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Jonás El libro visto desde adentro

La lucha de un profeta

con el Dios de la segunda oportunidad

Jo Ann Davidson

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Título del original: Jonah: The Inside Story Review and Herald Publ. Assn., Hagerstown, MD, E.U.A., 2003. Dirección editorial: Félix Cortés A. (APIA) Traducción: Benjamín García (APIA) Fernando Zabala (APIA) Alex R. Vargas (APIA) Diagramación: Sonia A. Garza (APIA) Tapa: Hugo O. Primucci (ACES) IMPRESO EN LA ARGENTINA Printed in Argentina Primera edición MMIII – 3,5 M Es propiedad. © Review and Herald Publ. Assn. (2003). © APIA - ACES (2003). Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN 950-573-948-6

224,92 Davidson, Jo Ann DAV Jonás: El libro visto desde adentro - 1ª ed. – Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2003.

143 p.; 20 x 14 cm. ISBN 950-273-948-6 Título - 1. Libros proféticos del Antiguo Testamento. 2. Profetas menores: Jonás

Se terminó de imprimir el 10 de julio de 2003 en talleres propios (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

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m Dedica do a R icha rd,

Mi esposo, a mor , y mejor a migo

“Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y

en sus mandamientos se deleita en gran manera… Es clemente, misericordioso y justo…

Su corazón está firme, confiado en Jehová”

Salmo 112:1-7

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Contenido

Introducción .............................................................................................. 6

1. Autenticidad histórica del libro de Jonás .......................................... 8

2. Naturaleza literaria de las narrativas bíblicas ................................. 20

3. Dios lo sabe todo .............................................................................. 36

4. Dios es el Juez .................................................................................. 46

5. La gran huida .................................................................................. 58

6. Un profeta hebreo y un capitán “pagano” ....................................... 68

7. ¡La salvación es de Jehová! ............................................................ 79

8. El Dios de la segunda oportunidad ................................................. 90

9. Jonás: ¡un evangelista extraordinario! ............................................ 99

10. Gracia ofensiva ............................................................................. 111

11. Un viento, un gusano y una planta ................................................ 121

12. Una pregunta final ........................................................................ 129

13. ¿De qué se trata todo esto? ............................................................ 138

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Introducción

onatán, mi hijo de edad adolescente, me ha enseñado pacientemente acerca de los deportes practicados en nuestro país, incluyendo las téc-nicas y estrategias del juego. Esto ha requerido cierto esfuerzo, debido a

que nunca antes me había interesado en el tema. Recientemente, sin em-bargo, me elogió en gran manera diciendo que ¡ahora sé más acerca de de-portes que todas las mamás de sus amigos! Por ejemplo, ahora estoy cons-ciente de que aunque el softbol se juegue con una pelota más suave que la del béisbol, ¡ambas pelotas producen mucho dolor si le pegan a uno en la cabeza! Jon también me ha informado acerca de las diferencias entre el uso de un bate de metal y uno de madera.

Por supuesto, también hay diferencias entre las ligas menores y las ma-yores. Siendo que el cumpleaños de Jon es en septiembre, a veces quiere celebrar la ocasión asistiendo a un juego de béisbol. Pero nunca ha pedido ver un juego de ligas pequeñas, donde participan equipos como los Halco-nes Plateados de South Bend, aunque éste juegue muy cerca de donde vi-vimos (tan sólo cruzando el límite estatal, en Indiana). No, él siempre quie-re boletos para el juego de los Medias Blancas de Chicago. ¡Ellos juegan en las ligas mayores! Por supuesto, en las ligas pequeñas se juega buen béis-bol. Pero es en las ligas mayores donde se juega el mejor.

El mismo significado de las palabras "mayor" y "menor" se da en el campo de la educación. Un estudiante universitario puede obtener un "mayor" en cierta materia o materias, y un menor en otras. El área de espe-cialización ("mayor") requiere la mayor parte del trabajo y horas de clase. El "menor" es menos demandante. De esa manera, las palabras "mayor" y "menor" generalmente señalan la diferencia entre lo más importante y lo menos importante.

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Sin embargo, debe tenerse cuidado con el empleo de estos términos cuando se estudia la Biblia. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento encon-tramos profetas "mayores" y "menores". Uno podría tener la comprensible tendencia de concluir que los 12 profetas menores no son tan significativos como los grandes profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Es en este punto donde nuestra comprensión de los términos "mayor" y "me-nor" debe adoptar un matiz diferente. Los profetas menores no son menos importantes que los mayores. Los primeros son generalmente más cortos. Sin embargo, su tamaño no afecta en modo alguno su significado, pues su contenido es completamente auténtico y esencial.

Podemos comprobar esto en el mismo libro de Jonás, cuyo contenido exploraremos en las páginas siguientes. Dentro de poco, descubriremos que este pequeño libro, con sólo cuatro capítulos, ¡definitivamente no per-tenece a las ligas menores! El libro de Jonás trata asuntos mucho más im-portantes que el "gran pez", mencionado en sólo tres versículos. Jonás con-tiene un mensaje más amplio de importancia capital. En sus 48 versículos aprenderemos acerca de la naturaleza humana y, por lo tanto, de nosotros mismos. Pero, sobre todo, ampliaremos y profundizaremos nuestro enten-dimiento de Dios.

En primer lugar, sin embargo, debemos sensibilizar nuestra capacidad de entender lo que leemos, e incrementar nuestra apreciación del estilo he-breo de escribir narrativas o historias. Siendo que las narraciones aparecen a través de toda la Biblia, incluyendo el libro de Jonás, tal conciencia litera-ria es vital para abordar apropiadamente la naturaleza profunda de la Es-critura y, especialmente, su teología.

En este estudio abordaremos los cuatro capítulos del libro de Jonás, muchas veces versículo tras versículo. Encontraremos palabras claves, además de recursos literarios y técnicas que revelan y subrayan la teología del libro. Y, con frecuencia, reflexionaremos en las implicaciones de esa teología. Sin duda, será evidente cuán cuidadosa y hábilmente están cons-truidos los capítulos, e incluso los versículos. ¡Nos espera una aventura maravillosa!

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Autenticidad histórica del libro de Jonás

eténgase un instante y piense en la asombrosa variedad de mate-riales literarios que contiene la Biblia. Uno piensa inmediatamente en sus historias o narrativas y en su poesía. Pero eso no es todo.

También encontramos escritos proféticos y apocalípticos, cartas dirigidas a personas específicas y a congregaciones enteras, himnos litúrgicos, e inclu-so anteproyectos arquitectónicos, además de leyes y documentos jurídicos. Uno puede incluso enterarse del contenido de algunas conversaciones cor-tas o largas.

Esta gran variedad literaria ha atraído mucha atención y generado mu-chos comentarios a través de los siglos, comenzando desde los tiempos del Antiguo Testamento. Escritores bíblicos posteriores a Moisés se refirieron a sus escritos y los explicaron. Los autores del Nuevo Testamento con fre-cuencia proveen abundantes comentarios acerca del Antiguo Testamento. Jesús mismo cita el libro de Génesis cuando trata el tema del matrimonio y el divorcio (Mateo 19). Pablo cita con frecuencia el libro de Salmos cuando escribe acerca de Jesús y su mesiazgo. De hecho, las mentes de todos los escritores del Nuevo Testamento están empapadas del Antiguo. Pedro se refiere incluso a la asna de Balaam, que habló, para ilustrar su considera-ción de las falsas enseñanzas que entonces perturbaban a la iglesia:

"Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue repren-dido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. Estos son fuentes sin agua, y nu-bes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad es-tá reservada para siempre" (2 Pedro 2:15-17).

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La poesía bíblica de ambos testamentos ha sido ampliamente aclamada a través de los tiempos, incluso por quienes no aceptan la Escritura como la revelación sagrada de Dios. Muchos cursos de literatura en universida-des federales estudian la naturaleza profunda de la poesía hebrea del An-tiguo Testamento. Algunos estudiantes de la Biblia pueden sorprenderse al descubrir que la poesía aparece en cualquier parte de ella. Casi cada libro del Antiguo Testamento es poesía. De hecho, más del 40 por ciento del An-tiguo Testamento consiste en poesía, incluyendo gran parte del material profético. Aunque los escritores no lo hacen con frecuencia, para muchos autores bíblicos no era difícil entretejer la poesía con las narrativas y las historias que escribían.

Los escritos proféticos son también una característica prominente de la Escritura. De hecho, tales escritos comprenden gran parte del Antiguo Tes-tamento. Las traducciones recientes colocan los libros de Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel y Daniel en un solo grupo, al que los eruditos con frecuencia llaman profetas mayores. El libro de Jonás es el quinto de doce en la colección comúnmente llamada profetas menores, o el Libro de los Doce en la Biblia hebrea. Además, en los libros históricos del Antiguo Tes-tamento encontramos a profetas de quienes no conocemos ningún escrito, como Elías, Eliseo y Natán, entre otros.

Los libros proféticos, sean mayores o menores, presentan varias caracte-rísticas similares. Por ejemplo, el libro de Jonás, como la mayoría de los otros libros proféticos, incluye un relato de la vida del profeta además de su mensaje. Los libros proféticos generalmente consisten en oráculos sa-grados proclamados por el profeta, con un porcentaje menor de material biográfico. Por ejemplo, el libro de Isaías contiene muchos capítulos profé-ticos en comparación con la escasa narración de detalles de su vida perso-nal. Sin embargo, en el libro de Jonás ocurre lo contrario. Su mensaje profé-tico consiste en sólo unas cuantas palabras: "De aquí a cuarenta días Níni-ve será destruida" (Jonás 3:4). La mayor parte del libro se centra más bien en la vida del profeta.

La mayoría de los libros de los profetas menores contiene material bio-gráfico. Por ejemplo, en el libro de Oseas puede leerse acerca del tiempo en el que vivió el profeta y de su inusual matrimonio (Oseas 1:1-3). Apren-demos que Amós tenía otra ocupación aparte de la de ser profeta. El tam-bién incluye algunas referencias históricas que señalan el tiempo en el cual vivió, como la mención de los reyes contemporáneos y de un gran terre-moto (Amós 1:1). Los libros de los profetas también incluyen detalles his-tóricos, pero dicha información es generalmente breve cuando se compara con la gran cantidad de oráculos que proclaman.

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Sin embargo, el libro de Jonás es notablemente diferente. En él los lecto-res descubren el relato detallado de un evento de la vida personal del pro-feta. Y con su inclusión de acontecimientos sobrenaturales, el libro de Jo-nás se asemeja más a las crónicas de los profetas Elías y Eliseo registradas en los libros de 1 y 2 Reyes.

No debiera sorprendernos que el libro relacione los eventos sobrenatu-rales con la vida del profeta. Tal vinculación no es extraña en el ministerio profético. Las vidas de Elías y Eliseo son ejemplos similares. Algunos de los milagros que Dios realizó a través de Eliseo incluyen la curación de un manantial (2 Reyes 2:19-22); la multiplicación del aceite de la viuda (2 Re-yes 4:1-7); la resurrección de un niño (versículos 8-37); la curación de una comida venenosa (versículos 38-41); la alimentación de muchos con una pequeña cantidad de alimento (versículos 42-44); la curación de un leproso (2 Reyes 5:1-19); y el hacha de hierro que flotó (2 Reyes 6:1-7). En la vida del profeta Jonás también ocurrieron sucesos milagrosos. De esa manera, la inclusión de milagros en el libro de Jonás no es una razón para conside-rarlo como un mero cuento mítico.

Desafortunadamente, los críticos de la Escritura actuales rechazan la historicidad del libro de Jonás debido a sus acontecimientos sobrenatura-les, como el hecho de que un "gran pez" se haya tragado al profeta y que éste haya vivido dentro del pez durante tres días. Es interesante notar, sin embargo, que el libro se refiere a tales eventos milagrosos sólo brevemente y de manera moderada. Sólo tres versículos mencionan el "gran pez". Lo mismo se aplica a los dos vientos, el gusano y la calabacera, todos los cua-les se hallaban bajo el control de Dios. El escritor del libro de Jonás men-ciona estos detalles de manera discreta y realista, como si el lector no de-biera sorprenderse de encontrar el poder de Dios desplegado en tal forma. De hecho, las narrativas bíblicas regularmente contienen elementos natura-les y sobrenaturales sin ninguna apología o explicación. Los escritores creen que el poder soberano del Dios del cielo hace posibles tales eventos. Sin embargo, son estos mismos sucesos milagrosos los que reciben la ma-yor parte de la crítica y el rechazo por parte de algunas de las mentes ac-tuales.

La tendencia a ver el libro de Jonás como ficción es relativamente re-ciente. La gran mayoría de los escritores judíos y cristianos tempranos cre-yeron que los eventos registrados en el libro ocurrieron en realidad. Entre los escritores judíos, Josefo, que fue contemporáneo de Jesús, consideró claramente a Jonás como un libro histórico, e incorporó el relato en su his-toria del pueblo judío: "Pero, ya que he prometido hacer un relato preciso

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de nuestra historia, he creído necesario contar lo que he encontrado escrito en los libros hebreos acerca de este profeta [Jonás]". 1

Los escritores cristianos primitivos también consideraron el libro de Jo-nás como una historia real. Consideraron que el libro relataba eventos reales y que no se trataba meramente de una alegoría. 2 El hecho de que a través de los siglos los eruditos bíblicos hayan creído que el libro de Jonás es una historia verdadera es impresionante. Es en nuestros tiempos cuan-do han aparecido sugerencias de que el libro de Jonás es un mito antiguo, una parábola o una alegoría; todo menos un documento de historia verídi-ca.

Sin embargo, algunos indicadores dentro del texto del libro de Jonás subrayan su naturaleza histórica. Notar tales detalles hace que uno sea un estudiante de la Biblia más cuidadoso. De hecho, los eruditos ahora se re-fieren al acto de prestar atención especial a los detalles textuales como una "lectura cuidadosa del texto". Los cristianos que creen en la Biblia y que desde hace mucho aceptan que Dios es su autor, debieran inclinarse natu-ralmente hacia tal "lectura cuidadosa del texto". Ellos creen que aunque el contenido de la Biblia está compuesto por una amplia variedad de material literario de diferentes escritores, fue dirigido por Dios y, por lo tanto, pre-senta una cosmovisión unificada. Cada libro constituye una pieza en el ex-tenso mosaico bíblico de Dios y de su participación en la historia humana.

Un procedimiento importante de una "lectura cuidadosa del texto" con-siste en comparar esmeradamente las palabras y las frases (especialmente en el idioma original) dentro de los diferentes libros bíblicos. Por ejemplo, el libro de Jonás comienza con la expresión idiomática "aconteció" (wayehi). Con esta misma frase inician muchos otros libros del Antiguo Testamento, como Josué, Jueces, Rut, 2 Samuel, Ester y Ezequiel.

Las traducciones al español de esta expresión hebrea pueden empañar este hecho, pero la frase aparece en forma idéntica al comienzo de cada uno de estos y otros libros históricos de la Escritura. Así que, si uno acepta a Josué, Rut, Samuel, Ester y Ezequiel como personas reales del pasado, también debe aceptar a Jonás, para ser consistentes.

Los traductores al español con frecuencia rinden wayehi como "aconte-ció". Para algunos esto puede sugerir que lo siguiente es un cuento de ha-das. Sin embargo, nunca debiéramos considerar la frase "aconteció" como equivalente a "había una vez", cuando se lee la Escritura. Este término he-

1 Josefo, Antigüedades de los judíos 9.10.2. 2 R. H. Bowers, The Legend of Jonah [La leyenda de Jonás] (La Haya, Holanda: Martinus Hijhoff, 1971), págs. 20-32.

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breo nunca refleja ese tipo de significado. Más bien, indica que lo que si-gue está estrechamente apegado a lo que en realidad ocurrió. El término también puede aparecer dentro de un libro de la Biblia para indicar un cambio de eventos, como en Ezequiel 3:16, donde divide el relato de una visión por parte de Ezequiel de un período posterior.

Continuando con nuestra "lectura cuidadosa" del libro de Jonás, encon-tramos que el primer versículo también revela que Jonás recibió el mismo llamamiento profético que recibieron muchos otros profetas bíblicos: "Vino palabra de Jehová a Jonás..." (Jonás 1:1). ¡Esta "fórmula introductoria" es un anuncio tan común del oficio profético en el Antiguo Testamento que de-biera naturalmente "saltar" del texto! La misma expresión indica el llama-miento divino de profetas como Jeremías, Ezequiel, Oseas, Joel, Miqueas, Hageo, Sofonías y Zacarías, al igual que el de Jonás.

"Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo" (Jeremías 1:4). "Vino a mí palabra de Jehová, diciendo" (Jeremías 2:1). "Vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de

los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová" (Eze-quiel 1:3).

"Palabra de Jehová que vino a Oseas hijo de Been, en días de Uzías..." (Oseas 1:1).

"Palabra de Jehová que vino a Joel..." (Joel 1:1). "Palabra de Jehová que vino a Miqueas de Moreset en días de Jotam, Acaz

y Ezequías, reyes de Judá..." (Miqueas 1:1). "Palabra de Jehová que vino a Sofonías... en días de Josías hijo de Amón,

rey de Judá" (Sofonías 1:1). "En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del

mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo..." (Hageo 1:1). "En el octavo mes del año segundo de Darío, vino palabra de Jehová al

profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Iddo..." (Zacarías. 1:1). Y, por supuesto, Jonás. Estar alerta a esta fórmula o frase hebrea nos permite ser sensibles a la

expresión bíblica del llamamiento de un profeta por Dios en el Antiguo Testamento. Como hemos visto, muchos de los libros proféticos inician con "palabra de Jehová que vino a..." De hecho, recibir la palabra de Jehová era la marca de autenticidad de un profeta verdadero. "Y Jehová volvió a apare-cer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová" (1 Samuel 3:21). Y la Escritura relaciona este indicador profético con Jonás más de una vez:

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"El [Jeroboam II] restauró los límites de Israel desde la entrada de Ha-mat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer" (2 Reyes 14:25).

El hecho de que encontremos repetida tal vinculación verbal en diferen-tes libros proféticos señala que el libro de Jonás es un registro histórico ge-nuino. Cuando otros libros proféticos comienzan con esta misma introduc-ción, la consideramos como una información verdadera acerca de una per-sona real. Así que, para ser consistentes, debemos considerar al libro de Jonás de la misma manera. El uso de esta frase sola nos asegura que no es-tamos tratando con cuentos de hadas, leyendas o mitos.

La frase o fórmula introductoria "palabra de Jehová que vino a..." tam-bién certifica que el mensaje profético que sigue no se origina en el profeta, sino que proviene de Dios mismo. El texto declara que es la "palabra de Jehová" la que vino a cada profeta, incluyendo a Jonás. Esta es una intro-ducción santa. También debería recordarnos, cada vez que la encontremos en la Escritura, que no sólo estamos estudiando historia y personas, sino mensajes sagrados. Y debiéramos llenarnos de asombro porque el Dios del cielo desciende para comunicar su santa voluntad a los seres humanos pe-cadores.

La comisión profética de Jonás y las de otros profetas hebreos tienen otras similitudes. Note cómo Dios llama al profeta Elías y lo envía a otra ciudad: "Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarep-ta..." (1 Reyes 17:8, 9). En otra ocasión "vino palabra de Jehová a Elías tisbita, diciendo: Levántate, desciende a encontrarte con Acab rey de Israel..." (1 Re-yes 21:17, 18). El profeta Jeremías recibe una orden semejante cuando Dios le manda: "Levántate y vete al Éufrates..." "Entonces fui al Éufrates..." escribe el profeta (Jeremías 114-7). Dios llama al profeta Jonás de la misma forma: "Vino palabra de Jehová a Jonás, hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive" (Jonás 1:1, 2).

El mandato divino dado a Elías, Jeremías y Jonás es verbalmente idénti-co, hecho que subraya la naturaleza histórica de Jonás. Si aceptamos la his-toricidad de Elías y Jeremías, tendremos que aceptar la de Jonás también, pues la Escritura vincula su ministerio profético con el de ellos en esta forma obviamente paralela.

También podemos establecer la historicidad del libro de Jonás al obser-var cómo el Antiguo Testamento lo coloca entre dos libros incuestiona-blemente proféticos: Abdías y Miqueas. El hecho de que Jonás esté en el Libro de los Doce, como llama la Biblia hebrea a los profetas menores, nos ayuda a entender por qué nadie cuestionó que su contenido fuera verídico

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durante tantos siglos. Incluso la posición del libro de Jonás dentro del gru-po de los doce profetas menores revela un arreglo claramente histórico.

Además, Jonás comunica un mensaje obviamente profético en naturale-za y que trata los mismos asuntos de destrucción y restauración funda-mentales para todos los profetas bíblicos. Por ejemplo, los profetas del An-tiguo Testamento insisten en que, si no hay arrepentimiento genuino, el destino de la ciudad de Jerusalén, al igual que el de la ciudad de Nínive, es la destrucción. Y encontraremos que Jehová recurrirá a su infinita provi-sión de misericordia para retrasar o postergar el juicio contra ambas ciu-dades. El libro de Jonás contiene profecía histórica tan genuina como la de cualquier otro libro del Antiguo Testamento.

Otro indicador que sirve para establecer la naturaleza real del libro de Jonás se halla en su estilo literario. De nuevo, esto implica poner atención a aquellos detalles que podrían parecer insignificantes mientras continua-mos con nuestro examen cuidadoso del texto. El libro se refiere a Jonás en la tercera persona, una característica distintiva de los escritos proféticos del Antiguo Testamento. Los profetas frecuentemente hablan de ellos mismos en tercera persona.

Por ejemplo, encontramos al profeta Amós respondiendo a Dios y su-plicándole. Note cómo relata él en primera persona las palabras que Dios le dijo en visión:

"Así me ha mostrado Jehová el Señor"; "y... yo dije"; "Jehová el Señor me mostró así"; "y dije"; "me enseñó así"; "Y dijo: ¿Qué ves, Amós? Y respondí" (Amós 7:1-8:2). Sin embargo, en otras partes de su libro, Amós se refiere a sí mismo en tercera persona.

Isaías también habla de sí mismo en tercera persona cuando describe cómo lo envió Dios a encontrarse con Acaz: "Dijo entonces Isaías: Oíd aho-ra, casa de David. ¿Os es poco ser molestos a los hombres, sino que tam-bién lo seáis a mi Dios?" (Isaías 7:2).

El profeta Ezequiel también utiliza alternadamente la primera y la ter-cera personas:

"Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Eze-quiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová. Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él

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un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce reful-gente" (Ezequiel 1:1-4).

Encontramos la misma peculiaridad en el libro de Jeremías. Y, como podríamos esperar, el libro de Jonás está escrito completamente en tercera persona.

Otro asunto importante en el libro de Jonás que necesita que le preste-mos atención es la inclusión prominente de una nación gentil. Otros libros proféticos también presentan oráculos sobre las naciones no israelitas. Los oráculos de Isaías incluyen a Asiria, Babilonia, Filistea, Moab, Siria, Etiopía y Egipto (Isaías 9; 10; 13-24). Jeremías profetiza acerca de Egipto, Filistea, Moab, Amón, Edom, Damasco y Babilonia (Jeremías 46-51). Los mensajes proféticos de Ezequiel se dirigen a Babilonia, Filistea, Amón, Edom, Tiro, Sidón y Egipto (Ezequiel 25-32). Dios incluso envía un segundo profeta a Nínive: "Profecía sobre Nínive. Libro de la visión de Nahum de Elcos... Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos. Encenderé y reduciré a humo tus carros... ¡Ay de la ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña...!" (Nahum 1:1-3:1).

Dios revela su interés hacia todas las nacionalidades mucho antes del Nuevo Testamento. Incluso el pacto original dado a Abraham en Génesis incluyó a las naciones del mundo: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición... y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2, 3). Así que no debiera asombrarnos el hecho de que Dios envíe a Jonás a Nínive.

Otro asunto clave que apuntala la naturaleza histórica de Jonás es que el libro incluye muchas referencias a Dios. Ciertamente, encontraremos que es él, y no Jonás, quien aparece como el personaje central de la narrati-va o relato de cuatro capítulos. Si consideramos la reverencia hacia Dios, y aun hacia su nombre, que sostiene la tradición judía, parece altamente im-probable que la Biblia hebrea incluya un mito, leyenda o relato ficticio que presente a Dios tan prominentemente.

Otras señales históricas importantes comprenden el vínculo que el au-tor establece entre el relato y algunos lugares que entonces eran prominen-tes, como las ciudades de Tarsis y Nínive, una característica común de las narrativas del Antiguo Testamento. A través de toda la Biblia hebrea en-contramos detalles geográficos que realzan las narrativas. Por ejemplo, en-contramos a los escritores bíblicos dando nombres a rocas, campos e inclu-so árboles y vinculándolos con ciertos eventos. Uno de tantos ejemplos es la cueva que Abraham compró: "Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes. Y quedó

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la heredad de Efrón que estaba en Macpela al oriente de Mamre, la here-dad con la cueva que estaba en ella, y todos los árboles que había en la he-redad, y en todos sus contornos, como propiedad de Abraham, en presen-cia de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciu-dad. Después de esto sepultó Abraham a Sara su mujer en la cueva de la he-redad de Macpela al oriente de Mamre, que es Hebrón, en la tierra de Canaán" (Génesis 23:16-19).

Más adelante, el libro de jueces ubica geográficamente el "juzgado" de Débora: "Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramd y Betel, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a jui-cio" (Jueces 4:4, 5). La ciudad de Nínive juega un papel importante en el li-bro de Jonás y, al igual que este uso de la geografía, refuerza su historici-dad.

Además, en otro lugar del Antiguo Testamento se halla autenticada la vida de Jonás, ubicándolo histórica y geográficamente: "El año quince de Amasías hijo de Joás rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam hijo de Joás sobre Israel en Samaria; y reinó cuarenta y un años... El restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jo-nás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer" (2 Reyes 14:23-25).

Algunos incluso han sugerido que siendo que el escritor no menciona el nombre del rey, el libro de Jonás es una historia ficticia. Sin embargo, en las narrativas bíblicas, el hecho de que no se mencione el nombre de un personaje de la realeza no implica que éstas sean ficticias. La Biblia tampo-co da el nombre del faraón egipcio del Éxodo. "Faraón" es un título, no el nombre del monarca. Lo mismo ocurre en el libro de Jonás.

Durante la época actual, los eruditos también han considerado diver-samente el libro de Jonás como una alegoría o una parábola debido a su hábil uso de la ironía a través de él. Sin embargo, ¡la vida misma está llena de ironía! Las experiencias humanas regularmente incluyen incongruen-cias, y con frecuencia las cosas no resultan, incluso con los mejores planes trazados. Admitir que hay ironía en el libro de Jonás no es una razón sufi-ciente para clasificarlo como un cuento de hadas.

El escritor del libro de Jonás obviamente se propuso que lo considerá-ramos como una historia genuina. Como acabamos de ver, éste contiene numerosos vínculos históricos. Además, cada narrativa o relato de la Escri-tura es un registro histórico. Los escritores bíblicos una y otra vez incluyen vínculos de tiempos y lugares reales para anclar sus materiales narrativos. De esa forma, subrayan que lo que escriben es real.

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En el Nuevo Testamento Jesús mismo habla del profeta Jonás y vincula su propia misión con la experiencia del profeta. De hecho, Jonás es el único profeta con el que Cristo hace eso. Y también asocia directamente a Jonás con la ciudad histórica de Nínive: "Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar" (Mateo 12:38-41; véase también Lucas 11:29-32).

Tomando la Biblia como un todo, incluyendo el gran número de relatos o narrativas, algunos consideran que los judíos casi tenían una obsesión por la historia. Los diferentes escritores del Antiguo Testamento siempre se referían a su historia pasada y la vinculaban con eventos y lugares re-gionales. Su memoria histórica era vital para ellos. No se conoce ningún otro registro histórico de otra nación antigua que esté tan claramente fun-damentada en tantos registros y detalles históricos. Es casi como si los es-critores bíblicos instaran a sus lectores a comprobar la veracidad de sus es-critos. A través de todo el Antiguo Testamento los escritores bíblicos inclu-so explican el origen de sus costumbres familiares:

"Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón de azul. Y os servirá de franja, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, para ponerlos por obra..." (Números 15:37-39).

La Escritura también rastrea el origen de algunos nombres antiguos y dichos populares: "Y llamó el nombre de aquel lugar Betel, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero" (Génesis 28:19). Podríamos citar muchos otros ejemplos, como: "En aquel día sucedió que vinieron los criados de Isaac, y le dieron nuevas acerca del pozo que habían abierto, y le dijeron: Hemos hallado agua. Y lo llamó Seba; por esta causa el nombre de aquella ciudad es Beerseba hasta este día" (Génesis 26:32, 33).

El Antiguo Testamento vincula mandatos divinos con sitios específicos en la historia: "Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el opro-bio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy" (Josué 5:9).

Los escritores bíblicos regularmente proveen nombres personales, rela-ciones familiares y datos geográficos, como para sugerir que los lectores

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debieran comprobar los detalles personalmente. Las narrativas de Moisés en el libro de Génesis ofrecen ejemplos representativos. Considere el si-guiente: "Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios (Éxodo 3:1).

Toda esta atención a los detalles afianza los relatos o narrativas bíblicas como asuntos públicos verificables de la historia humana. Tales detalles se combinan para subrayar la veracidad de los incidentes que los escritores bíblicos registran. Es como si insistieran en que podemos confiar en su na-rración de la historia. De hecho, muchos eruditos reconocen actualmente a los escritores judíos de la antigüedad como los primeros en escribir relatos o narrativas históricas en las que la historia avanza continuamente en el tiempo, teniendo un principio y un fin. Aunque algunos eruditos conside-ran al griego Herodoto como el "padre de la historia", los registros del An-tiguo Testamento aparecieron mucho antes que él.

Es significativo que los estudios teológicos recientes hayan regresado a la narrativa bíblica, reconociéndola no sólo como un material formado de manera exquisita, sino también como una contribución significativa a los estudios históricos y teológicos de la Escritura. Es hacia las cualidades par-ticulares de las narrativas bíblicas a las que nos dirigiremos ahora.

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Naturaleza literaria de las narrativas bíblicas

urante las últimas décadas, a medida que la comprensión del idioma hebreo antiguo se ha vuelto más sofisticada, los eruditos han puesto cada vez más atención a las características literarias de

los relatos o narrativas bíblicas. A principios del siglo pasado muchos des-estimaron las frecuentes repeticiones verbales dentro de las narrativas bí-blicas, considerándolas como un tipo de escritura primitiva, no sofisticada. Especialmente consideraron a las narrativas o relatos del Antiguo Testa-mento simplemente como una colección de muchas leyendas y mitos, es-critos y compilados mucho después del tiempo indicado en el texto. Luego diferentes “editores” anónimos supuestamente unieron las colecciones. Además, es probable que hayan añadido sus propios comentarios en el proceso. Todo esto, suponían los eruditos, produjo las obvias repeticiones en el texto. Cada libro del Antiguo Testamento supuestamente tuvo varios autores. Y la historia registrada en las narrativas no se consideraba confia-ble, si es que en realidad ocurrió.

Incluso una gran parte del mundo cristiano ha aceptado tal razona-miento. Los adventistas del séptimo día, sin embargo, siempre han creído que los materiales históricos de la Escritura, incluyendo las narrativas, aun cuando no son exhaustivos, son registros históricos genuinos.

El aumento de la sensibilidad hacia el idioma hebreo durante las úl-timas décadas del siglo XX incrementó de manera especial nuestro aprecio por las narrativas bíblicas. De hecho, los eruditos reconocen cada vez más a las narrativas hebreas como escritos altamente sofisticados que reflejan una construcción cuidadosa y bien pensada. Y es la atención a los detalles aparentemente “menores” contenidos en las narrativas de las que algunos eruditos anteriores se mofaron lo que ha provocado este tardío reconoci-

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miento. Por ejemplo, una lectura cuidadosa de las narrativas bíblicas reve-lará claramente las típicas repeticiones verbales. El estilo de escribir era tan diferente del que se acostumbra hoy en día al registrar la historia, que es comprensible por qué los primeros críticos relegaron las narrativas bíblicas a la categoría de leyendas no históricas.

Sin embargo, son estas mismas repeticiones las que los eruditos ac-tualmente reconocen y aprecian cada vez más como el peculiar estilo he-breo de escribir relatos o narrativas históricas. Tales repeticiones sirven como una manera deliberada para dar énfasis y para expresarse teo-lógicamente. Hoy en día los eruditos reconocen correctamente a las narra-tivas bíblicas como complejas obras maestras de literatura, a pesar de su aparente sencillez de expresión. Obviamente, los autores bíblicos escribie-ron sus narrativas primeramente para lectores adultos atentos y no mera-mente como relatos para niños.

Además, los eruditos actualmente ven a las narrativas bíblicas como es-critos cuidadosamente vinculados en secuencias calculadas y no me-ramente como una colección fortuita de cuentos. No sólo es cada vez más apreciada la elección original de palabras y repeticiones (antes ridiculizada frecuentemente), sino incluso la innegable yuxtaposición de las narrativas unas con otras es percibida como algo cuidadosamente arreglado. Por ejemplo, durante mucho tiempo los críticos consideraron la narrativa acer-ca de Tamar y Judá como una torpe inserción dentro de las narrativas refe-rentes a José en Génesis. Pero su precisa ubicación permite un significado teológico que los eruditos anteriores no vieron.

También parece haber razones teológicas por las que la narrativa del Nuevo Testamento acerca de la mujer junto al pozo de Samaria (Juan 4) si-gue inmediatamente después de la porción que narra la visita de Nicode-mo a Jesús cierta noche (Juan 3). Aunque el apóstol Juan escribe en griego, él era hebreo, y continúa con la tradición narrativa del Antiguo Testamen-to cuando escribe. De esa forma, ¡compara sutilmente la vacilante fe en Cristo de un prominente líder religioso judío con la fe de una intranquila divorciada no israelita! De hecho, a través de todo el evangelio, Juan coloca lado a lado otros pares de narrativas para contrastar la fe o la incredulidad de los involucrados. En vez de declaraciones explícitas —como probable-mente lo haría un escritor de hoy—, Juan hace comparaciones implícitas por medio de tal vinculación de narrativas.

Es justo que leamos los materiales narrativos de los escritores bíblicos con sensibilidad hacia su estilo de escribir. Entonces podemos examinar más inteligentemente la profundidad teológica de la Biblia. Tomemos un poco de tiempo para repasar algunas de las características literarias típicas

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que ahora conocemos acerca de las narrativas bíblicas: 1. Repetición de palabras y frases. Ya hemos mencionado brevemente las

repeticiones verbales. Siendo que ellas forman una parte sobresaliente de las narrativas bíblicas, merecen más atención. Notar algunas de ellas sen-sibilizará nuestra capacidad para comprender lo que leemos. Por ejemplo, Alian Coppedge comenta lo siguiente acerca de las repeticiones textuales en el registro de la creación de Adán y Eva: “El clímax de la historia con-tenida en Génesis 1 trata acerca de la creación del hombre y la mujer. Ha-biendo creado el universo y todas las otras formas de vida, Dios considera su obra y declara que es buena (Génesis 1:25). Luego dice: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (versículos 26, 27). Al parecer, el escritor de la historia pensó que era parti-cularmente significativo que Dios creara a los individuos a su propia ima-gen. Él enfatiza este hecho al repetir la frase. La singularidad de esta parte de la creación se realza más adelante mediante el hecho de que es la única que se describe como hecha a semejanza de Dios.” 3

Note en la narrativa de Génesis 4 la repetición de la palabra “hermano”. Lea la historia sólo con este detalle en mente y observe cuántas veces se le recuerda al lector que Caín y Abel son hermanos. Los autores de literatura contemporáneos escribirían el relato de manera diferente, señalando explí-citamente el horroroso hecho de que el primer asesinato en la Escritura consistió en un fratricidio en el que Caín mató a su propio hermano. Pero el antiguo estilo hebreo de escribir llama la atención a esto de manera me-nos directa al repetir una y otra vez que los hombres involucrados eran hermanos, escogiendo así subrayar la naturaleza atroz del crimen en esta inquietante forma.

Otro ejemplo de las típicas repeticiones verbales en los relatos o na-rrativas bíblicas aparece en la historia de Rahab (Josué 6). Note con cuánta frecuencia se la menciona como prostituta. El pasaje la describe repetida-mente como “Rahab la ramera” (o “prostituta”), cuando a las mentes ac-tuales podría parecerles que una referencia a su “profesión” sería suficien-te (véase también Hebreos 11:31). Pero debemos permitir que los escritores antiguos se expresen como lo hacen y no esperar que reflejen nuestros esti-los occidentales, aunque su expresión sea muy diferente de la que estamos acostumbrados. En el caso de Rahab, el escritor del libro de Josué podría estar tratando de resaltar la naturaleza de la gracia de Dios, que no excluye

3 Allan Coppedge, Portraits of God: A Biblical Theology of Holiness (Downers Grove, Illi-nois: InterVarsity Press, 2001), págs. 66, 67.

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a nadie, sin importar cuán dudoso sea su pasado. Podríamos revisar miles de ejemplos como éstos a través de todos los

relatos bíblicos. De hecho, ésta es una de las características más prominen-tes de la narrativa bíblica. Por lo tanto, no es ninguna sorpresa que encon-tremos presente esta técnica una y otra vez en el libro de Jonás.

2. Uso del diálogo. Otra característica literaria importante de las na-rrativas bíblicas son los diálogos. En un relato bíblico los escritores por lo general presentan una secuencia de eventos ocurridos en el tiempo. Sin embargo, en ciertos puntos a veces recalcan esta progresión mediante al-gún diálogo. Cuando esto ocurre, la conversación insertada hace que “disminuya” el tiempo de la narrativa.

El diálogo narrativo en la Escritura es impresionante debido a su con-sistencia de estilo. Usted nunca encontrará a varias personas conversando en un grupo. La mayoría de las veces sólo dos de ellas hablan, o máximo tres. Encontraremos que esto también ocurre así en el libro de Jonás.

En los diálogos narrativos bíblicos no sólo es importante lo que se dice, sino quién habla, ya sea que se lo nombre o no. Por ejemplo, en Jonás 4 en-contramos al profeta y a Dios conversando. En Génesis 3 Adán, Eva y Dios hablan entre ellos. Dios habla primero con Adán, y luego con Eva. La reina Ester, el rey Asuero y Amán hablan alternadamente entre los tres en Ester 7. Y “escuchamos” a Samuel y al rey Saúl conversando en 1 Samuel 15. Conforme se han perfeccionado las técnicas en las lecturas cuidadosas del texto, los eruditos ahora reconocen que las conversaciones representan puntos fundamentales de los relatos.

A veces el autor repetirá toda una conversación en otro lugar de la na-rrativa, subrayando así su importancia, como cuando Natán instruye a Betsabé acerca de qué decirle al rey David. El narrador presenta a Betsabé repitiendo las palabras de Natán al hablar con David, en lugar de sólo co-mentar que le dijo a David lo que Natán le había dicho a ella (1 Reyes 1). En otras ocasiones, el escritor mencionará que ha ocurrido una conversa-ción pero no repetirá sus palabras exactas, como en la narrativa de David, Abigail y Nabal:

“Y oyó David en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas. Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Subid a Carmel e id a Nabal, y salu-dadle en mi nombre, y decidle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes. He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó nada en todo el tiempo que han estado en Carmel. Pregunta a tus criados, y ellos te lo di-rán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos ve-

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nido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David. Cuando llegaron los jóvenes enviados por David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron” (1 Samuel 25:4-9).

Lo mismo ocurre cuando Dios instruye a Natán acerca de cómo res-ponder ante el deseo de David de construirle una casa. Después de la am-plia comunicación entre Dios y Natán (2 Samuel 7:4-16), el narrador omite todo lo que Natán le dijo a David y simplemente dice: “Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David” (versículo 17).

Otro ejemplo es cuando Dios instruye al profeta Ahías “así y así”, lo cual éste expresa en su totalidad más adelante:

“Mas Jehová había dicho a Ahías: He aquí que la mujer de Jeroboam vendrá a consultarte por su hijo, que está enfermo; así y así le responderás, pues cuando ella viniere, vendrá disfrazada. Cuando Ahías oyó el sonido de sus pies, al entrar ella por la puerta, dijo: Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te finges otra? He aquí yo soy enviado a ti con revelación dura. Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel...” (1 Reyes 14:5-7).

Los lectores perceptivos notan estos diferentes métodos de registrar diálogos y conversaciones y los usan para mejorar su entendimiento de las narrativas.

3. Estructuras literarias. Las narrativas bíblicas frecuentemente mues-tran estructuras literarias tipo “marco”, “espejo” o “quiasmos”. Estas ca-racterísticas naturalmente resaltan asuntos teológicos o puntos claves que el escritor desea enfatizar en la narrativa. El patrón distintivo de la estruc-tura tipo espejo, algunas veces llamada quiasmo, es el uso de ciertas pala-bras, frases o temas claves que conducen hacia el punto principal, que se hallará en la estructura central de ese pasaje particular. Enseguida, el autor repite las mismas palabras, frases o temas claves, pero en orden inverso, “enmarcando” o “envolviendo” el punto central que el escritor desea re-saltar.

Las estructuras tipo espejo, o quiasmos, pueden ocurrir en un mismo versículo, en un pasaje compuesto por varios versículos, o incluso en todo un capítulo o libro. De hecho, se ha demostrado que todo el Pentateuco —los primeros cinco libros de la Biblia, que contienen una amplia colección de narrativas— es un “macroquiasmo”, o quiasmo de gran proporción. Se ha observado que los temas principales del libro de Génesis reaparecen en el libro de Deuteronomio. Lo mismo ocurre con los temas principales del libro de Éxodo, que son recapitulados en el libro de Números. El punto fo-

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cal de todo el Pentateuco lo constituye el libro de Levítico, cuyo centro se encuentra en el capítulo 16, que trata del Día de la Expiación, como se muestra enseguida: A Génesis

B Éxodo C Levítico 1-7, leyes acerca del santuario

D Levítico 8-10, leyes acerca del sacerdocio E Levítico 11-15, leyes personales

F Levítico 16, DÍA DE LA EXPIACIÓN E’ Levítico 17-20, leyes personales

D’ Levítico 21, 22, leyes acerca del sacerdocio C’ Levítico 23-27, leyes acerca del santuario

B’ Números A’ Deuteronomio 4

Muchas narrativas del Antiguo Testamento emplean este tipo de es-tructura literaria. Observemos algunas para familiarizarnos con ellas:

1. Génesis 2:4-3:24: A Narrativa: Dios, hombre, del adamah al jardín (2:4b-17)

B Narrativa: Dios, hombre, mujer. animales, relaciones entre las criatu-ras (2:18-25)

C Diálogo: serpiente, mujer, comer del árbol tres declaraciones (3:1-5)

D Narrativa: mujer, hombre, comer del árbol (3:6-8) C’ Diálogo: Dios, hombre, mujer comer del árbol, tres pregun-tas/respuestas (3:9-13)

B’ Monólogo: Dios, hombre, muier. serpiente, relaciones entre criaturas (3:14-19)

A’ Narrativa: Dios, hombre, del jardín al adamah (3:20-24) La estructura es muy evidente. La Biblia incluye en sus inicios un

quiasmo significativo que coloca la caída de Adán y Eva en su centro.

2. Génesis 6-9: La narrativa del diluvio revela un orden quiástico en el que el escritor

resalta la gracia de Dios en medio del temible evento del diluvio:

4 Richard M. Davidson, “Assurance in the Judgment”, Adventist Review, 7 de enero de 1988, págs. 18-20. La estructura de Levítico fue adaptada de William Shea, “Literary Form and Theological Function in Leviticus”, en The Seventy Weeks, Leviticus and the Na-ture of Prophecy, ed. Frank B. Holbrook (Wáshington, D. C.: Instituto de Investigación Bíblica, 1986), págs. 139-149.

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1. “Mi pacto contigo” (6:11-22) 2. Animales limpios (7:1-5)

3. Animales limpios (7:6-10) 4. Entrada al arca (7:11-16)

5. El diluvio 6. El diluvio crece (7:17-24); siete verbos de “ascenso”

7. El diluvio cubre todos los montes El arca reposa Dios se acuerda de Noé (8:1-5)

6’. El diluvio disminuye (8:6-12); siete verbos de “descenso” 5’ Después del diluvio

4’. Salida del arca (8:13-19) 3’. Sacrificio de Noé (8:20-22)

2’. Dieta de Noé (9:1-7) 1’. “Mi pacto con vosotros” (9:8-17)

3. El discurso de Dios en Éxodo 6:2-8 ofrece otro ejemplo de énfasis teológico enmarcado dentro de una estructura literaria:

“Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: A Yo soy Jehová

B Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos.

C Y también establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Ca-naán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron.

D Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto.

E Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy Jehová; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios,

D’ que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. C’ Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría

B’ a Abraham, a. Isaac y a Jacob) y yo os la daré por heredad. A’ Yo Jehová.

Note la correspondencia entre los temas a ambos lados del punto prin-cipal, que aparece en el centro (E). El pasaje completo inicia y termina con el estribillo: “Yo (soy) Jehová”. Luego viene una referencia a los patriarcas, que fueron los primeros en experimentar la revelación divina. Como co-rresponde, el pasaje se refiere a ellos nuevamente en la penúltima frase. La tierra prometida es mencionada en tercer lugar, antes de la referencia a los

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patriarcas. En cuarto lugar aparece la esclavitud y, en el mismo orden, pe-ro de manera inversa, el autor repite el tema. La recapitulación divina de estos temas en la expresión “las tareas pesadas de Egipto”, colocada al cen-tro del pasaje, subraya el significado del discurso de Dios. Un elemento importante que contribuye al tono sublime y majestuoso de todo el pasaje es el cuádruple estribillo “Yo soy Jehová”, que en cada ocasión aparece en un punto estratégico. 5

4. Los eruditos han notado con frecuencia la magistral composición li-teraria del libro de Ester. Sandra Berg sugiere la siguiente estructura gene-ral: A Comienzo y trasfondo (1) B Primer decreto del rey (2; 3) C Conflicto entre Amán y Mardoqueo (4; 5)

D Punto decisivo: “Aquella misma noche se le fue el sueño al rey” (6:1)

C’ Triunfo de Mardoqueo sobre Amán (6; 7) B’ Segundo decreto del rey (8; 9) A’. Epílogo (10) 6

Berg describe enseguida cómo “la segunda parte del pergamino repite no sólo el contenido y la estructura de la primera, sino también sus episo-dios, palabras claves, modismos y técnicas de estilo. Por ejemplo, hay tres banquetes antes del versículo central (6:1) y tres fiestas después de él. En-contramos tres referencias a las crónicas reales, al comienzo (2:23), a la mi-tad (6:1) y al final (10:2) del pergamino. Además, varias palabras claves aparecen el mismo número de veces en la primera y en la segunda mitad del documento... El libro de Ester fue escrito de acuerdo con un patrón preciso que expone el tema de la revocación. 7

Los quiasmos predominan tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. El canon termina con el libro de Apocalipsis, que incluye quiasmos dramáticos que pueden ayudar al lector a descubrir los tesoros teológicos de ese libro. Por ejemplo, la visión de las siete iglesias comienza con una estructura quiástica: A “Uno semejante al Hijo del Hombre... sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido” (1:13-15)

5 Nehama Leibowitz, Studies in Shemot: The Book of Exodus (Jerusalem: Biblioteca Elinor, 1976), págs. 115-118. 6 Sandra Berg, The Book of Esther: Motifs, Themes and Structure, Society of Biblical Litera-ture Dissertation, No. 44 (Missoulla, Montana: Scholars Press, 1979), p. 108. 7 Ibíd., págs. 108,109.

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B “De su boca salía una espada aguda de dos filos” (1:16) C “Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; más he aquí que vivo” (1:17, 18)

D “El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro” (1:20) D’ Éfeso: “El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto” (2:1)

C’ Esmirna: “El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto” (2:8)

B’ Pérgamo: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto” (2:12) A’ Tiatira: “El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto” (2:18). 8

Cuando hay una estructura literaria tipo espejo, ésta puede proveer una clave acerca del mensaje central del pasaje. Ésta ilumina las relaciones en-tre las secciones aparentemente repetitivas e incluso los vínculos entre las narrativas. Los quiasmos a menudo ordenan los materiales que de otra manera parecerían incoherentes, subrayando el significado central del tex-to bajo estudio. Las estructuras literarias tipo espejo arrojan luz sobre una antigua manera de pensar y escribir que la mentalidad actual fácilmente pasa por alto, porque ha sido condicionada de otra forma. A diferencia de los hebreos, nosotros frecuentemente pensamos silogísticamente y trata-mos de evitar la repetición.

Por ejemplo, las composiciones literarias en algunos idiomas con fre-cuencia colocan el punto principal al final. Esta práctica contrasta con los materiales bíblicos, donde el clímax de una sección, capítulo o libro fre-cuentemente aparece al centro del pasaje y los temas principales culminan en él. Estos mismos temas reaparecen después del punto fundamental, pe-ro en orden inverso y moldeados por el punto principal que el escritor quería enfatizar. ¡Las estructuras literarias tipo espejo y los quiasmos son una característica tan prominente de la literatura bíblica, incluyendo las narrativas, que no podemos dejar de enfatizar la importancia de estar aler-tas a ellos!

Así que no debe sorprendernos encontrar un ejemplo típico en los ver-sículos de apertura del libro de Jonás. “Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que par-tía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tar-sis, lejos de la presencia de Jehová” (Jonás 1:3).

8 Austin M. Farrer, St. Matthew and St. Mark (Londres: Dacre Press, 1966), p. 166, citado en Berg, op. cit., p. 243.

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Detengámonos en este versículo y tratemos de encontrar sus tesoros li-terarios. Parece muy fácil y elemental a primera vista. Pero los lectores atentos notarán las pequeñas repeticiones del versículo que pueden pare-cer innecesarias en la primera lectura. Por ejemplo, ¿está el escritor o na-rrador “tartamudeando” descuidadamente cuando repite dos veces la fra-se “de la presencia de Jehová”? Y, ¿por qué indica tres veces en ese mismo versículo que Jonás se dirige a Tarsis? ¿Es realmente necesaria tal repeti-ción?

El escritor no es descuidado ni tartamudo; tampoco hubo “editores” posteriores que añadieron sus propios comentarios. Más bien, el autor bí-blico nos alerta acerca de algo importante que el lector debiera considerar. ¡En este caso, la triple mención de la ciudad de Tarsis debiera impulsarnos a notar que Jonás se encuentra viajando en una dirección diametralmente opuesta a la ordenada por Dios!

Nínive se halla a 800 kilómetros al este del hogar de Jonás. Pero Tarsis está a más de 3 mil kilómetros hacia el oeste. De esa manera, el versículo resalta tres veces la naturaleza de la rebelión de Jonás. Quizás el profeta decidió zarpar hacia Tarsis porque era el centro comercial fenicio de avan-zada más lejano al que podía dirigirse. Tal vez le interesaba más la distan-cia que el destino, porque Tarsis está muy al oeste de Nínive, una ciudad ubicada al este de Israel. El énfasis en el destino del barco es vital para la comprensión del carácter de Jonás por parte del lector.

Esta sorprendente repetición en un mismo versículo también nos alerta acerca de la posible existencia de una estructura literaria tipo espejo, el pe-culiar estilo de escribir que acabamos de mencionar. Si tal estructura se ha-lla presente en este versículo, podría ayudarnos a entender el significado que el escritor quiso enfatizar. Note cómo las palabras que se repiten en Jonás 1:3 forman un patrón quiástico: A Y Jonás se levantó para huir de ]a presencia de Jehová a Tarsis,

B y descendió a Jope, C y halló una nave D que partía para Tarsis; C’ y pagando su pasaje, B’ entró [descendió] en ella

A’ para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. Aparte de la triple mención de Tarsis, note la repetición de la frase “de

la presencia de Jehová” al principio y al final del versículo. Tal vez el escri-tor quería señalar la ironía de una persona —particularmente un profeta— que supone que huir de Dios es posible.

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Además, dos veces en este versículo el autor nos dice que Jonás “des-cendió”. De esa manera, el escritor dirige la atención del lector hacia la tendencia descendente del viaje rebelde de Jonás. Tres veces en una corta serie el lector aprende que Jonás “descendió... descendió... descendió...”, tratando de evitar cumplir el encargo divino.

Además de la estructura literaria tipo espejo, la Escritura contiene tam-bién estructuras tipo “tablas”. Éstas se emplean con frecuencia en los escri-tos narrativos bíblicos, y en ellas también se repiten temas y palabras cla-ves. Sin embargo, en lugar de aparecer en orden inverso, las repeticiones siguen el mismo orden la segunda vez. Las estructuras literarias tipo tablas aparecen en los oráculos proféticos lo mismo que en las narrativas. Note la estructura de ciertas secciones del libro de Ezequiel: Estructura tipo tabla de Ezequiel 1-11 y 40-48: Jehová viene a su templo 9

1. Fecha y lugar: singular fecha-ción doble “Vino... sobre él la mano de Jehová” “Visiones de Dios” (1:1-3)

1. Fecha y lugar: singular fecha-ción doble “Vino sobre mí la mano de Jehová” “Visiones de Dios” (40:1, 2a)

2. La gloria de Dios viene del norte (hacia el sur) (1:4a)

2. Ezequiel mira hacia el sur (desde el norte) (40:2b)

3. Descripción de entidades cúlticas: querubines y carro-trono (l:4b-26a)

3. Descripción de entidades cúlticas: el nuevo templo y sus cámaras

4. La venida de la gloria de Jehová (l:26b-28a)

4. La venida de la gloria de Jehová (43:1-9)

5. Ezequiel se postra sobre su rostro y es levantado por el Espíritu (l:28b-2:2)

5. Ezequiel se postra sobre su rostro y es levantado por el Espíritu (43:3, 5)

6. Ezequiel recibe órdenes (2:3- 3:27)

6. Ezequiel vuelve a recibir órdenes (43:10, 11; cf. 40:4)

7.Acusaciones por violar las es-tipulaciones del pacto: abomi-naciones (adoración falsa) en el tem-

7. Estipulaciones del nuevo pacto: le-yes del templo para la adoración co-rrecta (43:12-46:24)

[8. La gloria divina se detiene sobre el umbral del templo, y luego se di-rige hacia el oriente (9:1-11:13; espe-cialmente 9:3; 10:4, 18, 19)

8. Aguas salutíferas (símbolo de la presencia divina) salen de debajo del umbral del templo y fluyen hacia el oriente (47:1-12)

9 Richard M. Davidson, “The Chiastic Literary Structure of the Book of Ezekiel”, en To Understand the Scriptures: Essays in Honor of William H. Shea, ed. David Merling (Berrien Springs, Michigan.: Instituto de Arqueología, Universidad Andrews, 1997), págs. 71-93.

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9. Promesa de restauración de la tie-rra (11:14-21)

9. Límites de la tierra restaurada (47:13-48:29)

10. Retiro de la gloria de Dios de la ciudad (11:22-25)

10. Dios no se retira: la ciudad es lla-mada “Jehová está allí” (48:30-35)

La estructura general en la que fue compuesto el libro de Jonás también in-cluye complementos paralelos directos. Note cómo el autor ha dispuesto las dos secciones principales del libro en una tabla.

Parte 1 “Levántate y ve a Nínive” (1:2) Jonás evade su misión huyendo hacia el oeste (1:3) Dios interviene por medio de a) una tempestad (1:4) b) un animal inmenso (2:1) “Y Jonás se levantó” (1:3) Los marineros oran (1:5) Palabras del patrón de la nave (1:6) ¿Morirán todos para que aquél sea castigado? Tres días (1:17) Jonás ora por su vida (2:2) El nombre de Dios se menciona 17 ve-ces YHWH Elohim (una vez, 1:9)

Parte 2 “Levántate y ve a Nínive” (3:2) Jonás cumple su misión yendo hacia el este (3:3) Dios interviene por medio de a) un animalito (4:7) b) un recio viento (4:8) “Y se levantó Jonás” (3:3) La gente cree (3:5) Decreto del rey (3:7) ¿Perecerán todos para que aquél sea vindicado? Tres días (3:3) Jonás ora por su muerte (4:3) El nombre de Dios se menciona 17 ve-ces YHWH Elohim (una vez, 4:6)

Estas sutiles parejas literarias son poderosamente evocadoras y están

distribuidas extensamente en todos los materiales narrativos bíblicos. Pue-den aparecer en un mismo versículo, en todo un capítulo, o a veces en un libro entero, como en Jonás y Ezequiel. Ser sensibles a tales repeticiones y estructuras literarias características, como las de tipo espejo o tabla, ayuda al lector de la Biblia a tener una mejor percepción de la escritura y el pen-samiento hebreo. Y aunque el Nuevo Testamento se escribió originalmente en griego, ¡sólo uno de sus escritores no era hebreo! Así que no es extraño encontrar también tales patrones literarios en el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, la parábola de Cristo de los dos hijos (Lucas 15:11-32) pone de relieve en su estructura la compasión del padre: A Un hijo toma su herencia; conversación entre el padre y el hijo (vers. 11, 12)

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B Un hijo se va lejos; su conducta (vers. 13-16) C Recuerdo del bienestar de los siervos; “yo... perezco” (vers. 17) D “Diré:... he pecado” (vers. 18, 19)

E El padre corre a encontrar a su hijo y demuestra compasión (vers. 20)

D’ El hijo dice: “He pecado” (vers. 21) C’ El padre instruye a los siervos a hacer el bien; lo perdido es halla-do (vers. 22-24)

B’ Un hijo rehúsa entrar; su conducta (vers. 25-30) A’ Un hijo confirma su herencia; conversación entre el padre y el hijo al respecto (vers. 31, 32). 10

Incluso el libro completo de Hebreos está cuidadosamente estructu-rado: A Jesús es eterno (1:8), una salvación tan grande que no podemos des-cuidar (2:3), un Hijo mayor que los ángeles, cuya casa es más gloriosa que la de Moisés (1:1-3:7) B La palabra predicada a la casa de Israel no les aprovechó porque en-durecieron sus corazones y no tuvieron fe en el día de su tentación (3:7-4:13)

C El sacerdocio de Cristo es mayor que el de Aarón o el de los sacer-dotes levíticos (4:14-7:28)

D Tenemos un sumo sacerdote que oficia en el santuario cons-truido por Dios (8:1, 2)

C’ El pacto de Cristo es un testamento eterno mayor que la expiación administrada por los levitas en el templo (8:3-10:35)

B’ La palabra predicada a algunos les aprovechó por su fe y llegaron a ser herederos de justicia y a obtener buena fama al agradar a Dios (10:36-11:40)

A’ Jesús es eterno (13:8), un gran testigo que no podemos ignorar (12:1) al convertirnos en hijos (12:7-9) en la casa de Cristo, que está en la Jerusalén celestial (12:22-28). 11

Como mencionamos antes, muchos críticos de la Escritura han creído que la gran cantidad de repeticiones verbales no eran necesarias e incluso que indicaban incompetencia por parte de los escritores. Durante las últi-

10 John W. Welch, Chiasmus in Antiquity (Gerstenberg Verlag, 1981), p. 239. 11 Ibíd., p. 220.

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mas décadas, sin embargo, los eruditos han apreciado cada vez más la pre-sencia de las estructuras tipo espejo y tipo tabla en el canon.

En vez de considerarlas como el resultado de una pluma amateur, aho-ra perciben más correctamente tales estructuras literarias y repeticiones ca-racterísticas como expresiones de una técnica altamente sofisticada. Y ven en ellas una evidencia de reflexión teológica y elocuencia literaria median-te las cuales el escritor bíblico resalta o subraya un asunto significativo.

4. Uso de ironía. Otra importante herramienta en las narrativas bíblicas que necesitamos considerar es el uso de la ironía. Por ejemplo, el libro de Jonás presenta una ironía sofisticada al revelar sutilmente el tipo de per-sona que Jonás es realmente. En vez de una caracterización directa, como se hace en muchos de los escritos actuales, el libro de Jonás primero com-para al profeta con los marineros paganos y luego con los ninivitas genti-les. Más adelante notaremos cómo el autor presenta en realidad estos in-trigantes puntos de comparación.

Todo el libro de Jonás es un ejemplo de narrativa extraordinaria. La misma estructuración de sus materiales, juntamente con la repetición de ciertas palabras claves, el uso de estructuras tipo espejo y tipo tabla y de ironía incisiva, revela sus tesoros teológicos y provoca admiración por par-te de quienes toman tiempo para examinar sus profundidades. Al estudiar cuidadosamente sus 48 versículos, notaremos que el escritor del libro de Jonás ha colocado su profundo mensaje teológico dentro de una obra maestra de literatura. En el resto de esta obra examinaremos la narrativa del libro de Jonás dan-do una cuidadosa atención a los detalles textuales. Descubriremos que éste incluye importantes temas teológicos, como el arrepentimiento, el juicio, la misericordia divina, la salvación, la oración bíblica e incluso la ecología. Y cuando terminemos nuestro estudio, el antiguo libro de Jonás parecerá sorprendentemente contemporáneo. Aún más importante, aprenderemos lecciones vitales para nuestro andar con Dios.

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Dios lo sabe todo

a Escritura documenta muy bien el oficio profético. Dios llamó a va-rios hombres y mujeres en el período veterotestamentario para que anunciaran su palabra. El profeta Jonás es, pues, uno de muchos.

Los registros de tales llamamientos proféticos son un elemento sobresa-liente en la Biblia.

Anteriormente notamos que cuando Dios llama a un profeta el registro bíblico presenta algunos datos acerca de él. Se describe a los profetas como personas reales, provenientes de lugares que pueden identificarse geográ-ficamente y, algunas veces, la Escritura incluso habla acerca de sus fami-lias. En el caso del profeta Jonás, el autor se identifica como "hijo de Amitai" desde el mismo comienzo del libro (Jonás 1:1).

Este punto es importante. En la sociedad actual mucha gente no nos co-noce. Incluso en la familia de la iglesia con frecuencia no conocemos a to-dos. Pero desde las primeras declaraciones del libro de Jonás comenzamos a descubrir un asombroso cuadro de Dios.

Del llamamiento profético de Jonás y el de otros en la Escritura apren-demos que el conocimiento que Dios tiene de cada ser humano es extraor-dinario. La Escritura deja en claro que él es el Creador de toda vida. Pero con ese don suyo no termina su relación con nosotros. Dios no es una "fuerza cósmica" impersonal; también sostiene el vasto universo que creó. Muchos pasajes de la Escritura así lo señalan.

El Salmo 104 es especialmente impresionante en este respecto. Dicho salmo es un retrato ampliado del cuidado y asombrosa providencia de Dios. Cuando lo leemos completo descubrimos cómo la actividad divina sigue el mismo orden del relato de la creación de Génesis, pero con una significativa diferencia: los verbos relacionados con el poder de Dios ahora están en tiempo presente.

Aquí, y en muchos otros pasajes, la Escritura presenta a Dios en su constante función de sustentador y proveedor de su creación. Según el tes-

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timonio consistente de los escritores bíblicos, Dios no creó este mundo y luego se retiró, dejándolo seguir su camino solo, operando de acuerdo con las leyes naturales establecidas por él. Más bien, vemos a un Dios que ha permanecido vitalmente involucrado no sólo en la naturaleza como un to-do, sino también en las vidas individuales de sus criaturas. La imagen de Dios en la Escritura no es borrosa, vaga ni abstracta.

Tampoco el conocimiento que Dios tiene de nosotros -su familia huma-na- es indefinido o simplemente general. La Escritura nos informa que la atención de Dios hacia cada uno de nosotros es íntima e inclusiva. Por ejemplo, ¡él sabe detalles acerca de nosotros que ni siquiera consideraría-mos importantes, como cuántos cabellos tenemos en la cabeza! (Mateo 10:30). Al conocer a alguien, ¿es un asunto crucial para usted saber cuántos cabellos tiene esa persona en la cabeza? Ninguna descripción de trabajo o encuesta gubernamental solicita tal información. Pero la atención de Dios hacia cada uno de nosotros incluye lo que nosotros consideraríamos como un detalle menor.

Además, no conocemos realmente a alguien si no nos hemos entrevis-tado y relacionado con esa persona. En contraste, el conocimiento de Dios de nuestro ser era íntimo aun desde antes de nuestro nacimiento, como lo declara el salmista al exclamar:

"Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas" (Salmo 139:14-16). El profeta Jeremías se expresa de manera similar: "Vino, pues, palabra de

Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que na-cieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jeremías 1:4, 5).

La Escritura es muy clara al aseverar que Dios conoce a cada persona de manera íntima. Unos cuantos ejemplos bastarán para recordarnos esa ver-dad:

1. Cuando Samuel era pequeño, su madre lo dedicó al Señor, y él sirvió en el tabernáculo en Silo bajo la dirección de Elí. Dios llamó al niño por

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nombre una noche, y le confió un mensaje trascendental que debía entre-gar al sumo sacerdote Elí (1 Samuel 3:110).

2. Cuando Samuel era adulto y se desempeñaba como profeta, Dios lo informó acerca de su preconocimiento de los hijos de Isaí y la próxima elección de uno de ellos para ser el futuro rey de Israel (1 Samuel 16:1-13).

3. Dios conocía a una viuda en Sarepta que luego involucró en un mi-lagro divino para sostener a Elías durante una hambruna (1 Reyes 17:8-16).

4. El Señor designa a reyes y profetas, según instruye a Elías: "Y le dijo Jehová [a Elías]: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llega-rás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey so-bre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar" (1 Reyes 19:15, 16).

5. En el Nuevo Testamento, cuando Jesús caminaba en Jericó rodeado por una multitud, levantó la vista a lo alto de un sicómoro y vio a un hom-bre sentado en sus ramas. Pero no le dijo: "Oiga, usted que está arriba del ár-bol". Más bien le habló por su nombre: "Zaqueo, quiero ir a tu casa". ¡El co-brador de impuestos sólo esperaba avistar brevemente al famoso predica-dor itinerante, pero cuando Jesús lo vio sobre las ramas del árbol, se refirió a Zaqueo por su nombre (Lucas 19:1-10)!

6. El apóstol Pablo declaró que Dios lo había apartado para el ministe-rio aún antes de nacer (Gálatas 1:15).

7. Dios incluso predijo el reinado de Ciro, un gobernante no israelita (Isaías 44:28; 45:1). Algunos consideran que esta parte del libro de Isaías en realidad se escribió en el siglo VIII a.C., arguyendo que Dios no podría ha-ber predicho el reinado de Ciro en forma tan precisa cientos de años antes de su nacimiento. Pero en la Escritura encontramos evidencias consistentes y abundantes de que ¡Dios conoce no sólo cuántos cabellos tenemos en nuestra cabeza, sino incluso sabe nuestros nombres mucho antes de nues-tro nacimiento! Dios mismo se refiere explícitamente a esto por medio de Isaías: "No temas [oh Israel], porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú" (Isaías 43:1; la cursiva fue añadida).

En el caso de Ciro -que ni siquiera era israelita-, Dios insiste en que sa-bía cuál sería su nombre y su misión mucho antes que naciera. Tal previ-sión personal es uno de los atributos sobresalientes de Dios en la Escritura, y nos da una percepción crucial del tipo de relación que él tiene con los se-res humanos. Cuando Dios llama a la gente, nunca capta nuestra atención con un impersonal "Oye, tú". Él nos conoce a todos por nombre -incluso antes de nacer-, un hecho que se nos recuerda en el versículo inicial del li-

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bro de Jonás. Dios incluso sabía el nombre de la familia de Jonás (el profeta era hijo de Amitai).

Creer en el Dios de la Escritura nos da personalidad y propósito. Algu-nos movimientos filosóficos de nuestros días, como el existencialismo, en-señan que no hay Dios ni ningún propósito final en la vida. Los existencia-listas insisten en que no hay nada fuera o más allá de nuestra propia exis-tencia personal; el mundo material es todo lo que conforma la realidad. Ellos insisten en que la vida humana no tiene sentido; es inútil y absurda. Estamos solos en el universo.

Pero los cristianos que creen en la Biblia saben que no es así. Gracias al testimonio abundante y consistente de la Escritura, creemos que hay un Dios personal, que es Señor del cielo y de la tierra y nuestro Creador. No sólo nos ha dado la vida, sino que la sustenta minuto a minuto. "En Dios vivimos, y nos movemos y somos. Cada latido del corazón, cada aliento es la inspiración de Aquel que sopló en la nariz de Adán el hálito de vida: la inspiración del Dios siempre presente, el gran YO SOY". 12 ¡Dios tiene pre-parado, además, un maravilloso destino para cada uno de nosotros, y por eso nos llama por nombre!

Dios también sabe dónde vivimos. Nuestro conocimiento de la geogra-fía mundial, e incluso de nuestro propio país, puede ser muy limitado. Pe-ro en las páginas de la Escritura encontramos que Dios no sólo está bien familiarizado con las personas, sino también con los pueblos, ciudades y naciones. Frecuentemente observamos que tiene un conocimiento preciso de todas las personas y lugares. No sólo los conoce por nombre, sino tam-bién a las ciudades, y está plenamente consciente de lo que ocurre en ellas. La Biblia contiene muchos ejemplos de ello:

1. Babel. La humanidad planeó deliberadamente esta ciudad a despe-cho de Dios. Consciente de esto, el Señor la visita y enjuicia. "Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad... y hagámonos un nombre... Y descendió Jehová para ver la ciudad..." (Génesis 11:4, 5; la cursiva fue añadida).

2. Sodoma. Nínive no fue la primera ciudad que Dios llamó a juicio. El Señor le informa a Abraham: "El clamor contra Sodoma y Gomorra se au-menta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descen-deré ahora..." (Génesis 18:20, 21).

3. Dios ordenó a Jeremías que predicara a Jerusalén en un ministerio que duró varios años, y cuyo propósito era llevar a Judá al arrepentimiento y evitar así cierto juicio contra ella.

12 Mensajes selectos, tomo 1, p. 346.

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4. En ocasión de la dedicación del bebé Jesús en el templo, la profetisa Ana proclamó el nacimiento del Mesías a todos lo que esperaban la reden-ción en la ciudad capital de Jerusalén (Lucas 2:36-38). ¡En el idioma origi-nal, la forma verbal usada en la proclamación de Ana implica que ella hizo esto más de una vez!

5. Dios continuó amando a Jerusalén. Aun cuando ella finalmente lo rechazó, Jesús se expresó con profunda emoción acerca de su amada ciu-dad. "Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!" (Lucas 19:41, 42).

Elena de White subraya el intenso afecto de Cristo hacia esta ciudad: "Cuando la procesión llegó a la cresta de la colina y estaba por descen-

der a la ciudad, Jesús se detuvo, y con él toda la multitud. Delante de él yacía Jerusalén en su gloria, bañada por la luz del sol poniente... Jesús con-templa la escena y la vasta muchedumbre acalla sus gritos, encantada por la repentina visión de belleza. Todas las miradas se dirigen al Salvador, esperando ver en su rostro la admiración que sentían. Pero en vez de esto, observan una nube de tristeza. Se sorprenden y chasquean al ver sus ojos llenos de lágrimas, y su cuerpo estremeciéndose de la cabeza a los pies como un árbol ante la tempestad, mientras sus temblorosos labios pro-rrumpen en gemidos de angustia, como nacidos de las profundidades de un corazón quebrantado... Pero esta súbita tristeza era como una nota de lamentación en un gran coro triunfal. En medio de una escena de regocijo, cuando todos estaban rindiéndole homenaje, el Rey de Israel lloraba; no si-lenciosas lágrimas de alegría, sino lágrimas acompañadas de gemidos de irreprimible agonía... Las lágrimas de Jesús no fueron derramadas porque presintiera su sufrimiento.

Delante de él estaba el Getsemaní, donde pronto le envolvería el horror de una grande oscuridad... Estaba cerca el Calvario, el lugar de su inmi-nente agonía. Sin embargo, no era por causa de estas señales de su muerte cruel por lo que el Redentor lloraba y gemía con espíritu angustiado. Su tristeza no era egoísta... Era la visión de Jerusalén la que traspasaba el co-razón de Jesús... Él vio... lo que hubiera podido ser si hubiese aceptado a Aquel que era el único que podía curar su herida. Había venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla?" 13

6. Después de la dramática experiencia de conversión de Pablo, Dios ordena a Ananías que lo visite en la ciudad de Damasco, ¡dándole incluso el nombre de la calle (Hechos 9:10, 11)! Cuando Ananías expresa dudas acer-

13 El Deseado de todas las gentes, p. 527-529.

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ca de si Dios podría estar equivocado sobre quién era realmente Pablo, Dios le aclara que él sabe lo que hace: "El Señor le dijo: Ve, porque instru-mento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gen-tiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre" (versículos 15, 16).

7. Jonás fue el único profeta al que Dios le asignó un ministerio en una ciudad. El Señor también le dio instrucciones de viaje a Felipe. "Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el ca-mino que desciende de Jerusalén a Gaza..." (Hechos 8:26). El Espíritu Santo llamó a Pedro de Jope a Cesarea (10:19-33). Pablo desempeñó un ministerio dinámico en las principales ciudades y provincias gentiles de su época, in-cluyendo Atenas (Hechos 17:16-34), Tesalónica (versículos 1- 4) y Corinto (18:1-11). "Cuando, en cumplimiento de la comisión que Dios le diera, Pa-blo había llevado el evangelio a los gentiles, había visitado muchas de las ma-yores ciudades del mundo..." 14

Además, muchas de las cartas de Pablo están vinculadas con su minis-terio público en ciudades prominentes de aquellos tiempos, como es, evi-dente en sus saludos introductorios:

"Pablo, apóstol... a las iglesias de Galacia" (Gálatas 1:1, 2). "Pablo, apóstol de Jesucristo... a los santos... que están en Éfeso" (Efesios

1:1). "Pablo y Timoteo... a los santos en Cristo Jesús que están en Filipos" (Fi-

lipenses 1:1). "Pablo, apóstol de Jesucristo... a los santos y fieles hermanos en Cristo

que están en Colosas" (Colosenses 1:1, 2). "Pablo... a la iglesia de Dios que está en Corinto" (1 y 2 Corintios). 8. En el libro de Apocalipsis Juan recibe una extensa visión relacionada

con las iglesias en siete ciudades (Apocalipsis 2; 3). Elena de White, quien habló frecuente y claramente acerca de la impor-

tancia de vivir en el campo para criar mejor a los hijos, escribió con la misma intensidad acerca del interés de Dios hacia las principales ciudades del mundo.

"Despertad, despertad, mis hermanos y hermanas, y entrad en los cam-pos de los Estados Unidos donde no se ha trabajado hasta ahora. Después de haber dado algo para los campos extranjeros no penséis que con ello ya habéis cumplido con vuestro deber. Hay una obra que debe hacerse en los campos extranjeros, pero también hay una obra que ha de realizarse en los

14 Los hechos de los apóstoles, p. 325 (la cursiva fue añadida).

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Estados Unidos y que es igualmente importante que la otra. En las ciuda-des de este país vive gente de casi todos los idiomas. Ésta necesita la luz que Dios ha dado a su iglesia." 15

"En la ciudad de Nueva York, en Chicago, y en otros grandes centros de población, hay un numeroso elemento extranjero, multitudes de personas de varias nacionalidades, y todas ellas prácticamente sin amonestar. Entre los adventistas hay un gran celo -y no estoy diciendo que hay demasiado- por trabajar en los países extranjeros; pero sería agradable para Dios si se manifestara un celo proporcional por trabajar en las ciudades cercanas. Su pueblo necesita actuar cuerdamente. Necesita poner en marcha esta obra en las ciudades con fervoroso esfuerzo. Hombres de consagración y talento han de ser enviados a estas ciudades para ponerse al trabajo. Han de unir-se muchas clases de obreros en la conducción de estos esfuerzos para amonestar a la gente." 16

"No hay cambio en los mensajes que Dios ha enviado en el pasado. La obra en las ciudades es una obra esencial para este tiempo. Cuando se tra-baje en las ciudades como Dios quiere, el resultado será la puesta en ope-ración de un movimiento poderoso tal como nunca hemos presenciado hasta ahora." 17

"La causa de Dios en la tierra necesita hoy en día representantes vivos de la verdad bíblica. Los ministros ordenados solos no pueden hacer frente a la tarea de amonestar a las grandes ciudades. Dios llama no solamente a ministros, sino también a médicos, enfermeros, colportores, obreros bíbli-cos, y a otros laicos consagrados de diversos talentos que conocen la Pala-bra de Dios y el poder de su gracia, y los invita a considerar las necesida-des de las ciudades sin amonestar. El tiempo pasa rápidamente, y hay mu-cho que hacer. Deben usarse todos los agentes, para que puedan ser sa-biamente aprovechadas las oportunidades actuales." 18

"Esto constituye una lección para los mensajeros que Dios envía hoy, cuando las ciudades de las naciones necesitan tan ciertamente conocer los atributos y propósitos del verdadero Dios, como los ninivitas de antaño... La única ciudad que subsistirá es aquella cuyo artífice y constructor es Dios... El Señor Jesús invita a los hombres a luchar con ambición santifica-da para obtener la herencia inmortal. 19

15 El evangelismo, p. 416. 16 Servicio cristiano, pp. 247, 248. 17 Un llamado al evangelismo médico, pp. 18, 19. 18 Los hechos de los apóstoles, p. 129. 19 Conflicto y valor, p. 230.

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Así que no debiera sorprendernos el interés de Dios por una gran ciu-dad del tiempo de Jonás, cuando él manifiestamente dirige los pasos del profeta hacia la capital de Asiria. Nínive era una ciudad antigua muy po-blada que se hallaba en las orillas fértiles del Tigris; había sido fundada por Asur, quien abandonó la tierra de Sinar por el tiempo de la dispersión de Babel. 20

La primera mención bíblica de Nínive aparece mucho antes que existie-ra el libro de Jonás. Génesis 10:8-11 nos informa que la edificó "Nimrod, vi-goroso cazador". Elena de White describe la importancia que tenía en el tiempo de Jonás: "Entre las ciudades del mundo antiguo, mientras Israel estaba dividido, una de las mayores era Nínive, capital del reino asirio". 21

Los arqueólogos han excavado el contorno principal de los muros de la antigua ciudad de Nínive que Jonás probablemente vio. El palacio más importante que existía cuando Dios lo envió a predicar a Nínive era pro-bablemente el de Asurbanipal, un rey cuyo nombre significa "el dios Asur es guardián del heredero". Si así fue, Jonás probablemente habría sido lla-mado a entregar su mensaje de juicio a Nínive entre 60 y 100 años después de la construcción del palacio. Sólo los edificios del palacio ocupan una superficie de más de 2 mil 400 metros cuadrados.

Diodoro Sículo, que vivió durante el siglo 1 a. C., describe a Nínive co-mo un cuadrángulo que medía 150 x 90 estadios, siendo su perímetro de 480 estadios: aproximadamente 96 kilómetros. Esto concuerda favorable-mente con el registro acerca de Nínive en el libro de Jonás donde se la des-cribe como una ciudad de "tres días de camino" (Jonás 3:3).

En vista de la experiencia de Jonás con el "gran pez", es particularmente interesante notar que la palabra hebrea Nineweh es una traducción del asi-rio Ninua. Ésta, a su vez, es una traducción del sumerio más temprano Ni-na, que era otro nombre de la diosa Istar, representada como un pez dentro de una matriz.

Nínive se hallaba situada a unos 800 kilómetros al noreste de Israel. Pa-ra obedecer la orden de Dios, Jonás tuvo que hacer un largo viaje a pie o en una caravana de camellos a través del desierto. Y todo esto implicaba ha-cer grandes esfuerzos para viajar a la capital de uno de los amenazadores enemigos de Israel. Dios sabía el nombre de la capital de Asiria. También sabía que Nínive no era una aldea desconocida, porque la describe como una "gran ciudad" (Jonás 1:2). Más adelante, el profeta mismo admitirá que

20 Review and Herald, 18 de octubre de 1906. 21 Profetas y reyes, p. 198.

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él estaba bien enterado de su reputación como una ciudad idólatra, llena de pecado (Jonás 4:2).

La palabra "gran/grande" es una de las más repetidas en el libro de Jo-nás. Aunque se encuentra 38 veces en todos los otros profetas menores combinados, en los cuatro capítulos de Jonás aparece ocho veces, descri-biendo no sólo a la "gran ciudad" de Nínive (Jonás 1:2; 3:2, 3; 4:11), sino también al "gran viento" (1:4), la "gran tempestad" (versículo 12) y el "gran pez" (versículo 17).

Éste es un buen lugar para recordarnos que cuando encontramos ciertas palabras repetidas en una narrativa bíblica, las tales se convierten en indi-cadores claves para hacernos pensar mientras leemos. El escritor está tra-tando de enfatizar algo, por lo cual restringe deliberadamente su vocabu-lario. Varias veces en el libro de Jonás el escritor bíblico usa la palabra "gran" para describir a Nínive o a los ninivitas. Su uso especifica y enfatiza la importancia de la ciudad, intensificada con las palabras "ciudad grande en extremo" del capítulo tres. De esta forma, el libro logra comunicar su punto: Nínive no es una aldehuela pequeña e insignificante; y merece el in-terés de Dios.

El texto de la narrativa también deja en claro que Dios estaba consciente de la situación moral de la bulliciosa metrópoli. Él le informa específica-mente a Jonás que "ha subido su maldad delante de mi"(Jonás 1:2). Nínive había gozado de mucho tiempo de gracia y misericordia. El Señor, al fin, se sienta en su tribunal, listo para juzgar el caso de Nínive. La ciudad es into-lerablemente mala y Dios mismo ha emplazado el juicio. El filoso cuchillo de la moralidad divina es enviado a prisa desde el trono de Dios hacia la "grande" pero éticamente oscura ciudad capital de Nínive. Dios tiene un mensaje de juicio inequívoco para una de las principales ciudades del mundo gentil de aquellos tiempos.

Aunque Nínive era una fortaleza de la gloria pagana, Dios señala que está plenamente consciente de su violencia y maldad. Más adelante, el Se-ñor enviará todavía a otro profeta -Nahúm- para confrontar nuevamente a los ciudadanos de Nínive con su maldad. El libro de Nahúm incluye deta-lles gráficos del terrible mal que allí había. Los ministerios combinados de los dos profetas nos recuerdan cuánta atención invirtió Dios en esta pre-eminente ciudad.

Ciertamente, en la Escritura siempre encontramos a Dios profundamen-te involucrado con los individuos. Él conoce los detalles íntimos de sus vi-das y corazones. Pero su omnisciencia incluye mucho más que eso. Dios también está consciente del calibre moral de los principales centros de po-blación, y se interesa en ellos.

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Dios es el Juez

a narrativa continúa. Dios personalmente asignó una labor proféti-ca a Jonás. A partir de una referencia a su persona en 2 Reyes 14:25 sabemos dónde vivía y que fue vocero de Dios más de una vez:

"...conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer". Gat-hefer está a sólo unos cuantos kilómetros al norte de Nazaret, en la región meridional de Galilea, haciendo de Jonás un profeta del reino del norte. Así que la vida de Jonás está bien documentada en varios textos.

También descubrimos en el mismo inicio del libro que Dios estaba ple-namente informado de la "gran ciudad" de Nínive y de su degradación moral. Él instruye a Jonás para que pregone contra ella, "porque ha subido su maldad delante de mí" (Jonás 1:2).

Los arqueólogos han excavado y traducido numerosas inscripciones asirias. Por ejemplo, el siguiente documento proviene del reinado de Asurbanipal II (884-859 a.C.). Este escrito solo nos recuerda cuán correcto estaba Dios en su evaluación de los asirios. El monarca se jacta, diciendo:

"Yo construí un muro frente a su ciudad y despellejé a todos los jefes que se habían sublevado, y cubrí el pilar con su piel. A algunos los encerré dentro del pilar, a otros los traspasé en el pilar con estacas, y a otros los até a estacas alrededor del pilar... y corté las extremidades de los oficiales reales que se habían rebelado...”

"Quemé con fuego a muchos cautivos de entre ellos, y a muchos los tomé como rehenes. A muchos les corté la nariz, las orejas y los dedos de las manos; y a muchos les saqué los ojos. Hice un montón de los vivos y otro de cabezas, y até sus cabezas a troncos de árboles alrededor de la ciu-dad. Y quemé con fuego a sus jóvenes, hombres y mujeres”.

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"Capturé a veinte hombres vivos y los sepulté en la pared de su pala-cio... El resto de sus guerreros los dejé morir de sed en el desierto del Éu-frates". 22

Juntamente con tales inscripciones antiguas, secciones de pared de granito exquisitamente esculpido también describen gráficamente la le-gendaria crueldad asiria a la que Dios se refirió. La civilización asiria era conocida ampliamente por su violencia. Dios había inculpado correcta-mente a su ciudad capital. Como mencionamos en el capítulo anterior, el Señor incluso envió a otro profeta -Nahúm- para reprobar la maldad de Nínive. Escuche la divina acusación:

"Profecía sobre Nínive. Libro de la visión de Nahúm de Elcos... Mas acerca de ti mandará Jehová, que no quede ni memoria de tu nombre; de la casa de tu dios destruiré escultura y estatua de fundición; allí pondré tu sepulcro, porque fuiste vil... ¡Ay de ti, ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña, sin apartarte del pillaje!... Multitud de muertos, y multitud de cadáveres; cadáveres sin fin, y en sus cadáveres tropezarán, a causa de la multitud de las fornicaciones de la ramera de hermosa gracia, maestra en hechizos, que seduce a las naciones con sus fornicaciones, y a los pueblos con sus hechizos. Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos... No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti porque, ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?" (Nahúm 1:1-3:19; la cursiva fue añadida). Un aspecto llamativo del ministerio de Jonás y Nahúm en la capital asi-

ria, Nínive, es el evidente interés de Dios por la ciudad. Este aspecto mere-

22 D. D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, serie Registros Antiguos, tomo 1, citado en Geoffrey T. Bull, The City and the Sign: An Interpretation of the Book of Jonah (Londres: Hodder and Stoughton, 1970)

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ce una consideración seria. ¿Se ha conmovido alguna vez su corazón por causa de las principales ciudades del mundo, llenas como están de corrup-ción? ¿Alguna vez hemos suspirado por los habitantes de tan vastas me-trópolis en la misma forma en que la Escritura dice que suspira el corazón de Dios? En ocasiones, después de observar los diferentes informes noti-ciosos acerca de la depravación perpetuada en muchas de esas ciudades, tal vez hemos pensado que si sufren algún desastre mayúsculo simple-mente están recibiendo lo que merecen.

En el registro bíblico encontramos a Dios plenamente consciente de la maldad de Babel, Sodoma y Gomorra, Corinto y Roma. Él nunca ignora su suerte. Y eso es exactamente lo que encontramos en el libro de Jonás.

Sin embargo, el juicio divino preocupa a algunos cristianos. Les pertur-ba que Dios juzgue la maldad. Para algunos es difícil creer que un Dios de amor pueda ser a la vez un Dios de juicio. Pero el retrato bíblico de Dios revela precisamente eso.

La orden de Dios a Jonás respecto a Nínive no debiera sorprendernos. Estaba fundamentada en el consistente estándar divino de rectitud y justi-cia contra el pecado, algo que Dios le declara a Jonás: "...ha subido su mal-dad delante de mí".

Evidentemente, éste es un lenguaje legal. El Señor, que habla aquí como juez, anuncia la acusación contra Nínive. No importan las muchas voces que hoy en día tratan de complacer nuestras conciencias enfocándose casi exclusivamente en el amor divino, aquí, y a través de toda la Escritura, ob-servamos que Dios no pasa por alto la maldad humana. Así que éste es un momento sumamente serio para Nínive.

En el breve libro de Jonás las palabras "mal" y "maldad" aparecen siete veces. Tal como lo subrayamos anteriormente, cuando se hace un análisis cuidadoso de la narrativa bíblica debemos prestar atención a la elección de ciertas palabras y su repetición. Los escritores bíblicos no usaban las técni-cas actuales para dar énfasis, como el uso de la cursiva o el subrayado. En vez de eso, elegían cuidadosamente su vocabulario a la luz de lo que deseaban comunicar o enfatizar. En sus cuatro capítulos el libro de Jonás usa las palabras "maldad" y "mal" más de una vez para referirse a los nini-vitas. El lector debe, por lo tanto, entender que la ciudad de Nínive no es una aldehuela pacífica, y que su maldad y violencia no han pasado desa-percibidas en el cielo.

En la Escritura también aprendemos que Dios nunca actúa con favori-tismo. Tampoco aplica el juicio injustamente. Con frecuencia confrontó a la

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nación de Israel con su estándar de moralidad invariable y absoluto, y pro-clamó solemnes apelaciones a juicio cuando fue necesario. Por ejemplo:

"Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ... así ha dicho Jehová el Señor a la tierra de Israel: El fin, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tie-rra. Ahora será el fin sobre ti, y enviaré sobre ti mi furor, y te juzgaré se-gún tus caminos; y pondré sobre ti todas tus abominaciones. Y mí ojo no te perdonará, ni tendré misericordia; antes pondré sobre ti tus caminos, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo soy Jehová" (Eze-quiel 7:1-4).

Como notamos anteriormente, Dios ordenó a otros profetas - como Isaías y Jeremías- a anunciar advertencias divinas a varias naciones fuera de Israel. 23 Mucho antes que Israel fuera una nación, Dios tuvo a antiguos gobernantes como responsables ante el mismo estándar moral que quienes hicieron pacto con él. Es imperativo entender que el estándar de moralidad divino operaba aún antes que Dios diera el Decálogo en el Sinaí. ¡Los Diez Mandamientos siempre han estado vigentes! Revisemos la evidencia acer-ca de este importante punto.

En Génesis 12 Abraham viajó a Egipto debido a una hambruna. Allí persuadió a su esposa, Sara, a que mintiera acerca de la relación que había entre ellos. El presentimiento de Abraham de que el faraón querría tomar a Sara como esposa resultó cierto, y el gobernante egipcio así lo hizo. Pero Dios mismo trajo juicio sobre el faraón. Sin embargo, al gobernante egipcio le preocupó el hecho de que se le hubiera mentido.

"Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram. Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete" (Génesis 12:17-19).

Más adelante, en una situación similar, Abraham volvió a mentir. De nuevo, Dios intervino, y otra vez el gobernante, en esa ocasión el de Gerar, también mostró un evidente y elevado estándar de moralidad.

"Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con

23 Isaías: Babilonia (Isaías 13); Asiria (Isaías 14:24-27); Filistea (Isaías 14:28-32); Moab (Isaías 15; 16); Damasco (Isaías 17); Etiopía (Isaías 18); Egipto (Isaías 19:20); y Tiro (Isaías 23). Jeremías: Babilonia (Jeremías 25:12-38; 50; 51); Filistea (Jeremías 47); Moab (Jeremías 48); Amón (Jeremías 49:1-6); Edom (versículos 7-22); Damasco (versículos 23-27); Cedar y Hazor (versículos 28-33); y Elam (versículos 34-39)

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marido. Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? ¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto. Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos" (Génesis 20:3-7).

Dios no destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra simplemente porque estaba de mal humor. Ni tampoco se irritaba arbitrariamente, como los dioses del Cercano Oriente. Una vez más la razón es clara: "Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo" (Génesis 18:20). Los dos ángeles le repiten la misma acusación a Lot: "Y dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí alguno más? ...sácalo de este lugar; porque vamos a destruir este lu-gar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo" (Génesis 19:12, 13).

La respuesta de José a la seductora esposa de Potifar también es instruc-tiva: "No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reser-vado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" (Génesis 39:9). José podría haber ar-gumentado que no deseaba deshonrar a Potifar. Sin embargo, él recurrió a una autoridad superior.

El libro de Job es reconocido como el libro más antiguo del Antiguo Testamento. Notablemente, Job no pertenece a la era de los pactos. Él vivió antes de la gran liberación de los israelitas del Éxodo; sin embargo, tam-bién muestra un elevado estándar de moralidad. En Job 31 él comenta de manera específica acerca de la mentira (versículos 5, 6); la codicia (versícu-los 7, 8); el adulterio (versículos 9-12); la idolatría (versículos 24-28); el robo (versículos 38-40); la atención a los pobres, y la justicia social (versículos 16-23).

A través de toda la Escritura, desde Génesis hasta Apocalipsis, encon-tramos que Dios es absolutamente consistente en su estándar de justicia. Él juzgó las fallas morales de Israel al igual que las de todas las demás nacio-nes. No sólo Jonás y Nahúm llamaron a Asiria a juicio, sino también Isaías:

"Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sión y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del co-razón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos. Porque dijo: Con el poder de mi mano lo he hecho, y con mi sabiduría, porque he sido

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prudente; quité los territorios de los pueblos, y saqueé sus tesoros, y de-rribé como valientes a los que estaban sentados" (Isaías 10:12, 13).

El profeta Amós, que vivió en el mismo siglo que Jonás, también pro-nunció fuertes denuncias contra el pecado de las naciones fuera de Israel:

"Dijo: Jehová rugirá desde Sión, y dará su voz desde Jerusalén, y los campos de los pastores se enlutarán, y se secará la cumbre del Carmelo. Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo... Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom" (Amós 1:2-6). Sin embargo, muchos de los pensadores actuales consideran el juicio

divino irreconciliable con un Dios de amor. Muchos cristianos que consi-deran el juicio como un concepto anticuado después de la muerte de Cristo piensan que nuestro enfoque ahora debiera centrarse exclusivamente en el amor de Dios. Sin embargo, en la mente de los escritores bíblicos esta dico-tomía entre el amor y la justicia simplemente no existía. Para ellos, cuando Dios proclama justicia, su llamamiento emana de un corazón amoroso, como lo declara tan elocuentemente Fleming Rutledge:

"La Biblia nos muestra en mil formas que el juicio de Dios es un Instru-mento de su misericordia. El juicio no implica una condenación eterna... sig-nifica la corrección del rumbo en dirección a la salvación. Los padres sa-bios siempre han sabido esto”. 24

Elena de White está de acuerdo con lo anterior, y comenta notablemen-te este tema muchas veces. Por ejemplo, al describir el castigo de Dios a Is-rael después de la rebelión en el Sinaí, incluye numerosas razones por las que éste tuvo que aplicarse:

"El amor, no menos que la justicia, exigía que este pecado fuera castigado. Dios es Protector y Soberano de su pueblo. Destruye a los que insisten en la rebelión, para que no lleven a otros a la ruina. Al perdonar la vida a Caín, Dios había demostrado al universo cuál sería el resultado si se permitiese que el pecado quedara impune. La influencia que, por medio de su vida y ejem-plo, él ejerció sobre sus descendientes condujo a un estado de corrupción que exigió la destrucción de todo el mundo por el diluvio. La historia de los

24 Fleming Rutledge, Help My Unbelief (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), p. 60.

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antediluvianos demuestra que una larga vida no es una bendición para el pecador; la gran paciencia de Dios no los movió a dejar la iniquidad. Cuanto más tiempo vivían los hombres, tanto más corruptos se tomaban.”

"Así también habría sucedido con la apostasía del Sinaí. Si la transgresión no se hubiera castigado con presteza, se habrían visto nuevamente los mismos re-sultados. La tierra se habría corrompido tanto como en los días de Noé. Si se hu-biera dejado vivir a estos transgresores, habrían resultado mayores males que los que resultaron por perdonarle la vida a Caín. Por obra de la miseri-cordia de Dios sufrieron miles de personas para evitar la necesidad de cas-tigar a millones. Para salvar a muchos había que castigar a los pocos”.

"Además, como el pueblo había despreciado su lealtad a Dios, había perdido la protección divina, y privada de su defensa, toda la nación quedaba expuesta a los ataques de sus enemigos. Si el mal no se hubiera eliminado rápidamente, pronto habrían sucumbido todos, víctimas de sus muchos y poderosos enemigos. Fue ne-cesario para el bien de Israel mismo y para dar una lección a las generaciones ve-nideras, que el crimen fuese castigado prontamente. Y no fue menos miseri-cordioso para los pecadores mismos que se los detuviera a tiempo en su pecamino-so derrotero. Si se les hubiese perdonado la vida, el mismo espíritu que los llevó a la rebelión contra Dios se hubiera manifestado en forma de odio y discordia entre ellos mismos, y por fin se habrían destruido el uno al otro. Fue por amor al mundo, por amor a Israel, y aun por amor a los transgresores mismos, por lo que el crimen se castigó con rápida y terrible severidad". 25

El involucramiento de Dios con las naciones del mundo seguramente no era un concepto desconocido para Jonás. Pero es fácil ser ciego respecto a la perspectiva de Dios acerca del pecado. Ninguna persona es inmune a tal peligro. Ni Jonás ni Israel rebosaron de alegría porque Dios pudiera ex-tender su misericordia más allá de sus límites nacionales. Ambos pasaron por alto la manera en que Dios siempre había expresado interés por la humanidad entera. Incluso los pactos antiguos con Noé y Abraham clara-mente incluyeron a toda persona. Jonás y su pueblo olvidaron cómo tiem-po atrás Dios había preparado un "salvador" durante una gran hambruna a fin de socorrer no sólo a Egipto sino a las naciones vecinas, incluyendo a Jacob y a sus hijos (Génesis 45:7, 8). Ahora Dios necesitaba recordarles có-mo él siempre había incluido a "extranjeros" en su misericordia. Incluso Naamán, general del ejército sirio y, por lo tanto, un enemigo nacional en potencia, fue sanado de su lepra en Israel. Muchos profetas israelitas inclu-so hablaron de las intenciones de Dios de bendecir al mundo entero:

25 Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 335, 336

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"Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia; porque cercana es-tá mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse... Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos" (Isaías 56:1-7).

Nosotros también debemos ser suficientemente honestos para admitir que nos es fácil carecer de interés o incluso prejuiciarnos acerca de otra ra-za o nación. Durante los tiempos del Nuevo Testamento, Simón Pedro, hijo de otro Jonás, luchó con los mismos asuntos que el profeta Jonás del Anti-guo Testamento. ¡Y en el mismo pueblo de Jope! Recuerde lo que Dios le dijo a Pedro: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Esto se hizo tres veces" (Hechos 10:15, 16).

Siendo que estamos aprendiendo a ser más sensibles a la narrativa bí-blica, ¡la triple repetición del reproche divino debiera alertarnos inmedia-tamente! La propia explicación de Pedro de su visión deja en claro que era consciente de que ésta no se refería a hábitos alimentarios apropiados, sino que revelaba la compasión de Dios por todas las personas:

"Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo... En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (versículos 28-35).

Dios conoce a todas las personas y todos los lugares por nombre. Él co-noce los detalles más diminutos de nuestra apariencia física exterior. Y, to-davía más importante, sabe lo que está oculto en el fondo de nuestro cora-zón, incluyendo aquellas áreas que hemos sido capaces de disfrazar y en-cubrir de los demás, y frecuentemente incluso de nosotros mismos. Dios también demuestra tal interés personal e íntimo en un nivel mundial. Y su estándar de moralidad es claro y consistente en ambos testamentos, tal como lo hemos observado:

"¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová! Muy profundos son tus pensamientos. El hombre necio no sabe, Y el insensato no entiende esto. Cuando brotan los impíos como la hierba, Y florecen todos los que hacen iniquidad, Es para ser destruidos eternamente.

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Mas tú, Jehová, para siempre eres Altísimo. Porque he aquí tus enemigos, oh Jehová, Porque he aquí, perecerán tus enemigos; Serán esparcidos todos los que hacen maldad" (Salmos 92:5-9). A la luz de todo esto, no debiera sorprendernos que Dios llame a Jonás

para pronunciar juicio sobre la maldad de Nínive. ¿Quién pensaría que Dios no tenía reservada otra cosa sino juicio para la malvada ciudad de Nínive? La violencia puede derribar a las naciones más poderosas. Sin em-bargo, aunque el juicio divino es cierto, ¡no es la última palabra de Dios para Nínive! El llamamiento divino de Nínive a juicio debiera recordarnos que, con frecuencia, nos es imposible predecir lo que Dios finalmente hará. Nadie puede siquiera suponer que conoce lo siguiente que Dios hará. El próximo detalle de su plan maestro puede sorprendernos.

Por ejemplo, ¿quién de los hermanos de José habría creído que algún día éste se convertiría en el primer ministro de Egipto? Sin embargo, José testificó del involucramiento personal de Dios en su vida:

"Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: "Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de voso-tros... Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto" (Génesis 45:4-8).

Dos veces en este pasaje José repite claramente que la providencia de Dios estuvo directamente involucrada en su estancia en Egipto.

¿Quién habría soñado que cuatro adolescentes prisioneros de guerra hebreos alcanzarían tal prominencia política en la tierra de su cautividad, Babilonia? ¿Quién habría pensado que Dios llamaría a un pastor de Tecoa para pronunciar juicio sobre Israel y las naciones circunvecinas (Amós 1)? ¿Quién habría pensado en la iglesia primitiva que alguien como Saulo de Tarso se convertiría? Y, ¿quién habría siquiera sugerido que deberían orar por su conversión? Incluso el profeta Ananías tembló al recibir las instruc-ciones de Dios para visitar a Saulo en Damasco.

"Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene

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autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invo-can tu nombre" (Hechos 9:13, 14).

Seguramente Dios también sorprendió a Jonás cuando envió al profeta a una ciudad gentil, una de las ciudades paganas más infames que existían entonces sobre la faz de la tierra. Y por encima de eso, Dios rompía con to-do precedente normal con la misión de Jonás. De todos los profetas de Dios sólo él recibió alguna vez tal cometido. El Señor hizo algo asombroso y glorioso cuando designó a un profeta para viajar más allá de los límites de Israel. ¡Dios violó todas las nociones israelitas presentes acerca del mi-nisterio profético al enviar a su primer "apóstol" a los gentiles!

Sin embargo, Jonás pareció preferir que Dios encauzara su misericordia exclusivamente hacia los israelitas. Después de todo -admite él más ade-lante-, los malvados ninivitas merecían justamente sufrir el castigo por sus pecados. Como veremos, Jonás admite ante Dios que estaba bien conscien-te de la reputación de Nínive como una ciudad idólatra llena de pecado (Jonás 4:2). Y observaremos a través de las acciones del profeta que aparen-temente nada era más repulsivo, desagradable o molesto para él que ir a ese lugar a predicar arrepentimiento. Nínive, el centro del poder asirio, era la ciudad capital del peor enemigo de Israel. Una vez más, Asiria aparecía como una amenaza para la seguridad y supervivencia de Israel. El drama de la situación es intenso cuando comienza un choque de voluntades con la orden de Dios a Jonás para que vaya a Nínive.

Pero antes de mostrarnos demasiado severos con Jonás, necesitamos preguntarnos: ¿Alguna vez hemos observado a algunas personas y pensa-do que las tales están más allá de toda posibilidad de conversión, y que tratar de ayudarlas significaría perder el tiempo? ¿Hemos admitido que somos un poco renuentes en compartir con otros el mensaje acerca del jui-cio final de Dios? ¿Hay algunas personas que preferiríamos evitar?

El mensaje de juicio de Dios para Nínive incluye aún otra sorpresa. El tiempo de juicio de Nínive también incluye la misericordia divina. Cierta-mente, la gente de Nínive era evidentemente mala, y Dios ordenó a Jonás que llevara a esa ciudad un mensaje de juicio. Sin embargo, ellos podrían estar agradecidos por eso. Aunque con frecuencia es difícil reconocerlo al momento, un mensaje de juicio por parte de Dios es en realidad una señal de su gran misericordia. La mayor maldición que alguna vez puede ame-nazar a una nación o a una persona es no ser llamada a juicio, sino ser re-chazada por Dios. Esto ocurrió incluso con su propio pueblo: "Efraín es dado a ídolos; déjalo" (Oseas 4:17; la cursiva fue añadida). Pablo nos re-cuerda ese mismo asunto en Romanos: "Y como ellos no aprobaron tener

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en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada..." (Romanos 1:28; la cursiva fue añadida).

Cuando las personas han rechazado deliberadamente a Dios, él no tiene otra opción más que apartarse renuentemente. Él los entrega a una mente reprobada, una mente perversa que no puede comprender la verdad. El juicio es un asunto extremadamente serio en relación con el cielo. Así que éste era un tiempo crítico para Nínive. Pero habría sido peor si Dios sim-plemente hubiera abandonado a sus habitantes sin emitir ninguna adver-tencia acerca del inminente juicio. Ciertamente, al final Dios tuvo que re-chazar a Nínive. Pero antes de hacerlo, primero envió a dos profetas a la gran ciudad.

La misericordia de Dios hacia Nínive es sólo el principio de los sor-prendentes aspectos del libro de Jonás. Ya hemos observado a Dios lla-mando a Jonás por nombre y confiándole a un profeta israelita un mensaje de juicio, lo cual es un patrón familiar en el Antiguo Testamento. Así que esperaríamos que la respuesta de Jonás al llamado de Dios fuera la misma que la de otros profetas.

Pero lo que ocurre enseguida está muy lejos de ser lo acostumbrado. El libro de Jonás altera toda noción convencional acerca de los siervos de Dios. En cambio, para sorpresa nuestra, observamos a Jonás rechazando la misión divina para él. De hecho, el libro de Jonás, y en realidad toda la Bi-blia, no presenta un épico cuento acerca de la búsqueda humana de Dios. Más bien, descubrimos que es Dios el que nos busca. Y muchos de sus hi-jos, al igual que Jonás, se niegan a que él los busque. Como dice James Edwards:

"El Dios de la Biblia no eleva a las almas intrépidas a alturas olímpicas. Ni tampoco puede hallársele concentrando nuestros poderes y sondeando lo más profundo de nuestro ser. Dios hace algo mucho más insospechado: irrumpe en este mundo, aun cuando no se lo espera ni es bienvenido. Dios nos acompaña en nuestros peores momentos, cuando estamos más débi-les". 26

Descubriremos otras sorpresas en el libro de Jonás al continuar con nuestra "lectura cuidadosa del texto".

26 James R. Edwards, The Divine Intruder: When God Breaks Into Your Life (Colorado Springs, Colorado: NavPress, 2000), p. 17

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La gran huida

asta aquí, la narrativa del libro de Jonás ha presentado una situa-ción familiar en la Escritura: la de un profeta que recibe un lla-mamiento divino. Sin embargo, lo que ocurre enseguida en la na-

rrativa de Jonás no es la respuesta esperada: "Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis..." (Jonás 1:3). El escritor bíblico describe a continuación lo que hizo Jonás para escapar de la orden divina. ¡Esto nos recuerda que una cosa es profesar creer en Dios, y otra muy diferente es ser capaz de aceptar su mandato a realizar una tarea desagradable!

Un análisis cuidadoso de la narrativa nos ayuda a notar la concentra-ción de verbos usados en un solo versículo para describir la conducta de Jonás (vers. 3):

-se levantó para huir (aquí se usa el mismo verbo que Dios utilizó en el versículo 1 cuando ordenó a Jonás: "Levántate...")

-y descendió a Jope -y halló una nave -y pagando su pasaje -entró en ella Toda esta serie de actividades por parte de Jonás tiene el propósito de

señalar su evasión del mandato divino. En las narrativas bíblicas, el ritmo de actividad es un detalle importante al que se le debe prestar atención. El autor logra esto por medio de una repentina concentración de verbos, o una cadena ininterrumpida de ellos vinculados con una sola persona o su-jeto. En los escritos narrativos, esto indica un énfasis particular o un pro-pósito específico. Otros ejemplos bíblicos incluyen la descripción de Rebe-ca preparando a Jacob para engañar a Isaac. Note el agrupamiento de ver-bos en Génesis 27:15-17. De igual forma, encontramos una concentración de verbos cuando Abraham se prepara para el sacrificio de Isaac en el monte Moriah (Génesis 22:9, 10) y cuando David lucha contra Goliat (1

H

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Samuel 17:48-51). Podríamos citar cientos de ejemplos adicionales, ya que se trata de una característica distintiva de los escritos narrativos.

La respuesta negativa de Jonás, subrayada por una agrupación de ver-bos, no es la única ocasión en la Escritura en la que observamos a una per-sona huyendo de una labor asignada por Dios. Algunos respondieron de manera ejemplar, como María, que mostró una actitud humilde y confiada en el anuncio que le hizo el ángel Gabriel: "He aquí la sierva del Señor; há-gase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38). Otros, sin embargo, fue-ron renuentes. Cuando Dios ordenó a Moisés que regresara a Egipto para librar a los israelitas de la esclavitud, éste se mostró vacilante al principio, "anonadado por la obra extraña y maravillosa que se le pedía que hiciera". 27 Le dijo a Dios: "He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová... ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua... ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar" (Éxodo 4:1- 13). Dios pasó un poco de tiempo disipando las dudas de Moisés, como lo registra el amplio diálogo de Éxodo 4. Y, al final, Moisés aceptó el desafío.

"El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo pa-ra hablar y tímido. Estaba abrumado con el sentimiento de su incapacidad para ser el portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la emprendió de todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión exigía que ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra jamás dada a hombre alguno." 28

Siglos después, la nación de Israel se desintegró. El reino del norte cayó primero debido a su apostasía. La situación en Jerusalén y Judá se deterio-ró, y Dios llamó a Jeremías a advertir a los israelitas que regresaran a Dios, con la esperanza de que se arrepintieran y evitaran el exilio. De nuevo, la tarea era intimidante, y Jeremías se resistió inicialmente a la orden de Dios: "Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño" (Jeremías 1:6).

Ciertamente, tanto Moisés como Jeremías al principio rehuyeron el de-ber asignado por Dios, porque sentían que no eran las personas adecuadas. Pero la negativa abierta de Jonás va más allá de la vacilación inicial de ellos. Como lo señala James Edwards: "Abraham, Moisés y Gedeón dialo-

27 Patriarcas y profetas, p. 259. 28 Ibíd., p. 260

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garon con Dios, y Jacob incluso contendió con él, no así Jonás. Éste evadió todo el proceso; cuando Dios habla, Jonás pone pies en polvorosa". 29

El narrador parece insinuar lo que podía estar agitándose en la mente de Jonás al decidir escapar de la encomienda de Dios. Según vimos ante-riormente, en un mismo versículo el lector encuentra dos veces la frase acerca de que Jonás huyó "de la presencia de Jehová".

Una sola inclusión de esa frase sería suficiente para impactarnos. Sin embargo, su duplicación en un solo versículo nos impulsa a preguntarnos qué podría haber estado pensando Jonás. Porque, como notamos ante-riormente, la duplicación o repetición de palabras o de una frase funciona como un método usado por los escritores de narrativas bíblicas para enfa-tizar un punto. En este caso, la repetición alerta al lector acerca de la ironía de cualquiera -cuánto más de un profeta- que piense que puede huir de la presencia de Jehová.

Los vínculos intertextuales hacen remontarnos hasta la primera vez que aparece en la Escritura la frase "de la presencia del Señor". Luego de una asombrosa conversación entre Dios y el primer asesino, después que éste había matado a su hermano, la Escritura declara que "salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente del Edén" (Gé-nesis 4:16).

Los cristianos que creen que Dios es el autor final de la Biblia entien-den que tal intertextualidad refleja la unidad de pensamiento que "agluti-na" a toda la Escritura. También aumenta nuestra comprensión de los ma-tices de significado reflejados en el vocabulario y frases bíblicas recurren-tes. En el caso de Jonás, el profeta rechazó deliberadamente las instruc-ciones que Dios le dio.

Note que Jonás no se fue simplemente, sino que huyó. Y, como obser-vamos antes, el versículo incluso menciona tres veces el destino del pasaje que compró.

Las narrativas hebreas usualmente no describen los procesos de pen-samiento de sus personajes principales. En este caso, el autor bíblico no di-ce explícitamente lo que pensaba Jonás. Más bien, repite una frase clave y describe las acciones del profeta por medio de una concentración de ver-bos, que ayudan a tener una idea de qué podría haber estado pensando Jo-nás cuando conseguía su pasaje en el barco. Quizás esperaba demorar la ejecución de las instrucciones de Dios, por si quizá él pudiera arrepentirse. Más adelante, al comentar el capítulo cuatro del libro, notaremos que el profeta admitirá algunos de sus pensamientos negativos. Por lo pronto,

29 J. R. Edwards, The Divine Intruder, p. 93.

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Elena de White nos instruye al señalar que mientras Jonás "pensaba en las dificultades e imposibilidades aparentes de lo que se le había encargado, se sintió tentado a poner en duda la prudencia del llamamiento". Meditaba acerca de qué "pudiera ganarse proclamando un mensaje tal en aquella ciudad orgullosa". 30

¿Le suena familiar esta actitud? ¿Nos identificamos con ella? ¿Alguna vez hemos estado afligidos acerca de las "dificultades e imposibilidades aparentes" de las instrucciones que Dios nos ha dado?

¿Alguna vez hemos ido en la dirección opuesta a la ordenada por Dios? ¿Esperamos siempre que Dios se arrepienta de lo que nos pide?

Algunos cristianos hoy en día creen que Dios realmente madura en su pensamiento. Esta teoría, llamada "teología del proceso", sostiene que Dios crece y madura al igual que los seres humanos. Él no es omnisciente ni to-dopoderoso. Más bien, está "abierto" al futuro, y simplemente forma parte de los eventos desarrollados en la historia. Los proponentes de esta teoría suponen que la mente de Dios mejora a medida que ésta "procesa" lo que ocurre en el mundo. Dicen que al observar lo que acontece en la historia humana, su pensamiento se enriquece y transforma; su trato con la natura-leza humana a través de los siglos lo ayuda a desarrollar mejores métodos para administrar su reino. ¡Se atreven a sugerir que Dios crece en su pen-samiento de la misma forma en que nosotros lo hacemos!

Esta teoría admite la posibilidad de que Dios pueda hablar en términos conflictivos, e incluso contradecirse a sí mismo en diferentes períodos de la historia, pues está en el "proceso" de aprender y desarrollar mejores méto-dos para administrar el universo.

Desafortunadamente, tal forma de pensar puede conducir, entre otras cosas, al concepto de que no puede haber principios eternos o absolutas, por la sencilla razón de que incluso Dios sigue aprendiendo y mejorando.

Sin embargo, el retrato de Dios que encontramos en el libro de Jonás y a través de toda la Escritura contradice fuertemente tal perspectiva. El li-bro de Jonás mismo nos revela cuán decidido está Dios de que su mensaje llegue a Nínive. Dios no cambia de parecer respecto a su preocupación acerca de la ciudad pagana o incluso acerca de quién lo eligió como su mensajero, sin importar que Jonás escoge desobedecerle. Dios sabe lo que hace. Los humanos podemos ser inconstantes y estar siempre madurando, pero Dios no.

30 Profetas y reyes, p. 199.

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Muchos ejemplos bíblicos presentan este mismo retrato de Dios, como en el caso de Ciro, el gobernante persa, y las tres semanas de interés inten-so que el cielo le dedica (Isaías 44:28; Daniel 10:13; note que la intervención divina se reanuda en el versículo 20). Y no debemos omitir la gran lucha de Cristo en el Getsemaní, donde cayó postrado sobre el frío suelo: "Sentía que el pecado le estaba separando de su Padre. La sima era tan ancha, ne-gra y profunda que su espíritu se estremecía ante ella. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía.

Como hombre, debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión... Temía que su naturaleza humana no pudiese soportar el venidero conflicto con las potestades de las tinieblas... El conflicto era terrible... Mirémosle con-templando el precio que ha de pagar por el alma humana. En su agonía, se aferra al suelo frío, como para evitar ser alejado más de Dios... La humani-dad del Hijo de Dios temblaba en esa hora penosa. Oraba ahora no por sus discípulos, para que su fe no faltase, sino por su propia alma tentada y agonizante. Había llegado el momento pavoroso, el momento que había de decidir el destino del mundo. La suerte de la humanidad pendía de un hi-lo." 31 Seguramente que, si Dios hubiera querido arrepentirse del desarro-llo del plan de salvación en este punto, lo hubiera hecho.

Sin embargo, la Biblia entera, incluyendo el libro de Jonás, muestra en forma consistente a un Dios omnisciente (que lo sabe todo). Dios no necesi-ta aprender; ni tampoco madurar. Pero eso no debe preocuparnos, porque él ya lo sabe todo. Así lo declara él de sí mismo: "Yo soy Dios... y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la an-tigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y ha-ré todo lo que quiero" (Isaías 46:9, 10). "Lo que pasó, y antes lo dije, y de mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad" (Isaías 48:3).

Dios es omnipotente y omnisapiente. Los profetas -y Dios mismo- ex-presan este hecho muchas veces. Toda la Biblia, incluyendo el libro de Jo-nás, subraya los atributos soberanos de Dios. Ésta es una razón por la que su búsqueda de Jonás es tan impresionante.

Cuando Jonás huyó de la presencia del Señor, eso podría haberlo cam-biado todo. Al pagar Jonás su pasaje para Tarsis, eso podría haber sido el fin del plan de Dios y de la relación del profeta con él. Y cuando nosotros hemos desobedecido, cuando hemos tratado de escapar de lo que Dios nos pide, ese hecho nos ha declarado culpables -cuando Dios ha dicho una co-

31 El Deseado de todas las gentes, pp. 637-641.

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sa y usted y yo hemos hecho otra-, y podría haber sido el fin para nosotros también.

Pero éste no es el fin de la historia de Jonás. Dios permaneció con él. Como lo señala Elena de White: "No se le dejó continuar mucho tiempo en su huida insensata". 32 Como resultado de la decisión de Jonás, en su libro encontramos una sorpresa tras otra mientras Dios lo busca. El Señor no tomó la respuesta negativa de Jonás en forma pasiva. Sin embargo, tampo-co lo abandonó. En la narrativa encontramos a Dios siguiéndolo de manera inflexible, usando incluso su arsenal de la naturaleza; pues, después que la nave que Jonás abordó hubo zarpado, "Jehová hizo levantar un gran viento en el mar" (Jonás 1:4).

A medida que la narrativa se desarrolla, nos encontramos con un nota-ble indicador de la realidad de Dios. Aquí, y a través de los cuatro capítu-los del libro, el autor nos recuerda dramáticamente que el Dios del cielo y la tierra está en control de su creación. Esto es un reflejo del retrato de la soberanía de Dios sobre el mundo que creó, que encontramos en toda la Escritura. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento constantemente le atribuyen a Dios el control del mundo natural. El profeta Jeremías insiste: "He aquí que la tempestad de Jehová saldrá con furor; y la tempestad que está preparada caerá sobre la cabeza de los malos. No se apartará el furor de Jehová hasta que lo haya hecho, y hasta que haya cumplido los pensa-mientos de su corazón" (Jeremías 23:19, 20).

El salmista también expresa el mismo sentimiento: "Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos... Alabad a Jehová desde la tierra... el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra" (Salmo 148:4-8).

"Los que descienden al mar en naves, y hacen negocio en las muchas aguas, ellos han visto las obras de Jehová, y sus maravillas en las profun-didades. Porque habló, e hizo levantar un viento tempestuoso, que encres-pa sus ondas. Suben a los cielos, descienden a los abismos; sus almas se derriten con el mal... Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas" (Salmos 107:23-29).

El Señor del cielo y la tierra no sólo creó el mundo, sino que también lo gobierna. Los escritores bíblicos insisten en que él forma los montes (Amós 4:13) y los remueve (Job 9:5; Amós 1:2; Miqueas 1:3, 4); tiemblan ante su presencia (Jueces 5:5; Salmos 18:7; 68:8; 114:4-6; Isaías 64:3; Habacuc 3:6, 10).

32 Profetas y reyes, p. 199.

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En uno de los oráculos de Amós vemos a Dios controlando la lluvia y trayendo como resultado una sequía que es usada como método discipli-nario: "Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo fal-ta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jeho-vá. También os detuve la lluvia tres meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llo-vió, y la parte sobre la cual no llovió, se secó. Y venían dos o tres ciudades a una ciudad para beber agua, y no se saciaban; con todo, no os volvisteis a mí, dice Jehová" (Amós 4:6-8).

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo también insiste en la estrecha relación que hay entre Dios y su creación: "Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será li-bertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora" (Romanos 8:19-22).

Segunda de Pedro 3 recuerda a los burladores de los últimos días que se mofan de la destrucción del mal que trajo Dios por medio del diluvio. El creyente considera esta destrucción mundial como evidencia de la certeza de la aniquilación final del mundo. En contraste con algunas ideas con-temporáneas que ven al universo como un sistema cerrado donde no hay lugar para la acción de Dios dentro de su creación, la Biblia declara consis-tentemente que toda la naturaleza funciona bajo el control divino.

La antigua nación de Egipto aprendió de mala gana este principio fun-damental de la soberanía de Dios por medio de la intensidad creciente de las diez plagas que devastaron a su nación. Ciertamente, Dios da las ricas bendiciones de la vida a sus criaturas por medio del mundo natural. Pero también puede traer juicios a través de esas mismas fuerzas (Éxodo 12:21-33). "La ruina y la desolación marcaron la senda del ángel destructor. Sólo se salvó la región de Gosén. Se demostró a los egipcios que la tierra está bajo el dominio del Dios viviente, que los elementos responden a su voz, y que la única seguridad consiste en obedecerle." 33

Al final de la Escritura, el libro de Apocalipsis nos informa que el mundo enteró se verá involucrado en una situación similar antes de la se-gunda venida de Cristo: "Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar. Se está re-tirando el Espíritu de Dios. Se siguen unos a otros en rápida sucesión los

33 Patriarcas y profetas, p. 275.

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desastres por mar y tierra. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terre-motos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas y propiedades!

Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él pro-cura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren." 34

Dios ha establecido leyes en la naturaleza. Pero ellas no se administran solas. El Dador de la ley las controla. Él ha dispuesto una serie de causas y efectos en diferentes relaciones unos con otros, algunas veces en maneras que van más allá de nuestra comprensión. De acuerdo con la Escritura, él las sostiene, mantiene, controla y mueve como le place. Encontramos que esto se repite reiterada y constantemente en toda la Biblia, sin importar quién esté escribiendo: "Tú eres el que envía [note que el verbo se halla en tiempo presente] las fuentes por los arroyos; van entre los montes; dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses.

A sus orillas habitan las aves de los cielos; cantan entre las ramas" (Sal-mos 104:10-13). "De generación en generación es tu fidelidad; tú afirmaste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, pues todas ellas te sirven" (Salmos 119:90, 91).

"Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Ala-badle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehová; porque él mandó, y fueron creados.

Los hizo ser eternamente y para siempre; les puso ley que no será que-brantada. Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempes-tad que ejecuta su palabra" (Salmos 148:3-8; la cursiva fue añadida).

"Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a mu-chas naciones, y tú no pedirás prestado" (Deuteronomio 28:12).

El apóstol Pablo irrumpe en una doxología al considerar el poder de Dios: "Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la glo-ria por los siglos. Amén" (Romanos 11:36).

Elena de White es consistente con los testigos bíblicos cuando habla de la providencia de Dios: "Es el gran poder del ser Infinito el que mantiene

34 Profetas y reyes, p. 207 (la cursiva fue añadida).

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dentro de sus límites los elementos de la naturaleza en la tierra, el mar y el cielo. Y él usa estos elementos para dar felicidad a sus criaturas". 35

Los reformadores no ignoraron esta importante perspectiva bíblica. Por ejemplo, Martín Lutero se muestra sensible a los milagros involucrados en la providencia actual de Dios al comentar uno de los milagros de Cristo: "El milagro de la curación del hombre sordomudo es insignificante en comparación con lo que Dios hace cada día. Porque diariamente nacen ni-ños que previamente no tenían ni oídos ni lengua y ni siquiera mente. En menos de un año se les proporciona mente, cuerpo, lengua y todo lo de-más.

Pero este milagro es tan común que nadie le presta atención. Raramente alguien en el mundo agradece a Dios por su lengua y sus oídos. ¿Cuántas personas que han gozado de buena visión durante cincuenta años alguna vez le han dado gracias a Dios por ello con todo su corazón? ¿Cuántos se regocijan por tan grande milagro? Muchos se maravillan de que Cristo ha-ya sanado a este hombre, pero no de que ellos mismos sean capaces de oír. Mediante este pequeño milagro Dios nos estimula a reconocer los grandes milagros. El mundo entero está sordo si no es capaz de oír esto. Pitágoras fue considerado un hereje porque escuchaba el maravilloso canto de las es-trellas. Pero quien no está ciego verá a los cielos tan espléndidos que po-dría morir de puro gozo por tal vista." 36

Así que no debiéramos sorprendernos en modo alguno cuando el libro de Jonás revela la soberanía de Dios sobre la naturaleza: "Jehová hizo le-vantas..." El autor bíblico reconoce la mano de Dios en acción cuando no atribuye la tormenta simplemente a los elementos de la naturaleza, sino al Dios de la naturaleza.

El envío de la tempestad por parte de Dios en el libro de Jonás no es un mero despliegue arbitrario del poder divino. Él desata la tormenta por amor al profeta. Jonás 1:4 nos informa que la tempestad aparece a causa de Jonás. Ésta provoca los efectos normales y obvios de las olas azotando el océano, sacudiendo los barcos y asustando a los marineros. La tormenta pone en peligro no sólo a los acompañantes de Jonás, sino a otros barcos que se encontraban en el mar en ese momento. Al continuar con la narrati-va, encontraremos que esta poderosa tormenta amenaza a muchos que no tenían parte ni conocimiento del pecado de Jonás. Pero su propósito es

35 Ibíd., p. 98 36 Martín Lutero, “The Cure of the Dead and Dumb”, citado en The Book of Jesus: A Treasury of the Greatest Stories and Writings About Christ, ed. Calvin Miller (Nueva York: Simon and Schuster, 1998), p. 228.

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confrontar al testarudo profeta. Y al final del capítulo cuatro del libro de Jonás, apreciaremos más ampliamente cuán terco es realmente el profeta.

En los primeros versículos del libro de Jonás un "gran viento" comienza a soplar. El lector encuentra la amenaza de una tempestad porque Dios es-tá "levantándose". Descubriremos que éste es sólo el comienzo del gran tramo que Dios está dispuesto a recorrer para mostrar cuánto ama al pro-feta y a Nínive. La tormenta representa su gracia especial. El hecho de que Dios se afane tanto con Jonás no indica una actitud vindicativa. De acuer-do con la Escritura, esto demuestra que ama profundamente.

El libro de Hebreos expresa este mismo punto: "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo" (Hebreos 12:6). Azo-tar significa "golpear con correas", lo cual, cuando ocurre, no es nunca una experiencia placentera.

También comenzamos a ver en los primeros versículos del libro de Jo-nás la seriedad de cualquier vocación dada por Dios. El Señor cree que su elección de un mensajero es sumamente crucial; y toma tan en serio a la persona elegida, que pone en acción a la naturaleza a fin de darle a Jonás un "codazo" para que cumpla su misión. Y así como Dios luchó con Jacob junto al arroyo de Jaboc, ahora comienza a luchar con Jonás, empleando en el proceso a los elementos de la naturaleza.

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Un profeta hebreo y un capitán “pagano”

l Mar Mediterráneo se agita bajo la furia de una gran tormenta. La tempestad es tan severa que el primer capítulo del libro de Jonás describe a los marineros a bordo del barco tan atemorizados que

“cada uno clamaba a su dios” (Jonás 1:5). Estos experimentados marineros se dan cuenta de que no se trata de una tormenta ordinaria, sino de una que los amenaza con un grave peligro. Es un momento crítico en el que se ven obligados a orar. Pero, ¿dónde está Jonás?

Como notamos anteriormente, Jonás 1:3 alude dos veces al camino des-cendente de Jonás al tratar de huir “de la presencia de Jehová”. Sólo dos versículos después observamos que el fugitivo profeta aún sigue en la misma dirección al bajar al interior de la nave y luego echarse a dormir. Jonás siguió descendiendo más y más en sus intentos mal calculados para escapar de la misión encomendada por Dios. En medio de la peligrosa tormenta, cuando todos los demás a bordo luchaban contra los elementos que amenazaban su vida, el profeta no hace nada para ayudar. Más bien, se dirige al fondo del barco y se duerme.

Uno se pregunta cómo podía dormir Jonás en momentos como esos. ¿Puede usted imaginarse a alguien durmiendo en medio de tan fuerte tormenta? En una ocasión, Jesús se durmió a bordo de un barco durante una peligrosa tormenta en el Mar de Galilea. Pero la siesta de Jonás difí-cilmente fue un sueño de fe, pues a lo largo todo el libro de Jonás nunca encontraremos al profeta con esa actitud positiva.

Entre tanto, la tormenta en el Mediterráneo ruge. Elena de White señala que incluso el patrón de la nave estaba “angustiado sobre medida”. 37

37 Profetas y reyes, p. 199.

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La narrativa bíblica describe al afligido capitán revisando el barco de proa a popa. En el proceso, descubre a alguien durmiendo. Sorprendido, le grita a Jonás: “¿Qué tienes, dormilón?” (versículo 6a). Luego le suplica: “Levántate, y clama a tu Dios” (versículo 6b).

Mientras continuamos sensibilizando nuestra habilidad para leer na-rrativas bíblicas, observamos en esta parte la notable similitud entre la or-den del capitán a Jonás de que se levante y el mandato inicial de Dios para que hiciera lo mismo. La orden del capitán al profeta debe haber provoca-do que éste se sobresaltara. Dicha orden está compuesta por las mismas palabras [qum lek] con las que Dios había llamado inicialmente al profeta. Además, cuando el capitán le suplica a Jonás que clame a Dios usa el mis-mo verbo que el Señor cuando le dijo que pregonara contra Nínive (ver-sículo 2). Ahora, sin embargo, el llamamiento a Jonás proviene de un capi-tán extranjero que ni siquiera sabe quién es la Deidad de Jonás. No obstan-te, le pide que interceda ante Dios.

El capitán, aunque era un idólatra, se da cuenta de que los seres hu-manos no pueden manipular, a los dioses. Note cómo le suplica a Jonás: “Clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no perecere-mos” (versículo 6). Más adelante, en el capítulo 3, observaremos la misma percepción madura entre los paganos ninivitas. El capitán, al igual que sus hombres, también siente que se trata de una tormenta fuera de lo normal. Está abierto a la posibilidad de que algún dios sea el responsable de ella. Uno no puede menos que apreciar a este iluminado capitán pagano que parece captar qué ocurre. Especialmente, es sobresaliente la ironía de un capitán no israelita que le suplica a un profeta hebreo que ore.

Por lo visto, Jonás oró enseguida, conforme se le había pedido. Al res-pecto, Elena de White comenta que “las oraciones del hombre que se había apartado de la senda del deber no trajeron auxilio”. 38 Sin embargo, son los marineros quienes continúan tomando la iniciativa, convencidos de que la violencia abrumadora de la tormenta indicaba la ira divina. En medio de su desesperación, “dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás” (versículo 7).

Al echar suertes, los marineros suponen que una tormenta de tal mag-nitud está, de algún modo, estrechamente relacionada con las malas accio-nes de alguien. Encontrar al causante ayudaría a determinar la culpa de quien ha provocado que una deidad se enfurezca tanto.

En la antigüedad, mucha gente consideraba que echar suertes era un

38 Ibíd., p. 200.

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método apropiado para tomar decisiones. En la Escritura encontramos va-rios ejemplos de esto, como cuando los israelitas estaban por repartirse la tierra prometida (Números 33:54). Los relatos del robo de Acán (Josué 7) y el juramento precipitado de Saúl (1 Samuel 14:41,42) describen la costum-bre de echar suertes para determinar la culpa, al igual que en el libro de Jonás. El libro de Ester también registra la práctica de echar suertes para buscar la dirección divina. Incluso encontramos un comentario sobre el echar suertes en Proverbios 16:33: “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella”.

En el libro de Jonás, al igual que en el resto del Antiguo Testamento, vemos a Dios supervisando el resultado. La atención ahora se enfoca en la causa de la tormenta. Al echar suertes se encuentra culpable a Jonás. Los marineros le ruegan desesperadamente: “Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal” (Jonás 1:8). Según la antigua costumbre, el resultado des-pués de echar suertes debía ser corroborado por la persona declarada cul-pable antes de administrar la justicia. Esto dio a Jonás la oportunidad para negar o confirmar la acusación.

Los marineros rápidamente hicieron varias preguntas: “¿Qué oficio tie-nes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?” (versícu-lo 8). Los hombres tratan desesperadamente de identificar el dios al que Jo-nás ha ofendido, por eso quieren saber de dónde proviene y a qué pueblo pertenece. Toda o parte de esta información podría ayudarles a resolver la mortal emergencia.

Hasta este punto de la narrativa Jonás no ha dicho absolutamente nada. Ahora, en respuesta a las preguntas formuladas, contesta sólo dos de ellas. “Y les respondió: Soy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra” (versículo 9). Jonás conoce la intención de las preguntas. Note cómo evade especialmente aquella que revelaría su ocupación como profeta. Siendo que otras naciones del Cercano Oriente, como los filisteos y los egipcios, conocían a los israelitas como hebreos (Génesis 39:14; Éxodo 1:15; 1 Samuel 14:21, 22), no es ninguna sorpresa que Jonás admita que es hebreo. También confiesa que teme a “Jehová, Dios de los cielos”, único supremo y verdadero Dios. El nombre “Dios de los cielos” es el que Daniel (otro profeta) usa para dirigirse al Señor cuando solicita entendimiento pa-ra descifrar el sueño de Nabucodonosor (Daniel 2:19).

En su confesión, Jonás también usa otro nombre de Dios, Jehová, que era muy familiar en el Antiguo Testamento, comenzando con el relato de

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la creación en Génesis. 39 De hecho, es el nombre especial y personal del pacto del Dios de la Biblia. De esta forma, Jonás declara que el Dios al que él adora no es simplemente una deidad tribal nacionalista, sino Jehová, el verdadero Dios del cielo.

Jonás declara irreflexiva y dramáticamente que teme a Jehová en un momento en el que se encuentra en plena huida de Dios y se ha rebelado contra su voluntad. Él cree que puede ignorar la orden de Dios y todavía considerarse un verdadero creyente. Vemos a Jonás aparentando estar bien con su Dios, aunque es el causante de una violenta tormenta que podría ahogar a todos los que se hallaban a bordo del barco.

Enseguida, Jonás señala a su Dios como el “que hizo el mar y la tierra” (vers. 1:9b). Esta frase, usada en referencia al Creador, la encontramos en otras partes del Antiguo Testamento (Génesis 1:10; Salmos 95:5). ¡Sin duda, Jonás no está consciente de que, mediante su confesión de fe en Aquel que tiene al mar bajo su control, en realidad está confirmándose a sí mismo como la causa de la tormenta!

Surge entonces un nuevo elemento de ironía. Jonás no quería llevar la Palabra de Dios a Nínive; sin embargo, al huir insensatamente de tal deber, se ve forzado a testificar acerca de su Dios a los marineros del barco.

Al leer la narrativa, podría resultar muy fácil criticar a alguien como Jo-nás. Es mucho más difícil reconocer la misma actitud en nosotros mismos. La confesión de Jonás debiera recordarnos lo que hacemos algunas veces. ¿Hemos declarado lealtad al Dios de los cielos y a su iglesia remanente, mientras que encubrimos el hecho de que también huimos de alguna ins-trucción directa que Dios nos ha dado? ¿Hablamos siempre de nuestra fe en Dios, y al mismo tiempo rechazamos su consejo para nosotros?

El relato bíblico registra la reacción inmediata de los marineros ante la respuesta que dio Jonás a sus preguntas: “Y aquellos hombres temieron sobremanera” (Jonás 1:10). Al declarar el profeta quién era su Dios, provo-có que los marineros “temieran sobremanera”. Ya estaban atemorizados a causa de la tormenta (vers. 5), pero ahora el texto señala que “temieron so-bremanera” al Dios del cielo. Así que su reacción ante la confesión de Jo-nás acerca de Dios causó mayor temor que el que tuvieron ante la peligro-sa tormenta.

La narrativa continúa describiendo sutilmente el notable contraste entre los marineros paganos y Jonás. Mientras que el profeta de Dios se atreve a actuar contrariamente a Jehová, la sola mención del poderoso Dios del cie-

39 También en Génesis 24:7; Esdras 5:11, 12 [traducido como Dios en la RV (I960)]; y cuando Daniel intercede por su pueblo (Daniel 9:4).

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lo provoca gran alarma en los corazones de los marineros. Están convencidos de que es una necedad meterse con una deidad tan

poderosa. Sin embargo, su convicción no surgió porque Jonás testificó va-lientemente acerca de su Dios. No, él hizo su confesión debido a las pre-guntas que ellos le formularon. Pero, a pesar de eso, su declaración inquie-tó los corazones de los marineros.

Hay otro asunto que debemos considerar en este punto. En la con-versación tenida entre Jonás y los marineros no encontramos ninguna evi-dencia del actualmente tan cacareado pluralismo religioso o ecumenismo, el cual señala que todas las religiones adoran en realidad al mismo ser di-vino. ¡Tanto Jonás como los marineros sabían muy bien que no todos ado-raban al mismo Dios! Más bien, al continuar con su interrogatorio, los amedrentados marineros preguntan insistentemente a Jonás: “¿Por qué has hecho esto?” (versículo 10). Los asustados marineros expresan horror acer-ca de la huida de Jonás del Dios del cielo y la tierra. El idioma hebreo reve-la en este punto que el temor de los marineros aumenta nuevamente.

Aunque los marineros hacen una pregunta urgente, las palabras tam-bién expresan asombro porque alguien tuviera la audacia de tomarse tales libertades con semejante Dios. Les da miedo pensar en lo que podría ocu-rrir, porque temen al gran Dios, sabiendo que están a su merced mientras luchan contra los elementos naturales. La poderosa tormenta predicó elo-cuentemente acerca de la omnipotencia del Dios del cielo, impresionando a los marineros a pesar de la reprobable conducta de Jonás. Ciertamente, no vieron nada particularmente notable en él. De hecho, lo que los impresionó fue haber visto que había desobedecido al Dios del cielo y la tierra. Pero, a través de todo esto, ¡reconocieron que hay un Dios real, una deidad que es-taba al control! El Señor se abrió paso hasta los marineros de una manera asombrosa, a pesar del testarudo profeta.

A estas alturas de la narrativa, encontramos repetida por tercera vez en el espacio de unos cuantos versículos la frase “de la presencia de Jehová”. Esta ha aparecido en el primer capítulo casi como un estribillo. Si recuerda, vimos esta frase dos veces en el versículo 3. El autor del libro de Jonás, al igual que todos los escritores bíblicos, escoge deliberadamente sus pala-bras. Los escritores de narrativas bíblicas emplearon la repetición de pala-bras o frases como una técnica para advertir al lector acerca de puntos sig-nificativos que querían enfatizar. En este caso, el autor ha centrado delibe-radamente la atención del lector en la actitud obstinada de Jonás al intentar evadir su responsabilidad.

La desesperación de los marineros aumenta a medida que la tormenta empeora. Se dan cuenta de que debe hacerse algo o todos perecerán. Y,

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tomando nuevamente la iniciativa, recurren a Jonás: “¿Qué haremos conti-go...? (versículo 11). Antes ya habían reconocido al Dios al que Jonás ado-raba; ahora preguntan al profeta qué deberían hacer. Los marineros admi-ten su temor, y suplican la cooperación de Jonás: “¿Qué podemos hacer para que Dios no esté enojado? Por favor, dinos y obedeceremos’. Habien-do establecido que Jonás evade la tarea que Dios le ha asignado —según lo admitió él mismo después de haber echado suertes—, finalmente la tripu-lación se dirige a él como el único culpable. Seguramente él debería saber qué hacer en tan desesperadas circunstancias.

Ahora el culpable no tiene otra opción más que admitir que su falta de-bía sancionarse. La situación debería haber provocado que Jonás confesara inmediatamente su error e hiciera una oración pidiendo perdón. Luego debería haber pedido a Dios que librara a todos de morir en el mar. Pero, incluso ahora, Jonás se rehúsa a admitir que está equivocado.

El contraste entre los marineros paganos y Jonás en el primer capítulo de su libro es notable. Los marineros muestran un nivel de moralidad que debería avergonzarlo. Él no ha estado dispuesto a aceptar el hecho de que los paganos ninivitas son dignos de recibir un mensaje de Dios. Sin em-bargo, los marineros paganos expresan respeto por la vida del profeta he-breo y por su Dios, mientras que durante toda la tormenta Jonás se atreve a actuar contrariamente a la voluntad del Dios que afirma servir. Por con-siguiente, en este punto Jonás pide a los marineros: “Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros” (versículo 12).

A primera vista, la solución propuesta por Jonás puede parecer valiente y altruista. Sin embargo, en realidad oculta una desobediencia continua. Si ni la huida ni la siesta ha salvado a Jonás de los imperativos divinos, al menos el ahogarse lo hará. No se equivoque; Jonás no era un piadoso már-tir. El profeta se da cuenta de que merece la muerte por su obstinada desobediencia. Conoce lo que las Escrituras hebreas enseñaban acerca de la maldad. De hecho, incluso admite que ha puesto en peligro a todos lo que se hallaban a bordo del barco. Pero, tercamente prefiere ahogarse, en lugar de admitir su falta o cumplir con la misión que Dios le había encomenda-do.

Jonás nunca muestra algún remordimiento por el peligro en el cual pu-so a todos. No hace ninguna confesión, ni a Dios ni a nadie. Habiendo de-cidido desobedecer al Señor, está presto para ahogarse en el furioso mar, en vez de arrepentirse. Quizás él supone que una vez muerto la tormenta amainará, pues habrá cumplido su propósito. Podría ser que Jonás crea que su justo castigo permitirá entonces que el barco continúe su recorrido

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de manera segura. ¿Qué habría ocurrido si Jonás se hubiera arrepentido de su huida justo

en ese momento y rogado a Dios que lo salvara, juntamente con la tri-pulación y el barco? Tiempo después, el apóstol Pablo también enfrentó una terrible tormenta a bordo de un barco en la misma extensión de aguas. Sin embargo, durante ella Pablo toma el mando de la situación y muestra una actitud muy diferente a la de Jonás. Valientemente declara: “Os exhor-to a tener buen ánimo... Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo con-fío en Dios que será así como se me ha dicho” (Hechos 27:22-25).

Elena de White escribe lo siguiente acerca de la tormenta por la que pa-só Pablo en el mar:

“Vi que el propósito especial de Dios se cumplió en el viaje de Pablo por mar; el Señor quería que la tripulación del barco presenciase mani-festaciones del poder de Dios por medio de Pablo, que los paganos tam-bién oyesen el nombre de Jesús, y que muchos se convirtiesen por la en-señanza de Pablo y la comprobación de los milagros que realizaba.” 40 Jo-nás perdió una maravillosa oportunidad para testificar positivamente acerca del Dios del cielo y la tierra.

La narrativa en Jonás 1 continúa describiendo el contraste entre el pro-feta hebreo y los marineros “paganos” no israelitas. Jonás no creía que los asirios fueran dignos del arrepentimiento. Sin embargo, en el barco que lo llevaba a Tarsis los marineros gentiles persisten en exhibir un nivel de mo-ralidad más elevado que el del profeta hebreo mismo. Se muestran más dispuestos a hacer todo lo que está en su poder para salvar la vida de Jo-nás, aunque “el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos” (Jonás 1:13b). Sin embargo, la intensidad creciente de la ya peligrosa tormenta fi-nalmente los obliga a tomar una difícil decisión, pero sólo después de ha-ber luchado primero aún más desesperadamente por alcanzar la costa. Pe-ro no lo logran, “porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos” (versículo 13).

Note cómo la solución propuesta por Jonás les parece demasiado drás-tica a los marineros. Ellos siguen mostrando respeto por la vida del hom-bre, aun cuando su desobediencia ha puesto en peligro la vida de todos. Anhelan y sienten que, de algún modo, quizá todavía pueden llegar a tie-rra y salvar la vida del hombre. Jonás se ha sentenciado a sí mismo, pero

40 Primeros escritos, p. 207.

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los marineros no le echan mano inmediatamente. Más bien, se esfuerzan aún más por regresar a tierra y evitar el derramamiento de sangre. Siguen luchando desesperadamente por llegar a la orilla. En ese momento crítico, nuevamente los marineros —no Jonás— toman la iniciativa y oran a Jeho-vá. “Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre noso-tros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido” (versículo 14).

Detengámonos brevemente y reflexionemos en esta asombrosa oración de confesión y contrición a Jehová, Dios de los cielos. Aquí, gentiles su-puestamente paganos, que se enfrentan a un profeta israelita rebelde, te-men matarlo, así que suplican al Dios de Jonás que no sean considerados culpables de su muerte. Ésta es una de las oraciones más sorprendentes de toda la Biblia. ¡No es el profeta hebreo quien ora por los marineros paga-nos, sino lo contrario!

Su segunda petición a Dios —“ni pongas sobre nosotros la sangre inocente”— implica que los marineros tenían un estándar ético que pro-hibía asesinar a alguien. Claman al Dios de Jonás para que dé fe de que ellos no son criminales, y le piden que no los tenga por culpables de la muerte del profeta. Su petición: “que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre”, también implica que estaban convencidos de que el Dios de los cielos juzga las acciones humanas y que puede ser apelado para so-licitar justicia. De nuevo encontramos una marcada ironía: no israelitas que se enfrentan a un profeta hebreo desobediente oran para que no se los con-sidere culpables de su muerte.

Los marineros usan el nombre especial del pacto de Dios, Jehová, o Se-ñor, pues, por lo visto, han aceptado el testimonio de Jonás en el versículo 9. Su oración también sugiere que tienen fe en que Dios oirá y responderá su pedido. El incidente nos presenta una evidencia asombrosa de alguien que se torna hacia el verdadero Dios en el mundo pagano. Sólo Jonás, el profeta de Dios, permanece en silencio en este punto, incluso frente a la muerte. Al final, sin embargo, la violencia de la tormenta obliga a los ma-rineros a tomar a Jonás y lanzarlo, o echarlo, al mar (versículo 15a).

Aquí encontramos el cuarto uso en el libro del verbo “echar”, el cual, juntamente con otras palabras o frases claves, se repite a través del capí-tulo. La raíz hebrea del verbo “echar” no es común en el Antiguo Testa-mento. Sin embargo, ocurre cuatro veces en este capítulo, como para sub-rayar la solidez de las acciones de Dios y sus resultados. En este caso, diri-ge la atención hacia el acto violento que fue necesario realizar debido a la voluntad insensata de Jonás.

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Nuestra lectura cuidadosa del texto nuevamente nos enseña que este ti-po de repetición de palabras no es el resultado de un vocabulario limitado del escritor. La reiteración de palabras y frases, tan prominente en los es-critos narrativos hebreos, es utilizada por los narradores para enfatizar al-go. También puede indicar la presencia de estructuras mayores tipo espejo o marco, que repiten temas iniciales en la conclusión de una sección. En-contramos este fenómeno particular al inicio y final del capítulo 1. Cuando los marineros lanzaron a Jonás por la borda, “el mar se aquietó de su fu-ror” (versículo 15), lo cual completa la acción iniciada en el versículo 4, en el cual se desató una gran tempestad. Nuevamente, encontramos evidencia de que estamos leyendo literatura narrativa hebrea hábilmente escrita.

En el preciso instante en que Jonás se zambulló en las impetuosas aguas, “el mar se aquietó de su furor” (versículo 15b). Una vez más, obser-vamos al soberano Dios del cielo y la tierra en completo control de la na-turaleza. Como vimos anteriormente, esto ocurre con frecuencia en la Es-critura. Cristo demostró el mismo poder sobre la creación en el Nuevo Tes-tamento cuando calmó la tormenta sobre el Mar de Galilea: “Y le-vantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39).

Regresando al libro de Jonás, debemos notar la perceptiva reacción de los marineros paganos ante el repentino cambio en la atmósfera: “...y el mar se aquietó de su furor. Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (Jonás 1:15b, 16). La serenidad inmediata de la tormenta evidenció tan claramente el brazo omnipotente del santo Dios del cielo y de la tierra que los marineros “te-mieron... a Jehová con gran temor” (versículo 16). Jonás 1:4, 5 describió como temieron a causa de la tormenta, pero ahora temen al Dios de la tor-menta con gran temor; su respuesta se intensificó en un grado superlativo. Los resueltos marineros, que antes habían orado a una serie de dioses fal-sos, adoraron a Jehová e hicieron votos a él. Sus vidas cambiaron dramáti-camente porque habían entrado en contacto con el Dios viviente. Ofrecie-ron sacrificios en la medida en que pudieron en ese momento. Pero hicie-ron algo mayor al comprometerse mediante votos que cumplirían después.

El ofrecimiento de sacrificios por los marineros es altamente signifi-cativo. Ellos ven la necesidad de expiación fuera de ellos mismos. Incluso el orden que siguieron es significativo. Hicieron sus votos después de los sacrificios, después de la expiación por medio de la sangre. No hicieron sus votos para apresurar la misericordia de Dios. Más bien, contemplaron su poder en la tormenta y en la confesión renuente de Jonás, y luego se convirtieron al Dios verdadero y le ofrecieron sacrificios. Jonás no quería

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darles a los ninivitas la oportunidad de salvarse, pero a bordo del barco, sin planearlo en lo absoluto, sirve como mediador de la salvación para los marineros paganos.

El verbo “temer” es otra de las palabras claves usadas en el libro de Jo-nás. El profeta la emplea en su conversación con los marineros. “Temo a Jehová, Dios de los cielos” (versículo 9). Pero sus acciones no corres-ponden con su confesión, y están en contraste directo con la tripulación no israelita. En lo último que sabemos de ellos, notamos que “temieron aque-llos hombres a Jehová con gran temor” (versículo 16). Y, a diferencia de Jonás, sus acciones fueron paralelas a sus convicciones. Jonás pronuncia las palabras de un creyente, pero su conducta no corresponde con la de éste. Los marineros, en contraste, temen genuinamente al Dios del profeta. El hábil contraste que el escritor presenta entre Jonás y los marineros paganos confronta al lector atento con el ejemplo de un creyente que expresa fe en Dios mientras que su corazón no está convertido. James Edwards está en lo cierto cuando declara:

“Los contrastes entre Jonás y los marineros paganos son tan agudos como un vidrio roto... [y nos obligan] a reconsiderar nuestras rápidas e inexactas distinciones entre justo y malo, salvado y condenado, elegido y réprobo. Ningún evangelista cuestionó más esas distinciones que Marcos. En el primer versículo de su evangelio, Marcos declara que Jesucristo es el Hijo de Dios. Pero no es sino hasta la crucifixión cuando alguien comienza a comprender en la historia quién es realmente Jesús. Y, ¿quién es ese al-guien? No era un discípulo; ni siquiera Pedro. Al igual que Jonás, los dis-cípulos huyeron, juntamente con los familiares y asociados de Jesús. Tam-poco era un fariseo o algún miembro del Sanedrín. El primer ser humano en el evangelio de Marcos en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios no era siquiera un judío, sino un romano, un ‘gentil pecador’, como eran llama-dos. ¡De hecho, era el capitán del grupo de soldados que ejecutó a Jesús! ‘Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios’, dijo el centurión (Marcos 15:39). ¡Qué ironía para los seguidores de Jesús descubrir que un extranje-ro —de hecho, un enemigo— fue la primera persona en comprender el co-razón de la fe [cristiana]!” 41

Hasta aquí, hemos visto algunos giros extraños en el primer capítulo del libro de Jonás:

1. Aunque ortodoxo en sus creencias, el profeta Jonás desobedece a Dios. Afirma temer al Señor, pero sus acciones contradicen sus declara-ciones. Esto contrasta directamente con los marineros, quienes, aunque

41 J. R. Edwards, The Divine Intruder, pp. 96, 97.

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eran paganos, responden sumisamente ante el poder de Dios revelado al echar suertes y en la gran tempestad.

2. Jonás no irá a Nínive a predicar a los gentiles de ese lugar, sino que acaba en una situación en la que el intento suyo de escapar de su misión lleva a los paganos a creer en Dios. A través de su deserción, la tripulación de un barco reconoce el poder del Creador, lo adora y admite como Señor.

Pero sólo hemos comenzado a ahondar en esta extraordinaria narrativa.

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¡La salvación es de Jehová!

onás ha sido arrojado por la borda en el Mediterráneo. Según los mari-neros, se ahogó en el mar. Sin embargo, en ese mismo momento, el con-trol de Dios sobre el mundo natural nuevamente confronta al lector. El

capítulo 1 ha revelado esto en forma convincente: Dios causa el gran viento de una tormenta (versículo 4); controla la práctica de echar suertes (ver-sículo 7); y detiene el furor de la tormenta (versículo 15).

Y ahora, en este punto, Dios muestra, por cuarta vez en este primer ca-pítulo, su poder soberano sobre la creación: "Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás" (versículo 17). La Escritura describe frecuente-mente al Dios del cielo y la tierra involucrándose directamente en la reali-zación de sus propósitos. De hecho, esto es una garantía permanente a tra-vés de toda la Escritura. Nadie puede limitar su actividad, aunque los se-res humanos con frecuencia lo intentan. Incluso Jonás, el profeta, se negó a hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, el viento, la tormenta y el pez le obedecen.

En el idioma original, el verbo que describe la incorporación del gigan-tesco animal marino es inequívoco. El Antiguo Testamento usa en otra par-te el verbo "preparar" o "señalar" para la impartición de buenos dones, como lo que hace Dios con su misericordia y verdad (Salmos 61:7), o cuando el rey de Babilonia "señaló" la dieta para los prisioneros selectos (Daniel 1:10). En Jonás 1:17, siendo Jehová el sujeto, el verbo subraya la soberanía de Dios al delegar a un pez la tarea de tragarse a Jonás.

La palabra "preparar" no significa crear. Más bien, implica que Dios le "ordena" a un gran pez que se trague al profeta. Él delega o "comisiona" a cierta criatura marina para que cumpla una singular tarea. Y, gracias a la "preparación" que Dios hace, el "gran pez" se halla exactamente en el lugar y en el momento correcto a fin de ingerir a Jonás y guardarlo en forma segu-ra dentro de las profundas aguas del Mediterráneo.

J

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Más adelante, el narrador usará este mismo verbo en relación con Dios tres veces más en el libro de Jonás, para de esa manera acentuar constan-temente su omnipotencia. Como veremos en el capítulo cuatro, Jehová Dios "preparó" una calabacera, un gusano y un recio viento solano. En ca-da ocasión el texto indica claramente que Dios es siempre soberano de to-da la creación.

El autor no dice qué clase de pez era, y las ballenas son raras en el Me-diterráneo. Sin embargo, los lectores no debieran distraerse en detalles tan insignificantes como los nombres de especies marinas. Más bien, el escritor quiere que nos enfoquemos en el milagro de la obediente criatura y en el de Jonás siendo preservado vivo dentro del "gran pez".

El verbo hebreo traducido como "tragar" (Jonás 1:17), que describe la ac-ción del gran pez, incluye el matiz de "rodear". El libro de Jonás lo usa junto con un prefijo específico que expresa propósito. Otros usos del Antiguo Testamento vinculan a este verbo con la actividad juzgadora de Dios: "Jehová los deshará en su ira, y fuego los consumirá" (Salmos 21:9). El profeta Jeremías usa el lenguaje figurado para describir la actividad militar del rey de Babilonia: "Me devoró, me desmenuzó Nabucodonosor rey de Babilonia, y me dejó como vaso vacío; me tragó como dragón, llenó su vientre de mis delicadezas, y me echó fuera" (Jeremías 51:34).

Mientras luchaba torpe e inútilmente en el Mediterráneo, Jonás debe haber pensado que se ahogaba. Pero en vez de eso, es succionado dentro de un gran vacío maloliente y oscuro. Jonás debe haber sentido que había llegado al final de su vida. Sin embargo, contra todas las probabilidades, ¡el profeta se encuentra vivo!

De hecho, la precisión de tan milagrosa liberación de morir ahogado es otra notable evidencia de que la providencia divina se hallaba operando en su vida. ¡Esa "salvación" inesperada, sin embargo, nos dice más acerca de Dios que de Jonás! A pesar de su profunda desobediencia, Jonás experi-menta el poder de Dios al ser preservado de morir. Y los milagros aún no terminan. El profeta sobrevive "tres días y tres noches" (Jonás 1:17) en un ti-po de transporte acuático sumamente inusual.

Muy en lo profundo del Mediterráneo, Jonás difícilmente pudo haber sabido al principio qué causó el repentino y dramático cambio de estarse ahogando en una oscuridad asfixiante a hallarse en una negrura aún ma-yor. Debe haberle tomado algo de tiempo darse cuenta de que la oscuridad que lo rodeaba no era la del Seol, sino la de una seguridad totalmente inesperada. Y cuando Jonás captó que se le había preservado la vida, con-sideró ese hecho como una prueba de la protección divina.

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Finalmente se torna a Dios y lo escuchamos orar: "Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez" (Jonás 2:1).

Su oración expresa en palabras la angustia que sintió cuando se ahoga-ba -su reacción al borde de la muerte-, juntamente con su experiencia y re-flexiones dentro del "gran pez". Toma prestadas muchas frases del libro de Salmos, ¡con lo cual nos daremos cuenta de cuán bien conocía Jonás la Bi-blia!

Usar frases del libro de Salmos mientras uno ora no es algo inusual. Debido a su calidad expresiva, aun hoy con frecuencia muchos cristianos formulan sus oraciones, al menos parcialmente, con frases del salterio. La gente también emplea los salmos en invocaciones y bendiciones durante la adoración pública.

Demos un vistazo a la oración de Jonás. Durante la tormenta en el mar, a bordo del barco, el capitán le había pedido a Jonás que orara (Jonás 1:16). La tripulación pagana de la nave se había visto impulsada a orar, tomando la iniciativa que habríamos esperado por parte del profeta hebreo. Final-mente, en medio de su gran necesidad, Jonás ora fervientemente. Y las primeras palabras de su oración repiten plegarias de Salmos, como:

"En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos" (Salmos 18:6). Al fin, Jonás se ve impulsado a invocar a Dios, aun cuando pareciera ser

demasiado tarde para orar. Ha tratado neciamente de evadir a Dios, e in-cluso dentro del pez todavía está cerca de la muerte. De hecho, la siguiente frase de su oración expresa su profunda de angustia al pensar que se está ahogando: "Desde el seno [o "vientre"] del Seol clamé, y mi voz oíste" (Jonás 2:2).

La expresión de Jonás "desde... el Seol" en el idioma original denota una situación desesperada, e indica que el profeta estaba consciente de la natu-raleza extrema de las circunstancias en las que se encontraba: en las garras de la muerte misma. Sin embargo, reconoce que Dios controla la situación:

"Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí" (versículo 3). Seguramente el profeta sabía que habían sido los tripulantes del barco

quienes lo habían arrojado al mar (Jonás 1:15). Sin embargo, ahora admite que fue Jehová mismo quien había actuado, y que los marineros sólo ha-bían cumplido inconscientemente el propósito del Señor. Siendo que Jonás

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conocía su Biblia, sabía que con frecuencia Dios usa a los agentes humanos para hacer avanzar sus propósitos. Por ejemplo, Dios declara a través del profeta Isaías: "Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira" (Isaías 10:5).

La palabra "corriente" (nahar) en Jonás 2:3, que el profeta menciona que lo rodeó, nos recuerda el Salmo 93:3, 4. La palabra aparece aquí, en el libro de Salmos, en su forma plural (neharot, ríos), y su triple repetición subraya el poder de la tormenta. Sin embargo, el salmista insiste en que el poder de Jehová en las alturas es más poderoso:

"Alzaron los ríos, oh Jehová, Los ríos alzaron su sonido; Alzaron los ríos sus ondas. Jehová en las alturas es más poderoso Que el estruendo de las muchas aguas, Más que las recias ondas del mar" (Salmos 93:3, 4). Jonás también reconoce que el oleaje que pasaba sobre él estaba bajo el

control de Jehová, haciendo eco a las palabras del salmista cuando oró: "Tus ondas y tus olas han pasado sobre mí" (Salmo 42:7b). Jonás también sintió una angustia similar: "Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me ro-deó la corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí" (Jonás 2:3).

En este punto, el sentimiento de desesperación de Jonás es claro. El uso del pronombre personal en el idioma original es enfático y subraya la an-siedad de Jonás: "Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos" (versículo 4a). Sin embargo, ¡habría sido más honesto que Jonás admitiera que él era quien había huido "de la presencia de Jehová", tal como lo señala el autor tres veces en el capítulo 1!

Continuando con nuestra lectura cuidadosa del texto, recordamos que el verbo "desechado" que Jonás usa aquí también aparece en Génesis 3:24, donde Adán y Eva son expulsados del huerto del Edén: "[Dios] Echó, pues, fuera [del huerto del Edén] al hombre". Jonás entendió que se hallaba expe-rimentando el enérgico castigo de Dios mientras se ahogaba. Sin embargo, percibe que, a pesar de todo lo que ha hecho, en realidad Dios le ha perdo-nado la vida.

La siguiente frase de su oración es sorprendente: "Mas aún veré tu santo templo" (Jonás 2:4b). Muchos han considerado esta exclamación como el centro de su oración. Jonás se ve finalmente impulsado a admitir la miseri-cordia de Dios, mucho después que los marineros paganos ya lo habían hecho. Pero la ordalía acuática todavía no termina. Jonás continúa descri-biendo su indefenso descenso inicial en las profundidades del mar:

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"Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre" (versículo 5, 6a). El profeta revive aquí su proceso de ahogamiento. La descripción de

cinco líneas expresa su abandono de la esperanza de escapar de las garras de la muerte y señala el punto extremo de su hundimiento en el Medite-rráneo.

Cuando el texto registra que el profeta estuvo "en el vientre del pez tres días y tres noches" (Jonás 1:17), nos recuerda cuán agonizantemente parece pasar el tiempo cuando uno sufre. Jonás describe así su experiencia: "La tie-rra echó sus cerrojos sobre mí para siempre" (versículo 6; la cursiva fue aña-dida).

Los "cerrojos" que menciona el profeta sobre él quizás aluden a la caja torácica del "gran pez".

La mención de "tres días y tres noche" debiera hacernos pensar en otros usos bíblicos de esta fórmula del paso del tiempo. Esta frase aparece en otros lugares del Antiguo Testamento. En Génesis, Abraham e Isaac reci-bieron "al tercer día" la indicación de Dios de que habían llegado al lugar para el sacrificio, del cual Isaac sería librado milagrosamente (Génesis 22:4). La frase también aparece en otro contexto de vida y muerte en el cual David encontró al esclavo egipcio que había sido abandonado para morir y no había comido durante "tres días y tres noches" (1 Samuel 30:12). Más ade-lante, cuando el rey Ezequías se encontraba gravemente enfermo, recibió la promesa de que "al tercer día" subiría a la casa de Jehová (2 Reyes 20:5, 8).

El Nuevo Testamento también emplea este marcador de tiempo parti-cular. Jesús se refiere a "la señal del profeta Jonás" y usa el mismo período de "tres días y tres noches" para su propia sepultura y resurrección (Mateo 12:39, 40; véase también Lucas 11:30). De esa manera, vincula la milagrosa liberación de Jonás de la muerte con su propia pasión.

En su oración desde el "gran pez" Jonás habla del "Seol" y del "abismo", términos que el Antiguo Testamento usa para describir a la muerte. El pro-feta Oseas, que vivió dentro del marco de tiempo cuando probablemente todavía se hacía referencia a la experiencia de Jonás, utiliza la fórmula cro-nológica dentro del tema de la resurrección: "Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará" (Oseas 6:2).

“Oseas 6:1-3 se refiere claramente a la cautividad y restauración de Is-rael como a una "muerte" y "resurrección" en el "tercer día", estableciendo un

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paralelismo con la experiencia de Jonás. Según esta alusión, parece que Oseas imagina a Israel recapitulando la experiencia de Jonás en su propia experiencia de “muerte” y “resurrección".” 42

Así que, cuando Cristo compara su experiencia de muerte y resurrec-ción con la de Jonás, la vincula con el entendimiento veterotestamentario.

La oración de Jonás nos permite escuchar lo que él creía que eran sus últimos pensamientos como hombre agonizante. Sin embargo, los peores temores del profeta fugitivo no se concretan. No se ahoga. Aunque se en-contraba en una oscuridad insondable, ciertamente Dios le ha perdonado la vida. Y, como resultado, su desesperación se disipa: "Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo" (versículos 6c, 7).

El lenguaje usado por Jonás en la frase "tu santo templo" es el que em-plean otros profetas para referirse al santuario celestial, como: "Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres" (Salmos 11:4). El profeta Miqueas tam-bién declara: "Oíd, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; y Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros" (Miqueas 1:2). El profeta Habacuc habla en forma similar: "Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra" (Habacuc 2:20).

Aunque ha desobedecido, Jonás se da cuenta de que aun su lejanía en las profundidades del mar no ha estorbado su oración. Por fe, ¡confía en Dios, que está en su santuario celestial! Sin embargo, Dios no libera inme-diatamente al profeta de su "caverna" acuática. La oración de Jonás no su-giere que se halla fuera del gran pez, sobre tierra seca. Más bien, subraya que su ubicación en las profundidades del mar no ha significado barrera alguna para que Dios escuche su oración. Jonás cree que Jehová no lo ha abandonado del todo. Ya ha experimentado, a través de su "salvación" mi-lagrosa en el mar, que el poder de Dios es tan vasto como su conocimiento de quienes claman a él por ayuda. Jonás experimenta la realidad del gran salmo de la omnisciencia de Dios:

"¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú;

42 Richard M. Davidson, “New Testament Use of the Old Testament”, Journal of the Ad-ventist Theological Society, 3, Nº 1 (primavera, 1994): 30. Davidson continua diciendo: “Puede ser más que una coincidencia que en el siguiente capítulo Oseas dice que Israel es ‘como Jonás [RV (1960) “paloma”]’… que hijos de Jehová… (Oseas 7:11, 13).

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Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz" (Salmos 139:7-12). Jonás expresa luego la inutilidad de confiar en las falsas deidades: "Los

que siguen a ídolos vanos, abandonan el amor de Dios" (Jonás 2:8, NVI). Los términos aplicados a los ídolos incluyen el sentido de algo insus-

tancial, inútil, vacío, sin valor. Los dioses falsos son engañosos porque no son lo que afirman ser. De hecho, no tienen vida en absoluto. Jonás está convencido de la necedad de abandonar al Dios del cielo y la tierra. Y su oración, que comenzó con una desesperada llamada de auxilio a Jehová, concluye con una declaración de la misericordia de Dios: "Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová" (versículo 9).

Muchos han considerado a esta última frase de la oración de Jonás co-mo el centro de su libro, el punto principal que el escritor quiere enfatizar. De nuevo, el pronombre personal es enfático en el idioma hebreo, aña-diendo intensidad a la proclamación. James Edwards resume ingeniosa-mente el sorprendente viaje de Jonás hasta aquí de la siguiente manera: "Como una ballena herida por un arpón, el creyente comienza a luchar. Excusas, protestas, lamentos, súplicas, todo esto surge del volcán del alma completamente despierta; un alma que, siquiera por un instante, ha perci-bido la pavorosa distancia entre Dios y ella. En contraste con su turbulento socio humano, Dios sostiene el timón en un punto estable, sin acometer fu-rioso y sin retirarse ofendido, repitiendo el mandato una y otra vez hasta que el alma agobiada se desploma en los brazos de un amor santo que ella ha buscado por mucho tiempo, pero en el que ha temido confiar". 43

Jonás finalmente se ve impulsado a admitir la misericordia salvadora de Dios, pero, como hemos visto, irónicamente mucho después que los marineros no israelitas lo han hecho. La promesa del profeta hebreo Jonás de ofrecer sacrificios y hacer votos también fue hecha mucho después que la tripulación pagana del barco la hiciera [y cumpliera] (Jonás 1:16). Tanto

43 J. R. Edwards, The Divine Intruder, p. 92.

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el capítulo 1 como el 2 del libro de Jonás terminan con el tema de los sacri-ficios y los votos, llevando al lector a trazar un paralelismo entre la expe-riencia de Jonás y la de los marineros paganos. Tanto el profeta como los marineros...

• enfrentan un peligro y una crisis extrema debido a una tormenta; • claman a Jehová, reconociendo su soberanía; • son salvados físicamente; • adoran. Únicamente que ¡la fe de los marineros precede a la del profeta Jonás!

Finalmente, él adopta la misma actitud que la tripulación gentil del barco ya ha adoptado.

El nexo entre sacrificios y votos no es inusual en el Antiguo Testamen-to. El salmista ora así:

"Entraré en tu casa con holocaustos; Te pagaré mis votos, Que pronunciaron mis labios Y habló mi boca, cuando estaba angustiado. Holocaustos de animales engordados te ofreceré, Con sahumerio de carneros; Te ofreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos" (Salmos 66:13-15). Las últimas palabras de la oración de Jonás -"la salvación es de Jehová"

(Jonás 2:9b)- colocan el énfasis donde debe ir: sobre Jehová, quien ha sal-vado al profeta. La palabra yeshuah puede usarse para indicar liberación fí-sica. Pero cuando se aplica a la obra de Dios, incluye su propósito más amplio de salvar en todo sentido. Muchas veces, el salmista y el profeta se refieren elocuentemente a Dios como Salvador:

"En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho" (Salmos 62:1, 2).

"Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos espera-do, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación" (Isaías 25:9).

"Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro" (Isaías 52:10).

Jonás descubre la gracia divina cuando su situación es desesperada, cuando a todas luces no debería esperar nada de Dios. La tormenta en el mar ha convencido a Jonás de que no puede escapar de Jehová. Se da cuenta, finalmente, de que su rebelión no es un asunto oculto, y que Dios

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está plenamente consciente de su necedad. El retrato bíblico de la gracia de Dios hacia Jonás debiera animarnos en gran manera porque ¡Dios no res-ponde solamente conforme a nuestras mejores actitudes y sentimientos, sino también conforme a nuestros desesperados clamores, frutos de nues-tra desobediencia!

Éste es un punto importante. En toda su oración, Jonás nunca confiesa su rebeldía. No vemos ninguna evidencia de que está verdaderamente arrepentido. Nunca admite que se ha equivocado, como cuando David clamó a Dios arrepentido de su adulterio:

"Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos... Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio... Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmos 51:3-17). Y, sin embargo, la oración de Jonás debiera asegurarnos nuevamente

que podemos orar en medio del fracaso, aun cuando nuestra propia rebe-lión nos ha traído angustia, e incluso cuando no reconocemos nuestra pro-pia culpa ni sentimos pesar. Éste es un asunto crítico, porque estos parecen ser los momentos en los que es más difícil orar. Con frecuencia es un tiem-po en el que sentimos que no tenemos derecho a invocar a Dios. Y, aun si quisiéramos orar, sentimos que, ciertamente, no merecemos su ayuda.

La experiencia de Jonás debiera ser una gran fuente de ánimo para no-sotros de que Dios no nos permitirá continuar para siempre en nuestra re-belión personal contra él. Nada podría ser peor que si él no se interesara lo suficiente en nosotros como para buscarnos cuando huimos de su presen-cia. Así que podemos cobrar ánimo con la experiencia de Jonás y agrade-cerle a Dios cuando nos confronta con nuestra desobediencia.

Observe cómo Jonás expresa su oración en forma de poesía. Algunos han sugerido que este hecho es una razón de que la historia de Jonás no puede ser un relato histórico auténtico. Sin embargo, gran parte del Anti-guo Testamento es poesía. Por ejemplo, en la narrativa de la creación, Adán se expresa poéticamente cuando ve a Eva por primera vez (Génesis 2:23, 24). El libro de Génesis termina con la bendición de Jacob a sus hijos, en la cual los doce oráculos toman forma poética (Génesis 48:15- 49:27). Los libros históricos de Samuel, Reyes y Crónicas comienzan con la jubilo-sa oración poética de Ana (1 Samuel 2:1-10).

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Incluso las numerosas profecías del Antiguo Testamento están expresa-das en poesía. Por ejemplo, los 66 capítulos del libro de Isaías incluyen na-rrativas históricas, pero cuando él transmite las palabras de Dios, las pre-senta en forma de poesía. El capítulo 6 contiene una parte narrativa que describe el llamado profético de Isaías y otra poética que consiste en una conversación entre el profeta y un serafín. Enseguida, el capítulo 7 incluye el relato narrativo del envío de Isaías por parte de Dios al rey Acaz, con un mensaje profético en forma de poesía para darle ánimo ante una importan-te amenaza siria. El resto del libro de Isaías consiste en profecías princi-palmente, la mayor parte de las cuales está expresada en poesía.

En el pasado muchas versiones de la Biblia no se publicaban de manera que esta combinación peculiar de narrativa y poesía fuera obvia visual-mente. Afortunadamente, las traducciones recientes han corregido esto. Siendo que más del cuarenta por ciento del Antiguo Testamento es poesía, esta mejora es útil para el lector.

La inclusión de poesía dentro de los materiales narrativos no es una ra-zón válida para relegar al Antiguo Testamento al ámbito de la ficción y el mito, como lo hacen algunos eruditos actuales. Los escritos extrabíblicos antiguos frecuentemente usaron la poesía en registros históricos. Presentar la historia humana o las oraciones en forma de poesía no clasifica automá-ticamente a dicho material como mitos antiguos. Los escritores bíblicos bien pueden haber sido sensibles a la forma en que la expresión poética da a sus palabras un significado más profundo e intenso. Así que, el hecho de que Jonás ore en un lenguaje lírico no sería inusual en tiempos del Antiguo Testamento.

Pero, ¿qué ocurre con Jonás enseguida? ¡Las sorpresas aún no terminan!

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El Dios de la segunda oportunidad

espués que Jonás ora, captamos otra vislumbre del poder sobe-rano y absoluto de Dios: "Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra" (Jonás 2:10). El texto nos informa explícitamente que el

"gran pez" no siente náuseas debido a una indigestión. Más bien, la gigan-tesca criatura marina, que ya vimos bajo la dirección divina (1:17), nueva-mente es impulsada por Dios y obedece, depositando a Jonás sobre la pla-ya.

¿Qué ocurre con él allí? "Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás" (Jonás 3:1). El profeta se halla nuevamente donde inició. Las primeras pa-labras del capítulo 3 repiten las palabras iniciales del libro de Jonás. Des-pués de un período de resuelta insubordinación, el profeta Jonás recibe una segunda oportunidad para obedecer. ¡Seguramente éstas son algunas de las palabras más reconfortantes de la Escritura!

Como hemos visto, Jonás se ha rebelado deliberada y neciamente contra Dios. Lo más maravilloso de todo es que esto no ha provocado que Jehová le vuelva la espalda al profeta fugitivo. Él no desecha a su siervo por su in-solente desobediencia. El hecho de que, a pesar de su rebelión, Dios le da a Jonás otra oportunidad, debería animarnos en gran manera. Pero esto no es algo fortuito en la Escritura. El Dios del libro de Jonás -y de toda la Bi-blia- es el Dios de la "segunda oportunidad". Abraham también experi-mentó esto:

"Dios había llamado a Abrahán para que fuese el padre de los fieles, y su vida había de servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras. Pero su fe no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también al casarse

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con Agar. Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios le sometió a otra prueba…”. 44

Jacob también conoció la gracia de Dios en múltiples manifestaciones. La experimentó durante una noche de profunda angustia, mientras trataba de escapar de la ira de su hermano Esaú, después de ganarle tramposa-mente la bendición de la primogenitura:

"La noche del segundo día le encontró lejos de las tiendas de su padre. Se sentía desechado, y sabía que toda esta tribulación había venido sobre él por su propio proceder erróneo. Las tinieblas de la desesperación oprimían su alma, y apenas se atrevía a orar. Sin embargo, estaba tan completamente solo que sentía como nunca antes la necesidad de la protección de Dios. Llorando y con profunda humildad, confesó su pecado, y pidió que se le diera alguna evidencia de que no estaba completamente abandonado...”

“Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía a su erran-te y desconfiado siervo. Compasivamente, el Señor reveló a Jacob precisa-mente lo que necesitaba: un Salvador”. 45

Después del adulterio del rey David con Betsabé, Dios le envió al profe-ta Natán, quien llevó al rey a una experiencia más profunda con la gracia de Dios:

“El reproche del profeta conmovió el corazón de David; se despertó su conciencia; y su culpa le apareció en toda su enormidad. Su alma se postró en penitencia ante Dios. Con labios temblorosos exclamó: ‘Pequé contra Jehová’... Y el salmo 51 es una expresión del arrepentimiento de David, cuando le llegó el mensaje de reprensión de parte de Dios...”

“El arrepentimiento de David fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo para aminorar su crimen. Lo que inspiró su oración no fue el de-seo de escapar a los castigos con que se le amenazaba. Pero vio la enormi-dad de su transgresión contra Dios; vio la depravación de su alma y abo-rreció su pecado. No oró pidiendo perdón solamente, sino también pi-diendo pureza de corazón...”

“Aunque David había caído, el Señor le levantó. Estaba ahora más ple-namente en armonía con Dios y en simpatía con sus semejantes que antes de su caída”. 46

En el Nuevo Testamento, la noche en que Pedro traicionó a Jesús fue la ocasión para su conversión y para tener una nueva experiencia de la gracia divina:

44 Elena G. de White; Patriarcas y profetas, p. 143 45 Ibíd., p. 182 46 Ibíd., pp. 780-785.

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"Al ver ese rostro pálido y doliente, esos labios temblorosos, esa mirada de compasión y perdón, su corazón fue atravesado como por una flecha. Su conciencia se despertó... No pudiendo soportar ya más la escena, salió corriendo de la sala con el corazón quebrantado.

"Siguió corriendo en la soledad y las tinieblas... Por fin se encontró en Getsemaní. Su espíritu evocó vívidamente la escena ocurrida algunas ho-ras antes... En el mismo lugar donde Jesús había derramado su alma ago-nizante ante su Padre, cayó Pedro sobre su rostro y deseó morir”. 47

Después de la resurrección, junto al Mar de Galilea, Jesús obtuvo de Pedro la seguridad de su amor y lealtad, porque éste lo había negado tres veces.

"Delante de los discípulos congregados, Jesús reveló la profundidad del arrepentimiento de Pedro, y demostró cuán cabalmente humillado se ha-llaba el discípulo una vez jactancioso... Las preguntas tan apremiantes por las cuales el Señor le había probado, no habían arrancado una sola res-puesta impetuosa o vanidosa; y a causa de su humillación y arrepenti-miento, Pedro estaba mejor preparado que nunca antes para actuar como pastor del rebaño”. 48

Muchos han considerado a María, la hermana de Marta, como una gran pecadora, pero Cristo conocía todas las circunstancias que habían moldea-do su vida, y repetidamente la perdonó:

"Él hubiera podido extinguir toda chispa de esperanza en su alma, pero no lo hizo. Era él quien la había librado de la desesperación y la ruina. Sie-te veces ella había oído la reprensión que Cristo hiciera a los demonios que dirigían su corazón y mente. Había oído su intenso clamor al Padre en su favor. Sabía cuán ofensivo es el pecado para su inmaculada pureza, y con su poder ella había vencido”.

“Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno... El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades de-bían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salva-dor. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él”.

“Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y ba-ñó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta

47 El Deseado de todas las gentes, pp. 659-660. 48 Ibíd., p. 752

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el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrec-ción. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado”. 49

El apóstol Pablo nunca olvidó cómo Dios lo había buscado cuando to-davía era un asesino:

"Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando al mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (Hechos 26:12-14; la cursiva fue añadida)”.

Si somos realmente honestos con nosotros mismos, tendremos que ad-mitir que Dios ha sido aún más misericordioso y perdonador con nosotros que las dos veces que hemos visto en la vida de Jonás. Y cuando no nos en-focamos demasiado en los pecados de otros y en la obra que Dios necesita hacer en sus vidas, seremos más sensibles a las muchas veces que Jehová nos ha extendido su gracia.

“Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes de-cir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de ninguno que llora contrito. No di-ce a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración”. 50

En el libro de Jonás, ese Dios imparte generosamente su gracia a su tes-tarudo profeta. Va a Jonás la segunda vez y le repite sus instrucciones ori-ginales. Nínive es todavía la metrópoli que Dios quiere alcanzar. El Señor no permitirá que la insolencia del profeta frustre sus planes. Ni tampoco permitirá que Jonás se desvíe del camino. De hecho, la segunda vez que Dios comisiona al profeta es más específico que la primera al instarlo: "Pro-clama en ella el mensaje que yo te daré" (Jonás 3:2).

Esta vez "se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová" (versículo 3a). Al igual que en Jonás 1:3, el profeta "se levantó" y fue. Pero esta vez, en lugar de tratar de huir "de la presencia de Jehová" (como se ob-servó señaladamente tres veces en el capítulo 1), el texto informa que Jonás obedece "conforme a la palabra de Jehová". "Esta vez no se detuvo a preguntar ni a dudar, sino que obedeció sin vacilar”. 51

49 Ibíd., p. 521. 50 El Deseado de todas las gentes, pp. 521, 522. 51 Patriarcas y profetas, p. 201.

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Acorde con el estilo narrativo conciso del escritor, esta vez la Biblia no menciona nada acerca del largo viaje de Jonás. El autor tuvo su razón para hacer una descripción detallada del primer viaje del profeta en el capítulo 1: señalar la naturaleza extrema de la rebelión de Jonás contra Dios. Pero en el capítulo 3, Nínive aparece inmediatamente en escena, una caracterís-tica típica de las narrativas bíblicas. Por ejemplo, Génesis 22 no da detalles acerca del viaje de tres días de Abrahán e Isaac al monte Moriah. Más bien, el texto sólo menciona su llegada al monte del sacrificio "al tercer día" (Gé-nesis 22:4).

Los escritos narrativos bíblicos omiten muchos detalles que normal-mente los escritores actuales considerarían importantes. Observe cómo ra-ramente la Escritura nos informa acerca de la apariencia física de una per-sona o su vestimenta. Tal información aparece sólo si es vital para el resul-tado de la narrativa.

Por ejemplo, de toda la ropa que los hijos de Jacob habrían portado, las narrativas de Génesis sólo mencionan la túnica de José que le dio su padre, pues ésta provocará los celos y el engaño de sus hermanos. Más adelante, el cabello largo y abundante de Absalón, descrito de manera específica por el narrador, se convertirá en un instrumento de su muerte. La austeridad en detalles y los pocos adornos, o ninguno, caracterizan a la mayoría de las narrativas bíblicas. Esta cualidad sirve para dar mayor fuerza a lo que el escritor sí menciona. Así que, el contraste entre la cantidad de información provista acerca del primer viaje de Jonás a Nínive y del segundo, fue deli-berada.

Éste es un buen momento para recordar nuevamente la fascinante natu-raleza literaria de las narrativas bíblicas. Debemos reiterar que es impor-tante ser sensibles al estilo sofisticado de la literatura involucrada. Los es-critores bíblicos no se propusieron que sus narrativas fueran simples histo-rias para niños. Y si no podemos leer el idioma original en que fueron es-critas, sí podemos percibir mejor lo que los escritores quisieron transmitir al observar qué detalles incluyeron, aun cuando éstos no parezcan impor-tantes a primera vista.

En este caso específico, según hemos visto, el autor ha omitido los deta-lles del segundo viaje de Jonás a Nínive, en completo contraste con su des-cripción del viaje inicial de los primeros dos capítulos. En lugar de esto, el escritor dirige inmediatamente nuestra atención hacia la metrópoli de Ní-nive, diciéndonos que era "ciudad grande en extremo, de tres días de camino" (Jonás 3:3b). El relato describe a la ciudad en un grado superlativo. En el idioma original, el verbo aparece después del sujeto, otra manera de dar

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énfasis en hebreo. La lectura original de la frase es "una ciudad grande pa-ra Dios", pues él mismo ha declarado "grande" a Nínive.

La Escritura señala sólo a dos ciudades de Israel como "grandes": Jerusa-lén (Jeremías 22:8) y Gabaón (Josué 10:2), ninguna de las cuales era muy grande de acuerdo con los estándares actuales. El adjetivo "gran / grande" a veces puede referirse al estatus real de una ciudad.

Con todo, los arqueólogos han encontrado que Nínive era grande en su tiempo. El énfasis en su "grandeza" en el libro de Jonás puede incluir tam-bién su importancia como centro religioso. Tenía “templos dedicados a los dioses Nabú, Asur, Adad y Ninurta, además de Ishtar de Nínive, y otros”.52

Tanto en el capítulo 1 como en el 3 del libro de Jonás, Dios se refiere a Nínive como una "gran ciudad". No sólo es una ciudad impresionante, sino que ¡también es "grande" para Dios a la luz de todo el esfuerzo que le tomó para hacer que Jonás predicara en ella!

La frase final en Jonás 3:3 -"de tres días de camino"- también sugiere el tamaño de la capital asiria. Las palabras aquí están en aposición, signifi-cando literalmente "una ciudad de tres días de viaje". Wiseman menciona que tal designación en los registros antiguos puede sugerir un día de viaje desde los suburbios, un día para negocios, y un día para el regreso. 53 Tal interpretación encaja bien con Jonás 3:4a, que describe al profeta cum-pliendo su misión: “Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día". Entró directamente en la ciudad para proclamar su mensaje.

Los profetas no son ajenos a los ministerios en las ciudades. Por ejem-plo, Dios envió a Elías al palacio del rey de Samaria, la capital del reino de Israel:

“A Elías fue confiada la misión de comunicar a Acab el mensaje relativo al juicio del Cielo. Él no procuró ser mensajero del Señor; la palabra del Señor le fue confiada. Y lleno de celo por el honor de la causa de Dios, no vaciló en obedecer la orden divina, aun cuando obedecer era como buscar una presta destrucción a manos del rey impío. El profeta partió enseguida, y viajó día y noche hasta llegar a Samaria. No solicitó ser admitido en el palacio, ni aguardó que se le anunciara formalmente. Arropado con la burda vestimenta que solía cubrir a los profetas de aquel tiempo, pasó frente a la guardia, que aparentemente no se fijó en él, y se quedó un mo-mento de pie frente al asombrado rey.

52 Donald J. Wiseman, “Jonah’s Nineveh”; Tyndale Bulletin 30 (1979): p. 36. 53 Ibíd., p. íd., p. 38.

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“Elías no pidió disculpas por su abrupta aparición. Uno mayor que el gobernante de Israel le había comisionado para que hablase; y, alzando la mano hacia el cielo, afirmó solemnemente por el Dios viviente que los cas-tigos del Altísimo estaban por caer sobre Israel... "Fue tan sólo por su fe poderosa en el poder infalible de la palabra de Dios cómo Elías entregó su mensaje. Si no le hubiese dominado una confianza implícita en Aquel a quien servía, nunca habría comparecido ante Acab”. 54

El Señor también envió a Eliseo, sucesor de Elías, a Samaria (2 Reyes 6:24-7:20). Por otra parte, Jeremías recibió un mandato divino para advertir a Jerusalén acerca de su destrucción:

“Durante cuarenta años iba a destacarse Jeremías delante de la nación como testigo por la verdad y la justicia. En un tiempo de apostasía sin igual, iba a representar en su vida y carácter el culto del único Dios verda-dero. Durante los terribles sitios que iba a sufrir Jerusalén, sería el porta-voz de Jehová. Habría de predecir la caída de la casa de David, y la des-trucción del hermoso templo construido por Salomón. Y cuando fuese en-carcelado por sus intrépidas declaraciones, seguiría hablando claramente contra el pecado de los encumbrados. Despreciado, odiado, rechazado por los hombres, iba a presenciar finalmente el cumplimiento literal de sus propias profecías de ruina inminente, y compartir el pesar y la desgracia que seguirían a la destrucción de la ciudad condenada”. 55

En el Nuevo Testamento, Felipe, el evangelista, "descendiendo a la ciu-dad de Samaria, les predicaba a Cristo... Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Ce-sarea" (Hechos 8:5-40).

También encontramos a Pedro como un testigo insistente acerca del Mesías en Jerusalén y Cesarea, esta última una prominente ciudad portua-ria construida por el rey Herodes (Hechos 10:1-24).

Y al apóstol Pablo siempre lo vemos en las ciudades, enseñando y or-ganizando iglesias. Él viajó por las principales vías de la civilización hu-mana, incluyendo aquellas bien alejadas de Israel.

Elena de White escribe acerca del ministerio de Pablo que, "en cumpli-miento de la comisión que Dios le diera... había llevado el evangelio a los gentiles, había visitado muchas de las mayores ciudades del mundo, y era bien co-nocido por miles". [Los hechos de los apóstoles; p. 326] Su vigoroso ministe-rio lo llevó a ciudades prominentes de aquel entonces como Galacia (1 Co-rintios 16:1), Éfeso (Hechos 18:18, 19; 1 Corintios 16:8), Atenas (Hechos 17),

54 Profetas y reyes; pp. 88, 89. 55 Ibíd., pp. 299, 300.

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Antioquía (Hechos 18:21, 22) y Corinto, donde no sólo trabajó, sino que es-cribió a la iglesia dos importantes epístolas.

“Durante el primer siglo de la era cristiana, Corinto era una de las ciudades principales, no sólo de Grecia, sino del mundo. Griegos, judíos, romanos y via-jeros de todos los países, llenaban las calles, empeñados afanosamente en los negocios y los placeres. Era un gran centro comercial, situado a fácil ac-ceso de todas partes del Imperio Romano, un lugar importante donde estable-cer monumentos para Dios y su verdad”. 56

Dios dirigió el ministerio de Pablo en la gran ciudad de Corinto con las emotivas palabras: "No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy con-tigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hechos 18:9, 10; la cursiva fue añadida).

Juntamente con su consejo a las familias de vivir fuera de las ciudades, Elena de White también expresó muchas veces su profundo anhelo para las grandes metrópolis del mundo. "Noche tras noche me resulta imposible dormir a causa de la gran preocupación que me oprime por las ciudades no amo-nestadas. Noche tras noche oro y trato de idear métodos por los cuales po-damos entrar en las ciudades y dar el mensaje amonestador. Porque existe un mundo para ser amonestado y salvado, y hemos de ir al este y al oeste, al norte y al sur, y trabajar inteligentemente por las personas que nos rodean por todas partes. Cuando nos hagamos cargo de este trabajo, veremos la salvación de Dios. Recibiremos ánimo”. 57

“El Señor desea que proclamemos el mensaje del tercer ángel con poder en estas ciudades... Mientras trabajemos con toda la fuerza que el Señor nos conce-de, y con humildad de corazón, colocando nuestra entera confianza en él, nuestras labores no serán infructíferas... ¡Ojalá viéramos las necesidades de es-tas grandes ciudades como Dios las ve! Debemos hacer planes para colocar en esas urbes a hombres capaces que puedan presentar el mensaje del tercer ángel de una manera tan poderosa que conmueva el corazón”. 58

“Falta poco para que las grandes ciudades sean barridas, de manera que todos deben ser amonestados acerca de la inminencia de estas calami-dades." "¡Ojalá que el pueblo de Dios tuviera una noción de la destrucción inmi-nente de millares de ciudades, ahora casi entregadas a la idolatría!”. 59

No debiera sorprendernos encontrar a Dios enviando a Jonás a procla-mar un mensaje de juicio a la ciudad capital de Asiria. Sin embargo, era un

56 Ibíd., p. 198. 57 El Evangelismo, p. 50, (la cursiva fue añadida). 58 Ibíd., pp. 34, 32 (la cursiva fue añadida). 59 Ibíd., p. 26 (la cursiva fue añadida).

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tiempo en el que, sin duda, otros israelitas oraban a Jehová para que de-rrocara al azote que significaba Asiria. Como dice Philip Yancey:

"¡Asirios! Los nazis de sus días. Este pueblo cruel e impío, que arrasaba con civilizaciones enteras y llevaba a sus cautivos con garfios en la boca, difícilmente merecía otra oportunidad. Era el colmo del insulto enviarlo a él, un profeta hebreo, a sus archienemigos. A nadie le importaba si Nínive era destruida en cuarenta días; entre más azufre, mejor”. 60

Pero en lugar de eso, encontramos a Dios extendiendo su mano de mi-sericordia hacia los violentos ninivitas.

Un área muy poco explorada de la teología es la relación de Dios con todas las naciones. Su propósito en nuestro mundo es mucho más extenso que su trato con las personas individualmente, o incluso con quienes lo aceptan como su Señor. Elena de White nos dice que "en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los agen-tes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los con-sejos de la voluntad de Dios”. 61

Jesús describe su segunda venida como un evento que involucra a todo el mundo: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos án-geles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos" (Mateo 25:31, 32).

¡Las intenciones de Dios hacia Nínive no debieran ser ninguna sorpre-sa!

60 Phillip Yancey, I Was Just Wondering (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1989), p. 61. 61 La educación, p. 173.

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Jonás, ¡un evangelista extraordinario!

onás ha llegado a la ciudad de Nínive, en Asiria. Ahora valientemente proclama el nefasto anuncio de juicio que Dios le ha encargado: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida" (Jonás 3: 4). Imagine la escena.

En las agitadas calles de la ciudad capital de Asiria aparece repentinamen-te un extranjero que, públicamente, anuncia condenación. Para Jonás ésta no debe haber sido una misión fácil. Pero sabemos que el oficio profético siempre ha sido difícil. Y los profetas nunca lo han codiciado.

Es de importancia capital notar el contenido de la proclamación de Jo-nás. Dios no envía al profeta para dictar una cátedra sobre el monoteísmo o para instar a los ninivitas a elevar su ética de la conducta, aunque habría sido válido plantear estos temas a los asirios de aquel tiempo. Tampoco Dios lo comisionó para promover la unidad ecuménica. La misión de Jonás era de juicio. Y Nínive sólo tenía cuarenta días de gracia.

Al comparar un texto bíblico con otro, notamos que la Escritura a me-nudo asocia el número 40 con períodos de significado especial. Este es el número de días que la lluvia cubrió toda la tierra durante el diluvio (Géne-sis 7:17; 8:6) y el número de años que Moisés permaneció en Madián des-pués de huir de Egipto (Hechos 7:29, 30). Más tarde Moisés permanecería en el Monte de Dios (Sinaí) en dos ocasiones diferentes de 40 días cada una (Éxodo 24:18; 34:28; Deuteronomio 10:10). Los Israelitas vagaron por el de-sierto 40 años después de su rebelión (Éxodo 16:35; Números 14:33, 34: Deuteronomio 1:1-3; 2: 7; 8:2, 4). David y Salomón reinaron 40 años cada uno. Cuando huyó de Jezabel, el viaje de Elías a Horeb duró 40 días (1 Re-yes 19:8). Y la tentación de Cristo en el desierto, al comienzo de su ministe-rio, duró 40 días (Mateo 4:2; Marcos 1:13; Lucas 4:2). La Escritura conecta el

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lapso de 40 días con el establecimiento del pacto, porque es el número de días transcurridos entre el momento en que Israel dejó Egipto y cuando Dios les dio su ley y el pacto en el Sinaí. En el Nuevo Testamento la pre-sencia glorificada de Jesús permaneció en la tierra por 40 días antes de su ascensión al cielo y su inauguración como nuestro Sumo Sacerdote (He-chos 1:3; 2:33, 34; Hebreos 3:17).

Jonás anuncia que a Nínive se le han concedido 40 días hasta que so-brevenga su juicio. En su proclama él usa el verbo "derrocar" o "derribar". Si hacemos más comparaciones con otros textos bíblicos encontramos que el uso de este verbo en el libro de Jonás es significativo por dos razones:

1. Génesis 19: 21, 25 usa precisamente este verbo en referencia a Sodo-ma y Gomorra. De hecho, la Escritura emplea dos nombres, ambos con el significado de "derrocar", relacionados casi exclusivamente con Sodoma y Gomorra, cuando se describe el juicio que estas ciudades recibieron de Dios. 62

2. El verbo también tiene doble significado. Podríamos traducir la frase así: "Nínive será vuelta al revés", con lo cual se implica un cambio dramático (en este caso, hacia lo bueno), tal como ocurre en el libro de Ester cuando se describe la liberación de los judíos del decreto de muerte que tramaba Amán: "...Como días en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos, y como el mes que de tristeza se le cambió en alegría, y de luto en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres" (Ester 9:22).

En apariencia, Jonás valientemente proclamó en Nínive el severo men-saje. Y es claro que los habitantes lo escucharon, porque el relato describe el sorprendente resultado: "Y los hombres de Nínive creyeron a Dios y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos" (Jonás 3: 5).

La frase "desde el mayor hasta el menor" (literalmente, "desde los gran-des hasta los pequeños") es una forma hebrea común de expresar totali-dad, al juntar ideas contrarias. Por ejemplo: "el rico y el pobre se encuen-tran; a ambos los hizo Jehová" (Proverbios. 22: 2). De esta manera, el libro de Jonás nos muestra que toda una ciudad de malvados gentiles acepta como verdad lo que Jonás les predica.

Tal como ocurrió con los marineros paganos del capítulo 1, de nuevo aquí en el capítulo 4 otros extranjeros (asirios, en este caso) dirigen su atención al Dios del cielo. Los ninivitas, famosos por su crueldad, aceptan

62 Génesis 19; 29; Deuteronomio 29:23; Isaías 13:19; Jeremías 20:16; 49:18; 50:40; Amós 4:11

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las palabras de Jonás con toda seriedad. Están convencidos de que este hombre está predicando un mensaje divino. De hecho, el texto claramente señala que "el pueblo de Nínive creyó en Dios". No fue que creyeron en Jonás. ¡Creyeron en Dios! De esta forma, la Escritura enfáticamente nos en-seña que, cuando se les confronte con la Palabra, los adoradores de otros dioses responderán afirmativamente al verdadero Dios. Pero hay más: los ninivitas reconocen que el juicio anunciado es merecido y, consecuente-mente, se arrepienten. Bajo convicción, muestran las señales externas de arrepentimiento: se visten de cilicio y ayunan. Semejante humillación fue el medio de expresar sumisión al Dios de Jonás.

Este hecho nos recuerda que en cada ser humano está estampado el co-nocimiento de un Dios santo. Pablo, el apóstol de los gentiles, subraya esta realidad: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impie-dad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; por-que lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen clara-mente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1: 18-20).

¿Quién iba a imaginar que Jonás encontraría una recepción tan increíble de parte de una población tan violenta como la de Nínive? Ningún evan-gelista podría esperar mejor respuesta. ¡Qué predicador moderno no envi-diaría estos resultados! Este es uno de los relatos de conversión más sor-prendentes que registra la Escritura. En este sentido, Elena de White nos informa que "el Espíritu de Dios hizo penetrar el mensaje en todos los co-razones, e indujo a multitudes a temblar por sus pecados, y a arrepentirse en profunda humillación”. 63

Estas conversiones sorpresivas no son del todo extrañas en las Escritu-ras. Los cristianos del Nuevo Testamento fueron verdaderamente impac-tados cuando se enteraron que Saulo, el perseguidor, se había convertido en uno de ellos. Incluso Ananías, cuando Dios le pidió que lo visitara, ¡se preocupó tanto que quiso recordarle a Dios quién era realmente Saulo y qué había estado haciendo este hombre en contra de los creyentes! (Hechos 9: 13, 14).

Y ahora en el Antiguo Testamento encontramos otra impresionante his-toria de conversión. Esta vez, la protagonista es la capital del temible país de Asiria. Y la respuesta fue de tal magnitud, que incluso repercutió a ni-vel de la realeza: "Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ce-

63 Elena G. de White, Profetas y reyes, p. 202.

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niza" (Jonás 3: 6). "El rey de Nínive" también podría haber sido llamado "el rey de Asiria".

En ese tiempo el nombre de una gran ciudad podía representar a su país, aun en documentos escritos. Un ejemplo de este hecho lo encontra-mos en 1 Reyes 21: 1, que menciona a Acab, rey de Israel, como rey de Sa-maria.

De nuevo, en Amós 1: 3, 4: "Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo... prenderé fuego a la casa de Hazael y consumirá los palacios de Ben-adad".

El libro de Jonás nunca menciona por nombre a Asiria. Los cuatro capí-tulos tratan específicamente acerca de la ciudad de Nínive. El autor nunca permite que nuestra atención se aleje de la capital de Asiria. Y en la ciudad de Nínive encontramos al mismo rey suplicando a Dios con el resto de los habitantes.

Otro ejemplo de "escritura de espejo", ese elemento importante de la na-rrativa bíblica acerca de la cual hablamos antes, destaca vívidamente la sorprendente respuesta del rey al mensaje de juicio de Jonás. Note el pa-trón en Jonás 3: 6:

"y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, A y se levantó de su silla, B y se despojó de su vestido, B' y se cubrió de cilicio A' y se sentó sobre ceniza" Esta estructura literaria destaca la profundidad del arrepentimiento del

rey. De estar sentado en su trono, pasa a sentarse en polvorientas cenizas, tal como se enfatiza en las líneas externas del versículo.

El gobernante también cambia su manto real por saco o cilicio, el mate-rial usado para el luto, contraste que aparece en las dos líneas centrales de la estructura literaria. Este recurso literario, de uso frecuente en la narrati-va bíblica, alerta al lector avisado del punto en particular que el escritor desea transmitir, ¡al "ocultar" el significado y la teología de relatos bíblicos que son evidentes!

También debe notarse que el gobernante asirio no echa mano de recur-sos modernos para negar la culpa. Se ha equivocado y es lo suficientemen-te honesto para admitirlo. Lejos de considerarse en un nivel superior, con relación al resto de la población, el monarca reconoce su propia necesidad de arrepentimiento. No duda que Dios tiene derecho a estar molesto con

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Nínive. Y es así como encontramos al rey pagano en actitud de arrepenti-miento ante el Rey de reyes.

La evidencia antigua señala que los oficiales del palacio real en ocasio-nes concedían audiencias a delegados especiales que visitaban Asiria, in-cluyendo a profetas extranjeros. Por esta razón, no sorprende que el rey se haya enterado de la advertencia de un juicio. De paso, la mención que Jo-nás hace del rey en su trono, puede indicar que el mandatario recibió al profeta en audiencia oficial. 64

Lo que más sorprende es lo que el rey hace después: "E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?" (Jonás 3: 7-9).

El rey actúa inmediatamente. Es la tercera vez que el verbo "proclamar" aparece en este capítulo (las dos anteriores, en el versículo 2). El rey, sus cortesanos y la ciudad entera reciben el mensaje de Jonás como una adver-tencia divina. La ciudad se declara en emergencia.

La mención del rebaño y el ganado en la proclamación real pueden su-gerir que los heraldos del rey fueron más allá de las murallas de la ciudad e incursionaron en las áreas rurales que en ese entonces usualmente ro-deaban las grandes ciudades amuralladas. Tampoco debió sorprender, a los que escucharon, que el decreto incluyera el ganado. Los registros anti-guos de los persas y los griegos mencionan a ejércitos completos, con sus caballos y bestias de carga, participando en rituales fúnebres.

Más aún, encontramos una relación fundamental entre seres humanos y animales a través de toda la Escritura. La idea de que aun las bestias están bajo angustia tiene respaldo bíblico, debido a la carga del pecado en nues-tro mundo: "Proclamad ayuno, convocad asamblea; congregad los ancia-nos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová nuestro Dios, y clamad a Jehová. ¡Ay del día, porque cercano está el día de Jehová y vendrá como destrucción por el Todopoderoso!... ¡Cómo gimieron las bes-tias! ¡Cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvie-ron pastos! También fueron asolados [literalmente, "llevaron castigo"] los rebaños de las ovejas. A ti, oh Jehová, clamaré porque fuego consumió los pastos del desierto y llama abrazó todos los árboles del campo. Las bestias del campo bramarán también a ti" (Joel 1:14-20).

64 D. J. Wiseman, Jonah's Níneveh (La Nínive de Jonás), pp. 29-51.

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La actitud de ayuno que el rey decreta en Nínive también es significati-va. El hecho de que prohibiera beber agua enfatiza la naturaleza desespe-rada de la situación. El rey demanda que los ninivitas "clamen insistente y poderosamente a Dios" en oración. Y todos deben vestirse de saco, el atuendo de la penitencia. Joel, otro profeta hebreo, se hace eco del mismo sentimiento: "Por eso, pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento" (Joel 2:12). "Ceñíos y lamen-tad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, minis-tros de mi Dios; porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación. Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los an-cianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová" (Joel 1: 13-15).

El vestirse de saco refleja el reconocimiento de que el pecado conduce a la bancarrota. La tosquedad del material describe el carácter horrendo de la transgresión. El tipo de tela también representa la forma como el peca-dor aparece en la presencia de un Dios santo. Y las cenizas sugieren el fue-go consumidor del juicio divino, con el consiguiente resultado de lo que ocurrirá con el pecado.

El rey, además, exhorta a cada persona en Nínive, "a que se convierta de su mal camino... y de la rapiña que hay en sus manos." De la larga lista de maldades terribles que uno pudiera citar contra los ninivitas, el mismo rey destaca la violencia. La violencia era tan común en la cultura asiria, que aún el rey se siente impulsado a mencionarla. Tal como notamos antes, los asirios tenían interés especial en que, en los murales de piedra, se regis-traran las atrocidades de guerra que describían su poderío militar.

El rey también insiste en que no será suficiente una confesión vaga o superficial de sus malos actos. Esta actitud debe ir acompañada por un cambio de conducta. En el idioma original el nombre antecede a los verbos al comienzo del edicto. Pero ahora el verbo aparece primero. La enfática sintaxis indica la idea de insistencia. En inglés, el equivalente sería "vamos a ponernos...".

El nombre o sustantivo que el rey ahora utiliza incluye los significados de maldad, desastre, violencia y toda conducta injusta que promueva la violencia. Los profetas bíblicos escriben de un modo semejante. Amós, por ejemplo, declara: "No saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiña y despojos en sus palacios" (Amós 3:10).

Dios también habla con la misma claridad a la nación de Edom: "Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre" (Abdías 10).

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El rey de Nínive honestamente reconoce la naturaleza violenta de su pueblo. Pero ahora añade una pregunta muy significativa: "¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira?" (Jonás 3: 9). El gobernante se da cuenta de que la enormidad de su pecado puede impedir el perdón. Sin embargo, él espera que Dios sea misericordioso.

El rey pagano de Nínive fue tan perspicaz como lo fue el capitán del barco en el capítulo uno, cuando éste imploró a Jonás que orara durante la tormenta: "Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá misericordia de nosotros y no pereceremos" (Jonás 1: 6). El rey David, de una manera se-mejante, esperó que la misericordia de Dios se manifestara cuando el hijo de su pecado con Betsabé enfermó gravemente: "Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún ayunabas y llorabas; y muerto él te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compa-sión de mí, y vivirá el niño?" (2 Samuel 12:21, 22).

¿Quién sabe lo que puede decidir el corazón del gran Dios del cielo y la tierra? Aunque la proclamación de Jonás mueve a toda la ciudad al arre-pentimiento, ese hecho en sí mismo no alejará el juicio anunciado, a menos que Dios cambie de parecer y extienda su misericordia.

El pueblo de Israel sabía que el Señor respondía cuando ellos se arre-pentían verdaderamente. De hecho, Moisés había usado las mismas pala-bras "tornar" y "aplacar" en su intercesión en el Monte Sinaí a favor de los hijos de Israel: "Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios y dijo: Oh Jehová ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de hablar los egipcios diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los mon-tes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo... Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (Éxodo 32: 11-14).

Y así Dios, en su gran misericordia, perdonó a los idólatras israelitas del juicio que merecían. Joel, un profeta del tiempo de Jonás, llamó a Israel al arrepentimiento usando el mismo recordativo de la gracia y misericordia divinas: "¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá...?” (Joel 2:14). El monarca reinante de la ciudad de Nínive ahora anhela esta posibilidad, pero sin atreverse a presumir de la bondad de Dios.

Justamente aquí en el libro de Jonás encontramos de nuevo evidencia de que otras naciones, aparte de Israel, estaban conscientes de la naturale-za del Dios de Israel. Por lo tanto, el conocimiento que el rey tenía de Israel y su Dios no debería sorprendernos. En una narrativa previa, en el libro de Josué, Rahab comunica a los espías Israelitas lo que su pueblo sabe acerca

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de su nación: "Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vo-sotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han des-mayado por causa de vosotros. Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra" (Josué 2: 9-11).

El relato de Jonás nos confronta con otra notable comparación entre el pueblo de Dios y los ninivitas paganos. Para asombro de los profetas, la ac-titud de Israel fue, en realidad, insensible a los llamamientos de Dios al arrepentimiento y a la separación del pecado. Tal como lo registra Oseas: "Mientras curaba yo a Israel, se descubrió la iniquidad de Efraín, y las maldades de Samaria... y la soberbia de Israel testificará contra él en su ca-ra; y no se volvieron a Jehová su Dios, ni lo buscaron con todo esto" (Oseas 7:1, 10). Al contrario, la ciudad pagana de Nínive en este momento se que-branta en profundo arrepentimiento.

No obstante, más tarde Nínive finalmente caería. Aunque antes de ese juicio final, Dios enviaría a un segundo profeta para confrontarla por su maldad, tal como lo señalamos antes: "Profecía sobre Nínive. Libro de la visión de Nahúm de Elcos. Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para con sus enemigos. Jehová es tardo para la ira y grande en po-der, y no tendrá por inocente al culpable..." (Nahúm 1:1-3).

"Durmieron tus pastores, oh rey de Asiria, reposaron tus valientes; tu pueblo se derramó por los montes y no hay quien los junte. No hay medi-cina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fa-ma batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?" (Nahúm 3: 18, 19).

Nínive fue una ciudad pagana prominente. Sin embargo, Dios no envió a Jonás para confrontar los ídolos físicos o intelectuales de esa ciudad. En cambio, el Señor lo comisionó para proclamar un certero mensaje de juicio. El resultado fue sorprendente: "Y vio Dios lo que hicieron, que se convir-tieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo" (Jonás 3:10).

Sí, está claro que Dios se da cuenta de la maldad humana. Pero aún más asombroso es un Dios santo que también toma nota de nuestros esfuerzos para apartarnos de] mal. El relato no menciona que fueron el ayuno o las oraciones las razones por las que Dios mostró su misericordia. Más bien, se

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registra que "Dios vio lo que hicieron, que se convirtieron de su mal ca-mino" (versículo 10). Los ninivitas fueron más allá de los actos externos de arrepentimiento. Cambiaron internamente. Se alejaron de sus malos cami-nos. Paradójicamente, ésta fue la predicción de Jonás. Nínive verdadera-mente dio un vuelco. Y el propósito de Dios en ese severo mensaje de jui-cio se cumplió, porque trajo como resultado una conversión poderosa en el pueblo. Para el pensamiento humano podría parecer que el juicio divino contra los ninivitas tardó mucho en cumplirse. Sin embargo, la prontitud con la cual ellos respondieron al llamado de Dios revela que, a pesar de toda la impiedad y violencia en la que habían caído, en ese momento no estaban todavía listos para el juicio final. La profundidad de su arrepenti-miento fue genuina desde cualquier punto de vista. Tan sincera fue, que el mismo Jesús la menciona: "Los hombres de Nínive se levantarán en el jui-cio con esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás..." (Mateo 12: 41).

El propio pueblo de Jonás, a pesar de su relación única de pacto con Dios, con el tiempo fracasó en escuchar las muchas advertencias proféticas que le fueron enviadas, por lo que finalmente recibió el juicio prometido, tal como el profeta Amós lo establece claramente: "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A vosotros solamente he conoci-do de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vues-tras maldades. ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?... Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetiza-rá? Proclamad en los palacios de Asdod, en los palacios de la tierra de Egipto y decid: Reuníos sobre los montes de Samaria, y ved las muchas opresiones en medio de ella, y las violencias cometidas en su medio. No saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiña y despojo en sus pala-cios" (Amós 3:1-10).

A través de la Escritura Dios consistentemente trata a la humanidad sin parcialidad alguna. Él aplica su norma divina de moralidad con equidad. El libro de Jonás provee un ejemplo particular de la abundante evidencia bíblica al respecto. Al final, tanto Nínive como Israel fueron destruidos.

Sin embargo, es sorprendente y a la vez tristemente irónico, el hecho de que en el libro de Jonás ¡Dios tuvo muchos más problemas con uno de su propio pueblo que con lo peor del mundo pagano!

James Edwards tiene razón cuando dice que "más difícil que la trans-formación de un injusto, es la de alguien que se considere justo”. 65

65 J. R. Edwards, The Divine Intruder, p. 96.

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Esta respuesta pagana a la advertencia divina de juicio es por demás enigmática. Asombra la disposición de los ninivitas a apartarse del pecado y abandonar sus malos caminos. De hecho, Jesús más tarde condenaría la incredulidad de su propio pueblo al referirse a estos paganos: "Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera, demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del pro-feta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con es-ta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predica-ción de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar" (Mateo 12: 38-41).

Elena de White hace una comparación semejante: "Durante su ministe-rio terrenal, Cristo se refirió al bien realizado por la predicación de Jonás en Nínive, y comparó a los habitantes de aquel centro pagano con el pue-blo que profesaba pertenecer a Dios en su época... Como la predicación de Jonás fue una señal para los ninivitas, lo fue para su propia generación la predicación de Cristo”. 66

El libro de Jonás vez tras vez nos obliga a enfrentar una cruda compara-ción entre aquellos que tienen el privilegio de participar del pacto y los su-puestos "paganos". Por ejemplo, Jonás 3: 8-10 repite dos verbos en el trato de Dios hacia los ninivitas:

"Conviértase cada uno" [shuv] (versículo 8). "¿Quién sabe si se volverá [shuv] y se arrepentirá Dios?" [nacham] (ver-

sículo 9). "Y vio Dios... que se convirtieron [shuv]..." "Y se arrepintió Dios" [na-

cham] (versículo 10). La "escritura de espejo" y la repetición del verbo enfatizan precisamente

lo que Dios quiere lograr: la liberación de los ninivitas. El caso es que Dios sabe algo acerca de esta gente que Jonás no quiere enfrentar: "A pesar de lo impía que Nínive había llegado a ser, no estaba completamente entregada al mal. El que `vio a todos los hijos de los hombres' (Salmos 33:13) y cuyos `ojos vieron todo lo preciado' (Job 28:10), percibió que en aquella ciudad muchos procuraban algo mejor y superior, y que si se les concedía oportu-nidad de conocer al Dios viviente, renunciarían a sus malas acciones y le adorarían. De manera que en su sabiduría Dios se les reveló en forma inequívoca, para inducirlos, si era posible, a arrepentirse”. 67

66 Profetas y reyes, p. 204. 67 Ibid., p. 198

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Es una lástima que la Versión del Rey Jacobo (King James Version) tra-duzca el verbo en Jonás 3:10 como "arrepentirse", con lo que presenta a Dios arrepintiéndose. Esta traducción genera toda clase de dudas con rela-ción a la naturaleza de Dios. El verbo nacham debería ser traducido, más precisamente, "ablandarse, aplacarse", con lo que reflejaría compasión di-vina. De hecho, la Nueva Versión del Rey Jacobo (The New King James Ver-sion) capta este matiz del término al usar el verbo inglés "relent" ("mostrar compasión"). Ésta es, precisamente, la actitud que Dios, en su misericordia, muestra hacia Nínive. Y así el libro de Jonás reafirma, y aun realza, la ima-gen consistente que la Escritura presenta de la naturaleza misericordiosa de Dios.

Obviamente, los registros asirios no mencionan este singular evento. Sin embargo, algunos han visto una posible referencia a la conversión de Nínive en las reformas religiosas de tipo monoteísta durante el reinado de Adad-nirari III (810-783 AC). 68

Tal como vimos antes, los registros arqueológicos confirman el hecho de que Dios estaba en lo cierto al llamar a Nínive al arrepentimiento. No se equivocó en la apreciación que hizo de su maldad, ni tampoco en su dis-posición al arrepentimiento. Es así como Jonás, uno de los "evangelistas" más impresionantes del Antiguo Testamento, por fin completa la tarea asignada. ¡Qué final tan glorioso para su misión! ¿Quién podría pedir más? Pero las sorpresas del libro de Jonás no han terminado todavía.

68 Gerhard F Hasel, Jonah: Messenger of the Eleventh Hour (Jonás: mensajero de la hora undécima) Mountain View, Calif.; Pacific Press Pub. Assn., 1976, p. 47.

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Gracia ofensiva

onás ha completado una exitosa misión evangelista. Ahora puede re-gresar a casa, lleno de gozo y agradecimiento a Dios por haber manifes-tado su poder al transformar los corazones más violentos y malvados.

Al menos, esto es lo que uno esperaría. Pero el profeta continúa asom-brándonos.

A través de todo el libro el profeta ha registrado un bajo puntaje en to-das las escalas de medición espiritual, cuando se lo compara con los paga-nos con quienes se ha relacionado.

En el primer capítulo los marineros y su capitán perciben el poder de Dios en la tormenta y lo adoran. En el capítulo 3 los malvados ninivitas responden al anunciado juicio de Dios con verdadero arrepentimiento. In-cluso el monarca pagano de Nínive humildemente se somete a la autori-dad soberana del Ser supremo, al reconocer que Dios no está obligado a perdonar a la ciudad (Jonás 3: 9). Por su parte, Jonás obedece sólo después que se han tomado las medidas divinas más dramáticas. Y en el capítulo 4 veremos que el profeta sigue hostil. Sí, definitivamente Dios ha tenido mu-chos más problemas con su emisario que con el más disoluto del mundo pagano: "El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada res-ponsabilidad; pero el que le había ordenado que fuese podía sostener a su siervo y concederle éxito. Si el profeta hubiese obedecido sin vacilación, se habría ahorrado muchas experiencias amargas, y habría recibido abundan-tes bendiciones”. 69

El estilo narrativo del capítulo 4 contrasta agudamente con los otros tres. Consiste, casi completamente, en conversación. El primer capítulo del libro de Jonás es narrativa histórica llana, con apenas dos diálogos breves. El segundo capítulo presenta la oración poética de Jonás desde el interior

69 Profetas y reyes, p. 199.

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del gran pez. El tercer capítulo resume la progresión histórica. Ahora aquí, en el capítulo 4, la narrativa repentinamente "se torna lenta". Se produce una pausa en el devenir de los eventos y ahora, en cambio, escuchamos dos conversaciones extraordinarias entre Dios y Jonás.

Tal como mencionamos antes, quienes han estudiado en profundidad los elementos estilísticos de la narrativa bíblica han notado que los diálo-gos que allí aparecen son componentes importantes. Usualmente, estas conversaciones incluyen asuntos de importancia crítica para la compren-sión del relato. Nos daremos cuenta de que éste es el caso en el libro de Jo-nás.

Los capítulos previos contienen "retazos" de conversaciones, como cuando el capitán y los marineros hablaron a Jonás durante la tormenta y cuando Jonás responde a los marineros (Jonás 1:8, 9). Sin embargo, aquí en el capítulo 4, encontramos dos diálogos entre Jonás y Dios. Y, tal como po-dríamos suponer, están repletos de profundo significado.

El capítulo inicia dándonos una idea de la disposición de ánimo que pa-ra el momento tiene Jonás. El texto usa un lenguaje fuerte para describir la reacción del profeta ante la gracia que Dios tan generosamente concede a Nínive: "Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó" (Jonás 4: 1).

El original hebreo expresa que la inesperada misericordia divina hacia la ciudad produce en Jonás "gran malestar". Por el contrario, el castigo a Ní-nive, que habría causado a Dios mucho dolor, habría regocijado al profeta. Pero lo enfurece el hecho de que el Señor haya aceptado su arrepentimien-to. La frase dice literalmente: "fue algo caliente para él", "lo quemó" o "ca-lentó".

Este verbo en particular aparece en otros pasajes del Antiguo Testamen-to, lo que nos permite comprender mejor la intensidad de la rabia de Jonás. Por ejemplo, el libro de Génesis usa este mismo verbo al describir la ira de Caín cuando Dios aceptó la ofrenda de Abel, y no la suya: "Y aconteció an-dando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante" (Génesis 4: 3-5). Más adelante, esta ira induce a Caín a asesi-nar a su hermano.

Encontramos la misma expresión cuando Jacob y Labán pelean: "Enton-ces Jacob se enojó, y riñó con Labán; y respondió Jacob y dijo a Labán: ¿Qué transgresión es la mía? ¿Cuál es mi pecado, para que con tanto ardor hayas venido en mi persecución?" (Génesis 31: 36).

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También los hijos de Jacob se enfurecen cuando Dina, su hermana, es seducida. Allí, de nuevo, encontramos con fuerza, la referencia al enojo: "Y los hijos de Jacob vinieron del campo cuando lo supieron; y se entristecie-ron los varones, y se enojaron mucho..." (Génesis 34:7).

La respuesta de Moisés a Coré, cuando éste se rebeló contra Dios, es igualmente intensa: "Entonces Moisés se enojó en gran manera, y dijo a Jeho-vá: No mires a su ofrenda..." (Números 16:15).

Vemos la misma emoción traslucir en la angustia de Samuel cuando el rey Saúl deliberadamente desobedeció a Dios: "Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuel-to de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Sa-muel y clamó a Jehová toda aquella noche" (1 Samuel 15: 10, 11).

De esta manera, se demuestra que la comparación de palabras y frases en textos de las diferentes narrativas bíblicas es una herramienta valiosa para discernir su significado, tal como hemos hecho aquí en el caso de Jo-nás. Cada situación en la que se emplea este verbo en particular describe emociones poderosas, a menudo combinadas con acciones drásticas.

El amargo resentimiento de Jonás aparece inmediatamente después que Dios anuncia su perdón a Nínive (Jonás 3:10). El profeta ha visto que su predicación ha traído como consecuencia arrepentimiento general en todos los niveles de la ciudad. Uno pensaría que este hecho lo llenaría de gozo. Pero no es así. Jonás se enfureció porque Dios no castigó a Nínive.

Su reacción debería impactarnos. La expresión fuerte en el idioma ori-ginal indica que la amarga furia de Jonás ha brotado desde lo más profun-do de su ser, como ocurre cuando un niño patalea. Jonás 4:1 describe vívi-damente al profeta expresando su "ira ardiente" a medida que se torna ira-cundo. El "vuelco drástico" de Nínive ha molestado enormemente al mal-humorado profeta.

El asunto que le molesta no es tanto que Dios haya cambiado de parecer, sino por [causa de] quién está cambiando. ¿Cómo puede ser que Dios ex-tienda su misericordia a los corruptos ninivitas? Todo el mundo sabía de la reputación de los asirios, tal como lo muestran los registros históricos del Antiguo Testamento.

De hecho, los asirios nunca aparecen como amigos de Israel en el Anti-guo Testamento. Dios incluso los usa como instrumento para castigar a su pueblo. "Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser ho-llado como lodo de las calles. Aunque él no lo pensará así, ni su corazón lo

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imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cor-tar naciones no pocas" (Isaías 10:5-7).

Debido a la repudiable reputación de Asiria, Jonás está convencido de que Dios no está siendo suficientemente estricto con su gracia. Más bien, es demasiado liberal con su misericordia. Los ninivitas deberían sufrir la con-secuencia de su maldad y su violencia. El perdón divino ofende a Jonás, ¡y esto lo enfurece! Curiosamente, sin embargo, la situación lo induce a orar. Pero su oración es también muy reveladora: "Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y pia-doso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal" (Jonás 4:2).

Ésta es la segunda oración que se registra de Jonás. La primera (en el capítulo 2:1) brota de un hombre que está atrapado dentro de un "gran pez". Ahora, en esta segunda oración, está alterado por la furia. Sin embar-go, en ambos casos Jonás ora para justificarse a sí mismo: "¿No es esto lo que yo decía...?" (Jonás 4: 2).

Ahora, por primera vez, Jonás accede a reconocer la razón por la que al principio trató de evadir la orden divina de predicar a Nínive. Admite por qué trató de huir de su responsabilidad. Incluso confiesa que trató de es-capar a Tarsis, para lo cual usa el mismo verbo de Jonás 1:3: "Y Jonás se le-vantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis..." Y una vez más el au-tor recuerda al lector el pánico de Jonás decidido a evitar la encomienda divina.

Esta impresión ahora se confirma. Por sus propias palabras el gran pre-dicador admite que los ninivitas no le importan en absoluto. Más aún, está convencido de tener la razón al reaccionar de la manera como lo hace. Su actitud da a entender que incluso culpa a Dios por la forma como ha mane-jado la situación. ¿Qué importa si la gente de Nínive ha reconocido su cul-pa y se ha arrepentido? A los ojos de Jonás ellos siguen mereciendo el cas-tigo divino.

Jonás simplemente no entiende el hecho de que la misericordia de Dios alcance a los gentiles. No puede aceptar que el Señor les permita participar de los beneficios especiales que Israel disfruta como pueblo del pacto. Mientras tanto, el profeta ha dado suficientes evidencias de que conoce su Biblia. Como hemos visto, él incluye en su oración del capítulo 2, frases y conceptos de los Salmos. De este modo, muestra que está muy consciente de la promesa de Dios de "alejar" de nosotros nuestras transgresiones "co-mo está lejos el este del oeste" (Salmos 103:12). Pero está convencido de

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que semejante muestra de misericordia debería canalizarse, especialmente, hacia Israel, el pueblo escogido de Dios.

Quizás, cuando Jonás evaluó la situación de Nínive, recordó la destruc-ción de otras dos ciudades a las que Dios castigó por su maldad. Tal como se señaló en el capítulo anterior, en la descripción del destino de Sodoma y Gomorra se usa parte del mismo vocabulario que Jonás utiliza para Níni-ve: "Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se vol-vió estatua de sal. Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra co-mo el humo de un horno. Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la lla-nura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba" (Génesis 19: 24-29).

O quizás el profeta recordó el diluvio, y la razón que Dios especificó para destruir el mundo de aquel entonces: "Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, por-que la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra" (Génesis 6:11-13).

Sí, Jonás conocía su Biblia. Incluso su réplica a Dios, registrada en el ca-pítulo 4, incorporó la referencia sagrada al carácter de Dios de Éxodo 34: 5-7: "Porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal" (Jonás 4:2).

Los adjetivos que el profeta utiliza al referirse al Ser supremo, "clemen-te" (chanun) y "piadoso" (rachum), son los mismos que la Escritura usa ex-clusivamente en relación a Dios. Estos conceptos forman parte de la decla-ración que Dios mismo hizo de su existencia al reemplazar las tablas del Decálogo que Moisés destruyó cuando Israel apostató tras el becerro de oro: "Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación" (Éxodo 34: 5-7).

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A través de todo el Antiguo Testamento, incluido el libro de Jonás, ¡en-contramos a un Dios que se deleita en proclamar su misericordia! Y ese amor no se limita sólo a seres humanos. Muchos escritores bíblicos se ha-cen eco de este glorioso sentimiento. Jeremías es apenas uno de ellos: "En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar y derri-bar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles" (Jere-mías 18: 7-8).

Este tema fue algo así como un estribillo repetido por todos los profe-tas, incluyendo a Oseas y Joel: "¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboím? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi com-pasión. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad" (Oseas 11: 8-9).

"Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro co-razón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo" (Joel 2:12-14).

Los otros atributos de Dios aludidos por Jonás en su oración -tardo en enojarse, y de grande misericordia [chesedj)- también pertenecen exclusi-vamente al carácter del Señor a través de todo el Antiguo Testamento. Y por supuesto, Jonás debe haber estado consciente del hecho singular de que fue primero a Israel que Dios proclamó su misericordia, después del culto al becerro de oro. Es decir, en un momento en que, por su apostasía, él bien pudo haberlos abandonado. Es por esto que la revelación de la bondad divina en Éxodo 34 era especialmente significativa para Israel.

No obstante, encontramos que a Jonás le molesta que Dios comparta es-tos maravillosos atributos con una ciudad tan perversa como Nínive. El profeta es sumamente crítico de cualquier aplicación universal que Dios quiera hacer de las cualidades divinas de la gracia y la bondad. Considera que Dios debe reservarlas para beneficio exclusivo de los justos. Para los impíos sólo debería haber juicio. En la mente de Jonás, Dios es muy dado a perdonar a los pecadores.

Jonás piensa que es un gran error postergar el juicio a Nínive. El profeta está en total desacuerdo con que el Señor comparta su compasión con los malvados y violentos gentiles. Más aún, por sus palabras presume poder gobernar el mundo mejor que Dios, pues lo acusa y lo condena por ser como es. El profeta se atreve incluso a censurar la misericordia divina y a

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menospreciar su compasión. Y es entonces aquí, en el capítulo 4, cuando finalmente nos damos cuenta de que la verdadera razón por la que Jonás rehuyó la comisión divina no fue tanto por la vileza de los pecadores de Nínive, sino por el carácter misericordioso de Dios.

En apariencia, al profeta nunca se le ocurrió que los malvados ninivitas no fueran muy diferentes de él. Tanto los ninivitas, como el mismo Jonás, eran rebeldes pecadores que merecían castigo. Sin embargo, Dios amoro-samente decidió extender su misericordia a todos ellos. Y Jonás estaba más que dispuesto a aceptar esa maravillosa gracia para él, pero no para Níni-ve. Por esta razón ruega: "Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida" (Jonás 4: 3). Más tarde Jo-nás repetiría la misma frase en el versículo 8, recalcando así la profundi-dad de su desesperación. Prefiere morir a tener que aceptar la idea de que en el corazón de Dios haya lugar para perdonar a los perversos asirios. Elena de White comenta al respecto: "Una vez más cedió a su inclinación a dudar, y una vez más fue abrumado por el desaliento. Perdiendo de vista los intereses ajenos, y dominado por el sentimiento de que era preferible morir antes que ver sobrevivir la ciudad, exclamó en su desconformidad: `Ahora pues, oh Jehová, ruégote que me mates; porque mejor me es la muerte que la vida'”. 70

No es la primera vez que un profeta del Antiguo Testamento pide a Dios que le quite la vida. Recordemos que cuando el pueblo de Israel insis-tía en quejarse amargamente contra Dios en el desierto, Moisés respondió: "¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Por-que lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal" (Números 11:11-15).

Hasta el valiente Elías, después de los dramáticos hechos del Monte Carmelo, también se desesperó cuando se enteró de la amenaza de muerte que sobre él pronunció Jezabel: "Y él se fue por el desierto un día de ca-mino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Bas-ta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres" (1 Reyes 19: 4).

70 Ibíd., p. 203.

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Sin embargo, Moisés y Elías tenían mejores motivaciones que Jonás pa-ra desear la muerte. Básicamente, Jonás no podía entender por qué Dios le daba largas al tiempo de prueba para Nínive. Simplemente, no podía apre-ciar el hecho de que "Nínive se arrepintió, y se volvió a Dios, y Dios aceptó su reconocimiento de él. Se le concedieron a sus habitantes cuarenta años de prueba para que manifestaran la legitimidad de su arrepentimiento y se apartaran del pecado”. 71

Tampoco le importaba a Jonás que, al postergarse la condenación a Ní-nive, ¡el nombre de Dios fuera glorificado más allá de las fronteras de Is-rael! "Mientras que el rey y los nobles, así como el común del pueblo, en-cumbrados y humildes, `se arrepintieron a la predicación de Jonás' (Mateo 12: 41), y se unieron para elevar su clamor al Dios del cielo, él les concedió su misericordia. `Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino: y arrepintiese del mal que había dicho les había de hacer, y no lo hizo' (Jonás 3:10). Su condenación fue evitada; el Dios de Israel fue exalta-do y honrado en todo el mundo pagano, y su ley fue reverenciada. Nínive no debía caer hasta muchos años más tarde, presa de las naciones circun-dantes, porque se olvidó de Dios y manifestó un orgullo jactancioso”. 72

El perdón misericordioso de Dios hacia Nínive produce en Jonás tanta amargura, que el profeta no desea seguir viviendo. ¡Por su actitud, pare-ciera sugerir que él habría manejado la situación de otra manera, si hubiera estado en lugar de Dios! ¡Y qué irónico que la causa de su enojo sea justa-mente la misma bondad de Dios de la que él mismo, como profeta desobe-diente, ha presumido, e incluso se ha beneficiado, como cuando el Señor dramáticamente lo salvó de morir ahogado!

Nótese ahora cómo la atención de Dios se desplaza, de Nínive, hacia Jonás cuando trata de instruir a su siervo errante. Y el Dios de gracia y mi-sericordia de Jonás cortésmente le formula una pregunta penetrante: "¿Ha-ces tú bien en enojarte tanto?" (Jonás 4: 4). En sólo tres palabras, en el idioma original, Dios le insta a reconsiderar su rencor.

La respuesta del Señor sorprende por su suavidad. Él desea que Jonás reaccione y vea lo infantil de su conducta; y, la verdad, Dios no podía ser más paciente al respecto. Pareciera que para Dios era de vital importancia ayudar a su terco profeta a madurar como creyente (tan importante como era la salvación de la misma Nínive). Esta realidad se torna más que evi-dente ahora que ya hemos estudiado la mayor parte del libro. Dios desafía al profeta a evaluar su reacción, a analizar su modo de pensar. Muy gen-

71 Mensajes selectos, tomo 2, p. 170. 72 Profetas y reyes, p. 202.

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tilmente, anima a Jonás a considerar la posibilidad de que pudiera no estar en lo correcto en su diagnóstico de la situación.

Jonás no es el primero, ni el único, en la Escritura que se desconcierta al observar la manera como Dios actúa. La Escritura registra los ejemplos de muchos otros que experimentaron profunda agonía al tratar de discernir lo que Dios se proponía con ellos. La angustia de Job en sus sufrimientos es un ejemplo: "Y ahora mi alma está derramada en mí; días de aflicción se apoderan de mí. La noche taladra mis huesos, y los dolores que me roen no reposan. La violencia deforma mi vestidura; me ciñe como el cuello de mi túnica. Él me derribó en el lodo, y soy semejante al polvo y a la ceniza. Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. Te has vuelto cruel para mí; con el poder de tu mano me persigues” (Job 30:16-21).

Jeremías también expresó su confusión al reflexionar en los caminos de Dios: "Tú lo sabes, oh Jehová; acuérdate de mí, y visítame, y véngame de mis enemigos. No me reproches en la prolongación de tu enojo; sabes que por amor de ti sufro afrenta. Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. No me senté en com-pañía de burladores, ni me engreí a causa de tu profecía; me senté solo, porque me llenaste de indignación. ¿Por qué fue perpetuo mi dolor y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa iluso-ria, como aguas que no son estables?“ (Jeremías 15:15-18).

Incluso el libro de los Salmos contiene muchas referencias al dolor. Aunque los cristianos están más familiarizados con los salmos de alaban-za, casi un 75% de los 150 Salmos contienen temas de preocupación y cla-mores de protesta. Y, sin embargo, los israelitas cantaban estas mismas pa-labras en sus cultos. Ningún otro pueblo ha participado en la adoración a Dios con el mismo fervor con que lo hicieron los hijos de Israel. A través de todo el Antiguo Testamento encontramos un rico tapiz de escenarios en los que se despliegan la ira, la desesperación y la angustia. Para algunos cris-tianos modernos la intensidad con que el Antiguo Testamento presenta la relación con Dios parece irreverente o, a veces inmadura.

Pero quizás es, más bien, un asunto en el que destaca nuestra propia inmadurez en nuestra relación con Dios. En el Antiguo Testamento encon-tramos gente que no necesitó negar la realidad al aproximarse a Dios. Co-mo tampoco encontramos una sola instancia en la que Dios reprenda al que sufre: "No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia" (Isaías 42: 3). Por otra parte, Dios consistentemente muestra un respeto asombroso hacia las expresiones de

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protesta que encontramos a través de las Escrituras, incluyendo las de Jo-nás. Aparentemente, Dios valora la honestidad en nuestra relación con él.

Aquí, en el capítulo final del libro, sin embargo, Jonás no está de humor para discutir el tema fundamental de la misericordia divina desde la pers-pectiva de Dios. No admite ninguna posibilidad de que pueda estar equi-vocado, y de manera desvergonzada insiste en justificarse a sí mismo. A medida que el diálogo continúa, todavía lo vemos rechazando la gracia de Dios hacia Nínive: "Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la som-bra, hasta ver qué acontecería en la ciudad” (Jonás 4: 5).

El profeta escoge un lugar apropiado desde donde presenciar lo que él piensa que le sucederá a Nínive. La palabra "ciudad" aparece tres veces en este versículo como para enfatizar que Jonás está muy interesado en lo que ocurrirá con Nínive, como a la espera de que su caída le dé la razón. Una vez más conviene recordar que la repetición de palabras claves en las na-rraciones bíblicas es una herramienta que el escritor usa para llamar la atención del lector. Los antiguos escritores de narraciones no usaban itáli-cas o subrayado para dar énfasis a una palabra como nosotros lo hacemos hoy.

Y ahora observaremos a Jonás sentado en el lado este de la ciudad. Es-temos preparados porque, incluso en este punto tan avanzado de la narra-ción, todavía encontraremos más milagros y más sorpresas.

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Un viento, un gusano, y una planta

l profeta descontento ha expresado su considerable enojo por causa de la misericordia de Dios hacia los pecaminosos ninivitas. Y Dios le ha pedido simplemente que reconsidere la situación. Ahora Jonás

se sienta bajo una enramada que él mismo ha construido para cobijarse del sol abrasador del Medio Oriente. El diálogo continúa, pero Dios demuestra primero su soberano poder como lo hemos podido contemplar a través de todo el libro de Jonás:

"Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Pero al despuntar el alba del día si-guiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó. Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hi-rió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida" (Jonás 4:6-8).

Dios arregla una lección objetiva para Jonás. 73 De la misma manera como el "gran pez" en el Mediterráneo lo había sido, ahora una planta, un gusano y un viento poderoso se convierten en instrumentos divinos. Y al igual que el "gran pez," éstos le obedecen. El versículo 6 de Jonás 4 co-mienza con la frase: "Y preparó Jehová Dios..." En nuestro continuo esfuer-zo por realizar cuidadosos análisis narrativos, hemos notado la frecuencia con que esta frase se repite. Esta es la segunda ocasión, de un total de cua-tro veces, que este verbo aparece en el libro de Jonás. Cada vez que el au-tor lo utiliza, Dios es el agente que enfatiza su soberano poder sobre la na-turaleza y las circunstancias a medida que logra sus propósitos. El Señor

73 Profetas y reyes, p. 203.

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no se ha dado aún por vencido con Jonás. Mientras el profeta se sienta bajo la enramada que construyó, esperando el desenlace de la situación con Ní-nive, Dios hace que la planta crezca y le brinde a Jonás su preciada som-bra.

Como vimos en el capítulo 1 con el "gran pez", el autor utiliza en el ori-ginal el término gigtqon, una planta poco conocida, semejante a una calaba-cera. El autor no se preocupa por identificar con precisión la especie de planta [excepto que la llama calabacera]. El foco central de la narrativa de-be permanecer íntimamente conectado a Jonás.

Jonás 4:6 describe por primera vez en el libro entero el gozo exultante expresado por Jonás. Irónicamente, éste involucra una planta. Tal vez se sintió confortado al ver que Dios estaba con él, dado que el Señor le había provisto alivio en contra del ardiente sol del desierto. El foco del profeta se fija ahora en su propio bienestar, y no en la ciudad de Nínive. Pero la plan-ta no dura mucho dado que "al venir el alba del día siguiente, Dios prepa-ró un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó" (versículo 7).

Dios, el mismo que había "preparado" la planta el día anterior, envía ahora un pequeño gusano para atacarla. Así, durante las horas tempranas del día, literalmente "al alba", la planta se marchita y muere, dejando a Jo-nás sentir el calcinante calor del sol con todo su impacto.

Irónicamente, éste involucra una planta. Tal vez se sintió confortado al ver que Dios estaba con él, dado que el Señor le había provisto alivio en contra del ardiente sol del desierto. El foco del profeta se fija ahora en su propio bienestar, y no en la ciudad de Nínive. Pero la planta no dura mu-cho dado que "al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó" (versículo 7).

Dios, el mismo que había "preparado" la planta el día anterior, envía ahora un pequeño gusano para atacarla. Así, durante las horas tempranas del día, literalmente "al alba", la planta se marchita y muere, dejando a Jo-nás sentir el calcinante calor del sol con todo su impacto.

"Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, dicien-do: Mejor sería para mí la muerte que la vida" (versículo 8). La repetición deliberada del verbo "preparó" con la planta en el versículo 6, el gusano en el versículo 7 y el viento caliente del desierto oriental en el versículo 8, en-fatiza el hecho de que la secuencia de eventos en el capítulo 4 no es acci-dental. El sol está arriba ahora y el calor se intensifica más y más. No hay duda de que Jonás estaba al tanto de la seriedad potencial de la situación. La insolación es una posibilidad real y capaz de ocasionar inclusive la

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muerte. No obstante, el texto indica que Jonás sufre más agudamente de-bido a su disposición frente al asunto que debido al tremendo calor.

Debemos ahora detenernos y echar un vistazo más cercano a la actitud de Jonás. En su diálogo inicial con Dios en este capítulo, él protesta en con-tra de la naturaleza misericordiosa del Señor:

"Porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal" (versículo 2). Desde el punto de vista de Jonás, Dios estaba siendo irrazonable. Nínive merecía ser juzgada y castigada. Su crueldad era notable. ¿Cómo podría Dios sal-varlos del destino que al profeta se le había ordenado predecir? Jonás es vehemente en cuanto al castigo de Dios hacia la ciudad por la desobedien-cia de ésta, pero, aparentemente, permanece aún inconsciente de la suya.

En los versículos 6 al 8, Jonás olvida el asunto con Nínive y comienza a preocuparse de sí mismo. Justo cuando había comenzado a conformarse con el hecho de que Dios estaba atendiendo a sus necesidades, todo se arruina. Habiendo entonces perdido la planta que lo ayudaba a hacer su vida tolerable, Jonás se hunde en la desesperación. Quizás había estado obsesionado consigo mismo todo este tiempo. Jonás había estado deman-dando destrucción de parte de Dios. El Señor entonces hace exactamente eso, demostrando directamente en la vida de Jonás los efectos de su propia teología. Dios envía un gusano y un viento, y la planta de Jonás se marchi-ta. La reacción negativa del profeta revela, involuntariamente, que él se preocupaba más por la muerte de su planta que por el destino de miles de personas. Ahora Jonás está tan lleno de resentimiento que por segunda vez "deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida" (versículo 8).

La sucesiva declaración de su lúgubre deseo de morir implica un pro-fundo problema espiritual. Y es de éste del que Dios está tratando de libe-rarlo. En sus últimas palabras en la narrativa, Jonás continúa, como lo ha-bía estado haciendo desde el comienzo del libro, oponiéndose a Dios.

Pero Jonás no tiene la última palabra. Nuevamente, Dios le hace una pregunta. "Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera?" (versículo 9). Preguntas de índole divina continúan suavemente alentando a Jonás. Por segunda vez el Señor le pide que confronte y que analice su enojo. Cada vez que Jonás rezonga que quiere morir, Dios tiernamente lo insta a reflexionar sobre su actitud negativa. La repetición del tenor de ambas preguntas divinas llama la atención hacia el enojo persistente del profeta.

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Encontramos ulterior significación del verbo "perecer" en el versículo 10, lo cual nos recuerda los previos usos de la palabra en la narrativa. Ya vimos en Jonás 1:6, 14, cuando el capitán y los marineros expresaron su angustia acerca de morir. El verbo aparece nuevamente cuando el rey de Nínive lo utiliza en su decreto (Jonás 3:9). Toda esta gente temía la posibi-lidad de que iban a "perecer". Jesús emplea el equivalente griego de este verbo en Juan 3:16, al hablar del "perecimiento" de todo el mundo. El na-rrador trivializa la preocupación de Jonás por la planta contrastándola con la muerte repentina y violenta de los seres humanos. Dios hace aún otra comparación entre Jonás y sí mismo: "¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda...?" (Jonás 4:11).

Otro uso del pronombre personal enfático agudiza la diferencia entre las actitudes de Jonás y de Dios. El texto implica vehementemente que a pesar de que Jonás no ha tenido por su planta una devoción como un jar-dinero la habría tenido, el Señor sí se ha estado afanando sin cesar por Su creación, incluyendo Nínive.

Luego Dios se dirige a Jonás con una última pregunta: "¿Y no tendré yo piedad de Nínive?" (versículo 11). El Señor espera que su pregunta irónica motive al profeta a pensar en forma diferente. Dios tiene la esperanza de que Jonás finalmente se dé cuenta de que está equivocado al acusarlo fal-samente por ser misericordioso y piadoso. La "gran ciudad" de Nínive es importante para el Creador. El libro de Jonás ha usado hasta el momento la palabra "gran" siete veces. Dios mismo la ha utilizado tres veces refirién-dose a Nínive. El versículo final del libro muestra a Dios hablando de "Ní-nive, aquella gran ciudad", exactamente como lo vemos hacer al comienzo del libro (Jonás 1:2). De esta forma su aprecio por la pecaminosa ciudad ha "cubierto todo" el libro. A pesar de que Jonás detestaba esta "gran ciudad," ella se convierte en el objeto de profunda compasión por parte de Dios.

El Señor se refiere inclusive al número de habitantes en Nínive. Una población de 120.000 es extraordinariamente alta para una ciudad de ese período, enfatizando así la prominencia de la ciudad. El número de habi-tantes probablemente incluía a la gente que vivía en áreas adyacentes a la ciudad amurallada. El sólo hecho de que Dios conocía los detalles de la ciudad nos recuerda nuevamente, como al comienzo del libro, que Dios es-tá íntimamente al tanto de las ciudades y de las personas que habitan en ellas. A través de las Escrituras Dios insiste continuamente en su aprecio por toda su creación humana. En los versículos finales del libro de Jonás

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Dios le recuerda a su profeta que Nínive es valiosa para él y que le ha cau-sado un sinfín de preocupaciones.

Para la mente de Jonás los habitantes de Nínive eran extremadamente perversos. El ve esto como una buena razón para despreciar a los ninivitas. No obstante, a los ojos de Dios la maldad de la ciudad ha incrementado su compasión por ella. A medida que nos acercamos al final del libro de Jonás observamos de nuevo cuánto más grande es la piedad de Dios comparada con la de los seres humanos. El rey David entendió bien este asunto, y lo expresó cuando estaba haciéndole frente al castigo divino: "Caigamos aho-ra en manos de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no cai-ga yo en manos de hombres" (2 Samuel 24:14).

En el libro de Jonás Dios mismo admite su profunda piedad: "¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda...?" (Jonás 4:11). Dios ni siquiera sugiere que los ninivitas hayan profesado arrepentimiento genuino. En vez, menciona a aquellos de quienes él siente compasión. Y urge a Jonás a reorientar su perspectiva preguntándole: "¿No he yo de proveer salvación a aquellos que viven en ignorancia y error?"

Este versículo debería ejercer un profundo impacto en el lector del libro de Jonás. Dios basó su juicio sobre Nínive en la perversidad de sus mora-dores. No obstante, en su discusión final con Jonás en el capítulo 4, hace hincapié en la ignorancia moral de éstos. En el libro de Jonás vemos a Dios profundamente preocupado tanto por un individuo impertinente como Jonás como por los moralmente ignorantes ninivitas. Ambos son objetos de su gran misericordia. El corazón de Dios anhela ardientemente la salvación de los seres humanos. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo escucha a Dios expresar el mismo sentimiento:

"Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino ha-bla, y no calles; porque yo estoy contigo... porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hechos 18:9, 10).

La expresión que Dios utiliza para describir a los ninivitas en el libro de Jonás -de no ser capaces de "discernir entre su mano derecha y su mano izquierda”- aparece cinco veces en la Biblia. En cada caso se refiere al pro-blema moral de apartarse de la ley y la revelación divinas. La misma frase “mano derecha y mano izquierda” también ocurre en textos babilónicos como sinónimo de “verdad y justicia” u “orden público”. 74 De esta forma el libro de Jonás nos instruye sobre el hecho de que a los ninivitas les falta-

74 D. J. Wiseman, Jonah’s Nineveh, p. 40.

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ba el conocimiento acerca de Dios. Y Dios, por su gracia, difiere el juicio en beneficio de aquellos ignorantes morales, es decir, aquellos que no enten-dían. La misma asombrosa actitud divina fue también revelada en el Cal-vario, cuando "Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que ha-cen" (Lucas 23:34). En el libro de Jonás Dios permitió que su profeta expe-rimentara su juicio en el mar turbulento, para que Jonás pudiera saber, di-rectamente de la fuente original, lo que juicio realmente significa.

Además libró al profeta Jonás de morir ahogado, sin tomar en cuenta el hecho de que, por su desobediencia, no merecía ser rescatado. Aunque Jo-nás nunca reconoció tal hecho, se convirtió en receptor de la gracia divina al igual que Nínive. Encontramos al Señor en su inmensurable piedad per-donando a Jonás y a Nínive. Este es uno de los mayores asuntos del libro de Jonás. Y es el centro de la discusión entre Dios y su profeta.

Nínive finalmente fue reducida a ruinas en el año 612 a.C. debido a su gran iniquidad y violencia, como lo expresa luego el profeta Nahúm en su ministerio. Pero la generación que escuchó a Jonás predicar experimentó una grandiosa salvación, y el Dios de los hebreos fue "exaltado y honrado en todo el mundo pagano, y su ley fue reverenciada”. 75

¡El libro de Jonás registra uno de los grandes eventos de la historia de la redención!

75 Profetas y reyes, p. 202.

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Una pregunta final

hora la narrativa se acerca a su final, pero es Dios quien tiene la última palabra. Y concluye su discusión con Jonás, formulando una pregunta de ésas que ponen a pensar: "¿Y no tendré yo pie-

dad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano iz-quierda, y muchos animales?" (Jonás 4: 11).

El libro de Jonás culmina con una pregunta penetrante para la cual aún no hay respuesta. La Escritura nunca nos dice si Jonás finalmente recono-ció su actitud egoísta ante la gracia divina, de la cual se benefició amplia-mente, pero compartió a regañadientes con los ninivitas. Ni tampoco nos indica si el profeta llegó a comprender la generosa manifestación de la mi-sericordia de Dios, que ampliamente sobrepasó la idea que el profeta tenía de lo que es la justicia. Es así como quedamos preguntándonos si Jonás lle-gó realmente a apreciar el perdón que Dios ofreció a quienes en apariencia no lo merecían, pero del cual él mismo se sintió con derecho a participar.

¿Y qué decir del hecho de concluir el libro con una pregunta? Ésta es una manera un tanto inusual de concluir un libro en la Biblia. Por otra par-te, la pregunta con la cual el libro termina es de lo más sorprendente. In-cluso algunos pueden pensar que todo finaliza muy abruptamente. Sin embargo, no hay razón para creer que un libro no pueda concluir con una pregunta, como tampoco la hay para suponer que esté incompleto. De he-cho, esa pregunta al final del libro pudiera ser uno de los medios más efec-tivos para transmitir el agudo contraste entre la actitud de Jonás y la de Dios.

Hay otros pasajes de la Escritura que también terminan con preguntas sin respuestas. Ésta es una de las diferentes maneras como los escritores bíblicos expresan verdades profundas. Por ejemplo, en el Nuevo Testa-mento encontramos los siguientes casos ilustrativos:

A

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1. Jesús había estado hablando a una multitud y a sus discípulos acerca

de lo que realmente significa el discipulado. Había mencionado claramente lo que implica tomar la cruz y entregar la vida entera por causa del evan-gelio. Y luego formuló la pregunta: "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿0 qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Marcos 8: 36, 37). ¿Cómo respondería usted esa pregunta?

2. Por haber sanado a un hombre en el estanque de Betesda, "los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarlo, porque hacía estas cosas en el día de reposo" (Juan 5:16). En respuesta a esta actitud hostil, Jesús, en un discurso extenso, alude a su autoridad divina, y luego concluye con una declaración y una pregunta: "Porque si vosotros creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5: 46, 47). Y su desafiante pregunta no recibe respuesta.

3. El primer capítulo de la epístola a los Hebreos recuerda al lector el alcance ilimitado del glorioso plan de salvación, y luego concluye con una pregunta: "¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primero por el Señor, y fue con-firmada para nosotros por los que oyeron" (Hebreos 2:3).

Por medio de preguntas penetrantes como éstas los escritores bíblicos expresaron verdades profundas. Por esta misma razón encontramos una pregunta al final del libro de Jonás. Es como si Dios dijera al profeta: "Te salvé sin que tú lo merecieras. ¿No puedo también salvar a alguien más que tampoco lo merezca?"

Durante todo el capítulo 4, Dios ha mantenido una presión muy sutil sobre Jonás. Lo confronta con preguntas, con la esperanza de que el profe-ta reconsidere su actitud hacia el trato divino brindado a los ninivitas. Sin embargo, en un libro que está lleno de sorpresas, una de las más llamativas es la pregunta final que Dios hace a Jonás. Quizás la sección más inespera-da está en la última frase.

Note el lector las últimas palabras del versículo final del libro de Jonás: "Y muchos animales" (Jonás 4:11). Aquí Dios presiona a Jonás: "¿Y qué en cuanto a todos esos inocentes animales?". Y luego el libro concluye. Eso es todo.

Quizás la inclusión de animales no debería sorprendernos tanto. Mu-chos de nosotros nos involucramos tan de lleno en nuestros propios asun-tos de rutina que olvidamos cuán importante es el mundo natural para el

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Creador. La pregunta final del libro de Jonás, enfáticamente nos recuerda que aun el reino animal es también objeto del tierno cuidado del Padre ce-lestial.

Los cristianos a menudo ignoramos esta importante perspectiva bíblica. Pero justamente aquí, en la apelación final de Dios a Jonás, el mismo Señor incluye a los animales. En su despliegue de misericordia hacia Nínive, Dios no se olvida de los animales. Y este hecho destaca la forma tan íntima como Dios vincula la redención con la creación. Muchos cristianos pueden tener una comprensión correcta de la doctrina de la salvación, pero tam-bién necesitan comprender mejor la doctrina de la creación. Con mucha lentitud la mente humana ha logrado conectar la ecología con la morali-dad. Permanecimos insensibles a esta significativa relación bíblica hasta que la contaminación y el envenenamiento de nuestro planeta nos afecta-ron personalmente.

Tal como ya lo hemos observado, en todo el libro de Jonás se presenta al Señor "Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra" (Jonás 1:9) como Soberano sobre toda su creación. Pero esta percepción no se limita sólo al libro de Jonás. Éste es el mismo criterio expresado con frecuencia por mu-chos escritores bíblicos en ambos Testamentos. Todo el mundo creado, tan-to seres humanos como animales, es objeto del cuidado de Dios. Y aquí se incluye también a los cielos, como el apóstol Pablo lo afirma en el Nuevo Testamento:

"Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades. Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten" (Colo-senses 1:16, 17).

Sin duda, cuando escribió estas palabras, el apóstol Pablo estaba pen-sando en las muchas declaraciones que "la ley y los profetas" hacen acerca del bondadoso cuidado de Dios por su creación, ya que su pensamiento es-taba saturado del Antiguo Testamento.

La primera declaración del tierno cuidado de Dios por su creación la encontramos justo en el capítulo inicial del libro de Génesis: "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana, el día sexto. Fueron, pues, acabados los cielos y la tie-rra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación" (Génesis 1:31- 2:3).

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El profeta Jeremías también destaca la relación íntima que existe entre Dios y su creación, aun en tiempos de juicio: "Por tanto, así ha dicho Jeho-vá de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque, ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo? Saeta afilada es la lengua de ellos, engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas. ¿No los he de castigar por estas cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma? Por los montes levantaré, lloro y lamenta-ción, y llanto por los pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse bramido de ganado, desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, y se fueron" (Jeremías 9:7-10).

Cuando Dios habla de juicio contra el pecado, de la misma manera in-cluye un lamento por su creación.

El último libro de la Escritura de nuevo abarca dramáticamente a todo el mundo creado como escenario del juicio de Dios:

1. Apocalipsis 7:1 presenta a cuatro ángeles "de pie en los cuatro ángu-los de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no so-plase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol" (versículo 1). Otro ángel que trae el sello de Dios se le une y ordena: "No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sella-do en sus frentes a los siervos de nuestro Dios" (versículos 7:1, 3).

2. En Apocalipsis 11, después que suena la séptima trompeta, los vein-ticuatro ancianos se postran sobre su rostro y adoran a Dios, mientras cla-man contra aquellos que han hecho estragos en el mundo creado: "Te da-mos gracias, Señor Todopoderoso, el que eres y que eras, y que has de ve-nir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las na-ciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nom-bre, a los pequeños y los grandes, y de destruir a los que destruyen la tie-rra" (Apocalipsis 11: 17, 18).

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia nunca permite que nos olvidemos del profundo valor que Dios asigna a su creación. Y el libro de Jonás no es una excepción, pues concluye destacando este punto.

Según Génesis 1 y 2, Dios creó a los seres humanos "a su imagen". Los eruditos han discutido extensamente lo que esto significa. Con toda segu-ridad, el término incluye en su significado que es nuestro deber reflejar su carácter santo al actuar responsablemente hacia su creación, y también al mostrar mucha consideración hacia la tierra y los animales, porque esto es exactamente lo que Dios mismo hace. Si hemos de reflejar su imagen en la tierra, entonces deberíamos ser particularmente responsables por la forma

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como nos relacionamos con todas su criaturas. Dios concedió a la humani-dad el dominio sobre los animales (Génesis 1: 26, 28). Lo que esto quiere decir es que divinamente se nos ha asignado la responsabilidad de cuidar la vida en todas sus formas, incluyendo a los animales, tal como lo afirma la siguiente declaración:

"La historia de la creación tiene que ver con el cuidado de la vida, lo que incluye el deber de los seres humanos de gobernar el mundo animal, como también cuidar y preservar el orden de la creación (compare Génesis 1:28 con Génesis 2:15). Estos dos textos no están en contraste, sino que, al contrario, se relacionan”. En este sentido, Rolf Rendorff afirma: “De esta manera, encontramos que la palabra ‘dominar’ en Génesis 1:28 no significa ‘subyugar’ o ‘someter’, tal como se traduce a menudo, sino, más bien, ‘tra-bajar cuidadosamente’ y ‘guardar’”. 76

De estas declaraciones se desprende la importancia de recordar que tan-to los seres humanos como los animales tenemos igual origen: la mano del mismo Creador. Y nos creó a todos, humanos y animales, como "almas vi-vientes". De hecho, la Escritura subraya muchas semejanzas entre huma-nos y animales:

1. Ambos fueron creados nephesh haa [“seres vivientes", "criaturas"] (Génesis 1:20, 24; 2:7, 19).

2. Ambos recibieron la bendición de. Dios (Génesis 1:22, 28). 3. Se les asignó una dieta vegetariana (Génesis 1:29, 30). 4. Tienen sangre en sus venas. Esa sangre es símbolo de la vida (Géne-

sis 9: 4-6). 5. Tanto humanos como animales pueden ser responsables de asesina-

tos (Génesis 9:5; Éxodo 21: 28-32). 6. Ambos participan del pacto de Dios (Génesis 9: 9, 10). 7. Ambos pueden recibir como castigo la pena de muerte si participan

en bestialismo (Levítico 2:15, 16). 8. Ambos deben observar el descanso sabático (Levítico 23:10-12). 9. Ambos deben vivir juntos en paz y, eventualmente, regresarán al

plan original en el reino de Dios (Isaías 11:17-9; Oseas 2:18-20). 10. Los primogénitos, tanto de humanos como de animales, pertenecen

a Dios (Éxodo 22:29, 30; 13:12, 13).

76 Jiri Moskala, The Laws of Clean & Unclean Animals in Leviticus 11: Ther Nature, Tehology & Rationale (An Intertextual Study) (Berrien Springs, Michigan: Adventist Theological Society Publications, 200), p. 296.

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11. Tanto los sacerdotes como los sacrificios de animales no deben tener manchas o defecto (Levítico 21:17-21; 22:19-25).

12. Los animales no pueden ser sacrificados a menos que cumplan los ocho días de edad y luego deben ser dedicados a Dios. El mismo período de ocho días debía transcurrir para circuncidar a un varón (Levítico 22: 27; Éxodo 22:30; Génesis 17:12). 77

En vista de la íntima relación que existe entre todas las criaturas, no de-bería sorprendernos encontrar que los escritores bíblicos ven a los anima-les como una parte significativa de la creación de Dios, y que el Señor ha hecho provisión específica para que se les cuide responsablemente. Por ejemplo, cuando Dios anuncia su pacto a Noé, después del diluvio, él ex-plícitamente incluye a los animales como parte importante de su pacto con el mundo: "Yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descen-dientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca, hasta todo animal de la tierra. Estableceré mi pac-to con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Ésta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y con todo ser viviente que es-tá con vosotros, por siglos perpetuos. Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra“ (Génesis 9: 8- 13)".

En este mismo orden de ideas, Pablo incluso va más allá, al punto de declarar que todas las cosas creadas nos revelan la naturaleza misma de la Deidad: "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se ha-cen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1:20).

En repetidas ocasiones Dios afirma por medio de sus profetas que su pacto abarca a todo el orden creado, y que, finalmente, él restaurará toda la creación a la perfección original: "En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco, y espada y guerra, y te haré dormir segura" (Oseas 2:18). "El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león co-merá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová" (Isaías 65:25).

También Pablo nos recuerda que todas las criaturas, tanto seres huma-nos como animales, fueron hechas por y para Jesucristo: "Porque en él fue-ron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tie-

77 Ibíd., pp.298, 299.

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rra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades. Todo fue creado por medio de él y para él" (Colosenses 1:16).

El valor de las criaturas se deriva del deleite que Dios encuentra en ellas, y el propósito de todo ser creado, es adorarle y servirle (Génesis 1:31; Proverbios 8:30, 31). Su cuidado se extiende a toda la creación. Tal como lo expresa el salmista, Dios provee para el sostén de los animales: "Él da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman" (Salmos 147: 9). De hecho, los Salmos frecuentemente se refieren a todas las esferas de la creación de Dios: "Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos ma-rinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el vien-to de tempestad que ejecuta su palabra; los montes y todos los collados, el árbol de fruto y todos los cedros; la bestia y todo animal, reptiles y voláti-les; los reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y todos los jue-ces de la tierra; los jóvenes y también las doncellas, los ancianos y lo niños. Alaben el nombre de Jehová, porque solo su nombre es enaltecido. Su glo-ria es sobre tierra y cielos" (Salmos 148:7-13).

Tanto los escritores del Antiguo como del Nuevo Testamento nos re-cuerdan con frecuencia que los animales tienen valor intrínseco para Dios. Algunos escritores cristianos ven en la misma creación una manifestación de la gracia divina, de la abundante generosidad de Dios. En este sentido, sería bueno que hiciéramos una pausa para maravillarnos, asombrarnos, y dar gracias. El mismo Jesucristo nos recuerda que él toma nota de cuanto sucede incluso a los pajarillos, criaturas que muchos podrían considerar como de muy poco valor: "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de vuestro Pa-dre" (Mateo 10: 29).

La Escritura también nos enseña que, debido a la íntima relación que hay en toda la creación, el pecado humano ha afectado todo cuanto existe, con las consecuencias dolorosas resultantes. El apóstol Pablo señala agu-damente esta realidad: "Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue suje-tada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la escla-vitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sa-bemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora" (Romanos 8:19-22).

La Biblia promete que el reino animal también participará en la restau-ración de la perfección edénica, porque toda la creación ha sido afectada tanto por la caída como por la redención. En este sentido, el profeta Isaías

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se torna elocuente cuando describe el reinado de Jesucristo al restablecer justicia y juicio en la tierra: "Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echa-rán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar" (Isaías 11: 6-9).

Debido a la íntima relación que la Biblia establece entre la creación y la redención, no sorprende que los escritores bíblicos, al hablar de eventos naturales, de manera consistente los atribuyen a Dios. Este hecho ha sido más que evidente en el libro de Jonás. Basta recordar cómo Dios, en su tra-to con el terco profeta, deliberadamente envió una tormenta para detenerlo en su huida (ver Jonás 1: 4). El autor no atribuye la tormenta únicamente a los crudos elementos de la naturaleza. ¡No, no podemos descartar la parti-cipación de Dios en su creación!: "Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad; tú afir-maste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las cosas has-ta hoy, pues todas ellas te sirven" (Salmos 119: 89-91).

"Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados. Los hizo ser eternamente y para siempre, Les puso ley que no será quebrantada. Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; El fuego y el granizo, la nieve y el vapor, El viento de tempestad que ejecuta su palabra" (Salmos148: 3-8). También en el Nuevo Testamento abundan los ejemplos que ilustran

cómo Dios de manera frecuente demostró su poder divino sobre la natura-leza, como cuando el Señor Jesús caminó sobre la tierra. Veamos varios ejemplos:

1. El primer milagro de Jesús consistió en transformar agua en vino en una fiesta de bodas (Juan 2).

2. El tormentoso mar reconoció su voz y obedeció su mandato (Marcos 4:35-41).

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3. Jesús caminó sobre el agua (Mateo 14: 25-27). 4. La higuera se secó cuando el Señor la maldijo (Mateo 21:18, 19). 5. Un pez le trajo una moneda (Mateo 17:24-17). 6. Venció la enfermedad, incluyendo la temible lepra (Lucas 17:11-21). 7. Aun la muerte no podía permanecer en su presencia (Lucas 7:11-16;

Juan 11). 8. En ocasión de la crucifixión, ante la escena "de su angustia de mori-

bundo [el sol] había ocultado su rostro de luz”. 78 9. Incluso la naturaleza inanimada testificó de su divinidad: "Las rocas

le habían conocido y se habían desmenuzado en fragmentos a su cla-mor”.79

Elena de White coincide con esta misma tradición bíblica cuando afir-ma: "Es el gran poder del ser Infinito el que mantiene dentro de sus límites los elementos de la naturaleza en la tierra, el mar y el cielo”. 80

La entera creación se deleita en cumplir su voluntad. Sólo los desobe-dientes seres humanos la resisten. Hemos visto este hecho demostrado cla-ramente en el libro de Jonás. Y, sin embargo, el Creador, "el Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra" (Jonás 1:9), tiene un tierno cuidado por sus hijos errantes, "como también por los animales" (Jonás 4:11). Así que no debería sorprendernos que Dios mencione a los animales de Nínive en su pregunta final a Jonás.

Entonces el libro termina tal como comenzó, con la Palabra de Dios a Jonás, un ser humano a quien, seguramente, Dios conoció muy bien.

78 El Deseado de todas las gentes, p. 716 79 Ibíd. 80 Profetas y reyes, p. 98

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¿De qué se trata todo esto?

l libro de Jonás, con sus cuatro capítulos espléndidamente escritos, es una exposición asombrosa del profeta Jonás. Pero, ¿es realmente Jonás el foco central de la narrativa? ¿Cuál es el propósito de ésta?

¿Qué está tratando realmente de comunicar el autor? Cuando examinamos la historia, tendemos generalmente a prestar especial atención al "gran pez." Pero sabemos con certeza que ese no es el punto principal. A fin de cuentas, sólo tres versículos mencionan la criatura marina.

El libro no da indicación alguna acerca de quién pudo haberlo escrito. 2 Reyes 14:25, como lo vimos previamente, menciona a Jonás como el "hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer". El pasaje que sigue contribuye con algunos datos extras acerca de quién era Jonás y cuándo vivió:

"El año quince de Amasías hijo de Joás rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam hijo de Joás sobre Israel en Samaria; y reinó cuarenta y un años. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y no se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel. Él restauró los lími-tes de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra de Jehová Dios de Israel, la cual él había hablado por su siervo Jonás hijo de Amitai, profeta que fue de Gat-hefer" (versículos 23-25).

El pasaje nos informa acerca de que Jonás sirvió durante el reinado del rey Jeroboam II de Israel (793-753 a.C.). Durante el reinado de sus precur-sores inmediatos los estados arameos, con Damasco a la cabeza, habían llevado a cabo ataques salvajes en Israel, infligiendo gran sufrimiento so-bre la población. Joás (798-782 a.C. [reinando al mismo tiempo con Jero-boam lI entre 793-782]) triunfó en recuperar las ciudades de Israel (2 Reyes 13:25), y Jonás aparentemente predijo que Jeroboam restauraría los límites de Israel conforme a los que David había impuesto.

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2 Reyes 14:25-27 confirma el cumplimiento de esta profecía. Israel pros-peró otra vez; pero no por mucho tiempo. Tanto Oseas como Amós re-prenden al reino del norte con severidad, ya para los tiempos del reinado de Jeroboam (Oseas 1; Amós 1:1). Pero en tanto que Amós era un sureño de Tecoa, no lejos de Belén, Jonás provenía del norte. Quizás su familia ha-bría sufrido durante las incursiones sirias dentro de Israel. Si fue así, esto podría explicar algo del antagonismo de Jonás hacia Nínive de Asiria, un país más amenazante en aquellos tiempos que la misma Siria.

Tal vez algunas de las lecciones implicadas en el libro de Jonás podrían también aplicarse a la iglesia. Cuando Dios le pide a Jonás que vaya a Ní-nive, el profeta rehúsa hacerlo. Pero Jonás se da cuenta finalmente que Jehová no puede ser reprimido.

Dios ha designado a muchos individuos para entregar mensajes divi-nos. Él instruyó a Moisés para que fuera a Egipto y se enfrentara al faraón (Éxodo 3:4). Gedeón, también, oyó la orden de Dios: "Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madiani-tas. ¿No te envío yo?" (Jueces 6:14). Isaías también describió su encomien-da divina:

"Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis" (Isaías 6:6-9).

En el Nuevo Testamento, luego de que sana al endemoniado, Jesús le dice: "Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti" (Marcos 5:19).

Cuando Jesús envió a sus doce discípulos a su primer viaje misionero, les dijo: "Id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mateo 10:6).

Después de la resurrección, el ángel exhortó a las mujeres que habían venido a la tumba, diciendo: "Id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo" (Marcos 16:7). El llamamiento de Jonás encaja dentro de un patrón bien establecido en las Escrituras.

La vida del apóstol Pablo sobresale en marcado contraste con la reac-ción de Jonás a su llamamiento divino. Su respuesta es muy diferente a la del hijo de Amitai. En vez de tratar de evadir su responsabilidad, Pablo

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hace tres poderosas declaraciones personales sobre sus convicciones a los romanos, los habitantes de otra gran ciudad capital:

"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Romanos 1:1416). Noten que Pablo se refiere a los ro-manos no como lo haría un turista, pero como un evangelista. Roma era una de las mayores ciudades paganas de aquellos tiempos, un gran centro de orgullo y poder imperial y probablemente un lugar difícil en donde tes-tificar. No obstante Pablo habla de su obligación urgente. Y su mensaje a Roma tampoco es "muy dulce que digamos". El primer asunto que trae a luz a los romanos, como lo hizo Jonás con Nínive, es el aborrecimiento de Dios hacia el pecado.

Los mensajes proféticos raramente involucran un enfoque exclusivo so-bre el amor de Dios como sentimiento. El primer sermón que Pedro predi-ca luego del derramamiento del Espíritu Santo no fue "Dios es un Dios de amor, eso es todo lo que necesitan saber." En vez, escuchamos al discípulo insistiendo: "Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sa-béis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conoci-miento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificán-dole" (Hechos 2:22-23).

El sermón de Pedro y la declaración de Pablo a Roma están en abierto contraste no sólo con la actitud de Jonás, pero también con la de muchos en la iglesia de hoy que tienden a referirse a la gran comisión de Cristo a la iglesia como una mera opción. Y creen acaso, que le hacen a Dios un favor si se involucran en el evangelismo. Dios ha dado a la iglesia una orden ur-gente. Él nos ha dicho "Id", como le dijo a Jonás:

"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; en-señándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:18-20).

Deberíamos aprender de la experiencia de Jonás, que no debemos to-mar livianamente los mandatos divinos. Nosotros también, al igual que Jonás, necesitamos aprender a ver el mundo a través de sus ojos: "Los hombres se jactan de su maravilloso progreso y de la iluminación que

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reina en nuestra época; pero Dios ve la tierra llena de iniquidad y violen-cia”. 81

Dios ha ordenado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, como lo hizo con Jonás, para proclamar un mensaje de juicio, para que "las grandes co-sas de su ley: los principios de justicia, piedad y amor” puedan ser estable-cidas en su verdadero esplendor. 82 Dios es serio al respecto. En verdad, Dios está decidido a que su pueblo lleve a cabo la Gran Misión; un hecho que podemos aprender de la experiencia de Jonás.

Tal vez dudemos en proclamar tan austero mensaje de juicio. Tal vez nosotros, como Jonás, nos encontramos avergonzados de que la piedad de Dios haya postergado el juicio que hemos estado predicando por tanto tiempo; y al igual que Jonás, "celosos de [nuestra] reputación," nos haya-mos "olvidado" del `'valor infinitamente mayor" que el ser humano posee. 83

Podría ser que a medida que hayamos estudiado la vida de Jonás pre-sentada en estos cuatro capítulos no sólo hayamos visto un retrato de un profeta obstinado, sino más importante aún, que hayamos identificado una reflexión indeseable de nuestro ser.

¿Cuántos de nosotros hemos huido de Dios y de sus instrucciones ex-plícitas? Existe un Jonás en cada uno de nuestros corazones. ¿Cuál es la orden divina que no queremos oír? ¿Cuáles de sus instrucciones nos mo-lestan? ¿Qué tarea divina causa resistencia de nuestra parte? Y ¿qué nos lleva a decir: "Todo lo que quieras, Señor, menos eso"? ¿Nos hemos encon-trado alguna vez privando a alguien de la misericordia de Dios? ¿Llega-mos al punto de autorestringirnos de la piedad divina?

Muchos de nosotros poseemos nuestras "ciudades" de escape y evasión. Quizás nuestra propia `Nínive" sea una clara instrucción para nosotros acerca de la voluntad de Dios. O podría ser el Señor exhortándonos a que cambiemos cierto aspecto de nuestro comportamiento, o a que llevemos a cabo ciertas directivas que demandan más de lo que estamos dispuestos a dar. ¡Cuántos de nosotros oímos la encomienda del Señor y tomamos rumbos opuestos hasta que finalmente descubrimos, como Saulo de Tarso lo hizo, que "dura cosa... es dar coces contra el aguijón"! (Hechos 26:14).

Somos rápidos en notar en la iglesia cuando otros necesitan corrección. Pero, al igual que Jonás, somos ciegos a nuestros propios problemas. El he-cho es que inclusive el más justo entre nosotros incluso el más dotado y

81 Profetas y reyes, p. 205. 82 Ibíd. 83 Ibíd., p. 271.

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educado-es pecador en necesidad de misericordia divina. "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento" (Isaías 64:6).

"Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, po-bre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:17).

Y, a pesar de todas las buenas obras que podamos hacer por la iglesia, necesitamos aprender a cantar aquel gran spiritual tradicional: "No mi hermano ni mi hermana, sino yo, Señor, el que necesita orar"

La iglesia necesita más que habilidades naturales y lucidez intelectual. Todos nosotros, como Jonás, debemos obtener la gracia especial de Dios para que nos brinde amor para los perdidos y fervor hacia su misión. ¿Po-dría ser posible que algunos dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día ya no tomemos seriamente la proclamación del mensaje final de adver-tencia para un mundo perdido? Quizás algunos piensen que tenemos tal monopolio en lo que respecta a la verdad que nuestra falta de afán no es importante.

El libro de Jonás se transforma entonces en uno de los libros más rele-vantes de las Escrituras para este tiempo. Posee un mensaje profundo para la iglesia del siglo veintiuno. Cada uno de nosotros debe evaluar cuidado-samente si en realidad, al igual que Jonás, nos encontramos huyendo en dirección opuesta a la que Dios preparó para nosotros. ¿Estamos yendo hacia Tarsis en vez de Nínive? ¿Estarnos dormidos mientras el mundo se aventura en una confusión sin precedentes? Muchos en el mundo están atemorizados de la "tormenta venidera." ¿Estamos no obstante dormidos, como Jonás? Dios usa el capitán de la nave para despertar a Jonás. ¿Qué necesitará para levantarnos?

A veces nos preguntamos: si el Espíritu Santo se retirase de la iglesia, ¿sería esto acaso significativo? ¿Continuaría la iglesia su rumbo como que si nada hubiera ocurrido? ¿Está Jesús preguntándonos afligidamente: "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!" (Lucas 19:42)? La narrativa del libro de Jonás parece extremadamente con-temporánea, ¿no?

"Preferiríamos ser destruidos que cambiados. Preferiríamos morir en la temerosa expectativa antes que pasar la cruz del momento y dejar morir nuestras ilusiones"

W. H. Auden

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