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MANUEL LOBO CABRERA VICENTE SUÁREZ GRIMÓN

(Eds.)

EL COMERCIO EN EL ANTIGUO RÉGIMEN

111 REUNIÓN CIENTÍFICA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA

1994

VOLUMEN 11

UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

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0 Manuel Lobo Cabrera Vicente Suárez Grimón

Departamento de Publicaciones Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 1994

L5.B.N.: 84-88412-69-X Dcpósito legal: GC-1405-1995

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VIDAL, Josep Juan El coniercio de iniportnción triguero eiz Mallorca diiraiite la época de los Re?yes Católicos. Universidad de Baleares.

BARREIRO MALLON, Baudilio. Comercio y burguesía inercnntil en In costa cnntábrica.

Contrastes regioiiales y cronológicos. Universidad de Oviedo

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Universidad d e Valiadolid.

GARCIA BAQUERO, Antonio El comercio andnlirz en la Ednd Modernn. Universidad de Sevilla

CHAUCA GARCIA, Jorge, GIL BENITEZ, Eva María y MARTINEZ MOUTON, Mónica

Escrituras de oúlignción y crédito a corto plazo en MRlngn en el priiner tercio del siglo XVIII. Universidad de Alicante.

PRADELLS NADAL, Jesús "Observnclones sobre el coinercio de Ir~dias" del cónsiil José Pnuló. Universidad de Alicante.

Realización e Impresión: FILMARTE, S.L.

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Anvers de 1488 a 1567.1925.

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RUIZ MARTÍN, F., Las ferias de Castiüa. Historia de Medina del Campo. Vol . T I . Pág. 267-299. La banca e n España hasta 1782. El Baizco de España. Una Historia Econóinica. Pág. 3-196. 1970. Pequeño capitalismo, gran capitalismo. 1990.

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EL COMERCIO ANDALUZ EN LA EDAD MODERNA: UN SISTEM DE SUBORDINACIÓN

Antonio Garcia Baquero Universidnd de Sevilla

Cada ve z que la amabilidad y la fe bien intencionada de los compañeros del cuerpo acadé- mico m e solicitan una colaboración sobre "estados de la cuestión" en torno al comercio andaluz me encuentro sometido a una cruel situación que oscila entre el complejo de culpa y el propósi- to de enmienda.

Uno y otro se refieren a la inexistencia, progresivamente intacta, de una investigación ad hoc y a la responsabilidad que pueda caberme e n semejante inmovilidad. En cada una de las situa- ciones precedentes he comenzado por remitirme, por ello, a la imposibilidad del cumplimiento del encargo, puesta ya de manifiesto en una demanda anterior. Podría constatarse puntualmen- te esta situación, por ejemplo, e n la ponencia del coloquio celebrado e n 1988 e n Cádiz sobre La burguesía de negocios en la Andalucía de la Il~istracióiz, en la que releo su inicio que es una cita tex- tual del libro Tres siglos del comercio sevillaiio, escrito en colaboración con A. M . Berna1 hacía ya una docena años; y la violentisima tentación que experimento, en la ocasión actual, para iniciar m i exposición acogiéndome, de nuevo, al resguardo y seguridad de una cita, esta ve z de aquella ponencia a la que acabo de aludir'. En lugar de hacerlo así m e ha parecido quizás más eficaz y, en cualquier caso, más variado elevar el mecanismo de seguro que tales prácticas comportaban a la categoría de hipótesis fundamental de esta ponencia. De esta forma les propondré como reflexión central lo que en ocasiones anteriores aparecía como justificación y excusa de la falta de aportaciones específicas al tema del comercio andaluz que, de una forma u otra, aparece

1 Para evitar el aparente sumzilismo de estas h c a s , rcprodurco tanto la cita con que empezaba aquella ponencia como la que ''ahora' podría uiilizar de nuevo como excusa. La primera era: "La inmensa, la abruinadora inuyorís de los esnidios sobre el comercio espanol se han orieiitado, con exclusividad, Iiacia el área americana, obvi,mdo, en cambio, casi por completo, toda alusión hacia oiras áreas de mercado"; la seguida, que aparece ya como redacción en el texto de aquella poncncia dice: "La siniación a la que aludíamos Iiñcr doce aDos permanece prácticametite estacioiiaria y, en h c a s generales, n lo largo del tiempo transcurrido tampoco se ha producido ~~olumeii ni especiíiicidad iiivestigadora suficientes como para exigir este apartado". Cfdo. Gurcíu-Bequero Gom:iiez, A: 'El espacio comercial andaluz en el siglo XVIII: las 6reas de mercado", en La burguesía de negonos en la Andalucía de la Ilustración. Cádiz, 1991, Vol. 1. pp. 31-2.

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lo llay sociedad en subsistencia y por encima sociedad "comercial" (es decir, significativamen- siempre en el título de las colaboraciones solicitadas. En efecto, el porcentaje mayoritario d condicionada por dicha actividad), es justamente el que marca la distancia entre rma sociedad aquellas quejas y excusas, como seguro, aludía a la npareizte anécdotn de la desatención sisteináti. y una capitalista. O lo que es lo mismo, creo que se puede aceptar que solo en rma ca a otro bit^ del co~nercio andaluz que no fuese el de la Carrera de Indias ,,or el ciedad capitalista la actividad comercial interior dispone, verdaderamente, de la capacidad de carácter de capacidad cegadora que el comercio colonial manifestaba e imponía a los eshdiosos. ansformar grupos sociales, valores de referencia y actitudes socioeco~iómicas. Debo puiituali- se trata ahora, por d ~~ntrar io, de examinar con mayor precisión si la presencia del comercio , desde luego, que semejante techo no dispone de una rigidez tal que p e d a definirse con cololiial e,, Andalucía ha sido solo un polo exigente de atracción historiográfica o también un fenóineilo estrochlrai cuyas consecuencias afectaron al resto del comercio, independiei~tement~ de la tarea historiogáfica.

1. HIPÓTESIS DE UNA JUSTlFlCACIÓN papel del comercio en la práctica social y sobre sus consecuencias; en efecto, cualquier tratadista del siglo XVI percibe que el Comercio con niayúsculas, cuyos resultados "graves", en su opinión

En circunstancias como esta suele ser lo mejor, para evitar todo tipo de equívocos, comemar (y que nosotros llamariamos estructiirales) es cosa bien distinta de la mera satisfacción de las

por ~lantear directamente el problema, que no es exactamente el del comercio andaluz en la necesidades de un colectivo urbano o rural. Tal "supercomercio" se percibe como una actividad

Edad Moderna siim el por qué de la visible y demostrable incapacidad de abordarlo con la sobredimensionada, en cierto sentido independiente de las necesidades y que se produce, preci- extensión y disección que debería ser exigible para su tratamiento. Se sobrentieilde, corno es samente, por el juego diferencial entre el exceso y la apetencia, con todos sus escalones interme-

natural, que al plantear el comercio andaluz en la Edad Moderna, se pretende, al igual que eIi dios de interés, oportunidad, eficacia, proinoción, etc. No pretendo, desde luego, abandonarme cualquier otra zona, utilizar esta variable para introdricirnos en una parte de las relaciones a rina digresión de teología comercial sobre el significado profundo del comercio en los colecti- supuestamente indicativas de los procesos de desarrollo social o SU viceversa. ES decir, que no vos humanos pero iio puedo eludir al menos poner sobre el tapete unas ideas toscas sobre el basta con utilizar, si la hubiere, una vertiente peculiar, específica y atípica, como es la del comer- tema, en la medida que ayuden a clarificar lo que yo supongo que es el carácter atípico de la cio colollial, sino el conjunto de las actividades, áreas, rutas, cauces y objetivos del total de las situación de Andalucía en la Edad Moderna, al respecto. Tal ati~icidad ~odr í a ser entendida transacciones, sus protagonistas y contenidos. como el sistema resultante de una sociedad que no ha superado sustancialmente, con limpieza

llolpra, el "techo" comercial de la subsistencia y que, sin embargo, contiene en su seno una pues bien, en el caso andaluí: lo que encontramos es que la presencia de la colonial en la que tal teclio ha sido denamitado sin paliativos: el comercio colonial. El sistema tiene todos 10s visos de haber interferido de tal forma el entramado de las transacciones, que da coi~templa, así, una maquinaria generahzada, más próxima a la economia de s~~bsisteiicia que al

ilnpresión de haber borrado todo lo que no era ella misma en el organigraina sign$Cat;uo gene. capitalismo pero con algunos engranajes monstruosos técnicamente capitalistas. La ~osibilidad ral de esta actividad. Espero que se haya advertido la utilización de ese adjetivo sigllificntivo y de harmonía entre secciones tan lieterogéneas resultó prácticamente imposible y la ~robabilidad del verbo ifnpresión que me permiten escapar de una falsedad palmaria. corno justamente de un desequilibrio a favor de la sección del comercio colonial, evidente; todo ello cristaliza en tendremos ocasión de comprobar, no seria ni correcto ni seguramente serio afirmar que el lo que he propuesto como el sistema de comercio subordinado. En tal sentido y si lo que acabo comercio modenio de Andalucía no h e otra cosa que el comercio cololiial. LO que querí,m suge. de sugefir, como tengo la impresión, no es ~uia intuición puramente teórica, la lectura iiicl~~so rir ese adjetivo y ese verbo era que, independientemente de las corrientes de tal actividad que superficial de los textos de nuestros "primitivos" del pensamiento económico pondría de mani- puedan detectarse al margen neto de la Carrera de Indias, cualquier cosa que signifique una fiesto que el interés y el impacto del comercio con mayúsculas en las sociedades viene dado por estructura de tual~sforrnncióil del comercio respecto a los impactos que ell una sociedad su carácter de exceso y superávit, por decirlo así, en la actividad básica de la supervivencia. que le sirve de referente, en el caso andaluz, parece que debe ser cargada a la cuenta del prota- Como mera muestra de que esta opinión no es un capricho de mi percepción, las siguientes líne- gonismo devorador del comercio colonial. Naturalmente ese "parecer" sugiere que habría que as de Tomás de Mercado bien podrían servirme de aval. Dice el más clásico de nuestros "primi- mantener al margen el tráfico del consumo de subsistencia pero, en cierto sentido, podría justa. tivos": "En una de dos maneras se vende o se compra, conviene a saber: o para provisión de la mente decirse que, casi por definición, tal consumo debería quedar fuera del sigiiificado de la familia o para ganar algo vendiendo y comprando. Digo que o compramos para gastarlo y con- variable comercio para una región dada. Afirmación tan tajante debe ser inmediatamente mati. zada; quería subrayar, así, que la mera necesidad de subsistencia exige, siempre y en todo caso, sumirlo, o para granjear vendiendo.

Una actividad comercial pero esa exigencia, en tanto no se despegue de un ili~el deterlninudo no Para la casa se merca trigo, cebada, vino, aceite, tapicería, sedas, lienzos. Todo esto y otras alcalizará el Protagoliismo Y la capacidad de transformación social que permita recolzoceu a una cosas a este tono se suelen mercar para gastar en la persona, en la mujer, hijos y criados, para sociedad como modificada espec$icarizeizte por la actividad comercial2. podría decirse seguramen. proveimieiito de sus heredades o para las vendimias, cosecha o siega. Este mercar o venderes te, sin entrar ahora en un debate riguroso, que el techo de los intercambios, por debajo del cual u11 negocio tan licito que es natural ... Y vender uno lo que le sobra o lo que se le antoja para

A InaYor abundamientu, de esta nccesidvd de recurrir al mercado 11" se ven libres ,,i siquiera aquellas más PróA'nas a esa especie dc utopía más que de situación expcrimciital que constituye ~gutoconsumo~~, ya que, ha seEal*do expresamciite M. Aymard. "l'a~itosufiisance est le privilege d.uiie minonté, souvc,,t d.rne simple puignée de ruraiu a rai-se. rt clu'ellc reste, meme en aiinée normale, reve inaccessible pour la ,najorite des PaYsnns. Ceux-ci ne peuveiit tirer de la terre qu'ils possedeni de facon stable part, dhiileurs variable, le,,r subsistancc, et se trouveiit refetés vers les marchés. Des marches qui, a feur ,,iveau, se définissent comme des c~mplélnents par rapport 2 cet idéal iinpossiblc d.mitoionsommation". cfdo. ~ ~ ~ ~ ~ d , M. ~~~ut,,consommatio,, et inarcliés: Ciiaysnov, Labroussc ou Le Roy Ladurie", en Amales (Écuiiomies, socirtés, civifisutioiis), ,,S 6, novc,nbrc. décernbre, 1983, pp. 1392-1410.

mercar del precio lo que lia menester para su sustentación, es de obligación y licitisimo. Más esto, aunque es mercar y vender, no es ser mercader, sino hombre político y cuidadoso en lo que es justo lo sea.

Hay oho género de ventas que es mercar alguna ropa, como fardos o pipas de vino o aceite para llevarlas a otras partes o, aguardando otros tiempos, revenderlo por más de lo que costó. Entender y vivir de esto, como dice la ley, es ser mercader". " 3 Cfdo Mercado, ~ ~ r n á s de: Sumas de iratos y contratos. Sevilia, 1571. Edic. a cargo de N. Sánclier-Albornoz. Madrid,

1977, Vol. 1, pp. 78-9.

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Me parece que el texto que acabo de citar, en mi opinión absolutamente claro, insiste en la idea de que, coino es sabido, lo que consideramos como el útero del capitalismo primitivo viene dado, precisamellte, por la superación del estadio del consumo de subsistencia; empieza a confi- gura~rse la otra actividad comercial como ima tarea distinta y, en cierto modo, sirperior a la lnera atención de las necesidades inmediatas. En efecto, esta última cubre un objetivo de dife- rente calibre: la ganancia como horizonte; aquella, uno mucho más primario: la supervivencia social "quieta". Las consecuencias directas de la aparición del "otro" comercio no hicieron, creo yo, sino reforzar la distancia entre sus modestos orígenes como actividad natnral de la sociedad y las dimensiones, volúmenes y especificidades d e status sociológico e n las que desembocan, una ve z roto el cordón umbilical que las ataba a la mera necesidad. De esta manera, el comercio se convertia e n una actividad que iba por el techo de la sociedad y n o por el suelo y a la que, e n consecuencia, se le concedían capacidades de cambio social paralelas a las de otras actividades superiores (políticas, religiosas, culturales) y que se alejaban, casi hasta el infinito, de los oríge- nes de subsistencia con los que, cada ve z de forma más lejana, podían emparentarse. Entre estas capacidades, como cualquiera puede recordar, el mercantilismo llegó a defender, ni más ni menos, que la responsabilidad en la supervivencia del Estado, su e~igrandecimiento, su hege- monía y obviamente, a través de ellas, la conshucción de ideales de cualquier tipo (imperialis- m n >

Ha venido a cuento esta digresión, como mera confirmación de lo que el adjetivo significafivo matizaba e n aquella primera definición; la matización iba en el sentido de que el simple consu- m o de subsistencia no era precisamente el campo de interés de los estudios sobre el "comercio", puesto que no entraban con propiedad en ese nivel sobredimensionado en el que se había con- vertido, por partes, la actividad comercial en la Edad Moderna. Por el coiitrario, tengo la sensa- ción de que la característica que mejor define, e n Andalucía, todo lo que no fue la Carrera de Indias sigue refiriéndose a los humildes orígenes de subsistencia en mayor o menor grado pro- pios de la economía básica. Cuando planteamos preguntas a un investigador sobre el comercio regional o nacional, seamos conscientes o n o de ello, no estamos preguntando exactamente qué zapatos o qué vestidos se ponían unos colectivos humanos, acotados e n el tiempo y el espacio y que consideran el intercambio como una técnica de vida cotidiana. Lo que estamos haciendo es indagar sobre la posibilidad de que una práctica de intercambio de mercancías haya constituido u n parámetro diferencial, protagonista e n la transformación de esa sociedad, cualquiera que sea la dirección demostrable o intnida. Y eso era precisamente a lo que m e refería con el término sig- nificativo. Es decir, hacía referencia a la capacidad de imoacto de la actividad comercial en la

erse, entonces, el incluido en un sistema orbital de dependencia (aunque sea sui gei~euis) que ene a la Carrera como vórtice y eje. La expresión, por tanto, sugiere que incluso la parte más

sustantiva del comercio para el consumo interior que pudiera detectarse, con toda probabilidad, a u n sistema d e flecos d e la empresa dominante del comercio americano y, en ese

sentido, quedará sometido a las alteraciones, exigencias y oportunidades que aquel vaya marcan- do. Esto debe ser así por la desproporcionada import'mcia de la Carrera de Indias eii su área de

teniendo en cuenta los parámetros normales de la época y las características medias de las economías andaluzas de entonces. Y así fue ya detectado, desde luego, por los "primitivos" del pensamiento económico español, que montaron, prácticamente, sus análisis sobre lo que ellos percibían como destrozo del sistema tradicional de compraventas y satisfacción de las necesidades normales, no solo de las sociedades inmediatas físicamente al Monopolio sino incluso a nivel europeo. N o tendré que traerles aquí de nuevo textos sobradamente conocidos y citados como aquel de Tomás de Mercado que decía:

"Que yo vi valer en Granada los terciopelos a veinte y ocho y a veinte nueve reales, e ir un necio de gradas y darse a mercar y atravesar tan indiscretamente para la carga de una carabela que e n espacio de quince días los hizo subir a treinta y cinco y a treinta y seis, en el cual estilo se quedaron los terciopelos y tejedores y así también pedían después a los vecinos". "

construcción y evolución de la sociedad andaluza. Respecto a eso, m i propuesta seria que fiiern del conlercio colonial no existe una significación definitoria netamente perceptible; las franjas cola- terales a tal proceso deben insertarse, por el contrario, con mayor o menor propiedad, en un estudio de la sociología cotidiana y n o en el de una variable económica que se supone una palanca definitiva oara la conformación v transformación social.

Desde luego es evidente que semejante afirmación exige, otra vez, una aclaración que, pese a ser de Perogruüo, no puede obviarse: qué signifique con propiedad fiiern y colateral al comercio colonial o, e n su caso, dentro del comercio colonial. Parece claro que no m e estoy refiriendo a un dentro o un fuera cuantitativo y directo, como sería la contabilidad de los volúmenes, técnicas, personas y situaciones estrictamente incluidas e n la actividad de la Carrera de Indias; estoy uti- lizando un concepto genérico, convirtiendo a la Carrera y el Monopolio en una especie de deus ex machina responsable de un amplio marco de actividades de intercambio, financiación y distri- bución, muchas de las cuales, evidentemente, no se producían ni en el marco físico-administrati- v o concreto de la Carrera, ni nutrieron sus volúmenes cifrados tal como los hemos podido "ais- lar". En este sentido, pues, fuern del Comercio de indias quería decir que la actividad aludida n o puede considerarse de ninguna manera relacionada con él; dentro de tal comercio deberá enten-

N o puede caber duda de que factores sustanciales de cualquier sección comercial como son: la proporción entre la oferta y la demanda, entre la necesidad y la posibilidad de satisfacerla y el precio como expresión de la regulación de tales factores, constituyen variables estructurales que nos permiten enlazar la mayor parte de las actividades comerciales de la zona directamente con la fenomenología del comercio americano. Y lo que se predica del área físicamente inmediata al portal de América, puede predicarse, bien que con la debida prudencia y estableciendo los bare- mos deccendentec presumibles, del rrsto del entorno andaluz.

Desde otro punto de vista y en relación con las cifras más sugestivas que e n este momento podemos utilizar para aproximarnos al conjunto del comercio andaluz, que serían las fiscales, la contaminación por parte d e la Carrera es, con toda probabilidad, más evidente todavía, como más adelante tendremos ocasión de comprobar. Me estoy refiriendo, específicamente, no al con- junto de las transacciones comerciales e n Andalucía que, como es bien sabido, desconocemos absolutamente, sino a las huellas del comercio de exportación e importación que pueden consti- tuir las cifras correspondientes al Almojarifazgo Mayor de los puertos andaluces en los siglos XVI y XVU y su equivalente en el siglo XVIII, las Rentas Generales de Aduanas.

En definitiva, la hipótesis sostiene que la ausencia de una radiografía del conjiinto de la acti- vidad comercial aiidaluza, en la Edad Moderna, n o es el resultado solo d e la espectacularidad del comercio de la Carrera, sino de algo que podríamos llamar el síndrome de la desmotivación respecto al significado de los sucesivos niveles de actividad económica, comercial, al margen de dicho fenómeno. Los historiadores de la economía andaluza hemos percibido, con mayor o menor conciencia, que el eje significativo debía acaparar la atención prioritaria en tanto que el resto no añadiría, aparentemente, ninguna variable sustancial en la explicación de la trayectoria económica de la Andalucía Moderna. Esta especie de previsión de una frustración casi segura, debe haber inducido a uii cierto descuido y desinterés por áreas m u y concretas de las que no se esperaba ninguna porción d e esclarecimiento, añadida a lo que e1 estudio minucioso de la Carrera y sus protagonistas puede dilucidar. Incluso en los casos en los que, con mayor o menor intensidad, tales esfuerzos se han producido, lo han hecho en el ámbito de los comerciantes extranjeros que, en lo que pudiéramos llamar la iconografía mental del comercio andaluz, están incorporados, así sea de una forma inconsciente, con las peculiaridades de la Carrera de Indias5. Insistiendo en esta línea, también en los casos en que, de tma forma más o nienos accidental, se -

4 Cfdo. Mercado, Tomás dc: Op. cit. Vol. l. p:ig 208.

5 Un buen ejeinplo al rcspecto lo coiistituyc el libro de M" B. Viliar Garch, Los extraiijeros en MBlaga eii el siglo XVnI

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ha &abajado sobre la actividad comercial de ciertas áreas concretas del ámbito regional, como el portaban. ES decir, casi la cuarta parte del valor de las unportacioiies europeas entradas en la litoral onubense, puede demostrarse, paladinamente, que los resultados apuntan a una imbrica- ciudad hispalense se redistribuían por la región o por otros territorios de Castilla. Pero el autor ción más directa que indirecta con la bahía gaditana y su desembocadura natural en el comercio de la memoria reconocía que en ese año la participación de Sevilla en ese tráfico interior había con AinQica! Y por lo que se refiere, a su vez, a los estudios consagrados al comercio marítimo descelidido y se desviaba hacia otros piiertos litorales. Podemos pensar así que el valor del flujo que se realizaba desde otras regiones de la perifefia peninsular con el litoral andaluz, ni que de mercancías que no se embarcaba para las colonias en años anteriores fuese más elevado decir tiene que en todos elios son sus puertos Iiabilitados en cada momento para el comercio con alcanzando hasta el 30.40% del total. Indias (Sevilla, Cádiz y Málaga) los que acaparan todo el protagonismo.

No obstante para esas fechas hay que considerar también las participaciones en la introduc- Como seguramente no liabrá pasado desapercibido, la hipótesis globaliza un fenómeno sin ción de mercancías de las restantes aduanas ... en especial del litoral malagueño y granadiiio.

que ello quiera decir que, estadísticamente y con absoluto rigor, nos referimos al cien por cien con ello se puede inferir que las importaciones europeas para el consiuno regional eran bastan- de las posibilidades conocidas; es evidente que existen ciertos ramalazos de mercancías muy te más importantes ... SU1 embargo, al disminuir el tráfico con América y mantenerse más esta- concretas y exportaciones muy precisas que, razonablemente, podían considerarse alejadas de la bles las relaciones económicas con Europa las importaciones extranjeras hacia la región andalu- trama del comercio americano y que pueden y deben considerarse como significativas en la za para su abastecimiento debió aumentar hasta el 80% o más del totaY1'. transformación estructural de parte de Andalucía, bien que con límites bastante drásticos en

Este razonamiento se ha construido sobre un calculismo bastante peculiar que, en cierto sen- cuanto a la extensión y a la correspondiente incorporación social a tales redes económicas. Tal tido, recuerda el que se utilizaba en el siglo XVüi cuando se pretendía ofrecer un inodelo opti- sería el caso de las "tradicionales" exportaciones de vino y aceite de la Baja Andalucía al resto rnista respecto a una situación dada y cuya maquinaria mental ha sido abordada por L. C. del continente, pero cuya cuantificación, lamentablemente, no esta disponible; de las exportacio- Alvarez Santaló en su estudio introductorio a las Respuestas Generales del Catastro de nes viticolas malagueñas a la Europa septentrional, de las que Quintana Toret nos ha proporcio- Eilsenada de la villa de Osuna". Aunque nahiralmeiite puedo equivocarme, la lectura de las nado datos para el siglo XW y a las que responsabiliza del "auge" mercantil que experimentó la afirmaciones de 1. Pulido me produce la impresión de un esfuerzo voluntarista por mejorar la ciudad durante la primera mitad de esa centuriaR; o también de las lanas andaluzas y extreme- opinión general sobre la importancia de la actividad comercial andaluza al margen de la ñas exportadas por el puerto de Sevilla (sobre todo desde 1608, fecha a partir de la cual comien- Carrera. Sin embargo, las apoyaturas estadísticas y argumentales utiiizadas no me dan la sensa- zan a decaer las exportaciones burgalesas) de las que A. M. Berna1 y A. Coliantes de Teran han ción de que permitan tales optimismos. En parte porque el cimiento hidamental de sus cálcu- aportado cifras para el periodo 1656-81, que vienen, en efecto, a evidenciar el volumen nada los se realiza sobre la apreciación personal de un funcionario que se basa en el tratamiento de desdeñable que había adquirido, al menos en dichos años, este sector del comercio exterior bajo- unas cifras referidas al período 1617-21 a las que Pulido confiere unas cualidades de extrapola- andaluz.' En cualquier caso y antes de entrar en mayores precisiones sobre mi hipótesis, quizás ción que parecen, como mínimo, dudosas; máxime cuando, con toda honestidad cieiitifica, apor- debería comentar una reciente publicación en la que estos temas se tratan y en la que se vierten ta para los años de los que él hace una valoración tan "optimista", un testimonio de igual peso afirmaciones que entiendo, si no he leído mal, como contradictorias a las que acabo de sugerir específico aparente y absolutamente contradictorio en su contenido, avalado este último además ahora. Concretamente, me refiero al libro de 1. Pulido Bueno Aimojavifazgo y comercio exterior en por la práctica totalidad de la historiografia especializada que conoceinos al respecto. Me refiero Andalucía durnnte la época mercantilistn, 1526-1740 (Huelva, 1993), en el que su autor, a partir de y se refiere a la memoria elaborada por el cónsul francés en Cádiz P. Catalán, acerca del valor un informe elaborado por M. Pantoja Alpuche (administrador general de los Aimojarifazgos) del comercio iuternacioiial realizado en suelo andaluz en 1670, valor que estima en algo más de sobre el comercio de Sevilla en el quinquenio 1617-21, establece el siguiente razonamiento: "el trece millones de pesos (13. 400. 000) de los que afirma que solo un inillón y medio se quedaba 22% del valor de las importaciones llegadas a Sevilla se quedan en la Península y el 77% se reex- en España, es decir un 11,5% en tanto que el 88,5% restante se reexportaba a las Indias". A

(Córdoba, 1982) o también 1ñ casi totalidad de las comunicaciones presentadas a la sección sobre "Los comerciantes en mayor abundamiento, disponemos también de la memoria redactada en 1686 por el intendente la sociedad andaluza de la Ilustraciód' incluidas eii el Vol. 1 de las ya citadas Actas del Congreso sobre La Biuguesía francés Patoulet, cuyos datos vienen a demostrar que solo un 12% del valor de las importacio- de negocios en la Andalucía de la Ilushacióii. nes extranjeras efectnadas a traves de Cádiz se quedaban en España en tanto que el 88% restante

6 Eii efecto, a tenor dc los datos aportados por Pulido Bueno para cl periodo 172050 y por Lara Ilódeiias y Pena se exportaba a las colonias", sin olvidar, claro está, las investigaciones de J. Everaert sobre el Guerrero para los anos 1740-58, el comercio con Cádir fue, con gran diferencia, clin6s importante que rcslizuroii los puertos del litorsl oiiubense durante la primera mitad del siglo XVOI, acapnrmdo, cn promedio, del orden del 70% comercio de Flandes con España en estos mismos años y qiie confirman, asimismo, el esquema del volumcn total dc SUS i r a n ~ a c ~ i o i ~ e ~ . Cfdo. P~ilido Bueno, 1: La tierra de Huelva eii el Antiguo Ilégitiien, 1600.1750, que para 1670 dió Catalán'". Y 110 estará de más recordar que precisamente todos estos datos son Huelva, 1988; Lara Ródeiiñs, M y i'eiía Guerrero, M' A: "Comercio y cuniercimtes eii la costa onubcnse. Un estudio los que han llevado a H. Kamen a señalar que "aunque existía en Andalucía u11 alto nivel de cuantitativos través de las fianzas de uucltñ dc guía (1740-58)". en La burprsia dciicgocios. ..Vol. 1, pp. 117-45. actividad económica, la mayoría de ella formaba parte del engranaje del comercio 'unericano,

7 Vid. al respecto: Martúier Shsw, C: "Las relaciones ecoiiúmicas entre Cstaluíia y la Baja Andalucía en el siglo XVIII. Un intento de iliterpretación", en Actas 1 Coiigreso Flistoria hdaliicía. Aiidulucía Moderna. Sigla XVlIl. Córdoba,

10 Cfdo. Pulido Bueno, 1: Op. cit. pp. 147-8. 1978, Vol. 1. pp. 347-56; Navarro Mirailrs, J. L: "Coniuctos comerciales entre c1 litoral catalán y los puertos de Andnlucía(1799-1808Y, eii lbidem Vol. 11. pp. 63-80; Barrciro Mullón, B: "BI comercio asturiano con los puertos del 11 cfdo. Alvarez Sutitaló, L. C: ,,Una reflexión inocentc sobre la mentalidad ilustrada y la estadística", iiitroduccibii al Atlántico peninsular: el compuiicntc mdslud', en Actas SI Coloquios Historia de Andalucía. Moderna. Córdoba, 1983, libro Osuna 1751, según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Madrid, 1992, pp. 7-34. Vol. 1, pp. 571-92; Bravo Cores, D: "Las relacioiies comerciales entre Pontevcdra y Andalucía a mediados del siglo 12 Cfdo. Kamen, H: 1.a E s p ñ ñ de Carlos 11. Barcelona, 1981, pp. 181~2. A rcsciíar, igualiiiciitc, que esta rncmoria yu íiic XW, eii lbidcm, Vol. 1, pp. 593-601; Francli Benavent, R: "La atracción de los mercados alidaluz y coloiiial sobre el iitllizada coi, anterioridad por A. Girard(cfdo. Le cnmmerce frallcuis a Séville et Cadix au tetnps des Habsbourg. Paiis, comercio valenciaiio dicciodiesco", en La burguesía de iirgorios. Vol. 1, pp. 71-83; Sambmna Morsles, A. e Igicsias 1932, pág. 446) aunque, eii opiiiión de Kamen, conhindieiido las "alores reícridos al coilierciu intemacioiisl coi1 los Mertítiez, 1: "Las importacioiies del puerto dc Curtageiis desde los puertos aiidziluces (1778-81)" en lbidcm, Vol. S, pp. correspondieiites a remews mrtálices de América.

13 A propósito de esta memoria vid. Girard, A: Op. cil, pág. 411; Kamen, H: Op. cit, pp. 1844; Moiiiicau, M: Sncroysbles 8 Cfdo. Quintana Torrt, F. J: "E1 omercio mslsguek en el siglo m, eii Pedrslbes nn 7(1987), pp. 79-102. gazcitcs et fabulcux inétaux. Paris, 1985, pp. 326-43. 9 Cfdu. Berna1 A. M. y Collantes de Teran, A: "El pucrio de Sevilla, de puerto fluvial medieval a centro portuario 14 Cfdo. Everacrt, J: De iiilernatioriale en koloniale Tlandcl dcr Vlaamse Firma's teCadiz 1670-1700. Brujas, 1973, pp. 284-

muiidinl(sig1os m-XVIIIY, e11 1 porti come impresa economica. Prato, 1988, pp. 779-824.

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por lo que es eshIdiar "1 comercio andaluz al margen del ameri~ano"'~. Por otra parte y en cualquier caso, en nii opinión, una fuente fiscal de comienzos del XVII tiene un valor pura-

mente indiciario y arriesgado concederle el rigor representativo que necesi-

taría dato que va a ser extrapolado en una dimensión sumamente compleja y extensa. A ~ ~ ~ , ~ ~ ~ ~ ~ ~ , liabría que aludir, también, a las colitradicciones que podrían producirse de tener en cue,,ta otros parámehos estad¿sticos tanto de la propia región como del comercio de Indias e,, esos Inomelito~. por citar solo algunos ejemplos posibles, de entrada no parece que resulte fácil coliciliar uii aumento en el consumo regional de productos extranjeros del 100% (no en vano su peso proporcional habría pasado, según sostiene Pulido, del 40 al 80%) en la coyuntura demo- gráfica de la segunda mitad del XVU; en efecto, para esa época, buena parte de la Andalucía occidental, con su principal centro urbano a la cabeza, Sevilla, se hallaba inmersa en la más grave crisis demográfica del Antiguo Régimen, sin que ni el decidido crecimiento que expcri- metitó Cádiz IU el más tímido que se detecta en algunas zonas de la porción oriental de la región sean suficientes para compensar la indudable contracción de la demanda que tal situación debió comportar'! Más aún, ese supuesto crecimiento del consumo interior, coincide con un período en el que los datos relativos a la evolución seguida a lo largo del mismo por los principales pro- ductos agrarios andaluces que servía11 de conirapartida a dichas importaciones (fundamental- mente el vino y el aceite) apuntan claramente a una coyuntura presidida por el signo del estati- camirnto cuando no de la contracción pura y neta de la pr~ducción'~. O también, por hacer una referencia expresa a la situación de la zona a la que Pulido responsabiliza, en mayor medida, de diclio aumento, el litoral malagueño, coincidiendo con un período en el que la favorable coyun- tura por la que había atravesado su economía en los primeros decenios de la centuria había cambiado, radicalmente, de signo, para dar paso a una fase, en palabras de Quintana Toret, "de agudas dificultades y empobrecimiento generalizado", en la que "el pesimismo y la desmorali- zación impregnan todas las manifestaciones de la vida local"". Y todo ello, bien entelidido, sin hacer intervenir otras variables propias del comercio colonial, como por ejemplo, el espectacular incremento experimentado por las remesas metálicas de América en ese período, de aceptar las cifras propuestas por M. Morineau, crecimiento a todas luces inconcebible sin otro no menos espectacular de las reexportaciones de productos extranjeros a Indias, como de hecho el propio Morineau sostieneiP. En suma, sigo, pues, pensando que ni la propia naturaleza de los datos que maneja Pulido ni, muchisimo menos, las circunstancias que acabamos de reseñar parecen per- mitir una valoración tan sumamente optimista como la que él nos hace acerca de la kayectona seguida en la segunda mitad del XVII por la fracción del comercio de importación europeo des- tinado al consumo regional.

2. JuSTIFICACIÓN DE UNA HIPÓTESIS

Hechas estas matizaciones y establecida la hipótesis motora de mi reflexión, parece prudente intentar sostenerla con algíui conjunto de estadística cifrada que en este momento esté a nuestro alcance y observar, en qué medida, los valores numéricos, su distribución y coyuntura avalan o

15 Cfdo. Kamcii. H: Op. tit. pág. 182.

16 Vid. a este respecto: Alvare7 Saiitaló, L. C: "La población de Sevilis eii las series perropiaies, siglos X V I - m , en Actas II Coloquios Historia Andalucía Moderna. Córdoba, 1983, tomo 1, pp. 1~19; Domíngiiez Ortiz, A: , , ~ a población de Seviila a mediados del siglo m, eii Archivo Hispairnse, iiV21(1989), pp. 3-15; Eortea Pérei, J. 1: "La evoluriún demográfica de Cúrdoba cn los siglos X V i y X W , en Actas 1 Congreso Historia de Andalucía. Andulutia Moderna. Cúrdoba 1978, torno 1, pp. 371~96; Sáncliez-Montes, F: La población granadina del siglo XVlI. Granada, 1989; Po~ice Cordones, P: "Dos siglos claves en la demografía gadituna", eii Gades, n"I(1983). pp. 41751.

17 Cfdo, Ponsot. 1': Atlas de Historia Ecoiiómica de la Baja Aiidalucfa (siglos XVI-Ux). Scviila, 1986.

18 Cfdo. Qtintanal'oiet, F. J: Art. cit. p 6 ~ . 87. . 19 Cfdo. Moruieau, M. Op. cit. pp. 263~99.

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la impresión teórica a la que nos hemos venido refiriendo. Vamos a servirnos, pues no son muchas más las posibilidades reales), de la información que sobre la distribución

gional del comercio de importación y exportación andaluz (excluido el de la Carrera) a lo largo de la Edad Moderna nos proporaoiian las denominadas genéricamente rentas generales de aduanas y que en Andalucía recibían el nombre de Almojarifazgo Mayor. Dado que se trata de una categoría o figura impositiva cuyos orígenes y evolución, formas de administración y gestión, etc, cabría decir que, en líneas generales, son bien conocidos, gracias a distintas aporta- ciones de los eshidiosos, procuraré ir a lo esencial, limitándome, por tanto, tan solo a recordar algunas de sus características más específicas".

En esta direccióu, lo primero a reseiiar es que los derechos que se cobraban en las aduanas andaluzas bajo la dcnominación genérica de Abnojarifazgo Mayor constituían, en realidad, un coiijuiito de impuestos ad valorei~z y de naturaleza disímil, que gravaban casi todos los productos que entraban y salían de nuestras fronteras fiscales y enhe los que aparecían incluidos una serie de ingresos que escapan a esta definición pero que, en virtud de diversas circunstancias, se liabí- an ido incorporando a las aduanas. Tales ingresos son, básicamente, los denominados reiltas mei~udns, inenoues o sus iigregndos y consistían, según sefialaii L. de lbarra y F. de Cuéllar en su Mernori~z sobre el estnbleciiniento y origen de todas las reiltas que componen el Renl Hernrio (Madrid,

a siendo la 1759), "en derechos que se fueron aumentando segun las urgeiicias de la Coron ; mayor parte de ellos imposicioiies del siglo pasado" (es decir, del XVII)2'. Sin embargo y como veremos de inmediato, su origen es bastante anterior y fue sobre todo en el siglo XWI (una vez que las Rentas de Aduanas pasaron a ser directamente administradas por la Real I-lacienda) cuando recibieron una inflación definitiva, al incorporar toda una nueva serie de impuestos, más allá de los anteriores agregados y entre los que figuran arbitrios que gravan directamente el consurno, derechos de tránsito, diezmos, tasas, etc. Por lo tanto, quiere ello decir que cuando hablamos de la renta del Almojarifazgo Mayor hay que tener siempre preseiite que no estamos refiriéndonos a un solo gravamen sino a un conjunto de derechos, cuya composición varió a lo largo del tiempo y de una aduana a otra y cuyo campo de actuación rebasaba el marco del comercio exterior (es decir la introducción y saca de mercaiicias foráneas) para repercutir, tam- bién, sobre el comercio interior, el consumo e incluso el tráfico con Indias". Siquiera sea a titulo meramente ilushativo del auténtico proceso "inflacionista" que fue experimentando la renta del Almojarifazgo, podemos fijarnos en una somera evolución de las llamadas "rentas menores o agregados'' a lo largo del período que abarca nuestro análisis. Por de pronto y según testimonia M. A. Ladero, ya desde comienzos del siglo XV, las "rentas menudas" conformaban uno de los tres bloqnes en que se solia arrendar el Abnojarifazgo Mayor de Sevilla (los otros dos eran el diezmo del aceite de la Ribera y Aljarafe y el almojarifazgo propiamente dicho o "Partido de las mercaderías", "Almonayma y cuenta de mercaderes" y "Renta de Berberia") y en el que se inte- . . graban una heterogénea variedad de "almojarifazgos" sobre productos, medidas o tránsitos de

20 para el estudio de la cvoluciún del Almojñrifazgo, pueden coiisuitarse, entre otros: Ladero Quessda, M. A: "Alrnojarifargo scvillaiio y comercio exterior de Andalucia en ei ~ i g l o XV", en Anuario de Historia Ecoiiúiuica y Sociai, nc 2(1969), pp. 69-115; Carande, R: Carlos V y sus banqueros. Mudrid, 1949, tomo 11, pp. 301-12;ULloa,M: La hacienda real de Castilla en el reinsdo de Fclipc 11. Madrid, 1977, pp. 263-305; Lapeyre, H: El comercio exterior de Cestilla a aovés de las aduanas dc Felipe D. Valladolid 1981, pp. 135-64; Do~nínguec Ortiz, A: Política y lisciendo de Pclipc IV. Madrid, , 1960, pp. 205.12, Pulido Bueno, 1: Aimojariialgos y comercio exterior eii Aixdalucía d~iraatr la epoca mercai~iiiista, 1526~1740. Iluelvu, 1993. Por lo que respecta, s su vez, a las Rcntas Generales de Aduanas, vid. Garcís- Cuenca Ariati, 7: "Las reiiiss gcneralcs o d c aduanas dc 1740 a 177C. eii Historia económica y pensarnietito social, Madrid, 1983. pp. 237-62; Pirper, R: La Real Hacienda bajo FernandoVl y Carlos 111í1753-1788). Madrid, 1992, pp. 107- 113.

71 Cfdii. García~Cuetics Aris1i.T: OD cit. oáa. 244 -~ . . .. 22 En efecto, euiique el comercio indiano tuvo a partir 1543 su propio Alrnojarifurgo, desde 1740 eii la aduana de Sevilla

coino iin agregado de la lleiitu del Almojsrifazgo Mayor se percibíaii unos "derechos de salida de mercalicías y her ros aue vati u las Iiidiai', dercclios a los quc en 1765 se unieroii los del comercio de las islas de Barlovento, aplicados, uiiiiiismo, eii las aduanas de Cadw y Malaga

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,,lercancías, alcabalas de reventa y algunos pequeños diezmos2'. En el transcurso del siglo XVI y

a de las iIiformaciones que nos proporcionan R. Carande y M. Lnloa, dichas rentas apenas si experiille,,taron variación alguna, aunque H. Lapeyre reseña uii documento de 1594, en el que se mcniicnan veinte entradas distintas bajo el epigrafe de "reiitas menudas", entre las cuales, al Larece,, repiten nueve de las citadas a comienzos de siglo". Si de aquí pasamos a mediados de la centuria siguiente (concretamente al año 1666) 1. Pulido relaciona, a su vez, dentro de este apartado, un total de diez nuevos derechos menores, aparecidos entre 1621 y 1647 y que repre- sentaban algo más del 40% del importe total del arrendamieiito del Almojarifazgo Mayor (exac. tamente, el 43, 2%); además y eii el caso de Sevilla, debían añadirse a ellos, otras seis nuevas tasas, de carácter exclusivamente local, que suponían un 5% adicional sobre las cuotas geiieralesZ5. Aproximadamente un siglo más tarde, una vez que la administración de las Rentas Getierales o de Aduanas había pasado a depender definitivamente de la Real Hacienda, la reiita que se deveiigabaii en las distintas aduanas andaluzas, en concepto de Alrnojarifazgo Mayor y sus agregados, estaba integrada por las siguientes gabelas: a) Distrito de Sevilla: ALrnojarifazgo Mayor; 2 por ciento de doiiativo; 1 cuarto de 1 por ciento de donativo; 1,5 por ciento del consu- mo; 0, 5 Por ciento con 5 por ciento de premio; 1, 5 por ciento sin premio; 2 / 3 por ciento de libertad de derechos; derecho de gremios de reventa; reiitas arrendables y reiita del alrnojarifaz- go de frutos de Indias; b) Distrito de Cádiz: Almojarifazgo Mayor; 2 por ciento de donativo; 1 , s por ciento de consumo; tercer 1 por cieiito de nueva alcabala; cuarto 1 por ciento de Puerto Real; 1,25 por cielito de Rota y Chipiona; 15 por cieiito de los frutos y géneros de Marniecos y dere.

chos de transbordos; c) Distrito de Málaga: Almojarifazgo Mayor; 1, 5 por de collsmo; 10,25 por ciento donativo de Sevilla; primero, seguido, tercero y cuarto 1 por ciento de iiueva alcabala; 1,5 por ciento de francos; 2por cieiito de donativo; residuos del derecho en la cera; 15 por ciento de géneros de Marruecos; 1 por ciento de transbordos y dereclios de igualación de las aduanas del partido coi1 la principal; d) Distrito del Puerto de Santa María: Almojarifazgo Mayor; 1 ,s Por ciento del coiisnmo; 2 por ciento de doiiativo; tercer 1 por ciento de extellsión de alcabala en el Puerto de Sta. María y Sanlúcar; alcabala de altamar; 0, 5 por ciento de fortificacio. lies en el Puerto Y Sanlúcar; cuarto 1 por ciento del Consulado; 1, 5 por ciento de francos en Tere2 Y de Capibada Geiieral eii Sanlúcar; cuarto 1 por ciento de donativo en jerez y sanlúcar y 15 por ciento de los géneros de Marruecos.

A su vez, a la renta Principal del Almojarifazgo Mayor y sus agregados había que aiadir otra serie de impuestos que, con carácter general, se cobraban en todas las aduaiias andaluzas, a saber: 2 por cieiito del Real Bolsillo; impuesto de la especieria; millón antiguo en azúcar y cacao; impuesto moderno eii cacao y chocolate; millón del papel; indulto o habilitación; extracción de plata; impuesto del jabón; cuartas partes de comisos; derechos del comercio de las islas de Barlovento (salvo en el Puerto de Salita María); 3 por ciento de sanidad; derechos del almiran-

21 Coiicretamente, los nlmojarifezgos sobrc prodrictos, medidas o tránsito de mercancías citados por Ladero son los si- guientes: pescado fresco, pescado salado. "salvagina', lirio, esparto, queso, lana, pero y iiueces, moros y tdrtaros, bajeles y navíos, caza, guarda o "albalaes" de La Coiia, medidas del aceite, "diiqucno de le huta" y "quartiUos del pan el1 graiio; entre las alcabalas de segiiiidas y posteriores venlas: paños inedidos por varas, frisas, sed% especias, iiieno Y metal. sebo y uiito, "haces, alcotoiiías y aismbeics", curros al pelo, cueros para viiio, cáfiumo, aves y caza; por (dtimo, entre los pcqueíios diezmos, los del higo y aceihiiia del Avarafe, dcl accite quc enlraba en Scrilla por "iras pt~crtas quc la del "aceile", de 1s cal, teja y ladrillo, ssí coiiio los ''terzuelus y cxheineños" de la miel, cera y grana de lodo el arzobispado. Cfdo. Oo. cit. no. 76-77 . ..

24 Cfdo. Op. cit. pp. 136-7. ~. 25 Estus derechns "meriores ': que se habian ido agregarido, según Pulido, entre 1621 y 1647, resporidían a los siguientes

cnnceptos: "iiiedio por ciciitu; uiin y rnedio de lo quc no es franco; uiio y iiiedio dc francos; mi c~iarto por ciento de coi>tias; un cuarto por cieiito dcl donativo; una por ciciito de la reveiita; primer uiio por cieiito de todas las aduaiiss; segundo uno por ciento; tercer uno por ciento; dos por ciento, cuarta parte en plata"; a su vez, hs nuevas lasas <lue viilieroti .i sruiisrce a la renta mayor y a las menores hieroii: "1% para el Corisulado; 1% pam el consumo dc la rnoiieda de ~nelión; 1% pera la revriita; 2/3% por frariqueza de salida; 1/4% para Seviila por el donativo; 1/2% por la rciita "parle de la cocliiniiia". Cfdu. Op. cit. pág. 101.

go y d l ó n de pescados. Finalmente y con independencia de todos estos derechos de carác- general, se pagaban otra serie de tributos característicos de cada una de dichas aduanas. Tal 1 caso en Sevilla de los cuatro 1 por ciento de iiueva alcabala, la alcabala mayor de lienzos, el

diezmo, la relita del marchamo, los derechos por emolumentos de la administración de dicha duana y por los de la Contaduría de entradas y, por último, los salarios y demás utilidades de

la Escribanía Mayor de Rentas del Almojarifazgo de la ciudad, su obispado y arzobispado de cádiz. En la aduana de Cádiz sucedía otro tanto con el millón de la pasa, reiita de la cerveza (ambas se cobraban también en el Puerto de Santa María), regalía de la corainbre de Indias,

del aguardiente y licores (extendida, asiniismo al Puerto de Santa María y Málaga), uno y cuarto por ciento iiicorporado al Real Patrimonio, reiita de la alcabala antigua y primero,

y cuarto tuio por cielito de la nueva alcabala. Por su parte, en la de Málaga, se recauda- ban dos reales en arroba de pasa, el cuarto 1 por ciento de la Aduana y el cuarto 1 por ciento de 1% embarcación, tnieiitras que en el Puerto de Santa María ocurría lo propio coi1 el uno y cuarto por cieiito de avería, la renta de igualación de derechos con las aduanas de Cádiz y las rentas incorporadas a la corona en la aduana de Sa~ilúcar'~.

En verdad, lo que qncría dejar sentado con las precisioiies de tamaño galimatias es la opera- tividad de las cifras que arrojen semejantes cotitabilidades fiscales en orden a obtener iuforina- ción neta y difcrei~cinda (palabra clave eii todo este asunto) respecto al comercio de iniportació- exportación. El conglomerado dispone de tales características qne dicha desagregación es sencillamente imposible. Pero no terminan aquí iiuestras cuitas; lo que acabamos de ver es el resultado de las sucesivas cargas de ngregndos y nuevas reiitas acumuladas al, llaméniosle, h.011- co fiscal. Pues bien, coiiviene, a su vez, recordar que los ingresos que devengaba el propio tron- co, es decir d Almojarifazgo Mayor, se regulaban por uiios aranceles distintos en cada aduana y cuyas tarifas variaron a lo largo del tiempo y en función de las niercancías. Es decir que nunca gozó de una homogeiieidad eii los tipos de gravamen que se giraban sobre las mercancías. Coiicretamente, a comienzos del siglo XVI, en las aduanas andaluzas se aplicaban dos aranceles: uno para las del reino de Sevilla (que abarcaba las actuales provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz) y otro para el de Granada. Eii 1566-67 ambos fueron reformados pero aún así seguían presentando diferencias apreciables en sus respectivas tarifas generales, de modo que, mieiitras en el reino de Sevilla prevalecieron como cargas más generales entre el 4 y el 7, 5% para la mayoría de las exportacioiies y del 5 al 15% para las importaciones, en el de Granada ambos derechos quedaron establecidos, por término medio, en un 2,5 y un 5% respectivameiite2'. Para fechas posteriores y concretamente hasta la ptiblicacióii del primer Arancel general de 1782, las únicas noticias que tenemos al respecto se reducen a dos: de una parte, la que nos proporciona A. Girard acerca de un arancel fechado en 1666 para Sevilla y Cádiz'í de otra, la referencia que hacen ibarra y Cuéllar (en su ya citada Memorin) respecto a la elaboracióii, a fines del XVii o principios del XVIII, de un libro aforador, en el que se reflejaban las tarifas y exeiicioiies y que, con el transcurso de los años, se había ido quedando obsoleto al no actualizarse los precios de los artículos en él relacionados". Además, conviene tambiéii reseñar que existían abundantes privilegios reales, en favor de deterinitiados puestos aduaneros, que coiitribtúan a incrementar aún más esa falta de liomogeneidad en la cobranza de las tarifas establecidas; a ello se deben

26 Toda la infomiacióii correspondiente al siglo XVIn procede dei Arcliiiio General de Sirmancas. Sec. Direcciún general de Rcntas, Z1 remesa, Icgajus 473~474 y 475.

27 Cfdo. Ullos, M: Op. cit, pp. 265-70. 28 Cido. Cirard, A: La rivalilé conimrrciale et rnaritime entre Sévillc et Cadir jusqu'a la fin du XVill siédr. Paris-

Bordeim, 1932, pág. 45.

29 A propásiln dc este arancel, J. de 1s Ripia y D. M. Gallart precisan que se ínrrnó a principios del siglo XVlll y qiic sus tipos iinpositivos iban "de im tres a un treinta por ciento". Cfdo. Práctica de la Adrninistiscióti y cobraiiza cie 10s nias as ~ e a l e ~ y visita de los miliistros que se ocupan de cU.i por ... Corregida con las nuevas c6dulñs. decrelos y úrdeiies por ... Madrid, 1795, tomo LV, $g. 181.

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todavía, las ventajas particulares que conseguían algunos países en los acuerdos comer- ciales que suscribían con España (los llamados tratos preferenciales), sin olvidar las iniciativas que tomaban en ocasiones los propios arrendatarios de dicha renta en lo que se refiere a reduc- ciones de tasas, aforos, etc., y de las que son especialmente conocidas las aplicadas por Francisco Báez Eminente en favor de Cádiz en el último tercio del s. XVIF! Por consiguiente, el problema no radica solo en la complejidad que representa desenmarañar toda esa complicada y frondosa trama de los agregados, que se fue tejiendo en torno al tronco común, sino también y en no menor medida, en las notables diferencias existentes entre los distintos puertos que integraban el cordón aduanero andaluz, a la hora de aplicar las tarifas vigentes para la renta principal del Almojarifazgo.

Después de estas precisiones podría dar la impresión que mi objetivo consistia en desacredi- tar la fuente en cuestión. No lo es en absoluto; quería simplemente señalar la dificultad de utili- zarla como una rúbrica contable que permita alegrías de cálculo y extrapolación: por ejemplo, evaluar el valor de las mercancías partiendo del monto del impuesto y aplicando un coeficiente multiplicador, cualquiera que sea. Por el contrario, la utilización más eficaz de esta estadística no viene dada, en mi opinión, por el contenido preciso a que sus cifras aludan. Lo que me pro- pongo sugerirles al respecto es que, el seguimiento de sus cantidades, sea cual sea la red de acti- vidad económica que representen (e incluso concediendo que mayoritariamente se refiera a transacciones comerciales con el exterior), pone de manifiesto, según creo, sin ninguna duda razonable, su absoluta sumisión a los avatares de la Carrera de Indias y que, en consecuencia, el papel condicionador del comercio colonial sobre la actividad que tales impuestos representen debe considerarse como decisorio. En cualquier caso, el análisis de los datos que a continuación utilizaremos requiere de algunas aclaraciones previas. La primera tiene que ver con la fijación de las aduanas por las que discurría el comercio gravado por estos derechos y que también experimentaron algunos cambios, si bien de menor cuaniía, en el transcurso de este período. Por de pronto, en los siglos XVI y XVlI y a tenor de las informaciones que nos proporcionan al res- pecto Ulloa, Lapeire y Pulido, todo parece indicar que el mapa aduanero andaluz se mantuvo bastante estable, integrado por un total de 31 "tablas" o puestos aduaneros. Su distribución pro- vincial era la siguiente: doce en Huelva (la capital, Gibraleón, Moguer, Ayamonte, San Juan del Puerto, Sanlúcar de Guadiana, La Redondela, Aljaraque, Palos de la Frontera, Lepe, Cartaya y San Miguel de Arcas de Buey); ocho en Cádiz (la capital, Sanlúcar de Barrameda, Jerez, Puerto de Santa María, Puerto Real, Rota, Chipiona y Gibraltar); dos en Sevilla (la capital y Lebrija); cuatro en Málaga (la capital, Vélez-Málaga, Estepona y Marbella); tres en Granada (Motril, Almuñecar y Salobreña) y dos en Almeria (la capital y Adra). A partir de aquí, los cambios a que liemos hecho referencia se produjeron en el siglo XVlll y afectaron, sustancialmente, a la reorganización administrativa de estas aduanas en dos categorías: las "principales" y las "subal- ternas". Las primeras, como nos aclara Muiioz Pérez, reunían la doble función de exportación e importación y ejercían su mando sobre una "comprehensión" en que quedaban englobadas las subordinadas, habilitadas, por su parte y salvo excepciones, solo para extraer pero no para importar". En nuestra región las aduanas principales fueron cuatro, cada una de ellas con sus correspondientes subalternas, quedando el mapa aduanero andaluz como sigue: la principal de Sevilla comprendia la capital, Lebrija y las situadas en la provincia de Huelva, aunque con la salvedad que de entre estas últimas desaparecen La Redondela, Aljaraque, Palos de la Frontera y San Miguel que son sustituidas por las ahora establecidas en El Granado, Puebla de Guzmán, Paymogo, Sta. Bárbara, Aroche y Aracena"; la principal de Cádiz comprendía la capital y las

30 Vid. al respecto, Girard. A: La rivslite . . . , en especial. pp. 35-65; del mismo autor, Le commerce franqais. . . pp. 193- 203; DomfnguezOrtiz, A: Orto y ocaso de Sevilla. Sevilla, 1974, pp. 131-152; Piúido Bueno, 1: Op. cit. pp. 131~5.

31 Cfdo. Muñoz Pérer, J: "Mapa aduanero del XVIII espsimol.: en Estudios Gcográfios, noviembre 1955, pp. 747-97.

32 Conviene aclarar que de enhc estas últimas, Suiilúcar de Guadiniia El Granado, Puebla de Guzmán, Santa Bárbara y

alternas de Puerto Real, Rota y Clupiona; la principal del Puerto de Santa María ejercía su ,isdicción sobre las de Jerez y Sdúcar de Barrameda, en tanto, por último, que la principal de jlaga hacía lo propio sobre las tres restantes de esta provincia, las tres situadas en la costa gra- dina y las dos de la almeriense. Asimismo, debemos también reseñar que además de las cua-

o principales mencionadas y durante un corto número de años (concretamente, desde 1742 a 1 48) funcionó una quinta aduana principal en el puerto de Algeciras. En segundo lugar, con- viene aclarar que así como los datos que utilizaremos para los siglos XVI y XVTI proceden de los

'n ter- trabajos ya citados de Ulloa, Lapeire y Pulido, los correspondientes al XVlII son inéditos. 13 lugar hay que señalar también que mientras esos datos de los dos primeros siglos represen-

ta~,, al parecer, valores brutos de recaudación, los correspondieiites al XVIII están referidos a valores líquidos, es decir minorados de los gastos derivados de su gestión administrativa. Por fl-, debemos igualmente indicar que tanto en im caso como en otro los valores son corrien- tes y que, por consiguiente, sería necesario ajustarlos en función de un índice corrector que per- mitiera expresarlos en términos reales. Ileclias estas matizaciones podemos pasar ya al análisis y comentario de los datos en cuestión. Con ellos por delante parece que no existe duda posible respecto al hecho de que la recaudación fiscal generada por actividades comerciales indepen- dientes de la Carrera de Indias estuvo sostenida, de una forma casi absoluta, por las cantidades procedentes de las zonas, directa y oficialmente, implicadas en el comercio colonial. En efecto y como de forma pormenorizada aparece recogido en el apéndice, a lo largo de estos tres siglos los puestos aduaneros ubicados en lo que solemos denominar el complejo moiiopolístico anda- luz (es decir, el triángulo comprendido entre Sevilla, Cádiz y la desembocadura del Guadiana) acapararon, aproximadamente, el 90% de la recaudación media anual. Concretamente, el 94,5% en la segunda mitad del XVT, el 82, 8% en el primer tercio del XVii y el 90, 2% en el XVIii. La conclusión de esta evidencia deberia ser, por tanto, que cualquiera que haya sido el conjunto de actividades comerciales de la región andaluza, éstas aparecen supeditadas de una forma deter- minante a la corriente del comercio colonial, que era justamente la tesis que propuse páginas

Como única incidencia que merece anotarse, poner de relieve que en la Andalucía oriental es Málaga la que parece acaparar el pequeño resto de actividad que, supuestamente, no gira, al menos de Una forma directa y evidente, en toriio a la Carrera. A su vez, en cuanto al aumento que se produce en el primer tercio del siglo XVII en los ingresos procedentes de esta aduana (ingresos que pasan de representar solo un 5% del total andaluz a concentrar casi un 16%) pare- ce ser que estuvo íntimamente relacionado con la firma del tratado de paz con Inglaterra de 1604 y la nueva estrategia puesta en marcha a partir de ese momento por los comerciantes ingle- ses de utilizar el puerto malagueño como principal vía de entrada de sus productos en nuestra región, evitando así la intermediación de Se~ i l l a~~ . Concretamente y segúii sostiene Pulido, se trataba de convertir el puerto de Málaga en el gran centro distribuidor de las mercancías ingle- sas no ya solo respecto del área más directamente implicada en el radio de acción mercantil de este puerto sino de una zona muclio más amplia que "llegaba a profundizar hasta Lora y Palma del Ríc en el extremo occidental y, hasta Cazorla, Ubeda y Baeza en el vértice oriental, cuya extensión total abarcaria en torno a cien núcleos de poblacióii de a lpna importaiicia ya fuesen ciudades o villas"34. Eii todo caso y como ya hemos adelantado, esa situación comenzó a deterio- rarse a partir de 1630, primero debido a los continuos conflictos de competencias manteiiidos por los comerciantes ingleses con los autóctonos, agrupados en el llamado Consulado Viejo de

Arodie estuvieron facultadas tanto para la exportaciúii como para la importacióii. Cfdo. Muñoi Pérez, Op. Cit. pág.

33 A propósito de este trutsdo, vid. Sslycr, J. C: "Aiguiios aspectos del iratado de paz entre Ixiglutcrra y Esplíin del níio 1604.., en Simancas. Vol. 1(1950), pp. 371~82; Gúuiei-Centurión Jiinéner, C: Felipe 11, 1s empresa de Inglaterra y cl comercio septentrional. Madrid, 1988, en psrtindiilar, pp. 341-59.

34 Cfdo. Pulido, 1: Op. cit. pág. 156.

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Málaga y, con posterioridad, a la nueva ruptura de relaciones con España consumada en 1655. A su vez y en apoyo de la tesis protagonista puede tener interés observar las oscilaciones de los valores correspondientes a las sucesivas cabeceras del monopolio (Sevilla y Cádiz) y en qué forma se complementan para reforzar la hipótesis de que allí donde eshivo la cabecera estuvo también el porcentaje de recaudación capaz de cubrir por encima del 80 y en ocasiones del 90% del total devengado por la actividad comercial no colonial. Por de pronto, en la segunda mitad del siglo XVI se puede apreciar como con la cabecera en Sevilla, su aportación media a la fiscali- dad del comercio no colonial alcanza prácticamente el 80% del total, en tanto Cádiz, con algo más de un 14%, aparece como un uesto coinplementnrio, acorde también con su papel de ynitenniue ejercido en esas fechas en la Carrera. En el primer tercio del siglo XVII, todavía con la capitali- dad del monopolio en Sevilla, la apariencia de las ciíras, que se sitúan en un 77%, indicaría una situación casi similar pero el desplome de las correspondientes a Cádiz, que han pasado a repre- sentar solo un S%, debe ser explicado antes que su puesta en relación con el ascenso de las cifras de Málaga provoque un error apreciable. Efectivamente, esta segunda posibilidad tan tentadora debe ser excluida por lo que ahora aclararé: las cifras que se consignan en las columiias de Sevilla y Cádiz no son comparables, exactamente, con las de la segunda mitad del XVI porque entonces los valores correspondían realmente a lo recaudado en cada una de esas aduanas mientras que los que aparecen en el primer tercio del XVfl "inflan" las ciíras de Sevilla y presen- tan una disminución "artificial" en las de Cádiz. Tal situación viene producida por las propias características de la información disponible para ese período; debido a ellas, en las c o l m a s de Cádiz se reflejan únicamente los valores de Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Puerto de Santa María, Rota, Chipiona y Gibraltar pero no así los de la propia ciudad de Cádiz por no estar dis- ponibles; de hecho, estos están incorporados a los de Sevilla, ya que para obtener estos últimos he debido hacer una operación de resta, partiendo del valor total del Almojarifazgo en esos años y sustrayéndole las sumas que correspondían a las aduanas de Huelva, Málaga, Granada, Almería y los pueblos de Cádiz ya señalados. De este modo el porcentaje global de ambas columnas sí es correcto en tanto la proporción directa entre ellas esta ligeramente inflada eii favor de Sevilla". Finalmente y por lo que atañe al siglo XVIII, en el que las cifras vuelven a ser netas, en cada caso observamos cómo se invierten prácticamente los porcentajes que represen- tan ambas ciudades dado que, para estas fechas, la cabecera del monopolio está ya en Cádiz. En efecto, mientras que la participación de Sevilla queda establecida en apenas un 21% de la recau- dación media anual, la de Cádiz, por el contrario, experimenta ui notable salto elevándose, en promedio, hasta el 70% del total. A mayor abundamiento, esa situación no hace sino reforzarse conforme avanza el siglo, de forma que, en los últimos decenios, podemos advertir cómo Cádiz dispone, prácticamente, de los mismos porcentajes que tenía Sevilla en la scgunda mitad del XVI y primer tercio del XVII. En definitiva y salvo error de apreciación por mi parte en la puesta en contacto del significado de una tasa fiscal sobre una actividad comercial, el resultado de nuestras ciíras sugiere que, independientemente de cualquier otro parámetro, tal actividad estu- vo absolutamente vinculada a las sucesivas cabeceras de la Carrera de Indias. Quedaría enton- ces el caso de Málaga como el único portillo abierto a la utilidad de estudios específicos sobre el comercio de esa zona, lo que, curiosamente, coincide con la trayectoria historiográfica que se 11%

35 En apoyo de esta tesis pñreccn redundar tanto el importante refonamieiito que habíu experimentado la posición de Cjdii. cii el iiilerior del complejo monopolisiicn uiidaluz a par* de 1622 (cfdo. Garcíñ-Baquero, A: "Cádii. y su tercio de toiirladas cii las flotas de Indias" eii Gadcs, I(1978). pp. 107-201 cuino uti testimonio dc 1.1 época, aducido por Dominguez Orliz y Pulido y en el que se incide sobre 1s situacióii de crisis por 1.1 que ya ahavcsaba el comercio de Scvilla en estos años, con la consigiliciite m i m a en la reraudacióii de los derechas derivados del mismo: "lNa sido tanta la baja que ha dado la salida de mercaddas de esta ciudad para dentro del Reino quc 1s experiencia rnscña que proveyéndose antes, Tolcdo, Madrid y mucha partc dc Csstilla, Granada y su lleino, Córdoba, Jaeii y sus tierras y el rcsto de Aiidalucia de todo cuanto clls gastsbsii de esta ciudad, I~oy, por maravilla sacuii de ella cosa coiisideiable, y se hati drshcrho y cerrado muchas tiriidas y casas de mercaderes coi, gran disminución de los derechoi'. Cfdo. Dominguez Ortiz,A: Política y Ilacienda de Felipc IV. Madrid, 1960. pp. 208-9; Pulido Bue~no, 1: Op. cit. pág. 157.

",,ido desarrollando hasta el presente y qne recordábamos páginas atrás. En cualquier caso, quede claro que mi trabajo no pretende, en modo alguno, cerrar con siete llaves las espectativas de futuros investigadores, ni negar de antemano el benemérito servicio historiográfico que tales investigaciones rendirán a la Historía Moderna; sencillamente he tratado de explicar por qué,

tales estudios no se habían producido hasta ahora, sin ignorar el éxito y la riqueza inter- pretativa que producirán en su día a una lectura tan lineal y, probablemente, escorada como la que contienen estas páginas. Ojalá pronto pueda demostrarse.

Apéndice

Almojarifazgo mayor: ingresos provinciales por aduanas Siglo XVI

1559 1561 1563

Sevilla 60.718.304 (81,l) 105.504.977 (81,s) 77.320.262 (77,8) Cádiz 7.559.340 (10,l) 17.676.485 (13,7) 15.517.873 (15,6) Huelva 678.734 (0,9) 1.129.465 (0,9) 882.916 (0,9) Málaga 5.822.000 (73) 5.082.278 (3,9) 5.435.062 (5,5) Granada 6.681 (O) 8.518 (O) 29.702 (O) Almería 52.660 (0,1) 7.784 (O) 143.572 (0,l)

74.837.719 129.459.507 99.329.387

Sevilla 77.986.906 (74,5) Cádiz 20.054.397 (19.2) Huelva 926.397 (0,9) Málaga 7.011.344 (5,3) Granada 49.746 (O) Almería 73.837 (0,1)

106.102.627

Seviüa Cádiz Huelva Málaga Granada Almería

Sevilla Cádiz Huelva Málaga -

155.439.524 (80,8) 25.747.042 (13,4)

1.961.952 (1,O) 6.977.928 (3,6) 2.121.861 (1,l)

57.784 (O) 192.306.091

Siglo XVII

1621

122.195.306 (83,9) 1.146.604 ( 0 8 1.602.053 (1,l)

17.723 554 (12,2)

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Granada Almería

Almería

Pto. Sta. M"

Pto. Sta. M-

Pto. Sta. M"

1.876.674 (0,9) 44.626 (O)

203.643.074

1623

117.380.837 (71,4) 11.586.979 (7,O) 1.310.710 (0,s)

32.523.456 (19,8) 1.607.636 (1,O)

44.626 (0) 164.454.244

1626

119.759.902 (76,9) 7.855.070 (5,O) 1.650.096 (1,O)

24.365.380 (15,6) 2.059.871 (1,3)

72.203 (0) 155.762.522

Rentas Generales

1743

144.747.909 (31,7) 179.417.517 (39,3) 52.427.115 (11,s)

1.207.026 (0,2) 78.874.207 (173) 456.683.74

1746

97.477.722 (20,9) 311.770.139 (66,7)

16.635.086 (3,5) 780.344 (0,2)

40.855.960 (8,7) 466.519.251

1750

135,154,739 (18,l) 526.236.007 (70,6) 39.660.359 (5,3) 44.267.093 (5,9)

130.055.330 (76,4) 11.932.580 (7,O) 1.635.202 (1,O)

24.990.865 (14,i') 1.598.609 (0,9)

58.927 (O) 170.271.513

8 de Aduanas: siglo X

1744

104.833.296 (33,2) 130.326.081 (41,3) 20.248.842 (6,4) 1.297.978 (0,4)

58.850.795 (18,6) 315.556.992

\"",u, pto. Sta. M" 39.660.359 ' (G) 24.765.152 (3,l) 35.486.551 (5 ,~) Málaga 61.512.786 (7,4) 55.333.428 (7,Y) 82.042.207 (8,6)

829.898.410 698.575.594 950.451.078

1768 1769 1770

Sevilla 174.050.558 (16,s) 170.539.810 (22,7) 179.326.423 (18,8) Cádiz 768.522.114 (74,O) 483.351.148 (64,4) 662.956.592 (69,4) Pto. Sta. M* 31.529.586 (3,O) 23.262.628 (3,1) 31.336.893 (3,3) Málaga 64.117.348 (6,2) 73.245.963 (9,8) 81.155.124 (8,5)

1.038.219.606 750.399.549 954.775.032

Sevilla Cádiz Pto. Sta. M" Málaga

Seviüa Cádiz Pto. Sta. M" Málaga

Sevilla Cádiz Fto. Sta. M" Málaga

Sevilla Cádiz Pto. Sta. M" Málaga

FWENTEC: siglo X': Lapqyre. H: Op. cit. pp. 159-60, cuadros XXlV y XXV; siglo XVII: 1Pulido Buciio, I: Op. cit. pp. 1545,

cuadro 5 3 ; sigloXVI1I: Arcliivo Geiieral desirnancas, Scc. Dirección General AeRentas, 2* remesa,legs. 4735.