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JAVIER VICTORERO

En la quietud

Del 20 de marzo al 18 de mayo de 2014

Sala Amós Salvador. Logroño

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EXPOSICIÓN

Coordinación

Maite Echeverría

Montaje

Servicios Técnicos del

Ayuntamiento de Logroño

Félix Pérez Vidarte

Transporte

Mayoral-Ortiz, S.L.

Seguros

AON Gil y Carvajal, S.A.

CATÁLOGO

Textos

Juan Manuel Bonet

Enrique Andrés Ruiz

Fotografías

Javier Victorero

Diseño

Javier Victorero

Maquetación

Javier Victorero

Asturlet

Impresión

Ochoa Impresores

ISBN: 978-84-89583-57-3

Depósito legal: LR-22-2014

CULTURAL RIOJA

Avda. De la Paz, 11 - 26071 Logroño - Telf. 941 208 688 - Fax 941 277 080

[email protected] - www.culturalrioja.org

CULTURAL RIOJA es un programa de difusión cultural patrocinado por

AGRADECIMIENTOS

Parlamento de La Rioja | Galería Cornión | Pedro Rodríguez Bernardo | Estela Fernández Toral |

Inma de Miguel Díaz | Óscar Fernández Rebollar.

Y a todas aquellas personas a las que también quiero especialmente y que me han ayudado

tanto en la realización de esta exposición, como en mi vida diaria. Ellas saben quiénes son…

Consejero de Educación,

Cultura y Turismo del

Gobierno de La Rioja

Gonzalo Capellán de Miguel

Alcaldesa de Logroño

Concepción Gamarra Ruiz-

Clavijo

Director General de Cultura

del Gobierno de La Rioja

José Luis Pérez Pastor

Concejal de Cultura del

Ayuntamiento de Logroño

Pilar Montes Lasheras

Coordinador General

Francisco Gestal Tofé

Coordinador Regional

Gabriel Santos Ruiz

Administración

Maite Echeverría Cámara

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ÍNDICE

7 Fiat lux

JOSÉ LUIS PÉREZ PASTOR

9 Carta de París

JUAN MANUEL BONET

13 Un origami para Victorero

ENRIQUE ANDRÉS RUIZ

17 Catálogo de obras

89 Apuntes biográfi cos

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FIAT LUX

José Luis Pérez PastorDirector General de Cultura

Gobierno de La Rioja

Mientras escribo estas líneas tengo delante un cuadro de la serie “Maitines” de Javier

Victorero, y he buscado en él las palabras que a continuación quieren presentar la

inigualable oportunidad de tener una monográfi ca de este autor en nuestra querida

sala Amós Salvador, dentro del programa Cultural Rioja. En el cuadro que tengo

delante, el autor explora el azul y, en un desarrollo que a mí se me antoja una línea

temporal, hace que -de izquierda a derecha y adoptando la diagonal como forma

básica- el color vaya desplegando vibraciones y tonalidades, como desperezándose,

como elevándose sobre sí mismo al hilo de la oración que evoca y, con ello, como

elevando al espectador que se ha acercado a acompañar los melismas cromáticos

de ese lienzo.

Las etiquetas que nos sirven de referencia en el discurso de la Historia del Arte nos

remiten inmediatamente a la abstracción geométrica, y quienes han escrito antes

sobre Victorero mencionan sabiamente nombres como Rothko o Palazuelo, con los

que Javier ha crecido. Pero una vez ubicado en líneas generales este pintor, en él

se percibe una voz clara y unos ecos fecundos que ha sabido cultivar a lo largo

de numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas, y de lo que dan

muestra los numerosos premios que han reconocido su labor.

En Javier Victorero la geometría se hace trascendente, va más allá de sí misma,

confi gura espacios y hace que los colores sean auténtica luz modulada, soportes de

un signifi cado que atañe al espíritu humano, el único capaz de establecer un pacto

comunicativo en el ámbito de lo abstracto.

Toda esa experiencia que ofrecen sus cuadros, todo ese proceso, nace de la quietud

que titula la muestra, que no ha de entenderse como estatismo, sino como refl exión,

como paz o como “línea clara” de un pensamiento plástico y de una delicada

sensibilidad que cataliza su pasión por la pintura en la contención.

Javier Victorero ha trabajado ad hoc su muestra “En la quietud” para la sala Amós

Salvador y que, con esta obra colgada, quedará teñida de esa “lírica de intensa

espiritualidad” con que el desaparecido crítico Dámaso Santos Amestoy caracterizó

al autor que hoy nos visita.

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CARTA DE PARÍS

Juan Manuel Bonet

Un frágil pero intenso hilo que me une a España, esta pintura contenida, silenciosa, me-

ditativa, y sin embargo llena de emoción y de vida, que llevo siguiendo hace años (des-

de cuando su autor ocupaba un mínimo apartamento-estudio en el Madrid de Ópera).

Pintura que le debo al siempre recordado Dámaso Santos Amestoy, y cuyos desarrollos

últimos me emocionan, ahora que me llega, a Passy, un CD-rom conteniendo un conjun-

to de reproducciones en jpg de cuadros, bastante de los cuales son nuevos para mí. Esta

vez no he podido ir a Gijón a verlos en directo, atado que estoy a esta cárcel dorada que

es París. Mas el envío de estas imágenes electrónicas, aunque no sustituye la morosa

contemplación en directo, me transmite el sentimiento de esta pintura, me lleva hacia la

playa gijonesa, hacia el mar abierto, hacia el olor a salitre, hacia el barrio de La Arena don-

de está el estudio-celda, de época incierta, de Victorero, que tantas veces en el pasado

interrogó el Cantábrico (un deporte asturiano), y que en su producción reciente tiene

un ciclo de título nuevamente acuático, Agua y ceniza. Ejercicio de viaje mental el mío:

hacia España, hacia ese estudio

y su entorno, hacia el tierno y

emocionante ciclo canino de la

Casa para Nano, hacia Logroño

que es hoy el otro polo de la

vida de Victorero, hacia Suso y

su cantiga riojana, evocado en

dos cuadros bellísimos, hacia

Alberite y Japonés en Alberite,

hacia las graves Vanitas –la per-

fección sin adjetivos de Vanitas

XV (2011)–, hacia los sutiles

Bodegones españoles –ciclo

más dilatado ya que ninguno

de los de su autor–, hacia otros

cuadros (por ejemplo: A tu en-

cuentro, I, II, y III, de 2012) que

son cartas de amor sobre pa-

pel pautado. Pintura que tiene Bodegón español I. 50 x 61 cm | Óleo/lienzo | 2003

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como siempre meridianamente clara su condición de pintura. Pintura esencial. Pintura

concentrada como lo han sido la de Paul Klee, la del silencioso Luis Fernández –faro

absoluto para su paisano– o la de Pablo Palazuelo. Pintura ascética, enraizada en un

sentimiento de lo sublime, aunque hace ya mucho que no hay en ella ya ecos explícita-

mente rothkianos, ni en general Escuela de Nueva York (Joan Mitchell, pongamos por

caso), que los hubo en tiempos en que el pintor se planteaba las cosas en clave más

“impresionista abstracta”. Pintura meditativa. Pintura que de repente dice un Cielo de

caolín, qué delicadeza extrema, evocación de la porcelana, y título que a bote pronto

me hace pensar en Vermeer, y de ahí salto a Vermeer tal como lo construye el brasi-

leño Murilo Mendes en un pequeño gran poema. Patio y cauce: casi un título veintisie-

tista o ultraísta, tipo Surco y estela, de Juan Gutiérrez Gili. Celeste: un cuadro que se

deshace en el aire. Cielo de juguete, I y II, o la infancia siempre recomenzada. Briznas:

una palabra que siempre me ha gustado, como me ha gustado siempre militar por un

arte de briznas, de pavesas... Retorno a Tipasa, con Albert Camus. Pintura la de Javier

Victorero radiante como pocas, que se expande sobre la pared, y que se expande

además en nuestra memoria. Pintura delgada y cristalina, diamantina, y soy cons-

ciente de que me repito, pero ese, diamantino, es el adjetivo que vuelve a surgir sin

esfuerzo. Rojos encendidos esplendentes que dan cuerpo a algunas de las Casas para

Nano o a ese otro ciclo precioso del Corazón de repuesto, rosas, azules nocturnos,

amarillos que cantan, como canta aquel gallo poundiano y cidiano en Medinaceli, o

como “detrás del amarillo canta el pájaro” del verso del compartido Caneja, comparti-

do porque lo admiramos profundamente pintor y glosador y otros de sus glosadores

y algún otro amigo común como el querido Juan Manuel Fernández Pera, mientras

en cambio lo desprecian aquellos que desprecian cuanto ignoran. Pintura en ojivales

góticas, ya sin niebla. Pintura en diagonal. Pintura de Maitines. Pintura luminosa, “re-

fugio para la luz” según feliz defi nición, en reciente página de El Comercio, del amigo

Ángel-Antonio Rodríguez, y más luz todavía, en unas recientes Estructuras luminosas.

Estructura luminosa I. 27 x 35 cm | Acrílico/lienzo | 2012

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Pintura que en general invita

a refl exionar sobre el tema

“de lo espiritual en el arte”,

así como también sobre esa

parte nada desdeñable de la

modernidad que se mira en

el espejo del Medioevo, “la

grande clarté du Moyen Âge”

que decía Gustave Cohen

en el Nueva York del exilio,

algo patente en Victor Hugo,

en Gaspard de la nuit, en

Apollinaire, en Ernst Barlach

y su ángel que vuela, en Max

Elskamp y en el Remy de

Gourmont de L’Ymagier, en

las catedrales Dadá de Paul

Joostens y en la catedral bau-

hausiana de Lyonel Feininger,

en el Retablo de Falla, inclu-

so en André Breton o Brassaï,

fascinados, aquí en París, por

la Tour Saint-Jacques, como

también aquí Julio Cortázar

por François Villon, y por

Cluny y su Dame à la Licorne…

Pero tras la digresión, vuelvo

a Victorero: más pintor y más

ascéticamente español que nunca, y como siempre comprobar, en el momento mis-

mo de escribir, la difi cultad de traducir a palabras arte tan sutil. Pura pintura, y a la

vez la poesía rondando, por las estanterías, por la memoria del morador de la casa

junto al Cantábrico, incluso por un título suyo como Lectura de la tarde. Y la música,

naturalmente, un cierto musicalismo, que modernamente, sobre todo de Kandinsky en

adelante, la música a menudo ha caminado paralela a la pintura. Una verdadera pena,

por último, no ver los cuadros, ni en el estudio, ni pronto desplegándose en el amplio

espacio de la Sala Amós Salvador, donde tan bien se ve la buena pintura (y donde la

mala, se hunde).

Casa para Nano VII. 30 x 25 cm | Óleo y acrílico/lienzo | 2011

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UN ORIGAMI PARA VICTORERO

Enrique Andrés Ruiz

Una tarde de invierno del año 2005 el pintor asturiano –de Oviedo– Javier Victorero

inauguraba su primera exposición madrileña en una galería del barrio de las Cortes

que ya no existe y que se llamaba Depósito 14.

Recuerdo que era una galería pequeña, como una especie de habitación o tienda

compuesta de lo que las agencias inmobiliarias llamarían un único “ambiente”, que

daba a la calle a través de las cristaleras de un ventanal tan amplio como el muro, de

tal manera que sobre ese lado transparente venía a formarse lo que sería, por decirlo

así, el escaparate. Así que recuerdo, visto desde afuera, el fulgor de la luz en ese es-

pacio cerrado con la estanqueidad de un acuario y también la noche del otro lado del

cristal, oscura, húmeda, desde

la que podían verse las fi guras

de los amigos y sus saludos,

sus risas, sus charlas, redu-

cidas ahora a la articulación

de unos gestos mudos, como

encerrados (aunque extraña-

mente móviles) en el prisma

luminoso de una geoda.

No debía de ser, realmente, la

primera exposición de Victore-

ro en Madrid; alguna otra vez

ya había probado suerte, sien-

do muy joven, años atrás; pero

por lo que cuenta a la verda-

dera presentación capitalina

del pintor ya hecho y derecho

que Victorero por entonces

había alcanzado a ser, creo

que podemos seguir diciéndo-

lo así sin marrar demasiado. Jardín para Botticelli I. 146 x 146 cm | Óleo/lienzo | 2003

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Lo que importaba aquella tarde —lo sigo recordando bien— era de hecho el encuen-

tro de los amigos en torno a las pinturas de un pintor nuevo, ya formado, ya decidido

(según me lo había anunciado a mí, como otras muchas veces, con la casi infalibilidad

de su buen ojo, nuestro querido y común Dámaso Santos Amestoy). Un pintor, pues,

ya encaminado por un muy particular sendero de la pintura que, sin embargo y aun

siendo el suyo camino solitario, se veía enseguida que se trataba de una vereda muy

poblada de voces y de ecos.

Las voces y los ecos que se concitan desde aquel entonces sobre la pintura de Ja-

vier Victorero vinieron a hacer como un poco de borrón sobre una cierta manera

anterior de pintar en la que se notaban bien algunas tributaciones para con la tra-

dición abstracta expresionista, sobre todo aquella post minimalista en la que las

famosas gestualidades románticas, más o menos exacerbadas, de la pintura heroica

norteamericana ya habían desaparecido, a cambio de grandes superfi cies calmosas

y solemnes como, qué sé yo, las de Ad Reinhardt o aquellas en las que el río de la

propia pintura anegaba con patetismo unos espacios siempre anchurosos, siempre

de gravedad dramática, en los que la huella de la mano había desaparecido. Y en ese

timbre, creo yo, había pintado hasta entonces Victorero sus pinturas, al menos las

que recuerdo haber visto de tiempos anteriores al momento de aquella exposición

madrileña. Pero, ya digo, no es que en aquel momento todo cambiase en su pintura

de repente y de un modo, digamos, marcionita, con un antes y un después sin co-

municación posible. Lo que se abrió paso entonces fue justamente la decisión de la

que hablábamos, la concreción, la opción, la personal limitación de un pintor que

buscaba su tecla singular, tocar en su palo, y que parecía al fi n haber encontrado el

camino.

Sin embargo, es al emprender esta orientación ya muy defi nida cuando paradójica-

mente aparecieron los ecos y las voces que desde entonces acompañan a Victorero

en su rumbo y que no suelen faltar en los comentarios de los amigos que se han

ocupado de sus pinturas. Digo «paradójicamente» porque un entendimiento espon-

táneo y algo ingenuo suele dar por hecho que el camino propio de un artista –lo que

antes se llamaba su «estilo»– es lo mismo que lo que en la obra de ese artista se hace

notar como intransferible, irreductible, personal, como si eso «propio», en fi n, fuese

verdaderamente una especie de propiedad privada inatacable, trasunto, además, de

algún atanor del alma, que a la fuerza habrá de ser idéntica a sí misma e incompara-

ble con cualquier otra ajena.

Por el contrario, las almas se parecen; la identidad individual es ciertamente una

construcción narrativa; la continuidad de esa identidad en el tiempo es cosa muy di-

fícil de mantener , por no entrar en más honduras. Que así sea, nos invita, por lo de-

más, a dedicar algunos ocios al malabarismo de las asociaciones y las genealogías,

que en materia de arte dan para tanto juego de interés y tanto gusto, y en las que a

fi n de cuentas consiste la mismísima Historia del arte (como cualquier otra historia)

y su a veces febril ansiedad por hilvanar argumentos que tengan razonable sentido

causal, en los que puedan quedar ahilados los nombres de los artistas y sus maneras

de hacer las cosas en el relato del tiempo.

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El primero que indicó los

ecos cuyas voces hacía su-

yas la nueva pintura de Vic-

torero fue, con su acierto de

siempre, Juan Manuel Bonet,

persuadiéndonos a trazar

esos juegos y tramas en los

que estas pinturas se inser-

taban en la familiaridad con

otras. En concreto y que yo

recuerde ahora, con las de

un cierto Luis Fernández

(por mi parte evoco algunos

vasos, algunas rosas, algu-

nos cráneos mondos talla-

dos a base de planos con el

particular recogimiento de

este pintor), o las de un frío

Palazuelo de amplias plan-

chas de color recorridas por

largos bordeados cuyos chafl anes habían sido suave y matemáticamente matizados

en terminaciones curvas. (Decir ahora, de todas formas, que el eco de Luis Fernán-

dez aún se deja oír desde las primeras y más o menos tenebristas Vanitas, de 2008,

o desde algunos llanos Horizontes, de 2009, o desde una reciente y concentrada-

mente hermosa Casa para Nano, de 2011, sigue siendo tan correcto, en mi opinión,

como sacar a colación a Pablo Palazuelo a cuento de un cierto Florecer nocturno de

2010 o un Agua y ceniza, de 2012. Pero, para mí, sería ya igualmente posible evocar

a otros artistas, quizá menos placeados, quizá más escondidos, menos evidentes en

la cita: por ejemplo un Jacinto Salvadó de laberintos poligonales o –por el lado lírico

y por el de su evanescente, difusa gradación de tonalidades– puede que nos viniese

a la memoria un Fernando Lerín que hubiera sufrido un versionado cristalográfi co,

o como si por un momento –se me ocurre también– pudiésemos ver bajo especie

geométrica la pintura de otra pintora de la estirpe de Lerín aunque de la generación

de Victorero, como Nuria Vidal, que en ese mismo momento hubiera entrado en con-

versación, no sé, con Dan Flavin… Y así de entretenido y ameno resulta, en todo caso,

el juego que decíamos de las asociaciones libres o de familias, sobre todo cuando el

de las narraciones causales y progresivas, el formalista, el de la sucesión unidireccio-

nal de los estilos, fue hace tanto tiempo derogado.)

Javier Victorero halló, pues, la veta de su metal característico cuando desprendién-

dose por completo de los restos de labilidad expresionista (aunque sin ceder al ol-

vido de la gravedad y la solemnidad de los abstractos) y de alguna querencia hacia

Paul Klee (de quien tampoco me parece que haya olvidado nunca los faroles cuadri-

láteros luminosos rodeados de azules y noctámbulos ajedrezados), hizo descansar

una morosa aplicación de la pintura y sus velados, pulida y artesanalmente decan-

tada en sedosas tonalidades, sobre espacios comúnmente facetados a manera de

Celeste I. 65 x 81 cm | Óleo/lienzo | 2006

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los que con sombras y luces gradientes describen, sobre una superfi cie plana, los

cuerpos en desarrollo de los prismas. De ahí que uno de los primeros elementos con

los que iba a ser en el futuro (y hasta hoy) levantada su manera de hacer, fuera la

geometría, la distribución de esa transición graduada de la gama de color sobre una

especie de diagramas muchas veces descriptivos, en su representación plana, de

algún cuerpo geométrico en desarrollo sobre el que el ángulo de posición hubiera

puesto en resalte las caras o lados en diferente saturación luminosa.

Y fueron así aparecieron pinturas, y han seguido apareciendo durante todos estos

años, de una fi neza y pulimento tan especiales que parecen contribuir a la fundación

de un silencio; un silencio hecho de fulgencias agudas como fi los, duras como cris-

tales, que irradian ardientes desde una profundidad se diría que nocturna o desde el

horizonte de un amanecer, mas siempre desde alguna lejanía, abisal, densa, aunque

de vez en cuando —por ejemplo ocurre en las series tituladas Jardín celeste o Huerto

y jardín o Jardín para Boticelli— el momento de la pintura parezca haber retenido y

condensado entre sus facetas la más alta, la álgida de esas reverberaciones de lumi-

niscencia cegadora.

Pero es también así como una pintura cuya planitud abstracta de vocación parecía

abocarla al formalismo purista de las dos dimensiones, se vuelve contra ese origen

y acaba impugnando y desmintiendo todo lo que de apofático, puramente vacío,

mudo y negador se espera tantas veces de lo que es tildado de abstracto. Y esto de

los desmentidos y las impugnaciones tiene, a mi juicio, un especial interés a cuen-

to de la pintura de Victorero. Recuerdo haber hablado de ello –¡tantas veces!– con

nuestro recordado Santos Amestoy; él lo escribió a propósito de nuestro pintor y yo

tengo ahora la ocasión de hacerlo, así que en parte redundaré sobre lo que ya dejó

él dicho. A Dámaso le gustaba imaginar (con alguna ayuda de Harold Rosenberg)

que la pintura abstracta constituía ya, en las postrimerías de toda vanguardia, una

tradición alejada del propósito crítico o subversivo con el que –siempre teórica o his-

toriográfi camente, o sea, exclusivamente en la letra de los manuales, todo hay que

decirlo– fuera fundada por el espíritu de la militancia vanguardista sobre el pie forza-

do de poner en fuga, destruir o derogar el régimen entero de la mímesis o, siquiera,

el de la referencia a lo real para el que la pintura debía disponerse a desempeñar

la función ancilar del signo. Pero como esto, o sea, el descubrimiento y divulgación

retroactivo y teórico del propósito subversivo, no inspiró tanto que se diga la prác-

tica real de la pintura abstracta, es natural que esa praxis venciera sobre aquel telos

y que, así fuera la que fuera la intención del pintor, sus pinturas –como decía Jean

Hyppolite– acabaran convirtiéndose en pintura antes que en ninguna otra cosa. Y

como las cadenas argumentales, la traza de historias, constituyen aquella más in-

veterada e inextirpable condición de nuestro lenguaje, resulta enseguida muy com-

prensible que la vieja tradición, por muy derogada y derruida que hubiera resultado

tiempo atrás, se pueda hacer suceder de otra «tradición de lo nuevo» (como decía

Rosenberg y recordaba Dámaso) en la que han quedado retenidas aquellas notas de

calidad que siendo propias del viejo ofi cio de pintor, se ve que se constituyen ade-

más como elementos resistentes a los signifi cados críticos, aunque en gran medida

se declaren independientes de los viejos objetivos de la representación.

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Pero también hay aquí otra impugnación de lo que pudiera darse por previsto, que

atañe propiamente a la geometría. Y se manifi esta cuando esta, en vez de negar o

purgar o reducir el mundo, como parecía que era su vocación de partida (y como

dicen los manuales que de hecho lo fue en tiempos de la militancia y los manifi estos

absolutos), puede en realidad volver a pronunciarlo, a decirlo en su más patente y

material versión, por muy pulida o mineral o plana o sintética que esta sea, en cuan-

to haga para nosotros simple evocación, como ocurre en el caso de las pinturas de

Javier Victorero, por ejemplo de una cristalografía de hallazgo accidental, o de una

refracción lumínica de planos rectilíneos (pero naturales), o de la descomposición

del rayo de luz al choque con el vivo de una lasca, o del encuentro con una fi gura

translúcida de caolín o yeso, o con otra oscuramente acerada, de pirita…

O, pongo por caso, de un origami.

Vemos una Vanitas, de 2008, o un Celeste, de 2007, o un Cielo de juguete, de 2012,

y además de la evocación del diamante, de la luz astillada o de los planos inclinados

de un fotograma expresionista, no sería nada extraño que nos acordáramos enton-

ces del fl exus o plegado de la hoja de papel según ha seguido, en la práctica pa-

ciente de esta afi ción, los pasos pautados y sucesivos cuyo propósito fi nal consiste

en haber reunido, luego de un desarrollo en complejidad creciente, las superfi cies

aplanadas sobre el inicial pliego único, de tal manera y con tal habilidad que resultan

al cabo presentados como lados o caras de un cuerpo completo de bulto redondo.

Así pues, la papirofl exia o arte, en defi nitiva, de las fi guritas de papel.

Recuerdo fi guritas de papel, explícitas, en hermosas y puristas naturalezas de Chema

Peralta. Vemos las pinturas de Victorero y despierta al instante el recuerdo de una de

esas fi guritas, ahora simplemente evocada o aludida, cuya volumetría hubiese sido

Maitines VI. 40 x 80 cm | Óleo/lienzo | 2009

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proyectada como imagen sobre una extensión de lienzo en la que, no obstante, per-

manecieran aún las facetas del cuerpo sólido diferenciadas según la parcelación que

se ha hecho corresponder con la transición progresiva de la gama de color y de luz

y de la que acaso nos fuera únicamente dado a ver un fragmento, un rincón o codo

o esquina ampliados en escala hasta abstraerlos de su constitución en la realidad.

O, como decíamos antes, de un “momento” de la fi gura y de la pintura, para decirlo

en acuse de la temporalidad quieras que no implicada en la representación, a través

de un desarrollo sucesivo, de lo que en su constitución real viene a ser un volumen

plantado de una vez por todas.

Refl ejos del atardecer sobre los muros cortina de las angulosas torres acristaladas;

fosforescencias boreales como las que dejan los faros encendidos de los automóviles

cuando la luz del primer crepúsculo ya se ha impuesto en la claridad de la mañana;

estelas de luz como las que despiertan en la memoria visual tras la lectura de ciertas

frases de las novelas de James Salter… Pero todo esto, a fi n de cuentas, lo que quiere

decir es nuestra indeclinable propensión a la transformación de lo nuevo –su domesti-

cación– como variante de lo ya conocido; que no hacemos, por tanto, sino un ejercicio

de re-conocimiento o repetición cuando asociamos a una realidad inédita una imagen

para nosotros familiarmente domada y editada —precisamente como imagen—. Y es

eso, en fi n, lo que producimos cuando producimos (es decir, cuando no creamos) lo

real a través de su imagen, o sea, cuando nos vemos invitados a naturalizar, esto es, a

considerar transparentemente —por no decir ingenuamente— como naturaleza aque-

llo que un artifi cio nos ofrece ahora sin desmentir de ningún modo su artifi cialidad y,

desde luego, de modo muy distinto al habitual en la tradición mimética que aspiraba

a la transparencia de la representación. Sea como sea, el hecho es este, el de nuestra

indesarraigable tendencia a la asociación naturalista. Y, sí, esta es la propensión con-

traria a aquella de la que hablaba Hyppolite –la conversión de la pintura en pintura—,

puesto que ahora se trata más bien de la por lo visto también endémica inclinación

fi gural (que hace muchos años ya observaba Ross Bleckner) y que parece sufrir toda

abstracción incluso desde su propio propósito nihilistamente reductivo.

Pero también quiere esto decir otra cosa, que atañe ahora al último de los desmentidos

llevados a cabo por la pintura de Victorero. Y es que toda vez que el formalismo había

cimentado su relato sobre una trama argumental orientada hacia esa reducción abstrac-

ta en la que el mundo natural habría de ser abolido en consonancia con el alcance de

una realidad más pura, más justa o más libre, por fi n a-referencial, bidimensional, obe-

diente únicamente a la planitud del objeto que hacía de soporte (desvinculada ya, en

suma, de la oprobiosa naturaleza que hipotecaba al arte con la precedencia obligatoria

de un signifi cado y, por tanto, del tráfi co de signos al que en esa hipoteca se obligaba),

lo exigido en consecuencia con dicha narración, por lo demás vigente en la historia del

arte hasta los años setenta, es que la pintura no se levantara jamás de ese único plano

de la reducción al silencio o, como quien dice, que no sacara los pies del tiesto. Y lo que

quiero decir es la comparecencia aquí de una pintura abstracta que por el contrario se

nos presenta dispuesta a cantar, o sea, a decir, a hablar de cosas de la vida y del mundo

rompiendo la mudez de la superfi cie y en fl agrante desobediencia para con el fatalismo

bidimensional y su condena al aplastamiento de la imagen sobre el plano del soporte.

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El plegado de las mil grullas —Senbazuru Orikata—, de 1797, parece que es el nom-

bre de un manual donde se recogen las más antiguas instrucciones impresas que se

conocen para el ejercicio de ese viejísimo arte oriental. La base-pájaro, la base-pez,

la base-bomba de agua, son algunos de los pliegues fundamentales sobre los que

luego es posible desplegar la inmensa variedad de fi guras; de ellos, que así pues ha-

cen como de matriz, pueden salir luego el colibrí, la oreja de conejo, la libélula Veo

las pinturas de Javier Victorero, serias, profundas, concisas, autolimitadas, pero me

gusta pensar en la infi nita variedad de determinaciones fi nales que, como de un nido

o de una juventud, pueden salir de su nódulo comprimido: la variedad de grullas –las

Mil grullas, que decía Kawabata–, de diamantes, de rayos de sol roto, de fi los deste-

llantes al fulgor de una luna de vidrio, de castillos de hielo, de cuarzo, de alabastro

translúcido como el de los camarines que fi ltran sobre su interior el sol de puesta o

la luz cantábrica de algún amanecer…

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«Ciertas mañanas, a la vuelta de una esquina, cae un delicioso rocío sobre el corazón y luego

se evapora. Pero el frescor permanece y es siempre ese frescor el que exige el corazón.»

ALBERT CAMÚS. El verano: Retorno a Tipasa (1953)

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CATÁLOGODE OBRAS

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Cantiga de Suso II

65 x 81 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Cantiga de Suso IV

180 x 180 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Bodegón español VIII

150 x 180 cm | Óleo/lienzo | 2010

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Bodegón español VII

65 x 81 cm | Óleo/lienzo | 2010

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Florecer nocturno I

81 x 65 cm | Óleo/lienzo | 2010-2012

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Vanitas IV

130 x 81 cm | Óleo/lienzo | 2008

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Vanitas II

80 x 60 cm | Óleo/tabla | 2008-2012

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Bodegón español IX

40 x 40 cm | Óleo/lienzo | 2011

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Bodegón español VI

100 x 100 cm | Óleo/lienzo | 2008

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Cielo de juguete I

100 x 50 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Celeste XIX

180 x 150 cm | Óleo/lienzo | 2007

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Cielo de juguete II

43 x 38 cm | Óleo/lienzo | 2012

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Cielo de caolín

100 x 100 cm | Óleo/lienzo | 2011

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A tu encuentro I

41 x 33 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Lectura de la tarde

41 x 33 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Retorno a Tipasa II

150 x 190 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Patio y cauce

33 x 41 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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A tu encuentro II

33 x 46 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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A tu encuentro III

195 x 114 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Ausencias de otoño

100 x 100 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Japonés en Alberite

40 x 40 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Casa para Nano IX

50 x 70 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Casa para Nano II

40 x 40 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Casa para Nano V

30 x 25 cm | Óleo/lienzo | 2011

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Casa para Nano VI

30 x 25 cm | Óleo/lienzo | 2011

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Corazón de repuesto II

40 x 40 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Corazón de repuesto III

46 x 38 cm | Óleo/lienzo | 2012

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Casa para Nano XI

180 x 180 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2013

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Casa para Nano X

100 x 100 cm | Óleo/lienzo | 2012

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Casa para Nano VIII

180 x 150 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Vanitas XV

35 x 27 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Vanitas XIV

41 x 33 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Vanitas XIII

190 x 150 cm | Óleo/lienzo | 2011

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Agua y ceniza III

81 x 65 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Agua y ceniza II

40 x 40 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Agua y ceniza I

40 x 40 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Brizna III

102 x 34 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

Brizna IV

102 x 34 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Brizna I

102 x 34 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

Brizna II

102 x 34 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Estructura luminosa III

50 x 70 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Estructura luminosa II

102 x 34 cm | Acrílico con pigmentos/lienzo | 2012

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Aún aquí I

195 x 114 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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Aún aquí II

195 x 114 cm | Óleo y acrílico con pigmentos/lienzo | 2011

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RESEÑABIOGRÁFICA

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Javier Victorero

Oviedo, 1967EXPOSICIONES INDIVIDUALES 1998

– Galería Sargadelos. Madrid (*)

1999

– Casa de Cultura de La Caridad. El Franco, Asturias

2000

– Mar adentro. Centro de Cultura Antiguo Instituto. Gijón (*)

– Galería Altamira. Gijón

2001

– Fundación Municipal de Cultura de Piedras Blancas. Castrillón, Asturias

2004

– Galería Altamira. Gijon (*)

2005

– Galería Depósito 14. Madrid (*)

2007

– Celeste. Galería Cornión. Gijón (*)

2009

– Luz Negra. Sala Robayera. Miengo. Cantabria (*)

2010

– Tránsito. Galería Cornión. Gijón (*)

2012

– Santiago Serrano+Javier Victorero. Galería Cornión. Gijón (*)

2014

– En la quietud. Sala Amós Salvador. Logroño, La Rioja (*)

EXPOSICIONES COLECTIVAS Y CERTÁMENES1998

– Galería Dasto. Sobre papel. Oviedo

1999

– I Feria de Arte Contemporáneo Arte-Sevilla/99. Galería Dasto. Sevilla (*)

– XXX Certamen Nacional de Arte de Luarca. Centros Culturales CajAstur (*)

– X Bienal de Pintura La Carbonera. Casa de Cultura de Sama (*)

2000

– Galería Altamira. Gijón

– I Bienal de la Buena Pintura de la Mar. Sala Las Colonias. Salinas

– I Certamen de Dibujo Daniel Martínez Pedrayes. Galería Amaga. Avilés

– XIV Certamen de Pintura Nicanor Piñole. Casa de la Juventud S.M.R.A. Asturias

2001

– Galería Espacio Líquido. Gijón

– XXXII Certamen Nacional de Arte de Luarca. Centros Culturales CajAstur (*)

– IV Certamen de Pintura Ayuntamiento de Villaviciosa. Casa de Cultura de Villaviciosa

– II Certamen de Dibujo Daniel Martínez Pedrayes. Galería Amaga. Avilés

– XI Bienal de Pintura La Carbonera. Casa de Cultura de Sama (*)

– Galería Altamira. Gijón

2002

– Spanish Contemporary Expression. Albuquerque Museum. Nuevo Méjico (EE.UU.)

– XV Certamen de Pintura Nicanor Piñole. Casa de la Juventud S.M.R.A. Asturias

– XXXIII Certamen Nacional de Arte de Luarca. Centros Culturales CajAstur (*)

– V Certamen de Pintura Ayuntamiento de Villaviciosa. Casa de Cultura de Villaviciosa

– III Certamen de Dibujo Daniel Martínez Pedrayes. Galería Amaga. Avilés

– La Mirada en el Agua. Museo Barjola. Gijón

– II Premio de Pintura de la Junta General del Principado de Asturias. Palacio de la Junta General del Principado.

Oviedo (*)

2003

– Botella ao Mar. Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela, y en el Museo del Mar de Vigo (*)

– IX Certamen Nacional La Gastronomía en la Pintura. Otur, Luarca

– VI Certamen de Pintura de Villaviciosa. Casa de Cultura de Villaviciosa

– XII Bienal de Pintura de La Carbonera. Casa de Cultura de Sama (*)

2004

– Homenaxe al Texu de la Collá. Sala Cajastur Monte de Piedad. Gijón

– VII Certamen de Pintura de Villaviciosa. Casa de Cultura de Villaviciosa

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– XXXV Certamen Nacional de Arte de Luarca. Centros Culturales CajAstur (*)

– IV Premio de Pintura de la Junta General del Principado de Asturias. Palacio de la Junta General del Principado.

Oviedo (*)

2005

– Galería Gema Llamazares. Pintores Asturianos 1940-1970. Gijón

– III Premio Internacional de Pintura FLC. CAMCO. Oviedo (*)

– Art.Fair 05. EXPOXXI. Colonia. Galería Depósito 14. Alemania (*)

– 72 Salón de Otoño de Madrid. Casa de Vacas. Madrid (*)

– XIII Bienal de Pintura de La Carbonera. Casa de Cultura de Sama (*)

– VII Premios Ángel de Pintura. Palacio Municipal de Congresos. Madrid (*)

2006

– Expresión delicada. Galería Cornión. Gijón

– Últimas salidas. Galería Octógono. Avilés (*)

– Premio Nacional de Pintura Colegio Ofi cial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos del Principado de Asturias.

COAATPA. 75 Aniversario. Sala Monte de Piedad. Gijón. Edifi cio histórico de la Universidad de Oviedo (*)

– VIII Premios Ángel de Pintura. Casa Góngora. Córdoba (*)

2007

– Arte en democracia. Asamblea de Extremadura. Mérida (*)

– IV Premio Internacional de Pintura FLC. CAMCO. Oviedo

– Colección de Arte de La Carbonera. Casa de Cultura de Sama. CAMCO. Oviedo

– Galería Cornión. Gijón

2008

– Art Madrid 08. Stand Galería Cornión

– XI Certamen Bienal Unicaja de Artes Plásticas. Málaga (*)

– Galería Texu. Oviedo

2009

– VI Certamen de Pintura Parlamento de La Rioja (*)

– En la Pintura. Galería Teresa Taxes. La Coruña (*)

– Norte. Sala de Exposiciones del Banco Herrero. Oviedo (*)

– 31 Premio Internacional de Pintura de Caja Extremadura. Plasencia (*)

2010

– Artistas de Cornión en pequeño formato. Galería Cornión. Gijón

2011

– VII Certamen Nacional de Pintura Parlamento de La Rioja. Logroño (*)

– Arte contemporáneo asturiano en los fondos del Museo de Bellas Artes de Asturias (artistas nacidos en las décadas

de 1960, 70 y 80). Museo Barjola. Gijón (*)

– Colectiva de estío. Galería Cornión. Gijón

– I Feria Arte Oviedo. Galería Cornión (con Luis Fega, Pablo Maojo y Pelayo Ortega) (*)

– Obra Abierta 2011: Premio Internacional de Artes Plásticas Caja de Extremadura (*)

2012

– II Feria Arte Oviedo. Galería Cornión (*)

2013

– III Feria Arte Oviedo. Galería Cornión (*)

– Galería Cornión. Colectiva de Navidad

(*) Catálogo

PREMIOS 2000

– I Bienal de la Buena Pintura de la Mar. Segundo Premio

2002

– V Certamen de Pintura Ayuntamiento de Villaviciosa. Mención de Honor

– III Certamen de Dibujo Daniel Martínez Pedrayes

2004

– IV Premio de Pintura de la Junta General del Principado de Asturias

– VII Certamen de Pintura de Villaviciosa. Premio CajAstur

2005

– XIII Bienal de Pintura de La Carbonera

2006

– VIII Premios Ángel de Pintura. Mención de Honor y adquisición de la obra

2008

– XI Bienal Unicaja de Artes Plásticas

2011

– VII Certamen Nacional de Pintura Parlamento de La Rioja. Medalla de honor y adquisición de obra

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OBRA EN MUSEOS Y COLECCIONES – Museo de Bellas Artes de Asturias

– Junta General del Principado de Asturias

– Parlamento de La Rioja

– Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja

– Colección Premios Ángel de Pintura

– Colección Robayera. Ayuntamiento de Miengo

– Colección Unicaja de Arte Contemporáneo. Málaga

– Colección CajAstur

– Pinacoteca Municipal de Langreo

– Sociedad Cultural La Carbonera

– Rotary Club. Avilés

– Cofradía de la Buena Mesa de la Mar. Salinas

– Unión de Comerciantes de Gijón

BIBLIOGRAFÍABALBONA, Guillermo:

– Javier Victorero suma su “luz negra” a la Sala Robayera. Santander. El Diario Montañés. 27-V-2009

BARNATÁN, Marcos Ricardo:

– Pintura con sabor asturiano. Diario El Mundo, Madrid. 2-X-2005

BARÓN, Javier:

– Presentación al catálogo del Premio de Pintura del Colegio Ofi cial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos del

Principado de Asturias. COAATPA. 75 Aniversario. 2006

BARROSO VILLAR, Julia:

– Series temáticas de Javier Victorero. Madrid: Catálogo Galería Sargadelos. 1998

– Arte actual en Asturias. Un patrimonio en curso. Ediciones Trea. Gijón. 2005

BONET, Juan Manuel:

– Imagen primera de Javier Victorero. Madrid: Catálogo Galería Depósito 14. 2005

– Caneja, sus contemporáneos, sus amigos, su estela. Edición Fundación Díaz-Caneja. 2006

– España S. XXI: Literatura y Bellas Artes (Tomo V). Capítulo XV: Las artes plásticas entre dos milenios (1975-2009).

Biblioteca Nueva (pág. 508). 2009

– Fragmentos ante un silencio. Catálogo Galería Cornión. Oct. 2010

– Notas sobre el premio Parlamento de La Rioja o El pulso de la pintura hoy. En “Codal”. Revista de Creación Literaria

y Artística/Segunda época/Número 6/2013. Logroño. “Instituto de Estudios Riojanos” (págs. 179-202). 2013

– Carta de París. Catálogo exposición En la quietud. Sala Amós Salvador. Logroño. 2014

FEAS, Luis:

– Javier Victorero, de puertas adentro. Diario La Voz de Asturias. 28-III-2004

– Javier Victorero, la música del silencio. Diario La Voz de Asturias. 4-XI-2005

– Diamante en bruto. Diario La Voz de Asturias. 23-II-2007

– Luz negra. Diario La Voz de Asturias. 27-VI-2009

– Encontrar el norte. Catálogo exposición Sala Banco Herrero. Oviedo. 2009

GONZÁLEZ OVIES, Aurelio:

– Carta para Javier. Madrid: Catálogo Galería Sargadelos. 1998

GEA, Juan Carlos:

– Victorero, de puertas abiertas. Diario La Nueva España. 13-3-2004

– Cinco modos de pintar poesía. Diario La Nueva España. 15-03-2006

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– En diálogo con el espacio y el color. La Nueva España. 6-II-2004

– Pintores de la expresion delicada. La Nueva España. 31-III-2006

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– La celestial geometría. La Nueva España. 10-II-2007

– Por lo visto. Escritos sobre Arte (II). Ediciones Nobel (págs. 275 a 277). 2007

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