-- la niña que perdí en el circo -- 5-10

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-- La Niña Que Perdí en El Circo -- 5-10

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***

Me pregunto qu voy a hacer todo un da encerrada dentro de este aburrimiento, porque no me dejaban salir ni a la puerta y desde all no poda ver gran cosa: ms all, la misma lluvia y ms all, la misma lluvia entre mis ojos y el cielo.

Si yo fuera una seorita sera diferente: un simple paraguas arreglara el problema. Pero todos somos tan nios, que ni siquiera piloto tenemos.

No haba ms calles. No haba ms plaza ni gente paseando. Aunque ahora que me acuerdo, hace poco vi pasar aquel perro que ms perro pareca un bote, as remando con las cuatro patas. Tampoco se puede decir que haya estado en plan de pasear el pobrecito, sino de llegar cuanto antes, porque en el mismo instante que lo vi dej de verlo. Con tal de que no le haya ocurrido ninguna desgracia.

Y desde entonces no volv a ver otra cosa viviente. Ni colores haba. Apenas un gris plido rodeando al pueblo, que todo sucio de lodo se haba hundido en un charco. Ni ms ni menos que si esta casa fuera el Arca, y el resto con No y todo, se hubiera ahogado.

Tampoco escucho cantar a los pjaros. Dnde se metern tantos pjaros juntos? Segn Rita, se van a buscar un techo, porque con semejante lluvia se les tranca el vuelo. Seguramente por eso habrn pasado volando tan ligero.

As me paso la lluvia, metida en este pedazo de casa que es un cuarto, extraando la vida de afuera.

Qu se habr hecho de mi escondite del rbol? Y de las semillas de mango que la semana pasada plant para que tuvieran manguitos?

Aunque sea un poquito de sol, que brilla pero por su ausencia, hubiera hecho ms divertido el encierro. Todo deja de funcionar cuando falta el sol. Todo queda como sin vida. Todo se descompone. Muy parecido a cuando mi mam se ausenta de casa.

Y aqu estoy: ni asmtica ni castigada ni siquiera engripada. Slo esperando que se le ocurra escampar algn da. Soy una nia que de tanto esperar me volver vieja, igual al caso de la ta Etelvina, que vieja vieja no era, pero poco le estara faltando. Porque haba perdido la mitad del pelo y casi todas sus esperanzas de que volviera el novio, del que nunca jams volvi a saberse nada. Aunque tampoco se encontraron sus restos.

Y conste que en la despedida ella le haba dicho: aqu me encontrars cuando vuelvas, y l: no tardar mucho, mi cielo. Lo menos veinte aos esper su cielo, hasta que al final, casi se fue de monja, porque segn mi pap en total desacuerdo con mi mam, para ir de otra cosa ya no reuna condiciones.

De repente, como que quiere aclarar hacia donde est el guayabo. Qu maravilla! Una delgada rayita de sol intentando asomar entre la juntura de dos nubes. Estuvo un rato all,

sin dar ninguna luz, algo indecisa, un rato apenas, y despus se hizo tan dbil, que termin desmoronndose en cenizas. Y todo volvi a quedar en el gris de siempre.

-Cundo va a escampar, Rita?

-Dentro de un ratito noms. Dentro de un ratito. Siempre que llovi, par.

Pero el tiempo pasaba y el ratito no pasaba. Ya debera haber terminado y todava no termina. Falta. Falta. Siempre falta todava.

-Cmo ms o menos es un ratito?

-Es un rato chiquito y ya basta!

Pucha digo! Siempre sucede lo mismo. Abusando de mi inocencia siempre.

Cuando los mayores no saben qu contestar, recurren a unas cuantas mentiras y enseguida te mandan callar.

Porque en aquel ratito de Rita caba casi un ao para m. Puede caber la eternidad tambin.

Un poco ms all de donde yo me estoy aburriendo, estn mis otros hermanos, armando cada zafarrancho que ha puesto patas arriba el cuarto. Parecan contagiados de la electricidad del rayo. Gritaban y haban gritado tanto, que casi no les quedaba voz, y tanto se haba plagueado Rita, que casi no le quedaban fuerzas:

-No, as no!, que te vas a sacar un ojo. Por qu tendrn que jugar como locos? Mi Dios! Esto ya no parece la tierra sino el infierno, y ustedes unos demonios con cola y todo.

-Rita! Rita! Julio me est llamando maricn!

-S, porque l me tent primero!

-No seas pelotudo y yagua!

-El que lo dice lo es.

-Con llorar nada se remedia, mi hijito.

No es que furamos demasiados. Nada de eso, Cuando salimos, no damos la impresin de ser muchos. Cada cual se va por su lado y lo ms bien pasamos desapercibidos. Pero as, todos castigados por la lluvia, somos bastantes. Un batalln ms o menos. Adems, haba que minar a la abuelita, que casi nunca sale la pobre, pero lo mismo abulta.

Y lo peor es que hay que portarse como una nia buena y decir que s a todos los no. Y todava mejor que eso: debo portarme como una seorita, como si las seoritas no hicieran cada cosa a cada momento.

De veras que no los entiendo ni los voy a entender nunca. Para algunas cosas me dicen que soy muy chica, por ejemplo, para las revistas. Resulta que primero me ensearon a leer, hacindome tragar veintitantas letras del abecedario juntas, sin poder cambiarles el orden. Letra por letra, palabra por palabra, sin fallar en una coma. Y al final, cuando estoy en condiciones de practicar un poco, resulta que me han escondido hasta la ltima revista. Yo pienso que mejor hubiera sido seguir contando con los dedos o leyendo de memoria mi libro de lectura. Total, para lo que me sirve ser instruida. Y cuando les conviene, quieren hacerme ver, sentir, pensar y actuar como si yo ya hubiera crecido.

-Y ms bien aprovecha para repasar el catecismo y despus la tabla del siete, que an te sale torcida. Ah!, y sobre todo, no pelees con tus hermanitos. Que casi siempre me estn buscando pelea.

Porque algo tenamos que hacer. No se puede pretender que as, de golpe, seis nios bien alimentados y en edad de correr se conviertan en media docena de estatuas. Tampoco haba derecho. Por ms abogado que mi pap sea: no hay derecho!

Claro que aqu iba a haber pelea, salvo que saliera el sol. Pero la cosa es que no sale. Una pelea que nunca se sabe cmo empieza, aunque s como se acaba. Acaba siempre que mi pap entra gritando que nos dejemos de jorobar, que ya hicimos eso otro, tambin con jota, demasiado, que a la gran siete que somos hinchas, que basta ya y con cuidadito, porque ahora s que van a ver lo que es bueno, mientras daba vueltas con la mano abierta buscando a quin pegar primero.

Todo bajo la paciente mirada de Rita, que en tanto nos controla con la parte de arriba de sus anteojos, con la parte de abajo hace de costurera. Incluso Rita, siempre tan buena, se ha vuelto de repente, rezongona y mala. Lo que hacemos noms, est mal hecho. Por cualquier cosita nos reta:

-Este muchachito mea que te mea el santo da -grua, mientras sus pechos robustos caan sobre mi hermanito, por poco hasta desaparecerlo, cuando se inclinaba para cambiarlo, porque no haba forma de quitarle la fea costumbre de hacer pip donde no deba, ni el terror a la escupidera.

-Cundo ser el da que no te hagas de todo encima. Yo ya estoy vieja para estos trotes. Ya no me da el cuero. Todo lo han de ensuciar. Miren un poco: este cuarto parece un chiquero!

***

Desde la voz que rezonga mi nombre, veo a Rita, fija como en un retrato.

Rita... juntando cuatro ternuras se escribe Rita.

Rita... la otra mitad querida de mi pedazo de madre, aunque a veces, tambin me fastidia tanto, que casi estoy por olvidar cunto la quiero.

Y cmo no voy a quererla? Si yo no puedo recordar la vida sin ella. Si nos haba cuidado desde que nacimos, desde haca tantos aos, que ya no le alcanzaban los dedos para contarlos. Si detrs de cada tarde, de cada llanto, de cada velita apagada estaban sus besos. Cuntas noches la habrn visto sin sueo, pegada a nuestros catarros, a mis ataques de asma. Cmo no quererla, entonces? Si todos mis recuerdos la recuerdan.

Y ahora sigue an aqu, al pie del can.

Acaso algo ms desteida. Un poco sorda, tambin, porque segn mi abuela, el tiempo pasa sobre las personas y les va gastando un poco de todo: la memoria, la paciencia, los ahorros, la vista y los zapatos. Aunque eso s, a Rita an no se le acab la dulzura.

Tiene los ojos negros del mismo color que la cara y que casi todos sus vestidos de salir y de entresaca. Labios anchos, abiertos siempre para la sonrisa o para los besos largos o para aquellos ronquidos en varios tiempos y en distintos tonos, que nunca dejaban dormir a nadie. A veces ni siquiera a los vecinos, cuando el viento soplaba hacia la derecha. Pero lo mejor de todo son sus manos. As de grandes. Blanditas. Calientes. Nunca vi manos tan parecidas a panes. Debajo de su calor me refugi tantas veces. Eso es Rita. Un delantal de hule sobre el crujido de sus sedas viejas, un pauelo amarrado a la cabeza y la voluntad dispuesta siempre. Porque nunca para de hacer cosas de la maana a la noche. Y a veces hace como que no hace nada, para que mi mam no la rete:

-Pero qu apuro hay, Rita? Eso se har maana. O acaso alguien la est corriendo? Ahora mismo se me va a acostar. Y si no lo hace por las buenas, entonces tendremos que atarla. Que pase buena noche, Rita.

Se levantaba antes que el sol, mucho antes que se levantaran las luces. Apenas amaneca, ya estaba sobre sus pies. Luego el da se le iba de un lado a otro, trajinando entre rezos, entre el calor o el fro, entre las sombras a veces, cuando le gan la hora. Tratando de remediar tanto desorden y de tenernos a todos relucientes, impecables hasta del ltimo recoveco, como a mi mam le gusta que estemos. Y casi parece que nos sacara brillo, igual a la casa los jueves.

Porque aqu los jueves, se hace una limpieza a fondo, que nos incluye tambin a nosotros. Para sacarnos la suciedad semanal que se nos iba quedando pegada. Se arma un batifondo de escobas, plumeros y baldes. Por donde se nos mire quedamos con la casa chorreando agua. Se echan las telaraas del techo, se lavan los cuartos a baldazo limpio. Se frotan los pilares y detrs de cada oreja, y con minuciosa insistencia entre las partes privadas.

-Esto es peor que una revolucin -se quejaba mi pap, que andaba medio desafinado dando vueltas con el diario sin hallar dnde sentarse.

Y a veces ms all de medianoche todava se escuchaba la paciencia de sus pasos siguiendo el comps del pndulo, que cada cuarto de hora, alborotaba el silencio.

Yo no s cmo haca para estar en todas partes al mismo tiempo. Como si la hubieran cortado en muchas porciones iguales: un pedacito de Rita para cada uno. Y a veces querra que mi vida fuese larga, largusima, para quererla toda la vida.

Solamente cuando llova no aguantaba casi nada. Es lo nico que la enoja de veras. Se le ponen tan tensos los nervios que pareca que alguien los estuviese estirando de las puntas.

-Cuando venga tu pap le voy a decir que ya no aguanto. Le dir que me voy maana mismo. Antes de que me maten, me ir.

Pero nunca se iba a ninguna parte, por suerte, y slo se ausentaba el ratito que empleaba en hacer pip. Y cuando sala fuera de casa, era para or misa todos los domingos y fiestas de guardar, porque ella sabe que de no hacerlo, le podra costar el infierno.

Lo que de verdad no entiendo es por qu Rita nos soporta tanto. Eso es lo que quisiera saber. Mi pap nos soporta porque no le queda otro remedio. Mi mam por lo mismo. Pero Rita ni siquiera es nada nuestro. Por qu nos soportar entonces? Aunque a lo mejor, si se empieza a escarbar un poco, tambin resultamos parientes. Por aqu casi todos somos parientes. O parientes de parientes, que para el caso es lo mismo.

***

Intil averiguar si sale el sol. Por ms que a cada rato registrara el cielo, por ms que me empecinara o me trepara en una silla, no apareca y no apareca.

Qu andara haciendo? Me gustara saberlo. Sera el colmo que se hubiera quedado dormido, como acaba de asegurarme mi padre. Eso me huele a cuento chino, pero no iba a ser yo quin le discutiera. Total, yo puedo decirle que s y despus pensar lo que quiero.

Mientras mis hermanos a ratos se revuelcan, a ratos aturdan con unos chillidos que deberan orse todava doblando la esquina, yo voy y vuelvo hasta la puerta de mi encierro, escuchndolos apenas. Casi no se puede andar sin meter les pies en algn embrollo. De pronto un jarrn se tambalea, cae y que en paz descanse. Este cuarto va de mal en peor. Un instante ms, y capaz que reviente, y por nada del mundo quisiera pagar los cristales rotos. Salir era lo que necesito. Irme de aqu.

Del dormitorio paso al comedor, donde estn mis padres con mi abuelita, seguramente hablando otra vez del prjimo, porque cuando charlaban los grandes era casi siempre para criticar alguna macana hecha por alguien. Nadie me escuch llegar. No s de dnde me vino entonces aquella idea del espionaje, de alguna pelcula, supongo. Lo cierto es que me encog lo ms que pude, hasta slo hacerme un bultito bastante disimulado por la cortina, para cubrir las apariencias.

Seguir el hilo de lo que hablaban me cost un gran esfuerzo, no slo porque palabras y lluvia me llegaban medio entreveradas, sino porque de repente, todos se ponan a hablar juntos y no precisamente del mismo tema. Como una orquesta de tres msicos que tocaran tres melodas distintas.

-Qu me dicen de esas polleras tan cortas que estn usando las chicas, lo ms arriba posible, mientras las blusas se las escotan hasta el ombligo. Y ni qu decir los trajes de bao: un retacito ac y otro a modo de cubre sexo, y a veces ni eso. Adnde iremos a parar con semejante desparpajo. Las muy hipcritas al entrar a la Iglesia se tapan la cabeza y al salir se destapan otra cosa. A quin querrn engaar, porque a Dios no se lo engaa.

-No exagere, seora, que no es para tanto.

-No lo ser para usted, evidentemente, a usted ms bien le conviene. Todos los hombres son iguales, cambiando a la legtima siempre que pueden.

-Hasta el santo se calienta cerca del fuego, seora...

-Y por lo visto les fascina quemarse, toda vez que sea sobre hornalla ajena... Y de Martina que se entiende con Lalo Cantero, qu me dicen. sa es otra que bien baila. Una mujer tan bien casada perder la cabeza as, por un badulaquito cualquiera. Y pensar que el marido es el nico en ignorar sus propios cuernos.

-Vaya a saber si lo que dicen de Martina es cierto, mam. Acaso te consta?

-Me conste o no me conste, todo el pueblo lo comenta. Y donde hay ola, mi hijita, es porque hubo tormenta.

-Eso se hereda, seora. La madre ha sido igual, y parece que tambin lo fue la abuela. Y si no estoy calculando mal, y con todo el respeto que usted me merece, aquella ilustre matrona perteneci a su misma poca. O me equivoco acaso, querida suegra?

-Qu esperanza! En mi poca haba decencia. Aquellas s que eran costumbres y no esta Sodoma y Gomorra. El marido ajeno y los curas eran sagrados. No s cmo hay mujeres as, loqueando con cuanto pantaln se le pone a tiro, siempre buscando de quin agarrase, aunque ese quin tenga sotana... En fin, que DIOS nos ampare.

Yo calcul que pasara un rato largo antes de que me descubrieran, pero por lo visto, calcul mal, porque de golpe callaron todos, as porque s, y el silencio comenz en seguida.

Un silencio medio raro, medio trado de los pelos, demasiado silencioso para ser casualidad. Por qu callaran siempre en la mejor parte? Slo despus vine a saber que no fue tanto porque s, sino porque la sombra de mi cabeza haba hecho un movimiento sobre la alfombra. Era para no creerlo: traicionada por mi propia sombra. Mi sombra: un Judas cualquiera. Ni siquiera en las sombras se poda confiar ahora.