chilenos ilustres y libres, ya no existe el déspota inepto que os atropellaba: su despotismo, y sus perfidias han recordado nuestra energía y patriotismo. Sus viles satélites, consejeros, y coadjutores desaparecerán como el humo en el momento que hableis, y les hagais entender por la primera vez que sois hombres libres. Convocad carisimos hermanos un cavildo abierto, formado por vosotros mismos en caso necesario, y allí hablad, acordad y decidid de vuestra suerte futura con la energía y dignidad de hombres Iibres: haced lo que han hecho en Buenos Aires, formad desde luego una Junta Provisional, que se encargue del mando superior, y convocar los diputados del Reino para que hagan la constitucion, y su dicha: el congreso general, la representacion nacional de todas las Provincias de la América meridional, residirá donde acuerden todas: La division, la falta de acuerdo y de union es mil veces peor que la pérdida de la mitad de nuestros derechos; con ella los perderiais todos:

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Observeis que el Canadá y la Nueva Escocia cargan el yugo ingles que los oprime, porque no supieron resolverse a tiempo, porque no supieron decidirse contra los governadores que los oprimian, y oy miran con envidia y despecho a las demas Provincias Bostonesas y a sus avitantes, gozan de todas las ventajas de una livertad onesta, los ven elevados a la alta dignidad de hombres libres e independientes, los ven ricos, poderosos y felices. Formad vuestro gobierno a nombre del Rey Fernando para cuando venga a Reinar entre nosotros: dejad lo demas al tiempo y esperad los acontecimientos; aquel Príncipe desgraciado es acreedor a la ternura, a la sensibilidad y a la consideracion de todos los corazones americanos. Si el tirano (Napoleón) que no puede someternos con sus atroces y numerosas legiones lo deja que venga a Reinar entre nosotros; si por algun acontecimiento afortunado él puede romper las pesadas cadenas que carga y refugiarse entre los hijos de América, entonces vosotros, americanos, le entregareis estos preciosos restos de sus dominios, que le habeis concervado como un deposito sagrado; mas entónces tambien enseñados por la experiencia de todos los tiempos, formareis una constitucion impenetrable en el modo posible a los abusos del despotismo, del poder arvitrario, que asegure vuestra libertad, vuestra dignidad, vuestros derechos y prerrogativas; como hombres y como ciudadanos, y en fin vuestra dicha y nuestra felicidad; que si las desgracias del príncipe no tienen término, ni lo tienen los delitos del tirano, entonces el tiempo y las circunstancias serán la regla de nuestra conducta: entónces podréis formaros el govierno que juzgueis mas a propósito para vuestra felicidad y bienestar, pero de contado, ni Reyes intrusos, ni franceses, ni ingleses, ni Carlota, ni portugueses, ni dominación alguna estranjera; morir todos primero antes que sufrir o cargar el yugo de nadie.

P.-Y ¿qué nos iria mal reconociendo a los franceses, a los ingleses, a la Carlota portugueses? ellos defenderian nuestras costas y posesiones, y protejerian nuestro comercio.R.-¿Y es acaso preciso, conveniente o decente que siempre seamos esclavos? Y reconociendo a los franceses, reconoceremos y doblaremos la servis a un tirano intruso y usurpador, que nos ha robado la mitad del imperio? porque robó la mitad le recompensaremos con la cecion graciosa y voluntaria de la otra? porque arruinó la Religion en Europa, le permitiremos que la arruine en América? ¿Y somos acaso incapaces de existir por nosotros mismos y de procurar nuestra felicidad y bienestar, para que pensemos en doblar la servis a ningun yugo estranjero?Hermanos desgraciados: vosotros heis sido y sereis los avitantes del globo los mas oprimido, los mas degradados, los mas enbilecidos, mientras que no tengais en vuestro propio suelo el govierno supremo: el que no haya conosido su situacion infeliz y la de todos los patriotas americanos, oiga lo que dice el nuevo Consejo de Regencia en su proclama de 14 de Febrero de 1810: éstas son sus palabras: "Desde el principio de la revolucion declaró la Patria esos dominios parte integrante y esencial de la Monarquía Española: como tal le corresponden los mismos derechos y prerrogativas; siguiendo este principio de eterna equidad y justicia, fueron llamados esos naturales a tener parte en el govierno representativo que ha cesado; por él la tienen en la Regencia, y la tendrán en las Cortes. Desde este momento, Españoles Americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres; no sois ya lo mismo que antes, encorvados bajo un yugo mucho mas duro miéntras mas distantes estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia, y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar, o al escrivir el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos ya no dependerán ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los governadores: están en vuestras manos... En el acto de elegir vuestro diputado es preciso que cada elector se diga a sí mismo–este hombre es el que ha de esponer y remediar todos los abusos, todas las estorsiones, todos los males que han causado en estos paises la arbitrariedad y nulidad de los mandatarios, governadores del antiguo govierno".Gemid americanos y contened la irritacion de vuestros pechos: en otro tiempo fue necesaria la declaracion de un Pontifice, para que se tuvieran por racionales los primitivos avitantes del Pais; y en el dia es necesario la declaracion de un govierno para que seais reputados como una parte esencial e integrante del Imperio Español; para que os considereios elevados a la alta dignidad de hombres libres y para que dejeios de ser lo que habeis sido, esto es, esclavos miserables. El Consejo de Regencia no lo dice todo; oidlo de mi voca y juzgad de la verdad. Carisimos hermanos no os dejeis burlar con vellas promesas, y confesiones arrancadas en el apuro de las circunstancias: vosotros habeis sido colonos, y vuestras Provincias han sido colonias y factorias miserables: se ha dicho que no; pero esta infame qualidad no se borra con vellas palabras, sino con la igualdad perfecta de privilegios, derechos y prerrogativas: por un procedimiento malvado y de eterna injusticia, el mando, la autoridad, los honores y las rentas han sido el patrimonio de los Europeos: los americanos han sido escluidos de los estímulos que excitan a la virtud, y han sido condenados al trabajo de las minas, y a vivir como esclavos encorbados bajo el yugo de sus déspotas y governadores estraños. La Metrópoli ha hecho el comercio de monopolio, y ha prohibido que los estranjeros vengan a vender, o vengan a comprar a nuestros Puertos, y que nosotros podamos negociar en los suyos, y con esta prohivicion de eterna iniquidad y de eterna injusticia nos ha reducido a la mas espantosa miseria. La Metrópoli manda todos los años bandadas de empleados que vienen a devorar nuestra sustancia, y a tratarnos con una insolencia y una altaneria insoportables; bandadas de governadores ignorantes, codiciosos, ladrones, injustos, bárbaros, vengativos, que hazen sus

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depredaciones sin freno y sin temor; porque los recursos son dificultosísimos, porque los patrocinan sus paisanos; porque el supremo govierno dista tres mil leguas, y allí tienen sus parientes y protectores que los defienden, y participen de sus robos, y porque ellos son europeos, y vosotros americanos: la Metrópoli nos carga diariamente de gavelas, pechos, derechos, contribuciones e imposiciones sin número, que acaban de arruinar nuestras fortunas, y no hai medios ni arvitrios para embarazarlas: la Metrópoli quiere que no tengamos manufacturas, ni aun viñas, y que todo se lo compremos a precios exorbitantes y escandolosos que nos arruinan: toda la lejislacion de la Metrópoli es en beneficio de ella, y en ruina y degradación de las Américas, que ha tratado siempre con una miserable Factoria; todas las providencias del govierno superior tienen por objeto único llevarse, como lo haze, el dinero de las Américas y dejarnos desnudos, a tiempo que nos abandona en los casos de guerra: todo el plan de la Metrópoli consiste en que no tratemos, ni pensemos de otra cosa, que en trabajar las minas, como buenos esclavos, y como indios de encomienda, que lo somos en todo sentido, y nos han tratado como tales. La Metrópoli ha querido que bamos a buscar justicia y a solicitar empleos a la distancia de mas de tres mil leguas para que en la Corte seamos robados, saqueados, y pillados con una imprudencia, y un descaro escandaloso, y para que todo el dinero lo llevemos a la Península Los empleados y europeos vienen pobrísimos a las Américas, y salen ricos y poderosos: nosotros bamos ricos a la Península y volvemos desplumados, y sin un quartillo; ¿cómo se hacen estos milagros? todos lo saben. La Metrópoli abandona los pueblos de América a la mas espantosa ignorancia, ni cuida de su ilustracion, ni de los establecimientos útiles para su prosperidad: cuida tambien, de destruirlos quando puede; y quando tienen agotadas y destruidas las provincias con los impuestos y contribuciones exorbitantes, y con el comercio de monopolio, quiere que hasta los institutos de caridad, y todo quanto se haga, sea a costa de los miserables Pueblos, porque los tesoros que se arrancan de nosotros por medio de las exacciones fiscales solo deven servir para dotar magníficamente empleados europeos, para pagar soldados que nos opriman, y para enriquecer la Metrópoli y los favoritos. Este es un diseño, es un pequeño rasgo de nuestros males y de nuestras miserias, que si hubieran de individualizarse por menor, talvez no cabrian en un volúmen entero: ni ha sido esta la obra de dos ni de tres malvados que hayan abusado de su ministerio. Este ha sido el sistema seguido e inbariable de la nacion y del gobierno: nuestros padres y abuelos conquistaron estos reinos a sus propias espensas con su sangre, su dinero y sus armas; todos fueron aventureros que creieron dejarnos una herencia pingue y magnífica; pero en lugar de ella, solo hemos hallado cadenas, bejaciones, pribaciones forjadas por el interes de la Metrópoli y por el poder arvitrario.Tales han sido vuestra suerte y vuestras desgracias, americanos. Estos son los beneficios que hemos recivido de vuestra madre patria. Si los franceses os imponen el yugo, si dominan los ingleses, si os seduce la Carlota, y os mandan los portugueses, vuestras desdichas serán las mismas, sino mayores: vosotros sereis colonos, vuestros tesoros pasarán siempre a una potencia estranjera, y quedareis para toda la eternidad escluidos de los honores, de las dignidades, de los empleos, y de las rentas: morir o ser hombres libres, carisimos Patriotas. Mas, si vosotros conservais para vuestro desgraciado Rey Fernando esta parte preciosa de sus dominios, formando una representacion nasional americana, que la ponga a cubierto de las tentativas y miras interesadas de los traidores que quieran someterla a su enemigo el intruso Rey José: si el Príncipe consigue algun dia reinar entre nosotros, los males, las desdichas, las vejaciones que nos oprimen y degradan desaparecerán como el humo, de entre nosotros, y un prospecto de felicidad y grandeza será la recompensa de vuestra fidelidad: el mismo Rey Fernando instruido por sus desgracias será el mejor protector y promovedor de nuestra felicidad y bienestar; entonces sereis demasiadamente poderosos para defender vuestras costas y territorios, y para proteger el comercio que hagais en todos los Reynos y puertos del Universo.

P.-No devemos creer a la Junta Central, ni al Consejo de Regencia que para lo futuro nos prometen tantas felicidades, pues que tambien devemos creer a los franceses, y a la Carlota que nos hazen iguales promesas y las harán los ingleses.R.-La Junta Central y la Regencia se burlan de vosotros americanos: quieren vuestro dinero, quieren vuestros tesoros, y quieren en fin, que alimenteis una serpiente que ha devorado vuestras entrañas, y las devorará miéntras que exista: quieren manteneros dormidos para disponer de vosotros como les convenga al fin de la tragedia: temen vuestra separacion y os halagan como a los niños con palabras tan dulces como la miel; mas si fuera posible la reposicion del Govierno Monárquico en España, estos mismos que os llaman hermanos, os llamarian indianos, y os tratarian como siempre, esto es, como yndios de encomienda: entonces tambien los cadalsos y los presidios serian la recompensa de los que se han atrevido a decir con ellos que son hombres libres.La Metrópoli se burla de vosotros, americanos, lo vuelvo a decir: dice que no son colonos, ni vuestras Provincias colonias o factorias; pero no dice que debeis tener y que tengais el comercio libre con las nasiones del orbe y que se acabe el monopolio: dice que debeis gozar de los mismos derechos y privilejios que los españoles europeos, pero no dice que tengamos manufacturas, y que los americanos sirvan en América todos los empleos y dignidades, como es de eterna equidad y justicia, y como los sirven en España los Españoles; y antes bien, sigue mandando legiones de empleados, que bienen a conservar nuestro eroico carácter. Dice, que dejando ya de ser esclavos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres, pero esta burla es la mas picante.

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, Americanos todos: si os dejais engañar, seducir y adormecer con estos fingidos alagos, vuestra suerte está decidida, sereis eternamente infelices: si creeis en promesas quiméricas y falaces, vosotros quedareis sumergidos en toda la profundidad de vuestros males. Los Ingleses, los Franceses, la Carlota y portugueses no son menos astutos y sagaces; si dais crédito a sus ofertas, ellos se reiran con el tiempo de vuestra ignorancia y credulidad, y os arrepentireis, sin recurso, quando os halleis encorbados bajo de un yugo estranjero que ya no podais sacudir. No hai que creer a nadie, hijos de la Patria: sed fieles a vuestro Rey Fernando y conservadle a toda costa estos dominios por medio de una representacion nacional americana. Patriotas: vuestros Virreyes y governadores tratan de venderos y entregaros al intruso y usurpador José Buonaparte: prevenid los designios vergonzosos de estos infames traidores, y observeis el disimulo y el silencio profundo que guardan sobre vuestros destinos y vuestra suerte futura, quando ya la Madre Patria se halla agonizante y en los brazos de los perversos franceses: observad el estudio criminal con que tratan de ocultar las desgracias de la España finjiendo papeletas y relaciones de triunfo y victorias quimericas: quieren pillarnos dormidos para que seais una presa segura de su traicion y perfidia. Desendientes de los Corteses, de los Pizarros, y Valdivias: tomad vuestro partido con resolucion y buen ánimo. Esclavos recientemente elevados a la alta dignidad de hombres libres, mostrad al universo que ya no sois lo que fuisteis, y que os hallais emansipados y ya teneis una representacion política entre las naciones del orbe. El tiempo urge, Chilenos,americanos todos. (Fco. Javier de)Elío el loco, el furioso, el enemigo de vuestra livertad, el hablador eterno e insolente contra los Patricios es el déspota que los cinco hombres que han usurpado el mando de Cadiz, y su territorio en la Isla, han destinado para que venga a oprimir a los hombres libres de Chile, no lo quisieron en Buenos Aires de inspector, abominadlo vosotros de Presidente; prevenidlo, formad vuestra junta y recibidlo con las puntas de las bayonetas: él biene a estrechar mas y mas vuestras cadenas.”

SEPTIEMBRE DE 1810

El cabildo de 18 de Septiembre está ciertamente, relacionado con la independencia, pero no es menos cierto que allí no se trató en absoluto de ella. Antes bien, en lugar de hablar de separar al reino de Chile de la monarquía española, de la cual formaba parte, se instituyó una junta gubernativa con el o de asegurar la “conservación de estos dominios a SU legitimo dueño y desgraciado monarca el señor don Fernando VII”, según reza el acta. El rey se hallaba entonces cautivo de los franceses que en 1808 habían invadido España. Ante esta grave emergencia, lo que se pretendió era muy simple: evitar que Chile corriera la misma suerte, poniéndolo a salvo de los franceses.

Los equívocos y malentendidos acerca del significado del 18 de Septiembre comienzan desde que se da a esta junta gubernativa del reino otro nombre que no aparece en documento alguno de la época: el de Primera Junta Nacional de Gobierno. Con ello se la hace aparecer como una especie de gobierno autónomo, en cierto modo independiente y dotado de un singular halo nacional. Tan es así que, de ordinario, se califica a la Junta como primer Gobierno Nacional. Esto tampoco tiene el menor asidero. Lo que no impide que lo recoja sin asomo de sentido crítico la mayoría de los manuales escolares.

En la realidad, la Junta no hizo otra cosa que suceder en el mando al Presidente (de la Real Audiencia) y Capitán General de Chile, que era en ese entonces Mateo de Toro y Zambrano. Pero lo hizo con los mismos poderes y medios de acción de que éste disponía conforme al derecho de la época. Por tanto, no es ni más ni menos nacional que los presidentes que la precedieron; que el propio Toro y Zambrano, o que sus predecesores García Carrasco, Luis Muñoz de Guzmán y demás. La gran diferencia estuvo en que éstos eran gobernantes unipersonales y la Junta un cuerpo colegiado. Pero unos y otros fueron y actuaron igualmente en nombre del rey y como representantes suyos y no del pueblo o nación.Ahora bien, al igual que en la verdad sospechosa, una inexactitud empuja a otra para encubrir la anterior. Asi, poco a poco se teje una maraña de verdades a medias falsificaciones que, hasta hoy, muchos que pasan por gente ilustrada tienen por artículos de fe. Puesto que el acta y los documentos del Cabildo abierto de septiembre de 1810 hablan una y otra vez de fidelidad al rey cautivo, no han faltado quienes sostengan que estas son declaraciones fingidas ya que lo que en realidad se pretendía era la Independencia del Reino. En este sentidos se habla de “la máscara de Fernando”, que habría servido para ocultar un propósito separatista en 1810.Desde hace tiempo que la historiografía ha desvirtuado este supuesto doblez de los hombres de 1810, Actualmente se distinguen en el itinerario de la Independencia dos momentos claramente diferenciados entre si: uno autonomista en 1810, y otro separatista que es posterior.Lo que despeja el camino para enfrentar sin prejuicios los sucesos del 18 de Septiembre de 1810.Los actores. La minoría ilustradaHay que comenzar por fijarse en los actores, quiénes fueron, cuál era su mentalidad, la situación en que se encontraban y los propósitos que tenían. Raúl Silva Castro ha estudiado a los asistentes al cabildo abierto. Fueron unas 350 a 400 personas, invitadas mediante esquelas. Se reunieron en la gran sala del Real

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Consulado, que era la más capaz de la ciudad. El de más edad era probablemente el presidente Toro y Zambrano, con 83 años, y el mas joven, Joaquín Tocornal, de 22. La mayoría de los concurrentes fluctuaban entre los 25 y 50 años. Es decir, eran hombres que habían visto y vivido la expansión de Chile durante el medio siglo anterior, bajo la monarquía ilustrada.

Habían conocido a los grandes presidentes capitanes generales de la época, desde un Jáuregui (1773-86) hasta un Ambrosio O’Higgins (1787-96) o un Muñoz de Guzmán (1802-C808), de quienes ha dicho Alberto Edwards que suministraron el modelo a los grandes Presidentes de la República Ilustrada: un Prieto, un Bulnes, un Montt. Bajo estos gobernantes cobra forma entre 1760 y 1810 un nuevo ideal de gobierno y una nueva manera de gobernar, el llamado absolutismo ilustrado. Por influencia de la Ilustración, el monarca y sus agentes no se contentan con regir con justicia, como lo habían hecho hasta entonces. Además de eso quieren hacer felices a los gobernados. Al efecto, se empeñan en hacer realidad los ideales ilustrados de difusión de las luces: adelanto material y, en general, mejoramiento de las condiciones de vida de la poblaci6n mediante la enseñanza, el fomento económico, las obras públicas y demás. A la antigua concepción judicial del gobierno sucede otra administrativa, del gobierno fuerte y realizador.

Este nuevo ideal político ilustrado, atento ante todo a la felicidad pública, no quedó en vanas palabras. Bien lo sabían los vecinos de Santiago, que le hablan visto convertirse en una verdadera capital, pequeña pero comparable a las de algunos estados menores de Europa. Su transformación era un índice del empuje de Chile bajo la monarquía ilustrada. Este auge del país fue posible no sólo gracias a la acción de los gobernantes sino debido a que ellos consiguieron movilizar a los elementos mas connotados e influyentes en favor del nuevo ideal de felicidad pública y difusión de las luces. De esta suerte, se había constituido alrededor de las instituciones fundamentales da la monarquía ilustrada -Judicatura, Ejército y milicias y administración- un núcleo dirigente que identificó e hizo suyo el ideal de gobierno eficiente y realizador, capaz de grandes reformas, al servicio e los intereses supremos y permanentes de la monarquía: Dios-Rey-Patria.El momento: el reino de Chile en peligroLos actores de 1810 provienen de este núcleo dirigente formado básicamente a partir de los años 1760. Pero la idea de establecer una Junta de Gobierno no germinó en su seno de un modo natural y unánime. Antes bien surgió como reacción frente a una situación del todo excepcional, como la que se produjo en 1808, cuando los franceses capturaron a Fernando VII e invadieron España y, de golpe, la monarquía se encontré acéfala.

Como ha mostrado Meza Villalobos, las invasiones inglesas de Buenos Aires, en 1806 y 1807, y luego esta invasión francesa de España sacaron bruscamente de su tranquilidad a los hombres más conscientes de Chile, al hacerles ver que la patria y ellos mismos estaban en peligro. El reino podía ser invadido por los ingleses o entregado a los franceses por sus propios gobernantes. En uno u otro caso estaba en juego la posición de la gente principal, ya que frente a un extranjero los méritos propios o de los antepasados, ganados al servicio de los reyes de España y de las Indias, carecerían de todo valor. Ellos pasarían a ser unos cualquiera, en lugar de los más distinguidos e influyentes. La suerte de la patria y la suya propia estaban, pues, ligadas a la fidelidad al rey. Por otra parte, los ingleses eran herejes, y los franceses, revolucionarios, impíos. Se imponía, pues, rechazar toda dominación extranjera en nombre de Dios, del rey y de la Patria. Esta misma trilogía será invocada por el cabildo de Santiago el 11 de Septiembre al solicitar la reunión del cabildo abierto y en él por Argomedo, en nombre del presidente.

Pero la petición de una Junta de Gobierno se fundó en otra razón, por cierto fuertemente impugnada por muchos. A medida que la situación de España empeoraba surgían mayores dudas sobre la actitud que pudieran tomar los españoles que se desempeñaban en puestos de gobierno.

No eran muchos, porque en esos momentos la plana mayor de la Real Audiencia y de los jefes de oficinas y del ejército estaba compuesta por chilenos. Tal era el caso del Oidor, decano 1 de Santiago Concha, y de sus colegas Domingo y José Martínez de Aldunate; del Secretario de la Gobernación, Judas Tadeo Reyes; del Superintendente de la Casa de Moneda, José Santiago Portales; del Administrador de la Aduana, Manuel Manso de Velasco; del Comandante del Ejército de la Frontera, Pedro Nolasco del Río, aparte de otros empleados y oficiales.

Sin embargo, el Presidente-Capitán General era español. Hasta 1808 lo fue un oficial de marina, que antes se había desempeñado como tal en el reino de Quito (actual Ecuador), Luis Muñoz de Guzmán, quien se ganó la estima general. Los estudiosos coinciden en que si no hubiera muerto ese año, el curso de los acontecimientos habría sido distinto. La idea de una Junta tal vez no hubiera prendido. Su sucesor interino, el brigadier Francisco Antonio García Carrasco, en cambio, no tardó en mal quistarse con todo el mundo. En esta situación, y ante las victorias de los franceses en la península, algunos chilenos de alta posición comenzaron a temer que Chile pudiera ser entregado a los invasores en caso de que se consumara la pérdida de España, lo que parecía inminente. La desconfianza hacia el gobernante hizo nacer entonces el anhelo de contar con un gobierno en el que se pudiera confiar. Esta es la raíz primordial del juntismo que triunfó el 18 de Septiembre de 1810.El 18 de Agosto

Pero no todos reaccionaron ante la situación de la misma manera. Frente a los juntistas, otros se opusieron decididamente a semejante innovación en los críticos momentos en que se debatía la monarquía.

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La situación hizo crisis en 1810. Pero no en Septiembre sino dos meses antes, el 16 de Julio. Los ánimos estaban caldeados por ¡os abusos y desaciertos de García Carrasco. Además se tenia noticia de la instalación de una Junta gubernativa en Buenos Aires, que había reemplazado al virrey. Desde allí se procuraba incitar a un cambio semejante en Chile. Pero aquí se sabía también de los trastornos que de ello habían comenzado a producirse. El cabildo tomó la iniciativa y decidió deponer a García Carrasco. Pero la Real Audiencia alcanzó a saberlo y se adelantó. Pidi6 al Presidente García Carrasco que renunciara. Con ello evitó la celebración de un cabildo abierto y cerró la posibilidad de instalar una junta gubernativa. Significativamente, ese día sólo la voz de un argentino, el joven Manuel Dorrego, se alzó para pedir Junta. En lugar de ella, García Carrasco fue sucedido por quien correspondía legalmente, El brigadier Mateo de Toro y Zambrano, conde de la conquista. Con ello también el Presidente Capitán General pasó a ser un chileno, aunque en forma casi nominal, debido a su avanzada edad. Pero era también un presidente interino, mientras llegaba el titular quien, en cambio, era español (Francisco Javier de Elío).

Por eso, los ánimos no se aquietaron con la caída de García Carrasco. Antes bien, a partir de entonces se perfilaron con creciente nitidez en el seno del núcleo dirigente dos bandos. Unos veían en la Junta el único medio de poner al reino cubierto de un entendimiento entre el gobierno y los franceses, dueños de casi toda España. Entre estos partidarios de la Junta estaban ante todos los Larraín. El canónigo don Vicente capitaneaba este partido en el cabildo ec1esiástico mientras su hermano don Diego, unido a sus cuñados Francisco Antonio Pérez y Juan Enrique Rosales, lo impulsaban en el cabildo secular. Otros se oponían decididamente a tales proyectos por creer que darían origen a toda suerte de trastorno. Entre sus cabecillas estaban el gobernador del obispado José Santiago Rodríguez Zorrilla en el cabildo eclesiástico y su hermano Joaquín en el cabildo secular. Contaban con el respaldo del regente y oidores de la Real Audiencia y de los principales jefes de oficina como José Santiago Portales -el padre del después célebre Diego Portales- o Manuel Manso de Velasco, y de muchas personas de calidad, como los marqueses de Casa Real y de Montepío. En todo caso, los abanderizados eran los menos. El grueso del vecindario noble permanecía al margen del asunto. Por eso mismo, cada bando no perdonaba medios para inclinar las cosas de su lado.

El 18 de Agosto los partidarios de la Junta sufrieron un serio revés, Querían impedir que se hiciera públicamente, con gran solemnidad, el reconocimiento del Consejo de Regencia que había asumido el gobierno en España, en ausencia de Fernando VII. No obstante, el acto se realizó en medio de las aclamaciones y la alegría popular, lo que se interpretó como una derrota de los juntistas. El regidor Rodríguez de Zorrilla no dejó de anotar que “sólo los pocos cabildantes que concurrieron iban poco menos que muertos y sumamente corridos”.

Sin embargo, los juntistas no cejaron en su empeño. El 11 de septiembre el cabildo acordó enviar una diputación al presidente para pedir que “tratando la materia con todas las corporaciones y vecinos nobles se tomasen las providencias que fueren conformes a la Opinión y dictamen que allí se acordase para seguridad y defensa de nuestra Religión, Rey y Patria”.El 18 de SeptiembreBajo este signo se convocó para el día 18 el cabildo abierto tras una serie de incidencias y forcejeos para conseguir que el Presidente se decidiera a ello. El paso siguiente fue asegurar mayoría a los partidarios de la Junta de los asistentes. Al efecto, se resolvió invitar tan sólo a un diputado por corporación y un número de trescientos a cuatrocientos vecinos nobles. Lo primero permitió convidar sólo al regente de la Real Audiencia, a un canónigo del cabildo eclesiástico, al prelado de cada congregación religiosa y dejar fuera, entre otros, nada menos que a los oidores y al gobernador del obispado. Lo segundo dejó la puerta abierta para distribuir los convites de preferencia entre partidarios de la Junta. Así, de cerca de 1900 españoles avecinados en Santiago, sólo se invitó a 14, a pesar de que, sin duda, había entre ellos mucha más gente de calidad. En tales condiciones, esta asamblea de notables fue, pues, casi tan manejable como el electorado anónimo, que puede votar pero sólo entre candidatos que otros le imponen.

Finalmente, llegó el día señalado A eso de las 10 de la mañana hizo entrada en la sala de Consulado, atestada de gente, Toro y Zambrano. Tomó asiento en el estrado, bajo el dosel del real tribunal, lacónicamente se limitó a decir. “He aquí el bastón, disponed de é1 y del mando”. Acto seguido indicó al asesor José Gregorio Argomedo “significad al pueblo lo que os S tengo prevenido’. Argomedo explicó que como “cabeza de un pueblo noble, el mas fiel y amante a su soberano, a su religión y a su patria” , el Presidente esperaba que, al poner al mando a su disposición, este mismo pueblo adoptara “ los medios más ciertos de quedar asegurados , defendidos y eternamente fieles vasallos del más adorable monarca Fernando”.

A continuación tomó la palabra el procurador de la ciudad, José Miguel Infante, como portavoz del pueblo o república. Evocó la odiosa memoria de García Carrasco y se preguntó si el nuevo presidente (Elío), “a quien se espera de un momento a otro, no declinará también al despotismo”. Sacó a relucir, pues, el tema candente de la confianza en el gobierno. A la luz de ésta, examinó la legalidad de la instalación de una junta y concluyó pidiendo que se procediera a ello. Ya en su tiempo observó Barros Arana que en este discurso “no hay una frase que reflejase aspiracion de independencia, ni siquiera propósito alguno de ruptura con la metropoli”.

Luego todo sucedió como estaba previsto. Personas respetables se levantaron para oponerse a la formación de una Junta, pero fueron acalladas al grito ¡“Junta queremos”! Se eligió entonces por aclamación a sus cinco miembros, entre ellos como su presidente perpetuo a Toro y Zambrano. Pero

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entonces el abogado Carlos Correa de Saa pidió que se agregaran dos vocales más, elegidos por votación, lo que se aceptó, con el resultado de que la primera mayoría, cerca de un cuarto de los sufragios, la obtuvo el coronel Francisco Javier Reina, opositor a la Junta. Después del juramento de rigor, se disolvió la reunión “siendo ya cerca de las tres de la tarde”.

Legalismo: cambio de gobiernoLo primero que llama la atención en este acontecimiento es el modo de proceder, muy chileno,

apegado al derecho. Todo se fundamentó y se llevó a cabo dentro del más estricto respeto a las instituciones vigentes. Sin duda, este exquisito cuidado por las formas jurídicas dio mayor respetabilidad a la nueva Junta. Así lo hace pensar en el hecho de que fuera reconocida sin inconvenientes tanto en el interior de Chile como en el resto de la monarquía, no sólo por la Junta de Buenos Aires, sino por el propio Consejo de Regencia en España o por el virrey del Perú. Ciertamente, muchos miraron con recelo, si no con hostilidad su instalación; pero nadie puso en duda su legitimidad. Menos aún le atribuyó intenciones subversivas, de rebelión o revolución contra el orden establecido a fin de empezar de nuevo, por así decirlo, de cero.

En el hecho, las instituciones existentes permanecieron inalteradas. Lo único que cambió fue el gobierno. Así lo entendieron por lo demás los hombres de la época y lo confirman todos los testimonios. Otra cosa es que después los acontecimientos tomarán un cariz diferente, y al cabo de siete años se llegara a la declaración de la Independencia. Pero en definitiva lo que hubo ese 18 de septiembre fue fundamentalmente un cambio de gobierno, cuyas proyecciones resultaron imprevisibles para los hombres de la época, tanto si eran partidarios como contrarios a ella. Entonces todos eran realistas. No se había producido todavía una disociación entre patria y monarquía.

Así pues, el cambio de gobierno no tuvo nada de ruptura ni Con la monarquía ni menos con su ideal político ilustrado de felicidad pública y difusión de las luces. En este sentido Sergio Villalobos ha podido hablar de tradición y reforma en 1810, dos componentes del despotismo ilustrado que vienen de antes y se prolongan hasta bien entrado el siglo XIX. De la pervivencia de ideal ilustrado de gobierno bajo la república sobran los testimonios. Baste señalar que todavía en 1833, el Presidente de la República, Joaquín Prieto instaba a los constituyentes “hacednos felices”. Por otra parte, la Constitución de ese año, que rigió hasta 1925 consagra la trilogía Dios-Patria-Ley en la fórmula del pensamiento del Presidente de la República. Igualmente, como es sabido, el motor de la gigantesca obra educacional de los Presidentes Bulnes Y Montt fue la difusión de las luces.

Ahora q Chile está próximo a cumplir dos siglos de historia propia es tiempo de reconocer que la patria no nació en 1810. El orto del patriotismo, para emplear la expresión de Meza Villalobos, es varias centurias anterior. Así lo confirma, por lo demás, e1 hecho de entre los motivos de la instalación de la Junta de 1810 este precisamente la defensa de esa patria, junto con la de Dios y del rey.

Bernardino Bravo Lira

ACTA DEL CABILDO ABIERTO DEL 18 DE SEPTIEMBRE DE 1810

“En la muy noble de ciudad de Santiago do Chile a 18 del mes de septiembre del año 1810.El muy ilustre señor presidente y señores del Cabildo congregados con todos los jefes de todas las

congregaciones, corporaciones y vecindario noble de la capital, en la sala del Real Consulado, dijeron: que siendo el principal objeto del gobierno y del cuerpo de representantes de la Patria, el Orden, Quietud y Tranquilidad Pública perturbada notablemente en medio da la incertidumbre acerca de las noticias de la Metrópoli que producían una divergencia peligrosa en las opiniones de los ciudadanos, había adoptado el partido de conciliarlos a un punto de unidad convocándolos al Majestuoso Congreso en que se hallan reunidos para concertar la mayor defensa del reino y sosiego. Ha reconocido el de la instalación de la Junta de Cádiz advirtiendo a las Américas que ésta podía servir de modelo a los pueblos que quieran elegirse en gobierno representativo digno de su confianza y proponiéndose que toda la discordia de la Capital provenía del deseo de tal establecimiento con el fin de que se examinase y se decidiese por todo el Congreso la legitimidad de este negocio: oído el Procurador General que con la mayor energía expuso las decisiones legales, ya que a este pueblo asistían las mismas prerrogativas y derechos que a los de España; afirmar un gobierno igual especialmente cuando no menos que aquellos se halla amenazado de enemigos, y de las intrigas que hacen más peligrosa la distancia necesitado a precaverla, y preparar su defensa; con unos antecedentes penetrado el muy ilustre los propios conocimientos y a ejemplo de lo que hizo el señor gobernador de Cádiz… proclamaron con la mayor efusión de su alegría y armoniosa uniformidad que se estableciese una Junta presidida del mismo señor Conde de la Conquista (don Mateo de Toro y

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Zambrano) en manifestación de la gratitud que merecía a este generoso pueblo, que teniéndole a su frente se promete al gobierno más feliz, la paz inalterable y la seguridad permanente del Reino, resolvieron que se agregasen seis vocales que fuesen interinos mientras se convocaban o llegaban los diputados de todas las provincias de Chile para organizar lo que debía regir en lo subscrito y procediendo a la elección de estos presupuestos, en primer lugar, al ilustrísimo señor José Antonio Martínez de Aldunate, se le aceptó con universal aprobación del Congreso; sucedido lo mismo con al soñar don Fernando Márquez de la Plata del Supremo Consejo de la Nación; con el tercero, don Juan Martínez de Rozas y cuarto vocal señor Coronel don Ignacio de la Carrera admitidos con los mismos vivas y aclamaciones sin que discrepase uno de los cuatrocientos cincuenta vocales y procediendo luego a la elección por cédulas secretas a los miembros que debían completar le Junta resultó la pluralidad por el señor Coronel don Francisco Javier de Reina y Maestre de Campo don Juan Enrique Rosales que manifestados al público fueron recibidos con singular regocijo: con la que se celebró todo el Congreso la elección de secretorios en los doctores don Juan Marín y don José Gregorio Argomedo..»’

LA PATRIA VIEJA (1810 – 1814)PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO

La sesión del 18 de septiembre se abrió con la renuncia del gobernador. Luego tomó la palabra el procurador del cabildo don José Miguel Infante, quien justificó tanto la realización del cabildo abierto como la conveniencia de instalar una junta de gobierno.

En su discurso Infante fundamentó esos propósitos en los siguientes puntos: 1º La formación de una junta constituía un acto pleno de la soberanía nacional (contrariando el principio absolutista de la soberanía divina de los reyes)2° Estando además el rey cautivo la soberanía vuelve al pueblo (Ley Castellana de “las Siete Partidas”). 3º Los americanos al igual que los españoles tienen derecho y actúan legalmente al organizar un gobierno propio, por cuanto las Juntas organizadas en España representan sólo al pueblo español. Siendo América un bien de la Corona de Castilla, las juntas de la metrópoli no tienen jurisdicción en América.4º El propio Consejo de Regencia en su proclama de instalación dejó establecido que ella serviría de ejemplo a los pueblos de América (esta era una interpretación errónea de Infante).5º La junta que se instalaría en Chile constituiría un acto de fidelidad a Fernando VII y gobernaría en su nombre mientras éste permaneciera en cautiverio.

La mayoría pro juntista se puso de pie gritando con gran entusiasmo la frase : "¡Junta queremos!“ acallando las pocas voces disonantes. Luego se juró lealtad a Fernando VII y la religión católica.

Se procedió luego a elegir a los miembros de la Junta:Presidente : Mateo de Toro y Zambrano.VicePresidente: José Antonio Martínez de Aldunate (obispo de Santiago). Vocales: Juan Martínez de Rozas Fernando Márquez de la Plata Ignacio de la Carrera el coronel Francisco Javier Reina.

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Cabildo Abierto del 18 de Septiembre de 1810

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Juan Enrique Rosales Secretarios:José Gregorio Argomedo Gaspar Marín

Se producía así una revolución legitimista (no independentista), pues la intención de la Junta era mantenerse hasta que volviera al trono el legítimo rey Fernando. De hecho, fue reconocida tanto por el Consejo de Regencia en España como por el Virrey del Perú

La Junta quedó en disolverse cuando se reuniera un Congreso con representantes de todo el país, quien resolvería la forma de gobierno más adecuada mientras durara el cautiverio del rey.

La Junta alcanzó a estar 9 meses en funciones. Tanto Toro y Zambrano como Martínez Aldunate murieron al poco tiempo, por lo que este organismo cayó bajo la influencia del ambicioso Martínez de Rozas

Situación en España

Con España ocupada por las tropas francesas, como único retazo libre quedó la isla de León, en cuyo extremo norte está Cádiz, que sufría el bombardeo del ejército sitiador y una epidemia de fiebre amarilla. En el pueblo que después se llamó San Fernando, al sur de la isla, se reunieron el 24 de septiembre de 1810 las Cortes, impulsadas por los liberales

De los alrededor de 100 diputados que concurrieron a la sesión de apertura, la mitad eran suplentes, entre ellos 30 de América, elegidos de entre los naturales de esos dominios que residían en la península. Les correspondió representar a Chile al abogado Joaquín Fernández de Leiva y al comerciante Miguel Riesco.

Como los diputados americanos pidieran que en las Cortes las provincias de ultramar tuvieran una representación equivalente a la de los territorios de la metrópoli, se generó un largo debate en que quedó de manifiesto que el sentir de los peninsulares distaba de ser coincidente con el de los indianos, y el 18 de enero de 1811 la solicitud fue desechada.

OBRAS DE LA PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO

*Creó nuevos cuerpos militares y reorganizó los existentes (Diciembre 1811). Ello, con la intención de defender al país de una posible invasión extranjera (franceses, ingleses).

*Decretó la apertura de los puertos chilenos al tráfico internacional (Comercio Libre) y dictó una Ordenanza de Aduanas complementaria (Febrero 1811). Con ello se buscaba mejorar el comercio (perjudicado por la guerra en Europa), además de allegar recursos vía impuestos de aduana.

Sin embargo, también se buscó proteger a la industria local subiendo hasta en un 134% los productos importados que se fabricaran en Chile

*Estableció relaciones con la Junta de Buenos Aires y se enviaron tropas de apoyo por la amenaza de una invasión anti juntista desde el alto Perú.

*Por una disposición especial, se eximió por un año y medio de todo impuesto a libros, planos, mapas, armas, imprentas, instrumentos de física, herramientas y maquinarias y todos los elementos que dan impulso al progreso material y cultural de la sociedad.

* Convocó a elecciones de 42 representantes (o diputados) para formar un Congreso Nacional, cuya función seria relevar en el corto plazo a la Junta del mando y establecer el tipo de gobierno que debería darse el país. Podían ser electos diputados:los habitantes naturales del Partido (o provincia), o los de fuera de él avecindados en el reino, que por sus virtudes patrióticas, sus talentos, y acreditada prudencia, hayan merecido el aprecio y confianza de sus conciudadanos, siendo mayores de veinticinco años, de buena opinión y fama, aunque sean eclesiásticos seculares. Según el texto de convocatoria tenían derecho a votar:todos los varones que por su fortuna, empleos, talentos, o calidad gozan de alguna consideración en los partidos en que residen, siendo vecinos, y mayores de veinticinco años, lo tienen igualmente los eclesiásticos seculares, los curas, los subdelegados y militares.

En resumen, sólo la aristocracia podía participarLas elecciones se iniciaron primero en provincias. Faltando Santiago (6

diputados, después 12) era notoria la existencia de tres tendencias en la aristocracia:-los moderados: partidarios de hacer reformas en el sistema políticos, pero que no pudiesen ser interpretadas por el virrey del Perú como de rebeldía

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contra la monarquía. Sus líderes: J.M. Infante y Agustín de Eyzaguirre y su centro era el cabildo de Santiago. Tenían 14 diputados.-los exaltados: partidarios de hacer profundas reformas que le dieron una fuerte autonomía a Chile frente a las autoridades españolas. Entre ellos figuran algunos abiertamente independentistas (como O’Higgins). Su principal cabecilla: Juan Martínez de Rozas, apoyado por los 2 clanes familiares más importantes e influyentes (los Larraín y los Errázuriz). Habían elegido 12 diputados.-los realistas: partidarios de mantener todo como estaba antes de 1810. Su centro de acción: la Real Audiencia

El día de la elección en Santiago (1 de abril) estalló un motín de militares anti juntistas, encabezado por el coronel español Tomás de Figueroa, al grito de ¡Viva el Rey!, ¡Muera la Junta! Martínez de Rozas logró reunir tropas leales y, después de un breve enfrentamiento en la Plaza de Armas, el motín fue sofocado. Figueroa fue capturado y se intentó inútilmente que reconociera algún vínculo del motín con la Audiencia. Fue condenado a muerte y fusilado en la celda.

Martínez de Rozas ordenó la clausura de la Real Audiencia y expulsar a algunos anti juntistas del país (como García Carrasco).

Celebrada las elecciones de Stgo. (4 de mayo 1811), los moderados obtuvieron los 12 diputados, ya sea por miedo a una reacción del virrey (por dar muerte a un oficial español y clausurar el máximo tribunal de justicia del país) o por los afanes autoritarios de Martínez, quien no era bien visto por el grueso de la aristocracia.

La inauguración del Congreso Nacional se realizó el 4 de julio de 1811. Al asumir, los diputados debieron prestar el siguiente juramento: ¿Juráis por Dios nuestro Señor y sobre, los Santos Evangelios, defender la Religión Católica, Apostólica, Romana?¿Juráis obedecer a Fernando Séptimo de Borbón, nuestro Católico Monarca¿Juráis defender el reino de todos sus enemigos interiores y exteriores, cumpliendo fielmente con el cargo A lo que respondieron los diputados: Sí juramos.[28]

OBRA DEL CONGRESO HASTA EL 4 DE SEPTIEMBRE 1811

La principal tarea del Congreso fue redactar "El Reglamento para el arreglo de la Autoridad Ejecutiva Provisoria de Chile", primer bosquejo de carta constitucional. El Reglamento aprobado por el Congreso fue claro en señalar la necesidad de dividir los poderes del Estado y establecer sus límites. Se había dado así el primer paso hacia la constitución de un gobierno republicano.

-El Congreso, como único depositario de la voluntad del Reino, conocería exclusivamente del cumplimiento o infracción general de la Ley, dirigiría las relaciones exteriores, ejercería el patronato sobre la Iglesia, el mando superior del Ejército, crearía o suprimiría empleos y vigilaría los actos de la Junta Ejecutiva"

En la elección de la Junta ejecutiva, ésta quedó en manos de la mayoría moderada que eligió a los 3 miembros que la componían, lo que provocó la indignación de los exaltados en tumultuosas sesiones. Martínez de Rozas y los “Larraínes” trataron de dar un golpe de Estado (27 de julio), pero fracasó, por lo Rozas se retiró a Concepción para armar su propia Junta de gobierno autónoma de Santiago.

La oposición, ahora en manos de la familia de los Larraín buscará a algún militar para realizar un nuevo golpe de Estado, encontrando a la persona adecuada: José Miguel Carrera, llegado al país a fines de julio de 1811.

EXTRACTO DEL REGLAMENTO PARA EL ARREGLO DE LA AUTORIDAD EJECUTIVA PROVISORIA (O CONSTITUCIÓN DE 1811)

“El Congreso representativo del Reino de Chile convencido íntimamente, no sólo de dividir necesariamente los poderes, sino de la importancia de fijar los límites de cada uno, sin confundir ni comprometer sus objetos, se cree en la crisis, de acreditar a la faz de la tierra su desprendimiento sin aventurar tan angustiada premura la obra de la meditación más profunda. Quiere desde el primer momento consagrarse sólo a los altos fines de su congregación: pero no está a sus alcances una abdicación tan absoluta antes de constituir la forma de gobierno en los tres poderes cuyo deslinde es el paso prolijo y más espinoso en todo estado. Por lo tanto, ha resuelto delegar interinamente el conocimiento de negocios y trasgresiones particulares de la ley a un cuerpo colegiado que se instalará con el titulo de Autoridad Ejecutiva Provisoria de Chile, bajo las declaraciones siguientes y que progresivamente se fueren dictando1.— El Congreso, como único depositario de la voluntad del Reino, conocerá exclusivamente del cumplimiento o infracción general de la ley.

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Tomás de Figueroa

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3.— Las relaciones exteriores son privativas del Estado en su entable, cuya representaci6n sólo reside en el Congreso. Por consiguiente, y para atender a tan delicado objeto con el interés a que empeña deberá corresponder al Congreso la apertura de la correspondencia exterior, llevándola al Poder Ejecutivo, como la interior del Reino que consultará sólo en las cosas de gravedad.13.— La autoridad ejecutiva llenará su objeto conforme a la ley vigente: se compondrá de tres miembros, con su secretario y asesor; y entre aquellos tomará la presidencia por meses, siendo su dotación de dos mil pesos anuales, y la de estos mil quinientos.”

JOSE MIGUEL CARRERA

Hijo de Ignacio de la Carrera, de familia aristocrática. Nace en 1785. Estudió en el Convictorio Carolino. De conducta desordenada, fue enviado por su padre a Lima y luego a España (1807) donde lo pilló la invasión napoleónica. Ingresó al Ejército español (Húsares), participando en más de 20 batallas. Herido, fue condecorado y ascendido a sargento (1809). Al enterarse de los acontecimientos de Chile, decidió regresar (lo que le valió temporalmente la prisión), llegando el 26 de julio de 1811, uniéndose al bando exaltado.

Primer Golpe de J.M. Carrera:

Contando con las tropas de sus hermanos Juan José y Luis dio un golpe militar (4 de septiembre 1811), imponiendo al Congreso moderado sus condiciones. Fueron expulsados algunos diputados y exonerados funcionarios pro realistas, desterrados los contrarios a lo obrado y se reemplazó la Junta Ejecutiva de 3 miembros por otra de 5.

La familia Larraín pasó a dominar la escena política. 4 de los 5 miembros de la Junta eran familiares directos o indirectos de “los 800”: -Juan Enrique Rosales -Juan Mackenna -Gaspar Marín -el presidente de la Junta, el sacerdote Joaquín Larraín.-El quinto miembro era Martínez de RozasCarrera fue apartado y sólo hubo para él una carta de agradecimiento.

OBRA DEL CONGRESO HASTA EL 15 DE NOVIEMBRE 1811

A partir de ese momento, las reformas emprendidas por el Congreso se extreman:Se crea una nueva provincia (Coquimbo) se prohíbe vender los cargos del cabildo Atribuyéndose el derecho de patronato se suprimen los derechos parroquiales (se les fija un sueldo a los religiosos) y cesa el envío de dinero al Tribunal de la Inquisición de Lima se crea un Tribunal Supremo de Justicia que reemplaza al Consejo de Indias y a la Real AudienciaSe exigió a los españoles que vivían en Chile que se hiciesen chilenos o se fueran del país (después se eliminó).se dicta la Ley de Libertad de Vientre que declara libre a todos los hijos de esclavos negros nacidos después del 15 de octubre, se prohíbe la internación de nuevos esclavos y los que estuvieran de paso más de seis meses quedaban libres

Segundo golpe de Carrera

Desilusionado por no ser considerado, Carrera comienza a preparar un nuevo golpe de Estado. Para ampliar su base de apoyo (ya tenía el de los moderados), consiguió el apoyo de los pro realistas quienes confiaron en él por haber luchado por el rey.

Contando con las tropas de sus hermanos dio un nuevo golpe (15 de noviembre) y obligó al Congreso a elegir una nueva Junta de 3 miembros, uno por cada provincia: Gaspar Marín por Coquimbo, J. M. Carrera por Santiago y Martínez de Rozas por Concepción (reemplazado por O’Higgins). Con Marín y Rozas, el Congreso pretendía frenar el autoritarismo de Carrera

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José Miguel Carrera

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Carrera, viéndose en minoría en la Junta y en el Congreso buscó la manera de sobrepasarlos:Pocos días después (15 nov) se descubría un presunto intento de golpe y de asesinato contra

Carrera y sus hermanos encabezados por los hermanos Huici. Acusando al Congreso de estar detrás del complot, procedió a clausurarlo con el apoyo del ejército, lo que hizo que Marín y O’Higgins se retiraran de la Junta (2 de dic.). Carrera queda como único gobernante.

Primera dictadura militar de Carrera (1811- 1813)

Como la Junta de Concepción desconociera a Carrera, éste se dedicó durante los primeros meses de su mandato a socavar dicha institución.

Martínez de Rozas se pone a la cabeza de un ejército para derribar a Carrera. Éste, para ganarse el apoyo de la aristocracia de Santiago, nombró una nueva Junta (José Nicolás de la Cerda y José Santiago Portales). La confrontación entre Santiago-Concepción se evitó gracias a la mediación de B. O’Higgins, suscribiéndose un pacto transaccional el 12 de febrero de 1812 en el que se reconocía a la Junta de Gobierno de Concepción, se convocaba a nuevas elecciones parlamentarias y se acordaban las bases de una constitución

Paralelamente –para ganar tiempo y preparar un ejército para enfrentarse al poderoso ejército del sur- Carrera se entrevista con Martínez en Linares (sin ningún resultado) y – a través de cartas, va dilatando la situación con propuestas y promesas. Mientras tanto, algunos partidarios suyos se infiltraban entre las tropas de Concepción y las de Valdivia. Martínez de Rozas va perdiendo apoyo y sus tropas están descontentas pues están sin paga (el dinero venía de Santiago). Finalmente una sublevación lo derriba, siendo apresado (julio 1812)y enviado al destierro a Mendoza. Muere en 1813. Carrera queda como dueño absoluto del gobierno del país.

Obras del primer gobierno de Carrera:

-Publicación de la “Aurora de Chile” (13 de febrero 1812): gobierno compra una imprenta en EE.UU y se le encarga al fraile Camilo Henríquez que publique un periódico de 4 páginas, a dos columnas y en el que se abordarán temas políticos y filosóficos. En escritos firmados por Manuel de Salas, Antonio José de Irisarri, Juan Egaña, Vera y Pintado, la Aurora de Chile plasmó en sus páginas los principios de soberanía popular, la facultad de los pueblos para gobernarse y elegir a sus autoridades, la separación de los poderes. La influencia de los independentistas estadounidenses también fue un factor importante (se reeditan los discursos de T. Jefferson, Madison y G .Washington).

-Establecimiento de relaciones diplomáticas con EE.UU: el presidente James Madison manda como cónsul (embajador) a Joel Robert Poinsett.

- Se dicta el “Reglamento Constitucional Provisorio” (1812), de 27 artículos. Contó con el asesoramiento de Poinsett. Establece una monarquía constitucional. Entre sus puntos más destacables se cuentan:-La religión Católica Apostólica es y será siempre la de Chile (art. 1). Llamó la atención la falta del término “Romana” (Pionsett era calvinista) -Se reconocía a Fernando VII como Rey, pero establece claramente que “el poder” reside en el pueblo (artículos 2, 6, 8) y que ese pueblo “hará su constitución” y que el rey la aceptará. Ningún decreto, providencia u orden, que emane de cualquiera autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno (art.5).

En nombre del rey gobernará la Junta Superior Gubernativa (poder ejecutivo). Estará compuesto por tres miembros que sólo durarán tres años, removiéndose uno al fin de cada año.

Habrá un Senado compuesto de siete individuos, de los cuales el uno será Presidente, turnándose por cuatrimestres, y otro Secretario.(art.7). El Senado será representativo, correspondiendo dos senadores a cada una de las provincias de Concepción y Coquimbo, y tres a la de Santiago.

EXTRACTO DEL REGLAMENTO CONSTITUCIONAL DE 1812 (O CONSTITUCIÓN DE J.M.CARRERA)

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Joel Robert Poinsett

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“Art. Primero. La religión Católica Apostólica es y será siempre la de Chile.Art.2.— El pueblo hará su Constitución por medio de sus representantes.Art..3.— Su Rey es Fernando VII, que aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la Península. A su nombre gobernará la Junta Superior Gubernativa establecida en la capital, estando a su cargo el régimen interior y las relaciones

exteriores. Tendrá un cuerpo en tratamiento de Excelencia, y sus miembros el de los demás ciudadanos. Serán tres que sólo durarán tres años renovándose uno al fin de cada año empezando por el menos antiguo. La presidencia turnará por cuatrimestres por orden inverso. No podrán ser reelegidos hasta los tres años. Todos serán responsables de sus providencias.”...Art.5.—Ningún decreto, providencia u orden, que emane de cualquiera autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá efecto alguno; y los que intentaren darles valor, serán castigados como reos del Estado.”...“Art.7.— Habrá un Senado compuesto de siete individuos, de los cuales el uno será presidente por cuatrimestres, y otro secretario. Se renovara cada tres años en la misma forma que los vocales de la Junta.Sin su dictamen no podrá el Gobierno resolver en los grandes negocios que interesen la seguridad de la Patria; y siempre que lo intente, ningún ciudadano armado o de cualquiera clase deberán auxiliarlo ni obedecerle, y el que contraviniere, será tratado como reo de Estado. Serán reelegibles.”“Art.lO.— El Senado será representativo; correspondiendo a cada una de las provincias de Concepción, Coquimbo y tres a la de Santiago. . .““Art.17.—La facultad judiciaria residirá en los tribunales y jueces ordinarios. Velará el Gobierno sobre el cumplimiento de las leyes y de los deberes de los magistrados, sin perturbar sus funciones. Queda inhibido de todo lo contencioso.”Art.23.—La imprenta gozará de una libertad legal; y para que esta no degenere en licencia nociva a la religi6n, costumbres y honor de los ciudadanos y del país, se prescribirán reglas por el Gobierno y Senado.Art.24.—Todo habitante libre de Chile es igual de derecho; sólo el mérito y virtud constituyen acreedor a la honra de funcionario de la Patria. El español es nuestro hermano....”

La facultad judiciaria residirá en los tribunales y jueces ordinarios (art 17).

Otras Obras de Carrera:-Se fundó la Escuela de Granaderos, antecedente de la futura Escuela Militar. -Creación del Instituto Nacional tras refundir en una sola institución a la Real Universidad de San Felipe, el Convictorio Carolino, la Academia de San Luis y el Seminario ConciliarCreación de la Biblioteca Nacional.Estas 2 instituciones fueron inauguradas cuando Carrera ya había dejado el poder (1813)Creación del primer escudo nacional, y de la primera bandera nacional, símbolos característicos de la Patria Vieja.Importante para el sostenimiento económico fue el descubrimiento del yacimiento de plata de “Agua Amarga” (cerca de Vallenar) que sirvió para financiar las primeras etapas de la guerra de independencia.

LOS DEFENSORES DEL REYLa aristocracia militar de la conquista

estuvo formada por la familia de los capitanes y soldados que hicieron la guerra de Arauco y fue de origen extremeña, andaluz, castellano, leonés y en menor escala, vascongado. Fue la aristocracia militar del sur la más auténtica, si hemos de tomar esta palabra como selección de méritos. Estas viejas familias soportaron —diseminadas en sus terratenencias -, el rigor y la adversidad de la

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conquista, los asaltos de los indios, los incendios, las matanzas y los robos. Muchas procedían de antiguas estirpes hidalgas; otras, de simples soldados venidos a la guerra de Arauco. Don Gustavo Opazo Maturana, que estudió su origen, dice de ellas: “Esta aristocracia de lanceros y arcabuceros, bruñida en la Guerra de Arauco, dueña de grandes estancias, hundió su existencia en una patriarcal lenidad (displicencia). Los fértiles valles do las provincias se cubrieron con sus descendientes, dedicados al trabajo agrícola, al calor de viejas tradiciones, en sus casonas de vieja prosapia castellana. Su existencia, víctima de las leyes de la evolución, decayó sumida en una completa aniquilación, por pérdida del poder o supremacía en la capital del Reino, para dar paso a otra que, vigorosa, se levantaba a su lado”. Fue la aristocracia castellano — vasca del siglo XVIII.

Es conveniente subrayar este hecho, por la enorme consecuencia que trajo a la revolución de la independencia. La antigua nobleza militar del sur va a guardar en su alma, como un tesoro milenario, la fidelidad a la causa del Rey. La nueva aristocracia santiaguina y provinciana, de raigambre vasco — navarro y castellano vieja, llegada y formada casi en su totalidad en el siglo XVIII, dueña del poder y de la riqueza, reemplaza y supedita a la antigua aristocracia de la conquista, y, más culta, más vinculada con la Europa de esa época, es la que va hacer la revolución de la Independencia.

Las clases populares, en su mayoría campesinas, van a seguir la bandera de sus patrones, costándoles mucho desarraigar de sus sentimientos la lealtad y sumisión al Rey. En los primeros ejércitos en la guerra de la Independencia, hay más campesinos chilenos en las filas realistas que en las patriotas. Es durante las campaña de la emancipación, cuando las crueldades de Marcó del Pont, el último de los gobernadores españoles y el absolutismo que el regreso de Fernando VII al trono español impuso en los dominios, con todas las persecuciones a los patriotas, prisiones, destierros, confiscaciones, cuando el campesino chileno, siente por primera vez la orfandad de su destino y en su inteligencia, aun nublada por el mestizaje, prende la llama de libertad de la Patria y en su alma se cruzan y entrechocan el nuevo sentimiento que se tiende al futuro como una flecha y el viejo instinto de lealtad al Rey.

Qué diferencia hay entre los primeros, los esforzados conquistadores, y estos últimos defensores del Rey: la lealtad, la fidelidad, la nobleza y el valor, son, en general, comunes a unos y otros. Pero qué distinto el ideal, la justificación del sacrificio, la causa.

De acuerdo con las doctrinas políticas del antiguo régimen, el territorio y las habitantes constituían, en cierta modo, propiedad privada del soberano .Todos los documentos de la época hablan de “mis dominios”, “mis súbditos”. Las colonias fueron dominio que el soberano español poseía en América. Los criollos lo entendieron así. “Jurídicamente las colonias no son dependencias de España, sino dominios personales y directos del soberano, como también lo era la propia península”

Los reyes do Castilla obtuvieron del Papa Alejandro VI, las bulas del 2 y 3 de mayo de 1493 (“Intercaétera” y “Eximise Devotionis”) ,las cuales aseguraron a la autoridad de aquéllos la jurisdicción de las tierras que Colón había descubierto y de las que descubriese “para la exaltación y dilatación de la fe católica” . Junto con fijar los límites de la Corona de España en tierras de América, esta bula señalaba el motivo que debía dirigir la conquista: es por eso que ésta se tiñe, además, de un carácter esencialmente místico.

Evangelizar al indio, salvar su alma por medio de la fe católica, es una de las finalidades de la conquista. Y propagar la raza, ampliar los territorios de la Corona de Castilla, proyectar hacia el futuro del mundo la fe, la civilización, la lengua de España…

Al defender al Rey, los conquistadores españoles defendían el futuro del Nuevo Mundo.En cambio ahora, tres siglos y medio después, la confusión y el caos ideológico van a dividir a los

hijos de los españoles. La fidelidad al Rey y la llama de la libertad, heredada de la entraña española, luchan en su alma. Es la más rica herencia de España, el más fecundo germen el que ha brotado como un mandato imperioso de la sangre en sazón de madurez, en sus propios hijos nacidos allende el mar.

¿Cuántos chilenos abrazaron la causa del Rey? ¿Y cuántos españoles no terminaron acogiéndose a los pabellones de la República y le prestaron valiosos servicios?

Hoy, después de casi dos siglos, podemos contemplar el panorama de esa lucha con serenidad, con justicia, con nobleza,.

Los guerreros que España envía en sus expediciones militares para extinguir el incendio revolucionario son soldados que vienen a cumplir con su deber. Son militares, y el viejo honor español les manda obedecer, luchar, vencer. Toda deliberación es cosa perdida.

Para ellos el Rey de España es el glorioso Rey de las conquistas mundiales de la España imperial . ¿Qué importa que la persona de Fernando VII no merezca consideración? El Rey es un símbolo de la España eterna, descubridora de mundos, madre de naciones.

Ahora ya no se va a combatir a indios que defienden, como héroes, su libertad, Se va a combatir a chilenos, hijos de españoles que, en la forzosa orfandad de gobierno en que ha quedado España, quieren, ya en edad de emancipación, y con pleno derecho, su libertad,

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Se lucha contra la misma sangre, la misma fe, la misma lengua. Más de algún realista, seguramente, lucha con la convicción de que, tarde a temprano, será la suya una causa perdida,

Pero combaten como lo hicieron siempre los españoles: con valor y con nobleza; se defienden como leones; acorralados, aun quieren los últimos, con una obstinación de poseídos, guardar por las antiguas selvas de Arauco la bandera de Rey, entre indios y bandoleros.

En Chiloé, Antonio Quintanilla asemeja a un soldado de los tiempos antiguos. No se decide a arriar, en el extremo Sur del mundo, el estandarte real.

La lucha entre los bandos, así configurados, realza la victoria do los patriotas. Can un ejército formado a toda prisa, sin ninguna experiencia militar, sin recursos materiales ni económicos, empuñan la bandera de la Libertad y sólo el valor y la fe en su causa los sostiene en la empresa. Mucho más fácil y menos sangriento, pero también menos honroso, hubiera sido para los chilenos enfrentar un ejército escéptico y vacilante. Su lucha por la Libertad, frente a los defensores del Rey, fue una hazaña por la grandeza del sacrificio: fue el alto precio de la Independencia

“LOS DEFENSORES DEL REY”. FERNANDO CAMPOS HARRIET.

LA GUERRA CIVIL DE LA PATRIA VIEJA (1813 – 1814)

El virrey del Perú Fernando de Abascal no permanecía indiferente a los sucesos de Chile y de Argentina, de los que estaba cabalmente informado.

En el caso de Chile se suspendió el comercio para ahogar la economía chilena. Pero viendo el cariz que tomaban los asuntos en Chile con el gobierno de Carrera, decidió enviar dos expediciones militares, una a Chile y otra a Argentina.

La expedición a Chile iba dirigida por el brigadier español Antonio Pareja, con un pequeño cuadro de oficiales. Esta expedición desembarcó en Chiloé y Valdivia (adictos a la causa del rey), movilizando las guarniciones de ambos lugares (2.000 hombres), para luego desembarcar en Concepción, cuyas guarniciones también adhirieron a la causa realista, con lo que elevó sus fuerzas a 5.000 hombres. Con este ejército marchó hacia Santiago (marzo 1813).

Al enterarse Carrera, logró formar un ejército de 4.600 hombres, con escasa instrucción, disciplina y armamento. Deja el poder en manos de una

Junta de tres personas (José Miguel Infante, Agustín de Eyzaguirre y Fco Antonio Pérez) que se instala en Talca. Sería esta Junta la que inaugurara la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional.

Se inicia así una guerra civil en la que se enfrentarán criollos y españoles contra criollos y españoles para definir qué tipo de gobierno habría de tener el país. Por un lado los partidarios de una monarquía constitucional (entre los cuales se unieron los aun pocos independentistas) y que quieren defender la autonomía conseguida, y por el otro, los de mantener el sistema monárquico absolutista.

El 26 de abril se enfrentaron ambos bandos en Yerbas Buenas (cerca de Linares), con un triunfo realista (460 muertos patriotas y sólo 180 de los realistas).

Sin embargo las tropas de Pareja se negaron a cruzar el río Maule. El 15 de mayo se enfrentan en las afueras de la ciudad de San Carlos (al norte de Chillán) con ventaja para las tropas de Carrera.

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Fernando de Abascal

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Carrera recupera Concepción y pone sitio a Chillán. Pareja enferma y muere (21 de mayo) y es reemplazado por el capitán Juan Fco. Sánchez, quien organizó la resistencia. Todo estuvo contra los patriotas (lluvia permanente, falta de abastecimientos y de municiones, deserciones), mientras que los realistas estaban bien protegidos y alimentados, lo cual hizo infructuoso el sitio. El 10 de agosto, Carrera ordenó el retiro de sus tropas.

Carrera ubicó sus tropas a las orillas del río Itata, un lugar llamado el Roble, preparando un nuevo ataque a Chillán. Sánchez envió sigilosamente un destacamento

Las tropas realistas atacaron de noche sorpresivamente, provocando el desbande de los patriotas. Carrera tuvo que lanzarse al río para salvarse. O’Higgins salvó la situación, logrando reorganizar las tropas y rechazar el ataque (17 octubre 1813).

Estos dos fracasos obligaron a la Junta de Gobierno a pedirle la renuncia a la jefatura del ejército a Carrera. Éste se negó tres meses a hacerlo (tenía apoyo de buena parte del ejército), pero finalmente lo hizo con la condición que se le entregara el mando a Bernardo O’Higgins (28 de enero 1814). Carrera vuelve a Santiago con su hermano Luis, pero fue detenido en el camino por guerrilleros realistas y llevado a Talcahuano (4 de marzo). El conflicto interno entre los patriotas salvó a los realistas de la derrota.

El 31 de enero desembarcaba en Arauco una nueva expedición realista al

mando del brigadier español Gabino Gainza. Gainza realizó un parlamento con los mapuches y consiguió la

promesa de apoyo de 6.000 guerreros. El 3 de marzo sus tropas capturaban Talca, haciendo huir a la Junta

de gobierno de Chile que se encontraba en el lugar. La ciudad fue defendida heroicamente por el coronel español pro – patriota, Carlos Spano. En Santiago, un cabildo abierto decidió nombrar a un militar como máxima autoridad (“Director Supremo”), Francisco de la Lastra.

En las semanas siguientes se produjeron una serie de escaramuzas sin resultados decisivos para ninguno de los bandos (el Quilo, Membrillar, Quechereguas)

En el sector de Cancha Rayada (cerca de Talca), tropas chilenas (1400) al mando de Manuel Blanco Encalada, fueron derrotados por 450 guerrilleros realistas (29 de marzo 1814).

Ambos bandos estaban ya agotados humana y materialmente sin posibilidad ninguna de imponerse al rival. Las cosas para la causa independentista en América no iban mejor: varios territorios ya habían sido recuperados para el rey.

Esta realidad fue lo que llevó a ambos bandos a aceptar la mediación del marino inglés James Hylliar

El Tratado de Lircay

A raiz de la guerra anglo – norteamericana (1812 – 1815), se desarrolló frente a Valparaíso un combate naval entre un barco norteamericano (“Essex”) y dos barcos ingleses (“Phoebe” y “Cherub”), triunfando los ingleses. Dirigía a los ingleses el comodoro John Hillyar (28 de marzo 1814).

Al ser Inglaterra aliada de España, Hillyar se ofreció como mediador en el conflicto de Chile, lo que fue aceptado por el virrey del Perú, pero con la condición de retrotraer todo al estado que se encontraban antes del 18 de septiembre de 1810.

Sabedor de que eso era imposible, Hylliar trató de llegar a una conciliación.

Ambos bandos aceptaron como forma de ganar tiempo. Lo firmaron Gainza (asesorado por el criollo José Antonio Rodríguez Aldea) y O’Higgins en Lircay (3 de mayo 1814). Contiene 16 artículos. En el preámbulo del documento se condenaba (sin nombrarlos) a los hermanos Carrera, como los culpables de la ruina del reino. Además:

Chile reconoce a Fernando VII como soberano de del país y Gaínza al gobierno de la Lastra, se mantendría su libre comercio, los patriotas podrían mandar diputados a las Cortes, los realistas se retirarían de Concepción y de Talca, se

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Bernardo O’Higgins

Francisco de la Lastra

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mantendría el gobierno vigente de Chile hasta que la Cortes resolvieran qué hacer. Se acuerda canje de prisioneros de guerra (menos los hermanos Carrera), la restitución de bienes confiscados por el gobierno chileno, uso de la bandera monárquica, etc.

Los patriotas no sabían que en esos mismos días en España, Fernando VII asumía el trono, cerraba las Cortes y reimponía el absolutismo.

Gainza emprendió la retirada hasta Chillán, pero no abandonó la provincia en la fecha acordada, sino que permaneció en la ciudad a la espera de refuerzos. Incluso, cuando fue recriminado por sus oficiales por el compromiso de dejar la provincia, éste les tranquilizó adelantándoles que no tenía intención de cumplir esa parte del acuerdo.

Cuando el virrey Abascal se enteró de los términos del documento, lo desconoció, enviando a Chile una expedición y un nuevo jefe: Mariano Osorio (julio 1814). Ya sabía del regreso del rey Fernando VII al trono español.

En el bando patriota, el Tratado fue impugnado especialmente por los partidarios de Carrera, los que culparon al gobierno de Fco. de La Lastra de traición.

Sabedores de los conflictos internos entre los patriotas, las autoridades realistas facilitaron la fuga de los dos hermanos Carrera para así profundizar la división (13 de mayo). Efectivamente Carrera volvió a Santiago y tomó contacto con sus numerosos contactos en el ejército. Pese a que se ordenó su detención, Carrera logra dar un golpe de Estado (23 de julio 1814), estableciendo su segunda dictadura militar, la cual no fue reconocida por el jefe del ejército, B. O’Higgins (por entonces en Talca), quien se aprestó a resistirlo.

EXPEDICIÓN DE MARIANO OSORIO

El virrey Abascal desconoció el tratado de Lircay y decidió enviar una fuerza expedicionaria al mando del Brigadier español Mariano Osorio, acompañado del experimentado Regimiento Talavera recién llegado de España (600 hombres, al mando de Vicente San Bruno). La expedición zarpó el 19 de julio de 1814, arribando a Talcahuano el 13 de agosto, iniciando su marcha hacia Santiago con cerca de 5000 hombres.

SITUACIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA (1808 – 1814)

Después de Bayona (mayo 1808), la población española se sublevó contra José I, estallando la guerra. Los hispanos recibirán ayuda de los

ingleses, lo que les permitió obtener algunos éxitos iniciales: Bruch, Valdepeñas y principalmente Bailén ( 19 de julio 1808, primera derrota de un ejército napoleónico).

Napoleón envió un mayor contingente de tropas (250.000 hombres encabezados por él) lo que le permitió conseguir varias victorias (Espinoza de los Monteros, Somosierra (noviembre 1808), Uclés (enero 1809), Zaragoza (febrero 1809) y Ocaña (noviembre 1809, en la cual fue herido J.M.Carrera).

Salvo Cádiz, todo el territorio español cayó bajo dominio francés. A partir de 1810 la única resistencia será la de las guerrillas, iniciándose un conflicto brutal. Hubo que esperar hasta julio 1812, para que las fuerzas anglo – hispano - portuguesas dirigidas por el duque de Wellington vencieran a las francesas en Arapiles.

La campaña de Rusia absorberá los esfuerzos militares franceses, lo que permitió que a partir de 1813 comenzara el paulatino retiro de los franceses, hasta que por la batalla de Vitoria (junio 1813), son expulsados de España.

En diciembre de 1813, Napoleón firma la paz con Fernando VII (paz de Valencay) y lo reconoce como rey. En marzo de 1814 vuelve Fernando a España. Las Cortes le exigieron que jurara respetar la Constitución (liberal) de 1812, con la que se establecía una monarquía constitucional.

Fernando se negó y por un decreto del 4 de mayo de 1814 restablecía el absolutismo. El 10 de mayo las Cortes fueron disueltas. También da órdenes para reprimir a los autonomistas e independentistas americanos.

O’Higgins contra Carrera. Rancagua. Fin de la Patria Vieja

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Mariano Osorio

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Al asumir Carrera su segunda dictadura (julio 1814), O’Higgins marchó apresuradamente a Santiago a deponerlo, pero con sólo con parte de su ejército. Carrera lo esperó con sus tropas a las orillas del río Maipo.

El 26 de agosto 1814, la vanguardia del ejército o’higginista emprendió imprudentemente el combate, siendo derrotados por fuerzas superiores (Combate de las Tres Acequias)

O’Higgins agrupó sus tropas para emprender el combate al día siguiente.

En esos momentos ambos contendores se enteran del avance de Mariano Osorio hacia Santiago, lo cual ponía fin a toda esperanza de acuerdo con la monarquía: la lucha ahora sería por la Independencia.

O’Higgins se pone al servicio de Carrera y juntos preparan la resistencia contra los realistas (31 agosto 1814). El plan consistía en dilatar el avance realista para dar tiempo a que desde Santiago se organizaran nuevas fuerzas. Para tal efecto, O’Higgins permanece con parte del ejército en el río Cachapoal, mientras José Miguel y Luis Carrera preparan fortificaciones en Angostura de Paine (13 septiembre 1814).

Sin embargo, Osorio logró cruzar el Cachapoal sin resistencia (30 de septiembre). Juan José Carrera se refugió con sus tropas (1500 soldados) en Rancagua. O’Higgins, por no abandonarlo se atrincheró con sus fuerzas (900 hombres) en la plaza de la ciudad (1º octubre 1814). Osorio puso sitio a la ciudad y se lanzó contra la plaza.

La defensa patriota de la plaza fue intensa. 6 veces cargaron los realistas y las seis veces fueron rechazados. Osorio les cortó el agua y comenzó a incendiar las casas cercanas

O’Higgins pidió ayuda a Carrera para romper el cerco. Las tropas de Carrera avanzaron, pero fueron rechazadas en las afueras de la ciudad, ante lo cual O’Higgins decidió salir como fuera. Hizo montar a los que pudieran en las cabalgaduras y se lanzaron al galope por una de las calles, logrando romper el cerco, pero dejando muchos muertos, heridos y a muchos de sus soldados en la plaza (“Desastre de Rancagua”, 1-2 octubre 1814).

Tanto O’Higgins como Carrera pensaron seguir resistiendo, el primero en el llano del Maipo, el segundo en el norte.

Pero la desmoralización de las tropas y de la clase dirigente pro patriota era tal, que se inició la fuga hacia Mendoza.

El 6 de octubre de 1814 ingresaba Osorio a Santiago, siendo recibido por una gran multitud de sinceros realistas y de desilusionados o atemorizados patriotas moderados.

Así terminó el período llamado la Patria Vieja, no sólo con un desastre militar, sino con un desastre que puso fin a la posibilidad de un acuerdo entre los patriotas y la monarquía española.

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Batalla de Rancagua

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LA RESTAURACIÓN ABSOLUTISTA (“RECONQUISTA”) 1814 – 1817Lograda la restauración del absolutismo en España, Fernando VII determinó que se hiciese lo mismo

en sus territorios americanos. Con esas instrucciones asume Mariano Osorio como gobernador:- Se crearon los Tribunales de Vindicación (en los Cabildos de cada ciudad) ante los cuales debían acudir todos aquellos acusados de deslealtad con la monarquía- Se restablecen: la Real Audiencia. La Universidad de San Felipe y pago de los dineros a la Inquisición y de los derechos parroquiales.-Se clausuran: el Instituto Nacional, el Congreso Nacional y los tribunales creados por los patriotas- Se creó un periódico (“Gaceta del Gobierno de Chile”)- Se destierran a Juan Fernández a más de 40 connotados líderes patriotas (como I. de la Carrera, J. Egaña, J.S. Portales, M de Salas, etc)- Se crea la Junta de Secuestro de Bienes para arrebatarles los bienes de los patriotas que hubiesen huido o estuviesen condenados, los que se remataron para pagar deudas dejadas por el gobierno patriota.- Se aumentaron los impuestos a los pro - patriotas y se les cobraron préstamos forzosos a los más

solventes.- Se abolieron: la ley de libertad de Vientre y la Libertad de ComercioToda esta restauración será apoyada desde los púlpitos por la inmensa mayoría de

los eclesiásticos, quienes veían que lo obrado por los patriotas constituía una usurpación de los derechos del monarca, además que se habían introducido ideas (las de la Ilustración) contrarias a la religión.Los pro patriotas, desmoralizados creían perdida toda esperanza, sin líderes,

atemorizados por las constantes persecuciones de los miembros del Regimiento Talavera. Este regimiento (transformado en una especie de policía política) quedó a cargo de

Vicente San Bruno y se destacaron por su actitud, violenta y prepotente para tratar no sólo a los patriotas, sino a los criollos, no dejando tropelías por cometer. Esta actitud fue alejando a los pro - realistas del

gobierno y llevando a la oposición aun a los más tibios frente a las autoridades, haciendo crecer la

resistencia.La represión se hará más dura cuando en enero de 1816 asuma un

nuevo gobernador: Francisco Casimiro Marcó del Pont, nombrado a instancias del Virrey Abascal, que desconfiaba de Osorio por poco estricto.

Nombrado por sus amistades en la Corte, se trata de un tipo inepto, torpe, cobarde y vanidoso, siendo manejado por San Bruno y demás colaboradores.

Pese a traer orden de aplicar una amnistía, no la aplicó. Por el contrario, se aumentó la represión.

Se creó el Tribunal de Vigilancia y Seguridad Pública que le da más poder a la represión. También alejó de los altos cargos del ejército realista

a los criollos. Se prohibieron las fiestas

populares y las chinganas, lo cual le atrajo mayor impopularidad, a él y a la causa realista.

La creciente hostilidad hacia el gobierno realista ponía sus esperanza en lo que ocurría en Mendoza, donde ya se sabía que se estaba preparando un ejército libertador.

La preparación de este ejército era responsabilidad del gobernador de Cuyo, el general José de San Martín.Nacido en 1777, partió a España con su familia donde ingresó al ejército (1789). Sirvió en África y después en las guerras contra las fuerzas napoleónicas, alcanzando el grado de teniente coronel. Durante esas campañas entre en contacto con logias secretas surgidas de la Gran Reunión Americana y que conspiraban por la independencia americana. Renuncia al ejército en 1811 y vuelve a su patria en 1812.

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Vicente San Bruno

F.C. Marcó del Pont

José de San Martín

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SITUACIÓN EN LAS PROVINCIAS DE LAS PLATA. FORMACIÓN DEL EJÉRCITO LIBERTADOR

En Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810 se había constituido la llamada Junta Grande, en forma similar a las juntas de España, que se oponían a la ocupación francesa de la Península, y gobernaban en nombre del rey Fernando VII mientras se encontrara prisionero.

Se mandaron emisarios a los cabildos de las distintas ciudades del Virreinato del Río de la Plata para que constituyan juntas de gobierno y reconozcan a la de Buenos Aires. Las poblaciones se dividen en las que adoptan juntas independientes de España y las que pretenden conservar el poder de los virreyes. Desde el Alto Perú —hoy Bolivia— los realistas ocupan la provincia de Salta y avanzan sobre Tucumán, defendida por el Ejército del Norte comandado por el general Manuel Belgrano.

San Martín llega en esos momentos. De inmediato el gobierno lo colocó a la cabeza de un regimiento. Ese mismo año, funda la Logia Lautarina, como filial de la Gran Reunión Americana. Participó en enfrentamientos contra tropas realistas que avanzaban desde el Alto Perú.

Sin embargo su plan era cruzar la Cordillera, independizar Chile y usarlo como base para atacar el Perú, centro del dominio realista en América.

Por ese motivo, se le nombró gobernador de Cuyo para preparar el desarrollo de ese plan. Sin embargo, a los pocos meses se produce Rancagua y la llegada de los exiliados chilenos.

Hubo de enfrentar la pugna entre O’Higgins y Carrera, los que se culpaban mutuamente de la derrota. Además, Carrera quería imponerse como el jefe de los exiliados. San Martín decidió enviar a ambos a Buenos Aires donde el gobierno argentino se inclinó por O’Higgins, sobre todo porque era miembro de la Logia a la cual pertenecían los principales miembros, además de San Martín.

Ya solucionado el problema San Martín se dio a la tarea de preparar el ejército libertador. Contaba para ello con su gran capacidad organizativa, el apoyo material y militar que le prestó el Director Supremo argentino (Juan Martín de Pueyrredón, también de la Logia) y con la colaboración entusiasta de la población de la provincia de Cuyo (ex – territorio chileno hasta hacía 37 años).

Movilizó y formó numerosos soldados del lugar, además de contar con parte de las tropas

que habían huido de Chile (menos las fieles a Carrera), en total más de 4.000 hombres, a los que hubo que instruir, equipar y alimentar.

Se estableció una industria de armamento (a cargo del fraile franciscano Luis Beltrán); Las mujeres de la provincia fabricaban uniformes en sus hogares.

Paralelo a ello, San Martín establecía un vasto sistema de espionaje y de propaganda en Chile, para mantener alta la moral. También se organizaban guerrillas para mantener intranquilos a los realistas y mantener en la incertidumbre sobre cuál sería el lugar por donde vendría la invasión.

Uno de los personajes involucrados en esta tarea era el ex secretario de Carrera, el abogado Manuel Rodríguez Erdoiza, ayudado por un famoso bandido, Miguel Neira, lo que le valió transformarse en el hombre más buscado por los realistas.

Muchas son las peripecias que la sabiduría popular ha convertido en verdaderas leyendas que lo tienen como protagonista.

También, se sostiene que en una oportunidad, fingiendo ser un pordiosero, llegó a abrir la puerta del carruaje que conducía al Gobernador Marcó del Pont, quien en agradecimiento por aquel gesto habría llegado a darle una propina.

En los días previos a la invasión aumentó su accionar, apoderándose temporalmente de Melipilla y San Fernando.

De esa manera Rodríguez mantendría viva la llama de la resistencia entre los patriotas. Tan exitosa fue su misión que Marcó del Pont tenía dividida sus tropas, parte en Santiago, parte en el sur.

Sus acciones generaron duras represalias por parte de los realistas lo que hizo aumentar más aun el odio contra los realistas.

BANDO DE DON FRANCISCO CASIMIRO MARCO DEL PONT (1816)

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Luis Beltrán

Manuel Rodríguez Erdoiza

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“Por cuanto ya son insufribles los excesos que cometen en los partidos del Sur los salteadores y demás facinerosos capitaneados por el famoso malhechor José Miguel Neira, que después de tener íntima comunicación con los rebeldes de Mendoza por dirección del insurgente prófugo Manuel Rodríguez, secretario que fue de los cabecillas Carreras, roban y matan no sólo a los transeúntes sino también a los vecinos de aquellos partidos que no se hallan seguros en sus casas ni haciendas, favoreciendo a más de esto, a cuantos vienen de la otra banda de la Cordillera, sin otro destino que espiar los procedimientos del gobierno y el actual estado de este reina; siendo preciso tomar una providencia que quitando las cabezas de tan perjudicial asamblea, pueda facilitar la aprehensi6n de sus individuos, que se hace inverificable por el modo con que combinan sus movimientos para ocultarse, he tenido a bien disponer lo siguientes:1.— Ninguna persona de cualquier calidad que sea, bajo pretexto alguno podrá

dar hospitalidad en su casa a aquellos que reclamen, sin llevar el correspondiente pasaporte, que deberá mostrarles, pena que si lo hicieren, por la primera vez, siendo plebeyos sufrirán doscientos azotes y destino a las obras públicas u otra pena arbitraria al gobierno, según las circunstancias y siendo persona de calidad, la multa de dos mil pesos si son pudientes y en caso contraria, de cinco años de destierro a la Isla de Juan Fernández; pero por la seguridad se les aplicará irremisiblemente la pena de muerte tan merecida por aquellas que causa de tantas, como ejecutan los criminosos a quienes abrigan.2.— Todos aquellos que sabiendo el paradero de los expresados José Miguel Neira, Manuel Rodríguez y demás de su comitiva no dieren pronto aviso a las justicias más inmediatas, sufrirán también la pena de muerte justificada su omisión, incurriendo en la misma los jueces que avisados de su paradero no hagan todas las diligencias que estén a su alcance para lograr su aprehensión.3.— Por el contrario, los que sabiendo existen los expresados Neira y Rodríguez los entreguen vivos o muertos después de indultados por cualquier delito que hayan cometido aunque sean los más atroces, y en compañía de los mismos facinerosos se les gratificará además con mil pesos que se les darán en el momento de entregar cualesquiera de las personas dichas en los términos insinuados, bajo la inteligencia que este Superior Gobierno será tan religioso en cumplir sus promesas, como ejecutiva en la aplicación de las penas que van designadas;

EJÉRCITO LIBERTADOR DE CHILE

Después de dos años, en enero de 1817 se ponía en marcha el Ejército Libertador. 2 razones explican esta demora:-la preocupación de un posible ataque realista por el norte de Argentina-el carácter detallista y minucioso de San Martín para organizar la Expedición

Se trataba de 4.045 soldados, incluidos 700 negros esclavos (Batallón de Pardos), con promesa de libertad.

La expedición se hizo bajo bandera argentina. Para desorientar a los realistas, San

Martín dividió el ejército en 5 grupos que atravesaron por distintos lugares para desorientar más aun a a los realistas (Copiapó, Coquimbo, Santiago, Talca, y el grueso del ejército, por Aconcagua, por los pasos de los Patos y de Uspallata).Ante la dispersión de las fuerzas

realistas, el jefe del ejército realista, Rafael Maroto propuso abandonar la capital y retirarse hacia el Sur, donde podrían mantenerse y obtener recursos para una nueva campaña, pero a la mañana siguiente el Marcó del Pont cambió de parecer y ordenó a Maroto presentar batalla en Chacabuco.

La batalla de Chacabuco (12 febrero 1817) enfrentó a 3000 argentino – chilenos y 1400 realistas. La carga decisiva la encabezó O’Higgins. Maroto logró huir. No así San Bruno, quien fue capturado después de tenaz resistencia y posteriormente ahorcado en la Plaza de Armas. Marcó del Pont fue capturado cuando intentaba embarcarse en Valparaíso y enviado preso a Mendoza.

Con este acontecimiento termina el período conocido como la Reconquista

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Cruce de los Andes

Batallón de Pardos

Batalla de Chacabuco Rafael Maroto

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CHILE REPUBLICANO

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Gobierno de Bernardo O’Higgins Riquelme

(1817 – 1823)

“La Patria Nueva”

El 14 de febrero entraba el ejército patriota a Santiago. El 16 de febrero un cabildo abierto le ofreció el mando a José de San Martín. Dos veces declinó éste el nombramiento, pues quería dedicarse a la

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preparación de la segunda parte de su plan: la Expedición Libertadora al Perú. Finalmente se le ofrece el cargo de Director Supremo a O’Higgins, el cual acepta.

Su gobierno se inició con la libertad para los presos por los realistas y drásticas medidas de represalias contra los realistas: confiscación de bienes de realistas fugados, impuestos a realistas que se quedaron

Tres aspectos fundamentales cubrirán su labor de gobierno:I.- Afianzamiento de la independenciaII.- Intento de cambios sociales y de mentalidadIII.- Intento de crear un nuevo sistema institucional

I.- Afianzamiento de la Independencia

Pese al triunfo en Chacabuco, los realistas aun eran fuertes en Concepción, Valdivia y Chiloé. Para evitar una nueva expedición realista desde el Perú había que conquistar Talcahuano. O'Higgins partió al sur dejando a cargo del gobierno al coronel argentino Hilarión de la Quintana, por orden de la Logia Lautarina (causando gran descontento interno debido a la poderosa influencia de la Logia y de los argentinos sobre O’Higgins).

O’Higgins pertenecía a la Logia desde 1815, institución que se fundaría en Chile en marzo de 1817. La prepotencia de la logia sólo cesó en 1820, cuando San Martin y demás miembros de la sociedad partieron al Perú en la expedición libertadora.

Si alguno de sus miembros era elegido para el gobierno supremo, no podía resolver cosa alguna de importancia sin haber consultado el parecer de la logia.Esto envolvió a O'Higgins en un poder oculto y misterioso, subordinándolo a una autoridad extraña y superior a él mismo, por más que estuviese inspirada en sus mismos propósitos. Y esto era tanto más grave cuanto que en la logia prevalecían los argentinos, los cuales no ocultaban su desdén por las preocupaciones nobiliarias de la clase alta y por la arraigada religiosidad del país.

Durante meses O’Higgins intentó conquistar Talcahuano, pero la resistencia tenaz de los realistas lo impidió. En el intertanto, y a petición de la mayoría de los vecinos de las principales de las ciudades, se le pidió a

O’Higgins que proclamara la Independencia (nov. 1817). El Acta de Independencia fue redactada por el auditor del Ejército, el

siniestro argentino Bernardo de Monteagudo (miembro de la Logia Lautarina)el 1° de enero de 1818 en Concepción en los momentos que ya se acercaba una nueva expedición realista.

ACTA DE PROCLAMACION DE LA INDEPENDENCIA DE CHILE (12 DE FEBRERO DE 1818)El Director Supremo del Estado

“La fuerza ha sido la razón suprema que por más de trescientos años ha mantenido al Nuevo Mundo en la necesidad de venerar como un dogma la usurpación de sus derecho y de buscar en ella misma el origen de su más grandes deberes, era preciso que algún día llegase el término de esta violenta sumisión; pero, entretanto, era impasible anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter sacrílego a sus pretensiones y no hace más que desacreditar le justicia en que se fundan. Estaban reservado al

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Hilarión de la Quintana

Bernardo de Monteagudo

Joaquín de Pezuela

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siglo XIX el oír a la América reclamar sus derechos sin ser delincuente y mostrar que el período de su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad, que ya no existe. La revolución del 18 de Septiembre? de 1810 fue el primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba el tiempo y la naturaleza; sus habitantes han probado desde entonces la energía y firmeza de su voluntad, arrostrando las vicisitudes de una guerra en que el Gobierno español ha querido hacer ver que su política con respecto a la América sobre vivirá al trastorno de todos los abusos.

Este último desengaño les ha inspirado, naturalmente, la resolución de separarse para siempre de la Monarquía española y proclamar su independencia a la faz del mundo, reservando hacer demostrables oportunamente, en toda su extensión, los sólidos fundamentos de esta justa determinación. Más, no permitiendo las actuales circunstancias de la guerra la convocación de un Congreso Nacional que sancione el voto público, hemos mandado abrir un Gran Registro en que todos los ciudadanos del Estado sufraguen por si mismos, libre y espontáneamente, por la necesidad urgente de que al Gobierno declare en el día la independencia, o por la dilación o negativa. Y habiendo resultada que la universalidad de las ciudadanos está irrevocablemente decidida par la afirmativa de aquella proposición afianzada en las fuerzas y recursos que tiene para sostenerla con dignidad y energía, hemos tenido a bien, en ejercicio del poder extraordinario can que para este caso particular nos han autorizado los pueblos, declarar solemnemente, a nombre de ellos, en presencia deL Altísimo y hacer saber a la gran confederación del género humano, que el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes, forman de hecho y por derecho, un Estado libre, independiente y soberano, y quedan pare siempre separados de la Monarquía de España y de otra cualquiera dominación, con plena aptitud de adoptar la forma de gobierno que más convenga a sus intereses. Y para que esta declaración tenga la fuerza y solidez que debe caracterizar la primera Acta de un pueblo libre, la afianzamos con el honor, la vida, las fortunas y todas las relaciones sociales de los habitantes de este nuevo Estado; comprometemos nuestra palabra, la dignidad de nuestro empleo y el decoro de las armas de la patria; y mandamos que con los libros del Gran Registro e deposite la Acta Original en el Archivo de la Municipalidad de Santiago, y se circule a todos los pueblos, ejércitos y corporaciones, para que inmediatamente se jure y quede sellada para siempre lo emancipación de Chile.”Dada en el Palacio Directorial de Concepción a 1° de enero de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la Nación y refrendada por nuestros Ministros de Secretarios de Estado en los Departamentos de Gobierno, Hacienda y Guerra. —Bernardo 0’Higglns. —Miguel Zañartu. Hip6lito de Uribe, José Ignacio Zenteno.

Tal como se esperaba, el nuevo virrey del Perú Joaquín de Pezuela envió nuevamente a Mariano Osorio, esta vez con 3.200 soldados. Esta expedición desembarca en Talcahuano (enero 1818) y, sumados a los soldados del lugar, reúne a 5.000 soldados experimentados e inicia la marcha hacia Santiago. O’Higgins retrocede para juntarse con San Martín en Talca, sumando un total de 8.000 entre soldados y milicianos. Esperaban ahí enfrentar a Osorio.

Para no dejar dudas sobre lo que se decidiría en la próxima batalla, O’Higgins hizo pública proclama del Acta de Independencia y se prestó juramento (12 febrero 1818). Ese mismo día flameó por primera vez nuestra actual bandera nacional, concebida por el ministro José Ignacio Zenteno y dibujada por el español Antonio Arcos y que reemplazo a la “bandera de transición” de 1817 (demasiado parecida a la de Holanda)

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José Ignacio Zenteno

Bandera de Transición (1817)

Bandera de la Patria Nueva (1818)

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Las tropas patriotas se ubicaron en Cancha Rayada (a las afueras de Talca), para enfrentar en ese lugar a los realistas y dejando que Osorio capturara la ciudad. Los realistas no esperaron que amaneciera para acudir al enfrentamiento, sino que salieron de noche y atacaron por sorpresa.

Como pudieron y en medio de del pánico y del caos, los patriotas huyeron desorganizadamente (“Desastre de Cancha Rayada”, 19 de marzo de 1818).

Un militar francés (ex oficial de Napoleón) al servicio de los patriotas, Miguel Brayer, huyó a Santiago y difundió tétricas noticias, anunciando una derrota total y la muerte de San Martín y O'Higgins (22 de marzo 1818).

Las noticias exageradas de Cancha Rayada hizo que el pánico en Santiago cundiera de inmediato. Algunos habitantes se aprestaron a emigrar a Mendoza. Un cabildo nombró una Junta Provisional a cargo de Luis de la Cruz, a la cual se asoció Manuel Rodríguez, quien organizó rápidamente un pelotón de 200 hombres a caballo (“Húsares de la muerte”) y recorrió la ciudad infundiendo ánimo a la población, al grito de “Aún tenemos Patria, ciudadanos”

En el intertanto, San Martín y O’Higgins (herido en un brazo) marchan hacia Santiago tratando de reagrupar a un ejército desbandado y desmoralizado.

Ya en Santiago, O’Higgins separa a Manuel Rodríguez de quien sospechan intentó desbancarlo. San Martín reúne tropas (unos 5.000 hombres) y decide enfrentar a Osorio en las puertas de Santiago, en los llanos de Maipú. La reñida batalla fue ganada por las tropas patriotas gracias al postrer esfuerzo de la caballería comandada por Santiago Bueras, quien pereció en el ataque. O’Higgins, aun convaleciente, llegó casi al final de la batalla (5 de abril de 1818).La “Guerra a Muerte”(1818 – 1824)

Las tropas realistas huyen hacia Talcahuano y hacia territorio mapuche, iniciándose una cruenta guerra de guerrillas entre 1819 y 1824 (hecho conocido como la “Guerra a Muerte”) en la cual los realistas recibirían el apoyo de sus antiguos enemigo, los mapuches, los que, respetando antiguos tratados con la

Corona (revalidados en 1814 por Gaínza), apoyaron la causa del rey contra sus enemigos. Se forman montoneras de soldados e indios que se dedican a asaltar y a aterrorizar toda la Provincia

de Concepción. Se forman tres frentes: el sector costero (a cargo del cura español Juan Antonio Ferrebú), los llanos centrales (Vicente Benavides) y los sectores cordilleranos (los hermanos Pincheira).

Vicente Benavides, criollo y ex soldado patriota, llegó a contar con 3000 españoles y unos 1000 indígenas, pero evitó un enfrentamiento con el grueso del ejército patriota, prefiriendo dividir sus fuerzas para atacar por varios lugares al mismo tiempo. Recibiría apoyo logístico desde el Perú, Valdivia y Chiloé, logrando muchos éxitos debido al abandono material de las tropas patriotas debido a que todo lo estaban centrando en la expedición al Perú.

Los soldados carecían de sueldos, botas, uniformes y hasta de pólvora. Los realistas obtuvieron algunas victorias como en los combates de Pangal y de Tarpellanca (septiembre de 1820), en los cuales los oficiales prisioneros fueron asesinados.

Sin embargo, las tropas patriotas, dirigidas por el general Ramón Freire y el coronel José Joaquín Prieto lograron derrotar a las montoneras en dos combates: Vegas de Talcahuano y el de la Alameda de Concepción (noviembre 1820). Benavides insistió en su guerra de guerrillas, e intentó marchar hacia Santiago, pero fue derrotado cerca de Chillán por el coronel Joaquín Prieto y el capitán Manuel Bulnes (Combate de Vegas de Saldías, octubre 1821). Las montoneras se refugian en territorio mapuche.

Abandonado por su propia gente, Benavides trata de huir por mar al Perú, pero es entregado por su propia gente, siendo ahorcado en Santiago (febrero 1822).

La guerra de guerrillas continuó ahora al mando del español Juan Manuel Picó quien sostuvo el conflicto hasta septiembre de 1824 en que fue asesinado por su propia gente. El mando lo asumió el cura Ferrebú el cual también capturado y fusilado, hecho con el cual finaliza la Guerra a Muerte.

Los hermanos Pincheira seguirían la guerra, pero ahora como vulgares salteadores. Sus correrías abarcaron desde San Fernando hasta Chillán, llegando a tener guaridas incluso en el actual territorio argentino, desde donde atacaron ciudades como Mendoza, San Luis y hasta Buenos Aires. Sus fuerzas, reclutadas entre ex realistas, desertores patriotas, indígenas pehuenches y bandoleros, sumaban más de 1000 hombres. Los hermanos Antonio y Santos Pincheira murieron en 1823. Pablo y José Antonio seguirían con sus correrías, asaltando poblados, caminos, secuestrando a miles de personas. Sólo en enero de 1832 el general Manuel Bulnes dio con los bandoleros, derrotándolos en Roble Huacho, donde murió fusilado Pablo Pincheira y, a los pocos días, en territorio de la actual Argentina (en esa época chileno), derrotó al

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Desastre de Cancha Rayada Miguel Brayer

La última carga de Bueras

O’Higgins saluda a San Martín

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resto en la Laguna Epulafquén. El último Pincheira, José Antonio se entregó previo acuerdo de indulto por parte del Presidente Joaquín Prieto, quien lo contrató como empleado en sus tierras.

Muerte de los Hermanos Carrera y de Manuel RodríguezDespués de su fracaso en ser reconocido como autoridad de los

exiliados chilenos en Mendoza, José Miguel Carrera decidió partir a EE.UU a buscar apoyo pa ra su propia empresa libertadora. Contaba allá con las influencias que le podía conseguir su amigo Poinsett. Se entrevistó con el ministro y futuro Presidente James Monroe y hasta con el presidente James Madison, quienes declinaron ayudarlo por estar en ese tiempo negociando la compra del territorio de La Florida a España. Pero eso no le impidió conseguir apoyo de privados e incluso de algunos ex oficiales napoleónicos exiliados que

quisieron venir con él. Así consiguió armar cuatro navíos cargados con armamentos y soldados.

Su expedición llegó a Buenos Aires el 9 de febrero de 1817 cuando ya la expedición libertadora de San Martín estaba recién ingresando a Chile. Carrera se negó a poner a disposición de esa empresa su flota y armamentos aduciendo que “San Martín no va a liberar el país sino a conquistarlo, no va a dejar a los pueblos que elijan a su mandatario sino a imponerlo”, ante lo cual el Director Supremo argentino Juan Martín de Pueyrredón(por orden de la Logia Lautarina) ordenó su detención y se le requisó todo lo que traía. Huyó del barco – prisión y huyó a Montevideo (18 abril 1817).

En marzo de 1818 publicó su “Manifiesto a los Pueblos de Chile”, en el cual acusa a San Martín y a O'Higgins de numerosas deshonestidades, incluyendo el estar en colusión con los monarquistas, etc, con el fin de "sustituir en su restauración al yugo extranjero el de sus pretendidos libertadores“.

En el intertanto, sus hermanos Juan José y Luis, instigados por su hermana Javiera decidieron partir a Chile para derrocar a O’Higgins y San Martín y tomarse el poder aprovechando el apoyo que aun tenían. Ambos parten por separado y disfrazados, pero en Mendoza fue apresado Luis y a los pocos días, Juan José (agosto 1817).

La publicación del manifiesto de su hermano y el desastre de Cancha Rayada (marzo 1818) hizo que las autoridades, temiendo un golpe de José Miguel, los enjuiciaran y condenaran a muerte a instigación secreta de la Logia Lautarina, siendo ejecutados el 8 de abril 1818.

El revanchismo de O’Higgins lo hizo cobrarle a un atribulado Ignacio de la Carrera los costos del fusilamiento de sus hijos (además de tener que pagar la deuda de José Miguel en EE.UU), lo que lo llevó a la muerte en 1819.

Al enterarse del fusilamiento de los hermanos Carrera, Manuel Rodríguez marchó con una poblada al Palacio de Gobierno y hasta entró a caballo al lugar, pidiendo la “abdicación del Huacho Riquelme”, siendo aprisionado en el acto (17 de abril 1818).

El juicio debería verificarse en Quillota. Durante su traslado, en Til Til, fue ejecutado por la espalda por el teniente Antonio Navarro a cargo de la custodia del prisionero (26 de mayo 1818). La orden provino de la Logia Lautarina e impartida por el siniestro Bernardo de Monteagudo.

José Miguel Carrera inició una guerra panfletaria contra O’Higgins, San Martín y Pueyrredón, panfletos que, junto con un diario (“El Hurón”) eran enviados clandestinamente a Chile.

Carrera además decidió involucrarse en los problemas políticos argentinos. Por aquellos días en dicho país se produce la división entre los partidarios de un sistema unitario de gobierno y los de un sistema federalista.

ste grupo estaba encabezado por Carlos María de Alvear, amigo de Carrera, y contaba con las simpatías de EE.UU. Su idea era ayudar a los federalistas para que después estos lo apoyaran en sus intentos de derrocar a O’Higgins.

Junto con los caudillos Estanislao López y Francisco Ramírez, después de la batalla de Cañada de Cepeda (1º febrero 1820), vencieron a los unitarios.

Alvear asumió el gobierno argentino, pero al poco tiempo fue derribado, por lo que todas las promesas de apoyo Carrera se esfumaron

(con la excusa de no provocar problemas con un gobierno amigo). Sus ex compañeros López y Ramírez le quitaron todo apoyo. Sólo se le otorgó algo de armamento y equipo para sus tropas (unos 500 hombres).

Aun así Carrera decidió marchar a Chile. En el camino entró en contacto con los indígenas de las Pampas.

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James Monroe

James Madison

Fusilamiento de Juan José y Luis Carrera

Carlos María Alvear

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Estos le prometieron ayudarlo a cruzar a Chile con el compromiso de que Carrera los ayudara con sus tropas a asaltar unos poblados que dejaron numerosas víctimas (diciembre de 1820), lo que lo transformó en delincuente.

A raíz de lo anterior, Carrera abandonó a los indígenas y siguió su viaje a Chile (febrero 1821). Las tropas de Córdoba, de San Luis y de Mendoza intentaron detenerlo, pero Carrera los derrotó en los combates de Chajá, de Ensenada de las Pulgas y de Río Cuarto respectivamente. Pero finalmente el 30 de agosto 1821 es derrotado en Punta del Médano por el gobernador de San Juan.

Traicionado por algunos de sus propios seguidores, fue tomado prisionero y entregado al gobernador de Mendoza, enjuiciado y fusilado el 4 de septiembre de 1821 (10 años justos desde su primer golpe de Estado).

Formación de la Primera Escuadra Nacional. Para O’Higgins era fundamental dominar el mar por 2 razones:

evitar alguna nueva expedición española, y para abrir camino a la expedición libertadora al Perú que preparaba San Martín. "Este triunfo y cien más se harán insignificantes si no dominamos el mar", había dicho después de la victoria de Chacabuco.

Entre 1817 y 1818, el ministro José Ignacio Zenteno y a costas de grandes sacrificios económicos se fueron adquiriendo naves de guerra (“Pueyrredón”, “Lautaro”, “Chacabuco”, “Araucano” y “San Martín”), con mando y tripulación especialmente extranjera (de los 31 oficiales, 24 eran extranjeros). Esta Escuadra fue puesta al mando del comandante Manuel Blanco Encalada.

Para solucionar la falta de oficiales, O'Higgins creó en Agosto de 1818 la Academia Naval (actual Escuela Naval).En octubre de 1818, 4 de las naves se dirigieron a Talcahuano donde encontraron a la poderosa nave española “María Isabel”, la que protegía la llegada de un convoy con tropas de refuerzo. Enfrentado con los barcos chilenos, prefirió encallar para salvar la tripulación. Las fuerzas chilenas lograron desencallarla y, ya reparada, se transformó en el buque insignia de la Escuadra con el nombre de “O’Higgins”. Además se agregaron dos barcos más: la

“Independencia” y el “Galvarino”. Chile se transformaba en la potencia marítima más fuerte de la costa del Pacífico.

En noviembre de 1818, llegaba a Chile el almirante inglés Lord Thomas Cochrane, contratado por el gobierno chileno para hacerse cargo de la Escuadra, asumiendo en diciembre de 1818.

De inmediato se dirigió con algunos de sus barcos a atacar el Callao. Pero las fortalezas del puerto le impidieron capturar el puerto, por lo que se dedicó a atacar las líneas de navegación española, capturando varios barcos.

A fines de 1819 debió volver al país y se le encargó la captura de la fortaleza de Corral y de la ciudad de Valdivia. Con sólo 2 barcos y 350 soldados, Cochrane simuló un ataque frontal al puerto de Corral, mientras la infantería de Marina desembarcaba y atacaba sorpresivamente por

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José Miguel Carrera es condenado a muerte

Manuel Blanco Encalada

Lord Thomas CochraneFortaleza de Corral

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las espaldas a los fuertes, capturando algunos, lo que hizo que los demás fuesen abandonados sin resistencia (3 y 4 de febrero 1820). El día 6 caía la ciudad de Valdivia.

Cochrane intentó hacer lo mismo en Chiloé, atacando San Carlos (Ancud), pero sus tropas fueron derrotadas frente al fuerte de Ahui, por lo que las fuerzas chilenas se retiraron (18 de febrero 1820).

Expedición Libertadora del Perú

En febrero de 1819 tomaba cuerpo la segunda parte del plan de San Martín: lograr la Independencia del Perú, centro del dominio realista en América. Los costos correrían por igual por las Provincias Unidas de la Plata (Argentina) y Chile. Pero a raíz de la guerra civil en Argentina, le fue imposible la colaboración militar, material y económica, por lo que O’Higgins se comprometió (pese a la pobreza del país) a correr con todos los gastos, por lo que Expedición se haría bajo las banderas de Chile. San Martín recibió órdenes de su gobierno de volver a su país, pero se negó, siendo nombrado general chileno.

La decisión de O’Higgins de correr con todos los gastos obedecía a dos motivos: 1.- expulsar a los españoles de América, lo cual apuraba pues se tenía noticias de que se preparaba en España una gran expedición (20.000 hombres) que debía recuperar los territorios americanos. Sin embargo, en enero de 1820 estalló una rebelión militar encabezada por el coronel Rafael del Riego (liberal y masón) y que culminó el 10 de marzo de 1820, cuando Fernando VII juraba respetar la Constitución de 1812 y poner fin al Absolutismo. La equivocada percepción de los liberales españoles era que la Independencia americana había sido consecuencia del Absolutismo y, que ahora que se le ponía fin, los americanos volverían a la dependencia de España.2.-La necesidad de Chile de reabrir nuevamente el comercio con Perú, único mercado que tenía nuestra empobrecida economía, y que nuevamente se había cerrado después de Chacabuco.

La expedición (bajo bandera chilena) iría en 25 barcos (8 de guerra y 17 de transporte) que debían llevar 4.400 hombres (cerca de 70% de chilenos), además de los 1600

tripulantes. Además llevaban armas y equipo para 15.000 hombres, pues algunos peruanos exiliados le habían contado a San Martín que apenas desembarcaran todo el Perú se sublevaría.El 20 de agosto de 1820 (natalicio de O’Higgins) partía la Expedición al mando de San Martín. La Escuadra iba al mando de Cochrane. Junto con la partida de San Martín desapareció de Chile la influencia de la Logia Lautarina.El 8 de septiembre de 1820 desembarcaba la Expedición en Paracs (al sur de Lima). Después se dirige a Lima poniendo sitio a la ciudad. El virrey Pezuela (que contaba con un ejército de 20.000 hombres, pero

dispersos en el territorio) intenta negociar, pero San Martín exige la declaración de Independencia.

Cochrane, en un golpe de mano nocturno en el Callao se apodera de la poderosa fragata española “Esmeralda” (5 de noviembre 1820) Influidos por el golpe liberal en España, Pezuela es derrocado y asume como virrey el general liberal José de la Serna(uno de cuyos

descendientes será Ernesto Guevara de la Serna, el “Che”) en enero de 1821, el cual, después de infructuosas negociaciones (San Martín quería establecer una monarquía constitucional) ordena el retiro de las tropas realistas hacia la Sierra para proseguir la lucha(5 de julio 1821).

El frío recibimiento peruano obligó a San Martín a reunir un Cabildo abierto, el cual declaró la Independencia del Perú el 28 de Julio de 1821. San Martín fue elegido y se le dio el título de “Protector del Perú”. El motivo de tan frío recibimiento fue el poco interés existente en la mayor parte de la aristocracia peruana por la Independencia. El Perú fue siempre el territorio más favorecido por la monarquía española tanto en lo económico como en lo cultural, debido a que era el centro del dominio

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Captura de Corral

Rafael del Riego

O’Higgins despide a la Expedición al Perú

Escuadra Libertadora del Perú

José de la Serna

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español en América del Sur, por lo que no había grandes quejas. Menos, si quien les traía la Independencia eran los despreciados chilenos, a quienes hasta hacía unas décadas tenían bajo su control.

El gobierno del Protector San Martín fue poco productivo, porque fue manejado por la Logia Lautarina (establecida ahora en Perú y encabezada por Monteagudo) y por la mala salud de San Martín, quien sufría de dolorosas úlceras estomacales que lo obligaban a usar láudano (derivado del opio) lo que debilitó su voluntad. Sin embargo no renunciaba a su idea de establecer una monarquía constitucional en Perú (que era su plan para toda América, con algún príncipe de alguna casa europea), chocando con O’Higgins que era republicano.

Pero su inactividad militar permitió que los realistas lograran formar en el interior un ejército de 15.ooo hombres lo que era una grave amenaza. Esa misma inactividad lo hizo chocar con Cochrane, acostumbrado a estar siempre a la ofensiva.

A este choque entre ambos jefes se unió el que Cochrane (para pagar a sus marinos) sacara sin autorización dinero del fisco peruano, lo que indignó a San Martín. Por último estaban las maniobras de Monteagudo de apoderarse de la flota chilena en beneficio de la flota peruana.

Cochrane se retira con la flota y se dedica a capturar barcos españoles en el Pacífico, llegando hasta México, volviendo luego a Chile (junio 1822). Pero se sintió desilusionado porque no se le pagaron los dineros prometidos por el gobierno chileno, por lo que aceptó la invitación que le hicieron los brasileños, quienes luchaban por su independencia de Portugal (1823 – 1825), lugar donde también tuvo una destacada participación (pero tampoco se le pagó). Otro problema que afectó a las tropas de San Martín era la desmoralización por la inactividad, la nostalgia de la Patria y por la falta de la paga de los sueldos. Debido a

esto, el gobierno chileno se vio obligado a hacer un nuevo esfuerzo económico para lo cual se le hizo un gran préstamo al Perú. Este dinero salió de un enorme préstamo que a su vez pidió el gobierno de Chile en Inglaterra. La idea de pedir este préstamo surgió en 1819 debido a la escasez de fondos. Para tal efecto se envió al guatemalteco Antonio José de Irisarri a gestionarlo, lo que duró cerca de tres años debido a la poca confianza que daba un país desconocido y aun en guerra. Cuando se consiguió, parte de él se entregó al Perú en calidad de préstamo a devolver en las mismas condiciones de las exigencias inglesas, lo cual dará origen a un largo conflicto entre ambos países por no pago. Preocupado el venezolano Simón Bolívar (que ya había independizado a Colombia, Venezuela y Ecuador, formando con los tres países la Gran Colombia, germen de lo que habría de ser la unidad de toda la antigua América Hispana) por la presencia de una gran fuerza realista aun en el interior del Perú, se entrevistó con San Martín en Guayaquil (julio 1822) para coordinar una campaña

común, pero sin conseguirse ningún resultado, debido a la inactividad de San Martín.

Desprestigiado por su inactividad y agotado por su enfermedad en septiembre de 1822 decide renunciar al protectorado del Perú y vuelve a Chile, llegando en momentos críticos para el gobierno de O’Higgins. Incluso se le pidió que mediara ante éste para que renunciara. Prefiriendo no entrometerse, volvió a su país. Pero también debió marcharse de ahí para no involucrarse en los conflictos entre unitarios y federalistas, radicándose en Francia, donde murió en 1850. Sus restos volvieron a Argentina 30 años después.

La Independencia del Perú sólo la pudo consolidar Simón Bolívar, quien llegó a Lima invitado por el Congreso peruano en septiembre de 1823, iniciando la dura campaña contra las tropas del virrey de la Serna, las cuales, encabezadas por el general José de Canterac derrotaron a una importante división del ejército libertador en Macaona (abril 1822) y en Moquegua (enero 1823), y que lograron retomar por un tiempo la ciudad de Lima (junio 1823) y la fortaleza del Callao (febrero 1824).

Ese mismo mes Bolívar fue nombrado dictador. Aprovechando la guerra interna que se produjo en el ejército realista en enero de 1824 (entre los constitucionalistas del virrey de la Serna y los pro absolutistas de Pedro Antonio de Olañeta, a raíz del restablecimiento del absolutismo en España en abril de 1823) y el debilitamiento que ello

les produjo, el 6 de agosto de 1824 Bolívar los derrotó en la batalla de Junín, victoria que se unió a la de Ayacucho (Diciembre de 1824) obtenida por uno de sus lugartenientes, Antonio José de Sucre.

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Proclamación de la Independencia del Perú

Antonio José de Irisarri

Entrevista de Guayaquil

San Martín en su autoexilio

Simón Bolívar

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De esa manera se pone fin al dominio español en América. A fines de 1824 de su inmenso Imperio, sólo quedaban en manos españolas 3 islas: Cuba, Puerto Rico y…Chiloé.

II.- Intento de cambios sociales y de mentalidadO’Higgins tendrá como principal objetivo provocar un profundo cambio social y de mentalidad, para

así romper con el pasado monárquico. Ello obligaba a reformar ideas, instituciones y costumbres para crear una nueva sociedad basada en los valores republicanos. Para ello había que romper el apego a los valores tradicionales, arraigados después 270 años de dominio español. Principalmente había que romper con la aceptación de una sociedad basada en la desigualdad social y con la intolerancia religiosa.

O’Higgins por origen, formación temperamento e influencia inglesa creía en la igualdad social basada en el mérito y no en los privilegios otorgados por la herencia de sangre.

La aristocracia, la misma que hizo la Independencia, sin embargo era mayoritariamente defensora de la intolerancia y la desigualdad, por lo que lo único que se había logrado era un cambio de gobierno. O’Higgins sabía que esa aristocracia anhelaba controlar todo el poder y evitar todo tipo de cambios como los que él pretendía.

Por eso, desde los inicios de su gobierno intentó disminuir su poder e influencia política, social y económica. Por eso el 22 de marzo de 1817 O'Higgins decreta la abolición de los títulos de nobleza y la destrucción de los escudos de armas ubicados en el frontis de sus casas. En su lugar quiso crear una especie de aristocracia del mérito, la Legión al Mérito para premiar los servicios prestados a la Nación y el merito personal. El título otorgaba una cierta cantidad de dinero en forma vitalicia. El título no era hereditario.

Por último O’Higgins intentó en 1818, suprimir los 14 títulos de mayorazgos que favorecían a las familias más ricas y poderosas del país, pero la oposición de la aristocracia fue tan fuerte que no pudo hacerlo.

Políticamente, O’Higgins mantuvo alejada del gobierno a la aristocracia como cuerpo, nombrando sólo a los que él necesitaba en el gobierno , pese a ser ese grupo el que le pidió se hiciera cargo del gobierno, sin duda pensando en manejarlo.

Todo lo anterior, unidos a los grandes y graves problemas de su gobierno le fue atrayendo progresivamente la oposición de este grupo social. A sus espaldas lo llamaban el “Huacho Riquelme” y lo tachaban de resentido porque se le rechazó su intento de antes de la Independencia de que se le reconociera el título nobiliario de su padre.

O’Higgins estaba convencido por sus ideas ilustradas que con leyes “sabias” se podían cambiar en poco tiempo las costumbres del pueblo. Por eso, para corregir los hábitos del pueblo y que originaban vicios dictó una serie de ordenanzas prohibiendo las riñas de gallos, las corridas de toros, la embriaguez, los juegos de azar en las tabernas, pero sin gran éxito.

En materia religiosa, O’Higgins creía en los ideales ilustrados de tolerancia religiosa y actuará en consecuencia para poner fin al “fanatismo” e intolerancia de la iglesia. Se hallaba convencido de haber heredado uno de los privilegios monárquicos: el Derecho de Patronato, es decir, el derecho de nombrar a las autoridades eclesiásticas y autorizar la construcción de iglesias, catedrales, conventos y hospitales.

Desde 1810, la mayor parte de los religiosos del país rechazaron el proceso que seiniciaba y se mantuvieron fieles a la monarquía. Para la Iglesia, América era una propiedad del rey, otorgada por un Papa

(Bula Intercaétera de Alejandro VI en 1493). La Independencia constituía una usurpación de los derechos del rey. Además, la Iglesia creía que detrás de la Independencia se escondían los ideales Ilustrados condenados por la Iglesia Por ese motivo, O’Higgins necesitaba poder nombrar autoridades leales a la República, pero la Iglesia nunca le reconocerá su utilización del Patronato. Pero lo usará igual.

De entrada, 2 semanas después de Chacabuco, el obispo de Santiago, José Santiago Rodríguez Zorrilla, fue desterrado a Mendoza, por su rechazo a reconocer a las nuevas autoridades Entre otras medidas tomadas por O’Higgins en el ámbito religioso figuran:

-suprimir la costumbre de colocar en las puertas de los templos las listas de aquellos parroquianos que no se confesaran o comulgaran.

-Expropiación del convento de los Agustinos para fundar ahí la Escuela Militar (marzo 1817).

-Prohibición de inhumar cadáveres en las Iglesias Pero lo que más alarmó a los católicos en general (religiosos y fieles)

fue cuando autorizó la creación del Cementerio de Disidentes, en Valparaíso, para que así pudiesen ser enterrados los extranjeros protestantes que se estaban instalando en Valparaíso debido al Comercio. También se les autorizó el culto privado.

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José Santiago Rodríguez

Iglesia de los Agustinos

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Todo lo anterior lo hizo sospechoso entre la mayor parte de la aristocracia, cerradamente católica, contribuyendo a su impopularidad.

Hacia 1822, con una tremenda oposición interna, O’Higgins, como forma para disminuir la presión, permitió el regreso al país del obispo Rodríguez Zorrilla También envió al sacerdote José Ignacio Cienfuegos a Roma para hacerle al Papa Pío VII dos peticiones: que le reconociera el derecho de Patronato y que reconociera la Independencia de Chile. Ambas fueron rechazadas por el Papa. A lo más el Papa se avino a enviar a Chile a Monseñor Juan Muzi con amplísimos poderes para resolver las dificultades existentes y asesorado por Juan María Mastai-Ferretti (futuro Papa Pío IX), como vicario apostólico, ya que no podía enviar un nuncio, p ues este posee carácter diplomático y Chile no era reconocido como nación independiente. El 6 de marzo de 1824 (ya caído O’Higgins) el prelado llega a Santiago,

mientras Freire gobernaba el país, produciéndose diversos choques que llevaron al fracaso su misión. Para conseguir los cambios que anhelaba, O'Higgins le dará gran importancia a la Educación, no

sólo para romper con el pasado de “ignorancia y Fanatismo”, sino para ilustrar al pueblo para que así algún día pudiese participar en la vida pública, rompiendo el monopolio de la aristocracia.

Debido a la escasez de recursos ordenó la fundación de escuelas primarias sostenidas por los cabildos, la obligación de los conventos de mantener escuelas gratuitas y la fiscalización de las escuelas particulares existentes. En 1819 hizo reabrir el Instituto Nacional y en 1820, la Biblioteca Nacional. La Universidad de San Felipe seguirá existiendo hasta 1839, pero sólo para otorgar los títulos de quienes estudiaran en el Instituto.

Por razones militares fundó la Escuela Militar y la Academia Naval. Debido a la escasez de profesores y a la necesidad de acelerar el desarrollo de la Educación, O'Higgins introducirá el sistema lancasteriano de educación, que él conoció en Inglaterra. Era un sistema por el cual los alumnos más avanzados enseñaban a sus compañeros. Un solo maestro podía así enseñar de 200 hasta 10.000 alumnos, con los que bajaba el costo de la educación. Los alumnos eran divididos en pequeños grupos de 10; cada grupo recibía la instrucción de un

monitor o instructor, que era un niño de más edad, y más capacidad, previamente preparado por el director de la escuela. Las asignaturas que se impartían eran: escritura, lectura, aritmética y además se les enseñaba doctrina Cristiana. El horario de la mayor parte de las escuelas era de 8:00 a 12:00 y de 2:00 a 5:00, o sea 7 horas de clases. Generalmente el mayor número de niños asistía en las mañanas no en las tardes, el 80% de los alumnos tenían entre 6 y 10 años, aunque algunos solo tenían 4 años y otros 14 años.

Para fomentar el civismo se autorizó la circulación de cerca de 15 periódicos, entre ellos un diario oficial, la “Gaceta de Gobierno de Chile”, aunque no se permitió una completa libertad de prensa.

Obra económica y material del gobierno de O’Higgins

O’Higgins se hizo cargo de un país empobrecido. Nuevamente el comercio con Perú se cortó después de Chacabuco, los campos se veían arruinados por la guerra, existía una fuerte deuda pública con los privados, pues las fuerzas de ambos bandos procedían a abastecerse en las haciendas (animales, alimentos) y dejaban vales a cobrar después de la guerra. Y los hacendados ya estaban cobrándolos, pero no había recursos para pagar. Pero la hacienda fiscal tenía que hacer frente a los gastos de guerra que aún seguía (ejércitos, barcos, Expedición Libertadora al Perú, etc). Además, todavía existía un ambiente de inseguridad por la posibilidad de una contraofensiva realista. Por lo tanto, era urgente tomar medidas para reunir recursos. Apenas asumido se restableció la libertad de comercio para obtener ingresos vía impuestos aduaneros. Esta medida atrajo a numerosos comerciantes extranjeros que representaban a Casas comerciales de sus países, especialmente ingleses. También se tomaron medidas proteccionistas para lograr un mayor desarrollo de la agricultura, la minería y la industria.

Pero los gastos estatales eran tan fuertes que hubo que reorganizar la contaduría y la tesorería general (para ordenar gastos e ingresos), se expropiaron bienes de los realistas que huyeron, se aumentaron los impuestos, se crearon nuevos, se pidieron donativos y préstamos forzosos, se rebajaron los sueldos a los funcionarios públicos y a los militares, etc, medidas que en un principio contaron con el sacrificado apoyo de la aristocracia (sobre quienes recaían principalmente), pero que terminarán por agotar su paciencia al prolongarse en el tiempo.

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Cementerio de Disidentes de Valparaíso

José Ignacio Cienfuegos

Juan María Mastai-Ferretti

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En 1820 asumió como ministro de Hacienda al abogado y ex – realista, el chillanejo José Antonio Rodríguez Aldea el cual, para conseguir fondos requeridos para la Expedición al Perú aumentó la presión impositiva. Su medida más efectiva fue la creación de los Almacenes Francos (septiembre de 1820), por los cuales, los barcos extranjeros podían acopiar mercadería pagando un pequeño importe cada 6 meses. La idea era transformar a Valparaíso en un gran centro de comercio para el resto del Pacífico americano.

Pero ya se había enviado al guatemalteco José Antonio de Irisarri a gestionar un préstamo a Inglaterra, gestión muy difícil, pues Chile era un país recién nacido y podo confiable. Además debía conseguir el reconocimiento de la Independencia por parte de Francia e Inglaterra, tarea en que fracasó.

Finalmente en 1822 logró el préstamo de la Casa Hullet, pero en condiciones muy onerosas. El préstamo sería teóricamente por un millón de libras esterlinas (unos cinco millones de pesos chilenos de la época) y consistía en la emisión de bonos por el millón de libras por parte de dicha casa comercial, los cuales había que vender en la Bolsa de Londres. Dada la desconfianza de los inversionistas por nuestro país, sólo se consiguió venderlos por 600.000 libras que fue el efectivo que recibió el país. Pero asumiendo el pago de la deuda por el millón de libras más altísimos intereses.

Parte de ese dinero lo empleó para comprar artículos militares de segunda manos, de mala calidad y caros, por lo que siempre se sospechó de algún negociado por parte suya. Un grueso de ese dinero se le prestó al Perú para que

consolidara su Independencia.A pesar de las estrecheces económicas se realizaron

algunas importantes obras públicas: se terminó de construir el Canal del Maipo (actual San Carlos, iniciado en 1801 e inaugurado en 1820), se fundó el Cementerio General (diciembre 1821) y el ya mencionado Cementerio de Disidentes.

Se creó el Mercado de Abastos para evitar la venta de comestibles en las calles de la ciudad y en la Plaza de Armas, se construyó en la Cañada (lecho seco del río usado como basural), el paseo de la Alameda de las Delicias. Se mejoró el alumbrado público de Santiago, obligando a los dueños de casa a tener alumbrado la entrada de sus casas, se creó el Hospital Militar, se fomentó la aplicación de la vacuna contra la viruela.

Se crearon tribunales especiales para combatir la delincuencia en los campos, se crearon nuevas ciudades (La Unión, Vicuña, San Bernardo), se inició la construcción del Templo votivo de Maipú, se creó un sistema de diligencias con Valparaíso (manejada por ingleses), se estableció un sistema de correo diario entre Santiago y Valparaíso.

Dos terremotos provocaron graves daños: el de abril de 1819, y el más destructivo, el de noviembre de 1822, ya que destruyó Valparaíso (y en el que casi muere O’Higgins),

echando abajo las bodegas de los Almacenes Francos

INTENTO DE O’HIGGINS POR CREAR UN NUEVO SISTEMA DE INSTITUCIONALIDAD POLÍTICA.

Por su afinidad con las ideas ilustradas del siglo XVIII y su admiración al sistema político inglés en que se practicaba la separación de los tres poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y la soberanía nacional, el Director Supremo O’Higgins pretendía crear una República sobre esas mismas bases. Pero la realidad económica, social, política y cultural del Chile recién independizado distaba mucho de lo que era Inglaterra. En nuestro país no existía una base política más amplia que la de la pequeña masa de aristócratas (terratenientes) que creían ser ellos dueños de toda la situación en reemplazo del monarca recién expulsado. No existe una burguesía pujante de comerciantes ni una mayor masa de población que cuente con una cultura básica que le permita una participación política activa y responsable. En el país existe una masa enorme de analfabetos (un 90% de la población) que vive en condiciones de gran pobreza, especialmente en los campos (un 85% de la población es rural). En lo político, se trata de un país cuya población no tiene ni

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Cementerio General

Mercado Central (ex de Abastos)

Paseo de la Alameda de las Delicias

Terremoto de Valparaíso (1822)

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hábitos ni virtudes cívicas que le permitan esa participación política responsable. La mentalidad aún está anclada en el sistema monárquico autoritario. La base económica del país descansa en las actividades primarias (agropecuarias y mineras, desarrolladas en forma muy primitivas), en un país cuyo desarrollo sufrió un fuerte retroceso debido a la guerra de la Independencia, con una gran deuda pública interna y externa.

Por lo tanto parecía imposible practicar en Chile un sistema de soberanía popular, de participación política más masiva. Por ese motivo, O’Higgins se inclinará por un sistema, si bien republicano, autoritario y casi dictatorial, con la intención de ir creando las bases políticas, sociales, económicas y culturales que permitieran la participación de cada vez mayor población en las decisiones políticas y marchar hacia un sistema cada vez más abierto y democrático. De ir creando una base económica y cultural más desarrollada que permitiera ir generando los hábitos y virtudes cívicas necesarios para dicho objetivo. Para lograrlo había que ir limitando hasta poner fin a los poderes de una aristocracia castellano – vasca que se creía (y era) dueña del poder económico, social y cultural y con enorme influencia en lo político, y generar reformas que le permitieran cumplir con sus objetivos de crear un verdadero sistema republicano basado en la soberanía del pueblo.

Sin embargo, O’Higgins carecía de las cualidades políticas y personales para acometer dicha tarea. Su débil carácter lo hizo dejarse influenciar primero, por la Logia Lautariana (hasta su autodisolución en 1820) y luego por el ex – realista José Antonio Rodríguez Aldea, su coterráneo y ministro de Hacienda.

LA CONSTITUCIÓN PROVISORIA DE 1818

Si bien después de la batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817), la aristocracia chilena le ofreció el poder a O’Higgins sin ningún tipo de limitaciones, dada la situación de guerra contra los realistas, después de la batalla de Maipú (5 de abril de 1818), la aristocracia creyó suficientemente (aunque no del todo) alejado el peligro realista y por lo tanto comenzó a presionar a O’Higgins para que pusiera fin a su poder ilimitado, convocara a elecciones de un Congreso, formara una Junta de Gobierno y dictara una Constitución, con todo lo cual esperaba entrar a controlar la situación política del país. O’Higgins se opuso a estas peticiones aduciendo que el país aun vivía bajo el peligro de una ´nueva invasión realista. Pero en realidad, el Director Supremo no quería compartir su poder con los aristócratas. Como la presión era tanta, O’Higgins decidió darle al país una Constitución, para lo cual nombró una comisión que la redactara encabezada por Manuel de Salas.

Previo a un plebiscito (en que sólo participó la aristocracia)en que se consultó la voluntad nacional entre Copiapó y Cauquenes, Bernardo O’Higgins promulgó el 23 de octubre de 1818 la carta constitucional (Constitución de 1818) que reglamentaba en su título, los derechos y deberes del hombre en sociedad, la libertad, igualdad y derecho de propiedad, consagraba los principios sociales avanzados para la época desde el punto de vista político. Se consagra expresamente el principio de de soberanía nacional en cuanto la Nación tiene la facultad de instalar su gobierno y dictar las leyes que lo han de regir y del régimen representativo.

El Poder Ejecutivo residía en el Director Supremo con múltiples poderes: dirigir la armada y el ejército, nombrar funcionarios públicos, y manejar las arcas fiscales y las relaciones exteriores y dar cuenta al Senado de sus actos. No se fijó término a su mandato.

El Poder Legislativo residía en un Senado de 5 miembros (más 5 suplentes en caso de ausencia, fallecimiento o incapacidad), nombrados todos por el Director Supremo que debían fiscalizar al Ejecutivo. El Director Supremo no podía resolver nada sin su acuerdo.

El Poder Judicial recaía en la Corte de Apelaciones (que reemplazaba lo que había sido la Real Audiencia) y una Corte Suprema (que reemplazaba al Consejo de Indias, es decir, al rey). La justicia de primera instancia quedaba en los alcaldes, en los cabildos y en los teniente – gobernadores (a cargo de las delegaciones o partidos).

Se establece la religión católica como única y exclusiva del Estado, a pesar de que O’Higgins y Salas eran partidarios del principio ilustrado de la Tolerancia.

De esta manera O’Higgins se legalizaba en el poder con la aprobación unánime del “pueblo” (la aristocracia) y, a través del Senado, los aristócratas entraban a participar en los asuntos de gobierno junto con los ministros.

Al promulgarla, O’Higgins señaló que este documento tendría el carácter de provisorio y prometió que cuando ya no hubiese peligro realista alguno sobre Chile, convocaría a una Asamblea Constituyente que redactara una Constitución definitiva.

Esta Constitución, más completa que el reglamento de 1812 (o Constitución de Carrera) se aplicó durante los siguientes cuatro años en forma regular.

Gracias a la prudencia del Director Supremo y del Senado, pudieron llevarse a cabo grandes y útiles reformas en lo administrativo y en la legislación social.

Pero hacia 1821 la resistencia de la aristocracia al gobierno comienza a hacerse notoria, especialmente por las actitudes dictatoriales de O’Higgins. Muchos le recuerdan que –salvo Chiloé- ya no quedaban realistas en Chile, por lo que debía cumplir con su promesa de convocar a una Asamblea Constituyente.

Se unían a ese descontento:- Las muertes de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez, cuyos partidarios dentro de la

aristocracia (que no eran pocos) no se lo perdonaban.

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- Los aumentos de impuestos y excesos de contribuciones para financiar los gastos públicos, especialmente de la guerra (ahora en Perú) que habían agotado al grupo más afectado por ello (la aristocracia), en un esfuerzo superior a las reales capacidades del país. El país se hallaba empobrecido al extremo, siendo la provincia más afectada la de Concepción, donde el ejército combatía en la “guerra a muerte” contra las montoneras de realistas e indígenas sin uniformes, ni botas, ni suficientes armas. La crisis económica era tal que los funcionarios públicos y las tropas pasaban durante meses sin que se les pagaran sus sueldos. A la guerra había que sumarle la destrucción provocada por dos terremotos (1820 y 1822).

- El poco respeto por la religión católica (expulsión del obispo Rodríguez Zorrilla, la creación de un cementerio para protestantes, el uso del Derecho de Patronato sin tener derecho a él, la expropiación del convento agustino).

- El favor dispensado a los extranjeros, especialmente a los argentinos (colocados en altos cargos) y a su americanismo. Prueba de ello era la influencia ejercida por la Logia Lautarina (controlada desde el gobierno de las Provincias de la Plata, actual Argentina).

- La molestia de la aristocracia por no permitirle un mayor protagonismo y el rechazo de ésta a cualquier forma de gobierno autoritario de tinte dictatorial, además del desdén que sentían hacia el gobernante por sus condición de hijo ilegítimo, lo que los hacía ver las medidas tomadas en su contra (supresión de escudos de armas y abolición de títulos de nobleza) como formas de resentimiento social de O’Higgins.

- El descontento provocado por la influencia del ministro de Hacienda Rodríguez Aldea, quien prácticamente dominaba todos los ministerios, desplazando a consejeros y ministros que no fueran de su agrado, además de ser el responsable de la política de continuos impuestos que agotaban a la aristocracia.

Fue justamente el rechazo del Senado de nuevos donativos y contribuciones lo que rompió las relaciones con el gobernante. Junto con ello el Senado le exigió a O’Higgins que convocara a elecciones de gobernadores e intendentes, sin encontrar respuesta en este.

Como forma de sorprender a la aristocracia, O’Higgins, influido por Camilo Henríquez, procedió a convocar arbitrariamente a los cabildos (sin consultar al Senado) para que estos realizaran elecciones para elegir diputados a una Asamblea Constituyente la que debía redactar una nueva Constitución. Esperaba así acallar a la creciente oposición que pedía un régimen constitucional real y efectivamente representativo.

El Senado protestó por esta forma de convocatoria y en señal de protesta, se auto disolvió, medida que no causó mayor conmoción entre la aristocracia, por su impopularidad por creerlo una caja de resonancia del gobernante. Desconocían la firmeza con que el Senado defendió los intereses públicos y evitó mayores desbordes de O’Higgins, esto, porque las sesiones del Senado eran secretas y a puerta cerrada.

LA CONSTITUCIÓN DE 1822

La elección de diputados convocada por O’Higgins en todo el país se realizó en forma muy poco transparente. Rodríguez Aldea, temiendo perder su puesto, y el Director Supremo que quería asegurarse una mayoría de diputados adictos a él, decidieron intervenir las elecciones, enviando a los gobernadores de las provincias y en forma confidencial, la lista de candidatos que habrían de ser elegidos. De esa manera, la inmensa mayoría de esta Asamblea quedaba constituida por partidarios del régimen.

Al reunirse la Asamblea, O’Higgins hizo entrega del mando, renuncia que fue rechazada de inmediato. Con respecto a su tarea de redactar una nueva Constitución, ello se hizo rápidamente, pues se aprobó sin discusión un proyecto redactado por Rodríguez Aldea (Julio 1822), siendo promulgada el 23 de octubre de 1822.

Según esta Constitución:La Nación Chilena es la unión de todos los chilenos: en ella reside esencialmente la soberanía. La

nación chilena es libre e independiente de la monarquía española.El territorio de Chile conoce por límites: al Sur, el Cabo de Hornos; al Norte, el despoblado de

Atacama (sin señalar exactamente dónde, lo que dará origen a graves problemas limítrofes con el correr del siglo); al Oriente, los Andes (primera renuncia oficial al territorio patagónico); al Occidente, el mar Pacífico.

La religión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana, con exclusión de cualquiera otra. Su protección, conservación, pureza e inviolabilidad es uno de los primeros deberes de los jefes del Estado, como el de los habitantes del territorio su mayor respeto y veneración, cualquiera que sean sus opiniones privadas. Toda violación del artículo anterior será un delito contra las leyes fundamentales del país.

Se establece que el gobierno de Chile será siempre representativo, compuesto de tres poderes independientes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

El Poder Ejecutivo queda en manos de un Director Supremo por seis años (al cual se declara electo, O’Higgins), con derecho (en forma transitoria) de ser reelegido por otros cuatro años más.

El Poder legislativo sería bi – cameral. La primera, el Senado, compuesto por altos funcionarios y personas importantes, las que entrarían por derecho propio o por elección entre el Director Supremo y la otra Cámara. La segunda Cámara es la de diputados, la que se elegiría mediante un complicado sistema por el cual sólo tendrían derecho a votar por los candidatos a diputados, los ciudadanos inscritos designados por sorteo (un elector por cada mil personas) por los cabildos. Se elegiría un diputado por cada 15.000 habitantes.

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Se establece que tendrían derecho a voto los mayores de 25 años si son solteros y 21 años si son casados, que sepan leer y escribir y que tengan una renta o un bien raíz determinado por la ley (voto censitario, limitado sólo a la aristocracia, únicos poseedores de dichos recursos materiales)

El Poder Judicial mantiene las mismas características de la Constitución de 1818.

La forma fraudulenta como se aprobó y, en especial la disposición que le permitía a O’Higgins a prolongar cuatro años más su gobierno, generalizaron el descontento, pues se vio en todo lo anterior el deseo de perpetuar a como diera lugar el régimen autoritario. La Constitución no alcanzaría aplicarse.

LA CAIDA DE O’HIGGINS

Todo el descontento, resentimiento y odio acumulado contra O’Higgins en sus seis años de gobierno va a estallar en la provincia más empobrecida del país, la de Concepción. Cansados por los sufrimientos y la pobreza, su Intendente, el general Ramón Freire (elegido por el propio O’Higgins). A fines de Noviembre de 1822, Freire, a la cabeza del ejército de Concepción, se declaran en rebeldía y se levantan contra O’Higgins, acusándolo de la situación de miseria y hambruna de la Provincia. El Director Supremo creyó que podría negociar y convencer a los rebeldes gracias a su prestigio. Pero a esa sublevación le siguió la Provincia de Coquimbo. O’Higgins aun creía que podría llegar a algún acuerdo. Para tal efecto sacó a Rodríguez Aldea con el objetivo de calmar el descontento, pero la sublevación no cedía. Para evitar un enfrentamiento, Freire pidió la mediación al general José de San Martín y a Lord Thomas Cochrane para que aconsejaran a O’Higgins a dejar el país, pero ambos ya habían decidido irse de Chile. Finalmente la rebelión llegó a Santiago: un cabildo abierto formado por los representantes más importantes de la aristocracia santiaguina (por lo tanto, del país) enviaron una comisión para pedirle la renuncia a O’Higgins. Viéndose sin más apoyo que la mayoría del Ejército y sin ánimo de iniciar una guerra civil, el Director Supremo decidió renunciar (28 de enero de 1823) siendo reemplazado por una Junta de gobierno provisoria formada por Agustín Eyzaguirre, Fernando Errázuriz y José Miguel Infante.

Palabras de Bernardo O’Higgins ante los miembros del cabildo abierto que solicitaban su renuncia el 28 de enero de 1823, según el relato de Miguel Luis Amunátegui

Abdicacion de O'Higgins“O’Higgins comenzó entonces a desprenderse de la banda.Siento no depositar esta insignia ante la asamblea nacional, de quien la había recibido; siento retirarme sin haber consolidado las instituciones que ella había creído propias del país y que había jurado defender; Pero al menos tengo el consuelo de dejar a Chile independiente de toda dominación extranjera, respetado en el exterior y cubierto de gloria por sus hechos de armas.Doy gracias a la divina providencia que me ha elegido instrumento para tales bienes, i que me ha concedido la fortaleza de ánimo necesaria para resistir el inmenso peso que sobre mi han hecho gravitar las azarosas circunstancias en que he ejercido el mando.Pido mui de veras al cielo proteja del mismo modo a los que deben sucederme.

Dichas estas palabras, deposito la banda sobre la mesa que tenia adelante, i prosiguió: Señores, al presente soy un simple particular. Mientras he estado investido de la primera dignidad de la republica, el respeto, sino mi persona, al menos a ese alto empleo, debía haber impuesto silencio a vuestras quejas. Ahora podéis hablar sin conveniencia. Que se presenten mis acusadores. Quiero conocer los males que he causado, las lagrimas que he hecho derramar. Salid i acusadme. Si las desgracias que eme echáis en rostro han sido, no el efecto preciso de la época del poder sino del desahogo de malas pasiones, esas desgracias no pueden purgarse sino con mi sangre. Tomad de mi la venganza que queráis, que yo no os opondré resistencia. ¡Aquí esta mi pecho!".

Dicho esto, entreabrió violentamente su casaca, haciendo saltear dos o tres botones, por la impetuosidad del movimiento, i mostró su peco desnudo, como presentándolo a tiros a sus adversarios.

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Viendo esta acción, los circunstantes se pusieron a gritar: “no tenemos nada que pedir contra vos general. Viva el general O’Higgins"“Bien sabia- Dijo el ex-director, al parecer muy satisfecho de aquella explosión de entusiasmo- que nadie podría con justicia demandarme cuenta de males que solo han sido circunstancias; pero de todos modos , os agradezco la manifestación que acabáis de honrarme."

LA ANARQUÍA O ÉPOCA DE LOS ENSAYOS CONSTITUCIONALES (1823 – 1830)

Al abdicar O'Higgins el 28 de enero de 1823, para luego partir al exilio en Lima, el mando del país quedó en manos de una junta de gobierno que difícilmente podía aplacar y ordenar los ímpetus organizacionales que se desataron. La caída del director supremo se había desencadenado cuando, en octubre de 1822, el general promulgó la Constitución de 1822, inspirada en el odiado José Antonio Rodríguez Aldea. La carta establecía que el período del director supremo duraría seis años a contar de la entrada en vigencia de la nueva legislación, mandato que podía extenderse por cuatro años. Este hecho, sumado a la crisis económica, el resentimiento de la aristocracia, del clero y las provincias, hizo el ambiente intolerable. En vista de ello, Concepción decidió rebelarse en manos del general Ramón Frene en noviembre del mismo año. O'Higgins, en un intento desesperado por salvar la situación, alejó en enero de 1823 a su ministro Rodríguez Aldea. Sin embargo, era demasiado tarde. "La fronda aristocrática y la ambición de los caudillos militares era lo que entonces había que organizar o someter. O'Higgins no logró hacerlo. La Aristocracia, herida en sus sentimientos... estaba dispuesta a entregarse al primer caudillo que la vengara" , sostiene Alberto Edwards.

Con la salida de O'Higgins, los problemas del país no se solucionaron, pues sin una cabeza clara a cargo del Estado, quedó al descubierto que se carecía de todo el articulado institucional y político necesario para organizar un país. A poco de andar, la clase gobernante comprendió que, con el exilio del director supremo, Chile volvía a la situación de septiembre de 1810. En este sentido, Edwards añade que, dentro de los aspectos reprochables del Gobierno de O'Higgins, se encuentra que no haya creado una institucionalidad que le asegurara estabilidad a la joven república.

La inexperiencia de los hombres de la época los llevó a ensayar diversas formas de gobierno para las cuales el país no estaba completamente maduro, como el federalismo y el liberalismo democrático. Se partió con constituciones de carácter moralista, liberal y federalista, pero al término de la década, ninguna había funcionado.

Lamentablemente, estos ensayos políticos terminaron en la mayoría de los casos en una seguidilla de motines y cambios de gobierno. Por este motivo, los historiadores tradicionales hablan de anarquía y guerra civil para referirse a este período. Sin embargo, en la historiografía contemporánea, esta época es percibida más bien como un proceso enriquecedor de maduración política y ejercicio democrático del poder, muy distante de lo que había antes y también de lo que vendría después.

Como lo señaló el primer integrante de la junta de gobierno que inaugura la década del 20, José Miguel Infante. "Mandar en revoluciones es difícil; tienen los hombres en este estado un espíritu orgulloso e incapaz de sujetarse a la ley".

RAMÓN FREIRE A LA CABEZA

Concepción, al tomar conocimiento de que O'Higgins

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había entregado el mando a una junta de gobierno compuesta por José Miguel Infante, Fernando Errázuriz y Agustín Eyzaguirre, la desconoció rápidamente. Este conjunto de hombres correspondía a destacados miembros de la aristocracia castellano-vasca, pero sólo era representativo de Santiago. La capital penquista se pronunció, entonces, por la formación de un gobierno central provisional integrado por representantes de las tres provincias que conformaban el país, Coquimbo, Santiago y Concepción.

Con este propósito, el general Ramón Freire y las tropas del sur avanzaron hacia Santiago. Una vez que llegaron a Valparaíso, no dejaron zarpar a O'Higgins, quien se dirigía a Lima. Se decidió dejar su si-tuación en statu quo en espera del desenlace de los hechos en Santiago.

Bajo la presión de los militares sureños, la junta nombró como jefe de Estado al general Ramón Freire y convocó a un congreso de plenipotenciarios con representantes de las tres provincias con el fin de elaborar una estructura distinta y aceptable para la unidad nacional. El 30 de marzo, se firmó un "Acta de Unión de las Provincias" que reunió de nuevo a las provincias y preparó el camino para un congreso constituyente. Al día siguiente, Freire asumió como Director Supremo provisional.

Un militar volvía a estar al frente, pero esta vez la oligarquía se aseguró de tener una mayor participación política. De hecho, los siguientes años se caracterizaron por un equilibrio entre militares y oligarcas en el poder. Harta del personalismo de O'Higgins, la elite quería impedir que surgieran otros caudillos y dictaduras. De ahí que prevalecieran las ideas liberales y el concepto de un Estado débil.

Freire tenía 35 años cuando asumió el poder y muy poco interés por gobernar. De hecho pasó gran parte del tiempo peleando en el sur. Tampoco ostentaba una clara orientación política, por lo que se rodeó de figuras tan dispares como Mariano Egaña, conservador recalcitrante, y José Miguel Infante, liberal y federalista. Los historiadores decimonónicos caracterizan a Freire como un mandatario recto, bueno, honra-do, pero carente de preparación política y propenso a dejarse engañar. A juicio de Encina, el general llegó al poder porque encarnaba el ideal del gobierno de la aristocracia castellano-vasca, a saber, de bajo perfil, probo y dispuesto a obedecer a la aristocracia. A esto se sumaba que su presencia no despertaba rechazo en los ambientes más liberales que existían al interior de los mismos aristócratas.

Junto al director supremo, la administración del Estado quedaba a cargo de un senado compuesto por nueve miembros elegidos por las asambleas provinciales.

La influencia de los grupos conservadores se hizo manifiesta en el nombramiento del primer ministerio. Como ministro de Gabinete y Relaciones asumió Mariano Egaña; en Hacienda, Manuel Novoa, y en Guerra y Marina, Manuel Antonio González. La presencia de Egaña sería especialmente decisiva dentro de este período. "De hecho, Egaña iba a ser el gobernante", afirma Encina.

Desde el primer momento, este joven e ilustrado ministro dejó sentir su brillante formación jurídica. Delimitó los seis departamentos en que debía dividirse la República, creó un consejo de educación, reorganizó sobre nuevas bases el Instituto Nacional y regularizó la hacienda pública.

Mientras ocurrían estos hechos en Santiago, permanecía en Valparaíso Bernardo O'Higgins en espera de que se resolviera su situación. Los carrerinos presionaban al Senado para que fuera sometido a juicio de residencia. Sin embargo, y gracias al reconocimiento que le profesaban diversos sectores, se le permitió embarcarse en la goleta británica Fly con rumbo al Perú. Sería la última vez que pisaría el suelo patrio.

A medida que pasaba el tiempo, los roces entre Egaña y algunos miembros del Senado se acrecentaron, especialmente con José Miguel Infante. En el Gobierno, prevalecían las opiniones moderadas, conservadoras y autoritarias del ministro; mientras que en el Senado, con Infante a la cabeza, las ideas liberales habían comenzado a cobrar más fuerza. Pese a lo anterior, durante este período se logró la aprobación de una serie de proyectos de gran trascendencia. Uno de ellos fue el otorgamiento de la libertad absoluta a los esclavos en el año 1823. De esta manera, la moción de Infante completaba la obra del Congreso de 1811, que había establecido la "libertad de vientre". A pesar de unas cuantas objeciones –entre ellas, del mismo Egaña, que defendió el derecho de los poseedores de esclavos a ser indemnizados– esta ley convirtió a Chile en la segunda nación en el mundo en decretar la abolición de la esclavitud, después de Dinamarca, que lo había hecho en 1792. Además, se redactó una nueva ley de imprenta mediante la cual el denunciante estaba obligado a probar los cargos contra el funcionario inculpado. Estas medidas y otras materias fueron aumentando la enemistad entre el Gobierno y el Congreso.

Lo cierto era que el poder ejercido por Egaña desconcertaba a todos los bandos, pues a veces parecía muy moderado, pero en otras ocasiones se le veía como un conservador acérrimo. Ello se reflejaba en su sentimiento religioso. Por un lado, era profundamente católico, pero con la misma intensidad, completamente regalista (Partidario del control de la Iglesia por parte del Estado), lo que le significaba granjearse la oposición de la Iglesia y del sector más conservador. Sin embargo, tampoco era aceptado por lo más liberales, pues había promovido los tratamientos y distinciones honoríficos propios del antiguorégimen.

Por otra parte, en el Congreso se encontraba la figura de José Miguel Infante, líder de la mayoría del Senado. Había partido como un patriota moderado, pero después de un paso por Buenos Aires y de la amistad con el aventurero Manuel Aniceto Padilla, se había transformado en el campeón de las ideas liberales. En este sentido, su ideología se basaba en sencillos postulados: la búsqueda del federalismo mediante la independen-cia de las provincias; la disminución del poder del Estado, y el gobierno

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Ramón Freire

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directo del pueblo.A medida que avanzaba el primer semestre de 1823, la situación política se exacerbaba cada vez

más. Esto se debía a que el acuerdo del Acta de Unión estipulaba la elección del Congreso Constituyente para el 7 de julio de 1823.

Este Congreso poseía 53 diputados, electos por votación directa. Para ser elegido, había que saber leer y escribir, ser mayor de 23 años, poseer un bien raíz, un giro industrial de $3.000, un sueldo de $300 anuales o algún cargo público honorífico (sistema de voto censitario). La contienda electoral se limitó sólo a Santiago; en el resto del país el proceso transcurrió con total calma, pero no debido al civismo del país, sino a la total indiferencia, pues buena parte de la población estaba marginada de la participación política.

Pese a que la oligarquía mostraba un ethos más o menos compartido, esta elección mostró que lentamente se estaban gestando dos bandos políticos, muy distantes aún de verdaderos partidos. Por entonces, era posible identificar una tendencia más conservadora, la pelucona, y otra más progresista, la pipiola. La expresión "pelucones" hacía alusión a algo viejo y anticuado. El grupo se encontraba integrado por los ele mentos más conservadores de la aristocracia castellano-vasca . Solían ser profundamente católicos, por lo que también atraían a la mayor parte del clero. Con el nombre "pipiolos" se aludía a las personas inquietas y de po ca figuración social . Solían estar integrados por aventureros chilenos o extranjeros que habían tenido la oportunidad de viajar. Ambas corrientes definirían el devenir político del país en los años siguientes. "Ninguna de estas dos tendencias se exteriorizó en forma de grupo consistente, organizado y disciplinado –sostiene el historiador Simon Collier–. En los diversos Congresos de ese tiempo no hubo 'jefes de sala'. No obstante, la opinión pública tendió a dividirse grosso modo siguiendo la orientación liberal y la conservadora".

A veces también las fuerzas políticas se agrupaban alrededor de personalidades (como los o'higginistas, que esperaban el pronto retorno de su ídolo) o de intereses políticos coyunturales (federalistas y estanqueros), pero no había mucha coherencia en sus posturas. Con todo, estos grupos tenían en común su adhesión al régimen republicano. Eso nunca lo pusieron en duda.

El Congreso elegido fue abrumadoramente conservador y proclive a Egaña. Con el propósito de evitar mayores tensiones con los pipiolos, Freire decidió nombrar como ministro de Hacienda a un hombre de la oposición, Diego José Benavente. El nuevo ministro poseía menos cultura que Egaña, pero más sentido político, con lo que daba mayor estabilidad al Gobierno de Freire.

CONSTITUCION MORALISTA DE JUAN EGAÑA

El nuevo Congreso inauguró sus sesiones el 12 de agosto de 1823. Asumió como presidente de éste el destacado jurista Juan Egaña, padre del ministro Mariano Egaña, representante de los pelucones. El vicepresidente fue José Gregorio Argomedo, de la corriente o'higginista. Como secretarios ejercieron Camilo Henríquez y José Gabriel Ocampo.

La primera medida del Congreso fue ratificar al general Freire como director supremo por un período de tres años. Sin embargo, su tarea fundamental fue redactar una nueva Constitución en reemplazo de los intentos realizados por el anterior director. Se formó una pequeña comisión constituyente que elaboró el proyecto. En ésta descolló la formación jurídica e intelectual de Juan Egaña.

La propuesta fue discutida por el Congreso durante noviembre y diciembre. El grupo liberal la atacó profusamente y presentó un contraproyecto el 16 de diciembre, que fue rechazado por influencia de Egaña. De este modo, el documento se promulgó el 29 de diciembre de 1823.

La puesta en vigencia de la carta magna significó una gran victoria para su creador. A juicio de Collier, este jurista ocupó una posición única en la revolución chilena, pues en su mente hacía una síntesis de corrientes filosóficas insólitas para el medio cultural de la joven república: "Si bien aceptaba los dogmas de la filosofía revolucionaria, su pensamiento difería completamente de los chilenos de la década de 1820... Se le dio a Egaña la oportunidad... de convertirse en el Licurgo de Chile, el legislador primordial que parado en la entrada a la historia de su país, dictaría preceptos fundamentales". En palabras de Encina, este legislador pretendió "la conjugación del enciclopedismo francés con la teoría política de la seudo democracia griega y el postulado de que la religión católica es la base del orden social y político".

En definitiva, la constitución resultante establecía la tradicional división de los poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El Ejecutivo residía en el director supremo, electo popularmente por cuatro años y reelegible por un único período. En tanto, el poder Legislativo residía en dos cámaras, un senado conservador permanente y una cámara nacional que sólo actuaba para resolver conflictos entre el Senado y el director. Además, se intentaba racionalizar la administración pública mediante la creación de una "Dirección de Economía Nacional" y se consagraba el sufragio censitario y la obligatoriedad de la religión católica.

Sin embargo, lo más llamativo de la Constitución de 1823 fue su pretensión de reglamentar la vida privada de los individuos, confundiendo moral y política, virtudes cívicas y éticas. Por este motivo fue llamada "Constitución moralista", ya que su autor, imbuido en el espíritu Ilustrado, buscaba por medio de las leyes, moldear una nueva sociedad, sustentada en unas costumbres afianzadas y compartidas. "La moralidad es la base de todas las garantías; sin virtudes, no hay costumbres, ni sin éstas libertad", señalaba Egaña en una exposición en el Senado el año 1823. En este sentido, se sentía heredero de las ideas políticas

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José Miguel Infante

Juan Egaña

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platónicas, pues sostenía que "un buen código de leyes es un buen tratado de moral".

La Constitución establecía incluso llevar una rigurosa calificación de la moralidad de los ciudadanos, con el fin de crear, con esos datos, un gran registro del mérito cívico. Los individuos más sobresalientes serían declarados beneméritos comunes o beneméritos en "grado heroico".

Al día siguiente de la promulgación, Freire partió al último reducto que faltaba por liberar del dominio realista, la isla de Chiloé. Durante su ausencia se desarrolló una gran disputa entre liberales y conservadores. Parte del conflicto implicaba el apoyo o no a la carta magna.

El principal defensor fue el hijo de Juan Egaña, el ministro Mariano, quien no claudicaba en sus intentos de aplicarla. Sin embargo, sus ímpetus fueron acallados cuando el Senado lo envió a Europa para resolver el lío que había generado el empréstito contratado por Irisarri.

Al regresar Freire de su fracasado intento por dominar a Chiloé en el combate de Mocopulli, pudo constatar que los liberales se oponían completamente a la Constitución. Debía actuar rápido si no quería problemas mayores. Primero, a petición de su ministro de Hacienda, Benavente, nombró al liberal anticlerical Francisco Antonio Pinto en reemplazo de Mariano Egaña. Luego, el 14 de julio de 1824, en una hábil jugada política, Freire presentó su renuncia ante el Senado Al pedírsele que cambiara de opinión, sostuvo que ya no podía gobernar bajo la Constitución de 1823... El Senado aceptó entonces realizar reformas. Sin embargo, tras una asonada popular, preparada por el propio Gobierno, se suspendió la vigencia de la Constitución y se confirió plenos poderes a Freire en el mismo mes de julio.

El general decidió convocar a un nuevo congreso para el 26 de agosto de 1824. Las elecciones se desarrollaron en medio de un caos creciente, pues se comenzaba a perder la confianza en los congresos y en las Constituciones que ellos hacían. Por lo mismo, los pelucones decidieron mantenerse al margen. "La aristocracia pelucona, desmoralizada y sin caudillos, retrocedió al claroscuro, mientras los pipiolos, pandilla, los liberales populacheros y los turbulentos reflotaron con una violencia increíble", relata Encina.

El 24 de diciembre de 1824, el nuevo Congreso decidió derogar la Constitución de 1823 por "insubsistente en todas sus partes" y planteó la necesidad de confeccionar otra. Sin embargo, después el Parlamento perdió el tiempo discutiendo temas menos relevantes y relegó el debate sobre la carta.

NUEVOS EXPERIMENTOS

La falta de cohesión de los diputados y sus posturas exaltadas derivaron en disputas bizantinas, ajenas a la crisis que vivía el país. Los nuevos congresales se mostraban incapaces de diseñar una fórmula adecuada para reemplazar a la tan denostada Constitución.

Todo el año 1825 el Congreso lo ocupó en sus discusiones baladíes. El cónsul británico de la época, C. R. Nugent, informaba que el Parlamento perdía el tiempo "en meras formalidades". En el mismo sentido, el general Freire hablaba de un panorama "turbio y borrascoso".

El desorden imperante provocó que el 20 de abril de 1825, la provincia de Concepción retirara a sus diputados y creara su propia Asamblea Provincial. Entonces, el general Freire resolvió disolver el Congreso el 18 de mayo. A los pocos días, la provincia de Coquimbo, al mando de Francisco Antonio Pinto, siguió los pasos de Concepción y estableció su propia asamblea. El 15 de junio, Freire se reunió en una asamblea pública con los pro - hombres más importantes de Santiago y aceptó gobernar asesorado por una nueva junta. Paralelamente, trató de reconciliarse con las otras regiones mediante la elección de un nuevo congreso. Sin embargo, en la convocatoria sólo participó Santiago, pues las provincias ya estaban hartas del protagonismo de la elite capitalina. Su posición de ahora en adelante sería reconocer la unidad de la nación en la persona de Ramón Freire, pero con asambleas propias.

Los resultados de la elección del congreso santiaguino arrojaron un importante mayoría para "los hombres que profesaban una sincera adhesión al general O'Higgins y que deseaban el restablecimiento de su gobierno como una garantía de paz interior y de fijeza de propósitos en la administración pública", sostiene Barros Arana.

Así, cuando, en septiembre de 1825, el nuevo Congreso comenzó su tarea legislativa, la institución se encontraba dominada por los o'higginistas, quienes contaban con el apoyo de parte de la aristocracia pelucona. En tanto, la minoría aglutinaba a los federalistas, pipiolos y carrerinos.

José Miguel Infante se manifestó contrario a que los diputados elegidos en Santiago se atribuyeran el derecho de constituirse en Congreso Nacional sin la participación de las dos restantes provincias, pero su opinión no fue considerada. "Don José Miguel Infante, con su carácter franco e impetuoso... llegó hasta decir que la nación no podía tener confianza en un cuerpo compuesto en su mayor parte de individuos que conspiraban por la restauración de la dictadura de O'Higgins", afirmaba el político Melchor Concha y Toro.

Los diputados de Santiago ya estaban dispuestos a no detenerse ante nada para cumplir con su objetivo de restaurar a O'Higgins y dominar a las otras provincias. Para Santiago era evidente que Concepción y Coquimbo se comportaban de facto como si el país fuera federal. El primer paso en su plan consistió en tratar de sacar a Ramón Freire, pues ya había dejado de ser dócil. En este sentido, como ya advertimos, la interpretación decimonónica ha sostenido que Freire se caracterizaba por su escaso olfato político. En esto coinciden Encina y Barros Arana, quienes lo describen como "corto de alcance y carente de preparación política". Sin embargo, el historiador Gabriel Salazar tiene una opinión diferente. pues ve en Freire al personaje que "podía neutralizar o derrotar las ambiciones desmedidas del pueblo de Santiago".

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El choque entre el nuevo ministro de Hacienda, Rafael Correa de Saa, y el gobernador de Valparaíso, Zenteno, creó la condición ideal para que los o'higginistas, desde el Congreso, intentaran el derrocamiento de Freire.

En Valparaíso, una asamblea improvisada acordó no aceptar las órdenes del ministro de Hacienda que lesionaran los intereses de la ciudad. Freire amenazó con someter a la fuerza a Valparaíso. El Congreso reaccionó indignado con la actitud del militar y le prohibió movilizar las tropas. El director respondió que era parte de su responsabilidad asegurar el orden público. Ante este desacato, los diputados exigieron que él y todas las demás autoridades pasaran a la sala de sesiones y " juraran lealtad al Congreso", partiendo por los jefes militares. Con esta medida, el Congreso buscaba la obediencia de los jefes castrenses. Acudieron todos, salvo Freire. Siguiendo al historiador marxista Gabriel Salazar, el general era consciente de que "él era la única garantía de que la nación continuara construyendo un gobierno republicano basado en la democracia de los pueblos, y que no accediese al poder nacional un tirano militar o se instalase allí un régimen civil autoritario, centralizado y despótico".

El Congreso decidió, entonces, suspenderlo de sus funciones el 7 de octubre de 1825. "La representación nacional resuelve se nombre un poder ejecutivo momentáneo y por término de un mes, restringible o prorrogable, para que subrogue al director supremo", señalaba el acuerdo. Este era el primer paso para llamar a O'Higgins nuevamente al poder.

Asumía de manera interina y con el beneplácito de los congresistas, el coronel José Santiago Sánchez. Su elección no había sido al azar, pues era el comandante del regimiento más numeroso y disciplinado de la capital. "Es evidente que los dirigentes civiles que comandaban toda la operación pensaron en el coronel Sánchez no para consagrar a un nuevo caudillo militar, sino para utilizarlo como instrumento

táctico a objeto de afrontar mejor la coyuntura inmediata", añade Salazar. A juicio de Encina, Sánchez era un militar opaco "de figura desairada, incapaz de desempeñar tan difícil cometido", aun cuando eran ésas las características que buscaba el bando ó'higginista.

La respuesta de la facción opositora no se hizo esperar. Los pipiolos y carreristas lograron que los prestigiosos militares extranjeros Rondizzoni, Beauchef y De Vic Tupper apoyaran a Freire. Sánchez se negó a hacer fuego. Barros Arana explica que "no quería asumir la responsabilidad de provocar un combate... y persistiendo en esa resolución, dejó perder una oportunidad que habría podido asegurarle el triunfo". Los intentos revolucionarios fueron sofocados y el desprestigiado Congreso se disolvió de manera automática.

A inicios de 1825, Freire necesitaba contar con hombres decididos para contrarrestar las fuerzas o'higginistas. Optó por convocar a Joaquín Campino, un federalista, en el ministerio del Interior. Este ofreció

nuevamente la cartera de Hacienda a Benavente, quien se rehusó y entonces se la ofreció a Manuel José Gandarillas, firme opositor de O'Higgins.

La medida inicial fue deportar a los principales políticos seguidores del antiguo director supremo. Luego, se instauró un Consejo Dictatorial que gobernaría a Chile mientras Freire cumplía con su objetivo de conquistar Chiloé. El órgano estaba dirigido por José Miguel Infante, quien a la fecha había asumido de manera radical el discurso federalista.

LA CONQUISTA DE CHILOE

Con la victoria del general Antonio José de Sucre en la sierra peruana, en la batalla de Ayacucho, toda América del Sur quedó libre de las tropas realistas, salvo un punto: Chiloé. El español Antonio de Quintanilla se había hecho cargo de su gobernación tras la victoria patriota en Maipú. Con escasos recursos, había formado un batallón de infantería que logró repeler las embestidas de Lord Cochrane en tiem-pos de O'Higgins y las de Freire, en abril de 1824, en el combate de Mocopulli. Incluso armó dos barcos corsarios que ponían en aprietos a los barcos mercantes. Su éxitos hicieron creer a Quintanilla que había esperanzas para una reconquista española. Su fe se sustentaba en que el jefe español Rodil conservaba la plaza del Callao, en los rumores de intervención de la Santa Alianza a favor de Fernando VII y en la anarquía que se apreciaba en Chile y en los otros países independizados. Sin embargo, Simón Bolívar logró adueñarse del Perú, con lo que comenzó una creciente presión sobre el Gobierno chileno para expulsar lo antes posible a los españoles de Chiloé. El objetivo era privarlos de un centro de operaciones tanto para el ejército como para la escuadra española en la eventualidad de que el rey decidiera recuperar sus antiguas colonias.

En una nota oficial enviada el 3 de julio de 1825 y firmada por el ministro de Relaciones Exteriores del Perú, José Sánchez Carrión, se instaba para que prontamente se conquistara Chiloé, ofreciendo para ello fuerzas colombianas de mar y tierra. En la misiva se sostenía que si Chile se demoraba en sitiar el archipiélago, sería ocupado con las tropas peruanas y el territorio se incorporaría al Perú.

El Gobierno chileno recibió aquella información con desagrado y desconfianza, pues "no sólo consideró bochornoso el aceptar auxilios extraños para una empresa que podía realizar con las fuerzas del país, sino que vio en ese ofrecimiento un peligro para el orden público, el origen probable de complicaciones y dificultades sobre la posesión definitiva de Chiloé y en todo caso, una humillación para el país", señala

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José Rondizzoni

Jorge Beauchef

Antonio Quintanilla

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Barros Arana. En respuesta, Freire realizó una nueva expedición la que

zarpó en diciembre de 1825 y esta vez sí obtuvo un gran triunfo en las batallas de Pudeto y Bellavista. Había embarcado el ejército en trece buques, sumando un total de 2.475 soldados. El ejército patriota se ubicó a tres leguas de San Carlos, acampando en Lechagua. En este lugar, el jefe del Estado Mayor, Borgoño, constató que, por lo bien dispuestas de las tropas de Quintanilla, era imposible un ataque frontal. Se decidió entonces dominar el ala derecha realista y ubicarse detrás, a sus espalda. Esto desmoralizó a las tropas realistas y provocó una fuga hacia Castro. Pronto se desbandaron y todo estaba concluido. De esta manera, el 18 de enero de 1826, se firmó la capitulación, ratificada al día siguiente por Freire en San Carlos y por Quintanilla, en Tantauco. Con el

Tratado de Tantauco, como fue conocido, se estipuló la incorporación de Chiloé a la República de Chile, la entrega del armamento y de las municiones del ejército realista y la mayor liberalidad en el tratamiento de las personas.

Freire, con una política prudente, se ganó con suma rapidez la población de la isla. Nombró como gobernador a José Santiago Aldunate, quien, con moderación, cimentó la tranquilidad en el atribulado archipiélago.

En tanto, Quintanilla al gozar del respeto y estimación tanto de los chilotes como de las fuerzas patriotas, fue invitado por Freire y Borgoño a quedarse en Chile. Sin embargo, decidió partir a España junto con su familia. En el Viejo Continente, no recibió al comienzo el reconocimiento que merecía. La población lo consideró un "ayacucho", expresión peyorativa que se daba a los militares que habían sufridos derrotas en América. En su vejez, estuvo a punto de ver condenado a la muerte a su hijo, pero al final la corona le perdonó la vida en función de los méritos de su padre.

SITUACION ECONOMICA La economía nacional no andaba bien por esos años. La crisis financiera iniciada en tiempos de

O'Higgins se agravaba. Del empréstito gestionado en Inglaterra por el guatemalteco Antonio José Irisarri cuando era ministro de Relaciones Exteriores de O'Higgins (unos 5.000.000 de pesos), ya se habían entregado 1.500.000 al Gobierno peruano y el resto se había gastado en pagar los sueldos del Ejército, las expediciones a Chiloé y las mercaderías compradas por Irisarri en el extranjero que sólo dejaron pérdidas. La situación era de suma complejidad.

Al margen del honor comprometido en el pago de la deuda, su incumplimiento podía interferir en el reconocimiento de la independencia por parte del Gobierno inglés. En ese panorama, José Benavente, a cargo de la hacienda pública, se vio en la necesidad de tomar una serie de medidas de corto y mediano plazo, muchas de las cuales, sin embargo, no llegaron a concretarse.

Una de las medidas que sí se hicieron efectivas fue la cesión, en 1824, del monopolio de la venta del tabaco, los naipes, el té y los licores extranjeros a la Casa Portales, Cea y Cía., a cambio del pago de los dividendos del crédito de lrisarri. El ingenioso y simplista proyecto había sido presentado al Congreso el 22 de diciembre de 1823. La iniciativa cedía la administración del estanco por 10 años. Para hacer más atractiva la transacción, se liberaba a los concesionarios de todos los derechos de aduana y se les cedían los $300.000 del saldo del empréstito que aún quedaban. El Congreso, sin mayor discusión, decidió aprobar el proyecto el mismo día que entró a la sala.

Pese a lo rápido de su tramitación, la medida no tardó en despertar odiosidad entre los pipiolos y parte de la aristocracia. La magnitud de la compañía iba a crear un pequeño Estado dentro del Estado. Conforme al contrato de monopolio, la compañía de Diego Portales y Palazuelos pudo usar al Ejército para destruir las plantaciones de tabaco, cerrar decenas de fábricas de cigarros que se habían establecido en varias provincias y requisar y quemar las reservas de tabaco, con lo que acabó con una rama industrial que por lo menos comprometía a 4.000 personas, según calcula Salazar, sin contar las decenas de comerciantes que importaban tabaco de otros países.

El negocio, en todo caso, no resultó ser lo que esperaban Portales y su socio José Manuel Cea. El escaso capital de Portales y Cea, el activo contrabando que se hacía por todo el país, el cuantioso dinero invertido en adquirir las especies estancadas, las siembras ilegales y, en fin, la antipatía popular que existía contra el monopolio lo condenaron al fracaso. Al cabo de dos años, Portales se vio en la imposibilidad de pagar los dividendos, lo que agravó aún más la crisis del país.

Sin embargo, la fallida iniciativa gubernamental tuvo como con-secuencia inesperada el arribo al escenario político del aristócrata y hasta ese momento apolítico Diego Portales. En torno de este personaje, se conformó un grupo de interés que recibió la etiqueta de "estanqueros", nombre peyorativo por cuanto se pensaba que estaban interesados en restablecer para su provecho aquel régimen de administración monopólico.

EL ENSAYO FEDERALISTA

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Una vez en el poder, los principales representantes del federalismo pusieron manos a la obra para concretar en Chile un sistema federal. El ministro del Interior de Freire Joaquín Campino (pro – federalista) propició un proyecto de reglamento provisorio para la administración de las provincias, que sometió al Consejo Dictatorial el 30 de noviembre de 1825. Este dividía el país en ocho provincias en espera de un pronto régimen federal.

Como primer antecedente de esta corriente ideológica, se encuentra el énfasis en los derechos locales y provinciales que se desarrollaron en el período revolucionario. No sólo Santiago hacía valer su pro-pia situación, sino que Concepción y Coquimbo. Esta "rebeldía" hundía sus raíces en antiguas rivalidades entre los rocistas y "los Ochocientos" (familia Larraín) y entre rocistas y el bando carrerino. Además, las penurias de la Patria Vieja y la Guerra a Muerte le habían conferido una identidad propia a la provincia del sur, Concepción. Esta ciudad quería hacer valer sus derechos y por ningún motivo dejarse apabullar por la aristocracia santiaguina. No hay que olvidar que cuando, en abril de 1812, los ejércitos antagónicos de Santiago (Carrera) y Concepción (dirigido por O’Higgins) se iban a enfrentar en el río Maule, Carrera reco-noció al gobierno de Rozas "el derecho a gozar de todas las facultades y atribuciones que se les otorgaban a los intendentes en el antiguo sistema de gobierno", afirma Collier.

En tanto, la provincia de Coquimbo manifestaba grados aún mayores de autonomía. La Serena nunca había aceptado con docilidad los dictámenes de Santiago. Este hecho lo observó el vicecónsul británico de la época, pues en uno de sus informes de 1825, señala que la provincia se arrogó "la facultad de hacer e implantar sus propias leyes locales y provinciales, distintas e independientes de todo control por parte del Gobierno general de San Yago (Santiago)".

Valdivia y Chiloé, en mayor sintonía con Concepción, habían vivido una situación de aislamiento que la hizo ser por mucho tiempo fiel a la corona una vez asumida la independencia. Por eso, aceptaba de mejor grado el federalismo.

Un segundo antecedente que despertaba gran entusiasmo por las ideas federales fue el ejemplo de Estados Unidos. Su prosperidad era vista como fruto de la aplicación de aquel sistema. Uno de los mayores defensores de estas ideas, José Campino, lo dejó en claro en un discurso ante el Congreso en el año 1825: "Si remontamos al principio de nuestra revolución, recordaremos que el estímulo más fuerte que ha habido para empeñarnos en ella, el tipo y el ejemplo que se ha propuesto a todos los pueblos, ha sido el gobierno federal de los norteamericanos. Tal ha sido el lenguaje que uniformemente se habló en todos los puntos de América". Por último se debe considerar la reacción natural que se produce después de cada gobierno autoritario y fuertemente centralizador, tal como había ocurrido con el gobierno de O’Higgins, cuyo fracaso era atribuido a ese exceso de centralización.

El 31 de enero de 1826, un decreto dio vida a la división administrativa con las provincias de Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé. La organización de cada una de estas regiones tendría carácter provisional, mientras se realizara la reunión de "la primera legislatura nacional". La elección de los cabildos se debía realizar el 1 de abril. Sin embargo, fue suspendida por Freire una vez que retornó a la capital, luego de su victoria en Chiloé.

A su regreso, el Director Supremo Freire aceptó la renuncia del ministro Campino, que en su ausencia había protagonizado una serie de disputas innecesarias, caldeando los ánimos de los políticos. Fue reemplazado interinamente por Ventura Blanco Encalada. En tanto, el mandatario decidió convocar a nuevas elecciones parlamentarias, las que se realizaron a mediados de mayo.

Los últimos meses de su Gobierno estuvieron abocados a reducir los gastos. Por ello, vendió a la Provincias Unidas del Río de la Plata (por aquellos días en guerra contra el Imperio brasileño por la disputa del actual territorio de Uruguay y que había pedido la alianza chilena) los buques de guerra que aún se conservaban. La escuadra quedó reducida al barco Aquiles.

Cuando el nuevo Congreso inició sus funciones en el mes de julio de 1826, llegaron las noticias de que una sublevación en Chiloé había derrocado al gobernador y nombrado a O'Higgins como director supremo de la República. Este movimiento de mera importancia localista indujo equivocadamente a Bernardo O'Higgins a pensar que la sublevación poseía carácter nacional, por lo que aceptó la proposición.

Mientras era enviado el coronel Aldunate para aplacar la situación en el sur, en Santiago Freire aprovechó de renunciar ante el flamante Congreso. Su decisión fue rechazada y se le pidió que se mantuviera en el cargo de manera interna. Sin embargo, el 8 de julio de 1826 los congresistas decidieron finalmente terminar con el mandato de Freire, eligiendo como sucesor a Manuel Blanco Encalada, quien asumió con el título de Presidente de la República, y no como director supremo, pues el cargo fue aboli-do. Desde ahora, la más alta magistratura sería la presidencia de la República. Lo acompañó en la vicepresidencia Agustín Eyzaguirre.

El nuevo presidente confirmó en sus cargos al ministro del Interior, su hermano Ventura, y al de Hacienda, Manuel José Gandarillas. En tanto, en el sur, Aldunate se apoderaba con suma facilidad de la guarnición de Chiloé.

En el Congreso se gestó una fuerte lucha para aplicar duras sanciones contra Bernardo O'Higgins y sus adherentes. La imposibilidad de alcanzar un acuerdo motivó que los o'higginistas se convirtieran en uno de los principales opositores al Gobierno. Dentro de las fuerzas que rechazaban a las autoridades imperantes comenzaba a destacar también el estanquero Diego Portales.

En razón del destierro del Congreso de los o'higginistas y de la apatía de los pelucones, el Congreso terminó siendo dominado por los federalistas, que al fin pudieron llevar a cabo su programa político. El 11 de julio de 1826, se votó la propuesta del diputado Fernández, que, en definitiva, quedó redactada de la siguiente manera: "La República de Chile constituyese por el sistema federal, cuya Constitución se

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presentará a los pueblos para su aceptación". Ante el asombro de todos, los representantes de Concepción estuvieron en desacuerdo con el sistema federal que se quería implementar, pero de todas formas, el 14 de julio, el acuerdo se promulgó como ley de la república. En las siguientes semanas se promulgaron otras "leyes federales", que dividieron el país en ocho provincias, mandaron crear asambleas provinciales (especies de Congresos locales en cada provincia) y establecieron que gobernantes, intendentes y miembros de los cabildos (o municipalidades, antes elegidos por el gobierno central) y párrocos serían designados por elección popular. El Presidente de la República se elegiría por 3 años sin reelección. La dictación de una Constitución Política federalista fue diferida a futuro, cuando ya el federalismo estuviese funcionando plenamente.

Pese a que los historiadores del siglo XIX tienden a presentar el federalismo como un intento más bien anecdótico de la década de 1820, la historiografía reciente le asigna más importancia y lo reconoce como manifestación de "la persistente aserción de los derechos locales y provinciales que habían tenido lugar a través de toda la revolución... el deseo liberal de lograr la libertad de los individuos y el autogobierno y como un odio más profundo al poder del Ejecutivo", según sostiene Collier.

DIFICULTADES DEL PRESIDENTE M. BLANCO ENCALADA

Mientras el Congreso centraba su preocupación exclusiva en la promulgación de leyes federales, en sesión secreta del Congreso, el ministro de Hacienda comunicaba el 24 de julio de 1826 que la firma Portales, Cea y Cía. no había podido cumplir con el compromiso de satisfacer el pago del semestre a Inglaterra, con lo que se suspendía el servicio de la deuda externa. Haciendo un alto, el Congreso, luego de innumerables discusiones, resolvió que el estanco dejaba de estar en manos de la empresa de Portales y que pasaba a manos estatales. En vista de los acuciantes problemas económicos y de las dificultades que el Presidente obtenía en el Congreso por encontrar nuevas fórmulas de financiamiento, Blanco Encalada decidió exigir un nuevo empréstito forzoso. La medida provocó una reacción violenta entre los diputados, que la suspendieron. Esta suspensión, a su vez, enfureció a Blanco Encalada, que increpó al Congreso por su actitud. Los diputados no temieron en responderle que el sentimiento de desagrado era mutuo. Frente a esta situación, el presidente podía disolver el Parlamento o renunciar. Optó por lo segundo. En la sesión del 9 de septiembre, el Congreso aceptó la renuncia y acordó llamar a Agustín Eyzaguirre como Presidente provisorio.

El nuevo jefe de Gobierno no podía recibir el país en circunstancias más difíciles. Los empleados públicos y el Ejército se hallaban impagos desde mucho tiempo; la compañía del estanco había cesado los pagos del empréstito; los acreedores ingleses ejercían una presión agobiante; las tropas comenzaban a amotinarse. El federalismo imperante agravaba la situación, pues la fijación de límites entre las provincias y la determinación de sus capitales tenía al país sumido en un gran descontento e inestabilidad. Así, Chillán le disputaba el ser capital de Provincia a Concepción; Talca se lo disputaba a Curicó. Posterior mente Talca pidió ser provincia aparte, lo mismo Valparaíso, que quiere separarse de la provincia de Santiago.

Posteriormente, las elecciones de las autoridades provinciales derivaron en desórdenes y disputas en cada provincia que ni el Ejecutivo ni el Congreso lograban solucionar. Las propias provincias comenzaban a darse cuenta de que el régimen federal les resultaba impracticable por la falta de recursos.

Para colmo de males, las montoneras de los Pincheira arrasaban impunemente el centro y sur del país. Desde Cachapoal al Bío-Bío comenzaron las demandas de socorro para hacer frente a estos asaltantes. Beauchef logró rescatar a unos tres mil niños, mujeres y campesinos luego de perseguirlos y ofrecerles un acuerdo. Mientras acaecían estos sucesos, el Congreso se dedicaba a resolver problemas ajenos la situación crítica del momento, como la abolición de los mayorazgos.

En tanto, Eyzaguirre se encontraba en medio de dos fuerzas completamente antagónicas. Por un lado, los federalistas que acusaban al Ejecutivo de no colocar todos los medios para afianzar el régimen; por el otro, los opositores antifederalistas (pelucones, estanqueros y o’higginistas), sostenían, ya fuera por realismo político o por prejuicio conservador, que el país no resistía tal reforma.

El ambiente se encontraba enrarecido. Los federalistas atribuyeron la anarquía imperante a una reacción autoritaria de estanqueros y pelucones en vista de un probable movimiento revolucionario de carácter conservador.

Por ello, se atrajeron al coronel Enrique Campino con el objetivo de derrocar a Eyzaguirre y colocar en la presidencia a Francisco Antonio Pinto. Como vicepresidente quedaría el mismo Campino. Así fue como el militar amotinó a la guarnición de Santiago la noche del 24 al 25 de enero de 1827. Como el Congreso se negóa reconocer su autoridad, Campino entró a caballo al Parlamento y obligó a Elizondo, quien presidía la sesión de aquel momento, a disolver el Congreso a fuerza de desplegar las tropas en el interior de la sala y apuntar a los diputados. La primera medida del golpe fue encarcelar al ministro del Interior, Manuel José Gandarillas; al de Guerra,

Tomás Ovejero, y al es- tanquero Diego Portales.Reunidos de nuevo todos los diputados, solicitaron a Freire que pusiera término a la intentona

golpista. Sin embargo, éste poco pudo hacer por la falta de tropas. Más efectiva fue la acción de Portales, quien desde la prisión y mediante el ofrecimiento de $3.700, logró convencer al mayor Maruri, comandante del regimiento N°7, de que apresara a Campino e iniciara la contrarrevolución. Esto fue hecho sin grandes resistencias. La revuelta había durado cinco días.

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Enrique Campino

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Eyzaguirre dio por terminado su Gobierno interino el 1 de febrero alegrándose de "no haber hecho verter lágrimas a ningún chileno". El Congreso eligió como presidente a Freire y como vicepresidente, a Francisco Antonio Pinto, ambos durarían en sus funciones hasta el 1 de julio de 1829, fecha en que estarían elegidos los nuevos representantes.

A la larga, la elección de Freire y Pinto resultó un duro golpe para el federalismo, ya que al poner a Gandarillas en el Ministerio del Interior, los estanqueros terminarían por adueñarse del Gobierno.

MOMENTO DE INESTABILIDAD: FIN DEL FEDERALISMO

Con la caída de Blanco Encalada (julio-septiembre 1826) y Agustín Eyzaguirre (septiembre de 1826-enero de 1827), quedó en evidencia que el poder radicaba completamente en el Congreso. Por este motivo, fue el momento de mayor auge del federalismo. Freire, que no tenía ninguna ambición política, no tardó en ceder ante las exigencias de Infante y sus adherentes, comprometidos en quitar fuerza al Ejecutivo y consolidar la autonomía de las provincias. Pero pese al empuje de Infante, en el Congreso el proyecto de constitución federal que presentó no logró ser aprobada A esas alturas, el caprichoso ambiente político había comenzado a ver con malos ojos este sistema. En tanto, Freire, ya agobiado, decidió renunciar el 5 de mayo de 1827. El Congreso llamó al vicepresidente Francisco Antonio Pinto para que asumiera como presidente.

Eran momentos difíciles. La prolongada incertidumbre política estaba creando el caos por doquier. Ya en 1825, Zenteno, gobernador de Valparaíso, le escribía a O'Higgins: "Sólo reinan el desorden y la anarquía…. Me estremezco al pensar en el futuro". El comercio comenzaba a sentir los efectos, mientras que los motines entre la soldadesca y los desórdenes en las provincias contribuían a agravar la situación. La tasa de delitos llegó a niveles inauditos. En 1841, el presidente Prieto aseveró que, en el transcurso de su administración (1831-1841), los delitos habían totalizado por año casi lo mismo que por semana en el período liberal.

Las críticas y lamentaciones por la situación imperante cruzaron la cordillera. Mariano Egaña, quien se encontraba en Inglaterra para dar una solución satisfactoria al empréstito de Irisarri, comentaba: "Tal es el triste estado de Chile en el concepto de Europa que me da vergüenza de que alguno me vea y conozca por la calle".

Es evidente que, durante este período, el Gobierno no supo imponerse. "Aquí se miran con el más alto desprecio las órdenes del Gobierno", denunciaba Pedro Trujillo en 1825 desde Valparaíso

El historiador Collier, si bien reconoce la tolerancia y paciencia de Freire, le asigna un grado de responsabilidad en la situación imperante: "Tendió a dejar que las cosas se arreglaran solas, sin tratar de imponer una determinada pauta gubernativa ni de dar el mismo un paso convincente". En todo caso, el militar representaba el tipo de hombre que querían los liberales y buena parte de la aristocracia que había quedado cansada con la personalidad de O'Higgins. Como una manera de expiar sus omisiones, pero también de situar las cosas en contexto, Freire escribía: "Chile, bajo mi dirección, ha visto novedades políticas; pero no patíbulos, alevosías o persecuciones, despojos, contribuciones, ni opresión en la libertad de hablar y de exponer su pensamiento". En ese sentido, es de justicia señalar que todo el Gobierno de 1824 a 1829 fue un período de gran efervescencia política, pero en ningún caso de terror. En palabras de Isidoro Errázuriz, la etapa correspondió a "una luminosa interrupción, un oasis de humanidad y candor, entre las proscripciones tenebrosas de la dictadura y las proscripciones y condenaciones por mayor de la época siguiente".-

Como bien han señalado algunos autores contemporáneos, el fracaso de estos gobiernos se debió, más que nada, a las circunstancias:

- La mentalidad de nuestra idiosincrasia, marcada por 270 años de gobiernos fuertemente centralizados.

- La falta de buenas vías de comunicaciones que hizo que vastos territorios del país quedaran aislados y sin apoyo del poder central del cual habían dependido siempre, por lo que no les era posible auto sostenerse..

- También era el momento en que se palpaba por primera vez la participación política y se carecía de la cultura y de la experiencia cívica para saber encauzar aquellos ímpe tus republicanos , que recaían sobre unos pocos y que se veía agravado por el exceso de elecciones que contemplaban las leyes federales, las que alentaban al caudillismo de los más poderosos..

La discusión comenzó a ser sostenida por un número escaso de personas que poseían los recursos suficientes para participar políticamente, que se encontraban informadas gracias al gran apogeo de la prensa. Muchos de los pasquines tuvieron corta duración. "Apenas nacen cuando ya mueren", se comentaba en la época. Pese a ello, la inmensa cantidad de diarios alimentó y creó una opinión pública ávida de información, en especial de carácter político. De gran renombre fueron las publicaciones El Hambriento y El Canalla, una conservadora y otra liberal. El Hambriento había sido fundado por Diego Portales en 1827, luego de sentirse profundamente herido por el ataque sin cuartel de los pipiolos a raíz del fracaso del Estanco. En su epígrafe se leía que se trataba de un papel público sin período, sin literatura y apolítico, pero "provechoso y chusco". En tanto, El Canalla fue la respuesta de los pipiolos a la publicación del estanquero. De esta misma época es El Mercurio de Valparaíso, diario fundado por Pedro Félix de Vicuña el año 1827, lo que constituye en el más antiguo de Sudamérica.

LOS GRUPOS POLITICOS HACIA 1827

Después de la caída de O’Higgins y como consecuencia de los desórdenes producidos, habían ido

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surgiendo diversos grupos políticos dentro de la clase gobernante, todos ellos movidos por ideas vagas, por odios o afecciones personales a algún personaje. Podemos distinguir hacia este período a seis grupos o partidos:1.- Los Pelucones: formado por los elementos más conservadores de la aristocracia terrateniente. Poseedores de una gran influencia social y política, adherían irrestrictamente a los principios católicos frente al avance de las ideas liberales, por lo que contaron con el apoyo del clero (ya resignados al la idea de la Independencia). Representan el respeto a la tradición, a la mesura y a la conciliación.. No gustan de reformas violentas y aspiran a un gobierno oligárquico dirigido o controlado por ellos. No gustan de las dictaduras ni de los gobiernos unipersonales, prefiriendo los sistemas de Juntas de Gobierno. Sus principales representantes: don Juan Egaña y su hijo Mariano, José Tomás Ovalle, Agustín de Eyzaguirre.2.- Los Liberales: formado por un grupo minoritario de aristócratas cultos e intelectuales, los que postulaban los principios ilustrados liberales (libertad de opinión, de conciencia, de pensamiento, etc.). Son librepensadores y anticlericales (contrarios a la intervención de la Iglesia en los asuntos públicos). Su líder, el general Francisco Antonio Pinto.3.- Los Pipiolos (o Liberales Populares): formado por personas de escasa figuración social (pequeña burguesía culta), aspiran a romper del golpe con el pasado e imponer un sistema donde exista amplia participación política y de libertades públicas y participación de las provincias, para así romper con el monopolio político de la aristocracia santiaguina. La palabra pipiolo designaba en Chile a los hombres sin posición fija, inquietos y movedizos. 4.- Los Federalistas: defensores a ultranza del sistema federal de gobierno. Después del fracaso del federalismo quedaron muy reducidos. Su principal líder: José Miguel Infante.5.- Los O’Higginistas: grupo reducido encabezado por los ex – ministros del general y que sólo desean su regreso al poder. Tienen gran influencia entre la oficialidad del Ejército. Su principal líder: José Antonio Rodríguez Aldea.6.- Los Estanqueros: formado por Diego Portales y sus seguidores. Su nombre deriva del negocio del Estanco, cuyo fracaso llevó a Portales a la arena política para defenderse de las acusaciones que se le hicieron. Buscaban la instauración de un gobierno autoritario, centralizado, impersonal y honesto, donde el Estado sea respetado sin importar los métodos utilizados. Donde predominara el poder del Presidente de la República, asesorado por una minoría ilustrada con el fin de preparar a Chile para una futura democracia. Contrario a los caudillismos (como O’Higgins) o a los demagogos (pipiolos).

EL GOBIERNO DE FRANCISCO ANTONIO PINTO: EL INTENTO LIBERAL

Cuando Francisco Antonio Pinto asumió la presidencia en mayo de 1827, contaba con 42 años. Era de carácter prudente y conciliador, lo que lo hacía simpático a la aristocracia. Sin embargo, su anticlericalismo creaba una situación insalvable. Con su criterio realista, se abocó a la tarea de terminar con el Congreso en curso y poner un punto final al federalismo.

El Congreso se encontraba dividido. Ahora ya no había consenso sobre las reformas federales. Por este motivo, el proyecto de Constitución federal avanzó muy poco en su discusión. Al decaimiento del empuje federal, se sumaba la presencia de Juan Egaña, autor de la Constitución de 1823 quien todavía herido por la suspensión de su proyecto moral, ahora lideraba con toda su dialéctica la oposición a las ideas federalistas. La grave situación de desencuentros en el Parlamento se convirtió en una característica del Gobierno de Pinto. A lo anterior se añadieron los desórdenes en las provincias, las conspiraciones y los motines alimentados por la ambición de los políticos y la miseria de las tropas impagas. Para colmo de males, el mismo año en que asumió se produjo una gran inundación que hizo más inestable la situación.

Para terminar con el Congreso, el Gobierno ideó una fuerte campaña de desprestigio, acusando a sus integrantes de sacar dinero de las arcas fiscales para cubrir las dietas impagas. Ante eso, los ataques de los estanqueros al régimen federal y la hostilidad de la opinión pública, el Congreso acordó disolverse, nombrando una Comisión Nacional de ocho individuos que lo reemplazaría hasta el próximo constituyente, convocado para el 12 de febrero de 1828.

La Comisión Nacional se encargó de supervisar la salida del país del federalismo, de constatar la opinión provincial sobre la futura forma de Gobierno y preparar una nueva constitución. En agosto de 1827, ya se habían suspendido algunas leyes federales y, en diciembre, se encontraba en preparación el próximo congreso constituyente.

Las elecciones de enero de 1828, dirigidas por el Gobierno mediante el fraude y la presión (fueron manipuladas por el Ministro del Interior, el pipiolo Carlos Rodríguez, hermano de Manuel, el guerrillero) , supusieron un triunfo para la coalición gobernante, conformada por pipiolos, liberales y ex federalistas, que en conjunto se hacían llamar "constitucionales". De estas elecciones salió el congreso constituyente que aprobó la Constitución Liberal

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de 1828 y que después de disolvió. La comisión encargada de presentar el proyecto de Constitución a la asamblea contó con la ayuda

del literato español José Joaquín de Mora (por lo que se le suele llamar la Constitución liberal de Mora) y de Melchor de Santiago Concha. Ambos ejercieron gran influencia en la redacción.

El 8 de agosto de 1828, el presidente Pinto firmó el documento, que establecía un adecuado equilibrio entre federalismo y centralismo. Muy influida por la Constitución Liberal española de 1812, esti-pulaba que la República sería gobernada por un presidente elegido por votación indirecta (los votantes elegirían electores, los que reunidos en el Colegio electoral, elegirían a su vez, al Presidente de la República). Duraría cinco años y no podría ser reelegido sino después de un período de otros cinco años. Un vicepresidente electo de la misma manera lo reemplazaría en caso de muerte o de imposibilidad física. Los ministros serían designados por el presidente, quien los podía cambiar a voluntad. En tanto, el Ejecutivo sólo tendría veto suspensivo y carecería de facultades extraordinarias.

El Poder Legislativo residiría en dos cámaras: un senado y una cámara de diputados.Se consignaba además que la religión del Estado era la católica, apostólica y romana, con lo que se

impedía la manifestación pública de cualquier otra, aun cuando se consignaba la tolerancia religiosa (con lo cual se contentaba a los liberales).

Como una manera de mantener el impulso federal de la época, se respetaron las asambleas provinciales, las que serían elegidas mediante elección popular y que designarían a los senadores y propondrían ternas para los intendentes y jueces de letras. También se elegirían por votación popular los miembros de los cabildos o municipalidades. De tal forma dejaba conforme a los federalistas.

Se ampliaba el derecho de voto, ya que además de los que poseían una renta o bien raíz, podrían votar los que estuviesen inscritos en la milicia o tuviesen una profesión o empleo, lo que satisfacía las ambiciones democratizadoras de los pipiolos, al aumentar la masa de votantes, equilibrándose el poder electoral de la aristocracia conservadora.

El documento contó con una gran cantidad de adeptos por su correcto entramado jurídico, por lo cuidado del estilo y su apego a los principios liberales que propugnaba el Gobierno. Sin embargo ella no correspondía a la realidad política, social y económica del Chile de la época. Sus redactores creían que la Constitución formaría la Sociedad y daría la madurez necesaria, cuando es todo al revez, es decir, es la Sociedad la que forma la Constitución conforme a la realidad de su momento.

Pese a lo promisoria que parecía ser la administración de Pinto, existía un rencor creciente por parte del bando opositor, integrado por pelucones, estanqueros y o'higginistas. Este grupo se encontraba com-pletamente excluido del poder y lo único que tenían en común entre si era su objetivo de sacar del Ejecuti vo a los constitucionales y terminar, desde su perspectiva, con el "caos" reinante. Esta oposición esgrimía con insistencia la Constitución para señalar que las actuales autoridades habían llegado al poder mediante el fraude electoral y, por ende, eran anti-constitucionales.

No obstante lo anterior, con el paso del tiempo, el Gobierno de Pinto iba ganando un cierto apoyo, pues mostró un liberalismo moderado que impregnó todas sus actuaciones. Entre las disposiciones que implementó están la libertad de imprenta, resguardada ahora por una ley ejemplar, y su impulso a la educación. De hecho, dispuso que cada día almorzara en el palacio de gobierno un alumno del Instituto Nacional. Además, estimuló la escuela de José Joaquín de Mora, el Liceo de Chile, cediéndole un nuevo establecimiento y cuarenta y dos becas fiscales. "Parece evidente que las intenciones de Pinto en ese campo eran a la vez ambiciosas y progresistas", sostiene Collier. Sin embargo, las ideas liberales de Mora y la ayuda que le prestaba el Gobierno a su colegio despertaron el rechazo de los contrarios a Pinto. Por este motivo, aquellas fuerzas conservadoras decidieron fundar el Colegio de Santiago, el que posteriormente sería regido por Andrés Bello. En el mismo ámbito educativo, una situación sobresaliente fue la llegada en 1828 del naturalista Claudio Gay.

El presidente pretendió dar una señal de estabilidad al nombrar como ministro de Hacienda a Francisco Ruiz-Tagle, prominente político conservador, y al general Joaquín Prieto como comandante del Ejército en el sur. Ruiz era pelucón y Prieto, o'higginista. La buena disposición de ambos hombres contribuyó a crear un clima de unidad nacional. Hacia fines de 1828, José Ignacio Zenteno escribía a O'Higgins, "Pinto, Prieto y Tagle son los que gozan de más popularidad y seguramente se afianzarán en el poder si es que se les continúa en los destinos que hoy ocupan".

Sin embargo, a fines de 1828 y comienzos de 1829, la situación cambió. Se respiraba en el ambiente un creciente antagonismo entre los diferentes bandos políticos, dentro de los que destacaba el grupo de los estanqueros, con Diego Portales la cabeza.

Durante el primer semestre de 1829, entró en funcionamiento por primera vez toda la maquinaria de la Constitución de 1828. Se efectuaron votaciones para las asambleas provinciales y municipales el 3 y 4 de mayo, para los electores del presidente el 15 y 16 del mismo mes, y para diputados y senadores el 7 y 8 de junio.

Las de electores estuvieron bastante reñidas y nuevamente manipuladas por los gobiernistas. Los o'higginistas lucharon en ellas con denuedo y atropellaron a los bandos de Gobierno en las provincias de Concepción y el Maule. Nadie sabía qué iba a ocurrir. Según las disposiciones constitucionales, debían elegirse 216 electores, que luego votaban por dos candidatos, sin especificar cuál querían corno presidente y cuál, como vicepresidente. El que obtuviera mayor número de votos era proclamado presidente, y el que lo siguiera, vicepresidente, siempre que obtuviesen mayorías absolutas sobre el número de electores. Los liberales habían acordado votar por Pinto y Ruiz-Tagle, seguros de que el primero obtendría la primera mayoría para ser presidente, relegando al conservador RuizTagle, por el que supuestamente votarían a los o'higginistas, a la vicepresidencia.

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José Joaquín de Mora

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Sin embargo, ocurrió un hecho que desbarató sus cálculos. El 14 de julio, Pinto solicitó a la Comisión Permanente –que sesionaba cuando había receso parlamentario– dispensarlo del Gobierno por razones de salud. Con ello, asumió corno presidente interino Francisco Ramón Vicuña. Con esta renuncia, era claro que, si Pinto ganaba en el colegio electoral, no iba a querer asumir la presidencia y, entonces, la asumiría el vicepresidente, Ruiz-Tagle, de quien los liberales desconfiaban, dada su cercanía a los pelucones y estanqueros. Por este motivo, al último minuto los bandos del Gobierno ordenaron a sus electores votar por Pinto y Joaquín Vicuña, intendente de Coquimbo y hermano de Francisco Ramón, un pipiolo de tomo y lomo. Sin embargo, los o'higginistas también movieron sus piezas, pues lanzaron la candidatura inesperada del general Joaquín Prieto, el cual, aunque no triunfó, impidió que Vicuña alcanzara suficientes votos. El 13 de septiembre se realizó la solemne apertura de las sesiones del Congreso, ahora en Valparaíso. El 16 se pro-cedió a practicar el escrutinio de las elecciones presidenciales. Únicamente Pinto obtuvo mayoría absoluta (122 electores), mientras que la vicepresidencia quedó en disputa entre Ruiz-Tagle (98), Prieto (61) y J. Vicuña (48). Pese a que Vicuña tenía la tercera votación, el Congreso, en manos de los liberales, lo proclamó como vicepresidente por estrecho margen (de 29 votos contra 24 que obtuvo Ruiz-Tagle). Este hecho sería la mecha que encendería la llama revolucionaria, pues unió a los pelucones de Ruiz Tagle con los estanqueros (encabezados por Diego Portales) y los o'higginistas (encabezados por el ex –ministro de O’Higgins, José Antonio Rodríguez Aldea), y que a la sazón operaban en las sombras, sacaban cálculos alegres de las nuevas circunstancias. La renuncia definitiva de Pinto en octubre de 1829 precipitó los hechos.

LA REVOLUCION DE 1829 Y GUERRA CIVILDE 1830. FIN DE LA ANARQUIA

El Ejército del Sur, liderado por el general o’higginista Joaquín Prieto y sus sobrinos José María de la Cruz y Manuel Bulnes, se sublevó, según ellos, en defensa de la Constitución, contando con el apoyo de Concepción. Frente a esto, el Congreso obligó a Pinto a reasumir el poder y entregarlo al presidente del Senado, Francisco Ramón Vicuña. El nuevo Gobierno liberal organizó su Ejército. Se le ofreció el mando a un furibundo enemigo de O’Higgins, Ramón Freire, pero éste a instancias de los opositores exigió también el mando político, lo cual fue rechazado por el gobierno, ofreciéndosele el mando a los generales Francisco de la Lastra (ex – Director Supremo en 1814) y Benjamín Viel, quienes salieron de inmediato al encuentro de las tropas de Prieto que marchaban hacia la capital. Pero la revuelta ya se estaba propagando por las provincias y Santiago. Tales eran los desórdenes en la capital que el Ejecutivo tuvo que desplazarse a Valparaíso y como allá también encontró el ambiente revuelto, luego zarpó a Coquimbo.

Dos personajes se habían alzado a esas alturas con el liderazgo de la asonada: el cabecilla de los o'higginistas, Rodríguez Aldea, y el de los estanqueros, Diego Portales. Aprovechando la acefalia política en Santiago, se formó una Junta de Gobierno en las que participaban Freire y los pelucones Ruiz Tagle y Juan Agustín Alcalde, pero esta Junta no fue reconocida por nadie (noviembre de 1829)

El Ejército del Sur seguía avanzando hacia el norte. El 9 de noviembre, Bulnes entraba en Rancagua. El Gobierno contaba con tropas profesionales y leales en la capital, aunque al mando de los extranjeros Tupper (inglés) y Viel (francés).

El 14 de diciembre de 1829, las fuerzas se encontraron a las puertas de Santiago y se llevó a cabo la batalla de Ochagavía, donde no hubo vencedores claros. Por lo mismo, las partes acordaron caballerosamente poner a la cabeza del Ejército y del Gobierno al general Ramón Freire, quien debería llamar a elecciones para formar una junta provisoria que tendría por misión convocar a un congreso de plenipotenciarios de las provincias (Pacto de Ochagavía).

Sin embargo, este acuerdo fracasó porque los conservadores en Santiago, azuzados por Diego Portales, tomaron el mando reclamando que dichas elecciones se realizarían utilizando el sistema electoral viciado de los pipiolos. Se convocó a una Asamblea (en que no participaron los “constitucionales” , la que eligió una Junta provisoria de gobierno (José Tomás Ovalle, Isidoro Errázuriz y José María Guzmán), la que encontró apoyo no sólo entre o’higginistas, pelucones y estanqueros, sino también en algunos liberales moderados, cansados de la anarquía y que sólo quería orden y estabilidad.. Esta Junta buscó someter a Freire a su autoridad, situación que llevó a que éste último se inclinara por el bando liberal y dimitiera de su cargo (su familia lo había convencido que los gobernantes de Santiago pretendían traer de regreso a O’Higgins). Así, mientras Freire marchaba hacia Coquimbo y luego hacia Concepción, la Junta Provisional (influenciada por Portales) nombraba presidente al pelucón Francisco Ruiz-Tagle. Este trató de asumir una actitud conciliadora con los pipiolos, lo que enfureció a Portales quien le quitó su apoyo, dejándolo solo y obligándolo a renunciar. El mando quedó en manos del vicepresidente, José Tomás Ovalle quien, influenciado por Portales, lo nombró como ministro del Interior, Relaciones Exteriores y Guerra y Marina, con lo que pasó a dominar todo el poder (abril de 1830).

De inmediato el ministro se dio a la tarea de controlar todo el poder y devolverle el orden a un país agotado por 7 años de anarquía. Para tal efecto envió a Joaquín Prieto a derrotar al ejército pipiolo que marchaba desde Concepción, encabezado por Freire.

Prieto contaba con sus experimentados sobrinos (Bulnes y De la Cruz) como lugartenientes, mientras que Freire disponía de los experimentados oficiales extranjeros Benjamín Viel (quien luchara con Napoleón y llegara a Chile en 1817), el italiano José Rondizzoni (también ex

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oficial napoleónico y que viniera desde EE.UU con Carrera) y el inglés Guillermo Tupper. Freire avanzó seguro de sus fuerzas, pero fue obligado a replegarse al río Lircay, donde se desarrolló la batalla. Aquí la violencia se desató de manera inusitada. Las milicias de caballería de Prieto fueron destrozadas por los jinetes de Viel, los que, entusiasmados por la victoria, cometieron el error de alejarse de su línea de defensa, acción que aprovechó Bulnes para alejarlos del campo de batalla.

En tanto, la infantería pipiola, al estar completamente cercada por las fuerzas de Prieto, presentó un violento y sanguinario combate, de manera que gran parte de los oficiales murieron en la refriega. Al atar-decer del 17 de abril de 1830, la victoria de Prieto era definitiva y completa y el ejército de Freire estaba prácticamente aniquilado. De triste memoria es el brutal asesinato de los jefes extranjeros de las fuerzas del Gobierno, quienes fueron víctimas de sablazos incontrolables. Tal fue el horror de la guerra civil desatada en la batalla de Lircay que hubo un acuerdo tácito de ocultar el número de víctimas. Se temía por una reacción contraria de la opinión pública ante aquellos niveles de salvajismo.

Restos del ejército derrotado, dirigidos por Viel, trataron de llegar a Coquimbo para unirse con tropas pipiolas del norte. Portales envió al general José Santiago Aldunate, el cual los alcanzó cerca de Illapel. Viel, viéndose derrotado decidió llegar a un acuerdo amistoso con Aldunate, firmándose el tratado de Cuzcuz (mayo 1830), por el cual no se tomarían represalias sobre los vencidos y se podrían mantener dentro del Ejército. El tratado fue desestimado por el gobierno provisional presidido por José Tomás Ovalle y Portales. Dado el convencimiento de que las medidas indulgentes no hacían más que alentar el desorden de los enemigos del Gobierno, Diego Portales quiso dar una señal de energía y firmeza a los vencidos, aplicando severas medidas en contra de jefes y oficiales pipiolos.

En el intertanto, Portales tomaba drásticas medidas para establecer su ideal de gobierno: autoritario, honesto, impersonal. Concepción y Coquimbo fueron sometidos después de Lircay. Se reprimió a la prensa opositora, se devolvieron los bienes arrebatados a la Iglesia por Freire (para obtener su apoyo), se despidió del ejército a los oficiales pipiolos y a todos aquellos que no reconocieran al nuevo gobierno. Se desterró a Freire, a J.J de Mora y a otros políticos pipiolos. Se acordó reformar la constitución de 1828, etc.

Casi justo un año después, con un país ya tranquilo, Portales decidió convocar a elecciones. Los vencedores de Lircay no conformaban un grupo homogéneo (sólo los había unido el odio a los pipiolos), por lo que la designación de un candidato a la presidencia definitiva no se veía fácil.

Los oficiales del Ejército (todos de origen o’higginistas) pensaron en imponer la candidatura de O’Higgins, gracias al peso del Ejército en el triunfo y posterior consolidación del nuevo gobierno. Portales vio en ello un peligro para la reorganización de la República ya que sería un regreso al caudillismo fracasado del pasado y a la división política del país, pues el general despertaba mucho odio aun entre sus enemigos de antaño, especialmente entre los pelucones. Por eso logró atraerlos hacia una transacción: la candidatura de un o’higginista (Joaquín Prieto) como candidato a Presidente y él como candidato a vicepresidente, y con el compromiso de no llamar a O’Higgins hasta que el país no estuviera definitivamente pacificado, lo cual fue aceptado.

Todo el grupo conservador se agrupó en torno de la dupla Prieto-Portales. Ambos curiosamente eran la antítesis de lo que por años la aristocracia había buscado. Emergían dos personalidades fuertes que no se someterían a la oligarquía. En abril de 1831 ambos resultaron elegidos (no participaron obviamente los opositores a Portales), pero de inmediato, Portales renunció y después de unos meses de servir como gobernador de Valparaíso, se retiró a la vida privada para tratar de reflotar sus fracasados negocios. Portales conseguía un triunfo del o’higginismo, pero sin O’Higgins.

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Batalla de Lircay

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DIEGO PORTALES, ESE TERRIBLE HOMBRE DE LOS HECHOS

“Era de estatura delgada, flexible y poco más que mediana. Su rostro ovalado, pálido y terco; su nariz prominente y recta; su frente elevada y descubierta más de lo necesario por obra de una temprana calvicie; sus labios ligeramente sonrosados se plegaban bajo el sello de una vaga sonrisa, que para los amigos era benévola y para las enemigos burlona y hasta sarcástica”. “Sus ojos de un azul intenso, un poco

hundidos, de mirar dulce en los momentos de calma, clavaban al reflejarse en ellos las tempestades interiores”

Don Diego Portales y Palazuelos más parece un personaje salido de una novela, que de la historia, habitualmente parca y severa. Resulta que, por el contrario, aun hoy los historiadores disputan y se acaloran en torno a sus dichos y hechos. A nadie mejor que a él parece convenir la sentencia de Guizot: si le gusta la novela, lea la historia.Indudablemente es una de las figuras más desconcertantes de la historia americana. Su vida fue truncada a los 44 años por un asesinato. Su paso por el poder —no puede llamársele de otra modo— no duró sino 36 meses. Pero eso bastó para dejar una estela de sentimientos encontrados no sólo entre sus contemporáneos, que le conocieron y convivieran con él, sino también en la posteridad: instintiva simpatía o resistencia, animosidad, admiración o encono.

No es difícil, empero, abrirse paso entre tanta maleza y aproximarse al verdadero don Diego. A fin de cuentas, alabanzas y vituperios se deben más bien a su obra que a su persona. Olvidémonos por un momento de su actuación política y fijémonos en su genio y figura.

La Comedia HumanaDe sí mismo nos dejó Portales, sin pretenderlo, un acabado autorretrato en su epistolario. Han

llegado a nosotros más de setecientas cartas suyas, escalonadas a lo largo de sus años de plenitud, entre los 29 y los 44 años de edad. La última está datada el 5 de junio de 1837 víspera de su muerte. “No hay día – confidenció en una ocasión— que no escriba cinco o seis cartas y a veces hasta diez porque no puedo dejar todo a la conversación. Sobre entretenerme mucho esta vieja costumbre mía, me permite ser más claro en la conversación y ordenar mejor las ideas”.

A través de sus epístolas, don Diego aparece de cuerpo entero, sin artificios ni poses, como las que se suelen fingir ante un pintor. Escritas a vuela pluma, día a día, al compás de las urgencias del momento, estas cartas dejan ver sus intereses y sus gustos, sus reacciones y sus esperanzas y sinsabores. Así sabemos, por fin, quien fue el famoso y tan mentado don Diego Portales.

Llama la atención el vasto círculo de sus relaciones. Los destinatarios de las cartas son unas cuantas personas. En cambio, en ellas se menciona a multitud de parientes, amigos, conocidos, contactos comerciales, gobernantes, eclesiásticos, militares, hombres influyentes, dependientes y gente de todos los estratos sociales. Los finales de sus cartas dan una idea de cómo está pendiente de sus corresponsales y de su familia, salud y amistades comunes “Póngame a las órdenes de su señora, mis memorias a la chusma de sus cuñadas, a doña Pepa, al invicto Infante don Miguel, a doña Agustinita, etc.”. De este modo su radio epistolar es amplísimo. Desfila en él una verdadera Comedia Humana.

Dentro de este mar navega Don Diego como el práctico más consumado. Las cartas tienen un tono festivo, ligero, jovial. No sólo conoce a la gente, sino que se ríe de todo y de todos, empezando por si mismo. “Qué demonios me importa a mi que Prieto (el Presidente) ni Los Litres se enfaden conmigo. Mientras yo cuente con el testimonio de mi conciencia pura, me estaré riendo de ellos y de todo el mundo”.

Su inventiva inagotable forja en torno suya un mundo propio, donde personajes, grandes y pequeño de la vida real, son conocidos mediante apodos y sobrenombres. Para comenzar, él se autodenomina “el maestro Rivas”. A su amigo Manuel Rengifo, lo apellida “Don Proyecto”; a su primo Pedro Palazuelos, que llega de Europa lleno de ínfulas, lo llama “el Emperador”, por su homónimo Pedro I de Brasil. En cambio, Freire es don “Ramón Bolas” o “don Bolaños” en fin, al Presidente Prieto la llama don “Isidro”, por un tal Isidro Ayestas, un conocida suyo, adinerado y deficiente mental, y al obispo Cienfuegos, a quien tiene por “mentecato...que a más de torpe es leso y muy leso, ridículo”, no vacila en llamarlo “ñaTomasita”,

No menos revelador es el revés de la trama: cómo miraban los demás al propio don Diego. Al respecto el epistolario suministra abundantes indicios. Desde luego, en los siete a que median entre su llegada al ministerio en 1830 y su muerte, estuviera o no en el gobierno, fue el centro hacia el cual convergían lo mismo el amor al orden de unos que el descontento de otros. Sus íntimos no dejaban de temer sus burlas y sus tallas, tan oportunas como demoledoras. El propio Joaquín Prieto creyó del caso advertirle, a propósito del general Cruz: “no vaya Ud. a agobiarlo con sus bufonadas y se las largue...No se vaya Ud. a reír

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delante de él, mire que es muy delicado; pero es un excelente hombre para todo, tratándolo con formalidad y cariño”

No obstante, era Portales el hombre de confianza a quien acudían amigos y relaciones para consultarle sus asuntos, pedirle consejo, contarle intimidades de conciencia o conflictos domésticos. Respetables matronas pedían su parecer sobre pretendientes de sus hijas. A la viuda del ex — Presidente José Tomás Ovalle, doña Rafaela Bezanilla, le responde: “El gusto que he recibido con la noticia que Ud. se sirve comunicarme no me era tan inesperado, porque el señor Dios, que es nuestro Padre y cuida de sus creaturas, me habla revelado que sucedería este enlace”. Lo aprueba. En cambio, respecto del pretendiente de otra de sus hijas, le hace ver: “La Antuca a mi parecer necesita un hombre que la aliente y le haga más llevaderos los trabajos del matrimonio; necesita un hombre que con su cariño le infunda la confianza que ella no es capaz de tomarse y don Santiago me parece será toda carga y peso para la pobre niña… El que viva contenta es lo primero y acaso lo único a que debe atenderse; ¡pobrecita! ¿Y podrá ser feliz con don Santiago? En fin, ya me voy afectando mucho y perdiendo la frialdad de un consultor”.

Todo esto deja ver que, pese a sus debilidades, Portales gozó de gran consideración por su sensibilidad para conocer el alma humana, su buen juicio y probidad. La verdad es que hay en él un fondo de fe y de rectitud. Sus desvíos personales no le llevan a pretender alterar las reglas de la moral, para autojustificarse. Tiene la fe del pecador, que se reconoce tal. Desde luego está muy por encima de los volterianismos decimonónicos, a los que descalifica sin más. Habla de “estos calamitosos tiempos en que la indiferencia sobre el punto más interesante al hombre, la religión, se tiene por uno de los principales adornos de la buena educación”. Opina que la religión no es cosa de curas y monjas “porque tan bien se sirve a Dios de padre, como de secular y sin las pensiones del rezo, santa obediencia, etc.” En cuanto a si mismo, añade: “en el día soy el más completo anacoreta, y esta vida a nadie le costea más que a ella —su comadre doña Rafaela Bezanilla— porque no hay hora del día en que no la encomiende al Señor en mis oraciones y por las mañanas en el santo sacrificio de la misa”. Claro que no resiste la tentación de aconsejar, a eclesiásticos, desde el obispo para abajo. Por ejemplo a uno le exhorta tener “paciencia y que como creyente no eche al olvido los consejos del Evangelio, pero sin perder la firmeza para sostener la justicia y la buena causa”. O bien, al obispo Vicuña, a ser más dúctil, “a ceder parte para no perderlo todo. Dígale que no me crea hereje por esto”. Por lo que, reafirma en tono humorístico, pero no por eso menos rotundo, su fe en la perennidad de la Iglesia: “aunque los Papas, queriendo tener la soga tan tirante como en otros tiempos, hubiesen venido abajo en Roma, se habrían venido a establecer en Valdivia, por ejemplo, y así quedaría siempre cumplido aquel lo de ‘Y el infierno no prevalecerá contra ella”.

Naturalmente, aparte de este extenso círculo de los que, de una u otra forma lo estiman, tuvo también numerosos opositores y enemigos. De partida entre los militares dados de baja y entre los eternos revoltosos y descontentos, como Muñoz Bezanilla, a quien Portales, siempre falto de dinero, le hizo llegar, no obstante, por interpósita persona, una generosa suma, cuando lo tuvo que desterrar.

A estos adversarios se sumaron antiguos amigos, distanciados de él por diversos motivos, como Rengifo, o resentidos por algunas de sus actuaciones.

Sin pelos en la lengua

El estilo y el lenguaje de las cartas corre a parejas con esta desenvoltura con que se maneja Portales. Para él, no hay palabras inconvenientes. Sus cartas están salpicadas de salidas y expresiones de grueso calibre que los editores encubren con pudorosos puntos suspensivos. En 1831 rechaza de plano las insinuaciones de que vuelva al gobierno en carta dirigida a su amigo Antonio Garfias, en estos términos: ‘Mi don Antonio:

Dígale Ud. a los culiados que creen que conmigo sólo puede haber Gobierno, y orden, que yo estoy muy lejos de pensar así y que si un día me agarré los fundillos y tomé un plazo para dar tranquilidad al país, fue sólo para que los jodidos y las putas de Santiago me dejaran trabajar en paz. Huevones y putas son los que joden al gobierno y son ellos los ponen piedras al buen gobierno de éste. Nadie quiere vivir sin el apoyo del elefante blanco del Gobierno y cuando los huevones y las putas no son satisfechos en sus caprichos, los pipiolos son unos dignos caballeros al lado de estos cojudos. Las familias de rango de la capital, todas jodidas, beatas y malas, obran con su peso enorme para la buena marcha de la administración. Dígales que si en mala hora se me antoja volver al Gobierno, colgaré de un coco a los huevones y a las putas les sacaré la chucha ¡Hasta cuándo... estos maricones! Y Ud., mi don Antonio, no vuelva a escribirme cartas de empeño, si no desea una frisca que no olvidará fácilmente.

Sin embargo, ésta es sólo una cara de la medalla. Aquí y allí suele intercalar Portales en sus cartas elementos cultos, dichos latinos, una referencia a Ovidio o a otros clásicos, paralelos tomados de “El Quijote”, muestras de su inclinación a la poesía del inglés Pope, por ejemplo, y ¿cómo no? apostillas al final en francés, Además, de paso, revela que sabe leer música, le gusta tocar el arpa y la guitarra, versificar, escribir en la prensa, vestir elegante, cabalgar. En una palabra, el Portales que muestran las cartas es todo menos un talento en bruto, ese “genio inculto” que “no conocía gran cosa los libros; pero conocía

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admirablemente a los hombres” de que se ha llegado a hablar. Antes bien, se trata de un hombre cultivado, que, no obstante, parece sentirse a sus anchas entre gente vulgar, alegre, pero no de mala vida, como la de aquella casa de de la calle de las Ramadas, a la que humorísticamente se conocía como la “Filarmónica”, aludiendo al salón de igual nombre donde solía congregarse la gente más encopetada de Santiago. Su léxico cubre asimismo este ancho espectro social y cultural. Abarca desde las expresiones más culta hasta las más ordinarias, soeces incluso.El hombre de hogar

Esto nos remite al mundo de su infancia y de sus años mozos. Nació en un hogar ilustre. Cuando tenía cinco a de edad (1798), su padre José Santiago Portales, contador de la Real Hacienda, pasó a ser uno de los primeros personajes del reino, al recibir el nombramiento de Superintendente de la Real Casa de Moneda. Terminado el imponente edificio, hoy palacio de gobierno, el Superintendente se trasladó a vivir ahí con su familia. Como cuenta el mismo Diego, fue su madre Encarnación Palazuelos, matrona linajuda y de armas tomar, quien se hizo el tiempo para enseñar a leer, en medio de los cuidados de la casa y de sus sucesivos alumbramientos. Tuvo veintitrés hijos, de los cuales sobrevivieron diecisiete. El mayor, Pepe, y Manuel colaboraron más tarde en las actividades de Diego, en tanto que Manuela, once años menor que él, fue su regalona.

Diego fue un muchacho despierto que se hizo notar por sus diabluras y por su aptitud y afición al latín, que aprendió del célebre Luján. Algunas de sus travesuras no se olvidaron por mucho tiempo. En una oportunidad que su padre salía en calesa, calentó el sombrero de lata barnizada del cochero y se las arregló para ponérselo al pobre negro, quien, al sentir chamuscarse sus cabellos, comenzó a gritar desaforadamente. A los quince años (1808) ingresó al Convictorio Carolino. En el colegio, una vez se le ocurrió vestir a una mula calesera con la sotana del rector y otra quebrar las ollas (de greda), para provocar un asueto general. En la Casa de Moneda, aprovechándose de la credulidad del portero, con el argumento de que había orden de prisión contra él, lo convenció que se escondiera en las maritanas del laboratorio y, acto seguido, echó a correr el agua hasta que en medio de los gritos del infeliz portero le llegó a la altura de su boca.

Recibido de bachiller, comenzó a estudiar Derecho en la Real Universidad de San Felipe, primero con el catedrático José Manuel de Argandoña y luego, mientras pudo, en los convulsionados días de la Independencia, bajo la dirección de José Gabriel Palma. Pero, debido a la situación en que se hallaba el país, tuvo que abandonar sus estudios, De todos modos en estos años se sentaron las bases de esa bien asimilada formación humanista y de esos conocimientos jurídicos nada vulgares que afloran en sus cartas. El gusto por la buena literatura, las referencias a principios de derecho, a textos legales, como las ordenanzas de intendentes o de minería, así como. En materia canónica, a “las extensas facultades que por la distancia de la silla apostólica se han concedido a los obispos de América”, no tienen otro origen.

Pero era necesario vivir y el joven Diego decidió aprender también la docimasia (especialidad para conocer la naturaleza y proporción de minerales que contienen los metales), lo que pudo hacer en la propia Casa de Moneda con el químico Brochero. En 1817 se recibió de ensayador de metales de la misma Casa. Uno de sus examinadores,. José Miguel Infante (el futuro jefe de los federalistas), comentó “la noticia anticipada de sus distinguidos talentos y del genio que comenzó a desplegar me movió a indicar a su respetable padre cuánto convendría continuar su carrera literaria”. En cuanto al propio Diego, miró siempre coso algo fundamental “aprender gramática y teología, sin lo cual no hay educación ni nada bueno”.

Esta primera etapa de su vida, que transcurre dentro de los marcos hogareños, culmina del modo más feliz en 1819 con su matrimonio con una prima, Josefa Portales Larraín, y con una primera experiencia comercial, un negocio de paños y telas en Valparaíso, montado con el apoyo económico del abuelo de su mujer. A los veintiocho años (1821) quedó viudo y se sumió en una amarga depresión anímica. Desengañado de todo, llegó a pensar en algún momento en sepultarse en un convento.

De esta crisis salió el Portales que retratan sus cartas: un tanto desilusionado, con un agudo sentido crítico, que se refleja en una fina sonrisa y en ese toque de ironía que nunca le abandona. A partir de ahora sólo una cosa parece capaz de interesarle vivamente, algo tan prosaico como el comercio. El infortunado hombre de hogar quiere probar fortuna como hombre de negocios.El hambre de negocios

A partir de ese momento precisamente comienzan las cartas que poseemos. Hasta el final el tema dominante en ella son los negocios, por cierto nada prósperos. No obstante, deja caer, la más de las veces de paso, noticias sobre su intimidad o acerca de la actualidad política.

El gran amor de su vida fue su mujer, la “dulce Chepa”. No volvió a casarse: “Viviré siempre en el celibato que Dios ha querido depararme, después de haber gozado una dicha infinita” . Años después reitera “yo no tendría consuelo en la vida y me desesperaría si me viera casado”. Se contentó con aventuras y amoríos pasajeros. Con una excepción, su afecto por Constanza Nordenflycht, a la cual conoció a su vuelta de un fallido negocio comercial en Lima. Le dio tres hijos. De Constanza dice él, ya cuarentón, “siento por esta mujer la. más fuerte afección y el más sincero sentimiento de cariño. Yo no se lo he demostrado, porque mi naturaleza me lleva a la reserva y porque no es nada agradable para un hombre de mi situación hacer alarde de amor, cosa de jóvenes sin experiencia”.

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Indudablemente, al poco andar, el apasionamiento de ella le resultó incómodo: “una mujer tan vehemente —dice él— sólo espera de mi un amor sin término y no discierne sobre los quehaceres que debo atender en bien propio de ella”. “A veces —confiesa— he sentido los ímpetus de romper con todas las convivencias e irme a vivir a su lado para que ella no sufra ni yo tampoco haga sangrar tan amargamente mi corazón. Me retiene mi pobreza y mi deseo de corresponder dignamente a ella y a nuestros hijos, cuando me sonría la fortuna que can tan peregrina suerte he buscado. . . ¿cómo podría yo a su lado mantener el rango de ella y de nuestra familia, cuando me falta a mi lo más preciso para mi vida?”. Aun más “noches enteras he pasado sin pegar mis ojos, sintiendo a Constanza a mi lado, teniéndolos ni cercanos a nosotros, unidos en un familiar afecto. Pero hasta esta dulce satisfacción no puedo dármela, porque no tengo con qué hacerlo ni cuento con medios con qué mantenerla”. Y termina: “rompa esta carta. No quiero que Constanza la lea porque su lectura la haría sufrir demasiado”.

Ni Estados Unidos ni DemocraciaTambién datan de su breve estancia en Lima las más tempranas referencias a la política

internacional e interna que poseemos. Afloran incidentalmente y en el tono más bien displicente de quien tiene su atención puesta en otra cosa, sus negocias, cuya marcha, por decir lo menos, es inquietante. No obstante, hay en sus observaciones una clarividencia que llama poderosamente la atención. Lo que revela que, debajo del comerciante, hay un sagaz observador político, si no un político nato.

Corre el año 1822. Brasil y México acaban de declarar su independencia. En Chile gobierna O’ Higgins y en Perú San Martín ha conseguido ocupar Lima, preludio de la victoria de Ayacucho, dos años más tarde, que sellará la independencia de ese país y de Bolivia. Desde Lima el novel comerciante Portales comenta al pasar a su socio Cea las últimas noticias:“Parece que los Estados Unidos reconocen la independencia americana. . . El presidente de la Federación de Norte América Mr, (James)Monroe ha dicho se reconoce que la América es para éstos. ¡Cuidado con salir de una dominación para caer en otra! Hay que desconfiar de estos señores que muy bien aprueban la obra de nuestros campeones de la liberación sin habernos ayudado en nada: he aquí la causa de mi pregunta. ¿Por qué ese afán de Estados Unidos en acreditar ministros, delegados y en reconocer la independencia de América sin molestarse ellos en nada? ¡Vaya curioso sistema, mi amigo! Yo creo que todo esto obedece a un plan combinado de antemano y sería éste: hacer la conquista de América, no por las armas, sino por la influencia en toda esfera. Esto suceder tal vez hoy no, pero mañana si. No conviene dejarse halagar por estos dulces que los niños suelen en comer con gusto sin cuidarse del envenenamiento”.

Sobran comentarios. Estas palabras, anteriores un año al enunciado de la llamada doctrina Monroe ( “América para los americanos” y de la del “destino manifiesto” dan la alerta frente al expansionismo de los Estados Unidos con un cuarto de siglo de anticipación a que esa potencia lo iniciara arrebatándole a México la mitad de su territorio..La Republica Ilustrada

Pero esta correspondencia nos lleva de pasmo en pasmo. Resulta que la visión de la situación política de los países iberoamericanos, recién independizados, no es menos aguda.. Según él“La Democracia que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud...... la monarquía no es tampoco el ideal americano..” “la República es el sistema que hay que adoptar; ¿pero sabe Ud. cómo la entiendo para estos países? Un gobierno fuerte y centralizador cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todas los ciudadanos”.

Estas ideas que Portales avanza con tanta soltura, a vuelo de pluma, han hecho correr ríos de tinta. Sin embargo, rara vez han sido cabalmente comprendidas.

La clave de este texto, como de toda su mentalidad política, es la Ilustración. Lo Portales describe como algo posible de lograr es una República Ilustrada. No habla al modo de los teóricos --de antes o de ahora-- de una democracia en si —ideal supremo, cuyos defectos se curan con más democracia-- aplicable a todos los pueblos y a todos los tiempos. Lo mismo vale para la monarquía o para la república. Tampoco las considera in abstracto. A menudo se pasa por alto este hecho. Portales habla de unos países y de una época concretos: los de Iberoamérica, tras su independencia. Para ellos, es partidario de un gobierno fuerte. Pero no uno cualquiera, sino uno encabezado por una minoría ilustrada, cuya razón de ser es cumplir un papel al que bien puede calificarse de pedagógico: el inculcar al pueblo los hábitos cívicos de que carece. Por eso, esta República Ilustrada tiene metas y no plazos. Debe durar tanto como sea necesario para crear esta virtud cívica, sin la cual una república no pasa de ser una parodia.

No podernos detenernos en esto.. Baste apuntar que Portales esboza esta solución para el problema institucional de los Estados Iberoamericanos a los 29 años, cuando ni remotamente podía pensar en que siete a después, él llegaría al gobierno y se vería abocado a aplicarla.

Vuelto a Chile no tuvo mejor fortuna en sus negocios. El epistolario lo muestra afanado, sin desanimarse. Mientras tanto, la situación del país va de mal en peor. La deposición de O’Higgins en 1823 no resolvió nada. Abrió las compuertas al desgobierno y a la anarquía, que en 1829 desembocaron en una guerra civil. Ese es el momento en que Portales aceptó participar, por primera vez, en el gobierno.

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Lo hizo forzado por la situación en que se debatía el país y convencido de que se trataba de un alejamiento transitorio del mundo del comercio, que consideraba el suyo. Por lo demás, no podía ser de otro modo ya que, en parte, debido al desorden de los últimos tiempos se hallaba al borde de la indigencia. Lo hace saber sin ambages a uno de sus apoderados: “En una de mis cartas dije a Ud. que en la paralización absoluta de mis negocios, pagando intereses, haciendo gastos indispensables por todas partes, etc., sólo una estricta economía puede salvarme de la ruina que me amenaza. Hoy repito a Ud. esto mismo y con más razón porque las ocurrencias políticas alejan cada día de la República la tranquilidad necesaria para contraerse al negocio”.

El comercio había creído poder desentenderse de la política, pero no logró impedir que ella se le metiera en sus negocios y terminara de arruinarlo. No obstante, como ministro, no quiso recibir sueldo alguno. En cambio, logró que se regularizara el pago de los suyos a la Administración Pública, La Judicatura y el Ejército. Según aclaró más tarde: “Primero consentiría en perder un brazo o enterrarme en el barro que consentir en que se le cobrase un peso al fisco…Desechen Uds. esa idea como tentación del enemigo malo...”

Portales quiso servir al Estado, como sus antepasados habían servido al rey, a su costa y minción, sólo por tener el honor de haberlo, ad honorem.El hombre de Estado

Portales es un político diferente. La historia de Chile conoce una variada gama de hombres públicos, pero ninguno de su talla. Algunos fueron, al igual que él, forzados a asumir el poder. Pero, como hombres ajenos a facciones y partidos, no acertaron a ejercerlo frente a ellos. Tal fue el caso en el siglo pasado de Freire y en el actual, de Emiliano Figueroa y Juan Esteban Montero, cuya aceptación del mando con la palabra “me someto’” hizo época. Otros, en cambio, superiores a los partidos, ejercieron el mando como si hubieran nacido para eso. De este número fueron en el siglo XIX Bulnes y Montt y en el siglo XX, Ibáñez y Augusto Pinochet. Otros en fin, hombres de partido, hicieron de la lucha por el poder la meta de su vida. De ellos nos dejó Eduardo Frei Montalva un ejemplo vívido, insuperable.

Portales es un político de otra estampa. No persiguió el poder, pero lo ejerció con maestría innata. Sin embargo no se apegó a él, ni se hizo indispensable. No podía hacerlo. En todo momento se sintió como un extraño en el escenario político, impaciente por volver a su mundo, que era el comercio. Por otra parte, su situación personal y sus gustos tampoco se avenían con la respetabilidad que él consideraba propia de un hombre de gobierno. Una frase suya lo dice todo: “No cambiarla la presidencia por una zamacueca”.

En el hecho, nunca aceptó cargo público que tuviera duración fija. No quiso ser Presidente ni Vicepresidente. Se incluyó en la lista oficial de candidatos a senadores, pero no llegó a asumir el cargo. Así pues, sólo se prestó a ser ministro, Y esto, tan sólo en dos oportunidades. La una por dieciséis meses y la otra, truncada por la suerte, por veinte. Eso le bastó para realizar su obra. A estas alturas, llega el momento de decir algo sobre ella: qué hizo y cómo lo hizo.Consolidar la paz y las, instituciones de ChileYa desde 1822 tenía muy claro qué hacer. Llegado al poder se puso a dar forma a esta república ilustrada descrita siete años antes por él mismo. Desde el primer momento tuvo claro cómo hacerlo. Lo resumió en pocas palabras. “consolidar la paz y las instituciones de Chile”. Palabras inauditas, increíbles para tanto político de entonces y de ahora —ucrónico y utópico— que sólo atina a demoler las instituciones patrias para hacer lugar a otras imitadas del extranjero o tomadas de ideólogos foráneos. Sin embargo, algunos, como el general Joaquín Prieto, parecieron comprender el rumbo que Portales pretendía imprimir al país. A propósito de esa declaración de Portales le escribe: “He celebrado y bendecido a su autor cuanto Ud. puede imaginarse porque es una pieza digna de un gobierno y del ministro que la redactó”.

Toda la obra política de Portales parece compendiarse en esos dos aspectos, inseparables como cara y cruz de una moneda: (1) lucha por la paz interna, frente a los brotes subversivos y (2)lucha por restablecer el gobierno respetable y respetado como la antigua monarquía, identificado con los grandes intereses de la patria, por encima de teorías y banderías.

No es extraño que por esta vía obtuviera resultados, a la vez rápidos y duraderos. Desde que llegó por primera vez al ministerio en 1830, ningún gobierno volvió a ser derribado en Chile por un movimiento subversivo. Motines, alzamientos hubo todavía por mucho tiempo, como aquel que en 1837 le costó la vida, pero todos fueron a la postre aplastados por el gobierno. Sólo en el siglo XX, reaparecen los pronunciamientos armados en 1924 y 1973.

El restablecimiento del gobierno permitió a Portales lograr algo hasta entonces sin precedentes en la historia de Chile: la regularización de las elecciones y del Parlamento. A partir de 1831 Chile fue uno de los raros países en el Mundo donde por espacio de casi un siglo se celebraron elecciones periódicamente en fechas fijas y el Parlamento logró sesionar en forma ininterrumpida. Al respecto hasta 1924 sólo le aventajaban en Europa Inglaterra y algún otro país como Suecia, y en América, los Estados Unidos.La República IlustradaLa clave de esta república ilustrada fue la vieja figura del Presidente de la República, a la que Portales remozó y potenció. A diferencia de sus antecesores, los presidentes (gobernadores) bajo la monarquía, hizo

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del nuevo Presidente de la República más que un gobernante, el garante del régimen instituido., es decir, a él le correspondió no sólo ejercer el mando, sino ante todo velar por la idoneidad de los hombres públicos en general, desde altos funcionarias, oficiales de las Fuerzas Armadas, magistrados judiciales, hasta dignidades eclesiásticas y parlamentarios, a fin de que fueran “modelos de virtud y patriotismo”.

Para asentar esta preeminencia presidencial echó manos Portales a toda clase de recursos constituciones y extra constitucionales, legales y extralegales. Entre ellos es de relieve el manejo de las elecciones por el Presidente, a través de los intendentes y de los gobernadores, gracias a lo cual el jefe de Estado pudo no sólo regularizar la generación del Congreso, sino también designar a su sucesor.

Sí como ahora se acepta con toda naturalidad que corresponde a los partidos designar candidatos para las elecciones populares, entonces se aceptó que de ello se ocupara el Presidente a través de su Ministros del Interior, práctica que, en cierto modo, anticipa la que desde los a 1930, se impuso en México y permitió a ese país convertirse en el más estable de Iberoamérica en las últimas seis décadas.

Este fino sentido de las posibilidades de lo legal y lo extralegal merece párrafo aparte. Mediante él consiguió Portales, reducir la distancia entre el país ideal de las constituciones y el país real de las instituciones, es decir, hacer primar la Constitución histórica sobre la Constitución escrita.

En una palabra, Portales fue mucha más que un simple gobernante o un gobernante afortunado dentro de un régimen establecido. Fue el forjador del régimen, bajo el cual gobernaron después de él, primero una serie de Presidentes y luego los partidos, o mejor dicho la oligarquía que los manejan. En este sentido tuvo Gandarilias más razón de la que él mismo pensó, al decir de Portales que “desdeña el gobierno, porque prefiere mandar a los que mandan”. Lo notable es que siguió mandando después de muerto.

Se dado en llamar régimen portaliano al instaurado por Portales. Se lo califica como república autocrática o autoritaria, en razón del gobierno fuerte, o de república pelucona y oligarquías, en razón de la minoría ilustrada que lo sostiene En rigor, no es sino una república ilustrada, que como ya advirtió Alberto Edwards restaura la monarquía ilustrada bajo una nueva forma, la republicana autoritaria. Lo que hizo escrihe Edwards— fue “restaurar material y moralmente la monarquía, no en su principio dinástico, que ello hubiera sido ridículo o imposible, sino en sus fundamentos espirituales como fuerza conservadora del orden y de las instituciones”. A su juicio “No existe en América ejemplo de una restauración más completa de todo lo que podía ser restaurado después de 1810”.El arte de gobernar

Pero más bien que ocuparnos del régimen fijémonos en el gobierno mismo. Portales cifra el arte de gobernar en la distinción entre buenas y malos y muestra tener un agudo sentido del estado de excepción, dos aspectos a los que la teoría política europea v a prestar atención por la década de 1930.

Para Portales “el gran secreto de gobernar bien está sólo en saber distinguir el bueno del malo, para premiar al uno y dar garrote al otro. Tales son los medios concretos de enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes”. Por eso le indignaban los indultos, en especial a los subversivos. Su Llegada al poder marcó un vuelco al respecto “Convencido por la experiencia, se ha propuesto el gobierno desterrar este sistema de condescendencias injustas, de criminales disimulos, de consideraciones indebidas que han confundido al bueno como al mal ciudadano, al militar inepto e insubordinado con el apto y buen servidor, y que, en fin, desquiciaron (puede decirse así) la sociedad y aflojando todos los vínculos que la sostienen”.

La razón es evidente: “Todo lo que huele a paños calientes y a confundir el bueno con el malo sólo puede servir para nuestra perdición”. “El peor mal que encuentro yo en no apalear al malo es que los hombres se apuran poco por ser buenos, porque lo mismo sacan de serlo como ser malos”.

Huelga advertir que no estamos aquí ante una distinción moral, sino política, eminentemente práctica y, por tanto, vital para un gobernante, entre amigos y enemigos d régimen instituida. Con palabras suyas, los buenos son “los hombres de orden“, “los hombres de conocido buen juicio, notorio amor al poder y de las mejores intenciones”. En cambio los malos son “los enemigos del orden, de la verdad, de la honradez y de la decencia”, en suma, de todo lo que es respetable. A quienes no comparten las miras del bien público del gobierno, los llama Portales, humorísticamente pero agudamente malos, es decir potencialmente facciosos (subversivos), en contraposición a los buenos o gente de orden.Legalidad y estado de excepción

Ligado a lo anterior, está su sentido de la legalidad que dista mucho de ese legalismo —la ley por la ley, sin atender a su contenido—, que se impuso después y pervive todavía en nuestros jueces y abonados. Portales rememora con nostalgia la época de su juventud, los años de 1806 a 1811, en que “ la Real Audiencia en víspera de nuestra emancipación fue presidida por un señor Ballesteros y vimos la horca en continuo uso: el carácter de este funcionario, incapaz de capitular con el crimen, dio mérito al dicho vulgar que hasta hace poco tiempo se con entre la última clase: no hay rebaja con el se Ballesteros”. Esta fue también la regla de conducta de Portales: “en los destinos que me he visto en la necesidad de servir, he procurado con el ejemplo, el consejo y con cuanto ha estado a mi alcance, devolver a las leyes el vigor que habían perdido casi del todo, conciliarles el respeto e inspirar un odio santo a sus transgresiones, que trajeron tantas desgracias a la República y que nunca podían cometerse sin iguales resultados”.

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Ahora bien, este respeto a la ley más que legalismo recuerda a la suspensión de la ley injusta del derecho indiano (“se obedece, pero no se cumple”). Para Portales la ley no es un fin. Es un medio, muy respetable, pero no intocable. Por eso es capaz de distinguir entre las circunstancias normales, en las que, por cierto, deben observarse las leyes y las situaciones de excepción, en las que cabe la posibilidad de apartarse de ellas. si lo repite en múltiples ocasiones: ‘Yo he estado y estoy muy lejos de querer medidas violentas, soy muy decidido por los trámites legales cuando las circunstancias lo permiten”. De más está decir que la frase clave es la final. Lo mismo vale para este exabrupto en relación a la recién dictada Constitución de 1833: “De mi sé decirle que, con ley o sin ella, esa se que llaman la Constitución hay que violarla, cuando las circunstancias son extremas... “.

En una palabra, lo que Portales no puede tolerar, en ningún caso, es que se atropelle una ley o la Constitución sin motivo suficiente. Máxime si quien sienta tal precedente es el gobierno. Por eso reacciona violentamente ante “una abierta infracción del Código fundamental que acaba de jurarse, infracción que no podía di simularse, , ni por la necesidad, ni por lo grande o lo útil de su objeto”. En otra ocasión, un nombramiento hecho por el Presidente en forma inconstitucional -sin refrendo ministerial— motivó su renuncia. Pero su reacción no se debe a la infracción misma, sino al hecho de que sea del todo innecesaria, ya que, según él mismo hace ver: “el Presidente pudo haber cumplido sus deseos. nombrando otro Ministro” que autorizara el nombramiento.

Sin embargo, lo más notable es otra cosa. Como ley y Constitución no son sinónimos de derecho, Portales entiende que en los casos en los que cabe apartarse de ellas, el gobierno permanece sujeto al derecho y a la moral. Según él, la marcha del gobierno ha de ser en todo momento “firme y justificada”. “Cuando se anda siempre por el camino recto sin desvío alguno, nadie se atreve a quejarse y cuando no, todos se alarman poniendo al gobierno por delante ejemplos a cuya vista no tiene más que callar y perder, con este silencio, el prestigio y el poder de hacer el bien”. De ahí que, sostenga que, llegado el caso de excepción: “la ley la hace uno procediendo con honradez y sin espíritu de favor”. Es decir, suspendida la ley positiva, quedan en pie el derecho y la moral a los que debe atenerse el gobernante, si no quiere actuar como un tirano. Bernardino Bravo LiraEL UNO Y EL OTRO (de José Joaquín de Mora, publicado en "El Trompeta", abril de 1831).

El uno subió al podercon la intriga y la maldad;El otro sin saber cómo,lo sentaron donde está.

El uno cubileteay el otro firma no más;el uno se llama Diego,y el otro José Tomás.

El uno hace los pastelescon su pimienta y su sal;el otro hasta en los rebuznostiene cierta gravedad.

El uno es barbilampiño,pero el otro es mustafá;el uno se llama Diego,y el otro José Tomás.

El uno tiene, en la bolsa, reducido su caudal; y el otro tiene unas vacas, y un grandísimo sandial.

El uno saldrá a galopey el otro se quedará;el uno se llama Diegoy el otro José Tomás.

El uno es sutil y flacoque parece hilo de olán;el otro con su barrigatiene algo de monacal.

El uno especula en grande,el otro cobra el mensual;el uno se llama Diego,y el otro José Tomás.

De uno y otro nos reiremosantes que llegue San Juan;uno y otro en aquel tiemposabe Dios donde estarán.

Quitándonos el sombrero,gritaremos a la par:felices noches don Diego,abur don José Tomás

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EXTRACTO DE LA CONSTITUCION DE 1833 El Presidente de la RepúblicaPor cuanto la Gran Convención ha sancionado y decretado la siguiente reforma de la Constitución Política de Chile, promulgada en 1828, que ha jurado el Congreso Nacional, en los términos siguientes:En el nombre de Dios Todopoderoso, Creador y Supremo Legislador del Universo.

La Gran Convención de Chile llamada por la Ley del 1 de octubre de 1831 a reformar o adicionar la Constitución Política de la Nación promulgada en 8 de Agosto de 1828, después de haber examinado este Código, y adoptado de sus instituciones las que ha creído convenientes para la prosperidad y buena administración del Estado, modificando y suprimiendo otras, y añadiendo las que ha juzgado asimismo oportunas para promover tan importante fin, decreta: que quedando sin efecto todas las disposiciones allí contenidas, sólo la siguiente es la:Constitución Política de la República de Chile.Art.5 La religión de la República de Chile es la Católica, Apostólica, Romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra.Art.8 Son ciudadanos activos con derecho a sufragio: Los chilenos que habiendo cumplido 25 años si son solteros y 21 sin son casados y sabiendo leer y escribir tengan alguno de los siguientes requisitos:1.— Una propiedad inmueble, o del capital, se fijará para cada provincia de diez en diez años por una Ley especial.2.— El ejercicio de una industria o arte, el goce de algún empleo, renta o usufructo, cuyos emolumentos o productos guardan proporción con la propiedad inmueble, o capital de que se hable en el número anterior.Art.18 La Cámara de Diputados se compone de miembros elegidos por los departamentos en votación directa y en la forma que determine la Ley de elecciones.Art.25 Los senadores son elegidos por electores especiales, que se nombran por departamentos en número triple del de diputados al Congreso que corresponde a cada uno y en la forma que prevendrá la Ley de elecciones.Art.36 Son atribuciones exclusivas del Congreso:1.— Aprobar o reprobar anualmente la cuenta de la inversión de los fondos destinados para los gastos de la administración pública que debe presentar el Gobierno.2.— Autorizar al Presidente de la República para que use de facultades extraordinarias, debiendo siempre señalarse expresamente las facultades que se le conceden, y fijar determinado plazo a la duración de esta ley 5.— Hacer el escrutinio y rectificar la elección de Presidente de la República, conforme a los artículos 67 68 — 69 — 70 — 71- 72 y 73.art.38 Son atribuciones exclusivas la Cámara de Diputados:2.— Acusar ante el Senado, cuando hallare por conveniente hacer efectiva la responsabilidad de los siguientes funcionarios:los Ministros del Despacho, y a los consejeros de Estado en la forma, y por los crímenes señalados en los artículos 92 — 93 - 94 — 95 — 96 — 97 y 107.A los Generales del Ejército o Armada por haber comprometido gravemente la seguridad y el honor de la nación; y en la misma forma que a los Ministros del Despacho y consejero de Estado..Art. 39 Son atribuciones de la Cámara de Senadores:

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2.— Juzgar a los funcionarios que acusare la Cámara de Diputados con arreglo a lo prevenido en los artículos 38 y 98.4.— Prestar o negar su consentimiento a los actos del Gobierno en los casos que la Constitución lo requiera.Art. 44 Si el Presidente de la República desaprueba el proyecto de Ley, lo devolverá a l Cámara de su origen, haciendo las observaciones dentro del término de quince días.Art. 45 Si el Presidente de la República devolviere el proyecto de Ley desechándolo en el todo, se tendrá, por no propuesto. Ni se podrá proponer en la sesión de aquel año.Art. 46 Si el Presidente de la República devolviere el proyecto de Ley, corrigiéndolo o modificándolo, se considerará en una y otra Cámara, y si por ambas resultare aprobado, según ha sido remitido por el Presidente de la República, tendrá fuerza de Ley, y se devolverá para su promulgación.Si no fueren aprobadas en ambas Cámaras las modificaciones y correcciones, se tendrá como no propuesto, ni se podrá proponer en la sesión de aquel añoArt.47 Sí en alguna de las sesiones de los años siguientes se propusiese nuevamente, y aprobare por ambas Cámaras el mismo proyecto de Ley, y pasado al Presidente de la República, lo devolviere desechándolo en el todo, las Cámaras volverán a tomarlo en consideración, y tendrá fuerza de Ley, si cada una de ellas lo aprobare por una mayoría de las dos terceras partes de los miembros presentes. Lo mismo sucederá si el Presidente lo devolviere modificándolo o corrigiéndolo, y si cada Cámara lo aprobare sin estas modificaciones o correcciones por las mismas terceras partes de sus miembros presentes.Art 59 Un ciudadano con el título de Presidente de la República de Chile administra el Estado, y es el Jefe Supremo de la nación.Art. 61 Las funciones del Presidente de la República durarán cinco a y podrá ser reelegido para el período siguiente:Art.81 El Presidente de la República está confiada la administración y gobierno del Estado y su autoridad se entiende en todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el interior, y la seguridad exterior de la República, guardando y haciendo guardar la Constitución y las leyes.Art.82 Son atribuciones especiales del Presidente:1.— Concurrir a la formación de las leyes con arreglo a la Constitución, sancionarlas y promulgarlas.2.— Expedir los decretos, reglamentos e instrucciones que crea convenientes para la ejecución de las Leyes.4.— Prorrogar las sesiones extraordinarias del Congreso hasta cincuenta días:5.— Convocarlos a sesiones extraordinarias con acuerdo del Consejo de Estado:6.— Nombrar y remover a su voluntad a los Ministros del Despacho y oficiales de sus secretarías, a los consejeros de estado, a los Ministros diplomáticos, a los cónsules y demás agentes exteriores, y a los intendentes de provincia y gobernadores de plaza.7.— Nombrar los magistrados de los Tribunales superiores de Justicia, y los jueces letrados de primera instancia a propuesta del Consejo de Estado, conforme a la parte 2 del art. 104.9.— Proveer los demás empleos civiles y militares procediendo con acuerdo del Senado, y en receso de este, con el de la Comisión Conservadora, para conferir los empleos o grados de coroneles, capitanes de navío y demás oficiales superiores del Ejército y Armada. En el campo de batalla podrá conferir estos empleos militares superiores por si solo.13.— Ejercer las funciones del patronato respecto de las iglesias, beneficios personales y eclesiásticas, con arreglo a las leyes.16.— Disponer de la fuerza de mar y tierra, organizarla y distribuirla, según lo hallare por conveniente.20.— Declarar en estado de sitio un o varios puntos de la República en caso de ataque exterior, con acuerdo del Consejo de Estado y por un determinado tiempo.

En caso de conmoción interior, la declaración de hallarse uno o varios puntos en estado de sitio, corresponde al Congreso; pero sí éste no se hallare reunido, puede el Presidente hacerla con acuerdo del Consejo de Estado, por un determinado tiempo. Si a la reunión del Congreso no hubiere expirado el término señalado la declaración que ha hecho el Presidente de la República, se tendrá por una proposición de Ley.Art. 143 Todo individuo que se hallare preso o detenido ilegalmente por haberse faltado a lo dispuesto en los artículos 135 — 137 — 139, podrá ocurrir por sí o cualquiera a su nombre a la legislatura que señale la Ley, reclamando se guarden las formas legales.Instruida de los antecedentes hará que se reparen los defectos legales y pondrá a disposición del juez competente, procediendo en todo breve y sumariamente, corrigiendo de por sí o dando cuenta a quien

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corresponda corregir los abusos.Art.153 La Educación pública es una atención preferente del Gobierno. El Congreso formará un plan general de educación nacional; y el Ministro del Despacho respectivo le dará cuenta anualmente del estado de ella en toda la República.Art.l54 Habrá una superintendencia de educación pública, a cuyo cargo estará la inspección de la de enseñanza nacional, y su dirección bajo la autoridad del Gobierno.Art.16l Declarado algún punto de la República en estado de sitio, se suspende el imperio de la Constitución en el territorio comprendido en la declaración; pero durante esta suspensión en el caso que se usase el Presidente de la República de facultades extraordinarias especiales, concedidas por el Congreso, no podrá la autoridad pública condenar por sí ni aplicar penas. Las medidas que tomare en estos casos contra las personas, no pueden exceder de un arresto o traslación a cualquier punto de la República;Art.l62 Las vinculaciones de cualquiera clase que sean, tanto las establecidas hasta aquí como en las que adelante se establecieran, no impiden la libre enajenación de las propiedades sobre que descansan, asegurándose a los sucesores llamados por la respectiva institución el valor de las que se enajenaren. Una Ley particular arreglará el modo de hacer efectiva esta disposición.Por tanto, mando a todos los habitantes de la República tengan y guarden la Constitución inserta en la ley fundamental; y asimismo ordeno a las autoridades, bien sean civiles, militares o eclesiásticas, que la guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar en todas sus partes, imprimiéndose, publicándose y circulándose. Dado en la Sala principal de mi Despacho, en Santiago de Chile, a veinticinco de mayo de mil ochocientos treinta y tres.— Joaquín Prieto, Presidente de la República - Joaquín Tocornal, Ministro de Estado en los Departamentos del Interior y Relaciones Exteriores — Manuel Rengifo, Ministro de Estado en el Departamento de Hacienda — Ramón de la Cavareda, Ministro de Estado en los Departamentos de Guerra y Marina.

GOBIERNO DE MANUEL MONTT TORRES (1851 – 56 y 1856 – 61)

Nació en 1809. Muy niño quedó huérfano y pobre. Estudió en el Instituto Nacional, de donde salió con el título de abogado. Fue inspector y rector de dicha institución. Paralelamente fue elegido diputado (1834) por el Partido Pelucón (o Conservador). Subsecretario del Interior durante el segundo gobierno de Portales, contribuyó a sofocar el motín que causó la muerte del ministro. Ministro de la Corte Suprema, fue elegido

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Presidente de esta institución en 1841. Ministro de Bulnes, en 1851 fue elegido Presidente de la República y reelegido en 1856. Fue el primer jefe de Estado no militar después de 1811. Su hijo Pedro también sería elegido Presidente en 1906.

Al asumir en septiembre de 1851 debió enfrentar la revolución de igualitarios y liberales en la Serena y en Concepción. La de la Serena estaba encabezada por José Miguel Carrera Fontecilla, y que se diluiría por sí sola por falta de liderazgo y la anarquía de los responsables. La de Concepción estaba encabezada por el general José María de la Cruz, y que obligó a Montt a enviar al general y ex – presidente Manuel Bulnes al mando de 3.700 soldados, los que batieron a las fuerzas crucistas (3.500 hombres) en la batalla de Loncomilla (8 de diciembre de 1851), conflicto que terminó con la Capitulación de Purapel. Esta corta guerra civil tuvo un último episodio en la colonia penal de Punta Arenas, donde la guarnición, al mando del teniente Miguel José Cambiaso, se amotinó y tomó posesión en forma violenta y con gran crueldad del poblado, pero sus propios seguidores sofocaron finalmente el motín y entregaron a Cambiazo a las autoridades, siendo ejecutado en 1852.

Esta revolución fue una protesta armada en contra del sistema autoritario en que se legalizaba una semi-dictadura monopolizada por el partido de gobierno, pero también fue un último intento de equilibrar el poder político de las provincias (especialmente Concepción)con Santiago.

PROGRESO ECONÓMICO Y MATERIAL

Restablecida la tranquilidad el país retomó su senda de desarrollo iniciada en la década de los años 30.

Siendo la actividad agrícola y ganadera tan importante para el desarrollo del país, se decidió crear una institución destinada a fomentarla. En 1855 el Estado creó la Caja de Crédito Hipotecario destinado para conceder préstamos a los agricultores con intereses razonables y formas de pago a largo plazo. Hasta ese momento, las únicas fuentes de financiamiento eran de parte de privados que facilitaban préstamos con intereses usurarios, lo que desalentaba cualquier inversión. Como forma de asegurarle fondo a esta Caja, en 1861 el Estado creó la Caja de Ahorros, la que recibía el ahorro de particulares, los cuales eran facilitados a la Caja de Crédito.

A la sombra de la creación de la Caja de Crédito comenzarán a surgir en Chile y por iniciativa de privados, los primeros Bancos comerciales. Estos bancos no solamente otorgarán créditos hipotecarios sino también emitirán papel moneda (hasta ese momento sólo existía la circulación de monedas de oro y de plata, lo cual limitaba el circulante y encarecía el valor del dinero debido a su escasez). El primer Banco que se creó en Chile fue el Banco de Valparaíso (1855), lo cual se debía a que dicha ciudad era la capital económica de Chile. En 1856 se creó el Banco Ossa, el que empezó a emitir informalmente los primeros billetes, lo que obligó a dictar normas legales, para que las demás instituciones pudiesen hacerlo formalmente, siendo el primero en hacerlo el Banco de Valparaíso. Los numerosos bancos que surgirían a partir de ese momento podrían emitir sus propios billetes intercambiables por monedas de oro y de plata (el Banco Central se crearía 70 años después). Pero, debido al desorden que se produjo al no haber ningún control de emisión, se debió dictar lo que fue la primera Ley General de Bancos (1860).

Otras medidas destinadas a fomentar el desarrollo agropecuario fue la eliminación de un impuesto que afectaba desde el siglo XVI sólo a los propietarios agrícolas, el diezmo, el que era utilizado por el Estado para sostener los gastos de la Iglesia Católica (por existir según la Constitución, religión oficial, el Estado debía financiar a la Iglesia). También en 1853 fueron abolidos los mayorazgos, lo que permitió que estos grandes poseedores de tierra (abandonadas en su mayor parte), pudiesen venderlas a personas interesadas.

El gobierno de Montt se vio beneficiado por un período de gran prosperidad económica mundial y que duraría entre 1848 y 1856. Ello se tradujo en mejores precios para los productos que Chile exportaba (agropecuarios y mineros). Así, la minería de la plata de la zona de Copiapó, con los yacimientos de Chañarcillo (desde 1832) y de Tres Puntas (desde 1848) seguían su fuerte auge, beneficiando al país con los impuestos de exportación y con las inversiones de los ricos mineros en el Comercio, en los Bancos, en la construcción de sus mansiones, en obras de regadío y en la Agricultura. Otra actividad minera que se comienza a desarrollar fuertemente la de la producción de cobre, gracias al yacimiento de Tamaya, cerca de Coquimbo, propiedad del empresario José Tomás Urmeneta. También se mantiene la actividad carbonífera en el Golfo de Arauco, gracias a los yacimientos pertenecientes a don Matías Cousiño (Lota, Lirquén, Coronel).

También fue importante la aparición de un nuevo mercado agrícola (especialmente triguero), el de Australia, el que surge en 1855 por las mismas razones por el que había surgido el de California (a partir

de 1848): el descubrimiento de oro y la masiva llegada de gente proveniente de todo el mundo a explotarlo. Estos dos mercados –con altos precios, especialmente para el trigo y la harina- estimularon la producción y la inversión en las tierras, especialmente por parte de los nuevos ricos empresarios mineros. Muchos adquieren créditos en los nuevos Bancos o en la Caja de Crédito Hipotecario para arrendar tierras y trabajarlas con vistas a este jugoso negocio de exportación.La mayor cantidad de recursos con que contaba el Estado gracias a este “boom” económico permitió realizar numerosas obras públicas. Así, en 1851 se formaba una empresa mixta (particular – estatal) para la construcción de un ferrocarril que uniera Santiago con Valparaíso. Los estudios los realizaron los norteamericanos William Wheelwright (el mismo del ferrocarril de Copiapó) y Henry Meiggs. La inexperiencia prolongaría los trabajos hasta 1863. Otra empresa mixta iniciaría en

1856 la construcción del ferrocarril al sur, llegando a fines del decenio de Montt hasta Requinoa (cerca de

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William Wheelwright

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Rancagua). Las autoridades de la segunda mitad del siglo XIX y de principios del siglo XX verían en el Ferrocarril una palanca de desarrollo, por cuanto permitiría ir desarrollando el comercio, la actividad agropecuaria y forestal, el crecimiento poblacional hacia el sur. Junto con ellos se construyeron o mejoraron los caminos existentes.

Santiago se vería beneficiada con la concesión otorgada por el Estado a una empresa para que instalara en el centro de la ciudad iluminación con gas de hidrógeno. También se puso en servicio el primer sistema de transporte público, con los llamados “carros de sangre” y que corrían desde la actual Casa Central de la Universidad de Chile hasta la Estación Central. En 1857 se construye el Teatro Municipal, en los terrenos donde antiguamente funcionara la Real Universidad de San Felipe.

Se instalan los primeros telégrafos para hacer más rápidas las comunicaciones. W. Wheelwright organizó una sociedad que tendió la línea entre Santiago y Valparaíso (1852) y otra entre Santiago y Talca.

Se construyó la actual Penitenciaría de Santiago (ubicada en calle Pedro Montt).En Valparaíso, y por iniciativa de particulares, se creó el primer cuerpo de bomberos que hubo en

Chile.Se continuó con la colonización de la zona sur con alemanes. Los primeros alemanes comenzaron a

llegar en 1846 a (La Unión), luego –hacia-1850- un segundo grupo y que se instalaron en Valdivia. Hacia 1853 los nuevos colonos llegan a Melipulli (actual Puerto Montt) y se internan en el territorio, dando origen a diversos poblados tales como Puerto Varas, Puerto Octay, Frutillar, La Unión y Río Bueno. Se calcula que entre 1848 y 1875 llegaron aproximadamente 4.500 colonos alemanes, quienes desarrollarían la agricultura, la ganadería, el comercio y la industria (cerveza, cecinas, vidrio, etc) en un territorio hasta esa época abandonado.

DESARROLLO CULTURAL

Siguiendo por el camino de sus antecesores, el Presidente Montt mantendrá las políticas de desarrollo educacional. Así, para hacer frente al desarrollo de la educación femenina, se fundó la Escuela Nacional de Preceptoras (confiado a las monjas del Sagrado Corazón de Jesús). Funcionaba a manera de internado.

En 1860 se aprobó la Ley Orgánica de Instrucción Primaria por la cual se establece la gratuidad absoluta de la educación primaria para quienes no pudieran pagarla, pero no tocó el tema de la obligatoriedad. Se siguen creando nuevas escuelas primarias. En 1852 existían 553 establecimientos, que acogían 23.000 alumnos. En 1860 ya habían 950, con 40.000 alumnos.

Con respecto a la Educación Secundaria, esta aun se desarrollaba lentamente por falta de profesores idóneos y de material didáctico y de textos. Aun así se crearán numerosos establecimientos secundarios a lo largo del país, tratando de que al menos existiera un Liceo en cada capital de provincia. En 1854 había 43 Liceos estatales en el país. En 1861 ya había 63.

Pero también la Educación privada hará su aporte, sobre todo con la llegada de órdenes religiosas. En 1843 volvían los jesuitas a Chile y ya en 1856 fundaban el Colegio de San Ignacio. Los Padres Franceses fundaban el Colegio de los Sagrados Corazones. Ambos colegios ejercerán gran influencia en las nuevas generaciones en la defensa de la causa católica en el combate que deberán emprender contra el creciente laicismo e incredulidad que se desarrollará en la segunda mitad del siglo XIX, en especial con la fuerte influencia de la Masonería, la que aparece oficialmente en Chile en 1850.

Pero no sólo se desarrollará la educación privada católica. Así por ejemplo, en 1860 se creaba en Valparaíso la Escuela Popular de Valparaíso, destinado a los hijos de la comunidad protestante. También en Valparaíso, el año 1857 se creaba el Colegio Mac Kay, destinado a los hijos de los inmigrantes ingleses avecindados en el puerto.

A pesar de estos avances en Educación, que implicaban que el Estado destinara el 7% del Presupuesto en esta área el analfabetismo era de un 86%.

EL MOVIMIENTO INTELECTUAL

A partir de esta época comienzan a notarse los resultados del movimiento literario de 1842. Dentro del círculo de jóvenes liberales y seguidores del Romanticismo aparece el fundador de la novela en Chile, Alberto Blest Gana, que se hará famosos por obras tales como “Martin Rivas”, “El Ideal de un Calavera”, “Durante la Reconquista”, “El Loco Estero”, etc. A su vez, su hermano Guillermo destacará dentro del campo de la poesía.

Pero sin duda la inclinación de los jóvenes liberales fue la Historia, los cuales –después de las revoluciones liberales de 1848- querrán convertirla en un arma política. Los historiadores que surgen en esta época tomarán como tema importante el de la Independencia de Chile, buscando explicar las razones que llevaron a este episodio. Con acontecimientos aun frescos en la memoria de muchos y habiendo sufrido sus familias la persecución de las autoridades de la época, es clara su antipatía contra España. Como hombres de pensamiento liberal demostrarán su inquina contra la monarquía absoluta y la Iglesia, lo que les valió la crítica conservadora por esto último. También pondrán énfasis en los personajes involucrados y se les considerará decisivos en los acontecimientos, muy propio del individualismo liberal. Entre los historiadores más importantes figuran:

Miguel Luis Amunátegui, con sus obras “Descubrimiento y Conquista de Chile”, “La Dictadura de O’Higgins”, “Los Precursores de la Independencia de Chile””La Crónica de 1810”.

Diego Barros Arana, “Vicente Benavides y las Campañas del Sur” e “Historia de la Independencia de Chile”. En años posteriores comenzará a escribir su magna obra, “La Historia General de Chile”, de 16

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volúmenes y publicada entre 1884 y 1902. En esta obra se toma como base la leyenda negra sobre el papel de España y de la Iglesia en nuestra Historia. Barros Arana era masón.

Benjamín Vicuña Mackenna, intelectual y político liberal, involucrado en las intentonas liberales de 1851 y de 1859 que lo llevaron a prisión y al destierro. Sus principales obras fueron biografías: “ El Ostracismo de los Carrera”, “Vida de O’Higgins” y “Don Diego Portales”.

Entre las Ciencias, una que recibió un gran impulso fue la Astronomía, cuando el gobierno decidió comprarle las instalaciones e instrumental que había colocado un norteamericano, James Gillis, en 1848 en el Cerro Santa Lucía, y se creó el Observatorio Astronómico (1852), que fue confiado al alemán Carl Moesta.

El estudio de las Ciencias Naturales quedó a cargo del alemán Rodulfo Armand Philippi, quien reemplazó al francés Claudio Gay en el Museo de Historia Natural, además de recibir el encargo de crear un Jardín Botánico.

El polaco Ignacio Domeyko, avecindado en Chile desde 1837, se hizo cargo de la Escuela de Minas de Copiapó, fundada por el gobierno en 1857.

En Economía, destaca la llegada en 1855 del francés Juan Gustavo Courcelle Senouil, contratado por el gobierno como asesor del Ministerio de Hacienda, y que además iniciará en Chile la enseñanza de la Economía como ciencia con sus clases en la Universidad de Chile.

En esta década se inicia la publicación de los primeros mapas de la Orografía (Relieve) de Chile, obra del francés Pedro Amado Pissis, quien había sido contratado en 1848 para hacer un estudio de la orografía y topografía del país.

Por último, en 1857 comenzó a regir el Código Civil, obra de don Andrés Bello y que está basado en los principios del Derecho Romano, el Código de Napoleón y en las antiguas leyes españolas, todo ello adaptado al estado social y económico de la época. Esta obra –con algunos cambios para irlo adecuando a las distintas épocas- rige hasta el día de hoy.

EVOLUCIÓN SOCIAL A MEDIADOS DEL SIGLO

La sociedad había sufrido desde 1810 hasta este período una gradual evolución, fruto del mayor desarrollo educacional y de la riqueza del país. Hacia 1810, la vida política, social, económica y cultural estaba monopolizada por la aristocracia terrateniente castellano - vasca. Por ser una sociedad agraria, la base de todo poder estaba en la posesión de tierras. Dicha aristocracia estaba compuesta por un grupo cerrado, unido por lazos familiares. El poder de cada familia dependía de la cantidad de tierras que poseyera. Es un grupo que desdeñaba las actividades manuales y especulativas (industria, minería, finanzas). Incluso sus tierras estaban casi abandonadas. En términos generales viven en forma bastante sobria, sin gran ostentación. La mayoría estaba vinculada a la Iglesia Católica y al Partido Pelucón o Conservador.

El desarrollo del comercio posterior al período de Independencia y de la Anarquía fue haciendo surgir fortunas entre personas no ligadas a la aristocracia. Posteriormente, con el desarrollo minero se agrega nuevas fortunas, agregándose los que se enriquecieron con la actividad financiera (Bancos). Estas actividades generaban mayor riqueza que las actividades agrícolas, lo que hizo que la aristocracia tradicional fuese perdiendo poder e influencia. Estos nuevos ricos (o gran burguesía) fueron ocupando ese espacio (los Gallo, los Ross, los Subercaseaux, los Cousiño, los Urmeneta, los Ossa, etc. Es una plutocracia que ha construido su fortuna con su propio esfuerzo y sacrificio y no por herencia. Son personas audaces, con gran sentido empresarial, que se desenvuelve ágilmente en el campo de los negocios y que invierten sus capitales en distintas actividades económicas, ya sea en el ámbito minero, financiero, comercial o agrícola. Son partidarios de modernizarlo todo, con ferrocarriles, maquinaria, etc. Sus valores son el individualismo, la tolerancia, la libertad de pensamiento, de opinión. Ya no adhieren al autoritarismo en lo político, sino que se inclinan a la existencia de un mayor control del Ejecutivo por parte del Congreso. Poco austeros, al igual que todo nuevo rico, gustan ostentar de lo que tienen. Se mandan a construir grandes mansiones en las ciudades, visten elegantemente y a la última moda venida del extranjero.

Esta gran burguesía sin embargo, no rechaza a la antigua aristocracia. Muy por el contrario, trata de asimilarse y para ser aceptado por ésta compran tierras y hacen ingresar a sus hijos a los mejores colegios de sociedad. De esa manera se van acercando socialmente a la aristocracia, lo que traerá como consecuencia alianzas a través de matrimonios. Como centro de su vida social los plutócratas tendrán al Club de la Unión, creado en 1860.

Otro grupo que también será integrado dentro de la sociedad es el de los intelectuales, cuyo número fue aumentando gracias al desarrollo de la educación gratuita impartida por el Estado. Este grupo adhiere a las nuevas ideas políticas y sociales liberales que llegan desde Europa. Se transforman en una especie de aristocracia del saber. De ahí surgen personajes como Lastarria, los hermanos Matta, Barros Arana, Amunátegui, etc, gente de origen de clase media, pero que alcanzarán gran figuración política, los que los llevó a ser integrado al grupo superior y se transformarán en los encargados de transmitir a la Sociedad los nuevos planteamientos liberales en lo político y en lo espiritual. Se trata de un grupo rebelde a los planteamientos y al control intelectual y moral de la Iglesia, son anticlericales o abiertamente anticatólicos. Dentro de este grupo social figuran personajes sin ninguna figuración social, pero que, gracias a la educación recibida, se transformarán en altos funcionarios de gobierno (como el mismo Presidente Montt y su ministro y hombre de confianza, Antonio Varas). Se les conoce como “hombres nuevos”

Por lo tanto el grupo social predominante en esta época ya no es un grupo homogéneo como en 1810, sino un grupo heterogéneo que debe su origen a la triple alianza de la aristocracia terrateniente tradicional, la aristocracia del dinero y de los negocios y la aristocracia del saber, siendo estos dos últimos grupos de una cada vez más marcada tendencia hacia las ideas liberales y reacia a la influencia de la Iglesia

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en la Sociedad. Será este grupo, numéricamente más amplio, el cual monopolizará la vida política, económica, social y cultural del país.

Debajo de este grupo encontramos una incipiente clase media que vive en las ciudades. Se trata de gente generalmente educada formada por empleados (públicos o de empresas privadas) de mediano o bajo rango, pequeños comerciantes, artesanos, educadores primarios, militares, etc. Se trata de gente sin fortuna ni rango social. Muchos de ellos aprovecharán el acceso a la educación pública para hacer carrera dentro de la administración pública, o ingresarán a la Universidad, generalmente a la abogacía, lo que les abrirá las puertas a las capas más altas.

Pero el grupo social más numeroso es el bajo pueblo (más 80% de la población), compuesto mayoritariamente por la gente que vive en el campo, sumidos en una gran miseria material y casi sin acceso a la Educación, la cual prácticamente sólo se desarrolla en las ciudades. Se trata de los peones agrícolas y de los inquilinos, o de los trabajadores de los yacimientos mineros, aún sumisos a sus patrones, en su mayor parte de origen mestizo.

Al sur del Biobío viven los mapuches, los cuales se mantienen aparte de la sociedad chilena y aún se les respeta su autonomía.

CRISIS ECONÓMICA (1858 – 1861)

Al período de prosperidad de la primera etapa de gobierno de Montt siguió luego una profunda crisis económica. La bonanza económica llevó a muchos a asumir créditos para invertir en distintos negocios (agricultura, minería, comercio). Sin embargo, una crisis económica internacional hacia 1857 vino a disminuir el valor de nuestras exportaciones, con el consiguiente impacto interno, a lo cual hay que agregar otros factores que van a echar por tierra esta excesiva confianza en el nuevo sistema crediticio recién surgido. Entre ellos se cuentan: La decadencia de las minas de plata de Chañarcillo, yacimientos que después de 25 años comienzan a mostrar claras señales de agotamiento, lo que constituyó no sólo una pérdida para quienes invirtieron grandes capitales en ese lugar, sino también para el estado que deja de percibir ingresos por conceptos de impuestos de exportación del mineral.

La pérdida de los mercados trigueros de California y Australia, lugares donde, al acabarse el oro, se convirtieron en grandes productores agrícolas por lo que dejaron de consumir trigo, harina y otros productos agrícolas provenientes de Chile, produciéndose una fuerte baja en los precios. Esto afectó y llevó a la ruina a muchos que se habían endeudado para arrendar y trabajar lotes de tierra pensando en las grandes ganancias que habían dejado dichas exportaciones.

Decadencia de Valparaíso. El puerto se había transformado desde la década de los 40 en el centro comercial más importante de la costa americana del Pacífico. Sin embargo ya a mediados de la década de 1850 comienza a sufrir la fuerte competencia del puerto del Callao (gracias a las exportaciones de guano) y de San Francisco, por la fiebre del oro primero, y luego como exportador agrícola.

Las pésimas cosechas de los años 1856 y 1857 por motivos climáticos (sequía)Crisis del circulante. El abundante oro descubierto en California y Australia hizo que el precio de

este metal bajara y subiera el precio de la plata (justo cuando comenzaban a agotarse las minas de Chañarcillo), por lo que las monedas metálicas que circulaba, valían más como metal que como moneda, lo que llevó a muchos a conseguir monedas para exportarlas, originando la escasez de circulante, especialmente para pequeñas transacciones.

La revolución y guerra civil de 1859, con todos los gastos y daños que genera un conflicto, además de la incertidumbre y parálisis económica que se genera.

Esta crisis se tradujo en la escasez de capitales para conceder créditos para el desarrollo comercial y financiero. Quienes habían cambiado sus monedas de plata en billetes corrieron masivamente a intercambiarlos nuevamente y se encontraron con que los Bancos no daban abasto. El gobierno, con la finalidad de salvar a los Bancos y empresas, decidió gastar el préstamo adquirido para la construcción de Ferrocarriles. Pero se produjo una ola de quiebras y ruina de mucha gente.

EVOLUCIÓN POLÍTICA

Rompimiento del Partido Conservador: “La Cuestión del Sacristán”

El primer mandato de Montt (1851 – 56) fue relativamente tranquilo. La oposición quedó descabezada después de la Revolución y guerra civil de 1851. Montt era firme partidario del autoritarismo portaliano, por lo que ante cualquier atisbo de intranquilidad política, el gobierno declaraba el Estado de Sitio, siempre apoyado por su jefe de gabinete, Antonio Varas. El fin del gobierno era la consolidación del orden. Los elementos más moderados entre los conservadores se sentían molestos por esta razón. Hubiesen querido una mano no tan fuerte al momento de controlar la vida política del país. También les molestaba la forma de seleccionar a los colaboradores en los cargos públicos, en que se mostraba mayor interés en la competencia que en las conexiones familiares o en el abolengo social. El mismo presidente debió sufrir el desprecio de la aristocracia por no ser de ese grupo (lo apodaban peyorativamente “el negro” o “el mestizo”, por su tez morena).

El gobierno además, se sentía fuerte, no sólo por su férreo control, sino también por la bonanza económica, lo que distraía la atención de los grupos más adinerados.

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Sin embargo, a pesar de la tranquilidad que reinó durante su primer mandato, ya se estaba incubando una situación, imperceptible e impensable en esos momentos, pero que estaba destinada a trastornar la situación política del país en los siguientes años del gobierno de Montt: el de las relaciones Iglesia – Estado. Al respecto, existían dos posturas frente al tema dentro del partido gobernante. Por un lado, los conservadores más recalcitrantes en materia religiosa (vinculados a la aristocracia tradicional terrateniente), defensores a ultranza de la influencia de la Iglesia en la Sociedad, partidarios de mantener el

fuero eclesiástico (es decir, que todas las causas civiles y criminales en que se vean envueltos los religiosos, caen sólo bajo la competencia de los jueces eclesiásticos y no de los tribunales civiles), el culto público exclusivo para la religión católica y hasta prohibir los cultos disidentes privados, el monopolio sobre el estado civil y constitución de la familia (registros parroquiales para nacimientos, matrimonio y defunciones), aspiraban al control de la prensa, el comercio de libros y la educación. Y, por supuesto, desconocían el Derecho de Patronato establecido por la Constitución. De más está decir, que este grupo contaba con el apoyo total del clero, tan así que el alma de este grupo era el arzobispo de Santiago (desde 1845) Rafael Valentín Valdivieso. A este grupo se le conocerá como ”Ultramontanos” o “clericalistas”(nombre que se daba en Europa a los fieles a la Roma católica y al Papa, en una época en que los liberales, encabezados por la Masonería, abogaban por la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad religiosa y el borrar toda influencia de la Iglesia en la Sociedad). Temen que, a futuro, el país pusiese estar regido por autoridades no católicas o anticatólicas, las que usarían el Patronato no para favorecer a la Iglesia sino para perjudicarla.

El otro grupo dentro de los conservadores son los llamados “Patronatistas” o “regalistas”, es decir aquellos que no concebían que la Iglesia fuera del todo independiente del Poder Temporal, debido al excesivo poder que tenía esta institución no sólo en el ámbito espiritual, sino por ejercer funciones propias del Estado, por lo que veían como esencial mantener el Derecho de Patronato. Como líder de este grupo aparece el jefe de gabinete de Montt, el ministro del Interior, Antonio Varas.

El primer atisbo de enfrentamiento se produjo cuando el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Lazcano (ultramontano) eligió a un sacerdote para dirigir el Instituto Nacional (principal liceo estatal del país), lo que no fue bien recibido por algunos. Montt cambió al ministro y puso a un patronatista. El disgusto de los ultramontanos aumentaba por la actitud permisiva del gobierno hacia las congregaciones extranjeras protestantes en Valparaíso o la eliminación del diezmo, lo que veían como señales de persecución contra la Iglesia por parte del gobierno.

Aun así, el gobierno de Montt parecía invulnerable. Los liberales estaban muy limitados y sin fuerza. En 1855 habían logrado elegir unos pocos diputados. En junio de 1856 el Presidente se presentó a la reelección sin competencia. Sin embargo, un hecho sin importancia ocurrido pocos meses antes (una simple cuestión disciplinaria interna de la Iglesia) vendría a complicar el hasta entonces tranquilo ambiente político y que pasará a la Historia como “la Cuestión del Sacristán”.

En enero de 1856 el sacristán (funcionario laico) de la Catedral de Santiago Pedro Santelices, fue despedido del servicio. Este apeló ante el cabildo tribunal eclesiástico el que lo encontró la razón. Sin embargo el arzobispo Valdivieso apoyó la decisión de expulsión. Dos de los sacerdotes miembros del Cabildo (Meneses y Solís) no aceptaron la resolución, por lo que fueron suspendidos, a raíz de lo cual ambos decidieron hacer uso del recurso de fuerza (facultad que otorgaba el Derecho de Patronato que consistía en la facultad que tenían los miembros del clero de recurrir a los tribunales ordinarios de justicia para apelar de las resoluciones de los tribunales eclesiásticos) y acudieron a la Corte Suprema, que les encontró la razón y ordenó restablecer a los dos sacerdotes y al sacristán. El arzobispo Valdivieso no reconoció ni esta decisión ni la competencia de un Poder del Estado (la Corte Suprema) en los asuntos de la Iglesia. Es decir, abiertamente rechazaba el Patronato. La Corte lo amenazó con el destierro si no obedecía.

A estas alturas ya todo el mundo político del país se encontraba conmocionado con el asunto y tomaban partido por uno u otro bando, los anti - patronatistas por el arzobispo, los regalistas, por el Sacristán y los dos sacerdotes, y por la resolución de la Corte Suprema.

El arzobispo decidió entonces apelar al Presidente Montt como Patrono Constitucional de la religión católica, pero éste manifestó que no podía influir sobre una resolución de la Justicia. De la conmoción pública que se había desatado trataron de aprovecharse los liberales, quienes se acercaron a los ultramontanos en contra de Montt. El gobierno, queriendo evitar que el conflicto siguiera escalando logró convencer los sacerdotes retiraran el recurso de fuerza y se sometieran al Arzobispo. Este a su vez los reintegró (noviembre de 1856).

Pero si el tema quedó resuelto a nivel eclesiástico, a nivel político va a generar la división del hasta entonces monolítico Partido Conservador en dos bandos:

Los ultramontanos del partido, que darán origen al Partido Conservador Intransigente, los cuales - a pesar de sus diferencias ideológicas con los opositores liberales, las que dejarán momentáneamente de lado- comenzaron a alinearse con éstos en contra del gobierno, en contra del autoritarismo presidencial, en contra de la intervención electoral, y a defender las libertades públicas (siempre que no fueran en contra del catolicismo). Este grupo estaba conformado por los propietarios agrícolas, algunos de los cuales se sentían afectados por la disolución de los mayorazgos. También por

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Rafael Valentín Valdivieso

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aquellos que veían signos de irreligiosidad en Montt y en Varas. Contarán con el apoyo del clero, herido por el patronatismo del Presidente.

Los fieles al gobierno, llamados montt – varistas y que darán origen al Partido Nacional. Asumen la defensa del autoritarismo portaliano y del Patronato. Su lema será “ libertad dentro del orden”. Este grupo estará apoyado por los plutócratas y por los “hombres nuevos”, es decir, por los más favorecidos por el gobierno de Montt.

De esta manera, los grupos partidarios de comenzar a debilitar el autoritarismo se fortalecían. Sostenían que el país estaba ya maduro para comenzar a hacer reformas que limitaran al Poder Ejecutivo y fortalecieran al Poder Legislativo.

Por su parte, los nacionales consideraban que el país aun no estaba preparado para la libertad plena debido a la ignorancia y escasez de cultura cívica por parte de la mayor parte de la población, por lo que el Ejecutivo debía seguir manteniendo la tutela sobre la Nación y los demás poderes del País.

Crisis y Guerra Civil de 1859

Pronto, hacia fines de 1857, el alineamiento opositor se concretizó en la llamada Fusión Liberal – Conservadora, que enfrentará con fuerza al gobierno de Montt y que se plantea como objetivo la reforma a la Constitución de 1833, la libertad electoral (elecciones sin intervencionismo electoral del gobierno), libertad de prensa, mayor autonomía para las municipalidades. En las elecciones parlamentarias de 1858, y pese a la fuerte intervención electoral del gobierno, los opositores obtuvieron 15 de los 72 escaños de la Cámara de Diputados, la mayor cifra de opositores lograda hasta esa fecha. Esa minoría hizo uso de todas las armas posibles en la Cámara. Pero también se desarrolló fuertemente la prensa de oposición y la realización de

continuas manifestaciones públicas opositoras. Una serie de incidentes que amenazaban al orden público llevó al gobierno a declarar Estado de Sitio, a arrestar a líderes de la oposición y a cerrar los diarios fusionistas (diciembre 1858).

Los opositores decidieron entonces buscar el derrocamiento del gobierno por la fuerza. Para tal efecto armaron revueltas en las principales ciudades del país, apoyadas de montoneras (generalmente campesinos reclutados entre los agricultores) para tomárselas (enero y febrero 1859). El gobierno contó con el apoyo total del Ejército, por lo que, estas revueltas fueron siendo sofocadas una a una. La guerra civil era ya un hecho, con excepción de la provincia de Atacama. Ahí, en la ciudad de Copiapó, los ricos mineros, capitaneados por Pedro León Gallo, se tomaron la ciudad y, con los trabajadores de las minas y con su propio dinero comenzaron a formar un ejército de unos 1.000 hombres. Con ellos León marchó hacia el sur para capturar la provincia de Coquimbo, capturando La Serena el 14 de marzo después de haber derrotado al ejército del gobierno en la batalla de Los Loros. El gobierno reclutó un ejército de 7.000 soldados, 3.000 de los cuales se embarcaron hacia el norte. Pedro León los esperó al sur de La Serena, en Cerro Grande, donde se produjo la batalla decisiva de esta guerra civil, siendo derrotados los opositores (29 de abril de 1859). El país volvía a la calma. Los cabecillas que no huyeron fueron enjuiciados. 31 de ellos fueron ejecutados y resto fueron exiliados.

Con una oposición debilitada y ya acercándose las elecciones presidenciales, quedaba claro que el candidato que impondría el gobierno para suceder a Montt sería Antonio Varas, cuyos antecedentes autoritarios eran de todos conocidos. También se mostraba partidario de la libertad religiosa lo cual ofendía a los conservadores. Los opositores se aprestaban nuevamente para resistir al gobierno, lo cual auguraba nuevos conflictos y divisiones, que podrían ser aplacados por la autoridad, pero que consolidarían el temor, la incertidumbre y la división entre los chilenos. Ante tan poco promisorio panorama, Antonio Varas optó patrióticamente por declinar su candidatura, pese a tener el triunfo casi asegurado (enero 1861).

Reunidos los jefes del Partido Nacional le ofrecieron la candidatura a José Joaquín Pérez Mascayano, un gobiernista moderado y que fue bien recibido por los opositores, siendo elegido Presidente por unanimidad, por su planteamiento querer implantar un “gobierno de todos para todos”.

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Pedro León Gallo

Antonio Varas

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GOBIERNO DE JOSE JOAQUÍN PÉREZ

Los comienzos:la fusión liberal – conservadora y el partido radical

José Joaquín Pérez era un hombre moderado, de espíritu conciliador y que se propuso ser garantía para todos los sectores políticos. Su primera intención era tratar de conciliar los espíritus, muy divididos después de la guerra civil de 1859. Para tal efecto se dictó una ley de amnistía.

Esta armonía con todos los sectores políticos se reflejó también en su primer gabinete, en el cual dio cabida a todos los partidos(nacional, liberal y conservador), maniobra que no fue bien entendida por su propio partido(el nacional) quien reclamó su derecho a tener el predominio. Como Pérez no aceptara, el partido nacional se retiró del gobierno y pasó a la oposición, uniéndose a algunos elementos liberales que se negaron a plegarse a la nueva alianza de gobierno, la llamada Fusión Liberal – Conservadora. Estos elementos liberales eran de ideas más avanzadas y se les conoció como “liberales rojos” o “radicales”. Sus líderes, Manuel Antonio Matta y Pedro León Gallo.

Los radicales tenían como base programática la realización de una reforma constitucional par disminuir el poder del Ejecutivo, laicizar la

educación, la separación de la Iglesia del Estado, la descentralización administrativa, la libertad electoral, el matrimonio civil, la secularización de los cementerios, etc. Los integrantes del nuevo partido provenían de la nueva clase surgida de mineros, comerciantes y empresarios financieros, todos de gran fortuna. Son de mentalidad laica y liberal, profundamente anticlericales, es decir contrarios a la intervención de la Iglesia en la vida pública. La mayoría de sus miembros pertenecían a la masonería, institución que se había establecido en Chile en 1850.

LA GUERRA CONTRA ESPAÑA (ver Fco. Frías Valenzuela pgs 319 – 324)

Principales obras materiales ocurridas bajo su gobierno

A pesar de que la guerra contra España consumió buena parte de los recursos fiscales, aun fue posible que el gobierno siguiera adelante con ciertas obras iniciadas en el gobierno anterior, especialmente buscando mejorar el sistema de transporte (pasajeros y productos) y de comunicaciones.- Extensión del telégrafo hasta Nacimiento, en la frontera con la Araucanía.- El Ferrocarril al sur ya se extiende hasta Curicó. También se construye un ramal hacia Llay Llay y San Felipe. También surgen en el Norte Chico algunas líneas férreas por iniciativa de empresarios mineros particulares.- Se mejoró el sistema de correos y se arreglaron o construyeron rutas camineras. También se aumentó la dotación de policías rurales para mayor resguardo de los caminos.- Se establece una línea de vapores entre Valparaíso e Inglaterra (Liverpool)- Se construyó un edificio para la Universidad de Chile (actual Casa Central), iniciado por el arquitecto francés Henaut y concluido por el chileno Fermín Vivaceta. El traslado de la Universidad se realizó en 1866.- Se realiza la 1ª Exposición Internacional (1869), a la cual asistieron 28 países con sus respectivos productos. Especialmente hubo muestras de maquinaria agrícola de todo tipo. El empleo de maquinaria agrícola que generó esta muestra ayudó a paliar la escasez de mano de obra producto de la construcción de diversas obras (ferrocarril, canales de regadío, caminos, residencias particulares, labores mineras en el norte, etc).- Surge – por iniciativa particular, como en Valparaíso- el primer Cuerpo de Bomberos de Santiago, ello debido a la fuerte impresión que causó el incendio de la Iglesia de la Compañía (de Jesús) el 8 de diciembre de 1863, en el que murieron cerca de dos mil asistentes.- Surgen instituciones de esparcimiento, al ya existente Club de la Unión (centro de reuniones sociales, políticas y de negocios de los personajes más acaudalados del país), se agregan el Club Hípico(1869),

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además de la construcción de numerosos grandes palacios para los hombres más ricos del país(el Palacio de la Alambra, de Ossa, el Palacio Urmeneta, el Palacio Cousiño, etc).- Se dictó un nuevo Código de Comercio (1867), el cual fue redactado por el argentino José Gabriel Ocampo y que liberaliza la actividad comercial, especialmente la marítima, terminando con el proteccionismo que regía para el comercio de cabotaje.- Se inicia la ocupación del territorio de la Araucanía. El asunto fue propuesto por el coronel Cornelio Saavedra (quien la encabezó) al Presidente Pérez para avanzar la frontera con los mapuches en forma progresiva. El motivo fue la urgencia por ocupar este territorio para impedir alguna intervención extranjero, ello, por la presencia de un aventurero francés – Orellie Antoine de Tounens - quien, conociendo el deseo de los mapuches de impedir el dominio de los blancos, se introdujo entre los indígenas, tanto mapuches como de la Patagonia, y consiguió que lo reconociesen como rey de la Araucanía y de la Patagonia, con la promesa de protección.

Enterados de la situación, el gobierno ordenó su detención y se le recluyó en la Casa de Orates, de donde fue liberado por petición del gobierno francés, siendo expulsado del país. (1862). Sin embargo, Orellie Antoine, después de conseguir alguna ayuda en su país (especialmente dinero y algunas armas) intentó nuevamente ingresar, esta vez por la Patagonia. Pero el gobierno chileno puso precio por su cabeza, por lo que optó por huir nuevamente a su país, desde donde inició una campaña para conseguir apoyo político y financiero para instalar en la Araucanía una monarquía bajo el protectorado de Francia.

El avance de las tropas del ejército chileno se hizo en forma pacífica hasta la línea del río Malleco(1862 – 1868). Para consolidar la ocupación se crearon algunos poblados tales como Lebu (1862) y Angol(1863), Mulchén y Cañete. Luego se procedió a subdividir los terrenos que no eran de las comunidades mapuches y se vendieron a colonos chilenos y extranjeros. Cuando se trató de avanzar hasta la línea del río Toltén, se inició una violenta reacción mapuche, encabezada por el cacique Quilapán. Los colonos establecidos en esos territorios debieron vivir durante esos años con el arma al brazo, siendo permanentemente hostilizados por los mapuches que intentaban recuperar lo perdido, obligando de paso a mantener al grueso del ejército en ese territorio.

En materia cultural:

La asunción de Diego Barros Arana como rector del principal liceo del país (el Instituto Nacional) marca el inicio de reformas educativas tendientes a modernizar los conocimientos impartidos. Para tal efecto

se incluyen en la enseñanza de los ramos científicos (química, zoología, botánica y geografía física). Su intención era prepara a los educandos en las nuevas concepciones evolucionistas y naturalistas vigentes por aquellos días, acerca del origen del Hombre y del Universo, a partir de las teorías de Darwin. Liberal y masón, Barros Arana quería contradecir la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre esos temas, basada en el Génesis.

Para hacer efectiva esta reforma, se impulsó la confección de textos de estudio y la formación de bibliotecas y laboratorios en los liceos del país. Estas intenciones de Barros Arana le ganaron la oposición enérgica de los elementos conservadores, que veían en esta política el inicio de la laicización de la educación (es decir, una educación neutra, sin contenido o influencia católica) y difusión de teorías anticristianas. La influencia de elementos de doctrina liberal en nuestra intelectualidad se manifestó también en el intento del escritor Benjamín Vicuña Mackenna por iniciar una campaña para suprimir la enseñanza obligatoria del latín en los colegios.

EVOLUCIÓN POLÍTICA

La Guerra contra España no interrumpió las luchas políticas internas. De hecho, no se aplicó ninguna medida extraordinaria durante el conflicto (como el estado de sitio)ni ninguna limitación de la libertad de prensa.

La influencia política del liberalismo va a provocar un cada vez más fuerte deseo por parte de la clase política por frenar el autoritarismo presidencial mediante reformas a la Constitución y para lograr la laicización de las instituciones. Al respecto, se inició un fuerte debate cuando los grupos liberales (liberales, nacionales y radicales) pretendieron reformar en el Congreso el artículo 5ª de la Constitución que hacía referencia a la confesionalidad católica del Estado chileno y que excluía el ejercicio público de cualquier otra religión. Si ello no se logró, fue por la oposición de los conservadores que impidió dar el quórum calificado para dicha reforma. Sin embargo, por mayoría simple, esa mayoría logró aprobar una ley interpretativa de este artículo que permitía a los disidentes practicar su culto dentro de recintos particulares, además de permitir la existencia de escuelas privadas donde pudiesen enseñar su religión.

En referencia a limitar el absolutismo presidencial, los elementos más reformistas de los grupos liberales, especialmente de sus juventudes, iniciaron una campaña para que se reformara la Constitución, surgiendo así el Club de la Reforma (1868), destacando entre ellos, José Tomás Urmeneta, José Manuel Balmaceda, Domingo Santa María, etc. A este grupo los une además, el combatir las aspiraciones presidenciales del candidato del gobierno, Federico Errázuriz Zañartu, que contaba con el apoyo de la fusión liberal – conservadora.

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Benjamín Vicuña Mackenna

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En las elecciones parlamentarias de 1869, y a raíz de la no intervención del gobierno en los resultados, los opositores liberales más extremos obtuvieron cerca 40 diputados, contra 59 de la fusión, lo cual demostraba una vez más el espíritu moderado del Presidente Pérez.

Gracias a esta inclusión de elementos liberales, fue posible llevar adelante la primera reforma a la Constitución: la que prohibía la reelección presidencial (1871). Sin embargo, y a raíz de la cercanía de las elecciones presidenciales, quedaron pendientes otras reformas, comprometiéndose el Congreso a llevarlas a cabo durante el siguiente gobierno.

En los últimos años de Pérez, los partidos habían comenzado a preocuparse por los candidatos a sucederlo. A diferencia de las veces anteriores, los candidatos surgirán a partir de la decisión grandes asambleas o Convenciones, a las cuales asistían delegados provenientes de todas las provincias.

Durante la Convención opositora radical – nacional y de liberales de oposición, se eligió como candidato al rico minero José Tomás Urmeneta. A su vez, una convención de la fusión liberal – conservadora proclamó como candidato a Federico Errázuriz.

Realizadas las elecciones, ganó el candidato de la fusión.

GOBIERNO DE FEDERICO ERRAZURIZ ZAÑARTU (1871 – 1876)

Rompimiento de la fusión liberal – conservadora

La mezcla de elementos liberales con elementos conservadores resultaba ser una suma demasiado heterogénea y artificial. Las diferencias doctrinarias

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José Tomás Urmeneta

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entre ambos partidos eran demasiado profundas como para mantener unida por mucho tiempo esta coalición. Así, mientras los conservadores eran partidarios de mantener el predominio católico en la sociedad y en sus instituciones, los liberales eran partidarios de laicizar las instituciones, es decir hacerlas neutra frente al tema religioso, apartándolas de la influencia de la Iglesia. Para los liberales, la creencia religiosa no es un asunto oficial de Estado, sino un tema exclusivamente privado de cada cual, que no debe influir en los demás y menos, en las instituciones.

Estas diferencias saldrán a relucir a poco tiempo de iniciado el gobierno de Errázuriz en dos temas muy sensibles para ambos grupos: el de los cementerios y matrimonios, y el de la educación. Mientras los liberales querían que los cementerios del Estado fueran laicos y en ellos se pudiese enterrar a cualquier persona sin importar su credo, los conservadores querían que se mantuviese el dominio que tenía sobre ellos la Iglesia, por lo que en ellos no podían ser enterrados los no católicos o quienes hubiese muerto estando públicamente en pecado, por ser tierra consagrada.

Con respecto a los matrimonios, los liberales querían poner fin a la validez legal del matrimonio católico (único válido ante la ley) y reemplazarlo por el matrimonio civil, dejando en libertad a los contrayentes para celebrar el religioso (sin validez legal). Los conservadores eran partidarios de mantener la validez legal del matrimonio católico, pudiendo los no católicos recurrir al matrimonio de disidentes.

Justamente en los inicios del gobierno de Errázuriz se produjeron dos hechos que vinieron a agitar y enturbiar las aguas, al salir a relucir estas diferencias entre los socio de gobierno. En el primer caso, falleció en Concepción un ex – militar (Manuel Zañartu), el cual era casado, pero convivía con otra mujer, a raíz de lo cual la Iglesia le negó la posibilidad de ser enterrado en el cementerio de la ciudad. El tema llegó al Parlamento, donde los grupos liberales se lanzaron en picada contra la Iglesia, enfrentándose con los conservadores. El gobierno hubo de mediar para evitar un inminente quiebre, para lo cual dictó un decreto: los cementerios deberían tener un sitio para los afectados por disposiciones religiosas o para los no católicos, estableciéndose además que, en los futuros cementerios que creara el Estado se podría sepultar a cualquier persona (noviembre de 1871).

Aun no se calmaba el ambiente, cuando un diputado liberal, que no ocultaba su anticlericalismo (Juan Agustín Palazuelos), quiso contraer matrimonio con la hija de una familia católica, aceptando participar de la ceremonia religiosa. Sin embargo, la Iglesia se negó a casarlos, por lo que debieron recurrir al

matrimonio de disidentes, con un sacerdote que sólo hiciera de testigo de fe de la intención de los contrayentes. Además del revuelo que se produjo en un ambiente caldeado y ampliamente sensibilizado por el tema, costó a los novios encontrar un sacerdote que estuviese dispuesto a participar como simple testigo, hasta que finalmente encontraron a uno –no muy querido en el interior de la Iglesia por sus actitudes e ideas liberales- Francisco de Paula Taforó. Pero el debate había llegado nuevamente al Parlamento, aumentando las diferencias entre ambos partidos.

Pero el tema que si traerá consecuencias para esta coalición será el tema de la Educación. Al respecto, los liberales eran partidarios del mantener el Estado Docente(el Estado como único responsable de la educación), es decir, que el Estado siguiera controlando no sólo la educación pública, sino también la privada, por cuanto los alumnos de dichos colegios debían rendir sus

exámenes frente a comisiones de profesores del Instituto Nacional para que fueran válidos (lo que muchas veces llevaba a arbitrariedades, pues o los hacían más difíciles o habían diferencias de las materias enseñadas). También las licencias secundarias serían emitidas sólo por el Estado. Por el contrario, los conservadores eran partidarios de la Libertad de Enseñanza, es decir que los padres pudiesen elegir la educación para los hijos y, en el caso de los colegios particulares(la mayoría en manos de instituciones religiosas), quedaran libres de la tutela fiscal, siendo válidos sus propios exámenes, al igual que las licencias secundarias que emitieran.

La ventaja estaba en esos momentos en manos de los conservadores, ya que el Presidente se había comprometido con ellos para otorgar la libertad de enseñanza a cambio de su apoyo. De hecho, el único conservador en el gabinete era el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Abdón Cifuentes, líder del partido conservador. Y a pocos meses de asumir el cargo, dictó un decreto por el cual se establecía la libertad de exámenes, como primer paso para llegar a la libertad de enseñanza (enero 1872).

Al poco tiempo se empezaron anotar los abusos cometidos a la sombra del nuevo decreto: los colegios particulares comenzaron a dar todo tipo de facilidades a sus alumnos, lo que contrastaba con las fuertes exigencias que se seguían poniendo en los colegios fiscales. Así por ejemplo, debido al rechazo que existía en los colegios privados católicos por la enseñanza de los ramos científicos, se les inventaban las notas a los alumnos sin que siquiera los hubiesen rendido. La reacción airada vino de los alumnos del Instituto Nacional en contra de Barros Arana, lo que fue aprovechado por Cifuentes para pedirle la renuncia.

El asunto se agravó, cuando los alumnos fiscales salieron a protestar a las calles exigiendo la renuncia del ministro y apedreando su casa. Los grupos liberales desde el Parlamento salieron en apoyo de los alumnos. Cifuentes decidió pedir el apoyo presidencial, pero éste se negó a dárselo, por lo cual presentó su renuncia y, de paso, el partido conservador rompió su alianza con los liberales, se retiró del gobierno y pasó a ser oposición. El reemplazante de Cifuentes, José María Barceló eliminó el decreto de libertad de

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Fco. de Paula Taforó

Abdón Cifuentes

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enseñanza, estableciendo también, que el ramo de religión ya no sería obligatorio en las instituciones educativas fiscales (julio 1873). A partir de ese momento la iniciativa pasa a manos de los liberales. La transición desde una República Conservadora a una Liberal, había concluido.

Para grupos políticos que mantenían similitudes en temas tales como el sistema político, el social o el económico que debía regir al país, el asunto de los cementerios, matrimonios y el de la educación se van a transformar en los temas más candentes de la política chilena (“Cuestiones doctrinarias” o “teológicas”), transformándose en los elementos que verdaderamente marcaban las posiciones de los partidos. Así, los conservadores serán tenaces defensores de la influencia de la Iglesia y de la religión en la Sociedad y señalaban que los postulados liberales frente a estos temas constituían una amenaza para la fe y para la moral del país.

En el otro extremo se encontraban los radicales, quienes serán los más fanáticos partidarios de hacer reformas que llevaran a la laicización del país y de sus instituciones, debido a su postura abiertamente anticatólica.

Liberales y nacionales no mostraron nunca un acuerdo unánime frente a estos asuntos. De hecho, muchos de ellos seguían siendo católicos (aunque más “abiertos”), o eran influidos en el hogar por su mujer y sus hijas (fieles a la Iglesia), para que moderaran sus posturas anticatólicas.

El conflicto entre clericales y anticlericales se trasladó al debate de dos leyes que se discutían por ese entonces en el Parlamento. El primero fue sobre la ley que creaba el Código Penal. En ella los grupos liberales lograron introducir una serie de disposiciones que penaban a los sacerdotes por determinados delitos. El Código fue promulgado en 1874 después de largas discusiones y con la amenaza (cumplida) del arzobispo de Santiago Rafael Valentín Valdivieso, de excomulgar a quienes votaran a favor. El segundo fue la discusión sobre la Ley Orgánica de Tribunales. Los grupos liberales quisieron aprovechar el momento para eliminar el fuero eclesiástico (privilegio de los miembros del clero de ser juzgados por sus propios tribunales y no por los civiles), lo que consiguieron. Pero a cambio, los conservadores consiguieron que se eliminaran los recursos de fuerza (derecho de los eclesiásticos de recurrir en apelación a los tribunales civiles ante la resolución de un tribunal eclesiástico, tal como ocurriera en la “Cuestión del Sacristán”). También esta ley fue aprobada después de grandes discusiones e incidentes no sólo en el Parlamento, sino que en las calles aledañas, entre los partidarios de uno y otro bando. Para ejemplarizar la división que se produjo en la clase gobernante, incluso dentro de las mismas familias, está el caso de un diputado liberal anticlerical que no pudo ir a votar a la Cámara, porque su señora y sus hijas (fieles católicas) le escondieron el peluquín…

LAS REFORMAS CONSTITUCIONALES

La campaña iniciada por los grupos liberales, por el Club de la Reforma y por gran parte de la clase política con la finalidad de limitar los excesivos poderes del Ejecutivo y aumentar los poderes del Parlamento, culminarán con ocho reformas a la Constitución que se realizaron entre 1873 y 1874. Ellas fueron:1ª.- Se disminuyó el quórum que necesitaban las dos Cámaras para sesionar. Originalmente ese quórum era de un 51%, lo que constituía un número necesario muy alto de parlamentarios para poder iniciar una sesión, por lo que las Cámaras no podían reunirse muy a menudo. La reforma lo dejó en un 33% para el Senado y un 25% para la Cámara de Diputados, con lo cual aumentan las posibilidades de sesiones, y con ello, la posibilidad de fiscalizar los actos del Ejecutivo.2ª.- Se facilitó la nacionalización de extranjeros. Originalmente se exigían tres a diez años de residencia para pedir carta de nacionalidad. Ahora se rebajó a un año. Esto favorecerá el desarrollo de las ideas liberales, por cuanto los extranjeros radicados o que se radicaban en Chile, en su mayoría eran de esa tendencia. Y en un universo de votantes tan reducidos como en esos años, ese número era importante en el momento de las elecciones, además de la influencia social, política y económica que podían ejercer.3ª.- Se reconocen expresamente los derechos de asociación y de reunión, reconocidos originalmente en forma tácita.4ª.- Se establecen las primeras Incompatibilidades Parlamentarias. De esta manera se buscaba independizara los parlamentarios de la influencia poderosa del Presidente de la República, quien solía “ganar” parlamentarios opositores o rebeldes, otorgándoles cargos remunerados de su confianza. Se mantuvo eso si, la compatibilidad de ministro de Estado con la de parlamentario.5ª.- Composición del Senado: originalmente se elegían veinte en una sola lista cerrada en todo el país, por votación indirecta y por nueve años, lo que hacía más fácil la intervención presidencial para elegir a la mayoría de ellos. Ahora se elegirá un senador cada tres diputados en forma directa y durarán sólo seis años.6ª.- Se reformaron el Consejo de Estado y la Comisión Conservadora. En la primera, compuesta por cinco personas de exclusiva confianza del Presidente, se agregaron seis parlamentarios, con lo cual el Parlamento podía controlar esta importante institución presidencial. En el caso de la Comisión conservadora, al lado de los siete senadores se le agregaron siete diputados. Además se le otorgó la atribución de pedirle al Presidente que convocara a sesión extraordinaria.7ª.- Se simplificó el procedimiento para acusar a los ministros de Estado, facilitando la acción fiscalizadora del Ejecutivo8ª.- Se restringen las facultades presidenciales en los casos de Estado de Sitio

Si bien estas reformas iban dirigidas a disminuir los poderes del Ejecutivo y fortalecer al Parlamento, incluso con el deseo de muchos de dirigir al país hacia un sistema parlamentario similar al inglés, ello no se logrará del todo. Ello, porque no se pudo lograr la anhelada Libertad Electoral (elecciones sin intervención

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presidencial). Si bien se consiguió limitar a las municipalidades en el control de las elecciones, al dejar a las Juntas de Mayores Contribuyentes las encargadas de verificar el proceso electoral. El Ejecutivo, con la necesidad de tener que controlar un Parlamento ahora más fuerte, eligiendo el máximo de sus partidarios, hará uso de toda clase de atropellos (asalto de mesas, suplantación de personas, intervención de contribuyentes imaginarios, etc. La intervención electoral desembozada era la última carta que le iba quedando a un presidente disminuido.

Una reforma electoral importante se consiguió con una ley interpretativa sobre el sistema de voto censitario, al presumirse que quien sabía leer y escribir, tenía la renta o el bien raíz exigido por la ley. Esto equivalía a casi establecer el sufragio universal.

EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y LOGROS MATERIALES

A Errázuriz le tocó vivir los últimos años de un período de auge de la economía mundial, por lo que las materias prima que Chile exportaba tenían altísimos precios. A ello hay que agregar la explotación de nuevas riquezas encontradas, esta vez fuera de Chile.

El cobre había pasado a ser –después de la desaparición de Chañarcillo- la principal producción minera, gracias especialmente al yacimiento de Tamaya, propiedad de José Tomás Urmeneta, quien también abrió las fundiciones de Guayacán y de Tongoy. Ya en 1873 Chile se había convertido en el primer productor de cobre del mundo, con 45.000 ton. anuales.

La minería del cobre estimuló también la producción de carbón de Lota, para su uso en las fundiciones, además de la producción de ladrillos refractarios en Lirquén, para la construcción de los hornos de fundición.

Pero también el país se estaba viendo favorecido por la explotación de yacimientos mineros fuera de las fronteras de aquella época. Hacia 1850 el alemán Justus von Liebeg descubrió el poder fertilizante del salitre, con lo que la demanda de dicho producto aumentó considerablemente como así también los precios. En 1866, los chilenos José Santos Ossa y Francisco Puelma iniciaron la explotación del salitre que habían hallado en Antofagasta (por ese entonces, en manos bolivianas). Para tal efecto crearon la Compañía de Salitres de Antofagasta, obtuvieron permiso para construir un ferrocarril, surgen los primeros caminos y puertos, lo que atrajo a miles de chilenos. En 1870, un minero chileno –Ramón Méndez- descubrió un rico yacimiento de plata de Caracoles, al interior de Antofagasta, lo que aumentó la llegada de chilenos a ese territorio.

Por ese entonces también existían numerosos empresarios chilenos explotando el salitre en el territorio de Tarapacá (territorio por ese entonces peruano), lugar también abundantemente poblado por miles de obreros chilenos. La mayor parte del abastecimiento de esos territorios se hacía desde Chile (alimentos, animales de carga, madera, carbón).

Lo importante de todo esto es que, pagados los impuestos a los correspondientes países, la riqueza obtenida se traía e invertía en Chile, aportando gran riqueza, sobre todo por los altos precios internacionales. Incluso las oficinas centrales de todas estas actividades estaban en Valparaíso, por ese entonces la capital económica de Chile. En 1873 nacía en ese puerto la primera Bolsa de Comercio que hubo en Chile.

Sin embargo, la invasión de obreros chilenos en los territorios de Bolivia y de Perú alertó las suspicacias de ambos países, que empezaron a ver con preocupación la creciente influencia chilena en esos lugares, viéndolo como parte de un plan expansionista chileno para quedarse con esos territorios, lo que llevará al acercamiento entre ambas naciones para enfrentar a Chile y recuperar esas riquezas.

Parte de estas riquezas fueron invertidas en la modernización de las tareas agrícolas. Se compran más tierras, se construyen grandes canales de regadío, se compra maquinaria. Hacia 1871 existían ya más de quinientas máquinas trilladoras a vapor. El interés por la tierra quedó demostrado en el interés de particulares por ocupar terrenos en la Araucanía, ya sea por concesión, por venta o por ocupación de tierras de los mapuches, lo que provocará mayor violencia por parte de éstos. La actividad agropecuaria se vio estimulada por la existencia de los mercados de Tarapacá y Antofagasta, para alimentar a las miles de personas que trabajaban en el desierto.

La mayor riqueza benefició al fisco por concepto de impuestos, lo que permitió la realización de numerosas obras públicas: prolongación del Ferrocarril hacia el sur, el cual llegaría ya hasta Angol. Se reconstruyó el puerto de Valparaíso, destruido por los españoles en 1866. Como ya se vio, se embelleció la ciudad de Santiago. También se aprovechó para mandar a construir dos modernos y poderosos barcos blindados a Inglaterra para así hacer frente a los problemas que se veían venir con nuestros vecinos. Curiosamente, el gestor de esta medida fue el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Abdón Cifuentes, con apoyo del ministro de RREE Adolfo Ibáñez, quienes lograron convencer al Presidente para que tomara esa medida. El ministro de Guerra, el futuro presidente Aníbal Pinto, se opuso tenazmente a ello. Su ingenuo americanismo lo hacía estimar como algo imposible un conflicto con los países limítrofes.

Por último, en 1875 se realizó un censo de población, que dio como resultado un total de 2.300.000 habitantes. Las ciudades más pobladas eran: Santiago (150.800 hab), Valparaíso (con 98,800), Concepción (con 18.300) y Talca (con 17.800 hab). Con respecto al analfabetismo, el censo arrojó un 70%, la cifra más baja de Latinoamérica.

LAS RELACIONES EXTERIORES DURANTE EL GOBIERNO DE ERRÁZURIZ

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Tal como se dijo anteriormente, las tensas relaciones con los países vecinos obligaron al gobierno de Errázuriz a encargar la construcción de dos modernos barcos blindados.

Con Bolivia, el tratado de límites de 1866 no había funcionado: Bolivia nunca entregó sus cifras de impuestos de exportación.

Más grave que lo anterior fue el acercamiento perú – boliviano. Perú veía con gran resquemor la participación de empresarios chilenos tanto en su territorio (Tarapacá) como en el de Bolivia (Antofagasta), especialmente en lo referente a la explotación de salitre. Como las leyes existentes en Perú –confeccionadas cuando el salitre era poco importante- lo perjudicaban (los salitreros pagaban muy bajos impuestos de exportación para un producto que era ahora de gran consumo, gran demanda internacional y de alto precio).

Buscando aumentar sus ingresos, Perú estableció en enero de 1873 el estanco de las ventas de salitre (empresarios deberían vender su producción al Estado peruano, quien compra más barato de lo que le vende al exterior). Pero temiendo que –al sentirse afectados los empresarios chilenos de Tarapacá- el gobierno chileno reaccionara en defensa de éstos, comenzó de inmediato a gestionar un tratado de alianza militar con Bolivia, el que debería mantenerse en el más estricto secreto, acuerdo que se firmó en febrero de 1873.

La situación apuraba al Perú: sabía de los blindados encargados por Chile, por lo que acelera sus preparativos antes de que éstos llegaran y le dieran la superioridad marítima a los chilenos. Por ese motivo comienza a presionar a Bolivia para que expulse a los empresarios chilenos de su territorio, especialmente a los que explotaban el salitre y la plata de Caracoles. Si Chile reaccionaba en su defensa, el Perú actuaría con la superioridad que tenía en esos momentos y lo aplastaría. Pero –para mayor seguridad- se buscó la adhesión al Tratado secreto de Argentina, país con el cual Chile mantenía un fuerte litigio desde 1847 por el tema del la propiedad del territorio de la Patagonia.

El gobierno chileno –aún en el desconocimiento de cuadrillazo que se tramaba a sus espaldas- buscaba casi instintivamente evitar cualquier conflicto con los vecinos hasta que llegaran los dos blindados, los que le darían una manifiesta superioridad sobre la escuadra peruana, la poco consistente flota argentina y la inexistente flota boliviana. Con ese objetivo se había creado el Ministerio de Relaciones Exteriores para darle mayor eficacia a nuestra diplomacia, profesionalizándola. (1871), el que quedó a cargo del ministro Adolfo Ibáñez Gutiérrez quien, a diferencia del grueso de la clase política chilena de la época, no se había dejado arrastrar por los ingenuos sentimientos de fraternidad americanistas y no se encontraba dispuesto a ceder ante los vecinos con tal de conservar la paz y la amistad. Efectivamente, la clase gobernante no le preocupaba la Patagonia porque, haciéndose eco de los comentarios de Charles Darwin (apoyados en Chile por Diego Barros Arana), consideraba que ese territorio no tenía ningún valor. Más les preocupaba la situación de lo que ocurría en el Norte, puesto que muchos de ellos tenían inversiones en empresas salitreras.

Los primeros efectos de esta firme actitud se notaron justamente en la defensa del territorio patagónico frente a las ambiciones argentinas. Para tal efecto envió a Carlos Morla Vicuña a España a buscar documentos que refrendaran los derechos chilenos sobre esos territorios, actitud que sorprendió a la contraparte, acostumbrados hasta ese momento a ofrecer débiles y desganados argumentos.

Cuando los vecinos del norte plantearon al gobierno argentino encabezado por Domingo Faustino Sarmiento el ingreso al Tratado secreto, no encontraron en éstos unidad de criterio. Sarmiento se encontraba plenamente de acuerdo, pero voces más prudentes hacían ver la poca preparación del país para enfrentar una guerra, además de problemas limítrofes pendientes con Bolivia (por el territorio de Tarija) y de la posibilidad de que Brasil –para mantener el equilibrio con Argentina- apoyara a Chile. Mientras el tema se estudiaba en sesión secreta en el Parlamento argentino, el gobierno chileno se enteraba de lo que se estaba preparando gracias a la siempre bien informada diplomacia brasileña (que aprovechó la infidencia de un diputado argentino). El gobierno de Errázuriz dudó de la noticia, pero por las dudas, ordenó que uno de los blindados que se construían en Inglaterra, zarpara aún a medio terminar.

La sola noticia del zarpe del blindado provocó que: - Argentina decidiera no suscribir el Tratado secreto por no tener cómo enfrentar la

superioridad chilena- Bolivia decidiera arreglar el problema limítrofe con Chile, firmándose un nuevo tratado,

el de 1874, el cual mantiene el límite entre ambos países en el paralelo 24, elimina la medianería de impuestos y da protección a los empresarios chilenos en Antofagasta al comprometerse Bolivia en no subirles los impuestos de exportación durante 25 años.

- Perú decidiera esperar una mejor ocasión, hasta que tuviera la superioridad sobre Chile

El gobierno peruano –que había hecho grandes esfuerzos para impedir que Bolivia firmara este tratado con Chile- decidió profundizar su control de la riqueza salitrera

ELECCION PRESIDENCIAL DE 1876. LA ALIANZA LIBERAL.

Al retirarse los conservadores del gobierno, Errázuriz sólo pudo contar con el apoyo parlamentario que le daban los liberales gobiernistas (“carneros”). A su vez, la llegada de los conservadores a la oposición la hacía más fuerte. Las luchas teológicas habían permitido sortear una serie de problemas, al arrinconar los grupos liberales a los conservadores, pero al disminuir la virulencia de ese conflicto, el Presidente se vio en la necesidad de conseguir algún nuevo apoyo. Para tal efecto, Errázuriz entró en conversaciones con los

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radicales, llegando a un acuerdo con ellos, incorporándolos al gabinete, otorgándoles la cartera de Relaciones Exteriores, para lo cual tuvo que remover al entonces ministro Adolfo Ibáñez Gutiérrez, gran defensor de nuestros derechos sobre la Patagonia. El nuevo ministro (José Alfonso), siguiendo las orientaciones americanistas de su partido, seguirá una línea tendiente a la entrega de dicho territorio a Argentina. Con el ingreso de los radicales surge la Alianza Liberal (abril 1875).

Acercándose ya el fin del gobierno de Errázuriz, los partidos comienzan a inquietarse por el tema de las candidaturas presidenciales. Ya Errázuriz tenía el nombre de quien habría de sucederlo: su ex – ministro de guerra, Aníbal Pinto (hijo del ex – presidente Fco. Antonio Pinto). Sin embargo le salió gente al camino, proveniente ni más ni menos, que de su propio partido: se trataba del ex – intendente de Santiago bajo su administración, Benjamín Vicuña Mackenna.

Vicuña Mackenna destacaba como gran intelectual y orador, pero sobre todo era conocido por su prolífica obra como Intendente. Aprovechando la mayor riqueza del país, aprovechó para hacer numerosas

obras de adelanto, destacando especialmente por transformar el feo peñón rocoso y lleno de basura que era el Cerro Santa Lucía, en un hermoso paseo público, para lo cual hizo traer carretadas de tierra para rellenar el cerro y plantar árboles, construir caminos, hacer jardines, siendo inaugurado en septiembre de 1872. Ciertamente, una obra visible desde todo el Santiago de esos días hizo muy famoso al Intendente. Junto con ello, pavimentó calles, mejoró los servicios de agua potable, se inició la construcción del actual Teatro Municipal, se prolongan las líneas de los carros de sangre. A ello se sumó la donación que hizo a la ciudad el millonario Luis Cousiño, de un enorme terreno para crear ahí un parque, preocupándose por plantar 60.000 árboles. Ese parque llevaría por casi 100 años su nombre: Parque Cousiño (actual Parque O’Higgins).Toda esta brillante gestión convenció a Vicuña Mackenna de ser el hombre

indicado para ser Presidente. Sin embargo, Errázuriz no lo consideró así y mantuvo a Pinto como su candidato, pues veía en él a un hombre manejable, detrás del cual podría seguir gobernando para volver a postular a la presidencia en 1881, lo cual no podría hacer con una persona de tanto carácter como Vicuña.

Vicuña no cejó: inició una campaña como nunca antes se había visto, con propaganda, lienzos, multitudinarias manifestaciones públicas, viajes por las principales ciudades del país, etc. De esa manera pretendía convencer a la Convención de la Alianza Liberal de que era mejor candidato. Incluso logró convencer a los conservadores para que lo apoyaran, comprometiéndose con ellos en caso de vencer, a no hacer nuevas reformas que afectaran al catolicismo. Sin embargo, la influencia presidencial sobre los convencionales pudo más: la Convención eligió a Pinto como candidato. Eso convenció a Vicuña de que no había nada qué hacer frente al poder del Presidente y retiró su candidatura. Pinto resultó elegido Presidente sin competidor (1876).

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Luis Cousiño

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CHILE DURANTE EL GOBIERNO DE ANIBAL PINTO. LA SOCIEDAD EN CRISIS (1876 – 1879)

Chile ofrece en la actualidad un curioso yaparentemente triste espectáculo a aquellos que

hasta aquí habían depositado toda su confianza en susgobernantes y su pueblo, y queda por verse

si en esta hora de prueba, el país merece la confianzade la cual ha disfrutado hasta ahora, o si este respeto

surgió solamente debido a su honestidad durantetiempos de abundancia y el privilegio de buena

suerte circunstancial.Aunque administrado adecuadamente este país está

lejos de ser una causa perdida, ha surgido desconfianzaacerca de la capacidad administrativa de los

hombres que lo gobiernan y sólo el tiempo podráprobar su resultado.

Diplomático británico en 1878.

Aunque considerada durante años un modelo de estabilidad, hacia 1879 e estaba siendo destruido por serios problemas políticos y económicos. Mientras muchos predecían una revolución, otros la fomentaban en forma activa. Según José Manuel Balmaceda, Diputado del Congreso en aquella época, fue sólo el estallido de la Guerra del Pacífico lo que evitó que Chile se viera sumergido en una guerra civil.

Muchos atribuían la crisis de Chile a su Presidente, Aníbal Pinto, hijo de un héroe de la revolución de la independencia y antiguo Presidente de la República, Francisco Antonio Pinto. El joven Pinto era un hombre callado, casi lacónico, cuya apacible cara se veía dominada por una espesa barba, mantenida quizás para compensar una calvicie incipiente. La carrera política anterior del presidente Pinto no tenía nada de espectacular. Había sido Diputado y luego Ministro de Guerra en uno de los Gabinetes de Federico Errázuriz, a quien sucedió en la presidencia. Casi un desconocido políticamente, Pinto se distinguía tan sólo por su rectitud y honestidad: era un modelo de virtud doméstica cuya vida privada se hallaba sin una mancha de escándalo. Su vida profesional era igualmente ejemplar. En efecto, Pinto era tan honrado que cuando se retiró de la vida pública, no

habría tenido dónde vivir si no hubiera sido por el dinero obtenido a través de suscripciones públicas para comprarle una casa. Justamente, a causa de esta falta de notoriedad, Pinto llegó a la Presidencia cual un enigma, un hombre cuyo "pasado es silencioso. Su presente es una nube. Su porvenir tiene todos los misterios de la sombra".

Por ser un individuo tan inocuo, el apacible Pinto despertó enormes antipatías, sobre todo, según sus enemigos, porque su candidatura había sido asegurada a través de la intervención directa de Errázuriz en el proceso electoral. Sus críticos sostenían que el ex Presidente había ejercido presión política y había

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escogido personalmente a los delegados a la Convención presidencial para asegurar la victoria de Pinto. Los menos moderados describían a Pinto como el menos calificado y el peor dotado de todas las figuras políticas contemporáneas chilenas, prediciendo que sería una herramienta política de Errázuriz.

El ultramontano partido Conservador dio su apoyo a Benjamín Vicuña Mackenna, un liberal renegado, quien después de perder la nominación liberal frente a Pinto, abandonó el partido para formar su propia organización política: el partido Liberal Democrático. Vicuña Mackenna era un periodista bastante conocido, autor prolífero y orador dinámico que realizó una campaña extensa, atrayendo grandes muchedumbres a través del país. Pinto, cuyas habilidades de orador eran nulas, dudaba poder derrotar a un adversario como Vicuña Mackenna.

Además de sus propias habilidades, Vicuña Mackenna gozaba del apoyo de la prensa que no encontrándose restringida ni por el buen gusto ni por las leyes antidifamatorias, describía a su oponente como un símbolo de decadencia aristocrática, un tanto afásico y un viejo petimetre. Los pocos periódicos que apoyaban a Pinto uno de los cuales lo hacía porque era lo mejor de dos maless6 respondían del mismo modo describiendo al dirigente del partido Liberal Democrático como un hombre sin principios y un lacayo de los ricos y la Iglesia. Para algunos, las palabras no bastaban: en Angol, un zapatero disparó hiriendo a Vicuña Mackenna. Aunque no se pudo comprobar, las fuerzas de oposición declararon que el casi asesino era un partidario de Pinto.

A pesar de sus promesas anteriores, parece que Errázuriz intervino en las elecciones, aunque es difícil definir hasta qué punto. Aparentemente, el Gobierno no era el único culpable de este tipo de conducta. Ello no impidió, sin embargo, que la prensa de oposición comparara a Errázuriz con varios dictadores europeos y americanos y a su protegido, Pinto, como un asesino de la libertad. El embajador norteamericano en Santiago, por otro lado, aseguró que fue una de las elecciones más libres y la comparó favorablemente con las contiendas políticas de los Estados Unidos, un cumplido algo dudoso en vista de la corrupción política en la administración de Grant.

Por desgracia para Pinto, el tiempo no ablandó a la oposición, que comparaba su gobierno a un "pantano cuyas exhalaciones mefíticas emponzoñaban la vida de la nación". El hombre que había sido llamado anteriormente "débil", repentinamente se veía dotado de poderes casi demoníacos que le permitían seducir al Congreso, desviarlo de su ruta.de virtud y corromper los partidos políticos del país. Todos permanecían impasibles mientras la madre patria se convertía en "juguete de las ambiciones indignas y bastardas".

La impopularidad de Pinto era de predecir ya que Errázuriz le había dejado no tan solo una mala reputación política sino también problemas económicos. Bajo la administración de Errázuriz, Chile había gozado de prosperidad. El descubrimiento de las minas de plata bolivianas en Caracoles había estimulado la economía, proporcionando mercado para el trabajo y para los productos chilenos. Después de poco tiempo, la minería llegó a ser el sector económico más dinámico de la nación mientras la cantidad de capital invertido en la extracción de minerales casi se triplicó en un período de tres años. La prosperidad de las minas de plata estimuló otras áreas de la economía y la producción nacional bruta creció año a año. El dinero engendró más dinero y los capitalistas aumentaron sus inversiones. Un aire de euforia se apoderó del país mientras las importaciones de licores y perfumes pasaban del millón de pesos en 1875.

Desde el comienzo, la prosperidad de los años setenta tuvo sus fallas. Durante todos los años, a excepción de uno, el gobierno de Errázuriz terminó con déficit, para financiar la construcción de ferrocarriles y adquirir aún, dos acorazados para la flota. Las importaciones, muchas de ellas artículos de lujo innecesarios, excedieron a las exportaciones. La fiebre de Caracoles contagió a Chile con el virus de la especulación, mientras codiciosas instituciones de crédito prestaban dinero para dudosos proyectos, con la esperanza de obtener grandes utilidades rápidamente. Según estimaciones de un contemporáneo, se fundaban compañías sólo con el fin de explotar al inversionista crédulo y no los recursos de Bolivia.

El globo tenía que reventar y sucedió en 1873 cuando primero Alemania y luego otros países europeos convirtieron su moneda al patrón oro. Al no ser la plata ya el metal de intercambio monetario internacional, hizo que su valor declinara en el mercado mundial. Casi al mismo tiempo, las reservas de las minas chilenas comenzaron a menguar y en el lapso de dos años la producción de plata y las ganancias decrecieron. A pesar de algunos informes optimistas de que los mercados de la plata se recuperarían, era obvio que la bonanza había terminado: la fiebre de Caracoles había pasado. En Chañarcillo la producción declinó en un 70 por ciento. El mismo destino sufrieron Chimbero y Lomas Bayas donde más de la mitad do las minas fueron abandonadas. La producción de cobre también se vio alterada. En un período de tres años el precio del cobre bajó en un 50 por ciento. Los dueños de las minas, frente a esta baja de las ganancias y la explotación de rapaces exportadores, empezaron a disminuir las faenas. Los pocos que siguieron trabajando, lo hicieron a niveles muy reducidos.

Chile cayó víctima no tan sólo de los caprichos del mercado cambista internacional sino también de la naturaleza. En 1876, se abrieron los cielos. Al comienzo, los agricultores se mostraron complacidos, regocijándose mientras la lluvia empezaba a caer. A las dos semanas el entusiasmo había disminuido y después de un mes se lamentaban que las lluvias estaban destruyendo los campos sembrados. Mientras el sur sufría de una súper abundancia de agua, el norte permanecía terriblemente seco. El calor devastó valles otrora verdes transformando años de trabajo en polvo. Un periódico estimaba que las cosechas de la nación bajarían en un 50 por ciento comparadas con las de 1876 y hacía notar que 1876 había sido un mal año.

El invierno de 1877 no trajo gran consuelo. Tanta lluvia cayó en Talca, que los agricultores no pudieron sembrar sus campos. En el valle de Aconcagua, más de 5.000 cuadras de terreno arable quedaron sumergidas bajo las aguas. "Este año", advertía la Revista del Sur, "después de las fiestas (18 de septiembre), vendrá el hambre".

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La hambruna se hizo presente en Chile. Hubo escasez de trigo en Chillán, la gente de Cauquenes llegó a estimar los frijoles y las papas como un lujo; en Valdivia, donde las lluvias habían destruido las cosechas, los habitantes empezaron a aparecer en las puertas de los hospitales de caridad atacados de una enfermedad conocida como inanición. Los Obispos de Ancud y Concepción pedían a sus fieles que donaran comida a los hambrientos y que ofrecieran rogativas para un tiempo mejor. Los habitantes de Santiago también sufrieron la hambruna. El precio de los frijoles, cebollas, papas y pan, subió tan drásticamente que mucha gente apenas podía subsistir. "El terrible espectro del hambre", acotaba un periódico, "está a nuestras puertas".

La combinación de malas condiciones económicas y el clima, asolaron a Chile. Tan sólo las lluvias, por su parte, dejaron a más de 300.000 personas cesantes, paralizando la economía del país. En Concepción, el comercio cerró sus puertas y carteles de "Se arrienda" aparecían en las vitrinas de firmas que antes habían gozado de prosperidad. Las minas en el norte seguían deteniendo sus faenas. En el sur, cuando el campesino lograba encontrar trabajo, éste era tan mal pagado - entre veinte y treinta centavos al día- que apenas podía subsistir. Por las calles de las ciudades del sur comenzaron a aparecer mendigos en grandes cantidades. Los indios, por su parte, trataban de encontrar trabajo para sus hijos ofreciéndolos como sirvientes domésticos. La situación se tornó tan desesperada que, según un periódico de la época, la única alternativa contra la inanición era "hacer ladrón del ciudadano honrado y cortesana de la mujer honesta".

Muchos de los cesantes se hicieron criminales. Hordas de bandidos asolaban los campos, robando ganado y grano de los fundos y aún asaltando trenes. La vida en las ciudades se tornó igualmente insostenible. En Santiago, las personas que andaban por las calles después del anochecer no se encontraban a salvo. La capital, sin embargo, era un tranquilo refugio en comparación con Chillán y Tucapel donde muchas familias temían salir de sus casas en pleno día. La ilegalidad y el desorden aumentaron en tal forma, que el Chilean Times recomendaba la formación de patrullas de vigilancia; la Revista del Sur, por otro lado, adoptaba una política más rigurosa, propiciando la vuelta a los azotes y en caso extremo, la horca sin juicio legal previo para restaurar el orden.

Debilitados por el hambre, viviendo en casas descritas como perreras y en ciudades donde los excrementos humanos eran dejados en las calles, los chilenos enfermaron y murieron por miles. La viruela diezmó a la población campesina y a los habitantes de las ciudades de provincias; en Santiago fueron tantos los enfermos que no había lugar suficiente para alojarlos a todos en el lazareto Municipal y la cantidad de carros funerarios se hizo poca para transportar a todos los muertos a los cementerios. Cuando se sugirió que la vacunación fuese obligatoria, los Conservadores se negaron, alegando que el Estado no tenía ningún derecho a intervenir en la vida privada de los ciudadanos. Como consecuencia de esta actitud, las epidemias continuaron sin disminuir. Por desgracias la viruela no era la única epidemia que asoló a la nación: difteria, escarlatina, sarampión y disentería también hicieron estragos en la población, especialmente entre los pobres y los muy jóvenes.

En su primer mensaje anual al Congreso, Pinto reconoció que la nación se encontraba en medio de un período de crisis. Hacía notar que la economía se hallaba arruinada por una depresión que parecía crecer en vez de disminuir. Más aún, el deterioro de la economía en general había reducido las entradas del gobierno, haciendo peligrar así el pago de la deuda externa de Chile. Enfrentado con estos problemas, Pinto no tenía solución alguna que proponer la reducción de los gastos fiscales, especialmente de los militares, con la esperanza de poder equilibrar el presupuesto nacional.

El Ministro de Hacienda, Rafael Sotomayor, era igualmente pesimista, profetizando que 1877 sería también un año de déficit a menos que el gobierno pidiera un préstamo, medida a la cual él se oponía. Sotomayor, además, objetaba la dependencia de las entradas del país de la "alcabala" y el monopolio del tabaco, esperando en el futuro poder encontrar una fuente más estable de ingresos fiscales. Pero en vez de proponer cambios radicales en la estructura de los impuestos del país, prefirió esperar la vuelta de condiciones económicas normales. Hasta que ese momento llegara abogó por economías en el gobierno y pidió paciencia al pueblo.

Ni las observaciones de Pinto ni las de Sotomayor pacificaron a la nación. El Pueblo declaraba que los trabajadores no podían ganar un jornal decente y exigía que el Presidente remediara esta situación. Otros críticos, atacando la administración por estar más preocupada de temas políticos y religiosos que de resolver los problemas económicos, aconsejaban al gobierno que redujera sus gastos, que dejara de comprometer al país en empresas inútiles como expediciones internacionales y la adquisición de barcos de guerra: economía en el gobierno y derechos de aduana más altos, clamaban los eruditos, resolverían los problemas económicos de Chile.

Algunos pensaban que razones más fundamentales estaban causando la crisis económica de Chile. Mientras Chile siguiera siendo un país productor de materias primas, la depresión era inevitable. Varias figuras políticas se unieron a los trabajadores en demostraciones de protesta, en las que se proclamaba que una política de proteccionismo y el desarrollo de las industrias nacionales eran tan necesarios para la salvación económica de Chile como un presupuesto nacional equilibrado.

Los economistas tradicionales rechazaban estos argumentos, alegando que la Aduana era una fuente de ingresos y no un dispositivo regulatorio para proteger la industria doméstica. El único resultado de un sistema como ese sería que el consumidor debería pagar más caro por artículos mal hechos en el país que por los importados. El obrero, decían, debería buscar su salvación en el trabajo esforzado y no en la protección gubernamental.

Esos consejos servían de muy poco mientras la depresión seguía su curso. Las exportaciones de cobre bajaron más del 28 por ciento en 1877 y las minas de plata siguieron paralizadas. El sector agrario fue el más duramente afectado ya que la sequía y la lluvia marchitaban y empapaban alternativamente los campos de trigo a fines de la década del 70. Aun el poco trigo que se pudo salvar quedó sin poder ser

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vendido pues abundantes cosechas de los Estados Unidos saturaron los mercados internacionales. Con el correr de los años, la producción declinó en forma tan drástica, que hubo que importar trigo de Argentina y Uruguay tan sólo para poder alimentar a la población del país. A pesar de los consejos del Ministro de Hacienda, el presupuesto de Chile continuaba con déficit. Pinto trató de remediar la situación ordenando economías y aun autorizando al Embajador en Francia, Alberto Blest Gana, para vender los dos acorazados chilenos. Aunque estos barcos fueron ofrecidos a menos de un cuarto de su precio original, los compradores europeos no aprovecharon la ganga. Sin poder encontrar otras fuentes de ingreso, Pinto trató de cubrir sus deudas internas pidiendo préstamos extranjeros. A causa de la inflación y de los rumores que el gobierno tal vez no cumpliría los pagos de su deuda externa, financistas ingleses y norteamericanos estimaron que sería poco favorable la inversión de más dinero en Chile. Los banqueros británicos, aseguraron piadosamente que esto pondría en peligro la reputación económica de Chile.

Pinto se encontraba frente al grave problema de obtener dinero en una sociedad económicamente paralizada. Las industrias, el comercio, la minería y la agricultura, no sólo no podrían pagar sus impuestos sino que exigían ayuda. La Sociedad Nacional de Agricultura urgía la reducción en las contribuciones de los grandes terratenientes e insistían en que cualquier diferencia podía solucionarse imponiendo un revalúo a los pequeños agricultores que habían sido previamente exentos de impuestos. La industria del cobre pedía la rebaja de los derechos de exportación de sus productos y autorización para importar materias primas necesarias. Los intereses del carbón también urgían una reducción en los impuestos de exportación que les permitiera competir con rivales extranjeros. Chile, el país del librecambismo, se encontraba en un proceso de cambio económico rápido y radical.

Con las fuentes de ingreso tradicionales casi agotadas, en 1878 el gobierno propuso un impuesto directo a la renta, la propiedad y capitales invertidos. Pinto trató también de que el gobierno emitiera bonos para compensar la falta de dinero circulante hasta que las nuevas medidas de ingresos empezaran a dar fruto. Parte del cuerpo legislativo objetó este método del gobierno para obtener ingresos. Uno de los comités del Congreso advirtió que seguir pidiendo préstamos agravaría la situación financiera y dañaría el crédito internacional de la nación. Que se restringieran los gastos, aconsejaban los miembros del comité, agregando en forma casi innecesaria, que un "país, lo mismo que un particular, debe medir sus gastos de acuerdo a sus entradas".

A pesar de este consejo, en junio de 1878, Pinto pidió prestado más de dos millones de pesos a los bancos del país, al 9 por ciento de interés durante un período de dos años. A cambio de esto, se autorizaba a los bancos para emitir sus propios billetes, asegurados por un depósito equivalente al 25 por ciento del total emitido, lo que la Tesorería General de la República debía aceptar. Por lo menos un congresal consideró esta proposición como el equivalente del gobierno a ceder sus derechos de imprimir papel moneda y lo denunció como el comienzo de una economía del papel que desvalorizaría el peso chileno en el mercado mundial y causaría inflación interna.

Al mes siguiente Pinto supo que una de las instituciones de crédito, el Banco Nacional, se encontraba a punto de quebrar. En una serie de sesiones secretas el Congreso supo que sólo un Banco del país era solvente, lo que hacía imperativa la conversión del papel moneda si se quería evitar el pánico. Enfrentado con la posibilidad de un colapso de la economía nacional, el Congreso decretó que las notas bancarias debían ser aceptadas como forma legal de pago durante los dos próximos años. Chile había dado así el primer, y por desgracia no el último paso en el largo camino de la inflación. El agotamiento del oro no era la única causa de la crisis bancaria de 1878. Políticas fiscales poco sólidas de parte de los bancos mismos, contribuyeron en cierta medida a la mala situación financiera. Durante años estas instituciones, con la esperanza de aprovechar la bonanza de la plata, habían extendido créditos sin las reservas metálicas correspondientes, costumbre que no se había suspendido hasta el día mismo de la crisis. El Banco Nacional, por ejemplo, con reservas en efectivo de cuatro millones de pesos, prestó a sus propios Directores siete millones de pesos, de los cuales casi la mitad habían sido concedidos solo dos meses antes de la declaración de inconvertibilidad de los billetes.

Esta declaración no resolvió el problema monetario. Las minas se mantuvieron bajo el nivel de producción de 1876. El comercio se debilitó y el intercambio con Argentina, por ejemplo, declinó más del 75 por ciento en tan sólo un año. Un periódico vaticinaba que 1879 sería un año de liquidaciones masivas de negocios. A pesar de las expectativas de que la producción pudiera aumentar, Chile todavía importaba trigo. Las viñas fueron atacadas por una plaga, el odium tiberi, lo que hacía que un observador comentara: "era lo que nos faltaba para que la ruina en nuestra agricultura fuera más completa".

Desde todos los lados los críticos impugnaron la administración con ataques muchas veces contradictorios. El Ferrocarril declaraba que el gobierno había iniciado una reforma tributaria innecesaria cuando lo único quo tenía que hacer para economizar, era reducir el número de empleado públicos y disminuir los gastos militares. Los periódicos de provincia: aseguraban que la demora de Pinto en imponer nuevas reformas tributarias probaba que era un lacayo de los ricos. Las Novedades declaraba que la nación había sobrevivido una crisis económica similar en 1830, pero "en e! año 30 hubo un Portales, ¿qué tenemos hoy?"

Los problemas económicos no eran los únicos que dividían al país. Disputas religiosas serias habían exacerbado las ya tirantes relaciones de Pinto con sus conciudadanos. La facción ultramontana de Chile consideraba el liberalismo como el brazo político de una conspiración masónica cuyas intenciones eran la de destruir la Iglesia. Como representante de este movimiento, Pinto era sospechoso, especialmente porque sus más cercanos colaboradores, Errázuriz y Domingo Santa María, eran considerado anticlericales violentos. Por esta razón los conservadores se habían opuesto: a la candidatura de Pinto y habían visto su elección con muy poco entusiasmo.

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Casi de inmediato el Gabinete de Pinto se enfrentó a la Iglesia al tratar de introducir cambios tan radicales como la autorización para trabajar los días domingos y festivos y llevar a cabo bailes de máscaras. El intento de Estado de controlar las escuelas, que según un periódico católico era considerado parte de un plan masónico, causó rozamientos adicionales, en especial cuando el gobierno trató de educar a las mujeres y abolir el estudio obligatorio del latín.

Nada, sin embargo, molestó tanto al creyente como la tentativa de secularizar los cementerios. Los eclesiásticos reclamaban que los camposantos pertenecían legalmente a la Iglesia, la cual tenía la obligación y el derecho de preservar su santidad rehusando dar entierro a aquellos que consideraba indignos. Diputados conservadores, la prensa ultramontana y la jerarquía, advirtieron que las leyes de cementerios propuestas eran un preludio a la persecución abierta contra la Iglesia y vaticinaban una rebelión si eran aprobadas.

Los elementos anticlericales respondieron con igual fervor. El ultramontanismo fue denunciado como "el vómito negro de las sociedades modernas"; los curas fueron acusados de acumular alimentos mientras otros morían de hambre y de negar los sacramentos por razones políticas. Un periódico llegó más lejos aún al afirmar que la Iglesia deseaba retener el control de los cementerios porque vendía los terrenos a los pobres.

Hacia 1878, el nivel de injurias llegó a tal punto que un grupo de ciudadanos emitió una declaración para moderar este altercado. Ella consistió en 'una petición que decía que los problemas más importantes entre la Iglesia y el Estado debían ser resueltos. La declaración, "Exposición a nuestros conciudadanos", trató de proteger a la Iglesia contra las leyes anticlericales alegando como razón que la gran mayoría de los chilenos pertenecía a la Iglesia Católica Apostólica Romana. Pero los solicitantes también defendían el derecho de los disidentes y buscaban regularizar las relaciones entre el gobierno y la jerarquía clerical. Estas tentativas de reconciliación murieron antes de nacer porque la nación se vio envuelta en otra crisis religiosa originada por el nombramiento de un sucesor del Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso.Valdivieso, un firme defensor de las prerrogativas de la Iglesia, falleció en junio de 18'78. Su muerte no disgustó mucho a algunos anticlericales, quienes pensaban que ella deterioraría la causa ultramontana. Los conservadores, en forma callada naturalmente, estaban inquietos ya que no sólo habían perdido un líder poderoso sino también, temían que el gobierno usara la muerte del Arzobispo como una oportunidad para designar a alguien que no fuera a demostrar igual celo para defender a la Iglesia de los ataques del Estado. El nombramiento de Francisco de Paula Taforó, cura famoso por ser hijo ilegítimo y por sus ideas liberales, pareció confirmar estos temores. Los eclesiásticos quedaron escandalizados primero por la negativa de Pinto de consultar con la jerarquía antes de tomar su decisión y luego, por elegir a un individuo a quien ellos consideraban totalmente incapaz. Taforó podrá ser aceptado por los "popes rusos", exclamaba el fanático pro clerical Estandarte Católico, pero no por Jesucristo.

En cuanto el Congreso aprobó la designación de Taforó y la envió a Roma para ser confirmada por el Papa, una delegación de fieles viajó al Vaticano para luchar contra este nombramiento. Cuando Blest Gana llegó a la Ciudad Eterna, se enteró que sus compatriotas ultramontanos lo habían precedido cargados de protestas tanto del clero como de laicos chilenos. Aunque Blest Gana llevaba también recomendaciones alabando a Taforó, se lamentaba que ninguna estuviese escrita por un cura. Tan sólo un defensor clerical, escribía, tendría más valor que cualquier cosa escrita o dicha por una autoridad secular. Así fue como el Papado rechazó la designación de Taforó y el asunto permaneció sin solución durante muchos años. Mientras tanto, sin embargo, el gobierno se vio envuelto en otro problema religioso aún más delicado.

A comienzos de 1879 la policía de La Ligua, una pequeña comunidad cerca de Santiago, mientras buscaba un criminal, allanó la parroquia local. Las autoridades policiales encontraron a los culpables en otra parte, pero el cura del pueblo, Francisco Lisboa, y su congregación, se encolerizaron por la violación de que había sido objeto el santuario religioso. Lisboa encabezó una procesión para protestar por las acciones de la policía que él denunciaba como sacrílegas. Las autoridades detuvieron la procesión, provocando una reyerta durante la cual fue herido un oficial. La policía encarceló a Lisboa lo que llevó a la prensa ultramontana a declarar que una acción así violaba los derechos clericales y civiles del cura.

Acosado por dificultades internas, Chile se vio envuelto también en una disputa diplomática sobre el control del Estrecho de Magallanes y la Patagonia. Aunque era este un problema muy antiguo, nunca se había tornado serio hasta que Argentina, animada por sus victorias en la guerra paraguaya, empezó a reclamar los territorios en disputa a fines de los años 70.

Adolfo Ibáñez había sido el Ministro de Relaciones Exteriores hasta 1875, año en el cual había sido reemplazado por José Alfonso, un moderado que, al contrario de Ibáñez, se encontraba dispuesto a ceder la Patagonia a Argentina, a cambio del control chileno sobre el Estrecho de Magallanes.

El gobierno envió posteriormente a Diego Barros Arana a Buenos Aires a negociar el problema limítrofe. Para consternación de la nación, Barros Arana se excedió en sus atribuciones al aceptar un tratado en el cual Chile retenía sólo el control parcial sobre el Estrecho, perdiendo así su salida al Atlántico. Las negociaciones se complicaron posteriormente aún más, cuando las autoridades chilenas se apoderaron de un barco extranjero por violar sus aguas territoriales. El barco, Devonshire, se encontraba en las aguas en disputa, pero había obtenido

permiso del gobierno argentino para operar en ese territorio. Dicho gobierno, afrentado al ver su autoridad burlada, movilizó la flota y envió barcos de guerra al río Santa Cruz para apoyar la reclamación argentina.

Ambos países estuvieron a punto de llegar a la guerra hasta que acordaron someter el asunto a arbitraje. Mientras se solucionaba el problema, sin embargo, Chile debía ejercer su soberanía sólo en el lado del Pacífico del Estrecho. Pinto presentó este acuerdo, "el Tratado Fierro Sarratea", al Congreso chileno para

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Adolfo Ibáñez

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su ratificación pero un gran número de Diputados lo atacó alegando que la Patagonia era chilena en virtud de una anterior concesión de tierras hecha por el reino de España y por derecho de ocupación previa. Adolfo Ibáñez declaró en un momento del debate que el tratado propuesto constituía un momento decisivo en la historia de Chile, pues debía escogerse entre llegar a ser un rico imperio o la Suiza de América. Con las riquezas de la Patagonia, decía, la agricultura chilena, las actividades ganaderas y las industrias prosperarían enriqueciendo al país y haciéndolo poderoso. Sin estos recursos, la mayor exportación de Chile sería la de soldados para servir a amos extranjeros y campesinos para cultivar la tierra ajena.

Una buena parte de la prensa se unió a la oposición congresal contra el tratado. Los críticos más generosos atacaron a Pinto por haber sido mal aconsejado. Los menos inhibidos lo acusaron de haber traicionado a propósito los intereses de la nación, manchando el honor de Chile y de haber capitulado cobardemente frente a Argentina.

Antes de que el tratado fuese ratificado, un volante circuló en Santiago incitando al público a reunirse ante el Congreso para aclamar a "valientes Diputados que han defendido el honor de Chile, infamemente enlodado por un pacto convenido sólo por mercaderes". Seis congresales votaron en contra del tratado propuesto y doce abandonaron la sala en protesta, siendo aclamados por la muchedumbre. A pesar de estos gestos melodramáticos, el proyecto de ley recibió el apoyo de la mayoría de los legisladores, quienes fueron difamados por la prensa por haber empujado a Chile "por el vía crucis de la dignidad de una nación".

A las pocas semanas de la crisis argentina, en realidad quizás por eso mismo, una disputa limítrofe con Bolivia sumió a Chile en la Guerra del Pacífico. Ahora, sumados a los problemas de desacuerdo interno y parálisis económica, Pinto y su país debían enfrentar la amenaza del exterminio. Por un período muy breve hubo unidad en el país: los políticos dejaron de lado sus críticas, los ciudadanos acallaron sus quejas y aún los criminales dejaron de robar para poder reunirse alrededor del jefe a quien habían criticado anteriormente. Por desgracia, estos momentos de unidad fueron de corta duración: las frágiles amarras de exaltado patriotismo no pudieron resistir el doble peso de la enemistad política y una guerra en el extranjero. Perdida la confianza en él durante la paz, la tarea de Pinto se hacía ahora más difícil como dirigente de un Chile sumergido en una guerra fraticida.

Tomado de: William F. Setter, La Imagen Heroica en Chile: Arturo Prat, santo secular (Stgo, 2005), pp. 23-38. RELACIONES EXTERIORES DURANTE EL GOBIERNO DE ANÍBAL PINTO

La crisis económica mundial, iniciada hacia 1873 en los países desarrollados de la época, hizo presencia en América Latina dos años después, lo que incidirá en los problemas diplomáticos con nuestros vecinos.

Perú sufrirá fuertemente los efectos de la crisis, especialmente por la fuerte deuda externa adquirida a cuenta de las cuantiosas ganancias que deberían darle los ingresos del salitre estatizado en 1875, y que estaban destinados a un ambicioso plan de construir una gran red ferroviaria por todo el país y que debía cancelar. Sin embargo, su política salitrera había resultado un fracaso: subieron los costos de producción debido a la menor eficiencia y debía competir con el salitre que extraían los empresarios chilenos en la Antofagasta boliviana e incluso en el territorio chileno (en Taltal), el que se vendía a mejor precio debido a sus menores costos de producción. Esa competencia los hizo relanzar su tratado de alianza con Bolivia.

Como forma de eliminar esa competencia requería que Bolivia expulsara a los empresarios chilenos de Antofagasta, ofreciendo reemplazarlos con capitales y empresarios peruanos. Con ello, el Perú conseguiría el monopolio casi total del mercado salitrero mundial lo que le permitiría manejar los precios, obteniendo enormes ganancias, poniéndolo definitivamente sobre Chile en la competencia como potencia marítima y comercial en el Pacífico americano sur y transformándolo en el país más rico y poderoso de América Latina.

Bolivia, acuciada también por los problemas económicos derivados de la crisis, se encontró dispuesta. El nuevo presidente Hilarión Daza, decidió entonces iniciar una escalada de alzas de impuestos a los empresarios chilenos hasta obligarlos a irse del país, no importando que con ello contraviniera el Tratado de 1874. Así, en febrero de 1878, el gobierno boliviano subió los impuestos a las exportaciones salitreras de Antofagasta en 10 centavos el quintal métrico de salitre.

Los empresarios chilenos se negaron a pagar amparándose en el Tratado de 1874. El gobierno boliviano amenazó: o pagan o sus empresas serán expropiadas y sacadas a remate.

Ante tal amenaza, los empresarios chilenos exigieron la intervención del gobierno chileno, quien le hace presente a Bolivia las cláusulas del tratado de 1874. El gobierno boliviano, amparado en la alianza con Perú, no cede. La respuesta chilena fue dura: si Bolivia cumple con su amenaza, Chile declara nulo el Tratado de 1874, lo que lo llevará a reclamar sus antiguos límites fijados por la ley de guaneras de 1842, es decir, el paralelo 23, con lo que se consideraría nuevamente a Antofagasta como territorio chileno. Sin amedrentarse, Bolivia insiste y fija como límite de pago el mes de enero de 1879. Las autoridades bolivianas tenían el convencimiento de que el gobierno chileno no haría nada debido a la grave situación que lo enfrentaba con Argentina.

Efectivamente, la misión que encabezaba Diego Barros Arana había resultado un fracaso por las desmedidas exigencias argentinas y que sorprendieron incluso a los más ingenuos entreguistas (pretendían

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no sólo el territorio patagónico, sino también gran parte del Estrecho y de Tierra del Fuego). En mayo de 1878, Barros Arana daba por fracasada su misión, lo que volvían a ponerse tensas las relaciones. A raíz de ello y del agravamiento de la situación en el norte, el gobierno de Pinto resolvió no reincidir en sus intentos por vender los dos barcos blindados en Europa (casi los vendió a Turquía) para paliar la escasez de recursos fiscales.

En medio de esa tensión entre Chile y Argentina un hecho vino a agravar la situación: en octubre de 1878 un barco de guerra chileno (la cañonera “Magallanes”) capturó un barco norteamericano que, con permiso del gobierno argentino, extraía guano a la altura del río Santa Cruz (sector que Chile aun consideraba suyo mientras no hubiese una decisión definitiva). La reacción argentina fue atemorizar a Chile movilizando su flota hacia el sur. Creían que, por sus problemas con Bolivia, el gobierno chileno no reaccionaría y echaría pie atrás. Grande y desagradable fue su sorpresa cuando el jefe de gabinete de Pinto, Belisario Prats ordenó a su vez la movilización de la flota chilena y la del ejército, a la vez que encomendaba al embajador en Francia, el escritor y diplomático Alberto Blest Gana la compra de armamento. Reservadamente también se le ordenaba a la Marina el averiguar sobre el estado de preparación de la flota argentina, para lo cual se envió como “agente confidencial” al joven capitán de fragata Arturo Prat quien, haciéndose pasar por un profesor cumplió plenamente con tal cometido, confirmando lo que ya se sabía: la escuadra argentina no tenía ni barcos adecuados ni jefes competentes para enfrentar a la muy superior escuadra chilena.

Al enterarse el presidente argentino Avellaneda de la acción chilena, ordenó devolverse a su escuadra y decidió seguir negociando con Chile en espera que, por sus problemas en la frontera norte, se viera obligado a ceder ante los requerimientos argentinos. Para tal efecto envió a Chile al canciller Mariano Sarratea para firmar algún acuerdo con el canciller chileno Alejandro Fierro que permitiera dilatar el conflicto. Así, se firmó el llamado Tratado Fierro – Sarratea (diciembre 1878) por el cual el tema de la Patagonia se llevaría a un arbitraje (lo que ciertamente no convenía a Argentina, pero le permitiría hacer tiempo hasta que estallara el conflicto en el norte).

Entre tanto, Bolivia – siempre confiada en su pacto con Perú- desechó las advertencias chilenas y procedió a cobrar el impuesto extra al salitre exportado por los empresarios chilenos (enero 1879) y, ante el no pago, procedió a embargar y sacar a remate sus empresas salitreras, fijando como fecha del remate el 14 de febrero de 1879.

El gobierno chileno cumplió con su advertencia y ese día barcos de la flota chilena recalaban en Antofagasta y desembarcaban a doscientos soldados los que se apoderaron de la ciudad la que es declarada chilena, por estar dentro de los territorios al sur del paralelo 23.

Después de cerciorarse nuevamente que Perú cumpliría con el pacto, Bolivia le declaró la guerra a Chile (1° de marzo de 1879).

El Perú, sorprendido por la rapidez de los acontecimientos, no había tenido tiempo para prepararse convenientemente para el conflicto que venía. Con el convencimiento de que Chile aun desconocía la existencia del pacto secreto entre Perú y Bolivia, decidió presentarse como mediador entre Chile y Bolivia con la única intención de ganar tiempo mientras movilizaba sus tropas, conseguía armamento y ponía a punto los barcos de su flota. Para tal efecto envió a Chile a un representante, José Antonio Lavalle, quien fue muy bien recibido por un gobierno que no quería ningún conflicto (febrero 1879).

Sin embargo, las autoridades chilenas notaron que Lavalle dilataba constantemente las conversaciones, a raíz de lo cual quienes recordaban la existencia del Pacto Secreto que nos había dado a conocer el gobierno brasileño en 1873, comenzaron a sospechar y se lo hicieron ver al Presidente Pinto, quien nuevamente se negó a creer la existencia de dicho acuerdo. Pero la insistencia de sus ministros y asesores lo llevaron a pedirle al representante chileno en Perú, Joaquín Godoy que encarara al Presidente del Perú, Mariano Ignacio Prado. Efectivamente, el mandatario peruano tuvo que reconocer la existencia del Tratado Secreto, con lo cual quedaba claro que el Perú no podía ser neutral ante la declaración de guerra hecha por Bolivia.

Informado el presidente Pinto, se procedió a declararles la guerra a ambos países el 5 de abril de 1879.

LA GUERRA DEL PACIFICO(1879-84)

Antecedentes

Como primer antecedente, aparece el problema limítrofe entre Chile y Bolivia. Por el Uti Possidettis de 1810 Chile dominaba hasta el paralelo 21° 27’ (desembocadura río Loa), mientras que Bolivia (país nacido en 1825) no tenía acceso al mar. Más al norte, las tierras de Iquique y Arica pertenecían a Perú

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Con Perú Chile nunca tuvo problemas limítrofes, pero si de competencia por la hegemonía marítimo - comercial en el Pacífico Sur.

Los problemas entre Chile y Bolivia se iniciaron cuando se descubrió que los territorios al norte de Copiapó eran ricos en plata, guano y, sobre todo, a partir de la década de 1860, salitre. Estos recursos eran explotados por extranjeros, principalmente empresarios chilenos, con mano de obra mayoritariamente chilena y abastecida la zona desde Chile (productos agrícolas, madera, etc). También había cuantiosas inversiones chilenas en el salitre de Tarapacá (Perú), además de la mano de obra.

En 1842 gobierno chileno (Manuel Bulnes) declara que Chile llega hasta el paralelo 23 (Ley de Guaneras). Bolivia reclama de inmediato y señala que el límite norte de Chile es el paralelo 27 (Copiapó aprox.), para

después decir que era más al norte, en el paralelo 25. Surge amenaza de conflicto, a tal punto, que en 1863, Bolivia tenía lista (en secreto) declaración de guerra.

Tratado de 1866

La Guerra contra España (1865) favorece acercamiento entre ambos países. El presidente de Chile (JJ. Pérez) acepta fórmula del Pdte. boliviano Melgarejo

A raíz de ello, en el año 1866 se firmó un tratado limítrofe, en que se estableció que el límite entre Chile y Bolivia sería el paralelo 24° y que lo obtenido por los impuestos de exportaciones mineras en los territorios ubicados éntre los paralelos 23° y 25° serían repartidos por partes iguales (Medianería de Impuestos).

Hacia 1860 se descubren las propiedades del salitre como fertilizante, lo que hace subir la demanda y el precio

En 1866, los empresarios chilenos Ossa y Puelma inician explotación salitrera en Antofagasta con autorización del nuevo dueño, Bolivia. Sin embargo, el tratado de 1866

no se pudo aplicar por lo de la Medianería, ya que Bolivia nunca entregó sus cifras de exportación.

En 1872, Perú –en su afán por monopolizar esta nueva riqueza (que deja más ganancias que el guano) y, cuyo territorio, el de Tarapacá era el de mayores recursos salitreros- declara el estanco (o monopolio) de la venta del salitre de Tarapacá (particulares deben vendérselo al Estado y éste lo comercializa).

Por miedo a la reacción chilena (ya que saldrían perjudicados sus empresarios) busca acercamiento con Bolivia para expulsar a chilenos de Tarapacá y Antofagasta. En 1873 firman tratado de

alianza secreta contra Chile. Invitan a participar a Argentina (Pdte Domingo Faustino Sarmiento) por los problemas que tenía con Chile por la propiedad de la Patagonia.

El gobierno chileno, ya sea por sus problemas en el Norte, como en la Patagonia con Argentina, había mandado a construir hacía poco tiempo antes dos poderosos barcos blindados a Inglaterra (“Cochrane” y “Blanco Encalada “).

Argentina duda en unirse: teme reacción brasileña y además tiene problemas limítrofes por el territorio de Tarija con Bolivia.

Chile se entera de confabulación gracias a Brasil y, pese a dudar del hecho, el Pdte Federico Errázuriz ordenó partir a uno de los blindados aún en

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Pdte. J.J. Pérez

Límites de Chile en 1810

Manuel Bulnes

Pdte. Melgarejo

Reclamación Boliviana antes de 1866

D.F

Blindado “Blanco

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construcción en Inglaterra (a medio terminar). Los tres países confabulados – temerosos por la superioridad marítima chilena- echan pie atrás. Para hacer tiempo mientras se preparaban mejor para la guerra, el Perú convence a Bolivia para acercarse a Chile para firmar un nuevo acuerdo limítrofe, el que se firma en 1874.

Según el nuevo tratado, se mantienen los mismos límites Paralelo 24), pero Chile renuncia a la posibilidad de obtener los beneficios económicos por la explotación salitrera (“medianería”). Por su parte

Bolivia se comprometió a no subir los impuestos durante 25 años, a las compañías salitreras chilenas que ya estaban instaladas en esa zona

CAUSAS DE LA GUERRA

La Crisis económica mundial a mediados de la década de 1870 afecta fuertemente a países sudamericanos. Perú estatiza salitreras de Tarapacá, esperando conseguir mayores ganancias. Pero se ve perjudicado por la competencia de las salitreras de Antofagasta manejadas por empresarios chilenos y que producen a menor precio. Perú presiona a Bolivia para que expulse a empresarios chilenos de Antofagasta y los cambie por capitalistas peruanos. De esa manera esperaba apoderarse de todo el

salitre del área y así obtener el monopolio del 66% del salitre mundial, lo que transformaría al Perú en gran potencia en América..

Sea por lo anterior como también por necesidades económicas internas, en 1878 el Pdte. de Bolivia Hilarión Daza aumentó a los empresarios chilenos los impuestos en 10 centavos a cada quintal de salitre que se exportara. Los empresarios chilenos se niegan a pagar amparándose en Tratado de 1874.

Bolivia amenaza con expropiar sus salitreras y sacarlas a remate si los chilenos no pagan.

14 de febrero de 1879: Las tropas chilenas ocupan Antofagasta

• El gobierno chileno del Pdte Aníbal Pinto comunica a Bolivia que si aumenta los impuestos viola el tratado de 1874, por lo que éste quedaría nulo y Chile reclamaría todos los derechos que poseía antes del pacto en 1866, es decir, el dominio de la parte del litoral situado al sur del paralelo 23°, antiguo límite reconocido por Chile por la Ley de Guaneras de 1842, y amenaza con ocupar entre el paralelo 23 al 24. Bolivia, sintiéndose protegido por Tratado secreto con Perú, no cede y expropia las salitreras.

El día del remate, el 14 de febrero de 1879, tropas enviadas por el presidente de Chile Aníbal Pinto, desembarcaron y tomaron la ciudad de Antofagasta, entre la alegría de la población que era mayoritariamente chilena (95%). A esta acción siguió la ocupación de Mejillones, Caracoles, Cobija y Tocopilla.

Bolivia recurre al Perú. El gobierno peruano decidió cumplir con el pacto secreto. Bolivia le declara la guerra a Chile el 1° de marzo de 1879.

Perú, necesitado de tiempo mientras alista su flota y ejército, y en la creencia de que Chile desconoce absolutamente la existencia del tratado, se presenta hipócritamente como árbitro y buen componedor entre “ambos países

hermanos”, dilatándolo todo con conversaciones estériles. Para tal efecto envía al hábil diplomático José Antonio Lavalle.

En el ínter tanto, Chile ocupa Calama para evitar que Bolivia envíe tropas contra Antofagasta. Se produce el combate del puente Topater, 23 de marzo 1879), siendo éste el primer enfrentamiento armado del conflicto.

5 de abril de 1879: Chile decide declarar la guerra a Perú y Bolivia.

Perú negó muchas veces la existencia de un tratado secreto con Bolivia, hasta que el propio presidente de Perú (Mariano Prado) presionado por el embajador chileno Joaquín Godoy, debió reconocer su existencia, señalando que su antecesor lo había dejado “ligado a Bolivia por un tratado secreto de alianza”(marzo 1879).

Dada la gravedad de la confesión por parte del presidente, y a causa del tratado y de la negativa del Perú a aceptar la neutralidad, a Chile no le quedaba otra alternativa que declarar la guerra a ambos países (5 de abril 1879).

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Ignacio Mariano Prado

Pdte. A. Pinto

Pdte H. Daza

Tratado de 1874

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SITUACIÓN DE LAS FUERZAS BELIGERANTES

PERÚ: 6.000 SOLDADOSFLOTA: CUATRO BLINDADOS (“Huáscar”, “Independencia”, “Manco Capac” y “Atahualpa”) Y DOS CORBETAS DE MADERA (“Unión” y “Pilcomayo”)

BOLIVIA: 2.000 SOLDADOSNO POSEE FLOTA

CHILE: 2.400 SOLDADOSFLOTA: DOS BLINDADOS (“Blanco Encalada” y “Cochrane”) Y CINCO CORBETAS DE MADERA (“Chacabuco”, “O’Higgins”, “Magallanes”, “Esmeralda” y “Covadonga” )

DESARROLLO DEL CONFLICTO

Se pueden reconocer seis fases:

I.- Campaña MarítimaII.- Campaña de TarapacáIII.- Campaña de Tacna y AricaIV.- Campaña de LimaV.- Campaña de la SierraVI.- Campaña de Arequipa

I.- CAMPAÑA MARÍTIMA

Para atacar a Perú era necesario dominar el mar. A pesar de llos informes del espionaje chileno de que la Escuadra peruana estaba en reparaciones en el Callao, el almirante Juan Williams Rebolledo, jefe de la escuadra chilena se negó a ir al Callao a destruirla, y prefirió bloquear Iquique con el objeto de impedir exportación salitrera peruana, y así ahogar la economía peruana. Esperaba así atraer a las naves de guerra peruanas y derrotarlas, lo que –después de un mes de espera - no ocurrió.

El primer Combate Naval tuvo lugar en Chipana (Abril 1879), en que la cañonera “Magallanes”, al mando de Juan José Latorre, se enfrentó (con leve ventaja final) a las superiores naves peruanas “Unión” y “Pilcomayo”

Al no aparecer los peruanos por Iquique, Williams partió al Callao en busca de la escuadra peruana para combatirla y derrotarla, dejando en Iquique a las viejas naves de madera “Esmeralda” y “Covadonga”, al mando de los capitanes Arturo Prat y Carlos Condell, para mantener el bloqueo. Entretanto, la escuadra peruana avanzaba al sur, sin ser visto por las naves de la Escuadra chilenas que navegaban hacia el Callao. 21 de mayo 1879: Combate Naval de Iquique

Al enterarse de la debilidad chilena en Iquique, los blindados peruanos “Huáscar” e “Independencia”, al mando de Miguel Grau, deciden atacar, destruir esas débiles naves y después seguir hacia el sur, inutilizar a cañonazos la planta desalinadora de agua de Antofagasta (lo que haría que los miles de soldados chilenos que se estaban concentrando en ese lugar tuviesen que rendirse por sed), para después seguir bombardeando impunemente los puertos chilenos de más al sur (sin defensas), lo que constituiría un fuerte golpe militar y sicológico.

El “Huáscar”, comandado por Miguel Grau se enfrentó a la pequeña Esmeralda al mando de Arturo Prat Tras cuatro horas de combate y después de la muerte de Prat al abordar la nave enemiga, la “Esmeralda” se hundió con su bandera flameando al tope, poniendo fin al Combate Naval de Iquique.

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Corbeta “Magallanes

Corbeta “Esmeralda”

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Mientras tanto la “Covadonga”, comandado por Carlos Condell, huye bordeando la costa hacia el sur para avisar de lo que se venía a las autoridades. Es perseguido por la “Independencia”, la que imprudentemente se lanza sobre la nave chilena para espolonearla, varándose en los roqueríos y hundiéndose después de rendirse frente a Punta Gruesa

En los mismos momentos de estos trágicos acontecimientos, la flota chilena se enteraba casi en las puertas del puerto del Callao, de la ausencia de la escuadra peruana. El almirante Williams dio orden de regresar de

inmediato, lo que hicieron a duras penas al perderse contacto con la nave que trasladaba el carbón para los barcos. Cerca de Iquique dieron con el “Huáscar”, pero éste logró escabullirse.

8 de octubre 1879: Combate de Angamos. Rendición del “Huáscar”.

Dentro de los cinco meses siguientes Miguel Grau al mando del

“Huáscar”, atacó con éxito el tráfico marítimo chileno, capturando 13 barcos mercantes chilenos y un barco (“Rimac”) con 400 soldados del regimiento “Carabineros de Yungay”, entorpeciendo con ello, el envío de fuerzas hacia el norte, sin que la flota chilena pudiese dar con él, escabulléndose hábilmente cada

vez que fue perseguido. El fracaso obligó a Williams a renunciar como jefe de la Escuadra, siendo

reemplazado por Galvarino Riveros.Hasta que el 8 de octubre de 1879 se le tiende una trampa, obligando a

la nave peruana a aceptar el combate con los dos blindados chilenos. El “Cochrane” (al mando de Juan José Latorre) acorraló al barco peruano, el que fue

derrotado y capturado en el Combate Naval de Angamos, muriendo su capitán. Con la muerte del capitán Grau, el “Huáscar” pasó a manos de la marina chilena, la que quedó como dueña absoluta del mar. Chile ya podía llevar sus tropas hacia territorio peruano. Las costas

peruanas quedan bloqueadas por la flota chilena.

II.- CAMPAÑA DE TARAPACÁ

2 de noviembre 1879 : Las tropas chilenas desembarcan en Pisagua.

Mientras se realizaba la guerra marítima, Chile había concentrado en Antofagasta un ejército de 12.000 hombres, al mando del general Erasmo Escala.

Después de Angamos y ya con el dominio del mar, el Gobierno chileno decide apoderarse de la rica

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Monitor “Huáscar”

Capitán Arturo Prat

Combate Naval de “Punta Gruesa”

Combate Naval de Iquique

Capitán Carlos Condell

Miguel Grau

Cañonera “Covadonga”

Combate Naval de Angamos

Desembarco en Pisagua

Erasmo Escala

Galvarino Riveros

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provincia peruana de Tarapacá para obligar a firmar la paz al Perú y devolverle ese territorio a cambio del pago de una fuerte indemnización.

El general Escala llevó por mar a su ejército hacia el norte, para emprender la invasión de territorio enemigo. El 2 de noviembre desembarcó en Pisagua con 10.000 hombres y en medio de un diluvio de balas provenientes de la guarnición (1.400 hombres) muy bien atrincherada en la costa, se apoderaron del lugar; luego hubo que capturar los pozos de agua ubicados en la Depresión intermedia (Dolores y Pozo Almonte) para abastecer a la tropa y a la caballería.

19 de noviembre: Batalla de Dolores (o del Cerro de San Francisco).

El general peruano Juan Buendía sale a marcha forzada desde Iquique con 12.000 hombres para atacar a los chilenos en Dolores.

Paralelamente, el presidente boliviano Hilarión Daza, salió con 3.000 hombres desde Arica La idea era atacar a los chilenos por dos lados. Sin embargo, Daza sólo llegó hasta la Quebrada de Camarones y se devolvió a Arica (temía un golpe de Estado durante su ausencia).

Las tropas chilenas (unos 6.000 hombres) a cargo del coronel Emilio Sotomayor recién se estaban instalando en el Pozo de Dolores, cuando son atacadas por las tropas aliadas, pero fueron rechazados con grandes esfuerzos a los pies del Cerro San Francisco. Pese a su superioridad numérica, Buendía se retira hacia Arica, por la Quebrada de Tarapacá, llegando al lugar con 5.000 hombres.

27 de noviembre 1879: Combate de Tarapacá.

Las tropas chilenas deciden perseguir a los aliados que huyen, pero – mal informados- lo hacen con fuerzas insuficientes (2.300 hombres) y con escasez de agua. Agotados y sedientos, los chilenos llegan a la Quebrada de Tarapacá, siendo enfrentados por la superior fuerza enemiga, lo que significó un desastre para las fuerzas chilenas. Atacados por fuerzas superiores, las debilitadas unidades retrocedieron combatiendo, cayendo heroicamente el comandante del 2ª de Línea, Eleuterio Ramírez mientras protegía la retirada.

Los peruanos quedaron dueños del campo, pero no supieron aprovechar la victoria, pues igual continuaron con su plan de retirada hacia Arica por la precordillera, lo que facilitó que Chile se posesionara de la rica provincia salitrera de Tarapacá Iquique cae en manos chilenas. También fue capturada por la flota chilena la nave peruana “Pilcomayo”

III.- CAMPAÑA DE TACNA Y ARICA

26 de mayo 1880: Batalla de Tacna

• La pérdida de Tarapacá provocó cambios de gobierno entre los aliados. En Perú, Nicolás de Piérola reemplaza al Pdte Prado. En Bolivia, Narciso Campero reemplaza a Daza.

Como los aliados insisten en seguir en la guerra, el gobierno chileno ya no piensa en devolver Tarapacá

Chile gestiona secretamente un acuerdo con Bolivia ofreciéndole Tacna y Arica si abandona al Perú y se une a Chile Esta gestión es un fracaso

(“política boliviana del ministro Santa María”). El Ministro de Guerra Rafael Sotomayor organiza nueva campaña.• Después de desembarcar en Ilo, las tropas chilenas, al mando del general Manuel Baquedano (nuevo Cdte. en jefe) se enfrentaron a las fuerzas peruanas y las derrotaron en el combate del Cerro Los Ángeles en las afueras de Moquegua (22 de marzo

1880), evitando con ello un ataque por la espalda mientras se dirigían hacia el sur, hacia Tacna. Para ello debían cruzar un caluroso y arenoso desierto. La falla de la

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Eleuterio Ramírez

Batalla de Dolores (o San Francisco)

Juan BuendíaEmilio

Sotomayor

Manuel Baquedano

Narciso Campero

Nicolás de Piérola

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locomotora que debía llevar el agua a los soldados y animales en marcha, casi significa nuevamente un desastre. Poco antes de la batalla, muere el gran organizador de las campañas chilenas, el ministro Rafael Sotomayor

Ambos ejércitos se enfrentan en las afueras de Tacna (26 de mayo de 1880), venciendo los chilenos (Batalla del Campo de la Alianza) después de una dura y sangrienta batalla.

El ejército boliviano se retiró al interior de Bolivia y desde ese momento deja de participar directamente en la guerra.

Toma del Morro de Arica (7 de junio de 1880)

Debido a la necesidad de contar con la flota para invadir Lima, ocupada en esos momentos en el bloqueo de Arica, se decide tomar este puerto, el cual se hallaba poderosamente defendido por grandes fuertes, trincheras, mucha artillería y minas terrestres

El coronel Pedro Lagos dirige el ataque. Aprovechando la camanchaca de la madrugada, los infantes chilenos fueron asaltando los fuertes en medio del tiroteo, de las explosiones y de las trampas, y en sólo 55 minutos de lucha cuerpo a cuerpo, a sangre y fuego, lograron llegar a la cima del Morro.

Conversaciones de Paz.

Las grandes potencias europeas (Inglaterra, Francia e Italia) se alarman por parálisis de la industria salitrera y pretenden presionar a Chile para que devuelva Tarapacá a cambio de una indemnización. EE.UU. se adelanta (siguiendo la “Doctrina Monroe” y así evitar que intervinieran las potencias europeas) y convoca a conversaciones de paz en la bahía de Arica a bordo del “Lackawanna”. La actitud intransigente y prepotente perú – boliviana (quieren que Chile devuelva los

territorios sin pagar ellos ninguna indemnización) dio por terminada las conversaciones (octubre de 1880). El único país europeo que simpatizó con Chile fue la Alemania del canciller Otto von Bismarck.

El gobierno chileno decide buscar la paz en Lima

IV.- CAMPAÑA DE LIMA

13 de enero 1881: Batalla de Chorrillos.

A fines de 1880, Baquedano desembarcó con 25.000 soldados en la costa peruana en el puerto de Pisco, al sur de Lima.

El Pdte peruano Piérola había concentrado más de 40.000 hombres entre soldados

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Captura del Morro de Arica

Defensas de Arica

Coronel Pedro Lagos

Batalla de Tacna

Rafael Sotomayor

Líneas de Chorrillos y Miraflores

Batalla de Tacna

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y milicianos, en dos líneas paralelas en las afueras al sur de Lima, poderosamente fortificadas y artilladas (cañones, ametralladoras y minas terrestres), una en Chorrillos y otra en Miraflores.

En su marcha hacia Lima fueron liberados los esclavos chinos que trabajaban en las haciendas peruanas. Agradecidos, los chinos ayudaron a los chilenos cumpliendo diversos servicios y hasta formaron un batallón ( “Vulcano”)

Enfrentado al fuerte dispositivo defensivo, peruano, Baquedano ordenó un ataque frontal (“a la chilena”) a la línea Chorrillos el 13 de enero de 1881. El ejército chileno trepó valerosamente las alturas fortificadas y protegidas por alambradas y campos minados tendidas por los peruanos en el fuerte de San Juan y las tomó a la bayoneta, a pesar de las numerosas bajas.

Los peruanos retroceden hacia la línea de Miraflores

Batalla de Miraflores (15 de enero de 1881).

Mientras el general Baquedano preparaba el ataque a la línea de Miraflores, un grupo de extranjeros avecindados en Lima le pidieron una tregua para abandonar la ciudad, lo que fue aceptado por ambos

bandos. Sin embargo, al hacer el general chileno una visita de reconocimiento a las primeras líneas chilenas, los peruanos iniciaron el fuego, generalizándose la batalla.

En un principio, los sorprendidos y desorganizados chilenos tienden a huir; pero gracias a la intervención de la caballería, el enemigo es detenido y obligado a retirarse, resultando completamente desecho el ejército peruano, cuyos restos dispersos huyeron, dejando abierto el camino abierto a Lima. Piérola y los restos del ejército peruano huyen hacia el interior del Perú, hacia la Sierra.

18 de enero 1881: Ocupación de Lima.

• A petición de la comunidad extranjera y del propio alcalde de Lima, las tropas chilenas ingresan a Lima para poner fin al caos y a los saqueos e incendios provocados por la soldadesca peruana en fuga.• Pensando en una pronta paz, el general Baquedano regresa a Chile con gran parte de las tropas victoriosas, quedando en Lima una fuerza de sólo 10.000 soldados a cargo de Patricio Lynch jefe del ejército de

ocupación.

Buscando con quien negociar pronto la paz, Chile reconoce al abogado peruano como presidente provisional del Perú, quien se instala con su gabinete, en el pueblo de La Magdalena (cerca de Lima). El precio que pone Chile: la cesión de la provincia de Tarapacá.

Negociaciones de paz e intervención extranjera

• Mientras se negocia la paz, los peruanos buscan secretamente la intervención de las grandes potencias. • El secretario de Estado norteamericano del gobierno del Pdte. James Garfield, James Blaine, coludido en secreto con una empresa de unos judío - franceses (los hermanos Dreyfus), apoya a Perú y exige que Chile se retire de Tarapacá a cambio de una gran indemnización, dinero que saldría de la Casa Dreyfus. El precio para el Perú: entregar el monopolio salitrero a dicha empresa.

Paralelamente, Blaine apoyaba la demanda de una empresa norteamericana (“Peruvian Co.”) que reclama al Perú 1.200 millones de dólares por una deuda del gobierno peruano. En caso de que

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Francisco García Calderón

Tropas chilenas entran a Lima Patricio Lynch

La última carga en Miraflores

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Chile se quedara con Tarapacá, Blaine debería presionar para que nuestro país reconociera y pagara la deuda.• Descubierta estas maniobras, el gobierno chileno ordena deponer a García Calderón y enviarlo preso a Chile (agosto 1881

V.- CAMPAÑA DE LA SIERRA

Este apoyo extranjero fortalece el espíritu de resistencia peruana. Se forman guerrillas (o “montoneras”) al interior de la Sierra, formadas por soldados, milicianos e indios, dirigidos por el coronel Andrés Avelino Cáceres (“el brujo de los Andes”) que amenazan con lanzarse sobre Lima

Patricio Lynch envía una expedición militar (insuficiente en número) para hacer una limpieza de

montoneros, pero sin mucho éxito, ya que éstos evadieron todo combate frontal. Al regreso de la fracasada expedición, un grupo de soldados chilenos, es sorprendido cerca del pueblo de Sangra en que 30 soldados del Reg. Buin son atacados por cerca de 400 enemigos, logrando resistir hasta la llegada de refuerzos (26 de junio de 1881)

Se esfuma peligro de intervención extranjera

• En septiembre 1881 es asesinado del Pdte. de EEUU, Mr J. Garfield. Es sucedido por Chester Arthur, quien cambió al ministro Blaine.

•El nuevo secretario de Estado, limitándose a ofrecer los buenos oficios norteamericanos para lograr la

paz, enviando a Chile y al Perú una misión diplomática (Blaine Jr. – Trescot), los que reconocen el derecho chileno por Tarapacá

Nueva incursión en la Sierra

Ahora libre de la presión extranjera y se busca destruir a las fuerzas enemigas del interior dirigidas por Andrés Avelino Cáceres, para así presionar a los peruanos a llegar a un acuerdo, Lynch planifica una nueva operación, esta vez con más de 6.000 hombres (pero el gobierno de Santa María la redujo a 3.000)

Esta fuerza avanza hacia el interior de la Sierra en la peor época (inicios del invierno altiplánico) en medio de la lluvia, la nieve, el frío y las enfermedades (tifus, viruela), en dos columnas paralelas para cercar a Cáceres (enero 1882), lo cual resultó infructuoso.

Se logra ocupar el interior del territorio, pero a costa de diseminar las tropas en pequeños poblados, sin conseguir dominar la situación, debido al número insuficiente de hombres.

Las bajas por enfermedad y los ataques de las guerrillas, unidos a las dificultades de abastecimiento y comunicación con Lima, obligan a retroceder a las tropas chilenas, retirándose de la Sierra

9 - 10 de julio 1882: Combate de la Concepción.

Mientras regresan a Lima las fuerzas chilenas desde la Sierra, un grupo de 77 soldados chilenos del Reg. Chacabuco, al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto (nieto de José Miguel Carrera y sobrino del Presidente Pinto), custodian la aldea de La Concepción para abrir paso a las tropas en retirada.

Es uno de los episodios más heroicos y conmovedores de la Campaña de la Sierra., esta agrupación fue atacada por el coronel Juan Gastó, con 300 soldados y 1.500 indios (9 de julio 1882).

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James Blaine

Chester Arthur

Andrés Avelino Cáceres

Combate de Sangra

Isidor Dreyfus

Ignacio Carrera Pinto

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Los soldados chilenos resisten todo un día. Pero, ya sin municiones, fueron muriendo hasta quedar al día siguiente entre las ruinas del cuartel sólo cinco valientes. Resueltos a morir peleando cargaron a la bayoneta contra la masa de indios, comandados por el subteniente Luis Cruz Martínez (de sólo 18 años)

cayendo bajo la bandera que habían jurado defender. Ninguno de los 77 hombres se rindió.

Miguel Iglesias. El “Grito de Montán”

El gobierno chileno, indignado porque los

peruanos se negaban a firmar la paz, decidió cobrar un fuerte impuesto a los más ricos como forma de presión. Esto hizo recapacitar a muchos peruanos: su país está derrotado y ocupado, ya sin posibilidad de apoyo exterior, con sus puertos bloqueados y su economía ahogada.

Finalmente, el general peruano Miguel Iglesias, hace pública una carta en la cual se muestra favorable a aceptar la proposición chilena (“Grito de Montán”. 31 de agosto de 1882).

Muchos peruanos –cansados de la ocupación extranjera- lo apoyan. También el gobierno chileno, que lo reconoce como presidente provisorio. Iglesias establece su gobierno en Cajamarca(al norte del Perú).

Pero un gobierno de resistencia peruano montado en el sur (Arequipa) se muestra contrario y desea mantener vivo el conflicto. Por eso envía a Andrés A. Cáceres con 3.200 hombres a destruir a Iglesias para impedir que firme la paz

Tercera incursión en la Sierra. Batalla de Huamachuco.

• Las autoridades chilenas deciden proteger a Iglesias y envían al coronel Alejandro Gorostiaga a detener a Cáceres con sólo 1.500 hombres.

Ambas fuerzas se encuentran en la parte norte de la Sierra, produciéndose la batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883), en que los peruanos son derrotados, pese a la inferioridad numérica de los chilenos.

Este triunfo permitió terminar con tranquilidad las conversaciones de paz entre el gobierno de Iglesias y las autoridades chilenas que llevaría a la firma del Tratado de Ancón.

VI.- CAMPAÑA DE AREQUIPA

Para asegurar el control de chileno del Perú y llevar a buen término las gestiones de paz con el gobierno de Iglesias, las autoridades chilenas deciden destruir el último bastión de resistencia peruano, atacando Arequipa. Para tal efecto se envió al coronel José Velásquez con 6.000 soldados. José VelázquezEn dicha ciudad, el gobierno de resistencia peruano–al mando del almirante Lizardo Montero- contaba con un ejército bien equipado y entrenado de 4.000 hombresSin embargo, al acercarse los chilenos a la ciudad, las tropas peruanas huyeron sin disparar un tiro, cayendo pacíficamente la ciudad (27 de octubre de 1883)

TRATADOS DE PAZ

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Combate de la Concepción

Alejandro GorostiagaBatalla de Huamachuco

Luis Cruz Martínez

José Velázquez

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Tratado de Ancón con Perú .

• Paralelo a la campaña de Arequipa, se llegaba finalmente a la firma del acuerdo de paz entre Chile y el Perú, firmado en octubre de 1883 en la ciudad de Ancón, cerca de Lima. Por este tratado:• Perú cedía a perpetuidad la provincia de Tarapacá (entre el Loa y la quebrada de Camarones)

Las provincias peruanas Arica y Tacna quedaría a Chile bajo un gobierno de 10 años, al término de los cuales un plebiscito en esa zona determinaría su nacionalidad definitiva. El país que saliese beneficiado indemnizaría al otro con 10 millones de pesos. De palabra, se estableció que el plebiscito sería organizado por Chile.

Las tropas chilenas comienzan su retirada del Perú

4 de abril de 1884: Se firma la paz con Bolivia. Fin de la Guerra

Pese a que Bolivia había cesado su participación directa en la guerra después de la batalla de Tacna, aun se mantenía la situación de conflicto. El Pdte. Boliviano Narciso Campero había confiado en que Chile sufriera alguna derrota, o que

interviniera Argentina, o que la intervención extranjera obligara a Chile a devolver los territorios conquistados. Fracasadas estas esperanzas con Ancón, y con tropas chilenas en la frontera con Perú listas para lanzarse sobre La Paz, decidió firmar con Chile un pacto de Tregua en abril de 1884 por el cual:- La región de Antofagasta (entre los paralelos 23 y el 25) quedaría bajo el régimen político-administrativo de Chile.- Chile otorgaría facilidades para el tránsito de mercaderías desde y hacia Bolivia por los puertos del norte.

El tratado definitivo de límites se firmaría en 1904, pagando Chile una indemnización por los territorios ubicados entre el Loa y el paralelo 23

El Tratado de límites con Argentina de 1881

Las amenazas argentinas de ingresar a la Guerra a favor de los aliados tensionaron a Chile entre 1879 y 1881. El triunfo en el conflicto, llevó a la clase política gobernante y a la plutocracia criolla a fijar sus ávidas miradas sólo en las riquezas recién obtenidas en el Norte salitrero, y decidieran desprenderse de una vez por todas de la Patagonia, territorio considerado sin ningún porvenir ni provecho económico.

El 23 de Julio de 1881, el presidente Pinto acordaba la firma del Tratado con Argentina. El presidente recién electo, Domingo Santa María (que debía asumir el mando dos meses después), prefirió dejar que el presidente saliente corriera con la responsabilidad de lo que él sospechaba, a mediano y largo plazo, sería visto no sólo como una mala decisión, sino como un crimen, como efectivamente ocurrió.

Según este Tratado:1.- El límite entre ambos países correría –hasta el paralelo 52- por las más altas cumbres que dividan aguas, pasando por las vertientes que se desprenden a un lado. Al sur del paralelo 52 el límite se fijaría con líneas rectas hasta tocar el Canal Beagle. Todas las islas situadas al sur de este canal serían chilenas.2.- Chile dominaría ambas costas del Estrecho de Magallanes, el cual quedaba libre para la circulación de barcos de todas las naciones.

En total Chile cedía un millón de km2 que –junto con los 400.000 km2 ocupados por Argentina en la década de 1860- le habían sido otorgados por el Uti Possidettis Ius de 1810

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Tacna y Arica según el trat. De Ancón

Regreso triunfal del Ejército chileno

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GOBIERNO DE DOMINGO SANTA MARÍA GONZÁLEZ (1881 – 1886)

Abogado, había ingresado al partido liberal, distinguiéndose como ardoroso opositor a Montt, participando en los movimientos revolucionarios de 1851 y 1859. Posteriormente aparece formando parte del Club de la Reforma y luchando para lograr disminuir los poderes presidenciales. Durante el gobierno de Aníbal Pinto fue ministro jefe de gabinete durante la guerra del Pacífico, cargo que aprovechó para ir formando la maquinaria electoral que le permitiría imponerse sobre la candidatura del héroe de la Guerra del Pacífico, el general Manuel Baquedano, quien abandonó la contienda al no poder competir honestamente contra Santa María, debido al desembozado intervencionismo gubernamental.

Como Presidente no tuvo ninguna consecuencia con el pensamiento del otrora joven Santa María, quien había luchado en contra del autoritarismo presidencial y a favor de la Libertad Electoral, destacándose como gobernante por su fuerte autoritarismo y su intervencionismo electoral desembozado, tal

como quedaría demostrado en las elecciones parlamentarias de 1882 y de 1885 que le permitió mantener un fuerte apoyo parlamentario para llevar a cabo su obra de gobierno.

Cupo a Santa María el tema de la difícil liquidación de la Guerra del Pacífico, debiendo soportar las presiones de EE.UU para que Chile devolviese todo lo conquistado a cambio de una indemnización. Durante su gobierno se llevaron o cabo a cabo -con éxitos y fracasos- las últimas campa de dicho conflicto (las de la Sierra y la de Arequipa), y se firmarían los Pactos de Tregua con Perú (Ancón en 1883) y con Bolivia (Valparaíso en 1884).

PACIFICACIÓN Y OCUPACIÓN bE LA ARAUCANÍA (1881 – 1882

También le tocó a este Presidente liquidar el largo conflicto de Arauco, iniciado con la llegada de Pedro de Valdivia(1550), con la conquista y pacificación de dicho territorio. El estallido de la Guerra del Pacífico obligó a trasladar al grueso del ejército hacia el norte, lo que movió a los mapuches a preparar un gran levantamiento para recuperar los territorios ocupados por la República a partir de 1860, en el convencimiento de que Chile sería derrotado por Perú y Bolivia. La insurrección comenzó en 1880, llegando a

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Fronteras de Chile antes y después de 1881

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su período crítico a principios de 1881, cuando el ejército chileno acababa de ocupar Lima. Los sublevados atacaron Traiguén, asolaron Collipulli y cortaron las líneas telegráficas. Estos sucesos llevaron al gobierno a determinar el avance hasta la línea del río Cautín.

Una expedición de dos mil hombres, equipados con las modernas armas conseguidas para la guerra en el norte, partió desde Traiguén hasta llegar al río Cautín, al mando del coronel Gregorio Urrutia. A las orillas de ese río se fundó un fuerte en un lugar llamado Temuco, el que no tardó en ser asaltado por los indios, los cuales además atacaban los convoyes en los caminos. Sin tregua, el coronel Urrutia procedió a levantar nuevos fuertes: Carahue, Nueva Imperial, Lautaro y Curacautín, consolidando la ocupación del territorio. Luego se dirigió hacia el interior, logrando consolidar en poco tiempo el sector de Villarrica con la fundación de los fuertes de Freire, Pucón y Cunco. De esta manera se neutralizó toda resistencia (1882). Para tranquilizar a los mapuches celebró con ellos parlamentos en que se les prometió reconocer sus propiedades.

Sin demora, las autoridades procedieron a iniciar un plan de colonización enviando agentes a Europa. Entre los años 1882 y 1890 llegaron más de 10.000 colonos alemanes, suizos y franceses, pero como muchos de ellos no traían dinero, pronto perdieron sus tierras, las que pasaron a colonos nacionales o extranjeros de mayor fortuna. También el Estado remató tierras fiscales a bajos precios, lo que atrajo a numerosos chilenos de otras zonas del país, lo que contribuyó a poblar rápidamente la Araucanía.

CONFLICTO IGLESIA - ESTADO: LAS LEYES LAICAS

El creciente espíritu liberal y anticlerical de la elite política chilena, va a culminar durante este gobierno con la aprobación de leyes para secularizar los cementerios y matrimonios, provocando un conflicto entre el Estado y la Iglesia, tanto la chilena como con Roma. Todo partió a raíz del fallecimiento del arzobispo de Santiago, don Rafael Valentín Valdivieso, hombre muy querido por la feligresía católica y respetado por todos. Para llenar la vacancia, el gobierno de Pinto -haciendo uso del derecho de patronato que concedía la constitución al presidente (pero nunca reconocido por Roma)- propuso en su reemplazo al canónico Francisco de Paula Taforó, personaje rechazado por la mayoría de los católicos y por el clero en general, reprochándosele sus tendencias liberales (no se oponía a las ideas de establecer el matrimonio civil, de crear el registro civil o la de los cementerios comunes), sus continuos roces con el anterior arzobispo. Además, se le echaba en cara su condición de hijo ilegítimo. Taforó se hallaba aislado en el ambiente católico chileno.

Ante el rechazo de la Iglesia y de los católicos en general, Taforó pidió el gobierno que retirara su candidatura, pero el gobierno de Santa María insistió en ella. El Papa León XIII decidió enviar un delegado apostólico -Monseñor Celestino del Frate- para que estudiase la situación y le informase si era posible aceptar dicho nombramiento. Después de informarse de las razones esgrimidas por la Iglesia chilena para su rechazo, del Frate informó a Roma de que su nombramiento sólo provocaría perturbaciones, ante lo cual el Papa rechazó la solicitud de nombramiento. También el enviado papal insinuó en una nota dirigida al gobierno, el no reconocimiento por parte de Roma del derecho de patronato, ante lo cual el gobierno procedió a devolverle su pasaporte, dando por terminada su gestión en Chile, rompiéndose las relaciones entre el Estado y la Santa Sede.

Estos acontecimientos generaron gran conmoción en Chile, tanto a nivel de gobierno, del parlamento y de la sociedad, saliendo a relucir con fuerza las luchas doctrinarias o teológicas.

Los partidos liberal, nacional y radical, aprovechando que eran mayoría en el Congreso, estimaron que la misión de Monseñor del Frate y el rechazo al nombramiento de Taforó constituían una provocación, por lo que, movidos por un fuerte espíritu revanchista, se concertaron para apoyar las iniciativas del gobierno tendientes a quitarle a la Iglesia toda intervención en el estado civil de las personas, mediante las llamadas Leyes Laicas. El encargado de gestionar la aprobación de dichas leyes fue el ministro del Interior (jefe de gabinete) de Santa María, José Manuel Balmaceda. Nada pudieron hacer frente a la aplanadora liberal ni la Iglesia ni el partido conservador, este último en total minoría en el Parlamento. Estas leyes fueron tres:1°.- Ley de Cementerios Laicos (agosto de 1883): en los que se establece que en los cementerios del Estado o de las municipalidades no podrá impedirse la inhumación de ninguna persona que haya adquirido una sepultura.

La respuesta de la Iglesia fue quitarles a dichos cementerios la bendición a dichos cementerios, es decir, dejan de ser tierra consagrada como eran antes, lo que los convertía lugares sagrados. Los indignos de ser enterrados ahí eran enterrados en rincones no benditos. Además se prohibió que hubiese ceremonias religiosas dentro de esos cementerios, impidiendo el ingreso de los sacerdotes que acompañaban al cadáver hasta la sepultura: “Se execran los cementerios del Arzobispado que administran actualmente el Estado o las Municipalidades. En esta virtud, es prohibido sepultar en ellos los cadáveres con el rito y preces de la Iglesia Católica”Quedan desde la fecha derogadas las licencias concedidas por la autoridad eclesiástica para el ejercicio del culto católico en las capillas de los cementerios sujetos a la administración del Estado o de las Municipalidades. En consecuencia, se declaran lugares profanos dichas capillas y se prohíbe en ellas el ejercicio del culto religioso, bajo pena de suspensión de su ministerio ipso facto incurrenda, a todo sacerdote, sea secular o regular, que, viole esta prohibición”

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Fco de Paula Taforó

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Ello provocó que los católicos más fieles enterraran a sus deudos en las Iglesias(los más pudientes) o en cementerios parroquiales, ante lo cual el gobierno dictó un decreto prohibiendo esta costumbre. Se inició así lo que se conoció como la “guerra de los cadáveres”, ya que para burlar esta costumbre los fieles católicos llenaban el ataúd con piedras y lo acompañaban al cementerio, mientras que el cadáver era enterrado privadamente en otro lugar. Alertadas las autoridades, comenzaron a abrir los ataúdes en las puertas del cementerio. Para burlar esta maniobra, los familiares acompañaban al ataúd hasta la sepultura, agrupándose cerradamente en torno al féretro, impidiendo que los funcionarios estatales observaran que los familiares sacaban el cadáver y luego lo sacaban del brazo entre los asistentes y lo enterraban en otro lugar. Para tranquilizar a los fieles, la Iglesia abrió pocas semanas después su propio lugar, el Cementerio Católico: Santiago, 8 de agosto de 1883:“Siendo preciso consultar en el cementerio católico parroquia! de Santiago, que ya se ha puesto a! servicio de los fieles, todas las necesidades que se hacen sentir en ésta clase de establecimientos, mandamos que en él se observen, en lo relativo a la policía sanitaria y deseguridad, todas las disposiciones dictadas para el cementerio general de esta ciudad y las que se dictaren en lo futuro”

2.- Ley de Matrimonio Civil (enero de 1884): se reformaba el Código Civil que había entregado a la Iglesia el registro de los matrimonios, privando al matrimonio religioso de sus efectos civiles, debiendo realizarse la ceremonia ante un oficial del Estado para que fuera legalmente válido, transformándose en un simple contrato entre los cónyuges, aunque sin derecho de disolución.

Esta ley provocará numerosos problemas por cuanto no estableció el orden de prioridad por parte de la Iglesia, la que no reconoció la validez de este matrimonio. Los católicos más fieles sólo se casaban por el matrimonio eclesiástico, lo cual, a la larga traía un sinnúmero de problemas legales (legalidad de los hijos, herencia, etc). Además, no faltaron los inescrupulosos que se casaron varias veces, pero sólo por la Iglesia, por lo que no podían ser perseguidos por bigamia. El tema sólo vino a ser solucionado hacia 1930, cuando, por un acuerdo entre la Iglesia y el Estado (ya separados desde la promulgación de la Constitución de 1925), el matrimonio religioso debía ser precedido por el matrimonio civil.

3-. Ley de Registro Civil (enero 1884); que surge como complemento de las leyes anteriores, como institución del Estado encargada de llevar el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, con completa independencia de los registros parroquiales, hasta ese momento los únicos reconocidos. De esto manera, la constitución legal de la familia pasaba a manos del Estado.

La aprobación de estas leyes provocó que la resistencia conservadora católica generara un verdadero espíritu de “ghetto’ para defenderse de la laicización de las instituciones, vistas como contrarias a la moral y a la religión. Para tal efecto, decidieron darse sus propias instituciones para no tener que depender de las de un Estado cada vez más secular. De ahí el surgimiento del Cementerio Católico, la creación de su propia Universidad ( La U. Católica en 1888), sus propios diarios y revistas para la defensa del catolicismo, además de utilizar la influencia de la Iglesia y sus púlpitos para defenderse y convocar a los fieles a apoyar durante las elecciones a los candidatos del Partido Conservador.

Otras reformas legales:

En 1882 (antes de las primeras elecciones parlamentarias del mandato de Santa María), se realizó una nueva reforma a la Constitución, por la cual se suprimía una de las más importantes facultades que aun conservaban al Ejecutivo: el derecho de veto absoluto frente a las reformas constitucionales, pudiendo el parlamento -en caso de veto presidencial- insistir con los dos tercios, con lo que se disminuían más aun los poderes del presidente. También se disminuyeron las atribuciones de intendentes y gobernadores.

Otra reforma importante que se realizó en 1884, fue en la ley electoral, al extenderse el derecho a voto a todos los ciudadanos varones mayores de 25 (si eran solteros) o de 21 (si eran casados) y que supieran leer y escribir, sin exigir la renta o bien raíz. Sólo se exigiría renta para quienes conformaban las Juntas Calificadoras de Elecciones. Moría así el voto censitario y se establecía el voto universal.

SITUACÓN ECONÓMICA DURANTE ESTE PERÍODO

El gobierno de Santa María se vería favorecido con la conquista de la zona salitrera (Tarapacá) y la reincorporación del territorio de Antofagasta. Ello queda demostrado con las cifras de ingresos fiscales: en 1879 produjeron un total de 15 millones de pesos y en 1880 alcanzaban a 25 millones de pesos. Comparado con los gastos totales de la Guerra del Pacífico (75 millones de pesos), se puede deducir la rápida recuperación y enriquecimiento del país, lo que entre otras consecuencias trajo la baja en los intereses de los créditos (de 12 a un 5%). Esto a su vez significó que se incrementaran los créditos, principalmente con la

finalidad de invertir en la producción agrícola, en especial por el atractivo de tener que abastecer el creciente mercado del norte salitrero.

La riqueza salitrera se transformó, desde 1880, en fuente del principal ingreso fiscal, por los impuestos que pagaban los empresarios salitreros por la exportación de salitre. Esta riqueza, a raíz de la ocupación del principal territorio salitrero, Tarapacá, cayó en poco tiempo en manos de empresarios extranjeros, especialmente ingleses y, más específicamente, del inglés John Thomas North. Esto, debido a la política chilena.

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Cuando el Perú nacionalizó el salitre de Tarapacá en la década de 1870, el gobierno peruano -al carecer de fondos para pagar las indemnizaciones- pagó con bonos o certificados hipotecarios, pagaderos cuando el Estado peruano tuviese los fondos suficientes. Sin embargo a raíz de la derrota peruana y la ocupación chilena de Tarapacá, los poseedores de certificados -creyendo que Chile no los respetaría- comenzaron a venderlos a bajísimo precio. Sin embargo, la intención del gobierno chileno (propio de su mentalidad liberal también en lo económico) era de devolver las propiedades a quienes portaran los certificados y no apropiarse de ellas. Por este motivo, se nombró al inglés Robert Harvey como Inspector General de las Salitreras, para que arreglara -con discreción- esa devolución. Sin embargo, Harvey comunicó a algunos de sus amistades las intenciones del gobierno chileno, entre ellas, su socio John North. Este, se hallaba en Chile desde 1869, cuando llegó para supervisar la construcción de locomotoras para Caldera. Desde 1871 se encontraba en Tarapacá, dedicado a la importación de maquinaria para las oficinas salitreras. Después de la toma Chilena de Tarapacá, la amistad con Harvey, le permitió a North tomar conocimiento de los planes chilenos, por lo que ambos - después de pedir un crédito en el Banco de Valparaíso - aprovecharon para comprar los certificados que se vendían tan baratos, con lo que se transformaron en dueños de las mejoras oficinas. En 1882 partió a Inglaterra para conseguir nuevos capitales, transformándose literalmente en el ‘Rey del Salitre” y llegándose a hablar de la “northizacion” de Tarapacá.

En materia agrícola, se produce un gran desarrollo debido a la necesidad de abastecer el norte salitrero. En esos territorios, además de las oficinas salitreras, habían crecido o surgido nuevas ciudades y puertos. Miles de chilenos habían partido a trabajar en la extracción del “oro blanco”. El norte reclama ganado, trigo, harina, vino, productos de chacarería, forraje. También había crecido la necesidad de carbón y de madera para las actividades mineras mismas.

Fue así como se impulsó el cultivo de nuevos espacios en el valle longitudinal. La producción se componía de productos de chacarería, animales de engorda, cereales y legumbres. Además, se reanudó la construcción de canales, paralizada por la crisis de 1877, y se aumentó la superficie de viñas con cepas francesas escogidas. Importante para el crecimiento agrícola fue el aporte que empieza a hacer el recién incorporado territorio de la Araucanía (800 mil hectáreas de cultivo y 600 mil de bosques). También afluyeron hacia esa región miles de chilenos y extranjeros para explotar esas comarcas, mientras el gobierno construía las primeras líneas férreas y poblados.

Especialmente importante en esos territorios fue la producción triguera, destacando el chileno José Bunster, quien se hallaba en ese territorio desde 1860, adquiriendo numerosos terrenos que abarcaron casi todo Malleco y llegando a ser el primer productor de cereales en 1880, al producir por esos años la mitad de la producción del país. Junto con ello creó numerosos molinos para la fabricación de harina. Por todo lo anterior pasó a ser llamado el “Rey del Triqo”.

De esta manera, el norte minero y el sur agrícola, ganadero y maderero pasaban a integrar una sola unidad económica.

La actividad industrial manufacturera también se vio beneficiada ya que, gracias a la mayor riqueza del país, aumentó la demanda de productos. La industria se convirtió en un sector relevante de lo economía, cuando la manufactura artesanal no dio abasto con el crecimiento demográfico. En ese momento, aparecieron capitales privados y llegaron técnicos extranjeros. Así surgieron la industria nacional del azúcar, de los muebles, de zapatos, de tejidos de lana, jabones y vidrios. Las más desarrolladas fueron la industria de la

cerveza y la molinera, que expandieron su capacidad hasta abastecer a todas las ciudades importantes de la época. En 1883 se fundó por iniciativa de un grupo de industriales privados (Edwards, Subercaseaux, Muzard, Klein, etc), la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) y, un año más tarde, se abrió una Exposición Nacional de Productos. En 1886 se comenzó a construir el material rodante para equipos de carga de ferrocarriles y los carros urbanos.

En la minería, las nuevas formas de fundición y nuevos usos aumentaron la demanda de cobre, que empezó a ser explotado a gran escala en Guayacán. Además, en septiembre de 1884 se fundó la Sociedad Nacional de Minería (SONAMI).

Los mayores recursos recibidos por el fisco debido a al mayor desarrollo del país, permitieron al gobierno realizar algunas obras públicas (parte de los impuestos fueron invertidos en los gastos ordinarios de la nación). Especialmente se invirtió en la continuación de la construcción de líneas férreos, como el ramal Talca - Constitución o trazados en el recién incorporado territorio de la Araucanía (Angol a Traiguén y de Renaico a Victoria), con la finalidad de estimular su poblamiento y dar rápidamente salida a su producción agrícola y maderera.

También se invirtió en educación. Se contrató a un grupo de profesores alemanes para que se hicieran cargo de las Escuelas Normales de Santiago, iniciándose la influencia de la pedagogía alemana en la enseñanza nacional. LA ELECCIÓN DE BALMACEDA

La limitación de los poderes presidenciales había traído como consecuencia que el Ejecutivo redoblara la intervención electoral para así asegurar mayorías parlamentarias que le permitieran gobernar. Fue así que en las dos elecciones parlamentarias ocurridas bajo su mandato la oposición prácticamente fue barrida de ambas Cámaras, obteniendo abrumadoras mayorías liberales. La fuerza y la violencia de dicha intervención fueron manejadas desde la Moneda por el hombre de confianza de Santa María, su ministro del

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José Bunster

John Thomas North

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Interior José Manuel Balmaceda, a quien ya se veía como futuro candidato presidencial y - con la complicidad de la intervención electoral del Presidente- como seguro triunfador. Sin embargo, estas mayorías destacaban por su indisciplina, por lo que no extrañó que, al poco tiempo, muchos de los elegidos dieran la espalda al Presidente, especialmente aquellos que no querían a Balmaceda como candidato por considerarlo la continuación del fuerte autoritarismo de 5anta María.

La oposición -claramente minoritaria a pesar de todo- intentará hacer uso de la obstrucción parlamentaria, aprovechando un vacío del reglamento de las Cámaras (no existía la clausuro del debate, por lo que, quien tomaba la palabra no perdía su derecho de hablar hasta que terminara, sin importar el tiempo) para presionar a Santa María de que no apoyara la candidatura de Balmaceda. Correspondiendo el despacho de las leyes de contribuciones y de presupuesto para el año 1886 (que el gobierno creía ver ya aprobados, por la mayoría con la que contaba), los opositores tomaron la palabra y se la fueron cediendo entre ellos. De esta manera comenzó a pasar el tiempo, acercándose la fecha y hora límite de aprobación de la ley, con lo que el gobierno quedaría sin recursos para ese año fiscal. Ante la desesperada situación, el presidente de la Cámara, Pedro Montt, presionado por la mayoría gobiernista (liberales “carneros” y nacionales), dio por clausurada la discusión y se llevó a votación la ley de contribuciones, en medio de los reclamos de los opositores, siendo aprobada. En cuanto a la ley de presupuesto, el gobierno hubo de transar con los opositores. Ello obligó al gobierno a permitir que el candidato surgiera de una convención. Radicales y liberales hicieron una Convención, saliendo elegido José Francisco Vergara. Liberales y nacionales hicieron la propia y eligieron a José Manuel Balmaceda. Pero

Vergara no logró nunca unanimidad completa, por lo que retiró su candidatura. Balmaceda fue elegido sin competidor.

DEL PENSAMIENTO POLÍTICO DEL PRESIDENTE SANTA MARÍA

“He combatido a la Iglesia, y más que a la Iglesia a la secta conserva dora, porque ella representa en Chile, lo mismo que el partido de los beatos y los pechoños, la rémora más considerable para el progreso moral del país“...Se ha dicho que soy sectario y que me guía un odio ciego a la Iglesia. No es cierto, soy bastante inteligente para saber distinguir entre los ritos ridículos que la Iglesia ha creado para dominar las conciencias de los hombres por esa terrible palabra que llaman fe, y lo que es un pensamiento razonado y lógico de un hombre capaz de comprender que rige al mundo algo superior, y que la Iglesia embarulla para ejercer un dominio universal en nombre de Cristo, que si se levantara de su tumba los arrojaría nuevamente a azotes del templo. Estos han hecho de la doctrina de Cristo el más grande peculado y negociado que haya visto jamás la cristiandad. Y a pesar de tener estas ideas, aunque soy libre pensador en materias religiosas y creer en un Cristo humano y piadoso, la Iglesia no se ha separado del Estado, porque no he querido y he luchado por mantener la unión. Aquí he visto como esta dista y no como político; he visto con la conciencia, la razón, y no con el sentimiento y el corazón. Hoy por hoy, la separación de la Iglesia del Estado importaría una revolución. El país no está preparado para ello. La separación no puede ser despojo ni una confiscación.

“... Se me ha llamado autoritario. Entiendo el ejercicio del poder como una voluntad fuerte, directora, creadora del orden y de los deberes de la ciudadanía. Esta ciudadanía tiene mucho de inconsciente todavía y es necesario dirigirla a palos. Y esto que reconozco que en este asunto hemos avanzado más que cualquier país de América. Entregar las urnas al rotaje y a la canalla, a las pasiones insanas de los partidos, con el sufragio universal encima, es el suicidio del gobernante, y yo no me suicidaré por una quimera. Veo bien y me impondré para gobernar con lo mejor y apoyaré cuanta ley liberal se presente para preparar el terreno de una futura democracia. Oiga bien, futura democracia.

“Se me ha llamado interventor. Lo soy. Pertenezco a la vieja escuela y si participo de la intervención es porque quiero un Parlamento eficiente, disciplinado, que colabore en los afanes de bien público del Gobierno. Tengo experiencia y sé a dónde voy. No puedo dejar a los teorizantes deshacer lo que hicieron Portales, Bulnes, Montt y Errázuriz. No quiero ser Pinto, a quien faltó carácter para imponerse a las barbaridades de un parlamento que yo sufrí en carne propia en las dos veces que fui Ministro, en los días trágicos a veces, gloriosos otros de la guerra con Perú y Bolivia. Esa fue una etapa de experiencia para mí en la que aprendí a mandar sin dilaciones, a ser obedecido sin réplica, a imponerme sin contradicciones y a hacer sentir la autoridad por que ella era de derecho, de ley y, por lo tanto, superior a cualquier sentimiento humano. Si así no me hubiese sobrepuesto a Pinto durante la Guerra, tenga Ud. por seguro que habríamos ido a la derrota”.

Estos cuatro párrafos presentan claramente los rasgos de la ideología del Presidente Santa María González: anticlericalismo, partidario de reducir la influencia de la Iglesia en la Sociedad Chilena; regalismo, proclive a mantener vigente la unión Iglesia - Estado y el ejercicio pleno de los derechos que a este último concedía el Patronato; autoritarismo total , contrario al parlamentarismo y a la libertad electoral.

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ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD ENTRE 1861 Y 1891

LA ECONOMÍA ENTRE 1861-1880

A partir de 1861, y tras superar la crisis de fines de la década anterior, la economía chilena estuvo en condiciones de crecer nueva-mente, aun cuando todavía no al ritmo que lo había hecho en los años previos a la mencionada crisis. Esto se debió a que, por una parte, la minería, especialmente la del oro y de la plata, no pudieron recuperar-se del todo. Sin embargo, durante la década de 1860 el cobre y el carbón consiguieron mejorar considerablemente sus niveles de producción. La agricultura, por otra parte, no volvió a disponer del auge que la apertura de los mercados de California y Australia le habían permitido. A pesar de esto, los agricultores se vieron favorecidos con las mejoras en el sistema de transportes (especialmente con la construcción de ferrocarriles) y con el aumento de la disponibilidad de créditos bancarios. El desarrollo de este sector durante este período fue liderado por la ganadería; ella se vio enormemente beneficiada con un sostenido aumento del precio de la carne.

Esta fase de recuperación de la economía chilena fue pronto interrumpida por la guerra contra España (1865-1866), pues ella ocasionó la destrucción casi completa del puerto de Valparaíso y el hundimiento de numerosos buques mercantes que servían el comercio internacional. Al mismo tiempo, el gobierno de Pérez se vio obligado a declarar la inconvertibilidad de la moneda (es decir, se prohibió cambiar los billetes por oro hasta el 31 de enero de 1866) y a endeudarse con objeto de hacer frente a los gastos bélicos. Esto hizo que al finalizar el gobierno de Pérez, la deuda interna y externa del Estado chileno fuera enorme.

Durante los primeros años de la década de 1870, la economía vivió un pequeño repunte, motivado por el descubrimiento de la mina de plata de Caracoles. Sin embargo, el pronto agotamiento de este mineral provocó una nueva y profunda contracción económica (1873), a la que contribuyó además una importante cantidad de sociedades especulativas y un considerable aumento de los gastos en bienes suntuarios en los años previos a la crisis.Mientras el precio internacional del cobre (principal producto de exportación del país) comenzó a bajar bruscamente y las tasas de interés bancarias comenzaron a subir, la agricultura chilena se vio seria-mente afectada por tres años consecutivos de malas cosechas, hecho que impidió que los agricultores pudieran pagar sus deudas. Al mismo tiempo, el gobierno, que ya tenía un considerable déficit en sus cuentas, continuó contratando créditos, utilizados en la compra de buques de guerra y armamento en general.En medio de esta situación, el gobierno debió acudir en auxilio de los bancos, que debido a sus malos negocios estaban al borde de la quiebra. Así, a mediados de 1878 se decretó nuevamente la inconvertibilidad de los billetes; ello le permitió a la banca utilizar sus propios billetes como medio de pago.

Esta crítica situación finalizó con el estallido de la Guerra del Pacífico en 1879 y con la incorporación de las ricas provincias salitreras de Antofagasta y Tarapacá al territorio nacional.

ECONOMÍA CHILENA 1880-1891

Una vez finalizado el conflicto, y especialmente a partir de fines de 1885, la economía chilena entró en un largo ciclo de prosperidad. Este se debió fundamentalmente a que las entradas del Estado, principalmente por concepto del derecho de exportación que cobraba a las compañías salitreras, aumentaron considerablemente (mientras en 1881 los ingresos aduaneros ascendieron a 22 millones de pesos, en 1892 alcanzaron los 45 millones). De esta manera, los gobiernos de Santa María y Balmaceda estuvieron en condiciones de rebajar los montos de la deuda externa e interna, de aumentar los sueldos de los empleados públicos, de crear nuevas reparticiones administrativas y de eliminar diversos impuestos. En 1890, por ejemplo, se suprimió el estanco, y en 1888, las alcabalas.

La riqueza salitrera permitió que la agricultura y el comercio crecieran de manera importante, pues encontraron en las oficinas salitreras del norte un importante mercado que abastecer.

Sin embargo, uno de los sectores más beneficiados con la bonanza económica fue el industrial. Hasta la Guerra del Pacífico, el desarrollo del sector fabril fue bastante escaso; se carecía, entre otros factores, de tecnologías adecuadas, de mano de obra calificada y de empresarios dispuestos a invertir en ese sector. Sin embargo, el aumento de la población urbana, la construcción de los ferrocarriles, la instauración de medidas proteccionistas a partir de 1877, la demanda de vestuario y calzado para los soldados durante 79, y la apertura del mercado de las salitreras, generaron un importante crecimiento de la industria nacional. Especial relieve adquirieron industrias como la fábrica de zapatos Rudloff y la fábrica de cerveza Anwandter, ambas de Valdivia; la compañía cervecera de Gubler y Cousiño y la maestranza Küpfer, en Santiago; la compañía refinadora de azúcar de Viña del Mar, las fundiciones Lever Murphy y Hardie y Compañía de Valparaíso.

Como reflejo de una creciente actividad industrial, nació en 1883 la Sociedad de Fomento Fabril(SOFOFA), que inicialmente persiguió colaborar con el gobierno en el diseño de una política de desarrollo para el sector. El crecimiento de la industria chilena, especialmente a partir de la Guerra del Pacífico, se aprecia claramente en el siguiente cuadro:

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CREACIÓN DE INDUSTRIAS ENTRE 1870 Y 1895AÑOS NÚMERO DE INDUSTRIASANTES 1870 2411870-1879 3361880-1889 8461890-1895 1.026

TOTAL 2. 449FUENTE: CENSO INDUSTRIAL DE 1895.

La actividad económica del país alcanzó bajo Balmaceda un gran desarrollo, tanto en el ámbito privado como estatal. Especial relieve adquirieron hasta 1891 las Obras Públicas. Entre ellas destacan la construcción del viaducto del Malleco y la extensión del ferrocarril hacia el sur; la canalización del río Mapocho; la construcción de un dique seco en Talcahuano, de la cárcel de Santiago, de la Escuela Militar(en calle Blanco Encalada con la actual Norte – Sur) y de una apreciable cantidad de caminos, puentes, escuelas, de liceos y edificios públicos.

LA SOCIEDAD ENTRE 1861 Y 1891

Los sectores altos . A partir de la década de 1860 comenzó a producirse una rápida fusión entre los grupos vinculados al comercio, la minería y la banca con la vieja clase terrateniente. Esto dio lugar a la aparición de una oligarquía que, dominada por los miembros de los grupos empresariales, favoreció el predominio del liberalismo en los ámbitos político y económico.

Un cambio de gran trascendencia tuvo lugar entre los miembros de la antigua aristocracia, quienes, atraídos por el mundo de lujo y ostentación que se desarrollaba en las ciudades, comenzaron a abandonar sus haciendas para avecindarse en la capital o en Europa. Este fenómeno, denominado "ausentismo", implicaba que los campos quedaran en manos de administradores designados por los propietarios, lo cual rompió los vínculos paternalistas que existían entre los patrones y sus inquilinos.

Paralelamente, los nuevos sectores empresariales comenzaron a invertir parte de sus enormes fortunas en la compra de grandes haciendas; ello implicó la aparición de un tipo de terrateniente más moderno e innovador.Los sectores medios. Durante este período los grupos medios siguieron creciendo bajo el amparo de un cada vez más extendido sistema educacional. Aun cuando permanecieron ejerciendo cargos en la administración pública, desarrollando labores profesionales y desempeñándose como empleados en distintas empresas privadas, no constituían todavía un grupo capaz de disputarle la hegemonía social y política a la oligarquía.

Los grupos medios se vieron incrementados de manera importante con la llegada de distintos y no poco numerosos grupos de inmigrantes extranjeros, que se instalaron en distintas zonas del país y en donde ejercieron diversas actividades económicas. Ellos, en su mayoría, pro-venían de España, Italia, Francia y también de Alemania.Los sectores bajos. En este período, los sectores asalariados, tanto del campo, de las minas como de la ciudad, sufrieron grandes penurias debido a los bajos montos de sus salarios. Ello, junto a una creciente migración campo-ciudad, a las malas condiciones de trabajo, a la escasez de vivienda, a las enfermedades y al alcoholismo, entre otros facto-res, llevó a parte importante de estos sectores a unirse en distintas sociedades, que comenzaron a exigir cambios en su situación.

El estallido, en 1890, de la primera huelga obrera fue el reflejo más palpable de la miserable situación en que vivían estos grupos.

Este fenómeno de creciente pauperización de los sectores obreros del país dio lugar a la constitución de la llamada "cuestión social", que pasó a transformarse, especialmente a partir de la década de 1880, en un tema central de la discusión política de la época.

EDUCACIÓN Y CULTURA 1861-1891

EDUCACIÓN Y CULTURA A FINES DEL SIGLO

En general, durante este período, la educación entera sufrió una serie de transformaciones, que fueron haciéndola cada vez más moderna.

La educación secundaria fue una de las primeras que entraron en una era de franco progreso a partir de la década de 1860. En este sentido, la designación de Diego Barros Arana como rector del Instituto Nacional, en 1863, fue de especial importancia. A él se debió la incorporación a la enseñanza secundaria de materias científicas, como la geología, geografía, química, botánica y zoología. Incluso, el propio Barros Arana escribió una serie de textos de estudios, entre los que está su Geografía Física.

Otra reforma que se introdujo en 1863 fue la eliminación de la enseñanza obligatoria del latín y su reemplazo por el estudio de lenguas modernas. A esto contribuyeron especialmente hombres como Gregorio Víctor Amunátegui y Benjamín Vicuña Mackenna.

Sin embargo, estos cambios encontraron fuerte oposición en los sectores conservadores de la sociedad. Ellos consideraban que el fortalecimiento de la enseñanza de materias científicas, declaradas obligatorias en 1867, podía debilitar el espíritu religioso de la juventud.

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Sin embargo, la razón más poderosa que existía tras esta preocupación era la relacionada con la creciente intervención del Estado en el campo de la enseñanza. Uno de los principales promotores de la libertad de enseñanza durante esa época fue Abdón Cifuentes, quien, desempeñando el cargo de Ministro de Instrucción Pública, dictó, en 1872, un decreto que independizaba a los colegios privados –en su mayoría católicos— del control del Instituto Nacional, permitiéndoles examinar a sus propios alumnos. Pero como la aplicación de esta medida dio lugar a una serie de exámenes fraudulentos y al otorga-miento de certificados de estudios falsos, fue derogada en 1873. FORMACIÓN DE PROFESORES Y EL INSTITUTO PEDAGÓGICO

Las reformas propiciadas durante el período también beneficiaron a los profesores. Por una parte, una ley de 1879 creó la carrera funcionaria para el profesorado, lo que les dio estabilidad en sus cargos y les garantizó, además, aumentos salariales por años de servicio.

Por otra parte, en 1889 se inauguró el Instituto Pedagógico, cuya finalidad central era la de preparar adecuadamente a los profesores secundarios del país. Esta idea, propuesta originalmente por Ignacio Domeyko y apoyada más tarde por Valentín Letelier y Claudio Matte, despertó sin embargo serias resistencias en la Facultad de Filosofía y Humanidades. Ello hizo que el Instituto Pedagógico fuera creado por el gobierno y no por la Universidad de Chile. Por influencia de Letelier y Matte, se contrató a profesores alemanes para ejercer la docencia en el Pedagógico.

Durante la segunda mitad de la década de 1880 se fundaron nuevos liceos de hombres y los primeros liceos de niñas. Esto ayudó a dotar con este tipo de establecimientos especialmente a las principales ciudades de las provincias.

En el ámbito de la educación primaria también se introdujeron notables avances. Muy importante fue, por ejemplo, la extensión de la educación primaria a prácticamente todo el país y especialmente al medio rural mediante la construcción de cientos de escuelas.

En el campo del profesorado primario, se envió a algunos maestros a perfeccionarse al extranjero y paralelamente se contrató a profesores, en su mayoría alemanes, para que enseñaran en las distintas Escuelas Normales de Preceptores tanto en Santiago, como en Concepción, Chillán y La Serena.

Uno de los grandes promotores de estas medidas fue Abelardo Núñez. En 1878, éste fue enviado por el gobierno a Europa y Estados Unidos con el objetivo de conocer los sistemas y métodos educacionales más avanzados. A su regreso, quedó a cargo de la implantación de las reformas educativas.

La enseñanza superior, por su parte, inició un período de gran crecimiento. La Universidad de Chile, que en 1866 había asumido un papel docente, se vio potenciada a partir de 1879 con la creación de nuevas cátedras, como las de botánica, física, mineralogía y geología. En el campo de la ingeniería, comenzaron a impartirse las especialidades de ingenieros industriales, metalúrgicos y en minas. En 1888 se creó, además, la carrera de Odontología.

Para poder impartir todas estas nuevas cátedras y estudios se contrató importantes profesores europeos, especialmente alemanes, belgas y franceses.

La creación de la Universidad Católica (8 de septiembre de 1888) marcó un hito en la historia educacional de Chile, pues la nueva casa de estudios significó la concreción de importantes aspiraciones del mundo católico de la época. Por una parte, el hecho de que la Iglesia Católica, con el aporte fundamental del arzobispo de Santiago, Mariano Casanova, de monseñor Joaquín Larraín Gandarillas (su primer rector), de Abdón Cifuentes y de Domingo Fernández Concha, lograra fundar su propia Universidad, implicó el triunfo del ideal de la libertad de enseñanza defendido por los católicos. Por otra parte, la Universidad Católica brindó la posibilidad de educar a la juventud bajo los preceptos del catolicismo, los cuales eran omitidos en la educación organizada por el Estado.

La Universidad comenzó a funcionar el 31 de marzo de 1889 con la carrera de Derecho. Más tarde se abrieron los cursos y carreras de Matemáticas, Ingeniería, Arquitectura y Agronomía, entre otros.

FIGURAS INTELECTUALES DEL PERÍODO

De manera paralela al desarrollo de la estructura educativa del país, fueron surgiendo también importantes representantes en las más diversas áreas de la cultura.

En el campo de la historia destacaron, por ejemplo, Diego Barros Arana, autor de Historia general de la Independencia de Chile, Historia de la Guerra del Pacífico e Historia General de Chile, entre otras obras; Benjamín Vicuña Mackenna, quien escribió, entre otras, Historia de Santiago, Historia de Valparaíso y El ostracismo de los Carrera y Vida de O'Higgins; Ramón Sotomayor Valdés, cuya obra más importante fue Historia de la administración del general Prieto; y José Toribio Medina, quien destacó con su Historia de la literatura colonial de Chile y con Los aborígenes de Chile, entre otros libros.

En el ámbito de la novela brilló especialmente Alberto Blest Gana, a quien se le sindica como el iniciador de este género literario en Chile. Sus obras más destacadas fueron Martín Rivas, El ideal de un calavera y Durante la Reconquista. Entre los escritores más importantes figuraron también José Joaquín Vallejo, conocido como Jotabeche, y Daniel Barros Grez.

La poesía fue, junto con la historia, uno de los géneros que mayores aportes realizaron a la actividad cultural de la época. En aquélla sobresalieron Eusebio Lillo, autor de la letra de la actual Canción Nacional, y los hermanos Domingo y Justo Arteaga Alemparte, que escribieron Los constituyentes chilenos. Otros poetas importantes fueron: Eduardo de la Barra, Luis Rodríguez Velasco, Salvador Sanfuentes y José Antonio Soffia.

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Entre los principales representantes de la pintura cabe mencionar Pedro Lira, cuya obra principal fue La fundación de Santiago, y a Rafael Correa, autor de El puente de Cal y Canto. Otros pintores destacados fueron Onofre Jarpa, Alberto Orrego Luco, Juan Francisco Gonnzález, Alfredo Valenzuela Puelma y Alberto Valenzuela Llanos.

“Nueva Historia de Chile” Nicolás Cruz y otros Edit. Zig - Zag

El Régimen Parlamentario (1891 – 1924)

La revolución de 1891 que derrocó al Presidente José Manuel Balmaceda alteró radicalmente el desarrollo nacional de Chile. Desde 1870, el Congreso había estado restringiendo los poderes del Presidente en forma metódica. Mientras que la mayoría de los predecesores de Balmaceda aceptaba estas limitaciones parlamentarias, él se negó a hacerlo y al contrario, trató de imponer lo que se estimaba un programa radical a un Congreso cada vez más hostil. A fines de 1890 este Congreso rehusó aprobar el presupuesto propuesto por Balmaceda para el año siguiente, con el fin de castigarlo. Balmaceda, poco dispuesto a cooperar o aceptar intervención legislativa, declaró que el presupuesto de 1890 sería válido para 1891.

En enero de 1891, el Congreso, con la ayuda de algunas unidades navales se rebeló. La plaza fuerte de los rebeldes fue Iquique, el centro de la industria del salitre chileno, donde gracias a los ingresos del nitrato y protegidos por la flota, los rebeldes fueron capaces de armar un ejército y derrotar las fuerzas del gobierno. Balmaceda se refugió en la Embajada argentina donde permaneció hasta que su período presidencial expiró. Terminadas sus responsabilidades, escribió un testamento y se suicidó.

Aunque la guerra civil no lesionó en forma permanente la economía de Chile, alteró, sin embargo, la estructura política de la nación. Habiendo ganado la guerra, el Congreso emergió como la fuerza política más importante de Chile. De aquí en adelante, el Presidente fue sólo una figura decorativa cuyo gabinete era aceptado mientras gozara de la confianza del Parlamento. Más importante aún, la base del poder nacional se desplazó desde Santiago hacia las provincias. El Congreso consolidó su posición aprobando leyes que dividieron a la nación en 267 comunidades autónomas (comunas), las cuales asumieron muchas de las responsabilidades ejercidas anteriormente por el gobierno nacional. La más importante de todas fue el registro de votantes y la supervisión de todas las elecciones.

Esta división en comunas autónomas había sido propuesta originalmente para proteger a las provincias de cualquier interferencia del gobierno central. Aunque en teoría parecía justo, en la práctica estaba sentenciada al fracaso debido a la falta de estabilidad de la estructura política del país. Chile poseía

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demasiados partidos políticos, ninguno de los cuales se imponía por mayoría en el Congreso. En consecuencia, el destino de Chile se encontraba en manos de una serie de gabinetes de coalición, unidos por tenues lazos y expuestos a fracasar en cualquier momento. Por lo tanto, existía poca continuidad en la política del gobierno; muy pocos Gabinetes gozaban de una vida política lo suficientemente larga como para llegar a hacer algo. La intervención presidencial en las elecciones fue reemplazada por la intervención de las autoridades locales. Los jefes políticos de provincias convirtieron las municipalidades autónomas en verdaderas satrapías que continuaron la fragmentación de los partidos políticos nacionales y obligaron a los miembros del Congreso a actuar solamente para los intereses locales.

Además de la inestabilidad política, el mal manejo fiscal y la inflación se convirtieron en los temas principales del desarrollo de Chile de posguerra. Aunque numerosas personas trataron de llevar a la nación al antiguo patrón de oro, no pudieron hacerlo por dos razones: debido a la falta de ayuda durante el período económico de prosperidad y a la resistencia de la oligarquía terrateniente y otros grupos de intereses creados, cuando las condiciones económicas empeoraron.

El primer Presidente de posguerra, Domingo Santa María, decidió emprender varios proyectos de obras públicas en vez de convertir el papel moneda emitido durante la guerra. Aunque el Congreso había destinado fondos para este propósito, hacia 1887, sólo una parte había sido usada. Posteriormente, malas condiciones económicas impidieron llevar a cabo la totalidad de este plan.

El valor del peso, que se había mantenido relativamente estable después de la guerra, empezó a debilitarse como resultado de condiciones económicas mundiales; el precio del oro subía mientras que el del salitre, producto principal de exportación chileno de ese entonces, declinaba. La política fiscal interna complicó aún más el problema pues autorizó a los Bancos para emitir papel moneda por una y media vez sobre el monto de sus depósitos, lo que se sumó a la curva inflacionaria.

Después de la guerra civil, el gobierno hizo nuevos esfuerzos por detener la inflación. Por ese entonces, sin embargo, muchos miembros del Congreso representaban intereses agrarios o de aquellas personas que se beneficiaban con una política inflacionista. Por eso, desde 1892 en adelante, la oposición a cualquier reforma monetaria se hizo cada vez más fuerte, en especial entre los agricultores, quienes habían hipotecado sus fundos con el propósito de pagar sus deudas en papel moneda desvalorizada.

A pesar de algunos años de prosperidad, el valor del peso siguió declinando durante los años 90, en parte como resultado del aumento de importaciones, en especial artículos de lujo que hicieron que se malgastaran las reservas de oro de Chile. El agotamiento de las reservas de oro se vio agravado por las ya enormes cantidades que debía el gobierno a sus acreedores extranjeros por deudas incurridas tanto por los rebeldes como por el gobierno de Balmaceda durante la guerra civil. Finalmente, muchos capitalistas extranjeros, perdiendo confianza en el futuro económico de Chile, empezaron a retirar algunas de sus inversiones agravando así la ya seria situación económica.

Por desgracia, esta situación no mejoró. Las industrias del salitre, cobre y plata, sufrieron depresiones periódicas mientras que las cosechas de trigo de 1894, 1895 y 1897, fueron unas de las peores de la historia de Chile. Estos factores influían en contra de cualquier plan de reforma monetaria. A fines de 1890, tensiones con Argentina forzaron al gobierno de Chile a invertir grandes cantidades de dinero en el extranjero en la compra de equipos militares y navales en previsión de una guerra entre los dos países. Este gasto improductivo aumentó las dificultades financie-ras de la nación. El golpe final contra una reforma monetaria se produjo cuando los oponentes al cambio propiciaron una corrida al Banco de Chile, acabando así con cualquier esperanza de retornar el país al patrón de oro.

Después de 1900, aún con el regreso a condiciones económicas mejores, hubo pocas posibilidades de reforma monetaria. La aristocracia terrateniente, que controlaba el gobierno, no deseaba defender una política en contra de sus propios intereses. La inflación creció. Desde 1890 hasta 1914 la deuda interna aumentó más de 300 por ciento. El gobierno vendió salitreras fiscales o pidió prestado en el extranjero para financiar su déficit. En veinte años, el gobierno parlamentario pidió más préstamos extranjeros que sus parcos antepasados en toda la historia del país.

Quizás más debilitadores que los aspectos económicos de la inflación, eran las ramificaciones sicológicas. Las hipotecas, tanto de propiedades urbanas como rurales, aumentaron en una proporción alarmante. Los chilenos se obsesionaron con la especulación. Se multiplicaron las actividades comerciales. En el período comprendido entre 1904 a 1905, la cantidad de capital invertido en varias empresas de comercio se duplicó con la formación de corporaciones, muchas de las cuales tenían la intención de explotar al inversionista y no el desarrollo de la industria. Las importaciones siguieron aumentando con el mismo énfasis puesto en los artículos de lujo más que en la maquinaria necesaria para modernizar las minas o las industrias nacionales.

Si la inflación fue uno de los temas favoritos de Chile de la posguerra, la producción de salitre fue el otro. La anexión de las antiguas provincias peruanas y bolivianas, permitió que Chile ejerciera un virtual monopolio sobre el comercio del nitrato. Hacia 1910 existían más de 154 compañías salitreras en operación que empleaban más de 35.000 hombres.

El ramo del salitre era un negocio arriesgado. Como los nitratos eran el componente principal de fertilizantes y explosivos, la demanda de ellos fluctuaba en forma directa con el estado de la agricultura y la paz mundiales. Los precios, además, eran determinados por los compradores quienes trataban siempre de bajarlos. El salitre pasó a ser así "... un artículo de juego. Este juego especulativo se hace en Europa entre un centenar de negociantes iniciados en las transacciones bursátiles. Estos especuladores se enriquecen en algunos años, si es que no se han arruinado antes en unos pocos meses".

El aumento de la producción salitrera tendía a bajar los precios, afectando seriamente a los productores marginales que explotaban los depósitos menos lucrativos. Cuando la industria salitrera sufría

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una de sus periódicas depresiones, los productores formaban carteles para estabilizar los precios, asignando cuotas a las compañías miembros en proporción a su capacidad productiva. Estas medidas proporcionaron sólo un alivio temporal ya que los precios bajaron en forma alarmante sobre todo, entre los años 1891 y 1893. La peor baja se produjo en 1896, cuando una depresión mundial en la industria del azúcar, una de las principales consumidoras de fertilizantes de nitrato, hizo que los precios descendieran aún más que en años anteriores. Aunque los productores superaron esta crisis, las depresiones continuaron amenazando la industria.

Uno de los efectos más importantes del auge del salitre fue su impacto en la estructura tributaria de Chile, en especial después del comienzo del régimen parlamentario. Anteriormente, el gobierno cobraba impuestos sobre propiedad rural y urbana. Después de la guerra civil, el Congreso, sin duda con la intención de salvar su propio dinero o el de intereses especiales, sistemáticamente ignoró estas fuentes de ingreso, poniendo todo el peso de los impuestos en las importaciones y exportaciones. Hacia 1897, más del 75 por ciento de los ingresos ordinarios de Chile provenían de los impuestos al comercio exterior. En 1890, los ingresos por impuesto a la propiedad fueron de 115.555 libras. Estos ingresos bajaron a 8.998 libras en 1894 y a dos libras en 1902.382. Así, la economía chilena se encontraba sostenida en forma precaria por la aduana, que a su vez dependía de los caprichos de las necesidades mundiales.

El comercio del salitre no sólo estaba orientado hacia mercados de ultramar, sino que eventualmente los extranjeros llegaron a dominarlo. Durante la guerra del Pacífico, intereses mineros británicos compraron los títulos de las compañías salitreras peruanas cuando éstas pasaron por un período de depresión económica. Presiones externas forzaron al gobierno chileno a reconocer estas propiedades, así como las de otros extranjeros dueños de minas, permitiendo así que capitales foráneos, en especial ingleses, se hicieran firmes en la economía chilena, expandiéndose con cada remate de salitreras que hacía el gobierno. En 1878, capitales británicos y norteamericanos controlaban el 13 por ciento de la industria del salitre. Hacia 1884, sólo Inglaterra controlaba el 34 por ciento. Y en 1901, capitales ingleses y de otros países europeos controlaban el 85 por ciento, haciendo de Chile "... una colonia industrial, de explotación y utilización exterior".Este mismo proceso ocurrió en otros sectores de la industria minera. A comienzos de 1907, primero las compañías inglesas y luego las norteamericanas, empezaron a expandir su pertenencias en la industria del cobre, mientras que una concesión francesa adquiría el control de los depósitos de hierro de Chile, que más tarde vendió a una compañía de acero norteamericana.

Dado el énfasis puesto en la minería, los sectores agrícolas de la economía se deprimieron. A principios de 1895, la producción de trigo empezó a perder importancia en la economía chilena por varias razones. Desastres naturales arrasaron los campos de trigo con tal ferocidad que las exportaciones llegaron a su nivel más bajo en la historia del país. Los mercados exteriores de Chile también se vieron reducidos frente a la competencia de Argentina, Australia, Canadá y los Estados Unidos. Este decrecimiento se vio acelerado por la apertura del Canal de Panamá en 1914, que colocó a estas naciones más cerca de sus mercados compradores. Con su marina mercante ahogada por la competencia extranjera, a Chile no le restaba más que mirar cómo sus antiguos clientes hacían sus negocios en otra parte.

La minería también afectó en forma adversa la producción de cereales, desplazando los centros tradicionales de producción de la zona central hacia el sur, donde los medios de comunicación no eran tan desarrollados ni el suelo tan fértil. Las salitreras atrajeron además todo capital que se hubiese podido invertir en la mecanización de la agricultura y el aumento de la producción. No sólo el cultivo del trigo, sino todos los sectores de la agricultura parecen haberse estancado. La producción de cebada, maíz, papas, frijoles aumentó sólo levemente entre 1910 y 1930. Únicamente las producciones de tabaco y viñas se expandieron, estas últimas con desastrosas consecuencias sociales.

Los terratenientes fueron los principales responsables en la declinación de la agricultura. Muy a menudo ausentes, si no en París, en Santiago, los hacendados hipotecaron sus propiedades y en lugar de invertir el producto en sus fundos lo hicieron en costosos edificios y lujosas fiestas. Samuel Valdés Vicuña, afirmaba que el hacendado ya no vivía del producto de sus tierras sino del valor de sus hipotecas. Estos préstamos, que eran reembolsados en dinero inflacionario, sirvió para mantener la era relumbrante del gobierno parlamentario.

Las masas no compartieron la riqueza del régimen parlamentario. Por el contrario, la política monetaria mezquina del gobierno, infló los precios y depreció el poder comprador de las clases asalariadas. Los trabajadores vivían amontonados en los centros mineros e industriales, en la mugre y la escualidez de los conventillos. Engañado por su arrendador, con su dinero depreciado por el gobierno, explotado en su trabajo por el patrón, el obrero chileno buscó refugio en el alcohol.

Los obreros de las salitreras vivían en barracas de zinc en una zona en que las temperaturas eran de 40 grados centígrados a mediodía y bajo cero en la noche. Las compañías les pagaban sus salarios en fichas y eran obligados a comprar en la pulpería de la propia compañía y también a beber en el bar de la misma. Las condiciones de trabajo eran azarosas y el obrero se veía sin protección contra accidentes y sin seguro de salud. Observaciones hechas por extranjeros y comités del gobierno habían advertido estas condiciones, pero sus informes no consiguieron mejora alguna de la vida del minero. Con una paga de dos o tres pesos al día, los mineros de Atacama y Coquimbo podían vivir algo mejor a causa del clima más templado y porque podían adquirir verduras frescas.

Los inquilinos de fundo, muchas veces vivían en peores condiciones que el ganado que cuidaban. Su situación era muy parecida a la de un siervo, ya que debían pagar derechos feudales a su señor. En un país fértil como Chile, que podía producir gran cantidad de comida, un autor de la época atribuía el 90 por ciento de las enfermedades de los campesinos a la desnutrición. En la ciudad, el 60 por ciento de las muertes de esposas de obreros industriales era causada por inanición. Sin educación alguna, generalmente hijos de

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padre desconocido o sin nombre, el inquilino vagaba por los campos en busca de trabajo. Si era honesto, se veía forzado a emigrar; si no lo era, se convertía en ladrón.

La vida del proletariado urbano era igualmente trágica. El salario de un obrero era de 3,80 pesos al día; su mujer e hijos ganaban la mitad de esa cantidad. Después de trabajar cinco días a la semana, entre nueve y doce horas diarias, volvía a una casa sucia, mal ventilada e infestada de parásitos. Sus hijos morían de diversas enfermedades antes de llegar a la edad adulta, su mujer fallecía de inanición y él, muchas veces de alcoholismo. Aunque no se le pagaba en fichas, el costo de la vida sobrepasaba el poder adquisitivo de su salario. En veinte años, por ejemplo, el precio de la comida casi se triplicó, así como el de su ropa y alojamiento.

Al mismo tiempo, el poder internacional de Chile declinó. Argentina, con el aumento de población por la inmigración europea y sus arcas repletas con los ingresos de productos de ganado y del comercio del trigo, puso en jaque la hegemonía continental de Chile. Reforzada con un ejército y una marina revitalizados, Argentina reanudó las viejas disputas fronterizas entre los dos países. Trató de erradicar todo tipo de influencia chilena en el Atlántico y aún amenazó el control chileno del Pacífico, alentando al Perú y Bolivia para que se opusieran a las tentativas del país de dar fin a las aún más importantes consecuencias pendientes de la Guerra del Pacífico.

A través de los años noventa, Argentina y Chile estuvieron a punto de ir a la guerra. Al ver que su vecino oriental se armaba, Chile trató de competir reconstruyendo su flota, sin embargo, no pudo resistir el esfuerzo y el vencedor de la Guerra del Pacífico tuvo que capitular. En 1902, Chile firmó los "Pactos de Mayo" con Argentina, que dieron terminada la carrera armamentista, pero que restringieron la influencia de Chile en el lado oeste del continente. El tratado produjo un repudio enorme en el público, el cual comparaba la política exterior de este gobierno con el de Balmaceda, quien había sabido decían, cómo tratar con diplomáticos gauchos. La paz chilena se desvanecía rápidamente. Sus pretensiones de controlar el Pacífico fueron sacudidas violentamente cuando se vio forzado a hacer con-cesiones a Bolivia que exigió y obtuvo una paz mucho más benigna que la que se habría podido imaginar anteriormente.

Hacia la fecha del centenario de la independencia de Chile, el ánimo de la nación no era alegre. Muchos creían que el país había estado declinando desde 1891 y ni las banderas ni la música militar podrían disipar este pesimismo. Ya en 1896, Ángel Vicuña había descrito el estado de la nación de la siguiente manera:“.. anarquía sin frenos, estéril en sus resultados, arruinante en sus excesos, impopular a puro no hablar sino de las necesidades del pueblo sin hacer nada por aliviarlas; desorden en la administración... sistema organizado de insulto contra todo lo que es bueno, santo y respetable".

El país se cansó de verse a sí mismo como juguete de caudillos y políticos mercenarios que preferían engrosar sus propios bolsillos en vez de proporcionar a la nación sistemas de educación y de transportes adecuados. Los trabajadores tildaron a sus líderes de "... traficantes sin conciencia, de los especuladores, de los ambiciosos e intrigantes". El Mercurio hacía notar que los chilenos "... sienten ya náuseas cuando consideran de qué modo se está manejando la nación".

El fraude electoral (cohecho) se hizo común y el voto se transformó en una mercancía que se vendía por comida, dinero o licor. Los inquilinos votaban de acuerdo a lo que ordenaba el patrón, lo mismo que los muertos que votaban según lo disponían sus resucitadores temporales. Los hombres honrados, que abandonaban el servicio público por carecer de energía para luchar contra la corrupción, se veían reemplazados por aquellos que poseían amigos en las altas esferas.

Una decadencia de patriotismo acompañó a la corrupción. Ana Jonson, una educadora, se quejaba de que "... la imagen santa de la patria, que fue la suprema deidad que inspiró a todas nuestras grandes glorias políticas y guerreras, había ido borrándose de nuestros corazones". Julio Saavedra, también educador, comentaba que "... estaba ampliamente aceptado que el patriotismo estaba venido a menos... i el pueblo chileno de hoy ya no es el que brilló un día por su civismo".

A muy pocos les quedaban dudas de que Chile había decaído moralmente, sólo las causas quedaban en el interrogante. Algunos argüían que el materialismo extranjero había subvertido los valores tradicionales y que todo lo chileno, incluso el orgullo nacional, era ahora despreciado. Tancredo Pinochet Le-Brun, señalaba que Chile estaba siendo conquistado nueva-mente, no por la fuerza de las armas como con los españoles sino por el capitalismo y la tecnología extranjeros. "Esta derrota de Chile en las modernas batallas del trabajo i la inteligencia no se debe a flojedad, cobardía o raquitismo de las tropas sino a su falta de patriotismo i a la traición de sus generales", decía refiriéndose a la oligarquía chilena que prefería la cultura y el capital extranjeros por sobre la tradición y el bienestar de Chile.

Para otros, la frenética actividad comercial era la causa de los problemas del país. Argüían que la especulación era "... la improvisación de fortunas, los negocios milagrosos, las alzas inverosímiles de los valores mobiliarios..." que desmoralizaban a la nación. Trabajar parecía superfluo. La frugalidad se convirtió en una virtud casi desconocida pues "... la riqueza esquiva podía asegurarse con sólo una compra afortunada". En esta atmósfera, la corrupción floreció. Lo que realmente empezó como una enfermedad de las clases altas, se esparció a la clase media también.

Otras personas pensaban que la repentina riqueza adquirida por las salitreras había engendrado un hedonismo temerario, un egoísmo sin límites que socavaba la moral de la nación. Arguyendo desde el punto de vista histórico señalaban que el materialismo siempre había corrompido a los países en el pasado y que, por desgracia, Chile no era excepción a la regla. "Su influencia malsana se hace sentir en Chile en la degeneración de los poderes políticos, en el gobierno y en la vida del país". Se había destruido el concepto del deber y con él, las virtudes complementarias de patriotismo, abnegación, objetividad, caridad y sacrificio.

Julio Valdés Cange comparaba a Chile con los últimos días de Roma y su degeneración. Describía la falta de espíritu cívico y la degeneración moral como manifestaciones de esta enfermedad. Un malestar

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general había infiltrado la sociedad chilena porque un hombre sano no hablaría en voz alta, porque temía:"si es abogado, mal quitarse con los jueces y Ministros de Corte y como consecuencia, ver alejarse la clientela; si es agricultor, de que los Bancos le cierren sus puertas; si es comerciante de que le restrinjan el crédito las casas importadoras o lo hostilicen las aduanas; si es político, de perder el favor popular o de los jefes del partido; si artesano, de que los patrones o contratistas no le den trabajo; si simple operario, de que lo despidan de la fábrica o del taller".

Enrique MacIver describía el estado de ánimo de la nación también como un malestar general que se infiltraba en Chile sin hacer caso de clase o lugar. A pesar de sus riquezas, sus recursos, su población trabajadora, señalaba que Chile estaba siendo destruido por la ausencia de moralidad "... que consiste en el cumplimiento de su deber y de sus obligaciones por los poderes públicos i los magistrados en el leal i completo desempeño de la función...teniendo en vista el bien general i no intereses i fines de otro género". La vieja moral que destacó a Chile en Hispanoamérica, ya no existía. Los funcionarios de gobierno rechazaban el concepto del deber y del servicio público "... para dar paso a las ambiciones personales, al odio, a la venganza, a la codicia i al interés de bandera".

Numerosos críticos denunciaron las acciones del Presidente, sus Ministros, el Congreso, el poder Judicial y los partidos políticos del régimen parlamentario. Ángel Vicuña llamó al Jefe del poder Ejecutivo, un lacayo del Parlamento, un alfeñique en comparación con un Balmaceda que había tratado de combatir a aquellos que trataron de destruir la Constitución de 1833. Abraham König declaraba: "Hoy día no tenemos Congreso ni Presidente i puedo agregar que no han existido en los últimos períodos, o han vivido por escaso tiempo i por excepción". Los Presidentes eran considerados prisioneros que "gobernaban pero no mandaban", figuras ornamentales que "... sólo presta su mano para firmar los Decretos i Leyes que le presentan i hacer en los banquetes i fiestas públicas el papel de dueño de casa".

El Congreso fue el más criticado pues tenía el poder para remediar la mala situación de la nación, pero rehusaba a hacerlo. El Ferrocarril acusaba a sus miembros de andar en viajes de placer en el extranjero y otras personas atacaban a los que quedaban en el país por su traición a los antiguos principios con el fin de obtener poder "... como la ocasión de repartirse honores, los empleos i, en muchas ocasiones, las propiedades, los dineros i los contratos ventajosos del Estado". Se describía al poder legislativo como compuesto de individuos que representaban partidos sin ideales, cuyos intereses primaban sobre los de la nación, hombres que hacían caer Ministerio tras Ministerio, transformándose así en "... el cáncer que corroe la respetabilidad i el prestigio de la autoridad".

Los partidos políticos no escaparon a la crítica. Debido a la falta de disciplina y sinceridad, se les censuraba por haber sustituido la intriga a los ideales; por no tener un sentido del deber al rehusar poner fin a la corrupción desenfrenada que estaba destruyendo a Chile. Un político llamó a sus colegas "corderos mansos" temerosos de oponerse a las órdenes de los dirigentes corrompidos de sus partidos, so pena de verse fuera del campo político. "Qué son las ideas i los programas políticos –decía- pretextos i nada más".

Los problemas que aquejaban al país no habían variado mucho al final del régimen parlamentario, sólo sus críticos eran diferentes. Los dos diputados que habían reclamado porque el alcoholismo estaba destruyendo a la nación en 1899 se habrían horrorizado al saber que el alcoholismo aún seguía siendo uno de los problemas sociales más importantes, catorce años más tarde "... porque la política absorbe de tal manera a los legisladores, que les impide mirar hacia las más graves dolencias del organismo nacional". Once años después que “El Diario Ilustrado” se empeñara por el desarrollo de un plan de protección agrícola para Chile, “El Mercurio” seguía solicitando lo mismo. En 1895, los dos médicos que elevaron una petición al gobierno para que tomara medidas con respecto a la gran mortalidad infantil, podrían leer años más tarde que "... los pobres siguen, entre tanto, viviendo en mazmorras i sus hijos pierden la salud i la vida, segados por la guadaña de la mugre, de la humedad, de la falta de aire i de sol". Aquellos que protestaban por las condiciones miserables en que vivían el proletariado urbano y rural, se impondrían más tarde que los directores de la nación estaban prontos a importar cualquier cosa del extranjero, con excepción de aquello que pudiera mejorar la vida de los trabajadores.

Frustrados en el presente, el pueblo chileno a lo largo del régimen parlamentario empezó a recordar su pasado con orgullo y añoranza. Recordaron Presidentes que trabajaron por una causa común y que representaron una fuerza moral en el gobierno y la sociedad; un cuerpo legislativo compuesto por la elite intelectual de la nación, que postergaba los intereses de partido a favor de la madre patria. Un periódico rogaba por que volvieran aquellos años, por un Presidente..... “de administración i de trabajo, vigilante i austero, pacífico i tranquilo, sin pasiones i sin odios, servidor de su país, regulador de todos los partidos i no capitán de un bando, protector sereno e imparcial del derecho de sufragio i no director de intervenciones electorales a favor de los suyos".

Aníbal Sanfuentes pedía que el Congreso devolviera a la nación "... el vellocino de oro de la moralidad administrativa i política que con tantas otras cosas de valía, desapareció en 1891".

Algunos propusieron nuevas leyes en un intento de terminar con la corrupción política, para regularlas elecciones y el registro de votantes. Otros, sin embargo, no creían que nuevas leyes fueran la respuesta al problema. Decían que la nación sufría de una falta de ideales para la cual la ley no era un sustituto. Como lo notara Máximo del Campo "... si el olvido del deber es causa principal de nuestros males, el cultivo i la práctica del mismo será, seguramente, el remedio que ha de sanarnos. Quisiera Dios que los poderes públicos de mi país, los magistrados, ciudadanos, cada cual en su esfera, nos inspiremos en el cumplimiento del deber".

Otro crítico social coincidía con del Campo, notando que los países, al igual que las familias, necesitaban un modelo al cual poder imitar. "El mal ejemplo que viene de las cabezas del Estado es tan pernicioso para el ciudadano como el mal ejemplo del padre en el seno de la familia". Su juicio era compartido por la Liga de Acción Cívica, organización fundada con el fin de combatir la corrupción en la

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sociedad chilena. Se temía que no existiera un ejemplo digno de imitar en la administración actual o en el país entero y abogaba en cambio por que:"Volvamos durante breves instantes la mirada hacia el pasado. Abramos las páginas del libro que contiene la narración de los actos de esas administraciones de modelos; revisemos las sesiones de los cuerpos legislativos i de los archivos que conservan intactos los impulsos generosos i patrióticos de esos hombres de Estado, previsores i modestos, económicos para gastar los dineros de la nación i derrochadores de la sangres de sus hijos cuando divisaban que una amenaza se cernía en el continente en contra de la estrella solitaria.Doblemos señores, la hoja donde quedan estampadas debilidades i tantas miserias i tengamos confianza en el porvenir, si es cierto que el excesos del mal comienza a conmover el alma de nuestros conciudadanos, alma que aún está sana i que mantiene intacto ese amor patrio, ese orgullo chileno que cultiva-ron nuestros padres, como se cuida la más delicada de las flores. Tengamos presente que, conjuntamente con el amor a la patria, crecen las ansias de progreso i las virtudes cívicas generadoras de la prosperidad de los pueblos, ambiciosos de nobles aplausos i de gloria a sus gobernantes".

La Educación Chilena durante el Parlamentarismo: el Nacionalismo

A comienzos de la década del noventa, los maestros chilenos se unieron a otros segmentos de la sociedad para expresar su desprecio por la corrupción y el materialismo del régimen parlamentario. Revistas educacionales se unieron a la prensa en sus críticas a la decadencia de Chile. Ya en 1893 un autor acusaba a los líderes chilenos de no dar un buen ejemplo, declarando que el patriotismo se había convertido en una palabra usada por los políticos sólo con el fin de obtener ventajas en sus disputas por el poder.

Estas quejas se hicieron más estridentes a medida que avanzaba el año. A mediados de 1900, las revistas educacionales dejaron de ser tan sólo profesionales y empezaron a criticar también el sistema social. Ana Jonson y Julio Saavedra lamentaban la desaparición del patriotismo. La Asociación de Educación Nacional publicó una carta abierta al Presidente exigiendo que pusiera fin a la inmoralidad política de la nación. Aparentemente este pedido no fue escuchado ya que el mismo artículo fue reimpreso repetidamente. Tancredo Pinochet Le-Brun escribió “La conquista de Chile en el siglo XX”, en 1909. Un año más tarde, un humilde profesor –Alejandro Venegas- usando el seudónimo de Julio Valdés Cange escribió “Sinceridad. Chile íntimo en 1910”, un severísimo ataque a la sociedad chilena. Estos trabajos también protestaban contra el régimen parlamentario y tal como otras protestas, deben de haber sido ignoradas, ya que en 1912 el historiador Luis Galdames concluía:

"Como Estado, como nación, carecemos de ideales sociales, de ideales económicos, de ideales políticos i de ideales internacionales; que carecemos, en fin, de ideales en todo lo que afecta a la vitalidad i al porvenir de nuestro pueblo. I como esos ideales no existen, caminamos a tientas, vacilantes siempre, ansiando un progreso i una grandeza a que no sabemos por qué medios conseguir. De esta manera, el carácter nacional se anonada i una apatía cada vez más honda nos invade a todos.”

En parte, la crisis chilena era de origen ideológica. Muchos educadores pensaban que las ideas extranjeras estaban socavando culturalmente al país. Estos sentimientos eran, en cierta medida, justificados. El gobierno había enviado una misión al extranjero en 1885 para estudiar métodos educativos en otros países, con el propósito de revisar el sistema educacional chileno. Chile invitó a profesores extranjeros para poner al día las escuelas nacionales y sus planes de estudio. Al principio, las reformas fueron bien recibidas: pero veinticinco años más tarde, sin embargo, muchos pensaban que estas ideas importadas estaban arruinando al país, menospreciando sus valores tradicionales y haciendo peligrar su existencia como una entidad cultural separada.

Amanda Labarca advertía que Chile se encontraba en peligro de pasar a ser un enclave extranjero, "... a ser más europeos que chilenos i más franceses que europeos". Julio Saavedra atacaba un fenómeno que él denominaba "exotismo", el cultivo de hábitos y costumbres extranjeros de preferencia a los chilenos. Un crítico literario calificó la misma idea de "snobismo", y Luis Galdames advertía: "La verdad es, señores, que al organizar nuestros sistemas educativos, nos hemos olvidado de que somos chilenos".

Si eran los extranjeros los que estaban causando la decadencia de Chile, la solución era obvia: había que purificar al país de toda la influencia extranjera, devolver a Chile sus tradiciones folclóricas e inculcar respeto por sus costumbres. La respuesta al problema rayaba en la xenofobia. Se sospechaba aun del lenguaje español. Julio Saavedra era uno de los muchos que exigía que el español usado en Chile se atuviera a las necesidades de la nación y no a las reglas de la anquilosada Real Academia Española. Otros estaban de acuerdo con Saavedra, estimando que un lenguaje nacional era imperativo para la supervivencia cultural del país.

El movimiento a favor de un nacionalismo cultural fue ganando ímpetu. Se les prohibió a los extranjeros enseñar ciertas materias. Todo lo chileno era considerado excelente y aun el indio araucano, durante años considerado un temido enemigo, pasó a ser una figura romántica. Se le solicitaba al gobierno que detuviera la inmigración extranjera porque existían muchos chilenos que no poseían tierras. Los periódicos educacionales rogaban al gobierno que estudiara un programa para mejorar la salud pública y que iniciara una campaña contra el abuso del alcohol.

A medida que el sentimiento nacionalista fue creciendo, a la larga empezó a concentrar su atención en la dominación económica extranjera. Muchos educadores llegaron a la conclusión de que la nación debía luchar en contra de estos males. Luis Galdames urgía que se efectuaran cambios en el sistema educacional con el fin de permitir que la nación pudiera defenderse contra los intereses económicos extranjeros. Exigía que Chile dejara de imitar los anticuados ideales de la Antigua Grecia. Chile, decía, necesitaba nuevos héroes, no un soldado o un político, sino alguien que trabajara por el bienestar económico del país.

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Francisco Antonio Encina argüía que la herencia española y el catolicismo habían impedido el desarrollo económico nacional, sofocando el instinto de competencia económica y comercial. Se lamentaba que la juventud chilena prefiriera las profesiones liberales y humanísticas al comercio. La única manera de volver a controlar los recursos del país era desarrollando un sistema educacional que entrenara hombres para el comercio. La única manera de volver a controlar los recursos del país era desarrollando un sistema educacional que entrenara hombres para el comercio.

Las revistas y las sociedades educacionales alentaban el nacionalismo. Fue en una reunión de la Asociación de Educación Nacional en donde Encina presentó las charlas que serían publicadas más tarde como su famosa obra “La Educación Económica y el Liceo”. Esta misma organización publicó “Nuestra Inferioridad Económica e Intelectual”. Algunos artículos educacionales urgían la necesidad de abrir cursos que prepararan a la juventud chilena para el comercio. Otros, criticaban al consumidor chileno por comprar productos hechos en el extranjero y a los fabricantes por avergonzarse de imprimir la etiqueta "Hecho en Chile" en sus propios productos. Guillermo Subercaseaux exigía que la industria salitrera fuera liberada del control extranjero y abogaba por leyes que protegieran las industrias chilenas.

A pesar de estos consejos gratuitos, la situación económica de Chile no mejoraba. El estallido de la Primera Guerra Mundial sólo trajo más penalidades. Los educadores redoblaron sus esfuerzos para tratar de cambiar la estructura social, política y económica de Chile. Con gran cantidad de gente desocupada y muchos sufriendo penalidades económicas, instaban al Presidente y su Congreso a hacer algo por el bienestar del país. El régimen parlamentario permaneció inconmovible. Cuando finalmente se desplomó, hubo muy pocos educadores que lo sintieron.

Al mismo tiempo que los profesores exigían nacionalismo cultural y económico, trataron de revolucionar el sistema educacional del país implementando cursos de educación cívica. Aunque el movimiento a favor de la educación cívica empezó en los años de la década del ochenta, es dudoso que se haya originado en respuesta al régimen parlamentario. Es muy posible que motivos no políticos iniciaran este movimiento; pero aún si la educación cívica empezó como una entidad separada, parece haberse fusionado con los otros movimientos de crítica al gobierno y su fin ulterior fue el de abolir la corrupción y decadencia de la sociedad chilena.

Antes, la educación consistía simplemente en la transmisión del conocimiento de generación en generación. La introducción la educación cívica varió este concepto pasado de moda. De ahora en adelante, la educación debía basarse en conceptos de moralidad y responsabilidad cívica. Los nuevos cursos trataron no sólo de instruir a jóvenes, sino de hacerlos ciudadanos virtuosos y patrióticos. La educación cívica debía incluir una variedad de actitudes: respeto por la Constitución y las instituciones nacionales, obediencia a la ley y a las autoridades, un sentimiento de unidad nacional y comprensión del sentido de responsabilidad cívica de cada individuo. Quizás el fin más importante de la educación cívica era el de inculcar en el individuo un sentido de moral, honestidad y deber para que pudiera servir mejor a su nación.

Muchos educadores pensaban que la mejor manera de enseñar educación cívica y de inspirar amor por la patria era a través del estudio de la Historia de Chile. Esta materia proporcionaba ejemplos de personas virtuosas y hombres sacrificados, lo que probaba que la educación cívica no era un ideal platónico e ilusorio, sino una meta realista a la cual se podía llegar por medio de la disciplina y el arduo trabajo. Así como un niño aprende a funcionar en la vida familiar imitando a sus miembros, así aprendería a asumir las responsabilidades de pertenecer a un grupo familiar más grande aún, el de Chile, imitando a sus hijos más destacados. Otro maestro hacía notar:"A cada paso encontramos en nuestra historia hombres cuyo carácter, virtud, honradez i patriotismo pueden ser para el niño un precioso guía para su conducta futura..."

El estudio de la historia comprendía más que la memorización de los hechos, decían los educadores. En efecto, de acuerdo con un maestro, lo simplemente memorizado destruía el valor intrínseco de la historia. Esta materia era algo más que el funcionamiento de la memoria; era una representación moral que mostraba lo bueno y lo malo, lo loable y lo despreciable:

"La historia...debe educar moralmente al niño, es decir, debe cultivar en él los buenos sentimientos al amor a la virtud, a la bondad, a la justicia, a la magnanimidad, el deseo de imitar las grandes acciones i la resolución de ser útil a sus semejantes; el odio al vicio en todas sus manifestaciones, a la tiranía, al engaño, al egoísmo, a la envidia, a la ambición, a todos los móviles de acciones bajas e innobles. Para despertar esos sentimientos, la historia se vale de ejemplos, nos presenta hombres virtuosos i hombres malvados, acciones loables i acciones detestables; nos muestra, por medio de la consecuencia de los hechos, la sanción moral que tienen todas las acciones humanas i nos pone a la vista el deber i la conveniencia de practicar el bien i evitar el mal".

Los profesores chilenos necesitaban ejemplos, símbolos vivos con el fin de adoctrinar a las juventudes, hombres que hubieran muerto por la patria, hombres de carácter que trabajaron para sus familias y su nación. Con estos ejemplos era como los maestros esperaban poder reformar la sociedad.

Tomado del libro: “La Imagen Heroica en Chile. Arturo Prat Santo Secular”

Autor: William Satter

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LA REPÚBLICA PARLAMENTARIA

1891-1924: la Decadencia del Chile Oligárquico

LA POLÍTICA: EL SISTEMA PARLAMENTARIO

CARACTERÍSTICAS GENERALES

El parlamentarismo, que había comenzado en la década de 1860, se consolidó en Chile después de la guerra civil de 1891, e imperó hasta 1924. El poder presidencial disminuyó considerablemente como consecuencia de las reformas que se habían hecho a la Constitución de 1833. Sin embargo, más allá de esas reformas —después de 1891— el sistema parlamentario se basó en algunas prácticas políticas que el Congreso utilizó en su favor y que fueron las que efectivamente le permitieron controlar el poder. De modo que los presidentes de la República pasaron a ser figuras sin el peso político que habían tenido hasta entonces.

Una de las prácticas que disminuyeron considerablemente la autoridad presidencial, fue la facultad que adquirió el Parlamento de derribar los gabinetes por medio de interpelaciones; éstas obligaban a los ministros a concurrir al Congreso para desvirtuar cargos en su contra, creándose así un sistema de votos de confianza o de censuras que provocaban su caída. Otra fue la facultad para retardar las leyes periódicas que aprobaban el presupuesto, las contribuciones y algunas leyes referentes a las Fuerzas Armadas.

Finalmente, también fue un mecanismo típico del sistema, usado frecuentemente por las minorías, el aprovechar la inexistencia de un mecanismo de clausura del debate, el que se prolongaba indefinida y artificialmente para impedir la aprobación de una ley.

El abuso de estas prácticas entorpeció enormemente la tarea legislativa, produjo una constante inestabilidad ministerial y significó un freno para el desarrollo de la acción de los gobiernos.

De este modo, entre 1891 y 1920 el sistema político se hizo inoperante para aplicar y mantener políticas de mediano y largo plazo. La situación respondía a una actitud cultural de la clase dirigente, que había cambiado su estilo de vida, evolucionando desde la austeridad observada en el siglo XIX hasta el culto al lujo y la frivolidad, aunque conservaba aún parte del espíritu cívico que la caracterizara.

Más que en el Congreso o La Moneda, las decisiones se tomaban en los centros sociales o asociaciones concurridas por los notables: el Club de la Unión, el de Septiembre, el Club Hípico, algunas mansiones de prominentes hombres públicos que mantenían tertulias en sus salones, y también en las logias masónicas o círculos ligados a la Iglesia Católica.

Por otra parte, entre 1891 y 1920 (en una tendencia que se prolonga hasta el presente) abundaban las relaciones de parentesco en el mundo de la política. Los presidentes Errázuriz y Montt alcanzaron el sillón presidencial que antes habían ocupado sus padres. El presidente Riesco era cuñado y primo de Errázuriz. Al mismo tiempo, en los ministerios, el Parlamento y en los altos cargos eclesiásticos, los vínculos familiares eran muy frecuentes, lo que revela el carácter oligárquico del régimen parlamentario. Otro signo (y causa) de la situación descrita fue la escasísima participación electoral de la época, que fluctuó en poco más de un 5% real.

Sin embargo, a pesar de estas deficiencias, el período parlamentario destacó por su regularidad. Los poderes públicos se renovaban respetando los mecanismos constitucionales, aunque más en la forma que en el fondo, ya que el cohecho, la intervención electoral y el cacicazgo político eran vicios incorporados al sistema. A pesar de ello, esta realidad hizo posible una progresiva ampliación de las formas de participación política y social, lo que permitiría la configuración de una democracia efectiva a partir de la década de 1920.

El período parlamentario se caracterizó también por la paz interior y exterior de que gozó el país. Nada hubo en esos treinta años comparables a las varias guerras civiles del siglo XIX. Sin embargo, el orden interno se vio alterado por motines y masacres obreras, las que ciertamente marcaron de manera imborrable la época; pero estos conflictos no lograron perturbar la marcha institucional. Tampoco se vio turbada la paz exterior y Chile preservó su soberanía en medio del respeto de sus vecinos y de la comunidad internacional.

Por otra parte, entre 1891 y 1920 existió un ambiente de libertad y tolerancia que se explica por la ideología liberal preponderante, pero de aquél sólo podía disfrutar plenamente el sector social alto, y, en menor medida, el sector medio en crecimiento. Con la libertad ocurría lo mismo que con otros bienes sociales de la época: los sectores bajos tenían un acceso muy restringido a ellos. ¿Cómo podían gozar de libertad de prensa los analfabetos, o de trabajo los "inquilinos" o quienes sólo dominaban un oficio rudimentario y no poseían bienes? Además, estaban marginados de la libertad política los grupos de orientación revolucionaria y la libertad sindical tampoco era reconocida.

También fue característico de este período la ausencia de caudillismo militar, mal tan frecuente en la América Latina de aquellos años. El Ejército chileno mantuvo una posición estrictamente profesional, aunque no faltó entre los hombres de armas una actitud crítica frente a la realidad política, en apariencia tan ineficaz. Pero la tradición prusiana impuesta después de la Guerra del Pacífico, no permitió la politización dentro de las filas, de modo que algunos episodios aislados de protesta militar no tuvieron significación, ni representaron el sentir general de la oficialidad. Se respetó el civilismo.

LOS ACTORES POLÍTICOS

a) LOS PARTIDOS

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Durante el parlamentarismo, los partidos políticos representados en el Congreso pasaron a ser los principales actores del quehacer público. Durante la administración de Jorge Montt (1891) se aprobó la Ley de la Comuna Autónoma, que modificaba el sistema de administración municipal, descentralizándolo. Con esta ley, el control de las elecciones pasó de las manos del presidente de la República a la de los caciques locales, representantes a su vez de los partidos políticos.Entre 1891 y 1920 los partidos más importantes tuvieron escasas diferencias ideológicas. De hecho, todos estuvieron inspirados por el pensamiento liberal y no se dieron entre ellos proyectos de sociedad distintos. Sin embargo, persistió la pugna laico-clerical; pero ésta, aunque implicaba diferencias en relación a como se concebía el vínculo entre el Estado, la Iglesia Católica y la sociedad civil, había perdido la importancia que la caracterizara durante el siglo anterior. La otra pugna que sacudió el ambiente político de entonces fue la existente entre "oreros" y "papeleros" relacionada con el problema de la convertibilidad metálica del peso. Sin embargo, ésta tampoco reflejaba un problema de fondo que aquejara a la sociedad chilena. Los verdaderos problemas no se enfrentaron.

La homogeneidad ideológica se explica porque, como se ha visto, todos los partidos representaban en mayor o menor grado las ideas e intereses del grupo social que controlaba la vida nacional: la oligarquía.

Con todo, existía un abanico político en el cual podían distinguirse tres sectores: dos polos definidos por la cuestión laico-religiosa, constituidos por el Partido Conservador, por la derecha clerical, y el Partido Radical, por la izquierda laica, al que solía unírsele el pequeño Partido Demócrata; y un centro, representado por el Partido Liberal, dividido en varias fracciones, y el Partido Nacional, de hecho, otra rama del liberalismo. El centro liberal mantenía una posición oscilante y formaba parte de la llamada Alianza Liberal, cuando se inclinaba hacia los radicales, o de la Coalición, cuando lo hacía hacia los conservadores. El Partido Radical, caracterizado por su anticlericalismo y ligado a la masonería, era por entonces la expresión de sectores medios urbanos de Chile central, de cierta parte de la clase media provinciana y de terratenientes del Sur. Su orientación era liberal, pero a partir de 1906, un sector del radicalismo encabezado por Valentín Letelier e influido por la doctrina del "socialismo de Estado", comenzó a preocuparse también de los problemas sociales y a propiciar una mayor intervención de éste en la regulación socio-económica de la sociedad.

A la izquierda de los radicales actuó el pequeño Partido Demócrata, que había nacido del Partido Radical, como defensor de los intereses de artesanos y sectores obreros. Apoyaba la democracia parlamentaria, pero abogaba por su depuración. Sin embargo, terminó por asimilarse al sistema sin lograr sus aspiraciones de igualdad político-social.

Las facciones liberales de centro eran laicizantes o indiferentes frente al tema religioso, y fundaban su acción política en la coyuntura de cada momento. Inspiradas en ideales de tolerancia, defensa de las libertades y derechos fundamentales del individuo, su estilo político estuvo marcado por el espíritu aristocrático de la época. Sus dirigentes pertenecían a la oligarquía, pero controlaban el voto de amplios sectores campesinos.

Del mismo modo, el Partido Nacional, que se proclamaba heredero del monttvarismo y del peluconismo autoritario de la primera mitad del siglo XIX, guardó entre 1891 y 1920 una actitud en perfecta concordancia con los usos del parlamentarismo vigente, y su ligazón con la tradición autoritaria y centralista no pasó de ser retórica. Fue, de hecho, uno más de los grupos liberales de la época. Los nacionales eran pocos: comerciantes, banqueros, industriales pertenecientes a prominentes familias. A comienzos de siglo, un grupo de jóvenes intentó, infructuosamente, revitalizar su antiguo espíritu. Entre ellos se destacaron Francisco Antonio Encina y Alberto Edwards.

En la derecha, el Partido Conservador estuvo integrado por un sector de la clase alta y por otro menos importante del sector social medio. Su apoyo electoral estaba en las masas campesinas de los fundos de patrones conservadores y el mundo católico. Como los radicales, los conservadores se definían en función de la pugna laico-clerical. El Partido Conservador fue la expresión política de la Iglesia Católica. Manejado por miembros de grupos terratenientes, o por figuras que se destacaron por su talento —Abdón Cifuentes, por ejemplo—, el partido sirvió de abogado y a veces de instrumento de la Iglesia, lo que en la época significaba asumir una posición tradicionalista en materias sociales, morales y culturales. Así, las principales luchas de los conservadores se dieron para defender la enseñanza religiosa y el predominio de la Iglesia como orientadora de la nación, mientras el problema social pasaba inadvertido para la mayoría. Incluso después de la publicación de la encíclica Rerum Novarum en 1891, sólo pequeños grupos de conservadores pasaron a preocuparse de la "cuestión social" en los términos planteados por el Papa León XIII. Por otra parte, en lo puramente económico, los conservadores adherían a la doctrina liberal.

Estos partidos políticos no reflejaron la realidad de la sociedad chilena de la época, porque eran expresión del círculo muy reducido de extracción social alta o media alta que detentaba el poder

b) LA IGLESIA CATÓLICA

En la época que nos preocupa, la Iglesia Católica chilena, unida todavía al Estado, tenía un gran poder político que ejercía más o menos abiertamente. Se identificaba con los conservadores, pero su acción se extendía, aunque en mucho menor grado, a otras colectividades.

De hecho, fueron significativos, aunque no sólidos, los contactos de la Iglesia Católica con los nacientes grupos obreros. Algunos sacerdotes, como Miguel Claro, Ramón Angel jara, Francisco Vives y Guillermo Viviani, y algunos laicos, como el propio Abdón Clientes y después Juan Enrique y Carlos Concha Subercaseaux, se preocuparon, a la luz de la doctrina social contenida en la encíclica Rerum Novarum, de la suerte del obrero urbano.

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Con todo, esta actitud era ignorada por la mayor parte de la jerarquía eclesiástica e incluso había sectores que se oponían tenazmente a las nuevas tendencias.

c) LA MASONERÍA

La masonería fue un importante vehículo de expresión de la clase media. En el ambiente liberal y laico predominante desde mediados del siglo XIX, el elemento masculino de la sociedad chilena se fue apartando de la Iglesia Católica, situación que se acentuó en los sectores medios y bajos, que veían a esa institución estrechamente identificada con el sector alto tradicional.

En esa realidad se desarrollaron las sociedades masónicas, cuyo origen en Chile se remonta a la década de 1850. Hacia la época que nos interesa, la masonería experimentó su mayor crecimiento. Como todas las sociedades agnósticas, fue elitista y no aceptó entre sus integrantes a elementos populares, mostrándose también indiferente a la "cuestión social".

Sus banderas políticas fueron la defensa de la libertad, igualdad y progreso, pero, de hecho, centró su preocupación en la lucha por el laicismo y contra la Iglesia Católica, promoviendo la educación laica y empeñándose por barrer de la vida pública chilena a los elementos confesionales que veía como representantes de un fanatismo supersticioso y retrógrado.

d) LOS MILITARES

Durante el período que nos interesa, Chile, que había salido de la Guerra del Pacífico rodeado de enemigos, mantuvo unas Fuerzas Armadas numerosas y bien equipadas, especialmente la Armada, que llegó a contar con una escuadra poderosa y moderna. Así, potencialmente, adquirieron un peso político y social que no habían tenido antes de 1891. Sin embargo, se mantuvieron firmes en su profesionalismo.

Los militares, en su mayoría, tenían origen en una clase media acomodada de provincias, que en las primeras décadas del siglo adquirió una conciencia de su valer y un espíritu renovador. Entre las características de las Fuerzas Armadas, entre 1891 y 1920, destacaba su nivel de instrucción militar, adquirida de oficiales alemanes, en el caso del Ejército, y una situación de marginación respecto de la vida civil, aun cuando la masonería y la Iglesia tenían cierta influencia en su interior. La existencia de los militares transcurría en los cuarteles y casinos, apartada de otros sectores sociales. Por otra parte, aunque se sentían despreciados por la clase alta, mantenían gran respeto por la jerarquía y el orden.

Sin embargo, la Ley de Servicio Militar Obligatorio, promulgada en 1900, otorgó al Ejército un nuevo papel que contribuyó a definir su mentalidad y pensamiento político, al ponerlos en contacto con la realidad de los reclutas, provenientes en su mayoría del campesinado, que llevaban una existencia miserable. De modo que los militares se fueron identificando con los aires progresistas y con las críticas de la clase media, que tenían que ver con el desgobierno, el desorden, la falta de autoridad, y, en su caso particular, con la postergación de la solución de sus problemas económicos y la irrupción de las influencias políticas en la carrera militar. Este descontento se hizo sentir con el aparecimiento de grupos secretos que, desde comienzos de siglo, empezaron a gestarse dentro del Ejército, contraviniendo las normas internas de disciplina.

LOS GOBIERNOS DE LA ÉPOCA

Durante este período gobernaron los presidentes: - Jorge Montt (1891-1896); - Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901); - Germán Riesco (1901-1906); - Pedro Montt (1906-1910); - Ramón Barros Luco (1910-1915), y - Juan Luis Sanfuentes (1915-1920).

Sus gobiernos transcurrieron en medio de los vaivenes propios del parlamentarismo, sucediéndose los ministerios de la Alianza o de la Coalición.

A Jorge Montt le cupo la tarea de reconciliar a los chilenos después de una guerra civil que había sido odiosa y sangrienta. Sorprendentemente, recogiendo lo que era el espíritu de los vencedores, pasados los primeros meses, en los que hubo graves desbordes y abusos, primó un espíritu cívico generoso y ecuánime. Ya en 1894 el balmacedismo (liberales democráticos), vencido por las armas hacía tres años, participó activamente en las elecciones parlamentarias. En las presidenciales de 1896 se le vio apoyando al candidato liberal derrotado Vicente Reyes junto a sus ex enemigos de 1891: radicales y liberales doctrinarios.

Durante el gobierno de Montt se trabajó también en restablecer las finanzas, muy afectadas por los gastos hechos por ambos bandos durante la contienda civil.

A Jorge Montt, quien al terminar su período presidencial regresó a la Armada en su condición de almirante, lo sucedió Federico Errázuriz Echaurren, quien, pese a su tradición liberal, había sido apoyado por la Coalición. El presidente era un hábil político, pero su gestión se vio opacada por su vida disipada. Su principal logro fue en el campo internacional, donde se consiguió una solución adecuada en el antiguo problema de límites con la República Argentina, con la cual se estuvo al borde de la guerra. La riqueza salitrera permitió también inversiones cuantiosas en obras públicas, aunque hubo de postergarse el siempre anunciado retorno al patrón metálico en la moneda.

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La Alianza Liberal venció en las elecciones de 1901, llevando a la primera magistratura a Germán Riesco, cuñado de Errázuriz (quien murió en julio de ese año sin completar su período). Riesco era un hombre íntegro, pero fue quizá el más vapuleado de los mandatarios de la época debido a los vicios del parlamentarismo. En la rotativa permanente de gabinetes, nuevamente hubo de postergarse la conversión metálica, y el desarrollo nacional continuó manifestándose principalmente en las obras públicas.

Riesco debió enfrentar las primeras huelgas y motines populares, que terminaban con decenas de muertos. Particularmente grave fue el episodio de la "huelga de la carne" en Santiago, el año 1905. Como una respuesta destinada a paliar en parte la grave situación social, se dictó en 1906 la Ley de Habitación Obrera.

Los problemas económicos y sociales se vieron agravados hacia el final de la administración Riesco por el terremoto de Valparaíso, en agosto de 1906. Este destruyó barrios enteros y aisló completamente al puerto, dejando un saldo de alrededor de 3.000 muertos.

Fue así como ante los rasgos de desgobierno y el desorden imperante, las fuerzas políticas de diverso signo buscaron una personalidad fuerte para dirigir el país por encima de las alianzas efímeras entre los partidos. Se formó la llamada Unidad Nacional, que aglutinó a la mayor parte del mundo político y eligió como presidente al nacional Pedro Montt, quien, como su padre (don Manuel), tenía fama de carácter enérgico y capacidad de gestión.

Sin embargo, el nuevo mandatario, a pesar de sus esfuerzos, se desgastó en la lucha contra los vicios y la indisciplina del mismo mundo político que lo había elegido. La lucha entre las combinaciones partidarias prosiguió y el rumbo histórico del país no experimentó el cambio renovador que se esperaba. Las características de la administración Montt fueron muy parecidas a las de sus antecesores, con la agravante de que la crisis económica de 1907 empeoró considerablemente el panorama, llevando a la quiebra a numerosas empresas.

Pero la principal consecuencia de la crisis fue el agravamiento del descontento social, el que culminó en la matanza de la escuela Santa María de Iquique, en 1907.

Finalmente, con su salud gravemente resentida, el presidente hubo de partir a Europa en busca de cura. Pero falleció en Bremen en agosto de 1910.

En esté ambiente, las fiestas del Centenario de la Emancipación Nacional tuvieron un carácter ambiguo; junto a las ceremonias oficiales aparecieron numerosos escritos que denunciaban la crisis nacional.

Sucedió a Pedro Montt, a fines de 1910, Ramón Barros Luco; éste fue elegido sin competidor, fruto de un acuerdo entre los partidos. El nuevo presidente tenía 75 años y un carácter abúlico aunque conciliador. Sin duda, no era la persona para intentar los cambios y la reactivación que el país requería. Hizo un gobierno de continuidad, apoyándose en Juan Luis Sanfuentes, el que debió enfrentar los problemas derivados del estallido de la Primera Guerra Mundial, que en sus inicios afectó gravemente el mercado del salitre. Sin embargo, después de 1915, la economía se recuperó.

En suma: muchos cambios ministeriales, obras públicas y nueva postergación de la convertibilidad monetaria. Hubo paz social porque el movimiento obrero había quedado aplastado tras el episodio de la escuela Santa María y la clase media todavía no maduraba ni estaba en condiciones de desafiar el poder de la oligarquía.

El último de los presidentes de la República Parlamentaria fue Juan Luis Sanfuentes, llevado al poder por la Coalición. Aunque hábil político y consciente de la necesidad de reformas, Sanfuentes tampoco supo sacar al país del marasmo institucional y la ola de pesimismo sobre el destino nacional que existía. Durante su gobierno, el mundo político de la República Parlamentaria se desarticuló, y los partidos tradicionales perdieron el apoyo y el control del electorado. Esto último quedó en claro en las elecciones parlamentarias de 1918, en que los sectores progresistas de la Alianza Liberal obtuvieron una gran victoria; ella fue el presagio del triunfo presidencial de Arturo Alessandri en 1920, de las futuras reformas sociales y del fin del gobierno de la oligarquía tradicional chilena.

Quizá el mayor mérito del gobierno de Sanfuentes se dio en el campo internacional: mantuvo a Chile en una digna neutralidad durante la Primera Guerra Mundial, resistiendo las presiones de los Estados Unidos, de Francia y Gran Bretaña

Los presidentes del período 1891-1920 reflejaron el carácter de su tiempo. En general fueron personalidades de signo moderado y conciliador, en ocasiones elegidos como candidatos de transacción por ser “garantía para todos”. Bien intencionados y honestos en lo personal, representaron, sin embargo, la decadencia de la oligarquía como clase gobernante que no tuvo un diagnóstico ni supo ponerse a la altura de los tiempos y de las nuevas circunstancias, quedando los principales problemas sin solución.

LA ECONOMÍA ENTRE 1891 Y 1920 A pesar de que el grueso de la población chilena —campesina— no participaba aún de una

economía de mercado, el liberalismo de la escuela clásica, difundido en Chile durante el siglo XIX merced a los esfuerzos de Courceille Seneuil y sus discípulos criollos, continuó siendo el pensamiento económico predominante entre las elites gobernantes.

En concordancia con esta teoría, Chile se caracterizó durante el período por la mantención de una economía abierta. Sin embargo, desde fines de la Guerra del Pacífico se habían empezado a adoptar algunas leyes de proteccionismo que beneficiaron a ciertas ramas industriales frente a la competencia extranjera.

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Tampoco el predominio teórico del liberalismo impidió que, a partir de 1880, con el auge salitrero, el Estado, enriquecido con los impuestos, adquiriera un papel económico muy importante a nivel nacional. Esto se manifestó, entre otros factores, en una alta inversión fiscal destinada especialmente a la construcción de ferrocarriles y obras públicas en general. La burocracia creció de 3.000 funcionarios en 1880, a más de 13.000 en 1900, y a más de 27.000 en 1919. La mayor presencia estatal se dio en educación, obras públicas, ferrocarriles y defensa.

LA DEPENDENCIA DEL SALITRE

Entre 1891 y 1920 Chile continuó siendo un país con un predominio abrumador de las actividades minera y, en menor medida, agrícola. La economía chilena del período giraba en torno al salitre, exportado en grandes cantidades a Europa, donde era usado como fertilizante y en la fabricación de explosivos. El salitre se obtenía de la refinación del caliche, sal que se encontraba en abundancia bajo la costra superficial de las planicies desérticas de las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Aunque no faltaban los empresarios chilenos, la propiedad de las oficinas salitreras estaba hacia 1900 mayoritariamente en manos extranjeras, en particular británicas, con lo cual obviamente quedaba fuera del país una parte considerable de las grandes ganancias obtenidas por ese concepto. El Estado chileno obtenía su participación en esta enorme fuente de riqueza a través de los derechos aduaneros de exportación que cobraba en los puertos de embarque. Hacia 1900 estos impuestos cubrían el 56,29% de las entradas fiscales. Las grandes sumas recibidas por el fisco eran traspasadas en gran medida a los particulares a través de medios directos e indirectos: ausencia casi total de impuestos internos, préstamos a la banca privada, sueldos y remuneraciones de todo tipo.

La riqueza del salitre tuvo un efecto dinamizador sobre el conjunto de la economía; el norte salitrero, por ejemplo, constituyó un importante mercado para la producción agrícola y manufacturera de Chile central. La industria del salitre era también una fuente de trabajo muy importante. La población total de trabajadores salitreros era, hacia 1904, de 24.445, de los cuales 17.398 eran chilenos. Entre los extranjeros, la gran mayoría eran bolivianos y peruanos.

La bonanza salitrera sólo fue interrumpida por el comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando se cerró el mercado alemán y el centroeuropeo; lapso por lo demás transitorio, ya que después de transcurrido el primer año de guerra, las exportaciones de salitre (ahora para ser usado en la fabricación de explosivos) subieron a cifras nunca antes alcanzadas. Algo parecido ocurrió con el fin de la guerra; las exportaciones se desplomaron en 1918, para recuperarse en los años siguientes, a pesar de que aumentaba la fabricación de salitre sintético, el que terminó por ser más barato que el natural producido en el lejano Chile. El ciclo del salitre sólo concluiría con la gran depresión de 1929.

INVERSIÓN EXTRANJERA

Después de 1900, la ligazón económica de Chile con Gran Bretaña comenzó a debilitarse, no sólo en lo que se refiere al comercio internacional (hacia 1890, un 45% de las importaciones y un 70% de las exportaciones chilenas estaban relacionadas con ese país), sino también a las inversiones y préstamos.

Antes de la Primera Guerra Mundial las empresas norteamericanas iniciaron la adquisición de intereses especialmente en la minería del cobre. En 1902 W. Braden adquirió el mineral de El Teniente, que no llegó a transformarse en una gran empresa hasta 1912. Cuatro años más tarde, el grupo Guggenheim se hizo cargo de Chuquicamata. Pero si a partir de 1910 el cobre empezó a gravitar en forma importante en las exportaciones, esto fue con escaso beneficio para el país, pues a diferencia del salitre, casi no pagaba tributos.

También hubo presencia de capitales alemanes, fundamentalmente en el transporte del salitre a los mercados europeos. Sin embargo, el impacto de la Primera Guerra Mundial acabó con la presencia económica alemana y disminuyó la británica, conduciendo definitiva-mente a nuestro país hacia la esfera de influencia económica norte-americana.

Pero no sólo en el salitre y el cobre dominaba el capital foráneo. En 1915 un tercio de los establecimientos manufactureros declararon que su capital era extranjero.

En contraste, la industria del carbón en el golfo de Arauco, en manos de capitales chilenos llegó a producir más de un millón de toneladas hacia 1920.

DEUDA EXTERNA Y CRECIMIENTO ECONÓMICO

Al mismo tiempo, esta época se caracterizó por un continuo flujo de crédito hacia Chile, lo que redundó en una deuda externa creciente. En 1900 se debían al extranjero 234.289.413 pesos. En 1915 la deuda llegaba a 434.085.066 pesos del mismo valor.

La necesidad de empréstitos extranjeros se explica por la existencia de déficit fiscales crónicos, los que se daban a pesar de los subidos ingresos obtenidos de las exportaciones del salitre y otros derechos de aduana. De allí que las entradas ordinarias del fisco debieron ser suplementadas por otras extraordinarias constituidas mayoritariamente por dichos empréstitos, los que llegaron a representar un porcentaje

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considerable del presupuesto fiscal. Es importante tener en cuenta que, hacia 1900, los impuestos internos eran prácticamente inexistentes. Ese año, el ciento por ciento de dichos impuestos estaba constituido por los que gravaban el papel sellado, timbres y estampillas, lo que correspondía sólo a un 0,5% del total de los ingresos ordinarios del fisco.

Como contrapartida, el ahorro y la inversión fiscales aplicados al desarrollo aumentaron considerablemente, hasta conseguir altos niveles. En 1918 representaban un 35% del total del gasto fiscal. Al contrario, la capacidad de ahorro e inversión del sector privado decayó con respecto al período anterior, como consecuencia de una "economía de consumo" que prevaleció en el único grupo de particulares que habría podido ahorrar y no lo hizo: la oligarquía. De allí que la inversión privada fue principalmente extranjera. El incipiente capitalismo chileno se preocupó de inversiones financieras a corto y mediano plazo que le prometían rápidas y fáciles ganancias, y no tuvo la capacidad organizativa ni dispuso de los montos necesarios para emprender acciones económicas de mayor envergadura.

OBRAS PÚBLICAS

La alta inversión fiscal entre los años 1891 y 1920 estuvo destinada fundamentalmente a la construcción de ferrocarriles y otras obras públicas, especialmente puertos. En 1899, la red ferroviaria estatal tenía un total de 1.986 kilómetros; en 1920 esta cifra había aumentado a 4.579, y Chile quedaba unido entre Iquique y Puerto Montt.

También se construyeron los ferrocarriles internacionales de Arica a La Paz y de Los Andes a Mendoza. La extensión de la red ferroviaria fue especial preocupación del presidente Pedro Montt, aunque en general fue impulsada por todas las administraciones de la época.

En el trazado de líneas férreas, la inversión privada extranjera también se manifestó, fundamentalmente en la zona norte, alcanzando, en 1920, 3.632 kilómetros.

Entre las obras portuarias construidas en la época, destaca el molo de abrigo en Valparaíso, notable obra de ingeniería, atendiendo a la profundidad de la bahía, así como otras acomodaciones que habían quedado destruidas como consecuencia del terremoto de 1906.

También se construyeron establecimientos educacionales, caminos, puentes, instalaciones de agua potable, y edificaciones en general.

INCIPIENTE INDUSTRIALIZACIÓN

El auge del salitre provocó el nacimiento de una incipiente industria mediana y de algunos rubros de industria pesada que le proporcionaban insumos. La industria mediana fue ciertamente la que se mostró más pujante en la época, ya que muchos productos que no requerían de una tecnología muy avanzada fueron producidos en el país, como es el caso de paños, cueros, cervezas, muebles y otros. La industria pesada produjo acero y llegó a fabricar locomotoras y locomóviles hacia fines de la Primera Guerra Mundial, los que incluso se exportaron al Perú. Sin embargo, éstos eran sólo los primeros pasos de la industria nacional, que dentro del conjunto de la economía chilena aún no alcanzaba a tener una significación importante.

INESTABILIDAD FINANCIERA, INFLACIÓN Y POBREZA

A pesar de su relativa holgura, la inestabilidad fue característica de la economía chilena de la época, fruto en buena medida de la dependencia con respecto a la economía europea y a los ciclos que ésta experimentaba. Ellos afectaban principalmente a los sectores exportadores, por ende, al Estado y, en menor grado, a la agricultura y servicios. Fenómenos como la Primera Guerra Mundial causaron grandes fluctuaciones en las rentas provenientes de las exportaciones, en la cantidad de dinero, en el nivel de intercambio y necesariamente en los recursos fiscales.

También influyeron en la inestabilidad económica las devaluaciones periódicas del peso, uno de los procesos que marcaron de manera fundamental la economía de la época parlamentaria. El problema de la convertibilidad se transformó en uno de los principales debates de la vida política nacional.

En 1878, Chile había abandonado el régimen de convertibilidad del papel moneda en oro y plata, comenzando a circular los billetes de banco y el papel moneda fiscal en calidad de inconvertibles. Ese año, el peso chileno se cotizaba a 39 5/8 peniques. En 1891, tras sucesivas emisiones de billetes fiscales y bancarios no convertibles, la cotización del peso chileno había bajado a 18 13/18 peniques. Concluida la Guerra Civil se aprobó la "ley de conversión de 1892" que dictaminaba que Chile volvería al sistema de moneda metálica, lo que se llevó a cabo en 1895. Entonces el fisco chileno estuvo en condiciones de realizar la conversión, respaldando en oro la totalidad del papel circulante, con una cotización del peso a 18 peniques. Sin embargo, tres años más tarde se volvió nuevamente económica moneda inconvertible en medio de la más grande polémica de la época entre “oreros" partidarios del sistema metálico, y "papeleros", partidarios de la inconvertibilidad. Ésta se extendería hasta 1920. ¿Por qué se dio esta indefinición?

La opinión pública en general no tuvo claridad respecto de las ventajas y desventajas de uno u otro sistema, postergándose -como se vio— una y otra vez el retorno al sistema metálico. No obstante, parece evidente que el régimen de papel moneda convertible y las devaluaciones periódicas tendían a favorecer a la oligarquía, fuertemente endeudada, de modo que así podía pagar sus deudas en moneda de menor valor que el pactado al contraerla. También es preciso destacar que la inconvertibilidad y la devaluación iban en desmedro de los sectores medios y populares, ya que sus sueldos no eran reajustados y el proceso de devaluación provocaba inflación.

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Como conclusión, se puede decir que Chile, entre 1891 y 1920 mantuvo una economía basada en la minería (salitre) y la agricultura. En las cifras tuvo un crecimiento apreciable impulsado por la inversión pública y privada extranjera, así como por la acción estatal que empezaba a adquirir un papel más dinámico a pesar del pensamiento liberal predominante. Por otra parte, fueron característicos de la economía de la época, la dependencia de la inversión y créditos extranjeros, la inflación, la inestabilidad, el aumento de la deuda pública y una distribución muy desigual de la riqueza.

LA SOCIEDAD

DEMOGRAFÍASegún el censo de 1885, Chile tenía 2.507.000h habitantes De éstos, 1.790.000 eran campesinos

(poco más de un 70%). Según el censo de 1920, la población del país era de 3.731.000 habitantes, con 2.000.000 en las zonas rurales (poco más de un 50%). Estas cifras indican que, durante el período que nos ocupa, entre 60 y un 50% de los chilenos seguía viviendo en los campos.

Sin embargo, durante el siglo XIX la sociedad chilena se había ido tornando más compleja y habían cambiado algunas de sus características heredadas de la Colonia.

EL SECTOR SOCIAL ALTO

El poder político, social y económico de la sociedad chilena de comienzos de siglo se concentraba en una oligarquía relativamente pequeña pero homogénea y con sentido de clase.

Esta elite se había formado por la fusión de dos grupos. Uno, constituido por la aristocracia tradicional, que venía desde la época colonial y que tenía en la posesión de la tierra su principal y a veces su única fuente de ingresos. El otro, compuesto por comerciantes, mineros e industriales enriquecidos durante el siglo XIX y sus descendientes inmediatos. Su origen, por lo general, no era hispano y tenía una tradición de vida burguesa y urbana. Hacia 1900 ambos grupos se habían unido, dando lugar a un tipo humano y a un estilo de vida nuevo. Atrás quedó la austeridad de la vieja clase. Ya en la segunda mitad del siglo anterior se habían construido las primeras mansiones lujosas de estilo árabe, neoclásico o gótico.

Las costumbres cambiaron. Lo europeo y, en especial, lo francés, entró a dominar sin contrapeso en el acontecer diario de los sectores santiaguinos de la clase dirigente. Se admiraba la cultura, la sensibilidad frente al arte, el título universitario o la profesión liberal, pero se admiraba todavía más un tren de vida aristocrático. El apellido era importante, pero más lo era la fortuna. De hecho, un pequeño grupo de familias, vinculadas a la minería, la banca, el comercio o la agricultura poseía una riqueza considerable. El resto, mucho más numeroso, fundaba su riqueza en la posesión de tierras o en el ejercicio exitoso de la profesión de abogado. Entre ellos, había muchos cuya fortuna no era proporcional a su nivel de vida. El dinero para la mentalidad de la mayor parte de la oligarquía era un instrumento para mantener un estilo de vida, de ahí que no importara tanto la forma del "ingreso" como la del "gasto". Si era necesario endeudarse, los créditos se conseguían con facilidad.

La educación también estuvo concebida principalmente en función de consagrar un estatus social, o bien, como un adorno de la personalidad. A la educación formal se añadía la adquirida en los viajes a Europa que realizaban las familias pudientes. Sin embargo, la cultura de esos viajes se reducía, por lo general, a la adopción de modas europeas y a la imitación del estilo de vida burgués.

Este nuevo estilo de vida aisló al sector dirigente chileno de los otros sectores sociales. Muchos autores de comienzos de siglo denunciaron la relajación moral de la oligarquía, la que era considerada como una de las causas más importantes de la situación de crisis nacional.

De este modo, entre 1891 y 1920, aun cuando seguía gobernando y controlando, en general, la vida nacional, se planteaba la decadencia de la clase alta en cuanto grupo dirigente.

CONSOLIDACIÓN DE LOS SECTORES MEDIOS

Durante el siglo XIX no se dieron en Chile las condiciones para que pudiera formarse una verdadera clase media. En una sociedad rural era difícil que ello ocurriera. Los estratos medios estaban constituidos entonces por los descendientes empobrecidos o venidos a menos de los antiguos conquistadores, o bien, por comerciantes, funcionarios y artesanos que se radicaron en las ciudades. Eran simplemente un estrato intermedio entre los notables y el bajo pueblo urbano y rural. Con el correr del siglo XIX, este grupo se fue fortaleciendo como consecuencia de la llegada de inmigrantes y colonos extranjeros que se radicaron en nuestro país, con el desarrollo económico y, en especial, con el crecimiento del aparato estatal.

A principios de siglo, los sectores medios constituían un cuerpo social compuesto por varios grupos diferentes: profesionales, profesores, burócratas, militares, pequeños comerciantes y empresarios, técnicos, artistas, y otros. En gran medida ellos eran el fruto del liceo y del desarrollo del aparato burocrático del Estado. Hasta la segunda década del siglo XX, pese a su crecimiento, los sectores medios no tuvieron una fisonomía definitiva. En su origen, la clase media chilena, lejos de aceptar una identidad propia, adoptó una actitud imitativa del sector alto. Se encontraba en una posición de tránsito entre el sector popular y la oligarquía, estrato al que aspiraba incorporarse aunque sus integrantes fueran menospreciados y tildados de "siúticos" por aquélla. Fue el caso, por ejemplo, de Arturo Alessandri (nacido en Longaví) y de Eliodoro Yáñez. El rechazo de que era víctima la clase media fue provocando en ella un resentimiento que hasta 1920 no tuvo ninguna expresión social y política efectiva. Se manifestaba entre sus intelectuales y aparecía también, veladamente, en la literatura militar de la época.

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Se comprende que esta clase media, huyendo siempre de sí misma, no pudiera mostrar una posición política consistente ni estuviera en condiciones de atacar el sistema creado y monopolizado por el sector social alto. Por otra parte, se trataba de un grupo pobre. Los miembros que lograban enriquecerse, generalmente intentaban y lograban llegar a formar parte de la oligarquía.

La pobreza de los sectores medios aparece retratada en la prensa, en los ensayos y novelas de la época. Genuinos representantes suyos, como Alejandro Venegas, señalan la estrechez económica como característica de la vida en su medio, especialmente en provincias.

En este sentido, nada aparece más lejano a la realidad de la clase media nacional que el concepto de burguesía definido en función de esquemas europeos. Los sectores medios chilenos no nacieron como "una clase de la economía abierta y lucrativa", como en el caso del viejo mundo. En Chile, ellos carecieron de una tradición individualista y urbana, y su fuente de ingresos fue casi siempre un sueldo o un salario proveniente de alguna ocupación ligada a la burocracia. Aunque había algunos económicamente independientes, como era el caso de profesionales, agricultores medianos o comerciantes minoristas, por lo general perseguían la seguridad de la subsistencia más que el riesgo aparejado a la actividad económica libre. La educación que recibían era en buena medida responsable de la mentalidad economicista que los caracterizó en este período: una educación de carácter humanista y letrada que tendía a fortalecer sus expectativas sociales, pero no a entregarles una preparación técnica ni una actitud sicológica adecuada para lograr el enriquecimiento. Por eso, la clase media, apenas salida de la indigencia, gastaba sus ahorros en adoptar el tren de vida propio de la oligarquía, entrando también en una economía "de gasto".

Sin embargo, a partir de la primera década del siglo XX se inició un cambio trascendental en los sectores medios. Comenzaron a tomar conciencia de clase. Su agudo resentimiento fue cambiando de signo hacia la segunda década del siglo XX; de ser un sentimiento sordo, solapado, en definitiva impotente, se transformó en rebeldía y en un ataque franco al sistema. Resulta natural que desde que abandonaron la actitud puramente imitativa y adquirieron una conciencia propia y una autoestimación como grupo, los hombres del sector medio cambiaran su crítica solapada por una acción destinada a transformar radicalmente la estructura social.

Las nuevas generaciones de la clase media, entusiasmadas con el espíritu liberal y la democratización progresiva del país, empezaron a caminar hacia la conquista del poder. Personajes y grupos no ocultaron su condición mesocrática y frecuentemente solidarizaron con el proletariado, al que pasaron a considerar su aliado en el empeño de combatir el sistema.

Ya en 1906, el Partido Radical, que reunía a hombres destacados de extracción media, introdujo nuevos conceptos y valores en la pugna política al poner énfasis en el anhelo de igualdad. Pero no sólo a través de los radicales se expresó políticamente la nueva actitud de los grupos medios. En 1915 también la representaban sectores del Partido Liberal, del Partido Nacional y de la masonería.

Asimismo, la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) y los círculos artísticos y literarios que se formaron en las primeras décadas del siglo XX, constituyeron otras tantas formas de expresión de los grupos medios. De ellos salió una cantidad de ensayistas y literatos que denunciaron con fuerza las desigualdades políticas y sociales de la época. Entre ellos estuvieron Baldomero Lillo, Carlos Pezoa Véliz, Mariano Latorre y, poco después, Manuel Rojas, José Santos González Vera, Pablo Neruda.

Las mujeres de clase media, por su parte, también aportaron al despertar cultural de su medio social. Fueron de ese sector las primeras que incursionaron en la vida profesional. En 1907 había en Chile 3 abogadas, 7 médicas, 10 dentistas, 10 farmacéuticas y 3.980 profesoras. También fueron mujeres de clase media las que promovieron las iniciativas feministas de la segunda década del siglo, aunque en éstas también destacaron mujeres del sector social alto.

Ningún grupo social experimentó más intensamente que la clase media el sentimiento de crisis que invadía la vida nacional. Intelectuales como Alejandro Venegas, Alberto Cabero, Tancredo Pinochet, Nicolás Palacios, y otros de igual procedencia social, hicieron las más fuertes críticas al sistema vigente.

EL MUNDO POPULAR

Con la Guerra del Pacífico Chile había incorporado a su territorio la enorme riqueza salitrera que requería de una cierta infraestructura industrial, de un nivel técnico complejo y de una abundante mano de obra. Algo análogo sucedía en las minas de carbón de la zona de Concepción. Además, la riqueza fiscal había permitido la construcción de obras públicas, principalmente ferrocarriles, que empleaban abundan-te mano de obra, y el incremento de la actividad en las zonas portuarias del Norte Grande y Valparaíso. Las cifras indican la existencia, hacia 1918, de unos 80 mil obreros fabriles, 56 mil salitreros, unos 33 mil ferroviarios y otros tantos en el carbón, los puertos y talleres de la incipiente industria nacional.

El Norte Grande registró el mayor crecimiento demográfico del período. De acuerdo a la comparación de los censos de 1895 y 1907, si la tasa de crecimiento de la población total del país fue de un 20%, Santiago creció un 30% y el Norte Grande, un 65 %. El crecimiento demográfico del Norte se hizo a costa de la población campesina. Uno de los fenómenos más significativos del período fue la emigración rural, consecuencia del auge del salitre y del proceso de industrialización, y antecedente directo de la formación de la clase proletaria. Fue corriente en el período que las oficinas salitreras enviaran agentes al campo para reclutar mano de obra: a éstos se les pagaba por persona conseguida. Este reclutamiento, llamado "enganche", se realizaba sobre la base de promesas y la creación de expectativas salariales, las que no se confirmaban en la realidad. Aunque a partir de 1880 fueron muchos los campesinos que abandonaron la tierra por la ciudad, y la mina, la población rural siguió siendo mayoritaria en el período que tratamos. Hacia 1907, constituía todavía el 57% de la población total.

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LOS CAMPESINOS

La propiedad agraria estaba dominada por el latifundio que empleaba al sector laboral más numeroso del país: inquilinos y peones; aun cuando había también medianos y pequeños propietarios, entre estos últimos, muchos minifundistas.

El inquilinaje era una relación laboral instituida en la Colonia por medio de ella el trabajador tenía derecho a casa, a una pequeña chacra, talaje y a algunos alimentos que producía el propio fundo. El salario en dinero prácticamente no existía o era ínfimo. La relación entre el terrateniente y el inquilino era un vínculo más personal que contractual. Los peones, en cambio, constituían una masa laboral nómada, que recorría los campos empleándose en los períodos de mayor demanda de trabajo a cambio de un sueldo. Eran trabajadores a trato.

Estas formas de vida campesina no habían sufrido mayores transformaciones: se caracterizaban por un nivel de vida muy precario, sin comodidades materiales y sin acceso a la modernidad ni a la nueva cultura urbana, realidad que se agudizó hacia el período 1891-1920 por la decadencia del mundo rural chileno como consecuencia, en parte, de las prolongadas ausencias de los dueños de la tierra radicados en Santiago, capitales de provincias o, a veces, en largos viajes o estadías en Europa. Los fuertes lazos de parentesco, el profundo arraigo de sus creencias religiosas y sus tradiciones míticas ayudaban a hacer del sector campesino el más alejado de las condiciones sociales y culturales propias del mundo moderno.

LA VIDA DEL OBRERO URBANO

El obrero urbano del período 1891-1920 había nacido, por lo general, en el campo y emigrado en su juventud a las ciudades.

El campesino que arribaba a Santiago, y, en menor medida a Valparaíso y Concepción, llegaba a una ciudad que no tenía las condiciones para recibirlo. Santiago tenía un enorme déficit de viviendas y sus habitantes habían de concentrarse, o más bien hacinarse, en los conventillos, hileras de pequeñas piezas sin ventanas y sin luz, a lo largo de una callejuela donde las mujeres lavaban y cocinaban, por lo común sin luz ni alcantarillado. En 1910 se contaban en la capital 1.600 conventillos, en los cuales habitaban 75.000 personas. En tanto, el déficit habitacional hacía subir los precios de los arriendos, de modo que ser dueño de un conventillo se transformó en un gran negocio.

Aquella promiscuidad era caldo de cultivo para todas las enfermedades infecciosas; el cólera, la viruela, el tifus, cobraron muchas vidas. La tasa de mortalidad infantil era asombrosamente alta. Se señala para el Chile de la época un 30% de mortalidad infantil.

También se indica un 35% de nacimientos ilegítimos. Los niveles de educación eran muy bajos. Los índices de analfabetismo alcanzaban a más de un 60% hacia 1891, a un 49,7%, en 1907, y alrededor de un 36% hacia 1920.

EL OBRERO DEL SALITRE

El obrero iba al Norte a ganar dinero y no a establecerse. El obrero con su familia, cuando la llevaba, vivía en campamentos de pequeñas casas con dos o tres piezas de material ligero o bloques de tierra salina, que no salvaguardaban de las inclemencias del clima de la pampa, caluroso de día y muy frío de noche. Las condiciones de higiene y, por tanto, de salud, eran muy precarias. Se trabajaba entre doce y catorce horas diarias, sin descanso el día domingo, hasta que aquél se hizo obligatorio sólo en 1907. Por otra parte, existía un sistema de pago en fichas, lo que constituyó uno de los principales motivos de queja en todas las protestas. Estas fichas sólo eran canjeables en la pulpería de la oficina que las emitía, y la pulpería era, a su vez, el único establecimiento comercial de la oficina. Paradójicamente, en un sistema de economía liberal no había libertad de comercio para el obrero. El valor nominal de las fichas no era respetado y no tenían garantía fiscal. Es decir, el obrero dependía completamente de la discrecionalidad del patrón.

En los puertos de la costa nortina, las condiciones de vida eran algo mejores, al menos el clima y la vida urbana permitían olvidar, en parte, la soledad sórdida de la pampa.

Por otra parte, los obreros industriales, mineros y portuarios no contaban con ningún resguardo jurídico laboral. Las relaciones entre obreros y patrones eran reguladas libremente por mutuo acuerdo, lo que se prestaba para muchos abusos. Basta señalar que no existía el contrato de trabajo.

LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES OBRERAS

Las primeras organizaciones obreras fueron las sociedades de socorros mutuos o "mutuales". Nacieron de la constatación espontánea de los obreros de sus propias condiciones de vida. Estas organizaciones fueron el antecedente necesario para la formación de un movimiento obrero que adquirió un carácter ideológico y político. Este es el proceso que define el movimiento obrero del período; el paso de la acción espontánea a la organización sindical y política.

Las mutuales se interesaron por la situación del obrero independientemente de su relación con el patrón o con el Estado.

Pero las mancomunales parecen haber sido las organizaciones populares más significativas de la primera década del siglo. Nacieron y se consolidaron en las minas y puertos nortinos a comienzos del siglo. Los objetivos, en sus inicios, no se diferenciaron mayormente de las mutuales, pero su originalidad estuvo en que, más adelante, asumieron características de sociedades y centros de vida social y cultural. La mancomunal no se salió de los marcos del sistema establecido, pero fue combatida, luchó en contra del

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Page 126: s2dce382ca996d05b.jimcontent.com · Web viewEl máximo representante del Despotismo Ilustrado de España, el rey Carlos III murió en 1788, asumiendo su hijo Carlos IV, el cual fue

sector patronal, postuló la transformación de las relaciones productivas y le dio a la condición proletaria global una cierta interpretación. Las mancomunales tuvieron además la particularidad de ser organizaciones típicamente chilenas.

Las sociedades de resistencia fueron otra forma de la naciente organización popular a comienzos del siglo. Inspiradas en el anarquismo, rechazaban toda forma de acción política (sus enemigos eran el Estado, el clero y el capital) y sólo creían en la llamada "acción directa", es decir, el sabotaje, el boicot y la huelga. Realizaban una intensa propaganda y lograron apoyo en las minas de carbón, entre los portuarios y los gremios de artesanos santiaguinos. Participaron en la mayoría de las huelgas y organizaron varias de ellas, pero su estructura descentralizada y su carencia de estrategia política a largo plazo hicieron que murieran hacia el final del período. Ello no disminuye la importancia que tuvieron en la formación de la conciencia obrera.

El Partido Demócrata expresó en la época las aspiraciones de los artesanos y obreros. Su objetivo era que el sistema político-económico vigente elevara el nivel de vida material e intelectual de las clases trabajadoras. No pedía el cambio radical del sistema, sino su reforma. Por ello, su estrategia política consistía en incorporarse al aparato del Estado por la vía electoral, para lograr —desde allí— la dictación de leyes que favorecieran al sector popular; mayor libertad política, extensión de la educación, protección de la industria nacional, protección del Estado a las sociedades de obreros, legislación laboral, etc. El Congreso Nacional Obrero (1900), que decía contar con 169 sociedades y diez mil socios, propuso un programa de intereses más generales, muy semejantes al del Partido Demócrata. Se proponía realizar campañas para bajar los precios, promulgar la ley de instrucción primaria obligatoria, oponerse a la inmigración, que era competencia para los obreros, la protección de la industria nacional y la dictación de leyes laborales.

Sin embargo, el juego político del parlamentarismo impidió que la minoría demócrata en el Congreso pudiera lograr sus objetivos y eventualmente se transformó en un instrumento de la pequeña política de alianzas. Esta política fue resistida por un grupo encabezado por Luis Emilio Recabarren, quien creía en un partido obrero opuesto al parlamentarismo. Recabarren pertenecía al gremio de los tipógrafos de Valparaíso e ingresó al Partido Demócrata a los 18 años, en 1894. En 1912 Recabarren separó tiendas y fundó el Partido Obrero Socialista (POS).

REBELIÓN Y REPRESIÓN

Junto a este proceso de organización, en la primera década del siglo se manifestó una ola de protesta obrera.

En 1901, la mancomunal de Iquique organizó su primera huelga. De entonces en adelante hubo muchas y todos los años. En 1902 fue la sociedad de resistencia de los tranviarios en Santiago, luego de los mineros de Lota que paralizaron la extracción del mineral. En 1903 fueron las mancomunales salitreras de Tocopilla, los obreros del carbón y los estibadores de Valparaíso, los que al ser reprimidos provoca-ron la solidaridad de los demás trabajadores del puerto y lo inmovilizaron completamente. El gobierno envió un regimiento para sofocar la huelga; el saldo fueron 50 muertos y 200 heridos. En 1905, Santiago presenció la "huelga de la carne", que pedía la abolición del impuesto al ganado argentino y protestaba por el alza del costo de la vida. Lo que comenzó como un pacífico mitin popular, terminó en una violenta asonada, con asaltos e incendios: Esta vez el saldo fue de 70 muertos y 300 heridos.

La culminación de la protesta obrera y de la represión oficial fue la masacre de la escuela Santa María de Iquique, en 1907. Los obreros de la Oficina Alianza pararon las faenas para hacer peticiones muy semejantes a todas las que se hacían en las demás huelgas señaladas: eliminación de fichas, jornales a tipo de cambio fijo, comercio, balanza para los pesos y medidas de las pulperías, locales para escuelas nocturnas de obreros, indemnización y desahucio.

Se les unieron las demás oficinas de la pampa. Bajaron a Iquique para pedir que las autoridades de gobierno fueran mediadoras en el conflicto con los propietarios, en su mayoría ingleses; se paralizó la ciudad. Las autoridades, temerosas después de una semana de infructuosas conversaciones, decidieron reprimir. El general Roberto Silva Renard, jefe de las fuerzas militares, ordenó balear a los trabajadores albergados en la escuela Santa María. El número de muertos fue de 500, aproximadamente. El dramático episodio, a pesar de haber sido ocultado en parte por el gobierno, movió al Congreso a designar una comisión investigadora; pero ésta no llegó a ninguna conclusión clara en su informe entregado seis años más tarde.

El dramático recuento revela la capacidad de protesta de los trabajadores, y a su vez, la incapacidad del sistema político-social de comprender el fenómeno y resolver los problemas sociales. Si bien los obreros obtuvieron algunas reivindicaciones puntuales, no lograron durante este período lo único que podía frenar la violencia: una legislación laboral orgánica que incorporara y reglamentara los derechos de los trabajadores.

Tomado del Manual:“NUEVA HISTORIA DE CHILE” Inst. Historia Univ. Católica Edit Zig – Zag - 1996

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