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  • VÁRELA SILVARI.

    RAMILLETE ARTÍSTICO.

    M Á X I M A S Y P E N S A M I E N T O S

    S O B R E

    LA MÚSICA Y LAS BELLAS ARTES.

    BARCELONA.

    ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE LOS SUCESORES DE RAMÍREZ Y C *

    Pasaje de Escudillers, número 4.

    I879.

  • E S PROPIEDAD.

  • PRÓLOGO

    L a s máximas relativas á. una ciencia ó profesión, son de una utilidad' grandísima para todos aquellos que la siguen ora sea por profesión, ora sea por mero pasatiempo. Son de mucha utilidad, porque grabándose en la memoria—atendido su laconismo—del que estudia ó escribe, puede sacar de ellas conclusiones precisas, reflexiones filosóficas y preceptos breves, necesarios siempre para la mejor interpretación de un estudio dado.

    Por eso vemos con el título de «Máximas y pensamientos> algunos libritos apreciables y curiosos, que, atendiendo á una determinada profe-sión, ó á un conjunto de estudios diversos, sirven para ilustrar las doctri-nas adquiridas en las aulas y en la universidad.

    Una máxima, lo mismo que un refrán ó un proverbio, es una senten-cia breve, comprensible y fácil, que reconoce por principio casi siempre la reflexión filosófica ó la esperiencia del t iempo dedicado por su autor al serio estudio de una ciencia, facultad ó profesión. Una máxima sirve, por consiguiente, de tema ó punto de partida á un trabajo literario; un pensa-miento notable garantiza hasta cierto punto la opinión de un escritor; una máxima nos conduce al examen de su verdad é importancia, dando lugar á conclusiones mas ó menos importantes para el arte y la literatura; y,, finalmente, un pensamiento breve, pero al mismo t iempo de carácter di-dáctico, sirve para que en la carrera profesional puedan retenerlo sus dis-cípulos como un resumen preciso de las doctrinas establecidas por los :

    preceptistas.

    Atendiendo á lo espuesto, aunque ligeramente, y en vista de que la-

  • IV —

    música, arte noble, bello y divino, no tiene un libro de esta clase para TJSO de los profesores curiosos é ilustrados, hemos reunido en este peque fio volumen los «pensamientos, sentencias, máximas, consejos» etc., que la observación nos ha sugerido, ya por el estudio, y a por los años que llevamos dedicados á tan bella profesión, deseando contribuir en algo á lustrar su parte doctrinaria y los asuntos ó materias con ella relacio-

    nadas . El que esto escribe no es una autoridad, ni mucho menos; no es un

    hombre envejecido por la esperiencia, ni por los años; mas, no obstante, creemos que su lectura no será desagradable ni ociosa á los pensadores y estudiosos. Y si el profesorado español, cada dia mas celoso por los ade-lantos de su estudio, llega á conceder alguna importancia á este «Rami-llete artístico,» bello conjunto de máximas, sentencias, avisos, consejos y principios> sobre la música y sus artes relacionadas, veránse cumplidas Jas nobles y nunca desmentidas aspiraciones del crítico é historiador mu-sical

    V Á R E L A S I L V A R I .

  • MÁXIMAS Y PENSAMIENTOS.

    El arte poético-músical es siempre bello, noble y divino. El que asi no cree es incapaz de apreciar la mas bella producción del genio artístico; es incapaz de creer los maravillosos efectos que al arte se atribuyen en favor de la cultura, de la moral, de la religión y de la medicina; y es muy capaz, por el contrario, de confundir el arte de los sonidos con la mas baja ocupación que en la tierra exista. Pero este ser humilde y desgracia-do nada podrá apreciar que corresponda al genio y á la inteligencia, y deberá ser considerado, respecto á las artes bellas, como el demente al lado de los hombres cuerdos y razonables.

    • Seria de grandísima utilidad que los artistas de todas clases, sexos y edades se dedicasen al estudio de la literatura, para que pudiesen ilustrar con sus escritos los diferentes ramos del « A r t o que denominamos bello, noble y divino. Con tal motivo los profesores serian mas instruidos, y el estudio se propagaría notablemente: podrían dar razón clara y precisa de todos los procedimientos artísticos, ora por medio de la palabra, ora v a -liéndose de trabajos literarios, escritos y dados á la es tampa opor tuna-mente . Se definiría perfectamente tan bello estudio, haciendo comprender con demostraciones precisas lo que corresponde al arte, lo que re lac io-nado está con la ciencia; lo que pertenece al arte propiamente dicho; lo que debe ser resuelto por el buen gusto y la estética. E l artista, entonces, seria mas respetado, porque á sus cualidades de cantante, tañante ó com-positor, uniría las de literato estudioso y artista erudito: el arte ganaría muchísimo mas, porque seria mas estudiado y mejor retribuido; y el público, finalmente, poseyendo ciertos conocimientos de que hoy carece,

  • — 6 —

    El órgano del «oido» es una de las causas físicas que mas cont r ibu-yen á nuestra felicidad en la tierra. Los sordos y los que no lo son, t e -niendo defectuoso dicho órgano, no pueden recibir por el conducto audi-tivo las dulces sensaciones que hace experimentar la música, sensaciones que constituyen el mayor encanto y el mayor recreo de todo espíritu r e -gularmente organizado. Los sordos, en el mero hecho de serlo, ya no perciben las musicales consonancias; los que tienen obstruido el oido, aun-que no sean completamente sordos, t ampoco disfrutan de tal placer; los que tienen uno de los oidos construido interiormente bajo otra forma, no solo dejan de recibir impresiones agradables, sino que, por el contrario, la música que oyen se convierte en una infernal gritería ( i) ; y, finalmente, los que viven inmediatos á sonidos extraños que la naturaleza produce en diferentes puntos de la tierra, no aprecian debidamente los delicados, s o -nidos que la voz humana es capaz de producir .

    L os pueblos que viven cerca de las «Catadupas» del N¡lo son dignos de compasión por esta causa. E l estruendo que hacen sus corrientes— según afirma un famoso escritor lusitano—precipitadas desde lo alto en lugares cavernosos, así como los priva de «oir» los hace también menos inteligentes que nosotros.

    «Yo era de parecer—dice un sabio—que los individuos destinados al ejercicio de las letras, fuesen conducidos por el atractivo del amor, y no

    ( i ) En un almanaque musical heir.03 Icido tiempo há que un barón de la sociedad parisién miraba coa grande aversión la música; pero examinado atentamente su órgano auditivo se notó que tal aversión nacia de que al oir una composiuion cualquiera, la música resultaba en dos tonos distintos simultáneamente, por oir con un oido más alto que con el otro.

    sabría distinguir lo bueno de lo malo para premiar al profesor estudioso y digno y mirar desdeñoso al ignorante.

    E l artista laborioso y competente nunca es pobre: tiene bastante ri-queza en su habitual trabajo; y el profesor estudioso y apreciable, aunque de origen humilde, puede ser tan noble como el que posee por alcurnia títulos de «sangre azul» y de nobleza.

  • por los rigores de la violencia; porque Minerva quiere hijos y no escla-vos. Para que en la república de las letras y en el gran mundo de las ar-tes no entrasen sujetos «enmascarados,» debían los maestros destinar los discípulos á otras ocupaciones: por ejemplo, los mas robustos al «arado, > y los mas débiles á la «lezna.»

    Somos de la mismísima opinión emitida por el sabio autor de las «Recreaciones filosóficas.» Cuando un individuo no demuestra buen n a -tural para tal ó cual estudio, no deben insistir ni sus mayores ni los maes-tros en hacerle seguir un arte que le causa aversión, ó cuando menos, que no ha de seguir con aprovechamiento. D e lo contrario, siempre será incapaz para el estudio que sigue solo por violencia, y siempre deberá con-siderarse neófito respecto al cultivo de una profesión que no comprende. ¿Este mismo individuo no podría ser mas apto para otro estudio ó para otra profesión?

    E n la música vemos individuos que mejor servirían para ocupaciones groseras, bajas y detestables que para desempeñar puestos de distinción entre artistas; profesores hemos conocido que sólo llevaban engañosa-mente este nombre por tocar un instrumento en compañía de otros más instruidos, mas dignos, y, por consiguiente, mas respetables; individuos hemos t ratado cuya «ilustración,» conocimientos músicos, dignidad ar t í s -tica, amor al arte, etc. , etc., se reducían solo á... cero.

    Estos músicos, que tal vez ocupan un puesto más ó menos lucrativo en perjuicio de personas dignísimas como hombres y como artistas, ;no seria mejor que, según su constitución física, se dedicasen —como dice el autor de las «Recreaciones filosóficas»—á la «lezna» ó al «arado?»

    E n todas las profesiones, en todas las comunidades hay siempre b u e -no y malo, no lo dudamos, y habría que empezar por purgar aquellas y estas de individuos que solo llevan en pos de sí el descrédito,«primero in-dividualmente y después á la colectividad, para q«e las corporaciones se hiciesen acreedoras al unánime aplauso. Pero este descrédito es mayor t ratándose del arte musical, por las muchas intrusiones injustas que se observan en todas partes , de las cuales, como antes hemos apuntado, solo tienen la culpa los padres y los profesores del individuo.

    Estudie, pues, cada uno aquello para que demuestre vocación y b u e -nas dotes a l principio; y sino ha de seguir con aprovechamiento y buen éxito el estudio que se propone adoptar como carrera profesional, cierre e l libro, deje el instrumento, y busque ocupación más en armonía con su capacidad ó con su manera de discurrir, según sus hábitos, gusto é incli-naciones.

  • — 8 —

    Los buenos artistas aman la gloria, porque en esta aspiración va e n -vuelta la noble idea de adquirir talento y nombre para inmortalizarse. L o s malos profesores solo ansian las mezquinas ganancias, y no se cuidan de otra cosa mas que de «ir viviendo,» según su expresión favorita.

    Los primeros merecen el parabién de los estudiosos; los segundos la compasión de los entusiastas.

    U n ilustre orador contemporáneo ha dicho muy acertadamente: «El mundo es la obra creada por Dios; pero el -arte» pertenece al ingenio del hombre >—Que esto es así no cabe duda alguna: Dios creó la Na tu ra l e -za, y el hombre tomando esta por modelo, inició los estudios comprendi-dos bajo el nombre genérico de «Arte.» Por eso y por las grandes obser-vaciones que el hombre estudioso descubrió en la naturaleza para mejorar el arte y constituir la ciencia, se vino á concluir que el Hacedor de todas las cosas habia comunicado una porción de su sustancia espiritual á la sustancia material, y se dio al Supremo En te el nombre de «Músico e te r -no,» que después apellidó Platón «Eterno geómetra.»

    Pitágoras, que saca del sonido de los martillos las leyes de la armonía, se parece á Newton, que, viendo caer la manzana de un árbol, se eleva á los sublimes cálculos de la gravitación. . .

    N o en vano se dice, pues, que «el mundo es un gran instrumento mú-sico compuesto de mil cuerdas, que maneja á su placer el músico eterno ó el eterno geómetra.» ¡¡Hipótesis inventada por el arte y por la eiencia para demostrar la inferioridad del hombre y su escasísimo poder, una vez reconocida la infinita sabiduría y la eterna omnipotencia del A R T I S T A S U -PREMO, principio de todas las causas!!

    Así como no es posible hacer una bola matemáticamente esférica, ni construir una mesa completamente plana, así es imposible que haya en las orquestas una afinación precisa y matemática.

    Hablando de música, y para establecer la diferencia que existe en di-cho estudio por la aplicación de elementos científicos y artísticos, d«jberá

  • sentarse el siguiente principio: «La ciencia es la «concepción,» la «ejecu-ción» el arte.»

    L a música y la bella literatura andan unidas; por esto deberá entender el profesor que no basta á un artista manejar con mas ó menos conciencia un determinado instrumento, que cante bien ó que escriba aceptables obras lírico dramáticas ó del género religioso: es indispensable que ad-quiera otros conocimientos para merecer y llevar dignamente el pomposo y nobilísimo dictado de artista.

    L os buenos artistas, así como los compositores y los representantes de academias musicales, lo mismo son buenos músicos, como improvisan un discurso sobre la importancia de la historia (en lo que se refiere al arte), la literatura ó las artes liberales, con lo cual demuestran suficientemente su ilustración y competencia.

    A m a mas el verdadero artista su noble profesión,, que el sabio su es -tudiada filosofía.

    E l «Arte» siempre debiera amarse ciegamente; pero como no es a m a -do, por regla general, ni aun á medias por los que mas debieran rendirle culto, cumple al amante y al entusiasta mostrarse algún tanto indiferente delante de sus compañeros por no caer en ridículo primero, y por no ex-ponerse después á la burla de los ignorantes y ser víctima de estos si algún dia llega á distinguirse por su entusiasmo y laboriosidad.

    Parecerá estraño este pensamiento, pero confesamos con dolor que la esperiencia nos ha demostrado de una manera tangible esta verdad.

    E l artista puede y debe vivir para su nobilísima profesión; mas no es prudente hacer alarde de su amor, de su entusiasmo, de su desinterés; no «ñ todos casos conviene aparecer sensible, amante, estudioso, entusiasta, al menos públicamente. T o d a s estas cualidades que honran en alto grado al profesor y que redundan ó pueden redundar en beneficio del arte, deberá ponerlas en j j i ego dentro

  • IO

    otro estudie, prospere ó rinda verdadero culto al arte que sigue por voca-ción.

    Y si el artista ansia propagar , defender é ilustrar su bella profesión oralmente ó por medio de la prensa, deberá limitarse á una peroración privada entre simples aficionados amantes del saber, en el primer caso; y en el segundo, elegirá siempre una publicación artística que vea la luz fue-ra de la localidad donde reside, sobre todo si vive en el pueblo de su na -cimiento; y aun será conveniente que la elección recaiga sobre un perió-dico que no tenga suscritores en el pueblo donde se encuentre el novel propagandis ta .

    D e esta manera rendirá culto, verdadero culto al arte y á la literatura, sin exponerse á que sus compañeros y convecinos, mas ignorantes ó m e -nos estudiosos, le llamen loco, se rían de su noble actitud y le nieguen (por envidia, har to se comprende) has ta competencia en su profesión, como desgraciadamente sucede, por regla general, en muchísimas locali-dades de España, con el único objeto de coartar la libertad al hombre es-tudioso y pensador.

    * *

    E l artista nunca debe negar á un compañero de profesión su amistad, su protección y su consejo.

    Los ignorantes llaman osados á los estudiosos, cuando estos, en el buen deseo de aclarar ó ilustrar algún punto didáctico ó histórico, interro-gan ó hacen observaciones á los que han conquistado un alto puesto en el mundo del ar te .

    ¿Y todo por qué? Porque los que han merecido el aplauso general son, dicen ellos, hombres eminentes á'« quienes nadie puede enmendar la pla-na,» debiendo considerar como osado y atrevido á todo el que se dirije en son de censura á una autoridad.

    Pero ahora preguntamos: ¿Y la «crítica» qué papel desempeña en el mundo literario? ¿Se creó acaso para los tontos? L a s obras mas acabadas no ofrecen algunos lunares á la censura? Las doctrinas emitidas por una autoridad no son muchas veces mas ó menos discutibles? Las eminencias no están espuestas á lamentables equivocaciones? ¿No establecen :en a lgu -nos casos principios erróneos que la sana razón no admite' de buen grado? '

    Cuando se dan estos casos ¿cuál es- la misión de los críticos?!.;Existe este ramo del saber, sí ó no? ¿Tiene derecho el criticó á censurar severa-mente toda ó parte de la obra que contenga lunares? ¿Tiene ó no el deber

  • de ilustrar la opinión pública? ¿La misma c crítica,» su misma profesión, n a imponen este deber al crítico y al literato?

    Confesemos que si existe osadía es seguramente, en los que, creyén* dose ilustrados, «olvidan» que h a y un ramo especial de literatura que d e -nominamos < Crítica.» Convengamos en que si hay gente osada y atrevi-da, es la que llama osados á los que, obedeciendo á su nobilísima m i -sión, cojen la péñola para emitir su juicio sobre cualquier asunto literario ó artístico, acaso solicitado por su mismo autor .

    Pero ya hemos dicho que son los ignorantes los que llaman osados á los críticos... y queda dicho todo.

    E l artista y el militar, si tienen verdadera vocación por sus respectivas carreras; deberán abandonar la provincia en que han nacido, para d e d i -carse «libremente» á las mismas y conquistar el premio á que se hacen acredores los estudiosos y los valientes.

    L a música y la poesía son inseparables, puesto que han nacido juntas para fusionarse y no separarse j amás . Por eso la decadencia y progreso de la música es el progreso y la decadencia de la poesía; y donde quiera — aunque sea el mas apar tado lugar — que veamos una copla ó un r o -mance podemos asegurar que existe música también, porque la poesía y la música son innatas en el hombre y por consiguiente inseparables de él, como inseparables son la primera de la segunda.

    San Isidoro dijo: «La música y la poesía son dos hermanas gemelas.» Y á su vez Iriarte, de acuerdo con aquel santo, esclama en su poema:

    «Música y poesía en una misma lira tocaremos.»

    Esta sola consideración bastará para convencernos de que ambas artes deberán unirse siempre que sea posible, haciendo que el pensamiento m u -sical — y vice-versa — para que marchen de común acuerdo y puedan darse mutuo interés, sin que una parezca subordinada á la otra, como al-gunos quieren y como muchas veces hemos observado.

  • 12 —

    El arte musical es el estudio mas «armónico» que existe; pero será tanto mas armónico cuanto mayor auxilio se presten mutuamente los pro-

    L a «armonía»"no es , como muchos pretenden, una aglomeración de sonidos, manejados casi siempre «á capricho» del compositor. L a armo-nía tiene sus leyes sobre las cuales basa en primer término la sucesión de los acordes: estos se disponen con sujeción á los principios establecidos por los preceptistas, según, el giro que tome la «melodía,» obedeciendo siempre á la marcha del bajo — que es quien rige todo el acompañamien-to — que, por regla general, si no hay inversión en los acordes, progre siones ó verdadera modulación, va de la tónica á la quinta y de esta á aquella, pasa después á la cuarta, de la cual vuelve á la quinta para repo-sar nuevamente sobre la tónica.

    Esta es la marcha ordinaria del bajo, sobre la que se establecen los di-ferentes acordes que han de asompañar estas variantes; pero si h a y lo que llamamos riqueza de armonía, entonces esta presentará tantas fases d i s -tintas, cuantas sean las combinaciones melódicas que den lugar á nuevas tonalidades incidentales ó aparentes. Puede la melodía no ser susceptible de tanta riqueza armónica; pero, así y todo, podrá el compositor — de-j ando la marcha que hemos señalado — invertir los acordes para que el bajo pueda alternar las notas tónica, cuarta y quinta con las otras que completan la armonía, dando por este medio mas variedad, movimiento y gracia al acompañamiento. Además de las notas que hemos indicado al bajo en su marcha ordinaria, hay otra menos usual que suele emplearse con brillante resultado en algunos casos: la sexta, sobre la cual se forma un acorde consonante menor en las tonalidades mayores , y un acorde consonante mayor en las tonalidades menores.

    L a combinación de tantos y tantos sonidos; la formación y sucesión de los acordes; la alteración, anticipación y retardo de alguno ó algunos de sus sonidos componentes; el empleo de la pedal — sencilla ó doble — y el conocimiento y oportuna aplicación de tantos y tantos recursos como el arte-ciencia ofrece, son otros tantos requisitos indispensables á que el aspirante á compositor tiene «necesidad» de sujetarse — si ha de escribir con propiedad — antes de lanzarse á componer la mas pequeña pieza de música.

    ¿Dirán ahora los que pretenden hablar de todo sin entender de nada, que la «armonía» es una aglomeración de sonidos casi siempre manejados á capricho del compositor?

  • fesores. Estos por dignidad propia y por espíritu de clase, deben prestar-se ayuda, á fin de evitar la repetición de estas palabras: «No reina mayor desarmonía que entre los profesores de armonía,» que un periódico artís-tico ha estampado distintas veces.

    H a y a entusiasmo artístico entre los profesores del arte musical, haya dignidad, amor al estudio, y desaparecerá la prevención con que se mira á muchísimos artistas.

    ¿Serian convenientes en España las exposiciones especiales del ar te músico en sus diferentes ramos y en sus diversas manifestaciones?

    Creemos que todo profesor ilustrado contestará afirmativamente á la anterior pregunta.

    Ahora bien: si las exposiciones especiales del arte músico pueden dar importancia al arte nacional; si los artistas estudiosos pueden recabar gran partido del análisis, la observación y el paralelo con la exhibición de t a n -tos y tan variados objetos como pueden presentarse en un local a p r o p ó -sito y al intento elegido, ¿por qué no se proyectan entre nosotros las e x -posiciones puramente musicales para dar á conocer al mismo t iempo lo que somos y lo que valemos?

    E l instrumento, la partitura, el libro, el periódico — lo mismo de nues-tra época como de antiguas edades —los trabajos de calcografía y es-tampado musical, los útiles para la construcción y afinación de los instru-m entos, accesorios para complemento de los mismos, cuerdas, d iapaso-nes, guia manos, metrónomos, curiosidades y objetos de arte, y todo, en fin, cuanto tiene relación con la música, entrar pudiera en dichas expos i -ciones especiales; y por este medio, el crítico estudioso lo mismo que el curioso espectador, podrían formar cabal juicio de los elementos con que España cuenta actualmente para interpretar, ilustrar y dar notable impul-so al divino arte de los sonidos.

    ¿Queréis conocer las preciosidades artístico-literarias que existen en España debidas á maestros españoles y á distinguidos aficionados? ¿Que-réis por este medio conocer nuestra antigua historia en lo que se refiere á las artes y á las letras?

    i

  • — 14 —

    Aunque el hombre como ciudadano tenga patria y suspire por su país natal cuando de él está ausente, es indubitable que el mismo individuo, una vez considerado como artista, deja de reconocer el pueblo do se m e -ció su cuna y aun la nación á que él mismo corresponda, para vivir es-clusivamente dedicado á su profesión en los grandes centros donde las manifestaciones del arte sean mas expontáneas, mas importantes ó mas-solemnes.

    Es to justifica, á nuestro juicio, las siguientes palabras, que todos repi -ten: «El artista no reconoce patria, porque el arte, siendo cosmopolita, no la tiene. >

    El artista estudioso, á pesar de sus rivales, llegará un día á triunfar, elevándose sobre un pedestal de gloria que á su memoria dedicará el mundo artístico.

    Penoso y triste es, en verdad, estudiar con la esperanza de llegar al mas alto peldaño del arte, para ser después mal mirado por la mayoría de los artistas, vivir pobre y miserable, y morir mas tarde en un lóbrego rincón, olvidado de todos y sin tener recursos para atender las primeras necesidades! A pesar de estas tristes reflexiones que hará tal vez el hom-bre estudioso en momentos de hastío y aburrimiento, el artista no deja de ser quien es; la Providencia le ha trazado el camino que debe seguir; y fiel á los decretos del Todopoderoso, sigue paso á paso la senda que el destino le señaló. E l artista de corazón, el artista que dignamente lleva este nombre, sufre resignado los azares de la vida; mira impasible los ru-dos ataques de sus adversarios en el arte; y sigue tranquilamente sus e s -tudios y observaciones hasta morir, aun en medio de su estrechez y de su miseria.

    Los reformadores del arte llevan á feliz término sus innovaciones sin

    Convocad á una exposición especial, donde se atiendan con preferen-cia la música y las artes bellas: señalad premios de honor á los que mas curiosidades presenten, y veréis aparecer como por encanto impresos y manuscritos españoles de casi todos los siglos de la era vulgar.

  • — 15 —

    darse cuent i de ello, esto es, maquinalmente. Y cuando han pasado al-gunos años, cuando tal vez sus autores dejaron de existir, es cuando los artistas en general y en particular los maestros conocen la reforma inicia-da, que lentamente ha venido á constituir un nuevo sistema ó un p r o c e -dimiento mas para el arte, los preceptistas y el profesorado. Antes de esto, ni el reformador ó reformadores dan importancia á las variantes que proponen, ni los artistas quieren concederles tal honor. Mas tarde, y una vez estudiado convenientemente el nuevo é importante giro que el arte toma, formando un razonado paralelo de los diferentes procedimientos puestos en uso ó de las diferentes composiciones musicales, es cuando el arte reconoce la general reforma llevada á cabo insensiblemente por un genio que ni aun supo defenderse de los ataques dirigidos á su persona por la envidia, la enemistad ó la ignorancia. Y si alguna vez las reformas antes de su completo desarrollo aparecen revestidas de cierto pomposo nombre — generalmente atribuido al autor de aquellas — es el que la ma-ledicencia le pone en son de burla para ridiculizar al genio que modes t a -mente se v exhibe en pro de una levantada idea; pero nunca tal epíteto, ampuloso casi siempre, es obra del reformador ó del revolucionario; pues éste, como antes hemos aseverado, lleva á feliz término sus innovaciones, casi maquinalmente, sin darse cuenta del giro que sus reformas han de imprimir al arte de otras generaciones.

    «Cuando Giotto trasformó el arte de la pintura, no anunció que iba á sustituir á la inmovilidad bizantina el movimiento y la vida, ni que p e n -saba restablecer la naturaleza en sus derechos desconocidos por numero-sas generaciones de artistas.»

    «Cuando Monteverde dotó á la música de los elementos de que se ha formado la tonalidad moderna, no tenia él mismo conciencia de la impor-tancia de sus inventos. Hacia sin pretensión, ni siquiera intención, lo que su instinto le indicaba.

    »Ni Haydn, ni Mozard, ni Haendel, en sus importantes trabajos m u -sicales, se han impuesto como reformadores. Principiaron por emplear las formas técnicas de su t iempo: poco á poco su talento tomó un desenvol-vimiento mas independiente, se individualizó. Por último, el talento se elevó en ellos hasta el grado en que cambia de nombre y se trasforma en genio, cuyas manifestaciones tienen un sello pronunciado de originalidad.

    »Todo esto se lleva á cabo sin premeditación y sin esfuerzo.» L a s anteriores citas, que intercalamos para dar mas fuerza á nuestro

    pensamiento, pertenecen á un crítico moderno, con el cual estamos muy de acuerdo sobre el tema aquí presentado.

    Los hombres de genio, insistimos, llevan á feliz término sus obras y

  • — 16 —

    sus reformas, sin reparar que el mundo les observa, sin pensar siquiera que emplean nuevos procedimientos, nuevas fórmulas, más ó menos c o m -batidas en su origen por los preceptistas y los críticos; sin hacerse la idea de que inician un nuevo derrotero, por el que han de marchar mas tarde ó mas temprano s,us mismos detractores. Y cuando esto último llega á su-ceder — que es generalmente cuando el genio lia dejado de existir — la impugnación cede el campo á la alabanza, «reconociendo» después sus de-tractores la gran talla artística del que fué mártir solo por el grave pecado de nacer predispuesto para dar nuevo rumbo al arte ó á la ciencia.

    Bien dijo Horacio: «¡Ay de mí el dia que empiecen las alabanzas!»

    E n una obra didáctica leemos: «Las verdades artísticas son como las cuestiones matemáticas: necesitan demostración.»

    N o sabemos qué habrá querido decir con esto el maestro Rossetti, autor de este pensamiento, pero desde luego aseguramos que cuando una premisa es tangible, no necesita demostración, por ser veraz. Mas si lo que queremos aseverar y dar como cierto ofrece alguna duda por la poca c la-ridad con que nos espresamos ó por las pequeñas luces del auditorio, en este caso el problema necesitará inmediata solución. Pero esto, á nues-tro juicio, no será motivo suficiente para decir que las verdades necesitan demostraciones; porque cía verdad,» una vez «admitida» esto es, una vez reconocida como tal, supone asentimiento y sanción completa de todos. Ue ahí que las verdades ya reconocidas, ya demostradas por el estudio, la observación ó la experiencia, pasen ya á la categoría de axiomas, esto es, «verdades» de todos conocidas y de todos suficientemente probadas.

    Una verdad artística, lo mismo que una verdad científica, está demos-trada en la práctica de los estudios del arte y de la ciencia. Hablar á un ignorante de verdades y demostraciones sobre un estudio que desconoce, es lo mismo que tratar asuntos de lingüística delante de un profa-no en este ramo del saber, ó de botánica y mineralogía con quien ni s i -quiera ha estudiado los preliminares de la historia natural . Pero decir á un artista que una «verdad» artística necesita demostración, es tanto como decirle que desconoce los elementos de ese mismo arte; que ignora por completo los procedimientos, las reglas, las fórmulas, etc. , que constitu-yen precisamente el conjunto de verdades demostradas por la práctica, después de escuchar y retener las instrucciones teóricas del preceptista, ó de leer los preceptos consignados en el método. L a «verdad» es solo una, y si existe, teniendo capacidad para conocerla y apreciarla, no necesita-

  • — 17 —

    Los músicos de poca ilustración respecto al arte, pero que al fin de-muestran alguna, puede oírseles discurrir sobre el mismo, cuando eligen un tema común. Entonces nos agrada la improvisación y estimulamos al orador . Pero cuando encontramos un círculo de ignorantes que por todo tema y por toda conversación solo hablan de comer, beber y hacer polí-tica á su manera, y que dicen «muisaco» por mosaico y otros despropó-sitos por el estilo, la vergüenza colora nuestras mejillas, volvemos la espal-da y de ploramos tanta ignorancia, tanta rusticidad... y tanta barbarie.

    E n un t ra tado de baile que forma parte de una gran Enciclopedia titu-lada «Artes académicas,» encontramos el pensamiento que á continuación copiamos literalmente:

    «Llega á París un gran violin de Italia; todos corren tras él y nadie le oye; sin embargo, todos le tienen por un profesor de gran competencia. E l oido no se deleita al oir sus acordes; sus sones no han conmovido, pero se han divertido los ojos; él ha manejado con dertreza el instrumento; sus dedos han recorrido con pasmosa rapidez el diapasón hasta el mismo puen-te ; ha acompañado estas dificultades de varias contorsiones que eran otros tantos llamamientos que querian decir: «Señores, mírenme ustedes, pero no me oigan; este paso es diabólico, no deleitará vuestro oido, aunque

    mos que nadie nos pruebe que «una verdad» es «una verdad.» L a demos tracion es para la duda ó'para lo que parece oscuro; pero la verdad es la luz misma, por decirlo así, y no hay necesidad de dar claridad á la misma luz.

    No creemos, pues, muy acer tado el pensamiento del maestro Rossetti y menos oportuno para darlo á la. estampa en un método de instrumento, cuyos educandos, cuando menos, sabrán solfear y podrán apreciar p e r -fectamente las verdades contenidas ei: lo que concierne á tan importante estudio, base primera del divino arte en todas sus manifestaciones. Y de no ser así, ya hemos dicho, y consignado queda, que no puede ni debe hablarse á nadie de asuntos ajenos á su profesión, estudio ó facultad, ora estudie, ora sea ya un maestro consumado, so pena de exponerse á r e -p roduc i r— por medios reales — la escena de «Los sabios resucitados,» tan bien pintada por el sabio Balmes, en su «Criterio.»

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    haga gran ruido, pero há veinte años que lo estudio.» L e aplauden; sus brazos y dedos merecen elogios, y conceden á un hombre-máquina y sin cabeza lo que ciertamente negarán á un violin nacional que reúne, á lo brillante de la mano, la expresión, el espíritu, el ingenio y las gracias del arte.»

    Ciertamente, en el mundo musical se observa mucho de lo que se ma-nifiesta en el pensamiento transcrito. Un artista de diferente nacionalidad llega á una capital; no le han oido, y ya el público se dispone en su fa-vor, queriendo juzgar su capacidad solo por haber nacido en país extraño, donde — según el público — existen mejores maestros, mejores escuelas, excelentes métodos, mayor gusto para el estudio musical, e tc . , etc. D e todo esto se sigue, que cuando llega á oir al elogiado artista, suponiendo que solo sea una medianía, el público generalmente aplaude, aunque los verdaderos inteligentes convengan en que dicho profesor no es mas que un instrumentista algún tanto apreciable. L a opinión, no obstante, habiendo creado cierta atmósfera favorable al extranjero, sostiene que es un v e r d a -dero artista; establece comparaciones que siempre resultan odiosas, y c o n -cluye por encumbrar al concertista, suponiéndole competente en alto gra-do, y todo esto en perjuicio de los profesores nacionales.

    Lo mismo puede decirse de un artista extranjero con relación á una nacionalidad cualquiera, como con un compatr iota cuando pasa de una á otra provincia con objeto de darse á conocer por medio del ar te .

    L o que dejamos apuntado es bastante común desgraciadamente; pero hay, no obstante, otro defecto completamente opuesto. E n los países que hay unidad de miras, unidad de creencias y mutua unidad en todo entre sus moradores, nadie aventaja á sus inspirados artistas, nadie sobrepuja á sus distinguidos literatos; mas esto, que es por cierto muy loable, pues que tiende á encumbrar los hijos del país con preferencia á cualquiera otro que no lo sea, tiene la desventaja de fomentar el orgullo y la obcecación hasta cierto punto; porque aunque los elogiados sean personas dignísimas como artistas y como hombres, es muy cierto que el mundo es grande y en todas partes hay profesores de gran valía, á quienes no se debe desa i -rar solo con el fútil pretesto de hacer brillar mas y mas las buenas dotes de sus compatr iotas . Adopten , pues, un justo medio en este asunto, y de esta manera desaparecerá por completo la obcecación y el orgullo de unos, y la ligereza harto censurable de otros.

    De esta manera el público oirá, apreciará y formará su juicio con la frialdad y calma necesarias, sin aventurarse á dar desacertadas opiniones que pueden perjudicar lo mismo al vencedor como al vencido; y en este caso el aplauso solo será para el que á justo título se haga acreedor á él ,

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    sea ó no compatriota, sea ó no hijo de la provincia en que se dé á cono~ cer el concertista.

    El profesor insensible á las bellezas del arte deja de ser artista adqui-. riendo una fortuna; pero el artista de corazón ama siempre su estudio pre-dilecto aunque nade en la opulencia.

    L a mayor gloria del buen profesor, del artista apasionado, es ejecutar y bien interpretar la música de los clásicos maestros; el profesor ignoran-, te y de poco gusto, se complace en tocar mal todo lo malo por excelencia.

    E l profesor hábil debe siempre hacerse oir; pero el que carece de las. condiciones necesarias para la buena interpretación, debe callar... y es-, cuchar .

    E l cantante de verdadero mérito padece física y moralmente al inter-». pretar la música tierna y sentimental; pero el cantante de conocimientos superficiales y que no posee un alma apasionada, todo lo interpreta de igual manera: ó con desden y frialdad, ó sin corazón ni sentimiento. Como no mira con interés ninguna pieza musical por buena que sea, por muchas bellezas que encierre, no se exalta, no recibe impresión alguna y, por con-siguiente, no padece.

    E l cantante debe interpretar fielmente el verdadero sentido de la letra,, para expresar convenientemente y con oportunidad el pensamiento del au-tor: de no hacerlo así, mejor es que calle periódicamente para tomar como modelo al cantante de gran fama.

    También el actor, una vez considerado como artista, puede aprove-charse práct icamente del ejemplo que ofrecen las celebridades escénicas; pero por este ejemplo no deberá nunca desatender los preceptos de R o s ^

  • ció, Giraldoni, Romea, Cimenez y tantos otros que han escrito sobre el arte dramático, con objeto de ilustrarlo convenientemente.

    A las buenas cualidades de artista, h a y que añadir las de finura y hon-radez; en la sociedad valen muy poco las primeras si no se poseen las s e -gundas. .

    Sabiendo leer, cantar y hacer bonitos versos, y siendo además cultiva-dor entusiasta de las bellas artes, es imposible morir de melancolía; porque, como dijo Hipel, «el saber leer quita un grado de dolor y quita dos asi-»mismo el saber cantar. > Pero teniendo por vocación un arte bello como •la poesía, la música, es seguro que gozando en su entusiasmo, no se acor-dará nunca el artista de los padecimientos, casi siempre morales y m u -chas veces físicos que afligen á la humanidad.

    Avicena, Berthier, Tissot y tantos otros que ilustraron él estudio de la medicina, recomiendan con eficacia el cultivo de las artes bellas, como puede observarse en sus diferentes trabajos. N o olvidemos, pues, esta m á -x ima de un sabio y profundo observador: «El objeto final de la música —: y aun de las artes con ella relacionadas — es la salud; porque cuando u n individuo se siente así mismo vivir dentro de su alma, con todas sus fuerzas y con todas sus aspiraciones, está plenamente sano» (i) .

    L a naturaleza es el espejo de los artistas estudiosos; porque la con-templación de sus bellezas sugiere al hombre la idea de imitarlas, ofre-ciendo recursos de imaginación al poeta, al pintor, al músico, al filósofo y a l literato.

    L a s bellezas artísticas son relativas; las bellezas de la naturaleza, que el hombre contempla y admira, son las únicas que pueden y deben cons i -derarse en absoluto. L a naturaleza presenta bellezas reales; el arte solo e n imitación y con artificio.

    (1) «Higiene del alma ó alte de emplear las fuerzas del espíritu en beneficio de la salud, • obra escrita en «lemán y traducida al castellano por el Dr . D . Pedro Felipe Monlau. (•).' edición,)

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    Por esto mismo; el artista cuando toma por modelo la naturaleza, debe im i t a r— como dijo Xenócrates — hasta sus mismas «imperfecciones,» su-poniendo que estas existan realmente.

    L a s bellas artes se inventaron para labrar la felicidad del hombre; pero éste, aunque para ello tenga posibilidad, se cuida muy poco de p ro tege r -las, á pesar de su conocida postración.

    T o d a s las naciones han contribuido notablemente al perfeccionamien-t o del arte poético-musical, aunque por distintos medios. Italia dedicóse al arte escénico, valiéndose de la iniciativa tomada por los españoles, y en dicho arte conquistó inmarchitables laureles; Alemania tomó por su cuen-t a el engrandecimiento de la música instrumental, particularmente en el género l lamado de salón, y en este aventajó á las demás naciones; F r a n -cia dedicóse con preferencia á ilustrar el arte por medio de la prensa, v a -liéndose del periódico, el folleto, el diccionario y la enciclopedia, y en este sentido ganó uñ distinguido lugar en la historia de la música; España dis-tinguióse en el cultivo de la música religiosaven cuyo ramo sobrepujó á todos los pueblos; Inglaterra dedicóse á la construcción de los instrumen-tos músicos y distinguióse mucho con la protección que ha dispensado siempre á los buenos artistas; y Portugal , nuestro vecino reino, contribuyó á ¡lustrar el arte por medio de publicaciones literarias referentes al estudio de la estética, con aplicación á la música y sus artes afines.

    L a s pasiones amorosas se han l lamado hijas del cielo, porque, dir igi-das hacia el bien, son las fuerzas que ncs elevan al sentimiento, al en tu -siasmo, al heroísmo y al genio. Es tas palabras justificadas están por la historia — fuente de los recuerdos_y espejo de las edades — pues que ella nos manifiesta claramente que el amor puro y desinteresado ha producido hombres sensibles y entusiastas, que ha creado héroes y que ha improvi -sado artistas.

    « » » •

    El historiador puede ser al mismo tiempo crítico;, pero el simple crítico

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    no tiene la misión de hacer historia. D e aquí se sigue que el historiador debe poseer mayores conocimientos que el simple literato, no dispuesto á juzgar históricamente.

    El historiador musical, necesita, como el que se propone historiar los adelantos de la pintura, un caudal de conocimientos en la literatura un i -versal, conocimientos de que, si se quiere, puede prescindir y prescinde el crítico. . • • E l historiador de un arte necesita conocer la parte «histórica, b i o g r á -fica, didáctica y filosófica» de su profesión, mientras que el crítico, ya porque solo se ocupa de «actualidades» ó ya porque juzga según su par -ticular criterio las obras y los artistas, no posee ni puede poseer los cono-cimientos de un crítico-historiador.

    Ahora bien: la elocuencia, la .historia y la filosofía, siendo altos e m -pleos de la inteligencia, como acertadamente dice Cousin, ¿podrán consi-derarse estudios artísticos, según que se apliquen al ar te pictórico, al de la música, etc.? ¿Podrá el historiador de una profesión determinada ser considerado realmente artista, teniendo en cuenta los estudios académicos que se ve precisado á hacer para llenar debidamente su cometido?

    E s indubitable. E l historiador de una ciencia, ó facultad jamás es solo historiador: es

    apóstol de su estudio !ó profesión; sino que, llevado de su amor á la litera-tura y ansiando ilustrar é ilustrarse, hácese crítico, luego historiador y mas tarde, cuando la observación y la experiencia le hicieron, adquirir un c r i -terio mas preciso •• y autorizado, declárase filósofo en señal y como testimonio del alto dominio que ha conquistado en su largo estudio. E l que escribe «por escribir» con relación al arte musical, lo mismo se ocupa d¿l arte músico, como del arte pictórico, de la estatuaria y otros muchos ramos del saber; y aunque algunas veces y en.determinados asun-tos demuestre conocimientos particulares, estos serán siempre m u y infe-riores á lr>s que habrá adquirido una especialidad artística, ocupada ince-santemente en la literatura particular de su estudio ó profesión. Así, pues, debemos tener p o r s e g u r o que el individuo que solo se ocupe de historiar, p ropagar é ilustrar éli difícil arte de curar, habrá de ser médico necesaria-mente; porque si así no fuera, no teniendo interés particular en escribir de un solo ramo, se extenderían sus ensayos y sus trabajos de literatura á otros muchos ramos, mas ó menos de su agrado, según su manera de sentir y de apreciar los hechos ante el análisis y la crítica. Pero el que estudia y sigue un arte cualquiera, en el momento que se dedica á estudiar seria-mente sus procedimientos, sus secretos mas recónditos, sus defectos y sus belleza s, no hará otra; cosa, una vez dedicado al estudio literario, , que

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    L a historia artística es siempre muy útil á los profesores estudiosos. E n ella aprende un apóstol del arte; sobre ella medita y reflexiona, y con ella logra distinguirse de una generalidad har to conocida de los hombres inteligentes. L o s historiadores artísticos, son, pues, muy necesarios á las profesiones; y si los artistas de un estudio cualquiera conociesen la impor-tancia que al arte da un historiador, se apresurarían á constituirse en s o -ciedad para costear los trabajos histórico artísticos de un literato, dándole además amplias facultades para representar al arte y su digno profesorado en el campo de la li teratura.

    E l «arte» es el ideal de los artistas entusiastas; pero el ideal que á cada momento invocan los artistas estudiosos, no impide que estos sean algún tanto positivistas, siempre que se t rate de la vida real; porque sin esta mataríamos el entusiasmo, y el arte, á no dudarlo, perecería.

    ¿Qué es un periódico artístico?—Para unos es la correspondencia cien-tífica del profesorado; p a r a o t r o s es simplemente una hoja impresa: para unos es la manifestación del arte; para otros es un impreso inútil: para l o s

    consagrar sus desvelos y sus tareas al ar te de su predilección, pagando así justo tr ibuto á la profesión elegida para vivir en el seno de la sociedad como cada uno de sus individuos.

    El profesor que se dedica á historiar, debe, pues, ser considerado ar-tista, así como son puramente artísticos sus trabajos; pero jamás será ape* llidado artista músico el que , por pasatiempo unas veces y no pocas por presunción, poseyendo ligeras nociones del arte l ír ico-dramático, se dedi-ca á juzgar las obras y los artistas.

    El primero es historiador, y el segundo crítico; pero el crítico no tiene la misión de hacer historia, y el historiador tiene debajo de sí—así ha-blando—la historia, la crítica, «la didáctica» y la estética del arte que dignamente profesa y que dignamente representa al dar á la es tampa sus trabajos literario-musicales. E l primero es todo un artista: el segundo un literato mas ó menos apreciable que, careciendo de educación musical, pretende mezclarse en los asuntos puramente artísticos.

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    menos es «poco y bueno;» para los mas es «mucho y malo .»—Comen-t a n d o estas líneas, diremos: «Para el artista estudioso un periódico artísti-co es siempre un maestro, un consejero y un oportuno avisador; para el profesor indiferente y -adocenado, un periódico profesional es una hoja impresa sin valor alguno.»

    L a música, juntamente con otras artes que denominamos bellas, puede ser muy útil á la medicina; y, á despecho de la opinión del celebérrimo Durnas, referente al vino, será preferible siempre para las enfermedades del alma la dulce «cantinela» ó la sentimental «plegaria,» á toda bebida artificial. El vino puede inspirar, alegrar y disponer el ánimo á dulces emociones, como le sucede al cigarro; pero la música ocupa un lugar p r e -ferente para la alegría y los placeres. El vino podrá inspirar al artista como le inspira la mujer; pero la música y sus grandes artistas son los primeros que impresionan, entusiasman é inspiran en alto grado á las per-sonas regularmente educadas y medianamente sensibles. T o d o lo bueno y todo lo bello puede distraer é impresionar; pero para impresionar y d i s -t raer en alto grado, no hay, indudablemente, como las artes bellas.

    Durnas, recordando tal vez el tumulto de los festines, dijo:

    «La música tiene encantos, mas csolo al oído alegra;» las flores tienen perfumes, pero el olor no alimenta; el cielo agrada á la vista, 1

    mas ¿quién á tocarlo Ijega? solo el vino que sentirse, beberse y tocarse pueda, es preferible á las flores, á música, cielo y tierra.»

    Pero todo esto no es mas que calor; todo esto no es mas que e n t u -siasmo del vino y no del sentimiento.

    Si las flores no alimentan, t ampoco alimenta el vino por sí solo; si no podemos tocar el cielo, hablando como cristianos, podemos esperar un lugar preferente en él, según nuestros merecimientos; por consiguiente, como ya hemos dicho, todo lo bueno y todo lo bello merece la atención del artista de corazón y entusiasmo. Pe ro la «música, * el bello y-divino

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    arte de la música , es el primero que IMPRESIONA, ENDULZA Y ALEGRA EL CORAZÓN; el sublime arte de los sonidos es el primero que DESPIERTA, ENTUSIASMA É INSPIRA á los que posesn un tanto la sensibilidad espir i -tual y rinden verdadero culto á todo lo bueno y todo lo bello.

    ¡¡Grande é inexplicable es el influjo que ejerce la música en el espíritu humanoll L a música endulza la vida del desgraciado; contribuye á la fe-licidad del pudiente, y sirve de inocente distracción lo mismo al poderoso como al necesitado. Canta el que llora, llora el que canta; y todos en d i -verso sentido encuentran dirtraccion y. dulzura en el idioma musical.

    Pero si en el espíritu humano tiene grande y poderoso influjo dicho idioma, también su influencia se hace sentir sobre los mismos animales. ¿Por qué, sino, las aves cantoras sobreviven largo tiempo á la pérdida de su libertad suspirada? ¿Por qué las aves no cantorar, una vez perdida su libertad, están impacientes en su jaula, pierden su hermoso plumaje y mas ta rde su misma existencia?—El canto necesariamente da resignación y vida á las primeras; pero las segundas, careciendo de facultades vocales, ó siendo ajenas al «arte de los trinos,» tristes y sin consuelo, van perdiendo poco á poco su hermosura y luego su misma vida.

    ¡|Ley misteriosa, eterna é infalible!! L o s animales de otra especie, acostumbrados á oir la música vocal ó

    instrumental, parecen estar tristes, y lo están en realidad, alejándolos de una compañía musical, como observado está por los pensadores y c u r i o -sos. Es tá observado, asimismo, que el animal embelesado por una canti-nela, come mucho menos y vive mas contento y alegre, sufriendo con gus to el yugo á que el hombre le somete.

    [¡Reconozcamos, pues, la importancia del divino arte musical, y c o n -fesemos con entusiasmo que es el único capaz de hacer feliz al hombre pues que tiende al perfeccionamiento moral de la sociedad y á embellecer (si así puede decirse) la humilde condición del bruto!!

    Joven estudiosa, ¿quieres tener abiertas las puertas de la elegante so-ciedad?—Aprende á cantar bien, ó á manejar regularmente un instru-mento de salón, como el piano, el arpa, "el violin, la flauta, etc., y tendrá? á todas horas franca entrada en los salones, mas un crecido número de aficionados que te elogien y te aplaudan.

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  • T a n cierto e j esto, que quien no sabe cantar, tocar ó bailar regu-larmente, s ; endo joven, aunque sea instruido en otros estudios, es i nú -til que asista á ninguna reunión, so p e r a de exponerse al feo ridículo y á los tontos calificativos de la sociedad. Por otra parte, al que en una reu-nión no sabe en qué entretenerse, y empieza á discurrir sobre la «gramá-tica,» la «historia,» la «filosofía» ó las «matemáticas,» no le hacen caso alguno, le vuelven la espalda llamándole fatuo, pedante, etc., tapan los oidos por no escuchar sus discursos.. . y ensalzan después al primero que lisonjea á las damas, aunque sea ciertamente el mas ignorante del salón.

    L a Religión católica debe mas partidarios al arte musical que al m i s -m o sacerdocio; y si en diferentes siglos no existiesen varones ilustres como Palestrina, Pergolesi, Morales y algunos otros, es indudable que la fé_re-ligiosa andaría por el suelo.

    España , nación eminentemente católica, ha cultivado siempre con e s -mero la música religiosa; pero en la actualidad, olvidando sus gloriosas tradiciones, tiene arrinconadas las inmortales obras que nos han legado los maestros de capilla de los pasados siglos.

    E l arte músico es el condimento principal de todcs los actos civiles y sociales: en las funciones cívicas, en los festejos populares, en las recepcio-nes, en los alumbramientos, en los contratos matrimoniales, en las inau-guraciones, en los entierros, en los funerales, e tc . , toma parte la música vocal ó instrumental para hacer mas alegre, solemne ó imponente cada uno de estos actos .

    Los países incultos, las apar tadas regiones, no contarán con estable-cimientos de educación musical; pero entre sus naturales no faltan hom-bres de genio para comprender la naturaleza y estudiar la verdadera i m -portancia del arte músico. Y si entre nosotros el artista estudioso llega un dia á figurar dignamente en la historia de su profesión, el contemplador

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    Dispensad protección y dad recompensa al artista estudioso y hab rá buenos maestros para representar con dignidad el cuerpo docente: es t i -mulad al principiante, haciéndole comprender al mismo t iempo la utilidad belleza y divinidad del arte, y habrá buenos discípulos para suceder un dia á s u s maestros en las tareas profesionales.

    L o s adelantos de la música, la poesía y otros estudios de belleza é imitación, sirven para conocer el estado de cultura á que han llegado los pueblos: sirven asimismo para juzgar la vena é inspiración de sus habi-tantes .

    «Artista» es sinónimo de hombre libre, noble y estudioso; «artesano» equivale á hombre menesteroso, plebe)'o y de educación limitadísima.

    L o s grandes maestros de música empiezan su carrera práctica entre los humildes «murguistas,» así como los maestros de capilla por el e m -pleo harto modesto de infantillo ó niño de coro.

    Se cree vulgarmente que el «canto» es el «solfeo;» y nada mas jus to , mas natural que el profesorado trate de ilustrar al vulgo sobre esta pa r t e de nuestro tecnicismo, explicando estas palabras mal comprendidas y peor aplicadas. «Solfeo» es el arte material de dar entonación á los sonidos y valor, duración, á las figuras: es el estudio práctico, rudimentario sobre que basan los diversos ramos de la música: es el estudio elemental del arte músico, el cual carece, como consecuencia lógica, de belleza, expre-sión, claro-oscuro, y de t o d o , en fin, lo que constituye la «ciencia-mú-

    de la naturaleza, el músico «sin música» de las primeras edades, debe fi-gurar asimismo en la historia poético-musical de los pueblos que nos han precedido (aunque fuese rutinariamente) en el estudio y contemplación d e la bella naturaleza.

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    L a gran figura científica, la entidad ó individualidad artístico-musical que creemos rigió los destinos de la ciencia en la ant igüedad fué Pitá-goras: en la edad media fueron Guido Aretino y Frankon: en la edad contemporánea , como adelantó y se generalizó tan to el divino arte, h a poseído y posee grandes figuras en todas partes y en representación de todos los ramos: Italia fué fecunda en compositores, Francia y Alemania en escritores, España en maestros de capilla, Inglaterra en iniciadores y constructores de instrumentos; contr ibuyendo casi todas á p ropagar el arte civilizador por todos los ámbitos de la tierra.

    s icas en sus diversas manifestaciones. ¿Qué diferencia existe entre el «deletreo» ó «silabeo» elemental y el discurso doctrinario? ¿Qué distancia h a y desde las primeras letras, su pronunciación, sus primeras agrupacio-nes, hasta la oración, formada ya con todos los signos ortográficos?—Pues la misma distancia hay desde el arte de «medir y entonar» hasta el arte •de expresar los diversos sentimientos de que el hombre se halla poseído. — L o primero constituye la parte elemental, práctica; lo segundo la par te estática, la belleza del arte músico.

    E n una palabra, el «solfeo» constituye los primeros elementos del arte «n general, como los «vocalizos;» los sencillos vocalizos constituyen los primordiales elementos del canto en particular. El «solfeo,» es, pues , la par te material, tosca, digámoslo así, del divino arte; pero el canto, el «bell canto,» el canto propiamente dicho, es la manifestación de los sentimien-tos , el t raductor de nuestros afectos y pasiones.

    «Solfista es el que lée la música: «cantante» el que la interpreta fiel-mente,» guiado por el carácter de la letra, dando á cada miembro de la frase, á cada nota la suavidad y dulzura que su espíritu apasionado le su-giera, auxiliándose al mismo t iempo de los múltiples recursos que el arte proporciona.

    * *

    «Religión, Patria, Amor:» lié aquí tres inagotables fuentes de inspira-ción para el cantante , el poeta y el compositor. L a Religión inspiró á ilustres compositores: la Patria hizo aparecer cantores entusiastas: el A m o r avivó la llama del genio, dando á conocer artistas que hoy se califican con justo título de «divinos.»

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    T o d o s los países han producido cantantes, así profanos como del gé-nero sagrado; mas, siguiendo la observación de un periódico artístico, po-demos creer que Alemania fué especial para «sopranos,» España para «tenores,» Francia para «barítonos y bajos,» debiendo añadir; que Italia por sus magníficas «escuelas de, canto,» sus grandes maestros en este ramo del saber, la «pasión» de sus naturales por la música y la protección ofi-cial que el Es tado ha prestado á sus notables conservatorios, fué pródiga en cantantes de todas cuerdas y, de todos géneros, sin que pueda fijarse una como de su especialidad.

    E l prpfesor de bellas artes que mejores resultados obtiene de la en-señanza es aquel que se dedica á dar lecciones de baile. Por m u y torpe que sea el discípulo, nunca dejará en mal lugar la reputación de un maes-t ro ó preceptor.

    IfCuánto pueden y cuánto valen las «piruetas!!»-

    El. «plagio» no es ni puede ser lo que entender debemos por «remi-niscencia;» y si así no fuera, se confundirían á menudo las palabras «ori-ginalidad» é «imitación.» El «plagio» lírico lleva el sello de una cosa robada; pero la «reminiscencia» musical no tiene otro objeto que el de «recordar» ó «imitar,» según convenga al título ó carácter de una obra. E l plagio será plagio siempre; la reminiscencia no será mas que un vago recuerdo, introducido muchas .veces sin pensarlo, en una obra completa-mente nueva y de un autor original en sus creaciones.

    El plagio no debe tolerarse, • porque es un robo científico; la reminis-cencia puede admitirse por ser «únicamente» un débil recuerdo de una composición o ida.

    E l compositor que viva alejado del mundo musical, y que no haya ad-mirado los procedimientos de la música instrumental, producirá obras muy extravagantes, pero no faltará en ellas la verdadera originalidad. Ignoran-do los procedimientos convencionales de la instrumentación y el empleo especial de instrumentos determinados, solo obrará en virtud de su capr i -cho, creando así, de «propia fantasía,» trabajos de composición que el estudioso debe analizar.

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  • — 3o —

    E l compositor que vive^y trabaja para la sociedad, siempre imprimirá á sus obras un recuerdo melódico de composiciones oídas; siempre dará á conocer reminiscencias de sus mismas obras; siempre empleará las mismas fórmulas escolásticas; y esto, necesariamente, dará por resultado una «mo-notonía de comparación» que favorece m u y poco el gen io ¿ de un maestro-composi tor .

    Por eso creemos que las obras de un compositor que no oye ni com-para deben llevar el sello de la originalidad; por eso creemos que las obras de un compositor misántropo deben ser estudiadas con detenimiento por los que aspiran á ocupar un preferente lugar entre los maestros de gran talla artística. .

    L a música se dividide en varios ramos, á saber: «maestro de enseñan-za, cantante, sinfonista y compositor. > D e estos ramos parten otros, cua-les son los de »actor-coreográfico, crítico-historiador, constructor de ins. trunientos, editor y grabador calcográfico.» Por «maestro de enseñanza» entendemos todo aquel que , haciendo una sólida educación de la música en general, se dedica á la enseñanza de una ó mas asignaturas escolares como el «solfeo,» el «canto» ó la «composición.» Por el nombre de «can-tante» entendemos todo aquel que se dedica al estudio del «canto» para seguir la carrera teatral si aspira á ocupar un ventajoso puesto en la es-cena, ó que hace el estudio del canto para dedicarse á la interpretación de la música religiosa. Por «sinfonista» debe, entenderse todo aquel que se dedica á formar par te de una orquesta; pero de la clase de «sinfonis-tas» ó instrumentistas salen también los que se dedican á dar conciertos^ y a solos ó acompañados de algún o t ro profesor, recibiendo estos el nom-bre de «concertistas.» Por «compositor,» debemos entender todo aquel que escribe las obras para la orquesta, y a sean vocales solamente, ó bien vocales é instrumentales á la vez. E n este ramo musical se comprenden todos los que se dedican á un género especial, como el de «baile,» el de «salón» el de «banda militar,» el «lírico-dramático» y el «religioso.»—Es-tos son los principales ramos en que sé divide la música; y si en ellos no aparece el «literato-artístico, es porque el maestro de enseñanza, sin p r e -tensiones de escritor, puede dar á la estampa los-libros y tratados referen-tes al arte, sin hablar en ellos mas que' lo de absoluta necesidad, cuando c a r e c e d e conocimientos y erudición en literatura. Por lo. demás, el «maes-tro de enseñanza» puede ser un elegante y erudito escritor, como puede serlo asimismo el«compositor ,» el «cantante» ó el «'concertista,» Pero de-

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    «La músicav en ciertos pueblos es sinónimo de «ciencia médica,» ó al menos es considerada como sn mas opor tuno auxiliar. Los pueblos d e s -conocerán seguramente el principio alopático de los médicos; desconoce-rán asimismo todo otro sistema particular; pero es indudable que al reco-nocer en la música un remedio eficaz para ciertas enfermedades, emplean» siquiera sea sin saberlo, el sistema de medicina iniciado por Hoffman, ó. sea la homeopat ía .

    Díganlo sino los muchos dementes que la música motivó, curados des-pués con la misma música; díganlo también los alejados de su país, q u e al padecer moralmente por la separación de su hogar, fueron curados mas t a rde con mayor alejamiento, pero auxiliados de la medicina musical. E l aforismo homeopático «similia similibus curantur,» está, pues, en vigor para ciertos y determinados pueblos, como para ciertas y determinadas-personas.

    E l teatro es una escuela de estudios puramente bellos: es una escuela práctica donde se enseña deleitando; p?ro según que la época sea mas ó

    bemos establecer por un orden los ramos en que la música se divide, y no es en la primera clase donde debe figurar el «crítico-historiador.»

    Por «actor-coreográfico» debe entenderse todo aquel que estudia la música y coreografía con objeto de sacar part ido de las «piruetas.» P o r «crítico-historiador» debe entenderse un artista-músico de conocimientos generales en el divino arte, pues que sus trabajos son una enciclopedia de instrucciones relativas á los diversos ramos de la música: la «didáctica,» la «crítica,» la «biografía,» la «historia,» todo esto pertenece al dominio del literato musical. Constructor es el que se dedica á la construcción y venta de los instrumentos músicos, haciendo de esta ocupación una e s p e -cialidad del arte musical. «Editor» el que adquiere la propiedad de las obras, vendiéndolas una vez grabadas , y «grabador calcográfico» el q u e se dedica con especialidad al ramo de estampación artística.

    T o d a s estas especialidades pueden y deben ser «en rigor» personaa instruidas en los primeros elementos del arte; todas estas especialidades pueden manejar mas ó menos un instrumento, dar lecciones etc. etc., pero todo esto no debe confundirse por manera alguna con el ramo especial que han seguido y ' p o r el cual han conquistado íin puesto artístico en los fastos de la historia.

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    H é aquí un principio de homeopat ía : «La música alivia los padeci-mientos; la música, no obstante, hace padecer á los artistas.»

    L o primero consiste en que el artista de corazón goza con el cultivo d e su arte; cosa que no sucederá al profesor frió, insensible ó indiferente. L o segundo nace del mismo amor que los profesores entusiastas tienen por su bello estudio: gozan con las bellezas y los procedimientos del arte; pero padecen moral y aun físicamente cuando «creen interpretar» de una manera precisa la buena música de los compositores inspirados.

    Por muy aplicada que sea al canto la interpretación de los artistas, nunca es comprendida según la intención del autor al escribir una obra musical; siempre falta algo que el artista no acierta á comprender. D e ahí la necesidad de que los maestros dirijan ó ensayen sus obras; de ahí la necesidad de las oportunas observaciones de un maestro-compositor; o b -servaciones que obedecen á la intención de su pensamiento, fundado casi siempre en el estudio estético de los procedimientos artísticos.—El can-

    menos favorable á las artes bellas, así la utilidad del teatro es mas ó me-nos reconocida. E l que haya recibido una educación algún tanto esme. rada, no debe por diversión alguna omitir su asistencia á las representacio-nes dramáticas ó líricas; en la inteligencia de que el teatro divierte y enseña, mejor tal vez, de lo que pudiera hacerlo un libro de instrucción y de recreo. Pero debemos hacer una observación: en el templo de las artes se admiten á veces artistas malísimos que no saben hacer sino chocarrerías indignas del teatro y de la sociedad que á él asiste; en el templo de las ar tes admítense regularmente «pantomimos» y «cancanistas desprecia-bles» que no saben hacer mas que bufonadas inmorales y ridiculas; y en el templo de las artes, finalmente, vense también ademanes indecentes por «artistas» de baja estofa, que desdicen mucho «en una escuela,» y que n o sirven sino para profanar aquel recinto, en desdoro de la cultura, de la moralidad y de la decencia. Por consiguiente debe tenerse muy en cuenta la compañía que actúa en un teatro, qué clase de obras hace ó pone en escena y qué grado de moralidad poseen estas. D e no ser así, el teatro, dejando de ser lo que su nombre indica, se convertirá en un asqueroso y sucio cuchitril indigno de ser visitado por el hombre que desee instrucción ó blasone de moral y religioso.

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    ¿Llamaremos «genio» á la locura, y «locura» al genio?—No sabemos qué llamarle; pero es muy cierto.que én t re la demencia y el talento existe una secreta relación, un «no sé qué» misterioso é inexplicable que no acertamos á definir.

    E l proverbio, refiriéndose directamente á los artistas, dice que todos tenemos un poco de «músico, poeta y loco» añadiendo algunos por su par te que la humanidad posee un ramito de locura: y esto, indudablemente, es incuestionable á todas luces.

    E s verdaderamente incuestionable, porque todos nacemos, por regla general, dispuestos á cantar y oir cantar; á distinguir en musca lo bueno y lo malo, en cierta esfera; y, finalmente, á impresionarnos mas ó menos con la interpretación que los buenos artistas dan á las creaciones inspira-das, bellas y sublimes.

    E s incuestionable, porque todos, generalmente hablando, nacemos con un sentimiento íntimo de la poesía, porque todos gus tamos del metro poético, y porque todos, finalmente, por la inspiración, la pasión ó el en-tusiasmo, «vita'idad del arte» hacemos bonitos versos, siquiera una vez en la vida.

    E s incuestionable asimismo, porque todos acariciamos una pasión, un ideal, deseando distinguirnos en la ciencia, en el ar te , en el robo, en el crimen, queriendo aparecer ante la sociedad como hombres singulares, extraordinarios ó distinguidos.

    El que toma por su cuenta un proyecto artístico ó científico, noble ó innoble, censurable ó laudatorio, no ceja un momento hasta conseguir lo que desea, animado por la ambición, la vocación ó el- entusiasmo. D e aquí nacen las luchas mentales, el trabajo físico, y mas que físico, intelectual, los desvelos, las privaciones, etc., etc., que , á no proceder con mesura, pueden dar lugar á la singularidad y extravagancia, que mas tarde con-cluye por legítima demencia. Entonces es cuando se desarrolla completa-mente la locura, que antes, oculta por la inacción, solo existia en su p e -quenez para el individuo.

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    tante ó instrumentista no harán otra cosa, pues, «que aproximarse mas ó menos* á la verdadera interpretación de una obra musical, cuando esta

    ,no ha sido dirigida de antemano p o : su mismo autor .

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    L os críticos musicales españoles, ó que se han distinguido en España en este especial ramo del saber, y que en tal concepto han dotado al arte de algunas obras, son: Barbieri, Soriano Fuertes , Saldoni, Parada y Barre-to, Camps y Soler, Ynzenga y Pedrell.

    Si el crítico musical ha de ser realmente un maestro y tal vez algo mas, no cabe hacer mérito de ninguna otra personalidad en España . Pero si la literatura musical ha de ser confiada á un mediano literato, que ni es músico ni j amás se cuidó de su estudio, en ese caso, podríamos citar al-guna otra individualidad, que si puede creerse que estará mas ó menos acertada en algún asunto trivial ó de escasísima importancia, podrá ase-gurarse que habrá de ser incompetente en general para tratar de un arte que no ha estudiado. H é ahí por qué no consideramos mas críticos musi-cales en España que los que arriba quedan citados.

    No ignoramos que existen entre nosotros trabajos apreciables bajo cierto punto de vista, debidos á meros aficionados: las recopilaciones, las curiosidades y anécdotas musicales, los apuntes de historia y estadística, todo esto, está, puede decirse, bajo el dominio de las letras; y en ese caso cualquier escritor con acopio de datos podrá hacer gala de curioso y eru-dito no traspasando ciertos límites. Pero el aficionado, al fin, será un afi-cionado siempre, y no podrá t ratar ningún asunto serio; no podrá ventilar dudas; no podrá emitir opiniones sobre obras didácticas ó composiciones antes y después de la audición; en una palabra, no podrá t ratar de ningún

    Es ta es la locura del genio: esta es la demencia del artista que, e m -briagado con las bellezas de su profesión, se cree digno de los dioses, no ve mas que el ideal que le embarga y la «inspiración, genio ó locura» que le persigue.

    L a s rarezas de los filósofos, literatos y artistas no son otra cosa, pues, que un principio de locura, que puede hacerse mas ó menos temible, se-gún que la imaginación se ocupe con mayor ó menor empeño en la t e r -minación d e s ú s «soñados» proyectos. Razón tenia Edga rdo Poe, el céle-bre poeta americano, al decir en una de sus obras: «Los hombres me han llamado loco; pero la ciencia no nos ha enseñado todavía si la locura es ó no lo mas sublime de la inteligencia.»

    Si el amor al arte, la vocación al estudio, la investigación estética, t o d o , en fin, es «hoy» solo demencia y delirio de acaloradas fantasías... la locu-ra nunca será mas que L A M A N I F E S T A C I Ó N D E L GENIO y el principio de la sabiduría.

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    F I N .

    asunto serio que al arte interese y que el arte realmente necesite. L a obra maestra de arte, pertenezca al género ó especialidad que quiera, será de-bida siempre á un maestro, á una persona perita en la profesión ó en la facultad. Pensar que una obra magistral puede ser obra de un aficionado, de un principiante ó de uno que ignora los elementos del asunto que se propone tratar, no cabe en la inteligencia humana-

    N o debemos, pues, confundir el crítico musical con el simple revistero: aquel ha estudiado y seguido seriamente el arte para ilustrarse é ilustrarlo: éste, careciendo de los conocimientos necesarios que debe poseer «necesa-riamente» todo escritor musical, nunca podrá hacer mas que ligeras revistas ó reseñas de una velada ó función dramática, como de igual manera pudiera hacerlo cualquier mediano literato, sin estudios ni preparaciones de ningu-na clase.

    Los grandes críticos han sido siempre estimados como grandes m a e s -tros. L a historia musical de todos los países nos lo demuestra palmaria-mente. Querer, pues, que un crítico se improvise ó que lo sea «realmente» sin haber estudiado todo lo que concierne al arte en general y á las dife-rentes especialidades en particular, es teoría de imposible solución en la práctica, y que seguramente hará reir á las personas ilustradas.

  • OBRAS DEL AUTOR.

    Opúsculo sobre la música ó instrucciones necesarias á todo profesor ó

    aficionado.

    Origen de la música cómo arte.

    Galería biográfica de músicos gallegos.

    Apuntes para la historia musical del reino Lusi tano.

    Historia de la música galaica, (Inédita.)

  • ENCUADERNACIÓN. PORTADA.PRÓLOGO. MÁXIMAS Y PENSAMIENTOS.