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  • § § 4 liberna @5

  • Dioses á quien la suerte dio el gobierno

    De las almas , y vos, ó sombras mudas ,

    Tú, Chaos, tú , Phlegeton , vos, ó infernales

    Playas , donde siempre hay silencio eterno,

    Dadme licencia de decir lo oido;

    Tened por bien que dé noticia al mundo

    De lo que el centro de la tierra encierra ,

    Y escuridad que eterna noche esconde.

    ENEIDA DE VIRG. LIB. VI.

  • LA PODEROSA T H E M I S

    Oif.

    N O V E L A H I S T Ó R I C A .

    A n t o n i o Richard, hijo de un rico la-brador de las cercanías de Ardenes ( 6 6 ) , descubrió desde su mas tierna edad u n amor filial muy estraordinario y admi-rable. Adoraba á su padre como á una querida , se adelantaba á todos sus pen-samientos , y en fin , era su único ídolo sobre la tierra. Con razón se estraniar»

  • 4 cualquiera de que una cualidad tan r e -comendable fuese la sola virtud que ha-bía podido conservar su perversa alma, cual una planta saludable en medio de muchas mortíferas , y de que este bello sentimiento, constantemente abrigado en el seno de las maldades, jamas perdiese su vigor ni su pureza, con ci alito i n -festado del crimen.

    ISo creemos necesario presentar aqui-metódicamente capítulo por capítulo los detalles de la infancia , y después los de la adolescencia de nuestro personage en cuest ión; ni tampoco delinear un cuadro progresivo de las crueles inclinaciones de R ichard , refiriendo por menor la pa-sión sanguinaria con que sus manos aun débiles ahogaban una inocente paloma, lieriau un tierno corderillo que jugue-teaba en el prado cerca de é l , como procurando adquirirse un amigo: ¡con qué placer alroz se ocupaba desde que pudo manejar un fusil, en matar los per-ros de caza de su padre, y en armar la-zos de muerte á los animales mas do-mésticos...! Este espectáculo tan horrible, aunque no maaiücsta ser del mayor in -

  • teres , nos conduce sensiblemente á la par* te que tememos llegar.

    Diremos solamente en estrado-, ana-lizando el carácter de este bárbaro , que la efusión de sangre era para él desde sus primeros anos el colmó de sus deli-cias ; que con ella encontraba variados placeres , y que sus ojos brillando de ale-gría á vista de este licor > se inflamaban de un ardor y un fuego estraordinarios, ¡Contraste admirable.. . ! 'porque la na tu-raleza generalmente opuesta á su destruc-ción nos da á todos una violenta ant i -patía para tan penoso espectáculo , y una sola vena que se rompa por cualquiera golpe casual ó necesario , asombra nues-tra vista , oprime nuestro corazón y tem-blamos involuntariamente: una moría! pa-lidez cubre súbitamente nuestro rostro, todo lo que prueba muy bastante qué es el origen de la primitiva inocencia del hombre : este fluido vital , la sangre j a -mas debe salir de sus tubos trasparen-tes por motivos violentos , y mucho^mc-nos por el hierro de un asesino. Caín ( 6 7 ) será un ejemplo fuerte de mi aserción: asi que vio el carácter de la muerte que

  • 6

    .empezaba á manifestarse en la serena frente de A b e l , y que la roja espuma de su sangre tenia sus cabellos , manchan-do igualmente la yerba en que yacía , se sintió poseído de un terror involunta-rio.... huyó al mirar tan doloroso cuadro, como presentaba la preciosa sangre que acababa de derramar con la quijada h o -micida , queriendo ocultar de roca en r o -ca la vergüenza y el peso enorme de los remordimientos mas crueles , que empe-zaron á atormentarle desde tan aciago momento.

    Richard á esta propensión lan repug-nante juntaba una invencible afición al hurto. S u padre conceptuó, durante su infancia , por meras travesuras , este ger-men criminal , guardando sus severas re-convenciones para la edad adulta, en la que ya no fueron de ningún provecho; llegando entonces á traspasar todos los l ímites, y á dar toda ¡a preferenciaá la vi-tuperable pasión al robo. La fortuna de su padre permitía se hallase provisto abun-dantemente para satisfacer sus necesida-des y aun sus caprichos ; pero para esta alma pérfida, para este ser monstruoso

  • 7 todas las cosas- perdían mucho de. su, v a -lor si no le costaban un peligro que ven-c e r , en cuyo caso doblaba la estimación por ellas. Últimamente no se creía t ran-quilo sino en medio de la sangre y de delitos.

    S in embargo, R ichard , aunque rodeado, de tan malvadas inclinaciones , no ha de-, jado de ser buen hijo ; su ternura filial, no desmiente un instante de su amor; cotinúa adorando á su padre; y en tan-to que insiste en caminar á paso doble, por el sendero del crimen , se deja amar, y maldecir á la vez del anciano Richard, que era hombre de muy apreciables sen-timientos. T a n pronto el desgraciado au_-tor de sus dias le abraza complacién-dose en un sucesor tan b izarro , como le rechaza de su seno con h o r r o r , como, al infame , que acaso algún dia cubrirá de oprobio sus blancos cabellos.

    R ichard , h i jo , á la edad de diez y ocho años , sintiendo latir en su corazón el. ciego deseo de la libertad , y olvidando, por el pronto la ternura paternal:, se es -capó una mañana de la casa de labor, con el objeto de dar mayor desahogo, á sus

  • o*

    intentos dominantes; provisto con algúv^ ñas monedas de oro , y unos pocos dia-mantes que la "noche anterior* robó vio-lentamente al secretario del partido , e l infame h u y e , y por extraordinario con-traste , la piedad filial ocupa de nuevo su memoria , hacie'ndole derramar lágrimas, al mismo tiempo que sus plantas'se di-rigen impávidamente al ámbito del deli-to. Richard, padre , instruido de la fuga de su hijo , igualmente que de la fractu-ra dé las cerraduras de algunos de sus muebles, sé entregó á la mas violenta des-esperación; le párete mirar la ignominia dei cadalso próxima á deshonrar sus can-sados años, y las caricias de su tierna L u c i l a , hija üuied, y consuelo que le que-daba , en la temprana edad de ocho años, no eran suficientes á contener sus amar-gas lágrimas. " ¡ E l ingrato , esclamó R i -» c h a r d , mé ama y me deshonra! ¡me* ¿quiere y clava un agudo puñal en mi « s e n o ! ¡ sus sentimientos alguna vez son ¿ v i r t u o s o s , pero sus acciones siempre »culpables! ¡Terr ible contradicción ! ¿ P o r 3>qué seré yo víctima de semejante enig-

  • 9 Mientras qite este desgraciado padre se

    af l ige, recorre Richard , hi jo, cambiando muchas veces denombre, Sedan ( 6 8 ) , lue^ go Flandes ( 6 9 ) , luego la Bélgica ( 7 0 ) , y por último en Anvcres (7.1) resuelve pro-bar su suerte , uniéndose á una compañía de caballeros de industria , rateros, estafa-dores , y escapados de los presidios de Fran-cia. Frecuenta ciertas tabernas , juegos y reuniones clandestinas : en las que se ejercita en el arte de pillería, y en robos que necesitan complicación, intriga y des-treza de ingenio y manos : muy lejos de aparecer novicio en tan vergonzosos e jer-cicios, á poco tiempo adelantó á sus maes-tros , dejándolos confundidos de ver lan buenas disposiciones. Ent re todos era el mas diestro para disponer un partido fraudulento de naipes , de villar, de do-m i n ó , de algedrez ó damas; en organi-zar un duelo , y en seducir algunos hi -jos de familia , con el fin de ver correr su sangre después de despojarles de sus efectos: si era necesario hacerse con cual-quiera alhaja,tomar los diamantes del pecho ú orejas de alguna señora, aun en medio de la concurrencia , ó jugar alguna pieza

  • 10 pesada á algún cuidadoso usurero...; Val-tamorgues ( q u e era el último nombre que tomó este malhechor) se ofrecia e l mas diestro, asimismo que se le repu-taba por el mejor inventor para la es -pedicion de toda muerte premeditada; y finalmente, para escalar una tapia , for-zar una puerta , fracturar alguna arca de d inero , ó algún tesoro público , imagi-nando estratagemas inconcebibles, encu-brirse , disfrazarse, apoderarse de un r i -co coche á la salida de algún teatro en-gañando y emborrachando los lacayos, Valtamorgues era el genio ante quien todos sus companeros tenian que ceder la superioridad. Solo la naturaleza, y no la instrucción , le habia dado tan perni -ciosa habilidad: sus dedos se manejaban coma si no tuviesen huesos , y manio-braban con prodigiosa destreza; estudió un poco de física para reunir eslos c o -nocimientos a tan bella disposición ; y nun-ca el mejor titiritero supo hacer desapa-recer una prenda con mas primor que él ocultaba un objeto robado.

    Y a se deja conocer que se contempla-ria dichoso en este teatro de vicios , en el

  • 11 que era tenido como soberano, y- como que ni la sangre conmovía sus sentidos, Valtamorgues al frente de la compañía, que e'l llamaba de los hombres l ibres , se veía en el colmo de su satisfacción.

    Tantas hazañas por parte de tan so-lemnes bribones , conseguidas á espen-sas de los muchos engañados, no podían ser de larga duración, sin interesar la vigilancia de la policía , escitada á b u s -car el gefe de una cuadrilla misteriosa que se mantenía solamente del rapto. "Val-tamorgues, como estrangero , dotado de tina notable presencia, y de un carácter y rostro que no podia ser mas feroz, v i -no prontamente á hacerse sospechoso en concepto de los ministros, lo cual notán-dolo el, y adelantando su audacia á todo lo imaginable, se puso á escribir un anó-nimo al comisario de policía , por el que le instruía de todo en la forma siguien-te : u U n sugeto llamado Richard, y ape-l l i d a d o supuestamente Valtamorgues, »hombre muy determinado , ha tomado »á su cargo el mando de una facción de «malhechores , formada de los mas c r i -»rubiales de todas las naciones, la que

  • '19 »entre ellos sé denomina de los hombres »libres 8cc." Dijo aun mas; pues daba no-ticia de la habitación de este geí'c , fijan-do efectivamente la suya, y terminando su aviso delator, aconsejando muy parti-cularmente al dicho magistrado se hicie-se acompañar por prudencia de bastante gen te.

    Valtámorgues ( pues ya no le enlode-remos con otro nombre ) después de h a -cer entregar la atrevida misiva, que tam-bién advertía al comisario de policía , que la hora de las ocho dadas de la noche era la mas á propósito para la prisión del r e -ferido gefe de ladrones y de la mayor par-te dé su gente, reunió á su rededor to -dos los individuos de su mando , y les dio cuenta de su audaz proyecto en estos términos.

    u Amigos míos , hasta la presente no »hemos hecho mas que proceder como 55oscuros soldados de nuestro ilustre pa-» tron Mercur io ; algunas rater ías , algu-n a s venganzas, algunas capturas noc^ » t u r n a s , pero sin la menor celebridad ; y » p o r último , benéficos sin gloria , y cam-»pañas sin peligros han sido únicamen-

  • 1 3

    v te las ocupaciones de nuestra vida insig-n i f i c a n t e en Ameres . . . . Sabed que V a l -»tamorgues no ha nacido para émplear-»se en delitos vulgares, ni para concre-3> tarse corno un mero ratero á la rapiña j)dc algunas sortijas , carteras , ó á corlar «faldriqueras á las mugeres; mas alio des-at ino me está reservado: "Valtamorgues »desea que su cadalso, si debe subir á él »a lgún dia, sea mas bien el templo de »la inmortalidad, que el sitio del oprobio »y del desprecio/ 7

    A semejante razonamiento todos los bribones que le rodeaban , entre los que 110 carecían algunos de valor y tálenlo, se reconocieron animados de una nueva audacia y de un nuevo orgullo... ; error estraño de los hombres enIregados á la perversidad ! Los prestigios de la vanidad tienen cabida en sus corazones , y tam-bién el crimen les ofrece lauros en la car -rera de sus culpables hechos !!!

    E n particular Moríanoro, de origen inglés , fugado como banquero f raudu-lento de las galeras de Pji íuoulh ( 7 2 ) , y posteriormente por otros delilos come-tidos en Francia , de una cadena de í b r -

  • u zados, que se conducía á Tolón ( 7 3 ) ; hombre señalado en las piernas y m u ñ e -cas del rozamiento de los hierros que i g -nominiosamente habia arrastrado largo tiempo; con la frente posesionada del cr i -men , diestro en muchos idiomas, lleno de valor , y comprometido por el j u r a -mento de perseguir de muerte toda la sociedad, se sonrió alegremente con el referido discurso preliminar diciendo: " M e encantas, Valtamargucs, asi debe i> espresarse un hombre de bronce : me «avergüenzo de permanecer en tal inac-«c ion , y de estar continuamente temien-« d o , sin hacerme temer 1 á la vez... ¡ A h , »si tu quieres creerme, verás como este «brazo valeroso, que monstruos han su-j e t a d o alguna vez á la pilastra de la « infamia, hará pagar muy cara su des-»honra y mis desgracias; y te declaro, » Valtamorgues, que necesito sangre , co-« m o lo mas precioso para calmar mi ven-»ganza y mi encono! "

    Estas nuevas e' infames espresiones no dejaron de vigorizar la facción ; al modo que unos héroes se animarían, decidién-dose á la defensa de una justa causa....

  • 15 " "Nose me interrumpa mas, replicó Val-»tamorgues: yo sé muy bien distinguir »entre vosotros, los hombres que dig-y>ñámente podrán substituirme; y sin la » menor contradicción, Mortanoro , co -» nocido ya en varias partes de Europa, «escapado por segunda vez de los presi-» dios de Inglaterra y Franc ia , convirtien-»do sus yerros en armas ofensivas, con-»siguiendo poner su vida fuera del a l -»-eance de la ley &.C.... Todos estos t i t a -nios son muy respetables y sagrados, y »jamas los despreciaré; pero al presen-t e no se trata de distribuir nuevas con-»sideraciones, ni de elevar el rango de » cada uno de los individuos que forman »la ilustre compañía que tengo el honor »de mandar.. . ; es necesario huir pronta-»mente de una población en que n u e s -t r o reinado no puede ser de larga d u -r a c i ó n ; pero es necesariohuir , cometien-«do acciones homicidas, y tratar de cons-t r u i r apresuradamente un asilo impe-n e t r a b l e é inaccesible á nuestros in-f a t i g a b l e s perseguidores, un asilo e a » f m , independiente del poder de nues-t r o s enemigos, é igualmente á cubierto

  • 16 »de la volubilidad de nosotros mismos.' » Ahora esplicaréde qué modo quiero cas-t i g a r al confiado comisario de policía »\"\'an-Peters : á las ocho de esta no-»che vendrá aqui , allanará la casa, y ha->>rá penetrar todos sus ministros; á las »ocho también, es preciso que sean n u e s -t r o s cautivos, y que favorecidos con sus » documentos, bandas y demás insignias, »sin olvidar la caña magistral con puño »de marfil ; salgamos de Anvercs clel mo-ndo mas lucido y honroso/'

    Este proyecto llamó mas y mas la aten-ción de ¡oda la reunion, y cáela uno pres-tando cuidadosamente su oído, esperaba los pormenores de este plan , junto con los medios de su egecucion..,. " V e d l o s »aquí ,cont inuó Valtamorgues: me presen-t a r é el primero delante de AVau-Peters, » le introduciré con su ronda en mi g a -i > L i n e t e , en dondo me manifestaré como 3>el personage que busca , ínterin que la »mayor parte de vosotros ocultos de an-t e m a n o en la alcoba, detras de los ame-l ó l e s , y en las demás piezas del cleparta-»mentó , osarrojareisinopinadamente so-v bre la escolta del Comisario; que en cuan-

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    »to á este úl t imo, continuó Vallatnor-»gues con una irónica sonrisa, yo c u i -j i daré de su negocio. Después de despo-»jarle de su uniforme y t í tu los , me r e -v e s t i r é ' con el los, y á media noche me »seguiréis al arrabal de Bruselas , donde « c u mi nueva calidad de comisario de «pol ic ía , supondré voy á perseguir la «banda de los l ibres, que diré se han c s -»capado , fugándose á las montañas de «Tournay ( 7 4 ) - Sobre todo, amigos mios, «nada de fuego, el puñal debe ser n u e s -» tra única arma ; que corra la sangre pe-« r o que sea en silencio, de modo que «has!a mucho tiempo después de n u e s -»tra marcha , no pueda la ciudad admi-r a r s e , sino á visla de nuestra habilidad »y de nuestras víctimas.'"

    E l atentado á todos pareció muy inge-nioso , y no menos l isongero: vengarse de su mas implacable enemibo W an-Petcrs era para ellos el colmo de la felicidad. Muy bien conocian el grande riesgo que iban á tocar, pero el falso punto de honor que los sostenía , principalmente al b r i -bón Mortanoro , los hubiera avergonza-do de poner ningún reparo á la mas m í -

    Tonio II, 2

  • 1 8

    nima circunstancia, de las que proponía un imponente gefe con intenciones las mas audaces. Únicamente Mortanoro , de-jando conocer en su semblante algún dis-gusto , envidiaba la suerte que reservaba á los golpes de Valtamorgues , el pecho de W a n - P e t e r s , llegando el infame hasta s u -plicar á su capitán le abandonase tan d e -seada presa.

    Hecha la distribución e' inspección de los esloques, puñales y demás armas blan-cas con mucho cuidado , y enterado cada u n o de su papel ; se repartieron igua l -mente vino y licores con abundancia, pero nunca con borrachera ; cada uno t o -rnó su puesto , ya en las habitaciones, como en la escalera y calle, esperando con impaciencia que la hora determinada , y las sombras de la noche permitiesen tan infernal empresa. Con efecto , llegado el fatal instante , Valtamorgues se unió al magistrado , á quien dijo que en aquel momento se hallaba Richard en su c a -sa , tal vez combinando el modo de esca-parse con uno de sus confidentes, que según tenia entendido, se llamaba M o r -tanoro, Apenas llegaron á la meseta de

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    la puerta habitación : u n o hay que t i t u -«bcar , dijo nuestro audaz héroe , violen-t e m o s lo puerta , pues de otro modo «podran escapársenos, ya por las venta-b a s , ó ya por algunas trampas ocultas »que sin duda tendrán para su fuga/' De suerte que á fuerza de brazo , y con ausilio de algún instrumento , la puerta cedió al esfuerzo de todos ¡ precipitán-dose en el asilo de Valtamorgues. V v a n -Pe.ters, se dirige al fatal gabinete en que se hallaba oculto Mortanoro , en el que se vio súbitamente sofocado con un pa-ñuelo y una mordaza, que impidieron sus gr i tos , y espiró al frió yerro del preve-nido Mortanoro , en tanto que sus g u a r -das é inspectores cercados por todos la-dos sucumben de igual modo á las f u e r -tes puñaladas, que hicieron brevemente cubrir el pavimento con su sangre. Mas prontamente que un rayo Valtamorgues despojó al comisario de policia de sus vestidos y de todos sus títulos de m a -gistrado , se apoderó de sus papeles y condecoraciones , y tuvo la osadía de di-rigirse con toda su g e n t e , revestida la mayor paite con los uniformes de las vú>

  • § 0

    l imas , y á cubierto con ios seguros de los inspectores, á un alquilador de pos-tas del arrabal de Bruselas. Hho llamar prontamente , en nombre del /Ley, y p i -dió un coche grande; con lo que triun-fando de su criminal ampresa, tomó pri-meramente la dirección a Bruselas, lue -go siguió las fronteras de Francia y Moni-niedi ( 7 5 ) , y úkimamente el camino de Carignau ( 7 6 ) .

    Unánimes todos, en que en el centro de los bosques de Árdenos no tenían que recelar el menor pel igro ; fue aquí donde el infame Vallamorgues , hacien-do parar el carruage , mandó apear al cochero , é intimándole hiciese con bre-vedad su última oración , le deshizo la cabeza á boca de j a r r o , con el fin de que ninguna delación diese margen para se-guíalos. E ! coche fue abandonado en m e -dio del camino , cscepto los caballos que sirvieron para la conducción de dos la-drones heridos .- aunque ligeramente en la acción de Anveres.

    Pagadas pocas horas de la salida de la c iudad, todos los alguaciles, gendarme-ría , y aun tropa de línea se mandó p o -

  • 21 rrer sobre las armas : el reconocimiento de la casa de Val tamorgues , y los cada-veres ensangrentados por toda ella fija-ron las miradas dolorosas de los p r i m e -ros que entraron, y por último , el c u e r -po de W a n - P e t e r s canvenció á todos que aquel magistrado y su policía habían si-do víctimas desgraciadas de algún ardid homicida. No se dejaron de practicar m u -chas pesquisas , da despojar minuciosa-mente los cuerpos de dos va adidos, m u e r -tos en la acción ; pero de estos registros no se recosieron sino armas de asesinos, ga .zúas, manojos de diferentes llaves {al-sas , silvatos , y algunos papeles escritos en caracteres germánicos, y por consi-guiente indescifrables. Únicamente se tra-taba de la prisión ele Valtamorgues y de sus cómplices ; pero estos bien provistos de oro , tuvieron la precaución de sepa-rarse cerca de Sedan , y tomar cada uno

    diferente camino, según las instrucciones o geográficas recibidas de su gefe , para r e -unirse en el punto mas céntrico de los bosques de Ardenes, al mismo tiempo que el mas espeso , distante de doce á quin-ce leguas de Cariguan,

  • 2 2

    También bahía sido señalado por Val-? tamorgues el dia para la reunión general de toda la compañía ; siendo la señal con-venida, unos silvidos de rato en ralo du-rante el dia, ó una luz artificial en la noche. Con efecto, el dia cinco de diciem-bre de 18. . . . los vandidos, en número de treinta, con diferencia de pocas horas, estuvieron exactos á la cita, \a l tamor-gues anunció su llegada con dos pisto-letazos , que era lo contratado: é i n m e -diatamente espresivas aclamaciones y r e -petidos abrazos fueron el solo lenguage de estos facinerosos: en seguida sentado nuestro he'roe en el tronco de un árbol, ordenó á sus subditos formasen círculo á su rededor , y les notició la intención que tiempo hacia tenia concebida de fun-dar en aquella selva, memorable en r u i -dosas maldades , una caverna construida por sus manos ; la que el valor y deter-minación abastecerian de todas provisio-nes , y suntuosos muebles. "¡No hay que «perder t i e m p o , añadió, la es tac iones «rigurosa, y necesitamos ponernos al abri-»go de nuestros enemigos, y de la inclc-»usencia de los tiempos. Coloquemos hoy

    file:///altamor-

  • § 3 »Ia primera piedra de tan útil monumen-»to ; que la sangre de una victima' la c i -»mente , y que la inauguración de nues-»tra morada , á manera de instituciones «romanas, sea bajo sangrientos auspicios/*

    Todos á una voz aplaudieron tan gran-de proyecto: estos malvados bien conocían el espíritu de energía, de profunda con-cepción , y de fácil empresa que an ima-ba los pensamientos de su capitán V a l -tamorgues : Mortanoro y Tiinboné fueron de descubierta, y no tardaron en traer u n joven é inocente aldeano , que dego-llaron bárbaramente , sirviendo su lívida cabeza de piedra fundamental á estas ter -ribles catacoqibas.... E l capitán por pura fórmula hecho algunos puñados de t ier-ra , y dirigiéndose al dios del infierno, le suplicó protegiese un asilo que ente-ramente le estaba consagrado ( 7 7 ) .

    Las primeras semanas se pasaron en cabar con mucha actividad la gran ca-verna, no fallaron barias ni palancas, ni azadones , con los demás útiles que se creyeron necesarios, pues las espedi-cíones de algunos proveían de todo esto, ínterin la compra de comestibles y m u é -

  • b l e s , se bacía en les pueblos inmedia-tos , bajo la dirección y á gusto de Val -tamorgues. E l trabajo se adelantaba ex-traordinariamente á pesar de lo fuerte de l a e s t a c i o n , y la tierra consentía que el crimen deshiciese sus entrañas para su es-tablecimiento : ya ochenta pies de profun-didad, por una latitud de diez toesas ase-guraban á los malhechores un retiro, tanto mas formidable cuanto , que abier-to el terreno por varias partes le tenían minado, con la precaución de volar cual -quiera tropa, aunque numerosa, que al-g ú n dia pretendiese sitiarlos. Mientras tanto se cometían algunos atentados , co -mo pequeños ensayos , y únicamente par-ra subvenir á las necesidades mas u r g e n -t e s , hasta que la caverna enteramente se hallase concluida. Mortanoro dirigía los trabajos secundarios, esto es, dividía las salas y domas piezas, las que hacía ador-nar y entablar , colocando después espe-jos , quinqués y demás muebles de lujo y comodidad : por cocinera se trajo una vieja de Sedan , la que muchos tiempos se ocupó en guardar los electos robados de una compañía de caballeros de indus-

  • 2 5 tria, tomando hacia mas de cuarenta años, ínteres en toda clase de crímenes.

    E n todo el tiempo empleado en tan costosas operaciones, Val tamorgues, que como ya hemos dicho poseía bastantes conocimientos de física y y muy particu-larmente sus aplicaciones á la fantasma-goría , atemorizaba el bosque, haciendo creer á los sencillos aldeanos, durante la noche , valiéndose de fósforos , fuegos de Bengala ( 7 8 ) y espíritu de vino , que es -tos juegos pavorosos eran producidos por los espíritus infernales que habitaban aquel parage, haciendo revolotear al efec-to , por medio de un alambre , algunas cabezas con alas de murciélago : pero aun no paraban aquí sus ficciones , pues disfrazaba algunos de los vandidos en fan-tasmas gigantescas , encargándoles recor-riesen con una antorcha encendida y con cadenas estrepitosas todas las avenidas de la caverna , e' imprimir de esta manera en el simple vulgo el miedo del fana-tismo y superstición , tan favorable á los charlatanes, á los criminales y á los mal-vados de todos tiempos.

    ¡ Quien lo creería...! Valtamorques, es-

  • § 6

    le menstruo mancharlo ya con la sangre de veinte asesinatos, abrigaba aun en su fiero corazón el amor filial, Su padre siem-pre está presente en sus pensamientos, le ama con el mismo estremo , y el hábito de los delitos no ha corrompido su tíni-ca virtud. Cuidadoso de agradarle , le di-jo se había establecido de platero y dia-mantista en Montmedí , y le enviaba con frecuencia algunos despojos de sus víc-timas, que según decia en las cartas, t im-bradas en falso , eran alhajas construidas por sus manos,

    E l subterráneo edificio se adelantaba, pues á la sazón estaban ya colocadas lar-gas vigas , que transversalmente forma-ban la cubierta , sobre las que ajustadas tablas disimuladísimas con tierra y heno, ocultaban la g u a r i d a , negándola la luz del dia, para 'que solamente reinase en ella la noche tenebrosa del crimen,

    Únicamente dejaron practicables la en-erada principal, y un largo pasillo al es-tremo opuesto de la caverna con la pre-visión de que sirviera para ataque, y r e -tirada en caso de sorpresa y combale; y por ú l t imo, este horroroso ámbito tenia

  • § 7

    un doble fondo, como cuartel de reser-va, cuyo uso csplicarcmos eu breve.

    Asi (me los trabajos fueron enleramen-te finalizados , y que los leñadores, cami-nan! es y aldeanos de todos los pueblos cercanos , poseidos de espanto, favorecían por sí mismos con su debilidad los aten-tados y la seguridad de estos-infames; "Valtamorgues, en el feslin de inslalacion los estrechó á todos con un nuevo j u r a -m e n t o , por el que los obligaba á no re-velar ninguna cosa de la sociedad, aun en eminente peligro de muerte. " P e r o « n o me es suficiente , prosiguió este inal-«vado , que pronunciéis el juramento; » estoy muy convencido déla facilidad con »que los hombres de nuestros dias que-b r a n t a n los suyos... Y o quiero un baño «de sangre.... Sangre , (pie vertida por las «propias manos de cada u n o , me ofrez-»ca la garantía moral , de que no me se-rré is per juros; pues familiarizándose con «las rojas ondas del homicidio, y su-«mergiéndose desnudos en tan precioso « l i c o r , habréis adquirido en mi opinión «el derecho de no recelar ni temer nin-» g u n a traición/'

  • f:?>

    Esta orden terrible ( porque desear y disponer eran para \altainorgues la mis-nía cosa) no dejó de conmover á los mal-hechores ; pero animados del ponch , el vino , y el temor estúpido de no dejarse propasaren ideas feroces , respondieron á una voz, se hallaban prontos á verter su propia sangre para manifestar la c ie-ga obediencia á su ilustre gefe. Mor lano-ro su teniente fue el. primero que r e -unió en la prisión del doble fondo de laca\erna suficiente número de víctimas para dar satisfaccion.íd sacrificio que orde-naba el sanguinario código de Yal lamor-gues ; las degolló Lodas sin compasión, y sin distinción de sexo ni edad , recogien-do e n u n a grande caldera de hierro la sangre que escapaba á gruesos borboto-n e s de las gargantas de los infelices que habia inmolado, zambulléndose en segui-da en este baño ardiente, sin temor de que los dioses vengadores le hiciesen e s -persmenlar los mayores tormentos e n jusío castigo de tan odiosa alevosía. V a l -tamorgucs con el puñal en una mano y un libro mágico en la otra recibió el ári-do holocausto en medio de mil maldi-

    file:///altainorgues

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    cienes... i Y ia tierra no se abrió para con-fundir al autor y ejecutores de semejan-te escena!! ! Pero Dios benigno concede á ios malvados un espacio de vida , para que el sincero arrepentimiento pueda in-sinuarle en sus almas ernoeucrnidas, y de lo contrario manifestarles el justo castigo, les dejó el tiempo suficiente pa-ra la enmienda , advirtiendo á los demás con tan doloroso cgemplo.

    Toda la provincia se veía envuelta en l u t o , aquí una desolada madre reclama-ba con triste llanto su única hija , desa-parecida casi milagrosamente; alli un mercader y un caminante se miraban r o -bados y perdidos ; los mas fuertes equi -pa ges eran asaltados y desconcertados, y parecía que el robo y el asesinato rei -naban para siempre en tan desgraciado país. Durante el dia, el terror y el s i len-cio perpetuo del bosque no permitía se aproxímase ningún leñador, mucho me-nos , con la idea de que algunos pasto-res se habían engañado por alguna trai-ción. Por la noche los espectros homici-das, obra de la imaginación de Valtamor-gues , y ias íautasmas que superaban los

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    árboles mas elevados, aterraban al des-pavorido caminante. La admirable des-treza c o n q u e era construida esta caverna de malhechores , no daba á la autoridad ningún arbitrio para proceder al ester-miuio de sus habitantes, y hasta enton-ces cuantas diligencias se tenían practi-cadas eran infructuosas.

    Asi q u e , en el seno de la calamidad y de tan inexpugnable azote se amontona-ban las víctimas en esta infernal guarida; los baños de sangre seguian con el ma-yor ardor , y muchos desgraciados en va-no tenian hasta entonces invocada la j u s -ta venganza de T h e m i s , exhalando su postrimer suspiro.

    Esta horrible cavidad era una vasta tumba, en que infinidad de huesos f o r -maban el archivo del crimen , y en que las lágrimas y la muerte componían la continua escena del homicidio : la tropa de los salteadores hemos dicho llegaba á treinta , y treinta baños de sangre ya ocupaban su lugar... Las exhalaciones ca-davéricas infestaban toda su esiension , y los muertos hadan guerra á sus verdu-gos con leudas emanaciones.

  • 31 Valtamorgues mismo, aunque conna-

    turalizado con el cr imen, era incomoda-do por este efecto puramente físico que le hacia degenerar en una funesta hipo-condría , de la que su conciencia tanto tiempo descuidada , era la primera y prin-cipal causa. Las hermosas mugeres que hace robar . los escesos de la mesa, el peligro de las grandes empresas no pue-den distraerle del estupor de sus remor-dimientos , cuyo motivo aun no puede alcanzar. S u suplicio ha comenzado ya; se encuentra martirizado , asaltado de mil fantasmas , hijas de su pusilánime terror: por todas partes es acosado de imágenes acusadoras; en vano se arma de sus p u -líales , y descarga sus pistolas sobre las sombras quiméricas de su espíritu deli -ran te ; pero sus remordimientos, aunque variando sin cesar de formas y de color, siempre están implacables, presidiendo su tormento.

    E n tan penoso estado rehusa descu-brir su pecho á su fiel confidente Morta-n o r o , temiendo le acusen de débil visio-nario , pero determina separarse de sus culpables espediciones para abrazar á su

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    padre. Par le en efecto , apoderado cons-tantemente del mismo entusiasmo , llega á su casa y estrecha en sus brazos al a n -ciano Richard , humedeciendo con lágri-mas de ternura sus blancas canas; osan-do profanar con sus impuras manos aque-lla venerable cabeza , que tanto tiempo hacia tenia cubierta de oprobio é infa-mia! Le colmó de ricos regalos , persua-diéndole que su comercio de alhajas en Anveres seguia muy ventajoso ; admiró la belleza y gracias de su hermana L u -cila , á la que también prodigó muchas íinezas; y por último no se volvió á se-parar de los brazos de su querido padre sin grande sentimiento.

    Estas escenas de dolor y de placer proporcionaron un ligero descanso en el ánimo abatido de Vaitamorgues; pero apenas se vio solo en el camino, y en medio del bosque, sus terrores le asal-taron con mas ímpetu que nunca. Llegó ai estremo de creer que le perseguía un esqueleto, metió espuelas al caballo, y rio se detuvo 1 ¡asia descubrir en el seno de la oscuridad de la noche las luces y demás sen-ales convenidas con su temen*

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    t e , ínterin durase su ausencia. Esta era ]a hora ordinaria en que comenzaban los prestigios y fantasmas por entre los á r -boles; y aunque él mismo habia dispues-to este disfraz, no pudo menos de ate-morizarse,

    Si fuese permitido , en medio de u n asunto tan serio , hacer una breve i n -dicación de algunas de las muchas b u r -las que jugaban estos infames á los infel i -ces aldeanos, citariamos entre otras , un po-bre paisano que iba montado en su asno de vuelta del mercado, cuando de pronto se encuentra arrebatado y pendiente de una cadena abrazado al pescuezo del burro , gritando sin saber cual seria su suerte; igualmente hablaríamos de una pobre le -chera acometida por un dragón (este dra-gón estaba hecho con prevención de c a r -tones y fuegos artificiales) que la cubrió de una lluvia de fuego , incendió sus vestidos , y quedó como herida de un r a -yo entre sus compañeras aturdidas: aun referiríamos de algún leñador , que dis-traido en juntar los palos para formar u n haz de leña, vuelve, y no encuentra ya ni su hacha , ni su cayado , ni su

    Tomo II. 3

  • u cántaro , ni su zurrón , y todo lo ve en las garras de un duende que se burla de su admiración.... Pero tememos dejar el carácter de gravedad que nos hemos i m -puesto en estas patéticas narraciones, consagradas esclusivamente á los r e m o r -dimientos de los criminales.

    Los años transcurrían á pesar de tan-tos horrores , y aun la voz de la celeste venganza no se dejaba percibir. La a b u n -dancia, el lujo y la disoluccion reinaban en el centro de esta guarida de inicuos ; y á escepcion del gefe , siempre sumergido en la profunda tristeza , aunque se esfor-zaba en disimularla , los demás gozaban de la felicidad y de las satisfacciones reser-vadas justamente á la virtud sola.

    Durante este tiempo , la hermana de .Valtamorgues se unió en matrimonio á u n rico comerciante de Mezieres ( 7 9 ) ; y seis meses después de su enlace, empren-dieron viage con un criado , y Medoro , que era un fiel perro de caza de su m a -rido , en un carruage mas cómodo que elegante, á su país naiivo. Separada de su suegro, tenia ya un vivo deseo de vol-verle á ver después de la penosa ausencia,

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    por cuyo motivo hacían largas jornadas sin consideración á la noche ni el bosque de Ardennes. Pero apenas se internó en él su carruage, cuando fué atacado por ladrones enmascarados i los que con toda prontitud desataron los cofres , quitaron los caballos j y se retiraron con su presa y personas por el lóbrego pasillo de la ca -verna , sin conmoverse de su llanto n i ruegos;

    ¡Que momento tan infortunado para la pobre Lucila y para su esposo! E l olor solamente de los cadáveres , y la lámpara sepulcral que con su luz les patentiza una porción de huesos medio destrozados y cabezas ensangrentadas , les instruyó del destino que les estaba reservado. P a r a colmo de su dolor , un novicio debe prestar su juramento , y el baño fatal va á llenarse con la sangre de estas tres víc-r timas.... E l pobre y sensible Medoro, l le-no de lagrimas , fijando en el cielo sus miradas, queda á la entrada de la caver-na , y parece que con sus lastimeros a u -llidos suplica le devuelvan sus queridos amos ; falto de todo alimento durante veinte y cuatro horas > no abandonó por

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    tin momento el sitio en que liabia sido separado de sus dueños , y el bosque no dejaba de repetir sus ladridos, doiorosa-mente prolongados. Invoca toda la natu-raleza , y llama á los hombres en su ayu-da , pues ya el lugar de las maldades se ha dejado conocer de su penetrante olfa-to ; pareciendo que el bosque al repetir sus continuados aullidos avisa á todos d i -ciendo " B a j o estas bóvedas habitan «asesinos; llegad pues , hombres de bien, » á esterminarlos: siento á mis amos , y »creo verlos próximos á perecer á manos »de estos infames/'

    Esta oceurrencia se verificó en invier-n o , y una fuerte nevada cubria la entra -da de la cueva ; pero Medoro guiado por las emanaciones, que no podian enga-ñarle , tenia levantada tierra á fuerza de escarbar con sus patas, resuelto á morir sobre la tumba de Lucila y su esposo.

    ¡Amor admirable, ternura heroica , os acordareis del perro fiel de Xantipo ( 8 0 ) , en tiempo de la destrucción de Atenas ! ¡ en nuestros dias del de Montargis ( 8 1 ) , y otros muchos , cuyo valor é instinto han salvado la vida de sus a m e s ! ¡ También ha-

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    reís mención de aquel otro p e r r o , que lame la herida de su moribundo señor en el campo de batalla, y muere al aiismo tiempo que e l ! ¡ igualmente del que sigue sobre el yelo á un imprudente patinador, prefiriendo la muerte á la vida sin su amo! E n fin, seria interminable la lista de los perros célebres que han aventajado á los hombres en acciones heroicas; y acaso el autor que ha formado una curiosa reca-pitulación, no advertirla que satirizaba á la especie h u m a n a , mas propensa á su destrucción que á su recíproco socorro.

    Pero dejemos estas reílesiones para ocu-parnos de la conducta de Valtamorgues en esta terrible circunstancia. Persiguido sin cesar por el imaginario esqueleto, ha-bía pensado que una nueva entrevista con su padre le permitiría algún desahogo: confiado en que ya una vez se había a u -sentado , encargando á su teniente la di -rección de la caberna y sus espediciones, pretestó que iba á examinar en las cerca-nías la proporción de cierta casa, de la que deseaba robar una joven belleza que ya tenia destinada á sus placeres. Mortanoro Je aseguró podiamarcharse tranquilo, que

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    vigilarla sobre tocio , y por último con^ cluyó con darle la descricion en breves términos del acontecimiento de la noche anterior (el atentado á los bienes y per-sona de Luci la) entregándole una caja de zapa que contenia las hala jas resultan-tes de la mencionada fechoría, con el fin de que las redujese á dinero en alguna de las ciudades mas próximas , por media-ción de uno de sus encubridores,

    Valtamorgues cogiendo estos diaman-tes pensó únicamente en la satisfacción que recibiria su padre con tal ofrecimien-to ; tomó su caballo y se alejó sin hacer el mas mínimo caso de los aullidos de u n perro que importunaba el bosque.

    Su anciano padre le recibió con los mayores transportes de alegría , y con las mas afectuosas demostraciones de amis-tad ; con todo lo que Valtamurgues se apresura á darle una agradable noticia, presentándole la enunciada caja, dicién-dole al mismo tiempo que los adelantos de su comercio le permitían sin desfalco hacerle aquella espresion.

    E l anciano Richard le reconvino dul-cemente por haberse determinado á atra-

  • 39 •yesar el bosque infestado de asesinos, c u -yo audaz gefe dirigía los mas fieros a-teutados: después tomando una luz. e m -pieza á dar vueltas entre sus manos , con u n aire de sorpresa y de inquietud , la caxa que acaba de entregarle su hijo... S u turbación es evidente , sus sospechas son terribles , rápidas, sus congeturas doloro-sas , y por fin abre la fatal caja y recono-ce con asombro las halajas compuestas de sorti jas, collar, pulseras y pendientes que él mismo compró en Charteville pa-ra regalar á su hija Lucila la víspera de su boda , con lo que se llenó de un páni-co espanto. Valtamorgues viéndole tan turbado , le pregunta el mot ivo, pidién-dole igualmente su esplicacion: "JNo te «ofendas, Antonio , le dice el buen ancía-» n o ; no tengo sospechas contrarías á tu «probidad : á veces las cosas suelen «traspasar los límites de la apariencia, «pero estos diamantes son los de mi hija « L u c i l a , tu hermana , la que poco tiempo «hace ha dado su mano á un comercian-« t e de Meziercs, y deseo saber por qué «desgracia inpensada han venido estas » alhajas á tus manos.

  • Á tiempo ele esta esplicacion volunta-ria tenia Richard , padre, los ojos lijos en nuestro malhechor, pero no con objeto de esplorar el corazón de su hi jo , pues no recelaba de él cosa alguna. Este toman-do entre sus remordimientos y secretos temores la cuestión de su padre por una acusadora reconvención, se sintió desfa-l lecer; culebras parece le devoran las en-t rañas , y la palidez de la muerte desfigura su ros t ro , cuando para complemento de los bien merecidos tormentos de ladrón y asesino, el esqueleto imaginario se pre-senta como evocado de la funesta caja, constituyéndose nuevo delator de todos sus crímenes, y en particular del último de fratricidio.

    Confundido Richard con la pronta emoción de su h i jo , de la que no puede ni quiere inferir complicidad, en tan r a -ro curso de circunstancias le anima á recuperar su espíritu y facultades.... P e r o Valtamorgues se desalienta mas al tomar la mano de su padre, y mojándola con amargas lágrimas, fijando los ojos en la terrible ca ja , le declara que es producto dé u a crimen ¡ y que acaso su gente se

  • estaría bañando en la inocente sangre de su hertñana 4... Atemorizado Richard,c ier -ra cuidadosamente la p u e r t a , por si a l -gún criado puede oirlos, y procura ente-rarse de tan penoso misterio. Entonces Val íamorgues , impelido por su propia conciencia , tanto como por las súplicas de aquel padre que habia siempre conside-rado como un s e m i d i ó s , hace , interrum-pida con mil sollozos, la narración de su vida depravada; confiesa las fábulas que habia inventado, y concluye condec i r al desgraciado Richard.,.. aiNo hay un m o -»mentó que perder; Lucila , su esposo y «el criado se hallarán entre la vicia y la » m u e r t e , si acaso ya no han dejado de » existir.

    A tan sorprendente declaración, com-batido el honrado labrador , tanto por el escesivo amor á su hijo , como por la r e -pugnancia que le inspiraba un capitán de vandidos , no sabe que' partido tomar; ar-ranca sus venerables cabellos , invoca á la muer te , y á fin de terminar sus t o r -mentos , tiende los brazos como para es-trechar á su querido Richard , en tanto que estos atemorizados le rehusan , bus-.

  • 42 canelo entre sus vestidos sospechosos a l -gun puñal, que después de haber servi-do para dar muerte á su hermana , estu-viese aun reservado al parricidio.... Es ta última desconfianza acaba de conducir á la desesperación todos los sentidos de este anciano. Mas en tanta urgencia no hay u n momento que perder: es forzoso partir y salvar, si es posible, las tres víctimas des-tinadas para la ceremonia del juramento prescrito por el mismo Valtamorgues. R i -chard hace ensillar un caballo , y he aquí á ambos en camino para la selva , en que no tardaron en internarse : era la media noche, y un pavoroso silencio, unido á la indisposición de espíritu de nuestros per-sonages , cubría sus almas de espanto; el resplandor de la nieve se hallaba medio destruido por la mucha obscuridad del cíelo; y solamente un parage de tan vas-ta eslension , que era el teatro del crimen, parecia que inficionaba todo su ámbito: la sombra del mas pequeño arbusto , pre-sentaba la figura de un temible asesino, y para el atemorizado Richard la copa de los árboles creía que tenían puñales sus-pendidos sobre su inocente cabeza. Vaha-

  • 43 morgues le instruye, de que con un solo silvido reunirá al momento veinteliombres bien armados á sus órdenes; Piichard rece-loso de su hijo examina sus mas pequeños movimientos, y se arrepiente de haber es-puesto su vida á merced de semejante monstruo. Las reflexiones mas tristes le asaltan durante el camino ; se le represen-ta ya el homicidio, ya el crimen con toda su consiguiente ignominia: ve el cadalso y el verdugo que con su cortante segur va á obscurecer, al mismo tiempo que á divi-dir la cabeza de su h i jo , sesenta años de honor ; tocia sombra de felicidad se le des-vanece , y solo la muerte es el término en que pararán sus inmensas penas. ¡Que dolor el de este padre desventurado, cuando divisó entre la nieve varias c r u -ces de madera recordando la memoria de los* desgraciados , que habían perecido quizá al impulso del cruel brazo de su hijo!.. ¡Qué cuando descubrió un pobre caminante que agitando convulsivamente sus manos con las últimas ansias de la m u e r t e , luchaba con ella , vertiendo de su herida garganta un torrente de san-g r e !... Decía : sin duda la compañía de

  • u malvados de que mi hijo es el comandan-te acabará de executar esta acción. Valta-morgues acosado de remordimientos y terrores guardaba un profundo silencio, y solo se limitó á dar tres silvidos, en in-dicación de ser uno de los individuos. Y a distaban muy poco de la caverna, y las-nocturnas fantasmas revoloteaban y pa-seaban según costumbre para infundir, (según dejamos enunciado) el espanto de que sacaban su partido , sorprendiendo, nuevamente al anciano labrador , aunque naturalmente poco supersticioso ; pero su hi jo le esplicó prontamente el origen de estas puerilidades , con lo que sosegó su espíritu. INo fue asi á los aullidos del perro acusador, que ambos sintieron sus corazones palpitar con violencia, mucho mas oyendo á los ecos del bosque repetir y prolongar el ladrido agudo y lamenta-ble del fiel animal ; Valtamorgues ya se hallaba sin fuerzas, muy próximo á des-fallecer cuando notó que faltarían unos doscientos pasos para llegar á la caverna; "JXo lleguemos mas adelante padre mió, «le dijo en voz baja, espondrias vuestros »dias y los mios. Ocultaos aqui ( y á es-,

  • 45 »te tiempo sacó una llave y abrió el tron-»co de un grueso árbol ) , no tengáis nin^ » g u n temor personal; yo cuidaré de vues-» t r o caballo, y emplearé todos mis es-, «fuerzos para salvar las víct imas,

  • 46 llave entra en la cerradura de su escon-dri jo , y por últ imo, la voz de su hijo se percibe, con la palabra consoladora; todo está salvado.... A tan inapreciable noticia Richard con la viveza de un joven se a r -roja á su hija que reconoce á las ancas de un caballo montado por su mar ido , se abraza á ambos, y tomando su caballo que tenia Valtamorgues de la brida , parten con toda la rapidez que les fué posible por entre raices , troncos y nieve. Anda-das ya algunas leguas, y viéndose fuera de peligro, Valtamorgues esplicó por qué motivo pudo salvar á su hermana, su cu-fiado y Agustín, su criado. Todos tres estaban efectivamente retenidos en el pa-rage que servia de depósito á los infortu-nados, cuya sangre debia llenar los h o -micidas baños: pero un ataque sufrido en las inmediaciones de la cueva aquella mis-ma noche por los guardabosques , en numero de ochenta , babia exigido la energía de todos; y el juramento del n o -vicio se retardó por esta causa.

    Aun permanecía una viva inquitud en el espíritu del anciano R i c h a r d ; calcula-ba que los vandidos en cuanto notasen la

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    desaparición de su gefe y el rapto de L u -cila , tratarían de vengarse en su aislada casa, pues eran sabedores del verdadero nombre , y pueblo del nacimiento de Y a l -tamorgues. Pero este se apresuró á sose-garle, contándole que habia cerrado las dos entradas de la caverna con piedras enormes , cuyas trampas, por su misma construcción y disposición , no cederían á los esfuerzos de mil brazos reunidos, y que con toda precaución á tiempo de la evasión con Lucila y su esposo dispuso que todos se reuniesen en el doble fondo, de que ya hemos hecho mención, hechan-do á continuación todos los cerrojos y al-dabones de las puertas , que daban entra-da á las habitaciones de este piso inferior: de suerte que todos los bribones, sin cs-ceptuar los de Pionda, que también se les mandó retirar por su gefe, se encontra-ban sepultados vivos en esta vasta tumba en que tantas víctimas se habían inmola-d o ; siendo su totalidad veinte y cinco, incluyendo la infame que los servia. Sin duda que la iniquidad de Valtamorgues era estremada : ¡ e l , el principal , y mas culpado de lodos, determinar constituirse

  • 48 en su juez , y su v e r d u g o ! [pronunciar su decreto de muerte , venderlos indigna mente , después de ser el inventor déla horrenda fórmula del voto para su mutua seguridad! ¡ Violar todos los suyos y verseen caso de ser juzgado por los mismos reos!. . . La traición era atroz, inauditas, y por ningún título le correspondía dar tan cruel muerte á aquellos que hahia unido bajo el sangriento baño de los delitos.

    Asi que Valtamorgues sentia una nue-va clase de remordimientos, muy diferen-te de los que continuamente espcrimen-taba. Seguramente no eran la virtud n i la conciencia las que ocasionaban este tormento , pero bien culpable podia creer-se en exterminar por su traición vein-te y cinco enemigos jurados de la socie-dad, envueltos en pecados de los que el cadalso reclamaba imperiosamente sus ignominiosos miembros, S u traición le ruboriza , y por último se despoja del fal-so heroísmo, que exalta el ánimo de un gefe de partido; en lo sucesivo se ve solo, sin armas1 sin autoridad, sin subditos, en medio de sus culpas y de Themis , que desde este momento estuvo constante-

  • 49 ínente en su presencia , juntamente con la importuna fantasma, esto es su aéreo esqueleto.

    L a distancia que corrieron nuestros ca-minantes hasta la hacienda y casa , fue triste y silenciosa; la verdadera alegría no puede manifestarse con rostro halagüeño delante de m i malvado, pues es semejan-te á otra H e b é , tanto en su hermosura, cuanto en que solo se regocija en el seno de la virtud y de la inocencia. Valtamor-gues con peligro de su vida había sal-vado á su hermana y cuñado; ¿pero la acción no se oscurecía con la premedita-da muerte que la destinaban sus cómpli-ces?... ¿ Podria Lucila estrechar entre sus brazos y contra su corazón á un saltea-dor de caminos ? ¿ á un monstruo man-chado con la sangre de tantos inocentes? no era posible; asi que, la dulce satisfac-ción estaba suspensa entre estos cuatro personages , á escepcion del venerable Ptichard, que á pesar de tantos horrores sentía en su pecho las entrañas de padre; aunque solamente ver el rayo dé la justi-cia íuhninado contra su familia no con-sentia desapai'eciese de su faz la vergüen-

    Torno II. i

  • 50 za y el desprecio que á todos infundia la compañía de Valtamorgues.

    Asi que llegaron a la casa , cada uno juró guardar un perpetuo silencio en todo lo tocante al caso pasado , y pocos dias después Lucila y su esposo volvie-ron á Mezieres. Esta se abrazó á su pa-dre con ternura ; pero al manifestar su reconocimiento á Valtamorgues, una pal-pitación y un frió sudor la pararon, por cuya causa su mismo hermano se hizo justicia , y se escapó precipitadamente por no mancillar con sus labios sangrientos el rostro sagrado de Lucila.

    L a situación moral de este perverso era ya cien veces mas penosa que las violentas torturas inventadas para cas-tigo de los delincuentes: perseguido sin cesar por su imaginario esqueleto, y por los lamentos de sus cómplices que se le figuraba oir cuando perecían desespe-rados , Valtamorgues abatido, pálido, ace-lerado , huia á las soledades , y aun una vez se arrojó al agua para substraerse de la persecución de las sombras que le aco-saban. E n vano el anciano Richard pro-cura calmarle , y disimular las delacio-

  • 51 nes que á cada momento se le escapaban entre sus sollozos: VaJtamorgues quiere morir , é implora el suplicio, cual u n amante suspira ausente de su adorada querida.

    A esta sazón llega una mañana Medo-ro herido y lleno de sangre ; su primer movimiento fue arrojarse con infinitas demostraciones de alegría al viejo Richard, lamerle y colmarle de caricias , buscando impaciente á sus demás amos ; pero cuan-do descubrió á Valtamorgues se puso fu-r ioso , deja de ser un animal dócil para hacerse una fiera, su rabia no tiene l í -mites, quiere destrozarle, y apenas bas-tan todos para contenerle: al momento le encerraron , pero noche y dia Mcdo-ro no deja de ladrar, privando á V a l -tamorgues de todo reposo , y llenando de susto á todos los demás. Muchas veces to-mó la resolución de matarle , pero temia dar ocasión por este hecho á peligrosas congeturas. La vida de este asesino era una prolpngada cadena de tormentos mas terribles que la misma muerte. La época en que la justicia iba á recobrar sus de-rechos ya estaba muy próxima ; Agustín,

  • 52 c ! criado de Lucila , mucho menos in te -resado en el secreto que sus amos , h a -bia soltado algunas particularidades de la ocurrencia que habian sufrido en el camino, por cuyo motivo algunas perso-nas que lo oyeron, tomando razón del caso, le comunicaron al juez de policía, deseosos de que una plaga tan asolado-ra pudiese ser descubierta. E n efecto, el mismo dia partieron varios ministros de Mecieres con dirección á la casa del anciano Richard , la que sigilosamente allanaron en medio de la noche. Valta-morgues fue inmediatamente arrestado, y todos los muebles sellados , entre los que las muchas alhajas y pedrería que encontraron les dio indicios bastante cier-tos de que habian dado con el hilo de la trama infernal. Medoro en cuanto fue puesto en libertad llamo la atención de los magistrados por su encarnizamiento, con Valtamorgues, é igualmente sirvió para guiar á la justicia á la caverna por lo espeso del bosque , pues el infortuna-do Richard murió repentinamente de u n vómito de sangre al ver á su hijo carga-do de cadenas , y tampoco hubiera sabi-

  • 53 do reconocer las revueltas del bosque-Así que, Agustín, y aun mas el revelador Medoro fueron los que sirvieron de de-nunciadores á la tropa que se comisio-nó para semejante empresa. Medoro bus-cando con su fino olfato las huellas, que poco antes le sirvieron para buscar la c a -sa de sus amos , se fijó por últ imo al lado de las grandes piedras de que hemos ha-blado , ladrando con todo su esfuerzo. Entonces las separaron y pudieron encon-t r a r , sin mucho trabajo, la trampa que servia de entrada á la primera estancia de la caverna. A. beneficio de luces descu-brieron inmensidad de riquezas de todo género , pero el olor cadavérico casi asfi-xió á los primeros que entraron , de ma-nera que entre tanto tesoro nadie hu-biera querido habitar tan pestilente mo-rada: después de bastantes reconocimien-tos é indagaciones hallaron la entrada del segundo fondo de la caverna, cuya puer-ta de h i e r r o , embarrada , estaba al pie de una escalenta de caracol muy estre-cha. Ba jaron, n o sin esperirnentar n u e -vas exhalaciones pútridas ; pero por u l -timo , llegaron al sepulcro do los facing--

  • u rosos , que encerrados por la indignidad de Valtamorgues, faltos de víveres, se habían devorado unos á otros; Uno so-lo sobrevivia á todos estos antropófagos^ el qué estaba medio recostado sobre un lechó dé huesos y miembros despedaza-dos j con ojos sangrientos y tez lívida, mordiendo el hombro de un compañe-ro difunto , é imprimiendo en sus frias carnes sus uñas homicidas;

    U n o de los soldados iba á hacerle fue-g o , pero se opuso el comandante, con eí objeto de que sirviese para la instrucción y sustanciaciori del proceso, que difi-nitiváménté conduciría á Valtamorgues á la ignominiosa muerte que merecían sus notorias maldades. Esté hombre casi exá-nime fué interrogado por el Juez acer-ca de sus crímenes y de las causas tan sangrientas que tenia á la vista; él res-pondió en balbucientes palabras algunas cosas que dieron á conocer las ideas fe-roces de su gefe ; pero cuando este fué nombrado ante aquel infeliz; hizo un es-tremo de desesperación , que se aumen-tó mucho mas á vista de Valtamorgues^ por cuya causa y la estrema decadencia

  • 55 en que se ta l l aba , espiró á su presencia, invocando la divina justicia.

    Hecho el registro general de la h o r r o -rosa morada del crimen, y sacado de ella todas las muchas riquezas que contenia, ( las que se emplearon en el socorro de algunas familias desgraciadas por causa de estos malvados) se demolió tan temi-ble guarida , en cuyo parage se colocó poco después una cruz de piedra, que recordando tantas maldades , invitase á los pasageros á rogar por las víctimas allí sacrificadas, y también por los desven-turados sacrificad ores. Con bastante b r e -vedad se sentenció al infame Valtamor-gues á morir en el mismo árbol en que había hecho construir un disimulado re -cinto. Ejecutada la sentencia despojó la naturaleza dicho árbol de su follage y cor -teza , negando su vegetación al madero del oprobio. E n lo sucesivo cesaron los pájaros de situarse en su seco rainage, dejándole á los cuervos y buitres , que pronto buscaron su presa favorita , es-tendiendose la aridez y seqtiedad en to-do su contorno. E l leñador se atemori-zaba durante el dia de aquella blanca fan-

  • 56 tasma, y el estraviado caminante retroce-día de horror á su aspecto , y en fin , to-do decía: " G u á r d a t e , pasagero, deponer »el pie en el umbral del crimen/'

  • E L CARNICERO INGLES

    ó

    A N E D O C T A V E R D A D E R A .

    Aquel que puede contener el furor de los mares , sabe también reprimir las inten-ciones de los malvados.

    A f o r t u n a d a m e n t e la naturaleza no produce sino de tarde en tarde mons-truos , cuya ferocidad estraordinaria é inclinaciones criminales afligen tanto á la humanidad. W i l l Br i s to l , natural de l iandeley , lugar pequeño de los estados

  • 58 del conde de Deshonvire en Inglaterra, fue uno de estos dolorosos ejemplos. S u padre , que permanecía viudo desde po-co tiempo después de su casamiento, no descuidó nada para corregir las malas dis-posiciones de su hijo único. Avisos pa-ternales muy repetidos , buenos princi-pios, educación religiosa y polít ica, c o -legios , universidades costosas & c , todo lo procuró este desgraciado padre para i n -fundir en Bristol sentimientos de honor, y domar su carácter feroz. Pero ¡esfuer-zos inútiles ! Br i s to l , nacido para los c r í -menes , sintió bien pronto desarrollarse en su alma las semillas de la maldad ; y enemigo declarado de todo cuanto apa-recía cori la forma de virtud y decoro, en lugar de vencerse en sus odiosos vi-cios , los consideraba como grados precio-sos, que deberían elevarle a un renom-bre celebre. S u vida en el colegio fue en dos palabras la de un mal sugeto , de u n pillo incorregible, que por mil dia-bluras sangrientas se hizo desherbar de las aulas , siendo no tan solo aborrecido de los profesores, sino también despre-ciado de sus condiscípulos. Vuelto á la

  • 59 casa paterna, y á la edad de veinte años, no reconoció ningún freno á sus escesos é infamias i y muy breve acarreó la m u e r -te de un padre que permanecía con una tristeza inconsolable; Vedle ya dueño de una fortuna regular •, que no tardó en disipar. ¡ P e r o ah! ¿quiénes eran sus com-pañeros en la disolución y picardías...? jHasta los criados del verdugo, cuya so-ciedad buscaba con preferencia á n i n g u -na otra ! pues todo lo que tenia alguna relación con la efusión de sangre h u m a -na lisongeaba su depravado gusto. Asi q u e , se le veía infaliblemente presenciar todas las egecuciones de justicia ; y si él no se atrevia entonces á llegar hasta el cadalso para ofrecerse á los ejecutores en su horrible ministerio , era por un resto de vergüenza que le contenia en su pais nativo. Bien pronto le veremos propasar los límites mas sagrados.

    P o r otra parte la naturaleza dotó á Bristol con todas las ventajas necesarias para llegar á ser , si puedo servirme de esta espresion , uno de los mas preferidos corifeos del crimen. A poco más de vein-te y dos años presentaba nuestro héroe

  • 6 0 ana talla gigantesca de seis pies y pulga-cías , «na buena constitución, ojos gran-des y terribles , pelo y barba muy cerra-da, y una fuerza prodigiosa, que puede compararse con ¡a del famoso Anteo (8¡á), á quien el esforzado He'rcules hizo p e -recer del mismo modo con que mataba los viageros de L ib ia , esto e s , ahogán-dolos entre sus brazos. Con tales facul-tades físicas,' Bristol llegó á ser el ter-ror de todo el condado de Deshonvi-r e , apellidándole por todas partes He'r-cules de la gran Bretaña. Ko tan so-lo muchos jóvenes habían sido víctimas de sus duelos , en los que su superiori-dad en las armas le hacia vencedor ; s i-no que también su admirable vigor pa-ra batirse cuerpo á cuerpo le habia he-cho incluir con voz unánime en el ran-go de los mas afamados luchadores de Londres, igualmente conducir de un la-do á otro pesos enormes , agarrar á un hombre cualquiera de talla desmesurada, y arrojarle á diez pasos de distancia so-bre una muralla , ó estrellarle como u n vaso ; asirse de la rueda de una diligen-cia en la oscuridad de la noche , y con

  • 61 u n solo esfuerzo, volcarla con viageros y caballos era para Bristol una distrac-ción indiferente. S u estraordinario placer era hacer padecer á un caballo, oprimién-dole fuertemente entre sus piernas, y co-ger á un mozo de la ciudad , y con su invencible fuerza hacerle echar sangre por la boca. También era una habilidad fa-vorita la de ceñirse, como algunos g l a -diadores romanos una fuerte cuerda á la cabeza, y llenarse tanto las venas por •medio de la frotación que la rompía en varios pedazos. Los nobles, los grandes y muchos ricos milores, apasionados, co-m o se sabe que son á las luchas y c o m -bates de esta especie, no cesaban de em-plear á Bristol , como á campeón, en to -das sus funciones , invitando á muchos vecinos de Londres , con cuyo motivo llovían las guineas ( 8 3 ) sobre el i lustre atleta ( 8 4 ) -

    E n sola una circunstancia quedó ven-cido nuestro valeroso gimnástico. Se sus-citó una apuesta entre dos principales se-ñores de la cor te , cuya suma en dispula era muy considerable. E l primero se de-cidió por Bristol , y el seguneo hizo Ha-

  • 62 mar de Escocia ( 8 5 ) uno de los mas t e r -ribles montañeses que ha producido aquel reino. Su estatura era muy elevada, sus huesos y neryios parcelan impenetrables aun al acero , y un bello muy fuerte cu-bría todo su cuerpo ; pero Milon de Cre-tone se sorprendió á vista de su contra-rio. Jamas el alma del nuevo he'roe se dominó de te r ror , pues en sus monta-ñas se divertía muchas veces en apode-rarse al salto de un toro , cogerle de los c u e r n o s , dejarle caer en t ierra , y c la -varle en la tierra ]as hastas de modo que quedase cautivo. Ta l fue el terrible an-tagonista que el duque de Northumber-land, uno de los dos señores opuso al mas respetable luchador de Inglaterra , y aca-so del mundo entero,

    E l teatro de D r u r y - L a n e se dispuso al efecto con mucho l u j o , asistiendo los personages mas distinguidos de la corte, para presenciar la lucha mos asombrosa que jamas llamó la atención de la ca-pital. Las señoras no fueron admitidas, por no oponer este inconveniente á la completa desnudez de los combatientes. Todo el perímetro del teatro se niveló al

  • 63 foro lo mismo que en los bailes de más-caras , y los espectadores formaban al rededor de la arena un óvalo que pro-porcionaba á todos un buen punto de vista. U n clarin anunció con algunos preludios el principio del combate: dos Heraldos ( 8 6 ) abrieron por izquierda y derecha las puertas del circo , dejándose ver con paso firme y magestuoso los dos seres nías formidables de la creación. Se-gún dejamos dicho , el atleta escocés, cu-bierto de bello como un oso , y cuyos ojos hundidos brillaban entre una c r e -cida barba , parecía mas bien un animal feroz bípedo ( 8 7 ) que humana criatura; se le oian rechinar los dientes como si fuese el ruido de una reja que girase so-bre sus enmohecidos goznes; el pelo se le herizó á vista de su contrario, desean-do ya sujetarle entre sus brazos de acero. E n cuanto á Bristol , adornado de una presencia mas natural y cspresiva , se presentó con marcialidad, mas bien á combatir como verdadero héroe y r i -val generoso. S u talla es colosal c ier -tamente, la fuerza elástica de sus mus-culos, sus anchas espaldas y su sistema

  • 64 nervioso , cuyo menor movimiento mani-festaba un complicado mecanismo de fuer-zas internas, dan la mas favorable idea de sus facultades físicas ; y según hemos di-cho, sin el aspecto formidable que su con-trario reúne la belleza y la fuerza á la elegancia de su constitución. Siguiendo la costumbre de los lacedemonios ( 8 8 ) , nuestros dos luchadores se frotaron el cuerpo con cosméticos oleaginosos, á fin de dar mayor soltura y ligereza á sus movimientos de ataque y retirada. Al m o -mento de presentarse en la arena se cou-fundian los aplausos por lodas parles, sucediéndoles un profundo silencio. Los mozos ó sirvientes del teatro sacaron gran porción de carnes crudas , y una docena de botellas de ron : nuestros héroes die-ron principio devorando cada uno siete ú ocho hbras de carne sangrienta, y apu-rando entre ambos diez botellas de lico-res inertes , brindándose mutuamente , y terminando con un vaso á la prosperidad de los ingleses y otro á la victoria; sepa-rados va por (írden del condestable que presidia el espectáculo , se prepararon á comenzar el combate mas interesante qua

  • 65 quizá se habrá visto desde el de los hon-rados y cur iados , cuando sus armas ha-bían de decidir la suerte de Roma y de Alba ( 8 9 ) .

    Sus movimientos son ágiles, sus ten-tativas simuladas, y sus retiradas súbitas; unen á la destreza del tigre el vigor f r a n -co del león: los golpes se repiten con de-nuedo , pero su prudencia inutiliza la im-petuosidad. E l espectador está suspenso, con la respiración oprimida, temiendo secretamente el choque, de estas rocas vivas ; mira con interés y terror los pr i -meros vapores que la cólera y el deseo de vencer hacen exhalar del cuerpo de estos atletas formidables. Los golpes r e -suenan en el estómago de Bristol y del: Escoces como sobre una bóveda hueca: ambos se oprimen entre sus brazos , c la-vando sus dientes en las carnes ; el t a -blado rechina bajo el enorme peso de los monstruos. E l sudor corre juntamente con su sangre ; sus cuerpos fijan ya las miradas dolorosas del concurso, y su ra-bia esta en el colmo. Muchas veces sus esfuerzos equilibrados los tienen sin mo-vimiento , hasta que alguno descubre a l -

    TtíUlQ II. 5

  • 66 gun flanco mas débil para romper una inacción tan tremenda. JNo obstante que la sangre corre de todas partes , y que las contusiones manifiestan un valor igual por ambas partes, un último esfuerzo de-be asegurar el triunfo. E l feroz Escoces le intentó primero una acción increible; levanta á su enemigo con todas sus fuer-ras, le tiene en sus brazos hasta cierta a l t u r a , y después precipitándose en t ier-ra con horribles estreñios, asido de B r i s -tol , fue su caida tan terrible como b r i -llante.

    Ganado el partido y proclamada la vic-toria se ret iraron, consolándose Bi istol con otros sucesos felices, y después de cu-rar sus heridas , de la vergüenza de ser vencido. Hasta el presente vernos en él un brazo brioso, un gladiador terrible sin duda, pero nada tiene que temer del ministerio d e T h e m i s : ya es tiempo de co-locarle en la escena del homicidio adon-de 'no'podía menos de conducirle su gus-to sanguinario.

    Y a tenia cometidos algunos actos de perfidia, como efecto inevitable de su ca-rácter ; pero el crédito, que debia á los

  • 67 grandes , en consideración á su estraor-diñaría reputación de luchador, le había sido de mucha utilidad en varias ocasio-nes. Noticioso él de que la policía espia-ba continuamente sus operaciones, marchó Bristol , ó mas bien huyó al condado da Nottingham, y se estableció en Dow ley, ciudad pequeña, muy poco distante de un famoso bosque muy frecuentado de mal-hechores; lomó la ocupación de carnicero, con ausilio de algún dinero que le queda-ba de Londres. S u comercio prosperó bas-tante bien : teniendo cuidado de ocultar sus designios criminales consiguió en poco tiempo una reputación de hombre h o n -rado, muy grosero á la verdad en su tra-to y porte , pero no por esto fallo de pro-bidad.

    E s necesario instruir al lector de que á tres leguas de Dowley, en el pasage mas peligroso para los viageros , estaba situada una posada , que era conceptua-da como un asilo de salteadores, y que por falta de pruebas no se habia podido descubrir sus tramas. Bristol empezó á frecuentar semejante casa; se intimó con fil posadero ; y últimamente se manifes»

  • 68 íaron con toda confianza , y convinieron! con el vaso en la mano, de ejercer de con-cierto sus latrocinios.

    Ana W e s t e r n , joven muy bella, y cóm-plice desde la cuna en las inveteradas maldades de su padre, el patrón de la ven-ta ó posada, fue el premio de esta temi-ble alianza, cimentando el himeneo el pacto de crimen. Poco á poco fue indu-ciendo Bristol á sus criados á que se unie-sen con los asesinos de profesión, que an-tes hablan estado a las órdenes de su sue-g r o ; y ambos con infame emulación se entregaron al egercicio de sus crímenes. Asi íjue desde tiempo inmemorial no se contaban en la provincia la multitud de horrores que entonces ; cada dia, cada noche eran acometidos en las inmedia-ciones algún ilustre estrangero ó algu-nos viageros acomodados: la justicia p r o -curaba hacer las pesquisas mas activas; pero los objetos de valor , y aun los c a -dáveres desaparecían como por efecto de algún infernal talismán: fosos muy pro-fundos servían para la ocultación de las víctimas, y Bristol con sus cómplices se enriquecían ya hacia mucho tiempo, en

  • 69 la impunidad, bien penosa para sus con» trarios. Felizmente Dios no permite lar~ go tiempo la perpetración del delito ; y es lo que vamos á manifestar en seguida.

    " T o d o va hasta el dia mejor que se po-»dia desear, dijo un dia Bristol a su con-»sor te : poseemos un caudal de mas de »ocho mil guineas en oro , muchas ai -ahajas y pedrería ; lu padre igualmente, »cuenta inmensas riquezas ; á nuestros » cómplices tampoco les queda que desear, »pues la distribución siempre se ha foe4 »cho muy legalmente. Pero aun nos falta, » A n a , un último golpe, una magnífica »espedicíon; y ricos con esceso, dejarex »mos este condado, y partiremos para el »es t rangero . " ' a

    Ana le pidió la manifestase la ventaja que lisonjeaba tanto sus esperanzas de este último y deseado golpe. Bristol cei> raudo cuidadosamente todas las puertas;, y volviendo a su muger con un aire mis-terioso , sacó una carta del bolsillo, por la que su suegro le instruía con un es-preso , " q u e Milady Herwort l se dirigía » e n posta á INottingham con un rico equi-r »,page, acompañada de Miss Clarisa , su

  • 70 » h i j a , y de pocos c r i a d o s , lo cua l o f r e -n d a m u c h a fac i l idad para la c a p t u r a de » t a l p r e s a / ' Milady debe pasar ; la d i jo a u n esta misma n o c h e desde las o n c e h a s t a m e d i a n o c h e . Después de esta h o r -r i b l e c o m u n i c a c i ó n , q u e a c o m p a ñ ó Br i s -tol de u n a s o n r i s a a t r o z , r e c o n o c i ó s u s •puñales y p i s t o l a s ; hizo m o n t a r á s u s c r i a d o s a p a r e n t e s de la c a r n i c e r í a , d á n -doles not ic ia de la e m p r e s a , y m a r c a n d o á cada u n o s u s d i f e r e n t e s o p e r a c i o n e s , y la h o r a de salida; La a l e g r í a br i l laba e n los o jos de la i n f a m e Ana ; s ü i m a g i n a -ción c r i m i n a l se gozaba e n los r i cos d e s -p o j o s de la o p u l e n t a Milady. S e a d o r n a b a ¿le a n t e m a n o c o n s u s d i a m a n t e s y r o p a s b o r d a d a s ; y e n s u Culpable avar ic ia cons-taba p o r nada t a n t o s efectos si l l e g a b a n á s u s i m p u r a s m a n o s s in m a n c h a s de la s a n g r e prec iosa de a l g u n a v í c t i m a s a c r i -f icada al f u r o r h o m i c i d a .

    E n el m e s de d i c i e m b r e , época en q u e la n o c h e t o m a g r a n p a r t e del dia, o c u r -r i ó esta t r a m a t e r r i b l e . La nieve t e n i a c u b i e r t o s los c a m p o s , y en l u g a r de s u m i n i s t r a r á los c a m i n a n t e s c o n su b l a n -c u r a a l g u n a c lar idad ¡ les p o n í a p o r c o n -

  • 71 siguiente los caminos mas difíciles.

    " E s t e tiempo nos es muy propicio, di-j)jo Bristol á su muger é infames auxi-«liares , al proveerse cada uno de armas. « T u padre ya estará emboscado á la en-«trada del bosque , y nosotros vamos á y> apostarnos cerca de la cueva." Ana cer-ró silenciosamente la puerta después de salir los bandidos, recomendándoles muy particularmente no hiciesen lo que en la anterior especulación, en la que dejaron escapar un criado de la mortandad g e -neral. S u primera ocupación fue prepa-rar una opípara cena, digna de la gloriosa empresa meditada ; pero en el ínterin la disponía, llamaron á la puerta. . . ¿ Q u i e n e r a ? . . . su sobrinita Po l ly , de edad de once a ñ o s , la que la informó de que su designio era volverse á S u l l a n d , aldea distante de allí poco t recho , pidiéndola la permitiese pasar alli la noche , pues la faltaba aun bastante que andar, y era muy tarde. A n a , no hallando ningún in -conveniente en tal proposición , acogió benignamente á su sobrina, la dio de ce -nar , y dispuso se acostase en un dormi-torio próximo á su alcoba. Entretanto que

  • n la Providencia combinaba los incidentes mas singulares , el crimen se ejecutaba con mas actividad que nunca. Bristol pre^ venido ya; y oculto en los parages mas ventajosos del bosque, esperaba impa-ciente en medio de la oscuridad el mo-mento favorable á sus atentados. De esta manera la desgraciada Milady Herwort t y su joven y amable hi ja, destinadas en aquella noche funesta á ser víctimas de los desapiadados asesinos, caminaban, aunque á paso lento > á la muerte que les era inevitable. Sus disposiciones de es-píritu eran bien diferentes: Milady, son-rie'ndose , abandonaba su pensamiento y sus cuidados maternales al proyecto de establecer en matrimonio á su querida Clarisa , muy distante de imaginar que se dirigían á un abismo. Pero esta joven, afectada con dolorosos presentimienlos^ no habia podido dominar el espanto que inspira la soledad de un bosque reputa-dlo por peligroso.

    La doncella que las acompañaba la di-suadía de tales visiones, que llamaba n i -ñer ías , advirtíéndola , que los dos cr ia-dos armados que iban en el pescante de

  • 73 la berlina lo mismo que los postillones, se hallaban bien dispuestos para su de-fensa : todas las razones la eran inútiles, gu imaginación exaltada la presentaba es-pectros, ladrones ocultos y fantasmas en cada tronco de árbol. " V e a vd., Milady, «deeia á su mamá, me parece que las » nubes forman entre sí cabezas de asesi-« n o s , que cubiertos con negras vestidu-» r a s , marchan misteriosamente por en-»tre las sombras. . . . Mi querida mamá, «anadia Clarisa, sin poder contener sus « l á g r i m a s , hemos procedido con muy »poca prudencia en no hacer caso de «tantas aventuras como nos han corita^ «do de este peligroso bosque.

    E l cquipage y berlina empezaban á caminar con mas lentitud que nunca, por los muchos parages pantanosos y desi-guales que presentaba el camino. E l si-lencio mas profundo reinaba por todas parles; y á no ser el chillido de algunos pájaros , habitantes nocturnos de las sel-vas , nada turbaba el reposo en aquellos hórridos sitios tan favorables al crimen. Clarisa , la pobre Clarisa , temblaba cada vez mas ; abrazada á su m a c h e , con el

  • n pecho ¿"olorosamente oprimido , y la res-piración anhelosa, parecía estar debajo de la íatal cuchilla que iba á cortar el hilo de su vida; sus ojos miraban á todos la-dos para descubrir á tiempo cualquiera peligro , y advertir á los criados para la defensa. Ella recordaba con exactitud to-das las historias lamentables de ladrones ó asesinos con que la habian amedrenta-do en su infancia: " L a muerte no me «seria tan funesta , decia ella como r e -asignándose á su suer te ; pero mi des-J> honor. . . . mi persona profanada por las «manos manchadas del oprobiol" Esta idea llenaba su alma de un terrible pe-sar. No limitándose sus conjeturas á tan cruel perspectiva, veia á su madre , á su madre adorada , todavía en el esplendor de su belleza, nadando en su sangre , des-pojada de sus vestidos, en una caverna horrible ocasionándola todas estas imá-genes un pavor mortal.

    E l espíritu de Clarisa estaba tan vi-vamente afectado con estos presentimien-tos, que tornando una mano de Milady , y sintiéndola fria , dio un agudo grito , cre-yendo que estaba mojada de su sangre.

  • 75 ian preciosa para su amor filial. Milady fue la primera que distinguió, á pesar de la oscuridad , pasar de un tronco de á r -bol á otro , tal Vez á concertarse con al-gún cómplice, igualmente oculto detras de otro árbol : ella no pudo menos de sorprenderse y apre tar ,aunque involun-tariamente, las manos de Clarisa. " ¿ Q u é «ha visto vd. mamá, esclamó aquella? ¿ se -«rán asesinos ? = Nada de e s o , respon-d i ó Milady, disimulando lo mas que «pudo su turbación ; la rueda ha dado un «movimiento fuerte, y no he podido con-» tener mi miedo. " í n t e r i n esta fingida es-cusa , Clarisa descubrió también á la r e -fracción de la nieve , la sombra de un hombre ; y por delicadeza , temiendo p o -ner en cuidado á su mamá , la imitó en su disimulo; pero no pudo menos de advertir á Milady que ya llegarían bien pronto al parage que les habla dicho el maestro de postas que era muy peligroso. La venta la habían dejado atrás mas de cien pasos , y solamente se descubría por entre los arboles una luz muy opaca, que parecía estar de acuerdo con el crimen. E n fin, el peligro era demasiado cierto;

  • 76 los criados que iban delante de la berli-na quedaron espantados con el ataque r e -pentino de una tropa de malvados que les acometió denodadamente; al mismo momento un silvido advirtió á los em-boscados al principio del bosque, para que tomasen la retaguardia. Los postillo-nes cayeron heridos de las balas de sus trabucos , y todos fueron acabados de asesinar con arma b l a n c a . . . . A vosotras, celestes bellezas, debemos consagrar to -da la energía , toda la destreza de nues-tra pluma , para describir vuestra deses-peración, angustias mortales y gritos pe-netrantes en aquel teatro de muerte y horror. ¿ Q u e lecior no querría poder obrar un milagro en favor vuestro , para sacaros del abismo? votos inútiles: es ne-cesario llorar vuestra desgracia ; es inevi-table.

    Clarisa desgreñada, sofocada en su do-lor , tenia los brazos sobre el cuerpo de su madre, y los ojos vueltos al cielo, pi -die'ndole la gracia de morir antes que aquella madre adorada. Milady por su par-te , reuniendo sus fuerzas, pretendía sal-var á su hija de aquel desastre ; y su pe-

  • 77 c i t o , apoyado con el de ella , impedía el paso a! homicida acero. Pero el horrible BrLstol fue el que descubriendo la belleza de Clarisa, metió un terrible puñal en el costado de la ilustre viagera, y arran-cando de sus brazos moribundos á la des-graciada joven , la mandó llevar á la cue-va, que era una sima donde se ocultaban los cadáveres de sus muchas víctimas, alumbrada con una fúnebre antorcha. E n tal parage se vio sumergida la hermosu-ra mas interesante. E n medio de todo Clarisa nada tiene que temer; deje el lec-tor de lamentar su desgracia; ella duer -me con un cierno sueño, con el descanso de un ángel ; Dios la ha enviado alas, que penetrando las bóvedas de aquella mansión del espanto, han elevado su al -ma á la morada donde residen los celes-tes mártires , donde para complemento de la felicidad , se ha unido á su madre para jamas volverse á separar.

    E n vano Br is to l , movido de un im-puro deseo á vista de la belleza y desor-den de Clarisa , procura volverla á la v i -da : los demás cómplices le hacen pre-sente , que según su orden misma 7 nada

  • 78 debe sobrevivir á sus espediciones ; pero empeñado en reanimarla por el pronto, les dice que luego la asesinará, y creyén-dola desmayada , cometió la barbaridad de violar el cadáver en la sima de la muerte.

    Todos los muertos se recogieron, se desnudaron y precipitaron en los fosos de la caverna ; se apeo todo el equipage; se repartió entre suegro y yerno el oro, piedras y demás efectos, sin dejar mas residuos de crimen que la sangre que ha-bía corrido por el suelo,

    Impaciente Bristol por volver á los bra-zos de su muger con su criminal triunfo, juntó á sus satélites, y con ellos se diri-gió á Dowley. Seria la una y media de la mañana cuando llegaron , y Ana , cjue con sumo cuidado les esperaba, sintiendo llamar á la puerta , corrió palpitando su corazón de placer , y al abrir reconoció con regocijo á su marido. Este malvado, ebrio de crimen y de alegria , sube r á -pidamente la escalera , contando á su mu-ger en alta voz todos los sucesos de aque-lla noche; los otros malvados le siguen y cierran la puerta. Glorioso Bristol del

  • 79 feliz resultado de la espedicion , arrojó sobre la mesa con ruido cien puñados de guineas, cajitas de soberbios diarnanles, y las sortijas de la desdichada Milady, con el relrato de su hi ja, aun empapado de sangre. E n el transporte de su con-tento reveló hasta los mas pequeños de-talles de sus numerosos asesinatos , y el mismo crimen se habia hecho traición. Ana frunciendo las cejas csclamó: ¡des-dichada, qué he hecho yol^Br is to l , nues-t r a sobrina me ha pedido pasar esta no-»che aquí , y lo habrá tal vez oido lodo «desde su cama; somos perdidos." E l infame Bris tol , con la mayor serenidad, tomó en su mano la luz, y sacando de su cinto un puñal , dijo en voz baja : t v Si » n o está durmiendo, nuestra salud co-» m u n y seguridad nos ordenan imperio-»sámente el asesinarla."

    ¡ Que situación tan espantosa era la de la pobre niña Polly , que todo lo habia visto y oido , despierta en su primer sue-ño por el ruido que hicieron los malva-dos al e n t r a r ! Sintiendo la desdichada que de la destreza de su disimulo depen-de su vida j fingid el estar sumergida en.

  • 80 él mas profundo sueño. E l gigantesco y monstruoso Bristol se acercó a su cama, provisto de un agudo cuchillo; pasó r e -petidas veces la luz por el rostro de Poli y ; pero esta, sin embargo de su agudo dolor y una abrasadora gota de aceite que cayó en su pecho, no se t u r b ó : al contrar io , su respiración la sostuvo siempre natura l , su boca medio cerrada respiró la inocencia de su edad,, y algún genio celeste la enseñó induda-blemente en este instante de terror por qué medio se consigue hacer caer á un gran criminal en el lazo fraguado con sus propias manos.

    Alegre Bristol , y completamente en-gañado , volvió acia la banda, aseguran-do á Ana eme esta seria una sangre inú-til , pues que se hallaba perfectamente convencido de que Polly no habia cesado de dormir. Habiendo los ladrones pro-visto sus estómagos de licores y de una buena y abundante cena , felicitándose mutuamente de la bella acción y próspera fortuna de aquel dia , se fueron á acos-tar. Al siguiente muy temprano se levantó Polly , y siu afectación , metiendo en su

  • 81 faldriquera el a lmuerzo, que se compon nía de carne fiambre y pan; abrazó á su t ia , y dándola muchas espresiones para su tio , que aun dormia, hizo que se di-rigía á la aldea de que habia hablado; pero cuando esla pequeña heroína se aseguró de que nadie la observaba, vol-vió con precipitación por otra calle á la ciudad , y haciéndose llevar á la casa del gobernador , cuando estuvo delante de su severa presencia, le declaró (temblando al considerar el terrible peligro que ha-bía corrido bajo el acero agudo de B r i s -tol ) , que su tio era un gefe de bandi-dos asesinos , y que en aquella misma n o -che habia visto con las manos sangrien-tas partir con sus cómplices y muger los despojos de muchas personas asesinadas. E l gobernador horrorizado apenas pudo creer tantas atrocidades; sin embargo, hizo su deber , y con la guia de esta niña, después de haber juntado un gian nú-mero de esbirros bien armados , provis-tos al mismo tiempo de fuertes cordeles y cadenas , se dirigieron al arrabal de la selva , y casa del carnicero ingles. La pla-ta, las alhajas , y iodos los vestidos y ro-

    Tomo II. 6

  • 8 2

    pas que se encontraron, nó dejaron que dudar nada para la rápida instrucción del proceso. Esta tropa de asesinos fueron in-molados a la venganza de las leyes, per-diendo en el cadalso una vida que habían manchado con tantos crímenes. Ana y Bristol fueron egecutados los últimos, como los mas infames; y Br is to l , como lo habia dicho muchas veces en el t r ibu-nal á su sobrina, que para atestiguar sus maldades le fue presentada , exclamó al tiempo de m o r i r : " ¡ A h malvada niña! si yo hubiese sabido.que no dormias.... eiv* tonces.....

  • 8 3

    L A MORADA

    Basta que una vez se cometa el crimen* Una caída atrae utra caída.

    Boír S A O , S Á T I R A 1 0 .

    D i f í c i l es á m i parecer encontrar en los anales de la galantería, si se puede dar este nombre á los criminales delitos del amor, un hecho mas espantoso que el que vov á contar.

    El conde ruso de P o u r l i m k i , vastago de u n a de las casas mas poderosas de la Rusia asiática, h i jo ú n i c o , y heredero de una fortuna colosal, gozaba á los veinte y c i n c o años de la mayor libertad. La na-turaleza le habia colmado de sus gracias en lo esierior, pues era uno de los me-jores mozos de su siglo ; pero deslucia

  • 8í tan bella perspectiva el alma mas infame y el carácter mas feroz. S u maldad era muy peligrosa para el bello sexo, pues se apoyaba en una sabiduría aparente, en gracias del entendimiento mas sagaz, y en sofismas de pérfidas doctrinas. E r a casi imposible á una muger que veia al Conde por primera vez, fuese en el baile, á la cabeza de sus escuadrones de cosa-cos , adornado con su rico uni forme, y sujetando su fogoso caballo, el no amarle con la pasión mas viva; era imposible ocultarse á su vista de las repentinas im-presiones que se esperimentaban al m i -rar á este objeto seductor; no solo cau-saban admiración sus perfectas facciones, sino que la aumentaba y acababa de sub-yugar el corazón la dulzura y melodía de la voz, y la amenidad de su espresion prodigiosa, velo bajo el cual ocultaba su perversidad. Este monstruo en forma de sirena estaba acusado secretamente por la opinión general de haber envenenado á su