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Journal of Economics, Finance and Administrative Science ISSN: 2077-1886 [email protected] Universidad ESAN Perú Paladino, Marcelo; Debeljuh, Patricia; Del Bosco, Paola INTEGRIDAD: RESPUESTA SUPERADORA A LOS DILEMAS ÉTICOS DEL HOMBRE DE EMPRESA Journal of Economics, Finance and Administrative Science, vol. 10, núm. 18-19, 2005, pp. 9-37 Universidad ESAN Surco, Perú Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=360733600001 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Journal of Economics, Finance and

Administrative Science

ISSN: 2077-1886

[email protected]

Universidad ESAN

Perú

Paladino, Marcelo; Debeljuh, Patricia; Del Bosco, Paola

INTEGRIDAD: RESPUESTA SUPERADORA A LOS DILEMAS ÉTICOS DEL HOMBRE DE

EMPRESA

Journal of Economics, Finance and Administrative Science, vol. 10, núm. 18-19, 2005, pp. 9-37

Universidad ESAN

Surco, Perú

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=360733600001

Cómo citar el artículo

Número completo

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INTEGRIDAD: RESPUESTA SUPERADORA A LOSDILEMAS ÉTICOS DEL HOMBRE DE EMPRESA*

Marcelo PaladinoUNIVERSIDAD AUSTRAL (ARGENTINA)

[email protected]

Patricia DebeljuhUNIVERSIDAD ARGENTINA DE LA EMPRESA (UADE)

[email protected]

Paola Del BoscoUNIVERSIDAD AUSTRAL (ARGENTINA)

[email protected]

Resumen

Los escándalos que han sacudido al mundo empresarial han puesto en evidencia la necesidad devolver a analizar los fundamentos éticos de la empresa. No basta un simple juicio negativo, espreciso reflexionar sobre las causas del derrumbe, porque también es válido aprender de los fracasos.¿Qué falló para que esas empresas no cumplieran con su misión? ¿Qué pasó con los valoresfundacionales de cada una de ellas? ¿Dónde fueron a parar las convicciones personales de losdirectivos, con su visión del futuro, con lo que podían aportarle al país, a la comunidad humana?La experiencia demuestra que no es suficiente proponerse buenas metas, algunos valores-guía,ciertas prácticas favorables al ambiente y a la sociedad. Es necesario que todas estas determinacionessurjan de una condición interior de las personas que permita darle a cada acción un sello distintivo.Se trata de que en el centro de las personas y de las empresas se encuentre la condición de laintegridad . Este trabajo presenta la integridad como un concepto superador al de los valores yvirtudes a los que se hace referencia habitualmente, por cuanto significa actitudes y capacidadesde los directivos para abordar cabalmente su tarea.

Palabras clave: integridad, toma de decisiones, liderazgo, cultura corporativa, ética.

* Una versión anterior de este trabajo fue publicada en los Anales del VIII Congreso de la AsociaciónLatinoamericana de Ética, Negocios y Economía (Alene), llevado a cabo el 11 y 12 de agosto de 2005 enValparaíso, Chile.

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Abstract

The various scandals that have shaken the corporate world have shown the need to analyze onceagain the ethic foundations of the corporation. It is not enough to issue a simple negative judgment;we must learn from failure and reflect on its causes. Why didn’t these companies fulfill theirmissions? What happened to their fundamental values? What happened to the personal convictionsof their general managers, with their vision of the future, with their contributions for the countryand the community? Experience shows that it is not enough to merely propose worthy goals,guiding values or policies in favor of the environment and the community. It is necessary that allthese propositions originate in the personal convictions of each individual, so that each actionwill have a distinctive, personal mark. Integrity must be found in the center of each individual andcorporation. This paper presents integrity as a superior concept amongst the values and virtueswhich are normally mentioned; it implies that management must adopt the enabling attitudes andabilities they need to carry out their work properly.

Key words: integrity, decision-making, leadership, corporate culture, ethics.

titución clave en la sociedad moderna ydesempeña un papel relevante. Se trata deuna institución cuya importancia va másallá de la creación de valor económicoañadido, puesto que tiene una fuerte in-fluencia en la cultura de la sociedad. Esla misma comunidad la que percibe a losdirigentes de empresas como líderes. Yesto es más válido cuando se trata de em-presas multinacionales, cuyo tamaño ypoder económico exceden, a veces, a losde muchos de los países del planeta. Loshechos sucedieron, además, en una épocaen que parece haber expectativas ma-yores acerca del rol de la empresa en lasociedad.

Al respecto es ilustrativo el caso deGlobal Compact, una iniciativa lanzada en1999 por el secretario general de las Na-ciones Unidas, Kofi Annan, para promo-ver la responsabilidad social empresarialdesarrollando los valores universales. Elobjetivo es satisfacer las necesidades so-cioeconómicas mundiales expandiendolos beneficios de la globalización y evi-tando sus efectos negativos, mediante ladifusión y la convocatoria a que los em-

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Introducción

El mundo de los negocios y la opiniónpública internacional han sido últimamen-te conmocionados por la estrepitosa caídade empresas prestigiosas como Enron,World Com, Parmalat, Tyco, Arthur An-dersen, Ahold, entre otras. Se podríaseguir sumando nombres a una lista deorganizaciones que eran altamente con-fiables de acuerdo con los estándares conque suele valorarse el desempeño socialde las compañías: preocupación por elmedio ambiente, capacidad de innovación,tasa de crecimiento, política favorable aldesarrollo de las personas y de las comu-nidades.

La sorpresa fue tanto mayor por cuan-to las empresas que se derrumbaron go-zaban de un respeto que iba más allá detoda duda en el ámbito específico de suactividad. Incluso, se podría afirmar queellas mismas representaban un modelo porseguir, un espejo en el cual reflejarse.

Tal vez el impacto de estos hechos esmayor porque la empresa es hoy una ins-

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presarios adopten nueve principios vincu-lados a los derechos humanos, los dere-chos del trabajo y el cuidado del medioambiente. A través de esta iniciativa, lasempresas multinacionales se comprome-ten a trabajar junto con las Naciones Uni-das en pro de la sostenibilidad de los mer-cados y de la búsqueda de soluciones enlas comunidades sociales.

En la misma línea, Michael Camdessus(1998), ex director gerente del FMI, plan-teaba que:

[...] somos nosotros, los que estamos a car-go de la economía, los administradores deuna parte de esos beneficios de Dios: elalivio de la pena de nuestros hermanos yla extensión de su libertad [...] es la mi-sión de ustedes, hombres de empresa, quetienen en sus manos la enorme responsa-bilidad de ser gerentes de la economíamundial.

Corporate citizenship, accountability,responsabilidad social de la empresa yotras expresiones similares manifiestanuna misma preocupación: que la actividadde las empresas responda con toda su ca-pacidad a las necesidades de las personasinvolucradas, ya sean empleados, directi-vos, inversionistas o destinatarios de losbienes y servicios producidos, así comomiembros de la comunidad a la que laempresa pertenece o en la que actúa.

En síntesis, se espera que la empresa,a través de la actividad que le es propia,asuma un papel protagónico en la cons-trucción de la sociedad. Esta tarea requiereque los directivos, ante las presiones eco-nómicas o de poder, sean capaces de darrespuestas consistentes, para lo cual de-ben ser ellos mismos coherentes en el ni-vel personal.

Lo mencionado líneas arriba con las«empresas modelo» ha puesto en eviden-cia la necesidad de volver a analizar losfundamentos éticos de la actividad empre-saria. A la luz de los hechos, es claro queno basta un simple juicio negativo, sino quees necesario reflexionar sobre las causas delderrumbe, porque es válido también apren-der de los fracasos propios o ajenos. ¿Quéfalló para que esas empresas no cumplie-ran con su misión? ¿Qué pasó con los va-lores fundacionales de cada una de ellas?¿Dónde fueron a parar las conviccionespersonales de los directivos, con su visióndel futuro, con lo que podían aportarle alpaís, a la comunidad humana?

Seguramente es beneficiosa la re-flexión acerca de los alcances del com-promiso social de las empresas, quemuchas veces había sido dejada de lado afavor de una visión restringida –economi-cista– de los negocios, que parecía asídespojarse del carácter de acción huma-na. Sin embargo, el hecho de que muchasempresas hayan incorporado a sus agen-das este tema, hayan asignado responsa-bilidades directivas o estén implementan-do políticas concretas, no garantiza quesea suficiente. No habrá resultados si nose pasa de las meras intenciones a la ac-ción, de las palabras a los hechos.

La experiencia demuestra que no bas-ta con que en el nivel directivo se propon-gan determinadas metas buenas, algunosvalores-guía, ciertas prácticas favorablesal ambiente y a la sociedad. Es necesa-rio, además, que todas estas determina-ciones surjan de una condición interiorde las personas –que por reflejo tambiénse convierte en un atributo de la institu-ción–, que permita darle a cada proyecto,a cada decisión, a cada acción, un sellodistintivo. Se trata de que en el centro de

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las personas y de las empresas se encuen-tre la condición de la integridad.

El objetivo de este trabajo es desarro-llar el concepto de integridad como con-cepto superador con relación al de valoresy virtudes al que se hace referencia habi-tualmente. Superador en cuanto significa,por parte de los directivos de las empre-sas, una actitud y una capacidad necesa-rias para abordar cabalmente su tarea.

Teniendo en cuenta el creciente inte-rés por este concepto, tanto de los teóricosde la actividad empresaria como de susprotagonistas, es necesario definir quése entiende por «persona íntegra» o por«accionar íntegro de una empresa». No setrata sólo de una búsqueda descriptiva delos distintos modos de comprender y de-finir el término, sino de un estudio acercade las consecuencias de cada postura enla vida concreta de las personas, las em-presas y las comunidades.

1. Integridad personal y comunidad

Para el desarrollo de este trabajo, consi-deramos importante comenzar por el sig-nificado del comportamiento íntegro delas personas para la sociedad. En particu-lar, de qué manera la integridad favorecerelaciones interpersonales sólidas y ayu-da a construir el bien común. Estas acla-raciones servirán para ubicar su funciónen el contexto del uso responsable de lalibertad y para detectar los obstáculos másfrecuentes que impiden la asunción plenade esta condición, no sólo en el ámbitolaboral, sino también en el ejercicio de lafunción pública y de la gestión del poderen general.

1.1. Integridad y relacionesinterpersonales

El esfuerzo por alcanzar la dimensión dela integridad produce innegables efectospositivos en la vida de las personas engeneral y, especialmente, en la gestión em-presarial. Frente a las exigencias labora-les o sociales, que pueden impactar nega-tivamente sobre las personas, y ante lasmúltiples presiones que dificultan la tomade decisiones, impulsando a los afectadosen direcciones distintas, apostar por la in-tegridad es disponerse a conciliar armó-nicamente el propio bien y el bien común.

Sólo quien está auténticamente ubi-cado en el centro de su vida, quien es ín-tegramente él mismo, o por lo menosapunta a serlo, puede tener una visión pa-norámica de su situación y decidir pru-dentemente, teniendo en cuenta todos loselementos relevantes, con el margen deautonomía necesario para elegir concien-temente. Ser uno mismo, sin fisuras, quie-re decir que la estructura de la personali-dad está apoyada en un conjunto devalores coherentes, que entran en juegocuando se establece el orden de priorida-des al momento de decidir y actuar.

La integridad apela a lo más profun-do de la conciencia e impulsa a actuar enconsecuencia con ella. Esta visión amplia,propia de la persona íntegra, es la únicaque ofrece garantía de acciones realistas,es decir, acordes a cada situación concre-ta, sin dejar de lado ningún aspecto y conel fin de elegir el bien por encima de cual-quier otro beneficio personal.

Esta actitud vital aparece también re-flejada en la comunicación de la persona:la integridad de quien se comunica haceque su palabra tenga valor, logra que lo

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que dice sea confiable y que se crea quecumplirá lo que promete, de tal maneraque establece vínculos de seguridad parael futuro. No se trata aquí de atribuir unamayor capacidad para ver la verdad –quees imposible de alcanzar en su totalidad–,sino de la esencial transparencia de lascomunicaciones de las personas íntegras:su punto de vista subjetivo es presentadocon franqueza, reservando los aspectosque legítimamente deben ser guardados,pero sin ocultar ni deformar el resto delcontenido.

La integridad en la comunicación esun pilar en la construcción de redes inter-personales confiables y es una condiciónpara la cooperación entre los hombres.Sobre la base de la integridad, se edificala reputación de la persona y, por reflejo,también la de las instituciones, cuandoestas son lideradas según el criterio de laintegridad. La buena reputación consisteen gozar del reconocimiento de los demás,fundado en la confianza, en la rectitud desus intenciones, y avalado por una trayec-toria de transparencia y de honestidad ensus acciones. Se trata de algo sumamenteimportante para una actividad en la queestán involucrados muchos agentes, cuyosresultados pertenecen al futuro y, por lotanto, no son conocidos.

El valor de una buena reputación hasido puesto de manifiesto muchas vecesen el management. Sólo gracias a ella segenera un movimiento de confianza quepermite extender los propios proyectos enel tiempo, contando con la cooperaciónpositiva de los demás y con su lealtad parallevarlos a buen término. Cuando no haybuena reputación o cuando esta resultasólo una fachada, se va fragmentando eltejido social y surge la actitud de descon-fianza y de sospecha. Un escenario así es

altamente inadecuado para la asunción deriesgos de largo plazo y se tiende, enton-ces, a operar exclusivamente en funcióndel corto plazo.

En conclusión, si no se valora la inte-gridad como aspecto relevante para los in-dividuos, no se puede trabajar eficazmenteni para el bien personal ni para el biencomún. La importancia de esta condiciónconstitutiva, que podemos caracterizarcomo valor central de la persona, se notaaún más a través de los efectos que pro-duce su ausencia. La falta de integridadimplica una grieta insanable entre lo quese dice y lo que se piensa, entre lo que seconsidera una conducta adecuada y lo quese termina haciendo, entre lo que es mo-ralmente justo y lo que parece resultar dela presión de las circunstancias. Y asícomo la integridad es la resultante de unatrayectoria coherente en la huella de losvalores humanos, un único acto que la trai-cione es suficiente para anular la red delazos que logró construir lentamente en-tre las personas. La pérdida de integridado, directamente, su ausencia ataca el teji-do mismo de la sociedad, socava la con-fianza, genera reacciones de defensa yalienta represalias. Es evidente que sinella, cualquier organización carece de so-lidez.

Otro efecto resultante de la falta deintegridad es la corrupción. A menudo sequiere encontrar una insostenible justifi-cación a la corrupción, amparándose enla imposibilidad de confiar en los demás,sugiriendo que uno es corrupto porque noserlo representa una debilidad imperdona-ble en un mundo de mutuos recelos. Sinembargo, este efecto no es sólo coyun-tural, sino que se instala definitivamentecomo estilo de convivencia y hay que in-tervenir enérgicamente en sentido contra-

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rio para erradicarlo, enfrentándose convalentía a los continuos embates de la pre-sión del ambiente. Sólo después de revertirla situación de falta de confianza en las per-sonas e instituciones, es decir, sólo despuésde una fuerte inversión inicial basada en laintegridad, será posible establecer de nue-vo las reglas de juego de una sociedad sanay justa.

Esto no quita que, tratándose de unbien difícil de conseguir, deba siempre sercuidado, porque es fácil desintegrar larelación entre las personas y entre las ins-tituciones, y esta pérdida tiene efectosdeletéreos en la comunidad en términosde desconfianza, descreimiento y frag-mentación.

Si se aplica todo esto a la empresa, esfácil deducir que si falla la integridad delas personas, de nada le sirven los valoresproclamados en su carta fundacional, lareputación ganada en la sociedad, la con-fianza de los inversionistas, el supuestorespeto de los derechos humanos y del me-dio ambiente: una empresa no vale por loque dice respetar, sino por lo que hace ypor lo que hace habitualmente. Una buenafama se construye poco a poco, actuan-do coherentemente en una misma direc-ción, de tal modo que las reacciones fren-te a problemas emergentes son previsiblesen el sentido de que no se espera ningunaactitud oportunista, desleal o dañina, si sediera el caso. La transparencia en las tran-sacciones y la confiabilidad son causa yefecto de una conducta coherente, y sontambién espejo de una actitud fundamen-tal para con la sociedad y con las perso-nas, una actitud que se manifiesta comoservicio al bien común.

1.2. Integridad y bien común

La empresa, como otras instituciones dela sociedad, tiene el gran objetivo (misión)de contribuir al bien común. Entendemosque el bien común es:

[...] un concepto ético que se refiere al biende las personas y en relación con ellas, elconjunto de condiciones de la vida socialque facilitan el desarrollo como seres hu-manos de quienes integran la sociedad.Dicho brevemente, bien común es todoaquello que contribuye al común desarro-llo humano (Melé, 1996: 7).

Cuando la actividad empresaria es en-tendida, entonces, como contribución albien común, importan no sólo los resulta-dos inmediatos, sino también los efectosduraderos sobre las personas, el ambientey la sociedad. Tener una actitud íntegraimplica que la propia participación en laconstrucción de una sociedad más justa seapoya en la coherencia interior de las per-sonas, en su panorama valorativo y en susacciones. Sólo así se garantiza su capaci-dad de hacer frente a las dificultades quepuedan presentarse, desde las presionessectoriales hasta las circunstancias históri-cas adversas, porque la cohesión interiorno presenta flancos débiles y es más difí-cil de erosionar o torcer.

En cambio, la falta de integridad escompatible con una multiplicidad de in-tereses que entran en colisión entre sí.Piénsese, por ejemplo, en quien quieregozar de buena reputación social, pero nocree en los valores que la sociedad respe-ta o los considera demasiado «costosos».En consecuencia, cuando haya que enfren-tar dificultades, la persona no estará encondiciones de mantener las aparienciasy establecerá prioridades que claramentedemostrarán cuáles son los valores en los

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que realmente se funda su conducta. Cuan-do esto sucede, la decepción es muy gran-de, tanto en el nivel social como en elnivel personal. De ahí que muchos, en estasituación, tratan de retardar al máximo lacaída de la propia reputación, añadiendoa la falta de integridad también la hipo-cresía, el engaño, la deslealtad.

En estos casos, las personas y las em-presas que lideran no tienen fuerza parasobreponerse a las dificultades, a las múl-tiples presiones y no pueden aspirar alrespeto de la sociedad, a la confianza, alcrédito. Así se refuerzan las acciones pre-ventivas desleales y las reacciones decarácter ocultamente compensatorio, locual desarticula en breve tiempo el arma-do de lazos sociales y personales necesa-rios para el buen funcionamiento de lasociedad. Se entiende así que, en el mar-co inevitablemente complejo de la socie-dad y de los entornos nacionales e inter-nacionales cada vez más interconectados,la integridad de los actores es el únicorespaldo contra las enormes posibilidadesde engaños y juegos desleales, que termi-nan en pérdidas gravísimas en tiempo, bie-nes materiales y también en capacidad deconvivencia entre personas y países.

La falta de integridad va mucho máslejos y repercute más allá de la esfera dela actividad específica de cada empresa,impacta incluso en las reglas de juego dela sociedad. A esta situación compleja hayque sumarle que ni el marco legal ni lasacciones de gobierno alcanzan por sí so-las para lograr la integridad en las perso-nas y en las empresas, porque la integri-dad constituye un modo de ser de cadapersona. Por tanto, para alentar tal actitudfundamental habrá que apelar primero auna cultura familiar y a una cultura socialque la instale como rasgo valioso. La di-

suasión de las leyes y la acción de la jus-ticia, si bien no son suficientes para elcambio cultural favorable a la integridad,son importantes para estimular a los me-nos convencidos a no intentar nada con-tra la cohesión social.

En definitiva, cuando una empresa esliderada por directivos íntegros, la vida ensu interior se desarrolla con integridad ygenera un efecto ejemplar en todos los queestán involucrados en la actividad. En estecaso se puede decir que la empresa es pro-motora de una cultura de la integridad,que irá reforzando actitudes y conductas,lo cual permitirá un desarrollo coherentede las personas y el enfrentamiento de lasdificultades con mayor energía.

Sin duda, el concepto de integridadconstituye uno de los pilares del cambiocultural en la sociedad. Una conducta ínte-gra genera confianza, pero también implicaun equilibrio exigente para vivir los mismosvalores en todos los ambientes y en todaslas circunstancias. Y la realidad parece mos-trar, en cambio, a empresas y directivostironeados por criterios contradictorios almomento de tomar decisiones. Inclusiveocurre que quienes por integridad deseandecidir sin violar aspectos éticos, parecenmás vulnerables que los que no tienen es-crúpulos al momento de decidir.

La importancia de la integridad parala construcción de una buena sociedad,hace necesario que definamos con preci-sión el origen y el sentido del término.

2. Origen y sentido del término

La sociedad parece ir descubriendo pau-latinamente la importancia de la integri-dad, al menos por los problemas reales

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que plantea su ausencia. Los numerososescándalos públicos relacionados con lacorrupción ponen en el centro de la esce-na el valor de la integridad en las perso-nas. Sin embargo, aunque mucho se hablede ella, parece haber cierta confusión acer-ca de los alcances del término. De ahí quesea preciso definir su significado y dis-tinguir sus diversas acepciones.

El término integridad alude a una cua-lidad de todo ser que no carece de ningu-na de sus partes. Muchas veces se tomacomo antónimo de la palabra «corrupto»,que hace referencia a la pérdida de aque-llo que hace «completo» a alguien e im-plica, por tanto, alterar o trastocar la for-ma de alguna cosa. La palabra integridadsugiere la totalidad de la persona. Puededecirse, entonces, que sin integridad laspersonas no están propiamente completascomo seres humanos. Así como se hablade número entero también se puede decir«persona entera», lo cual indica que noestá dividida, que es la misma tanto en suvida privada como en su vida pública. Ha-bitualmente se entiende como persona ín-tegra aquella que permanece fiel a susprincipios sin importarle las consecuen-cias, que es auténtica, sin doblez en susintenciones ni en su conducta, que obrasiempre a conciencia y que no elude susresponsabilidades.

Ahora bien, estas expresiones dancuenta de los variados significados que en-cierra el término integridad. Sin embar-go, no llegan a explicar la naturaleza deeste concepto. El origen etimológico dela palabra puede aclarar esta cuestión. Enefecto, el vocablo integridad procededirectamente del latín integer , formadosobre la base del prefijo negativo in másteger, conectado por su raíz con el verbotango, cuyo sentido genérico es tocar, pero

que en su acepción negativa significa he-rir, violar, golpear, contaminar, etc. Estaconstelación de sentidos permite ubicar ensu familia semántica el término integery traducirlo como intacto, entero, incólu-me, genuino, sano, puro, honesto, impar-cial, no contaminado, sin prejuicios, ra-cional.

Es tanta la fecundidad del concepto in-tegridad , que permite el traslado de uncampo semántico a otro e involucra mu-chos aspectos de la existencia humana. Sinembargo, en todas sus acepciones, «seríntegro» implica invariablemente la ca-pacidad de desplegar las propias fuerzasno disminuidas. De ahí que, si se lleva estetérmino al campo moral, hace referenciaa la característica de las personas queactúan con justicia, tanto para consigomismas como para con los demás. Así, elsentido moral del término «íntegro» apli-cado a las personas subraya la incidenciapositiva que tienen en el ser humano lasactitudes, las decisiones y las acciones, detal manera que, cuando estas son adecua-das a la situación concreta, es decir, cuandoson prudentes o justas, completan debida-mente a la persona. De esto se desprendeque íntegro sea también sinónimo de per-sona recta, proba, intachable, sólida, sinfisuras, coherente. Por lo tanto, alguienpuede ser definido como moralmente ínte-gro cuando por hábito actúa o se sitúa frentea la realidad de una manera respetuosa dela naturaleza de las cosas y de las relacio-nes entre ellas.

Para profundizar el concepto de inte-gridad, consideramos necesario ahoraanalizar cómo esta interviene en la tomade decisiones (racionalidad), qué implicaen el campo de la vida personal (compor-tamiento moral) y en la vida en sociedad(relaciones interpersonales).

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2.1. Integridad y racionalidad

Entre las acepciones clásicas del térmi-no íntegro se encuentran las de «sin pre-juicios» y «racional». Considerando elproceso del conocimiento humano y sucapacidad de pasar de lo conocido a lodesconocido, ya sea a través de los sen-tidos o del razonamiento, se entiende quees necesario identificar cuál es el requi-sito que permite pasar sin interferenciasde las premisas –lo conocido– a las con-clusiones –lo desconocido–, para queestas sean válidas y ciertas. La mismaexperiencia demuestra que cualquierconsideración impropia, por ejemplo, unaintervención indebida de las inclinacio-nes afectivas, como el miedo o el excesode entusiasmo, la aversión a algo o ladependencia sentimental, podría torcer elproceso y falsear el resultado.

Se suele decir que a veces es necesa-rio ser «fríamente racional», en el sentidode que ocasionalmente hay que tener encuenta el recorrido lógico de algo para en-tender debidamente la cadena de causas yefectos. Con seguridad, no se trata de unaexpresión particularmente apreciada en laactualidad, porque nos encontramos enuna atmósfera cultural más bien proclivea lo afectivo, como una manifestación máshumana que lo puramente racional. Sinembargo, es innegable que lo afectivo decualquier signo –positivo o negativo– nomejora la calidad del razonamiento, quees una operación con una mecánica pro-pia, en la cual cualquier elemento ajenorepresentaría más bien un obstáculo y nouna ayuda.

La racionalidad, por tanto, debe podermarchar sobre los rieles específicos de losnexos lógicos. Esto no significa que unodeba hacer abstracción definitiva de los

otros factores que influyen en la toma dedecisiones, sino simplemente que el razo-namiento tiene una cierta autonomía ensu desarrollo y que la integridad, es decir,la no contaminación de tal proceso, esgarantía de la validez de los resultados.Por esta razón, es congruente darle elnombre de integridad a la capacidad derazonar sin la influencia de intereses o sen-saciones particulares. Esta acepción, endefinitiva, se refiere a la entereza necesa-ria para tratar de comprender algo más alláde las propias preferencias o temores.

Por otra parte, también puede hablar-se de integridad en el razonamiento cuan-do nos referimos a la capacidad de obser-var el cuadro completo de los elementosque componen la realidad examinada: lavisión íntegra garantiza el resultado del ra-zonamiento porque cualquier parcialidado negligencia en la consideración de lorelevante para componer las premisas re-percute en la pobreza de las conclusiones.

2.2. Integridad moral

Analicemos ahora, desde otro ángulo, quéquiere decir la integridad aplicada al cam-po de la vida personal. Entendemos porpersona íntegra aquella cuya conducta nola expone a todo lo que podría perjudicaro dañar su consistencia física, afectiva ypsicológica. Su integridad es una garan-tía de estar al reparo de lo que atenta a laincolumidad. Podríamos pensar aquí enactitudes propensas a las adicciones, quecon ligereza se despreocupan por los efec-tos en el largo plazo. Se puede tambiénconsiderar como conducta no íntegra a laque implica irresponsabilidad en el cam-po afectivo o sexual, por la cual la perso-na no tiene en cuenta el respeto debido alos demás y termina dejándose llevar porsus impulsos. Su falta de integridad afec-

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tiva o sexual resulta ser, en última instan-cia, también un uso defectuoso de la li-bertad, porque no sólo se daña a sí mis-mo, sino que su acción puede repercutirnegativamente en otros individuos. Poreso, la incolumidad que la integridad de-fiende no es sólo la de la persona, sinotambién la de todos los actores que en-tran en relación con ella.

En definitiva, el resultado de la pérdi-da de algún tipo de integridad es doble.La persona que no es íntegra pierde, porsu conducta irresponsable, su potencialhumano tanto en la individualidad comoen la capacidad de establecer relacionessatisfactorias con los demás, y empobre-ce por esta pérdida no sólo su vida priva-da, sino también algún aspecto de la vidasocial.

Ser íntegro implica, además, mantenerun mismo criterio valorativo para los múl-tiples frentes de la existencia de la per-sona, lo que elimina el efecto de fragmen-tación que produce el tener actitudesdiferentes y, a veces, hasta diametralmenteopuestas en la vida privada y en la vidapública, con algún grupo y con otro. Eneste sentido, es un hecho que el actualcontexto laboral parece separar drástica-mente los distintos aspectos de la vida delas personas y hace más difícil que man-tengan su «integridad» psicológica y mo-ral. Por otro lado, la fuerte exigencia enel mundo del trabajo y el marcado carác-ter competitivo de las funciones producenun endurecimiento de las actitudes y pri-vilegian –por lo menos aparentemente–los aspectos de la personalidad que nose inclinan por la comprensión ni por latolerancia.

El gran desgaste que esto significa paralas personas hace más necesario el des-

canso en el hogar como un espacio total-mente «otro» respecto del mundo públicodel trabajo. Esta clara separación favore-ce la división interior de las actitudes parala vida laboral y aquellas que son apro-piadas para la vida familiar o para la amis-tad. Las metáforas de la «lucha» o de la«jungla» para describir el mundo del tra-bajo fortalecen aun más el equívoco ymarcan la clara separación entre los dosmundos: el de la vida pública y el de lavida privada, propiciando una verdadera«esquizofrenia» –en términos literales,mente dividida– en las actitudes de laspersonas, que se vuelven dulces y hastafrágiles con sus seres queridos y ásperasy duras con los demás. Esta separacióninterior no hace bien porque «desintegra»a las personas, les crea máscaras o perso-najes y origina que, con frecuencia, laverdadera personalidad quede escondida,relegada e incluso desaparezca entre tan-tos disfraces, con los consecuentes tras-tornos de identidad y de personalidad.

Por otra parte, si los valores de la per-sona que se manifiestan en su conductason el sello de su personal estilo de vida,para que se trate de algo auténtico, es ne-cesario que esos valores rijan todos losaspectos de la vida, tanto los privadoscomo los públicos, en las relaciones fa-miliares y en las laborales. Esta coheren-cia de actitudes sólo es posible cuando hayuna convicción interior de que es buenoactuar según esos valores. Es desde el ejer-cicio «íntegro» de una personalidad, cuyaforma son las virtudes, que es posible laintervención rica y fecunda en la vida pro-pia y en la de los demás. En efecto, es pre-cisamente este carácter de coherencia in-terior, es decir «co-herente» –palabra quetambién alude a la unión inseparable detodos los elementos que constituyen algocomplejo–, lo que hace que cada parte se

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encuentre bien adherida a las demás. Deesta mayor consistencia personal brota lacapacidad para concebir buenas ideas yrealizar acciones constructivas.

En un mundo compartimentado, comotiende a ser el nuestro, el esfuerzo pormantener la integridad es quizá mayor. Sinembargo, en esa misma medida es más ne-cesario y más urgente porque lo que estáen riesgo es el carácter humano del traba-jo y de la vida en general. Nunca comohoy se habla tanto de la necesidad de eva-dirnos de la realidad, y nunca como hoyse dan tantas prácticas de evasión que sonuna verdadera pérdida de identidad, comopueden ser las adicciones en general o lasdiversiones que aturden y desatan las pul-siones en conductas fuera de control, des-articulando las personalidades. Hastadesde el punto de vista teórico, JacquesLacan nos ha acostumbrado a renunciaral «sujeto» para quedarnos con el «múl-tiple», subrayando así la inevitable frag-mentación del ser humano en sus distin-tos campos de batalla. Muchos hablantambién de la huida de sí mismo comocaracterística del ser humano de hoy. Perode nuevo es posible encontrar la razón deestas fugas en la incapacidad de mante-ner integrados los aspectos y diferenciasde la propia vida.

Antes se ha hecho referencia a la «lu-cha» o la «jungla» como metáforas paradefinir al mundo del trabajo o, en todocaso, el ámbito público. Estas ideas refuer-zan un equívoco y, en especial, aquel queconsidera que otras y totalmente ajenasson las reglas del adentro y el afuera de lavida humana. No vamos a negar las ob-vias diferencias entre el hogar y el mun-do, pero el sentido de la vida de una per-sona es tanto más intenso y significativotambién para los demás cuanto más unifi-

cada sea su personalidad. Que pueda serella misma en el mundo del trabajo y en-tre familiares o amigos es, sin duda, unaventaja que permite una sana integraciónde todos los aspectos de su existencia.

Por eso vemos positivamente todas lasiniciativas que apuntan a reunificar a laspersonas, ofreciéndoles un clima cálido enel lugar de trabajo y un trato más perso-nalizado en las relaciones laborales. Sinembargo, esto sería insuficiente, si no setuviera como objetivo permitir integrar to-dos los aspectos de las personas a travésde un trato cuidadoso, respetando tanto lahumanidad de los que están cerca comola de los que están lejos.

En este sentido, ser íntegros significaactuar impulsados por esos bienes idea-les conocidos como «valores», porque es-tos son inherentes a las personas, y en lamedida que renunciamos a ellos, en ma-yor o en menor grado, nos vamos des-humanizando. En cambio, la realizaciónde los valores es algo propio de la vidapersonal en su totalidad, no sólo en aspec-tos determinados, y es característica de lapersona íntegra esa tensión por alcanzarla misma calidad humana en todos losfrentes de su actividad, porque la realiza-ción de valores tiene la particularidad decompletar tanto al que los realiza como ala comunidad. Basta pensar en la honesti-dad o la sinceridad: una persona sincerano solamente es mejor persona, más trans-parente y más confiable, sino que la pre-sencia de este tipo de personas constituyeun tejido social más apto para una vidahumana satisfactoria.

Por eso, la integridad, esa fidelidad auno mismo, en un marco de auténticosvalores humanos, permite mantener unacoherencia interior que es garantía de

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firmeza y también de confiabilidad, sin lacual ningún trato interpersonal es posible,salvo la prepotencia y el engaño.

2.3. Integridad y sociedad

La integridad es la base de la confiabili-dad de la persona, porque garantiza la con-sistencia del sujeto que toma las decisio-nes y que se relaciona con los demás. Todasociedad se basa en una cierta cuota deconfianza recíproca, que lleva a coordi-nar las acciones a través de la comunica-ción. Puede decirse que sin confianza cadauno queda relegado al aislamiento de suindividualidad. La vida humana comien-za y es posible sólo desde la confianza.Basta con mirar a los niños para compro-bar esto: su inmadurez los hace depen-dientes de acciones y palabras por partede quienes los cuidan, hacia quienes vasu confianza de una manera totalmenteespontánea, como un mecanismo quegarantiza su supervivencia.

También en la comunicación encontra-mos un ejemplo claro de la necesidad deintegridad para establecer relaciones in-terpersonales válidas y fecundas: la men-tira, la hipocresía y la impostación sonobstáculos insuperables que operan pro-duciendo división y fragmentación, nosólo en los núcleos de la sociedad sino enlas mismas personas. La posibilidad dereconstrucción de un tejido social sanodepende de la eliminación de todo lo quelo desintegra.

Así, se entiende que la integridad enlo social se refiere a la condición de estarplenamente «integrado» a las redes de re-laciones entre personas y entre institucio-nes, de manera tal que la propia presenciafortalezca esos vínculos, los haga másconsistentes y más aptos para cumplir los

fines para los cuales se establecieron. Laintegridad personal es una garantía de fun-cionamiento de los nexos entre personas,entre funciones y entre instituciones.Cuando el espacio público no es cuidadoen términos de la integridad, puede suce-der que los miembros de una sociedad, encualquiera de sus estamentos y en cual-quiera de sus funciones, usen su poderpara fines privados en vez de ponerlo alservicio del bien común para el cual fueconcebido. Esta forma particular de abu-so de poder se denomina «corrupción».

Es llamativa la relación de oposiciónque aparece también en la formaciónsemántica de los términos integridad ycorrupción. La integridad tiene comoefecto una mayor consistencia de la per-sona en sí misma y produce una mayorcohesión social: los miembros íntegros dela sociedad fortalecen los lazos de la es-tructura y la hacen avanzar hacia el finpropio, el bien común. La corrupción, encambio, en cualquiera de sus niveles, peromayormente en los altos de responsabili-dad social, interfiere sustancialmente conlos fines de la sociedad y termina desin-tegrándola y rompiendo el sentido mismode la organización. Esto se manifiesta encualquier tipo de institución, empezandopor la familia, la amistad, la educación,hasta llegar a las organizaciones produc-tivas o de servicio, así como en la fun-ción de Gobierno. La influencia nefastade la corrupción es tal que donde falteintegridad personal, esta se va filtrandohasta desfigurar el sentido mismo de laconvivencia humana.

Considerando que la empresa es unainstitución relevante para la sociedad,con capacidades propias no sólo para pro-ducir bienes o servicios, sino tambiénpara participar en la edificación de la

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comunidad, será interesante analizar dequé manera se tiene en cuenta la integri-dad en el campo de la dirección de em-presas.

3. Integridad y dirección de empresas

El tema de la integridad ha despertadotambién el interés de los académicos dela dirección de empresas. Su íntima rela-ción con el liderazgo hace que sea de vi-tal importancia para todos aquellos quedirigen a otras personas. De hecho, mu-chos coinciden en que un líder con inte-gridad tiene una firme noción respecto dequién es, de qué es lo importante para ély ha de contar con la habilidad y la forta-leza necesarias para mantener sus convic-ciones, aun ante presiones contrarias.

Ahora bien, en la revisión bibliográfi-ca de la literatura acerca de la integridad,se evidencian distintas categorías de aná-lisis que reflejan aspectos parciales de susignificado. Algunos autores se inclinan arelacionar la integridad con la racionali-dad, otros la ven como una dimensiónpersonal y otros, a su vez, la analizan des-de un ámbito social. Las siguientes pá-ginas intentarán esclarecer esta cuestióndesde la visión de la dirección de em-presas.

3.1. Integridad como racionalidad

Entre quienes propician una vinculaciónentre integridad y racionalidad estánJoseph Petrick y John Quinn (2000). Es-tos autores consideran que los líderes conintegridad tienden a exhibir una unidadcoherente de propósito y acción ante lacomplejidad actual, sin sucumbir a la iner-cia burocrática o simplista ni a una tomade decisiones irresponsable.

Por su parte, Werhane y Freedman(1997) consideran que la integridad pue-de ser definida como la calidad moral dela autonomía, tanto en el nivel individualcomo colectivo. Esta concepción es ava-lada por otros autores (Paine, 1997; Car-ter, 1996; Erikson, 1950), quienes desdesus estudios de filosofía y psicología vin-culan la integridad con la conciencia y dis-cernimiento moral, lo que ayuda a distin-guir lo que es correcto de lo que no lo es.En este sentido, la decisión moral y la ren-dición de cuentas públicas llevan a resol-ver los dilemas, luego de un análisis delas justificaciones de la conducta y delcompromiso moral. De este modo, se for-ja un carácter por el cual las personas seadhieren a sus principios y alcanzan unacoherencia o autenticidad entre los juicios,creencias, expresiones y acciones. Asítambién se logra una armonía entre losprincipios y prácticas diarias, que expre-san la sinceridad con que se mantienen lasconvicciones.

Dentro de este marco, Petrick y Quinn(2000: 15) afirman que la integridadpuede ser definida como la capacidad in-dividual o colectiva para la repetición delproceso de alineación de la conciencia,deliberación, carácter y conducta moralque demuestra el balance de juicio, mejo-ra sustancialmente el desarrollo moral ypromueve los sistemas de apoyo para latoma de decisiones morales. Como no esposible lograr esto sin una adecuada pre-paración, Petrick y Quinn sostienen quela capacitación de los empresarios y eje-cutivos ya debe incluir la formación dela integridad , e incluso que este recursodebe ser considerado como una ventajacompetitiva. En efecto, estos autores ad-vierten que a menudo los empresariosy los directivos tienen una visión incom-pleta, sin fundamentos, de la ética de la

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empresa; de ahí su resistencia a implemen-tar políticas éticas o a plantearse el de-safío que implica desarrollar líderes conintegridad.

En cambio, las personas dotadas deesta capacidad pueden responder con de-cisiones equilibradas a la complejidadmoral y al conflicto de valores. Quienescarecen de integridad no tienen coheren-cia de finalidad ni de acción. Es más,muchas veces, su reputación, que consti-tuye un capital, se erosiona, con lo cualse exponen a desventajas estratégicas.

Thomas Becker (1998) define integri-dad como lealtad a los principios y valo-res racionales en el actuar; es decir, laintegridad implica ser una persona «deprincipios», que practica lo que dice, ha-ciendo caso omiso a las presiones emo-cionales o sociales, y no permite queninguna consideración irracional pongaen riesgo sus convicciones racionales. Laintegridad entendida en estos términos lle-va al compromiso de actuar acorde con losprincipios y valores morales, justificadossegún la realidad, y en la medida en que elconocimiento aumenta, la persona debe es-tar dispuesta a cambiar. En la misma línea,Halfon (1989) entiende la naturaleza de laintegridad como un compromiso consis-tente en hacer lo que es mejor, especial-mente en condiciones adversas. Para esohace falta estar genuinamente comprome-tido, tratar de esforzarse para ser concep-tualmente claro, consistente lógicamente;estar muy informado de la realidad yevitar todo tipo de autoengaño.

Por su parte, Mc Fall (1987) sostieneque la integridad personal requiere que unagente se suscriba a un conjunto consis-tente de principios o compromisos y que,ante la tentación o desafío, los sostenga,

dado que los considera la opción correc-ta. Para preservar la integridad moral y serfiel a uno mismo, es necesario mantenerel orden y la coherencia con los propiosprincipios, así como aferrarse a ellos antela tentación y las presiones sociales. Enestas afirmaciones vemos perfilarse elcarácter moral, no sólo racional, de la in-tegridad.

En una posición que implica claramen-te una transición a la integridad como ca-racterística personal que abarque más quela mera racionalidad, se encuentra SandraWaddock (2003). Esta autora lamenta elgran silencio en las escuelas de negocioscon respecto a la integridad y sostieneque, actualmente, la capacitación de em-presarios y ejecutivos está orientada a for-mar líderes con una limitada capacidadpara pensar ampliamente en los impactosde sus decisiones sobre los stakeholders.En su opinión, hace falta una perspectivamás holística, que tome en cuenta a todoslos factores involucrados en la actividadempresaria.

Para esta autora, la integridad se iden-tifica con la capacidad de estar presenteen el momento, de ser consciente de lo quese está haciendo y de cómo lo que se haceimpacta en los demás. Sostiene que la éticaestá integralmente vinculada a la activi-dad gerencial y que no sólo hay que te-nerla en cuenta a la hora de resolver dile-mas. Si falta la consideración de la inte-gridad, a menudo se margina la cuestiónética. Las presiones del momento y unavisión estrecha de los negocios, concen-trada solamente en las ganancias y en elretorno a los inversionistas, indican la ne-cesidad de ampliar la colaboración. De ahíque una empresa sana no puede estar cen-trada sólo en los negocios, en el mercado,sino en todos los sectores involucrados.

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3.2. Integridad como dimensión dela persona

Un enfoque de la integridad más centra-do en la persona, se encuentra en la posi-ción de Alejo Sison (2003). Este autor fi-lipino afirma que en el análisis actual delos agentes económicos se introducendistintas apreciaciones acerca del capitalde la empresa. Nos encontramos así conel capital intelectual, emocional, culturalo el capital social, propio de individuos ogrupos. Sin embargo, según Sison, cuan-do nos referimos al capital social no sesale de una ambivalencia moral, dado queeste puede funcionar tanto para buenospropósitos como para fines mafiosos sinperder sus características. Por esta razón,es necesario aclarar el valor moral de losfines y propósitos de los empleados y delos negocios, como la creación de rique-za y el bienestar de todos (overall well-being podría traducirse también como biencomún).

Para garantizar la moralidad de losfines se ha creado, tanto en el ámbitoprivado como en el público, una serie deiniciativas: códigos de ética, sistemas deestándares, capacitación ética y lineamien-tos para la creación de leyes anticorrup-ción. Todos estos esfuerzos apuntan a lainstitucionalización de la práctica de laintegridad.

En otras palabras, más allá del mero res-peto legal, la ética de los negocios necesi-ta ser institucionalizada de tal manera queimpregne también las prácticas aparente-mente aisladas de los individuos, que dehecho forman parte de una más ampliacultura corporativa de una particular em-presa1 [Sison, 2003: IX; nuestra traducción(n. t.)].

La palabra integridad sugiere entere-za y estabilidad de una persona, de la cualotros dependen. La integridad, al ser uncapital moral, perfecciona al ser humano.«El capital moral es lo que hace buena auna persona como ser humano»2 (Sison,2003: 31; n. t.). Etimológicamente, Areté(virtud, en griego) indica lo que es mejorpara el ser humano. Y dado que el ser hu-mano no alcanza su plenitud en soledad,la empresa calza perfectamente en lo queAristóteles denomina polis, estructura hu-mana organizada.

La actividad racional humana depen-de siempre de su finalidad. Ningún «me-dio» puede erigirse a «fin» de la vida hu-mana. Así, dado que el dinero no puedeser otra cosa que «instrumento» para con-seguir los bienes necesarios para la vida,su finalidad tiene que ver más con lo queun ser humano es o debe ser como ple-nitud de su naturaleza. Pero como su na-turaleza lo hace un ser sociable, no esposible alcanzar la plenitud fuera del con-texto de la comunidad. Por esa razón,Aristóteles considera que la «eudaimo-nía» (felicidad, literalmente la buenaconciencia) consiste en la actividad per-fectiva realizada en la polis. Por lo tanto,la felicidad sólo puede alcanzarse graciasa un esfuerzo común, es decir, gracias ala cooperación.

En este mismo sentido, si bien la vir-tud es en primer lugar algo propio de lapersona, dice Sison, no es posible practi-

1. «In other words, beyond mere legal complian-ce, business ethics needs to be institutionali-zed in such a way that it permeates even appa-rently isolated individual practices, eventuallyforming part of a particular organization’s widercorporate culture».

2. «Moral capital is what makes a person good asa human being».

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carla fuera de un contexto o una comuni-dad. Volviendo al tema de los distintos«capitales», queda claro para Sison quesólo la virtud es un capital que no puedenunca ser usado para el mal. «De todosmodos, la diferencia fundamental entre lavirtud y las otras formas de capital es quela virtud no puede nunca ser usada para elmal»3 (Sison, 2003: 34; n. t.).

Con el concepto de capital moral comointegridad se sale de la ambigüedad: setrata de un capital que lleva sólo a finesbuenos, es decir, acordes con la naturale-za humana, considerada tanto en la indi-vidualidad como en las relaciones entrelas personas.

Un carácter virtuoso procede del cultivode hábitos virtuosos, los hábitos virtuososson el resultado de la repetida realizaciónde acciones virtuosas, y las acciones vir-tuosas brotan de las inclinaciones o ten-dencias de la persona de acuerdo con sunaturaleza y su fin último4 (Sison, 2003:35; n. t.).

Junto con Sison, otros autores, comoGraham (2001) y Solomon (1999), consi-deran la integridad como una dimensiónpersonal que se encuentra internamente re-lacionada con una gran cantidad de virtu-des. La integridad requiere que las accio-nes y convicciones de una persona seanmuy «suyas», lo cual demanda una ciertacoherencia entre sus creencias, deseos,compromisos y acciones. Graham (2001).

resalta dicha coherencia cuando afirmaque es esencial para el individuo ese sen-tido de ser uno mismo, hasta el punto quepara ser una persona de integridad debehaber algo que sea tan importante para elsujeto que de perderlo, se perdería a símismo. Para este autor, decir que una per-sona actúa con integridad, no implica ad-mitir que esa persona es íntegra, sino quemanifiesta únicamente un rasgo importan-te necesario para serlo. Ser una personacon integridad requiere más que ser cons-tante y firme con los principios de con-ducta, ser sincera, de mente abierta, claraconceptualmente y consistente lógicamen-te. Requiere moral como confianza, locual es incompatible con un carácter de-fectuoso.

Para Solomon (1999), la excelencia enlos negocios se alcanza partiendo de unaconcepción de la actividad empresariaíntimamente relacionada con los valores.Según este autor, los escándalos que hanasolado al mundo empresario en los últi-mos años ponen de manifiesto que no setrata de imponer a los negocios unos va-lores que le son ajenos, sino más bien dereplantear la necesidad de analizar los fun-damentos éticos de la actividad empresa-ria y, concretamente, de la finalidad quese persigue. En efecto, para Solomon ungrave malentendido ha limitado el fin delos negocios al simple resultado final, ge-neralmente reducido a términos moneta-rios. Bajo este prisma, todas las demásconsideraciones dejan de tener importan-cia, y ahí está precisamente el error.

Los negocios se relacionan tanto con la in-tegridad como con las utilidades, y éstassignifican poco si su costo sacrifica la in-tegridad. (En otras actividades humanasesto se llama prostitución). Las compañíassirven a la gente y no a la inversa, y los

3. «However, the fundamental difference betweenvirtue and the other forms of capital is that vir-tue can never be used to wrong».

4. «A virtuous character comes from the cultiva-tion of virtuous habits, virtuous habits resultfrom the repeated performance of virtuous ac-tions, and virtuous actions spring from person’sinclinations or tendencies in accordance withhis nature and final end».

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valores y las virtudes son lo que hacen quela vida profesional resulte gratificante ysignificativa» (Solomon, 1999: xiv).

Solomon sostiene que una buena em-presa es aquella que, además de ser renta-ble, proporciona un entorno moralmentegratificante, en el que las personas bue-nas pueden desarrollar tanto sus cono-cimientos especializados, sus aptitudes yhabilidades, como sus virtudes.

Con mucha frecuencia, la forma de hablary de pensar acerca de los negocios no re-fleja esa idea básica de que la vida empre-sarial es ante todo cuestión de civilidad,integridad, de cultivar virtudes. Y éstasincluyen no sólo las virtudes empresaria-les obvias, como el ahorro, la tenacidad yla astucia sino las virtudes cívicas y de ur-banidad como la preocupación por losclientes, por los empleados y por la co-munidad, la cooperación y la confianza,la justicia y la lealtad. Cuando los nego-cios se segregan del resto de las empresashumanas por medio de consignas talescomo ‘los negocios son los negocios’, loscínicos proponen lo que sencillamente noes verdad. Los negocios no son ‘sólo ne-gocios’. No son autónomos, con su propiajustificación, reglas y razón de ser. Son,en esencia, parte de la vida y las comuni-dades humanas (Solomon, 1999: 33).

La postura de Solomon, ahondando enlas características naturales de la persona,que no puede desarrollarse plenamente sino interactúa en un contexto interperso-nal, desemboca en la dimensión social dela integridad.

3.3. Integridad como dimensión social

Hemos visto cómo Solomon plantea quela integridad tiene, por un lado, un senti-do personal y, por otro, un sentido públi-

co, permitiéndonos encarar la tercera delas interpretaciones que la literatura espe-cializada nos ofrece. Se trata de la dimen-sión social, que en este autor queda es-trechamente ligada al desarrollo moralpersonal, dado que la persona no es unaisla como la entiende el individualismo detipo hobbesiano, sino que actúa ligada alos demás.

Para él, la integridad no puede falsear-se porque es, por su misma naturaleza, loverdadero, lo que evita la fragmentaciónde las personas y el resquebrajamiento dela entereza moral. Se contrapone a la hipo-cresía y al oportunismo, que llevan a deciruna cosa y hacer lo contrario.

Nuestro sentido público y personal de laintegridad se integran dentro de una uni-dad ya que la congruencia exige algo másque fidelidad a una sola meta egoísta. Tam-bién implica coherencia y respeto por losdemás. Requiere fidelidad a uno mismo enmedio de los demás y junto con los de-más. La integridad implica ser ‘fiel a unomismo’ y esto lleva consigo ser fieles alos demás. La integridad es precisamentelo contrario de usar a otras personas paraconseguir los fines propios, pero tambiénimplica tener muy claro cuáles son nues-tros verdaderos fines (Solomon, 1999: 41).

Más allá de los cambios y vaivenes quepuede haber en la vida, la integridad re-sulta esencial para llevar adelante una vidacoherente. Es ver la propia existenciacomo una totalidad, como un carácter co-herente y virtuoso.

Por tanto, la integridad requiere no so-lamente tener en cuenta los principiosmorales de cada persona, sino tambiénpreocuparse genuinamente por el bienes-tar de los demás individuos. De ahí que laintegridad tenga además una dimensión

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social, que ha sido puesta de manifiestopor varios autores. Así, por ejemplo, lapersona se encuentra constituida por elgrupo del cual forma parte [Hampshire(1989), Solomon (1992), Taylor (1989)]y la conservación de la integridad requie-re que el individuo cumpla con sus com-promisos con varios grupos sociales, loscuales en cierto sentido constituyen elpropio ser. May (1996) va más allá, alconsiderar que la integridad es la respon-sabilidad social hacia la comunidad ysociedad. El compromiso moral es el cum-plimiento de una responsabilidad ética quetiene una fuerte orientación social, demanera que la persona de integridad mo-ral se mantenga fiel a sí misma por virtuddel reconocimiento e incluso, a veces,aplazando el compromiso con los otros.

Para Benjamin (1990), toda persona seencuentra rodeada de conflictos, de com-promisos y de emociones, y la integridadla lleva a que pueda cumplir con su obje-tivo de vivir una vida buena, óptima, in-tegrada, en conjunción con aquellos aquienes ve como iguales y cuyos compro-misos, valores y principios siempre sonconsiderados como propios. En estos ca-sos, los individuos pueden entender quecuando se presentan diferencias morales,sus reclamos deben ser balanceados con lasdemandas morales legítimas de los demás.Para aceptar una decisión o enfrentar unasituación, aunque no se reflejen los propiosvalores morales, cada persona debe alen-tar la integridad, entendida como un pro-ceso en el cual la decisión tomada fomentael entendimiento y respeto mutuo, y evitalos conflictos con los demás.

De ahí que, siguiendo a Cheshire Cal-houn (1995), puede decirse que si bien laintegridad es importante para la persona,también la ayuda a pertenecer a una co-

munidad y es, en ese sentido, una virtudsocial. Los principios que una personaapoya, de alguna manera, se trasladan a losdemás miembros de la comunidad, lo quedetermina qué tipo de vida vale la penavivir y qué tipo de acciones conviene rea-lizar para alcanzarlos. Una persona conintegridad se sabe parte de una comunidady reconoce lo meritorio de esa comunidad.En la misma línea, Burbules (1992) sos-tiene que las virtudes son propiedadessociales que refuerzan nuestro carácter eintegridad a través de la comunicacióninterpersonal y las relaciones con otros.

3.4. La búsqueda de la integridad enla empresa

Consideramos que el repaso hecho hastaaquí indica la preocupación por explici-tar la importancia de la integridad para lavida de la empresa. Sin embargo, nos pa-rece relevante plantear que hay algunastécnicas de dirección en las que subyacela búsqueda de integridad como factor cla-ve para el desarrollo de la empresa y de lasociedad, como los códigos de conducta,la calidad total y la responsabilidad socialde la empresa. Cuando se analizan en pro-fundidad estas herramientas, resultaevidente –aunque no de una manera ex-plícita– su relación con el comportamientoíntegro de las personas.

a) Códigos de conducta

En primer lugar, el auge de la ética em-presarial se vio reflejado en la prolifera-ción de códigos de conducta que de algu-na manera intentaban alcanzar esta tanansiada integridad, a partir del cumpli-miento de los parámetros establecidos. Através de estos documentos formales, seintenta poner de manifiesto el interés dela alta gerencia de estandarizar las deci-

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siones que tienen repercusiones éticas. Dealgún modo, depender de ciertas normaslleva a los gerentes a ocultarse detrás deun código, creyendo que su conducta esética si no viola las reglas establecidas. Sinembargo, esta visión legalista de los códi-gos se ha mostrado insuficiente, porque hapretendido lograr una integridad impuestadesde afuera y que no responde a una iden-tificación personal con los valores inclui-dos en el código.

Detrás de esta postura lo que subyacees una visión normativista de la ética, quela reduce a una de sus dimensiones: lasnormas, desgajándolas del logro de losbienes humanos y del desarrollo de las vir-tudes. Las normas, cuando son conside-radas imperativos a priori, sin referenciaa unos bienes objetivos ni a la adquisiciónde las virtudes, se convierten en meras im-posiciones porque se les ha despojado desu contenido y de su relación con la ver-dad sobre el bien y sobre la persona. Confrecuencia, esta tendencia se puede apre-ciar en algunos códigos de ética empresa-riales que ponen demasiado énfasis en laslimitaciones al comportamiento y en uncumplimiento formal, dejando de ladotodo el valor que una norma encierra ensí misma.

No es extraño, entonces, que una per-sona cumpla con el código de ética sólopor un estricto sentido del deber. En talcaso, el fin de su acción es ajena a ellamisma y, por tanto, no es expresión de sulibre perfección, sino más bien del some-timiento a una ley externa y a veces, in-cluso, lejana. Una imposición desde afueraimpide también que una norma se convier-ta en parte del carácter individual, porqueno se asume como algo propio y querido.De ahí que, con facilidad, esto sea fuentede conflictos entre los valores individua-

les y los de la empresa. Hursthouse (2000:135) sostiene que cuando una persona ac-túa en contra de sus más profundas con-vicciones, deja de obrar virtuosamenteporque se siente presionada por el miedoa la norma exterior. Lamentablemente,esta apreciación subyace en muchos indi-viduos que ven al código de ética comouna obligación externa, en ocasiones, sinsentido. De ahí la oposición que suele en-contrarse a la hora de acatarlo.

Un código de conducta planteado enestos términos necesariamente generarácierta resistencia interior y quedará redu-cido a una actitud rígida, donde cada unose refugia y cumple sin comprometerse.Por este camino de la mera obligación, noes extraño que se caiga en posturas estric-tas, inhumanas, que forjan personas tie-sas, acartonadas. Se convierte así a loscódigos de ética en una larga enumeraciónde obligaciones, muchas veces pesadas eincomprensibles, en un ambiente en el queno se respira vitalidad y en el que la liber-tad no encuentra acomodo.

La misma realidad indica que no es posi-ble acuñar normas para todo; por lo tanto,si bien es importante contar con ellas, que-da claro también que no son suficientes. Lasnormas son buenas y perfectivas del hom-bre, en la medida en que lo guíen en la elec-ción del bien, pero por sí solas no bastanpara que las personas sean buenas. Hacefalta complementarlas con los bienes y lasvirtudes. En consecuencia, una visión inte-gral de los códigos propone integrar armó-nicamente en ellos estas tres dimensionesde la ética (Debeljuh, 2004: 86).

b) Calidad total

Puede decirse que el mayor impacto deun buen código de ética es crear las bases

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de una cultura corporativa fundada envalores. No hay que olvidar que cuantomás ética es la cultura de la organización,más éticas serán las decisiones de los in-dividuos que la componen. En consecuen-cia, los esfuerzos por fortalecer la conduc-ta ética de los empleados deben realizarseen el nivel institucional, con énfasis, entreotras cosas, en crear una cultura empresa-ria que promueva y aliente el comporta-miento ético y que permita a los emplea-dos expresar sus preocupaciones. En estesentido, los programas de calidad totalfacilitan el desarrollo de una cultura em-presaria que promueve el comportamientoético y que, por lo tanto, favorece la inte-gridad en las personas.

En efecto, trabajar en un entorno quese caracteriza por un estilo de gestión co-operativo, que alienta la participación delas personas en el diseño de una culturacompartida, es más propicio para promo-ver el comportamiento ético y la integri-dad. Los programas de calidad total fo-mentan ese sentido de comunidad en lasorganizaciones, con potencial para que laempresa y sus empleados sean más cons-cientes de las responsabilidades éticas.

La implementación de la calidad totalse ha convertido en la última década enun auténtico fenómeno y, en la actualidad,constituye el modelo de cambio organi-zativo más utilizado en el mundo empre-sarial. Esta filosofía de gestión –que sur-gió a principios de siglo en los EstadosUnidos– tiene un marcado enfoque diná-mico y multidimensional; concibe a laempresa como un sistema abierto en cons-tante relación con proveedores, clientes yotros stakeholders; y se apoya en unosprincipios básicos mayoritariamente ad-mitidos por todos.

Numerosos autores coinciden en quelas técnicas de calidad total pueden utili-zarse para desarrollar una cultura empre-saria sensible a la ética, que respalde yaliente la conducta moral en el lugar detrabajo y favorezca el desarrollo de la in-tegridad en las personas.

El modelo de calidad total está tam-bién muy relacionado con el concepto deresponsabilidad social de la empresa. Enefecto, la calidad total adopta una defini-ción muy amplia de la palabra «cliente»,que incluye no sólo a los consumidorestradicionales de productos y servicios,sino también a los empleados de la em-presa (cliente interno) y al resto de las per-sonas que (directa o indirectamente) se venafectadas por el producto o servicio. El re-conocimiento de la existencia de múltiplespartes interesadas trae consigo ciertas res-ponsabilidades éticas que quizá no resul-ten fácilmente evidentes. Entre ellas, cabemencionar las obligaciones con las comu-nidades afectadas por fusiones y adquisi-ciones (que pueden generar despidos), lasresponsabilidades frente a los consumido-res acosados por la publicidad de produc-tos peligrosos –cigarrillos, por ejemplo– ylas responsabilidades frente a los paísesafectados por la presencia de empresasmultinacionales.

c) Responsabilidad social de la empresa(RSE)

Detrás del concepto de responsabilidadsocial de la empresa se encuentra la in-tención de sensibilizar a las empresasrespecto del papel que les compete des-empeñar en una sociedad. De algunamanera, al plantearse el compromiso dela empresa con todos sus stakeholders sepropone un nuevo modelo de organizaciónempresarial que requiere repensar la

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gestión en términos de riqueza comparti-da y sostenible. El concepto de RSE apun-ta a generar un nuevo concepto de la ren-tabilidad de la empresa y tiene que ver conuna visión de más largo plazo que incor-pora la ética en los procesos de toma dedecisiones y el respeto a las personas,aspectos íntimamente relacionados conla integridad.

La RSE está unida a la manera deentender la empresa como un lugar dedesarrollo de todas las personas que serelacionan con ella. Es decir, la empresa,desde su estrategia corporativa, asume elcompromiso de educar en el bien, de pro-mover el bienestar, de otorgar a la socie-dad un valor agregado; y se comprometea que esas acciones y esos beneficios per-duren en el tiempo.

Básicamente, su aporte se centra enasegurarse de que en la toma de decisio-nes no prime únicamente el criterio eco-nomicista –que de hecho ha de estar pre-sente en cualquier decisión empresaria–,sino el de ayudar a conciliar los diversosintereses con el fin de incluir los criteriossociales y éticos. De alguna manera, sutarea implica velar para que el compro-miso responsable de una empresa, ademásde crear valor para el accionista, cree va-lor también para todos los que se relacio-nan con ella: para el cliente, atendiendo asu demanda, ofreciendo precios competi-tivos y bienes y servicios de buena cali-dad; para los proveedores, pagando preciosjustos por sus productos o servicios, sinabusar de los vaivenes del mercado; paralos empleados, preservando y creando em-pleo, pagando salarios justos, y fomentan-do la estabilidad y la motivación laboral;para las generaciones futuras, cuidandoque la actividad de la empresa no impac-te negativamente en el medio ambiente.

Una empresa socialmente responsablees aquella que lleva adelante un negociorentable y que asume también todos losefectos ambientales, sociales y económi-cos que genera en la sociedad. La maneraen que cada empresa incorpora a su estra-tegia corporativa la responsabilidad socialvaría. Las diferencias dependen de facto-res como el tamaño, el sector, la cultura y,por sobre todas las cosas, del grado de com-promiso de la alta gerencia. Del mismomodo, las acciones voluntarias que lasempresas realizan dentro del marco de la res-ponsabilidad social son muy variadas: des-de las donaciones y contribuciones filan-trópicas hasta la creación de fundacionesempresarias y alianzas con ONG, pasandopor las campañas de márketing con causasocial y los programas de voluntariadocorporativo para sus empleados.

Todas estas iniciativas, y muchas otrasmás, apuntan a canalizar esfuerzos y arti-cular acciones tendentes a lograr una ma-yor participación de las empresas en lasociedad. A su vez, estas acciones poten-cian el compromiso de los empleados consu propia empresa, fomentan la creativi-dad e innovación en ellos, y contribuyena aumentar la motivación. De hecho, denada serviría que una empresa demostra-ra un fuerte compromiso con los consu-midores o con sus proveedores si no sepreocupara por su primera responsabili-dad social: el desarrollo integral de suspropios empleados. Concretamente, elcampo de la relación empresa-familiaestaría indicando cómo se enriquece laacción de la empresa.

Estos distintos enfoques de la dimen-sión no económica de la actividad empre-saria y del liderazgo enfatizan la impor-tancia del tema de la integridad, al mismotiempo que revelan la dificultad para lle-

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gar a una definición coincidente del tér-mino. Cada postura ilumina un aspecto dela integridad, dejando de lado otras carac-terísticas que, sin embargo, resultan im-prescindibles cuando se trata de vivirla.Por otro lado, además de alcanzar una de-finición más completa de integridad, esimportante también, identificar las prin-cipales dificultades a las que están some-tidas las personas que quieran vivirla. Enel proceso de formación de dirigentes deempresa, debería resaltarse la presencia deenormes presiones que juegan en contrade la integridad en el momento de tomardecisiones.

Nos dedicaremos en el siguiente apar-tado a completar el concepto de integri-dad desde una visión más abarcadora dela persona y de la sociedad, así como aponer en evidencia ciertas dificultades quesuelen presentarse a la hora de intentarponerla en práctica.

4. Importancia de la integridad ydificultades para vivirla

4.1. Relevancia del tema

A través de lo analizado en las páginasprecedentes, podemos afirmar que hay unnexo directo entre la condición de la inte-gridad personal y la creación de confian-za en el entorno. El círculo de confianzaserá tanto más amplio cuanto más cons-tantes y prolongadas sean las actitudesy las acciones íntegras de personas e ins-tituciones. Lamentablemente, tambiénes verdad el caso contrario: cuanto másfrecuentes sean los actos de corrupción,tanto menor será el marco de confianzaentre las personas y en la sociedad engeneral, y tanto más prolongado será elefecto negativo.

Lo mismo puede decirse de las insti-tuciones que están envueltas en un climade desconfianza y son sospechosas deprácticas corruptas, pues no podrán rever-tir esa percepción social sino a través deun muy prolongado esfuerzo colectivo deintegridad personal e institucional.

Uno puede preguntarse por qué lo úni-co que sucede automáticamente y con unavertiginosa rapidez entre las personas esla pérdida de la confianza que está en labase de la sociedad, cuando la reconstruc-ción de la confianza es un proceso difícily muy lento. Quizá la respuesta sea quelas personas nacen con una predisposiciónpara confiar en los demás, dado que nosería posible su misma supervivencia sinesa confianza instintiva. Por ello, la pér-dida de la confianza en los demás no esuna reacción automática o arbitraria, sinoel resultado lógico de la pérdida de algodebido; esto es, de la posibilidad de creerque tienen las personas.

Lo que empeora la situación son lasotras pérdidas conexas con la falta de con-fianza, como la imposibilidad de unacomunicación satisfactoria entre las per-sonas. Así, la persona que obra de mane-ra corrupta no manifiesta a los otros susintenciones, para poder aprovecharse delas reglas de juego de un entorno no co-rrupto. Por eso, cada acto de corrupciónimplica también engaño y falta de trans-parencia, con el consecuente efecto deromper los vínculos entre los miembrosde una comunidad, y con el terrible coro-lario de hacer más difícil la reconstruc-ción del tejido social.

Cuando se empieza a descubrir que loque dicen los demás no corresponde a loque piensan o a lo que hacen, ni a lo quedeberían hacer, se les deja de ver como

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aliados naturales. También la comunica-ción con ellos abandona lo que se llamael «pacto comunicativo», que nos haceesperar que el que dialoga sea sincero. Sinese tácito pacto entre las personas es mu-cho lo que se pierde, y así como es rápidoel camino del alejamiento y la desconfian-za, es en cambio lentísimo y muy costosoel camino inverso. Uno de sus efectos in-mediatos es la imposibilidad de coopera-ción leal, porque para construir algo enconjunto también debe existir un pactotácito de colaboración para conseguir unfin común, y ese pacto se basa en com-partir valores. Cuando la red confianzase ha quebrado, no hay valores comunes,porque la desconfianza produce fragmen-tación social y hace que las personas seretiren en un cerrado individualismo.

Para devolver a la comunidad su fun-ción, es necesario reconstruir las redes deconfianza entre las personas. Una parte deltrabajo de reconstrucción consiste en des-articular las estructuras de corrupción quefuncionan en la sociedad. La mayor pre-sión en esta lucha procede de la sensaciónde que todo está corrompido de tal mane-ra que no es posible reaccionar. La luchacontra la corrupción empieza desde la con-vicción personal de que cada vez que seresiste a las presiones externas que impul-san a actuar de manera no transparente ydesleal, se está positivamente construyen-do un ámbito de vida y de trabajo másdigno del ser humano.

A la luz de una realidad marcada porlos efectos destructivos de la pérdida deconfianza, y teniendo en cuenta el costopersonal e institucional que deriva de lafalta de un entorno de transparencia y leal-tad para llevar a cabo las actividades con-juntas de los distintos actores sociales,queda puesto de manifiesto la relevancia

de la búsqueda de la integridad. Por eso,la literatura especializada hace eco insis-tentemente de esta necesidad, aclara sualcance y propone estrategias para favo-recer actitudes y conductas, aun frente alas presiones de lo urgente e inmediato,que parecen sugerir atajos hacia los resul-tados deseados.

4.2. Dificultades para vivirla

En primer lugar, parece existir una difi-cultad real para coincidir en una defini-ción de integridad en la que converjan losdistintos enfoques. En la revisión de laliteratura sobre el tema de integridad,hemos podido reconocer distintas inter-pretaciones del término, cada una con elmérito de poner en evidencia ciertos as-pectos de la integridad pero, al mismotiempo, con la dificultad de no poder con-siderar simultáneamente todas las dimen-siones y alcances.

Por otra parte, en técnicas de direcciónde empresas, como los códigos de conduc-ta, el TQM o el CSR, subyace la búsquedade integridad de las personas como cons-titutivo de la empresa. Ahora bien, el aná-lisis realizado hasta aquí revela que si bienel desarrollo de códigos de ética, los pro-gramas de calidad total y el compromisopor la responsabilidad social de la empre-sa pueden ayudar a fomentar la integri-dad de las personas, muchas veces se hanmostrado insuficientes porque este temase ve como una consecuencia aleatoriaque de ninguna manera constituye el ob-jetivo central de estas políticas.

Finalmente, respecto a la integridad yla formación de directivos, en los trabajosde Waddock (2003) y Solomon (1999),entre otros, se pone en evidencia el gravedéficit de formación en temas de integri-

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dad personal e institucional, que procedesobre todo de no atender suficientementela complejidad de la realidad del mundode los negocios y de la realidad en gene-ral. Las escuelas de negocios y la acade-mia, a menudo, dan la ilusión de que losproblemas que se presentan sólo deben sersometidos a la técnica adecuada para serresueltos, sin que esto implique una deci-dida toma de posición de los protagonis-tas en un sentido o en el otro de la solu-ción propuesta. Si solamente se trata dela aplicación de técnicas –y con esto nose quiere despreciar lo que le debemos ala técnica–, se corre el riesgo de des-personalizar la instancia de la toma dedecisiones.

También Petrick y Quinn (2000) ad-vierten sobre la dificultad de integrar losdistintos aspectos del management y lasdiversas perspectivas éticas que nos ofre-cen las escuelas. Sin embargo, al mismotiempo, muestran como indispensable laintegración de las visiones y de las acti-tudes, porque no ser imparcial no nospermite acercarnos a la realidad eficaz-mente. Si bien su planteamiento no pa-rece alcanzar la esfera personal de laintegridad, su advertencia igualmente esútil para identificar otras aristas más de lacomplejidad del escenario.

En un esfuerzo por integrar las distin-tas visiones sobre liderazgo, Badaracco yEllsworth (1989) proponen tres ámbitosaltamente significativos para hacer frentea la complejidad de la tarea directiva: lasconvicciones y los valores personales, lasmetas de la organización y la conductaindividual. A través de las conversacionescon los CEO de distintas empresas, los au-tores llegan a definir que los conflictosy los dilemas que se presentan a los di-rectivos exigen de ellos actitudes de inte-

gridad. Esta se entiende, principalmente,como la integración de las tres filosofíasdel liderazgo; es decir, del liderazgo polí-tico, del liderazgo directivo y del lideraz-go por valores.

La búsqueda de integración se tornacrucial porque cada filosofía del liderazgoimplica un paquete de soluciones diferen-te y contradictorio respecto de los otros, atal punto que las posibles alternativas re-presentan verdaderos dilemas: precisión oflexibilidad; top-down o bottom-up; sustan-cia o proceso; confrontación o negociación;tangibles o intangibles. Evidentemente,cada filosofía tiene asumida una determi-nada concepción del ser humano y de laorganización que pretende ser completa,y desde ahí orienta las acciones y estable-ce las prioridades en los objetivos.

Badaracco y Ellesworth (1989) consi-deran que la integridad consiste en bus-car el modo más eficaz de responder a laspresiones del momento, porque no noslimitamos a aplicar sólo uno de los crite-rios, sino que, mediante la integración delas visiones, enfrentamos la complejidadde la realidad con un mayor número deherramientas, sin privarnos de los benefi-cios que cada postura ofrece.

Sin embargo, no basta esta integraciónexterna de herramientas operativas paraque sea eficaz el liderazgo. Es necesarioque el líder busque la integridad funda-mentalmente en la coherencia y consisten-cia entre los fines de la organización, losvalores y creencias personales, y la con-ducta individual5.

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5. «And integrity, as noted above, is fundamental-ly a matter of coherence and consistency amongorganizacional aims, personal values and beliefs,and individual behavior» (Badaracco y Elles-worth, 1989:106).

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Para no dejarse impulsar en distintasdirecciones, al directivo no le basta consu estilo, su carisma o una técnica demanagement profesional, pues se trata desu propia coherencia como persona, enuna difícil y cotidiana búsqueda de inte-gridad 6. A esto hay que añadir el efectoque la acción y las actitudes del líderproducen en las demás personas y en elentorno, dado que en un mundo de incer-tidumbres él o ella se convierte en fuentede motivación y modelo de conducta. Estacerteza abre más aun el campo de la res-ponsabilidad moral de su tarea.

Lo que está en juego es tan amplio quese hace necesaria esta tensión continuahacia la integridad para garantizar quenuestra vida siga siendo una vida huma-na. La integridad no es una condición quese alcanza de una vez por todas, perocuriosamente el querer ser íntegro ya eshaber avanzado en su búsqueda, porquemanifiesta la intención de que nuestrosactos y actitudes broten coherentementede un centro iluminado por los valores dela persona.

Cuando falta esta condición, las pre-siones ejercidas por las personas y cir-cunstancias tienen una tarea más sencilla,porque la falta de integridad debilita a lapersona. La capacidad de resistencia yla firmeza son proporcionales al gradode libertad; y el ejercicio de la libertadtiene que ver con la capacidad de mani-festar ciertos valores, aun en circunstan-cias adversas.

Las presiones pueden responder a uncontexto social deshecho por la falta detransparencia y de lealtad, en el que los

actores se sientan impelidos a desconfiarde todos y a aprovechar las ventajas sinpensar en la justicia. Este panorama tieneuna vida corta, pues las ventajas que ofre-ce el desequilibrio existirán hasta que nue-vamente se logre el equilibrio. Lo quese emprende a la luz efímera de sacarventaja de la debilidad del sistema estádestinado a desaparecer.

Los apremios impulsan la búsquedade resultados inmediatos, de decisionesoportunistas que no sólo repercuten nega-tivamente en el entorno, reforzando la des-confianza, sino que también impiden losproyectos a largo plazo, para los cualeshace falta una capacidad de inserción enla realidad, con base en relaciones de co-operación con los demás actores. A pesarde ello, cada vez más, la calidad de unaempresa se juzga en función de la perdu-rabilidad.

La despreocupación por la integridadlogra que las presiones no encuentren re-sistencia e impide un verdadero ejerciciode la libertad, con el consecuente recortede la capacidad creativa que le es propia.Esta afirmación parece contradecir la con-vicción de muchos de que la persona ín-tegra, así como la institución que hace dela integridad su identidad, jueguen en con-dición de inferioridad en un escenario defuertes presiones contrarias a la integri-dad. Sin embargo, la realidad es otra: lapresencia de integridad da a las personasy a las instituciones una mayor consisten-cia, lo que les permite mantenerse firmeal mando de la propia existencia.

En este mismo sentido, Sharp Paine(2003) aconseja que se evalúe la capaci-dad gerencial según criterios múltiples,que integren también, en el mismo ordende importancia, criterios basados en

6. «It is a difficult daily quest for integrity» (Ba-daracco y Ellesworth, 1989: 209).

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valores. Los ejemplos analizados en su li-bro demuestran que la perdurabilidad deuna empresa depende de su capacidad derespuesta más integral a las necesidadesde la comunidad. Si se consideran todoslos aspectos del proceso de producción ydistribución de un bien, no se corre el ries-go de intervenir erróneamente en la vidacomunitaria.

Es llamativo el caso del banco nige-riano GTB (Guaranty Trust Bank of Ni-geria), que hace de la lucha contra lacorrupción su bandera y su modus ope-randi. Sus comienzos no fueron fáciles ylos primeros seis meses de pérdidas po-drían haber sido ocultados con el fin desobrevivir pero, a la luz de una coheren-cia interna, sus fundadores quisieron en-frentar con transparencia la dura realidad.Finalmente, esta actitud fue la que signi-ficó una buena percepción por parte de losinversionistas y los clientes. El mismonivel de compromiso tanto en las capaci-dades profesionales como en las éticassignificó una presencia diferente y promi-soria en la comunidad.

Algo análogo se presenta en la actitudde la firma suiza Veillon, que compraba aterceros ciertas alfombras hechas a manoen algún lugar de Asia. Un día, su CEO

Zwahlen, alertado por un programa deradio que denunciaba la existencia detrabajo infantil, quiso conocer las circuns-tancias en que se fabricaban las alfombrasque ellos vendían, pues consideraba quela calidad de un servicio involucra tam-bién las condiciones en que ese servicioes producido. Sin embargo, sólo encontrórespuestas evasivas. Su interés personal enno colaborar con trabajos en condicionesinhumanas y en no ser partícipe del fla-gelo del trabajo infantil, lo impulsó a se-guir la ruta de las alfombras. El giro más

decisivo de su investigación se lo dio sudeterminación de no dejar simplemente decomprar las alfombras fruto del trabajoinfantil, sino de interesarse en encontraruna forma de revertir esa situación. Suintegridad lo llevó a tomar la decisión deno ser parte del mercado que consume bie-nes producidos en condiciones inacepta-bles y, además, le dio la convicción de quedebía intervenir activamente para cambiaresa realidad. Su decisión repercutió en lareputación de su empresa, aunque este noera su objetivo principal.

Esto es lo que Sharp Paine (2003) de-fine cono center-driven leadership, es de-cir, la capacidad de liderazgo que integrelos requerimientos financieros con losmorales, como aspectos no separables, singravísimas consecuencias para los indivi-duos y para las comunidades.

Parece que cada vez más la sociedadcomo un todo, inclusive en su dimensiónglobalizada, no está ya dispuesta a acep-tar que algo sea rentable pero inmoral. Re-conocer la capacidad de las empresas yde los directivos de influir en la calidadde vida de las comunidades implica reco-nocer, al mismo tiempo, la necesidad dela integridad personal e institucional paraque, desde la tarea empresaria, surja unacultura favorable a una vida plenamentehumana.

5. Ideas para avanzar

Una vez establecida la relevancia del temade la integridad, tanto en la dimensión in-dividual de las personas como en su di-mensión social, y en la actividad de lasempresas, el ulterior desarrollo de esteconcepto deberá seguir por lo menos dosderroteros: el del fundamento antropoló-gico y el del estudio de campo.

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En el primer análisis debe asociarse elconcepto de integridad a lo que es real-mente el hombre, para lo cual, dada lacomplejidad de la realidad humana, seránecesario referir cada aspecto, una vezanalizado, a un centro operativo. Esto es,la voluntad iluminada por la inteligenciay orientada por valores que define, dealguna manera, lo que entendemos porintegridad como condición interior de lapersona. Estas aclaraciones servirán paradistinguir la verdadera integridad de larigidez y del fanatismo, pues la integri-dad guarda relación con la realidad y pue-de ser flexible, como lo es un árbol bienplantado en sus raíces.

Por otra parte, como ocurre con mu-chos conceptos filosófico-antropológicos,puede ser difícil encontrar una definiciónexacta de integridad. Sin embargo, gene-ralmente, es menos difícil constatar queuna persona es íntegra o no lo es, que exis-te una lucha por abrazar la integridad ono. Esta es la razón por la cual es oportu-na una amplia investigación de campo,cuyo objetivo será identificar las caracte-rísticas de una dirección de empresas enla que se lucha por preservar la integri-dad personal o, a la vez, en la que se tratade que toda la organización sea íntegra.Este tema es especialmente relevante enun contexto en el que se promueve actuarpor valores, porque es negocio, o en el queel escepticismo mueve a plantear que nose puede ser honesto o correcto sin resig-nar beneficios económicos.

El estudio de campo se propone tam-bién identificar las presiones más frecuen-tes contrarias a la integridad a la que seencuentran sometidos los directivos, asícomo describir las estrategias exitosaspara mantenerse firmes en sus conviccio-nes, sin ser inflexibles. Disponer de datosempíricos sobre estas conductas y actitu-des puede ser una contribución válida apromover una tarea directiva que sea ca-paz de hacer frente a las dificultades–grandes o chicas– sin perder el rumbo,que es siempre el bien común.

Además, estos conocimientos y el re-lato de las situaciones conflictivas bienresueltas echarán por tierra la conviccióngeneralizada de que no se puede comba-tir la corrupción de una sociedad cuandoya está instalada en su cultura, porque seráposible reconocer que las empresas tam-bién impactan –positiva o negativamen-te– en la cultura de una comunidad y pue-den modificarla sustancialmente.

La tarea directiva que se preocupe porla integridad personal e institucional pue-de ser el elemento clave para reconstruirun ámbito de confianza entre los distintosactores del quehacer social, y puede serel factor que permita de nuevo la coope-ración en pos del bien de las personas yde la comunidad.

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