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C:APÍTULO 8 SOBRE LA ANGlJSrfIA EN FREUD y EN LACAN ] osé Barrionuevo M.ucho y de buen nivel se ha escrito sobre el duelo, especialmente en lo relativo a nuestro interés, en cuanto a su presencia en la adolescencia. Pero poco se habla de la angustia. ;,H.ay angustia en la adolescencia en condiciones normales, es decir, sin llegar a lo patológico? ¿Cuc:lr1do hay duelo y cuándo se dispara la angustia? ¿La angustia es del Otro? ¿Del Otro familiar? ¿_Qué la angustia desde el psicoanálisis? No son estas preguntas demasiado originales, Freud ya se ocupó de las diferencias entre una y otra, y l .... acan adara la relación entre angustia y deseo del Otro. Veamos las consideraciones de Freud y de L.acan, respecto del tema. Freud propone en cuanto a las relaciones y las diferencias existentes entre duelo y angustia: 103

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C:APÍTULO 8 (~ONSIDERACIONES SOBRE LA ANGlJSrfIA

EN FREUD y EN LACAN

] osé Barrionuevo

M.ucho y de buen nivel se ha escrito sobre el duelo, especialmente en lo relativo a nuestro interés, en cuanto

a su presencia en la adolescencia. Pero poco se habla de la

angustia.

;,H.ay angustia en la adolescencia en condiciones normales, es decir, sin llegar a lo patológico?

¿Cuc:lr1do hay duelo y cuándo se dispara la angustia?

¿La angustia es del Otro? ¿Del Otro familiar?

¿_Qué ~s la angustia desde el psicoanálisis? No son estas preguntas demasiado originales, Freud ya

se ocupó de las diferencias entre una y otra, y l .... acan adara la relación entre angustia y deseo del Otro.

Veamos las consideraciones de Freud y de L.acan, respecto

del tema.

Freud propone en cuanto a las relaciones y las diferencias

existentes entre duelo y angustia:

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José Barrionuevo

"El dolor es, por tantó, la genuina reacción frente a la pérdida del objeto, la angustia lo es frente al. peligro que esa pérdida conlleva, y en ulterior desplazamien­to, al peligro de la pérdida misma del objeto".

Consideremos entonces un primer interrogante; ¿Qué es la angustia? En la correspondencia con Fliess, y específicamente en el

Manuscrito E, Freud se pregunta acerca del origen de la angustia y propone la existencia de condidones necesarias para contraer una afección neurótica y vincula la angustia con la excitación sexual y la libido, produciéndose aquella por la acumulación de un estímulo endógeno que al no hallar un procesamiento psíquico se acumula como tensión física.

En la Conferencia 25 de Introducción al Psicoanálisis de­dicada a la angustia, en 1916, Freud comenta que su inspiración acerca del tema tuvo origen en un pensamiento popular. Cuen­ta que estando con un grupo de jóvenes médicos de hospital un asistente relató una circunstancia que había sucedido en el último examen de parteras. Se le preguntó a una candidata qué significaba el hecho de que en el parto apareciese meconio, excremento, en el agua del nacimiento, y ella respóndió que eso se daría porque el niño se habría angustiado. Los profesores se

rieron de ella y la reprobaron. Pero Freud se quedó pensando que esa pobre mujer había puesto certeramente en descubierto un nexo importante, y enlaza a la angustia con el momento del nacimiento en el que se produciría un incremento importante de estímulos, que sobreviene al interrumpirse la renovación de la sangre cuando el bebé es separado de la madre y con la anoxia producida por efecto del canal de parto con su característica de estrecho atolladero. Es así que el momento del nacimiento, pasa a ser considerado por Freud, como la primera vivencia de angustia, y la define corno angustia tóxica, proponiendo que el trauma del nacimiento sería fuente y modelo de la angustia.

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Capítulo 9. La angustia en Frcud y en Lacan

Estudiando la etiología de las neurosis en general, Preud distingue entre la neurastenia y la neurosis de angustia, des­cribiendo a la primera como resultante de una descarga sexual inadecuada por efecto de la masturbación, y a la neurosis de angustia como el resultado de la acumulación de excitación sexual que·no halla una adecuada descarga en lo físico o en lo corporal. Y propone la j)rimera teoría de la angustia al considerar a la angustia de las psiconeurosis como el destino más inme­diato de la libido afectada por la represión, definiendo que el mecanismo ret)resivo fmJVocaría angustia.

Años más tarde, la angustia no es concebida ni como libido trasmudada ni como consecuencia de la represión sino una de sus principales fuerzas impulsoras y reacción frente a situaciones de peligro. Ahora la angustia no sólo precede a la represión sino que además, la f>rovoca. Dirá entonces en su última conferencia que es la angustia la que crea la ref>resión.

La angustia es un afecto que interesa especialmente al

psicoanálisis, y en particular en lo relativo al terreno de la clínica en la cual se plantea el problema de su dosificación, con angustia desbordante no es posible el trabajo de asocia­ción libre, no es posible recibir desde el lugar del analizant:e las intervenciones del analista desde su escucha en atención flotante, condiciones propuestas corno reglas fundamentales de la clínica psicoanalítica.

Ante ella, Freud, ante la angustia, ubica un estado de desamparo psíquico y motor ante el cual el sujeto no posee recursos para enfrentar aquello que lo afecta, se siente afectado,

Lacan remarcará que se trata de un afecto. Freud diferencia entre angustia automática, que se dcsenca-­

dena ante una situación traumática, y la angustia como señal, que se produce en el yo para alertar sobre la inminencia de una situación peligrosa. Plantea que ésta designaría:

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José Barrionuevo

"[ ... ]cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido [ ... J".

Es en Inhibición, síntoma y angustia, donde propone cla­ramente su función corno señal, en una línea que a partir del dualismo pulsión de vicla-pulsión de muerte deriva en su conceptualización de la compulsión a la repetición.

La angustia sería pues para Freud, tomando en cuenta sus más importantes aportes al tema, el recurso último ante un des­borde pulsional, ante un cúmulo o caudal de estímulos que no puede ser soportado por un aparato psíquico débil o debilitado en su organización. La compulsión a repetir accionaría así para ligar la excitación por medio de la construcción de barreras protectoras. Desde la lectura que nos propone Lacan en su obra podríamos decir al respecto que en tales circunstancias no habría adecuado anudamiento de los tres registros, RSI, en tanto el desamarre supondría la inacción de lo simbólico.

Retomando el aporte freudiano, en otro espacio donde aborda el tema de la angustia, esto es en la Conferencia 32, La angustia y la vida instintiva, Freud nos propone la idea de que lo que inspira el temor es la propia libido y que la angustia sería la reproducciém de un antiguo suceso peligroso.

"Es exacto que el niño sufre angustia ante una exi­gencia de su libido, en este caso ante el amor a su madre,, tratándose, por tanto, realmente, de un caso de angustia neurótica. Pero este enamoramiento sólo le parece constituir un peligro ulterior, al que tiene que sustraerse con la renuncia a tal objeto porque provoca una situación de peligro exterior".

El pel.igro que el niño teme suceda como consecuencia de su enamoramiento no sería otro que el castigo de la castración,

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Capílulo 9. La angustia en Frcud y en Lacan

miedo o temor que constituye uno de los motores más fuertes de la represión y, por consecuencia, de la producción de neurosis.

Sostiene Freud en la conferencia anterionnent:e citada:

"[ ... ] toda época del desarrollo lleva adscrita corno

adecuada a ella una condición de angustia, o sea, cierta situación peligrosa".

La situación peligrosa que desencadena angustia es dife-· rente según el momento del desarrollo en el que se encuentre

el sujeto, y se refiere:

1. al peligro de la inermidad psíquica ante la inmadurez del yo 2. al ternor por la pérdida del amor o de la falta del objeto

en los primeros aflos infantiles 3. a la reacción ante el peligro de la castración en la fase fálica 4. y el miedo al superyo durante la latencia

Podríamos interrogarnos acerca de cuál sería en la ado, lescencia la condición de angustia, o bien si se trataría de condiciones convergentes de angustia, siendo posible pensar como respuesta que se reactivarían los tres primeros peligros en tramos iniciales de la adolescencia, cuando la transforma-· ción en la pubertad plantea sentimientos de ajenidad ante las transformaciones que se producen en el propio cuerpo y con la pérdida de los padres protectores y omnipotentes de la infancia que dejan al sujeto en situación de indefen, sión o desprot:ccci6n inquietante. Por su parte, el miedo al superyo se replantearía en la juventud, en tiempos finales de la adolescencia, con el fortalecimiento de la posición subjetiva intcrnalizados los imperativos categóricos que

ponen límite al goce. Es posible encontrar muchos escritos y libros q11e

hablan sobre la tarea de duelo en la adolescencia, pues se

10?

José Barrionucvo

plantea el trabajo de elaboración de duelos, de varios, en la adolescencia; es así, innegable. Si bien se descuidan las consecuencias de la revitalización de la conflictiva cdípica que trae por resultado el reencuentro con lo incestuoso que en la adolescencia se presentan provocando incertidumbre y

expectativa angustiada. Entonces, no sólo es duelo o dolor, también es angustia.

El dolor es clara reacción frente a la pérdida del objeto, decía Freud en la cita transcripta, la separación del objeto es dolorosa, pero a ello se agrega la irrupción de la angustia frente a lo desconocido, respecto de qué peligros puede aca~ rrear la pérdida misma del objeto amado. Freud relaciona a la angustia con la transformación de algo familiar en extraño, y, por lo tanto en traumático o amenazador. Siendo esto lo que sucede en la adolescencia cuando lo propio y familiar se convierte en desconocido, inquietante y perturbador al extremo de lo siniestro. '

El planteo de Freud de la angustia c01no señal es tet:omado luego por Lacan, remarcando que, en tanto remite a otro orden de cosas, habría referencia a algo que despietta el desarrollo de afecto, sólo que no habría objeto empírico en cuestión sino otro tipo de objeto.

En condiciones "normales" durante la adolescenci.a se pre­senta angustia por momentos, y desánimo o depresión en otros.

Reproducimos fragmentos de Dcmian, de Hermann Hessc, al respecto:

"[ ... ]Mi ánimo permanecía conturbado. Vivía en una continua orgía aniquilantc ... , y, mientras tanto, mi

alma revoloteaba temblorosa, penetrada de angus-· t'iados temores. •• + ........... ~ ..... + ................................ + • ~ ••

En tanto que rnis palabras eran las de un perfecto

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Capítulo 9. La angustia en Freud y en Lacan

libertino, mi vida transcurría solitaria, plena de un ardiente ansia de amor, desesperanzada".

Sostiene Lacan en La tercera:

"La angustia es, precisamente, algo que se sitúa en nuestro cuerpo en otra parte, es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga 'de que nos reducimos a nuestro cuerpo".

Es evidente entonces, que compromete al cuerpo, y, remarcamos, nos asalta como sospecha inquietante referida a nuestro cuerpo, al conectarse el. sujeto con algo que no es significante, que escapa a las posibilidades de significación, que Lacan denomina lo real.

' La angustia no es si.n objeto, sostiene Lacan,;y sugiere el

lugar del objeto a como aquello ante lo cual irrumpe la angus~ tia, objeto a como resto con el cm1l el psicoanálisis invita a trabajar sin recurrir a la única supuesta salida desde fa medicina · de hacerlo desaparecer con medicamentos o bieh buscando condicionarlo a través de reeducación emocional.

El miedo, en la fobia, en cambio, parece no provenir del interior del cuerpo sino de una fuente o un objeto exterior, y

sería una maniobra destinada a regular la angustia, es decir, está articulado y tiene respuesta adecuada en la huida o en la evitación. Se sitúa en el plano de lo imaginario, ubicando un objeto fobígeno que provoca miedo y elude 18. angustia.

En Lo inconsciente Freud plantc8. tres fases en la formación de una fobia:

l. surge angustia sin que se discrimine ante qué inicialmente; 2. la cont:rainvestidura desde el sistema preconcicnte lleva

a la formación sustitutiva por desplazamiento, y se tiende a aislarla manteniendo distancia;

109

José Barrionuevo

3. se repite el trabajo anterior en escala más amplia. Se protege mediante contrainvestidura de su entorno como

antes se había asegurado contra la emergencia de la representación reprimida.

Podríamos inferir que el primer tiempo, cuando Juanito insiste a su niñera volver del paseo porque quiere que su madre le haga mimos, y también cuando en posterior salida, ya con

su madre, quiere regresar imperiosamente a casa, en esa fase habría angustia, o pánico, sin representaci6n.

Luego, en los pasos siguientes, se instala el miedo a un objeto, en el caso Juanito a los caballos, a pesados carruajes tirados por caballos, a caballos que caen haciendo jaleo con las patas, etc.

Recordemos que, como categorías psicopatológicas, Freud propone un primer ordenamiento:

1. neuropsicosis de defensa: histeria, obsesiones y fobias y amen tia alucinatoria (luego paranoia);

2. neurosis actuales: neurosis de angustia y neurastenia.

Luego, con la introducción de los conceptos de narcisismo y

de transferencia, replantea la clasificación nosográfica y propone:

1. psiconeurosis de defensa: narcisíst:icas y de transferencia;

2. neurosis actuales: neurosis de angustia y neurastenia,

para más adelante agregar hipocondría.

En la nosografía freudiana, las neurosis de angustia corn­

parten la denominación de neurosis actuales con la neurastenia, desde un prirner momento, y luego se suma la hipocondría a

la dupla inicial A grandes rasgos, sin profundizar porque no es el interés en

este espacio, la neurastenia es definida por Freud por l.a irnpre··

llü

Capítulo 9. La angustia en Freud y en Lacan

si6n de fatiga física, las cefaleas, la dispepsia, la constipación,

las parestesias espinales y el empobrecimiento de la actividad sexual. La incluye entonces en el grupo de las neurosis actuales que se caracterizan por la importancia de los conflictos actua-·

les, y no infantiles, distinguiéndolas de las psiconeurosis. Y en cuanto a los síntomas éstos no constituirían una expresión simbólica sino que serían simplemente resultantes de falta o

inadecuación de la satisfacción sexual. Diferenciándola de la neurastenia desde el punto de vista

nowgráfico, Freud plantea, en 1895, la existencia de una afee-· ción centrada en el síntoma de la angustia, sobre la base de un estado de excitabilidad general expresándose como angustia

crónica o como expectación ansiosa, en sus formas de ataque de angustia pura con equivalentes somáticos, o bien derivando

en fobias, y luego de éstas a histeria o neurosis obsesiva. En cuanto a su etiología Freud plantea como factores

predisponent:es:

l. acumulación de tensión sexual 2. debilidad o ausencia de elaboración psíquica de la exci­

tación sormí.t:ica que no puede entonces transformarse en libido psíquica impedida su conexión con rcprescn-­

taciones. Así pues, la excitación sexual sin control se expresa en forma de angustia con expresiones somáticas

diversas. Se la definiría como neurosis con predorninio

de angustia masiva, sin objeto sobre el cual fijarse la angustia como objeto sustitutivo como sí ocurriría en

la histeria de angustia o fobia.

Decía Frcud:

"[ ... ] la angustia no admite una derivación psíquica,

vale decir, el apronte angustiado que constituye el núcleo de la neurosis no es adquirible por un efecto de

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José Ilarrionucvo

terror psíquicamente justificado, sea ünico o repetido. Por terror se generaría una histeria o una neurosis traumática, pero no una neurosis de angustia".

La angustia, agrega Freud, aclarando consideraciones ini­ciales, correspondería a una tensión sexual somática desviada de lo psíquico.

En el Manuscrito E, respecto de la neurosis de angustia sos­tiene que en ellas se puede comprobar un déficit de afecto sexual, es decir, de libido j)síquíca. La tensión sexual no se encadenaría

al universo representacional, quedándose en lo somático, sin

poder ligarse, sin que la elaboración psíquica permita el desa­rrollo de afecto. En tanto falta mecanismo psíquico no habría posibilidad de tratarlas por vía del psicoanálisis, abandonando

su interés en investigar esta neurosis que incluye dentro de las

neurosis actuales. Examinando los síntomas de las neurosis de angustia Freud

sostiene en el anteriormente citado manuscrito:

"[ ... ] también ella incluye el gran ataque de angustia,

aunque fragmentado en sus elementos: disnea, pal­

pitaciones simples, sensaciones simples de ansi.cdad

y combinaciones de todas ellas".

Es posible pensar que dichas crisis o ataques de pánico se

presentarían habitualmente en neurosis con irnponante corn­

ponente ansioso o de angustia. En esta línea Freud denominó neurosis actuales a las neurosis que tienen un fondo ansioso o estado permanente de ansiedad o de inestabilidad ernocionaL

Llamativamente, en la actualidad, el. discurso capitalista pro~

duce los denominados nueq1os síntomas, entre ellos los ataques de pánico, en una cultura que denuncia que el Otro, al decir de Lacan, no existe o que impone superyoicament:e consumir

sin límite y sin necesidad de otro, empujando al sujeto al goce

112

Capítulo 9. La angustia en Frcud y en Lacan

desreglado, sin legalidad y sin freno. Respecto de ataques de 1Jánico, en otro espacio, me referí a ese así mal definido como

uno de los trastornos de ansiedad por el DSM IV. En cuanto al aporte de Lacan respecto de la angustia es

conocida su expresión acerca de la misma en cuanto a que es lo que no engaña, jugando con que esto, el engaño, sí se podría producir o estar presente en los senti -- mientas, en los que se

puede mentir. Por lo contrario, la angustia brinda certeza, no pudiendo el sujeto convertir la angustia en elemento deslizable,

aprehcnsible en, y por, la cadena significante. En el Seminario 1 O, Lacan se ocupa especialmente del

te1na de la angustia· e inaugura su exposición con la afirmación de que ésta no estaría lejos del fantasma por la sencilla razón de que es totalmente el mismo, y que se hallaría en relación

fundamental con el deseo del Otro. Define a la angustia corno bisagra o engarce entre los dos pisos del grafo que estructu­

ran la relación del. sujeto con el significante, en cuaflto a un

interrogante nuclear respecto de qué quiere el Otro de uno, de cada quien, la dimensión del deseo del Otro. E introduce pues la función de la angustia en un lugar clave, en suspenso,

suspendida, entre los dos pisos, articulando términos hasta el momento desperdigados, como ser: fantasma, deseo, moi, pro­poniendo una primera enunciación que remarcaremos junto

con otras que se irán relacionando, pudiéndose expresar su

planteo en los siguientes términos:

• La angustia es ante el deseo del Otro

¿Cómo entender esto? La angustia es un afecto, decía Lacan, acordando con Frcud

y, podríamos agregar, es algo que se siente, se sufre, se padece ...

y surge pues ante el deseo del Otro.

Pero ... ¡Por qué'?

113.

José Barrionuevo

¿Cuál es la importancia o el lugar del deseo del Otro? Para intentar respuesta a este interrogante Lacan recurre

a una fábula: él enfrentado a una mantis religiosa gigantesca,

con una máscara de la cual no sabe de su apariencia. Lo que caracteriza a este insecto es, por t.in lado, que la hembra devora

al macho luego de la cópula, y además, que t:iene sus ojos fa~

cetados, es decir que uno no se podría ver reflejado de manera

completa, si.no en forma fragmentada si procurara mirarse en

ellos y saber cómo es visto por la gigantesca mantis. En este

recurso utilizado, el autor citado se vale de la imagen de la

rnantis para representar a un Otro radicalmente diferente a un ser humano, para marcar la otridad sin dejar lugar a dudas, de

una manera contundente, un Otro que no es cualquier otro. La angustia surgiría al no saber el sujeto lo que es, lo que

es uno, como objeto, para el deseo del Otro. ¿Qué soy para él? y ¿qué quiere de mí?, surgen como interrogantes fundamentales.

Ante el enigma, en el mejor de los casos, es el fantasma lo que se esboza corno un intento de respuesta, si.endo en ciertas circunstancias, como la representada en la fábula, que el fan­

tasma vacila y el yo no puede reconocerse, surgiendo entonces

la angustia ante la inermidad o la indefensión. Pero hay otra definición, entre las formulaciones no ex­

cluyentes que se derivan del estudio del Seminario 10, con la

cual Lacan advierte que la angustia no sería tan simplemente respuesta ante la castración, ante la falta.

Decíamos: el sujeto no puede contemplarse en la mirada

de aquél .que lo mira y por lo tanto, no puede saber cóm.o es

visto, cómo es percibido. En tanto al decir sobre el deseo del Otro es referirnos a su falta, cuando no es descubierto, cuando no hay pistas o rastros del deseo del Otro acerca de uno, lo

siniestro o lo ominoso denotarían la falta de la falta, presencia opresora de lo que está allí en demasía nos dice Lacan en el Seminario 7, La ética del J>sicoanálisis. Estamos en presencia en este punto de otra fórmula que remarcaremos:

114

Capítulo 9. La angustia en Preud y en Lacan

• la angustia es ante la falta de la falta

Veamos la lógica de su propuesta desde la clínica misma.

Con el colrnamiento total de la demanda, cuando se su-· pone haber llegado a tener todo, no me queda nada 1Jor lograr decía un sujeto en análisis, lo tengo todo ... , surge la angustia,

puesto que llegar a tener todo implica el desvanecirnient:o del

deseo. ";.Qué más puedo pedir?". Decía el paciente en cuestión.

Algo así como: ¿qué más queda, r_¡ué otra cosa queda, si ya J>lanté un árbol, escribí un libro y tm1e un hijo? Aludiendo a una frase

muy común respecto de los logros posibles para un hombre. Allí, llegado el fin, deja de funcionar aquello que causa al sujeto en falta, cuando no falta más nada, cuando ya no hay nada por desear, el desgano habla de la muerte, de la nada, e

irrumpe la angustia. El neurótico vive demandando que se le demande, se

interesa en saber qué le falta y supone que lo que le falta se

plantea como objeto del deseo, en el lugar del deseo del Otro.

Remarcábamos que el deseo era sostenido por el fantasma,

siendo una situación propicia para la irrupción de la angustia la circunstancia en que la demanda del ()tro pone en juego mi

ser, lo pone en cuestión, interrogando por algo que desconozco, desconocimiento del objeto a, o causa del deseo del Otro. No es factible encontrar en el Otro [a significación, que en otras

palabras es lo rnismo que decir que la división del sujeto, $, no es exacta o perfecta, que hay un resto que Lacan denorninH

con la letra a, o sea, lo irreductible del sujeto. No hay pues

significación acabada porque siempre hay un resto, un a, lo que

se perdería para la significantización. Así pues, si bien no hay

objeto que puede considerarse desde el orden fáctico, L;1can

dice, en otra fórmulación no excluyente que se suma a las

anteriores, que la angustia:

@) no es sin objeto

llS

José Barrionuevo

Cuando hay algo que tendría que quedar oculto, de im­proviso, de golpe se descubre o se devela aquello que vuelve siempre al mismo lugar, irreductible, sin posibilidad de su reconocimiento desde lo simbólico, y allí surge la angustia, ante lo siniestro, ante lo espeluznante u ominoso. Y con esto estamos refiriéndonos a otra afirrnación lacaniana que vale en su conexión con las anteriores en tanto se encuentra presente, implícita, en ellas puesto que la angustia:

• es ante lo irreductible de lo real

La angustia, decía Freud y lo retoma Lacan, es señal, nos advierte o nos anoticia acerca del deseo, de sus fluctuaciones, y del objeto que lo causa, y sin ella nos quedaríamos sin indicador respecto de lo real. En este punto estamos ubicando una de las propuestas de Lacan a la que hicimos ya referencia respecto de la angustia ante lo real. No sería entonces sin objeto, no es sin objeto, enunciábamos, sino que la angustia es ante algo, ante lo irreductible de lo real, ante la nada, ante la present:ificación del objeto a que metaforiza este exceso. O bien, como lo propone Lacan en otro espacio años más tarde:

"[ ... ] es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo".

Tomando expresiones de Freud del Proyecto podríamos pensar al respecto en una magnitud de la suma de excitación (en términos de cantidad) que jJaralizaría la oj;eración del jJrin~ cifJio de jJlacer.

En la clínica es posible observar en las consultas cómo cuando hay angustia no hay deseo evidente, o bien éste aparece dismi_nuido. Y el sujeto suele comentar que vive un momento en que no puede plantearse objetivos, construir proyectos ... sino que es objeto de dudas o de falta de ganas.

116

Capítulo 9. La angustia en Frcud y en Lacan

En el Manuscrito G, de comienzos de 189 5, Freud relacio­na la melancolía con la anestesia sexual, en una elaboración que deriva del Manuscrito E (sin fecha), en el que define el surgimiento de la angustia por transformación de la tensión acumulada o estancada. Estas líneas son el fruto de los prime­ros movimientos de acercamiento a un intento de elaboración de la teoría de la angustia que tendríamos que leerlas a la luz de las posteriores producciones freudianas y lacanianas para evitar interpretaciones simplistas o reduccionist:as que se quedan en un modelo mecánico de acumulación de libido, e incluso en el planteo de procesos de putrefacción por efecto del estancamiento libidinal, que tiene su derivación en una propuesta de catarsis o descarga, siendo así muy sencillo responder por ejemplo cómo podría curarse una histérica, en una línea de recursos que la antigua medicina de egipcios y griegos había elucubrado para resolver el problema del deseo insatisfecho. Y sin aclarar nada, pues es obvio, respect:o del por qué de la insatisfacción y del reclamo histéricos y de las soluciones para intentar resolverlos que se encuentran como tentativas de explicación y como propuestas de curación en los orígenes de la medicina, y que perviven como lecturas en el saber popular.

Lo interesante para nosotros de las ideas de Preud en los manuscritos citados es el problema del pasaje y la transfor­mación del grufJo sexual t>síquico, pues este último sería una construcción dentro del yo (en términos generales, o sea, tal como estaba siendo estudiado por Preud en esos momentos) que permitiría establecer los enla~es del sujeto con el mundo exterior en pos de lograr ubicar el objeto con el cual desarrollar una acción específica.

Desde 1ni perspectiva, podríamos leer esta propuesta de Freud sobre la angustia entendiendo el grupo sexual psíquico como el conjunto de significantes que no pueden amarrarse,

117

José Harrionucvo

con el consiguiente deseslabonamiento en la cadena signifi~ cante que produce ese efecto de invaginación en lo psíquico o

retraimiento pulsional, que podríamos enlazar al accionar de

la pulsión de muerte vfa compulsión a la repetición.

En la angustia de la melancolía el trabajo de lo simbólico

ante la irrupción de lo real no puede realizarse, lo que sí es

posible en el duelo normal. Sobre esto, en Hamlet, un caso clínico, Lacan dice:

"El agujero de esta pérdida que provoca el duelo en el sujeto, est<'.i en lo real''.

Y plantea al duelo en una relación inversa, aunque esté

emparentado de alguna forma a la verwerfug, al mecanismo psicótico.

Si en la psicosis:

"[ ... ]lo rechazado de lo simbólico reaparece en lo real".

en el duelo:

"[ ... ] el agujero de la pérdida en lo real, moviliza el significante".

Entonces, la falta en lo real convoca la acción de lo sim­

bólico, y en dichas circunstancias los ritos que se encuentran

en las situaciones de duelo funcionan como instrumentos de

los cuales el sujeto se val~ para intentar elaborarlo.

Para concluir, en tanto estábamos considerando el lugar

de la angustia en la melancolía, podríamos agregar que en la

manía lo que está en juego es la no-función de a, planteando

Lacan en el seminario sobre la angustia:

"Es aquello por lo que el sujeto ya no es lastrado por

ningún a, por lo que esa falta de lastre lo arroja, sin

118

Capftulo 9. La anguslia en Freud y en Lacan

libertad, a la rnetonimia infinita y lúdica de la cadena . . fi " s1g111 Lcante .

En la clínica se observarán las diferencias en cuanto al

posicionamiento del sujeto ante la pérdida en lo real, que le

permitirá o no la elaboración del duelo. O sea, su procesamien·

to psíquico cuando se pueda producir el desasimiento pieza

por pieza o detalle por detalle, al decir de Freud, como trabajo

propio del duelo normal, o por lo contrario la consolidación

o fijeza de un duelo patológico.

Y respecto de la angustia, ésta se presentará en el proceso de

desprendimiento de los padres de l.a infancia, esto es considerando

la línea definida por el complejo de Edipo al despertarse el desam··

paro o la inermidad al perder la protección de aquellos que fueran

referentes del sentimiento de sí. Mientras que en lo relativo a la línea del complejo fraterno, la angustia se presenta en relación con

aquellos Otros significativos con los cuáles se producen procesos

identificatorios de especial importancia, ligados al replanteo de los

términos irnplícit:os en la lógica de la fase del espejo que vuelve a

actualizarse en el devenir de la conflictiva adolescente.

Bibliografía

Barrionuevo, J. ( 2009): "Ataques de pánico", en Temas básicos de Psicoj)atología (de ataques de J>ánico a intentos de suicidio), Buenos Aires, Gabas editorial.

Preud, S. ( 1895 ): "Sobre la justificación de separar de la neun1.s··

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Aires, Editorial B. Nueva.

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